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Emblemata, 4. Pp. 163-182
LA TECHUMBRE DEL COLEGIO DE NOTARIOS
DE ZARAGOZA
CARMEN ANTOLÍN COMA*
LOCALIZACIÓN Y EMPLAZAMIENTO
En el inmueble núm. 31-32 de la Plaza de Lanuza, donde estuvo ubicado
el taller de confección de Beltrán Duelos, y ahora propiedad del Colegio de
Notarios de Zaragoza, con el que confronta en su parte posterior, se halla una
hermosa techumbre de madera ocupando una sala en la planta baja, cuyas
ventanas se abren a la Plaza de Lanuza, en un lateral del Mercado Central de
Zaragoza.
Esta techumbre a pesar de haber estado siempre a la vista ha permaneci-
do desconocida y olvidada hasta ahora. Por el lugar que ocupa, rodeada de
viejas y funcionales estanterías, se aprecia que en el pasado ha sido respetada
pero no valorada, lo que hace suponer que sería algo consustancial al inmue-
ble, no trasladada allí para enriquecer con ella un ambiente interior. Por tanto,
si estuvo siempre allí, ¿qué casa o palacio pudo ocupar ese lugar?
Tenemos como punto de partida para contestar esta pregunta las fuentes
literarias que tratan del urbanismo de la Zaragoza antigua. Sabemos que la
zona del mercado, ya desde el siglo XIII era el centro de la vida de la ciudad
y se convirtió en una zona apetecible residencialmente. Leyendo a Ximénez
de Embún y Val, vemos que hace, en 1901, una descripción historien de la
Ciudad y que la actual plaza de Lanuza, en ese tramo, fue conocida por diver-
sos nombres:
La calle de Lanuza, próxima a desaparecer, se dijo carrera de la Caballería, des-
pués de la Puyada o Subidica del Justicia, más adelante subida a Botoneros y hacia
la parte que ahora nos toca bosquejar, bajada de las Cucharas.1
Más adelante nos ofrece su emplazamiento detallado:
* Consejo Social de la Universidad de Zaragoza, Pza. Basilio Paraíso, 4, 2ª planta, 50009,
Zaragoza, e-mail: cantolin@posta.nnizar.es
1 Tomás Ximénez de Embún y Val, Descripción histórica de la antigua Zaragoza y de sus térmi-
nos municipales, Zaragoza, Librería de Cecilio Gasea, 1901, p. 19.
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La calle Nueva (calle Torrenueva) se enlaza por el trenque de su mismo nom-
bre con el Mercado: esta comunicación existía ya en 1456 pero entonces su apertu-
ra era reciente. En la calle Nueva del Mercado se topa con el callizo del Forno de
San Cristóbal (calle del Ciprés) y con la Puyadica del Justicia.2
Advertimos que aunque haya cambiado el urbanismo en este sector es
reconocible la descripción de las bocacalles que cita en ellas:
En la calle susodicha se tropieza con la calleja de San Cristóbal (calle del Olmo),
que por detrás de Santa Isabel, se escurre hasta la calle del Temple; más adelante
está la travesía de la Cruz (calle del Buen Pastor) que pasa la plazuela del Justicia,
junto al palacio de los señores Condes de Sobradiel, propiedad en otro tiempo de
los de Sástago.3
Isabel Oliván, explica cómo se va construyendo, tanto en el lado oeste de la
plaza del Mercado, como en el este, a continuación de la Puerta de Toledo. El
aprovechamiento de la muralla en la zona del mercado va a dar origen a la for-
mación de una manzana de casas que iba de la calle Manifestación (al desapa-
recer la puerta de Toledo) a la calle Torrenueva, entre la plaza del Mercado y la
calle que se llamó Puyadica del Justicia y últimamente calle de Lanuza.4 En la
planimetría antigua (1712, Casanova, etc.) aparece representada esta manzana
que surgió por el aprovechamiento de la muralla en la zona del Mercado.
Junto a estas murallas estuvo una de las casas de los Lanuza. Isabel Falcón
da la noticia de que en 1431, Alonso V hizo concesión a su escudero Ferrer de
Lanuza de que las casas de su propiedad que tenía en los aledaños de la plaza
del Mercado quedaran exentas de treudo.5
Ximénez de Embún cuenta que Ferrer de Lanuza, en 1440, tuvo problemas
con la construcción de una casa que apoyaba en dichas murallas y salía a la
plaza del Mercado:
La construcción de esta casa costó graves escándalos: en sesión del 19 de marzo
de 1440, se advierte «por el dito D. Juan Guallart jurado, que ya sabían como
mosen Ferrer de Lanuza, Justicia de Aragón, había obrado una torre en el
Mercado, la cual había sacado a fuera é feito pilares é puertas... é había trencuado
todo el muro de piedra: lo cual no había feito con licencia del Señor Rey, ni de los
Jurados, ni de la Ciudad; é así que vediesen lo que se debía facer. Por los ditos
juristas fue consellado que atendido que el negocio era arduo é grant é entre gran-
des personas, car era entre la Ciudad é el Justicia de Aragón, que cosa se debía bien
veer, é que cada uno hi vería é dirían su parescer».6
2 Ximénez de Embún y Val, cit en n. 1, p. 87.
3 Ximénez de F.mbún y Val, cit en n. 1, p. 87.
4 María Isabel Oliván Jarque, Informe sobre la casa-palacio de los Condes de Sobradiel, Zaragoza,
1988. Documentación inédita. Se trata de un informe de carácter interno realizado por la autora
como Técnico Superior de Patrimonio Arquitectónico para la Gerencia de Urbanismo de Zaragoza. 5 María Isabel Falcón Pérez, Zaragoza en el siglo XV. Morfología urbana, huertas y término muni-
cipal, Zaragoza, 1981. 6 Ximénez de Embún y Val, cit en n. 1, p. 19.
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Ferrer de Lanuza (ver su árbol genealógico),7 nació a principios del siglo
XV, fue hijo de Ferrer de Lanuza y de Galaciana Gil de Castro, de ilustre fami-
lia zaragozana. Desempeñó el cargo de Bayle General de Aragón desde 1434
a 1439 en que fue nombrado Justicia de Aragón. Estuvo casado con Dª Inés de
Garabito, hija de D. Álvaro, caballero castellano, que fue nombrado también
Bayle General teniendo que ser anulado su nombramiento debido a su carác-
ter de extranjero en Aragón, y de Dª Violante López de Sessé.8
Entre las casas propiedad de los Lanuza estuvo la casa del Justicia de
Aragón, hasta que en 1591, ajusticiado D. Juan de Lanuza, como consecuencia
de los sucesos de Antonio Pérez, Felipe II ordenó que fuera suprimido su título,
sembradas de sal sus tierras y arrasada su casa de Zaragoza, pasando al fisco. 9
Pero también se tiene conocimiento de que, en la calle de detrás de ésta, la
familia Lanuza tenía otras propiedades. Concretamente Isabel Oliván, en el
informe citado, afirma que la casa que está en la parte posterior del Palacio de
Sobradiel perteneció en la primera mitad del siglo XV a Dª Inés de Lanuza,
hija de Ferrer de Lanuza y de Galaciana Gil de Castro, hermana, por lo tanto,
del Ferrer de Lanuza que en 1440 construye la casa en la muralla.
A comienzos del siglo XX, fue derribada la manzana apoyada en las mura-
llas para ampliar la plaza del Mercado y construir el nuevo mercado central.
Félix Navarro hizo en 1895 un levantamiento de planos de la misma (planta
y alzados de las cuatro fachadas) de gran interés. Este derribo dio lugar a que
asomaran al mercado tres manzanas que hasta entonces daban a la Puyadica
del Justicia o calle de Lanuza. Una de ellas es la correspondiente a la parte
posterior del Palacio de los Condes de Sobradiel, donde se encuentra la
techumbre objeto de este estudio. Afirma Isabel Oliván que fue, probable-
mente después del derribo de la manzana de la plaza del Mercado, cuando se
decide la división de uso del palacio. La parte anterior del mismo seguiría
teniendo uso palaciego, como residencia de los Condes de Gabarda, y la parte
posterior se destinará a tiendas para sacar mayor rentabilidad a la finca como
se indica textualmente en el expediente municipal que contiene el proyecto
que para tal fin redacta Francisco Albiñana en 1911.10
Estos testimonios literarios no son de por sí, lo suficientemente válidos
para afirmar que la techumbre pertenece a la casa-palacio de los Lanuza, pero
7 Con los datos que da Gregorio Ciprés en la obra citada anteriormente (pp. 31 y 32) y
Alberto y Arturo García Carrafa, Diccionario Heráldico y Genealógico de Apellidos Españoles y
Americanos, Madrid, A. Marzo [et al.], 1919-1963, vol. XLVI(1993), pp. 135-144, he confeccionado
su árbol genealógico, que incluyo en el anexo a este trabajo.
8 Luis Mur Ventura, «La importancia del cargo de Bayle General en el antiguo Reino de
Aragón», Linajes de Aragón, vol. VII, (1916), pp. 184.195. 9 Marqués de Pidal, Historia de las alteraciones de Aragón en el reinado de Felipe II, Madrid,
1862-1863. Citado por García Ciprés, Gregorio en «Los Lanuza», Linajes de Aragón, vol. VII,
(1916), pp. 31-39 (en p. 38).
10 Oliván Jarque, cit. en n. 4.
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hay un dato importante que avala esta atribución: la heráldica que aparece en
las tabicas y jácenas de la techumbre.
En ella vemos el escudo de armas de los Lanuza,11 en solitario en las tabi-
cas, alternado con otro, y formando parte de un escudo de alianza en las jáce-
nas, lo que hace pensar que la techumbre se construiría con motivo de algún
enlace matrimonial.
TIPOLOGÍA Y ESTRUCTURA DE LA TECHUMBRE
Se trata de una armadura de madera que cubre la sala, en la planta baja,
de 21,47 metros de largo por 6,60 metros de ancho, que estructuralmente es
un alfarje plano, con las vigas maestras cara vista, van apeadas sobre canes o
asnados, y atraviesan longitudinalmente la cubierta dividiéndola en seis
espacios. Estas jácenas sostienen transversalmente, en cada uno de estos hue-
cos, veintitrés vigas de menor escuadría o jaldetas (figura 1).
Las jácenas tienen una anchura en su papo de 19,5 cm y una profundidad,
a la vista, de 34 cm por lo que suponemos que deben tener aproximadamente
un grosor de 40 cm Para alcanzar el fondo de la armadura de madera hay una
tablilla inclinada que alcanza unos 12 cm, a la que se accede desde la viga por
una moldura recta, horizontal, de 2 cm y otra en forma de caveto o nacela de 4
cm. (figura 2) Estas jácenas dejan entre ellas unas calles de 3,41 m por 6,60 m.
Las jaldetas o vigas menores que miden en su papo 7 cm tienen una pro-
fundidad de 11 cm y dejan entre sí unos espacios rectangulares de 19 cm de
ancho por 3,41 m de largo, divididos en dos por una vigueta de 9 cm.
Los canes o asnados son de perfil lobulado, con unas medidas de 35 cm de
profundidad y un grosor igual al de las jácenas que sustentan. En cuanto a su
anchura va de 34 cm en su parte inferior a 69 cm en la parte sobre la que apo-
yan las vigas.
En la actualidad su conservación es bastante buena; se ha sustituido una de
las vigas maestras, levantando con este arreglo un poco la techumbre en esa
parte. Esta jácena, la central, no lleva, por tanto, pintura. La pintura está en algu-
nos sitios un poco deteriorada, pero puede apreciarse bien el dibujo y la poli-
cromía en todos sus elementos. La techumbre ha sido tratada con un gran res-
peto, ya que si bien se han introducido elementos de tipo funcional, como tubos
fluorescentes, cordones de luz, etc., han tenido el cuidado, al colocar las estante-
rías que cubren los dos paños de las paredes más largas, de encarcelar los canes,
que sobresalen bajo el hueco dejado en dicha estantería para no estropearlos.
En las jácenas aparecen unas ranuras, oblicuas, en los lugares donde debían
de ir las tabicas que cerrarían los espacios entre ellas, y que han desaparecido.
11 García Ciprés, cit. en n. 9 (en p. 31)
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Esta estructura es muy similar a la que presenta el alfarje del Convento de
Santa Fe, en Toledo, fechado entre 1480 y 1495.12 Como en ése se destacan
también las grandes jácenas, característica ésta propia de las techumbres de
esta época, y la división del espacio se resuelve de la misma manera.
También es relacionable estructuralmente con el alfarje que en la actuali-
dad cubre el Salón de Sesiones del Ayuntamiento de Zaragoza, procedente
del «Salón Blanco» del desaparecido Palacio de la Baronía de Osera,13 que
Torralba Soriano considera como característico del momento de transición del
gótico al renacimiento.
Aunque la ausencia de decoración pintada le dé un carácter más austero y
más cercano a la estética renacentista se puede apreciar también un parentes-
co estructural con el alfarje de la Casa de Miguel Torrero, que hoy cubre las
oficinas del Colegio de Arquitectos.
LA DECORACION DE LA TECHUMBRE
El alfarje muestra una decoración muy simple de talla, presente no sólo en
las formas lobuladas de los canes, sino también en una mínima labor de
menado en las entrecalles que forman las jaldetas. Esta labor consiste en una
serie de tablillas recortadas en formas geométricas, especie de alfardones
muy evolucionados de contornos mixtilíneos.
Por el perfil que presentan los canes, siguiendo el trabajo presentado en
una ponencia por B. Martínez Caviró,14 en el II Simposio Internacional de
Mudejarismo de Teruel, pueden clasificarse cronológicamente las techum-
bres. Por su semejanza con las que publica, referentes al foco toledano, pode-
mos deducir que podría ser de fines del XV o principios del XVI.
Pero además de esta ornamentación de talla, la decoración principal que
presenta el alfarje es pintada. La pintura cubre profusamente todos los ele-
mentos estructurales de la techumbre (figura 3).
La técnica empleada, como casi en todo este tipo de obras, es pintura al
temple, sobre un preparado de estuco para sacarle al color todas sus posibili-
dades. Los dibujos se realizan con plantillas, por la técnica del estarcido, y
después se van repasando con pincel, y aplicando el color.
La paleta cromática es bastante brillante, combinando rojos, negros, blancos,
azules, ocres, rosados o salmones, y trabajando con tonos medios para conse-
12 Balbina Martínez Caviro, Mudejar Toledano. Palacios y Conventos, Madrid, 1980, p. 42.
13 Federico Torralba Soriano, El Palacio Municipal y sus obras artísticas, La Casa Ayuntamiento
de Zaragoza. Lonja de la Ciudad, Zaragoza, Ayuntamiento, 1977, p. 77. 14 Balbina Martínez Caviro, «Formas voladas en la carpintería mudéjar toledana», en Actas
del II Simposio Internacional de Mudejarismo: Arte. Teruel. 1981, Teruel, Instituto de Estudios
Turolenses, 1982, pp. 211 y ss.
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guir claroscuro. Su ejecución es mucho más cuidada de lo que se acostumbra
en este tipo de obras, realizadas para ser contempladas a distancia, lo que nos
hace pensar que debió llevarse a cabo por artesanos de gran categoría.
La temática tiene poca filiación con lo mudéjar, teniendo más parecido con
obras de gótico tardío, en que sus elementos y su ordenación aparecen ya
muy barroquizados, y con motivos de estilo renacentista que va surgiendo
con todo su esplendor.
Los temas que aparecen en la techumbre son: motivos vegetales, heráldi-
cos, geométricos y epigráficos.
TEMAS VEGETALES
Todo un vocabulario vegetal cubre los diversos elementos de esta arma-
dura de madera. Grecas, con más o menos resabios goticistas, recorren, sobre
todo, las superficies de las vigas. Las jácenas llevan una decoración vegetal en
el papo y en los laterales se combina lo vegetal con temas heráldicos. Los
motivos ornamentales de estas jácenas son más barroquizados y confusos que
en el resto de los elementos (figura 4).
Las jaldetas también se recubren con este tipo de motivos, pero son mucho
más sencillos, con una composición más clara, más de acuerdo con la flora
renacentista. El dibujo es idéntico en todas las jaldetas, variando únicamente
el color, que alterna el rojo fuerte con un rosa salmón más claro, alternancia
que produce una sensación de diversidad, rompiendo con la monotonía de
un dibujo repetido en todas las pequeñas vigas. Elementos vegetales se
encuentran también en las entrecalles que quedan entre las jaldetas. Estas
están divididas, cada una, en dos partes, en las que se alojan dos alfardones
muy evolucionados, mixtilíneos, cuyo fondo tienen un motivo vegetal, for-
mado por una serie de hojas de racimos de uva en uno de sus extremos. No
tienen ninguna simetría, y este motivo se repite, igual pero invertido, y alter-
nando la policromía, predominando en uno los tonos azules y en otro los
rosados y rojizos. Es curioso apreciar el distinto aspecto que estos simples
cambios producen a primera vista, creando la sensación de que hay una
variedad mayor de motivos. Las tablillas a las que se ha hecho la perforación
en el trabajo de menado para crear este mínimo relieve, tienen en sus esqui-
nas un pequeño detalle también vegetal.
Estos motivos ornamentales no carecen de claroscuro y una leve gradación
de tonos producen un efecto de hojas carnosas y con volumen siendo más
estilizadas, complejas y entrelazadas, por su carácter más goticista, las de las
jácenas.
Esta ornamentación vegetal, tiene la misma temática que aparece en las
techumbres de fines del XV y principios del XVI. Este parentesco formal lo
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percibimos en un alto grado en la ya mencionada techumbre del Convento
toledano de Santa Fe,15 en el que además de la similitud estructural de la que
ya hemos hablado, tiene un gran parecido no sólo en la distribución del espa-
cio, en el trabajo de menado con alfardones mixtilíneos de las mismas carac-
terísticas que vemos aquí, en la decoración de las cobijas en las que sustituye
los escudos por el «JHS», en la colocación de la heráldica en las jácenas, sino
también en los ritmos y elementos vegetales que emplea.
Esta temática no solo aparece en las techumbres sino que la vemos tam-
bién en los guardapolvos de los altares, en las decoraciones arquitectónicas,
en los aleros o rafes de los tejados, en los arrimaderos de cerámica, etc.
Este parentesco formal de ritmos vegetales nos lleva a poder situar esta
techumbre en esa época.
TEMAS HERÁLDICOS
Aparecen en las tabicas entre las jaldetas y en las jácenas (figura 5).
Aunque se conservan bastante bien, los colores, con el tiempo se han oscure-
cido, pelado, perdido su brillo, etc. de manera que hace más difícil conocer si,
por ejemplo, las partes claras fueron blancas, plateadas o doradas.
Se aprecian dos escudos distintos que se van alternando en las tabicas, a
lo largo de cada jácena. Los escudos van flanqueados por ramas de laurel, no
simétricas. Ambos son cuartelados. En uno de ellos distinguimos en los cuar-
teles 1 y 4, de (oro), león rampante de gules; y 2 y 3, de azur, ala de (plata).
Este escudo es claramente identificable como perteneciente al linaje de los
Lanuza (figura 6).
En el otro escudo vemos en los cuarteles 1 y 4, de (oro), tres fajas de gules;
y en 2 y 3, de gules (aunque está muy oscurecido), cinco veneras (como vere-
mos luego) de oro (o de plata), colocadas 2, 1, 2. Este escudo último presenta
más dificultades para su examen, porque con el tiempo las veneras, muy
pequeñas, han perdido la claridad de su forma conservando únicamente la
mancha en plata u oro (blanco o amarillo), pero se han borrado los detalles de
dibujo en el interior, si los hubo (figura 7).
De todos modos no parece arriesgado considerar que se trata de las armas
del linaje Pimentel (condes de Benavente), que se describen, por ejemplo, en
la obra de Atienza, aunque sin la bordura.16
Las dos armerías mencionadas se funden en un escudo de alianza, forma -
do por ocho cuarteles, empezando por el león rampante en el primer cuartel
15 Martínez Caviro, cit. en n. 14, p. 42.
16 Julio de Atienza, Nobiliario español. Diccionario heráldico de apellidos españoles y de títulos nobi-
liarios, Madrid, Aguilar, 1959.
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y acabando por fajas en el octavo. Este escudo aparece repetido tres veces en
cada una de las vigas maestras, completando el espacio, como ya se ha dicho,
la decoración vegetal (figuras 8, 9, 10, 11, 12 y 13).
El hecho de que se hayan colocado en un lugar tan sobresaliente, sostén de
la cubierta, elemento estructural de la misma, parece indicar que esta alianza
podría ser un enlace matrimonial del que la familia de los Lanuza se sintiese
especialmente satisfecha. Revisando los matrimonios realizados (ver árbol
genealógico) encontramos que Juan de Lanuza y Garabito, que heredó el pri-
mitivo mayorazgo de la casa, fue justicia de Aragón (Juan I) desde 1478 a 1498
y que contrajo matrimonio con Beatriz de Pimentel (de la Casa de los condes,
luego duques, de Benavente),17 siendo muy posible que esta boda coincidiera
con la realización de la techumbre, reuniendo en ella las armas de dos impor-
tantes familias: aragonesa, una, y castellana, la otra.
Vemos pues, que la heráldica resulta fundamental para la situación crono-
lógica de este alfarje, y que, por otra parte, las fechas que nos aporta coinci-
den plenamente con las que nos proporciona su estructura y decoración.
TEMAS GEOMÉTRICOS
Los temas geométricos no son demasiado profusos en este alfarje. Su
estructura es ya lo suficientemente geometrizada como para no abusar más
de ellos. Estos quedan reducidos a molduras rectas que recorren los diversos
rectángulos formados por el encuentro de las vigas, tanto rectas, como en
caveto o nacela. Aparte de ellos aparece un elemento que se repite constante-
mente: es una especie de cordón en negro y amarillo realzado por una hendi-
dura a ambos lados. Este cordón sirve para dividir el espacio de las entreca-
lles de las jaldetas en dos divisiones rectangulares más pequeñas, donde se
aloja la labor de menado, y también como remate de las tablillas que se ador-
nan con filacterias.
El tema geométrico aparece también en el saetino, con grupos de cuatro
puntos enfilados, negros sobre amarillo, así como en el inicio de las tabicas,
bajo los escudos, en dientes de sierra en los mismos colores.
TEMAS EPIGRÁFICOS
Están circunscritos a las filacterias, o cintas semi-enrolladas, que recorren
las jácenas en toda su longitud y en la división de las entrecalles de las jalde -
17 Alberto y Arturo García Carraffa, Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y
americanos, vol. 46, Salamanca, 1933, p. 140.
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tas. Están sobre unas tablillas de 9 cm., de fondo negro, con una cinta o per-
gamino de color ocre o amarillo, que al estar retorcida deja ver un reverso
rojo. Sobre esta cinta hay colocadas unas inscripciones que en algunos sitios
son jaculatorias latinas (Ave María, Ora pro nobis), pero en otros se limitan a
sílabas y letras sueltas, de caracteres góticos, usadas aquí de manera decora-
tiva únicamente, con una pérdida de significación, quizá debido a que fuera
realizada, a pesar de los pocos mudejarismos que aparecen en esta techum-
bre, por moros que se limitaban a pintar, por repetición, caracteres de la escri -
tura occidental, sin conocer lo que pudiera expresar, o ser únicamente conse-
cuencia del analfabetismo de los artesanos que la ejecutaron.
Este carácter ornamental dado a lo epigráfico es, por otra parte, típico y
frecuente en el arte del último cuarto del siglo XV y comienzos del XVI, y apa-
rece tanto en la arquitectura del período de los Reyes Católicos, como en otras
manifestaciones del arte de la época, como la cerámica u otros elementos de
la cultura material.
CONCLUSIONES
El estudio de este alfarje nos lleva a las siguientes conclusiones:
1. Procedencia original
Las fuentes literarias y la heráldica hacen pensar que esta techumbre es la
que cubrió primitivamente la sala baja de una casa de los Lanuza, que des-
pués pasó a ser propiedad de los Condes de Sástago, posteriormente com-
prada por el conde de Sobradiel en 1652, y patrimonio de los Condes de
Gabarda hasta 1929 en que fue vendida al Colegio Notarial de Zaragoza, de
quien es propiedad en la actualidad.
2. Por lo que respecta a cronología
• Por los testimonios escritos podemos deducir que tanto la casa como la
techumbre deben fecharse en la segunda mitad del siglo XV.
Partiendo de esta cronología general:
• La estructura y división del espacio de la cubierta, por su semejanza con
otras similares, nos lleva a unas fechas más concretas puesto que, como
hemos dicho, corresponden a fines del XV y principios del XVI.
Por su parte la decoración nos lleva también a esta cronología:
• Tanto por la temática, ritmos y ejecución de la ornamentación pintada
como por el perfil lobulado de los canes que sostienen las jácenas, pode-
mos situar esta obra en ese momento de fines del XV en que se unen tres
estilos artísticos: gótico, renacentista y mudéjar, para dar como resulta-
do una estética nueva, que continuará en el XVI, con una pérdida pau -
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latina de lo gótico, conforme va ganando terreno lo renacentista, y lo
mudéjar permanece con más o menos fuerza de acuerdo con el gusto del
encargante o de los ejecutores.
Asimismo, su similitud con otras techumbres fechadas de esta época,
sobre todo con las toledanas, como ya hemos indicado, nos reafirman en
esta cronología.
• La heráldica concreta aún más estas fechas, ya que es casi seguro que la
techumbre se realizara con motivo de o coincidiendo con la boda de
Juan I de Lanuza con Beatriz de Pimentel, lo que debió tener lugar en el
último tercio del siglo XV.
3. Por su estilo, se trata de una obra mudéjar
Si bien los mudejarismos quedan relegados en cuanto a la temática orna-
mental a los motivos geométricos y a una reiteración de los elementos, y a lo
que es tan característico de este estilo: la capacidad de adaptación del mudé-
jar que le permitió asimilar y unir los estilos en moda, gótico y renacentista
en este caso; se advierte no obstante, una barroquización de las formas, así
como un horror al vacío que hace que la ornamentación cubra absolutamen-
te toda la techumbre.
Todo esto, junto con la calidad de ejecución de la techumbre nos permite
concluir que el alfarje conservado en el Colegio Notarial no sólo debió de
corresponder al Palacio de los Lanuza, y realizarse a fines del siglo XV, con
motivo del enlace de Juan I de Lanuza y Beatriz de Pimentel, sino que ade-
más se trató de la techumbre de una de sus salas principales por lo cuidado
de su ejecución siendo, por otra parte, uno de los más destacados alfarjes de
esta época conservados en Zaragoza.
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