la cognoscibilidad de la esencia de dios 1

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Se puede conocer a Dios

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LA COGNOSCIBILIDAD DE LA ESENCIA DE DIOS

Una vez que se conoce que algo existe, queda todavía por saber qué es. Demostrada la existencia de Dios, procede preguntarse por su esencia. Pero, en primer lugar, ¿podemos acceder al conocimiento de la esencia divina? Y si podemos conocer a Dios, ¿cuál es la vía de acceso a lo que podemos saber de la esencia divina?

El punto de partida de la cognoscibilidad de la esencia divina es el término de las vías que demuestran su existencia. Dios se nos manifiesta como Acto Puro de Ser, Ser Subsistente, Primera Causa Incausada.

Él es absolutamente trascendente, Ser Separado, Absoluto, y como tal radicalmente fuera de las causas de los efectos de los que hemos partido para llegar hasta Él.

De ahí nace precisamente la

incomprensibilidad de Dios, pues se dice que algo es comprendido

cuando es completamente abarcado por la

inteligencia, es decir, cuando es conocido en la misma medida

en que es cognoscible.

Incomprensiblidad no quiere decir incognoscibilidad; algo es incognoscible cuando es radicalmente inalcanzable por el conocimiento. De Dios al menos podemos conocer que es primera causa de las cosas, primer motor inmóvil. Hay una semejanza entre la esencia del efecto y la naturaleza de la causa. La cognoscibilidad de la esencia divina, es relativa y limitada.

Dividimos este tema en los siguientes apartados:

1. Incomprensibilidad y cognoscibilidad de Dios. 2. Carácter analógico de nuestro conocimiento de Dios. 3. El triple modo analógico del conocimiento de Dios. 4. Inefabilidad de Dios y nombres divinos. 5. El nombre Qui est es el nombre más propio de Dios.

1. INCOMPRENSIBILIDAD Y COGNOSCIBILIDAD DE DIOS

A. LA INCOMPRENSIBILIDAD DE DIOS

La incomprensibilidad es trascendencia respecto al conocimiento creado, derivada (que procede de Él) y correlativa (relación con Él) a la trascendencia metafísica.

La suprema excedencia de

Dios, su trascendencia,

lleva aparejada la imposibilidad de

que nuestro conocimiento

pueda alcanzar lo que Dios es.

El conocimiento de Dios que puede suministrar la mente humana no supera el género de conocimiento que parte de las cosas sensibles; pues incluso el alma conoce su propia esencia partiendo del conocimiento de las naturalezas sensibles. Luego por este camino no puede conocer a Dios de una manera más elevada que la de conocer la causa por el efecto.

Si Dios, infinitamente cognoscible en sí mismo, fuese comprendido por un entendimiento creado, resulta que la esencia divina quedaría encerrada, no rebasaría, los términos del entendimiento creado, puesto que lo comprehendido nunca excede los términos del que lo comprende.

Dios es, pues,

incomprensible para toda

inteligencia creada.

1. INCOMPRENSIBILIDAD Y COGNOSCIBILIDAD DE DIOSB. LA COGNOSCIBILIDAD

El hombre puede tener un conocimiento verdadero sobre Dios. De Él podemos conocer sólo aquello que las criaturas sensibles nos manifiesten: éstas no pueden, en absoluto, manifestar la esencia divina, porque distan de ella infinitamente, sino sólo la existencia de Dios y los atributos abstractos (la unidad, la simplicidad, la bondad), que están estrechamente en conexión con aquella.

Fue error del deísmo reducir la divinidad a mero arquitecto del universo, pura razón abstracta e impersonal, inaccesible a todo significado de genuino contenido humano.

Sto. Tomás señala que nuestro conocimiento natural tiene su principio en los sentidos y por ello sólo puede alcanzar hasta donde puedan conducirle las cosas sensibles, añade: sin embargo, como son efectos suyos y de Él dependen como de su causa, pueden llevamos a conocer la existencia de Dios y lo que necesariamente ha de tener en su calidad de causa primera de todas las cosas.

Una cosa se conoce de dos maneras (según Sto. Tomás); una por su propia forma, de modo que el ojo ve la piedra por la especie de la piedra; la otra por la forma de otra cosa semejante a ella, del modo como la causa se conoce por la semejanza del efecto, como el hombre por la forma de su imagen.

No es posible conocer a Dios por su forma propia, en ninguna de las modalidades que ésta puede concebirse (la intuición de la misma esencia de Dios, o la intelección de la forma abstraída de la misma esencia de Dios, o la idea impresa en el entendimiento humano), tal como consideraron Descartes, Malebranche y todos los ontologistas, y Spinoza; el conocimiento de Dios debe ser por la forma de las criaturas en cuanto son efectos de la causa primera que es Dios; las perfecciones encontradas en los efectos nos manifestarán las perfecciones existentes en la causa que los ha efectuado.

La existencia de Dios, y lo que a Dios compete como Causa Primera, no es lo único cognoscible por la inteligencia humana.

Esta puede conocer también de Dios su relación a las criaturas, que es causa de todas ellas, la diferencia entre las criaturas y Él, que no es ninguna de las criaturas que ha creado, y que esta diferencia no procede de imperfección (que le falta algo de lo que tienen las criaturas) sino de su infinita excelencia.

Es conveniente resaltar, pues, que aunque en realidad de Dios más conocemos lo que no es que lo que es, sin embargo la cognoscibilidad de la esencia divina por parte del entendimiento humano es algo positivo. Si no conociéramos algo positivo de Dios, no podríamos tener ningún conocimiento de Él, pues un conocimiento exclusivamente negativo es imposible; todo conocimiento negativo se basa siempre en una previa afirmación.

CREO EN DIOS SOLO QUE LO

DELETREO NATURALEZA

Y esto no sólo hace referencia a Dios como causa de las cosas, sino también a que algunos atributos que predicamos de Él, como sabiduría, justicia, vida, etc., dicen en verdad algo positivo de Dios, y no simplemente que es causa de la sabiduría, justicia, vida, etc., de las criaturas.

Para Plotino, Dios es tan trascendente que absolutamente nada puede predicarse de Él; no se puede decir de Él que es la esencia, el ser o la vida, pues Dios está más allá que todas esas cosas; es incomprensible y absolutamente inefable, su realidad está por encima de todo lo que existe, y cualquier predicado que se le atribuya es inadecuado. Plotino, ciertamente, adscribe al Uno diversos atributos (inengendrado e inengendrable, la bondad, etc.), pero no tienen sentido positivo; la absoluta excedencia del Uno debe salvaguardarse a toda costa. El influjo del neoplatonismo Plotiniano ha conducido en la filosofía medieval a afirmaciones teñidas de agnosticismo en autores que propiamente no lo son.

Maimónides (1135-1204), que demostró la existencia de Dios con diversos argumentos que influyeron en la sistematización tomista de las pruebas a posteriori, consideró, sin embargo, que la separación de Dios respecto a lo creado es tan infinita que no cabe aplicar ningún atributo positivo a la divinidad. Esta únicamente puede ser caracterizada como causa de las perfecciones que tienen las criaturas, pero no cabría una correcta ampliación de la afirmación o eminencia de esas perfecciones a Dios. Es precisamente lo contrario de lo que más arriba hemos visto poner de manifiesto a Santo Tomás.

Para Nicolás de Cusa (1401-1464) Dios es la coincidencia oppositorum, es decir, la coincidencia o la síntesis de los opuestos en un ser absolutamente infinito; coincidencia del máximo y del mínimo, de la complicación y de la explicación, del crear y lo creado, del todo y la nada. Dicha coincidencia no puede ser de ningún modo entendida por el entendimiento humano, pues éste, para entender, debe guardar cierta proporción con el objeto a conocer; pero Dios es el ser infinito; luego un entendimiento finito no puede abarcarlo. Lo finito, aunque cada vez sean mayores los grados de conocimiento, no puede tener jamás proporción con lo infinito. El único acceso del hombre a la inaccesibilidad de la trascendencia divina es el sapiente no saber, la docta ignorancia.

El Absoluto es, de suyo, incomprensible, el Incomprensible en sentido estricto. Con una de sus habituales fórmulas paradójicas, Nicolás de Cusa señala que en el Dios incomprensible nada puede comprenderse excepto la incomprensión misma. La conclusión extraída de esas afirmaciones es ésta: el incomprensible no puede ser alcanzado más que en su modo de ser incomprensible (cfr. Compendium, VIII); se trata de un conocimiento verdadero, aunque esté por encima de todo modo humano de conocer, de toda intelección; al ser un conocimiento que está por encima del conocimiento humano, solamente puede ser aferrado de modo negativo en los conocimientos humanos.

El verdadero conocimiento del Absoluto es un desconocimiento, o mejor, un sapiente no-saber, una ignorancia docta, la cual es una cognoscible incognoscibilidad. Ese conocimiento posee un eminente sentido positivo; es más, para Nicolás de Cusa, el acceso al Inaccesible únicamente puede darse por medio de un conocimiento nesciente o incognoscible; esa es la única manera de situarse ante el Absoluto Incomprensible, y el único modo de comprenderle.

La naturaleza intelectual está atraída por esa sabiduría, que en sí misma es inalcanzada e inalcanzable, por lo que nunca se sacia con lo que es mayor que toda comprensión: siempre procurará, con irrequieto (inquieto) afán, comprender mejor al Incomprensible.

En relación con lo anterior, puede recordarse la doctrina contenida en De Idiota, 11-12, lugar en el que Nicolás señala que la sabiduría –que todo hombre persigue y a la que aspira con pasión– es más alta que cualquier ciencia; lo único que se sabe de la sabiduría es que es incognoscible, ya que no es inteligible por ningún intelecto, ni imaginable, ni sensible, ni limitada, ni puede expresarse en ningún discurso. Pero la sabiduría, que se alcanza de modo inalcanzable, es una sabiduría que tiene sabor (S. Isidoro)

Esa sabiduría que tiene sabor es lo más dulce para el intelecto; pero hablan de la sabiduría con sabor, con el gusto, aquellos que por medio de ella saben todas las cosas de tal manera que se percatan de no saber nada de todas ellas. Y puesto que –continúa indicando el Cusano– la sabiduría habita en el Altísimo, no es gustable en ningún sabor. Se la gusta de modo ingustable, ya que es más alta que todo lo gustable sensible, racional e intelectual. Se trata, según Nicolás, de una como «pregustación ingustable.

¿¿??¿¿¡¡!!

La eterna e infinita sabiduría, que resplandece en todas las cosas, nos atrae hacia sí misma por medio de una cierta y connatural pregustación. El entendimiento humano aspira a la sabiduría como hacia su propia vida; en esa ascensión estriba lo más agradable para el entendimiento, aunque éste sepa que la sabiduría es completamente inaccesible. Por eso, la inasequibilidad (que no se puede conseguir), inaccesibilidad, incomprensibilidad del Absoluto infinito constituye la verdadera y deseada comprensión del intelecto humano; esa ciencia del incomprensible es una comprensión muy alegre y deseadísima, señala el Cardenal de Cusa; en eso estriba la muy alegre comprensibilidad del Incomprensible, la amada docta ignorancia; ésta sabe a su modo y, sin embargo, no sabe con precisión.

En último término, los autores citados, de un modo u otro, insisten en la vía negativa, uno de los tres modos que caben respecto al conocimiento divino, como veremos en el epígrafe siguiente.

Subrayar tanto la vía negativa supone para esos autores anclarse en el agnosticismo respecto de la esencia de Dios.

CONSIDERA INACCESIBLE PARA EL SER HUMANO

TODO CONOCIMIENTO DE LO DIVINO Y

DE LO QUE TRASCIENDE O VA MÁS ALLÁ DE LO EXPERIMENTADO

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