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Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VI, n. 31
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Historia cultural y exegesis bíblica:
reflexiones sobre las contribuciones de la historia cultural para la metodología exegética
Anderson de Oliveira Lima*
Resumen: Este artículo discute las contribuciones de la historia cultural para la
exegesis bíblica. Primero, son analizadas las conclusiones de dos autores: Peter Burke
y Carlo Ginzburg, quienes vienen enseñándonos a través de sus trabajos, que toda
investigación histórica cuenta tanto con el análisis de documentos antiguos como con
las interpretaciones y las conjeturas. En un segundo momento, el artículo habla de los
métodos exegéticos histórico-críticos y sobre la necesidad de su actualización a partir
de las conclusiones y contribuciones de la historia cultural.
Palabras-clave: Exegesis; método histórico-crítico; historia cultural; Peter Burke;
Carlo Ginzburg.
Fue a partir de una invitación del Dr. Paulo Nogueira, profesor de la Universidad
Metodista de São Paulo, que investigamos al respecto de la historia cultural, teniendo en
cuenta la aplicación de algunos de sus principales conceptos para el análisis de la literatura
bíblica, nuestro verdadero campo de estudio. La invitación se justifica, principalmente, por
la constatación de que la metodología exegética, que en Brasil todavía está estrechamente
vinculada al llamado método histórico-crítico, cuyos orígenes se remiten a las influencias
* El autor es bachiller en música (guitarra erudita) por la Universidad Cruzeiro do Sul (São Paulo,
1999), especialista en Biblia, con énfasis en la tradición profética (2008), y magíster en Ciencias
de la Religión (Literatura y religión en el mundo bíblico) del Programa de Postgraduación en
Ciencias de la Religión de la Universidad Metodista de São Paulo.
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iluministas que marcaron la Edad Moderna,1 requiere actualizaciones en diversos aspectos.
Vamos, entonces, a hacer una lectura de dos trabajos de historiadores de la actualidad en
búsqueda de estos nuevos conceptos y métodos, para después discutirlos frente a nuestra
antigua manera de hacer exegesis y evaluar qué tanto estas lecturas pueden para ofrecer a
los biblistas.
La primera obra que comentaremos es del profesor de Historia de la Cultura Peter
Burke, y se trata del libro titulado O que é história cultural?[¿Qué es la historia cultural?],
publicado en Brasil por primera vez en 2005 por la editora Jorge Zahar y reeditado por la
misma editora en 2008. El libro fue escogido porque nos ofrece una exposición general
sobre la disciplina, contando su historia de forma panorámica y procurando informar a los
lectores iniciantes sobre esta forma de hacer historia. Burke desarrolla su trabajo ofreciendo
innumerables ejemplos a través de breves reseñas de trabajos importantes del área, reseñas
que al mismo tiempo en que nos enseñan la variedad metodológica de la disciplina, nos
ofrecen una muestra de los resultados ya alcanzados. En seguida, ampliaremos la discusión
a través de un trabajo de otro historiador de la cultura, el micro historiador italiano Carlo
Ginzburg. Se trata de un artículo contenido en O fio e os rastros: verdadeiro, falso, fictício
[El hilo y los rastros: verdadero, falso, ficticio], libro que reúne una serie de artículos del
autor. De esta colección de artículos abordaremos apenas uno, enumerado como apéndice,
cuyo título es “Pruebas y posibilidades”. En él, Ginzburg analiza el epílogo de Natalie
Zemon Davis a O retorno de Martin Guerre [El retorno de Martín Guerre] y aprovecha
para discutir el carácter conjetural de la investigación histórica en general, tema que se
mostrará de gran valor para los exegetas bíblicos.
Como lo que nos importa son los nuevos conceptos que guían a los historiadores de la
cultura para su aplicación en el estudio de los textos bíblicos, nuestra lectura será bastante
selectiva y crítica. Dejaremos para la última parte nuestra propuesta de aplicar el
conocimiento adquirido a la exegesis bíblica, confrontándola con los principios que
orientan los tradicionales métodos de la disciplina. Nuestro trabajo, obviamente, no
pretende agotar el tema, sino suscitar debates al respecto de la aplicabilidad de la historia
1 SCHNELLE, Udo. Introdução à exegese do Novo Testamento [Introducción a la exegesis del
Nuevo Testamento], p. 11.
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cultural en el estudio de la Biblia en Brasil y, quizá, apuntar nuevos caminos para los
estudiosos de la antigua religiosidad judía, en general.
¿Qué es historia cultural? Una visión panorámica
del caminar de la historia cultural por Peter Burke Aunque el libro de Peter Burke describa el desarrollo de la historia cultural a través
de consecutivas reseñas de obras que el autor considera importantes, especialmente nos
interesa la revolución en la historia cultural que acontece a partir de la década de 1980 y
que ejerció un papel significativo entre los investigadores de todo el mundo. Burke muestra
que, entre varios aspectos, la principal causa de esta revolución fue la influencia del
pensamiento de filósofos constructivistas2 sobre la investigación histórica, lo cual relativizó
conceptos que siempre fueron fundamentales para todo el estudio historiográfico anterior.3
Por ejemplo: en general, hasta aquel momento se consideraba que a partir del examen
de documentos de la Antigüedad era posible reconstruir el pasado, o por lo menos una parte
de él, de manera concreta, pero la creencia en esta objetividad histórica, en la posibilidad de
contacto con una realidad pasada, fue sustituida por la idea relativista de que toda
reconstrucción histórica depende activamente del historiador y de su interpretación
particular de los documentos antiguos, lo que significa decir que la realidad histórica será
diferente a cada reconstrucción realizada. Se comenzaba a reconocer que ninguna realidad
podía ser plenamente reconstruida o descrita, cuánto más una realidad antigua, enterrada
por varias y diversas capas de tiempo; lo que llamamos de “real” pasó a ser un concepto
ambiguo, ya que ahora se reconocía que la realidad de cada individuo es en la verdad
construida por él y no puede ser compartida en los mismos moldes por otros. En otras
2 En la definición de Fernando Becker, profesor de Filosofía de la Educación de la Universidad
Federal de Río Grande do Sul, constructivismo es: “[...] la idea de que nada, a rigor, está listo,
acabado, y de que, específicamente, el conocimiento no es dado, en ninguna instancia, como
algo terminado. Él se constituye por la interacción del individuo con el medio físico y social, con
el simbolismo humano, con el mundo de las relaciones sociales; y se constituye por fuerza de su
acción y no por cualquier presupuesto anterior, en el bagaje hereditario o en el medio, de tal
modo que podemos afirmar que antes de la acción no hay psiquismo ni conciencia y, mucho
menos, pensamiento”. Cf. BECKER, Fernando. O que é construtivismo? [¿Qué es
constructivismo/] Disponible en: < http://74,125,155,132/scholar?q=cache:qVwDWW96MrMJ:
scholar.google.com/+construtivismo&hl=pt-BR&as_sdt=2000>. 3 BURKE, Peter. O que é história cultural?, p. 100-102.
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palabras, se aceptó cada vez más que cada un de nosotros construye su propia realidad a
partir del contacto con el mundo exterior.
Fue así que se pasó a cuestionar hasta que punto una fuente histórica correspondía
realmente al objeto representado. Sería necesario que toda fuente fuera analizada como
siendo la “construcción” de alguien que representaba un punto de vista particular en un
momento histórico. Se percibió, continuando con los ejemplos, que, en relación a un mismo
hecho histórico, una era la visión de las élites y otra completamente diferente la de las
clases subalternas; y que por causa de ello, los historiadores tendrían que confrontarse con
la imprecisión de los documentos a través de interpretaciones, y con el valor relativo de los
resultados de sus trabajos.
Peter Burke alude a su obra A fabricação do rei (1992) [La fabricación del rey],
donde estudia el rey Luis XIV y las formas como la imagen pública del monarca iba siendo
concientemente construida. Afirma que hasta los menores gestos de Luis XIV eran
ensayados a fin de que, forjando la imagen ideal de sí mismo, se fortaleciera su monarquía.
A continuación, pregunta cómo esta imagen construida por el rey era recibida por sus
súbditos y cómo afectaba realmente la situación política. Después, la investigación pasa de
los documentos oficiales para las representaciones del mismo rey en poemas, anécdotas
populares y periódicos, que son estudiados para conocer la manera como esta imagen era
recibida y retratada por otras personas. Sin duda, había una gran diferencia entre el rey
ideal construido por los profesionales y el que era representado por la plebe, así como el
propio rey tenía diferentes caras, dependiendo de dónde se encontraba.4 En este tipo de
investigación histórica no se tiene como objetivo la reconstrucción perfecta del rey Luis
XIV, algo que es ciertamente inaccesible, sino el estudio de las diferentes maneras por las
que una misma personalidad puede ser representada, así como las diversas lecturas de estas
representaciones, las influencias de estas lecturas en el panorama social, político y cultural
etc. Por eso, todo este conjunto constituye la historia de la cultura en torno de Luis XIV y
no la historia del rey.
Este panorama dibujado por Peter Burke también le ofrece al lector una serie de
ejemplos, entre los que podemos destacar el estudio de correspondencias (cartas), que son
interesantes porque muestran la manera como las personas modifican la caligrafía e incluso,
4 Ibid., p. 114-116.
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su lenguaje y su personalidad, de acuerdo con los destinatarios, construyendo una imagen
propia que parece adaptarse perfectamente al momento específico. La consecuencia es que
toda biografía debe ser escrita a partir de aquello que Burke llama de “ocasionalismo”,5
teniendo en cuenta las diferentes facetas que un mismo personaje puede adquirir
dependiendo de las exigencias de cada ocasión.
Aplicando brevemente estos conceptos a los movimientos religiosos y políticos, el
autor nos ayuda a recordar las profundas diferencias que normalmente existen entre los
fundadores de estos movimientos y la imagen que, con el pasar del tiempo, los diversos
seguidores construyen de estos fundadores. Según Peter Burke, las grandes personalidades
alcanzaron el reconocimiento a largo plazo precisamente porque significaron muchas cosas
diferentes para personas diferentes. En un momento posterior, cuando los seguidores
intentaron interpretar el mensaje del fundador, las contradicciones presentes se
manifestaron y surgieron diferentes ramificaciones de un mismo movimiento, todas
reivindicando el estatus de constituir el “verdadero seguimiento”.6 Estas ramificaciones
(que continuarán multiplicándose a lo largo del tiempo) son la expresión de diversas formas
de interpretar datos históricos y debemos comprender que ninguna de ellas llegará a
reconstruir perfectamente el movimiento idealizado por su fundador, al mismo tiempo que
ninguna de estas lecturas podrá considerarse completamente errónea y sin valor.
Antes de encerrar su libro panorámico, Burke también presenta sus previsiones al
respecto del futuro de la nueva historia cultural. Él describe brevemente tres caminos que
considera probables: el primero sería un retorno a la historia cultural tradicional, es decir,
que la cultura de las élites, dejada en segundo plano en las últimas décadas, puede volver a
estar en la pauta de nuevos estudios, ahora a partir de las contribuciones al modo de ver el
pasado dejado por la historia de las culturas. El segundo camino apuntado por Burke es la
expansión de los estudios históricos para dominios antes poco profundizados y nos ofrece
como ejemplos, el estudio de la cultura de la violencia o de la cultura de la percepción. El
tercero y último camino sería una reacción contra la reducción constructivista de la
sociedad, tal como lo ha hecho la nueva historia cultural. Tales reacciones son esperadas
principalmente porque, conforme el propio Burke lo afirma, la historia cultural aún posee
5 Ibid., p. 116-119.
6 Ibid., p. 130.
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problemas para resolver, como son la falta de claridad metodológica y la extrema
fragmentación de los temas abordados por los investigadores. En síntesis: sea cual sea el
futuro de la historia cultural, lo que se espera es que las valiosas contribuciones de esta
nueva vertiente de estudios históricos no se descarten ni desconozcan; se espera que,
después de todo este proceso, no volvamos a leer los documentos históricos con
ingenuidad, interpretándolos como si fueran testimonios siempre verdaderos, transparentes,
dando poca o ninguna atención a la visión humana y limitada que está por detrás de los
mismos.7
Pruebas y posibilidades: reflexiones sobre
los límites de la historia, por Carlo Ginzburg En el segundo texto que traemos para contribuir con esta discusión sobre los límites
de la investigación histórica, Carlo Ginzburg parte del estudio de un texto de Natalie
Zemon Davis8 y, como de costumbre, investiga documentos que pueden haber inspirado a
la autora que examina, para después pasear por los diversos comentarios e interpretaciones
hechos sobre el texto principal. Sin embargo, no es el texto que Ginzburg examina lo que
aquí nos interesa, sino las conclusiones que saca al respecto de la historia, a partir de sus
análisis.
En este caso, todavía en las primeras páginas, Ginzburg destaca del texto de Davis la
expresión “laboratorio historiográfico”. La expresión se refiere a la manera como Davis
veía, en el montaje de la película de su propio libro, la posibilidad de experimentar y crear
interpretaciones entre los vacíos dejados por los documentos, generando no “verdades
históricas”, sino “posibilidades históricas”. Es decir: aquello que los documentos no
permitían alcanzar era completado con creatividad y el resultado no es solamente una
película más comprometedora, sino también una especie de historia repleta de cosas que, si
no fueron verdaderas, muy probablemente podrían haberlo sido. A este respecto Ginzburg
escribe demostrando con sorpresa, que estas experiencias siempre estuvieron cerradas para
7Ibid., p. 162-163.
8 Natalie Zemon Davis es profesora de la Universidad de Princeton. El texto al que Ginzburg se
refiere es el epílogo al O retorno de Martin Guerre [El retorno de Martín Guerre], que la autora
publicó por primera vez en1982. La obra trae la reconstrucción de la vida de un campesino de
Francia en el siglo XVI y, posteriormente, fue transformada en película.
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los historiadores, pero que en la comprensión de Davis el uso de creaciones para vincular
los hechos recuperados por los documentos también es una forma de hacer historia. Más
adelante, comenta que “la investigación (y la narración) de Davis no está centrada en la
contraposición entre lo „verdadero‟ y la „invención‟, sino en la integración, siempre
escrupulosamente demostrada, de la „realidad‟ y las „posibilidades‟”.9
Frente a la posibilidad de escribir a partir de esta oposición entre la “realidad”
formulada con base en las pruebas que los documentos históricos, con sus silencios, nos
permiten identificar, y las “posibilidades” para el complemento de estas lagunas hecho con
base en las informaciones históricas y en la creatividad, con el objetivo de enriquecer la
descripción, Ginzburg se orienta hacia el trabajo de los novelistas, y constata que, en
general, cuando la novela, como género, ganó prestigio y dejó de ser considerada inferior a
la historia por su carácter ficcional, algunas obras llegaron a llamarse de novelas
históricas.10
Sin embargo, la mayor descubierta de Ginzburg no es la de que novelistas,
como Tolstoi en Guerra y paz, se hayan fundamentado en hechos históricos bien
documentados para construir sus personajes ficticios, sino de que en este acto de
complementación de las lagunas de la historia los novelistas acabaron por bosquejar las
primeras historias culturales, que describían las costumbres, las relaciones entre personas
comunes que la historia clásica tanto pretendió olvidar. La historia de las culturas, como no
fue debidamente preservada por la voz de los documentos históricos casi siempre elitistas,
pasó a contar exactamente con esta reconstrucción indirecta, que en gran medida es una
creación del historiador.
Hay en el artículo de Ginzburg una citación de la introducción de Giambattista
Bazzoni a su Falco della Rupe, o la guerra di Musso, que en parte vale la pena repetir aquí:
La Novela histórica – escribía – es una gran lente que se aplica a un punto del inmenso
cuadro [pintado por los historiadores, poblados por los grandes personajes; de este modo] lo
que era casi invisible recibe sus dimensiones naturales [...] No son ahora los reyes, ni los
duques, ni los magistrados de siempre, sino la gente del pueblo, las mujeres, los niños que
hacen su aparición; son puestos en escena los vicios, las virtudes domésticas y patentada la
influencia de las instituciones públicas sobre las costumbres privadas, sobre las necesidades y
9 GINZBURG, Carlo. Provas e possibilidades [Pruebas y posibilidades], p. 315.
10Ibid., p. 322-323.
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las felicidades de la vida, que es lo que, a final de cuentas, debe interesar a la universalidad
de los hombres.11
Fueron, por lo tanto, en la conclusión de Ginzburg, los novelistas del siglo XIX los
precursores de la historia cultural. De ellos partió el desafío que sólo después de más de
cien años los historiadores aceptaron, de orientarse para campos de investigación
desprestigiados dentro de la historiografía anterior.12
Actualmente, las afirmaciones hechas
a partir de las interpretaciones de los documentos históricos se hicieron tan relativas (como
vimos a través de la lectura de Peter Burke) que es hasta difícil distinguir las novelas
ficcionales de las obras historiográficas, ambos repletos de informaciones que, en su
mayoría, no pasan de posibilidades.13
Como concluyó Ginzburg, el prestigio de los historiadores de hace un siglo se
fundamentaba en la idea de que retrataban el pasado con precisión. En este ejercicio
comparado con la investigación jurídica no había espacio para las conjeturas. Pero vimos
que, desde que les fue prohibida tal accesibilidad al pasado histórico y se constató que la
descripción de las novelas explotaba por medio de la creatividad nuevas e importantes
características del pasado que la historiografía jamás explorara, novelistas e historiadores se
convirtieron en artistas responsables no apenas por reconstruir la historia y el pasado, sino
también por ilustrarlo con la junción de la investigación y la imaginación.
El método de Carlo Ginzburg, que une micro y macro historia, y que además de los
análisis de las fuentes documentales, también permite que la narrativa historiográfica
conduzca al lector por las conjeturas de las posibilidades históricas, puede resumirse en
estas palabras de Jacqueline Hermann:
[...] la historia cultural, tal como la comprende Carlo Ginzburg, se interesa por el detalle y por
el contexto, por las micro y por las macro cuestiones que, articuladas, pueden aproximarnos
un poco más de nuestros antepasados. Descifrando los indicios, la ciencia de lo particular, la
11
Citado en: GINZBURG, Provas e possibilidades, p. 323. 12
Provas e possibilidades, p. 13
Ibid., p. 329, 335.
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historia cultural se mueve en terreno accidentado y misterioso y, sin prescindir jamás de las
fuentes, autoriza algunos vuelos [...]14
Los límites del método histórico-crítico Finalmente vamos a tratar, aunque brevemente, de las limitaciones del método
histórico-crítico que, siendo fruto del humanismo y de la Reforma Protestante del siglo
XVI, permaneció dominante en el ejercicio de la interpretación bíblica hasta el siglo XX. El
problema que queremos colocar en pauta es la posición tradicional de este método o
conjunto de métodos con relación a los eventos del pasado, posición que es bastante similar
a la postura de los historiadores clásicos. Veremos qué camino ha recorrido la superación
de este problema y procuraremos ofrecer sugerencias para el uso de las concepciones
extraídas de la nueva historia cultural en la exegesis bíblica.
El método histórico-crítico y la Biblia como
fuente histórica De forma resumida: la exegesis bíblica tradicional con base en el método histórico-
crítico encuentra su principal limitación en el hecho de que, comprendiendo la Biblia como
documento histórico, considera que por su intermedio se puede tener acceso a la época de
su origen, y aún más, a la intención original de su autor. Los exegetas insistieron en que era
posible comprender el significado de los textos bíblicos a partir del punto de vista de sus
propios autores o de sus primeros lectores, y tal idea todavía no se ha superado
completamente. Horacio Simian-Yofre, por ejemplo, definió así los métodos histórico-
críticos: “[...] se pueden describir los métodos histórico-críticos como aquellos que, desde
un punto de vista histórico, buscan explicar todo texto a partir de sus presupuestos y
entender su intención original”.15
Uwe Wegner, en su manual de metodología exegética del
Nuevo Testamento, también define la exegesis de manera semejante, diciendo que una de
las tareas de la exegesis “[...] es permitir que se pueda escuchar la intención que el texto
14
La citación es del texto A história cultural de Carlo Ginzburg [La historia cultural de Carlo
Ginzburg], de la profesora de Historia Moderna Jacqueline Hermann, de la Universidad Federal
de Río de Janeiro. Disponible en: <http://www.ifcs.ufrj.br/humanas/0013,htm>. 15
SIMIAN-YOFRE, Horacio (coord.), Metodologia do Antigo Testamento [Metodología del
Antiguo Testamento], p. 74-75.
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tuvo en su origen”.16
No es por acaso que uno de los pasos sugeridos por el método
histórico-crítico sea el análisis de la historicidad de los textos, como si la constatación de
que existen textos deuteropaulinos, por ejemplo, debiera influenciar nuestra interpretación.
Hasta hoy, algunos lectores piensan que pasajes creados por el autor del Evangelio de Juan
al inicio del segundo siglo son inferiores a aquellos que supuestamente preservan los dichos
del Jesús histórico. Estos juicios todavía se fundamentan sobre la autoridad de ciertos
individuos considerados más santos, los verdaderos ungidos, y también sobre la idea de que
la narrativa de un evento que no está registrado dentro del texto, nunca sucedió y, por lo tal,
tiene un valor inferior.
Para discutir la superación de estas definiciones vamos a recorrer primero a otra
citación, ahora en las palabras del profesor de Literatura Hebrea Robert Alter:
[...] el texto bíblico es al mismo tiempo múltiple y fragmentario [...] lo que tenemos, en
realidad, es una costura continua de textos anteriores, provenientes de tradiciones literarias
divergentes, inclusive de tradiciones orales, con interferencias, menores o mayores, de
revisiones posteriores en la forma de glosas, costuras, fusiones y así en adelante.17
Si, como hemos visto, es cuestionable toda reconstrucción de un pasado histórico a
través del análisis de cualquier objeto, ¿qué decir cuando lo que tenemos en manos es un
documento como la Biblia que, como se sabe, es fruto de autoría colectiva y gradual,
compuesto en tiempos remotos y al que solamente de forma aproximativa conseguimos
describir? Sin embargo, podemos decir, para amenizar nuestra crítica, que la superación del
método histórico-crítico no requiere, en principio, ser completa, ya que aquí criticamos
solamente los conceptos superados que este método difundió al respecto de la relación entre
el texto, su autor y el período histórico. Esta reserva es importante, pues podríamos irnos
para el otro extremo y descartar las contribuciones que tal método nos ofreció a lo largo de
tantos siglos. A pesar de esto, nos parece incuestionable la urgencia de abandonar el
concepto de objetividad histórica dentro de la práctica exegética.
16
WEGNER, Uwe. Exegese do Novo Testamento [Exegesis del Nuevo Testamento]; manual de
metodologia, p. 13. 17
ALTER, Robert. A arte da narrativa bíblica [El arte de la narrativa], p. 198.
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El descuido histórico de los métodos estructuralistas y
la alternativa de la historia de la recepción En oposición a esta concepción ingenua con relación a la accesibilidad del pasado
histórico que envolvió la producción de los textos bíblicos, los métodos estructuralistas,
consagrados por obras de estudiosos franceses del siglo XX, hicieron experimentos
interpretativos en diversas obras literarias y también en textos bíblicos, y eso sin
preocuparse demasiado con las distancias históricas que los separaban de la composición de
dichas obras. Análisis de narrativas bíblicas famosas, como las de Erich Auerbach – en
Mímesis18
– y Roland Barthes,19
aún inspiran exegetas de todas partes, aunque no hayan
contribuido significativamente para el estudio de textos no narrativos, como los salmos, los
dichos proféticos y las sentencias proverbiales.20
La reacción de los seguidores del método histórico-crítico al estructuralismo se
expresó, principalmente, en la falta de interés de este último por el origen y evolución de
los textos,21
pero para el estudio de la literatura en general el estructuralismo demostraba
que la búsqueda por la intención del autor es algo inalcanzable, y comprobaba que para la
interpretación de textos antiguos la investigación de la biografía del autor poco importaba.
Otra contribución derivada de esta escuela estructuralista fue la valorización del papel del
lector o intérprete. Con base en H. G. Gadamer, José Adriano Filho escribió que, “al pasar
de un contexto cultural a otro, el texto gana nuevas significaciones, que ni el autor ni los
primeros lectores habían previsto”.22
La interpretación no debe ser, en consecuencia, una
18
En Mímesis: la representación de la realidad en la literatura occidental (primero tuvimos acceso
a la traducción para el español, pero la obra fue publicada en lengua portuguesa por la editora
Perspectiva). Obra clásica de Erich Auerbach, donde se analizan paralelamente en el primer
capítulo los textos de Gn 22 y el canto XIX de la Odisea. El autor, que no demuestra alguna
intención para investigar la época de composición de los textos, hace importantes anotaciones al
respecto de las características literarias de las narrativas veterotestamentarias. 19
En A aventura semiológica (São Paulo: Martins Fontes, 2001) [La aventura semiológica], entre
otros, hay dos artículos (p. 249-301) en los que Roland Barthes hace un análisis de textos
bíblicos. El primero es sobre At 10-11, y el segundo sobre Gn 32,23-33. Estos textos son buenos
ejemplos de como la preocupación del autor recaía principalmente sobre las estructuras del texto,
que sugerirían grandes posibilidades de lectura de un mismo texto. 20
SIMIAN-YOFRE, Metodologia do Antigo Testamento, p. 121. 21
Vea, por ejemplo, el punto de vista de Uwe Wegner al respecto del método estructuralista en
Exegese do Novo Testamento;..., p. 16-17. 22
ADRIANO FILHO, José. O método histórico-crítico e seu horizonte hermenêutico [El método
histórico-crítico y su horizonte hermenêutico], p. 37.
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búsqueda por los significados originales de un texto como si las lecturas de los antiguos
fueran únicas o más precisas, pues la distancia temporal entre el origen del texto y su lector
crea un nuevo horizonte interpretativo que merece nuestra atención.
Entonces se comenzaron a valorizar como nunca, las diversas interpretaciones y
utilizaciones de un mismo texto a lo largo del tiempo, lo que también se convirtió en
material de estudio de una nueva disciplina, aún en expansión, llamada Historia de la
Recepción, que, al mismo tiempo en que enfatiza todavía más, cómo son transitorias las
intenciones autorales que los exégetas “descubrieron” o “inventaron” a través del análisis
de las interpretaciones contradictorias que un texto puede originar con el pasar del tiempo,
también demuestra cómo cada lectura, por más divergente que sea de las demás, puede
considerarse importante, no en relación al “sentido original” de un texto, sino a partir de la
metodología empleada por el intérprete y por el valor que esta lectura tiene para su propia
generación.
Escribiendo sobre la situación actual de la historia de la recepción en Gran Bretaña,
Alexander L. Milton dijo: “Se rompió la vinculación entre la intención del autor y el
significado del texto. El texto liberado de su contexto original se convierte en objeto de una
meditación imaginativa casi sin límites [...]”.23
Sin duda, los ejemplos presentados por
Milton son interesantes y nos muestran que, en vez de dedicar nuestros esfuerzos a la
investigación sobre la historia del origen solamente del texto, cualquier período de su
lectura puede ser objeto de estudio. Sin embargo esta apertura casi ilimitada, este
presupuesto que hace válido casi toda interpretación, también se ha convertido en motivo
de acalorados debates.
En Interpretação e superinterpretação [Interpretación y sobre-interpretación], obra
que reúne el contenido de conferencias realizadas en Cambridge en 1990, Umberto Eco
trata de estos problemas llamando la atención para la necesidad de que se impongan
algunos límites para la interpretación de textos. En sus palabras: “Decir que un texto
potencialmente no tiene una finalidad no significa que todo acto de interpretación pueda
tener un final apropiado”.24
Eco propone, entonces, que entre la intención del autor, que,
como hemos visto, es inalcanzable, y la intención del lector, que en muchos casos resulta en
23
MILTON, Alexander L. História da recepção da Bíblia: novos enfoques na pesquisa britânica, p.
85. 24
ECO, Umberto. Interpretação e superinterpretação, p. 28.
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interpretaciones inadecuadas, existe la intención del propio texto. Lo que sería necesario,
entonces, es el conocimiento de las estructuras lingüísticas de cada género literario y de
cada texto que se interpreta, para que se reconozcan los límites interpretativos impuestos
por el propio texto.
Sin duda, las impresiones causadas por la historia de la recepción aún producirán
debates, y de estos debates presentarán nuevos límites y salidas. Sin embargo, aún en este
período de discutidas posibilidades e intentos, no notamos cualquier retorno a la búsqueda
por la historicidad de los textos como siendo factor decisivo en la interpretación, a no ser
por parte de algunos biblistas.
Contribuciones de la búsqueda para la exegesis bíblica Para encerrar este artículo, que pretendía constatar y resaltar el problema existente en
el abordaje historicista de la exegesis bíblica, preguntamos sobre las contribuciones que las
lecturas que hicimos de Peter Burke y Carlo Ginzburg pueden ofrecernos para nuestra
interpretación bíblica. En primero lugar, tales lecturas demuestran cuán infructífera resulta
la tradicional búsqueda de la intención del autor en la exegesis bíblica, motivo por el que el
abordaje de los textos bíblicos con base en el método histórico-crítico debe repensarse. Así
mismo, las transformaciones constatadas en las obras de los historiadores de la cultura no
nos condujeron a un impase intransponible, sino que nos abrieron los ojos para la forma
como la historicidad de los textos tiene una importancia relativa en la exegesis, y también
orientaron nuestra atención para otras formas más recientes de abordar los textos antiguos.
El método estructuralista, por ejemplo, nos sirvió para que alcanzáramos mejores resultados
en el análisis literario; ofreciéndonos nuevos e importantes instrumentos sin que, entre
tanto, lo consideráramos suficiente. Para la exégesis bíblica, continúa siendo necesario el
estudio simultáneo del texto a través de un abordaje literario, junto con la investigación
histórica que relaciona el contenido del texto con otras fuentes que con él se vinculan por
semejanzas históricas, sociales, políticas o económicas. Pero, a ejemplo de lo que leemos
en Peter Burke, el exegeta debe estar consciente del elemento conjetural que envuelve todo
su trabajo de investigación, hecho a partir de datos parciales y de realidades construidas por
los escritores bíblicos.
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La búsqueda del pasado no se transformó en un emprendimiento inútil como
consecuencia del descubrimiento de su fuerte característica conjetural. Carlo Ginzburg nos
ofrece a lo largo de sus textos diversos ejemplos de cómo se puede aprovechar el análisis de
una gran variedad de fuentes, sean ellas textuales o no, mostrándonos como todas las
posibles referencias inter textuales pueden ser investigadas cuidadosamente, buscando
nuevas luces para la exegesis. Se puede decir, entonces, que es necesaria una re-
significación de la tradicional crítica de las fuentes, que abordaba esta investigación bajo un
punto de vista fuertemente biográfico, donde se tenía como objetivo no el análisis de las
relaciones del texto con otras fuentes que por acaso lo influenciaron, sino la reconstrucción
de la biblioteca visitada por el supuesto autor.25
La búsqueda casi arqueológica que
emprendemos atrás de las fuentes que de alguna forma se integran en un texto bíblico debe,
sobre todo, pretender un análisis de las innumerables formas por las que tal influencia inter
textual trasparece en un texto. El estudio nos revela, algunas veces, significados que de otra
forma permanecerían ocultos. Otras veces se muestra de suma importancia conocer el modo
como un texto que recibe la influencia trabajó una tradición escrita o la memoria que
circulaba en su tiempo. Finalmente, es el estudio del propio texto y de sus relaciones, y no
de la biografía de su autor, que debe importar al exegeta. Así como los historiadores
recurren no solamente a la memoria literaria, sino también a documentos históricos de otras
áreas, como son el arte y la arquitectura, esta nueva manera de hacer crítica de las fuentes
no tiene que limitarse a la comparación entre los textos contenidos en el canon bíblico.
De esta forma, llegamos a la conclusión de que las tradicionales introducciones y
comentarios bíblicos, que tratan de manera genérica sobre el contexto y la teología de todo
el Antiguo o Nuevo Testamento, y que gastan innumerables páginas reconstruyendo la
supuesta biografía del autor, son ejemplos de abordajes bíblicos que ya no debemos seguir.
Además de continuar vinculados a una tradición historiográfica que actualmente es
combatida (la de la macro historia basada exclusivamente en el estudio de las grandes
realizaciones políticas y militares de las élites), estas obras tratan el pasado histórico como
una realidad perfectamente reconstituible, y sin el debido cuidado, aplican sus conclusiones
al análisis de los textos bíblicos como si esto nos condujera a la verdad del texto.
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SAMOYAULT, Tiphaine. A intertextualidade [La intertextualidad], p. 17.
Ciberteologia - Revista de Teologia & Cultura - Ano VI, n. 31
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Sin duda, muchos de nosotros todavía nos sorprenderemos haciendo acepciones a
textos con base en la autoridad personal de su supuesto autor, y probablemente aún
dejaremos que las hipotéticas biografías que cuentan la infancia de estos autores nos
conduzcan a conclusiones sobre los textos. Sin embargo, ya estamos en la hora de asimilar
las contribuciones de la historia cultural en nuestra práctica exegética, para que nuestras
lecturas hablen no solamente la lengua del pueblo, mas también la lengua del siglo XIX.
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Religião, São Bernardo do Campo: Universidad Metodista de São Paulo, ano XXII, n. 35, p. 28-39,
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[traducción de Carlos Mario Vásquez Gutiérrez]
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