herreriana vol. 11 no. 1, 2015
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Año 11, No. 1, 2015
Índice
El falso debate entre el creacionismo y el evolucionismo
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Editorial
Hacia una teoría de la herencia
Pasteurella multocida y las Sombras Vivientes
Sistemas y mentes complejas, o todas las personas creen saber lo que piensan que saben
La Ingeniería Ecológica en la era del Antropoceno urbano
¿Existe más vida inteligente en el universo?
Año 11, No. 1, 2015
DIRECTORIOEDITOR
Ulises Iturbe Acosta
EDITORES ASOCIADOS DE ESTE NÚMERO
Gabriela A. Vázquez Rodríguez
Ulises Iturbe Acosta
CONSEJO EDITORIAL
Consuelo Cuevas Cardona
Jesús Martín Castillo Cerón
Gerardo Sánchez Rojas
Katia A. González Rodríguez
Julián Bueno Villegas
Gabriela A. Vázquez Rodríguez
CORRECCIÓN DE ESTILO Y
ORTOTIPOGRÁFICA DE ESTE NÚMERO
Gabriela A. Vázquez Rodríguez
DIAGRAMACIÓN Y DISEÑO
Eddier Montiel
RESPONSABLE DE DIFUSIÓN EN MEDIOS
Gerardo Sánchez Rojas
ISSN 1870-6371
Las opiniones vertidas en esta revista son responsabilidad del autor y no reflejan el punto de vista del comité editorial, ni representan la perspectiva oficial de la UAEH. Los trabajos se publican en el marco de la tolerancia a los distintos puntos de vista y la pluralidad de ideas.
Los trabajos publicados en este número no atentan contra la equidad de género, ni coartan la libertad de culto o pretenden cambiar la orientación política o sexual de los lectores.
Herreriana, revista de divulgación de la cien-cia, ha cumplido orgullosamente 10 años de llegar a un sector de la población que ha sido poco atendido. Me refiero a un sector diná-mico, en crecimiento, que desea tener infor-mación científica y tecnológica seria, crítica y veraz, y que al mismo tiempo sea de fácil comprensión y amena lectura.
Herreriana se fundó gracias a un esfuerzo solidario de amigos académicos con sede en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México. Está ubicada en el marco institucional de la universidad pública, por lo que no persigue fines de lucro, sino educati-vos, al buscar incrementar la cultura científi-ca especialmente de los lectores jóvenes de lengua española. Hoy, que decidimos reno-var el compromiso de continuar publicando la revista, lo hacemos con la convicción de que ha ido ganando un espacio social y es-colar, y de que su existencia hace más falta que nunca. Herreriana es un instrumento de educación al servicio de la transformación cultural de la juventud.
EDITORIAL
A lo largo de esta década la revista ha ma-durado lo suficiente para plantearse nuevas metas y continuar acercándose a los lecto-res, así como expandir su cobertura. Así, a partir de este 2015, Herreriana va a publicar tres números por año, sin que este esfuerzo por incrementar su presencia entre los lec-tores le vaya a restar calidad o diversidad a los trabajos publicados. Por el contrario, el equipo de trabajo que la hace posible se ha reorganizado y ampliado para hacer frente a esta nueva realidad y mantener altos los es-tándares de calidad, profesionalismo e ima-gen que la revista ha mostrado, sobre todo en los años recientes.
La trayectoria que le ha dado el posiciona-miento actual a la revista ha sido posible gracias al trabajo y perseverancia de los miembros de su Consejo Editorial, especial-mente a la experiencia e ímpetu de su ante-rior editora, Consuelo Cuevas, a quien reco-nozco profundamente por habernos guiado exitosamente en este proyecto. La editora asociada Katia González ha jugado un papel importante en la mejora de la calidad de la
revista en los últimos años. La integración de un diseñador profesional, Eddier Montiel, ha mejorado notablemente la imagen de la revista, trabajo que anteriormente tomaran bajo su responsabilidad, con gran atino y en desventaja técnica, los biólogos Jesús Castillo y Gerardo Sánchez. A todos ellos les agradez-co sinceramente su dedicación y su gran la-bor altruista. Así mismo, extiendo una cordial bienvenida a los nuevos miembros del equipo, quienes estoy seguro ayudarán a robustecer este proyecto.
Las otras dos partes del trinomio son los escritores, que han confiado y apostado a Herreriana como el navío que llevará sus ideas a buen puerto, y los lectores, en quienes cobra sentido este gigantesco es-fuerzo. En este nuevo reto, deseo encare-cidamente seguir contando con los favores de ambos segmentos.
Finalmente, hago votos para que Herreriana se siga consolidando y alcance una década más de vida de divulgación de la ciencia, y que perdure por muchas otras más.
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE HIDALGO
Mtro. Humberto Augusto Veras GodoyRector
Mtro. Adolfo Pontigo LoyolaSecretario General
Dr. José Luis Antón de la ConchaCoordinador de la División de
Investigación y Posgrado
Lic. Jorge Augusto del Castillo TovarCoordinador de la División de
Extensión de la Cultura
Mtro. Jesús Ibarra ZamudioCoordinador de la División de Docencia
Lic. Alfredo Dávalos MorenoDirector de Comunicación Social y
Relaciones Públicas
Dr. Orlando Ávila PozosDirector del Instituto de Ciencias Básicas
e Ingeniería
Mtro. Carlos Domínguez GonzálezSecretario del Instituto de Ciencias Básicas
e Ingeniería
Dra. Consuelo Cuevas CardonaJefa del Área Académica de Biología
Guía para colaborar en Herreriana, revista de divulgación de la ciencia:
1. Las colaboraciones a entregar pueden ser de varios tipos:
a). Artículos informativos sobre cualquier área de la ciencia o de la metaciencia
(filosofía de la ciencia, historia de la ciencia, sociología de la ciencia y política
científica, entre otras).
b). Narraciones sobre experiencias propias. Por ejemplo, anécdotas sobre lo
ocurrido durante algún trabajo de campo, sobre cómo surgió el interés por la
ciencia o cómo se eligieron los temas de estudio.
c). Refexiones en torno al quehacer científico.
d). Entrevistas o pláticas sostenidas con científicos.
e). Entrevistas con estudiantes o investigadores.
f). Reportes de sucesos o eventos ocurridos en los centros de trabajo.
g). Cuentos que ayuden al lector a saber más acerca de algún fenómeno científico
o recreaciones biográficas.
2. El tamaño del escrito deberá ser menor a 10 cuartillas en doble espacio, en texto corrido (sin
justificar), letra Times New Roman, 12 puntos.
3. Los textos deberán estar redactados en un lenguaje que pueda ser entendido por la población
en general, sin palabras técnicas. Se sugiere echar mano de toda la imaginación y creatividad
literaria posibles.
4. Los dibujos, gráficas y fotografías deberán remitirse en archivos por separado en formato
RAW o JPG (300 dips).
5. Los pies de figura de las ilustraciones se mandarán al final del texto y en orden correspondiente.
6. Los textos enviados sin las características arriba mencionadas no serán dictaminados.
7. Las colaboraciones deberán enviarse al correo: herreriana@uaeh.edu.mx
Colabora enHerreriana
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Hacia unateoría de la
herenciaJuan Carlos Zavala Olalde
Becario del CONACYT
en estancia posdoctoral en la
University of Western Sydney, Australia
¿Qué hace que los hijos se parezcan a los pa-
dres? ¿Qué hace que el descendiente sea si-
milar al ancestro? La herencia es el proceso
por el cual los padres o antecesores trasmiten
sus características a los hijos o descendientes.
Por ello, la respuesta a las preguntas formula-
das está en comprender este proceso.
En los textos de biología de preparatoria se
establece que son tres las teorías en las que
esta ciencia se sustenta. La primera es la
teoría celular propuesta por Matthias Jacob
Schleiden (1804-1881) y Theodor Schwann
(1810-1882), que establece que todos los
seres vivos están constituidos de células,
que las células proceden de células previas
y que es en la célula donde se desarrollan
las reacciones metabólicas por las cuales el
ser orgánico intercambia materia y energía
para mantenerse vivo. La segunda teoría es
la de la evolución, propuesta en su primera
versión por Charles Darwin (1809-1882)
y Alfred Russell Wallace (1823-1913) en
1858. Esta teoría explica que existe varia-
ción heredable en todas las poblaciones de
organismos y que el potencial reproducti-
vo es mayor que la cantidad de organismos
que efectivamente sobreviven para dejar
descendencia; así, el proceso depende de la
reproducción diferencial de los organismos
al enfrentar las condiciones de existencia,
y como resultado se genera la diversidad y
las adaptaciones en las especies. La tercera
teoría es la de la herencia mendeliana, cuya
estructura no se explica extensamente sino
en los textos universitarios; por lo tanto, el
objetivo de este artículo es presentarla de
una manera breve.
Para entender la importancia de la teoría de
la herencia veamos cuál es el fundamento
característico de la vida. La vida se caracte-
riza por afirmar su continuidad, su existir. La
vida se distingue por su persistencia: desde
que se originó y hasta hoy, no ha dejado de
existir. Sin embargo, la vida se estructura
por componentes orgánicos que son pere-
cederos. La vida, cuyo fundamento está en
existir, perece. Para evitar la muerte irre-
mediable del individuo orgánico la opción
ha sido la reproducción. Si la vida no pue-
de ser eterna en cada individuo, lo es en
la descendencia siempre consecuencia de
la reproducción. Por eso la reproducción
es un elemento sin el cual no se puede
comprender a la vida. La reproducción, a
su vez, nos presenta una cuestión funda-
mental: ¿cómo mantener la continuidad de
la individualidad del organismo? Veamos la
solución a esta pregunta planteando seis
postulados de la teoría de la herencia.
Los seres vivos heredan sus características a la descendencia en la reproducción
Esta es una observación que es parte del
conocimiento de la humanidad desde hace
milenios, pero no se sabía por cuál medio
ocurría o qué la hacía posible. El trabajo de
Mendel es clave porque demuestra que los
padres, con características conocidas, solo
pueden tener un cierto tipo de descendencia
potencial que precisamente manifiesta ca-
racterísticas similares. Una de las conocidas
leyes de Mendel es que la separación de los
elementos de la herencia en los gametos se
da de forma independiente. Esto quiere decir
que existen unidades de herencia contenidas
en las células reproductivas. La segunda ley
de Mendel enuncia que los caracteres, como
que el tallo de una planta sea largo o corto,
son independientes de que su semilla sea lisa
o rugosa, y a su vez independientes de que
la flor sea blanca o amarilla. En estos ejem-
plos de la planta del chícharo, esos caracte-
res son heredados por unidades biológicas
que son independientes unas de otras. Así,
con la guía de Mendel, podemos afirmar que
existen unidades de herencia contenidas en
la célula que se heredan en la reproducción.
Antes de hablar de esas unidades de la he-
rencia que conectan todo el discurso, co-
mentemos acerca de las características de
los organismos, pues son el fundamento de
que exista una teoría que pretende explicar
cómo se heredan.
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Los organismos se mantienen vivos al persistir
en su estructura y función. Las características
estructurales-funcionales de los seres vivos
dependen de sus componentes biomolecu-
lares; los principales son: los carbohidratos,
los lípidos, las proteínas y los ácidos nucleicos
(DNA y RNA). Comencemos con decir que la
función y la estructura que tienen los carbo-
hidratos dependen de las proteínas, que les
permiten participar en el metabolismo como
fuente energética o como mensajeros en la
comunicación celular. Por su parte, los lípidos
son los constituyentes estructurales de las
membranas biológicas y también interaccio-
nan con las proteínas para que estas manten-
gan su función de estructuración, protección y
mantenimiento de la unidad celular. Incluso los
ácidos nucleicos solo realizan sus funciones de
herencia cuando interactúan con las proteínas.
La estructuración para formar los cromoso-
mas, la duplicación del DNA (replicación) que
se requiere cuando se reproduce un ser vivo,
la copia de los genes para llevar la información
necesaria para la síntesis proteica (transcrip-
ción) y la transformación de la información de
los ácidos nucleicos en proteínas (traducción)
son procesos que dependen de proteínas tanto
como de los ácidos nucleicos. Así que las pro-
teínas son la clave estructural y funcional de los
seres vivos. Tanta es su importancia que gran
parte de la información genética contenida en
el DNA es precisamente la que se necesita para
hacer proteínas. Con dicho antecedente pode-
mos afirmar que:
La información necesaria para la estructura y función de las biomoléculas (proteínas y RNA) en la célula se encuentra codificada en el DNA
Fueron W. Beadle y Edward L. Tatum quienes
en 1941 descubrieron la relación entre los
genes y las enzimas, una clase particular de
proteínas. Sus experimentos con un hongo les
permitieron comprobar que las mutaciones de
ciertas regiones en el DNA producen la inacti-
vación (o no funcionamiento) de proteínas.
Las unidades elementales de herencia se encuentran en la molécula de DNA y se conocen con el nombre de genes
La palabra gen fue acuñada por Wilhelm
Ludwig Johannsen en 1909. Johansen utilizó
la palabra griega que significa generar para
establecer la función de los genes de produ-
cir o poseer la información para la construc-
ción de las proteínas. No es muy simple decir
qué es un gen, pero se puede afirmar que es
una secuencia de nucleótidos que contiene
la información necesaria para sintetizar una
biomolécula, que bien puede ser una proteí-
na o moléculas de RNA (ácido ribonucleico
mensajero, ribosómico, de transferencia o
pequeños RNA). La información también in-
cluye aquella necesaria para decir cuándo y
en qué cantidad debe sintetizarse la biomo-
lécula, así como la secuencia específica de
producción de esa biomolécula. Esta infor-
mación contenida en el gen, y por lo tanto en
el DNA de la célula, no necesariamente llega
a formar parte de la biomolécula. La com-
probación experimental de que el DNA es el
portador de la herencia, y no las proteínas,
como muchos creían, fue fruto del trabajo
realizado por Oswald Avery, Colin McLeod
y Maclyn McCarty en 1944. Al trabajar con
bacterias se dieron cuenta que material ge-
nético ajeno podía incorporarse a las células
y proveerlas con capacidad para ser infeccio-
sas. Con ello, demostraron que la unidad de
la herencia se contiene en el DNA.
Los genes se ordenan en los cromosomas; estos son los portadores materiales de las características de los organismos
Los cromosomas tienen ese nombre por ser
cuerpos que se tiñen al interior de la célula.
Fueron observados por primera vez por Karl
Wilhelm von Nägeli y Edouard Van Beneden
en 1842. Sin embargo, su relación con la he-
rencia tuvo que esperar hasta el trabajo del
equipo de Thomas Hunt Morgan, quienes
hicieron que la teoría cromosómica de Su-
tton y Boveri de 1902 fuera ampliamente
aceptada hacia 1915, gracias a la publicación
de su libro llamado El mecanismo de la he-
rencia mendeliana. El establecimiento de los
cromosomas como portadores de los genes
contribuyó a demostrar los postulados de
Mendel, ya que hizo patente la existencia de
unidades materiales de la herencia. Durante
la reproducción sexual, los cromosomas se
separan independientemente y llevan consi-
go la información genética del padre o de la
madre. Si la información que cargan los ge-
nes para distintas características se encuen-
tra en diferentes cromosomas, su herencia
es azarosamente independiente.
El DNA posee la información en un código genético que se constituye en las proteínas, primero por medio de la transcripción en RNA mensajero y luego por su traducción
El DNA fue descubierto en 1869 por Frie-
drich Miescher. En 1953 James Watson y
Francis Crick, gracias al trabajo previo de
otros investigadores como Rosalind Franklin,
propusieron el modelo de la doble hélice del
DNA. Con ello se afirmó la existencia de la
unidad hereditaria, y también se llegó a com-
prender más la función del DNA en la heren-
cia. En conclusión, en estos seis postulados
se puede contener la teoría de la herencia. La
teoría trata de la capacidad de los seres vivos
de trasmitir sus características a la descen-
dencia, por medio de unidades materiales
llamadas genes, que se ubican en los cromo-
somas. Esas unidades de herencia trasmiten
información para hacer posibles las funcio-
nes y la estructura del ser vivo.
Bibliografía complementaria
Gardner, E. J., Simmons, M. J. y Snustad, D. P. 2006.
Principles of Genetics. Wiley, Nueva Delhi.
Judson, H. F. 1987. El octavo día de la creación. CONACYT-
Ediciones Catell, México D. F.
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· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
Pasteurella multocida
y las Sombras VivientesAxl Ramos Morales
Pasante de la Licenciatura en Biología, Área Académica de Biología. Instituto de Ciencias Básicas e Ingeniería,
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México
En el mundo de la imaginación existen se-
res de formas que logran aterrar incluso a
las mentes más valientes, seres que poseen
largas garras y colmillos afilados, miradas
mortíferas y cuerpos descomunales, formas
sencillamente horripilantes y capaces de
exterminar a un ejército en solo una noche.
Lani Taylor fue la encargada de armonizar la
belleza con el terror al imaginar a las cono-
cidas por sus enemigos como las Sombras
Vivientes Tangris y Bashees, las asesinas
silenciosas, capaces de concentrar las som-
bras a su alrededor para acechar al enemigo
sin ser vistas y con su vuelo silencioso evitar
alertar a los vigías (Taylor, 2013). Conocidas
en el antiguo Egipto como esfinges, fue de la
pluma de Lani Taylor que cobraron vida en la
mente de muchos asiduos lectores, no solo
como los seres mitológicos de tierras lejanas,
sino como criaturas aterradoras con inteli-
gencia y una misión que cumplir: asesinar al
ejército seráfico. Descritas con un hermoso
cuerpo felino, un apacible rostro de mujer y
unas poderosas alas de búho, son en definiti-
va mis asesinas favoritas, mis quimeras pre-
dilectas: letales, silenciosas y despiadadas.
Sin embargo, tengo la firme creencia de que
estas maravillosas criaturas no son letales
por sí solas, necesitan ayuda… y es ahí donde
entran en escena otras de mis “asesinas” fa-
voritas… las bacterias.
Es muy probable que las Sombras Vivientes,
al ser felinos, tuvieran entre sus fauces a bac-
terias del género Pasteurella. Estos cocoba-
cilos Gram negativos son parte de la biota
normal de muchos animales, entre ellos los
felinos y los cánidos. Estos tiernos cocoba-
cilos suelen ser famosos por la especie Pas-
teurella multocida, patógenos que llegan a
complicar las infecciones por mordedura de
animales y pueden causar meningitis, bacte-
Foto: mostly*harmless on Flickr http://bit.ly/1QkevLJ
remias, neumonía, peritonitis y endocarditis
(Braun et al., 2002). No parecen tan impre-
sionantes como Tangris y Bashees, pero
estos diminutos cocobacilos podrían ser los
verdaderos asesinos.
El género Pasteurella se aisló por primera vez
de la sangre de aves en 1880 por Louis Pas-
teur. Después de realizar sus observaciones
pudo caracterizar morfológica y bioquímica-
mente a la especie Pasteurella multocida. En
1885, Kit aisló estos microorganismos de la
sangre de ganado enfermo y lo llamó Bacte-
rium bipolarmulticidium. Hueppe, en 1886,
le denominó Bacterium septicemia haemo-
rrhagica y empleó el término “septicemia
hemorrágica” para describir la enfermedad
causada por estas bacterias en los animales.
Trabajos sucesivos de diferentes laborato-
rios reconocieron propiedades bioquímicas y
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morfológicas comunes entre las bacterias no
hemolíticas que causaban septicemia hemo-
rrágica en los animales y fueron agrupadas
como Pasteurella septica en 1929 y como
Pasteurella multocida en 1939. El primer
caso de infección humana por P. multocida,
tras la mordedura de un gato, fue descrito
por Kapel y Holm en 1930 (Cueto y Pascual,
2001).
Te muerde una vez... y pagas el precio
Las infecciones por mordeduras de animales
son muy comunes en todo el mundo. Entre
las más frecuentes se encuentran las pro-
ducidas por animales domésticos, y esto es
debido a su estrecha convivencia con per-
sonas. Es bien sabido que el potencial letal
de las mordeduras de algunos animales es
puramente químico (como la transmisión de
proteínas alergénicas o bloqueantes neuro-
musculares, en el caso de las serpientes). No
es poco frecuente la transmisión de patóge-
nos a través de picaduras y mordeduras de
animales, como las infecciones por Borrelia
burgdorferi tras la picadura de garrapatas,
las conocidas sepsis en asplénicos por Cap-
nocytophaga canimorsus tras la mordedura
de un perro, el síndrome de Rat Bite Fever
por Spirillum minus debido a la mordedu-
ra de una rata y, por supuesto, especies del
género Pasteurella, que pueden ser transmi-
tidas por mordeduras de gato (Pérez et al.,
2009). Estas últimas producen contagios
con mayor frecuencia, pero no se debe en-
trar en pánico, ya que en el 2002 Braun y co-
laboradores reportaron tan solo 20 casos de
infecciones por Pasteurella en un periodo de
quince años, es decir, un promedio de 1.333
casos anuales (lo que nos puede dejar mu-
cho más tranquilos ahora).
Pasteurella multocida coloniza el tracto gas-
trointestinal y respiratorio de una gran va-
riedad de mamíferos y aves, que constituyen
su principal reservorio. Los animales más
frecuentemente colonizados son los gatos,
de 50% a 90% (en este porcentaje entrarían
nuestras temibles Sombras Vivientes) y los
perros de 50% a 65%. Las tasas de coloniza-
ción en seres humanos son muy bajas; en es-
tudios epidemiológicos se ha aislado P. mul-
tocida de la faringe y de las secreciones res-
piratorias del 3% de las personas que tienen
contacto con animales. La colonización es
más frecuente en individuos que presentan
patología respiratoria crónica, sobre todo
enfermedad pulmonar obstructiva crónica
(EPOC) y bronquiectasias, en ancianos y en
pacientes con algún tipo de inmunodepre-
sión (Cueto y Pascual, 2001).
Como se ha mencionado antes, la infección
se adquiere por inoculación directa, es decir,
por arañazos o mordeduras de animales, es-
pecialmente de gatos y perros, y se ve una
menor frecuencia en infecciones de heridas
abiertas no causadas por mordedura y por
contacto con secreciones de animales.
Pasteurella multocida es la causa más fre-
cuente de infección de heridas producidas
por mordedura de gato, mientras que en
mordeduras de perro, las principales causas
Es muy probable que las Sombras Vivientes, al ser felinos, tuvieran entre sus fauces a bacterias del género Pasteurella. Estos cocobacilos Gram negativos son parte de la biota normal de muchos animales, entre ellos los felinos y los cánidos
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El género Pasteurella se aisló por primera vez de la sangre de aves en 1880
por Louis Pasteur
de infección son Staphylococcus aureus y di-
ferentes especies del género Streptococcus;
P. multocida les sigue en frecuencia.
Pero, ¿qué es lo que provoca la Pasteurella?
¿Es momento de pensar en el apocalipsis y en
que debemos deshacernos de todos los ga-
tos del planeta, o es una infección que puede
tratarse fácilmente?
Ciertamente, es una infección que se presen-
ta en la piel y en los tejidos blandos tras la
mordedura o algún arañazo. La infección se
caracteriza por el rápido desarrollo de una
celulitis, con o sin formación de abscesos,
y el drenaje purulento o serosanguinolento
por la herida. Hasta este punto pareciera no
ser gran cosa; sin embargo, por inoculación
directa o por extensión pueden afectarse
huesos y articulaciones y, en algunos casos,
se origina osteomielitis y artritis séptica,
aunque estas complicaciones son raras. Se
han descrito infecciones óseas y articulares
por diseminación hematógena, especial-
mente en pacientes con artritis reumatoide,
prótesis articulares y pacientes en trata-
miento con corticoesteroides.
Las infecciones del tracto respiratorio si-
guen en frecuencia a las infecciones de he-
ridas; Pasteurella multocida puede colonizar
el tracto respiratorio superior de personas
que viven en contacto con animales, espe-
cialmente cuando existen enfermedades
respiratorias como EPOC o bronquiectasias.
En estas circunstancias, P. multocida puede
comportarse como un patógeno oportunis-
ta y, a partir de la mucosa respiratoria colo-
nizada, invadir los tejidos, y causar cuadros
de neumonía, bronquitis, empiema y absce-
sos pulmonares. Con menor frecuencia, se
presentan infecciones de vías altas: sinusitis,
epiglotitis y otitis.
La manifestación clínica más frecuente de la
infección respiratoria por P. multocida es la
neumonía, y más del 90% de los casos se pre-
sentan en pacientes con enfermedades pul-
monares. El comienzo de los síntomas puede
ser gradual o agudo y los más frecuentes son
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· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
fiebre, disnea y dolor pleurítico. Más de la
mitad de los casos se inician con bacterie-
mia, circunstancia que se ve favorecida por
la existencia de enfermedades de base o por
la edad avanzada. Otras manifestaciones
clínicas menos frecuentes son las infeccio-
nes abdominales, que incluyen la peritonitis
bacteriana espontánea, peritonitis secun-
daria a la perforación de vísceras, abscesos
intraabdominales e infección de heridas
quirúrgicas. Con menor frecuencia se han
descrito casos de endocarditis, infecciones
oculares, infecciones genitales y del tracto
urinario y meningitis.
Afortunadamente para todos los amantes
de las mascotas (en especial de los gatos) no
todo está perdido, debido a que la mayoría
de las cepas de Pasteurella multocida son
sensibles a la penicilina, tetraciclinas, cefa-
losporinas de segunda y tercera generación,
quinolonas y cotrimoxazol. Aunque el anti-
biótico de elección en el tratamiento de las
infecciones producidas por P. multocida con-
tinúa siendo la penicilina, se han descrito al-
gunas cepas productoras de beta-lactamasa,
lo que obliga a realizar pruebas de sensibili-
dad adecuadas en infecciones graves. Como
alternativa, en pacientes alérgicos a be-
ta-lactámicos se recomienda el tratamiento
con tetraciclinas, entre las cuales se prefiere
la minociclina. Por lo anterior, se debe tener
por seguro que existen muchas alternativas
de tratamientos capaces de combatir de ma-
nera efectiva esta infección, de modo que no
es necesario tratar de alejarse de los gatos.
Aunque nunca está de más ser precavidos,
no es necesario entrar en pánico.
Así, pareciera ser que los “monstruos”
más temibles son apenas perceptibles y no
suelen ser tan aterradores a nuestra vista
como las formas mitológicas, aunque son
igualmente fascinantes. En definitiva, no
estamos indefensos ante ellos y entre más
los conozcamos, más posibilidades tene-
mos de hacerles frente.
Referencias
Braun, J., Morales, R., Méndez, E., Orriols, M., Ramos, S. y Triantafilo, V. 2002.
Infecciones por Pasteurella spp: reporte de 20 casos en un periodo de quince
años. Revista Chilena de Infectología, 19(2): 74-78.
Cueto, M. y Pascual, A. 2001. Pasteurella multocida. Departamento de Microbio-
logía. Hospital Universitario Virgen Macarena, Sevilla.
Pérez, J., Candel, F., Baos, E., González, F. y Picazo, J. 2009. Celulitis tras mordedu-
ra de gato. Revista Española de Quimioterapia, 22(4): 221-223.
Taylor, L. 2013. Días de sangre y resplandor. Editorial Alfaguara, México, D. F.
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Sistemas ymentes complejas, o todas las personas creen saber lo que piensan que saben
Numa P. Pavón
Profesor Investigador del Área Académica de Biología
Instituto de Ciencias Básicas e Ingeniería, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México
La realidad es compleja. El mundo que nos rodea, el universo,
nosotros mismos somos complejos. Lo que quiere decir y lo que
debe entenderse por complejo es que la realidad está formada
por gran cantidad de elementos, los cuales se interrelacionan
de manera tan intricada que es complicado y difícil apreciarlo.
En conjunto, a cada realidad le podemos llamar sistema, que
por lo general manifiesta propiedades particulares más allá de
las que presenta la suma de sus partes. En otras palabras, para
comprender el sistema no es suficiente describir las partes que
lo componen, ni aún describir las relaciones entre ellas. Y para
hacer esta complejidad aún más compleja, la realidad depende
del observador. Cada humano tiene su punto de vista. Entre más
cercanos sean los humanos, ya sea por cultura, religión, estado
civil, sexo, educación, etcétera, más similares son las realidades.
Sin embargo, en el día a día, los humanos nos aproximamos a la
realidad de la forma más simple posible. La mente simplifica e
integra; nunca al revés, es imposible, y así construimos lo que
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creemos saber. En otras palabras, la rea-
lidad que creemos es nuestra verdad. Esa
construcción depende del conocimiento
que tengamos de cada parte del sistema y
de cómo nuestra mente conecta esas par-
tes en el contexto de nuestra realidad. En-
tre más conceptos, más conocimiento de
las partes del sistema y más comprensión
de la naturaleza de las relaciones entre las
partes tengamos, nuestra construcción
de la realidad será más compleja, pero
más cercana a la realidad verdadera. Esta
realidad verdadera siempre será aproxi-
mada y nunca absoluta. Es decir, construi-
mos modelos de la realidad que por serlo
son fallidos, pues nunca los modelos son
la realidad.
Fue un biólogo, Karl Ludwig von Berta-
lanffy (1901-1972), quien el siglo pasado
puso en la mesa el pensamiento sistémico.
Posteriormente, este pasó a ser material
de trabajo de pensadores de diversas dis-
ciplinas, entre ellas la Psicología (Gestalt),
la Ecología (ecosistemas) y la Física Cuán-
tica. En estas disciplinas se inicia una sepa-
ración radical (que a la fecha prosigue) de
la ciencia cartesiana, en la que el análisis o
la separación y estudio de las partes son la
madre de todo reduccionismo o mecanicis-
mo. Sin discutir el aporte del método cien-
tífico cartesiano, es evidente que no debe
ser considerado el único modo de acercar-
se a la realidad (se puede tanto interpretar
como decir la naturaleza) y de conocerla.
El nuevo paradigma que emerge apoya a la
síntesis sobre el análisis, al holismo sobre
el mecanicismo y a lo complejo sobre lo no
lineal. Además, se integra al observador en
lo observado y no se le mantiene afuera,
como es tradicional. El hombre es parte de
la naturaleza y por consiguiente los pro-
blemas naturales son problemas humanos.
Aunque parece muy simple, el enunciado
anterior es parte de una gran discusión
(política, económica o religiosa), a veces
no escrita ni reflexionada, pero existente.
Esta decisión es muy relevante, ya que, en
gran parte, puede ser la causa de todos
los males ambientales antropogénicos, en
particular del llamado cambio global. Y es
fundamental en la construcción del pensa-
miento humano sobre la realidad: una de-
cisión tan simple como concluir si estamos
10
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
adentro o afuera es punto de quiebre en el
futuro de la vida misma.
El filósofo francés Edgar Morin, reconocido
por la UNESCO como “El Pensador Planeta-
rio”, propuso la filosofía de los sistemas com-
plejos, mientras que Rolando García aterrizó
estas ideas hacia una epistemología. Sin em-
bargo, ambos estuvieron de acuerdo en la
necesidad de la interdisciplinariedad sobre la
multidisciplinariedad, para llegar a la trans-
disciplinariedad. Me detengo aquí un poco.
Los problemas ambientales tienen un origen
dentro del sistema complejo y este sistema
es multidisciplinario, es decir, está confor-
mado por partes de diversas naturalezas que
son objetos, a su vez, de diversas disciplinas.
Abordar y dar soluciones a estos problemas
no puede ocurrir bajo el marco conceptual
de una sola disciplina, dado que solo se re-
solverá lo referente a esas partes que le co-
rresponden. Así mismo, al solo trabajar con
muchas más partes pero de varias disciplinas
(multidisciplinariedad), nunca será posible
aproximarse a las interrelaciones entre las
partes. Para lograrlo es necesario que las
disciplinas (o mejor aún, los “expertos” en
esas disciplinas) interactúen (interdiscipli-
nariedad). De esta forma se establecerá el
camino para la transdisciplinariedad, que es
lo que está entre las disciplinas y lo que las
trasciende.
¿Cómo, cuándo, dónde y por qué realizar
transdisciplinariedad? Comenzaré por la
última pregunta. Porque los problemas am-
bientales antropogénicos son multidiscipli-
narios y por consiguiente las soluciones más
adecuadas sólo serán transdisciplinares. Un
problema ambiental generado por activida-
des humanas involucra, obviamente, al hom-
bre. Así que es un problema que afecta tanto
la esfera social como la ambiental (natural).
Su solución no puede surgir exclusivamente
de la parte ambiental (biótica o abiótica), sin
que se considere la parte social y, lo más im-
portante, las interrelaciones entre estas par-
tes. La transdisciplinariedad se puede desa-
rrollar en el marco de los sistemas complejos
y en forma particular, cuando se involucra un
problema antropogénico, dentro de los sis-
temas socioecológicos. Como ya comenté,
el pensamiento complejo comienza a per-
mear en la academia, pero aún está en esa
fase de inicio en la que se difunde picando
piedra contra las resistencias esperables de
académicos que enfrentan algo diferente. El
académico, como cualquier humano en cual-
quier actividad, puede estar en una zona de
confort muy difícil de abandonar. Por otro
lado, creo que la última pregunta es la más
complicada: ¿cómo realizar transdisciplina-
riedad en sistemas complejos? Mi respuesta
es que no lo sé bien. No obstante, les comen-
taré mi experiencia en un caso de estudio.
Hace un par de años me involucré en un pro-
yecto ambicioso para generar estrategias de
adaptación al cambio climático basadas en
ecosistemas para la Sierra Madre Oriental.
Se conformó un equipo de aproximadamen-
te 36 profesionales de varias instituciones
nacionales e internacionales; además, conta-
mos con apoyo técnico. El equipo fue multi-
disciplinario y estuvo formado por ecólogos,
biólogos, sociólogos, geógrafos, agrónomos,
meteorólogos, climatólogos, expertos fores-
tales, entre otros. Una de nuestras primeras
reuniones fue crucial, ya que en ella se acor-
dó que nuestro marco conceptual estaría
enfocado en la epistemología de los sistemas
complejos. Tuvimos claro el problema de in-
vestigación, el equipo fue multidisciplinario,
el marco de trabajo se centró en sistemas
complejos y se consideró a la población de
las localidades como actores fundamenta-
les en el proyecto. Se obtuvieron excelentes
resultados en diferentes temas que fueron
abordados por los expertos y se generaron
estrategias de adaptación al cambio climá-
tico para la zona, que fueron consensuadas
por todos los actores (académicos, población
local, gobierno, etcétera). Sin embargo, no
se estableció el sistema y por consiguiente
tampoco las interrelaciones entre los com-
ponentes de los subsistemas social y natural.
Por lo anterior, las estrategias de adaptación
no surgieron propiamente del mismo siste-
ma, de la transdisciplinariedad. Nos faltó
tiempo (el cual es un tesoro preciado) para
lograr la comunicación entre el equipo. No se
logró la integración para llegar acuerdos de
interdisciplinariedad. Desde mi punto de vis-
ta, esto se habría logrado si se hubieran ma-
nejado “lenguajes comunes” que facilitaran
la comunicación entre disciplinas. Empero,
no es posible que los académicos conozca-
mos todos los temas y manejemos todos los
conceptos (es decir, que seamos “políglotas”
académicos). Faltan conectores e integra-
dores de la información; dicho de otra ma-
nera, profesionales que bajo el marco de los
sistemas complejos tengan la capacidad de
armar el rompecabezas, sabiendo cuáles son
las preguntas adecuadas que deben ser con-
testadas por los especialistas. El problema
es que esos profesionales son muy escasos
y por ahora no conozco programa educativo
que los forme. Los que hay son productos de
la experiencia, de vocación, de compromiso
socioambiental y de capacidad propia para
establecer esos vínculos interdisciplinarios.
Estamos en el comienzo de una nueva for-
ma de aproximarnos a los problemas, bajo
un marco epistemológico diferente. Una
aproximación que es bienvenida, dado que
los problemas se mantienen y no se han so-
lucionado debido a la forma en que se abor-
dan. Así, todos los actores involucrados en
la problemática ambiental podrán plantear
soluciones viables y exitosas. Todos somos
uno formando parte del planeta.
11
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
El hombre es parte de la naturaleza y
por consiguiente los problemas naturales
son problemas humanos
12
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
La Ingeniería Ecológica en la era
del Antropoceno urbano
Gabriela A. Vázquez Rodríguez
Profesora investigadora del Centro de Investigaciones
Químicas. Instituto de Ciencias Básicas e Ingeniería,
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México
gvazquez@uaeh.edu.mx
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· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
Desde su más temprana edad, las sociedades
humanas han tenido un impacto en el medio
ambiente. Primero como cazador recolec-
tor, luego como agricultor sedentario, el ser
humano ha modificado el espacio y los siste-
mas naturales. Durante miles de años estos
cambios fueron limitados y, aunque implica-
ron incluso extinciones (como en algunas es-
pecies de la megafauna del Pleistoceno), no
afectaron al planeta en su conjunto.
Hoy, habitamos una Tierra en la que la in-
fluencia humana es más poderosa que nun-
ca. El cambio climático, el deterioro de la
capa de ozono, la acidificación de los océa-
nos y la contaminación química global son
muestra de que el género humano es una
fuerza capaz de modificar por completo
nuestro planeta. Algunos científicos incluso
sostienen que las actividades humanas po-
drían haber dejado vestigios en el registro
geológico terrestre, análogos a la huella de
iridio que imprimen en la superficie terres-
tre los impactos de meteoritos. Uno de es-
tos científicos es el químico holandés Paul
Crutzen (premio Nobel de Química de 1995
junto con Sherwood Rowland y Mario Moli-
na), quien en 2000 acuñó el término Antro-
poceno para distinguir la época geológica en
la que nos encontramos desde la Revolución
Industrial. Según Crutzen, el Homo sapiens
constituye una fuerza de la naturaleza que
puede, por sí sola, determinar el destino de
todas las formas de vida. Por ejemplo, la se-
lección ejercida por la tecnología y las acti-
vidades humanas ha acelerado cambios evo-
lutivos en las especies que nos rodean, que
son particularmente evidentes en las plagas
agrícolas, en especies patógenas y de interés
comercial. Estos cambios son tan grandes
que hay quienes consideran que los humanos
podríamos incluso ser la fuerza dominante
en el proceso evolutivo (Palumbi, 2001).
Quizás no haya una manifestación más clara
del Antropoceno que la expansión de las ciu-
dades. Hacia 1800, sólo el 2% de la población
mundial vivía en un área urbana; en 2014,
esta proporción alcanzó el 54% y seguirá
aumentando en las próximas décadas (Uni-
ted Nations, 2014). Además, las ciudades
están hoy más intensamente pobladas que
en cualquier otro momento de la historia. En
1900 no había ninguna megaciudad (aglo-
meración con una población de diez millones
de habitantes o más) mientras que en 2014
podían contarse 28 de ellas. Así mismo, las
áreas urbanizadas se incrementan año con
año. La megaciudad más grande del mundo,
la aglomeración Tokyo-Yokohama (38 mi-
llones de habitantes en 2014) cubre 13,500
km2, una superficie mayor que la de Jamai-
ca (11,000 km2; Seto et al., 2013). Aunque
se estima que las ciudades solo representan
una pequeña fracción de la superficie terres-
tre emergida (alrededor de 3-5% en 2008),
Hoy, habitamos una Tierra en la que la influencia humana es más poderosa que nunca
14
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
en 2030 podrían constituir el 10% (Seto et
al., 2011).
El Antropoceno urbano
Antiguamente se pensaba que las ciudades
solo tenían un impacto en sus alrededores
inmediatos. Sin embargo, una aglomeración
urbana ocasiona profundos cambios am-
bientales, algunos de los cuales pueden ser
de naturaleza global. Los principales tienen
relación con el uso de suelo, la biodiversidad,
los ciclos biogeoquímicos, el clima y los siste-
mas hidrológicos (Grimm et al., 2008).
El primer aspecto se refiere a que las ciu-
dades se apropian paulatinamente no solo
de superficies sobre las cuales asentarse,
sino también de otras situadas fuera de sus
límites, que sostendrán las demandas de la
población (por ejemplo, las áreas necesarias
para disponer los residuos sólidos genera-
Paul Crutzen (premio Nobel de Química de 1995 junto con Sherwood Rowland y Mario Molina), quien en 2000 acuñó el término Antropoceno para distinguir la época geológica en la que nos encontramos desde la Revolución Industrial.
dos). Así, se habla de que la huella ecológica
de una ciudad puede ser decenas o cientos
de veces mayor que su superficie. De la mis-
ma forma, cuando una superficie natural se
urbaniza, deja de prestar determinados ser-
vicios ambientales, como la provisión de ali-
mentos y madera, la captura de carbono y la
depuración del agua luego de su percolación
a través del suelo, entre otros.
Los cambios en la biodiversidad están muy
ligados al aspecto anterior: cuando una
ciudad se expande, desplaza a las especies
animales y vegetales nativas. Un estudio re-
ciente estimó que hacia 2030 la urbanización
afectará aún más a 139 especies de anfibios,
41 de mamíferos y 25 de aves que ya se con-
sideran en peligro de extinción (Seto et al.,
2012). De hecho, se considera que la urbani-
zación es posiblemente la principal causa de
pérdida de hábitat y de biodiversidad en el
mundo (Seto et al., 2011). En contrapar-
las ciudades están hoy más intensamente
pobladas que en cualquier otro momento
de la historia
15
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
te, las comunidades urbanas pueden tener
una biodiversidad importante debido a la
introducción de especies exóticas, cuyo
efecto en la productividad primaria, entre
otros procesos, aún debe elucidarse (Kaye
et al., 2006).
Las áreas urbanizadas son también res-
ponsables de alterar los ciclos biogeoquí-
micos, es decir, las rutas que siguen los
elementos químicos (como el carbono o
el nitrógeno) en el medio ambiente. De-
bido a que concentran industrias y gran-
des parques vehiculares, las ciudades son
fuentes importantes de CO2 y otros gases
de efecto invernadero (como NOx, O
3 y
SO2). Estos gases que se generan en las
ciudades se depositan en ellas o bien en
sus alrededores; a algunos de ellos (en
particular, a los gases nitrogenados como
el NO2), se les atribuye además la genera-
ción de lluvia ácida y la eutrofización de
las corrientes de agua cercanas. Además
de su efecto en el cambio climático global
por la vía de la emisión de gases de efec-
to invernadero, las ciudades modifican
la temperatura local por el fenómeno de
las islas urbanas de calor. Estas islas se
originan en parte porque los materiales
de construcción, tales como el concreto
y el asfalto, absorben una gran propor-
ción de la radiación solar que reciben, la
cual se libera luego en forma de calor. En
consecuencia, en las ciudades prevalecen
temperaturas superiores a las de sus al-
rededores, especialmente por la noche.
Esta diferencia puede ser de 6.5°C en la
Ciudad de México, o de 12°C en Tokyo.
Las islas urbanas de calor pueden inducir
la formación de smog fotoquímico, y ge-
nerar patrones de circulación de aire que
dispersen contaminantes fuera de la ciu-
dad.
Por último, las aglomeraciones urbanas tie-
nen un profundo impacto en el medio acuá-
tico, ya que el recorrido del agua en una ciu-
dad es muy distinto al que seguía antes de
que esa zona se urbanizara. Por una parte,
las ciudades suelen estar construidas cerca
de las fuentes de agua superficial, para facili-
tar el acceso de los habitantes a este recurso
indispensable. Como resultado, los ríos y del-
tas se han desviado de sus cauces originales,
algunos incluso se han canalizado, y se han
modificado o perdido los servicios ambien-
tales que prestaban (por ejemplo, el abas-
tecimiento de agua de buena calidad o el
mantenimiento de biodiversidad acuática).
Por otra parte, en el medio urbano abundan
las superficies impermeables, tales como las
azoteas, las banquetas y las calles asfaltadas.
Estas superficies definen la manera en que
el agua se mueve por una ciudad, ya que no
permiten la infiltración del agua de lluvia al
suelo y favorecen que el agua de escorrentía
16
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
En la década de 1970 nació la Ecología Urbana,
impulsada por el programa
El hombre y la Biosfera de la UNESCO
Foto: Eddier Montiel
fluya a gran velocidad y se produzcan inun-
daciones. Esta agua de escorrentía urbana,
junto con el agua residual producida por sus
habitantes, es vehículo de numerosos con-
taminantes que terminan en los cuerpos de
agua vecinos, y una causa importante de
erosión de suelos.
El fenómeno urbano, la Ecología y la Ingeniería Ecológica
La Ecología se ha resistido a considerar a
las sociedades humanas y a sus obras como
sujeto de experimentación y como objeto
teórico (Alberti et al., 2003). Por ello, no es
de extrañar que las ciudades solo hayan sido
estudiadas desde el punto de vista ecológi-
co a partir de finales del siglo XX. El medio
urbano, como todos aquellos dominados por
actividades humanas, se distingue de otros
ecosistemas en que los seres humanos son
determinantes en los flujos de materia y
energía, tiene una baja estabilidad y un gran
número de especies no nativas, entre otros
factores. Así, aún es incierto si las ciudades
pueden explicarse mediante los principios
establecidos para los ecosistemas “natura-
les” o escasamente alterados por el hombre.
Por ejemplo, los flujos de materia que exis-
ten en una ciudad (y que están dominados
por factores humanos) son tan intensos que
no permiten ser estudiados por los modelos
tradicionales (Kaye et al., 2006).
En la década de 1970 nació la Ecología Ur-
bana, impulsada por el programa El hombre
y la Biosfera de la UNESCO. Este programa
fue el primero en financiar investigación que
agrupara a científicos de las ciencias natu-
rales y de las humanidades para abordar los
ecosistemas urbanos. McDonnell (2011) de-
17
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
Vegetación(Phragmites sp.)
LáminaImpermeable
E�uente
Tubería �exible
Arqueta se Salida
Tubería de Recogida
GravaTerrenoZona deReparto
In�uente
Tubería de distribución
fine a la Ecología Urbana como la integración
de las ciencias naturales y sociales que busca
explorar y resolver las múltiples dimensiones
de los ecosistemas urbanos. Este mismo au-
tor señala que la Ecología Urbana tiene dos
campos de investigación principales, a saber,
la ecología en y de las ciudades. La primera
se refiere a estudios focalizados en una sola
ciudad, tales como los que estiman la huella
ecológica de una ciudad en particular, mien-
tras que la segunda realiza investigaciones a
mayor escala que incorporan las dimensio-
nes ecológica y social al medio urbano en
general.
A diferencia de la Ecología Urbana, que se
inclina más al estudio de aspectos funda-
mentales de la organización ecológica en y
de las ciudades, la Ingeniería Ecológica nació
con una orientación hacia la resolución de
problemas. Su fundador es el célebre ecólo-
go H. T. Odum, quien en 1971 la describió
como “el manejo ingenieril de la naturaleza”
(Mitsch, 2012). El origen de esta disciplina
forma parte de la crítica que, muy tardía-
mente, empezó a enfrentar al paradigma
tecnológico vigente desde la Revolución In-
dustrial, basado en la producción masiva, en
el uso intensivo de combustibles fósiles y en
la cuantiosa producción de residuos. En este
modelo alternativo, por vez primera, figura
el entorno social y humano; además, la tec-
nología aparece como una herramienta clave
para superar la degradación ambiental.
La Ingeniería Ecológica se refiere al diseño de
ecosistemas sostenibles que integren a la so-
ciedad humana con su ambiente natural para
beneficio de ambos. Sus principales objetivos
son la restauración de ecosistemas afectados
sustancialmente por actividades humanas y
el desarrollo de nuevos ecosistemas soste-
nibles que tengan valor humano y ecológico
(Mitsch, 2012). Los sistemas así generados
deben basarse en el uso de fuentes naturales
de energía (principalmente solar) y caracte-
rizarse por su autoorganización. Esto quiere
decir que los componentes y la estructura ini-
ciales del sistema son responsabilidad huma-
na; una vez puesto el ecosistema en marcha,
la naturaleza toma el control, de modo que
su composición y estructura se transforman
para responder a las condiciones ambientales
específicas. En consecuencia, no es necesario
añadir intencionalmente materia o energía
para conservar el ecosistema en una condi-
ción particular.
Una aplicación destacada de la Ingeniería
Ecológica es el diseño de sistemas ecológi-
cos (o ecotecnologías, como también se les
llama) que puedan resolver o mitigar un pro-
blema ambiental, principalmente de conta-
minación. Estas ecotecnologías se proponen
como alternativas a los sistemas convencio-
nales, los cuales recurren al uso intensivo de
energía. Algunos ejemplos típicos de siste-
mas ecológicos son los humedales artificiales
para el tratamiento de aguas residuales, que,
al ser impulsados principalmente por ener-
gía solar, requieren menos energía que una
planta de tratamiento de lodos activados;
por tal motivo, se utilizan ampliamente en el
mundo desde hace más de cincuenta años.
Otras aplicaciones de la Ingeniería Ecológica
Algunos ejemplos típicos de
sistemas ecológicos son los
humedales artificiales para el
tratamiento de aguas residuales
18
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
van desde la restauración de ecosistemas
dañados hasta la integración de la sociedad
y los ecosistemas en ambientes antrópicos,
como podría ocurrir en la planeación del
paisaje o en el diseño de sistemas hortíco-
las en medio urbano.
Alrededor del mundo se están empleando
ecotecnologías para mitigar algunos de
los efectos negativos de la urbanización.
Además de los mencionados humedales
artificiales, destacan las azoteas verdes y
los tanques de biorretención. Los tejados
representan más del 30% de las áreas im-
permeables de una superficie urbanizada;
así, la sustitución de tejados convenciona-
les por azoteas verdes disminuye signifi-
cativamente el volumen de la escorrentía
urbana, ya que retienen temporalmente el
agua pluvial y aumentan su retorno a la at-
mósfera a través de la evapotranspiración.
Las azoteas verdes también amortiguan las
islas urbanas de calor y reducen el ruido y la
contaminación atmosférica. Incluso, con el
diseño adecuado, una azotea verde puede
trocarse en un huerto que aporte benefi-
cios económicos a los usuarios y que con-
tribuya a aumentar la soberanía alimenta-
ria de las ciudades. En cuanto a los tanques
de biorretención, también conocidos como
jardines de lluvia, estos se instalan en las
depresiones naturales del terreno, en don-
de funcionan como almacenes temporales
del agua de escorrentía urbana. Dado que
se rellenan de material filtrante y se recu-
bren de plantas, contribuyen al restableci-
miento de la infiltración al suelo y a la des-
contaminación del agua que se percola, que
son procesos naturales que la impermeabi-
lidad urbana limita. En todas sus variantes,
estas ecotecnologías representan ecosis-
temas artificiales autoorganizados que
brindan servicios ambientales adicionales,
como funcionar de hábitat para ciertas es-
pecies y ofrecer espacios verdes agradables
a la población.
Por una IngenieríaEcológica urbana
En una obra reciente de síntesis, Ortiz-Mo-
reno et al. (2014) hacen hincapié en que
los dispositivos, métodos o procesos eco-
tecnológicos deben, además de propiciar
una relación armoniosa con el ambiente,
contribuir a la mejora de las condiciones de
vida de los habitantes del medio rural, que
han sido los grandes olvidados del modelo
tecnológico actual. En nuestro país, cerca
del 60% de la población en condiciones de
pobreza extrema es rural, y por lo tanto
cualquier acción que contribuya a satisfa-
cer las demandas básicas de este sector tan
marginado es urgente. Así, ecotecnologías
como los humedales artificiales, los biodi-
gestores o los huertos biointensivos pue-
den ser parte de estrategias compatibles
con el entorno que contribuyan a ese de-
sarrollo comunitario tan imperioso. Como
señala la obra antes referida, la experien-
cia ecotecnológica en México es amplia
en el medio rural; sin embargo, dado que
las grandes carencias de este sector de la
población siguen sin ser cubiertas, estos
esfuerzos deberán aún incrementarse sig-
nificativamente. Sin minimizar la impor-
tancia de las aplicaciones de la Ingeniería
Ecológica en el sector rural, es necesario
resaltar que los problemas ambientales del
medio urbano, ya mencionados, también
podrían atenderse mediante los desarro-
llos que esta disciplina ofrece. Aunque cada
vez más son los países que regulan a favor
del empleo de azoteas verdes y tanques de
biorretención, aún es necesario investigar
cómo deben estructurarse las comunida-
des de plantas a instalar en una gran va-
riedad de zonas climáticas alrededor del
mundo. Así mismo, aún debemos conocer
el efecto neto de estas ecotecnologías en
la calidad del agua, y adaptarlas para reu-
sar el agua que proporcionan. En combina-
ción con los sistemas de captación de agua
de lluvia, las ecotecnologías representan
fuentes alternativas de abastecimiento de
agua, cuyo desarrollo es indispensable im-
pulsar en nuestro país y en el mundo.
19
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
Ecotecnologías como las azoteas verdes y los tanques de biorretención permiten mitigar los efectos negativos de la urbanización
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2014 Revision. Nueva York.
20
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
¿Existe más vida
inteligente en el
universo?Fernando Pérez Cervantes1 y Ulises Iturbe2
1. Biólogo egresado de la Licenciatura en Biología, Área Académica de
Biología. Instituto de Ciencias Básicas e Ingeniería. Universidad Autónoma
del Estado de Hidalgo, Hidalgo, México
2. Profesor Investigador del Área Académica de Biología
Instituto de Ciencias Básicas e Ingeniería, Universidad Autónoma
del Estado de Hidalgo, Hidalgo, México
21
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
El posible contacto con civilizaciones extra-
terrestres se ha convertido en un tema bas-
tante común para la mayoría de las personas
en Occidente. Todos hemos oído hablar de
platillos voladores y marcianos verdes. Pro-
bablemente, la industria cinematográfica,
con sus cada vez más sofisticados efectos
especiales y presupuestos millonarios, sea la
principal responsable de popularizar un es-
cenario hipotético en el que nuestra civiliza-
ción mundial y una proveniente del espacio
exterior se encuentran de manera inevitable
y no siempre pacífica. La mayoría de los fil-
mes muestra a los humanos como la espe-
cie tecnológicamente atrasada (en realidad,
la flota aeroespacial de los Estados Unidos,
con toda su enorme sofisticación, solo les ha
permitido acercarse de manera muy breve
a nuestro satélite natural, la Luna, situada a
solamente 384,400 km de la Tierra; eso sin
contar con los graves riesgos y enormes cos-
tos financieros que demanda tal empresa).
De regreso a la ficción, nuestros supuestos
visitantes galácticos, con sus grandes naves
nodrizas, recorren distancias interestelares
de billones de kilómetros con las manos (o
tentáculos) en la cintura. Los humanos es-
tamos aún muy lejos de realizar una hazaña
semejante.
Fuera del mundo de Hollywood, la posibi-
lidad de contactar con alguna civilización
tecnológicamente avanzada es para algunos
científicos un tema muy serio. En 1960, jus-
to en el auge de la carrera espacial entre los
Estados Unidos y la Unión Soviética, el as-
trónomo estadounidense Frank Drake utili-
zó un radiotelescopio de 26 metros del Insti-
tuto Nacional de Radioastronomía en Green
Bank, Virginia, con el fin de detectar alguna
señal de radio proveniente del espacio ex-
terior que pudiera ser identificada como un
mensaje alienígeno. Este proyecto de tres
meses denominado Ozma (nombrado así
por la reina de la tierra de Oz) fue el primero
de su tipo. Desde entonces se ha desarrolla-
do un programa más ambicioso y de mayor
alcance, el cual formó parte, aunque de ma-
nera breve, de los programas de investiga-
ción institucionales de la NASA, nombrado
S.E.T.I. (Search for ExtraTerrestrial Intelligen-
ce o en español, Búsqueda de Vida Extrate-
rrestre Inteligente) para escudriñar el cielo
y captar el anhelado mensaje que nos diga
que no estamos solos. Pero, si lo evaluamos
científicamente, ¿hay suficiente evidencia
que sugiera que existen realmente seres in-
teligentes en algún otro planeta de nuestra
galaxia? Vamos a discutirlo.
22
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
La vida y sus elementos
Durante siglos se creyó que los seres vivos
debían estar impregnados de alguna sus-
tancia especial, no presente en los demás
objetos inanimados; se llamaba “fuerza vi-
tal”. Aunque parte de esta idea tenía un
fundamento religioso, el soporte principal
de este pensamiento, llamado vitalista, era
la impotencia de los químicos por sintetizar
compuestos orgánicos a partir de compues-
tos inorgánicos, y el fracaso de los físicos al
tratar de explicar fenómenos biológicos por
vías mecanicistas. Sin embargo, en 1828
el químico Friedrich Wöhler pudo producir
un compuesto solo presente en la orina, la
urea, al calentar cianato de amonio. Esto
demostraba que la conversión de compues-
tos orgánicos en inorgánicos podía darse en
sentido inverso. Más de 100 años después,
en 1953, el estudiante de doctorado Stan-
ley L. Miller, bajo la supervisión del premio
Nobel Harold C. Urey, consiguió sintetizar
de manera abiótica compuestos orgánicos
elementales para la vida: aminoácidos. Lo
lograron haciendo reaccionar en un matraz
amoniaco, metano, hidrógeno y vapor de
agua bajo pequeñas descargas eléctricas
y durante pocos días. Ahora se tiene muy
claro que los átomos de elementos como
el carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno
y fósforo, que construyen las moléculas de
los seres vivos, no tienen nada de especial
con respecto a los átomos que conforman
las moléculas de los objetos inanimados. El
vitalismo ya ha sido remplazado por las leyes
de la Química.
Sorprendentemente, todos los elementos
que conforman las moléculas de la vida y
de los objetos naturales son el resultado de
poderosas reacciones de fusión termonu-
clear que suceden en lo más profundo de las
grandes estrellas moribundas que, al auto-
destruirse, arrojan su material al espacio por
violentas explosiones estelares denomina-
das supernovas. Esta materia se conglomera
por la acción de la gravedad y es la materia
prima para dar forma a una nueva genera-
ción de estrellas y, con suerte, de nuevos
planetas. Es casi seguro que nuestro sistema
solar se formó de esta manera.
La vida misma
La posible existencia de inteligencias ex-
traterrestres depende totalmente de la fre-
cuencia relativa del origen independiente de
formas de vida. Como dejó claro el científico
Luis Pasteur con sus experimentos diseña-
dos para destruir la teoría de la generación
espontánea de los microbios: los seres vi-
vos solo proceden de otros seres vivos. Una
mera acumulación de compuestos orgánicos
no produce nada; la vida no es una colección
o suma de moléculas orgánicas, es más bien
un proceso emergente de estas. Para el as-
trónomo y singular divulgador de la ciencia
Carl Sagan, el fenómeno de la vida puede
contemplarse como una gran y armoniosa
melodía, de la cual todos los organismos que
habitamos la Tierra representamos solo una
simple nota. Pero, ¿qué es la vida en primer
lugar? Actualmente no se tiene una defini-
ción que sea completamente satisfactoria.
Sin embargo, sí se le pueden atribuir ca-
racterísticas o cualidades que nos permiten
identificarla. Los seres vivos son sistemas
moleculares basados en carbono, que inter-
cambian energía con el medio circundante
para mantenerse organizados. Obtienen
esta energía rompiendo moléculas energé-
ticas como el azúcar de mesa por medio de
una serie de reacciones enzimáticas conca-
tenadas, lo que denominamos metabolismo.
A su vez, las enzimas son la expresión mor-
fológica y funcional de un sistema heredita-
rio basado en genes. Las enzimas permiten a
los seres vivos crecer, repararse, reproducir-
se y, al paso de las generaciones, las especies
evolucionan. Si la vida de la Tierra presen-
ta cierta uniformidad metabólica es porque
todos descendemos de un ancestro común,
como nos mostró Charles Darwin.
Los bloques de construcción para crear com-
puestos orgánicos complejos son abundan-
tes en el universo debido a que constante-
mente están naciendo y muriendo estrellas.
En los últimos años los astrónomos han en-
contrado y catalogado cientos de planetas
23
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
¿Hay suficiente evidencia que
sugiera que existen realmente seres inteligentes en
algún otro planeta de nuestra galaxia?
24
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
extrasolares y la lista sigue en
aumento. Si tomamos en cuen-
ta que en nuestra galaxia exis-
ten unas 200,000 millones de
estrellas, el número de planetas
asociados a estas podría ser del
orden de miles o millones. Es
posible que algunos de estos
planetas alberguen condiciones
similares a las que se piensa que
existieron en la Tierra primiti-
va, con una gama de moléculas
orgánicas y fuentes energéticas
que fueron fundamentales en el
surgimiento de vida en nuestro
planeta. No obstante, nuestro
desconocimiento de los pasos y
circunstancias que se necesita-
ron para construir al primer pro-
to-organismo no nos permite
asegurar tajantemente si la vida
es un proceso químicamente fa-
vorable, y por lo tanto un fe-
nómeno relativamente común
en el universo, o por el con-
trario, un suceso totalmente
fortuito de evolución molecu-
lar terrestre. Si existe un tema
en la ciencia que se encuentre
La ecuación de Drake es un cálculo probabilístico que
intenta estimar la cantidad de civilizaciones tecnológicamente
avanzadas con las que se puede hacer contacto por medio de
tecnología de comunicación. Las variables son las siguientes:
(ver el recuadro). Los resultados
obtenidos de la ecuación pueden
ser muy variables, pero se esti-
ma que existe una civilización
por cada 100,000 estrellas, o sea
que en nuestra galaxia hay por
lo menos un millón de civiliza-
ciones tecnológicamente avan-
zadas coexistiendo justo ahora.
Entonces, si hay tantas civiliza-
ciones capaces de comunicarse
con nosotros en la galaxia, ¿dón-
de están?, ¿por qué no las hemos
encontrado? A esta cuestión se
le conoce como la paradoja de
Fermi, en honor al físico italiano
Enrico Fermi, quien la planteó
en la década de 1950. Tal vez la
respuesta a esta incógnita la po-
damos encontrar en el proceso
mismo por el cual surgió nuestra
propia civilización: la evolución.
En 1859 se publicó el libro El ori-
gen de las especies por medio de
la selección natural de Charles
Darwin, lo cual cambió comple-
tamente la visión que se tenía
acerca de la vida. En ese enton-
ces se creía que existía un plan
maestro que regía el cosmos,
que los planetas giraban alrede-
dor del Sol según las leyes de la
gravedad, con una periodicidad
que podía ser bien calculada. Los
seres vivos presentaban adap-
taciones finas que les servían
para sobrevivir. Todo había sido
creado con un propósito, todo
estaba determinado. Al final
de su viaje alrededor del globo
en el navío el Beagle, Darwin
comenzó a cuestionarse seria-
mente esta imagen de orden y
armonía del mundo. Los viajes
ilustran. Su teoría de la evolu-
ción por selección natural está
basada en observaciones cuida-
dosas y deducciones profundas.
Darwin se dio cuenta de que las
condiciones de vida de los or-
ganismos los obliga a competir
por los recursos, el espacio y la
reproducción. Esta competencia
es desigual, porque algunos in-
dividuos nacen con capacidades
ligeramente distintas que les
ayudan a desempeñarse mejor
N = R* · fp · n
e · f
l · f
i · f
c · L
N, número total de civilizaciones tecnológicamente avanzadas.
R*, ritmo anual de formación de estrellas "adecuadas" en la galaxia.
Fp, fracción de estrellas que tienen planetas en su órbita.
Ne , número de esos planetas orbitando dentro de la ecosfera de la estrella.
Fl, fracción de esos planetas dentro de la ecosfera en los que la vida se ha
desarrollado.
Fi, fracción de esos planetas en los que la vida inteligente se ha desarrollado.
Fc, fracción de esos planetas donde la vida inteligente ha desarrollado
tecnología avanzada e intenta comunicarse.
L, lapso medido en años durante el que una civilización inteligente y
comunicativa puede existir.
en el borde del conocimiento
y la ignorancia, es este. Tal
vez existan formas de vida en
otros planetas extraños que
no se basen en esqueletos mo-
leculares de carbono, posean
un código genético interpreta-
do por moléculas distintas del
RNA y DNA y presenten una
bioquímica ajena a la nuestra,
pero, por lo pronto, no lo sa-
bemos. Podríamos ser solo una
nota en la partitura universal
de la vida, o podríamos ser la
canción completa.
Donde haya vida,
¿habrá inteligencia?
Supongamos por un momento
que el fenómeno de la vida es
un hecho común en la galaxia.
¿Cuál es la posibilidad de encon-
trar vida inteligente? El pionero
en la búsqueda de civilizaciones
extraterrestres, Frank Drake,
ideó en 1961 una famosa ecua-
ción N = R* · fp · n
e · f
l · f
i · f
c · L con
el fin de resolver esta incógnita
25
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
en el medio, lo que les permitirá
dejar más descendientes que los
demás. Con el tiempo, sus hijos
remplazarán a los hijos de los
otros para dar lugar a una pobla-
ción transformada. Esta canali-
zación de características favora-
bles es la responsable de agrupar
las adaptaciones de las especies,
y si esta canalización se presenta
simultáneamente en dos pobla-
ciones aisladas correspondien-
tes a la misma especie, con el
paso de las generaciones, cada
una tendrá por separado sus
propias adaptaciones. Una de las
consecuencias lógicas del proce-
so evolutivo es la contingencia,
ya que depende totalmente de
las condiciones ambientales pre-
sentes en el momento y la varia-
ción genética disponible en las
poblaciones de seres vivos. Por
lo tanto, es un proceso que no se
puede predecir.
El origen de la vida, el desarro-
llo de la regulación genética, la
evolución de los organelos eu-
cariontes por simbiosis, el ori-
gen del sexo, la evolución de la
multicelularidad animal, el sur-
gimiento de un sistema nervio-
so y órganos sensoriales, entre
muchas otras novedades evolu-
tivas, son grandes transiciones
que debieron darse para que en
este momento histórico llegara
a existir una especie inteligente
y civilizada que se preguntara
sobre su ubicación en el cos-
mos. Esto además de una serie
enorme de sucesos que guiaron
el rumbo de la evolución, algu-
nos incluso catastróficos, como
el impacto de un gran asteroide
con el planeta al final del perio-
do Cretácico que nos quitó de en
medio a los grandes dinosaurios.
Así, los mamíferos se pudieron
diversificar. Para el paleontólo-
go Stephen J. Gould, la vida se-
ría muy distinta si volviéramos a
rebobinar los carretes de la pelí-
cula de la historia de la Tierra y
arrojáramos de nuevo los dados.
Es decir, la evolución de un gru-
po biológico con determinadas
características especiales es un
proceso irrepetible.
El presunto surgimiento inevi-
table de nuestra civilización hu-
mana es una ilusión que surge al
ver en retrospectiva la historia
de la vida en la Tierra. Entonces,
si la evolución es un fenómeno
natural tan fortuito e impredeci-
ble, es imposible que se repitan
los mismos sucesos en cualquier
otro planeta de la galaxia o de
cualquier otra galaxia. Aun si
apareciera vida de tipo micro-
biano en algún planeta, el análi-
sis anterior deja muy maltrecha
la posibilidad de la existencia
de organismos humanoides,
tan comunes en las películas de
ciencia-ficción y con los que mu-
cha gente sueña encontrarse.
Así mismo, socava fuertemente
la posibilidad de una vida inte-
ligente con la cual pudiéramos
contactar.
Algunos defensores del presunto
contacto extraterrestre tienen
claro este último problema, por
lo que argumentan que la vida
en otros planetas donde proba-
blemente surgieran civilizacio-
nes tecnológicas habría tomado
sus propios rumbos evolutivos,
con sus propias grandes tran-
siciones análogas a la nuestra,
hasta llegar a una respuesta evo-
lutiva similar e inteligente. Idea
que parece atractiva y sugeren-
te, pero que no deja de ser pura
especulación, además de tener
tintes deterministas. Cualquier
ecuación que intente arrojar luz
al respecto carece de un profun-
do rigor biológico-evolutivo. La
existencia de civilizaciones ex-
traterrestres tecnológicamente
avanzadas está soportada más
en las expectativas de los cien-
tíficos que creen en ellas, que
en pruebas empíricas que se
desprendan de la investigación
biológica.
Bibliografía complementaria:
Darwin, C. 1859. 1997. El origen de las especies. Universidad Nacional
Autónoma de México, México, D. F.
Gould, S. J. 1999. La vida maravillosa. Drakontos Bolsillo, Barcelona.
Lazcano, A. 1989. El origen de la vida. Editorial Trillas, México, D. F.
Mayr, E. 1998. Así es la Biología. Editorial Debate, Madrid.
Sagan, C. (Ed.) 1985. Comunicación con inteligencias extraterrestres.
Planeta, Barcelona.
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· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
El falso debate entre el creacionismo yel evolucionismo
Andrea G. Puente-Luna
Alumna de la Licenciatura en Biología, Área Académica de Biología. Instituto de Ciencias Básicas e Ingeniería. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Hidalgo, México
Para algunos creacionistas, es complicado
asimilar la existencia de un proceso evolutivo
en la naturaleza, o coexistir de una manera
tolerante con estas ideas; y esto es entendi-
ble, debido a que sus creencias e ideales giran
en torno a un ser creador del universo y de
cada organismo que habita en él. Esta con-
troversia ya es añeja: se inició cuando Charles
Darwin presentó una teoría que no daba ca-
bida al creacionismo, ya que, además de dar
forma a la idea de evolución, planteó la idea
de ancestría común y, lo más importante,
propuso el origen de las especies por medio
de un mecanismo totalmente natural.
Esto claramente representa un panorama
diferente al de la “posición central” del hom-
bre en el mundo (de acuerdo con las creen-
cias religiosas), lo que nos deja “desampara-
dos” en este mundo material. Pues aunque
el proceso evolutivo sea un hecho científico,
y no “solo una teoría”, lo que aprendemos
de él es que, aparte de estar emparentados
con otros organismos, también somos el re-
sultado de fuerzas evolutivas; somos sola-
mente uno de los numerosos productos de
la selección natural. Para muchas personas,
este proceso es inadmisible porque se opone
a su sentido de la identidad y a la idea de que
nuestro origen es distinto al del resto de las
especies (Coyne, 2009).
El ensayo “Creacionismo y evolución” (León,
2009), publicado anteriormente en esta
revista, aborda las perspectivas religiosa y
científica acerca de la evolución y discute los
aspectos erróneos en los que se basan algu-
nos creacionistas para intentar desacreditar
el proceso evolutivo; en particular, resulta
irónico el hecho de que exijan pruebas tan-
gibles del proceso, si se considera que sus
ideas se basan únicamente en creencias. El
ensayo mencionado me ha hecho reflexionar
lo siguiente.
A lo largo de la historia, muchas personas se
han esforzado por entender la naturaleza, y
han intentado dar una explicación convincen-
te a los fenómenos naturales que observaban
con frecuencia. En la antigüedad, debido al
desconocimiento, estos se adjudicaron a la
voluntad de seres superiores. Las creencias
religiosas son tan antiguas como la historia y
el desarrollo de la humanidad; en un mundo
donde no se realizaban aún experimentos ni
observaciones metódicas, todos creían en un
ser divino que había creado cada cosa en el
27
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
mundo, que había puesto estratégicamente a
cada especie biológica en su sitio, haciéndola
indispensable y, por lo tanto, estable. Las es-
pecies eran entonces inmutables y el mundo
tal y como lo conocemos había sido siempre
así, desde la creación.
De pronto, en la antigua Grecia sucede algo
distinto; personas como Tales de Mileto,
Anaxímenes, Anaximandro, Heráclito y De-
mócrito, entre otros, comenzaron a abrir sus
mentes a ideas diferentes, a pensar en otras
posibilidades. Estos filósofos se explicaban
la estructura física del universo sin emplear
exactamente las creencias religiosas tradicio-
nales de su época, y cada uno postuló ideas
sobre la composición de la naturaleza con
base en substancias materiales. Aunque en
esa época los conocimientos sobre la natu-
raleza eran limitados, al igual que las obser-
vaciones que pudieran realizarse, aquellas
primeras ideas filosóficas sobre el universo,
por más excéntricas que puedan parecernos
hoy, abrieron paso a nuevas perspectivas so-
bre todo lo que nos rodea. Cuando la mente
comenzó a desprenderse de mitos y fantasías
sobrenaturales, y se realizaron inferencias
y deducciones con base en razonamientos
lógicos, nació la Filosofía. Posteriormente,
a partir de estos mismos principios, nació la
ciencia, con un método científico estricto
y general que permite establecer hipótesis,
teorías y leyes apoyadas en evidencia empíri-
ca, que pueden ser aplicables universalmente.
En realidad, la ciencia se desarrolló en un
periodo de tiempo relativamente corto, aun-
que parezca que tiene una historia amplia y
antigua. En comparación con el origen de las
religiones, la ciencia es mucho más reciente.
Y así, desde el comienzo, los evolucionistas
tuvieron desacuerdos con muchas de las igle-
sias, en donde los creacionistas dominaban,
al descubrir y comprobar que ha sucedido y
sigue operando el proceso de la evolución. En
consecuencia, las especies no son inmutables
ni permanentes y, por supuesto, no fueron
creadas por un diseñador inteligente.
¿Y qué sucede ahora? A más de 150 años de
la publicación de El origen de las especies y del
gran impacto sociocultural que causó, la con-
troversia continúa entre los evolucionistas y
los creacionistas. Esto es entendible, ya que
es complicado cambiar de perspectiva cuan-
do, por generaciones, a estos últimos les han
inculcado creencias religiosas sobre la natura-
leza y no han tenido la mente abierta ante la
“Dios nace del miedo a estar solos en este mundo…
En algo se tiene que creer”
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· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
posibilidad de que las cosas puedan ser dife-
rentes a lo que les han contado.
Al abordarlo, este tema me parece controver-
sial y complejo. En él intervienen tantas cues-
tiones que primero dejaré en claro una cosa:
cualquier persona es libre de pensar lo que
quiera, ya sea si cree en el diseño inteligente
para explicar el origen de la naturaleza y las
formas vivientes, o si mantiene una actitud
crítica y acepta solo hechos comprobables.
Cada persona es diferente y tiene sus propias
razones para estar en el lugar en el que se en-
cuentra ahora. Y lo sé, ¡qué más quisiera un
científico que compartir sus conocimientos,
hacer que todos adquieran un pensamiento
crítico, una postura escéptica ante cuestiones
inverificables! Pero ni eso, ni la lógica moral
de los creacionistas, debe dar pauta a discri-
minaciones, acusaciones o aversiones entre
unos y otros.
Personalmente, por las razones que ya men-
cioné, no tengo problema alguno con las
opiniones de los demás sobre esta gran con-
troversia entre el evolucionismo y el creacio-
nismo; lo que no me parece adecuado es esa
necesidad de imponer los ideales propios a los
demás, esa necedad y deseos de destrozar las
opiniones de los que no comparten un mismo
punto de vista.
Qué más quisiera un científico que
compartir sus conocimientos,
hacer que todos adquieran un pensamiento
crítico, una postura escéptica
ante cuestiones inverificables
29
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
He de insistir en lo controversial y complejo del
asunto, que involucra la calidad de la informa-
ción que se divulga, la cual es otra de las causas
de la confusión y desinformación en la pobla-
ción. La tarea de un científico no solo consiste
en hacer investigaciones para conocer cómo
funciona la naturaleza, en leer, en publicar en
revistas de alto prestigio y en ser reconocido;
se trata también de divulgar el conocimiento.
Desde mi punto de vista, dar a conocer a la
gente los avances de la ciencia es lo más im-
portante que un investigador puede hacer.
Antes consideremos algo; en el año 2013
se reportó en el periódico La Jornada (Poy,
2013), la noticia de que México tenía el pri-
mer lugar en el número de desertores escola-
res de entre 15 y 18 años de edad, de acuerdo
con los datos publicados por la OCDE (Orga-
nización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos) en el Panorama de la Educación
2013. En ese mismo documento (OCDE,
2013), se señala que el 64% de los jóvenes de
16 años están matriculados en la educación
media superior, pero esta cifra baja a 37% en-
tre los jóvenes de 18 años, lo cual ratifica los
datos de una elevada deserción escolar. Pero
eso fue hace dos años, ¿no? Al año siguiente,
en el Panorama de la Educación 2014 (OCDE,
2014), se reportó que solo el 53% de jóvenes
de entre 15 y 19 años de edad se encuen-
tra estudiando. Sin embargo, la tendencia a
abandonar prematuramente los estudios se
Los canales “educativos” internacionales, que uno supone que están dedicados a la divulgación científica, tocan temas fantasiosos mostrándolos como verídicos, con falsas evidencias (Iturbe y Macías,
2014)
Crédito de la imagen: DCI
mantiene: el 62% de los jóvenes de 16 años
cursa la educación media superior, el 35% de
los jóvenes de 18 años están matriculados
(19% en educación media superior y 16%
en educación superior), y solo el 30% de los
jóvenes de 20 años están estudiando en el
nivel medio superior y superior (6% y 24%,
respectivamente). Eso fue en 2014… Y este
año, de nuevo en ese periódico, se expusieron
los datos calculados por la OCDE en el Repor-
te Intermedio del Panorama Educativo, que
reporta que el 52% de la población no ha lo-
grado concluir sus estudios en el nivel medio
superior (Poy, 2015).
Pero, ¿a qué quiero llegar con esto? Lamen-
tablemente, nuestro país padece una elevada
deserción escolar, lo cual significa que hay
más jóvenes (generalmente) que se dedican
a trabajar o a otras actividades en lugar de
estar estudiando en alguna institución. Y re-
tomando la idea de la importancia de la divul-
gación científica, y sobre todo, de la calidad
de la información que se difunde, nos encon-
tramos con otro problema grave: la desinfor-
mación. He retomado este término de Sarto-
ri (1998), quien en su libro Homo videns, la
sociedad teledirigida define “desinformación”
como una distorsión (y no la falta) de la infor-
mación que se difunde.
Por ejemplo, la televisión nacional promueve
el pensamiento religioso y la credulidad con
Comúnmente, a los creacionistas se les ha ca-
talogado como personas intolerantes e inflexi-
bles, pero en realidad esto no puede genera-
lizarse; es solo un grupo de ellos el que suele
actuar así. Por esta razón se les ha llamado
también “fundamentalistas”, pues son consi-
derados los más conservadores e inflexibles
en las religiones. Ellos han educado por años
a miles de personas con la idea de que los es-
critos de sus libros sagrados son la absoluta y
textual verdad, y que si llegas a dudar o a cues-
tionarlos en algo, es un completo error. Ellos
no necesitan pruebas, ni nada por el estilo: les
basta con leer su libro sagrado para aceptar
completamente los relatos como verídicos.
Consideran lo descrito en su libro como parte
de la historia del universo, como verdadera his-
toria natural. Durante años se han enfrentado
con todos aquellos científicos que explican el
origen del universo y de la vida con base en
evidencias tangibles, y básicamente lo único
que los creacionistas fundamentalistas per-
ciben del trabajo científico es que descarta la
posibilidad de intervención divina.
Es realmente preocupante ver que en nuestro
país haya personas que rechacen el proceso
evolutivo. No solo somos uno de los países
con mayor diversidad biológica; también
poseemos una gran diversidad cultural, así
como una diferencia muy marcada de opinio-
nes acerca de cómo se originó el universo y la
vida en este.
30
· H e r re r i a n a · A ñ o 1 1 · N o. 1 · 2 0 1 5
programas que usan argumentos dramáti-
cos; incluso algunos canales presuntamen-
te “educativos” internacionales, o que uno
supone que están dedicados a la divulga-
ción científica, tocan temas fantasiosos
y los muestran como verídicos con falsas
evidencias (Iturbe y Macías, 2014). Aun-
que las instituciones, concretamente las
universidades públicas, realicen numerosos
eventos dedicados a la divulgación científi-
ca, quizá están muy enfocados hacia la co-
munidad estudiantil (sea del nivel que sea) y
no alcanzan al público en general (del cual,
como ya mencioné, poco más de la mitad no
ha concluido sus estudios de preparatoria).
Tal como señala Sartori (1998), a pesar de
que la televisión da menos información que
cualquier otro medio, llega a una audiencia
mucho más amplia. Esto puede ser proble-
mático, ya que tal vez se le esté dando más
peso a lo visto en televisión que a lo aprendi-
do por otros medios, o quizá nos hagan falta
otras estrategias de divulgación…
Es pues lamentable que no se promueva ade-
cuadamente el pensamiento evolutivo. Aun-
que por ley la educación es laica (lo cual signi-
fica que dentro de las escuelas públicas no se
pueden tocar temas religiosos y en los planes
educativos se incluya el darwinismo), en cier-
tas ocasiones algunos maestros confundidos
enseñan erróneamente la teoría darwiniana,
y transmiten una idea de la evolución que
conserva vagos conceptos lamarckianos. Di-
funden esto en las mentes jóvenes de los es-
tudiantes, e incluso frecuentemente llegan a
tocar temas religiosos no solo al momento de
explicar el proceso evolutivo, sino también al
abordar el tema del origen de la vida.
Por consiguiente, los alumnos que hayan sido
educados de esta manera crecen con ideas
equivocadas; lo más decepcionante es que
algunos no muestran el menor interés ni la
disposición de investigar un poco más al res-
pecto, a pesar de que existan muchos libros y
medios a su alcance. Es natural entonces que,
sin conocer a profundidad el darwinismo, se
inclinen por cualquier otra explicación, y más
aún bajo la influencia religiosa que sutilmen-
te está todavía presente en algunas escue-
las (por medio de estos maestros a quienes,
dado que no entienden muy bien el proceso
evolutivo, les agrada más el creacionismo y
por ello lo hacen notar en las clases que im-
parten).
Podemos constatar lo anterior con tan solo
preguntar, pues muy pocas personas entien-
den cómo opera la selección natural, a pesar
de que es un tema que se enseña y aprende
desde la escuela secundaria. Por supuesto,
esto incluye a los creacionistas fundamenta-
listas que atacan la evolución, quienes no se
toman la molestia de comprender la selección
natural, ni a los demás factores evolutivos y
mecanismos generadores de variación here-
dable, antes de descartarlos.
A pesar de que varios creacionistas hayan
tomado un “punto intermedio” al momen-
to de colocar al proceso evolutivo junto con
sus creencias espirituales, en realidad esta
reconciliación no es posible cuando se cree
en la verdad literal de una creación especial
(Coyne, 2009); entonces, en realidad siguen
predicando y anteponiendo sus creencias a
cualquier pensamiento crítico.
Todo esto tiene que ver con el “chantaje teo-
lógico”, que también se menciona en el en-
sayo de León (2009), pues para algunas per-
sonas es más accesible o cómoda la idea de
pensar en una vida eterna, en un premio por
todo el sufrimiento soportado en este mundo
terrenal, o bien, en un castigo por los atroces
actos cometidos. Un filósofo me dijo alguna
vez: “Dios nace del miedo a estar solos en
este mundo… en algo se tiene que creer”. La
inseguridad de algunas personas trae consigo
la necesidad de una explicación del porqué de
su vida, y la teoría de la evolución no propor-
ciona esa respuesta. Una respuesta filosófica
que le dé sentido a nuestras vidas no se en-
cuentra en el entendimiento del proceso evo-
lutivo, y, en mi opinión, ese es el punto prin-
cipal por el cual muchas personas se oponen
firmemente a esta idea.
Sin embargo, la comodidad humana parece
vencer en muchos de los casos, y los crea-
cionistas fundamentalistas día a día deciden
mantenerse desinformados y seguir confian-
do ciegamente en esa “seguridad” que sus
creencias les proporcionan.
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La comodidad humana parece
vencer en la mayoría de los
casos, y los creacionistas
día a día deciden
mantenerse desinformados y seguir confiando
ciegamente en esa “seguridad”
que sus creencias les
proporcionan
Pero, honestamente, no llego a compren-
der que los creacionistas fundamentalistas
vean a la evolución como una “teoría” (pa-
labra que ellos es sinónimo de suposición o
conjetura) y prácticamente exijan enseñar
también la “teoría religiosa” en las escuelas
públicas, y no acepten que en México la edu-
cación pública es laica y quieran introducir
ideas religiosas en esta. Particularmente, en
Estados Unidos, llama la atención que los
creacionistas exijan activamente que el pun-
to de vista religioso acerca del origen de la
naturaleza se enseñe en las escuelas como
una “teoría alternativa” a la de la evolución
(Coyne, 2009). No es posible conjuntar am-
bas cosas, es decir, no es posible mezclar
argumentos religiosos con cuestiones cien-
tíficas, ya que la ciencia y la religión se rigen
por conceptos y bases distintas.
¿Y en nuestro país? También llama la atención
que el escritor Fernando del Paso (2002), en
varias publicaciones para el periódico La Jor-
nada, haya mencionado, independientemen-
te de su motivación, que debería enseñarse
en las escuelas públicas, desde la primaria
hasta la secundaria, la historia de las religio-
nes y el pensamiento religioso a través de la
historia, y haya profundizado ampliamente
en el tema e incluido otros que él cree nece-
sario abordar. Sin embargo, las cosas no son
siempre tan diplomáticas; en el año 2012 en
Michoacán, fue destruida (literalmente) una
escuela primaria y preescolar por un grupo de
creacionistas fundamentalistas a los que no
les agradaba que dentro de las aulas de clase
no se incluyeran enseñanzas religiosas (Mar-
tínez, 2012). Todas estas opiniones e ideolo-
gías están a nuestro alrededor, y tal vez sean
más comunes y cercanas de lo que pensamos.
Lamentablemente, seguiremos enfrentándo-
nos a todas estas situaciones que he discuti-
do. Cada persona tiene una opinión distinta,
eso es aceptable, pero me parece injusto que
en los grupos religiosos donde los fundamen-
talistas tienen influencia se estén inculcando
creencias sobre la naturaleza desde una edad
temprana, sin enseñar que hay que mantener
una mente abierta a posibilidades distintas,
y que todos estos temas sobre el origen del
universo y de la vida son tan amplios, que aún
nos esforzamos por comprenderlos. Reitero
que aquellos que quieran entrar en discusión
con los científicos deben estudiar y entender
con anterioridad los temas que plantean re-
batir, pues el debate científico no es solo una
discusión de argumentos, sino sobre todo
de evidencias tangibles y verificables. Así, si-
guiendo las normas del diálogo científico, el
debate entre el creacionismo y el evolucionis-
mo es más supuesto que real.
Por supuesto, todo esto requiere voluntad y
un gran esfuerzo cívico, y personalmente opi-
no que sería bueno que existiera un poco más
de tolerancia por parte de ambos grupos. Por
último, me dirijo a los científicos: debemos
hacer más esfuerzos para que la información
correcta llegue a manos de la sociedad.
Referencias
Coyne, J. A. 2009. Why evolution is true. Oxford University Press, New York.
Del Paso, F. 2002. Religión y educación. La Jornada, 15-19 de marzo [en línea]. http://tinyurl.com/odeho4y
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León, R. 2009. Creacionismo y evolución. Herreriana. Número especial Darwin: 21-22.
Martínez, E. 2012. Escuela destruida en Michoacán por conflicto ínter religioso. La Jornada, 7 de julio [en línea]. http://tinyurl.com/op357q7
OCDE. 2014. Panorama de la educación 2014. México [en línea].http://tinyurl.com/pzf77wp
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Sartori, G. 1998. Homo videns, la sociedad teledirigida. Taurus, Buenos Aires.
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Año 11, No. 1, 2015
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