goblin panzudo 7 mayo 2014
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L a afición se mueve por el multiverso, de blog en blog, con la
gloriosa visión de disfrutar del hobby. Algunos blogs han en-
contrado un hueco vacío en la defensa de sus lectores y quieren
llenarlo con una nueva publicación llena de información confi-
dencial y altamente peligrosa.
Solo aquellos elegidos, supervivientes de años y años en el multiverso friki,
podrán encontrar en estas paginas que prosiguen la sabiduría de años pasados y
ya casi olvidados por todos.
Las mentes eruditas recuerdan cuando la publicación mensual de la galaxia di-
rigida por el gran Emperador Workshop era un libro de culto para todos. Cuan-
do sus hojas llenaban de conocimiento nuestras débiles y vacías cabezas, todavía
jóvenes en aquellos años dominados por ediciones pasadas.
Algunos siguen leales al Emperador Workshop, pero muchos están en conti-
nua rebeldía porque piden volver al saber primordial. A aquellas publicaciones
donde todo iba dirigido para cuidar a sus leales súbditos y lectores.
La guerra ha comenzado, un enfrentamiento que nos envolverá en un trabajo
arrasador para conseguir satisfacer las ansias de conocimiento de todos los que
esperan conocer mucho más que hasta ahora les han ofrecido.
Los blogs arden. Goblin Panzudo nace para llenar el hueco perdido hace mile-
nios y ser la fuente del conocimiento supremo perdido. Fieles al Imperio, a la
idea de adorar el juego, pero traidores a la idea de seguir al Falso Emperador.
Dictamos nuestras leyes para un futuro más placentero para todos nuestros se-
guidores, cada vez más numerosos.
Blog e Iniciativas unidas en esta cruzada que encabezamos por el bien de los
seguidores del verdadero placer. Y cada vez seremos más unidos a la causa. La
guerra solo acaba de comenzar y las batallas se irán desarrollando periódica-
mente. Sobre estas paginas marcadas de sangre de infieles, encontrareis todo lo
que necesitáis.
Dominaremos la Galaxia. Invadiremos la red. Ganaremos el saber supremo
en bien de todos.
Para nuestros queridos lectores, llega la séptima revista de Goblin Panzudo. Aquí en vuestras manos la tenéis, tras un largo proceso de creación, de organización, de maquetación y de tiempo empleado. Pero con unas ganas increíbles, con muchas ideas y ganas de gustar y dispuestos a seguir durante esperamos muchos números más junto a vosotros.
GP7 llega con creo, la valoración la tenéis que hacer claro esta vosotros, con bue-nos relatos, interesantes artículos y bastante variados, temas actuales y temas de siempre. Con diversidad de opiniones (lo bueno de ser diferentes iniciativas y blogs quien estamos detrás de Goblin Panzudo) y diversidad de estilos.
Esperamos estar haciendo un buen trabajo, una buena revista que no quiere más que llenaros un pequeño espacio de ocio mientras la leéis y la disfrutáis en un mo-mento de vuestra vida. Que os diviertan y os habrá opiniones sobre temas del hob-bie.
Como siempre digo y redigo, agradecer a todos los que están apoyando esta ini-ciativa con su trabajo y a nuestros lectores, que sois bastantes y por lo que estoy muy agradecido por estar tras estas líneas disfrutando de lo que hacemos para vo-sotros. Si vosotros no tendría sentido Goblin Panzudo. Esto es una simbiosis que espero dure mucho tiempo.
¿A qué numero llegaremos? Solo el señor futuro lo sabe ahora mismo. De mo-mento vamos a intentar llegar al número 10, que esta próximo.
Un saludo chavales.
Alfonso Ortega
Ú Ó
ola a todos!
Hace ya casi una semana, como todos
sabéis, tuvo de nuevo lugar uno de los
eventos que se han convertido en impres-
cindibles en todo el territorio nacional, y es que el pa-
sado día 1 de Marzo se celebró, a lo largo de varias
sedes en la península, el Festival de Espadas 2, un
grandísimo evento que se celebra en varias ciudades a
la vez.
Nosotros tuvimos el gran honor de poder acudir a la
sede de Madrid, la tienda Ludorum Juegos, y además
tuvimos el privilegio de poder colaborar en el evento
con nuestros amigos de la Wikihammer 40K, organi-
zando el Concurso de Pintura Rápida, pero antes de
llegar a esto, ocurrieron unas cuantas cosas más.
Por la mañana, los inscritos previamente tuvieron un
torneo de Warhammer 40k, un Choque de Patrullas,
que si no recuerdo mal constó de cinco rondas (tres
por la mañana y dos por la tarde), pero para los que
no estaban inscritos hubo otras actividades, además
de, como os hemos dicho, el Concurso de Pintura Rá-
pida: hubo una partida de rol basada en el mundo del
Dark Heresy, que hizo el deleite de los participantes
(entre los que nos incluimos Alocada y yo).
Y los que no querían jugar, tuvieron un rato para
charlar amistosamente con cualquiera de los que está-
bamos allí, entre los que además tuvimos un visitante
muy ilustre: Kokacoloct, administrador de Fanhammer,
quien vino a visitarnos desde Francia!
Como le sucede a todo buen guerrero que se precie,
hizo falta un merecido descanso para comer, coger un
poco de aire y pensar si las estrategias que se estaban
llevando a cabo eran las correctas o se estaba a tiem-
po de corregir algún aspecto.
Y de vuelta a la tienda a retomar la batalla, comen-
zaron las sorpresas, sorteos de descuentos nos espe-
raban y fueron bastantes los afortunados. Además de
repartirse las papeletas para la posterior rifa de la Es-
pada, que fue a parar a manos de Skarbrand xD
Al terminar el torneo, que se declaró vencedor el
gran Lagarto Extremeño con un ejército totalmente
overpowered... Hermanas de batalla, xDDDD
Tras la entrega de premios, vinieron los cursos de
pintura, tanto el básico, impartido por Skarbrand, co-
mo el avanzado, que impartió David y que Alocada
tuvo la suerte de tener para ella sola con lo cual pudo
aclararle muchas dudas..
Además, hubo un Concurso de Pintura al uso, que
tuvo, entre otras, unas miniaturas estupendas, de las
que Batman es nuestra favorita.
Por último, debemos de hacer una mención de honor
a un niño que andaba con su padre por la tienda, que
vino con nosotros y se lo pasó genial, el niño era estu-
pendo e hizo las delicias de todos los participantes en
el FDE y también queremos dar las gracias a su padre
por permitirnos poner las fotos íntegras.
En definitiva, fue un grandísimo evento, al que espe-
ramos volver el año que viene! El poder pasar un día
compartiendo nuestro hobby favorito con otros aficio-
nados, dentro de un grandísimo ambiente es algo que
merece la pena repetir siempre!
Gracias a todos por asistir y a contar los días que
faltan ya para el próximo.
La Taberna de Laurana
Beneficios de los Beneficios de los Beneficios de los
Juegos de rol Juegos de rol Juegos de rol
E stos días se puede leer y escuchar en prensa y
televisión que la juventud española es de las
peor preparadas a la hora de resolver situacio-
nes de la vida real. Existe una herramienta muy
poco conocida por la mayoría de las personas e incluso
marginada en muchos casos que nos puede ayudar a sol-
ventar este problema: los juegos de rol.
Esta herramienta que algunos profesores ya empiezan a
utilizar en las aulas es ideal para que nuestros jóvenes
aprendan a desenvolverse en situaciones tanto desconoci-
das como diarias, que es de lo que trata este artículo, aun-
que no solo sirven para esto. También nos ayudan a socia-
lizar, aprender y educar a las personas.
Socializamos porque realizamos una actividad junto a
otras personas. Podemos aprender si la ambientación en la
que jugamos es histórica, nos propone resolver incógnitas
o desenvolvernos en situaciones difíciles. Educa porque al
estar con más personas debemos comportarnos teniendo
en cuenta al resto de jugadores para que la experiencia sea
positiva. Durante una partida los participantes toman el rol
de personajes ficticios en una historia que puede estar am-
bientada en un número infinito de situaciones y momentos.
Los participantes en una partida de rol deben en primer
lugar cumplir unas normas, como en cualquier juego. Esto
ya consigue que aprendan que existen límites y que uno no
puede hacer lo que quiera. Si es cierto que la imaginación
es un condimento fundamental en cualquier juego de rol, y
que la imaginación no tiene límites… pero un jugador
aprende que no hay acción sin consecuencias.
Es imposible explicar en qué consiste un juego de rol en
unas pocas líneas, sobre todo si nunca nos hemos preocu-
pado de informarnos seriamente sobre esta afición, pero
voy a intentar explicar porque son una herramienta impa-
gable para que nuestros jóvenes sean mejores personas:
Un juego de rol consiste en la reunión de varios participan-
tes, normalmente entre tres y seis, sentados alrededor de
una mesa. Uno de los participantes será al que se denomi-
na “director de juego” y será quien tenga preparadas las
normas o reglas de la partida, así como la ambientación en
la que se va a jugar. El resto de participantes tomarán el
papel de un personaje que habita el “mundo” que el direc-
tor de juego decida. Estos mundos pueden ser infinitos,
desde la época actual, pasando por la edad media, la Roma
clásica, Grecia, la prehistoria e incluso el futuro.
Cada jugador escogerá un personaje que se involucrará
en este mundo y en la aventura que el director de juego
haya ideado. Por ejemplo existen juegos de rol en los que
los jugadores toman el rol de detectives que deben resolver
un robo, juegos en los que toman el rol de marinos acom-
pañando a Cristóbal Colón o donde representan a diplomá-
ticos llegados a un país en conflicto con la misión de evitar
una guerra civil… De esta forma el director de juego inicia-
rá la partida de rol poniendo en una situación a los partici-
pantes y estos deberán utilizar sus mejores dotes para ir
avanzando dentro de la aventura e ir mejorando a sus
“personajes ficticios”. Esto desde luego se consigue utili-
zando la capacidad mental y la empatía con los jugadores.
Y es por esto que, en mi humilde opinión, deberíamos em-
pezar a plantearnos utilizar los juegos de rol en la educa-
ción que damos a nuestros jóvenes.
En Dinamarca los juegos de rol se consideran una herra-
mienta educativa de primer orden, organizando incluso
partidas en vivo para niños pequeños. Al igual que los jue-
gos de mesa en Alemania, donde los niños comienzan a
jugar y es raro encontrar una familia que no juegue. Hay
que reconocer que los jóvenes de ambos países parece ser
que están mejor preparados que los españoles. No digo
que este sea el principal motivo, pero quizás se pueda em-
pezar a cambiar si se cambia el sistema que está demostra-
do que no funciona.
Otra área en las que los juegos de rol pueden convertirse
en herramienta importante es la cultura.
Dicho así quizás parezca algo banal, pero ¿acaso no es
de todos sabido que el ser humano aprende mucho mejor
jugando? Una partida de rol sencilla en inglés para practi-
car el idioma jugando, una partida de rol que ponga a los
jugadores en alguna época histórica en la que el director de
juego (en este caso podría ser el propio profesor) introduz-
ca sucesos y personajes reales, una partida de rol en la que
los participantes representen a científicos o escritores y
deban conseguir un objetivo todos juntos… existen cientos
de formas para utilizar los juegos de rol potenciando el
aprendizaje y la socialización.
Los juegos de rol (y los juegos de mesa) pueden conse-
guir que aquellos que los practican sean más despiertos y
decididos a la par que precavidos, tengan mayor seguridad
en sí mismos y sepan desenvolverse mejor en las más va-
riadas situaciones.
Ojo al Dado
Magia Identificativos Magia Identificativos Magia Identificativos
Vs Alta Magia Vs Alta Magia Vs Alta Magia
H oy hablaremos en profundidad sobre qué
elección tomar a la hora de elegir los
hechizos cuando jugamos con Hombres
Lagarto o Altos Elfos, la difícil elección
entre Alta magia o los Hechizos Identifi-
cativos.
Si bien este artículo pueda resultar muy interesante
para aquellos que como yo salimos al campo de ba-
talla con un sapo bien gordo con las Disciplinas An-
cestrales de Foco Místico (35 Ptos) o Deliberaciones
Introspectivas (30 Ptos) igualmente será útil para
que el resto de comandantes puedan prever las arti-
mañas de sus enemigos HL o AE y anticiparse a sus
movimientos.
En primer lugar recordaremos que un Mago Sacer-
dote Slam puede adquirir, entre otras, una de estas
dos Disciplinas Ancestrales:
Por 35 Ptos un Foco Mistico que le permitirá cono-
cer todos los hechizos de Alta Magia, para los HL la
Regla del Saber de Alta Magia les permite olvidar un
hechizo lanzado con éxito para, al final de la fase de
magia, aprender otro distinto (otro de entre los ocho
saberes de magia y los de Alta Magia) esta combina-
ción te permite llegar a aprender un montón de he-
chizos mega poderosos… si tenemos suerte.
Por 30 Ptos puedes comprar Deliberaciones Intros-
pectivas que le permite saber los ocho hechizos iden-
tificativos de cada uno de los colegios de magia. Esta
opción nos permitirá utilizar las reglas de cada uno
de los saberes de magia dándonos también mucha
potencia de magia y un hechizo adecuado para casi
cualquier ocasión.
En el caso de los Hechiceros de Altos Elfos podre-
mos elegir entre:
Archimago con la Opción de Alta Magia y regla del
saber que permite que cada hechizo lanzado con éxi-
to incrementará en +1 la salvación especial de el Ma-
go y su Unidad.
Señor del Conocimiento de Hoet que además de
darnos un tio pegón conoce todos los hechizos identi-
ficativos de igual modo que con la Disciplina Ances-
tral Deliberaciones Introspectivas que hemos comen-
tado anteriormente
Antes de entrar a examinar de cerca cada una de
las dos opciones de cada ejército nos aventuremos a
predecir que una opción u otra debe cambiar nuestro
modus operandi en el campo de batalla.
Quizás para un Sacerdote Slam la opción de Alta
Magia le proporcione un conocimiento extra de las
fuerzas mágicas y de esta manera prefiera una parti-
da larga y muy estratégica donde el paso de los tur-
nos le proporcione ese hechizo de realmente esperas
y que haga una verdadera brecha entre las filas
enemigas.
Otro caso sería el del Archimago Alto Elfo que a
fuerza de transformar los vientos de magia en ener-
gía pura consiga que las tiradas de salvación especial
de el y su unidad se hagan cada vez más impenetra-
bles. A todos nos viene a la cabeza ese archimago
dentro de una unidad de Guardia del Fenix que bien
apoyado por un Fenix de Hielo para rebajar la Fuerza
del contrincante convierta a esos “débiles” guerreros
en un Yunque que por mas que reciba golpes del
martillo aguanta sin quebrarse.
Por otro lado, cuando salgo al campo de batalla y
mi elección es el conocimiento identificativo lo que
busco es una partida rápida donde poder convertir
rápidamente los vientos en destrucción y tener siem-
pre una opción adecuada para causar bajas a las dis-
tintas unidades enemigas.
Pero entremos a desmigar las opciones, para los he-
chizos identificativos tenemos:
FUEGO: Hasta 3 opciones que nos darán 1d6, 2d6 o
3d6 impactos de fuerza 4 con dificultades de 5+, 10+ y
18+ pero recuerda que gracias a la regla del saber si
antes has colado el básico del metal que tambien es
daño flamigero podrás añadir 1d3 a la hora de intentar
realizar el hechizo por lo que ese 10+ o incluso el 18+
ya no dan tanto respeto.
BESTIAS: Nunca viene mal una potenciación así, +1
fuerza y resistencia convierte este bloque duro en algo
insufrible, recuerda que si el objetivo es bestias de gue-
rra, caballería, bestias monstruosas, caballería mons-
truosa, carros, enjambres, monstruos o cualquier criatu-
ra del libro de ejército de los hombres bestia la dificul-
tad baja de 10+ a 9+.
METAL: Una de las principales razones por las que
elijo los identificativos y no Alta Magia, con ese hechizo
puedo bajarme cosas chapadas como caballerías, infan-
terias enanas y temidos tanques imperiales, cosa que
con el poder de la Alta Magia a veces no logras conse-
guir. Recuerda que son ataques flamígeros y que hieres
con la TSA del contrario
LUZ: Dos cosas conseguimos con este hechizo, lograr
impactos de una fuerza 6 en su opción potenciada para
acabar de dañar a esos temibles monstruos y por otro
lado un plus de daño si te encuentras frente a No muer-
tos y Demonios. Quien no teme 2d6 impactos de fuera
6?
VIDA: La prueba de que la opción de los identificati-
vos no es solo daño + daño es este hechizo, junto al de
las bestias, quien rechaza por un dado de vientos de
magia un regeneración 5+ para su unidad y la posibili-
dad de curar una herida.
CIELOS: Oh Dios mío, parece que va a llover, además
de los penalizadores que suelta esta maldición causas
1d6 impactos de fuerza 4 a unidade voladoras!!! Espera
es un hechizo de maldición o de daño ^_^?
SOMBRAS: Este hechizo de maldición que es como un
espejo de la bendición Mano de Gloria que encontramos
en Alta Magia nos permite ademas, por solo una tirada
de 5+ en la dificultad del hechizo, poder teleportar a
nuestro mago a una posición que cambiará el curso de
la batalla.
MUERTE: y con este último hechizo no solo causare-
mos bajas, también tenemos la habilidad de generar
más dados de viento de magia. Quizas puedas conse-
guir alguna herida “Gratis”.
Veamos ahora las opciones y ventajas que tenemos
con la elección de Alta Magia:
Voy a analizarlos desde la perspectiva de los Hombres
Lagarto pero no olvides que esos Altos Elfos van a ver
mejoradas esas TSE cada vez que consiga lanzar con
éxito un hechizo. Lo primero a destacar es que en vez
de 6 hechizos lo que tenemos son 8 que nos proporcio-
nan opciones que no dispondremos de otro modo.
DISPERSIÓN DE MAGIA: Podrás deshacerte de esas
maldiciones que han convertido a tu unidad pegona en
flan de huevo o hacer desaparecer esa bendición que
convierte una unidad enemiga en un terrible dolor de
cabeza.
SOFOCAR EL ALMA: 2d6 impactos de fuerza 4 o 4d6
impactos de fuerza 4!!! causará más daño a unidades
blanditas con menos dificultad mágica pero contra uni-
dades chapadas y con alta resistencia se queda tan solo
en un buen hechizo y no en una arma definitiva.
APOTEOSIS: Nos permite recuperar una herida y ga-
nar la regla especial Miedo.
MANO DE GLORIA: Potenciador que nos permitirá
aumentar habilidades de nuestras tropas
CAMINAR ENTRE DOS MUNDOS: Otra genialidad de la
Alta Magia, haz etéreos a una de tus unidades y posicio-
narla donde quieras, una opción muy buena que sin
hacer daño al contrario te dará una ventaja táctica im-
pagable.
TEMPESTAD: Esta opción nunca llega a convencerme,
dificultad alta, poco daño y posibilidad de dispersarse.
DESFRAGUAR: La posibilidad de causar una herida
rapido a ese general que nos da tanto miedo y por el
mismo precio hacer desaparecer esa objeto mágico que
le hace tan valiente… jejeje
CONVOCACIÓN ARDIENTE: Un impacto de Fuerza 4 a
todas las miniaturas de la unidad!!! que continúa en
juego, lo realmente interesante de este hechizo no solo
son las bajas que causas en tu turno, lo genial es que te
va a proporcionar un turno tranquilo de magia enemiga
ya que reservará una cantidad importante de dados de
viento de magia para tratar de dispersar el hechizo o
seguir acumulando bajas.
Qué opción escoger dependerá como siempre de co-
mo te diviertas mas, quizas tu modo de juego sea estra-
tégico y conseguir un “los que habitan” para destrozar
tu cuarto y quinto turno o prefieres lanzarte a golpear
fuerte los primeros turnos!!!
En fin, propicios vientos
El taller de Yila
levo ya una temporadita jugando a X-
Wing, casi casi desde que salió, y dado
que nunca me gustó ir con la mayoría,
juego con el bando de los Rebeldes.
Pues bien, para los que todavía no estáis decididos a
probar el juego, no sabéis por qué ejército decidiros o
queréis probar una lista nueva, os cuento la que
yo utilizo (sé que es tirar piedras contra mi propio
tejado pero... qué más da, no soy competitiva XD)
A ver, la lista que yo uso se llama o es conocida como
Han Shoot First, o lo que es igual, Han dispara prime-
ro, y ahora entenderéis porqué se llama así, y consta
de lo siguiente:
1 Halcón Milenario con Han, y las mejoras
de Puntería, Chewbacca y Artillero
2 Ala-x pilotos novatos
Muchos imperiales se ponen ojipláticos cuando ven
ésta lista, porque es un tanto "correosa" , es verdad
que es un poco "pesada" de jugar pero a mí me en-
canta, me gustarán las cosas raras? XD
Y qué tiene de bueno ésta lista? Pues veamos:
Los dos Ala-X son nivel 2, es muy raro que tu con-
trincante tenga algún piloto de nivel 1, con lo cual
mueves primero (a veces está bien, pero otras te
incordian bastante jeje).
Siempre que puedas aprovecha que éstas naves
fijan blanco, fíjalo y te aseguras repetir los dados que
no te sirvan (caras blancas, concentración) en una
tirada que no te haya salido muy bien. Es verdad que
sacrificas el elegir una concentración para la defensa
pero para mí merece la pena.
Lo ideal sería moverlos delante del Halcón ambos
juntos, en plan escuadrón y fijar blanco a la misma
nave, así te aseguras el tirar más dados de ataque
(éstas naves tiran 3 dados de ataque normalmente,
si te quedas a distancia 1, un dado más, con lo cual
son, mínimo, 8 dados de ataque a la misma nave,
con la opción de repetir los dados que no nos valgan,
muy bien se tiene que defender para no hacerle nin-
gún daño)
Y ahora viene la joyita de la corona de la lista, el
Halcón.
Por partes, el piloto Han es nivel 9 con lo cual, mue-
ve el último y dispara el primero y la habilidad es que
puedes volver a tirar todos los dados, es decir, que si
normalmente atacas con 3 dados y te salen dos caras
vacías y un impacto, puedes repetir tirada, TODOS
los dados.
En éste caso, la acción ideal, siempre que puedas o
te dejen, es puntería. Sigamos con el caso anterior,
tiras tres dados (que serían 4 a distancia 1) y te salen
dos ojitos (concentración) y un impacto (por ejem-
plo), puedes cambiar un ojito por un impacto crítico y
el otro por un impacto normal, con lo cual cambiaría-
mos una tirada "cutre" por una que hace bastante
daño.
Imaginemos que nuestro contrincante tiene una
potra tremenda y defiende todo, saltaría artillero au-
tomáticamente, que es la opción de repetir TODOS
los dados utilizados, con lo cual tenemos otra posibili-
dad de hacerle daño.
Que tenemos mala suerte a la hora de defender,
cosa muy probable porque defiende con 1 sólo dado,
salvo a distancia 3 o con meteorito de por medio que
se añadiría un dado en cada caso, cuando nos vea-
mos apurados, podemos usar a Chewbacca, es decir,
descartar una carta de daño (no valen los críticos, se
siente) y recuperar un escudo, que si estamos apura-
dillos nos viene bien.
Pues bien, si sumamos a lo que os he contado que
los Ala X tienen dos escudos cada uno y tres de cas-
co, y el Halcón 5 escudos y 8 de casco, entenderéis
porqué me gusta ésta lista jeje.
Espero que os haya gustado y os animo a probarla,
puesto que hay que jugarla mucho para poder jugar-
la bien, ya que no es nada fácil mover una peana tan
grande y lo más normal es que te quedes encima de
un asteroide, te choques contra otra nave o te salgas
de la zona de juego (lo digo por experiencia).
Un saludo y arriba los rebeldes ¡!
Alocada, Taberna de Laurana
Lo veo todo. Veo todo en el vacío infinito, sentado
eternamente en este trono que no para de regular los
estimulantes de mi organismo. Cada día que pasa
tengo más resistencia a ellos, y cada día que pasa
puedo entrenar menos de las doce horas reglamenta-
rias. Dentro de poco estaré acabado, y lo veo justo.
He estado tiempo fuera, he estado mucho tiempo
fuera. Esta es mi recompensa, este es mi castigo por
una vida tan larga que solo los traidores la han cono-
cido. En la luna perdida, mi nave se estrelló durante
el injusto enfrentamiento de hermanos contra herma-
nos, y en ella permanecí durante siglos sin término.
Congelado, esperando, acosado por la Maldición del
Sueño eterno que consume a mi capitulo.
Este escrito es solo para los ojos de los Maestres
Capitulares, para mis tres hermanos supremos, y es
mi confesión. Nunca les dije en qué época nací, ni
hasta donde llegaba realmente mi memoria. Esta será
mi última misión, mi última cruzada. Una famosa re-
meradora llamada Petronela Vivar dijo una vez: "yo
estaba ahí el día que Horus cayó". Es una triste y ve-
raz frase... ¿en cuántos sentidos es cierta? Cayó en
batalla, cayó en desgracia, cayó engañado, cayó ante
el Emperador... cayó en el Caos. No pude creer lo que
me contaron, no hasta que no lo vi. No hasta que
sentí en mis propias carnes lo que era la traición de
los hermanos. Dicen que todos los astartes eran ca-
paces de llorar de alegría o aprensión ante el poder y
la magnanimidad de los Primarcas. Nuestros coman-
dantes, nuestros padres, hermanos, guías, amigos.
Tan poderosos, tan únicos, tan especiales todos y
cada uno de ellos.
Mi Primarca probablemente hubiera podido hacerme
llorar si lo hubiera querido, pero yo solamente lloré
un día, unas horas. Lloré el día que mi nave fue derri-
bada, el día que tuve que arrastrar a Valder Greyhelm
hasta la tumba de éxtasis donde duerme ahora. Yo
tuve que enterrar su cuerpo maltrecho, y tuve que
huir abandonándolo a su suerte con los traidores aco-
sándome. Lloré cuando uno de mis corazones se pa-
raba por las heridas, pero no fue por la muerte en
ciernes, sino porque solamente yo sabía dónde estaba
enterrado. Me convertí en el marine más codiciado de
la legión, en el que todos querían corromper o salvar,
en la llave que abría la tumba del Primarca.
No solamente era portador de una plaga que temi-
ble Nurgle jamás podría imitar por lo esencial de su
naturaleza, sino que soy el responsable directo de
propagarla a mis hermanos. Soy el portador del Sue-
ño Eterno, el paciente cero. Soy un arma viviente, y
la ironía desgraciada que rodea a este hecho, me
atormenta a cada minuto que pasa. Todas las legio-
nes tenían algo particular, algo único. Nosotros éra-
mos maestros en una sola cosa, y yo la eché a per-
der, al mismo tiempo que conservaba a nuestro pa-
dre. Su estertor final me contagió, y al estar solos, yo
era el único que podía contagiar a los demás.
Pero esto es demasiado para empezar. Soy un gue-
rrero y no un rememorador, de modo que me permiti-
ré algunas licencias al exponer los terribles hechos
que acontecieron, hablando de "nosotros" o de "ellos"
dependiendo de quién enfoque nuestra odisea en ese
momento. Esta, hermanos, es la memoria de la XI
Legión. Nosotros... fuimos los Yelmos Grises, aunque
nuestros hermanos nos llamaron siempre los Restau-
radores. Y esta, es nuestra historia.
Los Eldars cayeron por culpa de su orgullo, de su
suficiencia, de su hedonismo y egoísmo. Hubo pocos
que escaparan, y aunque siempre fueran por orden
del Emperador nuestros enemigos, Telor siempre los
respetó. Era un buen primer capitán, y recordaba
nuestra historia antes de la llegada del Imperio. La
llegada lo cambió todo, lo puso todo patas arriba.
Todo era... sencillamente gris. Nuestra civilización
estaba en guerra civil, si bien habíamos alcanzado un
tipo de guerra tan sumamente escalofriante en nues-
tro sistema que estábamos en un punto muerto. Bas-
tante más muerto de lo que la gente podría imaginar.
El sistema estelar Varinos estaba compuesto de
ocho planetas, y seis de ellos eran habitables, desde
el tercero al último. Como una gran familia de herma-
nos pequeños y grandes, todos los elementos del sis-
tema solar flotaban juntos en la inmensidad del Seg-
mentum Tempestus, minúsculas partículas en el vacío
infinito.
El primer planeta era Varinos primaris, un mundo
asolado por radiaciones que caía lentamente hacia la
órbita del sol. Era tan caliente, que solamente servía
para mantener colectores de energía en órbita y ali-
mentar nuestras reservas de plasma y energía a lo
largo de todo el sistema solar. El segundo era Varinos
Colossus, la hermana pequeña de la estrella, cuyo
campo gravitatorio impedía a Primaris caer a plomo
contra la corona solar. El tercero y cuarto eran mun-
dos agrícolas, Verfil y Verdal respectivamente. Veryul
era el planeta capital, y ocupaba el quinto puesto,
mientras que Verial y Vertol eran minas y ocupaban
los puestos seis y siete. El octavo mundo, alejado de
todo calor y temiblemente frío, era lo que nosotros
denominábamos... Caos. Allí era donde vivían los cor-
sarios, la pesadilla de nuestra civilización.
En los cinco mil años de historia de la Vieja Noche,
la sociedad se había desarrollado en un sinfín de gue-
rras entre corporaciones. Hubo enfrentamientos por
cada trozo de roca en el que se pudiera vivir, y la cre-
ciente población no se vio mermada por los sucesivos
intentos de unas y otras corporaciones por tomar un
centímetro más de los rivales. La intensa competitivi-
dad capitalista había llegado hacía tiempo a las ma-
nos, y el gobierno corrupto se vendía al mejor postor
hasta el punto en que dejó de haber ejército público y
empezaron a brotar corporaciones de mercenarios,
que se subcontrataban al mejor postor para librar
batallas en las que sólo importaba el contrato.
Tras el terrible incidente de la luna de Urax, que
orbitaba alrededor de Verdal, se prohibieron las ar-
mas nucleares en el conocido Consejo de Veryul. La
reunión entre las cien corporaciones puso límites a la
guerra, y determinadas armas quedaron prohibidas
bajo la amenaza de todas las demás corporaciones
reunidas. Un grupo de comandos de la corporación
Teresar, había detonado una bomba de doscientos
megatones dentro de un búnker acorazado de la cor-
poración Rankur en la luna, y el resultado había sido
una grieta estructural en el satélite que abarcaba
trescientos de sus mil kilómetros de diámetro. La llu-
via de meteoritos destruyó dos ciudades de Veryul,
matando a casi ciento treinta millones de personas y
volviendo la atmósfera irrespirable durante seis me-
ses. Podría haber sido mucho peor, si bien los edifi-
cios de Veryul estaban pensados para ser estancos
como resultado de los enfrentamientos y el desastre
climatológico solamente afectó a los más pobres.
Las corporaciones y el gobierno concluyeron que
destruir planetas completos era sumamente malo pa-
ra los negocios, y las armas se limitaron en gran me-
dida. Las cabezas térmicas cabezamartillo de neutro-
nes, las armas nucleares y termonucleares, las bom-
bas incendia-atmósferas... se prohibieron. Y se des-
truyeron muchas armas de destrucción masiva en
aquellos días, junto a los planos y personas responsa-
bles de construirlas. Por irónico que pueda parecer,
esto desató un nuevo tipo de guerra, mucho más so-
fisticado y letal que el que padecíamos ante la ame-
naza constante de un holocausto nuclear panplaneta-
rio. Ante la creciente demanda de soldados, se co-
menzaron a hacer levas forzosas y a obligar a las con-
denadas y mujeres pobres a tener hijos contra su
voluntad. Llegó hasta tal punto que los niños lucha-
ban a los trece años, y que a muchos se los criaba
para luchar. Las bajas de la guerra convencional eran
mucho más terribles que en la guerra masiva, y esto
provocó el evento que conocemos como la Ascensión
de las Tres Grandes Casas de la Medicina. En resumi-
das cuentas, las tres grandes corporaciones médicas
adquirieron un nivel de importancia tan sumamente
vital a la hora de curar y reconstruir soldados que se
adueñaron de todo.
Los médicos compraron a las compañías de arma-
mento, luego a los proveedores, y luego directamente
a las compañías de mercenarios completas. Todo ha-
bitante del sistema salvo los piratas llegó a ser escla-
vo de un chip de control que le obligaba a estar con-
trolado durante día y noche, supeditado a las corpo-
raciones sin rostro que los dirigían hacia sus intere-
ses.
Llegó un punto donde las tres corporaciones médi-
cas conocidas como Clonus, Dna-Helix, y Moebius;
controlaban todos los mercados financieros, todas las
personas, todas las corporaciones e incluso a quienes
supuestamente las controlaban. El individuo, incluso
si era directivo, estaba supeditado al avance global de
la corporación. Moebius llegó a destruir su propia cú-
pula directiva en un ataque de bandera dirigido por
los encargados de los cálculos, ya que eso aumentaría
sus beneficios.
Se comenzaron a desarrollar nuevas armas terri-
bles, que mataban siguiendo cierto patrón genético o
inutilizaban los blancos con neurotoxinas. Todos los
venenos corporales imaginables surgieron en los labo-
ratorios, y los antídotos se desarrollaban a la misma
velocidad. Luego comenzó la mejora de los hombres
que empuñaban las armas, y por último apareció el
nuevo tipo de guerra. Era una guerra fría y silenciosa,
una guerra de armas que mataban de un golpe, de
modo que incluso un arañazo era letal. Era una gue-
rra que había olvidado las armas de fuego, las armas
de energía, e incluso los cañones. Fue la Era de los
Asesinos, el tiempo de las pesadillas. Aparecieron los
clones del soldado definitivo, y Clonus pasó del apo-
geo dominador a la destrucción absoluta en cuestión
de meses.
Dna-Helix había planeado el arma definitiva, y no
tuvo ningún reparo en utilizarla en dos de nuestros
mundos con tal de ganar su guerra. ¿Quién iba a im-
pedírselo, si Moebius anhelaba la victoria sobre
Clonus tanto como ellos y el resto de corporaciones y
gobiernos ya habían desaparecido? El enemigo del
enemigo fue considerado amigo, y las dos corporacio-
nes terminaron una de las mayores aberraciones de la
galaxia. Verfil y Verial sencillamente desaparecieron
bajo el ataque del virus, y Veryul no podía resistir sola
sin el apoyo de los otros dos planetas de Clonus. Ca-
da una de las otras dos corporaciones poseía dos pla-
netas, y el octavo estaba en manos de los piratas. Los
clones eran numerosísimos, así que la única forma de
destruirlos era liberando la obra maestra conjunta
sobre ambos mundos. Ese, y no otro, fue el origen
del Virus Devorador de Vida. Nosotros, solo nosotros,
lo inventamos... y redujimos los planetas habitables
de un impresionante ocho a un triste seis.
Entonces, fue cuando llegó Valder.
Valder significa "el poderoso" en la lengua estándar
de nuestros mundos. Cayó en Caos, el planeta helado
donde los piratas y corsarios vivían en un régimen de
estricta anarquía, a veces trabajando para las corpo-
raciones y a veces saqueando a placer. Tras el evento
conocido como La Alianza, Dna-Helix y Moebius ha-
bían alcanzado una incómoda alianza que ponía en
peligro la piratería. Se habían prohibido los contratos
de corso y se estudiaba entre las dos cúpulas aniqui-
lar la única pústula de color que manchaba el inmacu-
lado gris de las batas de laboratorio del sistema Vari-
nos. Los clanes piratas se habían aliado a su vez, y el
único objetivo viable era impedir que ninguna nave
capaz de transportar al Devorador de Vida se pusiese
en órbita alrededor de Caos. Tal aberración solamen-
te podían dispararla una decena de naves, pues el
sistema era complicado y peligroso incluso para los
dos gigantes podridos, y ninguno quería que ni sus
naves ni su valioso personal se convirtieran en restos
descompuestos. El índice de suicidios en el pequeño
mundo pirata se había multiplicado por ocho en el
año en que el Primarca bajó del cielo.
Fue como una estrella caída desde el firmamento
nublado por las tormentas de disformidad, que cruzó
los páramos de los polos fríos para estrellarse en mi-
tad de la tundra. El impacto abrió una brecha en la
corteza hasta el punto de que varios kilómetros a la
redonda se fundieron para dar paso a la vegetación
de crecimiento rápido, latente en el permafrost. Las
plantas crecieron en cuestión de horas, y para cuando
el clan pirata Estrella Itinerante llegó a la zona a veri-
ficar de qué se trataba, encontraron un pequeño valle
que parecía un edén de los planetas interiores. Los
piratas se asombraron, y durante mucho tiempo estu-
vieron explorando el lugar en busca del milagro que
había producido aquel asombroso efecto. La codicia
se apoderó de sus corazones, pues en Caos solamen-
te crecían un centenar de kilómetros de vegetación
invernal alrededor del ecuador, y las siguientes horas
fueron una batalla en la maleza. Los piratas lucharon
contra sus hermanos de clan, dispuestos a quedarse
con el artefacto capaz de generar microclimas en el
planeta para ellos. Quizá era un experimento de las
corporaciones que podrían vender o utilizar a cambio
de su propio país sacado de la tierra baldía. Fue una
lucha larga y sangrienta, terrible y dolorosa, desigual
y desleal. Los aliados se convertían pronto en enemi-
gos, los enemigos de repente colaboraban para matar
a un traidor, y luego todos ellos volvían a traicionarse.
Al final, de cien hombres que habían ido, tan solo
sobrevivió una mujer. Delara engañó al último par de
piratas, que eran de los más sanguinarios, ofrecién-
dose a sí misma como premio al ganador. Los saca-
mantecas de Clonus la habían esterilizado para utili-
zarla de incubadora tan pronto como había alcanzado
la mayoría de edad, y había sido de los pocos supervi-
vientes de la corporación cuando una de sus naves
había intentado huir a Caos. Eso la hacía candidata
para un placer sin límites que nunca estaría interrum-
pido por la propia naturaleza de la procreación, de
modo que era un trofeo irresistible para una cultura
machista como era la del sistema. Cuando el pirata
triunfador se acercó a ella, se dejó llevar por el impul-
so del hombre, y tras varias vueltas en la hierba que
más tenían ya de retozo que de coqueteo, lo mató
con sus uñas sintéticas capaces de cortar incluso el
acero. Nadie hubiera esperado semejante implante en
una mujer de cincuenta kilos, pero aquello era el Pla-
neta de los Piratas, y todo era posible.
Volvió a vestirse y vagó examinando y saqueando
los cuerpos de sus compañeros. Debido a la calidez
de la zona, tardó bastante rato en darse cuenta de
que se aproximaba la letal noche del planeta, y que el
permafrost comenzaba a devorar de nuevo los límites
del valle encantado. Horrorizada, trató de escapar de
la inevitable tumba de hielo en la que se vería atrapa-
da para siempre si la noche la alcanzaba. Intentó huir
en uno de los pocos vehículos que quedaban intactos,
pero las orugas patinaron y se vio arrastrada hasta el
centro del cráter, como si cada pisotón desesperado
del acelerador la llevase en dirección contraria a la
que pretendía. Desesperada al llegar al punto más
profundo del tazón, descubrió que la noche ya había
alcanzado la mitad del cráter, quemando todas las
plantas con una abrasadora capa de frío. Se echó a
llorar de terror y de rabia, dejándose caer sobre la
protuberancia cubierta de malas hierbas que había en
el centro del cráter.
Se dio cuenta de que estaba caliente al tacto, tan
caliente que quizá era el verdadero origen de aquel
efímero edén. Comenzó a tirar de las hierbas, como
poseída por algún tipo de instinto primario que se
aferraba a la supervivencia con uñas y dientes. Sus
uñas mejoradas pronto desbrozaron toda la hierba, y
encontró lo que habían estado buscando todos. Por lo
que sus hermanos de clan se habían matado unos a
otros, por lo que ella misma había matado. Era una
cápsula de emergencia, una especie de recipiente
diseñado para transportar a los huidos de naves en
problemas a la seguridad de los planetas. Demasiado
pequeña para un adulto, de modo que no podría
usarla. Las lágrimas amenazaron con regresar a su
rostro cuando golpeó de rabia el duro metal, y casi
sufre un infarto al ver que la pequeña nave se abría
soltando chorros de vapor.
Delara no tenía nada que perder, así que miró en el
interior, sin estar segura de que lo que hubiera dentro
fuera siquiera humano. Su duro corazón de pirata se
fragmentó en un millón de pedazos cuando descubrió
qué había en el interior. Era un bebé, uno enorme, de
ojos grises y pelo negro y lacio como la noche sin
estrellas. Se chupaba el pulgar y la miraba con inteli-
gencia, como esperando a que hiciera algo. Delara se
maldijo a si misma por haber golpeado la cápsula. Era
una asesina y una traidora, y merecía la ironía de mo-
rir congelada por haber matado a sus compañeros, no
así un niño pequeño que nunca habría podido hacer
daño a nadie. Las lágrimas se apoderaron de ella una
vez más, y desconectó al pequeño de la cápsula con
un instinto maternal que jamás había conocido y ja-
más volvería a conocer. Tenía un par de minutos an-
tes de que el círculo mortal los consumiese, de modo
que hizo lo único que podía hacer: se sentó en la cáp-
sula con el niño en brazos, tapó a los dos con su abri-
go y ropas. Lo último que pudo recordar antes de que
la oscuridad la envolviera, era que tenía que proteger
al niño a toda costa.
Cuando recuperó la consciencia, oía el rumor de los
motores de más orugas de nieve. Abrió los pesados
párpados, y descubrió al pequeño asomado por enci-
ma del abrigo, diciendo palabras en el incomprensible
idioma de los bebés mientras agitaba una manita en
dirección a los transportes. Era grande para ser un
niño, pero le había parecido tan adorable que juró
nunca desprenderse de él. Lo siguiente que se pre-
guntó era por qué no estaban muertos, y descubrió
con estupor que un área de varios metros alrededor
de ellos estaba incólume, con la hierba todavía into-
cada por el frío. Los piratas de la banda que venía no
la conocían, y escondió al niño bajo su ropa, con
suerte, podría hacerles creer que la cápsula era la
fuente del calor anormal y así salvar al pequeño. De-
lara sabía en lo profundo de su ser, que el bebé que
la miraba ahora y sonreía como su fuera consciente
de lo que pensaba, era la verdadera fuente.
Veinte años después, Valder hacía la guerra como
lugarteniente de su madre, Delara. La mujer había
perdido el ojo derecho en combate, y él era ya un
hombre enorme cubierto de cicatrices. Su rostro,
inexplicablemente a salvo, tenía un par de líneas gri-
ses provocadas por su vida de guerra. Una le surcaba
una ceja, y otra el pómulo izquierdos.
Era uno de los piratas más conocidos del sistema, y
sin duda uno de los más terribles, hasta que la Alian-
za sacrificó la vida de cientos de civiles para capturar
su nave. Pasó los siguientes diez años encerrado en
un edificio de paredes blancas y sin puertas o venta-
nas visibles. Los análisis genéticos y químicos a los
que le sometieron revelaban que se trataba de un ser
superhumano y no de un simple mortal, así como la
esterilidad de su madre y el hecho de que era adopta-
do. Enfureció al principio, pero luego obedeció todas
y cada una de las órdenes de sus captores para pro-
teger a su madre. Le mostraban imágenes de ella, le
dejaban hablar y conversar con ella una vez por se-
mana. Cuando se dieron cuenta de su increíble poten-
cial mental, de lo rápido que aprendía de todas las
pruebas a las que lo sometían, decidieron que valía
incluso más como investigador que como cobaya.
Fue instruido por los mejores doctores y genetistas,
que iban a darle lecciones privadas totalmente paga-
das y alentadas por la Alianza. Esta fue la situación
durante casi una década, y a pesar de que lo conmi-
naban continuamente para crear nuevas armas, Val-
der trataba de explicarles que él no podría crear una
monstruosidad que superase al Devorador de Vida, y
por el contrario regalaba a las corporaciones fascinan-
tes descubrimientos científicos que dejaban a toda la
sociedad boquiabierta. Implantes cibernéticos, re-
construcción de miembros y órganos, curas casi tota-
les para la mayor parte de cánceres, ciegos de naci-
miento que veían de nuevo... nada estaba fuera de su
alcance, y ninguna de las dos corporaciones sacaba
ventaja sobre la otra, olvidando con ello a los piratas
que habían cuidado del Primarca. Pronto ningún
maestro tuvo nada que enseñarle, y dominó práctica-
mente todos los campos de la medicina y la genética
mejor que ningún otro habitante del sistema.
La única forma de chantaje era su madre, y debían
cuidarla para que trabajara, al mismo tiempo que
nunca haría lo que ellos querían si no le hacían nada.
En un determinado momento los directivos de
Moebius tomaron cartas en el asunto, y el intento de
secuestro acabó matando a Delara. Tan pronto como
Valder se enteró montó en cólera, una cólera para la
que su prisión de paredes blancas no estaba prepara-
da. Usando sus productos químicos escapó, huyendo
a los niveles más bajos y llenos de oscuridad de la
ciudad colmena principal. Lenta pero inexorablemen-
te, su resistencia comenzó a dejarse ver, asimilando
cada vez más grupos descontentos, cada vez más
gente que quería huir del control medicocrácico de las
corporaciones de la Alianza.
Unos once años después del incidente, el Primarca
ya controlaba una fuerza pareja a la de las dos corpo-
raciones, contando sobre todo con núcleos de resis-
tencia en todas las colmenas del sistema planetario.
Era un enemigo que no podían destruir sin destruir el
huésped, ellos mismos, y las invisibles corporaciones
comenzaron a autodestruirse por la acción de topos,
actos terroristas, experimentos fallidos y directivos
asesinados. El Gremio de Asesinos trabajó sin descan-
so, enzarzándose en una terrible pelea invisible a tres
bandas, pues la Alianza ya sospechaba hasta de sí
misma, y tanto Dna-Helix como Moebius pensaban
que el otro iba a traicionarlos gracias a Valder Grey-
helm. Su apellido materno era una burla en sí mismo
al uniforme de los médicos que pretendía destruir, y
comenzó a corearse por muchos lugares. Poco des-
pués, algunos directivos hablaban ya de disolver las
corporaciones antes de que fuera demasiado tarde, y
a pesar de las ejecuciones sumarísimas de los detrac-
tores de la estructura monolítica esta acabó desmoro-
nándose. Doce años y trece días después de la trági-
ca muerte de Delara, todo el sistema solar convocaba
nuevas elecciones democráticas, en las que se incluía
Caos como planeta perteneciente al sistema. Se res-
petaron los Fueros de la Piratería y se consideró des-
de entonces a los piratas como milicia del ejército que
podía ser llamada a filas, y a quienes se subvenciona-
ría para poder autoabastecerse en su planeta, al que
rebautizaron como Urthâk. La "roca helada", comenzó
a convertirse en un gigantesco puerto estelar que
debía servir de plataforma para la futura conquista de
mundos.
Valder continuó muchas investigaciones y destruyó
otras tantas, siempre procurando eliminar todo aque-
llo que pudiera ser perjudicial para su nueva socie-
dad. Se cambiaron los estatutos de las corporaciones,
se eliminaron los chips de control, y se declaró ilegal
experimentar con seres humanos salvo que estos lo
consintieran expresamente delante de una decena de
testigos ajenos a las corporaciones. Se reabrió el libre
comercio, la economía se volvió proteccionista, y se
eliminó de la justicia la experimentación forzada. El
final de los niños soldado y las mujeres incubadora
llegó tan pronto como el primer gobierno libre había
alcanzado su apogeo.
El Primarca estableció como símbolo de la nueva
Medicina Pública dos serpientes que se enroscan alre-
dedor de un bastón de mando, para recordar la terri-
ble sombra de las corporaciones y que los errores
nunca se repitieran. Se convirtió en embajador con
los piratas, y en Investigador Supremo de la Universi-
dad Libre de Veryul.
Solamente se arrepentiría de una cosa durante su
vida como investigador, y fue de no destruir el Devo-
rador de Vida, pues su creciente orgullo le obligó a
intentar buscar la forma de contrarrestar el arma bio-
lógica más terrible jamás inventada.
Ese era su objetivo final... cuando el Emperador
llegó.
Los ojos grises hielo del Primarca se abrieron como
platos el día que el Emperador apareció con su flota
en el sistema. Solamente un pequeño ejército, los
asesinos y los piratas podían considerarse una fuerza
militar; de modo que el gobierno planetario no optó
por la confrontación. A pesar de que Valder sintió de
inmediato la presencia de su padre y la alegría que
este emitía al saber que le había encontrado, no tuvo
tiempo de destruir todo el material acerca del Devora-
dor de Vida cuando apareció. Mientras era recibido
con vítores y grandes agasajos propios de una socie-
dad avanzada y civilizada, él se escondió en el labora-
torio más profundo para intentar eliminar la mayor
aberración de su vida antes de que lo encontrara.
Su sistema se integraría en el Imperio como pocos,
pero él no podría mirar a su padre a los ojos mientras
el virus existiera.
Cuando el Emperador lo encontró, estaba en mitad
de un laboratorio destrozado, con la bata médica he-
cha jirones y aporreando a toda prisa un teclado vir-
tual. Los pocos astartes que acompañaban al Empera-
dor se asombraron de ver la palidez en el rostro del
Primarca cuando ambos se encontraron. Si hubiera
podido tener miedo, aquella fue la ocasión que más
cerca estuvo de tenerlo. Su padre frunció el ceño al
verlo, y comprendió qué era lo que estaba protegien-
do. Pidió a los marines de la XI legión que esperaran
fuera, y conversó durante horas con el soberano de la
humanidad. Cuando salieron, el Primarca había acep-
tado la verdad de su padre y declaró que se pondría
al frente de su legión, si bien el pesar de conservar el
Devorador de Vida no le abandonaría jamás.
Como el resto de legiones, la XI se adaptó rápida-
mente a los deseos y costumbres de su Primarca. Una
vez estabilizada su semilla genética, lo que no repre-
sentó ningún problema para el Maestro de la Medici-
na, comenzaron los reclutamientos. Entre los estu-
diantes más sobresalientes y físicamente preparados
se escogieron cientos, si no miles, de candidatos a
Astartes. El número de apotecarios de la legión era
atroz comparado con el de otras legiones, y sus bajas
en combate eran infinitamente menores. Muchos ofi-
ciales eran a la vez apotecarios, y sus conocimientos
sobre el tratamiento de enfermedades llegaban mu-
cho más lejos que los de sus hermanos de otras le-
giones. Eligió para ellos el brillante gris plata de las
estrellas, tomando las hombreras rojas carmesí. Su
emblema fue la doble serpiente y el báculo, a la que
el Emperador añadió las alas del áquila para repre-
sentar a los apotecarios de todas las legiones.
La legión se organizó en ocho capítulos, cada uno
dirigido por un capitán capitular, y cada pareja de
ellas respondería ante un Maestre de la Legión. De
este modo, la XI Legión tendría una cadena de man-
do rígida y sin fisuras.
Su avance durante la cruzada a bordo del Descanso
del Guerrero como parte de la trigésimo tercera expe-
dición fue relativamente lento comparado con el de
sus hermanos Primarcas, salvo quizá Lorgar, si bien el
número de bajas fue ridículo comparado con el de
ellos. Además, Valder consiguió el increíble promedio
de tener que conquistar por la fuerza un mundo de
cada diez. Solamente los Portadores de la Palabra
conseguirían una tasa de éxitos mayor. Su habilidad
diplomática, unida a su increíble despliegue pacifista
presentándose como médico en vez de como conquis-
tador hacía que cualquier mundo humano se rindiera
ante su abrumadora presencia. Tal era su habilidad,
que incluso corrigió de una generación para la si-
guiente la mutación de varios mundos, devolviéndolos
a un estado de pureza humana que solo existía en
Terra. Fue amonestado dos veces por el mismísimo
Emperador por negociar con los Eldar su retirada de
seis sistemas, pues parecía comprender que los aliení-
genas valoraban sus vidas por encima de los planetas
que ocupaban. Esto le causó una terrible frustración
que sellaría su destino...
Cuando se usó por primera vez el virus en un plane-
ta alienígena, Valder se negó en redondo a apoyar a
las fuerzas de su padre en el ataque. Retiró a todos
sus médicos de las escuadras, y se colocó en posición
de salto disforme antes de siquiera explicar qué esta-
ba haciendo. Tal fue la estupefacción del Emperador,
que le amenazó con disolver su legión y encerrarlo
para siempre si no abandonaba de una vez su permi-
sividad con los xenos y volvía a su posición. El Primar-
ca médico le instó a ello si lo creía necesario, rogando
al Señor de la Humanidad que le demostrase el amor
de un padre destruyendo para siempre la abomina-
ción vírica que se había desarrollado en su mundo y
que él había salvado de la quema de conocimiento
prohibido. Su padre juró que solamente lo usaría en
casos de extrema necesidad, pero aquello no fue sufi-
ciente para él.
Con una orden precisa, dijo a su padre que no vol-
vería a luchar a su lado mientras aquel horror existie-
ra, y a pesar de que el mismo Emperador le pidió que
lo reconsiderase, tanto el Descanso del Guerrero co-
mo su flota desertaron a su sistema, y encendieron
un artefacto de incalculable poder que había perma-
necido oculto y en desarrollo desde que el Emperador
se marchara, lejos incluso del alcance del Mechani-
cus: El Gran Escudo Disforme.
No todos los marines de los Yelmos Grises sufrieron
la misma suerte. Casi la mitad de la legión estaba
desperdigada por el cosmos, de modo que solamente
parte de ellos regresó a tiempo antes de que se acti-
vara el Escudo. Muchos rumores apuntan a que todos
aquellos marines pasaron a formar parte de los ultra-
marines, pero nada de esto ha sido confirmado ja-
más. Todo lo que sabemos es que el conocimiento de
los Apotecarion procede de ellos.
Fuimos borrados, nuestro Primarca desapareció de
su pedestal al igual que el Purgado y jamás se volvió
a hablar de nosotros. Nos convertimos en fantasmas,
en las sombras olvidadas para toda la eternidad. To-
dos se preguntarían dónde estábamos en los momen-
tos de más necesidad, dónde habíamos terminado,
por qué no acudimos a salvar y curar... al Emperador.
Hasta su exilio, Valder mantenía una buena relación
con los Primarcas descubiertos, viajando a menudo
con el Emperador. También reverenciaba a Horus, a
quien consideraba el hijo predilecto del Emperador y
un modelo a seguir, aunque todos los Primarcas eran
demasiado violentos y sanguinarios para su gusto de
curandero.
No fue hasta que encontró una nave Interexiana
dañada en las patrullas camufladas fuera de su escu-
do disforme, cuando comprendió lo que había estado
sucediendo en su ausencia. Los humanos avanzados
les recibieron a tiros, pero su naturaleza protectora
inculcada por su madre le llevó a minimizar las bajas
contra ellos y a intentar parlamentar. Los Interexia-
nos se sorprendieron de la benevolencia con la que
les habían tratado, aunque se mostraron reticentes al
contacto con el Primarca. Su líder, un interexiano
manco de aspecto furibundo, le increpó durante seis
días a través del comunicador de un cristal de seguri-
dad, acusándole de traidor y de corrupto, sin que Val-
der comprendiera a qué se refería.
Cuando le quedó claro que no le haría daño, el in-
terexiano concretó sus acusaciones, alegando que no
trataría con un siervo del “Kaos”. La discusión se alar-
gó durante horas, pues el Primarca pensaba que se
refería a su planeta natal, que se había llamado así.
Fueron seis días más los que hicieron falta para que
el hombre accediera a explicarle que el Imperio había
destruido su civilización, siendo comandados por un
hombre que se llamaba Horus. Se sintió profunda-
mente confundido cuando en ese momento Greyhelm
le sacó de la celda y prácticamente le arrastró hasta
un laboratorio, donde le conectó forcejeando a una
máquina que le reconstruiría el brazo perdido en
cuestión de días.
El interexiano dijo que había dejado atrás su nom-
bre, perdido junto a su honor cuando un Lobo Lunar
llamado Loken le había mutilado y convertido en un
inútil. El Primarca lo conocía de oídas, y la actitud de
robo y traición de ese Astartes concreto y de su her-
mano Horus le hacían doler la cabeza. No podía ima-
ginarse qué clase de "mancha" era a la que se refería
continuamente su invitado, que ahora más confiado
por el trato recibido por él y sus camaradas tanto hu-
manos como kinebrach, accedía a contarle más secre-
tos. La ira del Primarca era fría y creciente a medida
que el invitado hablaba, pero no dejaba de preguntar-
se qué verdad estaría ocultando. Ninguna prueba que
él pudiera realizar con sus instrumentos denotaba
mentira, y él se fiaba de los hechos médicos. Podía
medir cualquier cosa, y a no ser que aquel hombre
fuera un psíquico, era imposible que le ocultara la
verdad. Tan pronto como sus astrópatas lo descarta-
ron, se quedó en blanco por primera vez en su vida.
Le faltaba algo.
Exigió al interexiano la verdad a cambio de su liber-
tad y la de sus hombres, poniendo sobre la mesa una
nave pequeña y las coordenadas de un mundo Eldar
que había negociado no atacar. El otro aceptó, y le
contó de manera científica y cuantificable lo que sabía
sobre el "Kaos". Fueron necesarias muchas compro-
baciones, muchos análisis por parte del capitán hu-
mano para comprobar que ni Valder ni sus hombres
tenían ninguna "mancha". Le explicó a su invitado el
verdadero objetivo del imperio, y le invitó a hacer
todas las pruebas que quisiera con él para comprobar
que no mentía. Asombrado, el capitán le concedió su
confianza y le dijo como detectar y destruir el "Kaos",
del modo en que los Eldar le habían enseñado.
Cumplió su palabra y liberó a los últimos Interexia-
nos para que huyesen a donde pudieran, mientras él
se preparaba para cometer el mayor error de su vida.
Como médico, pensó que el Caos era una enferme-
dad que podía curar, y su primer paso fue intentar
contactar con Horus para que el "enfermo" reconocie-
ra su problema.
Decidió que si Horus lo necesitaba, bien valdría vol-
ver a enfrentarse a su padre, a pesar de que Russ
pudiera hacerle lo que le hubiera hecho a su hermano
el Purgado.
Cuando Valder rompió su exilio y alcanzó a Horus,
fue en mitad de un salto intermedio camino de Ist-
vaan III. El señor de la Guerra habló con su hermano
largo tiempo Olvidado, y le explicó la visión de futuro
que tenía, lo que había visto. Le contó que había es-
tado presente cuando había sido engendrado, y se
disculpó por haber golpeado su cápsula cuando solo
era un bebé.
Por mucho que se desgañitó Greyhelm en presencia
de Horus, no solamente no logró convencerle sino
que al final cayó presa de sus palabras. El señor de la
guerra lo dejó ir sin impedimentos, pues casi le había
obligado a jurarle lealtad, alegando que su padre ha-
bía usado varias veces el monstruoso virus de su pla-
neta contra poblaciones enteras, y que él había sido
testigo de lo mucho que disfrutaba jugando a ser un
Dios que quitaba la vida a su antojo. No hay ningún
dato sobre las palabras que cruzaron ambos Primar-
cas, si bien a la salida del encuentro el comandante
de la XI Legión estaba colérico y rojo, en tanto que
Horus sonreía con un gesto que algunos de los Guar-
dias de Honor del capítulo afirmaron que podría ta-
charse de malicioso.
A la reunión asistieron también los dos miembros
más antiguos y respetados del Mournival, un apoteca-
rio de los Hijos del Emperador, y el primer capellán
Erebus. Esto enfureció gravemente a todos los Maes-
tres de la Legión, quienes fueron excluidos de partici-
par por la Corte de Lupercal, permaneciendo ellos y la
Guardia unidos y desafiantes ante sus hermanos As-
tartes. Tenían instrucciones de evitar contagiarse de
la enfermedad del Caos.
El contacto de Valder con la obra Fabius Bilis, anti-
guo alumno suyo, y sus increíbles avances en fisiono-
mía y en la creación del Emperador lo abrumaron.
Volvió a su sistema estelar tan rápido como pudo,
negándose a la idea de enfrentarse a su padre. Des-
terró la tentación de la venganza con una nueva ob-
sesión médica. Le habían mostrado algo que no se
había atrevido a pensar nunca, que la obra del Empe-
rador, los astartes, podía estar incompleta. Con esta
idea envenenada en la cabeza, y creyendo firmemen-
te que su padre debía ser obligado a entregar todas y
cada una de las esferas del Devorador de Vida para
su destrucción final demostrándole que podía equivo-
carse, se dispuso a participar en la guerra no como
participante sino como garante de que el señor de
Terra jamás volvería a usarla. No podía permitirlo.
Todo lo que quedaba de nuestra legión estaba reclui-
da en dos sistemas estelares a la espera desde hacía
años de que el Emperador, único ser humano capaz
de atravesar el escudo, viniera a reconocer su error.
Encerrado en su fortaleza de la Luna Quebrada de
Urax, el Primarca tuvo visiones terribles sobre lo que
debía hacer con sus Astartes. Comenzó a aplicar va-
rios de los descubrimientos de Bilis en un grupo de
control del Cuarto Capítulo. Telor, Primer Capitán de
la Cuarta, comenzó a defender la teoría de que el
Emperador estaba usando sus conocimientos superio-
res para fabricar una nueva y más terrible arma bioló-
gica en su retiro. Había sido el primero en experimen-
tar los implantes de Fabius.
Los resultados del grupo de control fueron asom-
brosos, y a medida que el Primarca experimentaba
más y más sentía la imperiosa necesidad de cambiar,
transmutar todo. Era como si una voz invisible le su-
surrase todas las cosas que tenía que alterar para que
sus marines espaciales alcanzaran la perfección.
La locura de los añadidos internos llegó a tal punto
que algunos de sus marines ya no necesitaban comer
o dormir, pues se alimentaban mediante generadores
directamente de la energía disforme. Desarrolló ar-
mas que no necesitaban cargadores, servoarmaduras
que no llevaban reactor, espadas que no necesitaban
energía. Todo podía alimentarse directamente de po-
der disforme usando al portador como entrada, y era
una fuente tan impensablemente infinita, que la gala-
xia podía ser conquistada varios miles veces antes de
que el empíreo se diera siquiera cuenta de que esta-
ban usando su esencia para alimentar tecnología. Y lo
mejor era, que gracias a los Interexianos sabía cómo
evitar la corrupción del Caos. Tan pronto como acaba-
ra el armamento para detener la guerra por pura di-
suasión, salvaría a Horus con una vacuna.
Cuando se produjo la matanza de Istvaan III, y
posteriormente la matanza de Istvaan V, Greyhelm
despertó. Tenía sus espías en el Imperio, y se dio
cuenta de que Horus le había engañado al recibir el
mensaje radiado a todo el Imperio de su hermano
Dorn, y que el Interexiano le había dicho la pura ver-
dad al advertirle sobre lo terrible que era la disformi-
dad. Se arrepintió de lo que había hecho, pero la
fuerza de Tzeench era ya tan intensa en él que nece-
sitó de toda su tecnología para arrancar la presencia
de su alma.
En el proceso, arrancó parte de su propia concien-
cia, y debilitado por las operaciones para regresar a la
normalidad, no tuvo más remedio que huir de sus
propios Astartes. Las compañías de la Cuarta, de la
Sexta, Séptima y Octava estaban ya cambiados, y
pronto transmutaron su forma mortal por una pose-
sión demoníaca.
Todas las criaturas que había alterado se transfor-
maron en burlescas deformaciones afectadas por la
esencia pura de la disformidad que alimentaba sus
cuerpos y armas, fundiéndose en criaturas monstruo-
sas. Algunos de ellos, ataviados con armaduras de
exterminador que el mismo Horus le había regalado
en su visita; fusionaron sus blindajes, pieles y armas,
dando lugar a verdaderas aberraciones conscientes
que podían mutar sus miembros para disparar de
múltiples formas.
Algunos de ellos, los más inteligentes, huyeron
aprovechando las grietas en la disformidad. Otros
cazaron implacablemente junto a sus hermanos po-
seídos a los Astartes que todavía no habían cambiado
y los arrastraron entre gritos y maldiciones hasta los
laboratorios, pues algunas de sus armas eran tan le-
tales y temibles, que atravesaban e inutilizaban a los
exterminadores y dreadnoughts leales. Muchos cien-
tos de la Tercera murieron para proteger al Primarca
herido, que trataba de preparar un remedio para re-
vertir lo que había hecho mientras la mente se le nu-
blaba.
Yo era entonces poco más que un oficial de campo.
Recibí la llamada de auxilio de mi señor, y entré con
mi compañía completa en la Luna Quebrada para sal-
varlo.
Solamente tres escapamos, utilizando el cinturón de
asteroides para poder esquivar a nuestros persegui-
dores semidemonio, y finalmente cuando nos alcanza-
ron, nos estrellamos. Allí fue donde construí durante
meses la tumba de éstasis del Primarca con ayuda de
mis compañeros, hasta que finalmente pudimos esca-
par cuando una batalla fratricida nos pasó cerca. Las
naves de nuestro capítulo estaban divididas ahora en
dos facciones enfrentadas, y los poseídos buscaban a
nuestro señor para terminar su ascensión a Príncipe
Demonio.
La guerra civil continuó durante siglos, aislados por
el Gran Escudo. Generaba un campo disforme que
rompía las rutas de salto alrededor de nuestros dos
sistemas de reclutamiento, y la brutal contienda conti-
nuó arrasando nuestras tierras durante una centuria.
Toda nuestra civilización colapsó, y como he dicho
antes, me convertí en la única persona que sabía
dónde estaba Valder Greyhelm cuando mis compañe-
ros murieron. Durante cien años fui el botín más pre-
ciado, tocando a leales y traidores por igual, ya fuera
en la hermandad o en la batalla.
Valder había generado una enfermedad sin desear-
lo, un mal terrible al sufrir el impacto del Dios de la
Transmutación que intentaba reclamarlo. Me lo trans-
mitió a mí, y yo lo propagué como una plaga que ni
Nurgle podía imitar.
Yo creé, con mi presencia, la Maldición del Sueño
Eterno.
Y tras ciento seis años de resistencia, caí bajo su
influjo y fui enterrado en éstasis como un muerto en
vida.
Las tormentas de disformidad hicieron infranquea-
bles los sistemas Varinos y Varnaden a causa del ex-
perimento durante interminables años. Las dos estre-
llas donde la legión había nacido y desaparecido. Los
informes fueron clasificados por el Emperador, pues
hasta su desaparición, el Primarca constaba como uno
de los pocos que se había resistido a la voluntad de
su padre al encontrarse. Nuestra lealtad era descono-
cida, simplemente nos habíamos esfumado junto a
nuestros mundos de reclutamiento cuando la tormen-
ta disforme nos tragó. Los Exiliados bien podíamos
habernos pasado al Caos, y siendo como éramos los
inventores del Devorador de Vida, no podía permitirse
que ese arma se asociara más a la destrucción de los
Poderes Ruinosos más allá de lo que se había asocia-
do en Istvaan III.
Igual que nuestra hermana, la Legión II, desapare-
cimos y el nombre de nuestro Primarca cayó en el
olvido. No fue hasta el inicio del cuadragésimo primer
milenio, cuando una nave de los Templarios Negros
emergió de la disformidad atravesando el Gran Escu-
do. El artefacto se había averiado, y nuestros tenoa-
deptos ya no es que no tuvieran medios para arre-
glarlo, es que ni siquiera tenían medios para llegar
hasta la órbita del gigante gaseoso sin caer en su
campo gravitatorio. La nave más grande que poseía-
mos entonces era una fragata destrozada que hacía
las veces de transporte inter-sistema. Ya no era capaz
ni de activar los escudos geller, y debía viajar a velo-
cidad sublumínica durante dos meses.
Los Templarios Negros encontraron al estrellarse
que el planeta granja que había sobrevivido a la gue-
rra era ahora una jungla letal llena de Orkos.
Los vestigios de civilización estaban en las pocas
montañas que quedaban en el mundo, y todas las
ciudades fortificadas se encontraban allí.
Emitieron una seña de auxilio a quien pudiera oírla,
y los pieles verdes convergieron en su posición como
una marea infinita. Cincuenta y seis astartes resistie-
ron durante horas, hasta que la munición escaseó y
las bajas indicaban que pronto serían desbordados.
Fue entonces cuando aparecieron unas figuras con
servoarmadura, acompañadas de lo que parecían va-
rios cientos de soldados de la Guardia Imperial arma-
dos con lanzallamas.
La selva provocada por los sistemas agropecuarios
destrozados estaba tan húmeda que solo ardía por-
que el prometio lo hacía, pero los Orkos retrocedieron
ante la salvaje acometida Astartes. El capitán Casde-
llus no podía creer la pericia en cuerpo a cuerpo de
los guerreros, que vistos de cerca tenían unas arma-
duras que cualquier tecnosacerdote hubiera enviado a
fundir hacía mucho tiempo. Los recién llegados tenían
un uniforme plateado con hombreras, grebas y manos
rojas, y los Orkos les tenían miedo, combatían peor
contra ellos que contra los Templarios Negros. Pronto
la horda se dispersó, y los hermanos astartes evacua-
ron la nave a toda prisa mientras la Guardia les cubría
con arcos de fuego. Hubo un impensablemente bajo
número de muertos en el contingente, tan solo dos
astartes y una veintena de guardias. La explicación
era sencilla: habíamos descubierto que los Orkos
creían que el rojo iba más deprisa, y algún tipo de
poder o debilidad xeno hacía que los pieles verdes del
sistema se sintieran inferiores cuando luchaban con-
tra nuestros guerreros cuyas manos eran del mismo
color exacto que sus vehículos. La guardia también
vestía de rojo.
Al capitán se le explicó esto cuando se reunió con
uno de los maestres del capítulo, Uxinor el Clarividen-
te, que éramos la Legión de Plata. No había oído ha-
blar de nosotros, pues habíamos cambiado nuestro
nombre por vergüenza y nuestro símbolo era ahora
una cruz potenzada plateada, signo del Emperador
que ningún traidor llevaría. Cuando su apotecario se
aseguró de que no estábamos contaminados por el
Caos tanto como un no psíquico podía hacerlo, se nos
comunicaron los cambios que había habido en el Im-
perio. El Diez Mil Veces Traidor había lisiado para
siempre al Emperador, habían muerto o desaparecido
todos los Primarcas, y el Imperio se desintegraba.
Ninguno de los presentes había conocido nuestros
días de gloria, y sin embargo todos se lamentaron.
Algunos incluso hicieron un voto de silencio para el
resto de sus vidas, en duelo por la Caída del Padre
Supremo.
Nos sorprendió enterarnos de que el Emperador era
considerado un Dios, como si el Lectio Divinatus hu-
biera elevado al Señor de Terra como Horus había
predicho. Afortunadamente nosotros ya sabíamos cuál
era el verdadero juego del Señor de la Guerra, y ha-
bíamos visto por nosotros mismos lo que hacía el
Caos a los Astartes, de modo que lo aceptamos sin
creerlo y sin decírselo a nadie. Había Inquisidores, y
no le íbamos a hacer ningún favor a nuestro señor si
declarábamos una herejía abiertamente ante un capí-
tulo nuevo. Nos explicaron también que la palabra
Legión ahora era inaceptable. Éramos Legión a pesar
de que solamente quedábamos cuatrocientos doce de
nosotros, y aunque era una deshonra aún mayor qui-
tarnos hasta eso, decidimos cambiar nuestra denomi-
nación en señal de obediencia.
El resto de la flota de los Templarios llegó después
a través de la fisura en el Gran Escudo. Se pusieron
en contacto con Casdellus y con nuestros Maestres, y
arrasaron con los Pieles verdes que se habían colado
por el agujero dos siglos atrás en cuestión de días.
Ellos tenían servoarmaduras perfectamente funciona-
les y no restos fabricados artesanalmente con lo que
quedaba de nuestra PCE. Se sorprendieron mucho de
que tuviéramos una, y sus tecnosacerdotes nos ofre-
cieron cualquier cosa a cambio de llevársela y estu-
diarla. Comenzaron a reconstruir la ciudad planetaria
en ruinas de Veryul, a buscar la forma de repoblar la
vegetación de los planetas que el Devorador de Vida
y el Caos habían arrasado, y a enviarnos armas y
equipo para reabastecernos.
A cambio, tenían permiso para buscar y llevarse
todo el preciado conocimiento que encontraran. A
pesar de lo vergonzoso e injusto que era, no tenía-
mos más remedio.
Cuando hablamos del Gran Escudo Disforme, sus
ojos fríos centellearon en una mezcla de anhelo y sor-
presa. No existía en todo el imperio un artefacto ca-
paz de anular los viajes de la disformidad a escala
planetaria, mucho menos de embeber dos sistemas
solares bajo su protección. Aunque nuestros tecnoa-
deptos y esos nuevos tecnosacerdotes hicieron todo
lo posible por apagarlo o repararlo, un sobrecalenta-
miento catastrófico lo impidió. La luna hueca Reddil,
que orbitaba Colossus, estalló junto a todo el disposi-
tivo que albergaba. El efecto en cadena hizo que el
primer planeta del sistema perdiera sustentación, ca-
yendo a la estrella y provocando una llamarada solar
tal que llegó a incendiar la atmósfera del gigante ga-
seoso.
Asombrados, vimos durante tres días como un se-
gundo sol ardía en nuestro cielo. Esto se tomó al prin-
cipio como un acto hostil, pero pronto el comandante
de la cruzada de los Templarios negros vio caer por
completo el escudo. Eso, en el fondo, nos dejaba tan
a merced del Imperio que no tenía sentido haberlo
hecho como acto de desobediencia. Los Templarios,
al mando de Casdellus, nos tomaron bajo su protec-
ción. Durante seiscientos años estuvimos bajo el es-
crutinio del Ordo Heréticus, en lo que se reconstruía
nuestro sistema solar, nuestro capítulo y nuestras
costumbres.
Ahora somos libres, pero vigilados de cerca. Mis
hermanos no saben de dónde venimos y dado que
nuestra marca genética no coincide con nada, hemos
aceptado ser reconocidos como capítulo de última
fundación como bofetada final, hasta que podamos
recuperar nuestro honor.
En cuanto a mí, encontraron mi vieja tumba de és-
tasis en Urthâk, el planeta de hielo que antaño se
llamó Caos. Estaba guardado celosamente por los
humanos que vivían allí, quienes me conocían como
La Llave del Sepulcro, sin saber exactamente a qué se
referían con ello. Se me presentó como una curiosi-
dad médica, y se me rindieron honores como el Astar-
tes leal más viejo de la historia, digan lo que digan de
otros.
Tardaron casi medio siglo en recuperar la tecnología
médica perdida en los laboratorios de Veryul para
despertarme, y cuando lo hicieron estábamos prepa-
rados para lanzar la primera expedición en solitario
con tres compañías completas. Fui nombrado sucesor
de un Maestre recientemente difunto, y salté a las
estrellas en compañía de un Inquisidor llamado Ran-
dus y dos apotecarios de las Sorotitas que vigilarían
nuestra evolución.
Aquí estoy ahora, en consejo con xenos odiados por
mi Emperador, cumpliendo la labor de mi Primarca de
investigar la medicina sea por el medio que sea. Al-
gún día podremos despertarlo a él también, y cuando
lo hagamos... iremos juntos a Terra a devolver la vida
a su propio padre.
Quizás no viva para verlo, pero sí de estos... seres
puedo sacar algo en claro a cambio de lo poco que
piden, usaré ese conocimiento para acabar con los
poderes ruinosos. Podemos hacerlo, podemos hacer-
los de carne y hueso. Devolverles su alma es algo que
el Emperador podría hacer, y al menos hay una cosa
que me tranquiliza mucho...
... y es que los Necrones son los únicos xenos inmu-
nes a los Dioses Oscuros con los que se puede nego-
ciar.
Ironhand
Wikihammer
H oy os presento una pequeña reflexión que
quizás muchos ya os hayáis hecho y otros
quizás no todavía pero si tenéis un juego
de miniaturas o wargames y poco a poco
vais expandiendo vuestro ejército llegara un momen-
to que os llegara.
La cuestión de la que os quiero hablar es sobre
¿Esponjas hechas o Esponjas para hacer nosotros?
Con este título estoy seguro que no os queda claro
de que quiero hablaros. Es lo que quería conseguir,
un poco de suspense para un tema que no tiene tam-
poco mucho más.
Todo comenzó, estando yo por Madrid y visitando
una de las mejores tiendas que he visto hasta la fe-
cha, Goblintrader Madrid, cuando pululando por allí
pues al dar un giro en uno de sus pasillos me encon-
tré con esto:
Como veis es el universo de la esponja para guar-
dar miniaturas en un mismo sitio…
Pero es que no solo era eso, sino que también al
girar la cabeza hacia otro estante teníamos esto justo
enfrente:
Que son esponjas más lo normal que solemos en-
contrar en maletines y de forma más habitual.
Bueno pues hoy es un poco sacar el tema de las
esponjas para guardar vuestras miniaturas y ver qué
es lo que debería ser lo mejor para el aficionado. Va-
mos a ello.
Primero hablar que existen varias marcas y empre-
sas que distribuyen esto, por lo que el precio es bas-
tante variable y los tipos de espuma, calidad y sobre
todo los modelos son muy diferentes y variados.
Magnifica cosa claro esta para el aficionado que pue-
de elegir entre una amplia gama de ellos. Yo conocía
los de toda la vida pero debo de decir que con lo que
vi en esta tienda, me renové en un momento y me
puse al día de lo que tenemos en el mercado y tras la
sorpresa que me lleve, luego pase a las ganas de
tener cosillas de esta naturaleza para mis miniaturas,
aparte del maletín de GW que es lo que tengo desde
siempre.
Esponjas para
miniaturas
De las empresas no voy a hablar pero vamos hay
varias marcas, que ofrecen diversos productos y di-
versos precios y calidad y como no me patrocinan por
hablar de ellas pues tampoco viene al cuento. Porque
lo que más me interesa hablar de cómo elegir que es
lo más interesante.
La duda primordial es son interesantes estas es-
ponjas para guardar las miniaturas. Sin persarlo os
digo SI. Si porque debemos guardar las miniaturas y
sobre todo protegerlas en los viajes a campeonatos y
al lugar de juego habitual y es el mejor medio que
hoy en dia existe para proteger lo que tanto tiempo y
esfuerzo nos ha costado pintar. Yo odio, pero con
rabia a aquellos que transportan sus ejércitos y mi-
niaturas a puñados, sin orden ni cuidado y descui-
dando la integridad de sus miniaturas con un mal
transporte. Yo comencé con cajicas de carton, usan-
do papel para protegerlas, envolviéndolas en el, lue-
go buscando bolsas grandes para el transporte y du-
rante este llevando el máximo cuidado posible. Os
juro que parecía que llevaba una bomba en la bolsa
que con el menor movimiento brusco posible podía
explotar.
Ahora con estas esponjas eso ya es historia. Ahora
tienes tus miniaturas guardadas en casa en estas
esponjas apiladas en altura, cualquier miniatura o
tanque ya puede ser guardado en ellas por difícil que
sea la miniaturas y para trasportarlas solo tenemos
que coger las esponjas que necesitamos y meterlas
en uno de los maletines que tengamos para ello.
Simplisimo y sin ningún problema. Si no lo veis claro,
solo comprar la primeras y veréis como en seguida
sois fans de estas esponjas.
Los precios no son exageradamente caros y sobre
todo las que vienen sin hacer, son bastante económi-
cas. Aquí viene el segundo debate que quiero plan-
tear en el articulo de hoy. ¿Compramos esponjas sin
hacer para trabajarlas nosotros o compramos las que
ya nos ofrecen con los huecos hechos para juegos
específicos o miniaturas especificas?.
Yo voto, como varias opiniones de gente que sabe
del tema que lo mejor es comprar las que no están
hechas y adaptarlas a tus necesidades y a tus tropas
o juego. Cierto es que el mercado de esponjas he-
chas ha avanzado un montón en estos últimos tiem-
pos y ahora podéis encontrar esponjas especificas
para casi cualquier juego o miniatura y así os aho-
rráis un trabajo quizás algo pesado en algunos mo-
mentos. Entonces planteo varias ideas o consejos a
seguir según el tipo de cosas o miniaturas que quera-
mos guardar en estas esponjas.
Si se trata de tropas básicas, que no sean muy re-
torcidas o grandes, tipo guerreros necrones, marines
espaciales, unidades de fantasía, avatars of war o
ese tipo de miniaturas de tamaño normal, quizás sí
que os pueda interesar las hechas de toda la vida,
con sus habitáculos rectangulares que solo deberéis
modificar si lleva un arma especial que sobresale.
También si son unidades de caballería estas son in-
teresantes haciéndolas dobles para que quepa per-
fectamente la miniatura. Pero lo mismo os vale las
esponjas sin hacer, solo que os llevara el trabajo de
hacer estos rectángulos que con las otras ya van per-
fectamente hechas.
Si lo que debemos guardar es miniaturas de esas
que podemos decir enormes, tipo titan, tipo stormra-
ven o una bestia de cualquier juego, si existe esa
esponja para lo que necesitas, quizás eso te ahorre
trabajar bastante en conseguir una esponja y que sea
mucho más fiable a la hora de guardar dicha miniatu-
ra que la que tú puedas hacer cortando quizás no
muy bien y que la miniatura pueda ir bailando duran-
te el transporte. Pero el precio de estas suele ser al-
go elevado. Deberéis decidir que os interesa más.
Tercer caso, si queréis guardar un ejército con mi-
niaturas muy variadas, diferentes, de tamaños diver-
sos y muy irregulares, no hay duda, lo suyo es hacer-
te tú la esponja miniatura a miniatura. Sera más lim-
pio de esta manera, aprovecharas mejor la esponja y
seguramente lo organizaras a tu manera de una for-
ma más lógica.
Por último, por ejemplo, si tienes X-Wing u otro
juego de ese tipo, sabed que hay unas maravillosas
esponjas especificas para estos juegos de diversos
tipos y configuraciones que se pueden adaptar muy
bien a vuestro ejercito o necesidades. Pero el proble-
ma será que cada vez que se haga una expansión o
compréis algo nuevo, esta esponja dejara de ser útil
al 100% y poco a poco estas esponjas no os valdrán.
Por tanto pese a que las esponjas hechas para es-
tos juegos son geniales y súper bonitas, son poco
practicas y son sobre todo para principiantes. La gen-
te veterana en este tema, se hace con las esponjas
para hacerse personalmente y las adaptan según sus
necesidades y las naves o las miniaturas que tenga
en sus listas.
Bueno esto es más o menos lo que os quería deba-
tir o contar en este artículo de Goblin Panzudo. Qui-
zás podría completarlo con qué tipo de maletines in-
teresa más o cosillas similares. Pero quizás sea en
otro artículo porque este tiene sus letras contadas.
Un placer haber podida hablar del tema con voso-
tros y espero que os haya gustado y que quizás os
resulte útil mi divagación sobre las esponjas para
miniaturas.
Alfonso Ortega
Fanhammer
SherlockSherlock
“Elemental mi querido…”
T odos sabemos cómo termina esta frase, y lo curiosos de ella es que no aparece ni una sola vez en las novelas
escritas por Sir Arthur Conan Doyle, pero se hizo céle-bre gracias a la adaptación televisiva y ahora forma par-
te de la historia de todos. Pero vayamos a la serie actual, a esa ma-ravilla creada por la BBC en 2010 y que trajo de vuelta a nuestras vidas al detective más famoso de todos los tiempos.
Veamos, este Sherlock interpretado por Benedict Cumberbatch es insolente, genial, prepotente, siempre quiere llevar razón, pero con el paso de los capítulos se revela que bajo esa capa de “empirismo y
racionalidad” hay un corazón que late y algunos sentimientos. Este Sherlock también se relaja tocando el violín y tiene un “palacio men-tal” donde puede refugiarse para ir a encontrara la solución. Nuestro
detective favorito es adicto, en este caso a la nicotina de los cigarri-llos, y con su 1,85m luce la gabardina como nadie. Si tenéis oportu-nidad, ved la serie en versión original, porque la voz de Benedict
es… Bueno, es una voz con una gran personalidad y magnetismo (ya hablaré un poco más sobre eso más adelante).
A su lado tenemos al Doctor Watson interpretado esta vez por Martin Freeman. A él lo recordareis por ser el tímido actor porno de Love Actually, pero os
aseguro que deja atrás esa faceta en esta serie. Inter-preta a un médico de guerra que fue herido en Afga-nistán. Es el contrapunto perfecto para Holmes. Lleva
la parte humana de la serie, ya que a Sherlock le cuesta relacionarse con otras personas. Es confiable y saca lo mejor del detective. Con el paso de los capítu-
los vemos como evoluciona su personaje de ser casi un secundario a tomar protagonismo. Mary, su mujer no podía ser más perfecta ni para él ni para la serie.
Y ahora hablemos de los creadores sólo diré dos palabras: “Moffat” y “Gatiss”. Steven Moffat es el ac-tual showrunner de Doctor Who y el guionista que ha
hecho los capítulos más memorables. ¿Recordáis a los Ángeles Llorosos o a los Vashta Nerada que viven en
las sombras del planeta Biblioteca? Pues son creacio-nes suyas. Gatiss también fue guionista de Doctor Who y fue precisamente allí donde se conocieron y
decidieron traer al siglo XXI al personaje más famoso de Sir Arthur Conan Doyle. De hecho, la cara de Ga-tiss os sonará de verlo en algún capítulo de Dr. Who.
No sólo los protagonistas son increíbles, el reparto incluye unos secundarios de lujo, empezando por el Detective Inspector Lestrade interpretado aquí por
Rupert Graves. En esta adaptación es “menos tonto” que en anteriores. Sigue sin estar al nivel de Sherlock, y ni siquiera de Watson, pero es un buen policía que
hace su trabajo lo mejor que puede (y que las cir-cunstancias le permiten).
Andrew Scott interpreta a James Moriarty, el archie-
nemigo y némesis de Sherlock. Un villano con dinero, carisma, una inteligencia y sorprendente y un punto
de locura. ¿Qué más se puede pedir? Con Moriarty
nada es lo que parece, porque cuando parecía que
habíamos llegado al final reaparece 3 capítulos des-pués dejándonos con las ganas de que empiece ya la 4ª temporada.
Bueno, ¿y sabéis quién interpreta a Mycroft Holmes? Pues Mark Gatiss, co-creador de esta serie. Sí, yo no
sé si es que no tenían presupuesto para más actores o que este chico sabe hacer de todo y lo mismo te vale para “un roto que para un descosido”. En cualquier
caso, su actuación de hermano repelente y sabelotodo es excelente
Lara Pulver representa a Irene Adler, LA Mujer se-
gún palabras del propio Holmes. Parece que este “sociópata bien integrado” como él mismo se autode-nomina puede llegar a sentir algo por ella, ya que es
una mujer de un gran intelecto que supone un desafío para Sherlock.
El resto del elenco regular incluye a Una Stubbs co-
mo la señora Hudson, Louise Brealey como Molly Hooper.
El capítulo de “el signo de los tres” de la tercera
temporada ha sido bastante conflictivo. Para algunos es una tomadura de pelo, y para otros es una obra de arte. Yo me encuentro entre los segundos. Creo
que esa vis cómica que le sacan a Sherlock es increí-ble. Es un capítulo que empieza flojito, pero a la mitad adquiere velocidad de crucero y desde luego, no deja
a nadie indiferente. El discurso que debe dar Sherlock durante la boda de Watson. Y eso es todo lo que voy a decir, porque no creo que haga falta añadir nada
más.
En cuanto a Cumberbatch y Freeman los vamos a
ver juntos más allá de nuestras pequeñas pantallas. De hecho, son Smaug y Bilbo en las nuevas entregas de El Hobbit. En las películas no vemos a Benedict,
sólo podemos escuchar su voz puesta en boca de un dragón inteligente y vengativo.
Sólo hay 3 capítulos por temporada y cada capítulo
dura hora y media. Es LA SERIE. Si no la habéis visto, corred hacia vuestros ordenadores y buscadla, porque es lo mejor de la televisión actual.
Morgana
Justa de caballeros
Minijuego de Warhammer Fantasía
Próximamente junto a vuestra
Goblin Panzudo
M ientras pasaba entre la gente con sus ostentosas ropas, muchos fueron los que se giraron a observarlo. Algunos
con curiosidad, otros con interés y los más con sorna. A él parecía no preocuparle lo más
mínimo todo aquel revuelo y seguía adelante con paso firme. Mantenía la mirada fija al frente, y su rostro inmutable. Trás él, dos lacayos, vestidos con
libreas en los mismos colores que sus vestimentas lo acompañaban con dos pequeños cofrecitos en las manos.
Desde uno de los laterales se oyó una sonora car-cajada, y un murmullo. En otro lado, simplemente, volvieron a sus quehaceres. Todos estaban esperan-
do audiencia con el conde y había asuntos más apre-miantes que preocuparse por un noble halfling cuyo aspecto parecía no encajar en aquel lugar.”
Cuando uno piensa en los halflings, seguramente le vengan a la mente tres imágenes de forma inme-diata, un cocinero halfling, un ladronzuelo halfling y
un bufón halfling. ¿Me equivoco? Cierto es que esta raza, presenta una clara tendencia dentro de la je-rarquía social del viejo mundo a desempeñar tales
profesiones, sin embargo, ¿por qué no podrían ocu-
par otras? y si vamos un paso más allá ¿por qué no
podríamos hacer que ocupasen un cargo con poder dentro de una de nuestras partidas?
Los halflings son una raza, que por su propia con-
cepción no son muy dados a temas políticos, a las intrigas, ni siguiera a ansiar poder. Sin embargo, eso
no tiene porqué impedir que uno de estos pequeños tipos pueda llegar a desempeñar uno de estos pues-tos ¿verdad? Es más, ¿acaso no son los Halflings la
única raza que cuenta con un Conde Elector no hu-mano? Entonces ¿Por qué no podrían llegar a ocupar un lugar destacado en la sociedad Imperial?
Los halflings son gente tranquila y poco dada a otra cosa que vaya más allá de los problemas mun-danos, pero algunos tienen una personalidad que se
escapa de estos estereotipos. En general dentro de la sociedad Imperial los halflings han ocupado pues-tos de cocineros (son famosos los que forman parte
de la intendencia de los ejércitos Imperiales y mu-chos adinerados imperiales también se procuran sus servicios), institutrices de los jóvenes de la nobleza,
arquitectos de algunos famosos jardines de ciudades imperiales, ... en resumen, en puestos que procuran el bienestar. Siempre subordinados...
UN HALFLING UN HALFLING UN HALFLING
EN LA CORTEEN LA CORTEEN LA CORTE
Y he ahí el punto de partida para que podamos encontrar el camino de un halfling hacia un puesto que supere ese escalafón social. Os presentamos a
Lumpin Hojafresca, actualmente un Halfling a cargo de un pequeño bastión humano.
Los Hojafresca habían estado al servicio de la fa-milia Von Hensfluk desde hacía varias generaciones. Desde que el primero de los Hojafresca llegó la al-
dea de Kelham, siempre y de forma ininterrumpida han servido a esta familia, que ostentaba el control de la misma. El primer Hojafresca era un simple co-
cinero, pero año tras año, los Hojafresca fueron ga-nándose el aprecio y confianza de la familia Von Hensfluk. Así pues, de su presencia únicamente en
la cocina, poco a poco los Hojafresca fueron desem-peñando otros puestos, Mama Griselda fue la prime-ra matrona en los tiempos en que el bisabuelo de
Gottar Von Hensfluk, Luvding era el cabeza de fami-lia. Poco a poco los Hojafresca fueron haciéndose cada vez más imprescindibles en la vida de los Von
Henffluk.
Durante todo ese tiempo los Von Hensfluk han ocupando su posición como gobernantes en la aldea
de Kelham. Poseedores de las mayores extensiones de tierras de cultivos de los alrededores, han sabido
aprovechar su posición y labrarse una posición muy cómoda. Quizás ayudados por su estrecha relación con la familia de los Hojafresca, lograron establecer
acuerdos comerciales con la Asamblea que les sirvie-ron para seguir aumentando su buena posición. Pero la familia Von Hensfluk, al mismo tiempo que au-
mentaba sus relaciones con la Asamblea iba gran-jeandose cierta enemistad con los habitantes de Kel-ham. No hay que olvidar, que en Stirland son mu-
chos los que todavía guardan rencor a los halflings, porque creen que las tierras de la Asamblea les de-berían pertenecer a ellos y no a esos tipos bajitos y
traidores.
Un inesperado suceso
Todo parecía seguir un curso normal, los Von
Hensfluk vivían una posición cómoda y los Hojafres-ca poco a poco, más que servir, compartían dicha
posición. Esto a veces como comentabamos levanta-ba ciertas ampollas, pues no estaba bien visto por todos que un Halfling ocupase por ejemplo el puesto
de recaudador. Pero los Von Hensfluk habían esta-blecido unos estrechos lazos con los Hojafresca, que parecían casi más fuerte que los vínculos de sangre.
Pero todo esto llegaría a un súbito final con la muerte de Gottar Von Hensfluk. Una muerte repenti-na y en extrañas circunstancias. Pero no fue su
muerte lo que generó verdaderamente un revuelo en Kelham y alrededores. Lo que realmente supuso un antes y después fue que Gottar sin descendencia,
cediese sus títulos y posesiones no a su sobrino Bartholomäus sino a Tobias Hojafresca, su asistente personal. La noticia corrió como la pólvora en Kel-
ham y pronto llegó a las aldeas de los alrededores.
Durante unas cuantas semanas Tobias fue puesto en entredicho ante la sugerencia de que el estaría detrás de la muerte de Gottar y de la cesión a él de
todas sus posesiones y títulos. De hecho, Bartho-lomäus intentaba por todos los medios demostrar
dicha teoría, llegando a utilizar estrategias bastante turbias. Aún así, uno a uno, todos los fuegos se fue-ron apaciguando mientras cualquier intento de hacer
caer a Tobias iban cayendo en saco roto. Ni siquiera la llegada de un cazador de brujas a investigar, cu-yos servicios evidentemente fueron requeridos por
Bartholomäus en un intento desesperado de recupe-rar lo que él creía suyo, lograron poner en entredi-cho todo lo sucedido. Finalmente el cazador de bru-
jas se marchó de Kelham, momento a partir del cual, quizás, todos empezaron a aceptar, no sin cierta resignación en algunos casos, el poder que ahora
Tobias Hojafresca ostentaba.
Un tipo pequeñito en la corte
Y no solo Tobias se situó donde está ahora, gra-
cias a la cesión recibida de títulos y posesiones. Y es que con el paso del tiempo Tobias se ha ido labran-do su sitio entre la nobleza Stirlandesa e Imperial.
No paso mucho tiempo hasta que Tobias logró labrár suficiente reconocimiento lo cual le permitió recibir
incluso una invitación a la corte de Nuln de la mismí-sima Emmanuelle von Liebewitz.
No obstante, Emmanuelle es famosa por sus cam-
bios de humor y de opinión, y nunca llegó a recibir en persona a Tobias. Pero eso no le ha desanimado, y menos aún algunos rumores que aseguran que si
no le recibió fue por la presión de otros nobles Stir-landeses que no aceptarían bajo ninguna circunstan-cia que recibiese a ese tipo pequeñito inmerecedor
de los títulos que ostentaba.
Pero a esas alturas Tobias ya conocía bien los jue-gos de corte, y cómo las cosas se movían sobre una delicada línea, que se desviaba según cambiaban las
alianzas en un sentido u otro. Sabía que entre la nobleza tenía enemigos, pero también aliados y a
sus ojos todo eso no era más que un divertido juego de los humanos, al que él demostraría saber jugar también.
Un buen y un mal señor
Además de títulos Tobias recibió abundantes tie-
rras en Kelham. Tierras que tenían que seguir siendo cultivadas y cuidadas. Y para ello Tobias contaba con multiples humanos a su servicio que seguían
trabajando de la misma forma que lo hicieron para la familia Von Hensfluk. Para ellos, lo importante era seguir saliendo adelante y si el señor era un gordo
imperial de Altdorf, un rudo Ostlandes o un halfling mucho más bajo que ellos, era la menor de las preo-cupaciones.
Pero entre todos los que trabajaban, ahora para Tobias los había que guardaban bastante rencor ha-cia los de su raza. Algunos se marcharon, otros si-
guieron trabajando para el, incapaces de enfrentarse a la aventura de buscar nuevas oportunidades. Por supuesto, mostrando su descontento hacia el señor
de las tierras.
Y Tobias lo sabía. Aún así lograba mantener una
actitud bastante amable hacia todos. Tanto con los que le eran más favorables como los que no eran más que un grano en el culo, como su primo Ludovi-
cus le repetía cada noche. También fueron unos cuantos los Halflings que llegaron a Kelham al abrigo del nuevo señor... y Kelham siguió prosperando.
Un secreto oscuro
Bien, a groso modo esta es la historia de como Tobias Hojafresca llegó a donde ahora está. Un no-
ble Halfling, que se ha logrado labrar un sitio en la
siempre complicada nobleza Imperial. Ahora bien,
quizás no sea todo tan sencillo o simple. ¿O quizás si?
Aquí podrían entrar en escena los aventureros.
Quizás contratados por una parte o quizás por la otra. Podría ser Bartholomäus el que decida contra-
tar los servicios del grupo de aventureros con la in-tención de desenmascarar algún trapo sucio de To-bias, o incluso la verdadera razón por la cual logró
que Gottar le cediese los títulos y posesiones de su familia. En el otro extremo, podría ser Tobias quien hiciese uso de los servicios de los aventureros para
intentar evitar algún problema generado por los hombres de Bartholomäus. Lo que está claro, es que entre Bartholomäus y Tobias hay una enemistad que
abre multitud de posibilidades para crear una trama, en la cual podrían verse envueltos los personajes de vuestros jugadores.
Sin duda, a toda esta situación puede sacarsele jugo y terceras partes, como otros nobles o incluso algún que otro Stirlandes poco amigo de los
Halflings. Quizás un hombre borracho podría buscar-le las cosquillas a Tobias justo cuando los aventure-ros se encuentran presentes, justo para salvarle del
apuro. Este podría quedarles muy agradecido y ofre-cerles algún trabajo... Todo está en manos del direc-
tor de juego.
Igarol
A zuzando a su caballo, el Caballero Errante
se internó aún más en el bosque. Su caba-
llo avanzaba cuidadosamente sobre las
raíces expuestas y los montículos cubiertos
de musgo. Su misión era de vital importancia y debía
conseguir cumplirla costase lo que costase: nadie lo
había conseguido hasta entonces y su honor estaba
en juego.
Cinco días antes, al amanecer, Gastón de Calliard
había llegado a la linde del bosque. El Caballero había
recorrido ya un camino arduo y largo, dejando atrás
las milenarias piedras que marcaban la frontera y
cruzando los páramos que delimitaban el reino de
Athel Loren. Pero la parte más peligrosa de su viaje
todavía estaba por llegar.
Durante el trayecto que había recorrido en aque-
llos cinco días, el paisaje que le envolvía había varia-
do a cada instante: un día su caballo avanzaba sobre
desfiladeros pedregosos, desde los que podía vislum-
brar inmensas copas de árboles que se extendían a
sus pies como un inmenso y ondulado mar verde, y,
al día siguiente, cabalgaba por la orilla de un lago
cubierto de niebla, de cuyo interior procedían escalo-
friantes sonidos.
El bosque encantado, además de ser un mundo
sombrío de siniestros misterios, también era un lugar
de excepcional belleza. Caudalosos torrentes corrían
entre orillas cubiertas de musgo y exuberantes pra-
dos cubiertos de flores impregnaban las retinas con
su estallido multicolor. A pesar de ello, el Caballero
no dejó que todas aquellas maravillas le sobrecogie-
ran. En vez de eso, se mantuvo alerta, en busca de
cualquier indicio de emboscada de los guardianes del
bosque.
Hasta ese momento ningún Elfo Silvano había
tratado de impedir su avance, pero cuanto más se
internaba en el reino de los Elfos, más probable era
que ello sucediera.
De repente, Gastón se encontró en un área del
bosque completamente diferente de cuantas había
visto hasta entonces, en la que abundaban los tejos y
los pinos. Sintió como si el bosque hubiera mutado a
su alrededor y la palabra tiempo no tuviera ya ningún
significado. Quizás aquel molesto efecto se había ini-
ciado en el momento en que dejó atrás los páramos
salvajes y se adentro en el frondoso bosque. A lo me-
jor había cabalgado durante diez días en lugar de
cinco o, tal vez, había entrado en el bosque tan sólo
unas horas antes. Fuera cual fuese la verdad, el Ca-
ballero Errante no estaba dispuesto a permitir que
aquellos extraños fenómenos le impidieran llevar a
cabo su misión: entregar la misiva que el propio
Louen, Rey de toda Bretonia, le había confiado.
Elfos Silvanos
Cuando cayó la no-
che en el reino crepus-
cular, Gastón descen-
dió de su cabalgadura
con intención de insta-
lar un campamento en
el que descansar hasta
la mañana siguiente.
Miró a su alrededor,
tratando de encontrar
un emplazamiento ade-
cuado para el mismo y,
en ese preciso instante, atisbo unas luces intermiten-
tes que destellaban en lontananza. Convencido de
que por fin estaba cerca de su objetivo, subió de nue-
vo a su montura y la espoleo con firmeza, apartando
de su mente toda sensación de cansancio que le pu-
diera alejar de su cometido. Sin embargo, cuanto
más se acercaba al lugar en el que había apreciado el
fugaz destello, mayor le parecía la distancia que de-
bía recorrer hasta el mismo. Obcecado, siguió aden-
trándose en el bosque hacia regiones más densamen-
te pobladas de vegetación. El terreno por el que ca-
balgaba ahora su corcel se hacía cada vez más blan-
do bajo sus pezuñas y el animal se hundía, a cada
paso, un poco más.
Gastón había oído rumores acerca de fuegos fa-
tuos que atraían a los viajeros, para alejarles de los
senderos seguros y conducirles a la muerte en maris-
mas sin fondo o en la guarida de alguna poderosa
bestia del bosque. Por ello, agarró con fuerza las bri-
das de su caballo y le obligó a dar media vuelta, en
dirección a un terreno más firme.
Los árboles dieron paso a un claro cubierto de
hierba, que sobrevolaban criaturas de gran tamaño:
el silencioso y lento batir de sus alas producía ráfagas
de viento que abofeteaban la faz del Caballero. Gas-
tón elevó su mirada al ciclo y vislumbró por un mo-
mento una espectral silueta recortada contra la bri-
llante cara blanca de la luna. Al instante, la silueta
desapareció.
Una risa aguda y musical estalló entre los árboles.
El Caballero escrutó el bosque, sin resultado alguno.
De pronto, una carcajada llenó de nuevo el aire y
Gastón pudo ver una esbelta criatura, saltando entre
la alta hierba y que, por toda vestimenta, llevaba una
tenue luz. La criatura en cuestión era la doncella más
bella que el Caballero jamás había visto su pelo largo
hasta la cintura, brillaba como la plata bajo la luz de
la luna Y, cuando se giró hacia él con una seductora
sonrisa en los labios, sus centelleantes ojos violetas le
hicieron palidecer de amor.
Mientras la observaba, surgieron del bosque otras
Elfas que también se adentraron en el claro. Gastón
estaba embrujado por su celestial belleza: sus delica-
dos rasgos, su piel de marfil y sus esbeltos y seducto-
res cuerpos, le hacían olvidar por momentos quien
era y la razón por la que había recorrido tan largo
camino.
En un repentino ataque de lucidez, se obligó a sí
mismo a recordar la tarea que le había sido encomen-
dada: llegar a la corte de los Elfos Silvanos y entregar
el mensaje de su Rey y Señor. Resistiendo los encan-
tos de las doncellas del bosque, el mensajero de
Louen se autoconvenció de la importancia de llevar a
buen término su labor y no dejarse arrastrar por sus
irresistibles tentaciones, incluso cuando las preciosas
Elfas lo acariciaron suavemente y depositaron la fra-
gancia de sus besos en sus mejillas. Guió a su caballo
a través del claro, de regreso al bosque, y las donce-
llas ser desvanecieron como los sueños con la llegada
del amanecer. Ya en el bosque, empezó a oír a lo
lejos un ruido similar al crujido de ramas gruesas de
árboles.
De manera instintiva,
llevo su mano a la Espada,
acariciándola, tocando la
empuñadura con sus dedos,
pero se contuvo y no llegó
a desenvainarla. Actuar de
forma hostil sería contrario
al mensaje de paz para to-
dos los habitantes del bos-
que del que era portador.
Sujeto con firmeza las rien-
das e intentó mantener la
cabeza erguida, en direc-
ción al frente, mientras ig-
noraba los sonidos proce-
dentes de su alrededor.
De repente. Gastón fue atacado desde todas par-
tes por aullantes Espíritus Silvanos. Extremidades en
forma de látigo hacían restallar el aire delante y de-
trás de él. Retorcidas marañas de espinas pasaban
velozmente junto a los costados de su caballo. Nudo-
sos dedos de madera, todos ellos tan largos como el
brazo de un Hombre, intentaban aferrarle. Brillantes
ojos le vigilaban atentamente desde los nudos de la
corteza de robles gigantescos.
Gastón clavó las espuelas en los costados de su
montura. Con un relincho, el caballo empezó a galo-
par, saltando por encima de los troncos caídos y ha-
ciendo pedazos los helechos que cubrían el suelo.
Con el corazón latiendo de forma irregular, el Ca-
ballero intentó mantener la calma, decidido a no de-
jarse llevar por el pánico ante los ataques de los
guardianes sobrenaturales de aquel bosque encanta-
do.
Pero la montura de Gastón no compartía el aplo-
mo de su amo. Una gran pierna de madera se había
cruzado de repente en su camino, mientras un pesa-
do roble avanzaba en su dirección. El pobre caballo
se asusto y huyó al galope, mientras el Caballero,
medio colgando de su silla de montar, se agarraba
desesperadamente a su crin para no caer.
Una pantalla de frondo-
sas ramas se abrió para dar
paso a la Reina Maga de
Loren, que penetró silencio-
samente en el Claro del
Consejo. Sus grandes alas
de mariposa nocturna esta-
ban tenidas de todos los
colores del arco iris. Los ra-
yos del sol jugueteaban so-
bre las escamas que recu-
brían parte de su cuerpo.
Incluso con su terrorífica
indumentaria de batalla.
Ariel poseía una belleza so-
brenatural.
La seguía un personaje de aspecto desaliñado,
que entró tambaleándose en el Claro, como encanta-
do ante su monumental cuerpo. El hombre era obvia-
mente un Caballero, pero su anteriormente inmacula-
da armadura, al igual que su ostentosa capa, estaban
ahora manchadas de fango pantanoso. Había perdido
su casco y su caballo, y su pelo estaba sucio y enma-
rañado.
Ariel se posó suavemente sobre el suelo del Claro.
Al hacerlo, su tamaño disminuyó visiblemente, hasta
adoptar el de cualquier otra Elfa. Sus alas se plega-
ron, hasta confundirse con sus ricos ropajes. Una vez
hubo abandonado por completo su forma de sílfide,
encarnación de Isha. Ariel volvió a ser sólo la Reina
del Bosque, la más bella entre las Elfas. Gastón con-
tuvo la respiración mientras contemplaba la increíble
escena, boquiabierto ante tantas maravillas.
El Claro del Consejo estaba delimitado por un
círculo de impresionantes robles ancianos que, apa-
rentemente, no tenían parangón con ninguno de
cuantos árboles de este tipo hubiera visto el Bretonia-
no con anterioridad. Era como si los troncos y las ra-
mas de los mismos se hubieran entrelazado mientras
crecían, formando un inmenso laberinto de galerías y
senderos en el que habitaban los Elfos Silvanos. Cada
árbol estaba adornado con enredaderas, toda clase
de vegetación y rosas blancas. Una figura de largo
cabello negro, ataviada con una túnica blanca, que
Gastón identificó como un mago, desmontó de su
caballo delante de un roble joven y empezó a entonar
una misteriosa y melodiosa canción, sin que al pare-
cer precisara detenerse entre estrofa y estrofa para
tomar aliento. Mientras el aguerrido Caballero le ob-
servaba, las flexibles ramas del roble se retorcieron y
de cada una de ellas salió, con cada nueva nota de la
melodía, un brote de color verde que creció con toda
rapidez.
Otros magos y nobles Elfos atestaban el Claro,
ricamente ataviados con increíbles ropajes de fibras e
hilos vegetales. Los líderes, además de ir adornados
con pulseras hechas con nueces pulidas y collares de
caoba, llevaban insignias o reliquias familiares que
indicaban su rango y la estirpe a la que pertenecían.
En una esquina del gran Claro, un grupo de jóve-
nes Elfos llevaban a cabo elaboradas danzas de una
dificultad física extrema, en las que relataban anti-
guas fábulas mediante sus dramáticos movimientos.
No muy lejos de ellos, un Elfo de aspecto salvaje pro-
digaba todo tipo de cuidados y atenciones a un ador-
mecido tigre de dientes de
sable. El Caballero pudo
comprobar que los Elfos
de Athel Loren vivían en
completa armonía con los
árboles, las plantas y los
animales del bosque que
poblaban su entorno. Su
mirada se posó entonces
en un trono de Madera,
grabado con imágenes de
Elfos Silvanos bailando,
que estaba situado en el
límite del Claro.
Enseguida reconoció la
figura que estaba sentada en él: era Orión, Rey del
Bosque. Sus facciones denotaban la sabiduría adquiri-
da a lo largo de incontables generaciones. Ariel ocupó
el trono finamente ornamentado situado junto al de
su esposo. La visión de esos dos seres tan bellos hizo
que el Caballero se sintiera aún más débil, insignifi-
cante e infinitamente desaseado. La Reina miró con
sus penetrantes ojos a Gastón.
-¡Mi señor! -dijo con dulzura, dirigiéndose a Orión
- El Humano ha superado con éxito las pruebas a que
le hemos sometido y ha demostrado tener corazón
noble c intenciones puras.
-Incluso al ser acosado por nuestras hermanas las
plantas se resistió al instinto de desenfundar su arma.
Ahora pide permiso para hablar con el Rey de Loren
en nombre de su Señor, un Rey entre los Hombres.
Tratando de dejar a un lado su agotamiento. Gas-
tón se preparó para hablar al soberano de los Elfos
Silvanos, no sin antes prodigarle una magnífica reve-
rencia.
-¡Su Majestad!, permitidme ofreceros mis más
sinceras disculpas por haber acudido ante vuestra
presencia en tan lamentable estado – empezó dicien-
do Gastón, mientras intentaba retirar disimuladamen-
te las manchas de barro de su armadura.
Una sonrisa irónica cruzó el rostro de Orión.
-¡Levantaos, Caballero, y sed bienvenido! -dijo el
Rey, con una profunda voz que contrastaba con las
del resto de los Elfos Silvanos-. ¡Quizá sea yo quien
deba disculparme ante vos!
-Estoy seguro de que no, mi Señor -replicó Gas-
tón.
Orión echó la cabeza hacia atrás y rió, mientras
su larga melena se agitaba al viento.
-Habéis sido observado desde que entrasteis en
nuestro reino. Mientras viajabais por los páramos,
jinetes montados en grandes aves de presa os vigila-
ban volando en círculos a gran altura. En el interior
del bosque, exploradores ocultos entre los arbustos
os observaban y, hasta poco antes de llegar a este
Claro, os vigilaban desde las copas de los árboles.
La voz de Orión, profunda y bien articulada, tenía
cierta peculiaridad que la hacía semejante a los rugi-
dos de un león.
-No pretendo que comprendías nuestro proceder
para con los vuestros, pero sabed, Caballero, que
para nosotros los Hombres actúan de forma cruel y
despiadada y, por tanto, merecen ser castigados. El
Hombre destruye lo que nosotros creamos. Vosotros
tratáis de dominar la tierra, de atarla con caminos y
cargarla con el peso de edificios, mientras que noso-
tros sólo queremos vivir en armonía con la naturaleza
y compartir su belleza y su esplendor. ¡Esta tierra es
nuestro hogar y no podemos permitir que nadie la
saquee!
-Pero decidnos, ¿por qué os arriesgasteis a correr
tantos peligros para conseguir una audiencia con el
Rey y la Reina de Loren? -preguntó Ariel.
-Yo, Gastón de Galliard, como emisario de Louen,
Rey de toda Bretonia, vengo a ofreceros su eterna
amistad y a suplicar a sus Altezas Reales la firma de
una alianza con el reino de Bretonia.
Orión y Ariel escucharon atentamente al mensaje-
ro del Rey, mientras este exponía el contenido de
dicha alianza. Cuando hubo acabado su discurso, el
Caballero repitió la reverencia.
-Gracias, Señor Gastón –rugió Orión-. Ahora, de-
bemos retirarnos a considerar vuestras propuestas.
Mientras esperáis nuestra decisión, quizá queráis go-
zar de nuestra hospitalidad. Hemos preparado un
festín en vuestro honor y, sin duda alguna, mi gente
estará encantada de oír leyendas de la tierra de los
Hombres.
Levantándose de su trono, Ariel tomo a Gastón
del brazo y lo llevó fuera del Claro, mientras lanzaba
unir salvaje sonrisa a su esposo.
-Cuando hayáis comido y descansado, continuare-
mos hablando, ya que es obvio que tenemos mucho
de lo que discutir -dijo la Reina.
Mientras el Caballero se alejaba del Claro, no pu-
do evitar preguntarse qué les habría ocurrido a todos
los Caballeros que, con su misma intención, se habían
aventurado en el interior del Reino de Loren, y de los
cuales nunca se había vuelto a saber. Estaba seguro
de que los Elfos Silvanos podían, de querer hacerlo,
saciar su curiosidad, pero era consciente de lo poco
correcto que habría sido preguntárselo. Por alguna
extraña combinación del destino y las circunstancias,
él, Gastón, había conseguido triunfar donde tantos
otros habían fracasado y su nombre quedaría unido
para siempre a la historia de su pueblo.
La Biblioteca del Viejo Mundo
Relato Guardia Imperial
EL CARRO
L a columna blindada volvió a reanudar la
marcha tras unos minutos parada. Se había
visto obligada a detenerse en la carretera,
cuando un nutrido y lastimero grupo de
refugiados, apareció ocupando toda la calzada debajo
de un puente cercano a la población de Viduka. Habían
pasado allí la noche para protegerse del intenso bom-
bardeo a la que fue sometido su pueblo, y se habían
negado a regresar a él como les había pedido el coman-
dante de la columna. Solo accedieron a retirarse de la
calzada cuando el Comandante solicitó al puesto de
mando vehículos para trasladarlos a retaguardia.
Formaban la columna blindada, cuatro carros de com-
bate super pesados Malcador, a los que se les había
modificado el auspex, instalado un nuevo ordenador de
combate, un periscopio con aumentos y telémetro láser,
armados con cañones de batalla de 105 mm, con un
bolter pesado montado en el casco, y sin barquillas la-
terales, un tanque de mando Leman Russ armado igual-
mente con cañón de batalla y sin barquillas también y
un Hellios, un blindado ligero de exploración de seis
ruedas, con un cañón de asalto, que viajaba en cabeza
un kilómetro por delante de la sección de carros.
El suelo tembló, y el motor de Vieja Estirpe (apodado
así por su dotación), el vetusto tanque Malcador que
ocupaba la cola de la columna, rugió roncamente e hizo
estremecerse al gigante de ferro acero, cuando volvió
a ponerse en marcha, un blindado pesado de 105 tone-
ladas y casi diez metros de largo, lo que le hacía un
vehículo lento. Con una antigüedad de 10.000 años,
hacía mucho tiempo que no se fabricaba en el Imperio,
salvo excepciones, como los mundos M´Khand Secun-
dus o Voss, que mantenía su línea de producción o re-
puestos para algunos regimientos de la guardia que lo
mantenían en sus unidades por tradición. Cuando so-
brepasaban su vida útil, estos pesados carros no eran
dados de baja, sino que se enviaban a formar parte de
la reserva de algunas Fuerzas de Defensas Planetarias
(FDP), normalmente de los planetas menos fiables del
Imperio. las FDP Naturelianas secesionistas se habían
visto obligadas a ponerlos de nuevo en servicio, desple-
gándonos en unidades de segunda línea, tras un ligero
lavado de cara, para reponer las bajas sufridas tras más
de dos meses de guerra civil. Conocedores de las limita-
ciones de estos vestigios del pasado, El recién creado
gobierno secesionista de Naturell tenía previsto retirar-
los, en cuanto los nuevos Leman Russ hubieran salido
de fábrica.
Per Perdomilo, el cargador del
carro, un hombretón cuaren-
tón de nariz aguileña y ojos
diminutos, salido de los arra-
bales de Naturell Capitalis,
bajó de la torreta resoplando,
y se dejó caer estremecido en
su sillón junto al Alférez Arión,
el Jefe de carro. Acababa de
ver los rostros aterrados y
desesperados del grupo de
refugiados, formado por hu-
m a n o s y N a t ´ S u i
(Humanoides originales del
planeta Naturell, de caracte-
rísticas similares a las huma-
nas pero de piel más rosada y con una mancha negra
en la zona de los pómulos, similar a un antifaz) por
igual, que junto a sus pertenencias apiladas, se apeloto-
naban en la cuneta, dejando paso a la columna.
-Me cago en el trono-blasfemó con amargura-.
Espero que vuestra gloriosa revolución haya valido la
pena –y diciendo esto, torció la boca, en un gesto que
siempre le acompañaba.
La joven artillera Helisandre sentada dos cabezas por
encima de ellos, no pudo evitar girarse a su compañero
para contestarle.
-¿Otra vez Per?
-Si otra vez, ¡me cago en el trono dorado! ¿Habéis
visto la cara de esos pobres diablos?
-El Gobernador hizo lo que tenía que hacer, solo
busca el bienestar de todo el planeta Naturell.
-¿No era mejor dejar las cosas como estaban?
-¿Con la inquisición intentando dirigir nuestras vi-
das, y la Eclesiarquía creando una Frateris Militia, para
perseguir a todo aquel que no abrazase el credo impe-
rial?
-¿Y había que declarar una guerra mundial, contra
las colmenas leales al Imperio?
-No se podía consentir más el trato que recibían
los Nat´Sui.
-Los grandes idealistas de la causa, los que nos
iban a librar del yugo Imperial, Los salvadores del Pla-
neta. Nos han metido en una guerra que dura más de
dos meses ¿merece la pena que toda esta gente pier-
dan sus casas? no contaban con que nuestra flota no
sería capaz de eliminar a la imperial, y de que el impe-
rio respondería tan rápido mandando regimientos de la
Guardia……..incluso se rumorea que ya hay Astartes en
el frente.
-¡Me cago en la puta!-El Alférez Arión estaba segu-
ro que esas discusiones y faltas de disciplina no se da-
rían en una dotación de un carro Astarte, y los envidió
-Per cállate ya. Había que hacer algo, ¿sabes lo que
ocurrió en Armagedón? después de dar sus vidas por el
imperio, sus habitantes fueron premiados con la esterili-
zación y recluidos en campos –Arión sabía que eso
nunca se había confirmado, pero aquel grandullón veni-
do de los bajos fondos de la capital nunca lo pondría en
duda.
-No todos hemos tenido la suerte de poder estu-
diar historia señor-contestó despectivamente el carga-
dor gigantón.
-nuestro gobernador hizo lo correcto….
-Si, nuestro amado Gobernador, el padre de la
revolución –Perdomilo habló con desdén torciendo la
boca y gesticulando los brazos -¿Por qué creéis que el
Imperio retiro la mayoría de los Leman Russ del plane-
ta? No se fiaba de nosotros, los retiro en previsión de
una rebelión que esperaba, sabían que no podíamos
hacerlos frente con estas antiguallas y aún así nuestro
querido Gobernador nos ha metido en estas putas mier-
das latas de sardinas.
-Nosotros somos la segunda línea Per.
-Éramos la segunda línea hace dos meses.
El Carro Una voz metálica interrumpió por el intercomunicador
del carro.
-Aquí Trono cinco uno, a todos los elementos,
¿me reciben cambio?
-Aquí Centurión cuatro uno, recibido, cambio.
-Aquí Centurión cuatro dos, recibido, cambio.
-Aquí Centurión cuatro tres, recibido, cambio.
-Aquí Centurión cuatro cuatro, recibido, cambio –
contestó el Alférez Arión.
El líder de la columna volvió a hablar a través de la
radio.
-El Hellios ha detectado con sus auspex una presen-
cia no identificada en la aldea, permanezcan a la espe-
ra y estén alerta, corto y cambio.
Apenas unos segundos después se oyó una explosión,
y el intercomunicador volvió a hablar con su voz metáli-
ca.
-Aquí Trono cinco uno, a todos los elementos, he
perdido el contacto con el Hellios, salgan de la carretera
y despliéguense en cuña con treinta metros de distan-
cia. Centurión Cuatro tres y su binomio cuatro cuatro a
mi izquierda con cuatro cuatro en el extremo. Y a mi
derecha cuatro uno y su binomio Centurión cuatro dos,
con cuatro uno en el extremo. Yo permaneceré en la
carretera como vértice de la cuña. Voy a lanzar mi Ca-
zador sobre las coordenadas que me dio el Hellios antes
de perder comunicaciones. Permanezcan alerta con las
armas preparadas, suban los comandantes a las torre-
tas para mayor control visual. Les mandare las coorde-
nadas por el monitor para que batan toda la zona, corto
y cierro.
Ningún Malcador disponía de misiles Cazadores inteli-
gentes como el del Leman Russ de mando, solo de tipo
filo guiados Mark XX clase Naturell, (fabricados allí),
misiles con una bobina de cable en su interior y que iba
soltándolo, permitiendo ser dirigidos por el tirador a
través del cable, siendo solo efectivos sobre objetivos
con contacto visual.
Los jefes de carro se fueron colocando en posición,
hasta que le llegó el turno a Arión.
-Centurión cuatro cuatro en posición cambio.
Después de mover al coloso de ferro acero a la posi-
ción designada, Arión ordenó cargar un proyectil de
penetración, y subió a la torreta con los prismáticos,
nada más subir, vio una densa columna de humo negro
que se elevaba al cielo, a poco más de mil metros de
distancia, los restos retorcidos de un casi desintegrado
Hellios ardían con intensidad esparcidos sobre la carre-
tera. A unos mil metros de los restos del Hellios, se en-
contraba la población de Viduka, situada en una zona
elevada, conocida como la Cota 112, llamada así por su
altitud.
El Ordenador de Combate transmitió los datos del
objetivo a la ojiva del misil Cazador de tipo Krak, un
perforante de alto explosivo, equipado con motor lógi-
co. Con los datos grabados en su cabeza, el misil salió a
velocidad subsónica del Carro de mando Leman Russ,
dejando una espesa estela blanca tras de si. Pasados
unos escasos segundos estalló entre las ruinas de la
población de Viduka, levantando un gran hongo de pol-
vo. El Comandante de la columna volvió a hablar por el
intercomunicador y el resto de Jefes de Carro le oyeron
por los auriculares del casco.
-Trono cinco uno a todos los elementos, las con-
tramedidas del enemigo han desviado varios metros la
trayectoria del Cazador, vamos a comenzar a subir……..
-¡BOUUM!
Tres fogonazos surgieron al unísono de las ruinas de
Viduka, a más de dos mil metros, y un enorme haz de
luz roja impactó a un metro escaso del Carro de Mando,
levantando un geiser de tierra de varios metros de altu-
ra, a la vez que los otros dos grandes haces rojos im-
pactaron violentamente en el techo del tanque (Una de
las partes más vulnerables de un Carro). Tras una fuer-
te explosión que obligo al resto de Jefes de Carro a me-
terse en sus vehículos para protegerse, el Leman Russ
se convirtió en una bola de prometio de más de treinta
metros de altura. Ni uno solo de sus tripulantes tuvo
oportunidad de salvarse.
-¿Qué coño ha pasao? –preguntó asustado Perdo-
milo.
-Han destruido al Carro de Mando –contesto un no
menos asustado Arión, mientras cerraba su escotilla,
para a continuación hablar por el micrófono del sistema
de comunicaciones integrado en su casco.
-¿Habéis visto los fogonazos?-dijo Arión por radio
al resto de los jefes carristas.
-Yo sí los he localizado –contestó su binomio, Cen-
turión cuatro tres.
A través de su cámara periférica, Arión vio aparecer a
la entrada del pueblo la silueta de un blindado a más de
dos kilómetros de distancia, justo enfrente de su carro,
y lo comunicó por el micrófono al resto de carros.
-Aquí Centurión cuatro cuatro, tengo un posible in-
truso a mis doce a unos dos kilómetros.
Tras unas breves interferencias se oyó por el interco-
municador.
-Aquí Centurión cuatro uno a todas las unidades, to-
mo el mando, suban la pendiente y ¡Fuego a discreción!
contra el intruso.
Al carecer de Giroestabilizador, la táctica de los Jefes
de Carro Malcador consistía en parar el carro justo an-
tes de disparar, ya que disparar en movimiento se hacia
una tarea imposible, y solo se hacía en distancias muy
cortas, a quemarropa. El blindado enemigo pareció eva-
luar la situación desde la zona alta que ocupaba duran-
te uno o dos segundos, se oyó un disparo y quedo cu-
bierto de una nube de polvo.
-Centurión cuatro tres, creo que le hemos dado en
su parte frontal.
-Trono cinco uno, a todos los elementos, muévanse y
continúen disparando hasta que le vean arder o echar
humo.
Al no disponer de proyectiles trazadores (de fósforo),
que dejaban un rastro blanco hasta su objetivo, era
difícil saber a grandes distancias si se había impactado
a los objetivos, salvo que estos ardiesen o volasen por
los aires.
Helisandre
Arión se inclinó sobre su asiento y visiblemente ner-
vioso dio varias palmaditas en el hombro de Helisandre
al tiempo que la decía.
-¡Helis pínchale con el láser y en cuanto puedas dis-
para!
El carro enemigo emergió de la polvareda que empe-
zaba a disiparse y comenzó a bajar la pendiente. Se oyó
un disparo y, una explosión a escasos metros de él
levanto otra columna de polvo. Tras unos instantes ob-
servando a su objetivo y, sin apartar la vista del peris-
copio, Helisandre hablo por el micrófono de su casco,
con voz sorprendida.
-Señor el blindado enemigo es un carro Predator
de clase Anhiquilator tipo Mark XIV, está armado con
cañones láser en su torreta y en las dos barquillas late-
rales.
El terror se apoderó del carro, todos sabían lo que
significaba las palabras: Predator Anhiquilator.
-Astartes…………-susurro estupefacto Arión -¿Estás
segura Helis?
-afirmativo señor, lo he aumentado con el zoom de
mi visor.
-Joputas……….-Bramó Perdomilo –Me cagó en el
trono.
-A esta distancia, con la posición que ocupa, ofre-
ciéndonos tan solo su parte frontal, nuestros proyectiles
no traspasarán su blindaje, habría que acercarse a 500
metros o dispararle por un lateral donde su blindaje es
de 55 mm. De espesor –informo Helisandre, demostran-
do una vez más su vocación militar.
La joven artillera Helisandre, era una atractiva mu-
chacha de ojos almendrados y labios carnosos, además
de su belleza poseía una inteligencia despierta, lo que la
hubiera permitido dedicarse a lo que hubiera querido,
pero siempre había soñado con dirigir una carro de
combate. Era la pequeña de cuatro hermanos, y la úni-
ca que había seguido la carrea militar de su padre.
También era el único miembro del carro que pertenecía
de manera real a las FDP Naturelianas cuando dio co-
mienzo el levantamiento. Artillera profesional, era
miembro de las FDP desde hacía varios años. El resto
de la dotación había dejado de pertenecer a las FDP por
diferentes avatares hacía varios años, pero debido al
devenir de la guerra habían sido de nuevo llamados a
filas desde hacía un mes escaso.
-Un regalo más de los hijoputas imperiales, obuses
de plastilina -Dijo el gigantón cargador con su voz gutu-
ral y su gesto habitual de la boca torcida.
-¡Cállate de una puta vez, Per! –Gritó Arión per-
diendo los nervios.
-Me cagó en el trono………-Masculló entre dientes
Perdomilo.
-¿No tenemos proyectiles que le hagan daño?
-A esta distancia no señor –contesto Helisandre al
incrédulo Arión.
El alférez Arión comunicó por radio al resto de carros
a que se enfrentaban. El Predator ganó velocidad ba-
jando la pendiente en diagonal hacía los blindados del
flanco derecho de la cuña, sin parar de moverse giró su
torreta y abrió fuego contra el binomio de Vieja Estirpe,
que se encontraba a unos treinta metros a su derecha,
alcanzándolo en su parte frontal superior.
Tras la estruendosa explosión, el cañón de batalla
voló varios metros hacia arriba antes de caer al suelo y,
una ligera humareda grisácea comenzó a salir de su
torreta parcialmente destruida.
-Al habla Centurión cuatro tres, nos han alcanza-
do, el sistema de navegación no funciona. Tenemos
una baja, procedemos a evacuar el carro, corto y cierro-
hablo por el intercomunicador el Jefe Carrista del tan-
que impactado.
Los supervivientes salieron del carro dañado por la
portezuela del suelo y corrieron a refugiarse donde es-
taban los árboles más cercanos. El Predator siguió ba-
jando la pendiente a una velocidad endiablada zigza-
gueando en diagonal hacía el flanco derecho Nature-
lliano. Lanzó todos sus botes de humo a docenas de
metros de él, y la inclinación del terreno y la ligera brisa
que corría a su favor hicieron el resto, dispersando una
gran nube algodonosa que lo cubrió en su bajada.
Helisandre trato de seguir al blindado enemigo que
ahora le ofrecía su lado derecho por el visor de tiro,
pero la espesa capa de humo blanco que lo envolvía, lo
mantenía semi oculto y se hacía impenetrable para el
telémetro láser. Al tener el Malcador la torreta fija, su
cañón solo tenía 60º de giro y el Predator estaba a pun-
to de salir de su ángulo de tiro.
-Dispara bragas de acero –la increpó Perdomilo.
-¡Cállate Per! Dispara Helis –Gritó el Alférez Arión
fuera de si a la cara del gigante cargador, mientras le
zarandeaba nerviosamente agarrándole por un brazo.
-Se mueve muy rápido, más del doble que nues-
tro carro y esa maldita niebla……
-Por el Emperador ¡Dispara!
Consiguió vislumbrar difusamente la silueta del intru-
so a través de la cortina de humo e iluminarlo con el
telémetro láser y, éste determino la distancia del objeti-
vo, dando varias mediciones al dispersarse el haz láser
y el ordenador de combate calculó entre otras cosas, la
velocidad del viento y la del propio objetivo. Antes de
que las puntas del triángulo de su mira se juntasen,
Helise eligió la medición que le pareció más precisa,
apretó el botón del seguro, piso el pedal de disparo y
una luz roja ilumino intermitentemente el habítaculo, el
cañón abrió fuego con un estruendo seco y Vieja Estir-
pe se sacudió, el acre olor a pólvora inundó su habi-
táculo cuando Perdomilo retiró el cartucho y el humo de
la recámara ennegreció los rostros sudorosos de la tri-
pulación.
El Alférez Arión vio con desolación por su periscopio
panorámico, como el disparo erraba y pasaba unos pal-
mos por encima del objetivo, estallando el proyectil va-
rios metros por detrás del Predator enemigo, elevando
varios metros una importante porción de tierra y roca,
que levantó una polvareda.
-Mierda…….-murmuró la Tiradora Helise.
Arión Todos sabían lo tremendamente vulnerable que era
un carro por su parte trasera, menos blindada, y más
en un tanque Malcador, en ella se encontraba el depósi-
to de combustible, el motor y las municiones. Su inex-
periencia en combate se hizo notar, y ante el temor de
verse atacado por detrás y morir achicharrado, Arión
cayó presa del pánico. Comprendió que amaba más a
su familia y la idea de volver a estar con ellos que la
causa en la que había creído y defendido tan fervorosa-
mente hasta ahora. Se avergonzó de sí mismo, pero ya
había tomado la decisión de poner a salvo el carro y sus
hombres.
-Galigus, pon el carro a toda velocidad hacía el
pueblo-Gritó nerviosamente por el micrófono de su cas-
co, y apretó un botón, envolviendo al carro en una es-
pesa cortina de humo blanco impenetrable incluso para
los sistemas térmicos, lo que anulo la posibilidad de
poder ver qué pasaba a sus espaldas con el periscopio
panorámico, además el auspex sufria algún tipo de in-
terferencias, y el intruso aparecía y desaparecía de su
pantalla. El motor rugió y las orugas chirriaron cuando
el Malcador arrancó de golpe a toda velocidad cuesta
arriba.
La ascensión al pueblo fueron los segundos más lar-
gos y angustiosos de todas sus vidas. El miedo era la-
tente en el carro, el calor sofocante dentro de él, unido
a los gases y al poco espacio, hacía angustioso el habi-
táculo. El sonido de las explosiones llegaba amortigua-
do por el incesante ruido del motor. Arión sabía que
debía subir a la torreta para mejorar la visibilidad, pero
se mantuvo sentado, el conductor Galigus contuvo sus
sollozos, la artillera Helisandre, que se había quedado
blanca de pánico permanecía muda. Perdomilo gritó por
encima del zumbido del motor, con su voz ronca de
tabernero.
-¡Su puta madre! si salimos de está juro por el puto
Trono no volver a blasfemar nunca más- Y diciendo
esto se santiguó haciendo el símbolo del águila.
-Dale más Gal –Arión gritó tanto que Galigus sentado
en la parte delantera del carro le oyó sin hacerle falta el
auricular de su casco.
-Va a máxima velocidad señor.
Con el corazón desbocado, los pensamientos de Arión
se posaron en sus hijos a los que tal vez no volviera a
verlos, en su mujer, y se sorprendió apremiando en
susurros al motor, “vamos sube, vamos….”. Sintió como
un hormigueo le recorría todo el cuerpo, temía ser im-
pactado a cada momento, sabía las consecuencias de
un impacto trasero, la zona más vulnerable del carro.
Sabía que si eran alcanzados por proyectiles de Cañón
Láser, tras la explosión harían que el carro alcanzase
una temperatura de más de mil grados, capaz de derre-
tir las placas de ferro-acero, convirtiendo el habitáculo
en un crematorio sin salida. Cuando los supervivientes
(si los había) intentasen escapar del carro, su piel se
quedaría adherida al contacto con el metal. Se vio a sí
mismo en el jardín de su urbanización asando carne a la
parrilla, como había hecho tantas veces, y recordó la
aversión que tenía su abuelo, un veterano carrista de la
guardia, al olor de la carne asada que le provocaba
nauseas.
Le pareció oír dos explosiones lejanas que le hicieron
estremecerse y sacarlo de sus angustiosos pensamien-
tos.
-Al habla Centurión cuatro dos, le he dado, he da-
do a ese hijoputa –les llegó por el intercomunicador.
Antes de que Arión empezara a hablar por el micró-
fono de su casco de goma espuma forrado de cuero
oyó una nueva explosión.
-Aquí Centurión cuatro cuatro ¿Cuál es la situa-
ción? Cambio.
Nadie contestó. Una nueva detonación lo sacudió.
-Joder, esos hijoputas nos están aniquilando –
exclamó Perdomilo con la respiración entre cortada.
-Repito, aquí Centurión cuatro cuatro ¿me reciben?
cambio.
Interferencias, y pasados unos segundos.
-Centurión cuatro dos al habla, nos han alcanzado, sin
bajas, nuestro carro ha quedado inmovilizado. Hemos
alcanzado al intruso, pero ese cabrón sigue moviéndo-
se…….
Arión interrumpió al Jefe de carro.
-¿Sabe algo de Centurión cuatro uno, cambio?
-Negativo, he perdido la señal, abandonamos el carro,
cambio y cierro.
Durante su descenso, el Predator fue impactado
por un proyectil desenfilado en uno de sus laterales,
arrancando el cañón láser de su barquilla izquierda, al
estar fabricado de materiales ignífugos, el fuego quedo
controlado. Siguió su camino medio cubierto por el hu-
mo y en un movimiento audaz, consiguió colarse entre
el estrecho pasillo de unos treinta metros que había
entre Malcador y Malcador que subían la pendiente a
una velocidad inferior a 20Kmh, lo que les hacía ser
unos blancos casi estáticos, ante la moderna compu-
tadora de tiro del Predator, que haciendo fuego con el
cañón láser de su barquilla derecha contra la parte late-
ral del Malcador, lo dejó inmovilizado. Rebasados los
dos Carros Malcador, la torreta del Predator giró y una
vez más haciendo gala de su cadencia de tiro y preci-
sión de disparo en movimiento que le otorgaba su gi-
roestabilizador, abrió fuego contra la parte trasera del
otro Malcador situado más al extremo, convirtiéndole en
una bola de chispas y fuego. Continuó describiendo un
amplio arco hacía su derecha, para volver a subir la
cuesta en busca del único icono que seguía parpadean-
do en su auspex, el Vieja Estirpe.
Galigus El conductor Galigus, se sentaba en la parte delan-
tera del carro, en un pequeño espacio similar al que
tendría un piloto en la carlinga de un Thuntherbolt; Te-
nía a mano las palancas de marchas y de giro, delante
de él, estaba el panel de control, formado por indicado-
res, diales, una cámara y un velocímetro.
Galigus era un Natu, un mestizo, ni humano ni
Nat´Sui. A pesar de ser medio humano, sus ojos esta-
ban rodeados de la mancha característica de la especie
de su madre, al igual que el color lila de sus pupilas sin
iris. Su piel era más oscura, ni tan rosa ni tan suave
como la de un Nat´Sui, pero tampoco tan oscura como
la de un humano.
Al principio, cuando miles de años atrás los humanos
empezaron a conquistar las estrellas y a esparcirse por
el espacio, llegaron a un planeta habitado por los
Nat´Sui, unos seres inteligentes de rasgos humanoides,
al que llamaban en su lengua Naturell. Cuando llegó el
declive terráqueo y se el perdió contacto con el resto de
la humanidad, los Nat´Sui ayudaron a los humanos a
establecerse y juntos formaron una nueva sociedad.
Debido al parecido físico y biológico de ambas espe-
cies, fueron apareciendo parejas formadas por ambas,
sin embargo, estas uniones no podían procrear. La apa-
rición del Birreproductor permitió a estas parejas tener
descendencia. Cuando el imperio descubrió y sometió
Naturell, descubrió con horror que el planeta era habi-
tado por una sociedad formada por igual de humanos y
Nat´Sui, o Xenos como ellos llamaban a todo ser inteli-
gente no humano. Durante los primero tiempos del so-
metimiento, las doctrinas imperiales no fueron tan opre-
sivas, pero con el paso del tiempo estas doctrinas se
endurecieron. Se apartó a los Nat´Sui y a los mestizos
de puestos relevantes, y la eclesiarquía junto con la
inquisición comenzó a perseguirlos, acusándoles de se-
guir prácticas a cultos prohibidos.
La prohibición de usar el Birreproductor y la amenaza
latente de declarar a los Nat´Sui Xenos Horríficus, fue-
ron los detonantes de la rebelión.
El Gobernador un hombre carismático, decreto el res-
tablecimiento de las normas pre-imperiales y la sece-
sión del imperio. Pero la rebelión no fue apoyada en
todas las colmenas de Naturell, en aquellas donde había
poca población Nat´Sui y la mayoría de la población era
de origen imperial como ex guardias, se mantuvo fiel al
imperio, y estalló una guerra civil a nivel mundial, por
todo el planeta.
Galigus siempre había sido, tranquilo y pacifico, pero
después de ver todo lo que había tenido que pasar su
familia, pensó que no podía mantenerse al margen,
resignarse sin más y supo que era su deber participar
en esta guerra. Y ahí estaba ahora, dos meses después
conduciendo un tanque Malcador de las FDP Naturelia-
nas rebeldes.
El conductor Galigus miro a través de su periscopio
con expresión aliviada cuando vio que su tanque llegó
por fin al pueblo semiderruido y dejó escapar un pro-
fundo suspiro. La dotación estalló en gritos de alegría.
Seguidamente el Jefe de carro habló por el micrófono.
-Gal, el auspex no indica amenazas en el pueblo,
adéntranos en la zona urbana.
-Señor, deberíamos dar la vuelta y ver que ha pa-
sado –intervino Helisandre.
-Lo sé Helis, pero aquí al menos estaremos ocultos
hasta que logre saber en que situación estamos.
-Los Predator van equipados con sistemas térmi-
cos, será muy difícil ocultarnos, eso le dará ventaja en
un combate urbano. Pero Si damos la vuelta y nos colo-
camos en la pendiente, seremos nosotros los que ten-
gamos la ventaja, ocupando una posición alta.
-Joder señor, haga caso a bragas de acero ¡hay que
joder a esos joputas! -Perdomilo habló con su tacto ha-
bitual
Arión pensó en amenazar a aquel bruto con dar parte
si seguía hablando de esa manera. Pero esa idea le pa-
reció absurda en ese momento, abrumado por la situa-
ción, se sentía sin fuerzas para tomar decisiones y pen-
só que era lo más correcto. Sin estar muy convencido,
pero sin otra alternativa accedió.
Vieja Estirpe El tanque Malcador dio la vuelta y sus cadenas
chirriaron cuando giró sobre sí mismo, se colocó en una
posición que dominaba toda la cuesta, desenfilado so-
bre la cima de la pendiente, dejando expuesto solo la
parte frontal del carro. Con el estómago llenó de mari-
posas, Arión se decidió a subir a la escotilla, temeroso
de que el auspex, no hubiese detectado la presencia de
algún franco tirador en las ruinas, y observó con sus
prismáticos subido a la torreta. El humo blanco que los
había cubierto en su ascenso, se había desgarrado en
jirones que ascendían al cielo. El ambiente estaba im-
pregnado del empalagoso olor a combustible quemado.
Abajó, a unos dos kilómetros en la posición que acaba-
ba de dejar, varias columnas de humo negro se eleva-
ban al cielo. Vio arder con virulencia sobre la carretera,
lo que había sido el carro de mando, a la derecha de
éste, inmóvil un carro aparentemente intacto y a una
treintena de metros, en el extremo, otro Malcador to-
talmente destruido, convertido en unos amasijos de
hierro devorados por una gran bola de fuego y cubierto
de un espeso humo negro. Al otro lado de la carretera
su binomio el Malcador Centurión cuatro tres, permane-
cía igualmente parado con una ligera humareda salien-
do de su torreta sin cañón, “gracias al Emperador se
han salvado” pensó Arión sobre su tripulación.
Ruido de orugas, y sus prismáticos se posaron so-
bre la temible silueta del Predator que subía la pendien-
te dejando un rastro de polvo tras de sí derecho a ellos.
Amplió los prismáticos y Arión vio que de su barquilla
izquierda salía una ligera humareda casi imperceptible
y su cañón láser había desparecido.
-Helis, lo tenemos a nuestras once, sobre un kiló-
metro. Parece que ha perdido su Láser izquierdo –Gritó
Arión desde la torreta.
-Si no fuese tan rápido intentaría atacarle por ese
lado pero Vieja Estirpe es demasiado lento -No pasó ni
dos segundos y Helisandre volvió a hablar -. Lo tengo,
ha cometido un gran error señor.
-Ojala tengas razón Helis.
-Con el debido respeto, la tengo. Vieja Estirpe tie-
ne 180mm de espesor en su blindaje frontal, que es lo
único que ofrecemos al enemigo. Si dispara antes que
nosotros a más de 500 metros no lo traspasara, si espe-
ra a acercarse, yo dispararé antes y tengo línea de vi-
sión sobre su techo.
Se sintió algo más tranquilo después de hablar con
ella, pero se arrepintió de haber gastado todos los bo-
tes de humo. Cerró su escotilla y se preparó.
-Gal prepárate, para echar el carro para atrás y
meterle en el pueblo. Per, solo vamos a hacer un dispa-
ro, ponte junto a Gal y coge el bólter pesado. Helis abre
fuego en cuanto lo tengas.
Apenas hubo terminado de hablar el Predator que
subía haciendo giros para evitar ser iluminado por el
láser, disparó con el cañón de la torreta. El disparo so-
nó lejano y ahogado. En medio de un estruendo ensor-
decedor Vieja Estirpe sufrió un impacto en su parte
frontal, que le hizo zarandearse violentamente de ade-
lante a atrás. Un olor a metal recalentado sacudió el
interior del pesado vehículo. Arión miró asustado por su
pantalla y pareció que todo funcionaba.
-¿Todos bien?
-Si señor –contestó con una risa nerviosa Helisan-
dre -¡Ha aguantado, no ha traspasado el blindaje!
-Si señor –contestó Galigus.
-Acaba con ese cabrón Helis –Gritó Perdomilo, que
se había golpeado la frente y tenía una mano ensan-
grentada sobre ella.
-¡Fuego! –Gritó a pleno pulmón Arión.
Tras apuntar con su periscopio panorámico con la
visión aumentada por el zoom de la cámara, Arión dis-
paró el Cazador de tipo filo guiado montado en el casco
del carro. Con los mandos del visor dirigió el misil guia-
do por cable hacía el lado izquierdo del frontal del Pre-
dator.
A unos cincuenta metros del intruso, éste giró brusca-
mente hacía su derecha, privando al láser de su barqui-
lla derecha de adquirir un blanco y esquivando al misil,
que pasó de largo estrellándose contra el suelo metros
atrás.
Aprovechando la inercia del giró del Predator, que le
impedía volver a rectificar el rumbo, Helisandre lo ilumi-
nó con su láser,el triángulo de su mira se puso rojo,
apretó el botón que quitaba el seguro, pisó el pedal de
tiro que accionaba la luz roja parpadeante y disparó
sobre el techo de la torreta, haciéndola saltar por los
aires en medio de un gran estrépito. El Predator quedó
inmóvil y poco a poco fue en aumento el humo y las
llamas que comenzaban a salir de él.
-Prepara otro perforante Per –chilló Arión.
Antes de que Perdomilo cargase otro obús, un misil
subiendo la cuesta a ras de suelo impactó en la parte
trasera del Predator inmovilizado. Tras la explosión ini-
cial se sucedieron otras en cadena, como si fueran fue-
gos artificiales y el carro quedó envuelto en una gran
bola de Prometio, de varios metros de altura.
-Han alcanzado su depósito de municiones y el de
combustible –aseguro Helisandre.
Se oyeron unas interferencias por radio y escucharon.
-Aquí cuatro dos ¿creíais que no nos íbamos a unir
a la fiesta?
-Tess, sois muy bienvenidos –contestó Arión -
¿pensaba que habías abandonado el carro? Cambio.
-Volvimos a él, solo tiene la rueda propulsora ave-
riada.
-Por el puto Trono, se la habéis metido por el culo
¡Jodete cabronazo! –Per había salido a la torreta, junto
a Arión, para ver el espectáculo mientras saludaba con
una mano y con la otra seguía tapándose el rostro san-
grante.
-¡Si adiós hijo puta! –sentenció Galigus, asomado
por la escotilla delantera ante la sorpresa general del
resto de la dotación de Vieja Estirpe.
Arión mantuvo la mirada fija unos instantes sobre el
carro Astarte, intentando vislumbrar a que capítulo per-
tenecía, dándose por vencido, dio una palmada a su
cargador y bajó a su sillón.
-Volvamos a recoger a los supervivientes y a ayu-
dar a reparar el carro. El mando tiene que saber que los
rumores sobre los Astartes son ciertos.
Oscar Diaz
FanHammer
H oy en ESOPCIONALNOTEDEJO os
traigo la segunda parte sobre tipos
de chimeras de la Guardia Imperial,
perdón es la costumbre, el Astra Mili-
tarum que continua el articulo del numero anterior de
Goblin Panzudo. En el GP6 os presente tres Chimeras o
versiones del tanque, que según archivos imperiales
tiene cientos de versiones según terrenos, planetas,
necesidades, material disponible.
Hoy os dejo otras versiones del magnifico Chimera
esperando que os gusten y que los probéis por vues-
tras partidas entre amigos. Solo son reglas de casa
para disfrutar del hobbie con cosas diferentes.
El primero se trata del celebre Salamandra, vehículo
de reconocimiento muy utilizado y muy aclamado den-
tro de los más celebres Regimientos de la Guardia Im-
perial. Pero este es un salamandra algo diferente por-
que se trata de un submodelo de Mando. Estas son sus
reglas, diferentes en algunas cosas a las oficiales de
FW.
Vehículo de Reconocimiento Salamandra de
Mando:
Transporte para el Cuartel General de la avanzadilla
de todo cuerpo blindado imperial. Se trata de un tan-
que versátil, bien equipado y sobre todo con un factor
estratégico importante para los transportes avanzados
imperiales. Puntos : 85.
Equipo:
Cañón Automático
Bólter Pesado
Reflector
Descargadores de Humo
Puede cambiarse el cañon automatico por un cañon
laser por +20 puntos o por un multilaser sin coste en
puntos.
Reglas especiales: Anfibio, Explorador y Jefe de
Carros Ligeros
Jefe de Carros ligeros: El Vehículo es un vehículo
de mando avanzado dirigido por una eminencia en la
batalla acorazada de vehículos. Puede unirse a la uni-
dad 2 tanques más, formando un escuadron de tres
vehículos en total, pudiendo unir a este tanque tanto
otros salamandras normales o chimeras. Todos los
vehículos del escuadron, sin contar el Salamandra de
Mando podrán repetir las tiradas falladas para impac-
tar.
Chimera de Regimiento Inquisitorial:
Esta variedad de Chimera es una versión adoptada
por la GI que acompaña normalmente a los seguitos
Inquisitoriales por el universo. Se trata de un tanque
mucho más robusto que la versión estándar y posee
unas mejoras que ningún otro de los Chimeras puede
compartir. La Inquisición siempre quiere lo mejor y lo
obtiene. Equipado con cañon automatico de base, pue-
de cambiarlo por un cañon laser por +10 puntos. Pun-
tos: 100
Nuevos Modelos
de Chimeras II
HP BF BL BP
4 12 10 10
HP BF BL BP
3 13 11 11
ESOPCIONALNOTEDEJO SECCIÓN
Reglas especiales: Anfibio, Blindaje Extremo y Car-
ga Inquisitorial
Blindaje Extremo: El chimera inquisitorial ha sido
totalmente reforzado con planchas y nuevo material
para hacerlo impenetable en batalla y poder llevar al
sequito y sus tropas allí donde este su misión. Todos lo
blindajes de este vehiculo tienen un +1 respecto a un
chimera estándar ya incluido en el perfil. Por el contra-
rio su velocidad máxima nunca podra ser utilizada ex-
cepto si decides hacer una Carga Inquisitorial.
Carga Inquisitorial: Solo se puede realizar una vez por
partida, y en ella el Chimera Inquisitorial podra despla-
zarse a máxima velocidad ese turno. Debe decidirse
esta carga en el turno de movimiento y decirse al prin-
cipio de la fase. Tras realizar el movimiento,el vehiculo
quedara inmovilizado pues los motores se han sobreca-
lentado por el enorme esfuezo.
Vehículo de Reconocimiento Buho:
Este propiamente dicho no es una variante del Chime-
ra tradicional como se ve a simple vista. Pero lo inclui-
mos porque merece también mención especial entre los
tanques de la GI. El Buho es un pequeño transporte
acorazado de reconocimiento que suele ser utilizado
para reconocer el terreno delante de las grandes colum-
nas blindadas o para operaciones especiales como infil-
tación en las líneas enemigas o sabotaje. Su importan-
cia reside más en la movilidad y pasar desapercibido
que en su poder ofensivo. Veamos sus características y
sus reglas especiales. Esta armado con una pequeña
ametralladora pesada acoplada y claro esta solo tiene
un punto de estructura. Puede transportar como máxi-
mo 6 miniaturas. Puntos: 75
Reglas especiales: Anfibio, Infiltración, Vehiculo
Descubierto y Enemigo descubierto
Enemigo Descubierto: Si un ejercito incluye uno o
más Buhos en su lista de ejercito podra disponer de la
regla Enemigo Descubierto y utilizar dicha regla des-
pués de la fase de despliegue. Puede utilizarlo de dos
formas.
Una vez desplegados ambos bandos, el jugador que
tiene en su poder el vehiculo Buho advierte a su con-
trincante que va a utilizar esta habilidad. A continuación
cualquier unidad de la GI desplegada podra cambiar su
despliegue en el campo de batalla siguiendo las normas
de despliegue de la misión en juego. Podra desplegar
también cualquier unidad dejada en reserva como si no
lo hubiera estado en ese momento. Sino la otra opción
será elegir una de las unidades del enemigo en reserva
y designarla como objetivo. Se supone que dicha uni-
dad ha sido instigada por los vehículos Buho durante la
preparación de la batalla y por tanto, en el primer turno
que se deba tira por reservas para dicha unidad, esta
no podra salir a menos que saque un 6 en el dado de
reservas.
Bueno hasta aquí nuestros nuevos tres tanques para
la gloriosa y honorifica Guardia Imperial. En el próximo
numero de Goblin Panzudo, os traeremos algo diferen-
te. Ya le estoy dando vueltas al coco y tengo ya algunas
ideas muy locas...
ESOPCIONALNOTEDEJO.com
HP BF BL BP
3 10 10 10
Conocimiento
y Deber IV
Tras los sucesos del interior del Santuario, de los cua-
les nadie de la Tertius quiere hablar, la escuadra de la
Décima Compañía y su Capitán vuelven a bordo de la
fragata de combate Puño de Ferrus.
Capítulo 3.1: Decisiones.
Ya a bordo...
La escuadra de mando al completo de la Cuarta Com-
pañía estaba esperando en la sala de embarque, así
como el Capitán Bael y dos lugartenientes de la astro-
nave. El Capitán Romerae lideraba la Cuarta Compañía
con audacia e intensidad, era uno de los capitanes más
jóvenes del capítulo y se había ganado el respeto de los
demás con rapidez. Nada más distinguir el característico
sombrero del recién llegado capitán Hel Vaal, se adelan-
tó a sus hombres de confianza.
- ¡CAPITÁN! - Bramó con escándalo. - ¿Cómo que
retirada? ¿Qué habéis encontrado ahí abajo? ¿Qué está
pasando?
- Esto no es asunto tuyo Romerae, lo transfiero a la
Primera Compañía y no voy a dar un solo paso más
hasta que lleguen Exterminadores con un líder apto. -
Hel Vaal se le encaró deteniéndose ante él, firme. En el
breve trayecto de vuelta había tomado esa decisión de
forma unilateral. Hasta Torín se sorprendió con la notifi-
cación.
Ambos capitanes se miraron con sus respectivas es-
cuadras tras de ellos, a una distancia prudencial. Uno se
sentía infravalorado por la falta de información, y el
capitán de la Décima Compañía parecía realmente asus-
tado con lo que había vivido en el subterráneo del San-
tuario. Estaba hablando de la Primera Compañía.
- ¡Eso es absurdo! Mi compañía está aquí ¿Qué puede
haber en un sótano mugriento que la Cuarta no sepa
manejar?
- ¡No quiero que bajéis hasta que lleguen los refuer-
zos que voy a pedir ahora mismo! Es más, vamos a vol-
ver a Nyumba y volveremos con ellos, no quiero a nadie
aquí.
- ¿De qué estás hablando, capitán? - Romerae se en-
fureció de verdad en este instante, lo suficiente como
para que dos miembros de su escuadra de mando se
acercaran por prevención. - ¡MI compañía no tiene por
qué volver a Nyumba estando este asunto en el aire!
¡Tan cerca! ¡Sin saber ni por qué! Localizaremos a Poz-
lak antes y le preguntaremos qué hay ahí si es necesa-
rio, si la Décima se acobarda hazte a un lado y deja que
los Astartes de verdad limpien lo que haya que limpiar.
- Cuida tu lengua Romerae. - Hel Vaal levantó el bra-
zo armado con la cuchilla relámpago (apagada) en una
vana amenaza. - No olvides que YO YA ERA CAPITÁN
cuando tú estabas aprendiendo a sujetar un bólter. Mi
responsabilidad para el capítulo es garantizar y salva-
guardar su futuro, no voy a arriesgar ni una sola pizca
de ese futuro exponiendo a los neófitos contra algo que
no se puede combatir, contra lo que una servoarmadu-
ra no te protegerá más que la ropa interior. NADIE VA A
BAJAR HASTA QUE VENGA LA PRIMERA COMPAÑÍA.
HAZTE TÚ A UN LADO CAPITÁN.
Hel Vaal rodeó a Romerae para coger al Capitán Bael
de la pechera, a punto de alzarle del suelo ante la brus-
ca presa.
- Transmite a Nyumba ahora mismo. Voy a ir a expo-
ner ante el Consejo Interior la delicada situación que he
encontrado aquí, quiero discutir directamente con ellos
lo que haremos. Y prepara la nave para partir de inme-
diato.
Bael no atinó a responder nada claro, pero soltándose
y dándose la vuelta, además de tratar de recuperar dig-
nidad en postura y tono, envió a sus dos acompañantes
a transmitir la petición.
- Capitán. - Llamó Romerae con más calma tras discu-
tir brevemente con los dos hombres de confianza que le
habían alcanzado. - Quiera o no, la Cuarta obedecerá
mi criterio y no el suyo. Nos quedaremos. Desembarca-
rán todos mis hombres conmigo, aseguraremos el exte-
rior del Santuario y buscaremos a Pozlak. Si encontra-
mos al Inquisidor, esperaré a la Primera Compañía. Si
no lo encontramos, asumiré que está en ese sótano y
entraré con o sin su consentimiento.
- ¡Haz lo que te dé la gana, ingenuo! - Espetó sin más
Hel Vaal con el rostro rojo. No siguió el tema y empujó
a un astartes con poca delicadeza para abrirse paso. -
¡Llévame al puente, Bael! ¡Vamos al puente! Cuando la
Cuarta haya desembarcado nos iremos de órbita inme-
diatamente.
Un tanto después, en el puente...
- No lo apruebas. – Dijo Hel Vaal
La respuesta inicial de Torin fue encogerse de hom-
bros.
- No apruebo el trato con Romerae. No sé qué ha vis-
to, Capitán Hel Vaal, pero es un honorable Hermano de
Armas y esto debería haberse manejado mejor. Sin con-
tar con que es otro capitán. De una Compañía de Com-
bate. Y que no le hemos informado como deberíamos.
- Cuanto antes lleguemos a Nyumba, antes tendrá so-
lución esto. No todo tiene que saberse, al menos no sin
precauciones, Torín. Es una de las premisas de los
Círculos. Quiero que Thanio se quede aquí con la Her-
mana de Batalla. Si le sacamos algo no nos será útil
lejos de aquí, que la Cuarta Compañía disponga inme-
diatamente de cualquier avance en ese sentido.
- Sí, capitán… ¿De verdad cree que necesitamos a la
Primera Compañía?
- Intentaré arrastrar a Aresius hasta aquí si puedo y lo
meteré de una patada en ese agujero con quien él pue-
da añadir de la Primera. Lo creo que necesario, sí. Lo
que hay ahí, Sargento, tiene que ver con lo que nunca
deberíamos conocer, y va a corresponder al Librarium.
Un Bibliotecario puede ser muy útil, pero un Biblioteca-
rio corre unos riesgos que ni tú ni yo imaginamos.
Quien acompañe al Bibliotecario tendrá que estar pre-
parado para encontrarse con los peores enemigos del
Imperio. Sí, creo que sólo la Primera puede entrar ahí.
- Creo que no lo entiendo.
- No importa, recuerda lo de Thanio.
Hel Vaal se paseó por el puente desde entonces hasta
que llamaron su atención.
- ¿Sí?
- Capitán, una astronave de los Martillos de Wikia está
haciendo escala en la tercera luna de Tartenis. Quizás
quiera contactar con ellos.
- Maravilloso, transmita. Quiero saber qué nave es, de
dónde vienen, a dónde van y quiénes son.
Y así la atención se trasladó al espacio monotorizado
destinado a las comunicaciones mecánicas de corto al-
cance, sin necesidad de astrópatas.
- Aquí la Barcaza de Batalla Petrum Est, proveniente
de Nyumba. Hacemos escala en el sistema Tartenis pa-
ra recoger víveres y preparar el salto disforme hacia el
Segmentum Ultima en misión de los Martillos de Wikia.
A bordo hay elementos de la Tercera Compañía bajo el
mando del ilustre Epistolario Emilius. - Fue la presta
respuesta del oficial homólogo de la otra nave.
- El Capitán Hel Vaal de la Décima Compañía solícita
que el Epistolario Emilius y sus subordinados abando-
nen temporalmente su misión para auxiliar a la Cuarta
Compañía en Tartenis II.
- Pero Tartenis II es segura, imperial y no está bajo
ataque ¿Por qué la Cuarta Compañía necesita apoyo?
Aquí el operador miró al capitán Hel Vaal con auténtica
perplejidad, puesto que para la tripulación realmente no
había nada que estuviera yendo especialmente mal.
Aunque la discusión de los capitanes estaba natural-
mente en boca de todos, por supuesto
- Dígale que obedezca. - Aclaró el capitán sin más.
- No tengo autorización para responder. - Arregló el
operario. - Reiteramos que la Cuarta Compañía necesita
auxilio en Tartenis II.
Y ahora la voz del otro lado cambio a una más grave e
impaciente.
- Aquí Puño Trueno. Me encuentro en misión del Libra-
rium del Capítulo y no voy a demorar mis responsabili-
dades por cualquier cosa ¿Acaso un novato se ha dispa-
rado, el capitán no sabe limpiar su espada sólo? ¿Qué
insulto es este que se espera que eluda mi deber por
simple acto de fe? ¿Quién me está pidiendo que vaya?
Según los registros la Puño de Ferrus debía volver a
Nyumba ¿Qué hacen ahí, en nombre del Emperador?
Titubeante ante la agria respuesta de Hel Vaal el tripu-
lante de la Ferrus lo tranmistió como pudo. - El Capitán
de la Décima Compañía le... ordena acudir a Tartenis II.
- ¡El capitán de la Décima Compañía no tiene autori-
dad sobre mí! ¡No soy un neófito! ¡¿Con quién piensa
que está tratando?! - La respuesta fue agria y altiva.
Hel Vaal agarró al operador y lo empujó hacia atrás
arrojándolo por ahí. Si no hubiera regresado Torin para
estar en medio de su camino, agarrándolo, el pobre
hombre habría impactado sobre maquinaría.
- ¡NO VOY A TOLERAR QUE OTRO OFICIAL IMBERBE
CUESTIONE MIS DECISIONES! - Bramó Hel Vaal gol-
peando con el puño el aparato que tenía delante, como
si así la transmisión pudiera tener un énfasis mayor. -
¡VENGA AQUÍ Y DÉ COBERTURA Y APOYO A LA CUAR-
TA ANTES DE QUE COMETAN UNA LOCURA EN SOLITA-
RIO! A LA MIERDA TU MISIÓN. YO RESPONDERÉ ANTE
LORD ELEDAN SOBRE ESTE ASUNTO Y LOS QUE HA-
GAN FALTA.
Hel Vaal aplastó su propio sombrero para contenerse
mejor, y bajó un poco el tono de voz.
- Aquí se necesita un Epistolario con experiencia para
evitar una catástrofe mientras se solicita a la Primera
Compañía. Apoya a tus hermanos, Puño Trueno, y deja
la responsabilidad al Capitán de la Décima.
- Estás loco.
- También responderé por eso. Ven.
- ¿De verdad quiere la Primera Compañía en Tartenis
II? - Emilius estaba totalmente desconcertado ¿Qué
podía estar pasando en ese planeta para tanto alboro-
to?
- Sí.
- Está bien, desviaremos nuestro curso y evaluaré per-
sonalmente la situación. Si se ha equivocado, capitán,
prepárese para presentar una defensa sólida porque no
lo voy a olvidar y pediré que pague por su irresponsabi-
lidad.
Hel Vaal ya no respondió apartándose de la máquina.
Se abrió paso por el puente aún rojo y con la respira-
ción agitada.
- Señor. - Torin alcanzó a su capitán rápidamente te-
niendo cuidado de su estado de ánimo. - Quisiera que-
darme, puedo ser útil aquí.
- Lo sé, pero te vienes conmigo.
- Pero...
- Pero nada Torín. Si ya no sé reconocer las amenazas
habrá acusaciones duras contra mí en casa y necesitaré
a alguien para presentar como Capitán después de mí.
No vamos a volver a hablar de esto.
Y así Hel Vaal se separó de él dejándolo atónito, para
buscar al responsable de la Puño de Ferrus.
- Capitán Bael. - Llamó impaciente. - A Nyumba.
El'Val
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