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DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA. IES JUAN DE LUCENA. Página 1
Escuela de Atenas
(detalle: Platón)
BLOQUE II: PLATÓN Y ARISTÓTELES. LOS DOS GRANDES SISTEMAS.
TEMA 1. PLATÓN: LA JUSTICIA EN LA POLIS.
0. INTRODUCCIÓN.
1. SITUACIÓN HISTÓRICA EN TIEMPOS DE PLATÓN.
2. LA MUERTE DE SÓCRATES Y EL DESPRECIO POR LA POLÍTICA.
3. LA CIUDAD IDEAL DE “LA REPÚBLICA”.
3.1. Presupuestos de la filosofía política.
3.2. Antropología. La doctrina del alma, la justicia y las clases sociales.
3.3. La educación. La necesidad de conocer el bien. La teoría de las ideas.
3.4. Las distintas formas de gobierno.
0. INTRODUCCIÓN.
La preocupación por la organización del estado y la política siempre estuvo
presente en la filosofía de Platón.
En su juventud atendió a estas cuestiones prácticas, pero las abandonó
para teorizar y buscar utopías por los continuos desengaños de la democracia y el
gobierno de los treinta tiranos.
Su objetivo principal será alcanzar un ideal de justicia en la polis
inspirado por su maestro Sócrates.
Por tanto, primero veremos las circunstancias históricas y políticas en las
que se desarrolla este pensamiento y sobre todo la condena injusta a Sócrates,
que lleva a Platón al desengaño y a buscar ese modelo de ciudad ideal, luchando
contra el escepticismo y el relativismo de los sofistas.
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En este modelo ideal destaca la teoría de las ideas como forma de
conocer el bien, ya que sólo quien lo conozca puede gobernar.
Este conocimiento del bien también se relaciona con la antropología a
través de su teoría del alma, que enlaza a su vez con la función que cumplirá
cada clase social en la vida de la polis.
1. SITUACIÓN HISTÓRICA DE ATENAS EN TIEMPOS DE PLATÓN.
Las ciudades estado aparecen en Grecia tras el derrumbe de la civilización
micénica.
La geografía griega favorece la fragmentación y a eso hay que unir la
colonización de nuevas zonas. Todo esto lleva al sistema de polis o ciudades
estado, plenamente independientes entre sí.
Al inicio de este nuevo sistema, la organización social tenía un origen
vertical formado por los ciudadanos libres, aquellos carentes de ciudadanía y
esclavos.
Durante las distintas guerras médicas que enfrentan a griegos y persas la
población que participa defendiendo a su polis reclama su sitio para poder
participar en los asuntos del estado.
Así, en el siglo V a. C. tras el triunfo griego aparece en Atenas la
democracia de Pericles y comienzan las cuestiones sobre ¿Qué es lo justo? Y ¿a
quién beneficia la ley?
Este sistema favoreció el desarrollo de la polis, pero las guerras del
Peloponeso y la peste acabaron con el periodo de esplendor.
Estas guerras enfrentaron a Atenas con Esparta. La primera representa la
democracia y Esparte la aristocracia de carácter militar.
Pericles organiza la liga (unión de polis) de Delos y Esparta la liga del
Peloponeso para defenderse del poder imperialista de Atenas.
La guerra dura treinta años y termina con la victoria de Esparta,
estableciendo el gobierno de los treinta tiranos, con apariencia democrática.
Este gobierno termina un años más tarde por el descontento popular y se
reimplanta la democracia. Pero la decadencia de las instituciones y el surgimiento
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de concepciones individualistas llevan al desmembramiento de la polis y el
surgimiento del imperio macedónico con Filipo II y Alejandro Magno.
En este contexto surgen las ideas de Platón, junto a la condena injusta de
su maestro Sócrates.
2. LA MUERTE DE SÓCRATES Y EL DESPRECIO DE LA POLÍTICA.
Platón nace en 427 a. C. recién comenzada la guerra del Peloponeso, en el
seno de una familia aristocrática y culta, por lo que es educado en el conocimiento
de las artes, vive la democracia y la muerte de Pericles.
Sin embargo, la condena a Sócrates y el juicio a los generales vencedores
en la batalla de las Argimusas marcan el punto de inflexión de su pensamiento.
Estos generales fueron condenados a pesar de vencer por no haber podido
salvar la vida de miles de soldados atenienses. Sócrates se opuso a ese juicio y
eso fomentó su amistad con Platón.
En esos tiempos se estableció en gobierno de los treinta tiranos, bien visto
por Platón, que siempre receló de la democracia. Sin embargo, sus decisiones
arbitrarias y el enfrentamiento de los tiranos con Sócrates por no colaborar en la
detención de ciudadanos inocentes, hizo a Platón oponerse a ellos.
Al caer la tiranía sucede el juicio a Sócrates.
A partir de ahí Platón intenta poner en claro sus ideas, averiguando qué es
el bien, la virtud y la justicia.
En este sentido su pensamiento epistemológico (teoría del conocimiento) y
ontológico (estructura de la realidad) cobra importancia, porque es imposible un
buen gobierno sin verdadero conocimiento.
Lo importante es el concepto de justicia, que está basado en el principio de
cohesión de la polis, en la unión y no en el interés personal. No todos pueden ser
iguales porque no todos conocen lo que deben.
Platón se opone a los sofistas por su relativismo y escepticismo. La verdad
existe, pero no todos están capacitados para conocerla.
Así la justicia se une al bien, pero al bien común y no al interés del
gobernante.
Partiendo de esta idea establece Platón su ciudad ideal en “La república”.
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3. LA CIUDAD IDEAL DE LA REPÚBLICA.
El propio Platón es consciente de que el modelo de ciudad que establece
tiene carácter utópico, es decir se da cuenta de que no puede llevarse a cabo. Y
eso porque las tendencias individualistas impiden que todos se impliquen el la
defensa del espíritu de comunidad propio de los verdaderos atenienses. Aún así
no dejó de establecer cómo debería ser una ciudad bien gobernada.
3.1. Presupuestos de la filosofía política.
Los dos principales presupuestos son:
a. La correlación entre el alma individual y el estado.
b. El principio de especialización funcional.
La idea básica es que la polis es un alma en grande. Platón cree en el
intelectualismo socrático por el que el bien es igual al conocimiento. Quien conoce
el bien hace el bien. Por eso la razón puede crear ciudadanos perfectos.
Sin embargo, en el alma humana también hay puntos irracionales: pasiones
vicios etc.
Eso lo resuelve Platón dividiendo el alma en tres partes dentro de su teoría
antropológica
3.2. Antropología. La doctrina del alma y las clases sociales.
Según Platón en el alma hay una parte racional en la que aparece el
conocimiento y una irracional donde está la ignorancia.
Esa parte irracional se subdivide a su vez en otras dos:
- Con la que tenemos deseos: alma concupiscible o apetito.
- Con la que sentimos: alma irascible o ánimo.
ALEGORÍA QUE UTILIZA PLATÓN PARA DESCRIBIR LAS PARTES DEL ALMA Y EL AFÁN HUMANO
POR EL CONOCIMIENTO Y EL SER. EL MITO DEL CARRO ALADO.
En el diálogo “Fedro” Platón trata la cuestión del la esencia y partes del alma.
Comienza señalando que parece más adecuada, dada la dificultad del tema, la
exposición alegórica que la investigación racional e inmediatamente nos presenta el
mito del carro alado.
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"Sobre su inmortalidad, pues, basta con lo dicho. Acerca de su idea debe decirse lo
siguiente: descubrir cómo es el alma sería cosa de una investigación en todos los
sentidos y totalmente divina, además de larga; pero decir a qué es semejante puede
ser el objeto de una investigación humana y más breve; procedamos, por
consiguiente, así. Es, pues, semejante el alma a cierta fuerza natural que mantiene
unidos un carro y su auriga, sostenidos por alas. Los caballos y aurigas de los dioses
son todos ellos buenos y constituidos de buenos elementos; los de los demás están
mezclados. En primer lugar, tratándose de nosotros, el conductor guía una pareja de
caballos; después, de los caballos, el uno es hermoso, bueno y constituido de
elementos de la misma índole; el otro está constituido de elementos contrarios y es él
mismo contrario. En consecuencia, en nosotros resulta necesariamente dura y difícil la
conducción.
Hemos de intentar ahora decir cómo el ser viviente ha venido a llamarse "mortal"
e "inmortal". Toda alma está al cuidado de lo que es inanimado, y recorre todo el cielo,
revistiendo unas veces una forma y otras, otra. Y así, cuando es perfecta y alada,
vuela por las alturas y administra todo el mundo; en cambio, la que ha perdido las alas
es arrastrada hasta que se apodera de algo sólido donde se establece tomando un
cuerpo terrestre que parece moverse a sí mismo a causa de la fuerza de aquella, y
este todo, alma y cuerpo unidos, se llama ser viviente y tiene el sobrenombre de
mortal. En cuanto al inmortal, no hay ningún razonamiento que nos permita explicarlo
racionalmente; pero, no habiéndola visto ni comprendido de un modo suficiente, nos
forjamos de la divinidad una idea representándonosla como un ser viviente inmortal,
con alma y cuerpo naturalmente unidos por toda la eternidad. Esto, sin embargo, que
sea y se exponga como agrade a la divinidad. Consideremos la causa de la pérdida de
las alas, y por la que se le desprenden al alma. Es algo así como lo que sigue.
La fuerza del ala consiste, naturalmente, en llevar hacia arriba lo pesado,
elevándose por donde habita la raza de los dioses, y así es, en cierto modo, de todo lo
relacionado con el cuerpo, lo que en más grado participa de lo divino. Ahora bien: lo
divino es hermoso, sabio, bueno, y todo lo que es de esta índole; esto es, pues, lo que
más alimenta y hace crecer las alas; en cambio, lo vergonzoso, lo malo, y todas las
demás cosas contrarias a aquellas, las consume y las hace perecer. Pues bien: el gran
jefe del cielo, Zeus, dirigiendo su carro alado, marcha el primero, ordenándolo todo y
cuidándolo. Le sigue un ejército de dioses y demonios ordenado en once divisiones
pues Hestia queda en la casa de los dioses, sola. Todos los demás clasificados en el
número de los doce y considerados como dioses directores van al frente de la fila que a
cada uno ha sido asignada. Son muchos en verdad, y beatíficos, los espectáculos que
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ofrecen las rutas del interior del cielo que la raza de los bienaventurados recorre
llevando a cabo cada uno su propia misión, y los sigue el que persevera en el querer y
en el poder, pues la Envidia está fuera del coro de los dioses. Ahora bien, siempre que
van al banquete y al festín, marchan hacia las regiones escarpadas que conducen a la
cima de la bóveda del cielo. Por allí, los carros de los dioses, bien equilibrados y dóciles
a las riendas, marchan fácilmente, pero los otros con dificultad, pues el caballo que
tiene mala constitución es pesado e inclina hacia la tierra y fatiga al auriga que no lo
ha alimentado convenientemente. Allí se encuentra el alma con su dura y fatigosa
prueba. Pues las que se llaman inmortales, cuando han alcanzado la cima, saliéndose
fuera, se alzan sobre la espalda del cielo, y al alzarse se las lleva el movimiento
circular en su órbita, y contemplan lo que está al otro lado del cielo.
A este lugar supraceleste, no lo ha cantado poeta alguno de los de aquí abajo, ni
lo cantará jamás como merece, pero es algo como esto -ya que se ha de tener el
coraje de decir la verdad, y sobre todo cuando es de ella de la que se habla-: porque,
incolora, informe, intangible esa esencia cuyo ser es realmente ser, vista sólo por el
entendimiento, piloto del alma, y alrededor de la que crece el verdadero saber, ocupa,
precisamente, tal lugar. Como la mente de lo divino se alimenta de un entender y
saber incontaminado, lo mismo que toda alma que tenga empeño en recibir lo que le
conviene, viendo, al cabo del tiempo, el ser, se llena de contento, y en la
contemplación de la verdad, encuentra su alimento y bienestar, hasta que el
movimiento, en su ronda, la vuelva a su sitio. En esta giro, tiene ante su vista a la
misma justicia, tiene antes su vista a la sensatez, tiene ante su vista a la ciencia, y no
aquella a la que le es propio la génesis, ni la que, de algún modo, es otra al ser en otro
-en eso otro que nosotros llamamos entes-, sino esa ciencia que es de lo que
verdaderamente es ser. Y habiendo visto, de la misma manera, todos los otros seres
que de verdad son, y nutrida de ellos, se hunde de nuevo en el interior del cielo, y
vuelve a su casa. Una vez que ha llegado, el auriga detiene los caballos ante el
pesebre, le echa pienso y ambrosía, y los abreva con néctar.
Tal es pues la vida de los dioses. De las otras almas, la que mejor ha seguido al
dios y más se le parece, levanta la cabeza del auriga hacia el lugar exterior, siguiendo,
en su giro, el movimiento celeste, pero, soliviantada por los caballos, apenas si alcanza
a ver los seres. Hay alguna que, a ratos, se alza, a ratos se hunde y, forzada por los
caballos, ve unas cosas sí y otras no. Las hay que, deseosas todas de las alturas,
siguen adelante, pero no lo consiguen y acaban sumergiéndose en ese movimiento que
las arrastra, pateándose y amontonándose, al intentar ser unas más que otras.
Confusión, pues, y porfías y supremas fatigas donde, por torpeza de los aurigas, se
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quedan muchas renqueantes, y a otras muchas se les parten muchas alas. Todas, en
fin, después de tantas penas, tiene que irse sin haber podido alcanzar la visión del ser;
y, una vez que se han ido, les queda sólo la opinión por alimento. El porqué de todo
este empeño por divisar dónde está la llanura de la Verdad, se debe a que el pasto
adecuado para la mejor parte del alma es el que viene del prado que allí hay, y el que
la naturaleza del ala, que hace ligera al alma, de él se nutre. Así es, pues, el precepto
de Adrastea. Cualquier alma, que, en el séquito de lo divino, haya vislumbrado algo de
lo verdadero, estará indemne hasta el próximo giro y, siempre que haga lo mismo,
estará libre de daño. Pero cuando, por no haber podido seguirlo, no lo ha visto, y por
cualquier azaroso suceso se va gravitando llena de olvido y dejadez, debido a este
lastre, pierde las alas y cae a tierra"
Fedro, 246 d 3- 248 d
Las siguientes tesis resumen la interpretación más sencilla del mito:
El alma es el principio de vida gracias al cual los seres vivos pueden
realizar los movimientos que le son propios;
Las cosas naturales están dirigidas y controladas por la divinidad
(hipótesis providencialista y teleológica que luego encontraremos en gran parte
de la filosofía posterior);
El alma humana participa de algún modo de la naturaleza divina, pero
también de un principio opuesto que la pervierte y la hace caer al mundo de la
finitud, contingencia y muerte;
La parte más excelente del alma humana es semejante a la mente de los
dioses y, como la de ellos, se nutre del conocimiento;
Frente a la realidad física, más allá de la Naturaleza, en el “ámbito
supraceleste”, se encuentra la auténtica realidad, el ser verdadero caracterizado
como la esencia que permanece siempre idéntica a sí misma, que carece de
propiedades físicas (“incolora e intangible”) y se ofrece sólo al entendimiento
(dualismo ontológico);
Nuestro destino está en ese mundo perfecto, mundo al que se llega
básicamente mediante la Ciencia de lo absoluto (la filosofía o dialéctica) no
mediante el conocimiento de lo relativo y mudable (la opinión);
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Cuando se encarna, el alma olvida aquello que ha conseguido vislumbrar
en el mundo supraceleste (rudimentos de la teoría de la reminiscencia);
Es habitual también buscar la correspondencia de las partes del alma con
los elementos que aparecen en el mito del carro alado: el auriga representa la
parte racional, destinada a la dirección de la vida humana, al conocimiento y lo
más divino que se encuentra en nosotros; el caballo bueno representa la parte
irascible, aquello que permite al alma la realización de acciones buenas y
bellas; el caballo malo y rebelde representa la parte concupiscible, aquello que
fomenta en nosotros deseos y pasiones y que nos impulsa hacia el ámbito de lo
sensible.
Este mito resume perfectamente la propuesta que recorre la totalidad de la filosofía
platónica: realizar en esta vida y de forma radical la belleza, verdad y bondad (dado
que “lo divino es hermoso, sabio y bueno y esto es lo que más alimenta y hace crecer
las alas”).
Al igual que ocurre con los otros aspectos de su filosofía la ética no es objeto de
un tratado específico en el que se aborde el tema sistemáticamente. El hecho de que
muchos de los diálogos platónicos comience con alguna interrogación acerca de la
virtud en general, o de determinadas virtudes en particular, muestra claramente, sin
embargo, que el interés por el análisis del comportamiento humano no es algo
accidental en Platón. Como hemos visto en su concepción de la ciudad ideal, el
objetivo de la vida del hombre no puede reducirse a la satisfacción de sus necesidades
materiales; más allá de éstas, el hombre debe ser objeto de un desarrollo completo de
su personalidad, de acuerdo con las partes más elevadas de su alma, la irascible y la
racional, con el fin de alcanzar una felicidad identificada con la armonía de su vida.
Si la justicia en la ciudad reside en que cada clase social haga lo que debe
hacer, la justicia en el hombre residirá también en que cada parte del alma haga lo
que debe. Ello implica que la vida buena para el hombre es una vida en la que se
atiendan las necesidades "materiales" y "espirituales". Como vimos anteriormente la
idea de que el hombre debe dar las espaldas a todo lo que signifique materia o tenga
algo que ver con la corporeidad, defendida en el Fedón, no será mantenida en los
diálogos posteriores, en los que el alma deja de ser considerada como una entidad
simple y enfrentada al cuerpo, y pasa a ser considerada como una entidad en la que
podemos distinguir tres partes diferenciadas que permiten explicar, entre otras cosas,
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los conflictos psicológicos de la vida del hombre, las distintas tendencias que
configuran su naturaleza. El conocimiento y la satisfacción de las necesidades
intelectuales deben ir acompañados de salud, moderación en el disfrute de los bienes
materiales, etc., lo que pone de manifiesto hasta qué punto la idea de que Platón
rechaza de un modo absoluto lo corporal es injustificada. En el Banquete, por ejemplo,
podemos observar cómo a través del Eros Platón concibe el ascenso hacia las Ideas
partiendo del amor a la belleza que observamos en las cosas sensibles, luego a la
belleza en el ser humano, hasta alcanzar la contemplación de la Belleza en sí, que se
identifica con el Bien del que nos habla en la República y que representaría el grado
superior de conocimiento.
El verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la
práctica de la virtud. Pero ¿qué es la virtud?. Platón acepta fundamentalmente la
identificación socrática entre virtud y conocimiento. La falta de virtud no supone una
perversión de la naturaleza humana; por su propia naturaleza el hombre busca el bien
para sí, pero si desconoce el bien puede tomar como bueno, erróneamente, cualquier
cosa y, en consecuencia, actuar incorrectamente; la falta de virtud es equivalente,
pues, a la ignorancia. Sólo quien conoce la Idea de Bien puede actuar correctamente,
tanto en lo público como en lo privado, nos dice Platón en la República, al terminar la
exposición y análisis del mito de la caverna. Cuando alguien elige una actuación que es
manifiestamente mala lo hace, según Platón, creyendo que el tipo de conducta elegida
es buena, ya que nadie opta por el mal a sabiendas y adrede. En este sentido la virtud
cardinal sería la prudencia, la capacidad de reconocer lo que es verdaderamente bueno
para el hombre y los medios de que dispone para alcanzarlo. La dependencia con
respecto al intelectualismo socrático es clara en la reflexión ética de Platón.
En la República nos habla Platón de cuatro virtudes principales: la sabiduría, el
coraje o fortaleza de ánimo, la templanza y la justicia. Como hemos visto, establece
una correspondencia entre cada una de las virtudes y las distintas partes del alma y
las clases sociales de la ciudad ideal. La parte más elevada del alma, la parte racional,
posee como virtud propia la sabiduría; pero la justicia, la virtud general que consiste
en que cada parte del alma cumpla su propia la función, estableciendo la
correspondiente armonía en el hombre, impone los límites o la proporción en que cada
una de las virtudes ha de desarrollarse en el hombre. El hecho de que Platón tenga
una concepción absoluta del Bien hace que la función de la parte racional del alma siga
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siendo fundamental en la organización de la vida práctica del hombre, de su vida
moral.
Sociedad y política: las clases sociales en la República.
A diferencia de los sofistas, para quienes la sociedad era el resultado de una
convención o pacto entre los individuos, para Platón la sociedad es el medio de vida
"natural" del ser humano. Si atendemos a las características de la vida humana, en
efecto, podremos observar que el ser humano no es autosuficiente, ni en cuanto a la
producción de bienes materiales necesarios para su supervivencia, ni en cuanto a los
aspectos morales y espirituales que hacen de la vida del ser humano algo propiamente
humano. Las tendencias que inclinan al ser humano al amor, a la amistad, a la
convivencia en general, son tendencias naturales, por lo que no tendría sentido pensar
que el medio, necesariamente social, en el que se desarrollan, fuera algo no-natural.
Esta teoría de la "sociabilidad natural" del ser humano será mantenida posteriormente
también por Aristóteles.
¿Cómo tendría que ser una sociedad ideal? Dado que la sociedad debe existir
para satisfacer las necesidades de los hombres, ya que éstos no son independientes
unos de otros ni autosuficientes para abastecerse, el primer fin que debe garantizar
toda sociedad es un fin económico. Los hombres tienen diferentes capacidades y
habilidades, siendo preferible que cada uno desarrolle las que posee por naturaleza, lo
que introduce la división del trabajo en la organización de la sociedad. En una ciudad
ideal deberán existir, por lo tanto, todo tipo de trabajadores: granjeros, carpinteros,
labradores, herreros, etc., de modo que todas las necesidades básicas que de
garantizadas, posee una ciudad ideal no puede faltar de nada.
Sin embargo, una sociedad que sólo atendiera las necesidades materiales
básicas sería una sociedad demasiado dura, pues el hombre necesita también
satisfacer otras tendencias de su naturaleza relacionadas con el arte, la poesía, la
diversión en general, etc.. El fin de la ciudad, que comienza siendo estrictamente
económico, no se limita a la producción de bienes, sino que se encamina más bien a
hacer posible una vida feliz para el hombre.
A medida que la sociedad aumenta en número de ciudadanos, los recursos
necesitan ser ampliados, lo que puede dar lugar a la conquista de territorios vecinos
para satisfacer las necesidades de todos, conduciendo a la guerra; pero si seguimos el
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mismo principio de división del trabajo tendrá que haber especialistas en la guerra,
que sean los encargados exclusivamente de las actividades bélicas, los guardianes de
la ciudad.
Falta todavía, pues, algo en esta ciudad ideal: determinar quiénes serán los
encargados de gobernarla. A la clase de los artesanos y de los guardianes hemos de
añadir una tercera clase, la de los gobernantes. Éstos serán elegidos de entre los
mejores de los guardianes, que serán llamados desde entonces "auxiliares",
reservando el término de guardianes para la clase de los gobernantes.
Del análisis de las necesidades sociales que debe cubrir una sociedad ideal, se
deduce la necesaria existencia de tres clases sociales: la de los artesanos, la de los
guerreros o auxiliares, y la de los gobernantes o guardianes. Pero cada una de estas
clases ha de tener unas características distintas a las que poseen en la sociedad actual.
La clase de los artesanos, que generalmente realiza las actividades productivas
pero no obtiene los beneficios económicos de su producción, lo que es fuente de
conflictos, ha de ser en la ciudad ideal la poseedora de la riqueza; del mismo modo
será la única clase que tenga derecho a la propiedad privada y a la familia; y ha de
permitírsele disfrutar de los goces materiales que derivan de la posesión de la riqueza.
La clase de los guerreros o auxiliares, por el contrario, no puede tener acceso la
riqueza, para evitar la tentación de defender sus intereses privados en lugar de los
intereses colectivos, y terminar utilizando la fuerza contra los ciudadanos; estarán
desprovistos de propiedad privada, y tampoco tendrán familia, debiendo vivir en unos
barracones en los que tengan todo lo necesario para realizar sus actividades, en los
que vivirán de forma comunitaria, compartiéndolo todo hombres y mujeres, pues no
hay ninguna razón para excluir a las mujeres de ningún tipo de actividad, ya que tanto
en el hombre como en la mujer se encuentran similares dones o cualidades naturales,
igualmente útiles para la ciudad.
La clase de los verdaderos guardianes o gobernantes, debido a su
responsabilidad y a las elevadas tareas que le encomienda Platón, (el buen gobierno y
el consiguiente beneficio del conjunto de la sociedad), tampoco tendrá acceso a la
propiedad privada ni a la familia, debiendo velar únicamente por el buen gobierno de la
ciudad; deberán centrarse en el estudio a fin de conocer lo bueno para gobernar
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adecuadamente la ciudad, por lo que su vida estará alejada de todas las comodidades
innecesarias para cumplir su función.
¿Cómo se determinará quiénes han de pertenecer a una u otra de estas clases
sociales? No, desde luego, en función del origen familiar, como ocurre en la sociedad
ateniense de la época. Para determinar quién ha de formar parte de una u otra clase
será necesario establecer un proceso educativo en el curso del cual se podrá
determinar qué tipo de naturaleza tiene cada ser humano y, por lo tanto, a qué clase
social ha de pertenecer.
Aquí establece Platón una comparación entre la naturaleza del Estado y la
naturaleza del individuo: del mismo modo que en el estado encontramos tres clases
sociales, encontramos en el individuo tres partes del alma, correspondiéndole una
virtud a cada una de ellas. El paralelismo entre la moral individual y la moral del
Estado permite establecer que la virtud que corresponde a cada clase social ha de
corresponder a los individuos que la constituyen. La virtud de la clase los artesanos es
la templanza, es decir, el disfrute con moderación de los bienes materiales; la virtud
propia de la clase de los guerreros o auxiliares es la valentía o coraje; y la virtud
propia de los verdaderos guardianes gobernantes es la sabiduría.
Ahora bien, estas tres virtudes pertenecen, cada una de ellas, a una parte del
alma: la sabiduría al alma racional; la valentía al alma irascible y la templanza al alma
concupiscible. Aquellos en quienes domine el alma racional han de pertenecer, por lo
tanto, a la clase de los verdadero guardianes o gobernantes; en quienes predomine el
alma irascible, a la clase de los guerreros o auxiliares; y en quienes predomine el alma
concupiscible, a la clase de los artesanos.
Habiendo determinado la virtud que corresponde a cada clase social estaremos
en condiciones de determinar en qué puede consistir la justicia en la ciudad ideal: la
justicia consistirá, no pudiéndose identificar con la sabiduría, ni con el coraje,
ni con la templanza, en que cada clase social (y cada ciudadano) se ocupe de
la tarea que le corresponde. La injusticia consistirá en la injerencia arbitraria de una
clase social en las funciones de otra: que los auxiliares o los artesanos pretendan
gobernar, por ejemplo.
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Correspondencia entre las clases sociales, tipos de alma y
virtudes
Clase social Tipo de alma Virtud
Gobernantes Racional Sabiduría
Guerreros Irascible Coraje
Artesanos Concupiscible Templanza
Si la pertenencia a una clase social viene determinada por la naturaleza del
alma, y no por el origen familiar, una sociedad tal ha de dar una importancia
primordial a la educación. Será, en efecto, a través de ese proceso educativo como se
seleccionen los individuos que han de pertenecer a cada clase social, en función de su
tipo de alma; y qué tipo de educación ha de recibir cada individuo en función de la
clase social a la que deba pertenecer.
En la República establece Platón detalladamente el programa de estudios que
debería imperar en la ciudad ideal, haciendo especial hincapié en el educación de los
gobernantes. Todos los niños y niñas deberían recibir inicialmente la misma formación.
Platón considera que la educación recibida en los primeros años de la vida es
fundamental para el desarrollo del individuo, por lo que en la ciudad ideal nadie ha de
ser privado de ella, ni en razón de su sexo ni por ninguna otra causa: el proceso
educativo tiene, al mismo tiempo que un objetivo formativo, la misión de determinar
qué tipo de alma predomina en cada individuo, es decir, su naturaleza, en virtud de la
cual formará parte de una u otra clase social.
Así pueden establecerse las relaciones entre las virtudes y las partes del
alma que después se repetirá en política.
- La sabiduría que corresponde a la parte racional del alma.
- La fortaleza o coraje que es la unión del ánimo con la razón y que
corresponde a la parte irascible. Ejemplo: el ánimo para estudiar porque
pensamos que es lo mejor.
- La templanza que es la armonía entre las partes entendida como
sumisión de las partes gobernadas a los dictados de la razón.
corresponde al alma concupiscible.
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Esta teoría y su funcionamiento la explica Platón con su famoso mito del
carro alado. En él aparece un auriga que intenta gobernar un carro tirado por un
caballo blanco y otro negro. El auriga representa el alma racional que templa la
fortaleza del caballo blanco, el alma irascible y los intentos del caballo negro por
salirse del camino, dominado por las pasiones. Es el alma concupiscible.
A partir de ahí se establecen las características de la sociedad ideal.
Primero es necesario comerciar para mantener la riqueza y el sustento.
Segundo, es necesario defender la ciudad.
Tercero, alguien debe gobernar esa ciudad.
Para ello se introduce el principio de especialización. La ciudad ideal queda
dividida en tres clases sociales: artesanos, guerreros y gobernantes (elegidos
entre los mejores guerreros).
Los artesanos se dedican a las actividades productivas que cubren las
necesidades básicas de los ciudadanos.
Los guardianes se dedican a defender la ciudad. No poseen ni riquezas, ni
vivienda privada ni mujeres para evitar los intereses particulares.
Los gobernantes son sometidos a un proceso educativo muy riguroso, ya
que sólo pueden gobernar quienes posean el verdadero conocimiento, que está en
el mundo de las ideas.
3.3 La educación. Necesidad de conocer el bien. La teoría de las ideas.
La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía platónica, el eje a
través del cual se articula todo su pensamiento. No se encuentra formulada como tal
en ninguna de sus obras, sino tratada, desde diferentes aspectos, en varias de sus
obras de madurez como "La República", "Fedón" y "Fedro". Por lo general se considera
que la teoría de las Ideas es propiamente una teoría platónica, pese a que varios
estudiosos de Platón, como Burnet o Taylor, hayan defendido la tesis de que Platón la
había tomado directamente de Sócrates. Los estudios de D. Ross, entre otros, han
puesto de manifiesto las insuficiencias de dicha atribución, apoyando así la
interpretación más generalmente aceptada.
Tradicionalmente se ha interpretado la teoría de las Ideas de la siguiente
manera: Platón distingue dos modos de realidad, una, a la que llama inteligible, y otra
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a la que llama sensible. La realidad inteligible, a la que denomina "Idea", tiene las
características de ser inmaterial, eterna, (ingenerada e indestructible, pues), siendo,
por lo tanto, ajena al cambio, y constituye el modelo o arquetipo de la otra realidad, la
sensible, constituida por lo que ordinariamente llamamos "cosas", y que tiene las
características de ser material, corruptible, (sometida al cambio, esto es, a la
generación y a la destrucción), y que resulta no ser más que una copia de la realidad
inteligible.
La primera forma de realidad, constituida por las Ideas, representaría el
verdadero ser, mientras que de la segunda forma de realidad, las realidades materiales
o "cosas", hallándose en un constante devenir, nunca podrá decirse de ellas que
verdaderamente son. Además, sólo la Idea es susceptible de un verdadero
conocimiento o "episteme", mientras que la realidad sensible, las cosas, sólo son
susceptibles de opinión o "doxa". De la forma en que Platón se refiere a las Ideas en
varias de sus obras como en el "Fedón" (el alma contempla, antes de su unión con el
cuerpo, las Ideas) o en el "Timeo" (el Demiurgo modela la materia ateniéndose al
modelo de las Ideas), así como de la afirmación aristotélica en la "Metafísica" según la
cual Platón "separó" las Ideas de las cosas, suele formar parte de esta presentación
tradicional de la teoría de las Ideas la afirmación de la separación ("khorismós") entre
lo sensible y lo inteligible como una característica propia de ella.
El dualismo sensible/inteligible
Una de las primeras consecuencias que se ha extraído de esta presentación
tradicional de la teoría de las Ideas es, pues, la "separación" entre la realidad
inteligible, llamada también mundo inteligible ("kósmos noetós") y la realidad sensible
o mundo visible ("kósmos horatós"), que aboca a la filosofía platónica a un dualismo
que será fuente de numerosos problemas para el mantenimiento de la teoría, y que
Aristóteles señalará como uno de los obstáculos fundamentales para su aceptación.
Lo inteligible
En cuanto a las Ideas, en la medida en que son el término de la definición
universal representan las "esencias" de los objetos de conocimiento, es decir, aquello
que está comprendido en el concepto; pero con la particularidad de que no se puede
confundir con el concepto, por lo que las Ideas platónicas no son contenidos mentales,
sino objetos a los que se refieren los contenidos mentales designados por el concepto,
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA. IES JUAN DE LUCENA. Página 16
y que expresamos a través del lenguaje. Esos objetos o "esencias" subsisten
independientemente de que sean o no pensados, son algo distinto del pensamiento, y
en cuanto tales gozan de unas características similares a las del ser parmenídeo. Las
Ideas son únicas, eternas e inmutables y, al igual que el ser de Parménides, no pueden
ser objeto de conocimiento sensible, sino solamente cognoscibles por la razón. No
siendo objeto de la sensibilidad, no pueden ser materiales. Y sin embargo Platón
insiste en que son entidades que tienen una existencia real e independiente tanto del
sujeto que las piensa como del objeto del que son esencia, dotándolas así de un
carácter trascendente. Además, las Ideas son el modelo o el arquetipo de las cosas,
por lo que la realidad sensible es el resultado de la copia o imitación de las Ideas. Para
los filósofos pluralistas la relación existente entre el ser y el mundo tal como nosotros
lo percibimos era el producto de la mezcla y de la separación de los elementos
originarios (los cuatro elementos de Empédocles, las semillas de Anaxágoras o los
átomos de Demócrito); también Platón deberá explicar cuál es la relación entre ese ser
inmutable y la realidad sometida al cambio, es decir entre las Ideas y las cosas. Esa
relación es explicada como imitación o como participación: las cosas imitan a las Ideas,
o participan de las Ideas.
Lo sensible
Por su parte la realidad sensible se caracteriza por estar sometida al cambio, a la
movilidad, a la generación y a la corrupción. El llamado problema del cambio conduce
a Platón a buscar una solución que guarda paralelismos importantes con la propuesta
por los filósofos pluralistas: siguiendo a Parménides hay que reconocer la necesaria
inmutabilidad del ser, pero el mundo sensible no se puede ver reducido a una mera
ilusión. Aunque su grado de realidad no pueda compararse al de las Ideas ha de tener
alguna consistencia, y no puede ser asimilado simplemente a la nada. Es dudoso que
podamos atribuir a Platón la intención de degradar la realidad sensible hasta el punto
de considerarla una mera ilusión. La teoría de las Ideas pretende solucionar, entre
otros, el problema de la unidad en la diversidad, y explicar de qué forma un elemento
común a todos los objetos de la misma clase, su esencia, puede ser real; parece claro
que la afirmación de la realidad de las Ideas no puede pasar por la negación de toda
realidad a las cosas.
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LA IDEA DEL BIEN ES LA ENTIDAD MÁS IMPORTANTE DE TODAS LAS ENTIDADES QUE PUEBLAN
EL MUNDO INTELIGIBLE.
El rango y funciones que Platón le otorga en su filosofía es tal que muchos autores
la han identificado con Dios. Este filósofo creyó que la Idea del Bien tiene dos papeles
fundamentales:
Crea las Ideas y el Mundo Sensible;
Da inteligibilidad o racionalidad a las ideas y al mundo Sensible.
La consecuencia de ello es que todas las cosas―y mucho más el hombre―aspiran
de un modo u otro al Bien. La filosofía es precisamente expresión del afán por la
comprensión definitiva de dicha idea ("la ascensión al ser", dice Platón).
En el mito de la caverna la Idea del Bien se representa con la metáfora del Sol.
En el siguiente texto, Platón nos presenta la Idea de Bien como el objeto más
adecuado para el alma y causa de la realidad, perfección y verdad de las cosas. A la
vez, nos ofrece la metáfora del sol como la imagen más adecuada para ilustrar el alto
rango de esta Idea.
"Pues bien, he aquí -continué- lo que puedes decir que yo designaba como hijo del
bien, engendrado por éste a su semejanza como algo que, en la región visible, se
comporta, con respecto a la visión y a lo visto, del mismo modo que aquél en la región
inteligible con respecto a la inteligencia y a lo aprehendido por ella.
-¿Cómo? -dijo-. Explícamelo algo más.
-¿No sabes -dije-, con respecto a los ojos, que, cuando no se les dirige a aquello sobre
cuyos colores se extienda la luz del sol, sino a lo que alcanzan las sombras nocturnas,
ven con dificultad y parecen casi ciegos como si no hubiera en ellos visión clara?
-Efectivamente -dijo.
-En cambio, cuando ven perfectamente lo que el sol ilumina, se muestra, creo yo, que
esa visión existe en aquellos mismos ojos.
-¿Cómo no?
-Pues bien, considera del mismo modo lo siguiente con respecto al alma. Cuando ésta
fija su atención sobre un objeto iluminado por la verdad y el ser, entonces lo
comprende y conoce y demuestra tener inteligencia; pero, cuando la fija en algo que
está envuelto en penumbras, que nace o perece, entonces, como no ve bien, el alma
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no hace más que concebir opiniones siempre cambiantes y parece hallarse privada de
toda inteligencia.
-Tal parece, en efecto.
-Puedes, por tanto, decir que lo que proporciona la verdad a los objetos del
conocimiento y la facultad de conocer al que conoce es la idea del bien, a la cual debes
concebir como objeto del conocimiento, pero también como causa de la ciencia y de la
verdad; y así, por muy hermosas que sean ambas cosas, el conocimiento y la verdad,
juzgarás rectamente si consideras esa idea como otra cosa distinta y más hermosa
todavía que ellas. Y, en cuanto al conocimiento y la verdad, del mismo modo que en
aquel otro mundo se puede creer que la luz y la visión se parecen al sol, pero no que
sean el mismo sol, del mismo modo en éste es acertado el considerar que uno y otra
son semejantes al bien, pero no lo es el tener a uno cualquiera de los dos por el bien
mismo, pues es mucho mayor todavía la consideración que se debe a la naturaleza del
bien.
-¡Qué inefable belleza -dijo- le atribuyes! Pues, siendo fuente del conocimiento y la
verdad, supera a ambos, según tú, en hermosura. No creo, pues, que lo vayas a
identificar con el placer.
-Ten tu lengua -dije-. Pero continúa considerando su imagen de la manera siguiente.
-¿Cómo?
-Del sol dirás, creo yo, que no sólo proporciona a las cosas que son vistas la facultad
de serlo, sino también la generación, el crecimiento y la alimentación; sin embargo, él
no es generación.
-¿Cómo había de serlo?
-Del mismo modo puedes afirmar que a las cosas inteligibles no sólo les adviene por
otra del bien su cualidad de inteligibles, sino también se les añaden, por obra también
de aquél, el ser y la esencia; sin embargo, el bien no es esencia, sino algo que está
todavía por encima de aquélla en cuanto a dignidad y poder."
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IMPLICACIONES DE LA TEORÍA DE LAS IDEAS
EN ONTOLOGÍA EN ANTROPOLOGÍA EN TEORÍA DEL
CONOCIMIENTO EN ÉTICA EN POLÍTICA
Dualismo
ontológico Dualismo antropológico
reivindicación del
conocimiento
absoluto y crítica
radical al relativismo
Intelectualismo moral
reivindicación de la
figura del “rey-
filósofo” y
autoritarismo
ilustrado
Mundo de las
Ideas alma
conocimiento estricto;
aspiración a la Verdad
absoluta
bien moral; aspiración al Bien
absoluto Justicia política
Mundo Sensible cuerpo Mera opinión Mal moral injusticia
Platón enlaza con la problemática de los presocráticos Heráclito y
Parménides. El primero afirma el cambio permanente en el mundo. Para el
segundo el ser es estático.
Platón, asumiendo a los dos, afirma una doble realidad y un doble
conocimiento.
Para él hablamos, pensamos y nos parece que hay cosas que son buenas,
justas o bellas, pero también existen el Bien, la Justicia y la Belleza perfectas, con
las que comparamos estas cosas.
Estas son las ideas, que existen con independencia de las cosas. Son
inmutables, imperecederas y eternas. Es una realidad inteligible y no sensible.
Lo sensible es cambiante (tal y como afirma Heráclito), pero las ideas conocidas
por la razón son invariables y sólo puede conocerlas el alma racional.
Lo que hace que algo sea “casa” o “libro” es la idea o esencia. Las cosas
del mundo sensible no son más que copias de la verdadera realidad, las ideas
del mundo inteligible.
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Las cosas del mundo sensible participan de las ideas, por eso hay cosas
más o menos justas, más o menos bellas etc. según su grado de participación en
la idea que corresponde.
Dentro de las ideas, las tres más importantes son: el bien, la justicia y la
belleza.
La justicia es la que une en la polis a las tres clases sociales con las partes
del alma y su función de la manera siguiente:
GOBERNANTES = alma racional = gobierno de la polis = prudencia.
Quien debe gobernar es el filósofo rey, que es quien conoce la verdad.
GUERREROS = alma irascible = defensa de la polis = valentía.
ARTESANOS = alma concupiscible = provisión de bienes para los demás =
templanza o moderación de los vicios y las pasiones.
El quedar encuadrado en una de las clases sociales se debe a la parte del
alma que domina más en cada persona.
Ahora bien: ¿Cómo se conocen esas ideas?
Platón cree que es por innatismo, por recuerdo (ANAMNESIS), porque
según él, el cuerpo es solamente la cárcel del alma, y que ésta es inmortal
sobreviviendo al cuerpo cuando éste muere. El alma ha estado en contacto con
las ideas en el mundo inteligible pero al unirse con el cuerpo pierde ese
conocimiento, que sin embargo puede recuperarse por la educación.
Ahora bien, sólo aquellos en los que la parte racional del alma domine
sobre las demás puede conseguir este conocimiento, pirque los demás se dejan
dominar por las necesidades del cuerpo.
Ese proceso de educación y conocimiento de las ideas lo explica Platón con
el mito de la caverna.
“Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna,
que tiene la entrada abierta a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el
cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de
ellos, porque las cadenas les impiden girar la cabeza. Más arriba y más lejos se
halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros
hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a
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lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar,
por encima del biombo, los muñecos.
- Me lo imagino.
Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan
toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos de piedra
y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
- Extraña comparación hacer, y extraños son esos prisioneros.
Pero son como nosotros. Pues en primer lugar ¿Crees que han visto de sí
mismos, o unos de los otros otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego
en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
- Claro que no, porque toda su vida están forzados a no mover las
cabezas.
¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro
lado del tabique?
- Indudablemente.
Y si algunos hablaran, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene
de la sombra que pasa delante ellos?
- ¡Por Zeus que sí!
¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de
los objetos artificiales transportados?
- Es de toda necesidad.
Imagina que uno fuera liberado y obligado a mirar hacia la luz. ¿qué
piensas que respondería si se le dijera que lo que había visto antes era falso y que
ahora está más próximo a lo real? ¿No le dolerían los ojos y trataría de eludirla
volviéndose a lo que antes percibía?
- Así es.
Y si a la fuerza se le arrastrara hacia arriba sin soltarlo hasta llegar a la luz
del sol, ¿no le impedirían los ojos ver los objetos verdaderos? Necesitaría
acostumbrarse para poder mirar las cosas desde arriba hasta que poco a poco
podría mirar al sol como causante de las sombras que antes veía.
- Es evidente que después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
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Otro problema es cómo aparecen las cosas materiales que forman el
mundo.
Según Platón influyen tres elementos:
- Una materia caótica, sin forma y eterna.
- Las ideas eternas como modelos.
- Una entidad divina, el demiurgo, que se encarga de formar los seres
con esa materia siguiendo el modelo de las ideas. Por eso las cosas del
mundo sensible son imperfectas, porque la materia es corruptible.
Para llegar a conocer esas ideas se debe pasar por tres niveles de
conocimiento:
GRADOS DECONOCIMIENTO
nombre OPINIÓN (en griego doxa) CIENCIA (en griego epistéme) (*)
tipos conjetura
(eikasía)
creencia
(pístis)
pensamiento discursivo
(diánoia) matemáticas
fundamentalmente
dialéctica o ciencia
en sentido estricto
o inteligencia o
filosofía (noûs)
definición
conocimiento
sensible basado en la
percepción de las
sombras y los
reflejos
conocimiento basado
en la percepción
directa de las cosas
sensibles
conocimiento racional pero
basado en los signos sensibles
conocimiento
puramente racional
de las Ideas y sus
relaciones
esenciales, en
particular de la Idea
de Bien
instrumento
del conocimiento la percepción la percepción
la razón, pero apoyada en signos
sensibles e hipótesis la pura razón
objeto de
conocimiento
MUNDO SENSIBLE MUNDO INTELIGIBLE
sombras y
apariencias de los
objetos sensibles
los objetos sensibles
y las cosas
fabricadas
los objetos matemáticos
las Ideas,
principalmente la
Idea de Bien
calidad del
saber
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Pistis (creencia): conocimiento de las cosas sensibles en cuanto tales.
Dianoia (pensamiento): conocimiento racional que necesita estar conectado
con algún objeto sensible para conocer la verdad.
Noesis o episteme: verdadero conocimiento. Contemplación de las ideas
en sí mismas.
Así Platón puede establecer una serie de formas de gobierno que serán
más o menos perfectas según el grado de conocimiento de sus gobernantes:
3.4. Las distintas formas de gobierno.
FORMAS POLÍTICAS
FORMA POLÍTICA IDEAL (descripción en República)
República: gobierno de los filósofos; es el Estado ideal, casi inalcanzable
VALORACIÓN DE LAS FORMAS POLÍTICAS
monarquía o aristocracia
timocracia oligarquía democracia tiranía
gobierno del mejor o de los
mejores
dominio de la clase militar
dominio de una minoría ambiciosa
gobierno del pueblo
gobierno de un individuo
preocupado por su propio interés
la forma más perfecta de gobierno
degeneración de la aristocracia
peor que la timocracia,
gobierno de los ricos
todos legislan y mandan a la
vez
el gobierno más injusto, bajo y degenerado
Timocracia: son aquellos que gobiernan para buscar rentas y honor. Están más preparados para la
guerra que para el gobierno.
Oligarquía: aquellos que buscan la acumulación de poder sirviendo a sus intereses particulares.
Democracia: al fomentar la igualdad y dar oportunidad de gobernar a quien no sabe, lleva a la
perversión del orden.
Tiranía: es un gobierno despótico y autoritario que puede llegar a tomar decisiones arbitrarias.
Aristocracia: el gobierno de los mejores, de los que conocen la verdad y pueden ponerla en práctica
para el bien común de la polis.
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