el evangelio "alegría de la familia"

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Resumen de Temas, Agosto 2014, Mes de la Familia.

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La Pastoral Familiar es la acción de la

Iglesia para ayudar a la familia a cumplir

con su misión de llegar a ser una

pequeña comunidad de vida y amor,

superando problemas y situaciones de

diversa índole, a la luz del Evangelio.

La Pastoral Familiar siguiendo el

mandato de Jesús, acompaña a las

familias desde sus diversas situaciones,

compartiendo con ellas la alegría de

haber encontrado al Señor y ser sus

testigos en medio de los hermanos.

Temas

La Alegría

del

Evangelio.

La Alegría

del

Perdón.

La Alegría

de dar

gracias.

La Alegría

de pedir

permiso.

“Y fue grande la alegría de aquella ciudad…”

(Hech 8,8)

Dios

Palabra

escrita

Nosotros

Crecimiento en

la fe, el amor y

solidaridad

familiar.

Inserción en la

Iglesia y

comunidad

cristiana.

“Felipe bajó a una ciudad de

Samaría y allí predicaba a Cristo. Al

oírlo y al ver los milagros que hacía,

todos recibían unánimemente las

palabras de Felipe.

Los espíritus inmundos salían de los

poseídos dando grandes gritos;

muchos paralíticos y lisiados se

sanaban y la ciudad rebosaba de

alegría.

Presenta la

actividad misionera

de Felipe.

Uno de los siete

diáconos de la

comunidad cristiana

en sus comienzos

evangelizadores.

Persecución y muerte de Esteban

(Hech 6, 1-7).

Persecución de Pablo de Tarso

(San Pablo) contra la Iglesia de

Jerusalén (Hech 7,54-8,4).

Los cristianos y evangelizadores se

dispersaron, echo que sirvió para la misión

y así cumplir la tarea encomendada por

Jesús Resucitado a los suyos.

Los judíos y

samaritanos

eran

descendientes

de Jacob

(Jn 4,4-9).

Se habían

dividido por

diversos

motivos

culturales y

religiosos.

1 Rey 16,24,

2 Rey 17,

1-23,

Esdr 4, 1-5.

Anuncia la

palabra de la

salvación.

Libera y

transforma a los

destinatarios,

como en toda

evangelización

Hace que la

ciudad rebose de

alegría, gracias

a la acción del

Espíritu Santo.

Cuando comenzaron las tarea evangelizadoras, tanto

por Jesús, como por sus discípulos, éstas fueron

ocasión para la alegría, pues el anuncio del Evangelio

se convierte en tiempo de alegría para todos los

destinatarios (Lc 5, 34, Mt 9,15).

Que nuestras

comunidades vibren de

gozo y alegría por el don

de la fe y de la salvación

que esta tarea

evangelizadora y

catequética suscita en

los fieles y en las

comunidades. En

especial en nuestras

familias que son las

primeras que transmiten

y comparten la fe en el

seno del hogar.

La alegría del Evangelio llena el corazòn y la vida

entera de los que se encuentran con Jesús.

Quienes se dejan salvar por El son liberados del

pecado, de la tristeza, del vacío interior, del

aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y

renace la alegría.

En esta exhortación

quiero dirigirme a los

fieles cristianos para

invitarlos a una nueva

etapa evangelizadora

marcada por esa

alegría, e indicar

caminos para la

marcha de la Iglesia

en los próximos años.

La familia escucha la Palabra de Dios

Cuando los esposos comparten su

vida de casados.

Cuando catequizan a sus hijos, oran

juntos, participan de la vida litúrgica

y comunitaria en la parroquia

cristiana donde viven.

Cuando comparten con las demás

familias y vecinos la amistad y la

vida de cada día.

Todo aquello que se realiza en el seno del

hogar, en nombre de Cristo y en comunión con

la Iglesia, que la alegría sea el tono el talante

dominante.

Y que como en aquella ciudad, nuestras

comunidades rebosen de alegría, al conocer a

Cristo y a sus enseñanzas, desde nuestra

realidad familiar.

Dios

Crecimiento en

la fe.

Perdón mutuo.

La alegría de

que, al perdonar,

vuelve la vida y

el gozo, el júbilo

y la confianza.

Alegría

del

perdón

Trato con

los demás.

Familia.

Convivencia.

“…Entonces partió y volvió a

la casa de su padre. Cuando

todavía estaba lejos, su padre

lo vio y se conmovió

profundamente, corrió a su

encuentro, lo abrazó y lo besó.

El joven le dijo: “Padre, pequé

contra el cielo y contra tí; no

merezco ser llamado hijo

tuyo”…

El hijo pródigo, regresa

a su padre, confiesa su

pecado y quiere

ponerse a nivel de los

jornaleros de su

progenitor.

El muchacho no pide

perdón directamente a

su padre, pero sí

reconoce haber

ofendido a Dios y a su

papá.

Descubrir al verdadero padre

acogedor y alegre que no le

permite hablar ni casi

disculparse.

La alegría del muchacho de

haber perdido perdón o al

menos reconocer su pecado

es de suponer fue muy

grande. Se había recobrado a

sí mismo y su padre lo había

recobrado.

“Y como todos nosotros nos equivocamos, aquella

otra palabra que es difícil decir, pero que es

necesario decirla: perdona, por favor, ¿eh?

¡Disculpa! ¿Cómo era? Permiso, gracias y

disculpa. Repitámoslo juntos: Permiso, gracias y

disculpa…”

Jesucristo, nos

invita a perdonar

de corazòn y hacer

fiesta con quienes

nos han ofendido o

a quienes hemos

ofendido.

Solamente así

estaremos felices y

contentos.

“Uno de ellos, al comprobar que estaba

curado…se arrojó a los pies de Jesús, con el

rostro en tierra, dándole gracias” (Lc 17,15ª.16)

Dios

Alegría de

dar

gracias.

En la familia,

en la

comunidad y

en trato con

otros.

“Es de bien

nacidos ser

agradecidos”.

Forma de

nobleza, que

debe

caracterizar

nuestra vida

diariamente.

El leproso agradecido

“Uno de ellos, al comprobar que

estaba curado, volvió atrás

alabando a Dios en voz alta y se

arrojó a los pies de Jesús, con el

rostro en tierra, dándole gracias.

Era un samaritano”.

Historia de los diez

leprosos sanados por

Jesús.

Solo un leproso

samaritano, doblemente

marginado por los

judíos, se devuelve a

agradecerle a Jesús.

“Es una cosa bellísima la vida

matrimonial y tenemos que

custodiarla siempre, custodiar a los

hijos. Algunas veces yo he dicho

aquí, que una cosa que ayuda tanto

en la vida matrimonial son tres

palabras. No sé si ustedes

recuerdan las tres palabras. Tres

palabras que se deben decir

siempre, tres palabras que tienen

que estar en casa: “permiso,

gracias, disculpa”. ¡Gracias!

Agradecer al cónyuge: “pero

gracias por aquello que hiciste por

mí, gracias por esto”. La belleza de

dar las gracias…”

Es importante “dar gracias” no solo como

señal de buenos modales o de buena

educación o hasta de cortesía, sino

porque es nuestra forma más elemental y

bella, de corresponder al cariño, a la

dedicación y el buen trato que se nos

brinda en la familia.

Dios

Alegría

de pedir

permiso.

Aprenderemos

ejercer ese

derecho.

En

nuestra

familia.

En nuestra

comunidad.

Reglas

para pedir

permiso

Háblales

bonito.

Escoge el

momento

ideal.

Pórtate

bien.

Se

respetuoso.

Sigue las

reglas.

“Noemí tenía, por parte de su

esposo, un pariente muy rico

llamado Booz, de la familia de

Elimèlec. Rut, la moabita, dijo

una vez a Noemí: “Déjame ir a

recoger espigas al campo, detrás

de alguien que me haga ese

favor”. “Puedes ir, hija mía”, le

respondió ella. Entonces Rut se

puso a recoger espigas en el

campo, detrás de los que

cosechaban, y tuvo la suerte de

hacerlo en una parcela

perteneciente a Booz, el de la

familia de Elimèlec…”

Gracias al permiso Ruth se quedó a trabajar

allí. Con los años Ruth se caso con Booz y

logró tener un hogar. Booz fue un hombre

caballeroso y logró salvarlas (necesitaban

subsistir. Gracias al permiso fueron volvió

la felicidad y la alegría para ellas.

“Tres palabras que se deben decir

siempre, tres palabras que tienen

que estar en casa: “permiso,

gracias, disculpa”. Las tres

palabras mágicas, ¿eh? Permiso

para no ser invasivo en la vida de

los cónyuges. “Permiso, pero “que

te parece, eh? Permiso, me

permito ¿eh?”

Con estas tres palabras, con la

oración del esposo por la esposa y

de la esposa por el esposo y con

hacer las paces siempre, antes de

que termine el día, el matrimonio

irá adelante. Las tres palabras

mágicas, la oración y hacer las

paces siempre. El Señor los

bendiga y recen mí. ¡Gracias!

Es importante, como dice el Papa Francisco, saber

tomar el parecer de los demás en casa, hacerlos

partícipes de las decisiones valiosas y lograr que la

familia viva unida, en un ambiente de concordia,

respeto y confianza mutuos.

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la

tierra, por haber ocultado estas cosas

a los sabios y a los prudentes y

haberlas revelado a los pequeños. Si,

Padre, porqué así lo has querido Todo

me ha sido dado por mi Padre, y nadie

sabe quién es el Hijo, sino el Padre,

como nadie sabe quién es el Padre sino

el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo

quiera revelar” (Lc 20,21-22).

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