detectores y sondas. comentarios sobre el huaqueo o expolio en el perú
Post on 02-Jan-2016
71 Views
Preview:
TRANSCRIPT
Texto aparecido en inglés en “AP: Online Journal in Public Archaeology”,
Volumen 3 (2013)
____________________________________________________________
DETECTORES Y SONDAS:
BREVES COMENTARIOS SOBRE EL HUAQUEO O EXPOLIO EN EL PERÚ
Henry Tantaleán
El colega Jaime Almansa me hizo una propuesta para escribir algo relacionado con los
detectores de piezas arqueológicas. Como alguien que ha vivido en Europa y ha visto a
esos personajes con esos aparatejos en una playa del mediterráneo español o ha
visitado las necrópolis de la edad del Bronce en Andalucía donde se había cometido
expolio, posiblemente utilizando esos mismos instrumentos, el tema no se me hacía
muy difícil de retomar. Sin embargo, desde Perú la situación es algo diferente. Y uno
podría pensar que eso tiene que ver con que el Perú no es una país “desarrollado” es
decir que los detectores no abundan aquí por una cuestión de transferencia de
tecnologías (después de todo, los países subdesarrollados son los que más importan
tecnología o aparatos de los buenos y los malos, por supuesto). Lo que yo pude
observar en España es que esto más que nada “aparecía” como un hobby, pero
rascando un poco mas y llegando al fondo está claro que no es lo mismo ir un fin de
semana a la playa con un detector a buscar monedas que dedicarte al expolio de
manera sistemática y con réditos que permiten llamar a esta actividad “trabajo”. Ahí
es el punto, más allá de los “medios de producción”, donde el caso peruano no se aleja
mucho del de otros países donde todavía queda algo por expoliar. Más allá de la
cuestión fetichista, el caso es que el expolio tiene un mercado y este, como el capital,
como decía Gramsci, no tiene nacionalidades. Recientemente, vimos con asombro en
internet como una casa europea subastaba piezas arqueológicas de una sociedad que
estoy trabajando en la actualidad (Paracas 800 a.C.-1 a.C.) y no podía creer que piezas
de tales dimensiones y calidades pudiesen ser vendidas como cualquier otro objeto de
arte. Y ahí viene la polémica pues las discusiones entre colegas pero sobre todo fuera
del colectivo arqueológico siempre terminan señalando al culpable de dicho expolio.
Casi siempre el “huaquero”, la ultima parte de la cadena operativa del expolio es el
señalado por algunos defensores del “patrimonio arqueológico”. Otros más
impregnados en el mundillo ese, reconocen que existe ese mercado y que están detrás
de todo esto los grandes coleccionistas de piezas arqueológicas. No faltan los que
señalan a las mismas casas de subasta. Otros más “diplomáticos” acusan a los países y
a los tratados que nunca se cumplieron. Como arqueólogo, uno desarrolla una ética,
inculcada muchas veces desde la abstracción. Sin embargo, en el mundo real, las cosas,
como mundo capitalista que es, funcionan de otra manera. En un mundo en el que
todo se puede comprar y vender, las piezas arqueológicas no son más que otra
commodity y así se toma muchas veces. Por tanto, es importante señalar más que las
formas (detector, pala, retroexcavadora, etc.) las causas mismas del expolio, para ver
si es que reconociéndolas podemos actuar sobre ellas y paliar en algo la situación.
Para lo que no conocen como es la forma más extendida de expolio en el Peru les
comentaré un poco acerca del huaqueo. En primera instancia, huaquear se relaciona
con la extracción de piezas, especialmente vasijas cerámicas y metales de los sitios
arqueológicos o “huacas”. Esta es una práctica que se ha documentado históricamente
casi desde la llegada de los castellanos en el siglo XVI (aunque sospecho que esto se
remonta incluso a la época prehispánica). Es más, era parte de las explotaciones y el
marco legal era similar al de las minas que debían pagar tasas a la corona española.
Obviamente, con el paso de los años este huaqueo ha cambiado desde una forma legal
en la colonia hasta una actividad ilegal en la actualidad. También los volúmenes han
varios en el tiempo y en el espacio, peor la figura del huaquero solitario, incluso visto
de manera romántica, evoca un trabajo más de ciertas zonas de la costa peruana.
Incluso, existen instrumentos que solamente pueden ser de un huaquero, la famosa
sonda, un largo filamento de metal que permite sondear en la tierra y reconocer la
existencia de una tumba. Pero regresando a la historia del Perú y su relación con el
huaqueo, a medida que comenzamos a ser una República también se comienza a forjar
la idea del patrimonio cultural y el personaje comienza a perder esa aura y comienza a
ser perseguido por el Estado. Sin embargo, lo que uno puede apreciar a lo largo de la
historia del patrimonio cultural en el Perú es que hemos tenido una serie de leyes,
algunas por cierto muy bien planteadas, que han tratado de frenar el expolio, la venta
de piezas arqueológicas bajo una serie de preceptos tomados de otros países más
desarrollados en materia de defensa del patrimonio cultural.
Pero como arqueólogo que recorre el Perú y ve la realidad de cerca, hay una cosa que
vale la pena señalar aquí y es que independientemente del asunto ético o moral y
hasta legal de que supone el expolio existe toda una serie de condiciones que permiten
tal expolio y en un sentido lo promueven. Uno de ellos es la falta de una relación
identitaria entre los sujetos expoliadores y los objetos arqueológicos. Es decir que
para ellos el asunto de que eso es su patrimonio cultural no funciona. Una salida a eso
puede ser la información acerca del valor que eso pueda tener. Sin embargo, ese
“valor” muchas veces resulta abstracto para las personas. En lugares donde no existen
espacios laborales el huaqueo ha sido una salida rápida para solventar las necesidades
inmediatas: nadie come patrimonio. Claro está, la figura del pueblo de Sipán
enfrentándose a un Walter Alva apoyado por policías no es la regla general pero
todavía se pueden visitar sitios, algunos muy famosos y reconocidos por el estado
peruano, que siguen siendo expoliados. Una salida común es la penalización de esta
actividad, la cual puede frenar y de hecho lo hace, en algunos casos, el expolio. Sin
embargo, las medidas policiales muchas veces no llegan a concretarse en penas y todo
queda en papel. Así, el expolio es algo con lo que se convive día a día, sobre todo los
arqueólogos independientes o investigadores que terminan siendo la última frontera
entre los expoliadores y las Instituciones que defienden el patrimonio. Como alguien
que ha trabajado para el estado en el antiguo Instituto Nacional de Cultura, ahora
Ministerio, no dejaba de ser frustrante como los sitios a pesar de nuestros “aparatos”
legales eran y siguen siendo destruidos. El asunto parece que no pasa solamente por la
penalización o la delincuentización del huaqueo. Debe haber algo más que permita
que la misma gente asuma algún rol en proteger algo que es tan importante para
nosotros (los arqueólogos). Así, el expolio no seguirá creciendo. Nuevamente, la
distribución de la información que puedan hacer los arqueólogos directa e
indirectamente, creo que es es la única salida realista que se me ocurre en esta
situación. Así también, la arqueología en el Perú necesita tomar en cuenta las
necesidades reales de las poblaciones directamente vinculadas con los sitios
arqueológicos. Desde el punto de vista de las sociedades con necesidades concretas
me parece una falta de respeto hablarles en un sentido abstracto que no tiene nada
que ver con lo real o con las necesidades de los vivos. De lo que se trata, creo, es que
las comunidades o vecinos tomen parte activa en la existencia, mantenimiento y
reproducción de ese objeto o sitio arqueológico, que lo integren en su mundo. Así, el
expolio se detendrá en algún porcentaje. Históricamente, el expolio ha existido y
posiblemente seguirá existiendo, lo mismo que el coleccionismo (profesional o de fin
de semana), pero de lo que se trata es que este pueda ser mantenido en un nivel que
no afecte y extinga la memoria histórica de todo un pueblo. Si estos niveles de expolio
como los que se dan en la costa peruana no se mantienen a raya o controlados pronto
serán necesarios medios más sofisticados para seguir huaqueando. Por el bien de los
sitios y objetos arqueológicos que, al fin y al cabo, son una gran parte de la memoria
histórica de un pueblo, espero no ver personas con detectores de metales en algún
futuro cercano o lejano en el Perú. Y espero que las sondas de los huaqueros terminen
siendo objetos arqueológicos que solo podamos ver en los museos.
top related