detectores y sondas. comentarios sobre el huaqueo o expolio en el perú

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Texto aparecido en inglés en AP: Online Journal in Public Archaeology, Volumen 3 (2013) ____________________________________________________________ DETECTORES Y SONDAS: BREVES COMENTARIOS SOBRE EL HUAQUEO O EXPOLIO EN EL PERÚ Henry Tantaleán El colega Jaime Almansa me hizo una propuesta para escribir algo relacionado con los detectores de piezas arqueológicas. Como alguien que ha vivido en Europa y ha visto a esos personajes con esos aparatejos en una playa del mediterráneo español o ha visitado las necrópolis de la edad del Bronce en Andalucía donde se había cometido expolio, posiblemente utilizando esos mismos instrumentos, el tema no se me hacía muy difícil de retomar. Sin embargo, desde Perú la situación es algo diferente. Y uno podría pensar que eso tiene que ver con que el Perú no es una país “desarrollado” es decir que los detectores no abundan aquí por una cuestión de transferencia de tecnologías (después de todo, los países subdesarrollados son los que más importan tecnología o aparatos de los buenos y los malos, por supuesto). Lo que yo pude observar en España es que esto más que nada “aparecíacomo un hobby, pero rascando un poco mas y llegando al fondo está claro que no es lo mismo ir un fin de semana a la playa con un detector a buscar monedas que dedicarte al expolio de manera sistemática y con réditos que permiten llamar a esta actividad trabajo. Ahí es el punto, más allá de los “medios de producción”, donde el caso peruano no se aleja mucho del de otros países donde todavía queda algo por expoliar. Más allá de la cuestión fetichista, el caso es que el expolio tiene un mercado y este, como el capital, como decía Gramsci, no tiene nacionalidades. Recientemente, vimos con asombro en internet como una casa europea subastaba piezas arqueológicas de una sociedad que estoy trabajando en la actualidad (Paracas 800 a.C.-1 a.C.) y no podía creer que piezas de tales dimensiones y calidades pudiesen ser vendidas como cualquier otro objeto de

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Page 1: Detectores y Sondas. Comentarios sobre el huaqueo o expolio en el Perú

Texto aparecido en inglés en “AP: Online Journal in Public Archaeology”,

Volumen 3 (2013)

____________________________________________________________

DETECTORES Y SONDAS:

BREVES COMENTARIOS SOBRE EL HUAQUEO O EXPOLIO EN EL PERÚ

Henry Tantaleán

El colega Jaime Almansa me hizo una propuesta para escribir algo relacionado con los

detectores de piezas arqueológicas. Como alguien que ha vivido en Europa y ha visto a

esos personajes con esos aparatejos en una playa del mediterráneo español o ha

visitado las necrópolis de la edad del Bronce en Andalucía donde se había cometido

expolio, posiblemente utilizando esos mismos instrumentos, el tema no se me hacía

muy difícil de retomar. Sin embargo, desde Perú la situación es algo diferente. Y uno

podría pensar que eso tiene que ver con que el Perú no es una país “desarrollado” es

decir que los detectores no abundan aquí por una cuestión de transferencia de

tecnologías (después de todo, los países subdesarrollados son los que más importan

tecnología o aparatos de los buenos y los malos, por supuesto). Lo que yo pude

observar en España es que esto más que nada “aparecía” como un hobby, pero

rascando un poco mas y llegando al fondo está claro que no es lo mismo ir un fin de

semana a la playa con un detector a buscar monedas que dedicarte al expolio de

manera sistemática y con réditos que permiten llamar a esta actividad “trabajo”. Ahí

es el punto, más allá de los “medios de producción”, donde el caso peruano no se aleja

mucho del de otros países donde todavía queda algo por expoliar. Más allá de la

cuestión fetichista, el caso es que el expolio tiene un mercado y este, como el capital,

como decía Gramsci, no tiene nacionalidades. Recientemente, vimos con asombro en

internet como una casa europea subastaba piezas arqueológicas de una sociedad que

estoy trabajando en la actualidad (Paracas 800 a.C.-1 a.C.) y no podía creer que piezas

de tales dimensiones y calidades pudiesen ser vendidas como cualquier otro objeto de

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arte. Y ahí viene la polémica pues las discusiones entre colegas pero sobre todo fuera

del colectivo arqueológico siempre terminan señalando al culpable de dicho expolio.

Casi siempre el “huaquero”, la ultima parte de la cadena operativa del expolio es el

señalado por algunos defensores del “patrimonio arqueológico”. Otros más

impregnados en el mundillo ese, reconocen que existe ese mercado y que están detrás

de todo esto los grandes coleccionistas de piezas arqueológicas. No faltan los que

señalan a las mismas casas de subasta. Otros más “diplomáticos” acusan a los países y

a los tratados que nunca se cumplieron. Como arqueólogo, uno desarrolla una ética,

inculcada muchas veces desde la abstracción. Sin embargo, en el mundo real, las cosas,

como mundo capitalista que es, funcionan de otra manera. En un mundo en el que

todo se puede comprar y vender, las piezas arqueológicas no son más que otra

commodity y así se toma muchas veces. Por tanto, es importante señalar más que las

formas (detector, pala, retroexcavadora, etc.) las causas mismas del expolio, para ver

si es que reconociéndolas podemos actuar sobre ellas y paliar en algo la situación.

Para lo que no conocen como es la forma más extendida de expolio en el Peru les

comentaré un poco acerca del huaqueo. En primera instancia, huaquear se relaciona

con la extracción de piezas, especialmente vasijas cerámicas y metales de los sitios

arqueológicos o “huacas”. Esta es una práctica que se ha documentado históricamente

casi desde la llegada de los castellanos en el siglo XVI (aunque sospecho que esto se

remonta incluso a la época prehispánica). Es más, era parte de las explotaciones y el

marco legal era similar al de las minas que debían pagar tasas a la corona española.

Obviamente, con el paso de los años este huaqueo ha cambiado desde una forma legal

en la colonia hasta una actividad ilegal en la actualidad. También los volúmenes han

varios en el tiempo y en el espacio, peor la figura del huaquero solitario, incluso visto

de manera romántica, evoca un trabajo más de ciertas zonas de la costa peruana.

Incluso, existen instrumentos que solamente pueden ser de un huaquero, la famosa

sonda, un largo filamento de metal que permite sondear en la tierra y reconocer la

existencia de una tumba. Pero regresando a la historia del Perú y su relación con el

huaqueo, a medida que comenzamos a ser una República también se comienza a forjar

la idea del patrimonio cultural y el personaje comienza a perder esa aura y comienza a

ser perseguido por el Estado. Sin embargo, lo que uno puede apreciar a lo largo de la

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historia del patrimonio cultural en el Perú es que hemos tenido una serie de leyes,

algunas por cierto muy bien planteadas, que han tratado de frenar el expolio, la venta

de piezas arqueológicas bajo una serie de preceptos tomados de otros países más

desarrollados en materia de defensa del patrimonio cultural.

Pero como arqueólogo que recorre el Perú y ve la realidad de cerca, hay una cosa que

vale la pena señalar aquí y es que independientemente del asunto ético o moral y

hasta legal de que supone el expolio existe toda una serie de condiciones que permiten

tal expolio y en un sentido lo promueven. Uno de ellos es la falta de una relación

identitaria entre los sujetos expoliadores y los objetos arqueológicos. Es decir que

para ellos el asunto de que eso es su patrimonio cultural no funciona. Una salida a eso

puede ser la información acerca del valor que eso pueda tener. Sin embargo, ese

“valor” muchas veces resulta abstracto para las personas. En lugares donde no existen

espacios laborales el huaqueo ha sido una salida rápida para solventar las necesidades

inmediatas: nadie come patrimonio. Claro está, la figura del pueblo de Sipán

enfrentándose a un Walter Alva apoyado por policías no es la regla general pero

todavía se pueden visitar sitios, algunos muy famosos y reconocidos por el estado

peruano, que siguen siendo expoliados. Una salida común es la penalización de esta

actividad, la cual puede frenar y de hecho lo hace, en algunos casos, el expolio. Sin

embargo, las medidas policiales muchas veces no llegan a concretarse en penas y todo

queda en papel. Así, el expolio es algo con lo que se convive día a día, sobre todo los

arqueólogos independientes o investigadores que terminan siendo la última frontera

entre los expoliadores y las Instituciones que defienden el patrimonio. Como alguien

que ha trabajado para el estado en el antiguo Instituto Nacional de Cultura, ahora

Ministerio, no dejaba de ser frustrante como los sitios a pesar de nuestros “aparatos”

legales eran y siguen siendo destruidos. El asunto parece que no pasa solamente por la

penalización o la delincuentización del huaqueo. Debe haber algo más que permita

que la misma gente asuma algún rol en proteger algo que es tan importante para

nosotros (los arqueólogos). Así, el expolio no seguirá creciendo. Nuevamente, la

distribución de la información que puedan hacer los arqueólogos directa e

indirectamente, creo que es es la única salida realista que se me ocurre en esta

situación. Así también, la arqueología en el Perú necesita tomar en cuenta las

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necesidades reales de las poblaciones directamente vinculadas con los sitios

arqueológicos. Desde el punto de vista de las sociedades con necesidades concretas

me parece una falta de respeto hablarles en un sentido abstracto que no tiene nada

que ver con lo real o con las necesidades de los vivos. De lo que se trata, creo, es que

las comunidades o vecinos tomen parte activa en la existencia, mantenimiento y

reproducción de ese objeto o sitio arqueológico, que lo integren en su mundo. Así, el

expolio se detendrá en algún porcentaje. Históricamente, el expolio ha existido y

posiblemente seguirá existiendo, lo mismo que el coleccionismo (profesional o de fin

de semana), pero de lo que se trata es que este pueda ser mantenido en un nivel que

no afecte y extinga la memoria histórica de todo un pueblo. Si estos niveles de expolio

como los que se dan en la costa peruana no se mantienen a raya o controlados pronto

serán necesarios medios más sofisticados para seguir huaqueando. Por el bien de los

sitios y objetos arqueológicos que, al fin y al cabo, son una gran parte de la memoria

histórica de un pueblo, espero no ver personas con detectores de metales en algún

futuro cercano o lejano en el Perú. Y espero que las sondas de los huaqueros terminen

siendo objetos arqueológicos que solo podamos ver en los museos.