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UNIDAD 5 – E-5 - INDICADORS PARA EL DESARROLLO DE LA CAPACIDAD EXPRESIVA Y
LA DETENCIÓN DE ALTERACIONES
Detección de alteraciones en el desarrollo y en la comunicación infantil.
Introducción
El educador infantil, el docente y todas aquellas personas que pertenecen a las instituciones
educativas o servicios de atención a la infancia desempeñan un papel fundamental en la detección
y tratamiento de alteraciones en las distintas facetas del desarrollo infantil. La educación pretende
el desarrollo integral de los pequeños, por lo que alguna deficiencia puede influir en el desarrollo
de otras. Los trastornos o alteraciones en el desarrollo son considerados problemas que afectan a
los niños presentando dificultades para alcanzar las funciones tempranas del desarrollo como, por
ejemplo, las habilidades del lenguaje, de la comunicación, de la socialización y motoras.
La importancia de las entrevistas iniciales con la familia queda patente en este tipo de
circunstancias. En la entrevista de debe realizar la anamnesis, es decir, los datos o información
relevante acerca del niño, su familia, el medio en que ha vivido, las experiencias que ha tenido,
incluyendo sensaciones anormales, estados de ánimo o actos observados, etc. que permiten
identificar los problemas que se puedan presentar. Uno de los casos más representativos y
evidentes para los educadores es el trastorno en el lenguaje y el auditivo, aunque su diagnóstico
suele ser más complicado de lo que parece a simple vista, por lo que siempre, en todos los casos,
deberá ser comunicado a la familia para que actúe convenientemente, acudiendo a un
especialista, que es el indicado para efectuar el análisis, estudio y tratamiento del mismo.
Signos de alerta en el lenguaje receptivo y comprensivo:
Tanto los padres como los educadores son las personas indicadas para detectar un posible
retraso en el lenguaje y comprensión del niño. Se deberá consultar a un especialista si:
De 0 a 3 meses
No hay respuesta refleja ante un sonido (parpadeo, agitación, quietud, despertar).
No le tranquiliza la voz de la madre.
Emite sonidos monocordes o uniformes.
De 3 a 6 meses
Ausencia de sonidos modulados o de respuestas a cualquier sonido.
No se orienta hacia la voz de la madre.
No emite sonidos guturales para llamar la atención.
No intenta hacer sonar un sonajero si se le deja al alcance de la mano.
No juega con sus vocalizaciones, repitiéndolas e imitando a las del adulto.
De 6 a 9 meses
Ausencia de monotonía en el balbuceo.
No vocaliza para llamar la atención.
No juega imitando gestos que acompañan a canciones infantiles (“los lobitos”,
etc.), o sonríe al reconocerlas.
No dice adiós con la mano cuando se le indica.
De 9 a 12 meses
No reconoce cuando le nombran “mamá” y “papá”.
No comprende palabras familiares.
No entiende una negación.
No responde a “dame” cuando se le hace un gesto indicativo.
De 12 a 18 meses
No dice “papá” y “mamá” con contenido semántico.
No señala objetos ni personas familiares cuando se le nombran.
No responde de forma diferente a distintos sonidos.
No se entretiene emitiendo y escuchando determinados sonidos.
No nombra algunos objetos familiares.
De 18 a 24 meses
No presta atención a los cuentos.
No es capaz de comprender órdenes sencillas (señalar con el dedo, negar con la
cabeza, decir adiós con la mano) si no se acompañan de gestos indicativos.
No identifica las partes del cuerpo.
No conoce su nombre.
No hace frases de una palabra a los 18 meses ni de dos palabras a los 24 meses.
No utiliza palabras significativas sencillas.
De 3 años a 3 años y medio
Su habla no puede ser entendida por personas fuera de su núcleo familiar.
No repite frases.
No contesta a preguntas sencillas.
De 3 años y medio a 5 años
Presencia de un período de falta de fluidez verbal, repiten sonidos, palabras, frases y
hacen pausas prolongadas.
Dificultad en interpretar y uso de términos espaciales (entre, detrás, etc.).
Dificultad en el uso de artículos (un, una, el, la), pueden omitirlos (papá vuelve trabajar).
Dificultad en el uso de tiempos verbales, y dificultad para encontrar el nombre de la
palabra adecuada (disnomia).
A los 4 años no sabe contar lo que le pasa y no es capaz de mantener una conversación
sencilla.
Hasta los 4 años pueden existir trastornos en la articulación de algunos fonemas (/s/, /z/,
/r/) que tienen que estar corregidos a los 5 años.
De 5 a 7 años
A los 5 años no conversa con otros niños.
Persistencia de un período de falta de fluidez verbal y con disnomias.
Presencia de dificultades en la utilización de tiempos verbales (“él ido” por “él ha ido”).
Presencia de dificultades en la utilización de formas comparativas de los adjetivos, pueden
confundir el comparativo con el superlativo.
Presencia de dificultades en la utilización de reglas de pasivos (“el tren fue golpeado por el
coche “se trasforma en “el tren golpeó al coche”) y en el uso de las conjunciones (si,
cuando, antes, después).
Signos de alertas de problemas auditivos. Qué debe hacer el educador:
Los problemas de audición pueden originarse en cualquier etapa de la vida, pueden surgir antes
del nacimiento, o durante la infancia. En el caso de bebés prematuros o con bajo peso al nacer,
estos pueden presentar problemas auditivos con mayor frecuencia que los bebés nacidos a
término o con peso normal. En los bebés, los trastornos auditivos se deben a problemas genéticos
en el 50 % de los casos. También existen lesiones, enfermedades, ciertas medicinas, además de la
contaminación acústica, que pueden provocar la pérdida de audición en los niños. Los problemas
auditivos pueden afectar la capacidad del niño para desarrollar el habla, entorpeciendo la
adquisición del lenguaje y las destrezas sociales. La atención precoz de los niños sordos o con
dificultades auditivas permitirá desarrollar su máximo potencial en el habla, el lenguaje y las
habilidades sociales.
Pese a la singularidad de las deficiencias auditivas, algunos de los signos identificativos son:
De 3 a 10 meses
No se gira para buscar el origen de un sonido.
No se asusta ni cambia de actividad con los sonidos bruscos.
No se calma ante la voz de la figura de apego.
De 10 a 15 meses
No emite respuesta ante su nombre.
No imita sonidos ni palabras muy simples.
No responde a sonidos propios de la casa, como el sonido de la cuchara en el plato, el
ruido de la lavadora...
A partir de los 15 meses
Suele decir “¿qué?” cuando se le habla.
Habla con voz suave o muy fuerte.
Prefiere sonidos graves.
El pequeño observa intensamente el rostro del interlocutor y éste tiene que elevar la voz
para atraer su atención.
Sube considerablemente el sonido de la televisión.
¿Qué debe hacer el educador?
Ya se ha comentado que la labor del educador es, en muchos casos, decisiva. Su función será
preventiva detectando, dentro de sus capacidades, las posibles dificultades a través de la
observación y con diferentes instrumentos evaluadores, promoviendo la posibilidad de una
intervención temprana y realizando las adaptaciones curriculares que el niño precise para
favorecer su desarrollo. Se basará en el hecho de que en el desarrollo de la comunicación influye la
edad, el grupo social y la zona geográfica a la que pertenezca el niño, estimulando la ampliación de
los contextos y suplencia de las carencias afectivas, lingüísticas... El educador no ha de ser un
experto en patologías, pero sí deberá conocer los trastornos más frecuentes y sus síntomas.
También es conveniente que se instruya en relación a los distintos sistemas alternativos de
comunicación, para atender convenientemente a los alumnos que los precisen, estimulando su
participación en las actividades diarias del aula y, en general, en el desarrollo social y afectivo. En
colaboración directa con la familia y el especialista o terapeuta, se pretende potenciar en el
alumno las capacidades lingüísticas, cognitivas y emocionales que le permitan integrarse
dignamente en la sociedad con la mayor autonomía posible, convirtiéndose en una persona
capacitada para trabajar en equipo y asumir el liderazgo si así fuera preciso.
Principales alteraciones. Características
Son varios los trastornos que se pueden presentar en el ámbito cognitivo, motor, afectivo,
social, del lenguaje, etc. y que pueden afectar al correcto desarrollo del pequeño. Como
educadores infantiles, se ha de tener una noción de las problemáticas más usuales que se
pueden encontrar en las aulas, para saber tratarlas convenientemente si ya se conocen, o
para realizar una intervención precoz, colaborando en la detección de alguna deficiencia,
lo que tendrá indudables consecuencias positivas para una temprana reeducación o
adaptación curricular si fuera preciso.
Trastornos más frecuentes en el lenguaje.
El lenguaje puede verse afectado en la forma, el contenido o el uso. Es decir, en la voz, en
el lenguaje oral y escrito y en el habla. Vea:
Trastornos temporales en el lenguaje.
Aunque se incluyen dentro de la denominación temporal, es necesario indicar que algunos pueden
permanecer en el individuo, con mayor o menor incidencia, durante toda su vida.
Trastornos en la voz
La voz está unida a la personalidad del sujeto, y nos indica características muy diversas sobre un
individuo. Guarda una estrecha relación con estados emocionales y con patologías psíquicas. Así,
sujetos con problemas psicológicos presentan alteraciones de la voz.
La emisión de la voz es el soporte físico básico de la palabra que actúa como vehículo de
comunicación. La voz es aire sonorizado gracias a las modificaciones que experimenta en las
cavidades de resonancia por los diferentes órganos (lengua, labios, velo del paladar y dientes).
Cuando alguna de estas condiciones falla o es insuficiente se producen disfonías, variables según la
edad y la resistencia del individuo, pudiendo aparecer desde una ronquera pasajera hasta una
alteración laríngea grave. Las alteraciones de la voz pueden darse en cualquiera de sus cualidades,
ya sea en la intensidad, tono, duración o timbre. Estas alteraciones son muy frecuentes en la edad
escolar, pero algunas pueden aparecer en los primeros meses de vida. La laringe de los niños es
más estrecha y más flexible que la de los adultos, y además está situada en una posición más
elevada, a lo cual hay que añadir que la parte superior de la laringe y la tráquea en los niños tiene
forma de chimenea. Esto hace que la laringe de los niños sea más propensa a los factores
negativos que inciden en ella. Es un órgano en desarrollo que sufre los desajustes propios de la
evolución, con lo cual hay más riesgo que en los adultos. También hay que destacar que hay
laringes más frágiles que otras.
Disfonía
Es una alteración de la voz en cualquiera de sus cualidades (intensidad, tono, timbre) debida al uso
incorrecto de la misma, a una respiración insuficiente o a una mala coordinación con la fonación.
Puede ser hipotónica, si la voz es ronca o apagada; e hipertónica, si es aguda o tiene un tono alto.
Las causas que la provocan pueden ser funcionales y orgánicas.
Dentro de las causas orgánicas pueden ser congénitas (lesiones cerebrales, malformaciones,
parálisis...), inflamatorias (laringitis aguda o crónica) y traumáticas (lesiones por heridas,
quemaduras...). Las causas funcionales derivan de la excesiva tensión a las que son sometidas las
cuerdas vocales durante el habla, por ejemplo, niños que gritan continuamente, que lloran
fuertemente, hiperactivos y coléricos, o porque las cuerdas vocales no cierran totalmente la glotis
por falta de tensión muscular, son los denominados pitos o gallos, que se escuchan o emiten al
hablar.
Es habitual en los docentes, cantantes, locutores, etc.
Afonía
Es la pérdida total de la voz. Las causas hay que buscarlas en un estado inflamatorio agudo, un
traumatismo, en parálisis laríngeas o por un mal uso respiratorio y vocal. Para evitar la afonía en
los niños y poder cuidar la voz, se les aconsejará que no griten ni fuercen la voz, sobre todo si
están resfriados, que eviten los cambios bruscos de temperatura, o incluso el aire acondicionado
muy fuerte. Tanto en épocas frías como en temporadas calurosas, se deben evitar las bebidas
demasiado frías, ya que cuando existe ya algo de afonía puede agravarse.
UNIDAD 6 – E-6 - INDICADORS PARA EL DESARROLLO DE LA CAPACIDAD EXPRESIVA Y
LA DETENCIÓN DE ALTERACIONES
Trastornos en el lenguaje oral.
Dentro de esta categoría se distinguen:
El niño que no habla
Se incluyen aquellos niños cuyo lenguaje oral no se manifiesta a una edad en que se
considera como apropiada para ello y donde el resto de niños y niñas habla normalmente,
siendo esta falta de lenguaje la única alteración evidente. Es decir, no padecen ninguna
enfermedad o patología cuya consecuencia sea la ausencia del habla.
La ausencia del lenguaje ha sido confundida con otras alteraciones lingüísticas (Perelló,
1996) y muestra un diagnóstico diferencial del mutismo con diversas patologías. El límite
entre el retraso fisiológico y el mutismo estaría entre los dieciocho y veinticuatro meses.
Algunas de las características más significativas son:
Aparición de las primeras palabras después de los 2 años.
La unión de las palabras se inicia después de los 3 años.
Vocabulario muy reducido a los 4 años.
Desarrollo comunicativo del gesto y de la música.
Utilización del llamado lenguaje telegráfico, caracterizado por la ausencia de
determinantes y nexos gramaticales.
Muestra total de desinterés comunicativo.
El nivel de comprensión es superior a la expresión.
Puede aparecer en niños tímidos o con falta de seguridad en sí mismos.
Teniendo en cuenta todas estas características, se pueden distinguir varios tipos de
trastornos según el grado de incidencia:
Mutismo total: en este caso existe una ausencia total del lenguaje, que puede
surgir de manera repentina o progresiva. Pese a su nomenclatura, suele surgir tras
un fuerte choque afectivo, por enfermedad laríngea, o simplemente por varios
días, con lo cual no tiene que ser entendida como algo perdurable de manera
forzada en el tiempo.
Mutismo electivo o selectivo: solo aparece ante ciertos pacientes o en
determinadas situaciones, pudiendo presentarse desde los 3 años, pero es más
frecuente a partir de los 6 años. Es importante que el educador infantil tenga
conocimiento de que este tipo de alteraciones puede surgir como consecuencia de
la sobreprotección familiar, la falta de estimulación lingüística, las severas
exigencias de los progenitores, un cambio en el entorno familiar como el divorcio
de los padres, la muerte de un familiar muy conocido por el pequeño e incluso en
aquellos hogares en los cuales el bilingüismo ha sido mal incorporado a la vida
familiar, sintiéndose el niño inseguro en ambas lenguas.
Retraso simple del lenguaje: esta disfunción suele afectar a más de uno de los
niveles del lenguaje, siendo la fonología y la sintaxis las más afectadas. Puede
aparecer desde el nacimiento, influyendo como se ha comentado en la
comprensión y expresión, pero se evidencia al no corresponder con el desarrollo
deseado según la edad cronológica, no siendo consecuencia directa de trastornos
de tipo intelectual, motriz o sensorial. Su mejoría es ya evidente a partir de los 6/7
años. Tras su detección pediátrica, es recomendable la intervención de un
logopeda para favorecer su estimulación a partir de los 4 años, antes no sería
conveniente, aunque se evidencie la alteración de fonemas e incluso de sílabas en
la pronunciación de las palabras.
Disfasia
Es considerada como un trastorno específico de la adquisición y desarrollo del lenguaje, así como
en la expresión y en la recepción del habla. La disfasia infantil es aplicada a los niños que, por
alguna razón, han fracasado totalmente en el desarrollo del lenguaje, o que lo han hecho solo
parcialmente o bien se han desviado de la evolución normal del mismo. Las causas que provocan
la disfasia son prácticamente desconocidas, por lo que se habla de múltiples factores que
intervienen en la aparición de este trastorno:
Deficiencias auditivas: los problemas auditivos durante los primeros años de vida influyen
decisivamente en el desarrollo del lenguaje. Si los sonidos no son percibidos con claridad,
el desarrollo lingüístico se verá afectado.
Deficiencias cognitivas y alteraciones en el sistema nervioso: las limitaciones intelectuales
se asocian a dificultades en la adquisición del lenguaje. Generalmente, estos niños no
utilizan los gestos para suplir la falta del lenguaje y comienzan a hablar entre los 3 y los 7
años utilizando jergas que, en algunos casos, son difíciles de superar. La sintaxis se
caracteriza por ser muy deficiente, lo cual se evidencia en un lenguaje poco estructurado y
en el esfuerzo que les supone expresar sus pensamientos valiéndose para ello de cosas
concretas que estén a su alcance. Los retrasos en la madurez cerebral se han estudiado
como causante de la disfasia en muchos casos.
Deficiencias motoras: cuando los niños tienen solo dificultades en la expresión o
producción del lenguaje, se pueden presentar problemas en la coordinación y control de
los músculos bucofonadores.
Alteraciones del desarrollo socioafectivo: las dificultades para expresarse van a entorpecer
las relaciones sociales, pero, por otro lado, también es destacable el ínfimo desarrollo
social que presentan los niños que en sus primeros meses de vida han sido privados de las
adecuadas relaciones sociales y afectivas.
Se distinguen dos tipos de disfasia según la gravedad o influencia en el niño:
Disfasia expresiva: presenta un lenguaje expresivo por debajo del esperado para su edad,
es decir, tiene un vocabulario reducido, comete errores en los tiempos verbales, le falta
fluidez verbal o el ritmo de lenguaje expresivo es inadecuado. Suele ser evidente a partir
de los dos años.
Disfasia mixta: es más grave que la anterior puesto que el pequeño presenta dificultad en
la producción y en la comprensión del lenguaje, pero la gravedad dependerá del grado de
afectación del lenguaje, aunque en cualquiera de los casos sus limitaciones comunicativas
van a perdurar a lo largo de la vida del niño. Las dificultades se van a manifestar de la
siguiente manera:
o A nivel expresivo:
Un vocabulario reducido.
Errores en los tiempos verbales.
Emisión de oraciones cortas y excesivamente simples.
Uso de una entonación extraña del lenguaje.
o A nivel comprensivo:
Problemas para comprender oraciones y palabras.
Indiferencia ante la utilización de diversas entonaciones.
Incapacidad para la comprensión gramatical.
Los pequeños con disfasia mixta, por tanto, van a presentar dislexias y trastornos del lenguaje, y a
la larga van a manifestar trastornos afectivos por la carencia o empobrecimiento de las relaciones
sociales. Suelen ser niños nerviosos, hiperactivos, inadaptados y con retrasos en el aprendizaje de
manera general. Sin embargo, su capacidad para actividades como la música, las pruebas
cognitivas y la memoria son normales, al igual que lo es la autonomía en cuanto a hábitos como
vestirse, control de esfínteres, etc.
De manera general, la mejora del lenguaje es un proceso muy lento y, cuando mejoran su
lenguaje, este presenta dislalias, pero una buena intervención puede paliar algunas de las
consecuencias negativas que este trastorno puede ocasionar. El tratamiento psicológico
individualizado de las disfasias hará más hincapié en las relaciones sociales que en el desarrollo del
lenguaje en sí. Se potenciará la participación, motivación y estimulación del niño para que se
establezcan las condiciones propias que favorezcan la producción del habla.
Afasia
La afasia es la pérdida de la simbolización del pensamiento, es decir, la pérdida del lenguaje
interior, con lo cual no hay lenguaje.
Según sea el momento de aparición, se distinguen dos tipos de afasia: congénita y adquirida.
La afasia congénita se presenta antes de los 30 meses, sin que existan factores explicativos
para la ausencia del lenguaje. Puede afectar a la expresión o a la comprensión.
La afasia adquirida es aquella que presenta una pérdida total o parcial del lenguaje en
niños menores de 10 años.
Antes de los 3 años, perderán el lenguaje oral, y de los 3 a los 5 años y de los 6 a los 10, perderán
el lenguaje oral y el escrito respectivamente.
Este trastorno tiene unas características concretas:
Puede surgir de manera repentina, como por ejemplo en el caso de los niños que se
despiertan tras sufrir un estado de coma, o se puede ir perdiendo el lenguaje poco a poco,
como en el caso de personas que padecen meningitis.
Va a haber una pérdida de la capacidad de comunicación también por medio de gestos.
Las personas que padecen esta afectación no pueden expresar lo que quieren decir ni a
través del lenguaje escrito ni el oral.
Se caracteriza por la aparición tardía de las primeras palabras y de la combinación de estas
con una afectación profunda y duradera del desarrollo lingüístico; su evolución es lenta,
con alteraciones en la expresión y la comprensión, siendo frecuente la anomia, que es un
trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre, es decir, no puede
recordar palabras. La lectoescritura, por tanto, se ve afectada.
Dentro de las afasias se pueden distinguir varios tipos según sean sus características de aparición y
los déficits que provocan.
Afasia receptiva o de decodificación: el niño oye y lee, pero no comprende su significado.
Asociada, puede encontrarse la amusia (dificultad para reconocer tonos o ritmos
musicales y de reproducirlos), alcalculia (incapacidad de realizar operaciones matemáticas)
y amnesia (incapacidad para conservar o recuperar información).
Afasia motora o de codificación: oye, lee y comprende la palabra hablada o escrita pero no
puede repetirla y menos pronunciarla espontáneamente. Se acompaña de anartria
(alteración de la elocución del lenguaje), disartria (problemas en la articulación de las
palabras), agrafía (pérdida de la capacidad o destreza en la escritura), alexia (pérdida de la
capacidad de leer después de ser adquirida).
Afasia mixta o global: que afecta a la comprensión y expresión del lenguaje.
Para el tratamiento de las afasias se aconseja a las familias que sirvan de modelos de lenguaje para
el pequeño, utilizando un habla simple, con oraciones cortas y comprensibles; también la
estimulación será importante, tanto por la alternancia de contextos que sean del interés infantil
(zoológicos, circos...) como en la provisión de objetos variados que favorezcan la interacción con el
pequeño recompensando los esfuerzos lingüísticos del niño.
Trastornos en el lenguaje escrito.
La escritura es una decodificación del lenguaje oral. Normalmente, se habla de escritura al
referirse a la composición escrita o escritura productiva, que es la actividad mediante la
cual se expresan ideas, conocimientos y sentimientos a través de signos gráficos. Para que
exista un dominio ortográfico completo y para que la lectura sea correcta, es necesario
que el individuo decodifique las letras y las palabras que está viendo y las transforme en
un sonido, en el habla.
Pese a ser habilidades complejas, la mayoría de los niños, con un grado de madurez
determinado y un ambiente favorable, las aprenden sin demasiada dificultad. Algunas de
las alteraciones más comunes son la dislexia, la disgrafía y la disortografía.
Dislexia
Es la incapacidad para la realización normal del aprendizaje de la lectura. Su detección
suele ser evidente para el educador o docente al presentar alteración en el orden de las
letras o sílabas o en la falta de estructuración o coherencia en las frases.
Se distinguen dos tipos:
Dislexia evolutiva o de desarrollo: referida a los niños que tienen dificultad en el aprendizaje
por un defecto de maduración específico, que tendrá que ser valorado por un especialista
puesto que presentan una inteligencia normal y ausencia de problemas psicológicos
importantes.
Dislexia secundaria: que es la que va asociada a un trastorno neurológico evidente.
Disgrafía
La disgrafía es un trastorno de tipo funcional que afecta a la calidad de la escritura del sujeto, en el
trazado o la grafía. Hay que considerar dos aspectos:
Nivel neurológico en relación con las afasias. En este apartado se incluyen las agrafías, que
son una manifestación de las afasias e implican anomalías del grafismo.
Enfoque funcional, surge en los niños que no responden a lesiones cerebrales o a
problemas sensoriales, sino a trastornos funcionales.
Algunos estudios evidencian que este trastorno es más evidente en niños (60 %) que en niñas. La
realización de un diagnóstico de este trastorno requiere la consideración de una serie de
condiciones:
La capacidad intelectual se presenta en los límites normales e incluso por encima de la
media.
Ausencia de daño sensorial grave, como los traumatismos motrices, que pueden
condicionar la calidad de la escritura.
Adecuada estimulación cultural, social y pedagógica. • Ausencia de trastornos
neurológicos graves, como lesiones cerebrales, con o sin componente motor, ya que
podría impedir una normal ejecución motriz del acto motor.
El factor edad también es importante. Algunos autores piensan que no es aconsejable un
diagnóstico hasta pasado el periodo de aprendizaje de la escritura, es decir hasta los 7
años aproximadamente.
En la evolución del grafismo, habrá que tener en cuenta que, desde muy corta edad, el niño es
capaz de copiar algunos grafemas, pero será a partir de los 4 años cuando aparezcan los primeros
grafemas reconocibles, pero dependerá del modelo utilizado. Lo que realiza el niño es una
descomposición visual de los elementos más simples. Las dificultades que el niño puede encontrar
en la imitación serán desde pequeñas diferencias en la reproducción a direcciones inadecuadas o
grafemas irreconocibles. La permanencia de estos hábitos, si no se realiza una corrección
inmediata, favorecerá las dificultades en la escritura, pudiéndose generar la aparición de alguna
disgrafía. Para escribir correctamente es necesario una serie de destrezas o requisitos básicos,
como capacidades psicomotoras en relación a la coordinación óculo-manual, psicomotricidad fina
para ejecutar el movimiento de pinza de los dedos necesario para la sujeción del lápiz, la correcta
noción espacial para la direccionalidad de la escritura, etc.
Se distinguen dos clases de disgrafías:
Disgrafía adquirida: como consecuencia de una lesión cerebral. Antes de la misma, la
persona escribía correctamente. Además, no todos los aspectos de la escritura tienen que
estar dañados, por lo que se pueden aprovechar los que estén intactos para el
tratamiento.
Disgrafía evolutiva: referida a los sujetos que tienen dificultades para aprender a escribir.
Se pueden confundir con los retrasos. En su tratamiento se recomienda a los familiares
que potencien la estimulación del lenguaje escrito compartiendo con los pequeños
cuentos, incitando a la realización de garabatos, etc.
Disortografía
Es un trastorno específico de la escritura, sin que los errores surjan en el transcurso de la lectura.
La disortografía se refiere a la dificultad significativa en la trascripción del código escrito de forma
inexacta, es decir, a la presencia de grandes dificultades en la asociación entre el código escrito,
las normas ortográficas y la escritura de las palabras. De esta forma, las dificultades residen en la
asociación entre sonido y grafía o bien en la integración de las reglas ortográficas, o en ambos
aspectos. La disortografía, a pesar de relacionarse con otro tipo de trastornos como la dislexia o a
la disgrafía, se debe de tratar y diagnosticar de manera independiente, ya que también puede
presentarse de forma aislada.
Las causas que pueden provocar este trastorno son, entre otras:
De tipo perceptivo: b/v, p/q, d/b...
De tipo intelectual: déficit o falta de madurez.
De tipo lingüístico: problemas en el lenguaje o dificultad en la articulación.
De tipo afectivo-emocional: falta o deficiencia en la motivación.
De tipo pedagógico: método de enseñanza utilizado inadecuado.
Trastornos en el habla. Características
Los trastornos del habla se refieren a las dificultades en la producción de los sonidos requeridos
para hablar o problemas con la calidad de la voz. Estos se pueden caracterizar por una
interrupción en el flujo o ritmo del habla como, por ejemplo, el tartamudeo o la falta de fluencia.
Los trastornos del habla pueden constituir problemas con la formación de sonidos, los cuales se
llaman trastornos de la articulación o fonológicos, o pueden incluir dificultades con el tono,
volumen, o calidad de la voz. Puede haber una combinación de varios problemas.
Las personas con trastornos del habla pueden tener problemas para utilizar algunos sonidos
requeridos para hablar, lo que podría ser síntoma de un retraso. Por ejemplo, estas personas
pueden decir una palabra por otra o tener dificultad con pronunciar fonemas como /l/o /r/.
En general, las alteraciones del habla pueden presentar las siguientes características:
Los motivos de carácter múltiple: afectivo, evolutivo, cultural, traumático, psicológico.
El habla espontánea va a ser poco inteligible.
Al mismo tiempo, el hecho de tener muchos errores práxicos tiene como consecuencia un
feedback auditivo deficiente.
Los tipos de errores suelen caracterizarse por cambiar o sustituir unos sonidos por otros,
omisiones de sonidos o anticipaciones de tipo secuencial.
Si la alteración está generalizada, la articulación se verá gravemente afectada.
Hay poca fluencia de lenguaje, como consecuencia de la inhibición del niño; enunciados
reducidos y lacónicos.
Suele tener más dificultad en los diptongos, las consonantes líquidas (/l/, /r/) y las sílabas
inversas (la vocal se pronuncia o escribe antes que la consonante).
Las características anteriores pueden dar lugar a trastornos en la fluidez verbal y a la disfemia.
Disfemia
Se trata de una alteración funcional de la comunicación verbal sin que haya anomalías en los
órganos de fonación. Es un trastorno en la fluidez del habla que se caracteriza por repeticiones o
bloqueos espasmódicos que afectan al ritmo del lenguaje y a la melodía del discurso. Estudios
realizados afirman que cerca del 1 % de la población padece este trastorno en mayor o menor
intensidad.
Podemos destacar una serie de fases en su desarrollo:
Tartamudeo inicial: aparece alrededor de los 3 años (justo cuando el lenguaje del niño se
está estructurando) en el periodo evolutivo del lenguaje y se manifiesta en sus
producciones verbales con detenciones, cortes verbales, repeticiones silábicas, etc. Estas
manifestaciones deben ser consideradas normales en el periodo de desarrollo del lenguaje
en el cual se encuentra el niño. Desaparece con la edad.
Tartamudeo episódico: a partir de los 5 años el niño puede articular todos los fonemas,
con lo cual se encuentra en el periodo de construcción gramatical y de preparación para la
lectoescritura. El alejamiento temporal de la familia, el hecho de tener que compartir con
los iguales, las exigencias escolares, etc. pueden favorecer la aparición de este fenómeno.
Una simple orientación a los padres y profesores en este periodo es suficiente para evitar
las situaciones de angustia que se originan a nivel familiar.
Tartamudez: hacia los 10 años puede aparecer este trastorno como consecuencia de una
emoción brusca o de una experiencia traumática. Aparecen movimientos desordenados
en la respiración, de las cuerdas vocales, vacilaciones, detenciones inoportunas...
Los síntomas más característicos de la disfemia son el bloqueo espasmódico y las repeticiones, las
cuales se acompañan de:
Manifestaciones lingüísticas: repeticiones de sonidos y sílabas, repetición de palabras
monosilábicas, palabras fragmentadas, bloqueos, uso de muletillas verbales, perífrasis y
lenguaje superfluo, alteraciones sintácticas, frases incompletas, uso excesivo de
sinónimos, discurso incoherente, realización de rodeos para sustituir palabras
problemáticas, desorganización entre el pensamiento y el lenguaje...
Manifestaciones conductuales: mutismo e inhibición temporales, incomunicación y
logofobia (miedo a las palabras), reacciones de angustia y ansiedad, conductas de
evitación de las situaciones comunicativas, reacciones anormales, inmadurez afectiva...
Manifestaciones corporales y respiratorias: tics, espasmos y rigidez facial, hipertensión
muscular, alteraciones fonorespiratorias funcionales...
La evolución de estos síntomas es distinta en cada persona, por lo tanto, es difícil poder encontrar
a dos personas con el mismo tipo de disfemia.
En los tartamudos se observa una cantidad anormal de repeticiones de sílabas, palabras o frases,
dificultades del flujo del aire por la incapacidad de la persona para darse cuenta de la tensión que
ha producido al prepararse para articular un sonido. Este fenómeno se denomina bloqueo y los
sonidos individuales afectados se llaman bloques. También son evidentes las continuaciones
anormales de segmentos de sonidos, la acentuación extraña de las palabras y la entonación
anormal, que dan lugar a un habla entrecortada, a una respiración anormal, palabras
incompletas... Hoy en día, todavía no se conoce mucho sobre la disfemia, pero se consideran como
causas desencadenantes de la disfemia las siguientes:
Herencia: pese a no ser considerada como una variable desencadenante, puede influir
sobre otros.
Sexo: el porcentaje de hombres afectados (75 %) es superior al de mujeres.
Trastornos de la lateralización: parece que existe una relación entre las personas que
presentan lateralidad zurda y la tartamudez.
Trastornos neurológicos.
Trastornos en la estructuración temporal y espacial: cualquier disfunción en la adquisición
de la dominancia y de la motricidad que conducen a la organización del espacio y cualquier
alteración temporal que afecte al ritmo podrían considerarse causas para este trastorno.
Alteraciones lingüísticas: la mayoría de los niños con retrasos del lenguaje no tartamudea,
pero parece que la mayoría de los niños tartamudos ha tenido dificultades en la
estructuración sintáctica, la adquisición semántica y las primeras articulaciones de los
fonemas. Independientemente de que la disfemia influya sobre el aprendizaje lingüístico
del niño, no afecta a su competencia lingüística, sino a su actuación como hablante, con lo
que la disfemia no es siempre una consecuencia de una mala organización del lenguaje
interior.
Alteraciones psicológicas: los factores psicológicos como la falta de equilibrio emocional y
afectivo son causa del tartamudeo. Además, los comportamientos mostrados por los
demás hacia su forma de hablar tampoco ayudan.
Se puede realizar la siguiente clasificación atendiendo a todo lo anterior:
Disfemia clónica: caracterizada por la repetición convulsiva de una sílaba o grupo de
sílabas durante la emisión de la frase.
Disfemia tónica: se caracteriza por la interrupción total del habla, produciéndose al final
una salida repentina de la emisión.
Disfemia mixta: sería el resultado de la combinación de ambas.
Ante la disfemia, tanto padres como educadores han de tener en cuenta las siguientes
consideraciones:
Reaccionar con paciencia ante la tartamudez. Tanto a nivel verbal como gestual no se
deben mostrar signos de ansiedad.
Evitar que tenga que repetir frases o palabras y situaciones tensas.
Nunca reñir, castigar, criticar ni ridiculizar por este motivo.
Darle tiempo para que termine las palabras o frases. No “adivinar” continuamente lo que
va a decir, aunque sea evidente.
Incitar a la conversación y el diálogo con un habla tranquila, sencilla y pausada.
Instruirle en técnicas de relajación para evitar el estrés que le puede provocar el tener que
hablar ante determinadas situaciones o personas.
Trastornos en el habla por dificultad en la articulación.
Los trastornos de articulación suelen combinarse de manera variable con alteraciones de la voz, la
respiración y la acentuación.
Dislalias
La pronunciación de los sonidos del lenguaje es una habilidad que el niño debe adquirir a lo largo
de su desarrollo. Comenzará emitiendo sonidos simples como /m/ o /p/ y, a medida que van
mejorando, pronunciará sonidos más complejos que requieren la intervención de músculos y
órganos fonadores.
Cuando el pequeño empieza a producir sus primeras palabras, aproximadamente entre los 12 y 18
meses, el adulto reconoce los errores de pronunciación como consecuencia de la falta de madurez
y la tendencia a simplificar los sonidos para hacerlos más sencillos, por ejemplo, dirá “lete” en
lugar de “leche” o “mimir” en lugar de “dormir”. Esto se irá superando a medida que avance en su
desarrollo y en la adquisición de habilidades lingüísticas. Cuando este proceso no se realiza con
normalidad, se habla de dislalia, que es la incapacidad del niño para pronunciar correctamente los
sonidos del habla que son deseables para su edad y nivel evolutivo. Se manifiesta en la sustitución
de letras o en la omisión de consonantes, por ejemplo “tasa” por “casa” o “lapi” por “lápiz”. Suele
presentarse entre los 3 y los 5 años y es uno de los más comunes en las aulas infantiles. Pese a la
negativa a la realización de una valoración por parte de un especialista al suponer que se eliminará
con el trascurso del tiempo, es aconsejable, puesto que puede ser que perdure y provoque
considerables retrasos en el lenguaje, lo que influiría en unas relaciones sociales deficientes y, por
lo tanto, en un bajo rendimiento escolar, entre otras muchas cosas.
Se pueden distinguir varios tipos de dislalia:
Dislalia evolutiva o fisiológica, en ella hay una fase en el desarrollo del lenguaje en la que
el niño o niña no articula bien o distorsiona algunos fonemas. A estos errores se les llama
dislalias evolutivas. Normalmente, desaparecen con el tiempo, por lo que no es necesaria
una intervención profesional. Suele producir ansiedad a padres que piensan que es un
retraso y se les debe aconsejar que hablen despacio y claro a su hijo, abandonando los
patrones de persistencia de lenguaje infantil, como el llamar a un perro “guau” y a un gato
“miau”.
Dislalia funcional: es el defecto en el desarrollo de la articulación del lenguaje, puede
darse en cualquier fonema, pero lo más frecuente es la sustitución, omisión o deformación
de la /r/, /k/, /l/, /s/, /z/ y /ch/. Las causas pueden ser variadas, como el escaso desarrollo
motor de los órganos articulatorios, las dificultades en la percepción del espacio y el
tiempo, la falta de comprensión o discriminación auditiva, factores psicológicos como los
celos tras el nacimiento de un hermano, la sobreprotección, factores ambientales,
hereditarios o deficiencia intelectual.
Dislalia audiógena, producida por un déficit auditivo como hipoacusia (pérdida en mayor o
menor grado de la capacidad auditiva), sordera postlocutiva (personas oyentes que por
distintas causas pierden la audición total o parcialmente después de haber adquirido el
lenguaje), sordera psicógena (provocada por la exposición prolongada a sonidos
excesivamente elevados), sordera de percepción (por afección en el oído interno o
medio), etc.
Dislalia orgánica: es la provocada por alteraciones de los órganos del habla (labio leporino,
fisura palatina, paralisis facial...) y de origen no neurológico central.
En cualquier caso, es un trastorno del habla, permanente (incluso en repetición de fonemas
aislados) en la emisión de un fonema o fonemas sin que existan defectos anatómicos,
neurolingüísticos, parálisis, etc. que lo puedan justificar en un niño de más de 4 años. Los síntomas
o “errores dislálicos” más frecuentes pueden ser: sustituciones, adiciones, omisiones de fonemas,
distorsiones de palabras. Cuando las alteraciones incluyen gran número de fonemas consonánticos
y vocálicos, a veces la producción verbal resulta ininteligible y esta situación se define como
dislalias múltiples. Son muy frecuentes en la infancia y, normalmente, con la escolarización
tienden a desaparecer. Pueden ser secundarios a problemas relacionados con la articulación o con
la alteración en la fluidez del habla.
La intervención en la dislalia tendrá como objetivo fundamental el que el pequeño aprenda a
articular los sonidos correctamente estimulando movimientos con los órganos bucofonadores, la
coordinación de movimientos con ejercicios linguales y labiales, etc.
Aplicación práctica
En clase hay una niña con dislalia. El docente especializado que atiende a la niña en el propio
centro le ha dado una serie de actividades para estimular diferentes aspectos del lenguaje para
realizarlas junto a los demás compañeros.
Clasifique cada una de ellas según la capacidad que se pretenda trabajar.
Actividades propuestas:
Poner la mano de la niña sobre la garganta cuando pronuncie la consonante /g/ y en la
nariz con la consonante /n/
Realizar movimientos con la lengua alrededor de la boca y en el interior de la misma.
Cantar una canción despacio e ir incrementando la velocidad de reproducción.
Acompañar una canción o poesía con movimientos corporales sencillos.
Dar palmadas o golpes siguiendo el ritmo de una canción.
La niña, ante la pronunciación, sin ver la boca del educador, de la consonante /b/, tendrá
que realizar un salto, mientras que si escucha la /p/ se agachará.
Capacidades a trabajar:
Ritmo y velocidad del habla.
Movilidad de la zona oral y coordinación de órganos bucofonadores.
Discriminación de fonemas.
Trastornos permanentes del lenguaje.
Disartria
Es un trastorno permanente en la pronunciación debido a una afectación en el sistema
nervioso central que repercute en los músculos articulatorios. Los niños que presentan
este trastorno suelen ser distraídos, desinteresados, agresivos y con un rendimiento
académico pobre que, en muchas ocasiones, les lleva a pensar que hablan bien sin percibir
los errores que cometen, por lo que por sí solos es difícil superarlo.
Los síntomas específicos son la sustitución (la /r/ por /d/ o /g/, la /s/ por/z/), omisión
(ejemplo, “iño” por niño), inserción (“Enerique” por Enrique) y distorsión de los fonemas.
Se puede establecer una clasificación de las disartrias en función de las lesiones
producidas en el sistema nervioso central:
Trastorno autístico
El retraso en la adquisición del lenguaje es uno de los trastornos más frecuentes y sintomáticos de
los niños autistas. Entre los 2 y los 4 años, pueden presentar una especie de habla a modo de
jerga, distinguiéndose claramente de su evolución normal al aparentar ser una imitación del
lenguaje adulto pero carente totalmente de significado, siendo destacable, pese a su escaso o nulo
contenido, la perfecta entonación que le aporta a las frases hechas e incluso a anuncios
publicitarios que incluye en sus conversaciones. Otro aspecto significativo es la ausencia de gestos
para la comunicación. Solo utiliza movimientos mecánicos dirigidos hacia el adulto para un fin
concreto, como puede ser dirigir a éste hacia el lugar que él quiere llevarlo. También parece estar
alterada la comprensión del lenguaje, aunque es difícil de comprobar, debido a la falta de
atención, interés... llevando a pensar incluso en la existencia de una sordera.
Los trastornos más usuales en niños autistas en relación al lenguaje son:
Agnosia auditiva verbal.
Síndrome fonológico-sintáctico.
Síndrome léxico-sintáctico.
Trastorno semántico-pragmático del lenguaje (turno de la palabra, inicios de la
conversación, lenguaje figurado).
Mutismo selectivo.
Trastornos de la prosodia.
Hiperlexia.
El autismo y los trastornos en el lenguaje parecen compartir una base genética común.
El autismo es un trastorno del desarrollo del cerebro que conlleva la aparición de diversas
anomalías durante el crecimiento del individuo, un patrón estereotipado y restringido de
actividades e intereses, y una incapacidad para la interacción social y la comunicación recíproca.
Salvo excepciones, este desorden congénito se manifiesta en los niños a partir de los 18 meses a 3
años de edad, y estadísticamente afecta a 4 de cada 1.000 niños.
Trastornos en la expresión.
Se han explicado los trastornos que se pueden encontrar en el niño o niña en relación al
lenguaje, tanto escrito como hablado, y su influencia en la comunicación.
Pero se ha de recordar que la comunicación no depende solo de esos sistemas de
expresión. Por lo tanto, cualquier alteración en el desarrollo normal de la capacidad
expresiva del pequeño afectará a nivel comunicativo. Algunos de los más significativos se
verán en este apartado.
Trastornos en el desarrollo psicomotor: expresión corporal.
Los trastornos del desarrollo psicomotor son muy difíciles de definir. Reflejan siempre
alteraciones en las que se ven afectados varios aspectos del desarrollo del niño, de ahí la
importancia de intervenir cuanto antes, pues el trastorno puede ir influyendo
negativamente en otras áreas, comprometiendo el óptimo desarrollo del niño. Podemos
decir que, de modo general, los trastornos psicomotrices están muy relacionados al
mundo afectivo de la persona, porque su recuperación o mejoría dependerá en gran parte
de los estímulos proporcionados por su entorno. Las manifestaciones de cada trastorno
son distintas en cada caso, pese a caracterizarse por unos rasgos básicos comunes, y para
realizar una valoración se debe contemplar la globalidad del pequeño.
Debilidad motriz
Básicamente, estos niños siempre presentan tres características:
Torpeza de movimientos (movimientos pobres y dificultad en su realización).
Paratonía, por la cual el niño no puede relajar el tono de sus músculos de forma
voluntaria. A veces, en lugar de relajarlos, los contrae extremadamente. Este rasgo
es el más característico de este trastorno.
Sincinesias, son movimientos que se realizan de forma involuntaria, al contraerse
un grupo de músculos, al realizar otro movimiento sobre el que se centra la
atención. Por ejemplo, mientras el niño escribe saca la punta de la lengua. Suele
ser algo normal hasta los 10-12 años, edad en la que van desapareciendo. Por sí
mismas no son un trastorno, sino que suelen formar parte de algún otro problema.
A veces, también presentan inestabilidad motriz, tics, tartamudeo, etc.
Este trastorno afecta a diferentes ámbitos del desarrollo del niño: al afectivo, al sensorial, al
psíquico y al motor. Será muy importante realizar un buen diagnóstico que discrimine si el niño
sufre una debilidad motriz o si se trata de otro trastorno psicomotor, puesto que las características
en algunos son comunes, para enfocar correctamente el tratamiento o reeducación.
Inestabilidad motriz
El niño con inestabilidad motriz es incapaz de impedir sus movimientos y de mantener un esfuerzo
de forma constante. Se muestra muy disperso. Suele predominar la hiperactividad y las
alteraciones en los movimientos de coordinación motriz, con una constante agitación motriz.
Suele tratarse de un niño problemático y mal adaptado escolarmente; presenta problemas de
atención, de memoria y comprensión, así como trastornos perceptivos y de lenguaje. El propio
fracaso escolar aumenta su desinterés por los aprendizajes. Ya hemos dicho anteriormente que se
desencadena toda una secuencia de alteraciones que recaen a su vez sobre otras.
Inhibición motriz
El niño inhibido motrizmente suele mostrarse tenso y pasivo. Presenta temor ante la relación con
el otro, a la desaprobación, y ello le impide actuar abiertamente, por lo que inhibe y no realiza lo
que serían los movimientos corporales que le harían demasiado “visible” ante los demás.
Retrasos de maduración
Se valorará en relación al desarrollo motor de un niño normal o estándar, pero también deberán
valorarse otros factores (además del psicomotor), afectados por esta dinámica madurativa.
Probablemente, encontraremos también como características de este retraso un niño con
inmadurez afectiva, actitud infantil y regresiva, dependencia, pasividad, etc.
Desarmonías tónico-motoras
En este caso, se hace referencia a alteraciones en el tono muscular presentando una mala
regularización del mismo. Pueden darse en individuos con un buen nivel motor. Tienen que ver
con las variaciones afectivas, con las emociones. Algunas de ellas son la paratonía y las sincinesias,
estudiadas anteriormente.
Trastornos del esquema corporal
En estos trastornos se diferencian:
Los trastornos referentes al conocimiento y representación mental del propio cuerpo.
Los trastornos referidos a la utilización del cuerpo (de la orientación en el propio cuerpo y,
desde este, del espacio exterior; y de una inadecuada utilización del mismo en su relación
con el entorno). En ellos es donde se encuentra la mayoría de los problemas. Los orígenes
de éstos pueden darse en las primeras relaciones afectivas del niño con su entorno
demostrando, una vez más, la estrecha relación entre la afectividad y la construcción del
esquema corporal. Dentro de este grupo de trastornos, se encuentran:
o Asomatognosia: el niño es incapaz de reconocer y nombrar en su cuerpo alguna
de sus partes. Suele esconder alguna lesión neurológica. La agnosia digital es la
más frecuente en los niños: estos no son capaces de reconocer, mostrar ni
nombrar los distintos dedos de la mano propia o de otra persona. Suele haber
otras alteraciones motrices acompañando a esta.
o Trastornos de la lateralidad: estos trastornos son, a su vez, causa de alteraciones
en la estructuración espacial y, por tanto, en la lectoescritura (y, de ahí, de fracaso
escolar). Los más frecuentes son:
Zurdo contrariado, aquellos niños que, siendo su lado izquierdo el
dominante, por influencias sociales pasan a encubrirse con una falsa
dominancia diestra. El ser zurdo en sí no es un trastorno, lo es el imponer
al pequeño la lateralidad no dominante para él.
Ambidextro o ambidiestro: el niño utiliza ambas manos para funciones
que normalmente se realizan con una. Puede ser que lo haga
indistintamente para una actividad concreta como, por ejemplo, comer
con la mano derecha y usar la izquierda para contar con las tijeras o jugar
al tenis. No debe ser entendida como una cualidad o aptitud visto desde el
funcionamiento del esquema psicológico de la persona, es un problema de
lateralidad. Afecta al 2 % de la población infantil y puede originar serios
trastornos espaciales en el niño y en sus aprendizajes.
Lateralidad cruzada o heterogénea: también origina problemas de
organización corporal. Cuando el niño no tiene una lateralidad claramente
definida, hay que ayudar a resolverlo en algún sentido.
Apraxias infantiles
El niño que presenta una apraxia conoce el movimiento que ha de hacer, pero no es capaz de
realizarlo correctamente. Se trata de un trastorno psicomotor y neurológico. Existen muchos tipos
de apraxias, y reciben nombre en función de la localización de su incapacidad:
Apraxia ideatoria: en este caso, para al niño le resulta imposible conceptualizar ese
movimiento.
Apraxia de realizaciones motoras: el niño no puede ejecutar un determinado movimiento,
previamente elaborado. No hay trastorno del esquema corporal. Se observan
movimientos lentos, falta de coordinación, etc.
Apraxia constructiva: incapacidad de copiar imágenes o figuras geométricas, suele
coincidir con una escasa lateralidad.
Apraxia especializada: solo afecta al movimiento realizado con una parte del cuerpo
determinada.
Apraxia facial: referente a la musculatura de la cara.
Apraxia postural: referente a la incapacidad de realizar ciertas coordinaciones motrices.
Apraxia verbal: el pequeño comprende la orden que se le da, pero motrizmente es incapaz
de realizarla.
Dispraxias infantiles
Se trata de apraxias leves. Dentro de las dispraxias hay también diversos grados de afectación. El
niño tiene una falta de organización del movimiento. Suele confundirse, a veces, con la debilidad
motriz; de ello depende un buen diagnóstico. No hay lesión neurológica. Las áreas que sufren más
alteraciones son la del esquema corporal y la orientación espacio-temporal. Aunque el lenguaje
suele no estar afectado, el niño con dispraxia presenta fracaso escolar, pues la escritura es de las
áreas más afectadas.
Tics
Son movimientos repentinos, ilógicos e involuntarios que afectan a un pequeño grupo de
músculos y que se repiten a intervalos. Generalmente, no tienen como causa ninguna lesión de
tipo neurológico y desaparecen durante el sueño o en un estado de reposo. Suelen aparecer entre
los 6 y los 8 años y muchas veces lo hacen en la pubertad. Es grande la variedad de tics que se
pueden encontrar y, por lo general, suelen parecerse a gestos utilizados comúnmente. Pueden
clasificarse según la parte del cuerpo en la que se localizan: faciales (son los más frecuentes), de la
cabeza y cuello, del tronco y de los miembros, respiratorios (resoplidos, aspiraciones,), fonatorios
(gruñir,), etc. Aunque pueden ser controlados voluntariamente durante determinado tiempo,
factores como la presencia de otras personas, las situaciones de estrés emocional, etc. tienden a
desencadenarlos y/o aumentarlos.
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