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UNIDAD 5 – E-5 - INDICADORS PARA EL DESARROLLO DE LA CAPACIDAD EXPRESIVA Y LA DETENCIÓN DE ALTERACIONES Detección de alteraciones en el desarrollo y en la comunicación infantil. Introducción El educador infantil, el docente y todas aquellas personas que pertenecen a las instituciones educativas o servicios de atención a la infancia desempeñan un papel fundamental en la detección y tratamiento de alteraciones en las distintas facetas del desarrollo infantil. La educación pretende el desarrollo integral de los pequeños, por lo que alguna deficiencia puede influir en el desarrollo de otras. Los trastornos o alteraciones en el desarrollo son considerados problemas que afectan a los niños presentando dificultades para alcanzar las funciones tempranas del desarrollo como, por ejemplo, las habilidades del lenguaje, de la comunicación, de la socialización y motoras. La importancia de las entrevistas iniciales con la familia queda patente en este tipo de circunstancias. En la entrevista de debe realizar la anamnesis, es decir, los datos o información relevante acerca del niño, su familia, el medio en que ha vivido, las experiencias que ha tenido, incluyendo sensaciones anormales, estados de ánimo o actos observados, etc. que permiten identificar los problemas que se puedan presentar. Uno de los casos más representativos y evidentes para los educadores es el trastorno en el lenguaje y el auditivo, aunque su diagnóstico suele ser más complicado de lo que parece a simple vista, por lo que siempre, en todos los casos, deberá ser comunicado a la familia para que actúe convenientemente, acudiendo a un especialista, que es el indicado para efectuar el análisis, estudio y tratamiento del mismo. Signos de alerta en el lenguaje receptivo y comprensivo: Tanto los padres como los educadores son las personas indicadas para detectar un posible retraso en el lenguaje y comprensión del niño. Se deberá consultar a un especialista si: De 0 a 3 meses No hay respuesta refleja ante un sonido (parpadeo, agitación, quietud, despertar). No le tranquiliza la voz de la madre. Emite sonidos monocordes o uniformes. De 3 a 6 meses Ausencia de sonidos modulados o de respuestas a cualquier sonido. No se orienta hacia la voz de la madre. No emite sonidos guturales para llamar la atención. No intenta hacer sonar un sonajero si se le deja al alcance de la mano. No juega con sus vocalizaciones, repitiéndolas e imitando a las del adulto. De 6 a 9 meses

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UNIDAD 5 – E-5 - INDICADORS PARA EL DESARROLLO DE LA CAPACIDAD EXPRESIVA Y

LA DETENCIÓN DE ALTERACIONES

Detección de alteraciones en el desarrollo y en la comunicación infantil.

Introducción

El educador infantil, el docente y todas aquellas personas que pertenecen a las instituciones

educativas o servicios de atención a la infancia desempeñan un papel fundamental en la detección

y tratamiento de alteraciones en las distintas facetas del desarrollo infantil. La educación pretende

el desarrollo integral de los pequeños, por lo que alguna deficiencia puede influir en el desarrollo

de otras. Los trastornos o alteraciones en el desarrollo son considerados problemas que afectan a

los niños presentando dificultades para alcanzar las funciones tempranas del desarrollo como, por

ejemplo, las habilidades del lenguaje, de la comunicación, de la socialización y motoras.

La importancia de las entrevistas iniciales con la familia queda patente en este tipo de

circunstancias. En la entrevista de debe realizar la anamnesis, es decir, los datos o información

relevante acerca del niño, su familia, el medio en que ha vivido, las experiencias que ha tenido,

incluyendo sensaciones anormales, estados de ánimo o actos observados, etc. que permiten

identificar los problemas que se puedan presentar. Uno de los casos más representativos y

evidentes para los educadores es el trastorno en el lenguaje y el auditivo, aunque su diagnóstico

suele ser más complicado de lo que parece a simple vista, por lo que siempre, en todos los casos,

deberá ser comunicado a la familia para que actúe convenientemente, acudiendo a un

especialista, que es el indicado para efectuar el análisis, estudio y tratamiento del mismo.

Signos de alerta en el lenguaje receptivo y comprensivo:

Tanto los padres como los educadores son las personas indicadas para detectar un posible

retraso en el lenguaje y comprensión del niño. Se deberá consultar a un especialista si:

De 0 a 3 meses

No hay respuesta refleja ante un sonido (parpadeo, agitación, quietud, despertar).

No le tranquiliza la voz de la madre.

Emite sonidos monocordes o uniformes.

De 3 a 6 meses

Ausencia de sonidos modulados o de respuestas a cualquier sonido.

No se orienta hacia la voz de la madre.

No emite sonidos guturales para llamar la atención.

No intenta hacer sonar un sonajero si se le deja al alcance de la mano.

No juega con sus vocalizaciones, repitiéndolas e imitando a las del adulto.

De 6 a 9 meses

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Ausencia de monotonía en el balbuceo.

No vocaliza para llamar la atención.

No juega imitando gestos que acompañan a canciones infantiles (“los lobitos”,

etc.), o sonríe al reconocerlas.

No dice adiós con la mano cuando se le indica.

De 9 a 12 meses

No reconoce cuando le nombran “mamá” y “papá”.

No comprende palabras familiares.

No entiende una negación.

No responde a “dame” cuando se le hace un gesto indicativo.

De 12 a 18 meses

No dice “papá” y “mamá” con contenido semántico.

No señala objetos ni personas familiares cuando se le nombran.

No responde de forma diferente a distintos sonidos.

No se entretiene emitiendo y escuchando determinados sonidos.

No nombra algunos objetos familiares.

De 18 a 24 meses

No presta atención a los cuentos.

No es capaz de comprender órdenes sencillas (señalar con el dedo, negar con la

cabeza, decir adiós con la mano) si no se acompañan de gestos indicativos.

No identifica las partes del cuerpo.

No conoce su nombre.

No hace frases de una palabra a los 18 meses ni de dos palabras a los 24 meses.

No utiliza palabras significativas sencillas.

De 3 años a 3 años y medio

Su habla no puede ser entendida por personas fuera de su núcleo familiar.

No repite frases.

No contesta a preguntas sencillas.

De 3 años y medio a 5 años

Presencia de un período de falta de fluidez verbal, repiten sonidos, palabras, frases y

hacen pausas prolongadas.

Dificultad en interpretar y uso de términos espaciales (entre, detrás, etc.).

Dificultad en el uso de artículos (un, una, el, la), pueden omitirlos (papá vuelve trabajar).

Dificultad en el uso de tiempos verbales, y dificultad para encontrar el nombre de la

palabra adecuada (disnomia).

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A los 4 años no sabe contar lo que le pasa y no es capaz de mantener una conversación

sencilla.

Hasta los 4 años pueden existir trastornos en la articulación de algunos fonemas (/s/, /z/,

/r/) que tienen que estar corregidos a los 5 años.

De 5 a 7 años

A los 5 años no conversa con otros niños.

Persistencia de un período de falta de fluidez verbal y con disnomias.

Presencia de dificultades en la utilización de tiempos verbales (“él ido” por “él ha ido”).

Presencia de dificultades en la utilización de formas comparativas de los adjetivos, pueden

confundir el comparativo con el superlativo.

Presencia de dificultades en la utilización de reglas de pasivos (“el tren fue golpeado por el

coche “se trasforma en “el tren golpeó al coche”) y en el uso de las conjunciones (si,

cuando, antes, después).

Signos de alertas de problemas auditivos. Qué debe hacer el educador:

Los problemas de audición pueden originarse en cualquier etapa de la vida, pueden surgir antes

del nacimiento, o durante la infancia. En el caso de bebés prematuros o con bajo peso al nacer,

estos pueden presentar problemas auditivos con mayor frecuencia que los bebés nacidos a

término o con peso normal. En los bebés, los trastornos auditivos se deben a problemas genéticos

en el 50 % de los casos. También existen lesiones, enfermedades, ciertas medicinas, además de la

contaminación acústica, que pueden provocar la pérdida de audición en los niños. Los problemas

auditivos pueden afectar la capacidad del niño para desarrollar el habla, entorpeciendo la

adquisición del lenguaje y las destrezas sociales. La atención precoz de los niños sordos o con

dificultades auditivas permitirá desarrollar su máximo potencial en el habla, el lenguaje y las

habilidades sociales.

Pese a la singularidad de las deficiencias auditivas, algunos de los signos identificativos son:

De 3 a 10 meses

No se gira para buscar el origen de un sonido.

No se asusta ni cambia de actividad con los sonidos bruscos.

No se calma ante la voz de la figura de apego.

De 10 a 15 meses

No emite respuesta ante su nombre.

No imita sonidos ni palabras muy simples.

No responde a sonidos propios de la casa, como el sonido de la cuchara en el plato, el

ruido de la lavadora...

A partir de los 15 meses

Suele decir “¿qué?” cuando se le habla.

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Habla con voz suave o muy fuerte.

Prefiere sonidos graves.

El pequeño observa intensamente el rostro del interlocutor y éste tiene que elevar la voz

para atraer su atención.

Sube considerablemente el sonido de la televisión.

¿Qué debe hacer el educador?

Ya se ha comentado que la labor del educador es, en muchos casos, decisiva. Su función será

preventiva detectando, dentro de sus capacidades, las posibles dificultades a través de la

observación y con diferentes instrumentos evaluadores, promoviendo la posibilidad de una

intervención temprana y realizando las adaptaciones curriculares que el niño precise para

favorecer su desarrollo. Se basará en el hecho de que en el desarrollo de la comunicación influye la

edad, el grupo social y la zona geográfica a la que pertenezca el niño, estimulando la ampliación de

los contextos y suplencia de las carencias afectivas, lingüísticas... El educador no ha de ser un

experto en patologías, pero sí deberá conocer los trastornos más frecuentes y sus síntomas.

También es conveniente que se instruya en relación a los distintos sistemas alternativos de

comunicación, para atender convenientemente a los alumnos que los precisen, estimulando su

participación en las actividades diarias del aula y, en general, en el desarrollo social y afectivo. En

colaboración directa con la familia y el especialista o terapeuta, se pretende potenciar en el

alumno las capacidades lingüísticas, cognitivas y emocionales que le permitan integrarse

dignamente en la sociedad con la mayor autonomía posible, convirtiéndose en una persona

capacitada para trabajar en equipo y asumir el liderazgo si así fuera preciso.

Principales alteraciones. Características

Son varios los trastornos que se pueden presentar en el ámbito cognitivo, motor, afectivo,

social, del lenguaje, etc. y que pueden afectar al correcto desarrollo del pequeño. Como

educadores infantiles, se ha de tener una noción de las problemáticas más usuales que se

pueden encontrar en las aulas, para saber tratarlas convenientemente si ya se conocen, o

para realizar una intervención precoz, colaborando en la detección de alguna deficiencia,

lo que tendrá indudables consecuencias positivas para una temprana reeducación o

adaptación curricular si fuera preciso.

Trastornos más frecuentes en el lenguaje.

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El lenguaje puede verse afectado en la forma, el contenido o el uso. Es decir, en la voz, en

el lenguaje oral y escrito y en el habla. Vea:

Trastornos temporales en el lenguaje.

Aunque se incluyen dentro de la denominación temporal, es necesario indicar que algunos pueden

permanecer en el individuo, con mayor o menor incidencia, durante toda su vida.

Trastornos en la voz

La voz está unida a la personalidad del sujeto, y nos indica características muy diversas sobre un

individuo. Guarda una estrecha relación con estados emocionales y con patologías psíquicas. Así,

sujetos con problemas psicológicos presentan alteraciones de la voz.

La emisión de la voz es el soporte físico básico de la palabra que actúa como vehículo de

comunicación. La voz es aire sonorizado gracias a las modificaciones que experimenta en las

cavidades de resonancia por los diferentes órganos (lengua, labios, velo del paladar y dientes).

Cuando alguna de estas condiciones falla o es insuficiente se producen disfonías, variables según la

edad y la resistencia del individuo, pudiendo aparecer desde una ronquera pasajera hasta una

alteración laríngea grave. Las alteraciones de la voz pueden darse en cualquiera de sus cualidades,

ya sea en la intensidad, tono, duración o timbre. Estas alteraciones son muy frecuentes en la edad

escolar, pero algunas pueden aparecer en los primeros meses de vida. La laringe de los niños es

más estrecha y más flexible que la de los adultos, y además está situada en una posición más

elevada, a lo cual hay que añadir que la parte superior de la laringe y la tráquea en los niños tiene

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forma de chimenea. Esto hace que la laringe de los niños sea más propensa a los factores

negativos que inciden en ella. Es un órgano en desarrollo que sufre los desajustes propios de la

evolución, con lo cual hay más riesgo que en los adultos. También hay que destacar que hay

laringes más frágiles que otras.

Disfonía

Es una alteración de la voz en cualquiera de sus cualidades (intensidad, tono, timbre) debida al uso

incorrecto de la misma, a una respiración insuficiente o a una mala coordinación con la fonación.

Puede ser hipotónica, si la voz es ronca o apagada; e hipertónica, si es aguda o tiene un tono alto.

Las causas que la provocan pueden ser funcionales y orgánicas.

Dentro de las causas orgánicas pueden ser congénitas (lesiones cerebrales, malformaciones,

parálisis...), inflamatorias (laringitis aguda o crónica) y traumáticas (lesiones por heridas,

quemaduras...). Las causas funcionales derivan de la excesiva tensión a las que son sometidas las

cuerdas vocales durante el habla, por ejemplo, niños que gritan continuamente, que lloran

fuertemente, hiperactivos y coléricos, o porque las cuerdas vocales no cierran totalmente la glotis

por falta de tensión muscular, son los denominados pitos o gallos, que se escuchan o emiten al

hablar.

Es habitual en los docentes, cantantes, locutores, etc.

Afonía

Es la pérdida total de la voz. Las causas hay que buscarlas en un estado inflamatorio agudo, un

traumatismo, en parálisis laríngeas o por un mal uso respiratorio y vocal. Para evitar la afonía en

los niños y poder cuidar la voz, se les aconsejará que no griten ni fuercen la voz, sobre todo si

están resfriados, que eviten los cambios bruscos de temperatura, o incluso el aire acondicionado

muy fuerte. Tanto en épocas frías como en temporadas calurosas, se deben evitar las bebidas

demasiado frías, ya que cuando existe ya algo de afonía puede agravarse.

UNIDAD 6 – E-6 - INDICADORS PARA EL DESARROLLO DE LA CAPACIDAD EXPRESIVA Y

LA DETENCIÓN DE ALTERACIONES

Trastornos en el lenguaje oral.

Dentro de esta categoría se distinguen:

El niño que no habla

Se incluyen aquellos niños cuyo lenguaje oral no se manifiesta a una edad en que se

considera como apropiada para ello y donde el resto de niños y niñas habla normalmente,

siendo esta falta de lenguaje la única alteración evidente. Es decir, no padecen ninguna

enfermedad o patología cuya consecuencia sea la ausencia del habla.

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La ausencia del lenguaje ha sido confundida con otras alteraciones lingüísticas (Perelló,

1996) y muestra un diagnóstico diferencial del mutismo con diversas patologías. El límite

entre el retraso fisiológico y el mutismo estaría entre los dieciocho y veinticuatro meses.

Algunas de las características más significativas son:

Aparición de las primeras palabras después de los 2 años.

La unión de las palabras se inicia después de los 3 años.

Vocabulario muy reducido a los 4 años.

Desarrollo comunicativo del gesto y de la música.

Utilización del llamado lenguaje telegráfico, caracterizado por la ausencia de

determinantes y nexos gramaticales.

Muestra total de desinterés comunicativo.

El nivel de comprensión es superior a la expresión.

Puede aparecer en niños tímidos o con falta de seguridad en sí mismos.

Teniendo en cuenta todas estas características, se pueden distinguir varios tipos de

trastornos según el grado de incidencia:

Mutismo total: en este caso existe una ausencia total del lenguaje, que puede

surgir de manera repentina o progresiva. Pese a su nomenclatura, suele surgir tras

un fuerte choque afectivo, por enfermedad laríngea, o simplemente por varios

días, con lo cual no tiene que ser entendida como algo perdurable de manera

forzada en el tiempo.

Mutismo electivo o selectivo: solo aparece ante ciertos pacientes o en

determinadas situaciones, pudiendo presentarse desde los 3 años, pero es más

frecuente a partir de los 6 años. Es importante que el educador infantil tenga

conocimiento de que este tipo de alteraciones puede surgir como consecuencia de

la sobreprotección familiar, la falta de estimulación lingüística, las severas

exigencias de los progenitores, un cambio en el entorno familiar como el divorcio

de los padres, la muerte de un familiar muy conocido por el pequeño e incluso en

aquellos hogares en los cuales el bilingüismo ha sido mal incorporado a la vida

familiar, sintiéndose el niño inseguro en ambas lenguas.

Retraso simple del lenguaje: esta disfunción suele afectar a más de uno de los

niveles del lenguaje, siendo la fonología y la sintaxis las más afectadas. Puede

aparecer desde el nacimiento, influyendo como se ha comentado en la

comprensión y expresión, pero se evidencia al no corresponder con el desarrollo

deseado según la edad cronológica, no siendo consecuencia directa de trastornos

de tipo intelectual, motriz o sensorial. Su mejoría es ya evidente a partir de los 6/7

años. Tras su detección pediátrica, es recomendable la intervención de un

logopeda para favorecer su estimulación a partir de los 4 años, antes no sería

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conveniente, aunque se evidencie la alteración de fonemas e incluso de sílabas en

la pronunciación de las palabras.

Disfasia

Es considerada como un trastorno específico de la adquisición y desarrollo del lenguaje, así como

en la expresión y en la recepción del habla. La disfasia infantil es aplicada a los niños que, por

alguna razón, han fracasado totalmente en el desarrollo del lenguaje, o que lo han hecho solo

parcialmente o bien se han desviado de la evolución normal del mismo. Las causas que provocan

la disfasia son prácticamente desconocidas, por lo que se habla de múltiples factores que

intervienen en la aparición de este trastorno:

Deficiencias auditivas: los problemas auditivos durante los primeros años de vida influyen

decisivamente en el desarrollo del lenguaje. Si los sonidos no son percibidos con claridad,

el desarrollo lingüístico se verá afectado.

Deficiencias cognitivas y alteraciones en el sistema nervioso: las limitaciones intelectuales

se asocian a dificultades en la adquisición del lenguaje. Generalmente, estos niños no

utilizan los gestos para suplir la falta del lenguaje y comienzan a hablar entre los 3 y los 7

años utilizando jergas que, en algunos casos, son difíciles de superar. La sintaxis se

caracteriza por ser muy deficiente, lo cual se evidencia en un lenguaje poco estructurado y

en el esfuerzo que les supone expresar sus pensamientos valiéndose para ello de cosas

concretas que estén a su alcance. Los retrasos en la madurez cerebral se han estudiado

como causante de la disfasia en muchos casos.

Deficiencias motoras: cuando los niños tienen solo dificultades en la expresión o

producción del lenguaje, se pueden presentar problemas en la coordinación y control de

los músculos bucofonadores.

Alteraciones del desarrollo socioafectivo: las dificultades para expresarse van a entorpecer

las relaciones sociales, pero, por otro lado, también es destacable el ínfimo desarrollo

social que presentan los niños que en sus primeros meses de vida han sido privados de las

adecuadas relaciones sociales y afectivas.

Se distinguen dos tipos de disfasia según la gravedad o influencia en el niño:

Disfasia expresiva: presenta un lenguaje expresivo por debajo del esperado para su edad,

es decir, tiene un vocabulario reducido, comete errores en los tiempos verbales, le falta

fluidez verbal o el ritmo de lenguaje expresivo es inadecuado. Suele ser evidente a partir

de los dos años.

Disfasia mixta: es más grave que la anterior puesto que el pequeño presenta dificultad en

la producción y en la comprensión del lenguaje, pero la gravedad dependerá del grado de

afectación del lenguaje, aunque en cualquiera de los casos sus limitaciones comunicativas

van a perdurar a lo largo de la vida del niño. Las dificultades se van a manifestar de la

siguiente manera:

o A nivel expresivo:

Un vocabulario reducido.

Errores en los tiempos verbales.

Emisión de oraciones cortas y excesivamente simples.

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Uso de una entonación extraña del lenguaje.

o A nivel comprensivo:

Problemas para comprender oraciones y palabras.

Indiferencia ante la utilización de diversas entonaciones.

Incapacidad para la comprensión gramatical.

Los pequeños con disfasia mixta, por tanto, van a presentar dislexias y trastornos del lenguaje, y a

la larga van a manifestar trastornos afectivos por la carencia o empobrecimiento de las relaciones

sociales. Suelen ser niños nerviosos, hiperactivos, inadaptados y con retrasos en el aprendizaje de

manera general. Sin embargo, su capacidad para actividades como la música, las pruebas

cognitivas y la memoria son normales, al igual que lo es la autonomía en cuanto a hábitos como

vestirse, control de esfínteres, etc.

De manera general, la mejora del lenguaje es un proceso muy lento y, cuando mejoran su

lenguaje, este presenta dislalias, pero una buena intervención puede paliar algunas de las

consecuencias negativas que este trastorno puede ocasionar. El tratamiento psicológico

individualizado de las disfasias hará más hincapié en las relaciones sociales que en el desarrollo del

lenguaje en sí. Se potenciará la participación, motivación y estimulación del niño para que se

establezcan las condiciones propias que favorezcan la producción del habla.

Afasia

La afasia es la pérdida de la simbolización del pensamiento, es decir, la pérdida del lenguaje

interior, con lo cual no hay lenguaje.

Según sea el momento de aparición, se distinguen dos tipos de afasia: congénita y adquirida.

La afasia congénita se presenta antes de los 30 meses, sin que existan factores explicativos

para la ausencia del lenguaje. Puede afectar a la expresión o a la comprensión.

La afasia adquirida es aquella que presenta una pérdida total o parcial del lenguaje en

niños menores de 10 años.

Antes de los 3 años, perderán el lenguaje oral, y de los 3 a los 5 años y de los 6 a los 10, perderán

el lenguaje oral y el escrito respectivamente.

Este trastorno tiene unas características concretas:

Puede surgir de manera repentina, como por ejemplo en el caso de los niños que se

despiertan tras sufrir un estado de coma, o se puede ir perdiendo el lenguaje poco a poco,

como en el caso de personas que padecen meningitis.

Va a haber una pérdida de la capacidad de comunicación también por medio de gestos.

Las personas que padecen esta afectación no pueden expresar lo que quieren decir ni a

través del lenguaje escrito ni el oral.

Se caracteriza por la aparición tardía de las primeras palabras y de la combinación de estas

con una afectación profunda y duradera del desarrollo lingüístico; su evolución es lenta,

con alteraciones en la expresión y la comprensión, siendo frecuente la anomia, que es un

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trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre, es decir, no puede

recordar palabras. La lectoescritura, por tanto, se ve afectada.

Dentro de las afasias se pueden distinguir varios tipos según sean sus características de aparición y

los déficits que provocan.

Afasia receptiva o de decodificación: el niño oye y lee, pero no comprende su significado.

Asociada, puede encontrarse la amusia (dificultad para reconocer tonos o ritmos

musicales y de reproducirlos), alcalculia (incapacidad de realizar operaciones matemáticas)

y amnesia (incapacidad para conservar o recuperar información).

Afasia motora o de codificación: oye, lee y comprende la palabra hablada o escrita pero no

puede repetirla y menos pronunciarla espontáneamente. Se acompaña de anartria

(alteración de la elocución del lenguaje), disartria (problemas en la articulación de las

palabras), agrafía (pérdida de la capacidad o destreza en la escritura), alexia (pérdida de la

capacidad de leer después de ser adquirida).

Afasia mixta o global: que afecta a la comprensión y expresión del lenguaje.

Para el tratamiento de las afasias se aconseja a las familias que sirvan de modelos de lenguaje para

el pequeño, utilizando un habla simple, con oraciones cortas y comprensibles; también la

estimulación será importante, tanto por la alternancia de contextos que sean del interés infantil

(zoológicos, circos...) como en la provisión de objetos variados que favorezcan la interacción con el

pequeño recompensando los esfuerzos lingüísticos del niño.

Trastornos en el lenguaje escrito.

La escritura es una decodificación del lenguaje oral. Normalmente, se habla de escritura al

referirse a la composición escrita o escritura productiva, que es la actividad mediante la

cual se expresan ideas, conocimientos y sentimientos a través de signos gráficos. Para que

exista un dominio ortográfico completo y para que la lectura sea correcta, es necesario

que el individuo decodifique las letras y las palabras que está viendo y las transforme en

un sonido, en el habla.

Pese a ser habilidades complejas, la mayoría de los niños, con un grado de madurez

determinado y un ambiente favorable, las aprenden sin demasiada dificultad. Algunas de

las alteraciones más comunes son la dislexia, la disgrafía y la disortografía.

Dislexia

Es la incapacidad para la realización normal del aprendizaje de la lectura. Su detección

suele ser evidente para el educador o docente al presentar alteración en el orden de las

letras o sílabas o en la falta de estructuración o coherencia en las frases.

Se distinguen dos tipos:

Dislexia evolutiva o de desarrollo: referida a los niños que tienen dificultad en el aprendizaje

por un defecto de maduración específico, que tendrá que ser valorado por un especialista

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puesto que presentan una inteligencia normal y ausencia de problemas psicológicos

importantes.

Dislexia secundaria: que es la que va asociada a un trastorno neurológico evidente.

Disgrafía

La disgrafía es un trastorno de tipo funcional que afecta a la calidad de la escritura del sujeto, en el

trazado o la grafía. Hay que considerar dos aspectos:

Nivel neurológico en relación con las afasias. En este apartado se incluyen las agrafías, que

son una manifestación de las afasias e implican anomalías del grafismo.

Enfoque funcional, surge en los niños que no responden a lesiones cerebrales o a

problemas sensoriales, sino a trastornos funcionales.

Algunos estudios evidencian que este trastorno es más evidente en niños (60 %) que en niñas. La

realización de un diagnóstico de este trastorno requiere la consideración de una serie de

condiciones:

La capacidad intelectual se presenta en los límites normales e incluso por encima de la

media.

Ausencia de daño sensorial grave, como los traumatismos motrices, que pueden

condicionar la calidad de la escritura.

Adecuada estimulación cultural, social y pedagógica. • Ausencia de trastornos

neurológicos graves, como lesiones cerebrales, con o sin componente motor, ya que

podría impedir una normal ejecución motriz del acto motor.

El factor edad también es importante. Algunos autores piensan que no es aconsejable un

diagnóstico hasta pasado el periodo de aprendizaje de la escritura, es decir hasta los 7

años aproximadamente.

En la evolución del grafismo, habrá que tener en cuenta que, desde muy corta edad, el niño es

capaz de copiar algunos grafemas, pero será a partir de los 4 años cuando aparezcan los primeros

grafemas reconocibles, pero dependerá del modelo utilizado. Lo que realiza el niño es una

descomposición visual de los elementos más simples. Las dificultades que el niño puede encontrar

en la imitación serán desde pequeñas diferencias en la reproducción a direcciones inadecuadas o

grafemas irreconocibles. La permanencia de estos hábitos, si no se realiza una corrección

inmediata, favorecerá las dificultades en la escritura, pudiéndose generar la aparición de alguna

disgrafía. Para escribir correctamente es necesario una serie de destrezas o requisitos básicos,

como capacidades psicomotoras en relación a la coordinación óculo-manual, psicomotricidad fina

para ejecutar el movimiento de pinza de los dedos necesario para la sujeción del lápiz, la correcta

noción espacial para la direccionalidad de la escritura, etc.

Se distinguen dos clases de disgrafías:

Disgrafía adquirida: como consecuencia de una lesión cerebral. Antes de la misma, la

persona escribía correctamente. Además, no todos los aspectos de la escritura tienen que

estar dañados, por lo que se pueden aprovechar los que estén intactos para el

tratamiento.

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Disgrafía evolutiva: referida a los sujetos que tienen dificultades para aprender a escribir.

Se pueden confundir con los retrasos. En su tratamiento se recomienda a los familiares

que potencien la estimulación del lenguaje escrito compartiendo con los pequeños

cuentos, incitando a la realización de garabatos, etc.

Disortografía

Es un trastorno específico de la escritura, sin que los errores surjan en el transcurso de la lectura.

La disortografía se refiere a la dificultad significativa en la trascripción del código escrito de forma

inexacta, es decir, a la presencia de grandes dificultades en la asociación entre el código escrito,

las normas ortográficas y la escritura de las palabras. De esta forma, las dificultades residen en la

asociación entre sonido y grafía o bien en la integración de las reglas ortográficas, o en ambos

aspectos. La disortografía, a pesar de relacionarse con otro tipo de trastornos como la dislexia o a

la disgrafía, se debe de tratar y diagnosticar de manera independiente, ya que también puede

presentarse de forma aislada.

Las causas que pueden provocar este trastorno son, entre otras:

De tipo perceptivo: b/v, p/q, d/b...

De tipo intelectual: déficit o falta de madurez.

De tipo lingüístico: problemas en el lenguaje o dificultad en la articulación.

De tipo afectivo-emocional: falta o deficiencia en la motivación.

De tipo pedagógico: método de enseñanza utilizado inadecuado.

Trastornos en el habla. Características

Los trastornos del habla se refieren a las dificultades en la producción de los sonidos requeridos

para hablar o problemas con la calidad de la voz. Estos se pueden caracterizar por una

interrupción en el flujo o ritmo del habla como, por ejemplo, el tartamudeo o la falta de fluencia.

Los trastornos del habla pueden constituir problemas con la formación de sonidos, los cuales se

llaman trastornos de la articulación o fonológicos, o pueden incluir dificultades con el tono,

volumen, o calidad de la voz. Puede haber una combinación de varios problemas.

Las personas con trastornos del habla pueden tener problemas para utilizar algunos sonidos

requeridos para hablar, lo que podría ser síntoma de un retraso. Por ejemplo, estas personas

pueden decir una palabra por otra o tener dificultad con pronunciar fonemas como /l/o /r/.

En general, las alteraciones del habla pueden presentar las siguientes características:

Los motivos de carácter múltiple: afectivo, evolutivo, cultural, traumático, psicológico.

El habla espontánea va a ser poco inteligible.

Al mismo tiempo, el hecho de tener muchos errores práxicos tiene como consecuencia un

feedback auditivo deficiente.

Los tipos de errores suelen caracterizarse por cambiar o sustituir unos sonidos por otros,

omisiones de sonidos o anticipaciones de tipo secuencial.

Si la alteración está generalizada, la articulación se verá gravemente afectada.

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Hay poca fluencia de lenguaje, como consecuencia de la inhibición del niño; enunciados

reducidos y lacónicos.

Suele tener más dificultad en los diptongos, las consonantes líquidas (/l/, /r/) y las sílabas

inversas (la vocal se pronuncia o escribe antes que la consonante).

Las características anteriores pueden dar lugar a trastornos en la fluidez verbal y a la disfemia.

Disfemia

Se trata de una alteración funcional de la comunicación verbal sin que haya anomalías en los

órganos de fonación. Es un trastorno en la fluidez del habla que se caracteriza por repeticiones o

bloqueos espasmódicos que afectan al ritmo del lenguaje y a la melodía del discurso. Estudios

realizados afirman que cerca del 1 % de la población padece este trastorno en mayor o menor

intensidad.

Podemos destacar una serie de fases en su desarrollo:

Tartamudeo inicial: aparece alrededor de los 3 años (justo cuando el lenguaje del niño se

está estructurando) en el periodo evolutivo del lenguaje y se manifiesta en sus

producciones verbales con detenciones, cortes verbales, repeticiones silábicas, etc. Estas

manifestaciones deben ser consideradas normales en el periodo de desarrollo del lenguaje

en el cual se encuentra el niño. Desaparece con la edad.

Tartamudeo episódico: a partir de los 5 años el niño puede articular todos los fonemas,

con lo cual se encuentra en el periodo de construcción gramatical y de preparación para la

lectoescritura. El alejamiento temporal de la familia, el hecho de tener que compartir con

los iguales, las exigencias escolares, etc. pueden favorecer la aparición de este fenómeno.

Una simple orientación a los padres y profesores en este periodo es suficiente para evitar

las situaciones de angustia que se originan a nivel familiar.

Tartamudez: hacia los 10 años puede aparecer este trastorno como consecuencia de una

emoción brusca o de una experiencia traumática. Aparecen movimientos desordenados

en la respiración, de las cuerdas vocales, vacilaciones, detenciones inoportunas...

Los síntomas más característicos de la disfemia son el bloqueo espasmódico y las repeticiones, las

cuales se acompañan de:

Manifestaciones lingüísticas: repeticiones de sonidos y sílabas, repetición de palabras

monosilábicas, palabras fragmentadas, bloqueos, uso de muletillas verbales, perífrasis y

lenguaje superfluo, alteraciones sintácticas, frases incompletas, uso excesivo de

sinónimos, discurso incoherente, realización de rodeos para sustituir palabras

problemáticas, desorganización entre el pensamiento y el lenguaje...

Manifestaciones conductuales: mutismo e inhibición temporales, incomunicación y

logofobia (miedo a las palabras), reacciones de angustia y ansiedad, conductas de

evitación de las situaciones comunicativas, reacciones anormales, inmadurez afectiva...

Manifestaciones corporales y respiratorias: tics, espasmos y rigidez facial, hipertensión

muscular, alteraciones fonorespiratorias funcionales...

La evolución de estos síntomas es distinta en cada persona, por lo tanto, es difícil poder encontrar

a dos personas con el mismo tipo de disfemia.

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En los tartamudos se observa una cantidad anormal de repeticiones de sílabas, palabras o frases,

dificultades del flujo del aire por la incapacidad de la persona para darse cuenta de la tensión que

ha producido al prepararse para articular un sonido. Este fenómeno se denomina bloqueo y los

sonidos individuales afectados se llaman bloques. También son evidentes las continuaciones

anormales de segmentos de sonidos, la acentuación extraña de las palabras y la entonación

anormal, que dan lugar a un habla entrecortada, a una respiración anormal, palabras

incompletas... Hoy en día, todavía no se conoce mucho sobre la disfemia, pero se consideran como

causas desencadenantes de la disfemia las siguientes:

Herencia: pese a no ser considerada como una variable desencadenante, puede influir

sobre otros.

Sexo: el porcentaje de hombres afectados (75 %) es superior al de mujeres.

Trastornos de la lateralización: parece que existe una relación entre las personas que

presentan lateralidad zurda y la tartamudez.

Trastornos neurológicos.

Trastornos en la estructuración temporal y espacial: cualquier disfunción en la adquisición

de la dominancia y de la motricidad que conducen a la organización del espacio y cualquier

alteración temporal que afecte al ritmo podrían considerarse causas para este trastorno.

Alteraciones lingüísticas: la mayoría de los niños con retrasos del lenguaje no tartamudea,

pero parece que la mayoría de los niños tartamudos ha tenido dificultades en la

estructuración sintáctica, la adquisición semántica y las primeras articulaciones de los

fonemas. Independientemente de que la disfemia influya sobre el aprendizaje lingüístico

del niño, no afecta a su competencia lingüística, sino a su actuación como hablante, con lo

que la disfemia no es siempre una consecuencia de una mala organización del lenguaje

interior.

Alteraciones psicológicas: los factores psicológicos como la falta de equilibrio emocional y

afectivo son causa del tartamudeo. Además, los comportamientos mostrados por los

demás hacia su forma de hablar tampoco ayudan.

Se puede realizar la siguiente clasificación atendiendo a todo lo anterior:

Disfemia clónica: caracterizada por la repetición convulsiva de una sílaba o grupo de

sílabas durante la emisión de la frase.

Disfemia tónica: se caracteriza por la interrupción total del habla, produciéndose al final

una salida repentina de la emisión.

Disfemia mixta: sería el resultado de la combinación de ambas.

Ante la disfemia, tanto padres como educadores han de tener en cuenta las siguientes

consideraciones:

Reaccionar con paciencia ante la tartamudez. Tanto a nivel verbal como gestual no se

deben mostrar signos de ansiedad.

Evitar que tenga que repetir frases o palabras y situaciones tensas.

Nunca reñir, castigar, criticar ni ridiculizar por este motivo.

Darle tiempo para que termine las palabras o frases. No “adivinar” continuamente lo que

va a decir, aunque sea evidente.

Incitar a la conversación y el diálogo con un habla tranquila, sencilla y pausada.

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Instruirle en técnicas de relajación para evitar el estrés que le puede provocar el tener que

hablar ante determinadas situaciones o personas.

Trastornos en el habla por dificultad en la articulación.

Los trastornos de articulación suelen combinarse de manera variable con alteraciones de la voz, la

respiración y la acentuación.

Dislalias

La pronunciación de los sonidos del lenguaje es una habilidad que el niño debe adquirir a lo largo

de su desarrollo. Comenzará emitiendo sonidos simples como /m/ o /p/ y, a medida que van

mejorando, pronunciará sonidos más complejos que requieren la intervención de músculos y

órganos fonadores.

Cuando el pequeño empieza a producir sus primeras palabras, aproximadamente entre los 12 y 18

meses, el adulto reconoce los errores de pronunciación como consecuencia de la falta de madurez

y la tendencia a simplificar los sonidos para hacerlos más sencillos, por ejemplo, dirá “lete” en

lugar de “leche” o “mimir” en lugar de “dormir”. Esto se irá superando a medida que avance en su

desarrollo y en la adquisición de habilidades lingüísticas. Cuando este proceso no se realiza con

normalidad, se habla de dislalia, que es la incapacidad del niño para pronunciar correctamente los

sonidos del habla que son deseables para su edad y nivel evolutivo. Se manifiesta en la sustitución

de letras o en la omisión de consonantes, por ejemplo “tasa” por “casa” o “lapi” por “lápiz”. Suele

presentarse entre los 3 y los 5 años y es uno de los más comunes en las aulas infantiles. Pese a la

negativa a la realización de una valoración por parte de un especialista al suponer que se eliminará

con el trascurso del tiempo, es aconsejable, puesto que puede ser que perdure y provoque

considerables retrasos en el lenguaje, lo que influiría en unas relaciones sociales deficientes y, por

lo tanto, en un bajo rendimiento escolar, entre otras muchas cosas.

Se pueden distinguir varios tipos de dislalia:

Dislalia evolutiva o fisiológica, en ella hay una fase en el desarrollo del lenguaje en la que

el niño o niña no articula bien o distorsiona algunos fonemas. A estos errores se les llama

dislalias evolutivas. Normalmente, desaparecen con el tiempo, por lo que no es necesaria

una intervención profesional. Suele producir ansiedad a padres que piensan que es un

retraso y se les debe aconsejar que hablen despacio y claro a su hijo, abandonando los

patrones de persistencia de lenguaje infantil, como el llamar a un perro “guau” y a un gato

“miau”.

Dislalia funcional: es el defecto en el desarrollo de la articulación del lenguaje, puede

darse en cualquier fonema, pero lo más frecuente es la sustitución, omisión o deformación

de la /r/, /k/, /l/, /s/, /z/ y /ch/. Las causas pueden ser variadas, como el escaso desarrollo

motor de los órganos articulatorios, las dificultades en la percepción del espacio y el

tiempo, la falta de comprensión o discriminación auditiva, factores psicológicos como los

celos tras el nacimiento de un hermano, la sobreprotección, factores ambientales,

hereditarios o deficiencia intelectual.

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Dislalia audiógena, producida por un déficit auditivo como hipoacusia (pérdida en mayor o

menor grado de la capacidad auditiva), sordera postlocutiva (personas oyentes que por

distintas causas pierden la audición total o parcialmente después de haber adquirido el

lenguaje), sordera psicógena (provocada por la exposición prolongada a sonidos

excesivamente elevados), sordera de percepción (por afección en el oído interno o

medio), etc.

Dislalia orgánica: es la provocada por alteraciones de los órganos del habla (labio leporino,

fisura palatina, paralisis facial...) y de origen no neurológico central.

En cualquier caso, es un trastorno del habla, permanente (incluso en repetición de fonemas

aislados) en la emisión de un fonema o fonemas sin que existan defectos anatómicos,

neurolingüísticos, parálisis, etc. que lo puedan justificar en un niño de más de 4 años. Los síntomas

o “errores dislálicos” más frecuentes pueden ser: sustituciones, adiciones, omisiones de fonemas,

distorsiones de palabras. Cuando las alteraciones incluyen gran número de fonemas consonánticos

y vocálicos, a veces la producción verbal resulta ininteligible y esta situación se define como

dislalias múltiples. Son muy frecuentes en la infancia y, normalmente, con la escolarización

tienden a desaparecer. Pueden ser secundarios a problemas relacionados con la articulación o con

la alteración en la fluidez del habla.

La intervención en la dislalia tendrá como objetivo fundamental el que el pequeño aprenda a

articular los sonidos correctamente estimulando movimientos con los órganos bucofonadores, la

coordinación de movimientos con ejercicios linguales y labiales, etc.

Aplicación práctica

En clase hay una niña con dislalia. El docente especializado que atiende a la niña en el propio

centro le ha dado una serie de actividades para estimular diferentes aspectos del lenguaje para

realizarlas junto a los demás compañeros.

Clasifique cada una de ellas según la capacidad que se pretenda trabajar.

Actividades propuestas:

Poner la mano de la niña sobre la garganta cuando pronuncie la consonante /g/ y en la

nariz con la consonante /n/

Realizar movimientos con la lengua alrededor de la boca y en el interior de la misma.

Cantar una canción despacio e ir incrementando la velocidad de reproducción.

Acompañar una canción o poesía con movimientos corporales sencillos.

Dar palmadas o golpes siguiendo el ritmo de una canción.

La niña, ante la pronunciación, sin ver la boca del educador, de la consonante /b/, tendrá

que realizar un salto, mientras que si escucha la /p/ se agachará.

Capacidades a trabajar:

Ritmo y velocidad del habla.

Movilidad de la zona oral y coordinación de órganos bucofonadores.

Discriminación de fonemas.

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Trastornos permanentes del lenguaje.

Disartria

Es un trastorno permanente en la pronunciación debido a una afectación en el sistema

nervioso central que repercute en los músculos articulatorios. Los niños que presentan

este trastorno suelen ser distraídos, desinteresados, agresivos y con un rendimiento

académico pobre que, en muchas ocasiones, les lleva a pensar que hablan bien sin percibir

los errores que cometen, por lo que por sí solos es difícil superarlo.

Los síntomas específicos son la sustitución (la /r/ por /d/ o /g/, la /s/ por/z/), omisión

(ejemplo, “iño” por niño), inserción (“Enerique” por Enrique) y distorsión de los fonemas.

Se puede establecer una clasificación de las disartrias en función de las lesiones

producidas en el sistema nervioso central:

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Trastorno autístico

El retraso en la adquisición del lenguaje es uno de los trastornos más frecuentes y sintomáticos de

los niños autistas. Entre los 2 y los 4 años, pueden presentar una especie de habla a modo de

jerga, distinguiéndose claramente de su evolución normal al aparentar ser una imitación del

lenguaje adulto pero carente totalmente de significado, siendo destacable, pese a su escaso o nulo

contenido, la perfecta entonación que le aporta a las frases hechas e incluso a anuncios

publicitarios que incluye en sus conversaciones. Otro aspecto significativo es la ausencia de gestos

para la comunicación. Solo utiliza movimientos mecánicos dirigidos hacia el adulto para un fin

concreto, como puede ser dirigir a éste hacia el lugar que él quiere llevarlo. También parece estar

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alterada la comprensión del lenguaje, aunque es difícil de comprobar, debido a la falta de

atención, interés... llevando a pensar incluso en la existencia de una sordera.

Los trastornos más usuales en niños autistas en relación al lenguaje son:

Agnosia auditiva verbal.

Síndrome fonológico-sintáctico.

Síndrome léxico-sintáctico.

Trastorno semántico-pragmático del lenguaje (turno de la palabra, inicios de la

conversación, lenguaje figurado).

Mutismo selectivo.

Trastornos de la prosodia.

Hiperlexia.

El autismo y los trastornos en el lenguaje parecen compartir una base genética común.

El autismo es un trastorno del desarrollo del cerebro que conlleva la aparición de diversas

anomalías durante el crecimiento del individuo, un patrón estereotipado y restringido de

actividades e intereses, y una incapacidad para la interacción social y la comunicación recíproca.

Salvo excepciones, este desorden congénito se manifiesta en los niños a partir de los 18 meses a 3

años de edad, y estadísticamente afecta a 4 de cada 1.000 niños.

Trastornos en la expresión.

Se han explicado los trastornos que se pueden encontrar en el niño o niña en relación al

lenguaje, tanto escrito como hablado, y su influencia en la comunicación.

Pero se ha de recordar que la comunicación no depende solo de esos sistemas de

expresión. Por lo tanto, cualquier alteración en el desarrollo normal de la capacidad

expresiva del pequeño afectará a nivel comunicativo. Algunos de los más significativos se

verán en este apartado.

Trastornos en el desarrollo psicomotor: expresión corporal.

Los trastornos del desarrollo psicomotor son muy difíciles de definir. Reflejan siempre

alteraciones en las que se ven afectados varios aspectos del desarrollo del niño, de ahí la

importancia de intervenir cuanto antes, pues el trastorno puede ir influyendo

negativamente en otras áreas, comprometiendo el óptimo desarrollo del niño. Podemos

decir que, de modo general, los trastornos psicomotrices están muy relacionados al

mundo afectivo de la persona, porque su recuperación o mejoría dependerá en gran parte

de los estímulos proporcionados por su entorno. Las manifestaciones de cada trastorno

son distintas en cada caso, pese a caracterizarse por unos rasgos básicos comunes, y para

realizar una valoración se debe contemplar la globalidad del pequeño.

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Debilidad motriz

Básicamente, estos niños siempre presentan tres características:

Torpeza de movimientos (movimientos pobres y dificultad en su realización).

Paratonía, por la cual el niño no puede relajar el tono de sus músculos de forma

voluntaria. A veces, en lugar de relajarlos, los contrae extremadamente. Este rasgo

es el más característico de este trastorno.

Sincinesias, son movimientos que se realizan de forma involuntaria, al contraerse

un grupo de músculos, al realizar otro movimiento sobre el que se centra la

atención. Por ejemplo, mientras el niño escribe saca la punta de la lengua. Suele

ser algo normal hasta los 10-12 años, edad en la que van desapareciendo. Por sí

mismas no son un trastorno, sino que suelen formar parte de algún otro problema.

A veces, también presentan inestabilidad motriz, tics, tartamudeo, etc.

Este trastorno afecta a diferentes ámbitos del desarrollo del niño: al afectivo, al sensorial, al

psíquico y al motor. Será muy importante realizar un buen diagnóstico que discrimine si el niño

sufre una debilidad motriz o si se trata de otro trastorno psicomotor, puesto que las características

en algunos son comunes, para enfocar correctamente el tratamiento o reeducación.

Inestabilidad motriz

El niño con inestabilidad motriz es incapaz de impedir sus movimientos y de mantener un esfuerzo

de forma constante. Se muestra muy disperso. Suele predominar la hiperactividad y las

alteraciones en los movimientos de coordinación motriz, con una constante agitación motriz.

Suele tratarse de un niño problemático y mal adaptado escolarmente; presenta problemas de

atención, de memoria y comprensión, así como trastornos perceptivos y de lenguaje. El propio

fracaso escolar aumenta su desinterés por los aprendizajes. Ya hemos dicho anteriormente que se

desencadena toda una secuencia de alteraciones que recaen a su vez sobre otras.

Inhibición motriz

El niño inhibido motrizmente suele mostrarse tenso y pasivo. Presenta temor ante la relación con

el otro, a la desaprobación, y ello le impide actuar abiertamente, por lo que inhibe y no realiza lo

que serían los movimientos corporales que le harían demasiado “visible” ante los demás.

Retrasos de maduración

Se valorará en relación al desarrollo motor de un niño normal o estándar, pero también deberán

valorarse otros factores (además del psicomotor), afectados por esta dinámica madurativa.

Probablemente, encontraremos también como características de este retraso un niño con

inmadurez afectiva, actitud infantil y regresiva, dependencia, pasividad, etc.

Desarmonías tónico-motoras

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En este caso, se hace referencia a alteraciones en el tono muscular presentando una mala

regularización del mismo. Pueden darse en individuos con un buen nivel motor. Tienen que ver

con las variaciones afectivas, con las emociones. Algunas de ellas son la paratonía y las sincinesias,

estudiadas anteriormente.

Trastornos del esquema corporal

En estos trastornos se diferencian:

Los trastornos referentes al conocimiento y representación mental del propio cuerpo.

Los trastornos referidos a la utilización del cuerpo (de la orientación en el propio cuerpo y,

desde este, del espacio exterior; y de una inadecuada utilización del mismo en su relación

con el entorno). En ellos es donde se encuentra la mayoría de los problemas. Los orígenes

de éstos pueden darse en las primeras relaciones afectivas del niño con su entorno

demostrando, una vez más, la estrecha relación entre la afectividad y la construcción del

esquema corporal. Dentro de este grupo de trastornos, se encuentran:

o Asomatognosia: el niño es incapaz de reconocer y nombrar en su cuerpo alguna

de sus partes. Suele esconder alguna lesión neurológica. La agnosia digital es la

más frecuente en los niños: estos no son capaces de reconocer, mostrar ni

nombrar los distintos dedos de la mano propia o de otra persona. Suele haber

otras alteraciones motrices acompañando a esta.

o Trastornos de la lateralidad: estos trastornos son, a su vez, causa de alteraciones

en la estructuración espacial y, por tanto, en la lectoescritura (y, de ahí, de fracaso

escolar). Los más frecuentes son:

Zurdo contrariado, aquellos niños que, siendo su lado izquierdo el

dominante, por influencias sociales pasan a encubrirse con una falsa

dominancia diestra. El ser zurdo en sí no es un trastorno, lo es el imponer

al pequeño la lateralidad no dominante para él.

Ambidextro o ambidiestro: el niño utiliza ambas manos para funciones

que normalmente se realizan con una. Puede ser que lo haga

indistintamente para una actividad concreta como, por ejemplo, comer

con la mano derecha y usar la izquierda para contar con las tijeras o jugar

al tenis. No debe ser entendida como una cualidad o aptitud visto desde el

funcionamiento del esquema psicológico de la persona, es un problema de

lateralidad. Afecta al 2 % de la población infantil y puede originar serios

trastornos espaciales en el niño y en sus aprendizajes.

Lateralidad cruzada o heterogénea: también origina problemas de

organización corporal. Cuando el niño no tiene una lateralidad claramente

definida, hay que ayudar a resolverlo en algún sentido.

Apraxias infantiles

El niño que presenta una apraxia conoce el movimiento que ha de hacer, pero no es capaz de

realizarlo correctamente. Se trata de un trastorno psicomotor y neurológico. Existen muchos tipos

de apraxias, y reciben nombre en función de la localización de su incapacidad:

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Apraxia ideatoria: en este caso, para al niño le resulta imposible conceptualizar ese

movimiento.

Apraxia de realizaciones motoras: el niño no puede ejecutar un determinado movimiento,

previamente elaborado. No hay trastorno del esquema corporal. Se observan

movimientos lentos, falta de coordinación, etc.

Apraxia constructiva: incapacidad de copiar imágenes o figuras geométricas, suele

coincidir con una escasa lateralidad.

Apraxia especializada: solo afecta al movimiento realizado con una parte del cuerpo

determinada.

Apraxia facial: referente a la musculatura de la cara.

Apraxia postural: referente a la incapacidad de realizar ciertas coordinaciones motrices.

Apraxia verbal: el pequeño comprende la orden que se le da, pero motrizmente es incapaz

de realizarla.

Dispraxias infantiles

Se trata de apraxias leves. Dentro de las dispraxias hay también diversos grados de afectación. El

niño tiene una falta de organización del movimiento. Suele confundirse, a veces, con la debilidad

motriz; de ello depende un buen diagnóstico. No hay lesión neurológica. Las áreas que sufren más

alteraciones son la del esquema corporal y la orientación espacio-temporal. Aunque el lenguaje

suele no estar afectado, el niño con dispraxia presenta fracaso escolar, pues la escritura es de las

áreas más afectadas.

Tics

Son movimientos repentinos, ilógicos e involuntarios que afectan a un pequeño grupo de

músculos y que se repiten a intervalos. Generalmente, no tienen como causa ninguna lesión de

tipo neurológico y desaparecen durante el sueño o en un estado de reposo. Suelen aparecer entre

los 6 y los 8 años y muchas veces lo hacen en la pubertad. Es grande la variedad de tics que se

pueden encontrar y, por lo general, suelen parecerse a gestos utilizados comúnmente. Pueden

clasificarse según la parte del cuerpo en la que se localizan: faciales (son los más frecuentes), de la

cabeza y cuello, del tronco y de los miembros, respiratorios (resoplidos, aspiraciones,), fonatorios

(gruñir,), etc. Aunque pueden ser controlados voluntariamente durante determinado tiempo,

factores como la presencia de otras personas, las situaciones de estrés emocional, etc. tienden a

desencadenarlos y/o aumentarlos.