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“Esta es una rebelión de la clases medias”. Con estas palabras, el vicepresidente Álvaro Gar-cía intentó descifrar el conflicto que se inició en diciembre de 2017 y se prolongó hasta fines de febrero de 2018. En realidad, ese aconteci-miento galvanizó al país durante tres meses y fusionó dos conflictos aparentemente aislados: las movilizaciones de los médicos por la dero-gación del artículo 205 del proyecto Código del Sistema Penal –a punto de ser aprobado por la Asamblea Legislativa Plurinacional– y las ac-ciones ciudadanas orientadas a defender el re-sultado del referéndum constitucional realizado el 21 de febrero de 2016.

Estos hechos constituyen el objeto de este tra-bajo; sin embargo, ellos no podrían ser interpre-tados como episodios aislados sin considerar, por una parte, flujos continuos de movilización a partir de demandas de alta agregación que se conectaron con eventos políticos de mayor ca-lado –particularmente la estrategia de reproduc-ción del poder del Movimiento Al Socialismo (MAS) y el fallo del Tribunal Constitucional que reconoce el derecho del presidente Mora-les a postularse nuevamente como candidato–, que crearon un contexto de polarización y radi-calización favorable a esas acciones colectivas. Asimismo, esos hechos –y los contextos que los sobredeterminan– tampoco podrían ser expli-cados sin considerar procesos sociales de larga duración, vinculados con el ciclo de crecimiento económico y con el proceso político, pues ellos han generado las condiciones objetivas para la expansión de las clases medias en Bolivia.

El presidente del Estado Plurinacional, en su discurso del 22 de enero, aseguró que el 58 % de la población está incluida en el vasto con-glomerado de clases medias; a lo largo de sus gobiernos más de tres millones de personas se

habrían integrado a esos estratos. Las clases me-dias aparecen así en un lugar movedizo de la política boliviana pues, por una parte, demues-tran de manera palpable el éxito del ciclo eco-nómico, pero son visualizadas como una fuerza conservadora por el gobierno, por otra. En todo caso, este conglomerado ha emergido como la clave del poder político en Bolivia, tanto por su fuerza electoral, sus capacidades de moviliza-ción y también por su inocultable incidencia en la formación de la opinión pública.

Los ecos de las movilizaciones de las clases medias en las principales ciudades y el discur-so presidencial generaron un interesante debate público alrededor de su caracterización socio-lógica, sus patrones culturales y sus actitudes políticas. No obstante, muchas incógnitas que-daron pendientes o escondidas. Recojo algunas de ellas en este trabajo.

Este ensayo se propone comprender las con-notaciones políticas y sociológicas de las mo-vilizaciones urbanas acontecidas en los últimos meses en las principales ciudades del país. Es importante comprender qué grupos, clases y/o sectores se han movilizado, de qué manera (re-pertorios de movilización) y bajo qué orden de representaciones simbólicas. De manera espe-cial, me interesa explorar la naturaleza de la ac-ción política a través de las redes sociales.

En suma, este texto se propone considerar si la clase media puede ser considerada como un su-jeto político. ¿Cuáles son las actitudes y hábitos políticos de los grupos que conforman el “cam-po” de las clases medias, sus agendas, narrati-vas, intereses y representaciones? ¿Cuáles son sus repertorios de acción? Finalmente, a mane-ra de conclusiones, se proponen algunas pistas para pensar los futuros escenarios y roles políti-cos que conciernen a las clases medias.

Clases medias en las calles y en las redes por George Komadina Rimassa*

* Sociólogo, docente e investigador de la Universidad Mayor de San Simón. Ha publicado diversos libros sobre problemáticas políticas y culturales.

Enfoque e hipótesis

Estamos ante una conspiración. Son los mismos que el 2003 mataron al pueblo que defendió el gas, que en 2007 intentaron derrocar la Constitu-yente, que el 2008 quisieron un golpe cívico-pre-fectural y que en 2009 quisieron dividir Bolivia. (@evoespueblo)1

Es un error de perspectiva considerar que las movilizaciones de diciembre de 2017 y enero-febrero de 2018 constituyen una “conspiración, una “asonada”, una “táctica de camuflaje” o un “complot” de los partidos de oposición, como declaró el vicepresidente Álvaro García. Exis-ten muchas evidencias que permiten pensar esos sucesos de una manera menos instrumental, es decir, como la emergencia de nuevos sujetos en el campo político en un contexto de polariza-

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1. @evoespueblo. Tweet del 8 de enero de 2018.

2. Los profesionales médicos iniciaron su movilización en noviembre de 2017, rechazando el artículo 205 del Nuevo Código Penal, que penaliza la mala práctica profesional, y los decretos 301 y 309, relacionados a la creación de una autoridad de fiscalización del sistema nacional de salud y la libre afiliación al seguro social.

ción y crisis de representación. La presencia de las clases medias en la escena política no me pa-rece ni circunstancial ni episódica y, de hecho, ha puesto en discusión algunos lugares comu-nes de política boliviana y ha permitido percibir nuevos contornos del “proceso de cambio”. Sin embargo, como veremos a lo largo del trabajo, es muy arriesgado hablar sobre las clases me-dias a partir de categorías abstractas y juicios a priori.

De acuerdo a mi hipótesis, estos acontecimien-tos no son eventos aislados, sino que expresan la emergencia de nuevos sujetos sociales y de nuevos modos de hacer y percibir la política, en un contexto marcado por una crisis de repre-sentatividad y polarización. Las clases medias pueden convertirse en sujetos políticos cuando algunos de sus sectores se organizan, pactan con otros colectivos y elaboran una narrativa para defender sus intereses; sin embargo, dada su alta heterogeneidad económica y cultural no ac-túan como un sujeto unificado. Finalmente, es-timo que las redes sociales se han convertido en un territorio estratégico de la política boliviana, particularmente favorable a las clases medias.

El conflicto de los médicos

El 23 de noviembre de 2017, los colegios mé-dicos de Bolivia convocaron a un paro nacional indefinido exigiendo la anulación del artículo 205 establecido en el proyecto de Código del Sistema Penal (que establece sanciones por ma-las prácticas profesionales) y se opusieron a que la Autoridad de Fiscalización controle al sub-sistema privado de salud2. La huelga duró más de 50 días y estuvo acompañada por marchas y bloqueos en las principales ciudades de Bolivia, protagonizadas por médicos, enfermeros, per-sonal administrativo de salud, farmacéuticos y otros sectores vinculados con la práctica médi-

Ríos, Liliana (1986). Dibujo

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ca, tanto del sector público como del sector pri-vado3. A pesar de que el gobierno y los colegios médicos intentaron negociar los alcances de dicha disposición legal, el proyecto de Código Penal fue aprobado el 13 de diciembre de 2017.

A principios de enero de 2018, el presidente Morales decidió solicitar a la Asamblea Legisla-tiva Plurinacional la derogatoria de los artículos conflictivos del Código del Sistema Penal; no obstante, las movilizaciones no solo continua-ron, se extendieron y radicalizaron con el apoyo de organizaciones como la Central Obrera Bo-liviana, las universidades públicas, los trans-portistas y las asociaciones de gremiales. Asi-mismo, numerosos sectores de clases medias urbanos no sindicalizados, por iniciativa propia se unieron a las marchas y bloqueos.

Los empresarios4, los transportistas, la COB, los maestros y los fabriles se manifestaron en con-tra de otros artículos del código, fortaleciendo así la demanda de los médicos. Guido Mitma, principal dirigente de la COB, aseveró que su rechazo tuvo dos razones fundamentales: el có-digo penaliza el derecho a la protesta y permite que cualquier persona que lance críticas al Go-bierno pueda ser perseguida y encarcelada. Casi al final del año, la COB decidió intervenir en el conflicto para demandar la abrogación del Có-digo del Sistema Penal; una reunión ampliada en Cochabamba resolvió “adoptar la gran mo-vilización popular en defensa de todas nuestras cajas de salud y seguridad social” (El Deber, 28 de diciembre de 2017).

Otro sector que adoptó medidas de presión fue el de los transportistas, sobre todo los podero-sos gremios del transporte interdepartamental e internacional, quienes cuestionaron el artículo 137 del código que establece sanción con cárcel,

pena económica y la suspensión de la licencia por homicidio culposo en contra de los conduc-tores que protagonizan accidentes. Asimismo, los comités cívicos de Cochabamba, Santa Cruz, Chuquisaca y Potosí se sumaron al pedido de abrogación del Código Penal y coordinaron acciones con los dirigentes de los médicos.

Ha sorprendido la capacidad del sector de profe-sionales médicos de sostener una movilización combativa a lo largo de varios meses, con blo-queos y manifestaciones diarias, pero también ha sido decisiva la inteligencia política y estra-tégica empleada para agregar a otros colectivos a la defensa de sus intereses sectoriales (Comi-tés cívicos, colegios profesionales, transportis-tas, gremiales, universidades y colectivos ciuda-danos, sindicatos obreros, entre otros).

Ante la creciente presión de este conglomerado de fuerzas opuestas al gobierno, el presidente Morales anunció el 20 de enero de 2018 que enviaría una carta a la Asamblea Legislativa Plurinacional para abrogar el Código Penal, reconociendo de esta manera una derrota polí-tica. ¿Cómo puede explicarse la derrota de las fuerzas oficialistas que desde el 2007 ocupan un lugar hegemónico en el campo político?

Este escenario se explicaría no solo por una inventiva y sostenida campaña de activismo y comunicación, sino por la alta agregación de demandas y la construcción de un adversario común, el gobierno. En efecto, los médicos y su entorno próximo lograron que sus intereses particulares fueran percibidos como intereses de toda la población o, por lo menos, del conjunto de las clases medias urbanas por medio de una plataforma de defensa de la institucionalidad democrática y cuyo eje es la defensa del 21 F. Es decir, varios conflictos (que ciertamente res-

3. “Si bien nos movilizamos porque, además del esfuerzo que tenemos que hacer para cumplir nuestra labor, ahora el Gobierno quiere imponer normas que criminalizan nuestro trabajo, queremos mejores hospitales, equipamiento y medicamentos suficientes para dar una atención de calidad al paciente. Porque cansa, es frustrante trabajar en las condiciones que trabajamos y los pacientes lo saben, por eso hoy nos apoyan”, Raquel Caero, médico siquiatra. https://eju.tv/2018/01/el-movimiento-medico-una-explosion-de-la-clase-media-boliviana/. Consultado el 19 de julio de 2018.

4. Para los empresarios, el artículo 65 penaliza a las personas jurídicas privadas, específicamente a representantes, individuales o colectivos, autori-zados para tomar decisiones y a los que constituyen empresas mixtas, cuando los hechos punibles fueron cometidos en su beneficio o interés; se dediquen a la comisión de infracciones penales o cuando esa empresa haya sido utilizada como instrumento para cometer infracciones penales.

ponden a diferentes causas y que involucran a diversos actores) han sido percibidos por estos actores como tantos otros episodios de la estra-tegia de reelección del Mandatario. Todos los “ruidos” de la sociedad se han relacionado con ese acontecimiento y han provocado un efecto de condensación y radicalidad. Lo mismo ha sucedido con las pasadas elecciones judiciales, cuyos resultados fueron poderosamente influi-dos por la resolución del TCP. En realidad, es discutible que cierta ideología corresponda a las clases medias, pero ellas pueden realizar una ar-ticulación discursiva, no importa si esta es pre-caria, con demandas que forman parte de otras ideologías en torno a un significante central.

Es verdad que algunos activistas opositores se han movilizado bajo significantes de corte con-servador e incluso racista. Sin embargo, esa in-terpelación ha sido residual en comparación con otra, mucho más eficiente y con mayor capaci-dad de agregación: la defensa de la instituciona-lidad democrática, desconocida por el fallo del TCP, en contravención con la CPE. De hecho, la constitución de sujetos políticos no está a priori determinada por una posición económica, el ca-pital cultural o por los orígenes de una clase so-cial; este proceso responde a procesos de inter-pelación discursiva que preceden y acompañan la acción colectiva. No hay sujeto sin discurso y viceversa. A este significante se insertan otros tópicos políticos complementarios susceptibles

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de interpelar a estos grupos: las autonomías re-lativas de las instituciones, los derechos labora-les, los seguros sociales, el empleo, la libertad de pensamiento, la ciudadanía plena.

Crisis de representación política

El contexto de las movilizaciones está influido por una crisis de representación en la Asamblea Legislativa Plurinacional, instancia que discute y aprueba el nuevo Código Penal sin considerar argumentos e intereses de varios sectores de cla-ses medias, particularmente de los médicos y su entorno social próximo. Ni el partido oficialista ni los partidos de oposición actuaron como me-diadores de esos intereses y, por tanto, los mé-dicos se vieron forzados a generar acciones de autorrepresentación en otros espacios políticos: las calles. Ahora bien, estas carencias han reve-lado que las clases medias no se sienten repre-sentadas por los partidos políticos que actúan en las instancias parlamentarias nacionales, depar-tamentales o municipales.

Polarización y condensación del conflicto

Otro hecho que interviene en la coyuntura, pro-bablemente el más importante, ha sido el fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional que habilita la repostulación del presidente Evo Mo-rales, que generó un rechazo entre amplios sec-tores de la población urbana y que se tradujo en la demanda de “defensa del 21 F”, aludiendo al resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016. Estos sucesos constituyeron un “contex-to facilitador” o una “estructura de oportunida-des”5 que favoreció las acciones de los sectores afectados en sus intereses por el Código Penal y de aquellos ciudadanos que asumieron el fallo del TCP como un “golpe contra el estado de de-recho”. A la inversa, la disolución de la primera tensión por efecto de la abrogación del Código

5. Sídney Tarrow define la estructura de oportunidades políticas como “las dimensiones del entorno político que incentivan a la gente para llevar a cabo acciones colectivas afectando a sus expectativas de éxito o fracaso”. Sidney Tarrow (1994), Power in movement, Social Movements, Collective action and mass politics in the modern state, Cambridge, Cambridge University Press, p. 85.

(...) estas carencias han revelado que las clases medias no se sienten representadas por los partidos políticos que actúan en las instancias parlamentarias nacionales, departamentales o municipales.

del Sistema Penal disolvió también el potencial explosivo del contexto e inhibió el desarrollo de la segunda contradicción.

Otro de los rasgos dominantes del conflicto so-cial en el país es el recurso ab initio de medidas de presión como marchas, bloqueos, paros, huel-gas de hambre, crucifixiones y otros. La visibili-zación del conflicto se produce, prime-ro, por medio de un discurso agresivo y desafiante y, luego, por medio de las medidas de presión y contra-presión que asumen los actores en función de sus recursos de poder. Esta estrategia per-mite, ciertamente, posicionar de mane-ra rápida la demanda en la agenda política y mediática.

La condensación de conflictos no res-ponde necesaria-mente a una delibe-rada sincronización política, que daría espacio a pensar en una conspiración, sino que puede ex-plicarse, de acuerdo a nuestra hipótesis, en función a una es-trategia pragmática de los actores que suelen plantear sus deman-das cuando el gobierno enfrenta varios conflic-tos simultáneos (la idea es “pegarse” a litigios ya existentes); se asume implícitamente que en esas condiciones la demanda tiene mayores po-sibilidades de ser procesada de manera positiva, justamente, para evitar una situación de ingo-bernabilidad o debilidad. Así, el gobierno dero-gó el Código Penal para debilitar la demanda de respeto al 21 F.

Repertorios de acción

Otra de las características de esta movilización ha sido la estructuración de los llamados “co-lectivos ciudadanos” o “colectivos de resisten-cia democrática” en las principales ciudades de Bolivia. En estas organizaciones participan

mujeres y hombres de clases medias sin vínculos orgá-nicos con los par-tidos de oposición con representación parlamentaria, que tampoco tienen una adscripción sindical. Se trata de organizaciones “moleculares” que actúan de manera autónoma y por ini-ciativa propia, sin comando central ni liderazgo nítido y asumen formas inéditas, como los colectivos organi-zados por promo-ciones y comparsas (Santa Cruz) o ba-rriales y profesiona-les (Cochabamba). Las redes sociales son su soporte orga-nizativo y su espa-cio de deliberación y comunicación. La huelga de los

médicos empleó también formas de lucha pro-pias del movimiento campesino y obrero. Así, el 27 de diciembre de 2017 la protesta se radi-calizó con un bloqueo de 24 horas instalado en la carretera que une Santa Cruz con Beni, con dos puntos de bloqueo en Puerto Paila y Puerto Ibáñez. De hecho, ese bloqueo se produjo un día después de que los médicos en La Paz acompa-ñaran su protesta con decenas de bloqueos en la ciudad capital y El Alto (La Razón digital, 27 de diciembre 2017).

Ríos, Liliana (1989). Aguafuerte/aguatinta

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Aquí radicó justamente la tensión entre el go-bierno y los colectivos opositores, pues el “control de las calles”, la presencia masiva de campesinos, indígenas y obreros en las plazas y las calles, fue un elemento decisivo en la cons-trucción de la hegemonía del MAS. La vigorosa emergencia política de grupos de clases medias puso en cuestión esa hegemonía, empleando para ello, y de manera efectiva, las mismas for-mas de luchas. Para neutralizar este ascenso po-lítico y mediático, el gobierno y el MAS tuvie-ron que realizar grandes concentraciones de sus bases sociales, el 20 y 21 de febrero de 2018, en varios departamentos del país.

Política en las redes

Siento que quienes usan las redes so-ciales con mentiras están haciendo perder valores a las nuevas genera-ciones. (Evo Morales, 2017)6.

De acuerdo con una encuesta rea-lizada en 2016, el 67,5 % de la población boliviana accede y hace uso de Internet; hasta septiembre de 2017 se contaron más de seis millones de conexiones a la Red (Agetic, 2018). La conectividad es un concepto que permite cono-cer los grados y niveles de acceso de las personas a la información y a los conocimientos considerados como bienes que potencian capa-cidades y habilidades, incremen-tan el capital social y simbólico y transforman la vida cotidiana.

El acceso a Internet es realizado de manera preponderante a tra-vés del teléfono celular (95 %) y desde las ciudades capitales (62 % de usuarios); las poblaciones intermedias albergan solo el 21 % de los usuarios y las poblacio-nes rurales apenas el 17 % (Age-

tic 2018: 344). Estos datos nos permiten inferir que los usuarios del Internet son predominante-mente de clases medias. Los internautas hacen uso diario de la red, son hombres y mujeres en la misma proporción, su lengua materna es el español, son mayoritariamente estudiantes (33 %), el 95 % tiene celulares y su ingreso mensual oscila entre 1.400 y 35.000 Bolivianos. No obs-tante, existen también diferencias importantes entre los internautas: de acuerdo al informe que mencionamos, la proporción de las personas que hacen mayor uso de Internet y de las redes sociales (los “hiperconectados” y los “geeks”) es mayor en la clase media alta y la clase me-dia-media, mientras que los usos ocasionales de

6. Evo Morales. Twitter, 23 de febrero de 2017.

Ríos, Liliana (1990). Litografía

la Red son más frecuentes entre la clase media baja y los estratos de pobreza extrema, que re-siden en zonas rurales; de hecho, una gran parte de esta última franja no está conectada a la Red.

El acceso a las redes sociales es la segunda ac-tividad más realizada en el Internet, después del contacto con familiares y amigos y, de lejos, mucho más importante que la búsqueda de in-formación, actividades económicas u otras. Los bolivianos utilizan sobre todo el Facebook y el Whatsapp, el Twitter es empleado solo por el 17 % de los internautas.

Las redes sociales se han convertido en un cam-po y un objeto de las luchas políticas. El inter-net y sobre todo las redes sociales han trans-formado radicalmente las prácticas políticas y han generado un espacio inédito y flexible de comunicación e información que se diferencia del sistema político institucional por su carácter descentralizado y no-jerárquico. Las redes co-nectan a las personas entre sí, facilitan nuevos contactos y acciones generadas por otros grupos e individuos de manera independiente, es decir, sin intermediación de partidos políticos y orga-nizaciones sociales, y sin preocuparse por desa-rrollar una política hegemónica (Arditi, 2010)7.

Sin embargo, el Internet no solo es un medio de comunicación política, complementaria a la acción partidaria (para ampliar sus contactos, transmitir sus programas, crear grupos de discu-sión, etc.), es también un campo “real” de la po-lítica desde el cual se producen acontecimientos políticos y se modifican efectivamente las opi-niones electorales y las relaciones de poder.

Las personas y los grupos implicados en las movilizaciones, así como las instituciones y or-ganizaciones oficialistas, emplearon de manera sostenida e intensa las redes sociales para po-sicionarse en ese escenario. Como alguna vez

dijo Hannah Arendt, la toma de la palabra es la acción política por excelencia, pero en este caso, las redes sociales se ajustaron muy ade-cuadamente a los formatos abiertos, flexibles y autónomos de las mencionadas organizaciones y, sobre todo, de los individuos que carecen de afiliación sindical o partidaria. La toma de la pa-labra en una sociedad democrática es la acción política por excelencia, es un componente es-tratégico de los procesos políticos, pero además tiene efectos sociales dado que cohesiona a un grupo y lo diferencia de otros.

Los mensajes escritos en Twitter y Facebook o en el WhatsApp pueden ser insultantes, irónicos, argumentativos, divertidos o denigrantes, pero siempre están cargados de una gran emotividad que compromete políticamente a los participan-tes y genera cadenas de contigüidad y empatía. Las redes se han convertido en una arena es-tratégica de las luchas políticas, pero su mayor impacto es la transformación de las relaciones entre los ciudadanos y los poderes públicos, prescindiendo de las tradicionales mediaciones partidarias, sindicales y gremiales. Los propios medios de comunicación han visto erosionadas sus capacidades de influir en la construcción de la opinión política ante la expansión de las redes sociales. Este es uno de los recursos de poder más importante de los sectores sociales implicados en el conflicto: su proximidad con la información, el conocimiento y el juego de ideas, en suma, sus capacidades para actuar como emisores ideológicos8.

La actuación en las redes de personas que for-man parte de las clases medias prescinde de la intermediación partidaria y expresa la enorme desconfianza que tiene la gente en los actuales partidos políticos de oposición; las redes per-miten un acceso individual y directo al espacio público. De hecho, esta forma de participación

7. “Se trata de una forma de acción política post-hegemónica, o al menos de un modo de participación que no encaja estrictamente dentro de la lógica de la hegemonía”. Arditi, Benjamin (2010). “Post-hegemonía: la política fuera del paradigma post-marxista habitual”. En Cairo Heriberto y Franzé Xavier. Política y cultura, Madrid, Biblioteca Nueva, p. 153-159.

8. La influencia del movimiento universitario –formado por clases medias urbanas– en las luchas políticas bolivianas está vinculada con su proxi-midad con instituciones y redes donde se producían y circulaban ideas políticas de avanzada, el marxismo básicamente. La idea de las clases medias como emisores ideológicos está ya planteada en las primeras obras de René Zavaleta.

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política ha vuelto anacrónica la idea tradicional del militante que actúa siempre al interior de un espacio partidario y que cede su libertad y su opinión personal a la línea política del partido. La estructura rizomática de las redes, sin cen-tros ni jerarquías, facilita los nuevos formatos de participación que no deben ser asumidos como indicadores de apatía o indiferencia po-lítica, son al contrario nuevos modos de actuar políticamente; las opiniones o posiciones adop-tadas, de crítica o apoyo a las actuaciones de los gobiernos, comprometen públicamente a las personas y conducen a la toma de posiciones en el campo político. Está claro que “los partidos políticos y los medios de comunicación han de-jado de tener el monopolio de la discusión pú-blica” (Hopenhayn, 2010)9.

Las redes constituyen un territorio político muy diferente del espacio público moderno que se caracterizó –al menos como un ideal– por el intercambio argumentado de opiniones e ideas con el propósito de generar consensos a través de la deliberación. En las redes predomina más bien la exposición de opiniones sobre asuntos públicos, sin pretender dialogar con opiniones contrarias; aunque existen las polémicas, su efecto más importante es expandir grupos de afinidad política y “viralizar” mensajes que tie-nen una fuerte carga emocional. Ciertamente, en las redes también circulan, profusamente, las falsas noticias, los spams, las cuentas falsas, los trolls y la guerra sucia. Asimismo, no hay que olvidar que los expertos pueden inducir la “vi-ralización” de ciertos mensajes que inducen una toma de posición de los ciudadanos10.

Durante el referéndum constitucional de 2016 y en las elecciones judiciales de 2017 se puso en evidencia la eficacia de las redes en la decisión del voto en contra del gobierno (Agetic, 2018); a pesar del control del gobierno sobre los me-dios de comunicación, las redes posicionaron masivamente mensajes de crítica y de oposi-ción al gobierno. Lo mismo sucedió durante los

conflictos que hemos analizado. Esta pérdida de control ha preocupado al partido oficialista que ha respondido a este desafío creando la Direc-ción General de Redes Sociales y creando un “ejército” de activistas digitales con el propósi-to de controlar las redes. Las distintas unidades estatales han abierto cuentas y los funcionarios públicos han sido coaccionados a participar en las polémicas de Facebook y Twitter, sobre todo en los momentos electorales; el propio presi-dente ha inaugurado una cuenta en Twitter, cu-yos seguidores se incrementan en medio millar cada día.

En suma, los flujos virtuales constituyen un sím-bolo cada vez más poderoso de formar parte del mundo y estar con otros (Hopenhayn, 2005). En esto concurren tanto la clase media consolida-da como los sectores medios emergentes, sobre todo entre los jóvenes.

La (imposible) caracterización sociológica de las clases medias

En Bolivia se han elaborado trabajos sociológi-cos notables sobre el movimiento obrero y so-bre los movimientos indígenas/campesinos; en cambio, la atención de los investigadores sobre las escurridizas clases medias ha sido secunda-ria y casi marginal. Los sociólogos marxistas caracterizaron a las clases medias a partir de

9. No obstante, existen fuertes conexiones con los partidos: por una parte, los partidos se apropian de las opiniones y propuestas que circulan en las redes, por otra, los internautas discuten sobre las agendas y acciones propuestas por los partidos.

10. El Brexit, la elección de Trump, el conflicto catalán.

Detrás del término “clase media” se oculta una constelación de segmentos que no pueden ser definidos de manera exhaustiva por medio de indicadores económicos, el ingreso sobre todo.

su relación con la propiedad de los medios de producción (que consa-gra la etiqueta de la “pequeña bur-guesía”), pero también con el tipo de actividad laboral (intelectual/manual, asalariado/trabajador por cuenta propia). Estos criterios sir-vieron como argumento para sen-tenciar que carecen de un proyecto histórico propio y, por ende, tienen un habitus político ambivalente.

La izquierda marxista siempre tuvo una visión desdeñosa y estereotipa-da sobre las clases medias a las cua-les estigmatizó permanentemente como racistas, derechistas, “media-clase”, conservadoras. Álvaro Gar-cía Linera publicó recientemente un artículo cuya idea rectora es la “asonada de una clase media en de-cadencia”, refiriéndose a las movili-zaciones contra el Código Penal11. A la inversa, algunos intelectuales y políticos opositores han descifra-do en ella un pensamiento crítico, valores democráticos, apego a las normas, capacidades de emprendi-miento, adscripción y defensa del estado de derecho, entre otros. Pero ellas no son un personaje social o un sujeto político homogéneo, preten-didamente “conservador” o “revo-lucionario”, según el caso. Esos son estereotipos que impiden comprender sus acciones y repre-sentaciones de manera más objetiva. Detrás del término “clase media” se oculta una constela-ción de segmentos que no pueden ser definidos de manera exhaustiva por medio de indicadores económicos, el ingreso sobre todo. Una lectura sociológica más fina demanda la consideración de otros referentes como la educación, el capi-tal social, la identificación étnica, la religión, la residencia, las actitudes respecto al consumo, en fin, las adscripciones políticas. Aunque compar-

ten un rango de ingresos y la residencia urbana, cada segmento de la clase media tiene un estilo de vida y un status o capital simbólico diferente, obviamente en Bolivia el prestigio está fuerte-mente vinculado con el “capital étnico”.

Empleados del Estado, técnicos, profesores, comerciantes, pequeños empresarios, profesio-nales liberales, empleados del sector privado, transportistas, entre otros; estos sectores están marcados por distintas trayectorias de vida, tie-nen opiniones políticas diferentes y pertenecen

11. García Linera, Álvaro (17/01/2018). “Asonada de la clase media decadente”. Animal Político. La Paz: La Razón.

Ríos, Liliana (1987). Rapiña, aguafuerte/aguatinta

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a distintas redes asociativas. Estas diferencias son cada vez más importantes y prueban que los clivajes sociales se han multiplicado y que vivimos en una sociedad cada vez más comple-ja. Gran parte de esos tres millones de personas aludidos en el discurso del presidente Morales son de origen campesino y migraron a las áreas metropolitanas en la última década, votaron probablemente por el MAS en 2005 y 2009, pero ahora, y de manera legítima, quieren ser empresarios o comerciantes, y sus hijos aspiran a tener títulos universitarios12.

Las aporías de la versión marxista de las cla-ses medias han dado lugar a una caracterización más pragmática basada en la construcción de estratos socioeconómicos que se diferencian en términos de ingresos altos, medios y bajos y, como lo hace notar Amaru Villanueva, esta categoría es tan flexible que incluiría a todos los trabajadores formales así como a un buen número de los llamados informales:

Taxistas, empleadas, arquitectos, albañiles, reven-dedores, abogadas, curanderos. Bajo esta óptica más de la mitad del país pertenece a esta “clase media”, sin decirnos absolutamente nada acer-ca de las sensibilidades o intereses compartidos de este vasto segmento, es muy ambigua porque abarca desde personas que siendo asalariados también pueden tener propiedades inmuebles, un automóvil, una propiedad agraria u otro tipo de bienes que lo jerarquizan socialmente, como una profesión, una profusa red social de apoyos mate-riales, y en el caso de Bolivia, de apellidos y color de piel que le otorgan un plus social sobre el resto de las clases subalternas (el capital étnico)13.

Aunque la delimitación sociológica de las cla-ses medias es una empresa que siempre corre el riesgo de fracasar, dada su heterogeneidad, sí es posible dibujar algunos perfiles culturales, económicos y sociales de este conglomerado14:

- Es predominantemente urbana, pero los sec-tores emergentes o populares se asientan en las áreas metropolitanas o en las ciudades intermedias; en cambio, los segmentos más antiguos residen en áreas residenciales pres-tigiosas (Zona Sur en La Paz, Zona Norte en Cochabamba).

- Tiene una importante presencia indígena, so-bre todo en los departamentos de occidente; pero ser indígena en la ciudad implica una transacción de estilos de vida: se interiorizan otros valores y estilos de vida, aunque se pre-serva la identidad. De acuerdo a Esther del Campo, en los últimos años se habría pro-ducido un proceso de “auto-identificación de sectores populares como clase media” que se expresaría “en la imitación de prácticas de consumo de las clases medias tradiciona-les que producen una transformación de las identidades indígenas”15.

- Sus niveles educativos son crecientes, ha acce-dido masivamente a la educación secundaria, técnica y superior; la educación es una de sus estrategias privilegiadas de movilidad social.

- Se ha insertado en el mundo del trabajo, sobre todo como trabajadores por cuenta propia.

- Está informada, viaja con frecuencia, migra y tiene acceso a TIC. Está conectada perma-nentemente todo el tiempo, participa inten-samente en las redes sociales. Es una clase “globalizada”.

- Sus capacidades de consumo se han incre-mentado y están influidas por patrones de consumo de los países vecinos, pero también de Europa y Estados Unidos.

- Los jóvenes constituyen la franja etaria más importante.

- El estilo de vida y el prestigio (basado en los niveles educativos y el “capital étnico”) dis-tinguen a sus distintas fracciones.

12. De hecho, una de las estrategias de movilidad social más importante en Bolivia es la educación superior que permite incrementar el capital simbólico de los jóvenes por la vía de la adquisición de títulos profesionales, es decir por la acumulación de prestigio.

13. Villanueva, Amaru. “Clases medias en disputa”. En: https://oxigeno.bo/opinion/27034. Consultado el 22 de julio de 2018. 14. Para elaborar estos perfiles me apoyo en el estudio En busca de oportunidades: Clases medias y movilidad social, elaborado en 2011 por María

del Carmen Choque, Carlos Foronda, Ricardo Nogales, Ernesto Yañez y Gilmar Zambrana. PNUD-Bolivia. 15. “Lo que parece mostrarnos la experiencia boliviana es que la clase media no estaría dada necesariamente por su inserción ocupacional, y ni

siquiera por su ingreso, sino por la condición de consumidor en una sociedad donde es posible acceder a una amplia gama de bienes, que no

Ríos, Liliana (1986). Punta seca

Las capacidades y las actitudes respecto al con-sumo son cada vez más importantes para ca-racterizar a estos grupos sociales. Desde una tradición sociológica que va desde Max Weber, Georg Simmel y Thorstein Veblen hasta Pierre Bourdieu y Néstor García Canclini, por citar algunos nombres importantes, las clases me-dias y en general las identidades colectivas han sido estudiadas en su vinculación con los hábi-tos y comportamientos de consumo material y simbólico. La distinción social y los estilos de vida son tan o más importantes que el nivel de ingresos para caracterizar a estos sectores. Así, la expansión de las clases medias se ha expre-sado en Bolivia no solo en el crecimiento del mercado interno, los servicios y la construcción, sino también en el consumo de bienes durade-ros como los automóviles lujosos, televisores, teléfonos digitales, internet, y en el consumo de bienes simbólicos: moda, viajes, espectáculos, actividades culturales, que se convierten en ca-pitales simbólicos que marcan el ascenso social. El argumento es que las capacidades de consumo son decisivas para formar parte de estos segmen-tos, lejos de ser una actividad alienante e irreflexi-va, los patrones de consumo forman parte de un

juego estratégico de distinciones entre los grupos sociales, tanto en términos de jerarquías como horizontalmente. Las nuevas clases medias han entrado a ese juego y pueden hoy acceder a bie-nes y servicios que antes eran exclusivos de las élites o de las clases medias altas (restaurantes, tiendas de ropa, viajes al exterior, universidades privadas, etc.). Ahora bien, es razonable suponer que estas transformaciones culturales inciden también en los valores y actitudes políticas. Ello no implica una homogeneización absoluta de los patrones de consumo; todo lo contrario, se pue-de advertir en las principales ciudades de Bolivia una gran diversidad en el consumo, en función de variables culturales (la condición indígena, por ejemplo), la edad y el género. El movimiento es doble, por una parte el consumo integra sim-bólicamente a personas de segmentos diferentes en una categoría común, pero las diversas mane-ras de consumir marcan estilos y formas de vida, diferencian y distinguen.

¿Es la clase media un sujeto político?

La respuesta a esta pregunta es compleja. Por una parte, dada su marcada heterogeneidad in-

(...) el consumo integra simbólicamente a personas de segmentos diferentes en una categoría común, pero las diversas maneras de consumir marcan estilos y formas de vida, diferencian y distinguen.

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son uniformes y pueden ser seleccionados de acuerdo con preferencias particulares. La aspiración de las personas es participar en ese nuevo espacio consumidor, y ello es identificado como ser de clase media. ¿Ergo, no necesariamente existe correlación entre condiciones objetivas y percepción subjetiva”. “Existen las clases medias indígenas? Una mirada desde Bolivia”. Esther del Campo. En: Grynspan, Rebeca; Paramio, Ludolfo (coords.) Clases medias en sociedades desiguales. Pensamiento Iberoamericano, 2012 N° 10 p. 189-218.

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terna, las clases medias no actúan como un suje-to unificado por demandas e interés comunes. El sujeto político no se constituye automáticamen-te por su emplazamiento en la economía, lo es cuando se organiza colectivamente y comparte una plataforma de demandas, cuando elabora una narrativa y construye una identidad (Tou-raine, 2006). De hecho, en Bolivia, esa diferen-ciación interna incluye las categorías de clases medias emergentes o populares, vulnerables y tradicionales, las que provienen del mercado y las que viven del Estado, las informales y las formales, las indígenas y las criollas y mestizas, las que poseen capitales educativos y las que ca-recen de ellos. Considerados desde el punto de vista sociológico, estos grupos tienen intereses y habitus políticos muy diferentes e incluso es-tán confrontados entre sí, pues disputan los mis-mos espacios sociales.

Por otra parte, la respuesta es afirmativa en la medida que algunos sectores de clases medias que tienen demandas e intereses corporativos sí pueden actuar como sujetos políticos. Así, a fines de los años 70, los estudiantes univer-sitarios, que en su gran mayoría provenían de colegios particulares de las ciudades capitales, es decir de las clases medias, constituyeron un movimiento democrático para recobrar la auto-nomía de las universidades. Este es también el caso de los médicos que actuaron como una cor-poración (defendieron privilegios y fueros de su sector), pero potenciaron su movilización y

discurso cuando asumieron la defensa del 21 F. Las clases medias se convierten en actores polí-ticos cuando desarrollan una “conciencia corpo-rativa” y participan en el campo político como sujetos organizados, cuando hacen alianzas e interpelan a los poderes. De hecho, en 2012 el sector de los médicos llevó a cabo un paro de casi 50 días en contra de la decisión del Go-bierno de imponerles la jornada laboral de ocho horas. Entonces también lograron el apoyo de la COB y el Ejecutivo retrocedió, proponiendo una cumbre de salud que nunca se concretó.

Las tradiciones sociológicas estructuralistas han planteado que los comportamientos políticos de las clases sociales derivan de su colocación en la estructura económica, particularmente de sus relaciones respecto a la propiedad y al tipo de trabajo. En el caso de las clases medias estas relaciones de causa-efecto resultan en extremo problemáticas por las distintas “posiciones” es-tructurales que ocupan los distintos segmentos o capas que las conforman. De hecho, afirmo que el comportamiento político de las clases medias en Bolivia está marcado por la ambi-valencia. En determinados contextos políti-cos puede aliarse con las élites, pero en otras ocasiones, cuando sus intereses y su seguridad están amenazados, pueden apoyar acciones de sujetos obreros y campesinos.

A manera de conclusión

A pesar de las distintas lecturas que se han reali-zado sobre las clases medias en Bolivia, una evi-dencia me parece irrefutable, su importancia en el juego político ha ido creciendo hasta volverse decisiva; constituyen el grupo social más nume-roso, tienen fuerza electoral pero también recur-sos para movilizarse en las calles; asimismo, in-ciden de manera efectiva en la construcción de la esfera pública por medio de las redes sociales y los medios de comunicación. Su participación es clave para la construcción de mayorías políticas. No hay hegemonía sin clases medias.

Las recientes movilizaciones, los resultados de las elecciones judiciales, el rechazo a la re-

(...) sobre las clases medias en Bolivia, una evidencia me parece irrefutable, su importancia en el juego político ha ido creciendo hasta volverse decisiva; constituyen el grupo social más numeroso, tienen fuerza electoral pero también recursos para movilizarse en las calles (...).

Ríos, Liliana (1989). Simbiosis, dibujo

postulación del presidente, la creación de colectivos ciuda-danos formados por personas de clases medias, son también evidencias que muestran una ruptura entre importantes seg-mentos y fracciones de este conglomerado con el partido de gobierno, salvo que este incor-pore sus demandas e intereses de manera sustantiva y no me-ramente instrumental. Una difi-cultad para ello es que el proce-so de movilidad ascendente de la última década está orientado por el mercado (sobre todo el consumo) y tiene una marcada impronta individualista que ha apartado a los sectores emer-gentes de las clases medias de las lógicas sindicales y corpo-rativas.

Esas movilizaciones fueron muy eficaces entre otras razo-nes porque prescindieron de los partidos de oposición y actua-ron desde colectivos ciudada-nos formados espontáneamente y cuyo recurso de organización más importante fue el uso de las redes sociales. No obstante, se trata de una fuerza política defensiva que no ha logrado proyectarse como alternativa de po-der. De hecho, tiene una mirada escéptica res-pecto a los partidos políticos, tanto del oficialis-mo como de la oposición.

Asimismo, se constata que el mapa sociológico de las clases medias en Bolivia es muy comple-jo, faltan estudios concretos que incluyan ade-más de los ingresos otras dimensiones y varia-bles en su caracterización, sobre todo aquellas vinculadas con el mercado, el consumo y pres-tigio. Los niveles educativos de estos colectivos son crecientes y sus expectativas son ambicio-sas, la calidad de vida es una de sus principales demandas y ello incluye el acceso a servicios de salud y educación de calidad, seguridad ciuda-dana, ejercicio pleno de derechos, preservación

del medio ambiente, transparencia en la gestión pública. No es casual que en los últimos años se hayan formado varios movimientos de clases medias urbanas en las principales ciudades, en torno a esos problemas.

Las clases medias no constituyen un personaje social que actúa de manera inequívoca (no es a priori conservadora o progresista) en el campo político pues presenta una gran diversidad de grupos, facciones o categorías; su actuación po-lítica es ambivalente y depende siempre de los contextos y de las relaciones con otros actores.

Las redes sociales están transformando de ma-nera radical las formas de hacer política en Bo-livia y el mundo.

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