1 editorial
Post on 26-May-2015
182 Views
Preview:
TRANSCRIPT
El secreto médico constituye un principio básico de
nuestro ejercicio profesional (1). Los pacientes deben
sentirse seguros de que la información que compar-
ten con su médico será mantenida en secreto. Por lo
tanto, los datos que el paciente nos brinda sólo
deben ser divulgados si previamente ha autorizado
compartir su información con otras personas. Pue-
den existir situaciones puntuales en que sea necesa-
rio revelar algunos datos a fin de garantizar la salud
(especialmente en pacientes críticos). En otras oca-
siones, revelar la información contenida dentro del
marco del secreto médico puede responder a una
orden judicial (especialmente en los casos de heridas
producidas con armas blancas o armas de fuego o
el abuso infantil) (2), lo que se funda en el principio
de garantizar justicia y proteger a la sociedad de los
daños que un individuo pudiera ocasionar (3).
Los especialistas en diagnóstico por imágenes nos
vemos permanentemente involucrados en situacio-
nes donde podemos violar el secreto médico. Los
avances recientes en los métodos diagnósticos por
imagen han mejorado la caracterización de un gran
número de alteraciones, obteniendo simultánea-
mente una importante cantidad de información. Los
médicos imagenólogos conocemos detalles de la
vida de los pacientes a quienes evaluamos en base
a la historia clínica y a los datos que nos proporcio-
nan y, en términos generales, somos quienes cono-
cemos en primera instancia la afección que los
compromete. Además, determinados hallazgos nos
pueden permitir sospechar antecedentes no revelados
(por ejemplo VIH, maltrato infantil y drogadicción).
Es importante reconocer que el resultado de los
estudios que realizamos debe ser compartido sola-
mente con el personal involucrado directamente en
el cuidado del paciente. Como sabemos, los métodos
diagnósticos modernos permiten una exploración re-
lativamente rápida y los datos se encuentran dispo-
nibles casi instantáneamente. Esto resulta más
complejo en clínicas y sistemas hospitalarios donde
tanto el personal auxiliar (administrativos, enferme-
ros, técnicos, etc.) así como el resto de la comunidad
médica tienen curiosidad por conocer los detalles de
la afección del paciente a quien se le ha realizado
un determinado estudio. Los médicos radiólogos
sólo deben compartir los resultados y la información
que entregue el estudio con el médico o equipo de
salud que tiene a cargo el paciente. Asimismo, de-
bemos asegurarnos de discutir la enfermedad de
nuestros pacientes y sus diagnósticos en ambientes
adecuados para evitar que la información pueda lle-
gar al conocimiento de otras personas o incluso de
familiares de otros pacientes.
En el área académica y relacionado a nuestra es-
pecialidad, el secreto médico también nos reserva
una asignatura a considerar. Revelar la identidad de
un paciente famoso cuyas imágenes están siendo
presentadas al auditorio viola el secreto profesional,
al igual que si permitimos la identificación de un pa-
ciente por dejar incorporados algunos datos en la
imagen que se presenta. Por ello, es necesario ase-
gurarnos de que nuestras presentaciones no cuenten
con información que pueda revelar la identidad de
una persona, a menos que contemos con la autori-
zación correspondiente (3).
En este sentido, para el cumplimiento de sus res-
ponsabilidades profesionales, los médicos radiólogos
y su equipo de trabajo necesitan comprender el prin-
cipio del secreto médico. La confidencialidad no es
un invento de la medicina moderna sino que se re-
monta a los orígenes de la profesión. El juramento
hipocrático, de 2500 años de antigüedad, dicta: “todo
lo que vea y escuche en el ejercicio de mi profesión,
y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien,
si es algo que no debe ser divulgado, lo callaré y lo
guardaré con secreto inviolable” (4).
Los hipocráticos pensaban que los médicos debían
respetar la privacidad de todas las personas. El mé-
S D I
Por Dr. Jorge AhualliEditor Responsable
Revista Argentina de Diagnóstico por Imágenes
EDITORIAL
dico, en otras palabras, debería mantener un princi-
pio de discreción en todas sus relaciones, incluso en
su vida privada. Dicha discreción debería constituir
una parte integral del carácter del médico, no sólo
cuando se encuentra trabajando en su hospital o clí-
nica (3).
La confidencialidad ha sido definida por la Orga-
nización Internacional de Estandarización (ISO, por
sus siglas en inglés) en la norma ISO/IEC 27002: “ga-
rantizar que la información es accesible sólo para
aquellos autorizados a tener acceso”. Este principio
de confidencialidad ha recibido últimamente una
considerable atención en el “Health Insurance Por-
tability and Accountability Act” de 1996 (HIPAA, por
sus siglas en inglés) (5), donde se establecen regu-
laciones para la utilización y revelación de la “Infor-
mación de Salud Protegida” (PHI, por sus siglas en
inglés). El PHI incluye información vinculada a la
salud de una persona específica, como nombre y
apellido, número de registro médico, número de se-
guridad social, dirección, número de teléfono y
demás. Aun así, existe una creciente preocupación
en la era de los registros médicos electrónicos en los
que el PHI se encuentra más amplia y fácilmente ac-
cesible (6).
De acuerdo al HIPAA, los profesionales y las orga-
nizaciones de cuidados de salud pueden revelar el
PHI solamente si han obtenido autorización previa
por parte de los pacientes, debiéndose documentar
las políticas de privacidad así como los procedimien-
tos realizados y mantener los registros de dichas re-
velaciones. Además, deben entrenar a los miembros
de su personal en las políticas y procedimientos con-
cernientes al PHI, debiendo ser denunciadas las in-
fracciones o sospechas de infracciones a las
autoridades competentes (3).
Como ejemplo de la importancia de resguardar los
datos de los pacientes podemos citar los inconve-
nientes sufridos por la Universidad de California, Los
Ángeles (UCLA), que debió afrontar el pago de 865
dólares como consecuencia de violaciones repetidas
del PHI realizadas por empleados no autorizados (7).
Entre los pacientes cuyos registros médicos (que in-
cluían estudios de imágenes médicas) fueron acce-
didos inapropiadamente, se encontraban artistas
como Britney Spears, Farrah Fawcett y Maria Shriver
(3). Esto también ocurre en nuestro país cuando, a
través de medios gráficos o impresos, tomamos co-
nocimiento de detalles de la salud de personajes pú-
blicos, debido a información “filtrada” desde los mis-
mos centros de salud como consecuencia de proce-
dimientos inescrupulosos que vinculan al personal
de las instituciones y a periodistas que buscan infor-
mación con fines meramente comerciales.
Los responsables de las violaciones al PHI en la
Universidad de California fueron despedidos de sus
trabajos. Sin embargo, desde la misma Universidad
surgió la siguiente consideración: “no importa cuán-
tos puestos de trabajo se pongan en peligro ni cuán-
tos empleados sean despedidos, siempre existirán
personas que pensarán que no serán capturados y
querrán violar las reglas. Es por ello que las institu-
ciones deben autoprotegerse contra quienes intentan
violar las reglas” (3). De este modo, se planteó el de-
bate acerca de las responsabilidades que le caben a
las instituciones para controlar este tipo de situacio-
nes (3).
La palabra “confidencialidad” comparte el mismo
origen que la palabra confidencia. Proviene de las
raíces com (que significa con) y fidere (que significa
confianza). Por lo tanto, la confidencialidad tiene sus
raíces en la idea de confianza. Los pacientes deben
ser capaces de confiar en sus médicos y los médicos
deberían esforzarse por ser dignos de la confianza
de sus pacientes (8). Cuando los médicos fallan en
mantener la confidencialidad, no sólo traicionan la
confianza del paciente sino que también generan ra-
zones para que otras personas duden de la confi-
dencialidad del médico en el ejercicio de su
profesión. En términos de confidencialidad, los pa-
cientes esperan que los médicos utilicen la informa-
ción solamente para beneficio de su salud y no para
beneficio personal (3).
La confianza juega un rol importante en la consti-
tución de las relaciones interpersonales (9). Como
médicos debemos reconocer que es necesario que
los pacientes tengan buenos pensamientos acerca de
nosotros para que puedan entregarnos su confianza,
lo que nos permitirá acceder a su biografía y a algu-
nos de sus sentimientos y relaciones más íntimas
para la evaluación y estudio de su cuerpo. Esta con-
fianza depositada por el paciente puede obedecer a
una larga relación interpersonal. Sin embargo, en tér-
minos generales, el médico y el paciente apenas se
conocen debido a consultas esporádicas o resultan
completamente extraños, encontrándose el uno con
el otro por primera vez en el consultorio o durante
la realización de un estudio radiológico (10). En estas
Vol. / Nº - Agosto, .
EDITORIAL Ahualli J.
Revista Argentina de Diagnóstico por Imágenes
EDITORIAL Ahualli J.
últimas circunstancias, la confianza no puede basarse
en el conocimiento personal sino que radica en el
respeto profesional, ya que los pacientes tienen la
necesidad de creer que el médico que los atiende es
digno de confianza.
En términos generales, podemos decir que los pa-
cientes no ingresan a los consultorios o salas de es-
tudio con una actitud de sospecha o desconfianza
de nuestra capacidad como médicos. ¿Por qué su-
cede esto? En parte, por la inmensa complejidad de
la medicina y porque los enfermos no pueden ha-
cerse cargo de su propio cuidado, por lo que entre-
gan su cuerpo al médico y a su equipo de salud, en
quienes necesitan confiar (3).
Esta sagrada confianza que los pacientes depositan
en sus médicos radica en la competencia y la expe-
riencia de los profesionales que los atienden (11). La
sociedad reconoce el esfuerzo y dedicación que re-
quiere esta profesión, por lo que el paciente en-
tiende que los médicos han adquirido conocimientos
y desarrollado habilidades para proveerles un exce-
lente cuidado. Por lo tanto, una de las principales
preocupaciones de las casas de estudio vinculadas a
la medicina debería ser garantizar la competencia de
sus miembros, ya que no es necesario que se pre-
senten demasiados casos en los que el médico no
acierte en su práctica para que decaiga la confianza
de la sociedad en la profesión. Existe una sensibili-
dad especial con los temas vinculados a la salud y a
menudo estos casos desafortunados (que pueden ser
aislados en proporción al gran volumen de pacien-
tes) toman inmediata trascendencia pública.
La confianza no es sólo una característica deseable
en las relaciones, sino también una virtud esencial.
Sin dudas, tiene un valor instrumental. Los médicos
que inspiran confianza en sus pacientes también
pueden desarrollar prácticas más prósperas. Sin em-
bargo, la importancia de la confianza no está en su
valor instrumental sino en su valor intrínseco. En otras
palabras, la confianza es su propia recompensa (12).
Es fundamental tomar conciencia de la enorme
responsabilidad que nos cabe como médicos y de
las implicancias puntuales del ejercicio de nuestra
especialidad. Debemos reconocer que el paciente,
al entregarnos su cuerpo para que podamos eva-
luarlo, cuidarlo y curarlo, nos ha entregado simultá-
neamente su confianza. Por lo tanto, todo el personal
de la salud debe aliarse con el único objetivo de cui-
dar los intereses del paciente. Como resultado, la
confianza debería emanar de los profesionales de la
salud más que en cualquier otro lado.
1- ABIM Foundation, American Board of Internal Me-
dicine; ACP-ASIM Foundation, American College of
Physicians-American Society of Internal Medicine;
European Federation of Internal Medicine. Medical
professionalism in the new millennium: a physician
charter. Ann Intern Med 2002; 136:243–246.
2- American Medical Association Website. Code of
medical ethics: current opinions and annotations,
2010–2011. Opinion 5.05. catalog.amaassn.org/Cata-
log/product/product_detail.jsp?productId=prod19800
04. Accedido Junio 13.
3- Gunderman RB, Beckman ES. Confidentiality: an
essential element of professionalism. Am J Roentge-
nol 2012;199:683-685.
4- PBS Online. Nova: the Hippocratic Oath today.
www.pbs.org/wgbh/nova/body/hippocratic-oath-
today.html. Published March 27, 2001. Accedido
Junio 2013.
5- Health Insurance Portability and Accountability
Act of 1996, Pub. L. No. 104-91, 110 Stat. 1936 (Au-
gust 21, 1996).
6- Barrows RC, Clayton PD. Privacy, confidentiality
and electronic medical records. J Am Med Inform
Assoc 1996; 3:139–148.
7- Jau S. UCLA health system intensifies medical re-
cord security following settlement. Daily Bruin, July
11, 2011. www.dailybruin.com/index.php/arti-
cle/2011/07/ucla_health_systems. Accedido Junio
2013.
8- Pellegrino ED. Ethics, trust, and the professions.
Washington, DC: Georgetown University Press, 1991.
9- Erikson EH. Childhood and society. Edit. Norton,
New York, NY (USA); 1950.
10- Jacobson PD. Strangers in the night: law and me-
dicine in the managed care era. Oxford, UK: Oxford
University Press, 2002.
11- Berry LL, Parish JT, Janakiraman R, et al. Patients’
commitment to their primary physician and why it
matters. Ann Fam Med 2008; 6:6–13.
12- Clark CC. Trust in medicine. J Med Philos 2002;
27:11–29.
Bibliografía
top related