1 editorial

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El secreto médico constituye un principio básico de nuestro ejercicio profesional (1). Los pacientes deben sentirse seguros de que la información que compar- ten con su médico será mantenida en secreto. Por lo tanto, los datos que el paciente nos brinda sólo deben ser divulgados si previamente ha autorizado compartir su información con otras personas. Pue- den existir situaciones puntuales en que sea necesa- rio revelar algunos datos a fin de garantizar la salud (especialmente en pacientes críticos). En otras oca- siones, revelar la información contenida dentro del marco del secreto médico puede responder a una orden judicial (especialmente en los casos de heridas producidas con armas blancas o armas de fuego o el abuso infantil) (2), lo que se funda en el principio de garantizar justicia y proteger a la sociedad de los daños que un individuo pudiera ocasionar (3). Los especialistas en diagnóstico por imágenes nos vemos permanentemente involucrados en situacio- nes donde podemos violar el secreto médico. Los avances recientes en los métodos diagnósticos por imagen han mejorado la caracterización de un gran número de alteraciones, obteniendo simultánea- mente una importante cantidad de información. Los médicos imagenólogos conocemos detalles de la vida de los pacientes a quienes evaluamos en base a la historia clínica y a los datos que nos proporcio- nan y, en términos generales, somos quienes cono- cemos en primera instancia la afección que los compromete. Además, determinados hallazgos nos pueden permitir sospechar antecedentes no revelados (por ejemplo VIH, maltrato infantil y drogadicción). Es importante reconocer que el resultado de los estudios que realizamos debe ser compartido sola- mente con el personal involucrado directamente en el cuidado del paciente. Como sabemos, los métodos diagnósticos modernos permiten una exploración re- lativamente rápida y los datos se encuentran dispo- nibles casi instantáneamente. Esto resulta más complejo en clínicas y sistemas hospitalarios donde tanto el personal auxiliar (administrativos, enferme- ros, técnicos, etc.) así como el resto de la comunidad médica tienen curiosidad por conocer los detalles de la afección del paciente a quien se le ha realizado un determinado estudio. Los médicos radiólogos sólo deben compartir los resultados y la información que entregue el estudio con el médico o equipo de salud que tiene a cargo el paciente. Asimismo, de- bemos asegurarnos de discutir la enfermedad de nuestros pacientes y sus diagnósticos en ambientes adecuados para evitar que la información pueda lle- gar al conocimiento de otras personas o incluso de familiares de otros pacientes. En el área académica y relacionado a nuestra es- pecialidad, el secreto médico también nos reserva una asignatura a considerar. Revelar la identidad de un paciente famoso cuyas imágenes están siendo presentadas al auditorio viola el secreto profesional, al igual que si permitimos la identificación de un pa- ciente por dejar incorporados algunos datos en la imagen que se presenta. Por ello, es necesario ase- gurarnos de que nuestras presentaciones no cuenten con información que pueda revelar la identidad de una persona, a menos que contemos con la autori- zación correspondiente (3). En este sentido, para el cumplimiento de sus res- ponsabilidades profesionales, los médicos radiólogos y su equipo de trabajo necesitan comprender el prin- cipio del secreto médico. La confidencialidad no es un invento de la medicina moderna sino que se re- monta a los orígenes de la profesión. El juramento hipocrático, de 2500 años de antigüedad, dicta: “todo lo que vea y escuche en el ejercicio de mi profesión, y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien, si es algo que no debe ser divulgado, lo callaré y lo guardaré con secreto inviolable” (4). Los hipocráticos pensaban que los médicos debían respetar la privacidad de todas las personas. El mé- S D I Por Dr. Jorge Ahualli Editor Responsable Revista Argentina de Diagnóstico por Imágenes EDITORIAL

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Page 1: 1 editorial

El secreto médico constituye un principio básico de

nuestro ejercicio profesional (1). Los pacientes deben

sentirse seguros de que la información que compar-

ten con su médico será mantenida en secreto. Por lo

tanto, los datos que el paciente nos brinda sólo

deben ser divulgados si previamente ha autorizado

compartir su información con otras personas. Pue-

den existir situaciones puntuales en que sea necesa-

rio revelar algunos datos a fin de garantizar la salud

(especialmente en pacientes críticos). En otras oca-

siones, revelar la información contenida dentro del

marco del secreto médico puede responder a una

orden judicial (especialmente en los casos de heridas

producidas con armas blancas o armas de fuego o

el abuso infantil) (2), lo que se funda en el principio

de garantizar justicia y proteger a la sociedad de los

daños que un individuo pudiera ocasionar (3).

Los especialistas en diagnóstico por imágenes nos

vemos permanentemente involucrados en situacio-

nes donde podemos violar el secreto médico. Los

avances recientes en los métodos diagnósticos por

imagen han mejorado la caracterización de un gran

número de alteraciones, obteniendo simultánea-

mente una importante cantidad de información. Los

médicos imagenólogos conocemos detalles de la

vida de los pacientes a quienes evaluamos en base

a la historia clínica y a los datos que nos proporcio-

nan y, en términos generales, somos quienes cono-

cemos en primera instancia la afección que los

compromete. Además, determinados hallazgos nos

pueden permitir sospechar antecedentes no revelados

(por ejemplo VIH, maltrato infantil y drogadicción).

Es importante reconocer que el resultado de los

estudios que realizamos debe ser compartido sola-

mente con el personal involucrado directamente en

el cuidado del paciente. Como sabemos, los métodos

diagnósticos modernos permiten una exploración re-

lativamente rápida y los datos se encuentran dispo-

nibles casi instantáneamente. Esto resulta más

complejo en clínicas y sistemas hospitalarios donde

tanto el personal auxiliar (administrativos, enferme-

ros, técnicos, etc.) así como el resto de la comunidad

médica tienen curiosidad por conocer los detalles de

la afección del paciente a quien se le ha realizado

un determinado estudio. Los médicos radiólogos

sólo deben compartir los resultados y la información

que entregue el estudio con el médico o equipo de

salud que tiene a cargo el paciente. Asimismo, de-

bemos asegurarnos de discutir la enfermedad de

nuestros pacientes y sus diagnósticos en ambientes

adecuados para evitar que la información pueda lle-

gar al conocimiento de otras personas o incluso de

familiares de otros pacientes.

En el área académica y relacionado a nuestra es-

pecialidad, el secreto médico también nos reserva

una asignatura a considerar. Revelar la identidad de

un paciente famoso cuyas imágenes están siendo

presentadas al auditorio viola el secreto profesional,

al igual que si permitimos la identificación de un pa-

ciente por dejar incorporados algunos datos en la

imagen que se presenta. Por ello, es necesario ase-

gurarnos de que nuestras presentaciones no cuenten

con información que pueda revelar la identidad de

una persona, a menos que contemos con la autori-

zación correspondiente (3).

En este sentido, para el cumplimiento de sus res-

ponsabilidades profesionales, los médicos radiólogos

y su equipo de trabajo necesitan comprender el prin-

cipio del secreto médico. La confidencialidad no es

un invento de la medicina moderna sino que se re-

monta a los orígenes de la profesión. El juramento

hipocrático, de 2500 años de antigüedad, dicta: “todo

lo que vea y escuche en el ejercicio de mi profesión,

y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien,

si es algo que no debe ser divulgado, lo callaré y lo

guardaré con secreto inviolable” (4).

Los hipocráticos pensaban que los médicos debían

respetar la privacidad de todas las personas. El mé-

S D I

Por Dr. Jorge AhualliEditor Responsable

Revista Argentina de Diagnóstico por Imágenes

EDITORIAL

Page 2: 1 editorial

dico, en otras palabras, debería mantener un princi-

pio de discreción en todas sus relaciones, incluso en

su vida privada. Dicha discreción debería constituir

una parte integral del carácter del médico, no sólo

cuando se encuentra trabajando en su hospital o clí-

nica (3).

La confidencialidad ha sido definida por la Orga-

nización Internacional de Estandarización (ISO, por

sus siglas en inglés) en la norma ISO/IEC 27002: “ga-

rantizar que la información es accesible sólo para

aquellos autorizados a tener acceso”. Este principio

de confidencialidad ha recibido últimamente una

considerable atención en el “Health Insurance Por-

tability and Accountability Act” de 1996 (HIPAA, por

sus siglas en inglés) (5), donde se establecen regu-

laciones para la utilización y revelación de la “Infor-

mación de Salud Protegida” (PHI, por sus siglas en

inglés). El PHI incluye información vinculada a la

salud de una persona específica, como nombre y

apellido, número de registro médico, número de se-

guridad social, dirección, número de teléfono y

demás. Aun así, existe una creciente preocupación

en la era de los registros médicos electrónicos en los

que el PHI se encuentra más amplia y fácilmente ac-

cesible (6).

De acuerdo al HIPAA, los profesionales y las orga-

nizaciones de cuidados de salud pueden revelar el

PHI solamente si han obtenido autorización previa

por parte de los pacientes, debiéndose documentar

las políticas de privacidad así como los procedimien-

tos realizados y mantener los registros de dichas re-

velaciones. Además, deben entrenar a los miembros

de su personal en las políticas y procedimientos con-

cernientes al PHI, debiendo ser denunciadas las in-

fracciones o sospechas de infracciones a las

autoridades competentes (3).

Como ejemplo de la importancia de resguardar los

datos de los pacientes podemos citar los inconve-

nientes sufridos por la Universidad de California, Los

Ángeles (UCLA), que debió afrontar el pago de 865

dólares como consecuencia de violaciones repetidas

del PHI realizadas por empleados no autorizados (7).

Entre los pacientes cuyos registros médicos (que in-

cluían estudios de imágenes médicas) fueron acce-

didos inapropiadamente, se encontraban artistas

como Britney Spears, Farrah Fawcett y Maria Shriver

(3). Esto también ocurre en nuestro país cuando, a

través de medios gráficos o impresos, tomamos co-

nocimiento de detalles de la salud de personajes pú-

blicos, debido a información “filtrada” desde los mis-

mos centros de salud como consecuencia de proce-

dimientos inescrupulosos que vinculan al personal

de las instituciones y a periodistas que buscan infor-

mación con fines meramente comerciales.

Los responsables de las violaciones al PHI en la

Universidad de California fueron despedidos de sus

trabajos. Sin embargo, desde la misma Universidad

surgió la siguiente consideración: “no importa cuán-

tos puestos de trabajo se pongan en peligro ni cuán-

tos empleados sean despedidos, siempre existirán

personas que pensarán que no serán capturados y

querrán violar las reglas. Es por ello que las institu-

ciones deben autoprotegerse contra quienes intentan

violar las reglas” (3). De este modo, se planteó el de-

bate acerca de las responsabilidades que le caben a

las instituciones para controlar este tipo de situacio-

nes (3).

La palabra “confidencialidad” comparte el mismo

origen que la palabra confidencia. Proviene de las

raíces com (que significa con) y fidere (que significa

confianza). Por lo tanto, la confidencialidad tiene sus

raíces en la idea de confianza. Los pacientes deben

ser capaces de confiar en sus médicos y los médicos

deberían esforzarse por ser dignos de la confianza

de sus pacientes (8). Cuando los médicos fallan en

mantener la confidencialidad, no sólo traicionan la

confianza del paciente sino que también generan ra-

zones para que otras personas duden de la confi-

dencialidad del médico en el ejercicio de su

profesión. En términos de confidencialidad, los pa-

cientes esperan que los médicos utilicen la informa-

ción solamente para beneficio de su salud y no para

beneficio personal (3).

La confianza juega un rol importante en la consti-

tución de las relaciones interpersonales (9). Como

médicos debemos reconocer que es necesario que

los pacientes tengan buenos pensamientos acerca de

nosotros para que puedan entregarnos su confianza,

lo que nos permitirá acceder a su biografía y a algu-

nos de sus sentimientos y relaciones más íntimas

para la evaluación y estudio de su cuerpo. Esta con-

fianza depositada por el paciente puede obedecer a

una larga relación interpersonal. Sin embargo, en tér-

minos generales, el médico y el paciente apenas se

conocen debido a consultas esporádicas o resultan

completamente extraños, encontrándose el uno con

el otro por primera vez en el consultorio o durante

la realización de un estudio radiológico (10). En estas

Vol. / Nº - Agosto, .

EDITORIAL Ahualli J.

Page 3: 1 editorial

Revista Argentina de Diagnóstico por Imágenes

EDITORIAL Ahualli J.

últimas circunstancias, la confianza no puede basarse

en el conocimiento personal sino que radica en el

respeto profesional, ya que los pacientes tienen la

necesidad de creer que el médico que los atiende es

digno de confianza.

En términos generales, podemos decir que los pa-

cientes no ingresan a los consultorios o salas de es-

tudio con una actitud de sospecha o desconfianza

de nuestra capacidad como médicos. ¿Por qué su-

cede esto? En parte, por la inmensa complejidad de

la medicina y porque los enfermos no pueden ha-

cerse cargo de su propio cuidado, por lo que entre-

gan su cuerpo al médico y a su equipo de salud, en

quienes necesitan confiar (3).

Esta sagrada confianza que los pacientes depositan

en sus médicos radica en la competencia y la expe-

riencia de los profesionales que los atienden (11). La

sociedad reconoce el esfuerzo y dedicación que re-

quiere esta profesión, por lo que el paciente en-

tiende que los médicos han adquirido conocimientos

y desarrollado habilidades para proveerles un exce-

lente cuidado. Por lo tanto, una de las principales

preocupaciones de las casas de estudio vinculadas a

la medicina debería ser garantizar la competencia de

sus miembros, ya que no es necesario que se pre-

senten demasiados casos en los que el médico no

acierte en su práctica para que decaiga la confianza

de la sociedad en la profesión. Existe una sensibili-

dad especial con los temas vinculados a la salud y a

menudo estos casos desafortunados (que pueden ser

aislados en proporción al gran volumen de pacien-

tes) toman inmediata trascendencia pública.

La confianza no es sólo una característica deseable

en las relaciones, sino también una virtud esencial.

Sin dudas, tiene un valor instrumental. Los médicos

que inspiran confianza en sus pacientes también

pueden desarrollar prácticas más prósperas. Sin em-

bargo, la importancia de la confianza no está en su

valor instrumental sino en su valor intrínseco. En otras

palabras, la confianza es su propia recompensa (12).

Es fundamental tomar conciencia de la enorme

responsabilidad que nos cabe como médicos y de

las implicancias puntuales del ejercicio de nuestra

especialidad. Debemos reconocer que el paciente,

al entregarnos su cuerpo para que podamos eva-

luarlo, cuidarlo y curarlo, nos ha entregado simultá-

neamente su confianza. Por lo tanto, todo el personal

de la salud debe aliarse con el único objetivo de cui-

dar los intereses del paciente. Como resultado, la

confianza debería emanar de los profesionales de la

salud más que en cualquier otro lado.

1- ABIM Foundation, American Board of Internal Me-

dicine; ACP-ASIM Foundation, American College of

Physicians-American Society of Internal Medicine;

European Federation of Internal Medicine. Medical

professionalism in the new millennium: a physician

charter. Ann Intern Med 2002; 136:243–246.

2- American Medical Association Website. Code of

medical ethics: current opinions and annotations,

2010–2011. Opinion 5.05. catalog.amaassn.org/Cata-

log/product/product_detail.jsp?productId=prod19800

04. Accedido Junio 13.

3- Gunderman RB, Beckman ES. Confidentiality: an

essential element of professionalism. Am J Roentge-

nol 2012;199:683-685.

4- PBS Online. Nova: the Hippocratic Oath today.

www.pbs.org/wgbh/nova/body/hippocratic-oath-

today.html. Published March 27, 2001. Accedido

Junio 2013.

5- Health Insurance Portability and Accountability

Act of 1996, Pub. L. No. 104-91, 110 Stat. 1936 (Au-

gust 21, 1996).

6- Barrows RC, Clayton PD. Privacy, confidentiality

and electronic medical records. J Am Med Inform

Assoc 1996; 3:139–148.

7- Jau S. UCLA health system intensifies medical re-

cord security following settlement. Daily Bruin, July

11, 2011. www.dailybruin.com/index.php/arti-

cle/2011/07/ucla_health_systems. Accedido Junio

2013.

8- Pellegrino ED. Ethics, trust, and the professions.

Washington, DC: Georgetown University Press, 1991.

9- Erikson EH. Childhood and society. Edit. Norton,

New York, NY (USA); 1950.

10- Jacobson PD. Strangers in the night: law and me-

dicine in the managed care era. Oxford, UK: Oxford

University Press, 2002.

11- Berry LL, Parish JT, Janakiraman R, et al. Patients’

commitment to their primary physician and why it

matters. Ann Fam Med 2008; 6:6–13.

12- Clark CC. Trust in medicine. J Med Philos 2002;

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Bibliografía