amor sin rating no dura

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Amor sin rating no dura Amor sin rating no dura Las telenovelas son 199 malas noticias y una sola buena al final:¿Cómo es posible que en Latinoamérica dure tanto el amor? CAPÍTULO UNO: SI NO TE GUSTA SUFRIR, ¿PARA QUÉ TE ENAMORAS? Los escritores de telenovelas estamos condenados a vivir repetidamente esta escena: estás en una noche de tragos, en una cena, en cualquier reunión, y alguien – maldita suerte – se entera de que te ganas la vida escribiendo teleculebras. De inmediato aparecen tres o cuatro dispuestos a contarte el relato de una prima, una tía o de una amiga que es “toda una telenovela”. Se trata de la misma fantasía de la gente que sigue día a día las telenovelas porque relatan historias “sacadas de la vida misma”. Te cuento una: Thalía interpreta a una india huichola que trabajaba en un mercado popular. Se la pasa entre gallinas y verduras, yerbas y fritangas, pero jamás pierde el maquillaje, ni el peinado. Tampoco pierde la inocencia. Sólo la entrega. A un solo hombre, por supuesto. Al único: un muchacho rico que soporta con paciencia la extraña tradición de los nombres combinados: Luis Fernando, Ricardo Antonio, Rafael Augusto, Daniel Alejandro. Durante doscientos capítulos, la india dejará de ser india, descubrirá un padre secreto, heredará una fortuna, quedará ciega de manera provisional, será víctima de un secuestro, perderá y recuperará la memoria un par de veces, será maltratada por una aristócrata frívola y envidiosa, pero siempre- siempre seguirá amando a ese Luis Fernando o Ricardo Antonio de turno. En el capítulo final habrá matrimonio. Esa rara felicidad parece ser su único destino. ¿De qué amor hablamos cuando hablamos de telenovela? De uno que no es como el nuestro y que sin embargo, se le parece. Su aparente incoherencia e irrealidad puede ser también su aparente coherencia o realismo: el sentido de la verdad y de la mentira, en la telenovela, sólo está dado por su capacidad de conmover a la audiencia. Lo real es lo profundamente inasible, lo que se siente. Todo lo demás está puesto al servicio de esta continua epopeya de los latidos. Este es el reino del amor: a excepción de lo sensible, todo lo demás es simple apariencia. Lo verosímil, en la telenovela, reside en los afectos. Es el espectáculo del sentimiento. Es patetismo puro. Como nuestro amor. Como nosotros. […] El amor común, cotidiano, normalito, se nos hace deshonesto, poca cosa. Sabemos que la vida está llena de grandes fracasos por descubrir, de sufrimientos sublimes, de espantosos sacrificios a la vuelta de la esquina. Sabemos que todos podríamos ser aún más trágicos: la idea del exceso sentimental nos seduce […]. Si tu amor es normalito, entonces duda –sospecha – tal vez estás confundido – tal vez sólo es una siesta afectiva. Si no merece ser contado en una telenovela entonces no es amor. CAPÍTULO DOS: TODO ES NUEVO Y NADA CAMBIA En Extraña confesión publicada como folletín en 1884, Chejov lleva a la joven y hermosa Olenka a preguntarse “¿Acaso sólo son felices los que se casan por amor?”. Casi un siglo después, Delia Fiallo – indiscutible reina del culebrón latinoamericano – parece haberse dedicado, capítulo tras capítulo, a responder a esa pregunta.” Por décadas, el amor en la telenovela estaba asociado de manera casi genética a la virginidad y al matrimonio. Todavía hay gerentes de la televisión que insisten en asegurar que estos dos elementos son esenciales para el éxito de cualquier producto. A pesar de esta gerencia – responsable en buena parte de lo que Carlos Monsiváis ha llamado la “dictadura del gusto” - , el amor en la telenovela se ha modernizado y es más complejo, le ha dado paso lentamente a cierta diversidad: ya no todas las protagonistas son blancas, rubias ni muy cándidas. Y no todos los galanes son ricos y dueños de haciendas. Ya no todos los amores son a primera o segunda vista. Hay más miopía y divorcios, más humor y menos diálogos congelados, menos personajes que hablen solos, repitiendo siempre un parlamento de este estilo: “¡Ay, Luisa Cristina! ¡Si yo pudiera decirte la verdad, toda la verdad!. Ni modo. El público cambia. Ya son otros los que gobiernan el control remoto del televisor. Hay que estar a la 1

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Page 1: Amor sin rating no dura

Amor sin rating no duraAmor sin rating no dura

Las telenovelas son 199 malas noticias y una sola buena al final:¿Cómo es posible que en Latinoamérica dure tanto el amor?

CAPÍTULO UNO: SI NO TE GUSTA SUFRIR, ¿PARA QUÉ TE ENAMORAS?

Los escritores de telenovelas estamos condenados a vivir repetidamente esta escena: estás en una noche de tragos, en una cena, en cualquier reunión, y alguien – maldita suerte – se entera de que te ganas la vida escribiendo teleculebras. De inmediato aparecen tres o cuatro dispuestos a contarte el relato de una prima, una tía o de una amiga que es “toda una telenovela”.

Se trata de la misma fantasía de la gente que sigue día a día las telenovelas porque relatan historias “sacadas de la vida misma”. Te cuento una: Thalía interpreta a una india huichola que trabajaba en un mercado popular. Se la pasa entre gallinas y verduras, yerbas y fritangas, pero jamás pierde el maquillaje, ni el peinado. Tampoco pierde la inocencia. Sólo la entrega. A un solo hombre, por supuesto. Al único: un muchacho rico que soporta con paciencia la extraña tradición de los nombres combinados: Luis Fernando, Ricardo Antonio, Rafael Augusto, Daniel Alejandro. Durante doscientos capítulos, la india dejará de ser india, descubrirá un padre secreto, heredará una fortuna, quedará ciega de manera provisional, será víctima de un secuestro, perderá y recuperará la memoria un par de veces, será maltratada por una aristócrata frívola y envidiosa, pero siempre- siempre seguirá amando a ese Luis Fernando o Ricardo Antonio de turno. En el capítulo final habrá matrimonio. Esa rara felicidad parece ser su único destino.

¿De qué amor hablamos cuando hablamos de telenovela? De uno que no es como el nuestro y que sin embargo, se le parece. Su aparente incoherencia e irrealidad puede ser también su aparente coherencia o realismo: el sentido de la verdad y de la mentira, en la telenovela, sólo está dado por su capacidad de conmover a la audiencia. Lo real es lo profundamente inasible, lo que se siente. Todo lo demás está puesto al servicio de esta continua epopeya de los latidos. Este es el reino del amor: a excepción de lo sensible, todo lo demás es simple apariencia. Lo verosímil, en la telenovela, reside en los afectos. Es el espectáculo del sentimiento. Es patetismo puro. Como nuestro amor. Como nosotros. […]

El amor común, cotidiano, normalito, se nos hace deshonesto, poca cosa. Sabemos que la vida está llena de grandes fracasos por descubrir, de sufrimientos sublimes, de espantosos sacrificios a la vuelta de la esquina. Sabemos que todos podríamos ser aún más trágicos: la idea del exceso sentimental nos seduce […]. Si tu amor es normalito, entonces duda –sospecha – tal vez estás confundido – tal vez

sólo es una siesta afectiva. Si no merece ser contado en una telenovela entonces no es amor.

CAPÍTULO DOS: TODO ES NUEVO Y NADA CAMBIA

En Extraña confesión publicada como folletín en 1884, Chejov lleva a la joven y hermosa Olenka a preguntarse “¿Acaso sólo son felices los que se casan por amor?”. Casi un siglo después, Delia Fiallo – indiscutible reina del culebrón latinoamericano – parece haberse dedicado, capítulo tras capítulo, a responder a esa pregunta.”

Por décadas, el amor en la telenovela estaba asociado de manera casi genética a la virginidad y al matrimonio. Todavía hay gerentes de la televisión que insisten en asegurar que estos dos elementos son esenciales para el éxito de cualquier producto. A pesar de esta gerencia – responsable en buena parte de lo que Carlos Monsiváis ha llamado la “dictadura del gusto” - , el amor en la telenovela se ha modernizado y es más complejo, le ha dado paso lentamente a cierta diversidad: ya no todas las protagonistas son blancas, rubias ni muy cándidas. Y no todos los galanes son ricos y dueños de haciendas. Ya no todos los amores son a primera o segunda vista. Hay más miopía y divorcios, más humor y menos diálogos congelados, menos personajes que hablen solos, repitiendo siempre un parlamento de este estilo: “¡Ay, Luisa Cristina! ¡Si yo pudiera decirte la verdad, toda la verdad!. Ni modo. El público cambia. Ya son otros los que gobiernan el control remoto del televisor. Hay que estar a la altura de los tiempos. También las familias disfuncionales tienen sueños de amor. […]

Cambia el amor, pero no demasiado. La industria sigue promoviendo el mismo sueño y también, el mismo castigo. Se trata de una apuesta seria y rentable: no en balde Televisa ha gastado casi sesenta millones de dólares comprando derechos de las obras de Delia Fiallo. Amor sinrating no dura. Si el rating va bien, el amor es perfecto. Es parte de una tradición que nos supera: en la novela de Chejov, la pobre Olenka termina asesinada sobre la nieve. Con un puñal, su amante contesta a su pregunta “¿Acaso sólo son felices los que se casan por amor?”.

CAPÍTULO TRES: QUE TODO EL MUNDO LO SEPA: NUESTRO AMOR ES UN SECRETO

Lo que a muchos les irrita de las historias de amor en las telenovelas, lo que tantos no toleran, es el final feliz. Pero el final feliz es , probablemente, lo más intrascendente del cuento. Ahí no está el suspenso. Nadie se sienta a ver una telenovela esperando el final. En realidad, las telenovelas sólo se ven por el mientras tanto, para sufrir antes de que se acaben, antes de llegar a la inenarrable felicidad. Cuando no ha comenzado la historia, cuando ni siquiera se ha transmitido el primer capítulo, ya toda la audiencia conoce, o al menos intuye, el final. Es parte del pacto. Ahora cuéntame: lo púnico que quiero ver es cómo vas a llegar hasta

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ahí. Eso es el amor. Decía el dramaturgo José Ignacio Cabrujas, gran renovador del género en Venezuela, que la protagonista recibe 199 malas noticias y sólo una buena, al final. Mientras tanto, debe soportar- con firmeza cardiaca – enterarse, cada día, de que su novio la engaña con su mejor amiga, de que su madre en realidad no es su madre o de que su hermana tiene un tumor en el páncreas. El irritante final sólo es el diploma, la certificación, el descanso que se merecen aquellos que han amado tanto.

La telenovela no puede renunciar a su esencia: ser un estuchito de cursilerías. Lo único que podemos exigir es que estén bien hechas. No podemos pedir que sean otra cosa. Porque la cursilería, aunque a algunos les pese, es uno de los portaviones de la identidad de América latina. Somos el continente de los diminutivos. Los sentimientos que estallan en las telenovelas tienen mucho de ese mismo impudor, respiran sobre la misma importancia que tienen para nosotros las emociones. Hay personajes, afuera y adentro de la pantalla, que gritan públicamente su amor o su desamor, que pasan por los días gastando diminutivos o aireando todo el tiempo los ámbitos privados. Así también vivimos, en diferentes grados, la experiencia amorosa. Es una intimidad convertida de pronto en acto público, en chisme general, en angustia nacional. […]

¿Las telenovelas imitan nuestras vidas a nosotros imitamos las telenovelas? Me temo que la respuesta ronda un clásico “ ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”. En la telenovela como en el amor, no existe un método de éxito. Hay algunos trucos, intuiciones, ciertas reglas. Pero nada de eso garantiza una gran audiencia: nunca nadie saber por dónde puede saltar el público. […]

ALBERTO BARRERA TYSZKA En revista Etiqueta Negra, Año 4, N°28, setiembre del 2005

Alberto José Barrera Tyszka (Caracas, 18 de febrero de 1960) es un narrador, poeta, columnista y guionista venezolano. Ganador del Premio Herralde de novela 2006.

Nació en Caracas (Venezuela) en 1960. Se Licenció en Letras por la Universidad Central de Venezuela, de la que es profesor en la cátedra de Crónicas. En la década de los años ochenta participó en los grupos de poesía Tráfico y Guaire. Colaboraciones suyas han aparecido en diversas antologías y publicaciones de España, México, Argentina, Cuba y Venezuela. Articulista habitual desde 1996 en el periódico El Nacional, y colaborador regular en la revista Letras Libres. Guionista de telenovelas en Argentina, Colombia, México y Venezuela. Además, tiene publicadas varias novelas, libros de cuentos y de poesía; junto con la periodista Cristina Marcano es coautor de una biografía sobre Hugo Chávez, que ha tenido gran impacto internacional.

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