amor hereos en la celestina

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IS5N: 0212-2952 DIC’ENDA. Cuadernos de Filología flkpdnua 2000, 8, 11-49 Ca listo, entre amor hereos y una terapia falaz Marcelino V. AMASUNO SÁrnt4OA A Luis García Ballester, ya demasiado tarde RESUMEN Este articulo se centra sobre el debate sostenido entre Calisto y su criado Sempronio en la escena segunda del Auto primero de La Celestina. Enfocado este tramo textual desde una perspectiva fisiátrica, resulta ser una parodia del concepto de medicus gra- tiosus, tan caro al paradigma curativo hipocrático-galénico imperante en la Baja Edad Media y encamado por Sempronio. Rojas, al poner en el banquillo de los acusados los presupuestos epistemológicos en que se basa dicho paradigma, denuncia festivamente la ineficacia de la medicina académica de su tiempo.Y ello lo realiza tomando como eje ideológico la adulteración de otro concepto, el del amor hereos y la conducta de su mal- versador, Calisto. A lo largo de este artículo se hace referencia a las más importantes auctorirates de la ciencia médica medieval, como Hipócrates, Galeno, Actius de Ami- da, Avicena, Amau de Vilanova, Bernard de Gordon y el contemporáneo de Rojas, Francisco López de Villalobos, entre otro autores. Palabras clave: La Celestina, Calisto y Sempronio, Amor hereos, terapéutica amo- rosa, logoterapia. ABSTRACT From a medical perspective, the debate between Calisto and Sempronio (Celestina, Act 1, .scene 2) reflects a crude, unsympatbetic view of the kind of academic medicine practiced by university-educated physicians during the late Middle Ages. Thus, if Sempronio represents the parodie incamation of the highly respected figure of the me- dicus gratiosus, bis master, Calisto, is a pathetic personification of the noble afflicted by amor hereos. In fact, Rojas succeeds in showing bis readers how ridiculously ineffective certain therapeutic remedies are in the treatment of such a malady. lo justify the con- clusions drawn, the writings of different medical authorities (classical, Arabie and Christian) are referred to. Key Words: Regimen sanitatis, concupiscentia, reprobatio amoris, medicus gra- tosas. II

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  • IS5N: 0212-2952DICENDA. Cuadernos de Filologa flkpdnua2000, 8, 11-49

    Ca listo, entre amor hereos y una terapia falazMarcelino V. AMASUNO Srnt4OA

    A Luis Garca Ballester,ya demasiado tarde

    RESUMEN

    Este articulo se centra sobre el debate sostenido entre Calisto y su criadoSempronioen la escena segunda del Auto primero de La Celestina. Enfocado este tramo textualdesde una perspectiva fisitrica, resulta ser una parodia del concepto de medicus gra-tiosus, tan caro al paradigma curativo hipocrtico-galnico imperante en la Baja EdadMedia y encamado por Sempronio. Rojas, al poner en el banquillo de los acusados lospresupuestos epistemolgicos en que se basa dicho paradigma, denuncia festivamente laineficacia de la medicina acadmica de su tiempo.Y ello lo realiza tomando como ejeideolgico la adulteracin de otro concepto, el del amor hereos y la conducta de su mal-versador, Calisto. A lo largo de este artculo se hace referencia a las ms importantesauctorirates de la ciencia mdicamedieval, como Hipcrates, Galeno, Actius de Ami-da, Avicena, Amau de Vilanova, Bernard de Gordon y el contemporneo de Rojas,Francisco Lpez de Villalobos, entre otro autores.

    Palabras clave:La Celestina, Calisto y Sempronio, Amor hereos, teraputica amo-rosa, logoterapia.

    ABSTRACT

    From a medical perspective, the debate between Calisto and Sempronio (Celestina,Act 1, .scene 2) reflects a crude, unsympatbetic view of the kind of academic medicinepracticed by university-educated physicians during the late Middle Ages. Thus, ifSempronio represents the parodie incamation of the highly respected figure of the me-dicus gratiosus, bis master, Calisto, is a pathetic personification of the noble afflicted byamor hereos. In fact, Rojas succeeds in showing bis readers how ridiculously ineffectivecertain therapeutic remedies are in the treatment of such a malady. lo justify the con-clusions drawn, the writings of different medical authorities (classical, Arabie andChristian) are referred to.

    Key Words: Regimen sanitatis, concupiscentia, reprobatio amoris, medicus gra-tosas.

    II

  • Marcelino V. AmasunoSrraga Calisto, entre amor hereos y una terupia falaz

    En la Carta del autor a un su amigo, afirma el que escribe, dirigindose asu destinatario, cuya juventud se vio tocada parece ser que cruelmente porel amor, que tal vez ello fue debido a su falta de previsin para resistir sus fue-gos. Transcurrido un lapso de tiempo imposible de precisar, nuestro autor,consciente de que su amigo le ha de leer desde la tranquilidad que siempre de-para la ya lograda curacin libertad bajo fianza, le ofrenda la obra que aca-ba de finalizar. Es obvio que el que redacta esta carta la concibe como una es-pecie de anticipo introductorio a un texto donde cualquier avisado oyente olector, inter alia, ha de encontrar avisos y consejos contra lisongeros y malossirvientes y falsas mugeres hechizeras. Nadie puede poner en duda, a estas al-turas de la ya multisecular lectura de La Celestina, que esta advertencia contralas artimaas de tales individuos est apretadamente vinculada con la actividadamorosa desplegada por una ms que considerable muchedumbre de galanesy enamorados mancebos, coterrneos y contemporneos de su autor. Lo cual,por si quedara alguna duda sobre este particular, viene corroborado en otros pa-sajes de la obra, como se muestra en la rbrica de la edicin de Sevilla de 1501,que lee as:

    Sguese la Comedia [o Tragicomedia] de Calisto y Melibea, compuesta enreprehensin de los locos enamorados que, vencidos en su desordenado apetito, asus amigas llaman y dizen ser su dios. As mismo fecha en aviso de los engaosde las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes (205)1.

    Es, por tanto, el amor el tema e hilo conductor que, ab initio usque adfl-nem, va a infundir sentido a todos los componentes de la obra, fueren stos cua-les fueren. No ha de sorprendemos, pues, que algunos de los estudiosos deLa Celestina la hayan rotulado como otra arte de amores, en el sentido de quenos dice uno de ellos ~

  • Mar(elino y. Amasuno Srraga Calisto, entre amor hereos y una terapiafra:

    but also a tale of love artistically toldk Montado de esta suerte el marco refe-rencia! sobre el que han de incidir las consideraciones que siguen con las pr-ximas pginas, obligado es establecer la ptica crtica que pretende presidirlas.Importa, a tales efectos, delimitar en la medida de lo posible la va histrico-cr-tica que se ha de transitar en el anlisis de tema literario de tan larga tradicin.sta no puede ser otra que la que implica la apriorstica visin del amor comopasin s, mas en su dimensin de aegritudo y tal como se haba ido perge-ando en el orbe latino-cristiano tardomedieval al paso de la evolucin sufridapor este concepto cientfico-mdico hasta llegar a los ltimos aos del si-glo xv3. Se trata, pues, de mostrar cmo se produce y cules son algunas de lassecuelas que se derivan del transplante de una realidad de orden patgeno(amor o amor hereos, segn la nomenclatura mdica de la poca), intrnseca-mente ajena al campo de la ficcin literaria, a una especfica instancia de sta,en este caso La Celestina. Tal trasplante esttico contaba con una larguisimatradicin no es cosa de extenderse en ella en estos momentos, fcilmentedetectable ya a punto de periclitar el siglo xv en otros muchos escritos caste-llanos contemporneos del elaborado finalmente por el bachiller de Puebla deMontalbn ~. Por lo tanto, no ha de sorprendernos que Femando de Rojas tu-viera muy presente el contexto mdico-cientfico de que se nutre una yeta sus-

    2 Cf Edwin J. Webber: Ihe Celestina as anArre de amores, Modern Philology, LV.3 (1958),Pp. 145-53, 145; ver tambin Jess Gmez: Las Artes de Amores, Celestina, y el gnero literariode la Penhencia de Amor de Urrea, Celestine,sca, XLVI (mayo, 1990). Pp. 3-16. Percepcin quecomparto. con las salvedades que expresaba ya hace algn tiempo Domingo Yndurin en su Un as-pecto dc LaCelestina, Estudios sobre el Siglo de Oro. Homenaje alprofesor Francisco Yndurin(Madrid: Editora Nacional, 984), PP. 521-40, 534. No concuerdo con la idea expresada porRussellde que laprincipal funcin temtica en la obra de Rojas es la de producir, sirvindose de un pactoconel Diablo, un caso dc philocaptio cuya vctima es Melibea [Lamagia como tema integral de laTragicomedia de Calisto y Melibea, Srudia Philologiea. Homenaje ofrecido a Dmaso Alonsopor sus amigos y discpulos evn ocasin de su 60< aniversario (Madrid: Editorial Oredos, 1963), III,pp. 337-54, 345). El aspecto mgico, en mi opinin, es contingente y no esencial, como lo es, porcontra, el del amor. sin el cual el primero ~en casodeque exista~ no se dada.

    Para situarse ante una panormica que aspire a abarcar parte de esta cuestin, me parece im-prescindible referir al lector de este articulo a los que le preceden, cuyos ttulos son: Hacia un contextomdico para Celestina: dos modalidades curadoras frente a frente Celestinesca, 23.1-2 (1999), pp. 87-124] y Hacia un contexto mdico para Celestina: Sobreamor hereos y su terapia, de prxima apa-ncn en Celestinesca. En ellos se hallar informacin tcnica que dilucida algunos componentes deesta materiay que van a desan-ollarse en este trabajo, ahora especficamente referidos a La Celestina.

    Que el trmino amor tercos tiene su correspondencia con su sinnimo amor en algunos textosmdicosdel momento viene corroborado por esta definicin que hallo en un annimo que circulabapor Castilla en los ltimos aos del siglo xv: El amor es grant amor del omne a la mugere es de lasdoleri~ias que se fazen en el meollo e traen a las dolencias espirituales. E fase [se]de dos cosas: o porde la natura cnpuxar la cosa soueja dapnosa del cuerpo o [por]grand deseanijento delalma a catar afigura muy fermosa e allegar a ella [Tratado de patologa, ed. MY Teresa Herrera y M. Nieves Sivchez (Madrid: Arco/Libros, 5. L., 1997), p. 92]. Punto de arranque indispensable para la comprensinde algunas ideas naturalistas imperantes en aquellos momentos es la monografa de Pedro M. Cte-dra: Amor y Pedagoga en la Edad Media (Estudios de doctrina amorosa y prctica literaria) (Sa-lamanca: Universidad, 1989).

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    tancial de su propia ideologa. Obligado era que en el toledano aquella tradicincientfica tomase simultneamente cariz de debate y componente integrador desu obra. Esta es la cuestin de fondo que en mi opinin promueve la dinmicaque rige el comportamiento de sus personajes en ella. Como creacin potica,La Celestina al hilo de una polifactica visin naturalista ir destrenzandosutilmente las diferentes fibras que componen la textura de su conducta, enca-rados con el amor hereos ~.

    No se me antoja superfluo recordar, emplazando ahora a La Celestina en elcampo ptico referido, la autorizada opinin sustentada por Aristteles, quiendefine el amor como un deseo y, por tanto, especie de carencia o pobreza(hasta que no se ve satisfecho). Ms tarde Galeno quien lo percibe como unadisfuncionalidad fisiolgica lo definir como un deseo o juicio de una cosabuena, advirtiendo que esta pasin es en el ser humano producto de una fuerzairracional que desobedece a la razn. La causa de esta aegritudo es la cupiditas,fuerza a la que hay que sojuzgar dulce y amablemente, sin caer en excesos deningn tipo. Pese a la aparente disonancia que pudiera percibirse en estas defi-niciones, tanto el naturalista como el mdico griegos coincidan en una apre-ciacin fundamental. En efecto, no consideraban que el instinto o apetito animalfuese ni el enemigo ni el ms dbil de los componentes de la mixto que cons-titula el ser humano, sino ms bien la complicada superestmctura mental cons-truida por su imaginacin, que descarra la razn. En resumen, desde la anti-giledad clsica se perciba a la materia como ms fuerte y sana que el espritu,

    6frecuente vctima de la irracionalidad creada por l mismo

    Una irracionalidad que al fin y a la postre era fruto de un accidens animi, asu vez generado por una disfuncionalidad que Galenus dixit aquejaba alcerebro o al corazn, si creemos a Aristteles del paciente de este mal,quien mostraba un amplio abanico de signos patognmicos que lo caracteriza-ban. Que ste en algunos casos extremos perdiera la razn y diera muestrasconstantes de Locura no era nocin ajena a la rbita epistemolgica en que se

    Algunas dc sus repercusiones han sido exploradas por Michael R. Solomon [Calistos M-men: Bitextual Diagnostics and Parody in Celestina, Revista de Estudios Ifispnicos, Xl (VassarCollege, Enero 1989), pp. 41-64, principalmente 42, 45-47, 52-56] y Charles F. Fraker [TheFourHumors in Celestina, Fernando de Rojas and Celestina. Approaching the Eifth Centenary.Proceedings ofan International Conference in Commemoration of the 45 Oth Anniversa,y of ihe De-a/Ii of Fernando de Rojas. Purdue Unirersirv,WestLfayene,Jndiana2l-24 November 199 Jed. NyA. Corfis & Joseph T. Snow (Madison: Universily of Wisconsin, Hispanic Seniina,y of MedievalStudies, 1993), Pp 129-54, en especial 146-47].

    6 Aristteles afirma que el amor es la causa de todo bien y la discordia de todo mal lMetaphy-sjca, Opera Omnia, cd. Imnianuel Bekker (Berlin: Academia Regia Borussica, Georg Reimer,1831), 1 .4.984a1; el principio de todo amor y amistad est en el placer que proporciona la vista delobjeto amado, y pace Petrarca nadie ama sin haber visto (Ethica nicomachea, 9.5.1 167a): elamor, considerado como especie de carencia o pobreza, viene tratado en su apcrifo Problema/a.3.872a. Para Galeno, y. De placitis Hippocratis et Platonis, especialmente lib. IV, cap. vi [On theDoctrines rifHippocrates and Plato. Edition, Transation and Commentarv hy Phillip De Lacy, FirsPart: Books l-V (Berlin: Academia Scieutiarum, 1981), pp. 271-QSlj.

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    mova la percepcin general que de esta enfermedad privaba entre los letradosbajomedievales ~.

    Erigida como centro de gravitacin de un complejo proceso fenomenol-gico, esta entidad patgena segn Avicena pasin del alma introducida porlos sentidos para satisfacerel deseo se ver transplantada a otro rengln de laactividad especulativa, como es el literario. En esta provincia de la geografa es-ttica ha de aparecer de formas muy diversas y siempre adaptada a las necesi-dades ideolgicas y genricas que impone la misma obra de ficcin: steser el caso de obra tan emblemtica como La Celestina. Tema de tan largo al-cance y perspectivas tan abarcadoras revestir, en pluma del bachiller de Pue-bla de Montalbn, modalidades y variantes en las que quedarn develadas di-ferentes actitudes mentales de una comunidad erudita ante la aegritudo amoris.Y ello lo har despojando a su obra de todo tipo de reflexin terica o inter-pretacin ideolgica por lo que respecta a la conducta de todos sus personajes.Como causa previa y eficiente de este talante esttico-moral se alzar un factorcondicionante: un crudo y descarnado naturalismo cientfico puesto en marchapor su primitivo autor, que nos empuja a percibir la cupiditas como la fuerzamotriz que desencadena la siempre conflictiva conducta de sus personajes.Vista la obra desde esta reductora perspectiva que no excluye otras, como esnatural, el objetivo a que invitan las pginas que siguen consistir en ilustrar,al vuelo de las teoras cientfico-mdicas imperantes en aquel momento, algu-nos de los planteamientos ideolgicos que despliegan ante la aegritudo amorisalgunos de sus personajes. Adems y al mismo tiempo, se intentar mostrarcmo la factura fmal, a cargo de Femando de Rojas, acomodaen su seno un de-bate profundamente interiorizado en que transpira la desesperada lucha porla supervivencia de la razn ante los embates de la imparable cupiditas, trans-mutada en desaforada luxuria. Caballo de batalla en esta enconada lid cosade hombres, por supuesto ser la figura femenina, tal como queda intelecti-vamente concebida ahta de irracionalidad y causa eficiente de aquella ae-gritudo a travs de los variados registros que de su huidiza realidad generanlos personajes de la tragicomedia. Ante empresa de tanta amplitud, el alcancede las pginas que siguen primeras de un proyecto ms extenso busca suespacio en el que ofrece el contenido textual que abarca el juego dialgico bi-polar desplegado por Calisto y Sempronio y centrado sobre Melibea. Dentro deeste limitado enclave, se intentar despejar el panorama ideolgico que dasentido dentro de la temtica que configura la peculiar nocin de amor he-

    Ver sntesis en Hacia un contexto mdico para La Celestina: Sobre amor tercos y su terapia,donde se hallar la bibliografa mdica esencial que cubre esta materia. Bello ejemplo de armnicasimbiosis de esta acadmica quaestio disputata, y sublimada por la lrica, nos la proporciona Pierrede Ronsard (1524-1585) en uno de sus sonetos. En ediciones posteriores, el segundo verso del se-gundo cuarteto (Mon cuoeurpens,f, mes yeulx chargez de pleurs) va a experimentar esta trans-formacin: Mon front pensifs>, con la consiguiente prdida de carga potica con que se afea dichoverso lLes An,ou,-s, ed. Henri Weber & Calherine Weber (Paris: Garnier Frres, 1963), p. 40].

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    reos a la singular e inusitada relacin de carcter mdico que se establece en-tre seor y criado8.

    Se afirma en el prlogo a la Comedia de Calisto y Melibea que abre puertaa las ediciones de Toledo (1500) y de Sevilla (1501) que esta presente obra hasejdo instrumento de lid o contienda a sus lectores para ponerlos en differen-cias, dando cada uno sentencia sobre ella a sabor de su voluntad (200). Si estaobservacin se asevera como cierta y no encuentro ninguna razn para queno lo sea tambin se nos aparecer como vlida y bajo este mismo sello lapeculiar actitud de ciertos personajes. Vctimas de sus inclinaciones y contra-dicciones, todos y cada uno de ellos seguirn una trayectoria en su comporta-miento que ha de descubrir al individuo segn la funcin y finalidad de supropia pasin amorosa en una doble vertiente: como sujeto paciente y/ocomo espectador(es) dentro de un mbito de complejo mecanismo de grupo,por mnimo que ste pueda parecemos >. Fuere quien fuere el personaje selec-conado, como individuo se descubre incapaz de controlar la poderosa fuerza desu pasin, que se erige como fatum. Es corolario esperable por lo lgicoque, dadas estas circunstancias, queda abandonado y a la deriva en la naturalcontienda de su propia existencia, laberinto de errores (599), sin orden niconcierto. Consecuentemente, el amor pasional deviene instrumento de la cie-ga e imperturbable Fortuna, cuyas veleidades lo someten a la accin de una es-pecie de imprevisible ars combinatoria presidida por la frmula de lo muta-ble que lo llevar tardeo temprano ala destruccin y la muerte ~. Si ste esel ingrediente que remata la frmula vital que para sus personajes tan sabia-

    Es tema tocado por George A. Shipley: Authority and Experience in La Celestina, BulletinofHispanic Siudies, LXIII (1985), pp. 95-111, en su seccin primera (1. Concerning the Authorityof Authority, 95-97), donde ha sabido leer muy acertadamente la funcin curadora que intenta llevara cabo Sempronio. Ha sido retomado por Michael R. Solomon (Calistos Ailment). artculo men-cionado eno. 5 supra. Es menester tener siempre muy presentes a efectos de este mi trabajo losde estos dos crticos.

    Cosa que ha sido minuciosamente indagada con la figura de la alcahueta como elemento ca-talizador de esta dinmica por E. Mrquez Villanueva en La Celestina as Hispano-SemiticAnthropology, Resue de Littrature Comparde, 61.4 (Octobre-Dcembre 1987). Pp. 425-5.3, en es-pecial 436-37, 440-42 y 450-51; ms por extenso en Orgenes y sociologa.

    De manera similar a la que se registra, por ejemplo, en Crcel dc amor cuando Leriano seabandona a su destino y confiesa al autor: Orden mi venlura que me enamorase de Laureola.4, pensamiento que yo deviera antes huir que buscar; pero como los primeros movimientos no sepuedan en los honbres escusar, en lugar de desviallos con la razn, conlinnlos con la voluntad; yass de Amor me venc, que me truxo a esta su casa. la cual se llama Crcel de Amor>, [Diego de SanPedro. Obras Completas, II Crcel de amor, ed. Keith Whinnom (Madrid: Clsicos Caslalia 39,1979). p. 891. El tecnicismo empleado por este novelista nos remite precisamente a la mecnica fi-siolgica que genera el enamoramiento; vanse otros aspectos en Rafael Beltrn. ~

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    mente ha manipulado el autor, en la misma medida interesa al lector percibir eldespliegue del proceso cientfico que la justifica rationaliter. Bajo esta luz, sepresenta como inexcusable la necesidad de develar los mecanismos de ordencientfico fuerzas condicionantes soterradas bajo un cierto discurso, en estecaso el mdico que van a permitir al primer autor (y a Femando de Rojas,que le completa) exponer un especfico contenido ideolgico de carcter ama-torio. Que ello es factor integrador y ordenador dentro de un sistema dedualidades cambiantes de las mltiples resonancias y vestigios librescos in-mersos en su texto, me parece de meridiana evidencia ~ Lo cual, por otraparte, no es indicio probatorio de que nuestros dos autores se dejen seducir yrndan servil tributo a los pasados auctores, sometindose a sus dictados pormor de un pmrito de retoricismo mal entendido. Nada ms lejos de la realidadtextual; el hecho de que tanto el uno como el otro estn constantemente desba-ratando y desvirtuando modelos establecidos -conservando su caparazon seexplica en razn de su inquebrantable nimo de evidenciar la palmaria contra-diccin que se da entre teora y prctica. Dentro de este cauce referencial,fluirn las distintas corrientes ideolgicas que marcarn rumbo al ta]ante ama-torio de sus personajes, dejando a flote tras desastrado naufragio la expli-cacin cientfica que confiere valor credencial a sus gestos y palabras. Para lo-grarlo, ambos autores recurrirn al sagaz empleo de un conjunto de frmulasdiscursivas cuya codificacin reflejar, en aquellos personajes, una tensa con-traposicin en tanto seres humanos de ficcin que son entre vida condi-cionada (social) e instinto. Lo cual implicar la fundamental idea de que eseilcito amor (213) de que habla Melibea, al comunicar su (irresistible) delei-te, sea no solamente la ineludible fuerza que la lanzar en brazos de Calisto,sno tambin ahora en las solas manos de Rojas una de las claves expli-cativas de la totalidad de la obra 2 Y lo es en cuanto que deja patente la nocin

    Ver la sntesis de M. E. Lacarra: Cmo leer La Celestina (Madrid: Jcar, 1990), pp. 42-50(111.4 Lengua y retrica), de donde destaco la idea de que La Celestina integra desde el primeracto distintos registros dc lenguaje que responden a diferentes gneros literarios y que con fre-cuencia son prstamos liberales o reminiscencias mas o menos extensas dc obras conocidas por loslectores cultos del xv, a quienes sin duda la obra iba dirigida (p. 43). De ah la importancia que de-seo conferir a la clave semitica generada por el discurso mdico, cuyo protagonismo entraen lizacon sus oponentes, los cuales, sin dejar de ser elementos conformadores de la obra, adquieren porfuerzaotras tonalidades. De ello es perfectamente consciente la misma Lacan-a en su segunda edicin(Madison: HSMS, University of Wisconsin. 1995), donde abundan las notas de carcter no slo li-terario, sino tambin mdico. Otros aspectos importantes sobre la gnesis de la obra, en PatriziaBota: El texto en movimiento (De la Celestina de Palacio a la Celestina posterior), Cinco siglos deCelestina: aportaciones interpretativas, ed. R. Beltrn Llavador y J. L. Canel (Valencia: Univer-sidad, 1997), Pp 135-59.

    Lo expuestohasta ahora no excluye, ni mucho menos, las otras dimensiones constructivas e incluso interpretativas que adornan la obra, tan rica en sentidos y valores. Simplemente preten-de integrar, en previo ejercitamiento de jerarquizacin de aqullos, este factor de ndole mdico-cien-tfica, tan descuidado hasta ahora en la consideracin crticadel escrito de Rojas. En la cumbre de esaespecie de sca/a nczaaae que sostiene a vertice adca/cern el espritu de la obra, contina estando

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    de que, pese a todo, el instinto sexual resulta ser siempre el vencedor de la ra-zn en la minimalista pelea que se entabla y se resuelve en la palestra vivencialde todos y de cada uno de los personajes. No poda ser menos en lo que acaecea uno tan sealado como es el que se esconde tras el nombre de Calisto.

    Reo de la ms flagrante contradiccin que campa por La Celestina entre loque se dice y lo que se hace es el personaje de Calisto. Como elementos bi-membres articuladores del ser de ficcin literaria, el decir y el hacer son, en ge-neral, funciones deicticas que, captadas por el observador personaje, lector uoyente como procesos continuos, van deletreando gradual y progresivamen-te el abecedario con el que se escribirel texto espiritual que, en registro po-tico, nos permitir posteriormente como lectores leer y desentraarde algn modo su realidad. En el caso especfico de Calisto, sus parlamentosque aspiran a reproducir una realidad semntica fruto de confusos moldes re-tricos de procedencia cortesana y caballeresca chocan estridentemente consu modo de actuar, manifestando una incongruencia netamente paradjica.Obliga ello al lector alter ego de Femando de Rojas, en constante alerta aindagar las causas que la provocan, que no pueden ser otras, si seguimos la sen-da inquisitoria que nos hemos trazado, que las inscritas, como proceso feno-menolgico, en la disfuncionalidad llamada por mdicos y (filsofos) naturalesamor hereos. Desde el mismsimo inicio de la obra e incluso para el lector ave-zado, nada tan sencillo como caer en la tentacin de creer a pies juntillasque se estn observando unos sntomas de algn trastorno que aqueja a Calisto.En este proceso creador, el primer autor, conocedor como es de Aristteles,despliega in medias res un segmento del proceso fisiolgico que se origi-na en el alma de aquel (Calisto) que, aparentemente, se ve asaltado me-diante el requerido acto de visin por la pasin ante la inusitada presencia deuna figura perfecta (Melibea) en su estimativa 3 Canonizada ya como manidotopos a finales del siglo XV, la percepcin aristotlica de este fenmeno haba

    el aspecto moral infundido por el jurista, que hade cobrar su arancel a los otros incluido el quein-tento en estas lineas desplegar de la fonna que todos los devotos de La Cetesti,ma conocen sufi-cientemente.

    ~ Remito, naturalmente, a la controvertida escena delencuentro sostenido porCalisto y Melibeay que abre la obra. Tngase muy en cuenta, para su interpretacin, la queofrece Miguel Garci-G-mez: El sueo de Calisto, Celestinesca, 9 (1985), pp. i 1-22, extendidamente desplegada en Ca-listo: soadory altanero (Kassel: Reichenberger, Estudios de Literatura 22, 1994), y siguindole, Ri-cardo Castelis: El sueo de Calisto y la tradicin celestinesca, Celestinesca, 14.1 (mayo 1990), Pp.17-39, y luego en Ccmlsros Dream and tIte CelesUnesque Trcmdrort: A Remeading of Cele gtta(Chapel Hill: NCSRLL, North CarolinaUF, 1995), que para nada afectana lo que sigue en este mitrabajo. Vyase tambin a Donald McOrady: The Problematie Beginning of Celestina, Celes-tinesca, 18.1 (1994), pp. 31-51, as como Itzar Milxelena: Algunas ohservaciones acerca del ca-menzo deLa Celesrina (Buho: Euskal Herrikm, Unihertsitat.ea, 1996).

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    quedado formulada desde haca siglos por el discurso mdico, que lo integra ar-moniosamente en el paradigma curador hipocrtico-galnico, imperante en eltardo medioevo. Su expresin ms cercana al primer autor y a Rojas en el es-pacio y en el tiempo se halla en la pluma de un acaso compaero unIversi-tario del toledano, el todava licenciado Francisco Lpez de Villalobos, quienen varias instancias y no exento de maliciosa soma ofrece a sus escasoslectores una muestra de algunas de sus caractersticas:

    Amor hereos, segun nuestros autores,es vna corrupta imaginacionpor quien algun hombre se aquexa de amores,y en este ques hito de los trouadores,sin ser lisongero, dire mi razon.Sabed por muy cierto quel entendimientojamas no se mescla en aquestas pendencias;la imaginaiua y bestial pensamiento,como es gran potencia y pade9e tormento,engaa consigo a las otras potencias 4

    Villalobos pone el dedo en la llaga cuando etiqueta este proceso patolgico conel marchamo de hito de trouadores. Su paralipsoidal despegue de cuestin tandebatida deja al descubierto, de nuevo la suerte corrida por esta aegritudo ahora en las desconsideradas manos de la poesa as como tambin la malver-sacn que de su sustancia conceptual se haba operado en aquel dominio esttico15 Por fuerza, y como participante de una visin afn a la del leons, el primer au-tor aporta su (genial) grano de arena a la sana empresa de reparar este entuerto, so-metiendo el discurso ejecutor de aquella tropela a un tratamiento teraputico nada lisonjero de carcter pardico. Un discurso que, hasta entonces, habapodido mantener a duras penas la convencional fidelidad semntica del que era

    ~ El sumario dc la medicina con un tratado de las pestferas bubas. cd. Maria TeresaHerrera (Sa-lanianca: Cuademosde Historia de la Medicina Espaola, Monografas XXV, 1973), p. 38. Vyase, parauna esposicin hislca ms pormenorizada del mecanismo tlsio-sicolgico quese opera en el pacien-te, a toda la obra de Massimo Ciavolella: La malattia damore dallAntichit al Medioevo (Roma:Bulzoni, 1976). y de forma especial, pp. 77-79, as como la global que ofrecen Donald Beecher y el mis-mo Ciavolella en su extensa introduccin a su traduccin de un tratadoerotolgico de principios del si-glo xvii [T,ait de lssence et guri.mn de lanzour, u mlancholie raiqae (Toulouse: Colombier.1610);Jacques Ferrand. A Treatise on Lovesickness (Syracuse, N.Y.: Syracuse UP, 1990), pp. 70-821.

    Ver algunas de las acertadas observaciones de Ctedra a la traduccin que del Amphytrio dePlauto hace Villalobos (Amor y pedagoga, p. 64). Ni que decir tiene que son muy grandes las afi-nidades que se registran entre el mdico y el jurista ni al uno ni al otro les satisfacen esas lisonjasa que son dados tantos, si bien cabe sealar que se alzan sustantivas diferencias entre ellos. De al-gunas de las primeras advirti, ya hace muchos aos, Stephen Gilman. The Spain of Fernando de Ro-jas. TIte Intellectual and Social Landscape of La Celestina (Prioceton, N. J.: Princeton UP, 1972), Pp.100-103 y 347-48. No he podido consultar la monografa de Gustavo Illades Aguiar: LaCelestinaen el taller salmantino (Mxico, DF: Universidad Autnoma de Mxico, 1999), en la que se intentadespejar algunos aspectos de la relacin entre la obra de Rojas y las de Villalobos.

    DICENDA. Caader,ios de Filologa Hispnica19 2000,ilt,ii-49

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    o debera ser celoso cancerbero. La supuesta armona unitaria que el discursoamatorio mantiene o debe mantener en el interior de todas sus panes entre elsignificante y el significado, se nos antoja ya quebrantada cuandollega a manos deRojas el primer acto de lo que va a ser su obra futura. Quedaba en evidencia ya, alos ojos de muchos, la inherente o adquirida precariedad de su situacincuando se llega a finales del siglo XV. Aquejado de artificiosidad, se mostraba in-capaz de ocultar las fallas de construccin sufridas por aquel edificio que habadado cobijo hasta entonces al aceptado concepto de amor cortesano que nutre, consus mltiples variantes, la ficcin sentimental. La desmesura y excesos cometidosen aras de las variadas frmulas en que se plasma la praxis potica del amor cor-tesano, haba, por necesidad, de justificar, por parte del annimo y de Rojas, el im-plcito deseo de desenmascarar su impostura ~ Si, como recientemente se nos haaleccionado, en La Celestina la parodiade las historias sentimentales es total, lahistoria sentimental de Calisto no puede ocultar su total carcter de un personajeque se ve impelido a hablar y actuar como lo hace movido por su concupiscencia.Este simple hecho marca, ab initio, el cariz que presenta la cruel y descamada cr-tica a que somete el primer genitor a su personaje, ayudado por las armas que, bienguarnecida, le ofrece la parodia 7

    La pasin de Calisto nos adviene Francisco Mrquez Villanueva,con su incontenible vuelco sexual, no revesta signo caballeresco ni corts. Yas es; el primer parlamento aireado por Calisto y dirigido a Melibea, y la for-ma hiperblica en que aqul lo realiza, explicitan a la joven el cariz de las pre-

    6 Remito, en cargo a este propsito, a Ctedra (Amor y pedagoga, especialmente pp.65-?), yde forma especialisima a o. 127, donde se hace referencia a un conocido loman occitano en que sedaun caso flagrante de deturpacin cientfica por arte de birlibirloque se hace desaparecer la Natu-raleza que ha debido provocar, por cuanto que les afectaba como hombres de ciencia, las iras delnaturalista y el mdico medievales. No me privo de reproducirlas: Amores plaia desperil/en que.sdeleiton Ii Ierit tan que de garir non ha cura,! per que no.s entramet Natura. E qui dAmor es bienferitz mou deu esser escoloriz. Maigres e teinz e fines e vans, El en als sia fon ben sans; Quanrant es lesperitz vesis Del cor, que si nul mal suffris Nom pol esser que non sen senta, ILe ro-man e Flamenca publi daprs le manuscri unique de Carcassonne traduit et at.t.ornpagn donglossaire par Paul Neyer (Paris: Librairie A. Franck, 1865), vv. 3035-45, en pp. 91-921.

    7 Ver muchas de las juiciosas apreciaciones sobre este aspecto en Lacarra (Cc)nw leer, pp. 50-54),de donde extraigo la cita de que me he apropiado (p. 52). Que, naturalmente, hayque meter en estadanza flagelatonia a Andreas Capellanus y su De amore (e. 1170) es cosa que estableci contunden-remente Alto D. Deyermond, quien nos mostr con suficiencia cun pobre era el talante diseente deCalisto como amador corts [The Texi-Book Mishanded: Andreas Capellanus ai~d the Opening See-ne of La Celestina, Jveophilologus, 45(1961), pp. 218-211; le sigue muy de cerca John Devlin: LaCelestina a Parody ofCourtly Love: Towards a Realistie Interpretation ofthe Tragicomedia de Ca-listo yMelibea (New York: Las Amricas. 1971). ycon mayor amplimd, June Hall Martin: Loves Fo-ols: Aucassin, Troilus, Calisto an Use parody oftime cot~, Rivista di Filologia e Letterature Ispaniche, 1 (1998), pp. 9-46. Disiente de todosellos Ricardo Castels en Calisto an the 1mpued Parody of Courtly Love in Celestina, Journal ofHispanicPhilology, XV.3 (1991), pp. 209-220; y ms recientemente en 11 Cortegiano de Castiglio-ne y la representacin del amor sensual en La Celestina, Castilla, 21)

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    tensiones del desaforado caballero ~. De entrada, rompiendo toda nonna pro-tocolaria que exige la ocasin, su discurso subvierte las convenciones y elexcelso propsito que exige el amor corts al aludir a dos circunstancias queconcurren en este encuentro: el lugar (no pblico), tan conveniente para los de-signios de Calisto y, segundo, el secreto dolor que dice sentir. Estas dos im-portantes circunstancias, por si solas, implican ya la indudable ilicitud de la re-lacin que pudiera surgir entre los dos jvenes. No digamos nada delgalardn que Calisto espera alcanzar, no tanto por el servicio, sacrificio,devocin y obras pias (211) que como todo bien nacido caballero cabal ysinceramente ha realizado, realiza y realizar por su dama, sino ms bien porsu desvergonzada promesa de hacerlo. Melibea, herida en su amor propio demujer y de dama, no puede reaccionar de otra manera ante tamaa ofensa, quela sita por bajo de la consideracin furtiva o pblica otorgada a la pros-tituta, a quien se recompensa por sus servicios no con promesas, sino con algoconcreto, tangible e inmediato. Ser la primera ocasin en que, y gloso loque dir ms tarde Tristn por lo que toca a Melibea, padezca su honra de-trimento (576), aunque la insensatez de Calisto, eglatra por antonomasia, notenga conciencia de ello. Y pese a ello, la mal contenida ira (genuina?) de lajoven aun teniendo en cuenta todo lo que se haya dicho para aclarar su irrup-cin deja conveniente paso y en esta instancia remito al lector a la auto-confesin que ella tnisma oficia en~el monlogo que abre el dcimo acto asu incontenible vanidad femenina. Esta, muy latente en una nada retrica y unmucho sinuosa pregunta (Por tan gran premio tienes ste, Calisto?), aflorasolapadamente en destemplada rplica, tan cargada de ambigliedad, suelta yala rienda que sujetaba su aparente ira: Pues an ms igual galardn te daryo si perseveras! (212)9

    Orgenes y sociologa, p. 140. Aunque rehuyendo echar mi cuarto a espadas levantadas endebate en tomo a su carcter y al supuesto cdigo de conducta que genera, no quisiera dejarpasarla ocasin de aludir a las sedas dudas que sobre esta nocin pululan en los corrillos crticos de nues-tra actualidad. Un conspicuo detractor de las ideas tradicionales sobre el amor corts, tal como se hansostenido hasta ahora, es Ethelbert Talbot Donaldson, que muestra su escepticismo en Speaking ofChaucer (New York: W.W. Norton, 1970), pp. 154-63 (fle Myth of Courtly Love), que antes ha-hin expuesto, con idntico ttulo, en Ventares, 5(1965), pp. 16-23.

    Desde Salvador de Madariaga [Discurso sobre Melibea, Sur, X.76 (1941), Pp. 38-691,Otisl-1. Greco [La furia de Melibea,Clavileo, IV.20 (marzo-abril, 1953), pp. -31 yG.D. Trotter[~

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    Con estas palabras de Melibea se nos entreabren los visillos del tumultuosombito interior de un Calisto rechazado y dolido en su aquel tan denostado aun-que prevalente tumor nobilitatis, su orgullo. La altanera de que ha dado pruebaMelibea que ha ledo mucho y relativamente bien le sumerge, aparente-mente, en un estado de profunda depresin emocional cuyos trazos patogn-micos parecen seguir ad Iitteram los descritos por algunos de los ms presti-giados manuales mdicos al uso ~. En efecto, cualquier letrado de la poca

    mdico o no no habra reservado su pronstico ni acaso dudado sobre laposible causa que identificara tericamente- el estado de Calisto, atenin-dose a las circunstancias externas que surgen en aquel momento y de las que elatolondrado y fogosojoven es protagonista. El cuadro clnico que presentar elquejumbroso caballero va a ser desplegado con ejemplar minuciosidad pornuestro annimo Asclepio. En calidad de tal, aflora un filn de la ars medicaque, a partir de este momento, abrir en la obra un campo de accin potica deno menguada relevancia. Por necesidad, este filn obliga a su autor a tener encuenta, adems de las leyes de orden esttico, las que impone esta sc-ientia, queaspira a explicar cientficamente el comportamiento del individuo y del entornoque sobre ste gravita21. Todos los componentes de este especifico macrocos-mos inciden sobre su centro, que es el individuo en otra reflexin ms comomicrocosmos, el cual funciona siguiendo unas leyes que son propias deaqul y se presentan corno autnomas. La dinmica que dar sentido a ambos,macro y microcosmos juntamente, ser la que brota de una fuerza energticaque se impone sobre ellos, irresistible y subordinadora de las dems: la fisitri-ca. Avizorado el panorama desde esta atalaya antropolgica, cualquier letradode los ltimos aos del siglo xv, incluso en su ms endeble conocimiento de lasc-ientia medk-a, se senta capacitado para descubrir la clave explicadora del pro-ceso emocional (accidens animi) que experimenta Calisto. Si, tentado por un

    En las obras mdicos que he consultado, ninguno de sus autores aproxima tanto su descripcinde los sntomas que muestra Calisto como lo hace Ad-Damiris en su l-iayat al-Hayawan, y que sepueden leer en la tan iluminadora monografa de los aspectos mdicos en el Time Knighrs Tale de Ge-offrcy Chaucer, The Loveres Maladye of Hereas, Modern Philology, 11(1913-1914), pp. 491-546,de John Livingstone Lowes (p. 517). Es de lamentar el casi total olvido en que ha quedado sumidoeste excelente trabajo, al que tanto debe el mo. Disiento slo en su pritnera parte de lo que diceLacarra cuando afirma que los cambios que experimenta Calist.o se salen de las descripciones m-dicas y de su plasinacin en la literatura medieval (Cmo leer, p.57)-

    Para ilustrar lo dicho con el granum sals que el nfasis que sealo en el texto supone, en-vio de nuevo ami Hacia un contexto mdico para La Celestina: Sobre amor he,eos y su terapia, es-pecialmente a la seccin que cubre la nocin de eegimen sanitatis. Que este concepto cientfico penetra

    aunque en este caso slo alegricamente en nuestra literatura viene confirmado por el ejemploque nos depara Juan lvarez Gato Regimiento que hizo el misn,o a su an,iga que estovo enfe,na dental de calenturas: dzele cmo se ha de regir, en Cancionero castellano dcl sif lo XVed. llaymond Foulch-Delbosc (Madrid: NBAE., 1912), tomo 19. p. 265]; para la escrita en cataln,Rosanna Cantavella: Teraputiques de lamor hereos a la literatura catalana medieval, Actes delNov Col.loqui Internacional de Llengua i Literatura Catalanes. .4lac.antElx 9-14 de setembre de1991 (Barcelona: Publicacions de lAbadia de Montserrat, Biblioteca Abat Oliba, 1993), It. PP. 191-207, donde se pasa revista al concreto caso del mdico y escritor Jaurne Roig en su Espil, 200-204.

    DICENDA. Cuadernas de Fitotogia Hispnica2000, 8, 11-49 22

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    acuciante prurito de rigor intelectual, su solemnidad acadmica le encaminabahacia una mayor precisin cientfica, siempre poda topar con la brindada por unmdico de formacin salmantina, Francisco Lpez de Villalobos, en uno de susescritos. De las seales que se muestran quando alguno est enamorado es eltranco semiolgico del captulo dedicado por el leons al mal de amores, queAuicena llam flisei (i.e. ilisci, del r. l-ii~q, amor excesivo) y los griegos le lla-man hereos, en su conocido Sumario de la medicina:

    Verasle al paciente perder sus continosnegocios y sueos, comer y beuer,congoxas, sospiros y mill desatinos,desear soledades y lloros mesquinos,que no ay quien le valga ni pueda valer,perdida la fuer9a, perdido el color;y quando le hablan damor luego lloray el pulso es sin orden y mucho menor;y nunca se esfuer9a y se haze mayor,sino quando puede mirar su seora

    22.

    En el listado semiopatolgico que nos presenta Villalobos, importa, sin des-cartar otros factores, destacar los mill desatinos que aquejan a este tipo de pa-ciente, por la parte que a Calisto toca. Por ello, no me parece improcedentevueltos ya a nuestra realidad de lectores y todava de la mano de Villalo-bos releer, por cuanto supone de aclaratoria amplificatio, otro fragmentotextual, esta vez rescatado del comentario a su traduccin de la Comedia de An-fitrin plautina. En l su autor desmenuza la fenomenologa atribuida por todoslos mdicos a una faceta muy especial del estado mental en que est inmersocualquier enamorado, la alienatio:

    LVI as la imaginativa, para pensar distintamente las cosas, es menester queno tenga imagen hecha ni habituada dentro de s, porque si la tiene es mentirosay enajenada la imaginacin. Y cuanto piensan, todo es del metal de aquellaimagen que all est; de aquello habla el alienado y en ello est rebtado y trans-portado, de tal manera que ni oye ni ve ni entiende cosa que le digan ni respondeapropsito. L-.-] [E]stosse llaman alienados, en los cuales hay grados de ms y demenos, como en todas las disposiciones (patgenas) suele acaescer 27,

    22 Suniario, 40. A tenor de lo dicho por el futuro mdico real, quisiera, en este punto de la ex-posscin, recordarpor lo afortunadas estas palabras de George Lyman Kittredge: Whar to thephysician were symptoms r...i became, in the chivalric system, duties ideals of emotion which Ihelrue lover must live up to, and which te hypocrite takes pain lo counerfeit LClsaucer and HisPoetrv (Cambridge, Mss.: Cambridge UP, 1915), p. 1251.

    23 Esta parcial descripcin de la mecnica fisio-sicolgica del malde amores, vlida para los al-timos aos dcl siglo xv y primeros del xvi. est en el cap. VI (Cmo el amador es loco de atar)lCwiosidades bibliaqrficaw. Coleccin escogida de obras raros de amenidad y erudicin, cd.

    23 DIcENDA. Cuadernos de Fitologa Hispnica2t100, IX, 11-49

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    Parece apropiado pensar aunque an albergo en mi mente algunas t-midas reservas que Calisto, con la imagen de Melibea indeleblementeengastada en su imaginacin, es vctima de una alucinacin que le mueve aprorrumpir y ah estn sus criados para certificarlo en denuestos e im-properios y proferir devaneos y amenazas de suicidio. Siempre quedar flo-tando la duda, como espada de Damocles, sobre la sinceridad de los senti-mientos de Calisto, expresados con tanta vehemencia. No obstante, y endescargo de esta duda, estar presente la muestra probatoria de que Calistocarece de aquel noble corazn que caracteriza al verdadero amante: a lalarga, va a seguir cual mdico de si mismo la via medicorum en vez dela via philosophorum, como intentar sealar ms adelante y sustanciar enotra ocasin. Como correlato analgico, en el mundillo salmantino de los le-trados hollaran o no las aulas y pasillos de la Universidad se daba unaactitud un tanto cautelosa, s no escptica, en cuanto a los quilates de vera-cidad que adornaba el sentimiento amatorio, tan desgastado por el uso y fre-cuente abuso a que se vea sometido en estas cosas del amor24. Por de pron-to, el mismo Villalobos y en el mismo lugar tampoco vamos tan lejos enesta ocasin advierte de los manejos de algunos que pueden enturbiar lapureza de aquellos sentimientos y, por razn de ulteriores objetivos, instru-mentan un fingimiento:

    Mas de los fingidos otra cosa sentimos; que ya hemos visto algunos grandessenores que toman los amores por su pasatiempo y para disimular con ellos losgrandes negocios que andan urdiendo, sbenlo tan bien hacer que quien los vie-re jurar que estn dentro. Mas yo lo aviso a sus amigas que se guarden delIos,porque vienen a ellas en vestiduras de corderos y ellos son lobos robadores. En lo

    Adolfo dc Castro (Madrid: Biblioteca de Autores Espaoles 36, 1871), p. 489al. Dicha traduccinest datada el seis de octubre de ISIS en Calatayud. Sin ningn ambage, Amrico Castro ya hizoconstar que el amor quc siente Calisto porMelibea es simplemente un ansia impotente de un jo-ven adinerado encendido de sensualidad lLa Celestina como contienda literaria (

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    que hacen por ellas lo vern, que al verdadero amador ningn servicio le es tra-bajoso ni hay cosa que le pidan dificultosa o imposible 25

    Sea como fuere ya de vuelta a Sempronio, comprobamos queste no hacomprendido a Calisto, pero si ha captado el nombre de Erasstrato se dispara laparodia en el primer lamento de su amo (O si vini[]ssedes agora Erasstrato,mdico, senhra[de]s mi mal! [214]) 26 y efectivamente, se presenta ante l cualgrotesco y salmantino emulador del griego, y como el famoso arquiatra sepregunta sobre la causa que ha dejado en situacin tan lamentable a su seor: Odesventura! O sbito mal! Qul fue tan contrario acontecimiento que ass tanpresto rob el alegra deste hombre y, lo que peor es, junto con ella el seso? (216)27 No cabe duda que el criado ve a Calisto como un alienado, sin todava percibir

    ~ Comedia deAnfitrin, p. 489b. Todos estamos a] corrientede cules son los grandes nego-dos que quisiera urdir Calisto. D. Yndurin, en cauteloso juicio, se reserva en cuanto a la sinceridadde los sentimientos de ste, aunque confirma el torpe acumen amatorio del joven caballero: Que Ca-lixto (sic) sea un alienado verdadero o slo lo parezca es cosa que no influye para que se presente, encualquier caso, como un mal amadorcortesano (, opto por Erasstrato>s, siguiendo lo sugerido por Ramn Menndez Pidalhace ya muchos aos LUna nota a La Celestina, Revista de Filologa Espaola, IV (1917), pp. 50-SIl,corroborado por Martn de Riquer lFemando de Rojas y el primer acto de La Celestina, Revista de Fi-lologa Espaola, 41(1957), Pp. 373-95, 380], que recogems tarde Emma Scoles [Duenote di filo-logia quattrocentista spagnola: II. Seleucal, Studi di Letteratura spagnola (1975 L1977]), pp. 180-86],seguida, ya ms en la actualidad, por Patrizia Botta LLa edicin de La Celestina actualmente enprensa, lnci,oit, 16(1996), PP. 127-42] Ntese la correccin a que someto el texto de Ja edicin deRussell que estoy empleando y quehago concordar con la que presenta Lacarra en su edicin (10). Verpara todo este deturpado pasaje la informacin aportada por Russell (pp. 2 14-lS n.27), Lacarra (144-45n. 27) y Julio Rodrguez Purtolas en la suya [LaCelestina. Fernando de Rojas (Madrid: EdicionesAb], Coleccin Nuestros Clsicos, 1996), p. 88, nAO], ascomo las observaciones tan convincentes(que no excluyen mi lectura) quepresentan Francisco Rico y Francisco J. Lobera en su contribucinconjunta (El problema textual, CCVIII-CCXXXIX, en CCXXXVII-XXXIX) a esta recentsimaedicin: Femando de Rojas (y antiguo autor>: La Celestina. Tragicomedia de Calisto y Melibea, edi-cin y estudio de Francisco J. Lobera y Guillermo Sers cia!. (Barcelona: Editorial Crtica, 2000). Parauna lectura muy distinta en este tramotextual, acdase a Donald McGrady: ~

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    la causa de la desgracia que cae sobre l; su primer inters se centra en estar lo mslejos posible de su ira, sin detenerse en otras consideraciones que, a los pocos ins-tantes, penetran su mente. Sus dubitaciones vienen adobadas con la socarrona mez-cla de paremiologa cientfico-popular (Asaz es seal mortal no querer sanar[216]) y senteniae de neta procedencia mdica (que oydo he dezirque es peligroabrir o apremiar las postemas duras, porque ms se enconan [217]) 28, En marchaya laparodia, Sempronio tie su interesada decisin de prestar ayuda al caballeroechando mano a algunos dichos sentenciosos al tiempo que los adultera quepretenden infundir una falseada generosidad a sugesto:

    Por otra parte, dizen los sabios que es grande descanso a los afligidos tenercon quien puedan sus cuytas llorar, y que la haga interior ms empece. Pues enestos estremos en que estoy perpexo, lo ms sano es entrar y sofrirle y conso-larle, porque si possible es sanar sin arte ni aparejo, ms ligero es guarescer porarte yporcura (217)29.

    Acaso esos sabios a que se refiere Sempronio pudieran ser, entre otros,Galeno, quien, si hemos de creer a Johannes Afflacius (siglos x-xn) en su Liberde heros morbo, advierte de lo oneroso de esta enfermedad. En efecto, el indis-cutido intrprete de Hipcrates seala la conveniencia de aliviarla con la con-versacin de los allegados y bienquistos: Colloqui inquit dilectissimislaborem a membris subtrahit, frase que calca a la perfeccin Sempronio (ms

    Sorano de feso (Vila Hippocratis, cap. 13), Galenogran admirador de Erasstrato, de quienmencio-na algunas obras que no han llegado hasta nosotros y tambin por Apiano (De cosmographia, Syria, PP.59-61), Luciano (?) (De , 5~l A este respecto incumbe sealar que se correspondeperfectamente con el a/trismo 4, seccin 5 del libro IV del tratado hipocrtico Epidemias. En cuanto ala segunda, percibo tambin una fuerte semejanza con estos versos ovidianos: Qui non est hodie, crasmnus aptus erit. Vidi egoquod primo fuerat sanabile vulnus Dilatum longas damna tu[isse moras[Ovide.Les ,erndes 4 lar,toter, Les produts de beaurpour le vsage de lafenirne. Teste rabl et tro-duitparHenriBornecque (Paris: Socit ddition Les Belles Lettres,1930), vv. 103-106, p. 131. Re-sulta ser una festiva glosa del texto perteneciente a ros aforismos 29 y 30 de la seccin 2 de esta obraTratados hipocrticos, cd. Carlos Garca Gual tal. (Madrid: Editorial Gredos, 1983), 1, p. 254) oal

    tramofinal del apanadodcimo del opsculo hipocrtico Sobre el mdico [OeuvrescompUtes dHip-pocrate, traduction nouvelle, ed. . Littr (Amsterdam: Adolf M. Hakkert, 982), IX.p. 217].

    > En momentos de crisis como el que recoge este tramo de la obra, queda en evidencia, ab absentia,el espritu que recogen estas palabras que se hacen eco de un sentir popular muy antiguo de Ansel-mo en una de sus Epistolae: Vulgo solet dici quia amicus vel medicus o necessitate probantur [Operaomnia. ed. Franciscus Salesius Schmitt (Edinburgh: Thomas Nelson aral Sons, 1949), IV. e. 190, p. 275].Sempronio no es ni lo uno ni lo otro, ya que verdaderamente encama al criado desaprensivo denostado porla literatura moralista anterior a Rojas, y tan presente en su realidad extraliteraria lv. algunos de sus tes-timonios escritos en Yndurin (Un aspecto>=,pp. 525-27), y sobre todo Mrquez Villanueva: La Ce-lestina y el seudo-Boecio J)e Disciplina scolarium,Hispanic Medieval Studies in Honor ofSamuel G.Armistead cd. E. M. Gerli&Harvey L. Shan-er (Madison: I-ISMS, 1992), pp. 221-2421.

    DICENDA. Cuadernos de Idologa Hispnica2000, lE. 11-49 26

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    bien el annimo, claro). Otro de los sabios seria Caelius Aurelianus, quien afinales del siglo iv y principios del siguiente- ya haba advertido sobre cun ne-cesario era un exquisito tacto en el trato con los afectados por la locura (cap. Demania). En cuanto a los criados del paciente, les recomienda que no cometan elyerro de consentir con todo lo que arguya su amo, corroborando sus fantasas y,as, aumentando el grado de su locura. Como contrapartida, deben evitar tam-bin el error de oponerse a todo lo que diga el paciente, pues aumentara la se-veridad del ataque. Que unas veces finjan estar de acuerdo y simultneamenteles vayan dulcemente dirigiendo; en otras, corrijan indirectamente sus ilusiones,sealando dnde se halla la verdad ~. Aspues, situado ante un diagnstico eri-zado de dificultades, Sempronio cuenta simplemente con un solo dato que lepennita elucidar la situacin: la locura de que da continua muestra el (involun-tario) paciente, Calisto, quien lo confirma una y otra vez (No me engao yo,que loco est este mi amo [218]). Afortunadamente para el impostor, aqulacude en su ayuda cuando, catapultado hacia la esfera teolgica y autodeclaradono le duelen prendas al hacerlo culpable de hereja (Qu a m?), entonalas famosas palabras (Melibeo soy...), inicio de un amoroso credo que seaprestar a ir salmodiando pblicamente para escndalo de Andreas Capella-nus y sus incondicionalesfrente a sus criados y, posteriormente, ante Celes-tina. Lo cual ha de producir un efecto opuesto al logrado por Dante espln-dido despliegue de pneumofantasmologa ertica al hacer de la Dama (Vitanova, soneto 21), miracolo gentil y receptora del espritu que, salido del corazn,traspasa sus barreras a travs de los ojos y boca del amante. Las palabras deSempronio no pueden ser ms bmtales: Como Melibea es grandeno cabe en elcoragn de mi amo, que por la boca le sale a borbollones (220) ~ Las del cria-do, por lo ofensivas, son palabras esenciales en esta coyuntura, por cuanto queabren los primeros compases de un orquestado ataque a la mujer en general y aMelibea en panicular, a lo menos en dos frentes: el potico y el antropolgico.En aqul, el drstico expolio y desvirtuacin que como dama sufre Melibea, ladespoja de la veste espiritual con que la ha adornado tejida en la potica hi-landera de Apolo y Cupido, Sociedad Limitada la ya multisecular tradicinoccdental. El porfiado destejer instrumentado por la literatura misgina tanlaboriosa en esta cultura como su competidora contribuir a imponer, condi-

    30 Para Afflacius-Galeno, y. Mary Frances Wack: Tite Liber de heros (sic) morbo of JohannesAfflacius and Its Implications for Medieval Love Convenions, Speculum, 62(1987), pp.324-44.cita en 328. Para Caelius Aurelianus: On Acate Diseases and on Chronic Diseases, ed. lE. Drabkin(Chicago: Chicago UP, 1950), p. 543.

    ~ Para la nocin de espritu en Dante, y. el cap. 4 de la primera parte (Spirito peregrino) deRobert Klein: Li Forme et lintelligible (Paris: ditions Gallimard, 1970), pp. 32-64. Para la acuadavislon de la mujer, en ciertos medios sociales, y. Gordon Ponle: Ale origini della conceztoneborghese della donna, fdologie, 15(1971), PP. 74-101; en su aspecto fisiolgico, Michela Pereira:Un trattato medievale sul coipo delle donne: il De secretis mulierun,, Memoria, 111(1982), pp. 15-18. Abundancia de datos en Reay Neal Tannahil en Storia dei costumi sessuali (Milano: Rizzoli.[985),as como en su ms actualizada versin Sex in bistory (London: Cardinal, 1989).

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  • Marcelino V. Amasuno Srraga Calisto, entre amor hereos y una terapiajlaz

    conndola en su proceso, otra visin del eterno femenino, que es a la que searrima ladesconsiderada ofensa lanzada por el criado de Calisto. No me refieroahora a la desarrollada por ciertos (des)tejedores tan caracterizados como son lostelogos y moralistas tanto en la ctedra, civil y eclesistica, como en eltexto, sino a los naturalistas, quienes, con Aristteles como adalid, ganan labatalla. Este triunfo, a todos los efectos, comportar la definitiva imposicin dela segunda visin, de suerte que, en su calidad de mecanismo lisio-sicolgico, lahembra era considerada, respecto al varn, de todo punto inferior. Esta percep-cin, dc cuya validez cientfica no potica nadie dtdar un instante, se im-pondr desde muy antiguo y, en Salamanca, despega su vuelo llevada por losvientos favorables levantados por el planteamiento de ndole naturalista que segennina y rumia en el studium generale y corrillos adyacentes32.

    En este momento, de valiosa significacin en el Auto 1, el accidental cura-dor ha coronado una etapa que, aunque inicial en su improvisada praxis, no esde escasa importancia: el pronstico que tan evidente se ofrece a su considera-cin es que la locura que aqueja a Calisto es una locura de amor33. Resulta, portanto, de toda evidencia aunque esto no lo haya ledo Sempronio en ningnsitio que si no es fcil descubrir al amante levemente tocado por el amor, re-sulta juego de nios detectarlos cuando y es ahora el verdadero Galeno el quetiene la palabra la melancola o mana ertica hasta tal punto los ha alcan-zado que cualquiera los puede reconocer [...] con slo poder observar sus re-acbiones4. Comienz, pues, a paitir de aqu, una nuevii tapa -Yns laiga y

    A grandes rasgos, fue ya sealado por Stephen Gilman (Tbe Spain, pp. 340-48), y algunos desus ponnenores han sido tratados al detalle porCtedra en su Amor y pedagoga. Es importante a esterespecto el ltimo trabajo de Michael Solomon: The Literature ofMisogyny in Medieval Spain. TheArcipreste deTalavera and tite Spill (Cambridge: Cambridge Studies in Latin American and IberianLiterature, Cambridge UP, 1997).

    ~ Conclusin perfectamente vlida y que hacan suya los mdicos, como recuerda y autorizaBernard de Gordon con estas palabras: Epor esso en tanto es su cobdicia (la de los que sufren estaenfermedad) que se tornan locos lLilio de medicina (Sevilla: Meinardo Ungut y Estanislao Polono,1495), libro II, cap. XX De amor que se dize hereos, ff 57v-SSv, en 57v]. Contrapartida de estaes-cena es la que protagonizarn ms tarde (Auto X) Celestina y Melibea y que estudio en mi La en-fennedadde Melibea, mencionada en n19 supra.

    ~ Cfi De praenotione ad Posthumum, en Claudii Galeni Opera Omnia, ed. Carolus GottlobKfihn (Lipsiae: officinalibrariaCaroli Caoblochii, 1821-32>, XIV, cap. vi,pp. 630-35, querepite enDe rognoscendis curandisque anim morbis (V, cap. vi, 26). El mismo Bernard de Gordon lo re-cuerda de esta manera: E poraquesta manera conoseto Galieno la passion de vn mancebo dolienteque estana echado en vna cama, muy triste & enniagre~ido & el pulso eraescondido & non ordena-do & no lo qucria den a Galieno. Estoiwes acontes9io por fortuna que aquella znugcr quc alllaua pas-so delante del & entonces el pulso muy fuerte mente & subita mente fue despertado. E comino la mu-ger ouo passado, luego el pulso fue tomado a su natura primera. E entonges conoscio Galieno queestaua enamorado. E dixo al enfermo: tu estas en tal passion que a tal muger amas & el enfermofue niarauillado commo conoscio la passion & la persona (Litio de medicina, fol. 57v). Repite este

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  • Marcelino [7 Amasuna Srraga Calisto, entre amor hereos y una terapia falaz

    espinosa del proceso de curacin de la enfermedad, la teraputica. Nuevo yflamante Galeno, Sempronio sentencia con el excelso prncipe de la medicinaque el comien9o de la salud es conocerombre la dolencia del enfermo, y sinarte ni aparejo se dispone ([Bjien s de qu pie coxqueas. Yo te sanar),motu proprio, a esta empresa. No sin que antes Calisto exprese sus dudas sobrela posibilidad de curacin de la aegritudo que ocultaban sus alarmantes snto-mas (Incre5ble cosa prometes [22O])~~.

    Las palabras de Calisto traen de nuevo otra cuestin mdica en que se fra-gua una ambivalencia falaz que obliga en beneficio del lector actual a re-plantearas bajo la perspectiva asumida por el mdico y el naturalista. La causaque provoca ese cacareado dolor que aqueja de forma tan despiadada y soste-nida a Calisto, filsofo de Cupido, al no desaparecer, hacia a la enfermedadincurable. O por lo menos as nos lo quiere hacer pensar el para nosotros c-modo vocero de esta difundida creencia, Francisco de Villalobos, de quienrecabamos una vez ms su ayuda en lo que toca a los enamorados:

    As que todas las causas (etiologa) y seales (semiologa) tienen de la alie-nacin como las otras especies della, sino que estn stos ms presos y ms li-gados a su locura, por cuanto enajenaron su voluntad y la captivaron en poderajeno. De manera que los otros querran sanar y buscan remedio para ello, si noes extremada su locura, y stos no pueden sanar ni lo pueden querer; antes pro-curan con todas sus fuerzas de meterse ms adentro en la pasin y confirmar sudolencia con mayores causas36

    caso clnico apropindoselo y acicalndolo un tanto Avicena en su Canon medicinae (Venetiis:Paganinus de Paganinis, 1507), lib. III, fen 1, traet. iv, cap. xxiv, l9Ova. La nocin de la pasin ocul-ta descubierta por un sirviente encuentra stl paralelismo en la poesa amatoriaclsica, como ates-tigua, por ejemplo. Ovidio cuandohace decir a Cnace: Prima malum nutrix animo praesensit ani-Ii; primamihi nutrix Aeoli, dixit, arnas! erubui, gremioque pudordeiecit ocellos; haec satisin tacita signa fatentis eran. (Heroidas, XI, vv. 33-36).

    ~> Estaspalabras de Sempronio resumen el contenido del opsculo hipocrtico Sobre la etique-ta, especialmente los apaados cuarto y quinto, as como la parte final delapanado sexto de los Pre-ceptos (Ocueres compUtes dHippocrate, IX, 231-35 y 259, respectivamente); se halla tambin enGaleno, De morborum differentiis (VI, 837) y asimismo en Sneca (libro 111, epstola 29.9). que se laendosa a Epicuro: lnitium es salutis notitia peccai. Egregie mihi hoc dixisse uidetur Epicurus:nam qui peccore se nescit, conigi non uult; deprehendas te oportel, antequam emendes lSn?que.Lettres Lucilius, tome! tUrres -IV), Texte tabli par Fran~ois Prchat et traduit par 1-lenil NoblotIParis: Socit ddition Les Belles Lettres. 1976), p. 1241. El annimo autor deja Celestina co-mentada dice (fol. 1 6r) que este aforismo est inspirado en la Epstola XIX de Sneca lCf. Fernan-do de Rojas. LaCelestina, cd. Dorothy 5. Severin (Madrid: Ctedra Letras Hispnicas, 1994), p. 93n.25]: ms que error, meparece errata. Para la presencia de Sneca en el primerAuto, y. Louise Fot-hergill-Payne: Seneca and Celestina (Cambridge: Cambiidge UP, 1988), especialmente 45-68 (3.The antiguo autor as a reader of Seneca); para la mencionada frase (perfectamente localizada), 54.

    36 Comedia, 489a. Por esoobserva Sempronio: Asaz es seal mortal no querer sanar (216). Ladiferenciaentre amo y criado es, a tenor de lo dicho por Villalobos, unacuestin de grado (Hartomal es tener la voluntad en un solo lugar cautiva>7, 221). Adems, y como veremos a lo largo de laobra, Sempronio sabe muy bien lamer los dulces rasguos que le han propinado los (superficiales)zarpazos del amor: su perfecta curacines la pupila de Celestina, recordatorio constantede que debe

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  • Marcelino V. Arnasuno Srraga Calisto, entre amor hereos y una terapiajlaz

    Esta incurabilidad a que alude Villalobos, generadapor la recalcitrancia delpropio paciente, contaba con una larga tradicin entre los mdicos. Avicena ad-vierte que si esta enfermedad es habitual, es completamente incurable y vuelvea los enfermos hcticos, imbciles, necios y algunas veces tan salvajes que seconvierten en licntropos o se suicidan. Su aclito montepesulano nos aseguraque [l]a pronosticacion es tal que sy los hereos non son curados caen en manao se mueren ~. Esta nocin priva asimismo entre los poetas, como acreditan,entre otros muchos, Ovidio y Tibulo. La desesperada Enone nos cuenta elprimero expresa este sentir al lanzar esta queja: Me miseram, quod amornon est medicabilis herbis! Deficior prudens anis ab arte mea. Tibulo, por suparte, nra que Apolo (Phoebus), padre e inventor de la medicina, al no curarsea s mismo, fue acusado de desconocer el remedio que le liberara de la pasinque senta por Dafne: Y no logr aliviar sus males con las hierbas medicinales;todo remedio mdico le haba sido conjurado por Amor 38

    Ante las razones expuestas por tantas y tan excelsas auctoritates, no debieraser motivo de sorpresa para el lector actual que aquella aegritudo amoris, en lapercepcin general de la poca, se presentara como incurable. El aparente-mente justificado escepticismo de Calisto lecturas mal digeridas, pese adar otra muestrade masoquista vocacin de sufrimiento (Qul consejo pue-de regir lo que en s no tiene orden ni consejo? [220]), nos permite, no obs-

    evitar toda situacin difcil queponga en tiesgo su vida: Aunque poral no desease vivir sino porvermi Elicia, me debera guardar de peligros (216). Ello le llevaarecomendara Calisto, muy obtusa-mente: Haz t lo que bien digo y no lo que mal hago(221).

    ~ Para Avicena, Canon, lib. 111, fen 1, trac. iv, cap. xxv De cura, donde se hace referencia alcariz diablico que presentaesta enfermedad (l9Ovb); para Bernard, Lilio de medicina, 57v; tambinVasco de Taranta: Philonium aurem oc perutile opus practice medicine opera dantibus.- quodPh-lonium appellatur (Lugduni: 5. de Galiano, 1535). liber Primus, cap. xi Deamore hereos,>, fol. 23v.La advertencia final de Avicena justifica la actitud primera de temor por partede Sempronio, quienal comprobar la extraiVa conducta de su amo (Qu cosa es?), ser despedido destempladamente(Ve con el diablo!>, obedecer al instante (Ir, pues solo quieres padecer de tu mal), cree queesobra del demonio (No creo, segn pienso, ir conmigo el que contigo queda, 221). As lo cree tam-bin Celestina respectoa la enfermedad de la mujer de Cremes (Por aqu andael diablo aparejandooportunidad, arreziando el mal a la otra [Auto IV, 305]). La intervencin del Diablo (etiologa de-maniaca) en la causacin de todo tipo de enfennedad es creencia profundamente enraizada en (mu-chas) cultos e ignorantes durante la edad media europea y en pocas posteriores. En el dominio de laaegritudo animi y la sexualidad, la impotencia, la frigidez y la esterilidad eran percibidas como susrns frecuentes manifestaciones.

    36 Para Ovidio, Heroidas, V, 149-50; asimismo en Metamorpitosis, donde al narrar los mismosamores tambinhace decir a Phoebus: inventum medicina meum es, opiferque per orbem dicor,et herbarum subiecta potentia nobis. ei mihi, quod nullis amor es sanabilis herbis nec prosunt do-mino, quae prosunt omnibus, artes! (1, 521-24). He aqu cmo rezael texto original de las Elegas,libro II, iii, 13-14: nec poluit curas sanare salubribus herbis; quiequid erat medicae uicerat artisamor [Tibullus: Elegies, cd. Guy Lee (Leeds: Francis Cairns Publications, 1990), 541- Finalmente,ver el ejemplo ofrecidopor Flamenca (s. XIII) en n. 16 supra. Para una visin histrica del mutuoabrazo que funde a poesa y medicina, y. John Benton: Clio and Venus: An Historical View of Me-dieval Lave, Tite Meaning ofCourtlv ove, ed. F.X. Newman (Albany, N.Y.: New York State UP,1969), PP. 19-41.

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    tante, columbrar a travs del uso de estos tecnicismos mdicos su nadadesvanecida esperanza de conseguir su objetivo. Un objetivo la posesin car-nal de la amada que la convencin corts haba situado fuera del alcance delgenuino amante, hacindose voluntariamente inaccesible y generador de acre-centado sufrimiento. Por ello, Sempronio que se ve a si mismo como mdi-co y paciente del mismo achaque que aqueja a su amo no se amilana y to-mando en volandas y como punto de partida la mencionada sentenciahipocrtica, se apresta a ingeniar su personal consejo mdico. Nada le importaque pocos instantes antes Calisto se haya negado a escuchar a nadie (Mas,puesto que entre, no quiere consolacin ni consejo [216]), puesto que ahorasabe que el escabroso terreno que comienza a pisar su amo es el mismo que vie-ne pateando l mismo desde hace algn tiempo. Y naturalmente que conoce a laperfeccin esta dolencia que enferma a Calisto, ya que el criado as lo ma-nifiesta de forma sesgada la padece

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    senta en un vaco especulativo surgido por generacin espontnea. En efecto,viene introducida, casi de inmediato, por las esclarecedoras palabras de Sem-pronio, fiel expositor y factotum de la granfa/lacia aequivocationis que seva configurando con lentitud y presidiendo el resto de todaesta escena: ~O so-berano Dios, qun altos son tus misterios! Qunta premia pusiste en el amor,que es necessaria turbacin en el amante! (220).

    No puede ser ms patente, por lo palmario de su enunciacin, la indudablealusin que estas palabras hacen a un cierto opsculo naturalista que gozaba deconsiderable acogida entre la poblacin docente y discente del estudio sal-mantino en el mismo momento en que aparece el primer acto de la Comedia.Me refiero al que lleva por ttulo Tratado de cmo al hombre es necesarioamar, escrito donde, adems de ponderar la gran fuerza y poder de que est do-tado el amor tpico ms que manido en todas las fenomenogias que lo hanhecho suyo: omnia vincit amor, su annimo autor dispone como de rigor queel que propia e verdaderamente ama que algunas vezes se turbe, es decir, sevuelva loco (o lo parezca) ~. Muy bien podra pasar por serlo en la estimacinde telogos, filsofos, moralistas y confesores, puesto que stos consideran quese da, en el trmino amor, una bivalencia semntica bien establecida, si bien de-sazonadora: como iiclinacin del instinto, concupiscentia natural; como deseo,cupiditas no necesariamente natural. Fuera del campo directo de aqullos, estapercepcin autorizaba y era consecuencia de la coexistencia dialctica mi-rndose cara a cara de dos formas de concebir y expresar literariamente loertico: la lcita y la condenable. Si entendemos por la primera la que empeci-nadamente rehsa satisfacer, furtiva o legalmente, las urgencias camales des-pertadas por la alianza concatenativa concupiscentia-cupiditas configuradascomo se ha dicho anteriormente, nos damos de bruces con la que, pongamospor caso, encierra en su seno, alguna aspereza todava por limar aparte, laobra de Diego de San Pedro41. En cuanto a la segunda, atizada pese a todopor la sostenida brisa levantada por la condena eclesistica, va ganando suscada vez ms numerosos adeptos, entre la clerecia laica y coronada, en aulas ycorredores universitarios. El grado de pecaminosidad que los siglos anteriores

    40 Del Tostado sobre el amor, ed. Pedro M. Ctedra (Bellaterra: Stelle dellOrsa, 1986), texto enpp. 7-68, cita en p. lO. Esta formara parte de unafalange de obras que constituyen el ncleo de loque Pedro M. Ctedra ha querido rotular naturalismo amoroso universitario (Amor y pedagoga,pp. tt-14 y 62). Todos estos tratados ilustran con hartura el intersque porestas cuesttones se sen-ta no slo en la corte de Juan II, sino tambin en la de Isabel y Fernando. En ellos se baraja tambinla carta de la medicina como componente otro ms esencial en la consideracin de la expe-rencia ertica. Que no hay que ver como movimiento ideolgico monocorde, sino frtil reserva don-de es fcil encontrar mltiples variaciones sobre el mismo tema: el amor. En este orden de cosas. LaCelestina revela una deuda insoslayable respecto a alguno de estos textos.

    D. W. Robertson ha mostrado cmo la exgesis medieval del trmino amor produjo unaconfusin entre caritas, cupiditas, lusuria yfornicatio, propiciada fuertemente por la misma litera-,tura de ficcin, que ve las enormes posibilidades ldicas a que invita esta ambigiledad [APre/ce toChaucer: Studies in Medieval Perspectives (Princeton, Ni.: Princeton UP, 1962), pp. .36-371. Verlodicho por Keith Whinnom para la primera dimensin (Crcel de anor, pp. 24-25).

    DtCENDA. (~aadernos de Fitotogia Hispnica2000. LS. 11-49 32

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    haban insuflado en su interior va disminuyendo con rapidez, diluyndose almesurado trotecillo del tiempo el filosfico condicionante que larazn teo-lgica haba endosado a la tamizada nocin (aristotlica) de cupiditas. Enotras palabras, la operacin de rescate consista en restituir, apropindosela, lapureza primigenia de la cupiditas como obligado paso constantemente de-seado como franco que debe tomar la concupiscemia para zambullirse en lasvivificadoras aguas de la de/ectatio, su insoslayab]e meta final, sin otras con-templaciones 42 Lo cual, histricamente, no hacia ms que continuar -ahora yacon inusitado esfuerzo la empresa especulativa de liberar la asediada plazafuerte donde una avanzadilla del pensamiento naturalista de difcil calibra-cin defenda desesperadamente la validez de un concepto de Naturalezacuyo proceso evolutivo se haba iniciado nada menos que a partir del siglo x.Los sitiados queran recordar con denuedo que aqulla era simplemente unmagno cosmos ontolgico, infundido de un orden (ordo natura/is) en el quecada ente tiene su lugar y, sobre todo en el humano vvr no era otra cosa quey esto lo haba dicho Toms de Aquino esse in tali natura, es decir, ate-nerse a su norma y alcanzar una ventas vitae si, pero muy distinta de la de-seada por el Aquinense

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    Si tras este elongado excursus regresamos a las siguientes palabras deSempronio, podremos comprobar en qu consiste por si no lo supiramos aestas alturas la turbacin de Calisto. Valindose de un smil tauromquico,el circunstancial moralista y servidor de Calisto identifica la ruptura de los l-mites de la razn, destruidos por la locura de los amantes, con el sufrimientoexperimentado en la lidia por los alanzados toros. En definitiva, el desenfrena-do deseo por la hembra el grande aguijn de delecta9in de nuestro buenTostado es el responsable (y la mcta) de aquella desastrada conducta del de-mente enamorado:

    Su lmite (el del amor) pusiste a maravilla. Parece al amante que atrs queda.Todos pasan, todos rompen, pungidos y garrochados como ligeros toros. Sinfreno saltan por las barreras. Mandaste (Dios> al hombre por la mujer dejar el pa-dre y lamadre; ahora no slo aquello, mas a ti y atu ley desernparan, como aho-ra Calisto; del cual no me maravillo, pues los sabios, los profetas, por ellas te ol-vidaron (22l)~~.

    Llegamos a una zona de la obra que ha sido objeto de constante abordajepor parte de la crtica de todos los tiempos. Y lo ha sido por cuanto es sta pre-sa fcil en la medida que gira su contenido en tomo al debate feminista tradi-cional, que aqu sirve de motivo al autor para un pardico despliegue de sus ca-ractersticas. Estas, en algunas ocasiones, se han percibido como frvola muestrade solaz literario por parte de su autor; en otras, su indiscutible actitud misgi-na se ha visto restringida a esta instancia de su texto. Que de frvola no tienenada la obra de Rojas y que la extensin de esa misoginia la aplica a su totali-dad es apreciacin personal que ni es nueva ni encuentra, en sta, oportunidadapropiada de despliegue amplio y pormenorizado 46~ En todo caso, las conno-taciones que genera el rpido y cortado dilogo que se entabla entre Calisto ySempronio superan las aparentes limitaciones a que se veran sometidas, in-

    vencial universitaria, sobre todo en ciudades castellanas como Satamanca. De la incidencia socio-de-mogrfica de este vector, referido a La Ce! esna. ac~dase a F. MTqne7. \

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    trnsecamente, si slo encamaran el mensaje encerrado en topos tan manidocomo el que introducen. Y ello ser a condicin que restituyamos este dilogoal rigor perspectivista de que dentro del marco mdico hemos querido do-tar a nuestra indagatoria exploracin. No es tampoco nueva en esta plaza de lacrtica celestinesca, ya que, aos atrs, fue emprendida por algunos crticos, quecolumbraron con acierto el entreverado pardico que permite detectar la bur-lesca praxis mdica instrumentada por Sempronio en esta escena de la obra47.Claro que los primeros auxilios prestados en el depauperado botiqun de ur-gencia de Sempronio no hacen ms que desenmascarar la errada va teraputi-ca que ha de iniciar el criado, paso previo a la irrupcin en escena y lo anti-cipo del mdico experimentado (Celestina), que lograr sanar a su amo.Tampoco, en otro orden de cosas, deben ocultar la presencia de un principiofundamental de carcter cientfico tomado como inquebrantable que aho-ra smplemente nos limitaremos a enunciar: la intrnseca inferioridad de lahembra respecto al varn, mananto de donde brota la corriente misgina quealimentan otros arroyuelos ideolgicos deleitables fontecicas de filoso-fa? que han de aumentar su caudal ~ Nos las habemos, pues, con Arist-teles, simultneo arquitecto y piedra angular que fabrica y sostiene el edificiodonde la filosofa natural alberga hacindolo su hogar en el medioevo tar-dio la nocin cientfica que crea intelectualmente la realidad ontobiolgica yfisiolgica de la mujer. Sin contar, por supuesto, con la opinin de Galeno re-machada por Avicena, que tanta mano muestra en aparejar la concepcincientfica del mdico de la poca. El contundente martilleo sobre esta cuestin(devenida ya bio-tica) que lleva a cabo el itlico quien releva en esta tarea asu maestro directo, Alberto Magno, ambos fervientes seguidores de la obra bio-lgica del Filsofo, remata la afirmacin de que, en el proceso de generacin,el semen masculino es el principio efectivo (y activo), siendo el (principio) dela mujer el pasivo, que simplemente se limita a contribuir con una materia so-

    41 Ver n.5 sup;-a. Por su parte, Solomon me permite ahorrar espacio impreso, en cuanto a la pr-xma fase se refiere, cuando dice: He (Sempronio) frankly identifies Calistos illness as a love ofMelibea which has captured bis will, and he proceeds to warn Calisto of the dangers and inconve-menees of women>~ (Calistos Ailment, p. 46).

    ~< De poco serva ya, cuando se atisbaba el naciente siglo, la elocuente defensa quede la mujerhaba pergeado, en los primeros aos del anterior, Christine de Pizan(1364-1430) en su Epistre aucijea dama,,,. Tanto el autor de> EccIesiasticus (25:22-26) como los telogos (Toms de Aquino,Alejandro de Hales, etc.), unos con sus imprecaciones y otros con sus elucubraciones filosficas, ha-ban saldado indeleblemente la identificacin de la mujercon el mal (sta es la mujer, antigua ma-licia que a Adn echde los deleites del paraso, dir Sempronio). Toms llega a afirmar que, pornaturaleza, la hembra minoris virtutis et dignitatis quazu vis lest] y que mulier esset futura viro inoccasionem peceati, y otras lindezas del mismo jaez (Suntmatheologica, la.92,l). Llega incluso aser el impulsor de la propagada nocin de que la mujeres uno ms aliorum monstruorum naturae(De ventare, 5, 9d9), especie que alcanza inclume el siglo xvi y toca incluso a mdicos fa-mosos. Ver, para Agustn de Hipona y Toms de Aquino, K. Flisabeth B0rresen:Subordination andEquivalence. The Nature and Role of Women in Augustine and Thomas Aquinas (Washington: UP ofAmerica. 1921).

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    bre la que acta el semen masculino para dar lugara la procreacin. Puesto quela accindel macho y de la hembra eran diferentes en aquel proceso, se sigue laconclusin de que son necesarios los dos sexos y las dos operaciones por ellosdesempeadas, si bien el poder generativo de la hembra es siempre imperfectocomparado con el del macho. Algo semejante a lo que sucede con las artes ysigo todava muy de cerca al Aquinense, ya que la inferioraporta una ciertadisposicin a la materia, mientras que la superior la infunde forma: de esta suer-te la virtud generativa de la mujer prepara la materia, la cual es, ipso Jacto, dadaforma por la virtud activa del macho ~. Ningn esfuerzo supona tampoco a los(filsofos) naturales que curiosean por sus mltiples alcobas admitir la asercinpresentada por el Estagirita como incontestable hecho cientfico de que lasmujeres eran no slo intelectual, sino tambin moralmente inferiores a loshombres. El lgico corolario que se impona fortiori era que ladomina-cin masculina se alzaba como imperioso dictado de la voluntad de la Natura-leza; la aspiracin de hacer valer un pretendido principio de igualdad entrehombres y mujeres constitua un grave atentado que tambin denuncia su la-tino intrprete, el de Aquino contra los intereses del individuo (el hombre,claro) y la comunidad ~

    ~ Vyase, para los conceptos que he resumido al mximo, al Aristteles de Histo,-ia animalium,LOSB; Poltica, 1.2, 1252B; De generatione anirnalium, 728A17. Summa theologica,3a32, 4 (Operatio agentis el patientis>fl].

    Toms se hace tambin de la dimensin tico-poltica de este pensamiento del maestro griego:flefuisset enim bonum ordinis in huma -a nsulthudine si quid-am per alio sapienrores gubemnati nonfuissent. Et sic ex tali subjectione naturaliter femina subjecta est viro, quia naturaliter in homine ma-gis abundal discretio rationis (Summa theologica, la92, 2). Ver la excelente sntesis de Anthony J.Lisska: Aquinass Theorv ofNatural Law: An Analytic Reconstruction (Oxford/New York: Claren-doi Press, 1996). De las caractersticas que definen ciertas relaciones mujeriles ha tratado Alan D.Deyenirnnd: Female Societies in Celestina, Fernando de Rojas and Celestina, pp. 33-78, y Ha-ca una lectura feminista de La Celestina,

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    En estos principios fundamentales de aceptacin tan extendida se basar,pues, el proceso curativo que el criado intentar desplegar tomando la viaphilosophorum, al echar mano de los recursos a su alcance. Sempronio es, apartir de este momento, sumiso y escuetoportavoz de esta opinin, de laque norecela dar muestra de inmediato cuando, ante las protestas de Calisto (Qume reprobas?), le echa en cara y recrimina su nada varonil actitud ante Meli-bea (Que sometes la dignidad del hombre a la imperfeccin de la flaca mujer[222]). Se entabla as un dialctico debate de tono festivo y hasta grotesco, quenada tiene de doctrinal y si mucho remeda la ya entonces bien conocida anc-dota de la trifulca sostenida entre el griego y el romano, que tan jocosamentehaba regalado el Arcipreste de Hita a sus oyentes y lectores 5k Ante la reca-citrancia de Calisto (Oyste qu blasfemia? Viste qu ceguedad? [222]), sucriado no puede reprimir su contenida ira con grosero toque de odio clasis-ta y se dispone a buscar la apropiada gratificacin oral que le brinda el mo-mento, desencadenando un encendido careo con su amo. En este festivo dueloen el que queda diluida totalmente toda la seriedad del debate acadmicoSempronio no desdea la oportunidad de someter a su amo a una festiva sesinde flagelacin verbal en que, sacando a relucir algunos trapillos sucios de he-rencia familiar (Lo de tu abuela con el ximio, fablilla fue? [224]), quedanmalparados tanto la honra como el orgullo de Calisto.

    Ante la arrogalte contraofensiva de su seor (Maldito sea este necio yqu porradas dice!), Sempronio se siente herido en su amor propio, adopta unaire de empinada autoridad en la materia y, finalmente, despliega sin ningnxito-la que le ofrecen en bandeja de plata las genuinas auctoritates. En efec-to, los conocidos parlamentos trptico denostatorio femenil que Semproniova labrando a continuacin (Lee los historiales, estudia los filsofos... [224-28]) se revelan como esenciales para la empresa que l mismo se ha asignadomomentos antes, ya que representan el momento en que se inicia una nuevafase clnica. Viene caracterizada esta etapa por la utilizacin de una variante te-raputica bien conocida de todos, la logoterapia, y un contenido doctrinal, elque avalan los nombres de los auctores que lo ungen y canonizan, de tan va-riada procedencia (Gentiles, judos, christianos y moros, todos en concordiaestan [225])52, Por aadidura, haba de tenerse presente y esto bien lo saban

    Queen Mary & Westfield College, 1995); y. objeciones en Manuel da Costa Fontes: Female Em-powerrnenl and Wichcraft in Celestina>~, Celestinesca, 49.1-2 (1995), pp. 93-104.

    Unamuestra pardica ms de las muchas de que se apropia la pluma delbachiller no el an-nImo y primitivo, en la que se puede percibir una soterrada crtica de la bsqueda de la verdad y lavirtud, no tanto en cuanto empresa teleolgica per se, sino por la forma (falsamente racionalista) enque se intenta llevar a cabo. Ver, a este respecto, lo que ha intentado ilustrar salvadosciertos ba-ches y repasos Elena Gascn Vera: ~

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    Los mdicos letrados, no Semprrniio que Galeno se enorgullece de habercurado muchas enfermedades corporales apaciguando las perturbaciones an-micas slo con remedios fsicos, invenciones sutiles y tambin con sabiosconsejos, que son dice- los remedios del alma enferma 1 As pues, lapraxis instrumentada por Sempronio no se aleja nada, en principio, de lo reco-mendado por la ciencia mdica, de manera especial por cuanto y como lo esti-ma Bernard dc Gordon en la primera fase de la cura del amor hereos que in-cluye en su Lilio de medicina:

    O este paciente esta obediente a la razon o no. E si es obediente, quiten lo deaquella falsa opinion o ymaginacion algund varon sabio de quien tema & dequien aya verguen9a con palabras y amonestaciones, nsostrandole los peligros delmundo & del dia del iuyzio & los gozos del paraysot4.

    Claro que ni la tozudez de Calisto firmeza lallama l mismo ni lasapientia que encarece el prestigioso y sesudo profesorde Montpellier y de laque carece totalmente el cazurro criado castellano, hacen viables las mismascrcunstancias que seala este texto. Sempronio dista mucho de ser sabio varny, por cima de todo, individuo aquien su amo respete y considere, como ates-tigua la escena que estamos presenciando. Lo cual, por otra parte, no distanciaeste remedio casero de aquellos que se dispensaban como paliativos nuncacurativos en el medio social en que se mueven amo y criado y que mencionaBernard. De suerte que nuestro pseudogaleno cae cegado momentneamen-

    una traduccine-astellana (Tratado muy prove.-hoso de -enedos co,trra clamo,- deslouesto), edita-da en 1495 o 1496 junto a la Estoria muy verdadera de dos amantes Furalio Franco y Lucrecia Se-nesa (1444) en Salamanca. Para la hipottica relacin de Rojas con esta traduccin y otras cuestionesvnculadas con su obra, y. Keith Whinnom: The Historia de duobus amantibusof Aeneas SylviusPiccolomini (Pope Pius LI) and Ihe Development of the Spanish Golden-Age Fiction. Essays on Na-,rative Fiction in tIte Iberian Peninsula in Honour of Frank Pierce, ed. Robert 8. Tate (Oxford:Dolphin Book Co., 1982), pp. 243-55.

    De praenotione ad Posrhumum. XIV, cap. vi, 630-35. La misma idea viene expresada por Es-quilo, quien afirma que cuando el alma est enferma, las palabras son el mejormdico (Pronweoencadenado. y. 380). En cuanto a la logoterapia, y. Pedro Lain Entralgo: La curacin por la palabraen laantigiiedadclsica(Madrid: Revista de Occidente, 1958), especialmente, pp. 199-241; Luis Gil:Therapeia. La medicina popular en el mundo clsico (Madrid: Edicioies Cuadarrama, Crtica y En-sayo 50, 1969), Pp. 2 17-28. Como construccin verbal, la logoterapia se configura segn las leyes in-u-(nsecas que condicionan su gramtica, dialctica y retrica.

    ~ Lilia de medicina, fol. 58r, Siguiendo dcilmente a Avicena lo hace tambin Bernard, Vi-llalobos lo confirma en el sexto remedio quecompone su declogo teraputico: Y sesto, que amigosy nobles parientes! y hombres prudentes y de autoridad / con sus ortaciones le hagan presentes/losmuchos peligros, los inconuenientes> (Sumario. p. 41). Claro est que todos ellos siguen a Galeno,quien afirma que no debemos dejaresta tarea a cualquiera, sino a hombres ancianos que gocen ctefama de buenos y nobles (De cognotione curandi aninhi morbis, V, cap. vi, 30). Ntese la sutil di-ferencia que se da entre Bernard y Francisco; aqul propone sin ambages un remedio teraputico quenada tiene que ver con la patologa, tal como la concebael naturalista o el mdico racionalista parexcellence; Villalobo~., ms escplico, elude pascialmenteeste compromiso poromisin, es decir, si-lenciando los peligros del dia del iuyzio & los gozosdel parayso de Bernard.

    DICENDA. Cuadernos de Fitologa Hispnica2000,18.11-49 38

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    te por su plebeyo amor propio en el error de instrumentar un consejo cuyaeficacia bien poda ponerse en entredicho. En efecto, viene a traducirse en elmismo error en que incurran asimismo, con excesiva e incmoda frecuencia,muchos mdicos todos ellos letrados- ante caso clnico similar. En otras pa-labras, el correlato enunciado por la realidad extratextual mostraba, sin ningnpaliativo, que el remedium amoris se haba transmutado en prdica, en extem-porneo sermn; esta medida teraputica, tanto ms desprestigiada cuanto me-nos seguida por el enamorado, se presenta ms bien como recurso propio de lareprobado amoris del predicador, y por lo mismo intil en razn de su inefi-cada. En la realidad de ficcin que entretejen amo y criado, de nada valen tam-poco las mximas autoridades de escritadura de tal jaez que ste pueda esgri-mir, incapaces de disipar el padecimiento del primero. En efecto, el error deSempronio reside, al fin y a la postre, en aparentar creer algo en que nunca hacredo ~.

    Consecuentemente, Calisto no desaprovecha la ocasin de evidenciar lain