Álvaro cunqueiro, cuando el viejo sinbad vuelva a las islas (1956)

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  • CUANDO EL VIEJO SINBADVUELVA A LAS ISLAS

  • NDICE

    PRIMERA PARTE. RETRATO DEL DICHO SINBADEL MARINO

    Captulo I .......................................................................... 5 2 1Captulo II ......................................................................... 5 2 7Captulo III ....................................................................... 5 3 4Captulo IV ........................................................................ 5 4 5

    SEGUNDA PARTE. VSPERAS DE VIAJE

    Captulo I .......................................................................... 5 5 9Captulo II ......................................................................... 5 6 4Captulo III ....................................................................... 5 6 9Captulo IV ........................................................................ 5 7 5Captulo V ......................................................................... 5 8 1

    TERCERA PARTE. NAVEGACIONES Y NAUFRAGIOS

    Captulo I .......................................................................... 5 9 3Captulo II ......................................................................... 5 9 9

    APNDICES

    Pltica de mares arbigos que hizo Sinbad el marinoen Chipre a los pilotos griegos, segn fue recogidapor Teotikes Papadpulos de Esmirna .................... 6 0 9

    Escenas segunda y vigsimoquinta de la pieza de tea-tro chino llamada La dama que engaada por un demo-nio elegante quiso comprarle al viento la perdiz quehablaba, o la verdadera historia de un mandarn que porno gastar qued cornudo .............................................. 6 1 3

    RETRATO DE LA VIUDA ALBA .............................................. 6 1 7

    NDICE ONOMSTICO ........................................................ 6 2 3

  • A Emilio lvarez Blzquez

  • serbueno, grande y alegre, hermoso y libre;solo eso es Vida, Alegra, Podero y Victoria.

    P. B. SHELLEY

  • PRIMERA PARTE

    RETRATO DEL DICHO SINBAD EL MARINO

  • Tir las mondas de naranja al mar. Le goteaba el zumo por lasespesas barbas. Le grit al rapaz, que estaba haciendo unos estrobosen la lancha.

    Sari! Mira para esas mondas que tir al agua! Ves lo ama-rillas que son? Pues as son clareando al alba, las islas de las Coto-vas. Solamente falta la del medio, la que tiene la montaa verde.

    No hay tales islas, Sinbad! Dijo Adal que al Sur no habanada.

    Hay, hay! Estn las islas de las Cotovas como siete naranjas!Con el remo separ Sinbad las dos mondas mayores, para hacer

    por entre ellas el estrecho de Miraquienviene, y despus empuj unpequeo leo por l, queriendo imitar la nave del sultn de Melindecuando toma vientos por aquella puerta, procurando las ondas delmar mayor, ms all de los angostos.

    Sari, escchame, hombre! Te lo pido por favor!No hay Cotovas, Sinbad!Sari se volva para Sinbad, riendo.No hay nada!No hay nada! gritaba.El viejo piloto, que estaba sentado en una pipa de miel de Chipre,

    le mostraba sus manos al pequeo Sari, el cual, habiendo terminadolos estrobos, brincaba, tan gil como un negro, de lancha en lancha,hasta caer, en el ltimo salto, al lado de Sinbad. Se arrodill delantede l y le palme en los muslos.

    Sinbad, mi seor amigo, no hay nada! Te beso las rodillas, perono hay nada ms que agua, y despus agua, y finalmente todo el marcorre por entre las patas espinosas del Dragn, que papa barcos comot cerezas, y escupe la clavazn como t los huesos.

    Sari amigo mo, segn estoy viendo ahora mismo las manos masque tantas veces acariciaron el timn, tan claramente vi en el Sur lasislas de las Cotovas. Llevbamos diecinueve das de mar y dije param:Qu bien vendran ahora unas islas y una sed de agua fresca! Ycata las islas de las Cotovas, anaranjadas, balancendose como naves.En los muelles de la mayor, a la que aprobamos, haba gente pasean-

  • do, con grandes quitasoles. Le dije al segundo que me estribase bien elturbante nuevo, un damasco que comprara haca poco, salmonete vetea-do, y ech por los hombros una toquilla verde que se sujeta con hebi-llas de plata. Haba que poner pie con seoro, que yo navegaba porel sultn de Melinde, que no es un cualquiera.

    Vive todava?Siempre hay sultn en Melinde, amigo! Siempre hay sultanes

    en el mundo! Ninguno de los cotovianos miraba para nosotros, Sari.Estaba mi nave ancorada a doce brazas del farol de los muelles, y nadienos miraba. Toda aquella familia de los quitasoles segua paseando,hablando entre ella y con unos perritos que corran, muy famosos, condos rabos... S, Sari querido, tienes que creerme: tenan un rabo encada nalguita, los dos muy rizados, muy saludadores. Ni la gente nilos perros se enteraban de que estbamos all. Les gritbamos y no nosoan. Parecan nacin de linterna sorda. Entramos en aquella tierraalgo desconfiados, no fuese burla, como en Cipango, que all el Sogn,cuando se anuncia gente forastera que llega por la banda del mar,manda tender una grande tela pintada en la que estn puestas alnatural suyo playas solaces y bahas abrigadas, y un gigante que tienede cmara est con un puntero invitando y diciendo los nombres dela costa, como en leccin de geografa, y se acercan las naves, pero allestn, al pie de la tela pintada, unos bajos que llaman de las Araas,y aquellas se pierden y los remolinos devoran la gente. Entramos enla isla, Sari, como te iba diciendo, y no nos vean ni oan. Pasba-mos por entre ellos y no se aperciban. Sari, tienes que creerme. Qute cuesta, hombre? Te digo que los pasbamos de travs y eran comonubes. Avis a la gente para llenar de agua las barricas, y la apur,que me entraba miedo de la noche en aquella isla. No se vean casas.No haba ms que arena amarilla, fuentes e higueras, y all lejos lacumbre verde, brillante como una esmeralda. La gente, que es negra,hombres muy altos, con grandes blusas coloradas y cada quisque consu quitasol de fleco, hablaba ronco y con mucha franqueza, y habaun fulano que tena que ser terco y ms bien impulsivo, que al hablarcon los otros, poniendo razones, el cabezudo pegaba en los quitasolesde los contertulios con el suyo, gritando iracundo:aj, ajaj, tuj!Solamente haba uno del que pudiera decirse que fuese pequeo, y esteandaba aparte, saltando a la cuerda con su perro. No se vieron muje-res ni nios. Aquella isla es muy hermosa, Sari. Coges arena, y es

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  • como si cogieras lana de Siria, y corre agua por doquier, segn brotade las fuentes, que son todas altas y nada apozadas, y sale como nievede fra, se va calentando por regatos orillados de hierba en aquellasarenas, y vienen de las otras islas, en las que no debe haber fuente,pjaros en bandos a beber, y lo hacen por naciones de golondrinas,alondras, trtolas y jilgueros, y los pjaros de all al silbar lo hacenperfumado. Parece que en vez de venir de una isla vinieran de unfrasco de aroma!... Como se dejaba caer la noche, y los ms de loscotovianos se retiraban por un camino que suba al pie de un cer-cado de higueras, metimos las barricas de agua en la nave, y deter-minamos de alejarnos algo, al abrigo de la isla tercera, y todo el botnque sacamos de las Cotovas fue el agua fresca y una gran cesta dehigos moles, unos higos abridores que vertan miel por las heridas,amn de la novedad de ver las islas famosas. Un marinero quisorobar un perro, pero no haba modo de cogerlo, que era como agarrarhumo, y lo pasaban las manos, y lo sujetaban por las orejas, y noapretaban ms que un poco de spero y color, que es como no apre-tar nada.

    Sari callaba atento, con el encanto del relato. Sinbad hizo que secacheaba.

    Si tuviese aqu mi bolsa de cuero atrezado veras arenas de lasislas de las Cotovas. Hay polvo de oro en los batihojas del bazar quebrilla bien menos. Como te iba diciendo, nos pusimos al reparo de laisla tercera, que es redonda y tiene alrededor canales de mucho sosiego.Entre las islas cae un paso que se llama el estrecho de Miraquienviene,y por l sale para Indias el sultn de Melinde cuando va a buscarmujer nueva, que le avisan sus estrelleros que va a haber planeta, yentonces l muda de parienta. Y el sultn tiene la enemistad de unviento nornoroeste que nace a la derecha del Preste Juan, en la CuevaCachimba, que se llama as porque siempre est humeando, y el sul-tn se viene callandito a Miraquienviene, haciendo noches reposa-das, y est avizor, y cuando el viento enemigo se va a su cueva a al-morzar, o a peinarse, o ponerse capa nueva, mi sultn se mete de perfilpor el estrecho, toma corrientes y el viento del sureste, y se pone en Tra-pobana muy fcil, tocando la flauta, que es muy msico.

    Sinbad silb unas escalas: piolip, pir, pirolip!Esta la sac el sultn para m cuando dej Melinde, vinin-

    dome para mi casa.

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  • Por qu volviste, mi seor Sinbad? pregunt Sari levan-tndose, y de la blusa sacando un envuelto de pasas y convidandoal piloto.

    Por el vecino, hombre! No sembr lechugas y calabazo en misalido, aprovechando que yo estaba fuera? No puede un hombreandar por el mundo sin que le metan gallinas los vecinos en su huerto?Yo viendo volar veletas con linterna en Catay y otros comindome lapropiedad! Una tierra regada!

    Sinbad se irritaba. Comi un puado de pasas y escupi uno auno los rabos y la semilla. Tambin se levant, y hablaba ahora bajoy tranquilo.

    Sari, adems que el timn va haciendo callo en tus manos, perono en el corazn. Son melosos los higos de las huertas de lejos, pero tie-nes una higuera tuya en la tierra que naciste, y vas navegando porBadrubaldur y ves pasar los malvises de abril y te preguntas: cun-tos higos mos no picarn hogao?... Lo peor, Sari amigo, fue que yome vine de las naves de Melinde cuando la gente comenz a descreerde los pases que traamos en conversacin los que andbamos por elmar, altaneros. Ahora todas las novedades son por mapa y aguja, ylos pilotos no salen de cuarta levantada, que es como andar con bas-tn por las calles de Basora, y no encontrars entre los pilotos del califade Bagdad uno que sepa navegar por sueos y memorias, y as nologran ver nada de lo que hay, de lo que es milagro y hermosura delos mares. Fcil es decir que no hay Cotovas!

    Sacudi una babucha Sinbad, en la que se le metiera una arena,y se despidi del pequeo Sari.

    Tengo que ir a remojar, imitando que llueve, el perejil que trajede la Costa de los Dos Estandartes. Cuando sopla este all, se levantapolvo en el aire, y en la polvareda, como dure tres das, nace y creceeste perejil, que andaba volando la semilla de aqu para all, a laaltura de los tejados. En Cochn, para adobar los estofados, paganonza de oro por onza de perejil. No estoy tan pobre, Sari! El perejildel aire!

    Y el viejo piloto, remangando la chilaba, se fue por la cuesta de laPuerta de los Perdones, silbando para que lo oyese Sari el sonsolinetede flauta que sacara para l el sultn de Melinde, pirolip, pir, piri-lip, cuando dej Sinbad las naves y el mar Mayor.

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  • CAPTULO I

    EL pas de Bolanda es una lengua de tierra que baja hastael Golfo, y est ordenado en mirandas y oteros muyredondos, y entre estas medas van las aguas del Iadid, quequiere decir este nombre, en la algaraba de los naturales, elfrescor, ro que se parte, cayendo de lejanos montes, en dosdocenas de mangas, y se sabe por donde van las aguas porqueen sus riberillas crecen palmeras que muestran el verde de lacabeza suya, tan abierta y movediza, sobre las espaldas ber-mejas de la tierra, y son las copas de las palmeras vistas delejos, como si en un paseo de verano hubieran dejado caerunas damas sus abanicos verdes. Y cuando ya no falta unalegua para que las aguas del ro lleguen al mar, se buscan, sejuntan en un abierto, y hacen una vega de prados y huerteci-llos muy regados, y con dos caneros para que represen moli-nos; una vega verde, verde, lindante por toda parte con lasarenas coloradas y las barrancas negras y apicadas que llamanal desierto; sanda hay que tiene la raz y bebe en la tierra dela vega, mansa y oscura, y ella posa y crece en el calor de laarena. En la vega hay lugares acasarados, aqu y all, muy enca-lados, tejados a cuatro aguas, rodeados de pajares y cuadras,y todo lugar con huerta cerrada, de altas paredes, para excu-sar en ella las mujeres. Y no da un paso el Iadid sin que lo san-gren y va la tierra como si la tejiesen con hilos de plata, conel agua de los dos mil y ciento canales. Pejigos y cerezos cre-cen al lado de las casas, y en las tierras encostadas hay naran-jos y limoneros y algunas vias emparradas. Sale de la vega alfin el Iadid, recoge las aguas suyas que quedaron de las rega-das y molinadas, y se va por una empedrada rodada de las ave-nidas suyas hasta el mar, en el que entra calmo y ancho,haciendo un estuario vicioso de junqueras y esceripos, y bos-

  • quecillos de caas. All es un revolear seguido y chillador degaviotas.

    La villa llega al ro en la cuenca del estuario por un can-tn sobre un ancho muro, y por una rambla se baja al mue-lle. La villa es un puado de casas blancas, unas a caballo deotras, cercada de un contn de ladrillo rojo en el que se cor-tan tres puertas muy bien arqueadas, y del curuto de lamorena de terrados y tejados sale una torre bermeja que esel alminar de la mezquita. En una y otra parte de la villa seabren higueras sobre las paredes y echan a las calles estrechassus ramas de grandes hojas. El mercado es en el muelle,saliendo por la Puerta de los Perdones, delante de la fuenteque llaman del Malik, que es el rey.

    El mar est tranquilo todos los das en el Golfo, y en lanoche callada no se escucha su ir y venir, sino el brincar delIadid en la tormera, antes de echarse a siestas en el estuario.Si yo, Al Faris Ibn Iaqim al Galiz, que pone en latino caste-llano estas memorias, fuese villano all, en las tardecitas deverano bajara a las riberas del Iadid, y estara, hasta que cayeseel pao de la noche sobre la tierra, viendo correr la espumean-te frescura, los pies en la corriente, y echando al agua, queall tan encantadora pasa, una hierba, o una flor, o una navede papel de Alejandra, y el huelgo del mirar de los ojos mostambin. Tener un ro como el Iadid en la sequedad de las sola-nas de la tierra, tal es encontrar en la flor de la madurez, cuandoya va uno con el saco suyo de vagabundo ms que promediadode canseras y horas secretas y vientos perdidos, junto a las manosy a las mejillas, una sonrisa confiada, moza y amante: una mari-posa juguetona que saliese con viento fresco de un descuidadoensueo. Un ro as es medio vivir; fugitivo compaero, se llevadel alma los grmenes de la melancola. Para ciertos vagos esp-ritus, un ro es como un amado hogar.

    La casa del piloto Sinbad est colgada sobre el muelle, enuna curva del contn, que all se abaja hasta dejar salir unacuarta de tierra rozada, que es el huerto de la casa, y delantetiene un salido, en lo abierto de una fuentecilla que rompetarde y esta temprano, pero el agua se recoge en un aljibe yen dos pilas, y de la ms alta de estas riega Sinbad. La casa es

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  • de una planta, y en la fachada tiene a la derecha de la puertaun balcn enrejado de hierro, casi cubierta la reja con floresque crecen en las macetas, y con enredaderas de Indias, y conjaulas de mimbre pintado, en las que vuelan pjaros enanostrados de Catay y de Kafirete, de los grandes viajes lejanosque hizo Sinbad; pjaros que nunca se vieron en el Califatohasta que los trajo el marinero nuestro, y son tan pequeosque huiran de las jaulas si el viejo almirante no les hubierapuesto, cruzada, una tarabilla en el rabo, de madera muy fina.Un pjaro hay que no vuela para adelante, sino siempre paraatrs, y es el nostlgico de Zamor, y otro, el pjarogrillo, quecanta cuando ve encender fuego. Por la parte de atrs, pordonde mira al muelle, la casa tiene medio desvn asolanado,con corredor de caa, y en la cmara aquella guarda el dueoen cajas herradas memorias de por donde anduvo, que nadielogr ver, ni se sabe con certeza qu sean, y del techo cuelgay llega al suelo de azulejos moriscos una gran pluma de ave,verde y rizada. Por la ventana acostumbra Sinbad asomarsecon su anteojo de larga vista a contemplar el Golfo, pero lasms de las veces se enoja, si ve salir nave, porque no le gustacmo los pilotos jvenes toman la barra.

    Sinbad es alto, robusto, y tiene andar de mucha gravedad,aunque tenga la pierna derecha un poco ms corta que laizquierda; tiene barba blanca muy espesa, sin partir, y casitodos los jueves con la navaja de pulso le hace un redondeo,y para que se le vuelva en la punta pone por las noches riza-dores de palosanto. Gasta siempre turbante de dril tirando amarrn, y es cejijunto, y por debajo de la selva pilosa mues-tra el alma por los grandes ojos negros. Digo que muestra elalma por la inocencia y el entusiasmo de su mirar, que los ojossuyos no callan nada, ni burlas ni veras, y se adelantan, cuandoSinbad habla, a las palabras suyas, alertando, sonriendo, entris-tando. A veces se pudieran ver pases en fiesta en sus ojos.Tiene un hablar muy sbito, y va diciendo seguido y rpido,y se detiene y mete un silencio que puede ser de un cuartode hora. Una vez contaba de un viaje a Malaca, al granopimienta, y estaba diciendo por donde son las vagancias delos estrechos, y en esto call, y pas tiempo y segua callado,

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  • y le preguntaron por qu no segua y no contest, y pas otrorato, y todos los presentes miraban para l, que estaba de piey con las manos palpando el aire, y le vieron inclinar el cuerpoa la izquierda y finalmente enderezarse y sonrer, y sigui con-tando, pidiendo antes de retomar el hilo de la historia, queperdonasen el suspenso, pero que estaba la marea subiendoen aquel mismo momento en aquel Saopang de que estabahablando, y tuviera que hacer unas viradas en medio de lascorrientes, y salvara la nave metiendo todo a estribor. Sen-tado, Sinbad nunca est quieto, y todo es mecer el culo en elasiento, y poner el pulgar en la nariz y aspirar olores; adivinaas muchas veces de qu pas viene la gente que encuentra enel patio de la fonda, o en el muelle, o en una calle. Siendotan marinero como es, no por eso deja de ser hortelano, y selevanta temprano para regar en el huerto y arrancar la hierbamercurial, y es muy hbil con el sacho, y poda e injerta, y siem-pre tiene muy buenos repollos y alcachofas sevillanas.

    Una vez vino alquilado para una casa vecina de la suya unoque deca que fuera piloto mayor sustituto del califa de Bag-dad, y hablaba de que traa un descanso hasta que se le pasaseun reuma humedado que se le pusiera en ambas caderas, ycomo pareca traer capital y mudaba de ropa cada da, loescuchaban mucho, en la fonda y en el muelle, en la fuentey en la lonja, y Sinbad no haca ms que callar y oler al hus-ped, que era un hombre pequeo y muy serio, y todos susviajes remataban con grandes amistades de seores a los quetrajera encargos preciosos. No haca ms que ofrecer cartasde recomendacin y respeto, y un da le dijo a uno que lorecomendaba para criado de linterna del emir de Kafirete,estando mirndole el pulso que tena en verter miel por uncaito sin derramar gota, y que l, el piloto, en Kafirete era comode casa. Sinbad call. Al otro da sali vestido con una capamorada y en la cabeza una pamela blanca, y se sent en suhuerto en medio de los repollos, en una gran cesta de mim-bre amarillo, y por Sari mand llamar al piloto del califa y almayordomo de la fonda, al cabo de la lonja y a los pilotosretirados, y vinieron todos y adems muchos marineros quehacan pascuas en tierra, y entonces Sinbad, cuando tuvo a

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  • toda aquella familia atenta en el salido, le pregunt al pilotodel califa:

    Seor piloto, a qu isla me parezco?El piloto pidi permiso para acercarse a Sinbad a estudiarlo,

    lo que le fue dado a condicin de que no pisase los repollosni los pepinos, y dio dos vueltas, se alej algo, puso la manode visera, ote, tom una cuarta de sol a la izquierda, mur-mur algo, cal la mano derecha en la barba, y dijo muymanso:

    Parecers la isla del Clavo, viniendo Sursuroeste de Cali-cuta.

    Sonri Sinbad con disimulo y le pregunt a un marineroque llaman Adal, y que es un viejo que anda apoyado en unbculo:

    Qu isla parezco, mi Adal, mi viejo camarero?Seora dijo Adal, torciendo la cabeza un poco a la

    izquierda, y sonriendo a Sinbad, quien sonrea tambin deque lo titulasen; seora del mar, pareces mismamente laisla de Kafirete levantada en la maana, y los repollos tuyoshacen el mar de las corrientes que son verdes, y el mimbreamarillo los soleados arenales, la capa tuya morada la mon-taa, y la pamela blanca, el humo del volcn.

    Ests muy imitante! dijo Ruz el Oscuro.Con lo cual qued probado que el piloto aquel del califa,

    tan fabulante, no estuviera en Kafirete. Sinbad se levantcon calma, se quit la pamela, y no tuvo inconveniente enmostrar la cabeza calva, monda y lironda, y sali Sari tra-yndole un turbante de seda colorada que Sinbad se cicon mucho cuidado, y volvi Sari a la casa y regres con lapluma verde, larga dos varas y media, y Sinbad con hilo deplata la asegur por la canota al turbante, y habiendo ter-minado el aderezo sali muy fachendoso del huerto, dio lasgracias a los amigos por la visita, y seguido de los ms salia pasear al muelle.

    Quin va ah? preguntaba una vieja desde un venta-nuco, tapando media cara con una mano huesuda y negra.

    Algrate, Lalaa le contest Sinbad sin mirar paraella, que ves gratis la pluma del Ave Roc!

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  • Desde entonces Sinbad volvi a ser escuchado en las tertu-lias, y el piloto sustituto fue a hacer verano a otra ribera.

    En Bolanda el cielo es siempre azul. El monzn llega conel ltimo da de mayo, y echa sobre la tierra unos alegres pua-dos de agua. La gente sale a mojarse, cantando. Pero en aque-lla provincia del Golfo se vive porque todos los das del SeorMisericordioso corren las limpias aguas del Iadid.

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  • CAPTULO II

    LA fonda est de puertas adentro, que manda el rey queningn forastero duerma fuera de la muralla, y lo msde lo que llaman la fonda es un gran patio rodeado de arca-das, y en el medio hay fuente para la gente y piln para lasbestias. La casa poco ms es que una cocina, y en pas demoros manda el Libro que se hagan de tres fuegos las de lasposadas, y que siempre haya agua sazonada con un poco desal hirviendo en una caldereta, y esta fonda de Bolanda estcon toda religin. Desde la cocina, por una escalera de mano,se sube a la terraza, y hay all cuatro cmaras para los hus-pedes, y para las mujeres hay una tienda en un salido de lacocina. La terraza est ms alta que las almenas de la Puertade los Perdones, y se ven desde ella el muelle y las naves, y allacostumbran hacer tertulia los pilotos que estn de vacacincon el dueo de la fonda, que es un manco muy risueo queresponde por Mansur, y el cad de la villa, cuando se alquilde nuevas la fonda, que es renta del malik, lo escogi por eso,que dijo que en igualdad de saber de cuentas y de arroz blancoy cordero frito, la plaza era para una cara palaciega y alegre,que una careta triste en amo de fonda le quita a los foraste-ros el placer de la posada. Si hay gente de atavo en la fonda,entonces Mansur avisa cuando va a echar la pimienta al arroz,y los cominos y el clavo al cordero, lo que hace posando lataza de las especias en el mun del brazo manco, que es elderecho, y con la mano izquierda remueve en la olla, y mandael condimento por soplo, y no hay otro que soplando eche lapimienta en grano, y l s, muy fcil.

    La tertulia de Mansur es al atardecer, y tienden los cria-dos toldo listado, y traen cojines y almohadas, y van sirviendoel t con menta. Los contertulios son los dichos pilotos que

  • no andan en la ocasin en el mar, y los forasteros que se acer-quen, que casi siempre son gente marinera. A Sinbad no legusta nada que suban a la tertulia los compradores persasde cueros y sebo, que le huelen mal, y no saben hablar deotra cosa que del arte de la castracin, que siguen por Avi-cena, y de que baj la ley de la moneda, y de mujeres, y nocreen nada de lo que se cuenta, y estn entre ellos haciendohigas a escondidas al que relata, y si sale una historia de unviaje por mar, escupen en la mano y dicen que una vez quefueron en una nao vomitaron. Cuando todos los de la ter-tulia son marineros, entonces Sinbad est contento, mandaque levanten un poco el toldo para mejor contemplar losnavos amarrados en el muelle, y llama a los presentes porsus motes, o se los pone nuevos, sacados de un hecho de suvida, o alabndoles el puerto en que nacieron al mar, o lanave ms sonada que mandaron, y si est presente el viejoMonsaide lo trata de almirante y le pasa la primera taza det, y ablanda en su boca con saliva y polvo de canela las pie-dras de azcar indio con que convida al anciano.

    En la tertulia se pone Sinbad en dos almohadas, en elmedio y medio de la rueda, y deja que los otros vayan sacandonovedades de la memoria, y si hablan de tierras que estncerca, a diez das o veinte de mar, o de sucesos de la villa odel propio pas de Bolanda, entonces no dice nada; pero tanpronto como se asoma a los labios de cualquiera de los pre-sentes el nombre de un pas o de isla o nacin de ms all deColumbo a Canbetn, entonces Sinbad aprieta las rodillascon las manos, y repite en voz alta el nombre lejano, y yasaben todos que va a hablar el piloto de un viaje suyo, de unadescubierta famosa, de una rara aventura, de costumbres nousadas.

    A la isla de Java, el primero que llego fue Mustaf elOrmuz dice Arfe el Viejo, posando la taza en la que estuvolamiendo el azcar del fondo.

    Nuestro Sinbad deja que testifique Monsaide, que Al Gar,que es un piloto de Doncala que aprendi de los hindusta-nes a dormir de pie, y es un pequeajo flaco que siempre esttosiendo, diga que as que le pase el catarro ha de ir all y

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  • traer sobrado para renovar el caimn y las hierbas de la boticade La Meca, que quiere hacer aquella obra por su alma fiel,y entonces toma Sinbad el sermn y saca una historia decuando llev a Cainm al malik de Sostar.

    bamos en tres naos, y saliendo de Sostar bajamos a cogerel viento zamor, que esta facilidad no la sabe nadie, y la tenayo de un viaje antiguo, y el zamor es un viento que est par-tido en sopladas y da sus rfagas y se detiene un poco, y vuelvey da otras seis, y cada una es mas fuerte que la anterior, y todasvan como silbadas, cual msica de dulzaina, de re mi a la si.Cogido el viento se va a su golpe muy solazadamente, perohay que entrar en l a tono, con la soplada que le vaya al reso-nar de la nave, que no todas las naves roncan lo mismo, y haynaves que estn en re y otras en fa, y conviene respetarles elafino. Digo que, cogido el zamor, se va suelto en l hasta quese da por pasado Malabar, y entonces os soltis del zamor yvais con las brisas bengales a estribor, y hay que arrendarlasantes de tomarlas al rey que llaman Calibo, un emir gordo ycolorado que vive de este trato, y que se compromete a darlas brisas cada da, aunque no soplen de suyo, que las hacesurtidas cuando quiere con una mano de molinos de vientoque levant en las cumbres de los montes que llaman Balda-sn, y en otros molinos aspeados que tiene, de resorte, y sueltael freno cuando quiere, como en juguete de Constantinopla.Y se sabe que son las brisas de Calibo las que se toman y nootras, porque las marca en el lomo, como los vendedores depotros sus greyes en las ferias de Samarcanda.

    Pas al lado de esas brisas y nunca tal o dice Arfe elMozo, llevando la mano a la frente.

    Lo que se aprende! dice Mansur, frotando el muncolorado con la mano que tiene.

    Y qu se le perda en Cainm al malik de Sostar? pre-gunta Ruz el Oscuro, etope crespo, craso y regoldador.

    Sinbad enjuaga la boca con el t ya fro que resta en la taza,hace dos o tres aspiraciones de nariz de las que tiene por cos-tumbre, escupe en el ndice de la mano y lo levanta porencima de la cabeza para ver qu viento corre hoy.

    Se puede contar, porque aunque vive el seor Zafir, glo-

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  • ria a Dios!, donde est retirado, con el viento que hoy sopla,no le llegar ni letra de lo que estoy relatando. Reinaba Zafirsoltero en Sostar, y lo ms de su tiempo lo pasaba en el aje-drez y tena innovado el movimiento de los elefantes, y la fami-lia suya quera que se casase, y dos tas solteras que tena pro-palaban a su alrededor la hermosura de las doncellas del pas,y si fulana tena un lunar aqu, y que si mengana era una pre-ciosidad de teticas levantadas, y si zutana saba baile y cantabasostenido, y de los ojos de aquella, del andar de la otra, y delo callada que era una rubita de doce, que ya pareca que juga-se para princesita mandada. Pero Zafir no quera boda, y enlos descansos del ajedrez andaba leyendo en un libro curtubque ensea que amor no es ms que una mirada sorprendiday una palabra que no se sabe decir, no, aadiendo que amorsiempre est lejos aunque lo tengas a tu lado, y que no es cosade buscar, sino palomo que cuando le apetece viene l a lamano, amargo a dulce, enemigo o amigo, veneno o caramelode licor, y daba Zafir por cierta esta doctrina, a la que apo-yaba con algn que otro suspiro y con mandar hacer msicaen la noche. Pero tanto le apretaban las tas, que eran dos sol-teronas holgadas y tercas, y venan los jeques de las tribus allorarle a la puerta de su tienda cada da, que Zafir determin,aprovechando que yo estaba all licenciado del califa, hacerun viaje, y el disanto en la mezquita habl, y dijo que quizregresase con esposa de aquel verano que iba a pasar en elmar. Navegamos con la ciencia que dije hasta la isla Java, y yoquedaba en la nave almirante sentado de respeto, con el bas-tn en la mano, y Zafir iba de particular por las grandes ciu-dades, y pasamos a Cainm, y a los tres das de estar all, en elpuerto de la Nuez Moscada, lleg mi ama de su ronda muyalegre, refrescndose con un paypay, y me dijo que convenavolver a Sostar lo antes posible, y a mis preguntas respondique quizs encontrara lo que le haca falta, en cuerpo y alma,pero quera estar en todo a la doctrina de su libro, y probarsecon ausencias y ensaamientos, fatigar el corazn en no dor-mir, y el habla suya en poesa secreta... Y siendo hora de mareabaja, tome el canal de Malaca deslizado, y de una virada fui acaer contra Columbo, ayudado del monzn antevspera y, con

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  • los terrales torc para Sostar, y por apurar obr lo que hastaentonces nunca hizo ningn piloto mayor, y fue poner dobleslas velas, como si fueran sacos, y llenarlas de humo, quemandosobre cubierta maderas finas, y as mi nave iba por el aire, ydejamos a las otras seis meses atrs, y eso que no hubo da queno tuvieran el viento de popa.

    Eso hiciste, Sinbad mo? preguntaba Mostazm, unpiloto de Trpoli al que le falta una oreja, y no tiene cicatrizni seal en el sitio, y asegura que naci con ella y la tuvo hastala edad de veintisis aos, y que no se la arrancaron ni corta-ron, sino que se la robaron una noche que durmi al sereno,en el puerto de Calicuta, y no se dio cuenta.

    Eso no es nada! Zafir desembarc en Sostar y dijo a losque vinieron a besarle el fleco de la capa, que encontrara lo quele convena, y que iba a estar en espera un ao, por ver siandaba en lo cierto, y si no andaba, que entonces les prome-ta tomar mujer en el pas y hacer el heredero pedido sin per-der noche. Y corra el ao y Zafir adelgazaba, y no dorma nicoma, y pasaba con un poco de pichn con miel, y hasta tenaque echarle yo el organo que diera con el punto de su gusto,y mi prncipe andaba solo por el desierto y determinaba pasarunas semanas con los pastores, y aburriera el ajedrez, y hablabapara s versos con estribillos secretos, y se quejaba. Fue enton-ces cuando los ulemas le dijeron en consulta escrita en per-gamino de Medina, que por mucha que fuese la doctrina quelea en los cordobeses, que se pona a punto de morir y estoera contraley probada. Todo el pas gritaba que se casase, y nile dejaban dormir y golpeando en su puerta los mozos concadenas hechas con ajorcas de los tobillos de las muchachas,y con femeninas ropas perfumadas por si encelaba. Me mandllamar Zafir, que me tuviera todo aquel tiempo a bordo,pagado y preste, y mantenido de lo mejor con riones a lamoda y arroz con leche, y dispuso que saliese por el zamor ycon velas de humo a Cainm, sin pararme con nadie, y tra-jese lo ms pronto que pudiese la prenda que en aquella tie-rra dejara, y me daba cartas con doble sello y triple lacre paraun tal Pizao, que viva en la calle de los Cesteros. Fue un viajede lo mejor, y me sala el temporal que peda, y daba carreras

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  • sin desatar el timn ni recoger trapo, y llegu a Cainm enun mes y nueve das, y fui al Pizao y aqu empieza la novedadde esta historia. Si no os la contara yo, seores capitanes,amigo Mansur, no era para creerla.

    Hubo otra ronda de t, y los que fumaban encendieron laslargas y trabajadas pipas, y los hornillos eran bermejas mari-posas en la hora serotina, posadas en la terraza del fondak.

    El Pizao nombrado prosigui Sinbad no era un prn-cipe como yo pensara, ni un ricacho, ni un piloto, que era uncestero, y adems de cestos haca veletas volantes, con cola ysin ella, para los muchachuelos de Cainm, y mi malik, Moha-med Ibn Zafir al Sostar, el Seor contemple su espada!, ledejara pagada con tres doblas de Cochn, una grande, depapel chins azul, y la cola un trenzado de tres vueltas, verde,y la armada de la veleta volante era de bamb rebajado pordentro que es el mayor mrito de estos artilugios, y esta veletavolante, este pjaro, era la prenda querida, la sonrisa del alma,que me mandaba buscar... Y para eso llevaba yo, en secreto,un colchn de pluma de alondra y un barrilito de agua derosas!

    No haba mujer? No descubriera nada a los suyos? pre-guntaba Mansur.

    Nada de nada. Lo que ocurra era que mi seor no habavisto veletas volantes, ni siquiera supiera de ellas, y pasmcuando vio una tomando aires en los oteros de Cainm. Y loque determinara Zafir era retirarse a una montaa con aquelalegre invento, y dejar el asiento real a un sobrino segundoque tena. Y dej todas las mujeres del mundo por una veletade papel, pero con todo el encanto que tuviese la veleta parasu corazon, sin la ciencia aquella amatoria del libro curtub,en el que vienen las diecisiete figuras tristes que hacen losenamorados y cuanto se goza suspirando, quizs hubiesecasado... Eso s, la veleta iba muy bien enseada, que por elcamino de regreso, y como tena recibido mandato de tra-tarla como si fuese la persona misma de Su Alteza Zafir, miseor, todas las maanas me arrodillaba delante, como situviera audiencia en Sostar, en la tienda emiral, y le contabaa la veleta como eran los vientos de Arabia, y como cambia-

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  • ban sbitamente, y de las capas calientes y fras, y de cundotraen arena y cundo no, e hcele discurso de las tormentasy catlogo de las aves que conocera en aquel cielo, y tam-bin del temperamento de Zafir y de su doctrina exquisita,y me pareca que la veleta volante me estaba oyendo, eincluso, durante algunos das, llegu a pensar si no sera unaforma encantada de una doncella hermosa, pero no: eraveleta y nada ms.

    Piensas que un atado de caa y papel chins entiende?pregunt un poco airado, quiz dndose por burlado conla historia, Arfe el Mozo.

    Anocheca. La tetera estaba en la trbede y arda bajo ella,calma y dorada, una braserita de junquiza. Mansur le echunas hojas de laurel, que chisporrotearon pronto, para espan-tar los mosquitos. Comenzaba a orse, en el silencio de la hora,el alegre Iadid, y en los palos maestros de los navos, en losmuelles, manos hbiles encendan farol. El guarda de la Puer-ta de los Perdones daba el cierre, forastero adentro y nocheserena. Sinbad se levant y le brillaban los ojos entre luscoy fusco.

    Dicho est que no hay palabra que no encuentre su odo,aun en tierra de sordos. Un hilo ahora es blanco y ahora esnegro, pero la voz del que ensea al que no sabe es como unaoveja preada.

    Salam!aadi el viejo Monsaide. Y es seguro quehaya mujeres ms sordas que la veleta de Cainm. Algn dame dirs, Sinbad, los discursos que le hiciste a la prenda delseor Zafir!

    Los murcilagos surgan subitneos en la noche, y pasabanen revuelos por entre los turbantes de los pilotos arbigos enla terraza del servidor Mansur.

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  • CAPTULO III

    SE levant Sinbad temprano aquella maanita de mediadosde febrero y al salir a la puerta de su casa qued un ratoarrimado a la reja de la ventana, mirando para los almen-dros floridos del huerto de la viuda Alba, y dicindose queestara vigilante, por ver si la viuda sala a baos calientes, yentonces hacerse el encontradizo y echarle un parrafeo,y beber algo de aquellos ojos negros, y cuando llegaran alportal quizs hubiese algo de suerte y le pudiese coger unamano. Esto ya pasara una vez, y el portal de la viuda est dela otra parte de la plaza, encima de la fuente, y cuando Sin-bad le apretaba la mano regordecha y suavizada con enjun-dia de gallina a doa Alba, como si los pjaros chinos delpiloto estuvieran amaestrados, echaron unas cantatas riza-das y tan alegres, que ambos se pusieron en un pasmo, y sedejaron estar en aquella maravillosa caricia por un instante.Cuando le pas la sorpresa, la viuda corri a encerrarse ensu casa, y Sinbad desde entonces tena puntos en los que sequedaba medio adormilado, ensoando. Adase a esto queviva solo y era algo sanguneo.

    Cuando lleg Sinbad al muelle, que iba a recomendar al pi-loto Mostaz ese de quien cont que le robaron una orejacuando estaba durmiendo al sereno en Calicuta, una cartapara Calicuta, que haba all un mdico conocido suyo queentenda mucho de vistas nubladas, y la de Sinbad con losaos iba perdiendo los resplandores del mundo, y muchoscolores se le mezclaban con sombras, y un hilo de plata quese le pona movedizo en la visin por veces le haca tordearcomo si estuviese borracho, y siempre haba vecinos alar-mantes y fariseos que corran famas y echaban comentarios,y Sinbad no poda contar nada sin mirar lo que contaba, y

  • pasaba los ojos suyos por la memoria propia, alineando enella las figuras como si tuviera delante un espejo, y tena lamirada de los imaginativos, que la mitad es para fuera, parala variedad del mundo, y la otra mitad es para dentro, para elgusto del invento, y el calorcillo que da al espritu sacar unahistoria de nada, de donde estn las palabras calladas y con-fusas, que es como no estar. Digo que cuando lleg Sinbad almuelle con la carta para Cochn, estaba preguntando por lavilla y si haba puerta obligada para los esquilinos, un foras-tero alto nueve cuartas romanas, muy embozado de barbanegra y la piel muy plida, los ojos claros entornados comodolindose de la luz matinal, y todo el equipaje que portabaeran dos lanzas etipicas de hierro crudo y la hoja laurlica.Sinbad pas a su lado y lo oli por dos veces, y se fij en unescapulario que el otro traa, amarillo y verde, que es la sealde los proscriptos de Madagascar, y acercndose entonces al le pregunt en melgacha cortesano por su nombre y dedonde vena. El forastero le contest muy fino en arbigo quele agradeca el saludo, que quera ser en la lengua de su esca-pulario y casi le sala, si no fuese que pronunciaba Sinbad elmelgacha por la i, y aquella s que cae al final de cada palabraen Madagascar, esa los nativos la silban. Pero no dijo su nom-bre ni cont de sus escalas.

    Sinbad le anunci quin era l, y qued algo cortadocuando el otro le respondi que nunca oyera hablar de aque-lla seora, y eso que poda decirse que lo suyo propio eravivir en los muelles del mundo entero. Se haban acercadomarineros y tratantes, y bien vieron que Sinbad ir, colorado,de no verse famoso, y tanto que se deca! Pero nuestro pilotolevant la cabeza, le grit a Mostazn quien estaba a caba-llo del foque haciendo que pescaba un mjel que no se olvi-dase de sus letras y se ofreci corts al forastero a ensearlela fonda y en lo tocante a que no hubiese odo hablar de Sin-bad el Marino hasta aquel momento, que bien se daba lcuenta de que un hombre que anda por el mundo con su co-razn propio por toda patria y almohada, no va a estar con laoreja pegada a las gacetas de los muelles, y que adems yahaca nueve aos que no navegaba, y sus ltimos viajes fue-

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  • ron por partes ocultas e islas que todava se disputa si las hayo no, y no por los trficos usados de los arbigos, y que vie-nen tan apuntados en los atlas del Islam, que ya no tiene gra-cia salir. Sinbad navegara ltimamente por hacer mapas devientos y descubrir ms alla de Malaca la hora tormentina.

    Qu hora es esa? pregunt el forastero.Es la hora de la velocidad de los temporales, que estn

    empozados en los mares, sin saber qu rumbo tomar, y qui-zs, estando alerta, se les pudiera agarrar cuando comienzana mostrar el pelo, y tornarlas as de las partes habitadas. Elmar est por estudiar.

    Sinbad llev el forastero a casa de Mansur, quien lo apo-sent en una de las cmaras de la terraza y pidindole quele perdonase, que no era contra l respeto ni falta de cari-dad, le dijo el husped al nuevo inquilino que era costumbrepedirles a los que viajaban sin valija una semana de adelanto,y que no miraba mal la Ley esto en lugar poblado. El foras-tero le agradeci a Sinbad que le tuviese las dos lanzas, y dedebajo del escapulario sac una bolsa, y en la bolsa tena unaspinzas de concha de tortuga, y con ellas tom muy delicadouna moneda de oro y la dej caer en la arena roja de laterraza.

    Perdona le dijo a Mansur que use contigo estamoda, y que no te pague en la mano, risueo fondista, peroes uso de los mos no tocar dinero ni darlo a tocar. Ahora tcoges la moneda de la arena y es como si ella te pagase porsu cuenta mi derecho a estar aqu, contemplando el pas deBolanda y el Golfo, y a comer de tu pan, beber de tu agua, yechar un sueo en esa camareta.

    Slo Dios es Dios! dijo Mansur bajndose a recogerla moneda, que era un bizantino de media onza.

    El forastero se despidi para su retiro, y quedaba convidadoa la tertulia de la tarde, pero dndose cuenta de que Sinbadmarchaba serio e incmodo porque no le dijera su nombre yviajes, cuando ya el piloto pona pie en el tercer travesao dela escala que bajaba a la cocina que, como dije antes, eraescalera de mano erguida tuvo aquel hombre atristado unavoluntad sbita y graciosa, y dijo:

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  • Seor Sinbad el Marino, antes de retirarme a leer unosrecibos quiero darme por obligado tuyo, y para que sepas aquin mandas, yo soy aquella alteza Gamal Bardas de las Sos-pechas, que perdi el Reino Doncel.

    Sinbad, que era muy mirado en etiquetas, se sinti de quepuesto como estaba en la estrecha escalera empinada, no podasaludar con la pleitesa debida, pero sabiendo a Mansur debajomismo de l, curioso siempre que no quera perder palabra delas grandes conversaciones, le dijo en voz baja que aguantase,y dejndose sentar en la cabeza del fondista, le quedaron losdos brazos libres, como mueco de tteres griegos, e hizo lasceremonias, aunque muy prudente en reverencias, que noestaba muy seguro en la escalera pese al apoyo, y llev la manoderecha a la frente, a los labios y al corazn, y la izquierda laabri en el pecho bajo, y hasta fuera suerte que aquel da, conlos deseos de timarse con la viuda, pusiera Sinbad dos anillosque tena, con aguasmarinas soleadas.

    Los caminos los derrama la mano del Seor! dijo Sinbad.El prncipe junt palma con palma de las manos suyas, y

    movi la levantada y melanclica cabeza afirmativamente, ySinbad baj con gran pausa, cruzado de brazos, y con las nal-gas en el turbante blanco de Mansur, muy asentadas.

    Ya oste que tienes en casa un prncipe.Dnde cae Reino Doncel?No cae para parte alguna. No oste a tu inquilino que

    la perdiera? Hay tierras que slo son memoriales. No te contya del rey Borzasares, que por mejor guardar de los usurpa-dores sus siete ciudades cuando vino a La Meca, hizo tratocon un mago y este se las puso en una sortija, como siete pie-dras y, jugando Borzasares con la pieza le cay al mar, y fueperdido as su rico realme? Yo mismo vi a Borzasares pedirpor puertas en Damasco, y como en sortija iba toda la fami-lia de sus sujetos, estuvo el mar en Adem un ao echandocadveres. Muchos se hicieron ricos con los rescates de ropasy joyas! Algo parecido le pudo pasar a este Gamal Bardas consu Reino Doncel.

    Sinbad iba a hacerse su almuerzo, pero antes oli por dos otres veces la pepitoria de gallina que estaba cocinando Mansur.

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  • Era aquella gallina de la media polaina, las alas dora-das, tan voladora? pregunt ya en la puerta, y se lama loslabios con la punta de la lengua.

    Ni me acuerdo dijo Mansur, que no era nada dadoa propasarse en convidadas.

    Estaban en ruedo en sus cojines los pilotos, y Mansur man-dara subir una alfombra nueva y una mecedora de mimbreque tena, muy de respeto, con funda de otomn colorado,por si quera sentarse en ella Su Alteza Gamal. Ninguno delos navegantes presentes oyera hablar de Reino Doncel, y lasopiniones estaban encontradas en lo tocante en a qu vientocaera ese emirato, diciendo uno que en el sureste y otro queen tramontana. Monsaide opinaba que andara ms all deLisboa, y Arfe el Mozo que en tierra adentro, para la partede las fuentes del Nilo, donde haba aguas movedizas. Sin-bad callaba, haciendo musiquetas con la cuchara en la tazadel t, y por veces silbando, vaciando en el silbo todo cuantoaire le caba en el pecho. Y ya se iba el da rosicleando hori-zontes por mar y tierra, cuando sali Gamal Bardas de lasSospechas de su retrete, con el manto recogido en la cintura,y en cada mano su lanza, y era mismo la erguida figura quetodos aguardaban ver, seria y seora, y cuando Mansur leofreci la mecedora se sent en ella con mucha pausa y gra-vedad, pos las lanzas en el suelo, puso los pies encima deellas tras quitarse las babuchas, mir muy calmoso a todoslos contertulios, uno por uno, y no dijo palabra.

    Seor dijo el viejo Monsaide, aqu en Bolanda hay pazsobrada para propios y extraos. Los viejos marineros gustamosde poner mares por debajo de nuestras conversaciones, navosen las brisas que pasan. Dicho est que los corazones solamentese miden por el brillo de las estelas gloriosas. Dios te guarde!De qu banda cae Reino Doncel, prncipe real?

    Gamal posara las abiertas manos en sus rodillas y mir porencima de las cabezas de los pilotos la franqua lejana delGolfo, que se perda en un claro de oro, y siempre entornandolos ojos, como pareca su natural.

    Reino Doncel caa todava ms alla de Trapobana, quizpor donde anduvo Sinbad en busca de la hora tormentina.

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  • La seora era de un to mo que al llegar a los veinte aosde edad se le puso en la espina un punto con inflamo, yjorob ladeado, y no quiso ya nunca ms salir de su palacio,y dio en gobernar el reino por medio de espejos y de aguje-ros, y pona las leyes por adivinanza, y tena tambin pjarosoidores, que son unos mirlos de por all que repiten todo loque escuchan, y en cada casa de rico tena mi to cuatro ocinco, y por lunas los traa a la cmara secreta suya a exami-narlos, y no le importaba nada lo que oan los mirlos suyossalvo que fuese poltica, aunque a veces se entretuviese enalguna curiosidad, verbigracia, si un viejo matrimoniabacon moza, cmo fuera la primera noche, o si haba cuernosen casa de algn altivo, si le pegaba la mujer mas jven alseor sargento mayor, y cuntas veces contaba el tenderoLeartes, que fue famoso avaro y coma la carne por sombrapor encima de cortezas resecas, las monedas de plata; digoque de esto era curioso por chiste. Pas que comenzaron aechar los pjaros, cuando los examinaba, palabras nuncaodas, que no estaban en la Perfecta Compilacin ni el Tesau-rus, ni en las modas de teatro que venan de China, y mi tose hizo sospechante, y un da en que un pjaro trajo toda unaconversacin en esa parla secreta, al dueo de la casa en queestuviera el chivato, mand a mi to que le cortasen la cabeza.Usbase all que el penado era convidado a una fiesta en pala-cio, y el visir de mi to le deca que se asomase a una ventanapara que viese el pavo real que llegara la vspera de Siam, y elotro echaba la cabeza bien afuera, buscando en el patio dndese habra escondido el pavo famoso, y en esto le caa un hachazoen el pescuezo. Mi to peda que le trajesen el tambor mediano,y echaba muy redoblado toque de muerto, con sea de hom-bre principal, o cabo primero, o forastero.

    Dnde se pona el verdugo? pregunt Mansur quecomo todos los pacficos risueos gustaba mucho de cuentosde miedo y de no poder dormir hasta que no metiese la cabezaa sudar debajo de la almohada.

    Estaba por fuera, colgado de una cuerda por la cintura,y cuando el visir asomaba su mano, dicindole al penadopor dnde andara el pavo real, el verdugo se soltaba de una

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  • aguarda de hierro, y vena columpiado, rpido como unrayo.

    Mucho se inventa! Y haba pavo?Al principio s, pero al que haba no le iba el clima, y

    muri en tres semanas, de las anginas. Despus ponan las plu-mas de la cola en una cesta y se hacan las justicias al anoche-cer, que mal se vea el pavo. Siguiendo con el cuento, digo quehuyeron muchos notorios para Catay y Fusango y la isla deJol, y andaban por aquellos encuentros juntndose y tratandode venir con una armada a echar a mi to jorobeta de la coronay a ponerme a m en su lugar, y que me avisaran por dos sier-pes verdes. Mi to andaba soliviantado, se cagaba en su monu-mento, y ya tena callo de los redobles que echaba cuandomandaba matar rebeldes, y un da me llam para decirme queiba a echar fuera toda la nacin y a esconder Reino Doncelpara que ningn cabrn se lo quitase, y que me pasaba a meste secreto porque era el nico de la familia de quien no des-confiaba. Yo era un sobrino dado a leer de plantas, y el ms demi tiempo lo pasaba injertando limoneros en un jardn yestudiando hierbas de adorno, a las que variaba forma y color,y ya lograra en otoo un prado blanco, y como dijeran de m,desde que me vieron rapacete, que era muy tmido para lasmujeres, me dejaba estar metido en m, y corriendo aquellafama ma yo callaba, y mejor estaba solo por si me venan conlgrimas las horas de la soledad, que las hay, y desde que metocaran en la espalda avisos de que los escapados me queranpor emir, yo, la verdad sea dicha, no haca ms que soar contener doncellas hermosas en mi palacio, una en cada cmara,y yo paseando de una a otra, y siempre hablando variado conellas glogas y comedias... Y me duele ahora que el jorobadoaquel mandase mis sueos a la ceniza. Le pregunt si era fcilesconder un reino como el nuestro, que eran bosques y cam-pos abiertos, y una vegada de almendros y una ciudad amu-rallada, y l me dijo que s, que tena una capa negra y que lapona en el aire con palabras sopladas, y con un guio de ojose quitaba la capa, y todo lo que estaba debajo desapareciera,y en tres golpes poda esconder todo el Reino Doncel. Comodolindome de mis hierbas y de los almendros que iban para

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  • flor, le pregunt si donde se escondera nuestro reino no sepudrira todo, no se oxidase o cubriese de musgo, y l me dijoque no, que abajo del todo, donde metera el pas, haba unaselva soleada, y all estara muy asentado el reino, como coladade francos a secar en una ribera, y tan cmodo todo y respi-rante, que l no se movera del palacio y no le faltara aguafresca ni luz del da, aunque esta le viniese por pasos de esca-lera de espejos. Le dije que yo era su sobrino obligado y hala-gado sbdito, y que me mandaba, y l qued en avisarme, ycuando estaba un servidor de regreso en su jardn, perdido enimaginaciones, apaciguando la voluntad que con el anhelo delemirato me hiciera aquellos das algo soberbio, llegaron lasdos sierpes con el anuncio de que los escapados embarcaranpara llegar con la lluvia del da siguiente, que en Reino Don-cel llova siempre por las tardes, y a esa lluvia le llambamosel bao, y qu bien la beban mis hierbas de ensayo! Me dijeque tena que ir a ver a mi to y distraerlo, y si poda haba dehacerle mirar un rbol que dejara en el jardn, y que era unlimonero que yo inventara y que no ms tena que dos ramas,y cuando estaban cargadas de fruto eran tan livianos los limo-nes, y pesaban menos que el aire caliente, que entonces ellimonero, si no estaba bien agarrado a la tierra, volaba a salti-tos de aqu para all, como mariposa en los brezales de mayo;dije que buscara que mi to se asomase a ver el rbol, y comoel verdugo real siempre estaba colgado por fuera, sin meteryo mano en el asunto, caera desde el quinto piso la cabezadel emir, tan solazada siempre en su turbante relleno de plu-mn de perdiz. Iba yo para el palacio emiral al trote de mi Poli-sandes, que era un caballo que comprara a uno que lo traaen estampas, sacado de una novela griega, y se mezclaban en-tonces en mi corazn la alegra de coronarme rey con el temorde la aventura en que me pona, y el limonero clebre lo lle-vaban delante de m cuatro pajes corredores mos, dentro deuna tienda morisca de lienzo crudo porque no volase.

    Gamal pas el dorso de la mano derecha por los delgadoslabios y acarici la barba antes de proseguir el relato, y pare-ci que se le mudara la voz, y bajando de tono se haca msconfidente.

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  • Llegu al palacio, y no ms llegar ya vi que andabanencendiendo luces, y me dijeron que mi to estaba armadoen la torre descubierta, y sub junto a l y en cuanto me viome dijo que llegaban los escapados, y que ya metieran en elreino avisos, y que no haba tiempo para nada, ni para unaque tena determinada, de desvirgar entre l y yo todas lashijas de los rebeldes, lo que por otra parte no vena mal comomedicina preventiva, ya que abajo haba de todo menos c-pula. Estaba rojo como pimiento morrn! Me grit que bajasepara la solana, y que me estuviese all quedo a la escucha, yno tuviese miedo por viento que sintiese abanar el mundo,que iba a echar la capa maga, y del primer golpe borrarael mar, del segundo los campos, y del tercero el palacio enque estbamos. Baj a la solana y me sent en un sern dezuecos chineses, y no saba a qu atenerme, y bien vea lassierpes escurrirse por entre los rosales y hacerme seas levan-tando la cola, y en esto cay noche oscura, relampague,tron, volaron piedras encendidas, y yo salt de la solana aljardn con el ltimo estampido, y ca en el mar, en un marque antes no haba, y era una maana soleada, y a dos varasde m navegaba el sern de zuecas, isla bendita a la que mesub. Alguna quebradura tuviera el arte de mi to! Y paraesto tanto capar cuervos y mirar agujeros en los testes! Qums os contar? He de llorar ahora mismo aqu mi jardnflorido, mi limonero volador, mi palafrn de novela, mis hier-bas de colores, las damas con las que imaginaba conversarletrado potico, las lluvias de la tarde sobre almendros enflor, y hasta el gusto que se me fuera poniendo de ser un reysolemne, sentado en el medio de la plaza, haciendo a las va-rias gentes justicia y caridad? No me veris llorar, no. A losnueve das, y ya mora de hambre y de sed, me encontraronunos de Madagascar que volvan de la canela verde, y me tra-jeron a su isla famosa, donde fui curado de las fiebres delayuno en el mar, y me tom amistad el intrprete de for-neos, un tuerto muy poltico a quien le ense a jugar a cha-pas a la raya, y porque pudiera yo pasar tierras y mares confranqueza, me apunt como si fuera proscrito de all, y astendra derechos, ya que era expulsado de una tierra que hay,

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  • que es Madagascar, y no de una que no se sabe de cierto si lahay o no, que es Reino Doncel. Y lo que son los hombres: eseintrprete que tanto me quera, y tanto me ayudaba, anhe-laba que yo saliese de Madagascar, para ser l campen dechapas a la raya, que l ganaba a todos los malgaches y a lospasajeros menos a m. Y el Gran Cazador de los Malgaches,que as titulan all al coronado, y es hombre de mucha cien-cia y mdico...

    Le llaman Bambarino y lee por cristal de aumento co-ment Sinbad, quien estaba muy curioso del relato y tambindel juego que se traa el seor Gamal Bardas de acariciar conlos pies, como si los acunara, las dos lanzas suyas.

    Es ese mismo confirm Gamal. Y cuando se aburrehace que vengan sus guerreros ante el trono, y a todos lesquita el cerote de dentro de las orejas soplndoles agua deuna vejiga de perro. Y fue l quien me dijo que me llamasesiempre con el mote de Sospechas, porque si volva a ReinoDoncel siempre estara bien que tuviera una posesin con elapellido de mi to el jorobado, quien tendra su partido, y tam-bin me aconsej que no dejase de tener a mano las dos sier-pes que me mandaban con avisos los escapados, para que tes-timoniaran en la ocasin que yo era Gamal, el blandoinjertador, y que el aviso llegara retrasado...

    Y vuestras sierpes son esas lanzas de hierro crudo quetenis a vuestros pies dijo Sinbad, haciendo la higa tres vecesseguidas por si eran venenosas.

    Son y despiertan con la noche! grit ms que dijoGamal Bardas, y se inclin a cogerlas tras escupir en las pal-mas, y cuando las levant eran dos grandes culebras de ojohostil, erguida cada una en su mano. El prncipe, abando-nando la mecedora, sin decir otra palabra camin hacia sucmara, y daba miedo verlo. Respiraron todos cuando oyeroncomo se cerraba por dentro.

    Los pilotos y Mansur, sorprendidos, miraban para Sinbad,quien muy tranquilo se aprovechaba para servirse otra tazade t.

    Otros casos conoc de ms novedad, amigos, y los saqucon bien menos seas. Y este Gamal tena mucho andado para

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  • el oficio de exiliado, que es figura que pide melancola, portener tanta parte de su vida sin toque de mujer. Y para queveis que ya estaba oyendo de esa boca real lo que ya saba,mirad!

    Y mostr Sinbad el Marino, sacndolo de un pliegue delturbante, un limn dorado.

    Mirad! Un limn volador de Reino Doncel!Y jugando a tirarlo y a cogerlo con las dos manos, y pal-

    mada entre vuelo y vuelo, en una de estas vino una brisa delGolfo y se llev el limn por el aire, por encima de los teja-dos y de las terrazas, por el claro de luna, hasta dnde no sesabe.

    Cmo lo hiciste? le preguntaba el viejo Monsaide anuestro Sinbad, subiendo juntos por la cuesta de la Mez-quita. Puedo ser tu padre, Sinbad bienamado! Por las bar-bas del Profeta, hombre! Cmo hiciste, mi califita?

    Sinbad rea, y ech a correr. Se subi a un canto de cargarharina que haba a la salida del almacn del horno de la villa,y ya en el peg dos brincos.

    Han de decir que ests borracho, mi Sinbad! Cmohiciste, alegra del mar?

    Era nada ms que la piel de un limn, Monsaide amigo,con una golondrina dentro.

    Y cmo sabas que vendra al caso?Lo hice por si al perderse Reino Doncel sala que fuese

    por el aire, poner este verbigracia volador de punto final.Quin suea, suea! comentaba para s Monsaide,

    golpendose el pecho y la frente.

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  • CAPTULO IV

    SINBAD nunca fuera casado, y no se saba si por falta detiempo entre sus famosos viajes, o porque no encontraraaderezo de gusto, o porque no se les acae de todo la vida defamilia a los imaginativos perezosos, o por filosofa, como lense una vez a los pilotos de Calicuta, alabando la her-mosa castidad que piden las descubiertas del mar y el andarcon la amistad de los grandes vientos, a aquellos carnalesque no piensan ms que en meter mozas en las naves y enremojarlas en calderos que echan por la popa, desnudascomo su madre las pari, y si pueden zarpar sin pagar. Otrasveces deca Sinbad que comiendo como l lo haca cuandoestaba desembarcado, por pases y das festivos, que preci-sara diez aos para poner media docena de mujeres al tantode las escuelas de cocina, y dos por lo menos tenan quesaber calendario, y no habra renta ni soldada que llegase,y tambin los piques entre ellas, y no iba a cumplir con lasseis, que no juntaba l alegra para tanto, y viniendo del mar,el cuerpo lo que pide es cama quieta y callada. Cocina Sin-bad para s, y cuando llega a la tertulia le echa el aliento aMansur o a Ruz el Oscuro, y les pide que adivinen, y los otroscantan respuestas, y Sinbad les permite que acierten una queotra vez, para que no pierdan el gusto del juego, pero lasms de las veces no pueden atinar que nuestro amigo traeel almuerzo de muy lejos, con trompa de elefante mechada,o sopa de nieve con molleja de pavo, o ajos rellenos de san-gre de pichn, a un revuelto chino de huevos con claveles,y as otras suculencias, y tambin conservas de las Molucasen barrilitos de palma. Mansur lo que ms acierta es si elestofado llevaba carnero. Sinbad se echa a rer, y dice fro-tando las manos:

  • El carnero en el estmago me vena diciendo: Vamos asaludar a mi primo Mansur!

    Y regelda y ren todos, y Mansur dice que no le parecemal la burla, pero se pone colorado.

    Volviendo con Sinbad y por qu no se cas, lo que ms legustaba al almirante cuando llegaba a una ciudad extranjera,era salir anochecido a pasear solo por las calles, y todo eraatender si sala una mujer por puerta a ventana, y si le chis-tara o llamase, y slo de pensarlo se ruborizaba, y entoncesapuraba el paso; tambin le gustaba ponerse a andar detrsde una que iba calle arriba, y cuando crea que esta ya se dieracuenta de que la segua aquel seor de tanta apariencia, Sin-bad haca por adelantarla en diez pasos, y se arrimaba a lapared de un huerto, y miraba para ella hacindose el sor-prendido de tanta hermosura aunque fuera muy medianalindeza, o muy madura, porque haba un punto en que elcaso dejaba de ser verdad para ser hechura gozosa de la ima-ginacin, y sorprenderse era parte del juego, y si no haba sor-presa, despus no poda haber inquieta memoria cuando Sin-bad iba por el mar y en la noche suba al puente, sin otracompaa que el farol de borda. Y Sinbad le aada a estasrondas y encuentros fantasas muy suyas, como ver llegar ladama y sacar con calma de la bolsa un frasco de perfume aun puado de rosas deshojadas y claveles, y derramar el per-fume, o dejar caer, abriendo la mano lentamente, las suavesflores. Y tena inventado que albergando en sus pulmonestodo el aire que poda, lo libraba silbado, y las rosas y los riza-dos ptalos de los claveles iban como volando en rueda aposarse a los pies de la hermosa. En un atardecer, en Cochn,una que llevaba en la mano una linterna de papel encendida,se meti en un patio, despus de una de estas muestras deamor de Sinbad, y le hizo una sea al piloto y este acudi, ycuando tembloroso le bajaba el velo con una mano parabesarla, y con la otra levantaba la de ella que tena la linternade papel para averiguar si de cierto encontrara un jazmn delParaso, la fulana, que era una cuarentona regordeta, comen-z a gritar que la forzaba un marinero. Sinbad casi llorabacon la vergenza, y ech sobre el rostro la pelerina bermeja

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  • por no ser conocido de la gente que se reuniera. Un zapateropequeo y jaro, y picado de las viruelas, muy armado de leznagritaba a la puerta de su tienda:

    Estos califatos creen que no hay ms que llegar y llenar!Sinbad vive, pues, solo, y tiene a Sari para algn que otro

    mandado, y a medioda se cierra en casa y cocina para s algode frito y alia una ensalada, y las ms de las veces pasa conuna sopa de manteca y cebolla. Vive pobre, recontando lospocos cuartos que tiene, y cuando le pagan la renta de unahuerta que hered en la Vega, entonces compra siempreuna pieza de cuero, ya sea bolsa, cinturn o babucha, y estrenaen da festivo, y nunca dice que estrena, sino que ya tenaaquella prenda en casa va para doce a trece aos. Guarda cua-tro cajas herradas llenas de variedades, pero nunca las abre,y digo yo que ser para no desencantarse a s mismo halln-dolas vacas, o si lo que guardan son espejos rotos, conchas ytrapos viejos. Cuando termina de comer sale a sentarse a lasombra de la higuera suya, y debruzndose en una rama bajaecha una siesta muy roncada. Y fuera de la tertulia sentada deMansur, todo el otro tiempo suyo lo pasa en hacer algo en elhuerto, mudarle el agua a los pjaros de China, y pasear solopor el muelle y la ribera. Tambin pasa mucho tiempo en zur-cir y remendar ropa, y en el planchado, y cuando planchacree que el hierro es una nave, y le hace dar vueltas, y tomacosturas de bragas como cuando tomaba en Malaca las co-rrientes. Si alguien llama a la puerta de su casa, siempre salea abrir en una mano un mapa y en la otra el anteojo de largavista. Y sacude el mapa, del que no cae nada, pero Sinbad diceal visitante:

    Estaba repasando la vuelta de Chipre, que la hice cuandofui a comprar para el califa, la larga vida la da Dios!, mon-dadientes griegos, que all son de caa de pluma y no gajan,y desembarcamos para ver el entierro de una seora que lamatara un marido negro que tena, y adems una pieza deteatro en la que salen unos que roban un gallo, y el gallo esun filsofo, y les echa un sermn a los ladrones, que se van aentregar al juez, y antes de embarcar de regreso les hice enla playa, con mapa, una composicin de mares arbigos a los

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  • pilotos latinos, y pos el mapa en la arena, y me parece quese le meti alguna al enrollarlo, y es arena roja y aristada, yun grano de ella ya me ray un cabo de Siria.

    Y Sinbad mueve la cabeza, y se ve en los ojos suyos que lno tuvo culpa de que por aquel grano de arena que rasg sumapa, Siria verdadera perdiera un cabo, y a lo mejor habafamilia sentada en unas peas, o andaban marineros a la pr-pura, o se le cort la leche con el susto a una seora que pasea-ba orillamar, o ahog un rebao.

    De las cosas que Sinbad ms se preciaba era de saber de lasetiquetas todas de los seores reales del Oriente, tanto porlibro como por experiencia, y cuando llegaban a la villa foras-teros principales y quedaban entre nosotros cuatro a cincodas convidados por el jalifa del malik y el caid, lo llamabana palacio, y entonces Sinbad se pona una camisa blanca demaestresala y un gorro verde, y estaba all al tanto de todaslas ceremonias y de la cocina, y donde se sentaba cada jerar-qua, y si era antes lo frito o lo asado, y cuando entraban lasbailarinas, y si el convidado tena toque de bombo o no. Y lesalieron grandes aciertos en ceremonial que fueron comen-tados en Bagdad y le valieron buenas propinas; de una de ellasvivi todo el ao de la escasez, cuando cay la langosta antesy despus del monzn y abort la burra de la Inclusa, y fueesta propina porque Sinbad advirti al caid que el duquesomal que pasaba para La Meca, ese coma con tenedor detres puntas, y no se saba en Bolanda ni en todo el Califatoqu fuese tal cosa, y Sinbad dibuj el tenedor y el caid mandhacer media docena de plata; vinieron a la villa gentes de otrasque estaban a veinte leguas para ver al duque hacer su almuer-zo, y para ms comodidades del pblico sali a la terraza dela alcazaba, y era muy graciosa cosa verle pinchar los rionesde oveja con la horquillita aquella rizada y llevar la tajada a laboca; el caid le regal al somal los tenedores en una cajadamasquinada metidos, y el califa puso por decreto que porrespeto a tan noble visitante, en cien aos en el Imperio nadieosase usar aquel invento en sus yantares. Se deca que algu-nos lo hacan a escondidas en su casa. Siempre hubo exqui-sitos de imitacin.

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  • Otra de las acertadas de Sinbad fue cuando pas caminode Samarcanda una princesita de Badrubaldur que iba casadacon un rey estepario, y nuestro piloto dijo que la princesa,como todas las de aquella costa lejana, acostumbraban beberpor paja la naranjada que estaba en el vaso, y como se propa-lase, fue una romera an mayor que la del tenedor, y la prin-cesita era muy alegre y pequeita, y tena en una jaula unosratoncitos blancos muy felices con collares de flores al cuelloy todos con sus zapatitos colorados y era verdad que la prin-cesa sorba por paja, y las mujeres que vinieron a verla beberno se tenan con la risa, y una ricacha de la vega del Iadid,que traa a vender remolacha de mesa, por tener de la cesta, quese le caa con las carcajadas que echaba, se le fue la memoriade que estaba ya fuera de cuentas, y pari en el medio y mediode la plaza. Y la princesita tan sentada segua sorbiendo naran-jada y agua de membrillo. Con la princesita aquella pas desquito un piloto de venecianas que le llaman messer MarcoPolo, muy notorio, y tuvo con l conversas nuestro Sinbad,mapa de Catay por delante.

    Sinbad cuando conoca a algn forastero tomaba muyfcilmente alguna moda que aquel pasajero llevase: as, des-pus que pas sidi Gamal Bardas de las Sospechas, anduvoms de un mes muy envuelto en chilabas oscuras, las ojerasteidas con tinta de ciprs y en cada mano suya un venabloviejo, de cuando pasaron los griegos de Alejandro, y suba ala alcazaba vieja y se sentaba en una almena, los ojos entor-nados. Otra vez, cuando pas un gran seor de Cachemira,que era muy curioso del Preste Juan de las Indias, fue Sin-bad a contarle de aquel famoso reino, y el cachemirn mandponer por escrito a un escribano que traa todo lo contadopor Sinbad, y cuando este remat el relato, le propin yregal con pauelos para las narices, que fueron los prime-ros que se vieron en Bolanda y fue moda franca que no tuvoxito entre muslimes, y el de Cachemira dijo que era tan desu gusto el contar de Sinbad, quien tena un historiar muyvivo, que si algn da pasaba por Cachemira, que lo habade llevar a un barrio que hay all de ciegos de nacimiento,para que les contase cmo es la luz del mundo, que an no

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  • encontrara nunca quien la supiera decir. Y desde entonces,cuando Sinbad baja al muelle y encuentra pidiendo limosnaa un ciego que hace las santas peregrinaciones, se apartacon l, le paga un refresco de menta o de granadina, lo exa-mina y cuando sabe cul es la mayor curiosidad que tienede entre todas las diversiones de la vida, Sinbad le cuentacomo es, y los ejemplos los pone de bulto y no de colores,para que el pobre ciego no se ponga a profundizar ms dolo-rido en su prdida.

    Por si llega a odos de la viuda Alba, Sinbad en la fuente,a la que se acerca con Sari por mostrarle a este cmo se midecon dos caracolas el fondo que hay en el estrecho Calibante,dice en voz alta:

    Tras el monzn, cuando regrese de Cochn una nave enla que llevo parte del trato de la pimienta, he de mejorar estearte por lgebra y logaritmos, conforme a los persas, y la arren-dar a los pilotos mayores, y con la renta le aado dos cma-ras a la casa, Sari amigo, y quiz me case, si es que sigo en novolver al mar. Eso s, una sola mujer, muy seora en lo suyo ybien mantenida. Todos los lunes, pongo por ejemplo, gallinacon almendras.

    Y los martes, seor Sinbad?Si hay mjel, mjel, y de lo contrario, ya mirara en el

    mapa qu viento toca en SangaSanga, y si es corriente fra ocaliente en la sazn, y se manda traer el pez que est en supunto.

    Tengo el vicio de los escachos con perejil! se doliSari.

    Entonces, criado mo, vendras a comer los disantos.Sinbad se retira seguido de Sari, tras saludar con leve incli-

    nacin de cabeza a las mujeres que estn con los cntarosvidriados al agua fresca, y Sari lleva el cabo con las caracolas,y movido quiz por el andar pomposo de su amo, lleva una ala boca y sopla fuerte, y sale la bocinada estridente, y a Sin-bad le gusta, que le recuerda, segn l dice, la sea de corte-sa que le haca la guardia de Melinde cuando entraba en elpalacio del Sultn a decir la marea del da. Un enano con unplumero le quitaba el polvo de los borcegues.

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  • Encendi el candil de aceite y lo colg de un clavo en la viga deacacia, que estaba muy curvada y si no la hubiese posteado en el mediopoda venirse abajo todo el tejado, y fuese desnudando con grandecalma, y pasando el cepillo a cada prenda. Sac de tras el biombo unmaniqu que le comprara a un sastre en Columbo y lo visti con loque l se sacaba, turbante y todo, y cuando qued en camisolo y bra-gas le dio dos o tres viradas al maniqu, que era giratorio, y comententre dientes, que eran tres no ms y vacilantes, que no haba queja,que paseara aquel da bastante lucido, y para meterse en la cama sedispuso a enmangar un camisn lleno de zurcidos y remiendos, y lepareci que alguien andaba en la puerta, y estuvo atento, y no eranadie, sino una rata que roa en el desvn, y sigui ponindose elcamisn, y se fij en un remiendo nuevo amarillento que tena pocoms arriba de salvas partes, y sonri.

    Si entrara alguien sbitamente y mirara esta vieja prenda, ledira que llegaba a tiempo de ver lo que nunca yo enseara a nadie, yfue que este retalillo amarillo me lo mand para fondo del entreds deuna pechera una dama de Ormuz, y yo tena precisin de un cami-sn, y me pareca que si ella lo supiese, que le gustara que lo hubiesemetido en prenda de ms intimidad, y as partiendo del retal fui aa-diendo telas hasta lograr el camisn famoso, aqu presente, y las otrastelas se gastan, pero el remiendo amarillo, que es satinado levantisco,ni se roza, ni pierde...

    Satinado levantisco! repetase a s mismo Sinbad. Miraque dan tan pronto con unas palabras tan bien puestas! Hay adje-tivos que dichos de una cosa, en el instante mismo la aumentan deprecio, y la ponen delante de los ojos como si encendiesen a su ladouna lmpara, o la acabasen de pintar... Satinado levantisco! Y sifuese Mansur quien llegase, por pasmarlo de saber de amores y corte-sanas, le dira que se fijase, que el regalo de la dama de Ormuz,cuando decidi hacer el camisn, no lo pusiera para delante, en labarriga, donde poda haber alguna deshonestidad, sino para atrs yalto, fuera de la salida natural de vientos, aunque estos estn per-mitidos por el Libro en Matrimonio, seis de mximo cada noche. Ben-ditas sean las plumas que escribieron las letras!

    Sinbad mat el candil, se meti en el lecho, y busc en las memo-rias suyas un viaje para adormecer con l, y gustaba de buscarlos muy

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  • largos y detallados y no saba dejar cabo suelto desde que sala a lasolana suya haciendo visera con la mano, por ver cmo se levantarael mar aquella maana, y qu viento lo peinaba, y por veces tena quepararse, que no situaba en el cuento unos compaeros o una despe-dida, o de qu parte ancorara la nave, o un fardo estaba puesto encubierta que no dejaba pasar cmodo a proa, y estaba media horadndole vueltas a aquel tropiezo, y cuando lo burlaba, entonces lanave y el sueo suyo encontraban franca va, y adormeca en unrepente, quedado y roncador, y si soaba, lo que no acostumbraba,le suban los sueos en palabras a los labios, a pasearse. Si pudi-ramos verlas, seguramente que eran palabras muy vestidas de colo-res, espuma de la memoria que Sinbad gastaba cada da, nueva yeterna espuma del mar Mayor, rota en perlas relucientes por los vien-tos amigos que pasan cantando.

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  • SEGUNDA PARTE

    VSPERAS DE VIAJE

  • Sinbad mostr a Sari una estampa en la que venan muy pinta-das dos naves, y la letra del pie deca que las estaban clavando enBasora por cuenta de un seor del Farfistn que quera tener tratoscon Especiera, y el prncipe buscaba pilotos sabidores, que meta enel mercado del mar todo cuanto tena, y uno de los pilotos con quienquera apalabrarse era con Sinbad, si lo haba, y por eso preguntabasi viva el verdadero Sinbad el Marino, que no fuera a haber otro, alo mejor un sobrino heredado o un camarero que usase el nombre cle-bre para aprovecharse de la fama, que ya pasara en Catay con un talLi, el que puso la aguja al Norte, y muri en una cada en Malabar,en una cucaa, y despus andaban por todas partes marineros chi-nos enseando la aguja, y todos decan que eran el Li, y muchas delas agujas de estos no norteaban propiamente, y hubo grandes nau-fragios y se perdieron navos en el laberinto del mar, y por poco no sedescubre entonces el Brasil o la isla de Cuba. Y el prncipe del Far-fistn peda testimonio de cuatro viajes a la pimienta, y quera sabersi el quin de Sinbad era libre o acostumbraba parte por suerte, y sila oveja salpresa que adelantara el armador iba con hueso o no. Enlas caravanas de Asia va con hueso, para que no les metan cabrn,que es ms correoso.

    Le voy a escribir de mi mano, letra bermeja medinesa alta, quees muy de escribanos reales y vale en todo el Califato. Ya te ensearla plana, y aunque no sabes leer, te ha de gustar el rasgueado, que yoinnovo en adornos, y lo mo propio es hacer imitante la palabra escritaa la cosa; verbigracia, que la palabra nao parezca una nao, exten-diendo la taza de la a, y entonces paso a ponerle por la parte del rabi-cho una banderita verde, y cosas parecidas hago con pjaro, granada,viento, fuego... La palabra fuego siempre la escribo con tinta roja,aunque todo lo dems vaya en negro, y le pongo muy vagante encimaun espritu ahumado, azuleado. En una carta que le escrib a unpiloto de Moara contndole cmo llegu a las nieves marinas llevadopor el zaratn, puse fuego como acostumbro, y haca tanto fro enaquella mi osada navegacin, y tan bien lo contaba yo, que mi amigo,

  • leyendo el prrafo, arrimaba las manos suyas al escrito fuego, porcalentarlas.

    Cosas famosas que pasan entre almirantes, Sari querido!Lleg el viejo Monsaide y se sent junto al nspero a estudiar la

    lmina de las naos, y se decida por la ms pequea.Mismo sale hecha! Esta naci! Y por algo le pusieron ese toca-

    dor de rabel sentado en la popa!Sinbad meda con un hilo, y sac que de eslora por ah se iban,

    pero que en manga y en puntal desaparejaban, y la que pareca lamayor levantaba mucho de popa.

    Les sale como las de los bizantinos, colipava! dijo.Y aunque no contestara al armador del Farfistn, ya se dio Sin-

    bad por apalabrado, con quin libre, y en lo que respecta a la carnesalpresa, que mejor era sin hueso, que ocupara menos, y que lacarne de cabrn era comestible si se tena la precaucin de caparlodos das antes de matarlo. Y sac Sinbad pincel y tinta, y en un car-tn escribi muy solemne:

    AVISO

    SINBAD TENDR

    NAVE

    PARA ESPECIERA

    DESPUS DEL MONZN

    Y dej lugar abajo y al margen para que se apuntasen los mari-neros vacantes y que quisiesen salir con l.

    Siento no saber el nombre de la nave coment.El cartel fue colocado en el muelle, en el soportal que llaman del

    Congrio. El primero en apuntarse fue Sari, y el propio Sinbad con uncarbn puso de derecha a izquierda, en la primera columna:

    SARI, CRIADO DE MAREAS Y REFRESCOS DE SINBAD

    No puse que tambin hars guardia a mi remo y tendrs queestar al tanto del cepillado de turbantes, que ocupara mucho espacioy no quedara lugar para el apunto de los otros marineros, que no

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  • saben poner su nombre si no es con letras de fardo. Y que no quepatoda la nmina en el cartel de aviso, es de mal agero.

    Dicen que te vas, mi Sinbad, seora! le gritaba el ciegoAbdal, que peda siempre delante de la taberna del Cangrejo de Oro.

    Vuelvo al mar, amigo Abdal Ibn Ismael al Malaq! Hazmeun encargo! Los pedidos de los ciegos traen suerte!

    Llvame de viga, Sinbad! No te lo digo por burla! A tien-tas lo conozco todo, hasta si el vino tiene agua, y por el odo sdonde rompe el mar. An sirvo para algo, Sinbad!

    Sinbad escuchaba en la voz del ciego que no era burla el pedido.No despertara l con la carta del seor farfistan? Uno que despiertano despertar a todos? No vendra una nueva primavera al mundo?

    Digo la derecha y la izquierda de las barras, Sinbad! Llvamedando vueltas, ponme donde escuche, y te digo qu ribera es.En qupiensas que gasto esta oscuridad? No hay caridad en el mundo, miseor, mi amigo, mi conversador?

    Sinbad vio que la ocasin era como otra nunca hubiera. Todoel muelle, marineros, pescantinas, forasteros, mercaderes de Cali-cuta y de Bagdad, peregrinas de La Meca, estaban all oyendo,mirando. Y adems, las palabras de Abdal le golpeaban a Sin-bad en el corazn.

    Sinbad, llvame al mar! No se lo niegues a un pobre ciego,majestad de las corrientes! Ser tu dedo pulgar!

    Sinbad le pidi a Sari el carbn, y con la mejor letra que pudohacer, que acaso fuese damascena torneada, escribi en el aviso, a lacabeza de la tercera columna del rol:

    ABDAL EL CIEGO, VIGA Y DEDO PULGAR DE SINBAD

    Sari acerc el ciego a donde estaba el aviso colgado.Ah ests puesto, seor viga!Y el ciego acert, y pos, llorando, su mano derecha sobre su nom-

    bre y la palabra viga; esa la escribiera Sinbad con mucho tiento,y pareca un ojo, y el espritu, metido dentro de las letras, figurabauna negra pupila vigilante.

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  • CAPTULO I

    SINBAD meti la mano en el agua, inclinndose sobre laborda, y salpic las barbas suyas, en las que quedaron bri-llando unas gotas alegres.

    Abdal, vamos por la salida de Goa, rodeando a sota-vento de Indias, y aqu corre el mar para arriba, y si uno setira a l, y pone el ojo a nivel, se ve muy bien la cuesta quehace.

    Tan afuera salimos, capitn?No, hombre, no! Esta es una leccin!El piloto abri la caja de la aguja y midi cuarta y dos

    dedos en el aire, y le dijo a Sari que llevase la proa puestaa un molino de viento que bata en un alto, en una des-campada entre cabos, y que quera ver si mudara el canaldel Golfo para cuando saliese con su nave, que haban deestar mirando desde el muelle, y si poda empopara con elterral de la marea baja, y estando l en el mando con unvaso lleno de limonada hasta los bordes, no vertera ni gotaal pasar la barra.

    El mar es una vida, y como todo animal cambia de pas-tos y de huelgas, y a veces parece que se rasque enrabiado lasespaldas contra las rocas del fondo, y otras aguarda la manoy rosma callada, igual que un lebrel de Persia que hace ladigestin, tumbado en una alfombra rica, del vientre de unahermosa gacela. El mar a veces me tiene dicho, o a m me lopareci, que le gusta que lo naveguen los terrenales.

    Abdal remaba acompasado, y como atara los zuecos entres y los llevaba colgados del cuello, y cuando en la bogada seechaba hacia delante, golpeaban las suelas claveteadas unacontra otra, pam, pam. Sinbad sonri, que le vendra algnrecuerdo de pasadas navegaciones.

  • Dado que vamos por la salida de Goa, como iba diciendo,si levantaran unas nubes que hay al Nornoroeste, veramosMoara, que tan famosa ciudad no es ms que una torre enuna laguna. Esta laguna fue medrando y cubri las casas, y lagente se meti en la torre; el seor de la ciudad dej ponervigas en las almenas, y sobre estas vigas los vecinos hicieroncasas, que fue como ponerle a la torre un sombrero de alas,y todava encima de estas casas arbolaron otras y otra, y todoesto en el aire, no hay calles, sino escaleras de caa, los pasa-manos muy adornados con macetas con rosales, y muchamenta y hierbaluisa, y como no era decente que el prncipetuviese sus cmaras debajo de las del paisanaje, en la cimahizo un pequeo palacio, y en la terraza cosecha t. Y lo peorde aquel mundo es subir el agua a las casas, que se hace porcuerda y caldero, como si se trajese de pozo. Si pasas al atar-decer a siete leguas de Moara, escuchas que viene de aquellabanda el ruido que hacen las mil roldanas de los moaresessubiendo el agua. La robaliza se fue de aquellas costas a causade este estruendo.

    Lo adivinaste t, mi amo? preguntaba Abdal dejandode remar, y mirando con los ojos suyos sin luz para dondenaca la voz novelante del piloto.

    Y se lo dije al mirn, que es como se llama al rey de all,cuando le fui a vender el pez papagayo, que nunca otro sepesc ms que aquel.

    Sari dejaba el timn, y se arrodillaba, que era una cos-tumbre que tena, delante de Sinbad.

    Hay ese pez, patrn? Di que no lo hay, seora! Cuntovaldra en Damasco? Fue a red?

    Sari, la barra no se deja nunca! Un hombre es algo enel mar porque es un timn! Enfila el molino de viento!

    Volvi Sari a su oficio y Abdal al remo. Vena de la boca unaire fresco y hmedo, que rizaba gozoso en el mar, y lejos, en loabierto, pareca caer del cielo polvo de oro. Sinbad decidi queparase de remar Abdal e iz vela, y con la misma le mand virara Sari y tomaron la barra de travs, de vuelta para casa.

    Ya pasamos el islote de los Buzardos dijo Abdal.Pronto comenzaremos a or el ro!

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  • Sinbad, viendo tan humilde y callado a Sari, que llevabael timn sin osar quitar ojo del farol del muelle, que es laremontada correcta de la ra cuando baja la marea, no vioinconveniente en seguir con la historia de cuando fue aMoara a decirle al mirn el porqu de la escampada de larobaliza, y de paso a venderle el rico pez papagayo.

    En el mar no hay que admirarse de nada, despus delmilagro que es que se pueda andar por l en un alado demaderas, y que se puedan tomar los vientos seoriales en unaslonas recortadas. El pez papagayo lo pesqu yo mismo a die-cisiete leguas de Columbo. Es pez de fondos, pero las hem-bras salen mudas, y a los ms de ellos no les hace gracia pro-crear en silencio all abajo, y dejan ese trabajo a los machosque salen mudos, o tartamudos, o tcitos, que hay de todocomo en las familias, y los bien parlantes suben a la nata delmar, y andan cerca de las naos; no se pescan porque escuchantodo lo que hablan los marineros. El hablar de ellos es la cosams graciosa que hay, porque hacen con su boca, que tienepequeos labios encarnados, unas vejigas de aire, y las man-dan fuera del agua: al salir estallan y vierten la palabra quellevan dentro, y en cada vejiga no caben ms de dos slabas, yas, si la palabra tiene tres o cuatro, hay que adivinar lo quefalta. Dicen golon por golondrina, e higue por higuera, y sulengua siempre es arbigo letrado.

    De verdad dicen golon e higue, mi seor? preguntabaAbdal echndose por encima de la cabeza la falda de la chi-laba, que comenzaba a llover mansamente, y el ciego era muymirado en no coger catarros, que lo ensordaban y lo dejabantirado por el mundo.

    Y abda en vez de Abdal. El mirn de Moara apreciamucho al pez papagayo porque juega con sus mujeres a verquin adivine y siga de corrido el parlar vejigado.

    Cmo lo pescaste, gran seor? inquira Sari.Era una tarde regalada, de cuando se va el verano, y todo

    el mar es de cristal y parece que pasaran espejos con el viento.Yo estaba de bruces a babor de la Preciosa, probando un cor-cho con plumas para medir la corriente maldiva, y vi quesalan alrededor del corcho las vejiguitas de las palabras de

    C U A N D O E L V I E J O S I N B A D V U E L V A A L A S I S L A S 5 6 1

  • dos peces papagayos, que estaran por all mismo muy conver-sadores, y hablaban de mi corcho emplumado, y uno deca sino sera gente de teatro chino, que todava le oyera la ante-vspera un relato a un marinero cantons, y el otro pez nosaba lo que fuese teatro.

    Tampoco lo s yo, as Dios me salve! dijo Abdal.Ya lo sabrs, que te he de llevar en China. Digo que

    hablaban de eso, y entonces al magn me vino una luz, y medije que era la gran ocasin del mundo para pescar el pezpapagayo, y me puse a contar en voz alta una pieza que vieraen Cantn el teatro, Abdal, es como una novela, slo queno pasa en el papel, sino en figuras vestidas de lujo en untablado, en un patio, y que se llama dicha pieza La Damaque engaada por un Demonio elegante quiso comprarle al Viento laPerdiz que hablaba, o Verdadera Historia de un Mandarn que porno gastar qued cornudo, que es muy famosa cosa, con baile ytodo, y la mujer se desmaya dos veces, y al demonio, cuandola pieza se remata, lo envuelve el viento y lo deja en escena,gira que gira, como rueda de molino. Me puse, digo, a reci-tar, y los peces papagayos, curiosos, callaron a flor de agua, yyo por lenguaje de dedos le ped a mi segundo una caa hueca,de dos varas de largo, que quedara en mi cmara de cuandollev a Melinde la quinta suegra del Sultn, que tena quedarse un bao de luna llena en un punto que tena en la raba-dilla, y para que bajase la luna concentrada se tomaban losrayos suyos con aquella caa, y hablando por ella, que la meten la boca, y mismo me sala voz de viento de comedia chi-nesa, y en las manos el colador de la manzanilla, que hastacoincidi que era de bayeta verde, como es el mar all, es-meraldino oscuro, me echaron mis marineros al agua, atadopor la cintura con dos cuerdas, y yo segua hablando desdeabajo, y rpido met el colador donde crea que estaban losfamosos peces, y sa