algo sobre el profe lorenzo
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la vida. Luego volteaba de frente a la clase, sonriente am-
pliaba la mano derecha aventando el aire como quien da un
golpe al resorte para hacerlo oscilar. Esperen pareca
decir con su gesto. Extenda la pierna en una perfecta pa-
tada de costado, con el pie de apoyo apuntando hacia el
extremo opuesto y todo su esqueleto paralelo a la madera a
veces verde, a veces negra del pizarrn; y valindose del
mismo muslo como regla subrayaba la expectante y encrip-
tada firma, de manera que tambin esa lnea de tiza suba
cierto ngulo desde la e, pasando por el ms hasta la
eme final.
Despus saludaba a todos, se presentaba y no res-
ponda consultas sobre su acto de apertura hasta bien
entrado el ao, salvo que hubiese alguna mente inquietaque por algn camino descubriese de qu se trataba el
asunto y se lo plantease de improviso, en medio de la clase,
como cierta vez le ocurri. Pero no era eso lo ms comn,
as que dejaremos el caso particular en el olvido y seguire-
mos contando cmo era que Lorenzo, el profe de historia,
haca lo posible por dar una mano a sus queridos alumnos
para que alcanzasen lo antes posible cierto grado de madu-
rez y felicidad.
No es que Lorenzo pensase que ambos conceptos
madurez y felicidad estuviesen atados entre s, pero crea
firmemente que lafelicidad inmadura era ms efmera que
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la que estaba basada en un estado de mayor conciencia, de
mayor auto-conocimiento. Esa era la caracterstica que
Lorenzo asociaba a madurar: conocerse a uno mismo. Pero
no crea que bastase el hecho de saber quin soy, cmo soy,
de qu fibra espiritual digamos estoy constituido, para
poder considerarse maduro. Haba que agregar el funcio-
namiento propio respecto de ese conocimiento, en contacto
con el medio externo formado por personas y situaciones
diversas. Ese conjunto de variables, autoconocimiento y
acciones, es lo que terminaba de definirle el grado de ma-
durez de cada individuo.
Aprovechando que las iniciales de los dos compo-
nentes principales de la madurez resultaban ser AA, Lo-
renzo haba definido una escala propia con la que meda laevolucin de sus alumnos. No la comparta con ellos por-
que haba decidido ya haca aos que de nada servira. En
ocasiones el elemento censado se deforma a raz de saberse
medido y ms an si conoce la escala y el funcionamiento
del aparato con el que se lo escruta. Los centmetros de la
regla ya no cuentan si el papel toma conciencia de que lo
medirn; el tiempo pasa ms despacio cuando nos queda-
mos observando el infinito rodar del segundero. As que el
profe anotaba con lpiz en una de las columnas del registro
el nivel de madurez que iba juzgando en los pibes. Cada
tanto tomaba feliz su goma de borrar y disminua unas le-
tras, porque la escala comenzaba en ZZ (o totalmente
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inmaduro) y finalizaba en AA, aunque nunca se haba
animado a dar con ambas vocales juntas por culminado el
trayecto madurativo de alguno de los jvenes, ni el suyo
propio, que andaba por BF segn su personal y en conse-
cuencia algo deformado centmetro. La primera letra indi-
caba la evolucin respecto del autoconocimiento y la se-
gunda respecto de las acciones.
No es que Lorenzo supiese de inmediato lo que co-rresponda asignarle a cada alumno. Para algunos poda
percibirlo de inmediato, con slo hablar unas palabras, ob-
servar sus gestos, sus respuestas. Pero no era lo ms co-
mn. En general la columna que empleaba para llenar con
su escala madurativa, no quedaba completa hasta bien en-
trado el primer mes de clases.