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Carta Pastoral

“Al encuentro con Cristo”

Reflexiones finalesy

Plan de acción del XX Sínodo Arquidiocesano de Lima

Juan Luis Cardenal Cipriani ThorneArzobispo de Lima y Primado del Perú


Carta Pastoral




Título original: Carta Pastoral “Al encuentro con Cristo” Autor: Juan Luis Cipriani Thorne © Arzobispado de Lima

Proyecto Editorial 31501221500995

ISBN 978-612-4112-25-6 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca

Nacional del Perú N° 2016-07245

Primera Edición 8000 ejemplares Lima, Perú - Mayo de 2016 Edición © SOCIEDAD DE SAN PABLO Av. Armendáriz 527 Miraflores - Lima. Perú

Diseño - diagramación Bruno Cárdenas Salazar

Impresión general Editorial Roel S.A.C. Psje. Miguel Valcárcel 361 Urb. San Francisco - Ate Telf: 326-0401 [email protected] Junio 2016

Impreso en Perú - Printed in Perú

El Camino Sinodal de la Iglesia de Lima1. En continuidad con los sínodos anteriores en nuestra iglesia de Lima hemos decidido examinar nuevamente la realidad pastoral de nuestra Arquidiócesis. Son dos las razones que nos han llevado a esta urgente tarea. En primer lugar, los cambios acelerados que está experimentando la sociedad actual. Estos cambios están afectando la comprensión de los valores y realidades que hace no tanto tiempo se considera-ban intocables por ser fundamentales para la construcción de una sociedad justa. En segundo lugar, el Papa Francisco nos ha llamado a una nueva salida misionera: «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio1». Recordando el ejemplo de santo Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, que con tanta ilusión se apresuró a aplicar la doctrina del Concilio de Trento, nosotros también hemos querido caminar a la luz de las enseñanzas del sucesor de Pedro, el Papa Francisco2.

2. El Santo Padre nos explica de manera muy sencilla qué es un sínodo: «El Sínodo[…] es una expresión eclesial, es decir, es la Iglesia que camina unida para leer la realidad con los ojos

1 SS Francisco, Exhort. ap. Evangelii Gaudium, n.20.2 Cfr. SE Juan Luis Cardenal Cipriani Thorne, Homilía de Inauguración del XX Síno-

do Arquidiocesano Limense, 7 de septiembre del 2014.

4 Carta Pastoral “Al encuentro con Cristo”

de la fe y con el corazón de Dios; es la Iglesia que se interroga sobre la fidelidad al depósito de la fe, que para ella no representa un museo al que mirar ni tampoco sólo que salvaguardar, sino que es una fuente viva de la cual la Iglesia se sacia, para saciar e iluminar el depósito de la vida»3. Lo que se desea con la convocación de una Asamblea Sinodal en una concreta iglesia particular es dar espacio al Espíritu Santo, Espíritu que sopla en el Pueblo de Dios y lo conduce continuamente a la fidelidad a Cristo. Desde el inicio hemos sido conscientes de que todo camino sinodal comienza escuchando al Pueblo de Dios que participa de la función profética de Cristo y prosigue escuchando a los pastores4. De ahí que, hayamos organizado y llevado adelante estos trabajos bajo el lema “tú tienes la palabra”.

Trabajo conjunto de sacerdotes y laicos como una gran familia cristiana3. No cabe duda de que este XX Sínodo Arquidiocesa-no Límense ha sido una experiencia sumamente enriquece-dora para la iglesia de Lima. Habían pasado 22 años desde la realización del XIX Sínodo Limense, convocado por mi predecesor, el cardenal Augusto Vargas Alzamora. Por decreto el 16 de junio de 2014, se instituyó una Comisión Preparatoria que contó con el apoyo administrativo de una Secretaría. En este decreto se indicaron los temas que orientarían nuestra reflexión. Estos han sido fundamentalmente cuatro: la familia y la vida; la participación de los laicos en la vida pública; la formación de los sacerdotes y miembros de institutos de vida consagrada; y las obras de caridad y misericordia. La inauguración del XX Sínodo se realizó en dos momentos: el domingo 7 de septiembre en la basílica catedral y el 21 de septiembre en las parroquias, iglesias y santuarios.

3 SS Francisco, Discurso de introducción durante la I Congregación General de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 5 de octubre del 2015.

4 Cfr. SS Francisco, Discurso en la Conmemoración del 50 aniversario de la institu-ción del Sínodo de los obispos, 17 de octubre del 2015.

5Carta Pastoral “Al encuentro con Cristo”

4. Durante los días posteriores se iniciaron las reuniones de trabajo de diversos grupos conformados por sacerdotes, religiosos, laicos, jóvenes y adultos, hombres y mujeres de toda condición. Quiero agradecer al Señor y a los fieles de esta porción del Pueblo de Dios en Lima por la generosa e ilusionada participación en aquellas reuniones5. He podido ser testigo privi-legiado de la comunión eclesial que es un reflejo de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En los fieles que partici-paron quedará grabado en sus corazones el carácter familiar de aquellas largas horas de trabajo. ¡La Iglesia es una gran familia en donde todos tienen algo que dar!

5. Fruto de esas reuniones de trabajo se elaboraron las pro-posiciones que tenían como fin sintetizar y subrayar los puntos más importantes sobre los temas que sirvieron como eje de la reflexión. El 3 de noviembre de 2015, quince meses después, la Asamblea Sinodal se reunió en la Casa de Retiro San José de Cluny. Subrayamos la unidad con el Santo Padre Francisco y la cercanía de la jerarquía y de los fieles durante todo el camino recorrido por el Sínodo. La última Asamblea Sinodal se realizó el día 10 de noviembre de 2015 en el Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo. En esta ocasión aprovechamos para agradecer la obediencia, ilusión y trabajo de todos los fieles de Lima. Pedimos a los presentes transmitir aquel mensaje a todas las parroquias, movimientos y familias. Además, prometimos recibir con respeto y responsabilidad la decisión final que competen al Arzobispo de Lima. Se anunció la publicación de un documento postsinodal y la formación de una comisión postsinodal para implementar y acompañar las diversas tareas que surgirían a partir del Sínodo realizado. El 22 de noviembre de 2015, solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, en la basílica catedral de Lima, tuvo lugar la clausura este XX Sínodo Arquidiocesano Limense.

5 En la primera fase del XX Sínodo Arquidiocesano se han recogido aproximadamen-te diez mil cuestionarios de trabajo. A partir de este material se continuó el trabajo en la segunda y tercera fase.


El llamado a la “conversión pastoral”6. Su Santidad, el Papa Francisco, reiteradamente a través de su magisterio nos exhorta a involucrarnos en lo que ha llamado la “conversión pastoral”. Esta actitud de renovación apostólica, que debería comprometer a toda la Iglesia, significa en palabras del Santo Padre: “una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreser-vación6.”

7. Entendida de esta manera, la “conversión pastoral” debería ser el criterio según el cual se revisasen todas las estructuras de la Iglesia, de manera que estén claramente al servicio de su naturaleza evangelizadora.

8. Ya antes, los Obispos Latinoamericanos, reunidos en la Conferencia de Aparecida, habíamos planteado el reto de asumir como una dimensión necesaria de la conversión personal, la disposición a entregarse totalmente al servicio del Reino de Dios: “La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir ‘lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias’ (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta”7.

9. El Papa Francisco ha señalado que encuentra la inspiración para proponer la renovación de la vida pastoral de la Iglesia en el ejemplo de las primeras comunidades cristianas: “El obispo siempre debe fomentar la comunión misionera en su iglesia diocesana siguiendo el ideal de las primeras comunidades

6 SS Francisco, Exhort. ap. Evangelii Gaudium. n. 27.7 Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamerica-

no y del Caribe. n. 366.


cristianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32)8. En este sentido debe fomentarse, haciendo uso de los mecanismos de participación previstos por el Código de Derecho Canónico, una comunión dinámica de la Iglesia que la impulse a la misión9. En concreto, la “conversión pastoral” debe suscitar en la iglesia diocesana, bajo la guía de su Pastor, la siguiente actitud: “una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales […] estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado”10.

10. Por otro lado, esta nueva actitud apostólica, debe llevar a revisar sin temor las propias estructuras diocesanas con auda-cia y creatividad, abandonando la comodidad de la rutina y la costumbre11. La Conferencia de los Obispos en Aparecida ya ha-bía hecho algunas sugerencias prácticas que pueden orientar la nueva actitud pastoral en nuestra iglesia diocesana. Por ejemplo, respecto al tamaño de nuestras parroquias: “Teniendo en cuenta las dimensiones de nuestras parroquias, es aconsejable la sec-torización en unidades territoriales más pequeñas, con equipos propios de animación y coordinación que permitan una mayor proximidad a las personas y grupos que viven en el territorio”12.

11. En este nuevo espíritu se destaca tanto la creación de co-munidades de familias, como el fomento de los programas de vo-luntariado, que ciertamente responden a una creciente inquietud por la solidaridad con los más necesitados13.

8 SS Francisco, Exhort. ap. Evangelii Gaudium. n. 31.9 Cfr. Ibidem.10 Cfr. Ibidem. n. 30.11 Cfr. Ibidem. n. 33.12 Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamerica-

no y del Caribe. n. 372.13 Ibidem.


La urgencia de la renovación de la vida sacerdotal12. Los fieles anhelan tener “sacerdotes santos, fieles y doc-tos”14, con una suficiente y adecuada formación, dedicados a tiempo completo a su ministerio y testigos de Cristo en todos los ambientes de la sociedad. Para ello se sugiere que la Vica-ría Episcopal del Clero elabore un plan integral de formación y acción que abarque desde la ordenación diaconal hasta el cui-dado de los sacerdotes ancianos15. Este plan deberá tener pre-sente la necesidad del sacerdote secular de contar con los me-dios ascéticos y de formación espiritual suficientes para vivir coherentemente las diversas exigencias del sacramento del or-den, entre otras el cultivo de la pureza de corazón que exige el celibato por el Reino de los Cielos, la austeridad en su relación con los bienes materiales, asimismo la fraternidad sacerdotal como una dimensión irrenunciable de la vida presbiteral.

13. “La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la activi-dad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”16. El sacerdote deberá por ello tener un especial cuidado respec-to a la liturgia, conforme al oficio que haya recibido para bien del Pueblo de Dios, y como Ministro del Culto cada vez que le toca presidir los Sagrados Misterios. Tenga todo sacerdote y diáco-no especial cuidado en la preparación de la homilía dominical17, conforme las leyes generales de la Iglesia y el derecho particular de la Arquidiócesis.

14. La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. Para ello, deberán priorizar en la organización de su tiempo la aten-ción generosa a sus responsabilidades sacramentales y evange-lizadoras, y delegar en estructuras bien diseñadas las tareas ad-

14 SS Juan Pablo II. Discurso al Episcopado Peruano, 2 de julio de 2002.15 Cfr. XX Sínodo Arquidiocesano, Propuestas conclusivas n. 10.16 SS Francisco, Exhort. ap. Evangelii Gaudium, n. 24.17 Cfr. SS Francisco, Ibidem. nn. 135-144.


ministrativas que no requieran de la presencia de los sacerdotes. Asimismo, urge generar una adecuada planificación que integre la parroquia en la vida arquidiocesana18, a través de los decana-tos.

La atención de la Parroquia al servicio de sus feligreses15. Los dones del Señor –y los sacramentos son los más pre-ciosos– vienen de Aquél que conoce bien el corazón del hombre y que es el Señor de la historia19. Conscientes de la responsabili-dad de administrar este tesoro, las parroquias deberán poner los medios para constituirse en verdaderas servidoras del encuen-tro de los fieles con Jesucristo. Por ello, se deberá anteponer el bien espiritual a cualquier consideración de carácter económico, que pudiese ser un obstáculo para el libre acceso a los sacra-mentos20. Es indispensable, en la programación de horarios, ya sea de la administración de los sacramentos, o de las entrevis-tas personales, o de las charlas requeridas para ser admitidos a ellos, tener presente las posibilidades reales de los fieles cristia-nos en razón de sus horarios de trabajo. Respecto a los agentes pastorales que colaboren en la catequesis prematrimonial, se re-cuerda la obligación de los párrocos de acreditarlos en la comi-sión arquidiocesana respectiva.

16. Los párrocos deberán poner especial cuidado en facilitar la administración del sacramento de la Unción de los Enfermos. Además de programar celebraciones comunitarias, es una grave obligación, propia del oficio encomendado por la Iglesia, poner los medios para atender la petición de este sacramento para en-fermos graves, visitando las salas de cuidados intensivos e inter-medios de hospitales y clínicas cada semana, estableciendo una comunicación inmediata para responder al llamado del enfermo

18 Cfr. XX Sínodo Arquidiocesano, Propuestas conclusivas n. 21.19 Cfr. SS Juan Pablo II, Carta ap. Novo Millenio Inneunte, 37.20 Cfr. XX Sínodo Arquidiocesano, Propuestas conclusivas n. 23.


y de sus familiares o del personal médico y de enfermería, así como acudiendo al llamado de las familias, cuando un enfermo, tanto más si es terminal, solicita la atención sacerdotal en su do-micilio a cualquier hora del día e incluso en horas de la noche. Esta obra de misericordia es especialmente bendecida por Dios Nuestro Señor.

17. Un particular interés de la vida sacerdotal deberá ser la promoción de vocaciones tanto a la vida sacerdotal como religio-sa. “Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas”21; por ello, consideramos necesa-rio contar con una pastoral vocacional activa y permanente, que involucre a todo el clero arquidiocesano22. Como parte de esta labor, los acólitos, gran riqueza de la iglesia de Lima, deberán contar con una adecuada formación, de modo que desempeñen cada vez mejor su servicio litúrgico y crezcan cristianamente. Es necesario que los párrocos dediquen el tiempo suficiente a la for-mación de los acólitos, de modo que éstos puedan plantearse a su debido tiempo, si Dios los llama, la posibilidad de la vocación al sacerdocio ministerial23.

La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia18. Nunca se podrá destacar suficientemente la centralidad e importancia de la Eucaristía en la vida de la Iglesia. Por ello, es necesario que en cada iglesia parroquial de la Arquidiócesis se organice, a lo largo de todo el año, la Exposición Vespertina del Santísimo Sacramento los días jueves. Asimismo, durante el tiempo de la Exposición, se deberá brindar a los fieles la posibili-dad de ser oídos en Confesión Sacramental.

19. A fin de encontrar ayuda para el cuidado de la Exposición del Santísimo Sacramento, y de su difusión, convocará cada pá-

21 SS Francisco, Exhort. ap. Evangelii Gaudium, n. 107.22 Cfr. XX Sínodo Arquidiocesano, Propuestas conclusivas. n. 8.23 Ibidem. n. 27.


rroco un grupo de fieles bautizados que constituyan, bajo su au-toridad, la Asociación Parroquial del Santísimo Sacramento. Esta Asociación, si fuera necesario, estará regida por unos Estatutos aprobados por el Arzobispado, y todos sus bienes pertenecerán a la Parroquia.

El ejemplo del Buen Pastor nos impulsa a salir a las periferias20. El Papa Francisco nos dice: “todos somos invitados a acep-tar esta llamada: salir de la propia comodidad y tener el coraje de llegar a todas las periferias que tienen necesidad de la luz del Evangelio”24. Persuadida de su vocación evangelizadora, cada parroquia deberá asumir el reto de testimoniar la Buena Nue-va en las periferias propias de su realidad, y para ello organizar equipos de fieles cristianos, atendiendo directamente esta urgen-cia, expresen la caridad de toda la comunidad parroquial, consi-derando las directrices emanadas a nivel pastoral por el Arzobis-pado de Lima25. Especial atención habría que prestar a quienes, en razón de su enfermedad, se encuentran postrados y faltos de atención material y compañía.

21. “En nuestra época principalmente urge la obligación de acercarnos a todos y de servirlos con eficacia cuando llegue el caso, ya se trate de ese anciano abandonado de todos, o de ese trabajador extranjero despreciado injustamente, o de ese des-terrado, o de ese hijo ilegítimo que debe aguantar sin razón el pecado que él no cometió, o de ese hambriento que recrimina nuestra conciencia recordando la palabra del Señor: Cuantas ve-ces hicieron eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicieron (Mt 25, 40)”26. Hoy como ayer, resuenan en nuestra conciencia estas palabras de la Constitución Gaudium et Spes, exhortándonos a la práctica generosa de las obras de misericor-

24 SS Francisco, Exhort. ap. Evangelii Gaudium. n. 20.25 XX Sínodo Arquidiocesano, Propuestas conclusivas. n. 24.26 Concilio Vaticano II. Constitución Pastoral Gaudium et Spes. n. 27


dia. En todas las parroquias de la Arquidiócesis deberá estable-cerse la “Ofrenda de la Misericordia”, de acuerdo a las indicacio-nes que señale la Vicaría de la Caridad.

22. Es muy necesario, y así lo propone el Sínodo, una buena atención de los sacerdotes mayores y/o enfermos que, después de muchos años de entrega al servicio de la Arquidiócesis, re-quieren de un espacio y un cuidado especial. Por tal motivo se establece un Fondo sacerdotal, administrado por el Vicario Epis-copal del Clero y los Obispos auxiliares, con el fin de construir un lugar de acogida en donde estos sacerdotes puedan encontrar un ambiente adecuado para el cuidado de su salud y de su vida sacerdotal.

La vida consagrada al Señor: una gran riqueza de la Arquidiócesis23. “Los religiosos cuiden con atenta solicitud de que, por su medio, la Iglesia muestre de hecho mejor cada día ante fieles e infieles a Cristo, ya entregado a la contemplación en el monte, ya anunciando el reino de Dios a las multitudes, o curando a los en-fermos y pacientes y convirtiendo a los pecadores al buen cami-no, o bendiciendo a los niños y haciendo bien a todos, siempre, sin embargo, obediente al Padre que lo envió”27. A la luz de estas palabras del Concilio Vaticano II reconocemos la riqueza de la vida religiosa como don del Espíritu Santo para el desarrollo pas-toral de nuestra iglesia arquidiocesana. Es por eso que entende-mos que la inserción del clero religioso en el quehacer pastoral de Lima, conforme a su propio carisma, es una gran necesidad. En razón de esto agradecemos la colaboración leal y fecunda de las religiosas y los religiosos, así como todas las personas de vida consagrada al Señor, en la ya larga vida de nuestra Ar-quidiócesis, y manifestamos la voluntad de poner los medios ne-cesarios para que esta colaboración se siga dando, cada día de manera más intensa y fecunda, también a nivel parroquial.

27 Concilio Vaticano II. Constitución Dogmática Lumen Gentium. n. 46.


24. A fin de incentivar las relaciones fraternales al interior del presbiterio diocesano, urge la promoción de encuentros de inte-gración entre el clero religioso y el clero secular. De esta manera, debería lograrse un mayor conocimiento, cercanía y espíritu de colaboración para bien de la vida pastoral arquidiocesana28.

La familia cristiana al servicio de una sociedad cristiana25. La Iglesia espera de cada cristiano una disposición genero-sa para volver a Cristo, y un campo especial para ello es la pro-moción de la verdad y belleza de la familia cristiana. “El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia”29. El Papa Francisco recuerda que una de las grandes contribuciones de la familia a la Iglesia y a la sociedad es la formación y madu-rez de las personas que la componen, en especial de la juven-tud. En la familia nace y a la familia está confiado el crecimiento de cada ser humano. La educación de las personas empieza en la familia y necesita el apoyo de la Iglesia, «Madre y Maestra».

La ideología de género destruye el matrimonio y la familia26. La familia es el primer lugar natural en el que el ser humano es reconocido como persona, querido por sí mismo y de manera gratuita. Somos conscientes de que es en la crisis de la familia donde se encuentra el origen de algunas de las deformaciones culturales de nuestra sociedad como el individualismo, el utilita-rismo, el hedonismo, el laicismo, la ideología de género. “Matri-monio y familia no son una construcción sociológica casual, fruto de situaciones particulares históricas y económicas. Por el con-trario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de ésta”30. La Iglesia,

28 Cfr. XX Sínodo Arquidiocesano. Propuestas Conclusivas. n. 11.29 SS Francisco, Exhort. ap. Amoris Laetitia, n. 31.30 SS Benedicto XVI, Discurso en el Congreso Eclesial de Roma sobre “Familia y Co-

munidad Cristiana”; 07 de junio del 2005.


siendo consciente de la importancia de la institución familiar, ha realizado acciones para su promoción, y en estos últimos tiem-pos con más urgencia; en ella, toda acción pastoral tendrá muy escasos frutos en la tarea de evangelizar nuestra sociedad, si no cuenta con la atención a la misma familia en su integridad.

27. El XX Sínodo Arquidiocesano ha manifestado que “a nadie escapa que hoy la familia necesita un urgente plan para darle un soporte doctrinal y espiritual que tome en cuenta las situaciones especiales que se puedan presentar a lo largo de la vida matri-monial. Por ello, es necesario contar con una pastoral familiar or-ganizada en cada parroquia, que acompañe a los miembros de la familia en todas las etapas de la vida…”31 Por tanto, “la pasto-ral familiar «debe hacer experimentar que el Evangelio de la fa-milia responde a las expectativas más profundas de la persona humana: a su dignidad y a la realización plena en la reciprocidad, en la comunión y en la fecundidad. No se trata solamente de pre-sentar una normativa, sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad que se constata hoy, incluso en los países más se-cularizados, de tales valores»”32.

28. Una manera de prestar más atención a la formación de las familias cristianas, planteada por nuestro Sínodo, será la forma-ción de Centros de Promoción y Orientación de la Familia y de Defensa de la Vida, que serán coordinados por la Comisión Ar-quidiocesana respectiva. Su implementación puede empezar en cada decanato, coordinando con sus respectivas vicarias territo-riales. Además, estos centros deben tener como característica el salir al encuentro de cada familia y contar con un equipo profe-sional que los asesore. Los denominados Centros de Orientación Familiar deben ser un servicio de atención integral para la forma-ción, ayuda y crecimiento de la familia en todas sus dimensiones. La creación de estos organismos y el apoyo a los que ya existen manifiestan la disposición de ayudar con un asesoramiento cris-tiano a la prevención y solución de los problemas planteados en

31 XX Sínodo Arquidiocesano, Propuestas conclusivas, n. 1.32 SS Francisco, Exhort. ap. Amoris Laetitia, n. 201.


el ámbito familiar. Será un instrumento de suma importancia para la ayuda efectiva a las familias33. Estas estructuras se enmarcan dentro de varios ardores que se han presentado a lo largo de XX Sínodo Arquidiocesano34.

Los jóvenes, protagonistas del futuro de la Iglesia29. Juntamente con la atención a la familia, es necesario vol-ver a mostrar a los jóvenes de hoy la verdad y la belleza no sólo del sacramento del matrimonio, sino también de la vida cristia-na; además de prepararlos para la vida matrimonial y familiar en sus distintas dimensiones. En toda época han existido corrientes ideológicas que zarandean la concepción de persona humana. Un sector especialmente expuesto es la población juvenil. Hoy esas corrientes están cada vez más presentes. Por un lado, en-gañan con una astucia que tiende a inducir a error; por otro lado, se aplica la etiqueta de fundamentalista a quien defiende la ver-dad de la naturaleza humana, mostrando una fe firme y clara. Muchas veces, en algunos sectores de la población juvenil, pare-ciera que se actúa de acuerdo a una moda tantas veces inmoral: dejarse llevar por lo que impera en la sociedad, sin reflexionar si es bueno o no. Ante ese derrotismo debemos reaccionar porque «se va constituyendo una dictadura del relativismo –como afir-maba el cardenal Ratzinger– que no conoce nada como defini-tivo y que deja como única medida sólo el propio yo y sus anto-jos»35.

30. Contribuyen a agravar la situación las leyes permisivas que con gran fuerza forjan una mentalidad que hiere a la sociedad en cuestiones como el divorcio, el aborto y el libertinaje sexual. Mu-chos medios de comunicación difunden y colaboran en el arraigo de un clima de permisividad, formando un entramado que impi-

33 Cfr. Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, n. 88; Carta a las Familias n. 734 XX Sínodo Arquidiocesano, Propuestas conclusivas, nn. 3, 4, 35 y 36.35 Ratzinger, Joseph. Homilía en la Misa Pro eligendo Romano Pontifice, en la basíli-

ca de san Pedro, el 18 de abril de 2005.


de en los jóvenes un crecimiento normal en la fe cristiana, la vin-culación con la Iglesia y el descubrimiento del valor sacramental del matrimonio y de las exigencias que derivan de su celebra-ción.

31. El XX Sínodo Arquidiocesano nos ha recordado, toman-do palabras de San Juan Pablo II, que “si a los jóvenes se les presenta a Cristo con su verdadero rostro, ellos lo experimen-tan como una respuesta convincente y son capaces de acoger el mensaje, incluso si es exigente y marcado por la cruz”36. De ahí la importancia de la formación doctrinal y moral de los jóvenes; a ellos les gusta ser protagonistas de su propia formación y son sensibles al respeto, la tolerancia y el pluralismo.

32. En los programas de formación de los jóvenes es muy con-veniente incluir una dimensión de ayuda al próximo, en concreto a través del voluntariado. Es necesario mostrar a los jóvenes que nuestra fe se traduce en obras y se transmite con amor. El volun-tariado es un medio para que los jóvenes vean a Cristo en los demás. A los jóvenes les toca ser conscientes de la responsabili-dad que conlleva su edad en la familia y en la sociedad.

La identidad católica de las instituciones educativas de la Iglesia de Lima33. Es muy necesario hoy hablar de una verdadera educación católica. Debemos enfatizar la identidad católica de nuestros centros educativos. Como nos recuerda el Papa Benedicto XVI “la identidad de una Universidad o de una Escuela católica no es simplemente una cuestión del número de los estudiantes ca-tólicos. Es una cuestión de convicción: ¿creemos realmente que sólo en el misterio del Verbo encarnado se esclarece verdade-ramente el misterio del hombre (cf. Gaudium et spes, 22)? En nuestras universidades y escuelas ¿es “tangible” la fe? ¿Se ex-presa férvidamente en la liturgia, en los sacramentos, por medio de la oración, los actos de caridad, la solicitud por la justicia y el

36 San Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, n. 9.


respeto por la creación de Dios? Solamente de este modo da-mos realmente testimonio sobre el sentido de quiénes somos y de lo que sostenemos37.”

34. Ciertamente los niños y jóvenes pasan un buen número de horas al día en instituciones educativas de todo nivel: guarde-rías, jardines de infancia, colegios, universidades, etc. Es en es-tos centros educativos, donde los padres de familia deben parti-cipar e informarse más. Tanto la Oficina de Educación Católica (ODEC) como la Asociación de Instituciones Educativas Católi-cas (AIEC)38, deben ayudar a los padres de familia en la forma-ción de sus hijos y de ellos mismos. Se les debe brindar el apo-yo de los tutores y educadores de esos centros. Una gran ayuda ofrece la organización de padres de familia en barrios, colegios, clubes, etc. Estos grupos, coordinando con la autoridad munici-pal y policial, pueden exigir y poner límites razonables, por ejem-plo, a la aparición indiscriminada de locales y discotecas sin nin-guna seguridad para los jóvenes, así como, al comercio ilegal de alcohol a menores de edad o venta de drogas en sus barrios, co-legios o discotecas.

35. En toda esta gran misión, hay que ser realistas: no siem-pre nuestras estructuras pastorales son capaces de llegar a to-dos los fieles y a toda situación. Las familias y en particular los jóvenes todavía no perciben la cercanía de la Iglesia en las difi-cultades que viven; por ello es justo integrar en esta gran labor una especial coordinación entre las parroquias, los movimientos de vida consagrada y los institutos religiosos. El Santo Padre Be-nedicto XVI lo afirmó en el IV Encuentro Mundial de Familias: “es muy importante la labor de las parroquias, así como de las diver-sas asociaciones eclesiales, llamadas a colaborar como redes de apoyo y mano cercana de la Iglesia para el crecimiento de la

37 SS Benedicto XVI, Encuentro con educadores católicos, EEUU, 7 de abril de 2008. Las Conclusiones del XX Sínodo Arquidiocesano retoman estas premisas: “El cen-tro de toda educación en la fe debe ser siempre la Palabra de Dios.”

38 Invitamos al Consorcio de Centros Educativos Católicos, organismo de nivel nacio-nal, a seguir colaborando en todo lo que sea posible con la Arquidiócesis de Lima en este campo concreto.


familia en la fe”39. Dada la estructura de nuestra Arquidiócesis, la tarea de integrar las actividades en bien de la familia y de la ju-ventud, de los movimientos, asociaciones e institutos religiosos puede ser realizada desde las vicarías episcopales.

Apostamos por un diálogo enriquecedor entre fe y cultura en la Universidad36. Nuestra sociedad cambia rápidamente, por ello las res-puestas que demos a las distintas necesidades que se presentan deben darse no sólo en el plano práctico–pastoral sino que tam-bién se debe ofrecer una respuesta más profunda acorde con la misma tensión del ser humano a la verdad. Como afirma el Papa Francisco: “El momento histórico que vivimos nos impulsa a bus-car y hallar caminos de esperanza, que abran horizontes nuevos a nuestra sociedad. Y aquí es precioso el papel de la Universi-dad. La Universidad como lugar de elaboración y transmisión del saber, de formación a la «sabiduría» en el sentido más profundo del término, de educación integral de la persona”40.

37. La Universidad está llamada a convertirse en un espacio para la reflexión profunda sobre las respuestas que el ser huma-no necesita. Las personas no sólo necesitan la formación y ca-pacitación para lograr ser profesionales competentes, sino que en su propia actividad deben saber que están para “algo más” que sólo es posible ver con los ojos de la fe. Privilegiar solo las competencias profesionales hace que la capacitación del profe-sional sea una cuestión meramente técnica.

38. Esta visión de la educación superior lleva a un utilitarismo que “produce” profesionales llamados útiles para la sociedad, pero no forma personas que aportarán verdaderamente a la so-ciedad. “Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo

39 SS Benedicto XVI, Discurso en el encuentro festivo y testimonial de clausura del V Encuentro Mundial de las Familias, 8 de julio de 2006.

40 SS Francisco, Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura, Pontificia Facul-tad de Teología de Cerdeña, Cagliari, 22 de septiembre de 2013.


inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fá-cilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cál-culo de poder”41.

39. Estas reflexiones del Magisterio sugieren que se debe fo-mentar más la educación superior en la Arquidiócesis. El XX Sí-nodo Limense que hemos celebrado pide que una verdadera Universidad Católica ayude en la formación integral de la perso-na y a la evangelización de la cultura42.

40. Una de esas instituciones promovidas por la Iglesia, desde el 12 de mayo de 1551, es la hoy denominada Facultad de Teo-logía Pontificia y Civil de Lima43. En la realidad que nos toca vi-vir, esta Universidad debe dar respuesta a los verdaderos intere-ses de los hombres. Para ello, junto con la disciplina teológica ya establecida y cuyo prestigio alcanza más allá de los límites de la Arquidiócesis, se debe promover más el desarrollo de otras ca-rreras y departamentos. Por ejemplo, se deber dar un impulso a una facultad de humanidades que integre la filosofía y otras cien-cias afines; además se debe fortalecer las facultades de derecho canónico, educación, y psicología.

41. No obstante, la Universidad no sólo debe ofrecer carreras universitarias, sino además, puede y debe ofrecer seminarios, di-plomados y cursos de especialidades, a través del instituto de fa-milia, del departamento de comunicaciones y de los cursos de doctrina social de la Iglesia, entre otras instancias de formación, que ayuden a las personas en todo nivel.

41 SS Benedicto XVI, Encuentro con los jóvenes profesores universitarios, El Escorial – Madrid, 19 de agosto del 2011.

42 Cfr. XX Sínodo Arquidiocesano, propuestas conclusivas n. 3743 La Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, aunque por razones históricas

mantiene hasta hoy la denominación “Facultad”, es una Universidad de pleno dere-cho, reconocida como tal por las leyes del Estado peruano.


Misericordiosos como el Padre42. Atendiendo particularmente el llamado del Papa Francisco, queremos vivir este Año Jubilar de la Misericordia, a la luz de la palabra del Señor: Misericordiosos como el Padre. El evangelis-ta refiere la enseñanza de Jesús: “Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso” (Lc 6,36). Es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz. El impe-rativo de Jesús se dirige a cuantos escuchan su voz (cfr Lc 6,27). Para ser capaces de misericordia, entonces, debemos en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Esto signifi-ca recuperar el valor del silencio para meditar la Palabra que se nos dirige. De este modo es posible contemplar la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de vida44.

43. La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, por-que es imagen del camino que cada persona realiza en su exis-tencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es homo viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada. También para llegar a la Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación. Esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio45. La peregrinación, en-tonces, sea estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros. En este sentido, en la Arquidiócesis de Lima se han instituido y abierto solemnemente las puertas san-tas en las parroquias y santuarios más concurridos por los fieles. Para una fructífera conversión, para lograr la indulgencia plenaria, debemos organizarnos por decanatos para que, con una breve

44 SS Francisco, Bula Misericordiae Vultus.45 SS Francisco, Carta con la que se concede la indulgencia con ocasión del Jubileo

extraordinario de la Misericordia, del 1 de setiembre del 2015.


catequesis en las parroquias, puedan los fieles beneficiarse de la Misericordia que Dios nos ofrece46.

44. Así entonces, “misericordiosos como el Padre” es el lema del Año Santo. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo de sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Viene en nuestra ayuda cuando lo invo-camos. Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione du-rante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y es-pirituales. Será anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos y servicio de la caridad. Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra47.

45. Ante esta llamada que la Iglesia, por fidelidad al Señor, hace a cada uno de sus hijos, la respuesta suele ser la que encontra-mos en el Evangelio: “¿Quién es mi prójimo?”, esto es: “¿Quiénes de verdad merecen la preferencia en la Iglesia? ¿Cómo ayudar-les o apoyarles?”. La respuesta, dada por Jesús en la parábola del Buen Samaritano, nos brinda las claves que han de servir-nos de eje para este aspecto fundamental en la vida cristiana. Aquel samaritano, figura de Jesús y también de cada cristiano, “se compadeció, se acercó a él y vendó sus heridas”, tres accio-nes concretas que resumen bien a las claras el sentido solidario de la parábola.

46 Iglesias con puerta santa en la Arquidiócesis de Lima: Nuestra Señora de los Án-geles (Alameda de los Descalzos), Santuario del Señor de los Milagros Las Naza-renas (Av. Tacna), San Pedro (Jr. Azángaro 451 – Cercado de Lima), San José (Re-pública Dominicana 458 – Jesús María), Sagrado Corazón de Jesús (Benito Lazo 517 – Magdalena del Mar), María Auxiliadora (Av. Brasil 210 – Breña), Santa María Magdalena (Av. San Martín 1138 – Pueblo Libre), Nuestra Señora de Guadalupe (P. Unión Panamericana – Balconcillo), Señor de la Divina Misericordia (Av Caminos del Inca – Surco), Santuario Sagrado Corazón de Jesús (Av. Grau 1280 – Barran-co), San Pedro (Chorrillos, Av. Mariscal Castilla 296), Virgen del Rosario (Plaza Huertos de Manchay), Nuestra Señora de la Reconciliación (Los Pinos- La Molina), Catedral de Lima (Centro de Lima), Nuestra Señora de Fátima (Miraflores - Av. Ar-mendáriz 350).

47 SS Francisco, Bula Misericordiae Vultus.


Vamos al encuentro del hermano que sufre46. El camino que conduce al encuentro con los pobres debe partir de la conversión, de la apertura del corazón a quienes su-fren la precariedad y el desamparo de la pobreza. Ahora bien, esta toma de conciencia no se limita al ámbito personal y emoti-vo, sino que se traduce en la acción concreta de las instituciones dedicadas a la solidaridad en la Iglesia como Cáritas. Éstas, le-jos de ser meros instrumentos de recaudación de fondos para la ayuda concreta, juegan un papel decisivo en la concientización y sensibilización. Una iniciativa importante en este Año Santo, para no pasar de largo como el levita de la parábola, es prestar parti-cular atención en las parroquias a las campañas e iniciativas lle-vadas a cabo por Cáritas Lima.

47. El sentirse cerca de los pobres, reconocerlos como herma-nos, se ha de traducir asimismo en acciones concretas. Es impor-tante, una vez más el tema de la acogida, sea en las parroquias como en cualquier otro ámbito de la Iglesia. Evitemos cualquier forma dañina de acepción de personas que suponga una forma displicente y fría de contacto con los pobres que llegan en bus-ca de ayuda. De hecho, el texto evangélico detalla que el sama-ritano “lo montó en su propia cabalgadura” (Lc 10,34). Es cierto que, en algunas ocasiones, no es fácil el trato con los pobres, no olvidemos que, a menudo, llevan consigo las heridas de la indife-rencia, el maltrato o la humillación. La capacidad de escucharlos o de atenderlos con la dignidad que merecen hace posible que puedan sentirse en la Iglesia como en su propia casa. La llama-da a la justicia social y el respeto a los derechos, especialmen-te de los más débiles, al trabajo, a un sueldo digno, a determina-das condiciones laborales, a la atención sanitaria, al descanso y de los deberes sociales nos lleva a hacer todo lo posible por fa-cilitar la incorporación de todos a los beneficios del bien común. Ésta es señal inequívoca de que la misericordia con los pobres va más allá de la buena intención.


48. Es evidente que ante una persona herida y maltratada, como la de la parábola, lo más urgente, antes incluso de la de-nuncia o de la restitución de sus bienes y derechos, es curar sus heridas. Como las llagas del pobre Lázaro, la herida de la po-breza amenaza con desangrar e infectar el cuerpo completo de la sociedad. Es interesante notar que el samaritano atiende, pri-mero personalmente, curando las heridas, y luego institucional-mente llevándolo a la posada y pagando el gasto generado. No nos deberíamos quedar satisfechos por el hecho de colaborar económicamente con las instituciones de la Iglesia a favor de los pobres, aun siendo esto importante. Cada cristiano debería des-pertar su conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. Para hacer efectivas las obras de misericordia en la arquidióce-sis he dispuesto que en todas las parroquias, los párrocos, recto-res y capellanes se adhieran a la campaña “la ofrenda de la mi-sericordia”. En cada parroquia se pondrán los medios para que los fieles sean sensibilizados en la ayuda para los más pobres, dejando a criterio de los decanatos el destino de esa ayuda so-lidaria.

49. Entre las diversas expresiones concretas de misericordia que en nuestra Arquidiócesis queremos ayudar de manera es-pecial: la “Casa Hogar Santo Toribio de Mogrovejo” (Los Ba-rrios Altos), atendida por las “Hermanas Ministras de los Enfer-mos de San Camilo” que alberga a enfermos y sus familiares de escasos recursos que provienen del interior del país mientras son atendidos en centros de salud de nuestra ciudad; el “Ho-gar de la Paz” (La Victoria), atendidas por las “Misioneras de la Caridad” que acoge a niños y ancianos enfermos, minusválidos y abandonados por sus familias; el “Hogar Gladys” (Los Ba-rrios Altos) destinado a mujeres embarazadas en riesgo y ma-dres con hijos pequeños que sufren la violencia y el abandono; el “Asilo de los Ancianos” (Breña) atendidas por los “Herma-nitas de los Ancianos Desamparados” que brinda asilo y aten-ción integral a muchos ancianos. También apoyaremos el “Pro-


grama de Apoyo a la niñez y a la juventud en peligro moral o abandono material” que sostiene varios comedores, guarderías y wawa wasi atendidas desde las Parroquias del Espíritu Santo (Manchay), “María Madre del Pueblo de Dios” (Cerro San Cristo-bal) y “Santa Magdalena Sofía Barat” (El Agustino).

Estamos invitados a practicar las obras de misericordia50. De la misma manera, habrá que poner énfasis en la Pasto-ral de Salud, donde primordialmente se acoge al enfermo, para que éste descubra en su sufrimiento, a través de la labor de los agentes de pastoral de salud, la acogida y la compañía de Dios. Tampoco debemos olvidarnos de los que están en las cárceles y anhelan la libertad auténtica que solo Cristo nos puede dar, para ello es necesario organizar una Pastoral Penitenciaria, que acompañe, ayude e integre a estos hermanos en la vida de la Iglesia y en la sociedad. No podemos escapar a las palabras del Señor pues en base a ellas seremos juzgados: si dimos de co-mer al hambriento y de beber al sediento, si acogimos al extran-jero y vestimos al desnudo, si dedicamos tiempo para acompa-ñar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45). Con estos gestos de amor queremos redescubrir las obras de mise-ricordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfer-mos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo ne-cesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.

51. Es cierto que la Iglesia, preocupada en todas las épocas por los más desfavorecidos, se ha sentido llamada a mostrar el rostro samaritano de Jesús a través de muchas instituciones tan-to en la vida diocesana como en la religiosa. No obstante, no he-mos de entender esta labor como limitada a un determinado sec-tor de la comunidad eclesial, sino que cada cristiano, como nos


recuerda el Papa, está llamado a ser “otro Cristo”. Nadie puede sentirse ajeno a la llamada de mostrar el rostro misericordioso de Dios a los pobres.

El voluntariado, importante expresión de la misericordia cristiana52. Hoy se ha extendido en la Iglesia, quizá más que nunca, el fenómeno del voluntariado entre jóvenes, adultos y ancianos. En nuestra Arquidiócesis, sea en los distintos lugares de asistencia concreta (comedores, centros de acogida) esta presencia es cre-ciente y podría ser este Año Santo ocasión propicia para estimu-lar y dar a conocer estos lugares donde la misericordia de Dios, a través de la acción humana, se hace especialmente visible. El itinerario pastoral propuesto por el XX Sínodo Arquidiocesano en referencia al voluntariado, tiene como objetivo abrir diversas po-sibilidades a quienes deseen actuar organizadamente en favor de las personas y comunidades necesitadas de asistencia y pro-moción social.

53. Señalamos algunas razones por las cuales es necesario el voluntariado, que nos impulsen a realizarlo con alegría. En pri-mer lugar porque aunque parezca obvio, practicar la generosidad te hace cada día más generoso, porque conocerás gente fasci-nante, íntegra, excepcional. Y si nos embarcamos en una iniciati-va de este tipo con un amigo estaremos consolidando una amis-tad, porque dar de una manera gratuita nos crea un tesoro en el cielo, y en definitiva porque ser cristiano no significa otra cosa que seguir a Cristo. Aquel que nos contó la parábola del Buen Samaritano nos invita amar como Él Ama. Este itinerario deberá incluir también un plan de formación, creando así aquellos espa-cios donde los interesados podrán realizar su labor de voluntaria-do actuando en ámbitos específicos, y recibiendo la preparación necesaria a través de encuentros y reuniones de seguimiento y de programas de actualización.


La participación de los fieles laicos en la Iglesia54. Necesitamos un nuevo aggiornamento de los fieles laicos, de acuerdo a estas palabras del Magisterio conciliar: “Este sacro-santo Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fie-les la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hom-bres al seno de la Iglesia”48. En efecto, los raudos cambios que experimenta nuestra sociedad ahora no pueden dejar de inter-pretarse como una exigencia apasionante para la Iglesia. Este acelerado fenómeno no se nos presenta como algo termina-do, concluido; al contrario, los diversos progresos tanto técnicos como científicos influyen continuamente en la mentalidad de los ciudadanos y del colectivo. La Iglesia, como Madre de los fieles y comunidad siempre en camino, tiene un rol imprescindible a la hora de interpretar toda esta gran masa de información y hechos.

55. La respuesta a este fenómeno moderno, sin embargo, no podría considerarse solo como una serie de razonamientos o análisis de la realidad. El Evangelio no está destinado a quedar-se en los libros, sino a impregnar y enriquecer con la luz de Jesu-cristo –y por eso luz plenamente humana - las diversas relacio-nes que constituyen el entramado de la sociedad. Este empapar la sociedad de valores cristianos se debe verificar en la vida de cada uno de los hijos de la Iglesia. Es allí, en la labor sacrifica-da del albañil, en la conversación de una madre con su hijo, en el trabajo honesto del empresario, en la defensa heroica del po-lítico por el respeto a la ley natural, el cauce ordinario de la Igle-sia para ser levadura en la masa, luz en las tinieblas (Mt 13,33).

56. Esta tarea, aparentemente sólo humana, sabemos por la fe está enraizada en aquel mandato del Creador de complemen-tar su obra, servir al bien de los hermanos y contribuir a que se

48 Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, n. 1.


cumplan los designios de Dios en la historia49. ¡El mundo está re-clamando, sin saberlo, que los cristianos muestren a Cristo vivo, un Cristo que camina al lado de cada hombre! Este deber de la Iglesia se traduce en aquella vocación específica de los fieles lai-cos que con tanta claridad describe el Magisterio: “buscar el Rei-no de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios”50.

La presencia de los fieles cristianos en la vida pública y cultural de la sociedad57. Durante este XX Sínodo Limense ha sido unánime la ob-servación de que la Iglesia debe contar con laicos bien formados que participen en la vida pública. Ellos serán los que, ordinaria-mente y en la mayoría de casos, lleven la presencia de la Iglesia a los distintos ámbitos de la cultura. Es necesario recordar nue-vamente lo que la Iglesia ha reconocido desde siempre: “los fie-les, y más precisamente, los laicos, se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es prin-cipio vital de la sociedad humana. Por tanto ellos, ellos especial-mente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no solo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia”51. ¡Ustedes son la Iglesia, y como tal tienen un papel irrenunciable en la misión que ha recibido del mismo Jesucristo: “Id por todo el mundo y procla-mad la Buena Nueva a toda la creación”! (Mc 16,15)

58. Es indispensable recordar tres grandes verdades que no han pasado desapercibidas durante las reuniones sinodales: en primer lugar, todos estamos llamados a la santidad; en segundo lugar, tenemos un deber urgente de hacer apostolado en donde nos encontremos; y en tercer lugar, la presencia de la Iglesia en la vida pública depende de los laicos. Estas verdades configuran el estilo de vida cristiana laical en sus diversas realidades perso-

49 Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, n. 34.50 Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, n. 31.51 Pio XII, Discurso a los nuevos Cardenales, del 20 de febrero de 1946. AAS 38

(1946), 149.


nales, pues “allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cris-to. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra don-de debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hom-bres”52.

Todos estamos llamados a la santidad en nuestros ambientes59. La vocación a la santidad que procede del bautismo no es un ideal que nace de los proyectos de los hombres; es el mis-mo Señor quien nos llama a este camino: “esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” (1 Tes 3,4). Esta petición divina está dirigida a todos los hombres por igual y no puede ser mal-entendida, “como si implicase una especie de vida extraordina-ria, practicable solo por algunos ‘gigantes’ de la santidad”53. A ustedes recuerdo que los escenarios más ordinarios de la vida como el trabajo, la amistad, el deporte, el estudio, serán a me-nudo el camino para alcanzar la santidad. Ya somos santifica-dos por Dios por los sacramentos. Sin embargo, el don del Señor debe llegar a todos los rincones de nuestras vidas. Si responde-mos con fidelidad a cada momento, entonces esto será posible.

60. No nos cansemos de comprender la vida como una conti-nua lucha por alcanzar la santidad. El Señor nos lo pide, el Señor nos ayudará. Entonces ¿qué podría impedirnos alcanzar la san-tidad? ¿Podría acaso la iglesia de Lima desarrollar fielmente su misión si sus hijos no se propusieran seriamente buscar la san-tidad? Invoco a todos los agentes pastorales, catequistas, que recuerden esta gran verdad continuamente a los niños, jóvenes, adultos, solteros, casados: ¡todos estamos llamados a ser san-tos! “Un secreto. —Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. —Dios quiere un puñado de hombres “su-

52 San Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversasiones, 11353 SS Juan Pablo II, Carta ap. Novo Millennio Ineunte, n. 31.


yos” en cada actividad humana. —Después... “pax Christi in reg-no Christi” —la paz de Cristo en el reino de Cristo”54.

61. Unido a este deber de santidad encontramos la necesidad imperiosa de anunciar el Evangelio: “los fieles laicos, precisa-mente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprome-tidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del Espíritu Santo”55. El Santo Padre Francisco continuamente predica una Iglesia que refleje la luz de Cristo. No podemos permanecer inertes ante un mundo que reclama, aún sin saberlo, la luz de Cristo. Son tantas las periferias existencia-les, tantos los hombres que necesitan de nuestra oración y ac-ción apostólica.

62. Nadie está excluido en esta Nueva Evangelización. Es por eso que en esta porción del pueblo de Dios debemos proyectar planes pastorales que tengan en cuenta las distintas realidades de nuestra Arquidiócesis. Estos planes, sin embargo, nunca se-rán eficientes si cada uno no asume el compromiso diario y esta-ble de anunciar a Cristo allí donde se encuentre. “Hoy la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno tra-ta, tanto a los más cercanos como a los más desconocidos. Es la predicación testimonial que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando vi-sita un hogar. Ser discípulo es la disposición permanente de lle-var a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, un ca-mino”56.

63. Leamos una proposición del XX Sínodo Limense: “Es mi-sión de los laicos vivificar el orden temporal con espíritu cristiano católico. Hace falta, por lo mismo, que posean una sólida forma-

54 San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 301.55 SS Juan Pablo II, Exhort. ap. Christifideles Laici, n. 33.56 SS Francisco, Exhort. ap. Evangelii gaudium, n. 127.


ción cristiana orientada a su propio ámbito laboral que les per-mita actuar en la vida pública con plena libertad y al servicio de la persona humana en su totalidad”57. El mensaje de Cristo y la vida de sus miembros son una levadura que tiene la capacidad de santificar el mundo. La iglesia de Lima tiene el gran deber de contribuir con su fe al desarrollo verdaderamente humano. La fe y la piedad de los fieles laicos no pueden estar destinadas a desaparecer en medio de la complejidad de la sociedad; por el contrario, es necesario un gran esfuerzo para sostener una pre-sencia verdadera de la Iglesia en la vida pública, sobre todo en la educación, la economía, la política y en las redes sociales.

64. Con este fin será útil recordar que “es importante hacer un gran esfuerzo para explicar adecuadamente los motivos de las posiciones de la Iglesia, subrayando sobre todo que no se trata de imponer a los no creyentes una perspectiva de fe, sino de interpretar y defender los valores radicados en la naturaleza misma del ser humano”58. Esto requiere cierta reflexión, en pri-mer lugar, pero además, el coraje de no callar ni temer a la hora de defender lo verdaderamente humano. Nunca olvidemos que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida59. Por eso, es necesaria la formación de grupos de reflexión que a nivel académico pue-dan hacer posible una presentación conveniente de la rica doc-trina de la Iglesia en los temas de interés público, sobre todo en el ámbito de la moral, educación y economía. Por deseo del XX Sínodo Limense, hemos publicado una renovada edición del ‘Ca-tecismo de Doctrina Social’, que recoge punto a punto la doctrina moderna del magisterio pontificio sobre las cuestiones sociales de nuestro tiempo, y que tiene la vocación de ser útil para el co-nocimiento de esta importante materia60.

57 XX Sínodo Arquidiocesano. Propuestas conclusivas. n.16.58 SS Juan Pablo II, Carta ap. Novo Millennio Ineunte, n. 51.59 Jn 14, 6.60 Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Catecismo de Doctrina Social, Fondo Editorial

Tradiciones, Lima, 2016.


La Iglesia acude a las redes sociales para proclamar la verdad65. No es una novedad afirmar que en este entramado de la vida pública cada vez adquieren mayor importancia las redes so-ciales. “La revolución de los medios de comunicación y de la infor-mación constituye un desafío grande y apasionante que requie-re energías renovadas y una imaginación nueva para transmitir a los demás la belleza de Dios”61. Abrimos los ojos para reconocer el gran valor de las redes de comunicación pero no los cerramos a la hora de medir los riesgos que conlleva un uso inadecuado de las mismas. Sin embargo, la Iglesia nunca ha temido a los re-tos del mundo moderno; al contrario, los mira con la confianza propia de quien cuenta con la presencia viva, activa, del Señor de la historia.

66. Durante el Sínodo se ha visto la urgencia de una mayor presencia de la Iglesia en este campo y una mejor capacitación. Esta capacitación deberá ser tanto a nivel de los comunicadores católicos en las parroquias, movimientos, como a nivel del Arzo-bispado a través de una Oficina de Comunicaciones que cuen-te con un grupo de asesores profesionales. Estamos seguros de que juntos, como comunidad siempre en camino, encontraremos la manera de emplear las redes sociales como un medio para la difusión del Evangelio. Este será un trabajo arduo, pero apasio-nante, en el que tendrán que trabajar de modo creativo grupos de jóvenes con los conocimientos técnicos debidos y la misión concreta de servir al pensamiento cristiano en medio del mundo.

Los santuarios son lugares de fe viva para el encuentro con Cristo67. Como resalta el documento de Trabajo del XX Sínodo Ar-quidiocesano Limense, la Piedad Popular es una riqueza enor-me, porque constituye una expresión de la fe, que se vale de los

61 SS Francisco, Mensaje en la 48° jornada mundial de las comunicaciones sociales, 1 de junio del 2014.


elementos culturales de nuestro pueblo y nación, interpretando e interpelando la sensibilidad de muchos de nuestros fieles, de manera viva y eficaz. En efecto, Evangelli nuntiandi es el primer documento pontificio que se preocupa del tema de la Piedad Po-pular62. Pablo VI encuadra la Piedad Popular en el contexto de la preparación y celebración de los sacramentos con la cateque-sis concomitante. Sin esta catequesis, dice el Papa, los sacra-mentos pierden gran parte de su eficacia. La evangelización tie-ne como finalidad “educar en la fe de tal manera que conduzca a cada Cristiano a vivir y a no recibir de modo pasivo o apático los sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe”63.

68. La Piedad Popular ha de ser ayudada y orientada por una pedagogía de evangelización. Tal pedagogía implica, por una parte, superar los límites que la deforman y profundizar en sus muchos valores. Así, el cristiano será educado en la fe en or-den a celebrar y vivir los sacramentos como verdaderos actos de fe, no recibiéndolos pasiva o apáticamente. Son los pastores quienes deben marcar las normas, Pablo VI indica las siguientes: sensibilidad, saber captar sus dimensiones interiores y sus valo-res innegables, estar dispuestos a ayudarla y superar sus ries-gos de desviación. Cuando se la evangeliza y orienta así, la Pie-dad Popular puede convertirse en un “verdadero encuentro con Dios en Jesucristo”.

69. Con especial atención deseo que los santuarios de la Ar-quidiócesis de Lima, si no lo son todavía, se transformen en lu-gares privilegiados de evangelización. En este sentido, contem-plo con inmensa gratitud a Dios, el Santuario de las Nazarenas donde el Señor de los Milagros es una expresión única para la historia de nuestra fe y de nuestra identidad católica en el Perú; allí se ha de proporcionar abundantemente los medios de sal-vación: la Palabra de Dios, los sacramentos, los sacramentales y otras formas de piedad. Por esto, siguiendo las conclusiones

62 SS Paulo VI, Exhort. ap. Evangelli nuntiandi, n. 48.63 SS Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi. n. 47.


del Sínodo, he dispuesto la creación de un departamento de la Piedad Popular, el cual tendrá la función de velar, animar y or-ganizar las múltiples expresiones de fe popular manifestadas en las diferentes devociones de nuestra Lima Católica64. En los San-tuarios, los sacerdotes deben dedicarse con especial esmero a la administración del Sacramento de la Reconciliación, teniendo en cuenta que el Papa Francisco ha expresado el anhelo de que los sacerdotes sean dispensadores de la Misericordia de Dios y muestren la profundidad de su ministerio recibido65.

70. Por otro lado, deseo remarcar que las Hermandades y Co-fradías son medios preciosos para la evangelización de la gente, para tomar conciencia de la pertenencia a la Iglesia y para vivir en ella el culto en espíritu y en verdad, que se concreta en la vida personal y comunitaria. Estas expresiones del pueblo de Dios son para Lima una verdadera fuente de riqueza en la piedad. La presencia de los quechuahablantes es un modelo de la acogida cultural de nuestros hermanos de los andes que ha merecido la necesidad de una Vicaría pastoral para atenderlos. Es muy im-portante que en todas ellas se cuide con esmero la formación en la fe, en la liturgia, en la caridad y el compromiso cristiano en el mundo. Conviene presentar en la predicación y la catequesis los valores evangelizadores de la Piedad Popular para que el pue-blo los asimile y de esta manera viva el humanismo cristiano que brota del Evangelio: la afirmación radical de la dignidad de toda persona humana en cuanto hijo de Dios y la fraternidad funda-mental; enseñanza cristiana para encontrarnos con la naturale-za, para comprender el trabajo y dar razones de alegría y espe-ranza en medio de la dureza de la vida.

64 Tengo presente, entre tantas otras, la devoción al Señor de la Divina Misericordia, al Sagrado Corazón de Jesús y la veneración de la Santa Cruz; la particular devoción a la Virgen del Carmen; y las devociones a Santa Rosa de Lima, San Martín de Po-rres, Santo Toribio y los otros santos peruanos; y la especial devoción a San Judas Tadeo.

65 Cfr. Francisco, Roma, Audiencia general del miércoles 19 de febrero de 2014.


La Piedad Popular de los fieles, camino fundamental para la evangelización71. Esta Piedad Popular supone para el pueblo un principio de discernimiento, un instinto evangélico que ayuda a captar espon-táneamente cuándo se sirve al Evangelio en la Iglesia y cuándo se le ahoga con otros intereses. Esta “sapiencia” ayuda a las per-sonas a testimoniar con espontaneidad la fuerza y la gracia del Evangelio.

72. El Papa Francisco destaca en la Piedad Popular una fuer-za activa de evangelización, porque en ella se da una “riqueza evangélica”66. Tal riqueza nace del evangelio de Jesucristo y su fuerza dinámica en orden a la evangelización no debemos me-nospreciarla. Seria ignorar la “la obra del Espíritu Santo”. En ella se da “una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la his-toria y un canal de trasmisión de la fe”67.

73. El Papa Francisco es consciente de la fuerza que ha cobra-do la Piedad Popular en América Latina y sobre todo en nuestro Perú, por eso afirma que para entenderla es necesario “acercar-se a ella con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar”68. Solo la mirada de fe penetrada de amor, conoce la ri-queza teologal de la Piedad Popular. Esta vida de piedad se des-cubre en manifestaciones peculiares: el gesto del rezo del Santo Rosario de una madre junto al lecho de su hijo enfermo, el en-cendido de un cirio pidiendo ayuda a la Virgen y unas miradas amorosas al Cristo crucificado de Pachacamilla. Y esto ocurre in-cluso, cuando esas personas no saben “hilvanar las proposicio-nes del Credo”69. En la Piedad Popular, lo decisivo es la fe en la persona de Cristo y el amor que los fieles ponen en su encuentro con Él, con la Virgen y los santos.

66 V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. n. 262.67 Ibidem. n. 264.68 Ibidem, n. 125.69 SS Francisco, Exhort. ap. Evangelii gaudium. n. 125.


74. Para concluir esta parte, deseo remarcar la importancia de la Piedad Popular como una “pedagogía de evangelización”, que lleva consigo una gran sensibilidad, mucha paciencia y gran pe-netración del Evangelio de Jesucristo. Evangelizar comporta po-ner a la Piedad Popular en contacto con la Palabra del Evange-lio de Jesucristo para fecundarla respecto a los contenidos de fe, esperanza y caridad. Esto ciertamente reclama sobre todo amor y cercanía al pueblo, ser prudentes, constantes y audaces para educar la fe que se expresa allí. Es preciso un discernimiento pastoral para purificar y rectificar el sentido religioso latente en las expresiones populares para progresar en el conocimiento del misterio de Cristo.

La vida contemplativa en los Monasterios es el corazón de la Iglesia75. Con particular atención, hemos mirado en el Sínodo a los Monasterios de la Arquidiócesis. Es necesario encontrar un ca-mino asequible y sencillo para poner al Señor en el centro, para hacer del encuentro con Él punto de arranque de la vida de cada día. Saborear, vivir y caminar en su presencia. El monasterio es un lugar rico para la contemplación, para reiniciar el camino; puede ser lugar de ida y vuelta, morada para el camino del fiel cristiano. En este sentido, deseamos prestar la debida atención a las necesidades espirituales, formativas y materiales de los mo-nasterios de la Arquidiócesis. Para cuidar que exista la necesaria atención espiritual y sacramental en los monasterios, hemos dis-puesto que un Obispo auxiliar, junto con un equipo de colabora-dores, procure la asistencia necesaria a través de los capellanes y confesores, con un buen plan de formación doctrinal, humana y espiritual70.

76. Además, el monasterio puede ser lugar idóneo para que resuenen los gritos y esperanzas de los hombres y mujeres de

70 Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Orientaciones sobre la Formación en los Institutos Religiosos Potissi-mum Insttitutioni.


nuestra tierra. Contemplar cómo ama Dios al hombre y a la tierra, descubrir sus pasos, para no caer en la trampa de mirar a este mundo como tierra hostil, a esta sociedad como el rival al que doblegar, al hombre moderno y postmoderno como el enemigo a combatir. Y así llevar en el corazón este mundo que Dios ama; el mundo que Dios no lo quiere para la perdición71.

77. Resulta necesario estar en comunicación con los monas-terios, interesándose por sus necesidades y ayudándoles en las gestiones que hubiera lugar. Los monasterios son lugares, es-pacios motivadores y de sanación. Lo mismo podemos decir de otros lugares, como muchos conventos en los que se cuida a los excluidos, a los más pobres. Son lugares para una fe necesitada de más contemplación, de mística, porque Él y solo Él nos aco-ge y sostiene y nos envía en su mismo amor. Son lugares sose-gados, de paz y alegres de su presencia, y morada para caminar enraizados en Aquél que alimenta la vida y la misión. No pode-mos dejar fuera del camino arquidiocesano esta realidad que en-riquece la vida de los creyentes, por ello resulta necesario coor-dinar los planes de formación permanente en los monasterios, con presencia particular en aquellos monasterios que tienen ma-yor dificultad para desarrollarlos.

Somos una Iglesia en proceso de “conversión pastoral”78. La iglesia de Lima se siente llamada a llevar adelante su propia “conversión pastoral”. Entendemos la “conversión pastoral” como una actitud de renovación apostólica, que busque ser el criterio según el cual se revisen todas las estructuras de nuestra iglesia, de manera que estén claramente al servicio de su natu-raleza evangelizadora.

79. En respuesta a su propia vocación, y al anhelo de los fieles, la Arquidiócesis procurará los medios para contar con “sacerdo-

71 Jn. 3, 16 – 18.


tes santos, fieles y doctos”72, con una suficiente y adecuada for-mación, dedicados a tiempo completo a su ministerio y testigos de Cristo en todos los ambientes de la sociedad.

80. La renovación de las parroquias de nuestra Arquidiócesis exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. Para ello, deberán priorizar en la organi-zación de su tiempo la atención generosa a sus responsabilida-des sacramentales y evangelizadoras, y delegar en estructuras bien diseñadas las tareas administrativas que no requieran de la presencia de los sacerdotes.

81. La familia se ha convertido hoy en el centro de debates en torno a su realidad, siendo atacada masivamente y en su misma esencia por los graves errores que postula la llamada ideología de género; no obstante, la familia es la respuesta a la crisis mis-ma de la sociedad. Este reconocimiento es mayor cuando, sabe-mos los cristianos, la familia es reflejo de la comunión intratrini-taria en el amor que es Dios mismo. La familia es la comunión de amor entre personas y sólo en ella la persona, niño, joven, adulto, anciano, podrá encontrar sentido a su existencia. Por eso, todo esfuerzo en torno a reafirmar y promover la belleza, bondad y verdad de la familia es poco, sin embargo siempre es válido, por ello los Centro de Promoción y Orientación para la Familia y la Vida deben ser una prioridad pastoral en estos años.

82. La necesidad de formación de todos los fieles: laicos, con-sagrados y sacerdotes requiere una peculiar estructura. La Uni-versidad debe convertirse en esa estructura desde la cual se irradie la sana doctrina y propicie el diálogo con el mundo de la cultura en nuestro ambiente y en todos los ámbitos de la vida so-cial. Ella, en coordinación con las estructuras del Arzobispado de Lima, ayudará a la buena formación de las personas.

83. Aparecida insiste en que “la catequesis no puede redu-cirse a una formación meramente doctrinal, sino que tiene que ser una verdadera introducción a la vivencia del Misterio cristia-

72 SS Juan Pablo II. Discurso al Episcopado Peruano, 2 de julio de 2002.


no y al compromiso social y eclesial”73. Deseamos que se siga despertando en la Arquidiócesis la conciencia misionera de los creyentes, animándolos en el anuncio de la Buena Noticia y la transformación de la sociedad, respondiendo a los desafíos de la juventud, la familia, los pobres; que se promueva la asisten-cia social en una verdadera evangelización integral, alentando el compromiso social en los movimientos laicales y formando agen-tes de pastoral social a nivel Arquidiocesano; al mismo tiempo se constituya e impulse en donde no haya la pastoral de ayuda fra-terna.

84. “Es absolutamente indispensable –sobre todo para los fie-les laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político- un conocimiento más exacto de la doctrina social de la Iglesia”74. El papel de los fieles laicos debe ser comprendido como necesario para el cumplimiento de la misión de la Iglesia en Lima. Es necesario estudiar y discutir sobre los medios a tra-vés de los cuales los laicos puedan recibir una adecuada forma-ción. Se tendrá que contar, en primer lugar, con la disposición y tiempos de ellos. Una gran parte de la población de Lima trabaja desde muy temprano hasta muy tarde. Los medios de formación, por tanto, deberán acomodarse a esta condición. Por otra parte, para lograr una presencia mayor de la Iglesia en la vida pública, parece conveniente la formación de líderes laicos que puedan orientar con criterios cristianos a los demás laicos que compar-ten la misma profesión o se desempeñan en ámbitos concretos de la sociedad.

85. Que las manifestaciones de Piedad Popular se sigan alen-tando, aprovechando todos los elementos positivos de la misma y evitando todo lo que pueda parecer fanatismo o superstición. Que se atiendan con especial cuidado y celo pastoral los San-tuarios como centros de acogida, formación y conversión per-

73 Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamerica-no y del Caribe. n. 199.

74 Cfr. Compendio de la doctrina social de la Iglesia católica, n. 528; Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Catecismo de Doctrina Social, Fondo Editorial Tradiciones, Lima, 2016, n. 121.


sonal. Que guiados desde la Vicaría Episcopal del Clero y del departamento de Piedad Popular, se elabore un plan de acción pastoral con mayor celo y empeño en la atención de confesiones y el cuidado de las celebraciones litúrgicas en el Santuario de las Nazarenas.

86. Queridos Hermanas y Hermanos, al concluir esta Carta Pastoral recogiendo las conclusiones del XX Sínodo Arquidioce-sano de Lima los invito a ofrecer nuestras vidas y nuestras fami-lias al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María “Estre-lla de la nueva evangelización”. Que en todos los hogares y las parroquias se rece los días sábados personal o comunitariamen-te el Santo Rosario, oración preferida por nuestra madre. Damos gracias a Jesucristo, el Señor de los Milagros, por los innumera-bles frutos de este Sínodo en nuestra Iglesia particular e invoca-mos la protección de Nuestra Señora de la Evangelización, de los gloriosos patrones San Juan Evangelista y Santo Toribio de Mogrovejo.

Fiesta de la Visitación de la Vírgen María, 31 de Mayo de 2016.

Carta Pastoral





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