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I Encuentro Internacional Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas 8 y 9 de Octubre, Buenos Aires La reunificación de las “dos culturas” a través de la vía tecnológica: implicancias estéticas y cognitivas del “movimiento sci-art” 1 Ailin María Reising (CONICET, Fundación Bariloche) [email protected] Resumen Hace 50 años Charles Percy Snow subrayó una brecha aparentemente irresoluble entre la ciencia y el arte, y si bien años más tarde esbozó la posibilidad de una tercera cultura que los conciliara, no ha sido hasta muy recientemente que ésta parece haber tomado forma en torno al “movimiento sci-art”. En términos de aproximación inicial a sus prácticas, el presente trabajo tiene por objeto establecer dos cosas. En primer lugar, el rol de las actuales tecnologías de visualización en las instancias de interacción entre artistas y científicos. Para tal fin se indaga su impacto al nivel de los recursos representacionales prioritariamente utilizados en la ciencia contemporánea, así como al de las motivaciones artísticas relativas a la exploración de nuevas texturas y materiales. En segundo lugar, el carácter simétrico del “movimiento sci-art” en cuanto a sus implicancias estéticas y cognitivas. Con tal propósito se analiza el proceso en virtud del cual los recursos representacionales visuales de la ciencia contemporánea devienen expresiones artísticas, así como las implicancias de la visualización artística para el abordaje de problemas científicos multidimensionales y la divulgación de estos problemas a la sociedad civil en su conjunto. 1 Este trabajo no hubiera sido posible sin el invalorable aporte del Dr. Raúl Barrachina, una persona excepcional que ha desperado mi interés por los aspectos de la práctica científica y artística que aquí se desarrollan, y con quien estoy profundamente agradecida.

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Artículo presentado por Ailin María Reising para el I Encuentro Inernacional de Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas. Buenos Aires, 8 y 9 de Octubre de 2009. http://www.eiccat.com.ar

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Page 1: Ailin María Reising - La reunificación de las dos culturas a través de la vía tecnológica: implicancias estéticas y cognitivas del movimiento sci-art

I Encuentro Internacional Culturas Científicas y Alternativas Tecnológicas

8 y 9 de Octubre, Buenos Aires

La reunificación de las “dos culturas” a través de la vía tecnológica: implicancias

estéticas y cognitivas del “movimiento sci-art”1

Ailin María Reising

(CONICET, Fundación Bariloche)

[email protected]

Resumen

Hace 50 años Charles Percy Snow subrayó una brecha aparentemente irresoluble entre la ciencia y el

arte, y si bien años más tarde esbozó la posibilidad de una tercera cultura que los conciliara, no ha sido hasta

muy recientemente que ésta parece haber tomado forma en torno al “movimiento sci-art”. En términos de

aproximación inicial a sus prácticas, el presente trabajo tiene por objeto establecer dos cosas.

En primer lugar, el rol de las actuales tecnologías de visualización en las instancias de interacción

entre artistas y científicos. Para tal fin se indaga su impacto al nivel de los recursos representacionales

prioritariamente utilizados en la ciencia contemporánea, así como al de las motivaciones artísticas relativas a

la exploración de nuevas texturas y materiales.

En segundo lugar, el carácter simétrico del “movimiento sci-art” en cuanto a sus implicancias

estéticas y cognitivas. Con tal propósito se analiza el proceso en virtud del cual los recursos

representacionales visuales de la ciencia contemporánea devienen expresiones artísticas, así como las

implicancias de la visualización artística para el abordaje de problemas científicos multidimensionales y la

divulgación de estos problemas a la sociedad civil en su conjunto.

1 Este trabajo no hubiera sido posible sin el invalorable aporte del Dr. Raúl Barrachina, una persona

excepcional que ha desperado mi interés por los aspectos de la práctica científica y artística que aquí se

desarrollan, y con quien estoy profundamente agradecida.

Page 2: Ailin María Reising - La reunificación de las dos culturas a través de la vía tecnológica: implicancias estéticas y cognitivas del movimiento sci-art

I- Introducción

Hace 50 años, el 7 de Mayo de 1959, Charles Percy Snow pronunció la conferencia

The Two Cultures and The Scientific Revolution, donde subrayó una brecha aparentemente

irresoluble entre la ciencia y el arte. Esta tesis lo convirtió en una personalidad pública,

reconocida tanto por la comunidad científica como por el establishment artístico británico

de la época, si bien su tesis de las “dos culturas” tuvo en aquel entonces más impacto en el

mundo científico que en el artístico. Desde este ámbito promovió que tanto científicos y

artistas como filósofos e historiadores reflexionaran sobre el vínculo entre la ciencia y el

arte desde perspectivas que han tendido a asumir a las expresiones artísticas bien como

precursoras de la imagen científica del mundo (Shlain, 1991), bien como manifestaciones

retrógradas frente a los desarrollos científicos.

Así, tanto desde uno como desde otro enfoque, la interacción entre la ciencia y el

arte ha sido abordada en términos de incidencia de una cultura sobre la otra. En este

sentido, los vínculos entre la ciencia y el arte han sido analizados mediante la tesis de las

“dos culturas” antes que mediante otra tesis que el propio Snow formulara a comienzos de

la década de 1960 en A Second Look at the Two Cultures Problem: la posibilidad de una

cultura alternativa que conciliara a científicos y artistas. En gran medida ello obedece a que

no ha sido hasta muy recientemente que esta cultura alternativa parece haber tomado forma

en torno al desarrollo de nuevas herramientas informáticas y equipos científicos de muy

alta resolución. Al ofrecer nuevos recursos para establecer coherencia y significado, estos

dispositivos tecnológicos de visualización han dado lugar a un proceso de co-producción

entre científicos y artistas en virtud del cual, veremos: a) los recursos representacionales

científicos son reconfigurados en torno a una “estética reflexiva” (Ede, 2002) que los

convierte en “objetos sci-art”, y b) los recursos representacionales artísticos devienen

instrumentos fundamentales para el análisis científico de lo multidimensional.

II- La tesis de las “dos culturas”

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Si bien adquirió notoriedad gracias a su célebre conferencia The Two Cultures and

The Scientific Revolution, –pronunciada hace cincuenta años, el 7 de mayo de 1959- Percy

Snow, especialista en física y química formado en Cambridge, ya era en la década de 1950

un personaje público en Gran Bretaña2. Allí subrayó que las políticas universitarias de la

época tendían, como señaló Ortega y Gasset, al “barbarismo de la especialización”. Como

resultado de ello, señalaba Snow, la formación científica había adquirido un carácter

técnico que alejaba al científico de la literatura y las artes en general (Gregorian, 1994)3.

Esta lectura del impacto de la especialización de la formación científica no fue en

absoluto una innovación de Snow. Por el contrario. Diez años antes, Roy Lewis y Angus

Maude lo habían hecho notar en The English Middle Class (1949) y fuera de Gran Bretaña

Jacob Bronowski había señalado lo mismo en su conferencia “Science and Human Values”,

brindada en el MIT a comienzos de la década de 1950. Otro tanto ocurre con la distinción

nietzcheana entre la ciencia y el arte que remarcaba el planteo de Snow, la cual encuentra,

entre los diversos antecedentes históricos posibles, un anclaje en el debate Thomas Huxley

y Mattew Arnold sobre el lugar que habrían de tener la ciencia y las humanidades en las

universidades británicas y sobre el perfil generalista o de alta especialización que habrían

de tener sus egresados.

La descontextualización del planteo de Snow frente a este tipo de antecedentes

sugiere cierta torpeza historiográfica, un hecho curioso si se tiene en cuenta que el mismo

fue publicado originalmente con una introducción de Stefan Collini, un historiador de

Cambridge. En ésta Collini inscribe a la tesis de Snow en el contexto de la Revolución

Científica e Industrial, señalando que ya en aquel entonces existía una distancia entre “las

dos culturas”. Una distancia que, como habían sugerido los compiladores del Oxford

English Dictionary, respondía a un concepto de ciencia sustancialmente distinto al

plasmado en textos como Philosophy of the Inductive Sciences (1840) de William Whewell,

en virtud del cual el científico era definido como un artista.

2 Como resultado de la tesis de las “dos culturas” Snow recibió más de 20 menciones honorarias en el

transcurso de los años ´60. Asimismo, fue designado en 1964 Jefe del recientemente establecido Ministerio de

Tecnología británico y portavoz gubernamental sobre asuntos tecnológicos en la Casa de los Lords. 3 Snow mostró que la música constituía una excepción en este sentido. Pues una amplia mayoría del centenar

de científicos que encuestó manifestaba interés y conocimiento sobre este tópico.

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De este modo la tesis de “dos culturas” aparentemente irreconciliables reforzó la

consideración de la ciencia como un ámbito ligado a la validación consensuada y pública, a

diferencia de la práctica artística, ligada a la ambigüedad, la intuición y la privacidad

(Wallace, 1959). Esta visión del arte explica, en gran medida, que el planteo de Snow haya

tenido más impacto en la comunidad científica que en la artística, tal como puede

observarse en las acciones gubernamentales a las que dio lugar: a) el reporte de Lionel

Robbins sobre la expansión de la educación universitaria en Inglaterra (1963), b) la reforma

de la política científica británica, c) la creación del Ministerio de Tecnología en 1964, y d)

el reporte de John Fulton sobre el Servicio Civil (1968).

III- El “movimiento sci art” como tercer cultura

La trascendencia del planteo de Snow ha contribuido a que el vínculo entre la

ciencia y el arte se problematice desde dos perspectivas que, si bien antagónicas en sus

términos, coinciden en abordar este vínculo como impacto de una cultura sobre la otra.

Así, se ha tendido a presentar al arte como precursor de las versiones científicas de

la realidad (Shlain, 1991). Desde esta óptica, por ejemplo, autores como Guy Levrier

(2000) han considerado al trabajo de Kasmir Malevitch, en particular su serie Blanco sobre

Blanco (1918) y su idea de “no arte” en relación con el principio de incertidumbre

formulado por Werner Heisenberg en 1925. Al tiempo que desde otra perspectiva ha

tendido a presentar a la ciencia como precursora de la expresión artística. Desde esta óptica,

por ejemplo, historiadores del arte como Ernst Gombrich (1996) han reparado en el

desacople que presentan los desarrollos científicos y artísticos enfatizando que mientras los

primeros han dado lugar a la elucidación del código genético, los segundos aún continúan

refiriéndose al hecho de que Duchamp haya colocado un mingitorio en una exhibición.

No obstante, fue el propio Snow quién en 1963 definió una perspectiva alternativa

para considerar la interacción entre estas “dos culturas”. En A Second Look at the Two

Cultures Problem sugirió la emergencia de una “tercera cultura” que no sólo salvaba las

diferencias entre artistas y científicos sino que también, tal como puede advertirse en el

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borrador de esta conferencia, titulado The Rich and the Poor, salvaba las diferencias

económicas y sociales.

En aquel entonces la idea de una cultura conciliadora fue desarrollada también por

científicos como, H. Irving -quien, al igual que Snow, sostenía que la educación constituía

el ámbito propicio para una integración de las ciencias, las humanidades y las técnicas- y

Werner Heisenberg (1968) –quien enfatizó que el proceso de creatividad aunaba a la

ciencia y el arte en la medida en que implicaba cambios al nivel de la percepción que en el

caso de los artistas enriquecían la experiencia perceptual y en el caso de los científicos

incrementaban el control sobre el medioambiente social, natural y artificial (Osborne, 1986;

Hanrahan, 2000)4.

Si bien estas posiciones conciliadoras contribuyeron a achicar la brecha entre “las

dos culturas”, no saldaron la discusión en torno al carácter que habría de tener la “tercer

cultura”. Para unos, debía erigirse sobre una élite científica sensible a las humanidades.

Para otros, debía resultar de una triangulación entre las artes, las ciencias y las humanidades

(Brockman, 1995).

En términos sociológicos el desarrollo de esta “tercera cultura” no parece haber

tomado forma hasta muy recientemente, gracias a un diálogo tecnológicamente mediado

entre las “dos culturas”. Tal como puede observarse en los foros de discusión de la

Fundación Edge, dedicada a promover el contacto entre la ciencia y el arte, las herramientas

informáticas, los microscopios de alta resolución y los telescopios han configurado un

novedoso espacio de encuentro en torno al doble supuesto de que: a) la visión del mundo 4 Desde esta perspectiva autores como Lewin Alcopley (1972), artista y hematólogo, han reparado en que

tanto los científicos como los artistas pueden ser categorizados como “clásicos o apolíneos” y “románticos o

dionisíacos” según el tipo de razonamiento preeminente: el sistemático y consciente en el caso de los

primeros, el intuitivo e inconsciente en el caso de los segundos. Esta búsqueda de analogías entre la ciencia y

el arte ha dado lugar a la exploración de aspectos intrínsecamente relacionados con la actividad científica,

como la objetividad, en el arte. Siún Hanrahan (2000) ha sugerido que la objetividad también constituye un

aspecto crucial del razonamiento visual y kinéstésico del arte. Una vez que un conjunto de ideas es integrado

a un conjunto de relaciones físicas, el artista puede asignar prioridad a la forma potencial de los materiales. En

este proceso pueden aparecer dificultades de orden lógico o visual. Las dificultades lógicas son aquellas

referidas a fallas en la interacción del material con la idea que opera tras él. Las dificultades visuales son

aquellas referidas a fallas en la interacción del material con patrones visuales aceptables o satisfactorios.

Frecuentemente hay una simbiosis entre las dificultades lógicas y las visuales.

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explorada por la ciencia estimula una consideración del lugar del ser humano en el universo

mediante formas estéticas que trascienden otras vertientes del arte contemporáneo, y b) el

lenguaje artístico promueve y amplia la reflexión de la sociedad civil sobre los aspectos

éticos y políticos de los descubrimientos científicos y los desarrollos tecnológicos (Ede,

2002).

En torno a este doble supuesto un conjunto de instituciones- entre las cuales cabe

mencionar a Wellcome Trust Foundation, Calouste Gulbenkian Foundation, Arts Catalyst,

Leonardo, YLEM, Foro Dialogue Science and Art y Art and Science Collaborations -

promueve prácticas de co producción mediante la integración del artista en instituciones

científicas a través de figuras como el “artista residente”.

IV- Las actuales tecnologías de visualización como condición de posibilidad para la

interacción entre científicos y artistas

Si bien no exclusivamente, gran parte del movimiento “sci-art” se ha constituido en

torno a los recursos repersentacionales generados mediante las actuales tecnologías de

Edge Foundation

Such images stand in vigorous contrast

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visualización. Al igual que los recursos representacionales de la ciencia clásica, éstos

pueden caracterizarse según rasgos como: i) su inmutabilidad -ofrecen la impresión de que

el resultado de la investigación es durable en el tiempo- ii) su escala -permiten observar

fenómenos que no serían visibles en otras circunstancias debido a su tamaño, grado de

abstracción o duración-, iii) su combinabilidad -permiten combinar resultados diversos para

revelar nuevas conexiones entre fenómenos o piezas de información-, iv) su

transportabilidad -pueden ser incorporados a distintos circuitos de difusión de

conocimiento-, y v) su poder de persuasión -constituyen un recurso activo en la negociación

del conocimiento (Latour, 1990).

No obstante, a diferencia de representaciones como los gráficos X-Y y los

diagramas utilizados por científicos como Paul Dirac o Henry Poincaré, los científicos

contemporáneos se valen de novedosas formas de representar fórmulas y tablas de datos

mediante las computadoras. Esto fue advertido quizás por vez primera en un informe de la

National Science Foundation de Estados Unidos titulado “Visualization in Scientific

Computing” (Mc Cormick, DeFanti y Brown, 1987), donde se promovía el uso y desarrollo

de recursos como: i) los gráficos computacionales (Computer Graphics), ii) el

procesamiento de imágenes (Image Processing), iii) la visión artificial (Computer Vision),

iv) el diseño asistido por computadora (Computer-Aided Design), v) la interacción

humano-computadora (Human-Computer Interaction), y vi) el procesamiento de señales

(Signal Processing).

Estos recursos representacionales generados mediante computadoras pueden

referirse tanto a sistemas físicos reales como a procesos informáticos que no encuentran

correlato directo en éstos, e independientemente de que el fenómeno estudiado tenga

características visuales o no, tienden a representarlo como un objeto visual con forma,

color, textura y movimiento, volviendo visible lo que no necesariamente lo es. Por tal

razón, a diferencia de otros formatos representacionales las visualizaciones

computacionales constituyen productos sujetos a la manipulación del científico, quien

puede rotarlas, modificar su escala, deformarlas, eliminar información espuria o innecesaria

e incorporarles nuevos datos.

Esta versatilidad de la visualización computacional pone de manifiesto que la

misma es una “ilusión de realidad” independiente del tiempo y el espacio, un rasgo que,

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veremos, permite someterlas a un proceso de “transportación” del ámbito científico al

ámbito artístico bajo el supuesto de que al igual que ciertos objetos de arte, las

visualizaciones computacionales retienen mucho del carácter de los “objetos ideales”, pues

en tanto “objetos digitales” no tienen existencia ni referencia directa con el mundo físico.

Cabe destacar que a pesar del uso extendido de este tipo de recursos

representacionales computacionales, buena parte de las prácticas científicas

contemporáneas se valen también de otras tecnologías de visualización como los

microscopios y los telescopios de alta resolución. Estos dispositivos generan imágenes con

una estética tan bella que algunos científicos han llegado a sugerir que constituyen una

forma de arte abstracto. Resulta sorprendente, en este sentido, advertir que los científicos

contemporáneos tienen a hablar más de belleza y de elegancia que los propios artistas (Ede,

2005: 10).

Veamos algunos ejemplos. Felice Frankel, científica del Massachusetts Institute of

Technology, utiliza el término “envisioning” para describir el proceso de fotografía a escala

microscópica. Su texto Envisioning Science: The Design and Craft of the Science Image

(2004) es un manual con recomendaciones técnicas y procedimentales sobre el

equipamiento, la presentación las condiciones de luminosidad, ángulos de cámara y

tiempos de exposición para la generación de imágenes microscópicas de sorprendente

belleza.

En esta línea dos “notas de color” sobre la tapa de este texto de Frankel alcanzan

para poner de manifiesto la relevancia estética que asigna a las visualizaciones científicas.

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La primera es que en el año 2002 obtuvo el premio de la American Institute of Graphic

Designers (AIGA), fue nominada mejor tapa por The Bookbuilders of Boston y llegó a ser

finalista del Kraszna-Krausz Book Award en la categoría textos de tecnología y ciencia. La

segunda tiene que ver con el contenido en sí de la imagen, los cuadraditos azules y verdes

que allí aparecen:

Laboratory of George Whitesides, Harvard. Image by Felice Frankel, MIT.

Gotas de agua cuya coloración responde a una cuadrícula de distintos materiales

(hydrophobic and hydrophilic) seleccionada especialmente para, al decir de Frankel,

“realzar los aspectos estéticos del experimento y captar la atención en las conferencias

científicas”.

Ambas notas de color permiten advertir el reconocimiento por parte del científico

del impacto sociológico que posee la estética de una visualización. En estos términos el

trabajo de Frankel implica, al igual que el de muchos artistas, atender a cuestiones como la

codificación e interpretación de imágenes bi dimensionales y el establecimiento criterios

para determinar la escala, la perspectiva y las sombras del objeto fotografiado.

Consecuentemente, visualizar fenómenos, procesos u objetos microscópicos implica

componer: esto es, “ver las cosas” y desarrollar “una perspectiva, un modo de ver”.

Laboratory of Gerald Fink, Whitehead Institute.

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Felice Frankel, MIT, 2002.

Un claro ejemplo de este carácter composicional de la visualización científica lo

ofrecen estas colonias de Candida Albicans -uno de los hongos más comunes causantes de

infecciones en los seres humanos. Las mismas difieren entre sí por una modificación

genética causada por la exposición a un medio químico. El propósito de esta imagen es

indudable: identificar cualitativamente el alcance de esta mutación. No obstante, la misma

se ha generado violando uno de los principios básicos de la práctica de laboratorio: que dos

cepas de hongos no sean cultivadas en un mismo plato, a fin de lograr una “imagen más

llamativa” (Frankel, 2002). Y con el mismo propósito se ha inhibido la percepción de la

escala al omitir otros aspectos que suelen aparecer en las representaciones visuales

científicas como el borde del plato.

Otro ejemplo, también de Frankel, permite advertir, desde otra perspectiva, las

diversas manipulaciones a las que es sometido el objeto y las circunstancias de

visualización de acuerdo a ese “sentido de la composición”. Se trata de la visualización de

una reacción química denominada Belousav-Zhabotinsky, cuyo proceso se ha registrado

sobre una tinta marcadora. La yuxtaposición de los contornos corresponde a distintos

momentos de la reacción y la imagen puede verse también como una película.

Laboratory of Anatol Zhabotinsky, Brandeis University.

Felice Frankel, MIT, 2002.

Al otro lado de la escala, las imágenes astronómicas de David Malin permiten

advertir en qué medida la incorporación de las actuales tecnologías de visualización en la

investigación científica marca un punto de inflexión frente a la clásica contraposición del

modo de representar la realidad de científicos y artistas. Químico experimentado en la

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generación de imágenes mediante microscopios electrónicos y ópticos y técnicas de

difracción de rayos X, Malin ha desarrollado técnicas de coloración de objetos cósmicos

masivos y distantes en el AngloAustralian Observatory. Su texto The Invisible Universe

(1999) describe procedimientos para fotografiar algunos de los objetos más pequeños

detectados por los telescopios. Sintetizando el blanco, el negro y tres paletas de color en

tomas repetidas en diferentes periodos de tiempo Malin imprime intensidad en un cielo

negro donde algunas estrellas aparecen en primer plano y otras se ven tan distantes que

parecen luminiscencias de polvo.

David Malin, The Horsehead Nebula. David Nalin

http://www.aao.gov.au/images/index http://www.aao.gov.au/images/index

La representación del cosmos que permite el telescopio y el procesamiento digital

del “retrato fotográfico” no sólo “capta” aspectos de una realidad distante, sino que también

estimula la imaginación científica al responder no sólo al imperativo científico de

identificar patrones y agrupamientos de patrones, sino también al imperativo artístico de

constituir al observador como protagonista en la atribución de significados de aquello que

está siendo observado.

En este sentido, las imágenes de Malin permiten advertir cómo las actuales

tecnologías de visualización vuelven absurda, una vez más aunque en otro nivel, la clásica

confrontación entre las “dos culturas”. Así, a diferencia de lo ocurrido en el caso de

Frankel, estas tecnologías le permiten a Malin crear una cosmología que realmente no

existe, aunque resulta lo suficientemente “ilustrativa” como para que los astrónomos

comprendan fenómenos y objetos que se hallan a años luz de distancia.

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A pesar de su belleza, ciertamente no podemos referirnos a las imágenes científicas

en términos de expresión artística, dado que no han sido generadas con este fin sino

respondiendo a una función cognitiva. Constituyen recursos que colaboran con el

procesamiento de la información y con el establecimiento de relaciones entre la

información a pesar de que suponen una concepción de la visualización de la realidad que

ciertamente concilia las divergencias otrora asociadas a la concepción del mundo de cada

una de las “dos culturas”: el mundo externo “a la espera de ser descubierto” de la cultura

científica y el mundo construido fenomenológica y lingüísticamente de la cultura artística.

Requieren, como veremos a continuación, una transformación en su marco de significados

que “olvide” o “anule” su función cognitiva original para que puedan ser consideradas

resultados de una genuina interacción entre las “dos culturas”.

Como acabamos de ver, la manipulación de factores como la luz, el color, la

intensidad y la escala, por parte del científico no tiene por objeto último remarcar la

“belleza interna” (Danto, 2008) del objeto estudiado sino dirigir la atención del observador

hacia un aspecto particular de ese objeto. En este sentido, la interacción de científicos y

artistas no se basa tanto en el hecho de que en sí mismos los recursos representacionales

científicos sean bellos, como en la posibilidad de “suspender” su función cognitiva.

Pues, como ha puesto de evidencia el expresionismo abstracto -Roger Fry, Marcel

Duchamp, entre otros- la belleza no constituye una condición necesaria para el arte, pero sí,

en cambio, el contenido5. Atendiendo a ello, lo que resulta sorprendente de la generación de

“objetos sci-art” es la operación sobre el contenido original de los recursos

representacionales científicos que termina generando en los espectadores una atracción

mucho mayor a la que éstos sentirían sin la acción de “agentes embellecedores” (Danto,

2008).

Consideremos esto mediante un ejemplo:

5 En virtud de ello, y al igual que lo ocurrido en los enfoques clásicos de análisis de los recursos

representacionales científicos (Goodman, 1976; Files, 1996; Perini, 2005), las representaciones artísticas han

tendido a ser juzgadas en términos de su semántica o relación con aquello que representan o han pretendido

representar. Recientemente, estas perspectivas han incorporado una dimensión pragmática, atenta a la

conducta o sentimiento que una obra de arte genera en el observador (Danto, 2008).

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La imagen de la izquierda muestra un fragmento del órgano de Corti, una estructura

sensorial de los oídos de los mamíferos que convierte el sonido en señales nerviosas,

obtenida por el Dr. Mathew C. Holley del Departamento de Fisiología de la Universidad de

Bristol mediante técnicas de microscopía de alta resolución. La imagen de la derecha

constituye un “objeto sci-art” titulado Fragment of the Organ of Corti, desarrollado por

Sandra Manqueen en 1994 a partir de la fotografía de Holley mediante técnicas de

procesamiento digital de imágenes.

En parte, es posible identificar un paralelismo entre el proceso que da lugar a

Fragment of the Organ of Corti y el proceso que reconfiguró al mingitorio de Mott Iron

Works en la obra Fuente (1917) de Marcel Duchamp o a las cajas brillo de James Harvey

en la Caja Brillo (1964) de Andy Warhol.

Fuente (1917), Marcel Duchamp Caja Brillo (1964), Andy Warhol

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A diferencia de sus correlatos en la vida cotidiana, considerados meros objetos

utilitarios, Duchamp y Warhol adscribieron a estos objetos un conjunto de significados –la

expresión de una estética sin belleza, por ejemplo- que los redefinió como obras de arte.

Del mismo modo, podríamos decir que Sandra Manqueen reemplazó la función cognitiva

de la fotografía del Dr. Holley por una función artística al adscribirle a la imagen del

órgano de Corti otro conjunto de significados –la expresión de una estética con belleza, por

ejemplo. Pero lo curioso de este caso es que tal resignificación no ha redundado, como en el

de Duchamp y Warhol en la conformación de un “objeto artístico” ontológicamente

indistinguible de sus correlatos en la vida cotidiana. A instancias de la mediación

tecnológica Fragment of Corti no posee una “equivalencia ontológica” con la fotografía del

Dr. Holley y es justamente este motivo lo que permite establecer una relación de

complementariedad entre el arte y la ciencia, ya sea al nivel del vínculo ciencia-sociedad,

ya sea al nivel del proceso cognitivo en sí.

V- Implicancias estéticas del “movimiento sci-art”

Hasta ahora hemos considerado cómo las actuales tecnologías de visualización

habilitan la posibilidad de una convergencia entre las “dos culturas”. Como sugerí al

comienzo del trabajo, tal convergencia resulta simétrica en sus términos pues presenta

implicancias para ambas culturas. Como veremos a continuación, para el mundo del arte

tales implicancias se vinculan básicamente con la posibilidad de explorar de nuevos

materiales y formatos estéticos, desarrollar estéticamente temas también novedosos en

torno a conceptos, teorías y descubrimientos científicos, y promover la reflexión crítica

sobre la ciencia y la tecnología mediante un lenguaje accesible a un público no experto.

A instancias de instituciones como Wellcome Trust Foundation y The Arts Catalyst

desde mediados de la década del 1990 los artistas han comenzado a formar parte de las

redes de interacción de laboratorios europeos y estadounidenses.

En 1995, por ejemplo, la fotógrafa británica Helen Chadwick realizó una estadía en

la Assisted Conception Unit at King´s College Hospital. Allí aprendió a utilizar no sólo

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instrumentos de selección e implantación de embriones, sino también tecnologías de

visualización de objetos microscópicos.

Helen Chadwick (1953-1996)

Involucrada en todo el proceso, Chadwick colaboró con los médicos en la selección

de embriones a ser implantados en el útero materno advirtiendo que los óvulos fecundados

elegidos eran aquellos que presentaban la mejor morfología y la más rápida división

celular, es decir, aquellos que respondían a un criterio estético basado en la simetría.

Sus obras Nebula y Monstrance muestran embriones rechazados de diferentes

estadios de división celular dispuestos como si fuesen joyas victorianas. Al igual que el

cultivo de candida albicans fotografiado por Frankel, las imágenes de Chadwick omiten

deliberadamente la referencia a la escala, al tiempo que la manipulación de la luz y de la

gama de coloración remarca la tridimensionalidad de los objetos fotografiados. Al igual que

Frankel y Malin, Chadwick fuerza al observador a dirigir su atención a un aspecto

particular de la imagen, si bien en este caso, ello no tiene por objeto analizar la división

celular embrionaria sino reflexionar sobre “la vida que no ha sido elegida”.

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Helen Chadwick, Monstrance (1996) Helen Chadwick, Nebula (1995)

Los criterios artísticos presentes en estas imágenes presentan un notable contraste

frente a aquellas obtenidas con las mismas tecnologías por los científicos del King´s

College Hospital con propósitos meramente cognitivos.

Embrión de ocho células fotografiado en la Assisted Conception Clinic (1990).

Cabe reconocer en esta contraposición de imágenes la misma “distancia ontológica”

que anteriormente advertimos entre la fotografía del Dr. Holley y la de Sandra Manqueen,

así como el potencial estético de la visualización de células, usualmente presentadas en

escala de grises, y el rol de la simetría en tanto criterio científico.

Otro ejemplo lo brinda Andy Wuensche, quien valiéndose de otro tipo de

tecnologías de visualización, los programas de representación de autómatas celulares, redes

random, sistemas caóticos y topologías multidimensionales, ha desarrollado estéticamente

el concepto la simetría presente en los trabajos del Discrete Dynamics Lab, School of

Science and Technology of Sussex University.

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Andy Wuensche, Order, DDLab Gallery

Expuestas en la DDLab Gallery, imágenes como esta no se diferencian de aquellas

utilizadas por los científicos del laboratorio para estudiar fenómenos complejos, salvo por

el hecho de que Wuensche las ha despojado de los marcadores semánticos que usualmente

las acompañan:

Basin of attraction field of the CA above, n=16

rule (n=16, k=7. The 216=65536 states in state space are connected into 89 basins of attraction. The 11 non-

equivalent basins are shown, with symetries characteristic of CA. The period (p), percentage of state space in

each basin typem (s), and number of each type (t), of the biggest three basins (top row), are as follows: (1)

p=1 s=15.7% t=1. (2) p=5 s=55.8% t=16. (3) p=192 s=22.9% t=1.. The field's G-density=0.451,

lambdaratio=0.938, Z=0.578.

A diferencia de estos casos, donde la interacción científico-artista ha dado lugar al

desarrollo estético de los objetos científicos, que en el caso de Chadwick ha incorporado,

además, una dimensión reflexiva en torno a la manipulación científico-tecnológica de la

vida, el trabajo de Madeleine Strindberg permite advertir cómo la convergencia de las “dos

culturas” redunda en una ampliación del arte en cuanto a la combinación de técnicas y

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soportes representacionales. Valiéndose de tecnologías de diagnóstico médico como la

resonancia magnética e incorporando otras utilizadas en las neurocirugías para identificar

condiciones de riesgo prequirúrquico (rapid prototyping), yuxtapone técnicas de

visualización científica y artística.

Como vimos anteriormente, algo similar ocurre en el caso de Manqueen con la

incorporación de color con efecto de tridimensionalidad a la fotografía del Dr. Holley. La

diferencia entre ambos radica en el nivel de complejidad implícito en tal yuxtaposición de

técnicas. Pues, Strindberg no sólo incorpora gamas de color a la imagen científica sino

también texturas mediante la “migración estereolitográfica” del contenido de la

visualización científica a otros soportes representacionales: la cera, la resina y el nylon.

Madeleine Strindberg (2005)

Hasta ahora hemos considerado ejemplos de interacción científico-artista donde es

la visualización científica lo opera como articulador primario de las “dos culturas”, a

instancias de experimentar modificaciones de distinto alcance -de contenido, de coloración,

de texturas- y con distinto propósito –la exploración estética de conceptos y/o materiales y

el desarrollo del carácter crítico del arte en torno a la ciencia y tecnología contemporáneas.

Sin embargo el diálogo entre las “dos culturas” al que ha dado lugar la mediación

tecnológica permite advertir también instancias de interacción que redundan en prácticas de

co-producción. Veamos algunos ejemplos de esto último.

El primero lo ofrece Andrew Carnie, quien incursionó en el campo de la

investigación neuronal en el año 2002, entablando una colaboración con el neurobiólogo

Richard Wingate del Medical Research Council Centre for Developmental Neurology, at

Kings College, London. El producto de este vínculo ha sido Magic Forest, una instalación

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móvil que sumerge al observador en un bosque invernal cuyos árboles no son más que

imágenes de células cerebrales de distinto nivel de actividad, cuyas ramificaciones o

dendritas establecen distintos tipos de sinapsis.

Andrew Carnie, Magic Forest (2002). Artist’s photographs from

installation at Head On exhibition at the Science Museum, London.

Generada mediante escáner láser, microscopios de alta resolución y técnicas

médicas de contraste y fluorescencia y de procesamiento digital de la imagen, Magic Forest

preserva, a diferencia de los trabajos de Chadwick, Wuensche y Strindberg, una función

cognitiva y, por ende, un nexo ontológico con las imágenes científicas del laboratorio, a

instancia de un lenguaje artístico que permite “abrir la caja negra” de la ciencia al público

en general.

En esta misma línea puede mencionarse la experiencia del Departament of

Radiology and Physics at Imperial College que incorporó un programa de “artistas

residentes” bajo el supuesto de que ello contribuiría no sólo a desarrollar criterios estéticos

en los científicos sino también a hacer partícipe a la sociedad civil de los avances en la

comprensión del funcionamiento cerebral. El resultado de esta co-producción fueron estas

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imágenes premiadas por The Wellcome Trust en el año 2002 en virtud de su eficacia en lo

que atañe a la divulgación de los avances científicos contemporáneos.

Mark Lythgoe and Chloe Hutton, Wellcome Trust Gallery, 2002.

La imagen de la izquierda muestra la reconstrucción tridimensional de una

resonancia magnética del cerebro que muestra el aumento del flujo sanguíneo en las

regiones asociadas al reconocimiento facial. La imagen de la derecha muestra el cortex o

region cerebral que activada cuando se observa.

VI- Implicancias cognitivas del “movimiento sci-art”

Hasta aquí hemos visto el rol de distintas tecnologías de visualización en la

interacción entre las “dos culturas” y las implicancias estéticas de tal interacción en

términos de exploración de técnicas y materiales y de desarrollo estético de conceptos y

teorías. Atendiendo a ello parecería que el “movimiento sci-art” fuese asimétrico en cuanto

a su impacto en la cultura artística y en la científica. Pues, daría la impresión de que el

mismo requiere que el científico someta su trabajo a una conversión artística a costa de

verse beneficiado, tan sólo, por el “poder divulgativo” del lenguaje artístico. No obstante, la

interacción científico-artista posee también implicancias cognitivas.

Veamos el antecedente de tales implicancias. A fines de 1980, contemporáneamente

a la difusión del informe de la National Science Foundation de Estados Unidos (Mc

Cormick, DeFanti y Brown, 1987) que promovía el uso y desarrollo de los gráficos

computacionales, el procesamiento de imágenes, el procesamiento de señales, la visión

artificial, el diseño asistido por computadora y la interacción humano-computadora, la

artista Donna Cox desarrolló el Interactive Computer-Aided Red Green Blue Editor

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(ICARE)6, una herramienta para el mapeo de color que, bajo el supuesto de que el color

permite codificar parámetros, tenía la ventaja de permitir cambios de color sin necesidad de

hacer correr nuevamente los cálculos de una simulación.

En aquel entonces Cox trabajaba en el Nacional Center for Supercomputing

Applications junto a matemáticos, astrofísicos y entomólogos en torno al objetivo de

desarrollar las herramientas computacionales para visualizar “lo multidimensional”. La

representación de lo multidimensional representaba ya en aquel entonces un desafío no sólo

para los artistas, que al decir de Henderson (1986) habían mistificado conceptos como

“cuarta dimensión” y “curvatura del espacio”, sino también para los científicos, que hasta

entonces sólo habían contado con recursos representacionales que descomponían la

complejidad en visualizaciones bi o tridimensionales.

Frente a esto último la técnica de coloración ICARE permitió representar un mayor

número de variables independizando la asignación de color del valor del píxel. Así, junto a

astrofísicos como Charles Ross Evans, Michael Norman, Philip Hardee y David Clarke,

Cox utilizó esta técnica para diferenciar las variables implicadas en la simulación de un

chorro cósmico. Las imágenes obtenidas fueron las siguientes:

Estas figuras fueron expuestas en Pacific Northwest Computer Graphics Conference Art and Design

Exhibition, Oregon (1986) y publicadas en State Journal Register, The Weekend en septiembre de 1986.

La indudable diferencia entre las mismas invita a pensar que representan fenómenos

diversos o aspectos diversos de un mismo fenómeno. Pero no. Entre ellas sólo varía el

6 Cox, D. “Icare: Interactive Computer-Aided RGB Editor”, Proceedings of the Small Computers in the Arts

Conference 9-11, 1987.

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mapeo de color o, en términos cognitivos, la discriminación de variables. Son percibidas

como diferentes a pesar de que representan exactamente lo mismo.

Este aporte de Cox en cuanto al potencial de los colores en la percepción de la

forma y legibilidad de imágenes de problemas multidimensionales resultó fundamental para

los científicos del Nacional Center for Supercomputing Applications. ICARE permitió

controlar la asignación de colores sin necesidad de establecer nuevos cálculos para la

simulación, como sí requerían los programas comerciales de dibujo y edición de aquel

entonces y en ese sentido constituye un, tal vez el primer, antecedente de la manipulación

de la imagen mediante el mapeo de color con el objeto de alterar su percepción o, en

términos de Frankel, dirigir la atención del observador hacia un aspecto en particular.

En tanto artista ICARE le permitió a Cox explorar el potencial estético del color a

partir del análisis de patrones en los cambios de coloración. En tanto científicos, les

permitió a Evans, Norman, Hardee y Clarke encontrar discrepancias en la forma y densidad

del chorro cósmico.

Ciertamente, a mediados de la década de 1980 ICARE constituyó toda una novedad

y actualmente sus posibilidades de visualización son moneda corriente en los programas

comerciales que utilizan los científicos. Matlab, por ejemplo, permite especificar colores

para un conjunto de datos, modificarlos deliberadamente, manipular intensidades y

contrastes, realizar ajustes de luminosidad, sin necesidad de realizar nuevamente los

cálculos de la simulación.

Veamos las implicancias cognitivas del recurso de la coloración a través de un work

in progress de un científico que trabaja sobre la interferencia de Young en la autoionización

del Helio por impacto con Hidrógeno7. Luego de calcular millones de trayectorias en la

ionización de hidrógeno por impacto de positrones mediante un programa de Montecerlo y

de cambiar la representación de valores de velocidad de un sistema de referencia fijo al

laboratorio a otro sistema imaginario que da la posición (en el espacio de velocidades) del

centro de masa del par “electrón-positrón” y la velocidad relativa del electrón respecto del

positrón, el científico incorpora los datos al Matlab utilizando el color y el tiempo para

7 El procedimiento que aquí se describe refiere al trabajo de un científico del Centro Atómico Bariloche del

área de colisiones atómicas.

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representar dimensiones adicionales como la orientación de la molécula de Hidrógeno. Así

obtuvo imágenes como las siguientes:

Raúl Barrachina, 2009

Su esperanza era “ver” el efecto buscado –el cono de luz de la derecha- pero la

versatilidad del programa le permitió advertir un efecto cuya existencia ignoraba –el cono

de luz de la izquierda. Haciéndose eco de la idea de Cox de desarrollar la coloración como

recurso cognitivo, Matlab le permitió a este científico resaltar y ocultar deliberadamente

ciertos aspectos del proceso a través de la asignación de luz, intensidad de color y

alteraciones en la escala de coloración.

Este ejemplo permite advertir las implicancias cognitivas que posee la coloración

para la labor cotidiana del científico y muestra que el alcance del “movimiento sci-art” no

se limita al hecho de que del seno de la ciencia contemporánea surja un nuevo tipo de arte,

sino también al hecho de que el arte contemporáneo contribuye con el desarrollo de

herramientas que devienen fundamentales para el entendimiento.

VII- A modo de cierre

A través de lo expuesto he procurado poner de manifiesto el alcance del

“movimiento sci-art” en términos de tercer cultura, aproximándose al estudio de sus

prácticas y al alcance de las mismas en términos de genuina interacción. En este sentido,

hemos podido observar que a instancias de las actuales tecnologías de visualización tal

interacción adquiere incluso la forma de co-producción. Así, cuando los recursos

representacionales de la ciencia contemporánea no dan paso a la generación de

representaciones visuales que desarrollan su potencial estético en detrimento de su función

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cognitiva, habilitan la co-producción de “objetos sci-art” que poseen un valor comunicativo

tan imprescindible para la ciencia contemporánea como el valor cognitivo que ésta ha

reconocido en el recurso artístico de la coloración. En este sentido el “movimiento sci-art”

no sólo se presenta como una expresión conciliadora de las “dos culturas” sino también

como una instancia dialógica propicia para el desarrollo de una “epistemología cívica”

(Jasanoff, 2007) que suture también el abra entre otros “dos mundos”: el de la ciencia y el

de la sociedad.

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