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Introducción: La palabra militarismo es relativamente nueva; apareció en el siglo XIX cuando la irrupción de los movimientos democráticos se enfrentó al deseo de los militares de mantener su injerencia en el manejo de las naciones. Luego de algunas décadas de uso, la Real Academia Española la reconoció en su diccionario de 1884. Fue por esos años en que la gente se dio cuenta de que los militares no son el gobierno sino sus represores, que el gobierno es de todos y para todos, que el único gobierno válido es el elegido mediante el voto en las urnas y que los militares sólo deben mandar en sus cuarteles. Según el Diccionario Crítico Etimológico de Corominas es la “intrusión militar en lo civil”. El Diccionario de la Real Academia Española dice que es “la preponderancia de los militares, de la política militar o del espíritu militar en una nación”, o el “modo de pensar de quien propugna dicha preponderancia”. De esta última acepción se deriva que no sólo pueden ser militaristas los militares, también puede haber civiles que lo sean, esto es: civiles que propugnan la intrusión militar en el manejo de la nación. El militarismo, al truncar la continuidad del debate político, hace que desconfiemos de la democracia, y renunciemos a la posibilidad de entendernos, comprendernos y respetarnos entre peruanos. Al tener un tirano o caudillo como responsable de resolver nuestras penurias, no hemos aprendido a creer en la democracia, sino en el autoritarismo. En política nuestro caso es análogo al de los niños maltratados, quienes lo único que sabe cuándo llegan a grandes es resolver sus conflictos con violencia, no con diálogo, y sólo aceptan la autoridad del más fuerte. Hay una característica del militarismo que es igualmente perversa y difícil de desarraigar en un país tan diverso como el Perú: la falta de respeto por los demás. Esto se traduce en falta de respeto por la opinión ajena, falta de respeto por la persona que no es de nuestro entorno, que no es de nuestra ciudad, que no tiene nuestro color, nuestro acento, nuestra preferencia sexual, nuestra creencia religiosa, nuestra posición económica. El militarismo inculca la falta de respeto a todo lo que se opone a un arquetipo específico, y este es un individuo que no

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Introduccin:

La palabra militarismo es relativamente nueva; apareci en el sigloXIX cuando la irrupcin de los movimientos democrticos se enfrent al deseo de los militares de mantener su injerencia en el manejo de las naciones. Luego de algunas dcadas de uso, la Real Academia Espaola la reconoci en su diccionario de 1884. Fue por esos aos en que la gente se dio cuenta de que los militares no son el gobierno sino sus represores, que el gobierno es de todos y para todos, que el nico gobierno vlido es el elegido mediante el voto en las urnas y que los militares slo deben mandar en sus cuarteles. Segn el Diccionario Crtico Etimolgico de Corominas es la intrusin militar en lo civil. El Diccionario de la Real Academia Espaola dice que es la preponderancia de los militares, de la poltica militar o del espritu militar en una nacin, o el modo de pensar de quien propugna dicha preponderancia. De esta ltima acepcin se deriva que no slo pueden ser militaristas los militares, tambin puede haber civiles que lo sean, esto es: civiles que propugnan la intrusin militar en el manejo de la nacin.El militarismo, al truncar la continuidad del debate poltico, hace que desconfiemos de la democracia, y renunciemos a la posibilidad de entendernos, comprendernos y respetarnos entre peruanos. Al tener un tirano o caudillo como responsable de resolver nuestras penurias, no hemos aprendido a creer en la democracia, sino en el autoritarismo. En poltica nuestro caso es anlogo al de los nios maltratados, quienes lo nico que sabe cundo llegan a grandes es resolver sus conflictos con violencia, no con dilogo, y slo aceptan la autoridad del ms fuerte.Hay una caracterstica del militarismo que es igualmente perversa y difcil de desarraigar en un pas tan diverso como el Per: la falta de respeto por los dems. Esto se traduce en falta de respeto por la opinin ajena, falta de respeto por la persona que no es de nuestro entorno, que no es de nuestra ciudad, que no tiene nuestro color, nuestro acento, nuestra preferencia sexual, nuestra creencia religiosa, nuestra posicin econmica. El militarismo inculca la falta de respeto a todo lo que se opone a un arquetipo especfico, y este es un individuo que no protesta, que no aspira, que acepta las rdenes sin murmurar, que no opina y que se comporta como espera la autoridad, no la ley. Por eso un gobierno militarista excluye lo diverso y lo plural. No hay cabida en l, y ms bien hay represin, para grupos que representen una ideologa diferente o un comportamiento no comn. No hay cabida para las minoras.Para mantenerse en el poder, el militarismo controla o suprime las asociaciones empresariales, laborales, culturales, sociales o religiosas que muestran su independencia u oposicin a las rdenes y desmanes del gobierno. En suma: el militarismo castra la libertad, y sin libertad el ser humano no se desarrolla como individuo ni como sociedad.Lo que promueve el militarismo es la uniformidad. Su ideal es que los ciudadanos obedezcan como si fueran subordinados. Desean que la unidad del pas sea en torno al poder, en torno al centralismo, en torno a la capital. Esta idea de unidad es una de las tantas lamentables aspiraciones de la mayor parte de nuestros gobiernos, de la mayor parte de nuestros intelectuales, de la mayor parte de nuestros historiadores, de la mayor parte de los peruanos. En vez de reconocer, alentar y respetar las diferencias raciales, de lengua, de cultura, de comportamiento, que el Per manifiesta en cada regin geogrfica, y dentro de ella en sus diversos grupos sociales, el militarismo ha sido la fuente de inspiracin de una pretendida homogeneidad al querer hacer un Per unido en base de avasallar los diversos estamentos de nuestra sociedad. En el Per se ha llegado al extremo de minimizar y oprimir a la mayora indgena, y en el siglo XXI a extender esa actitud hacia sus herederos, los habitantes de las barriadas de las grandes ciudades.El militarismo no concibe un Per diverso ni plural donde los grupos sociales de cada regin incentiven su propia cultura, su manera de ver las cosas, su manera de resolver sus problemas y, sobretodo, su manera de querer modernizarse. Esta forma de pensar nada tiene que ver con el regionalismo obtuso y tribal, que es excluyente y no-integrador. No es, pues, pretender que los arequipeos o piuranos o iquiteos o puneos, por mencionar algunos ciudadanos, se consideren feudos o cotos privados de caza para los caciques locales; por el contrario lo que un integracionismo regional pretende es que los habitantes de cada regin participen en el desarrollo de su comunidad y se sientan responsables de su futuro sin que este dependa del gusto, conveniencia o caridad del gobierno central. Este progreso regional hara ms fuerte al pas.Debido al militarismo, el Per, con tantos siglos a la espalda, ha renunciado a aceptar el pluralismo de nuestra nacin, por el contrario, un centralismo agobiante y omnipresente dista mucho de reconocer diferencias, las niega o, en el mejor de los casos, las pasa por alto. Los gobiernos actan como si fueran un Estado Mayor del Ejrcito. Es decir, en Lima se decide por todos los peruanos en beneficio principalmente de la cpula del gobierno de turno y sus camaradas. Desde la capital se quiere homogeneizar todo, controlar todo, distribuir todo, como si el Per fuese un gran cuartel o, en el mejor de los casos, un gran ejrcito. Este modelo castrense siempre tiene en cuenta la estructura jerrquica que ha sido adoptada por el resto de la sociedad, as: el rico manda y se cree mejor que el menos rico, y ste mejor que el pobre, y el pobre mejor que el miserable, y el miserable mejor que el mendigo. En el pensamiento militar no cabe la democracia sino el mando, no existe el respeto a los subordinados sino el respeto a los jefes. Si en algn momento existe solidaridad social en el Per, es slo entre miembros de la misma jerarqua, nunca a favor de las categoras ms bajas, a stas las someten.Las mezquinas ayudas que se les otorgan no se hacen dentro del marco de la solidaridad sino de la caridad o de la limosna. Y esto es muy diferente, porque ser solidario con un grupo social es adherirse a su causa y asumir una responsabilidad con ella, mientras que dar una caridad o limosna exime al donante de cualquier obligacin moral o responsabilidad con la suerte que corre el que la recibe.