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surge Programa Agrario de las
FARC.
e) Del control de la tierra por
el latifundio al control del
territorio por los grupos
armados (guerrillas y
paramilitares).
Años noventa en adelante
La tierra fuente de poder político
exacerbado. Métodos violentos y
complejos de despojo.
Desplazamiento forzado masivo,
contrarreforma agraria.
La tierra se concentra más, opera
el mercado asistido de tierras y
diversos métodos de despojo y
abandono de tierras
f) Del control del territorio a la
explotación empresarial de la
tierra, megaproyectos sin
desarrollo rural.
Años década 2000
El Estado ofrece seguridad,
confianza inversionista y estímulos
a la explotación empresarial en
grandes proyectos. Se invierte y
especula con las tierras. No hay
reforma agraria ni desarrollo rural.
La consigna es explotar
competitivamente los activos
adquiridos. El proceso de
legalización del despojo avanza.
De 2010 en adelante,
gobierno de Santos.
INDH 2011 vuelve el debate
agrario en la agenda nacional
y se abren perspectivas de
postconflicto
Reconocimiento de víctimas,
despojo de tierras y conflicto
armado interno. Ley 1448 de
Víctimas, se abre de nuevo la
discusión y conversaciones de paz
con las FARC-EP. Intentos de
política de tierras, pero convulsión
social rural.
1. El legado histórico de la estructura agraria
1.1 Conformación de una estructura agraria latifundista
Los problemas que hoy enfrenta el sector rural son un legado histórico desde la
colonia, que se ha ido impregnando en el camino de una serie de fenómenos y de
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procesos que tienden a complejizar el problema y hacen difícil explicaciones
simples y parciales de lo que ha sucedido en el sector rural.
La actual estructura agraria y los problemas que la caracterizan se derivan
básicamente de la política de baldíos que empezó a aplicar el Estado colombiano,
especialmente desde el siglo XIX. En esa centuria y hasta mediados del siglo XX
se presentó una feria de los baldíos, donde todo quien quería y pudo metió la
mano para pescar y acumular tierras. Las tierras públicas fueron entregadas a
militares para pagarles sus servicios en las guerras civiles, a contratistas de obras
públicas para pagar la construcción de vías, caminos y puentes, a innumerables
representantes de las elites (terratenientes, comerciantes, políticos,
especuladores) para pagar bonos de deuda pública de un Estado con continuos
déficits fiscales. Inversionistas extranjeros también se beneficiaron y la Iglesia
también acumuló algunas tierras de uso agropecuario.
Pero muy pocos campesinos accedieron a las tierras públicas en los procesos de
colonización. Las asignaciones de baldíos a campesinos representaron menos del
10% del total, y ellos debieron asumir el papel de peones de haciendas,
arrendatarios y aparceros, en lugar de propietarios plenos. Y los conflictos sobre
los baldíos no se hicieron esperar, empezaron a aparecer desde fines del siglo XIX
con una intensidad notoria en los años veinte y treinta del siglo pasado.
Muchos de los estudios elaborados muestran claramente cómo las elites
colombianas se apropiaron de las tierras públicas y privadas, unas de manera
legal y otras usando procedimientos contrarios a las normas. En ese proceso se
conformó una estructura agraria de tipo latifundio-minifundio que Antonio García
denominó una constelación social en los años sesenta del siglo pasado. Un poder
latifundista con fuerte arraigo en la clase política que cerró la frontera agropecuaria
para el campesinado, marginándolo a las vertientes de las montañas y lanzándolo
hacia las áreas periféricas donde no había Estado, o era demasiado precario, o
donde quedaban condenados al ostracismo por carencia de servicios y
conexiones con el mercado.
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Esa estructura agraria latifundista fue inicialmente regulada con algunos controles
y afectaciones en los años treinta durante el gobierno de López Pumarejo, pero sin
tocar sus bases fundamentales, y luego por la ley 135 de 1961 que el Presidente
Lleras Restrepo buscó intensificar sin mucho éxito por la oposición de la clase
política representante del poder latifundista, y que se expresó en el Pacto de
Chicoral en 1972 que frenó el proceso reformista. Estas coyunturas que
representaron ventanas de oportunidad para cambiar la estructura agraria
basadas en la gran propiedad y el latifundio, fueron desaprovechadas por el país
para introducir cambios necesarios en esas estructuras que permitieran avanzar
en el desarrollo y la modernización del orden social establecido. Un orden socialcerrado como lo denominan North, Weingast y Wallis2.
Ello se diferencia de un orden social abierto que se caracteriza según esos
autores por: a) Un conjunto amplio de creencias acerca de la inclusión y la
equidad para todos los ciudadanos, b) Acceso sin restricciones a actividades
económicas, políticas religiosas y de educación, c) Soporte a las formas
organizacionales en cada actividad abierta a todos, d) Aplicación imparcial de las
leyes a todos los ciudadanos, e) Intercambio impersonal. Quizás el aspecto máscentral de un orden social abierto es la transformación de una sociedad basada en
elites a otra fundamentada en una masa de ciudadanos (North et, al, 118)
representados por partidos políticos activos que compiten por sus votos.
Dicen ellos que en un orden social cerrado la violencia tiende a conformar una
coalición dominante que manipula el acceso en la economía y la sociedad para
sostener los arreglos políticos en la coalición (North et, al, 121). En este caso el
acceso a la violencia es abierto para cualquiera que se sienta suficientemente
fuerte y bien organizado para hacerlo. El caso de Colombia y sus estructuras
agrarias no está lejos de esta característica, pues el Estado no hace uso de la
2 North, Douglass, Wallis, John Joseph, Weingast, Barry (2009). Violence and Social Orders. A
Conceptual Framework for Interpreting Recorded Human History. Cambridge University Press, USA
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fuerza para defender a los ciudadanos y el interés colectivo, en términos de
seguridad humana3.
El país ha intentado en algunas coyunturas seguir la vía de un orden social más
abierto, pero con grandes frustraciones, y no estoy muy seguro que hayamos
avanzado tanto en ello. Por ejemplo, en el caso de la estructura agraria desde los
años sesenta estábamos caminando hacia una estructura menos polarizada con la
conformación de una mediana propiedad moderna en lo productivo, lo cual era
más o menos visible a mediados de los ochenta, llegó el conflicto y frenó ese
proceso. Los actores armados al margen de la ley fueron en buena parte losresponsables de la contrarreforma agraria iniciada desde mediados de los años
ochenta de la mano del narcotráfico. La compra de tierra con capitales ilícitos para
conformar más explotaciones ganaderas, el despojo de tierras que el
paramilitarismo inició de manos de sectores políticos y de sectores de las elites
rurales y algunas urbanas, y también la ocupación de territorios por la guerrilla que
implica procesos de repoblamiento y control de la tierra, para lo cual igualmente se
hacen reordenamientos territoriales y despojos, dieron al traste con los proceso de
democratización de la propiedad rural.
Pero el Estado es también responsable de ese proceso, pues con sus políticas y la
actitud de no ver lo que estaba pasando, permitió que se despojaran de millones
de hectáreas a campesinos, medianos y pocas veces grandes propietarios, y que
se considerara la estructura agraria como un inamovible en la política de tierras.
Cuando el conflicto se agudizó desde mediados de los años noventa, se abrió la
fase de la políticas fundamentada en el mercado de tierras con subsidios, la cual
dejó intacta la estructura agraria y los poderes legales e ilegales allí constituidos.
Es decir, se diseñaron nuevas políticas que reforzaron la tendencia a la
concentración de la propiedad, dejando a un lado las políticas redistributivas que
3 La seguridad humana es un concepto utilizado por las Naciones Unidas que no se refiere a una
preocupación por las armas sino por la vida y la dignidad humanas. Es un pacto mínimo deciudadanía donde el Estado por excelencia protege la vida e integridad de todas las personas. Sedefine como las condiciones y medios para preservar el núcleo central de todas las vidas contrariesgos graves y previsibles
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se había vuelto a reiniciar durante el gobierno de Barco. Los diseñadores de las
políticas pusieron más atención a las recomendaciones del Banco Mundial
(mercado asistido de tierras) que a lo que estaba pasando en los territorios
colombianos y las perversidades que implicaban, voltearon la vista para otro lado.
1.2 De la estructura latifundio-minifundio a la multimodalidad agraria
En los procesos de modernización y transformación productiva que se generan
desde los años sesenta con la irrupción del capitalismo en el campo, la antigua
estructura agraria se fue modificando, superando en algunas regiones la clásica
estructura latifundistas del régimen precapitalista. Pese a no contar con un censoagropecuario dese hace 42 años, los datos prediales del IGAC 2012 muestran un
hecho incontrovertible: en el promedio nacional tenemos hoy una estructura
predial rural de tipo multimodal. En el promedio ha desaparecido la antigua
estructura tradicional de tipo latifundio-minifundio, conformándose una de carácter
multimodal, donde la gran propiedad no tiene un dominio absoluto sobre la tierra, y
comparte la propiedad con la mediana y la pequeña propiedad, en proporciones
diferenciadas según los territorios. El gráfico No.1 muestra esa característica, la
propiedad grande tiene el 43,9% de la tierra y la mediana el 38,5%, entre las dos
suman 82,4% en manos del 14% de los propietarios. Los pequeños tendrían el
17,6% y son el 86% de los propietarios.
La estructura sigue siendo muy desigual en el acceso a la tierra, y la mediana
propiedad ha entrado a tener un significado importante. Pero la multimodalidad
deja atrás el mito del latifundio-minifundio, lo cual no quiere decir que no existan
latifundios en Colombia, pero no tienen un dominio absoluto en el promedio de la
estructura. Esto es aún más claro si la información se trabaja con las UAF, pues al
definir los tamaños con ese parámetro, la gran propiedad solo controla el 30,4%
de la tierra, la mediana el 29,4% y la pequeña tendría casi el 40%. Esto se debe a
que medianas propiedades y grandes se convierten en pequeñas al mediarlas en
términos de UAF. Solo un buen censo agropecuario ayudará a dilucidar
claramente el tipo de estructura que tenemos hoy.
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El hecho de que la estructura tradicional latifundio-minifundio ya no sea la que
domina el paisaje agrario, no significa que haya bajado el grado de concentración
de la tierra, al contrario ha aumentado con un Gini de tierras que pasó de 0,85 en
el año 2000 y llegó al 0,87 en el año 2011. Multimodalidad no es sinónimo en la
estructura agraria colombiana de menor desigualdad en el acceso a la tierra.
2.3. Grafico 1 Estructura predial según tamaños de IGAC 2011.
Esta estructuración agraria es diferenciada por regiones. Hay cinco departamentos
que pueden considerarse con predominio absoluto de la gran propiedad, o
estructuras latifundistas de tipo bimodal con predominio de la gran propiedad, son
ellos: Arauca, Casanare, Chocó, Meta y Sucre. Otro grupo de 10 departamentos
tiene una estructura bimodal pero donde es la mediana propiedad la que tiene más
del 50% de la tierra (bimodalidad mediana); otro grupo de 9 departamentos tienen
estructuras agrarias multimodales con predominio de la mediana propiedad
(multimodalidad mediana). En solo cuatro departamentos (Boyacá, Nariño,
Cundinamarca y Risaralda) la pequeña propiedad controla más tierra sin tener
dominio absoluto. Solo Vichada muestra una unimodalidad en la propiedad grande
que si se traduce en UAF cambia.
Microfundio% Área = 3.4%
% Propietarios =
54.1%Minifundio
% Área = 7.1%% Propietarios =
21.8%
Pequeña propiedad% Área = 7.1%
% Propietarios = 9.1
Mediana propiedad% Área = 38.5%%Propietarios =
13.4%
Gran propiedad
% rea = 43.9%% Propietarios =
1.!%
"uente# e$aorado con ase en &G'# t$as de $a propiedad rura$ en 'o$o(ia)
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Esta situación implica diferenciar las políticas de tierras que se ha venido
aplicando, que son de carácter general sin diferenciar por regiones. Para efectos
de políticas, esta información es necesario complementarla con datos sobre el uso
del suelo, y con las estructuras de poder. Falta mucha investigación para precisar
cómo es el asunto de los poderes en este tipo de estructuras multimodales, y
cómo son sus relaciones con el Estado y con el conflicto. Se trata de estudios
regionales que permitan precisar las redes de poder y sus relaciones con las
estructuras agrarias y el conflicto.
La reconfiguración de la estructura agraria hacia la multimodalidad tiene que ver
con varios factores. Entre ellos: la compra de tierras por narcotraficantes que han
reconstruido predios hacia la mediana propiedad vía testaferros, el despojo de
tierras por grupos armados y su administración por testaferros segmentando
propiedades para no conformar grandes, el funcionamiento del mercado de tierras,
en algunas regiones, las acciones del Incora/incoder en la compra de tierras para
redistribuir a pequeños, la entrega de baldíos por el Estado en UAFs, la
fragmentación de la propiedad por las herencias en grandes fincas; el desarrollo
capitalista hacia la mediana propiedad en muchas regiones.
Esta multimodalidad en la estructura ha creado históricamente una base social. La
pirámide social de la estructura agraria nacional (sin incluir Antioquia) reflejada en
el gráfico 2, muestra los grandes desequilibrios en la tenencia de la tierra. Los
pequeños son la gran base social más que los medianos y grandes propietarios.
En la cúpula de la estructura social existe un pequeño número de propietarios que
controlan porciones significativas de la tierra, y son quienes hasta ahora han
incidido en las políticas públicas. No son más de un 3,6% de los propietarios,
considerando los grandes (estos son 63.179 propietarios con 18.092.822
hectáreas) y los medianos (entre 100 y 200 ha. los medianos más grandes). Es
una elite de propietarios, no todos dedicados a la inversión y la producción,
muchos ocupados en recibir rentas vía valorización de los predios, sin invertir ni
pagar los impuestos prediales que deberían sufragar.
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Gráfico 2. Pirámide social de la propiedad rural
Elaborado con base en IGAC_CEDE Atlas de la propiedad rural. No incluye a Antioquia.
Los pequeños y parte de los medianos de la parte baja de la estructura no tienen
organizaciones con capacidad de participar en las decisiones, como sí las tienen
los gremios de la agricultura más empresarial. Ese grupo tampoco tiene una
representación política propia y son intermediados por el clientelismo4.
Pero además de estas transformaciones históricas en la estructura de la
propiedad, es necesario señalar grandes cambios en el uso del suelo en el
contexto de una estructura que hace, por lo general un uso inadecuado de la
tierra: existen grandes extensiones de tierras con una sobre-explotacion en
ganadería extensiva, una sub-explotación en agricultura y una sub-explotación en
bosques.
En el gráfico 3 se observa la tendencia hacia una agricultura más especializada en
cultivos permanentes que transitorios que es coherente con la naturaleza del
trópico y la globalización. Pero además, existe una ganadería más especializada
4 Faltan estudios sobre la representación gremial en sus diversas modalidades para caracterizar
mejor la estructura de la propiedad rural desde la óptica de los poderes y las representaciones.
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en leche que en carne, un gran desarrollo avícola, modernas explotaciones
agroindustriales (palma africana, flores, caña de azúcar, banano,
agrobiocombustibles, granos en la altillanura y pequeñas islas productivas
modernas de frutas y hortalizas y algunos granos (arroz, maíz, café, etc), al lado
de unas economías campesinas de subsistencia de corte tradicional, donde el café
tiene una gran importancia.
Gráfico No.3. Tendencias de la producción agrícola
Para tener un entendimiento más integral de los cambios en el estructura rural
sería necesario agregar a la estructura predial y el uso del suelo, un factor clave
como las relaciones de poder que definen el orden social rural y sus relaciones
con el Estado, y la forma como el Estado suministra bienes públicos al sector rural,
además de elaborar aproximaciones al desarrollo tecnológico y de los mercados.
Pero pese a los esfuerzos de modernización productiva, los poderes establecidos
en el sector rural se mantienen sólidos, pues los vínculos del sistema político conla estructura agraria para mantener el orden social rural no han cambiado. Esos
vínculos, fundamentados en la tierra como fuente de poder político, no se han roto
aún en el proceso de modernización, se mantienen y han sido fortalecidos en
muchas regiones por la presencia de actores armados ilegales, y sus vínculos con
algunos sectores de la clase política. Tenemos una situación paradójica: se
supone que la modernización rompe con condición de atraso que significa tener la
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M i l e s d e H e c t á r e a s
Áreas de Producción Agricola Nacional por Tipo Cultivo
Permanentes &ransitorios
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tierra como fuente de poder político y especulación, pero esa situación se
mantiene, porque ese avance moderno es débil y frágil, no es contundente y se
inclina ante el sistema político.
Es decir, tenemos una modernización a medias que permea solo algunas islas
productivas pero no a toda la sociedad rural, y menos al sistema político. Por eso
la apuesta tendrá que seguir siendo a la modernización con factores de
modernidad, tales como: la democracia, el respeto a los derechos humanos, la
equidad, la participación y la representación política de los sectores excluidos, el
avance en el conocimiento y la tecnología, la libertad de movilidad en el aparato
productivo con manejo de los riesgos, la sostenibilidad ambiental, la eliminación de
las discriminaciones étnicas y de género, la modernización de los partidos político
y el sistema político, y libertad de elegir sin coacción y ataduras.
En síntesis este recuento histórico muestra un aspecto esencial: a) el paso de la
lucha por la tierra entre terratenientes y propietarios tradicionales con campesinos
y comunidades (etnias), a una lucha por ganar espacios en los territorios y la
posesión de recursos, entre la pequeña, la mediana y la gran propiedad. Ello en el
fondo define una disputa entre tres modelos agrarios: a) el modelo campesino
basado en la pequeña propiedad de tipo familiar; el modelo empresarial de la
mediana y gran propiedad moderna y capitalizada, y c) el modelo mixto donde los
tres comparten espacios y buscan relacionarse.
Pero además, deja ver que a pesar del avance de la pequeña y mediana
propiedad, se mantiene un pugilato entre los propietarios que buscan tener la
tierra para hacerla producir y sacarle un provecho económico con base en la
función social de la propiedad, y los que codician tener tierra para especular con
ella y utilizarla con propósitos de mantener su rol como fuente de poder político y
prestigio social. Es la disputa entre la modernidad y el premodernidad.
Empresarios pequeños, medianos y grandes buscan posicionarse en la
globalización el manejo de un recurso estratégico como la tierra y los recursos
naturales, otros que se defienden en ese proceso y buscan defender sus espacios
en la economía y la sociedad como los campesinos, y los otros, cada vez menos
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importantes para quienes la tierra no es un bien de inversión sino de especulación
y poder.
2. De la cuestión agraria al problema rural
Y en el proceso histórico de la estructura agraria, se fue pasando del problema
agrario fundamentado en la estructura de la propiedad y el acceso a la tierra como
bien de producción o especulación, a un problema rural, más allá del tema de la
tierra en sí, ubicándose en la problemática de los territorios y el desarrollo rural. Es
decir, la discusión ha ido girando hacia temas más allá de la parcela como fuente
generadora de ingresos y de acceso a una porción de tierra con una función social
(derecho de propiedad). Y aparece el territorio y su defensa como medio de vida y
razón de pertenencia de grupos de pobladores, representante de una cultura y de
relaciones sociales y políticas. De la lucha por la tierra a la defensa de los
territorios.
Pero esto no significa que el problema agrario se haya resuelto. Más bien que los
dos problemas actúan al tiempo y se refuerzan el uno al otro. Ello hace más
complejas las políticas, y da lugar a la discusión sobre el ordenamiento territorial
en función de la distribución de la población en el territorio, la distribución de los
recursos entre la población y el potencial y uso que de ellos se hace. La
modernización y el conflicto han ido reordenando el territorio en función de los
intereses de actores individuales y de grupos, mas no en función de la
colectividad.
Recordemos que alrededor de la noción de estructura agraria se originó en
América Latina el concepto de problema agrario, para dar a entender lasdificultades que generaba la estructura agraria para el desarrollo nacional, y en
particular la existencia de una estructura latifundistas que se constituía en un
impedimento para avanzar en los procesos de modernización, de ascenso social y
desarrollo de la democracia.
En cambio, la cuestión rural tiene más relación con un territorio como espacio
donde se establecen relaciones de poder, y unas reglas de juego (formales e
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informales) que regulan las relaciones entre actores. Hoy existen múltiples
problemas y procesos que conforman la cuestión rural, y que superan las visiones
clásicas sobre la cuestión agraria y la tierra. Pues incluyen fundamentalmente
temas de desarrollo, medio ambiente, conflictos diversos, no solo el de las tierras,
la relación de la población rural con el Estado, las relaciones rural-urbanas, y el
control de los territorios por diversos grupos que los reconfiguran para sus
propósitos.
En otros términos, en los últimos cincuenta años se configurado una problemática
rural constituida por diversos factores como: bajo desempeño de la agricultura,falta de competitividad, brechas de nivel de vida e ingresos entre el campo y la
ciudad, conflictos rurales diversos, una deuda social con el sector rural de grandes
proporciones, falta de confianza en la instituciones, cultivos de uso ilícito y
narcotráfico, despojo de tierras, desplazamiento forzado, altos niveles de pobreza
y de concentración de la propiedad rural, precariedad institucional, discriminación,
destrucción de recursos naturales, inadecuado uso del suelo, no reconocimiento
social y político del campesinado, políticas agrarias sesgadas a favor de
determinados grupos, desarticulación del movimiento campesino y dificultades en
la comercialización, entre otros por falta de infraestructura, falta de innovación
tecnológica y carencia de asistencia técnica para los pequeños productores. Pero
definitivamente no hay un sistema sólido de gobernabilidad de los asuntos rurales
y agrarios. Esto para no mencionar el conflicto armado interno, sus vínculos con la
política y el narcotráfico, además de la minería ilegal, la informalidad del mercado
de trabajo rural, la poca seguridad social en ese sector y la calidad de la
educación y otros bienes públicos que ofrece el Estado.
Es claro que el problema rural está mucho más allá del problema agrario o de la
tenencia de la tierra. Y el problema agrario y la cuestión rural están relacionados
de muy diversas maneras, en aspectos que se diferencian en los territorios. Así
como el problema de las tierras tiene relaciones con el conflicto armado interno.
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Y ambos problemas se mueven en un escenario donde se yuxtaponen tres tipos
de estructuras agrarias: una legal, otra ilegal y otra informal. Las tres tienen
dinámicas diferentes, relaciones distintas con el Estado y la institucionalidad, y sus
relaciones enturbian la claridad sobre los derechos de propiedad.
El problema agrario y la cuestión rural constituyen Colombia un serio obstáculo al
desarrollo, y el país requiere resolverlos en forma definitiva y cierta, si quiere
avanzar en su modernización y responder adecuadamente a la globalización con
alguna certeza de tener la capacidad de aprovechar las oportunidades que ofrecen
los mercados externos, y defender aparato productivo interno con desarrollo,
tecnología y creación de nuevas oportunidades.
El uso del concepto de problema agrario y cuestión rural, tiene implicaciones
fuertes para las políticas públicas. El país ha tenido política de tierras y de
desarrollo rural, pero las ha concebido de manera equivocada haciendo que el
modelo de desarrollo rural haya fracasado en resolver los problemas básicos de
los pobladores rurales, de la producción y los mercados, como lo planteó el INDH
2011 del PNUD. Esas políticas solo han actuado en la epidermis de la ruralidad,
mas no en su organismo completo.
3. La evolución de las políticas agrarias
Colombia ha diseñado desde mediados de los años cincuenta políticas para la
modernización productiva con objetivos más de crecimiento que de desarrollo. En
los años sesenta se hizo un intento importante de diseñar una institucionalidad
pública para implementar política sectoriales, con la creación de entidades para la
investigación y la asistencia técnica que ya venían funcionando de manera
desarticulada y se organizaron alrededor del ICA, el suministro de Crédito (Caja
Agraria y Fondo Financiero Agropecuario), el manejo de la comercialización y no
tanto de desarrollo de los mercados (Idema derivado del INA creado en los años
cuarenta); la distribución y manejo de las tierras (Incora) y entidades encargadas
del manejo de adecuación de tierras y riego (HIMAT). Ello se complementó con
una entidad reguladora del medio ambiente (Inderena).
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Se trataba de la estilización de las políticas requeridas para que el sector
agropecuario cumpliera sus funciones en los procesos de desarrollo: suministrar
alimentos, mano de obra y materias primas baratas para el sector industrial-
urbano, y para generar divisas. El sector rural era subsidiario del resto de la
economía y se consideraba sin capacidad propia para emprender proceso de
desarrollo, solo obedecía a las demandas que se le plantearan desde el resto de
la economía y la sociedad.
Esa política productivista se ha mantenido hasta ahora, pero hubo cambios. A
fines de los setenta se introdujo un programa de desarrollo rural por el fracaso de
la reforma agraria, el Programa DRI que inicialmente se vinculó con el Plan de
Alimentación y Nutrición. Y también se introdujo el Plan Nacional de Rehabilitación
(PNR) para atender comunidades rurales en zonas de conflicto en los años
ochenta, ligado a procesos de distribución de tierras y un alto sentido de
participación de las comunidades en la definición y diseño de proyectos
productivos y en su implementación.
Excepto el PNR, todos estos programas y diseños institucionales tuvieron la
orientación de entidades internacionales, especialmente del Banco Mundial, la
FAO, el BID y la cooperación norteamericana. Colombia empezó creando una
institucionalidad y políticas al estilo de las que existían en su momento en los
países más desarrollados y de referencia cercana, y donde los problemas de los
pobladores ya se habían resuelto (salud, educación, infraestructura, vivienda,
agua potable, acceso a tierra, saneamiento básico, información). Las políticas no
fueron el resultado de un modelo endógeno y de la dinámica propia del desarrollo
nacional. Por ello lo productivo fue lo relevante, no lo social, ni la participación en
la toma de decisiones, ni lo político, ni los enfoques locales o territoriales y
marginalmente el acceso a la tierra, y sin visiones del desarrollo institucional.
La mayoría de esas políticas operaron en una economía cerrada con una fuerte
protección del Estado al aparato productivo, que de esa manera no tenía muchos
estímulos para la innovación ni la diversificación productiva, más allá de las
exigencias del mercado interno y de las exportaciones donde había ventajas
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comparativas. El Estado practicaba políticas de fomento con subsidios para
promover la modernización del aparato productivo. Pero ellas empezaron a
cambiar a partir de 1990 con la apertura económica y la desregulación del Estado,
cuando se le da mayor relevancia a las decisiones de los mercados en la
asignación de los recursos, es decir, a la demanda.
En los años noventa empieza el desmonte del Programa DRI, el PNR, se
desmonta el Idema, la Caja Agraria, la adecuación de tierras y los programas de
distribución de tierras (excepto los baldíos) que son sustituidos por el mercado
asistido con un subsidio a la compra de tierras. Y empezando los años dos mil
desaparece el Inderena el Incora, al crearse el Incoder, el cual absorbe a las
entidades de desarrollo rural que quedaban. Y en esa década se intenta
implementar un Estatuto de Desarrollo Rural que tenía un énfasis productivista,
que fue declarado inexequible por la Corte Constitucional.
En otros términos, en los últimos 20 años se fortaleció la política de crecimiento y
los énfasis productivistas, catapultando las cadenas productivas, y
desapareciendo el desarrollo rural y la reforma agraria. La institucionalidad se
adecuó a esos propósitos: investigación para productos empresariales y su
manejo por los gremios, en parte con los fondos parafiscales; crédito suficiente
para el desarrollo empresarial, control fitosanitario y técnico de los insumos,
desprotección a productos no competitivos para que el mercado defina las
inversiones, firma de acuerdos comerciales para potenciar las exportaciones y
reconvertir el aparato productivo a los más competitivo y eficiente; política de
baldíos sin una estrategia clara, y judicialización de los cultivos de uso ilícito.
Es claro que el diseño y operación de las políticas en los últimos 20 años han
estado acompañadas de una des-institucionalización de lo público para la
ruralidad. En un proceso de deterioro y disminución de las capacidades del Estado
para planificar, regular y orientar los procesos agrarios y rurales. Se ha cedido
más espacios a lo privado en ese proceso y el Estado se encuentra hoy con una
gran debilidad para atender las demandas del sector. Esto es aun más crítico en
las regiones y localidades, donde se han deteriorado, cuando no desaparecido, las
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capacidades para interactuar con los pobladores rurales y para realizar acciones
tendientes a la solución de sus problemas. Esto es claro en las Secretarías de
Agricultura y en órganos como los CMDR, las Umatas, los centros de investigación
tecnológica y otros.
Por ello es evidente que la crisis del sector rural no se deriva de los TLC como se
ha dicho en el debate público. Esos tratados agravan los problemas estructurales
existentes pero no son la causa primigenia de la cuestión rural y del drama de los
agricultores colombianos. Hay que hacer mucha claridad sobre ello para no
confundirse y perder la perspectiva estructural y del tipo de políticas a
implementar. Porque los subsidios a los productores y otras medidas tomadas
recientemente no arreglan el problema, son apenas un alivio pasajero no más.
Colombia quizás ha cometido el error de dedicarse a firmar tratados comerciales
sin estar preparado para ello. Pues una apertura externa en el caso de Colombia
tiene que ir acompañada de una apertura interna para que el sector rural pueda
enfrentar los desafíos y aprovechar las oportunidades del libre comercio. Y la
apertura interna es una transformación estructural del sector que parte de
reconocer su potencial, sus limitantes y se guie con criterios de democracia,
equidad y justo trato sin discriminación a grupos sociales. Es una apertura interna
que se resume en dos expresiones en boga: Reforma Rural Transformadora que
sugirió el INDH 2011 del PNUD, y Desarrollo Rural Integral que se ha propuesto
desde la Habana en la Mesa de Conversaciones sobre la Paz.
Y tendremos que esperar los detalles de los acuerdos de la Habana para calificar
adecuadamente las propuestas en el ámbito de esos dos enunciados, o a lo mejor,
en otro que habrá que proponer.
En el problema rural tienen responsabilidades todos, no se le puede atribuir
solamente al Estado la culpa de lo que ha pasado en este país, y particularmente
en el sector rural. Hay preguntas claves: ¿dónde han estado en estos procesos los
empresarios, los grandes propietarios, las élites, las comunidades rurales y sus
organizaciones, los grupos armados, los inversionistas nacionales e
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internacionales, los partidos políticos, la Iglesia, los estamentos militares, los
jueces, los consumidores, la tecnocracia pública, los organismos públicos y de
control, las universidades y sus egresados, las ONG´s y otros agentes. ¿En qué
medida los han consentido, permitido, aprovechado, o en qué medida los han
sufrido y se consideran las víctimas de ese modelo de desarrollo?
No se trata de buscar responsables, eso sería ya una irresponsabilidad si no
contamos con el conocimiento, y con una memoria histórica sobre el conflicto, el
desarrollo institucional, social y político del país. Y no la tenemos, solo
parcialmente algunas cosas. Lo que sí quiero dejar como enunciado general para
la reflexión y para estimular la investigación, es que todos somos responsables de
lo que ha pasado en este país, de manera directa unos, indirecta otros, por acción
o por omisión. No le podemos atribuir al Estado toda la culpa, ni al conflicto
armado, ni a las élites nacionales y rurales, ni a un grupo o actor en particular.
Este es un punto de partida para que nos preguntemos todos, partiendo de esas
responsabilidades, ¿cuál es entonces el rol de cada uno en una fase de
postconflicto para sanar las heridas y ayudar a construir para el futuro?
En este relato es fácil apreciar que en la fase de conflicto intenso que se abre a
partir de los años ochenta y se extiende hasta mediados de la presente década, es
cuando desaparecen las políticas de desarrollo rural y de reforma agraria. Ello no
es una coincidencia fortuita, pues es allí donde se realiza una contrarreforma
agraria por medio de la violencia, se debilita el movimiento social y se acentúa el
despojo de tierras y el control de los territorios. ¿Dónde estaba el Estado?
4. El contexto de las propuestas actuales (RRT y RRI);
Al país no le faltan propuestas sobre cómo resolver la problemática rural. Siempre
han existido, unas bien fundamentadas, otras que son más discursos políticos,
cuando no meramente contestatarios que buscan polarizar los debates y sin
caminos para buscar salidas o acuerdos. Es explicable que en una sociedad
atravesada con múltiples conflictos tienda a polarizarse el debate, y que por lo
general las propuestas se radicalicen llegando a una sin salida: algo así como: o la
revolución o el statu quo , fuera de eso no hay salvación.
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Pero en la coyuntura actual tenemos condiciones propicias para avanzar: 1) un
gobierno que abre las puertas del diálogo y una guerrilla que acepta ese
procedimiento; 2) un gobierno que busca recuperar la reflexión sobre lo rural y las
políticas más apropiadas para ello; 3) proyectos y propuestas de todo tipo para la
solución de problemas (Proyectos de Ley, foros agrarios, Acuerdos en la Habana
sobre un desarrollo rural integral; propuestas de los paros agrarios), 4) propuestas
académicas y un mejor conocimiento de la problemática; 5) reconocimiento del
Estado de que existen las víctimas y un conflicto armado interno, de donde se
deriva una Ley de Víctimas para la restitución de tierras, la reparación y la
reconciliación; 6) la desmovilización de importantes grupos paramilitares (Ley deJusticia y paz en el gobierno anterior), 7) una comunidad internacional que
presiona para que no se continúen violando los derechos humanos y organismos
judiciales internacionales con los ojos puestos en los responsables de ciertos
delitos; 8) nuevos rumbos en la propuestas del control de las drogas y el
narcotráfico, que se sitúan entre el prohibicionismo y la legalización.
Para fortuna, en la coyuntura actual aparecen una serie de propuestas sobre el
tema rural que convidan a una reflexión y muestran que el país ha ido madurandola búsqueda de soluciones, en un debate democrático y más civilizado que la
solución por la fuerza o las armas, que no genera sino sufrimiento y atraso.
Existen varias propuestas que conviene mencionar: a) la gubernamental basada
en el Proyecto de Ley de Tierras y Desarrollo Rural y la política que el gobierno de
Santos ha venido implementando; b) la del INDH 2011 sobre Reforma Rural
Transformadora; c) la propuesta de las organizaciones campesinas con su
proyecto de Ley General de Tierras, Reforma Agraria y Desarrollo Rural Integral
desde la visión de las comunidades y los pueblos rurales, d) la que proviene de la
Mesa de Conversaciones de Paz en la Habana, y en la cual se recogen los
planteamientos gubernamentales, los de las FARC y los foros agrarios donde han
participado la sociedad civil y la academia, menos Fedegan. Y además, están las
propuestas recientemente elaboradas sobre los cultivos de uso ilícito en los foros
solicitados por la Mesa de la Habana.
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Y es necesario mencionar la diferencia entre la propuesta gubernamental y las dos
que compiten con ella: la del INDH 2011, Reforma Rural Transformadora (RRT), y
la de los Acuerdos de la Habana: Reforma Rural Integral (RRI). La del gobierno se
guía por el postulado de “mercado hasta donde sea posible y Estado hasta donde
sea necesario”. En cambio el PNUD con la RRT propone algo diferente: “más
Estado en el mercado, menos mercado en el Estado y más sociedad en el diseño
e implementación de la política pública” . Este último enunciado es el que se perfila
como el más ajustado a las condiciones colombianas, al lado de la propuesta de
los Acuerdos de , el primero, el del gobierno es una fórmula copiada de La Mesa
de Conversaciones de Paz que aun en prematuro calificarla hasta no conocer losdetalles.
En general las propuestas se mueven en el pulso entre un reformismo agrario
modernizante y una reforma estructural, que ayuden a superar los problemas más
críticos del desarrollo agrario y rural. También, las propuestas, excepto la de la
Mesa de Unidad Agraria (Proyecto de Ley) incorporan en principio las nuevas
visiones de la ruralidad y el desarrollo rural con enfoque territorial. Algunas están
mejor contextualizadas que otras.
Pero además existen temas del debate público que deben mencionarse en esta
coyuntura y que hacen la diferencia con los que existieron en la década pasada.
Son ellos: el debate sobre los TLC y sus impactos sobre las economías
campesinas; las zonas de reserva campesina; la valorización de la agricultura
familiar frente a la empresarial; las políticas aplicadas para combatir los cultivos
ilícitos; las discusiones sobre los efectos de la expansión minera y el modelo
minero que sigue el país; el debate sobre la presencia del capital extranjero y su
adquisición de tierras en zonas como la altillanura; las características del mercado
de trabajo rural y de los jóvenes del campo; las políticas de asignación de baldíos;
las capacidades del Estado para asegurar la vida de los reclamantes de tierras y el
avance de la Ley de Víctimas, los paros agrarios y las necesidades de reconstruir
la institucionalidad rural e innovar en ese campo.
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Independientemente de si estamos o no de acuerdo con esas propuestas, o si las
encontramos bien elaboradas o no, es relevante destacar que difícilmente el país
ha asistido a una coyuntura tan favorable para emprender en serio la solución del
problema agrario y rural, como la actual. Es una coyuntura que plantea serios
desafíos e interrogantes, pero que no tiene parangón en la historia.
La coyuntura que más se le parece, pero está lejos de ser comparable con la
actual, es la que se presentó cuando se inició el Frente Nacional que diera vía a
una reforma agraria con la ley 135 de 1961, y una reestructuración institucional del
sector público para enfrentar la ruralidad y sus problemas. Contaba con el apoyo
de la Alianza para el Progreso, los partidos políticos estaban de acuerdo
nominalmente en avanzar en las reformas, había cierta conciencia de que la
estructura agraria debía reformarse, y el modelo de desarrollo de industrialización
por sustitución de importaciones lo exigía, y no existía un conflicto como del de
hoy. Pero la apuesta era frágil por varias razones: no surgió claramente de un
proceso endógeno, tenía mucho soporte externo, el estamento político y las elites
rurales no estaban convencidas y en el fondo no querían el cambio. Además, la
organización campesina era frágil y cuando se fortaleció (ANUC), no comprendiósu misión y se radicalizó pensando que la revolución había llegado, y ellos eran la
vanguardia del cambio.
La coyuntura actual conforma una red de procesos y fenómenos que la hacen
atractiva para el cambio, pero este no está asegurado. Hay conversaciones de
paz, propuestas diversas como mencioné sobre el tema agrario y rural, la
comunidad internacional está dispuesta a apoyar el cambio y la solución civilizada
del conflicto, el sector rural claramente tiene potenciales y los precios agrícolas
internacionales tienden a mantenerse altos, el gobierno ha abierto las puertas al
diálogo y ha hecho aprobar la Ley de víctimas, ha reconocido la existencia del
conflicto armado y del despojo de tierras y existencia de los desplazados. Y en
general, se ha ido creando la conciencia de que el país necesita sacudirse del
conflicto armado para avanzar en su proceso de modernización e introducir
factores de modernidad.
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5. Lo que significa y viene con el postconflicto
El sector más beneficiado en un acuerdo de paz será el rural por la naturaleza de
sus problema, su potencial, por la falta de un política agraria y de desarrollo rural
coherente y contundente que permita usar esos potenciales, y porque la mayoría
de las víctimas del conflicto y los desplazados y despojados de sus bienes, son
sido básicamente habitantes rurales.
Los retos para el sector rural son enormes: de una parte reconstruir y recuperar lo
que se perdió durante el conflicto en los últimos cincuenta años (reparación a las
víctimas, justicia y no repetición). Y además, construir para un futuro mejor con
base en estrategias y políticas de largo plazo. Es decir, buscar caminos para ir
construyendo un modelo de desarrollo agropecuario y rural diferente al actual, que
contribuya al desarrollo humano.
En el postconflicto se espera pasar del terror que silenciaba las expresiones de
grupos sociales, especialmente rurales, a la discusión democrática de los
problemas. Estaríamos transitando del conflicto armado a los conflictos sociales
basados en la inequidad y la deuda social rural y los provenientes de los procesos
de modernización y las políticas macroeconómicas y sectoriales. Podría decirse
que ¿De la barbarie a la civilización?
Por ello el posconflicto se le concibe como la oportunidad que tiene el país, en
mucho tiempo, de establecer una política de Estado para el sector rural con una
visión de largo plazo. Y no es una política cualquiera, es un desarrollo rural propio,
surgido de las experiencias, el conocimiento y las dinámicas económicas y
sociales. No nos sirve cualquier política de desarrollo rural.
El postconflicto en Colombia será una fase larga, no tanto como la del conflicto, y
puede ser como minino de 20 años para pensar que hemos construido caminos
ciertos hacia una paz duradera. Esa fase de transición no los la hemos inventado
aún, tiene que ser un proceso de construcción social con un liderazgo del Estado y
una decidida participación de la sociedad civil. Una fase donde toda la sociedad
debe participar y aportar ideas para la adaptación y el cambio.
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No basta resolver el conflicto armado para alcanzar la paz, ello es una condición
necesaria pero no suficiente. Como tampoco basta resolver los conflictos por la
tierra para que se desmonte el conflicto armado y se resuelva el problema rural. La
paz pasa por el sector rural, pero ello no es suficiente para obtenerla como
proyecto nacional que comprometa a todos.
Más allá de lograr la terminación del conflicto armado interno y todo lo que de ello
se deriva, la búsqueda de la paz implica un proceso de cambios significativos en la
sociedad colombiana, de sus costumbres políticas, en la democracia, en el Estado
y sus institucionalidad, en las actitudes y valores.
Riesgos y desafíos del postconflicto
Pero existen riesgos que ponen limitantes y generan expectativas no siempre
favorables a la fase del postconflicto. Destacaría los siguientes riesgos: la
violencia y la actuación de grupos que se marginan de los acuerdos, las visiones
militaristas en la solución de los problemas, la desarticulación del movimiento
social de la política; la discontinuidad de las políticas públicas; la debilidad del
Estado en el control de los territorios; la carencia de una cultura ciudadana para lapaz; la rigidez del sistema político; la lenta transformación de la visión sobre el
desarrollo de los combatientes; los procesos de incorporación de los combatientes
y sus seguridad, y la fragilidad y desarticulación de las organizaciones sociales. .
Y como desafíos podrían mencionarse:
- En primer término es necesario seguir profundizando en el conocimiento de
la problemática rural, bajándola a los territorios y localidades. Este es un
ejercicio que deben realizar las instituciones regionales, tanto los
departamentos como los municipios o sus asociaciones. El ejemplo del
ejercicio que realzó el PNUD con el Incoder en Bajo Cauca y sur de
Córdoba recientemente es una buena guía a seguir. Pero se requiere el
apoyo de la academia y los organismos públicos y privados para precisar
los diagnósticos y mejorar la información para las reflexiones sobre las
políticas y estrategias a seguir en los territorios.
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- Estar muy pendiente del Censo Agropecuario que realzará el DANE para
actualizar la información sobre la propiedad rural y el uso de suelo, para
afinar los análisis y revisar las hipótesis y afirmaciones hechas en los
últimos tiempos sobre las características de la estructura agraria. Ello
permitirá revisar las políticas.
- Prepararse desde ahora con propuestas sobre cómo fortalecer y desarrollar
la institucionalidad pública de orden nacional, departamental, regional y
local para asumir los retos de una política de desarrollo rural con enfoque
territorial. El proyecto de Ley de Tierras y Desarrollo Rural del MADR no
avanza en la definición de instrumentos para aplicar el enfoque dedesarrollo rural territorial y entidades como Incoder no parecen tener
tampoco claro el camino a seguir.
- La institucionalidad pública y privada requiere prepararse desde ya para la
implementación de los acuerdos agrarios que salgan definitivamente de la
Mesa de Conversaciones de la Habana. La rápida implementación de ellos
es clave para darle solidez al proceso de búsqueda de la paz.
- Lo mismo puede decirse de la implementación del Acuerdo Agrario
Nacional que el gobierno está construyendo con las diversas
organizaciones del sector rural, y que por lo anunciado deberá estar listo
para el mes de diciembre. Este y el de la Habana coincidirán en muchos
puntos, y serán procesos complementarios, más que competitivos.
- Y más allá de lo anterior, el país y particularmente el sector agropecuario
deben prepararse para asumir todos los retos del postconflicto en un
contexto internacional cambiante y envuelto en muchos riesgos. El
postconflicto será una fase que pude durar entre 10 y 20 dependiendo de
las decisiones y capacidades del Estado y la sociedad, y de los
compromisos reales que asuman cada uno de los protagonistas.
- Uno de los desafíos para la institucionalidad pública y privada es el lograr
convencer a los habitantes urbanos sobre la conveniencia de resolver el
problema agrario y terminar el conflicto armado interno. Existen argumentos
claro de porqué lo rural es tan importante para lo urbano y como éste debe
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tener en cuenta en sus políticas la manera de darle una mano a la ruralidad
para conformarla de manera sólida y estable.
Un tema que está pendiente en el debate y se hace necesario visibilizar en la
discusión pública es la relación de la política macroeconómica con lo rural. Es la
pregunta grande de si esa política macro permite tener una de desarrollo rural con
los recursos, capacidades institucionales y garantías de hacerla sostenible. O de
otra manera: ¿Qué tan flexible puede ser la política macroeconómica para que el
desarrollo rural sea una realidad, flexibilizando sus instrumentos y reorientando el
modelo de desarrollo para superar la condición de modelo re-primarizado con
destrucción de la agricultura y la industria?
Y en el postconflicto el Estado tiene que crear las condiciones para un mejor
gobernanza. Esta se define de manera amplia como lo sugiere Roberto Martínez
Nogueira “Conjunto de mecanismos, procesos e instituciones a través de los
cuales los ciudadanos y los grupos sociales articulan sus intereses y ejercitan sus
derechos, cumplen con sus obligaciones y negocian sus diferencias” 5 . Es la
capacidad de administrar conjuntamente los diversos procesos de desarrollo en
condiciones de estabilidad y satisfacción colectiva.
Muchas novedades se pueden presentar en las estrategias y las políticas agrarias
en los próximos años, sea que se firme o no un acuerdo de paz. Eso es previsible
porque el sector rural tiene una exigencia de modernización que no da tiempo y
requerirá de todas maneras de cambios en las visiones, acuerdos y propuestas
para ponerlo en condiciones de responder al crecimiento y muy particularmente a
los desafíos del desarrollo humano.
! Tomado de PIADAL, Agricultura y desarrollo en América Latina: gobernanza y políticas públicas.
Capítulo 4. Esta noción la toma Martínez de comité de Expertos en Administración Pública,E/C/16/2006/4, New York 2006.