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A PARTIR DE 10 AÑOS ISBN 978-84-263-4864_7 9~~JJ~lf~(I~~~~~~ ALA DELTA grito e la grulla

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A PARTIR DE 10 AÑOS

ISBN 978-84-263-4864_7

9~~JJ~lf~(I~~~~~~

ALA DELTA

gritoe la grulla

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Shiki

A Gonzalo. El grito de la grullaha enmudecido también

en el cieloen este momento.

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~P_RO_'L_O_G_O ~

Entre 1939 Y 1945, hubo una terribleguerra en la que estuvieron implicadosmuchos países. Se la recuerda como la se-gunda guerra mundial. Como en todaslas guerras, cientos de miles de militaresy civiles murieron en los dos bandos en-frentados. Unos vencieron y otros fueronvencidos, pero todos perdimos un poco.Por eso esperamos que no se repita.

Japón combatía en uno de los bandos.Era una gran potencia económica y mili-

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tar. Con su afán imperialista quiso sermás grande y fuerte invadiendo otros te-rritorios como China, Filipinas o NuevaGuinea. Frente a Iapón, estaban los paísesaliados -Estados Unidos, Inglaterra ...

~l ----------~]UNICHIRO

Anoche soñé que mil grullas volaban porel cielo de mi habitación. Soñé que sus gran-des y puntiagudas alas me abanicaban y quesus picos habían enmudecido y ya no graz-naban ruidosas como siempre.

El final de la guerra vino precedido por ellanzamiento de dos bombas atómicas en lasciudades japonesas de Hiroshima y Na-gasaki. Fue uno de los mayores desastres dela humanidad. Estas ciudades quedarondestrozadas, murieron más de 100.000 per-sonas y otras tantas resultaron heridas.

La historia que os vaya contar se desa-rrolla allí, en Nagasaki, en aquella fecha.

-Cuando sea mayor, quiero ser pilotocomo papá -dije en el desayuno.

-Sí, ]unichiro -contestó mamá.Le di un beso en la mejilla y salí corrien-

do a la calle. Puse los brazos en cruz y

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rugiendo el sonido de los motores, corrípor las calles de Nagasaki. El avión iba delado a lado de la calle, sorteando los árbo-les, disparando y bombardeándolo todo.De camino ametrallé, con la boca, a lavendedora de fruta que me gritó comotodas las mañanas, también a un perroque se cruzó en la acera. Evitaba las faro-las y giraba en torno a los semáforos. Elcaza pasó rozando junto a la casa de comi-das en la persecución de un enemigo y aldoblar la esquina vi que otros avionesvenían a mi encuentro. Entre ellos estabaNoriaki, mi mejor amigo, que me hizo unsaludo militar. A mí me gusta jugar con él,porque es el más fuerte y valiente de todosnosotros. Él sí que será un gran piloto.

Entre todos formamos una escuadrilla yvelozmente, en uve como las grullas, lle-gamos al patio del colegio.

Allí nos colocamos en fila, los más peque-

nos delante, los mayores detrás. Cuandosuena la sirena de entrada, resignados, baja-mos los brazos y caminamos en silencio,cada cual a su clase.

Este año, desde el primer día de cursome siento con Noriaki y antes de que lle-gue el maestro siempre hablamos de la gue-rra. Comentamos lo que hemos escucha-do en la radio o lo que hemos oído en lacalle. Cuando llega el maestro todos secallan, nosotros también.

-Hoy vamos a hablar de las grullas.Seguro que las habéis visto en alguna oca-sión. Son esas aves zancudas que tienenel plumaje gris -el maestro hablaba des-pacio y moviendo sus arrugadas manos-,salvo la cabeza y la garganta que sonnegras y la coronilla roja. Vuelan siempreen grandes grupos a gran altura forman-do uves ...

Entonces me distraje pensando en las

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grullas que yo había visto cuando era pe-queño.

Vi las grullas por primera vez cuandoviajamos a Arasaki. Era otoño y fuimos alparaíso de las grullas, al centro de la islade Kyushu. Fuimos papá, que es piloto,mamá, que ahora con la guerra trabaja enuna fábrica, y yo. Por entonces, tenía cin-co años y sólo recuerdo algunas cosas.

Recuerdo que nos acercamos muy des-pacio, a escondidas, por entre los árbo-les y esperamos. Recuerdo que pasó pocotiempo y escuchamos un potente gritoque nos hizo desviar la mirada hacia elcielo. Unos segundos después aparecie-ron cientos de grullas que volaban sobrenuestras cabezas. Rompían el silencio dela laguna con su enérgico «gruu». Lasgrullas llevaban el cuello estirado y agita-ban fuertemente las alas.

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Me dieron miedo, lo juro, me dieron mie-do aquellos animales tan grandes. Las vibajar despacio, planeando junto a la lagu-na, mientras me abrazaba a papá. Hun-dían el pico en el agua y orgullosas le-vantaban la cabeza tragando algún bicho.Miraban de reojo como si supiesen quelas estábamos observando.

Allí estuvimos varias horas viéndolascomer y volar, bailar y pelear. Despuésnos fuimos a casa.

Recuerdo que ese fue el primer día quevi grullas: grullas aturdidas, grullas rui-dosas, amarradas al suelo por una solapata; grullas grises que dan miedo, gru-llas de plumas largas, grullas estrepitosas,grullas orgullosas. Grullas que viajan, gru-llas que vuelan para ver el mundo desdeel infinito.

-Papá, ¿por qué las grullas tienen elcogote rojo?

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2EL COGOTE ROJO

Cuentan que Keisai y su padre estuvieron,durante varias semanas, construyendo unagran cometa en forma de pez para el día de losniños. Mientras el padre preparaba las varillasy ataba el bastidor, Keisai se dedicó a decorarla tela. Pintó unos grandes ojos negros paraque le miraran desde el cielo y, de diferentescolores, todas y cada una de las escamas. Lashabía rojas, azules, blancas y marrones, viole-tas y doradas. Era un pez multicolor.

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Por fin llegó el quinto día del quinto mes,el día de los niños enJapón. Aquel día, Keisaiysu padre se levantaron bastante temprano yfueron al campo para volar la cometa. Fue-ron los primeros en llegar y en notar la brisafresca de la mañana. Era un día propiciopara que aquella carpa gigante surcara el es-pacio infinito.

Desplegaron la cometa y bien sujeta porlas manos de Keisai fue tomando altura. Elniño soltaba cuerda poco a poco mientrasveía cómo bailaba movida por el viento. Unviento suave que se tornaba, a veces, esquivoy que requería toda la atención de Keisai. Lacometa subió tan alta que, incluso, podíarozar las nubes, susurrarles que era un díade fiesta y que su dueño, Keisai, había cons-truido la cometa más hermosa.

Pero acertó a pasar por allí una grulla.Una grulla rezagada, perdida del resto delgrupo. Volaba ausente. Tan despistada que sin

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darse cuenta se metió en la boca del pezvolador y se enredó entre sus cuerdas. La co-meta, con el nuevo inquilino, comenzó a des-plazarse enloquecida de un sitio a otro, a volarcon movimientos torpes e imprecisos. Hastaque dando girosfue a caer al suelo por el pesode la grulla.

Cuando Keisai recogió la cometa se llevóuna sorpresa. Encontró en el interior a lagrulla que, con la caída, estaba malherida,había perdido alguna de sus plumas y, ade-más, tenía rota un ala.

Llevaron la grulla a casa y muchos fueronlos cuidados y el cariño que pusieron Keisai ysu padre para curarla. Colocaron en el alaherida unas cañas de bambú a modo de ca-bestrillo y la ataron para que quedara inmo-vilizada.

Todos los días Keisai recogía insectos ygusanos para que su grulla estuviera bien ali-mentada. Después de comer, permanecía allí

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con ella acariciando sus plumas. Keisai sabí~que estaba triste sin su familia, si,n sus a:n1-

Por eso la consolaba y le decw con tler-gas,

nas palabras que pronto, muy pronto, podría

volar.Pasaron los días. La grulla se curó de sus

heridas Y Keisai quiso saber si podía volar.La llevó al campo y la dejó suelta. La grullase marchó corriendo, cogió velocidad, peropor mucho que lo intentó no pudo elevarsemás de un metro. Saltaba y palmeaba consus alas, pero estaba tan débil que fue inca-paz de volar.

Keisai regresó muy preocupado a casa.Pensó que jamás podría volar. Por un lado,le alegraba porque se había encariñado conla grulla, y entonces seguiría con ellos, comosu mascota. Pero también le entristecía saberque la grulla no sería feliz así, sin su familia,y sobre todo sin poder volar de un lugar aotro.

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Aquella noche, Keisai no pudo dormirpensando en la grulla; la imaginaba enveje-ciendo y muriendo de pena en su casa.

Pero al día siguiente le dijo a su padre quetenía la solución, que sabía cómo hacer que lagrulla volara. Podían subirla a la cometa yhacerla volar:

Montaron a la grulla en la cometa y, sol-tando cuerda, comenzó a ascender: Cuandoestuvo a suficiente altura, Keisai hizo que lacometa girase con brusquedad y la grullaquedó en el aire. Extendió las alas y con unsuave aleteo consiguió mantenerse volando.Pero estaba tan débil que apenas pudo pla-near hasta posarse de nuevo en el suelo.

Lo volvieron a intentar de nuevo un día yotro, y la grulla se mantenía cada vez mástiempo en el aire. Hasta que, transcurridauna semana, la grulla aguantó mucho tiem-po volando, incluso desde el suelo fue capazde alzar el vuelo.

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Aquel día, Keisai se puso muy contento. Seacercó a la grulla y con lágrimas en los ojosle dio un beso y se despidió, pues sabía queera el último día que iban a estar juntos.Además, coincidía con la llegada de otrasgrullas que, como todos los años, volvían a laisla para pasar el invierno.

Keisai vio cómo la grulla se alejaba sin mi-rar atrás. Majestuosa impulsaba sus alas, es-tiraba el cuello y gritaba mientras se acer-caba a las otras. Toda la bandada desaparecióbuscando los campos de arroz y las lagunas.

Pasó algún tiempo y Keisai, que casi habíaolvidado a la grulla, decidió volar su come-ta, aquel pez volador comedor de grullas.Fue con su padre al campo y allí la soltaron.Aquel día hacía mucho viento y la cometagiraba y giraba sin parar, subía y bajabamanejada por las firmes manos de Keisai.Llegó una ráfaga muy fuerte de viento y se lle-vó la cometa. Keisai no pudo hacer otra cosa

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que gritar y ver cómo su carpa ~ulticolor semarchaba incontrolada por el ClelO.

Pero descubrió cómo una mancha gris ibatras ella. Esa mancha era una grulla, la gru-lla que él había cuidado durante meses.Keisai vio cómo la grulla seguía el zigzague-ante ascenso de la cometa. Ambas se aleja-ron de la tierra hasta desaparecer en la pro-fundidad del firmamento.

Alcanzaron la oscuridad del universo ydesde allí, sorteando las estrellas, llegaronjunto al ardiente sol. En aquel momento,cuando la cometa iba a quemarse, la grullahizo un último esfuerzo y la agarró con elpico, pero no pudo evitar rozar con la cabezaal sol, y éste la quemó. Sólo tuvo que dejarsecaer y planear hasta llegar junto a Keisai,que la esperaba dando saltos de alegría.Había recuperado su cometa y, además, vol-vía a estar cerca de su gran amiga a quiendio las gracias.

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Keisai comprobó que tenía la cabeza rojade la quemazón del sol. La grulla se marchó,Keisai le dijo adiós con las manos, y nuncamás supo de ella.

3ORI-ZURU

Algunos aseguran que desde entoncestodas las grullas tienen la cabeza de colorrojo como la amiga de Keisai.

- ... Las grullas viven en el continen-te -la voz del maestro me hizo volver ala realidad- y vienen a pasar el invier-no a Japón huyendo del frío; por eso, enotoño las vemos pasar volando a granaltura camino de Arasaki. Allí es dondepodemos vedas al atardecer, en grandesgrupos, en los dormideros, junto a laslagunas.

El maestro guardó unos minutos de

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silencio y repartió papeles blancos a todoslos alumnos.

-Ahora vamos a jugar con el papel-dijo sosteniendo uno con forma cua-drada en la mano-o Con el papel pode-mos conocer la belleza y, además, ejerci-tar los dedos. La destreza doblando papely la inteligencia avanzan dando las mis-mas zancadas. Quien con cuidado tratael papel, sabe reflexionar y meditar sobrela vida con paz y cautela.

»El origami -papiroflexia- es el arte deplegar el papel. «Ori» es doblar y «gami»papel. El orí-zuru es la técnica de realizargrullas con papel, y ésta es la figura quevamos a elaborar. La grulla, en Japón, essímbolo de la vida, mil años de vida. Quienhace una grulla de papel tiene una inmensafortuna. Doblar una grulla representa milaños de vida y doblar mil grullas alarganla vida un millón. La grulla es el amor, la

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amistad, la esperanza, la bondad ... o lo quees lo mismo, los buenos sentimientos.

»Se llevan como presente a los enfer--nos, dobladas cuidadosamente, para quese recuperen pronto. En los cumpleañosse regalan para desear que se cumplanmuchos más años. Y cuando uno doblauna grulla para sí mismo es por algúnanhelo personal, pidiendo un deseo.

«Cuando uno dobla una grulla para símismo es por algún anhelo personal,pidiendo un deseo» resonó en mis oídosy pensé: «Las grullas que yo vi son comoaviones de guerra. Aviones ruidosos,estrepitosos, que surcan el cielo. Quieroser piloto y volar como las grullas de unsitio a otro. Pero sobre todo quiero quepapá vuelva pronto, y que esté con noso-tros, con mamá y conmigo».

-Haré dos grullas -le dije susurran-do a Noriaki.

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-------~-¿Qué deseos vas a pedir?-Cogeremos la hoja cuadrada de pa-

pel-continuó el maestro- y la doblare-mos como en el dibujo de la pizarra.

»Prirnero, doblaremos las diagonal es ylos centros del papel por las líneas de ra-yas. Todas estas dobleces tienen que que-dar bien marcadas con la uña.

»Después, abriremos el papel.»Finalmente, llevaremos la esquina 2 y

4 sobre la esquina 1, con lo que tambiénla esquina 3 quedará sobre la esquina 1,como en el dibujo.

EL DESCAMPADO

Desde que el maestro nos dij o que lasgrullas venían a Japón en otoño, Noriakiy yo vamos todos los días al barrio altodespués de las clases. Subimos por el ba-rranco, saltamos el muro de piedra y allí,en el descampado, nos tumbamos en lahierba y contemplamos el cielo esperan-do a que pasen las grullas. Como nopasan, nos entretenemos mirando las nubesy jugando a adivinar animales entre sus

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formas. Vemos elefantes y tortugas gigan-tes, algún que otro león, muchas ovejas yvacas paciendo, y caracoles caminandolentamente. Pero, sobre todo, lo que másvemos son aviones, los cazas Cero-Zeke.Pero estos son de verdad.

Cuando uno de nosotros dice las pala-bras mágicas «oigo ruido», cerramos losojos y concentrados intentamos saberpor dónde van a aparecer. Algunas veces,nos confundimos con los ruidos de losbarcos o con las sirenas de las fábricas,pero casi siempre acertamos y, entonces,vemos pasar formaciones enteras decazas que llegan desde el mar. Bandadasde Ceros que vuelan sobre nuestras cabe-zas y a los que nosotros gritamos. Corre-mos por el descampado haciéndolesseñas con las manos.

Hasta veinte Ceros llegamos a contar enuna ocasión. Pasaron tan cerca que casi

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nos dejaron sordos. Otra vez vimos pasara los nuevos Shiden.

-Seguro que en uno de esos Shiden vaKisué Muta -comentó Junichiro.

-Ha dicho mi hermano que Muta es elmejor piloto del mundo. Se enfrentó a cua-tro aviones americanos, los derribó en me-nos de un minuto, y además logró escapar.

El hermano de Noriaki se entera detodo, se pasa casi todo el día escuchandola radio y leyendo los periódicos. Estáesperando que le llamen a filas. Despuésle cuenta todo a Noriaki, y éste se hace elsabihondo. Pero yo también me entero decosas, me las cuenta papá en sus cartas,me cuenta todo lo que le sucede cuandovuela, los ataques a los americanos ocómo son los nuevos aviones. Lo que pasaes que las cartas tardan mucho en llegar.

-¿Sabes, Noriaki? Han cogido a unamericano en Shikoku. Por lo visto se es-

tropeó su avión y tuvo que saltar en para-caídas. Dicen que es negro.

-Yo nunca he visto a ningún negro.-Ni yo tampoco. Dicen que, además,

huele mal y que tiene los ojos llenos de

sangre.-Como que es una bestia, cómo los va

a tener.-Le tienen encerrado en el almacén

comunitario y creo que lo van a fusilar.-¡Claro! Es un enemigo -dijo enfada-

do Noriaki-. ¿Quieres que siga matan-do? Oye, ¿y el avión?

-El avión se estrelló en un bosquecon otros dos pilotos. Han aparecido to-talmente quemados. El negro fue el úni-co que se salvó porque pudo saltar atiempo.

-Junichiro, ¿te imaginas que nos en-contramos a un soldado negro que ha caí-do en paracaídas?

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Noriaki siempre está con estas cosas, legusta hacerse el valiente. Tardé en contestar.

-Yo no quiero encontrarme a ningu-no, ni blanco ni negro, me moriría demiedo.

-Tú tienes miedo hasta de las grullas.Menudo piloto vas a ser. Anda, vámonos,que se está haciendo tarde.

Estaba anocheciendo. Saltamos el murode piedra, bajamos el barranco y nos des-pedimos. Entonces empecé a sentir mie-do, pero hasta que no doblé la esquina nosalí corriendo, no quería que me vieraNoriaki. Corrí sin mirar atrás, sin hacercaso a los ruidos y a las sombras; no que-ría encontrarme a ningún soldado negroen aquellas calles vacías. Hasta que lleguéa casa. Allí estaba mamá, como siempre, aoscuras.

--------------~5LAS CARTAS

Un día al abrir el buzón encontré unacarta. Era de papá y me alegré. Hacía va-rios meses que esperábamos noticiassuyas. Desde que embarcó no sabíamosnada de él.

Entré corriendo a casa y se la di a mamá.Cuando abrió la carta, vimos que había doshojas, como siempre, una para ella y otrapara mí. Yo fui a mi habitación y mamá sequedó leyendo, sentada en el tatami.

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Querido Junichiro:He leído tu carta esta mañana. Como

sabes, recibimos las cartas con bastantessemanas de retraso. Me ha gustado muchola grulla de papel que me has enviado. Latengo colgada del techo, encima de lacama. Cuando me acuesto la veo volarmecida por el aire que entra por la venta-na. Como las grullas de Arasaki, ¿teacuerdas? Parece que estira el cuello ysacude las alas. Pero sin hacer ruido, estagrulla vuela en silencio sin hacer «gruu».

Decías en tu carta que me la enviabaspara darme suerte. Sé que me la dará,porque vaya necesitarla.

Entonces escuché llorar a mamá. Ellasiempre se pone muy triste leyendo lascartas. Me acerqué muy despacio yescon-dido tras la puerta la miré. Vi cómo suslágrimas caían por sus mejillas. Vi, tam-

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bién, cómo abrazaba aquella carta ponién-dola junto a su pecho. Cerró los ojos yestuvo quieta unos minutos, supongo quepensando, recordando a papá. Sin deciruna palabra regresé a mi habitación y seguíleyendo.

Mañana tengo que volar con mi Cero.Tenemos que defender Ohinawa de losamericanos. Están muy cerca, pero en laisla hay más de 2.000 aparatos esperan-do. Ya he preparado mi traje de ceremoniay en mi pañuelo he escrito tu nombre.

Junichiro, eresya casi un hombre. Quieroque te portes bien, que estudies mucho en laescuela y que aprendas mucho. Si quieresser piloto tienes que estar preparado.

Pero sobre todo te pido una cosa, cuidade mamá, obedécele siempre y quiérelamucho.

Un beso muy fuerte de tu padre.

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Durante la cena, ninguno de los dos, nimamá ni yo, dijimos nada. Ella tenía losojOS como si fueran cristales, brillabanpor haber llorado. Mamá lo que quiere esque la guerra se acabe. Yo también, paraestar los tres como antes.

Aquella noche me fui un poco antes ami habitación, quería dejar sola a mamácon su tristeza. Me acosté y la oí encen-der la linterna. Después leí un cuento quehabía traído del colegio.

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6~ ~LA MUJER Y LA GRULLA

Érase una vez un hombre muy pobre quevivía enJapón. Se llamaba Kikuchi y era tanpobre que sólo comía el poco arroz quedaban sus tierras, y con eso se conformaba.Vivía solo en una pequeña cabaña que élmismo había construido.

Un día de invierno en el que la nievecubría los caminos y el frío era muy intenso,encontró una grulla herida junto a un árbol.Kikuchi la recogió y envoIviéndoIa con su

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capa la llevó a su casa. Allí la curó y díasmás tarde la llevó al campo y la dejó enlibertad.

Al invierno siguiente, cuando la nieve vol-vía a cubrir los caminos y el frío era tal vezmás intenso, Kikuchi escuchó unos golpes enla puerta de la cabaña. Cuando abrió, vioque era una mujer quien llamaba.

-Entra y acércate a la chimenea, tendrásfrío y hambre.

Mientras la mujer calentaba sus manos ypies junto al fuego, Kikuchi le preparó comi-day cama.

-Si no tienes adónde ir -dijo Kikuchi-,puedes quedarte aquí cuanto tiempo sea nece-sario. Todo el invierno si es preciso. Sólo tengoesta humilde casa y este poco arroz, peropodemos compartirlo.

-Me quedaré hasta que la nieve desapa-rezca -contestó la mujer-, después segui-ré mi camino.

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A la mañana siguiente, cuando Kikuchi selevantó, la mujer le estaba esperando con untrozo de tela entre las manos. Una tela quetenía el brillo de la seda y el tacto del tercio-pelo.

-Es un regalo para ti, Kikuchi. Puedesvenderla y con el dinero que te den podráscomer cuando no tengas arroz.

Ese mismo día, Kikuchi fue a la ciudad yse acercó al mercado para vender la tela.Con lo que sacase de la venta compraría pes-cado y fruta. Cuando estaba en el mercado,acertó a pasar un mercader y vio que la telaera especial, que tenía el brillo de la seda y eltacto del terciopelo. Era la tela más hermosaque había visto en su vida. El mercader vio,sorprendido, que estaba tejida con plumas.

-Te compro la tela -dijo el mercaderadmirado por la calidad de la tela- y tecompraré toda la que tengas, siempre y cuan-do sea como ésta. Te puedes hacer muy rico.

Kikuchi regresó a casa muy contento. Conel dinero que le había dado el mercaderhabía podido comprar más fruta y pescadodel que había imaginado. Pero, también, sealegró pensando en las palabras del merca-der: «te puedes hacer rico».

Por la noche, después de cenar los manja-res que había comprado, Kikuchi le dijo a lamujer:

-Cuando llegaste, no traías nada entrelas manos, ¿de dónde sacaste la tela?

-La tejí durante la noche, mientras dor-mías -contestó la mujer.-Y, ¿podrías tejer un poco más de tela

para mí? -preguntó Kikuchi con ojos de ava-ricia-. Podría venderla y construirme otracasa mejor y, además, no pasaría hambre.

-Te has portado muy bien conmigo. Te-jeré para ti hasta que me vaya, hasta que lanieve desaparezca. Sólo te pongo una condi-ción: no podrás verme nunca tejer.

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-De acuerdo, si es lo que quieres, nuncate miraré mientras hagas la tela.

Durante nueve días la mujer tejió más telapara Kikuchi. Éste la vendió en el mercado yganó mucho dinero. Pero el invierno acababay la nieve se marchaba derretida hacia el río.

Poco a poco la bondad de Kikuchi se tornóen avaricia. Como llegaba la fecha en que lamujer se iba a marchar quiso saber cómotejía, a pesar de la condición.

Por la noche, la casa quedó en silencio.Kikuchi bajó las escaleras y cuando llegó a lahabitación de la mujer se agachó y miró porla cerradura. No vio a la mujer, sino unagrulla que tejía sus propias plumas. Se volvióa su cuarto preocupado. Había roto la pro-mesa.

A la mañana siguiente, la nieve habíadesaparecido de los caminos. Kikuchi encon-tró un trozo de tela sobre la mesa, un trozomuy pequeño. Llamó a la mujer, pero ésta no

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contestó. Miró por toda la casa, buscó portodos los rincones, y no la encontró. Tampocola vio en la calle, ni tras los árboles y lasrocas. Miró entonces al cielo y vio que unagrulla se alejaba.

7EXISTEN O NO

-Tenemos que doblar -siguió el maes-tro con su explicación de cómo hacer lagrulla- por las líneas de rayas las esquinas6 y 7 hasta el centro. Y después, doblare-mos la esquina 5.

»Por la doblez que se ha realizado lle-varemos hacia arriba la esquina 3. Al mis-mo tiempo, debemos presionar las esqui-nas 6 y 7 hasta la doblez del centro, todo

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esto con mucho cuidado y sin hacer arru-gas en el papel.

»Una vez que lo hayamos hecho, dare-mos la vuelta a la figura y repetiremos losmismos pasos en la cara de atrás.

»Concluido esto, encontraremos la figu-ra que llamamos forma de ave, porquepartiendo de ella podemos realizar diferen-tes figuras, entre ellas muchas de pájaros.

s

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3

l' ·It1

-N oriaki -susurré-, leí un cuentoque trataba de una mujer que era unagrulla.

-¿Y qué? ¿No creerás que existen?-Yo creo que sí. Se aparecen a las per-

sonas que son buenas y que les han ayu-dado.

-No seas tonto -dijo Noriaki-. Esoson cosas de cuentos. ¿Has visto alguna?

-No, pero existen.

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-Igual tu madre es una grulla y porlas noches vuela por el cielo -dijo cam-biando la voz y moviendo los brazos-oNo digas tonterías, te crees todo, son cuen-tos y basta.

y levantando la mano preguntó:-Maestro, dice Junichiro que hay mu-

jeres-grulla, ¿verdad que sólo existen enlos cuentos?

-Pues tiene razón Junichiro -res-pondió el maestro-o Existen mujeres-grulla. Muchos campesinos cuentan quejunto a las orillas de los lagos y de losríos han visto, por las noches, a mujeresbañarse desnudas en el agua y que alnotar que alguien se acercaba se han con-vertido en grullas y han salido volando.Cuentan que cuando tienen forma de mu-jer se dedican a hacer el bien y ayudar alos que lo necesitan. Ése es su secreto,nadie tiene que saber que en realidad son

grullas. Si alguien se entera huyen volan-do y no se las vuelve a ver. Pero ... vamosa seguir con nuestra grulla de papel. ..

-¿Lo ves?-Cállate, lo ha dicho para no perder el

tiempo, que te lo crees todo.

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8KAMlKAZES EN OKINAWA

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Yo hice dos grullas de papel. Una siem-pre la llevo en el bolsillo. La otra se lamandé a papá en la última carta. Le escri-bí que tenía muchas ganas de que acaba-se la guerra para poder estar juntos, paraverlo todos los días. Sé que eso es difícilporque el emperador quiere que todos loshombres luchen por Japón. En Nagasakisólo se ven por la calle niños, viejos ymujeres cuando salen de las fábricas; los

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hombres están en la guerra. El hermanode Noriaki pronto tendrá que acudir, yatiene dieciséis años. A mí todavía me que-dan cinco años y medio. Yo quiero serpiloto como papá.

Ayer en el descampado, hablamos delos bombardeos; cada vez son más fre-cuentes en Nagasaki. Suenan las sirenas ytodos corremos a los refugios. Allí hay unsilencio terrible, nadie habla, todos tene-mos miedo y huele mal. Pero ayer, cuan-do sonaron las sirenas, no hicimos casoa la advertencia y nos quedamos en eldescampado. Nos escondimos detrás delmuro y vimos cómo corrían todos. Desdelo alto podemos ver sin ser vistos. Sé quemi madre se habrá preocupado y me re-gañará, no me importa.

Todo fue una falsa alarma y no vimos alos aviones enemigos bombardear la ciu-dad como la semana pasada cuando des-

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trazaron los astilleros y la escuela naval.Hablamos de los pilotos suicidas, de

los kamikazes.-Cada vez se presentan más volunta-

rios -comentó Noriaki-. Los kamika-zes son los más valientes. Un barco porun avión, un montón de enemigos muer-tos por uno sólo de los nuestros.

-Mi madre no dice lo mismo -dije-oElla piensa que son muertes inútiles, comola guerra.

Los kamikazes llevan un traje de ceremo-nia y en la cabeza un pañuelo con la bande-ra, y con versos y palabras escritas en él.

-Los kamikazes están ahora en la islade Okinawa.

-Mi padre me ha escrito una carta.Está en Okinawa. Pero no me cuentanada de que haya kamikazes.

-Seguro que es uno de ellos, se habrápresentado voluntario ...

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Entonces cambiamos de tema porquepasaron por allí unas grullas.

-Igual son mujeres-grulla -le dije-oMe encantan las grullas. A ellas no lesimporta si haya no guerra, vienen todoslos inviernos. No les importa en qué paísestán; no son chinas ni japonesas, no sonde ningún sitio y son de todos. N o tie-nen banderas, tampoco emperador, y vivenfelices. Las grullas son libres. A mí megustaría ser como las grullas; quiero volarcomo ellas, ir de un sitio a otro, por esoquiero ser piloto.

-Sí, un niño-grulla para ayudar a lagente y después desaparecer volando ...Déjate de tonterías -dijo Noriaki riéndo-se de mí.

Al bajar a la ciudad la gente ya regresa-ba a sus casas. Nos despedimos y me fuia buscar a mamá. La encontré cerca decasa y cuando me preguntó dónde había

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estado le mentí. Le dije que había estadoen el refugio de la estación y me creyó.

Después, ya en casa, le pregunté sipapá se había presentado como kamika-ze. No dijo nada, pero vi sus ojos. Erasuficiente.

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9 ~MAMÁ

Cuando llego a casa, mamá siempre estáa oscuras en la sala, sentada en el tatamitomando el té y leyendo las cartas de papájunto a una pequeña linterna.

Un día, sin que ella se enterase, leí suscartas. A mamá no le cuenta lo que haceen el avión, ni lo que pasa en la guerra;papá le cuenta otras cosas. Le llama palo-ma y amor, le habla de suspiros, de sue-ños, de paseos por la playa. Papá le escri-

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be palabras bonitas, le dice que tiene lapiel suave como la seda, que sus besosson como la mermelada, que sus ojos sonpequeñas almendras, que su pelo es unacatarata de luz.

Tengo ganasde abrazarte, de sentirte cerca,de sentir tu aliento, dejugar con tus manos,entre tus brazos, de olerte,melocotón de verano.

La desea todos los días, quiere verlatodos los días.

Miro las nubes,te veo, miro las olasdel mar,te reflejan,oigo tu ausencia.

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Le habla del grillo de otoño, de la lluviade primavera, de los fuegos artificiales, delcrepúsculo de las cerezas, de los ojos de lalibélula de la flor de té, de los días lentos,,de la luna en naciente, de la voz del vien-to, de las lágrimas del ruiseñor, del aromadel ciruelo, de crisantemos y de sauces, demariposas, de peces plateados, del rocío,de la nieve, como los viejos haikus:

Tienes los pies fríos,yo los besoy se quedan marcadas mis palabras.

Yo no entendí nada, creo que esto es loque llaman amor. Mamá entonces llora,en silencio, junto a la linterna.

laACABAMOS LA GRULLA

-Tenemos que hacer un pliegue en lapunta 2, tanto delante como detrás, y des-pués otro en la punta 4 para hacer la cola-siguió el maestro enseñándonos a hacerla grulla de papel.

»Haced esto con cuidado, con muchadelicadeza. La punta 2, la doblaremoshacia arriba formando el cuello. En la 4,tenemos que hacer pliegues delante ydetrás presionando la esquina que estábajo las alas 1 y 3.

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3 1 »Finalmente, para completar la cabezay el pico, realizaremos dos pliegues en lapunta 2 ... Bajaremos las alas, puntas 1 y3, y .. ¡Avolar!.

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Acabó el maestro su explicación y conuna grulla de papel en la mano esperó aque todos hubiéramos terminado.

-Ahora ya sabéis hacer. grullas de pa-pel -concluyó-o Y recordad que quienpliega una grulla tiene una inmensa for-tuna ...

Yo esperaba el final en silencio, y porfin lo dijo:

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- ... cuando uno dobla una grulla parasí mismo es por algún anhelo personal,pidiendo un deseo.

Aquel día, acabaron las clases. Por or-den ministerial y hasta que la guerra noterminara, las escuelas permaneceríancerradas.

Noriaki y yo nos pusimos muy conten-tos porque así podríamos estar todo el díaen la calle jugando. Podríamos ir al des-campado para ver aviones y grullas.

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l I "zEN EL REFUGIO

Mamá lleva varios días sin hablar, seenfada por cualquier cosa. Pasa el díaescuchando la radio en un rincón:

-Nuestros valientes soldados han desple-gado El Crisantemo Flotante, un ataquemasivo de kamikazes. Setecientos avionesjaponeses han hundido tres destructores ydos transportes de munición, y han causadoCuantiosos daños en un acorazado y en un

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portaaviones. Más de la mitad de nuestrosaparatos iban gobernados por los señores delaire, los voluntarios kamikazes que han dadosu vida por nuestra patria y nuestro empera-dor. Okinawa resiste ...

Casi todos los días suenan las sirenas ytenemos que ir al refugio. Hoy mamá noha querido ir. Tal vez tenga la culpa eltelegrama que han traído esta mañana. Seha negado a enseñármelo y lo ha escondi-do. Para mí que eran noticias del frente.Tal vez papá esté herido, quizás muerto.

No ha querido ir al refugio, ha dichoque ya todo le da igual, lo único que quie-re es que se acabe la guerra, la malditaguerra, y vivir en paz como antes. Aun-que esto último va a ser difícil.

En el refugio estaba Noriaki y nos hemossentado juntos, como en la escuela, apoya-dos en una columna.

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-Creo que nosotros estamos perdien-do la guerra.

-Pues la radio no dice lo mismo -con-testé enoj ado.

Hace días que no vamos al descampadopara ver grullas o aviones o nubes porquenos han advertido que es peligroso.

-Eres tonto, qué va a decir la radio.Los americanos están cada vez más cerca.Cada día hay más bombardeos y ademásdicen que han muerto más de siete milsoldados.

-N oriaki, ¿qué va a pasar con noso-tros? ¿Nos harán prisioneros y nos mata-rán como al soldado negro?

-A los niños no les va a pasar nada, ya los viejos tampoco, sólo a los soldadosque capturen. Los meterán en la cárcelhasta que el emperador se rinda.

Guardamos silencio unos minutos yluego le dije:

-Noriaki, creo que rm padre estámuerto.

-¿ Por qué dices eso?-Porque esta mañana ha llegado un

telegrama y mamá no me lo ha queridoenseñar. Además, no ha querido venir alrefugio.

-Estará cansada. Mi madre tambiénestá cansada de esta guerra. ¡Bah!, seguroque era otra cosa lo que ponía en el tele-grama, no pienses en eso.

Hemos escuchado las bombas sobrenuestras cabezas. Hemos contado más detreinta explosiones. Espero que mamáesté bien.

Al salir, había una gran nube de humoy de polvo. Me temblaban las piernas yno podía ver nada. Me he despedido deNoriaki hasta la próxima alarma y he co-rrido hasta casa. Cuando la he visto en pieme he puesto muy contento.

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1_2--- ~LA GRULLA DE LA TABERNA

Hace muchos años, en una pequeña ciudadhabía una taberna. Era conocida en todos losrincones, no sólo por la calidad de los produc-tos que allí se consumían, sino también por laamabilidad de su dueño. Siempre estaba llenade gente que se reunía allí para beber y con-versar.

Una noche de invierno entró en la tabernaun anciano con aspecto de eremita, ateridode frío.

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Al verlo, el dueño le ofreció un vaso desake para que se calentara.

tó a sahe y le dio de comer sin exigi r nada acambio.

Así ocurrió día tras día durante una sema-na. El anciano era buen conversador y ani-maba las veladas nocturnas con sus historias.Pero transcurrido ese tiempo, el anciano desa-pareció.

Tuvieron que pasar dos largos años paraque el dueño de la taberna viera entrar alanciano de nuevo. Se alegró mucho al verlo y,como en otros tiempos, le invitó a sentarse ala mesa.

-Sigo sin tener dinero con el que pagar-dijo el anciano.

Volvió a estar otra semana y al dueño dela taberna no le importó. Pero llegado el día enque tenía que marcharse, el anciano le dijo:

-Has sido muy amable conmigo, tepagaré con lo único que puedo hacerla.

Cogió un tizón del fuego y pintó en lapared una grulla volando.

-No tengo con qué pagar -respondió elanciano.-A éste invita la casa. Hace mucho frío

fuera y le vendrá bien para calentar el cuerpo.Le ofreció además un pequeño aperitivo

que el anciano aceptó gustoso, pues teníabastante hambre.

Al día siguiente, volvió el anciano a lataberna y ocurrió lo mismo. El dueño le inví-

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-Cuando venga gente a tu taberna, dilesque miren a la grulla fijamente y se llevaránuna sorpresa: la verán mover las alas.y diciendo esto, el anciano se volvió a

marchar.La taberna comenzó a tener fama. De

muchos lugares de Japón se acercaban paraver a la grulla volar. Tanto fue así que eldueño de la taberna se hizo inmensamenteneo.

Pasaron otros dos años y fiel a su cita vol-vió el anciano a la taberna. Mucho se alegróel dueño. Al comprobar lo bien que andaba elnegocio, el anciano se reconfortó porque sudeuda estaba más que saldada. El dueño leacercó a la mesa, como en otras ocasiones,una taza de sane y un plato de comida. Peroel anciano haciendo caso omiso, sacó de subolsillo una pequeña flauta. Entonces, lahizo sonar acercándose a la grulla pintadaen la pared y ésta comenzó a moverse.

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_13 ~ .Movió las alas y el pico y las patas hastaque cobró vida, y volando salió de la tabernaante el desconcierto de todos.

El anciano se marchó de la taberna ynadie supo nada más de él.

LA BOMBA

En casa me dedico a leer cuentos, es loúnico que se puede hacer, mamá no medeja salir de casa desde que papá murió.

Hace tres días lanzaron una bomba enHiroshima que destrozó la ciudad. Dicenque los muertos se amontonan por todoslos rincones, están en las calles, entre losescombros de las casas, bajo los árboles,por todos los sitios. Ha sido la bombamás potente que jamás se ha utilizado.

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Ahora todos tenemos miedo. Creo queNoriaki también, aunque ya no lo veo.La radio habla del emperador y del con-sejo supremo de la dirección de la gue-rra, de reuniones y rendiciones, habla dela paz.

Yo leo y juego con mi grulla de papel.La llevo en el bolsillo y la hago volar portoda la casa. Echo de menos el colegio yel descampado. Echo de menos las nubes,el «gruu» de las grullas y sobre todo aNoriaki.

Tengo miedo a los americanos. Estánmuy cerca. Tengo miedo a las bombas, aque lancen alguna como en Hiroshima.

Mamá ya no habla, llora todo el día, mebesa y me abraza muy fuerte. Echo demenos a papá.

No tenemos apenas comida y los mer-cados están cerrados.

Cuando llega la noche rezamos.

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Están sonando las sirenas. Oímos elrugido de los aviones cada vez más cerca.

He oído una explosión.He sentido moverse las paredes.Las ventanas se han abierto.Hace un calor terrible.

He apretado los puños y mi grulla se haarrugado.

_14 ~ .DORMIR

Anoche soñé que mil grullas volaban porel cielo de mi habitación. Soñé que sus gran-des y puntiagudas alas me abanicaban y quesus picos habían enmudecido y ya no graz-naban ruidosas como siempre.

He abierto los ojos. Me duele todo elcuerpo. No sé dónde estoy, parece unhospital. Debo llevar varias horas aquí.Sólo recuerdo el ruido seco de la explo-sión y de los cristales rotos.

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No sé tampoco dónde está mamá.Al mirar al techo mi sueño se ha hecho

realidad: hay miles de grullas volando.Miles de grullas silenciosas, de papel, quese mecen, que bailan con el viento.

Veo pasar gente que lleva brazaletesblancos. Son médicos y enfermeros trans-portando camillas.

He abierto la mano y algo ha caído alsuelo, creo que ha sido mi grulla de papel,después me he dormido.

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EpÍLOGO ~ .

Cuando los periodistas internacionalesvisitaron, acabada la guerra, los hospita-les de Hiroshima y Nagasaki, encontraronmiles de heridos por la explosión y laonda expansiva de la bomba atómica.Pero se llevaron una sorpresa: colgadasdel techo había cientos de grullas de pa-pel. Habían llegado de todos los rinconesde Japón y estaban colocadas como amu-letos de la buena suerte.

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La grulla, en Japón, es el símbolo de lavida y se lleva a los enfermos para desear-les pronta curación.

Doblar una grulla representa mil añosde vida y doblar mil grullas alargan lavida un millón.

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".INDICE

PRÓLOGO

1. JUNICHIRO

2. EL COGOTE ROJO

3. ORI-ZURU

4. EL DESCAMPADO

5. LAs CARTAS

6. LA MUJER Y LA GRULLA

7. EXISTEN O NO

8. KAMIKAZES EN OKI AWA

9. MAMÁ

10. ACABAMOS LA GRULLA

11. EN EL REFUGIO

12. LA GRULLA DE LA TABERNA

13. LA BOMBA

14. DORMIR

EpÍLOGO

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TÍTULOS PUBLICADOS

SERIE VERDE

1. E/ corazón del sapo. Germán Sánchez Espeso2. El libro de Guillermo. Carlo Frabetti3. E/ anillo de Midas. Patxi Zubizarreta4. Maito Panduro. Gonzalo Moure5. ¿De vacaciones en México? Marinella Terzi6. Agualuna. ]oan Manuel Gisbert7. Un amigo en la selva. Alfredo Gómez Cerdá8. La niña de plata. Carmen Gómez Ojea9. La isla de Nim. Wendy Orr

10. Aún quedan piratas en la Costa de la Muerte.Consuelo ]iménez de Cisneros

11. E/ grito de la grulla. Samuel Alonso Omeñaca12. E/ misterio del colegio embrujado. Ulises Cabal