9 supercheque en brown weekend

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SUPERCHEQUE Ante un terrorífico panorama de incertidumbre, sólo un superhéroe es capaz de volar por encima de la crisis y ofrecer dinero a los desprotegidos. La ciudad duerme tranquila, Supercheque paga por ellos.

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Ante un terrorífico panorama de incertidumbre, sólo un superhéroe es capaz de volar por encima de la crisis y ofrecer dinero a los desprotegidos. La ciudad duerme tranquila, Supercheque paga por ellos.

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SUPERCHEQUE

Ante un terrorífico panorama de incertidumbre, sólo un superhéroe es capaz de volar por encima

de la crisis y ofrecer dinero a los desprotegidos. La ciudad duerme tranquila, Supercheque paga por ellos.

Capítulo 9. Supercheque en Brown Weekend Loli tiene mucha labia. Es una chica desenvuelta, maja, dicharachera, parlanchina, con habilidades sociales. Loli no tiene miedo al silencio. Loli siempre tiene algo que contar, un tema que sugerir, algo sobre lo que comentar, sobre lo que debatir. ¿Cómo lo consigue? Es fácil, simplemente habla de cualquier cosa, le da igual, no se corta. - Ayer estuve en el Caprabo y bla bla bla En principio uno piensa “¿a mí qué coño me importa que te encuentres a tu prima en el super?” Pero en el fondo resulta muy acogedor que haya gente dispuesta a convertir cualquier chorrada en tema de conversación. Si tuviese que pasar el resto de mi vida encerrado en un ascensor con un desconocido, escogería a alguien como Loli, sin duda. Pero vamos al grano. La semana pasada Loli hizo uso de su labia y convenció a sus amigas para irse el finde que viene a un concierto de un Dj en Barcelona (que digo yo, que para ver a un tío poniendo discos, los pones tú en casa y te ahorras un dinero, pero cada uno…). - O vamos ahora, o no vamos nunca. Un poco exagerada, pero últimamente Loli tiene que ponerse dramática para que un plan salga adelante, porque desde que la treintena se instaló en el grupo, sus amigas parecen tener siempre una excusa para quedarse en casa. Si es con poca antelación: - No puedo, esta semana tengo planes. Otra vez lo organizamos con más tiempo. Si es con mucha antelación: - Uff, todavía falta mucho, mejor lo hablamos esa misma semana. Por eso, esta vez Loli tomó las riendas y decidió organizarlo todo, aplicando una política de gastos consumados: compró las entradas para el concierto (adelantando el dinero de su propio bolsillo), sacó los billetes del AVE (adelantando el dinero de sus propios ahorros) y reservó noche en un pequeño hotel (adelantado los datos de su propia Visa). Un dineral, pero Loli está convencida de que es la única manera de que sus amigas no se echen atrás. Y en estos pensamientos está cuando su jefe se presenta en medio del departamento y dice en plan guay: “chicos, no hagáis planes para el fin de semana, que a lo mejor tenemos que hacer un esfuerzo” (que cargantes son estos jefes “coleguitas”).

- ¡¿Pringar el fin de semana?! – dice Loli escandalizada, como si fuera la primera vez. - Probablemente no tengas que venir, pero necesito que estés localizable, por si acaso. Esta respuesta es casi peor, porque cargarse el fin de semana cuando no queda más remedio es una cabronada. Pero quedarse en Madrid “por si acaso”, y mandar a hacer puñetas el único plan decente de los últimos 5 años, “por si acaso”… eso es para llorar y no echar gota. Pero, ¿qué ocurre realmente?, ¿por qué es tan importante que se quede? Estamos, sin duda, ante un típico ejemplo del efecto mariposa que se da en las grandes multinacionales: todo empieza un jueves por la tarde en Atlanta. Un jerifalte, que no tiene otra cosa que hacer que organizar reuniones para justificar su desmesurado salario, decide organizar una reunión (el próximo lunes) para echarle un ojo a la evolución de las ventas a nivel mundial. Para ello le pide unos datos por mail al Chief European Sales Manager (otro que tal baila), que a su vez lo remite al siguiente eslabón de la cadena, y así sucesivamente. Pero el factor “peloteo” propicia que cada petición sea un poco más exigente que la anterior. Y al final, lo que en Atlanta era una simple tocada de huevos (unos datos, media hora como mucho), en la oficina de Madrid se ha convertido en un estudio pormenorizado de la evolución de las ventas del último trimestre, y una gráfica con la previsión de ventas hasta 2013, contemplando tres escenarios distintos. Un descomunal marronazo que pone patas arriba a todo un departamento, y amenaza con joder el fin de semana a varias personas… porque el adjunto del Executive Pollas Manager quiere tener la oportunidad de revisarlo el sábado (el viernes está fuera) y quizá, quién sabe, tal vez, pedir alguna pequeña modificación (seguro) o un cambio profundo (también probable). Por lo que hay que estar de guardia. .- - Y si tan poco se fía de nosotros, ¿por qué no se lo pide a su puta madre? Esto es lo que piensa Loli y lo que pensamos todos, pero como ella está más cabreada que una mona, además de pensarlo lo dice. Mala estrategia. Ante esta demostración de insubordinación, su jefe se pone muy nervioso y reacciona como reaccionan los jefes nerviosos e inseguros. - ¡¡Loli!!, ¡¡Hay que hacerlo, sí o sí!!- Loli y su jefe tienen una relación de amor odio: él la ama y ella le odia. ¿Hace falta que diga que el jefe de Loli es un gilipollas?, ¿hace falta que diga que aspira a llegar lejos?, ¿hace falta que diga que tiene un Mercedes descapotable?, ¿hace falta que diga que se lo pudo comprar porque aún vive con sus padres? Porque si hace falta que lo diga, lo digo (menudo soy yo).

Tampoco hará falta que diga que Loli se está pudriendo por dentro de rabia. Si creyese en algún ser superior, si tuviese fe en algún ente celestial que nos mima y protege, en este momento se cagaría en él y en sus divinas providencias. Pero Loli es atea. Pobre, ni desahogarse como Dios manda puede. Para consolarla podríamos decirle lo típico de “ya habrá otro fin de semana”, o “hay más Dj´s que longaniza”. Pero no, por motivos insinuados al principio del capítulo, “es este fin de semana o nunca”. Y sobretodo están las consecuencias de la política de gastos consumados, que Loli aplicó imprudentemente: si Loli se da de baja en el plan, automáticamente se caen el resto de participantes, y es muy difícil, por no decir imposible, que estén dispuestas a pagar un viaje y un concierto al que no van a ir. - ¿Quién te mandó adelantar el dinero? - Tenías que habérnoslo dicho antes - ¡Pero os lo dije! - Ya, pero… - Loli, eso te pasa por ansiosa La anterior es una conversación imaginaria que se podría llegar a dar en el caso de que Loli anule el plan. Cosa que todavía no ha hecho. Porque Loli, además de parlanchina, es cabezona. Loli se enfrenta a una de las decisiones más difíciles de los últimos (pongamos meses) meses. Veamos, si anula el plan pierde toda la pasta adelantada y si no lo anula puede perder el empleo. El empleo es importante, pero la pasta adelantada no lo es menos. Al contrario, Loli hizo los pagos con la Visa contando con cobrar lo de sus a sus amigas antes de que llegase el cargo, el día 1. Pero si no ingresa el dinero, cuando llegue el cargo de la VISA, en la cuenta de Loli no va a haber dinero. ¿Qué ocurre entonces? Pues que entre Loli y su banco se generaría el típico conflicto de intereses, donde el banco cobra los intereses, y Loli se traga el conflicto. - Analiza el problema desde el prisma de la Teoría de la Toma de Decisiones en Escenarios de Incertidumbre – le dice el típico compañero coñazo. - ¿Qué es lo peor que te puede pasar si lo anulas?, ¿y si no lo anulas? – insiste el típico amigo coñazo. Como lo coñazo no quita lo coherente, Loli se plantea esas preguntas, pero no desde el prisma de la Tª de la Toma de Decisiones, sino desde el prisma de quien quiere encontrar justificación para tomar la decisión que subconscientemente ya ha tomado. Imaginémonos ahora la voz de Loli con eco, como hablando consigo misma:

- ¿Qué pasa si paso del jefe y me voy ?, ¿se va a ir la empresa a pique?, ¿tan importante es mi trabajo? Pues no creo, por lo que cobro... Loli continúa su osado monólogo interno de autojustificación: - El Ave sale el sábado por la tarde y volvemos a Madrid el domingo, poco después de comer. El sábado por la mañana casi seguro que no me llaman, porque al capullo de Londres no le habrá dado tiempo de revisar la presentación, y si me llaman por la tarde siempre puedo inventarme alguna milonga para retrasarlo hasta el domingo (el mundo está lleno de familiares enfermos). Pues decidido. Se va a Barcelona, sólo tiene que estar pendiente del móvil. - Loli – la voz de su jefe la abstrae de sus pensamientos - aprovechando que tenemos que venir el fin de semana, vamos a adelantar el brand review del ejercicio, y lo revisamos el sábado por la tarde. Qué mamón. Lo ha hecho propósito. Luego se quejará si le pasan la llave por la puerta del coche. Recapitulemos. Mejor no. Sigamos. Ya no hay teoría que sustente ninguna de las dos opciones: anular el viaje, perder todo el dinero adelantado y prepararse a pagar intereses durante meses; o ir a Barcelona y perder el puesto de trabajo, que sin ser bueno (ni mucho menos) es el único que tiene. Así las cosas, le guste o no, a Loli sólo le queda la última bala en la recámara: la de la súplica, el ruego, el peloteo, la rastrera humillación. Y se dirige al despacho de su jefecillo dispuesta a quemarla, con mirada lacónica, voz queda y gesto sumiso. Mala idea, porque a su jefe esta situación le resulta incluso más excitante que dejar el descapotable en doble fila delante de una terraza pija, y se recrea en la negación, se hace el duro, el impenitente. Se siente poderoso, se siente bien. Pero cuando parece que ya está todo perdido y que la única solución sencillamente no existe, aparece Supercheque, que curiosamente escuchaba la conversación desde una sala de espera contigua. “¿Y eso?” interrogaréis con inquina. Pues Supercheque es consejero del grupo, de esos que cobran un dineral por ir una vez al mes a una reunión, que toca precisamente ese día. “Demasiada casualidad, ¿no?” insinuaréis con malicia. Pues desde el punto de vista de Loli es mucha casualidad, pero desde el nuestro no lo es tanto, ya que si no estuviese Supercheque implicado no lo estaríamos contando. No olvidemos que estos son los relatos de Supercheque:

Supercheque va, viene, sube, baja, entra, sale, y aquí contamos lo que se encuentra en su camino y como lo soluciona. Puestos a cuestionar la credibilidad de este relato de ficción, tendría más sentido criticar la casualidad de que Supercheque se encuentre con Loli precisamente cuando ésta necesita dinero, y no viceversa. Pero tal y como están las cosas, que Supercheque (o cualquiera) se encuentre con alguien con problemas de pasta no es una casualidad, es mera estadística. Antes o después tiene que pasar. Y cuando pasa, lo contamos. ¿Estamos? Hecha esta aclaración, volvamos al despacho del jefecillo. Ante la sorpresa de todos, Supercheque pide permiso para inmiscuirse en la conversación e intenta convencer al jefe de que no hay un motivos de peso para hacerle tan flaco favor a Loli. Le dice que si es benévolo y transigente, se ganará el cariño y el respeto de Loli y del resto de empleados; que otro día puede ser él mismo quien necesite la ayuda y comprensión de Loli, etc. y así toda una ristra de motivos que no sirven de nada porque cualquier estratega sabe que, en el juego de la vida, “chulería” gana a “argumentos”, y el jefecillo no entra en razón. Pero a Supercheque también le queda una bala en la recámara, y esta artillería nunca falla: su dinero. Supercheque le entrega a Loli un cheque por el total de la cantidad que ella adelantó inútilmente, y la anima a que proponga a sus amigas un nuevo plan el fin de semana siguiente. Así lo hace Loli, repitiendo la operación exactamente igual, convencida de que tan mala suerte no se puede dar dos fines de semana seguidos. Y de que pasado el marrón, las aguas volverán a su cauce en la oficia. Cosa que desgraciadamente no ocurre, y Loli se volverá a quedar en números rojos por adelantar dinero, tal y como ha ocurrido en este relato, con la salvedad de que esta vez Supercheque no aparecerá y (no es casualidad) nosotros no lo contaremos. Pero esa es otra historia.

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