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9 Jornada Escolar Es necesario que las APAs reflexionemos sobre los temas más candentes en cada momento. Con este objetivo publicamos un dossier informativo que recoge las opiniones de profesionales de la educación y de nuestros representantes políticos sobre la jornada escolar. La opinión de la FAPA queda reflejada en el título: “Reflexiones y dudas” , pues en este como en otros temas, aun teniendo algunas certezas, hay que reflexionar. Para ello es necesario escuchar y debatir. Con argumentos propios y ajenos estamos en condiciones de tomar las decisiones de manera independiente y democrática, rechazando manipulaciones o presiones interesadas. Esa es la democracia y la participación.

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Jornada EscolarEs necesario que las APAs reflexionemos sobre los temas más

candentes en cada momento. Con este objetivo publicamos un dossier

informativo que recoge las opiniones de profesionales de la educación y

de nuestros representantes políticos sobre la jornada escolar.

La opinión de la FAPA queda reflejada en el título: “Reflexiones y

dudas”, pues en este como en otros temas, aun teniendo algunas

certezas, hay que reflexionar.

Para ello es necesario escuchar y debatir.

Con argumentos propios y ajenos estamos en condiciones de tomar las

decisiones de manera independiente y democrática, rechazando

manipulaciones o presiones interesadas.

Esa es la democracia y la participación.

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La FAPA Giner de los Ríos, en eldebate de la jornada continuadano quiere usurpar el punto de

vista profesional de los expertos, delos sociólogos, de los pedagogos, delos psicólogos escolares, tampoco delas Administraciones, ni autonómica nilocal. Pero sí quiere presentar las apor-taciones propias y analizar las deotros, tanto desde el punto de vista te-órico como de los análisis de la teoríaaplicada o de la realidad misma.

La FAPA quiere ayudar con su infor-mación y con su reflexión al conoci-miento de otras realidades, al análisisde las situaciones y a la toma de deci-siones de aquella comunidad educati-va que se plantee el decidir sobre sujornada escolar.

LA HISTORIA DE LA

JORNADA ESCOLAR O LA

HISTORIA DE LOS

DESENCUENTROS

Constatamos que el debate en la co-munidad escolar sobre el tipo de jorna-da ha estado y sigue estando lleno deenfrentamientos cuando no de ruptu-ras. Ello quiere decir, que el debate hapasado de la racionalidad a la viscerali-dad y las posiciones de cada parte sehan convertido en inamovibles.

¿Qué estamentos han participado enlos debates?

Los Padres y las Madres

Particularmente significativo hansido los desencuentros entre el co-lectivo de los padres y madres. Por

el asunto de la JC se han enfrentadogrupos de padres de un colegio conotros padres. En otros casos, gruposde padres y madres se han enfrenta-do con las Asociaciones o las Juntasque las representaban. Debates ydesencuentros en los que todos hanperdido, sobre todo el colegio comoinstitución y comunidad educativa.Se ha llegado a rupturas dentro delas AMPAS e incluso dentro de lasDelegaciones o Federaciones. Lasmodas, las tendencias o simplemen-te otros intereses, enfrentados en eldebate sobre la jornada escolar hanhecho que el colectivo de padres ymadres se rompiera. En esto tam-bién ha perdido la institución escolary la comunidad educativa. Por ello,desde la FAPA hacemos un llama-miento a que la información, el análi-sis, el debate y la toma de posicio-nes transcurra por los caminos de larazón y el bien común.

Los Profesores

Los profesores, parte evidente-mente interesada en el resul-tado del debate, han tomadopartido, cuando no fomen-tado, el impulso de la im-plantación de la JC. Pri-mero lo fueron gruposde profesores, des-pués lo asumieron al-gunos sindicatos, últi-mamente también lodefienden las Federa-ciones de Enseñanzade las Centrales sindica-les. Es un movimiento

que se ha ido extendiendo apoyándoseen lo que llaman “reivindicación laboral”.Los padres al analizar estos argumentospensamos que no tiene porqué identifi-carse el horario de trabajo de un profesio-nal con la prestación del servicio al ciuda-dano, aunque tengan evidentemente re-lación y límites.

En relación con los docentes, consta-tamos que no pueden ser neutralesen el debate porque son parte intere-sada y en segundo lugar que tienenuna importante ascendencia sobre elalumnado y sobre las familias en estay en otras materias. Por tanto, ese es-tatus y poder social que representanno deben usarlo en beneficio propio ypara exclusión de los demás.

Por último, también constatamos queexisten docentes, tanto a título perso-nal como en movimientos organiza-dos que no están de acuerdo con

Reflexiones y dudas

Luis Pérez Rescalvo

Vocal Junta Directiva FAPA

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la implantación de la JC y siguen posi-cionándose en el mantenimiento de lajornada ordinaria. Para comprobaresta afirmación se puede consultar alprofesorado. La unanimidad no existe.El profesorado tiene diferentes opinio-nes y valoraciones sobre cuál es eltipo de jornada más adecuada. Tam-bién personajes públicos, profesores,pertenecientes a los Movimientos deRenovación Pedagógica o Renovaciónde la Escuela son partidarios de man-tener la JP o en su caso reformarla enun contexto de ampliación de activida-des dentro de un único Proyecto Edu-cativo de Centro (no disminuir el tiem-po de escuela sino aumentarlo).

¿Y el papel de lasAdministraciones?

En este caso nos referimos sólo a laComunidad Autónoma de Madrid. LaAdministración autonómica ha tomadopartido y a continuación ha miradopara otra parte. Ha tomado partido por-que ha publicado una Orden en la queexpresa que la jornada partida es la jor-nada ordinaria y después ha puestotodo en manos de los padres, los pro-fesores, los centros, las asociaciones ylos ayuntamientos, es decir, ha pasadola responsabilidad a otros. Está colabo-rando en que se produzca un ciertocaos y numerosos desencuentros.

¿Y los Ayuntamientos? No tienencompetencias en educación y con fre-

cuencia navegan sin orientación.En algunos casos sin

técnicos en la ma-teria y con frecuen-cia cambiando derumbo según elpartido político quegobierne o depen-diendo del talantede la persona quedirija la concejalíacorrespondiente.Esto tampocobeneficia a lainstitución esco-

lar ni a la comuni-dad educativa.

LA POSICIÓN

DE LOS PADRES

Los padres tenemos una doble pers-pectiva en este asunto. Por un lado de-bemos proteger y guiar a nuestros hi-jos, eligiendo lo que sea más adecua-do para ellos y para su proceso de cre-cimiento intelectual, afectivo y social, ypor otro, tenemos la perspectiva pro-pia y de la familia en su conjunto.

Mirando a los hijos

¿Qué observamos si miramos a nues-tros hijos? Pues en primer lugar que laJC somete a nuestros hijos a un ritmomás intensivo (por algo se le llama aesta jornada en el mundo laboral, jor-nada intensiva), y en segundo lugar,que la JC acorta su tiempo de escuela.

¿Y esto es mejor para nuestros hijos?Parece razonable pensar que si la jorna-da se intensifica también lo hace el rit-mo de trabajo. A nuestros hijos se lessomete a un ritmo más fuerte y ade-más más prolongado (5 horas segui-das). Los expertos en este tema y lapráctica generalizada aconsejan, comolímite máximo de una jornada, bienmedia jornada, bien jornada intensiva,que no sobrepase las cuatro horas o alo sumo cuatro horas y media. Límitemáximo. Y no hay que olvidar que losritmos intensivos son perjudiciales paratodos, pero especialmente para losque tienen mayores dificultades. Losritmos intensivos no son las mejorescondiciones para el aprendizaje. Éstenecesita su “tempo”. Su tiempo paraconocer, su tiempo para elaborar y sutiempo para consolidar. El tiempo paraeducar, dicen algunos profesionales,necesita ampliarse, nunca reducirse.Educar es cada vez más complejo,cada vez hay más temas que se organi-zan de forma sistemática e intenciona-da esto es el hecho educativo y que sequieren llevar a la escuela, como lugarespecífico e idóneo para la formación.

Todo esto sin mencionar la alteraciónque supone el prolongado tiempo sin

comer en una sociedad donde abun-dan los desayunos escasos y pococonsistentes.

Ante esto Uds obtengan las conclusio-nes. Hemos expuesto nuestras dudas.

Mirándonos a nosotros mismos

Evidentemente no se pueda hablar deuna población de padres homogénea.Los padres y madres que tenemos anuestros hijos en la Escuela Públicano pertenecemos a un mismo gruposocial. De ahí surgen nuestras distin-tas percepciones sobre el tema quenos ocupa. El mundo rural tiene unaperspectiva y unos condicionantesque no son coincidentes con las per-sonas que viven en ámbitos urbanos.Lo mismo habría que decir de los asa-lariados o trabajadores por cuenta aje-na, respecto a los profesionales o au-tónomos, o las personas con trabajoprecario respecto a los que tienen tra-bajo y horario fijo, etc.

También habría que hacer especial re-ferencia a la creciente incorporaciónde la mujer al mundo del trabajo (argu-mento que ha dado, entre otras co-sas, el gobierno para eliminar la Edu-cación Infantil de cero a tres años yconvertirla como antaño en EducaciónPreescolar y resucitar las Guarderíasde empresa).

Habría que hacer referencia a la amplia-ción de la jornada laboral de los padres,a los frecuentes cambios de trabajo ypor consiguiente de horarios, etc. To-das estas circunstancias no favorecenplanteamientos ni de concentraciónhoraria ni de reducciones del tiempoescolar.

Entonces ¿cómo es posible que pa-dres y madres promuevan la jornadacontinuada? Pues evidentemente por-que hay personas a las que las cir-cunstancias adversas de tipo social ylaboral no le afectan o lo hacen en ungrado fácilmente superable con suspropios recursos. Por ello, desde su

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perspectiva están en buenas condicio-nes para beneficiarse de los efectospositivos que la JC puede tener parala convivencia familiar y protegerse yproteger a sus hijos de los efectos ne-gativos. Estos padres suelen ser pro-motores de los cambios de jornada,uniendo sus intereses a los de otrosestamentos de la comunidad escolar.Pero otros padres que viven en cir-cunstancias muy diferentes, con elcambio de horario en la jornada esco-lar, ganan un problema, si no tienen in-fraestructura para atender directa o in-directamente a sus hijos.

Mirando alrededor

ESCUELA PÚBLICA/

ESCUELA PRIVADA

La FAPA Giner de los Ríos congrega,en una inmensa mayoría, a organiza-ciones de padres y madres de cen-tros públicos, de enseñanza pública.Nuestra perspectiva, por tanto, no lovamos a ocultar, está al lado de la Es-cuela Pública.

¿Qué observamos si miramos a laescuela pública y a la escuela priva-da? Pues que los centros y la pobla-ción de la escuela privada avanza pro-gresivamente. En algunos lugares dela Comunidad de Madrid la escuelaprivada acoge ya al sesenta y tantospor ciento del total de población. Y si-gue creciendo.

¿Qué observamos si miramos a laescuela pública y a la escuela priva-da bajo el prisma de la jornada esco-lar? Pues no hay ninguna duda: la in-mensa mayoría de la escuela privadatiene jornada partida. Uds dirán quesu crecimiento progresivo en detri-mento de la enseñanza pública no sepuede explicar por el factor jornadaescolar. Probablemente tienen ra-zón, pero la escuela privada aumen-ta su jornada y el tiempo de escuelay aumenta la población a atender. Laescuela privada aumenta sus servi-

cios educativos (y también sociales)y aumenta su población. Por algoserá. Hemos conocido con frecuen-cia expresiones de familias que co-mentan: “si el colegio vota la JC mellevo a mi hija a la privada”. Se estáproduciendo un desplazamiento dela escuela pública a la escuela priva-da también por efecto del horario.No conocemos ningún caso en elque se pasen desde la escuela priva-da a la escuela pública porque éstaestablezca la JC.

La FAPA cree que en el binomio Es-cuela Pública – Escuela Privada, elcambio de horario desde una jornadapartida a una jornada continuada per-judica a la escuela pública.

En otro orden de cosas también se lla-ma la atención, y no sin razón, sobrela pérdida de servicios en los centrospúblicos como consecuencia de la im-plantación de la jornada continuada.

El uso del comedor disminuye pu-diendo llegar a cerrar por la escasezde comensales y la pérdida de interésy rentabilidad comercial para la em-presa que lo gestiona. ¿Qué pasa en-tonces con las familias que necesitanimperiosamente este servicio? Situa-ciones conflictivas pueden surgir, asi-mismo, con el uso del transporte es-colar en aquellos centros en los quesu población o parte de ella utilizaeste servicio complementario.

¿Y las actividades extraescolares?

Las actividades extraescolares sonuno de los argumentos que se pre-senta unido a las propuestas de cam-bio de jornada. La experiencia diceque suelen sufrir un deterioro progre-sivo, extinguiéndose en algunos ca-sos. Empiezan con fuerza cuando seimplanta la JC, pero posteriormentelanguidecen o desaparecen. Y todoello sin tener en cuenta que sueleser el bolsillo de los padres el que las

alimenta, resultando, en algunos ca-sos, una carga onerosa para muchasfamilias. No se puede olvidar la ten-dencia existente en el momento ac-tual de supresión progresiva de servi-cios públicos y su sustitución porempresas privadas que cuando el be-neficio es insuficiente dejan de pres-tar el servicio y a continuación noqueda nada.

¿Qué pasa entonces? Pues que la tar-de se convierte en ociosa y que elocio se convierte en callejero o televi-sivo. La TV, en muchos casos, es la fiel“cuidadora” [el otro día se publicabala siguiente viñeta en un periódico detirada nacional. Un niño preguntaba aotro “ y tu padre es en blanco y negroo en color”].

COMUNIDADES AUTÓNOMAS

Recogemos algunos datos sobrela jornada escolar y las Comunida-des Autónomas para que sirvan dereflexión.

Por ejemplo: Canarias, Galicia y Anda-lucía fueron pioneras en la implanta-ción de la JC. Las tres comunidadesautónomas están a la cabeza (puestos1, 3 y 4) de los resultados más bajosen “competencia académica” al finalde la Educación Primaria.

Situación inversa aparece en lasCCAA de Cataluña y País Vasco, que,según nuestros datos, tienen jornadapartida generalizada no sólo en Edu-cación Primaria, sino también dostardes a la semana para la EducaciónSecundaria con propuestas actualesde incremento.

Las evaluaciones, que sobre la im-plantación de la JC se han realizado,no demuestran las mejoras anuncia-das en el rendimiento escolar delalumnado, más bien plantean seriasdudas sobre el tema y otros efectoscolaterales.

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En Andalucía se ha producido una dis-minución importante del nivel de sa-tisfacción de las familias hacia la JC. Sien el curso 96-97 la conformidad conla JC era del 73 %, en el 2001 el 61’5% de los padres no está satisfechocon la JC. La práctica vivida, pareceser, ha sido negativa.

En conclusión, los datos parecen afir-mar que ni las evaluaciones realiza-das sobre el sistema educativo de-muestran mejoría con la JC ni los da-tos sobre rendimiento académico,recogidos del MECD confirman dichamejoría. Todos lo contrario. Por ello,aunque nos podemos equivocar, pa-rece razonable pensar que la JC noha cumplido el pronóstico de mejorarla escuela.

QUÉ PASA EN OTROS PAÍSES

No tenemos muchos datos, pero sepuede afirmar que en la mayoría delos países europeos la escuela tienejornada partida, también en las Ense-ñanzas Medias. La tendencia, inclu-so, es hacia aumentar el tiempo es-colar para adaptarse a los ritmos dela población.

Prolongación de calendario o jornadaen Francia, Gran Bretaña, Italia…también en EEUU, etc. Los casos

más significativos de jornada únicaen Europa corresponden a Dinamar-ca y Alemania.

Por ello si la reflexión sale de nuestrasfronteras hacia el contexto de paísesde nuestro entorno cultural, tampocose puede afirmar que la jornada conti-nuada sea el paradigma o referente aimplantar.

CONCLUSIONES

¿Qué conclusiones se podrían

sacar para terminar?

1. La primera es que la FAPA Giner delos Ríos desea contribuir a aumen-tar la información, el análisis de si-tuaciones y la toma de la mejor de-cisión. Ello no contradice que laFAPA tenga su opinión, que dadaslas circunstancias actuales, no esfavorable a la jornada continuada, yque al mismo tiempo respeta, lógi-camente, las decisiones que cual-quier asociación tome al respecto.

2. A la Escuela Pública como institu-ción no le favorece un cambio dejornada partida a jornada continua.

3. La tendencia no es hacia la limita-ción del tiempo escolar sino a sumantenimiento o incluso amplia-

ción para adaptarse a las necesi-dades de las familias.

4. Muchos especialistas creen quela jornada continua conlleva ele-vados riesgos que con el trans-curso del tiempo se han converti-do en errores.

A los padres y madres les pediríamos,por último, que valoren la situación en suconjunto, teniendo en cuenta no sólo elmomento presente o inmediato sinotambién la evolución previsible. Asícomo que tengan en cuenta al conjuntode su comunidad escolar, especialmen-te a los que disponen de menos mediospara afrontar una reducción del tiempoescolar de sus hijos. p

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C uando se habla sobre la organización delos tiempos escolares en los centros deenseñanza, hay que considerar varios

aspectos. A saber,

El Primero y principal, el derecho de los alumnosa que el tiempo diario de aprendizaje, ya sea detipo curricular básico, de actividades complemen-tarias formativas, de nutrición o de descanso yactividades de socialización tenga un orden lógi-co o siga una pauta que considere el esfuerzo y laposible fatiga como elementos decisivos a lahora de organizar el día a día en los centros. Loprimero, pues, garantizar el derecho del alumna-do a una educación y a unos tiempos que se rela-cionen con sus necesidades de aprendizaje.

El segundo se refiere a la conveniencia de quelos horarios escolares sean compatibles con lasjornadas laborales de las familias. Es evidente

que hoy día, la mayoría de las parejas, en las quetrabajan sus dos miembros, necesita que la es-cuela pública ofrezca horarios más allá de los pu-ramente lectivos, por que de otro modo trataráde encontrar una alternativa privada o concertadaque además de abundante no tiene ningunaduda sobre su verdadero objetivo: captar e incre-mentar su clientela.

Considerando estas variables, estos dos dere-chos, en la FSM-PSOE apostamos claramentepor la jornada partida, respetando en todo caso laregulación vigente para el establecimiento de jor-nadas de carácter excepcional. Esta regulación,fruto del acuerdo de los tres grupos parlamenta-rios de la Asamblea e Madrid en la pasada legisla-tura permite que en centros determinados se im-plante la jornada continuada, contemplando, esosí, un conjunto de garantías suficientes - sobretodo por la implicación de los Ayuntamientos a lahora de garantizar la permanencia de las activida-

RafaelSimancasSimancas

Portavoz Grupo

Parlamentario

Socialista

Asamblea de

Madrid

Jornada Escolar

Opinión de los GruposParlamentarios de la Asamblea de Madrid

C uando de educación obligatoria setrata, el interés del menor debe pre-valecer por encima del cualquier otro;

bajo esta premisa es, sin ningún género dedudas, la jornada partida la mejor.

En mi opinión el sistema educativo, como ser-vicio público que es, debe perseguir la excelen-cia, por tanto la formación integral de la perso-na, no conformándose con alcanzar un sólidoaprendizaje en las materias básicas (lengua, cál-culo...), sino buscando afianzar y desarrollar va-lores como la convivencia, la tolerancia o el res-peto al medio ambiente, a través de activida-des deportivas, culturales o de ocio practicadasen el propio centro. Y además que esta educa-ción de calidad sea un logro para todos, al al-cance de todos. En este sentido la jornada par-tida se erige como elemento integrador de

todo el alumnado, frente a la jornada continua-da, que acentúa algunas diferencia. Así, en lacontinuada los centros educativos tienden aconcentrar las actividades no puramente aca-démicas por la tarde, resultando inaccesible alos alumnos de nivel económico inferior, lo queconlleva a una larga tarde ociosa, a menudosofocada en la calle con los riesgos que estoentraña, de igual manera en la jornada conti-nuada se exige al menor una atención máxima,una concentración, durante 5 horas seguidasde clase, lo que provoca su cansancio y porende su desinterés, afectando directamente ala calidad de la enseñanza. Desventajas éstas,que igualmente han sido apreciadas en otrascomunidades autónomas como es el caso deCataluña que no la han permitido, poco o nadaque ayudan a luchar contra el fracaso escolar ola desmotivación de los menores. p

AntonioGermánBeteta

BarredaPortavozGrupo

ParlamentarioPopular

Asamblea deMadrid

¿Cuál es la mejor jornada, en su opinión para el alumnadoen la educación obligatoria, partida o continuada?

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des de tarde y de los propios servicios como elcomedor escolar – que evite perjuicios para losalumnos, para sus familias y para los puestos detrabajo del profesorado, ya sea a corto o a largoplazo. Tratar de buscar atajos que no ofrezcan ga-rantías suficientes supone un gravísimo riesgopara la enseñanza pública. El PSOE no va a contri-buir a confundir a los ciudadanos con un debateinnecesario y artificial y desde luego nunca haránada que perjudique su calidad y su oferta de ser-vicios, haciéndola menos atractiva a ojos de lospadres y madres trabajadoras.

Todos los sectores progresistas, debemos, pues,ser muy cautos ante cualquier intento de perjudi-car, por activa o por pasiva, a la red de centros pú-blicos. Si además de las políticas de derecha delgobierno Aguirre, nos obcecamos en abrir deba-tes que interesan a muy pocos, estaremosechando leña al fuego y dejando de hacer lo quetenemos la obligación de conseguir entre todos:una escuela pública mejor y más equitativa, másmoderna y más atractiva, con más servicios paralas familias y con mejores condiciones laboralesdel profesorado. p

I zquierda Unida tiene una posición neta so-bre este asunto que consiste en el rechazode una jornada que no pretende otra cosa

que incidir en el menoscabo del modelo públicoeducativo. Estas son las razones de nuestro no:

Razones pedagógicas. Hasta ahora nadie hademostrado con investigaciones, ni mediante laevaluación objetiva del proceso educativo enaquellos lugares donde ya se ha implantado,que la jornada consistente en concentrar el ho-rario escolar del alumnado cinco horas diarias deforma continuada sea más eficaz, ni incida en lamejora del rendimiento escolar que la jornadapartida. Es más, experiencias como la andaluza,la canaria o la más reciente en Alcalá de Hena-res no parece haber aportado nada positivo.

Razones sociales. De ninguna manera pode-mos, ni debemos negar la función social de laescuela, más aún porque de esta manera aten-taríamos indefectiblemente contra las capasmás desprotegidas de la sociedad que no ten-drían alternativas.

La escuela tiene la obligación de considerar elmundo en la que está insertada que requieremecanismos de protección social y de redistri-bución para que la tan manida igualdad de opor-tunidades sea posible.

Razones económicas. Es posible diferenciar lajornada escolar, de la jornada lectiva y de la jor-nada laboral del profesorado.

Más recursos para la escuela y coordinación delos mismos por parte de los Ayuntamientos. Esindispensable pedagógicamente ligar las activi-

dades extraescolares con los proyectos educati-vos de los Centros, garantizando las personasque ejecutarán el imprescindible enlace de am-bos tiempos escolares.

Razones políticas. Siempre se olvidan y, desdemi punto de vista son muy importantes. Los quedefendemos el modelo público de enseñanzacomo el más igualitario, el más democrático yplural y el único capaz de garantizar la igualdadde oportunidades, así como de luchar por dismi-nuir los desequilibrios, no podemos hablar, ha-blar y hablar llenándosenos la boca de defenderteóricamente el modelo y, desconociendo elmundo que nos rodea y la variedad de la ofertaque plantea el otro modelo de enseñanza,echando al alumnado en brazos de aquella.

Razones laborales. Son las únicas que no tie-nen discusión. Es lícito que los profesionales dela enseñanza reivindiquen unas mejores condi-ciones laborales, pero este argumento deja deser lícito si se buscan falsos amparos en hastaahora no demostradas razones pedagógicas.

Para terminar quiero insistir en algo que siem-pre se nos olvida: los intereses de la infancia. Al-gunos se amparan en reivindicaciones labora-les, otros en mayor comodidad en el cuidado desu prole, pero casi nunca nos acordamos de losderechos de la infancia.

Por ello, seamos honestos, potenciemos tambiéndesde dentro la escuela pública y trabajemos so-cial, sindical y políticamente por el cambio del mo-delo de escuela, sólo desde el debate del modeloglobal podremos reiniciar, como un apartado más,el estudio sobre los tiempos escolares. p

FaustoFernández

DíazPortavoz GrupoParlamentario

Izquierda UnidaAsamblea de Madrid

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Paulatinamente, y por la puerta deatrás, empieza a desarrollarse denuevo el debate –o, más bien, la

gresca- sobre la posibilidad de que los cen-tros de educación infantil y primaria pasen atener la jornada continua matinal. Haceunos cinco años, siendo consejero de Edu-cación de la Comunidad Autónoma de Ma-drid Gustavo Villapalos, se creó un foro paravalorar los tiempos escolares que parecióconcluir con una seria desconfianza hacia lajornada continua matinal (que significa quelas actividades docentes curriculares seconcentran de 9 de la mañana a dos de latarde en lugar de ser de 9 a 12.30 y de14.30 a 16.00). Fruto de esta desconfianzaes la orden 21/2002 por la que se regula lajornada en los centros docentes. Esta or-den considera como absolutamente ex-cepcional la jornada continua, hasta el ex-tremo de que llegar a ella exige que talcambio signifique mejoras sustanciales einnovadoras en la enseñanza, amén de serrespuesta a una petición social precedidade un proceso de reflexión de la comuni-dad educativa. Lo que los partidarios de lajornada continua no ganaron en un escena-rio global y claramente visible como fue elforo, pretenden ganarlo ahora librando unabatalla centro a centro que posiblementedeje como principal cadáver la idea mismade democracia.

Lamentablemente, la historia de la ex-tensión de la jornada continua en deter-minadas comunidades autónomas o ciu-dades nada tiene que ver con la innova-ción educativa. Procede, en su lugar, decontingencias como la ausencia tempo-ral de comedor, la realización de ciertotipo de obras, la sequía en el caso anda-luz o la necesidad de habilitar turnos demañana y de tarde en institutos de se-cundaria que de otra manera no hubieranpodido atender la demanda educativa delentorno. Sin embargo, pese a estos ro-

tundos antecedentes, se hace ahora de-pender la concesión de la jornada matinala la mejora sustancial de la educación.

¿A quiénes puede beneficiar el paso dela una jornada a otra? Sin duda, a ciertosector del magisterio que ve la paja en elojo ajeno de la jornada continua del restode los funcionarios pero no ve la viga deque estos han de acudir muchos másdías a su centro de trabajo. Como era deesperar, la jornada continua se ha conver-tido en una tentación irresistible inclusopara buena parte del profesorado máscomprometido. Beneficia a un cierto sec-tor de familias en las que existen amasde casa y cuyos hijos no se quedan en elcomedor escolar, las cuales se ahorraríanun viaje al centro. También, y esto lo ex-plica muy bien Fernández Enguita -refi-riéndose al caso de Canarias- en su libroLa jornada escolar (Barcelona, Ariel,2001) a ciertos sectores acomodadosque piden lo mínimo de la escuela obliga-toria –la que no distingue socialmente,puesto que llega a todos- y más tiempolibre por las tardes para organizar una jor-nada extra-escolar que permita la diferen-ciación social por medio de aprendizajesde idiomas modernos, informática, etcé-tera. Esto último ocurre en un contextoen el que apenas existe escuela privada.

Una de las cosas más sorprendentes deeste debate es la ausencia de datos quenos permitan conocer de un modo feha-ciente lo esencial: si el paso a la jornadacontinua afecta o no al rendimiento. Lamayor parte de los estudios se refierensolo a encuestas de opinión que reflejanun alto grado de satisfacción con la jorna-da continua, satisfacción que empieza adecrecer de modo visible en Andalucía.No obstante, carecemos de datos sobresi el posible cansancio en el último perio-do de la mañana –entre las 12 y las 14-

se traduce en una disminución del rendi-miento. El único estudio –hasta donde yoconozco- que hablaba de rendimientos esel realizado en Galicia por el profesor Cari-de. En su investigación el rendimiento delos centros con jornada continua es entreun diez y un veinte por ciento menor queel de los que tienen jornada continua. Encualquier caso, Caride advierte de queesto no significa que necesariamente lacausa sea el tipo de jornada: podría serque los centros que pasan a la continuatuvieran previamente un rendimiento me-nor. Lo que no es de recibo es el consen-so entre los maestros partidarios de lacontinua de que la hora y media de la tar-de es poco menos que una pérdida detiempo. Diversos estudios de cronopsico-logía –citados igualmente por FernándezEnguita- muestran que en el horario ves-pertino se desarrollan mejor capacidadescomo la memoria a largo plazo.

Otro de los riesgos, especialmente en co-munidades autónomas con mayor pesode la enseñanza privada, es que la opciónde los centros públicos por pasarse a la jor-nada concentrada provoque el abandonode la pública por parte de aquellas familiascon mayor nivel socioeducativo. En el casode Madrid son excepcionales los centrosprivados que se plantean abandonar la jor-nada partida –y habría que saber qué tipode centros son- y sus patronales se incli-nan implícitamente por mantenerla. Deigual modo, los padres de la enseñanza ca-tólica –la CONCAPA- afirman, con igual ro-tundidad que sus oponentes, que la peda-gogía avala la mayor racionalidad de la jor-nada partida.

Rafael Feito Alonso

Profesor Titular deSociología de la UCM

Por la puerta de atrás

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Finalmente, no cabe perder de vista el ries-go de que las actividades extra-escolares, eincluso los comedores, mengüen o desa-parezcan. El caso de Andalucía es desgra-ciadamente ilustrativo en este sentido.

Pese a todo lo dicho, quizás lo más inquie-tante es la distorsión y deterioro de la convi-vencia democrática que está suponiendoen muchos centros el posible paso de unajornada a otra. La orden de la Consejería exi-ge dos mayorías cualificadas simultáneasdel consejo escolar para iniciar y poner pun-to final al proceso: dos tercios del propioconsejo y la mayoría absoluta del sector depadres –lo que en una más que previsiblevotación secreta significaría recontar apartelos votos de los padres-. ¿Por qué en estapeculiar ocasión se concede tanta impor-tancia a un órgano herido de muerte por laLey de Calidad? Nadie ha calculado el riesgoque supone que de golpe y porrazo los pa-dres y madres descubran la existencia deun órgano desconocido para la mitad deellos –según datos del Instituto Nacional deEvaluación Educativa-. No contenta con ello,la orden obliga a las asociaciones de padresy madres a hacer una asamblea informativay de debate en la que puede haber votacio-nes –lo lógico es que las haya-. ¿Significaesto que se rompe el esquema de demo-cracia representativa y pasamos ahora a lalógica del asamblearismo? ¿Estarían ahoralos padres consejeros ligados por mandatoimperativo? Y, si es así, ¿por qué no se haceuna asamblea de padres antes de aprobar,por ejemplo, la programación general delcentro o las normas de convivencia?

Pese a que cierto sector del profesorado notiene empacho alguno en declarar carecerde interés por una u otra jornada, el datocierto es que en los centros que he visita-

do, y en los muchos de losestoy teniendo noticia, el

personal docente es elinstigador del proceso(si se inicia el proce-so es porque en el

claustro hay ma-yoría a favor dela continua). Dehecho, es la pri-

mera vez en queresulta frecuente

ver a los directores organizando actos masi-vos en sus respectivas comunidades esco-lares con la presencia incluso de numero-sos profesores de sus claustros.

Estamos entrando en una lamentable di-námica de enfrentamientos, coacciones yamenazas. En el momento en que un sec-tor de padres y madres, normalmente lasjuntas directivas de las asociaciones de pa-dres y madres o los consejeros de estesector, manifiestan, no ya su oposición,sino tan solo sus dudas sobre las bonda-des de la jornada continua con relación a lapartida se convierten en poco menos queel enemigo a eliminar. Es muy frecuenteescuchar a padres y madres que denun-cian la imposición del discurso de la jorna-da continua y la negativa o la aceptación aregañadientes de asambleas informativasen las que se pueda oír la voz que quienescreen que quizás no sea lo mejor para laescuela pública madrileña, en estos mo-mentos, tener un régimen de jornada mati-nal. En Collado-Villalba se han llegado aproducir votaciones sobre la jornada elmismo día en que se celebraba un acto pú-blico en el que era posible escuchar vocesdiscrepantes sobre la jornada continua.

Mi experiencia como ponente en distintoscentros ejemplifica cuanto acabo de decir.Lo normal es encontrarse con mesas llenasde partidarios de la continua. Esto ocurrepese a que suelo ser invitado por las AM-PAs como único ponente o como ponentede una mesa con dos contertulios (uno a fa-vor y otro en contra). Me he encontrado conmesas en las que de cuatro ponentes tansolo yo manifestaba mis dudas con respec-to a la continua y el resto era inequívoco par-tidario de esta. En todas estas asambleashe detectado un aire de descalificación per-manente por parte de quienes desean la jor-nada continua. En el caso del sector del pro-fesorado instigador de esta batalla se puedeentender fácilmente su comportamiento.Este segmento considera que la escuela essuya y solo él está en condiciones de opinarsobre si es mejor una u otra jornada. Cual-quier estudio científico que ponga en dudasus propuestas es descalificado como la lo-cura de un investigador universitario que es-cribe desde su despacho. El único conoci-miento válido sería el de los que día a día es-

tán en el aula, es decir, los profesores: laciencia soy yo, el asalto a la razón.

¿Por qué este enconamiento de importan-tes sectores de las familias que desean lajornada continua? En el caso de Madrid al-gunas amas de casa se han considerado in-sultadas por el planteamiento de que al pa-sar a la continua se ahorrarían dos viajes alcentro, cosa sin duda muy legítima. ¿Tan su-mamente oprimidas se sienten, de repen-te, algunas de estas familias por una jornadapartida que ha sido lo habitual hasta haceapenas unos días? ¿Cómo puede una cues-tión tan aparentemente tangencial al núcleodel hecho educativo haberse convertido enel centro del debate en tantos colegios pú-blicos? Estoy convencido de que este sec-tor se ha creído –o ha querido creerse- la pa-traña que han lanzado numerosos maes-tros de que está demostrado que la jornadacontinua es mejor que la partida.

Jamás en mi vida he participado en deba-tes –y esto le ha ocurrido a otras personas-en los que la exposición de un ponente in-vitado –cuya única fuerza es la palabra- setrate de boicotear con gestos ofensivos otratando de cortar directamente su inter-vención levantando la voz –desde la mesay desde la audiencia-. El parlamento nacio-nal –y la saturación de programas televisi-vos basados en el insulto- es un ejemplode esta desconsideración hacia el rival quese ha extendido fácilmente al resto de lasociedad. Lo que he visto en estos días esuna muestra palpable de que la democra-cia dista de ser una realidad asumida por laciudadanía y de que en cualquier momen-to y por cualquier motivo espurio puedensaltar las chispas que hagan arder el delica-do edificio de la convivencia democrática.

La cuestión que quedaría por resolver espor qué razones los poderes públicos sedesentienden de su capacidad administra-tiva y arrojan a las comunidades educativasla carnaza de decidir sobre algo con tantasimplicaciones como el tipo de jornada es-colar que desean para sus hijos y para ellosmismos. Si realmente la jornada escolarcontinua o partida fuera inocua bastaríacon convocar un referéndum con informa-ción y tiempo suficientes y su correspon-diente jornada de reflexión. p

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E l tiempo escolar se está con-virtiendo en una de las princi-pales fuentes de problemas y

de conflictos en la escuela.2 Por unlado, está en el centro de las reivindi-caciones abiertas y encubiertas máscorporativas del profesorado; porotro, su organización presente y sustendencias de cambio se manifies-tan cada vez más como un obstáculopara cualquier práctica profesional in-novadora. Todo el mundo habla deltiempo escolar con todo género deargumentos, aunque casi nadie semolesta en buscar los fundamentos

de lo que dice más allá de lapropia, limitada e interesa-

da “experiencia”. La-

mentablemente, los que menos pin-tan en esto son los alumnos, los prin-cipales afectados, y menos aún susintereses. A lo largo de este artículoargumentaré que las lógicas tempo-rales de la sociedad, de las organiza-ciones, de los profesores y, en parte,hasta las de las familias y los alum-nos, operan en contra de lo que seríauna organización razonable del tiem-po de aprendizaje.

¿Cómo trabajan los hombres y

mujeres libres?

¿Cómo trabaja usted cuanto le dejanhacerlo a su antojo? Es posible que,sencillamente, no trabaje, pero si,

como es más probable, lo hace,¿cómo lo hace? La manera de respon-der a esta pregunta, desde luego, noes ir a observar una fábrica, ni mirar elhorario de apertura y cierre expuestoen la puerta de un bar. La manera esobservar a quienes, efectivamente,trabajan a su aire, a su propio ritmo,de manera autónoma. Éste es el casode los artistas, de una parte de losprofesionales, de los artesanos, de loscampesinos, de las amas de casa...En definitiva, de todo el que no trabajasujeto a un ritmo impuesto por otrapersona (un capataz con un cronóme-tro, por ejemplo) o por un mecanismo(una cadena de montaje, pongamospor caso). No es ningún descubri-

La jornada:Pensar deotra forma

Mariano

Fernández Enguita

Catedrático deSociología de la

Universidadde Salamanca

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miento decir que el proceso naturalde trabajo es un proceso desigual,descontinuo, de ritmo variable, que al-terna esfuerzo y descanso... Así traba-jaban los pueblos cazadores-recolec-tores, los agricultores y ganaderos,los artesanos, y así lo hacen, en lamedida en que no se lo impida algúnotro condicionamiento, las personasque, hoy en día, conservan la capaci-dad de controlar su propio trabajo.

Por otra parte, éste es el “ritmo natu-ral” que encuentran los estudios cro-nobiológicos y cronopsicológigos. Elcomportamiento del organismo y delcereb ro durante el día no se divide entres partes más o menos iguales parael sueño, el trabajo y el ocio, sino que,aparte del sueño nocturno, ambos re-quieren otros momentos de sueño y,sobre todo, cierta alternancia cíclicade trabajo y descanso. Así, por ejem-plo, todo muestra que la peor hora deldía para cualquier esfuerzo de aten-ción es la última de la mañana (la sabi-duría popular ya la había bautizadocomo la siesta del carnero), la mismaque quienes demandan la llamada jor-nada continua quieren añadir al hora-rio de mañana, y la segunda peor es laprimera de la mañana, la misma quetanta experiencia profesional conside-ra la mejor para las materias más du-ras, quizá porque el profesor encuen-tra a los niños callados y aparente-mente atentos, cuando lo que estánen realidad es todavía dormidos. Lasmejores horas, por el contrario, sonlas de media mañana y media tarde,incluida parte de la jornada de tardeque algunos quieren suprimir.

El tiempo de las

organizaciones

Sin embargo, cuando los hombrescooperan, el tiempo de unos condi-

ciona al de otros, y el tiempo de to-dos puede ser distinto del de cual-quiera de ellos. Una gran parte de laactividad social discurre hoy por me-dio de organizaciones formales. Lasmás importantes quizá sean las orga-nizaciones productivas (privadas opúblicas, de bienes o de servicios,grandes o pequeñas), en las que casinueve de cada diez trabajadores em-pleados obtienen su sustento, peroni son éstos los únicos afectados nison aquéllas las únicas organizacio-nes. Lo primero, porque las empre-sas y agencias de servicios requierencierta sincronización entre el tiempodel trabajador y el tiempo del público;lo segundo, porque además partici-pamos en toda otra serie de organi-zaciones distintas de las empresas,tales como escuelas, iglesias, hospi-tales, partidos, sindicatos, clubes,agencias administrativas, o al menosinteractuamos con ellas.

La necesidad de coordinar nuestrotiempo con los demás aumenta amedida que se desarrollan la divisióndel trabajo (es decir, el reparto entredistintos trabajadores de las tareasnecesarias para llegar al producto) yla mecanización. Esto último es parti-cularmente importante, porque lamaquinaria por sí misma requiere,para su mejor aprovechamiento eco-nómico, un funcionamiento continuo(para amortizarla antes), y a menudotambién por razones técnicas (no sepuede apagar un alto horno, porejemplo). Huelga añadir que, con osin cooperación, con o sin maquina-ria, todo empleador aspira a obtenerde sus empleados la mayor cantidadde trabajo en el menor tiempo. Paradecirlo en breve, el trabajo continuono es una tendencia de las personas,sino un dictado de la cooperación, dela maquinaria y, ante todo, de la ex-

plotación, pero conviene no olvidarque se trata de tres imperativos, y nosólo de uno –es decir, que la indus-trialización, que es cooperación ymecanización, lo requiere en todocaso, aunque en sus formas capita-lista o totalitaria pueda exacerbarsela exigencia–.

En consecuencia, no cabe asombrar-se, y acaso tampoco lamentarse de-masiado, de que la escuela vaya tiran-do de los alumnos desde sus tenden-cias naturales a un trabajo discontinuoy espasmódico hacia la regularidad y lacontinuidad requeridas por la sociedadindustrial. Una vez más, la escuela hade hacer recorrer al alumno en unosaños el camino que la humanidad harecorrido en siglos, ha de reproducir lafilogénesis en la ontogénesis. Una delas aportaciones más relevantes de laescuela a la modernización ha sido,para bien y para mal, socializar a losalumnos para su incorporación al tra-bajo industrial. Pero tirar del alumnoquiere decir hacer de puente, consti-tuirse en una figura intermedia, ofre-cer un acercamiento gradual, y no pre-tender que los niños trabajen con lacadencia de los adultos y las escuelascon la de las fábricas u oficinas.

Lo paradójico hoy es que cuando unaparte minoritaria pero importante delmundo del trabajo, desplazando suestructura de la organización a la red,permite y hasta reclama la flexibiliza-ción del tiempo (horarios flexibles,teletrabajo y trabajo domiciliario, tra-bajo por cuenta propia...), la escuelaevolucione en el sentido de una ma-yor rigidez y concentración del suyo.Sobre todo la pública, pues la fuertepresión que existe en ella a favor dela reestructuración del tiempo segúnlos deseos de los profesores no tie-ne parangón en la privada

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El tiempo de las familias

La familia, por su parte, está sufrien-do importantes cambios con implica-ciones de calado para el tiempo es-colar. Hay que empezar por disipar laidea de que alguna vez existiera esafamilia que algunos parecen echar demenos: con una madre siempre a laespera en el hogar y dispuesta a apo-yar el trabajo del profesor. Siemprehubo un porcentaje importante demujeres trabajando lejos de casa(aunque no fuesen las que más añostenían a sus hijos en la escuela), lasmujeres exclusivamente amas decasa también tenían que soportaruna fuerte carga de trabajo y cuidarde un elevado número de hijos, sindemasiado tiempo para cada uno deellos, y, en cualquier caso, difícilmen-te podrían estar en condiciones deapoyarles en su trabajo escolar. Nohubo, por tanto, una época doradaen la relación familia-escuela, salvoque se entienda por tal un tiempo enque aquélla entendía poco lo que su-cedía en ésta y mucho menos seatrevía a cuestionarlo.

Aun así, la familia está cambiando.Su tamaño es más pequeño, contendencia a la nuclearización (inexis-tencia de otros adultos que los pa-dres, desaparición de otros parientesadultos o sirvientes residentes), a lareducción del número de hijos (uno odos en la familia típica) y, en menormedida, a la monoparentalidad (unsolo progenitor, casi siempre la ma-dre). Al mismo tiempo, representauna célula más aislada en vecindariosque sólo muy débilmente puedenconsiderarse comunidades, porquenadie se ocupa de nadie fuera de su

propio cubículo. Por lo demás, aun-que la tasa de actividad femenina si-gue siendo muy baja en España, eltrabajo remunerado ocupa a un nú-mero creciente de mujeres y es unobjetivo deseable para otras muchas,y todas sostienen además crecientesexpectativas sobre una vida propia,dedicada al trabajo, al estudio, a otrasactividades sociales o a sí mismas, yno simplemente absorbida por la fa-milia y el hogar.

Lo esencial no es que vayamos haciaotro tipo de familia, la cual tal vez–sólo tal vez– debiera encontrar com-plementariedad en otro tipo de es-cuela, sino algo bien distinto: prime-ro, que vamos hacia una diversidadde tipos familiares; segundo, queesto conlleva una alta dosis de im-previsibilidad, que no podemos ni de-bemos creernos en condiciones dedictaminar de antemano y desde fue-ra qué es lo mejor para cada uno deesos tipos. Y esto tiene dos conse-cuencias: primera, que el sistemaeducativo debería presentar una ofer-ta más variada en todo lo concernien-te a la organización del tiempo esco-lar, y no solo entre escuelas sinotambién dentro de cada escuela (enla medida en que sus dimensiones lohagan posible y la demanda lo haganecesario); segundo, que en todo loque concierne a la organización bási-ca de la jornada de los niños, la capa-cidad de decidir debe desplazarse,en la medida de lo posible, de la pro-fesión al público y del colectivo al in-dividuo. Esto resulta claro, aunquechoque con toda una gama de intere-ses, en la cuestión de la jornada es-colar, donde los profesores no debí-

an tener ninguna capacidad de inter-vención (en el entendido de que sujornada laboral es la que es) y cadafamilia debería poder elegir segúnsus necesidades y posibilidades y suexperiencia particular con sus hijos.

El tiempo del profesorado

Todo colectivo profesional aspira auna mejora de sus condiciones labo-rales, como no podía ser menos, yparte de esta aspiración es siemprela reducción del tiempo de trabajo.Hay que añadir, sin embargo, quemejora no significa inevitablementeun paso de lo injusto hacia lo justo,sino simplemente que las condicio-nes son más favorables para alguien,lo que normalmente se entiende enel sentido de obtener un mayor pro-vecho con un menor esfuerzo, o almenos una de las dos cosas (unamejora podría consistir también enun contenido más atractivodel trabajo, pero lo ciertoes que casi siempre se re-fiere a los términos del in-tercambio con el emplea-dor, o sea, al precio del tra-bajo –el salario– o al pre-cio del salario –lajornada–).

No todo colectivolaboral, sin em-bargo, cuentacon un públicocautivo e infantil.Cautivo significaque no puede de-jar de demandarlo que el sectorofrece: que no pue-

El sistema educativo debería presentar una oferta más variada en todo loconcerniente a la organización del tiempo escolar.

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de, por ejemplo, decidir abandonarlas aulas en la edad de escolarizaciónobligatoria y que tiene harto difícilelegir o cambiar de escuela (no nece-sariamente porque sea imposible,que a menudo lo es, sino porquepuede entrañar elevados costes eco-nómicos, sociales y personales). In-fantil supone que hay una asimetríafundamental entre el trabajador querealiza el servicio (el profesor) y supresunto beneficiario (el alumno),asimetría que no puede reequilibrarla participación fantasmal de los pa-dres en el control de los centros. Uncolectivo que se mueve dentro deestas coordenadas es por esencia uncolectivo poderoso, no importa lo

mucho que pueda quejarse de debili-dad ante la opinión pública. Si a estose une la posibilidad casi ilimitada deautoorganización, ya tenemos servi-do el resultado.

Desde la transición política, las reivin-dicaciones laborales del profesorado(no así las relacionadas con la innova-ción, minoritarias) han marcado lapauta en la organización del tiempoescolar. Aunque mucha gente (intere-sada) considere de mal gusto recor-darlo, hay que hacerlo: reducción sis-temática del calendario escolar (másde mes y medio en los últimos trein-ta años), implantación generalizadade la jornada matinal en la mayor par-te de la secundaria y buena parte dela primaria, concentraciones escola-res de dudoso valor educativo peroque ahorran tiempo de transporte alprofesor... Lo que llama la atenciónes el éxito en la construcción de un

Mejora no significa inevitablemente un paso de lo injusto hacia lo justo.

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discurso legitimador, sostenido enexclusiva por el profesorado, pero enel que todo se hace para que losalumnos disfruten más tiempo consus familias, enriquezcan su forma-ción con múltiples actividades ex-traescolares, concentren su esfuerzoen las mejores horas matinales yotras bobadas del mismo estilo.

El tiempo de los alumnos

Queda, en fin, el tiempo de los alum-nos. Sabemos, desde luego, lo quequieren: jornadas y calendarios máscortos, pero, por definición, lo quequieren no coincide necesariamentecon lo que les conviene, y por eso esque tienen que aprender y están es-colarizados. Disipemos, pues, cual-quier demagogia democrática deltipo de que deberían poder decidirpor si mismos, intervenir en la deci-sión, etc.

Lo que también sabemos es que sondistintos: tienen diferentes capacida-des e inclinaciones, proceden de me-dios y familias dispares, han pasadoy están pasando por experiencias di-versas... Sin embargo, la escuela seempeña en que todos aprendan unasmismas cosas, o por lo menos unmismo mínimo de cosas, en un mis-mo tiempo. Esto es una imposibili-dad lógica: si yo quiero obtener unosmismos resultados con distintos re-cursos, tendré inevitablemente queponer en marcha distintos procesos;y si, con distintos lotes de recursos,pongo en marcha los mismos proce-sos, no debería dudar que obtendrédistintos resultados. El principal con-dicionante de los procesos escolareses el tiempo, y su principal recurso

las capacidades y motivaciones delos alumnos, lo que significa que enun mismo tiempo distintos alumnosobtendrán distintos resultados, asícomo que un mismo resultado sólopodrá obtenerse con distintos tiem-pos. Intervienen, por supuesto, otrasvariables (por ejemplo, la profesiona-lidad del docente, que hace que unahora de clase no sea igual a otra),pero no necesitamos ocuparnos aquíde ellas: simplemente, permanecien-do constantes las demás variables,el tiempo cuenta.

Ahora bien, hay otro matiz más im-portante. El tiempo escolar no escontinuo y monotónico, como el delreloj. El tiempo que interesa es eltiempo en que sucede algo, aquelen que el alumno aprende y/o el pro-fesor enseña. Este tiempo no sólotiene una duración, sino tambiénuna intensidad y una homogeneidad.Una hora de trabajo es una hora detrabajo, pero puede requerir un es-fuerzo más o menos intensivo y pue-de ser continuada o estar repartidaen bloques más pequeños con des-cansos intermedios. Cuanto más lar-gos sean el calendario y la jornadaescolares, más distendido será eltrabajo escolar, y viceversa Es poresto que su compresión, aunque nocambie la carga total de trabajo parael alumno ni la duración estandariza-da del mismo (la cantidad de horaslectivas, por ejemplo), y precisamen-te para no hacerlo (aunque, en últi-ma instancia, normalmente lo hace,y a la baja) tiene que forzar su inten-sidad y su continuidad, con el efectode poner una dificultad adicional alos que ya acumulan otras. Lo queinteresa, en definitiva, es la activi-

dad, de la que el tiempo es tan soloun condicionante.

Tiempo y tiempos

La discusión sobre cualquiera de losaspectos del tiempo escolar desem-boca casi invariablemente en la afir-mación de que no se trata de unosino de varios y diversos tiempos re-lacionados con la educación: de cla-se, de interacción con el profesor, depermanencia en la escuela (con o sinel profesor), de trabajo escolar (den-tro o fuera de la escuela), en torno ala escuela (incluidos el desplazamien-to, las tareas para casa...), de aprendi-zaje (incluido el no reglado), etc. Éstaes una distinción esencial, o más bienun conjunto de ellas, que deben sertenidas en cuenta al considerar cual-quier aspecto relacionado con eltiempo. Así, por ejemplo, la necesi-dad de un mayor tiempo de custodiano debería traducirse en la demandade una prolongación del tiempo deinteracción profesor-alumno ni deltiempo curricular, o la limitación deestos últimos no debería impedir quecada institución escolar se hiciesecargo de la dirección y coordinacióngenerales de todo el tiempo relacio-nado con ella (incluidas las activida-des extraescolares, los servicioscomplementarios o el simple disfruteadicional de las instalaciones).

Pero lo más importante es que eltiempo de unos colectivos no debeconfundirse con el de otros, ni eltiempo de unos individuos con el deotros, ni el tiempo medio o modal deun colectivo con el de los individuosagregados en él. Es un lugar común,pongamos por caso, afirmar que la

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jornada del profesor no debe confun-dirse con la jornada del alumno, perorara vez se extraen de ello las conse-cuencias pertinentes. Se utiliza estaafirmación para argumentar, por ejem-plo, que si se desea que los alumnospuedan estar en los centros por lastardes se deberá contratar a otrosprofesores, o a monitores de esto oaquello, pero no se extrae la conclu-sión más sencilla: que el profesora-

do debería dejar de proponer modifi-caciones en la jornada de los alumnospara limitarse a reivindicar lo que leparezca en torno a la suya (lo cual con-duciría a reclamaciones bizarras,como la de modificar la jornada delprofesor sin modificar la del alumno, ypor tanto contratar nuevos profesorespara dar satisfacción a los viejos, algoque resultaría menos presentable

que el paraíso pedagógico paratodos pretendidamenteasociado a la jornada mati-nal, pero cada palo debeaguantar su vela).

Por otra parte, los mismos calendariosu horarios pueden ser buenos paraunos y malos para otros. Para unalumno que viva en un medio social yfamiliar estimulante, unas largas vaca-ciones representan la posibilidad deviajar, leer, hacer cursos de esto yaquello o, simplemente holgazanearsin consecuencias; pero para el quevive en un medio social y familiardesaventajado, para el que tienen enla escuela su principal o único asidero,numerosos estudios muestran queproduce un deterioro de las mejorasacumuladas. Para un alumno que se

El profesorado debería dejar de proponer modificaciones en la jornada de losalumnos para limitarse a reivindicar lo que le parezca en torno a la suya.

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desenvuelva con holgura en la jornadaescolar de mañana y tarde y al que sufamilia pueda proporcionar acceso aotros recursos, su condensación en lamañana puede suponer una mejor or-ganización del tiempo que le permitirárealizar más tranquila y librementeotras actividades por la tarde; en cam-bio, para el que ya se encuentre bajopresión con el horario tradicional o noviva en el medio adecuado, su con-centración matinal significará un au-mento de la tensión sin compensa-ción alguna, y su tarde libre lo conver-tirá simplemente en pasto de la televi-sión y de la calle, o de unasmediocres actividades carentes de in-terés. La jornada partida que, combi-nada con el comedor de pago, permi-te a una madre desempeñar un traba-jo a tiempo completo puede que tam-bién impida a otra, a la que le resultamás económico dar de comer a sus

hijos en casa, desempeñar un trabajoa tiempo parcial, y la jornada continuaque permite a un alumno a comer a lamisma hora que sus hermanos con-vierte a otro en un niño con llave queha de esperar las horas muertas hastael regreso de sus padres. Mientrasque un profesor anhela la concentra-ción matinal de su trabajo real parapoder atender otras actividades do-mésticas o extradomésticas por la tar-de, otro puede preferir una actuaciónmás pausada y repartida a lo largo deldía para evitar el estrés o para descan-sar de una actividad con otra. Un buencentro, con un profesorado compro-metido, puede servirse de la jornadacontinua para lanzar un ambicioso pro-grama de actividades complementa-rias para los alumnos y actividadescooperativas para los profesores; enun mal centro, por el contrario, sóloservirá para despachar antes a casa a

los alumnos y que puedan hacer lopropio los profesores.

¿Por qué, entonces, modificar el tiem-po del profesorado a través de enga-ñosas reformas del tiempo del alum-nado, o por qué dictar la congelacióno la transformación del tiempo de to-dos en lugar de permitir fórmulas másajustadas a las características, necesi-dades y oportunidades de cada uno?¿Acaso no estamos en la fase del re-conocimiento de la diversidad? ¿O esque sólo se trata de una inagotable re-tórica tras la cual no hay otra cosa queintereses corporativos?

1 Catedrático de Sociología en la Universidad de Salamanca

y autor de La Jornada Escolar, Barcelona, Ariel, 2000. Este

libro, ya agotado, puede obtenerse en PDF en

http://orgescolares2.usal.es/publica/_private/jornadaescol/J

ornada/Informe.pdf.

2 La primera parte de este trabajo se publicó originalmente

en la revista Cooperación Educativa 69.

Un buen centro,con un profesorado comprometido,puede servirse de la jornadacontinua para lanzar un ambicioso programa de actividades complementariaspara los alumnos y actividades cooperativas para los profesores

Fernández Enguita propone un sistema de decisión basado en la

elección individual que explica paso a paso, comparado con la

decisión colectiva. Se puede encontrar más información en

http://orgescolares2.usal.es/publica/jornadaescolar.htm