82-83 cuentos inesperado carmilla
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Joseph Sheridan Le Fanu:
visionario del terror Joaquín Torán
http://www.fantasymundo.com/articulo.php?articulo=872
La litera-
tura de
terror
tiene una
enorme
deuda
contraída
con Jo-
seph
Sheridan
Le Fanu (1814-
1873).
Este es-
critor
irlandés,
maltrata-
do por la
historia,
renovó el
género de
tal mane-
ra que,
sin su
contribución, sería impensable concebirlo tal cual es.
Cierto que era una pura cuestión de tiempo que alguien
abandonase las desfasadas fórmulas románticas y las
ajustase a la realidad de la época victoriana; pero eso
sería quitarle un mérito que justamente merece Le Fanu,
porque su labor no se limitó solamente a adaptar viejos
esquemas a las sensibilidades de su tiempo, sino que
llegó a teorizarlas (nunca abiertamente) y a glosarlas,
siendo imitado hasta la saciedad por todos sus precurso-
res.
Cuatro fueron las aportaciones de Le Fanu a la literatura
de terror: ser el padre del "cuento de miedo realis-
ta"; iniciar la corriente de cuentos de fantasmas o de
"ghost-stories"; ser pionero del subgénero de "detectives
de lo oculto" y finalmente, prefigurar toda la literatura
sobre vampiros. Como se observa, el legado del irlandés
es descomunal. Pero, quizás, para comprenderlo, en su
totalidad, se deba hacer hincapié en cada uno de estos
apartados por separado.
El cuento de miedo realista y los cuentos de fantasmas:
Según Rafael Llopis, (citando a Jacques Bergier) Le
Fanu es el iniciador de una nueva corriente dentro de la
literatura terrorífica, más ajustada a los gustos e intereses
victorianos, que se llamó "cuento de miedo realista".
Esta evolución del género no es sólo una superación de
todo lo anterior, sino una reescritura de lo que ya se con-
templaba pero con un nuevo código: la vuelta al pasado
deja de ser el "leit-motiv" de los escritores, ya no hay
preferencia por los castillos acartonados ni por la tramo-
ya del Gótico. Pero sigue admirándose al muerto.
El siglo XIX va a ser, literariamente hablando, el del
muerto. Principalmente, las razones para esta macabra
referencia se deben al escepticismo, una de las caracte-
rísticas del hombre victoriano, al británico descreído que,
en apariencia, sólo concede validez a aquello que ve y
comprende. Sin embargo, en sus sustratos más íntimos,
este hombre teme y desconfía. Y eso es precisamente lo
que quieren demostrar los autores que trataron el género
terrorífico. Esta postura, que podría haberse tomado por
rebeldía ante las convenciones socialmente establecidas,
fue bien pronto aceptada, pues coincidía con el deseo de
evasión, de entretenimiento, que ciertas capas de la so-
ciedad le demandaban a la literatura, tras tantos siglos de
intelectualismo y elitismo.
Le Fanu fue, de sus contemporáneos, quien mejor com-
prendió esta demanda, para lo cual, ideó una serie de
relatos que se articulaban en torno a tres puntos cardina-
les: brevedad, humorismo y realismo. Brevedad, entendi-
da como antítesis ante el Gótico, pero sobre todo como
artimaña para mantener un suspense que era una de las
esencias de estas nuevas formas; humorismo, asociado al
escepticismo: el protagonista se acerca a los hechos con
incredulidad, se resiste a creer en ellos hasta que son
inevitables. Le Fanu hace que sus héroes se vean inmer-
sos en tramas en donde lo sobrenatural actúa súbitamen-
te, incrementando el estupor y el terror. Se resiste a ex-
plicar los hechos, dejando esa posibilidad al lector. Por
último, los hechos narrados han de ser necesariamente
realistas (esto es: que suceden en un marco y en unas
condiciones cercanas al lector) para que se produzca una
identificación entre quien lee y quien cuenta; parece que,
así, se envíe un mensaje: esto que pretendo contar, po-
dría haberle pasado a cualquiera.
Los detectives de lo oculto y el "vampirismo":
Le Fanu ideó al doctor alemán Martin Hesselius como
un pretexto para poder escribir nuevas historias de fan-
tasmas. Cinco relatos dedicaría a este personaje en "In a
glass darkly"; todos tienen en común su carácter más o
Relatos de lo inesperadoRelatos de lo inesperadoRelatos de lo inesperado---Roald Dahl Roald Dahl Roald Dahl CarmillaCarmillaCarmilla---Joshep Sheridan Le Fanu Joshep Sheridan Le Fanu Joshep Sheridan Le Fanu
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Página 2 menos científico, pues suelen arrancar con la consulta
que una serie de personas, víctimas de acontecimientos
sobrenaturales, realizan al reputado físico alemán. Le
Fanu sienta las bases en Hes-
selius del moderno parapsicó-
logo, del estudioso de los
fenómenos sobrenaturales
que no intenta explicar pero
que sí combate desde la cien-
cia y ya no desde la fe. Este
modelo será posteriormente
perfeccionado por otro titán
del terror, el canadiense Al-
gernon Blackwood en su
colección de relatos dedicada
a John Silence. Será en uno
de sus casos donde Le Fanu
presente a su vampiresa Car-
milla y perfile todos los rasgos de un nuevo sub-género,
el "vampirismo". Aunque el mérito de haber creado para
la literatura el fenómeno del vampiro se lo debemos al
médico de Lord Byron, John Polidori, hoy olvidado,
le deberemos a Le Fanu el haber estructurado todos los
aspectos que aún hoy subsisten en relación con su ima-
gen y su mito. Lo cual, teniendo en cuenta que aludimos
a un cuento de 1872, da una idea de su importancia.
El vampirismo no es más que otra vuelta de tuerca de la
predilección decimonónica por el muerto, aunque con
un mayor atractivo y con el aliciente añadido de que
esta vez el difunto no se presenta como una presencia
etérea y fundamentalmente psicológica, como sucede
con el fantasma, sino que se trata de algo muy real, de
una particular forma de reencarnación (furiosa obsesión
de ese diecinueve cientificista). A continuación, analiza-
remos la obra cumbre de Le Fanu y comprenderemos
por qué su fama de innovador y visionario está plena-
mente justificada.
CARMILLA, la primera vampiresa:
Los historiadores suelen estar de acuerdo en considerar
el término "vampiro" como "indudablemente eslavo".
Aunque existen serias dudas sobre su origen etimológi-
co, una numerosa corriente historicista opina que se
trate de una evolución del turco "upier", bruja. Sea así o
no, lo cierto es que el vampiro ha estado desde siempre,
claro que no con ese nombre, presente en la literatura y
en la historia de la humanidad a través de sus mitos.
Ya fuera en la Grecia clásica, donde se gestaron las
"lamias" como en las leyendas célticas (modelo más que
probable para Le Fanu) que crearían las temibles
"Banshees", la figura del muerto que regresa de su tum-
ba y se sirve de la fuerza vital de sus víctimas - su san-
gre- ha tenido una relativa importancia. Baste citar una
serie de casos, como la Dissertatio Historica- Philosop-
hica de Masticatione Mortuorum (1679), de Philip
Rohr, compendio sobre casos de vampirismo; los escri-
tos prohibidos de Dom Agustine Calmet (famosos por
su coletilla "algo raro está pasando", con la que preten-
día concienciar a la Iglesia para que tomase cartas en el
asunto del vampirismo, que se negaba a aceptar por
considerarlo abiertamente perjuro y herético); las sen-
tencias recogidas en el Malleus Malleficarum (1469)
de los siniestros Sprenger y Kramen, en donde se aegura
que "las brujas, en sus aquelarres, participaban en ban-
quetes con sangre humana" o el más que excelente ensa-
yo de otro insigne irlandés, Sabine Baring-Gould, so-
bre licantropía ("El libro de los hombres lobo", accesi-
ble para el lector español gracias a su publicación por la
editorial Valdemar), para dar una buena y aproximada
idea de las connotaciones fenomelógicas del vampiris-
mo.
En todo caso, siempre ha estado ligado a la epidemia.
No nos debe extrañar que fuese precisamente en las
regiones eslavas donde germinase el vampirismo, pues
allí padecieron plagas que probablemente la medicina
moderna habría podido explicar como casos de locura
colectiva: pestes que dejaron moribundas a personas que
se recuperaron poco después, lívidas y al límite de sus
fuerzas y de las que se decía que habían sobrevivido -o
que debían su estado- gracias a la consumición de san-
gre humana o animal. Una apócrifa historia que circula
acerca de Bram Stoker, alentada por sus más firmes
detractores y bastante alejada de la realidad - pues nun-
ca dudó en reconocer que su principal referencia para su
"Drácula" fue, precisamente, "Carmilla" - asegura que
se inspiró en una enfermedad transmitida vía marítima
(la realidad del suceso es innegable: es bien sabido có-
mo Drácula llega a costas inglesas) y de la que fue tes-
tigo de excepción al verla reflejada en su madre, para
crear a su famoso Conde.
El vampiro es un ser enfermo, limitado dentro de su
inmenso poder. No le satisface gozar de una "vaga pers-
pectiva de resurrección de la carne" sino que quiere ir
más allá, consiguiendo la inmortalidad física sustrayen-
do sangre. Este ser se asocia así con lo diabólico al de-
safiar una de las más rígidas visiones cristianas (la de la
sangre como sinónimo de vida) de ecos paganos: la san-
gre de Cristo, en la Eucarestía representa la inmortali-
dad; en las bacanales dionisíacas el vino bebido en
abundancia escenificaba una suerte de sangre divina;
Ulises hace beber a los difuntos sangre de los vivos para
poder interrogarles y obtener respuestas que le permitan
proseguir su viaje y superar las pruebas impuestas por
los Dioses; la Cronica Slavorum, redactada por el diáco-
no Helmold en el siglo XII, refiere cómo el oficiante de
los ritos eslavos debía beber sangre para interpretar el
oráculo divino... La historia censura a Gilles de Rais, al
que llama Barba Azul (Huysmanns le dedicará su "Allá
lejos") o a la condesa húngara Erzsebeth- Bathory por
sus excesos pero sobre todo por su afición a la sangre.
De Vlad Tepes, "Dracul" se dirá también que era afecto
a beberla tras torturar y matar personalmente a sus vícti-
mas; Seabury Quinn, autor de otro detective de lo
oculto, Jules Le Gradin, dedicará a este particular un
relato...
Como puede comprobarse, los más inmediatos antece-
dentes y la característica más relevante del vampiro, su
hematodipsia, tienen una procelosa y sólida bibliogra-
fía...
Con la publicación de Carmilla en 1872, se comprende
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la sentencia de Rafael Llopis sobre Le Fanu de que en él
se "conjugan necesidad y azar". Enfermo ya del alma y
del cuerpo, llamado "Príncipe Invisible" por sus amigos
y allegados por su voluntaria reclusión del universo, ne-
cesitado de dinero, el irlandés ofrece al mundo su
"Carmilla" cuando más receptivo se muestra a aceptarla.
Su éxito inmediato y sin paliativos convirtió a su autor
en uno de los más leídos de su tiempo.
Ante todo, Carmilla, si bien mucho más extensa - y, en
ocasiones, hierática- que muchas otras obras de Le Fanu,
se ajusta a lo que hemos dado en llamar "cuento de mie-
do realista": es breve si la comparamos con otras obras
del género; es realista, pues se sitúa en un marco que,
aunque lejano, está habitado por personajes y "tipos"
reconocibles por cualquier inglés de la sociedad victoria-
na (es lo que hace de Carmilla una obra de su tiempo:
más tarde incidiré sobre ello) y también, porque empieza
de forma epistolar, una especie de trasunto del recurso
del "manuscrito hallado" con el que muchos autores a lo
largo de la historia han pretendido dotar de credibilidad a
sus escritos y finalmente, es "humorístico" porque su
protagonista, Laura, es una escéptica visceral que va
poco a poco convenciéndose de que el terror se ha asen-
tado en lo cotidiano, esto es, en su vida diaria. La acción
se localiza en Estiria, región húngara en donde el padre
de Laura ha comprado un castillo y en donde viven casi
ajenos a la palpitación de toda clase de vida extraña. Le
Fanu era ya un ermitaño misántropo en el momento en el
que escribe la historia: será ésta la primera de las analo-
gías que, respecto a su propia existencia, hallemos en el
relato. No es arbitrario mencionar este dato topográfico,
ya que será allí también donde Stoker sitúe su "Huésped
de Drácula", pensado inicialmente como primer capítulo
de su más famosa novela y descartado de la misma sólo
al final. La nominalización de ese escenario casi idílico,
que acabará convertido en paraje de pesadilla, debe en-
tenderse como otro paso más con el que el irlandés pre-
tendía dotar de credibilidad a su relato
ROALD DAHL (1916-1990)
Roald Dahl nació el 13 de septiembre de 1916 en Llan-
daff, Glamorgan, País de Gales (Gran Bretaña), en el
seno de una familia procedente de Noruega.
Su padre Harald, que falleció de neumonía cuando Roald
todavía era un niño, era propietario de una provechosa
empresa de suministros náuticos. Su madre, llamada
Sofie Magdalene Hesselberg, se había convertido en la
segunda esposa de Harald tras el fallecimiento de la pri-
mera, Marie, en el parto de su segundo hijo.
Tras abandonar la escuela de Llandaff, Roald estudió en
Inglaterra en la St. Peter�s Preparatoty School y en un
colegio interno de Repton, en Derbysire, lugar en el cual
sufrió una rígida educación. Estas experiencias escolares
sirvieron de cimiento en sus textos para el enfoque cruel
del infante sobre el mundo adulto.
En 1933 Dahl dejó sus estudios y comenzó a trabajar en
Londres en la compañía petrolífera Shell. Cuatro años
después abandonaría Inglaterra para trasladarse a Tanga-
nika, país el cual residió hasta 1939.
Cuando estalló el conflicto de la Segunda Guerra Mun-
dial, el joven y espigado Roald (medía casi dos metros
de altura) formó parte de la RAF, las fuerzas aéreas bri-
tánicas, sirviendo en el escuadrón radicado en Nairobi, la
capital de Kenia.
Participó en combates contra los fascistas y los nazis
acaecidos en Egipto, Libia y Grecia, sufriendo derribos
que le ocasionaron heridas de gravedad.
Parte de estos avatares aparecerían en el Saturday Eve-
ning Post, en donde publicaría un relato corto titulado A
piece of cake.
Posteriormente la colección Over to you (1946) reincidía
en su paso por la aviación militar.
En 1943 Dahl había publicado su primer libro para ni-
ños, Los Gremlins. Diez años después, en 1953, el escri-
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tor galés se casó con la actriz Patricia Neal (Desayuno con
diamantes).
A partir de los años 60 Roald Dahl, que contó en variadas
ocasiones con la colaboración como ilustrador de Quentin
Blake, se volcó principalmente en la literatura infantil y
juvenil, especialmente tras el éxito de James y el melocotón
gigante (1961).
Posteriormente aparecerían Charlie y la fábrica de chocola-
te (1964) y su continuación Charlie y el ascensor de cristal
(1978), El dedo mágico (1966), El superzorro (1970) El
cocodrilo enorme (1978), Los cretinos (1980), La maravi-
llosa medicina de Jorge (1980), Matilda (1982), uno de sus
mejores y más conocidos trabajos, El gran gigante bona-
chón (1982), Cuentos en verso para niños perversos (1982),
Las brujas (1983), libro que logró el premio Whitbread,
Agu Trot (1990), El vicario que hablaba al revés (1991) o
Los Mimpins (1991).
Libros de corte más adulto fueron Mi tío Oswald (1979), su
primera novela larga, y los libros de relatos El gran cambia-
zo (1975), Historias extraordinarias (1977), Relatos de lo
inesperado (1979) o La venganza es mía S. A./Génesis y
Catástrofe (1980).
También escribió volúmenes de corte autobiográficos, co-
mo Boy (1984), Volando solo (1986) o Mi año (1991), la
obra teatral The Honeys (1955) y guiones cinematográfi-
cos, entre ellos el título de James Bond Sólo se vive dos
veces (1967) y la película Chitty Chitty Bang Bang (1968).
Curiosamente ambas eran adaptaciones del escritor Ian
Fleming.
Después de divorciarse de Patricia Neal en 1983, el mismo
año Roald Dahl contrajo matrimonio con Felicity Ann Lic-
cy Crossland.
Murió a causa una leucemia en Oxford, el 23 de noviembre
de 1990. Tenía 74 años.
h t t p : / /www . a l o h a c r i t i c o n . com / v i a j e l i t e r a r i o /
article1133.html
Roald Dahl (1916-1990) es todo un mito. Británico de origen noruego,
es el creador de, entre otros, ‘El Superzorro’, ‘Charlie y la fábrica de
Chocolate’, ‘Matilda’ o ‘James y el Melocotón Gigante’, y una amplísima
influencia en la literatura juvenil actual. A pesar de su condición de cele-
bridad por la cantidad de best-sellers para niños, ‘Relatos de lo
Inesperado’ es la prueba de que Dahl también consiguió ser muy respe-
tado entre los lectores adultos, y un maestro absoluto del relato corto.
‘Relatos de lo Inesperado’ es una antología de relatos (no la única, tam-
bién destaco ‘La Venganza es Mía S.A.’) que incluye 16 historias a cual
más intrigante, llena de humor negro y rebosante de una prosa minucio-
sa y efectiva. Unas historias que sobretodo, hablan de la maldad del ser
humano. Explota sus miserias con una ironía que resulta aún más ade-
cuada que si Dahl se hubiese limitado simplemente a recrearse en la
melancolía. Para ello, pone como escenarios principales las apuestas, la
venganza, los
rencores, la
avaricia y la
perversidad en
general. Matri-
monios que se
g u a r d a n u n
rencor escondi-
do pero tremen-
do, personajes
cotidianos a los
que le pierde su ambición de controlar más de lo que pueden, auténticos
psicópatas que al principio no se sabe que lo son… y multitud de cir-
cunstancias que conforman una experiencia inolvidable para el lector.
No sólo es lo que cuenta, como digo, sino cómo lo cuenta. Si ese humor
negro tan constante y ácido no estuviera en los relatos, quizás su men-
saje no llegaría con tanta claridad. Además, las historias están acompa-
ñadas de unos finales sorpresivos que provocan que se nos queden
grabadas en la mente sin piedad. Quizás se podría achacar una cierta
irregularidad, ya que, como no podía ser de otra manera, algunos relatos
están bastante más conseguidos que otros, pero es de resaltar que entre
todos constituyen una especie de grupo conceptual, como si los relatos
estuviesen interrelacionados entre sí, cuando no lo están, ni en ambien-
tes, ni en situaciones, ni en personajes.
En ‘La Señora Bixby y el Abrigo del Coronel’ y ‘Placer de Clérigo’ se
aborda el tema del estafador estafado, con una sutileza que pone los
pelos de punta al lector; a mi modo de ver, los más conseguidos son los
que tratan sobre la venganza de la mujer contra su marido, tras ese
resentimiento insinuado que ha podido durar años, que son ‘William y
Mary’, ‘La Subida al Cielo’ y ‘Cordero Asado’. El salto al género de terror
es más explícito en ‘Edward el Conquistador’, ‘La Patrona’ y ‘Jalea Real’,
en la que se insinúan unas consecuencias espantosas y deja al lector
con un montón de preguntas no contestadas. Por último, hay que desta-
car el relato ‘Galloping Foxley’, en el que un hombre feliz con una vida
rutinaria recuerda el pasado de una manera escabrosa al prejuzgar a un
pasajero del tren que toma todos los días.
Un aviso importante: ‘Relatos de lo Inesperado’ no es un libro para todo
el mundo. Es preciso embriagarse de la atmósfera que se propone, es
necesario que nos caiga simpática la perversidad y el morbo que se
erigen realmente como verdaderos protagonistas del conjunto. En la
mayoría de las ocasiones, los pasajes que se narran son tan visuales y
descriptivos (sobretodo porque el narrador suele estar en tercera perso-
na), que combinados con esa fina mezcla de ironía, cinismo, sarcasmo y
hasta nihilismo, que logran establecer unas bases literarias insuperables.
Roald Dahl derrocha impacto, talento y un espíritu observador en este
libro. Leerle es aprender, es jugar a su juego y vuelvo a repetirlo: más
que una lectura, es una experiencia.
Como curiosidad, termino indicando que estos relatos dieron lugar a una
exitosa serie de televisión británico de mismo título. No era la única
relación de Dahl con el cine, ya que años antes había escrito el guión de
la aventura de James Bond ‘Sólo se vive dos veces’.