7.en tus manos encomiendo mi espíritu

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Sétima Palabra: “En tus manos encomiendo mi Espíritu” Mt 27, 50; Mc 15, 37; Lc 23, 46; Jn 19, 30 Lucas: “ Jesús, dando un fuerte grito, dijo: “En tus manos encomiendo mi espíritu” Mateo: “Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló su espíritu” Marcos: “Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró” Juan 19, 30: “Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: “Todo está cumplido”. Inclinó la cabeza y entregó el espíritu”.

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Sétima Palabra: “En tus manos encomiendo mi Espíritu”Mt 27, 50; Mc 15, 37; Lc 23, 46; Jn 19, 30

Lucas: “ Jesús, dando un fuerte grito, dijo: “En tus manos encomiendo mi espíritu”Mateo: “Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló su espíritu”Marcos: “Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró”Juan 19, 30: “Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: “Todo está cumplido”. Inclinó la cabeza y entregó el espíritu”.

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Meditando el evangelio de Lucas, quien nos dice que al momento de expirar Jesús, en una oración llena de confianza, se dirige al Padre y le dice: “En tus manos encomiendo mi espíritu”.Por la palabra “espíritu” hay que entender el espíritu que vivifica, que da vida al cuerpo, a toda la persona, lo que comúnmente llamamos “alma”.Jesucristo, verdadero hombre, igual a todos los hombres menos en el pecado (Hebr. 4, 15), se enfrenta a la realidad humillante y dolorosa de la muerte. Jesucristo acabado por todos los tormentos que ha padecido, siente la inminencia de su muerte y, con una actitud serena, de paz y de extrema confianza en su Padre, pronuncia sus últimas palabras, palabras de abandono filial en el amor y la providencia de su Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Según Juan, las últimas palabras de Jesús confirma que ha realizado completamente la voluntad de Dios sobre él, con su muerte corona su misión.

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Jesucristo que había repetido muchas veces que él había salido del Padre y que a él volvía (Jn 16,28), y había definido la muerte como el paso de este mundo al Padre (Jn 13,1), hace ahora realidad lo dicho.Al encarnarse en el seno de María, el Verbo de Dios recibe de su Padre su alma humana, su vida de hombre, y ahora ha llegado el momento en que entregue a su Padre lo que de él ha recibido.

Jesús, le confía y entrega con confianza plena su vida al Padre.

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Jesucristo había empleado toda su vida en cumplir la voluntad del Padre y en llevar a cabo la obra que le había encomendado (Jn 4, 34), sólo buscando su gloria. “cuando yo fuere levantado en alto, entonces atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). La muerte fue el acto supremo de su apostolado y redención y de obediencia al Padre hasta la muerte y muerte en cruz (Filp 2, 611). Fue el acto supremo de humillación de Cristo. Dios quiso confundir la soberbia humana y redimir el mundo con la muerte de su Hijo en la más profunda humillación. Cristo aparece en la cruz en suprema pobreza y desnudez.Jesús ha contemplado el recorrido de toda su existencia humana y experimenta la enorme alegría de su suprema fidelidad al Padre hasta el sacrificio de la cruz. Todos los miedos y angustias han desaparecido de su alma. Siente de nuevo la cercanía y el amor de su Padre. Ya puede descansar en paz. Y hace la última oblación de su vida entregándole su alma.

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La muerte de Jesús es una muerte real, física, que llega después de una larga sucesión de ultrajes, injurias, vejaciones y tormentos, iniciados con la detención en Getsemaní durante la noche del jueves al viernes y culminados con la crucifixión, en el Gólgota, más de doce horas después.Amemos a Cristo con toda el alma, y que la entrega de nuestra vida, a la hora de nuestra muerte, sea también nuestro acto supremo de amor a Cristo Jesús.

No temamos a la muerte, Jesús al morir triunfó sobre la muerte, y en su triunfo incluyo a todos los hombres.Las agresiones físicas y morales se intercalan, hasta el punto de anular la humanidad y la dignidad del crucificado, que está aturdido por el silencio de aquel que hasta entonces siempre le había hablado, el Padre, y con el que estaba –y está- unido con conciencia de Hijo.

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La relativa rapidez de la agonía confirma la pérdida de fuerzas y de tono vital que ha ido sufriendo Jesús en las horas precedentes. La condena del inocente planea como una sombra por encima de los acontecimientos que se van sucediendo. Al final, con el cuerpo y el espíritu destrozados por la hostilidad humana y el silencio divino, Jesús muere.Desde el punto de vista médico, la causa exacta de la muerte de Jesús sigue siendo una cuestión más bien irresoluble. ¿Acaso los músculos intercostales ya no pudieron funcionar debidamente y los pulmones se llenaron de dióxido de carbono hasta el punto que se produjo una asfixia? ¿El sistema circulatorio dejó de funcionar y se produjo un choque hipovolémico? ¿Es este choque el resultado de la deshidratación y de una gran pérdida de sangre a través de las múltiples heridas distribuidas por todo el cuerpo? La única certeza es que Jesús muere como consecuencia del suplicio de la crucifixión a la que ha sido condenado.

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La primera y la última palabra que se conocen de Jesús, van dirigidas ambas al Padre. La primera a los doce años, al ser hallado en el Templo: “¿No sabíais que debo ocuparme en los asuntos de mi Padre?” (Lc 2,49) y la última, al momento de morir: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. El Padre es el “gran presente de todas las horas” en la vida y en el pensamiento de Jesús.Jesús entrega su alma al Padre por propia voluntad, pues nadie tiene poder para quitársela (Jn 10, 17 s.). Poder de Cristo que es garantía y confianza de nuestra fe, como repite Pablo.Al morir Jesús tiembla la tierra. Aún se ve en la roca del calvario la hendidura que se produjo de 25 centímetros de ancho por 170 cm de longitud. El velo del Templo, que ocultaba el Sancta Sanctorum, se partió, significando que acaba ya el antiguo culto, y que ahora está patente el camino hacia la Divinidad, Cristo Jesús.

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El gran Agustín de Hipona nos dice “Y le abrieron el costado; lo abrieron para que de allí brotara la vida. De este nuevo Adán dormido en la cruz, saca Dios la nueva Eva, la Iglesia.”

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NO HAY AMOR MÁS GRANDE QUE EL QUE DA LA VIDA POR SUS AMIGOS.MIRA LA CRUZ, ES LA MÁS GRANDE PRUEBA DEL AMOR DE DIOS POR TI Y POR MÍ. RECUÉRDALO SIEMPRE Y NO LO OLVIDES NUNCA JAMÁS.