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y el Derecho POR EL LIC JOSE VASCONCELO,S Conferencia sustentada en el"Aula IIJacinto Pallares" de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, el7 de octubre de 1949, bajo los auspicios de la Asociación Nacional de Abogados. e DANDO por' conducto de nuestro Con el fin de ubicar el pensamiento colega y amigo muy queri4o, el pro- jurídico de Goethe, revisaremos somera. fewr don Servando"Garza, me llegó vues- mente las tres maneras esenciales de la tra invitación para que disertara delante Filosofía del Derecho. de vosotros sobre el tema Goethe 'y sus La,escuela materialista encuentra el ori- relaciones C()1J el Derecho, reflexioné y gen del Derecho en la costumbre y ésta repuse: ¿Cómo podré hacerlo, si por una se consolida con los mandatos del más parte soy muy poco afecto a Goethe, me fuerte. Originada en la costumbre, la hallo escasamente informado de su obra moral primitiva se adapta a la misma que nunca fué de mi predilección, y fuerza de que procede, o sea, a la volun- en cuanto al Derecho, apenas tengo para tad dominante en cada etapa histórica. La mi consumo privado alguna teoría filo- costumbre se vuelve ley cuando el sobe- sófica que a me basta, pero que acaso 'rano la declara obligatoria y sanciona su no llenaría una página? El profesor violaciÓ¡f; Este tipo de moral no es ex- za, entonces, con su claro talento y el clusivo de la tribu; cuando el filósofo afectuoso interés que me dispensa, se puso Dewey nos dice que la moral consiste en a sugerir temas y cuestiones que me adaptarse a 10 social, 10 inmoral en violar los ojos y me indicaban el camino lo social, en realidad nos somete a una ti- a seguir. A él debo, en consecuencia, la ranía de tipo colectivo, muy generalmen- resolución que tomé de aceptar vuestro . te aceptada en nuestro tiempo y sin em- encargo, el cual cumplo con beneplácito, bargo muy primitiva. por la oportunidad que me brinda· de re- Evidentemente tal retorno a la coac- anudar contactos con esta mi antigua ción social es un retroceso respecto de y querida Escuela de Jurisprudencia, de aquel período del paganismo que intenta la cual por tantos años estuve alejado, y fundar el Derecho ya no en la fuerza, ni heme aquí dispuesto a pensar en voz alta en la sociedad anónimamente, sino en los y aunque sea sumariamente y con insufi- mandatos que se derivan de la razón. ciencia notoria, acerca de Goethe y el De- A su vez ésta se expresa en leyes. Ya Es- recho. quilo hacía notar (en Los Persas) que el A larga distancia del estudio jurídico griego peleaba por cumplir con su ley, en y del ejercicio profesional, conservo sin tanto que el oriental obedecía por temor embargo un rudimento de teoría del De- de ser azotado por el tirano. La ley en recho, un principio de doctrina sencilla principio era expresión de normas. de jus- y conocida, según la cual lo jurídico no ticía derivadas de la razón. Toda una co- engendra problema filosófico arduo; bas- rriente jurídica que arranca de Sócra- ta con caracterizar el fenómeno dentro tes, se empeña de esta manera en incorpo- de la esfera de los hechos sociales'que son rar el Derecho a la ciencia más general a su vez una porción del saber más am- del Logos. La justicia viene a ser la razón plio dedicado a la naturaleza, los seres y como criterio de conducta y esta doctrina sus destinos. Vieja y precisa es la distin- se renueva periódicamente en el desenvol- ción que separa el Derecho de la Etica, vimiento secular de la filosofía. Pero hay por virtud de que aquél va acompañado una tercera moral y es la que subordina de sanción pública; se manifiesta en dis- el Derecho a la Revelación contenida en posiciún buena o mala, pero refrenada el Viejo y el Nuevo Testamento. Lo ju- por la coacción del Estado, a diferencia rídico en ella es disciplina auxiliar de un del mandamiento moral que sólo reconoce propósito que lleva la justicia a superarse sanciones de orden privado, aparte de los en la piedad y el amor. El Derecho fun- imperativos de la conciencia. En resumen, dado en la justicia es frío como las esta- el Derecho abarca la parte reducida de la tu as neoclásicas de balanza en mano, que conducta en que el Estado interviene con todavía a la fecha decoran los palacios de mandatos y sanciones de ,orden legal. So- las Cortes Supremas de no pocas naciones. bre el Derecho está la moral que rige la El Derecho que se funda en el Dios Cris- conciencia, y sigo a los que fundan la tiano, postula la misericordia por encima moral en'la Revelación. Se halla ésta, por de la justicia. La majestad de esta juris- supuesto, por' encima de la autoridad de prudencia se nos hace patente en la poesía Códigos, Constituciones y Estados. sublime y terrible del Juicio Final. No es Cumplir con el Derecho produce como- aquel un Tribunal de Derecho. La liber- didad. Los rozamientos entre las gentes tad de perdonar es su carácter propio y jr del individuo con los gobiernos, se re- con ella la ejecución de las grandes jus- suelven y 'suavizan mediante el acatamien- ticias, proclamadas y triunfantes, en la to de la ley; acatamiento que casi siempre medida en que el mundo las negó y se resulta menos incómodo que su transgre- 'opuso ,a ellas. Se asiste allí a la condena sión: Se trata de obligaCiones y derechos en definitiva de los malos, pero se sobre- derivados de la vida en común. Cumplir" entiende que son pocos, quizás ninguno, con la moral es sumamente incómodo: "la los condenados, porque es más grande que puerta es estrecha"; estorban 'nuestros de- la culpa la capacidad de la seos y ambiciones que' presionan el albe- Huella cristiana en el Derecho moderno drío. Los bien' dotados de caridad, los la naIlamos en práctica como el indulto, santos, cumplen con la moral gozosamen- la regeneración del delincuente, el jurado, te. Con desprecio ,de las incomodidades y, 'en fin, en todo tribunal que juzga to- bregan hasta alcanzar 10 'que no da nin- mando en cuenta las condiciones especiales guna disciplina puramente humana, o sea, de cada 'caso y resuelve con criterio de la beatitud, 'la participación en el vivir caridad. El espíritu por sobre la letra de celeste. Hasta aquí' mi convicción. la ley, de manera contraria a la del fan- E '1 od di t" . t t' seo Vemos en este tipo de Jurisprudencia n genera pernos s mgulr res 1- pos de 'doctrina: ,jurídica,', dentro de los el intento de incorporarse ya no al Logos, cuales caben las distintas escuelas que so- sino al Eros. Por supuesto al Eros cristia- bre el Derecho han especulado. no, cuya analogía se encuentra en el amor

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Page 1: 60~TI-I~ · ab~ían los ojos y me indicaban el camino lo social, en realidad nos somete a una ti a seguir. A él debo, en consecuencia, la ranía de tipo colectivo, muy generalmen

60~TI-I~

y el Derecho

POR EL LIC

JOSE VASCONCELO,S

Conferencia sustentada en el"Aula IIJacinto Pallares" de laEscuela Nacional de Jurisprudencia, el7 de octubre de 1949,bajo los auspicios de la Asociación Nacional de Abogados.

eDANDO por' conducto de nuestro Con el fin de ubicar el pensamientocolega y amigo muy queri4o, el pro- jurídico de Goethe, revisaremos somera.

fewr don Servando "Garza, me llegó vues- mente las tres maneras esenciales de latra invitación para que disertara delante Filosofía del Derecho.

de vosotros sobre el tema Goethe 'y sus La,escuela materialista encuentra el ori­relaciones C()1J el Derecho, reflexioné y gen del Derecho en la costumbre y éstarepuse: ¿Cómo podré hacerlo, si por una se consolida con los mandatos del másparte soy muy poco afecto a Goethe, me fuerte. Originada en la costumbre, lahallo escasamente informado de su obra moral primitiva se adapta a la mismaque nunca fué de mi predilección, y fuerza de que procede, o sea, a la volun­en cuanto al Derecho, apenas tengo para tad dominante en cada etapa histórica. Lami consumo privado alguna teoría filo- costumbre se vuelve ley cuando el sobe­sófica que a mí me basta, pero que acaso 'rano la declara obligatoria y sanciona suno llenaría una página? El profesor Gat~ violaciÓ¡f; Este tipo de moral no es ex­za, entonces, con su claro talento y el clusivo de la tribu; cuando el filósofoafectuoso interés que me dispensa, se puso Dewey nos dice que la moral consiste ena sugerir temas y cuestiones que me adaptarse a 10 social, 10 inmoral en violarab~ían los ojos y me indicaban el camino lo social, en realidad nos somete a una ti­a seguir. A él debo, en consecuencia, la ranía de tipo colectivo, muy generalmen­resolución que tomé de aceptar vuestro . te aceptada en nuestro tiempo y sin em­encargo, el cual cumplo con beneplácito, bargo muy primitiva.

por la oportunidad que me brinda· de re- Evidentemente tal retorno a la coac­anudar contactos con esta mi antigua ción social es un retroceso respecto dey querida Escuela de Jurisprudencia, de aquel período del paganismo que intentala cual por tantos años estuve alejado, y fundar el Derecho ya no en la fuerza, niheme aquí dispuesto a pensar en voz alta en la sociedad anónimamente, sino en losy aunque sea sumariamente y con insufi- mandatos que se derivan de la razón.ciencia notoria, acerca de Goethe y el De- A su vez ésta se expresa en leyes. Ya Es­recho. quilo hacía notar (en Los Persas) que el

A larga distancia del estudio jurídico griego peleaba por cumplir con su ley, eny del ejercicio profesional, conservo sin tanto que el oriental obedecía por temorembargo un rudimento de teoría del De- de ser azotado por el tirano. La ley enrecho, un principio de doctrina sencilla principio era expresión de normas. de jus­y conocida, según la cual lo jurídico no ticía derivadas de la razón. Toda una co­engendra problema filosófico arduo; bas- rriente jurídica que arranca de Sócra­ta con caracterizar el fenómeno dentro tes, se empeña de esta manera en incorpo­de la esfera de los hechos sociales'que son rar el Derecho a la ciencia más generala su vez una porción del saber más am- del Logos. La justicia viene a ser la razónplio dedicado a la naturaleza, los seres y como criterio de conducta y esta doctrinasus destinos. Vieja y precisa es la distin- se renueva periódicamente en el desenvol­ción que separa el Derecho de la Etica, vimiento secular de la filosofía. Pero haypor virtud de que aquél va acompañado una tercera moral y es la que subordinade sanción pública; se manifiesta en dis- el Derecho a la Revelación contenida enposiciún buena o mala, pero refrenada el Viejo y el Nuevo Testamento. Lo ju­por la coacción del Estado, a diferencia rídico en ella es disciplina auxiliar de undel mandamiento moral que sólo reconoce propósito que lleva la justicia a superarsesanciones de orden privado, aparte de los en la piedad y el amor. El Derecho fun­imperativos de la conciencia. En resumen, dado en la justicia es frío como las esta­el Derecho abarca la parte reducida de la tuas neoclásicas de balanza en mano, queconducta en que el Estado interviene con todavía a la fecha decoran los palacios demandatos y sanciones de ,orden legal. So- las Cortes Supremas de no pocas naciones.bre el Derecho está la moral que rige la El Derecho que se funda en el Dios Cris­conciencia, y sigo a los que fundan la tiano, postula la misericordia por encimamoral en'la Revelación. Se halla ésta, por de la justicia. La majestad de esta juris­supuesto, por' encima de la autoridad de prudencia se nos hace patente en la poesíaCódigos, Constituciones y Estados. sublime y terrible del Juicio Final. No es

Cumplir con el Derecho produce como- aquel un Tribunal de Derecho. La liber­didad. Los rozamientos entre las gentes tad de perdonar es su carácter propio yjr del individuo con los gobiernos, se re- con ella la ejecución de las grandes jus­suelven y 'suavizan mediante el acatamien- ticias, proclamadas y triunfantes, en lato de la ley; acatamiento que casi siempre medida en que el mundo las negó y seresulta menos incómodo que su transgre- 'opuso ,a ellas. Se asiste allí a la condenasión: Se trata de obligaCiones y derechos en definitiva de los malos, pero se sobre­derivados de la vida en común. Cumplir" entiende que son pocos, quizás ninguno,con la moral es sumamente incómodo: "la los condenados, porque es más grande quepuerta es estrecha"; estorban 'nuestros de- la culpa la capacidad de la mi~ericordia.seos y ambiciones que' presionan el albe- Huella cristiana en el Derecho modernodrío. Los bien' dotados de caridad, los la naIlamos en práctica como el indulto,santos, cumplen con la moral gozosamen- la regeneración del delincuente, el jurado,te. Con desprecio ,de las incomodidades y, 'en fin, en todo tribunal que juzga to­bregan hasta alcanzar 10 'que no da nin- mando en cuenta las condiciones especialesguna disciplina puramente humana, o sea, de cada 'caso y resuelve con criterio dela beatitud, 'la participación en el vivir caridad. El espíritu por sobre la letra deceleste. Hasta aquí' mi convicción. la ley, de manera contraria a la del fan-

E '1 od di t" . t t' seo Vemos en este tipo de Jurisprudencian genera pernos s mgulr res 1- •

pos de 'doctrina: ,jurídica,', dentro de los el intento de incorporarse ya no al Logos,

cuales caben las distintas escuelas que so- sino al Eros. Por supuesto al Eros cristia­

bre el Derecho han especulado. no, cuya analogía se encuentra en el amor

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lisis, el profesor Bickerman ,(Fausto 'YDon Quijote) estudia con criterio jurídi­co la ventaja inicial que se asegura Faustoen sus arreglos =on el Diablo. A cambiodel mágico pOder que ha de asegurarle ladicha terrestre, el Diablo le pide el almaen el más allá. Fausto responde: "el másallá no me interesa," Deja así abierto elprocedimiento para la acción en terceríaque podrá ejercitar la Providencia, due­ña verdadera de su alma. De suerte queen rigor vende lo que no es suyo. Luego,como buen rufián, no tiene Fausto incon­veniente en aceptar la salvación de ma­nos de la Misericordia Divina en quienno cree. Para ello se vale del truco deMargarita, que con su plegaria sinceramueve la voluntad divina. El taimadodoctor usa el enredo para exhibirse, con­forme a la moda de su tiempo, incrédulo,sin perjuido de aprovechar por si acasola intercesión de su víctima. Así, Goe­the se empeña en hacerse retratos jupite­rianos para la posteridad literaria; pesea la obsequiosidad que siempre móstró an­te los poderes de su época. Ni en su ins­tante postrero abandona la farsa, porquepor un lado los ángeles a súplicas de Mar­garita cargan con su alma, por el otro, elFausto-Goethe se dedica' a proclamar eter­no el instante en que inicia la modesta

. obra de irrigación' que le ganará' la .gra­. titud de v¡rias generaciones de beneficia­rios. El insacia.ble Zeus germano claudicay 'se hace agrónomo. Los sueños de pode­río fáustico se desvanecen y el olímpicoFausto se consuela pensando en recom-

pensas ramplo.nas. '.El "Fausto Cristiano" que fué Her­

nán Cortés -descubridor y civilizadorde un mundo ya para morir-, lejos deufanarse de su labor ciclópea, de su pecu­lio funda un hospital. Si reviviese son­reiría de la farsa de acción que·es lo fáus­tico. Resulta en efecto lamentable quedespués de renunciar la grandeza del más

El mensaje de GoetheDiletante de todas las disCiplinas, pero

nunca un guía del espíritu ni un refor­~ador de la soci~ad, ni un filósofo' de laexistencia. en su metafísica, Goethe resul­ta pobre. Y es difíéil encontrar poesía

excelsa allí donde falta una sólida, cohe­rente noción del Universo. Goethe explo­ró mucho, pero dentro 4el supuesto deque 'la verdad. está completa en el "librode la naturaleza"; su experiencia asomóapenas a lo sobrenatural; ciego de luz so­lar, no tuvo ojos para lo invisible ni oídospara la voz que habla po!' el ~a ator­mentada de los profetas. Fué mal paganoy es inexcusable, dentro de su' condiciónde moderno, el haber queriélo prescindirdel factor 'mesiánico que penetra el acon-

allá, se ocupe del pobre corazón colec­

tivo de los pósteros, como cualquier Au­gusto Comte. Por lo menos Comte no

presumió ni de poeta ni de héroe; peroel lector siente el disgusto que provocanlas presunciones del Segfmdo Fausto con

sus momentos eternos y la gratitud de losparcelarios de sus tierras nuevas, y qui­siera expresarlo mediante u~ de esasonomatopeyas, común a muchas lenguas y

que se produce adelantando la lengua yoprimiéndola con dientes y labios paraexpeler aire que estalla en un ptrrrr . ..¡Oh la majestad de lo natural! Se atra­viesa un dolor de vientre de esos que tuer­cen lo mismo al labriego que al semidiósy lo lanzan en busca de lugar reservado,y el espectador se sacude de risa. El ri­dículo cruel es el del fatuo. La pobrenaturaleza humana no resiste la jactan­cia. El otro ridículo, el del humilde, fá­cilmente se hace sublime, como DonQuijote que nos mueve a risa. pero al mis­mo tiempo nos hace sentirnos culpables detener tanto de Sanchos.

tecer de modo manifiesto, desde la liqui­

dación histórica del paganismo.

El poeta, aun el gran poeta a 10 Goethe,

corre el riesgo de toda versificación quees el de las traducciones. Gran poesía esla que muestra capacidad de sobreviviren la prosa de todas la-s lenguas. Unamentalidad profunda, como la de Esquiloo la de Dante, resiste victoriosa a todaslas versiones, a todos los estilos y a la ve­leidad de las épocas. Un mensaje poéticode calidad menor se diluye en la traduc­ción y se convierte en literatura. Dentrode este género, yo prefiero la sagacidadpsicológica, la profundidad espiritual deun Dostoiewsky, a' todas las aventuras deWilhe1m Meister y de Werther. El univer­salismo de un Dante, un Dostoiewsky,es fruto de pasión desorbitada, no preci­samente de equilibrio. Las reservas quenos suscita Goethe responden pues a mo­tivos esenciales. Afán de mostrarse ori­ginal, o fidelidad a su idiosincrasia, elerror capital de la doctrina goethiana essu discutida creencia en la primacía de laacción, su dinanUsmo sin teleología y sintcología. Diviniza Goethe la voluntad sin

·reflexionar en que si se trata sólo de mo­,vimiento, sin calidad, basta con el girar· de 'las estrellas, que es ya regulado y ar­monioso. Por lo mismo resulta un saltoatrás cósmico, el afán de revertir la vo­luntad humana que guarda potencialida­des para la espontaneidad y el milagro,hacia las normas de la armonía que operaen el orden inferior de las cosas. El almase aniquilaría a sí misma si lograse volver

· al átomo. La armonía de las almas es designo diverso y más alto que la armoníade las estrellas. Las almas se rigen poralgo más valioso que la armonía, o seael amor. Tan helénico Goethe, y no pudodarse cuenta de que ya Platón había su­perado la música igual de los astros, laarmonía, en favor del Eros creador. La

· jecarquía de los .seres exige que ningunacosa exterior determine la acción del hom­bre. Del hombre nacen ritmos nuevos yespecíficos que, al· influir sobre la crea­ción, la elevan y la transforman hacia elespíritu. Asociarse al espíritu es el objeti­vo de la voluntad. Y meta no lo es nisiquiera la libertad, menos la voluntad.En efecto, nada vale la libertad si no laap~ovechamos para acoplar nuestros es­fuerzos al más .alto fin; y éste consisteen colaborar con la voluntad divina que

.concierta y da jerarquía a mundos y se-res. La voluntad divina tiene un modopa­ra la naturaleza y las cosas y otra es laley reservada al hombre. Lo que nos llevaat próblema del albedrío, que es de rai­gambre cristiana. Si alguna vez Goethe

sintió lo cristiano, fué según el ambienteluterano -de la Reforma. Un disgusto

subcons~iente lo llevó a buscar un refu­gio en el paganismo. Pero no puede ser

de verdad pagano quien escuchó una vez

.el mensaje de Cristo. La derrota de Julia-no es definitiva. Bastó con que se procla­

mase. nuestra responsabilidad para queninguna alma consciente pueda verse libre

de ella. Desde entonces, todo contenta­

miento que no supone renuncia previa escarnaval que 'necesita de antifaces. Líale-soLEeNoesAv

· dei Padre, a diferencia del Eros rlatónico· que se pierde en elucubraciones sobre la

relación de los sexos.

Tenemos, pues: el Derecho como dis­ciplina del desarrollo social de la especie

· en sus etapas primarias; el Derecho comosección del Logos fundado en la sabiduríade Sócrates y que termina lamentablemen­te en las monstruosidades de cierta doctCi­na jurídica contemporánea que subordinael Derecho al Estado, lo identifica con elEstado. Y, por último, el anhelo inmortalde hacer coincidir la ley con la moral deCristo.

Pese a su gran cultura o a causa de ellamisma, parece que Goethe se queda en laetapa primaria que concibe el derecho co­mo simple expresión de una voluntad queno tiene otro freno que el que le ponenlas otras voluntades, yeso sí, con muchorespeto para el poder del Estado, seaquien fuere el Estado. Cierto que. aparecenen el poema goetlüano determinadas in­tervenciones de la Gracia Divina, pero de .modo tan débil y tan ajeno a lo fáustico,que se les debe tomar como condescen­dencias con el sentimiento ajeno y no co­mo exigencias de la conciencia del autor.

Procuraremos justificar nuestras apre­ciaciones. Goethe resultaría lógico en unasociedad pagana anterior a Sócrates. Elejercicio libre de la voluntad sin otro lí­mite que las otras voluntades es en el fon­do esclavitud. Pero además de las volun­tades ajenas es preciso tener en cue~ta ala naturaleza que nos opone más límitesque la contradicción de nuestros semejan­tes. Las voluntades ajenas suelen tomarpor su cuenta el castigo de nuestros des­manes. Ante ellas Goethe no acude al ho­nor como lo haría un personaje español,sino que se vale de la magia para librara Fausto de la espada de Valentín y de sucomplicidad con la infortunada Margari­ta. Fausto no conoce el honor. Tampoco'sospecha los valores de la compasión. Con­cibe el mandato legal, pero, aparte deque procura eludirlo con lo que incurriríaen la animadversión de Sócrates, cuandotiene que someterse acude a la interpreta­ción de la letra. Entre Shylock y Mefistono hay mucha discordancia. Por ningúnlado descubriremos en Fausto un vestigiode aquella decisión que imPele al héroemoral a enfrentarse al poder de las tinie­

blas; poder que bajo distintos disfracesopera en todas las épocas y que determino

diciendo, que tinieblas son todos los idea­

rios y los intereses que se oponen a Cristo,

.cuanto lo niega o pretende ignorarlo. Al

contrario, Goethe es un aliado tácito, tí­mido, cauto,. de todo lo que representa

Mefisto y se halla definido desde antiguo~omo: el Mundo, el Demonio, la Carne.

.EI .Derecho -creación del genio lati­1).0 ~n su etapa derivada del Logos---:- noes compatible con el temperamento ger­

mánico de Goethe, temperamento román­

tico que aspiraba al equilibrio por lo mis­

mo que no podría alcanzarlo; pero tam­bién su romanticismo se quedó corto por­

que nunca comprendió las virtudes cris­tianas de la humildad, el perdón de las

. ofensas y el socorro del débil.

Central es en el Fausto su chicana en eltrato con el Diablo. En su excelente aná-

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AJUJmEScYMUIBLES SUELTO SSIEMPRE DE OPORTUNIDAD

, - EN EL

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los hombres. Fuera de un realismo así deriguroso y concreto, la palabra espíritu enboca de los hegelianos y sus continuadoresme suena a escamoteo que no satisface nia la realidad ni a la teoría. De él no seoriginan seres, sino fantasmas entitativos.y que este espíritu sea el que mueve lahistoria, es otra patraña que ya historiado­res modernos, como por ejemplo Toyn­bee, nos autorizan para relegarla al archi­vo de las patologías de la mente.

Consecuencia hegeliana es la pretensiónde colocar la cultura por sobre la civiliza­ción, Cierto que el cultivo es anterior adeterminadas formas de la organizaciónsocial, pero eso mismo prueba su carácterprimitivo, es decir, inferior. Al cultivo ledebemos el trigo que la naturaleza noofrecía espontáneamente, pero nuestradeuda con la civilización es mucho mayor.Ella nos coloca más allá del cultivo en elseno de sociedades que residen en urbes, osea, ciudades provistas de servicios mate­riales y de foro para la justicia y plazapara las discusiones de la mente. La dia­léctica misma halla su comienzo en losdiálogos de la plaza pública, al centro dela civitas. Es esto tan obvio, que la pre­tensión contraria sólo se explica por elafán de negar las bases latinas del pensa­miento humano; para ello Se acude hastael absurdo de dividir las ciencias en doblerama arbitraria: naturaleza y espíritu;como si el estudio de la naturaleza no fue­se obra también del espíritu. No cierta­mente del espíritu objetivo. creador de

entes, pero sí del espíritu vivo que es la

conciencia. Lo indigno es que nosotros,latinos, soportemos y aun adoptemos to­das estas prestidigitaciones, sin pestañear.Un falso sentido de reverencia para todo

lo que deriva de la Reforma protestantese nos ha infiltrado y nos mantiene per­plejos. Desde hace tiempo cierta élite delos pueblos católicos vive atemorizada depasar por retrasada, si encuentra naturalsentir y pensar dentro de la síntesis cul­

tural que nos da el dogma y s~ cree obli­gada a fingir veneración por todo lo que

procede de la otra banda. En nues­tra América esta posición corre pa­reja con el repudio de todo lo quees español producido durante la guerra de

independencia de Espafía: quisimos en:'tonceS medir nuestrO pátriotismo por ladistancia a que nos poníamos de todo lo

peninsular; al mismo tiempo que manifes­tábamos sumisión servil frente a todo loinglés O francés. Que de ello noS absuelva

un tanto el hecho de que la propia Espa­ña, a través de la generación lamen~ble

que padeció las derrotas de Santiago deCuba y de Cavite, renegó de sí misma al

convertir su pensamiento en satélite del

idealismo alemán. Pero es tiempo ya depreguntarse: ¿hasta cuándo hemos de se­

guir de coloniales del saber?El esfuerzo de los nórdicos es admira­

ble y cuenta con toda mi simpatía; creo,con pensadores ingleses del más alto re­

nombre, que la supremacía que han al­

canzado los anglosajones en los últimossiglos en el orden material, no se debe a

la Reforma. Se ha consumado pese a la

Reforma y el mito del progreso. Inicia suconstrucción el nefas~o siglo XVDI, queal secularizar la cultura le robó los ci­mientos, la dejó sin médula. Vino des­pués el siglo XIX, al cual debemos por lomenos grandes avances en las cienciasFísica y Matemática, pero al ocurrir laprueba de las dos últimas guerras, todose ha derrumbado estrepitosamente. Unade las supervivencias de aquel ideologismokantiano, materialista y racionalista, esla teoría de la Cultura que se nos dice es:invención y creación, a diferencia de lacivilización que declaran por sí y antesí es disciplina imitativa y mecánica au­sente de espíritu. Pero el espíritu de queen seguida nos hablan es un conceptualis­mo sin contenido sobrenatural, un logicis­mo que engarza ideas en "cuanto quetales", es decir ajenas al ser concreto y ala vida que es inseparable del pensamiento.Por mi parte, y no siendo ni espiritista niiJealista, sino un realista extremo, recha­

zo el espíritu así concebido en abstracto. y lo imagino según la Revelación, como

vida y persona. Y lo hallo en el EspirituSanto como una de las Personas Divinas,o encarnado en seres como los ángeles o

el poeta también quien se rebela cuandocondena el análisis kantiano en la famosacrítica del estudiante. "Para estudiar al­go que tiene vida, primero sacas fuera delcuerpo el espíritu; luego .tomas entre laspartes y naturalmente te falta de ellas ellazo espiritual." Pero, ¿qué es el espíritu?Goethe no responde. Permite que Faustodisfrute una ilusión: el rapto que de sualma consuman los ángeles; truco litera­rio inconsecuente con el pesimismo tras­

cendental del drama. Y ni siquiera cabal,porque no es Dios quien salva a Fausto,sino la Mtldre de /tI CrrllC;ón, el eternofemenino, otro mito antiguo que no re­tiene la atención del hombre moderno.

No puede hacerlo porque sabemos que unaVirgen llamada Maria aplastó la cabezade la serpiente. Es decir, liberró a la mu­

jer de la fatalidad de sus seducciones en­caminadas a la reproducción de la carney le ganó un alma, igual a la del hombre.

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UN HOGAR F~LlZ

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NACIONAL MONTE DE PIEDAD- SU.OINERO VALE MA..S ," -

Civilización y cultura

iodo un edilicio de falsedades y con­vencionalismós anda por ahí aposentadoen el aire, originado en el, cisma de la

gría perdurable se funda en la tristeza.La sublime tristeza del cristiano promue­ve alegría mucho más viva que la eufo­ria helénica. pero cuesta alcanzarla. Alncopagabo le queda, como a Juliano, elremordimiento de haber visto la verdady empeñarse en negarla; por eso ningúnalma moderna puede gozar dicha sinodentro de la humilde convicción de serescaídos pero redimibles, que la ley nuevanos impone. De ahí que todo ncopaga­nismo, sin exceptuar al de Gocthe, nosproduzca impresión de anacronismo eru­dito, que no mueve el sentimiento. Cari­catura es la risa de Mefistófeles y la dichade Fausto tiene l. fragilidad del engaño.

Auténtica alegría la hay en un himnode San Francisco o en uno de aquelloscorales de Bach inspirados en las escenasdel Evangelio. En la dicha de Fausto re­juvenecido por artimañas de magia negra,lo único real es la sorna de Mefistófeles.El episodio de Elena en el Seg."¿o Ftlrutoes erudición. El paganismo auténtico nosdió a la Diótima del Banquete platónico,astutamente dichosa porque no conoció elinstrumento de salvación que es el re­mordimiento. Después de Platón. sólo unamor como el de Beatriz puede ganarcorazones. El erotismo del Segundo Ftllts-

, lo, obsesión de viejo vt;rde, incita al boste-· zo y provoca saudades del paganismo au­téntico de Esquilo o de ,Eurípides.

Toda esta nada del mensaje goethianose halla envuelta, por supuesto, en la ma­gia de una poesía insuperable. Su don de

· hacernos amables personajes y escenas es,inltiséutible. Sus visiones se envuelven en· esplcnoores de amanecer o en melancolíade crepúsculos. Poeta, claro que lo és Goe-

, the, gran poeta de doctrina interior dé­Ittnable; canto sin doctrina, música deimágenes que no hace'n sentido porque -

.-quiere aplicar al espíritu leyes orgání-caso que son propias de lo biológico. Elmisterio de los seres y sus situaciones sequeda sin resolver; en vano buscaríamosen Goethe el instinto de atrevida pene­traéi6n de las almas que hizo lá grandezaespiritual de Dostoie'Wsky. Mundo vistodesde fuera, el de Goethe nos fascina uninstante, pero su médula está roída.

Por momentos el poeta se impone alideólogo y podemos disfrutar escenas dealegría del alma, como cuando Fausto

arroja de sí la copa del veneno para escu-,char los Cofos de PáScUa <lue anuncianunll vez más el milAgro de la Resurreé­ción. En kguida, incapaz de sostel1l!r1ea l., altUra -de uni 1'CVeláción que su con­ciencia -repudiaba, vuclve a las ingenui­dades filosóficas de ro -teoría de la accióny funda lo Hostico; es decir, en vez delángel nos da de modelo al mecánico. Deesta suerte inicia la estirpe moderna queSpengler señala y que el Conde de Key­serling llameS l¡ aristocracia del chofer.De tal filosofia tenían que derivarse to­dos los contrasentidos y confusiones queplagan el drama de Fausto r la conciendapersonal de Goethe. De ella procede tam­bi~n elé absurdo credo según el cual lu­char, esforzarse, es lo esencial :aunque nolepamos el fin, el objeto del bregar. Su

natur:altta de poeta le hace traicionar a

menudo a su ideología de la acción. Es

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ISA'U LA CATOUCA .,. IOOS .. 1001 • ....UtCO, O. F.

Reforma y gracias a una serie de circuns­tancias de tipo físico y geográfico, comoson el hecho de que en el Nuevo Mundohayan quedado en poder de los anglosa­jones las zonas de los grandes ríos, alcentro de extensas llanuras cultivables. Yesto en el momento en que la revoluciónindustrial, fruto del carbón de Inglaterra,hizo posible la maquinización de la agri­cultura. Añádase que junto a las fértilespraderas aparecieron montañas de hierro yyacimientos incalculables de hulla y secomprenderán las causas del atraso enque quedamos los latinos, agotados en laexplotación inclemente del trópico. En elcaso es evidente que nada tiene que verni la sangre ni el credo religioso. Y porlo que hace al hctor que representan enel progreso las instituciones libres, basterecordar que ellas son creación del espíritulatino, y funcionan antes que en Inglate­rra, y sin conexión alguna con la Revo­lución Francesa, en los municipios italia­nos y en las Cortes hispanolusitanas.

El alma es libre, se repite hoy, aun porlos que niegan el alma. En nombre de esalibertad yo confieso mi predilección porLa Dit'ina Comedia y Dante, por El Qui­jote y Cervantes, por encima de todo loque se ha escrito en poesía desde Esquiloa la fecha.

El voluntarismo Hustico y su fábulade las ideas madres, acaso muy dentro dellibre examen, no resiste, a mi juicio,comparación con el sólido edificio de lasínt·esis católica que es orden y jerarquíaaplicables '1 la Naturaleza y al hombre, ala Tierra y el Cielo. Un orden que va des­de una crc.lción voluntaria pero inteligen­te y movida por amor, cuyo comienzo esel cuanta que engendra la luz, hasta elhombre y el ángel. Y dentro del ordende lo creado un ritmo vario y una seriede mundos y reinos en jerarquía ascenden­te. Lo que hay en el comienzo del ser, noslo dice h Física moderna; lo que es elhombre, lo proclama la Sabiduría; lo quese encuentra más allá de lo sensible, que­dó consignado por el Areopagita en suJerarquía Celest-e, verdadera geografía delos cielos. Ciencia y Revelación concuer­dan. Con elementos tales se construyenDivinas Comedias; sin ellos ni Jos dosFa1tstos alcanzan a darnos una cosmovi­sión elevada y armónica. Pensamientocomo el nuestro tradicional que se alojaen catedrales de la idea, tiene que sonreírde lo fáustico, se aburre también de to­

das esas complicadas ficciones como el"deber ser" kantiano o los "aprioris éti­cos" de la llamada axiología que ha es­tado en boga en los últimos quinqueniosen ciertos sectores. De suerte que no veoque los frutos justifiquen la existencia del

árbol de la teología cismática.

y en cuanto al progreso, lo defino co­mo el tránsito que va de la caída a la re­dención, y basta; 10 demás es variaciónsobre el mismo tema robusto. Y me afir­mo en mi posición cuando pienso queFausto es el poema de la cultura. Y mequedo con La Divina Comedia que essíntesis de la civilización, y de ella pasoa otra cumbre latina y universal que esel Quijote.

En resumen, y por 10 que hace a la

filosofía, encuentro que el pensamientode Goethe es no sólo insuficiente sinoarcaico y está superado dentro de la mis­ma tradición nórdica a que Goethe per­tenece. La filosofía, en los Estados Uni­dos del Norte, se encuentra a mil leguasdel famoso "mensaje goetheano". Me bas­ta con referirme a la posición filosóficaprofunda del neonaturalismo y entre lospensadores individuales señalaré única­mente a dos entre los de más calidad:Brightman y Northrop. Conocido es elcriterio del filósofo personalista Bright~

man, que ha dedicado toda una vida glo­riosa a buscar la stntesis de ciencia y re­ligión a fin de consumar' la tarea filosó­fica de nuestra época que es de verdaderatotalidad. Contra lo que sospechó Goe­the, una nueva suma es 10 que hace falta:una suma del saber natural y del saberreligioso. Por su parte Northrop, en ellibro reciente titulado La Lógica de lasCiencias y las Humanidades, se ensaya en10 mismo, es d-ecir, en reunir lo que llamasaber de postulación y saber de inferen­cia, o sea el saber de lo invisible que reve­ló San Pablo. Goethe no alcanzó ni laprimera etapa, etapa científica, en suplenitud.

Fausto y El Quijote

Según hemos visto, Goethe nos pre­senta un derecho de índole primaria, co­rrompido además con astucias innobles.Fausto vive ensoberbecido con la culpa yno sólo impenitente, sino jactancioso eimpune. Mientras exista en el mundo unalma de caballero, Fausto provocará buena

dosis de disgusto y el sentido del honorhallará recomp-ensa en el, contraste quenos ofrece Cervantes. El también hallódelincuentes convictos. Pero los vió hu­millados y se arrepintió por ellos al te­nerles compasión y los puso en libertad.Vió el Quijote, en los reos, hermanoshombres en aprieto. Eso le bastó para ex­tenderles el apoyo de su conciencia y ex­puso por ellos el brazo. La jurisprudenciade Cervant-es pertenece a la etapa supe­rior del Derecho: aquella en que el hom­bre acude a remediar la aflicción allídonde se encuentra.

Entre el Fausto mañoso que con enga­ños conquista a Margarita y más tarde,porque tiene poder, celebra nupcias conElena, no pocos preferimos al Quijote quepasa por alto la pobre realid~d de Dulci­nea y por piedad y bondad le da, mediantela ilusión, los encantos que la naturalezale ha negado. Esta es la obra del amor,'cada vez que el amor envuelve en su halouna criatura. La imaginación cervantes<;acorrige la obra de la naturaleza, según lafilosofía de Fray Luis y de los demásmísticos españoles que conciben un másallá "mejorado". El Quijote pretende ba­jar a la tierra los beneficios del cielo. Ysucede que la. fortuna suele ponerse departe de estos ilusos a 10 Quijote, que juz­

gan a la sociedad capaz de subir a la altu­

ra de sus anhelos. El premio que les está

reservado es el nimbo de belleza en que

se envuelven y del cual nos hacen partí­

cipes. Y si por acaso despiertan a la ver­

dad dolorosa y rebelde al bien, todavía

Con sólo diez centavos qlle cada

habitante compre diariamente de artículos

extranjeros, la nación sufre una fuga

de mil millones de pesos al año.

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pero yo vengo de otro aniversario, d re­ciente de Miguel de Cervantes. NuestraEscuela de rancia prosapia y docencia mo­derna; nuestra raza de claro linaje en lacultura; nuestra nación que emerge a ra­tos de la sombra; nuestra humanidad toda,hállase en el cruce de rutas divergentescuya oposición puede haltar símbolo enlos nombres de Fausto y el Quijote. Deun lado el más cabal éxito humano quehaya concebido la imaginación de unpoeta: amó a Margarita, casó con Elena,ganó batallas y creó la prosperidad demuchas gentes; pero no tuvo ojos paralo invisible ni tampoco intransigenciasfrente a la injusticia y el mal: todo locontrario, barajó bien y mal en confusae interesada mezcla y, según ya se hadicho, "no acertó a comprender ni al hé­roe ni al santo". Se mantuvo siemprehumano, tan humano que, pese a todo supoderío terrestre, a mí se me confundeinvoluntariamente con una de sus crea­ciones: la del homú~culo. El hombre hade ser más que el hombre para no con­vertirse en homúnculo. De Goethe pro­cede en gran parte todo es~ filosofismoramplón que hoy se nos sirve con el an­tifaz de una tolerancia que ~uele ser in­diferencia frente a la pelea del bien y elmal; tolerancia volteriana Gue es secta­ria ironía hecha de ,vitriolc ·.¡ue antes dematar desfigura los rostros. Harto mesiento de ese humanismo raimado queoculta la negación de lo sobrehumano conel galimatías de la cultura como meta y elhombre como mito, combil'ados en lasfórmulas de un "espíritu" que es puradialéctica. Por el hombre y para el hom­bre: aquí y ahora repiten algunos pero­grullos en defensa del tema sobado, tanviejo como Gorgias, tan estéril como unaecuación lógica, de que "el hombre es finy medida de todas las cosas". Afortuna­damente nos queda, todavía despejado y

abierto, el otro camino, el del Quijote y suobsesión, que parece ilusoria a quien ca­rece de aliento para seguirle, pero es alfin y al cabo el móvil de todo lo queen la historia es gloria y es cumbre. Jamásel hombre habría escapado a su angustiay su abyección, sin el arrojo de los quefrente a las realidades brutales de la natu­raleza y delante de los abusos de los Es­tados, irguen su rebeldía y proclamanque sólo es soberano lo que es noble y

eterno. El alma emerge de la naturaleza,pero no le debe acatamiento ni veneración;su destino eS corregirla y superarla. Más

allá de los límites descubre el vidente losderechos de lo imposible. Y no hay parael pensar otro contento que el de buscarlas huellas del Supremo invisible que sos­tiene los mundos y satisface las almas.Hoy coÍno ayer' con el Dante y con DonQuijote, por encima del hombre y suangustia; con el fin de superar al hom­

bre, no en cantidad de fuerza, que eso

daría un superhombre caricatura del hé­

roe, sino en calidad de esencia, según es­

cala que va del pecador al santo. Hombre

redimido que a la luz inmortal contem­

pla, en vez del homúnculo, el arcángel.Relámpagos en la eternidad. Certidum_

bre de salvación. Hosana que entonan los

siglos.

ServicioCalidad

PINTURAS

SHERWIN­WILLIAMS

encontramos en ella ni un Quijote ni unabuelo como el de Galdós. En los autoresrusos anteriores a la revolución, profun­damente cristianos, volvemos a encontraresos tipos sublimes como el idiota de Dos­toiewsky. En Italia, es claro, la bondad nonecesitamos buscarla en la literatura. Estierra de santos que contemplan el viviry le cantan con alegría celeste a lo SanFrancisco. Pero ¿ha descubierto alguienuna vena de bondad pura en Fausto, bon­dad que no piensa en la retribución ni enla gratitud de los favorecidos, bondadporque sí, por placer, como la de Dios?

Hay un elemento en la literatura deGoethe que rescata al autor como hom­bre, demostrándonos su capacidad paraexpresar la ternura. Y nada hay tan pró­ximo a la bondad como la ternura. Anotoesta circunstancia con beneplácito, ya queno es mi ánimo acumular cargos sobrela obra del gran poeta.

Hace alrededor de cincuenta años leíentre so1l9Z0S el Werther. No he vueltoa tener el libro en. mis manos, pero herecordado con frecuencia la escena de lafiesta campestre interrumpida por unatempestad, durante la cual Werther yCarlota, refugiados en la sala del baile,viven instantes de .dicha perfecta. Mástarde, cada vez que he escuchado la Sin­fonía Pastoral de Beethoven o pensadoen ella, inevitablemente la asocio a la dan­za interrumpida por el fragor de los ele­mentos, durante la tarde dominical queGoethe describe.

•Señor 'Decano de la Facultad; señores

catedráticos; jóvenes alumnos:Gracias muy cumplidas os hago paten­

tes por haberme brindado derecho de cá­tedra por unos instantes en esta Escuelailustre cuyo gobierno ejercé.is con gallar­día; los instantes de atención que mehayáis prestado servirán para dar alber­~ue, en vuestras conciencias, a estas cuan­tas i~eas que quisieran mover el ánimocolectivo en favor del resurgimiento dela verdad absoluta. Celebramos el aniver­sario del gran ingenio que fué Goethe;

rosa incitación al bien de toda la litera­tura. Ninguna otra lectura nos deja igualdecisión de optar, en cada caso, por lojusto y lo elevado, en contra de lo con­veniente y lo prudente. Su lema es: contralo imposible, si así lo exige la piedad. Ytiene razón Cervantes, porque algo quedade la acción atrevida y piadosa por enso­berbecido que se encuentre el mal. Porfortuna suman millones los lectores queconceden más gloria al fracaso del Qui­jote que a todas las conquistas de Alejan­dro; y hallan en el Quijote más sabiduría.que en Aristóteles. Y no comparo máspor no molestar la memoria de Goethe,que todo lo entendió, menos el derrochedel corazón. Sin embargo, en este derro­che se encuentra el cuanta de la luz queno se apaga: la luz del Espíritu que envano buscaba el Goethe ,moribundo, através de una ventana por la cual nopodía penetrar otra cosa que un rayo desol. El Quijote sabe que la luz verdadera'se enciende en el ejercicio o en el recuer­do de una buena acción.

Las gentes de letras estamos acostum­

bradas a pensar en la 'bondad como un

ideal un tanto abstracto y además qui­

mérico. Recordamos al S/"crates platónicoque coloca la bondad al mismo nivel de

la belleza y nos sentimos satisfechos denuestra ilustración, pero la bondad es loque más dista de lo entitativo y lo ge­nérico; la bondad es ternura personal ysonrisa de piedad, dolor, de compasión,angustia de la pena propia y la ajena yalegría porque podemos remediarla. Labondad es ari~tocracia del corazón queno pudo desenvolverse antes de que el an­helo humano quedase ligado al' divino me­diante la revelación cristiana. No se esbueno por nosotros mismos ni por el pró­jimo; nos contemplamos y nos disgusta­mos de nosotros mismos y no nos ama­mos, pero hay que subsistir en el ser por­que somos perfectibles y la bondad nosacerca a Dios. El santo no procede poraltruísmo ni piensa primero en sí, tam­poco en el prójimo. La bondad del santoes derroche glorioso, porque su fuente pri­maria es Dios. Sin una confiánza en lasalvación, la bondad no es viva. El es­toico es inerte y el hombre del deber, elmoralista kantiano, nivelador de la ba­lanza de la justicia, equilibrista de lasnormas, se contenta con la equidad; nose arriesga a ensayar la bondad. Es nece­sario sentir que el hombre es más que elhombre, más que lo que en él se mira yse palpa, para decidirse a amarlo. Y elque ama no mide el costo, no pesa la dá­diva. La ilusión encendida en amor, másallá del arte nos permite contemplar alhombre y las cosas sin horror. La creaciónse ha vuelto fea y es natural odiarlacuando la vemos como es. Es peligroso in­vestigar mucho en el hombre porque suintrínseca naturaleza produce espanto. Es­capamos al pesimismo radical merced aese halo con que el amor y la bondad en­vuelven a la criatura.

La bondad, que no es cosa literaria, sinembargo es nota frecuente en las letrasde España. Pérez Galdós lo atestigua enla etapa contemporáne~. En la novelísticafrancesa hay más lógica que ternura; no

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pu~n exclamar con Alonso Quijano: losiento por la realidad; quise hacerla buenay no me respondió el acontecer, pero yosigo fiel a la verdad y d bien por encimade la naturaleza.

El Quijote quiere reformar el mundo;el doct~r Fausto lo codicia tal como es,con su mezcla de bien y mal, como elglotón que engulle de todo, y acaba enharto, pero el lector se aburre. El Qui­jote devuelto a la cordura se desconsuela,pero halla refugio en la conciencia de quesu locura fué buena. Pudo causar dañosinvoluntarios, pero su intención fué siem­pre pura. ¡Que cada cual escoja! Fausto,COJ"l su dicha vulgar, remata en el hastío.El Quijote vive y muere en sublime. DelFausto que duda y se agita proceden labestia rubia, el superhombre de Nietzschey los secuaces contemporáneos de la an­gustia. Don Quijote, pese a sus quebran­tos, concluy.e con Cervantes: "que esuna alegría vivir y ser hombre."

Fausto escapa a la lucha y domina supena traduciendo la realidad a la ilusión,el hecho a su imagen, y con las imágenesconstruye un mundo ficticio, tan falsocomo ajeno a la responsabilidad. Cervan­tes eleva la realidad a la jerarquía nuevaque halla su justificación en los cielos.Sabe que "Una situación dada, por mala quesea, puede transformarse al influjo del,espíritu; por eso, no obstante los reitera­dos fracasos, el Quijote mantiene su leal­tad a una existencia como redención. Larealidad del mundo es ignorada, eS des­deñ.ada por el hidalgo cristiano. El otro,el Fausto, vive para el mundo de abajoque ambiciona dominar 'porque con teClasu medioocidad le 'Satisface.

Cetvantes 'Se 'burla de una realidad que'reconoce incapu de ponerse al nivel, yano digo.de la fantasí"J, siquiera a .la alturade- una conciencia honrada. Goethe nosabe despreciar; no es un señor. Su volun­tad es servil, aunque se ponga la máscaraolímpica. Ningún pagano es realmente

• libre.

El Quijote muere consecuente con elideal de su vida, que 'consistió en ser bue­no. Fué la suya una locura congruenteen el propósito de ensanchar la bondad yhacerla prevalecer entre los hombres.

Don Quijote quiere darse por enteroa la tarea de combatir el mal. La injusti­cia sufrida por uno solo de los hombres leirrita y le induce a pelea en que no mideriesgos ni sacrificios. No es cierto que odiela caballería, todo lo contrario, se duelede que no tenga fuerzas para imponersea una naturaleza baja y desdeñable. Labondad es su ley, por sobre el egoísmo ymás allá de la justicia. No es que no mirela realidad, sino que al hallarla tan cruelacude a la ilusión para hermosearla y re­generarla. Esto es genuinamente cristiano;la bondad es la miel del mensaje cristiano.Por eso también, lejos de ser obra de de­cadencia -según han opinado no pocosdecadentes- el Quijote es al contrario:una afirmación de heroísmo que pone lafuerza al servicio de los sentimientos másaltos. La ilusión -don del cielo- le sirvepara encubrir las fallas de la naturaleza.El Quijote está bien con Dios. Sin dudapor ello su lib.ro representa la más fervo-