5 fabulas, 5 trabalenguas, 5 leyendas, 10 poemas2

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El águila, el cuervo y el pastor Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito. La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse. Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños. Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo: - Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila. Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde. El águila y el escarabajo Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara. Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia. Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos. Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

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Page 1: 5 Fabulas, 5 Trabalenguas, 5 Leyendas, 10 Poemas2

El águila, el cuervo y el pastor

Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo:

- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.

Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.

El águila y el escarabajo

Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara.

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.

El águila de ala cortada y la zorra

Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas. Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una reina encarcelada.

Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo, apresó a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador.

La vio una zorra y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole:

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--No le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas.-

Siempre corresponde generosamente con tus bienhechores, y por prudencia mantente alejado de los malvados que insinúan hacer lo incorrecto.

El caballo y el asno

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

-- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.

El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo. Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:

-- ¡ Qué mala suerte tengo ! ¡ Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima !

Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a tí mismo.

El jardinero y el perro

El perro de un jardinero había caído en un pozo.

El jardinero, por salvarle, descendió también. Creyendo el perro que bajaba para hundirlo más todavía, se volvió y le mordió.

El jardinero, sufriendo con la herida, volvió a salir del pozo, diciendo:

-Me está muy bien empleado; ¿quién me llamaba para salvar a un animal que quería suicidarse?

Cuando te veas en peligro o necesidad, no maltrates la mano de quien viene en tu ayuda.

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LEYENDASLa mujer herrada.

Vivía en la ciudad de México un buen sacerdote, acompañado de su ama de llaves, quien se encargaba de las tareas domésticas. Un herrero, el mejor amigo del buen capellán, desconfiaba instintivamente de la vieja ama de llaves, y así hubo de decírselo al cura, instándole repetidas veces para que la despidiera, aunque el sacerdote no llegó nunca a hacer caso de tales advertencias y consejos. Una noche, cuando ya el herrero se había acostado, llamaron a su puerta violentamente, y al abrir encontróse con dos hombres de color que llevaban una mula. Aquellos hombres rogaron al herrero que pusiera herraduras al animal, que pertenecía a su buen amigo el sacerdote, quien había sido llamado inopinadamente para emprender un viaje. Satisfizo el herrero el deseo de los desconocidos herrando la mula; y, cuando se alejaban, tuvo ocasión de ver que los indios castigaban cruelmente al animal. Intrigado e inquieto pasó la noche el herrero, y a primera hora del día siguiente se encaminó a casa de su buen amigo el sacerdote. Largo rato estuvo llamando a la puerta de la casa, sin obtener respuesta, hasta que el capellán fue a franquearle el paso con ojos soñolientos, señal evidente de que acababa de abandonar el lecho. Enterado por el herrero de lo que sucedió aquella noche, le manifestó que él no había efectuado viaje alguno ni tampoco dado orden para que fueran a herrar la mula. Después, ya bien despierto, se rió el buen capellán muy a su gusto, de la broma de que había sido objeto el herrero. Ambos amigos fueron al cuarto del ama de llaves, por si ésta estaba en antecedentes de lo ocurrido. Llamaron repetidas veces a la puerta, y como nadie les contestara, forzaron la cerradura y entraron en la habitación. Un vago temor les invadía al franquear el umbral y una emoción terrible experimentaron al hallarse dentro del cuarto. El espectáculo que se ofreció ante sus ojos era horrible. Sobre la cama ensangrentada, yacía el cadáver de la vieja ama de llaves que ostentaba, clavadas en sus pies y manos, las herraduras que el herrero había puesto la noche anterior a la mula. Los aterrorizados amigos convinieron en que la desdichada mujer había cometido un gran pecado, y que los demonios, tomando el aspecto de indios, la habían convertido en mula para castigarla.

La leyenda de Doña Beatriz.

Vivía en la ciudad de México una hermosa joven, doña Beatriz, de tan extraordinaria belleza, que era imposible verla sin quedar rendido a sus encantos. Contábanse entre sus muchos admiradores la mayor parte de la nobleza mexicana, y los más ricos potentados de Nueva España; pero el corazón de la bella latía frío e indiferente ante los requerimientos y asiduidades amorosas de sus tenaces amantes. Y así pasaba el tiempo; pero, como todo tiene un término en la vida, llegó el momento en que el helado corazón de doña Beatriz se incendió en amores. Ello fue en un fastuoso baile que daba la embajada de Italia. Allí conoció doña Beatriz a un joven italiano, don Martín Scípoli, de esclarecida y noble estirpe. La indiferencia de doña Beatriz fundióse entonces como la nieve bajo la caricia de los rayos solares, y sintióse la hermosa poseída de un nuevo sentimiento, en tanto que el joven, por su parte, se había también enamorado profundamente. Poco tiempo después, don Martín se mostró excesivamente celoso de todos los demás adoradores de la hermosa doña Beatriz, promoviendo continuas reyertas y desafiándose con aquellos que él suponía que pretendían arrebatarle sus amores. Y tan frecuentes eran estas querellas, que doña Beatriz estaba afligida, y en su corazón comenzó a arraigar el temor de que don Martín sólo se había enamorado de su hermosura, de modo que, cuando ésta se marchitara, moriría, indefectiblemente el gran amor que ahora le profesaba. Esta preocupación embargó su mente y amargó su vida

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en forma tal, que decidió tomar una resolución terrible, para poner a prueba el amor de su galán. Y al efecto, en el deseo de saber si don Martín la quería sólo por su belleza, un día en que su padre se hallaba de viaje, con un pretexto despidió a todos sus criados para quedar sola en su casa. Encendió el brasero que tenía en su habitación, colocó enfrente la imagen de santa Lucía y ante ella rezó fervorosamente para pedirle le concediera fuerza y valor con que poner por obra su propósito. Después, atándose ante los ojos un pañuelo mojado, se inclinó sobre el brasero, y soplando avivó el fuego hasta que las llamas rozaron sus mejillas. Luego metió su hermosa cara entre las ascuas. Terminada esta terrible operación, cubrió su rostro con un tenue velo blanco y mandó llamar a don Martín. Una vez en su presencia, apartó lentamente el velo que le cubría el rostro desfigurado por el fuego y se lo mostró al galán; solamente brillaban en todo su esplendor sus hermosos ojos relucientes como las estrellas. Por un momento su amante quedó horrorizado contemplándola. Luego la estrechó en sus brazos amorosamente. La prueba había dado un resultado feliz, y durante todos los años de su dichoso matrimonio, doña Beatriz no volvió a sentir el temor de que don Martín sólo la amara por su hermosura. Fin

La leyenda del unicornio.

Muchos años atrás, cuando el mundo era aun muy joven, salvajes y maravillosas creaturas corrían libres por todas partes. El mas hermoso de todos ellos era el Unicornio. Constantemente perseguido por los poderes mágicos de su cuerno, el Unicornio no era fácil de capturar. No solo era suave y gentil, sino también extremadamente rápido, seguro y agraciado, lo que frustraba hasta los más expertos casadores. Pero lo que aseguraba la captura segura del Unicornio, era la ayuda de una joven e inocente moza. Pues a la creatura le atraía su pureza, se acercaba confiado y descansaba su cabeza en las piernas de la joven. Era así como la indefensa y despreocupada creatura era capturada. Y de esta manera,despues desaparecieron todos los Unicornios. ¡Oh, el mundo ahora lamenta la perdida de este ser tán mágico! Y ahora que es demasiado tarde, aun extrañamos su belleza.

La paloma torcáz.

Había una vez un guerrero valiente y apuesto. Amaba la caza y así, con frecuencia, iba por los bosques persiguiendo animales. En una de sus cacerías llegó junto a un lago y, lleno de asombro, contempló a una mujer bellísima que bogaba en una canoa. El guerrero quedó tan enamorado que, muchas veces, volvió al lugar con el ánimo de verla; pero fue inútil, pues, ante sus ojos, sólo brillaron las aguas del lago. Entonces pidió consejo a

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una hechicera, la cual le dijo: —No la verás nunca más, a menos que aceptes convertirte en palomo. —¡Sólo quiero verla otra vez! —Si te vuelves palomo jamás recuperarás tu forma humana. —¡Sólo quiero volverla a ver! —Si así lo deseas, hágase tu voluntad. Y la hechicera le clavó en el cuello una espina y en el acto el joven se convirtió en palomo. Este levantó el vuelo y fue al lago y se posó en una rama y al poco rato vio a la mujer y, sin poderse contener, se echó a sus pies y le hizo mil arrumacos. Entonces la mujer lo tomó entre sus manos y, al acariciarlo, le quitó la espina que tenía clavada en el cuello. ¡Nunca lo hubiera hecho, pues el palomo inclinó la cabeza y cayó muerto! Al ver esto, la mujer, desesperada, se hundió en el cuello la misma espina y se convirtió en paloma. Y desde aquel día llora la muerte de su palomo. Texto extraído del libro Leyendas y Consejas del Antiguo Yucatán de Emilio Abreu Gómez. Editado por el Fondo de Cultura Económica, México.

La cierva dorada.

Durante una cacería por los bosques, el famoso Finn Mc Cumhaill, vió cruzar repentinamente la senda que seguían, a una hermosa cierva dorada, lo cual hizo que los perros se lanzaran en su persecución. Luego de varias horas de seguirla, llegaron a un fresco valle, donde la cierva, sin duda muy cansada por la carrera, se detuvo y cayó al suelo. Inmediatamente, los perros se lanzaron hacia ella, pero para el asombro de Finn, en lugar de atacarla, comenzaron a jugar a su alrededor, lamiendo su cara y su cuello. Finn dió órdenes de que nadie la dañara, y todos comenzaron el regreso hacia el castillo, con la cierva

y los perros siguiéndolos, jugando armónicamente mientras lo hacían. Durante la noche, Finn despertó sobresaltado, y vio parada al lado de su cama a la mujer más bella que jamás se hubiera visto. "Yo soy Sadv, querido Finn, -dijo la dama- y soy la cierva que seguiste hoy. Como no quise brindarle mi amor al druida del Pueblo de las Hadas, me hechizó condenándome a llevar esa forma, de esto hace ya tres años. Pero uno de sus esclavos, un buen amigo, me dijo que si lograba entrar en la fortaleza de Allen, recuperaría mi forma original." Y así Sadv se quedó a vivir en el castillo, como esposa de Finn, cuyo amor era tan profundo que ya no sentía deseos de ir a la guerra o de cacería. Pero una mañana le llegó la noticia de que se avecinaba un ataque por mar; los Hombres del Norte se encontraban en la bahía de Dublín y venían hacia su dominio. Sólo siete días permaneció Finn fuera de su casa. Al regresar, no vió a Sadv esperándolo, entonces preguntó a sus sirvientes por ella. Uno de ellos, el más fiel y servicial, con mucha pena le dijo: "El día antes del de ayer, nos pareció veros llegar, y todos nos apresuramos hacia el portal, pero en cuanto la Reina Sadv lo cruzó, un fantasma apareció la cubrió con niebla y en su lugar sólo quedó una cierva dorada. Los perros la acosaron y no le permitieron volver al portal, obligándola a huir hacia el bosque. No la volvimos a ver más." Finn se estrujó las manos, y se retiró con muchísimo pesar a sus habitaciones. Jamás fué el mismo, y durante siete años la buscó por toda Irlanda. Finalmente, siguiendo un rastro de jabalíes en losmontes de Ben Gulbann, oyó que los perros ladraban furiosamente. Se llegó hasta allí, y descubrió un niño desnudo, de largos cabellos rubios. Finn y sus hombres alejaron a los perros, y condujeron al niño al castillo. Cuando pudo hablar, contó que nunca había conocido a sus padres, sino sólo a una bella cierva dorada, con quien había vivido en un valle profundo y hermoso. Esto había sido así hasta que una tarde descendió una niebla espesa y cubrió a la cierva, haciéndola desaparecer de su lado. Inmediatamente comprendió Finn que la cierva no era otra que su amada Sadv, y este niño, su hijo. Lo nombró Oisín (pequeño ciervo), quien más tarde se transformó en un famoso guerrero, y casó con Niam, la del pelo dorado.

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POEMASEl Caracol©Andrés Díaz Marrero

Tostadito por el solentre la arena gozando,lento, lento, caminando,va mi amigo el caracol.

Al hombro lleva su casa,concha dura de la mar,cual reluciente corazade nácar y de coral.

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La cabrita prieta©Andrés Díaz Marrero

Mira a mi cabrita prieta,¡cómo le gusta brincar!

Cuando a veces se me sueltasalta y corre sin parar.

Si yo la llamo me mira,alza el rabo y lo menea.A mí me da mucha risaverla como cabecea.

¡Corre, cabrita traviesa,por la campiña y la loma!El verde césped te besa,

los nardos te dan su aroma.

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Poema del Marino©Andrés Díaz Marrero

Marinero de agua dulce,marinero de la mar.

canta, canta, marineroquiero escuchar tu cantar.

Las caracolas jugandocon las estrellas del marescucharán asombradas,

marinero, tu cantar.

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La Mariposa©Andrés Díaz Marrero

De bellos colores,sus alas pintadas,

se posa en las florescon leve pisada.

Perfuma su alientobesando una rosa,

se mece en el viento,¡frágil mariposa!

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Al Mosquito©Andrés Díaz Marrero

Zumba guasón, ¡pendenciero!Bate el ala, afila el pico,

que un suculento molleroes manjar para un mosquito.

Vigilando sigo atento,tus cabriolas en el aire.

Si mi mano agito a tiempo...¡No habrá nadie que te salve!

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PARA HACER RABIAR A OTRO NIÑO

Rabia, rabiña,que tengo una piña,con muchos piñonesy tú no los comes.

PARA BURLARSE DE ALGUIEN

Emilito (u otro nombre), huevo frito,tortilla de bacalao,

que tu novia no te quiereporque estás medio «chalao».

Isabel (o Maribel o Luis Manuel o...)

puso un huevo en la paredy los chiquillos que lo vieron 

empezaron a correr.

PARA HACER BURLA A UN NIÑO QUE SE QUEJA POR NADA

- ¡Mamá!, ¡papá!, Periquito me quiere pegar.

- ¿Por qué?- Por "na"

- Por algo será...- Por un pimiento, por un tomate, por una

onza de chocolate.

- ¡Mamá!, ¡papá!, Pepito me quiere pegar.- ¿Por qué?

- Por "ná", por una cosita que no vale "na"

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PARA HACER BURLA A QUIEN PREGUNTA ¿DÓNDE?

- ¿Dónde? - En casa del conde 

que te pele y que te monde, que te quite esas orejas

y que te ponga otras más viejas.

-¿Dónde?-En la casa del conde,

que te pele y que te monde,que te quite esas orejas,que ya las tienes viejas.

PARA HACER BURLA AL QUE PREGUNTA ¿QUÉ MIRAS?

- ¿Qué miras?- La nariz que se te estira,

debajo de una mata de güiraesperando a tu guajira.

LA FLAUTA DE BARTOLO

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Bartolo tenía una flautacon un agujero soloy su madre le decíatoca la flauta Bartolo.

Bartolo tenía una flautacon un agujero soloy a todos daba

la latacon su flauta el buen Bartolo.

QUE LLUEVA, QUE LLUEVA

Que llueva, que llueva,la Virgen de la Cueva,los pajaritos cantan,las nubes se levantanque sí, que no, que caiga un chaparróncon azúcar y turrón, que se rompan los

cristales de la estacióny los míos noporque son de cartón.

PIN PON

Pin Pón es un muñeco,con cuerpo de algodón, se lava la caritacon agua y con jabón.

Se desenreda el pelo,con peine de marfily aunque se da tironesno grita y dice ¡uy!

Se lava la camisa,se plancha el pantalóny cuando va a la calle parece un gran señor.

Cuando va a la escuelano sabe la lección, la maestra le riñea mi pobre Pin Pón.

Cuando las estrellas comienzan a salirPin Pón se va a la cama,se acuesta y a dormir.

DON MELITÓN

Don Melitón tenía tres gatosy los hacía bailar en un platoy por la noches les daba turrón,¡Qué vivan los gatos de Don Melitón!

Don Melitón como era tan chatole llamaban narices de gato,pero los gatos se le han "escapao"comiendo ratones a medio "bocao".

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LOS POLLITOS

Los pollitos dicen,pío, pío, pío,cuando tienen hambre,cuando tienen frío.

La gallina buscael maíz y el trigo,les da la comiday les presta abrigo.

Bajo sus dos alasse están quietecitos,y hasta el otro díaduermen calentitos.

Mas al día siguiente,corren los pollitos,contentos y alegres,¡buscan gusanitos!