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Asociación de Salesianos Cooperadores Región Ibérica Septiembre 2011 4.5.- Espíritu Salesiano

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Asociación de Salesianos Cooperadores

Región Ibérica

Septiembre 2011

4.5.- Espíritu Salesiano

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4.5.- Espíritu salesiano.

I. OBJETIVOS

- Hacer el ejercicio espiritual de expresar las líneas – fuerza de la propia vida.

- Reconocer las líneas – fuerza (el espíritu) de don Bosco.

- Conocer los elementos del espíritu salesiano.

- Caridad pastoral….

- Hacer experiencia de unión con Dios a partir de la vida.

- Dar herramientas para unir vida y oración.

II. MOTIVACIÓN.

En esta unidad temática pretendemos no sólo saber cosas sobre el espíritu salesiano sino también hacernos conscientes de nuestra “espiritualidad personal” ya existente y confrontarla con la “espiritualidad salesiana” con el fin de ver similitudes, ver posibilidades de un mayor y mejor encaje entre ambas y enriquecer la nuestra con la referencia salesiana.

También iremos a las fuentes evangélicas del concepto salesiano de caridad pastoral para poder hacer una lectio divina de la parábola del Buen Pastor.

Finalmente, procuraremos educar y ayudar, de forma práctica, a mejorar un elemento fundamental de la espiritualidad salesiana: la unión con Dios desde la vida y la acción cotidiana.

III. METODOLOGIA.

1ª Sesión:

- (45 min) Dinámica “El kleenex”.

- (35 min) Lectura y comentario, en grupo, del documento “Los ejes de nuestra vida”.

- (10 min) “Deberes” para la próxima sesión.

2ª Sesión:

- (30 min) Puesta en común de los deberes de la sesión anterior.

- (30 min) El espíritu de Don Bosco.

- (30 min) Presentación del documento: “Espiritualidad de la educación según Don Bosco” de JM Petitclerc, 1996. Deberes: leer el documento para el próximo día siguiendo las claves dadas en esta presentación.

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3ª Sesión (opcional):

- (1h) Puesta en común sobre el documento leído.

4ª Sesión:

- (1h) Lectio divina (o estudio de evangelio) de Jn 10, 1 – 21.

5ª Sesión:

- (1h 15’) Visualización sobre el día de hoy.

- (15 min) Una propuesta para ritualizar un momento de cada día.

- Deberes: Hacemos experiencia de ritualización, cada día, hasta la próxima sesión.

6ª Sesión:

- (30 min) Puesta en común de los deberes experienciales de la sesión anterior (ritualización).

- (25 min) Lectura personal del documento “Contactar con Dios” de Dolores Alexandre.

- (25 min) Puesta en común sobre el documento.

- (10 min) Propósitos personales.

IV. CONTENIDOS.

SER

- Las líneas – fuerza de la propia vida (espiritualidad personal). 1ª sesión.

- Lectio divina de Jn 10, 1 – 21 (fuente evangélica de la caridad pastoral).

- Visualización sobre la presencia de Dios durante el día.

SABER

- Las líneas – fuerza de don Bosco (espiritualidad de don Bosco).

- Elementos de la espiritualidad salesiana en el PVA.

- La espiritualidad salesiana en la educación.

SABER HACER

- Ritualización de un momento del día.

- Ejemplificación de cómo rezar desde el cansancio, desde la prisa, desde la monotonía… (espiritualidad de la acción y de la unión con Dios).

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V. PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO (PISTAS DE DESARROLLO DE LAS SESIONES).

1ª SESION:

(30 min) Dinámica: “El kleenex”

El animador/a de la sesión reparte un kleenex (o servilleta de papel) a cada participante y les pide que lo abran y desplieguen totalmente. Acto seguido pedimos a cada participante que escriba, en el kleenex, 3 ó 4 círculos dentro de los cuales han de escribir los principales motores de su vida. Aclaramos que por “motores de la vida” queremos decir: aquellas cosas por las que más lucho, aquellas cosas que considero más importantes y les dedico más tiempo, aquellas cosas que me motivan en la vida, aquellas cosas por las cuales vale la pena levantarse cada mañana… es decir, los motores de la vida. Es importante que estos motores se escriban en mayúsculas y queden envueltos dentro de un círculo.

Una vez escritos pedimos a cada participante que nos lea en voz alta sus motores de la vida y nos los explique brevemente.

Acabada esta puesta en común, el animador/a hace la siguiente (o parecida) comparación: “Si esto que hemos escrito son los motores de la vida, para que puedan empezar a funcionar hace falta instalarles un eje de rotación que los ponga en movimiento y los haga girar. Los dedos de nuestros compañeros/as de grupo van a ser los ejes de rotación. Vamos a pedir a nuestros compañeros/as de grupo que coloquen su dedo índice en el centro de cada uno de los círculos que hemos escrito (todos los círculos han de tener un dedo) y que empiecen a rotar el dedo (es igual en qué dirección lo hagan) todos a la vez”.

Esta acción la repetimos, una detrás de otra, con todos los kleenex de los participantes. Si se hace bien, el kleenex se romperá o rasgará… no pasa nada, se anima que así sea…

Acabada la acción, el animador/a pregunta qué ha pasado, por qué, qué significado puede tener… Hay que procurar que salgan comentarios en la línea de:

- los kleenex se han roto.

- esta servilleta de papel era nuestra vida, nuestras ilusiones, nuestros deseos…

- a veces nuestra vida se puede romper si vivimos nuestras dimensiones de forma fragmentada y compartimentada.

- Vivir de forma fragmentada y compartimentada, además de rompernos la paz interior provoca infelicidad, a la larga.

- frecuentemente somos una suma de identidades que funcionan independientemente.

El animador/a introduce la siguiente pregunta: “¿cómo tendríamos que haber dibujado los círculos para que al girar no se hubiesen roto?” (que respondan hasta que encuentren la única solución posible: dibujar los círculos de forma concéntrica, con un único centro). El

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animador comenta: En nuestra vida hace falta concentrar nuestros motores. Hace falta buscar un eje que unifique todas nuestras dimensiones. De hecho si analizamos a fondo nuestra vida seguro que hay un motor que tira más de los otros, que arrastra con más fuerza y que, en definitiva, marca el ritmo, las prioridades y la escala de valores que hacen que tomemos una u otra decisión. ¿Sois conscientes cada uno de cuál es vuestro eje? En función de un eje u otro las ventajas y los inconvenientes varían, pues todas las otras realidades quedan supeditadas, absorbidas y condicionadas por la primera”. El animador/a sugiere que este eje unificador puede ser Jesús de Nazaret.

(30 min) Lectura, en grupo, del documento “Los ejes de nuestra vida”.

El animador/a reparte fotocopias del documento “Los ejes de nuestra vida”. Se lee, en voz alta, y se aclaran conceptos, si es necesario.

Al final de la lectura, el animador/a pone unos “deberes” (trabajo espiritual) para el día siguiente, y consisten en PONER POR ESCRITO (de manera semejante a los ejemplos que hay en el documento “Los ejes de nuestra vida”):

- El eje de mi vida: mi idea, clara y fundamental, sobre mi vida.

- Una experiencia que describe y marca mi historia personal.

- Los criterios de vida (2 ó 3) que se derivan de éste eje principal.

2ª SESIÓN:

(30 min) Puesta en común de los “deberes” de la sesión anterior.

Cada uno comunica lo que ha escrito (su eje de la vida, una experiencia que describa y marque su historia personal y algunos criterios fundamentales para tomar decisiones en la vida).

(30 min) El espíritu de don Bosco.

El animador/a indica que si don Bosco hubiese hecho estos “deberes” hubiera escrito algo semejante a esto:

- Eje de la vida: “Da mihi animas, cetera tolle”.

- Experiencia histórica: huérfano y presencia materna y firme de Mamá Margarita. Contacto con don Cafasso, movidas clericales en Turín…

- Criterio de vida: “Me basta que seáis jóvenes pera que yo os ame”.

El animador/a invita a los participantes a evocar e imaginar qué hubiese escrito don Bosco.

Finalmente se lee, en voz alta, del PVA el cap IV (espíritu salesiano) art 19 – 26. En él se describen los rasgos principales de éste espíritu salesiano:

- Experiencia de fe (art 20)

- Caridad pastoral (art 21).

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- Visión positiva y optimista del mundo (art 22).

- Estilo de acción solidario (art 23).

- Estilo de relación amable (art 24).

- Estilo de oración desde lo cotidiano (art 25).

- En comunión con Maria y los santos (art 26).

El animador/a anuncia que en las tres próximas sesiones profundizaremos en dos elementos fundamentales del espíritu salesiano: la caridad pastoral y la espiritualidad de la acción y de la unión con Dios (estilo de oración desde lo cotidiano).

El animador/a puede proponer otros textos y documentos para la profundización a nivel personal

(30 min) Presentación del documento “Espiritualidad de la educación según don Bosco”.

En función de los destinatarios (si son educadores o padres en etapa formativa – educativa de sus hijos) puede resultar oportuno que el animador/a proponga la lectura de este documento. Hemos calificado la tercera sesión como opcional en el sentido que la dejamos a criterio del animador/a si cree conveniente realizar-la.

En caso que se decida hacer en el documento adjunto “Claves de lectura de JM Petitclerc” hay un esquema del documento así como unas claves interpretativas para su lectura.

3ª SESIÓN

(1 h) Puesta en común sobre el documento leído.

La puesta en común puede ir entorno a:

- Frases que hemos subrayado y por qué.

- Qué elementos consideramos más importantes.

- Qué elementos tengo asumidos / me cuesta sumir.

4ª SESIÓN:

(1h 30 min) Lectio divina sobre Jn 10, 1 – 21.

El animador/a propone hacer una lectio divina sobre la parábola del buen pastor, fuente evangélica de donde emana el concepto y vivencia de la caridad pastoral de don Bosco. Has distintos esquema de leccio divina nosotros proponemos el siguiente:

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5ª SESIÓN:

(1 h 15’) Visualización del día de hoy.

El animador dispone la sala de reunión (o busca otra) con unas condiciones ambientales para realizar una visualización: silencio, poca luz, posibilidad de estirarse en el suelo (quien quiera), música suave de fondo…

Presenta la actividad con éstas o semejantes palabras: vamos a hacer una visualización guiada sobre el día de hoy. Empezaremos con un ejercicio de relajación y luego se trata que sigáis mis instrucciones con la imaginación y la mente.

Luego el animador/a (muy lentamente) va pronunciando las palabras que proponemos en el documento “Visualización del día de hoy”.

Una vez recuperados comunicamos la experiencia: ¿cómo lo hemos vivido, qué hemos sentido, cómo nos encontramos… dónde se nos ha hecho presente Dios hoy?

(15 min) Una propuesta para ritualizar un momento de la vida cotidiana.

El animador/a lee en voz alta ante el grupo el siguiente texto (de X. Melloni):

“Nuestras jornada (laborales o no) están muy mecanizadas por horarios y espacios que las vertebran y nos vertebran. Se trataría pues de también ritualizarlas. La ritualización es lo contrario de la mecanización. La diferencia está en que lo mecánico se realiza como un automatismo mediante una acción de la que nuestro ser está del todo alejado o indiferente, mientras que en el ritual, toda la persona queda unificada.

La atención al gesto permite que ese acto sea la expresión de uno mismo, lo cual significa que en una cultura en pleno movimiento como la nuestra, nos ejercitemos en unas acciones que surjan con conciencia integral y con reverencia hacia el objeto o personas sobre las que repercute nuestra actividad. Así, por ejemplo, la ducha de cada mañana puede hacerse con la intención de que no sea un mero acto de purificación corporal sino integral; limpiarse los dientes puede convertirse en un ritual para disponer mi boca para una palabra pura a lo largo del día, que no maldiga sino que bendiga; limpiarse los zapatos puede transformarse en expresión de que mi caminar sea sagrado; abrir la puerta del coche al ir a trabajar o entrar en el vagón de metro puede convertirse en una oración por todos los que compartirán el mismo trayecto; el comienzo de una clase o al sentarse en la mesa de la oficina; la bendición de la mesa al ponerse a comer es un recuerdo de las personas que han hecho posible el alimento y por las personas que no lo tienen…

Toda acción cotidiana es susceptible de adquirir una significación más profunda si tomamos conciencia de ella y la convertimos en ofrenda de comunión con la Totalidad. Las posibilidades son infinitas. Es cuestión de elegir alguna y mantenerse fiel a ella, de modo que su repetición se convierta en una conexión con la profundidad que emerge en ese momento y que permite conectar con una Presencia y un sentido que todo lo contiene, lo sostiene y lo suscita. Ya veréis que cuando somos capaces de introducir en nuestro ritmo ordinario unos hábitos ritualización, nuestra vida se transforma”.

XAVIER MELLONI

El animador/a propone a los destinatarios que miren de ritualizar una de las acciones ordinarias del día. Que le den un significado más profundo y lo repitan diariamente hasta

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la próxima reunión de grupo. En ella comunicaremos la experiencia y qué nos ha aportado.

Finalmente se puede hacer ver que las “buenas noches” de don Bosco no eran otra cosa que la ritualización colectiva de un momento del día en el oratorio. No sólo es expresión de deseo de una buena noche sino también pretendía ser síntesis del día y abandono en manos de Dios.

6ª SESIÓN:

(30 min) Puesta en común de los deberes experienciales de la sesión anterior (ritualización).

El animador/a invita a comunicar cómo ha ido la experiencia de ritualizar un momento cotidiano de la vida. Cada uno explica:

- qué momento ha elegido,

- qué significado le ha dado,

- qué valoración hace

- y si seguirá ritualizando el momento.

(25 min) Lectura personal del documento “Contactar con Dios” de Dolores Alexandre.

El animador/a reparte una fotocopia del documento “Contactar con Dios”. Se trata de un testimonio de una mujer creyente que nos cuenta cómo rezarle a Dios desde las situaciones más cotidianas: las prisas, la monotonía, el cansancio…

Se pide que cada uno lo lea en silencio y subraye las expresiones más interesantes para la puesta en común posterior.

(25 min) Puesta en común sobre el documento.

Ponemos en común aquellos detalles más significativos y que más hemos destacado de la lectura.

(10 min) Propósitos personales.

El animador/a pide a cada miembro del grupo que escoja alguna práctica de contacto con Dios que propone Dolores Alexandre y se proponga aplicarla a su vida. Al final cada uno comunica qué práctica se propone realizar y se puede fijar una fecha futura (dentro de uno o dos meses) para revisarla.

VI. BIBLIOGRAFÍA

- Cap. IV PVA.

- JM PETITCLERC, La espiritualidad de la educación” 1996.

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- DOLORES ALEXANDRE Contactar con Dios.

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VII. DOCUMENTOS

ESPIRITUALIDAD DE LA EDUCACIÓN SEGÚN DON BOSCO1

J.M PETITCLERC

CLAVES DE LECTURA DEL DOCUMENTO:

CONSIDERACIONES PREVIAS

- Una espiritualidad de una doble finalidad

- El icono del Buen Pastor

- Un acercamiento salesiano

- Una referencia a San Francisco de Sales

LA TRIPLE DIMESIÓN DE LA ESPIRITUALIDAD SALESIANA

Reflexión bajo el signo de la cruz, tres dimensiones que fundamentan la pedagogía salesiana:

Vertical Transcendental: espiritualidad de la confianza

Relación persona con Dios

Horizontal Solidaridad: espiritualidad de la alianza

Relación las personas entre sí

Entrecruzamiento Interior: espiritualidad de la profundidad

Entrecruzamiento por la esperanza

Pedagogía salesiana:

- Pedagogía de la confianza (relación hijo/padre)

- Pedagogía de la alianza (relación hermano/hermano)

- Pedagogía de la esperanza (relación con el Espíritu Santo)

I. La apertura a todo lo maravilloso y una espiritualidad de la confianza

- Enseñar a los niños a maravillarse.

- Entender la vida como don. La vida entendida como vocación.

- La llamada al joven a resurgir en la vida. La llamada a la santidad.

- Enseñar a los niños desde un contexto de paz, serenidad y alegría.

1 Este texto reemprende amliado, el contenido de una conferencia dada por J.M. Petitclerc en

ocasión del primer Congreso de la Educación Salesiana (Lyon, 4 y 5 de mayo 1996)

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II. La apertura a la solidaridad y la espiritualidad de la alianza

- Enseñar a partir de la experiencia de grupo. El gozo del intercambio.

- Enseñar acogiendo al excluido. La alianza con el excluido.

- Enseñar con ley + amor. La dimensión del respeto.

III. La apertura a la profundidad y la espiritualidad de la interioridad.

Punto de partida, 2 tentaciones de educador:

- La indiferencia (el exceso de profesionalización puede conducir a poner distancia con el joven, esfumando la implicación del educador en la relación)

- La indiferenciación (una exagerada proximidad puede conducir a ciertas desviaciones fusionales).

Enseñar descubriendo el punto de distancia y de proximidad adecuado con el joven. El joven es sujeto por alteridad, no objeto de deseo.

Las virtudes en el discurso educativo: 4 virtudes cardinales + 3 virtudes salesianas

- Prudencia (prevención, no timidez)

- Templanza (respetar nuestros límites)

- Fortaleza (para continuar con esperanza)

- Justicia (poner la fuerza al servicio del derecho y de la igualdad)

- Humildad (nos permite poner al otro en el centro, dejando el yo)

- Afabilidad (acogida, respeto, apertura)

- Humor (humor fiel, diferente a la ironía que es un arma que se vuelve contra alguien)

IV. LA PRÁCTICA SACRAMENTAL

- El sacramento de la Eucaristía

- El sacramento de la Reconciliación

CLAUSURA: Escuchando a María

Todo el núcleo pedagógico de Don Bosco – sería una traición no mencionarlo – se arraiga primero y antes que nada, en su fe, en la meditación diaria del Evangelio donde él descubre bien pronto, a sus nueve años, un Dios apasionado por el hombre, al que quiere hasta el punto de compartir sus fallos y limitaciones, que se hace cargo de sus lentitudes, que lo adopta como hijo, que lo libra de todo tipo de alienación. Golpeado por este rostro de Dios, Juan Bosco se siente desbordado por el deseo de seguirle. Este deseo, y nada más, es lo que toma la delantera en su obra educativa.

Un dato que no podemos dejar al margen si volvemos a hacer la lectura, actualizada pero auténtica, del sistema preventivo. Si queremos utilizar la pedagogía salesiana nos es imprescindible la correcta comprensión de esta inspiración evangélica que da sentido a tantos de sus aspectos y que nos muestra los rasgos característicos de todo un estilo.

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Con todo esto, en estos tiempos de hoy en día, tiempos que podemos calificar de post cristianos, cuando el elemento religioso ya no constituye de manera masiva el fundamento del lazo social, es necesario que repensemos nuevamente la articulación entre espiritualidad y pedagogía. Ya que el movimiento de secularización que ha dominado esta evolución apoyándose en una lectura renovada del “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21), hace indispensable la necesidad de la autonomía de la reflexión de estilo pedagógico. Uno podría decir: “Dad a la pedagogía lo que es de la pedagogía y a la espiritualidad lo que es de la espiritualidad”.

Ciertamente, así como desde 1988, año del centenario de la muerte de Don Bosco, un remarcable trabajo de búsqueda nos ha permitido actualizar, según la práctica de nuestros contemporáneos, el mensaje pedagógico de Don Bosco, nos es del todo indispensable, hoy, abrir un espacio de reflexión en lo que se refiere a su mensaje espiritual.

Hacerlo así me parece del todo necesario, tanto para los cristianos, ayudándolos a unificar su vida profesional y espiritual, como para aquellos que no comparten nuestras convicciones, para ayudarlos a clarificar el sentido de los conceptos que conforman la pedagogía salesiana, por que sólo su comprensión en sentido evangélico hace que uno pueda evitar las posibles contradicciones peligrosas (sobretodo en el dominio de la afectividad).

Comenzaré por cuatro consideraciones previas:

Una espiritualidad de una doble fidelidad

Como lo hace notar J. Schepens, la espiritualidad de la educación, en Don Bosco, es una espiritualidad de una doble fidelidad, la fidelidad a Dios y la fidelidad a los jóvenes. Igual que San Agustín que, hablando del amor de Dios y del amor de los hombres, afirma que no hay dos amores, en Don Bosco se trata también de una sola y misma fidelidad.

¿El salesiano no es aquel que, en la búsqueda de Dios encuentra, haciendo camino, a los jóvenes y que mientras va al encuentro de los jóvenes encuentra el camino hacia Dios?

El icono del buen pastor

Aquí tenéis porqué la imagen del Buen Pastor 2 que ya aparece en el sueño de los nueve años, tiene un lugar de privilegio en la espiritualidad salesiana.

Ahora bien, uno puede hacer una lectura educativa del texto (hacer salir al joven del universo intimista de la infancia), pero también pastoral, (el Cristo es la puerta que lleva a Dios). Se trata, en verdad, del texto fundador de la espiritualidad en Don Bosco.

Un acercamiento salesiano

Para un discípulo de Don Bosco, hablarle de espiritualidad no puede hacerse de una manera teórica, sino únicamente a la salesiana, es decir, apoyándose en la experiencia educativa. Me gustaría también ilustrar lo que digo con anécdotas extraídas de la vida de Miguel Magone, un adolescente encontrado casualmente por aquel primer educador de la calle que fue Don Bosco en la estación de Carmagnola y que se lo llevaría con él al oratorio de Turín. Allí pasaría unos dos años, ya que una enfermedad se lo llevaría, pero

2 Cf Capítulo I

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que serían dos años decisivos (1857 – 1859), tanto en lo que se refiere a la vida de este chico con un recorrido formidable, como para la vida de Don Bosco, que lo llevó a la fundación de la Sociedad de San Francisco de Sales.

Una referencia a San Francisco de Sales

Finalmente, una última consideración previa, destacamos la referencia a Francisco de Sales, maestro espiritual de la Congregación Salesiana. Y es hoy cuando descubrimos toda la actualidad de su mensaje espiritual.

Ciertamente, la referencia a la espiritualidad de Francisco de Sales no la encontramos a menudo explícita en los escritos de Don Bosco. En el capítulo de las Memorias Biográficas consagrado a la inauguración de la iglesia de San Francisco de Sales no encontramos informaciones sobre el santo, pero eso sí, ¡figura de inicio a fin el reglamento de la lotería!

Sí que está, subyacente, de manera implícita, caracterizada por:

- Una visión positiva del hombre

- Una visión optimista del avenir

- Un gran respeto por todos, incluso por aquellos de ideas diferentes

- Un programa de santidad para todos

- La afabilidad, la humildad y el gozo

La triple dimensión de la espiritualidad salesiana

Querría ahora situar esta reflexión bajo el signo de la cruz. ¿Por qué? Porque en este signo hay, ante todo, una dimensión vertical. La cruz, es aquello que relaciona al hombre con Dios. Es la primera dimensión, que podemos tachar de trascendental. Segundo brazo de la cruz, la dimensión horizontal. La cruz, es aquello que relaciona a los hombres entre sí. Es la dimensión de la solidaridad.

Finalmente, cuando cruzamos los dos brazos de la cruz sobre nuestro cuerpo, los hacemos reencontrarse a la altura del corazón: es la tercera dimensión, la dimensión de la profundidad, de la interioridad. Es la dimensión espiritual.

La espiritualidad de la educación en Don Bosco tiene estos tres componentes:

- Una dimensión trascendental, es la espiritualidad de la confianza,

- Una dimensión solidaria, es la espiritualidad de la alianza,

- Una dimensión interior, es la espiritualidad de la profundidad, cruzada por la esperanza.

Por otro lado, uno encuentra las tres mismas características en la pedagogía salesiana, a la vez, pedagogía de la confianza, de la alianza y de le esperanza.

La primera dimensión, el salesiano la vive en la relación hijo/padre, la segunda en la relación hermano/hermana, y la tercera en la relación con el Espíritu Santo que habita en nosotros.

I – La apertura a todo lo maravilloso y a una espiritualidad de la confianza

En primer lugar, se trata de abrir al niño a todo aquello maravilloso. Nosotros, los educadores, tenemos esta responsabilidad con el niño para que descubra el mundo, que

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manifieste su curiosidad. Ayudémosle a ser siempre capaz de maravillarse de aquello que es nuevo, de todo lo que él aún no conoce.

Hay raíces franciscanas en la espiritualidad salesiana. Recordemos que Juan Bosco comienza su itinerario religioso en un noviciado franciscano. Y que, según Alberto Jacquart en un comentario moderno del Cántico de las Criaturas, tenemos el deber de cultivar el sentimiento de estupefacción siendo conscientes del lugar que ocupamos en este sistema maravilloso que es la creación. La maravilla la vivimos en la confianza, confianza en el Padre lleno de ternura para cada uno de sus hijos.

La vida entendida como una vocación

Como remarca Edmond Klenck en el capítulo consagrado a la espiritualidad salesiana de su obra general “Educar en el seguimiento de Don Bosco”3, “se ha de poner de relieve esta experiencia fundadora que Don Bosco ha vivido desde la infancia, bajo la influencia de su madre, y que podríamos expresarla diciendo: toda la vida es vocación. Para Don Bosco, el hombre no nace como un fruto al azar, sino bajo la protección de Dios, signo de ternura, orgulloso de haber sido llamado”.

Cuando los jóvenes me piden que precise la visión cristiana sobre la vida, me gusta responder con la parábola del vaso.

Imaginad que tenéis dos vasos parecidos: uno lo habéis comprado con dinero de vuestro bolsillo; el otro os lo ha regalado vuestra abuela. Los dos son preciosos, tanto uno como el otro.

Suponemos ahora que, en un golpe de cólera, rompéis el vaso. Si ha sido el vaso comprado con vuestro dinero, es un problema personal. En cambio, si se trata del vaso regalado por vuestra abuela, ella estará por fuerza implicada en la rotura. No podéis evitar su presencia en cualquier lugar.

Desde el momento que uno vive la vida como un don, la vivimos necesariamente diferente a si la consideramos como una cosa que es nuestra.

La llamada a la santidad

Cada joven es invitado a regir en su vida. A menudo, cuando me dirijo a los niños, me gusta decir que entre ello no todos se convertirán en un “Zidane” en fútbol, un “Mozart” en piano o un “Víctor Hugo” en francés, pero eso sí: que todos son invitados a ser santos, es decir, son llamados a regir en su vida. “Regir en su vida” no es lo mismo que “regir en la vida”.

Regir en la vida quiere decir regir bajo la mirada de los otros.

Regir en su vida quiere decir escoger en función de sus legítimas aspiraciones, es anteponer el deseo de ser al deseo de aparecer; dicho de otro forma, regir bajo la mirada de Dios. Conozco compañeros de la escuela superior donde yo estudiaba que, ciertamente, han tenido éxito en la vida pero que, a pesar de esto, cuando ellos me hablan no me dan la impresión de que son felices.

3 “Éduquer à la suite de Don Bosco”, Colectivo dirigido por Xavier Thévenot - Cerf

El cristiano cree que la vida es un don. ya que la vida nos es dada, cada vez que él hace alguna cosa con su vida, el donante está implicado, el donante se hace presente. Esto constituye el fundamento de la moral cristiana: ¡no podemos seguir haciendo lo que nos da la gana con nuestra propia vida!

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Es necesario, pues, distinguir bien y ser conscientes realmente de que cada uno de los niños está llamado a tener éxito en su vida; a ser, bajo la mirada de Dios, cada día que pasa y de verdad, un poco más hombre y más mujer. Regir en su vida es vivir la vocación de hijo de Dios, es dar una respuesta a la llamada de la santidad. Y esta llamada resuena para todos.

Sorprendente San Francisco de Sales quien nos lo ha hecho descubrir: “Es un error, y yo diría, una herejía, querer abanderar la vida devota (digamos una vida cristiana auténtica) de la vida de los soldados, del taller de los artesanos, de la corte de los príncipes, de los quehaceres de la gente casada”, escribía con fuerza Francisco de Sales en la introducción a la vida devota. Esta verdad revolucionaria para aquella época (se pensaba aún en el siglo XVII que la santidad era algo reservado para los religiosos y personas alejadas del mundo), Don Bosco la retomaba con la misma convicción ante sus adolescentes de Valdocco: “Es voluntad de Dios que todos seamos santos; es muy fácil llegar a ello”.

¿Cómo hacerlo, para llegar a la santidad, para convertirnos en lo que somos, “hijos de Dios”? La pregunta y la respuesta – retengo aquí un escrito de Arlette Labatut, - son siempre de actualidad. A través de medios que se encuentran al alcance de todos: la oración, la fe en Dios y en los sacramentos de la Iglesia (principalmente la Eucaristía y el Sacramento del Perdón de Dios), en la fidelidad a los deberes del estamento de cada uno, la delicadeza con uno mismo, el servicio afectuoso a los hermanos, el gozo. “Dios es el Dios de la alegría”, le gustaba decir a San Francisco de Sales y repetía a quien lo quería escuchar “Un santo triste es un santo muy triste”.

Una espiritualidad marcada por la alegría

A un nuevo chico llegado a la casa de Don Bosco, el joven Domingo Savio, alumno del Santo, le decía: “Has de saber que aquí la santidad la hacemos consistir en estar siempre contentos”. La reflexión de este joven adolescente es del todo correcta y muy acertada. Quien tiene el corazón en paz se siente rebosante por el gozo.

Una gran parte de la destreza educativa salesiana consiste en saber crear en su entorno un espacio de paz y de radiante serenidad.

Creo que la alegría es el ingrediente esencial de la educación en Don Bosco. “Os he dicho todo esto para que mi gozo sea también el vuestro, y vuestro gozo sea completo.” (Jn 15, 11.)

Miguel Magone y la luna

Acabo este párrafo fraseando un diálogo entre Miguel Magone y Don Bosco, donde vemos de qué manera este adolescente había descubierto el sentido de su vocación.

Las noches tranquilas y estrelladas hacían saltar a los ojos de Miguel la inmensidad de Dios y el orden perfecto que rige los espacios siderales. Don Bosco lo sorprende una noche, en un lugar sombrío, arrodillado: contemplaba el cielo y lloraba:

- ¿Qué te pasa, Miguel?

- Nada, Don Bosco, lloro contemplando la luna que, desde hace millones de años, sigue fiel al rol querido por Dios, mientras que yo le desobedezco tan a menudoi” 4

4 Teresio Bosco, Michel Magon et Fernand Calo, Collection Terre Nouvelle, Éditions Don Bosco

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Y la toma de conciencia de la propia vocación y del alcance de las desobediencias, por parte del joven, no le inducen al desespero, sino al contrario, lo dirige por el camino del sacramento de la reconciliación.

II – La apertura a lasolidaridad y a la espiritualidad de la alianza.

Segunda dimensión de la Cruz, la dimensión horizontal, la de la solidaridad, de la hermandad, de la alianza. En Cristo, todos se convierten en hermanos, llamados a compartir.

El gozo del intercambio

Darse cuenta que la felicidad no nace de lo que poseemos, sino de lo que compartimos: es el mensaje central del Evangelio. La felicidad no nos viene de lo que tenemos, sino de lo que damos y de lo que recibimos. Tan sólo la falta de alguna cosa puede permitirnos el intercambio. Por eso las Bienaventuranzas proclaman: “Bienaventurados los pobres”.

Pobre, es el necesitado al que le es imprescindible el intercambio. Y es aquí donde reside la fuente de la felicidad. El rico, él, piensa tener suficiente con él mismo. No sabe pues lo que es ser feliz.

Esta es la dinámica evangélica. La felicidad reside en el intercambio. Así dejamos abierto el camino al compartir.

Cuando Don Bosco acompañaba espiritualmente a un joven miraba siempre de proponerle una experiencia de grupo. Y eso fueron las Compañías tan queridas por Domingo Savio.

Iniciar al joven en la alegría que da el compartir...en Don Bosco, alegría que llegaba hasta el acompañamiento en su más bella expresión, la Eucaristía.

La alianza con los excluidos

El rasgo específico del cristiano es el de vivir esta dimensión del compartir bajo el ángulo de la hermandad. “El otro es un hermano mío”. La única manera de confesar un Dios Padre es la de vivir la fraternidad con los otros. Des del mismo momento que yo llamo a Dios “Padre”, yo me reconozco como hermano de los otros.

Ahora bien, hacer un gesto de hermandad con aquel quien comparte nuestra manera de pensar y de vivir es fácil... ¡También lo hacen los paganos! En cambio, hacer un gesto de hermandad con alguien que está excluido del grupo, con aquel a quien todo el mundo se lo mira de reojo, cobra otro sentido. En nombre del Padre, yo te tomo a ti como hermano. Es entonces cuando la alianza sellada con los excluidos confirma significativamente la relación filial al Padre.

La atención al excluido, al más pequeño, constituye, según Don Bosco, un dato capital de la espiritualidad de la educación.

La dimensión del respeto

Se mire como se mire, el comportamiento del otro hacia mi mismo, lo he de respetar. La actitud educativa de Don Bosco siempre se caracterizaba por esta dimensión de respeto.

“Ama y haz lo que quieras”. Esta expresión de San Agustín comporta un riesgo serio: el de dejar entender que podría existir un tipos de amor sin ley. Como nos lo recuerda Xavier Thévenot, “si es cierto que el amor no puede de ninguna de las maneras circunscribirse a la sola aplicación de las normas morales, no deja de ser menos cierto que no puede existir el amor sin ley, y tampoco, la alianza sin ley.”

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La espiritualidad de la educación, en Don Bosco, es, a la vez, una espiritualidad de la ley y del amor. Razón y afecto son los dos pilares del sistema; el tercero, que aclara los dos, la religión.

Miguel Magone y sus compañeros

Cerramos este párrafo haciéndoos notar la manera como explica Don Bosco los progresos espirituales de Miguel Magone, apoyándose en las acciones solidarias que hace.

“Así pues, durante un invierno, uno de los compañeros que padecía de sabañones, no podía ni jugar ni trabajar como él hubiera querido. Magone, gustosamente, tomaba nota de los deberes que habían dado en clase y el compañero los pasaba a limpio para el profesor. Le ayudaba también a vestirse, le hacía la cama y acabó dándole sus guantes para que pudiera protegerse del frío”. Con su edad, ¿qué más podría haber hecho el chico?

III – La apertura a la profundización y a la espiritualidad de la interioridad.

Hijo del Padre, hermano de Jesucristo, el joven es llamado igualmente a reconocerse “Templo del Espíritu”. Aquí tenemos la tercera dimensión de la espiritualidad de Don Bosco, la de la profundización.

La atención espiritual

El rol del Espíritu, a lo largo de la historia bíblica del Génesis a Pentecostés, es el de unirlo todo diferenciando. Cabe recordar que las dos grandes tentaciones de todo educador 5 son las de la indiferencia (el exceso de profesionalización puede conducir a poner tal distancia con el joven, que desvanezca la verdadera implicación del educador en la relación) y la indiferenciación (una exagerada proximidad vivida con demasiado afecto, puede conducir a ciertas desviaciones fusionales).

Juan Bosco repetía a sus educadores la necesidad de integrarse en el mundo de los jóvenes (se ha de querer lo que ellos quieren, solía repetir), con una presencia afable y atenta, pero señalando también el riesgo permanente de “dejarse llevar por una sola criatura” y dejar de lado la tarea educativa del conjunto. El arte de la pedagogía consiste en descubrir el punto de la distancia y de la proximidad pertinente con el joven.

Y Juan Bosco insistía mucho en la virtud de la castidad, indispensable para el favorable ejercicio de la educación: nunca considerar al joven objeto de su deseo, sino como sujeto marcado por la alteridad.

El trabajo del Espíritu

Don Bosco no da demasiadas pistas, en sus escritos, a la teología del Espíritu Santo. Él habla más de figuras, como Dios Padre y el Cristo Buen Pastor, que del Espíritu.

Ahora bien, en su discurso educativo y en sus cartas espirituales, dedica un buen espacio a las virtudes.

Parémonos pues en las principales virtudes ensalzadas por Don Bosco, virtudes que se deben vivir y, a la vez, se deben desvelar a los jóvenes.

5 Cf. Chapitre III, p. 52

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Haré referencia a siete: las cuatro virtudes tradicionalmente llamadas cardinales en la Edad Media, a las que yo añadiré otras tres que me parecen típicamente salesianas.

Me dejaré inspirar con creces, en este párrafo, por las obras de San Francisco de Sales, verdadero maestro espiritual, el discurso del cual, bien moderno, continúa siendo muy adecuado para nuestros días.

Las cuatro virtudes cardinales

Son la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia.

A. La prudencia

La prudencia es la virtud cardinal de la que Santo Tomás dice que ha de dirigir las otras. Prudencia viene de providere, que quiere decir tanto preveer como proveer. Como nos dice André Comte Sponville en su tratado de las grandes virtudes, es una virtud de paciencia y de anticipación; es ella quien separa la acción, de la impulsión; el héroe, de la mente vacía. Es la virtud que, de alguna manera, corresponde a aquello que Freud llamaba principio de realidad, la virtud del riesgo y de la decisión.

“Esta virtud lleva al individuo capaz de discernimiento, a salvaguardar en el espíritu el objetivo final de la acción moral: la promoción de la persona, siendo sensible a los elementos de la situación en la que se ha de desenrollar la acción.

Ahora bien, esta situación a menudo está hecha de intereses contradictorios. Y así, el que actúa se da cuenta de que está muy lejos de poder escoger una opción ideal, teniendo bien actualizados, al mismo tiempo, todos los valores. Ha de resolver en carne viva conflictos de normas morales y tomar una decisión que será lo que podríamos llamar el mejor compromiso ético”6. La prudencia, según lo que dijo San Agustín, es un amor en busca a la recerca del porvenir. Es, por excelencia, la virtud del sistema preventivo, la palabra prevención tomada en dos flexiones adjetivadas: prevenido y previsor.

La prudencia lejos de provocar una actitud de timidez, hace que, quien la posee, se convierta en un “deshacedor de incertidumbres”. La consideramos esencial para una buena educación, sobretodo, cuando uno trabaja en ambientes difíciles, como por ejemplo, ciertas barriadas de grandes ciudades. Uno comprende, igualmente, que sea uno de los objetivos de la educación. Enseñas a un joven a vivir la aventura de la prudencia; aquí está una de las finalidades que buscaba Don Bosco.

B. La templanza

La templanza aspira a respetar nuestros límites. Porque el nutriente de los deseos aspira a la insatisfacción y al infortunio. La templanza es, para decirlo de laguna manera, el secreto de la pobreza dichosa, para reemprender una expresión que a San Francisco de Asís le gustaba mucho. Es todo lo contrario del desorden de los sentidos. Lo debemos ver como la virtud que supera todo tipo de embriago, en expresión de Alain. Don Bosco insiste con fuerza en esta virtud, en los consejos que daba a sus religiosos.

C. La fortaleza

A lo largo de su vida, a Don Bosco no le faltó nunca la fortaleza, él que fue tan malmirado y sujeto de diversas tentativas de asesinato. Era él quien animaba a sus jóvenes a ser fuertes. Pensemos tan sólo cómo los lanzó a combatir la propagación del cólera.

6 Éduquer à la suite de Don Bosco, Xavier Thévenot. Conf. Paris 95, p. 138

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Y la fortaleza ante la muerte, ¿no sería eso el coraje más grande de todos los corajes? “No hay amor más grande que el de dar la vida por los amigos”. Así como la cobardía es egoísta, la fortaleza es altruista. La fortaleza es la virtud de la continuación, ahora bien, continuar es siempre recomenzar. Y, en Don Bosco, la fortaleza se reafirma en la esperanza.

D. La justicia

No puede haber amor sin justicia. Esta es, sin duda, la virtud en la que los jóvenes se muestran más sensibles. A menudo se les ve dispuestos a perdonar los errores de sus educadores, pero no las injusticias cometidas.

Y la justicia la entendemos con un doble sentido: como la conformidad al derecho (el “jus” latín), y como igualdad. Justo, es aquel quien pone toda la fuerza al servicio del derecho y a la igualdad de todos con todos, a pesar de las desigualdades de talentos que son innombrables.

Las tres virtudes salesianas

A. La humildad

La humildad es una virtud humilde. Quien dice “yo soy humilde”, ya no lo es más. Pues, escuchamos la oportunidad del pensamiento de San Francisco de Sales.

“A menudo decimos que no somos nada, que somos la miseria misma y la basura del mundo; pero nos sabría muy mal que nos tomaran la palabra dicha y que la publicaran tal como la hemos dicho. Y al contrario, ponemos cara de huir y de amargarnos para evitar que nos vengan detrás y que nos busquen; hacemos ver que queremos ser los últimos, sentados en el extremo de la mesa, pero lo hacemos para situarnos en ventaja y pasar al lugar más alto. La verdadera humildad no hace cara de serlo y no dice nunca palabras de humildad, ya que no sólo no quiere esconder las otras virtudes sino que incluso, muy particularmente, lo que quiere es amagarse ella misma”7.

La humildad nos encamina al amor. Donde hay humildad, allí está la caridad, decía San Agustín. Sin humildad, el “yo” ocupa todo el espacio disponible y considera al otro como un objeto o como enemigo.

B. La afabilidad

”La caridad y la afabilidad de San Francisco de Sales me guiarán en todo”. Es la resolución que tomó Don Bosco en los inicios de su sacerdocio. André Comte Sponville, en su tratado ya citado, dedica un maravilloso capítulo a esta virtud.

La afabilidad es una audacia sin violencia, un ímpetu sin duración. La violencia no contenida se convierte en debilidad. La afabilidad es una fuerza, plácida, llena de paciencia y de dulzura.

Afabilidad quiere decir acogida, respeto, apertura. Está sometida a aquello que es real, a la vida, al porvenir, a aquello que hay más allá de cada día. Es pues una virtud pragmática.

La afabilidad es una virtud eminentemente salesiana. Y si Francisco de Sales la recomienda firmemente para establecer relaciones con los otros (dado que permite al otro

7 Introduction à la vie dévote, Saint François de Sales,3è partie, Cap. V, p. 130. Ed. Du Seuil

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sentirse aceptado tal como él es), también la recomienda poniendo la mirada en sí mismo.

“Una de las cosas buenas que podríamos hacer con la afabilidad es aquella de la cual nosotros seríamos los autores, sin afligirnos nosotros mismos por nuestras imperfecciones; aunque la razón nos dice de hacer todo lo posible, cuando vemos que hemos cometido un fallo, para mostrar nuestro ademán acerbo y triste, defraudado y rabioso. I aquí viene el gran error de aquellos quienes, enfurecidos, se enrabian por el simple hecho de haberse enrabiado, se angustian de verse angustiados y se irritan del enojo que llevan encima; así tienen el corazón suave y mojado en la cólera: y aunque parezca que la segunda cólera destruye la primera, lo que hace es que sirve de apertura y de pasaje para una nueva cólera en la primera ocasión que se presente: además de que, estas cóleras, irritación y mal gusto que uno tiene contra sí mismo, producen orgullo y tienen su origen en el amor propio que se inquieta y se altera de vernos imperfectos” 8.

C. El humor

Si es una virtud característica del arte pedagógico de Don Bosco, es también el humor aquello que nunca le abandonaría, ni tan sólo en los momentos más difíciles de su vida.

Carencia de humor quiere decir carencia de humildad, encontrarse demasiado lleno de si mismo.

Todo aquello que no es trágico es irrisorio, muestra lucidez y el humor se añade, con una sonrisa, pues no es nada trágico. La verdad del humor: la situación es desesperada, pero no es grave.

Pero hay sonrisas y sonrisas. Diferenciamos el humor de la ironía. Esta es una arma que se vuelve contra alguien; la ironía se ríe del otro; el humor se ríe de uno d del otro como de sí mismo, y se incluye siempre dentro de la tontería que él provoca o que desvela. Cuando el humor es fiel a sí mismo, nos lleva a la humildad. Él transforma la ternura en gozo, el desengaño en jocosidad, la irritación en alegría.

El recogimiento de Miguel Magone

Conducir al joven hacia la profundización, mediante el desarrollo de sus virtudes, este es el itinerario espiritual utilizado a menudo por Don Bosco. La amplitud de la evolución espiritual de Miguel Magone es sensacional. Mira por donde, aquel que fue en otros tiempos un trinchador tan extrovertido, convertido ahora en un hombre de oración.

Escuchemos a Don Bosco hablando de él con admiración:

“En el patio, lo habrían considerado un caballo desbocado; mientras que, en la iglesia, nunca llegaba a encontrar ni el lugar, ni la postura que le convenía. Pero poco a poco regia en él tal recogimiento que lo podríamos haber propuesto como modelo a cualquier cristiano fervoroso...”

“Estaba tan atento, tan recogido y en una actitud tal que parecía insensible a todo lo que lo envolvía. A veces, al salir de la iglesia, los compañeros le cortaban el paso; saltaban ante sus pies, pisándolos. Pero él, como si nada, seguía tranquilamente su oración o la meditación”.

8 Introduction à la vie dévote – Saint François de Sales – 3è partie, Chap IX

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IV – La practica sacramental

La confesión frecuente, la comunión frecuente y la misa de cada día son los pilares sobre los cuales se ha de construir el edificio educativo, del que uno quiere eliminar la amenaza y el castigo. Nunca no se ha de impedir a los jóvenes de frecuentar los sacramentos, sino al contrario, animarles i darles todas las facilidades para sacar provecho”9.

Aquí entonces tenemos al alcance educativo la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación.

El sacramento de la Eucaristía

La Eucaristía es el memorial del sacrificio del Cristo. Qué importante es que los jóvenes recuerden, en esta óptica de prevención de la violencia, que Juan Bosco quiere “desterrar”, hasta donde nos pueda llevar el mecanismo de “chivo expiatorio” 10 y de desencadenamiento de la violencia: hasta la muerte indignante del inocente sacrificado. La Eucaristía nos evoca este escándalo.

La Eucaristía prefigura el Reino. ¡Qué gozo que los jóvenes descubran, anticipadamente, lo que puede llegar a ser el ambiente de una comunidad donde cada uno se siente como un hermano!

La Eucaristía resuena como una llamada a compartir. ¡No es el hecho de compartir lo que hace que el amor se manifieste, que progrese la justicia, que renazca la paz! Y, como lo remarca Xavier Thévenot, “hacer memoria eucarística, todo el mundo poniendo lo mejor de sí mismo, exige, si uno quiere vivirlo con autenticidad, un compromiso a favor de alguno”11.

El sacramento de la Reconciliación

Respecto al sacramento de la Reconciliación, la práctica del sacramento permite al joven volver a sus actos, descubrir su culpabilidad, tomar conciencia, sea cual sea el alcance de sus carencias, de que él siempre es querido. A través del perdón otorgado de una manera visible, se le abre un nuevo futuro: él es siempre digno de confianza. Un joven que lleva a cabo así la experiencia del perdón de Dios, es invitado, él también, a perdonar. Trámite difícil cuando el mal que se ha hecho es irreparable. Perdonar no quiere decir de ninguna de las maneras olvidar. Siempre es peligroso esconder la memoria. Perdonar es, a pesar de recordar bien el mal cometido, volver a abrir el mañana: y de de ninguna manera identificar al otro con su comportamiento. Has robado, pero tú no eres un ladrón. Has cometido un delito, pero tú no eres un delincuente. Y la práctica del sacramento de la Reconciliación se convierte en un acto excelente de pedagogía hacia el reencuentro del perdón. Es del todo imposible perdonar si el otro no reconoce sus carencias y no pide perdón. A los niños que han sido víctimas, y que no piensan poder personar, se les ha de hacer ver, antes que nada, que el perdón no será nunca posible, si el otro no reconoce sus errores y haga el gesto de pedir perdón. Sólo en este último caso podremos plantear el tema.

9 Don Bosco – La méthode préventive de l’éducation de la jeunesse

10 Cf. Els escrits de René Giraud

11 L’Eucaristia desenvolupa l’espiritualitat de la comunió. Ella “fa” la comunitat educativa. I Don Bosco mai no

ha deixat de situar els joves al bell mig d’aquesta comunitat.

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Si Don Bosco insistía tanto en el hecho del perdón, es porque él sabía bien que era la única manera de anihilar el engranaje infernal de la violencia, espiral de venganza tras venganza, que, inexorablemente, conduce a la muerte.

Conclusión: Escuchando a María

Me es imposible acabar este capítulo dedicado a la espiritualidad salesiana sin evocar la figura de María. “Es Ella quien lo ha hecho todo”, decía Don Bosco a todos aquellos quienes lo interrogaban sobre la formidable expansión de sus obras. Su afecto a María fue grande, haciéndose aún más fuerte, después del traspaso de quien le había enseñado a venerarla, su propia madre, Mamá Margarita.

Si María jugó un rol tan importante en la espiritualidad de la educación gestada por Don Bosco, es porque ella fue la adolescente que se dejó educar totalmente por Dios. María es la adolescente del SÍ.

Era una adolescente de Nazaret, prometida a un hombre de nombre José, de la Casa de David. Virgen, no llegaba ni a los quince años, cuando ofreció su disponibilidad. “–Soy la esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!”12.

Embarazada ya antes de hacer vida en común con José, sería, sin duda, objeto de burla y de menosprecio por parte de las chicas del pueblo. Incluso José, su marido, que era un hombre justo, había barajado la posibilidad de dejarla.

Un día, ya no podía más. Se fue corriendo hacia la montaña a casa de Elisabet, una prima suya mayor que ella. Ésta encontró las palabras adecuadas para recibirla, a Ella y al Niño. Todos sabemos – pues, esta es mi experiencia de educador – como en casos de graves problemas personales, el adolescente tiene quizás más facilidad de abrirse a personas de la generación precedente a la de los padres, dado que estas se muestran a menudo más abiertas y acogedoras, no tan críticas y moralizantes.

Entonces, María, por medio de las palabras de Ana, dejó brotar de sus labios el famoso cántico:

“Mi alma alaba la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora me llamarán dichosa; porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandescosas. ¡Santo es su nombre!

Dios tiene siempre misericordia de quienes le honran. Actuó con todo su poder: deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los reyes de sus tronos y pusoen alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías”.13

No conozco ningún otro cántico más bonito de la adolescencia. El “Magníficat” resuena como la expresión de este gran sueño, hecho propio por tantos adolescentes, de un mundo donde la injusticia será desterrada, donde el más pequeño será reconocido en su dignidad, donde el poderoso se verá herido en su orgullo.

María, es a Ella a quien Dios confió la educación de Su Hijo. Y debemos reconocer que la tarea no le fue nada fácil. Sólo mirando el texto evangélico donde se habla de la infancia de Jesús, lo presenta con las características de un fugitivo.

12

Lucas 1, 38 13

Lucas 1, 46 - 53

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María, educadora, se nos muestra en Lucas dos veces, como la persona que guarda cuidadosamente todas aquellas cosas y las medita en su corazón. 14

Quizás tenemos aquí una de las cualidades esenciales del educador. Retener en la memoria los hechos y los gestos de cada educando, ser capaz de relacionarlos a fin de que, en un momento dado, pueda encontrar el sentido. Se trata de un trabajo simbólico que todo educador ha de saber llevar a cabo.

Escuchemos el comentario de Xavier Thévenot sobre este versículo de Lucas: “El último versículo del texto de Navidad va aún más allá: afirma que María “simbolizaba” en su corazón. Para aquel que esté familiarizado con la antropología contemporánea, esta expresión, aparentemente curiosa, nos suena extremadamente exacta. Podríamos, en efecto, transcribir:

María hacía un trabajo simbólico con todas las palabras que le habían sido dichas”.15

Don Bosco haría este mismo tipo de trabajo, cuando él comenzó a escribir las biografías de algunos de sus alumnos que le habían impresionado considerablemente: Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco Besucco.

Resumiendo, para Don Bosco, María es la Auxiliadora, la que viene socorrer al hombre pecador, la que se convierte en mediadora entre los hombres y su Hijo. “Haced todo lo que Él os diga”, dijo María al personal de servicio cuando las bodas de Canaan”.16

Es a María a quien Don Bosco se dirige después del doloroso traspaso de su madre. Es a él también a quien consagró la maravillosa basílica construida sobre el terreno de Valdocco. Y fue así porque, sin duda, María fue a lo largo de la historia

la que creyó en su Hijo, el pequeño bebé del pesebre, en el adolescente fugitivo que se le escapaba de las manos, en el joven adulto que ella no llegaba a comprender;

la que esperaba con Él, incluso en aquel momento tan crítico de la cruz;

la que supo quererlo siempre como a un hijo; que ella permanecía siempre, para todos los salesianos, el icono de referencia, la Auxiliadora en toda circunstancia.

María, modelo para todo educando y educador. Cada mañana, los salesianos de Don Bosco, son invitados a decirle:

“Inmaculada Virgen Auxiliadora, Madre de la Iglesia, inspiradora y guía de nuestra Congregación, nosotros nos ponemos bajo vuestra protección maternal y, fieles a la vocación salesiana, os prometemos trabajas siempre para la mayor gloria de Dios y la salvación del mundo.

Siempre confiando en vuestra intercesión, os pedimos por la Iglesia, la Congregación y la Familia Salesiana, por los jóvenes, sobretodo, los más pobres y por todos los que Cristo ha redimido.

Vos que fuiste la Maestra de Don Bosco, enséñanos a imitar sus virtudes, especialmente la unión con Dios, su vida casta, humilde y pobre, su amor al trabajo y a la templanza, la bondad y la entrega ilimitada a los hermanos y su fidelidad al Papa y a los Pastores de la Iglesia.

Concédenos, María Auxiliadora, que nuestro servicio al Señor sea fiel y generoso hasta la muerte, para que podamos llegar al gozo de la Comunión plena en la casa

14

Lluc 2, 19 i 51 15

Lluc 2, 19 i 51 16

Joan 2,

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4.- UN SALESIANO

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Septiembre - 2011 23 de 44

VISUALIZACIÓN DEL DÍA DE HOY

“En primer lugar nos haremos conscientes de nuestra respiración.

Inspiramos y espiramos.

Inspiramos y espiramos.

Volvemos a inspirar y volvemos a espirar.

Cada uno a su ritmo, no hace falta que sigáis el ritmo que yo marque.

...

Inspiramos y espiramos.

La mente se concentra sólo en estos dos movimientos, tan vitales que nunca nos paramos a sentirlos.

Inspiramos y espiramos.

A partir de ahora, cuando inspiremos cerramos los puños…

... y cuando espiremos abriremos las manos. Lo probamos.

Inspiramos (y cerramos los puños) y espiramos (y abrimos las manos).

Inspiramos (y cerramos los puños) y espiramos (y abrimos las manos).

Volvemos a inspirar (y cerramos los puños) y a espirar (y abrir las manos).

...

Ahora piensa en el momento en que hoy te has despertado.

En el momento que has abierto los ojos al nuevo día.

- ¿Cómo ha sido ese despertar: ha sido suave? ¿O ha sido brusco? ¿Quién o qué te ha despertado?

- ¿Qué es lo primero que has hecho al despertarte? Vuelve a mirar ese momento como si lo contemplases desde el techo de tu habitación.

- ¿A qué persona te has encontrado primero en el día de hoy? ¿Qué gesto has tenido con ella?

- ¿Cuáles son las primeras palabras que has pronunciado hoy? ¿Las recuerdas? Vuélvelas a escuchar y repetir.

- Piensa en el momento del desayuno. ¿Qué has comido? ¿Dónde lo has hecho?

- ¿Ha sido un momento de prisa o tranquilo?

Piensa en el momento de asearte y vestirte. En qué orden has ido sacándote y poniendo la ropa. Recuérdalo como si lo contemplases desde el techo.

- ¿Cómo has preparado y recogido las cosas para salir de casa?

- Piensa en el momento de salir de casa... ¿Qué has hecho antes de salir?

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- ¿De quién te has despedido? ¿Cómo te has despedido?

Piensa en el momento de salir a la calle y respirar el aire fresco.

- ¿Qué es lo primero que has visto? ¿A qué persona has visto primero?

- ¿Te ha sorprendido alguien por alguna cosa especial?

- Vuelve a recorrer mentalmente todo el camino hasta el lugar de destino.

- ¿Has ido solo? ¿Con quién has ido? ¿Qué conversación has tenido?

- Recuerda aquel momento.

- ¿Qué persona conocida es la primera que te has encontrado? ¿Cómo ha sido el encuentro?

- ¿Cómo ha transcurrido la mañana?

...

(Vamos siguiendo un guión parecido para las siguientes horas del día sabiendo qué tipo de vida y actividad realizan nuestros destinatarios)

...

- ¿En qué momento (o momentos) del día, ahora ves que Dios se ha hecho presente? Concéntrate en ese momento. Vuélvelo a repasar mentalmente tantas veces como quieras. Párate en ese momento especial. Transmite los sentimientos de ese momento al momento actual y presente en el que estás haciendo esta visualización. Llénate de ese momento. Recarga tus pilas.

...

¡Muy bién!

Volvemos a hacernos conscientes de nuestra respiración.

Inspiramos y espiramos.

Inspiramos y espiramos.

Volvemos a inspirar y espirar.

Cada uno a su ritmo.

...

Inspiramos y espiramos.

La mente se concentra sólo en estos dos movimientos, tan vitales que nunca nos paramos a sentirlos.

Inspiramos y espiramos.

A partir de ahora, cuando inspiremos cerramos los puños…

... y cuando espiremos abriremos las manos.

Inspiramos (y cerramos los puños) y espiramos (y abrimos las manos).

Inspiramos (y cerramos los puños) y espiramos (y abrimos las manos).

Volvemos a inspirar (y cerramos los puños) y a espirar (y abrir las manos).

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... Finalmente abrimos los ojos poco a poco y nos incorporamos suavemente.

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CONTACTAR CON DIOS

Dolores Aleixandre

"Hui-Tzu dijo a Chuang-Tzu: "Tus enseñanzas no

tienen ningún valor práctico." Chuang-Tzu

respondió: "Sólo los que conocen el valor de lo

inútil pueden hablar de lo que es útil."

"Al despertar del sueño dijo Jacob:Realmente está el Señor en este lugar y yo no lo sabía."

(Gen 28)

Cuenta una vieja historia de la Biblia que una noche Jacob se echó a dormir en medio del campo. Como de costumbre iba huyendo, en este caso de su hermano Esaú que lo perseguía a causa del contencioso "lentejas por primogenitura" que los interesados pueden leer en Gen 25,29-34. El caso es que Jacob se pasaba la vida escapando y casi sólo cuando era de noche y se echaba a dormir, podía Dios alcanzarlo. Aquella noche soñó con una escalera que, plantada en la tierra, llegaba hasta el cielo y por la que subían y bajaban ángeles. Jacob se despertó lleno de estupor y llamó a aquel lugar "morada de Dios" (Gen 28,10-22). Mucho tiempo después lo encontramos diciendo: "Soy yo demasiado pequeño para toda la misericordia y fidelidad que el Señor ha tenido conmigo..."(Gen 32,11): un hombre de "lo útil" había comprendido el valor de "lo inútil."

Al releer hoy esa historia podemos quedarnos tan estupefactos como Jacob ante la noticia que la narración nos comunica: el mundo de Dios y el nuestro están en contacto, la escalera de la comunicación con Él está siempre a nuestro alcance, existen caminos de acceso a Dios y posibilidad de encontrarlo y de acoger sus visitas.

Otra narración pintoresca del Antiguo Testamento nos cuenta que un tal Jonás, de profesión profeta, había puesto también los pies en polvorosa para escapar de Dios que quería enviarlo a anunciar la salvación a Ninive. Pero Jonás, como buen israelita, abominaba a los ninivitas que eran gentuza pagana y no estaba por la labor de colaborar con Dios en el disparate de convertirlos. Así que, en vez de tomar el camino de Nínive, se embarcó en dirección contraria, rumbo a Tarsis. Pero Jonás no contaba con la terquedad de Dios ni con la gimkana de obstáculos que iba a encontrar en su huida: hay una tempestad, los marineros le tiran al mar y se lo traga un inmenso pez. Y mira por dónde, a Jonás el fugitivo no se le ocurre mejor cosa que hacer en el vientre del pez que ponerse a rezar.

Y cada uno de nosotros podría concluir acertadamente: "pues si alguien oró en una situación semejante, quiere decir que cualquiera de los momentos que yo vivo, por extraños que resulten, nunca serán tan insólitos como el interior de una ballena, así que, por lo visto, todos y cada uno de los lugares y situaciones en que me encuentre: un atasco de circulación, la antesala del dentista, el vagón de metro, la cola de la pescadería o la cumbre de una montaña, son lugares aptos y a propósito para contactar con Dios."

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Nada que objetar a templos, capillas, santuarios, ermitas o monasterios: sólo recordar que Dios no necesita ninguno de esos ámbitos; quizá sí nosotros, por aquello del sosiego y de que nos dejen en paz, pero siempre que no nos hagan olvidar que no existe ningún lugar ni situación "fuera de cobertura" para la comunicación con Dios.

Ese es el gran testimonio que nos dan los creyentes de la Biblia: al hojear sus páginas los encontramos orando junto a un pozo (Gen 24) o en la orilla del mar (Ex 15,1ss); en medio del tumulto de la gente o en pleno desierto (Mt 4,1-11); al lado de una tumba (Jn 11, 41) o con un niño en brazos (Gen 21,15); junto al lecho nupcial (Tob 8,5) o rodeados de leones (Dan 6,23).

Y tampoco parece que lo hacían desde las actitudes anímicas más idóneas: se dirigen a Dios cuando se sienten agradecidos y también cuando están furiosos, claman a Él en las fronteras de la increencia, la rebeldía o el escepticismo, lo bendicen o lo increpan desde la cima de la confianza o desde el abismo de la desesperación.

Y uno deduce: la cosa no puede ser tan difícil, muchos otros antes que yo intentaron eso de rezar y lo consiguieron; parece que el secreto está en ensanchar las zonas de contacto... ¿Y si probara yo también?

Una de las causas por las que algunos han desistido de hacerlo después de haberlo intentado, es que se empeñaron en contactar con Dios desde otra situación distinta de la que era realmente la suya en aquel momento (cuando tenga tiempo, cuando esté menos cansado, cuando encuentre un lugar apropiado...), y todo eso son arenas movedizas, por irreales, en comparación con la roca firme de la realidad concreta y actual en la que se está. Porque es esa situación la que hay que concienciar, nombrar, acoger, tocar, y extender ante Dios, como el tapiz precioso que un mercader expone para que un comprador lo admire. Y darnos tiempo para hacer la experiencia (otros muchos la hicieron antes que nosotros), de que Dios es un "cliente incondicional" de todas nuestros tapices y sabe mejor que nadie apreciarlos, valorarlos, acariciar su textura, admirar el revés de su trama, y hasta remendar sus rotos y embellecer su dibujo.

Las páginas que siguen pretenden acompañarte en esta aventura si decides emprenderla, aunque sea de manera vacilante. Vas a encontrar "narraciones de contactos" partiendo de situaciones humanas elementales: el cansancio, la prisa, la muerte, la monotonía, la gracia, la des-gracia... Son relatos esquemáticos en los que todo ocurre con mucha rapidez, pero piensa que, como el encuentro con Dios es una relación, hay que invertir en ella tiempo y paciente espera. Lo que vas a leer son sólo pistas, luego tú seguirás tu propio camino y tus propios ritmos para encontrar a Dios y dejarte encontrar por Él a través de todo lo que constituye la trama de tu vida: relaciones, deseos, miedo, alegrías, soledad, inquietud, asombro...

Puedes empezar ahora mismo, estás en buen lugar allí donde estés y en buen momento tal como te encuentras ahora.

Quizás en este instante estés empezando el aprendizaje vital más apasionante de tu existencia.

DESDE EL CANSANCIO

De pie en el metro abarrotado, con doce interminables estaciones por delante. Arrastrando el carro de la compra escalera arriba (cuarto piso sin ascensor). Detrás del mostrador, o delante del ordenador, o junto a la pizarra de la clase, hartos de clientas pesadísimas, ciudadanos impertinentísimos o niños inquietísimos (y yo con la cabeza a

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punto de explotar...) De noche, sentada en una silla metálica junto a la cama del abuelo, internado por tercera vez en dos meses por la cosa de los bronquios.

Ahora y aquí. Detecto mi cansancio, trato de no rechazarlo. Está aquí, conmigo, pesando sobre mí, hinchando mis piernas, atacándome por la espalda, rodeando mis riñones. Lo saludo, intento llamarlo por su nombre: "Tanto gusto, Doña Bola de Plomo", "¿Cómo le va, Don Saco de Arena?", "Parece que vienen Vds. mucho por aquí"... (Si consigo sonreír un poco, todo puede ir mejor...). Trato de respirar despacio, de tomar una pequeña distancia, de despegarme de mi propia fatiga, de abrir un espacio a otra Presencia.

Leo o recuerdo: "Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era mediodía" (Jn 4,6). Le miro tan derrotado como yo, y encima el calor y la sed. Me siento yo también en el brocal del pozo o en el bordillo de la acera junto a él. No tengo ganas de decir nada y a lo mejor a él le pasa lo mismo. Estamos en silencio, comunicándonos sin palabras por qué estamos tan agotados. Quizá le oigo decir con timidez: "Cuando estés muy cansada o con agobio, vente aquí y lo pasamos juntos. Es lo que hago yo con mi Padre y no sé bien cómo, pero estar con él me descansa."

Me habla de gente que conoce desde hace tiempo, gente importante y famosa, de la que sale en la Biblia, amigos suyos al parecer, que todo el mundo piensa que eran muy fuertes y muy resistentes, pero que de vez en cuando no podían más y se querían morir, de puro cansados: un tal Moisés que se quejaba mucho a Dios porque llevaba detrás un pueblo muy pesado y a ratos le presentaba la dimisión y le decía: "Si lo sé, no vengo" (al desierto, claro), y cosas parecidas (Num 11,11-15). Pero a pesar de todo, no le fallaba nunca a la cita, y eso que era en lo alto del Sinaí y no estaba ya para muchos trotes...

O también el profeta Elías, que había montado un show de mucho cuidado en el monte Carmelo, se había cargado a todos los profetas de la oposición (esas cosas por entonces no se veían tan mal como ahora...), había conseguido lluvia después de tres años de sequía y había hecho una salida triunfal corriendo delante del carro del rey... (1Re 18); pues en la escena siguiente, sale huyendo hacia el desierto porque la reina Jezabel, que era malísima, lo amenaza, se adentra por allá solo, empieza a caminar sin rumbo y cuando está ya medio deshidratado y al borde de la insolación, se tumba debajo de un arbusto y se pone a dar voces diciendo que se quiere morir y que ya no aguanta más. Y a Dios le dio muchísima ternura verle así de derrotado y le mandó por mensajero agua fresca y pan recién hecho, y sobre todo unas palabras de ánimo que lo dejaron como nuevo y le ayudaron a reemprender el camino hacia el Sinaí, que era donde le había citado Dios (que se le nota como una fijación con ese sitio...) (1 Re 19).

Le hablo yo también de conocidos míos que andan peor que yo: un compañero de oficina que tiene a su suegra en casa con Alzheimer y no les deja pegar ojo por las noches. Una amiga de toda la vida con un hijo drogata que ha dejado cinco veces los programas de rehabilitación y la familia está al borde de la locura. Gente que he visto en una exposición de fotografías de Sebastiao Salgado trabajando en una mina de oro de Brasil en condiciones estremecedoras.

Nos quedamos callados otra vez. Él me sugiere que pongamos todo ese cansancio entre las manos del Padre, que reclinemos la cabeza en su regazo, como en esa escultura en que Adán descansa la cabeza sobre el regazo de su Creador, que tiene puesta la mano sobre su cabeza. Lo hago y me quedo dormida un ratito.

Me despierto y sigo cansada, pero es distinto. Vuelvo a respirar hondo. Gracias. Hasta mañana.

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DESDE LA PRISA

Sólo a mí puede pasarme que se me rompa la lavadora precisamente el día en que tengo hora en el médico, cita con la tutora de mi hija Ana, recogerla luego en casa de mi cuñada que se la ha llevado al cine y dos llamadas urgentes en el contestador: mi madre: "te necesito para que me acompañes al dentista"; mi marido desde Barcelona: "...me lo fotocopias y me lo mandas por correo urgente". Y por la noche, cena en casa de una amiga que está deprimida.

Termino exhausta de recoger la inundación y salgo de casa a toda velocidad, cruzando a lo loco para parar un taxi con riesgo de atropello. Y una vez dentro, lo que me faltaba: atasco en la M-30. Parados. Bueno, yo parada no, porque mi mente galopa sin resuello, escoltada por los fieles lebreles del agobio y la ansiedad.

Ahora y aquí. Me recuesto en el asiento, cierro los ojos y respiro profundo. Busco la sensación de prisa en los escondites de mi cuerpo: ¿en la cabeza? No. ¿En los pies? Tampoco. La descubro alojada en los alrededores del estómago y en el vértice de los pulmones, que es desde donde estoy respirando, como si tuviera un ataque de asma. Ya te tengo, estás ahí, no te escondas que te siento. Contemplo mi prisa: es un mono que brinca; un tumulto de gente empujándose para entrar en unos almacenes el primer día de rebajas; una carrera desenfrenada por llegar a ninguna parte.

Trato de sacarla de sus escondrijos y de que me deje un poco tranquila. La pongo delante de mí, sobre la alfombrilla del taxi. Abro la ventanilla para ver si se escapa por ahí como el genio de Aladino. Recurro al humor y reúno mentalmente a todos lo que me esperan. Los imagino haciéndose cargo de la situación: mi médico escuchando las quejas de la tutora por el plantón y recetándole Valium 5; mi amiga deprimida contándole sus penas a mi madre mientras le pone coñac con aspirina en la muela del juicio; el dentista en casa con su bata blanca, tratando de arreglarme la lavadora; Ana haciendo barquitos de papel con las fotocopias que está esperando su padre desde Barcelona y echándolas a navegar por la nueva inundación que ha conseguido el celo artesanal del dentista. Y luego, todos a cenar juntos para celebrar que yo haya desaparecido, seguramente a tomarme un respiro: "pobrecilla, tiene demasiadas cosas encima..."

Un poco más relajada, saco el Evangelio del bolso y lo abro:

"Marta, Marta... " (–Señor, que me llamo Encarnita...). Ya lo sabe, pero le debo recordar mucho a aquella amiga suya que le pasaba como a mí: cada vez que él iba por Betania, que era el pueblo donde vivía ella, se alojaba en su casa (Lc 10,32-41); pero como no avisaba nunca, a la tal Marta le entraba el delirium tremens de los preparativos: se ponía a cocinar cuatro cosas a la vez, medio histérica: "no me da tiempo, no me da tiempo, y el horno que no va bien, y las patatas que siguen duras, y esta carne que debe ser de rinoceronte..."

Miro a la otra hermana, a María, y me entra mucha envidia de verla tan tranquila, sentada junto a Jesús. Se levanta y me deja el sitio: "tengo que echarle una mano a Marta, si no, se pone inaguantable..."

Me siento sobre los talones como si fuera una gheisa y ni siquiera me dan calambres. La cosa empieza bien.

Jesús me mira y mi montaña de prisas empieza a derretirse. Al contarle mis agobios, noto que se van ordenando, como si los fuera guardando doblados y limpios en un armario que huele a lavanda. Me acuerdo de un canto que oí en misa: "Entre tus manos están mis afanes, mi suerte está en tus manos". Se lo repito una vez, y otra...

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"No hay más que una cosa que es de verdad importante". Y me asombro al darme cuenta de que, en el fondo, eso que es lo "único necesario" está ya en el fondo de mi corazón lleno de nombres, lleno de rostros de personas que quiero y a las que quiero demostrar mi cariño. Sólo que tengo que aprender a hacerlo sin empeñarme en atender a diez asuntos a la vez, sin acelerarme, sin pretender llegar a todo, sino poniendo las cosas una detrás de otra y encontrando espacios de sosiego como éste con más frecuencia, dejándome mirar por Alguien que no me acosa, ni me exige, ni me reclama nada.

Me entran ganas de rezar el Padre Nuestro junto a Jesús y ahí se acaba de serenar mi ansiedad: al decirlo despacio, me doy cuenta de que él también tiene prisas, pero diferentes: la de que todos nos enteremos de que a Dios podemos llamarle Padre y Madre; la de su apasionamiento por el sueño de Dios, que es un mundo de hijos y hermanos reconciliados; la de contagiarnos la urgencia de que el pan y los bienes, que son de todos, lleguen a todos, porque en eso consiste eso que él llama Reino.

"Son 1.215, señora". Hemos llegado. Pago al taxista y le doy una propina espléndida: al fin y al cabo me ha llevado hasta Betania.

Doblo la esquina de la casa del médico y desde el bar de enfrente me llega el aroma de bollos recién hechos. Cruzo la calle y entro a tomarme un café y un croissant a la plancha.

Hace una tarde preciosa.

DESDE EL TANATORIO

Me desplomo sobre una silla del tanatorio después de mirar por el cristal el rostro irreconocible de Mirentxu dentro de la caja y me pongo a llorar desconsolada. La noticia de su muerte ha sido un mazazo que no esperaba. Precisamente ella, que era un chorro de vitalidad, y de proyectos, y de sabiduría para disfrutar de la vida. Precisamente ella, que era un nudo de relaciones, una de esas personas con el don rarísimo de establecer vínculos estables y únicos con montones de gentes de todo tipo y condición. Precisamente ella, que nos hacía falta a tantas personas y que nos deja tan desvalidos, a Luis y a los niños sobre todo. Y justo cuando parecía que estaba mejor y que el tratamiento estaba surtiendo efecto.

No hay derecho, pienso. Y me suben oleadas de rebeldía y de preguntas. ¿Por qué ella, por qué? No entiendo nada ni quiero entenderlo; es injusto y cruel e incomprensible y se me atascan las lágrimas en la garganta.

En el tanatorio abarrotado hay un silencio denso. Miro los rostros de tanta gente, conocida y desconocida y leo en todos el mismo estupor y la misma pena honda que nos quita hasta la gana de hablar.

Va a haber una misa y siento, junto a la necesidad de rezar, una especie de bloqueo con Dios, una imposibilidad de dirigirme a Él, porque en el fondo le estoy pidiendo cuentas de esta muerte incomprensible. Espero que el cura no se ponga a repetirnos una homilía de plástico de las de siempre: que la muerte es un misterio insondable, que ella está ya gozando en el cielo y que nos tiene que consolar mucho el que haya dejado de sufrir. Lo miro con prevención, conminándole internamente a que se abstenga de decirnos nada de eso.

"Lectura del santo evangelio según San Juan": "Las hermanas de Lázaro le mandaron este recado: –Señor, tu amigo está enfermo (...) Él dijo: –Nuestro amigo Lázaro está dormido; voy a despertarlo (...) Al ver a María llorando y a los judíos que lo acompañaban, llorando, Jesús se estremeció por dentro y dijo muy agitado: –¿Dónde lo

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habéis puesto?. Le dicen: –Señor, ven a ver. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: –¡Cuánto lo quería...!" (Jn 11,3.11.35).

No comenta nada y propone unos momentos de silencio.

Ahora y aquí. Renunciar a las explicaciones, a los intentos de saber por qué, al lenguaje nefasto del "Dios lo ha permitido", "hay que aceptar su santísima voluntad...", "se ve que ya había completado su carrera, después de hacer tanto bien..."

¡Fuera! Echar a latigazos a esos mercaderes que nos ofrecen idolillos canijos del dios que "se lleva siempre a los mejores...", del dios de "los inescrutables designios", del dios que decidió ayer, con el pulgar hacia abajo como Nerón, la muerte de Mirentxu.

Expulsar a la calle, sin contemplaciones, a todos los que intenten profanar nuestro templo y ocupar con palabras huecas como globos hinchados, el espacio vacío de una ausencia que nos hace daño. Porque ese dios con el que pretenden consolarnos no tiene nada que ver con el de Jesús.

Y por eso, abrirle la puerta solamente a él, deshecho también por la muerte de su amigo Lázaro. A ese Jesús que también preguntaba "por qué", que se atrevió a decir que no quería morir y que gritó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Dejarle entrar, y sentarse junto nosotros, y llorar porque Mirentxu ya no está a nuestro lado y porque no está dormida sino muerta.

Aceptar su silencio, tan impotente como el nuestro y también sus lágrimas. Apoyar la cabeza sobre su hombro y hablarle de ella, y de cuánto la queríamos, y del hueco que nos deja.

Dejar que su presencia vaya dándonos seguridad y amansándonos la rebeldía, no el dolor. Consentir que, tímidamente, se nos vaya encendiendo en medio de la oscuridad la llamita de una fe vacilante; escuchar su voz que nos asegura que Mirentxu está en buenas manos.

Pedir a Jesús que ponga la roca de su propia fe debajo de nuestros pies, que nos deje apoyarnos en la confianza inquebrantable que él tenía en aquel a quien llamaba Abba, Padre.

Confesarle que aborrecemos las calcomanías de colores chillones que nos presentan un cielo lleno de ángeles tocando el arpa y personajes vestidos de blanco y palmas en las manos, como en un interminable domingo de Ramos y sin más aliciente que la visión beatífica. Escucharle recordarnos que él de lo que habló fue de un hogar caliente con sitio para todos, de una mesa abierta en la que habrá buena comida y vinos de solera, de un Dios que enjugará las lágrimas de todos los rostros y lavará los pies de sus hijos, llenos de polvo del camino. Y que no tiene la culpa de que luego vengan algunos teólogos y lo compliquen todo.

Quedamos con él y entre nosotros en que lo de Mirentxu no se va a acabar aquí: que vamos a seguir cuidando el tejido relacional que ella ha dejado a medias, y que cada uno va a encargarse de recordar a los otros que ella nos sigue animando en una tarea en la que queda mucho por hacer.

Son las 12 de la noche y cierran la sala donde estamos. Fuera ha descargado una tormenta y huele a asfalto mojado. Nos abrazamos fuerte y nos miramos sin decirnos más que "Hasta mañana".

Pero cada uno de nosotros ha vuelto a encontrar, como tantas veces nos ocurría al estar junto a Mirentxu, la certeza de que la muerte no tiene la última palabra y de que la Vida es siempre más fuerte.

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DESDE LA MONOTONÍA

«–Con ésta es la décima vez que os explico en este mes que en el verbo "hacer", la "a" que va delante del infinitivo es preposición y no lleva h, pero si va delante de participio sí la lleva porque es la forma compuesta del verbo: o sea, que no es lo mismo "voy a hacer" que "él ha hecho"...» Treinta y dos caras de chavales miran la pizarra sin verla, mucho más interesados en las Spice Girls, los problemas de su acné o el fútbol que en los arbitrarios caprichos de distribución de la "H". Aborrezco dar clase los viernes por la tarde.

«–Paco, me vas a poner tres rodajas de pescadilla y cuarto y mitad de boquerones. Y me los limpias, por favor». Diez minutos más de cola en la pescadería y aún me queda la de Dionisio, el pollero, que nunca tiene prisa y siempre pregunta a la que le toca:"–¿Qué te pongo, bonita?"; y luego la de la frutería barata, que está como siempre a tope. Cada viernes por la tarde, lo mismo.

«Y entonces fue mi sobrino y le dijo al médico:"–Oiga dostor ¿y cree Vd. que voy a quedar bien de la operación de juanetes?"». La hermana Aurelia tiene el don de ponerme irracionalmente frenética (será que es viernes por la tarde), no sólo porque dice dostor y es inútil intentar que lo pronuncie bien, sino porque no soporto escucharle, una vez más, la historia de los juanetes de su sobrino.

¿Será que es esto lo que la vida da de sí? ¿O tendré yo alguna neurosis oculta que me hace tan aburrida la monotonía de lo cotidiano y me la convierte en una penitencia? Porque a veces me imagino el purgatorio como una banda sonora en que se oye mi voz explicando, sin interrupción, las reglas de la "H"; a Dionisio el pollero repitiendo como una cacatúa amaestrada: "¿Qué te pongo, bonita? ¿Qué te pongo, bonita?", y al sobrino de la hermana Aurelia, tan inasequible al desaliento como su tía, haciéndole al dostor la trascendental pregunta acerca del porvenir de sus juanetes.

Albergo la sospecha de que el problema del rechazo al peso de lo cotidiano está en mí y no en todo eso que me produce tanto tedio; pero hay días, y hoy es uno de ellos, en que me hundo en la miseria al verme tan incapaz de mirar lo que me rodea sin encontrarlo desteñido, amorfo, repetitivo y sin rastro de novedad.

Ahora y aquí. Abro el evangelio y voy a parar a la curación del ciego Bartimeo (Mc 10,42-56). Me siento yo también en la cuneta, consciente de que estoy tan ciega como él, y me pongo primero a susurrar y luego a gritar: "Jesús, ¡ten compasión de mí...!"

Sigo leyendo: "Llamaron al ciego diciendo: –¡Ten ánimo! ¡Levántate! Te llama..." Mi deformación lingüística me hace fijarme, de entrada, en que el ciego escuchó dos imperativos muy fuertes y muy desestabilizadores, pero que descansaban sobre un indicativo glorioso: "Te llama". Ahí debió de estar para Bartimeo la fuerza secreta que le hizo soltar el viejo manto de su vieja mentalidad y dar un brinco para ir al encuentro de Jesús.

Decido dejarme atraer por la fuerza de esa llamada y me acerco a él. Me paro delante del Maestro con mi mirada cegata y trato de exponerme, con todas mis zonas de sombra y las escamas de mis ojos, ante una mirada que no me juzga con severidad ni me hace reproches, sino que me envuelve en una ternura cálida, como la del sol en una mañana de verano.

Estoy ahí callada y sin prisa, dejándome mirar, con cierto temor en el fondo a resultarle pesada y reincidente con mis problemas, como me pasa a mí con la gente. Le digo que atienda primero a Bartimeo que al fin y al cabo estaba antes que yo, pero sobre todo porque me parece que mi caso es más complicado y le va a llevar más tiempo.

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Nos sentamos al borde de la cuneta y me pide que le hable de de los chavales de mi clase. Llevo con ellos tres años y me conozco bien la problemática de cada familia y la situación conflictiva del barrio. Al nombrarle a cada uno me doy cuenta de cuánto los quiero y cuánto me importan, y me ocurre algo parecido al hablarle después de la comunidad: de lo que siento que me aportan, del camino de Evangelio que intuyo en cada una, de los vínculos que nos unen, más allá de las tensiones y las dificultades de la convivencia, del proyecto común que llevamos entre manos...

Y él me habla de sus años en Nazaret y del misterio de que siendo las horas y las semanas y los años tan iguales, había una novedad escondida en lo que iba descubriendo cada día: lo que el rabino le leía de los profetas en la sinagoga; el campo, tan distinto en otoño, en invierno o en primavera; la sorpresa de que un mismo salmo le resonara diferente si era su madre o José quien lo rezaba; el crecer de los niños del pueblo y el envejecer de los ancianos... Y también el deseo creciente de decirle a la gente más hundida que el reino de Dios está ya dentro de cada uno, y la alegría de darse cuenta de que cada día le iba creciendo la afinidad con el Padre del cielo.

Me viene a la memoria, de pronto, una frase del cántico de Zacarías: "por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visita el sol que nace de lo alto..." y siento que también a mí me está visitando el sol, y que está colándose por las rendijas del cuarto oscuro donde se agazapan mis ansiedades y mis harturas.

Sé que, como Bartimeo, no tengo otro modo de recobrar la vista que éste de dejarme iluminar por las palabras de Jesús y su presencia; pero pienso que a mí no se me van a curar los ojos de repente, sino poco a poco, y con paciencia, y recibiendo humildemente, como si fuera el pan, la luz de cada día.

Y que tengo que ir aprendiendo pacientemente a acoger la presencia del Reino escondido en lo cotidiano, y asombrarme de que ese amor que está en mí y que no me pertenece, pero me habita, me vaya haciendo capaz de descubrir la novedad de cada persona y de cada cosa.

Para este viernes por la tarde ya tengo la luz que necesito y, de momento, voy a ponerme a discurrir alguna manera nueva de explicar las reglas de la "H".

Quizá y como práctica cuaresmal de este año, le pida a la hermana Aurelia que invite un día a merendar a su sobrino y así poder evaluar, en vivo y en directo, los resultados de la intervención del dostor, no sea que también yo tenga que operarme un día de juanetes. De todas maneras, he tomado una decisión en la que pienso ser inflexible: a partir del próximo viernes voy a comprar el pollo en el puesto de "Aves Gómez" donde, además de despachar muy deprisa, te saludan diciendo: "Vd. me dirá en qué puedo servirle, guapa..."

DESDE LA GRACIA Y LA DES-GRACIA

"Yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave."

(César Vallejo)

Al salir del geriátrico de visitar a una anciana demenciada con la que tengo un parentesco lejano, estoy por darle la razón a César Vallejo. Porque lo que vengo de ver me ha dejado los ánimos por los suelos y el corazón lleno de agobio: he visto a personas que no es que van envejeciendo, sino que se desploman mientras la vida los va deshabitando.

Pero me doy cuenta de que mi malestar desborda la situación concreta de este aparcamiento para viejos: siento una especie de opresión en el pecho y una especie de marea negra que me va invadiendo. Noto que, de repente, se me ha esfumado toda la

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ilusión que tenía por la vacaciones que empiezo pasado mañana con dos amigas (después de ahorrar durante años, por fin vamos a poder realizar el sueño de ir a Grecia y recorrer las islas de Egeo).

Estoy en un momento de plenitud de mi vida: trabajo en lo que me gusta, me siento querida y vinculada con mucha gente y estoy metida de lleno en aprendizajes vitales que me dinamizan y me ayudan a disfrutar de la existencia. Y además he empezado un proceso de profundización creyente que me está haciendo encontrar a Dios en lo más hondo de mí misma, dándome una sensación nueva de armonía y serenidad.

Pero en este momento ni serenidad, ni plenitud, ni armonía: más bien caos y desconcierto. Se ve que mis avances deben de ser muy frágiles porque esta tarde se me está descolocando todo. Hasta la fe. La siento como un torreón que parecía fuerte pero que ahora está asediado por un ejército de dudas y preguntas y deja ver la debilidad de sus cimientos y las brechas de sus muros. Y casi lo de menos es lo que he visto esta tarde: lo peor es el aluvión de recuerdos, datos e imágenes que se han desencadenado en mi conciencia; como si, al entreabrir mi puerta para dejar entrar a alguien que sufre, estuvieran aprovechando para irrumpir en mí no sólo tristes imágenes de geriátricos o psiquiátricos, sino las de esas multitudes heridas y empobrecidas del mundo, todas esas situaciones que prefiero habitualmente relegar a zonas de olvido, con el pretexto de que yo no puedo solucionar nada y de que se trata de problemas mundiales que me desbordan.

Así que aquí estoy, en plena calle y en víspera de mis vacaciones, viendo desfilar por mi imaginación los rostros de los niños de aquel siniestro orfanato de China, los de los mendigos que piden en los vagones del metro, caravanas de gente famélica en África y de indígenas expulsados de sus tierras y la foto de premio Pulitzer de aquel buitre acercándose a una niña etíope moribunda.

Y Dios ausente de todo ese dolor (lucho con la tentación de hacerle responsable…). Y su presencia, tan compañera de mis días, en paradero desconocido cuando más falta me hace. Y todas las explicaciones sobre el mal que leí en el libro que me recomendó un cura amigo y en el que todo estaba clarísimo, absolutamente inservibles. Sólo un peso a agobiante del sin sentido de la vida humana, mientras yo estoy con las maletas hechas para escapar de su amenaza refugiándome en Corfú.

Ahora y aquí. Entro en una iglesia que me pilla de camino, milagrosamente abierta y me siento en el último banco con la cabeza entre las manos. Lo primero que se me ocurre es que Dios va a pedirme que renuncie al viaje a Grecia (en realidad lo doy ya por perdido...), que dé el dinero a Manos Unidas y posiblemente que me vaya de voluntaria durante las vacaciones a algún campo de refugiados del Zaire.

Pues no, ni eso. Sólo silencio, y ausencia, y un muro de granito detrás del que debe estar un Dios que se ha vuelto amnésico y hermético.

Salgo peor de lo que entré y me vuelvo a casa porque entre otras cosas, y más allá de problemas metafísicos, tendré que llamar a mis amigas y a la agencia con el bombazo de que anulo el viaje. Me derrumbo en el sillón junto a la mesita del teléfono, donde dejé el libro de Vallejo y vuelvo a abrirlo de manera mecánica, como para retrasar la decisión de las llamadas:

"Y Dios sobresaltado nos oprime el pulso,

grave, mudo,

y como padre a su pequeña,

apenas,

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pero apenas, entreabre los sangrientos algodones

y entre sus dedos toma la esperanza."

Lo cierro y me quedo en silencio, sobrecogida. Dejo pasar mucho tiempo.

Se está haciendo de noche y me sorprendo al contactar en mi interior con una sensación de infinito asombro. Porque muy lentamente, me voy dando cuenta de que mi imagen de Dios se me está "deslocalizando", se está retirando de los espacios donde yo lo tenía fijado para emerger, misteriosamente, en ese mundo subhumano que me provoca temor y rechazo, en medio de esas situaciones donde me parecía abolida la esperanza.

Y desde ahí me invita a no huir de los infiernos del sufrimiento cotidiano de la gente, sino a descender con él, que los ha conocido y vencido desde dentro. A no pretender acallar mis preguntas a fuerza de razonamientos ni evasiones, sino a cargar pacientemente con ellas y a tratar de buscar un nuevo alojamiento para mi fe que no sea la tranquilidad de un optimismo ignorante, sino la inquieta certeza que abre la esperanza. Una esperanza "que nace en medio de la aflicción, esperanza humedecida por las lágrimas y por la sangre, pero no por eso menos real y vital. Dios enfermo, ausente y sordo, y a la vez Dios enfermero, interesado y tierno".

Empiezan a bullirme por dentro cosas en las que tiene que cambiar mi vida: valores a jerarquizar (¿con-pasión por encima de búsqueda de armonía personal?); determinaciones que tomar (¿dónde y con quiénes reemprender mi búsqueda de ese Dios que no se agota en mi interioridad?); lugares nuevos que frecuentar (¿no habrá "infiernos", más cercanos a mí de lo que creía, a los que comenzar a aproximarme?); recursos personales (¿tiempo, saberes, proyectos, entrañas...?) que puedan servirle a Dios de "dedos" que hagan llegar esperanza a tantas heridas...

Toda yo soy un volcán de inquietud y de interrogantes. Pero, increíblemente, en este momento, y aunque supongo que la decisión es ambigua, siento que tengo que irme con mis amigas a Grecia y disfrutar allí con toda el alma.

Porque intuyo que este Dios de rostro nuevo que hoy me visita, es también el Dios de la alegría humana y de la fiesta, el del Cantar de los cantares y la danza a la orilla del mar; el de la esplendidez de vino en Caná y el derroche de pan en el desierto. No es sólo el Dios de los límites, es también el Dios de aquellos momentos de plenitud en los que a veces experimentamos, como en un anticipo de lo definitivo, la dicha prometida a los hijos, cuando el último enemigo vencido sea la muerte y ya no haya llanto, ni luto, ni gemido.

Y eso, al menos por esta vez, necesito celebrarlo con él desde Corfú.

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GUIA PARA LA LECTIO DIVINA

PREVIO:

La Lectio divina es una metodología de lectura del texto bíblico que surge fruto del deseo y la necesidad que tenemos, como seguidores de Jesús, de conocerlo y darlo a conocer. Es una forma que tenemos de hacer experiencia de crecer en su Amor y avanzar en su seguimiento.

1.- EMPIEZA REZANDO:

No entres de golpe en el texto. Prepara tu espíritu. Que toda tu persona se predisponga. Haz una breve toma de conciencia: ¿cómo me encuentro hoy? ¿Cómo estoy con Dios? ¿Qué tengo que agradecerle? (y le doy gracias por…) ¿qué tengo que lamentar? (y les pido perdón por…)

Comienza rezando para acabar de situarte… Para preparar tu espíritu… para pedirle al Espíritu Santo la gracia de comprender y acoger la Palabra de Dios. Sin oración la lectio divina sería sólo un estudio intelectual. La oración te predispone a abrirte al Espíritu, a sentirte en compañía, a percibir la presencia del Señor Resucitado. Puedes utilizar una de las oraciones ya existentes (de autores conocidos, alguna frase del evangelio o de la Biblia) o bien espontánea. Lo importante es expresar el deseo profundo que hay en tu interior y que es obra del Espíritu: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sa 3,9).

2.- LEE EL TEXTO ELEGIDO:

Si se hace en grupo alguien lee en voz alta el texto escogido. Después, personalmente, se vuelve a leer las veces que haga falta para asegurar su comprensión. La repetición, el subrayado e, incluso, la copia te pueden ayudar a gravar el texto en tu corazón. Se recomienda subrayar para fijar mejor la atención. Con frecuencia un texto que parecía muy conocido se nos presenta con novedades.

Intenta esclarecer aspectos dudosos (simbolismos, referencias de la época, elementos teológicos, exegesis bíblicas…). Sitúa el texto en su contexto. Te pueden ayudar las notas de la Biblia y los comentarios bíblicos.

3.- CONTEMPLA Y MEDITA:

Contempla la escena; es decir, imagínatela… los personajes… ponte en su lugar…

¿Cómo interpela aquí Jesús? Acoge las llamadas que sientas en tu interior. Párate en aquel punto que parece que te dice más cosas… Medita las palabras en tu corazón… Medita y reza en silencio.

¿Qué aspectos descubres sobre Jesús? ¿Y sobre Dios?

Que la contemplación y la meditación te lleven a responder las invitaciones de Dios a sus llamadas. Se trata de descubrir qué te está diciendo Dios.

No pienses que encontrarás aquello que ya sabes, ni aquello que te conviene o que te gustaría encontrar, que se ajuste a tu situación. ¡Deja hablar al texto!

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4.- MIRA A TU ALREDEDOR:

Lo que has descubierto y vivido ilumina lo que vives ahora, te despierta actitudes, te ayuda a concretar compromisos… Ponte a disposición del Reino.

5.- COMPARTE:

Si estás en grupo pon en común algún aspecto trabajado: lo que has contemplado, las llamadas que has sentido… y acoge con respeto el testimonio de fe de las otras personas.

6.- ACABA REZANDO:

Expresa a Dios lo que has vivido. Dale gracias por lo que te ha manifestado. Pide al Espíritu que te haga pasar de la Palabra a la Vida, que te de fuerza para actuar con tus hermanos para hacer presente en la historia la palabra de Dios. Reza por todas las personas que Dios te ha puesto a tu lado.

El pastor y sus ovejas

Juan 10,1-21

Jesús añadió: “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que se mete por otro lado, es ladrón y salteador. El que entra por la puerta, ese es el pastor que cuida las ovejas. El guarda le abre la puerta, y el pastor llama a cada oveja por su nombre y las ovejas reconocen su voz. Él las saca del redil, y cuando ya han salido todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque reconocen su voz. En cambio no siguen a un extraño, sino que huyen de él porque no conocen la voz de los extraños.”

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir.

Jesús, el buen pastor

Volvió Jesús a decirles: “Os aseguro que yo soy la puerta por donde entran las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí fueron ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que por mí entra será salvo; entrará y saldrá, y encontrará pastos.

“El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; pero el que trabaja solamente por el salario, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye, porque no es el pastor ni son suyas las ovejas. Entonces el lobo ataca a las ovejas y las dispersa en todas direcciones. Ese hombre huye porque lo único que le importa es el salario, no las ovejas.

“Yo soy el buen pastor. Como mi Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, así conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traer. Ellas me obedecerán, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.

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“El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me quita la vida, sino que la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volverla a recibir. Esto es lo que me ordenó mi Padre.”

Cuando los judíos oyeron estas palabras volvieron a dividirse. 20 Muchos de ellos decían:

–¿Por qué le hacéis caso, si tiene un demonio y está loco?

Pero otros decían:

–Nadie que tenga un demonio puede hablar así. ¿Acaso un demonio puede dar la vista a los ciegos?

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LOS EJES DE NUESTRA VIDA

Cuando nos preguntamos por los motores de nuestra vida, tenemos la idea más o menos clara de lo que queremos que sean los apoyos fundamentales de nuestra existencia. En principio, ponemos la felicidad en hacer realidad aquellas situaciones en las que soñamos. Muchos motores tienen algo en común, un riesgo añadido a la inevitable incógnita del futuro; muchos hacen referencia al exterior, a todo aquello que está fuera de nosotros y que no podemos controlar. Y no nos estamos refiriendo sólo a los motores “materialistas” o “consumistas”. Por ejemplo, los hijos/as, la familia, los amigos, el éxito o la buena práctica profesional… no son motores superfluos de este tipo, pero son realidades exteriores a nosotros. ¿Y qué pasará si no conseguimos ninguna de ellas?

Poner nuestra felicidad en aquello que está en el exterior de nosotros mismos, encontrar el sentido de la vida en alguna cosa que está fuera de nuestro alcance es muy atrevido, es apostar demasiado fuerte y en una ruleta de alto riesgo. ¿Y si el ambiente de trabajo se deteriora? ¿Y si no nos sentimos valorados? ¿Y si la elección del trabajo profesional tiene que estar más condicionada por aspectos económicos que vocacionales? ¿Y si me toca padecer una enfermedad irreversible? ¿Y si no podemos tener hijos y la idea de familia se desdibuja? ¿Y si los hijos no salen como nosotros queríamos? ¿Y si me toca sufrir un fracaso matrimonial después de demasiados años?... ¿Le faltará, por esto, sentido a nuestra vida?

NO. El sentido de la vida no recae en los “motores”, sino en el “eje”. Y el eje (o los ejes) son aquellas aparentemente “misteriosas” convicciones profundas que se encuentran más allá de las circunstancias externas o cotidianas. Para encontrarlas hay que buscar en la esencia. Debemos buscar, en lo profundo del yo de cada uno, qué es aquello tan intenso que nos está dando sentido a nuestro devenir y nos ayuda a interpretarlo. Éste es el eje que permite que giren, armónicamente, todos los motores. Y esto es lo que nos lleva a decir, con una cierta locura, que yo no sé qué será de mí, que no sé qué me tiene deparado el futuro, pero que mi vida siempre tendrá sentido. Éste sentido último que hemos intuido y que nos ha llevado hasta aquí es lo que debemos saber formular, con la finalidad de ofrecérmelo a mí mismo, de mostrármelo y de disfrutar de su existencia y de su crecimiento en mí: éste es el yo profundo.

Bien, pero ¿cuáles son aquellas pocas convicciones claras y profundas que son tan fundamentales? Afortunadamente no existe un catálogo donde escogerlas. Reconocerlas es un trabajo individual y personal, un ejercicio espiritual. ¿Que convicción (eje) tengo claro yo? Ésta es la pregunta fundamental, pero no es fácil responderla. No porque no exista sino porque no tenemos la costumbre de pararnos a reflexionar sobre esto. Por eso, lo primero que se necesita para desarrollar una espiritualidad es pararse, sentarse y dejarse sentir por dentro, hacer consciente aquello que es profundo.

Después, la vida va pasando y vienen otros tiempos, otras situaciones que nos volverán a despertar la necesidad de volver a pararse, sentarse y seguir interiorizando. Nuestro proyecto de vida no queda listo con una única sentada, necesita tiempo y crece y madura gradualmente.

De ninguna manera podemos pretender que las convicciones que tenemos claras y que aguantarán nuestro proyecto se refieran exclusivamente a cuestiones triviales: gustos, vacaciones, organización de la compra semanal… Tampoco otros aspectos más importantes pueden convertirse en un objetivo deseable: reservarse un tiempo de ocio, asumir responsabilidades familiares, delegar trabajos profesionales, racionalizar y

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rentabilizar el tiempo… Eso tampoco es esencial en la vida, no es el fundamento de nuestro proyecto ni representan los objetivos a los cuales queremos dedicar la vida entera. Más bien todos estos aspectos van conformando nuestra cotidianidad, son los que hacen que nuestro día a día sea una delicia o una carrera de obstáculos. Ahora bien, ¿son independientes? ¿Son todos ellos dimensiones aisladas de nuestra vida?

No, más bien, todos ellos deberíamos orientarlos – los tendríamos que hacer girar – entorno a un eje que es el punto de conexión y referencia entre todos ellos. Pero, ¿cómo han de ser estos ejes, estas convicciones profundas? Han de ser puntos esenciales y, por tanto, pocos, sencillos, sólidos, flexibles, pero no mutantes.

Pocos, porque no hace falta mucho para dar sentido a la vida. Han de marcar una dirección a seguir. Sencillos en su formulación porque las cosas importantes en la vida se formulan con ideas simples, que encontramos inscritas en nuestro corazón. Sólidos pues nos han de aportar criterios y valores esenciales en nuestra vida. Todo lo que ha de pasar, todo lo que aún no conocemos, podrá ser vivido según nuestro proyecto si las convicciones son firmes. Pero a la vez, flexibles. Los valores, criterios y actitudes que sustentan el proyecto de vida han de ser amplios y básicos que permitan su validez ante como el tiempo se presente: bueno, regular o malo. No hacemos un proyecto sólo para lo bueno o sólo para lo malo. Lo hacemos para la vida, sea cual sea. Por eso ha de ser flexible, para que quepan muchas otras dimensiones y aspectos desconocidos ahora mismo (por ejemplo, el envejecimiento, la enfermedad…). Y con ellas, los altibajos, las crisis, las bonanzas. Y, en algún momento, la muerte. Todo esto ha de poder encajar, porque todas estas cosas seré yo, y yo soy uno, el mismo, en cada una de estas situaciones. Pero no mutantes ya que buscamos algo sólido donde construir. Deseamos que nuestro proyecto no quede obsoleto o se derrumbe ante un cambio de circunstancias. El proyecto irá variando y adaptándose, por supuesto, pero será siempre el mismo.

Estas convicciones están tan profundamente inscritas en nuestro corazón, que perdemos la conciencia de ellas y permanecen escondidas y ahogadas por el trajín diario. Pero es bueno tenerlas escritas y mirarlas de vez en cuando y reflejarnos en ellas.

Algunos ejemplos para saber de qué hablamos.pero sin querer ahorrar el trabajo de búsqueda interior:

“Tengo claro que lo primero en mi vida es el amor a los míos”

“Cada día quiero ser mejor, quiero buscar el Bien, acercarme a la perfección personal y espiritual”.

“Tengo claro que yo estoy aquí para ser útil”.

“Mi vida me ha sido dada y yo la tengo que dar a los demás”.

“Quiero vivir de forma consciente y aprovechando las cosas auténticas”.

“Mi capacidad de amar es un reflejo de Dios, esto me hace estar atento al mundo, a participar de él”.

¿Dónde encontrar y/o identificar este eje? Buscar aquello esencial y principal es buscar aquello que nos dará la plenitud. Y lo debemos buscar en nuestra historia. Nuestra vida tiene la respuesta. En la historia personal podemos encontrar constantes, criterios, valores que han ido señalando la dirección ante las decisiones importantes. Forman el “hilo conductor”. La manera de encontrar estos puntos comunes es revisando la propia vida. Buscar en ella las constantes que han movido nuestra historia e identificar ese “hilo conductor”. De entrada parece difícil. Es verdad que necesita tiempo y dedicación pero siempre da sus frutos. En primer lugar siempre es más fácil buscar las claves que

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expliquen nuestra forma de entender la vida, las actitudes ante las personas y los acontecimientos, los valores que adopto, lo que hace que yo sea y actúe como yo mismo.

Algunos ejemplos para saber de qué hablamos pero sin querer ahorrar el trabajo de búsqueda interior:

“Mi historia nace en el seno de una familia, de los amigos, de los vecinos, de un pueblo pequeño”.

“¿Por qué hacer las cosas a medias si puedes hacerlas bien? – Es la frase con que mejor recuerdo a mi padre”.

“La casa de mis padres era la casa de todos. Todos pasaban por allí”

“Nunca me ha faltado nada, lo he tenido todo; lo he vivido como una gracia”.

“La situación económica, social y sentimental ha sido difícil. Todo lo he vivido internamente y demasiado sólo”.

“Tres mundos claves que me han marcado: la familia, el ambiente salesiano y el centro juvenil”.

Una vez definidas esas cosas (ejes) claras en nuestra vida, se trata de ver cómo llevarlas a la práctica, cómo hacerlas vida. Esto se consigue asumiendo unos criterios de vida. Los criterios fundamentan nuestras actuaciones, definen la forma de ser en casa, en el trabajo, con la pareja, con el dinero… Los criterios permiten recurrir a ellos cuando debemos tomar decisiones importantes; responden a valores que se desprenden de nuestras convicciones profundas. Los criterios son constantes a lo largo de la vida, su formulación es suficientemente amplia para que nunca nos encontremos ante una situación que no podamos aplicarlos. Pero a la vez coherentes, que no sean contradictorios.

Algunos ejemplos para saber de qué hablamos.pero sin querer ahorrar el trabajo de búsqueda interior:

“Aquello que nos haga ser felices y nos mantenga unidos”.

“Buscar el máximo la realización profesional, lo que me haga madurar más como persona”.

“Meterme allí donde haya más necesidad y pueda ser más eficaz”

“Aquello que me permita ponerme al servicio de los demás”

“Buscar la verdad en todas mis acciones y relaciones”.

“”Vivir con lo realmente necesario, huyendo de la tentación de lo superfluo”.

Ejercicio espiritual (y “deberes” para la próxima sesión):

- Mi idea clara y fundamental (el eje de mi vida)

- La experiencia que define mi historia personal

- Los criterios (2 ó 3) que se derivan de mi eje fundamental.

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