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EL SIGLO XVI 1 3.2. EL AUGE DEL IMPERIO EN EL S. XVI Durante el s. XVI, la nueva dinastía de los Habsburgo o Austrias dominó Europa y el mundo, pero mantener esa hegemonía política exigió continuas y costosas guerras contra sus enemigos que agotaron los recursos castellanos y provocaron bancarrotas de la hacienda pública. 1. EL IMPERIO DE CARLOS V (1516-1556) Carlos I (1500-1558), hijo de Juana de Castilla y Felipe de Borgoña, va a heredar, como consecuencia de la política matrimonial de sus abuelos, los Reyes Católicos, un gran número de territorios que le van a convertir en el monarca más poderoso de la época. Por parte de Maximiliano de Austria –su abuelo paterno- los territorios patrimoniales de los Habsburgo como Austria y el derecho a ser propuesto como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (que obtuvo en 1519 convirtiéndose en el emperador Carlos V de Alemania). Por parte de María de Borgoña –su abuela paterna-, los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado. Por parte de Fernando el Católico –su abuelo materno-, la Corona de Aragón y sus posesiones en el Mediterráneo (Sicilia, Cerdeña y Nápoles). Por parte de Isabel –su abuela materna-, la Corona de Castilla, con Navarra y las posesiones americanas. Conflictos internos Tras la muerte de Isabel I de Castilla en 1504, su hija Juana es proclamada reina de Castilla, pero la temprana muerte de su esposo Felipe de Borgoña y la enfermedad mental de Juana, hicieron que su padre, Fernando de Aragón regresara a Castilla como regente hasta su muerte en 1516. Carlos I de Habsburgo ascendió al trono de Castilla y de Aragón en 1516 sustituyendo la dinastía de los Habsburgo a la de los Trastámara. Carlos, nacido y educado en Flandes, llegó a la península en 1517, sin hablar castellano y rodeado de consejeros flamencos que ocuparon los cargos más importantes. Las Cortes le reconocen como rey pero le recuerdan la obligación de residir en sus reinos y respetar sus leyes y costumbres. En 1519 muere su abuelo Maximiliano, con lo que, además de heredar la corona de Austria, se abrió el proceso para la elección de emperador de Alemania. Tras obtener de las Cortes castellanas el dinero necesario para asegurarse su elección, abandonó Castilla con destino a Alemania, dejando como regente al Cardenal Adriano de Utrecht. Estos hechos provocaron la sublevación de las principales ciudades castellanas, con Toledo a la cabeza. En estas, los representantes reales fueron depuestos y el poder municipal pasó a manos de comunas, de ahí el nombre de revuelta de las Comunidades (1520-1521), integradas por artesanos, comerciantes y miembros de la baja nobleza que pedían el regreso del rey a España, la exclusión de los extranjeros de los cargos políticos, un mayor protagonismo de las Cortes, reducción de impuestos, la limitación de las exportaciones de lana, etc. Los sublevados organizaron un gobierno, la Santa Junta, que intentó, sin éxito, conseguir el apoyo de la reina Juana. El conflicto se radicalizó y en muchas zonas se convirtió en una rebelión de los campesinos contra los señores, por lo que la nobleza, hasta entonces al margen, unió sus fuerzas a las del rey. Los comuneros fueron derrotados en Villalar (1521) y sus líderes –Padilla, Bravo y Maldonado- ejecutados. Las Germanías fue una rebelión de las clases populares contra las oligarquías urbanas, motivada por la crisis económica y las epidemias que afectaron a la Corona de Aragón. Tuvo lugar principalmente en territorios de Valencia y Mallorca. El movimiento comenzó en 1519 y finalizó en 1523. Las germanías eran hermandades armadas fundadas por los gremios de las ciudades costeras para defenderse de los frecuentes ataques de los piratas berberiscos. Al abandonar los nobles y ricos burgueses las ciudades por la llegada de un nuevo brote de peste, las germanías se hicieron con el poder municipal. El ejército real, con el apoyo de la nobleza, acabó con la rebelión.

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Page 1: 3.2. EL AUGE DEL IMPERIO EN EL S. XVI · confirmaron la supremacía de Carlos I y, tras la victoria en la batalla de Pavía (1525) se incorporó el Milanesado a los dominios españoles

EL SIGLO XVI 1

3.2. EL AUGE DEL IMPERIO EN EL S. XVI Durante el s. XVI, la nueva dinastía de los Habsburgo o Austrias dominó Europa y el mundo, pero mantener esa hegemonía política exigió continuas y costosas guerras contra sus enemigos que agotaron los recursos castellanos y provocaron bancarrotas de la hacienda pública. 1. EL IMPERIO DE CARLOS V (1516-1556)

Carlos I (1500-1558), hijo de Juana de Castilla y Felipe de Borgoña, va a heredar, como consecuencia de la política matrimonial de sus abuelos, los Reyes Católicos, un gran número de territorios que le van a convertir en el monarca más poderoso de la época.

Por parte de Maximiliano de Austria –su abuelo paterno- los territorios patrimoniales de los Habsburgo como Austria y el derecho a ser propuesto como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (que obtuvo en 1519 convirtiéndose en el emperador Carlos V de Alemania).

Por parte de María de Borgoña –su abuela paterna-, los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado.

Por parte de Fernando el Católico –su abuelo materno-, la Corona de Aragón y sus posesiones en el Mediterráneo (Sicilia, Cerdeña y Nápoles).

Por parte de Isabel –su abuela materna-, la Corona de Castilla, con Navarra y las posesiones americanas.

Conflictos internos

Tras la muerte de Isabel I de Castilla en 1504, su hija Juana es proclamada reina de Castilla, pero la temprana muerte de su esposo Felipe de Borgoña y la enfermedad mental de Juana, hicieron que su padre, Fernando de Aragón regresara a Castilla como regente hasta su muerte en 1516. Carlos I de Habsburgo ascendió al trono de Castilla y de Aragón en 1516 sustituyendo la dinastía de los Habsburgo a la de los Trastámara. Carlos, nacido y educado en Flandes, llegó a la península en 1517, sin hablar castellano y rodeado de consejeros flamencos que ocuparon los cargos más importantes. Las Cortes le reconocen como rey pero le recuerdan la obligación de residir en sus reinos y respetar sus leyes y costumbres. En 1519 muere su abuelo Maximiliano, con lo que, además de heredar la corona de Austria, se abrió el proceso para la elección de emperador de Alemania. Tras obtener de las Cortes castellanas el dinero necesario para asegurarse su elección, abandonó Castilla con destino a Alemania, dejando como regente al Cardenal Adriano de Utrecht.

Estos hechos provocaron la sublevación de las principales ciudades castellanas, con Toledo a la cabeza. En estas, los representantes reales fueron depuestos y el poder municipal pasó a manos de comunas, de ahí el nombre de revuelta de las Comunidades (1520-1521), integradas por artesanos, comerciantes y miembros de la baja nobleza que pedían el regreso del rey a España, la exclusión de los extranjeros de los cargos políticos, un mayor protagonismo de las Cortes, reducción de impuestos, la limitación de las exportaciones de lana, etc. Los sublevados organizaron un gobierno, la Santa Junta, que intentó, sin éxito, conseguir el apoyo de la reina Juana. El conflicto se radicalizó y en muchas zonas se convirtió en una rebelión de los campesinos contra los señores, por lo que la nobleza, hasta entonces al margen, unió sus fuerzas a las del rey. Los comuneros fueron derrotados en Villalar (1521) y sus líderes –Padilla, Bravo y Maldonado- ejecutados.

Las Germanías fue una rebelión de las clases populares contra las oligarquías urbanas, motivada por la

crisis económica y las epidemias que afectaron a la Corona de Aragón. Tuvo lugar principalmente en territorios de Valencia y Mallorca. El movimiento comenzó en 1519 y finalizó en 1523. Las germanías eran hermandades armadas fundadas por los gremios de las ciudades costeras para defenderse de los frecuentes ataques de los piratas berberiscos. Al abandonar los nobles y ricos burgueses las ciudades por la llegada de un nuevo brote de peste, las germanías se hicieron con el poder municipal. El ejército real, con el apoyo de la nobleza, acabó con la rebelión.

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El aplastamiento de las Comunidades y las Germanías supuso la derrota de los sectores burgueses y el refuerzo del poder de la monarquía, aliada con la nobleza. Conflictos exteriores. La enorme extensión de sus territorios convirtió a la monarquía hispánica en la potencia hegemónica en Europa. Su política exterior se vio condicionada por su idea de monarquía cristiana y universal cuya defensa, así como la de la herencia recibida, le llevó a un estado de guerra permanente. Desde esta perspectiva se explican los principales problemas de su reinado: La lucha por la hegemonía en Europa le llevó al enfrentamiento con Francia y su rey Francisco I, que

había rivalizado con Carlos por la corona imperial. Al no conseguirla y quedar rodeado por las posesiones de los Austrias, Francisco I pretendió hacerse con el control de Italia. La lucha por la hegemonía en Europa condujo a cuatro guerras con Francia en tierras de Italia entre 1521 y 1544, que confirmaron la supremacía de Carlos I y, tras la victoria en la batalla de Pavía (1525) se incorporó el Milanesado a los dominios españoles. Las victorias militares sobre Francia aumentaron su prestigio pero supusieron la ruina financiera de la corona.

La defensa del catolicismo le llevó a luchar contra el protestantismo, al que se habían adherido numerosos príncipes alemanes. Aunque en una primera fase sometió a los protestantes que se habían agrupado en la Liga de Esmalcalda para enfrentarse a Carlos V (victoria de Mühlberg, 1547) no pudo recomponer la unidad religiosa del Imperio, lo que intentó promoviendo la celebración del Concilio de Trento. El apoyo del rey francés a los príncipes cambió la correlación de fuerzas. Finalmente por la Paz de Augsburgo (1555), Carlos V terminó aceptando la posibilidad de elección religiosa de los príncipes alemanes.

La lucha contra los turcos: En el siglo XVI fue el periodo de máximo apogeo del Imperio Otomano. Bajo Solimán el Magnífico, los turcos avanzaron sobre los Balcanes, e incluso asediaron la ciudad de Viena, aunque las fuerzas imperiales lograron salvarla en 1529. Pero el peligro otomano amenazaba también las posesiones del emperador en todo el Mediterráneo. Salvo el éxito de la conquista de Túnez (1535), el emperador fracasó, en parte porque carecía de una flota suficiente. La derrota frente a Argel (1541) supuso el aumento de la amenaza turca en el Mediterráneo occidental.

Exploración y colonización de América. La conquista del territorio americano fue relativamente rápida y fácil por: - La superioridad tecnológica y militar de los españoles (pólvora, armas de fuego). - La decadencia de los imperios precolombinos y la colaboración de algunas tribus con los conquistadores

contra sus antiguos enemigos. - El factor psicológico que supuso para las culturas precolombinas la llegada de unos extranjeros que con sus

barbas, caballos, armaduras, etc. algunos pueblos los consideraron dioses. Las expediciones y conquistas no las organizaba directamente la Corona, sino que ésta hacía una concesión o capitulación a un conquistador, que de forma privada organizaba un ejército para dominar un territorio. En la capitulación se pactaba que las tierras así conquistadas pertenecerían a la Corona de Castilla a cambio de una serie de honores y ventajas económicas. El proceso de conquista y colonización se inició en 1493 desde las Antillas: - En 1513 se descubrió el istmo de Panamá por Vasco Núñez de Balboa, lo que confirmó la existencia de

otro océano que llamaron Pacífico y que las tierras descubiertas eran un nuevo continente. - Magallanes y Elcano dieron por primera vez la vuelta al mundo (1519-1522). Encontraron la vía que

comunicaba los océanos Atlántico y Pacífico al atravesar el Cabo de Hornos. - La conquista del imperio azteca (México) fue llevada a cabo por Hernán Cortés (1519-1521). - El imperio inca (Perú) fue explorado y finalmente sometido por Pizarro y por Almagro (1531-1533). - También se conquistaron los territorios de América Central (Nueva Granada), Venezuela, Chile y Rio de

la Plata.

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A estas grandes empresas siguieron otras que fueron completando el conocimiento o la ocupación del nuevo continente. En apenas diez años (1540-1550), se había explorado casi toda América, desde California hasta el Río de la Plata. Junto con la conquista se inició el proceso de colonización, que se encargó de organizar política, económica, social y administrativamente la explotación de los territorios recién incorporados a la corona que debía encargarse de la evangelización en las nuevas tierras, consiguiendo del Papa el derecho a cobrar diezmos y a elegir obispos. Las nuevas tierras proporcionaron enormes recursos, ya que se reservaba la quinta parte del oro y la plata (quinto real) además de un impuesto sobre todos los productos importados y exportados. Al principio, el objetivo era encontrar oro y especias, pero las fértiles tierras del continente atrajeron a colonos, en su mayoría andaluces, extremeños y vascos, dispuestos a instalarse en América. Estos colonos, recibían tierras e indígenas para que, a cambio de evangelizarlos y mantenerlos, trabajaran gratis y pagaran tributos, es un sistema denominado, encomienda. Las minas eran propiedad real y ésta concedió su explotación a particulares a cambio de la entrega de la quinta parte de todo el mineral extraído. La explotación se basó en el sistema de la mita, por el que las comunidades indígenas debían enviar trabajadores a las minas. En ambos casos, el trabajo se basó en la explotación de la mano de obra indígena. Para poner límite a la explotación de los indígenas la Corona dictó las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542), sin que estas supusieran un freno a los abusos ya que fueron incumplidas de forma sistemática, a pesar de las continuas denuncias del padre Bartolomé de las Casas sobre la explotación a que se estaba sometiendo a los indios que, aunque en teoría libres y súbditos de la Corona, quedaron en la práctica sometidos a formas semiesclavistas. El impacto sobre la población indígena fue brutal; la introducción de enfermedades europeas, y la imposición del trabajo en minas y campos de cultivo, provocó una catástrofe demográfica. En las Antillas la población indígena casi se extinguió y fue repoblada con población negra esclava traída de África 2. LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE FELIPE II (1556-1598).

Felipe II (1527-1598), hijo de Carlos I e Isabel de Portugal, recibió en herencia -al abdicar su padre en 1556- todos sus territorios excepto las posesiones austriacas y el título imperial que Carlos I cedió a su hermano Fernando. A pesar de ello, Felipe II reunirá en su persona un imperio mayor que el de su padre, porque se continuó la expansión por América, se conquistaron las islas Filipinas y se incorporó Portugal. La anexión de Portugal fue resultado de los enlaces matrimoniales entre los dos reinos. Al morir sin descendencia el rey de Portugal Don Sebastián de Avís, Felipe II, hijo de Isabel de Portugal, hizo valer sus derechos sucesorios con el apoyo de los grupos dirigentes portugueses que consideraron beneficiosa la unión con Castilla, aunque las clases populares nunca la aceptaron. En 1580 Felipe II fue reconocido rey de Portugal por las Cortes portuguesas, aunque con el compromiso de respetar sus leyes, instituciones y los cargos portugueses, de modo que todos los reinos peninsulares quedaron reunidos bajo un solo rey. La anexión suponía incorporar también el imperio colonial portugués (Brasil, posesiones en Asia, en África...) lo que convirtió a Felipe II en el monarca de un imperio en el que “nunca se ponía el sol”. Con Felipe II la monarquía adquirió un carácter más hispánico ya que estableció la corte en Madrid y gobernó desde aquí de forma personal y con plena dedicación. Si su padre fue un emperador europeo, él en cambio pensaba y actuaba como un monarca castellano. Su política interior se apoyó en el autoritarismo y la intolerancia religiosa. Los principales conflictos internos fueron:

La sublevación de los moriscos en las Alpujarras granadinas (1568) fue la respuesta al decreto que les obligaba a abandonar su lengua y tradiciones para que se asimilaran por completo a los cristianos (se calcula que eran unos 150.000). La revuelta duró dos años y fue sangrientamente

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sofocada por Don Juan de Austria. Los moriscos fueron dispersados por toda Castilla para forzarles a integrarse y la zona se repobló con “cristianos viejos”.

La rebelión aragonesa (1591), estalló por la defensa de sus fueros frente a los intentos del rey de fortalecer su autoridad. El desencadenante fue Antonio Pérez, secretario de Felipe II, acusado de traición y preso en Madrid que consiguió huir y refugiarse en Aragón donde recurrió a su condición de aragonés para pedir la protección del Justicia Mayor de Aragón. Éste se negó a entregarlo a Felipe II alegando que los ciudadanos de Aragón tenían el derecho de ser juzgados por los tribunales de ese reino. El rey reclamó su entrega a través del Tribunal de la Inquisición, único común a toda la monarquía, acusándole de herejía. Los aragoneses lo consideraron como una violación de sus fueros y privilegios y se inició una rebelión a la que el rey respondió enviando un ejército y ejecutando a sus líderes.

Su política exterior se inspiró en los mismos principios que la de su padre, mantener la hegemonía europea y la defensa del catolicismo.

El conflicto con Francia, heredado de su padre, finalizó con la victoria española en la Batalla de San Quintín (1557). A partir de este momento Francia sufrió una profunda crisis interna motivada por las guerras de religión entre protestantes y católicos y dejó de ser una amenaza para la monarquía hispánica.

El avance turco por el Mediterráneo es frenado. Una flota, dirigida por Juan de Austria, en la que participaron España, Venecia y el Papado, derrotó a los turcos en la batalla de Lepanto (1571).

Pero surgieron nuevos problemas:

La sublevación de los Países Bajos fue el conflicto más importante al que se enfrentó Felipe II. Tenía causas políticas (mayor deseo de autonomía), económicas (protestas de la burguesía contra los impuestos), pero las más graves fueron las religiosas, consecuencia de la difusión del calvinismo en las provincias del norte, mientras que las del sur se mantenían católicas. La guerra que se inició en 1568 con la rebelión del norte, las Provincias Unidas de Holanda, duraría casi un siglo (hasta 1648) y se convertiría en una auténtica sangría militar y económica.

El enfrentamiento con Inglaterra: Isabel I temerosa del creciente poder ultramarino de España ayudaba a los sublevados holandeses y fomentaba la piratería contra los barcos españoles en el Atlántico. La ejecución de la reina católica María Estuardo llevó Felipe II a preparar una gran expedición naval para invadir Inglaterra, la Armada Invencible (1588), pero fracasó en su intento. Fue más un fracaso militar español que una victoria inglesa.

La exploración del Pacífico. Las Islas Filipinas. Prácticamente concluida la exploración de América durante el reinado anterior, Felipe II propició la del Océano Pacífico, recorrido por vez primera en la expedición de Magallanes y Elcano. En las islas Filipinas, Legazpi fundó Manila (1571), que se convirtió un activo mercado en el que confluían comerciantes asiáticos. Para su explotación comercial se organizó el Galeón de Manila, que una vez al año hacia la travesía de ida y vuelta entre esta ciudad y Acapulco. A Nueva España se trasportaban principalmente manufacturas chinas y especias a cambio de plata mexicana. En cualquier caso el número de colonos asentados en Filipinas fue muy reducido y la administración española tuvo allí un escaso desarrollo. 3. EL MODELO POLÍTICO DE LOS AUSTRIAS.

La monarquía hispánica era un conjunto de reinos y territorios, cada uno con sus propias leyes, instituciones, idiomas, fronteras, moneda, etc., en los que no se desarrolló ninguna estructura común y cuyo único nexo de unión era la persona del monarca. Solo el Consejo de Estado, encargado de asesorar al monarca en temas de política exterior, reunía a representantes de los distintos reinos. Aunque los reinos eran distintos, en Europa se generalizó el concepto de monarquía española. Castilla se convirtió en el centro del imperio y en la sede del gobierno, no solo era el territorio más rico (metales preciosos de América) y más poblado sino también en el que el poder del rey era mayor por la

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docilidad de las Cortes. Sobre Castilla pesó la carga de pagar los cuantiosos impuestos destinados a pagar las guerras europeas y Madrid se convirtió en la capital con Felipe II. Los demás reinos y posesiones estaban dirigidos por virreyes o por gobernadores (en los Países Bajos), normalmente miembros de la familia real. Las Cortes se mantuvieron en cada reino con sus características particulares. Se trataba, en definitiva de una monarquía multinacional y descentralizada con la primacía de la Corona de Castilla.

Con Carlos I y Felipe II se consolidó la monarquía autoritaria, la política quedó exclusivamente en manos de los propios reyes que prefirieron rodearse de letrados, apartando a la nobleza de la corte hacia el ejército, la marina, y la diplomacia y toda la autoridad se concentraba de manera directa en el monarca. El gobierno del Imperio, desde los Reyes Católicos, se basaba en el sistema de Consejos (sistema polisinodial) que como función elevar informes al rey para que tomara la decisión oportuna o resolver los asuntos de su competencia por delegación del rey. Había consejos territoriales, encargados de la administración de cada uno de los reinos (Indias, Aragón, Italia, Portugal, Castilla, etc.) y consejos sectoriales o temáticos que se encargaban de temas concretos (Inquisición, Hacienda, Órdenes militares, etc.). Los secretarios, eran los intermediarios entre el monarca y cada uno de los consejos y era con ellos con los que los monarcas trataban todos los asuntos, algunos tuvieron una gran influencia. Se mantuvo una extensa red diplomática con embajadores permanentes en la mayoría de países. Por debajo de la administración central, la administración territorial mantuvo la estructura heredada de los Reyes Católicos: Audiencias, corregidores, etc. Los enormes gastos de la monarquía obligaron a construir un enorme y complejo aparato de Hacienda.

Gobierno y administración de América. Desde el principio los nuevos territorios se incorporaron a la Corona de Castilla, se consideraban reinos

y a su población, súbditos. Los asuntos americanos se llevaban desde Castilla a través de dos instituciones encargadas del control de las colonias:

La Casa de Contratación de Sevilla controlaba, en régimen de monopolio, lo referente al comercio

y la navegación con América para asegurarse la recaudación del quinto real (el 20% de los beneficios era para la Corona). Era aduana, almacén para preparar las naves, escuela de pilotos, centro de cartografía, depósito de mercancías, etc. Para evitar los peligros de la piratería y asegurarse un control efectivo del comercio, la navegación se organizaba en flotas que, una vez al año, hacían el recorrido de ida y vuelta.

El Consejo de Indias -creado en 1523 por Carlos I-, que se ocupaba de todos los asuntos políticos y administrativos relativos a América: leyes, impuestos, nombramiento de cargos, etc. La legislación específica para organizar los nuevos territorios son las llamadas “Leyes de Indias”.

El territorio americano se dividió administrativamente en dos virreinatos: el de México o Nueva

España, con capital en la ciudad de México y el de Perú con capital en Lima que ocupaba todo el sur de América. En cada virreinato destacaba:

- El virrey era la máxima autoridad administrativa, judicial y militar, actuando como representante directo del rey.

- Las gobernaciones eran divisiones parecidas a las provincias, con gobernadores subordinados a los virreyes. Las provincias fronterizas, o donde la presencia militar era más necesaria, tenían el rango de capitanías generales y estaban a cargo de un capitán general con un alto grado de autonomía militar.

- Los municipios se gobernaban mediante concejos, llamados cabildos. Eran similares a los municipios castellanos y fueron el cauce de participación de los criollos en la vida pública.

- Las Audiencias eran tribunales superiores de justicia. Los más altos cargos los ocupaban funcionarios enviados desde la Península y más adelante se fueron

incorporando, sobre todo a la administración local, los descendientes de españoles nacidos en América o criollos.

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4. EXPANSIÓN ECONÓMICA, REVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS Y EL COSTE DEL IMPERIO. A lo largo del s. XVI el crecimiento demográfico fue general, si bien más pronunciado en Castilla que

en Aragón, con un crecimiento del 20% (pasando de seis a ocho millones de habitantes). Este crecimiento se debió al desarrollo económico que se produjo en los dos primeros tercios del siglo. Castilla, sobre todo, experimentó un auge importante en todos los sectores económicos: aumentó la superficie cultivada, la producción artesanal debido al aumento de población y al nuevo mercado americano donde los colonos demandaban todo tipo de productos que faltaban allí. Así pues, el comercio con las colonias, monopolizado por la Casa de Contratación de Sevilla, fue el sector que experimentó un mayor crecimiento. Pero, posteriormente, la producción fue incapaz de abastecer a la demanda, al no transformarse la estructura agrícola y artesanal de Castilla. Esta escasez, unida a la gran cantidad de oro y plata en circulación, llegada de América, provocó una espectacular subida de precios, lo que ha llevado a hablar de una revolución de los precios, que afectó negativamente a las clases más desfavorecidas, porque sus salarios no subieron, y a la artesanía y al comercio, porque se recurrió a la importación de productos del extranjero que eran más baratos.

A pesar de que la Corona incrementó espectacularmente sus ingresos, con los que pudo mantener un

gran ejército y conseguir la hegemonía en Europa, a mediados de siglo aparecieron los primeros síntomas de una crisis motivada fundamentalmente por el enorme desgaste económico que supusieron las guerras europeas, que provocaron un déficit crónico en la Hacienda. Tanto Carlos I como Felipe II recurrieron a otras formas de ingresos: aumento de impuestos sobre las clases populares, venta de cargos o jurisdicciones sobre villas o lugares de realengo, préstamos de los banqueros alemanes e italianos (para garantizarlos se acudía a los asientos o cesión de la recaudación de un tributo o de la explotación de un recurso de la Corona como minas o similar) y emisión de deuda pública (juros). Felipe II tuvo que declarar tres veces la bancarrota. Lentamente toda la riqueza se fue diluyendo, sobre todo porque campesinos y trabajadores urbanos eran los únicos que sostenían la ruinosa política europea de los Austrias, los grandes beneficiados fueron los banqueros alemanes y genoveses que facilitaron el capital para equipar a la armada y al ejército, recibiendo, en pago, la mayor parte del tesoro americano que no sirvió para dinamizar la economía castellana.

La sociedad continuó dominada por el crecimiento de los grupos privilegiados: La alta nobleza fue

desplazada de los cargos políticos hacia cargos militares y diplomáticos pero mantuvo su poder económico, ya que eran dueños de grandes propiedades y su influencia social. La baja nobleza, los hidalgos, constituían casi el 10% de la población, vieron disminuir sus rentas por la inflación y el ejército y la Iglesia eran su única salida, ya que el trabajo constituía un deshonor. El clero, especialmente el regular, fue en aumento ya que era la única vía de ascenso social para los pobres y un refugio para los segundones de la nobleza.

Dentro de los no privilegiados, los pecheros, la burguesía era escasa ya que la artesanía y el comercio estaban en manos de extranjeros, campesinos y trabajadores urbanos eran la mayoría de la población y fueron los más perjudicados por la política fiscal y económica de la monarquía. También había grupos diferenciados por su procedencia étnica o religiosa: los moriscos y los judíos conversos. Su origen fue siempre causa de marginación o persecución, por lo que intentaban ocultarlo.

El clero y la nobleza impusieron al conjunto de la sociedad sus valores: fuerte religiosidad, apego a la

tradición y a los privilegios, obsesión por la “limpieza de sangre” (requisito fundamental para acceder a determinados cargos) y una profunda animadversión hacia el trabajo manual y las actividades mercantiles (fundamentales para el desarrollo económico) que se consideraban deshonrosas y propias de judíos.

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