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lano de un proyecto de Tajamar, con el Puente Numo, 780. AT&VO Nacional, Santiago.

31. EN LOS TAJAMARES

Como lo precisan 10s diccionarios, reciben este nombre e n Chile, no las defensas adicionadas a las cepas d e 10s puentes , sin0 10s malecones o diques para contenci6n de 10s des- bordes d e 10s rios.

Las peri6dicas avenidas del Mapo- cho habian originado desde el mis- mo siglo XVI enorme gastos a la PO-

blacibn, con el agravante d e no ser compensados con el l o g o del obje- tivo perseguido: c ic l icamente las avalanchas del rio volvian a destruir costosas defensas tenidas por defi- nitivas. Las subsistentes e n la dCca- da d e 1780 constituian un cuerpo de construcciones iniciado e n 1700, ampliadas e n 1726 y e n 1765, esta vez con la intervencidn del ingenie- ro Juan Garland. I El 17 d e junio d e 1783, desputs d e dos dias d e intensas lluvias, el cau- c e d e l Mapocho desbord6 con e l mayor impetu, irrumpiendo por ca- lles y plazas. Los cientificos d e la expedicidn botinica Hip6lito Ruiz y JosC Pav6n, que habian arribado a la capital el 15, dejaron una patCtica descripcidn d e la catistrofe: el rio, dicen, “entr6 e n la ciudad por dos partes, rompiendo el Tajamar por rnis arriba del cerro d e Santa Lucia, e inund6 muchas casas y conventos del barrio d e la Caiiada y d e la calle d e Santo Domingo”. Puente abajo testimonian que se llev6 una Alame- da plantada e n tiempos del Presiden- te Guill y Gonzaga y rnis d e 300 ca- sas, “cuyos infelices moradores que- daron totalmente desnudos”.

L a s aguas s e l levaron p a r t e d e l monumental Puente Nuevo, orgullo d e la c i u d a d , y d e s t r o z a n d o 10s ta jamares d e la margen derecha , irrumpieron por la Caiiadilla, ane- gando el monasterio del Carmen d e San Rafael, dando tema a Sor Tadea Garcia de la Huerta para su cklebre romance. Las carrozas de l gober- nador Guil l y de l Virrey Guirior, guardadas alli, se fueron aguas aba- jo, y a1 dia s igu ien te aparecieron e n las mirgenes muebles d e todas clases, alfombras, cuadros, plateria, y “un San Juan d e cuerpo entero,

d e b u l t o , p u e s t o e n p i e c o n u n ci l iz d e vidrio e n la mano, sin lesi6n alguna”.S11

D o s d ias despuCs e l P r e s i d e n t e Benavides entregaba a la responsa- bilidad d e Toesca la direccidn d e las u r g e n t e s m e d i d a s q u e d e b i a n arbitrarse ante la emergencia.

Constituido e n 10s lugares afectados por la tragedia, con el concurso del a l a r i f e d e c i u d a d , A g u s t i n d e Argiielles, y del superintendente de la fibrica del puente , Francisco Pa- lacios, redact6 un informe estiman- d o e n catorce cuadras la extensidn q u e s e d e b i a dar a las d e f e n s a s provisorias, consistentes e n una es- tacada d e maderos anclados a1 borde del cauce, mientras se construia el tajamar definitivo.

Confiado t s t e el 5 d e setiembre a la d i r e c c i 6 n d e L e a n d r o B a d a r i n , debemos a su mano el precioso pla- n o q u e , apar te de l trazado d e las defensas propiamente tales, permi- te conocer e n detalle uno d e 10s sec- tores cCntricos m i s interesantes d e la capital.

E n efecto, fechado el 4 d e octubre del mismo 1783, abarca quince cua- dras d e la traza d e la ciudad, rnis las viiias extendidas a1 oriente, hasta la chacra del conde d e Quinta Alegre; e n e l bar r io n o r t e , l l a m a d o la Chimba, se aprecia el comienzo d e la Caiiadilla, con el citado monaste- rio d e carmel i tas y la q u i n t a d e Zaiiartu, y rnis a1 oriente la recoleta franciscana, a1 ingreso d e la arteria d e igual nombre. AI puente , con sus dos rampas, Badardn propone agre- garle e n este cabezal seis nuevos ar- cos, “por no ser capaz d e absorver toda el agua d e una grande avenida”, desplazando ambos accesos rnis a1 norte, con sus respectivas proteccio- nes para recibir “de rechazo” la co- rriente e n cas0 d e crecida. E n el sec- tor correspondiente a la ciudad son vis ibles 10s ta jamares destruidos, ciiiendo a corta distancia la linea d e edificaci6n; la obra propuesta , e n cambio, se aparta quitando una am- plia franja a1 lecho muerto del rio y generando un amplio espacio e n el cual, aguas abajo del puente, se di- seiia una alameda “que debe hacerse

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con Alamos u i rboles m i s frondo- sos que el sauzen.512

E n el i n g u l o s u p e r i o r d e r e c h o , Badarin incluy6 un corte d e lo que a su juicio debia ser el perfil d e la obra, d e secci6n trapezoidal, con un “lomo d e toro” e n su superficie su- perior, apoyada por un terrapltn de relleno e n su cara interna.

Habria que esperar una dtcada para abordar la concreci6n del proyecto definitivo, constantemente poster- gado por sus elevados costos. Nom- brado M a n u e l d e Salas s u p e r i n - tendente d e la obra e n octubre d e 1791, a su propuesta, el 1 de enero del aiio siguiente asumia Toesca su direcci6n.

E n una j u n t a convocada e l 6 d e noviembre por el Presidente, nues- tro conocido Ambrosio Higgins, se acordd dotar el futuro muro con una base d e cuatro varas d e altura, a modo de cimiento, sobre la cual de- bia construirse el muro d e defensa, de tres varas d e alto por dos d e an- cho, con sus contrafuertes a regular distancia; hasta la primera vara de- bia ser d e piedra, cont inuando la obra e n buen ladrillo; su construc- ci6n debia iniciarse desde el lugar llamado “tres acequias” hacia el po- niente, sin interrupci6n, a fin de ase- gurar su consistencia.

Carlos Wood: Vista del Tajamar con una de las bajadas a1 lecho del ria. Oleo, S. XIX. Museo Histdrico National, Santiago.

Parapeto y “pirdmide” del Tajamar a fines del 8. XIX. Unidad de Fotografia, llniversidad de Chile.

A1 igual que e n proyectos similares, e n el lapso transcurrido entre 1783 y 1791 se habian ido acumulando diversas soluciones; sobre 10s estu- d ios d e B a d a r i n y P e d r o Rico, Toesca, que ya les habia hecho algu- nos alcances presupuestarios, proce- di6 a la construcci6n de un primer paiio, que e n noviembre de 1792 cu- bria ciento veinte varas, con un cuer- PO total de s ie te de altura, tres d e ancho hasta la cara superior del ci- miento, dos varas d e ancho el muro y 10s contrafuertes cada cuatro; e n febrero siguiente se iba e n las cua- trocientas varas, disponitndose cada cien una escalera “a las playas del rio”; las caras eran e n talud y el pa- rapeto, moldurado.

Los ladrillos se compraron a doce pesos el millar; la cal, d e Polpaico, a un peso un real la fanega; la de are- na, a medio real; cada cuadra, segdn

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e l la se p u s i e s e e n o t ras m a n o s , le preferi a un ingeniero, d e quien la arquitectura civil no es el princi- pal estudio”.515

Los tajamares, construcci6n d e la m i s alta categoria e n el plano d e la ingenieria, trascenderia ampliamen- te su mera funcionalidad como de- fensa d e la ciudad d e 10s destructo- res desbordes del rio; precisamente como arquitectura civil seria el pa- seo rnis importante d e la capital, porque asi lo permit ia su diseiio. Aunque no consul t6 10s elegantes adornos previstos por Pedro Rico e n 1787, -dados d e ladrillo rematados cada diez varas por esferas insertas sobre pirimides-,516 las proporcio- nes que dio a las partes y uno q u e otro detalle, sobre todo, el obelisco elevado a1 comienzo d e la construe- c i h , constituyeron un conjunto in- tegral lleno d e gracia. Nos referire- mos brevemente a aquel elemento.

Es cierto que, como seiialamos, e n el plano del siglo XVIII conservado e n el Museo Naval d e Madrid, a1 igual q u e e n el dibujo d e Walde- grave, se ven frente a la iglesia d e San Francisco varias figuras que bien pueden ser obeliscos -aunque tam- biCn columnas-, sin embargo, q u e sepamos, el d e 10s tajamares e s el unico del cual hay exacta constancia; es la primera construcci6n suntuaria, graciosa, es decir, sin m i s justifica- ci6n prictica que servir d e adorno, el primer monument0 de la capital, por aiiadidura, con fecha precisa d e su construcci6n.

Objeto nada rnis cllsico ni m i s so- corrido e n el repertorio formal d e la arquitectura europea de la Cpoca, 10s obeliscos -0 pirimides, como se les llamaba indistintamente-, a u n q u e d e ascendencia egipcia, pasarian a ser por adopci6n tipicamente roma- nos, puesto que 10s antiguos empe- radores habian mostrado una verda- dera pasidn e n transportarlos a la urbe; e n el siglo XVI el Papa Sixto V 10s reubicaria como imponentes referencias frente a las grandes ba- silicas; Bernini 10s subiria a lomos d e elefantes , segtin p u e d e admirarse hasta hoy e n la plaza d e la Minerva,

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academia de San Lucas, desde antes de 10s estudios de Toesca, 10s usa- rian a destajo y 61 mismo 10s emplea- r i con acierto en el tdmulo fdnebre erigido en la catedral a1 fallecimien- to de Carlos 111. Vancouver transmi- te la orgullosa pretensidn de 10s ha- bitantes de Santiago, en el sentido que el de 10s tajamares se erigid “a imitacidn del que existe e n la plaza de San Pedro en R ~ r n a ” . ~ ~ ~

Tanto por sus logradas proporciones como por su airosa prestancia, sobre el parapeto de 10s tajamares, el obe- lisco constituyd un autCntico hito urbano: referencia vertical delante de 10s sinuosos perfiles de la cordi- llera y de las vastas extensiones ho- rizontales del lecho del rio, su noble peaestal, provisto de zdcalo y corni- sa, tuvo como principal objeto dar digna cabida a la correspondiente tarja conmemorativa; encima fue montado e n s u propio pedes ta l , obrindose la reduccidn de la super- ficie de apoyo por medio de una ge- nerosa escocia, con su remate; sobre ,, el cual, con una primera seccidn ver-‘ tical, y luego una faja, luce el obe- lisco propiamente tal, con sus caras trapezoidales y su remate en pirimi- de, todo resuelto armdnicamente. Dejada aparente la albaiiileria de la- drillo, la tarja, de piedra, pone:

Paseo del Tajamar. Oleo S X I X Museo Histdrico Nactonal, Santiago

y Piranesi, Erlach o Galli Bibiena 10s divulgarian en sus liminas, e n verdadera profusidn. Junto con la es- fera, son considerados uno de 10s ti- pos emblemiticos de la arquitectura de la razdn;S17 10s proyectos de la

Estado actual de la ‘)ird’mide” reconstruida.

D. 0. M .

REYNANDO CARLOS I11 Y

GOBERNANDO ESTE REYNO

DON AMBROSIO HIGGINS DE VALLENAR

MANDO HACER ESTOS TAJAMARES

AN0 DE MDCCXCI1519

Con el transcurrir del t iempo, la obra de 10s tajamares comenzd a ma- nifestarse ante 10s habitantes como un inimaginado prodigio. D e dimen- siones faradnicas, continud avanzan- do implacablemente ciiiendo la tra- za por todo su f rente norte hasta completar, e n 1808, la enormidad de treinta y tres cuadras. Una de las m i s importantes obras de ingenieria de AmCrica, en las superficies gana- das a1 rio surgirian plazas, alame- das y jardines, complejos deportivos como el mencionado juego de pelo- ta vasca, fuentes y, lo mis interesan- te, el mejor paseo de la capital.

E n efecto, ya Vancouver advierte en 1795 que “suministra a 10s habi- tantes no solamente entera seguri- dad contra la inundacidn, sino tam- b i tn un agradable paseo. A orilla del agua tiene una terraza con parapeto de altura suficiente y de un cuarto de milla de largo, a1 cual se sube por gradas cdmodas, colocadas conve- nientemente y de donde la vista do- mina Santiago y las regiones veci- nas”. Todos 10s viajeros lo describi- r in junto con la catedral, el Cabildo y la Casa de Moneda como uno de 10s motivos de mayor inter&, dignos de ser conocidos por 10s visitantes. El inglts Samuel Haigh, por ejem- plo, dice en 1817 que en 10s dias de fiesta “las niiias van a1 Tajamar muy elegantes, en sus calezas arrastradas por una mula [...I Muchos d e 10s peatones se pasean sobre la muralla del Tajamar, que es con mucho el paseo m i s agradable de Santiago: un camino ancho y recto como de una milla de largo, que tiene de trecho en trecho escaiios de piedra y que a ambos lados d e l camino e s t i n sombreados por irboles siempre ver- des [...I La Cordillera -concluye- le da por las tardes una magnifica va- riedad de colores, producidos por 10s reflejos de 10s ultimos rayos del sol poniente sobre 10s elevados picachos de las montaiias”.520