29-10-2012

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es tan triste, y nadie tiene la culpa y la gente atrapada en una jaula hace ya tanto tiempo denunciada, una caverna ahora iluminada con luces de neón, con luces discotequeras y espejos de reflejo falso, liposucciones y rellenos de silicona y lobotomías voluntarias en forma de hipoteca e hijos como prolongaciones consumistas de nosotros mismos. es tan triste, ser esclavos por voluntad, enseñados para ver un solo camino, el que ellos pintan en la pared para el juego de sombras, las sombras que nosotros somos de nosotros mismos; y es tan triste... El destino, escrito o no, es intransigente. Y es que irremediablemente somos lo que somos, cada uno sujeto a sus hilos. Rota la harmonía del movimiento, el compás ante la vida roto. Cuánto tiempo ha pasado hasta el pensamiento concreto. Todos los tréboles tienen cuatro hojas. Rotos los puentes de la comunicación, abrazas un lenguaje de construcción absurda, caótica. Rotos los hilos, casi he caído y soy consciente, la caída inevitable de los dioses y este cuenco que es cáliz, hermano, de lágrimas amargas y risas francas. Somos lo que somos, y a veces nada más parecemos una sombra, nuestra sombra tras la cual nos refugiamos, agazapados, invisibles como esa cuarta hoja del trébol que enarbolas y sacudes con violencia, hermano, clamando la comprensión universal del aleph. Es tan denso el recuerdo; dislocado el tiempo reconstruyo la realidad pisando sensaciones.

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es tan triste, y nadie tiene la culpa y la gente atrapada en una jaula hace ya tanto tiempo denunciada, una caverna ahora iluminada con luces de neón, con luces discotequeras y espejos de reflejo falso, liposucciones y rellenos de silicona y lobotomías voluntarias en forma de hipoteca e hijos como prolongaciones consumistas de nosotros mismos. es tan triste, ser esclavos porvoluntad, enseñados para ver un solo camino, el que ellos pintan en la pared para el juego de sombras, las sombras que nosotros somos de nosotros mismos; y es tan triste...

El destino, escrito o no, es intransigente.

Y es que irremediablemente somos lo que somos, cada uno sujeto a sus hilos.

Rota la harmonía del movimiento,

el compás ante la vida roto.

Cuánto tiempo ha pasado hasta el pensamiento concreto.

Todos los tréboles tienen cuatro hojas.

Rotos los puentes de la comunicación, abrazas un lenguaje de construcción absurda, caótica. Rotos los hilos, casi he caído y soy consciente, la caída inevitable de los dioses y este cuenco que es cáliz, hermano, de lágrimas amargas y risas francas. Somos lo que somos, y a veces nada más parecemos una sombra, nuestra sombra tras la cual nos refugiamos, agazapados, invisibles como esa cuarta hoja del trébol que enarbolas y sacudes con violencia, hermano, clamando la comprensión universal del aleph.

Es tan denso el recuerdo; dislocado el tiempo reconstruyo la realidad pisando sensaciones.