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Las Indias y la tratadística militar hispana de los siglos XVI y XVII Antonio Espino López Departamento de Historia Moderna y Contemporánea Universidad Autónoma de Barcelona En nuestro trabajo hemos pretendido vincular un aspecto muy poco tratado por par- te de la historiografía hispana, la tratadística militar, con el ámbito americano. Hemos defendido que la forma de hacer la guerra de los hispanos en América, centrándonos en el caso de la conquista de México, siguió las pautas marcadas por el Gran Capitán en las Guerras de Italia. Es decir, se impuso el nuevo modelo de escuadrón y fue este factor, y no tanto la superioridad del arma de fuego o el uso de la caballería, lo que dio ventaja real a la hueste indiana sobre los ejércitos indios. En segundo lugar,se han tratado tres ejemplos de tratadística militar hispana: uno de los primeros impresos en México, el de D. García de Palacio; un segundo que versa sobre la guerra en América,el de B. de Vargas Machuca y un tercero, ejemplo del siglo XVII, redactado en la Península, pero también impreso final- mente en las Indias, el de A. de Heredia Estupiñán. En las siguientes líneas vamos a intentar vincular un aspecto muy poco tratado por parte de la historiografía hispana, la tratadística militar, con el ámbito americano. En primer lugar, nos hemos interesado por la forma de hacer la guerra de los hispanos en América, centrándonos en el caso de la conquista de México, 1 para intentar demostrar cómo el nuevo modelo de escuadrón, puesto en práctica en las guerras de Italia por Gonzalo Fernán- dez de Córdoba, el Gran Capitán, por primera vez, se impuso entre las hues- tes indianas. 2 A nuestro juicio, fue este factor, y no tanto el uso de las armas de fuego o de la caballería, el que marcó la diferencia sobre las tácticas indias durante sus enfrentamientos. En segundo lugar, y tras constatar el hecho de que un cierto número de tratadistas militares hispanos de los siglos XVI y XVII gozaron de algún tipo de cargo en las Indias, mostraremos algu- 1 Molina, Miguel: “El soldado-cronista y su impresión del mundo indígena (el caso de Nueva España)”, Anuario de Estudios Americanos, XVL, Sevilla, 1984, págs. 291-313. Trabajo interesante, pero que apenas hace referencia al tema que tratamos nosotros. 2 Sobre la hueste indiana véanse: sobre sus antecedentes bajomedievales el trabajo de Ramos, Demetrio: Determinantes formativos de la “hueste” indiana y su origen modélico, Santiago de Chile, 1965. García Gallo, Alfonso: “El servicio militar en Indias”, en Estudios de Historia del derecho india- no, Madrid, 1972, págs. 745-812. Gómez Pérez, Carmen: “Las huestes indianas” en Navarro García, uis (coord.): Historia de las Américas, Vol. I, Madrid, 1991, págs. 447-469. Navarro García, Luis: “El arte de la guerra en la conquista de América”, en La organización militar en los siglos XV y XVI. Actas de las II Jornadas Nacionales de Historia Militar, Málaga, 1993, págs. 483-492. Tomo LVII, 1, 2000 295

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  • Las Indias y la tratadstica militar hispanade los siglos XVI y XVII

    Antonio Espino LpezDepartamento de Historia Moderna y Contempornea

    Universidad Autnoma de Barcelona

    En nuestro trabajo hemos pretendido vincular un aspecto muy poco tratado por par-te de la historiografa hispana, la tratadstica militar, con el mbito americano. Hemosdefendido que la forma de hacer la guerra de los hispanos en Amrica, centrndonos en elcaso de la conquista de Mxico, sigui las pautas marcadas por el Gran Capitn en lasGuerras de Italia. Es decir, se impuso el nuevo modelo de escuadrn y fue este factor, y notanto la superioridad del arma de fuego o el uso de la caballera, lo que dio ventaja real ala hueste indiana sobre los ejrcitos indios. En segundo lugar, se han tratado tres ejemplosde tratadstica militar hispana: uno de los primeros impresos en Mxico, el de D. Garca dePalacio; un segundo que versa sobre la guerra en Amrica, el de B. de Vargas Machucay un tercero, ejemplo del siglo XVII, redactado en la Pennsula, pero tambin impreso final-mente en las Indias, el de A. de Heredia Estupin.

    En las siguientes lneas vamos a intentar vincular un aspecto muy pocotratado por parte de la historiografa hispana, la tratadstica militar, con elmbito americano. En primer lugar, nos hemos interesado por la forma dehacer la guerra de los hispanos en Amrica, centrndonos en el caso de laconquista de Mxico,1 para intentar demostrar cmo el nuevo modelo deescuadrn, puesto en prctica en las guerras de Italia por Gonzalo Fernn-dez de Crdoba, el Gran Capitn, por primera vez, se impuso entre las hues-tes indianas.2 A nuestro juicio, fue este factor, y no tanto el uso de las armasde fuego o de la caballera, el que marc la diferencia sobre las tcticasindias durante sus enfrentamientos. En segundo lugar, y tras constatar elhecho de que un cierto nmero de tratadistas militares hispanos de los siglosXVI y XVII gozaron de algn tipo de cargo en las Indias, mostraremos algu-

    1 Molina, Miguel: El soldado-cronista y su impresin del mundo indgena (el caso de NuevaEspaa), Anuario de Estudios Americanos, XVL, Sevilla, 1984, pgs. 291-313. Trabajo interesante,pero que apenas hace referencia al tema que tratamos nosotros.

    2 Sobre la hueste indiana vanse: sobre sus antecedentes bajomedievales el trabajo de Ramos,Demetrio: Determinantes formativos de la hueste indiana y su origen modlico, Santiago de Chile,1965. Garca Gallo, Alfonso: El servicio militar en Indias, en Estudios de Historia del derecho india-no, Madrid, 1972, pgs. 745-812. Gmez Prez, Carmen: Las huestes indianas en Navarro Garca,uis (coord.): Historia de las Amricas, Vol. I, Madrid, 1991, pgs. 447-469. Navarro Garca, Luis: Elarte de la guerra en la conquista de Amrica, en La organizacin militar en los siglos XV y XVI. Actasde las II Jornadas Nacionales de Historia Militar, Mlaga, 1993, pgs. 483-492.

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  • nos ejemplos slo tres, por un obvio problema de extensin de tratads-tica militar escrita e impresa en o sobre Amrica y su relacin con lasobras producidas por entonces en los territorios hispnicos de Europa.

    Los hroes de la Antigedad y los conquistadores

    En el libro IX de La razn de Estado (1589), G. Botero reclamaba alprncipe que hiciera escribir las guerras que hubiese auspiciado, porque,de ese modo, las proezas realizadas seran conocidas por los dems y actua-ran como un estmulo. Para Botero, en esto han faltado grandemente loscastellanos, porque habiendo hecho cosas dignsimas de memoria, recorri-do tantos mares, descubierto tantas islas y continentes, sojuzgado tantospases y, por ltimo, adquirido un mundo nuevo, no se han tomado el cui-dado de que estas empresas, que superan en mucho a las de los griegos ymacedonios, fuesen escritas por personas que supiesen hacerlo.3

    Ciertamente, muy pocos autores entre ellos los que haban estadodestinados en las Indias iban a tener como referentes militares a los con-quistadores. Si atendemos a lo que nos dicen los tratadistas, el militar debeleer libros de Historia para extraer de ellos un provecho.4 Si tal provecho esde aplicacin inmediata, en las campaas europeas o, como mucho, con-tra los infieles en el Mediterrneo del momento, difcilmente el conoci-miento de la realidad de la guerra en Amrica iba a suponer una ventaja tc-tica o estratgica para el oficial hispano en sus guerras. Est comnmenteaceptado que la hueste indiana hubo de adaptarse al tipo de guerra que sehaca en Amrica y la obra de Vargas Machuca es el mejor ejemplo,y no al revs. Por lo tanto, era muy poco lo que se poda aprender, y con-secuentemente aplicar, de las campaas de los conquistadores. Adems, ala corona no poda interesarle que sus mejores soldados marchasen aAmrica. Para B. Escalante, su obra Dilogos del arte militar (Bruselas,1588) tena como destinatarios los oficiales sin experiencia, para que se

    3 Botero, Giovanni: La razn de Estado y otros escritos, traduccin y edicin de L. de Stefanoy M. Garca-Pelayo, Caracas, 1962, pg. 175.

    4 Juan de Santa Mara pensaba que la Historia, junto con la experiencia, era una de las fuen-tes de la humana prudencia. Pues es cierto, que por los efectos de los casos passados, podemos cono-cer quales fueron las causas dellos, para tener en otras tales los mismos sucessos, Tratado deRepblica y polica christiana para reyes y prncipes y para los que en el govierno tienen sus vezes(Madrid, 1615), citado por J.A. Fernndez Santamara, estudio preliminar de Alamos de Barrientos,Baltasar: Aforismos al tcito espaol, Madrid, 1987, pgs. LXI-LXII.

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  • hagan plticos en breve tiempo, ya que en nuestra Espaa falta de todo pun-to esta doctrina, y, significativamente, apunta que los ms necesitados, porinexpertos, eran los oficiales que se enviaban a Ultramar.

    Por otro lado, qu haba de glorioso u honrado en el sentido de lapoca en una lucha contra la humanidad brbara americana, en la pugnacontra guerreros como aquellos, cuando en Europa se luchaba contra losherejes, contra la tradicional enemiga Francia o, mejor an, contra los infie-les turcos y berberiscos? En las guerras del Viejo Mundo se peleaba porDios y por el rey, por el honor personal y por unas recompensas materia-les. En Amrica tambin, en principio, pero, sobre todo, se pelear por loscompaeros y por uno mismo, se luchar por sobrevivir o para no seguirviviendo como hasta entonces: por la parte correspondiente de un botn.En las Indias no se aspira a hacer carrera militar, como mucho a invertir elbotn logrado en planificar una nueva conquista y actuar como un caudillocomo significativamente llamaba a los jefes militares B. Vargas Ma-chuca. Los cargos polticos ms relevantes estn reservados a los penin-sulares. Los conocimientos aportados por esta realidad eran inaplicablesen Europa. Por otro lado, cuntos soldados indianos regresaron a luchara Europa?

    El militar hispano, como de todos es conocido, durante el siglo XVIaprender su oficio en Italia o Flandes, preferentemente. En el Seiscientoslo mismo, con el aadido que, desde 1635, tambin se luchar en territoriopeninsular. Amrica quedaba fuera de este circuito de aprendizaje y promo-cin militar. Sin duda, G. Botero tena razn en lo que deca.5 La Guerra delos Pases Bajos fue ampliamente utilizada por los tratadistas hispanos definales del Quinientos y, sobre todo, del Seiscientos como fuente de cono-cimientos militares que era interesante transmitir. La mejor prueba son lasmuchas obras que aparecieron y sus contenidos, escritas en algunasocasiones por soldados que haban vivido los hechos que relataban.6 En las

    5 Botero deca acerca de la Historia: es... el ms bello espectculo que se pueda imaginar; all,a costa de otros, el hombre aprende lo que le conviene; all se ven los naufragios sin horror, las guerras sinpeligro...; all se vislumbran los principios, medios y fines y los motivos del crecimiento y ruina de losImperios; all se aprenden las causas por las cuales unos prncipes reinan tranquila y otros penosamente;unos florecen con el arte de la paz, otros con el valor de las armas; La razn de Estado..., pg. 111.

    6 Sin nimo de ser exhaustivos, no debemos olvidar a Mendoza, Bernardino de: Comentariosde lo sucedido en las guerras de los Pases Bajos desde el ao de 1567 hasta el de 1577, Madrid, 1592;aos antes haba aparecido la de Cornejo, Pedro: Sumario de las guerras civiles, y causas de la rebe-lin de Flandes, Lyon, 1577, y Origen de la civil disensin de Flandes, Turn, 1580. Trillo, Antonio:Historia de la rebelin y guerras de Flandes, con unos muy importantes y provechosos discursos enmateria de guerra y estado..., Madrid, 1592, incorpora, como se observa en el ttulo, no

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  • obras dedicadas a las diferentes conquistas del territorio americano tam-bin se podan extraer lecciones vlidas para los militares, pero difcilmen-te aplicables a la guerra en Europa.

    En el caso americano, ms que la tctica o la estrategia empleadas, loque quizs interes ms fue la figura de un hroe hispano F. Pizarro y,sobre todo, H. Corts asimilable a los de la Antigedad. En realidad, enlas Indias se produjo una situacin que, salvando las distancias, recordabaalgunas de las campaas gloriosas de la Antigedad: un nmero muy redu-cido de soldados con mucha ms infantera que caballera, pero hbi-les y disciplinados guerreros, se impusieron a ejrcitos poderosos. Es elcaso de Alejandro Magno en sus campaas asiticas; el de Anbal y su lar-ga marcha hacia Italia y las posteriores luchas en territorio hostil; tambines el caso de Csar en sus campaas de las Galias, Britania o Helvetia; o elde la retirada de los mercenarios griegos que haban ayudado a Ciro elMenor en su lucha fratricida, tan magnficamente relatada por Jenofonte.Con razn Giovanni Botero haba visto la similitud. Algunos autores hispa-nos tambin la percibieron.

    Cuando un autor como J. Castillo de Bovadilla a fines del Quinientosescribi su Poltica para corregidores y seores de vasallos en tiempo depaz y guerra (Madrid, 1597),7 al plantearse la preparacin de la guerra,como en el caso de tantos otros tratadistas, asumi la idea de que pequeosejrcitos bien disciplinados se imponan a las grandes masas mal organiza-das y de escaso espritu militar. Lo interesante es que los ejemplos aduci-dos por Castillo de Bovadilla no slo se refieren a la Antigedad, sino tam-bin a la actuacin de H. Corts y F. Pizarro en Amrica. El padre Alonsode Andrade public El buen soldado catlico en Madrid en 1642. La ideaque el autor quera transmitir era muy simple: el soldado deba ser un buencristiano y de esa forma alcanzara tanto la victoria militar como la gloria

    slo lo particular, sino tambin un conocimiento ms general. Y en el Seiscientos, con el reinicio de lashostilidades contra los rebeldes holandeses en el marco de la Guerra de los Treinta Aos, se publicmucho sobre el tema. El maestre de campo F. Verdugo vio impreso su Comentario de la guerra en Frisa(Npoles, 1610), que abarcaba de 1581 a 1594. El contador del Ejrcito de Flandes Antonio Carnerovio publicada su Historia de las Guerras Civiles que ha avido en los Estados de Flandes des del Ao1559 hasta el de 1609 y las causas de la rebellion de dichos Estados (Bruselas, J. Meerbeque, 1625,Fol.), un trabajo importante con 565 pginas. Tambin Francisco Lanario, tratadista militar, prolongsu obra hasta la Tregua de los Doce Aos: Las guerras de Flandes, desde el ao 1559 hasta el de 1609(Madrid, L. Snchez, 1623). Las guerras de los Estados Baxos desde el 1588 hasta el 1599, dedon Carlos Coloma, a veces se atribuye a Diego de Ibarra, a quien estaba dedicada (Barcelona, 1627).

    7 La obra tuvo un gran xito: fue reeditada en Medina del Campo (1608), Barcelona (1616y 1624), Madrid (1649) y en Amsterdam (1704). Utilizamos la edicin facsmil de esta ltima edicin,Madrid, Instituto de Estudios de Administracin Local, 1978, 2 Vols.

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  • eterna. Cuando lo cree conveniente, Andrade introduce ejemplos de cmolos grandes soldados podan ser tambin virtuosos; una cosa y otra no estnreidas. Los soldados citados son Alejandro Magno, Carlomagno, Alarico,Escipin, Hernn Corts y el Cid. Es notable que el conquistador extreme-o est ya en pie de igualdad con la lite militar universal. El padre Juan B.Gil de Velasco vio impreso su Catlico y marcial modelo de prudentes yvalerosos soldados en Madrid (1650). El rastro de sus lecturas, y de las opi-niones clsicas, se observa cuando este autor ensalza como ejrcito disci-plinado el de los romanos sin olvidar el Ejrcito de Flandes en la pocadel duque de Alba y recuperando la mxima, extrada del Epitoma reimilitaris de Vegecio, de que unos pocos, pero disciplinados, son superioresa muchos. Para demostrar esto ltimo no necesita recurrir a ejemplos de laAntigedad cuando cuenta con las hazaas de un H. Corts o de un F. Piza-rro. Parece como si, poco a poco, estas actuaciones fueran calando en laconciencia de los autores hispanos y se termin por asimilar sus hechos dearmas con los protagonizados por los greco-latinos, el Gran Capitn enItalia el mayor hroe militar hispano en el siglo XVI sin discusin, elduque de Alba y sus oficiales Sancho de Londoo, F. de Valds, B. deMendoza y otros en Flandes, o la victoria cristiana en Lepanto.

    El caso de la conquista de Mxico

    Ahora bien, estos dos ltimos ejemplos corresponden a dos autoresreligiosos que escriben cuando las rebeliones de Portugal y Catalua, ade-ms de la napolitana de 1647, pusieron en jaque a la Monarqua Hispnicamientras sta se enfrentaba a su secular enemiga, Francia. Eran aos en losque haba que recurrir a todos los hroes disponibles. Es casualidad que,en los momentos de mxima decadencia del reinado de Carlos II, un autorcomo Antonio de Sols se decidiera a escribir con mucho xito, por cier-to sobre la hazaa de H. Corts y los suyos? Secretario regio y cronistamayor de Indias, Antonio de Sols (1610-1686) public su Historia de laconquista de Mxico en 1684, el mismo ao en el que Luis XIV ocupLuxemburgo, fortaleza considerada inexpugnable. Refirindose a la con-quista de Mxico, Sols utiliza unas palabras, en su dedicatoria a Carlos II,que casi podran aplicarse al caso luxemburgus: siendo una empresa deinauditas circunstancias, que admir entonces al mundo, y dura, sin perderla novedad, en la memoria de los hombres. Y ms adelante dice: Los

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  • sucessos de que se compone su narracin, dan motivos a diferentesReflexiones Polticas, y Militares: una conquista que import a V. Mag. nomenos que un Imperio; y se consigui, dexando a la posteridad variosexemplos de lo que pueden contra las dificultades el valor, y el entendi-miento. En la aprobacin de Nicols Antonio podemos leer: Llenos estnlos libros de las proezas de Hernn Corts, y de esta su empressa, no infe-rior, a mi parecer, por el poco nmero de su gente, por las dificultades quese le opusieron, por las peligrosssimas batallas... no inferior, digo, a las deAlexandro, a las de Csar, a las de Belisario y a las de tantos Reyes de nues-tra Espaa.8

    Segn Sols, la conquista del territorio americano se realiz gracias aempresas simultneas lideradas por diversos Capitanes de mucho valor,pero de pocas seas: llevaban a su cargo unas Tropas de Soldados, que sellamaban Exrcitos, y no sin alguna propiedad, por lo que intentaban, y porlo que conseguan. De entrada, la naturaleza de estas agrupaciones y lascualidades de sus jefes las hacan poco aptas para un uso ejemplificador.Sus adversarios slo destacaban por el nmero y por algunas de sus carac-tersticas no ofensivas: se pintaban para parecer horribles al enemigo unaprctica que le recuerda a Sols la descripcin que de los Arios de laGermania hizo Tcito y utilizaban el gritero en el momento del ataqueque no es costumbre brbara, apunta Sols, pues los romanos en sus bata-llas tambin lo hacan. Lo interesante es que, en el siglo XVI algunos tra-tadistas exigirn el silencio en el combate para que se oyeran las rdenes:como en esta poca la mayora de las agrupaciones militares eran multina-cionales, y la premura de la accin militar obligaba a que las rdenes secumplieran inmediatamente, stas se transmitan mediante pfanos y tam-bores, de modo que se alababa el combate lo ms silencioso posible. Locual no quiere decir que el estruendo de la artillera no fuese, en el mbitoamericano, un arma psicolgica.

    Pero la descripcin que realiza A. de Sols sobre la forma de combatirde los indios no deja dudas: cuando analiza sus armas, tanto defensivascomo ofensivas, cuida mucho en resaltar que el acero no estaba presente.Sus protecciones los que las llevaban eran de algodn, de conchas detortuga, de madera... Lo ms importante es su anlisis del escuadrn: losformaban amontonando, ms que distribuyendo la gente; los capitanesguiaban, pero apenas governaban su gente; porque en llegando la ocasin,

    8 Sols, Antonio de: Historia de la conquista de Mxico, cito por la edicin de Madrid,J. Garca Lanza, 1758.

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  • mandaba la ira, y a veces el miedo: batallas de muchedumbre, donde se lle-gaba con igual mpetu al acometimiento, que a la fuga.9 Frente a tales dis-posiciones, A. Sols relata las medidas de H. Corts en Tabasco; siguiendoel modelo literario utilizado por Tito Livio, Tcito o Csar, el autor se centraen la figura del personaje ms importante y describe su forma de actuar:Corts, tras animar a sus hombres pues deban enfrentarse a 40.000indios, los coloc tras una altura, para que les cubriera las espaldas, situla artillera en un lugar desde donde barriese al contrario, cosa fcil al acer-carse ste apelotonado, y dispuso a su caballera tan slo quince caba-llos para que embistiese de travs al enemigo (Libro I, captulo 19). Msadelante, cuando se relata el primer contacto belicoso con los tlaxcaltecas,A. de Sols se contradice al afirmar la diligencia con la que stos maniobra-ron para intentar cercar la hueste de Corts, una vez haba sido atrado aterreno llano. En esta ocasin, fue necesario dar quatro frentes al Esqua-drn,10 y cuidar antes de resistir que de ofender, supliendo con la unin y labuena ordenanza, la desigualdad del nmero (Libro II, captulo 17). Erasta, y no las armas de fuego o la caballera, la principal arma de la que dis-ponan los espaoles. No en vano Corts haba arengado a sus hombres en laisla de Cozumel dicindoles, entre otras cosas, pocos somos; pero la uninmultiplica los Exrcitos, sobre todo si un slo general imparta las rdenes.En esta ocasin, A. de Sols procura imitar ms que nunca el estilo de Csaren sus Comentarios. F. Lpez de Gmara tambin reitera una y otra vez laimportancia del escuadrn hispano bien concertado, es decir, perfecta-mente formado, colocando en medio tanto el bagaje fardaje lo llamaGmara y la artillera para protegerlos mientras se marchaba. Si bien enterreno llano tanto la artillera como la caballera podan obrar milagroscontra el enemigo, lo ms difcil era avanzar constantemente en un buenorden y poder presentar batalla en cualquier momento.11 Uno de los tratadis-tas militares hispnicos que mejor explicaron la tradicional tctica delescuadrn fue Carlos Bonieres, barn de Auchy; en su Arte militar deducido

    9 Ibdem, Tomo I, pgs. 5 y 111-117. En cambio, un contemporneo de los hechos, FranciscoLpez de Gmara, si hablar de que los indios, en la batalla de Cintla, formaban escuadrones, camina-ban muy en ordenanza y saban escoger el terreno donde pelear, de modo que no eran brbaros nimal entendidos en guerra. Lpez de Gmara, Francisco: Historia de la conquista de Mxico, Caracas,1979, pg. 37.

    10 Se trata del escuadrn denominado cuadrado de gente con el cual, con idntico nmerode hombres de frente que de hileras de fondo, se poda repeler un ataque que viniese por la vanguardia,la retaguardia o cualquiera de los dos flancos. Todos los tratadistas militares explicaban en sus obraseste tipo de agrupacin.

    11 Lpez de Gmara: Historia de la conquista..., pgs. 78-80.

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  • de sus principios fundamentales (Zaragoza, 1644) dir: una buena ordenalegra a los amigos, espanta a los enemigos, asegura al Exrcito, facilita susmovimientos i la distribucin de las rdenes, que dan los cabos; de modoque sin ruido, sin embarao, manda el General lo que de mano en mano, deodo en odo, llega al menor soldado; i es la orden, la que puede hazer unexrcito invencible, como la falta della, la que ha hecho perecer algunos delos ms poderosos (pgs. 102-103).

    Volviendo a los cronistas, un conquistador como Bernal Daz delCastillo en su Historia verdadera de la conquista de Nueva Espaa(Madrid, 1632) no desea emparejarse con Csar en su estilo literario, sinoen sus hazaas blicas: Me hall en ms batallas y reencuentros de guerraque dicen los escritores que se hall Julio Csar, y para escribir sus hechostuvo extremados cronistas y no se content de lo que de l escribieron, queel mismo Julio Csar por su mano hizo memoria en sus Comentarios detodo lo que por su persona pas. Para criticar a aquellos que proclamabanlas matanzas de indios por parte hispana, Daz del Castillo no dudaba enresaltar el corto nmero de gente que particip, cuando adems los indioscontaban con sus armas de algodn, que les cubran el cuerpo, y arcos,saetas, rodelas, lanzas grandes, espadas de navajas como de a dos manos,que cortan ms que nuestras espadas, y muy denodados guerreros(Captulo XVIII). Es decir, las fuerzas estaban muy igualadas. Cuando enel captulo XXVI trata Bernal Daz del alarde de tropas que hace Corts enla isla de Cozumel, destaca el cuidado que se pona en las armas, especial-mente la artillera, significativamente al mando de Francisco de Orozco,que haba sido soldado en Italia, mientras que las ballestas deban estaren perfecto uso y con repuestos.12 Tambin se comenta cmo la marcha deCempoala hacia Tlaxcala se emprendi con todos los hombres armados day noche con ellas dormamos e caminbamos, mientras doscientostamemes se encargaban de la artillera, y se enviaban exploradores por

    12 Una lista de soldados veteranos de las guerras europeas en Castrillo, Francisco: El soldadode la conquista, Madrid, 1992, pgs. 204-206. Aunque no todos los cronistas estarn de acuerdo, comoveremos, lo cierto es que se valoraba la experiencia militar adquirida en Europa, es decir, en Italia, espe-cialmente a la hora de formar los escuadrones. El Inca Garcilaso de la Vega relata que, una vez inicia-das las Guerras Civiles del Per, y habindose puesto las tropas de Vaca de Castro en orden de batalla,Diego de Almagro (hijo) hizo lo propio con las suyas, dispuesto para el combate, pero delegando talmenester en su sargento mayor, Pedro Surez, que haba sido soldado pltico en Italia y saba bien demilicia, reconociendo la ventaja que en el sitio tena a sus contrarios, form luego su escuadrn.La batalla de Chupas (1542) fue una derrota almagrista porque las rdenes de Surez sin olvidar latraicin del jefe artillero Pedro de Canda no se cumplieron. El Inca Garcilaso de la Vega:Comentarios reales, Tomo II, Ginebra, 1974, pgs. 129-137.

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  • delante (Captulo LXI). En la segunda batalla con los tlaxcaltecas, Daz delCastillo coincide con Sols en la gravedad del momento, cuando mediodesbaratado nuestro escuadrn, que no aprovechaban voces de Corts ni deotros capitanes para que tornsemos a cerrar; tanto nmero de indios cargentonces sobre nosotros, que milagrosamente, a puras estocadas, les hici-mos que nos diesen lugar, con que volvimos a ponernos en concierto(Captulo LXV). De nuevo, la indisciplina india a la hora de formar escua-drones adems de sus diferencias internas se nos presenta como suprincipal debilidad militar.

    Mucho ms peligroso ser el combate en Tenochtitln una vez habasido apresado Moctezuma, derrotado e incorporado a la hueste cortesianael ejrcito de Narvez, y Pedro de Alvarado, con sus excesos, hubieselevantado a los mexicas. Bernal Daz, que recuerda cmo apenas dorman,siempre armados y con los caballos enfrenados, situacin que indica unascondiciones de vida de las tropas ms duras que en Europa (CaptuloCVIII) y sin contar la presin psicolgica de estar rodeados por unamasa humana tan enorme, explica cmo la masa de indios, que peleabansin temor a las bajas que les causaban, estuvo a punto de exterminarlos. Esimportantsima la siguiente cita: E no s yo para qu lo escribo ans tantibiamente, porque unos tres o cuatro soldados que se haban hallado enItalia, que all estaban con nosotros, juraron muchas veces a Dios que gue-rras tan bravosas jams haban visto en algunas que se haban hallado entrecristianos contra la artillera del rey de Francia, ni del gran turco; ni tantagente como aquellos indios, que con tanto nimo cerrar los escuadronesvieron (Captulo CXXVI).13

    Tras la Noche triste, cuando H. Corts hubo recuperado fuerzasy apost por sitiar la ciudad de Tenochtitln, se fue acercando a dicho lugarcon todas las prevenciones posibles. Bernal Daz repite constantementecmo se enviaban avanzadillas para explorar el terreno que iba a cruzar el

    13 El cronista Fernndez de Oviedo se burlaba bastante de la preeminencia adquirida por losveteranos de Italia. Pensaba que, entre las cualidades del soldado, deba estar presente el ser sencillo,recatado y no presumido. No faltaba el que alardeaba de haber participado en alguna de las grandesbatallas en suelo italiano: si os die que se hall en la [batalla] de Ravena, no curis dl si es espaol,pues que qued vivo y no fue preso; e si estuvo en la de Pava, tampoco; o en el saco de Gnova o deRoma, mucho menos, pues no qued rico, y si lo fue, lo jug o ha perdido: no fiis dl. Adems, larealidad americana era muy diferente a las comodidades que los soldados hallaban en Italia; por otrolado, la esperanza de hallar un botn haca a todos los hombres leales y fieles, situacin que poda cam-biar rpidamente en caso de no hallarlo y, por lo tanto, momento en el que se deban valorar las virtu-des morales del soldado. Vase, Gerbi, Antonello: La naturaleza de las Indias Nuevas, Mxico, 1992,pgs. 382-383.

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  • ejrcito cortesiano y cmo ste caminaba siempre con mucho concierto,como lo tenamos de costumbre, precaucin que aument al entrar enterritorio mexicano: bamos ms recatados, nuestra artillera puesta conmucho concierto y ballesteros y escopeteros (Captulo CXXXVII).H. Corts, tras proveerse de saetas y de municin para sus bocas de fuego,hizo un alarde en Texcoco repartiendo soldados entre los trece bergantinesconstruidos y dividiendo el resto de sus tropas en tres grupos con sus res-pectivos capitanes para que cercasen Tenochtitln. Las ordenanzas pre-gonadas entonces, adems de reflejar las medidas habituales en tales casosevitar las blasfemias, no abandonar el puesto encomendado o dormirseen las guardias, incluyen algunas otras acordes con las circunstancias:evitar cualquier enfrentamiento con los aliados indios, estar siempre con lasarmas a punto y preparados, evitar alardear de habilidad y destreza ponien-do en peligro los caballos y las armas de fuego... (Captulo CXLVIII).

    Una vez iniciado el sitio, Daz del Castillo comenta cmo hubieron decambiar la forma de combatir a los mexica en el interior de su ciudad, perodejando muy claro que su nica virtud era su nmero y la mayor dificultadla estructura urbana de Tenochtitln. Significativamente, Bernal Daz serefiere a los mexica como gentecilla, mientras que los aliados tlaxcalte-cas son definidos como varones, aunque se contradice en cuanto habladel tesn defensivo de los primeros y las grandes dificultades que tuvieronpara vencerles, con combates tan constantes que, en un momento dado dela narracin, para no ser tan prolijo, Bernal Daz alega que un relato por-menorizado de lo sucedido hara que su obra parescera a los libros deAmads o Caballeras.

    Tras describir algunas maniobras de una y otra parte para buscar nue-vos aliados y algn intento de Corts por negociar la paz, Bernal Dazcomenta cmo se le dio crdito a un soldado, Sotelo, muy ducho en inge-nios blicos, cuyo mayor crdito era haber luchado en Italia con el GranCapitn, pero el trabuco diseado y empleado por Sotelo no funcion. Pocodespus, tras ser capturado Cuauhtmoc, H. Corts utiliz el caso de lasguerras civiles entre Mario y Sila ejemplo extrado de la lectura deLa guerra de Yugurta de Salustio para poner fin al pleito entre sus capi-tanes Garca Holgun y Sandoval, que disputaban por la captura del mexi-ca de la misma forma como lo hicieran los caudillos romanos. Mientras queel propio Bernal Daz intentaba comparar la mortandad habida enTenochtitln con la ocurrida en Jerusaln, siguiendo en este caso la obra deFlavio Josefo (Captulo CLVI).

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  • Tras una exhaustiva, y por ello asombrosa, relacin de los participan-tes en la conquista y la suerte que corrieron en el transcurso de la mismay despus, Bernal Daz reivindica no slo la ganancia de gloria y honramediante el ejercicio de las armas, sino tambin he notado que algunosde aquellos caballeros que entonces [en el pasado] subieron a tener ttulosde estados y de ilustres, no iban a las tales guerras ni entraban en batallassin que se les diesen sueldos y salarios; y no embargante que se lo paga-ban, les dieron villas y castillos y grandes tierras perpetuas, y privilegioscon franquezas, los cuales tienen sus descendientes (Captulo CCVII).Si en algo se distingue el soldado de la conquista de sus correligionarioseuropeos es en las mercedes obtenidas aunque, con el tiempo, los motinesen el Ejrcito de Flandes demostraran que la vida del soldado era muydura en todas partes.

    Otros autores, por ejemplo el conocido como El conquistador anni-mo, estaban dispuestos a considerar una preparacin en la conduccin dela batalla entre los ejrcitos del centro de Mxico: Guardan un ciertoorden en sus guerras, pues tienen sus capitanes generales, y dems tienenotros capitanes particulares de cuatrocientos y de doscientos hombres.Poco ms adelante, el mismo autor reconoce su admiracin, aunque seaesttica, por la formacin en batalla ofrecida por los mesoamericanos, ascomo una cierta disciplina durante y despus del combate, con duros casti-gos para quienes no cumplan las rdenes, o un servicio mdico muy desa-rrollado para retirar del combate a los heridos y los muertos.14 El licencia-do Jernimo Ramrez defender las mltiples capacidades de los indiospara, de esta forma, conseguir resaltar la victoria de Hernn Corts. Es sig-nificativo que se escriba esta apologa ante el cmulo de opiniones que des-preciaban al indio como oponente en la guerra; ahora bien, si el indio seconvierte en un contrincante de talla lo fue, no tanto por sus habilidadesmarciales intrnsecas, que tambin las tena, sino por el contacto con unenemigo superior. Utilizando ejemplos de la Antigedad clsica los teba-nos, en principio poco dados a los asuntos marciales, terminaron siendounos expertos en la guerra por la presin de sus contrarios, el autor con-sideraba que si bien era verdad que los indios, antes del descubrimiento,eran guerreros y belicosos, porque unas provincias con otras traan entres muy sangrientas guerras, poco despus que pasaron a las Indias espao-les y comenzaron a entrar en campo con ellos, salieron tan esforzados

    14 Citado en Lameiras, Jos: El encuentro de la piedra y el acero, Michoacn, 1994, pgs. 70-74.

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  • y valientes, y tan ingeniosos en ardides de milicia, que se podan compararcon los ms prcticos soldados de Italia, porque los indios ni en fuerzas, nien buena proporcin y firmeza de cuerpo, ni en valor, ni en nimo ni enten-dimiento, ni en discurso de razn dan la ventaja a ninguna nacin del mun-do.15 Y sobre los incas se tena una opinin parecida. Pedro de Quiroga ensus Coloquios de la verdad (1563) pone en boca de Barchiln las siguien-tes palabras: tras comentar la increble victoria de F. Pizarro y sus escasoshombres frente a un ejrcito enorme, se advierte: Y no te engaes o no teengaen, diciendo que no eran hombres, sino indios sin razn y sin uso deguerra; porque soldados eran y muy diestros ya en la guerra y hechos a lostrabajos y trances de ella, y aun soldados victoriosos que, cuando fueronacometidos de los nuestros, las lanzas traan ensangrentadas y las manosllenas de victoria de batallas que haban vencido... Al fine, era un ejrcitoformado y armado el que los nuestros vencieron.16 Cuando el cronistaFrancisco de Jerez quiso comentar idntico tema, coincidi en sealar ladestreza de las tropas incaicas y su formacin en escuadras con sus ban-deras y capitanes que los mandan con tanto acierto como turcos. Se pue-de alabar militarmente al indio, pero sin compararlo con un enemigo euro-peo del momento: Francia o los prncipes protestantes alemanes. Encambio, la comparacin con el infiel turco es factible.17

    Pero, con todo, era el extraordinario nmero de sus guerreros su prin-cipal baza y su mentalidad blica, ms cercana a hacer prisioneros que adestruir al enemigo, su principal inconveniente. Juan Gins de Seplveda,en su Historia del Nuevo Mundo, tambin relata la batalla de Cintla que,tras ser ganada por H. Corts, dara lugar a la pacificacin de Tabasco.Hasta 40.000 indios, divididos en cinco columnas, rodearon a la hueste his-pana, de forma que, entablado el combate, los nuestros, rodeados por tangran nmero de indios, se vieron tan acosados que tuvieron que defender-se en formacin cerrada.18 Aunque la caballera y los ballesteros hicieronestragos, queda clara la ventaja que supona luchar en forma de escuadrnmoderno. Francisco Cervantes de Salazar en su Crnica de la NuevaEspaa muy influida por F. Lpez de Gmara pone en boca de

    15 Ramrez, Jernimo: Apologa en defensa del ingenio y fortaleza de los indios de la NuevaEspaa, conquistados por don Fernando Corts, marqus del Valle, recogido en la edicin de LoboLasso de la Vega, Gabriel: Mexicana, B.A.E., Vol. 232, Madrid, 1970, pgs. 201-202.

    16 Quiroga, Pedro de: Los coloquios de la verdad, Edicin de Daisy Rpodas, Valladolid, 1992,pg. 80.

    17 Ibdem, pg. 61.18 Seplveda, Juan Gins de: Historia del Nuevo Mundo, Madrid, 1987, pg. 102.

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  • H. Corts las siguientes palabras: Confisoos que la gente entre quienesestamos es infinita y bien armada, pero tambin no me negareis que nos tie-nen por inmortales... Mientras ms son, ms se confunden y embarazan;muerto uno, van todos como los perros tras l (tomo I, pg. 270). Para esteautor el podero militar hispano se fundamentaba en la disciplina frreaimpuesta por H. Corts y en el escuadrn. En Otumba, los indios ocupantodo el campo con su gritero, siendo descritos como leones desatados,y se acercaban a las filas hispanas a hacer prisioneros, pero Corts, que vaque toda la fuerza estaba en que los suyos estuviesen juntos y en orden (...)defendi tan bien su escuadrn, que ningn soldado le llevaron (tomo II,pg. 64). En el momento de mximo peligro, los de caballera llegaron aintroducirse en el interior del escuadrn formado por los infantes para queno les matasen los caballos. Una vez superado el peligro, H. Corts ordenun alarde de su ejrcito que sirvi para animar a sus aliados indios, encen-dilos [el alarde] en un deseo ardiente de verse con los enemigos mexica-nos, porque entendan que con el ayuda e favor de gente tan valiente, tandiestra y tan exercitada, no podan dexar de alcanzar victoria de sus enemi-gos, y envidiosos de aquel orden y manera de alarde, dixeron a Corts queellos queran hacer otra resea (tomo II, pg. 108-109).19

    Las acciones militares de otro conquistador, en este caso del norte deMxico, Nuo Beltrn de Guzmn, tambin nos permiten comprobar quela lucha contra los chichimecas fue muy ardua y que, sobre todo, la forma-cin en escuadrones al estilo practicado en Europa especialmente en lasguerras de Italia y el uso combinado de las armas de fuego y la caballe-ra, as como los perros, sin olvidar el concurso de los aliados indios, fue laclave del sometimiento de los naturales. Con todo, Nuo Beltrn deGuzmn qued impresionado por la gallarda de sus contrincantes. En suinvasin de lo que se llamara la Nueva Galicia, Guzmn marchaba con sushombres en formacin, de modo que en los primeros escarceos los indiosse retiraron al ver la horden y mucha gente que llevava. Poco ms ade-lante, el conquistador insiste en que avanzaba siempre enviando por delan-te ojeadores y su gente en formacin, o en horden como l dice. Tras losprimeros combates, Guzmn alaba la valenta de aquellos hombres, algu-nos de los cuales eran capaces de enfrentarse contra un caballero con armasde piedra y madera: y digo esto a vuestra magestad por que se sepa quetienen nimo muchos dellos y que osan acometer qualquier espaol. En

    19 Cervantes de Salazar, Francisco: Crnica de la Nueva Espaa, B.A.E., Vols. 244-245,Madrid, 1971.

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  • varias ocasiones, la admiracin sentida hace que la comparacin slo pue-da ser posible con los propios espaoles: los indios peleaban con tantoesfuerzo y nimo como sy fueran espaoles. Acostumbrados a pelear consus semejantes, los chichimecas solan esperar a los espaoles formados enbatalla en lo alto de una prominencia, pero al desconocer la caballera, nopudieron prever que los caballos hispanos podan subir y atacarles. Dehecho, ante esta tesitura, que se repetira, la estrategia desarrollada porGuzmn consista en dividir sus fuerzas en tres escuadrones: uno con todala caballera, infantera hispana e indios aliados, que impediran la huidadel enemigo; otro compuesto por infantera hispana e indios aliados, quecubrira otro flanco y, finalmente, un tercer escuadrn, al mando del propioGuzmn, compuesto por el resto de la infantera y la artillera, cuyo come-tido era el ataque frontal a la posicin de los chichimecas. Los indios alia-dos, al comprobar la efectividad de la caballera, nunca se adelantaban sino eran acompaados por algunos caballos que los cubriesen en caso decontraataque chichimeca. En la batalla de Atecomatln, Guzmn fue supe-rado por la estrategia chichimeca, puesto que, de forma inconsciente, selanz al ataque con uno de sus tres escuadrones contra una formacin indiaque no slo le superaba en nmero, sino que fue asistida por una reserva,mientras que los otros dos escuadrones hispanos tambin eran atacadassimultneamente por fuerzas superiores. De nuevo, Guzmn reconoce elesfuero y denuedo de la acometida de los indios, que luchaban con tan-ta destrea como sy fueran espaoles, toda su vida acostunbrados en la gue-rra, sabiendose tan bien guardar del cavallo o de la lanza como soldadosacostumbrados en aquel exeriio.20 En cuanto los indios exhiban unacierta disciplina y un cierto nivel estratgico, adems de su arrojo, los pro-blemas para la hueste conquistadora se incrementaban.

    Los tratadistas militares

    Un detalle interesante es que once tratadistas militares hispanos de lossiglos XVI y XVII gozaron durante su carrera de un cargo en Amrica. Elsargento mayor Juan Mrquez Cabrera, tras una dilatada carrera militar enEuropa de veinte aos fue enviado como gobernador y capitn general a

    20 Blzquez, Adrin y Calvo, Thomas: Guadalajara y el nuevo mundo. Nuo Beltrn deGuzmn: semblanza de un conquistador, Guadalajara, 1992, las citas pertenecen a la carta enviada porGuzmn, presidente de la audiencia de Mxico a Carlos V, 8 de julio de 1530, pgs. 205-225.

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  • Honduras. En su obra Espejo en el que se debe mirar el buen soldado(Madrid, 1663) se refleja una cierta sensibilidad por Amrica: su trabajodebera servir para que ayude en algo a los soldados, asta a los de los exer-citos de Europa, como a los que sirven en las dilatadas provincias y Reynosque govierna V.A., pero las nicas experiencias militares que valora son laeuropeas.

    El maestre de campo y gobernador de Gibraltar Francisco Dvilatermin sus das como gobernador y capitn general de Cuba. Veterano debatallas como Rocroy y Lens, Francisco Dvila fue autor de dos obrasPoltica y mecnica militar para sargento mayor de tercio (Barcelona,1667) y Excelencias del Arte Militar y varones ilustres (Madrid, 1683)publicada pstumamente; su estancia en Amrica, aunque activa trabajen las murallas de La Habana, apenas dej reflejo en su obra.

    Diego Garca de Palacio, jurista de formacin, aunque perteneciente auna familia de militares cntabros, desarroll toda su carrera en el virreina-to de Nueva Espaa: oidor de la audiencia y alcalde de corte de la Ciudadde Mxico; termin publicando sus Dilogos militares de la formacin informacin de personas, instrumentos y cosas necesarias para el buen usode la guerra en aquellas tierras (Ciudad de Mxico, P. Ocharte, 1583).

    De A. Heredia Estupin slo sabemos que era hijo de militar y queestaba destinado en el virreinato del Per, publicando en Lima (1660) unaTerica y prctica de esquadrones deducida del tesoro militar... El autorexplica muy claramente los motivos y las circunstancias que le impul-saron a escribir sobre estos temas: Yo, pues, habiendo nacido hijo de sar-gento mayor, me inclin al formidable ministerio de los Escuadrones...A este ministerio, pues, aficionado, se aplic mi genio en lo ms florido demi juventud, y ocupando la plaza de ayudante de mi padre fu instruidocomo de mano maestra y paternal.

    Juan F. Montemayor, literato y jurista, continu su carrera iniciada enCatalua con el cargo de magistrado en Santo Domingo, donde lleg acapitn general y, ms tarde, seguira como oidor en la audiencia de Ciudadde Mxico. Fue autor de un apreciable Discurso poltico Histrico jurdi-co del derecho y repartimiento de presas y despojos aprehendidas en justaguerra, premios y castigos de los soldados, publicado en Mxico (1658),que fue reeditado en Amberes en la imprenta de J. Struald en 1683 y 1685.

    F. Prez de Navarrete fue corregidor y justicia mayor del puerto deGuayaquil, en Ecuador. Fue autor de un Arte de enfrenar (Madrid, 1626)que dedic al conde-duque de Olivares. Por su parte, el capitn Francisco

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  • de Cspedes y Velasco fue gobernador y capitn general de Buenos Airesy autor algunos aos antes de un Tratado de la Gineta, provechosa y breve(Lisboa, Luis de Estupin, 1609). Dentro de este pequeo grupo de auto-res atrados por la jineta y los caballos en general cabra incluir a Bernardode Vargas Machuca; ste sirvi durante ms de veinte aos en Indias comomaestre de campo y muri justo antes de emprender el retorno a Amricapara servir al frente de un cargo poltico. Fue autor de Milicia y descripcinde las Indias (Madrid, 1599) y de tres tratados sobre la jineta: Libro deexercicios de la gineta (Madrid, P. Madrigal, 1600); Terica y exercicios dela gineta (Madrid, D. Flamenco, 1619); Compendio y doctrina nueva de lagineta... (Madrid, F. Correa de Montenegro, 1621). Y, por ltimo, no pode-mos olvidarnos del nico autor criollo, Juan Surez de Peralta, y su Tratadode la caballera de la gineta y brida (Sevilla, F. Daz, 1580).21

    F. Vzquez de Silva era teniente de capitn general, corregidor y jus-ticia mayor de Santiago de Guayaquil, en el virreinato del Per. Su obraFragmentos de puntos y aforismos militares y polticos, redactada en laPennsula, fue publicada finalmente en Lima en 1651.

    El ms conocido esgrimista de la segunda mitad del Quinientos, Jer-nimo de Carranza, tambin tuvo un destino en Amrica: fue gobernador ycapitn general de Honduras. La obra que le dio fama fue Philosofia de lasarmas publicada a su costa en Sanlcar de Barrameda en 1582 y reeditadaen la Corte en 1600. El xito de la esgrima en Amrica es innegable. Se sabeque algunos criollos incluso viajaban a la Pennsula en busca de las ense-anzas de maestros reconocidos. La polmica entre los seguidores deCarranza y los de la otra figura de la esgrima hispana, Luis Pacheco de Nar-vez, tambin tuvo su prolongacin en la obra de Jos Mateo de GaraillanaConclusiones philosophicas de la sciencia y destreza verdadera de lasarmas, que invent y sac a la luz... G. Snchez de Carranza (Guatemala,Antonio de Pineda, 1684). Otro esgrimista, pero de finales del Seiscientos,el maestre de campo F. Lorenz de Rada tuvo un destino como gobernador deVeracruz. Fue autor de Respuesta philosfica y matemtica, en la qual sesatisface a los argumentos y proposiciones que a los profesores de la verda-dera destreza y philosophia de las armas... (Madrid, D. Martnez Abad,1695) y de un Crisol de la destreza, donde se purifica el oro de la verdad(s.l., s.f.) publicado a fines del Seiscientos y, por qu no, quizs en Amrica.

    21 Sobre este autor y B. Vargas Machuca vase, Flores, Benjamn: La jineta indiana en lostextos de Juan Surez de Peralta y Bernardo de Vargas Machuca, Anuario de Estudios Americanos,Tomo LIV/2, 1997, pgs. 639-664.

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  • Las obras de D. Garca de Palacio,B. Vargas Machuca y A. Heredia

    El oidor de la Audiencia y Alcalde de Corte de la Ciudad de Mxico,Diego Garca de Palacio, noble montas, hermano de militares, escribisus Dilogos militares... mientras estaba destinado en el virreinato deNueva Espaa, apareciendo en 1583. Estaba dedicado al virrey L. Surezde Mendoza, conde de la Corua. Eugenio de Salazar consagra una largaoda a la obra, resaltando la importancia de la artillera y las bocas de fue-go en general, y sobre los escuadrones es significativo que diga: como seabran, y cierren con presteza/ se dividan y junten los varones:/ que el ordeny destreza en la batalla/ importa ms, que el petto y fina malla. Ya ha pasa-do la poca del valor personal, del ataque frontal de la caballera pesada;ahora lo que importa es el aprovechamiento tcnico de la artillera, y, sobretodo, el orden en el campo de batalla impuesto por la disciplina militar.D. Garca de Palacio iba a descollar en la defensa de tales ideas.

    Dividido en cuatro libros, el primero trata sobre las cualidades delcapitn el oficial en general y el soldado. De entrada se pregunta si enAmrica hay posibilidades de aprender algo en cuanto al arte de la guerra.Planteado como un dilogo entre un vizcano, que pregunta, y un montasque responde, el primero habla de la poca therica de las cosas de la gue-rra que hasta ahora se ha practicado en la parte de las Indias, si lo compa-ramos con Italia, por ejemplo. El montas replica que muchos de los queconquistaron las Indias ya haban aprendido el oficio en Italia antes, yaprendieron la manera de pelear, que en particular all es necesario: con laqual suplieron y aventajaron la que llevava o sabida... porque en las Indiasya se sabe todo lo necessario al Arte militar (folios 8-8v). Los principa-les autores citados son Csar, Vegecio y Tito Livio, y los ejemplos queresaltan el punto de vista del autor son extrados de la Antigedad clsica.

    Como jurista, Garca de Palacio trata en primer lugar sobre la guerrajusta, pero sin aportar nada nuevo al tema y, lo ms interesante, tratandosobre la guerra contra los infieles, pero sin recordar las campaas de con-quista contra los indios.

    Segn el autor, para alcanzar la victoria, que es el fin de la guerra, esnecesario un cuerpo el ejrcito cuya cabeza es el general, pero debetener un orden y concierto que se obtiene mediante la disciplina. D. Gar-ca de Palacio aspira a hallar la formacin militar perfecta, del general alsoldado, sin olvidar la caballera y la artillera. El capitn ha de ser pruden-

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  • te y poseer fortaleza, es decir, saber escoger los medios, los momentos, etc.,para hacer la guerra y disponer adems de la presencia de nimo suficien-te para desarrollarlo sin decaer en su empeo. El perfil del buen capitn secomplementa con buenos conocimientos de matemticas, aritmtica y cos-mografa a lo ms comn he visto en los capitanes y soldados de tierray mar, que professan esta Arte, sin el fundamento necessario de las Artesliberales (folio 39). La elocuencia es til para que el oficial incite a lossoldados antes de la batalla, recordando las arengas de un Csar, por ejem-plo.

    En cuanto al soldado, es necesario que sea ante todo obediente, castoy austero; la codicia es mala compaera de las armas, que quando Her-nando Corts tuvo preso a Mocteuma (Seor de Mxico), les foraron losIndios Mexicanos a salirse y dexar la ciudad: y los que cargaron de Oro,plata y cosas preciosas, y mostraron su cobdicia: lo pagaron con la vida(folio 47). Defenda el silencio y la concentracin de las tropas en el ata-que para atender las rdenes y poder los oficiales maniobrar con el escua-drn. Ms que el recurso a los chillidos o cualquier otro tipo de manifesta-cin sonora, que Garca de Palacio deba asimilar ahora a los indios, elenemigo debe ser impresionado con la disciplina y la pericia de las tropasformando los escuadrones. La masa de hombres en movimiento. A partirdel folio 50, Garca de Palacio describe al recluta ideal sin poder disimular,como tantos otros tratadistas, la influencia de Vegecio. Defiende casi unimposible: que el recluta luche por la honra y no por la paga. Tambin, lavieja idea de que el futuro soldado sea reclutado en Provincias y partessperas, y de pocos regalos, donde los mancebos se cran ms vellicosos,fuertes y exercitados, y que de aquella provincia se tenga experiencia defidelidad. El ejercicio con las armas en las manos ha de ser continuo y eltrabajo constante, el soldado no puede ser ocioso. Todos viejos preceptosdel saber militar romano compendiado, como decamos, por Vegecio(folios 51-55).

    El libro segundo es casi una prolongacin del anterior en tanto encuanto aplica lo sealado en las diversas circunstancias de la guerra.

    El libro tercero, que ocupa los folios 93-144, versa sobre las armas defuego y la artillera, y es el que ms fama ha dado al autor. Como otrosmuchos autores posteriores, comienza dando noticias histricas sobre laplvora y la artillera, as como recetas particulares para fabricar plvora dearcabuz, de can... Ciertamente, Garca de Palacio demuestra un conoci-miento tcnico muy grande, aunque los problemas de balstica que plantea

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  • son muy primarios, son ms bien cuestiones prcticas del tiro con arma defuego. Trata sobre los diversos tipos de can, cmo cebarlos y apuntarlosy, quizs lo ms novedoso, se plantea la presencia de la artillera en el mary sus efectos sobre otras naves.22

    El libro cuarto, de los folios 144v a 192, es un arte de escuadroneartpico de la poca. Tras referirse a las formaciones de griegos y romanos,traza los modelos de escuadrn ms usuales de su poca, expone el mto-do de la raz cuadrada para lograr un escuadrn cuadrado perfecto contantos hombres de frente como de fondo y sus variantes. Finaliza conrecomendaciones sobre el lugar ms aceptable para levantar un campamen-to y/o alojamiento de los soldados.

    Hubo que esperar a 1599 para que apareciera el primer y nicotratado militar hispano centrado en la guerra en Amrica. El maestre decampo B. Vargas Machuca en su libro Milicia y Descripcin de las Indias(Madrid, 1599) que comprende, en realidad, tres tratados, era consciente deque sus escritos podan ser de inters dispar para el lector. Vargas dir en elprlogo que los libros leyendo su todo no pueden dejar de dar gusto suartificio y doctrina; pero si se leen en parte, tambin ser fuerza arrinconar-se, juzgndole sin provecho. Dice B. Vargas que escribi la obra durantetres aos que estuvo en la Corte reclamando alguna pretensin que tena.Nacido en Simancas en 1555, estudi en Valladolid y, con quince aos, semarch a servir en el ejrcito a Italia. A su vuelta, pas a las Indias con elcargo de maestre de campo, donde sirvi veintids aos. A su regreso a laCorte, donde permanecera, de 1599 a 1621 public tres libros, as como unpequeo trabajo dedicado a Felipe IV poco antes de morir en 1622:Compendio y doctrina nueva de la Gineta (Madrid, 1621). Segn NicolsAntonio, dej indita una Defensa de la conquista de las Indias en la queimpugnaba la obra de Fr. Bartolom de las Casas Brevsima relacin de la

    22 Al respecto, vase la obra de Garca de Palacio, Diego: Instruccin nutica para el buen usoy regimiento de las naos, su traza y gobierno conforme a la altura de Mxico (Ciudad de Mxico,P. Ocharte, 1587). La aportacin sobre la artillera de este autor cabe enmarcarla entre los trabajos deltratadista artillero ms influyente en la Espaa del Quinientos, el matemtico Nicol Tartaglia (c.1499-1557) con sus obras: Nova Scientia (Venecia, 1537), el primer tratado de balstica, y Quesiti e inventio-ni diverse (Venecia, 1546), donde propona, en el sexto libro, la defensa de las fortificaciones en baseal fuego artillero disparado desde unas murallas de nueva planta. En ambas obras, N. Tartaglia utilizael dilogo entre el cientfico sin experiencia prctica el matemtico y el soldado prctico sin cono-cimientos tcnicos el artillero. Es una relacin dialctica entre el saber abstracto que anhela unademostracin emprica y el ansia por comprender el por qu del artillero. Las ideas de N. Tartagliasobre la progresin del proyectil y el alcance de las piezas fueron refutadas a fines del XVI por autoreshispanos como Alaba, Diego de: El perfecto capitn, instruido en la disciplina militar, y nueva cienciade la artillera (Madrid, 1590) o Collado, L.: La Pltica manuale (Miln, 1586).

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  • destruccin de las Indias (Sevilla, 1552). Fr. A. Remesal crea que no sepublic por la dureza del ataque contra Las Casas.23

    Las motivaciones del autor para escribir esta obra eran claras: la prin-cipal fue servir a la Majestad real alentando aquella milicia que tan dejativaest, y tambin dar escuela della a muchos caudillos que en aquellas partesemprenden conquistas y pacificaciones sin ningn conocimiento, que soncausa de que se pierdan mal nuestros espaoles no quedando ellos ganados.Obligme as mismo el aficin que a sta arte de la milicia he tenido desdeel da que ce espada, siguindola en Italia, armadas y en Indias.

    En la aprobacin de D. Juan de Mendoza, se dice que Milicia y des-cripcin de las Indias se debe imprimir por la mucha utilidad que causa-r a todas las Indias, siendo tan buen espejo para los que la dicha milicia deellos se ocuparen, y en estas partes, por la curiosidad y cosas notables quecontiene. Cuando se dirige a P. Laguna, presidente por aquel entonces delConsejo de Indias, Vargas busca que ampare y favorezca este trabajo...abriendo a unos el camino de terica y a otros de prctica de que carecenlos ms que gobiernan, as en paz como en guerra, para que tengan reco-pilado en forma de libro todo el conocimiento sobre la materia. Tambin B.Vargas Machuca cont en Milicia y descripcin de las Indias nueve sone-tos laudatorios de oficiales y licenciados, pero destacamos otra composi-cin del licenciado A. de Carvajal, titulada Epstola persuasoria, en laque se puede leer: sacando del ingenio y la experiencia/ Re militar, que esnueva y necesaria/ Las armas y la pluma tomaron vuelo,/ el ingenio y elbrazo han hecho liga,/ el sabio que leyere, vaya a tiento,/ que el valor conprudencia vuela alto,/ y el que repruebe en Indias este ejercicio, /mire quepierde el nombre de soldado.

    B. Vargas Machuca comienza por referir cmo las armas europeas sehubieron de adaptar a las condiciones propias de Amrica, sustituyendo lasarmas defensivas de acero por otras de algodn tupido tpicas de los indiosde Nueva Espaa En las Indias usaron al principio ballestas, cotasy corazas y pocos arcabuces, tambin rodelas. Ya ahora en este tiempo, conla larga experiencia, reconociendo la mejor arma y ms provechosa, usanescopetas, sayos de armas hechos de algodn, espadas anchicortas, antipa-

    23 Vargas Machuca, Bernardo: Milicia y descripcin de las Indias, Madrid, 1892, 2 Vols. Laobra en cuestin se titulaba Apologas y discursos de las conquistas occidentales (1612) y fue finalmen-te publicada por Fabi, A. M.: Vida y escritos de Las Casas, Madrid, 1879, tomo II, pgs. 409-517.Vase al respecto, Garca, Ricardo: La leyenda negra, Madrid, 1992, pg. 247, nota 21 y la modernaedicin de Apologa y discursos de las Conquistas Occidentales, edicin y estudio de Mara LuisaMartnez de Salinas, Avila, 1993.

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  • ras y morriones del dicho algodn y rodelas. Las noticias sobre las carac-tersticas blicas de los indios ocupan las primeras pginas y, seguidamen-te, se trata de las virtudes marciales que ha de poseer el oficial ser expe-rimentado en asuntos de la guerra, prudente al acometer las empresas,diligente al ejecutarlas, ser diestro en el manejo del escuadrn y en la for-ma de gobernar las tropas, que en las Indias, por las caractersticas de lahueste indiana, son ms importantes que en la propia Europa. B. Vargas noutiliza los trminos oficial o capitn, sino que emplea la palabra caudillopara referirse al jefe de guerra hispano en Amrica. Piensa Vargas que enlas Indias no se ha acertado con el tipo de personas elegidas como oficia-les por los gobernadores, de modo que hay poca gente de calidad hidal-gos entre la oficialidad... El problema es que el caudillo ha de tener uncierto caudal para mantener a sus hombres hasta que se obtenga algn botny para pagar los gastos de una nueva conquista.

    B. Vargas recomienda una cierta edad, entre 30 y 50 aos, para el cau-dillo debido a lo trabajoso que es la conquista en Amrica a nivel fsico;pero no es menos importante la moral, la diligencia para superar todas laspruebas sin rendirse. Tambin se ha de ser prudente y determinado entodas sus decisiones y contar con las opiniones de los soldados ms expe-rimentados baquianos. A diferencia de Garca de Palacio, VargasMachuca es capaz de poner al nivel de Alejandro o Csar a gentes comoH. Corts, F. Pizarro o G. Jimnez de Quesada, cuyos hechos de armas lesirven de ejemplo.24

    El libro segundo versa sobre las caractersticas del soldado parti-cipante en la conquista de Amrica. Acreditar experiencia en los asun-tos americanos se valoraba muchsimo, pero tambin un buen estado fsi-co tener de 15 a 50 aos, no estar obeso, de temperamento tranquilo,para no alborotar los nimos, de modo que Vargas aconseja no llevar muje-res en las jornadas de conquista y, s, en cambio, sacerdotes siemprey cuando puedan seguir aquellos trabajos que procuren adoctrinar a lossoldados, impidiendo que blasfemen, y que adoctrinen a los indios cuandosea el caso. En las expediciones americanas era especialmente importantecontar con una buena provisin no slo de armas, municiones y herramien-tas difciles de sustituir all, sino tambin de bastimentos y, sobre todo,

    24 G. Botero en su La razn de Estado no entenda que los mismos que rebajaban las proezasde los espaoles en el Nuevo Mundo, celebren las proezas de los atenienses contra Jerjes o deAlejandro Magno contra Daro, o las de Lculo contra Tigrane o de Escipin contra Antoco. Vase latraduccin y edicin de Stefano y Garca-Pelayo, pg. 174.

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  • medicinas y gente prctica que sepa curar las enfermedades, especialmen-te las heridas envenenadas, tpicas de aquellas tierras. El ejercicio continuocon las armas es fundamental el soldado que fuera enemigo de cargarlas armas, se puede presumir pondr la esperanza de su vida ms en los pisque en las manos (pgs. 146-147), pero tambin el conocimiento prc-tico; por ello, Vargas Machuca alecciona sobre el hbito de los indios deplanear emboscadas y atacar en grupos reducidos, casi sin plantear nuncabatallas campales, de modo que el uso de los perros que los aterroriza y,sobre todo, su capacidad para detectar las emboscadas, hace que seaninsustituibles en el modo de hacer la guerra en las Indias.25

    El libro tercero trata de las obligaciones generales del soldado que sir-ve en Amrica que son las mismas que en Europa: humildad, obedien-cia, prctico con las armas, honrado, buen camarada, leal con el rey, hones-to, buen cristiano... y cmo ha de procurar mantener la compostura en lastierras de los indios amigos; tambin plantea las peculiaridades de las mar-chas por territorio enemigo, avanzando poco a poco, haciendo continuasparadas, pero manteniendo siempre la formacin de combate, las mechasencendidas y en silencio para or antes a un enemigo que se caracteriza porel uso de lo sonoro en la guerra. Siempre hay que reconocer los caminos, oabrirlos, pero avanzando siempre con precaucin. Dedica especial atencinal vadeo de los ros, que siempre es una operacin militar delicada, acon-sejando sobre la construccin de puentes de campaa. Tambin ofrece con-sejos tiles de cmo acampar con la mxima seguridad posible y elegir tan-to los das de lluvia como la noche trasnochada o encamisada paraatacar a los indios, as como usar emboscadas con ellos, lo que nos hacepensar que Vargas Machuca analiz muy bien, y adapt, algunas peculiari-dades blicas de los indios, pero sin admirar ninguno de sus logros. Detodas formas, en Europa tambin se organizaban encamisadas para atacarde noche el campamento del enemigo. Un consejo se nos antoja comoespecialmente importante: Aviso a los soldados que no se desabriguen unode otro, porque en esta guerra un soldado no es ms de para un indio, por-que si le cogen dos indios le matarn; y si dos se hallan juntos, son pocos

    25 Sobre los perros, cita F. Morales Padrn el testimonio del padre Cobo: En las primeras con-quistas se ayudaron mucho de los perros en las guerras que tuvieron con los indios; porque industria-dos, eran utilsimos, mayormente en tierras fragosas y de bosque, donde por ser los indios gente suel-ta no los podan seguir los espaoles. Cobraron los indios tanto miedo a estos perros de ayuda, que enla batalla que saban que vena algn perro desmayaban y se tenan por perdidos. Y los perros, con elartificio de la guerra y despedazar indios, se hacan bravos como tigres. Morales Padrn, Francisco:Los conquistadores de Amrica, Madrid, 1974, pg. 115.

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  • veinte indios y si cuatro, son poco ciento. Siempre respetar la formacin,el apoyo mutuo, la principal arma hispana. Slo cuando el indio, como losaraucanos, consigue levantar un escuadrn bien formado de picas, el hispa-no se ver obligado a deshacerlo con su arcabucera para, a posteriori,intentar romperlo con la caballera.26

    El libro cuarto plantea cmo hacer la paz con los indios y su principalconsecuencia que es la urbanizacin inmediata de la zona y el reparto de tie-rras entre los hombres... Lo mejor es mantener al indio contento con el domi-nio hispano, ganndose su voluntad, pero tambin cumpliendo siempre con lopactado con ellos. El premio a todo soldado es inexcusable, pero mucho msal que ha servido en la conquista americana por todo lo que se ha padecido.

    La obra se completaba con un tratado de la esfera y una descripcinde las Indias que, junto con las obras dedicadas a la caballera de la jineta,cubren el universo de los intereses del autor.

    En 1660 publicaba en Lima el sargento mayor Antonio de HerediaEstupin su Terica y prctica de escuadrones. La obra se dedica al virreydel Per, conde de Alva de Aliste. En la aprobacin del capitn Juan deLeyva, ste comenta que tras una de las victorias del famoso conde deFuentes, la batalla de Dorlan, el gobernador de la plaza Hernn TelloPortocarrero le present un libro de escuadrones que no se llegara apublicar, por lo que sabemos y en la aprobacin que del mismo hizo elsargento mayor Martn Durango, ste dijo que no slo haba que imprimir-lo, sino dar por precepto inviolable que ningn soldado est sin l, y quese lea en los cuerpos de guardia. Leyva pensaba que lo mismo se debadecir del libro de Heredia Estupin por su erudicin, brevedad y claridad.En la censura del capitn F. Ruiz Lozano, ste dice que en aquel librohallar el docto variedad de discursos en todas las ciencias y gran erudi-cin en las matemticas; el republicano una poltica cristiana; el bisoo unadisciplina y enseanza con que en breve tiempo se haga famoso milite; y elveterano nuevas derrotas y caminos que le conduzgan al ms perfectoconocimiento y excelencia del arte de la milicia. Asegura que no ha vistoen otras obras la manera de formar escuadrones circulares que en losautores que yo he visto, no solamente no la hallo practicada, ms por igno-rar el modo de formarlos, los han condenado por intiles, lo que no hicie-

    26 Segn Alberto M. Salas, la lucha en escuadrn cerrado, bien protegido y erizado de picasno es frecuente... si no es en Chile: Las armas de la conquista de Amrica, Buenos Aires, 1986, pg.277. An siendo una obra estimable, pensamos que el autor no dedica la atencin suficiente al escua-drn hispano.

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  • ran si hubieran alcanado su verdadera fbrica, por ser la figura circular lams capaz y la ms perfecta de las formas de la geometra, ni tampocolos triangulares y los de diversos lados. Y concluye: ltimamente este tra-tado es digno de toda estimacin y aprecio, mayormente quando en lostiempos presentes ay tan pocos que se apliquen en este reyno, no digo aescribir, ms ni a estudiar esta facultad, ni que sepan unir en el Arte militarla parte prctica con la especulativa. Y es la mayor recomendacin ass dela obra como del Autor averse serbido V. Exc. de que se le leyese todo estetratado en los ratos que le dexa libres la principal atencin del gobierno.

    En el prlogo, A. de Heredia Estupin nos informa que es hijo de sar-gento mayor y al cuidado de su padre se form, de manera que comenz aaficionarse no slo a la faccin prctica del asunto, sino tambin a la teri-ca, y quizs con demasiado mpetu, pues escribi mucho, quizs demasia-do y ahora, en el escrito que presenta, haba quitado mucho de lo escrito,parecindome que la clera espaola no tiene sufrimiento para leer difu-sos y largos tratados, aunque sean de materias tan importantes. Tambinasegura que le ha llevado mucho tiempo leer todos los autores que ha podi-do cuyas doctrinas l ha puesto en orden aspirando slo a servir a su patria.Piensa que los tratados de los antiguos se hallan muy esparcidos y dilata-dos, siendo los modernos ms llenos de elegancia y retricas, que de doc-trina, la qual no bien se explica con trminos esquisitos y realados, a cuyacausa solo sigo y copio los autores que hablan con estilo llano y natural...excluyendo las tropelas, confusiones de algunos modernos, que parece quede propsito no quieren que los entiendan, y ass se luce poco su ense-ana, pues nadie aprende, y todos quieren ser maestros. En realidad, laobra que tratamos es slo un extracto de otra mayor que tena prevista parala imprenta y que, al parecer, nunca public titulada Tesoro militar.

    La obra est compuesta por 54 folios ms un ndice. Comienza, citan-do a Jenofonte, que el orden es una de las cosas ms tiles y convenien-tes, y que ha sido la mano de Dios, y no la sabidura del rey Pirro de Epirocomo dicen algunos, la que le dio a los hombres los escuadrones.El escuadrn es orden, unin y compostura de alguna gente armada, en talmanera que movindose a esta y aquella parte formidablemente seoree lacampaa por hallarse en l la defensa y ofensa necesaria (Fol. 1 v). La fir-meza del escuadrn se conseguir cuando conste de orden, valor, destreza,agilidad y fuerza, valores que no siempre concurren a la vez. Tras presen-tar los diversos modelos de escuadrn de los que ms adelante tratar,Heredia critica a aquellos que aseguran que el escuadrn circular no es

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  • prctico: en todo caso no han sabido formarlo y, por ello, no fan de l. Perola realidad es que, en campo raso, este sistema es capaz de frenar un ataquede caballera por todos los lados a la vez, igual que es escuadrn cuadradode gente. De hecho, recuerda que de este sistema se deca que poda avan-zar siempre por el terreno sin problemas: ciertamente si lo atacan por loscuatro lados a la vez no. Heredia piensa que el escuadrn circular, una vezejercitados los hombres, demostrar que es ms fuerte que el cuadrado.Para el autor, toda la dificultad est en la falta de disciplina: los antiguostenan tan disciplinados a sus hombres que ellos, por s solos, sin necesidadde oficiales, eran capaces de formar un escuadrn. Sobre el escuadrn cua-drado de terreno tratan autores como C. Prez de Exea y C. Lechuga,27 perolo hacen de una forma tan larga y obscura, [que] el estudiante que no estenterado de los otros principios de Aritmtica, se ofusca y confunde toman-do aversin al ministerio... (Fol. 9). Precisamente por ello, dice HerediaEstupin, pondr yo meramente las reglas de esquadrones, y una reglageneral para todas las proporciones, que al soldado curioso cosa fcil seraprender la aritmtica en los muchos libros que hay della (Fol. 9). Lassiguientes pginas estn destinadas a explicar las diversas reglas para for-mar los sucesivos tipos de escuadrn, siempre con la aritmtica como prin-cipal aliada, aunque en el inicio de su obra ya haba advertido que la expe-riencia es la madre de la ciencia (Fol. 5v), de modo que se ha de practicartodo lo aprendido o, mejor an, tras practicar las cosas es cuando se apren-den. Tambin es consciente de que aquel tipo de enseanza necesita dedemostraciones visuales, mediante grabados, pero tiene que excusarse porno hacerlo, porque en el lugar donde me hallo no aura quien abra de burillas estampas, y si lo hubiere, no aura caudal con que pagarlas (Fol. 5).

    An bien entrado el siglo XVII los referentes militares seguan sien-do los ejrcitos de la Antigedad clsica28 y una cierta polmica quizs

    27 Lechuga, Cristbal: Discurso que trata del cargo de Maestre de Campo General, y de todolo que de derecho le toca en el Exercito (Miln, P. Malatesta, 1603); Prez de Exea, Miguel: Preceptosmilitares, orden y formacin de esquadrones..., (Madrid, Vda. de A. Martn, 1632). Otros tratados delmomento: Barroso, Bernardino: Terica, prctica y exemplos de guerra... (Miln, 1622); Fernndez deEyzaguirre, Sebastin: Libro de aritmtica, con un tratado de las quatro formas de esquadrones masacostumbradas en la milicia (Bruselas, 1608); Lorente Bravo, Miguel: Compendio militar, i tratado deesquadrones (Zaragoza, 1644).

    28 Lo mismo ocurra en Europa. Vanse los trabajos de Kleinschmidt, Harald: Using the Gun:Manual Drill and the Proliferation of Portable Firearms, The Journal of Military History, n. 63, 1999,pgs. 601-630 y de Neill, Donald A.: Ancestral voices: The Influence of the Ancients on the MilitaryThought of the Seventeenth and Eighteenth Centuries, The Journal of Military History, n. 62, 1998,pgs. 487-520.

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  • artificial sobre cules eran los mejores modelos de escuadrn posible,cuando en los ejrcitos de la Monarqua Hispnica de pocos aos ms tar-de, en lugar de preocupar tanto la formacin de los escuadrones, interesa-ba mucho ms reestablecer las voces de mando entre los oficiales del ejr-cito, especialmente entre los sargentos, a tal grado de decadencia se haballegado en los difciles aos del reinado de Carlos II.

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