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1 HISTORIAS DE TERROR EN LA OFICINA 10 Cuentos Expres Carina Pardavila Requejo

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    HISTORIAS DE TERROR EN LA OFICINA 10 Cuentos Expres

    Carina Pardavila Requejo

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    Este libro es ficcin, si encuentras similitudes con situaciones, empresas, o personajes reales,

    hztelo mirar.

    Primera Edicin. Enero 2013 textos: Carina Pardavila Requejo portada: Antonio Morales Prez

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    A todos los que soportan con humor el terror de la oficina

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    TERROR EN LA OFICINA

    10 Cuentos Express

    1. EL ULTIMO DIA 9 2. EL CREATIVO FANTASMA 19 3. UN BUEN COMIENZO 25 4. UN JEFE FELIZ 31 5. AMOR DE MAQUINA 39 6. MARGARITA, FUNCIONARIA 45 7. LA LETRA PEQUEA 51 8. EL NUEVO 57 9. PIENSA EN MI 61 10. LA CONVENCION 65

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    EL LTIMO DIA Hace tiempo que temo este momento. He recibido el mensaje que todo el mundo espera que nunca llegue. Es breve y directo: Presntese maana viernes a las 19:00 en el despacho de D. Mariano Rojas. Y lo firma el departamento de Recursos Humanos. Todo el mundo sabe lo que significa que te citen los de personal un viernes a la cada del sol. Que nunca volvers, como les sucedi a otros antes que t. Es el fin. He recogido mis cajones con cuidado y he puesto lo ms personal en una bolsa de plstico. Mejor hoy que maana, es mejor viajar ligero de equipaje. Aunque intent que no se notara que recoga, creo que los compaeros se dieron cuenta, porque a la hora del caf, rehuan mi mirada y nadie se acerc como otros das a comentar el partido o a hablar mal de nuestros superiores. Pas la tarde haciendo tiempo, pensando en las muchas horas que haba vivido entre aquellas mamparas, escribiendo informes de recuperacin de impagados, hablando

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    por telfono y jugando al buscaminas. A la hora de salir, me levant como un resorte, cog mi bolsa y sal a la calle; no tena sentido hacer horas extras, con el panorama que me esperaba al da siguiente. Me dediqu a dar vueltas por el barrio para no llegar demasiado temprano a mi casa, y cuando decid meterme en el metro era ya de noche y estaba lleno de viajeros. Mi parada es una de las ltimas de la lnea, por lo que el vagn se fue vaciando poco a poco. Antes de llegar a mi destino el tren qued detenido en un tnel, y al cabo de unos minutos, el tren que recorra la misma lnea en sentido contrario, tambin par. Otro vagn medio vaco lleno de gente triste iluminado por una luz tan inclemente como la que reflejaba mi ventana. Not que se me encoga el corazn al ver junto a las puertas del vagn estacionado junto al mo, a Paco Upir, un compaero de trabajo que haba sido llamado haca unas semanas, igual que yo hoy, y a quien nunca volvimos a ver. Le hice una sea, pero estaba medio de lado, y no me vio. Pareca muy desmejorado: plido, con grandes ojeras y el pelo largo y descuidado.

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    Las luces de ambos trenes se apagaron un momento y cuando volvieron, Paco ya no estaba all, lo que era, sin duda, extrao, porque las puertas no se haban abierto y seguamos en el tnel. El metro arranc despacio, casi sin ruido y sin acelerar mucho, pues estbamos junto a la estacin, mi estacin de destino. Me ape y sub despacio las escaleras, an ligeramente estremecido por la imagen de Paco. Antes de ir a casa, y an con la bolsa de mis pertenencias de oficina, entr en el bar de abajo, donde Ju Liu, la duea, me pregunt en su medio espaol t habel visto fantasma chino? y me ofreci un chupito. Se lo acept y luego me tom un coac que, al no haber cenado, me sent fatal, as que ped una copa de aguardiente y un t, que son buenos para el estmago. Cuando llegu a mi casa, haba una niebla muy espesa dentro del apartamento, como si alguien hubiera estado fumando. Lo atribu a la contaminacin de la ciudad, cerr la ventana y me dej caer en la cama con ropa y todo. A la maana siguiente me despert tarde y con la boca pastosa. A pesar de que tena claro que seguramente este iba a ser mi

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    ltimo da en la empresa, sal corriendo, sin hacer caso del dolor de cabeza ni de las arrugas de mi traje, que debera haberme cambiado. Al salir a la calle, el sol me pareci insoportable. Tambin me encontraba mareado y hambriento, por lo que entr corriendo en el bar de Ju Liu y ped un caf y un donut. El caf no me supo bien, y el donut me pareci de papel. Pagu y le di las gracias a Ju, pero resolv no comer ms bollera industrial y apresur el paso hasta llegar al refugio oscuro del metro. Durante todo el viaje no pude dejar de pensar en el blanco cuello de mi vecina china y en su piel transparente a travs de la cual se intuye un entramado de venas azules como el anochecer. Nunca haba sido consciente la belleza de su escote. Ahora tendr ms tiempo para contemplarlo en el bar, pens con amargura. Cuando llegu a la oficina, fui ignorado por todos igual que el da anterior. Mi cubculo estaba limpio y asptico sin mis fotos y mis recortes en el corcho, ni mis postits amarillos superpuestos en las esquinas del ordenador. El PC no saba que me iban a echar, as que se encendi como siempre, y aunque la luz me pareci ms

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    brillante que de costumbre, pude hacer que trabajaba durante varias horas. No fui a la cafetera porque no quera encontrarme con nadie y a medioda baj a un burger a comerme una hamburguesa e ir al bao. La tarde pas rpidamente, sobre todo porque los viernes la mayora se va pronto y me entretuve escuchando sus conversaciones acerca de los planes de cada uno, los partidos que haba que ver y esas cosas que configuran la actividad de los pasillos en la oficina y que seguramente echara de menos. Estaba solo en mi departamento cuando fui al dispensador de agua a ver si apagaba la resaca de una vez. Por las ventanas se vea que ya era de noche, lo que de alguna manera soseg mi espritu. Seguramente porque ya era la hora de ir al encuentro de mi destino y, si me iban a despedir, de acabar con este periodo de mi vida cuanto antes. Atraves pasillos desiertos hasta llegar a la zona de Recursos Humanos, donde la moqueta se haca ms mullida y el aire ms fro y denso. Llam a la puerta de D. Mariano Rojas y o su voz rasposa que deca: adelante.

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    El despacho estaba a oscuras salvo por una lmpara de mesa. D. Mariano estaba de pie y miraba por la ventana. Era un hombre menudo, con los dedos amarillos, tena una nariz aguilea y una boca pequea que nunca sonrea. No llevaba las gafas oscuras que sola llevar durante el da y que le daban un aire a Matas Prats. Me sorprendi que tuviera los ojos claros. Con una sea me indic que me sentara y me pregunt amistosamente: - Cmo te encuentras? La verdad es que me pareci una pregunta ms bien extraa para empezar una conversacin que acabara en despido; esperaba un discurso de lo mal que estn las cosas, la necesidad de la empresa de hacer ajustes, algo as...Contest, algo confundido: Bien, Y usted? D. Mariano ignor mi pregunta e insisti: - No te duele la cabeza, no notas la boca seca? La verdad es que me qued perplejo por su perspicacia y pens si no sera sarcasmo al detectar por mi aspecto que tena una resaca del siete. Respond dbilmente: - Si, un poco, s. Not que se impacientaba. Me pregunt a bocajarro: -No tienes sed?

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    La verdad es que nunca haba tenido la boca tan seca. Contest: - Desde luego!, lo que pareci dejarle ms satisfecho. Empez a pasear por la habitacin mientras hablaba de las cosas que yo esperaba: La empresa no iba bien haba que ajustar las lneas de negocio haban decidido reforzar el rea de cobros y l haba pensado en ofrecerme un puesto en un nuevo departamento De modo que no iban a despedirme! Creo que mi pensamiento se hizo voz o de alguna manera l oy lo que yo pensaba y se ech a rer. Era una risa cavernosa y terrible, desproporcionada con su pequea estatura. Puso una mano sobre mi hombro y dijo: - Carlos, creo que ya no tendrs que preocuparte por el trabajo nunca ms. Impresionado por la insinuacin de que me fueran a hacer fijo, me vine arriba, me puse de pi y le estrech la mano, que encontr fra y huesuda. No le hizo mucha gracia mi efusividad, pero me dej hacer. Cuando iba a preguntarle por las condiciones: horario, paga, etc.; not una voz en mi interior que me deca sintate y cllate y le mir. Tena la boca cerrada pero yo poda seguir oyendo su voz

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    profunda dentro de mi cabeza escchame atentamente, ya no eres humano, espantado, me levant y le dije: -No se cmo hace eso, pero no me gusta, me voy. Si quiere, despdame, pero yo me piro. Don Mariano no estaba dispuesto a dejarme marchar, y de alguna manera se las arregl para cerrar la puerta sin moverse de su sitio detrs de la mesa. Como se dio cuenta de que me asustaba, volvi a usar la voz para comunicarse conmigo y me cont que desde ayer ya no soy un humano, sino un aprendiz de vampiro, un no muerto que debe beber sangre para sobrevivir. Me han seleccionado por mis cualidades para la recuperacin agresiva de deuda y desde hoy formo parte de una lite de trabajadores que no tienen que hacer tantas horas como el resto. Me ha puesto como ejemplo a Paco Upir, que es quien realiz el trmite de convertirme en chupasangre. Ante mi cara de incredulidad, me dijo: Paco te aprecia. Las dos pequeas marcas que tienes en el cuello son de sus colmillos. Me puse nervioso y mir a los lados buscando un espejo. El seor Rojas sac uno pequeo del cajn y me lo dio con cierta chunga. El espejo slo reflej la silla

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    tapizada de burdeos y la puerta detrs de m. Era cierto, yo era un vampiro Pero tena un trabajo y un horario de noche que encajaba con mi estilo de vida. Por no hablar del plus de la inmortalidad. Mi nuevo jefe sonri al percibir mi aceptacin. Me alarg un vaso lleno de un lquido rojo. Lo apur de un trago, y me supo a gloria.

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