(2014-12-18) revisión sobre gastroprotección (doc)

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1 Autoras: Berta Vázquez y María-Fe Barcones R2 MFYC C.Salud Torre Ramona 18 diciembre de 2014

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Page 1: (2014-12-18) Revisión sobre gastroprotección (doc)

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Autoras: Berta Vázquez y María-Fe Barcones

R2 MFYC C.Salud Torre Ramona

18 diciembre de 2014

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Una de las causas de sobreutilización de los antiulcerosos es la

inadecuada indicación de gastroprotección en situaciones clínicas en que no se

cumplen los criterios establecidos. En este trabajo realizamos una revisión de

los criterios de gastroprotección y una actualización de los principales aspectos

sobre seguridad que hay que tener en cuenta.

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El tratamiento preventivo con inhibidores de la bomba de protones (IBP)

en pacientes que toman antiinflamatorios no esteroideos (AINE),

antiagregante, anticoagulante, corticoide sistémico o antidepresivo

(inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) debe limitarse a

aquellos que presenten factores de riesgo gastrointestinal.

Los factores que más influyen en el riesgo gastrointestinal son la edad

avanzada, antecedentes de patología gastrointestinal y el uso

concomitante de fármacos gastrolesivos.

Antes de pautar un antiulceroso como gastroprotector, se debe

considerar la posibilidad de cambiar el tratamiento de base (evitar el uso

concomitante de fármacos gastrolesivos) o los estilos de vida (evitar el

tabaco y el alcohol) para disminuir el riesgo de hemorragia

gastrointestinal.

Los AINE y el ácido acetilsalicílico deben prescribirse a la menor dosis

efectiva y durante el menor tiempo posible para disminuir su riesgo de

hemorragia gastrointestinal.

El ibuprofeno es el AINE menos gastrolesivo.

Se recomienda tomar los AINE y el ácido acetilsalicílico después de las

comidas.

El IBP de elección es el omeprazol.

Se recomienda tomar el IBP por la mañana y en ayunas.

El uso continuado de los IBP aumenta la probabilidad de aparición de

efectos adversos y algunos potencialmente graves.

Los problemas más relevantes descritos con el uso crónico de los IBP

son el incremento de incidencia de osteoporosis, osteopenia y fracturas

por fragilidad, de neumonía, de infección por Clostridium difficile, de

déficit en la absorción de determinados nutrientes, de hipersecreción

ácida de rebote y de nefritis intersticial aguda.

No hay suficiente evidencia científica para afirmar que la interacción de

los IBP con clopidogrel sea clínicamente relevante. El omeprazol puede

administrarse con inhibidores de la vitamina K siempre y cuando se

ajusten las dosis a los niveles del International Normalized Ratio.

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Según un informe reciente de la Agencia Española de Medicamentos y

Productos Sanitarios (AEMPS)1, el consumo de fármacos antiulcerosos en el

Estado español ha aumentado un 310,4%, pasando de 33,3 dosis/habitante/día

en el año 2000 a 136,8 dosis/habitante/día en el año 2012, debido básicamente

al incremento en la utilización de los inhibidores de la bomba de protones (IBP).

Actualmente, los IBP representan el 96,2% del consumo de los

antiulcerosos (en el año 2000 solo representaban el 65,4%) y entre ellos el más

utilizado es el omeprazol (79,1% de los IBP y un 76,1% del global de los

antiulcerosos). En cambio, el consumo de antihistamínicos H2 (AH2) ha

disminuido a menos de la mitad, con el cese de comercialización de algunos

principios activos. El consumo del resto de fármacos antiulcerosos es mínimo

comparado con estos 2 grupos farmacológicos.

Según este mismo informe, algunas de las razones que pueden haber

influido en el aumento de consumo son la utilización incorrecta de los IBP como

gastroprotectores en situaciones clínicas no justificadas, en pautas

innecesariamente cronificadas de indicaciones correctas y su utilización en

afecciones gástricas menores. Diversos estudios han mostrado una utilización

no adecuada de estos medicamentos según los criterios establecidos, sobre

todo en su uso como profilaxis de complicaciones gastrointestinales asociadas

principalmente a fármacos (gastroprotección)2,3.

A pesar de ser unos fármacos bien tolerados a corto plazo y que

históricamente se les ha considerado muy seguros, en los últimos años se han

asociado a efectos adversos poco frecuentes pero potencialmente graves,

debido a la exposición poblacional masiva y a la cronificación innecesaria de

los tratamientos. Cabe destacar el riesgo aumentado de fracturas, de

infecciones entéricas, déficit de vitamina B12 e hipomagnesemia, por lo que se

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debe revaluar periódicamente la necesidad de continuar un tratamiento y

utilizarlos solo cuando los beneficios superan los posibles riesgos2.

En el presente artículo se revisarán los criterios de gastroprotección,

además de actualizar los datos sobre la seguridad de los fármacos

antiulcerosos con la evidencia científica más reciente.

Como ya se ha comentado, diferentes estudios sugieren que uno de los

motivos principales del aumento de consumo de los IBP podría deberse a una

utilización incorrecta de la gastroprotección2,3.

Se considera que existen diferentes factores asociados a un aumento

del riesgo de gastrolesividad y hemorragia gástrica como el consumo de

fármacos considerados gastrolesivos (antiinflamatorios no esteroideos [AINE],

inhibidores de la COX-2, antiagregantes/ácido acetilsalícilico [AAS] a dosis

bajas, anticoagulantes, corticoides, inhibidores selectivos de la recaptación de

serotonina [ISRS]), la infección por Helicobacter pylori o la polimedicación4-6.

Debido a que la incidencia de complicaciones gastrointestinales es baja,

no se debe tratar a todos los pacientes que presentan alguno de estos factores

de riesgo, sino que en el inicio de tratamiento con un IBP debe valorarse el

beneficio y riesgo de cada paciente según el riesgo basal para desarrollar

complicaciones gastrointestinales4.

Diferentes estudios epidemiológicos observacionales han mostrado que

la administración simultánea de AINE, antiagregantes, anticoagulantes,

corticoides o ISRS, y en presencia de factores de riesgo como la edad, los

antecedentes de hemorragia digestiva, el ulcus o la hemorragia intestinal

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activa, aumenta el riesgo de hemorragia digestiva alta 2,7,8. Así, en estos

pacientes podría valorarse el uso preventivo de los IBP, pero no está justificada

su prescripción para prevenir la úlcera gastroduodenal en pacientes

polimedicados o mayores de 65 años sin que estén en tratamiento con estos

fármacos 4-6.

Así, la gastroprotección estaría indicada en los siguientes casos:

Según las recomendaciones del National Institut for Health and Clinical

Excellence y otros organismos de salud, los pacientes tratados con AINE que

deben recibir gastroprotección son los que presentan como mínimo alguna de

estas características 5,6,9:

• Historia previa de úlcera o complicaciones gastrointestinales

(hemorragia y perforación gastroduodenal).

• Edad > 65 años.

• Terapia concomitante con anticoagulantes, antiagregantes

(incluido AAS a dosis bajas), corticoides orales o antidepresivos

(ISRS, venlafaxina o duloxetina).

• Presencia de comorbilidad grave (enfermedad cardiovascular,

renal o hepática grave), diabetes o hipertensión.

• Dosis máximas de AINE durante períodos prolongados.

• En pacientes que reciben AAS a dosis bajas para la prevención

cardiovascular, además de un AINE, o bien que presentan

antecedentes de úlcera o sangrado gastrointestinal.

Aunque la evidencia en este caso es menor que con los AINE, algunos

expertos opinan que la gastroprotección podría ser beneficiosa en los pacientes

que toman antiagregantes y presentan alguno de los siguientes factores de

riesgo 6:

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• Historia previa de úlcera o complicaciones gastrointestinales

(hemorragia y perforación gastroduodenal).

• Doble antiagregación: simultáneamente, AAS y otro antiagregante.

• Tratamiento concomitante con anticoagulante.

• Presentación de más de una de estas condiciones: edad > 60 años,

tratamiento concomitante con glucocorticoides y síntomas de dispepsia o reflujo

gastroesofágico.

De los anticoagulantes orales, los más estudiados son los antagonistas

de la vitamina K. La evidencia sobre gastroprotección en este grupo

farmacológico es más débil que con los AINE. Los expertos sugieren realizar

gastroprotección en los siguientes casos 4:

• Historia previa de úlcera o complicaciones gastrointestinales

(hemorragia y perforación gastroduodenal).

• Edad > 60 años.

• Tratamiento concomitante con AAS de forma crónica o AINE.

• Monitorizar el International Normalized Ratio y ajustar la dosis en caso

de prescribir un IBP con un antagonista de la vitamina K por el riesgo de

interacción.

Respecto a los nuevos anticoagulantes orales, solo las fichas técnicas 10

de dabigatrán y rivaroxabán especifican que no se observaron interacciones

significativas con pantoprazol y otros IBP (para el dabigatrán) y omeprazol

(para el rivaroxabán), pero no disponemos de estudios sobre la eficacia de

asociar un IBP a un nuevo anticoagulante oral para disminuir el riesgo de

hemorragia digestiva.

En la actualidad, no existen unas directrices claras ni estudios que

permitan establecer unas recomendaciones precisas sobre la indicación de

gastroprotección en pacientes en tratamiento con corticoides. Solamente existe

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evidencia en los casos anteriormente descritos en tratamiento concomitante

con AINE o antiagregante o en pacientes de alto riesgo de hemorragia

digestiva 4.

Diferentes estudios epidemiológicos sugieren que los ISRS pueden

incrementar el riesgo de hemorragia gastroduodenal, sobre todo en presencia

de otros factores de riesgo 8,11-13, aunque existe alguna investigación donde no

se observa esta asociación 14. Este efecto podría ser común a otros tipos de

Antidepresivos 13.

A pesar de no disponer de una evidencia clara sobre la gastrolesividad

de estos fármacos y de que no hay un consenso internacional, alguna guía

recomienda el uso de un IBP en presencia de alguno de los siguientes factores

de riesgo 4,12:

• Historia previa de úlcera o complicaciones gastrointestinales

(hemorragia y perforación gastroduodenal).

• Edad > 60 años.

• Tratamiento concomitante con AINE o antiagregantes o anticoagulante.

La infección por Helicobacter pylori (H. pylori) se considera un factor de

riesgo independiente, adicional, y se debe abordar por separado. Diferentes

estudios han demostrado que la infección por H. pilory en pacientes con alto

riesgo de sangrado digestivo o antecedentes de patología gástrica aumenta la

probabilidad de hemorragia digestiva, e incluso en estos pacientes, cuando

está indicado el tratamiento con un AINE o AAS a dosis bajas, se recomienda

investigar la presencia de este microorganismo y erradicarlo antes de iniciar el

tratamiento 4.

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Finalmente, en el momento de indicar un tratamiento para la prevención

de la úlcera gastroduodenal, además de valorar la presencia de los factores de

riesgo anteriormente descritos, es importante considerar otros factores

relacionados con la iatrogenia medicamentosa de estos fármacos, como son la

presencia de efectos adversos, el riesgo de interacciones, la relación coste-

beneficio y la adhesión terapéutica 15.

Tal y como se ha comentado antes, es necesario valorar de manera

individual el beneficio y el riesgo de cada paciente, por lo que en algunos casos

la mejor opción terapéutica no es añadir un medicamento gastroprotector al

tratamiento establecido, sino que puede ser más óptimo modificar el

tratamiento de base si las circunstancias clínicas del paciente lo permiten. Por

ejemplo, sustituir un AINE por un analgésico, valorar la necesidad de la doble

antiagregación o la combinación de un antiagregante con un anticoagulante o

la retirada del antidepresivo.

Para minimizar la presencia de efectos adversos gastrointestinales,

existen algunas recomendaciones que se deben considerar en cada caso 4,15:

• Utilizar la mínima dosis necesaria de AINE o AAS y tratar durante el

menor tiempo posible.

• No prolongar innecesariamente la duración de la doble antiagregación

y seguir las recomendaciones según la evidencia científica.

• Emplear un AINE de vida media corta o evitar las formulaciones de

liberación prolongada.

• Utilizar, siempre que sea posible, el AINE menos gastrolesivo. Los

AINE que se consideran menos gastrolesivos son el ibuprofeno, el

aceclofenaco y el celecoxib 16-18. Comparado con celecoxib, el ibuprofeno

presenta un mejor perfil de seguridad cardiovascular; con respecto al

aceclofenaco, no disponemos de datos comparativos, aunque recientemente la

Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios ha concluido que

tiene el mismo riesgo cardiovascular que el diclofenaco 19.

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• Reducir dosis o suspender, si es posible, el uso concomitante de

fármacos que aumentan el riesgo de sangrado (AINE, antiagregantes,

anticoagulantes, corticoides, ISRS).

• Tomar los AINE después de las comidas.

• Evitar el tabaco.

• No abusar del alcohol.

• Añadir al plan de medicación un medicamento antiulceroso en caso de

presentar factores de riesgo.

Los fármacos que han demostrado mayor eficacia en la reducción del

riesgo de hemorragia digestiva inducida por AINE o AAS a dosis bajas son los

IBP y el misoprostol. Los AH2 a dosis doble de la estándar también pueden

resultar efectivos para esta indicación 9.

En la práctica clínica, los fármacos más utilizados son los IBP, ya que el

misoprostol es un fármaco con peor perfil de tolerabilidad 20. Entre los IBP, el

omeprazol es el principio activo que dispone de mayor evidencia en la

prevención de úlceras gástricas y duodenales, además de ser el IBP más

eficiente. Aunque podríamos asumir un efecto de clase, no existe el mismo

nivel de evidencia entre los restantes IBP en la prevención y el tratamiento de

los efectos gastrointestinales inducidos por los AINE 9. Todos ellos tienen estas

indicaciones aprobadas, excepto pantoprazol (solamente autorizado para la

prevención de la úlcera gastroduodenal) y rabeprazol. En la tabla 1 se

muestran las dosis para la prevención y tratamiento de las úlceras inducidas

por AINE.

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Se recomienda que la administración del IBP sea por la mañana,

preferiblemente sin alimentos (excepto esomeprazol que se puede administrar

a cualquier hora del día con o sin alimentos). En pacientes con problema de

deglución (por ejemplo, con sonda nasográstrica), los gránulos de las cápsulas

de omeprazol se pueden dispersar en un medio ácido (zumo, yogur, suero

glucosado al 5%) y administrar la suspensión antes de 30 minutos, aunque no

es lo más recomendable.

Una alternativa sería el esomeprazol en sobres o lansoprazol en

comprimidos bucodispersables. Los comprimidos gastrorresistentes no se

pueden triturar o partir.

Los IBP pueden considerarse equivalentes terapéuticos y son

intercambiables todos ellos por omeprazol a dosis equipotentes (tabla 2).

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Tal como hemos comentado con anterioridad, el uso de los IBP de forma

crónica no está exento de riesgos, por lo que se debe valorar periódicamente la

necesidad de conti nuar el tratamiento si las condiciones clínicas del paciente

cambian, como por ejemplo, los factores de riesgo que originaron su indicación.

Todos los IBP son generalmente bien tolerados a corto plazo, pero en

tratamientos de larga duración se han descrito los siguientes efectos

secundarios:

El riesgo de fractura asociado al uso de los IBP ha sido evaluado en

diferentes estudios epidemiológicos. En marzo de 2012, la AEMPS emitió un

informe en relación con el riesgo de fracturas asociado al uso de los IBP. Este

informe concluye que los IBP pueden producir un incremento moderado del

riesgo de fracturas óseas (vertebrales, de cadera y de muñeca),

particularmente cuando se utilizan durante períodos prolongados (más de 1

año), a dosis elevadas y mayoritariamente en personas de edad avanzada o

con factores de riesgo 21,22.

En diferentes estudios, se ha observado riesgo potencial de neumonía

comunitaria en pacientes con tratamiento con IBP o AH2. Se ha sugerido que el

origen podría ser la supresión ácida que originaría un sobrecrecimiento de la

flora bacteriana gastrointestinal y provocaría una invasión pulmonar por

broncoaspiración 5. Un metanálisis de 2012 con datos de 9 estudios de

cohortes y de casos y controles mostró que el uso de los IBP se asociaba al

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incremento de las neumonías con los siguientes odds ratio (OR): uso de IBP

(OR: 1,39 e intervalo de confianza [IC] 95% 1,09-1,76); IBP en los 30 días

previos (OR: 1,65 e IC 95% 1,25-2,19); IBP a dosis altas (OR: 1,50 e IC 95%

1,33-1,68), e IBP a dosis bajas (OR: 1,17 e IC 95% 1,11-1,24)23. En una

investigación reciente de casos y controles con 71.985 pacientes ambulatorios,

se observó un aumento del riesgo de neumonía en aquellos que estaban

tomando un IBP comparado con los que habían utilizado el IBP en el pasado

(OR: 1,29; IC 95%: 1,15-1,45)24.

La Food and Drug Administration publicó una nota en que alertaba sobre

el riesgo de diarrea por Clostridium difficile (C. difficile) en pacientes que

usaban IBP y recomendaba tener presente esta asociación en caso de

aparición de diarrea en un paciente tratado con IBP 25. En un metanálisis

reciente que incluía 51 estudios epidemiológicos (37 de casos y controles y 14

estudios de cohortes) encontró una asociación significativa entre el uso de los

IBP y la infección por C. difficile (OR: 1,65; IC 95%: 1,47-1,85) 26.

Además de la dificultad de absorción de la vitamina B12 y del calcio en

condiciones de hipergastrinemia, también se han observado casos de

reducción de la absorción de hierro y de magnesio con la utilización de IBP o

AH2, aunque en el caso del hierro no está claro que este efecto se mantenga

en tratamientos crónicos 27.

En el año 2011, la AEMPS informó que la hipomagnesemia puede

producirse en pacientes en tratamiento con IBP durante como mínimo 3 meses

y que la mayoría de casos detectados eran en tratamientos de 1 año 28. En un

estudio de prevalencia reciente se encontró asociación entre el uso de IBP y la

reducción de los niveles séricos de magnesio en pacientes tratados

concomitantemente con diuréticos (OR: 1,54; IC 95% 1,22-1,95) 29.

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Aunque es un tema controvertido, diferentes estudios sugieren que un

uso continuado de IBP durante varias semanas podría producir hipersecreción

ácida de rebote cuando se retira el IBP. Se desconoce cuál es el mecanismo

de acción de este efecto, y qué medidas preventivas se deberían aplicar para

minimizar este efecto 27. Algunas estrategias sugeridas para minimizarlo son

evitar la retirada brusca (reducción paulatina) o bien cambiar el tratamiento por

un AH2, como la ranitidina, durante 4 semanas o que la duración del

tratamiento con IBP no supere las 2 semanas 30.

Por lo que respecta a las neoplasias gastrointestinales, de momento no

se ha comprobado una asociación con el cáncer colorrectal, y los estudios

epidemiológicos no han demostrado una asociación entre el consumo de los

IBP y el cáncer pancreático, gástrico o de esófago 27. En el año 2012, se

publicó el primer caso de carcinoma secundario a hipergastrinemia por IBP tras

más de 15 años de tratamiento 2.

La nefritis intersticial es una complicación rara asociada al uso de los

IBP. Se han publicado series de datos que implican a todos los IBP. Su

prevalencia es desconocida 27.

En general, las interacciones farmacológicas se producen de forma

similar para todo el grupo de los IBP y las más estudiadas son las debidas a su

metabolismo hepático a través del citocromo P450. El IBP más evaluado es el

omeprazol, y unas de las interacciones más importantes sería con los fármacos

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con estrecho margen terapéutico (por ejemplo, digoxina, fenitoína o

antagonistas de la vitamina K). En el caso de los anticoagulantes orales

antagonistas de la vitamina K, actualmente no se considera necesario cambiar

el omeprazol por otro IBP, solo ajustar las dosis del anticoagulante según el

valor del International Normalized Ratio 4,31.

La interacción descrita que ha originado más controversia es la del

clopidogrel con omeprazol y esomeprazol. Actualmente, la evidencia científica

continúa sin ser concluyente y el efecto de clase no se puede descartar de

manera definitiva 5.

La mayoría de los datos clínicos proceden de estudios observacionales o

de análisis post hoc de ensayos clínicos con limitaciones en su diseño. Algunos

estudios no mostraron relevancia clínica de esta asociación y en otros el

incremento de eventos cardiovasculares en pacientes tratados

simultáneamente con clopidogrel e IBP fue significativo 32-35.

La AEMPS, en 2010, emitió un informe desaconsejando el uso

concomitante del clopidogrel con omeprazol y esomeprazol 2.

Una guía de práctica clínica reciente recomienda que no es necesario

cambiar de IBP en pacientes tratados con clopidogrel, ya que la evidencia

científica no es suficientemente sólida como para afirmar que existe un mayor

riesgo de episodios cardiovasculares 36.

Ante esta situación, en la práctica clínica diaria, lo más recomendable

sería valorar de manera individual la necesidad de asociar un IBP al

tratamiento antiagregante según los factores de riesgo asociados en el

paciente y valorar la utilización del AAS como antiagregante recomendado 5,6.

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