20 fabulas

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Fabula el Pastor mentiroso Estaba un pastor de ovejas junto con su rebaño, el cual comenzó a gritar con todas sus fuerzas: "¡Auxilio! ¡Auxilio! El lobo viene por mis ovejas". El pueblo, dejando a un lado todos sus quehaceres, acuden al llamado del joven, para darse cuenta que no es mas que una chanza pesada. El joven vuelve a hacerlo una segunda vez, y temiendo el pueblo, volvió. Sin embargo, nuevamente no era mas que una burla. Luego gritó de nuevo, siendo esta vez verdad que el lobo estaba atacando, sin embargo el pueblo no creyó en sus gritos, por lo que la fiera terminó devorándose el rebaño. Moraleja: Mentimos y mentimos, y perdemos la confianza que los demás tienen en nosotros. Cuando digamos la verdad, no nos creerán.

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fábulas de Esopo

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Page 1: 20 Fabulas

Fabula el Pastor mentiroso

Estaba un pastor de ovejas junto con su rebaño, el cual comenzó a gritar con todas sus fuerzas: "¡Auxilio! ¡Auxilio! El lobo viene por mis ovejas". El pueblo, dejando a un lado todos sus quehaceres, acuden al llamado del joven, para darse cuenta que no es mas que una chanza pesada.

El joven vuelve a hacerlo una segunda vez, y temiendo el pueblo, volvió. Sin embargo, nuevamente no era mas que una burla. Luego gritó de nuevo, siendo esta vez verdad que el lobo estaba atacando, sin embargo el pueblo no creyó en sus gritos, por lo que la fiera terminó devorándose el rebaño.

Moraleja: Mentimos y mentimos, y perdemos la confianza que los demás tienen en nosotros. Cuando digamos la verdad, no nos creerán.

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Fabula el Jilguero Tímido

Había una vez un Jilguero que no quería cantar. Todas las demás aves se preguntaban por qué no quería cantar, y el siempre les respondía: "Jamás cantaré para ser objeto de burla."

Un día, un Perico se le acercó al Jilguero para decirle: "¿Por qué tienes miedo? Canta, que nadie se reirá de ti." Sin embargo, el Jilguero no quiso cantar, ni tampoco le respondió nada al perico. Luego llego una Cotorra y también se le acercó al Jilguero y le dijo: "Te escuché una vez mientras cantabas en el bosque. ¡Tus cantos son hermosos! ¿Por qué no quieres cantar ahora?."

Aún así el Jilguero siguió sin decir nada. Hasta que finalmente se le acercó un Ruiseñor y comenzó a cantar de una forma muy hermosa. Sin emargo, el Jilguero siguió con apatía, así que le preguntó: "Jilguero, ¿por qué no te unes a mi en canto? Haríamos un gran dúo." Y el Jilguero le confesó sus miedos al Ruiseñor. Y este le dijo: "No importa si cantas bien o mal, eso es asunto tuyo. Pero si no cantas, ni si quiera para ti mismo, entonces no eres un Jilguero, ni eres nada."

Moraleja: Se tu mismo. Cumple con el propósito para el que Dios te diseñó, sin importar si esto agrada a los demás o no.

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Feliz Día de las Madres

Cuenta la historia que un niño estaba cerca de nacer, así que le dijo a Dios: "Me dijeron que me vas a enviar mañana a la tierra, ¿cómo podré vivir con lo pequeño e indefenso que soy?". Dios le contesto con una sonrisa: "Entre muchos ángeles, escogí uno para ti, que te está esperando para cuidarte."

Sin embargo, el niño le responde: "Aquí en el cielo solo canto y me río, eso me es suficiente para ser feliz. ¿Como voy a entender a la gente si no se hablar su extraño idioma?". Pero Dios le respondió: "Tu ángel te dirá las palabras mas tiernas que puedas escuchar, y con amor y paciente te enseñará a hablar."

Así que el niño le pregunta a Dios: "¿Que haré cuando necesite hablar contigo?". Y Dios le dice: "Tu ángel te enseñará a orar." El niño, insistiendo, le dice: "Señor, pero estaré siempre triste porque no te veré mas." A lo que Dios le responde: "Tranquilo, tu ángel te hablará sobre mi y te enseñará el camino que debes seguir para regresar a mi presencia. Yo siempre estaré a tu lado."

Una paz sobrenatural reinaba en el cielo, pero comenzaba a oír voces terrestres... Así que el niño le dijo: "Dios mío, si ya voy a la tierra, ¿cómo se llama mi ángel?"

Dios le respondió: "No importa, tu le dirás Mamá."

¡Feliz día de las Madres! ¡Gracias por todos los sacrificios, por todo el amor, por las correcciones y por todo lo que han hecho por nosotros!

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Fabula la familia Topo y el Lirón

Cuenta la historia, que una pequeña familia de Topos era vecina a un Lirón. El señor Lirón era un poco amargado, y un día un Topito fue a la casa del Lirón y le preguntó:

- Buenas, señor, mi mamá se preguntaba si podría usted prestarnos un kilo de harina para preparar un pudin.

El señor Lirón, muy amargado y casi sin querer hacerlo, le dio el kilo de harina y le enfatizó mucho en que le debían un favor. Mas tarde, ese mismo día, regresó el topito a la casa se su vecino, pero está vez pidiendo medio kilo de azúcar. El Lirón, bastante indignado, con rabia y a propósito le entregó al topito medio kilo de sal sin decírselo.

Unas horas mas tarde, llegó toda la familia Topo a la casa del vecino. Cuando el señor Lirón abrió, vio a toda la familia con un enorme pudin diciendo:

- ¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS SEÑOR LIRÓN!!, le hemos traído este pudin para celebrar.

El señor Lirón estaba muy avergonzado por lo que había hecho, así que les dio las gracias, y aún sabiendo que estaba hecho con sal por su culpa, se lo comió sin decir una sola palabra.

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EL BURRO FLAUTISTA

Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad. Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal y dio un resoplido por casualidad.

En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. «¡Oh!», dijo el borrico. «¡Qué bien sé tocar! ¡Y dirán que es mala la música asnal!» Sin reglas del arte borriquitos hay que una vez aciertan por casualidad.

MORALEJA:

Sin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad.

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EL CAZADOR Y LA PERDIZ

Una rana, posada al borde de un estanque, contemplaba a dos toros que se embestían mutuamente en un prado cercano. - ¡Mirad que riña tan tremenda! - dijo a una compañera -. ¿Qué sería de nosotras si animales tan corpulentos vinieran por aquí? - No os asustéis -respondió la otra -.

¿Qué nos importan las riñas de esas bestias? Además, esos animales no son de nuestra clase. - Cierto es - replicó la primera -, pero yo pienso que el vencedor buscará refugio por estos lugares, y entonces podría aplastarnos con su enorme peso si no tomamos las debidas precauciones. Ya ves, amiga mía, que no sin razón me preocupa la contienda.

MORALEJA:

Cuando los poderosos riñen entre sí, los débiles sufren las consecuencias.

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LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

Un buen día, un hombre paseaba por el bosque y se encontró una hermosa gallina. Se la llevó a su casa y a los pocos días se dio cuenta de que cada día ponía un huevo de oro . Se creyó que dentro del estómago de la gallina habría mucho oro y se haría rico y la mató.

Pero cual fue su sorpresa cuando al abrirla vio que por dentro era igual que las demás gallinas.Resulta que la gallina ponía huevos de oro pero ella no era de oro. De modo que como la había matado se quedó sin la riqueza que la madre naturaleza le había otorgado al dejarle en el bosque la gallina de los huevos de oro.

MORALEJA:

Estad contentos con lo que tenéis y huid de la insaciable codicia 

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EL HOMBRE Y LA CULEBRA

Un hombre, pasando por un monte, encontró una culebra que ciertos pastores habían atado al tronco de un árbol, y, compadeciéndose de ella, la soltó y calentó. Recobrada su fuerza y libertad, la culebra se volvió contra el hombre y se enroscó fuertemente en su cuello.

El hombre, sorprendido, le dijo: - ¿Qué haces? ¿Por qué me pagas tan mal? Y ella respondió: - No hago sino obedecer las leyes de mi instinto. Entretanto pasó una raposa, a la que los litigantes eligieron por juez de la contienda. - Mal podría juzgar - exclamó la zorra -, lo que mis ojos no vieron desde el comienzo. Hay que reconstruir los hechos. Entonces el hombre ató a la serpiente, y la zorra, después de comprobar lo sucedido, pronunció su fallo. - Ahora tú - dirigiéndose al hombre, le dijo -: no te dejes llevar por corazonadas, y tú - añadió, dirigiéndose a la serpiente -, si puedes escapar, vete.

MORALEJA:

Atajar al principio el mal, procura; si llega a echar raíz, tarde se cura.

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EL LEÓN Y LA ZORRA

Un león, en otro tiempo poderoso, ya viejo y achacoso, en vano perseguía hambriento y fiero al mamón becerrillo y al cordero, que, trepando por la áspera montaña, huían libremente de su saña. Afligido del hambre a par de muerte, discurrió su remedio de esta suerte: Hace correr la voz de que se hallaba enfermo en su palacio y deseaba ser de los animales visitado.

Acudieron algunos de contado: mas como el grave mal que le postraba era un hambre voraz, tan sólo usaba la receta exquisita de engullirse al Monsieur de la visita. Acércase la zorra, de callada, y a la puerta asomada atisba muy despacio la entrada de aquel cóncavo palacio. El león la divisa, y al momento le dice: "¡Ven acá; pues que me siento en el último instante de mi vida! Visítame, como otros, mi querida." "¿Cómo otro? ¡Ah, señor! He conocido que entraron sí, pero que no han salido. ¡Mirad, mirad la huella, bien claro lo dice ella! Y no es bien el entrar do no se sale."

MORALEJA:

La prudente cautela mucho vale.

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EL AVARIENTO

Cierto hombre ávaro vendió cuanto poseía y convirtió su precio en oro, el cual enterró en un lugar oculto; y teniendo todo su ánimo y su

pensamiento puesto puesto en el tesoro, iba diariamente a visitarlo, lo que observado por otro hombre fue a aquel sitio, desenterró el oro y se

lo llevó.

Cuando el ávaro vino según costumbre a visitar su tesoro, vió desenvuelta la tierra, y que lo habían robado, se puso a llorar y a arrancarse los cabellos. Uno que pasaba viendo los extremos que hacía aquel hombre, se llegó a él, y después de informarse de la causa de su dolor, le dijo: ¿Por qué te entristeces tanto por haber

perdído un oro que tenías como si no lo poseyeras? Toma una piedra y entiérrala, figurandote que es oro, una vez que tanto te servirá ella

como te servía ese oro que nunca hacías uso.

MORALEJA:

De nada sirve poseer una cosa, si no se disfruta.

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LA TORTUGA Y EL ÁGUILA

Una tortuga, cansada de arrastrar siempre su concha por la tierra, suplicó al águila la levantase por los aires lo más alto que pudiera. Así lo hizo la reina de las aves, remontando a la tortuga por encima de las nubes.

Al verse a tal altura, la tortuga exclamó: - ¡Qué envidia me tendrán ahora los animales que por el suelo se mueven, al verme encumbrada entre las nubes! Al oír esto el águila fue incapaz de soportar tanta vanidad y soltó a la ilusa que, al caer sobre peñascos, se deshizo en mil pedazos.

MORALEJA:

Nunca mires demasiado alto, que no hay brillantes en el cielo.

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EL PERRO DEL HORTELANO

Un labriego tenía un enorme perro como guardián de sus extensos cultivos. El animal era tan bravo que jamás ladrón alguno se atrevió a escalar la cerca de los sembrados.

El amo, cuidadoso de su can, lo alimentaba lo mejor que podía, y el perro, para mostrar su agradecimiento, redoblaba el cuidado de los campos. Cierto día, el buey del establo quiso probar un bocado de la alfalfa que su amo le guardaba, pero el perro, poniéndose furioso y enseñándole los dientes, trató de ahuyentarlo. El buey, reprochando su equivocada conducta, le dijo: - Eres un tonto, perro envidioso. Ni comes ni dejas comer. Y añadió: - Si el amo destina a cada cual lo que le aprovecha y la alfalfa es mi alimento, no veo que tengas razón para inmiscuirte en negocio ajeno.

MORALEJA:

Agua que no has de beber, amigo, déjala correr.

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LA LECHERA

Llevaba en la cabeza Una lechera el cántaro al mercado Con aquella presteza, Aquel aire sencillo, aquel agrado, Que va diciendo a todo que lo advierte: ¡Yo si que estoy contenta con mi suerte! Porque no apetecía Más compañía que su pensamiento, Que alegre la ofrecía Inocentes ideas de contento, Marchaba sola la feliz lechera,

Y decía entre sí de esta manera: <<Esta leche vendida, En limpio me dará tanto dinero, Y con esta partida Un canasto de huevos comprar quiero, Para sacar cien pollos, que al estío Me rodeen cantando el pio, pio. Del importe logrado De tanto pollo mercaré un cochino; Con bellota salvado, Berza, castaña, engordará sin tino; Tanto, que puede ser que yo consiga Ver como se le arrastra la barriga. LLevareló al mercado; Sacaré de él sin duda buen dinero: Compraré de contado Una robusta vaca y un ternero Que salte y corra toda la campaña, Hasta el monte cercano a la cabaña.>> Con este pensamiento Enajenada, brinca de manera, Que a su salto violento El cántaro cayó.¡Pobre lechera! ¡Qué compasión! Adiós leche, dinero, Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero. ¡Oh loca fantasía, Que palacios fabricas en el viento! Modera tu alegría; No sea que saltando de contento, Al contemplar dichosa tu mudanza, Quiebre su cantarillo su esperanza. No seas ambiciosa De mejor o más próspera fortuna; Que vivirás ansiosa Sin que pueda saciarte cosa alguna.

MORALEJA:

No anheles impaciente el bien futuro; Mira que ni el presente está seguro

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LA CIGARRA Y LA HORMIGA

Era un día de verano y una hormiga caminaba por el campo recogiendo granos de trigo y otros cereales para tener algo que comer en invierno. Una cigarra la vio y se sorprendió de que fuera tan laboriosa y de que trabajara cuando los demás animales, sin fatigarse, se daban al descanso.

La hormiga, de momento, no dijo nada; pero, cuando llegó el invierno y la lluvia deshizo el heno, la cigarra, hambrienta, fue al encuentro de la hormiga para pedirle que le diera parte de su comida. Entonces, ella respondió: "Cigarra, si hubieras trabajado entonces, cuando yo me afanaba y tú me criticabas, ahora no te faltaría comida."

MORALEJA:

Cada uno debe aprender a responder de su propia conducta.

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LA ZORRA Y LAS UVAS

Había una vez una zorra que llevaba casi una semana sin comer, había tenido muy mala suerte, le robaban las presas y el gallinero que encontró tenía un perro guardián muy atento y un amo rápido en acudir con la escopeta.

Ciertamente estaba muertecita de hambre cuando encontró unas parras silvestres de las que colgaban unos suculentos racimos de doradas uvas, debajo de la parra había unas piedras, como protegiéndolas.—Al fin va a cambiar mi suerte, —pensó relamiéndose—, parecen muy dulces. Se puso a brincar, intentando alcanzarlos, pero se sentía muy débil, sus saltos se quedaban cortos los racimos estaban muy altos y no llegaba. Así que se dijo: —Para que perder el tiempo y esforzarme, no las quiero, no están maduras.

Pero resulta que si la zorra hubiese trepado por las piedras parándose en dos patas hubiese alcanzado los racimos, esta vez le faltó algo de astucia a doña zorra, parece ser que el hambre no la deja pensar.

MORALEJA:

Hay que esforzarse para conseguir lo que se desea pero pensando primero que es lo que queremos y como conseguirlo, no sea que nos pongamos a dar brincos cuando lo que necesitamos es estirarnos, y perdamos el tiempo y el esfuerzo.

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El padre y las dos hijas 

Un padre tenía dos hijas. Una casó con un hortelano y la otra con un fabricante de ladrillos. Al cabo de un tiempo fue a visitar a la casada con el hortelano, y le preguntó sobre su situación. Ella dijo: 

-Todo está de maravilla conmigo, pero sí tengo un deseo especial: que llueva todos los días con abundancia para que así las plantas tengan siempre suficiente agua. 

Pocos días después visitó a su otra hija, también preguntándole sobre su estado. Y ella le dijo: 

-No tengo quejas, solamente un deseo especial: que los días se mantengan secos, sin lluvia, con sol brillante, para que así los ladrillos sequen y endurezcan muy bien. 

El padre meditó: si una desea lluvia, y la otra tiempo seco, ¿a cual de las dos le adjunto mis deseos?

Moraleja: No trates nunca de complacer y quedar bien con todo el mundo. Te será imposible.

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El ratón campesino y el cortesano

Un ratón campesino tenía por amigo a otro de la corte, y lo invitó a que

fuese a comer a la campiña.Pero como sólo podía ofrecerle trigo y yerbajos, el ratón cortesano le dijo:

- ¿Sabes amigo que llevas una vida de hormiga? En cambio yo poseo

bienes en abundancia. Ven conmigo y a tu disposición los tendrás.

Partieron ambos para la corte. Mostró el ratón ciudadano a su amigo

trigo y legumbres, higos y queso, frutas y miel.

Maravillado el ratón campesino, bendecía a su amigo de todo corazón y

renegaba de su mala suerte.

Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la puerta.

Espantados por el ruido los dos ratones se lanzaron temerosos a los

agujeros.

Volvieron luego a buscar higos secos, pero otra persona incursionó en el

lugar, y al verla, los dos amigos se precipitaron nuevamente en una

rendija para esconderse.

Entonces el ratón de los campos, olvidándose de su hambre, suspiró y

dijo al ratón cortesano:

- Adiós amigo, veo que comes hasta hartarte y que estás muy

satisfecho; pero es al precio de mil peligros y constantes temores. Yo, en

cambio, soy un pobrete y vivo mordisqueando la cebada y el trigo, pero

sin congojas ni temores hacia nadie.

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El león y el ratón. Fábula sobre el valor

Después de un largo día de caza, un león se echó a descansar debajo de

un árbol. Cuando se estaba quedando dormido, unos ratones se

atrevieron a salir de su madriguera y se pusieron a jugar a su alrededor.

De pronto, el más travieso tuvo la ocurrencia de esconderse entre la

melena del león, con tan mala suerte que lo despertó. Muy

malhumorado por ver su siesta interrumpida, el león atrapó al ratón

entre sus garras y dijo dando un rugido:

-¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte para que aprendáis la lección!-

El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo

temblando:

- Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te

estaré eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que

algún día me necesites –

- ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como tú, ¿de

qué forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!.

Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su

tamaño y su valentía, le dejó marchar.

Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos

terribles rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles.

Rápidamente corrió hacia lugar de donde provenía el sonido, y se

encontró allí al león, que había quedado atrapado en una robusta red. El

ratón, decidido a pagar su deuda, le dijo:

- No te preocupes, yo te salvaré.

Y el león, sin pensarlo le contestó:

- Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.

El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba

atrapado el león, y el león pudo salvarse. El ratón le dijo:

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- Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en

agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones

somos agradecidos y cumplidos.

El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este

día, los dos fueron amigos para siempre.

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El caballo y el asno

Un hombre tenía un caballo y un asno.

Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.

El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la

fatiga, y murió allí mismo.

Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel

del asno. Y el caballo, suspirando dijo:

- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero

fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno

encima!

Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que

honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad

te estás perjudicando a ti mismo. 

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'Los hijos del labrador'

Los dos hijos de un labrador vivían siempre discutiendo. Se peleaban por

cualquier motivo, como quién iba a manejar el arado, quién sembraría, y

así como todo. Cada vez que había una riña, ellos dejaban de hablarse.

La concordia parecía algo imposible entre los dos. Eran testarudos,

orgullosos y para su padre le suponía una dificultad mejorar estos

sentimientos. Fue entonces que decidió darles una lección.

Para poner un fin a esta situación, el labrador les llamó y les pidió que se fueran al bosque y les tajeran un manojo de leña. Los chicos obedecieron a su padre y una vez en el bosque empezaron a competir para ver quién recogía más leños. Y otra pelea se armó. Cuando cumplieron la tarea, se fueron hacia su padre que les dijo:

- Ahora, junten todos las varas, las amarren muy fuerte con una cuerda

y veamos quién es el más fuerte de los dos. Tendrán que romper todas

las varas al mismo tiempo.

Y así lo intentaron los dos chicos. Pero a pesar de todos sus esfuerzos,

no lo consiguieron. Entonces deshizo el haz y les dio las varas una a una;

los hijos las rompieron fácilmente.

- ¡Se dan cuenta! les dijo el padre. Si vosotros permanecen unidos como

el haz de varas, serán invencibles ante la adversidad; pero si están

divididos serán vencidos uno a uno con facilidad. Cuando estamos

unidos, somos más fuertes y resistentes, y nadie podrá hacernos daño.

Y los tres se abrazaron.