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1 MÉTODO EMPÁTICO DE MEDIACIÓN UNA PERSPECTIVA HUMANISTA DEL CONFLICTO LUÍS BODOQUE GÓMEZ

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1

MÉTODO EMPÁTICO

DE

MEDIACIÓN

UNA PERSPECTIVA HUMANISTA DEL CONFLICTO

LUÍS BODOQUE GÓMEZ

2

ÍNDICE

PÁGINA

RESUMEN 4

INTRODUCCIÓN 5

PREÁMBULO 8

FUNDAMENTOS TEÓRICOS GENERALES DEL MODELO 14

LA AMPLIACIÓN DEL HORIZONTE TEMPORAL COMO SINGULARIDAD DEL HECHO HUMANO 16

LA INTENCIONALIDAD COMO CONSECUENCIA DE LA POSIBILIDAD DE PROYECCIÓN A FUTURO 17

LA SUBJETIVIDAD DERIVADA DE LA CONSUSTANCIAL INTENCIONALIDAD 19

CONSECUENCIAS DE INCORPORAR EL CONCEPTO DE SUBJETIVIDAD EN LA PRÁCTICA DE LA MEDIACIÓN 21

EL FANTASMA DE LA INCOMUNICACIÓN CONSECUENTE DE LA SUBJETIVIDAD ABSOLUTA 26

LA INTERSUBJETIVIDAD COMO POSIBILIDAD A TRAVÉS DE LA EMPATÍA 27

LA IMPORTANCIA DE LA EMPATÍA EN LA GESTIÓN DEL CONFLICTO 31

¿CÓMO EMPATIZAR ADECUADAMENTE? 32

LA EMPATÍA COMO SÍNTESIS DE UN EMPLAZAMIENTO CORRECTO EN LA PRÁCTICA DE LA MEDIACIÓN 37

LA LÓGICA DE LA INTERSUBJETIVIDAD 40

EL PENSAMIENTO ÚNICO O UNIDIMENSIONAL 44

EL MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO EN EL ANÁLISIS DEL CONFLICTO 53

EL PENSAMIENTO LATERAL O CREATIVO EN LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS 55

ESENCIA CONSENSUAL DE LOS ACUERDOS ADOPTADOS EN UNA MEDIACIÓN 61

LA MATEMÁTICA DE LA COOPERACIÓN EN EL ACUERDO 66

ESTRUCTURALIDAD DE LOS ELEMENTOS DE ANÁLISIS DE LOS CONFLICTOS 71

LA NECESIDAD DE IMPULSAR ESTILOS DE MEDIACIÓN MÁS INTEGRALES 73

INCOHERENCIA INTERNA EN LAS SITUACIONES CONFLICTIVAS 76

EVOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS 78

NEGATIVIDAD Y PROACTIVIDAD DEL CONFLICTO 79

LA OBJETIVACIÓN COMO ANTESALA DEL CONFLICTO 80

LA ESTRATEGIA DEL PERDÓN EN LA GESTIÓN DE LOS CONFLICTOS 84

MEDIACIÓN, RECONCILIACIÓN Y JUSTICIA RESTAURATIVA 86

3

LA RELACIÓN ENTRE POSICIONES EN UNA SITUACIÓN CONFLICTIVA 88

GÉNESIS DE LA RESPUESTA AGRESIVA 91

ACUERDO CONSENTIDO Y CONFLICTO 95

COMPETITIVIDAD, MEDIACIÓN Y CONFLICTO 97

LA TIRANÍA DE LA GROSERA VULGARIDAD 98

DIVERSIDAD Y BANDOS 100

MINORÍAS, PROGRESO Y CONSENSO 103

CUANDO HABLAMOS DE CONSENSO… ¿A QUÉ NOS ESTAMOS REFIRIENDO EN REALIDAD? 105

DINÁMICA ASAMBLEARIA Y MEDIACIÓN 112

TRABAJO EN EQUIPO Y CONSENSO 120

INSPIRACIÓN, INTELIGENCIA COLECTIVA Y CONSENSO 124

CONCIENCIA COLECTIVA Y CONSENSO 127

FENÓMENOS EMERGENTES Y CAMBIO SOCIAL 133

OBJECCIONES A EMPLEAR EL CONSENSO COMO METODOLOGÍA 137

HORIZONTALIDAD Y CONSENSO 143

CAMBIO SOCIAL Y PERSONAL SIMULTANEO A TRAVÉS DEL CONSENSO Y LA MEDIACIÓN 146

LA SUPUESTA NECESIDAD PERPETUA DE TERCEROS EN LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS 148

CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DEL MODELO EMPÁTICO DE MEDIACIÓN 156

MÉTODO EMPÁTICO DE MEDIACIÓN 159

EJEMPLOS PRÁCTICOS DE MEDIACIÓN POR EL MÉTODO EMPÁTICO 184

ANEXOS:

TESIS DEL NUEVO HUMANISMO O HUMANISMO UNIVERSALISTA 227

MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO 231

4

RESUMEN

Apoyándonos en el particular enfoque subjetivamente intencional del ser

humano que se infiere de la corriente filosófica denominada “Nuevo Humanismo”

o “Humanismo Universalista”, hemos elaborado un protocolo de mediación

compacto y sistemático cuya agilidad y sencillez hará posible su desarrollo

incluso por personas con escasa formación al respecto, susceptible además de

ser empleado en situaciones conflictivas cotidianas sin necesidad de

intervención de terceros. Ello es posible gracias al carácter integrador de dicha

perspectiva que nos permite articular toda la estrategia, tendente a lograr la

resolución del conflicto, vertebrándola en torno a la idea de restablecer la

conexión empática entre las partes. Por otro lado, ahondando en las

especificaciones propias del acuerdo mediado, descubrimos, a su vez, la

posibilidad de desarrollar cierta labor preventiva extendiendo su inherente

carácter consensual, a modo de recomendación, a cualquier dinámica de

coordinación colectiva, impulsando, a partir de todo lo expuesto, una nueva

cultura basada en el diálogo constructivo que desplace al actual paradigma

auspiciado por la estéril confrontación dialéctica, con el fin de generar una

revolucionaria transformación social que, en última instancia, contribuya a

erradicar toda forma de violencia, que, como nefasta herencia ancestral, envilece

y compromete la necesaria humanización del mundo.

5

INTRODUCCIÓN

Tomando por referencia algunas ideas extraídas de las “Tesis del Nuevo

Humanismo”, comenzaremos nuestro estudio destacando la relevancia de esa

característica capacidad de ampliación temporal, tan exclusiva del psiquismo

humano, que nos permite responder en diferido a numerosos estímulos del

medio.

A partir de ahí, deduciremos la inherente e ineludible condición intencional de

la conciencia humana, que nos conducirá posteriormente a constatar la

extendida confusión conceptual derivada de considerar que, de algún modo, los

enfoques particulares se corresponden empíricamente con reflejos perceptuales

fiables de una supuesta realidad externa. Como consecuencia de ello, nos

veremos obligados a abandonar la idea de objetividad, analizando las

consecuencias que acarrea asumir tal hecho a la hora de establecer

procedimientos que nos permitan estructurar un protocolo mediador adecuado

en tales circunstancias.

El aparente atolladero solipsista al que parece conducirnos esa línea

argumental es sorteado después con éxito gracias al concepto de empatía,

hallando en esa cualidad y en su funcionar el constituyente fundamental de toda

situación conflictiva, descubriendo así un crucial elemento capaz de organizar

completamente la acción mediadora, redimensionando al alza su importancia en

tales procesos.

A continuación, aplicamos el “Método Estructural Dinámico” (táctica de

análisis habitual que emplea la corriente filosófica del “Nuevo Humanismo”) para

observar detenidamente cómo la diversidad de posicionamientos se transforma

en disputas, tratando de encontrar pautas que nos ayuden a diseñar estrategias

de resolución eficaces. Toda la fundamentación teórica acumulada, junto con

ese estudio concreto, nos permiten entonces comprender cómo se generan y

escalan los conflictos y nos ayuda además a establecer un protocolo de

6

mediación, muy sistemático y sencillo, organizado en torno al objetivo esencial

de desbloquear el canal empático que conecta a las partes entre sí. Simplificando

aún más el mencionado procedimiento alcanzamos incluso a elaborar, casi a

modo de receta, una estrategia que nos coloca en situación de resolver también

esas típicas tiranteces cotidianas sin necesidad alguna de intervención de

terceros impidiendo así que se desarrollen y den lugar a episodios más

lamentables.

Finalmente, profundizando en ese acuerdo respectivamente consentido tan

genuinamente propio de la alternativa de la mediación, descubrimos ahí una

posible vía preventiva que consistiría en instaurar la metodología del consenso

como referente de cualquier dinámica colectiva que precise de cierta

coordinación conjunta, antes que esperar a que asperezas resultantes de aplicar

formas más o menos sutiles de homogeneización o uniformización impositivas

se manifiesten, antes o después, en forma de conflicto. Lógicamente nos

detenemos a observar las posibles dificultades con las que se ha de enfrentar tal

propuesta, intentando en todo momento hallar soluciones que permitan su

desarrollo.

Paralelamente, a lo largo de todo el estudio, se insiste en trascender las

condiciones de origen en las que surge como alternativa para contemplar el

ejercicio de la mediación, no ya como una simple actividad profesional más que

plantea un sucedáneo parche o arreglo parcial que palíe la congestión de vías

adversariales de gestión del conflicto, incapaces de brindar soluciones

definitivas, más allá de reprimir comportamientos o bloquear posibles reacciones

con resultados aún peores. En nuestra opinión, la mediación y la cultura asociada

a esta práctica lleva implícito el germen de un nuevo modelo de sociedad por lo

que no deberíamos soslayar ese potencial transformador que posee. Muy al

contrario, aquellos que hemos abrazado esta noble disciplina, deberíamos

asumir responsablemente el reto que supone el hallarnos frente a una

herramienta capaz de producir cambios revolucionarios en numerosos ámbitos

7

en los que la actividad humana se desarrolla e intentar expandir al máximo su

influencia con arreglo a nuestras particulares posibilidades.

8

PREÁMBULO

Cualquier afirmación que expresemos con relación al ser humano, deriva,

necesariamente, de una idea preconcebida sobre él. Por consiguiente, antes que

atender a cualquier otra consideración, lo más honesto ha de ser proclamar tal

concepción, raíz del ulterior desarrollo, al objeto de aclarar, de un modo

escrupulosamente explícito, desde dónde exactamente se está hablando. En

numerosas ocasiones asistimos atónitos a solemnes y concienzudos análisis en

los que no se procede de esta forma y ello nos lleva a sospechar, tal vez, la

existencia de un olvido imperdonable; quizás, una evidencia tácita tan indudable,

que no merece aclaración alguna o, a lo peor, una fraudulenta maniobra tendente

a presentar meras opiniones, implícitamente impregnadas de ideología,

hábilmente disfrazadas como aparentes juicios “desinteresados” u “objetivos”

desprovistos de esa pátina de subjetividad que inherentemente todo lo envuelve.

Obviamente, no es el caso de la presente propuesta y, coherentes con lo

expuesto, admitimos, con rotunda nitidez, expresar nuestras afirmaciones desde

una determinada perspectiva de carácter “humanista” a la cuál adherimos

plenamente.

En términos generales se entiende por “humanismo” a aquel movimiento

cultural, genéricamente caracterizado por emplazar al ser humano como valor

central, que acaeció inicialmente en Florencia y después se propagó por el resto

de Italia, durante todo el siglo XII y principios del XIII y que concluyó con lo que

conocemos hoy como Renacimiento, extendiéndose finalmente por toda Europa,

en un intento por retomar la cultura grecolatina, arrinconada entonces por la

intolerante cristiandad medieval. Numerosas celebridades, tales como Petrarca,

Manetti o Lorenzo Valla, en sus inicios y posteriormente Nicolás de Cusa,

Rodolfo Agrícola, Juan Reuchlin, Erasmo, Tomás Moro, Jacques Lefevre,

Charles Bouillé, Juan Vives, Pico de la Mirándola y Giordano Bruno se

9

comprometieron firmemente con esta corriente. Otros representantes algo más

periféricos fueron Galileo, Leonardo da Vinci y el mismísimo Maquiavelo.1

No obstante, si ampliamos el encuadre semántico del término, más allá de lo

estrictamente acontecido en las coordenadas espacio-temporales reseñadas,

haciéndolo extensible, también, a esa actitud, de fondo, que animó entonces a

aquellos valientes precursores a actuar decididamente sobre el mundo

transformándolo y que se caracteriza, en esencia; por ese interés fundamental

por el hecho humano, esa tolerancia frente a la diversidad y esas ansias de

libertad y conocimiento, desafiando todo lo establecido, encontraremos

exponentes ya en todas las culturas y épocas, incluida la actual.

Hoy en día, ese espíritu originario se encuentra ampliamente desarrollado en

el seno de la corriente de pensamiento denominada “nuevo humanismo” o

“humanismo universalista”, la cual no parte de una idea abstracta determinada a

contrastar, sino que se eleva desde la propia experiencia del hecho humano en

sí, yendo de lo concreto a lo genérico y no ideando un marco teórico donde

introducir luego, de manera forzada, cualquier observación. Su máximo

exponente, sin menospreciar a otros autores convergentes con ese mismo

planteamiento, se encarna en el heterodoxo, y por ello en cierta medida

marginado, pensador argentino Mario Luís Rodríguez Cobos, más conocido por

su pseudónimo literario, “Silo”.2 Aunque este modo de pensar, o mejor de

entender la vida, que supone el “nuevo humanismo”, cimiento firme de este

ambicioso intento, pretenda dar respuesta a un extenso abanico de cuestiones

existenciales vinculadas al quehacer humano en general, nos centraremos, no

obstante, en los exclusivos aspectos concernientes a la materia que nos ocupa,

que no es otra que la mediación, el conflicto y las dinámicas de coordinación

1 Un desarrollo más exhaustivo de esta cuestión lo podemos encontrar en la conferencia pronunciada por

Silo en la Universidad de Bellas Artes en México D.F. el 7 de julio de 1991 denominada “Humanismo y Nuevo Mundo” y en la obra “Interpretaciones Históricas del Humanismo” de Salvatore Puledda. 2 Mario Luis Rodríguez Coboss (Mendoza, 6 de enero de 1938 – Mendoza, 16 de septiembre de 2010), fue

un escritor argentino, impulsor de la corriente de pensamiento denominada “Nuevo Humanismo” y fundador del Movimiento Humanista. Conferenciante activo, escribió libros, cuentos, artículos y estudios relacionados con política, sociedad, psicología, espiritualidad y otros temas.

10

colectivas, todo ello orientado, a su vez, hacia la posibilidad de impulsar

profundas transformaciones sociales. Los basamentos teóricos en los que se

apoya esta metodología, se recogen íntegramente en esta suerte de simbiosis

entre filosofía y sensibilidad especial que se constituye a partir de una conjunción

de postulados fundamentales expresados a modo de tesis3 de las que

extraeremos, por su importancia en relación a la cuestión que nos interesa, una

serie de ideas, desarrollándolas a lo largo de este esperanzador planteamiento

metodológico que aspira a instaurarse como una herramienta útil, intentando,

con ello, configurar una estrategia coherente de cómo afrontar una adecuada

gestión y prevención del conflicto, tendente a alcanzar su completa superación,

restableciendo y mejorando las condiciones originales y, quizás de un modo en

exceso pretencioso, impulsar así una necesaria transformación social

encaminada a erradicar, en un futuro lo más próximo posible, todo vestigio de

violencia vinculada al devenir humano que, cual siniestro legado, nos acompaña

como lacra desde tiempos inmemoriales.

En definitiva, el objetivo que hemos asumido es tan amplio que, superando

con creces las posibilidades concretas de una simple estrategia o estilo de

mediación alternativo, pretendemos además, con la metodología propuesta,

ampliar su ámbito de aplicación, incluyendo la resolución particular, sin

intervención de terceros, de los conflictos cotidianos de carácter estrictamente

personal y el establecimiento de la fórmula del acuerdo consensuado, específico

de la labor mediadora, como referente en toda estrategia colectiva de

coordinación, impulsando así una cultura caracterizada por el diálogo frente al

actual paradigma basado en la confrontación dialéctica.

En relación con el papel que pudiera jugar la mediación hoy en día,

consideramos, en definitiva, que hemos de ser extremadamente ambiciosos al

respecto, valorando el enorme potencial que posee a tenor de su capacidad

intrínseca de generar una profunda transformación social.

3 Recogemos íntegramente tales Tesis como anexo en el presente trabajo

11

Tal vez la mediación en general, dado su carácter innovador, deba demostrar

aún un grado de eficacia mayor para resultar del todo confiable y, por esa razón,

es posible que su campo de aplicación se vea todavía restringido a operar

exclusivamente como alternativa complementaria frente a las limitadas

capacidades de otras metodologías que, pese a sus frustrantes y reiterados

fracasos, son asumidas oficialmente como válidas. Probablemente, existirá un

momento posterior en el que, al considerar que esa estrategia diferente es capaz

de cosechar éxitos allá donde otras metodologías no alcanzan a zanjar

definitivamente proceso alguno, se valorará la posibilidad de rescatarla de esa

característica marginalidad de lo incipiente, equiparándola finalmente como

opción principal, ampliando progresivamente su ámbito de aplicación y

admitiendo incluso la posibilidad de que su firme implantación generalizada

pudiera suponer la semilla, que con el tiempo, desencadenase una auténtica

revolución que afectase en profundidad estamentos tales como la justicia, la

política, la educación y, tal vez también, la economía o las relaciones

internacionales, entre otros.

Con respecto a la justicia retributiva actual, sus posibles aportes en el

desarrollo del modelo alternativo restaurativo, en lo referente a la reconciliación,

podrían resultar fundamentales, tal y como analizaremos más adelante.

En el campo político, plantea, a su vez, un enfoque decisivamente distinto

capaz de vertebrar problemáticas diversas bajo un mismo epígrafe genérico, que

sería el conflicto, con una metodología homogénea congruente con los principios

básicos de la mediación, capaz de actuar de un modo transversal en

prácticamente todo el organigrama funcional ejecutivo. Ese sencillo cambio de

perspectiva permitiría, entre otras interesantes ventajas, articular una verdadera

participación ciudadana, corresponsabilizando al individuo en la resolución de

todas las contingencias a las que se enfrenta la gestión política, empoderándole

como parte activa para modificar, de ese modo, su condición de mero

administrado y trascender la actual dinámica basada en la impotente y estéril

protesta. A esto habría que añadir las consecuencias que acarrearía incorporar

12

seriamente la filosofía del acuerdo consensuado dentro del protocolo habitual

legislativo en lo referente a la toma de decisiones.

Por otro lado, las contradicciones que resultan de aunar la aceleración del

fenómeno homogeneizante de la globalización creciente, motorizada por la

revolución tecnológica en el campo de las telecomunicaciones, con la

interculturalidad impuesta por los movimientos migratorios, consecuentes del

incremento de las injustas desigualdades, están generando escenarios sociales

nuevos donde la mediación se va a ir perfilando como una herramienta

absolutamente decisiva a la hora de afrontar el reto de mantener un necesario

grado, mínimamente aceptable, de cohesión social en poblaciones cuya

estructura compositiva varía rápidamente. Aparte de encajar las piezas del crisol

multicultural subsiguiente, cuya nefasta gestión pudiera dar lugar al resurgir de

comportamientos neofascistas, ha de trabajar también asumiendo las

situaciones derivadas de la necesidad de incorporación de las generaciones

sucesivas. El peaje de no saber manejar adecuadamente estas situaciones

supone afrontar después fenómenos de radicalización que, según el sustrato

social sobre el que se desarrollen, poseerán manifestaciones diferentes tales

como el pandillaje o el fanatismo islámico, entre otras.

Finalmente, intervenir decididamente en el ámbito educativo podría paliar esa

conflictividad emergente asociada a cierto proceso de transición que se está

desarrollando en la actualidad en dicho entorno y que tiene que ver con el intento

de superar un anacrónico modelo de enseñanza de carácter muy autoritario,

basado en una férrea disciplina, mantenida, a su vez, mediante la coacción del

castigo, por otra pedagogía, más actual, flexible y cercana. La adecuación a ese

nuevo enfoque exige, por parte del profesorado, formado, en gran parte, bajo la

influencia del anterior modelo, mucha habilidad y grandes dosis de destreza para

adaptarse a esa relación profesor/alumno diferente, donde el respeto, que

constituía en realidad un eufemismo de miedo, no se alcanza ya con medidas

coercitivas. Llegar a configurar con precisión ese nuevo rol supone todo un reto

y un auténtico quebradero de cabeza para quienes ejercen la noble profesión de

13

la enseñanza. En cualquier caso, hoy en día, las actitudes arbitrariamente rígidas

no son asumidas por el alumnado con la sumisión de antaño y son rechazadas,

por el contrario, con comportamientos rebeldes que el profesor en cuestión

malinterpreta como falta de respeto, dejándole una vaga sensación de pérdida

de control y autoridad. Sin embargo, implantar la metodología de la mediación

ahí, exige protocolos ágiles y sencillos de actuación que puedan ser asimilados

por personas que no poseen una extensa formación al respecto y que nos

permitan incluso resolver rápida y eficazmente situaciones disruptivas cotidianas

a través del diálogo, evitando así recurrir a caducos modelos para imponer cierto

orden.

En definitiva, introducir progresivamente en nuestra sociedad los valores

propios de la mediación, forjará, sin duda, personas capaces de manifestar

comportamientos más proclives a cooperar, con la consiguiente influencia

posterior en numerosos campos, cuestionando el valor de la competitividad

actualmente instalado.

14

FUNDAMENTOS TEÓRICOS GENERALES DEL MODELO

Las premisas esenciales, extraídas, en forma de síntesis, de las tesis del

“nuevo humanismo”, sobre las que se asienta este método de mediación y

resolución de conflictos y que, por consiguiente, guardan relación con él, podrían

ser expresadas del siguiente modo:

▪ La característica ampliación de su horizonte temporal permite al ser

humano diferir respuestas, elegir entre situaciones y, en definitiva, planificar su

futuro

▪ Esa capacidad particular del ser humano de proyectarse a futuro es

ineludible e irremediablemente le lleva a operar en el mundo de una manera

intencional, conformando así una estructura compacta e indisoluble entre la

conciencia y el mundo.

▪ La intencionalidad humana se expresa en el mundo organizándolo de

acuerdo a su interés y, posteriormente, se desarrolla a través de la producción

de signos, posibilitando la intercomunicación, y mediante objetos, cargados de

significado y sentido que emplea a modo de prótesis

▪ Es precisamente esa libertad inherente al hecho humano la que abre la

posibilidad de negar la subjetividad y la intencionalidad ajena, deshumanizando

y objetivando al otro, reduciéndolo, así, a una mera prótesis de la propia

intención, generando con ello conflicto y violencia.

Por consiguiente, en lo que a nosotros concierne, nuestra particular

concepción de ser humano establece que su característica capacidad de

postergar respuestas le confiere una singularidad de carácter intencional, que

consustancialmente vincula la conciencia con el mundo, configurándose un

indisoluble nexo estructural entre ambos elementos. Pese a la incomodidad que

plantea, asumimos la inherente subjetividad, consecuente de tal hecho, como un

15

inevitable referente ideológico dado que cualquier supuesto intento por objetivar

lo humano, negando su verdadera esencia, constituye, en sí, una estrategia

encubierta de apropiación de la voluntad ajena, al tratar de imponer, en realidad,

una subjetividad distinta y portadora, lógicamente, de una intención diferente.

Constatamos que, pese a todo, la intercomunicación es factible gracias al

mecanismo de la empatía y es esa consecuente colectiva intersubjetividad la

única posibilidad que aceptamos a la hora de plantearse construir una arbitraria,

funcional, transitoria y sucedánea “realidad”. La ausencia de consentimiento

mutuo o consenso genera dificultades en esa elaboración conjunta derivada de

esa generalizada tendencia a usurpar la voluntad ajena, deshumanizando al otro,

que se manifiesta mediante roces interpersonales o conflictos y, en mayor grado,

en forma de violencia, en sus diferentes manifestaciones.

16

LA AMPLIACIÓN DEL HORIZONTE TEMPORAL COMO SINGULARIDAD

DEL HECHO HUMANO

Desde aquel infructuoso intento por determinar la especificidad del hecho

humano, con esa torpe definición de “bípedo implume”, que tanto parodió

Diógenes paseando por Atenas con un pollo desplumado al grito de “he aquí el

hombre de Platón”, ningún filósofo que se precie ha osado eludir la inquietud por

despejar qué es lo que nos caracteriza como tal.

Aristóteles, que consideraba al hombre básicamente como un “animal

político”, fijó su atención, lógicamente, en su capacidad de hablar y comunicarse.

De igual manera, para Rabelais, el hombre es un ser que ríe, para Diderot un ser

social, para Descartes un ser que piensa, para Kant, un ser que juzga, para Marx,

un ser que trabaja, para Bergson, un ser que crea, para Séneca, un ser sagrado,

y para Spinoza, un ser que sabe que va a morir. No obstante, algunas de las

mencionadas características supuestamente fundamentales, tales como el

lenguaje, la risa, la fabricación de utensilios o su dimensión social, no parecen

ser monopolios exclusivos del género humano y otras, sin embargo, no lo

alcanzan a definir en toda su extensión.4

En nuestra opinión, la clave de todo este asunto se halla, sin embargo, en

esa peculiar capacidad para responder voluntariamente, sin limitarse a

reaccionar, denominada, por algunos autores, reversibilidad y, por otros,

propiacepción5 o conciencia de sí. La dilatación temporal de la conciencia,

mediante la posibilidad de un futuro imaginado, trascendiendo un perenne

presente que flota en un pasado de rutinarias reiteraciones, adquiridas cultural y

no genéticamente, es lo que nos permite, a diferencia de cualquier otro ser vivo

existente, postergar respuestas frente a cualquier estímulo, estableciendo

4 Información extraída del libro “Invitación a la Filosofía” de André Comte-Sponville

5 Término acuñado por David Bohm en su libro “Sobre el Diálogo”

17

reflexiones, cotejos y conclusiones previas, escapando, de ese modo, a la tiranía

automática impuesta por la inmediatez del momento.6

LA INTENCIONALIDAD COMO CONSECUENCIA DE LA POSIBILIDAD DE

PROYECCIÓN A FUTURO

De esa distintiva característica de lo humano, se derivan importantes

consecuencias con respecto a esa simplicidad, comúnmente aceptada, de creer

que la pasiva conciencia aspira, como propósito, a reflejar, lo más fielmente

posible, una supuesta “realidad” existente. Tanto las percepciones externas,

como las sensaciones internas, son estructuradas conformando un todo

coherente, de acuerdo con un interés concreto. Por otro lado, nadie puede existir

en abstracto, sino con relación a unas condiciones dadas y, puesto que la no

acción es, en sí, una acción más, nadie puede dejar de actuar con respecto a

ellas, estableciendo así un enlace inquebrantable entre la propia conciencia y el

mundo. De ese modo tan fatídico, mi acción ineludiblemente transforma al

mundo y, a la par, a mí mismo. Si algo hay “natural” en el ser humano es,

precisamente, esa dinámica constante de cambio, a la vez, intrínseca y

extrínseca. En palabras de Ortega y Gasset: “Mi vida consiste en que yo me

encuentro forzado a existir en una circunstancia determinada. Vivir es haber

caído prisionero de un contorno inexorable”.

Los antecedentes de esta idea aparecen ya de manera incipiente en la

filosofía clásica, aunque asociados, en general, al concepto de voluntad. Siglos

después, como presagiando posteriores metodologías asociadas a esta

cuestión, encontramos ese trascendental aporte de Avicena, que él mismo

denomina “hombre volante”. Consistía, como diría Einstein, en una especie de

“experimento mental” en el que se reflexionaba acerca de qué pensamientos

podría poseer una persona a la que se le ha suprimido todo estímulo sensorial.

6 Síntesis elaborada a partir de la conferencia pronunciada por Silo en Tortuguitas – Buenos Aires

(Argentina) el 1 de mayo de 1983, titulada “Acerca de lo humano”.

18

No obstante, este enfoque teleológico del psiquismo humano no es acogido,

de una manera ya precisa, hasta la llegada de Descartes, dado que, en general,

el estudio de la conciencia, hasta ese momento, despertaba escasa

preocupación debido probablemente a que ningún pensador, antes que él,

alcanzó a cuestionar, con seriedad, la posibilidad o no de acceso directo a la

realidad circundante. Descartes, al plantearse esa disyuntiva, se propone, como

táctica, tal vez inspirado por Avicena, el evitar los datos perceptuales,

desconfiando de ellos, por proceder de los sentidos y termina apoyándose en el

registro mismo del pensar que, consideraba, era lo único asequible sin que medie

intervención alguna, como si la sensación del razonar no fuese, en definitiva, un

elemento sensorial más.7

Brentano, a finales del siglo XIX, protagoniza un gran avance en la cuestión,

al tratar de distinguir entre fenómenos psíquicos y físicos, introduciendo en su

conocida tesis, un planteamiento muy similar a esa idea de estructuralidad entre

la conciencia y el mundo, a la que venimos haciendo alusión. Sin embargo, es

su discípulo, Husserl quien logra finalmente desarrollar todo ello en profundidad

a través de su reducción fenomenológica, procediendo de manera muy similar a

Descartes, tratando de atender exclusivamente, desde la conciencia, a todo

aquello cuyo acceso resulta ser inmediato. Esa estrategia le conduciría

finalmente hasta una subjetividad absoluta al concluir que el “sujeto se dirige

intencionalmente hacia lo que él mismo ha constituido como objeto”. Scheller,

discípulo, a su vez, de Husserl, ahondando en el mismo método, amplia el

estudio hacia aspectos ya de índole emocional y aborda la cuestión de los

valores, asociándolos más a intuiciones que a razonamientos.8

7 De ese planteamiento deriva su famosa afirmación: “Cogito ergo sum”; “Pienso, luego existo”.

8 Un desarrollo específico de esta cuestión lo podemos encontrar en la charla de “Silo” titulada

“Fundamentos del Pensar” de septiembre de 1975 en Corfú (Grecia). En ella se pone de manifiesto como la supuesta inducción o deducción, desarrollada mediante esa lógica aristotélica del silogismo estructurado a través de premisas, no funciona en la práctica como tal y la conclusión se elabora tácitamente antes que cualquier argumento previo que luego es usado como mera justificación. Es a partir de estas nociones como se elabora luego una táctica adecuada de acercamiento al medio denominado “Método Estructural Dinámico”, que será empleado, a su vez, en esta propuesta como metodología de análisis de los conflictos, coherente con los fundamentos teóricos en los que se basa esta estrategia mediadora. Un sintético esbozo del mismo se incorpora, a su vez, como anexo en el presente estudio.

19

Simultáneamente, otro sucesor de Husserl, Heidegger, aporta el trascendental

concepto de “ser-en-el-mundo”, especificando que esa estructura conciencia-

mundo establecida mediante la intencionalidad no permanece encerrada en sí

misma y, por el contrario, se halla abocada irremediablemente hacia el medio.

Finalmente, Sartre, define ese ineludible impulso intencional establecido por

Heidegger en términos de libertad afirmando que el ser humano “está condenado

a ser libre”. Esta idea conduce, a su vez, a Ortega a cuestionar ese concepto tan

extendido, hasta entonces, de que es el medio quien moldea al hombre,

planteando que, en realidad, “vivir es una operación que se hace de dentro a

fuera”.9 Sin embargo, este humanismo actual, que hemos ubicado como

referente ideológico de nuestro trabajo, alcanza también esa misma idea, pero

no a través de una estrategia de carácter racional o filosófico, sino mediante

ejercicios reiterados y sistemáticos, de carácter disciplinario, consistentes en

establecer una suerte de meditación personal, inicialmente similar a la reducción

fenomenológica, en términos de atención reflexiva ejercida sobre el funcionar de

los elementos fundamentales de la propia conciencia en relación al mundo.10 La

conclusión que se alcanza mediante dicha metodología, en lo que a nuestro

interés respecta, podría sintetizarse mediante la frase: “La conciencia es el "acto"

del mundo y el mundo el "objeto" de la conciencia”.

LA SUBJETIVIDAD DERIVADA DE LA CONSUSTANCIAL

INTENCIONALIDAD

Recapitulando, la conciencia no recoge los datos sensoriales sin mayor

pretensión. En lugar de eso, ineludiblemente los selecciona y organiza, en

función de una particular búsqueda o inquietud, generando así una estructura

coherente entre ella y el mundo. Valga reseñar, en ese sentido, que los avances

9 Un desarrollo más amplio de todo este tema de los orígenes del concepto de intencionalidad lo podemos

encontrar en el libro “Pedagogía de la Intencionalidad” de Mario Aguilar y Rebeca Bize. 10 Para más información al respecto consultar el libro de H. Van Doren “Meditación Trascendental: Cuatro

conferencias dictadas por Silo” del año 1972

20

en el campo de la Física Cuántica empiezan a trasladar, al campo de lo científico

lo que, hasta ahora, era exclusivo del ámbito filosófico y con ello, este problema

que nos surge a la hora de intentar diferenciar el observador del suceso. El

experimento de la “doble rejilla”11 evidencia que una de características básicas

de cualquier sistema cuántico es la capacidad de existir en múltiples opciones a

la vez hasta que la conciencia de un observador atiende a esa onda de

posibilidades provocando que se materialice o colapse en un suceso concreto.

Este hecho se verifica al constatar que incluso la simple medición afecta al

experimento en cuestión. En tal sentido el físico cuántico Amit Gostwami llega a

afirmar al respecto que, “la naturaleza de la realidad es la conciencia” y, sin

embargo, es ahí, en lo más recóndito de ella donde reside arraigada la idea de

que hay una realidad objetiva. Ese esquema mental, trasladado al concepto

tiempo, es precisamente el que nos induce a pensar en la existencia de un

gigantesco reloj que determina su transcurrir, siempre a la misma velocidad y

cuya vigencia se extiende a cada rincón del Universo. De tal modo que cuando,

en la famosa paradoja, nos hablan de como un gemelo envejece más

rápidamente que su hermano, no alcanzamos a entender cómo es posible tal

cosa. Aun frente a la evidencia de los hechos, nos seguimos aferrando a esa

premisa, pase a que el mundo entero, tal y como lo conocemos, se desmorone

11 El experimento de la doble rendija pone de manifiesto dos cuestiones ciertamente desconcertantes de

ese mundo. La primera es que, a escala microscópica, los objetos poseen una naturaleza dual y, según las circunstancias, pueden comportarse como un conjunto de partículas o como una onda. Y la segunda, más significativa aún, es que el observarlos hace que actúen de una manera o de otra. Imaginemos que lanzamos, una a una y en distintas direcciones, miles de canicas contra una placa atravesada por dos finas rendijas verticales. En otra placa más alejada vamos a recoger el impacto de las canicas. ¿Qué distribución poseerán todos esos impactos? Lógicamente las colisiones en la segunda placa se efectuarán en torno a dos franjas verticales, que se corresponden con las ranuras por las que las canicas han logrado atravesar la primera placa. Utilicemos ahora una piscina llena de agua. Desde el mismo punto desde el que hemos lanzado las canicas comenzaremos a generar olas. Una vez que las olas atraviesen las dos ranuras y lleguen a la última placa, ¿Cómo se distribuirán, en esta ocasión, los “impactos”? La segunda placa presentará una serie de franjas verticales de diferente intensidad que los físicos denominan “patrón de interferencia”. Este dibujo se produce porque el oleaje inicial, como cualquier onda, se difracta al atravesar las ranuras, dando lugar a dos oleajes que interfieren entre sí. En algunos puntos las olas se potencian y en otros se anulan, lo que provoca un impacto con desigual intensidad sobre la última placa. Descendamos ahora al mundo cuántico y, en lugar de canicas, lancemos electrones uno a uno a través de la doble ranura. ¿Qué aparecerá en la segunda placa? Con la lógica que venimos utilizando, lo razonable es que el electrón impacte igual que una canica y dibuje dos franjas verticales. Sin embargo, el resultado que obtenemos es… ¡un “patrón de interferencia”! Sin embargo, lo más curioso es que si lanzamos uno sólo el resultado será el mismo… Es como si el electrón pasase por ambas rendijas a la vez e interfiriese consigo mismo. Pero lo que ya nos deja completamente atónitos es que si, por cualquier sutil dispositivo tratamos de averiguar por cuál de las dos rendijas iniciales ha pasado el electrón, ese mencionado “patrón de interferencia” se desvanece y nos aparece nítida una colisión puntual en la segunda placa.

21

a nuestro alrededor. Tal es el grado de fascinación que poseemos al respecto

que, aunque incorrecta, nos resistimos con todas las fuerzas posibles a

abandonar lo que constituye la base misma de nuestro razonar.

Por consiguiente, hablar de la existencia de una “realidad” independiente de

cualquier conciencia constituye una entelequia tan absurda como intentar

imaginar una conciencia al margen de cualquier “realidad”. Toda esta reflexión

nos conduce irremediablemente a integrar, en nuestro particular modelo, la

cuestión de la subjetividad como un principio básico constituyente y no como un

elemento deformador de los hechos, que introduce egoístamente cuotas de error

e interesada falsedad, tal y como suele ser considerado de manera muy

frecuente.

CONSECUENCIAS DE INCORPORAR EL CONCEPTO DE SUBJETIVIDAD

EN LA PRÁCTICA DE LA MEDIACIÓN

Por supuesto, tal y como hemos señalado, nos hallamos en presencia de uno

de los fundamentos esenciales de esa corriente de pensamiento que sustenta

este estilo diferente de trabajar con el conflicto que tratamos de organizar aquí.

Esta cuestión de la subjetividad, de entrada, colisiona frontalmente, por ejemplo,

con las bases fundamentales de una utilitaria mediación de carácter lineal12 que

establece, por el contrario, la existencia de una realidad objetiva entre sus

principios esenciales. En nuestra opinión, aunque cabe la posibilidad de rescatar

elementos interesantes de dicho modelo, su espíritu se aparta bastante de ese

propósito de transformación social y personal que promueven otros protocolos

que, entendemos, debe guiar la acción mediadora y que coinciden más con

nuestra manera de entender este asunto.

12 En alusión al modelo de mediación tradicional desarrollado por diversos teóricos del asunto relacionados

con la Universidad de Harvard.

22

De igual modo, los conceptos de neutralidad e imparcialidad, tan importantes

en el campo de la mediación, han de ser necesariamente reconsiderados frente

a la posibilidad de abandonar la idea de la existencia de una “realidad” objetiva

en sí, más allá de considerarla un mero artificio mental o un simple

convencionalismo social.

Consecuentemente, no resultaría factible que nuestra presencia en un

proceso de tales características alcance a ser completamente aséptica, a tenor

de nuestra intrínseca condición subjetivamente intencional, por lo que insistir en

procurar, por nuestra parte, una actitud, a toda costa, “neutral” sólo nos llevará a

establecer conductas más o menos inhibitorias que, de formar parte esencial de

nuestro cometido, nos conducirían, por coherencia lógica, a abandonarlo,

dejando a los mediados al amparo de un libro de instrucciones para resolver su

conflicto.

Ello, a su vez, condiciona en gran medida esa confusión, tan característica,

que suele presentarse entre los principios de imparcialidad y neutralidad,

reflejada incluso en los textos legales que intentan reglamentar el ejercicio de la

mediación y que hacen alusión a ambos, en ocasiones casi indistintamente,

mezclándolos. La estrategia de la mediación como metodología alternativa en la

resolución de conflictos surge inicialmente para paliar y desbloquear cierta

saturación existente en la vía judicial. Por ello muchos de sus términos son

heredados de ese ámbito y son arrastrados a las legislaciones que regulan

profesionalmente su práctica. El concepto jurídico de neutralidad apela

claramente a la necesidad de establecer posicionamientos emocionalmente fríos

que impidan una supuesta “pérdida de objetividad” por parte de la judicatura

responsable. Eso, trasladado a la mediación, genera la impresión de que la

imparcialidad ha de pasar necesariamente por una suerte de neutralidad,

interpretada en términos de gélido distanciamiento, que, en nuestra opinión, nos

impide asimilar en profundidad las diferentes perspectivas que se plantean en un

proceso de tales características, al promover cierta anestesia emocional al

23

respecto, reivindicando dicho proceder, cuanto menos dudoso, como una praxis

pulcramente correcta.

Esta manera de pensar queda, en parte, recogida, por ejemplo, en el artículo

1077 del Anteproyecto de Ley de Mediación en asuntos civiles y mercantiles al

preceptuar que las actuaciones de mediación habrán de permitir a las partes que

alcancen «por sí mismas» un acuerdo, recogiendo la prohibición expresa por

parte del mediador, respecto de cualquier tipo de «imposición» de solución o de

medida para lograrlo. No obstante, emplear el término “imposición” sin

mencionar explícitamente “proposición” redunda, a nuestro modo de ver, en la

ambigüedad legal, a la que antes aludíamos, referida a los conceptos de

imparcialidad y neutralidad. De hecho, tanto este texto legal como la Directiva

europea 52/2008 omiten el término neutralidad en su articulado, lo que nos

permitiría, cuanto menos, establecer lo que podríamos denominar como

“neutralidad activa”13 que habilitaría al mediador para aportar alguna solución en

momentos de estancamiento. Por el contrario, desarrollos legales posteriores de

diferente rango y alcance sí que censuran expresamente el hecho de que el

mediador sugiera siquiera posibles arreglos a la disputa planteada. Ello nos

coloca en una disyuntiva complicada al vernos obligados a decidir entre una

actuación, no exenta de cierto paternalismo, con el consiguiente riesgo de ser

percibida finalmente como un posicionamiento y desvirtuar así la mediación

desplazándola peligrosamente hacia una conciliación o intentar paliar una

posible cristalización del proceso promoviendo una conducta activa tendente a

lograr el acercamiento entre las partes, empleando, quizás, la pregunta como

herramienta, con el fin de ir señalando sutilmente el camino para que logren

observar el conflicto de una manera más amplia, trascendiendo, de ese modo,

sus posiciones iniciales.

13 El rol al que estamos aludiendo es próximo al del sombrero azul de Edward De Bono y constituye el

elemento significativo diferencial del modelo estratégico de mediación de Rubén A. Calcaterra. En nuestra opinión, lo ideal sería ejercer una mediación pura sin invadir parcialmente lo que se podría considerar ya una conciliación. No obstante, el grado de inmadurez general existente en estas cuestiones obliga a actuar, de momento, con cierta flexibilidad al respecto en momentos en los que el proceso pudiera bloquearse.

24

Igualmente, dado que la inherente subjetividad humana, derivada de su

condición intencional, nos impide atender sin prejuicio alguno, quizás resulte

conveniente redefinir proactivamente el concepto mismo de imparcialidad

empleando el término de “multiparcialidad”, ya mencionado por algunos teóricos

de la mediación14, con el consiguiente compromiso, por parte del mediador, de

orientar el proceso desde un emplazamiento simétrico, equilibrado y equitativo,

escuchando activamente las diferentes opiniones, enfoques, y puntos de vista,

otorgando a todos un idéntico grado de legitimidad. Es decir, involucrarse

igualmente con todas las posiciones en vez de intentar, probablemente en vano,

no influir ni ser influido por ninguna. No será preciso esforzarnos demasiado, en

ese sentido, dado que, desde esta perspectiva humanista, en cierto modo

relativista, resulta absurdo pretender enjuiciar con demasiada severidad

cualquier posición, al carecer ya de un molde ideal fidedigno con el cuál

contrastarla.

El estricto respeto del principio de voluntariedad, ya de por sí decisivo en esta

particular manera de entender la resolución alternativa de conflictos que supone

la práctica de la mediación, adquiere, en función de lo expuesto, un nivel ya de

escrupuloso respeto, al entender la subjetiva intencionalidad como el rasgo más

trascendental de la existencia humana hasta el extremo en que omitirla supone,

en nuestra opinión, eliminar de raíz tal condición.

A su vez, al hilo de establecer cierta pulcritud en nuestra manera de

expresarnos, acorde con lo afirmado, resultará interesante para un mediador el

ser capaz de emplear una comunicación carente de toda imposición, por muy

sutil que ésta sea, y no caer en la tentación de aleccionar a los mediados

aprovechando su privilegiado estatus como orientador del proceso. El obrar

correctamente, en ese sentido, incide favorablemente en una doble vertiente a

lo largo del proceso. Afianza la confianza de los mediados hacia él, facilitando

así la comunicación y referencia, a su vez, a las partes orientándolas hacia un

14 Entre ellos Javier Alés; Abogado mediador y Profesor de Derecho en la Universidad Loyola de Andalucía

y Director de la Escuela Sevillana de Mediación.

25

modo asertivo de expresión que permitirá un mejor intercambio entre ellos y una

posible transformación personal y de enfoque respecto a la situación objeto de

resolución. El hecho de haber constatado la ineludible subjetividad de todo juicio

nos conduce, con precisión, hacia lo que debería ser un modo adecuado de

comunicación. Plantear un estilo conversacional honesto, franco y sugerente,

que abra el margen de opinión ante el otro para que así pueda expresarse sin

reserva alguna, exige una estrategia útil, en ese sentido, que consistirá en

erradicar cualquier reducto de objetividad a la hora de formular algo tan

inequívocamente particular como nuestros enfoques personales. Al igual que el

feminismo impulsó el uso del lenguaje inclusivo y no sexista, nosotros/as,

preocupados/as por establecer las mejores condiciones para que el diálogo sea

posible y, en coherencia con todo lo expuesto, deberíamos promover, a su vez,

la necesidad de emplear siempre una comunicación de carácter subjetivo a la

hora de expresar públicamente nuestros puntos de vista. Fórmulas tales como:

«Lo lógico es...», «Indiscutiblemente...», «Lo normal es...», «Hay que...», «Lo

ideal sería...», «No cabe duda...», , «Hemos de...», «Cometeríamos un error

si...», «No seamos ingenuos...», «Como todo el mundo sabe...», «Lo mejor

sería...» o «Lo razonable es...», entre otras muchas, se constituyen, tal y como

advertimos en un principio, en blindajes tramposos para presentar opiniones

particulares eludiendo cualquier cuestionamiento posible, al camuflar tales

afirmaciones estrictamente personales, cubriéndolas con una capa de

pseudobjetividad. Tendemos muchas veces a presentar nuestras ideas con

afirmaciones absolutas elevando a la categoría de principios universales lo que

en realidad son meras impresiones íntimas. Exponer nuestras opiniones en

primera persona nos impedirá olvidar que carecen de un carácter plenamente

universal. Es nuestro punto de vista y no la realidad misma... No es algo

categórico... Se trata tan sólo de un singular enfoque tan válido como otro

cualquiera. Si yo digo: «Lo normal sería...» doy por sentado que cualquier otra

posibilidad no resultaría del todo normal. Estoy convirtiendo tácitamente mi

particular parecer en un axioma absoluto e indiscutible. Si en vez de hablar así,

26

dijese: «Opino o creo que lo normal sería...»15 estoy matizando de manera

personal tal juicio. Es importante atender a la forma en la que habitualmente nos

expresamos si aspiramos a que la mediación transcurra por los cauces más

oportunos para así alcanzar sus objetivos. Todo este asunto nos lleva a

reflexionar sobre la conveniencia o no, a su vez, de reformular o reencuadrar lo

expuesto por las partes cuando intentamos aligerar la carga emocional negativa

que pudieran portar tales explicaciones. Entendemos que sugerir o propiciar

cambios de actitud, de comunicación o de perspectiva, siempre que no los

forcemos, cae aún dentro de los límites del respeto a la subjetividad ajena y son,

además, enteramente consecuentes con esa aludida transgresión necesaria de

una neutralidad platónica, con la que algunos pretenden encorsetar el margen

de maniobra del mediador. Fórmulas tales como: “Considero que no es menos

cierto que…” u “Otra forma de expresar algo parecido sería…” siguen siendo

coherentes con el modo de comunicación propuesto y si, finalmente, validamos

tales intervenciones requiriendo y verificando la conformidad de las partes al

respecto, no sólo resultarán convenientes sino, en numerosas ocasiones,

necesarias e, incluso, imprescindibles.

EL FANTASMA DE LA INCOMUNICACIÓN CONSECUENTE DE LA

SUBJETIVIDAD ABSOLUTA

La reticencia de cualquier filósofo a emprender el camino de dudar del

concepto mismo de “realidad” radica en intuir el posible “callejón sin salida” del

relativismo absoluto genérico y, dado nuestro particular interés, del solipsismo

concreto derivado de él.

Así cuando Husserl, siguiendo los pasos de Descartes, trata de evitar las

sensaciones, que suponen, en el fondo, una deformación ilusoria de la “realidad”

y empieza a manejarse exclusivamente con los datos inmediatos o directos, todo

15 Algún día seremos capaces incluso de dar un paso más y expresarlo diciendo: “Me conviene opinar o

creer que...”

27

lo existente queda inmediatamente enclaustrado en él mismo y se le plantea el

problema de cómo relacionarse, desde ahí, con el resto del mundo y, sobre todo,

que es lo que más nos preocupa, con otras conciencias diferentes.16 Retomando

el proceso de la reducción fenomenológica antes mencionada, recordemos que

nos dejaba completamente aislados y sumergidos en nuestra propia

subjetividad. Desde ahí, realizando un gran esfuerzo, resultaría factible admitir,

incluso, la presencia objetal del otro, pero: ¿Cómo es posible conectar fielmente

con esa subjetividad ajena asociada? En otras palabras: ¿Cómo puedo conocer

la interioridad del otro de modo fidedigno? Porque sin llegar a “suspender”17 el

mundo, tal y como hace Husserl, ya el otro, en principio, es percibido por

nosotros siempre de un modo parcial o incompleto y así recibimos, como

información directa, únicamente la capa más periférica de su quehacer,

permaneciendo el resto cautivo en su fuero interno, con la ventana de Johari18

correspondiente completamente entornada. Por consiguiente, en una primera

instancia, la profundidad ajena constituye para nosotros una incógnita a

despejar.

LA INTERSUBJETIVIDAD COMO POSIBILIDAD A TRAVÉS DE LA

EMPATÍA19

Ya el mismo Husserl en sus “Meditaciones Cartesianas” abre la posibilidad

de solventar tal escollo mediante la figura del “alter ego”.20 En ese sentido, llega

16 Una explicación especialmente didáctica y pedagógica de este problema la podemos encontrar en el ya

mencionado “Meditación Trascendental” de H. Van Doren.

17 Concepto netamente fenomenológico traducción del “epoge” original. Alude a una especie de estrategia

en el razonar consistente en dejar pendiente de valoración o análisis una determinada cuestión o elemento. 18 La Ventana de Johari es un esquema desarrollado por los psicólogos Joseph Luft y Harry Ingham para

exponer los procesos de interacción humana. Este modelo se utiliza generalmente en grupos de autoayuda y en ejercicios corporativos de dinámica de grupo. Consta de una matriz que combina las características: conocer o desconocer y otros o yo generando así cuatro regiones o zonas. 19 El término fue acuñado en 1909 por Edward B. Titchener en un intento de traducir la palabra alemana

"Einfühlungsvermögen", con respecto al análisis de Theodor Lipps.

20 Término empleado por Husserl en su intento por trascender la mónada fenomenológica concluyente de

su reducción mediante la noción de empatía a través de la cual indaga sobre la conciencia intencional ajena.

28

a afirmar: “Es el comportamiento del cuerpo ajeno, el proceder bajo gobierno, las

conductas corporales indicativas de sensaciones y de estados anímicos como,

por ejemplo, el estar colérico, triste, alegre, nostálgico, ensimismado, pensativo,

todos los cuales van mentando la existencia de un “alter ego” que es

comprensible a partir de mis propias cogitaciones”.21

Posteriormente, el filósofo francés Sartre, que se formó intelectualmente en

la Alemania de los años treinta y resultó, como es lógico, influenciado de manera

notable por Husserl y Heiddeger, desarrolla una corriente filosófica denominada

Existencialismo, a partir de las ideas de ambos y partiendo de la subjetividad

fenomenológica. Con ello, avanza en el problema descrito afirmando: “De esta

manera el hombre que se aprehende a sí mismo directamente con el ‘cógito’

descubre también a todos los demás, y los descubre como condición de su

propia existencia. Él cae en cuenta de que no puede ser nada... si los otros no

lo reconocen como algo. Para obtener una verdad cualquiera sobre mí mismo,

es necesario que la consiga a través del otro. El otro es tan indispensable para

mi existencia, como para el conocimiento que yo tengo de mí. En estas

condiciones el descubrimiento de mi intimidad me revela al mismo tiempo al otro

como una libertad puesta frente a mí, la cual piensa y quiere solamente para mí

o contra mí. Así descubrimos inmediatamente un mundo que llamaremos la

intersubjetividad, y es en este mundo que el hombre decide sobre lo que él es y

sobre lo que los otros son”22

En esa misma línea, “Silo” comenta al respecto: “La intención que advierto en

mí aparece como un elemento interpretativo fundamental del comportamiento de

los otros y así como constituyo al mundo social por comprensión de intenciones,

soy constituido por él. Desde luego, estamos hablando de intenciones que se

manifiestan en la acción corporal. Es gracias a las expresiones corporales o a la

21 Texto extraído de “Meditaciones cartesianas” de Husserl

22 Extraído del libro de Sartre “El Existencialismo es un Humanismo” escrito en el año 1946. Ese ensayo

fue una versión levemente modificada del texto de la conferencia que, sobre el mismo tema, diera en el Club Maintenant en París.

29

percepción de la situación en que se encuentra el otro, que puedo comprender

sus significados, su intención.”23

Sabemos, por otro lado, que nuestra capacidad de estirar el presente y

convertirlo en un elástico futuro nos brinda la libertad de elegir o decidir entre

opciones diferentes y, por consiguiente, de recrearnos a nosotros mismos de

múltiples maneras posibles, tal y como sucede en el noble arte de la

representación teatral, con sus respectivas subjetividades consecuentes de las

que, sin embargo, sí poseo registro inmediato.

Por lo tanto, si soy perfectamente capaz, en términos de actitud, de

emplazarme, respecto a mi futuro inminente, apuntando con una tendencia

idéntica a la que el otro deja entrever, mi propia subjetividad derivada de la

intencionalidad correspondiente a tal reubicación coincidirá necesariamente con

la del otro. Esto es así debido a que el funcionar de cualquier conciencia es, en

esencia, similar, con independencia de la diversidad de los fenómenos.

Si me colocan un dado delante, no me resultará asequible más que observar

tres de sus seis caras. No obstante, sabré, en todo momento, qué caras están

ocultas porque conozco, de antemano, la estructura de tal objeto. Aunque

solamente reciba del otro su faceta más superficial, cabe, no obstante, la

posibilidad de conocer el resto si comprendo cómo se articula todo eso entre sí

y eso lo sé precisamente porque se realiza de un modo equivalente a cómo yo

lo hago. Nuestra percepción trabaja, a su vez, de manera similar y, aunque cada

sentido procesa una franja concreta de datos, al final, todos ellos se estructuran

conformando un todo coherente y, al igual que ocurre con el dado, una gran parte

del mundo que nos rodea escapa a los sentidos, pero inferimos lo que falta

porque la memoria compensa tal carencia. Así como completamos ese mundo

que queda al margen del barrido de lo sensorial, completamos también al otro.

23 Conferencia de divulgación expuesta el 23 de mayo de 1991

30

Es decir, la intersubjetividad es posible mediante el proceso descrito y este

mecanismo, definido por Husserl como “concordancia”, es conocido en las

esferas más coloquiales bajo la denominación de “empatía”, proceso mental, a

su vez, recientemente validado neurofisiológicamente, gracias al descubrimiento

de las denominadas “neuronas espejo”. El equipo de neurocientíficos de

Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), constató, en ese sentido,

que estamos biológicamente equipados para sentir lo que sienten los otros

gracias al descubrimiento de las neuronas espejo.24

Por lo tanto, la génesis de este concepto es, obviamente, consustancial al

hecho humano, pero antaño carecía de esa componente cognitiva actual y se

manifestó entonces de un modo diferente, casi siempre, en términos éticos

mediante conceptos tales como la compasión budista o la misericordia o piedad

judeo-cristiana y propuesta, a su vez, como principio moral a través de lo que

conocemos hoy como “regla de oro”. Una de las primeras formulaciones al

respecto fue la de Platón, afirmando: “Que me sea dado hacer a los otros lo que

yo quisiera que me hicieran a mí”. En el cristianismo, a su vez, encontramos: “Lo

que quisieras que los hombres hagan contigo, hazlo tú con ellos”. En el seno del

“nuevo humanismo” también se suele exponer de manera positiva diciendo:

“Trata a los demás como quieres que te traten”, aunque a lo largo de la historia

aparece también redactada en forma negativa, denominada, a su vez, “regla de

plata,”, En ese sentido, Confucio acuñó la frase: “No hagas a otro lo que no te

gustaría que te hicieran”. Sea como fuere, se exprese de la manera que sea, nos

hallamos probablemente, en presencia de uno de los pocos fundamentos éticos

24 El equipo de Rizzolati realizó este hallazgo cuando estaban estudiando en monos un área de la corteza

cerebral asociada al movimiento. Para ello habían conectado de forma permanente una serie de electrodos en la cabeza de los animales de tal modo que cuando cogían o movían objetos, el monitor emitía un chasquido que significaba que las neuronas estaban trabajando. Un buen día, los científicos descubrieron con sorpresa que los chasquidos no sólo aparecían cuando el propio animal recogía cacahuetes y los abría, sino también cuando veía a otro mono o incluso a los investigadores hacerlo. Es decir, que para su cerebro era lo mismo llevarse el “maní” a la boca o que otro lo hiciera. Es más, los investigadores comprobaron que el sonido de abrir el cacahuete era suficiente para que las neuronas, más tarde denominadas espejo, se pusieran en marcha. Las técnicas de imagen confirmaron más tarde que los humanos también disponen de un sistema de espejo, pero más sofisticado aún ya que no se detiene en los movimientos, sino que también refleja aspectos más sutiles del comportamiento, como son las emociones. Es decir, las neuronas espejo demuestran que verdaderamente somos seres sociales conectados entre nosotros al conformar una gran red invisible que une a todos los seres humanos. En otras palabras, estamos biológicamente preparados y plenamente adaptados para romper las barreras que nos separan de los demás.

31

y morales que, al no poseer un origen dogmático, sino existencial, merecen el

calificativo de universal, dado que ha dejado rastros en toda cultura, religión o

filosofía a lo largo de toda la historia. Su extensa validez nos lleva a suponer que,

independientemente de los fenómenos que procese, la estructura de la

conciencia en todo ser humano es básicamente idéntica y gracias a ello, es

posible la intersubjetividad.25 Por ese motivo, al igual que se vale de objetos o

prótesis para desplegar su intencionalidad en el mundo, produce también

estructuraciones en forma de signos y símbolos, emocionalmente cargados, para

así intercambiar ideas y experiencias con otras conciencias impulsando un

proceso que adquiere ya, en él, un carácter social e histórico.

LA IMPORTANCIA DE LA EMPATÍA EN LA GESTIÓN DEL CONFLICTO

En definitiva, las barreras impuestas por un aparente solipsismo, derivado del

planteamiento fenomenológico, caben ser derribadas gracias, precisamente, a

esa intersubjetividad que propicia la posibilidad de la conexión empática.

Lógicamente, introducir este particular enfoque como premisa en el campo de la

mediación nos conduce necesariamente a replantearnos muchos de sus

conceptos esenciales. De lo reseñado con anterioridad, concluimos, a su vez,

que la empatía, contrariamente a lo que se viene sugiriendo, no constituye

simplemente una habilidad, más o menos crucial, a considerar en un proceso de

mediación. La empatía es el único mecanismo factible para lograr establecer

cualquier intercomunicación que se precie de serlo y, por lo tanto, toda

información ajena que no proceda de esta manera de obrar entra de lleno en el

campo de la especulación, de la interpretación proyectiva o de la confusa

identificación personal.

La trascendencia de este elemento en el campo de la mediación alcanza tal

magnitud, en nuestra opinión, que podríamos incluso llegar a desarrollar toda

25 Los mayas cuando se encontraban se saludaban diciendo: “IN LAK’ECH”, que significa “yo soy otro tú”,

a lo que contestaban: “HALA KEN”, que significa: “tú eres otro yo”.

32

una teoría del conflicto explicando su origen en función de la existencia ocasional

de una situación de bloqueo empático entre dos o más personas. Al fin y al cabo,

estamos simplemente obrando de un modo similar a como hizo, con anterioridad,

C. Rogers26 en el campo de la psicología.

Es decir, al margen de las especificaciones concretas que hayan podido

confluir, esa anestesia emocional recíproca pudiera ser entendida,

perfectamente, como la antesala misma de cualquier confrontación. En tal caso,

restablecer ese canal profundo de comunicación interpersonal cabría ser

interpretado entonces como el objetivo fundamental de la acción mediadora, aún

observando este fenómeno, más como consecuencia que como causa, tal y

como descubriremos más adelante.

¿CÓMO EMPATIZAR ADECUADAMENTE?

A la luz de todos estos razonamientos, aparte de redimensionar el peso

específico que este concepto ha de poseer en una gestión eficaz de los

conflictos, alcanzamos también a precisar en qué consiste exactamente.

Solemos confundir “pensar en hacer algo” con “hacerlo” directamente y ello se

debe, por un lado, a la existencia frecuente de problemas a la hora de internalizar

determinados conceptos y, por otro, a carencias estratégicas significativas para

llevar a cabo según que tareas. Yo puedo tener meridianamente claro que he de

dirigirme al otro con una actitud empática para estimular así su confianza y

seguramente pensaré en ello como una prioridad cuando le tenga delante. Sin

embargo, si he de reparar en ello será porque no surge en mí, en todo momento,

de un modo espontáneo y, por consiguiente, he de adoptar alguna táctica para

lograr establecer en mí tal conducta… He de operar conmigo mismo de alguna

manera para conseguir situarme de ese modo y eso no se consigue pensando

26 Psicólogo estadounidense, precursor junto a Abraham Maslow del enfoque humanista en psicología. La

terapia rogeriana contrasta con las perspectivas psicológicas freudianas y las sociales de Alfred Adler y de Albert Bandura, por el uso preferente de la empatía para lograr el proceso de comunicación entre el cliente y el terapeuta o, por extensión, entre un ser humano y otro.

33

simplemente en dicha necesidad sin más. Yo puedo, por ejemplo, pensar en

ubicarme frente al otro con empatía, pero eso no es empatizar.

Diccionario en mano, el concepto de empatía suele aludir a esa característica

capacidad propia de “ponerse en el lugar del otro”. Por ello, en aras de lograr tan

noble propósito, solemos, en un ejercicio de contorsionismo mental, apelar a una

suerte de vaga intuición combinada con un intento por conectar con una

supuesta habilidad racional para escudriñar el lenguaje corporal ajeno y,

paralelamente, reflexionar intelectualmente preguntándonos acerca de lo que

haría uno si fuera el otro en su misma situación estableciendo como tal,

elementos descriptivos circunstanciales, en general, muy superficiales. De

hecho, la profusión de clichés interculturales guarda una estrecha relación con

esta manera tangencial de empatizar. Cuando aludimos al “lugar” del otro: ¿Qué

deberíamos entender concretamente al respecto?... Siguiendo el mismo

procedimiento que Husserl establece para superar el solipsismo y abrir la

posibilidad de la intersubjetividad, lo más apropiado sería emplazarse de un

modo lo más similar posible a la ubicación del otro. Desde ahí, mi subjetividad y

la ajena serán básicamente equivalentes y así podremos asimilarla de un modo

directo ya que, a partir de la percepción sensorial del otro, tal objetivo no parece

quedar a nuestro alcance. Sin embargo: ¿Cómo saber el modo en que el otro

está colocado para así situarme yo igual? Tal y como venimos afirmando, nadie

existe suspendido en un completo vacío… Todo ser humano existe siempre en

relación a algo… En relación a una determinada situación vital. Pero esa

coyuntural vicisitud a la que la existencia humana se halla adherida no constituye

lo esencial de tal hecho. Podríamos creer ingenuamente que para comprender a

nuestro hijo adolescente bastará con acordarnos de cuando nosotros lo éramos,

pero resulta que la sociedad de entonces, sus valores y su estructura familiar no

es la misma que la que existe hoy en día. Actuar de ese modo, de alguna manera

nos acerca, pero es, sin embargo, ese vínculo denominado intencionalidad, que

existe entre nuestra conciencia y esa particular circunstancia, lo verdaderamente

relevante. Es la actitud del otro; su comportamiento derivado del particular

albedrío que posee a la hora de decidir cómo actuar frente a esa situación, lo

34

que necesitamos averiguar para, a partir de ahí, establecer nuestro “alter ego”

con respecto a él. Tal vez en ese sentido, merecería la pena redefinir el término

empatía aclarando que no se trata tanto de “ponerse en el lugar del otro” como

de “reconocerme yo en el otro gracias a rememorar en mí su conducta”.

Por consiguiente, lo más recomendable, en tales casos, será hurgar un poco

en los baúles de nuestra memoria y, manteniéndola en copresencia, recordar

una situación biográfica personal en la que actuamos de una manera, lo más

similar posible, y en la que experimentamos, probablemente, algo parecido, que

es justamente lo que necesitamos despejar para comprender en profundidad el

comportamiento en cuestión. Precisamente el “yo” del recuerdo tampoco es el

“yo” que evoca, el cual posee, sin embargo, acceso directo a la subjetividad de

ese otro “yo” pretérito, ya que se registró también en su momento, siendo ese

íntimo elemento la pieza que precisamos para completar el puzle y establecer

así una adecuada conexión empática. Es decir, en términos psicoterapéuticos,

estamos apelando a una empatía de carácter auto-experiencial27 o, como

expresa Laura Rice, un reflejo evocativo.28

No obstante, es previsible, en las situaciones conflictivas, cierta reticencia, en

principio, a admitir que se ha actuado alguna vez de un modo que tanto se

detesta y ello es así porque, en definitiva, el rechazo visceral hacia ese

comportamiento es directamente proporcional a la resistencia a reconocerlo

también como propio. En la psicología jungiana ese acervo de elementos

negativos personales no admitidos por el sujeto se denomina “sombra”29 y, al

parecer, existe cierta tendencia a compensar esa situación proyectándolos en

27 Según se deduce a partir de la clasificación realizada al respecto por Greet Vanaerschot. En nuestra

opinión, la conceptual constituye una mera interpretación especulativa, la imaginativa, aparte de arrancar necesariamente desde un difuso recuerdo, asume el gran riesgo de caer en proyecciones personales si no se enfoca con precisión y la resonante es proclive a fenómenos de identificación. 28 Laura Rice fue la creadora del “reflejo evocativo” en las investigaciones que realizó junto a Carl Rogers.

29 Para más información sobre ese concepto se puede consultar el libro “Encuentro con la Sombra” de Carl Gustav Jung, Se trata de un concepto equivalente al inconsciente freudiano adaptado a su particular perspectiva del psiquismo humano, entendido como uno de sus arquetipos principales constituido a partir de todos esos elementos negativos que nos negamos a aceptar como propios.

35

otros. A su vez, para cubrir al otro con tales prejuicios, es requisito indispensable

el dejar de empatizar con él y es así como deshumanizar al otro me deshumaniza

a mí mismo y viceversa, dado que, con este proceso recíproco, me distancio de

su humana interioridad a la par que me alejo de la mía propia. Si el abismo

abierto es lo suficientemente amplio, la dimensión del hueco permitirá entonces

la entrada del rencor, el resentimiento y la venganza. Parafraseando al maestro

“Silo” diremos al respecto que: “ni aún lo peor del criminal me es extraño y si lo

reconozco en el paisaje, lo reconozco en mí”.30 Resulta, pues, imperiosamente

necesaria una cierta reconciliación también con uno mismo y con todo lo que uno

ha hecho hasta ahora, advirtiendo decididamente que, en el fondo, todas esas

supuestas miserias, con las que nos negamos a convivir31, forman parte, en

realidad, de nuestro evolutivo aprendizaje y que sin tales “desvíos” no habría

sido posible saber lo que ahora sabemos, porque, a veces, se aprende más de

los errores que de los propios aciertos.

Por otro lado, plantear refractantes objeciones sobre esta cuestión nos

llevaría a preguntarnos entonces: ¿Cómo sé que el otro se comporta así si yo,

supuestamente, jamás he actuado de una manera parecida y, por lo tanto, no

poseo experiencia previa al respecto? Una manera elegante de sortear tan

incómodo interrogante consistiría en formular de otra manera la pregunta

reflexionando sobre: ¿Qué tendría que ocurrir para que llegásemos a

comportarnos de ese modo? Al plantear así la cuestión reducimos posibles

tensiones morales que pudieran bloquear contenidos íntimos relacionados con

ese tipo de circunstancias, planteando una supuesta ficción que, al final, se

elaborará de todas formas con elementos biográficos personales.

Al operar de ese modo y considerar así las circunstancias particulares que

rodearon ese acto, surgirán un montón de atenuantes y/o eximentes a según qué

reprobables comportamientos que evitarán que prejuzgue al otro con severa

30 Extraído del libro “El Paisaje Interno” de Silo.

31 Resulta harto evidente la relación existente entre tal situación y el concepto cristiano de “pecado” pero

no desarrollaremos esta cuestión aquí para no desviarnos en exceso de nuestro hilo conductor principal.

36

frialdad o que caiga en interpretaciones muy superficiales o erróneas sobre sus

auténticas pretensiones.

Imaginemos, por ejemplo, que alguien nos está relatando que el origen de un

conflicto tuvo que ver con que el otro día increpó a un anciano porque circulaba

demasiado lento con su coche. Tal vez nuestra primera reacción sea reprocharle

muy severamente, con irritación y frialdad, el hecho de tratar así a una persona

mayor que, en realidad, merece todo nuestro respeto.

No obstante, si intentamos recordar alguna situación personal en la que, al

volante de nuestro automóvil, no tratamos a alguien de un modo muy correcto,

nos percataremos de que aquel día, seguramente, nos hallábamos muy

estresados porque, quizás, estábamos llegando tarde a una cita importante y eso

motivo cierta pérdida de control por nuestra parte.

Por supuesto que tales comportamientos son censurables y deben ser

erradicados ya que, en modo alguno, es interesante justificarlos , pero, aparte de

ser responsabilidad de cada cual hacerlo, el escuchar al otro mientras rememoro

una situación similar me va a permitir, por un lado, atender a su explicación sin

prejuzgarle, al derrumbarse ese podio ético en el que estaba inicialmente

encaramado, y, por otro, manifestar, si fuera el caso, mi opinión al respecto

desprovista ya de una excesiva e innecesaria carga moralizante. El otro que, en

principio, era un “maleducado” sin más, se transforma ahora en una persona que,

como yo, en ocasiones, comete errores.

LA EMPATÍA COMO SÍNTESIS DE UN EMPLAZAMIENTO CORRECTO EN

LA PRÁCTICA DE LA MEDIACIÓN

Los fundamentos teóricos aportados hasta ahora nos impiden asumir la

existencia de una supuesta naturaleza humana. Por consiguiente, en nuestra

opinión, el peso del factor genético no posee entidad suficiente en lo que a

37

fraguar virtudes humanas se refiere, aun admitiendo cierta tendencia o

predisposición al respecto. Así, cuando analizamos las habilidades necesarias a

desarrollar en un correcto ejercicio de la mediación, más que de cualidades

innatas, deberíamos hablar primero de destrezas a desarrollar. No obstante,

antes incluso que reflexionar sobre pericia alguna, el hecho intencional de la

condición humana nos conduce de lleno a observar, en primer lugar, los

comportamientos a establecer, expresándonos más en términos de actitud que

de aptitud y entendiendo que todo se puede aprender, entrenar y cultivar hasta

el extremo de considerar seriamente la posibilidad de incluir tales aspectos

dentro de la formación misma que, mínimamente, todo buen mediador debería

adquirir.

Tal y como estamos constatando, la conciencia humana trabaja con

representaciones estructuradas32 y en ese esquema organizativo mental, uno

ocupa un determinado lugar que guarda una estrecha relación con la posición,

también mental, con la que uno afronta lo que le va sucediendo. Eso es así

precisamente porque, consciente o inconscientemente, la ordenación que

realizamos, en un determinado momento, situándonos a nosotros mismos dentro

de todo aquello que nos rodea, viene determinada por el propósito que

poseamos al respecto. Es decir, los puntos de vista no son emplazamientos

neutros o meramente subjetivos en cuanto a interpretación de unos hechos; se

trata de posicionamientos nítidamente intencionales tendentes a la consecución

de un fin. Atiendo a lo que me importa y la información que extraigo es filtrada

por esa búsqueda que me ha llevado hasta ahí.

En ese sentido yo puedo, por ejemplo, emplazarme de una manera centrípeta

situándome como si fuera un agujero negro en el centro mismo del universo. En

tal caso, todo girará en torno a mí y el mundo me interesará de acuerdo con lo

que yo pueda obtener de él. Me importarán mi familia, claro está, y mis amigos

sólo en función de lo que me puedan aportar. El resto, “la gente”… Me importarán

32 Para una mejor comprensión de ese proceso recomendamos la lectura de “Apuntes de Psicología” de

“Silo”.

38

bastante menos. Pesarán mucho mis opiniones y mis necesidades, pero no así

las de los demás. Así en un proceso de mediación yo puedo también ubicarme

como en el eje del mismo y desde ahí poseerá mucha importancia el posible

éxito o fracaso de mi labor, mi prestigio profesional, la impresión que esté

causando en las partes o lo que puedan pensar sobre mí, que no quede en

entredicho lo que voy haciendo o diciendo, el alcanzar cuanto antes un

acuerdo… Etc. Sin embargo, colocado de esa manera, lo que le ocurre a cada

uno de los mediados, lo que sienten o creen antes, durante o después del

proceso, las posibles transformaciones en su relación interpersonal que pudieran

generar un clima más favorable entre ambos, la satisfacción de lograr eso tras

una hábil metodología que culmine con un acuerdo de su completo agrado… Etc.

Todo eso y más… Carecerá de interés para mí salvo que me sitúe de otro modo

frente a la tarea de mediar en ese conflicto.

Resulta frecuente encontrar textos relativos al desarrollo de la mediación en

los que la empatía es entendida como una simple habilidad más a tener en

cuenta, al mismo nivel que otras destrezas afines tales como la escucha activa

o la asertividad. Sin embargo, según lo comprendido hasta ahora, ha de ser

incorporada de un modo privilegiado dada su singular trascendencia. Por otro

lado, todo apunta a la significativa existencia de una estrecha relación, a su vez,

entre empatía y escucha activa de tal modo que, dividir nuestra atención,

pretendiendo manejar un extenso catálogo, de destrezas personales a

desarrollar, al objeto de generar suficiente confianza en el otro, pudiera resultar

bastante menos operativo que fijar una disposición empática permanente que

nos emplazaría correctamente al respecto. Si logramos mantener abierto este

canal, siguiendo la estrategia descrita, advertiremos un modo, de contemplar al

otro, diferente al habitual, más comprensivo y humano, que nos permitirá

conectar con él, no solamente de una manera lógica o racional, sino también

emocional, sincera y profunda.

Si actuando como mediadores conseguimos sostener esa particular actitud

sobre el otro, ubicando las propias vivencias al respecto de manera

39

permanentemente en nuestra conciencia, será muy improbable que no le

escuchemos de un modo activo eludiendo cualquier valoración peyorativa en

función de lo que nos esté explicando. Pero además, cuando nos dirijamos a él,

empleando lógicamente un modo de comunicación subjetivo, lo haremos, a su

vez, con un nivel de asertividad más que aceptable dado que existe también una

íntima conexión entre empatía y comunicación no violenta, por lo que expresar

sentimientos y opiniones con cierto grado de agresividad, arrojándoselos al otro

a la cara en vez de manifestarlos sin reproche o carga moral alguna, suele estar

asociado, casi siempre, a un bloqueo empático significativo previo con la

consiguiente anestesia emocional aparejada. Por consiguiente, tal y como

estamos apuntando, al abordar estratégicamente la práctica de la mediación de

una manera excesivamente descriptiva, se concluye casi siempre con amplios

muestrarios de cuestiones a considerar, a la hora de llevar adelante un proceso

de tales características, y que, en la práctica, resultan ser escasamente útiles,

sobre todo, si aspiramos además a que esta eficiente estrategia de resolución

de conflictos se implante, germinando de manera generalizada, más allá de un

coyuntural ejercicio meramente profesional y terminar paulatinamente

extendiéndose por doquier como una nueva cultura basada en el diálogo y la

comprensión mutua. Todas esas importantes habilidades tales como la empatía,

la escucha activa, el pensamiento lateral, que después analizaremos en detalle,

o la asertividad, forman entre sí, tal y como hemos señalado ya, una estructura

que tiene que ver, en esencia, con un modo consciente, flexible, centrífugo y, en

definitiva empático de colocarse en el mundo.

No hallamos mejor manera de expresar tal idea sobre cómo deberíamos

emplazarnos en el ejercicio de la mediación que recordando las palabras de

“Silo” refiriéndose a la relación existente entre compasión y empatía: “Si nos

sentimos como él, sentimos una cosa cálida con él, una cercanía con él que nos

induce a solucionar los problemas de él. La compasión lleva necesariamente a

buscar las salidas de los problemas del otro exactamente como si fueran

problemas míos”33

33 Charla de “Silo” en Mendoza en 2003

40

LA LÓGICA DE LA INTERSUBJETIVIDAD

Cada ser humano es un ser único e irrepetible con su propia manera de

pensar y de entender el mundo. Freud afirmaba, al respecto, que la única forma

de hallar dos personas que pensasen exactamente igual era que una de ellas

pensara por las dos.34 En función de cómo seamos capaces de asimilar tal

variedad, iremos a cada paso enriqueciéndonos con los enfoques ajenos,

evolucionando y creciendo como personas o, por el contrario, nos dedicaremos

continuamente a enfrentarnos con los demás, replegándonos en nosotros

mismos, víctimas de nuestras propias rigideces. Las diversas opiniones

constituyen, en el fondo, retazos diferentes de un mismo retablo y, gracias a

establecer una flexibilidad respetuosa con la subjetividad ajena, se abre la

posibilidad de reunir cada vez más piezas de ese caprichoso puzle que

conocemos como «realidad».

El precipitarnos a la hora de concluir que dos posiciones son mutuamente

excluyentes nos impide reconocer que, en numerosas ocasiones, supuestas

incompatibilidades manifiestan en realidad una incapacidad momentánea, por

nuestra parte, para establecer las necesarias interrelaciones que trasciendan las

supuestas diferencias. Conceptos que aparentemente son contradictorios en una

escala más amplia resultan ser, en realidad, complementarios (vida-muerte,

calor-frío).

Planteamientos a primera vista incluso paradójicos pueden perfectamente

coexistir como en el clásico planteamiento de si «la botella está medio llena o

medio vacía». Nadie sensato afirmaría la validez de una perspectiva sobre la

otra. Ninguna persona con cierto sentido común diría que una es más «real»,

«verdadera» u «objetiva» que la otra, aun suponiendo la existencia de escala

alguna para valorar tal cosa.

34 La cita exacta es: "Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los

dos piensa por ambos."

41

Es decir, plantear las divergencias, de manera reiterada, desde una

perspectiva protodialéctica y abortar, desde ahí, todo un proceso sintetizándolo

prematuramente, eligiendo, de entre ellas, aquella que supuestamente mejor se

acomoda a un modelo ideal de “realidad” determinado, que suele coincidir con

un paradigma provisional instaurado, constituye, en nuestra opinión, una miope

estrategia al no considerar la necesidad de establecer una relación posterior

entre ellas y una conclusión final consecuente, como requisito previo en la

elaboración de cualquier verdadero método, mínimamente aceptable que nos

facilite una aproximación válida a los hechos y que colme nuestro anhelo por

comprender todo aquello que nos rodea. En dicho proceder subyace la premisa

de la existencia de una verdad objetiva en sí que se supone corresponde con

uno sólo de los enfoques posibles. Probablemente este punto de vista inspiró las

primeras respuestas frente a la necesidad de gestionar los conflictos y de ahí

surge la vía judicial y algunas alternativas al respecto posteriores, coetáneas de

la mediación, tales como la conciliación o el arbitraje. Pese a poseer todas un

origen similar, la mediación se distingue de entre todas ellas por ese intrínseco

carácter holístico y consensual, absolutamente convergente con nuestra manera

de pensar.

Tratando de comprender el origen de esa imperiosa necesidad de avanzar

siempre apostando entre posibilidades, realizaremos una aproximación teórica a

tal asunto, advirtiendo que, desde una perspectiva de carácter lógico-filosófico,

un estudio demasiado concienzudo nos conduciría a un sinfín de planteamientos

posibles ampliamente desarrollados geográfica e históricamente. No obstante,

en aras de un interés exclusivamente didáctico-pedagógico nos limitaremos a

señalar la existencia de dos formas esenciales de encarar esta cuestión.

Ya en la Grecia clásica, Aristóteles define una cierta lógica, denominada

proposicional, basada en los principios de identidad, no contradicción y tercero

excluido, señalando que una afirmación y su negación no pueden ser ambas

42

verdaderas al mismo tiempo.35 En contraposición a esta manera de entender la

cuestión, Heráclito afirma, sin embargo, que lo opuesto podría constituir en

realidad su complemento y no algo totalmente distinto.36 Avanza un poco más al

respecto y cuestiona incluso la existencia misma de algo sin un contrario que lo

complete. Este planteamiento alcanza gran influencia salpicando las filosofías de

autores occidentales tan diversos como Spinoza, Wittgenstein o Hegel, que con

su particular dialéctica establece que la contradicción, lejos de ser rechazada o

negada, ha de ser plenamente asumida y reconciliada. Para Hegel, una de las

tareas fundamentales de la razón es la de reconocer que la oposición entre

conceptos opuestos se supera y se resuelve en una unidad superior que contiene

a ambos (la síntesis). Ésta a su vez está en relación con una nueva negación

determinada (la antítesis) y así siguiendo.37 Posteriormente, este planteamiento

alcanzará gran influencia en el desarrollo del “materialismo dialéctico” marxista.

De manera aún más explícita aflora también en la psicología de Jung e, incluso,

en la física de Bohr38. Sin embargo, es en el universo cultural oriental donde

resultó predominante de la mano de Lao Tse39, en China y de los brahmánicos40,

en la India. Considerando que el lenguaje es fiel reflejo de la manera de pensar,

podemos observar, en ese sentido, como infinidad de palabras chinas poseen

una esencia paradójica. Así, por ejemplo, el ideograma chino de la palabra

"crisis" (weiji) se construye con la suma de otros dos; "peligro" (wei) y

"oportunidad" (ji).

35 «Es imposible que una misma cosa simultáneamente pertenezca y no pertenezca a la misma cosa y en

el mismo sentido, sin perjuicio de otras determinaciones que podrían agregarse para enfrentar las objeciones lógicas. Este es, entonces, el más cierto de todos los principios...» 36 «El Uno total, divergente en si mismo, es idéntico a si mismo»

37 Para un mayor detalle se puede consultar el libro “Interpretaciones Históricas del Humanismo” de

Salvatore Puledda. 38 «Una verdad superficial es un enunciado cuyo opuesto es falso; y una verdad profunda es uno cuya

opuesto es otra verdad profunda». 39 «Lo que es uno es uno. Aquello que es no-uno, también es uno»

40 «Yo soy los dos, la fuerza vital y el material vital, los dos a la vez.»

43

Finalmente, cabe destacar que ese tratamiento proposicional aristotélico

termina, no obstante, penetrando con firmeza en el psiquismo colectivo de

occidente, auspiciado primero por la escolástica medieval y después por el

positivismo filosófico de Comte y otros, impregnándolo todo a través de la

supremacía adquirida por el método científico, cuyo marcado carácter analítico

le hace ser especialmente proclive a este tipo de planteamientos. Quizás por esa

razón nuestra mente, en exceso disociativa, está especialmente dotada para

desmenuzar la “realidad” pero encuentra enormes dificultades cuando se trata

de relacionar todas esas partes entre sí y trascender las aparentes divergencias.

En un proceso de mediación, sin embargo, no es de nuestra incumbencia el

averiguar quién posee o no razón sino intentar articular un acuerdo, legitimando

cualquier posición previa. Tal vez, la mejor manera de ilustrar este tipo particular

de lógica paradojal, coherente con la noción de intersubjetividad, sea apelar al

cuento del sufí persa del siglo XII Muhammed Jalal Al-din Rum, historia a su vez

reelaborada por Fromm en una de sus conocidísimas obras.41

«Seis hindúes sabios, inclinados al estudio, quisieron saber qué era un

elefante.

Como eran ciegos, decidieron hacerlo mediante el tacto.

El primero en llegar junto al elefante chocó con su ancho y duro lomo y dijo:

«Ya veo, es como una pared».

El segundo, palpando el colmillo, gritó: «Esto es tan agudo, redondo y liso

que el elefante es como una lanza».

El tercero tocó la trompa retorcida y gritó: «¡Dios me libre! El elefante es como

una serpiente».

41 Nos referimos a la obra de Fromm, “El Arte de Amar”

44

El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó en torno y dijo: «Está claro,

el elefante, es como un árbol».

El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó: «Aún el más ciego de

los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico».

El sexto, quien tocó la oscilante cola acotó: «El elefante es muy parecido a

una soga».

Y así, los sabios discutían largo y tendido, cada uno excesivamente terco y

violento en su propia opinión.»

Es decir, aun admitiendo la existencia objetiva de eso que denominamos

«realidad», nos hallaríamos, cuanto menos, en presencia de un complejo

poliedro de infinitas caras del cual solamente podríamos, considerando su

extensión y complejidad, apresar una faceta cada vez. Esa síntesis sesgada

personal de algún aspecto concreto de la misma es lo que entendemos como

«punto de vista». Existe, sin embargo, y de manera muy arraigada en todos

nosotros, cierta tendencia a confundir ese «punto de vista» personal y subjetivo

con la «realidad» misma.

EL PENSAMIENTO ÚNICO O UNIDIMENSIONAL42

Si en mitad de una reunión colocásemos una cartulina con un seis dibujado

y preguntásemos de qué número se trata, los distintos miembros responderían,

en función de su ubicación espacial con respecto al mencionado cartel, que es

un «nueve» o un «seis» respectivamente.

42 El término fue originariamente acuñado por Schopenhauer en 1819. No obstante, en 1964 Marcuse

expresó un concepto muy parecido que él mismo denominó “pensamiento unidimensional”, Finalmente, tal noción ha sido reintroducida en la última década por el periodista español Ignacio Ramonet. Nosotros aludimos a la cuestión mediante el calificativo único o unidimensional indistintamente porque entendemos que se trata, básicamente, de lo mismo.

45

Cualquiera de tales afirmaciones se constituye mediante una perspectiva

personal y, mientras está subjetividad resulte evidente, no existirá conflicto

alguno.

Si alguien de los presentes expresase que, dada la posición donde está

sentado respecto a cómo está colocado el papel, observa que la cifra en cuestión

es un «seis» o un «nueve» respectivamente, nadie se sentiría menospreciado

por sostener, en principio, una postura diferente. Sin embargo, si uno solo de los

integrantes de la reunión, transformase su singular enfoque en una objetiva

realidad en sí misma y afirmase, por ejemplo, que es absurdo pensar que ese

número es otra cosa diferente a un «seis» o un «nueve», según sea el caso,

abriría de par en par las puertas de la discordia, caldeando, a buen seguro, los

ánimos de los asistentes. Tal vez seamos capaces de apreciar mejor todo esto

observando el siguiente dibujo:

46

A la pregunta de: ¿Cómo lo describiríamos?...

¿Qué pensaríamos de alguien que afirmase que se trata claramente de

cuatro flechas que apuntan hacia adentro? ¿Le diríamos que está cometiendo

un grave error? ¿Intentaríamos, tal vez, comprender por qué expresa semejante

opinión? ¿Seríamos conscientes en todo momento que afirmar que las flechas

apuntan hacia fuera es un mero punto de vista y no la realidad misma?

¿Valoraríamos la posición del otro al mismo nivel que la nuestra?

¿Aguantaríamos la tensión por imponer al otro nuestra particular perspectiva?

¿Podríamos "modernos la lengua" antes que calificar de estupidez el sostener

que las flechas apuntan hacia dentro?

¿Cuál sería nuestro comportamiento en tales circunstancias?

Numerosas personas optarán seguramente por no admitir siquiera como

posibilidad que las flechas del dibujo apuntan hacia el interior del mismo.

Obrar así, tal y como venimos advirtiendo, supone elevar un punto de vista

particular a la categoría de realidad misma, iniciando de ese modo una más que

probable controversia. En la situación que describimos tal confusión resulta casi

inevitable ya que aparentemente sólo existe un enfoque posible. Ello es

consecuencia de la manera de operar de nuestra conciencia ya que, como

hemos comentando anteriormente, su funcionar es intencional y, por

47

consiguiente, organizador del medio el cual estructura a partir de una

determinada perspectiva que se establece a partir de un interés propio concreto.

No obstante, tal propósito no necesariamente deriva de una “libre” elección por

nuestra parte. Existen patrones interpretativos o antepredicativos que

inercialmente tienden a establecer enfoques mecánicos previos que pueden o

no corresponder con nuestras aspiraciones personales. Ordenar el mundo

consiste, en la práctica, en establecer una escala de valores particular y así

consecuentemente los sentidos se focalizarán sobre el objeto que, para

nosotros, posee una mayor importancia, situando al resto de elementos en

copresencia con respecto al mismo. En el caso que nos ocupa relativo al dibujo

de las flechas, es evidente que no poseemos un marcado interés, ni predilección

alguna, por cualquiera de las estructuraciones posibles, pero como

habitualmente empleamos hojas de color blanco, nuestra conciencia se ha

acostumbrado a entender lo negro como figura y lo blanco como fondo. Por ese

motivo una de las interpretaciones nos resulta más evidente que cualquier otra

hasta el punto de considerarla como la única posible.

Cuando se trata de posicionamientos en vez de dibujos, la mecánica, sin

embargo, es esencialmente similar y en su configuración operan también

patrones previos que, de no tener claro el interés, pudieran conducirnos a

emplazamientos personales respecto al mundo, tácitamente impuestos,

diferentes al deseado.

En cualquier caso, minimizar posicionamientos alternativos reduciendo la

diversidad de opiniones induce a ese frecuente error, al que reiteradamente

estamos haciendo mención, de confundir, lo que en ningún momento deja de ser

una impresión estrictamente personal, con la realidad misma.

Por consiguiente, omitir o soslayar puntos de vista posibles puede terminar

catalizando situaciones conflictivas que, a su vez, impiden un diálogo o

intercambio conjunto correcto. Así, cuando alguien manifiesta una opinión que,

por el motivo que sea, no resulta del todo evidente o plantea alguna dificultad a

48

la hora de ser asimilada por otros, comienza a producirse cierta

unidimensionalidad en la manera de pensar,

Así, en una escala personal y cotidiana, solemos afrontar la diferencia de

opiniones mediante la tradicional "técnica" (parece ser que no sabemos emplear

otra mejor) de la discusión, que consiste en desplegar, de manera “pararacional”,

todo un muestrario de justificaciones disfrazadas de argumentos con el único

propósito de blindar y defender a ultranza nuestras particulares creencias,

"amenazadas" permanentemente por las de los demás. Tan sofisticada y

depurada estrategia descansa, como no podía ser de otro modo, sobre una

profunda filosofía que consiste en admitir la existencia de una sola “realidad”

posible la cuál, curiosamente, coincide siempre, a su vez, con la que uno

observa. Así sucede que, frente a una opinión distinta, siempre intentamos

convencer a nuestro interlocutor, por todos los medios posibles, de que nuestro

punto de vista es tan válido o verdadero como equivocado y erróneo es el del

otro. Por su parte, nuestro contertulio obra de un modo similar y al cabo de un

tiempo, que varía según el grado de empecinamiento mutuo y el tiempo libre

disponible, cada uno se va igual que ha llegado. La discusión es, por

consiguiente, una especie de cúmulo de monólogos sin intercambio alguno de

información y que, al no producirse comunicación real, tampoco modifica ni

beneficia a ninguno de los dos.

La alternativa a la discusión, por consiguiente, es el diálogo y la diferencia

esencial radica en que en esta ocasión nadie es tan necio de creer que su opinión

es la realidad misma y, gracias a la escucha activa mutua, si se considera el

punto de vista ajeno hasta intentar incluso relacionarlo con el propio. Esta

síntesis origina, a su vez, una suerte de metamorfosis ideológica de la que

surgen enfoques comunes más amplios y mejor adaptados, así se trate de una

aproximación a la realidad o de la resolución de un problema. De este proceso

ambos protagonistas salen enriquecidos y positivamente transformados.

Empleando una metáfora informática, cabe matizar que el “modo discusión” es

con el que arranca por defecto en nuestro particular sistema operativo y que

49

habilitar el “modo diálogo” exige, por nuestra parte, que reiniciemos dicho

sistema seleccionando el programa “atención”.

El equivalente social de esta enrevesada maniobra de transformar lo

particular en general conforma lo que se denomina “pensamiento único o

unidimensional” que es aquel que se sostiene a sí mismo, constituyendo una

unidad lógica independiente sin tener que hacer referencia a otras componentes

de un sistema filosófico. Este tipo de mentalidad muchas veces es el resultante

del cierre argumental establecido mediante un sutil cerco sociológico impuesto

por la clase política dominante y los medios de comunicación de masas. Su

discurso está poblado de hipótesis que se autovalidan y que, repetidas

incesantemente, al más puro estilo Gebbles,43 se convierten en mantras

axiomáticos. Un determinado ideologema erróneo de tales características es

capaz de instalarse en la conciencia colectiva como un auténtico

pseudoparadigma impidiendo explorar otras posibilidades. A pesar de la

existencia de un sinfín de alternativas a la hora de interpretar el mundo, sucede

a veces, sin embargo, que la presión social impone históricamente una

determinada perspectiva. De este modo, el marco filosófico y cultural existente

presiona modelando nuestra estructura psicológica, conformando así una cierta

forma mental que, a su vez, interviene de una manera decisiva en el quehacer

individual y social. Ocurre entonces que la simple asimilación de un contenido

concreto, se trate de un registro perceptual o un mero dato informativo, viene

condicionada en gran medida por la morfología de la conciencia que lo acomoda.

Aunque susceptible de modificación, existe, sin embargo, una suerte de inercia

sociológica motivada por un excesivo grado de identificación o apego hacia ese

patrón metal colectivo. La inestabilidad que se genera a la hora de plantearse

modificar esta suerte de modelos psicofilosóficos impide cuestionar incluso los

auténticos «cimientos de la mente».

En su libro “Fenomenología del espíritu”, Hegel muestra cómo, a través de

su original dialéctica, la conciencia humana se eleva gradualmente desde las

43 Ministro de Propaganda de la Alemania nazi.

50

formas más ingenuas y “naturales” a formas más complejas: de autoconciencia,

razón y espíritu. Hegel reconstruye la distintas “figuras” del conocimiento parcial

por las que pasa la conciencia en su evolución. Cada una de ellas se transforma

en su negación, a la que sigue una síntesis, una conciliación entre opuestos, que

a su vez constituye el punto de partida para una nueva etapa, para un saber más

completo que incluye el precedente. 44

En esa misma línea, el tema de las estructuras mentales generalizadas es

abordado más recientemente a través de la idea de Dinámica Espiral que surge

a partir de las investigaciones de Clare W. Graves por parte de Christopher

Cowan y Don Beck, al analizar las diferentes formas de pensar de las personas,

tratando de identificar patrones comunes. Según tales autores y Ken Wilber, que

desarrolla tangencialmente luego esas ideas preliminares, estas presunciones

amalgamadas explicarían incluso el devenir de la propia biografía individual y de

la historia de la humanidad en su conjunto. En cualquier caso, manifestar su

existencia parece constituir una afirmación bastante sólida evidenciada por mera

observación. Estos complejos psicoemocionales, que actúan como paradigmas

personales, son denominadas «memes» o «atractores» y evolucionan desde la

más simple de todas, en la que el portador de esa forma mental circunscribe su

acción al ámbito exclusivamente de sus necesidades básicas, hasta

emplazamientos de carácter globalizadamente integradores en los que uno

mismo y todo lo existente se relacionan entre sí de un modo armónico y

coherente.45 La sumatoria interactiva de los diferentes puntos de vista

personales existentes en un momento dado es el origen de tales

psicoarquitecturas que tienden a homogeneizar, y consecuentemente a veces, a

unificar, en mayor o menor medida, el pensamiento individual retroalimentándolo

y convirtiéndolo de nuevo en colectivo, dado que, cuando una perspectiva de

estas características es acogida multitudinariamente presiona con enorme fuerza

44 Para más información al respecto se puede consultar el libro “Interpretaciones Históricas del Humanismo”

de Salvatore Puledda. 45 Existe, a su vez un más que interesante vínculo entre tales “memes” o “atractores” y el concepto de

“núcleo de ensueño” desarrollado como eje central de la psicología del nuevo humanismo. Sin embargo, ahondar en ello nos apartaría en gran medida de nuestro principal cometido.

51

a las mentalidades particulares, modulándolas y elevando a la categoría de

leyes, lo que sólo son enfoques concretos. Si consideramos además que todas

esas figuras mentales de la “realidad” coexisten en un momento dado y que ello

se debe a la particular incapacidad, manifestada por amplios sectores de la

población, a integrar las aparentes contradicciones que tales modelos presentan

entre sí, atascándose en alguna de ellas y deteniendo, con ello, toda evolución

posible, hallaremos ahí una inagotable fuente de conflicto. Es decir, tales

macroperspectivas constituyen intentos sucesivos de modos de adaptación

creciente de la conciencia en el mundo que operan mediante síntesis

integradoras de supuestas contradicciones iniciales y que coexisten guardando

una estrecha relación con la diversidad humana, lo que explica buena parte de

las polémicas globales existentes. Los grandes paradigmas que orientan el

conocimiento científico evolucionan también de ese modo y así una determinada

cosmovisión se ve, en ocasiones, desplazada por otra que, en esencia, no

supone sino un simple cambio de enfoque. La astronomía geocentrista por la

heliocentrista o la física newtoniana por la relativista son claros ejemplos de todo

ello. El mundo en definitiva no ha cambiado demasiado y lo que verdaderamente

sufre profundas modificaciones es la manera en que lo organizamos nosotros

mentalmente.

Si, por otro lado, tenemos en cuenta que, tal y como hemos mencionado

anteriormente, toda idea preconcebida se halla fijada irremediablemente a un

interés, encontramos aquí una manera muy eficaz de manipular sociedades

enteras ya que, si alguien desea que otros «empujen» en una determinada

dirección, bastará con que confundan la perspectiva asociada a tal propósito con

la realidad misma.

Este procedimiento, muy característico del pragmatismo, ha tenido y aún

tiene una gran influencia inhibiendo cualquier impulso transformador al implantar

la creencia generalizada de que toda alternativa al actual sistema es irrealizable

o nos conduce a empeorar las cosas. Cabe señalar que estos grandes complejos

ideológicos han ido evolucionando a lo largo de la historia y, desde un atávico

52

estereotipo instintivo se avanzó hacia un animismo que mezclaba lo mágico con

lo natural dando lugar, cuando se separó lo divino de lo mundano, a un teísmo

antropomórfico que se transformó en idealismo, gracias a que el existencialismo

humanista nos elevó hasta los cielos convirtiendo nuestra ciencia y nuestra razón

en la nueva teología. Desde ahí, se arribó a un inerte mecanicismo y un frío

materialismo posterior que resultaba ya completamente inevitable, tanto como

desembocar al final en ese pragmatismo al que aludíamos y que nos condujo a

un nihilismo que nos oscureció completamente.

En la actualidad el ciclo se va cerrando y todo apunta al establecimiento de

un paradigma de carácter «ecopanteista» que escenifica esa vuelta al inicio

propia de la parcial circularidad de la espiral. Retomamos entonces ese interés

por una naturaleza percibida como mágicamente mística al proyectar

nuevamente hacia fuera ese suave e íntimo registro de lo sagrado y trascendente

que nos acompañó desde los inicios de los tiempos y que nunca hemos sido

capaces de asumir e integrar. La diosa Gaia ocupará los olvidados altares y

escrutaremos, tal vez, los confines del universo en busca de una civilización más

avanzada que nos adopte y nos libere de esta solitaria orfandad que sólo

nosotros mismos hemos producido por no saber observar, sin prejuicio alguno,

en nuestro interior.

Es claro que necesitamos marcos paradigmáticos que nos sirvan como

referentes y, en tal construcción psíquica, cualquier desarrollo racional elaborado

para afianzar una conclusión concreta que los avale, precisa, en origen, de

principios básicos obvios o tautológicos que la sostengan. Pero, a veces, nuestra

exigua capacidad crítica nos arrastra a confundir argumentos subjetivamente

cuestionables con supuestos axiomas de carácter universal.

EL MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO EN EL ANÁLISIS DEL

CONFLICTO 46

46 Un esbozo explicativo de cómo operar con el mencionado método se incluye en el presente trabajo como

anexo al mismo.

53

Todo lo afirmado en el sentido descrito, genera la necesidad, por nuestra

parte, de definir con precisión un método, coherente con nuestro pensamiento,

que nos permita acercarnos al estudio y comprensión del medio en general, y

del conflicto como fenómeno en particular. Un método puede ser entendido en

general como un conjunto de procedimientos encaminados a la consecución de

un fin concreto que, en este caso, sería simplemente el de ordenar nuestras,

inicialmente caóticas, experiencias al respecto.

Aunque la preocupación por este tema haya sido posiblemente anterior, el

primero en presentar un método concreto fue Sócrates con su mayéutica basada

en preguntas sucesivas. El producto de dicha estrategia, en palabras de Platón,

no era ya una simple opinión sino un conocimiento fundamentado. No obstante,

él desarrolla esa incipiente táctica mediante la dialéctica que consiste en emitir

una afirmación para luego criticarla al objeto de irla perfeccionando

progresivamente. Este proceder recuerda mucho a lo que, en el campo de la

mediación conocemos como “propuestas sostenibles” que constituye, a su vez,

la estrategia a seguir para articular consensos. Posteriormente, Aristóteles

perfecciona la dialéctica y la convierte en lógica iniciando lo que entendemos

como demostración deductiva, muy empleada, por ejemplo, en las matemáticas,

aún hoy en día. Siglos después Descartes crea un puente entre la idea y la

sensación, dado que hasta ese momento eran entendidas como entidades

separadas, y desarrolla lo que él denomina “duda metódica”. Inspirado en la

geometría propone la división en partes y con ello inicia lo que conocemos como

análisis. Con la aparición de las ciencias naturales y la necesidad de explicar, sin

intervención divina, los hechos que se manifiestan en este entorno, surge el

empirismo, en contraposición con el racionalismo imperante. Aparece otra

manera de operar complementaria a la deducción que es la inducción y con todo

ello se crea el conocido como método científico que en nuestros días sigue

ofreciendo buenos resultados.47 Sea como fuere, lo cierto es que, tal y como

hemos afirmado desde un principio, igual que cada escuela o corriente de opinión

47 Un desarrollo más exhaustivo de la cuestión del método en general podemos encontrarla en “Teoría y

Práctica del Método Estructural Dinámico” de Jorge Pompei y colaboradores

54

parte de una perspectiva concreta del ser humano, todo encuadre teórico o

filosófico, incluido el que nos da soporte a nosotros, avanza a través de un

método determinado. Así el “nuevo humanismo” o “humanismo universalista”

emplea un método exhaustivo formulado mediante leyes y principios

denominado “Método Estructural Dinámico” cuya exposición extensa aquí nos

apartaría de nuestro interés primordial que es el conflicto. Por consiguiente, nos

va a interesar específicamente, el estudio de las confrontaciones cotidianas con

la intención de adquirir una comprensión más nítida del problema concreto a

resolver.

En un primer momento, tal y como hemos señalado ya, el mundo que nos

rodea se nos antoja como homogéneo y sin organización alguna. De ese modo,

cuando debatimos conjuntamente al respecto, tal y como venimos observando,

aparecen distintas opiniones que, en algunos casos, resultan ser tan

aparentemente contradictorias que pareciera que estamos en presencia, incluso,

de “realidades” diferentes. De acuerdo con lo que hemos sostenido

anteriormente, no es, obviamente, nuestro propósito hallar la “verdad” esencial

de las cosas, sino ordenar el mundo al objeto de entenderlo mejor. Como ya

sabemos, nuestra conciencia organiza el mundo siempre de acuerdo con una

intención por lo que a la hora de plantear un método útil de aproximación al medio

hemos de preguntarnos, antes que nada, acerca de cuál es nuestro interés. A

partir de ahí surgirá cuál es el objeto de estudio dado que, como venimos

afirmando interés y objeto forman entre sí una estructura coherente. No es

posible formular un propósito determinado sin que quede asociado

inmediatamente a un objeto concreto y, viceversa, no cabe atender a un objeto

dado sin que exista alguna inquietud precisa con respecto a él.

EL PENSAMIENTO LATERAL O CREATIVO EN LA RESOLUCIÓN DE

CONFLICTOS

La pregunta, lógicamente, en nuestro caso particular podría ser expuesta del

siguiente modo: ¿Qué se podría hacer para que individuos con posiciones

55

supuestamente contrapuestas puedan llegar a un acuerdo común sin que

ninguno de ellos renuncie a sus pretensiones iniciales? El objeto, por

consiguiente, serán los “posicionamientos personales”. A partir de haber definido

cuál es nuestro objeto de interés, debemos, a continuación, encuadrarlo en el

seno del plano del cuál forma parte. En ese sentido diremos que los

posicionamientos se dan en ámbitos donde existen agrupaciones de individuos

como pueden ser la familia, el trabajo, la escuela, una asociación determinada…

Etc. Ahí pasamos a analizar las distintas maneras en que los diversos

posicionamientos se relacionan entre sí, constatando que, en la práctica, los

posicionamientos no permanecen enclaustrados en el interior de cada individuo

y, por el contrario, suelen interaccionar con otros posicionamientos ajenos. En

los conflictos se produce una particular relación entre posicionamientos cuyas

actitudes mutuas asociadas se estructuran retroalimentándose entre sí, dando

lugar a las escaladas típicas que forman parte de su posterior evolución, tal y

como desarrollaremos más adelante. En general el modo en que las diferentes

posturas interaccionan entre sí, varía desde la mutua exclusión, en el caso de

estructuras mentales muy dogmáticas, pasando por una más o menos férrea

intransigencia hacia la aceptación de la existencia de posturas diferentes,

avanzando mediante cierta tolerancia descompensada y algo chovinista hasta

finalmente despersonalizarse y desembocar en un respeto mutuo que ya

fácilmente culmina con una simbiosis respectivamente integradora, que propicia

el surgimiento de planteamientos ya de carácter más global, en donde las

diferentes posiciones son acogidas y complementadas entre sí sin ningún atisbo

ya de conflicto. Esas posibles soluciones mediadas que se puedan plantear

frente a cualquier conflicto, a tenor de su necesario carácter consensual, caerán,

con toda probabilidad, fuera de las fronteras impuestas por lo evidente y de ahí

la extremada importancia de que un buen mediador posea la capacidad

imaginativa suficiente como para saber jugar libremente con las ideas, a fin de

sabiamente combinarlas. El desarrollo pleno de esa habilidad se halla

relacionado con la facultad de orientar a las partes a alcanzar acuerdos creativos,

completamente ecuánimes y con un satisfactorio grado de aceptación mutua.

Este modo de proceder, antítesis del “pensamiento único” se conoce como

56

“pensamiento lateral o creativo” y lo único que acota esa manera inspirada de

razonar son los límites que nosotros mismos imponemos al pensar, merced a las

estrecheces anteriormente mencionadas. Resulta en extremo curioso comprobar

cómo nada frena tanto la libertad de pensamiento como la autocensura derivada

de la acriticidad de nuestros propios prejuicios y supuestos.

Así, frente al problema de averiguar cómo podríamos unir nueve puntos

mediante trazos rectos y continuos, la mayor parte de las personas, tras algunos

infructuosos intentos, abandonarán concluyendo que tal cosa es imposible.

Ello se debe a que normalmente incorporamos inconscientemente la

supuesta necesidad de que los trazos han de circunscribirse al cuadrado

formado por los puntos exteriores. Con esa premisa tácita como soporte, unirlos

todos resulta completamente imposible. Sin embargo, nadie nos impuso

semejante condición, siendo nosotros mismos los que optamos

“voluntariamente” por encorsetar nuestra imaginación hasta el punto de impedirle

hallar solución alguna. Así, por ejemplo, cuando se percibe, en general, que

alcanzar un acuerdo por consenso respecto a cualquier peliaguda controversia

es un reto inalcanzable, cabe preguntarse si no hemos incluido antes, como

exigencia incuestionable, el deber de operar contrastando opiniones

confrontándolas entre sí, porque, al igual que sucede con los puntos, resultará

imposible de lograr en tales circunstancias. Si, por el contrario, flexibilizamos

nuestra mente, trascendiendo toda estrechez, se abrirá ante nosotros un camino

alternativo que seguramente nos conducirá a “buen puerto”.

57

Intentar resolver el problema eliminando cualquier idea preconcebida no

parece ser, de todas formas, una buena solución a tenor de esa imperiosa

necesidad de la conciencia por estructurar el mundo, completando carencias y

eludiendo cualquier posible incertidumbre que la pueda desestabilizar. Sucede

que; admitir que nuestros particulares enfoques son parciales frente a una

supuesta «realidad» lo suficientemente compleja como para resultar ambigua,

nos desorienta de tal modo que nos resistimos con todas nuestras fuerzas, a

asumir tal hecho. Muy al contrario, tendemos entonces a conducirnos

habitualmente suponiendo que lo que percibimos sólo puede entenderse de un

modo único y absoluto. Por tal motivo, solemos emplazarnos en una actitud de

permanente certeza, con respuestas inmediatas para todo. No obstante, lo

anterior, nada determina que, por el contrario, debamos aferrarnos a cualquier

premisa como si de un auténtico fetiche se tratase. No podemos evitar que

constantemente surjan creencias y expectativas, pero sí es factible relativizar

todo ese proceso con el fin de que un excesivo apego, por nuestra parte, no

genere rigideces que entorpezcan luego la libre expresión de la diversidad

Un buen ejemplo de este tipo de situaciones lo encontramos al recordar cómo

no hace mucho tiempo los «sabios» de entonces afirmaban solemnemente que

nada más pesado que el aire podría volar mientras miles de pájaros pasaban por

encima de sus cerradas molleras.48

48 Lord Kelvin dijo al respecto que “Las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles”

58

Existe, a su vez, un extendido mito o leyenda urbana que se burla de la gran

cantidad de recursos humanos y materiales que la NASA dedicó a desarrollar un

bolígrafo que funcionase correctamente en condiciones de ingravidez hasta que

observó a los cosmonautas soviéticos escribiendo con lapiceros. Leyenda o

realidad, lo cierto es que está historia nos ayuda a comprender en profundidad

todo este asunto.

En esa misma línea, cuentan, por ejemplo, que en cierta ocasión una

conocida empresa de productos lácteos se vio en serios problemas debido a que

algunos cartones de leche llegaban vacíos a los supermercados. Ello generaba

una muy mala imagen que redundaba, a su vez, en una pérdida significativa de

beneficios. Reunidos todos los ingenieros de la fábrica debatían con el jefe

acerca de cómo resolver ese fallo de calidad mediante algún dispositivo

mecánico. Uno de los presentes comentó la idea de colocar una pequeña

báscula conectada a un brazo mecánico que retirase los envases que pesasen

menos de lo debido. Mientras todos asentían convencidos de que la única

posible solución iba en esa dirección, el encargado de barrer las instalaciones

escuchó accidentalmente el debate y afirmó: «Jefe… Yo con treinta euros lo

arreglo». Ante tal manifestación de ingenuidad y simpleza todos rieron y el jefe,

extrayendo unos billetes del bolsillo, se los extendió diciendo: «¡Ahí tienes!...

¡Resuélvelo!». El protagonista en cuestión apoyó la escoba contra la pared y

salió raudo de las instalaciones, regresando al cabo de unos minutos con un

ventilador en la mano. Depositó el artefacto junto a la cinta trasportadora situada

antes del empaquetado final y dijo: «Cualquier cartón vacío que pase por delante

del ventilador saldrá despedido por la corriente de aire y jamás llegará a las

tiendas».

Estudios realizados demuestran que, a la hora de afrontar la solución de un

problema determinado en el seno de una organización, crear grupos diversos,

cognitivamente hablando, resulta ser una estrategia más eficaz que reunir en

59

ellos a las personas supuestamente más inteligentes o mejor preparadas.49 En

vez de eso, se tiende a confiar en los más cualificados en lugar de pensar en

qué cualidades o destrezas alternativas puede aportar esa persona respecto de

las que ya dispone el grupo. Asegurarse de que el equipo es lo suficientemente

diverso ayuda a reducir los «puntos ciegos», o sea, aquellos aspectos relevantes

de un problema que puedan obviarse si la compositiva es excesivamente

homogénea. En otras palabras, la diversidad promueve el pensamiento lateral o

creativo, ingrediente indispensable si se pretende alcanzar la mejor de las

conclusiones posibles.

Otro ilustre ejemplo de todo esto lo hallamos en una anécdota en la que unos

alumnos se vieron enfrentados a un complejo examen de física. Una de las

preguntas era:

«¿Cómo se puede determinar la altura de un edificio utilizando

un barómetro?»

Uno de los estudiantes respondió:

«Atando una cuerda al barómetro y luego deslizándolo desde el tejado hasta

el suelo. La longitud de la cuerda más la longitud del barómetro será igual a la

altura del edificio».

No cabe duda de que la respuesta era correcta, por lo que, pese a no

convencer con ella a los maestros decidieron, sin embargo, darle otra

oportunidad. Durante unos minutos, el estudiante se sentó en silencio abstraído

en sus pensamientos, buscando una respuesta que dejara más satisfechos a los

profesores. Finalmente, dijo que tenía en mente varias respuestas

extremadamente relevantes, pero que no podía decidirse por cuál usar.

49 Entre ellos destacamos el de Reynolds y Lewis publicado en el portal Harvard Business Review y el

desarrollado por Gonzalo Sánchez Gardey en 2008 para la Universidad de Cádiz

60

«Si dejamos caer el barómetro desde lo alto del edificio y medimos el tiempo

que tarda en llegar al suelo, podríamos así calcular la altura del edificio ... Pero

se rompería barómetro.»

«Si fuera un día soleado, podríamos determinar la altura del barómetro y el

largo de su sombra. Luego, mediríamos la sombra del edificio y, con una simple

regla de trigonometría, obtendríamos su altura.»

«Pero, si en realidad desean ser extremadamente académicos al respecto,

podríamos atar una soga al barómetro y comenzar a moverlo como un péndulo,

primero al nivel del suelo y luego en el techo del edificio. Su altura será igual a la

diferencia de la restauración de la fuerza gravitacional»

«Si el edificio tuviera escaleras de emergencia externas, sería más fácil subir

por ellas, marcar en la pared su altura en tamaños de barómetro y luego sumar

todas las marcas.»

«Claro que, si lo que buscan es una forma aburrida y ortodoxa de hacerlo,

por supuesto, podríamos usar el barómetro para medir la presión del aire arriba

y en tierra, y luego convertir la diferencia de milibares a metros.»

«Pero como constantemente nos están pidiendo que ejercitemos nuestra

mente y apliquemos los métodos científicos más sencillos, sin lugar a dudas, la

mejor opción sería buscar al encargado del edificio y decirle: «Si me dice cuánto

mide el edificio, le regalo este barómetro».50

Ésta historia ilustra como ninguna otra en qué consiste eso del pensamiento

lateral, flexible o creativo que constituye la antítesis misma del pensamiento

único o unidimensional expuesto anteriormente y es un elemento imprescindible

si aspiramos a superar el umbral del conflicto donde parece detenerse toda

50 Anécdota ficticia, inventada por Alexander Calandra, publicada en su libro “The Teaching of Elementary

Sciense and Mathematics”.

61

divergencia, precipitando pobres, cortas y miopes conclusiones. Aproximarse a

cualquier intercambio de ideas de una manera poco convencional,

desidentificándose con puntos de vista personales o socialmente admitidos,

propicia, a su vez, la apertura de inesperadas posibilidades que en un

intercambio competitivo y dialéctico difícilmente quedarían expuestas.

ESENCIA CONSENSUAL DE LOS ACUERDOS ADOPTADOS EN UNA

MEDIACIÓN

Cuando un acuerdo mutuamente satisfactorio se lleva a cabo, la solución

final, la mayor parte de las veces, ni siquiera se intuye en un principio,

definiéndose, a lo largo del proceso, a partir de opciones imprevistas, derivadas

de yuxtaponer ideas disímiles no defendidas inicialmente por ninguna de las

partes. Este hecho evidencia la típica confusión habitual entre negociación y

consenso, basada en la errónea creencia de que los consensos se logran

solamente a base de ceder de manera equidistante en las íntimas pretensiones

por imponer objetivos personales como si se tratase de un habilidoso y astuto

regateo. El consenso, sin embargo, va más allá que una simple negociación dado

que nadie ha de renunciar a nada y se desarrolla a partir de un acto conjunto de

cooperación y no mediante una pugna de intereses particulares. Tal vez, la mejor

manera de distinguir, claramente, ambos procesos sea apelar al registro que

dejan al final respectivamente. Si en vez de entusiasmo, nos invade un

sentimiento de resignación, no cabe duda de que nos hallamos frente a un

acuerdo negociado y no consensuado. Tras fracasar una mediación, a veces se

recurre a un último intento, a través de un proceso de negociación, antes de

acudir a la vía judicial. Pese a la importancia de agotar las posibilidades por

lograr un acuerdo “amistoso”, no cabe, por nuestra parte como mediadores,

desentendernos completamente de cómo quedará la relación entre las partes

después. En ese sentido, y a diferencia de los planteamientos resolutivos

expuestos en un proceso de mediación, tendentes siempre al restablecimiento

de las relaciones enturbiadas tras la disputa, las opciones resultantes de una

62

negociación plantean siempre serias dificultades a la hora de reconstruir la

amistad previa existente ya que, bloqueando la complementación de enfoques

imprescindible para un compromiso consensuado, tal acuerdo se fragua, sin

embargo, a partir de actitudes respectivas de carácter competitivo y su resultado,

más forzado por las eventuales coyunturas que libremente consentido, no

supone estrictamente un beneficio para ambas partes, más allá de sortear una

solución aún peor. Nos hallaríamos, por consiguiente, inmersos en un proceso,

en realidad, de negociación asistida. No obstante, todo ello nos conduce a la

polémica disyuntiva de establecer si un proceso de negociación intermediado,

en determinadas circunstancias, cabe ser circunscrito, o no, dentro de la

ortodoxia que supone una mediación.

Algunos autores51 distinguen entre negociaciones distributivas y otras

llamadas integrativas, en las que sí se adopta supuestamente una actitud

cooperativa entre las partes. Desde ahí concluyen que, en la práctica, las

situaciones quedan definidas mediante dinámicos términos intermedios situados

entre ambos extremos y proponen una esquizofrénica alternancia de regateo

duro, que bordea a veces la extorsión, y otro blando que, se presupone, persigue

no medrar más aún en la relación, ya de por sí, bastante deteriorada.

Otros teóricos del asunto, integrados todos en la escuela de Harvard, han

intentado trascender dicha dicotomía diseñado, a su vez, una denominada

negociación basada en principios52 que supuestamente propicia lo que ellos

denominan “consensos graduales”, como si un paliativo compromiso parcial

constituyese una especie de aproximación a un utópico acuerdo plenamente

satisfactorio. Para su consecución se procede estableciendo criterios

supuestamente “objetivos” por lo que, coherente con todo lo expuesto, no

podemos sino dudar de que tales elementos existan en verdad. En nuestra

opinión, dicha estrategia trata de enmascarar lo que, en realidad, constituye un

51 Pinkas Flint en su libro “Negociaciones Eficaces”

52 Para más información al respecto consultar el libro “Sí... ¡de acuerdo! Cómo negociar sin ceder” de Fisher,

Ury y Patton

63

mero pulso persuasivo sutil, basado en la “fuerza” del poder de convicción que

empuja a las partes a un pacto de mínimos frente a la posibilidad de que, el

naufragio mediador y la deriva jurídica posterior, les acarree aún peores

consecuencias. Conformarse no es lo mismo que quedar por entero satisfecho y

el peaje emocional consecuente no ayuda precisamente a restablecer las

relaciones entre las partes, por lo que, más que una resolución plena del

conflicto, nos encontramos ante una especie de sucedánea gestión que nos evita

males mayores, propósito, por otro lado, muy característico de otras

metodologías diferentes a la mediación tales como el arbitraje o la conciliación.

Precisamente, el pragmático estilo de mediación lineal que opera mediante

la ya mencionada negociación en base a principios se halla impregnado de esa

filosofía de la funcionalidad y coquetea, a su vez, con planteamientos propios del

“pensamiento único”, tratando de objetivar lo que manifiestamente es intencional

y subjetivo. Tal y como hemos ido advirtiendo a lo largo del presente estudio, tal

estratagema responde al propósito de convencer al otro de que nuestra

subjetividad resulta ser la “correcta” precisamente por ser “objetiva”, instándole

así a cejar en su empeño y someterse, de una manera hábilmente elegante,

constituyéndose en instrumento de nuestros particulares intereses.

Afortunadamente el ejercicio de la mediación ha evolucionado favorablemente,

en los últimos años, articulando otros protocolos mediadores, tales como el

circular-narrativo y el transformativo, más acordes con nuestra manera de pensar

y más convergentes con la metodología que estamos proponiendo. Todas las

alternativas de resolución de conflictos derivan de la primigenia vía judicial y es

comprensible que incorporen implícitamente muchos de sus conceptos que

emergen, como es lógico, de emplazamientos contundentemente adversariales.

No obstante, entendemos que, en una estricta mediación, se ha de plantear

un enfoque absolutamente diferente a la hora de encarar la problemática

asociada al conflicto asumiendo un firme compromiso por desarrollar, mediante

su ejercicio, una cultura del diálogo y la colaboración, apuntando a un

64

restablecimiento pleno de las maltrechas relaciones, zanjando definitivamente

toda polémica, sin tener que consolarse con un chapucero apaño parcial.

Por consiguiente, nuestra opinión al respecto es que no se debería incluir la

negociación dentro de las prácticas generales de mediación, aunque sea

orientada por terceros, al considerar seriamente este importante hecho

diferencial, presente en ese tipo de metodologías, relativo a no intervenir

aceptando y perpetuando, a lo largo de todo el proceso, esa actitud inicial

confrontativa de las partes, obviando la necesidad de transformar tal

emplazamiento, originalmente competitivo, por otro de carácter netamente

cooperativo, al entender que, obrando de ese modo, se pierden aspectos

fundamentales que desvirtúan su esencia.

De hecho, en el Libro Verde sobre las modalidades alternativas de resolución

de Conflictos en el ámbito Civil y Mercantil, del 19 de abril de 2002, publicado

por la Comisión de la Comunidad Europea se plantea la mediación como una

forma más consensuada de pacificación social, destinada a entablar de nuevo el

diálogo para encontrar una solución al enfrentamiento, en vez de encerrar a los

implicados en una lógica de confrontación que sólo da lugar a un vencedor y un

vencido”.

Ese característico registro de resignación, anteriormente mencionado, podría

revelar, en cierto modo, una aceptación del acuerdo obligado por las

circunstancias, lo que perfectamente cabría ser considerado como una

vulneración parcial del principio de voluntariedad.

En ese mismo sentido, ahondando en la cuestión del acuerdo final, sorprende

constatar la existencia de cierta polémica en general sobre la cuestión de si los

acuerdos consecuentes de un proceso de mediación, cuando es extrajudicial,

han de poseer o no un carácter directamente ejecutivo. En ese sentido, algunos

teóricos del derecho afirman que un pacto mutuo de tales características cabe

ser encuadrado perfectamente como un contrato transaccional más, mientras

65

que otros, no obstante, opinan que no resultaría prudente otorgar tanto poder

vinculante a documentos firmados, en muchas ocasiones, por personas con

escasa preparación jurídica. De hecho, en la legislación española, el Proyecto

de Ley previo que debía regular el ejercicio de la mediación en el ámbito civil y

mercantil, equiparaba los acuerdos de mediación con las sentencias o laudos

arbitrales en detrimento, incluso, de la escritura pública. Finalmente,

considerando con seriedad los argumentos de los detractores al respecto, se

procedió a rectificar tal circunstancia en la redacción definitiva de la Ley 5/2012,

de 6 de julio, señalando ya claramente, en dicho texto legal, la necesidad de

elevar ante notario cualquier acuerdo adoptado para dotarle así de plena

capacidad ejecutiva. Lógicamente la preocupación por el nivel de compromiso

adquirido por este tipo de resoluciones emana de la incertidumbre de si serán o

no acatadas con posterioridad. Lo cierto, sin embargo, es que el elevado grado

de cumplimiento alcanzado normalmente por este tipo de arreglos se debe

principalmente, no a su peso legal específico y sus probables efectos coercitivos

derivados de tal hecho, sino, por el contrario, a que es asumido, por ambas

partes, con total consentimiento. Es decir, el resolver la controversia de manera

consensuada constituye, en la práctica, la mejor garantía de respeto a dicha

decisión conjunta, más allá del posible temor a consecuencias posteriores de

carácter punitivo.

Por otro lado, tal y como venimos afirmando, el interés por cómo quedarán

las relaciones personales tras el acuerdo forma parte esencial de la idiosincrasia

típica de los procedimientos de mediación. Por consiguiente, más allá incluso

que cuestionar una posible vulneración del principio de voluntariedad, al

incorporar, de manera algo incoherente, elementos que obligan a cumplir algo,

que supuestamente ha de ser asumido y aceptado libremente, merece una cierta

reflexión, por nuestra parte, en el sentido de considerar cómo repercutiría, en la

recién restablecida amistad entre las partes, el abrir la posibilidad de que ese

consenso alcanzado pueda ser luego torticeramente empleado por uno de ellos

como medida de presión contra el otro. ¿No sería un poco como regresar a esa

66

condición adversarial original que, en el fondo, trata de trascender la práctica de

la mediación?

Observándolo desde otra perspectiva: Si hemos de apuntalar un acuerdo

dotándolo con cierta ejecutoriedad; ¿No está eso evidenciando, en definitiva, que

dicho compromiso mutuo no se constituyó de un modo totalmente correcto? Y

en el caso de un provisional incumplimiento unilateral: ¿No resultaría más

adecuado considerar la posible concurrencia de circunstancias imprevistas en

lugar de presuponer una mala fe por su parte?

Si planteamos la mediación como una práctica que tiende a generar una

cultura de paz y diálogo: ¿Sería más coherente, en tal situación, reconducir ese

proceso nuevamente a un cauce competitivo en vez de intentar mediar revisando

el acuerdo para matizarlo? Cuando Lennon decía aquello de “démosle una

oportunidad a la paz”: ¿Se refería acaso a nada más que una?

LA MATEMÁTICA DE LA COOPERACIÓN EN EL ACUERDO

Considerando lo expuesto, cabe la posibilidad de estudiar matemáticamente

las diferentes situaciones relacionadas con los acuerdos alcanzados aplicando

la Teoría de Juegos. En ese sentido convendría primero exponer el conocidísimo

supuesto teórico denominado «Dilema del Prisionero».

El planteamiento podría ajustarse a lo siguiente:

La policía arresta a dos sospechosos, pero no existen pruebas suficientes

para condenarlos. Tras haberlos aislado mutuamente, el fiscal visita a cada uno

de ellos ofreciéndoles el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el

cómplice será condenado a la pena total de diez años, y el primero será liberado.

Si ambos confiesan, los dos serán condenados a tres años, pero si ambos lo

67

niegan, todo lo que podrán hacer será condenarlos a un cargo menor por un solo

año.

Así, esquemáticamente podríamos extraer lo que, en Teoría de Juegos, se

denomina «matriz de pagos» y la situación sería la que se expresa a

continuación:

TÚ CONFIESAS TÚ LO NIEGAS

ÉL CONFIESA Ambos son condenados a 3 años. Él sale libre

Tú eres condenado a 10 años.

ÉL LO NIEGA Él es condenado a 10 años

Tú sales libre. Ambos son condenados a 1 año.

Valorando que nuestro cómplice podría confesar o, por el contrario, negar los

hechos, desde una perspectiva estrictamente individualista, confesar es lo que

más nos convendría. Si el otro confiesa, lo mejor que podemos hacer es confesar

también y si lo niega, confesar sigue siendo nuestra mejor opción. Esta mediocre

solución nos conduce a lo que se conoce en Teoría de Juegos como «Equilibrio

de Nash». La negociación en base a principios o estilo tradicional lineal de

mediación descansa precisamente sobre esta perspectiva. No obstante, existiría

una posibilidad alternativa y más beneficiosa, incluso desde un punto de vista

totalmente egoísta, que conllevaría, sin embargo, que ambos colaborasen entre

sí negando los hechos. A esta otra variación se la conoce como el «Óptimo de

Pareto». La mediación, desde un punto de vista escrupulosamente ortodoxo,

participa, sin embargo, de este otro planteamiento.

El que el juego culmine de una u otra forma va a depender básicamente del

grado de confianza mutua, lo que está relacionado, a su vez, con nuestras

creencias, prejuicios, valores, principios y sobre todo con la solidez del vínculo

existente entre ambos cómplices. Porque la desconfianza, en realidad funciona

como una auténtica «profecía de autocumplimiento» generando, de ese modo,

68

el conocido como efecto Pigmalión.53 Frente al dilema en cuestión, nosotros, en

principio, no deseamos traicionar a nuestro compinche, pero finalmente solemos

hacerlo ante la posibilidad de que él si lo haga. Así, al extenderse la idea de que

el ser humano posee una cierta «naturaleza» egoísta junto con ese otro absurdo

concepto darwinista, sueño húmedo del neoliberalismo, de que la competencia

es un sistema mucho más productivo que la colaboración mutua, todos

acabamos salvaguardando nuestras particulares necesidades, por encima

incluso del interés común, al considerar que se encuentran permanente

amenazadas por las de los demás, validando así la hipótesis inicial mediante un

irracional bucle pseudológico. Si, por ejemplo, entendemos como una verdad

irrefutable el que la violencia posee un origen genético o instintivo, jamás

consideraremos cualquier opinión que contemple la posibilidad de avanzar hacia

su superación. De hecho, consecuentemente con ello, no podríamos siquiera

reprobar dicho comportamiento al ser supuestamente inevitable.

Seguramente muchos de ustedes conocen en qué consiste una "huelga a la

japonesa", cuál es la única construcción humana que se puede distinguir desde

el espacio o el singular epitafio que aparece en la tumba de Groucho Marx. Lo

que no todos saben es que, ni en Japón ni en ningún otro lugar del mundo, se

ha llevado a cabo jamás una protesta semejante, que no hay manera de ver la

muralla china en una foto de satélite y que lo único que aparece en la tumba de

Groucho Marx, aparte del nombre y las fechas de nacimiento y defunción, es una

estrella de David porque era judío. Que centenares de mitos o leyendas urbanas

recorran el planeta entero gracias a que nos hacemos eco de ellas por no

confirmar antes su veracidad, no acarrea serias consecuencias pero que frases

lapidarias tales como “”Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades",

“Todos... son iguales", "Es utópico pretender cambiar... ", "Siempre ha habido y

53 El efecto Pigmalión, describe cómo la expectativa que se posee sobre algo puede influir en el resultado

final al respecto. Debe su nombre al mito griego de Pigmalión, un escultor que se enamoró de una estatua que había tallado, convirtiéndose posteriormente en mujer. En nuestra opinión, todo está sujeto a este efecto y, como descubriremos después, existe una componente muy importante en la formación y escalada de los conflictos que guarda una estrecha relación con este hecho. A modo de aforismo, “Silo” mencionaba aquello de: “los pensamientos producen y atraen acciones” y, desde un enfoque cuántico, se podría afirmar incluso que las creencias son, en cierta manera, ondas de probabilidad que colapsan después en hechos consumados.

69

siempre habrá...", "... es innato y nunca se podrá cambiar" se fijen como

auténticas tautologías impidiendo explorar según que líneas de pensamiento, sí

que supone un serio problema al obstruir el libre fluir de las ideas, condenando

al ostracismo a determinados posicionamientos u opiniones.

Uno de los pilares fundamentales sobre los que se asienta la técnica de la

Programación Neurolingüística se sintetiza en la frase “El mapa no es el

territorio”54. Así, mediante un proceso similar al descrito, la imagen o mapa de la

sociedad que poseemos se ha ido deshumanizando y desdibujando hasta

quedar reducida a una especie de salvaje selva. De ese modo, la “selección

natural” del “Origen de las Especies” ha pasado a ser la “supremacía de los más

aptos en una sociedad competitiva” y, pese a que muchos socialistas utópicos y

anarquistas defendieron con ahínco las bondades de la cooperación frente a la

alternativa supuestamente inexorable de la “lucha por la supervivencia”, el mal

llamado “Consenso de Washington” de 1975 terminó por implantar la necedad,

muy vigente aún en el imaginario colectivo, de que el egoísmo contribuye al bien

común. De hecho, eminentes economistas continúan convenciéndonos de que

la competencia es el motor del progreso sin necesidad alguna de mostrar un solo

estudio serio que apoye tamaña estupidez, obviando que, en realidad, el ser

humano jamás habría sobrevivido como especie si no hubiese cooperado entre

sí. Es decir, es justo al revés… Para lograr el beneficio propiio es preciso respetar

el bien común.

De hecho, la existencia de comunidades actuales en donde este

comportamiento individualista resulta ser prácticamente desconocido,55 según

se desprende de las investigaciones realizadas por el pedagogo Alfie Kohn, que

54 Fue acuñada por el lingüista Alfred Korzybski, quien fue el primero en utilizar el concepto de

neurolingüística. Del mismo modo que una palabra no es el objeto que representa, el conocimiento que poseemos del mundo está limitado por la estructura de nuestra conciencia. No experimentamos el mundo directamente, sino por medio de representaciones, que configuran los mapas mentales con los que entendemos la realidad. Como cada uno tiene su propio mapa mental, resulta absurdo discutir para ver quién tiene la razón Cada uno tiene su propia verdad (o su propio mapa mental). Por ello, en cualquier discusión de este tipo el objetivo es buscar un acuerdo común, no confrontar para ver quién sale victorioso. 55 Los Zuñi, los Iroquois, los inuit, y algunos grupos indígenas africanos, como los Ba Tonga de los Bantú

70

ponen de manifiesto la importancia de la componente cultural y educativa en el

comportamiento colaborativo y, por otro lado, los experimentos desarrollados por

David W. Johnson y Roger Johnson, que demuestran que cooperar es más

provechoso que competir, terminan, ambos, por desmentir completamente tal

falacia.56

En lo relativo al «Dilema del Prisionero», Menusch Khadjavi y Andreas Lange,

economistas de la universidad de Hamburgo, llevaron a la práctica ese

experimento con un grupo de internas de la prisión para mujeres de Lower

Saxony y con otro grupo de estudiantes universitarios. Las prisioneras se

mostraron mucho más proclives a colaborar, cooperando en el 56% de los casos;

en comparación con los estudiantes que lo hicieron en un 37%. Probablemente

tales diferencias tengan mucho que ver con la existencia de un cierto código

tácito de carácter ético por parte de las reclusas con respecto a delatar o no a

otra compañera, mientras que los estudiantes se enfrentaban a la disyuntiva con

planteamientos exclusivamente estratégicos.

En definitiva, elementos de tipo moral, estrechas afinidades o simplemente

no dar pábulo a ideas infundadas, instaladas sin embargo en la sociedad actual,

pueden incrementar significativamente el porcentaje de las respuestas

cooperativas hasta desequilibrar la balanza hacia soluciones más próximas al

«Optimo de Pareto», en detrimento del «Equilibrio de Nash».

Sea como fuere, todo está sometido a permanente evolución y establecer

planteamientos inmovilistas, tildando de irrealizable cualquier idea de

transformación, afirmando que lo único “real” es lo que existe en un momento

dado, esconde una hábil estrategia cuya finalidad última es asegurarse de que

nadie intente cambiar las cosas. Del mismo modo, trabajar el conflicto bajo la

perspectiva fija de presuponer la existencia siempre de actitudes competitivas

56 Para mayor detalle, consultar el artículo: “¿Es la competencia eficiente?”, publicado en la web “La quimera

de Gupta” de Cristina Alemany y Álvaro G. Molinero

71

sin cuestionar siquiera la posibilidad de modificar tales emplazamientos resulta,

cuanto menos, sospechoso.

ESTRUCTURALIDAD DE LOS ELEMENTOS DE ANÁLISIS DE LOS

CONFLICTOS

Sin menospreciar aportes efectuados al respecto, tales como la teoría de las

Necesidades Básicas de Burton, el Conflicto de Galtung, la Pirámide de Maslow

o las tres “P’s” de Lederach, y continuando con nuestro estudio del conflicto

aplicando el Método Estructural Dinámico y habiendo ya investigado, en parte,

el ámbito medio o de relación y algunas cuestiones relacionadas con cotas

superiores, pasamos a identificar lo que vendría a ser el nivel inferior o de

composición. En esa escala de observación, establecemos los constituyentes

básicos de cualquier posicionamiento. A saber, el interés o propósito, que

equilibra una necesidad subyacente, los supuestos hechos, interpretados en

clave de comportamiento ajeno desde una intencional perspectiva consecuente

con el objetivo planteado y que conduce, a su vez, a establecer una determinada

actitud, germen de la estrategia personal adoptada frente a todo ello en forma de

comportamiento, y la sensación general que se posee de lo ocurrido que

manifiesta cierta carencia que impulsa y motiva la acción en el mundo. De más

está señalar que en una mediación atenderemos, sobre todo, a las necesidades

y no a los intereses cuyo carácter normalmente contradictorio guarda una

estrecha relación con el origen mismo del conflicto Las mutuas interacciones

entre todos esos elementos, más allá de la circularidad expresada en el modelo

narrativo de mediación, son, en realidad, múltiples y biunívocas dado que se

articulan en red, trascendiendo incluso el propio ámbito donde se manifiesta el

conflicto. En ese sentido podríamos afirmar, por ejemplo, que, en todo conflicto,

una perspectiva excesivamente parcial produce una consecuente actitud

inadecuada y un comportamiento erróneo que frustran cierta expectativa

personal, asociada a un determinado interés propio, generando así una

necesidad manifestada en forma de negativa sensación. Pero también cabría

72

explicarlo diciendo que una desagradable sensación tiñe la manera que tengo

de ver las cosas e impulsa, en mí, la necesidad de fijar un propósito que la

compense y, para ello, establezco una actitud y un comportamiento acordes con

el mismo. En realidad, todos los elementos compositivos mencionados,

integrantes esenciales de cualquier posicionamiento, actúan en estructura

Así en una determinada controversia en la que un jefe discute

acaloradamente con un empleado suyo, podríamos, afirmar que:

• Su elevado tono de voz hizo que se sintiese avasallado e intimidado

siendo además muy injusto con el empleado al no considerar las

desafortunadas circunstancias que le impidieron cumplir con su

compromiso tal y como intentaba explicarle.

• Las continuas justificaciones vertidas por el empleado, como eludiendo

toda responsabilidad, lejos de tranquilizar al jefe proporcionándole alguna

solución a su problema, generaron en él tal desesperación que, nervioso,

elevó el volumen de su voz.

• El comprometerse firmemente, sin considerar algunas posibles

dificultades, le llevaron a decepcionar y enfadar a su jefe que, cabreado,

se dirigió a él de manera muy vehemente, obligando al empleado a

brindarle todo tipo de explicaciones por las cuales le resultó imposible

cumplir con su palabra.

• La excesiva carga de trabajo que delegó en el empleado le impidió a éste

asumir la tarea totalmente, excusándose por ello, y colocando al jefe en

el aprieto de no poder cumplir con el objetivo planteado, lo que le

desesperó por completo.

• El excesivo entusiasmo con el que asumió esa tarea forzó un compromiso

en el empleado que, al no poder después cumplir, le generó una

73

culpabilidad tal que no cesaba de justificarse, mientras al jefe le invadía la

desesperación.

• Las exigencias de un entorno cada vez más competitivo, les conducen a

ambos a un estado de nerviosismo y de alteración tal que cualquier

problema de coordinación mutua los lleva a confrontar.

• El promover, entre todos, un espíritu competitivo en el ámbito laboral

conduce, con frecuencia, a situaciones de crispación mutuas.

¿Cuál de todas esas descripciones se ajusta más a la “realidad”? Pese a

sentirnos, con toda probabilidad y por cuestiones estrictamente personales,

tentados a aceptar unas más que otras, lo cierto es que cualquiera de ellas

resulta ser perfectamente válida, al igual que otras posibles que ni siquiera

hemos expresado.

LA NECESIDAD DE IMPULSAR ESTILOS DE MEDIACIÓN MÁS

INTEGRALES

En definitiva, como nada existe aislado, encontraremos ahí elementos que

poseen la cualidad de relacionarse con otros ámbitos y que son, por ello,

susceptibles de producir modificaciones en el funcionar de toda esa estructura

compositiva. Si estuviésemos, por ejemplo, intentando entender cómo funciona

una radio, el cable con su enchufe, el altavoz o la antena, constituirían algunos

de esos elementos a los que estamos haciendo alusión. En nuestro caso, serían

el grado de divergencia o distancia existente entre las distintas posiciones, el tipo

de relación establecida entre los distintos protagonistas que, al hallarnos en

presencia de un conflicto, deberíamos modificar, transformándola desde una

situación inicialmente competitiva a otra de carácter cooperativo; y la escala de

observación de la que dependen las perspectivas mutuas respecto de lo

sucedido que, al ampliarse, se complementarán entre sí, fundiéndose en un

74

enfoque único e integrador. Todos esos peculiares elementos se organizan

conformando una estructura compacta y la importancia de esos componentes

conectores radica, tal y como hemos afirmado, en que cualquier variación que

deseemos impulsar se ha de realizar a través de ellos. Es decir, es posible diluir

cualquier conflicto tratando de acercar las respectivas posturas, modificando las

actitudes y comportamientos de las partes, promoviendo emplazamientos más

activos, centrífugos, solidarios y colaborativos, o ampliando la escala de

observación mutua respecto de lo sucedido, De ese modo, encontramos que

cada uno de los tres estilos principales de mediación (lineal, narrativa o

transformativa) inciden prioritariamente en cada uno de esos elementos.

El estilo lineal o tradicional promovido por la escuela de Harvard fija su

atención principalmente en la disputa en sí, intentando resolverla aproximando

posturas y priorizando sobre la consecución de un acuerdo lo más amistoso

posible. El modelo transformativo, sin embargo, centra su interés en la capacidad

pedagógica del proceso para promover así transformaciones personales y, por

consiguiente, atiende sobre todo al comportamiento y actitud de los implicados.

Finalmente, el protocolo circular-narrativo observa principalmente la manera en

cómo se comunican o explican los hechos, colocando el foco, como es lógico,

en las diferentes interpretaciones. Las mutuas implicaciones, existentes entre las

finalidades que orientan la acción en cada uno de ellos, derivadas de su

naturaleza estructural, establecen una tenue línea divisoria entre las diferentes

metodologías de mediación. Por consiguiente, no creemos posible alcanzar

acuerdos completamente satisfactorios y estables sin lograr, además, que se

produzcan variaciones profundas en la manera de percibir y comprender lo

sucedido, por parte de los mediados, y que repercutan, a su vez, en

consecuentes modificaciones en sus respectivos comportamientos, produciendo

significativos cambios personales. Simultáneamente, conseguir reformular las

75

distintas explicaciones de los hechos y, con ello, reestructurar las mutuas

interpretaciones con respecto al conflicto, acarrea lógicamente consecuencias

en lo referente al modo en que responderán todos los implicados, a partir de

entonces, ante situaciones similares y evidencia, con meridiana claridad, como

será la relación entre los implicados estipulada a través del acuerdo final.

Finalmente, posicionarse de una manera proactiva frente al conflicto, con la

finalidad de que les sirva a los mediados para acometer cambios radicales que

incrementen su resiliencia no será factible sin que paralelamente sean capaces

de reacomodar sus respectivos puntos de vista iniciales hasta converger en un

acuerdo consentido. Los diferentes modos establecidos para desarrollar una

mediación no son compartimentos estancos y sus respectivos propósitos no se

hallan aislados unos de otros, existiendo numerosas e importantes implicaciones

entre todos ellos. Por lo tanto, entendemos que plantear estilos puros o en parte

desequilibrados de mediación no resulta en modo alguno recomendable ya que,

considerando el carácter estructural de tales constituyentes, trabajar seriamente

con cualquiera de ellos ha de potenciar y favorecer necesariamente el desarrollo

del resto. Se impone pues, a nuestro modo de ver, la necesidad de diseñar

protocolos de mediación tendentes a actuar de una manera más global en los

conflictos, potenciando la transformación de todos los componentes implicados.

El elemento aglutinador que precisamos para efectuar tal integración,

entendemos que es precisamente la empatía ya que, tal y como estamos

comprobando, su influencia alcanza directamente a todos ellos.

Al empatizar, amplío mi punto de vista complementándolo con el del otro, me

comporto y actúo con respecto a él de un modo diferente y puedo así alcanzar

un acuerdo consensuado o mutuamente satisfactorio.

76

Sólo si se restablece la conexión empática, bloqueada inicialmente, se abrirá

el suficiente espacio intersubjetivo como para articular, entre sí, los diferentes

puntos de vista, al modificar completamente esa actitud competitiva previa,

asociada a todo conflicto, estableciendo, de ese modo, un nuevo emplazamiento

cooperativo mutuo, que afianzará el vínculo original existente entre las partes,

convirtiendo esa incómoda polémica inicial en un elemento pedagógico esencial.

INCOHERENCIA INTERNA EN LAS SITUACIONES CONFLICTIVAS

Otra relación significativa que considerar, entre esos elementos particulares

que integran una determinada posición, es la existencia o no de una coherencia

intrínseca entre ellos. A lo largo de la historia autores diversos han advertido la

importancia de este hecho y, en contraposición a las contradictorias propuestas

de Hume y Kant57, ya Confucio acuñó aquella inmortal cita de "Debes tener

siempre fría la cabeza, caliente el corazón y larga la mano". También Khalil

Gibran58, apelando a la poética metáfora del velero nos habló de la necesidad

de complementar los vientos de la pasión con el timón de la razón. “Silo”, incluso,

elevó la cuestión de la coherencia; "Pensar, sentir y actuar en la misma

dirección", a la categoría de fundamento mismo de cualquier ética válida, capaz

de guiar nuestra acción con independencia de las circunstancias particulares en

las que pudiéramos hallarnos.

Pese a todo ello, es muy habitual en nuestras disputas rutinarias, manifestar,

por nuestra parte, una buena dosis de incongruencia, generando así, como

consecuencia de tal contradicción, esa tensión consustancial a toda situación

conflictiva, especialmente en las de carácter intrapersonal. Tal presión pone de

manifiesto la existencia de fuerzas contrapuestas y se origina cuando, de manera

57 Hume proponía la supremacía de los sentimientos y Kant la de la razón.

58 Concretamente en su conocidísima obra “El Profeta”

77

incongruente, una parte de mi «tira» en una dirección, pero otra me «empuja»

en sentido contrario.

Siento, por ejemplo, que quiero hacer aquello, pero, a la vez, pienso o creo

que me resultará imposible porque el otro, de alguna manera, me lo impide o

piensa, oponiéndose, que no debería hacerlo y, en cambio, pese al otro, no

puedo dejar de hacer eso que sé que me perjudica seriamente. Defiendo o hago

cosas, a veces, apoyándome en ideas que, en el fondo, no siento, pero que otros

comparten, dejándome llevar por lo que otros pudieran pensar acerca de mí. En

otras ocasiones, me obsesiono tanto con algún objetivo que desatiendo todo lo

demás, fuerzo la amistad de otros chantajeándolos emocionalmente o me

sacrifico yo mismo, supuestamente por otros y dejo de disfrutar de aquello que

tanto me gustaba hacer. Otras veces, sin embargo, intento eludir alguna

incómoda responsabilidad, dejando que el otro actúe, postergando una

respuesta por mi parte, mientras la situación se complica, o bien actúo

impulsivamente y sin pensar en las consecuencias que para otros pudieran tener

mis actos, buscando una salida rápida de allí.

En concreto, en el caso que nos ocupa, los tres constituyentes a armonizar

serían, en definitiva, la perspectiva, la sensación y el comportamiento.

EVOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS

Por último y para terminar de comprender cómo funciona todo este

entramado, sólo nos resta completar ambos planos con uno superior de carácter

evolutivo. En ese sentido, observamos que los conflictos suelen procesar en

escalada hasta polarizarse, para luego enfriarse. Es claro que, dadas las

actuales circunstancias, resulta inevitable que se produzcan roces cotidianos en

nuestras relaciones interpersonales. Lo que no debiera, sin embargo, constituir

una práctica tan habitual, es esa nefasta costumbre, tan arraigada en nosotros,

78

de subestimar tales tiranteces, eludiendo así superarlas definitivamente en algún

momento posterior, lo que contribuiría incluso a estrechar lazos.

Es decir, tras analizar la posible evolución de cualquier conflicto y las

consecuencias que tal deriva acarrea con respecto al vínculo personal previo

mantenido entre los afectados, nos hallamos en condiciones de concluir que,

cuando un conflicto se resuelve definitivamente, más allá de su mera gestión, las

maltrechas relaciones deterioradas durante su escalada, no solamente se

restablecen, sino que se estrechan. Es decir, toda disputa nos plantea

intrínsecamente una disyuntiva en clave de acercamiento o distanciamiento

referida a la intensidad o grado de cohesión respecto del nexo emocional

existente entre sus protagonistas. Por consiguiente, cabe admitir la alternativa

de entender que, en definitiva, los conflictos se constituyen como verdaderas

encrucijadas existenciales que nos colocan en situación de crecer y

desarrollarnos como verdaderos seres humanos a la par que nos brindan la

posibilidad de afianzar nuestros lazos afectivos con los demás.

No obstante, tal vez confundamos el hecho de que los conflictos

necesariamente pierdan carga emocional con el tiempo con que se hayan

superado. Es posible que, por mera comodidad, creamos que esas tensiones se

resuelven por sí solas o que, en un alarde de ingenuidad, supongamos que

prescriben o caducan al cabo de un tiempo. Existe un principio denominado de

la acción oportuna que, aunque sea de aplicación más general, parece hecho a

medida para este tipo de situaciones y que se enuncia de la siguiente manera:

«No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite,

entonces, avanza con resolución».59

En realidad, lo que sucede habitualmente es que esos nudos

conversacionales abiertos se enquistan y, de manera latente, generan espacios

de incomunicación crecientes, comprometiendo, por acumulación, el clima

59 Los Principios de la Acción Válida fueron expuestos en una charla por “Silo” en el año 1973 y después

publicados íntegramente en el libro “Humanizar la Tierra”

79

general de convivencia del ámbito en cuestión. De tal análisis inferimos que o,

bien, intentamos resolver toda polémica que pudiese aflorar en un momento

dado, contribuyendo a cohesionar entre sí a los distintos individuos integrantes

de esas agrupaciones descritas, zanjándolos definitivamente o, por el contrario,

tales conjuntos humanos se irán desestructurando progresivamente.

NEGATIVIDAD Y PROACTIVIDAD DEL CONFLICTO

Por consiguiente, considerando la característica falta de habilidad con que

solemos manejarnos en nuestras interacciones con los demás, no nos ha de

sorprender, en absoluto, que el bagaje experimental acumulado relativo al

conflicto nos resulte tan desagradable. Con el tiempo, esa irracional y arbitraria

gestión que realizamos frente a este tipo de situaciones va fijando en nuestra

conciencia la idea estigmatizada de que el conflicto es una circunstancia

personal muy desagradable que conviene eludir. Así nadie hace nada al respecto

salvo intentar, sin éxito, mantenerse a distancia y alejarse hasta de su simple

sombra. La existencia de conflictos en nuestras vidas no debería inquietarnos,

en modo alguno, y cabría, por el contrario, asumirlos como algo en principio

habitual en cualquier contexto de convivencia entre personas, constituyendo, de

hecho, auténticas oportunidades de aprendizaje y de desarrollo personal para

todos. Una pésima gestión de la diversidad inherente a la condición humana

hace que los conflictos sean frecuentes en las relaciones interpersonales y

nuestra existencia se encuentre atravesada por los mismos. La mirada

alternativa que proponemos es por completo diferente a la que habitualmente

mantenemos, Consiste simplemente en atender al conflicto en su aspecto más

positivo, planteando así una posición proactiva que abre la posibilidad de

emplazarse como parte de la resolución del mismo y no sentirse arrastrado por

la situación sin poder hacer nada al respecto. Incorporando, con todo ello, cierta

habilidad o destreza que puede adquirirse y entrenarse. Se trataría entonces de

establecer esa capacidad para resolver conflictos que, naturalmente, puede

aprehenderse e internalizarse, como un, más que interesante, recurso propio.

80

Por consiguiente, un conflicto no ha de ser necesariamente algo perjudicial para

nosotros y puede, perfectamente, convertirse en una ocasión espléndida para

superarnos y aprender. Al igual que el dolor como registro es útil para advertir

que nos estamos haciendo daño, la existencia de un conflicto nos señala la

posibilidad de crecimiento propio en el sentido de mejoramos como seres

humanos en desarrollo que somos o, cuanto menos, aspiramos a ser. De hecho,

es una experiencia muy habitual constatar que, cuando se trasciende una

situación conflictiva, la relación entre ambos "contendientes" se fortalece

después.

LA OBJETIVACIÓN COMO ANTESALA DEL CONFLICTO

Pese a las sensibles diferencias existentes entre los diversos intentos por

definir el término “conflicto”, prácticamente todos los autores coinciden en

relacionarlo con situaciones en las que se plantean posiciones, asociadas a

intereses, necesidades, propósitos u objetivos, en cierta medida irreconciliables

o, cuanto menos, excluyentes entre sí de algún modo. Con alguna salvedad, la

mayor parte de tales acotaciones semánticas presentan una buena dosis de

ambigüedad respecto a la cuestión de si dicha incompatibilidad es real o

subjetiva.60 Es posible que, a la mayoría de los teóricos que se ocupan de estas

cuestiones, el clarificar tal distinción les genere escaso interés. Tal vez ello se

deba a que reconocer su autenticidad impide su resolución y reivindicar su mera

apariencia negaría su real existencia. En lo que a nosotros respecta, al hilo de

todo lo expuesto, diremos simplemente que dicha disyuntiva, como todo lo que

al ser humano se refiere, posee un carácter intersubjetivo y eso precisamente es

lo que nos permite además transformarlo, más allá de plantearnos una posible o

no ontología objetiva al respecto. Pero más allá de toda esta polémica, nosotros

no estamos del todo de acuerdo con situar la diversidad de posicionamientos

como eje central del conflicto. De hecho, esa libertad consustancial a la condición

60 Como excepción que confirma la regla es de destacar la definición de Smith y Mackie; “El conflicto es la

percepción que tienen las partes en interacción sobre la incompatibilidad de las metas, de tal forma que lo que quiere una de las partes, es considerada por la otra como perjudicial”.

81

humana, que venimos defendiendo, no puede sino desembocar en todo un

abanico de opciones. Por consiguiente, el supuesto problema no emana

necesariamente de la diversidad, frente a la cuál poco cabe hacer, sino de cómo

manejemos esa situación.

Es decir, la ampliación temporal de la conciencia humana le confiere a ésta

una ineludible componente intencional que, a modo de vínculo indisoluble la

relaciona de manera estructural con un mundo incapaz de existir en sí de manera

independiente. Esa subjetividad consecuente ha de ser, coherentemente, la

base de cualquier desarrollo ideológico en relación con el hecho humano. Negar

tal esencia se constituye en el acto de objetivar o cosificar al otro, mediante

nuestra propia subjetividad, para convertirle, después, en instrumento de

nuestros particulares propósitos. De ahí, en concreto, surge el que nos sintamos,

a veces, “atacados” personalmente cuando alguien trata de plantear una opinión

distinta.

Y es que ese albedrío derivado de no hallarnos sometidos a la tiranía de lo

natural o de lo fáctico incluye, no obstante, la alternativa de imponer nuestras

ideas exponiéndolas como si se tratasen de la única “verdad” posible para, de

ese modo, persuadir sibilinamente al otro, negando así su subjetividad con el fin

de objetivarlo y emplearlo luego como prótesis de nuestras propias intenciones.

En ese sentido, conviene rememorar las palabras de “Silo” a ese respecto

cuando se refiere al registro de la humanidad en otros: “En tanto esté

anestesiado para percibir el horizonte temporal del otro, el otro no tendrá sentido

más que en cuanto para-mí. La naturaleza del otro será un para-mí. Pero al

construir al otro en un para-mí, me constituyo y me alieno en mi propio para-sí”.61

En nuestra opinión, ese mero intento de forzar a alguien, de manera sutil o

no, a actuar de acuerdo con unos intereses ajenos constituye el origen esencial

61 Conferencia pronunciada por Silo en Tortuguitas – Buenos Aires (Argentina) el 1 de mayo de 1983,

titulada “Acerca de lo humano”.

82

de todo conflicto y, por extensión, de toda violencia. No obstante, el deseo de

“usar” al otro implica un indispensable acto mental previo de deshumanización

que nos permita, a tal efecto, transformarle de sujeto a objeto. Por esa razón, en

cualquier disputa lo primero que suele manifestarse es un característico bloqueo

empático mutuo tendente a eliminar el contacto con esa componente íntima y

humana que, en última instancia, es lo único que nos impide cosificarnos

recíprocamente y, cuya pérdida registrada como distanciamiento, genera en

todos nosotros una profunda insatisfacción. Desde ahí solemos malinterpretar el

propósito ajeno que es lo que, en numerosas ocasiones, origina toda

controversia, más allá de lo que el otro hace o deja de hacer. Sin esa pieza

esencial nuestra comprensión de su conducta, en términos de intención, se torna

excesivamente especulativa y sujeta al establecimiento de simplistas

estereotipos, germen de motes y apodos, que se entroncan más con la literatura

que con la compleja realidad humana. Es decir, sin esa componente

fundamental, tendemos a reducir al otro a un mera caricatura

domodeshumanizándolo. Entonces pasa de ser Jorge, nuestro amigo de toda la

vida, a Jorge “el enterado”, “el falso”, “el manipulador” … Etc.

Por otro lado, obstruir ese nexo empático recíproco tan esencial, impide crear

un espacio intersubjetivo, y por consiguiente consensual, imprescindible para

elaborar esa perspectiva común amplia e integradora que les permitiría a ambos

protagonistas avanzar, superándose. Es decir, podemos afirmar también, tal y

como hemos desarrollado anteriormente, que el conflicto surge como

sentimiento de frustración propio ante la incapacidad de superar enfoques

particulares susceptibles de ser complementados y ampliados con otras

perspectivas diferentes, habilitando así estructuras psíquicas más preparadas

para organizar y comprender el mundo.

Es decir, cabría incluso la posibilidad de reducir toda disputa a un mero

problema de escala de observación. Si, inmerso en un conflicto, alcanzo a

articular una perspectiva homogénea más amplia, que englobe también la del

otro, dicha confrontación se desactivará completamente.

83

Por otro lado, como sabemos que detrás de cualquier ser humano existe un

punto de vista vinculado, a su vez, inherentemente a un interés que se concreta

en actos orientados hacia el mundo, o bien las intenciones asociadas a tales

propósitos colaboran entre sí fundiéndose en una sola o, por el contrario,

colisionan entre sí compitiendo respectivamente.

Por consiguiente, en nuestra opinión, el conflicto es la manifestación

concreta, en forma de insatisfacción, que evidencia una incapacidad mutua

provisional por trascender la propia subjetividad, integrando la ajena,

postergando así la posibilidad de un crecimiento y evolución personal, que

articularía morfologías mentales mejor adaptadas para integrar la diversidad de

los fenómenos. Su resultado, fruto de automatismos instintivos residuales

disparados por una irreflexiva carencia de atención, se expresa mediante el

establecimiento de sendas subjetividades que, pugnan, entre sí, por imponerse

mutuamente como única “realidad” posible. A tal efecto, los sujetos portadores

de tal mecanismo se cosifican entre sí deshumanizándose en un intento por ser

empleados después recíprocamente como prótesis de esa otra intención distinta,

asociada a dicha subjetividad. La objetivación consecuente se logra gracias a

una incomunicación empática biunívoca característica que impide la creación de

un espacio común de intersubjetividad.

LA ESTRATEGIA DEL PERDÓN EN LA GESTIÓN DE LOS CONFLICTOS

En tales circunstancias, solemos proceder, completamente cegados bajo el

espejismo de que son los demás los que generan los conflictos. Creemos que

son los otros, con su "desconsiderada" actitud, los que nos incordian originando

este tipo de circunstancias, en principio, tan desagradables. Existe una idea

preconcebida ampliamente extendida mediante la cual tendemos a situarnos

más como sujetos pasivos que como agentes activos respecto a la génesis de

los conflictos. Tipificamos al resto de la humanidad bajo el epígrafe de “la gente”

84

y les adjudicamos todo tipo de valoraciones prejuiciosas, simplemente para

justificar nuestra actitud, como si uno procediese de otra galaxia genuina

caracterizada por la perfección. Uno piensa que va, por ahí, tranquilamente sin

"meterse con nadie" hasta que alguien nos inoportuna de algún modo

molestándonos.

A todo esto, hemos de añadir además esa tendencia a interpretar tales

vicisitudes mediante ese simplista tándem víctima/agresor62 tan característico de

la tradición moral judeo-cristiana, en la que todos nos hemos educado,

potenciada, a su vez, con la cultura cinematográfica de Hollywood, basada

íntegramente en el estereotipo maniqueo. Aunque la mayor parte de las

religiones poseen también ese binomio en su cuerpo doctrinario, el

maniqueísmo, sin embargo, ha sido siempre considerado como el referente de

esa peculiar y naif manera de concebir el mundo tan arraigada,

lamentablemente, en todos nosotros. Sin entrar en demasiados detalles, tal

dualismo establece la existencia de dos principios contrapuestos, irreconciliables

y eternos (el bien y el mal) que luchan entre sí desde el origen de los tiempos.

Aunque hemos analizado ya esta cuestión, esta arquitectura psíquica suele

extenderse también a cualquier cuestión y su complemento, considerando a este

último como su contrario u opuesto, eliminando cualquier posibilidad de relación

entre ellos para conformar así una visión bipolar de la realidad. Como todos

sabemos, entre el «blanco» y el «negro» existirán siempre infinidad de «grises»,

alguno de ellos capaz, seguro, de facilitar el necesario acuerdo. Sin embargo,

desde esa pueril ambivalencia solo existe mi opinión y su antítesis que la

invalida. Ese particular emplazamiento empuja la deliberación conjunta hacia un

callejón sin aparente salida impidiendo cualquier compromiso mutuo. Esta

morfología mental, junto al ya mencionado “pensamiento único”, son dos nocivas

tendencias que dificultan notablemente la complementación de ideas e intereses,

dado que admiten la existencia de posiciones enfrentadas absolutamente

62 Estamos hablando de conflictos y no de delitos. Lógicamente, en el ámbito penal claro que existe una

víctima y un agresor o infractor. Pero aún así, a veces olvidamos que, detrás de las etiquetas, hay seres humanos.

85

irreconciliables, compitiendo por convertirse en “reales”, “objetivas” o “legítimas”,

difuminando así todo matiz posible que permita, a su vez, aproximarlas.

El resultado de todo ello nos conduce a introducir ese tradicional protocolo

basado en el sentimiento de culpa, el remordimiento y la revanchista penitencia

como pauta omnipresente a la hora de gestionar nuestros conflictos. Tal

paradigma ético, añade enormes dificultades a la hora de afrontar una posible

resolución del conflicto al considerar de manera sesgada que la responsabilidad

de no actuar correctamente es una especie de monopolio exclusivo de alguien

en concreto, donde los demás, ingenuos inocentes, aparecen como indolentes

receptores pasivos de la maldad personificada en la figura del vil agresor. La

táctica por excelencia que nos deja en herencia esta manera de pensar es la de

pedir perdón, lo que supone que “el pecador” se rebaje frente a ese virtuoso

inmaculado parapetado en su atalaya moral y que no aspira sino a vengarse

consiguiendo que el otro se humille, avergonzándose arrepentido de sí mismo.

Lógicamente la dificultad de decidir quién se ha de postrar, látigo en mano presto

a fustigarse, implorando clemencia ante alguien encaramado a lomos del

pedestal de la pureza, manifiesta la escasa funcionalidad de esta metodología.

No estamos afirmando que disculparse sea algo negativo ya que ayuda a relajar

tensiones y predispone a una mejor comunicación en los momentos iniciales del

conflicto. Lo que estamos tratando de explicar es que no es una táctica

interesante a la hora de afrontar la resolución definitiva porque, además de las

dificultades prácticas mencionadas, cierra en falso la disputa sin alcanzar a

establecer en profundidad qué es lo que ha ocurrido.

MEDIACIÓN, RECONCILIACIÓN Y JUSTICIA RESTAURATIVA

Entendemos que un proceso de mediación no se ha de contentar con un

acuerdo del tipo “borrón y cuenta nueva” sin más. Necesitamos recomponer las

relaciones rotas y restablecer, e incluso mejorar, la situación original y eso sólo

será posible mediante una comprensión mutua de lo sucedido y una reparación

86

si fuese el caso del perjuicio ocasionado. Parafraseando a “Silo” apelando al

principio de la acción comprendida, podríamos decir al respecto que: “Harás

desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raíz, no cuando

quieras resolverlos”63

El propósito de comprender en profundidad los conflictos trasciende con

creces las limitadas posibilidades de un simple “perdón” y nos obliga a entrar de

lleno en la dinámica, algo más sofisticada, de la reconciliación que, en realidad

no es sino el resultado satisfactorio alcanzado tras desarrollar un procedimiento

eficaz encaminado a restablecer los vínculos emocionales rotos tras un

desafortunado incidente. Ese anhelo, tan específico de la mediación, de zanjar

definitivamente los conflictos, cerrando toda herida abierta, contrariamente a lo

que sucede con otros protocolos alternativos, le permite jugar un papel esencial

en ese novedoso y esperanzador enfoque legal que Zerh Howard64 definió bajo

la denominación de “justicia restaurativa”, en contraposición con ese otro

eufemismo que conocemos genéricamente como “justicia”, caracterizada por un

marcado carácter retributivo y tributaria de aquel ancestral “ojo por ojo” de

Hammurabi,65 cuyo trasfondo ideológico nos recuerda, desgraciadamente, más

al “Conde de Montecristo” que al ”Rey Salomón”. Con todo ello se abre incluso

la posibilidad de intervención, por parte de la mediación, en el inicialmente vetado

ámbito penal, promoviendo procesos de reconciliación entre las partes,

culminando así lo que queda inconcluso tras aplicar otras metodologías bastante

más funcionales y un tanto despreocupadas por ese tipo de cuestiones. Si bien,

en principio, la justicia restaurativa no aspira a desplazar a la actual, es nuestra

particular opinión que bien pudiera plantearse seriamente tal propósito, en vez

de intentar conformarse simplemente con pretender complementar algo que, en

63 Los Principios de la Acción Válida fueron expuestos en una charla por “Silo” en el año 1973 y después

publicados íntegramente en el libro “Humanizar la Tierra”

64 Es considerado mundialmente como el padre de la “Justicia Restaurativa”.

65 El Código de Hammurabi es uno de los conjuntos de leyes más antiguos encontrado. Fue escrito en 1750

a. C. por el rey de Babilonia Hammurabi y se basa en la aplicación de la ley del Talión que es la denominación tradicional de un principio jurídico consistente en imponer un castigo que se identificaba con el crimen cometido, obteniéndose cierta reciprocidad. La expresión más conocida de la ley del talión se refleja en el pasaje bíblico "ojo por ojo, diente por diente".

87

esencia, apunta en una dirección diferente y que, en el fondo, no termina de

constituirse como una solución definitiva. Cuando se habla de condena, pena o

castigo: ¿Acaso se logra reparar algo con ello?... O bien estamos apelando a un

mecanismo para permitir expiar culpas o, peor aún, nos estamos refiriendo a un

acto fríamente calculado de despechada revancha colectiva. Sea como fuere,

continuamos inmersos en esa atmósfera judeo-cristiana a la que antes

aludíamos, desde la cual no es posible reconciliación alguna, dado que, lejos de

mejorar la situación, la empeoramos aún más.

Por otro lado, la “justicia restaurativa”, tal cual se la contempla hoy en día, fija

su interés exclusivamente en las “víctimas”… ¿Se puede hablar de “justicia

restaurativa” omitiendo la cuestión de las posibilidades de rehabilitación del reo?

En cualquier caso, detengámonos en el siguiente extracto de una noticia real

publicada en prensa:

“Es la víctima número 33 de la violencia machista en lo que va de año en

España. La Guardia Civil investiga la muerte de una mujer de 66 años a manos

supuestamente de su marido, un hombre de 71 años que se ha ahorcado

después de cometer el crimen con un hacha, según nos han informado fuentes

del instituto armado.”66

.

A nosotros no “nos salen las cuentas”… ¿Acaso el marido no es sino otra

singular víctima más de esa violencia desatada?... ¿Tan descabellada resulta

esta perspectiva alternativa? Si admitimos finalmente ese heterodoxo enfoque:

¿Lo seguiríamos asumiendo de no haberse suicidado después?... ¿Sólo con la

muerte se alcanza la condición de “víctima”? En caso de que el delito descrito

hubiese sido cometido solamente en grado de tentativa: ¿Podría la “víctima”

superar completamente tal experiencia sin contar en absoluto con el “agresor”?...

¿Resulta sensato y operativo hablar de reconciliaciones unilaterales?... ¿Cabría

la posibilidad de resolver favorablemente una mediación suscribiendo un

acuerdo sin escuchar siquiera a la otra parte?

66 Noticia fechada el jueves, 14 de septiembre de 2017 en el diario “20 minutos”, edición digital.

88

Consideramos honestamente que la mediación debería adquirir un rol muy

activo al objeto de hallar posibles respuestas a tales interrogantes y asumir un

gran protagonismo a la hora de gestionar las consecuencias derivadas de tales

soluciones.

LA RELACIÓN ENTRE POSICIONES EN UNA SITUACIÓN CONFLICTIVA

En realidad, si examinamos detenidamente cualquier disputa o tensión

interpersonal nos daremos cuenta de cuán complicado (por no decir imposible)

nos va a resultar determinar quién la originó. Todos suelen poseer parte de razón

en el asunto... Tanta como responsabilidad en su formación y en su posible

resolución...

Si en una reunión alguien increpa a otro por interrumpir un discurso que ya

duraba demasiado y éste, a su vez, se siente molesto por acaparar el otro el

debate: ¿Quién ha de pedir perdón? ¿El que reprochó la intervención a

destiempo o el que, harto de esperar, interpeló sin aguardar a que le tocase

hablar, molestando así al ponente que, a su vez, estaba abusando del turno de

palabra?67

Si me reprochan mi falta de colaboración debida a que me estoy sintiendo

forzado a actuar: ¿Quién debe disculparse? ¿Yo por no prestar la suficiente

ayuda o el otro por echarme en cara tal comportamiento tratando de obligarme?

Nuestra forma mental nos condiciona a pensar de manera lineal o secuencial,

siguiendo el tradicional patrón causa-efecto. Sin embargo, tal esquema

constituye una manera excesivamente simple de analizar la realidad de un

suceso particular. Lo que habitualmente ocurre, como ya hemos comprobado

anteriormente, es que los detonantes suelen ser múltiples y concomitan entre sí

de manera simultánea. No obstante, imbuidos sin remedio en la subjetividad de

67 De hecho, el mejor antídoto para no ser interrumpido cuando uno habla es ser breve.

89

nuestras conciencias, existirá únicamente una línea temporal que ordene los

hechos cinematográficamente. Por supuesto, desde un emplazamiento

alternativo, la sucesión de acontecimientos será distinta. Para aquel que le llamó

la atención al otro, el conflicto comenzó cuando le interrumpió. Sin embargo, para

ese otro, el que aquel empezase a extenderse en exceso fue lo que generó, en

realidad, la polémica.

Por otro lado, los comportamientos no se expresan aisladamente o en

abstracto sino siempre en relación con los de otras personas que, a su vez,

despliegan sus propias pautas en función de nuestros particulares

emplazamientos y viceversa. Es decir, en la práctica, las conductas de los

diferentes individuos se organizan a modo de piezas que se acoplan

morfológicamente entre sí, formando una especie de “rompecabezas” dinámico.

Sería muy normal, por ejemplo, que un profesor adoptase posturas severas

y autoritarias frente a una clase en la que detectase ciertas actitudes rebeldes,

contestatarias o desafiantes y, paradójicamente, sería esa misma posición

concreta, por parte del docente, la que, a su vez inconscientemente, las estaría

fomentando entre su alumnado.

En la práctica ese binomio "autoritario/rebelde" operará en el tiempo como un

condensador acumulando carga emocional negativa hasta que en determinados

momentos se libere bruscamente en forma de conflictos coyunturales. Cuanto

más severa sea la actitud manifestada por el profesor, más indisciplinado se

mostrará el alumno ante él y viceversa.

Nos hallamos pues ante una "bomba de relojería" donde, tarde o temprano,

un alumno, por simple despiste, hablará con otro mientras el profesor explica

algún concepto y éste lo percibirá como una falta de respeto hacia su persona,

por lo que, sin ánimo alguno de herir sus sentimientos le mandará callar, no

obstante, de una forma un tanto expeditiva. El estudiante, por su parte,

reaccionará seguramente reprochando lo que él considera una manera

90

excesivamente agresiva de dirigirse hacia él, lo que el profesor interpretará, a su

vez, como un desafío hacia su autoridad y optará por expulsarlo de la clase.

Este es precisamente el mecanismo que produce la escalada en los conflictos

cuando evolucionan sin ningún tipo de intervención consciente.

Si ante una mirada ajena permanentemente suspicaz intentamos aclarar todo

lo que hacemos:

¿Cómo creen que reaccionará el otro frente a tantas explicaciones?

Desde este enfoque amplio, concluimos, entonces, que los conflictos se

hallan asociados a la formación de determinados complejos conductuales, con

múltiples y biunívocas implicaciones, en los que dos o más comportamientos se

asocian retroalimentándose entre sí. Tal y como venimos constatando, el

concepto circular integrado en el estilo de mediación desarrollado por Sara Cobb

se aproxima mucho a esta idea, pero centrándose casi exclusivamente en las

distintas perspectivas del conflicto. Nosotros entendemos que esa completa

conexión entre la conciencia y el mundo, establecida mediante la intencionalidad,

se expresa en un conflicto en el sentido en que uno toma al otro enteramente

como parte de su mundo objetivándole por completo y viceversa. Por

consiguiente, las influencias mutuas no son meramente circulares y se

manifiestan articulando toda una red de implicaciones recíprocas que recogen

todos los aspectos posibles tales como comportamientos, actitudes, propósitos,

necesidades… Etc. En esencia, según se desprende de aplicar el método

estructural dinámico en el plano medio o de relación, todo se articula mediante

pares de acción/reacción y su formación guarda una estrecha relación con

nuestra habitual torpeza a la hora de compartir nuestros sentimientos con los

demás. El que nos embargue la emoción y se agite nuestra respiración suele ser

el pertinaz e ineludible preámbulo a una pérdida significativa de reversibilidad.

Responder en caliente mediante una reacción mecánica supone siempre un

grave error en lo que a gestión de conflictos se refiere. No obstante, partiendo

91

de un bloqueo empático previo es muy normal que expongamos nuestras

emociones con una carencia total de asertividad y así le explicamos a nuestro

interlocutor lo que nos ocurre de un modo excesivamente agresivo. Eso es

registrado violentamente por el otro reaccionando, lógicamente, de una manera,

a su vez, defensiva.

GÉNESIS DE LA RESPUESTA AGRESIVA

Es cierto que poseemos una base biológica con un funcionar similar al resto

de seres vivos y, por consiguiente, aún mantenemos ciertos mecanismos

instintivos de respuesta. Sin embargo, tal hecho nos puede influir, pero en modo

alguno determinar desde el momento en que cualquiera de nosotros, tal y como

hemos observado, puede retardar o diferir qué respuesta dar en un momento

dado, sin necesidad alguna de actuar de un modo inconsciente o automático.

Si el hombre ha llegado hasta aquí no ha sido gracias a potenciar simples

reflejos sino elaborando respuestas cada vez más inteligentes y complejas, tales

como la cooperación, que originó el lenguaje y posteriormente, con la escritura,

amplificó el registro histórico. Si hemos de reconocer alguna tendencia "innata"

o perpetua en el ser humano es precisamente esa y no la de enfrentarse los unos

con los otros tal y como afirmaba Hobbes68, fruto probablemente de un espíritu

atormentado y resentido.

Al igual que ocurre en el desarrollo embrionario y en general con cualquier

proceso evolutivo, la génesis de estructuras nuevas no desecha completamente

las antiguas. La invención del televisor no elimino la radio de nuestras vidas y la

complejidad creciente del sistema nervioso en la evolución de los organismos

tampoco suprimió elementos originarios tales como nuestro antiquísimo cerebro

reptiliano, diseñado básicamente para proteger a la especie. Así, cuando nuestro

abuelo cavernícola intuía un peligro al acecho, todo él respondía de manera

68 Alusión a su famosa cita de “El hombre es un lobo para el hombre”.

92

refleja con un automatismo adquirido y alojado en esta región del cerebro El

sistema nervioso del ser humano ha ido evolucionando, pero ante una supuesta

amenaza, seguimos, al igual que nuestros antepasados trogloditas,

respondiendo por inercia mecánica de la misma forma:

Al hilo mismo de esta cuestión debemos considerar también que, mantener

la atención permanentemente en todo lo que hacemos, supondría un derroche

energético que no nos podemos, en modo alguno, permitir. Es más, con lo

despistados que solemos ser, cualquier día nos olvidaríamos, por ejemplo, de

bombear sangre al cerebro, nos desmayaríamos y moriríamos por descuido. En

tal situación los automatismos son, más que necesarios, imprescindibles.

Gracias a ellos nosotros, los pilotos, podemos, si alguna circunstancia lo

requiere, reorientar nuestra atención hacia alguna tarea más importante o

significativa. Si debemos dirigirnos, por ejemplo, a algún sitio, nos fijaremos

principalmente en el itinerario a seguir, miraremos a ambos lados al cruzar una

calle y a la vez comprobaremos la hora para saber si llegamos a tiempo o, por el

contrario, hemos de llamar advirtiendo de nuestro posible retraso. Mientras todo

eso ocurre, nuestras piernas no paran de moverse y no es necesario, en

absoluto, que atendamos a qué músculos hemos de tensar o distender, en cada

momento. Muchas de nuestras respuestas vertidas al medio son tan complejas

que exigen siempre una buena dosis de rutinaria mecanicidad y tal cosa es

factible gracias a que poseemos registro o memoria de ellas. Algunos de tales

protocolos los vamos incorporamos por mero aprendizaje e imitación a lo largo

de la propia vida, pero otros son prácticamente innatos y se alojan en los recodos

más profundos de nuestro cerebro.

El estrés es un ejemplo de este tipo de reacciones reflejas. Se trata de un

mecanismo de respuesta psicofisiológica que prácticamente todos los

organismos presentan frente a una estimulación adversa con el propósito de

adaptarse a una supuesta emergencia. Este particular acto reflejo permite a los

organismos lidiar con este tipo de inquietantes coyunturas.

93

La respuesta de estrés está regulada, en el ser humano, por el sistema

nervioso central (SNC). La participación del SNC en la reacción de alarma ante

una situación de supuesta amenaza o peligro es de crucial importancia dada la

existencia de mecanismos de aprendizaje y memoria, que también dependen del

SNC, que pueden aumentar, disminuir o incluso eliminar la conducta agresiva

asociada.

Por lo tanto, de estar en lo cierto, la agresividad se relacionaría esencialmente

con un modo irreflexivo y poco atento de actuar por nuestra parte en

circunstancias que recomendarían otro tipo de emplazamiento más consciente y

ello explicaría, por ejemplo, el estrecho vínculo existente entre alcohol, drogas y

violencia, al propiciar esa pérdida de reversibilidad por desinhibición tan

característica del acto violento según estamos advirtiendo.

Son numerosos los estudios que relacionan e imbrican esta reacción de

estrés con el comportamiento agresivo. En individuos se ha observado que el

estrés está estrechamente relacionado con la violencia en el trabajo, escuela y

hogar. En una investigación realizada en Islandia con adolescentes de sexo

masculino de 15 a 16 años, se encontró un significativo aumento en la frecuencia

de conductas violentas, peleas e intimidación, asociadas al incremento en la

exposición a conflictos vitales tales como divorcio, muerte o desempleo de los

padres, fracaso académico y falta de o escaso apoyo paterno. En otro estudio

en adultos jóvenes del sexo masculino en los Estados Unidos de América, la

exposición diaria a conflictos familiares, de trabajo y de tráfico contribuyó al

incremento de la conducta de agresión en el ámbito laboral. Los participantes del

estudio que reportaron niveles elevados de tensión durante su camino al trabajo

(al conducir un vehículo) también tuvieron mayores niveles de conflictividad

(sentimientos de enojo, descontento y actitudes negativas hacia otros) y de

obstruccionismo (impedir la ejecución de otros para dañar su reputación) en el

trabajo.69

69 Extraído de la Tesis “Generalidades psicológicas sobre comportamiento y conducta delictiva. Una

aproximación a la Psicología Criminal y aportes al ejercicio clínico de la Psicología en contextos legales”. Monografía para optar el título de Licenciatura en Psicología presentada por: Wendy Judith Leiva Ventura

94

Por consiguiente, expresar lo que nos sucede suele convertirse, en la práctica

diaria, en una especie de exabrupto descontrolado en el que, en vez de

manifestar nuestros sentimientos al otro, se los lanzamos con una ausencia

completa de delicadeza y amabilidad.

"Nuestro amigo llega tarde, como suele ser habitual, y le recibimos de la

siguiente manera:

- ¡Otra vez llegando tarde!… ¡Qué cara más dura te gastas!... ¡Ya estoy harto

de andar siempre esperándote como un bobo cada vez que quedamos!... ¡Crees

acaso que no tengo cosas mejor que hacer que estar perdiendo el tiempo

plantado como una maceta en plena calle, aguardando a ver si te dignas en

aparecer!".

En este caso, hemos expresado con meridiana claridad nuestras emociones

al respecto. Sin embargo, no parece ser esa la mejor manera de manifestarlas

si lo que pretendemos, en realidad, es resolver el conflicto en vez de avivarlo.

Si hacemos memoria acerca del caso de nuestro buen amigo, objetivado por

nosotros mediante el personaje del "tardón", es posible que recordemos alguna

ocasión en la que nosotros mismos nos demoramos en llegar a una cita. Si

tomamos por referencia una situación concreta en la que tal circunstancia se dio,

nos daremos cuenta de que aquel día posiblemente teníamos una agenda de lo

más "apretada" por querer asumir todos los compromisos, sin decepcionar a

nadie, y organizamos las diferentes actividades del día sin contemplar márgenes

de ajuste ante posibles accidentes. En tal situación, cualquier imprevisto

acaecido supuso un inevitable retraso por nuestra parte. En general, nadie llega

tarde a propósito y mucho menos con el objetivo de fastidiarnos. Tal y como

venimos observando, en todo conflicto generado en el seno de un determinado

ámbito formado por un conjunto de individuos, los diferentes comportamientos

encajan los unos con los otros. Todos los comportamientos se complementan

95

entre sí formando una estructura compacta, de tal manera que modificando

cualquiera de ellos generamos la necesidad de que los otros también cambien

los suyos y se ensamblen otra vez de una forma diferente. Imaginemos esa

situación tan típica de las oficinas, antes mencionada, en la que un superior

alterado increpa a un subordinado por su falta de eficacia. En el caso de sentimos

avasallados, en algún momento, por alguien que, de modo habitual, se dirige a

nosotros de una manera excesivamente exigente, admitiremos que frente a esa

conducta solemos adoptar defensivamente una actitud justificativa que no hace

sino retroalimentar tan molesto emplazamiento. Si en presencia de esa persona

comenzamos a dejar de quejarnos y protestar, adoptando una actitud más activa,

probablemente deje de presionarnos al carecer ya de sentido sus sucesivos

reproches. Retomaremos esta cuestión más adelante ya que, a partir de esta

idea, es posible desarrollar una estrategia eficaz de resolución de conflictos

personales sin necesidad de que intervengan terceras personas.

ACUERDO CONSENTIDO Y CONFLICTO

Ese crucial principio rector definido mediante el concepto de voluntariedad,

que tanto caracteriza la práctica de la mediación, supone para nosotros una

norma también esencial e incuestionable, aunque por razones más profundas

que guardan relación con nuestra concepción intersubjetiva de la “realidad”. En

cualquier caso, mantener el timón de la mediación firme bajo esa orientación

ética o ideológica nos conduce irremediablemente hacia un tipo de concierto

final, armónicamente consentido, muy específico de este tipo de protocolos y

muy acorde con nuestros planteamientos.

Por consiguiente, cabe preguntarse si, considerando el hecho de que el

consenso es la única vía capaz de propiciar acuerdos conjuntos, superando todo

conflicto más allá de su mera gestión: ¿No deberíamos, por consiguiente,

impulsarlo como metodología referencial también en toda dinámica colectiva?

¿Hemos acaso de esperar a que surjan conflictos para zanjarlos después

96

estableciendo pactos mutuamente satisfactorios? ¿No sería más inteligente, por

nuestra parte, promover preventivamente ese tipo de estrategias de coordinación

conjunta de manera generalizada y ahorrarnos así posteriores controversias?

Consenso y conflicto conforman entre sí sendas caras de una misma

moneda. Si, tal y como demuestra la práctica de la mediación, los conflictos se

resuelven solamente tras alcanzar una solución de consenso entre ambas

partes, no nos ha de sorprender, entonces, que la existencia de compromisos

asumidos, por todas las partes implicadas, sin pleno consentimiento generen, a

su vez, conflicto. Es decir, siempre que una persona se vea forzada, obligada o,

incluso, persuadida, de alguna manera, a realizar algo que no desea o entiende,

al menos, que no es, en estricto, necesario, a buen seguro que se sentirá

cosificada y, posteriormente, usada para satisfacer un propósito ajeno y ello

constituirá irremediablemente el germen de un conflicto, que tarde o temprano

terminará por manifestarse.

Como no tiene mucho sentido preocuparnos por resolver conflictos, por un

lado, mientras continuamos generándolos, por otro, hemos de considerar, muy

seriamente, la posibilidad de empezar a observar el modo en que nos

organizamos y nos coordinamos entre sí cuando actuamos de manera conjunta,

de tal modo que, si aspiramos a vivir en ambientes cada vez menos crispados,

deberemos cooperar más entre nosotros en lugar de competir constantemente.

COMPETITIVIDAD, MEDIACIÓN Y CONFLICTO

El «sistema» en el que nos hallamos inmersos se caracteriza básicamente

por su carácter netamente confrontativo. La desigualdad en grado de injusticia y

el conflicto consecuente, elevado ya a la categoría de violencia, al cristalizarse,

descohesiona progresivamente toda agrupación humana, mientras nuestras

sociedades se deshumanizan paulatinamente convirtiéndose en junglas

darwinistas cada vez más hostiles.

97

Vivimos en un mundo donde la competitividad, que viene a ser la capacidad

de ganar, vencer o “quedar por encima” del otro, sorpresivamente, se ha

convertido en una virtud. Resulta lógico entonces contemplar la posibilidad de

que nuestra actitud habitual no sea la más adecuada ya que la totalidad de

inercias mentales, automatismos adquiridos e ideas preconcebidas apuntan

justamente en la otra dirección. No asumir esta cuestión previa es lo que, entre

otros factores, nos impide relacionarnos, de un modo correcto, los unos con otros

dado que, lamentablemente, nadie nos educó ni preparó nunca para ello sino,

más bien, para todo lo contrario y es precisamente en ese contexto, donde el

conflicto se expresa como evidencia manifiesta de tal dificultad. Por

consiguiente, deberíamos comenzar a asumir y reconocer, en un sano ejercicio

de autocrítica, exento de culpabilidad, pero sin caer en una cómoda

autocomplacencia, que hemos sido moldeados desde la tierna infancia para

competir y no para cooperar. Atendemos casi siempre a lo que nos diferencia y

separa del otro en vez de considerar todo lo que poseemos en común con él y

tendemos a confrontar nuestros respectivos intereses, intentando imponerlos, en

lugar de complementarlos entre sí integrándolos.

Los respectivos posicionamientos en una situación conflictiva se caracterizan

por su marcado carácter competitivo y no podría ser de otra manera porque,

como venimos observando, tal actitud constituye el modo, por defecto, de

emplazarse de la mayor parte de nosotros. En realidad, es esa beligerancia, fruto

de la mutua ubicación usualmente centrípeta, la que origina precisamente el

conflicto. El intentar actuar sobre él sin manifestar interés alguno frente a la

posibilidad de modificar previamente la relación establecida inicialmente,

transformándola de competitiva a cooperativa, acota nuestras aspiraciones al

respecto y nos resigna a fijar como objetivo máximo el propiciar arreglos que

bloqueen o repriman, en cierto modo, una probable escalada que pudiera

terminar con un elevado grado de violencia. Justamente de esa necesidad, surge

la vía judicial e incluso, metodologías alternativas tales como el arbitraje, la

conciliación o la negociación que, al poseer, en sí, un carácter intrínsecamente

adversarial, carecen de la capacidad necesaria para resolver, de forma definitiva,

98

tales situaciones, teniendo que contentarse con establecer meros cauces para

evitar así que se descontrolen, acarreando peores consecuencias. No obstante,

entendemos que la mediación sí que contempla seriamente la conveniencia de

reconstruir el deteriorado vínculo existente entre las partes como paso previo

dentro del proceso y es ese particular detalle el que posibilita zanjar del todo

cualquier polémica, colocando a los mediados en una situación final incluso

mejor que la de partida, empleando el conflicto de una manera proactiva,

impulsando, de ese modo, una trasformación que va más allá de los implicados

directamente, pudiendo adquirir una dimensión, incluso, revolucionaria. Es decir,

en nuestra opinión, vivimos inmersos en una humanidad enferma de rancia

competitividad y el conflicto permanente no es sino uno de sus más significativos

síntomas. Frente a tal contingencia la mediación y la resolución de conflictos

constituyen, quizás, el más eficaz de los remedios.

LA TIRANÍA DE LA GROSERA VULGARIDAD

A lo largo de la historia, desde la guerra hasta la democracia, se han ido

articulando diferentes soluciones, más o menos sofisticadas, tratando de

resolver el problema de las decisiones colectivas. Pero pese a tanta aparente

variedad, lo cierto es que sea por el poder de las armas, de las urnas o de los

argumentos, la fuerza ha sido siempre el común denominador de todas ellas. De

un modo u otro, los «vencedores» terminan por imponer a los «vencidos» sus

particulares propósitos que sólo a ellos benefician tanto como a otros perjudican,

generando conflictos a cada paso. En definitiva, formas aparte, no hay

demasiada diferencia entre la prehistoria y el siglo XXI en lo que respecta a la

regulación de lo social. Ello evidencia, como en tantos otros aspectos, el enorme

desfase existente entre el desarrollo tecnológico y el humano. Nos sobra

imaginación para construir artefactos que surquen las estrellas, pero para

organizar la vida en común no hemos sido capaces de hallar mejor sistema que

ese que se emplea en la selva que consiste en ver «quien la tiene más grande».

99

En tal situación, no nos cabe otra manera de resolver lo colectivo que

establecer una fría aritmética de intereses particulares que pugnen entre sí por

imponerse unos sobre otros. De ese modo, cuando en el terreno político se

plantean diferentes opciones ideológicas, no se nos ocurre nada mejor que

enfrentarlas entre sí y comprobar cuál de ellas posee un mayor respaldo o

«fuerza». Dada la manifiesta incapacidad de alcanzar acuerdo alguno

debatiendo, las cámaras políticas de representantes no suelen albergar en su

seno demasiadas formaciones políticas para evitar así una ingobernabilidad que

se podría resolver simplemente dialogando. Precisamente, por esa razón

también, todos los sistemas democráticos, a través de sus respectivas leyes

electorales, tienden en general a forzar un bipartidismo alternante a perpetuidad

amparado, a su vez, por el chantaje del «voto útil» y convirtiendo en íntimamente

vergonzante ese supremo acto de expresión de la soberanía popular. De ese

modo, en las democracias actuales, 51 individuos imponen su cosmovisión a los

49 restantes, constituyendo así, parafraseando en parte a Ortega y Gasset70,

una auténtica dictadura de la mediocridad, antítesis misma de la inteligencia

colectiva, dado que, estadísticamente la excelencia, a diferencia

lamentablemente de la estupidez, suele ser muy exótica.

Llega esta cuestión a ser tan ridícula que el número de miembros de un

comité ejecutivo suele ser impar, o bien se le permite a su presidente poseer un

voto de mayor valor, para evitar así que los posibles empates bloqueen la toma

de decisiones. No importa nada la deliberación conjunta sino la correlación de

fuerzas: ¿Para qué perder el tiempo entonces dialogando?

Solamente así, con la noción de confrontación como telón de fondo del ideario

colectivo, algo tan burdo como la democracia mayoritaria puede aparecer como

el mecanismo más evolucionado que la humanidad haya desarrollado jamás

para conducirse de manera conjunta.

70 La frase exacta que formuló Ortega y Gasset al respecto era: “La democracia no es otra cosa que la

tiranía de la mayoría”.

100

DIVERSIDAD Y BANDOS

Cuando analizamos anteriormente el conflicto aplicando la metodología

propia del Método Estructural Dinámico, fijábamos como ámbito superior las

agrupaciones humanas tales como la familia, trabajo, vecinos, colegio… Etc.

Naturalmente operamos así porque en la mediación nos interesa, en particular,

trabajar a esa escala. No obstante, si giramos el revolver de los diferentes

objetivos y cambiamos de lente en este microscopio nuestro del método,

modificando así la escala de observación, podemos ubicar como ámbito medio

tales conjuntos y entonces la sociedad entera pasaría a ser el nivel más amplio.

Emplazados de ese modo, observamos que una de las mayores grandezas

de la humanidad reside precisamente en su diversidad, pero, en lugar de

enriquecernos gracias a ella, nos acaba generando, dada nuestra falta de

destreza, enormes dificultades a la hora de conciliar tanta singularidad con la

característica dimensión social del ser humano y esa imperiosa necesidad de

actuar siempre de manera conjunta. Precisamente una de las manifestaciones

más evidentes de tal carencia, en ese sentido, es el roce constante y permanente

que, expresándose en forma de conflicto, experimentamos en muchas de

nuestras relaciones cotidianas.

Por otro lado, la consecuencia directa de esa miope gestión que realizamos

al respecto son las sociedades actuales fragmentadas en bloques sectoriales

(obreros contra empresarios, padres contra hijos, hombres contra mujeres...

Etc.). Es tan corta la mirada que, careciendo por completo de imaginación,

muchos, en vez de plantearse fórmulas para trascender esa dinámica fratricida,

optan sin embargo por elaborar sesudos modelos interpretativos de la realidad,

a partir de las actuales circunstancias, sentenciando a perpetuidad esta absurda

situación.71

71 Clara alusión al marxismo, ideología que se fundamenta básicamente en el conflicto. “La guerra es la

partera de la historia” (Karl Marx)

101

Avanzar como conjunto siempre a partir de disyuntivas del estilo “sí o no”

descompone poco a poco cualquier agrupación humana72 y esa fórmula que

empleamos, de “la mitad más uno”, para sintetizar posteriormente esa inherente

variedad de intereses que previamente hemos articulado de manera arbitraria

mediante simples dicotomías, lejos de resolver la cuestión, polariza a las

poblaciones, generando bandos en permanente tensión.

El conflicto, además, así comprendido, cansa, agota, divide, y lo peor de todo,

distrae de lo constructivo. Las desavenencias y los enfrentamientos sobrevienen

en realidad por una falta de adaptación a vivir en un mundo diverso, plural,

complejo y completamente alejado de esos planteamientos extremistas que

solemos establecer a cada paso que damos. Asumir esas artificiosas

incongruencias y tratar de superarlas resulta mucho más adecuado que

resignarse a entender las relaciones humanas como un campo de batalla.

Concebir la vida como un existir contra algo o contra alguien resulta

completamente estéril. La vida ha de ser entendida como un proyecto a favor de

interesantes propósitos y no como un sinvivir en un clima de permanente

hostilidad, por muy justas, legales, éticas y “verdaderas” que pudieran ser las

causas.

Intentar superar los aparentes inconvenientes que acarea consensuar

nuestro quehacer conjunto hasta en lo más cotidiano cobra un gran sentido

cuando advertimos que avanzar en esa dirección podría suponer acercarnos a

esa sociedad que la inmensa mayoría de nosotros anhelamos. El consenso se

convierte así entonces en una herramienta esencial para ir perfeccionando un

nuevo modo de relación interpersonal, basado en la cooperación que propicie

escenarios sociales cohesionados en lugar de una humanidad bajo presión

permanente fragmentada por múltiples conflictos de intereses, trascendiendo de

ese modo todo tipo de dialécticas generacionales, de clase o de género.

72 En ese sentido, merece la pena recordar las palabras de Brian Mulldoon: “La tendencia humana natural

a resolver el conflicto eligiendo entre dos posiciones opuestas, puede liberar del desorden interno, pero no revela la verdad más profunda”.

102

Finalmente, todo ello nos recuerda aquel principio “siloísta” de “negación de

opuestos” que se expresa diciendo: “No importa en que bando te hayan colocado

los acontecimientos, lo importante es que comprendas que tú no has elegido

ningún bando”.73

MINORÍAS, PROGRESO Y CONSENSO

Ya el mismísimo Maquiavelo, uno de los primeros pensadores que analizó

las dificultades del consenso y que no se caracterizaba precisamente por su fe

en la bondad humana, afirmaba, sin embargo, que “si la violencia es coerción, el

respaldo será consenso y legitimidad”.

La vida en sociedad nos conduce inexorablemente a interaccionar con otras

personas ante la ineludible necesidad de compartir espacios comunes. Por

consiguiente, han de existir normas que regulen dicha convivencia o, por el

contrario, todo se transformará en un caos de individualidades operado con pleno

albedrío, sin considerarse los unos a los otros, lo que constituirá una inagotable

fuente de conflictos. En ocasiones, cuando un conjunto humano actúa sin ser

consciente de este hecho, el resultado consecuente es la acumulación

progresiva de situaciones controvertidas que, de manera improvisada, se

intentan paliar luego mediante la adquisición de reglas de un modo reaccionario

y sobrevenido. La urgencia impuesta por la falta de previsión obliga a acatarlas

sin que medie un razonable acuerdo conjunto consentido, lo que genera, a su

vez, nuevos roces y trifulcas. No existe norma alguna que pueda regular

adecuadamente la vida en común si no emana explícitamente de un acuerdo

conjunto. La humanidad entera funciona gracias a una infinidad de mínimos

arreglos que todos en mayor o menor grado aceptamos, que apenas percibimos

y rara vez cuestionamos, al formar parte de la propia cultura, incrustados en los

73 Los Principios de la Acción Válida fueron expuestos en una charla por “Silo” en el año 1973 y después

publicados íntegramente en el libro “Humanizar la Tierra”

103

profundos hábitos sociales y formas de vivir. Pero estos compromisos tácitos

adquiridos por los valores, transmitidos y aceptados por la educación y las

costumbres, no bastan. Se necesitan consensos manifiestos y conscientemente

reflexionados y asumidos que vayan tejiendo en el seno de la sociedad una red

de relaciones y espacios de participación para articular proyectos abiertos al

futuro y con objetivos comunes. La validez de cualquier norma ha de ser, por lo

tanto, refrendada permanentemente, reconvirtiendo así toda regla o ley vigente

en acuerdo viable.

Efectivamente el consenso establece un vínculo de solidaridad social y una

reducción de la necesidad de recurrir a la confrontación y al conflicto para

resolver las desavenencias y crear orden. Solamente gracias al consenso, una

sociedad es capaz de alcanzar plenamente una convivencia en paz. Si los

dirigentes no se afanan en generar consensos, los estallidos de protesta e

indignación son mucho más probables, ya que, al margen del proceso de

polarización antes descrito, las minorías que no compartan según que decisiones

sentirán que sus derechos no son reconocidos y existirá una mayor tendencia a

la confrontación.

La antropóloga estadounidense Margaret Mead74 afirmó: «Nunca dudes que

un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos puedan cambiar el mundo. De

hecho, son los únicos que hasta ahora lo han logrado».75 Las minorías, escribió

Goethe a su vez, “son las dueñas de la razón”. La historia nos enseña que

ninguna causa es apoyada mayoritariamente desde un primer momento. Todo

aquello que ha llegado a ser grande alguna vez empezó un buen día siendo

pequeño.

74 Margaret Mead fue una antropóloga estadounidense destacada por sus investigaciones etnográficas en

las décadas de los 20 y 30 en Samoa y Nueva Guinea. Fue pionera en cuestionar la visión sexista biologista que prevalecía en las ciencias sociales, introduciendo ya en 1935 la "idea revolucionaria" de que, por ser la especie humana enormemente maleable, los papeles y las conductas sexuales varían según los contextos socioculturales. 75 En 1971, un reducido grupo de activistas canadienses formaron una pequeña organización para llevar a

cabo una protesta y evitar así que los Estados Unidos llevara a cabo una segunda prueba nuclear en Alaska. Ese fue el germen de lo que hoy conocemos como “Greenpeace”.

104

Por consiguiente, las retaguardias de hoy podrían resultar ser las

vanguardias de mañana e impedir su normal desarrollo supondría retrasar el

proceso evolutivo social.

Los momentos más difíciles por los que ha atravesado la humanidad son

precisamente épocas en las que el autoritarismo ha asfixiado cualquier

alternativa de cambio deteniendo con ello el reloj histórico.

Precisamente, en las sociedades occidentales actuales, el envejecimiento

progresivo de la población, debido a las bajas tasas de natalidad, nos da como

resultado la paradójica situación de que aquellos que apenas poseen ya un futuro

por delante deciden como será éste para aquellos condenados

irremediablemente a padecerlo.

De más está señalar que el único mecanismo de coordinación conjunta capaz

de preservar las minorías, reconociendo la importancia que en realidad poseen,

es el consenso. El método de la votación mayoritaria, por el contrario, supone un

auténtico rodillo que homogeneiza uniformemente las sociedades aplastando

toda divergencia y, con ello, la expresión de matices que, sin duda, enriquecerían

cualquier acuerdo final.

CUANDO HABLAMOS DE CONSENSO… ¿A QUÉ NOS ESTAMOS

REFIRIENDO EN REALIDAD?

El consenso, contrariamente a lo que cabría suponer, no es simple

gregarismo, en el que se juntan las personas como masa para fabricar

artificialmente una identidad. La masificación es lo contrario del consenso y

conlleva manipulación y despersonalización. Para constituir óptimos consensos

se necesitan, sin embargo, personas libres, tolerantes, dialogantes, abiertas y lo

más importante, diversas.

105

Por ese motivo, el consenso no constituye solamente una alternativa más a

la hora de tomar decisiones, obviando con ello todo un conjunto de prácticas de

elaboración conjunta que forman parte de dicho proceso, en el que el acuerdo

general final no es sino su expresión última o conclusión. Se trata, en realidad,

de un modo de construcción colectiva en el que los diferentes individuos

cooperan entre sí en lugar de competir con el fin de adoptar acuerdos que, en

definitiva, a todos afectan. Por consiguiente, resulta imprescindible establecer un

ámbito solidario generalizado previo sin el cual dicha síntesis conjunta resultaría

del todo inalcanzable. No es posible debatir una cuestión de cualquier manera y

pretender luego alcanzar un consenso como colofón. Hemos de entender el

consenso más como una forma de trabajo en equipo basada en el intercambio

constructivo de ideas y no en la confrontación de opiniones, tal y como

acostumbramos a proceder con demasiada frecuencia.

El consenso tampoco es un concurso de ocurrencias y, por lo tanto, no

consiste en elegir entre A, B o C. El propósito último es elaborar, entre todos y a

partir de ellas, una nueva y mejor alternativa (D) con los elementos comunes que

poseen, mas otros añadidos que permitan trascender las aparentes

divergencias, aglutinándolas y relacionándolas entre sí.

Hoy se habla con frecuencia de consenso, pero no se entiende bien en que

consiste. Muchos creen que se trata de un método mediante el cual un grupo de

personas discuten entre sí hasta lograr que todos piensen igual. O bien que la

estrategia a seguir es que cada uno de ellos vaya cediendo progresivamente en

sus pretensiones iniciales con el fin de llegar a un acuerdo de mínimos con el

que nadie se sienta del todo cómodo. También suele ser frecuente confundir

unanimidad con consenso, ya que comparten aparentemente un destino similar,

transitando por senderos completamente diferentes. La unanimidad no precisa

necesariamente de un fecundo intercambio de opiniones como preludio. La

impaciencia por alcanzar un acuerdo, la coerción grupal o presión de conjunto,

la formación de grupos escasamente diversos con compositivas sesgadas que

comparten un interés común, el pensamiento sectario o la mediocridad extrema

106

promovida por el pensamiento único son todos capaces de fraguar acuerdos

unánimes sin constituir por ello un verdadero consenso.

Es más, de producirse un pronunciamiento unánime ocasionalmente en un

intercambio inicial de opiniones, convendría esquivarlo, asumiendo alguno de los

presentes el rol de «abogado del diablo» al objeto de abrir el debate,

enriqueciéndolo con nuevos puntos de vista, tal y como acostumbra a hacer el

Vaticano, a través de la figura del «promotor fidei» en los procesos de

beatificación.76 Como decía Einstein: «Una velada en la que todos los presentes

estén absolutamente de acuerdo es una velada perdida».

Hemos de considerar, por consiguiente, esa capacidad de coacción tácita

que un conjunto de personas posee siempre sobre la opinión de un simple

individuo, tal vez debida a ese miedo a quedar en soledad al que apelaba Formm

para explicar este tipo de manifestaciones.77 Experimentos realizados por

Solomon Asch en 1951 demostraron significativamente el poder de la

conformidad del grupo. El objetivo explícito de dicha investigación era estudiar

las condiciones que inducen a los individuos a permanecer independientes o a

someterse a las afirmaciones del grupo cuando estas son contrarias incluso a la

realidad. Se encontró que aunque en circunstancias normales los participantes

daban una respuesta errónea el 1% de las veces, la presencia de la «presión de

grupo» causaba que los participantes se dejaran llevar por la opción incorrecta

el 36.8% de las ocasiones.78 En un proceso deliberativo de carácter consensual,

todas las opiniones han de ser consideradas por igual, con independencia del

apoyo colectivo que reciban en el momento de ser formuladas, concluyendo con

un acuerdo generalizado en el que absolutamente todos se sienten incluidos,

minimizando así la influencia del efecto descrito. Sea como fuere, el objetivo

76 El «promotor fidei» se encarga, en los procesos de beatificación, de recopilar pruebas en contra del beato

propuesto para ser canonizado. Es una especie de fiscalía divina. 77 Del libro “Miedo a la Libertad”.

78 Los participantes, todos cómplices menos uno, estaban sentados en la sala de una clase en donde se

les preguntaba si una línea era más larga que otra, cuáles tenían la misma longitud, etc. Los cómplices habían sido preparados para dar respuestas incorrectas en los tests y determinar si ello influía en las respuestas del otro estudiante.

107

principal del consenso no es la unanimidad sino la unidad. Goethe decía al

respecto «No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan sólo si

marchamos juntos por el mismo camino».

En lo relativo al consenso, muchas veces se habla también de fijar el nivel

porcentual del mismo presuponiendo que resultará utópico alcanzar un

posicionamiento común completo. Un acuerdo del 80% o 90% no es sino una

mayoría holgada y en ningún caso un consenso ya que, por definición, éste

nunca puede ser parcial. Resulta frecuente escuchar o leer la expresión: “existe

un amplio consenso…” Los consensos no son ni amplios ni estrechos… Son o

no son…

La confusión entre mayorías cualificadas y consensos radica en suponer que

la práctica democrática es, de alguna manera, una aproximación al consenso

cuando en realidad constituye su verdadera antítesis al partir de una

confrontación entre partes.

En realidad, no existe mejor manera de abortar una prometedora deliberación

que someterla al dictamen de la mayoría. Por supuesto que en un proceso

consensual se vota, pero solamente para sondear el grado de aceptación de una

determinada propuesta y jamás para adoptar una decisión final al respecto.

A veces, se suele apelar a la fórmula incongruente del consenso parcial o

imperfecto cuando subyace la sospecha de que un sector minoritario pudiera

poseer la intención de bloquear cualquier acuerdo posible. Esto se conoce como

la «paranoia del saboteador» y si tal fuese el caso, se debería reconocer, con

absoluta honestidad, que no existe aún, en el seno del grupo en cuestión, la

suficiente confianza ni la adecuada actitud conjunta como para desarrollar

procesos consensuales.

En definitiva, tal vez dialogar colectivamente sobre cómo superar las

dificultades que ser presentan resulte más útil que pervertir el método

108

acomodándolo al nivel de inmadurez existente, sobre todo porque ello denota

además una manifiesta incapacidad para trabajar en equipo que, de no

resolverse, comprometerá a futuro la dinámica colectiva.

Cabe destacar, además, que el veto no puede, en ningún caso, poseer un

carácter incondicional y siempre ha de ser motivado y tendente al acuerdo.

No obstante, hemos de tener cuidado con no confundir disensos reiterados e

irracionales con legítimas discrepancias que aspiran a ser resueltas. La práctica

del consenso puede también conducir a cierta dinámica patológica cuando se

produce cierto desaliento a la hora de expresar opiniones contrarias que

pudieran quebrar un inminente acuerdo al parecer asumido ya mayoritariamente.

Esto puede llevar a una situación conocida como «conformismo grupal» en la

que cada participante cree que cierta estrategia es mala, pero nadie está

dispuesto a expresarlo abiertamente porque se tiene la impresión errónea de que

los demás miembros del grupo, sin embargo, la apoya. El caso general que nos

ocupa puede perfectamente extrapolarse a un juego del tipo «suma no nula»79

y, en función de las diferentes estrategias desarrolladas por cada uno de los

individuos que conforman el grupo, es factible presentar el siguiente esquema a

modo de «matriz de pagos»:

79 En realidad, la opinión del que suscribe, es que todos los casos prácticos son de “suma no nula”… Los

que no lo son, suelen ser abstracciones ideales que no se corresponden con ninguna situación real.

109

Presuponiendo igualmente un comportamiento lógico, existiría un «Equilibrio

de Nash» determinado por la metodología conjunta de la negociación y un

«Óptimo de Pareto» identificado por el acuerdo consensuado. Lo primero que

llama poderosamente la atención es que, curiosamente, cuando nos

enfrentamos a la encrucijada de seleccionar la mejor estrategia para adoptar una

decisión conjunta, haciendo un verdadero alarde de irracionalidad, nos

decantamos casi siempre por la votación. Es como si en el caso del «Dilema del

Prisionero» eligiésemos zanjar la cuestión tirando una moneda al aire para ver

quien delata a quién. Si, tal y como hemos advertido con anterioridad, lo

conveniente es decidir entre el «Equilibrio de Nash» o el «Óptimo de Pareto» en

función del grado de confianza existente y se supone que el ámbito objeto de tal

elección es un equipo lo bastante cohesionado como para que su interés se

oriente claramente hacia el bien común, no nos quedará más remedio que asumir

el consenso como la manera más adecuada de conducirse colectivamente en

tales circunstancias. Es más, albergar algún tipo de reserva en ese sentido nos

obligaría a reconocer que el nivel de confianza mutua adquirido, en el seno del

grupo, no es el adecuado ¿Se asociarían ustedes con gente de dudosa lealtad

a los objetivos comunes, sospechosa de conducirse exclusivamente por

intereses particulares? Pues precisamente para prevenir que tal cosa suceda, el

mejor antídoto es decidirlo todo mediante consenso que es donde naufragan los

egoísmos y lo único que sobrevive es el bien común o, en caso contrario, asuman

entonces la cruda realidad de no constituir equipo alguno más allá de ser un

mero agregado de individuos movidos por íntimos y oscuros deseos personales.

De todo lo expuesto se deduce que resulta en extremo complicado, desde el

emplazamiento mental que subyace en el marco del actual «sistema»,

comprender lo que el concepto “consenso” supone o significa. De ahí su

vocación marginal dadas las reticentes dificultades que, hoy en día, entraña la

vocación de usarlo de una manera generalizada. Para asimilarlo correctamente,

debemos hacer el pequeño esfuerzo de observarlo ubicados en un modelo social

ideal donde lo colectivo no emerge a partir de la sumatoria de las confrontaciones

110

individuales, como ocurre hoy en día, y asumir el consecuente compromiso

necesario para que alcance a constituirse como referente en cualquier

elaboración colectiva y desarrollar, de ese modo, principios fundamentales que

cimienten una sociedad más justa, humana y libre de conflicto.

De ahí en concreto, de observar el consenso en función del paradigma

psicosocial actualmente vigente, emana la generalizada confusión de considerar

que una mayoría abultada es, en cierto modo, una aproximación al consenso,

entendiendo a éste como una convergencia total o completa, lo que le hace

aparecer, a su vez, como una utopía casi irrealizable, asequible únicamente a

través de un resignado proceso de negociación. Desde el actual “sistema” sólo

vemos las flechas negras apuntando hacia fuera80 y percibimos el consenso

como un techo inalcanzable cuando en realidad constituye la base sobre la que

se asienta un “sistema” alternativo y evolutivamente superior, al que podríamos

perfectamente encaminarnos avanzando con decisión por esa vía. Sin embargo,

nos cuesta mucho comprender la profunda diferencia entre el consenso y otras

fórmulas de coordinación colectivas porque la perspectiva instalada es

cuantitativa y no nos permite observar que nos hallamos frente a una disyuntiva,

en realidad, de carácter cualitativamente diferente.

El dilema consiste en elegir previamente entre cooperar o competir, pero para

colaborar hemos de abandonar antes la senda de la confrontación donde

actualmente nos hallamos inmersos o, empleando una terminología informática,

deberemos reiniciar el sistema seleccionando otra opción por defecto.

Por esa ruta sólo es posible transitar a través de la votación, de las mayorías

más o menos numerosas e, incluso, de la negociación, en la que se continúa,

aunque de una manera más sutil, pujando en contra del otro en aras de

salvaguardar los propios objetivos.

80 En alusión al dibujo ambiguo de las flechas previamente expuesto.

111

No obstante, si aspiramos a trabajar consensuadamente, no queda otro

remedio que desviarnos.

Procediendo a partir de una dialéctica de confrontación, que es el mecanismo

inercial al que estamos acostumbrados, el consenso no es que resulte difícil de

alcanzar; es radicalmente imposible. Sin embargo, trabajando con los diferentes

posicionamientos de una manera alternativamente complementaria, no sólo es

factible, sino que no resulta excesivamente complicado.

Lógicamente, lo dicho en relación con las distintas maneras de afrontar la

coordinación colectiva vale también, por supuesto, para las diferentes

metodologías alternativas de resolución de conflictos. La conciliación, el arbitraje

y también la negociación, se circunscriben dentro de una dinámica de

confrontación entre partes, mientras que la mediación es, de momento, la única

estrategia que circula por la vereda de promover la mutua cooperación como

mecanismo impulsor a la hora de concretar un acuerdo final.

Por consiguiente, el consenso y la mediación, desde un punto de vista

estrictamente ortodoxo, precisan ambos expresarse en escenarios conjuntos

colaborativos en los que todo se resuelve trabajando en equipo y cooperando

entre sí. Por eso precisamente su implantación progresiva podría acarrear

consecuentemente un cambio de paradigma y de ahí la extrema necesidad de,

pese a las dificultades, impulsarlo dado que nuestro desarrollo podría, incluso,

depender de si somos o no capaces de cambiar la cultura del YO actual, que ha

agotado ya toda expectativa de futuro, por la cultura alternativa del NOSOTROS.

COOPERACIÓN

CONFRONTACIÓN

NEGOCIACIÓN (100%)MAYORÍA AMPLIA (70-90%)MAYORÍA SIMPLE (50%) CONSENSO

112

DINÁMICA ASAMBLEARIA Y MEDIACIÓN

En el seno de una asamblea, algunos participantes deben adoptar diferentes

roles y funciones en aras de lograr un correcto y provechoso funcionamiento de

la misma. Tal necesidad radica en nuestra falta de habilidad a la hora de

coordinarnos para asumir y organizar tareas conjuntas. Porque a tenor de las

actuales circunstancias, suponer que los integrantes de una reunión cualquiera

van a escucharse atentamente los unos a los otros respetando a la persona que

habla sin interrumpirla, es una solemne ingenuidad y si alguien no se encarga de

organizar los turnos de palabra, todos acabarán seguramente hablando a la vez.

Solamente en la medida en que ese equipo de trabajo vaya adquiriendo la

suficiente madurez y habilidad, cabe la posibilidad de que tales funciones o

responsabilidades puntuales, desempeñadas por personas concretas vayan

siendo asumidas por el conjunto, apoyándose en algún sistema de comunicación

interno, previamente acordado, que lo permita. Ello exige un gran bagaje previo

de experiencia acumulada por parte del grupo y entre tanto, nos resultará

ineludible la necesidad de afrontar que determinados miembros desarrollen

tareas singulares que permitan un devenir mínimamente eficiente del proceso.

De todos esos cometidos particulares, el de facilitación81 es el más complicado

e importante por lo que debería ser acogido por el conjunto en último lugar. Las

personas designadas para ello han de poseer un buen nivel de conocimiento y

destreza del proceso mediador en sí y sería muy deseable que hubiesen recibido

instrucción previa al respecto ejerciendo antes de aprendices de un mediador o

facilitador con experiencia.

Coherente con los principios de la mediación, el facilitador ha de ser una

especie de guía u orientador imparcial y para el buen desempeño de su misión,

no debe expresar ninguna opinión particular sobre los contenidos y tampoco ha

de intervenir en la discusión como participante. Liderará todo el proceso, pero

sin perder de vista que el verdadero protagonista es el grupo.

81 Empleamos el término “facilitación” para distinguir tal actividad de la desarrollada en la resolución de

conflictos que denominamos “mediación” pero esencialmente se trata de la misma labor, realizada en circunstancias diferentes.

113

El facilitador sirve a la voluntad del grupo. Por consiguiente, en cualquier

momento el equipo puede optar por escoger uno nuevo.

Básicamente el facilitador ha de asegurar que se respete la agenda acordada,

evitando, sobre todo, divagaciones o dispersiones que impliquen que la

discusión se salga de tema. Velará también por mantener el clima cordial logrado

en el inicio y anotará todas las opiniones vertidas, relacionándolas entre sí y,

extrayendo los elementos comunes, ayudará al grupo a adoptar acuerdos,

buscar soluciones o propondrá directamente fórmulas concretas para superar las

diferencias. Para ello podrá sondear reiteradamente al grupo mediante

votaciones no vinculantes al objeto de comprobar el grado de acuerdo

provisional.

El facilitador posee muchas características comunes con el clásico

moderador de debates, pero se diferencia sobre todo en ese rol activo que

asume cuando afloran discrepancias al tratar de formular propuestas

integradoras y estrategias que posibilitan el acuerdo.

La correcta facilitación o mediación de una asamblea se aproxima más a un

arte que a una técnica teórica a recordar o un protocolo de actuación asimilable

por mera reiteración. Pese a dicha dificultad, intentaremos, no obstante, brindar

algunas pautas al respecto que pudieran resultar de utilidad a aquellos

aspirantes a ser buenos facilitadores de asambleas. En ese sentido lo primero

que hemos de asumir es que el consenso requiere de tiempo, dedicación y

paciencia. Contrariamente a lo que se supone en general, ello se debe

principalmente a nuestra falta de práctica y no a que dicha tarea resulte

complicada en sí. De hecho, una discusión puede llegar a prolongarse mucho

más que un diálogo y encima, como ya hemos advertido, resultará

completamente estéril hasta el extremo en que, si el grupo no presenta una

disposición correcta para dialogar en vez de discutir, lo recomendable es ir

directamente, cuanto antes, a la votación dado que cualquier preludio al respecto

nos va a suponer, en la práctica, una absurda pérdida de tiempo y energía. Si el

114

emplazamiento de los integrantes de una asamblea es el adecuado, cada cual

ira exponiendo su respectivo punto de vista y será labor del facilitador ir

complementando todos esos enfoques, concretándolos en una propuesta que

recoja la totalidad de sensibilidades manifestadas. Muchas veces alcanzar

consensos se nos antoja más complicado de lo que en realidad es simplemente

porque confundimos posicionamientos con opiniones. Un «no» es una postura o

una elección, pero detrás de esa conclusión personal, existen reservas,

reticencias y temores que conducen a la persona en cuestión a definirse en tal

sentido. Los posicionamientos suelen ser contradictorios, pero no así las

motivaciones, por lo que el facilitador trabajará especialmente con ellas,

considerándolas todas en ese posible acuerdo formulado. Para ello deberá hacer

gala de una significativa cualidad de la que venimos hablando a lo largo del

presente estudio y que denominamos empatía.

Esta habilidad es la única que nos permite comprender en profundidad puntos

de vista diferentes al propio al internalizarlos, entendiendo así, en esencia, de

donde surgen. Es importante que un facilitador de asambleas sepa empatizar

adecuadamente porque de lo contrario realizará interpretaciones muy

superficiales y simplistas respecto a lo que nuestro interlocutor pretende, en

realidad. Sin empatía advertimos la decisión del otro, pero no las razones íntimas

que la sustentan y es ahí precisamente dónde claramente cabe cierta

confluencia. Las maneras de pensar pueden llegar a ser muy diversas, pero lo

que sentimos nos acerca entre nosotros muchísimo más de lo que nos separa.

Veámoslo a través de un ejemplo:

“- Facilitador:

«El siguiente punto de la agenda trata sobre la elección de los responsables

que desempeñarán funciones... Debemos decidir sobre todo como serán

designados y cada cuanto tiempo...»

115

- Participante 2:

«Opino que la decisión debería adoptarse por consenso entre aquellos que

se postulen...»

- Participante 7:

«Creo que sería mejor que todos rotáramos por ellas obligatoriamente... De

ese modo nadie se identificaría demasiado con su función...»

- Participante 3:

«Considero que asumir una tarea por obligación es contrario a nuestros

principios...»

Muchos participantes manifiestan su aprobación

- Participante 7:

«Desempeñar una tarea a perpetuidad no parece una práctica demasiado

democrática...»

- Participante1:

«Reemplazarle si la está realizando correctamente no resultaría eficaz...»

- Facilitador:

«Bueno... Creo que la mayor parte de nosotros estamos de acuerdo en que

las funciones sean asumidas de forma voluntaria... Respecto a la periodicidad

podría ser flexible y a determinar por el conjunto... ¿Estarían de acuerdo con que

el equipo pudiera revocar cualquier cargo de manera inmediata si no está

116

conforme con la gestión realizada?... En caso contrario, el compañero designado

podría continuar con su labor al entender que es del agrado de todos... ¿Qué les

parece esa solución?».

A continuación, se solicita que se vote para sondear la propuesta y existe

oposición por parte de uno de los presentes.

- Participante 5:

«Opino que esa dinámica nos conduciría a ir formando especialistas

exclusivos en determinadas funciones y la dependencia del grupo respecto de

ellos se iría incrementando con el tiempo. Si por la razón que fuera, nos viésemos

obligados a reemplazarles en tales circunstancias, supondría un comenzar de

nuevo con esa función.»

- Facilitador:

«¿Y qué propones para salir de este atolladero?»

- Participante 5:

«No sé... Tal vez si por cada responsable existiese una especie de

ayudante... Minimizaríamos ese efecto.»

- Participante 8:

«¡Claro!... El resto de los miembros del grupo podría rotar libremente a la hora

de desempeñar esos acompañamientos.»

Todo el mundo expresa su aprobación, alcanzando así un consenso.

117

Acto seguido, se procederá a discutir el siguiente punto del orden del día

siguiendo un procedimiento similar al descrito.”

Si se plantea, por ejemplo, acometer o no una determinada acción conjunta,

la desconfianza y la prudencia de los que se oponen y la ilusión por avanzar de

los que se manifiestan a favor pueden llegar a converger estableciéndose unos

criterios mínimos a considerar que garanticen totalmente la tranquilidad de los

detractores respecto de las reservas planteadas.

Una vez que el facilitador haya elaborado una posible propuesta de

consenso, tal y como comentábamos antes y al objeto de valorar su grado de

aceptación, podrá sondear al grupo, cuantas veces considere oportuno,

mediante votaciones que poseerán un carácter meramente orientativo y jamás

vinculante. Si el facilitador desarrolla bien su función, el nivel de adhesión a la

solución planteada ira incrementándose paulatinamente hasta alcanzar el

consenso.

No es posible estandarizar las diferentes coyunturas con las que un facilitador

de asambleas se puede encontrar, pero sí que cabe la posibilidad de destacar

dos casos muy genéricos y bastante frecuentes.

Si por ejemplo se presentase una situación en la que hemos de decidir sobre

si aceptar o no una determinada cuestión, deberíamos, ante todo, considerar que

concluir todo mediante un «si» o un «no», sin más, nos va a dar como resultado

un acuerdo conjunto demasiado simple y escasamente elaborado. Ya en su

momento comentamos la nefasta influencia que ejerce el pensamiento maniqueo

en el desarrollo de acuerdos consensuados por lo que resultaría muy

recomendable trascender esa pueril morfología mental introduciendo cuantos

más matices mejor. ¿De dónde los extraeríamos? Pues precisamente de los

argumentos expuestos por los detractores ya que su oposición será

fundamentada a partir de determinadas objeciones que se incorporarán al

acuerdo general como requisitos. Entre un «si» incondicional e ingenuo y un

118

«no» cerrado e intransigente caben un sinfín de posibilidades más equilibradas

y sutiles del estilo de «sí, pero...» o «no, salvo que...». Si, por ejemplo, se plantea

la supuesta necesidad, por parte de algunos, de cambiar el nombre a

determinadas calles al rendir éstas cierto tributo a algún personaje, según su

opinión, indeseable de la historia. Los defensores de tal postura suelen aducir

sentirse ofendidos ante el aparente homenaje, del todo inmerecido, que supone

que una vía pública lleve su nombre. Los partidarios de mantenerla tal como está

afirmarán que se trata de una figura relevante que, en modo alguno, se debería

ocultar dado que, para bien o para mal, forma parte de nuestro pasado común.

Además, modificar el nombre de una vía pública acarrea no pocos problemas si

consideramos la cantidad de impresos y guías que habría que cambiar. Si

sometemos esta cuestión a votación, conseguiremos, de entrada, fracturar y

tensionar esa comunidad. Por otro lado, «gane» la opción que «gane», el

resultado siempre será que una buena parte de la población seguirá sin sentirse

identificada con la nomenclatura que finalmente le asignemos. Sin embargo, si

atendemos a los sentimientos que albergan ambas posturas, observaremos que,

en absoluto, son incompatibles entre si. Si la calle en cuestión se llamase, por

ejemplo, «Pizarro» y estuviese situada en Lima (Perú), el añadir a la placa una

leyenda en la que pudiera leerse «Colonizador español que exterminó buena

parte del pueblo inca», tal vez pudiera contentar a todas las partes en conflicto.

Si se tratase de decidir si deberíamos instaurar o no la cadena perpetua, las

reservas de los que se manifiestan en contra girarán seguramente en torno al

derecho de reinserción, mientras que los que se muestran a favor, advertirán

sobre la probable existencia de reos que seguro volverán a reincidir en cuanto

terminen de cumplir su condena. Introducir el concepto de penas orientativas

revisables, incluyendo la de perpetuidad, podría, tal vez, satisfacer a todo el

mundo si simultáneamente establecemos un comité interdisciplinar que valore,

cada cierto tiempo, si el preso está o no completamente rehabilitado.

A veces, sin embargo, nos veremos abocados a elegir entre «A» y «B» y, en

tales circunstancias, advertiremos que no existe un mejor o un peor, en definitiva.

A la pregunta de si es mejor «A» o «B», la respuesta inteligente será siempre,

119

«depende...» Por ejemplo, la polémica que suele plantearse entre medicina

tradicional y oficial se resuelve constatando que cada una es mejor que la otra

en según qué circunstancias, al poseer, ambas, campos de actuación

diferenciados y complementarios. Otra posibilidad para resolver este tipo de

disyuntivas, cuando ambas presentan compatibilidades entre sí, es tomar los

elementos positivos de cada propuesta y combinarlos creando una nueva.

Decidir entre Comunismo o Capitalismo nos coloca entre la espada y la pared,

pero: ¿Por qué no aprovechar el interés por la justicia social de uno y la defensa

de la libertad del otro? ¿Por qué no garantizar los derechos y servicios

fundamentales mediante, si fuese estrictamente necesario, una intervención

estatal y dejar el resto de cuestiones a la iniciativa privada?

Naturalmente existen circunstancias más complicadas por la cantidad de

puntos de vista a considerar. Por ejemplo, a la hora de decidir qué hacer frente

a una determinada dificultad, una lluvia de posibilidades caerá sobre nuestras

cabezas. Ya no será una cuestión de decidir entre «A» o «B»... Ese mayor

cúmulo de enfoques nos coloca en la tesitura de armonizar propuestas más

complejas pero las reglas básicas o procedimientos vienen a ser esencialmente

los mismos. Tal y como venimos observando, posiciones diferentes presentarán

ámbitos de aplicación distintos que, en caso de solaparse, permitirán cierta

integración mutua. Partiendo de tales premisas, es posible fraguar un buen

consenso con independencia del número de posibilidades a asumir. Con estas

pautas básicas ya seríamos capaces de abordar con éxito las coyunturas más

probables y en el caso de vernos ante circunstancias no previstas aquí, una

buena dosis de imaginación y voluntad, a partes iguales, seguramente bastarán.

TRABAJO EN EQUIPO Y CONSENSO

Los equipos multidisciplinares o politécnicos, incluidos los de mediación, son

cada vez más necesarios, dada la especialización creciente en el campo del

conocimiento humano.

120

Si nos propusiésemos como objetivo, por ejemplo, construir un puente, tal

vez nos sintiésemos tentados a recurrir a un brillante ingeniero sin más. No

obstante, si hemos de cumplir con ese objetivo de la mejor manera posible

deberíamos atender también a la geología del terreno donde se construirá, la

dinámica fluvial del río que atravesará, la climatología y pluviosidad del lugar, así

como su posible evolución demográfica para poder dimensionarlo de un modo

adecuado añadiendo, además, un análisis previo del posible impacto

medioambiental y paisajístico sin olvidar, a su vez, un preciso estudio de

financiación y un cálculo de costes.

Llegados a esa situación, no seríamos tan insensatos de decidir cuestiones

tales como la anchura que debería tener ese viaducto sometiendo tal dictamen

a una mera votación, entre los miembros de ese equipo. En lugar de eso,

procederíamos considerando todas las opiniones vertidas desde los diferentes

enfoques representados intentando dilucidar cuál sería aquella anchura más

conveniente en función de todos ellos.

Resulta obvio que cualquier equipo multidisciplinar que se precie ha de

funcionar mediante acuerdos consensuados. Lo que no resulta tan evidente es

que cualquier conjunto humano, dada su intrínseca diversidad, es susceptible de

operar del mismo modo produciendo así lo que se ha dado en llamar “inteligencia

colectiva”.

Imaginemos, por ejemplo, que surge la necesidad de establecer si enterrar

residuos radiactivos en los domos salinos resulta o no una buena idea.82 Un

geólogo nos ilustrará convenientemente acerca de su origen, estructura y posible

evolución futura dada su inestabilidad pero, desconoce en qué medida la

corrosión de ese medio podría afectar al contenedor de dicho material radiactivo

por lo que deberíamos contar además con la opinión de un químico y, por

supuesto, de un físico que calcule, a su vez, con precisión la capacidad de

82 Alemania de hecho emplea el domo salino de Gorleben en Baja Sajonia a una profundidad de 900 metros

para almacenar sus residuos.

121

aislamiento que una estructura salina como esa posee frente a una emisión

radiactiva. Si ampliamos el campo a consideraciones no sólo técnicas o

científicas, tal vez necesitemos también un jurista especializado, un ecologista

experto en esos temas, un médico... Etc.

En la situación descrita queda muy claro que ninguno posee un conocimiento

completo del asunto y los diferentes enfoques son todos igualmente válidos y

necesarios.

La pregunta que surge entonces es la siguiente: ¿En qué se diferencia, en

definitiva, un equipo multidisciplinar, como el que hemos explicado, de cualquier

otro grupo de personas que necesitan llegar a un acuerdo?

Planteando así la cuestión advertimos que ambas circunstancias se

distinguen específicamente en el particular emplazamiento de cada uno de los

integrantes. En el caso del equipo multidisciplinar cada miembro sabe, sin ningún

género de dudas, que su conocimiento sobre la cuestión a tratar es parcial e

igual de importante que el que pudiera aportar cualquier otro participante.

Sin embargo, en el supuesto de hallarnos frente a otro tipo de grupo... ¿Acaso

dicha situación inicial no sería básicamente similar sólo que, en el fondo, no

somos del todo conscientes de ello?

Efectivamente, cualquier desavenencia entre dos o más persona puede ser

expresada en términos intersubjetivamente paradojales. Bastará con admitir que

ninguna postura por si sola es capaz de expresar, por entero, la enorme

complejidad que encierra el concepto mismo de «realidad», en todos sus

enfoques posibles, matices y sutilezas. De existir alguien capaz de semejante

proeza, deberíamos sentarlo, de inmediato, en el «Museo de Pesas y Medidas

de París» entre las vitrinas del kilo y el metro. Así, cuando quisiéramos saber

cómo es la «realidad» en sí, bastaría con preguntarle a él. El no considerar esta

cuestión previa es la que, entre otros factores, nos impide trabajar en equipo

122

correctamente dado que, lamentablemente, nadie nos educó ni preparó nunca

para ello sino, más bien, para todo lo contrario.

El trabajo en equipo es un modo particular de articular las actividades

conjuntas de un conjunto humano que implica una interrelación activa entre los

integrantes, que comparten y asumen un objetivo común. Técnicamente

hablando, un grupo no es lo mismo que un equipo. En realidad, el equipo suele

surgir como evolución progresiva a partir de un grupo inicial. En el caso del

grupo, la característica esencial es que, generalmente, todo gira alrededor de un

líder, mientras que en el equipo se produce una diferenciación de funciones,

homogeneizándose el nivel particular de compromiso orientándose todo hacia

una cierta corresponsabilidad. Que los equipos, y no necesariamente los grupos,

pueden llegar a ser más inteligentes que los individuos es algo ya plenamente

demostrado. Uno de los más recientes artículos publicados al respecto en la

prestigiosa revista “Science” es el realizado por Thomas Malone, Christopher

Chabris y Anita Williams Woolley. En su estudio intentan incluso determinar las

cualidades especiales de aquellos equipos que sobresalían sobre otros en

efectividad. Los miembros de los equipos destacados obtenían mejor puntuación

en una prueba llamada «Leer la mente en la mirada», que establecida hasta qué

punto puede una persona hacer deducciones basándose en fotografías de los

ojos de otros. A su vez, en los equipos más “listos”, los miembros contribuían de

forma más repartida a las discusiones en grupo, en lugar de dejar que las

dominaran una o dos personas. Es decir, la diversidad de puntos de vista, que

denota la inexistencia de liderazgos claros pudieran ser las claves del asunto.

Mientras el trabajo en equipo valora la interacción, la colaboración y la

solidaridad entre los miembros, empleando el consenso para llegar a acuerdos

y superar así las posibles diferencias, otras dinámicas colectivas sólo dan

prioridad al logro de manera individual y, por lo tanto, la competencia, la

jerarquía, el individualismo y la división en tareas tan minúsculas que pierden

muchas veces el sentido y desmotivan a las personas con resultados poco

eficientes. Por el contrario, el trabajo en equipo se caracteriza por la

123

comunicación fluida entre las personas, basada en relaciones de cooperación y

de apoyo mutuo. Se centra en un clima de confianza y de apoyo mutuo entre sus

integrantes, donde los movimientos son de carácter sinérgico. Se verifica que el

todo es mayor al aporte de cada miembro. Todo ello redunda, en última instancia,

en la obtención de mejores resultados. Los equipos son un medio para coordinar

las habilidades humanas y generar con acuerdo respuestas rápidas a problemas

cambiantes y específicos.

El término equipo deriva precisamente del vocablo escandinavo “skip”, que

alude a la acción de «equipar un barco». De alguna forma, el concepto evoca al

conjunto de personas que realizan juntas una tarea o cumplen una misión. Su

uso supone también la existencia de un grupo de personas que se necesitan

unas a otras y que se «embarcan» en una tarea común. En síntesis, un equipo

está constituido por un conjunto de personas que deben alcanzar un objetivo

común mediante acciones realizadas en colaboración. Sin embargo, como

venimos advirtiendo, no todo agrupamiento humano implica que se trabaje en

equipo. Aun cuando se actúe en el mismo espacio geográfico, se trabaje para el

mismo programa o coincidiendo en el mismo tiempo, esto no es suficiente como

para afirmar que se está trabajando en equipo, porque ello implica la existencia

de un conjunto de personas que están comprometidas con una finalidad común

o proyecto que sólo puede lograrse con un trabajo complementario e

interdependiente de sus miembros. Es fundamental considerar además que los

equipos están integrados por individualidades con sus propias características.

Es decir, debe reconocerse que no todos los miembros tienen las mismas

competencias, niveles de compromiso, intereses, proyección, etc. Por lo tanto,

debe esperarse de los diferentes miembros aportes distintos.

Un equipo de trabajo no adquiere un buen desempeño porque se halle

compuesto por buenos integrantes, sino más bien porque el conjunto formado

por la complementación de individualidades logra desarrollar una modalidad de

vínculo que genera, a su vez, una red de interacciones capaz de desplegar una

dinámica colectiva que supera los aportes diferenciales. Así, en un equipo

124

consolidado, el todo es más que la suma de las partes; su resultado es

sustancialmente distinto a la simple sumatoria del producto de cada miembro. En

el diálogo entre los miembros de un verdadero equipo no sólo se pueden captar

las diferencias, sino también estimular su expresión. Si bien en un entorno de

equipo conviene a veces acentuar lo positivo, los acuerdos, las coincidencias, un

buen ambiente invitará y posibilitará la manifestación de lo que, inicialmente, se

está en desacuerdo.

El consenso, por lo tanto, se halla estrechamente ligado al trabajo en equipo.

Cuando una organización logra actuar consensuadamente las voluntades de sus

miembros se complementan entre sí y se alcanza así el mayor grado de

coherencia posible. Se desarrolla un propósito común, una visión compartida que

permite aunar los esfuerzos. Superar el espejismo de «sacrificar» cualquier

interés personal queda sobradamente recompensado al constatar que la visión

integrada del grupo se transforma en una prolongación de las respectivas

aspiraciones particulares. Solamente apuntando todos en una misma dirección

se logra la máxima optimización de las diferentes singularidades.

INSPIRACIÓN, INTELIGENCIA COLECTIVA Y CONSENSO

Por otro lado, esa sinergia generada en los intercambios abiertos propia de

un auténtico trabajo en equipo propicia estados inspirados de conciencia. En

plena hegemonía de la cultura helénica o hebraica y hasta que Freud centró su

origen en el conflicto interno, siempre se ha considerado que este tipo de

manifestaciones poseían, sin embargo, un origen divino. De hecho, inspiración

etimológicamente significa «aliento de Dios». Sea como fuere, la opinión

generalizada respecto a este fenómeno es que su comportamiento resulta ser

absolutamente azaroso. Así, en el arte, suele personificarse en la figura de las

musas que caprichosamente entran y salen del alma humana de un modo

completamente impredecible. Sin embargo, esa supuesta espontánea condición

podría evidenciar, en realidad, un profundo desconocimiento acerca de sus

125

mecanismos de acción, al considerarlo como un proceso derivado

exclusivamente de la genialidad personal.

Steven Johnson es un gran divulgador científico que realizó, en su momento,

una investigación, durante cinco largos años, tratando de descubrir cómo surgían

las grandes ideas, para ser así más creativos y capaces a la hora de generar

innovación desde las distintas organizaciones. El enfoque de tal estudio no era

meramente personal, centrándose sobre todo en como influían los espacios o

entornos, intentando con ello extraer algunas pautas comunes. Uno de estos

patrones que el bautiza con el nombre de «corazonada» señala que muchas

“ideas felices” llevan un proceso de maduración que puede durar incluso años.

Sólo cuando existe un encuentro de esas «corazonadas» la idea final surge,

generándose así una perspectiva completa, al complementarse todas ellas entre

sí. La historia de las genialidades parece demostrar que es en ese «choque de

corazonadas» como nacen las mejores ocurrencias que la humanidad ha

desarrollado. Ahora bien, esas «corazonadas» suelen constituir intuiciones

parciales procedentes de personas diferentes que, al ser compartirlas o

debatidas, generan esa gran idea. Eso explica que, por ejemplo, en el siglo de

las luces las cafeterías se convirtieron en auténticos centros de innovación, al

ser lugares en donde se manifestaban ese tipo de sinergias.83 Es de esperar que

el desarrollo tecnológico actual en el campo de las telecomunicaciones

promueva, por las razones expuestas, grandes avances

Por consiguiente, de hallamos en lo cierto, la práctica del consenso, aparte

de ser capaz de revolucionar favorablemente nuestra sociedad, podría suponer

una puerta o camino colectivo de acceso a estados inspirados de conciencia, lo

que nos permitiría adoptar decisiones más sensatas e inteligentes y no

solamente más justas y libres.

83 Del libro “¿De dónde vienen las buenas ideas?” de Steven Johnson.

126

Siempre que se habla de inteligencia colectiva, todos se acuerdan de la

famosa anécdota del buey de Galton.84 Esa historia en la que se intenta averiguar

el peso exacto de un cabestro a partir de múltiples estimaciones individuales. Lo

que, en principio, resulta sorprendente del asunto es que, al calcular la media

aritmética de todas esas cantidades, daba como resultado una muy buena

aproximación al dato real. Con ello se intenta demostrar que la «inteligencia

colectiva» o la decisión de un conjunto es más certera que la de cualquier

individuo por si solo. Sin embargo, imaginemos que pintamos una línea vertical

delante de nosotros. Acto seguido, un significativo número de personas lanzan

una moneda cada una intentando situarla sobre la línea.

Individualmente pocos o ninguno serán capaces de tal proeza. No obstante,

si sumamos las respectivas distancias a la línea de cada moneda en un lado y le

restamos las del otro, obtendremos valores que se aproximan a cero cada vez

más en función del número de lanzadores. ¿Hablaríamos aquí entonces de

puntería colectiva?... En realidad, se trata de un fenómeno estadístico que tiene

que ver con la dispersión de datos en torno a un valor (desviación) y la

probabilidad condicionada (Teorema de Bayes). Es decir, puro azar... Si los

participantes se vendasen los ojos, el resultado sería incluso similar. Una manera

de entender esta cuestión es imaginar que realizamos prácticas de tiro con una

escopeta cuyo punto de mira está mal calibrado ¿Cómo se evidenciaría tal

situación? ¿Cómo diferenciar las consecuencias de dicho defecto de las

derivadas de la falta de puntería? Claramente observaríamos que la totalidad de

disparos efectuados se dispersarían en torno a un valor que no correspondería

con el centro de la diana, tal y como cabría esperar si el arma funcionase de un

modo correcto. Deberíamos, por consiguiente, manipularla hasta lograr que

ambos valores coincidiesen, que es lo que sucedería normalmente ya que, en

tal situación, si convirtiésemos en vectores todas las distancias entre el impacto

y el centro, su componente total sería nula.

84 Francis Galton, primo lejano de Darwin, fue un millonario inglés que adquirió fama internacional gracias

a sus conocimientos en el campo de las matemáticas, la antropología, la lingüística y la geografía le harían ganar gran fama internacional. En 1906, llevó a cabo ese curioso experimento aprovechando su acceso a una feria ganadera en el Reino Unido.

127

Por supuesto que la inteligencia colectiva existe, pero es un epifenómeno que

precisamente se genera cuando un grupo comienza a trabajar conjuntamente de

manera solidaria, complementaria o integral y no de manera competitiva como

suele suceder. Obviamente, cien pueden ser más inteligentes que uno, pero si

dialogan entre si en vez de discutir sin escucharse para terminar de zanjar la

polémica con una votación. En tal caso, la mayoritaria mediocridad será la que

triunfe y no así la exótica inteligencia.

CONCIENCIA COLECTIVA Y CONSENSO

Aunque escasamente documentado, parece ser que existen ciertos

precedentes de la práctica del consenso relacionados con sociedades tribales,

Estas agrupaciones indígenas reducidas y homogéneas, sociológicamente

precontractuales o de solidaridad mecánica85 reunían determinadas

características que favorecían el consenso que, en algunos casos ha

permanecido, en su seno, hasta nuestros días. Dicha práctica se manifiesta

siempre mediante elementos de carácter social y espiritual entremezclados,

conformando así esa suerte reiterada de antropología mítica, frecuente en esa

humanidad ancestral en la que aún no se había producido divorcio alguno entre

ambos mundos.

Por otro lado, encontramos también ejemplos modernos que van desde los

grupos alternativos surgidos a finales de los sesenta al abrigo de Mayo del 68,

pasando por parte del anarquismo español durante la Guerra Civil y llegando a

los movimientos emergentes actuales (15M, Occupy Wall Street, 132...Etc.) en

gran medida tributarios de aquellos otros.

Sin embargo, el antecedente histórico más relevante de la práctica del

consenso aparece en un grupo religioso reformista surgido en el siglo XVII en

85 En sociología se entiende por sociedad precontractual o de solidaridad mecánica aquella escasamente

estratificada y en la que aún no existe división del trabajo

128

Inglaterra denominado “Sociedad de Amigos” más conocido como Cuáqueros.

En plena reforma protestante, su oposición frontal a la superficialidad ortodoxa

de la Iglesia cristiana de entonces y su clara vocación no violenta les valió

erigirse en blanco de persecuciones que motivaron su exilio norteamericano,

formando allí discretas comunidades agrícolas. Los cuáqueros parten de la idea

de que lo sagrado anida en el corazón de todo ser humano y que, por

consiguiente, la sinergia colectiva consensual motiva estados de iluminación

grupal o individual capaces de conectar con una suerte de verdad divina.

Todo aquel que haya experimentado ese acuerdo final con el que concluye

un consenso habrá sentido, sin duda, esa euforia colectiva, esa especie de

sinérgica comunión cuasimística que se produce cuando todas las piezas

encajan y el grupo deja de ser un agregado de particularidades para convertirse

en una sólida unidad que late bajo un mismo corazón.

No obstante, en las prácticas actuales de consenso esa suerte de sacramento

cuáquero para establecer contacto con el mismísimo Dios, es sustituido por el

concepto menos religioso de “inteligencia colectiva”.

No obstante, en ambos casos se apela siempre a la necesidad de alcanzar

un estado especial de inspiración (mental o espiritual según el caso) que es lo

que abre la posibilidad de acceder a puntos de vista ausentes inicialmente en el

intercambio de opiniones previo y que tampoco han de derivar necesariamente

de relacionar éstos entre sí.

Imaginemos hallarnos inmersos en un mundo bidimensional. Una mano se

presentaría en ese espacio como cinco secciones más o menos elipsoidales sin

conexión aparente entre sí.

129

Sin embargo, observando su comportamiento conjunto podríamos llegar a

intuir cierta interrelación. Seguramente nos llamaría la atención el hecho de que

esos "individuos" no pudieran separarse unos de otros más de una distancia

determinada o bien que ninguno de ellos pudiese girar sobre sí mismo sin

interferir en el resto.

Sumergidos en un mundo de solo dos dimensiones jamás comprenderíamos

del todo las causas últimas de tales comportamientos, pero quedaría más o

menos clara la existencia de determinadas "leyes" que gobernarían de alguna

forma a éstos "seres" impidiéndoles una total independencia entre sí. Sirva

metafóricamente lo expuesto para entender cómo es posible que, frente a

determinados hechos expuestos por la sociología o la psicología, algunos

audaces autores apunten la posibilidad de que exista una especie de estructura

sutil que enlaza nuestras conciencias.

Por consiguiente, la cuestión de la "inteligencia colectiva" asociada a los

procesos consensuales evidencia, junto con otras experiencias de carácter

psicosocial, la posible existencia de un plano psíquico superior que surge al

trascender la individualidad intrínsecamente subjetiva.

Por ejemplo, desde un punto de vista estrictamente sociológico, da la

impresión de que ese curioso elemento que aflora en todo proceso consensual

que denominábamos “inteligencia colectiva” se asemeja bastante al concepto de

“conciencia colectiva” acuñado por Durkheim y otros, referido a las creencias y

valores compartidos que funcionan como una fuerza unificadora dentro de una

sociedad. Según estos mismos autores, la fuerza de ese acervo común se

130

encuentra separada y es, generalmente, dominante en comparación con la

conciencia individual.86

La expresión “conciencia colectiva” fue acuñada por el sociólogo Émile

Durkheim y es citada en varias de sus obras: Así, Durkheim87 sostiene que el

conjunto de creencias y sentimientos comunes de los miembros de una misma

sociedad forma un sistema determinado que tiene vida propia. Se trataría de algo

completamente distinto y se diferencia completamente de las conciencias

particulares, aunque sólo pueda manifestarse a través de ellas. En ese mismo

sentido, William McDougall considera, de manera similar a como venimos

afirmando, que la mente constituye un sistema organizado de carácter

intencional por lo que toda agrupación humana posee, a su vez, una mente

colectiva derivada de las acciones conjuntas acumuladas por la historia de tal

sociedad, condicionadas, a su vez, por una organización únicamente descriptible

en términos mentales cuya esencia no se halla dentro de la mente particular de

individuo alguno. Las reacciones de una sociedad determinada no pueden ser,

a veces, entendidos por la simple adicción de actos particulares.

Es decir, cuando un individuo piensa y actúa como integrante de una

sociedad concreta, su comportamiento y su manera de pensar son distintos de

cuando obra como un ser humano aislado. Posteriormente, la noción fue

retomada por otros sociólogos y psicólogos como Maurice Halbwachs y Gustave

Le Bon el cuál sostiene que, cuando un conjunto humano articulado en torno a

una idéntica nacionalidad, profesión o sexo se reúne, se configura una especie

de alma colectiva, transitoria e independiente de la razón que los haya reunido,

pero que evidencia una estructura común como ente único.

86 Del Diccionario de Sociología Collins

87 En palabras de Durkheim: ”El conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los

miembros de una misma sociedad, forma un sistema determinado que tiene vida propia: podemos llamarlo conciencia colectiva o común. Es, pues, algo completamente distinto a las conciencias particulares aunque sólo se realice en los individuos.

131

Por otro lado, desde un enfoque psicológico del asunto, cabría también la

posibilidad de establecer un nuevo paralelismo esta vez con el concepto de

“inconsciente colectivo” desarrollado por el siquiatra suizo Carl Gustav Jung,

discípulo de Freud, que sostiene la existencia de un “lenguaje” común a los seres

humanos de todos los tiempos y lugares del mundo con los que se expresa un

contenido de la psique de carácter transracional. Ello se pone de manifiesto, por

ejemplo, mediante la existencia de mitos comunes entre civilizaciones

desconectadas geográfica y culturalmente entre sí. Estos remanentes atávicos

son definidos por él con el término “arquetipos” y expresan básicamente lo más

profundo en un sentido biológico, pero al mismo tiempo espiritual. Se manifiestan

en fantasías y revelan su presencia sólo por medio de imágenes simbólicas.

Suponen en realidad una tendencia a formar representaciones que afecta

posteriormente de manera emocional a la consciencia. La muerte, los demonios,

dragones y serpientes, círculos y triángulos, las “venus prehistóricas”, el ave

como símbolo de liberación y de trascendencia, la peregrinación, el mito del

héroe y una serie larguísima de otras figuras habitan el inconsciente colectivo y

constantemente acuden a la conciencia de una manera perturbadora al no llegar

a ser integrados y comprendidos completamente por ella.

El físico Bohm,88 gran teórico también de las cuestiones relacionadas con la

comunicación advierte, a su vez, la existencia de una especie de sustrato cultural

común.

Finalmente, el fisiólogo inglés Rupert Sheldrake, desde un punto de vista

cuántico correspondiente al planteamiento de Bohm sobre la existencia de un

orden subyacente al explícito, propone la idea, convergente con todo lo

expuesto, de que los sistemas están regulados no sólo por leyes físicas, sino

también por campos de organización invisibles, que él denomina “campos

mórficos o morfogenéticos”89 y que configuran una especie de memoria

88 Físico ingles especializado en el campo de la Mecánica Cuántica, conoció a Krishnamurti con quien

desarrolló una profunda amistad lo que le llevó a estudiar otras cuestiones tales como el diálogo. 89 En palabras de Rupert Sheldrake "Morfo viene de la palabra griega morphe, que significa forma. Los

campos mórficos son campos de forma; campos, patrones o estructuras de orden. Estos campos organizan

132

colectiva, que explicaría también algunos curiosos fenómenos, inducidos sin

interacción directa (resonancia mórfica) relacionados con el concepto de "masa

crítica", tales como el hecho de que los caballos, hace medio siglo solían

lastimarse con las alambradas en los campos y, sin embargo, en ese corto

periodo de tiempo la totalidad de la especie ha “aprendido” a evitar el alambre

de púas.

La técnica psicológica de terapia colectiva conocida como “Constelaciones

Familiares”90, la génesis y dinámica de los “arquetipos” antes mencionados y la

rapidez en la adquisición del lenguaje, imposible de explicar solamente por medio

de la imitación, según aseguran eminentes lingüistas tales como Noam

Chomsky, constituirían algunos significativos ejemplos de la influencia tácita de

dichas estructuras.

Así que tenemos, por un lado, a los cuáqueros experimentando grupalmente

para alcanzar estados iluminados de conciencia que les conecten con una

supuesta “verdad divina”,

Por otro, a Durkheim y compañía advirtiendo la fuerza unificadora de una

“consciencia colectiva” más allá de lo meramente cultural,

A Bomh identificando una suerte de sustrato cultural común que posibilita el

diálogo.

no solo los campos de organismos vivos sino también de cristales y moléculas. Cada tipo de molécula, cada proteína, por ejemplo, tiene su propio campo mórfico -un campo de hemoglobina, un campo de insulina, etc. De igual manera cada tipo de cristal, cada tipo de organismo, cada tipo de instinto o patrón de comportamiento tiene su campo mórfico. Estos campos son los que ordenan la naturaleza. Hay muchos tipos de campos porque hay muchos tipos de cosas y patrones en la naturaleza..." 90 La técnica consiste en que el cliente expone su problema al facilitador, que decide cuales son las

personas de su sistema familiar a constelar. No se puede configurar todos los miembros de su sistema familiar, serian demasiado numerosos: se trata solamente de establecer únicamente aquellos relacionados con el problema en cuestión. El cliente escoge, entre los asistentes, representantes para los miembros de su sistema familiar y los sitúa en un espacio determinado. Lo asombroso es que los representantes comienzan a sentir sensaciones, emociones y pensamientos. Incluso la manera de hablar y moverse, corresponde a la dinámica relacional y psicológica de las personas que representan: miembros vivos o muertos del sistema familiar del cliente.

133

También a Jung intentando trascender los límites racionales de la mente

humana zambulléndose en el “inconsciente colectivo”,

A Sheldrake, a su vez, intuyendo la influencia de una memoria colectiva

ancestral que modela el psiquismo mediante una especie de campos invisibles

de acción y, finalmente, a los indignados de Sol maravillados ante los resultados

obtenidos a partir de una supuesta “inteligencia colectiva” que aflora durante los

procesos consensuales...

¿Acaso no se parecen todos ellos a los sabios ciegos del cuento palpando

su particular pedazo de elefante?

Sea una especie de “verdad divina”, una suerte de “conciencia” colectiva, un

sustrato cultural común, algo parecido a un “campo mórfico” o una “inteligencia

superior”... Lo esencial es que la práctica del consenso evidencia una cierta

dimensión holística del asunto. Hasta ahora sabíamos que consistía en algo más

que un simple mecanismo de toma conjunta de decisiones... Hablábamos de un

proceso de elaboración colectiva... Sin embargo, todo apunta finalmente a que

se trata en realidad de un trabajo de carácter disciplinar a desarrollar en equipo.

Una especie de "ouija" encaminada a elevar el nivel de conciencia, inspiración o

lucidez particular y colectiva.

134

FENÓMENOS EMERGENTES Y CAMBIO SOCIAL

Los fenómenos emergentes hacen referencia a aquellos sistemas cuyas

propiedades no son deducibles a partir de las características de sus

constituyentes.

A media que el conocimiento avanza, son cada vez más numerosas las

situaciones en las que, sabiendo de antemano las leyes que influyen en los

elementos de un sistema, no somos, sin embargo, capaces de explicar, a partir

de ellas, su comportamiento como conjunto. Es decir, cada vez descubrimos más

entornos cuyas propiedades parecen seguir un patrón de carácter gestáltico.91

Los seres vivos, por ejemplo, en toda su complejidad y asombrosa capacidad

de adaptación al medio, no son explicables tan sólo con las leyes de la química.

Presentan fenómenos como la evolución, la reproducción y la vida misma, que

no pueden entenderse sólo en términos de moléculas porque, entre otras cosas,

no hay moléculas “vivas”. Igualmente, para comprender la química en su

totalidad no basta con las leyes conocidas de la física porque existen

manifestaciones químicas que no pueden predecirse ni asimilarse solamente a

partir de una descripción física de las partículas. Por supuesto la mente, la

conciencia y la sociedad son también, en ese sentido, fenómenos emergentes.

Es como si al cambiar la escala del análisis hallásemos dinámicas diferentes

e incluso, en algunos casos, contradictorias. De hecho, quizás el ejemplo más

ilustre lo constituyan los dos pilares fundamentales que actualmente cimientan

la física moderna: la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Ambas, en

cierta medida, son incompatibles entre sí pero, a la par, esenciales para

comprender el macrocosmos y el microcosmos respectivamente.

91 Aunque de origen aristotélico, el axioma fundamental con el cual se ha identificado con mayor frecuencia

a la escuela psicológica de la Gestalt es "El todo es siempre mayor que la suma de sus partes”

135

Sea como fuere, lo cierto es que la hipótesis reduccionista, hasta ahora

aceptada tácitamente, hace aguas por doquier y nos obliga a una profunda

reflexión acerca de cómo surgen y funcionan determinados sistemas complejos.

No sabemos gran cosa acerca de la génesis de tales comportamientos

colectivos, pero sucede a veces que determinados cambios en las

configuraciones de sus elementos esenciales hacen que éstos afloren.

Un ejemplo más o menos simple de proceso emergente lo hallamos en las

bandadas de estorninos y cardúmenes de sardinas. En estos casos se ha llegado

a un nivel de comprensión tal que incluso existen modelos matemáticos y

simulaciones por ordenador, como el de Craig Reynolds,92 que reproducen con

bastante precisión y rigor su comportamiento. Sorprende mucho observar el

notable grado de cohesión existente entre sus miembros, pero todavía asombra

más comprobar que ningún líder gobierna los movimientos de cada pájaro o pez

para lograr que se comporten todos como una unidad compacta. Este fenómeno

es conocido con el nombre de "auto-organización" y la clave parece residir en un

concepto denominado “flocado” procedente del inglés "flocked" que significa

unirse o agregarse. Un grupo de pájaros que se comportan como individuos

independientes se manifiesta a gran escala como un conjunto aleatorio. Sin

embargo, si cada uno de ellos asume la idea de volar siempre manteniendo una

cierta distancia con respecto a aquellos que están a su lado, ese caos inicial se

convierte inmediatamente en orden. Es decir, un pequeño cambio en las

relaciones entre los elementos integrantes de ese sistema produce en ese nivel

estructural superior la génesis de un comportamiento completamente nuevo.

Durante el Neolítico, por ejemplo, las agrupaciones humanas eran

básicamente de carácter tribal. Sin embargo, en algún momento, comenzó a

producirse cierta especialización en las tareas a desempeñar y, a diferencia de

lo que ocurría hasta ese momento en el que todo el mundo hacía lo mismo, se

92 Craig Reynolds es un informático especializado en gráficos y vida artificial. Trabajó en la película Tron

(1982) y en Batman Returns (1992) y es conocido por la creación del programa Boids (1986), un simulador del comportamiento de una bandada de pájaros.

136

inició lo que conocemos hoy como división del trabajo. Ese "anecdótico" cambio

generó, no obstante, el fenómeno emergente de las ciudades, las civilizaciones

y los imperios. Curiosamente aquellos insectos (hormigas y abejas) que han

desarrollado también, entre sus miembros, una distribución diferenciada de

labores a asumir, han conseguido establecer, a su vez, grandes colonias. Por

otro lado, la diferenciación celular es, a su vez, la responsable de la aparición de

los seres vivos.

Es muy importante que comprendamos en la medida de lo posible como

funcionan estos procesos si, como parece ser, existe una necesidad creciente

de cambiar el actual modelo. Según lo aprendido hasta ahora una cuestión

fundamental, en todo ello, es el tipo de relación que existe entre los integrantes

de esa estructura que aspiramos a modificar.

Es precisamente esta faceta cualitativa de conexión con un plano superior,

presente en el consenso, la que alimenta nuestra suspicacia ante la posibilidad

de hallarnos frente a un auténtico detonante a la hora de propiciar fenómenos

emergentes en ese nivel, abriendo así un camino concreto hacia ese, tan

ansiado, cambio social. Siempre supimos que tal aspiración debería ser

acompañada con una transformación consecuente de nuestro comportamiento

habitual hacia otros, pero la idea de cultivar el diálogo y el consenso tal vez haya

concretado y precisado lo que hasta ahora era percibido como una mera

vaguedad. En ese sentido, el empleo generalizado de la mediación como

metodología en la resolución de conflictos podría jugar un papel decisivo en todo

este proceso de transformación social e individual, desarrollándola de un modo

principalmente pedagógico que posibilite la implantación de esa necesaria

cultura del diálogo en los ámbitos incluso más cotidianos, incorporando así

técnicas particulares de gestión proactiva de tales circunstancias, por parte de

amplios sectores de la población, que propicien un crecimiento personal

progresivo, que dé lugar, a su vez, a ambientes menos crispados y más

cohesionados. Paralelamente, cabe ir modificando el actual paradigma instalado

en lo que a dinámicas colectivas se refiere basado en la confrontación de

137

intereses particulares por la alternativa colaborativa expuesta a lo largo de este

trabajo articulada a partir de la idea de consenso.

Estamos plenamente convencidos que todo ello podría suponer el empuje

necesario para una desarrollar una auténtica revolución social y una

consecuente modificación de las relaciones interpersonales.

La utopía de una humanidad en paz empieza a precisarse mostrando una

posible hoja de ruta a partir del desarrollo de la labor mediadora, la educación en

la gestión eficaz y positiva del conflicto y el establecimiento de mecanismos de

coordinación conjunta de carácter cooperativo… El “qué” lo sabíamos desde

hace tiempo, pero el “cómo” recién comienza a vislumbrarse.

OBJECCIONES A EMPLEAR EL CONSENSO COMO METODOLOGÍA

Ninguna persona mínimamente razonable se atrevería a cuestionar la idea

de que la mejor decisión colectiva es la que se adopta por consenso. Solo así se

garantiza que todas las opiniones sean tomadas en cuenta y que todos los

integrantes del equipo actúen libremente y sin presión alguna, fomentando así la

cohesión del grupo y favoreciendo la puesta en práctica de los acuerdos

asumidos, dado el alto grado de identificación existente con ellos por parte de

todos, derivada de su elaboración conjunta.

Curiosamente las mayores reservas a desarrollar este método se centran en

cuestiones ajenas a él. Se suele afirmar: «Es muy difícil que un grupo de

personas piense de la misma forma’». En realidad, ya hemos aclarado que la

práctica del consenso se apoya precisamente en la diversidad de opiniones y no,

como suele suponerse, en la homogeneidad o uniformidad.

Por consiguiente, las únicas críticas serias al respecto suelen referirse a las

dificultades que conlleva su práctica y, colateralmente, al tiempo a emplear en

138

su desarrollo. Ambas cuestiones lógicamente se relacionan entre sí y derivan a

su vez de una simple falta de hábito o costumbre.

Tal y como venimos comentando, nuestros nocivos hábitos psicológicos

(afirmación, personalismo, tendencia a diferenciar más que a relacionar... Etc.)

adquiridos durante años en el seno de un sistema caracterizado por la

confrontación favorecen otros procedimientos para resolver lo colectivo a

sabiendas de que constituyen métodos cuyo resultado obviamente es peor.

Desaconsejar el consenso en tales circunstancias es como tratar de defender

que es mejor hacerlo regular que hacerlo bien sólo porque resulta más sencillo.

La más típica objeción suele plantearse afirmando que el consenso demanda

demasiado tiempo porque alarga las discusiones. En tal caso, el problema

concreto radicaría, en sí, en las discusiones, pero resulta que discutir no forma

parte del protocolo consensual ya que el acuerdo final se alcanza dialogando o

complementando opiniones y no confrontando puntos de vista o discutiendo.

Algunos otros sostienen, amparándose también en el factor tiempo, que el

consenso no sirve cuando la decisión exige cierta inmediatez. Pero la conclusión

que cabría extraer en tales casos se refiere más a una ausencia total de previsión

que a una incapacidad inherente del método. Es claro que en mitad de un

incendio no es una buena idea celebrar una asamblea para consensuar como se

va a realizar la evacuación. No obstante, cabe preguntarse por la inexistencia

previa de un plan de actuación en caso de emergencia y si tal protocolo no sería

mejor consensuarlo que imponerlo. En realidad, si no es posible pensar, la

improvisación es la única solución posible, pero nadie propondría semejante

método para tomar decisiones más allá de considerarlo como un mal menor,

dadas las particulares circunstancias que derivan siempre de una manifiesta

incapacidad de anticipación. En definitiva, si el consenso requiere paciencia,

dada nuestra escasa destreza; ¿Por qué no brindárselo a tenor de sus

interesantes beneficios?

139

Hay quienes afirman, a su vez, que el consenso como método solamente

resulta viable en grupos de reducido tamaño y, probablemente, ésta constituya

la dificultad más seria que esgrimen sus detractores frente a la posibilidad de

emplearlo de forma generalizada. No obstante, existiría una posible solución al

problema de construir consensos con grandes números y, tal vez, escenificarla

mediante un ejemplo resulte ser lo más didáctico. Para ello, recurriremos a un

cuento de Tolstoy en el que basaremos la siguiente historia:

«En el centro de un bonito pueblo existía una enorme roca, de origen

meteorítico. A medida que el pueblo crecía, la piedra se iba convirtiendo cada

vez más en un estorbo.

Cierto día el alcalde decidió que ya era hora de deshacerse de ella. La última

riada acaecida había erosionado la base tanto que su estabilidad estaba además

en entredicho y cuanto menos había que fragmentarla, Varios ingenieros

estudiaron la cuestión y propusieron, o bien construir un sistema especial

de grúas que arrastraran la piedra, lo que costaría 50.000 euros, o trocearla

primero con explosiones controladas de baja potencia, lo que reduciría el costo a

40.000 euros pero con la contrapartida del ruido, que ocasionaría cierta molestia

en el seno del vecindario.

No obstante, el alcalde se decantó finalmente por esa posibilidad. Sin

embargo, como el edil en cuestión era muy democrático, decidió informar

previamente a sus conciudadanos sobre el coste que ello supondría y convocar,

acto seguido, un referéndum para que, entre todos los vecinos, se decidiera qué

hacer al respecto. Se colocó una urna en la plaza del pueblo y la gente acudió el

día señalado para escoger una de las dos papeletas.

En los días previos a la consulta se habían producido, no obstante, muchas

discusiones y el asunto de la roca había generado una agria polémica, dividiendo

un pueblo donde hasta ese momento reinaba la armonía.

140

El resultado fue el siguiente:

SÍ = 53%

NO = 47%

Nuestro protagonista bien podría haber procedido de acuerdo a lo previsto y

ejecutar la demolición de la susodicha roca y posterior transporte, eliminándola

definitivamente, con el consecuente disgusto de casi la mitad de la población. Al

fin y al cabo, es lo que habitualmente sucede cuando, por lo menos, se considera

la opinión de la gente. Sin embargo, cabía también la posibilidad de avanzar un

poco más en el asunto ya que el Ayuntamiento en cuestión dispuso en su

momento el desarrollo de una aplicación telemática que permitiera el voto

electrónico para todos los residentes desde su teléfono móvil. De esa manera,

se le preguntó a los que se oponían a la demolición de la roca (47%) acerca de

los motivos que sostenían su disidencia, arrojando el siguiente balance:

- Sería mejor cavar un hoyo junto a ella y, con un simple empujón, enterrarla

porque, de ese modo saldría mucho más barato. (18%)

- Podríamos trocearla entre todos, poco a poco, y así no sólo no nos

supondría un gasto deshacernos de ella, sino que, tal vez, obtendríamos

cierto beneficio subastando los trozos ante aquellos que desean

adquirirlos como recuerdo. (13%)

- No estoy de acuerdo con eliminar la roca porque le da una identidad

singular al pueblo. En todo caso, si estorba, podríamos construir una

rotonda ajardinada alrededor. (10%)

- Considero que sería mejor pedirle al artista del pueblo que la esculpa

convirtiéndola en una estatua. (4%)

141

- Estoy en contra porque se podría aprovechar para construir un rocódromo

y promover así la práctica deportiva del alpinismo. (3%)

Frente a ese resultado, el alcalde gratamente sorprendido consideró que

había sido todo un acierto realizar esa nueva consulta ya que los ingenieros,

inmersos siempre en poleas y engranajes, no habían considerado la alternativa

más barata de enterrarla. Al incrementar el número de cabezas pensantes

implicadas en la búsqueda de una solución, había comenzado a movilizar eso

que se conoce como «inteligencia colectiva». Si el proceso se detuviese aquí, ya

por lo menos, se habrían ahorrado, todos, una cantidad considerable de dinero.

Pero podría suceder también que muchos de los que abogaban por eliminar la

roca, al igual que les ocurrió a los ingenieros, no hubiesen tenido en cuenta las

alternativas planteadas frente a su demolición y que, el hecho de conocerlas les

podría haber conducido a un cambio de opinión. Por consiguiente, nuestro

alcalde pensó que resultaría quizás interesante volver a consultar al pueblo,

pero, en esta ocasión, planteándoles todas las alternativas expuestas.

El resultado fue el que a continuación presentamos:

- Considero que sería mejor pedirle al artista del pueblo que la esculpa

convirtiéndola en una estatua. (21%)

- Estoy en contra porque se podría aprovechar para construir un rocódromo

y promover así la práctica deportiva del alpinismo. (21%)

- No estoy de acuerdo con eliminar la roca porque le da una identidad

singular al pueblo. En todo caso, si estorba, podríamos construir una

rotonda ajardinada alrededor. (19%)

- Sería mejor cavar un hoyo junto a ella y, con un simple empujón, enterrarla

porque, de ese modo saldría mucho más barato. (18%)

142

- Podríamos trocearla entre todos, poco a poco, y así no sólo no nos

supondría un gasto deshacernos de ella, sino que, tal vez, obtendríamos

cierto beneficio subastando los trozos ante aquellos que desean

adquirirlos como recuerdo. (15%)

- Demoler la roca y posteriormente transportar los restos (6%)

Tras el escrutinio, nuestro alcalde se sintió esta vez profundamente

desorientado. Al incrementar las opciones se había producido una dispersión del

voto de modo que ninguna destacaba lo suficiente como para imponerla

legítimamente. Para complicar aún más la situación, los que desean ahora

eliminar la roca se hallan en minoría y tratar de resolverlo con una segunda

vuelta, contando con las dos propuestas más votadas no resultaría nada justo

teniendo en cuenta la escasa distancia con respecto a la tercera opción. Tal vez,

tanta consulta no había resultado, después de todo, una idea tan brillante.

Nuestro pobre alcalde se acostó esa noche en medio de una gran agitación y

soñó con una figura de piedra que trepaba por un muro en mitad del tráfico

mientras la cacofónica voz de un subastero se escuchaba de fondo.

Al despertar se dio cuenta de que todo lo veía de un modo nuevo y lo que

antes resultaba contradictorio ahora parecía complementario e integrador.

Presto se dirigió a la aplicación telemática del municipio y propuso lo siguiente:

Hablemos con el artista del pueblo para que esculpa una estatua por un lado

de la roca y por el otro construiremos un rocódromo. Para evitar que estorbe y

minimizar así un posible impacto urbanístico, ubicaremos ese conjunto dentro de

una rotonda ajardinada y, finalmente, subastaremos los trozos que le sobren al

escultor para, con el dinero recaudado, financiar toda la obra.

Como la inmensa mayoría de los que se oponían a otorgar alguna

funcionalidad a la roca estaban en contra por razones estrictamente económicas,

143

la aprobación de la propuesta resultó prácticamente unánime y la armonía

regresó a esa localidad».

Si en lugar de un cuento, el presente relato fuera una fábula, tal vez habría

que extraer alguna interesante y aleccionadora moraleja.

En cualquier caso, el sondeo reiterado, retroalimentado por los argumentos

disidentes, complementándolos entre sí en vez de confrontarlos, abre la

posibilidad, tal vez, de unir la esencia del consenso con la inmediatez que

proporcionan las nuevas tecnologías a la hora de preguntar a grandes conjuntos

humanos. Pero sea cuál sea, la fórmula concreta a emplear intentando conciliar

ambos intereses, las votaciones deben de constituir siempre mecanismos de

sondeo o consulta y nunca se han de establecer como una suerte de ruleta

vinculante.

A tenor de la enorme resistencia existente en general a la hora de asumir el

consenso como metodología habitual, cabe, no obstante, la posibilidad de irla

introduciendo progresivamente en la toma de decisiones con censos muy

amplios a través de una interesante táctica. La estrategia en cuestión consistiría

en añadir, dentro de las distintas posibilidades de voto, una opción que constituya

una propuesta de consenso en sí. Un equipo de mediación podría elaborar esa

alternativa previamente e incluirla luego en el formulario definitivo, siendo así

factible su elección por una inmensa mayoría, de existir tal necesidad.

Por ejemplo, si planteamos si deberíamos prohibir o no las corridas de toros,

lo habitual, dada nuestra vocación binaria, seria encontrarnos con una papeleta

con un «si» y otra con un «no». Sin embargo, si un grupo de personas con ciertas

habilidades a la hora de trabajar con el método del consenso, debatiesen con

anterioridad esta cuestión, bien podrían llegar al acuerdo de permitirlas siempre

que no se le cause al toro ningún daño o lesión física. Al incluir esta propuesta,

como una opción más, es más que probable que resultase elegida por la

mayoría. De ese modo habríamos evitado esa típica polarización y consecuente

144

fractura en el seno del grupo tan característica de las votaciones que suele

generar, a medio o largo plazo, tensión y descohesión.

HORIZONTALIDAD Y CONSENSO

Otra crítica que suele esgrimirse contra la metodología del consenso es la

relativa a que el exceso de horizontalidad genera caos organizativo.

Normalmente las organizaciones carecen, en general, de ámbitos de

deliberación conjunta porque las decisiones suelen ser tomadas de manera

individual por el directivo que asume la responsabilidad de adoptarlas. La

coordinación se logra entonces mediante cadenas de mando que transmiten las

órdenes hacia abajo según la estructura jerárquico-piramidal preestablecida. Sin

embargo, la tendencia actual va imponiendo la necesidad paulatina de flexibilizar

los liderazgos y, por consiguiente, de empezar a crear equipos de trabajo, en el

seno de las organizaciones, con cada vez más autonomía y capacidad decisoria.

En tales circunstancias, si se aspira a proceder en ellos de forma consensual, la

horizontalidad se convierte en un requisito absolutamente ineludible. El

consenso se produce siempre entre iguales. Otra cosa bien diferente es trasladar

esa necesaria nivelación, propia del quehacer asambleario, a la totalidad de la

organización.

Cualquier asociación que alcance cierta envergadura será incapaz de

mantener una orgánica sencilla y se verá enfrentada a la inexorable necesidad

de establecer diferentes funciones y niveles en lo que a actividad se refiere si se

pretende un mínimo de eficacia.

Se suele vincular, por lo tanto, la práctica consensual con la horizontalidad

completa de las estructuras colectivas al confundir áreas deliberativas, donde sí

resulta imprescindible, con sectores organizativos que demandan una

complejidad creciente.

145

Esta idea parte de una reacción visceral contra la sociedad jerarquizada y

elitista en la que estamos inmersos y contra el habitual control sobre nuestras

vidas que aquella suele conferir a otros,

Sin embargo, la idea de la horizontalidad a ultranza puede pasar de ser una

sana preocupación por evitar posibles perversiones a convertirse en un

estereotipo instalado por mero populismo y sin la menor autocrítica.

Si bien en una etapa inicial, donde la preocupación general del grupo se

centra, casi en exclusivo, en la toma de conciencia, esta cuestión carece de

importancia. En un momento posterior, sin embargo, cuando se advierte la

necesidad de actuar con mayor precisión, ello opera como freno ante la ciega

creencia de que cualquier otra forma organizativa no puede ser más que

opresiva.

Todo movimiento que aspire a expandirse más allá de etapas elementales,

coyunturales y locales de desarrollo deberá abandonar algunos de sus prejuicios

organizativos.

En realidad, la mejor prevención contra la manipulación no es la

horizontalidad sino la estructuración con cierta monitorización. Es decir, la

verticalidad llega, en algún momento, a ser imprescindible, pero no

necesariamente ha de funcionar de manera descendente.

La clave está en exigir a las personas, en quienes se ha delegado alguna

función, que respondan permanentemente ante aquellas que los han elegido. De

esta forma el grupo posee siempre el control y la última palabra sobre cómo se

ha de gestionar la confianza depositada.

Es decir, una verticalidad consensual y ascendente. No obstante, el individuo

designado a tal efecto ha de poseer cierto margen de maniobra o, por el

contrario, le convertiremos en un mero portavoz y, en caso de necesitar

146

coordinarnos a otra escala, daría ya igual acudir con un enlace que enviar una

grabación o un acta. En cualquier caso, si las imperiosas decisiones por él

adoptadas no fuesen del agrado del conjunto al que representa, siempre existiría

la posibilidad de revocación posterior dado que, en ningún momento, el acuerdo

del equipo con él debería suponer un “cheque en blanco”.

CAMBIO SOCIAL Y PERSONAL SIMULTANEO A TRAVÉS DEL

CONSENSO Y LA MEDIACIÓN

Finalmente, cabe mencionar que la práctica cotidiana del consenso desde la

acción mediadora constituye un decisivo avance en la dirección de superar el

conflicto y la violencia, en todas sus manifestaciones, dado que sutilmente nos

impele a contemplar las relaciones humanas de un modo diferente al habitual. A

primera vista todo lo explicado acerca del consenso y la mediación parece

circunscribir su práctica al ámbito exclusivo de la actividad social. No obstante,

su ejercicio implica cambios profundos en la manera que tenemos de

interaccionar con otros. Su sincera práctica, en cuanto a estilo, requiere de un

emplazamiento personal distinto, más comunicativo, abierto al diálogo y con una

mayor consideración hacia los demás. En definitiva, una actitud más cálida y

humana. Si le ponemos el suficiente interés y somos capaces de mantener la

atención necesaria conduciéndonos del modo señalado, compartiéndolo, a su

vez, con nuestros seres queridos, en los entornos más cercanos, advertiremos,

sin duda, una mayor armonía y menor crispación en nuestras relaciones

interpersonales, al minimizar así la tensión y el conflicto frecuente en cualquier

contraste diario de opiniones o intereses. Por otro lado, no resultaría en absoluto

coherente ubicarnos de la manera descrita exclusivamente en situaciones de

deliberación grupal. Esa nueva estrategia de cooperación con otros que propicia

y demanda la búsqueda activa de consenso, de ser auténtica, se ha de

manifestar consecuentemente en la totalidad de nuestro medio inmediato y no

solamente en una parte concreta de él. Si hemos entendido la ineludible

responsabilidad que posee el ser humano en general y nosotros, como tales, en

147

particular, de implicarnos personalmente en esa transformación social a la que

estamos apuntando, todo cambio que impulsemos, lógicamente, repercutirá

también en nosotros mismos. Paulatinamente iremos desarrollando una visión

más amplia y adaptada a la realidad circundante por una mayor comprensión de

los fenómenos al ir diluyendo nuestro «ego» en lugar de intentar, de manera

enfermiza, ir perfilando nuestra identidad afirmándonos a cada paso. La

recompensa de trabajar con uno mismo sobre estas cuestiones es precisamente

evolucionar como seres humanos.

Necesitamos, por consiguiente, formarnos y reeducarnos, desechar algunas

ideas y asimilar muchas otras. Si aspiramos a practicar el consenso como un

modelo general de comportamiento, todos deberíamos pasar por este proceso

de mejora personal aumentando nuestra capacidad de escucha, trabajando el

temor o la vergüenza a expresar las propias opiniones y disentir, si fuera el caso,

pero con consideración y respeto hacia el otro. Hemos de aprender a aceptar

posiciones y opiniones muy diversas. Asumir e integrar planteamientos

diferentes aparentemente contradictorios y aceptar, en definitiva, vivir desde la

fecunda perspectiva de lo diverso.

Recapitulando, implantar el consenso como metodología de coordinación

conjunta en toda dinámica colectiva indudablemente supondrá impulsar

significativos beneficios en lo que a gestión organizativa se refiere. Minimizar el

riesgo de conflicto, despertar la inspirada inteligencia colectiva o una mayor

eficiencia en la acción, constituyen algunos aspectos fundamentales a

considerar.

Sin embargo, en el marco del actual modelo de sociedad de carácter

netamente competitivo, tal estrategia se halla con enormes dificultades a la hora

de abrirse paso como referente táctico, hasta el extremo de resultar

completamente incomprendida y malinterpretada.

148

No obstante, profundizar en dicha cuestión y comenzar a desarrollar una

cultura basada en el diálogo y la complementación de ideas como alternativa a

la tradicional tendencia a discutir y confrontar opiniones de modo dialéctico,

podría posibilitar, a futuro, un revolucionario cambio de paradigma social,

político, cultural y económico.

LA SUPUESTA NECESIDAD PERPETUA DE TERCEROS EN LA

RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

Por otro lado, hemos de reconocer, sin embargo, que se ha instalado en

nuestro comportamiento cotidiano un ignorante y cobarde individualismo que

raya ya en lo paranoico, convirtiendo, ya en sí, cualquier acercamiento ajeno en

motivo de sospecha. Eso propicia un aislamiento e incomunicación que

conducen a un acercamiento a la realidad social posibilitado casi exclusivamente

a través del monopolio de los grandes medios de comunicación. A modo de

ejemplo, podemos señalar las encuestas que periódicamente se realizan para

identificar cuáles son las mayores preocupaciones de los ciudadanos y constatar

como este hecho se manifiesta claramente. Por otro lado, el denominado "quinto

poder", contrariamente a lo que cabría esperar de él, no responde a nuestra

necesidad de estar informados de lo que sucede. Paulatinamente, todo se va

convirtiendo en negocio y de lo que se trata, en realidad, es de alimentar el morbo

colectivo con el fin de acumular audiencias y vender ejemplares. Por

consiguiente, la mirada colectiva hacia dificultades tales como la violencia, se ve

seriamente comprometida por esa influencia mediática de corte sensacionalista

y, en general, la problemática asociada a este hecho aflora solamente cuando

alcanza niveles capaces de generar cierta visceralidad colectiva. Es decir, el

incremento de la conflictividad comienza a ser percibido como un problema

únicamente cuando adquiere envergadura suficiente como para causar alarma

social. El nivel de tolerancia conjunta, por lo tanto, es muy elevado y las

situaciones a resolver, cuando nos decidimos finalmente a actuar, suelen ser ya

muy complicadas a consecuencia de un deterioro progresivo facilitado, en cierta

149

medida, por nuestra cómplice pasividad frente a situaciones previas que son

consideradas bajo el umbral de la "normalidad". Esa anecdótica manera de

presentar tales hechos frente a la opinión pública, consecuente con la necesidad

de escandalizar más que de dar cuenta de lo que acontece, nos hace perder

toda noción de proceso y la conclusión entonces es que la violencia es algo

terrible que le sucede a unos pocos que son incapaces de manejar según que

circunstancias. Nosotros, sin embargo, consideramos que la violencia, en sus

expresiones más folclóricas, constituye el fatal desenlace de una conflictividad

pésimamente gestionada. A su vez, el conflicto ha ser entendido como una

evidente manifestación más de las dificultades que se presentan a la hora de

articular esa diversidad inherente a la condición humana, con el fin coordinar

respuestas conjuntas, guardando una estrecha relación con esa costumbre tan

nuestra de confrontar, competir y discutir en vez de cooperar y dialogar. De igual

modo en que la mediación intenta impedir que el conflicto se judicialice y nos

veamos ya sometidos a soluciones de carácter específicamente punitivo,

nosotros aspiramos a desarrollar herramientas simples y prácticas que permitan

a las personas, en general, manejar de un modo eficaz sus disputas cotidianas

con el fin de que no se generen escaladas incontrolables que culminen con

fatales desenlaces. Consideramos que no hemos de conformarnos con resolver

conflictos ya consumados y con un deterioro significativo en la relación

interpersonal, mediante la intervención de personas ajenas. Resultaría más

interesante, promover pedagógicamente mecanismos simples que nos permitan

gestionar satisfactoriamente nuestras rutinarias polémicas para despejar

cualquier atisbo de tensión en su etapa más incipiente. De ese modo permitimos

además cierto desarrollo personal al corresponsabilizar proactivamente a los

individuos en este asunto, instándoles a intervenir en los estadios iniciales del

conflicto rebajando así el excesivo grado de aceptación que en general se posee

frente a este tipo de hechos.

Por consiguiente, alejados, como estamos, de promover un paternalismo

paradigmático perpetuo con el cual no comulgamos en absoluto, admitimos y

potenciamos la necesidad transitoria de la intervención de terceros, en la

150

resolución de conflictos, a través de la figura del mediador, pero con la mirada y

la esperanza puesta en que el desarrollo de esta noble labor de asistencia irá

introduciendo paulatinamente, en nuestras sociedades, una nueva cultura del

diálogo y el respeto mutuo… Un resurgir del humanismo, capaz de superar

definitivamente toda forma de violencia asociada actualmente a cualquier

actividad humana.

Es decir, estamos sugiriendo una metodología o protocolo de mediación, y, a

la vez, una sencilla estrategia factible de resolución personal, basada en el

concepto de "empatía", de tal modo que, cuando, en una situación determinada,

advirtamos cierta tensión, molestia o incomodidad relacionada con un

comportamiento ajeno, en lugar de anclarnos en lo que nos está ocurriendo a

nosotros con respecto a él, enrocándonos en la cuestión de quién posee o no

razón, intentemos averiguar lo que le está pasando al otro conmigo, empatizando

mediante el procedimiento descrito. Es decir, tratamos de rememorar una

situación personal en la que nos comportamos de un modo lo más similar posible

al otro y, desde ahí, manteniendo ese recuerdo en copresencia nos dirigimos a

él.

Al actuar así, lograremos articular una mínima conexión emocional con el otro

que nos permitirá, por un lado, expresar nuestros sentimientos de una manera

agradable en vez de refugiarnos en ellos para después soltarlos con una carga

emocional desmedida y, por otro, no caer en la simpleza de reducir al otro a un

mero personaje deshumanizándolo.

Para comprenderlo mejor, analicemos la siguiente situación:

“Miguel Ángel prestó dinero a su buen amigo Alejandro quien se comprometió

a devolvérselo hace ya algunos días. Sin embargo, Alejandro no pudo cumplir

con su promesa de saldar esa deuda con su amigo Miguel Ángel el día señalado

al no poder contar con ese dinero, tal y como él había supuesto y, avergonzado,

151

intenta evitarle al carecer del valor suficiente como para enfrentarse a la situación

de haberle fallado.”

Cuando, al final, se encuentran, Miguel Ángel, enfadado ante las continuas

evasivas de Alejandro, tal y como suele suceder normalmente, le increpa y le

reprocha duramente su falta de palabra, mientras Alejandro aguanta ese

“chaparrón” prodigando todo tipo de excusas por las cuales no ha podido

reintegrarle aún el dinero, originándose así un conflicto que comienza a escalar.

Por consiguiente, en nuestro caso particular, Miguel Ángel adopta una actitud

agresivamente reprobatoria mientras que Alejandro reacciona de una manera

defensivamente justificativa. Cuanto más reproche Miguel Ángel a Alejandro su

demora, más explicaciones dará este último presentándolas como causas

evidentes de su retraso en el pago.

De igual manera, esa actitud de Alejandro de no asumir plenamente su

responsabilidad en el asunto, unido al hecho de no concretar cómo va a resolver

la situación, no ayuda, para nada, a que Miguel Ángel se calme, entre otras

cosas, porque él queda así frente a Alejandro como alguien demasiado estricto

y muy poco comprensivo, aparentemente más interesado en el dinero que en su

amistad.

Ahondando en la disputa entre Miguel Ángel y Alejandro podríamos

preguntarnos:

¿Qué hace el otro que a mí me molesta y qué me ocurre a mí cuando el

otro actúa de ese modo?

Desde el punto de vista de Miguel Ángel, Alejandro incumplió su promesa de

devolverle el préstamo que le hizo y encima le evita, sintiéndose Miguel Ángel

profundamente decepcionado por ello al considerar seriamente la posibilidad de

que, en realidad Alejandro, no quiera saldar su deuda, dándole largas con tanta

152

excusa. Sin embargo, desde el punto de vista de Alejandro, Miguel Ángel, algo

obsesionado y con muy poca paciencia, le ha echado en cara el que no le haya

devuelto aún el dinero que le prestó, abochornándole y dándole la impresión de

que le importa más ese dinero que la amistad que existe entre ambos.

En tal situación, suele ocurrir que sólo mis necesidades y sentimientos

adquieren importancia mientras que todo lo que le ocurre al otro conmigo es

soslayado como consecuencia de la ya mencionada anestesia empática. Este

bloqueo resulta ser lógicamente recíproco y se presenta como la verdadera

antesala del conflicto. De ese modo, aferrados ambos en sus respectivas

necesidades, aguardando que el otro las satisfaga como "en justicia" cabría

esperar, resulta imposible salir de esa lamentable situación al ubicar como

interés principal el "callejón sin salida" de averiguar quién tiene más razón, por

encima de cualquier otra consideración. Si el objetivo fundamental es superar tal

situación, es obvio que la clave del asunto no consistirá en enrocarse

mutuamente en torno a lo que particularmente nos ocurre.

"Cierto día, un gran sabio religioso le pidió a Dios que le permitiera ver como

era el Cielo y el Infierno para poder así compartir su experiencia con los demás

hombres.

El sabio de inmediato se sumergió en sueños y mediante el poder de Dios su

alma viajó a los diferentes destinos.

Dios decidió mostrarle primero el infierno. Era una gran mansión, cuya única

habitación era un largo e infinito comedor. El comedor era tan amplio como una

autopista y al frente de cada comensal estaban servidos los mejores y más

variados manjares. El sabio observó detenidamente sus caras y notó que

estaban enfermos, y famélicos ya que sus cubiertos eran tan largos como remos,

y por más que intentaban estirar sus brazos no alcanzaban a alimentarse.

153

Dios decidió entonces mostrarle al sabio el Cielo. El sabio comenzó a

ascender en ese lento trance. Cual no sería su asombro al ver allí la misma

mansión, y al entrar en ella, contemplar la misma habitación con las mismas

dimensiones y características del infierno y servida con los mismos platos

ostentosos…

Observó que los comensales, a pesar de tener los mismos cubiertos que en

el Infierno, se veían saludables, llenos de vigor y felices.

Él sabio preguntó a Dios: Pero: ¿Cómo están aquí tan felices y bien

alimentados y en el Infierno tan tristes y hambrientos?

A lo que Dios respondió: "En el Cielo se dan de comer unos a otros".93

Es decir, si cualquiera de los dos opta por modificar ese emplazamiento

inercialmente centrípeto que sostienen ambos y se pregunta así por la necesidad

del otro en un sincero intento por complacerle, se abrirá la necesidad de conectar

emocionalmente y para ello deberá operar, tal y como venimos señalando,

recordando una situación biográfica personal, similar a la actual, en la que

manifestó una actitud parecida a la que el otro está manteniendo ahora con

respecto a él. Así, si Miguel Ángel alcanza a rememorar alguna ocasión en que

faltó a su palabra se dará cuenta de que fue porque se le presentó un imprevisto

y tal vez recuerde, además, que el que le reprochasen no haber cumplido con lo

que prometió le generó entonces mucho agobio y vergüenza: Al actuar de ese

modo, Miguel Ángel logra empatizar y el otro pasa de ser un “caradura” a

convertirse de nuevo en su buen amigo Alejandro. Igualmente, si Alejandro logra

acordarse de aquella situación, en la que un buen amigo suyo quebró su

confianza al incumplir con la promesa que le hizo, y como, en ese momento, se

sintió muy decepcionado, llegando a pensar incluso que le estaba engañando y

abusando de su buena fe, empatizará seguramente con el otro que pasará de

ser un “pesetero” a convertirse de nuevo en su buen amigo Miguel Ángel.

93 Cuento de origen taoísta

154

Finalmente, analizar el siguiente supuesto ayudará a comprender mejor esta

estrategia de resolución personal de conflictos que estamos planteando:

“Sonia está celosa de una amiga de su marido porque nota que a ella le gusta

él. Hoy una vecina le ha comentado que vio a su marido con ella ayer en una

cafetería y su esposo no le comentó nada al respecto. Efectivamente ayer

Alejandro, marido de Sonia, se encontró casualmente con una amiga suya y se

tomó un café con ella. Decidió no decirle nada a su mujer sobre ese encuentro

porque cada vez que la nombra terminan discutiendo. Al encontrarse ambos en

casa, salta la chispa…”

¿Quién originó el conflicto?

Desde el punto de vista de Sonia, Alejandro lo inició al ocultarle su encuentro

con su amiga, pero, desde el punto de vista de Alejandro, empezó Sonia al

dirigirse a él con una actitud algo hostil

¿Qué comportamientos se han manifestado?

Por parte de Sonia, desde un sentimiento de profunda indignación, se

expresó una actitud muy reprobatoria y sarcástica.

Frente a ello, Alejandro reacciona con una falsa resignación condescendiente

que disfraza una sensación de injusticia

¿Cómo se relacionan entre sí?

El comportamiento algo paternalista de Alejandro altera aún más a la, ya de

por sí, hostil Sonia haciéndola quedar como una alterada sin motivo alguno. Por

otro lado, tanta agresividad por su parte no facilita el que Alejandro deje de

justificarse y asuma finalmente que no todo lo que hizo fue correcto.

155

¿Qué le ocurre a Sonia con Alejandro?

Sonia esta dolida porque Alejandro no toma en consideración sus fundadas

sospechas sobre las dudosas intenciones de la amiga de su marido hacia él.

El que además Alejandro le haya ocultado su reciente encuentro con ella la

ha enfurecido hasta el punto de dudar incluso de su propia fidelidad.

¿Y a Alejandro con Sonia?

Le fastidia que Sonia se esté metiendo en cuestiones tan personales como

con quien debe o no relacionarse.

¿En qué personaje se ha convertido Sonia para Alejandro?

La histérica celosa

¿Y Alejandro para Sonia?

El infiel mentiroso

¿Cómo se podría resolver el conflicto?

En el preciso instante en que alguno de los dos aparque sus necesidades en

favor de atender a las del otro la disputa se diluirá. Para eso uno de ellos, al

menos, ha de empatizar con el otro e intentar ayudarle a resolver aquello que le

está ocurriendo con aquel que toma la iniciativa

¿Cómo podría empatizar Sonia con Alejandro?

156

Recordando alguna vez en la que ella no fue sincera completamente con

alguien al ocultarle parte de la verdad y rememorando los motivos que la llevaron

a actuar así. Extraer de su memoria alguna situación en la que alguien

(posiblemente sus padres) se entrometieron en su vida opinando sobre la

conveniencia o no de mantener según que relaciones reforzaría tal objetivo.

¿Y Alejandro con Sonia?

Rememorando alguna situación en la que sintió celos por alguien cercano a

su pareja que manifestaba cierta atracción por ella o, en su defecto, algún

episodio de celos sin más, atendiendo a qué le estaba ocurriendo entonces.

También añadir qué le ocurrió cuando, en alguna ocasión, se percató de que

alguien no fue del todo sincero con él.

¿Qué le podría decir Sonia a Alejandro manteniendo esa actitud

empática y consecuentemente asertiva?

Alejandro... Me he enterado de que el otro día estuviste con tu amiga y no me

comentaste nada al respecto. Me imagino que no me lo mencionaste por temor

a que terminásemos discutiendo por ello como suele suceder. Sin embargo, no

creo que ocultármelo haya sido una buena alternativa porque, en tales

situaciones, uno tiende a sentirse como si el otro estuviera actuando a espaldas

de uno... Como si a uno le estuvieran engañando. Cuando surge el tema,

Alejandro, en realidad me enfado porque me da la impresión de que no

consideras en serio lo que te digo.... Como si interpretaras que mis reticencias

hacia ella son completamente infundadas y tu aparente indiferencia me hace

sentir como si yo fuese una celosa compulsiva.

¿Y Alejandro a Sonia?

Estoy de acuerdo en que omitir a propósito el comentarte tal encuentro no ha

sido una buena ocurrencia por mi parte. Pero es que cuando te hablo de ella, te

157

alteras o, cuanto menos, me sueles poner mala cara y, entonces, me siento algo

agobiado... Como si intentases controlar mis relaciones... Dices que se siente

atraída hacia mí y tal vez tengas razón. Sin embargo, esa cuestión no es

importante para mí porque, en definitiva, nada debes temer porque yo estoy

contigo porque te quiero y no deseo estar con ninguna otra.

CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DEL MODELO EMPÁTICO DE

MEDIACIÓN

En los últimos años estamos asistiendo a una revalorización generalizada del

concepto de empatía y, como cabía suponer, no somos los únicos que nos

hemos percatado de su enorme capacidad funcional en la gestión de conflictos

y en otras cuestiones afines. Psicólogos tales como C. Rogers la conciben como

el eje central de cualquier intervención. A su vez, Armenta, más recientemente,

entiende incluso la terapia misma como un ir facilitando una reestructuración o

reacomodación de las experiencias personales con el fin de que puedan

expandirse hacia otras para terminar acogiendo también todas aquellas

vivencias, ajenas o no, que inicialmente se han rechazado, desplazado o han

tenido una integración inadecuada. Por otro lado, Plutchik destaca también que

el hecho de no atribuir una dimensión cognitiva a las emociones constituye el

origen de todos los conflictos personales.

Pese a todo ello, la cuestión de la comprensión del universo emocional ajeno

recién comienza a ser considerada como fundamental en conflictos donde la

componente afectiva resulta significativa como en el caso de las parejas

sentimentales o en problemas de cohesión social con una vertiente intercultural,

como si, en definitiva, en el resto de conflictos tales como los de carácter

mercantil, las relaciones personales no importasen en absoluto

158

El modelo empático o humanista de mediación que proponemos se halla

plenamente fundamentado a partir de una concepción intersubjetivamente

intencional del hecho humano, que nos induce, de entrada, a cuestionar la

viabilidad estricta del principio de neutralidad, instando a los responsables de

este tipo de procesos a asumir roles, en general, más activos, modificando ese

emplazamiento discreto requerido, en términos de distanciamiento imparcial, por

uno de carácter más ecuánime y sensible. No obstante, esta conducta

aparentemente tan abierta, se hallará, sin embargo, acotada, dado que,

coherentes con esa misma idea de ser humano que defendemos, ese otro

fundamento rector que es la voluntariedad adquiere, si cabe, una dimensión tal

que su invulnerabilidad debería ser entendida casi como un dogma, ya que ese

intento por apropiarse, consciente o inconscientemente, de la intencionalidad del

otro representa, para nosotros, el auténtico detonante de todo conflicto. En la

base misma de tal acto, se manifiesta siempre una significativa anestesia que

inhibe la capacidad mutua de integración emocional sin la cual sería impensable

establecer esa característica cosificación respectiva, completamente

imprescindible, a su vez, para intentar, a continuación, suplantar la voluntad

ajena. Por esa razón nuestra metodología mediadora incide precisamente ahí,

fijando como propósito principal el restablecimiento de ese canal emocional

bloqueado inicialmente, desarticulando con ello toda esa estructura competitiva

inicial y posibilitando así toda controversia.

Otra positiva característica de este modelo guarda relación con su marcado

carácter sistemático que es posible gracias a la simplificación que supone

concentrar toda la acción mediadora en intentar restablecer la conexión empática

entre las partes. Ello nos permite diseñar, con independencia del tipo de conflicto

al que nos enfrentemos, un protocolo unificado y sencillo, hasta el extremo de

poder ser aplicado incluso como conducta personal y que, casi a modo de receta,

facilita mucho el desarrollo de labores de mediación a cargo de individuos con

una formación específica al respecto que no alcanza necesariamente el nivel

profesional, pero cuya acción es crucial si aspiramos a que la filosofía

pacificadora que impregna la mediación se extienda como una nueva cultura que

159

salpique toda relación interpersonal. A su vez, esa mirada amplia y estructural

del asunto propicia un modo integral de asumir el reto de la resolución de

conflictos sin detenerse prioritariamente en aspectos aislados, descuidando

otros y multiplicando así las posibles estrategias concretas cara a afrontar su

superación. Finalmente, los sólidos cimientos lógico-filosóficos sobre los que se

sustenta nos permiten además articular concepciones más precisas referentes a

cómo se originan los conflictos y mediante qué procedimiento se produce la

posterior escalada, así como una mayor comprensión en el uso de las

herramientas con que cuenta cualquier mediador.

160

MÉTODO EMPÁTICO

DE

MEDIACIÓN

161

PRIMERA SESIÓN (INDIVIDUAL) – ANÁLISIS DE SITUACIÓN

ANÁLISIS DE UNA SITUACIÓN CONFLICTIVA MEDIANTE LA APLICACIÓN DEL

MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO

Plano inferior (Composición)

NECESIDAD: Se trata de una sensación interna de carencia, por parte del

sujeto, que impulsa y motiva su acción.

INTERÉS: Es el objeto que, en principio, considera el individuo que

compensa la necesidad equilibrándola. Se hace explícito articulándolo mediante

una determinada posición.

SENSACIÓN: Síntesis emocional extraída de lo sucedido. La diferencia entre

ella y la expectativa inicial, asociada al objetivo, genera en la persona en cuestión

la necesidad.

COMPORTAMIENTO: Estrategia desarrollada por el sujeto, para obtener el

interés, derivada de la actitud.

ACTITUD: Emplazamiento del individuo frente a la situación que implica una

cierta tendencia o disposición.

PERSPECTIVA: Interpretación por parte del sujeto de la situación en función

del objetivo planteado. Es posible sintetizarla en forma de estereotipo ajeno.

COHERENCIA: Congruencia o no existente entre la perspectiva, la

sensación y el comportamiento.

162

Plano medio (Relación)

¿Cómo se retroalimentan las diferentes actitudes y comportamientos?

Importantísimo para elaborar posteriormente una coherente historia conjunta de

los hechos.

Plano superior (Proceso)

¿Cómo se ha llegado a la actual situación conflictiva y qué posibilidades de

evolución futura se plantean?

163

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164

Cuestionario 1:

- ¿Qué es lo que ha sucedido?

- ¿Qué ha hecho el/ella que tanto te ha molestado?

- ¿Qué pensaste cuando el/ella comenzó a actuar de esa manera?...

¿Por qué crees que está actuando de ese modo?... ¿Qué crees que

pretende obrando así?

- ¿Cómo te sientes?

- ¿Qué hiciste al respecto?

- ¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el

comportamiento?

- ¿Consideras necesario modificar alguno de esos elementos?

- ¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

- ¿Qué te gustaría que hiciese él/ella al respecto?

165

Cuestionario 1:

¿Qué es lo que ha sucedido entre vosotros? (Relato extenso)

¿Qué ha hecho él/ella que tanto te ha molestado?

Con ello pretendemos separar el problema en sí de la persona.

¿Qué pensaste cuando él/ella hizo eso?... ¿Por qué crees que ha

actuado de ese modo?... ¿Qué crees que pretendía obrando así?

De aquí extraemos la PERSPECTIVA

¿Cómo te sentiste entonces y cómo te sientes ahora?

Con ello precisamos la SENSACIÓN

¿Qué hiciste al respecto?

Con ello definimos su COMPORTAMIENTO

¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el

comportamiento?

Intentamos establecer si es o no congruente entre sí lo que piensa, lo que

siente y lo que hace.

166

¿Consideras necesario modificar alguno de esos elementos?

Comenzamos así a plantear la necesidad de cambiar la situación a partir de

uno mismo.

¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

Concretamos, gracias a la respuesta, la NECESIDAD

¿Qué te gustaría que hiciese él/ella al respecto?

Identificamos así el INTERÉS

Con estas cuestiones, basadas, en el protocolo de comunicación no violenta

de Marshall Rosenberg, en la idea de coherencia de “Silo” y el denominado

“ejercicio de personajes” del libro “Aprende a resistir la violencia (que hay en ti y

fuera de ti)” de H. Roig, D. Tormen y M. Barberena diseccionamos el conflicto en

su plano inferior o compositivo.

167

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168

Cuestionario 2:

- Si el/ella fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué

personaje sería según tú?... el/ella es un…

- ¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

- ¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento

concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?... ¿Qué

ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

- ¿Qué has hecho que a él/ella le ha molestado?

- ¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con

ello?

- ¿Qué crees que podría pensar él/ella sobre tus intenciones al

respecto?

- ¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

- ¿Qué es lo que supones que el/ella necesita en realidad para poder

sentirse mejor?

- ¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

- Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué

personaje crees que serías para el/ella según tú?... Tú eres un/una…

- ¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

169

SEGUNDA SESIÓN (INDIVIDUAL) – CONEXIÓN EMPÁTICA

Cuestionario 2:

Si el/ella fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué

personaje sería según tú?... él/ella es un/una…

Con esta cuestión evidenciamos ese proceso de objetivación del otro.

Si existiesen dificultades a la hora de precisar el estereotipo en cuestión, a

través de un rol o mediante un comportamiento determinado, se puede emplear

el “juego de la cosificación” como aproximación para lograr tal propósito y que

consiste en formular preguntas tales como:

Si fuese un animal… ¿Qué animal sería?

Si fuese una profesión… ¿Qué profesión sería?

Si fuese un mueble… ¿Qué mueble sería?

Si fuese una raza de perro… ¿De qué raza sería?

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

En realidad, no existen en sí defectos o virtudes sino comportamientos

adecuados o no adecuados en función del propósito. Una persona tozuda o

cabezota es, a la vez, tenaz y perseverante. Nuestro excesivo grado de

identificación con esa personalidad propia que registramos como aparentemente

estable y que confundirnos con nuestro propio yo, nos lleva a describir y a

describirnos en términos de “yo soy…” cuando en verdad nadie es de ninguna

manera y, en todo caso, sólo podríamos afirmar que habitualmente “actuamos

así”. Con esta pregunta empezamos a desarmar esa simplificadora objetivación

170

que hemos establecido del otro a partir de bloquearnos empáticamente con

respecto a él.

Si se ha reducido al otro a personaje afirmando que es un “intransigente”, por

ejemplo, es probable que se trate, también, de alguien con firmes convicciones

y principios, fuerte, honesto, sincero, con mucha confianza en sí mismo… Etc.

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento

concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

Éste es el momento crucial del proceso y, como era de esperar, el más

complicado. No es interesante que admita sin más ese hecho y deberemos, por

consiguiente, insistir en que rememore algún momento biográfico concreto al

respecto, explicando bien qué fue lo que sucedió, dónde, con quién… Etc. Si se

presentan dificultades o resistencias por su parte a la hora de evocar ese

recuerdo podemos reformular la pregunta del siguiente modo:

¿Qué tendría que suceder para que yo me comportase de ese modo?

Si aun así no se logra tal propósito, es recomendable entonces emplear la

técnica de “experiencia guiada”94 que consiste en que el mediado, relajado y con

los ojos cerrados, imagine una narración, en primera persona, situándose él

mismo como protagonista de la historia, mientras el mediador lee el relato

estableciendo las pausas necesarias que susciten en él cierta reflexión. Con ello

pretendemos recrear mentalmente una atmósfera en la que el sujeto mediado

debe emplazarse para permitir el surgimiento de determinados contenidos que,

en un nivel vigílico, están siendo bloqueados intelectualmente. Para que tales

racionalizaciones no impidan que dichos recuerdos afloren, distorsionamos

94 Para profundizar en los fundamentos teóricos de esta técnica recomendamos la lectura del libro

“Experiencias Guiadas” de Mario Luís Rodríguez Cobos y “Autoliberación” de Luís Amman en lo relativo a ejercicios transferenciales.

171

oníricamente toda la escenografía general. Frente a cualquier insistente objeción

por parte del mediado a reconocerse en tales circunstancias, hemos de tener

presente que jamás podría detectar dicha manera de obrar en otro si

previamente tal cosa no se hubiese experimentado personalmente.

¿Qué ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

El objetivo no es generar remordimientos en el mediado que le lleven a

sentirse culpable por lo que hizo. Se trata de promover una reconciliación

consigo mismo para abrir la posibilidad de que se reconcilie, a su vez, con la otra

parte.

172

EXPERIENCIA GUIADA

“Encerrado y encapuchado durante varios días, un grupo de personas que,

por su paso firme parecen soldados, abren mi celda y me conducen custodiado

por ellos a otro lugar. Al retirarme la capucha, la oscuridad de la estancia, apenas

me permite percibir lo que sucede a mi alrededor. Me encuentro de pie, en una

sala iluminada débilmente con antorchas, frente a lo que parece ser un tribunal,

de aspecto medieval, compuesto por cierto número de ancianos ataviados con

negras sotanas. Siento como todos allí clavan en mí sus miradas cargadas de

odio. El bullicio de la sala, repleta de gente, enfurece al supuesto juez que está

situado en el centro y nervioso golpea con su estruendoso mazo diciendo: ¡En el

nombre de Dios!… ¡Orden en la sala!... Luego, dirigiéndose a mí me increpa:

¡Sepa usted que se está exponiendo a una severa pena consistente en morir

quemado en la hoguera!... ¡Si fuese sincero, tal vez mostraríamos algo de

indulgencia!... ¡Sabemos que usted en esa ocasión se comportó como un…!(*)

¿Acaso no se acuerda ya de aquella situación?... Atemorizado ante la

posibilidad de ser incinerado, a lo peor, terminar linchado por la muchedumbre,

hago un esfuerzo por recordar a qué momento concreto de mi vida se están

refiriendo… Observo como acuden a mi mente, atropelladamente, una vivencia

tras otra… (*)

¡No intente engañarnos buscando otra situación!... ¡Nos estamos refiriendo

precisamente a esa! ¡Esa en la que está ahora mismo pensando! (*)

Entonces, detengo mi atención en un momento concreto acaecido hace

tiempo (*)

¡De nada le servirá negarlo!... ¡Tenemos testigos!... Entonces me giro a la

derecha, hacia el lugar donde señala ese supuesto juez y veo allí sentado a

aquella persona con la que tuve aquel incidente. Advierto que me mira cabizbajo

con tristeza y dolido (*)

173

En ese momento comienzo arrepentido a relatar al tribunal aquel suceso (*)

En pleno discurso me interrumpen diciendo: ¡De acuerdo!... ¡Ya hemos

escuchado bastante!... ¡Guarde silencio!...

En ese momento alguien, vestido con una túnica blanca, sale de entre la

muchedumbre gritando: ¿Cómo que han escuchado bastante?... ¡Han oído sólo

la parte que les interesa!... ¡Aún hay más!

Al mirar hacia esa persona, alcanzo a ver su rostro y descubro sorprendido

que soy yo mismo.

Continúo con mi alegato, acercándome al púlpito, mientras aparto a la gente

de mi camino y levanto mi túnica levemente para no tropezar con ella. Mirando

desafiante hacia el tribunal, señalo con el dedo hacia mí mismo diciendo: ¿Acaso

no es importante saber las particulares circunstancias por las que se sintió, de

alguna manera, empujado a actuar así?

A continuación, actuando como si fuera el abogado defensor de mí mismo,

busco eximentes o atenuantes que pudiera esgrimir respecto a aquellos

lamentables hechos y prosigo explicando las razones que “le llevaron a

comportarme” así, al tiempo que comprendo que, tal vez, mi inexperiencia, el

dejarme llevar por la tensión del momento o por la ansiedad de resolverla cuanto

antes u otras razones similares… Me jugaron una mala pasada y, por ello, cometí

ese error. Caigo en cuenta de que eso no me convierte en un monstruo sino en

un ser humano que está aprendiendo a hacerlo mejor cada día y agradezco

sinceramente esa experiencia que me permitió hoy crecer como persona. (*)

Poco a poco y en silencio, comienzan a aproximarse todas las personas de

la sala para estrechar sus manos con las mías. Finalmente, los ancianos

integrantes del tribunal, con una sonrisa en su rostro, me felicitan para terminar

174

acercándose, también, aquel de la túnica blanca, que soy yo mismo, Al alejarse

de mí, tras sentirme muy unido a él/ella, me doy cuenta de que se ha convertido

en aquel a quién perjudiqué.

Quedo en soledad mientras observo como se desploman las paredes del

recinto, que en realidad era un decorado. Un radiante sol ilumina cálidamente mi

cara y el resto de mi cuerpo mientras siento aliviado que algo muy importante he

aprendido hoy.

175

¿Qué has podido haber hecho que a él/ella le haya molestado?

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

¿Qué crees que podría pensar él/ella sobre tus intenciones al respecto?

¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

¿Qué es lo que supones que él/ella necesita en realidad para poder

sentirse mejor?

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje

crees que serías para él/ella según tú?... Tú eres un/una…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Terminamos la sesión sometiéndole de nuevo al cuestionario, pero, esta vez,

intentando que suponga que es lo que respondería el otro respecto de él.

De ese modo, cada uno de los mediados tendrá la oportunidad de visualizar

la estructura intersubjetiva completa del conflicto y no solamente la parte que

corresponde a su percepción exclusivamente personal, resultando ya bastante

asequible desarticularlo, desde ese nuevo emplazamiento, al constatar cuán

absurdo y estéril resulta enrocarse en la propia posición a la espera de que el

otro le reconozca una razón que ambos, en realidad, poseen en parte.

176

TERCERA SESIÓN OPTATIVA (CONJUNTA) - PSICODRAMA

Esta sesión estará indicada en los casos en los que la escalada del conflicto

haya producido un deterioro significativo en la relación entre las partes. Aunque

tras las primeras sesiones es de esperar que la relación se haya restablecido en

gran medida, existen, no obstante, hábitos adquiridos que impiden una

comunicación plenamente amable al haberse producido una excesiva carga

emocional negativa en sus interacciones en los momentos previos al inicio de la

mediación.

Los piscodramas consisten en una suerte de ejercicios de simulación e

interpretación y son empleados, desde hace mucho tiempo, como entrenamiento

en muchísimas disciplinas y profesiones. Inspirándose en la improvisación

teatral, uno de sus más destacados precursores fue el psiquiatra, teórico y

educador Jacob Levy Moreno quien trabajó el psicodrama como una forma de

psicoterapia de juego, orientando su enfoque hacia aspectos lúdicos-educativos,

especialmente dirigido al trabajo con niños, a lo largo de la década de los años

sesenta.

El psicodrama, más conocido tal vez por su término homólogo inglés “role

playing” (juego de roles) es una dinámica grupal donde se simula una situación

cotidiana en la que, cada participante representa el papel concreto habitual que

le corresponde. Es decir, el conjunto representa teatralmente dicha circunstancia

como si se tratara de la realidad, asumiendo individualmente cada uno su propio

papel.

A través de esta técnica, afloran las decisiones adoptadas por cada individuo

en dicha situación. Con ello aprenderán a reconocer sus emociones y

sentimientos, así como la conducta que le caracteriza en determinadas

circunstancias. De este modo, se desarrolla la empatía al mejorar la comprensión

que cada participante posee respecto a sí mismo y en relación con los demás.

177

Al mismo tiempo, nos permite mejorar la asertividad, al modificar los roles

empleados, ayudándonos así a resolver conflictos y asumir con responsabilidad

la toma de decisiones, según coinciden en afirmar la mayor parte de los

especialistas.

Emplearemos, por lo tanto, la técnica de psicodrama mediante cambio de

roles para previamente escenificar situaciones de conflicto actual y, después,

volver a plantearla intentando resolverla empleando, esta vez, una comunicación

de tipo asertivo a partir de lo aprendido al respecto. Eso facilitará la asimilación

plena de aquellos contenidos teóricos expuestos y obligará a reflexionar sobre

como superar este tipo de situaciones de una manera creativa.

Aprovechando el desarrollo tecnológico actual, cabe incluso la posibilidad de

grabar en video, con el móvil, cada representación y, posteriormente, actuando

todos (incluido el protagonista) como una suerte de equipo reflexivo, plantear

mejoras sucesivas en la calidad de la comunicación efectuada a partir de

recomendaciones que deberían ser asumidas, sin discusión, por todos y cada

uno de ellos, hasta lograr la aceptación del equipo al completo.

Aplicar la técnica de dramatización ayudará mucho a internalizar

correctamente las propuestas a asumir que incluyan cambios en el

comportamiento con el fin de reforzarlas y contrarrestar así la inercia que todos

poseemos a reaccionar mediante automatismos reiterados.

Esta dinámica va a permitir, además, rubricar emocionalmente el acuerdo

final al generarse un clima desenfadado y lúdico que termine de desplazar

cualquier atisbo de tensión existente entre ellos desde que llegaron al proceso

de mediación. Al terminar, lógicamente, se procedería a borrar todos esos

contenidos audiovisuales, si los hubiere, en aras de preservar el principio rector

de confidencialidad.

178

Introducción teórica

Existe una cuestión fundamental que guarda relación con nuestros

comportamientos habituales o cotidianos que, sin embargo, no sabemos

gestionar de un modo correcto o adecuado. Ello se debe principalmente a que

nadie suele adiestrarnos en ese sentido cuando somos más jóvenes y luego, de

mayores, seguimos arrastrando esa carencia. Se trata del modo en que

expresamos nuestros sentimientos a los demás. En general somos bastante

brutos y en tales situaciones es frecuente que, en vez de manifestarlos

tranquilamente con amabilidad y cortesía, se los arrojemos al otro a la cara

reprochándole agresivamente aquello que nos molesta o nos incomoda de él.

Basándonos en el trabajo de Marshall Rosenberg en el campo de la

comunicación no violenta, podemos establecer cierto protocolo que nos ayude a

la hora de comentarle al otro lo que nos está sucediendo con él. Lo primero es

analizar la situación conflictiva diferenciando algunos elementos entre sí. Por un

lado, determinamos los hechos tal cual, describiéndolos asépticamente y sin

valoración alguna. Después atendemos a la sensación que nos producen para,

a continuación, explicarle al otro lo que pensamos sobre ello y cómo nos gustaría

que funcionase todo en realidad. Por último, introducir adicionalmente algún

elemento de carácter empático que muestre al otro que comprendemos

perfectamente su perspectiva del asunto redondeará nuestra exposición.

Por ejemplo, imaginemos que alguien trata de ser atendido antes que

nosotros cuando, en realidad, hemos llegado antes que él. Normalmente le

diríamos algo parecido a lo siguiente:

“¡Oiga!... ¡No se cuele!... ¡Yo he llegado antes que usted!... ¡Menuda cara se

gasta!... ¡Haga el favor de aguardar a su turno y no sea tan listo!...”

En lugar de eso, obramos del modo descrito y reorganizamos los diferentes

elementos de un modo, esta vez, asertivo.

179

“Disculpe… Imagino que no se ha dado cuenta de que yo llegué antes…

Supongo que alguna vez le ha pasado y sabe lo mal que sienta cuando alguien

se intenta colar. Por eso mismo, para evitar malentendidos se lo comento para

que esté más atento y así no tenga problemas ni conmigo ni con nadie”

De ese modo, lograremos una mayor comprensión por parte del otro ya que,

al no ser agresivos con él, no se verá abocado a reaccionar de un modo

defensivo y se hallará en mejor disposición para satisfacer nuestras posibles

necesidades.

El objetivo de la presente dinámica precisamente es facilitar técnicas para ir

resolviendo focos personales de tensión de un modo satisfactorio, construyendo

un estilo de diálogo no violento que permita la expresión de los sentimientos

evitando esa agresividad característica con la que solemos manifestarlos.

1) Se elige una situación típica cotidiana, relacionada con el conflicto,

en la que, constantemente, se producen disputas.

Sin mayores explicaciones, la idea es que las partes seleccionen situaciones

conflictivas que les toca vivir a diario en relación con el conflicto que les ha

llevado a la mediación. Se trataría en concreto de una puesta en común

improvisada que desarrollará el grupo sin previa preparación mediante el uso del

diálogo.

Entendemos que para todos resulta difícil reconocer la violencia, aunque sea

de baja intensidad, como propia o próxima. Suele considerarse que los violentos

son los otros o que tales situaciones no tienen que ver con la propia vida. El

mediador ha de tener en cuenta que ésta es una aproximación al tema y que la

mayor comprensión se obtiene, no por explicación reiterada ni forzamiento, sino

sobre todo gracias a la confianza despertada en el mediado al sentir, en todo

momento, que no será juzgado o criticado.

180

2) Preparación de una representación teatral en la que participarán los

concurrentes como actores que tratarán de expresar sus respectivas

situaciones problemáticas

Cada individuo reflexiona sobre cómo debe actuar según su papel habitual

esforzándose por llevarlo a cabo de la mejor manera que le sea posible. A tal

efecto, deberá pensar los argumentos pertinentes y acordes a la situación que le

permita establecer un diálogo concreto que evidencie claramente el conflicto que

se representa.

Es posible que, en tales circunstancias, algunas personas conecten con

sentimientos guardados a lo largo de mucho tiempo y tengan, durante la

preparación de la representación, la oportunidad de expresarlos libremente de

una manera un tanto desenfadada. El mediador entenderá que se trata de meras

catarsis muy positivas para el sujeto.

3) Representación teatral

Precisamente, la idea es que la representación constituya también una forma

de catarsis, y no sólo de comunicación y expresión de los propios problemas.

Obviamente, este trabajo presenta dificultades para la mayoría de la gente

que se suelen encubrir tras una actitud, en ocasiones, excesivamente lúdica. En

tales situaciones el mediador debe insistir en que se trata de expresar la situación

tal y como se la vive en la realidad.

4) Recomendación sintética del resto a cada autor

En este paso el mediador planteará que se trata de recomendaciones

conjuntas, para lo cual pedirá que se vayan definiendo los consejos que, con el

181

acuerdo de todos, se estimen convenientes para cada protagonista. El mediador

puede intervenir también en esa discusión conjunta aportando opiniones al

respecto y censurando, con especial delicadeza, a quienes se alarguen en sus

comentarios o se salgan de tema, siempre sin que se sientan criticados.

El mediador explica que quien recibe las recomendaciones, toma nota de

ellas sin discutir ni entrar en justificaciones, sino tomándolas como una ayuda

por parte de los otros participantes.

El mediador tendrá en cuenta que sus comentarios son considerados muy

importantes por los mediados y pueden tomarse como juicios o valoraciones de

las situaciones personales expuestas. En este caso, observaciones justas y

precisas expresadas en términos de mejora o utilidad y sin valorar o prejuzgar

ningún comportamiento previo sería lo deseable. A las recomendaciones

expresadas, se añade una formulación asertiva de los sentimientos

manifestados en cada situación.

5) Representación teatral considerando las recomendaciones del

conjunto y la reformulación de las necesidades manifestadas modificando

la respuesta habitual

Tras el intercambio anterior se obtienen nuevas soluciones para intervenir en

el conflicto que se ha representado al considerar las nefastas consecuencias

obvias respecto de las decisiones tomadas en un principio.

En esta ocasión se tendrán en cuenta además las propias dificultades de

expresión de los problemas y los sentimientos desatados en la representación

teatral efectuada anteriormente, así como las recomendaciones del conjunto y

se procederá a actuar de un modo, esta vez, no agresivo.

182

6) Conclusiones

Una vez finalizada la representación, el mediador reúne a todos los

participantes y hace una puesta en común con todos ellos analizando

conjuntamente todo lo sucedido. En este punto, se trata de que cada parte defina

con claridad: lo que haya comprendido que es importante modificar; se explica

que comenzar a gestionar las situaciones conflictivas que uno vive de un modo

consciente y atento es un primer paso para superar esa mecanicidad con la que

solemos manejarnos habitualmente y comenzar a estrechar lazos con los que

nos rodean y desarrollar ámbitos cohesionados y armónicos. Finalmente se

puede invitar a cerrar la sesión con la exposición, por parte de cada uno. de las

conclusiones generales que extraen de su participación en ella.

183

CUARTA SESIÓN (CONJUNTA) – PERSPECTIVA INTERSUBJETIVA

En cualquier juicio que presenciemos, podemos constatar el hecho de que,

frente a un mismo suceso, existirán probablemente tantas declaraciones

diferentes como testigos haya. En el caso de un conflicto, tal diversidad

descriptiva resulta aún más evidente dado que la intensidad del mismo guardará

relación directa con el grado de disparidad de los respectivos enfoques. Por

consiguiente, una manera interesante de avanzar en la resolución de cualquier

disputa consiste en ir acercando posiciones al objeto de intentar construir una

historia común de lo acontecido.

En sesiones anteriores los mediados ya nos han contado lo que ha ocurrido

tal y como cada uno de ellos lo ha vivido.

Ahora se trata de abrir la perspectiva de cada cual y narrar el incidente

complementando entre sí todas esas explicaciones personales a fin de

establecer como vería dicha situación cualquier espectador ajeno a los hechos.

A la hora de elaborar ese relato común, ampliaremos la escala de la descripción

hasta un nivel mínimo que les incluya a ambas partes. Cuanto más levantemos

la mirada, más sencillo resultará luego diluir las tensiones e integrar los hechos.

Una manera conveniente de abordar la cuestión sería formular la siguiente

propuesta:

PÓNGANSE DE ACUERDO SOBRE LO SUCEDIDO Y EXPLIQUENMÉ

CONJUNTAMENTE QUÉ FUE LO QUE OCURRIÓ, CONSIDERANDO TODO LO QUE HAN

IDO DESCUBRIENDO EN SESIONES ANTERIORES E INTENTANDO TRASCENDER LAS

IMPRESIONES PERSONALES QUE EXPRESARON AL PRINCIPIO DE LA MEDACIÓN.

184

QUINTA SESIÓN (CONJUNTA) – LLUVIA DE IDEAS

Esta sesión se desarrollará de manera conjunta y el objetivo, obviamente,

será ya perfilar a grandes rasgos lo que constituirá el acuerdo final. Para ello

emplearemos, en esta sesión, la ´técnica basada en la denominada ”luvia o

tormenta de ideas”. Se trata de una dinámica de grupo muy conocida ideada en

el año 1919 por Alex Faickney Osborn bajo la denominación “brainstorming”, que

consiste en exponer sugerencias, sin prejuicio alguno, sobre un determinado

asunto, aprovechando así la capacidad conjunta creativa de la totalidad de los

participantes. La clave del asunto reside en suspender toda valoración,

censurando la expresión de cualquier crítica durante la fase inicial en la que

brotan las ideas. Obrar de ese modo permite al grupo explorar muchas más

posibilidades, resultando crucial para impulsar el pensamiento lateral colectivo

que necesariamente se mueve fuera de los límites de lo habitual. Por

consiguiente, las ideas “imposibles” o inimaginables son muy bien recibidas,

generando, a veces, planteamientos tan disparatados que motivan la hilaridad

general de los presentes. Es preciso reunir cuantas más opiniones mejor porque

las que surgen primero suelen presentar escaso valor creativo al ser muy tópicas

y evidentes. Por otro lado, la acumulación de enfoques diversos genera, a su

vez, cierto efecto multiplicador al servir de base para disparar la imaginación del

resto y el haber suspendido previamente todo juicio posibilita además que

diferentes planteamientos se complementen entre sí enriqueciéndose

mutuamente.

La pregunta a formular para iniciar esta “lluvia de ideas” sería:

¿QUÉ SE PODRÍA HACER PARA SUPERAR DEFINITIVAMENTE ESTA SITUACIÓN?

Posteriormente se trataría de intercambiar impresiones al respecto para,

entre todos, hallar una solución satisfactoria.

185

ESQUEMA COMPLETO DEL PROCESO MEDIADOR

PREMEDIACIÓN

NECESIDAD SENSACIÓN INTERÉS PERSPECTIVA ACTITUD COMPORTAMIENTO COHERENCIA

¿QUÉ SUCEDIÓ? HISTORIA PERSONAL

RECONEXIÓN EMPATICA RESISTENCIA

EXPERIENCIA GUIADA

RESTABLECER COMUNICACIÓN

PSICODRAMA

ASERTIVIDAD

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HISTORIA COMÚN

RECONCILIACIÓN

¿QUÉ NOS SUCEDIÓ? HISTORIA INTERSUBJETIVA

LLUVIA DE IDEAS

ACUERDO

186

EJEMPLO PRÁCTICO

DE

MEDIACIÓN

SITUACIÓN CONFLICTIVA

Bronca de un jefe a su empleado por no terminar a tiempo

una tarea que previamente le había encomendado

187

PRIMERA SESIÓN (INDIVIDUAL) – ANÁLISIS DE SITUACIÓN

Plano inferior (Composición)

EMPLEADO

NECESIDAD: Ser tratado siempre con amabilidad y consideración.

INTERÉS: Obtener una disculpa o al menos un reconocimiento por parte de

su jefe con respecto al incorrecto trato dispensado por éste para evitar que se

repita.

SENSACIÓN: Sensación de avasallamiento, menosprecio e impotencia.

COMPORTAMIENTO: Prodigar todo tipo de justificaciones intentando

hacerle entender que no fue por su culpa el que no pudiera cumplir con su

compromiso y callarse, con respecto al trato recibido, por temor a posibles

represalias, dada la situación de poder del jefe, desahogando luego la tensión,

quejándose ante otros compañeros, por el trato recibido.

ACTITUD: Evasiva y justificativa

PERSPECTIVA: Mi jefe se ha dirigido a mí de un modo muy agresivo

exigiéndome una tarea que, por determinadas circunstancias, no me había sido

posible concluir.

COHERENCIA: Si no consigo expresar abiertamente a mi jefe mi

descontento con la manera que tiene de dirigirse a mí, se repetirán, sin duda,

ese tipo de incidentes. La estrategia adoptada expresada en forma de

comportamiento y actitud no corresponde con la que se debería promover en un

intento por sentirme mejor.

188

JEFE

NECESIDAD: Confiar en que puede contar con la ayuda de su empleado a

la hora de sacar el trabajo adelante y cumplir con los objetivos previstos.

INTERÉS: Que el empleado asuma y realice las tareas encomendadas de

una manera diligente y responsable.

SENSACIÓN: Decepción y agobio

COMPORTAMIENTO: Presionar al empleado hablándole con un tono muy

vehemente.

ACTITUD: Expeditiva y autoritaria

PERSPECTIVA: Mi empleado no cumple con sus compromisos y, en vez de

darme soluciones, sólo me plantea excusas. Pienso que tendré que ocuparme

yo mismo de los asuntos importantes.

COHERENCIA: Si fuerzo siempre al empleado a aceptar compromisos,

nunca le daré margen para que él mismo asuma tal responsabilidad y jamás

podré confiar luego en su compromiso y continuaré obligándole. Presionarle no

es un comportamiento congruente con el deseo de que se comporte de un modo

más responsable.

189

Plano medio (Relación)

La actitud justificativa adoptada por el empleado, excusándose

permanentemente por no cumplir con su trabajo, intranquiliza a su jefe que

termina dirigiéndose a él de un modo expeditivo y reprobatorio, lo que da lugar,

a su vez, a que el empleado se defienda, de algún modo, aclarando las

dificultades que surgieron, en lugar de centrarse en hallar una solución al

problema, que es lo que verdaderamente necesita su jefe.

Plano superior (Proceso)

O bien se diluye ese tándem expeditivo/irresponsable, modificando

cualquiera de ellos su comportamiento o, de lo contrario, se producirá una

escalada en el conflicto con consecuencias cada vez más graves, que

repercutirán, por acumulación, en el clima de convivencia de la oficina. afectando

posteriormente al resto de la plantilla.

190

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191

SEGUNDA SESIÓN (INDIVIDUAL) – CONEXIÓN EMPÁTICA

JEFE

Cuestionario 2:

Si el/ella fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué

personaje sería según tú?... él/ella es un/una…

Un vago irresponsable

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

Bueno... Se podría decir que es un tipo tranquilo, sereno, alegre...

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento

concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

Yo soy una persona muy seria y responsable... Pero, en fin... Nadie es

perfecto y alguna vez incumplí un compromiso... Pero siempre existió una

poderosa razón para ello...

¿Qué ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

Pues eso... Que a veces aparecen imprevistos con los que no contabas

inicialmente...

¿Qué has podido haber hecho que a él/ella le haya molestado?

Es posible que el tono que empleé no fuera el más adecuado...

192

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

Estaba nervioso porque estamos muy apurados con los plazos... Lo único

que pretendía es que hiciese su trabajo... Para eso le pago...

¿Qué crees que podría pensar él/ella sobre tus intenciones al respecto?

Tal vez piense que soy inflexible... Que no me importan sus explicaciones...

Pero es que lo que me interesa es ver cómo vamos a sacar el trabajo adelante...

¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

Supongo que presionado... Pero es que algo tengo que hacer para que

reaccione... Tengo que estar siempre encima de él para que haga las cosas...

¿Qué es lo que supones que él/ella necesita en realidad para poder

sentirse mejor?

Puede ser que haya sido algo duro con él... Pero es que no se pone en mi

lugar... Yo soy el que finalmente tiene que “dar la cara”...

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Puedo intentar ser más amable... Pero siempre que asuma su trabajo sin

necesidad de estar pendiente yo de ello...

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje

crees que serías para él/ella según tú?... Tú eres un/una…

Imagino que me ve como una especie de “negrero”...

193

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Soy firme, decidido, honesto, directo, sincero...

194

EMPLEADO

Cuestionario 2:

Si el/ella fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué

personaje sería según tú?... él/ella es un/una…

Un sargento “chusquero”

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

Es alguien muy comprometido con lo que hace... Muy responsable...

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento

concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

A veces me he puesto un poco “mandón” con mis hijos... Pero siempre fue

por su bien... Para que aprendiesen a ser más responsables...

¿Qué ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

Son momentos en los que te “sacan de quicio”... No obedecen... No

cumplen...

¿Qué has podido haber hecho que a él/ella le haya molestado?

Pues no cumplir con mi tarea a tiempo... Pero es que pude...

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

No contaba con algunas cosas que sucedieron...

195

¿Qué crees que podría pensar él/ella sobre tus intenciones al respecto?

Como ni siquiera me escuchó, supongo que pensará que eludo mis

responsabilidades... Que no quiero trabajar...

¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

Es posible que algo decepcionado y preocupado...

¿Qué es lo que supones que él/ella necesita en realidad para poder

sentirse mejor?

Naturalmente necesitará sentir que cuenta conmigo...

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Lo único que puedo hacer es planificar mejor las cosas y asumir que no todo

sale siempre como uno espera e intentar poner remedio a esas situaciones...

Más no me es posible...

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje

crees que serías para él/ella según tú?... Tú eres un/una…

Un “escaqueado”...

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

No me gusta agobiarme...

196

TERCERA SESIÓN (CONJUNTA) OPTATIVA - PSICODRAMA

La situación para escenificar se podría titular:

“¿Ha terminado ya el informe que le pedí?…”

Se escenifican los hechos tal cual sucedieron o suelen suceder con lo cuál

los diálogos expresados serían:

- ¿Está por fin listo ese informe que te encargué ayer?

- No he podido aún redactarlo porque he tenido otros asuntos que

atender…

- Lo necesitaba ya porque andamos atrasados con ese tema…

- ¿Qué quiere que haga?... No tengo cuatro manos…

- Así no podemos seguir…

- Me dejó tirado el coche y tuve que llamar a una grúa… ¿Tengo yo la culpa

de eso?...

Tras la dramatización inicial y, después de comprobar cómo interaccionan y

se retroalimentan entre sí las actitudes que conforman el binomio

expeditivo/irresponsable, se realizan recomendaciones sobre cómo afrontar tal

coyuntura.

Se insta al empleado a modificar su comportamiento "protestón" y justificativo

para evitarle así a su jefe estados crecientes de nerviosismo, ansiedad y

preocupación.

En lugar de eso, se le aconseja que trate de aportar alguna solución en vez

de simplemente quejarse, considerando que, con eso, no resuelve, en modo

alguno, el problema y lo único que consigue así es acrecentar esa tendencia, por

parte de su jefe, a presionarle.

197

- ¿Está por fin listo ese informe que te encargué ayer?

- No he podido aún redactarlo porque me ha surgido un imprevisto… Pero

no se preocupe porque ya mismo me pongo con ello y en cuanto esté,

que será lo antes posible, yo mismo se lo acerco a su mesa…

De ese modo queda desarmada esa actitud de reproche continuado que tanta

tensión estaba produciendo en el empleado…

Se le sugiere, además a ambos, que traten de expresar sus respectivos

sentimientos de una manera más asertiva, omitiendo todo rasgo de agresividad.

Las peticiones mutuas alternativas se podrían articular del siguiente modo:

JEFE A EMPLEADO

Cuando compruebo que no ha realizado el trabajo que le pedí en el plazo

acordado me siento muy nervioso ante la posibilidad de no poder cumplir con los

compromisos adquiridos y me da la impresión de que he de ocuparme yo de todo

y eso me agobia bastante. En tal situación sólo recibo, por su parte,

explicaciones de por qué no está listo dicho encargo cuando, en realidad, lo que

necesitaría y, por consiguiente, me gustaría en tales circunstancias es que me

ayude a encontrar alguna solución.

EMPLEADO A JEFE

Cuando me increpa nervioso y algo alterado porque no he podido culminar la

tarea encomendada por algún desfavorable imprevisto acaecido, siento como si

pensase que es porque irresponsablemente no he querido cumplir con mis

obligaciones. Por ese motivo intento explicarle las razones por las cuales no me

ha sido posible concluir el trabajo encomendado, pero me da la impresión de que

198

su nerviosismo le impide escucharme. Comprendo su decepción y preocupación

al respecto y, créame que nada me gustaría más que complacerle en todo

momento, pero cuando, en ocasiones, no me es posible tal cosa, agradecería

muchísimo que, pese a ello, mantuviese intacta su confianza en mí e intentase

calmarse.

Finalmente se vuelve a representar la situación conflictiva incorporando todas

las recomendaciones efectuadas.

199

CUARTA SESIÓN (CONJUNTA) – PERSPECTIVA INTERSUBJETIVA

A partir de las vivencias personales sobre el incidente expresadas en las

primeras sesiones, se trataría ahora de complementarlas entre sí estableciendo

una historia común de los hechos acaecidos, coincidiendo con cómo la vería

alguien ajeno a los mismos.

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL EMPLEADO

Mi jefe, con su elevado tono de voz hizo que se sintiese avasallado e

intimidado, siendo además muy injusto conmigo al no considerar las

desafortunadas circunstancias que me impidieron cumplir con el compromiso

adquirido de terminar a tiempo la tarea encomendada, tal y como intentaba

explicarle.

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL JEFE

Las continuas justificaciones vertidas por mi empleado, como eludiendo toda

responsabilidad, en referencia a no haber cumplido con su trabajo, lejos de

tranquilizarme, proporcionándome alguna solución al problema, generaron en mí

tal desesperación que, nervioso, me vi, de alguna manera, forzado a elevar el

volumen de mi voz para que reaccionase al respecto.

Un relato conjunto elaborado a una escala lo suficientemente amplia de la

situación, daría como resultado una descripción aproximadamente como ésta:

PERSPECTIVA INTERSUBJETIVA

Las exigencias de un entorno cada vez más competitivo, nos conducen a

ambos a un estado de nerviosismo y de alteración permanente tal que cualquier

200

problema de coordinación mutua hace estallar la chispa. Por otro lado, las

estructuras organizativas de carácter muy piramidal distribuyen

consecuentemente las responsabilidades a afrontar y el margen individual de

maniobra de una manera marcadamente diferencial. Todo ello nos obliga a

aceptar, a veces, una carga laboral excesiva que no siempre es posible asumir

y que, cuando no todo sale según lo calculado, aparecen circunstancias

imprevistas que incrementan el nivel de estrés. En tales situaciones se pierde

toda capacidad asertiva y el reproche se convierte en la manera habitual de

expresar las necesidades desde el nivel jerárquico superior hacia abajo. Ello

genera sentimientos de injusticia que tienden a ser compensados con

justificaciones por parte del personal subalterno que son interpretadas, a su vez,

como meras excusas por el superior, orientándose todo ya hacia una estéril

estrategia de depuración de responsabilidades en lugar de aplicarse ambos en

la búsqueda de soluciones, lo que acelera la tensión hasta el umbral conflictivo.

201

QUINTA SESIÓN (CONJUNTA) – LLUVIA DE IDEAS

La pregunta que deberíamos formular sería:

¿QUÉ SE PODRÍA HACER PARA SUPERAR DEFINITIVAMENTE ESTA SITUACIÓN?

• Planificar mejor las tareas contemplando posibles imprevistos

• Trabajar más en equipo evitando que importantes responsabilidades

recaigan sobre una sola persona

• Promover talleres de Asertividad

• Procurar establecer un clima laborar exento de crispaciones

EMPLEADO

Yo creo que podría asumir el reto de planificar las tareas con mayor precisión

incorporando protocolos alternativos de actuación en caso de imprevistos.

JEFE

Tal vez sería posible, por mi parte, ampliar los plazos de ejecución de

determinados trabajos no comprometiéndome con los clientes a resolver sus

cuestiones de un modo tan inmediato.

JEFE

También considero que debería serenarme un poco y no andar siempre

metiendo presión a todos mis empleados, confiando más en ellos, tratándolos

mejor y colaborando implicándome más en el trabajo.

202

EMPLEADO

Me pareció muy interesante aquella sesión en la que escenificamos la

situación conflictiva... Por esa razón propuse lo de los talleres... ¿No se podrían

realizar talleres al respecto para todo el personal?... Creo que a todos nos

vendrían muy bien...

JEFE

Se me ocurre que, tal vez, reunirnos de vez en cuando todos para tratar de

estos temas y mejorar el ambiente general de trabajo sería una muy buena idea...

Recapitulando, podríamos sintetizar todo lo expuesto del siguiente modo:

- Planificar las tareas considerando posibles imprevistos, pero ampliando,

a su vez, los plazos de ejecución.

- Desarrollar relaciones más asertivas en el trabajo con la realización de

talleres sobre gestión de conflictos y comunicación no violenta.

- Implementar y evaluar todo lo acordado estableciendo reuniones

periódicas generales para intercambiar impresiones al respecto.

Bueno... Sólo queda trasladar formalmente todos estos puntos a un acuerdo

y firmarlo... Gracias por participar....

203

EJEMPLO PRÁCTICO

DE

MEDIACIÓN

SITUACIÓN CONFLICTIVA

Un banco intenta ejecutar una hipoteca por impago de cuotas y el inmueble esta arrendado por

un hermano del propietario que se ha quedado en paro y que por ese motivo no puede abonar

el alquiler, con el cual el dueño, a su vez, hacía frente al crédito.

204

PREAMBULO

Considerando que la metodología que planteamos se articula en torno al

concepto de empatía, tal vez pudiéramos suponer erróneamente que tal

estrategia es de aplicación exclusiva en conflictos con una vertiente emocional

muy marcada. Por ello hemos decidido aplicarla también a un caso más propio

del ámbito mercantil y en dónde las relaciones entre los protagonistas son muy

superficiales, entendiendo, no obstante, que no por eso se han de cuidad menos.

Aunque la componente personal en esta situación no sea significativa,

podemos constatar, no obstante, que existe un nítido bloqueo empático inferido

claramente por el establecimiento de estereotipos que, aunque explicitados a

través del cuestionario, hubiesen operado, de todas formas, de un modo tácito o

soterrado dado que, dicho fenómeno, tal y como venimos comprobando es

inherente a cualquier conflicto sea de la naturaleza que sea. Ello demuestra que

esta estrategia, basada en la reconexión emocional profunda, es aplicable

también a cualquier disputa, aun cuando no existan vínculos previos entre las

partes. La existencia o no de empatía no guarda relación alguna con la confianza

mutua existente anterior a la polémica, sin embargo, sí que hemos de admitir

que, aunque deseable, la normalización en las relaciones no actúa como un

incentivo importante en conflictos de estas características, tal y como sí sucede

en otro tipo de circunstancias donde, al aplicar el método en el plano superior o

evolutivo, constatamos las nefastas consecuencias que, en ese sentido, posee

la escalada posterior, mostrando en toda su crudeza esa vertiente negativa que

todo conflicto posee. Aunque en el presente caso los costes del probable

distanciamiento progresivo no sean excesivamente relevantes en el plano

afectivo, sí que lo son en otros aspectos que actúan, en esta ocasión como

alicientes frente a su posible resolución.

205

PRIMERA SESIÓN (INDIVIDUAL) – ANÁLISIS DE SITUACIÓN

Plano inferior (Composición)

Cuestionario 1:

PROPIETARIO

¿Qué es lo que ha sucedido?

El banco intenta iniciar la ejecución de mi casa por no pagar la hipoteca pero

no puedo asumir ese gasto porque se la tengo arrendada a mi hermano que

lleva, a su vez, tiempo sin abonarme el alquiler porque se ha quedado en paro.

¿Qué ha hecho el banco que tanto te ha molestado?

El banco quiere quitarme la casa y dejar a mi hermano en la calle.

¿Qué pensaste cuando comenzó a actuar de esa manera?... ¿Por qué

crees que está actuando de ese modo?... ¿Qué crees que pretende obrando

así?

El banco “va a lo suyo” y sólo le importa el dinero y no las personas. Lo único

que le preocupa es cobrar.

¿Cómo te sientes?

Sentí injusticia e impotencia en un principio y ahora, además, cierta ansiedad

por preocuparme por cómo se resolverá esta situación.

206

¿Qué hiciste al respecto?

Para evitar la ejecución, puse en manos de mi abogado el asunto el cual me

informó de ciertos derechos que poseo al respecto en relación a que dicha

vivienda se halla ocupada en estos momentos por un tercero.

¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el

comportamiento?

Si la estrategia a seguir fuese completamente acertada no generaría

sentimientos de ansiedad y preocupación al ser capaz de zanjar del todo la

cuestión.

Por otro lado, percibir al banco como un ente completamente inflexible, no

ayuda a encontrar una salida. En el fondo soy yo el que ha incumplido mi parte

del acuerdo.

¿Consideras necesario modificar alguno de esos elementos?

Buscar cuanto antes una solución alternativa y definitiva que me permita

despreocuparme de ese asunto y, para ello, he confiar un poco en que será

posible hallarla de algún modo.

¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

Mantener la propiedad de mi casa libre de toda amenaza.

¿Qué te gustaría que hiciese el banco al respecto?

Necesitaría cierto margen de confianza, por parte del banco, para poder

saldar la deuda, pero cuando las condiciones económicas lo permitan.

207

ARRENDATARIO

¿Qué es lo que ha sucedido?

No puedo asumir el alquiler de la casa donde vivo pero de eso he de

responder ante mi hermano que es quién me la arrendó y no frente a un banco

con el no poseo relación alguna y que pretende desahuciarme.

¿Qué ha hecho el banco que tanto te ha molestado?

El banco pretende echarme de la casa donde vivo cuando yo no tengo nada

que ver con ese banco. Mi problema es entre mi hermano y yo.

¿Qué piensas al respecto?... ¿Por qué crees que el banco ha actuado

de ese modo?... ¿Qué crees que pretendía obrando así?

Son unos usureros los del banco y sólo les preocupa cobrar su maldito dinero.

¿Cómo te sientes ahora?

Siento rabia y desesperación por no saber donde voy a vivir.

¿Qué has hecho al respecto?

No puedo hacer nada… Llevo tiempo ya buscando un trabajo pero no lo

encuentro.

¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el

comportamiento?

No actuar con decisión frente a un problema tan grave no parece ser una

táctica muy acertada. Es normal sentirse desesperado.

208

¿Consideras necesario modificar alguno de esos elementos?

Creo que debo pensar en hallar alguna solución práctica y concreta.

¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

Tener un sitio donde poder vivir tranquilo hasta conseguir un trabajo.

¿Qué te gustaría que hiciese el banco al respecto?

Que me “eche una mano” en vez de “ponerme una pierna encima” para así

poder salir adelante en esta complicada situación.

209

BANCO

¿Qué es lo que ha sucedido entre vosotros?

Un cliente no abona las cuotas de la hipoteca y nos hemos visto en la

obligación de ejecutarla.

¿Qué ha hecho el cliente?

No responder al compromiso adquirido de pagar puntualmente las

mensualidades de la hipoteca que suscribió con nosotros.

¿Qué piensa el banco sobre eso?... ¿Por qué cree que el cliente ha

actuado de ese modo?... ¿Qué cree que pretendía obrando así?

Todos somos personas adultas y responsables. Nadie le obligó al contratar

con nosotros un crédito y ha de atenerse a las consecuencias pactadas entonces

ante al hecho de no poder hacer frente a los pagos. Si le perdonásemos a todo

el mundo sus deudas, el banco quebraría. Al fin y al cabo, no somos una ONG

sino un negocio tan respetable como otro cualquiera.

¿Cómo se sienten los empleados y el director de la sucursal?

Nos incomoda vernos obligados a recurrir a este tipo de medidas tan

drásticas pero nuestra responsabilidad es que esta entidad bancaria sea viable

económicamente.

¿Qué están haciendo al respecto?

Intentar forzar a nuestro cliente a que responda con el compromiso adquirido

o, en caso contrario, poder saldar la deuda generada subastando la vivienda que

210

forma parte de lo acordado voluntariamente aceptado por él cuando nos solicitó

la concesión del crédito y legalmente contemplado en este tipo de situaciones.

¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el

comportamiento?

Esa insatisfacción manifestada en forma de incomodidad denota que no

estamos en presencia de la mejor de las soluciones. Por otro lado, quedarnos

con el piso en propiedad no nos garantiza, salvo que sea adquirido por subasta,

que la deuda sea saldada y además nos genera ciertos gastos legales.

¿Considera el banco necesario modificar alguno de esos elementos?

Tal vez se podría articular alguna solución al respecto más satisfactoria para

todos los implicados.

¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

Necesitamos que la gestión este negocio resulte ser lo más rentable posible.

¿Qué te gustaría que hiciese el cliente al respecto?

Que abone las cuotas pendientes y continúe cumpliendo con el resto de

mensualidades hasta saldar definitivamente la deuda contraída.

211

De esta primera sesión de análisis de la situación conflictiva extraemos la

siguiente información que presentamos de manera esquemática mediante la

siguiente tabla:

BANCO PROPIETARIO ARRENDATARIO

NECESIDAD Ganar dinero Mantener la casa en

propiedad Tener un lugar donde

poder vivir

INTERノS No perder dinero con

esa operación de crédito

Evitar que el banco ejecute la hipoteca

Detener el desahucio

SENSACIモN Incomodidad Impotencia, injusticia,

ansiedad y preocupación Rabia y desesperación

COMPORTAMIENTO Defensa de sus

intereses por la vía judicial

Aguardar a ver si su hermano lo resuelve

Buscar trabajo

ACTITUD Rígida, fría y hostil Expectante Algo evasiva

obsesionado en una única posible solución

PERSPECTIVA Es un irresponsable que no quiere saldar

su deuda

Al banco no le interesan las personas. Sólo desea cobrar la cuota como sea

Los del banco son unos usureros sin corazón

COHERENCIA

Aunque legalmente tengamos derecho, no

nos resulta nada agradable

El percibir al banco como inflexible cierra toda

posibilidad

Jugársela a una sola carta no es sensato

Plano medio (Relación)

Al esperar a ver si su inquilino resolvía su falta de liquidez y no ponerse el

propietario en contacto con el banco advirtiéndole sobre sus dificultades a la hora

212

de abonar las cuotas para estudiar alguna posible solución, el banco se ve

empujado a adoptar medidas legales que, a su vez, cierran toda posibilidad de

diálogo por ambas partes.

Plano superior (Proceso)

De no restablecerse cierta comunicación entre todas las partes para plantear

así alguna alternativa, se verán abocados a zanjar todo mediante la vía judicial.

El resultado de todo eso será seguramente que el propietario pierda su casa, el

arrendatario, su hermano, se vea en la calle y el banco no recupere totalmente

su inversión porque, tras subastar el inmueble por un precio lógicamente inferior,

habrá acumulado un importante gasto en abogados, después de un largo,

tedioso e incómodo proceso.

213

SEGUNDA SESIÓN (INDIVIDUAL) – CONEXIÓN EMPÁTICA

Cuestionario 2:

PROPIETARIO

Si el banco fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué

personaje sería según tú?... él es un…

El banco es un buitre en busca de carroña

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

Del banco su firmeza y seguridad

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento

concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?... ¿Qué

ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

En cierta ocasión presté un libro y, al cabo de un tiempo, apuré a mi amigo

para que me lo devolviese. Me puse algo nervioso porque lo necesitaba para

hacer un trabajo y lo único que me decía era que no sabía donde podría estar,

sin plantear solución alguna. Entonces le amenacé con vender un disco suyo

que me había dejado anteriormente para así comprarme otra vez el libro.

No recuerdo ninguna situación concreta en la que apremiase a alguien para

que me devolviese un préstamo pero puedo imaginar que, podría ser capaz de

actuar como el banco si existiese alguna urgente necesidad al respecto y no

existiese ninguna otra posibilidad.

214

¿Qué has hecho que al banco le ha molestado?

Dejar de pagar las cuotas de la hipoteca tal y como habíamos acordado.

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

Yo no tengo dinero para hacer frente a esos pagos y dependía del alquiler de

mi hermano para ello… Al quedarse él en paro, no he podido responder a ese

compromiso…

¿Qué crees que podría pensar el banco sobre tus intenciones al

respecto?

Supongo que el banco piensa poco sobre las posibles razones que existan…

De hecho, no creo que conozcan las circunstancias especiales que motivan mi

impago… Imagino que piensan que no pago porque no quiero…

¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

Naturalmente se sentirán preocupados por el hecho de que esa operación

hipotecaria les pueda acarrear pérdidas…

¿Qué es lo que supones que el banco necesita en realidad para poder

sentirse mejor?

Lógicamente volver a contar con el pago regular de las cuotas…

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Hasta que no perciba ingresos por alquiler de esa propiedad poco puedo

hacer al respecto…

215

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje

crees que serías para el banco según tú?... Tú eres un/una…

Me imagino que me perciben como un completo irresponsable Incapaz de

cumplir con los compromisos adquiridos…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Tengo claro que mi familia es lo primero… Sé establecer claramente mis

prioridades…

216

ARRENDATARIO

Si el banco fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué

personaje sería según tú?... El banco es un…

Es un prestamista usurero, mafioso y extorsionador…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

No sé… La responsabilidad y el celo profesional tal vez…

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento

concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

Nunca me he comportado así con nadie…

¿Qué tendría que suceder para que te comportases de ese modo?

No creo que fuese capaz jamás de presionar a nadie por dinero… No soy tan

miserable…

Imaginemos que trabajas de comercial en una empresa y que este

último mes no te han ingresado la nómina porque, según tu jefe, existen

serias dificultades económicas. Por otro lado, tú posees algo de mercancía

acumulada…

¿No se te pasaría por la cabeza amenazar a tu jefe con venderla para

resarcir la deuda?

Pero ahí estamos hablando del pan de mis hijos…

217

¿Crees que los empleados de la sucursal del banco no comprometerían

su futuro laboral si no actuasen como lo están haciendo?... ¿Qué pensarían

sus superiores si se negasen a ejecutar sin más la hipoteca?

No me había parado a pensar sobre eso…

¿Qué has podido haber hecho que al banco le haya molestado?

Yo con el banco no tengo nada que ver… Yo le he arrendado el piso a mi

hermano y el asunto de quedarme en paro y no poder pagarle el alquiler es entre

él y yo…

¿Y eso no afecta de algún modo al banco?

Naturalmente… Al yo no poder abonarle la mensualidad a mi hermano, él, a

su vez, no puede hacer frente a la hipoteca…

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

No pretendo nada… Es sólo que al no trabajar carezco de ingresos y no

puedo pagarle a mi hermano… Quedarme en paro no es algo que yo haya

elegido…

¿Qué crees que podría pensar el banco sobre tus intenciones al

respecto?

Al banco le da igual… Sólo entiende que no se están ingresando las cuotas

de la hipoteca…

¿Cómo consideras que se sintió el banco entonces?

Hombre… Supongo que mucha gracia no les hace…

218

¿Qué es lo que supones que el banco necesita en realidad para poder

sentirse mejor?

Es muy simple… Volver a percibir las cuotas de la hipoteca que tienen

suscrita con mi hermano…

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Hasta que no consiga un trabajo… Nada…

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje

crees que serías para el banco según tú?... Tú eres un…

Un ocupa…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Me responsabilizo de mi familia…

219

BANCO

Si el cliente fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué

personaje sería según tú?... él cliente es un…

Es como la cigarra de la fábula…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

Lo único positivo que le veo a esa manera de actuar es la de ser capaz de

tomarse las dificultades con mucha tranquilidad…

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento

concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

Que deje de ingresar la cuota de la hipoteca, trabajando en un banco… ¿Te

imaginas?... Pero ahora que lo mencionas… Recuerdo que cuando era un chaval

le cogí dinero a mi madre para comprar una cosa, pensando que no se daría

cuenta y cuando empezó a preguntar por ese dinero, le pedí a un amigo que me

lo prestase para que no me descubriese mi madre y pasó demasiado tiempo

hasta que pude devolvérselo…

¿Tardaste en devolvérselo porque te resultaba más cómodo?...

Todo lo contrario… Me fastidiaba mucho tener esa deuda pendiente con él…

Era sólo que tardé mucho en poder reunir ese dinero…

¿Qué has podido haber hecho que al cliente le haya molestado?

Iniciar la ejecución de la hipoteca por impago amenazando con quitarle su

casa…

220

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

Presionarle para que abone sus cuotas…

¿Qué crees que podría pensar el cliente sobre tus intenciones al

respecto?

Pensará seguramente que somos unos insensibles…

¿Cómo consideras que se sintió el cliente entonces?

Supongo que entiende como algo injusto el adoptar por nuestra parte una

medida tan drástica

¿Qué es lo que supones que el necesita en realidad para poder sentirse

mejor?

No sentirse amenazado de perder la propiedad de su casa.

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Algún margen de maniobra le podríamos brindar si nos plantea un proyecto

claro y veraz de cómo va a saldar su deuda…

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje

crees que serías para él según tú?... El banco eres un…

Me imagino que nos verá como una especie de Goliat que intenta

injustamente aplastarle…

221

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Bueno… En todo momento estamos actuando de un modo justo y honesto.

222

CUARTA SESIÓN (CONJUNTA) – PERSPECTIVA INTERSUBJETIVA

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL BANCO

Se ha producido un impago sucesivo de cuotas en un crédito solicitado por

uno de nuestros clientes y por ello nos vemos obligados a ejecutar la hipoteca

correspondiente a ese préstamo para subastar el inmueble y recuperar así, al

menos, parte del dinero, tal y como se estableció en las condiciones relativas a

su concesión y que nuestro cliente libremente aceptó y suscribió

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL PROPIETARIO

No me ha sido posible hacer frente a las últimas cuotas del préstamo que

solicité porque mi hermano ha quedado en situación de desempleo y no puede

abonarme el alquiler con el que habitualmente cubro ese gasto y por eso el banco

quiere quitarme mi casa.

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL ARRENDATARIO

Viviendo de alquiler en una casa que es propiedad de mi hermano, un banco

me quiere desahuciar.

HISTORIA COMÚN

Ante el hecho de que un cliente, sin explicación alguna, dejase de abonar las

cuotas correspondientes a un préstamo hipotecario, el banco, siguiendo el

protocolo habitual en estos casos, opta por iniciar la ejecución del inmueble, dado

que constituye el único aval posee sobre el mencionado crédito. Durante ese

223

impago reiterado de mensualidades, dicho cliente no intervino en modo alguno

en la situación suponiendo que las circunstancias que dieron origen a esa

morosidad se resolverían favorablemente en un plazo breve de tiempo, al tener

que ver con que su inquilino, y a la vez hermano, fue despedido súbitamente y

entendiendo que pronto volvería a conseguir un trabajo. El haber planteado esa

salida como única posibilidad y no obtener resultados positivos en ese sentido

ha ocasionado que el problema inicial siga su curso y se agrave complicándolo

todo.

224

QUINTA SESIÓN (CONJUNTA) – LLUVIA DE IDEAS

Se plantean las siguientes posibilidades

• Aplazar la deuda hasta que se pueda abonar

• Vender algo de cierto valor

• Alquilar alguna habitación y compartir el piso

• Pedir un adelanto de nómina

• Encontrar a alguien que necesite contratar gente

• Vender el piso y cancelar la hipoteca

El intercambio posterior podría resultar, más o menos, así:

BANCO

En calidad de director de la sucursal y actuando en representación del banco,

estaríamos dispuestos a aplazar la ejecución de la hipoteca unos meses siempre

y cuando se nos presente un plan solvente de cómo se va a afrontar la deuda.

ARRENDATARIO

A mí lo único que se me ocurre es subarrendar una habitación y compartir

piso mientras encuentro trabajo, pero con eso no va a bastar para pagar la cuota.

PROPIETARIO

Yo podría alojarte provisionalmente en mi casa... No hay mucho sitio pero

unos meses creo que podríamos aguantar. Así podríamos alquilar el piso

completo y seguir pagando el préstamo.

225

BANCO

Pero aún quedaría pendiente por resolver la deuda que ya existe...

ARRENDATARIO

Además.... Tras esos meses, habría perdido la posibilidad de regresar a mi

casa...

PROPIETARIO

No necesariamente... Podríamos establecer un alquiler vacacional.

A ver... Si no he entendido mal... Una posible solución sería que tu hermano

se fuese a vivir provisionalmente a tu casa mientras encuentra un trabajo. Eso te

permitiría alquilar la vivienda por cortos periodos de tiempo para que tu hermano

no perdiese la posibilidad de regresar y con ese dinero saldar la actual deuda.

Se me ocurre además que, dado que el arrendar el inmueble como piso

vacacional exige cierto mantenimiento del mismo, tu hermano se podría ocupar

de ello compensándote así por alojarle en tu casa... ¿Os parecería bien?... ¿Y al

banco?...

BANCO

Se podría estudiar esa posibilidad... Estableciendo un plazo razonable de

tiempo para saldar la deuda actual y continuar abonando las cuotas... ¿Un año

entero para normalizar la situación les parece adecuado?...

PROPIETARIO Y ARRENDATARIO

A nosotros nos parece bien...

226

BANCO

Es más... Voy a indagar por ahí... Tal vez exista alguna vacante en alguna

otra sucursal y podamos contratar a tu hermano... No puedo prometer nada al

respecto, pero preguntaré por ahí...

De acuerdo... Tomo nota de todo y, si os parece, redacto una especie de

contrato para que todos lo firmen... Gracias por participar de esta mediación...

Me alegro mucho de que hayan alcanzado un acuerdo satisfactorio.

227

ANEXOS

228

TESIS DEL NUEVO HUMANISMO O HUMANISMO UNIVERSALISTA

Tesis 1. La existencia humana se da en el mundo. En el comienza, se

desarrolla y concluye.

Por tanto, no se puede suponer una dirección, una razón o un sentido previo

(a la existencia), sin contradecir lo anterior.

Tesis 1.1. La existencia humana comienza con el nacimiento, con la apertura

de la intencionalidad al mundo, como primer paso de libertad del

condicionamiento natural. En este sentido, antes del nacimiento, no se puede

hablar con rigor de “existencia humana”.

Tesis 2. Entendemos por “mundo”, a todo aquello distinto al propio cuerpo.

Sin embargo, el existente, considera a su cuerpo como parte del mundo. Cuerpo

y mundo, son lo dado, lo fáctico, lo natural.

Tesis 2.1. La naturaleza no tiene intenciones propias. Ni el cuerpo, ni el

mundo, poseen conciencia separada. Atribuir una finalidad a la naturaleza puede

ser un artificio de comprensión, pero no se deriva legítimamente de este planteo.

Tesis 2.2. No obstante, el mundo en que se nace, es también un mundo

social, constituido por intenciones humanas.

Tesis 2.3. Solo tiene intención la sociabilidad del mundo. Lo natural es

susceptible de ser intencionado, ‘humanizado’. Por cierto que lo social es agente

y paciente de humanización, de sentido.

Tesis 2.4. La existencia humana está abierta al mundo y opera en el

intencionalmente.

229

Inclusive puede negarlo radicalmente mediante el suicidio y la destrucción.

La existencia puede nihilizar al mundo (y, por tanto al cuerpo, a la naturaleza y/o

a la sociedad), o humanizar al mundo.

Tesis 2.5. Por consiguiente, la existencia humana es libertad en tanto

afirmación o negación del mundo. La intencionalidad humana permite afirmar o

negar condiciones y, por tanto, no ser simple “reflejo” de ellas.

Tesis 3. Lo social es historicidad. De este modo, el ser humano es historia

personal y social y no “naturaleza” humana. La naturaleza afecta al cuerpo

humano y no a la intencionalidad, que es lo que define a lo humano.

Tesis 3.1. Es desde la libertad, donde el ser humano elige aceptar o negar

las condiciones sociales en que nace, se desarrolla y muere.

Nadie puede existir sin confrontarse a las condiciones sociales en que vive,

y nadie puede dejar de elegir entre ellas. La no elección entre condiciones, es

también elección. Los resultados de la elección, no confirman ni invalidan tal

hecho.

Tesis 3.2. En la confrontación con las condiciones sociales surge la noción

de historicidad que se comprende como precediendo y sucediendo a la propia

existencia. Así, la actividad social es continuo enjuiciamiento de la historia y es

compromiso hacia el futuro más allá de la muerte personal.

Tesis 3.3. La existencia humana se desarrolla entre contradicciones que

ponen en lo social y lo personal, las condiciones históricas.

Tesis 3.4. La contradicción tiene su correlato personal, en el registro de

sufrimiento. Por ello, frente a condiciones sociales de contradicción, el ser

humano individual identifica su sufrimiento con el de los conjuntos sometidos a

las mismas condiciones.

230

Tesis 4. La contradicción social es producto de la violencia. La apropiación

del todo social por una parte del mismo, es violencia y esa violencia est en la

base de la contradicción y el sufrimiento.

La violencia se manifiesta como despojo de la intencionalidad del otro (y, por

cierto, de su libertad); como acción de sumergir al ser humano, o a los conjuntos

humanos en el mundo de la naturaleza.

Tesis 4.1. Las distintas formas de violencia (física, económica, racial,

religiosa), son expresiones de la negación de lo humano en el otro.

Tesis 5. En el campo de las relaciones interpersonales, la objetivación del

otro; la negación (o apropiación} de todos o algunos aspectos de su

intencionalidad, es factor de sufrimiento.

En todos los casos, hay opresores y oprimidos, discriminadores y

discriminados.

Tesis 6. El sufrimiento personal y social, debe ser superado por la

modificación de los factores de apropiación ilegal y violenta que han instalado la

contradicción en el mundo. Esta lucha por la superación del sufrimiento, da

continuidad al proceso histórico y sentido al ser humano, ya que afirma su

intencionalidad negada por otros.

Tesis 6.1. La lucha por la humanización del mundo (natural y social), se

acumula y desarrolla en sus resultados como progreso. Pero el hecho de que las

sociedades no se encuentren en un mismo esquema y proceso de desarrollo,

sino en vías diferentes de progreso, hace que las condiciones de liberación estén

siempre a la mano y no en un lejano futuro en el que se den supuestas

“condiciones objetivas”.

231

Tesis 7. Finalmente, la muerte parece imponer su naturalidad a la

intencionalidad del ser humano y con su facticidad, por ahora ineludible, aparenta

destruir todo futuro y toda libertad. Es la rebelión frente a ese hecho definitivo y

frente a la enfermedad, la desigualdad y la injusticia, lo que da coherencia a la

vida humana. No hay necesidad lógica alguna, dentro de estos planteamientos,

que obligue al ser humano a aceptar el triunfo de lo absurdo de lo natural, sobre

la intencionalidad y la libertad.

Es por ello que las ideologías dominantes, han considerado a los nativos

oprimidos como “naturales”; a los obreros explotados como “fuerza de trabajo”;

a las mujeres relegadas como “procreadoras”; a las razas dominadas como

zoológicamente “inferiores”; a los jóvenes desposeídos de los medios de

producción como sólo proyecto, caricatura, inmadurez de hombres plenos; a los

pueblos latinoamericanos y africanos como evolutivamente incompletos, como

“subdesarrollados”…y así siguiendo.

232

MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO95

Normalmente, cada corriente de pensamiento desarrolla un método

específico, a modo de estrategia, para lograr así comprender mejor el medio,

que se corresponde coherentemente con su particular manera de ver el mundo.

A tal efecto, el Nuevo Humanismo requiere, a su vez, de un método operativo

que permita la aplicación de sus postulados.

Pero este Método no parte de los principios de la Lógica clásica, sino de los

Principios que se fundamentan en la observación de los mecanismos del pensar.

Entonces el fundamento de este método no es una idea del “ser”, sino los

mecanismos del pensar, la estructura dinámica del pensar.

De esta visión surgen un conjunto de procedimientos que nos permiten, de

modo ordenado, obtener un conocimiento sobre el mundo y sobre nosotros

mismos que integren esta visión que es en esencia Estructural y Dinámica.

Son estas esenciales características las que nos ha llevado a denominarlo

Método Estructural Dinámico.

Si bien con este Método Estructural Dinámico podemos estudiar cualquier

fenómeno, es su aplicación al terreno de las llamadas ciencias humanas, donde

produce sus mejores resultados.

Veamos ahora de modo resumido como procede.

Para facilitar su aplicación vamos a dividir los procedimientos en tres etapas:

95 Extraído de “Teoría y Práctica del Método Estructural Dinámico” de Jorge Pompei y colaboradores

233

o La Pregunta. Donde enunciamos el problema, formulamos la

pregunta y definimos el Objeto de Estudio e Interés.

o El Análisis. Donde definimos el encuadre del Objeto de Estudio y

desarrollamos el triple análisis del Proceso, la Relación y la

Composición.

o La Respuesta. Donde elaboramos la síntesis y con ésta la

respuesta a la pregunta de la que partimos llegando a una

conclusión que aclare nuestro problema y permita generar pautas

para la acción.

Entonces, como primera medida es necesario tener un problema. Si no

tenemos un problema no necesitamos de ningún método, porque no hay nada

que aclarar o resolver. Por consiguiente, se necesita previamente una dificultad

que requiera de nuestra intervención y de nuestra comprensión.

Pero este problema, para poder ser trabajado, debe ser descrito con claridad,

de modo completo y con la mayor sencillez posible.

De su definición surge la formulación de la Pregunta que será expresada de

modo preciso, evitando los términos vagos o ambiguos. Ella nos indica que

queremos saber y esto es muy importante porque si no sabemos que buscamos,

no sabremos que hacer con lo que encontremos.

En función de la Pregunta pasaremos a definir el Objeto de Estudio. Para

esto no será suficiente nombrar al objeto que vamos a estudiar, sino que será

imprescindible explicar desde que interés lo vamos a ver. Entendemos al Objeto

de Estudio como una estructura objeto – interés y entonces, si cambia el interés

cambia el objeto.

234

Este Interés deberá mantenerse presente e inmutable a lo largo de todo el

estudio. Será nuestro Hilo de Ariadna que, como en el mito, nos ayudará a no

perdemos en nuestra incursión.

Una vez resuelto esto, podemos pasar al siguiente momento, que consiste

en el encuadre y análisis y que es el corazón del quehacer metódico.

El Encuadre nos lleva a ubicar de modo conceptual y espacial a nuestro

Objeto. Para esto tendremos que responder a tres preguntas claves. ¿Cuál es

su ámbito mayor? ¿Cuál su ámbito medio? ¿Cuál su ámbito menor?

Ahora estaremos en condiciones de desarrollar el triple análisis que nos

propone el método. Dicho análisis es un ejercicio del Punto de Vista, similar al

que realiza un observador que cuando quiere conocer un objeto, lo mira desde

distintas perspectivas.

Lo podrá mirar desde el frente, desde arriba, abajo o desde atrás y desde

cada perspectiva obtendrá una visión diferente.

En nuestro caso las perspectivas son el Proceso, la Relación y la

Composición y si bien no es determinante el orden empleado, si es fundamental

el ejercicio de los tres Puntos de Vista.

El Interés es fijo, el Punto de Vista cambia en cada paso de análisis que para

mayor claridad vamos a desarrollar siguiendo un orden que comienza por el

Proceso, continúa con la Relación y culmina con la Composición.

El primer análisis, entonces, nos lleva a estudiar a nuestro objeto en Proceso.

Es decir que no lo vamos a ver como algo atemporal, sino que vamos a visualizar

como se desarrolla en el tiempo y es en ese devenir que vamos a fijar nuestra

atención en un momento, el momento que nos interesa según la pregunta que

debamos responder.

235

Para el segundo análisis y ubicados en un momento de proceso definido,

vamos estudiar la relación dinámica que nuestro objeto entabla con otros

elementos presentes de modo concomitante en el ámbito medio.

Por último, el tercer análisis nos lleva a su compositiva. En él discriminaremos

los elementos que componen nuestro objeto y que ordenaremos tratando de

visualizar el proceso de transformación que según diferenciación,

complementación y síntesis se produce en su interior.

Estaremos ahora en condiciones de encarar la última etapa del estudio que

nos lleve a obtener una Respuesta a la Pregunta original.

Para esto, lo primero que haremos será realizar una descripción prolija de

todo el desarrollo realizado. Luego resumiremos los aspectos más relevantes y

por último luego de relacionar los elementos trabajados, intentaremos elaborar

una síntesis que integre todo lo estudiado.

Esta síntesis implica haber accedido a una nueva visión, una nueva

experiencia del Objeto de Estudio que ahora se nos presenta con una nueva

claridad.

Y si bien dijimos al comienzo que para el estudio requeríamos de información,

nos será evidente que esta nueva claridad, no estará dada por la simple

acumulación de datos, sino fundamentalmente por el trabajo de análisis y

síntesis que hemos realizado guiados por los procedimientos que nos propone

el Método.

Es de la síntesis del estudio del objeto y con una nueva comprensión, que

podremos encarar la respuesta a la pregunta formulada y que será la conclusión

a la que arribemos. Pero ésta ya no será una simple opinión vertida sin mayor

236

reflexión, sino que será el resultado de pensar, con rigor y de modo integral sobre

el problema que nos habíamos formulado.

Restará por último realizar un Informe Final, que de modo claro y sintético

exprese lo realizado y pueda ser comprendido por un interlocutor que no haya

participado del trabajo realizado.

237

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