1907. la colegiata de arbás, págs. 78 y 79. la ilustración española y americana

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La colegiata de Arbás, págs. 78 y 79. La Ilustración española y americana. 8 de agosto de 1907.

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Page 1: 1907. La colegiata de Arbás, págs. 78 y 79. La Ilustración española y americana

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AÑO L I . MADRID 8 DE AGOSTO DE 1907. NúM. XXIX.

^ % . ^ :

R O M A . — TUMBA DEFINITIV riVA DE SU SANTIDAD EL PAPA LEÓN XIU, EN LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETR-ÍN.

Fotografía do Trampuf.

Page 2: 1907. La colegiata de Arbás, págs. 78 y 79. La Ilustración española y americana

66 — N." XXIX LA I L U S T R A C I Ó N ESPAÑOLA T A M E R I C A N A 8 AfiosTO J 907

S U M A R I O .

TF.XTO.- Crónica general, por D. José Fornítnde:i Bremón.—I-a roln-bilitacirtn del Principe tie la l'az, por D. Juan rC-re-i do GiizmSn.— El tiimno do Riowo, por D. Alejandro LarrubÍora.—IlugÍi5n, pocafn. por D. E. Honot.—CuriosidadcH del I'adrn micsirt), por D, Felipe reroKy GonzaiBK.—I.»/, y Bombva, poesía, por D. M, R. Blanco-Uclinoiitc.—La mujer y l apaz , por D, Santiago Fuentes.—Ln «n-leiíiata de Arbíís (Lefin), por D, Vicente Lamp^^reí: y Honien. -Suel­tos.—InfiTinnciones, por *''*.^Aniine¡oa.

GRABADOS.—Roma: Tumba definitiva de Su Santidad Lean XIII, en la basílica lie San Jii:in do Lelráii.—Corea; Siicefiirtn en el trono, inipuosln por el Japón.—Italia; Procesamiento de un Ministro. -Retrato de D. Alfredo Kindeliln y su llejíada á Maiirid, Salvamento, por un Ijoto dol vapor Wf^l-Piiíiil, riel capitán D. Alfredo líindc-láu, piloto iiáufragü del g:obo Mai-iu Ten'nct.—llelvíilo de D. Er-iieatíi Hint.Ko Ribeirn.—Marruecos: La población dn Cnaablanca, donde linn tenido lugar los nsesinatos de europeos por loe fanáti­cos musulmanes. Captura del Knitl Macloan y salids do trup.-is para au róscate,—Entrada del nuevo L'reladn en Si;o do Urgel.— Kclratn do D. Eduardo Benot, iluHlro lilólogo y ncad<^mico de la Roal Española.—Son Sebastián: Concurso inloniacional de música. — Uetratos de Mr. Hiü'ctiir Malot, célebre novelista trancas, y de Mr. Tlifíol)ald Chnrtran, ilustre pintor franci-s.-Ilustrauiones ilel artículo La colegiata de Arbás (Let'inl,

S^TPI. ;ME^TO.—Virtila de S. A. R. la ¡ntanla D." I.saliel S Valencia.

C R Ó N I C A G E N E R A L .

— Debiéramos empezar la Crónica diciendo con dolor: Los francos á catorce y el termóme­tro á cuarenta y uno; ¡qué triste combinación de números con las mismas cifras vueltas del revés! Y así ha empezado el lapso entre la fecha de la Crónica anterior y la corriente.

—Preforiría referir las fiestas de Vitoria, á que los Reyes asistieron, colocando la primera piedra de la futura catedral; poro todo está des crito con abundantes pormenores.

—La entrevista de los Emperadores de Rusia y Alemania; la dramática muerte del jefe de loa regeneradores de Portugal, Hiníze Uibeiro, de un repentino ataque cardíaco, en el cementerio de Lisboa, y su entierro con honores de prínci­pe; y hasta los motines anticlericales de Italia ceden el puesto á nuestra atención, ante el re­crudecimiento de la cuestión marroquí, por el alboroto de que fueron víctimas obreros fran­ceses, españoles y un italiano

—Ni las conferencias, ni las conclusiones de Algeciras, nos agradaron; ni la toma de Ujda por los franceses, que empeoró nuestra inñuen-cía; ni los asesinatos de Casablanca, doliéndonos mucho, nos sorprenden. La conferencia en que los extraños discutieron lo que atañe á la sobe­ranía marroquí, debía irritar lo que llamamos fanatismo, y ellos patriotismo, y la barbarie ofendida y humillada, sólo podía dar los frutos que ahora recogemos. Ya no se trata, por parte de Europa, de aquellos grandes ideales que da­ban energía á los que sacrificaban su vida por sus creencias, sino de abrir un morcado á los que fabrican armas, rieles y vagones, y trastor­nar la vida de aquel pueblo, mísera á nuestro entender, pero que les parece preferible ¿nues­tra existencia agitada y mercantil. Los crímenes cometidos en Casablanca tienen una explica­ción bien clara; los cabileños matando á palos y pedradas á cuantos vestían á la extranjera en las obras del puerto, han declarado la guerra santa contra Europa; sí había españoles entre ellos, lo hizo la suerte, no la voluntad y su elec­ción, por más que en la enemistad nos hallába­mos incluidos, y á estar allí, hubieran sucumbi­do yanquis, ingleses, rusos y no nos atreve­mos á excluir á los alemanes, por no ofender­les. Es una gran desdicha, una gran dificultad política, no por el hecho en sí y la satisfacción inmediata que podríamos tomarnos, sino por las complicaciones internacionales posibles y la inseguridad de la numerosa colonia de España en el Imperio, allí donde no lleguen los proyec­tiles del mauser y el obús. Exponerse á una guerra larga y mortífera por un tumulto, san­griento y bárbaro, eso sí; poro on que el delirio de las muchedumbres tiene algo de incons­ciente borrachera, parece enconar el mal, y de­jarse arrastrar por un vértigo de sangre; con­sentir la impunidad de esos crímenes, sería in­decoroso; y dejar que Francia ocupe sola mili­tarmente un punto ó varios importantes de la costa de Marruecos, sin intervenir nosotros, se­ría renunciar á nuestras tradiciones y derechos, dejando mala herencia y graves complicaciones á la España venidera. Ño es, pues, fácil la con­ducta del (Tobierno; tiene, sí, diversos caminos que elegir, y, dicho sea con franqueza, todos malos, y como de su acción depende el honor y el porvenir de España en África, y es quien nos representa y debe dirigir, bueno es que, como en los Conaejos que han precedido á los hechos graves de armas, dé cada cual su parecer; pero, una vez tomada la resolución por el que manda, ni una voz, ni un murmullo interrumpa nuestra unidad de acción y la disciplina nacional, di­

gan lo que quieran otros opinantes; obreros nada más son los asesinados; esto nos obliga más á pedir cuenta de sus vidas á los asesinos; buena es la prudencia, pero antes es la vergüen­za nacional; claro es que no estamos para aven­turas, pero menos para atraer males futuros por pusilanimidad y cuentas caseras; las Cortes y otras Corporaciones se quejaban á los Reyes Católicos de los males y penuria producidos por sus guerras; era lo sens;ito; y se había logrado la unidad do España y su mayor fuerza y apo­geo. Mi voto es hacer lo que se deba y salir como se pueda, sin atenerse mucho al dictamen de los que temen demasiado las molestias del presento, porque la acción de los que dirigen va más lejos.

*

— Tuvo poca suerte el ilustre filólogo don Eduardo Benot para lo decorativo de su entie­rro: la Academia de la Lengua estaba sin jefes y nadie tenía autoridad para mandar; las Cortes se cerraban á toda prisa y...,.

— Basta: esas ceremonias fúnebres que duran poco rato tienen importancia para los que real­mente dejan de existir cuando cae sobre ellos la última paletada de tierra: el gentío, las repre­sentaciones de banderas de los Círculos, el apa­rato de la amistad y el popular de los correli­gionarios de ambos sexos, acompañaron y se­pultaron al político federal republicano en la misma tumba que ocupó interinamente Pí y Mar-gall eu el cementerio Civil; ése, el político, era el que había muerto. Eduardo Benot, el sabio de cultura extensa; pero, en particular, el gran filó­logo, el autor de la Arqnitechira de las Lenguas, de un estudio de las ideas afines, que sólo de re­ferencia conozco, en honor de la verdad, y del tratado de Gramática qua estudia la Academia Española de la Lengua; el profundo cultivador de nuestro idioma; ése vive y vivirá y aumentará algún día el Catálogo de autoridades de la len­gua castellana. Esto, citando únicamente lo más elevado y genial de sus trabajos gramaticales, que si tratamos de compendiar todos los debi­dos á su saber y constancia, asombran sus méto­dos de diferentes idiomas, Oilendorff reforma­do, y la cantidad y diversidad do obras que produjo. Pocas vidas largas fueron tan bien aprovechadas, y en empresas tan difíciles, quo honra sólo el intentarlas y costaría trabajo enu­merarlas con verdadero conocimiento deau im­portancia relativa. Fácil nos sería copiar la lista dé los títulos publicados por la Prensa: no se puede improvisar lo que concierne á la substan­cia de un autor tan reflexivo. Al quo haya de ha­cer su elogio en la Academia Española corres­ponde la responsabilidad y la tarea. Que otros despidan al político leal á sus ideas, que no par­ticipamos: nosotros, lejos del tumulto, seguire­mos comunicándonos con el maestro en la so­ciedad de los libros y en las soledades del des­pacho.

^

— ^.Conque los gremios de obreroa de la calle de Relatores han adquirido el palacio del Duque de Bójar en trescientas mil pesetas.

— Es verdad: ya son todos propietarios; ya pertenecen al honrado gremio de caseros, y su palacio, que representa un capital, es el primor paso hacia el bienestar; sí dura la Asociación y se administran, como vemos, honradamente sus ahorros. SI hoy tienen local para sus Juntas y recreo, mañana tendrán cooperativas que les libren de la verdadera contribución de Consu­mos, la que pagan en la tienda al por menor; tendrán casa barata y automóviles propios que les ahorren, al ir á su trabajo en grupos, lo más penoso del camino; tendrán, en fin, interés, máa visible que hasta ahora, en el orden social, de que constituyen la base como elemento de ri­queza.

- Y han demostrado que la propiedad es tra­bajo acumulado.

— No nos metamos en honduras, que de eso se podría hablar mucho: la propiedad, al fin, es obra de los hombres, y estos no han tenido siempre escrúpulos para formarla; respetémosla por 3U conveniencia general, como respetamos la moneda y otras creaciones económicas que facilitan la vida en sociedad, y han hecho de la ñera humana un animal doméstico, como del gato montes hizo el minino casero la blandura de nuestra cama y el olor de las cocinas.

— Volviendo al palacio de Béjar y á los obre­ros, que hemos olvidado, esta compra de un edi­ficio de tradiciones aristocráticas, es un signo de la transformación social que se efectúa á nuestra vista.

—No hay sino recordar las adulaciones de Cervantes, este es su nombre verdadero de hoy, aunque eran cortesía y respeto en aquellos tiem­pos, al dedicar la primera parte del Quijoleal Duque de Béjar de IfiOo, para comprender la distancia de categorías en aquellos tiempos y los nuestros, y la significación de Jas cosas. Al ad­quirir los obreros ese edificio, han comprado un verdadero palacio, no de los que toman el nombre por capricho, sino de los que lo son por derecho propio, con todas las preeminencias y derechos de tales, que no sabemos haya deroga­do ley alguna.

ik — ¿Tendría razón Fernando Vil cuando ins­

tituyó la Escuela do tauromaquia, prefiriendo el toreo á todas las disciplinas que dicen los sabios, y llamamos asignaturas los humildes?

— ¿A qué viene eso? — A que son tan frecuentes en Madrid las es­

capadas de toros ó vacas bravas, que no es pru­dente salir á la calle sin un capoto de porcalina, la muleta y el estoque: eu las calles se han dado verdaderas corridas, y la última el domingo 4 del corriente, lidiándose dos vacas que huye­ron de la estación del Mediodía. Hubo capota­zos, se ensayaron verónicas, faroles, pases de pecho, y hasta estocadas de verdad, por un mú­sico valiente, que hizo muy á tiempo el quite á una familia que tomaba pacíficamente un refri­gerio 011 uno de los bancos de la calle de Al­fonso Xll. No pediré quo se cierren las Univer-sidade?; pero.Sr. Ministro de Instrucción públi­ca, ¿no podría sacarse á oi)osición una cátedra de tauromaquia en cada Instituto, en defensa do las vidas, y declararse obra de texto la de Mon­tes, que es la más clásica? Los estudiantes se lo agradecerían en el alma, y cada capea que se armaría por los claustros, lidiando á los bede­les, regocijaría la sombra del cardonal Jiménez de Cisneros: esto se impone en el futuro plan de estudios y en la Normal de ambos sexos, pues las señoritas toreras han demostrado la ap­titud de la mujer para la lidia.

— ;.Y qué hay del duende de la calle del Avn-piés.ó Lavapiés, como usted guste?

— Que, á mi juicio, aunque la Prensa no lo haya comentado, ni La Correspondencia mismai después de iniciarlo, haya proseguido las averi­guaciones, es el hecho más notable, entre los de pura amenidad en estos días. Madrid ha tenido diferentes casas de duendes, de que recuerdo una on la calle de Isabel la Católica, antes de María Cristina, y antes de la Inquisición; y otra en la plaza de Afligidos, donde vivió el gran novelista Fernández y González. No hace mucho tiempo se oyeron ruidos misteriosos en la calle do Embajadores, si no recuerdo mal; pero era un simple espanto, sin causa conocida, no un duende como el que se trataba de capturar por los vecinos, y que se fingía el difunto marido de una pobre anciana, y golpeaba las puertas y vertía los garbanzos puestos en remnio. Sabido es, por el autor de El ente dilucidado, que los duendes no son cosa del otro mundo, sino aní­males vivientes, sensitivos é invisibles, travie­sos y ruidosos, pero inofensivos, más sutiles, por lo tanto, que las sombras y fantasmas, quO al fin se ven, aunque hace muchos años nadie las ha visto. Duende hubo en el Retiro en el si­glo xvii; por duende se hizo pasar el fraile por­tugués que repartía sus versos manuscritos y que huyó de la prisión de San José; pero un duende real, á quien se trataba de capturar J" podía ser cazado, eso sucede pocas veces en la Historia. La verdad es que no se ha inventado red para atraparlos, y la fotografía no puede apresar su imagen. Propongo que hagan una prueba con los rayos X, esos ojos que miran ha­cia lo desconocido, y ¿quién sabe si descubrirán al duende que da tantos sustos á la pobre viuda? El mundo invisible va trasluciéndose y tiene todavía mucho que ver; lo malo es que habre­mos cerrado los ojos para entonces.

JOSÉ FKRNÁNDEZ BRK.MÚN.

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8 AGOSTO 1907 LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y A M E R I C A N A N.^ XXIX — C7

YI-HYEUNG, emperador que Ua abdicado.

TI-SYEK, nuevo Emperador

C O R E A . —SUCESIÓN EN EL TRONO, IMPUESTA POR EL JAPÓN.

Fotografías do Ilutiii.

U reliiliililaGiiin del Principe de la Paz. I.

UEííTA la Reina oii Roma, y diez y sictG días después el Rey en Ña­pólos, la primera diligencia del embajador Vargas Laguna contra su pariente y antiguo favorece­dor el Príncipe de la Paz, fué ha­cerle desalojar las habitaciones que durante su permanencia en la Ciudad Eterna le habían hecho ocupar á su lado los Reyes pros­

critos. El 14 de Enero de 1819, Godoy escribía asi sobre esto á Pepita Tudó: «He abandonado jyer el palacio Barberini: V. considerará la |uerza del agente que á tal determinación me ¡1^ obligado en el tiempo más rígido del año.

.P^> pues, áCampitelli , en donde había di«po-líible una pieza á la entrada. El parto de SÜCO-^^o y mi demasiada bondad, me han puesto en _ sta t^errible situación: de modo que pienso irme á la villa, cuyos aires y fríos no serán más ¡"'gidoa que los de esta maldita habitación. Car­iota me acompaña, como es natural.» Para en-ender bien este párrafo hay que observar: pri-

niQro, que Campitelli era una casa que el Prín­cipe de la Paz había comprado en Roma para residir en ella. Mas como los Reyes se obstina­ban en que había de habitar con "ellos el palacio

arberiiii, Socorro Tudó, hermana menor de opita, que en Roma se había casado con el mar­

gues Stefanoni, de la servidumbre noble del ^ P a , se la pidió para ayudar con este beneficio

su marido, que no andaba sobrado de recur-a^^' ? *^otloyj sin poder prevenir los sucesos gnf después acaecieron, les permitió vivir en . i íi a todo su atbedrío. Otra casa de verano le ^'zo comprar también Carlos IV en la campaña, y esta era la villa á que se alude; pero esta po-esión carecía enteramente de condiciones para

Píirar en ella en invierno, un invierno tan incle­mente como el de ISlü, y, sobre todo, no estan-cr* [f "' ^^ convalecencia de una pulmonía, re-•^"^^•^'da por cuatro veces, y de esta idea hubo lUe desistir. De todas maneras, Godoy creía iUQ estas molestias serian pasajeras. El había

rey Fer-pasa jeras,

r. al ninH ° Í ^ " ^ medio del Embajado d'nl 1 ' pintándole su situación y recordán-hii n Promesas que sobro su suerte y la de su " ' a Ur lo ta tenía hechas á los Heyes muertos; y ^ ' , en su misiva á la Tudó, del ^0 del mismo t-iha' ! f ' ' 'a sobra estns cosas, después de de-au« í u estancia de Carlota en la estrechez á tioi ^ ? " ^ " quedado reducidos: ^^Espero las no-comn 3® ' ° ^^^ resuelva S. M-, y hasta tanto, Sob ^' Conde de Berry, e notlc aurora.^ loI^J^^^> como repetía en otra carta del rpc^f ^'.ebrero: «Esperan todos, y espero yo, la eulnr ? " " ^- ^ - el Rey para percibir la re-ubol- ^^'güación», y esta sería la clave de sus ^ ' tenores resoluciones, . . , , conr ' ''' i-einaudo sobre esta idea, añadía á seis y media de la tarde, á ^^v' ucmuación: «Me otüino vo sin PAHÜT- ñn Pncon- cuva hora salgo por andar

Magdalena Tudó, que con Larrea, su marido, y sus hijos, habían tenido que venirse al mismo refugio de la casa de Campitelli) pueda reunirse, no ha­biendo causa que lo impi­da, y siendo además tan necesario para poder vi-vir,pueslo9gastosse arre­glan á la proporción del ingreso, y todo se meto­diza cuando se está fijo en un paraje. So me hacen siglos los días, hasta ver el colmo de esta única sa­tisfacción que me queda, pues ya es justo descanso quien tanto ha padecido en once años, y especial­mente en los cinco últi­mos.» Entretanto, c o m o escribía el Príncipe el 4 de Febrero, «el ocio, el tiempo y las panas estaban de parangón, formando el capital de su riqueza», á la vez que «á los fríos ex-

traordinarios s u c e d í a n ^ — — - ^^ aguas continuas, y la su­

bida del Tíber retardaba la llegada de los correos, esperados con viva impaciencia». A pesar de todo, «lo. distancia en que vivo, decía el 8, de mi antigua residencia, me procura la soledad que agrada al estado de mi humor. Cuido un contenar do gallinas, que me dan por ahora veintitrés ó pocos más hue­vos; me los traigo á casa; tomo mi jicara de cho­colate y paso la nocho, hasta las nueve y media, en mi billar. Juego algunas partidas por hacer ejercicio, y me retiro luego: de modo que á las diez y cuarto estoy en la cama. El sueño no me es fiel. Mi débil cabeza empieza á ocuparse de las cosas que ocurren y de las pasadas. Esta es la vida que hago».

No obstante, el tiempo pasaba y las incomodi­dades crecían: «Difícilmente, escribía á la Tudó, podrá V. persuadirse que en mi habitación, cubierto de ropa de lana, con brasero á las es­paldas, no puedo llevar la pluma por causa del frío que entorpece las manos. Este disgusto en la vida, el fuerte dolor que no da libertad á mi corazón para procurar un alivio á tantas penas, y mi debilidad, me constituyen en un estado de desesperación que sólo mitigo con la fuerza de mis ideas religiosas.:• Otro estímulo tenía ade­más para soportar con resignación tantas con­trariedades é infortunios: ¡la esperanza! Así lo escribía el 1." de Marzo: «La esperanza de todos se fija en la benignidad del Rey, y esperando su resolución se ansia el arribo del correo, que se supone será el 4. ¡Dios lo traiga con bien!» ¡Qué desencanto, sin embargo, para Godoy, en lo que aquel correo tan esperado por toda la servi­dumbre española del palacio Barberini había de llevar! El 20 de Marzo escribía á la Tudó: 'La conformidad con que sufrimos tantos y tan in­mensos pesares, nos ha acostumbrado á mirar como pequeños los disgustos causados por los hombres. Llegó el correo el 18. Dicen que los españoles deben ir á España para cobrar los sueldos. ¡Yo no tengo cosa alguna que esperar!» En principios de Julio continuaban las mismas irresoluciones para todos los proscritos de Ro­ma, aun para los que en Madrid no habían sido borrados de las listas de los sueldos que les paga­ban los Reyes padres. So­bre su situación personal, Godoy escribía: «Todos seguían esperando alguna resolución sobre su suer­te. La de los borrados de la lista mensual es mucho peor, y és ta es lamía; pero un p l a to de habi­chuelas con huevos no me i'alta, siendo producto de mi campaña. ¡Estos son mis grandes Estados! ¡Es tas son mis riquezas!»

Sacando fuerzas de fla­queza, así el Príncipe re­señaba su vida en sus car­tas del 3 y del 8 de Julio:

Guardo la casa hasta las

y siempre hacemos discursos sobre la reunión de la familia, ya que su ida á España no parece probable por ahora. Mientras lo paso en casa, los muchachos de Magdalena me privan de la quie­tud que busco en mi reducida estancia, ya que habitando sobre ella no me puedo salvar de sentir los juegos de bochas, las carreras y gritos que, como es natural, dan siempre los de su edad. La pobre madre, sin usar más que de una media criada, no puede evitar tales correrías, pues debe asistir á cuatro muchachos. Usted se admiraría del plan en que vivo. Mi cocina y re­postería gastan al día cinco escudos y veinte boyocos. Comemos mi hija y yo, Socorro y Ste­fanoni, la hermana del Marqués y su hijo, Mag­dalena, Larrea y sus tres hijos, la criada y cua­tro de los míos; en todo, diez y seis personas. Toda esta economía es necesaria, y aun no pue­do equilibrar el gasto con el introito, pues el número de los criados antiguos, á quienes por caridad no puedo abandonar, me absorbe una mitad más." Los perfiles de este cuadro se com­pletan en otra carta del 10 de Julio, en que Go­doy escribía: «A escasa luz, y mortificado de toda clase de insectos, contesto. Nadie me bus­ca, sino los que necesitan de mis auxilios. De­biera negarlos, pero la ley del Evangelio re­clama mis deliberaciones. Vivo retirado de todo trato. Conservo mis relaciones por el solo acto de la cortesía, cuando veo las gentes por la ca­lle. Estoy encerrado en mi cuarto. Sudo y leo. El calor es excesivo, y las pulgas, con las moscas y los mosquitos, me hacen la misma guerra que los hombres.» Todavía el 12 añadía: «He variado de cuarto por dejar á Carlota el que yo tenía, pareciéndome más fresco. Estoy con mayor ex­tensión, pero tengo la cabecera de la cama sobre el fogón de la cocina. Esto sería grave incon­veniente si comiera á la española; pero habien­do cesado tal lujo, no me causa molestia el fue­go ni el ruido que hacen en ella. Sigo mi dili­gencia para alojarme distante de este recinto, y lo haré apenas encuentre proporción. Son mu­chas las causas que me mueven, y no la menor la de que el Marqués (Stefanoni, el marido de Socorro) no está contento si no dice: ¡Mi casaU!»

El 7 de Agosto habían llegado á Roma reso­luciones de Madrid, mediante las cuales casi toda la servidumbre de los Reyes se había em­barcado para España. No obstante, el O decía: 4Mi hermano (el general D. Diego de Godoy, duque de Almodóvar) so ha ido á Frascatti, no tanto por variar de aires, como por economía, ya que, habiendo quedado sin nada, ha de vivir á expensas de mi peculio.» A pesar de la tranqui­lidad de espíritu que afectaba para hacer verque se sobreponía sereno á todos sus infortunios, el 4 de Septiembre decía: «No duermo dos horas por la noche. Tengo una estantería de libros al lado de la cama, y me entretengo en repasar las vidas de tantos desgraciados como me han pre­cedido. Ei mundo está lleno de infortunados, y no hay rincón en la tierra que no esté regado con lágrimas de infelices. Cómo poco, y no he alterado mi sistema solitario. La melancolía que me persigue es tan vehemente y cruel, que ni la lectura me distrae: los libros se me caen de la mano, mientras la imaginación divaga por mis recuerdos, entenebreciendo los horizontes que me abruman.» El 20 hablaba do sus distraccio­nes. Después de más de un año de descanso dado á su caballo Orfeo, por prescripción facultativa había vuelto á montar y á dar un paseo. Tuvo que abandonarlo. Carlota le había acompañado al teatro. «Hacen tragedias, dice á este propósi-

tra ^Me ocupo yo sin cesar en encon- cuya

NUNZIO NA ministro de U:il

S I , COMENDADOR LONBARDO, Hocretario dol MiníBlro.

Para^n^ liabitación para meterme, y dejar ésta ^ que la familia de hermanas (aludiendo á

un poco en la villa. Carlo­ta me acompaña siempre. I T A L I A . —PROCESAMIENTO DE UN MINISTRO.

FotograCiaa de HuUn.

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6 8 — a.° XXIX LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y A M E R I C A N A 8 AGOSTO 1907

t o , y á par que á mí me enfadan, á Car­lota la divierten, y yo tengo la pacien­cia de sufrirlas hasta que bajan el telón. Yo procuro darla gusto en todo.» Sus recursos amenguaban, y á Pepita Tudó, á quien nada negaba, al fin le decía el 18 de Noviembre: «Ponga V. esmero en que los medios de subsistencia no se consuman,» Cuando el teatro suspendió sus funciones por las religiosas del Ad­viento, á Godoy dejó de vérsele por ninguna parte en Roma. El Papa no apartaba la vista de él, y sabedor de es­te retraimiento, quiso informarse de las causas que lo producían, encargando que lo visitara al cardenal Camarlengo. Re­firiendo este á Su Santidad cómo le ha­bía encontrado, le dijo: «He estado en su casa; aquello es el arca de Noé.» Al final de Diciembre, todavía el pobre es­cribía á la Tudó (día 20): «La soledad en que estoy y la falta de sueño por la no­che, me hacen ver cosas tristes sola­mente.»

Aunque desde que ocurrió la muerte de los reyes Carlos IV y María Luisa, el Príneipe de la Paz había dirigido varias instancias al rey Fernando Vil, recor­dándolo el secuestro de sus bienes, la carencia do recursos para vivir y las promesas solemnes que tenía empeña­das con sus augustos padres de no quitar al fiel Ministro, ni á sa hija, las pensio­nes que tenían calificadas, y que Car­los IV les pasaba, ninguna de aquellas solicitudes filé contestada jamás. Con fecha de 28 de Febrero de 1819, Fernan­do VII dio orden á Vargas Laguna de que habían cesado para siempre los suel­dos del Príncipe de la Paz, de su herma­no D. Diego, de Carlota Godoy y de Magdalena Tndó, dama que fué de la reina María Luisa, y hermana de Pepita Tudó, p r o h i b i é n d o l e además que le transmitiera de su parte ningún género do súplicas ni de reclamaciones. Todos los individuos de la servidumbre de los Reyes muertos que se tenían por afectos al Príncipe de la Paz, sufrieron

D. A L F R E D O K I N D E L Á N ,

CAPITÁN DE I N G E N I E R O S ,

PILOTO DEI, GLOBO «MARÍA TERESA' .

la misma excepción, con la prohibición además de que á ninguno se le conce­diese pasaporte para volver á España, de donde se daban despóticamente como desnaturalizados, aunque al mismo tiem­po se les sometía á la policía más escru­pulosa de sus actos y se vigilaba para que á ninguno, y sobre todo á los Go­doy y á los Tudó, se les concediese la nacionalización ni en Roma, ni en Fran­cia, ni en ninguno otro país. Odios de tai calibre y de procedimientos tan sin­gulares, no habían sido registrados po^ la Historia jamás.

Cerrado todo refugio á la esperanza, nuevo puerto les abrió impensadamen­te un hecho, con el cual no había me­dios de contar ni de prevenir siquier»: éste fué el levantamiento del general Riego en las Cabezas de San Juan y el triunfo de la Revolución, que á Vargas Laguna lo había de proscribir de nuevo de su puesto, que al Rey le había de crear una situación personal de tal vio­lencia, que apenas le daba tiempo para pensar, entre disgustoi inenarrables, ya en su decoro Real, atropellado siempre, ya en su propia seguridad, bajo la tre­menda amennza del asesinato vil ó del patíbulo político. Godoy, su hermano, Pepita Tudó, todos los oprimidos de Roma, pensaron respirar con aquel sín­toma de libertad, sin refíexionar qu0 todavía habían pasado pocos años de las revoluciones que dieron al traste cou ellos, de las guerras y disensiones cuya tremenda responsabilidad inicuamente se hacía pesar sobre sus nombres, y que no era sólo el odio personal de Fernan­do Vil el que los perseguía, sino la obse­sión calenturienta de toda la Nación. Arrebatados, á jjesar de todo, por el to­rrente de las opiniones en lucha, todos pensaron y todos probaron á recobrai" primeramente la libertad do acción qu0 les faltaba, y mientras sólo el Príncipe se atenía con moderación á las súplicas de su reparación material, que era lo que por entonces solicitaba, su herma-

Ei. CAPITXN KINDET.ÍN Y JEFES QUE LE ACOMPAÑARON A Sn ENTRADA EN JfADRm EN EL AUTOMÓVIL DEL CENTRO ELECTRO-TÉCNICO DEL CüEnil'O DE INGE­NIEROS.

OBJETOS QUE EU CAPIT.ÍN TCINDELÍN CONSEBVÚ EN SU NAUFRAGIO Y SALVAMENTO.

ASPECTO DEL ANDÉN DE LA ESTACIÓN DEL MEDIODÍA AL LLEGAR EL C A P I T X N I Í I N D E L A N .

PotografiaB (lo Alfonao.

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iCAt*:c

SALVAMENTO, POR UN BOTE DEL VAPOR «WEST-POINT», DEL O A P I T X N D . ALFREDO KINDELÁNj PILOTO NAUFRAGO DEL GLOBO «MARÍA TERESA».

Dibujo de M. AlcSzar.

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70 - N." XXIX LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA 8 AGOSTO 1907

no Diego se dirigía al Ministro do la Guerra dol Gobierno de Madrid, demandándole autorización para restituirse á España á reclamar sobre la de­volución do sus dignidades miliíarea, y Pepita Tudó pretendía su traslado á París, para desde alli poner en juego toda la fertilidad de sus re­cursos, no sólo en la defensa propia de los bie­nes que en 180S le hablan sido también secues­trados, sino en la defensa del Príncipe, al que se prometía poner otra vez en candelero.

En medio de tantas miserias como les rodea­ban, había grandeza en la au- -; dacia de la resolución. Vea­mos de qué manera preten­dían todos la suspirada, la necesaria rehabilitación.

Juan Pérez de Giizniiii.

en ^temible revolucionario-'. Era una aventura de la que debía vanagloriarme, puesto que á los ojos del mundo aparecía como un mártir de la Libertad.

Y dando suelta á mi candido optimismo, con­fiábale mis esperanzas de que tal vez lo que pa­recía una desdicha trocárase para mí —si caía el Gobierno —en ventura imponderable. El anóni­mo que envolvía mi modestísimo y obscuro nombre desaparecería, y llevar un nombre en la lucha por el Arte, es casi tener conqnistada la

El himno de Meso. (HISTORIA ROMÁNTICA).

IV.

La cosa pública iba de mal en peor y El Saladero llená­base de gente, en su inmen­sa mayoría sediciosos tan te­rribles como D. Baltasar.

Periodistas, comerciantes, hijos del pueblo, todos con­fundidos en el departamento de presos políticos, nos la­mentábamos de nuestra suer­te, renegando del Gobierno que tan furiosamente sacu­día p a l o s de c i ego sobre quienes, como nosotros, na­da teníamos que ver con la «espantable hidra revolucio­narias—un t r o p o entonces muy en boga.—Losinoccntes nos rebelábamos iracundos contra la injusticia cometida por sólo la razón del más fuerte: así es que, el que an­tes de verso en tal trance era tímido cordero, rugía ahora como león enfurecido.

Don Baltasar, triste y ca­viloso, permanecía horas en­teras con la mirada fija en el suelo: sólo s& reanimaba al ver detrás dol enrojado de la sala de comunicación el rostro de su hija, á la cual ro­deaba la mayor parte de la servidumbre del café Ra­yo de sol era para mí tam-bidn la presencia de Pilarci-ta Mientras escuchaba su voz, en la que ponía conso­ladoras esperanzas, era yo fe­licísimo y la inmunda sala me parecía un paraíso.

De boca de uno de los camareros supimos la causa de nuestra desventura, producida, no por la pasión política, sino por otra más bastarda: un jefe de policía habíase enamorado de la hija del cafetero, y como ésta no diese oídos á sus pretensiones, ruínmente se valió de la ocasión que se le ofrecía para vengarse á mansalva de los desdenes de Pilar, encarcelando al padre y al pianista, por el nefando crimen de tocar el himno de Riego.

_ Dentro de la prisión corríanse temerosos no­ticiones acerca de la suerte que á los allí reuni­dos nos reservaba la ira gubernamental: el más esperanzoso y optimista veíase ya deportado ca­mino de las Chafarinas.

Don Baltasar, al confirmarme sus temores, que eran los do todos nosotros, me aseguró con aque­lla ruda y simpática franqueza que le caracteri-zaDa i

— Créame usted que, por mí, no siento ni poco ni mucho verme, como me veo, metido en este berenjenal: esto que me ocurre ha precipitado mi ruina, porque el negocio del café me iba de­jando ya por puertas Por mi Pilar ee todo mi sufrimiento, ¡y por usted, hombre, que sin comerlo ni boborlo, por obedecerme, se ve don-tro de la boca del lobo!

Misericordiosamente intentaba yo convencerle de que no á él, sino á mí mala estrella, debían achacarse mis malandanzas, las cuales, lo argüía, no debían prcocuparie, puesto que yo, en reali­dad, no me preocupaba de las contingencias de aquella situación que, fc/Zs no//s, me convertía

sá lo que leí en sus pupilas, pero os lo cierto que me sentí otro hombre, que mi espíritu an]iolo conquistar los laureles del triunfo para ofrecér­selos á Kolla», mi Musa adorada.

V.

La situación en que nos veíamos no podía ser ni más deplorable ni más angustiosa. En io que á mí se refiere, me encontraba peor aún que en aquellos días en que, recién llegado á la corte,

discurría por sus calles en busca del Vellocino de oro: por lo menos,entoncosposeía en mi faltriquera unas cuan-tasmonodasdeplatay muchas más ilusiones en el magín; en cuanto á D. Baltasar, en­contróse con la infausta nue­va de ver que todo había desaparecido del ca/eíZcíIíí'í-mante, hasta su título, traza­do con letras de latón dora­do en la muestra: los acree­dores h a b í a n caído como buitres famélicos al final de una batalla, sobre el mobi­liario y los enseres del esta­blecimiento.

Veíase el pobre hombre to­talmente arruinado.

Su hija le infundió la con­soladora esperanza de mejor fortuna. Por de pronto, se­gún afirmaba,brillándole los ojos de satisfacción, había resuelto el problema de la vida.

Enlazando con sus brazos el cuello do su padre, le dijo:

— ¿Creías que tu Pilarcita so iba á estar mano sobre mano al ver la iniquidad que contigo c o m e t í a n ? Era preciso ayudarte á salir del atolladero en quo la desgra­cia nos ha metido á todos, y empocé por buscar tr;ibajo en las tiendas do ropa blau-ca. Y, á Dios gracias, lo he encontrado, y un día con ofro, vengo á sacar de jor­nal ¡dos pesetas! Pero no pongas esa cara, hombre, que aun no he acabado do decir­te todo lo que he hecho He alquilado á la mujer de Manuel, nuestro camarero, dos alcobitas; olla nos hará la comida, y así estaremos hasta que se te arreglen los asuntos, que sí se te arregla­rán, porque la Virgen no ha de desampararnos... . Con­que, señor mío, no hay para

FotograUa do Vidal y Fonsecn. q ^ g pOUCrSO COmO UU Víor*

nes Santo Antes no te be mitad del triunfo. Y á él aspiraba yo por entero, dicho nada de estas cosas por no aumentar tu pe-

D. E R N E S T O I l I N T Z E R I B E I R O , J E F E DEL P A R T I D O CONSERVADOR DE PORTUGAL,

t el I." dul corriente.

Me sentía con fuerzas para alcanzarle: abordaría la lírica teatral, y mi nombre, como el de Arrio-ta, Barbieri, Caballero, Gaztambide y Oudrid, gozaría de los prestigios de la popularidad.

El cafetero oíame atento, y sólo murmuraba entre diente?, al llegar yo á mi soñada apoteosis:

— ¡Qué hermoso es tener veinte años!

La revolución había triuufado. Pocos días después, en una plácida mañana

otoña!, nos franquearon la puerta á todos cuantos habíamos sido encarcelados como tremebundos conspiradores.

A la entrada del Saladero se encontraban es­perándonos Pilarcita, Manuel, el más viejo de los camareros, el monsienr de la cocina y su pinche.

Al vernos aparecer en el portal corrieron á recibirnos con ios brazos abiertos: Pilarcita y su padre, sollozando de alegría, diéronse un fuerte y prolongado abrazo; yo recibí las efusivas mues­tras de afecto de mis compañeros de café. El cocinero, que, según lo que tartamudeaba, debía de haber solemnizado ya nuestra libertad en to­das las tabernas del camino, me dio un feroz pe­chugón contra su pecho y depositó en mis meji­llas un ruidoso ósculo.

La muchedumbre, estacionada fronte á la cár­cel, nos recibió con vítores y aplausos entu­siastas.

Conmovido, arrasados de lágrimas los ojos.

na, que de sobra la tendrías al verte encerrado como un criminal en aquella casona tan horrible-

Azorado, tristón y liambriento, vagaba yo por las calles, tratando de resolver el problema más prosaico, más arduo y apremiante de los proble­mas: el dol propio cocido. Después de emplear el día en ol penoso Via crncis del infeliz busca­vidas, me acostaba en mi camastro con una ilu­sión menos y algo más de fiato, lleno de aire el estómago y de ideas fatídicas la cabeza.

Algunas tardes subía á un piso cuarto de un» casa de vecindad de la calle de Santa Isabel, en donde vivía mi Musa: de sus ojos brotaba para mí la más risueña y consoladora de las eaperaii-Z3s: en su presencia olvidábame de todos mjs infortunios, y hasta el hambre insolente calla" base pudorosa.

En una de aquellas tardes, D. Baltasar me re­cibió radiante de alegría y de satisfacción: pre­vio un abrazo, me dijo:

— ¡Estamos de enhorabuena! Y sin darme tiempo á que replicara, prosi­

guió: —He pasada unos días del demonio, hom­

bre Créame usted, que si no hubiera sido por esta liija mía {y señaló á Pilarcita), por este án­gel que Dios me ha dado, á estas horas habría hecho yo alguna tontería de las gordas Pero no hablemos ya de esto, ni de la canallada de que usted y yo hemos sido víctimas Ya cono-

recibí aquella ovación, la primera que escuchaba ce usted mi carácter, hombre; soy de los de en mi vida. Emocionado, miré á Pilar, y yo no «¡A Zaragoza ó al charco....! ¡ !» (la inevitable

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R AtiOKTo ion? LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA N," XXIX — 71

y característica interjoccióii aragonesa). Bueno, pues ya lo tengo todo arreglado, todo, y ¿á que no acierta usted para qué?

No sé, D. Baltasar —contesté intrigado y cu-riosico.

— Pues para que volvamos á las andadas. Ma­ñana abro otra vez el cafó del Dktmanfc

Al oir esto, quédeme poco airosamente con la boca abierta.

— Pero ,6s de veras eso, D. Baltasar? --Tan de veras como que ahora es de día

Todo el dinoro que me ha hecho falta me lo ha prestado el primer amo que yo tuve en Madrid, y que ahora vive de sus rentas, retirado del ne­gocio. ¡No va usted á conocer omcstro café! Ya lo tong-o todo á punto de solfa: decorado, mobi­liario, servicio, mozos, cocinero No me falta más que la música Y ésa, usted dirá, hombre, si quiere volver á tocar el himno de Riego en mi cafó.

— ¡No he de querer, D. Baltasar! Con mil amo­res, y agradecidísimo á sus bondades

— Es lo menos que puedo hacer por quien, como usted, ha estado en chirona por mi cul­pa Ahora, ahora vamos á tocar, es decir, to­cará usted todo lo más rabiosamente que pueda el himno ¡ \ ver qué guapo se atreve á j l e -varnos á la cárcel! ¡Ah, lo advierto que tiene usted un piano flamante, de lo mejorcito que he encontrado en los almacenes!

Fué un gran acontecimiento en el barrio la reapertura del café del Diamante. Invadió éste la mucliedumbre, hasta el punto do no quedar ni un solo asiento disponible: en la callo, un gentío inmenso contemplaba con asombro la transformación del loca!, antes pobretonamen-te decorado, falto de luz; ahora lujoso, confor­table, esplendente.

El piano de cola era un hermoso piano, con el cual podía yo lucirme.

Después de ejecutar un pot-pourri de aires po­pulares, hice sonar briosamente los primeros compases del himno de Riego.

El público del cafó y el de la calle manifesta­ron con un viva atronador el entusiasmo que despertaban en sus almas las notas valientes do aquel canto, nunca como entonces grito jubilo­so de la Patria, expresión inefable de triunfo: las notas del piano servían sólo para marcar el ri tmo: todos los concurrentes del café, todos los curiosos de fuera, hombres, mujeres y niños, y hasta la propia pareja de guardias, estacio­nada á la puerta, cantaban al unísono la letra popular del himno con eso acento inenarrable con que canta el pueblo vencedor sus cantos do guerra: aquellos acentos, que resonaban impo­nentes y majestuosos, producían escalofrío en el cuerpo, enardecían la sangre ó inundaban el cerebro de id^as heroicas. Cuando vibró la últi­ma nota, estalló como un trueno formidable una salva de aplausos, y vivas prolongados premia­ron mi modesta labor artística.

Al levantarme para dar gracias al auditorio me vi rodeado por todas partes de hombres que tendían hacia mí sus manos: querían estrechar las mías, las de un patriota de los buenos, que había padecido por la santa causa: un grupo nu­meroso rodeaba también al cafetero, otro pa­triota, otro héroe de la libertad.

Toca á su fin esta historia romántica. El dios Éxito, el más inconsecuente y halaga­

dor de los dioses inventados por el hombre, protegía Q\ cafó del Diamante, invadido todas las noches por un público de furibundos patriotas, quo no 50 cansaba de oírme tocar su canción favorita.

Voló mi nombre en alas do Ja fama, y conse­guí, sin gran esfuerzo, estrenar en uno de los teatros do la corte mi primera obra musical, quo alcanzó éxito mucho más halagüeño que el quo yo ambicionaba alcanzar.

Para que mi ventura fuese completa, el cielo me concedió el don más preciado con Filarcita, mi hermosa y abnegada Musa,

No me tentó el diablo de la soberbia: todas las noches me sentaba al piano del café del Dia­mante, y con gratitud sólo comparable á mi fe­licidad, tocaba el himno famoso.

El público, entusiasmado, coreaba á todo pul­món :

Si Riego murió en un cadalso, No murió por infame y traidor, Que murió coa la espada en la mano Defendiendo la Constitución.

Pin- fi! i(icó(;nito mnestro compositor,

ALEJANDRO LARRUBIERA.

i3i.xjsior<r- CUIIIOSÍDADES DEL «PADRE NUESTRO».

I.

Corre el agua sobre arcoa De püflículas de oro, y con voz canta serena Dulce cántico sonoro.

«Mira, mira, caminante, ¡Cuan tranquila es mi corriente! ¡Cuan hermoso y transparente Es el cielo en mi cristal! ¿Ño ves peces placenteros De carmín y oro encendido? Mira al sol ya confundido Con la arena y el coral.>

' ¿Oyes cómo canta oculta Tras liis peñas de mi orilla Pura náyade sencilla Canto tímido de amor? Oye iiún esos cantares Con que alegre la acompaña. Escondido entre la caña, Aire vago y silbador.»

«Aquf nunca febeos rayos Abrasaron el semblante: Ven al agua, caminante, Ven tu ardor á mitigar. En la noche aquí el destello De la luna es misterioso, Y el lenguaje es delicioso De mis linfas escuchar.»

Corre el agua transparente Por las márgenes de oro, Y en el aire dulcemente Vaga el cántico sonoro.

! Puro río, puro río (Dice alegre el caminante), ;,Eres helio desvarío Imposible y seductor? f, Muyo el aura abrasadora Y por ti la dejo alegre? ¿En tu linfa encantadora Miiigar podré mi ardor?»

y corriendo por la arena Deparlículas de oro. Más la voz ora serena Del cantar dulce y sonoro.

«Este sol que tanto brilla. Brilla trémulo en tu seno; Y los tilos de tu orilla Invertidos todos Bin. ¿Son enigmas rutilantes De imposible arquitectura? Quiero ver si esos cambiantes Son certezas ó ilusión.»

Corre el agua mansamente Por las márgenes de oi'o, Y cual nunca dulcemente Suena el cántico sonoro.

II.

Y el viajero, entusiasmado, Hasta el agua so llegó, Y, al tocarla, el cuadro ansiado De su vista se ahuyentó. Por mil circuios borrado.

Mas el agua mansamente Por las márgenes de oro. En su límpida corriente Murmuraba dulcemente Siempre el cántico sonoro.

;-ri ¡Ay del Inste cammante

Que al fíilaz río escuchó! ¡ Ay, que ;i oirlo se paró, Y con crédulo semblante Al cristal luego llegó!

Va del agua engañadora No se puedo separar, Aunque no hay mayor pesar Que mirar lo que se adora Sin poderlo disfrutar.

Y jamás toca el cuitado Aquel cielo de zallr. Ni llalla nubes ni arbolado; Que á reflejos sólo es dado Cielo y tierra confundir.

Y, mofando de su lloro. Aquel agua mansamente. Por las márgenes de oro Va cantando dulcemente Siempre el cántico sonoro.

EL «PADRE NUESTRO» Y LA GRAMÁTICA.

ir.

Si el «Padre nuestro» se recitara hoy en la misma^ lengua y con las mismas palabras quo empicó Jesús para enseñar á sus discípulos y á todos los hombres cómo debían orar y qué era lo que habían de pedir en sus rezos al Sumo Creador, la intangibílidad absoluta de su forma sería incuestionable.

Si hubiera una sola versión castellana de la «Oración dominical», unánimemente aceptada desde remotos tiempos por su reconocida exac­titud, y fielmente transmitida de generación en generación como la única propia y auténtica, todavía podría aducirse en pro de su intangibi-lidad, como razones muy dignas de atención, lo autorizado de su origen, io respetable de su an­tigüedad y la universalidad constante de su uso.

Pero, lejos de ser así, la «Oración dominical», después de ir pasando de unaá otra y otra len­gua, al ser traducida en el vulgar romance cas­tellano, aunque sin alteraciones en su esencia, ha tenido muy distintas formas de expresión, acomodadas á las sucesivas mudanzas del len­guaje, según las diferentes épocas en que fueron hechas aquellas tradueciones.

Algunos ejemplos bastarán para confirmarlo.

Texto del «Padre nuestro» en español: si­glo XIV.

«fjj Padre iTTo que es en los (;ielos santificado sea en el tu Nombre venga el tu regno fágase tu volütad segund que enl tálelo otrosy en la trl-a. fT Et iño pan sobresugtaní.dal danos lo oy r de-xanos liras debdas següd que nos dexam^bíí^" líTos debdores fC Et no nos traigas a temptagion ante nos libra de mal.» • jfX

(De la traducción de los Evangelios en romancej 2}or el Reverendo Doctor Maestre Martin de Luce-na, el Macaheo.—Bib. Nac—Mss., DJ. 181.)

Textos del siglo xv : «Padre nTo q eres en los cielos. Sactificado sea

tu nombre. Vega el tu reyno. Sea hecha tu vo­lütad en la tierra: ansí como es hecha en el cielo.

»E\ pá lífc d cada día: danos lo oy. Dexa nos liras deudas: assi como nosotros las dxamos a los iITas deudores. No nos troyas en tetácio. Mas libra nos de mal ame.»

(De un folleto en 8.", letra (¡ótica, sin 1. ni a., que en la portada lleva este rótulo dentro de mía cruz: «Jesvs/Xps./Esta es una expossicio so/bre las palabras del Pater/noster/muy p/uecho/sa a to/ do flel/Chris/ tiano pa-/ra q sejpa lo que/pide ouádo lo rosare./Agora nueuamente impreso.— y comienza de este modo: «Sigúese vna muy pro-uochosa y breue declaración en romance sobre la oración del Pater noster: compuesta por el reuerendo padre fray Jua de hempudia de la orden de Sant Francisco: siguiendo la Sagrada escriptura y los doctores della.»—Bib. Colom­bina, Tomo de «Misceláneas».—14 2 6.)

«Padre iTro que eres en los fíelos santificado sea el nombre tuyo a nos vega el regno tuyo sea fecha la voluntad tuja segiid que en el gielo asi en la trra. El pan inv, de cada dia danos le oy. E dexanos las debdas liras cómo nos las dexa-mos a im!3 debdores. E no nos dentro trayas en temptacio mas libra nos del mal.»

(Del lihro llamado ^¡•OraeionaU, compuesto por el Reverendo Obispo de Burffos D. Alonso de Car­tagena, 14B5.—Bib. Nae.— Mss., Bb. 62) (1).

Textos del siglo xvi: _ «Padre nuestro que estás en los cielos, sea san-

tjlcado tu nombre, vénganos \To reino, hágase vra voluntad ansí en la tierra como en el cielo. El pan nuesU-o de cada día dad nos lo hoy, per­donad nos mas deudas como nosotros perdona­mos á nuestros deudores, no nos metáis en ten­tación sino librad nos de mal, amen.»

(De a Los treynta y cinco diálogos familiares de la agricültvra christiana. Compuesta por Fray luán de Fineda, Religioso de la orden del Sera-

J

E. BENOT.

(1) El -rOracionah íué impreso en Marcia en 1487.-Bii encabezflniiento dice así: • Tmctado que se llama el ofonal de fernüd peres/por que contie. ne reapnesta a algunas qucsliones (j flzoelnobJo cauallero (ernTi/pes de giizmfi al reuerendo padre virtuoso perJado don alforiso, de cartajena de buena memoria obispo de burgos / tocantes a la y fiel c douola orOn i c

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VISTA G E N E B A L P A N O R Á M I C A .

EL zoco EN EL MOMENTO DE PREPARAR ÜN GLOBO. LA PLATA DONDE HAN OCURRIDO LAS MATANZAS.

MARRUECOS.—LA POBLACIÓN DE CASABLANCA DONDE HAN TENIDO LÜ j R LOS ASESINATOS DE EUROPEOS POR LOS FANÁTICOS MUSULMANES. /otogrsflaB de Navarro,

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74 — N." XXIX LA I L U S T R A C I Ó N ESPAÑOLA Y A M E R I C A N A 8 AnosTn 1907

phico padre Sant Francisco de la ohseriiancia.— En Salamanca... lüSD)-» (1).

«Padre nuestro que estays en los cielos: sanc-ti&cado sea vuestro nombre. Venga á nos vues­tro Keyno. llagase vuestra voluntad como en el cielo assi en la tierra. El pan nuestro de cada dia dadnos lo oy. Y perdonadnos nuestras deu­das, assi como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos traygais en tentación. Mas libradnos de mal. ¿men.»

(Del libro '< Catorce discursos sobre la docfrijHt Sacrosanta del Pater «csíer», 2^or el P . Fr. Balta­sar Pac/¡eco.—1594.)

No sólo en España ha ocurrido esto. También en Francia, en Italia y en otros paí­

ses, son diferentes las versiones de la tOración dominical», heclias en distintas épocas, ó igual­mente acomodadas en cada una á las mudanzas sucesivas de los respectivos idiomas.

Otros cuantos ejemplos, entre los muchos que del mismo modo podrían citarse, bastarán para demostrarlo cumplidamente.

Texto en francés, correspondiente á los si­glos XII y xrii.

«Sire Pere qui es és ciaux, saintefiez soit U tuens nons, auigne li tuens regnes, soit faite ta uolenté, si come ele est faite en ciel si soit ele faite en terre. Nostre pain de cascun ivr nos done hui et pardone nos nos meffais si come nos pardonons á ( os qui meffais nos ont. Sire, ne soffre que nos soions temptés par mauuesse temptation, mes, Sire, déliure nos de mal. Amen.»

(De un manuscrito de la antigua biblioteca de San Víctor, en París, reproducido en el «Mugasin jyilfnresque», ix, 324.)

Texto francés del siglo xv: «Nostre pere qui es es cieulx. Sáctifie soyt to

nom. Ton royaulme nous aduiongne. Ta voulcté soit faicte en la terre como au ciel. Donnc nous au iour dhuy nostre payn quotidiam. Ec nous remetz noz debtes ainsy que nous remet tons a nos debteura. Et ne nous en duis point en temp-tatio. Mais deliure nous du mauluaix. Amen.»

(De un folleto en 8,"^, letra (fótica, que se intitula: • Le Pater noster et le Credo en fravcoijs: avec une fres hellc: e tres ntile exposilion e declaralion sur cha.tcnn »—Bib. Colomb-—14 2-7.)

Texto francés del siglo xvri: «Nótre Pore qui otes dans les cieux, que vñtro

nom soit sanctifió: que v^tro regué vienne: que votro volontó soit faite, en la torre comme au ciel: donnez-nous aujourd'huy nótre paln quo-tidien: remettez-nous nos dettes, comme nous rcmettons a ceux qui nous doivent: it ne nous índulsez point en teutation; mais deüvrez-nous du mal. Ainsi soit-il.»

(Del «^Catcchisme hisforicjue» del abate Mr. Clau­dio Flettrif. — Bruselñs, 1723—por no hallar á mano la edición de 1683.)

Esta misma versión francesa del abate Fleury ha sufrido notables modiflcaeiones y variantes de forma.

En el Petit Gatechismc hístorique—edición de 1879, aprobada por monseñor el Arzobispo de Cambray—se lee en la pág. 71 la «Oración do­minical^ espuesta de este modo:

«Notre Pere qui Otos aux cieux, que votre nom soit sanctifió; que votre ri'gne arríve; que votre volonté soit falte en la torre comme au ciel. Donnez-nous aujourd'hui notre pain quo-tidien, et pardonnez nous nos offenses comme nous pardonnons d ceux qui nous ont offenses, et ne nous induisez point en tentation; mais dóli-vrez-nous du mal. Ainsi aoit-il.»

Al final del mismo libro—pág. 103,—y bajo el epígrafe Prieres, está repetida la «Oración dominicab, aunque con esta variante notabili-gima en la proposición sexta:

(^Et ne nous abandonnez point d 2a tentation.^ Pudiera creerse que en el siglo xix esta ver­

sión francesa, aun con tales modificaciones, era la autorizada, ó á lo menos la usual y corriente; pero no es así, y para no hacer más cansado este

(1) Al hacer el P. Pineda en la misma obra la exposición y comentario do cada ima do las peticiones del Padre nues­tro (Diálogo 28), ]as consigna así: ^1. santificado sea vuestro nombre; 2, venga an nos vuestro reino; .1, llágase vuestra vo­luntad; 4, dadnos Iioy el pan niiesiro quotidiano; 5, perdo­nadnos nuestras deudas; íí, no nos metáis en tentación;*, li­bradnos de mal.»

trabajo, acumulando numerosas citas, me limi­taré á consignar las dos siguientes:

«Notre Pere qui etes aux Cieux, que votre Nom soit sanctifió; que votre rhgne arrive; que votre volontó soit faite sur la terre comme dans le ciel. Donnez-nous aujourd'hui notre pain do chaqué jotir: pardonnoz-nous nos offenses, com­me nous pardonnos :i ceux qui nous ont offenses et ne nous induisez point en tentation; mais dó-livrez nous du mal. Ainsi soit il.»

(Del f^Cñleclmme dui diocese de Ba¡/onne», man­dado publicar por el Obispo d'Astros en •'í: . '.—Edi­ción de 1855, autorizada por Mgr. Lacroix, que á la sazón ocupaba aquella sede. —Páginas 14 y UB.)

«Notre Pere qui étes aux cieux, que votre nom soit sanctifió; que votre regne arrive; que votre volontó soit faite sur la terre comme au ciel; donnez nous aujourd'hui notre pain de chaqué jour, et pardonnez nous nos offenses comme nous pardonnons a ceux qui nous ont offenses; et ne nous laisses pas succomber á la ienlation; mais dé-livrez nous du mal. Ainsi soit-iI.>

(Del '^Catéchisme du dioctse de Paris's, impreso por orden del cardenal Richard, Arzobispo, en 1890. —Páginas 6 y 107.)

La demostración, á mi parecer, no puede ser más completa y terminante.

La intangibilidad do la forma gramatical en las versiones del «Padre nuestro*', no se ha juz­gado siempre tan digna de respeto, que éste se imponga liasta el punto do no admitir la más justificada corrección. Por lo contrario, más do una vez ha ido cambiando, naturalmente, con los tiempos, ajustándose al uso en cada uno para que la mayor claridad de las expresiones pu­diera facilitar á todos, aun á los mas legos y me­nos avisados, la mejor inteligencia de los con­ceptos.

Orar con palabras aprendidas, pero que por desusadas no tienen para todos claro sentido ó no corresponden á su habitual lenguaje, expone á que muchos «digan lo que saben y no sepan lo quo dicen» y aun á proferir verdaderos desa­tinos, como el do algunos, vcrbi gratia, que el «venga á nos el tu reino» convierten en un «vénganos en tu reino», atrocidad fácilmente evitable si tuvieran que decir «venga á nosotros tu reino», ó «venga en nosotros tu reino», como rezaba Santa Teresa de Jesús.

El recuerdo de la santa Doctora de Ávila evoca también el de su coetáneo, el admirable escritor místico Fr. Luís de Granada.

Las versiones do autoridades tan respetables así desdo el punto de vista religioso como bajo el aspecto literario, difieren notablemente, en cuanto á la estructura gramatical, de la traduc­ción del P. Ripalda.

En el Compendio de doctrina Chrisliana recopi­lado de diversos Autores que desfa inatcria. escriuie-ron por el Reuerendo P. M. F. Luis de Granada, Prouincial de la Orden de los Predicadores en la ProHincia de Porinr/al Traducido de lengua Por­tuguesa en castellanalior el P. F. Enrique de Al-nieyda, de la misma orden de Santo Domingo Madrid, 1595, se loe la «Oración dominicabí ex­puesta en esta forma:

«Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea tu nombre . Venga, Señor, vuestro Reino, llágase vuestra voluntad, como on el cielo así

en la tierra, Nuestro pan de cada dia dad nos lo hoy, Perdónanos nuestras deudas, así como nos­

otros perdonamos á nuestros deudores, Y no nos dejos caer en tentación (1). Libradnos del mal.—Amen» (2). En la obra Doctrina Cristiana. En la qval se

enseña todo lo que el Christiano deuc hazcr desde el principio de su conuersion hasta el fin de la perfec­ción Compuesta por el li. P . Maestro F. ÍAÍÍS de Granada, de la Orden de Santo Domingo, Burgo?, 1587, y al final do la segunda parte del «Memo­rial de la vida Cristiana», se lee la «Oración do­minical» expuesta en esta forma:

«Padre nuestro—que estás en los cielos—san­tificado sea vuestro nombre—venga á nos vues­tro Reino—hágase vuesira voluntad, como en el cielo asi en la tierra.

«Nuestro pan de cada dia dad nos lo hoy —y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos á nuestros deudores—y no nos tra-yas en tentación, mas líbranos de mal. Amen.»

En cu!mto á la traducción del «Padre nuestro» por Santa Teresa, téngase en cuenta, ante todo, lo que el Sr. D. Vicente de la Fuente dice en el prólogo á las «obras» de la insigne escritora publicadas en la Biblioteca de Autores españoles:

«Se ve que Santa Teresa no rezaba el «Pjidro nuestro» como lo consignó el P. Ripalda en el Catecismo de la Doctrina Cristiana. Santa Teresa no decía «el tu nombro, el tu reino», y oso que alguna vez decía «la íin Parda, la mi sobrina», como todavía suelen decir en su provincia do Avila y en las contiguas de Salamanca y Zamo­ra , donde he oído muchas voces usar esta colo­cación do los artículos pronominales; colocación enteramente desusada en Castilla la Nueva y Andalucía.

"Creo quo el P. Ripalda, contemporáneo do Santa Teresa y su director en Salamanca, fué el que introdujo en su Catecismo popular la tra­ducción del «Padre nuestro» tal cual so reza hoy en todas las provincias de España donde se ha­bla el castellano » (1).

El «Padre nuestro», como lo rezaba la Santa y consta en su libro Camino deperfección, dice así:

«Padre nuestro que estáis en los cielos, Santificado sea tu nombre, Venga en nosotros tu reino, Sea hecha tu voluntad, como en el cielo ansí

en la tierra. El pan nuestro de cada dia dánosle hoy,

" Y perdónanos nuestras deudas así como nos­otros las perdonamos á nuestros deudores,

E no nos trayas en tentación mas líbranos de mal. Amen.»

¿Qué razón puede haber para que, modificadas la versión de Santa Teresa y la versión de fray Luis de Granada, la del P. Ripalda no pueda mo­difica rse?

Excepto la fraso «E no nos trayas », que Fr. Luis también emplea, aunque en el «Com­pendio de Doctrina Cristiana traducido por el P. Almeyda», está substituida ya por la usual: «Y no nos dejes caer...... (2), la versión de Santa Te­resa, como dice el Sr. La Fuente, «de todos mo­dos es más literal que la que hoy usamos:».

Al proponerme ir reuniendo, bajo el título general de ^Curiosidades del Padre nuestro», noticias, datos, composiciones, anécdota?, escri­tos y trabajos interesantes, y en general poco conocidos, relacionados con la sublime «Ora­ción dominical •, pero independientes, por com­pleto, de su fondo y do su carácter religiosos, be creído no fuera por completo de propósito, ni falto de interés, lo concerniente á la forma gramatical do las traducciones del «Padre nues­tro», en su relación con el lenguaje usual on cada época.

FELIPE PÉREZ Y GONZÁLEZ.

LUZ y SOMBRA.

Un capricho soberano Colocó con firme mano. Noble, hermosa y arrogante, Sobre el cuerpo de un enano La cabeza de on gigante.

Y fué caso peregrino, Citado por su rareza. Ver que enlazaba el destino, De UD cerebro la grandeza A un corazón muy mezquino.

Parque era en verdad curioso Aquel monstruo, ti-ísto y feo, (íue so agitaba afanoso Pensando como un colosOj Sintiendo cual un pigmeo.

Descendientes repugnantes Del monstruo, son los villanos Que se yergucn arrogantes Con corazones enanos Y cerebros de gigantes: ¡Como faros deslumbrantes Donde anidan los gusanos!

M. R. BLANCO-BELMOINTE.

(1) En otra parto: no nns iraifías en tentación.' (2) Idam: «líbranos, Señor, del mal.»

(1) Véase ol lomf» i-iir de la ¡HbUnteca de Autores eípaíioli-s liscyltoa dr, Sautn l'rrrsa, ftitailidos r Uustrados j¡í¡r D. Vivnite de la Jüíeiite, eaicúráiico tic Jii:¡c¡j,l¡iiii eclesiríslicu en ¡a l'uiversldad de Madrid. Tomo i .—Madr id , 1877.

(2) En las Sinodales do Cuenca, de 1627, se consigna fll 'Padre nuestro> con algunas curiosas variantes: la rolaliva á esta peliciñn, dice así: =y no nos permitas caer en la ten­tación.''

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AaosTo 1907 LA TLÜSTIÍACIÓN K S r A Ñ O L A Y AMERICANA N.° XXIX — 75

LA MUJER Y LA PAZ.

L ANTO y más que los trabajos de los pacifistas reunidos en La Haya, el interés que sus doctri­nas producen y la adhesión y simpatía que des­piertan, patentizan el triunfo de las ideas huma­nitarias sobre lo3 prejuicios nacionales en el fondo de las conciencias, campo de batalla tam-Ijíén de las eternas justicias con los apasiona­mientos transitorios.

Las teorías pacificadoras hallan eco en la lite­ratura , en la pedagogía, en la Prensa, en los sa­baos; pero donde la idea de la paz universal se ha revelado como una aspiración unánime, ha sido en el campo del feminismo activo. En to­dos los países cultos, la mujer trabaja con ardor para lograr el fln de las guerras. El grupo auxi­liar de la «Asociación de la paz y el desarme por las mujeres», presidido por BÍad. Plamma-

fusión de tan nobles fines, surtirían entre nos­otros rápido y seguro efecto. En las escuelas extranjeras se han celebrado multitud de confe­rencias sobre los benóticos resultados de la paz, siendo también éste el tema de numerosas di­sertaciones redactadas por las discípulas. Persi­guiendo el mismo objeto, con recursos análo­gos, las alumnas de la Normal de Madrid han hecho un estudio de la novela de la Baronesa de Sutfcner, titulada ¡Abajo las armas!, que no ha mucho mereció el premio Nobel, y que, por su intensidad educativa, es leída en las escuelas austríacas cual medio eficaz para la difusión de las doctrinas pacifistas. Persuadido de esta efica­cia, el Ayuntamiento de Barcelona ha repartido como premio en las escuelas públicas esta no­vela, dando un ejemplo digno de elogio, por­que la obra de Berta de Suttner debe populari­zarse por todos los medios posibles.

El ideal que constituye su tesis reviste, por

curre la educación falsamente civilizadora de nuestros días:

«Lo que más me disgustaba era que mi padre y mis hermanos jugasen á los soldados con el pequeño. Los conceptos de enemigo y de destro­zar le fueron inculcados sin que yo me diese cuenta. Un día le encontramos azotando cruel­mente con un látigo á dOB pobres perritos, que daban grandes aullidos.

" — Este es un italiano muy malo —decía, —y este otro nn marrano danés.

»— [Y tú un austríaco sin corazón!—le dijo se­veramente Federico, arrancándole el látigo de las manos y dándole suavemente con él en la espalda.

?El italiano y el danés escaparon velozmente, y tocó lamentarse al austríaco.

» —?,Te sabe mal, Marta, que haya pegado á tu hijo? Ya sabes que no soy partidario de los cas-

PASO DE LA COMITIVA BAJO EL ARCO EltlGIDO FRENTE AL SEMINARIO.

En n pasado Julio ha hecho su solemne entrada en la Seo de Urgci el bi^po de aquella dióce­sis, limo. Sr. D. Juan BGnllocli y Vivó- Siguiendo la forma i\^^}^'^"^\j ZV.?nt^v^^^^ ciaí carácter, la entrada del nuevo diocosano tuvo lugar a caballo, en la forma mteiesante que indica nuestro grabado.

Fotogranaa remitidas por é¡ Sr. Ganigose y BOBCII.

S E O D E U R G E L . —ENTRADA D E L N D E V O P R E L A D O .

^ion, que cuenta con tan activas colaboradbras como Mlle. Eoscels, y que ha organizado los fa-niosos festejos denominados Traba/os de lapas, i'ecibe constantemente entusiastas adhesiones íemeninas. Ilasla en Portugal, donde las inicia­tivas femeniles se hallan tan coartadas por la tradición y por el medio, refractario á la mo­derna evolución feminista, va á constituirse un grupo auxiliar para secundar en el reino lusita-iJo los ideales y los trabajos de Mad. Flamma-i'ion; y la insigne escritora Magdalena Frondoni ^a iniciado una campaña de propaganda en fa-^01- de la paz, en la notable revista Alma femt-nina.

«Los pacifistas no son antimilitaristas^, afirma en Uno do sus últimos ar t ículos-para no restar 3 su causa la voluntad del ejército;—<da prueba ^3 que enlro los militares hay muchos pacifistas, ^üe son al par entusiastas patriotas, como los colaboradores do la revista Maune, cuyas opi­niones serán sometidas á estudio en la Confe­rencia de La Haya».

Y si en todos los países la generosa ideado la paz cautiva á los espíritus mas elevados, siquie-y^ con la sugestión que ejercen los ideales su­blimes y remotos, no puede ser España la úmcíi ¡}ación donde la opinión pública aparezca indi­ferente, y donde la mujer no responda al llama-'i^iento de sus hermanas extranjeras para unifl-'^arse con sus humanitarias aspiraciones.

Los medios empleados en Francia para la di-

otra parte, verdadera actualidad, por haber sido iluminado precursor de las teorías sustentadas por los representantes internacionales congre­gados en la capital holandesa; ideal que podría calificarse de eminentemente femenino, puesto que, á imitación de Berta de Suttnery de la pro­tagonista de su novela Marta de Althans, las mu­jeres todas deberían coadyuvar al triunfo de tan humanitaria empresa, porque nadie mejor que ellas podría realizar este apostolado de amor, tan en armonía con su naturaleza, con sus incli­naciones y sentimientos. Y no eg preciso que es­peren las grandes ocasiones para imitar á Berta de Suttner, que aguarden á conseguir voz y voto en los congresos internacionales; humilde, pero incesantemente, pueden realizar esta misión en su propio hogar, aplacando los odios familiares, políticos y religiosos.

SI todas las mujeres educasen á sus hijos como educaba al suyo Marta de Althaus, la difusión de los humanitarios sentimientos sustentados por la escritora austríaca en la revista que dirige y en otra de sus novelas, Male al dolor, constitui­rían el más noble ideal educativo, el auxiliar más poderoso de los trabajos de la Asociación para la paz y el desarme universales. Martay su segundo esposo, Federico Tilling, imbuían á Eo-ííoí/"» sentimientos filantrópicos, eliminando de sus es[)arcimientos toda clase de juguetes y de diversiones belicosas, y castigando severamente su intolerancia y crueldad, como lo demuestran los aiguientea párrafos, donde resaltan con irre­futable evidencia las contradicciones en quo in-

tigos corporales; pero me es intolerable la cruel­dad con los animales.

»—Has hecho bien. i,_Entonces , ¿sólo se puede ser cruel.... con

los hombres?—preguntó el niño sollozando. »—Ni contra éstos tampoco; menos aún. »—Pero tú , tú has peleado con los italia­

nos y los daneses í> —Eran enemigos. t —Entonces, ¿podemos odiarlos? )>—¡Y pensar—me dijo Federico en voz baja—

que la Iglesia le ensoñará que debemos amar á nuestros enemigos! ¡Oh lógica!—Después añadió, dirigiéndose á Rodolfo:—Aun cuando sean nues­tros enemigos, no por esto debemos hacerles da­ño, sino tan sólo defendernos cuando nos atacan.

» —Y ¿por qué nos atacan? »—Porque ellos , porque nosotros Mira,

Rudi, vete á jugar; te perdonamos, pero no lo vuelvas á hacer.»

El m5s sagrado de los deberes femeninos de­bería ser, por lo tanto, contribuir á la evolución ética y social que supone el triunfo do tan ge­nerosa causa, ganando las voluntades una auna. Para lograr este fin la mujer, educadora de la infancia y de la juventud en el hogar y en la es cuela, debe combatir la guerra en todos los te­rrenos, desde las tendencias de los libros de li­teratura infantil más renombrados, como las obras de Daudet y el popularísimo Corazón, do Amicis, hasta el carácter con que se enseña ge­neralmente la Historia, al cual atribuye la B.i-

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76 — N." XXIX LA I L U S T R A C I Ó N ESPAÑOLA T A M E R I C A N A 8 AGOSTO i907

ronesa de Suttner el desarrollo y la persistencia del espíritu bélico.

«La historia—dice, —sobre todo como se ensefla en las escuelas, des­pierta el espíritu bélico: se graba en la mente de los niños que las batallas son el cumplimiento de una inevita­ble ley natural, y deben tener lugar como los terremotos y las tempesta­des; que los horrores y espanto que las rodea son compensados con exce­so, para la sociedad en general, por la importancia de los resultados con­seguidos, y para el individuo, por Ja gloria alcanzada ó la conciencia de haber cumplido el más sublime de los deberes.

»y es lógico que así sea un sistema de educación patriótico. De cada niño debe formarse un defensor de ia pa­tria, y por lo mismo, excitarse el en­tusiasmo infantil para que puedacum-plir su primer deber de ciudadano. Es preciso fortificar su espíritu con­tra la aversión que los horrores de la guerra pueden provocar, y así, mien­tras se les habla con la mayor senci­llez de estragos horribles, de carni­cerías espantosas, como de la cosa más natural y necesaria del mundo, se ha do fijar su atención únicamente sobre el lado ideal de esta antigua c o s t u m b r e de los pueblos, consi­guiendo por este medio formar una raza batalladora y valiente.

"Aunque las niñas no deben ir á la guerra, son educadas con los mis­mos libros, y de este modo se en­gendra en la juventud femenina una gran envidia por no poder hacer otro tanto, y una admiración exagerada por el servicio de las armas.

"¡Hermosísimo e s p e c t á c u l o , en verdad, contemplar á delicadas mu­chachas, cuya educación se inclina, en todo lo demás, á la caridad y á la dulzura, estudiando todas las guerras antiguas y modernas , contemplan­do las ciudades incendiadas y los habitantes pasados á cuchillo! Es,

D . E D U A R D O B E N O T . FÜL" de Tranzón.

ILUSTRE FILÓLOGO Y ACADÉMICO DE LA REAL ESPAÑOLA.

Fitlleí'i.lo on MitilriJ i'l i\iíi'27 de Julio.

por lo tanto, natural que la acumula­ción de tantos horrores altere el concepto que de ellos tenemos; todo lo que pertenece á la guerra no se considera desde el punto de vista de la humanidad, y adquiere una especial consagración. La guerra es el medio de llegar á las más altas dignidades y á los más grandes honores; y las muchachas lo comprenden perfec­tamente, porque han t e n i d o que aprender de memoria las poesías y trozos escogidos que la glorifican, fabricándose de este modo las ma­dres espartanas, las iMudr'mas de ban­deras y las innumerables condecora­ciones, distribuidas á los oficiales durante el cotillón.»

Por fortuna, no existe hoy en Es-pana el exclusivista menosprecio ha­cia toda carrera que no sea la de las armas; la patriotería vocinglera y es­téril va disminuyendo, y la Historia adopta ya entre nosotros el carácter civilizador que transforma su antiguo objetivo; pero en esta reacción salu­dable aun no toma parte un factor esencialísimo, el de las iniciativas fe­meninas, que no puede faltar en tan ardua empresa, porque si todo ser consciente y libre ha de declararse campeón voluntario de tan redentora cruzada, la mujer debe ser heraldo decidido de esta nueva do paz, he­raldo coronado de llores, emblemas de amor y de concordia, cual los que al anunciar en la Helada las fiestas sagradas, los juegos nacionales, pro­clamaban á un tiempo mismo el apla­zamiento de las contiendas, el aban­dono de las armas en aras del valor incruento, de la hermosura y el vigor humanos, de la cultura expansiva que borraba temporalmente las diferen­cias entre los estados helénicos, cual la moderna civilización debería ex­tinguir para siempre las rivalidades y las luchas entre los iiombres todos.

SANTIAGO FUENTES,

t JURADO, LA COMISIÓN ORGANIZADORA Y AUTORIDADES DESPUÉS DEL BANQUETE

CELEBRADO EN EL M0NTÍ3 ULÍA

EL ORFEÓN BILBAÍNO <.EUSKERIA'> , I'RKMIU DE FIONOR líN EL CONCURSO.

LAS BANDAS DIRIGIDAS POK EL MAESTRO MASSON. ~

S A N S E B A S T l i K . — C O N C U R S O I N T E R N A C I O N A L DE M Ú S I C A .

FolO(;raff;i8 (lo Fretlcrfc.

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8 AcoüTO 1907 LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA N." XSK — 77

LAS TROPAS TiF.L SÜLT.ÍN

SALIENDO I>E TÁNGER PARA RESCATAR

X MACLEAN.

ET, KAID MACLEAN.

TIPOS DE PARTIDARIOS DEL RAISULI.

TROPAS DEL BULT^ÍN ACAMPADAS.

ASPECTO GENERAL DEL CAMPAMENTO.

TAMBOR MAYOR Y BANDA DE TAMBORES

MARRUECOS .-CAPTURA DEL KAID MACLEAN Y SALIDA DE TROPAS PARA SU RESCATE, rota.ra«aaaeRitt...en.

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78 — N." XXIX LA I L U S T R A C I Ó N ESPAÑOLA Y A M E R I C A N A 8 AiiOfcTO 1907

LK GOLE&IHTjI DE flRBHS (LEÜN) .

(RECUERDOS DE UNA EXCURSIÓN POR EL PUERTO DE PAJARES.)

L día amaneció espléndido, permi­tiendo admirar á lo lejos, desdo el tren, la hermoaisima silueta de la catedral de León. Pero des­pués, conforme avanzábamos ha­cia Asturias, nosenvolvieron den­sas nieblas, amerazando frustrar

nuestros propósitos de excursionistas, ansiosos de contemplar el panorama del Puerto. En Bus-dongo dejamos el tren, que apoco desaparecíaeii la hosca cavidad del túnel; 7 tomando un cocho allí preparado por solicitud de cariñosos amigos, emprendimos la excursión.

El paisaje, ahogado y tétrico, entenebrecido por la niebla, hacía pensar en el horror de tal subida cuando las ventiscas y las nieves reina­sen en la carretera, colmando la estrecha ba­rranca, hasta borrarla. ¿Qué pavoroso no sería aquel tránsito en la Edad Media, por tortuoso camino pedrero, entre nieves, osos y malhecho­res? Pues arriesgándose á todo, con la fe por única defensa, transmontaban los Ervasos innu­merables peregrinos, en demanda de las reli­quias de la famosa Arca de Oviedo. Y pues en la fe confiaban, ella les puso un lugar de refu­gio al fin de la subida al Puerto, hacia la parte de León.

El hospicio de Arvum (campiña) estaba fun-

VISTA EXTERIOR.

dado ya de luengos tiempos cuando Fernando I confirmó la donación; y eran canónigos regala-rea de San Agustín los encargados de acudir y socorrer á los peregrinos. Más tarde, desde prin­cipios del siglo xin, figuró la Colegiata de Santa María de Arbás como de patronato Real, con gran incremento merced á las donaciones de Alfon-si VIII (huésped de la casa en 1216). de Fernan­do III, deAlfonsoXy de Sancho IV (1). Hoy, lo que subsiste del hospicio famoso yace al bordo do la carretera, triste ó inútil, pues bajo sus ci­mientos siéntese trepidar el ferrocarril que, ho­radando los montes, conduce á Oviedo en con­fortable sieeping, á los modernos peregrinos (?).

Al parar nuestro coche delante de la Colegiata de Arbás, la niebla se había disipado, pero el sol apenas llegaba á aquel triste lugar, donde uiiaa cuantas casas que fueron la hospedería y canóniga, rodean la iglesia. Un cura y algunos pastores son los habitantes de estas insignifiean-tes construcciones.

Entre ellas se destaca la parte absidal de la Colegiata, compuesta de tres cuerpos, planos las laterales y cilindrico el central; pero lisos, seve-rísimos, semejando una de aquellas rudas edi­ficaciones asturianas de Ramiro I ó Alfonso el

(1) Estatutos de la Real iglesia do Santn María do Ai-brís del Puorto y sii fiospital de peregrÍn!)3.~EQ Madrid, aííu de 1797.

La Coli-'i'dta "íp ArhÓH, por Faustino Menéndoz Pitia!, (r.ti Uuatración (.^(lUi-ijn y Ai^lnrUma, Innio iii, IHSl.)

INTERIOR TÍEL XUSIHE CENTRAL.

Casto. Por el interior, cambia el aspecto. Cierto que las dimensiones son reducidas y que peca de obscura, tétrica y maciza; pero ni su estilo es el latino-bizantino asturiano, ni sus líneas y de­talles son toscos ni rudos. Este interior perte­nece á la arquitectura románica.

La iglesia de Arbás tiene tres naves seguidas (sin crucero), con tres tramos, y tres ábsides, cuadrados los laterales y semicircular el central, con un tramo recto antes. Los pilaros son fortí-simos, bajos, de núcleo esquinado, con gruesas columnas en los frentes, sobre altas banquetas cilindricas con basas bien perfiladas, con garras y capiteles de robustns hojas apometadas (nin­guno hay historiado}. Todos los arcos de comu­nicación de naves son de medio punto, sin mol­duras; y son apuntados el de triunfo y los de comunicación de tramos en las naves bajas. Cúbrenlas bóvedas de arista, construidas con hormigón, y la alta, que tuvo cañón seguido, sin luces directas, hoy tiene crucerías estrella­das, de principios del siglo xvi probablemente. La estructura es, por lo tanto, Ja de !a escuela horgoñona. Todo es en la Colegiata de Arbás se­vero ó imponente, pero no tosco, sino de buen arte y gran estilo.

La cabecera merece especial mención. Los dos ábsides laterales, cuadrados, sencillísimos, ru­dos, con bóvedas de medio cañón semicircular, contrastan con el central, espléndido y singula­rísimo. Se abre á la nave con un magnífico arco apuntado, con ricos ornatos geométricos: sigue un tramo cuadrado con fuerte bóveda de cruce­ría, cuyos nervios, do triplo baquetón, se juntan en una clave ornada con el Cordero místico:

viene después el hemiciclo, en el cual, sobro zó­calo con moldura, se eleva una arquería for­mando nichos, flanqueados por columnas quo sostienen nervios con ornatos geométricos y vegetales, sobre los que as apoyan plementos gallonados. Esta estructura singular es de un movimiento y de una belleza imponderable?. Por el sistema de nichos, pertenece á una es­cuela que tiene consecuentes en Asturias (ejem­plo: San Juan de Amandi), y por el gallonado sobre nervios, es ejemplar importante de eso sistema que vemos llevado á su más amplio des­arrollo en las cúpulas de Salamanca, Zamora y Toro.

Hay en la Colegiata dos puertas: una, la lateral, es magnífica; tiene cuádruple archivolta de me­dio punto sobre columnas, con capiteles de ele­mentos vegetales, cintas perladas y motivos va-ríos, con exclusión absoluta de historias, mons­truos y figuras, todo ello flnísimamente labra­do. La otra abro á la fachada principal, bajo un atrio que sustenta la torre: es sencilla, de un solo arco de medio punto, con archivolta de bi­lletes, cobijando un hueco rectangular con mén-snlas, en las que aparecen esculpidas sendas ca­bezas de oso y de buey, en disposición análoga á las de la Puerta del Perdón en la Colegiata leonesa de San Isidoro. La tradición las señala como recordatorias de un curioso sucedidoj cuando se construía la de Arbás, un oso mató á un buey de los que acarreaban piedra, y como castigo, Dios le condenó á tirar de la carreta, en sustitución de su víctima.

La Colegiata de Arbás parece obra del tránsi­to del siglo xri al Xírr: de aquél, por el estilo

VISTA INTERIOR.

románico robusto, pero ya formado; de éste, por los elementos de transición, de los cuales uno es la bóveda ojival del presbiterio. Como CSCÍÍC/ÍÍ, es mixta de leonesa y asturiana: de aquélla, por los elementos de estructura similares á San Isido­ro, y de ésta, por el sistema de ornatos pura­mente geométricos y vegetales, finamente es­culpidos, que es frecuente en muchos monu­mentos del antiguo Principado.

A pesar de su pequetlez y aislamiento, la Co­legiata de Arbás fué elevada por buenos artis­tas, pues lo demuestran la perfecta técnica arqui ' tectónica, el gran estilo de todas las partes y 1& riqueza de la ornamentación. Sin duda el Patro­nato Real hizo llegar á aquellas soledades al­guno de los mejores maestros de los tiempos de Alfonso VIII. ^.Conservó partes ó restos de otra iglesia anteriora Puede sospecharse, al ver que los rudos ábsides laterales son inarmónicos con el espléndido central y con el cuerpo de la iglesia, aunque su aparejo indica unidad de cons­trucción. La puerta del frente, tan diferente de la lateral, pudiera también inspirar algunas du­das, aunque menos fundadas.

DETALLE DE LA rUERTA LATERAL.

Cuando salimos del interesante monumento la impresión admirativa mezclábase con la de lástima hacia aquellas pobres gentes, solas y abandonadas durante gran parte del año. Pron­to perdimos de vista la Colegiata, y á poco.

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8 AGOSTO lílO") LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA s.° XXIX — 79

una posada y un poste indicador nos advirtieron que abandonábamos León, aunque todavía no se admirasen los esplendores del suelo asturiano. De repente, como cambia un hábil escenógrafo el aparato teatral, el tristón y ahogado paisaje leonés trocóse en una perspectiva de colosal be­lleza. ¡Era el puerto de Pajares, tantos vecea des­crito y alabado!

El viajero que lo atraviesa en el tren percíbelo apenas entre el continuo transponer túneles. Es liecesiirio bajar á pie, como nosotros lo hacía­nlos, aquella cornisa que serpea en rápida pen­diente, para gozar de las imponentes masas ro­cosas, doradas y bermelleantes por el sol, que escalan el fondo hasta alcanzar el cielo: del vallo hondo ó inmenso, verde y tupido, con cambian­tes infinitos do luces y tonalidades; del ambiente purísimo que clarividencia las distancias; del intenso silencio que hace augusto tan imponente paisaje. En él, ¡qué insigniiicante aparece aquel hilo neffro, aquel tren que allá en lo alto se enhe­bra en los túneles, poderoso y resoplante en las ciudades, y allí casi imperceptible, porque su Diasa, su fuerza y su fragor se esfuman y anulan en la potentísima Naturaleza!

Percibíanse ya las casas del pintoresco Paja­res, cuando saliéronnos al encuentro el arci­preste D. Emilio Menéndez y el Sr. D. Luis Me-néndez, Pidal, cuya franca y iimable compañía uo nos abandonó en el resto de la jornada. Con ellos visitamos el pueblo, enriscado en la violen­ta ladera; y si en casa del uno pudimos admirar una vez más sus talentos de pintor castizo y sóli­do y la cultura que es ley de herencia y de fra­ternidad, en el trato dol otro conocimos á un Varón que, con la apariencia humilde de cura de =iMea, es conjunto de las más altas cualidades, en mezcla bizarra que abarca las ternuras espi­rituales. Jas sabidurías teológicas, los conoci-uiiontos de viajero inteligente y las hazañas do uéroe montaraz, cuando las avalanchas doscien-" eu de los picachos arrasándolo todo, y hay que llegar antes que ellas, ó á su través, á salvar li» vida do un pastor ó de un guardavía.

Descendía el sol cuando volvimos á tomar el coche, abandonando Pajares. El camino baja rá-Pidisimamente, serpeando sin cesar y huudién-(loso poco á poco en el valle y en la sombra. Aquellas masas rocosas que desdo lo alto^ de la cuesta aparecían por la mañana frente á nos­otros radiantes de luz, quedan ahora á nuestra espalda, ingentes y enormes, todavía doradas por el sol poniente, que ya no llega al valle. Es-tréciíase éste hasta constituir angosta garganta, por cuya boca se enfilan la carretera y el río: es­tamos en Puente de Jos Fierros, donde hemos de tomar el tren que nos conduzca á Oviedo.

VICENTE LAHPÉREZ'Y ROMEA.

MR. HÉCTOR MALOT, C É L E B R E N O V E L I S T A F R A N C É S .

Héctor Malot ha sido uno de los novelistas que ^íiyor boga han alcanzado enire las multitudes.

^Su labor, siempre honrada y sana, se hace sim­pática, interesante y conmovedora en alto grado

Por la simplicidad de su estilo, el hondo análisis "O las pasiones, lo bien dibujado de los carac­

hes y el espíritu de observación que se encuen-'• 'lu en sus novelas. "^ ^u sus novelas, p rl'^tre las muchas que escribió el ilustre es-

*tOr francés, recordamos: Víctimas del amor,

Romano Kalbris, La posada del Mundo, Las bata­llas del matrimonio, SI doctor Claudio^ Pompón, El teniente Bonnetj íiyta, Cómplices, En familia, La novela de mis novelas {1S9G).

De tan brillante como pródiga labor, se des­taca, como su obra maestra. Sin familia, novela escrita para la juventud que, más que el buen éxito habitual de sus hermanas, alcanzó un triun­fo inmenso, siendo coronada por la Academia Francesa y traducida á todos los idiomas de Eu­ropa.

Jléctor Malot ha muerto el 20 de Julio último, á los setenta y siete años de edad, en su casa do Fontenay-sous-Bois, en donde habíase retirado en 1896 á descansar de su fecunda labor literaria.

M R . T H É O B A L D C H A R T R A N /

ILUSTRE PINTOR FRANCÉS. . ' • •-

En SU casa deNeuilly, y á los cincuenta y ocho años de edad, ha fallecido en Julio último este ilustre maestro de la pintura francesa, que tan universal renombre supo conquistarse en los dos géneros más difíciles del arte pictórico; el histó­rico y el del retrato.

Discípulo de Cabanel en la Escuela de Bellas Artes, ganó en 1877 el gran premio de Roma, con su cuadro representando La conquista de Jf.oma 2}or los galos. Anteriormente había obte­nido un triunfo envidiable con su cuadro, uno de los más famosos de esto maestro, El cuerpo de Mgr, Barhoy expuesto en la capilla ardiente.

El Cirio, La visión de San Francisco de Asís y San Francisco de Asís cantando, consolidaron su prestigio artístico.

En 18«4 Chartran abordó el género para el que se requieren excepcionales aptitudes: el re­trato; y el que expuso de MUe. Reichemberg, obtuvo un brillantísimo éxito.

Con los retratos de Su Santidad León XlIIj el presidente Carnet, Robín, Sarah Bernhardt, Mme. Marthe Brander y otras eminentes figuras de la sociedad parisiense, Chartran llegó al apo­geo de su fama, siendo llamado á los Estados Unidos, en donde se vio materialmente asediado por los reyes del petróleo, del acero, en una pa­labra, por los multimillonarios, que se disputa­ban, á precios fabulosos, ser retratados por el insigne artista.

Para cumplir sus compromisos pictóricos, to­dos los inviernos Chartran hacia una excursión á América, en donde permanecía unos cuan­tos meses; en primavera volvía á su taller de Neuilly, dedicándose por entero á la pintura de Historia, trabajando en los lienzos destinados á la decoración de la nueva Sorbona. En plena ca­nícula hacia un alto en sus trabajos, en una po­sesión encantadora que poseía cerca de Clarens, en el lago de Ginebra.

NUESTRO SUPLEMENTO.

Con el presente número publicamos un SupJemenio extraordinario, de cuatro páginas, que contiene una e.\tensa información de las notables fiestas celebra­das en Valencia y de la visita hecha á aquella pobla­ción por S. A. lí. LA INFANTA D.A ISABEL.

Aparecen en él los siguientes grabados: Su Alteza Real con una Comisión de señoras de

Valencia. Salida de S. A. R. de la catedral. El concurso de bandas en la Plaza de Toros,

La banda de la Guardia Republicana de Parfs. El Teatro Principal durante la celebración de los

Juegos llórales, con asistencia de S. A. R. La Srta. D. Margarita Ruiz, hija del Barón de Al-

calialf, leina de la fiesta por delegación de S. A. R. Don Teodoro Llórente, poeta premiado con la flor

natural. Visita de S. A. R. al barco Yúííes Pinzón. Las calles de Valencia al disparar la traca do dOB

mil metros. La carroza en que S. A. Tí. asistió á la batalla de

llores. Nueve de las más vistosas y artísticas carrozas pre­

sentadas. Aspecto de los palcos y tribunas.

La moda parisiense. Los matrimonios celebrados en las iglesias de los pueblos

tienen un carácter menos ceremonioso que los qiio se efec­túan en la ciudad. Algunas jóvenes desposadas lian llegado ú adoptar esto verano para BU vestido de boda, la falda ra­sando el suelo, mucbo más prítctica para el campo.

Lo que no ol vidan nunca son los cuidados que deben tener con su pei-Bono; si algunas pecas, arrugas ó granos obscure­cen la íresfura de su eara, no dudan en quitárselas usando la ISrIse liixollifur, en . l ^ua . y en C r e m a , do la Perfume-rin E-.i-i'itica, 3;'), me dn Qitatre-Septembre, Paris, q u e des t ruyo estos pequeños defectos y da al cutís una brillante frescura, Y si sus ojos han perdido el brillo, emplean de la misma manera la í icvc Sioi i re i l icrc , de la Pirrfitmen'a A'/HO», 31, riiedu Q,aitre-Septembre., Paris, tan admirable para alargar las cejas, poblar y obscnrocor las pestañas, que, protegiendo así los ojos, liacon la mirada más viva. Las jóvenes novias parisienses lo saben, y no olvidan nunca estos cuidados de tocador, qiio todas nueslraa lectoras deberían practicar.

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La eiilreg-a do títulos corresiiondientcs 5 las Higuienlps laoturas tendrá lní.'-i'"! sin previo anuncio, tan pronto como so reciba de In Di­rección de la Deuda el aviso de eu despacho.

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80 N . " XXTX LA I L U S T R A C I Ó N E S P A Ñ O L A T A M E R I C A N A íí AGOSTO 1907

líifoPmaGíones,

El monorriel. —El inventor de este nuevo sistema de locomoción es el ingeniero inglés Mr. Luis Brennan.

Lo que distingue esencialmente este sistema de los demás monorrieles que existen hoy día, es que el vehículo, aunque su centro de gravedad está colocado á muchos pies por encima del riel conductor, con­serva el equilibrio, lo mismo cuando permanece in­móvil sobre el riel (un riel ordinario sujeto por tra­viesas, como en las vías férreas comunes), que cuan­do se mueve en una ú otra dirección, cualquiera que sea la velocidad, la fuerza del viento ó la intensidad de las curvas.

Esta maravillosa estabilidad se obtiene automáti­camente por medio de un mecanismo de gran senci­llez que transporta el mismo coche. Consiste en dos volantes movidos directamente, en sentido contrario y con una velocidad considerable, por dos motores eléctricos. Fácilmente se comprende que se trata de una curiosa aplicación del principio del giroscopio.

motora; para los vagones, la proporción puede ser re­ducida aún.

Las ruedas motrices están colocadas en una sola línea, debajo del centro de los coches, y sujetas á las boiigies (sencillas ó dobles), cuyos ejes ó pivotes les permiten cruzar, no solamente las curvas horizonta­les de la vía, sino también las curvas verticales. Merced á esta disposición, los coches pueden salvar curvas de un radio inferior á la longitud de los va-fíones, correr sobre un riel retorcido, y también pasar sobre un riel colocado en terreno desigual, sin temor á un descarrilamiento.

El vapor, el petróleo, el gas, la electricidad, pueden emplearse indistintamente, como energía motriz, se­gún las condiciones locales. Sin embargo, en los ex­perimentos, el inventor empleó un generador de pe­tróleo, que, transportado por el mismo coche, pi'oveyó de energía eléctrica á las ruedas motrices y al apa­rato de estabilidad. Durante laa paradas, un acumu­lador pequeño produce el fluido necesario para (pie los volantes permanezcan constantemente en movi­miento.

Lasventajasquepresentaelmonorriel Brennan, son Vitilü (li; troiitc tic! coüiic-condiictor.

El cocbe-comliielor snlvnnrlo á loiln voIoctJad ciirvna nmy acontuadas.

Eítos volantes, montados de una manera muy in­geniosa, están encerrados en cajas de atmósfera en-rareciíU, por cuyo procedimiento se reducen al míni­mum la resistencia del aire y el rozamiento. Y al mismo tiempo, la energía eléctrica necesaria para transmitirles un movimiento rapidísimo, es insigni-flcante relativamente.

Las pruebas han demostrado que laenergía acumu­lada en los volantes, cuando giran á toda velocidad, es tan grande, y el rozamiento de los ejes tan débil, que si se corla la corriente, siguen girando con bas­tante rapidez para mantener el equilibrio del coclie durante algunas horas; serían precisos dos ó tros días para que, abandonadas á sí mismas, se detuvie­sen, quedando completamente inmóviles.

El mecanismo llamado de estabilidad, colocado en uno de los extremos del coche, ocupa un espacio muy reducido. Propürcionalmentesu peso es inferior á su volumen; el inventor cree que, dándole un peso igual á la vigésima parce del peso total del coche, com­prendida la carga, queda descartada toda probabili­dad de inestabilidad. Este cálculo se refiere á la loco-

las siguientes: 1." El nuevo sistema puede suminis­trar velocidades extremas por la supresión de las os­cilaciones laterales, producidas en lus líneas comunes por la imposibilidad de construir vías cuyos rieles sean exactamente paralelos y estén situadosal mismo nivel. 2.'' Los coches pueden salvar á gran velocidad, y sin peligro de descaiTÜar, las curvaw más pronun­ciadas, poi'que toman la inclinación interior pi-ecisa. a." El coste del kilómolro se halla muy reducido por el hecho de formarse la vía con un solo riol. Kl pflso de los barrancos puede hacerse sobre un cable de íicero, y para los ríos y los barrancos muy gi-andcs, sobre un riel ordinario sostenido por maderos ó por muros de ladrillos. El gasto de combustible es menor que para los trenes ordinarios. 4,^ La ausencia total de oscilaciones y trepidaciones, ha de ser beneliclosa-mente apreciada por los viajeros. En las grandes lí­neas, será fácil dar á los coches espaciosas propor­ciones, puesto quo su longitud poJrá ser á^i doble, n\^a la mitad, que la de los vügones ordinarios.

En caso de guerra , este nuevo sistema prestaría servicios inapreciables. Podría construirse la vía, á

razón de treinta kilómetros por día, en los terrenos más accidentados. Y utilizando los rieles arrancados de las líneas enemigas, se adelantaría considerable­mente la construcción.

Concurso-Exposición nacional de Fotografía.—La Socie­dad (Amigos de Haro» ha organizado en dicha pobla­ción un certamen fotográfico, que se efectuará del 7 al 20 de Septiembre próximo.

La Exposición se dividirá en dos grupos: el pri­mero comprenderá las obras fotográñcas do todos los profesionales y aficionados de España; el segundo estará limitado á los trabajos de carácter provincial-

Cada grupo comprenderá las secciones siguientes: (¡rupo nacional: Sección primera, asunto y compo­

sición.—Sección segunda, figura y retrato.—Sección tercera, paisaje, marina y arquitectura.

Grupo provincial: Sección cuarta, paisajes y mo­numentos de la provincia de Logroflo.—Sección quin­ta, tipos y costumbres.

En cada una de las secciones del grupo nacional se concederán las recompensas siguientes:

Un diploma de medalla de oro, un diploma de me­dalla de plata, un diploma de medalla de bronce y varias menciones honoríficas.

En cada una de las secciones del grupo provincial se concederá un premio único y varias menciones.

Se concederá además un gran diploma de honor al autor de la colección de fotografías que llame más la atención del Jurado en cualquiera de los grupos ó secciones.

Para más detalles, pueden dirigirse los que los de­seen , á la Comisión organizadora, en Haro.

Canal Iranseuropeo.-Una importante Sociedad ex­tranjera ha terminado los estudios del proyecto de un Canal trnnaeuropeo, destinado á unir el mar Bál­tico con el Adriático..

La longitud de este Canal sería de dos mil doscien­tos cuarenta líilómetros-

No obstante esta gran extensión, su coste sería re­lativamente psqueúo, por ser utilizables en sus cua­tro quintas partos cursos de aguas navegables; úni­camente desde Sttetin, en el Oder, hasta I'lume, en ol Adriático, habría que construir cuatrocientos ochen­ta y cinco Uilómelros.

Él curso del Oder se podría aprovechar de Sttetin á Kassel, en Silesia, y acaso hasta Adclberg.

El Canal se dirigiría desdo luego hacia Komaru, en pi Danubio, siguiendo por el Save, hasta Sissek, y en KIgau, hasta Kanitad.

La principal dificultad que habría que salvar desde este último sitio hasta l'lume, sería el paso á travos de los Alpes italianos.

EsyatancouocidoEl L i c o r d e l P o l o , que no necesita anunciarse para ser soli­citado, prefiriéndolo á todos. Si anuncia­se, es por inculcar más y más en las ma­sas populares las ventajas de !a higiene dentaría. Véndese farmacias.

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Iteiwrvadoa todos IQÜ liuruolioa de propiedud artíutíim. y litcraríiL JlADTtLD.—E^italileci-iiienla tiiiolitufc'nifiuo •<Siiuertoreü di.' RivjidcncyriLu, iiiijiresoreH di- la Iie;il CIL^JU

(Propiedad de LA iLUSTaACió.N E S P A S Ü L A V Aiii£mcAííA.Í

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AÑO L I .

Españolo y MADRID 8 DE AGOSTO DE 1907. SUPLEMENTO AL NÚM. XXIX.

B A R LA INFANTA D.-' ISABEL CON UN GRUPO DE SEÑORAS DE LA SOCIEDAD VALENCIANA.

VALENCIA . — S. A. R. LA LNFANTA D.* ISABEL AL SALIR DE SO VISITA X LA CATEDRAL.

FDlografÍDfi de Luis R. UarÍD.

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82 — SUPLEMENTO AL N." XXIX LA. I L U S T R A C I Ó N ESPAÑOLA Y A M E R I C A N A K A(;OSTO 190T

LA BANDA DE LA GUARDIA REPUBLICANA DE PARÍS ESCUCHANDO LA EJECUCIÓN DE PIEZAS POR LAS OTRAS BANDAS PRESENTADAS AL CONCURSO.

ASPECTO DE LA PI-AZA DE TOROS DURANTE EL CONCURSO.

VALENCIA. —EL CONCURSO DE BANDAS.

Potagiítlaa do Luis R. Marín.

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ASPECTO DEL TEATRO PRINCIPAL DURANTE LOS JUEGOS FLORALES COK ASISTENCIA DE S. A. R. DISPARO DE LA TRACA DE DOS MIL METROS.

LA REraA DE LOS JUEGOS, SRTA. D.* MARGARITA RUIZ, HI JA DEL BARÓN DE ALCAHALÍ.

D. TEODORO LLÓRENTE,

POETA PREMIADO CON LA FLOR NATURAL. VISITA DE S. A. R. LA INFANTA D.-*ISABEL AL O A S O N E R O « Y A S E Z PINZÓN».

VALENCIA.-LOS JUEGOS FLORALES. Fotúgrattas dd Luía R. Marfo.

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84 — SUPLEMENTO AL N.° xxrx LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMEIÍTCANA 8 AGOSTO 1907

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CARROZA DE S. A, l í . ; PALCOS T TRIBUNAS, Y ALGUNAS DE LAS CARROZAS M X S NOTABLES.

- - VALENCIA.--LA BATALLA DE FLORES. FotogrnKae do Luie B. Marín.