17 lareconciliacionconmigomismomgarciadom

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    Estas pginas exploran los aspectos que favorecen de reconci-

    liacin consigo mismo en la primera semana de los Ejerciciosespirituales de san Ignacio de Loyola1. Y concluyen afirmandoque, si bien el dinamismo principal de la primera semana de los Ejer-cicios apunta a la reconciliacin del ejercitante con su Dios, esta sema-na constituye tambin un verdadero camino de reconciliacin consigomismo para el que la vive al modo como se propone en el texto. El poten-cial reconciliador de la primera semana se apoya tanto en los contenidos

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    Vol. 79 (2007) MANRESA pp. 37-51

    La reconciliacin consigo mismoen la Primera Semanade los Ejercicios

    Luis M. Garca Domnguez

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    En la primera semana el mensaje objetivo es la historia de la cada, con-siderada en continua presencia de Cristo en la cruz, que muestra la mise-ricordia de Dios para con el ejercitante y favorece una experiencia dearrepentimiento, aborrecimiento y conversin (volviendo a la relacinoriginal, expresada en el Principio y Fundamento: Ej. 23). El ejerci-tante se abre a una relacin nueva con Dios en Jesucristo; la vergenzay confusin se transforman casi espontneamente en adhesin total, poramor, al servicio de Cristo Salvador, y la compuncin se ve impregnadade un ardiente deseo de servir a Cristo. Por eso hay lucha asctica (ven-cer a s mismo), pero tambin proyecto futuro (purificarse para ordenarsu vida). Se trata de una semana propiamente espiritual, no moralizado-ra, jurdica ni apaciguadora de la emotividad. Es un primer estadio detransformacin personal, en el que la conmocin afectiva (vergenza yconfusin) produce conocimiento y aborrecimiento de los pecados yaborrecimiento de ellos, y donde la contemplacin amorosa de la des-proporcin ante el Creador (Cristo en cruz) produce en el ejercitanteagradecimiento y seguimiento.

    De todo lo dicho parece claro que la reconciliacin consigo mismo noes el fin o el fruto principal que se pretende en la primera semana. Pero escierto tambin que esta semana genera en el ejercitante una novedosareconciliacin consigo mismo, efecto no buscado de su prctica, por cuan-to en ella se ponen en movimiento dinmicas antro-polgicas que operan en el ejercitante un cambiotanto espiritual (pneumtico) como psquico7.

    Sin embargo, la primera semana de Ejerciciospuede ser problemtica8, pues podra evocar con-cepciones de pequeez en el ejercitante, suscitarfuertes sentimientos de culpa, generar escrpulosinnecesarios, engendrar dinmicas de autocastigo(penitencia) o de justificacin autopurificatoria; y, con ello, producir

    ansiedades y emociones en todo modo contrarias a lo que parece sera

    La reconciliacin consigo mismo en la Primera Semana de los Ejercicios

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    7 C. DOMINGUEZ MORANO, Los Ejercicios Espirituales, experiencia de reconci-liacin: Boletn de Espiritualidad 37/202 (2006), 7-18; tambin en: Manresa 77/303 (2005)109-123. Nos parece que, si se pretendiera la reconciliacin del ejercitante consigo mismocomo objetivo principal de la semana, no se lograra conforme a aquello: el que busca su vidala perder; pero el que la pierda por m, la encontrar (Mc 8,35).

    8 A. TORNOS CUBILLOS, A.,Identidad, culpabilidad, autoestima, en C. ALEMANY J. A. GARCIA-MONGE, Psicologa y Ejercicios ignacianos, vol. I, Sal Terrae - Mensajero,Santander-Bilbao 1991, 35-43; M. SIEVERNICH,Dificultades para la vivencia del pecado enel contexto de los Ejercicios y de la cultura actual, en C. ALEMANY J. A. GARCIA-MONGE, o.c., 44-57.

    La primera semana como reconciliacin con Dios

    La aproximacin a los textos ignacianos y a la prctica de la primerasemana (Ej. 23-90) nos dejan la evidente conclusin de que el fin de laprimera semana ignaciana es buscar la reconciliacin del ejercitante consu Dios, la vivencia afectiva y sentida de una experiencia previamentecreda y celebrada sacramentalmente. La primera semana pretende que elejercitante adquiera un conocimiento nuevo de s, un conocimiento msprofundo y sentido de su realidad de pecador. Busca adems una movili-zacin de los afectos ante la manifestacin de la misericordia divina teni-da con l (primer ejercicio), de modo que esa experiencia de misericordiale permite explorar su propia historia reconocindose pecador (segundoejercicio), as como le facilita profundizar en el conocimiento y aborreci-miento de su pecado y de las races del mismo (tercer y cuarto ejercicios);de tal modo que en adelante ya no puede pensar un proyecto que siga ladinmica del pecado (quinto ejercicio), sino un nuevo proyecto en ala-banza y servicio agradecido al Cristo que lo salv (coloquio).

    As se percibe en el mismo texto de Ignacio de Loyola4; y tambin lorecoge as, con unos u otros acentos, la prctica de los primeros jesuitasreflejada en los Directorios. En ellos se indica el conocimiento del peca-do propio como uno de los primeros fines de la semana, pero un conoci-miento que lleve a la compuncin y a la afliccin, un conocimientoexperimental y afectivo5; y, sin apenas referencias al temor, se produceun propsito de la enmienda que, ltimamente, es un nuevo enfoque dela propia vida, que se concretar en la eleccin de la segunda semana.

    Comentaristas posteriores expresan esto mismo con diversos acentos6.

    Luis M. Garca Domnguez

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    4 VerEj. 43,44, 48,53, 55,62, 65,74, 78,82, 87,89; adems,Ej. 240, 243, etc.5 Directorio de Cordeses: D. 32, n. 71; ver n. 37 y 68. Los Directorios recogen explica-

    ciones y prctica de Ignacio mismo o de los primeros jesuitas. Sobre el sentido de la primera

    semana, por ejemplo, se pueden ver las indicaciones de un Directorio ignaciano (D. 3, n. 9-10), del P. Vitoria (D.4, n.19) y de Polanco (D. 20, n. 56-57). Acentos distintos aparecen enGil Gonzlez Dvila (D. 31, 52 y 70) o en el Directorio oficial (D. 43, 99 y 139): M. LOPSEBASTI, Los Directorios de Ejercicios (1540-1599), Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-San-tander 2000

    6 Se puede ver J. CALVERAS, Qu fruto se ha de sacar de los Ejercicios Espirituales deSan Ignacio, Librera religiosa, Barcelona 1941, 133-147; G. CUSSON,Experiencia del mis-terio de salvacin, Apostolado de la Prensa Hechos y Dichos, Madrid-Zaragoza, 1973, 120y 121; H. COATHALEM, Comentario del libro de los Ejercicios , Apostolado de la Oracin,Buenos Aires 1987, 92; J. LEWIS, Conocimiento de los Ejercicios espirituales de San Igna-cio, Sal Terrae, Santander 1987, 210-211; S. ARZUBIALDE, Ejercicios espirituales de sanIgnacio de Loyola. Historia y anlisis, Mensajero Sal Terrae, Bilbao Santander 1991,119;AA. VV.,Ejercicios: Primera semana : Manresa 64/252 (1992); AA. VV., Temas varios de Pri-mera Semana: Manresa 68/268 (1996); J. MELLONI RIBAS,La mistagoga de los Ejercicios,Mensajero Sal Terrae, Bilbao Santander 2001, 131-160.

    La reconciliacin

    consigo mismo no es el

    fin principal de la

    primera semana. Pero

    s su efecto

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    sigo misma y es humanamente ms madura y serena que en la situacincontraria; y desde el punto de vista espiritual ser ms consistente 10.Madurez y consistencia que a su vez favorecen la adecuada imagen de sy las expectativas realistas.

    A continuacin nos detenemos ms despacio en dos aspectos del pro-

    ceso descrito para la primera semana: la reformulacin por parte delejercitante de esa nueva imagen de s y la apertura a la profundidad yextensin de la raz de su pecado; ambas constituyen una base realista deesa reconciliacin consigo mismo que postulamos como fruto de la pri-mera semana.

    El propio conocimiento: hacia una nueva imagen de s

    La importancia de una positiva imagen de s como parte de la propiaidentidad y como elemento constitutivo del desarrollo normal de la per-sona es un tema comn en psicologa. Sin embargo no basta tener unapositiva imagen de s para garantizar esta madurez, sino que se requiereque sta sea adecuada y realista; lo cual implica la integracin del pasa-do, el adecuado conocimiento y aceptacin de s y que dicha imagenapoye realistamente un proyecto de vida con sentido. Todo lo cual favo-rece el equilibrado procesamiento e integracin de nuevas experiencias(positivas o contradictorias) y la seguridad emocional para hacer frentea los retos de la vida; por eso de tal persona podramos decir que estreconciliada consigo misma y que podr vivir su vida de modo psicol-gicamente estable, ofreciendo a su vez una buena base para el creci-miento espiritual.

    Un ejercitante, por lo tanto, podra ciertamente tener problemas consu imagen de s cuando su pasado le pesa o le avergenza y cuando suconocimiento de s es inadecuado por excesiva humillacin; pero tam-

    bin cuando su grado de narcisismo genera una desmesurada visin de sy cuando la realizacin de su imagen de s pide comportamientos nocompatibles con el proyecto cristiano de vida. Por ello la primera sema-na, que tiende a revolver la vida pasada y presente del sujeto y a remo-

    La reconciliacin consigo mismo en la Primera Semana de los Ejercicios

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    10 El crculo vicioso de las expectativas irrealistas podra estar presente en el 60-80% delos ejercitantes (pues aparece en la misma proporcin de quienes empiezan una vida vocacio-nal); se describe en L. M. RULLA F. IMODA J. RIDICK, Antropologa de la vocacincristiana, 2. Confirmaciones existenciales, Atenas, Madrid 1994, 146-149. Ver su efecto enEjercicios en F. IMODA, Ejercicios Espirituales y psicologa: la altura, la anchura y la pro- fundidad (Ef. 3,18): CIS XXIII / n. 70 (1992) 11-72.

    una buena reconciliacin consigo mismo. Aunque haya algn fundamen-to para afirmar lo anterior, aqu subrayamos que la pretensin del textoignaciano es la contraria.

    La primera semana como camino de reconciliacin consigo mismo

    Como decimos, podemos apreciar en la primera semana numerososelementos del texto cuya adecuada aplicacin favorece que se opere enel buen ejercitante una reconciliacin consigo mismo9. Entre los ele-mentos ms bien formales de la primera semana, los modos de proceder,podemos sealar: las disposiciones internas previas a los Ejercicios; ladisciplina dentro de ellos (uso de las adiciones, que incluyen la necesa-ria implicacin del cuerpo); la serie de exmenes que se le propone prac-ticar, minuciosos (examen particular), globales (examen del da), pro-fundos (para la confesin); la oracin de meditacin que busca integrartodo el ser psquico del ejercitante, con empleo de la imaginacin, lamemoria, la reflexin, el afecto; la oracin de repeticin que insiste enla resonancia afectiva (afectividad muy presente tambin en las reglas dediscernimiento y en el examen de la oracin); la necesaria alteridad de laoracin mental, la cual siempre empieza (oracin preparatoria, peticin)y siempre termina (coloquio) remitida fuera del ejercitante, como unejercicio de relacin con Otro.

    Estas y otras piezas del texto actan formando una especie de crcu-lo virtuoso en el ejercitante, al procurar en l una nueva y realista visinde s que genera, a su vez, expectativas realistas ante todos los aspectosde la vida: desde la imagen externa e interna de s, con la apreciacinadecuada de la propias cualidades o limitaciones y sus posibilidades dexito o fracaso, hasta las relaciones de amistad, de amor y de servicio, eincluso las relaciones con Dios. Estas expectativas realistas del ejerci-

    tante se cumplen habitualmente ms frecuentemente que las que no loson, dentro y fuera de los Ejercicios, de modo que no generan ansiedadni frustracin, sino que permiten ms fcilmente la sonrisa y la capaci-dad de humor sobre s mismo. Una persona as se encuentra en paz con-

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    9 La expresin reconciliacin consigo mismo es una de las posibles para expresar un esta-do subjetivo en el ejercitante de mayor sosiego y menor ansiedad,de mayor claridad y menoroscuridad, de sentimientos ms gozosos y menos distnicos. En tal estado se produce algnprogreso en la autocomprensin y autoestima del ejercitante, en su identidad y autorrealiza-cin personal, as como una mayor capacidad de integracin personal, maduracin, unifica-cin o autoconciencia. Es el reflejo psicolgico del fruto integral de la semana.

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    cepcin binaria del ser humano16, aunque integrada segn el conceptoescolstico de compsito. Una persona con un mundo interior lleno depensamientos y deseos frecuentemente contradictorios17 y tambinsocialmente en conflicto, desterrada en un medio que no le es propio einmerso en unas relaciones interpersonales que no le ayudan. Se trata de

    un texto poco acorde con la sensibilidad humanista actual, aunque en lapoca de su redaccin sus expresiones quiz no resultaban tan sonoras.No parece, ciertamente, una visin muy optimista del hombre, pero esbuen punto de arranque existencial de los tres primeros ejercicios.

    La composicin de lugar muestra la tensin intrapsquica del ejerci-tante como tambin la tensin psicosocial en la est inmersa esa natura-leza humana dividida. Esta influencia social sobre opiniones y compor-tamientos del individuo es un tema ms que probado en la psicologasocial18; para Ignacio est plenamente confirmada, aunque l desenmas-cara la vacuidad de los argumentos en que se basa, la futilidad de losvalores propuestos, la vanidadde la propuesta del mundo19. En todo casoIgnacio considera que esa influencia no puede determinar la conducta niquitar toda la libertad y responsabilidad del individuo, aunque s explicaen mucha medida los fuertes condicionamientos exteriores que son gene-rados por una historia de pecado que precede al ejercitante (primer ejer-cicio: Ej. 45-54) y por un entorno sin consistencia, pero muy envolven-te y seductor (las cosas mundanas y vanas:Ej. 63). Esta composicin delugar se considera al comenzar cuatro de los cinco ejercicios de estasemana (Ej. 47, 55, 62, 64) con el probable efecto sobre el generoso ejer-citante de disponerlo a una visin de s ms realista al practicar sus ejer-cicios. A continuacin nos detendremos en el anlisis de estos aspectosen el segundo y tercer ejercicio de la primera semana.

    El segundo ejercicio (Ej. 55-61)20 no es una fra meditacin intelec-

    La reconciliacin consigo mismo en la Primera Semana de los Ejercicios

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    16 A. ALBURQUERQUE, La parbola de los Tres Binarios de hombres: Manresa 67(1995), 165-167; L. GARCIA,El hombre espiritual segn san Ignacio, Razn y Fe, Madrid1961, 36-48.

    17 La composicin de lugar ofrece una explicacin antropolgica a la experiencia de dostipos de deseos contrapuestos que el ejercitante experimenta: L. M. GARCIA DOMINGUEZ,La ordenacin de los deseos en la espiritualidad ignaciana : Communio 22/3 (2000) 358-370.

    18 G. PASTOR, Conducta interpersonal. Ensayo de psicologa social sistemtica , UPSA,Salamanca 1988; F. ARONSON,El animal social. Introduccin a la psicologa social, Alian-za Universidad, Madrid 1994.

    19 Aunque detecta el hecho y denuncia su falacia, san Ignacio no puede, en el siglo XVI,descubrir los mecanismos que actan en la influencia psicosocial; pero la capacidad actual decompletar su pensamiento con los estudios de la psicologa social no resta fuerza a lo certerode su intuicin y anlisis.

    20 A. ALBURQUERQUE, Mis pecados. Segundo ejercicios de la primera semana:Manresa 64 (1992), 331-351.

    ver sus seguridades actuales, puede desestabilizar la imagen positiva des que el ejercitante trae a los Ejercicios o, en otros casos, agudizar eldisgusto consigo que el ejercitante experimente al empezar. Pues bien, la

    impresin que producen los textos es que la pri-mera semana procura suscitar, en el ejercitante

    que no la tiene, esta disonancia con su propia ima-gen actual; que mantiene deteriorada por un tiem-po su imagen en quien la traiga un tanto deterio-rada, sin aliviarle en su baja autoestima11; y estoparece facilitar la nueva y realista imagen de sque se alcanza como fruto del proceso. Efectiva-mente, la disonancia cognitiva puede favorecer eldesarrollo no slo cuantitativo, sino cualitativo: elcambio de las precedentes estructuras formales depensamiento.

    En ejercicios se procura de varios modos esta disonancia y, ms engeneral, el desprendimiento respecto a la propia imagen y proyecto. LosDirectorios sealan como buena disposicin la que incluye un ciertogrado de insatisfaccin de s y de cmo las frecuentes confesiones (que,sin embargo, no bastan para traer la paz al sujeto), pueden constituir unabuena preparacin12. Se pide entrar en Ejercicios con generosidad y dis-ponibilidad (Ej. 5), sin prejuicios respecto al mtodo (Ej. 22) ni al pro-yecto de s (Ej. 136), sin previos designios e intentos13. Durante los Ejer-cicios mismos la disciplina personal (adiciones, Ej. 74-90), la docilidadal gua y la apertura a la novedad de las propias mociones facilitarn eldesprendimiento de s.

    Con las anteriores disposiciones, el propio conocimiento se constitu-ye como elemento importante de la pedagoga ignaciana de primerasemana14. El ejercitante muy pronto se encuentra con una primera llama-da poderosa a la autoconciencia: la composicin de lugar de la primera

    semana (Ej. 47)15

    , que ofrece la visin de un ser humano dinmicamen-te bipolar, con una tensin interna constitutiva, en unas especie de con-

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    11 El texto acenta ms la confrontacin del narcisismo que el apoyo al ejercitante pusi-lnime. Esto podra ser reflejo de la experiencia del propio Ignacio, con una autoestima exce-sivamente alta antes de la conversin; pero ms probablemente se hace por la intuicin antro-polgica de que ese narcisismo original es universal, tambin presente en los que se muestranapocados en su autoestima.

    12 D. 4, n. 2-3, 20; D. 20, n. 21-24.13 D. 4, n. 20.14 Insiste en el conocimiento de s, por ejemplo, el Directorio del P. Pereyra (D. 10,n. 17-20).15 Sobre la composicin de lugar, S. ARZUBIALDE,Ejercicios espirituales de san Igna-

    cio de Loyola. Historia y anlisis, Mensajero Sal Terrae, Bilbao Santander 1991, 131-134.

    Una disonancia con laimagen del ejercitante

    que favorece el cambio

    de sus estructuras

    formales de

    pensamiento

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    obra del sujeto y producto de su pecar libre (Ej. 58); pero la condicinde pecador no es una categora ordinaria para describir al ser humano,por lo que el pecado no es parte constitutiva del yo.

    Este mayor conocimiento de s se procura en unos ejercicios quedeben realizarse con una equilibrada proporcin entre sentimiento y

    razn23 para garantizar en lo posible una vivenciaespiritual antropolgicamente integral; las peti-ciones de cada ejercicio tambin facilitan estaintegracin de emocin, entendimiento y accin.Pero los ejercicios propios de primera semana ter-minan siempre en un coloquio (Ej. 53-54, 61, 63,64, 71), en una experiencia relacional que nece-sariamente renueva la imagen de s y hace evolu-cionar la imagen previa y parcial que el ejercitan-te tuviera de Dios24. De este modo los coloquiosde la primera semana reformulan la identidad delejercitante y le favorecen el paso a una nueva etapa de su ciclo vital.

    En definitiva, de muchas maneras el conocimiento y la imagen de sdel ejercitante cambia a lo largo de la primera semana, lo cual favorece-r el proceso hacia una profunda reconciliacin consigo mismo.

    Las races del pecado: profundidad y extensin de la motivacin

    humana

    Junto al conocimiento de s, otra aportacin de la primera semanapara la reconciliacin consigo mismo es la mirada a la realidad del peca-do personal con profundidad nueva; de modo que en primera semana elmodo ignaciano de presentar el pecado tiene una intencin teolgicaprincipal, pero moviliza tambin procesos psicolgicos. El ejercitante

    La reconciliacin consigo mismo en la Primera Semana de los Ejercicios

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    23 Como indican los Directorios: D. 1, n. 5; D. 8, n. 8; D. 10, n. 42, 89; D. 18, n. 82; D.20, n. 35; D. 31, n. 58; D. 43, n. 55-58, 222; D. 46, n. 67,99.

    24 Dentro de la tradicin postfreudiana de las relaciones objetales, Ana Mara Rizzutoseala que Dios puede entenderse como un objeto transicional ilusorio especial, que es car-gado afectivamente a lo largo de toda la vida y que, siendo una representacin que siempreest ah, puede ser activado por distintas circunstancias, dentro de un proceso psquico decrear y de encontrar a Dios que no termina nunca y marca el ciclo vital. Por eso el sentido delself(yo) del nio y del adulto se ver siempre afectado por las representacin de su Dios per-sonal; de modo que ltimamente, quienes no encuentran su representacin de Dios subjeti-vamente significativa necesitan otros objetos subjetivos y otras realidades transicionales paraencontrarse a s mismos. Ver A. M. RIZZUTO, El nacimiento del Dios vivo. Un estudiopsicoanaltico , Trotta, Madrid 2006,223-227 y 260.

    tual sobre la condicin humana analizada objetivamente en el contextode la historia de salvacin; sino que constituye una invitacin a despren-derse del narcisismo natural que la condicin humana arrastra desde lainfancia, suscitando en el ejercitante la cuestin que permite la radicalhumildad: pero quin me he credo que soy? El ejercitante se vuelve a

    su propio pecado en el segundo ejercicio slo despus de haber tenidouna primera experiencia cognoscitiva y afectiva en el primer ejercicio(rememorar y entender por ms me envergorzar y confundir:Ej. 50). Enel segundo ejercicio recuerda su historia personal de pecado (Ej. 56),pero no tanto como objeto de un anlisis pormenorizado sino en unaapreciacin global (Ej. 57)21. No se trata de un mero ejercicio de memo-ria histrica, recuperacin de hechos para ser procesados en trminosracionales de justicia, injusticia o justificacin; ni menos an, paravivenciarlos con sentimientos de culpabilidad o de disculpa. Sino quecon el recuerdo de la verdad salvfica y de su propia inadecuacin a ella,empieza para el ejercitante una integracin de esa revelacin mediante eluso de las tres potencias para entender, ponderar y sentir de modo que sesusciten respuestas nuevas en su vida.

    Tras esa mirada histrica, en el tercer punto del segundo ejercicio (Ej.58), el ejercitante encuentra una ocasin para adquirir una comprensinnueva de s mismo (mirar quin soy yo, disminuyndome por ejemplos)y una comprensin nueva del Dios que lo salva en Jesucristo (quin es

    Dios, contra quien he pecado). Aunque la visin antropolgica que eltexto ignaciano ofrece al ejercitante tiene gran fuerza plstica en la des-cripcin y en la nueva comprensin de s que evoca, que es absoluta-mente antinarcisista (mirar toda mi corrupcin y fealdad corprea [...],mirarme como una llaga y postema de donde han salido tantos pecados

    y tantas maldades y ponzoa tan turpsima ), el pecado es siempre efec-to y producto de la libertad del hombre, de su decisin y de su actividad;pero no en modo alguno algo constitutivo de su persona. Pues, aunque

    ahondar en la concepcin ignaciana del pecado requiere un anlisis queexcede el propsito de estas pginas, podemos recordar que los textosignacianos hablan muchsimas ms veces del pecado como realidad teo-lgica que del ser humano como pecador 22. Ciertamente, el pecado es

    Luis M. Garca Domnguez

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    21 La idea se repite en los Directorios: D. 3, n. 10; D. 4, n. 26; D. 20, n. 60; D. 31, n. 43;D. 43, n. 125.

    22 En la Concordancia ignaciana la palabra pecado se recoge 148 veces (94 de ellos enlos Ejercicios);pecaraparece 14 veces (10 en los Ejercicios); ypecadoraparece slo 3 vecesen todos los textos ignacianos considerados (una vez en Ejercicios: Ej. 74): I. ECHARTE(ed.), Concordancia ignaciana, Mensajero Sal Terrae, Bilbao Santander 1996, 930-934.

    Los coloquios de la

    primera semana

    reformulan la

    identidad del

    ejercitante y favorecen

    el paso a una nueva

    etapa vital

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    (que han sido criadas para el hombre y para que le ayuden ) sino en eluso que haga el individuo de ellas ( tanto / cuanto, hacernos indiferentes,lo que ms). Con el trmino de operaciones Ignacio se refiere a lasactividades humanas externas, a los actos internos o acciones para conuno mismo (como indica Calveras y repiten muchos); pero, ms en gene-

    ral, son los actos corporales y mentales, intencionales o no. Desde lasoperaciones naturales vegetativo-corporales, tales como digerir27, hastalas ms significativas operaciones intelectuales propias del entendimien-to, y que empleamos en la actividad de orar (Ej. 1). De modo que el con-cepto se refiere a cualquier actividad (operare) de las potencias vegeta-tiva, sensitiva, apetitiva, racional o locomotriz de la persona humana.Operaciones son, pues, dinamismos fsicos y psquicos, actividadesintencionadas o no, que desarrollan cualquiera de las facultades huma-nas, corporales o psquicas, para actuar sobre sus objetos propios. Por lodems, cualquier operacin humana puede estar informada o no por lagracia, y estar ordenada o no al fin ltimo del hombre; con lo cual unapersona puede estar ordenada o no en sus operaciones, ya que stas tien-den a funcionar articuladamente al servicio de los dinamismos intencio-nales que unifican al sujeto, sean conscientes o no28.

    Segn esta interpretacin, parece que el texto de los Ejercicios semuestra una visin antropolgica en la que el ser humano, que tiende a laintegracin de su constitucin compleja, y cuyas operaciones estn nti-mamente relacionadas entre s, puede ser afectado por la intencionalidadde su orientacin fundamental, segn una visin antropolgica finalsti-ca. Pero este desorden intencional del ser humano (consciente o subcons-ciente) le afecta a todo l y puede desordenar su funcionar, sus operacio-nes, y la relacin con los objetos (personas, cosas y situaciones) que lasoperaciones procesan. Lo contrario de lo que sucede en una persona orde-nada. El desorden de las operaciones es una manifestacin de esta tensinmotivacional que puede sesgar la racionalidad humana, puesto que el per-

    cibir, sentir y pensar conforman expectativas inadecuadas y despropor-cionadas al realismo de la condicin humana; el desorden de las opera-ciones distorsiona la imagen de s, no admite en paz la condicin de peca-dor y no dispone al ejercitante en alabanza y servicio ante el Creador.

    La reconciliacin consigo mismo en la Primera Semana de los Ejercicios

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    27 Carta de san Ignacio a Francisco de Borja de 20 de septiembre de 1548: Ep. 2, 233-237.28 Intencionalidad consciente se da cuando,por ejemplo, el ejercitante quiere y desea y es

    su determinacin deliberada seguir al rey eterno que le invita (ver Ej. 98). Intencionalidadinconsciente puede darse, probablemente, cuando el ejercitante quiere quitar un afecto a lacosa adquisita que impide su eleccin, pero no pone los medios adecuados (ver Ej. 154); ocuando en la eleccin trae el fin al medio y elige primero el medio y luego quiere que Diosvenga derecho a su afeccin desordenada (cf. Ej. 169).

    percibe races muy profundas e influencias muy diversas en el origen desus pecados. En su infidelidad a Dios no acta slo su mala voluntadlibre, sino tambin mucha oscuridad motivacional, influjos sociales, pre-siones culturales, fuerzas no fciles de controlar. El ejercitante com-prende que ni l resulta ser tan libre como crea ni su buena intencin es

    tan eficaz como desea; y si, por un lado, puede experimentar cierto ali-vio al percibir los muchos condicionamientos de su libertad, por otrovuelve a confirmar que su imagen narcisista (manifestada en perfeccio-nismo y voluntarismo) es absolutamente intil para su fidelidad al pro-yecto creyente.

    En esta nueva visin de s, la prctica asidua del discernimiento igna-ciano abre al ejercitante de primera semana (Ej. 8, 9, 17, 313-327, 345-351) a niveles de profundidad interior que no sospechaba antes de Ejer-cicios. Esta percepcin de su complejidad y profundidad se confirma alpracticar los distintos exmenes que se le proponen (Ej. 24-44, 77), enlos que se le recuerda que su comportamiento no slo es activado por supropia decisin, sino tambin por otras fuerzas y pensamientos que nocontrola, pues no salen de su mera libertad(Ej. 32).

    Pero la aportacin a la complejidad de la motivacin humana queparece ms genial en la primera semana se manifiesta en el tercer ejer-cicio, donde se muestra la visin del pecador condicionado por el desor-den de las operaciones (Ej. 62-63)25. Sin embargo no todos los comenta-ristas explican del mismo modo este concepto, que a veces se entiendecomo faltas o pecados menores, para otros equivale a afecciones desor-denadas y otros entienden como desorden en actividades privadas. Peroel concepto de operaciones parece importante en la concepcin del hom-bre que se maneja en los Ejercicios pues, aunque solamente se cita tresveces en el texto (Ej. 1, 46, 63)26, sin embargo se pide al ejercitante quelo repita en la oracin preparatoria unas ciento cincuenta veces a lo largodel mes (verEj. 49); por lo cual conviene mucho que el ejercitante sepa

    exactamente lo que pide con tanta insistencia.Es claro que para Ignacio la norma del orden es el fin del hombre (Ej.23), y acomodarse al mismo realiza a la persona. Y, consiguientemente,constituye desorden todo lo que no est orientado a dicho fin, cualquiercosa que le impide, desva o distrae de emplear todas sus energas vita-les en dicho fin. Pero en Ignacio el desorden no est tanto en las cosas

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    25 El desorden de las operaciones lo trata J. CALVERAS, Tecnicismos explanados: Man-resa (1926) 119-132; 201-215; 322-332.

    26 Fuera de Ejercicios aparece en Co. 723;Ep. 2, 235;Ep. 1, 523;Ep. 1, 105;Ep. 4, 127.

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    hemos examinado favorecen la reconciliacin consigo mismo del ejerci-tante y, ms all, posibilitan incluso una verdadera re-estructuracin delyo. Con todo, ahora queda por aadir que la reconciliacin indicada estodava parcial e incompleta; pues queda pendiente de realizarse en unproyecto personal al que se ha invitado al ejercitante, pero que ste toda-

    va no ha emprendido. Aunque ya en la primera semana se confronta elejercitante con su futuro, pues el quinto ejercicio, meditacin del infier-no (Ej. 65-71) presenta la proyeccin personal de su opcin precedentepor el pecado en su vida. De modo que en la primera semana se alcanzauna reconciliacin real, pero inacabada, porque al final de la misma elejercitante, ms pacificado y no amenazado, mira hacia el futuro y quie-re disponer de s.

    Pues Ignacio disea una primera semana dentro de un proceso com-pleto de cuatro semanas y la reconciliacin consigo mismo que se alcan-za en ella es, en cierto modo, dialctica e inacabada. Reconciliacin dia-lctica porque, antes de llegar a la sntesis completa de la realizacin des en alabanza y servicio, Ignacio parte de la tesis del narcisismo conna-tural humano (verEj. 20) y pone como anttesis los claroscuros antropo-lgicos de la primera semana, que sitan al ejercitante en el humus ade-cuado. Pero tambin es una reconciliacin inacabada porque el ejerci-tante contina en las siguientes semanas un recorrido que le afectar pro-fundamente a su autocomprensin, a la visin de su quehacer en estemundo, a su nueva identidad, al sentido de su amor y de su vida, a larazn de su productividad, actividad y generatividad30. De este modo elrecorrido por las restantes semanas de los Ejercicios31 producirn en elejercitante nueva experiencias y percepciones de s que completarn noslo nuevos motivos de reconciliacin consigo, sino nuevas etapas deidentidad y autocomprensin que van ms all de la superacin de ladivisin y contradiccin internas y, superando la fase un tanto homeos-ttica de la reconciliacin consigo, le proporcionarn una identidad ms

    pro-activa, en la que el yo se descentra y proyecta, menos pendiente desus propios sentimientos y ms determinado por los otros y el Otro. Yas, mucho ms claramente que en el fruto de la primera semana, realizasu vida (o salva su alma:Ej. 23).

    No podemos detallar aqu esas propuestas ignacianas que continan y

    La reconciliacin consigo mismo en la Primera Semana de los Ejercicios

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    30 Son algunos de los temas de un itinerario de la madurez: E. ERIKSON,El ciclo vitalcompletado, Paids, Barcelona 2000.

    31 No todos los ejercitantes que pueden aprovecharse de la primera semana tiene subyec-to para la segunda, como se supone en los Ejercicios (verEj. 9, 10, 14, 18) y se indica en losDirectorios (D. 1, n. 13; D. 3, n. 13; D. 4, n. 1; D. 20, n. 10-11; etc.

    La aportacin de la psicologa profunda nos permite comprender hoyms claramente que Ignacio los distintos niveles de conciencia del fun-cionamiento psquico y de las operaciones. Existen fuerzas dinmicas noslo conscientes y racionales, sino tambin subconscientes y emotivas,

    que influyen poderosamente en el comportamien-

    to y que pueden motivar a sentir y conocer, a ele-gir y actuar en asuntos centrales de la propia vidade modo desordenado. Y resulta patente la difi-cultad de actuar sobre el desorden de las opera-ciones cuando ste es inconsciente.En el tercer ejercicio de la primera semana noslo se abre el ejercitante al misterio de su moti-vacin, sino que Ignacio le hace consciente tam-

    bin de la influencia poderosa que sobre l ejerce el mundo. En el textode los Ejercicios se habla del mundo en varios sentidos, uno de los cua-les es verlo como uno de los enemigos del alma o de natura humana (Ej.63, 142, 173; cf. 9)29. En este ltimo sentido, que tiene connotacionesbblicas, se ilumina la antropologa social ignaciana: el mundo es un ene-migo del ejercitante porque influye poderosamente en su interior y en sumotivacin, de modo que el concepto de honorrefleja el esfuerzo igna-ciano para desenmascarar la gran falacia de la influencia cultural o delambiente y del grupo de referencia. Actualmente la psicologa aceptaampliamente que el ambiente (familiar, escolar, relacional, cultural)influye notablemente en este complejo bio-psico-social que es el serhumano. La psicologa social y la sociologa ofrecen explicaciones delas conductas humanas, y de los procesos internos de pensamiento yemocin, basadas en la observacin de estos influjos externos delambiente. En sntesis, el texto recuerda al ejercitante este mensaje: noolvides que eres un ser constitutivamente psicosocial pero, en esa dimen-sin, altamente influenciable por las cosas mundanas y vanas (Ej. 63).

    Una reconciliacin incompleta y un proyecto abierto

    Otras muchas piezas ignacianas de la primera semana que aqu no

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    29 La palabra mundo aparece diecisiete veces en el texto de Ejercicios, con tres significa-dos distintos: la totalidad de la tierra (Ej. 71, 102, 103, 141, 145, 165, 307), la totalidad delgnero humano (Ej. 9, 94, 95, 167,265), y como uno de los enemigos del hombre: Vocabula-rio de Cndido de Dalmases, en IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, Sal Terrae,Santander, 1990, 201. El autor recoge los tres significados del Diccionario de la Real Acade-mia Espaola de la Lengua.

    En el tercer ejercicio elejercitante se abre al

    misterio de su motivacin

    y a la influencia del

    mundo sobre l

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    nal para acercar al realismo antropolgico que permite una vivencia enpaz consigo y con los dems, que genera expectativas realistas ante smismo y en las relaciones interpersonales.

    La primera semana ignaciana busca la reconciliacin del ejercitantecon Dios y su cambio de vida por amor; pero esto no se suele realizar si

    no va unido a una adecuada y profunda reconciliacin consigo mismo.San Ignacio pretende la primera reconciliacin, pero incluye la segundacomo fruto y condicin de su recorrido.

    Este realismo antropolgico ignaciano que se presenta en el textodebe guiar la pedagoga espiritual del que da Ejercicios (y de quienacompaa espiritualmente con perspectiva ignaciana), de modo que no leahorre al ejercitante la purificacin que necesariamente debe sufrir nilo abandone en una vivencia meramente psicolgica de su inadecuacin.La consideracin de las indicaciones del texto y la comprensin globaldel pensamiento antropolgico y espiritual ignaciano le guiarn en taldifcil tarea.

    La primera semana puede darse y vivirse de modo muy pernicioso.No es fcil la pedagoga para con un ser cado y salvado, puesto quesiempre habr que tratar con la profunda divisin instaurada en un cora-zn humano que es capaz, como verificamos cada da, de ofrecer lomejor de s, pero tambin de generar lo peor33. Pero en esta dificultad,Ignacio de Loyola tiene su propia visin y ofrece su particular pedago-ga espiritual. Pretende que el ejercitante llegue a una realista concienciade s que sostenga una autoestima adecuada y humilde, y que le posibi-lite la verdadera libertad para una disposicin de s en alabanza y servi-cio. Este realismo antropolgico ignaciano ha apoyado la entrega gene-rosa e ilusionada de muchas personas que se han consagrado al aposto-lado con profunda esperanza y seguridad en sus proyectos; ste es quizel mejor rostro de la autoestima cristiana.

    La reconciliacin consigo mismo en la Primera Semana de los Ejercicios

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    33 CONCILIO VATICANO II , Gaudium et Spes, n. 10.

    llevan a plenitud la reconciliacin consigo slo iniciada en la primerasemana. Slo apuntamos que en la segunda semana el ejercitante sigueun llamamiento a realizarse no slo en una nueva tarea sino que le exigesu transformacin como persona (en la oblacin del Reino: Ej. 98). Unseguimiento que purifica una y otra vez su ambivalencia potencial

    mediante los ejercicios de banderas, binarios y tres grados de humildad(Ej. 136-147; 149-157; 165-167), purificacin que se continuar en lascontemplaciones de la tercera semana. Pero el momento de la eleccines otra ocasin de conocerse (en su ambivalencia), de rectificar el propioproyecto, de probar su intencin afectiva (ver Ej. 342) conjurando susafecciones desordenadas, siempre buscando la autenticidad en el salirdelpropio amor, querer y interesse (Ej. 189). En efecto, mediante la pre-sencia de afecciones desordenadas puede el ejercitante elegir algo buenoque, sin embargo, no es lo mejor para l, sino que alimenta y gratifica enl indirectamente algunas necesidades psquicas ms o menos latentes32.Todava ms adelante, en tercera semana, se le ofrecen unas reglas paraordenarse en el comer (Ej. 210-217) que no son reglas de penitencia,sino de ordenacin de los apetitos irrenunciables de su mundo tenden-cial: de modo que el ser dividido y conflictual puede integrarse en muchamedida, segn la visin ignaciana, mediante el discernimiento y el tra-bajo de ordenarse. Este itinerario se concluir en la contemplacin paraalcanzar amor (Ej. 230-237), un ejercicio en cuyos cuatro puntos semuestra una antropologa reconciliada y un sujeto en relacin de armo-na, ahora s, con toda la realidad: con su historia, con la naturaleza, conuna realidad habitada por Dios y con sus propias cualidades personales.

    Conclusin

    El ejercicio ignaciano de la primera semana no

    ofrece una reconciliacin consigo mismo en modoalguno fcil, sino paradjica; pero es una reconci-liacin enraizada en dinamismos profundos quelas ciencias humanas pueden confirmar. El propioconocimiento sobre bases realistas puede alejar,aunque con esfuerzo y dolor, del narcisismo origi-

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    32 J. CALVERAS, Qu fruto se ha de sacar de los Ejercicios de san Ignacio, Librera Reli-giosa, Barcelona 1941, 53, 73-77; L. M. GARCIA DOMNGUEZ,Las afecciones desordena-das. Influjo del subconsciente en la vida espiritual, Mensajero Sal Terrae, Bilbao Santan-der 1992, 79-98.

    El ejercicio de la

    primera semana no

    ofrece una

    reconciliacin consigomismo fcil sino

    paradjica