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CONFLICTO Y DEFICIT: UvIPLICANCIAS PARA LA TÉCNICA BJ0RN KILLlNGMO, ÜSLO INTHODUCCION En el psicoanálisis tradicional, la psicopa- lología es conceplua ]izada en términos de conflicto intersistérnico. Esto irnμlica diferen- tes pnlrones de oposición entre los tres siste· mas estrncluralcs de la -ello, yo, super¡ó· y la realidad. Además, la fórmu- la principal de la evolución patológica es la si- guiente: deseo pulsional edípico-represión-. regresión- forn1ución <le síntornus. Esla ma- nera de conceplualizar la patología presupo- ne un cierto grado de diferenciación estructu- ral. En primer lugar, los propios sislen1us que se supone están en conflicto entre tienen que estar separados. En segundo lugar, tiene que establecerse una diferenciación relutiva- mente estable enlre la representación del sí- mismo y la representación del objeto (cons- . tancia). de tal mnnera que se experimente la constelación interpersonal triádicn de la si- tuación edípica. En tercer lugar, el individuo debe haber alcunzado un nivel de desarrollo que le perrnitu utilizar la repre- sión como el principal mecanismo de defensa. Sin embargo, tonto la experiencia clínica como la evolución teórica, especialmente du- rante los Ultiinos 20 años, pu recen exigir una revisión, o por lo rnenos unu ampliación, de lu teoría clüsica. Primernrnente, una inmensa cantidad Je evidencia clínica tiende a señalar el inicio de la patología antes de la etapa en que se supone se ha producido la diferencia- ción estructural tnenciona<la líneas arriba (Call, 1980). Luego, las propias necesidades en juego en el proceso no siempre parecen ser de naturaleza funda1nentalmen- te pulsional (libidinal o agresiva). 1'ambién necesidades euoluliuas (Tolpin, 1978), como la necesidad de una fusión simbiótica (Mah- ler y otros, 1975) o la necesidad de la afirma· ción del sentimienlo básico del sí-mismo (Ko· hut, 1977), pueden jugar un rol inde- pendiente con10 fuerzas n1otivadoras de l 1 fenómenos patológicos (Killin¡,'ffio, 1985). f'i. nalrnent..e, parece que e) mecanismo de fun- cionun1iento de la patología no sie1r1pre es el de fuerzas que se oponen activamente unas a otras, como se definía en la teoría tradicional. 'l'ambién puede S\:1 el de un sufrimiento o trauma pasivo. El aporte patógeno del rnedio nrnbientc no es fundamentalmente el de una condena moral que se opone a los deseos pul- sionales del niño. Más bien se trata de un pro- blema de falla, es decir, que el objeto no rcs- poude emocionahnente de una tnanera ade- cuada en ténninos <le las fases a las necesi- dades evolutivas del niño. Por lo tanto, a nivel de principios, debernos hablar de dos mecanismos patológicos sepa- rados, el del conflicto y el del déficit. A dife- rencia de Ja patolog-ía típica, bat:uda en el con- fliclo, la patología basada en el déficit se ca- racteriza por las fallas intrasi.c;témícaB, como una estructura defectuosa del sf·mismo, la falta de constancia del objeto, la difusión de la identidad, la escisión y la fu lta de capaci- dad para relacionarse en1ocionalrnente con los objetos (Kernberg, 1975), es decir, que la propia evolución de la estructura del yo ha si- do dañada. El enfoque cada vez más amplio de la psi- copatologín rnencionado líneas arriba es re- sultado principalmente de la evolución teóri· ca dentro de la psicología de las relacio'les ob- jeta les y de Ja psicología del sí-misrno. Obvia- mente, esta nueva perspectivn cuestiona e1 monopolio que ha ejercido el concepto de con- flicto dentro de la teoría tradicional. En líneas generales, tres posiciones teóricas pecto al concepto de conflicto parecen ser las predominantes en el psicoanálisis contem- poráneo: (1) El conflicto debe ser concebido como existente desde el nacimiento. En última :ins- tancia, toda la psicopatología se basa en el conflicto intrnpsíquico. El psicoanálisis como IS e,

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CONFLICTO Y DEFICIT: UvIPLICANCIAS PARA LA TÉCNICA

BJ0RN KILLlNGMO, ÜSLO

INTHODUCCION

En el psicoanálisis tradicional, la psicopa­lología es conceplua ]izada en términos de conflicto intersistérnico. Esto irnµlica diferen­tes pnlrones de oposición entre los tres siste· mas estrncluralcs de la personnlid~d -ello, yo, super¡ó· y la realidad. Además, la fórmu­la principal de la evolución patológica es la si­guiente: deseo pulsional edípico-represión-. regresión- forn1ución <le síntornus. Esla ma­nera de conceplualizar la patología presupo­ne un cierto grado de diferenciación estructu­ral. En primer lugar, los propios sislen1us que se supone están en conflicto entre sí tienen que estar separados. En segundo lugar, tiene que establecerse una diferenciación relutiva­mente estable enlre la representación del sí­mismo y la representación del objeto (cons- . tancia). de tal mnnera que se experimente la constelación interpersonal triádicn de la si­tuación edípica. En tercer lugar, el individuo debe haber alcunzado un nivel de desarrollo estru~tural que le perrnitu utilizar la repre­sión como el principal mecanismo de defensa.

Sin embargo, tonto la experiencia clínica como la evolución teórica, especialmente du­rante los Ultiinos 20 años, pu recen exigir una revisión, o por lo rnenos unu ampliación, de lu teoría clüsica. Primernrnente, una inmensa cantidad Je evidencia clínica tiende a señalar el inicio de la patología antes de la etapa en que se supone se ha producido la diferencia­ción estructural tnenciona<la líneas arriba (Call, 1980). Luego, las propias necesidades en juego en el proceso paloló¡,~co no siempre parecen ser de naturaleza funda1nentalmen­te pulsional (libidinal o agresiva). 1'ambién necesidades euoluliuas (Tolpin, 1978), como la necesidad de una fusión simbiótica (Mah­ler y otros, 1975) o la necesidad de la afirma· ción del sentimienlo básico del sí-mismo (Ko· hut, 1977), pueden jugar un rol inde­pendiente con10 fuerzas n1otivadoras de

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fenómenos patológicos (Killin¡,'ffio, 1985). f'i. nalrnent..e, parece que e) mecanismo de fun­cionun1iento de la patología no sie1r1pre es el de fuerzas que se oponen activamente unas a otras, como se definía en la teoría tradicional. 'l'ambién puede S\:1 el de un sufrimiento o trauma pasivo. El aporte patógeno del rnedio nrnbientc no es fundamentalmente el de una condena moral que se opone a los deseos pul­sionales del niño. Más bien se trata de un pro­blema de falla, es decir, que el objeto no rcs­poude emocionahnente de una tnanera ade­cuada en ténninos <le las fases a las necesi­dades evolutivas del niño.

Por lo tanto, a nivel de principios, debernos hablar de dos mecanismos patológicos sepa­rados, el del conflicto y el del déficit. A dife­rencia de Ja patolog-ía típica, bat:uda en el con­fliclo, la patología basada en el déficit se ca­racteriza por las fallas intrasi.c;témícaB, como una estructura defectuosa del sf·mismo, la falta de constancia del objeto, la difusión de la identidad, la escisión y la fu lta de capaci­dad para relacionarse en1ocionalrnente con los objetos (Kernberg, 1975), es decir, que la propia evolución de la estructura del yo ha si­do dañada.

El enfoque cada vez más amplio de la psi­copatologín rnencionado líneas arriba es re­sultado principalmente de la evolución teóri· ca dentro de la psicología de las relacio'les ob­jeta les y de Ja psicología del sí-misrno. Obvia­mente, esta nueva perspectivn cuestiona e1 monopolio que ha ejercido el concepto de con­flicto dentro de la teoría tradicional. En líneas generales, tres posiciones teóricas res~ pecto al concepto de conflicto parecen ser las predominantes en el psicoanálisis contem­poráneo:

(1) El conflicto debe ser concebido como existente desde el nacimiento. En última :ins­tancia, toda la psicopatología se basa en el conflicto intrnpsíquico. El psicoanálisis como

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procedimiento terapéutico es nplicable, en principio, a toda la gama de patologías. Esta seria la posición kleiniana.

(2) El conflicto debe ser restringido al con­flicto intersistémico tradicional. El trata­miento psicoanalítico tnn1bién debe estar res­tringido n la patología basada en conflictos. El d.éficit evolutivo, perteneciente a las pri­meras etapas evolut.ivas indiferenciadas, es­trictamente hablando, cae fuera del dominio teórico específico del psicoanálisis. Esta pa­rece ser la posición de Anna Freud (1981).

(3) El concepto de conflicto debe ser com· · plementacfo por el concepto dCciel1c1t dentro de una teoria amprrua-craeYOiución esfruc:­tímir!frps1coanáTisis en su formñClásiCaíi<L iiueCleº enfrentarº toda hg¡\ma .de patologígs_ eslniét.Ufiiles-iinºcontr1i'dásººen~:Ja-:.Práctica clfn-1ca~-po-r·10-t:iintO:se·-·necesita amplinr 168. 3-JcaríC-Cs de la técnica ana1ítica. Este itercer punto de vista' parece estar implícito, si bien no ha sido planteado nbierta1ncnte, en los es­critos de varios teóricos contemporáneos (Ce­do, 1981; Robbins, 1983; Tiihka, 1984). Es también el punto de vista que yo defiendo (!G­llingrno, 1985).

Est.e tercer punto de vista implica que Ja estructura de la personalidad tiene que ser pro_fu;:.dnmc:itc ev1luada en cada caso cs­péc::ifico._~nnalistu debe derivar su est.rnteA gia terapéu l.ic_~-~..P.!:'!r~tr_ªf:! _l~_~o_J_Tip_rens1oñClC -1a-c-ófl'fóffñ'iición estructural única del pnCien· -r~-i-foi_:_i}1ul3f-y ªEJiC:.~1'.' sus i_f)tervenciones de tal manera que se adecúen a dicha estructu- · rá~oneTtiii.de fograi esta taren de una ma- · nera consistente, el analista necesitará de una teoría que le permita una descripción de­tallada de In irregularidad estruclurul, es de­cir de las variadas constelaciones de conflic­tos y estancamientos de la evolución y de su organización resultante, así con10 de su es­tructurajerárquica. Equipado con tal instru­mento, que le permita entender Ja informa­ción clínica, el analista estaría en posición de ampliar sus intervenciones de tal manerac que Correspondan con mayor exactitud al es­tado del yo en cualquier momento dado de la terapia. Quizás esta sea una situación ideal que nunca lleguarernos a alcanzar. Pero, por otro lado, siempre será posible refinar tanto · la evaluación estructural corno la interven-

ci6n t.erupt~uticu,al iv,unl que nuestro enten­dimiento de la relación entre las dos.

El presente artículo tiene dos propósitos. Prin1cro 1 discutir cómo la distinción concep­tual entre déficit y con.nieto puede contribuir a un entendin1iento n<ás preciso y a1 manejo terapéutico de una variedad de patrones es­tructurales, es decir, de In variación entre un paciente y otro, así como dentro de un misrno paciente entre un momento y otro, o entre un área de su personalidad y otra. En segundo lugar, discutir cómo esta ampliación en la comprensión de la psicopatología afectará el enfoque psicoanalítico estándar. Dentro de esta perspectiva, se discutirán con mayor de­talle los siguientes problemas:

l. ¿Qué diferencias produce la distinción entre conflicto y déficit en la estrategia te­rapéutica?

2. ¿Cón10 se vu afectada Ja transferencia r'1r el conílicto y el déficit respectivan1ente?

3. ¿Cómo aparecen Jos derivados del rléfi· citen el material clínico?

4. ¿Implica el concepto de déficit una mo· dificnción de la actitud analítica?

Dos ESTRATEGIAS TERAPEUTICAS

Cv1no se n1encionara antcr-iormentc, el concepto de conflicto int~rsisté1nico pref;upo­ne cierto grado de diferenciación en trc los sis­temas del ello, el yo y el superyó. Achmüs, de­be producirse una diferenciación dentro d1~I propio yo. I~sLo incluye una cierta capacidad de representación en lo que respecta a:

(1) La relación entre causa y efecto circuns­crito.

(2) El sí-n~ls1no como iniciador de pensa­mientos y acciones.

(3) El sí-mismo como entidad inde­pendiente de otros objetos y sucesos.

Dadas estas características estructurales, podemos imaginarnos a un nifio capaz de ex­peritnentar que cierto evento 'malo' tuvo Ju­gar por una razón determinada y que él mis­mo tuvo algo que ver con que ello sucediera, pero sabiendo simultáneamente que •no era totalmente culpable' (Myerson, 1981). El yo se ha desarrollado hasta un nivel en el que es

1 En este nttfculo, se utiliza el ténnino .. anttlislll~ aun cunndo las intervcncionca t&-nicn:J nplicadntt caen fuera de lo que cornúnn1cnlc :.e considcrn conlo psiconntilisis.

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capaz de experimentar y representar la inten- cipalmel)_teJ!_l'evelar los sigilificados ocultos cionalidad primaria. Es decir, se ha designa- sino más bien iiñyudáTál yo a experiiiien§r~-do a la representación del sí-mismo como cen- elSigñ-ifíclidó rnismo'.~_"NOS0" tia_ta·-de-~eñc_on_-tro responsable de los impulsos, acciones y "tr_arálgo mássiilo de sentiiqüe "algo existe:·--sentimientos propios del niño (más adelante Altrabájar-dentro-deldominio del mate-regresaré al asunto de la intencionalidad se- ria] basado en conflictos, el analista espera cundaria). Este niño, al ser capaz de conce- que el paciente se alíe a en)ar·a-investigar: birse a sí mismo 1 por lo n1enos de una mane- faifüfei--conílictó CóhiO la: resistencia contra el ra rudimentaria, como un agente· de su pro~ PfOp_io-éSfuerió. dtfinve·sti_gación~ La·persp-ec:--pia vida, también tendrá la capacidad de ate- tiva terapéutica --será- ·prinéipalmente to-morizarse antes sus propias malas intencio- p~gr_~ las_i_o1er_1{~n,eion~&_SCX.~.IJ_de_JjpQ__ nes. En consecuencia, el yo establecerá meca- fÍnterpretai1.vo,\ siguiendo la fórmula de: 'Lo nismos para engañarse a sí mismo, principal- 'qlle -usted--h-a .. ·Cstado deseando, pero que al n1ente la represión, con el fin de evitar descu- mismo tiempo lo ha atemorizado y 1e ha cau-brir de quién te1ne qué. De esa manera, pode- sado culpa, resistiéndose por lo tanto a tomar mas conceptualizar la esencia de la patología conciencia de ello, es '. Incluso aun-basada en conflictos como una patología de que le cause incomodidad, el paciente sefá-&i-significados ocultos. ;Jazdinn:·eplaFqüela fnvitación·a:·explórar-

La principal diferencia entre conf1icto y denfrií"ilélsignificádó láfüiite es basiéainente-déficit puede ser formulada en términos de una actitud de·ayudn por parte del analista; ... representación del significado intencional. --·Sin embargó; al trriOrijar··-coii~deriVados-del Así, el déficit hará referencia a una patología déficit, el analista no puede esperar que el pa-donde no existe una intencionalidad prima- ciente experimente sin más ni 1nás su invita-ria. Debido ya sea a un estí1nulo obrurnndor, ción a investigar como un benevolente acto de a un estírnulo inadecuado o a la privación, el _ayuda. Es m~s probable que _sea interpreta-yo ha sido <lañado en un momento en el qtíe -· da_ en téí-ñlíiiO-S--0-8-cY:ílica:j¿i_Qy__ocaC-l'Oii]>_§:fa-su capacidad para representar causas y efec- que-:-ESfouebilítarála aii"anza de trabajo y-É;ñ· tos y su capacidad para experimentar a) sí- Ultítña instancia constituirá una amenaza mismo co1no un centro estratégico no se han para 1a continuación de la terapia. Por lo tan-desarrollado todavía. El resultado de esta fa!- to, con respecto al material basado en un défi-ta de diferenciación del yo es un estado de cit, la perspectiva tearnéutJ.c_a_no es principal-confusión y de sentimientos amorfos de mente topográfica sino que busca (1) C()!J"Jlgl.L vergüenza y culpa. Por lo tanto, en la p~to- ':( separar las re¡:ireSJ0.!1.tacjc:iiies 51-mismo,.ob::.. logia basada en el déficit no se trata de de e.!l::... Jeto distorsionadas o difusas y (2) P!"Oducir la derse contra la angusEla rétaciOñada cOnlas estructuración d~_~p_e_\;fi)¡¡_dtla!l relricíones­malas mtenciiines, ¡foi'ejempló~ neceSiéfades;·· ofü~t¿il!!_S_!.J.ll.e todavía no se ha alcanzag<>__en_ faiítasias y senEirriieñf.Ospr"ohibidos dirigidQS _ la evolución prevfii:C_óffesfé~¡l<5SilQ,_las in­hUCi3el oüjetO:Cámo-sucede en-el Co-nílicto. terVéñCiOñeSdeiññalfStl\deben tener no una Contra lo que Uno se defiende-es~-fUñ-dñillen--:- naturaleza interpretativa sino una natura1e-=-folmente: coritra_lii_ angiistía de fragméñta- - za dffrma{fod. ' · CiOn-:es-decir·cor1tf'ü-1a-pé"fCli·aaaeia propTu-- --¿cuáles son las característicª§_de una in-seii-SilCión de identidad. terVención afirffiativa?-LoSCuatro e1en1e'i-1l.OS

-/,QüF.l!:!!¡:i]j_CJlJ}Ciao·tiene esta diferencia- planteados por Cissna y Sieburg (1981) pare-dón entre conflicto y déficit Rsi.rala..e.(;.k<l.I.!!.:. cen establecer la esencia psicoanalítica del

_gi!1_terapéutíca y el_t_ig_~g~intervención? En concepto: (1) el ele.mg.n.to.d_e exi~ten<¿i¡J, (2) e_! lo que respeéfaa"la patología 5asada en con- elemento de reíaClón, (3) el elemento de valor flictos, la tarea del analista es apoyar al yo en y (4) el elemen~i:cl~~validez_Cl_eJa~xperienc1a. la arriesgada aventura de enfrentarse a im- Una íOEerveflCión afirmativa no siemp·re in-pulsos y afectos arcaicos, hacia repre- c1uye los cuatro elementos, sino que puede sentaciones objetales internalizadas que son enfatizar uno de ellos. Así, algunas veces la proyectadas en el analista. Tal empresa pre- validez de la experiencia será la earacterísLi-supone una alianza entre el analista y e) pa- ca que necesita ser confirmada con mayor ur-ciente para descubrir, es decir, para buscar gencia. Una intervención pertinente sería los significados ocultos. Sin en1bargo, en lo más o menos de la siguiente manera: 'Lo que que respecta a la patología basada eri el ;¡,g¡: .. usted siente es correcto. En esa situación us­Cit1 Cl esfUCrz-o lc-r.ñifCú1iCo no· se-dirige -prin- ted no tenía otra opción. U_sted hizo exacta-

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mente lo mejor que podía haber hecho'. La na­turaleza afirn\ativa puede ser lransrnitida n1cdinntc intervenciones de diferente com· plejiúad lógica y contextual, que van desde oraciones sin1ples como: 'IA que usted vio de· be haberle resultado tremendamente pertur­bador' hnstn reconstrucciones rnós integrales que busquen deshacer las conexiones falsas tanto a nivel emocional como cognitivo.

Se han utilizado varios términos para ha· cer referencias a intervenciones distintas a la interpretación tradicional. Así, Ornslcin y Ornstein (1980) hablan de la 'interpretación empática reconstructiva', Tühkii (l!J84) de 1explicación e1npática', n1icnlras que otros utilizan el térn1ino 'reconstrucción' como otrn catcgoríu nmplia de intervenciones distintas de la interpretación (Sandler, 1984). Yo suge­riría que todos es los térrninos se agrupen bn· jo el título'dc intervenciones afírrnativa.';. l~n mi opinión, esta amplia categoría tnnlbicn in· ciuirfa lérrninos como 1conlencr' (Bion, 1962) y 'sostener' (Modcll, 1976; Winnicotl, 1965). Si bic~1 estos térn1inos engloban n1ás aspec­tos y hnccn tun1bién referencia n olrus aspec­tos más implícitos del comportamiento del ano lista, contribuyen ni establecimiento de la calidad de significación a lo experimentado. Ciertamente, lo afirmativo no depended~ las palabras; puede ser trunsrr1itidu por n1cdiO de un silencio pertinente. !

Pura concluir, a nivel de principios pode-' rnos distinguir entre dos tipos de estrntcgía terapéutica: (1) la revelación del significado y (2) la creación de significado; siendo la pri­mcrn pertinente principalnlente en contextos de conílicto y la segunda en contextos de défi­cit estructural. Si 1o que se busca es revelar un significado, el tipo pertinente de interven­ción es la interpretación, mientras que la creación de significado se obtiene a través de intervenciones de tipo afirmativo.

Dos l'ATl!ONES J)lo; THANSFEUENCIA

Siguiendo el modo de rnzonnmicnto pre· sentado líneas arriba, resulta una tarea im­portante para el analista el decidir si el ma­terial disponible se Lasa principalmente en un conílicto o en un déficit. Al tomar esta de­cisión, ciertos aspectos cualita~ivos de la transferencia pueden servir como guía.

Dentro de la tradición Kohuliana, se hace una distinción entre transferencia del chjelo y transferencia del objcto-s·f·mismo• (Orns­tcin y Ornslein, 1980). En línens generales, la pri1nera hace referencia a la transferencia derivada de un conflicto, mientras que la otra hncc referencia o derivados de un déficit. Sin ernbnrgo, para los propósitos del presente trabajo, puede cuestionarse la utilidad del concepto de transferencia del objeto-sí-mis­n10. l!:n la medida que hace referencia sólo a tres patrones de transferencia narcisista, 1i rnngen especular', 'idealización' y 'hermano gemelo' (Kohut, 1984), el concepto parece de­rnnsindo Ji1nitado corno para nbarcnr todos los tipos de transferencia <!e relaciones ohjetales distorsionadas qut. se asocian a la P•'tología basada en el déficit, como por ejemplo la transferencia- 'fusión' (lledges, 1983). Ade­nH..ÍS, no sólo el contenido <le la transf•_!rencia es de interés clinico, sino t.an1bién hspcctos formales con10 Ja coherencia, la diferencia­ción, la rigidez y la estabilidad de la trunsfe­rcncía, los cuales son trcrncndatnent.e rele­vantes. Estos aspectos, que trunsmitcn infor-1nución sobre el nivel de organii.ación estruc­tural, no son enfatizados por el concepto Ko­hutinno. Otra objeción es que el concepto de transferencia <lel 00jeto-sí-mis1no, tal con10 la explica Kohut, in1plica concebir al analista únicamente co1no herrnn1icnta para la cons­trucción de estructuras, descuidando su posi­ci(.in también con10 objeto de acciones y afec­tos relacionados con )as pulsiones (Curlis, 1983). En últirna instancia, el analista no sólo actúa con10 una 'con1adrona' en el nacin1ien­to de una representación coherente del sí· 1nisn10 sino que también es el n1o<lclo para una amplia gama <le funciones del yo. Así, pues, necesitamos de conceptos más amplios, por lo que en lo sucesivo uLilizaré los térmi­nos t;a1~sferencia _de conflic~o y transferencia de dl•fi-ctt, respectivamente ·

¿En qué se difercnci& la transferencia de conílicto de la transf.orencia de déficit? Según el nivel de diferenciación estructural involu­crado en el conflicto, la transferencia que se origina en un conflicto ta1nLién serü de una naturaleza diferenciada. En el conflicto, nos enfrentamos con impulsos y afectos dirigidos hu1.:ia representaciones internalizadas de ob­jetos emocionales que antcriorn1cnte fueron

• Sclrobjcct. 2 Esla diatinción purcre en cícrt.n 1ncdidu pnrulcla a lu que h1 ;:e Tákhll entre lrunsfcrcncili "cslruclural" y ··prccs­

lruclur11lrt ( 1984 ),

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importantes en la vida de la persona. Estas representaciones y las diferentes necesida­des asociadas a ellos son proyectadas incons­cientemente en el analista con Ju esperanza de recibir una gratificación por parte de él. Formalmente, ellas constituyen repre· sentacioncs objctales con1plctas, inde­pendientes y específicas, inrnersas en patro­nes complejos de relaciones objet.nles. Además, están estructuradas en base al Ím· pacto del principio de reul'idad, por lo que no perturbarán scriarnente la nlionza lernpéuti­ca ni encubrirán el aspecto de realidad de la situación terapéutica.

A través de la internnlización de aspectos del objeto y de su 'trnsmutnción' en estructu­rus despersonalizndns, duraderas, el indivi­duo obtiene una independencia relativa de la presencia y b'TUtificación directas del objeto. Así, la dependencia compulsiva de la nproba· ción del objeto disminuirá en la medida que se estructuren Jas funciones afirmativas del objeto. Si. la internalización de las repre­sentaciones del objeto y de sus funciones no ha sido completada, el individuo se mnn­tend rá rnás o nlenos dentro <le una re)aci6n preestruclurul (funcional) con el objeto. Esa es la esencia de la transferencia que se origi­na en el déficit. A diferencia de la transferen­cia de conflicto, la transferencia de déficit no está cnrgudu con un contenido repre­sentacional específico. Se trata más bien de una externalización directa o de una repeti­ción de una estructura sub<lcsarro11ada o disw torsionada.

Así, en principio, la transferencia de con­flicto hace referencia a la repetición de nece­sidades dirigidas hacia las represe11tacio11es del objeto, mientras que la transferencia de déficit hace referencia a la repetición de ne­cesidades dirib>idas hacia objetos que no han sido internulizados. Sin embargo, clínica­mente, lu estructuración deílcientc difiere en cuanto a ¡:rudo y magnitud. Por lo tanto, una persona puede perrnnneccr en una relación preestructurul en lo que respecta a ciertas funciones o aspectos del objeto, mientras que otras funciones u olros aspectos pueden ha~ bcr 'pasado' a u.1a relación estructvral. Des­de un punto de vista terapéutico, podemos de­cir que el paciente con una transferencia de déficit es una persona que necesita un objeto capaz de surninistrarle las condíciones apro­piadas para corregir las representaciones ob­jeta les distorsionadas y pai·a inlernalizar Jas funciones deJ objeto. Este es un prcrrequisi-

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to para que se produzca una mayor diferen­ciación estructural.

La discusión en.curso puede haber dejado la impresión de que la trnnsforencia de con­flicto y la transferencia de déficit son fenóme­nos psicológicos diferentes. Sin embargo, la diferencia se da más a nivel conceptual que a nivel de la observación clínica. Por definición, la transferencia de déficit hace referencia a una orientación emocional sin un contenido específicamente dirigido al objeto. Sin embar­go, en In práctica clínict: no se presentará así. Como la transferencia de conflicto, la trans­ferencia de déficit estará cargada de signifi­cados que son proyectados en los objetos. La razón parn esto es que en la vida psíquica siempre se está produciendo un proceso de or­ganización (IGllin¡:rno, 1985). A trnvés de es­

. te proceso, los defectos estructurales que se originaron a partir de traumas tempranos serán organizados dentro de estructuras pos­teriores de origen conílictual y de esa mane­ra adquirirán un significndo dentro de con­tcxlos conlinunmente ca1nbiuntes. En el u­dulto, el proceso de organización se habrá ve­nido desarrollando durante un tiernpo pro­longado -combinando derivados de déficit y de conflicto en patrones complejos del carácter- de manera que es casi imposible dis­tinguir con precisión uno de] otro.

Lo que denominaré 'intencionalidad se­cundaria' puede servir ·~orno ejen1plo. En una sección anterior, se introdujo el concepto de intcncionnHdad prirnnria en referencia a In capacidad rudimentaria del yo del niño para experimentar la representación del sí mismo como responsable de sus nec.esidades y senti­n1ientos. Se supone que esta diferenciación estructural constituye un prerrcquisito para el desarrollo de una patología a nivel de con­ílictos. Sin embargr., lnG patologías que se ori­¡,>ina a nivel de déficits también puc<len pre­sentar como característica la inlencionalidad -pero en este caso como un fenómeno secun­dario. Inicialmente, el niño no tiene llna par­ticipación intencional en el trauma, pero es posible que, como un acto de orgaliización posterior, trnnslicra las malas intenciones de otras relaciones conllictivas hacia el lrauma, c0r. el linde otorgarle signilicado a una expe­riencia que de lo contrario resulta confusa o aterradora. Después de todo, el mundo pue­<le resultarle más tolerable a un niño pequefio si piensa que su madre lo dejó porque era un nifio n1alo en vez <le tener que enfrentar el he­cho de que su madre simplemente lo aban-

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donó. Además, esta realidad simple proba­blemente desencadenarfn un!l ira de una na­turaleza tan arnenazadorn que resulta rnás seguro culparse uno mismo. Por lo tanto, po­demos hablar de dos tipos de sentimientos de culpa: (1) uno basado en las malas intencio­nes que desde un inicio se experimentan co­mo propias y (2) uno basado en las malas Jn­tenciones que son auLoimpuestas posterior­mente para eliminar una confusión. Los dos tipos tienen fuentes diferentes pero, a nivel clínico, pueden parecerse mucho y pueden ~e­ner efectos dinámicos semejantes. Es sólo a través de aspectos sutiles de la transferencia que se puede rastrear ln diferencia en el ori-gen. 1

De acuerdo a. córno se lleva a cabo el proce­so Organizativo. pueden surgir diferentes combinaciones de déficit y conflicto. La inten­cionalidud secundaria muestra cómo el déti­citadquiere significado al ser interpretado en términos de conflicto. Los derivados del défi­cit tan1bién pueden crear o iniciar un conílicw to, por ejemplo, cuando estructuralmente la agresión está demasiado indiferenciada(muy poco neutralizada) como para llegar a una fórmula de compromiso con las restricciones normales impuestas por los progenitores o cuando privaciones previas han dejado detrás un hambre de objetos tan intensa que no podrá ser satisfecha con relaciones de amor mutuo. En general, el déficit estructu­ral tenderá a intensificar los conílictos evolu­tivos comunes. Asf, la angustia de castración del conflicto edfpico puede adquirir una di­mensión equivalente a un desastre o a un fra­caso total cuando se ai'lade a la figura un sí­mismo provinmcnlo frngmentudo.

En In medida que los derivados del conílic­to dinámico y los derivados Je los defectos es­tructurnlcs eslún organiznilos en patrones complejos, no se les debe considerar como componentes separados que hnn sido reuni­dos sino más bien como aspectosdi(erente.~ de fen61ncnos unlforrnca. Este punto de vistn pn­rcce est.ur en concordancia con lo plnnteado por Wallcrstein; 'Pues en e! íl~jo del material clínico analítico siempre esUln1os en el mun­do del 'tanto/como'. Constantemente nos en­frentamos tanto con lo edípico, donde existe .un sí-mismo coherente, co1no con lo preedípi­co, donde éste no existe; tanto co11 regresio­nes defensivas, como con paralizaciones de la evolución; tunto cc.n transferencias defensi­vas, como con resistencias defensivas y con recreaciones de estados traumáticos más

1

fo

tempranos' (1983, p. 564). Siguiendo estera­zonamiento, debería anularse también Ja <lis~ tinción entre tranSferencia de conflicto y trnnsferencia de déficit. Cuando se aplican a la situación clínica, parece más adecuado considerarlas como expresiones de cualida~ des dif(~r. nLcs de la transferencia antes que corno fonnas diferentes de transferencia.

lMPLICANClAS CL!NICAS

Las implicnncias Lernpéulicas de la distin­ción entre déficit y conflicto hacen que lama­nera de escuchar del analista cobre mayor importancia. Además de tamizar el material cJínico en busca de significados inconscientes, el analista ··.;ntinua1ner.te tiene que dejnr que el rnaterjaJ pase a través de un proceso de enjuicinmiento del grado de diferenciación estructural que se reíleja en él.Ciertamente, éste no es un proceso de decisión consc;ente. En e] clínico experimentndo, se trata de una for¡,1n altamente nutomntiznda de percepción -que forn1a parte de la atención libre flotan­te. Sin embargo, incluso los clínicos rnás ex­perimentados pueden fácilmente dejar pasar indicios sutiles que apuntan hacia derivados de déficit. Superficialmente, puede parecer que el material tiene su origen en un conflic­to, lo que lleva al analista a intervenir en un nivel que es demasiado alto con respecto al nivel donde estú organizado el núcleo emocio­nal del material. Al hacer esto, deja de ser ac­cesible para el paciente, quien en consecuerl­cia no puede sacar provecho de la interven­ción.

Como ya se planteó, la distinción entre trnnsfcrcncin de conílícLo y transferencia de déficit puede resultar úlil como herrnmient.a conceptual para juzgnr el n1nterial disponi­ble. Sin embargo queda In siguiente interro­gante; ¿Cómo se reflejan a nivel clínico los de­rivados del déficit, cuáles son las scr1ales clínicas que el analista debe recoger? A con­tinuación, se prcsenlurá un breve extracto de un diálogo terapéutico, con el propósito de ilustrar clínicamente y llamar la atención so­bre el problcn1a de intervenir l-crapéutica~ mente a nivel estructurai, así como mostrar algunas cualidades caruderísticas de la transferencia de déficit.

La paciente, una n1ujer de 28 años, vino al tratamiento quejándose <le una sensación crónica de vacío y falta de alegría. Ella se es­tab::.1. desen1peñando 1nuy con1petcnternente en su profesión de enfermera. Sin embargo,

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CONFLICTO Y DEFICIT 117

no había tenido relaciones íntimas con ningún hombre y, aunque tenía muchas ami­gas, no sentían ninguna emocional1nente cer­cana y experimentaba un scntimi!!nto:cons­lante de soledad. Ellu era la muyor de'.cinco hermanos y desde muy corta edad se c,spcró que se ocupara <le sus herrnanos rnenorqs, pe­ro sin <lar le a can1bio ninb'lin tipo <le crédito.J'.l de privilegios. La madre parecía haber sido una persona n1uy egocé11trica e incs~able, rnuy poco afectiva con sus hijos a los q1ie de­rnan<luba unn disciplina estricta. La pqcien­le nunca había estado segura de conlnr con la aprobación de su madre. 'l'un pronto con10 la madre se sentía mortificada con Jos ni~os, y especiultnente con la paciente, quien pqr ser In mayor se suponía que debía saber cómo comportarse-, abandonaba repentinamente lu cusa. Los nirltl'S-*se quedaban angustiados, esperando su retorno, sin saber si éste se pro­duciría.

La paciente había estado en psicoterapia de orientación psicoanalítica durante tres nfios. La lrnnscrlpción proviene de una fase de la terapia en la que se había llegado a un punto de estanca1niento. Sesión a sesión, la paciente insistía repetitivamente en que el analista debía decirle lo que ella estaba pen­sando mientras permanecía sentada ensilen­cio. En numerosns ocasiones y de diferentes maneras, el analista había comentado sobre la naturaleza insistente de su demanda y la había incentivado a que tratara de descubrir qué necesidades estaban siendo expresadas por esta actitud. Sin embargo, estos comen­tarios eran experimentados regularmente por 1a paciente como un rechazo, lo que a su vez daba corno resultado una actitud de ma­yor <lernandu. La secuencia elegida se desa­rrolla <le Ju siguiente manera:

l. A: Mi invitación era a que juntos rnirúramos lo que estaba sucedien­do en su interior unte esta situación. Es corno. sl esn perspcclivu se hubie· ra perdido. '

2. P: Sí, se hn perdido. Yo sólo siento que usted la hu introducido por mí. ,

! 3. A: Es provechoso que esto salga, ¿no?

Después de todo, demuestra quétun !

insegura está usted de mí y cuán presionada se siente, por lo que la perspectiva de trabajo que teníamos se ha perdido. Me imagino que lo n1ismo sucede fuera de la terapia también.

4. P: Sí, así es. Pero nfuera no me preocu­pa. Aquí es diferente. Aquí se pre­siona todo hasta el líniile.

5. A: Sí, ¿y no es eso provechoso? Nos da la oportunidad de trabajarlo aquí.

6. P: Sf, pero rne hace sentir muy insegu­ra.

7. A: Pero, ¿no cree usted que podría ser útil <lejd'ílo salir1 de manera que pu­díéra n1os trabajar prccisamen te esa sensación?

8. P: Sí, pero al ntismo tielnpo puede ha­cerrne retroceder.

9. A: ¿Hctrocedcr?

10. P: Sí, usted está pensando: 'oh, Dios, ella ha estado viniendo todo este tiempo aquí y todavía muestra -jes­to es todo lo que ha avanzado!'

11. A: Usted todavía no está segura de que yo pueda aceptarla.

12. P: Y el hecho de que usted use la pala­bra •invitación'. También la usó 1a sesión pasada -que 'yo la estoy in vi· lando' a nlgo. En prhner lugar, no entiendo qué tipo de invitación es -¿se da cuenta? Yo no 1a veo como una invitación. Para 1ní es una pro­vocación y un ataque -mienlras que usted tenía una intención totalmen­te difcrcnle -¡jaque mate!

13. A: Si, la comprendo. Así es corno usted me ha experimentado.

Anotaciones:3

No. 1: Al utilizar la palabra 'invitar', A

3 Sólo se co1ncnt.nrán aquellos uspeclos del mut.criul que scun rclcvnntc11 pura la discusión cunílictcWdéílcit. Los problcn\U8 de lrunsfcrc11d11 y tuulr11lrun!'lfo11!ncia q~c l111nhién ttpurcccn en el mttlcrial serán obviu<los.,

't

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118 IJJORN KILLINGMO

presupone que P está molivn<la a descubrir algo. También da por he­cho que P licne tanto la capaci<latl corno la voluntad para soPortar el displacer a ca n1bio del beneficio de ulcanznr un objclivo de orden su· pcrior que ha venido siendo pos­puesto< l~slo in1plica un funciona­n1ienlo dc1 yo a un nivei organii.a­tivo co1nplejo.

No. 2: La respuesta de P no reíleja ningu­na alianza de Lrabnjo, Jo que indi­ca que el yo no cstü funcionando en e) nivel eRpcrudo. Así, lo que A pre­tende que sea un trueque vcntnjo­so es expcri1ncnt.ndo por P cuino un acto de mulicin. Esle seria un cla­ro ejemplo de <lcscn1.:uc11tro t!slruc-lural. ·

No. 3: Sin cn'!bargo, A no pcrciüc que Cl yn no es e n1oci onu ln1e11te arcesih le para J>. Por el contrario, al intro­ducir ia palabra 'prOV(!choso', A _es­pcrll q1u• P adople unn cicrln a<:li· tud inslrllmc·nlul que requiere que el yo esté funcionando al nlisn10 ni­vel o n un nivel superior. Por esto, la presión se incrcn1cnta y A se tor­na nún mris <lislante a nivel cn10· cional pura P.

No. 4: l) responde cxprcsnndo casi nbicr· tarncnle cómo la relación con' A conslil11yc un asUnto de vital ·ün­porlrincia. Nada nuís in1porta. Es conio sí P esluvicrn haciendo sonar una · nlarma. 1

No. 5: Todavía A no recibe la señal. Al jn­sislir en la aclitud instrurncnlnl (véase No. 3), él pierde la opor~u­nidad de captor el casi desespera· do grito subyacente en eJ discurso del': 'Si usted me deja -¡lodo halirü terminado!' j

No. 6: P no se ha resignado. 'i'odnvía tra· ta de hacer llegar su n1cnsaje: '¡us~ tcd no debe dejnr111e!'. Sin cn1ba.r­go, la palabra 'pero' indica que la

desesperación a tomado un mntíz más ngr~slvo. l':::slo puede arncna­znr en últirna inslancía la esencia de la alianza terapéutica.

No. 7: Con10 re~pucsta, A lan1bién adop. ta la palabra 'pero'. Esto lransnli· te una aclitud argu1ncntaliva que nñade a la situación un elen1cnto ni..:resivo y ~Pneraílor de culpa. C~icrlnn1ente, la relación entre A y P ya no es <le coopcrnción sino de confrontación.

No. 8: I'.:n su re~puc¡.;tn, P ciigt~ un lérnli­no buslantc l•spccial, 'rclroccdcr'. Supcrfícinlrncnte, esto sucnu nlgo itnprccíso. Sin en1hargo, dinümicn­n1cnl<~. cstn n1isn1a falla de prcci· sión pue<lc coÍlsliluir un punlo in1-porlantc. t:s probable que sirva co· 1110 cubíerla de un pP1igro nHis se­rio ·posilil<~n1enlc el de suicidio­aun ¡uando }">no sea conscienle de ello.

No. 9: Obvinn1cnte, la tnctucon1unica. ción transmitida a travús de lapa· labra 'retroceder' intriga a .'\y le hace modificar el nivel de inler· vcn{'ÍÓn. Ahorn, él se nbsticnc <le presionar a }l para que colabore 1nüs y se restringe a plnntear una pregunta simple.

No. 10: En respuesta, P expresa nbicrta­rncnle su temor Je ser abandona­da por A.

No. 11: Aun cuando la palabra to<iul'ia puede con1unicar un cicrlo repro· che por parte de A, el mensaje de P parece hab<'rsc hecho visible.

, Ahora A se dn cucnln <le la a~uda necesidad de P de Lc•ncr coní1r1na· dos sus scnlin1icnlos innH!cliaLos. Eslo es satisfecho por A si1nple-1ncntc planteando cón10 está cxpc­rin1cntando P la situnción. l)e es­ta manera, él lransn1ilc su com­prensión y nceptnción <lr· lo que sig· nílica ser P.

4 r:Htn hipólt~HiR no RC juHlifit.'ll Nólu itobn.· la hase dd PH'St'lllC mult•rial. Sin l'lnharg-o. ,.¡ !'U! fl'Vi~a lllUll·riul nnll·· rio~, pnH'C<' pruhublt:,

~

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CONFLICTO Y DEFICIT 119

No. 12: El pasaje nuís extenso que viene a continuación indica que el rnaliz atirrnativo de la intervención de A ha disrninui<lo el nivel <le tensión ~n P. Ella ahora es capaz <le tomar cicrla distancia respecto n sus ne­cesidades y, de esa manera, brin.· dnr una explicación rnús cohcrcn'· te de córno está cxpcri1ncnlan<lo su relación con A. Esto sería una n1uestra de córno la alirmnción puede mt•jorar el funcionamicnlo del yo.

No. 13: Ahora A cstü cornplctun-1cnte cons­ciente del desencuentro estructu­ral. En consecuencia, ha 1nodifica­do su intervención de una destina­da u develar significados, n una que busca crear un sit:nificado. Nuevamente es ernocionaJ1ncnle ncccsihle para P. i

En este extracto, hemos vislo a un anali~­tn que está interviniendo en un nivel dcn19-siado elevado para la capacidad estructunil que tiene la pacicnt,"1 en ese rnomcnto. El anu­lisla presupone que la paciente es su uliada en una aclilud cornµarli<la de 'descubrir'. l'c­ro no se da cuenta e.le que el n1alerial real S(.!

deriva fundarncnlalnicnlc de un düficil, no <le un conllicto. En consecuencia, lu paciente no lienc motivación alguna pnra descubrir nada. 1'al aclitu<l no tiene realidad psíquica para ella. Su rnotivución funcionu a un nivel nlás indifcrcncía<lo. Ella necesita experimentar la calidud de ser. Esta necesidad constituye el cent.ro cn1ocional en ese mon1cnto. Podernos describir la relación entre P y A rne<liunte una melrífora: P está llamando u la ¡JUerlu de lu casa de A mientras que A abre la vcnlunu del segundo piso. De esa n1uncrn 1 no deja cnlrar a lu pucicnle.

La invilación a buscar un sibynificado irn­µlicn unn actitud de esfuerzo 1nenlal continuo y dirigido haciu una n1eta. Sin ernbar[!O, pa­ra una persona con déficit, esln actilud no re­sulta atractiva. No la expcrirne11ta co1no una crnpresa excitante, cslirnuh1ntc\ ni siquiera peligrosa. Btisican1enle, la experin1entu como una carga ngola<lora que uno estü ohlígado a soportar o algo que se tiene que aceptar de la Loca para afuera, rnicntras se espera descs­peradarnenlc a que llegue lo vercladerumen'

le sii:nificalivo. ~:n lérn1inos n1etafóricos, la persona con déficit está siempre esperando a Godol. Al mismo tiempo, cuando se habla de un 'paciente con dCficil', debe enfatizarse que el térrnino no hace referencia a In pcrsonuli­clad en su conjunto sino sólo n aquella ¡>artr de la constitución pskoló¡;ica que se ha tl•·ri­va<lo del déíicil. Ni siquiern a nivel hipot<!ti­co sería razonable concebir a un individuo to­taln1cntc sin conlliclos.

Hemos llcgudo a la tercera pregunto plnn­teacla en la introducción de esle nrlículo. ¿l\lc<linnlc qué si~nos puede decidir el unnlis­ln si el matcriul clínico ni que se enfrenta se basa principaln1enle en un déficit o en un con­ílicto'! En In discusión prcccdcnl<', se planteó que! la cnlidnd de la lransfcrcncin puede ser úlil pnrn que el nnulistu identifique el nivel estructural involucrado. llab1ando en estos lérminos, podemos cl<,dr que A, en el ejemplo dado, no advirtió ~icrt:>.s srñnlcs que podrían haberle indicado q11e no eslnha cnfrcnlü1Hlo­sc a una lransfcrenciu de conílicto sino n una de d<'ficit.

l\Pgresnndo al dirilogo, ¿quC indicios s;f.'lli·' ficnlivos pueden extraerse de la n1ancra en que ln paciente se relaciona con el unalisla't' J>rin1crn1ncnte, existe una característica de, persiste11cia monótona en In forn1u en que la pncicnlc hnce sus dcmundas. Ella no varía el terna ni hace distinciones sutiles a nivel en10-cional ni cognitivo. Es como tocar una n1c­lodín sirnplc en un inslrurncnto con pocns cuerdas. Probablen1cnte, esto es reflejo de una carencia de objeto a un nivel n1ás profun· do, que predon1ina en sectores de In vídn n1en­tal que se originaron en el déficit. Falta la va­riedad de ofcctos y fantnsías coloridos que ucon1pnilan a una orientación objct.ul cornple­tan1cnte desarrollada.

En scg-undo lugar, exísle una tendencia es-{ peciul haciu lo ciirecto tanto en el estilo como en la elección de las palabras. Es la 'franque­za' de la persona que no tiene nada que escon· der y por lo lanlo puede mantener obslinada· rnente su posición sin correr el riesgo de que

:el peso de las evidencias se vuelva en su con­tra. Es probable que esla actilud sea reflejo de la ausencia de una intcncionnlidad prin1a· ria en la patología del déficit. 1-:lla Licn•' su origen en la sensación básica de ser tratado injustu1ncntc1 no por objetos cspccHicos en una relación n1utua de an1or y odio sino por el impacto impersonal de la realidad.

"3

En tercer lugar, el n1atiz cn1ocional se ca­ractcr.iza por una uscilnción entre Cf>pcranza

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apremiante y resignación, sin dejar silio pa­ra una posición intorme<lia inodcrada. Tanto la propia labilidad como la calidad extrema de los nfec!os sugieren qué se trata de un asunto de importancia vital. Probablemente, lo que vemos es el reílejo de una subyacente anticipación de una catástrofe re1acionnda con la fragmentación de la estructura del sí-1nisn\o.

l"inaln1unte, debernos sei'inlar que la pro-1 pin paciente utiliza pnlabras como 'inseguri­

dad' y 'atnque' para describir su relación con el analista, palabras que indican a una per­sona que es víctirnn de una agresión más que participante en un complot.. Un paciente con una patología de conílicto también puede des­cribir la relación con su nnulisln en lérrninos negativos, con el fin de ganar seguridad, pe­ro al misrno tietnpo existe en ese caso unn ca­racterística de responsabilidad compartida. Inconscientemente, el paciente con un con­ílicto sube que él mismo ha contribuido al complot al plantear exigencias que son fun­danicntalincnte propias. I1or lo tanto, ni <le­snrrollnr sus críticas, él se cuidará de que su aporte propio no sea nclivudo o revelado. En consecuenc:n, ejercerá un control sutil que se manifestará en n1enciones indirectas, diplo~ rnncia, vnguc<lnd y disin1ulo en su relación con el nnalistn. Sin embargo, el paciente con déficit, al sentir que no tiene ta 1 obligación, puede tomar la posición clara de víctima sin mucha dificultad.

Asumiendo que en el ejcn1plo presentado A hubiera captado la señal antes, ¡.cuál hu­biera sic.lo la intervención ndecuntla? El pun­to óptimo pu rece estar después del No. 2. Ob­viamente, aquí P se está sintiendo no sólo re­chnzuda sino también profundamente inse-

1 _gura y necesita de manera casi des.esperada ~una confirmación de su estado.a(ectivo. Si­

multáneamente, Ja agresión todnvín no ha si~ do completamente movilizada. La posible in­tervención de A podría ser algo así: 'Sí, usted tiene buenas razones para sentirse insegura cuando yo no le respondo. Es con10 lo que us­ted sentía den ifia cuando su madre no le res­pondía y usted necesitaba desesperadamen­te saber lo que ella pensaba de usted real­rncnte. Y ahora siente que yo soy exactamen­te como ella y que la dejaré 1

• I>or supuesto, no podemos estar seguros <le que est.a interven­ción, construida retrospectivamente, hubiera sido óptima. Quizás debería ser expresada en palabras q;,ie concordaran más con el 'dialec­to emocional de la paciente' para que funcio-

¡to

ne clínican1ente. Sin en1bargo, a nivel de prin­cipios, este tipo de in~rvención ilustra algu­nos aspectos significativos de la afinnación:

(l) Objetivación. Al comunicar la ca­racterística experiencia! de 'yo puedo sent.:r lo que es ser usted',;\ conlribuyc a huccr que el estado afectivo de P sen menos privado. Se convierte en algo que tiene for­mn, que puede ser compartido con otro y, finalmente, que puede ser puesto en palabras.

(2) Juslificacwn. Al introducir una re­lación causa-efecto, el estado afec­tivo es entendido dentro de un con­texto de eventos naturales razona­bles. De esa manera, disminuirán tanto la confusi1)n corno la cnrga <le la culpa stcundariu.

(3) Aaptació11. Al incluir el contexto histórico, A suministra las condi­ciones en que entiende Jo expresa­do por P. Esto transmitirá a Puna impresión rnñ.s confiable de una persona r¡ue realmente la enlien­dc. Al llevar Sl' entendimiento al nivel infantil, A también hace que sea más fácil para P aceptar In ma­nera en que el analista la acepta, n pesar de la culpa y el en1bustc que de lo contrario podrían colo­rear su actual imagen de sí n1isma.

Los objetivos de las intervenciones nfirma­tivas, como la ejemplificada, son tres: (1) res­taurar la accesibilidad emocional del analis­ta, (2) crear una situación emocional 6ptin1a, de tal manera que las fallas empnticas del analista puedan funcionar cotno motivación para la internalización, (3) reducir la depen­dencia compulsiva d~ la aprobación del ana­lista. Es de esperar que esto logre que la orientación dc1 pacier.te pase de la exige~1cia al examen de la propia aclitud de exigencia. Es decir, al satisfacer la necesidad inmedia­ta de significado, el yo podrá elevar su nivel de funr.ionamienlo y adoptar una actitud de

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CONFl,ICTO Y DEFICIT 121

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invesligación .µor lo rncnos <luranle un n10-

n1cnto. El énfasis que se hn <lndo en los años re­

cientes n In pntologfa del déficit puede haber llevado a un ucentunrnicnto de las técnicas nfirrnutivns en desmedro de ILt interpretación de la inlcncíonnlidad uctiva. Al sobrccnfali· zar el nspeclo afirrr"uJivo, fácilmente puede pasarse por nito la 'Mliplcjidad estructural.

';Prin1cro, como ya se ha subrayado, en Ja pcr­sonalidarl adulla, los derivados de déficit y de coní1iclo eslün orgnnizn<losjuntos de n1uncra indisoluble, danüo for1na a co1nplcjos patro­nes de cu. üctcr. Segundo, uun si un patrón de carácter patológico se basa principalmente no en un conflicto sino en una hcri<la estruc­tural in!lingicln por el medio ambiente, es ln interpretación <le la herida que realiza el SU·

jelo lo que nosotros tratamos en In terapia. La rcnJi<la<l psíquicu del evento es construc· ción propia del paciente. Entonces, aun cuan· do el componcntc <le déficit <lon1ine la confor· mación patológica y, en consecuenciu, tenga que dotarse de una calidad afirmativa µ la rnnyoría de intervenciones, esto no será Sufí· cien le. Tanil>íén se necesitará de intervencio­nes nnalilicas para sacar u luz las resisten­cias y pnru interpretar las fantasías en :que se hn basu<lo el paciente pnru reinterpretar la realidad. Como lo plantea Langs: 'ul rr.co­nocer las realidades de los trnun1as tempra· nos (!<han, 19G3) sufridos por estos pacientes, uno no debe descuidar sus con1poncntcs fan· tasendos y distorsionados en el proceso de rcelaboración y rein.~erpTetución poslcrior de dichas experiencias tempranas, en el cuul jucgnn un rol importante las fantasías in· conscicnles y las ínlroyeccíoncs' ( 1976, p.

}113), En tercer lugar, la privación infantil no se rnunlcndrá como una situación simple de escnscz en espert! <le una 1recnrga 1

• La dccep· ción, 1a irn y el rencor conducirán a •. 111 c~lm­bio en las propias necesidades. Ellas se' es­truclurnrán como nccesidudcs ar11biualen,les, cuyu cnrnclcrísticu es que ]a persona¡ si·

1

)1

mult:incamcnte ncl!pta y rechaza Jo que se Je ofrece.

Las características evolutivas menciona· das representan resisl0ncias estructurales que impiden el nct·eso directo al estado de déficit original. La única fonnu de modificar el estado infantil, sea que éste se base en.úllí· ma instancia en un conflicto o en un déficit., es a través del nnriliSts de las transformncio­ncs estructurales de los traumas oribrinnlcs. Adenuls de estas resistencias eslructurales, existen también resistencias dinán1icas. En el caso descrito ant~rior1nente 1 era predomi· nante el pedido desesperado de un reconoci· miento por parte del analista, pedido que se originaba en la falla e1npática de la madre. Sin embargo, existe algo más que este estado de privación y el pedido desesperado de 're­carga'. Ln insistencia en la dc1nanda de In pa~ ciente también tiene un elemento de demos· lración agresivn de la incapacidad del analis­ta pura ayudarla. Inconscicnten1enle, él es identificado con la madre. Así, al llevar la te­rapia ni fracaso, la paciente podía obtener de manera triunfal su revancha contra la ma­dre. Se hubiera producido una grave falla si no se le hubiera mostrado e interpretado a ella eslu resistencia agresiva.

Las implicnncins clínicos de lo que se ha nvunzndo hustn ahoru en la discusión pueden ser resumidas me(Jiuntc la ilustración que aparece urriba.

Al pasar a través del 'lente conceptual' de la transferencia de dé!icit/con!liclo, el mate­rial clínico se dispersa en--dos direcciones. En la medida que el material señale principal· mente en la dirección del conflicto, la e.;trate­gia que se debe eleb"Ír es la de revelar el sig· nificudo a través de int~rvenciones de tipo in­terpretativo. Cuando el materinl señale en la dirección del déficit, la estrategia será esta­blecer el significado a través de intervencio­nes Je tipo nfirmativo. En cada paciente po­demos hablar de un punto de giro estructural (véase la !igura).Allí es donde In transferen-

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122 BJ0,llN KILLINGMO

cin <le conílicto se debilita y la trnnsfcr1

encia de défícil Loma el control. Al pasar dicho pun­hi, la aclit.ud invesligaclorn deja ele ser ndc­cundn pnrn el ni\'cl estructural del pncicnlc y el analista tiene que carnbiar su c:c.Lratcgin. De no ser así, es probnble que sus int.nrven­cioncs npnrc2cnn con10 un atnque contra la rcprcscntnción del sí n1isrno que tiene el pn­cicnlc. Esto queda nnlplinmcnlc ilustrado en el cnso clínico descrito. 1~1 tillirno coJncntario de P (el No. 12) dc1nueslrn en pnlnbras direc­tas que ln adopción ele una nclitud invcslign­dorn, que puede ser experirrlcnlada por ob·os pacientes co1no una invitación, es percibida por J> corno un a laque. P csl;í funcionnnfJo por debajo del punto de glro, por así decirlo.

También debe recordarse que la calidad de Jn trnnsfcrcncia puede est.ar ccrcR nl pupto de giro estructural y por lo tanto eslnr proclive n un c;unbio rripido. En co11sccucncia, el ana­lista debe permanecer en un estnrlo de recep­tividad conslnnte parn percibir la osciJnción cnlre las dos posiciones estralégicns. Con fre­cuencia, un grupo de cn1ocíoncs tiene que ser inlcrprelado inicialmente sobre la base <le un conflicto. Luego, clcmcnt.os <lcl n1ísrno grupo tienen que recibir una respucsla afirmativo, por lo menos husla que el patrón en su con­junlo sea interpretado nucvarncnte co1no la expresión de un conflicto. -I~.sta oscilación de la cslrntegin refleja la estrecha inlerncción y la cstru.cturnción jerárqu icn de 1 n1a le ria) pro­vcn icnle ele un coníliclo y de u.n déficit f(~5-pcclivn1ncntc.

Ln necesidad de oscilación en la cstrntcgln terapéutica descrita líncns nrriba se basa en nporlcs lc6ricos rccicnlcs. ¡,(~ó1no se cnfrcn­uibnn estos problemas nntes de que se conta­ra con lns nucvns distinciones conccpluaJcs? Existen rnzones para creer que n1uchos análi­sis han sido llevados a cnbo en un nivel es­lruclurnl que no concordaba con el nivel en el que estaban ori:nnizadas lns c1nocioncs ccn­Lrales del pncienlc. Los dos análisis del Sr. Z (Kohul, 1979) plnnlenn este problema. Al ir a un nivel estructural dcn1a¡;indo ni.Lo, es probable que los afectos basados en un défi­cit no hoyan sido atrnpados por el proceso. analítico. Ellos más bien hnbrán pcrn1nncci­do invnt-iables y nun mús nislados, dando for­ma o una corriente oculta de infelicidad y de­cepción crónicas. En parte·, cslo puede deber­se u una ndhcrcncia rígidn por parte del nno­lisl.a n la concf'pción chisica dc1 cot1ílict.o corno el único principio de In pnlología. Por otro la­do, Lcnctnos rnzoncs para creer que se hnn lle-

vado a cabo análisis ex ltosos nun a pesar de que huyan existido eic1nentos obvios de défí­cit en la constilUción psico1t'1gica de los pa­cil'nles. La rnzón para ello puede ser que los buenos tcrapeulus, se lrale de analistas clási­cos o psicoternpculns, sie1npre han ndaplado su lécnica de tnl innncro que ella responda a in con1binación específica <le <léficil/conílicto de cnda paciente, nun cuando esto Lodnvia no hubiera sido nrticulado Lcóricnrncnle ni lu­v-icrnn plena conciencia de lo que cslabnn ha­ciendo.

Queda una ú1tin1a interrogante: l~I uporlc a la con1prcnsión de la palologín y n la lécni­ca lcrapéulica n1encionado aquf, ¿Hevnrt\ al ubnndono o, por lo rncnos, n una n1odificación de la act.it.ud nnalít-icn lradicional? ¿'fcndrá el analista que cun1biur lan1bién su aclitud cn1ocional hacin (d p:ir;icnlc en la 1ncdi<ln que cnn1Ui~ su cslralegin? ¿Necesitará el pacicn· le de un npoyo cn1ocional adiciona.! ndcmás del ya incluiclo en la actitud analítico al ne· Livarse un material basado en el ddicil ?(Mo­dcll, l97G) ¡,rl'ienc que adopln r el analista una forn1a rnris 'afecl.l•osn', 1ccrcana', 'c1npütica' de relacionarse con el pncienle?

¿Por qué es pertinente plunlcnr cslns prc­gunlns? l~a discusíón en curso y la revísión de _la lcoría clásica puede lievar a ciertas dudas respecto precis:ln1cnlc a las carnclcríslicns de la nclil.u<l del nnalisla. Espccinlmenle, lns úlli1nas forn1ulacioncs teóricas de }(ohut (198,1), quP. planlean que lod;l patología tiene que ser concPp!.uali7.ada en tér1ninos de una cslruclurú deficiente del sí-n1isn10 y que in· cluso la persona adulla rnndurn depende de una respuesta cnlp:ilica pcrn1ancntc por pnr­te de sus objetos-sí-mismo, pueden dar la im­presión <le que el nnn1isla lainbién tiene que actunr como un ohjc!A:i-sí·n1ismo del pncicnle. Es decir, c¡uc el ann lisla !.orne el rol de un pro­\'ecdor que suministra ni paciente nlgo que él no hn obLcnido de los objctos-BÍ·lnisn10 origi­nnlcs -o en cantidad insuficiente- ya sea nrnor, aprobación o cn1palía. Aunque c1 pro­pio Kohut parece ser de In opinión de que la interpretación es el principal 1neranisn10 técnico también cunndo se esl:'i cnfrc•ntndo una palologia bnsnda en el déficit, es decir. el principal mccnnisn10 pnra corregir y reparar una eslruclurn dcficicnle del sí-1nisn10, su perspectiva psicológica gencrnl parece abrir el cnrnino pnrn unn oricnlación hncin el 'su­nlinistro'. Obvia1ncntc, tal orientación es con· trarin n lu nctitu<l nnulílira tradicional.

Pa~u solucionar el problc1na relacionado

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CONFLICTO Y DEFlCIT JU con la nclilud analítica, debe clnbornrse un supuesto respecto u qué curuclerí~tica <le la relación lcrupriutica es decisiva para irnpul­sar el pro¡,'reso terapéutico. Un concepto útil

_µara e8lO µa rece ser el <le disµonibiliduJ e1110-

civ11<1/ (llowlby, 197:J). El tcncepto ele disµo­nilJlli,laJ del analista ha sido tncncionado en vurias (~portuni<la<lcs en la discusión prece­dente. Aliora, <lc!Jc colocri.rsclc en su lugar npropiudo. Al estar f!n1ocionalinente disponi­ble1 se lrans1nile ni paciente una sensación de no estar oisladu. Se usurne que esta carnc­tcrísli(·a de la expcrienci;,.l es una condición. fundan~enlal para que se pro<luzci.l un carn­Lio. Así, lu <lisponíbiliJud ctnocionul es tun in1pürlanlc cuu11do se lrubuja en la csf'ura ele co11l1ictos co1no cuando se ealá cnfrcntanJo derivudos diJ dt.!J1cil. El anuli::>tu tiene que es­tar };icrnprc Jispo11iLlc para que la lerapia pr.:>rrresc. Sin tinl.Jargo, la curn.clcrística rcla­clo11al que hace que él unulisla {!slé disponi­Llc al nivel de coníliclo no nccesariarncnle lo sigue tnanlcnii.!n<lo <lisponililc cunn<lo el pu­cicnlc csbi funcionando en e) nivel <le déficit, tul como se demoslró en él caso clínico líneas arriba. Por lo Lanlo, al es<.:ucliur tn1¡n\..Lica y cui<la.<losan1enlü, el una lista tiene que enlen­Jcr t¡ué curuclcríalicas cs¡H:cííicus de las re­laciones objeta les se reílejan en la transferen­cia y ajustar sus intervenciones <le acuerdo con ello. ·

'l'ornanJo con10 punto <le partida <.d princi· pio de disponibilidad ernocional, la pre1~unta es: ¿Qué hace que el analista esté disponible en el nivel de déficil? ¿Es necesaria una can­litlad adicional de amor, cuidado o aproba­ción? En nii opinión, la respucsl« no se en­cuentra dentro de la perspectiva de una pro­visión uJicionaL El lralar de estar disponible mediante la satisfacción d" las necesidades del paciente parece <lescunsur en e) supuesto de que es posible lograr un ncccso directo a las nccesi<lnJes infaJ1tiles e11 el ndullo. Por las razones nlcnci.onadas 111it,eriorn1ente en este urtú·ulo, tal supuesto es insostenible, pues no torna en cuenta las co1nplejas lruns­f'orn1aciones estructurales que han cxpcri­n1entudo, durante su cvolu{;ión posterior, las necesídades inft1nlilcsy las relucioncsoLjcta­les fijadas. En la paciente m<'ncionada en el cuso clinico, si el nnulislu hubiera respondido sus pedidos de aprobación ofrccióndulc real­mente una evaluación positiva, podrían ha­berse gene rudo eornplicnciones serias. r•rilnC· ro, debido u un fuerte scntirnienlo de culpa, a ella no le hubiera resullado aceptable a un ni-

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ve) profundo el reciblr t.ul regalo. lnco11scien­lemcnte, el scntimic11Lo de culpa se hubiera incrcnlcntudo:Se~~un<l'.l, recibir un regalo l1u­biera resulti\do tremcr.Jan1cnlc arr1ena2ador pura estn mujer, J.~Li<lo a yue lo<la su i<lenti­datl eslü construi<lu en torno a conct:l,irse co­rno 'altruien n quien no se le reconocen su,s rnéritos'. Esta es )u 'historia' que la paciente quiere que t:I anulihta confirtne e11 .Jse 1no-1nento, la de no ser reconocida por t-ius obje· t.os-sí-•nisn10 ori¡;i11ulcs. Así, al brindarle su o.prol>ución, en vt~z de con1entur su pánico a estar en una posición receptora, el analista se l1abria colocado a una distancia emoclonal 1n.1yor de la paciente.

1..:1 'terapeuta provceJor1 par<~ce no dislin­guir clarn1ncnte enlre ser un objcto-·si-1nis1no y ser corno u11 objeto+:;í-111is1no en la lransfc­r<'11cia. La característica enlpúlica del en­cuentro tcrapéuLico uctiva en el patil~nte la transferencia de experiencias con objetos-sí~ fnis1no f1jaJos. Sin e1nbargo, el annlísta no responde u estas experiencias desplaz{in<lose u \u posición ele sur11inistro propiu ti.el objt~to­sí-111isrr10 infantil. Lo que hace es con/ir1nur /l111ecesidud ·Y el derecho· que tiene el )Jacien~ le Je ser confiri1wdo. Es decir, que brinda su co1nprensión e111páticu de cócno debe haber si­do no haber réciUido el rcconocirníento ailorado cuando más lo necesitaba y lo espe­raba, justificando que se sienta así. Al confir­rnnr cxuctn1ncnt..e la 1nancra en que se sien Le el paciente, el analista se relaciona con la ne­cesidad 1nás urr.!ente de un paci(.~nte con <léfi~ cil, es decir, 1a 11cccsiJn<l Je sentir que iyo soy' y que 1tengo el derecho de ser'. Al transnlitir prccisa1ncnte esta curnct.eríslica <le lu expe­riencia, el analista se muestra ernocional­mente <lisponiLle y, de esa nlane:r·a, puede continuar el proceso. en el cual el paciúnle ex­prcsurú su pértliJa y su o<lio, pusando luego u investigar de qué 1nanera ha Lloqueado sus propios scnti1nicntos y se ha apartado tle un vínculo cercano. Al 1nisrno Lie1npo, esta n1a­nera <le lrator la transfcl'cncia Je objt;to-sí­rnisrno puede ser conceplualizada con10 una rc.-prescnlación n1u<lura del oüjclo-sí-rnisnlo. Así, el a·nalislü cu1nplc el papel tanto <le un objeto-si-1nis1110 de transferencia conlo de un objelc si mismo nuevo, teniendo este último la prOpieclou de e~tirnular la construcción de cslructurus. l..tl cxµcriencin <le este objeto-sí~ nlisrno muduro, en oposición u los objctos-sí­misrno infantiles previos, prepara el terreno para que el paciente tome el control de las funciones de autoregulución en casos en que

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124 IJJ!i)RN KILLINGMO

se produzca una 1empatía óplin1an1ente ine­xistente' por parte del analista (Kohut, 1977). Sin embargo, queda por precisar si esta inter­naHznción lrasrnutanlc difiere u nivel de principios de In intcrnaHzación que se produ­ce en el análisis clásico. Hablando en térmi­nos generales, en ambos casos el analista sir­ve como modelo para aprender actitudes del yo más diferenciadas.

Por lo tnnto, hasta nhorn, no se indica ningún cambio en ln nclitud analítica. Ele­merltos como objetividad, paciencin, estnbili­dad y tolerancia -todos integrados dentro de la actitud nnalítica- parecen ser tan adecua­dos para enfrentar derivados del déficit como lo son dentro de la t~sferu de los conflictos. No es necesaria ninguno caractcríslicn adicional o especial en In participación emocional. Sin embargo, unn característica distintiva de Ja nctilu<l analítico es el énfasis en investigar (Schaffer, 1983). Sc¡;un el razonamiento pre­sentado en este artículo, este místno énfasis está muy nlejado o no tiene relación alguna con la rcnlidnd µsiquicn de los pncicntcs en un conlcxto de <lóficil. ~n la 1ncdida que este elemento se m.unlcnga, se lendrá que dcsn­rrollnr' obvíamcnte una modificación en la ac­titud analítica. Sin embargo, excluir al ele­mento de investigación no implico dejar de la­do Ju ncLitu<l nnalít.ica en su conjunlo. La ac­lilud analítica constituye una manera com­pleja de relacionarse a nivel cognitivo y emo­cional y está conformada por diferentes ele­mentos, entre los cuales existe también un elemento ufirnrntivo (Schafcr, 1983). Enton­ces, tanto el modo investigativo como el afir­mnlívo t~slán incluidos en principio dentro de la actitud analítica y se les tiene que dar prio­ridad de manera alternada. ¿Puede decirse que existe un comUn denorninndor subyacen· ten arnbos 1nodos que consliluyc un elc1nen· lo más básico de la actitud analítica? En mi opinión, tal elemento común existe y puede ser fortnulado corno el principio de dejar ser al paciente. No debe confundirse es le concep­to con la nculralidad emocional. J)or el con­trario, se trnnstnitc un profundo respeto ul derecho del paciente a gnnar experiencia en base: a sus propias premisas y a confiar en su habilidad para hacerlo si se le brinda la opor­tunidad. Esta característica de libertad, que nunca debe ser excluida de la terapia, es quizás el mejor apoyo que el analista pt¡cdc darle al paciente en su camino hacia la aµto­nomía.

Finalmente, ¿qué hay del concepto de neu-

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lrulidud psicoanalíticr1? ¿Debe el analisla de­jar de lado este elemento <le la actitud annliti­ca sostenido dur\1nte lanto tiempo? Nínt,.runo de los principios analilicos parece haber sido peor cnlendido o nuis distorsionado por Jos críticos del psiconnálisis que el principio de neutralidad planl.cado por Freud en sus reco-1nf'ndnciones técnicas { 1912). J>rimcramenlr., . <lebc establecerse que In neutralidad no es si- . no un nspccto de la aclitud analítica. I .. ucgo, la neutralidud no excluye In característica hun1anu <le simpatía co1110 un n1aliz básico que in1pregnu al proyecto psicoanaJílico en su conjunlo. F'inaln1entc, Ja neutralidad tiene que ser concebida corno un principio para en­frenlur la transferencia y no como una des­cripción del cornporla111ienlo cn1ocional real del analista.

Hecienlcmcnte, llofíer ( 1U85) ha plantea­do una visión de la neutralidad que parece coincidir con la línea de razonan1icnto del presente trabajo. Según lloffcr, el objetivo principal del una lista es identificar, <lcíinir y con1pro1neler nl paci,~nlc en relación con sus cun/lictos conscic11Lcs e inconscientes. Con es­te puillo de partida, la neutralidad se define corr10 la posición áplin1a desde la cual el ana· lista puede obserl'ar conflictos especificables. Entonces, la neutralidad no es unn descrip­ción del con1por~1rnicnto general sino una n¡anern de identificar conflictos. De hecho, existe unn conexión cnLre crnpalía y neutra~ li<lad, entendida co11¡0 la apreciación genuina por parte del analista de los dilemas y conflic­tos del paciente desde el punto de vista de éste. Por lo tanto, los conceptos de nculrali­dnd y empntía se refuerzan 1nutuan1cnle y no son antitéticos (p. 783). lloffcr también señala que, en el adulto, el conllicto frecucn· temen le se expcrin1cnla en torno a los esfuer­zos por ocultar el '<lélicit' o Jos sentimic·nlos de necesidad que el paciente asocia a él (p. 773). Por lo tanto, en el paciente adulto, el déficit eslruclural generalincnte aparecerá c\inicurnenle en contcxlos de conílicto y, en consecuencia, lcnc.Jrá que ser abordado ini­c\alrncnte uliliznn<lo m.ecanisn1os analíticos.

I\esun1ícndo: la aclilud analílica es una tn.anera <le relacionarse cognitiva y en1ociow nalrncntc cotnplcjn, compuc::;tu de diferentes elementos, todos los cuales convergen en un el_emcnlo clave que es la sirnpatín. La posi­ción asumida en el presente trabajo es que p1,1c<le producirse una oscilación en lre una es­trategia interpretativa y una afirmativa al interior <le la uclit.ud analítica, al poner el

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CONFL\CTO Y DEF'ICIT l25

énfasis allernalivamenlc en elcmenlos par· ciales diferentes del racimo aclitudinal. No parece necesario un cambio en la nctit.ud básica a nivel teórico ni a nivel cJínico.

RESUMl·'.N

Unn de !ns lnr(•ns t.eóricns nuís d('snfinntt:>s.de }n nctunlidad es inU-grnr la p!ticolo{,rfn del d"ficit con In concf'pción psiconnliticn lrudicional del con­flicto. En el presenlf' artículo Sf' plnntea que dicha inll'¡:,iynción debe producirse dentro de un rnnrco de orgnniznci6n f'structurnl. Utilizando )ns cnn1c­tcr{Hticn11 clt> In trnnAfPrf'ncín, rl nnnliHlo tlt•b<• df'· cídir si un <lflt.<>rrninndo rnnteriul clínico th•be st•r visto principolmente co1no una expresi<'in de con­flicto o de <lClicit. El nrtículo mucslrll cón10 pueden upnrecer los derivados del dl·f1cit en el diálogo te­rnpéutico. Cunndo Pstos esl<ín n punto de ser pre­dorninunli•R, el nnaliRtn debe rnodí ficnr su eslr:1 l<!-1:,rin, pasando <le dest. ubrir ~igni fica<los n <.:or1.<1tituir significados, utilizando puru ello intervt~nciones dí' tipo afirn10.ti110. En la n1l'dida que el nivel es­tructurul lluclunrú ni i nt.erior de un rnisrno pncicn­lí' de un punto dl.'I tiernpo u otro o <le uó t\rC'n dt" su pt'rsnn11lid11cl n otrn, PI nnnliHlo ti1•n1• c¡1u• Pslnr 1•11 Ufl l'fllndo <l(• conHlnnl(' rc<·f•pti vidud pnrn pod1·ro11-ci/ar entre !ns dos posicionl!S eslrat.égicns. Se con· <:luye que si bii!n el psicoanálisis tiene que an1pliar

tanto su conc"pción dP psicopntología y su estrnle­gin terapt"ulica no pan.'('e necesario ningún cnrr1-Lio i'n In nctitud nnaliticn búsica.

RESUMO

A tnrefn de inlt>brt'nr n psicología do déficit con n con<·(·pCño psiconn.Jiticn trn<licionnl de conílito constitui um <loa n1niores desnfios teóricos nfuais. Neste nrtigo, o autor propi'>e que esta intcgrn\ño devPrin ser ft-iU1 dentro de um mnrco de organi­Zn\ÜO estrutu1·ul. O nnulistu <leve decidir, sE>1;undo o tipo d<> trunsfert!ncin, se Unl rnntcrinl clínico de­lt•n11inndo rl<'v11 s<'r consid<'rodo princípnlmento con10 cxpressño rle conflicto ou de d(>ficit. O artigo ilustra o mnnl~irn ern que derivndos do défic!t npn­rf'cen1 no diólogo ternpéutico. Se estcs parec"m do· nlinnr, o nnnlístn mudnn'i. sun estratf>giu e, no inv~s dt• dcscohrir o sígniíicado, deve constituí-lo, usando inu~rven\1)es c.it> tipo afirmntivo. Se consi· dt•rurrnos que o nível eslruturnl Outua no 1nesmo paciente de um mon1ento n outro e de un111 lÍrea da p('rsonalidade n outra, o analista <leve eslnr em cnnsl.rtnlr t'St..ndo de rt>crptividn<l<' pora oscilar en. tre t-SRHS duns po:.i\ñ<>s Pstrat(·~icns. O autor che· ~:a 1\ t'nndu;:;íio <¡IH' nin1lu qut• n pHicnni\lisr f'XU°'n­cln l11nto o conccito <ll' psicopnlolobrin con10 n sun eslnllébrin ternpi•uti<'n, nf\o pnrece ser nl'cess..irio n1u<lai- u nlitu<le nnaliticu básica.

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