16 tesoro escondido el regreso de jesús

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TESORO ESCONDIDO

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TESORO ESCONDIDO

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El tesoro escondido44 Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro

escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra

aquel campo.

Mateo 13:44

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8 "El Mayor Tesoro"

"ADEMÁS, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que

tiene, y compra aquel campo".

En los tiempos antiguos, los hombres acostumbraban esconder sus tesoros en la tierra.

Los robos eran frecuentes, y cuando quiera que hubiese un cambio en el poder gobernante, los que tenían grandes posesiones estaban expuestos a que se les

aplicasen pesados tributos. Por otra parte, el país estaba en constante peligro de ser invadido por ejércitos merodeadores. Por consiguiente, los ricos trataban de preservar sus riquezas ocultándolas, y la tierra era considerada como un seguro

escondite. Pero a menudo se olvidaba el lugar en que se había escondido el tesoro; la muerte podía arrebatar al dueño; el encarcelamiento o el destierro podían alejarlo de su tesoro, y la riqueza cuya preservación le había costado

tanto trabajo, era dejada para la persona afortunada que la encontrase. En los días de Cristo no era raro descubrir en un terreno descuidado viejas monedas y

ornamentos de oro y plata.

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Un hombre alquila un terreno para cultivarlo, y mientras ara la tierra con sus bueyes, desentierra un tesoro. En seguida ve que una fortuna se

halla a su alcance. Restituyendo el oro a su escondite, regresa a casa y vende todo lo que tiene para comprar el terreno que contiene el tesoro.

Su familia y sus vecinos piensan que procede como un loco. No ven valor alguno en ese terreno descuidado. Pero el hombre sabe lo que hace, y

cuando tiene el título del campo, revuelve cada parte de él para encontrar el tesoro que ha conseguido.

Esta parábola ilustra el valor del tesoro celestial y el esfuerzo que deberíamos hacer para obtenerlo. El que encontró el tesoro en el campo

estaba listo para abandonar todo lo que tenía y realizar una labor incansable, a fin de obtener las riquezas ocultas. Así el que halla el tesoro celestial no debe considerar ningún trabajo demasiado grande y ningún

sacrificio demasiado caro para ganar los tesoros de la verdad.

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En la parábola, el campo que contiene el tesoro representa las Sagradas Escrituras. Y el Evangelio es el tesoro. La tierra misma no

se halla tan entretejida de vetas de oro ni está tan llena de cosas preciosas como sucede con la Palabra de Dios.

Cómo fue escondido

Se dice que los tesoros del Evangelio están escondidos. Aquellos que son sabios en su propia estima, los que están hinchados por la

enseñanza de la vana filosofía, no perciben la hermosura, el poder y el misterio del plan de la redención. Muchos tienen ojos, pero no ven; tienen oídos, pero no oyen; tienen intelecto, pero no disciernen el

tesoro escondido.

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Un hombre podría pasar por el lugar donde había sido escondido el tesoro. Estando en horrible necesidad, podría sentarse a descansar al pie

de un árbol, no sabiendo nada de las riquezas escondidas entre sus raíces. Tal ocurrió con los judíos. Cual áureo tesoro, la verdad había sido

confiada al pueblo hebreo. El sistema de culto judaico, que llevaba la firma celestial, había sido instituido por Cristo mismo. Las grandes

verdades de la redención se hallaban veladas tras los tipos y los símbolos. Sin embargo, cuando Cristo vino, no reconocieron a Aquel a quien

señalaban todos los símbolos. Tenían la Palabra de Dios en su poder; pero las tradiciones que habían pasado de una generación a otra y la

interpretación humana de las Escrituras, escondieron de su vista la verdad tal cual es en Jesús. La significación espiritual de los Sagrados

Escritos se perdió. El lugar donde estaba atesorado todo el conocimiento les estaba abierto, pero

no lo sabían.

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Dios no esconde su verdad de los hombres. Por su propia conducta, ellos la oscurecen para sí mismos. Cristo dio al pueblo judío abundantes evidencias de que era el Mesías; pero su enseñanza exigía un cambio

decidido en sus vidas. Ellos vieron que si recibían a Cristo debían abandonar sus máximas y tradiciones favoritas y sus prácticas egoístas e impías. Exigía un sacrificio el recibir la verdad invariable y eterna. Por lo

tanto, no admitieron la más concluyente evidencia que Dios pudo dar a fin de establecer la fe en Cristo. Profesaban creer en las Escrituras del Viejo

Testamento, y sin embargo rehusaron aceptar el testimonio que contenían con respecto a la vida y el carácter de Cristo. Temían ser convencidos, no fuera que se convirtieran y se vieran impelidos a abandonar sus opiniones preconcebidas. El tesoro del Evangelio, el Camino, la

Verdad y la Vida estaba entre ellos, pero rechazaron la dádiva más grande que los cielos pudieran conceder.

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"Aun de los príncipes, muchos creyeron en él -leemos-, mas por causa de los fariseos no le confesaban, por no ser echados de la sinagoga".*

Estaban convencidos. Creían que Jesús era el Hijo de Dios; pero el confesarlo no estaba de acuerdo con sus ambiciosos deseos. No tenían

la fe que podría haberles conseguido el tesoro celestial.

Estaban buscando tesoro mundanal. Y los hombres de nuestros días están buscando afanosamente los tesoros terrenales. Su mente está

llena de pensamientos egoístas y ambiciosos. Por ganar las riquezas, el honor o el poder mundanos, colocan las máximas, las tradiciones y los mandamientos de los hombres por encima de los requisitos de Dios.

Las riquezas de su Palabra se hallan ocultas a estas personas.

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"El hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede entender,

porque se han de examinar espiritualmente". *

"Si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto: en los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del Evangelio de la gloria de Cristo,

el cual es la imagen de Dios".*

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El valor del tesoro

El Salvador vio que los hombres estaban absortos en conseguir ganancias y perdían de vista las realidades eternas. Intentó corregir este

mal. Trató de romper el hechizo infatuador que paralizaba el alma. Elevando su voz clamó: "¿De qué aprovecha al hombre, si granjeara todo el mundo, y perdiere su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por

su alma?"* Cristo presenta ante la humanidad caída el mundo más noble que ha perdido de vista, a fin de que contemplen las realidades eternas.

Los transporta hasta los umbrales del Infinito, resplandeciente con la indescriptible gloria de Dios, y les muestra allí el tesoro.

El valor de este tesoro es superior al oro o la plata. Las riquezas

de las minas de la tierra no pueden compararse con él.

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"El abismo dice: No está en mí: Y la mar dijo: Ni conmigo.

No se dará por oro, Ni su precio será a peso de plata.

No puede ser apreciada con oro de Ophir, Ni con ónique precioso, ni con zafiro. 79 El oro no se le igualará, ni el diamante;

Ni se trocará por vaso de oro fino. De coral ni de perlas no se hará mención:

La sabiduría es mejor que piedras preciosas".*

Este es el tesoro que se encuentra en las Escrituras. La Biblia es el gran libro de texto de Dios, su gran educador. El fundamento de toda ciencia

verdadera se halla en la Biblia. Cada rama del conocimiento puede ser hallada escudriñando la Palabra de Dios.

Y sobre toda otra cosa contiene la ciencia de todas las ciencias, la ciencia de la salvación. La Biblia es la mina de las inescrutables riquezas de

Cristo.

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La verdadera educación superior se obtiene estudiando y obedeciendo la Palabra de Dios. Pero cuando la Biblia se deja de lado en beneficio de libros que no conducen a Dios y al reino de los cielos,

la educación adquirida es una perversión de ese nombre.

Hay en la naturaleza verdades maravillosas. La tierra, el mar y el cielo están llenos de verdad. Son nuestros maestros. La naturaleza hace oír

su voz en lecciones de sabiduría celestial y verdad eterna. Pero el hombre caído no entenderá. El pecado ha nublado su visión, y por sí

mismo no puede interpretar la naturaleza sin colocarla por encima de Dios. Las lecciones correctas no pueden impresionar la mente de

aquellos que rechazan la Palabra de Dios. La enseñanza de la naturaleza se halla tan pervertida

por ellos que aparta la mente del Creador.

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Muchos enseñan que la sabiduría del hombre es superior a la sabiduría del divino Maestro, y se considera al libro de texto de Dios como anticuado, pasado de moda y carente de interés. Pero no lo consideran así aquellos que han sido vivificados por el Espíritu Santo. Ellos ven el inapreciable tesoro, y lo venderían todo para comprar el campo que lo contiene. En vez de los libros que contienen las suposiciones de los

autores reputados como grandes, eligen la Palabra de Aquel que es el mayor autor y el mayor maestro que jamás haya conocido; que dio su vida por nosotros, a fin de que por

su medio tuviésemos vida eterna.

Resultados de descuidar el tesoro

Satanás obra en las mentes de los hombres, que los induce a pensar que hay conocimientos maravillosos que pueden ser adquiridos fuera de Dios. Mediante

razonamientos engañosos, él indujo a Adán y Eva a dudar de la palabra de Dios, y a colocar en su lugar una teoría que los guió a la desobediencia. Y sus sofismas están

haciendo hoy lo que hicieron en el Edén. Los maestros que mezclan con la educación que dan, los sentimientos de autores incrédulos, siembran en la mente de la juventud pensamientos que los inducirán a desconfiar de Dios y transgredir su ley. Poco saben

ellos lo que hacen. poco se dan cuenta de cuál será el resultado de su obra

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Un estudiante puede cursar todos los grados de las escuelas y colegios de nuestra época. Puede dedicar todas sus facultades a adquirir

conocimientos. Pero a menos que tenga un conocimiento de Dios, a menos que obedezca las leyes que gobiernan su ser, se

destruirá a sí mismo. Por hábitos erróneos pierde la facultad de valorarse. Pierde el dominio propio. No puede razonar correctamente

acerca de los asuntos que más íntimamente le conciernen. Es descuidado e irracional en la forma de tratar su mente y su cuerpo. Por hábitos

erróneos, se arruina. No puede obtener la felicidad; pues su descuido en el cultivo de los principios puros y sanos lo colocan bajo el dominio de los

hábitos que destruyen su paz. Sus años de estudio abrumador se pierden, por que se

ha destruido a sí mismo. Ha empleado mal sus facultades físicas y mentales, y el

templo de su cuerpo se halla en ruinas. Está arruinado para esta vida y para la

venidera. Pensó obtener un tesoro adquiriendo conocimiento y sabiduría terrenales; pero por dejar a un lado la Biblia sacrificó su tesoro

que vale más que cualquier otra cosa.

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Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

San Juan 8:12