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Sociedad violenta. Un debate necesario sobre la convivencia escolar. Si me quieren, aprendo: los adolescentes y sus vínculos en la escuela. Renovada: la enseñanza técnica regresa con nueva currícula. año número 11 2 0 0 9 febrero

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Sociedad violenta. Un debate necesario sobre la convivencia escolar.

Si me quieren, aprendo: los adolescentes y sus vínculos en la escuela.

Renovada: la enseñanza técnica regresa con nueva currícula.

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La violenciaestá de moda

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recrear la convivencia es una ardua e imprescindible tarea que deben asumir padres, docentes y alumnos, pero es una responsabilidad irrenunciable de los adultos. [páginas 4 a 13]

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CoNTemPoráNeos

las notiCias vinCuladas a la violencia en lasescuelas aparecen con mucha, demasiada asi-duidad, pero siguen generando conmoción.

los medios contribuyen a amplificar los hechos, peroel impacto nace de la propia naturaleza de los episo-dios.

Es real que se trata de un fenómeno que afecta aprácticamente todas las naciones del universo, más alláde su nivel de desarrollo, pero sería un pobre consueloinvocar, por ejemplo, la masacre de la Columbine highschool, en abril de 1999, para empequeñecer la grave-dad de los hechos que ocurren por estas tierras.

las peleas entre los chicos, la violencia verbal, lasagresiones contra maestros y profesores por parte dealumnos y padres, las batallas campales entre colegiosrivales, la discriminación, el hostigamiento a través deinternet, la filmación de todo tipo de transgresionesvía teléfonos celulares, el acoso, exhiben el grado dedeterioro del clima de convivencia en las escuelas.

escuela y sociedadEs cierto, de todos modos, que la cuestión de la vio-

lencia excede con holgura el espacio escolar. no es unrasgo escolar y, en todo caso, la escuela reproduce laviolencia de una sociedad donde la convivencia es unbien escaso. En el entorno que rodea la escuela, la vio-lencia suele aparecer como un camino muy usadopara resolver los conflictos y las diferencias.

también la violencia invade con frecuencia los esta-dios de fútbol, las calles, el ámbito familiar y, en defi-nitiva, todos los perímetros sociales.

seguramente, en ese contexto, sería ilusorio pensarque la escuela, por sí sola, puede transformar las reglasde convivencia social y generar una sociedad máshabitable, sin que ello suponga negar su rol de agentesocializador y de instrumento de transmisión de valo-res y comportamientos que le asignó, hace un siglo, elsociólogo francés Émile durkheim.|

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eN CoNfLICToAULAs

La violencia en la escuelala violencia penetró en las escuelas cuando, en un

proceso largo y complejo, la sociedad argentina se fuetornando cada vez más inhóspita, con una fuerte frag-mentación, crecimiento de los conflictos, utilizaciónde la fuerza para dirimir las diferencias y una altadosis de agresividad.

a la aparición de esa cultura de la violencia se aña-dió la crisis de la familia tradicional, el incremento delas agresiones en el ámbito del hogar y la propagaciónde modelos basados en la imposición de la fuerzacomo una herramienta válida para la solución de lasdisputas.

los mensajes de muchos medios masivos de comu-nicación, especialmente la televisión, tampoco ayudandemasiado cuando contribuyen a la degradación devalores esenciales, justifican lo injustificable y ensalzanlas burlas y las humillaciones.

Causas y motivoslos adolescentes y chicos que hoy llegan a las aulas

son absolutamente distintos a los de tres o cuatro déca-das atrás. Muchas de las instituciones que funciona-ban como control social y vehículo de socialización delos jóvenes –el club de barrio, la familia, las organiza-ciones vecinales– desaparecieron o se debilitaronostensiblemente y los condenaron al desamparo.

Como contrapartida, en los sitios donde asisten conmayor frecuencia, como los boliches, las canchas defútbol y las mismas calles de la ciudad, la violencia esun lugar común.

Con fuertes carencias materiales y afectivas, escasosvínculos de referencia y pertenencia y una enormeincertidumbre en relación al futuro, muchos jóvenes,incapaces de poner en palabras sus inquietudes y sen-saciones, se expresan con golpes y agresiones. Y enocasiones, el consumo de drogas y la adicción a losvideojuegos violentos, alimenta las conductas hostiles

y desafiantes frente a los docentes y las autoridadesescolares.

Conductas y actitudes que hasta no hace muchotiempo permanecían, en algunos casos, encubiertas,pero que ahora, con el uso de internet y teléfonos celu-lares, los propios jóvenes se encargan de hacerlaspúblicas.

agravando este panorama, la brecha comunicacio-nal entre las generaciones que se encuentran en lasaulas, concretamente docentes y alumnos, se ha pro-fundizado como nunca antes en la historia. Ello cons-tituye, sin duda, un obstáculo no menor para un diá-logo significativo al interior de la escuela.

uno de los puntos de partida para empezar a modi-ficar la situación debe ser el robustecimiento del roldel adulto y el reestablecimiento del vínculo entre lasfamilias y la escuela. los adultos, en el hogar y en laescuela, aparecen deslegitimados y con graves dificul-tades para establecer límites a chicos y jóvenes.

Más allá de la diversificación de los actores educati-vos, empezando por el papel que juegan los medios decomunicación, la responsabilidad primera en la educa-ción sigue recayendo en la familia y la escuela. se impo-ne, por lo tanto, recrear la cooperación entre ambos,recomponer los lazos hoy bastante deteriorados.

sobre límites y disciplinala situación descripta motivó, desde hace tiempo,

un replanteo de las normas que reglan el comporta-miento en las escuelas. los antiguos ordenamientosfueron desechados y se abrió el debate en torno a laidea de “disciplina” y “límite” para establecer unorden que permitiera un funcionamiento armoniososin rasgos autoritarios ni represivos.

Existe, sobre el particular, un acuerdo bastantegeneralizado de que las sanciones deben tener uncarácter más reparatorio que de castigo, de modoque permitan una reflexión de los actores involucra- |

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dos en la transgresión de las normas y adquieran, dealgún modo, una índole preventiva. sin que ello, claroestá, erosione la autoridad del docente y de la propiaescuela.

no se puede discutir que los chicos y jóvenesdeben tener límites y respetar una determinadadisciplina, lo que supone descartar cual-quier forma de permisividad excesiva,pero sería un error severo creer que lacausa de la violencia en las escuelas radi-ca en la indisciplina.

no es la “mano dura” la metodologíacapaz de revertir la situación que se viveen el espacio escolar y, mucho menos aún, la exclu-sión total de los alumnos del sistema educativo.

Convivencia y aprendizajede lo que se trata es de buscar la forma de recuperar la

convivencia, sin la cual es imposible plantearse logros edu-cativos importantes. no se pueden escindir los procesospedagógicos y la convivencia institucional: sin convivenciano hay hecho educativo, se deteriora absolutamente unade las condiciones necesarias para la escolarización.

Pero no se trata sólo de que el buen clima escolar–donde imperan el respeto mutuo, el diálogo y la par-ticipación– constituye la condición sine qua non parapermitir el desarrollo de la tarea de enseñar y apren-der. Únicamente donde predomina la convivencia losalumnos pueden aprender orientaciones actitudinalesbásicas y preceptos de vida sustanciales que son losque posibilitan, en última instancia, el estudio de otroscontenidos esenciales en el proceso pedagógico.

Una tarea difícil, pero imprescindiblerecrear la convivencia en las escuelas supone una

tarea difícil y compleja, pero es posible y, sobre todo,imprescindible. Es algo que se construye día a día, conesfuerzo, avances y retrocesos, fracasos y éxitos. Y esuna de esas tareas que no acaba jamás.

también demanda espacios y tiempos específicosporque requiere mucha reflexión, análisis, debates ydiálogo. Es una instancia que excluye la economía depalabras y el acortamiento de los tiempos.

una de sus condiciones básicas es la más ampliaparticipación de los distintos actores institucionales,autoridades, docentes, alumnos y padres. Con lamás absoluta libertad para formular sus opiniones ysentimientos.

lo que se busca es que todos puedan, definitivamen-te, asumir la necesidad del respeto a las normas a par-tir de interpretar su sentido, intervenir en su elabora-ción y aceptar que son parte fundamental de la cultu-ra democrática en el espacio escolar.

Para eso, las normas deben reposar en valores fun-damentales como la igualdad de las personas en sudignidad, la justicia y el rechazo a la violencia, el auto-ritarismo y la discriminación.

sólo sobre esa base se logrará desactivar los conflic-tos, antes de que trepen a niveles incontrolables y, loque es aún más importante, se fomentará el desarrollode los niños y adolescentes como ciudadanos, conderechos y responsabilidades.

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–La violencia en las escuelas, ¿se ha incrementado en forma

notoria o tiene los niveles de siempre, sólo que amplificados por

los medios?

–lo primero que tenemos que tener en cuenta alhablar de violencia en las escuelas, es que si nosremontamos más atrás de dos o tres años no tene-mos datos fidedignos, de modo tal que cualquiercosa que afirmemos no pasa de la impresión o de laconjetura. En segundo lugar, debemos recordar quea qué se llama violencia y a qué no, varía histórica-mente: muchas prácticas que hoy calificamos comoviolencia –peleas a puñetazos entre varones, porejemplo– antes no sólo no se consideraban violentas,sino que eran parte integral y deseable del procesode socialización de un varón, el “hacerse hombre”.

así que hay una especie de inflación que, al cam-biar los sentidos y el alcance del concepto, hace queparezca que hay un brote de violencia cuandomuchas veces no hay más que un cambio de sentido.Esto no implica negar que aparezcan prácticasinéditas, y que no dudaríamos en calificar de violen-tas, claro, pero estas prácticas están lejos de seromnipresentes. además, es cierto que los mediosprestan mayor atención a los casos más espectacula-res –que son, obviamente los más infrecuentes– yque suelen presentar como “violencia escolar” nosólo lo que pasa en la escuela sino en sus inmediacio-nes, o incluso cuando presentan como “alumnos” o“alumnos de tal o cual escuela” a los protagonistasde hechos que ocurrieron en cualquier otro sitio.

–Más allá de los niveles de violencia, ¿sus causas se origi-

nan exclusivamente en el contexto externo o la propia escuela

la reproduce con otras características?

–Creo que hay dos errores básicos a la hora depensar la relación entre la escuela y las violenciasque tienen lugar en torno suyo. uno, que es el queyo llamo la imagen de la escuela opaca, consiste enpensar que todo lo que ocurre dentro de la escuelatiene causas escolares o se debe a la escuela. otro, la

imagen de la escuela transparente, es pensar lo con-trario, es decir que la escuela es un mero reflejo desu afuera.

ambas imágenes son falsas: la primera, porquepiensa a la escuela como si debiera haber permane-cido completamente inmune a los cambios profun-dos de la sociedad argentina reciente; la segundaporque piensa a la escuela como completamenteimpotente. la relación en realidad es más compleja:la escuela funciona como un prisma que refracta loque viene de afuera, e interviene sobre ello, a vecesmitigándolo, a veces agravándolo. toda la investiga-ción disponible, tanto en el país como fuera de él,muestra que no hay una relación directa entre losniveles de violencia de la escuela y los de su entorno,y que los factores institucionales suelen tener máspeso que los sociales o los individuales.

–Las nuevas normas que reglan el comportamiento al inte-

rior de las escuelas, donde las sanciones tienen un carácter más

reparatorio que de castigo, ¿favorecen u obstaculizan la tarea

de desactivar los conflictos?

–una vez más, la investigación de este tema es muyreciente como para poder dar una respuesta funda-mentada. lo que sí sabemos con certeza es que loque es un problema es más bien la ausencia de san-ción –y no su modalidad concreta–, en la medida enque tiene como resultado que los conflictos escalen yestallen. Y lo que sucede, por otra parte, es que lassanciones que eran efectivas en otros contextos, por-que apelaban a un sentido de la vergüenza indivi-dual, muchas veces carecen de eficacia en contextoscontemporáneos; no sólo porque las subjetividadeshoy son muy distintas de lo que eran, sino tambiénporque el pacto implícito –o en ocasiones explícito–entre la familia y la escuela, donde la primera dele-gaba autoridad a la segunda, está en crisis o se haroto en muchos casos. uno puede pensar, en este sen-tido, que la reparación es superior al castigo (yo cier-tamente lo pienso), pero la eficacia de la reparación

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“no haY una rElaCión dirECtaEntrE los nivElEs dE violEnCiadE la EsCuEla Y los dE su Entorno”

Gabriel Noel es licenciado en antropología, doctor en ciencias sociales, investigador del programade antropología social y política de flacso argentina, del centro de investigaciones etnográficas dela universidad nacional de san martín y del observatorio de violencia en las escuelas (ministerio de educación de la nación – unesco – universidad nacional de san martín).

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esTA ProbLemáTICA debe ser, sí o sí, deTeCTAdA y ATeNdIdA [...].debemos deNUNCIAr, AyUdAr, AsIsTIr y, sobre Todo, debe ser

PUesTA eN PALAbrAs, sImboLIzAdA; No Como UN ProbLemA de esTeNIño o AqUeL AdoLesCeNTe, sINo Como UN ProbLemA edUCATIVo

e INsTITUCIoNAL qUe VICTImIzA AL CoNjUNTo y A LA esCUeLA mIsmA.

tiene prerrequisitos de subjetividad que no siemprese cumplen en las actuales condiciones.

–Usted señaló alguna vez que la escuela, como prisionera de

un modelo que no da cuenta de los cambios de la realidad, tie-

ne la imposibilidad de repensarse a sí misma. ¿Cómo se hace,

entonces, para recrear la convivencia como condición necesaria

para que exista el hecho educativo?

–Creo que esa es una pregunta que, en tantoinvestigador, me queda demasiado grande. Me

parece en este sentido que, por suerte, gente máscompetente que yo se la está haciendo (es el caso delPrograma de Convivencia del Ministerio de Educa-ción). lo que sí puedo decir es que, una vez más, lacompetencia no le cabe sólo a la escuela, ni depen-de de la buena voluntad de sus actores principales(que la tienen, y en grado heroico y desde hace bas-tante tiempo). la solución debe ser institucional ycolectiva, y una institución es mucho más que unasuma de individualidades y buenas voluntades.

–Hablemos de la idea de convivencia en las escuelas, un con-

cepto que hoy aparece muy asiduamente…

–las escuelas son lugares de encuentro donde seproducen tramas de relaciones y vínculos a partir delas funciones educativas que allí se producen. son –odeberían ser– estas funciones educativas las quedarían significados a las interacciones demandadaspor el trabajo escolar y a los vínculos intersubjetivosentre los sujetos.

los niños y niñas, los adolescentes y los jóvenes seencuentran con otros –otros niños, otros jóvenes,otros adultos, otros géneros, otras generaciones– yvan configurando los vínculos que hacen posible lasenseñanzas y los aprendizajes.

si los sujetos encuentran su lugar en la escuela,son esperados e incluidos, ésta se constituye en unespacio y un tiempo que, humanamente, sostiene ycontiene, que arraiga y produce sentimientos de per-tenencia. Esta sería, verdaderamente, una conviven-cia educativa.

–Pero eso no siempre ocurre en la realidad…

–Claro, a veces existe violentación –lamentable-mente con demasiada frecuencia– que fractura laconvivencia, que rompe los encuadres pedagógicosdel trabajo escolar, que trastoca las tramas de rela-ciones y vínculos y las condiciones y reglas del fun-cionamiento humano y educativo.

la violencia instala un modelo de vínculo coerci-tivo y arbitrario; desorganiza las tramas según unorden perverso de fuerza y poder. se instala, en sulugar, un estado de amenaza que interrumpe loscódigos de referencia y pertenencia. si un estableci-miento tiene problemas de convivencia, y no sólo dedisciplina de trabajo escolar; las funciones educati-vas están amenazadas de descomposición, cuestiónque no se resuelve sólo con nuevos reglamentos ymedidas ejemplares de sanciones y expulsiones.

–¿Cuál es el origen de esa violentación? ¿El contexto, lo

externo o la propia institución educativa?

–las diversas formas de maltrato, abuso sexual,explotación laboral y coerción mafiosa para incor-porarlos a la droga y el delito, a las que algunos

‘‘

‘‘“los ProBlEMas dE ConvivEnCiaaMEnazan las FunCionEs EduCativas”Lucía Garay es licenciada en ciencias de la educación, pedagogía y psicopedagogía, socióloga,investigadora y docente de la escuela de ciencias de la educación de la universidad nacional decórdoba. también es fundadora de redei (red de estudios institucionales), que integra más de 10 universidades de argentina, españa y méxico.

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niños y adolescentes son sometidos, es la primera ymás dañina forma de violencia; que se origina en loshogares y los barrios, pero que emerge y se detectaen las escuelas. a veces, el escenario escolar es toma-do para imponer la violencia y el delito.

Esta problemática debe ser, sí o sí, detectada yatendida; así se trate de pocos casos. debemosdenunciar, ayudar, asistir y, sobretodo, debe serpuesta en palabras, simbolizada; no como un pro-blema de este niño o aquel adolescente, sino comoun problema educativo e institucional que victimizaal conjunto y a la escuela misma.

El tratamiento del problema, como las acciones ins-titucionales, deben ser, estrictamente, con fines educa-tivos de reparación y no para discriminar o incremen-tar la victimización. la negación y el silencio produ-cen impunidad, que es una forma de violencia.

luego, tenemos todas las formas de violencia social,que generan en los sujetos privaciones, frustraciones,miedos, conflictos disruptivos, que son traídos a la

escuela por los adultos y los niños, a veces sin, real-mente, quererlo. Para buena parte de nuestra infan-cia, la escuela es el único espacio de compensación yesperanza para revertir una historia de violencia fami-liar, exclusión social y violentación mediática.

–¿Qué se puede hacer frente a esta situación?

–Poco puede hacerse desde la escuela respecto a laviolencia social, como no sea, al nivel del sujeto, ofre-cer posibilidades educativas de reparación y, al nivelde la sociedad, luchar por una convivencia humaniza-da. aquí son otras instituciones, y la propia sociedad,las que deben proteger a la escuela de la violenciasocial, asegurando un lugar saludable para la infanciay de satisfacción para el trabajo docente.

–De todos modos, suele haber responsabilidades de padres,

docentes y autoridades…

–sí, por supuesto. a veces, la violencia viene desdedentro de la escuela como maltrato institucional, aco-

ProGrAmA ProVINCIALde CoNVIVeNCIA esCoLAr

dE Esosí sE haBla

Con El oBJEtivo de brindar herramientas, reforzarlas relaciones entre directivos, docentes, alumnos ypadres de la comunidad educativa y potenciar el tra-bajo cooperativo, para poder afrontar las dificulta-des que surgen en las relaciones que se establecen enel ámbito educativo, el 11 de septiembre del añoúltimo, se relanzó el Programa Provincial de Convi-vencia Escolar.

los tres ejes básicos del programa reposan en unplan de apoyo y asesoramiento a las escuelas de nivelmedio, a través de equipos técnicos y supervisores; laconstrucción de códigos de convivencia y la confor-mación de consejos de convivencia.

En este marco, se conformaron distintas regionesy se designó a un supervisor, para monitorearlas, ycoordinar reuniones periódicas con los distintosestablecimientos (de 20 a 30 escuelas) que pertenez-can a su jurisdicción.

de la misma manera, se implementó un serviciode atención telefónica, a través de una línea gratuita(0800-777-3728), destinado a brindar orientación

técnica a distancia frente a dificultades vinculadascon la convivencia escolar, lo que permite establecerel primer contacto con el problema y prevenir la vio-lencia en los ámbitos educativos.

Paralelamente, se comenzaron a desarrollar talle-res para directivos y preceptores (en escuelas quecuentan con gabinetista, el profesional también esconvocado), cuyos ejes temáticos están enfocados enlos nuevos escenarios sociales, las culturas juveniles ylos casos de violencia escolar. Estos encuentros serealizan en tres visitas y son el primer espacio insti-tucional donde se trabaja sobre la reflexión y análi-sis de la convivencia escolar, intentando que se gene-ren propuestas que incluyan la participación con losalumnos; todo esto seguido y evaluado por los super-visores regionales.

según asegura la lic. susana Berardo, coordinado-ra del Programa, los talleres no solamente apuntan ala creación de Consejos, sino también ayudan a “pen-sar los modelos de convivencia que están en cadaescuela, el modelo de autoridad, cómo se actúa antesituaciones conflictivas, y las fortalezas y debilidadesde cada institución”. Confía, asimismo, que luego deesta instancia aparecerán mas espacios de participa-ción como los acuerdos y los Consejos de convivencia.

tras esta primera etapa –de apoyo y acompaña-miento a través de los equipos técnicos y superviso-res–, se espera que cada comunidad educativa tra-

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so moral, discriminación y abuso de poder. también,como abandono y degradación pedagógica; comodesconfianza y desesperanza acerca de que otra socie-dad, otra escuela, otra educación son posibles.

Estas formas de violencia son introducidas en lainstitución por los adultos; aunque, en su discurso sela proyecte, como justificación y razón de ser, en unasupuesta infancia incontenible e ineducable, en susfamilias, en los medios de comunicación, en los polí-ticos o el sistema neoliberal.

Más allá de que es innegable que tenemos nuevasrealidades –muchas dolorosamente injustas–, nuevossujetos con nuevas necesidades y demandas educati-vas, muchísimas carencias en la formación docente ytodos los factores negativos que podamos enlistarque afectan a las escuelas; nada nos libra de nuestraresponsabilidad como adultos, incluyendo a lospadres, en posición de educadores –posiciones quehemos elegido– en las relaciones con quienes ocu-pan el lugar de alumnos –relación siempre asimétri-

ca– que, por su condición de menores, están obliga-dos y sin poder elegir ni a los docentes ni a los com-pañeros, ni a los padres.

tampoco nos absuelve de nuestra responsabilidad,por acción u omisión, en la creación de climas esco-lares conflictivos y ríspidos, arbitrarios y desorganiza-dos. valoro que haya miles de docentes embarcadosen la lucha contra la violencia, comprometidos con lacausa de la infancia, investigando alternativas e ideaspedagógicas renovadas y creativas. Pero no somossuficientes.

seguramente, nuestros límites nos señalan queno podemos cambiar el mundo, ni la sociedad, aveces ni las instituciones. En cambio, sí podemoscambiar nuestro trabajo, nuestras prácticas y lastramas de vínculos que las contienen. sostenernosen la convicción de que, más allá de las diferenciasque nos separan, nos iguala nuestra condiciónhumana y el reconocimiento al valor de la educa-ción para realizarla.

baje y acuerde los Códigos que establecen deberes,derechos y límites para cada institución. Más allá dealgunas pautas generales, la construcción es colecti-va y particular en cada establecimiento; aunque,cabe aclarar, los acuerdos y/o Códigos no puedencontradecir normas superiores, ya sean provincialeso nacionales.

de la misma manera, la construcción de espaciosinstitucionales donde se discutirán los problemas deconvivencia y donde se definirán los Códigos, es otraetapa fundamental.

los Consejos de aula apuntan a reforzar los valo-res democráticos a través de la discusión de temascotidianos entre los alumnos –respetando las dife-rencias de opinión–, la participación y el aprendiza-je del sistema de representatividad. “Funcionancomo una micro preparación de temas que luegodeben presentarse en los consejos”, añade susanaBerardo. Por su parte, los Consejos de convivenciason una instancia de reflexión y consulta para la cre-ación de los Códigos de convivencia, pero tambiénhan de servir para promover actividades que forta-lezcan los vínculos pedagógicos de la comunidadeducativa (foros, charlas, recitales, encuentros depor-tivos). En este sentido, los Consejos han de estar inte-grados por directivos, docentes, padres y alumnos, demanera de posibilitar el aprendizaje democrático, ysu tamaño variará de acuerdo a cada institución,

(siempre respetando un nivel de representaciónequitativo). Empero, la imposición de las sancionesreparatorias y/o punitorias estará reservada a lasautoridades escolares.

ambos espacios permitirán reforzar las relacionesentre los pares, tanto como las establecidas con losdistintos actores de cada comunidad educativa,potenciando los esfuerzos a través del trabajo coope-rativo y en red.

Más allá, del nuevo impulso dado por el Ministe-rio a la conformación de Consejos de convivencia,existen escuelas que ya han hecho la experiencia queofrece resultados parciales pero alentadores. “desdeque se hacen los consejos áulicos se han solucionadoy prevenido problemas, tanto a partir de observacio-nes de los docentes sobre algunos alumnos como porquejas del alumnado respecto al modo de dictar cla-ses o del trato de los docentes”, narró la encargadade dirección del iPEM 154 General Martín deGüemes.

Y luis valle, vicedirector del iPEM 313, contó:“nosotros trabajamos con docentes elegidos por losalumnos como tutores, con los que se discuten prin-cipalmente temas de conducta en el aula y eso ayu-da a prevenir los problemas. también premiamoscon viajes a los cursos que mejor se comporten en elaula. a todos se les otorga una cierta cantidad depuntos que van restando por cada falta”.

Cr. Juan Schiaretti

Gobernador de Córdoba

D. Héctor Campana

Vicegobernador de Córdoba

Prof. Walter Grahovac

Ministro de Educación

Prof. Delia Provinciali

Secretaria de Educación

Cra. Silvina Rivero

Secretaria de Gestión Administrativa

Dr. Carlos Sánchez

Secretario de Relaciones Institucionales

Dr. Horacio Ferreyra

Subsecretario de Promoción

de Igualdad y Calidad Educativa

Prof. Enzo Alberto Regali

Director de Planeamiento

e Información Educativa

Prof. Carlos Osvaldo Pedetta

Director de Infraestructura

Lic. María del Carmen González

Director General de Educación Inicial

y Primaria

Prof. Juan José Giménez

Director General de Educación Media

Ing. Domingo Aríngoli

Director General de Educación Técnica y

Formación Profesional

Prof. Hugo Zanet

Director General

de Institutos Privados de Enseñanza

Lic. Leticia Piotti

Directora General

de Educación Superior

Lic. Luján Mabel Duro

Directora General

de Regímenes Especiales

Prof. Carlos Brene

Director de Jurisdicción de Jóvenes y Adultos