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    El desfle del amor

    EugeniaREVUELTASUniversidad Nacional Autnoma de Mxico

    Eldesfle del amor es sin duda uno de los ms complejos y seductores textos escritospor Sergio Pitol. Publicado en Espaa en 1984 por la editorial Anagrama, obtuvo en

    ese mismo ao el Premio Herralde de novela, y slo hasta 1989, y gracias a la bene-

    mrita editorial Era, el pblico mexicano reencontr a este narrador que, aunque muy

    conocido en crculos de lectores cultos, permaneca ajeno a las luces de las campa-

    as publicitarias de las grandes editoriales, y por ello mismo, poco conocido por el

    gran pblico lector. El desfle del amorjunto con Domar a la divina garza yLavida conyugal forman una triloga en la que su autor, con una mirada aguda, desen-mascaradora, profundamente irnica, hace un gran fresco de la sociedad mexicana en

    la que el humor, lo grotesco, lo pardico, todas ellas estrategias de la carnavalizacin,

    invitan al lector a interiorizarse en un mundo alucinante, entre veras y burlas, que ms

    all de la realidad aparencial accede, liberado de toda solemnidad, a la comprensin

    de la paradjica, compleja y casi inasible microhistoria de la cultura mexicana. El

    texto de Pitol puede ser considerado, sin ningn delirio, esperpntico; como Valle-

    Incln, el mecanismo de la contemplacin literaria de la realidad, a travs de un es-

    pejo normal, no puede acceder al conocimiento de esta sociedad al mismo tiempo

    fascinante, rica y monstruosa; por ello, como Valle-Incln, requiere de un espejo

    deformado. Nuestro autor, al mismo tiempo conocedor de la gran tradicin potica

    en lengua espaola, tambin es agudo conocedor de las poticas contemporneas, y

    por ello encuentra tambin en Bajtn, que entre otras cosas, vuelve sus ojos al mundo

    de la cultura popular, y con ello, al rescate de formas frecuentemente menospreciadas

    por su vinculacin con el humor, con la ruptura, con la dimensin cmica y festiva

    de la literatura, lo que de ninguna manera le resta seriedad y profundidad a la apre-

    hensin del mundo a partir de sta. Por otro lado, cuando hablamos de cultura popular,

    no slo nos estamos reriendo al aporte de los carnavales, los entremeses de Luis

    Quiones de Benavente, Cervantes, o de nuestro tiempo, con Lorca y Sanchs, sino a

    la cultura popular de masas que informa tambin el mundo de Pitol, que es el de los

    muequitos, ahora conocidos como tiras cmicas, como es el caso de la fuerte in-

    uencia que tiene en algunos personajes de Pitol, como la ta Eduwiges o Jacqueline

    Cascorr, que nos remiten a la inefable Borola Tacuche de Burrn en algunas de sus

    posibles metamorfosis.

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    Actualmente son muchos los crticos que han revalorado los recursos de lo festivo

    y de la risa por su poder liberador, y tambin por su poder como conocimiento, en

    contra del prejuicio de la seriedad y la solemnidad como nicos recursos para el cono-

    cimiento. Pero no nos engaemos, ya Aristfanes haba sealado cmo la risa y todas

    sus derivaciones son tambin agudos instrumentos para el conocimiento. A esa corrien-

    te se van a unir algunos llogos medievales que, como seala Javier Huerta Calvo:

    solan demostrar un talante ms abierto y liberal de lo que se piensa. Ello les permita

    compaginar la natural seriedad del ejercicio acadmico con la no menos natural pre-

    disposicin del ser humano al entretenimiento y la chanza. As se explica, por ejemplo,

    el papel que en orden al aprendizaje del latn, cumplan las farsas escolares y las co-

    medias elegacas en los medios universitarios del Medievo.1

    A partir de esta simpata y reconocimiento de las formas festivas, Erasmo, Moro,

    Rabelais, el mismo Nietzsche, van a sentir una predisposicin a utilizar los recursos del

    humor y de la risa. La gran aportacin de Bajtn es poner a lo festivo y a la risa en el

    centro mismo de la explicacin de las formas culturales del pasado y de nuestro tiempo.

    Quisiera sealar el hecho para m fundamental de cmo esta aparicin de formas

    festivas y carnavalizadas aparecen en situaciones donde la cultura ocial es opresiva

    y dominante. Pero no slo la cultura, entendida en su sentido estricto, sino todas las

    formas de la vida social. Si en el pasado fueron los reyes y la Iglesia, para Bajtn era

    la poca estalinista. Como han sealado sus bigrafos, la obra de este autor ha llegado

    a nuestras manos luego de una serie de adversidades: enfermedad, persecucin pol-

    tica, mutilacin corporal, invalidez, exilio interior, aislamiento [] penosas circuns-

    tancias que no fueron bice, sin embargo, para que el autor dedicara sus esfuerzos

    intelectuales a la investigacin de los esquemas mentales de la comicidad, la historia

    de la risa o el estudio del carnaval en la literatura de todos los tiempos.2

    Al mismo tiempo resulta interesante y paradjico ver a un hombre tan asediado por

    la intransigencia sovitica, por la enfermedad y la soledad, dejndonos un legado de

    restitucin de la libertad, que son sus trabajos sobre lo festivo y la risa.

    Para decirlo brevemente, las grandes categoras de la reexin potica de Bajtn son

    lo dialgico,lo polifnico y lo carnavalesco, categoras que estn tambin vinculadasa otra categora que es la de la alteridad, puesto que Bajtn seala que no es posible

    conocerse a uno mismo fuera de las relaciones que lo unen a lo otro. En otras palabras,

    la presencia de lo otro nos permite conocernos con mayor profundidad. Si nos referimos

    a lo dialgico, entendemos que para el autor, y en general, vivir signica participar

    en un dilogo, interrogar, escuchar, responder, asentir, disentir, etctera.3Este dialo-

    gismo es una de las estructuras fundamentales de la novela que comentamos. Montada

    sobre los bastidores estructurales de una novela policiaca, el autor pone a su personaje

    1Javier Huerta Calvo, Lo carnavalesco en la teora literaria de Mijal Bajtn, en Formas carnavalescasen el arte y la literatura, pp. 13-14.

    2Ibid.,p. 17.3Ibid.,p. 20.

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    el investigador a interrogar a todos y cada uno de los posibles testigos que pudie-

    ron haber participado o, al menos, conocido el mbito circundante que hizo posible

    que en una esta ofrecida para inaugurar una galera, que ya haba sido inaugurada, se

    asesinara e hiriera a un joven alemn; al hijo de la antriona de la esta que no co-

    noca al joven alemn, y herido y lesionndolo de por vida a un secuaz de un miste-

    rioso personaje de la extrema derecha to del investigador, y que, lo sabremos

    hasta uno de los captulos nales, se autoproclamar bastonero del desle del amor.

    La complicada urdimbre de enigmticas pistas, interrogatorios por parte del inves-

    tigador, de respuestas siempre contradictorias entre s, aunque no necesariamente falsas,

    dan a la novela su carcter alucinante por la dicultad no slo para el personaje

    investigador sino para el lector de perseguir los hilos correctos para esclarecer el

    crimen. No en vano uno de los personajes ms ridculos, el primo Derny, y sujeto a la

    irona cruel del autor, seala, cuando Miguel del Solar le indica, que es posible que las

    muertes de Arnulfo Briones su to y su hijastro Erich Mara Pistauer estn ligadas.

    Escobedo el pintor, que tambin participa de esta idea, otro de los interrogados, piensa

    que todos los escndalos que se dieron en la esta no tuvieron otro n que distraer la

    atencin de los invitados mientras, a la salida del edicio Minerva, alguien asesinaba

    al joven austriaco (alemn). A la argumentacin de su primo, Derny, que no puede

    evitar nunca, como cualquiera de nosotros, hacer patente su cultura, dice que: Cada

    quien, como en los dilogos de Pirandello oRashomntiene su propia versin de loshechos dijo Derny, aprovechando la oportunidad para lucir su lectura.4

    El juego irnico en este caso est explcitamente sealado por el autor, pero todos

    nos reconocemos en este espejo y por ello yo, para no ser menos, cito a Valle-Incln

    cuando dice que: Reservamos nuestras burlas / para aquello que nos es semejante

    (Los cuernos de don Friolera).Y es que Valle dice una gran verdad, ms nos remos cuanto ms reconocemos en

    el otro aquel pie del que cojeamos los espectadores. Y eso es precisamente lo que hace

    Sergio Pitol enEl desfle del amor, en cuyas pginas los personajes que transitan son

    los tipos caractersticos del mundo cultural, desde los aos cuarentas hasta nuestros

    das. Tipos que nos parecen mscaras de gente conocida, de lejos o de cerca, cuando

    no estn dichas por sus nombres en el texto; a veces pareciera que se podran tomar las

    pginas ya de s humorsticas de Salvador Novo deLa vida en Mxico en el periodo deManuel vila Camacho,si hubiera empezado a escribir el 28 de mayo de1942, cuandoMxico le declar la guerra a las potencias del Eje.

    Todo habitante de la ciudad de Mxico, que pase por las calles de la plaza Ro de

    Janeiro, ver un edicio en una de sus esquinas que llama la atencin por su carcter

    sui generis y extrao al entorno general: se es el espacio narrativo, el edicio Miner-va. El narrador primero, o narrador omnisciente, describe no slo el espacio sino los

    sentimientos del segundo narrador, o narrador protagonista, que es el investigador que

    4Sergio Pitol,El desfle del amor, p. 174.

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    llega hasta el edicio, en una especie de retorno nostlgico, para enfrentar sus recuer-

    dos de cuando a los diez aos de edad vivi con sus tos en el edicio y fue testigo

    lejano, pues slo lo supo de odas, del crimen de Erich Mara Pistauer. La mirada del

    primer narrador es objetiva y sin concesiones, y marcada por el desencanto:

    Hay algo triste y sucio en ese rumbo que hasta haca poco lograba sostener an ciertos

    alardes de elegancia, de antigua clase poderosa, maltratada pero no vencida. La aper-

    tura de la estacin del metro, las bocanadas de desarrapados que vomita regularmente,

    la aparicin de puestos de fritangas, tacos, quesadillas y elotes; de peridicos y libros

    de segunda mano, los vendedores de perros, de juguetes baratos, de medicamentos

    milagrosos, sealan el autntico n de esa parte de la ciudad, el comienzo de una

    poca distinta.5

    La descripcin puntual entra y sigue al investigador, y describe cmo los recuerdos

    de ste empiezan a abrirse paso en su memoria. Un poco a la manera de Ren Claire,

    Miguel del Solar toma conciencia de que los espacios memorados no son ni tan grandes

    ni tan bellos como la memoria se empea en construir. Contemplando el interior, ya no

    slo ve sino que oye las voces de su recuerdo: Lo inunda un torrente de palabras

    pronunciadas treinta aos atrs, de ecos de conversaciones que insisten en la elegancia,

    en el prestigio social de aquel inmueble, en su interior art decdiseado en 1914 []lo que en esos momentos ven sus ojos, son muros a punto de tronar, de desvencijarse.6

    En este caso no es la combinacin entre el sabor de la magdalena y la tisana lo quepermite remontar la corriente del olvido sino un alud de palabras, de voces con los que

    el personaje, el investigador, va a iniciar un dilogo que lo llevar al encuentro a travs

    de otros discursos: las memorias, las noticias periodsticas, las entrevistas, cumpliendo

    as otra de las caractersticas de lo carnavalesco: la estructura polifnica junto con la

    dialgica, as como una pluralidad de tonos y estilos que lo caracterizan. Dibujado

    inicialmente el espacio narrativo, el narrador omnisciente nos describe al investigador,

    tanto en su vestuario como en sus actividades. La descripcin del personaje nos parece

    como lectores una autodescripcin de autor. A m me hizo recordar inmediatamente la

    vestimenta habitual de Pitol: viste pantalones de franela gruesa, caf oscuro, y una

    chaqueta de tweeddel mismo color, ligeramente jaspeada. La corbata es de lana tejida,ocre. En esa esquina, y, sobre todo en ese prtico, su atavo, as como cierto modo de

    permanecer de pie, de llevarse la mano al mentn, resultan absolutamente naturales, a

    tono con las altas y sucias paredes de ladrillo rojizo, semejantes a muchos muros y

    prticos londinenses.7

    S, eso pudiera ser Sergio Pitol, pero tambin es y pudiera ser cualquier intelectual

    mexicano de clase media de las dcadas de los sesentas o los setentas. La irona sub-

    yacente de la descripcin es ms reconocible por alguien que haya vivido en el mun-

    5Ibid.,p. 9.6Ibid.,p. 10.7Idem.

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    dillo de las humanidades universitarias, pues lo descrito, podramos decir, era el unifor-

    me del intelectual universitario.

    El disparadero de la investigacin de Miguel del Solar surge al revisar la correspon-

    dencia entre el administrador de una empresa petrolera inglesa y Londres, pues, como

    todos sabemos, con motivo de la expropiacin de las empresas petroleras se dio una

    ruptura de las relaciones entre Inglaterra y Mxico. La Segunda Guerra Mundial hizo

    posible que se reanudaran las relaciones diplomticas, y consecuente con la participa-

    cin de Mxico con la causa aliada se establecieron otro tipo de relaciones.

    Por esos aos, Mxico se transforma en un puerto de llegada de una migracin

    europea que, fundamentalmente, viene huyendo de la guerra o que encuentra en M-

    xico, por su frontera con Estados Unidos, el lugar perfecto para el espionaje. Si uno

    lee los textos de Novo correspondientes a la poca, encontrar que la provinciana

    ciudad de Mxico se ha transformado. Alemanes comunistas y socialistas vienen a

    Mxico y se integran a la sociedad mexicana, vinculndose con los grupos de izquier-

    da. Jvenes alemanes de un perl ideolgico indenido llegan tambin y se integran

    a sociedades comerciales alemanas, o se dirigen a las ncas cafetaleras chiapanecas,

    y algunos ms al Colegio Alemn, donde siempre se dijo que hacan labores de espio-

    naje. Junto a ellos, republicanos espaoles, judos rumanos, y hasta un rey con su

    amante; todas estas migraciones dan un aire cosmopolita a la ciudad. El narrador

    utiliza su espacio narrativo, y en ese universo que es el edicio Minerva pone a una

    serie de personajes de diversas nacionalidades y con diversas lenguas que se saludan

    cortsmente entre s pero que se estn vigilando continuamente. En ese momento tambin

    se ltra en la sociedad mexicana la necesidad de defenderse de La Quinta Columna. La

    Quinta Columna y la guerra, los bombardeos y los oscurecimientos, ser proamericano

    o proalemn, eran los temas constantes en las charlas de los alumnos y en los juegos

    de los nios. Y es en ese enrarecido ambiente en el que el narrador personaje va a iniciar

    la complicada bsqueda para resolver el enigma de quin y por qu asesinaron al alemn;

    por qu y qu papel tuvo Martnez en la muerte de ste; quines son Ida Werfel y su

    hija; cul es el papel de Delna Uribe la mecenas y duea de la galera ms inuyen -

    te de aquella poca, y ejemplar paradigmtico de la nueva aristocracia revolucionaria

    en toda la intriga, puesto que ella es la organizadora de la esta.Estos personajes y otros que tienen slo una aparicin circunstancial van a formar

    la comparsa o desle de mscaras, regocijadas o al mismo tiempo evasivas que deben

    bailar al son del horroroso bastonero del amor: Martnez, el corrupto, el traidor, el que

    arreglara siempre las cosas.

    Nac para dar alegra, para llevar paz al mundo. Mira a los que viven aqu. Tanto se-

    creto como guardan los ha hecho desgraciados. Se aborrecen; se tienen miedo; descon-

    fan los unos de los otros; se hieren; se lastiman. Yo podra hacerlos felices. Ellos me

    pasaran una lanita segn sus medios, segn sus posibilidades. Ellas me pagaran deotra manera, menos impersonal, ms tierna; y yo, te lo juro, mi buen chamacn, intro-

    ducira en sus vidas la armona [] De vez en cuando, algn domingo, traeramos un

    trombn y una tambora, y todos los inquilinos, todos sin excepcin deslaran tras la

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    msica por estos corredores. Sera el desle del amor, la marcha de la concordia, y yo

    su bastonero de oro.8

    Bibliografa

    HUERTACALVO, Javier, Lo carnavalesco en la teora literaria de Mijal Bajtn,

    en Formas carnavalescas en el arte y la literatura. Ed. de Javier Huerta Cal-

    vo. Barcelona, Serbal, 1989.

    PITOL, Sergio,El desfle del amor. Mxico, Era, 1989.

    8Ibid., p. 175.