119185036 espana europa y el mundo de ultramar 1508 1800

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E,SPAÑA, E,TJROPA

YE,L MTJNDO DE, IJTTM(1500-1800)

Page 3: 119185036 Espana Europa y El Mundo de Ultramar 1508 1800

.1,,1 tN I I lit,l,t( )'l"l'

Georg Wezeler, Atlr¿s sostiene Ia e.sfera ctrmilar, ca. 1530, a partir cle un cartónatribuido a Bernard van Orley. Originariamente creado para el rev de Porttrgal,este tapiz pasó a fornrar parte de- la colección cle los reyes de Esparla, qtrienes,como soberanos de trn irnperio de ultramal hicieron su-va la irnagen de Atlas

soportando la carsa del rnundo. (Palacio Real, Madricl @ Patrimonio Nacional)

f,sPAñtrA, ELIRoPA

YT.LMT]NDO DT, I.]LrM(1500-1800)

taurus historia

T

Page 4: 119185036 Espana Europa y El Mundo de Ultramar 1508 1800

Siultillarr¿r [iclic'i()llcs (it'ncr'¿rlcs, S. 1.., 20I 0

Torrelaguna, 60. 28043 MadridTeléfono 91 744 90 60

Telefax 91 744 92 24

www. taurus.santillana. es

Coordinación de la versión española: Marta Balcells yJuan Carlos Bayo

Imagen de cubierta: Georg Wezeler, Atlas sostiene la esftra armilar; Palacio Real, Madrid@ Patrimonio Nacional

ISBN: 978-8+30G0780-8

D.p. Legal: M-53013-2009

Printed in Spain - Impreso er1 Esparia

Queda prohibida, salvo excepción

prevista en la ley, cualquier formade reproducción, distribución,comunicación púrblica y transformaciónde esta obra sin contar con la atrtorización

de los titulares de la propiedad intelectual.La infracción de los derechos mencionados

puede ser constitutiva de delito contraIa propiedad intelectual(arts. 270 y sgts. Código Penal).

Agradecimientos.... .. .. .... .. 11

Listadeilustraciones...... .... .. .. 15

Prefacio .. .... 77

lNr)t(:r,l

PruunRA PARTE: EUROPA

I. UnaEuropademonarquíascompuestas. .... .. 29

II. Aprendiendo del enemigo: Inglaterra y España

enlaedadmoderna .... ... 55

m. La crisis general en retrospectiva: un debate

interminable.. o. .. ..o... 87

ry. Una sociedad no revolucionaria:Castillaenladécadade1640 .... .... 113

V. Europa después de la Paz de Westfalia. . L33

SECUXDA PARTE: UN MUNDO DE ULTRAMAR

VI. La apropiación de territorios de ultramarporlaspotenciaseuropeas .. ...... .... 153

VII. Ergañoydesengaño: Españuy lasIndias... .... 179

VIII. Inglaterray España en América: colonizadores

ycolonizados. .. .. .... .. 201

R.yypatriaenelmundohispánico.. .. ... 231

Mundosparecidos,mundosdistintos.... ..... 255

¿Emp ezando de nuevo? El ocaso de los imperiosenlasAméricasbritánicayespañola.... .. 277

IX.X.

XI.

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II

XII. El Mcditerráneo de El Greco: el encuentro iI

de civilizaciones. 303 i

XIII. La sociedad cortesana en la Europa el siglo xvr:Madrid, Bruselas, Londres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327

XfV. Apariencia y realidad en la España de Yelázqtrez . . ., . . 355

Índiceanalítico. .. .. 381

AJonathan Brown

Page 6: 119185036 Espana Europa y El Mundo de Ultramar 1508 1800

AcRADECtM r llN'r'Os

I. "AEurope of Composite Monarchies',, publicado originalmente enPast and,Present: AJoumalof HistoricalStudies, núm. 137 (noviembre1992). Reimpreso en inglés con autorización de The Past and PresentSociety, 175 Banbury Road, Oxford. Versión española: "IJna Europade monarquías compuestas>>, traducción deJuan Carlos Bayo.

JI. "Learningfrom the Enemy: EarlyModern Britain and Spain", DacreLecture, Oxford, 2007, Tiustees of the Dacre Trust y Facultad de Histo-ria de Oxford. Versión española: "Aprendiendo del enemigo: Inglate-rra y España en la edad moderna', traducción deJuan Carlos Bayo.

III. "The General Crisis in Retrospect: A Debate without End", enEarly Modem Europe : From Crkis to Stability, ed. Philip Benedict y MyronP. Gutmann (University of Delaware, 2005). Versión española: "Lacrisis general en retrospectiva: un debate interminable", traducciónde Marta Balcells.

IV. "A Non-Revolutionary Society: Castile in the 1640s", en Étud,es

d'Histoire Europémne. Mélanges offrts d René a Suzanne Pill,orget (Presses

de I'Université d'Angers, 1990). Versión española: "LJnasociedad norevolucionaria: Castilla en la década de 1640", traducción de XaüerGil Pujol, en 1640: La monarquía hispá,nica en crisis (Centre d'Estudisd'História Moderna "Pierre Vilar" ,/ Editorial Crítica, Barcelona,1992), reimpresa enJohn H. Elliott, España en Europa. Estudios de his-

toria comparad,a (Universitat de Valéncia, 2002).

V. "Europe after the Peace ofWestphaliao, en 1648: Paix d¿Westphali,e,

I'art entre Ia guenz et Ia paix (Musée du Louwe Éditions / Westfálisches

11

Page 7: 119185036 Espana Europa y El Mundo de Ultramar 1508 1800

l,.rrrrlr.srr¡r¡scrrrrr lrir l(urrsl r¡rtrl lirrllut!.1(,s( l¡ir lrtr. Iililrr lisi<.r 1., l,:r¡ ¡s.1.1)l)11)- l{t'irrr¡rr('s() ('tt irruli's r'oll:rulr¡r'iz¿rcirir¡ <l<.N,l r¡stir.<lu l,orrvrr.l'ltliliorrs, Wt:stliilist'll('s l iur(l('srnus(,r.lnl liir Krlnst tulrl Iir¡ltrrr-gc-schiclrte y Éditions Klircksieck. Vcrsi<i. española: "E.ropa despuésrle la Paz de westfári¿', rraducción cre Xavier Gil ptliol, en prrrrorbor.Reuista d'histüin modettta,núm. I g ( I ggg)

\T. "The seiztre of overseas Territories by the European powerso, e'T'he Eu'ropean Discouery of the w'orld ancl Its Economit L:ffects on pre-Indus_trial' soci,ety, 1500-1800, ed. Hans pohl (Franz steinei, stutrgart,lgg0),y reimpreso en Thcories of Empire, r450-rg00,ed. Daüd Arrtltug. larn-eate, Kent, 1998, Variorurn, \,o1. 20). \.ersión española: "La apropia_ción de territorios de ultramar por las potencias.r.op.u.o, traducciónde Marta Balcells.

\{I. "Illusion and Disillusionment: Spain and the Indieso, creightonLect.re, l99l (universityof London, rgg2). versión española: .En-.qaño y desengaño: España y las Indiaso, traducción diuan carrosBayo.

vIIL "Britain and Spain in America: colonists a'cl colonizeclo, sten-ton Lecture, lg94 funiversity of Reacring, lgg4). versión española:"Inglaterra y España en América: colonizarlores y col..izados,, tra-ducción de Marta Balcells.

IX. "King and Pa,triain the Hispanic world", publicado originalmen-te en versión española: "Reyy patria en el munclo hispánico", trad.uc_ciórr de Marta Balcells, en Er i.mperio subre.uado. Monarquía y naciones enEspaña e Hispanoarnéricu,ed. víctor Mí'guez y Ma'uél chust (co.se-jo Strperior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2004).

X. "The Same World, Diff-erentWorldso, publicado originalmente enversión española: -Mundos parecidos, mu'dos distintoio, traducciónde Marta Balcells, en Mélanges de la casa d,e velázquez, núm. z4 (2004) ,reimpresa como preámbulo a h[ezclad,o y sospechiso. Mouilidart e id¿nti-dades, Españay AmMca (sigros xtr-xrat),ecl. Gregorio salinero (casa cleYelázquez, Madrid, 200b ) .

XI. "5¿¿¡¡itrgAfiesh? The Eclipse of Empire in British and spanishAmerica", conferencia pronunciada deniro del ciclo *Imperial Mo_

t2

rlcls irr tlrr'l',:rrlv l\l,rrlcrr¡ \\irlrl ,ll(:1,.\ (:('nt('r l,rr l'¡'tlr ñ ll'itlr( jcnlrrrvStrrlics, l,os,\rruclcs. l(X)7.\t'rsirirrt's¡lrrrollr: ..;l',rrr¡rt'zlrrr<lo

<lt' nrrcvr/ lll o<'lrso <lc los irrr¡lt'r'ios ('ll lrrs,\nli'r'it':rs cspilñ()l¿l y britá-nicu", trir<ltrt'r'i<ill rk' Marla B¿rlct:lls.

XII. "El Creco's Mediterranean: The Encounter of Civilizations", enlil Greco, ed. David Davies (National Gallery Publications, Londres,2003). Con la autorización de la National Gallery. Versión espariola:

"El Mediterráneo de El Greco: el encuentro de civilizaciones>, tra-ducción deJuan Carlos Bayo.

XIII. "Court Society in Seventeenth-Centtrry Europe: Madrid, Brus-sels, London", publicado originalmente en versión española, "Lasociedad cortesana en la Europa del siglo xr,u: Madrid, Bruselas, Lon-dres", tradtrcción de María Luisa Balseiro, en Velazquez, Rubens y Van

Dyck. Pintores cortesanos del siglo xlrn, ed.Jonathan Brown (Museo delPrado / Ediciones El Viso, Madrid, 1999), reimpresa enJohn H.Elliott, España en Europa. Estadios d¿ historia comprtrada (Universitat cle

Valéncia, 2002).

f,I!. "Appearance and Realityin the Spain ofVelázquez>>,ert Velá,zquez,

ed. Dawson W. Carr (National Gallery Publications, Londres, 2006).Reimpreso en inglés con autorización de la National Gallery. Versiónespañola: "Apariencia y realidad en la España de Velázq¡1sz", traduc-ción deJuan Carlos Bayo.

l:l

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Ilustración p. 4. Georg Wezeler, Atlas sostiene la esftra arm'ilar, ca.

1530, a partir de un cartón atribuido a Bernard van Orley(Palacio Real, Madrid @ Patrimonio Nacional)

I . Anónim o, El Escorial en construcción (Hatfreld House, Hert-fordshire; por gentileza del marqués de Salisbury) . . . . . . . 62

2. Alzado del Templo de Salomón, grabado deJuan BautistaVillalpando , De postrerna Ezechielis Prophetae Visione (1605) . . . 63

3. Juan Bautista Maíno, La recuperación de Bahía de Tbdos Los

Santos(MuseodelPrado, Madrid,zAkg-images). . . . . . . . . . 7424. Frontispicio de Bernardo de Vargas Machuca, Miliciay des-

cripción de las Indias (Madrid, 1599) . . 185

5. Angelos Akotanto s, La Virgen Kardiotissa ( Museo Bizantinoy Cristiano, Atenas) . . 306

6. Atribuido a Nikolaos Tsafouris, LaVirgen "Madre dellaConso-

lazione" y san Francisco de Asís (Museo Bizantino y Cristiano,Atenas) ...... 307

7. Tiziano, Felipe II, d,espués d¿ la uictoria de Lepanto, ofrece al cielo

aI príncipe don Fernando (Museo del Prado, Madrid / Akg-ima-ges,/ Erich Lessing) . . 313

8. El Greco, Adoración del nombre de Jesús (Monasterio de ElEscorial, Madrid / Giraudon / Bridgeman Art Library) . . . 315

9. El Greco, Martirio d¿ san Mauricio (Monasterio de El Escorial,Madrid/Akg-images,/Erichlessing) .....318

10. El Greco, Vista y plano de Tbl¿do (Museo Casa del Greco, To-ledo/ Akg-images,/Erichlessing) .......319

11. El Greco, El expolio de Cristo (Upton House, Warwickshire;Bearsted Collection, National Trust @ NTPL / John Ham-mond) . .. . ... 320

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l:1. l',1 ( ,l t'r ( ), ,lnlt)ttto tlt'( ,'ot,(n t ttltttt\ (Nlt¡sco rlr'l Loltvt (', l';u ¡s,\1..q irtt:tg('s i li,r'it'lr l,t'ssittg)

l:i. \\'('n('('sl:rus I Ioll:rr'., l7,s/¿t rlrl lrtlrrt'io tl( \'l'ltilrltull rltstlt' lrt olt'rt

tn'illtt, rlel 'l'ri tn,esi.s ( Mtrsco Br-it¿inico, l-,{)l)ch-es / tsriclgcnr¿rn Ar-t

Libr-ary,)l,+. Atribtriclo a Félix Castelo, Vistct, delAká,za,r cle Madrid (Museo

Municipal / Museo Ar-queolóeico Nacional, Madrid) .

15. ,hónimo, Elpalacio de Coud,en,berg (Mr-rseo del Prado, Madrid)16. YelázqLlez, El, conde-duque de Oliurrcs (Museu de Arte de Sáo

Paulo) .

17 . Rubens, Alngoña d,e h, Paz (National Gallery Londres / Bridge-man Art l-,ibrary)

18. Van Dyck, LordJohn Stuart y lord Bnnct'rd Stuart (National Gal-lery, Londres / Rridseman Art Library) . .

19. Yeláz,qLtez, La Inmac'ula,do Concepción (National Gallery Lon-dres / Bridsernan Art Library)

20. Yelázquez, Cristo después de laflagela,ción contemplado Po', el almacri.stiana (National Gallery, Londres / Akg-images / ErichLessing) .

21 . Yelázquez, El bufón Pablo de Valladolid (Museo del Prado,Madrid/ Akg-images/JosephMartin). ..

22. YelázqLLez, Luis de Góngore, (Muserrn) of Fine Arts, Boston /Akg-imases / Erich Lessirg)

23. Atribuido a.|usepe L,eonardo, Vista clel Palacio del Buen futiroen 1636-1637 (Patrirnonio Nacional / Akg-images)

24. Carmen Blasco, Reconstrucción virtual del interior del Salónde Reinos (Carmen Blasco).

25. Yelázquez, El prín,cipe Bal,tasar Carlos a caballo (Mtrseo delPrado, Madrid / Akg-irnaqes / Erich Lessing)

26. Yelázqlrez , FeliNte II;, rey d,e España (retrato de Fraga) (FrickCollection, NuevaYork / Ak1-irnages / Joseph Martin)

27. \'elázqlrez , La i,nfrtntct Mu,r'ga'r'ita en azul (KunsthistorischesMuseum, Viena / Akg-imases / Ettch Lessitg)

28. Yelázquez , El príncipe Felipe Próspero (Kunsthistorisches Mu-seurn, Viena / Akg-imases / Ench Lessirg)

29. YelázqLrez, Fel'ipe n' (National Gallery Londres / Gtraudon /Bridgeman Art Library) . . .

30. Clharles Le Brtrn y Adam Frans van der Meule n, Entranista de

Felitrte N y Lu,is XN en la Isla de los Faisanes, el 7 de junio de 1660(colección prir,,ada, Londres; Christie's Images Ltcl, 2000).

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l6

TT,F-n 1989 publiqué un volumen de ensayos escogidos, Españay nt

muzd,o ¡Isoo-t700¡, ruyuintención era ilustrar diversos aspectos de

lni interés por el mundo hispánico en el transcurso de dos siglos crí-

ticos, durante los cuales la historia de Europa se vio ensombrecida

por el poder españolr. La acogida dispensada a ese libro me ha ani-

-udo a publicar esta continuación, que contiene una selección de

escritos basados en artículos y conferencias fechados a partir de 1990'

La may oríaeran obras de circunstancias, preparadas originalmente

como participaciones en congresos o conferencias honoríficas, o

bien cómo contribuciones a homenajes a un colega historiador. Al

publicarlos aquí, he eliminado en general las alusiones a lugares y per-

.oru, qrr. ....rltuban apropiaclas para la ocasión, Pero carentes de re-

levancia directa para el tema. Por lo demás, con la excepción de unos

pocos cambios di vocabulario yla puesta al día de referencias biblio-

gráfrcas donde parecíaadecuado, he dejado los ensayos más o menos

io-o estaban. Inevitablemente, se solaparán algo escritos que Pre-

tendían ser independientes, pero que comparten terreno comirn'

A pesar de que he tratado de eliminar repeticiones innecesarias, no

ptrede evitarse que algunas alusiones y ejemplos reaParezcan, aunque

a., aonta*tos distintos. Buscar alternativas, quizá menos relevautes e

inmecliatas, hubiera sido una tarea fútil..¿Debería uno v<¡lver a dar a imprenta ensayos historiográficos que

ya han sido publicados una vez?". Tál era la pregunta que, algo a la

áefensiva, pianteaba Hugh Trevor-Ropel- en Lrn volumen de estudios

que da testimonio abundante de su maestría en el género como fc¡rma

I 1. H. Elliott, Spain an¿ itsWot'kl, I 500-17011 New Haven (Connecticut) y Londres'

rcAOinrpnnoy su tírund,o ( 1500-1700), trad. Ángel Rive.o Ro¿ríguez y Xavier Gil Priol'

Mach'icl, Tatu-us, ?0071.

t7

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lrlr'¡ :r r i;r '. l',r r cl ¡rt cscr r lc lilrt o, ur ur ('\( ('1,( ior r rr los tt :rlr;r jr )s l)r ('\'r:u ¡ r('utr'¡rrrlllir lrlos, tur:rs \'('( ('s ('u irr¡.¡lt:s \'()lr'rts t'tt r lrslt'llruto, r's l:r l)r'irn('r'lr<lt' lirs ( k¡nfi'r't'rr<'i:rs l):r< l't', r.rn ('i('l() allu:rl <[r:rlit::r<lo 1r su n)(:nl()r'ia, r¡rrt:

pnrnrrnt:ié en Oxftrrcl er) octubre de 2007". He decidido mantenerlaen sll fbrma original por estar estrechamente relacionada con algunasde las principales preocupaciones de Trevor-Ropery haber sido inspi-rada al menos en parte por su obra (véase capítulo II). Al respondersu propia pregunta, argumentaba que <ensayos [...] de tiempo, pro-fundidad y tema tan diversos sólo pueden soportar la reimpresión sila filosofía del autor les confiere una unidad subyacente". En el pre-sente caso, no sé hasta qué punto se puede decir que estos trabajosexpresan una filosofía subyacente, si es que la hay. La medida en queposean unidad se debe a que se derivan de mi ocupación con algunostemas que me han atraído durante mucho tiempo y a que reflejan loque espero sea unaüsión unificada de los modos en que esos temas se

relacionan entre sí y con el proceso histórico como un todo. Apartede ello, todos los ensayos procuran presentar mis reflexiones y los re-sultados de mis investigaciones en forma que sea accesible a lectoresque quizá no compartan mis intereses especializados.

Aunque los estudios reunidos en estevolumenvan mucho más alláde España, su historia, sobre todo durante la edad moderna, ha segui-do siendo el foco de mis intereses. Como expliqué en España y sumundo ( 1500-1 700), mi afición por el lugar y su civilización nació comofruto de un üaje de seis semanas en las vacaciones de verano de 1950,durante el cual un grupo de estudiantes de licenciatura de Cambrid-ge recorrimos la península lbérica3. Bajo las secuelas de la GuerraCiüI, a pesar de los esfuerzos de un puñado de excelentes historiado-res que trabajaban aislados en condiciones muy difíciles, la historio-grafía española estaba atrasada según criterios internacionales y losricos archivos del país se hallaban relativamente sin explotar. FernandBraudel, en su hito La Méditerranée et le monde méditerranéen d l'époque

de Philippe II [El Mediterráneo y el rnundo mediternineo en la época de Fe-

Iipe IIl, publicado por primeravezen1949,habíarevelado algo de lostesoros que esperaban a ser desenterrados, pero por aquel entonceshabía pocos investigadores sobre el terreno. Así pues, cuando a prin-cipios de la década de 1950 emprendí en los archivos mis pesquisas

I

.t

o.)

H. R. Tievor-Roper, HistoticalEssays, Londres, 1957, p.\'.Véase nota de los traductores al principio del cap. 2 de este libro.J. H. Elliott , S'pain and, its World, p. ix lEspaña y su mundo ( 1500-1700), p. 1 I I .

r8 r9

sol¡l¡ llt lristol i:t rft'l',s¡llttrlr ¡tt l:t ¡lt illtt't:¡ l¡rit:rrlrft'lsi¡¡1, \\'ll (l:r l"s¡llt

rür rk.l r.()rrrlt-rlrrr¡rrr.<lt.( )livltrt's). l('nlll cl r'ltrtt¡l(' l,lll('lr( ltlll('ltl('l)¡llll

rrrí sok¡. l,rls ¡rxrlrlctlllls (lll(' ilrr¡rlit irlxr llt irlvt'stig:tcitill t't'ittl tlt: t:tlvt:tr

g:rrlttt'it, ¡lt'trr {alttlliótr l<¡ eratr lirs posibilicl¿rdes'

lll nlt.cli<l sigkr transcurrido desde entonces ha conocido una trans-

I r ¡r.ilr:rción asornbrosa. La transición española alademocracia a me-

<li¿tclos de la década de 1970 se vio acompañada por la aparición

<lt. una nueva hornada de historiadores que viajaban al extranjero

<.orr una frecuencia impensable paralageneración de la Guerra civil

ysefijaroncomoobjetivoPonersealdíaresPectoalastendenciasdo-nrinantes en la historiografía internacional. La expansión de las uni-

versidades, posible gracias a una economía renovada y floreciente' hizo

que prolifeiurun l^ ittu.stigaciones. A consecuencia de esta evolución,

ta tristoriografía española compite hoy en igualdad de condiciones

con la de Jros paísás y sus representantes comparten las actitudes, las

perspectiva, y.i l.ng.raje de una comunidad histórica internacional

donde se han integrado por completo'La transformación de la historiografía española ha implicado na-

turalmente Ia transformación del papel que los estudiosos extranjeros

pueden esperar tener al escribir una historia que no es la propia'

ilttuchos de éstos, conocidos en España como hispanistas en general,

han hecho en el transcurso de los años contribuciones impresionan-

tes a la comprensión y el conocimiento de la literatura' la historia y el

arte hispánicos, y sin duda seguirán haciéndolo en los años venideros.

Sin emúargo, el número de investigaciones emprendidas en la actua-

lidad por lás estudiosos españoles y su voluntad de volver la espalda

a la pieocupación tradicional de sus predecesores por lo que perci-

bían como "lu dif.r.tt.iao o uel problema" de España han hecho que

la era de los hispanistas haya tocado en verdad a su fin. Ya no hay ne-

cesidad de acudir a investigadores extranjeros para llenar lagunas de

conocimiento, ni de proponer interpretaciones generadas por los

últimos desarrollos en el ámbito internacional. Los estudiosos espa-

ñoles son perfectamente caPaces de hacerlo por sí mismos'

Ha sidó un placer y un privilegio presencia¡ y vivir para contar, ese

proceso de transformación, un proceso que ha dejado su-huella en la

selección y tratamiento de los temas estudiados en este libro. sin em-

bargo, sigo estando agradecido a la experiencia formativa de esos

años tempranos .n qrr. vastas extensiones del pasado español aún

estaban relativamente por explorar. En aquel entonces, el reto con-

sistía en abrirse paso a través de las barreras de interpretaciones tra-

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rl¡r io¡¡:tlcs \'( ()ns(.!liln olt:ts nu(.\,:rs r¡ttt.:tlr.:tttz:lr.lur (.( () llurlo r.r¡ l:t[',slllttilr < t'l't'tt<lit <lt'lil'itttt'<l ('()ilr() ('D lur rnt¡Drlr¡ ('xl(.1'r()l (lu(' l(.llr¿t lrrlcotljttnto clistirlto de itrtereses histriric<ls, ¿rclt:nr¿is <lc rura visi<irr ¿r nlrrntrdo distorsionada cle España y su historia.

Esa clistorsión provenía de un sentido largamente arraigado delexcepcionalismo español. Aunque parte de él estaba inspiraclo e' elromanticismo d cimonónico, en gran medida era de cosácha propia,fi'to en particular de la desesperación del país anre lo que se p.r.ibíucomo la constante incapacidad cle España para llevar a cabo la transi-ción a la modernidad lograda lareo tiempo atrás por los clemás estadosnacionales. con u'a hábil inversión, el régimen del general Francoreinterpretó el fracaso como si fuera un éxito. sólo E.spaña había lo-grado resistir la tentación de sucumbir a los cantos de sirena del libe-ralisrno y el ateísmo para mantenerse fiel a los valores eternos quetladicionalmente se había esforzado en clefender. El régimen, pues,se enorgullecía de proclamar que "España es difererlte>. De hecho,toclos los países s ver a sí mismos como excepcionales de alqúrn modo,pero el excepcionalismo español, utilizado como recurso para explicarla desviación de España,parabien o para mal, respecto al camino to-mado por otras sociedades occidentales, estaba firmemente atrinche-rado en la época er que comencé por primeravezai'vestigar en losarchivos peninsulares. Los resultados de esas indagaciones,ju'to a misamplias lecturas sobre historia británica y erlropea para mi docenciauniversitaria, me convencieron de que en realidad la España clel si-glo xrat pprardaba muchas afinidades con otros estados clel continente.Al examirrar aspectos de su pasad.o, ya fuera en libros o en artículos,he tratado cor'lstantemente de situarlos, donde resultaba aclecuado,dentro del contexto más amplio del mundo occidental.

Este emperlo me ha hecho reflexionar sobre la natnrale za d,e lahistoria nacional y la mejor ma'era de abordarla. A pesar cle los es-firerzos de muchos historiadores por tratarlas como tales,'ing,nanación es una isla-. La Esparla de la edad rnoderna fbrmaba parte cleuna conlunidad europea que era un mosaico de entidacles políticasque iba' desde citrclades-estado y repúrblicas hasta mona.q.riu, .orr-puestas supranaciorlales, tema de uno de los ensavos de este libro(capítulo I). De hecho, la mo.arquía hispánica gobernada p.r Fe-

"' Alttsititl a las palabt'as IIo rnr¿n'i.s c¿n, isl,and,,.Ning'tin hornSr-e es ¡¡a'lletlilar'¿rín It 'tt del poeta v predicackrr inglésJohn Donire (1b72-1631 ) , casiles en cl rnrrndo zrnglof()no.

isla", de lapl'ovel'bia-

'20

li¡lcllt'losr\ttslti:tsr¡ttclcsttrcrlictot¡fttcl:trtt:¡\'r¡r nr()lr:u(llu;r(()nr

l)u('slll rlr'( )<'<'i<l<'trlt', <'ortslilr¡i<Lr ¡xll rrrr t orrr¡llcj<¡ rl<' r't'irros r'¡rrrrvirr-< ils <'rr llr ll<'rrírrsrrlir Ib<:l'ir'¿r y r:l rcsto <lc l.irrropa, ¿trIt:rn:is rle losrkrniui<¡s ¡rrnt'r'ir:arr<¡s, "erl llnperio clc las lndias" (capítulo IX). Espa-rlrr tirrnl¡ii'n fonn¿lba parte cle una comunidad atlántica en desarrollor¡rr<' irrici:rhnente ella misma había creado en gran parte, al tomar lairrici¿rliv¿r en c¿rptura¡ subvugary colonizar extensas regiones de te-rriror-io al otro lado del océano (capítulo VI). El mundo europeo en<¡rrt' lisparia tenía un papel protagonistay el de ultramar que tratabarlt' incorporar a sll esfera de influencia son dos de los exploradosrlt'srle distintas perspectivas en estos ensayos. España, Europa y las,\nlór'icas eran comunidades entrelazadas y sus historias no deberíanr r)il l) tenerse separadas.

l,a búsqueda de conexiones es parte esencial de la empresa histo-rir¡sráfica y también un modo de contrarrestar el excepcionalismo(f uc emponzoñala escritura sobre historia nacional. Una red de rela-ciones (diplomáticas, religiosas, comerciales y personales) enlazabaIt'r'ritorios y gentes en la Europa de la edad moderna, trascendienclolr'ontelas y salvando límites políticos e ideológicos. También se exten-<lía a través del Atlántico a medida que las comunidades colonizadorasst: establecían y maduraban en las Américas e intentaban definir suIrrsar en el mundo (capítulo X). La cultura de la imprenta, en rápidorlcsarrollo, hizo a los europeos más conscientes los unos de los otrosv tarnbién de los países más allá cle los confines cle la cristiandad. Los

¡rríncipes y estaclistas seguían cadavez rnás de cerca las actividades cle

srrs rivales y contemporáneos y no dudaban en copiarse mLltuarnenternétodos y prácticas cuando convenía a sus propios fines. En el mun-rlo altamente competitivo del sistema de estados europeo en desarro-llo, la imitación resultaba natural, sobre todo entre aquellos que se

sentían en situación de relativa desventaja. Así pues, aprender delt'nemigo, corno indica mi tratamiento de las relaciones anglo-espa-riolas (capítulo II), se convirtió en un rasgo de la vida internacional.

La predisposición a imitar a los vecinos y rivales cobró aún mayorvigor por el hecho de que la imprentahizo posible que nuevas doc-trinas e ideas, como la filosofía neoestoica deJusto Lipsio o las teoríasrle Giovanni Botero sobre la naturaleza del poder y la conservacióncle los estados, encontraran púrblico por tocla Europa y moldearan las

¿rctitudes de toda una generación, independientemente de su afilia-ción nacional o religiosa. Las clases dirigentes del continente, inspi-radas por un mismo legado clásico y cristiano y suietas a un conjunto

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('()llllill rl<'iltllttt'tt<'i:ts, o¡lt't'rtllrur <lt'rrllo rlr.r¡rr ('()ul(.x'lo i¡rlr.lr.r l¡:rl(ltl(] c()lIlp¿ll'líarl. Hrl ('()llsccllor)('iir, srrs ir<'lilrr<k's y ¡.:r<.r.iorr<.s, 1sí r.r¡rrrr¡las políticas que adoptaban, tendía. a segrrir lí'eas e' r¿c'cr-ar sil.i-lares. Aunque la Europa posterior arapaz dewestfalia, surgida de lostrastornos de mediados del siglo xvrr, continuaba siendo unlontinen-te dividido en muchos aspectos, también tenía muchos rasgos comu-nes (capítulo v). No sólo las élites, sin embargo, estaban exluestas alimpacto de información e ideas nuevas. ¿Hasta qué punto fr..or, ..o,trastornos de mediada la centuria, hoy denominadás en conjunto oracrisis general del siglo xvr' (capítulos III y r$, er resultad.o de unvirus revolucionario que se propagaba por todo el continente y crea-ba focos de infección a los que ningún grupo social era inmune?

si trazar conexiones puede contribuir aacabat con el excepciona-lismo al que tan propensa a sucumbir es la escritura de historia nacio-nal,realizar comparaciones puede desempeñar una función pareci-daa. En fecha tan lejana como 1928, Marc Bloch hizo un elocuentellamamiento a favor de una historia comparada de las sociedadeseuropeas5. Desde entonces, los historiadores se han mostrad.o másinclinados aalabar las ürtudes de la historia comparada que a culti-varla. Su vacilación, aunque lamentable, no deja dá ser comprensible.La escritura de historia comparada presenta numerosos problemas,tanto técnicos como conceptuales.. Hayque dominar una Libhografíainmensa y en rápido crecimiento, no sóro de una sociedad o estado,sino de dos o más. El material publicado es inevitablemente desigualen calidad y profundidad, ro que complica ratareade realizar compa-raciones que se hallen libres de prejuicios y distorsiones. Támpocoresulta siempre claro qué unidades es mejor sereccionar para finescomparativos, si bien es de suponer que la alternatiuu.nti. las com-paraciones en términos generales que se extienden ampliamente a

a Véase mi National and-Cor,nfgmtlue Hístory: An Inaugural Lecturc Deliuerert b¿fore theuniaersity of oxford on l0 Mq 1991, oxford,, clarendon"press, 199r. La cantidad dealusiones circunstanciales de esta lección inauglrrar la hace poco adecuada para s'reproducción en este volnmen, pero he retomido algunos de sus argumentos al es-cribir este prefacio.

5 Marc Bloch, .Pour^u^ne histoire comparée des sociétés européennes,, Retne d¿synthise historique,46 (1928), pp. lb-30 ["A favor de una historia comparada cle las, ':Ti:,:;:iK::r:'í:;:*,#l?:T#::

blicado de mi lección inaugural.

(ecr.),ThepastBefme(Js,Ithaca (Nueva""*,,oi,iá31#story>' en Michael Kammen

22 23

lr:r\'('s<lcl lit'trr¡rot't'l t's¡ltciot'llrs lirr¡it¡trl¡rslrsr¡r icrl:rrlcs( ()n un uriu(ot-i('r)l.iuili<o1'r'trrttol<igir'<¡rruis()nr('u()ssir¡rillrr vit'rrt'rlictrrrllr¡rolr'lf i¡lo rlt'r'rrcsliont's ¡rl:rrtlc:r<lirs. l,os invcstigir<lorr:s rlt'l¿rs cicllcias so-

< i:rlt's l)uc(l('r) tcnrlcr a lávorecer las prirneras y los historiadores lasriltirnirs, l)cr'() runbas elecciones poseen validez dentro de sus propiosI rinlr irros rlc rel'erencia.

l.lrr t'rralquie r caso, sea cual fuere la decisión, sobre toda tentativar l<' <'ornparación se cierne el peligro de que la búsqueda de similitudesllt'r,t' ir srrbestimar las discrepancias. En todo trabajo contrastivo, lairlt'ntificación de diferencias es al menos tan importante como elrlcst'rrbrimiento de semejanzas. La constatación de que en muchos:rsl)('('t()s España no era tan diferente de otros estados europeos comosc srr¡ronía tradicionalmente ha contribuido a devolverla a la corrien-tr' ¡r'incipal de la historia e historiografía occidentales, con claroslrt'ncficios para nuestra comprensión del pasado no sólo del país sinot¿rrlrllién del continente. Con todo, dejar borrosas las diferencias pue-rlc llcvar

^tantadistorsión como exagerarlas con un énfasis excesivo

cn t:l carácter excepcional de la experiencia nacional. En aproxima-cir¡nes recientes a la historia de España, se corre el riesgo de que el

¡rí'rrclulo oscile demasiado lejos hacia el otro extremo. Después detorlo, la España del siglo xvI fue única entre los estados de la Europao<'cidental en tener dentro de sus fronteras una numerosa minoríatilnica en su mayor parte sin asimilar, la cual, a pesar de su conversiónrrominal al cristianismo, continuaba aferrada a su fe y costumbres is-

liirnicas tradicionales. También era única en la posesión de un impe-rit-¡ de ultramar poblado por millones de habitantes indígenas con sus

¡rropios sistemas de creencias y formas de organización social; unirnperio, además, donde se descubrieron el oro y la plata tan codicia-rlos por los europeos en cantidades que excedían sus sueños másdesmedidos, pero que demasiado a menudo se convirtió en escoria aojo de los mismos españoles (capítulo VII). Estas diferencias por sísolas tuvieron profundas consecuencias para el gobierno y la sociedadde España y contribuyeron decisivamente a que el país se adentraraen la edad moderna por una senda distinta al camino seguido por losestados vecinos.

La identificación de diferencias no es suficiente por sí misma. Unavez establecidas, tanto las semejanzas como las disimilitudes han deser explicadas. La perspectiva comparada, al llevar de la identificacióna la búsqueda de interpretaciones, es un valioso instrumento paraponer a prueba las hipótesis al uso, formular otras nuevas y derribar

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slllx)sl(l()ll('sItlt<lir'iotl:tl<'s(ltt('¡rtrt'rlt'rrcsl¿u lrorrl¡unr.l¡lr.:uI¿ti,l¿t(l:t¡i(:r) l¿r i(l('¿r (lu(' rrr)¿l so<'it'<l¿r<l lit.rrt.<lt'sí nlisnllr,. s<. lr.rrt:r rlt. rrrr <.rrl<l<¡rrt,que aparece en rnuchos de los clts¿Iy()s clt: cstt: lillrrr. Irrs¡lixi llri (t.lrla-tiva de estudiar en paralelo las carreras de los cl<¡s estadistas que cliri-gieron las fortunas de Francia y España en las décadas de l620 y 1630,el cardenal Richelieu y el conde-duque de olivares respectivamentes,y en tiempos más recientes me llevó a emprend.er.r.rá.o-puraciónsistemática a gran escala de los imperios español y británico en Amé-rica,parael cual sirvió de prueba el artícuro incluido en este volumensobre colonizadores y colonizados (capítulo VIII¡0. Me gustaría pen_sar que este trabajo estableció una relación más estrecha entre uncuarteto de mundos (el europeo y el americano, el español y el britá-nico) demasiado a menudo compartimentados, sin minimizar al mis-mo tiempo las numerosas diferencias entre ellos. En el capítulo XI,sobre el eclipse del imperio en las Américas españolay británica, in-tento identificar algunas de estas divergencias y buscar explicacionespara ellas.

Si estos ensayos exploran aspectos d.e estos cuatro mundos, alavezparecidos y diferentes, también abordan otro que me ha interesadodurante mucho tiempo: el del arte. Mi primeia visita al Museo delPrado en el verano de l9b0 fue una revelación, sobre todo porqueabrió mis ojos a la grandezadeyelázquez.yaen una fase tempranade mis investigaciones me di cuenta de que el arte y la cultura eranparte integral de la historia que qu ría co'ta4 pues el periodo que hasido considerado traclicionalmente como el de la deiadencia de Es-paña es también conocido como la edad de oro de sus artes creativas.No era fácil, sin embargo, ver cómo se podía alcanzar la integraciónde estas dos caras tan diferentes del siglo xvlr hispánico. La naturale-za exacta de la relación entre los logros culturales d.e una sociedad ysu ventura (o desventura) política económica siempre ha sid.o escu-rridiza y el problema no había ocupado seriamente mi atención has-

' s.brc el método comparado co'o urst^lmento par-a po'er a prueba hipótesis,véase Willianr H. Sewell,Jr'., "Marc Bloch and the Logiá of Compu.,.iir= History", l7¿¡_tory ond fheorl,6 (1967), pp. 208-218.

u J. H. Elliott, Richelielu and, ori.aares, cambridge, cambridge uniyersity press,

1984, reinrpr. l99l lRichelieu,¡ oliuares, trad. Rafaél Sánchez üurrt..o, Bar.celona,Crítica, 1984, reimpr. 20021.

- , o

J_ H. Elliott, Empires of the Atlantic world,: Britain arul spain in America, t4g2-Igi0,

New Haven (connecticut) y Lo'dres, yale university press, z0oo llmpnios d¿l mundor¿tlántico: España y Gran.Bretaña, en Amériut (1492-1g30), trad. Mar-ta Bálcells, Madrid,Táurus, 20061.

'21 '27-t

l,r (lu('t¡rc lt:tsl:rrlr':rl lrrsliltttr¡ rlc l'.slrrrlios,\r'.rrrz,rrl,rs rlr' I'l ilrr clollcrr l1l7ll. l,rr¡lrrj:rrrzl<lt'lrrlrislorirrrl<'l ilrl('('nl'rirr¡r'torrlrr<'rnr:r<iclr-t(' \ rn(' ltizo cont¡rt't'rt<[<'t' llt ittrprlt lltncilt <lt' lr<'t't'< rtltttc lrl ¡llrsrtt[o atr :rvrls <lc srrs int¿iucncs ilsí c()nl(), lrr?is ('()r)ve lrcion¿llrnt:nte , a trar,és del.r ¡ rlrl:rlrr-a t'sr:rit¿r.

' li rvc lrr lirrtnna cle vivir-en el vecindario del mayor experto enVeláz-, ¡r rcz r l<' I.lst¿rdos Uniclos,Jonathan Brown. Después de muchas gratas, , ,nvo srciones sobre distintos aspectos del arte y la historia del artecrr l;r l,)s¡rzrña del siglo xvtl, ambos decidimos emprender un pl'ovecto, r r r ol¿rlror:rción que nos permitiría allnar nuestras respectivas com-

¡rctt'rr< ias. fl,scogimos como tema el Buen Retiro, el palacio de recreor r ¡r rst rrri(l<) por el conde-duque de Olivares para el rey Felipe [V enl.rs rrlr rcr'¿rs de Madrid en la década de 1630. El libro resultante, Un pa-Ittt itt lttrrr, el rey: cl Buen Retiro y la corte de Felilte IVo, fue una tentativarlr' ¡rr'o<ltrcir una "historia total", que abarcara tanto el palacio en sí( onr() t'l contexto, en su sentido más amplio, en que fue eclificado yr rs;rr lr r. Oornprendía el estudio no sólo de la economíayla política del;r r orrstLr.lcción palaciega, sino también del mecenazgoylaculturar lc l:r <'<¡r-te, así como de las relaciones de los artistas y hombres deIt'tns corl la corona, las clases clirigentes y la sociedad de la que for-nurlxrr) parte.

l)t'scle la publicación de ese libro, Ia historia del arte ha ampliaclo('n()r'lnenlente su territorio y la contextualización de las viclas y lasolnrs rle los artistas se ha hecho habitual. En consecuellcia, se rne ha

¡rt'r lirlo que contribuya a los catálogos de cierto número cle importan-tt's t'xposiciones internacionales. En todas las ocasiones se lne solici-trrlr¿r una explicación accesible del entorno cultural, político y social('u (lue el artista vivía y trabajaba, tura explicación que enriquecieral:r <'omprensión y la apreciación por parte del pirblico de las obrascxllibidas. Tres de esas contribuciones a catálogos se reimprirnen encslr'l'olumen: dos para sendas exposiciones celebradas en la National( )¿rllerv de Londres (capítulos XII y XIV) y la otra para una en el Mu-sr'o del Prado (capítulo XIII). Aunque ninguna tiene pretensiones<lt: originalidad, todas ellas tratan de reunir e integrar información(lue se halla a menudo inconexa.

r0 Jonathan Brown yJohn H. Elliott, A Pakr,ce for a King: 'I-h,e Buen futiro and the

Oourt of Pltilip II{ New Haven (Connecticut) y Londres, Yale Universitv Press, lf)80;ecln. r'er'. y anrpliada 2003 lUtt pa.ktcio para elrey. I)l Bum Retiro 1 la corte. tle I'elip¿ I\r, trad.Vicente Lleri v Nlaría Luisa Balseiro, Maclrid, Taurus, 20031 .

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Si lrirv urt llr<¡livr¡ r'<¡rttlttclr¡r'r'll l<¡s ('lls¡ry()s tlt't'slt'\,olrul¡r'l¡, r'sl¡rrr'() (lr,rc s(: encucnl-rc on rni aspir:rcion ¿r rcl¿rci()niu'y c()nll)irral'. lln losúltimos años,la prolif'eración de investigaciones combinada con ungrado excesivo de especialización ha conducido a menudo a una re-ducción en los enfoques y a un nivel de concentración en las minuciasque hacen dificil apreciar las relaciones con el panorama más amplio.Aún más recientemente, y al menos en parte como reacción, se noshan ofrecido estudios macrohistóricos que recorren de forma emo-cionante, aunque vertiginosa, continentes y pueblos a costa de algode esa nitidez que sólo se puede obtener con reconocimientos máscercanos al suelo. Espero haber conseguido en estos ensayos ciertoequilibrio entre ambas aproximaciones al abordar problemas quecreo de importancia e interés general y al mismo tiempo anclarlos encontextos históricos específicos conformados por el tiempo y el espa-cio. El distinguido historiador francés Emmanuel Le Roy Ladurieclasificó una vez los historiadores en paracaidistas y cazadores de tru-faslr. Me gustaría pensar en este volumen como en la obra de un pa-racaidista con unas cuantas trufas en su mochila.

ll Cuando Ie pedí a Ladurie la referencia hace algunos años, no pudo recordar-la, pero me afirmó que podía citarle con seguridad (carta al autor, 4 de mayo de 1999).Se trata del contraste entre los paracaidistas que realizan una batida en vastas áreas deterritorio, como los soldados franceses en Argelia en torno a 1960, y los buscadoresde trufas que sacan alaluz tesoros enterrados.

26

PruUERA PARTE

EunoPA

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CnpÍ'I'uL() I

UNn EunopA DE MoNAReuÍ.ds coMpUESTAS

r]rÍ-l .orr..pto de Europa implica unidad. La realidad de Europa, es-

¡rt'cialmente tal como se ha desarrollado en los últimos quinientosrrños más o menos, revela un grado acusado de desunión, derivado<lt:l establecimiento de lo que ha llegado a considerarse el rasgo ca-

rircterístico de la organización política europea en contraste con larle otras civilizaciones: un sistema competitivo de estados-nación te-rritoriales y soberanos. "F{acia 1300

-escribióJoseph Strayer en un

libro pequeño pero muy perspi caz- resultaba evidente que la forma

¡rolítica dominante en la Europa occidental iba a ser el estado sobe-rano: el Imperio universal nunca había sido más que un sueño; laIglesia universal se veía forzada a admitir que la defensa del estadoindividual tenía prioridad sobre las libertades eclesiásticas y las rei-vindicaciones de la cristiandad. La lealtad al estado era más fuerteque cualquier otra y estaba adoptando para algunas personas (en su

mayoría funcionarios gubernamentales ) ciertas conn otaciones depatriotismo>r.

Aquí tenemos en fase embrionaria los temas que componen elprograma de la mayor parte de la escritura de la historia en los si-

glos xx y xx sobre el devenir político de la Europa moderna y con-temporánea: el derrumbamiento de cualquierperspectiva de unidadeuropea basada en el dominio de un "Imperio universal" o una "Igle-sia universal", seguido por el fracaso predeterminado de todos losintentos ulteriores de alcanzar tal unidad por medio de uno u otro deestos dos elementos, y el largo, lento y a menudo tortuoso proceso por

1 Joseph Strayer, On the Med,ieual Origtns of the Modnn State,Princeton (NuevaJer-

sey), Princeton University Press, 1970 lSobre los orígenes medieaales d,el Estado moderno,

trad. Horacio Vázquez Rial, Barcelona, Ariel, l98lL p. 57.

2!)

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cl r u:tl :tlgttttos cslltrlos solx'ruros in(l('l)t'rrrlicrrlcs logtrr orr rl<'f irrirsrrs f rrrrlt'r'irs lt'r'r'il<¡r'ilrl('s lr'('nt(: ¿l sus \,('('ir)()s (' inrl)()n('r'r,tr)ir ¿ltrt()l'idad('('r)trirliza(l:r sobrc sus poblacioncs stibclitas, rnientras que al mismotiempo proporcionaban un fbco de lealtad a través del establecimien-to de un consenso nacional que trascendía las lealtades locales.

Como resultado de este proceso, una Europa que en 1500 estabacompuesta de .unas quinientas unidades políticas más o menos inde-pendientes" se había transformado hacia 1900 en una Europa de

"aproximadamente veinticincoo2, entre las cuales se consideraban las

más fuertes aquellas que habían conseguido el mayor grado de inte-gración como estados-naciones con todas las de la ley. Todavía sobre-vivían anomalías (sobre todo la monarquía austro-húngara), pero sucondición de tales quedó ampliamente confirmada por los aconteci-mientos del cataclismo que fue la Primera Guerra Mundial. El subsi-guiente triunfo del "principio de nacionalidad" en el Tratado de Ver-salles de 19193 pareció ratificar el estado'nación como la culminaciónlógira, y de hecho necesaria, de mil años de historia europea.

Epocas diferentes conllevan perspectivas diferentes. Lo que pare-cía lógico, necesario y hasta deseable a finales del siglo xIX parecemenos lógico y necesario, yun tanto menos deseable, desde nuestrapriülegiada atalaya de principios del xxI. El desarrollo, por una parte,de organizaciones económicas y políticas multinacionales y, por otra,el resurgimiento tanto de nacionalidades "suprimidas> como de iden-tidades locales y regionales medio sumergidas han ejercido presionessimultáneas sobre el estado-nación desde arribay desde abqjo. Estosdos procesos, sin duda relacionados de formas que habrán de diluci-dar futuras generaciones de historiadores, han de acabar por poneren tela de juicio las interpretaciones al uso de la historia europea,concebida desde el punto de vista de un avance inexorable hacia unsistema de estados-nación soberanos.

Este proceso de reinterpretación histórica implica claramente unanueva evaluación de intentos más tempranos de organizar entidadespolíticas supranacionales. A decir verdad, uno de tales intentos, elimperio de Carlos V en el siglo xvt, obtuvo una aprobación a medias

2 Charles Tilll', "Reflections on the History ofEuropean State-Making" en CharlesTilly (ed.), TheFormati.onof NationalStatesinWestemEurope,Princeton (NuevaJersey),Princeton University Press, 1975, p. 15.

3 Eric Hobsbawm, Nations and, Nationalism since 1780, Cambridge, CambridgeUniversity Press, 1990, p. 131 fNaciones,¡ nacionalisrno desd¿ 1780, tad.Jordi Beltran,Barcelona, Crítica, 7992, p. 1 42).

30 3l

rlcsrlclnrs('(lot ittcs¡rct:rrlo¡lororlcs¡rrrcsrlcllrScgrrrrrl;r(lr¡r'll:tl\'llltrl¡;¡l,r'rt:urrkl lictn:utrl lllirtrrk'l lllf.lunr('nl(;('n I1l.l1l(llr(',('()n ll rt'lrcli-r.rr iorr cr'ottr¡lttir':t rlc lrls sigl<ls xv y xvl, lit coytrrrlrrr'rr l)lso ¡t s(:r'<('()n-\rst('lrl('nr('lltc firv<lrablt: ¿r los estad()s f{ran(les () lnuy graltdes, a los"\r rp('l'('sl:r(los" qrr<: hoy se vuelven a considerar como la pauta para elIr r tr r r r ¡, rl<'l lnisnro rnodo que parecieron serlo brevemente a princi-¡rios r lcl siglo xvrtt, cuando Rusia se expandía bajo Pedro el Grande y\(' l)r o\/('('t¿lba rrna unión dinástica como mínimo entre la Francia deI ,rris X lV y la España de Felipe V"a.

L:r i<lt:¿r cle Braudel de que la historia es favorable o desfavorable.rltcr rurlivarnente a extensas formaciones políticas no parece habercst i r r r r r Irrrlo muchas investigaciones entre los historiadores económi-. r\ \' Irolíticos, acaso por la dificultad inherente de calcular el tamaño,¡rtirrro rlc una unidad territorial en un momento histórico dado.l.rrrr¡xrco las implicaciones de la recuperación de la idea imperial por

¡ r.r r I <' r k' (larlos V, sob e cuya importancia insistió Frances Yates, pa-

r ('( ('n lraber sido aceptadas del todo por los historiadores del pensa-¡¡ricrrto ¡lolítico5. Las ideas sobre el estado territorial soberano siguensrlr rr k ¡ r'l principal foco de atención en las üsiones de conjunto sobrel.r tcor'í:r política de la edad moderna, a expensas de otras tradicionesr

f u(' s(' ocupaban de formas alternativas de organización política des-

¡rr rr:s r'onsideradas anacrónicas en una Europa que había vuelto lascs¡rrr l<las a la monarquía universalo y había subsumido sus particula-r rsrrros locales en estados-nación unitarios.

f ,lr r I re estas formas alternativas de organización política, una que

lrrr srrs<:itado especial interés en los últimos años ha sido el "estador orrr¡xresto"7. Este interés debe ciertamente algo a la preocupación

¡ l.'r'rrrand Braudel, La Méd,itenanée et l¿ mond¿ rnéditerranáen d, l'e.poquc d,e Philippe II,ll vr rls. l)rrrís, A. Colin, 1949 [El Mediterróneo, el rnundo mediterráineo m la,Qoca dc Felipe//. tr:r<[. Mario Monteforte Toledo y Wenceslao Roces, 2 vols., México, Fondo de Cul-t r ¡ r :r l,i'onómica, 19801 , p. 508.

' I'rances Yates, "Charles V and the Idea of Empire>, en su Astraea: The ImprrialI ltrtnt'in the Sixteenth Century, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1975, p. 1.

" l'¿rra un estudio del tema de la monarquía universal, véase Franz Bosbach, Mo-tttt ¡t h iu (-lniae¡salis. Ein politischer Leitbegriff d,erfrühen Neuzeit, Gotinga, Vandenhoeck &lirr¡rr t'cht, 1988.

' "Estado compuesto> (cornposite state) fue el término usado por H. G. Koenigs-l,( r u('r' e¡r 1975 en su lección de inauguración de la cátedra de historia en el King's( lr rllt'st¡ de Londres: H. G. Koenigsberger, "Dominium regale or Dominium politicum et

trgulo,, en st Politicians and, Virtuosi: Essays on Early Mod,ern History, Londres, Hamble-r lor r Press, 1986. Conrad Russell, al aplicar el concepto a la historia británica, prefierelr:rlrlirrcle"reinosmúltiples" (multipkkingdonzs):r'éase,porejemplo,ConradRussell,

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.r( lu;rl('urol)(':t lrot l:t uni(,n lcrlt'l:rl Vr onlcrlr.r:rl.:r nrr.rlrrl,r (lu(.n:triotlrlirlrtrlcscrtl<'tt¡trl¡tst'rrclt'r'nlirll()rlr rlilsul)('rli(it'¡l:rlrrt'tllunlrr'stt ltturtl'rtl sols, ¡rt:xr littttlriritt r t'llt'i:r urr r'('('()n(x'inrit'nl<¡ Irisl<iri< t¡ c:xlavcz nrayor cle lir ve rclarl cn r¡rrc se b¿tsa la afinrraci<in rlc Koenigsbcrgerde que "la mayoría de los estados del periodo rnoderno fireron esta-dos compuestos,los cuales incluían más de un país bajo el dominiode un solo soberano". Koenigsberger clasifica estos estados en doscategorías: en primer lugar, los estados compuestos separados entresí por otros estados o por el mar, como la monarquía de los Habsbur-go españoles, la monarquía de los Hohenzollern de Brandeburgo-Prusia o la corona inglesa con su dominio sobre Irlanda; en segundoIugar, los estados compuestos contiguos, como Inglaterra y Gales,Piamonte y Saboya o Poloniay Lituanias.

En el periodo de la edad moderna sobre el que escribe Koenigs-berger, algunos estados compuestos, como Borgoña y la Unión deKalmar escandinava, ya se habían disuelto o estaban a punto de ha-cerlo, mientras que otros, como el Sacro Imperio Romano, luchabanpor su supen'ivencia. Por otro lado, fueron los sucesores imperialesde Carlos V provenientes de la rama austriaca de los Habsburgo,quienes iban a formar con slls propios reinos heredados y tierras pa-trimoniales un estado cuyo carácter compuesto perduraría hasta sufinal. Aunque algunos estados modernos eran claramente más com-puestos qrre otros, el mosaico de pa¡s d'électionsy pays d'états enlaFrancia de los Valois y de los Borbones es recordatorio de un procesohistórico que se volvería a repetir cuando Luis XIII unió formalmen-te el principado de Béarlt a Francia en 1620t0. Un estad<¡ cuyo carácter

'l-lte Causes of tlte Englislr Cit,il War, Oxfold, Oxford Urrir,'ersiw Press, 1990, p. 27. Más re-cienteurenteJohn M<¡rrill, con el argumento de qlle .la lloción de rnonarquía corn-

¡rttesta tieue trna connotación clernasiado estable e instittrcional", se ha decantado porla poco eleeante "aglomeración dinástica" ($nastic aghrnerate) , para comunicar mejorla sensación de "crtán inestable era el cornpuesto en evolnción". Véase.lohn Morr-ill,

""Uneas\- lies the Heacl that Wears the Crown". Drrrastic crises in Tüdor and Stewart.Britai¡r t50+1746., The Stentou Lecrure, Universitvof Reading,2005, pp. l0-ll.I Véase, por ejemplo, la ref-erencia a desarrollos eru'opeos contemporáneos e n elprefacio a Mark Greengr;rss (ed,.), ConEt"est nnd Coal¿scence: The Sh.aping of the Stt.te in.

Iinrly A[odtrn Europe,l.,onch'es, Edrvat-d Amold, 1991, una ct¡lección de ensayos quepl'esenta estuclios de fusión, o intentos de firsión, enb'e unidades políticas mayores 1,

nenores en la Etrropa moderna.!) Koenigsberge¡ "Dorninhtm, rcgale or Donúniun politi.tum et rcgalo,, p. 12.10 P:rr-a una explicación sucinta de los acontecimientos cle 1620, r'éase Christian

Desplat, "t,ouis XIII and the Union of Béarn to France", en Greengrass (ed.), ó¿n-qtt e.st nn d Coa.lescc nce.

32 3rl

Ir:r l()(l:t1'r:r ('s('lr( iltlttt('ttl('( (ttttlttl('rilrr s('l¡ltlil:ll):l:l:tf-ll('l-l:ll llll ( ('lll

¡rorrcrrlt'nlis:r:r(lrt('llos <¡rrt'\'ll ('rilltl)¡ltt l)lt('sl(tti ('ll ritl lttq:tt.Si l:r l,,rrl o¡rlr <k'l sigkl xvt ('¡'¿r ur)1r l'lul ()l)l (l(' ('sl1r(l()s ('()tl)l)tt('iit()s,

.n r ot'xrsl('n('ril ('()lr un:r rnir'ía(l¿r dc turiclirrlcs tcrritorilrles yjurisdic-, r, ¡n:rl<'s rruis ¡x'r¡ttt:ñas qtte guardaban celosamente su estatus inde-

¡r.rrrlicrrlt', r'('sull¿t trecesario evaluar su historia desde este punto de

vrst:r rrris <lrrt: rlesde la perspectiva de la agrupación de estados-naciónrnrirrrr ios <¡rre llegaría a ser más tarde. Es bastante fácil suponer que.l cstlr< k r ('()rnpuesto cle la edad moderna no fue más que una paradarrrrcr rnt'<li¿r y obligada en el camino que llevaba a la estatalidad unita-r r.r, lx'11) no debería darse por sentado que a caballo entre los siglos xvr \\'r ristt' cra ya el destino final del trayecto.

I ,:r crt'irción en la Europa occidental medieval de algunas unidades

¡ r, rlr tir':rs arnplias (Francia, Inglaterra, Castilla) que lograron construir

\ nr:urt('ner lur aparato administrativo relativamente fuerte y que se

,rlrr rr':¡l¡rrn en cierto sentido de la unidad colectiva, alavezque lo fomen-r.rlr:¡n, ir¡rtrntaba ciertamente en una dirección unitaria con firmeza.No olrslrurte, la ambición dinástica, derivada de un seutido de la familial c l ¡ xrt rirnonio hondamente arraigado en Europa, estaba por encimar lc lrrs tt'rrd€ncias unitariasy arnenazaba constantemente, por su conti-rrrrrr lxisqueda de nuevas adquisiciones territoriales, con disolver lar r ¡lrcsi<¡rr interna que se estaba alcanzando con tanto trabaio.

I'lrra nnos monarcas preocupados por el engrandecimiento, la, rcrr<'i<in de estados compuestos parecía un camino fácil y naturalI r : ¡r' i¿r ¿rdelante. Nuevas adquisiciones territoriales signifi caban un

¡rlcstieio realzado y en potencia nuevas yvaliosas fuentes de riqueza.'lirrlur,ía se preciaban más si poseían las ventajas adicionales de lar orrtiqiiidadylo que se conocía como "conformidad".JacoboM (de

l,,sr'ocizr) y I (de Inglaterra e Irlanda) usaría el argumento de la con-rigiii<lad para fortalecer su razonarniento a favor de la unión de las( ( )11)nas de Inglaterra y Escociatr. Támbién se consideraba más fácilr r r r r r r tener la nueva unión donde había marcadas similitudes di lingua,tli t o.stumi e d,i ordini, "de lengua, de costumbres y de instituciones',( ()rn() Maquiavelo observaba en Elpríncipd?. Francesco Guicciardinirrlrrrrrdaba en la misma opinión al referirse ala conformititqtehacía

I I \¡éase Brian P. I-evack, The Fonnation of the British State: Engl,antl, Scotl.a.ruI, and. the

I 'nion, 1603-1707, Oxford, Clar-endon Press, 1987, p. 6.l: Nicolló Machiavelli, Il Principe, ed. Luigi Firpo, Turín, Einaudi, 1972, cap. 3

lcxisten diversas traducciones españolas, entre ellas Nicolás Maquiavelo, El príncilte,rr rr<1. Helena Puigdomenech, Madrid, Tecnos, 1988; también Cátedra, 19971 .

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rlcl rt'r ictt r ottr¡ttisl:trlr¡ ¡r'irto rlc Nlrr':rr lr un:r:rrlr¡rrisir iirr¡ l:rt¡ r.xr r'It'rrtt'¡r:ttlt lit't ¡tltll<lo t'l (ilrtrilir or'. Sirr t'¡nl¡¡rrL¡o, llr r orrliuiii<larly'lacotlloltltitlil(l llo llcvab¿ul llcccs¿rliunlcr)tc p()r'sí ruisnlirs lr la rrni<inintegral. La Navarra espariola siguió siendo en uruchos aspectos unreino aparte y no conoció transformaciones de envergadura en susleyes, costumbres e instituciones tradicionales hasta 1841.

Segúrn eljurista español del siglo xvrrJuan de Solórzano Pereira,había dos maneras en que un territorio recién adquirido podía unir-se a los otros dominios de un rey. Una de ellas era la unión <acceso-ria", por la cual un reino o provincia aljuntarse con otro pasaba aconsiderarsejurídicamente como parte integral suya, de modo quesus habitantes disfmtaban de los mismos derechosyquedaban sujetosa las mismas leyes. El ejemplo más destacado de esre ripo de unióndentro de la monarquía hispánica lo proporcionan las Indias españo-las, que fueron incorporadasjurídicamente a la corona de Castilla.La incorporación de Gales a Inglaterra por medio de las llamadasActas de Unión (UnionActs) de 1536 y 1543 también podría conside-rarse una unión accesoria.

Además había, segúrn Solórzano, la fbrma de unión conocida comoaeque principaliter,bajo la cual los reinos constituyentes continuabandespués de su unión siendo tratados como entidades distintas, demodo que conservaban sus propias leyes, fueros y privilegios. oLosreinos se han de regir, y gobernar

-escribe Solórzano-, como si el

rey que los tiene juntos, lo fuera solamente de cada uno de ellos,r{.Lamayoría de los reinos y proüncias de la monarquía hispánica (Ara-gón, Valencia, el principado de Cataluña, los reinos de Sicilia y Nápo-les y las diferentes provincias de los Países Bajos) encajaban más omenos dentro de esta segunda categoríar5. En todos estos territorios

r3 Francesco Guicciardini, LegnzionediSpagna,Pisa, l82S, pp.61-62 (cartaxvr, l7de septiembre de 1512).

ra Jtran de Snlórzan<-¡ y Per-eira, Obras pósthunn¡s, Madrid, 1776,pp.1S8-l8g;Juan

de Soltirzano r,Pereira, Políti¿ ind,iann, Madrid, 1647, reed. Madrid, Compañía Ibe-roamericana de Publicaciones, 1930, libro M cap. 19, $ 37. Véase tambiénJ. H. Elli-ott, Tlte Reuolt of tlre Catttla,ns: A Stud.y in thc Dedine of Spain 1598-1640, Cambridge,Cambridge University Press, 1963, p.8 [La rcbelión d,e los ratalanes. [Jn estud,io sobre lad,eca,rl,encia d,e España. (1598-1610), trad. Rafael Sánchez Mantero, Madrid, Siglo xxr,1977,p.141;F.JavierdeAyala, Idea"sltolíticnsdeJuandeSolórzano,sevilla,Publicacionesde la Escuela de Estudios Hispano-Arnericanos de Sevilla, 1946, cap. 5.

15 El reino de Nápoles era en cierto rnr¡do una anomalía, pues ionstituía parte dela herencia aragonesa medieval, pero también había sido conquistado en tiemposmás recientes a los franceses. En la práctica era clasificado dentro de la categoría deaeque pri,ncipaliter.

31 35

\(.(.sl)(.r:rlr¿r rlr,l rr.t', t rlc lrcr lto sc lc irrt¡t(tttt¡t ( (tttt(t olrltg;tr iott, t¡ttr'

nr:utlllvi('ri('<'l csl:tlt¡s t' itlt'rlti<llrtl <lislirrlivos rlt't lltl:t ttlto <lt't'ill¡s.

l,lstc s<.grrrrrkl rntilr¡rlo <lt'trni<irr ¡rost'íit (:i('t'lits v('tlt¿I¡1ts t'litl'¿ts t:tnl-tr

t):u ll U()lx'l't)iltll('s ('()ll)() ¡:at'a gobet-llil(los en las circunstancias de la

l,,rrro¡r:r r1l(xlerlla, pol'ttrás que Fratlcis Bacon abundara en Sus insu-

lir.icnci¿rs posteriorrnente en A Brief Discourse Tbuchi'ngthe Happl Union

tl tln Ki,n,grlom^s of England and Scotland; ["Breve discurso sobre lafelizr r r I i<in de los reinos de Inglaterra y Escocia" I . De las dos recomenda-

r iones ofrecidas por Maquiavelo en sus lacónicos consejos sobre el

tr ltamiento que hay que dar a las repúblicas conquistadas, <arruinar-

lrrs, o si no .ir allí a habitar Personalmenteo, la primera resultaba

r lcsventajosa y la segunda impracticable. No obstante, también pro-

¡ronía dejar a los estados conquistados <vivir con sus leyes, exigiéndo-

lcs un tributo e instaurando un régimen oligárquico que os los con-

s('r-ve amigos>r7. Este método eralaconsecuencia lógica de la unión(tKlue principalitery fue empleado con considerable éxito por los Aus-

rrias en el transcurso del siglo xVl para mantener unida su inmensa

r r I onarquía hispánica.La mayor ventaja de la unión a,eque principaliterera que, al garanti-

l^r lasupervivencia de las instituciones y leyes tradicionales, hacía

r¡rás llevadera a los habitantes la clase de transferencia territorial que

cr-a inherente aljuego dinástico internacional. No hay duda de que a

nlenudo se producía inicialmente un considerable resentimiento al

('ltcontrarse subordinados a un Soberano "extranjero". Sin embargo,

ll promesa del soberano de observar las leyes, usos y costumbres tra-

<licionales podía mitigar las molestias de estas transacciones dinásticas

l,ayudar a reconciliar a las élites con el cambio de señores. El respeto

<le las costumbres y leyes tradicionales suponía en particular Ia per-

¡retuación de asambleas e instituciones representativas. Dado que los

soberanos del siglo xvt estaban habituados en general a trabajar con

titles organismos, no se trataba en sí de un obstáculo insuperable,

:rrurque con el tiempo podía acarrear complicaciones, como sucedió

l6 Francis Bacon, "A Brief Discourse Touching the Happy Union of the King-

r[<rrrrs of England and Scotlando, ert T'heWorks of Ftands Bacon,ed.JaInes Spedding, l4rrrls., Londres, Longman, 7857-1874, X, p.96.

,7 .Quondo quelli stati che s'acquistano, come i d.etto, sono consueti a ttiuere con l¿ loro

legge e in tibertá, a-aotzrli tenere, ci sono tre mod,i: el primo, ruinark; I'altro, andarai ad abitare

¡tt:r.sonalmente; eI terzo, lasciarle uiuere con le sua bgge, traentlone una pensione e creand'oui

t¡¡,¡ttounostatodipochichetekconsetuinoam.iche,,Machiavelli, IlPrincipe [Maquiavelo,Iil ltríndpel, cap.5.

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( r)il l:r luliorr rlc l:¡s ( (,r()uils rlr.( l:rstill:r r',\r:rgrirr. l,rrs rt.slr ir.r ir¡nt.s rl<,llts irrsliltl<'itlll<'s ll'it<li<'iot¡rtlt's sollrc la rt.:rlr.z:r t.r':rn rnrrclrr¡ rrr:is fir<'r.lt'sen los territorios aragoneses que en l¿t Castilla dcl siqlo xvr, uurto quepara una corona acostumbrada a una relativa libertad de acción enuna parte de sus dominios llegó a hacerse difícil aceptar que sus po-deres eran considerablemente limitados en otra. La disparidad entrelos dos sistemas constitucionales también favorecía los roces entre laspartes constituyentes de la unión cuando la expresión llegó a ser unacreciente disparidad entre sus respectivas contribuciones fiscales. Ladificultad para extraer subsidios de las cortes de la corona de Aragónconvenció lógicamente a los monarcas para dirigirse cada vez más amenudo a las cortes de castilla en busca de avuda financiera, queresultaban más dóciles a la dirección real. Los castellanos llegaron asentirse molestos por la mayor cargafiscal que se les pedía soportar,mientras que los aragoneses, catalanes y valencianos se quejaban dela frecuencia cada vez menor con que se convocaban sus cortes y te-mían que sus constituciones estaban siendo subvertidas en silencio.

A pesar de todo, la alternativa, que consistía en reducir ros reinosrecién unidos al estatus de provincias conquistadas, era demasiadoarriesgada para ser contemplada por la mayoría de los soberanos delsiglo xvr. Pocos dirigentes de la edad moderna estuüeron tan bien situa-dos como Manuel Filiberto de saboya, quien, tras recuperar sus territo-rios devastados por la guerra en 1559, se encontró en posición d.e co-menzar la construcción de un estado saboyano casi desde cero y legó asus sucesores una tradición burocrática centralizadora que haría desaboya-Piamonte un estado excepcionalmente integrado, al menos paralo habitual en la Europa modernals. En general parecía más seguro, ala hora de tomar posesión de un nuevo reino o proüncia que funciona-barazonablemente, aceptar el statu quoy mantener la maquinaria enmarcha. Algunas innoy¿ciones institucionales podían ser factibles, comola creación de un consejo colateral en el reino español de Nápolesre,pero era primordial eütar la alienación de la élite de la proüncia con laintroducción de demasiados cambios excesir,amente pronto.

Por otro lado, cierto grado inicial de integración era necesario siel monarca pretendía tomar control efectivo de su nuevo territorio.

l8 Para un breve resumen sobre el destinc¡ del Piamonte v sus instituciones repre-sentativas, véase H. G. Koenigsberger, "The Italian parliaments from their origins tothe lnd of the Eighteenth Century" , en st politicians and, Virtuosi, pp. b4b9.le Estoy agradecido a Giovanni Muto de la universidad cle Miün por sus orienta-ciones sobre los asuntos de Nápoles.

36 27

;(-)ttti ittslt unr('nl()s csl¿¡l¡lttt:rl:rlr ltrrr ('l)iu:r r orrsr'¡¡rrir lo/ l,:r r r¡:rr r iri¡lIu\,() sll ¡lir¡lt'l t'n cl t'slirl¡lt'<'iluicrrl<¡ rlr'< it'r'llrs rrrriorrt's llt<l<lr.l'lr:rs,( ()lrt() l¿r <[t' l)ol'ttrgal c()n ( jastilla crt ll-rflO, ¡rt'xl t'l tn¿rr)t(:t)ilnicnto derrrr t'jór'cito clc ocupacirin era no sólo ull asllltto costoso, como descu-lricron en Irl¿rnda los insleses, sino que además podía ir en contrar lt' l¿r misma política de integración que trataba de seguir la corona,( ( )nlo se dieron cuenta los austriacos hacia finales del siglo xvII consrrs intentos de poner Hungría bajo el control real20.

Excluida una presencia militar más o menos permanente, las po-sibilidades se reducían a la creación de nuevos órganos institucionalest'n el nivel superior de gobierno y al uso del patronazgo para conse-urrir y conservar la lealtad de las üejas élites políticas y administrativas.l)aclo que el absentismo real era una característica inevitable de lasrrronarquías compuestas, era probable que el primery más importan-tt' cambio que había de experimentar un reino o provincia puesto enrrnión con otro más poderoso era la partida de la corte, la pérdida delrr condición de capital de su ciudad principal y la sustitución delnronarca por un ürrey o gobernador. Ningún virrey podía compensar<lcl todo la ausencia del monarca en las sociedades altamente presen-ciales de la Europa moderna. No obstante, la solución española derrombrar un consejo de representantes nativos para asistir al rey con-tribuyó en cierta medida a paliar el problema, al proporcionar unr':rnal a través del cual se podían expresar las opiniones y agravios lo-<':rles en la corte y utilizar el conocimiento local en la determinación<le las directrices políticas. A un nivel superior, un consejo de estado(compuesto mayoritariamente, pero no siempre exclusivamente, porconsejeros castellanos) quedaba en reserva como un instrumentonominal al menos para las decisiones definitivas sobre la línea gene-r-al y para la coordinación a la luz de los intereses de la monarquíalrispánica en su conjunto. En la monarquíabritánicadel siglo xvrr unconsejo de estado era algo que brillaba por su ausencia.Los priuyrcuncils o consejos asesores de Escocia y de Irlanda operaban enEdimburgo y en Dublín, respectivamente, en lugar de en la corte, yniJacobo I ni Carlos I procuraron crear un consejo para toda GranBretaña2r.

20 ¡ohn P. Spielman, Leopotd, I of Ausfna, New Bmnswick (NuevaJersey), RutgersUrriversity Press, 1977, pp.67 y I32.

2r Ler.ack, FormationoftheBritishstate,p.6l;ConradRussell, TheFalloftheBritishNlonarchie.s 1637-1642, Oxford, Oxford University Press, 1991, p. 30.

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l'lrr l,rs ttivt'l<'s irlfi'r'ir¡r't's rlt'l:r rrrlrrrirristllrr irin l:r r onr r'¡x irirr ¡xrlli-rtx)nial <lc' l<¡s ('¿u'{.t()s t:rt la l'lrxr¡)ir nl(xl(:r'nir ll:rr'ílr (lilí('il suslilrrir ir l<¡s

füncionarios existentes por otros que pudierAn sel consider¿tdos másleales al nuevo régimen. Además, bien podía haber estrictas reglasconstitucionales que gobernaban los nombramientos, como ocurríaen partes de la monarquía hispánica. En la corona de Aragón las leyesy constituciones prohibían la designación de funcionarios no nativosy regulaban el tamaño de la burocracia. Támbién en Sicilia los cargosseculares estaban reservados a los naturales de la isla22. En la Italiacontinental la corona tenía más margen de maniobrayfue posible lainfiltración de funcionarios españoles en la administración de Milány Nápoles. Con todo, aquí, al igual que en todas partes, no había al-ternativa a una fuerte dependencia de las élites provinciales, cuyalealtad sólo se podía conseguir y conservar mediante el patronazgo.Esto daba a su vez a las élites proünciales, como la de Nápoles23, unainfluencia sustancial, que podía utilizarse por un lado para ejercerpresión sobre la corona y por otro para ampliar su dominio social yeconómico sobre sus propias comunidades.

Esto indica ciertafragilidad respecto a las monarquías compuestas,la cual obliga a plantear preguntas acerca de su viabilidad a largo pla-zo. No cabe la más mínima duda de que para todas ellas el absentismoreal constituía un grave problema estructural, que ni siquiera el vigoritinerante de aquel viajero incansable que fue Carlos V pudo resolverdel todo. Ahora bien, las constantes quejas de los catalanes y aragone-ses del siglo xvl de que se veían privados de la luz del sol2a, aun siendoseguramente expresión de un sentimiento legítimo de agravio, pue-den también ser consideradas útiles estrategias para obtener más deaquello que apetecían. A los catalanes, al fin y al cabo, como miembrosde una confederación medieval, no les era desconocidalarealezaab-

22 H. G. Koenigsberge r, T-he Gouetnment of Sicily under Phitip il of Spain: A Stu(tl inthe Practice ofEmpire, Londres, Staples Press, 1951 [existe versión española de la edn.rev., Lapráctica delinperio, trad. Graciela Soriano, Madrid, Alianza,l989l,pp. a7-48.

23 Rosario Villari, La rittolta antispagnola a Napoli: Iz origini (1555-1647), Bari, La-terza,7967 lLa reuuelta antiespañola en Nápoles. Los orígenes (1555-1647), trad. Fernan-do Sánchez Dragó, Madrid, Afianza,l979l. La medida en que la vieja nobleza conser-vó su dominio después de la revuelta napolitana de 1647-1648 es aún tema dediscusión. Véase especialmente Pier Luigi Roüto, "La rivoluzione costituzionale a Na-poli (1647-1648)", RiuistaStoricaltaliana,g8 (1986), pp.367462. No obstante, las éli-tes provinciales, que incluían un nutrido número de togati., también dispusieron deamplias oportunidades para ejercer influencia política.

24 Elliott, Rnolt of the Catalans, pp. 12-14 lLn rebelión tle los catnlanes, pp. 17-181 .

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',( nli:il:r I'lr;rllt:ttt ll)r('n(lirlo lr:rr r¡nrorl;rts(':r ('sl:r irrcvil:rlrlc tr':rlirl:trl.nr) si('nrl)l('rlt's<lit lutrl:t. in<'lttso lurl('s (l('llt ttttiort rlc llrs ( {)r()nlrs.

,\ r':u¡rllio <k' rul <'i<'l'lo ltlxur<lotto lr<'ttrirrrlo, lrrs rililcs lr¡<'rtl<'s tlisf i'rr-

t,rlr:ur <lt' lur frr-u(l() rlt'arrt<lgobicrrro t¡rrt' lt's <k'jirllir sill ltintlrurA ne(:e-.,rr l:rr I r ¡ r'eclr tr' <lc: crr(:sti()nar t'l .sl,a,ltt qu.o. En otrits p:rlabras, las monar-r lu r:ts ('( )nll)rrest¿ls estaban construidas sobre un contrato mutlro entrel,r r olrr)u y la clase clirigente de sus diferentes provincias, que conferíarr rr lr rso a las uniones más artificiales y arbitrarias una cierta estabilidadr r csistcncia. Si a partir de aquí el monarca fomentaba, especialmen-t(' ('ntre la alta nobleza de sus diferentes reinos, un sentimiento delr':rltacl personal a la dinastía, que superase las fronteras provinciales,l,rs ¡rr'obabilidades de estabilidad aumentaban todavía más. Esto era,rlgo c¡ue Carlos V procuró conseguir cuando abrió las puertas de la, rr <lt'n borgoñona del Toisón de Oro a los aristócratas de los diversosrcinos de su monarquía compuesta. Fue algo que también lograronL rs H¿rbsburgo austriacos del siglo xvtt a una escala mucho más esplén-r lirl:r y sistemática por medio del desarrollo de una espectacular cul-trrr'¿r cortesana2s.

Era más fácil generar un sentimiento de lealtad a un monarca tras-ccndente que a una comunidad más amplia creada por la unión polí-tica, aunque sin duda ayudaba que la entidad tuüera un nombre aceplable. Los monarcas que unieron las coronas de Castilla y Aragóntrataron de resucitar vagos recuerdos de una Hispania romana o visi-gótica con el fin de proponer un foco de lealtad potencialmente más

arnplio b{o laforma de una "España" históricamente restaurada. Peroh Unionin Name, o "Unión de nombre>, como la llamaba Bacon26, nocra fácil de alcanzar. Para algunos escoceses del siglo xvII, la palabraRritain, "Gran Bretañao, poseía todavía connotaciones negativas2?.

Una asociación más estrecha, especialmente si conllevaba benefi-cios económicos o de otro tipo, podía contribuir a fomentar esta leal-tad más amplia, como sucedió entre los escoceses en el siglo xvtll. Tám-bién podía contar la magnética atracción ejercida sobre las noblezas

25 Véase RobertJ. W. Evans, T-he Making of the Ha,bsburg Monarchy, 1550-1700, Ox-ford, Oxford University Press/Clarendon Press, 1979, esp. pp. 152-154 lla rnonarquíad,e los Habsburgo, 1550-1700, Barcelona, Labor, 1989, esp. pp. l3l-1321.

26 Bacon, "Brief Discou¡5s", p.96.27 Véase Roger A. Mason, "Scotching the Brut: Politics, History and National

Myth in Sixteenth-CenturyBritain", en RogerA. Mason (ed.), Scotlandantl.England,12861815, Edimburgo,John Donald, 1987. Estoy agradecido aJohn Robertson poresta referencia y también por sus útiles comentarios a un primer borrador de esteensayo.

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lor¡tlcs¡lot l:t(ltlltttitVlitl('ul-iu;rrlcr¡lt¿t((,tl(.(l()ntin;utl(.: r.rrlr.rlr;tll¡ll('llll)lllllll(()lll() Il1)5rrlrlu'rsl()(urlllllt'llgon(.s(llt(. lllr<lrrrurrlrrlilrr.otlcl cittaliilt :tl c:tstt:ll¿tut¡ sc r-cli:rí:l ¿l (istc riltirr¡o ('()r)r() r:l i<li<¡¡tra de(rlllestra Hysparla"2*. (]on todo, "E5p2¡rizl,, Aul) sicndo capaz cle des-pertar lealtad en determinados contextos, continuó lejana en compa-ración con las realidades más inmediatas de castilla y de Aragón.

Ahora bien, el sentido de identidad que una comunidacl tiene desí misma no es ni estático ni uniforme2e. La fuerte lealtad a la comu-nidad natal (la patriadel siglo xvr) 30 no era incompatible de por sí conla ampliación de la lealtad a Llna comunidad mayor, con tal de que lasventdas de la unión política pudieran ser consideradas, al menos porgrupos influyentes de la sociedad, de más peso que las desventajas.Aun así, la estabilidad y las perspectivas de supervivencia de las mo-narquías compuestas del siglo xvr, basadas err una aceptación mutuay tácita de las partes contratantes, serían puestas en peligro por elrurnbo tomado por algunos acontecimientos en el transcurso de lacenturia. En potencia, el más alarmante fue la división religiosa deEnropa, que enfrentó a los súbditos tanto contra er monarca comoentre sí. si bien los grandes cambios religiosos del siglo constituyeronnna amenazapara todos los tipos de entidad política, los estados com-puestos más extensos estuvieron especialmente expuestos, aun cuan-do la comunidad polacoJituana, fortalecida por la unión de Lublinen 1569 y fundamentada en un alto grado de consenso entre la aris-tocracia, capeó con éxito el temporal. f,a conciencia de este peligroalentó a los Habsburgo austriacos de finales del siglo xu en su búrs-queda cadavez más desesperada de una solución ecuménica a losproblemas de la división religiosa, un remedio que no sólo reunieraa una cristiandad escindida, sino que también salvara su propio patri-monio de una desintegración irreversible.

28 Citado en Alair-r Milhou, Colón .¡ .stt mmtaliclad m.c.¡ián.ica en el ambiente.francisca_nista.español, Valladolid, Casa-Museo cle Ctolón, 1983, p. 14.

2e Para una estimttlante discusión sobre el caráctér polifacético cle un sentido deidentidad eu el proceso de construcción de estaclo en Errropa, véase Peter Sahli¡s,Boundru'ie.s: I'he Llahing of rirtnce and, spttin in the L)renaes, Berkeley (california), university of california Press, rg89 [rronlavs i id¿ntiktts. Lafonnació tt;Espanya i Franga a laCtnlanya,,,reglas xrzr-v.r; rr¿rd. catalana.Jordi Argenté, Vic, Eumo, 19931 , esp. pp. I l0_l 13.

:t0 VéaseJ. H. Elliott, "Revol.tior a.d continuity in Early Modern Europeo, e'Pa.st and Pnscnt,42 (1969), pp. 3l-r-56, reimpr. en spain and its world, 1500-17ó0,NewHaven (Connecticut) l.Londres, lg8g [.Revolución y continuidad en la Europa mo_derna", et España v su munrJo (1500-1700), tracl. Ángel Rivero Rodríguez y Xavier GilPr{ol, Madricl, Taunrs, 20071, cap. 5.

40

l,r ¡s r:ilr¡lrir¡s r cliti(}sr¡s rlr'l siglo \\'l riilnr:u I 'lr ilil ilil('\'(' ( ('ilrlr(,lr('ilt( , ('\lt crnltrllttttt'trtc rlt'lir':rrlo, :r ltr¡rrt'l ( ()nilurto rlc t'lcrrrt'nl()s (il('(Flir.rli( ()s, ltislril'i< r¡s, ilrstilttt'ir¡nitl('s )', ('lr alsun()s ('¿ls()s, lirrgiiísticos)r¡rrc r orrllillrry<i ir c()nstituir cl scnticlo c()lec:tivo de la iclenticlad derrrr:r ¡lr'ovirrc:i¿r c()rl re lacir'rn ¿r lu comunidad más amplia del estado( ( )nrl)lr('st() y al territorio dorninante dentro de é1. El protestantismo.rrir rr liz<i cl sentido cle identidad distintiva de unos Países Bajos siem-

¡rr r' < orrscientes de las diferencias que los separaban de España, delrrrisnro rnodo que lo hizo el catolicismo entre una población irlande-s,r sonletida al dominio inglés protestante. Así pues, las presionesr lcsrlc el centro para conseguir la confbrmidad religiosa tendían a

l)r1)\'()car reacciones explosivas en comunidades que, por útaarazór.rr oI l':r, sufrían ya la sensación de que sus identidades corrían peligro.( lrurndo se producía el estallido, los rebeldes podían albergar la('slx'l-anza de aprovechar la rlueva red internacional de alianzas con-lcsir¡nales para obtener ayuda exterior. En esto los gobernantes de('st¿r(los compuestos muy extendidos eran extremadamente vulnera-lrlcs, pues las provincias alejadas bajo control imperfecto (como losI'rríses Bajos e Irlanda) ofrecían oportunidades tentadoras para lai r r t t:rvención extranjera.

Las consecuencias de la nueva dinámica religiosa del siglo xvl no se

lirlritaban a las proüncias periféricas ansiosas por conservar sus identi-t lrrrles distintivas frente a las presiones del centro. Castilla e Inglaterra,t'stados ambos que constituían el núrcleo de monarquías compuestas,rrvivaron sus propias identidades distintivas durante los trastornos reli-siosos del siglo xu y desarrollaron un sentido agudo y combativo de suIrruar excepcional en los designios proüdenciales de Dios. Al contribuir:r clefinir su propia posición en el mundo, su agresivo nacionalismor:ligioso tuvo un impacto inevitable sobre las relaciones en el interior<lc las monarquías compuestas de las que formaban parte. Las respon-sabilidades extraordinarias conllevaban privilegios extraordinarios. Los<'irstellanos, escribía un caf;'lár' en L-c57,.volen ser tan absoluts, i tenenlcs coses própies en tan, i les estranyes en tan poc que sembla que sónt'lls sols vinguts del cel i que la resta dels homes és lo que és eixit de laterra> ("quieren ser tan absolutos, y tienen sus propias cosas en tanto,v las {enas en tan poco, que parece que ellos han venido del cielo y quecl resto de los hombres es lo que ha salido de la tierra")31.

3r Cristófol Desptrig, citado en Elliott, Rnolt of the Catakm; p. l s l La rcbelión tle los

t atalanes, p.16l.

1t

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l"l st'rrlirlo rl<':lltl(rllttl)()l l¿tttci¡t ( l('('r(), lilnlr) (,¡ ( lrrstill:r (.()¡r{) (.'lrt¡¡lltl<'t'r'lt, t'otl llt ir<lt¡rrisit'irin (l('ur) irrr¡lt'r'io rl<'rrllr.lr¡l¿rr, ¡¡¿r ill<lic¿r-ci<ill aclicional cle litv<ll'clivino. [,os r:astell¿r.n<¡s, nl conquistzrr las Indiasy reservarse los beneficios para sí mismos, a*ment ron enormemen-te su propia riqueza y poder con relación a los otros reinos y provin_cias de la monarquía hispánica. También los ingleses, al hacerse consus colonias americanas, ensancharon la distaricia que res separabade los escoceses y los irrandeses. Los reyes de Escocia habían intenta-do anteriormente oponerse a las demandas inglesas d.e una coronaimperial con la adopción d.e una propia32; en er siglo xvrr, a medidaque la idea de "imperioo llegó a incluir ra posesió"n de dominios deultramar; los proyectos de coroniz ciónescoceses en el Nuevo Mundopodían servir parareforzar la d.emanda del .imperio, en su nlrevo ymás moderno sentido' En general, el imperialiimo y ra monarq'íacompuesta no hacían buenas migas. La posesión de un imperiá deultramar por una parte de una unión animaba a pensar en términosde dominación y subordinación de un modo qr. ibu contra la enteraconcepción de una monarquía compuesta ,tti.lu aeque principariterrz.

Allí donde una parte componente de una monarquía compuestano sólo es eüdentemente superior a las otras en podery recursos, sinoademás se comporta como que ro es, las otras partes tendrán ra sen-sación nat'ral de que sus identidad.es se hallin bajo una ao,e,'azacadavez mayor' Es lo que sucedió en la monarquíi hispánica en elsiglo xvr y principios del xvrr, cuando con relación a castilla se üeronen una creciente desventaja los demás reinos y provincias. La preocu-pación aumentó por los comenta ios amenazantes o despectivos decastellanos en altas instancias y por el reforzado .orrt.ol .u.tellanosobre la administración después de que en lb6l la corte se establecie_ra definitivamente en Madrid. Las necesidades financieras de un reyque tendía a servisto cadavezmás como exclusivamente castellanoeran también fuente de creciente inquietud. Incruso dond.e, como enla corona de Aragón, la existencia de asambleas e instituciones repre-sentativas actuaba como un freno eftcazsobre las nuevas iniciativasfiscales, había una desconfianzagenerarizada y comprensible sobrelas intenciones de Madrid a rargo prazo. Los reinos que temían el

3? Estoy agradecido a David stevenso' por s.s orientaciones sobre este punto.33 compárese con la equiparación e'tri italianos e indios realizada por un minis-tro de Felipe II, citado en Koenigsbe rger, Goarrnmmt of sicity lLa práctica det imperiol,p. 48.

12

nr('n()s(:tlro rlc srrs lilrcr l¡trlt's csr'ttrlt in:rll:rrr r:rrl;r nr,rvit¡ricrrlo rlc losIr¡rtr iorutt ios t'r'ltlcs(lu('l)u(li('r'lr inl('r'l )r'('l:u¡i('( ()nr() un:l vi()ll('i(in (l('sus lr'\'t's v rcf irlzab¿ul sus (l(:li'rrsirs corrslilrr<'iolr¿rl<'s <l<lnrlt'<¡rriel'¿r qt¡ek's f r rcr':r lx)siblc. No t:s c¿rsu¿rliclacl qtre el firrn<lso-jurillnento de lealtad.rr:rgon{1s "rnediev2ll>, con sll rotunda fórmula "Si no, ¡gr, f¡era enr crrlirla<l trna invención de mediados del siglo xvl 34. Losjuristas de,\r:rgrirr, como los de otras partes de Europa3s, estaban muy ocupadosr orr t'l redescubrimiento o invención de constituciones y leyes tradi-r ir rurlr:s. Las alteraciones de Zaragoza en 1591 fueron la rer,r.relta derrrr:r i'lite dirigente, o una sección de ella, que buscó y encontró la¡

r rst if icación para su resistencia a la corona en la defensa de susjustas( ¡rcro no siemprejustamente interpretadas) libertades aragonesas.

l.ir respuesta de Felipe II ante este levantamiento se enmarcó enun ('()rnedimiento que sin duda debía algo a su prudencia natural,r crrlirrnada por la experiencia de la rebelión de los Países Bajos en lar lr:r':r<la de 1560, pero que también parece expresar las actitudes mo-r:rlt's y dinásticas que gobernaban la visión del mundo tradicional enl, rs I Iabsburgo. A pesar de las suposiciones contemporáneas y poste-riolt:s en sentido contrario, el reino de Aragón, aun despojado de;rlgrrnos de sus privilegiosyacuerdos institucionales, retuvo su carác-t c r csencialmente contractual y constitucionalista3o. Unos pocos años:url('s una predisposición similar a aceptar los arreglos institucionalesr'< onstitucionales existentes había sido el fundamento de la políticar lt' l,'clipe II para la unión entre Castilla y Portugal. Según el tradicio-¡¡:rl estilo de los Habsburgo, esta unión de coronas en 1580 fue otrar r r r irin dinástica, aeque principaliter, cuidadosamente concebida paral-t:rrantizar la supervivencia de la identidad diferente de Portugal, así( ( )lno la de su imperio. La única medida específicamente integradoralrrt' la abolición de puestos aduaneros entre los dos reinos, un intentork' trnión arancelaria que fue abandonado en 159237.

:tr Véase Ralph A. Giesey, If not, not: The Oath of the Arugonese and the LegendaryI turts of Sobrarbe, Princeton (NuevaJersey) , Princeton University Press, 1968.

:t5 Véase Donald R. Kelle¡ Foundations of Motlrrn Historical Scholarship: Language,ltut¡ r¿nd History in the French Renaissance, Nueva York, Columbia University Press,I1)70.

:lri Sobre la supervivencia del constitucionalismo aragonés, véase Xaüer Gil Pqjol,,1,:rs cortes de Aragón en la edad moderna: comparación y reevaluación", R¿uista d,e

lt,; (lort¿s Gmerales,22 (1991), pp. 79-119.:tt Parauna breve visión de conjunto sobre la unión durante sesenta años entre

( l:rstilla y Portugal, véaseJ. H. Elliott, "The Spanish Monarchy and the Kingdom ofl'<rrtrrgal, 1580-1640", en Greengrass (ed.), Conquest and coakscence.

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l',ssigrrif i<rtlivor¡trcsir llcrrrvS¡rvilt',rtl cousi<lt'r:rt t'rr l(i0.l t'r¡stt¿tn¿ilisis rlt: los J)r'()yc('t()s rlt:.f ir<'olr<l I ¡rirr':r lir rrni<in an¡¡lot:scocesa unaserie de ejernplos histriricos (Lituania y Polonia, Noruega y Suecia,Aragón y Castilla, Bretaña y Frar,cia, y España y la Inglaterra de MaríaTüdor), seleccionara la unión entre Castilla y Portugal como <en miopinión la más parecida a la nuestrao:]s. Aunque a duras penas fuerael tipo de unión perfecta al que aspirabaJacobo I, una unión dinás-tica, aeque principaliter, que conservaba las identidades distintas de losreinosjuntados, seguía siendo la forma de unión más fácil de conse-guir, y su medida integracionista de mayor alcance (la abolición debarreras aduaneras) resultó ser tan imposible de mantener en el casoescocés colno en el portugués3e.

La prueba de la realeza apartir de entonces, yJacobo I fue lo bas-tante sabio para comprenderlo, era buscar cualquier oportunidad parainducir a los dos reinos en unión hacia una mayor uniformidad (enlegislación, religión y gobierno), mientras que se trabajaba, por enci-ma de todo, para suprimir la hostilidad mutua que acompañaba a todaunión de estados independientes. Esta misma política pragmática seríaseguida por Luis XIII en la unión de Béarn con Francia en 1620a0 yconcordaba en gran medida con el pensamiento contemporáneo ela-borado dentro, y acerca, de la monarquía hispánica. Teóricos comoGiovanni Botero, Tommaso Campanella y Baltasar Alamos de Barrien-tos dedicaron muchos esfuerzos al problema de cómo conservar unamonarquía compuesta y prepararon abundantes propuestas, talescomo los matrimonios mixtos entre las noblezas y una distribuciónequitativa de los cargos, que conducirían a una "justa correspondenciay amistad" entre los pueblos de España y les haría posible "familiari-zarse los unos con los otroso{r. Esta idea de "familiarizar,a2 a los pue-blos de la monarquía hispánica entre sí ser-ía retomada por el conde-duque de Olivares, con el fin de acabar con lo que llamaba la "sequedad

38 Sir Henry Savile, "Historicall Collections,, reimpr. en T'lteJacobean (Jnion: Si.x

Tratts ol 1604, ed. Bnrce R. Galloway y Brian P. Levack, Edimburgo, Scottish HistorySociety, 1985. p.229.

3s Levack, Form.ation of tlrc British State, p. l4B. La reciprocidad comercial entreInglaterrav Escocia, introducida en 160'[, ttrvo que ser abandonada en l6l l.

+0 Desplat, "Louis XIII and the Union of Béarn to France".rr Tommaso Carnpanella, A Disrourse'Ibuching the Spanislt Monarch.y, Londres,

1654, p. 125 [existe versión espariola cornparativamente reciente de De monarrhiahispanica discurszs: Tommaso Camparella, La monat'quín hisltáni.ca, trad. Primitivo Ma-riño, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 19821 .

12 Elliott, RrtoltoftlnCatalan.s,p.204,n.2llnrebelióntl¿lnscatutktnes,p. 183,n.481.

41 4-r

\ ,,('l),u:rr ir¡tt tl<'( ()r:l/()lr('s,. lt,r'u sttsl¡tltttrlcs Ir()\'('( los rclotnrisl;tsrlr'l,rrllt:rrl:rrlc l(i?0,<¡rrt'irt<'lrrr'lurlurllturirirrrruis<'slr<'<lr:r¡rot'ttt<'tlirr,lr' l.r rlcli'rrs:r uurlul. l,ir rrni<irt (lt'<'or':tzr¡nt's (lrt "rrttirin <lt'iullol-" cle

l,rr .lro l¡ tt *.'t'-', t'l t't:sttltitrlo nattrr¿ll de la Uni<in cle Artnasis.I r r r I rr r i< l< ¡s rlt' l:r rloctrina deJtrsto Lipsio sobre el estado ordenado y

r lrsr r¡rlir r:r<lo (rlonrle la unidad de religión se consideraba indispensable

¡ ,, r r , r r'l r n:rn l t'nilniento de la cohesión política y social), los gobernantes,lll siglo xr'¡t utilizaban el cliscurso de la unión en todas partes{6. No,Irst:r n Ir', Li¡rsio también había advertido contra un excesivo celo en lar r tr or lr rr'< irin cle cambiosaT. A pesar de ello, hacia la década de 1620 se

.r¡,r cr i:rr r ('ntre estos gobernantes indicios de una creciente impaciencia, r rr r r'l sistcrna de unión aeque pri'ncipalitcry su corolario de unificación

¡,, 'r rrrtit<xl{rs lentos y pragmáticos. Había llegado al poder una nuevar,r'n ('t :t( i(in de estadistas con un alto concepto de la prerrogativa real yI r r r, r r r r('r l()l' tolerancia que la de sus predecesores respecto a una diver-',rr l:rr I vist:r colno un obsláculo a un gobierno eftcaz. Las actividades delr ¡s cst:r<kls rnayoritariamente protestantes en las tierras patrimoniales.rrrstr i:r< as, que culminaron en l618-1620 con la re\,'uelta cle Bohemia,rr'.rlir rrr¿rron a ojos de Fernando II y sus consejeros la importancia fun-,l.rrrrcntal cle la unidad religiosa para la supen'ivencia de su propio es-

l.rr lr r r'<rrrlpuesto. Aunqlle una vezaplastada la revuelta se permitió a

ll, rl¡t'rrri¿r conseryar cierto grado de su anterior autonomíaag,labúsque-,l.r r lt' rrniformidad en las creencias y prácticas religiosas parecía una, , ,rrr onlitancia natural del ejercicio apropiado del poder del príncipe( \('qri n pensaba también Carlos I Estuardo respecto a Escocia).

tt,\lrnnri.ale,st(ftrtasdelCond¿Du.qued.eOlitto¡es,ed.J.H.ElliottvJoséF.delal', n:r. ? vols., Madrid. Alfaguara, 1978-1981,I, p. 187.

rr .lntroduction" a Jarobean Llnion, ed. Galloway y Levack, p. xli ("1¡¡iqn .¡lorr" ).

l-' St¡bre la Unión de Armas, véaseJ. H. Elliott, I-h.e Ctntnt-Du.he oJ Oliua,res: The\lttl('\ntutt in an Age oJ Derline, New Haven (Connectictrt) r, Londres, Yale Universityl'r , ss. l1)tl6 lEl conde-duqtre de Oliaarcs. El pol.ítiro en una épora d,c decad¿ncia, trad. Teófilo,lc Lozoy,a, Barcelona, Clrítica, 1990], cap. 7.

l(i .Por lo tanto, ésta es rni opini<in inalterable: que en url reino se ha de obscrvarrnr;rsrrliileligión,, IustiLiltsipoliticorumsiaeciuilisdortrina¿libri,s¿¡,Leiden, 1589,fV,3.( ,ir;r< lr ¡ err Mark Morford , Stoirs and Neostoit's: Rubens and thc Circle oJ Lipsius, Princetont Nrrt'r':rJersey), Princeton University Press, 1991, p. 108.

17 Gerhard Oestreich, Neostoi,ristn and the Early Mod¿nt State, trad.. inglesa Davidi\lt Lintock, Cambridge, Carnbridge University Press, 1982, p. 182.

18 Véanse Evans, Habsburg Monarclrg fla rnonarquía de lns Habsburgol , cap. 6, y R.J.\\'. llvans, "The Habsburg Monarchv and Bohemia, 1526-1848", en Greengrass (ed.),( itnqu.est and Coalescence, cap. 7. Estoy agradecido al Prof. Evans por sus comentarios a('sl('l otros argunentos expuestos en este ensayo.

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l'ot cttr inr;t rlc lorlo, l:t tilr('ul t'l:r rlr'¡rtcsiorr cr onotrrir;l l)iu('( rilntt'lot zltt los rttgtttttt'nl()sr llrvor'<k'l¡r t r¡n< ('nlll( iorl rlt'l ¡lorlt'r. Illrllí¿tt¡ttt' rttrlvilizill'r'('('uls()s, tlilir¡il'la ¿tt'tivi<ll<l ('('()n(inli('¿r y ¿lrrrn(f ntar lositrgt'csos de lir corona para pagar los gastos de def'ensa. Todo elloconvertía un superior grado de unión en la orden del día. Para Michelde Marillac, canciller de Francia bajo Luis XIII, y probablementetambién para el cardenal Richelieu (al menos hastaque le parecieronentrar dudas en la década de 1630) +e ,hacía falta ampliar el sistema delos pays d'électionsalos pays d'états. Para Olivares, siempre listo con suaforismo Multaregn&, sed una /ex, "¡4ug¡.s reinos, pero una ley"50, ladiversidad legal e institucional de los reinos de la monarquía hispá-nica representaba un impedimento intolerable para sus planes depotenciar al máximo los recursos y conseguir la cooperación militarentre aquellos que era esencial para la superüvencia.

Las medidas en dirección a una estructura estatal más unitaria,con la unión concebida primordialmente en términos de uniformi-dad de religión, leyes e impuestos,justificaban la advertencia profe-rida por Bacon de que "el apresuramiento forzado perturba el tra-bujo y no lo despachao5r. Al dar la impresión de desafiar a los reinosy provincias periféricos en su punto más sensible, su sentido de iden-tidad distintiva, tales pasos desencadenaban movimientos contrarre-volucionarios, sobre todo en las monarquías británica e hispánica.El conde de Bedford, por ejemplo, se mostró consciente de los para-lelos entre las remeltas de Escocia y Portugal5?. Éstos, naturalmente,no eran del todo exactos. La religión, aunque desempeñó su parteen la rebelión de Portugal (así como en la contemporánea de Cata-luña contra el gobierno de Olivares), no estaba en disputa como enEscocia. No obstante, la revuelta de los escoceses contra el gobiernode Carlos I fue algo más que un mero conflicto religioso. Fue enesencia un levantamiento para defender la integridad de una comu-nidad histórica, hasta cierto punto idealizada, que se sentía en peli-gro de muerte por las acciones de un socio más poderoso, con el quehabía estado unida con cierta molestia en tiempos recientes. En esteaspecto fundamental guardaba un estrecho parecido con la rebeliónportuguesa.

ae Véase R..f. Ihecht, Richelieu, Londres. Longman, f 991, pp. 139-141, para unpanorama breve y equilibrado del debate sobre las intenciones de Richelieu.

50 Elliott, Count-Dukeof Oliuares,p.797 lEtconde-duquedeOliuares,p.2S2l.5l Bacon, "BriefDiscou¡ss", p.98.!'e Rnssell, FaIl of the British hlonarchies, p. 240.

46 47

l,.ts nr,rn:u(llu:rsr otrr¡rrrcsl;rs lr;ts:trl,ts('rt un,r rlt¡r lrl nnrr)rr rlrtr:rslrr:r,

ttttlut' l)nil( ilntltlt't, srllrl ¡rrlrlr;rn lcil('r ('sl)('r:ilr/.rs rlc sr¡lrrcIivir si lrls',r\l('nr:rs rl<'¡llrlrrrtlrzuo s('nllnl('ulur ('n lrurr ioniuni('nl() nl('ti('ltl()s:t-rrrcnlc t'si lrnllxts l)al'l('s s('lrl('nílllr lt lrts rtel¡rs l¡risiclts t'sl¿tlrlt:citlas etrll :rr r¡<'r<kr r¡r'ir¿inill <k'ruli<in. lln allllros asl)c(:t()s los gobiernos def 'r'li¡rt' lV r'( l:rrlos I habían fi'acasaclo des:rstrosamente. Habíantrazado,

l)( )r r llz()n('s lxren¿rs o malas, programas políticos dictados por unascr ic r k' ¡rlioridades que tenía más sentido en Madrid y Londres querrr l,islxrir y Edirnburgo, respectivamente. Luego, al no mantener,rlricltrrs líneas adecuadas de comunicación y patror,azgo, se habíanr isto ¡rrir':rclos del conocimiento local necesario para evitar errores de. jt'r r r< irirr desastrosos . Unavez cometidos esos errores, el número de, '¡x ionr:s quedó reducido a dos: o bien la retirada, o bien una unión,lc r orrr¡rrista e integración al estilo de Bohemia, en la que se imponíar orr ll f irerza de las armas un grado mayor o menor de uniformidad.

l,.n slrs relaciones con Escocia, Carlos I se vio obligado a una humi-ll, rr r tt' r-ctirada, mientras que el posterior intento de Cromwell de unar n r irin irrtegracionista por lafu,erza, concebida para producir la con-l, ¡r rrri<l¿rd legal y religiosa entre los reinos británicos, no logró sobre-r rvir rr su propio régimen. Es más: destruyó cualquier futura perspec-I r r'; r < lr: rrna clase de unión tan comple ta al reforzar precisamente elscrrtirlt¡ de identidades separadas de escoceses e irlandeses que( lr onlwell se había afanado en erradicar a toda costa5:r. En la penínsu-l.r llrí'rica, Castilla, el estado núrcleo, también resultó ser igualmenteirrr rr¡rzrz de imponer una solución integradora perrnanente por laIr ¡t'r'zut de las armas y los resultados fueron semejantes. Cataluña, des-

¡rrrris de doce años de separación, reanudó su lealtad, pero con losr r r isnlos derechos constitucionales que antes del conflicto. Portugal,r on la a1'uda en distintos momentos de franceses, holandeses e ingle-scs, r'esistió veintiocho años de glrerra hasta alcanzar su independen-r irr clefinitiva respecto de Castilla. En ambos casos, el sentido colecti-vo rle nna identidad distinta se había reforzado por las experiencias

rr H. R. Trevor-Roper-, "The Union of Britain in the Seventeenth Century>, en sulit'lirlion, Lhe Refonnation a,ntl, Social Change, and Other Essays, Londres, Macmillan, 1967

| ., l,¿r Unión de Gran Bretaña en el siglo xt¡II>, en Reli$ón, reforma,¡ mntbio social) otrost'tt\eros, trad. Estrella Oliván yJoaqr.rín Vidal, Barcelona, Argos-Vergara, 19851, p. 464.Ir()l ()trA parte, como me ha indicadoJohn Rober-tson, la "conqnista" cr<¡mwellianal:rr ilitó en algunos aspectos la posterior unión de las coronas, sobre todo al eliminarl;rs jrrrisdicciones hereditarias independientes de la alta nobleza y alentar un ambien-tt <lorde los escoceses podrían reevaluar los arglrmentos para la unión.

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vr('(u('r(los(()nrl):lltirlr¡srlt'l:to¡ltcsiottr':rslcll:rrr:rvl:¡lr¡rlur¡ror l:r

strl)('r Yl\'('rr( tit.l'll <lcs¿rsllrrsr¡ f irrcaso del expr:rirncnt() dc ()liv¿rn's pilr'¿l r.ulir iutegra-

ción rnás estre('lra de los reinos y provincias cle la península lbéricaparecíajustificar la sabiduría del planteamiento tradicional de losHabsburgo sobre los derechos y privilegios provinciales. Resulta sig-nificativo que una generación másjoven formada en la escuela deOlivares (figuras como el obispoJuan de Palafox y el diplomáticoyhombre de letras Diego Saavedra Fajardo) insistiera ahora en el reco-nocimiento de la diversidad como condición necesaria del buen go-bierno. Si Dios-según argumentaban- había creado provincias queeran naturalmente diferentes las unas de las otras, era importanteque las leyes por las que eran gobernadas se ajustaran a su carácterdistintivosl. Así pues, el argumento basado en la naturaleza, que habíasido utilizado en pro de la unión por Bacon a principios del siglo xvl,era ahora empleado a mediados de la centuria a favor de la aceptaciónde la diversidad por parte de los teóricos españoles.

Con todo, la continua diversidad comenzaba a parecer un costosolujo en un sistema de estados competitivo donde el más poderoso deellos, Francia, era también el más unido. La Francia del siglo xvrtcompartía en la práctica muchos de los problemas de las monarquíasmás evidentemente compuestas. Sin embargo, Llna vez se hubo res-taurado la unidad religiosa y la corona hubo superado los trastornosde mediados de siglo, estaba bien situadapara atar más corto al centroa las proüncias periféricas. Gran parte de este proceso de nnificaciónnacional fue alcanzado mediante el hábil uso del patronazgo, comoen Languedoc5s, pero Luis XIV adoptó en slr tratamiento de las pro-vincias recién adquiridas una línea consciente de afrancesamientopolítico, administrativo y cultural. "Con el fin de aftanzar mis conquis-tas con una unión más estrecha a mis territorios ya existentes>, escri-bió en slrs memorias, "intenté establecer en ellas las costumbresfrancesas"56. Esta política, nunca tan sistemática como sugieren sus

5+ Diego Saavedra Fajardo, Entpre.sas políticns. Id,ea de un lríncipe político-cristiano,ed. Quintín Aldea Vaquero, 2 vols., Madrid, Editora Nacional, 1976, II, p. 614 (em-presa 6l ) ;Juan de Palafc¡x y Mendoza, .,Juicio interior y secreto de la monarquía paramí solo", apéndice aJosé MaríaJover', "Sobre los conceptos de Monarquía y naciónen el pensanriento político español del siglo x'.'nt", Ouacbrnos d¿ Historia de España, 13(1950), pp. 138-150.

55 Véase William Beik, Absolutism and Soci.el",l in Satente¿nth-Century Frane: State Pozu¿¡

and, PtwincialAri,storaq in Languedot:, Cambridge, Cambridge University Press, 1985.56 Citado en Sahlins, Boundaries lFronteresf , p. 117.

48 -t s)

nr('nror i:ts, luvorrtcjot('sr('riull;rrloscn.tl¡',tttt:tsll(,\nr( r.r\(lu('('nolr:rs.l',rr cl l,'llrrrrlcs ll:rjo rlo¡ttittio lr:u¡r ('ri l)ilrcr c lr:rlrcr sirlo r orrlr:r¡rtorlrt( ('nt('lr:rslrr r¡rrc llr (x ul):l( irirr lrrrgl<>lrollrnrk'sl <lt' ITtlS-l7Il', rk'rrrostrrr.r los lnlrilllnl('s (lu('las rtllct'llittivits t'tiul ¡)<'orcsr". l'lrr lrr rt'girirr ¡rirr'-rr:ri<';r <lc lrr (k'r<l¿rrl¿r, irrlr¡rrilicl¿t (:()n cl lr':rtlrlo <lt'¡rirz rlt' I(il-r1), sc

inr¡rrrso lir rrnilirr-nlirlirrl ¡xrlític¿r y ¿rdlninistr¿rtiv¿r, pcnl las rncdiclas de.rsirnil:rc'irill ('ultlll'¿rl y linuiiística (aplicadas, corno mucho, tímida-nr('nt(:) seríalr abandonadas tras la Gtterra de Sucesión españolar lc I 70I-17135".

l'll rclativo grado de unidad nacional alcantzado por la Francia deLr ris XIV ofiecía Lrn acusado contraste con el carácter marcadamenter onr¡xresto de sus rivales, Gran Bretaña, las Provincias Unidas de los| ': r íscs Bzrjos y las monarquías española 'y austriaca. Las presiones paral:r r r rr ilic¿rción, pues, volvían otra vez a alrmentar, como en la décadarlt' l(i20. El primer soberano en reaccionar, aunque con todas las.urrllisriedades ünculadas tanto a su tradición de Habsburgo como al:rs t'xis-encias bélicas opllestas de Francia por un lado y el imperioot( )rl¿uro por otro, fue el emperador Leopoldo I de Austria5e. CuandoI I r r nsría fue reconquistada a los turcos entre 1684 y 1689, un grupo,lr' ¡rresión ejerció influencia para que firera tratada, al igual que Bo-lrcnri¿r en la década de 1620, como lrn reino conquistado. Sin embar-r', r, los magnates y la pequeña nobleza terrateniente eran demasiadoIr rt'r'tr:s, y la administración irnperial demasiado débil, para podersesrr¡rriurir fácilmente las libertades magiares tradicionales; la rebeliónrlc l{¿ikóczi en 1703-1711, en def'ensa de esas libertades, recalcó elrrrcrrsuje de que a los húrngaros había que tratarlos con cuidado.

Ni el gobierno de Carlos II de Inglaterra ni el de Carlos II de Espa-nrr, :unbos perseguidos por reclrerdos de la década de 1640, estabancrr ¡rosición de tomar mediclas más que indirectas para Lura Lrnión másr':ilrr:clrA de sus clesunidos reirlos, si l¡ien la reluelta de Sicilia en1674l(i7lJ ofreció a la corona española una oportunidad para reducir los

¡rr ivileeios de Mesina60. Haría falta el ascenso al trono espairol de la

" Alainl-ottin,"[,orrisXlVanclFlanclers",enGr-eensrass(ecl.), Oonrltestnnd.Coa-lt \t t'tt( l, CAp. 5,

'" Sahlirrs, Bountluri¿s lÍ-nnteres), pp. I l:]-l2li.-'11

\'ézrsc Spiehnan, Leopold. I,czrp.6; Evans, Hu.bslntrgilIonan'h¡lla monarquía delosI I r r I nb r t rgof . czrp. 7 .

';" Sr¡l¡r'e el traslbllclo cle cstos rlisturbios sicilianos, r'éllse I-uis Antonio Ribot Gar--t t¡. Itt reuu¿lta unliespu.rktkr pn AIesinn: (utt\us \ tnlerudetttes (1i91-1674), Vallaclolid,l'r¡Irlicirciones cle la Llnilersiclad de \'¿rllacl<¡licl, I9l|2.

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rlilr:rslrlr llo¡ lrorrir'¿r crr I7(X) t'<.1 srrlrsigrri<,r¡lc r(.(.ll¡tz(, rlt. los (.¡tl:tl:ut(,s.illllu()ll('s('s v vlll('ll( illll(,s ¿l ll( ('l)llu su lt'qilinrirllr<l ¡llrllr cl'r.trr rrrrir si-tttacióD ctr lzr que la ab<¡licitin clc lt¡s eu'r'r:glos (:()nstituci()ltales tr.¿ldi-cionales de la corona de Aragón pudiera volver a ser conternpladaseriamente por Madrid.

En Escocia carlos II recurrió a las bien probadas técnicas de patro-nazgo, tan eftcazmente empleadas por su abueloJacobo VI y I, perono podía ava.'zar más lejosot. como en España, er conflicto dinásticoiba a proporcionar en Gran Bretaña el catalizador para nuevos pasoshacia la unificación. La necesidad de proreger la Revolución Glorio-sa y el acuerdo protestante de 1688-168g, y la continua preocupaciónpor la seguridad nacional en tiempo de guerra, mientras la unión delas coronas seguía incompleta, se combinaron para crear las condi-ciones en que podía volver a debatirse en serio una base más sólidapara la unión anglo-escocesa. Irlanda, en su condición d.e reino re-conquistado a sangre y fuego, se quedó como un asunto diferente.

Dadas las enormes diferencias en su equilibrio d.e fuerzas internoy su situación internacional, no es sorprendente que las tres monar-quías compuestas de Europa (la austriaca, la españolaylabritánica)se reorganizaran de formas muy diferentes. Aun así, esta reord.ena-ción general, que ocurrió entre 1707 y rzrl,sirvió en todos los casospara vincular más estrechamente entre sí a las partes componentes.La solución austriaca de 1711 fue realizar un pacto con los húngu.or,laPaz de Szatmár, por la cual se garantizaban la continuación de ladiversidad religiosa y la supervivencia de la constitución magiar acambio de que reconocieran la sucesión hereditaria por la línea mas-culina de los Habsburgo. Quedaba así abierto el camino para la Mo-narquía Dual de 1867. En 1707 también los ingleses habían llegado aun acuerdo por el cual los escoceses, como los magiares, conservabansus propias leyes e identidad religiosa. sin embargo, con el insólitoestablecimiento de una unión parlamentaria y con sus medidas parafomentar la unificación económica,launión anglo-escocesa iba mu-cho más lejos que laPazde szatmár en la creación cle un estado cohe-sivo y unitario.

La solución más integracionista de las tres fue la adoptada porMadrid. su victoria sobre los rebeldes de Aragón, valencia y cataluñaIe había dado carta blanca, y los decretos de Nueva planta d,e 1707-1716 suprimieron para siempre los regímenes distintivos de las pro-

6l Tier,or-Roper, ,,union of Britai¡, ¡..La Unió¡ de Gran Bretaña,], p. 466.

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r nrr i;tsrlc l¿t corrrut rlc Anrgritt. No r¡l¡sl¡urlr', ir¡r lrrso:rr¡rrr llrs rrrcrlirl¡rs, lc urriliclci<itt, r¡ttt' ittt'lttí¡ul l¡t t'linlirtir<'irin tlt'r,it'i¿rs irrslil rr< iorrt's y lrr

,r l rolir ir ir t < k' l¡itt't't't'its :ttltt¿ule l':ts, no lo abarcab¿rn tockr. l,os t':rt¿rlirnt:s,

l,('s(' ;r srr <lt'slirt:itckr papel en la rebelión, conservaron su lcgislación, rr rl l lrr nuryor-¡r:u-te de la penal, mientras que el uso obligatorio del, r l c r r gr rir r'¿tstellana se limitó al mundo de los actos administrativos y lar r )r r ('slx)n(lcncia oficial62.

,\ ¡rt'sll de tales superüvencias, y en parte a causa de ellas, durantel, rs r lr ¡s siglos siguientes habríauna tendencia acelerada en Europa a

l,r u r'¡rcirin cle estados-nación unitarios. La monarquía compuesta, enr .u¡rlrio, parecía débil y anodina. Sus debilidades eran obvias y delrcr lro st: han enfatizado mucho en estudios recientes: los inevitablesr csc r l I irrrientos por el absentismo real, el reparto de cargos y la exclu-s r o r r < k' los mercados interiores y coloniales, las dificultades que aca-

r r r':rlr¡r ¿rsegurar una distribución equitativa de los costes de la guerrar l.r rk'f L'nsa, el problema de la diversidad religiosa en reinos que de-lrr:r r r lt'altad a un solo monarca, y el peligro de intervención extranje-r ¡r crurndo se acumulaban los agraviosos.

,,\rrn con todas estas debilidades,las monarquías compuestas de lossirlos XVI y xVII mostraron una notable capacidad de resistencia y su-

¡x'r vivencia. Llama la atención que, durante el periodo que transcu-r r iri ortre la disolución de la Unión de Kalmar escandinava en 1523

l cl cstablecimiento de la unión anglo-escocesa de I707, sólo tuvierancxil<¡ tres secesiones de monarquías compuestas: la de las provinciassr'¡rtt:ntrionales de los Países Bajos respecto de España, la de Sueciar cs¡rccto de Polonia, con la renuncia de la lealtad a Segismundo III,'rr 1599, y la de Portugal respecto de España en 1640.

;(lómo se mantuvieron durante tanto tiempo uniones tan artificia-Ics r:r-r su origen y tan poco trabadas en su articulación? La contigüi-rlarl, como afirmaban los contemporáneos, era evidentemente de: rvr rcla, pero resultó insuficiente para mantener a Portugal dentro de larrronarquía hispánica. La "conformidad", sin duda, también contri-lrr ríir, pero se trata de un término vago y ambiguo: ¿acaso tenía Escocia

r;: Sobre los decretos de Nueva Planta en Aragón yValencia, véase Henry Kamen,I ltr War of Succession in Spain, 1700-1715, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1969 LLaqtrtrra d,e Sucesión en España (1700-1715), trad. Enrique de Obregón, Barcelona, Grijal-lrr r, 19741 , caps. l2-13; sobre los de Cataluña, véase Joan Mercader i Riba, Felip V i( htulunla, Barcelona, Edicions 62, f 985 (2." edn).

'i:t Véase Conrad Russell, "The British problem and the English Civil War", .Flis-tur\72 (1986), pp. 395-415.

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(oltrr rrrit'rrtllrrr rlc unlr uni()lr r otrligtt:t) tr¡:rs r ottlot trrirllr<l r'orr lngllt-tclr'¿l (lrr('ltrrlrru':rl < orr l'isllirri:r/ l[',r'a int'r'illrlrl<'llr ¡rt'r'rrr:rrrcrrci:r rlt'llrunión de Escoci¿r c()n Inttl¿r[c:r'r'a (lc ur) nl(xl() r¡rrc l:r rlt' l\r'trru:rl ('()n

España no lo era? Se diría que cuesta trab:1jo r:rccrlo.Si consideramos el carácter general cle la Eur-opa rn<lder-na., con su

proftindo respeto por las estrlrcturas corporativas y por los clerechos,priülegios y costumbres tradicionales, la unión de provincias entre síaeque principaliterparece encdar bien con las necesidades de los tiem-pos. La misma falta de rigidez de la asociación era en cierto sentidosu mayorfuerza. Permitía un alto grado de autogobierno local conti-nuado en un periodo en que los monarcas simplernente no se halla-ban en posición de someter reinos y proüncias periféricos a un estric-to control real. Al mismo tiempo, garantizaba a las élites provincialesel disfiute prolongado de sus privilegios existentes, combinado conlos beneficios potenciales que se derivaran de su parúcipación en unaasociación más amplia.

El punto hasta el que tales beneficios se materializaron en realidadvarió de una unión a otra y de un periodo a otro. En cuanto a seguridad militar y provecho económico, las ventajas para Portugal de suunión con Castilla parecían mucho mayores a la generación de 1580

que a la de 1640. Las esperanzas depositadas por las élites provincialesen un aumento de las oportunidades económicas y un continuo flujode cargos y honores se vieron defraudadas demasiado a menudo, perolos atractivos de la corte y de una cultura rival dominante las podíanconvertir en cómplices voluntarios en la perpetuación de una uniónde la que todavía esperaban cosas mejores. Las presiones para la per-petuación, de hecho, podían proceder en igual o mavor medida cle

las élites provinciales que del gobierno central. Incluso si llegara eldesengaño, como a menudo sucedía, ¿a qué otra parte iban a acudir?Como las proüncias septentrionales de los Países Bajos descubrierondurante los primeros años de su lucha contra España, los moürnicntossecesionistas que terminaban en alguna forma de república erurr rni-rados con recelo en el mundo monárquico de la Europa nroclerna.Una de las razones del éxito de la reluelta lusitana fue que Portrrgal,en la persona del duque de Braganza, tenía un rey potencialrncrrl<'legítimo a la espera.

En la medida en que la perpetuación de estas uniones cle ¡x'rrclíittambién del elemento disuasivo de la coacción, los soberanos rlt' losreinos múltiples poseían una ventaja sobre los de reinos sirnplt's ¡lor'los recursos adicionales de los que se podían servir en l<¡s cirsos <k'

i1'2 l--'3

('tn(.ttl(.¡( itt. l,:rs lttt'tz:tsrlctttl tcitto ¡lotltlttt trtili¿'rr¡i('l):ttlt solot llt

¡listrrr.lrir¡s (.n ()lt1): l:rs rt.st'r'r,irs rnilitirt't's v litrltllt'it't'lts rlt'( l:tslillit:tvtt-

r l:¡r olt :r IicliPc ll it tllttlltt:trcl' t'l t:ontt-<¡l sobrc N:ipolt:s y Arag<in, las

rk. lnul;rlr.r-r.:r ¡lr:rlniticron a los Tudor persistir elf sus costosos inten-

trls <lt, r.t,lOrzar su clorninio en Irlanda y los Habsburgo austriacos

¡rrrrlictrrtr hacer uso cle stts tierras Patrimoniales para continuar eier-

i i,',,.1., prcsi<i' sobre los magiares' Las mo'arquías múltiples ofrecían

r r r r i I t i ¡ rl cs oporttttlidades además de múrltiples limitacio¡es'

1.,,'¡rrueúa de la calidad cle los estadistas entre los gobernantes de

l:r <.<lacl rnoderna se cifraba en si eran caPaces de darse cuenta de las

() ¡r()r.trrnidades al tiempo que seguíansiendo conscientes de las limi-

til<'iones. Formas ¿e .rttiOn que en el siglo xlr parecían bastante ade-

crutrt¿ts comenzaban u pur"... inadecuadas a principios del xvtl' No

olrstante, las presiones ejercidas por el aparato del estado para lograr

rrrra unión más perf'ecta (concebida de manera convencional en tér-

rrrinos de conformidacl legal, institucional y cultural con el modelo

¡rt.(rporcionado por el mie;bro dominante de la asociación) tan sólo

s.ruio., para refórzar el sentido de iclentidad distinta entre los pueblos

llr)rellazados con Ia absorción. Esto a su vez planteaba la posibilidad

<le recurrir a medidas más drásticas, incluida la conquista abiertay el

tr¿rslado masivo de poblaciones. SirWilliam Petty, inspector general

rle lrlanda, propuso Lrn intercambio de habitantes a gran escala entre

lrrglaterra . trlárrdu, y los comisionados de Leopoldo I en el gobierno

cle Hungría recomendaron Lln trato preferencial para los alemanes

cn la rep"oblación de tierras tomadas a los turcos, con el fin de templar

la rebelde sangre húrngara con la lealrazagermánicao{'

El estado fiscal-militar dieciochesco, con más poder a su disposi-

ción que su predecesor del siglo xr'lt, tenía también más que ofrecer

en términos de empleo y opo.t"ttidades económicas' Con todo' las

r.onarquías "ilustradas, dei siglo xvttl siguieron siendo esencialmen-

,".o-p.,..tas;allídondesebuscómayorintegración'continuósien-clo difícil de alcanzar,como descubrió el emperadorJosé II a su propia

costa. El súbito surgimiento del nacionalismo a caballo entre los si-

glos xvrn y xrx daríJun mayor impulso a la creación del estado-nación

irnitario que el sumaclo p.r los decretos reales y las acciones de los

burócratis a lo largo de muchas décadas' En ese mismo momento'

irónicamente, los iiricios del movimieuto romántico dotaban a la di-

6r M. Perceval-Maxwell, .Ireland atrd the Monarchv in the Early Str'rart Mr'rltiple

Kingdorn o, H istori.cril Jo urrt¿L 34 ( 1 99 1 ), p' 295; Spielm a:n' I'eopold I' pp' 1 39-1 40'

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\'('r¡ii(lll(lt:rr¡iclr y r¡:rr io¡r:rlrlc ulr:r nu(.\,:r:rrrr:r rlr.lt'uiti¡rrirl:rrl;rl ¡rrr,¡ror<'iotl¿tt'lt'f ttlltllttllt'ttlos ltistrir i< os, linuiiísf i<'os v lilt'r.:rr.ir¡s rrr:rs li¡ rur.s.Por cotrsigttietrtc, t'¡l t'l t'sl:trkr rurillrio, iurr:rl r¡rrt'(,n su l)r.('(l(.t.r.s9r; llrsrelaciones de las n'r¡i<¡llcs v ¡rnrvincias comp()nclltos l¿lnl() (.lll r.(. sícomo con el mismo estado inrplicarían oscilacio'es cornplejas c i'ce-santes en la balanza de las lealtades, unas oscilacionei bisaclas encálculos políticos, realidades económicas y actitudes culturales cam-biantes.

Ahora que las insuficiencias de esa creación del siglo xrx, el estado-nación integrado, están quedando a suvez penosamente al descubier-to y la unión uqrc princrpalitervuelvea ser la orden del día, la monarquíacompuesta de los siglos xvl y x\TI puede comenzar a comprendersecomo lo que fue: no simplemente como un insatisfactorio preludio ala construcción de una forma más eficaz y permanente de ásociaciónpolítica, sino como uno de los varios intentos de reconciliar, desde elpunto de vista de las necesidades y posibilidades contemporáneas, lasaspiraciones opuestas de unidad y diversidad que han seguido siendouna constante de la historia europea. como tal, la monarquía compuesta conoció éxitos y fracasos. Es probable que hasta la unión m:ís pérfec-ta, después de todo, tenga sus imperfecciones en un mundo donde

-por citar el razonamiento del obispo palafox tras la carásfofe de losplanes de olivares paralaunión de España- en valencia crecen na-ranjas pero no castañas, mientras que en yizcayacrecen castañas perono naranjas, y así es como creó las tierras Dios65.

(i5 Palafox y Mencl oza,,.Juicio interior,,, pp. l4b-146.

54

Cn lri'r'u l-,() I I

ApnENDTENDoIrvcr.,ATERRA v EsPAñA

DEL ENEMIGO:EN LA EDAD MODERNA

F--.,, ,*, cle diciembre de 1956 Hugh Trevor-Roper me escribió para<l<'r'irme que había cancelado su prevista visita a España: "Tenía lair r tcrrción de ir

-escribía- en relación con el tema que había esco-

ui<lo para las Conferencias Ford, las cuales había suplresto confiada-nr('llte que me iban a pedir que diera". Sin embargo, el consejo rector,r¡rrc procedía de manera misteriosa (como sin duda lo hace todavía),tr¡rnri otra decisión. "Así pues, ahora -me escribía Trevor-Roper-,('n vez de proseguir con mis frustradas investigaciones, estoy maqui-n¿urdo mi venganza". Aunque su nombramiento como Regius Professor

rle Historia Moderna en Oxford seis meses después le proporcionóstr clesquite contra los medievalistas que impidieron sll elección paral¿u Conferencias Ford, es de lamentar que las dejara sin escribir ni¡rronunciar. El mundo se vio privado de lo que habría sido un brillan-te panorama de las relaciones anglo-españolas entre 1604 y 1660.(ltnndo fui honrado por el consejo rector de la Fundación Dacre conla invitación a inaugurar el ciclo anual de Conferencias Dacre, mepareció apropiado escoger un tema relacionado con el de esas otras

.jamás dictadas por Trevor-Rope¡ por más que no se pueda subsanarsu ausencia. Con ello, rindo hornenaje no sólo al mayor autor de en-sayos históricos de mi época, sino también a un hombre al que siem-pre estaré agradecido por la amabilidacl v generosidad que mostró a

turjoven historiador en los inicios de su carrera acadérnica''.

"' Hugh Trevor-Roper' (1914-2003) escribió ensa)'os históricos sobre una granvariedad de temas. Su investigación de la muerte de Hitler le ganó fama mundial,pero también realizó destacadas contribuciones al estudio de la edad moderna britá-nica. En 1979 se le concedió el título de lord Dacre o barón Dacre de Glanton. LasConf'erencias Ford (Ford l-ectures) sor:. un prestigioso ciclo de conferencias sobr-e his-toria británica, instituido en honor deJanes Fold ( I 779-185 I ) , que es pronunciadocada año en la Universidad de Oxford por un distinguido especialista en la materia.

5ir

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llr¡r.llr'licvr¡¡-l{o¡lcr virrjo¡ror ¡lrirrrt'rlr\,(.r:r l,)s¡rrrrr:rr.rr l,l).rrl {, rrr,,,:tli()silllt('s<lt'l¿tt'ttt'llt(ltt('ttt('('uviiu'íl)vcst'ril¡irillli(.t'nlt<l lk.lcr¡sorrque el país visitacl<¡ Il¿rbía llt:g¿rrkt ¿l l()nlilt.(:ll slts s('llliuti(.nt()s ..r//r/,aunque no del todo", el lugar hasta entonces ocupado por ltali:r. er rr,< kiprofundamente impresionado por' "el lacío dorado, infinito, elevaclo ymaraülloso de la meseta castellana> y por "la grauitasclásicade hasta elmás mísero labrador español"r. El país, según escribió, le fascinaba y,como historiador, tarnbién lo hacía su pasado. Mientras se preparabapara üsitar el monumental Archivo General de simanczrs en la provinciade Valladolid en verano de 1953, escribió a Berenson: " ¡eué maravillesos temas históricos hay en España! ojalá hubiera historiadores paraexplotarlos"e. Siempre atento a las sirnilitudes y diferencias entre Espa-ña y otras sociedades contemporáneas, estaba persuadido de que elconocimiento de la historia hispánica era esencial para comprenderdesarrollos en la Europa de la edad moderna como un todo, una con-vicción reforzadapor su admiración hacia Fernancl Brauclel y su obraEt Mediterraruoy el mund,o m¿ditenáneo m tn eorn dz Fekpe ILNo es exrraño,pues, que impartiera regularmente un curso de licenciatura sobre Es-panay Europa en el siglo xvr;sus conferencias Ford, dedicaclas al si-glo xvu, hubieran sido un desarrollo lógico de algunos de los temastratados en esas clases. si hubieran llegado aserpronunciadas, sospechoque habría hecho hincapié en las actividades del famoso embajadoresparlol en la corte deJacobo I, el conde de Gondomar. Una vez mepidió que intentara hallarle una rara publicación relacionacla con elinfluyente diplomático,yleyó los cuatro volúrmenes publicados de sucorrespondencia con tanto detenimiento corno para redactar una listamecanografiada de correcciones. En ella identificaba personajes de lacorte deJacobo I que recibían pensiones de los españoles y aparecíansólo b4jo seudónimo; al mismo tiempo, señalaba queJulio César no eraun alias (según suponía, no ilógicamente, el editor español), sino quese trataba nada rnenos que de sirJulius Caesar, el Master of the Rolk, unpuesto clave en la cancilleríayla rnagistratura cle Inglaterra.

Alguuas de las rtniversidades británicas tradicionales cuentan con cátedras creadas porla corona. El puesto de fugius Professor oJ fuIod,e.rn History en oxforcl al que se alude eneste párrafo data de 1724 y puede ser ocupado, y a menudo lo ha sido, por medievalis-tas (Historia Modema se utiliza aquí simplemente como ténnino opuesto a HistoriaAntigua). Sobre las Confet-encias Dacre (Dare Lectures), véase el Prefacio de este libro.I I'etten ¡rom oxfmd: Hu,gh'Iino¡.Ro\er to Ba-narcl Bnenson, ed. Richard Davenport-Hines, Londres, weidenfeld and Nicolson, 2006, pp. 72-73 (zb de septiembre de lgbl).2 lbid., p. 122 (9 de a¡¡osro de t9b3).

..=r6

l',slccnslrvorlir't'nrcttossolrtr'(lrttlonr.u (lcl,rr¡rr''l'rcvor l{o¡x'tlrrrlrit'r:r <li< lro v t'lu<k'('n r-{llln ¡xrr.l<'ll l< livirl;rrl rli¡rlorrr:iti< lt <'nltt'lltl,,s¡lrrrra <k'los r\rrstl'ius 1'l:r Irrglirlt'r'l'¿r rlt'kls llsltr¿rrrkrs, (lrt('('s <[r'sttpo-rr<'r lurlrr'íu sirl<¡ t:l f irc:o rlc ¿rtención cle srrs conl'erencias. Todavía care-( ('r r l( )s r lt' rura rlcscripci<in cclrnpleta de esas turbulentas relaciones, sólor orrr¡rrt:nsibles si se tiene en cuenta el anterior contexto de enfrenta-r¡r it'nt<> cntre la España de Felipe II y la Inglaterra de Isabel I durantel:rs riltinl¿rs décadas del siglo xvt3. Gondomar, en una de sus cartas,r r'< < rrrl¿tba qtre Carlos V solía decir: "Guerra con toda latierray pazt r ¡r r I nglaterrá"+. En los años inmediatamente posteriores a la muerter k' M¿rría Tlrdor en 1558, la tradicional amistad anglo-española se des-

r¡¡or'on:rba a ojos vistas y, por los años de 1580, a pesar de la natural

¡rlrr<lt:ncia de los dos monarcas, la grieta entre ambos países se estabar orrviltiendo en Lln abismo. El fracaso de Felipe II en "la Ernpresa delrrul:rterr-a" en 1588 fue seguido por 16 años de guerra abierta, la cualsrilo terminaría en 1604, después de su muerte y la de Isabel I.

Los acontecimientos de los reinados de María Tudor e Isabel I iban:r cnturbiar todo lo que sucedió más tarde. Iban a crear imágenesrct'íprocas que persistirían hasta el siglo xx y que quizá todavía no se

llrrvan desvanecido del todo incluso hoy en día. En ambos países, el< onllicto religioso agudizó el sentimiento de identidad nacional y<'ontribuyó a formar ideas del otro que cobraron la rigidez de estereo-ti¡r<rs. Irrglaterra se identificabaahora con orgullo con la causa pro-l('st¿rnte. Al mismo tiempo, entraba en la conciencia españolzr comorur:r nación de herejes. Esta imagen negativa de los ingleses se vio:rlirnentada por las noticiirs de persecuciones difundidas por los exi-lilclos católicos refugiados en España!'. En l58B eljesuita Pedro del{ibacleneyra, quien había estado en Londles en la época de la muer-t<' cle María Tüdor, ofreció a los lectores españoles en su Historia ecle-

:t He proporcionado un resumelr cle esas relaciones bajo el título "A Trotrbledl{t'lationship: Spain and Great Britain, 16041655", en.fonathan Brown y.fohn Elliott(ecls.), 'I'he Snlt of the Centut\,: Artistir Relation,s bettuee¡t Spain and Great Britr¿in, 1604-/óij, New Haven (Connecticut) y Lor-rdres, Yale University Press, 2002, pp. 17-38

["LTna relación agitada: Esparla v (iran Bretaña, 16041655", trad. María Luisa Balseiro, en l,n alnzonedr¿ del siglo. Rtlr¿ciones artísticas mtre España,t Gran Bretaño., 1604-1655,Madrid, Mtrseo Nacional del Prado, 2002, pp. 17-381.

a Corrcspottdencia ofitial tLe Don Di.ego Sa,rm.iento d,e Acuña, Conde de Gond.onmr, ed.Drrque de Alba et al., en Doannentos inéd,itos para k¿ historia de l)spaña,4 vols., Madrid,'Iipografia de Archivos, 193G1945, II, pp. 102-103.

5 Véase Albert.f . Loomie, T-he Spanish Elizr¿bethans: The English Exiles at the Cottrt ofPhilip II, NuevaYork, Fordham Universitv Press, 1963.

ó7

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T\t(t\lt((t tlt'l ( ii¡ttttt tlt'l tt'i tto tlt'lnlfttlt'ttt¿ un er;ilir o ¡r.l:rlo rl¡ l¡s 9r 1_¡r.¡r.sv t'l rlt's¿tl'lrrll<t <lt' ltt I1'li)l'lrtlt l)rr)l('sl:ull(,: "lur r'(.iu() n()l)l(., r i< o, ¡r'tlt,roso [...J que solía ser Llll paraíso clc rlcleitcs 1... I Irct.lr., t¡l¿r <.rrr:v1 rlc:bestias fieras, un ref'gio de traidores, Lrn p'erto de corsar-i.rs, '.aespelunca de ladrones, una madriguera de serpientes>6.

Los ingleses, por su parte, pagaron con la misma moneda. Fue enla segunda mitad del siglo XVr cuando la Leyenda Nesra clel fanatismoy la crueldad españoles quedó grabacla en la concieircia'acional in-glesa. Esta tenebrosa imagen de España se r,,io exacerbada por ciertoselementos adicio'ales: los recuerdos desgraciados del reinado deMaría Tlrdor, las noticias de las atrocidades perpetradas por el duquede Alba y sus tropas e' los países Bajos, las hisrorias sobie la Inqtúsi-ción española que no parabar de circular por la Europa protestante,los relatos del exrerminio de los puebros indígenas deAÁérica (a losque añadió credibilidacl la publicación en lbg3 de la primera versióninglesa de la Breaísima relación de la deüruición d,e las Ind,ias d,efray Bar-tolomé de las casas), y los rumores espeluznantes sobre Felipe II y sucorte atribuidos al ex secretario del reyAntonio pérez,quien en lbg3encontró refugio en Inglaterra por algún tiempo?.

Las imágenes negativas de Inglaterra y de España crearon '. climaen la opi'ión púrblica en ambos países que complicó y obsta culizócada tentativa oficial de acercamiento durante las áécadas que siguie-ron al tratado de pazanglo-español de 1604. El concle de Gtndomar,que desplesaba todo su ext.aordinario talento diplomático para pro-mover unaalianza dinástica, fue el hombre más odiado de Londresdurante el reinado de Jacobo I, como nos reclrerda el espectacularéxito teatral de A Game at Chess l*tJnapartida de ajedrez,I áe ThomasMiddleton en 1624. La perspectiva de un matrimonio e'tre carlos,el príncipe de Gales, y la hermana cle Felipe IV, la infanta María, eracontemplada con profunda desconfianza en España; c.ando carlosregresó de su desastroso viaje a Madrid sin una novia en otoño de1623, su retorno fue motivo de locas celebraciones entre sus firturos

{i Pedro de Ribadanevra, S.L, Historiz.s d.c kr ootttrnn'ejbn¡¿r¡, Maclrid, Biblioteca deAutores Crisrianos, 1945, p. I lg6.

7 véase william s Milibt The Bku'k Legertd. in Engrantr: The Deuehpment oJ.Anti-SPnnish Scntinunt, 1558-1660, Durharn (oarolina del ñorte). Duke universirv press,l97l fl'a I'e'\enda Negra ?n In.glút¿rrn. De.sarrollo d¿l senth¡tiento anti-hi..spánico, I5 5g-1660,tr-ad.Juar.rJosé Utrilla, México, For.rdo de Culrura Económica, tOSZ] . eará ¡n esrudiocle conjunto sobre la ir-nagen cle Esparia en la edacl moclerna

"r-rtr" lo. extranjeros,

véase J. N. Hillgarth, 'I'lu h'Iirror of' spain, t 500-t 700: T'hc Fomtrúion of a h[yti, AnnArbor (Michiean), Unir,ersitv of Michigan press, 2000.

sulrrlilos Y sus( ilr¡ tut:r lnr('\':r olr':rrl:r rlt'scnlinricr¡t,r,rrrlics¡r:rrrol r¡rrr'

irrr¡rrrlsri:tlrrg-lltt<'rt:tlltinr'ottttosrlt'qu('tt':t(()nlt:tl,,s¡r:rrrlrcrr l(i?5r'.l)ut'ltttlcllrrli'r'l<llr(l('l(;:J0, lr¡sinlt'nl<ls<lt'(llllosl<lclrrultrt('r'r'ir<k'r cf i rrziu' los litzos t:lllrt: arnllos ¡raíscs corttribtryt:r-()r) it ¿l(:onltr¿tr el dis-t:rrrci:rrnit'n1() (:ntrc i'l y sus súrbclitos. Veinte arios después, cnando( ironrwcll l¿rnz<'r en 1655, al estilo isabelino, su Western Design-un¡rl:rrr ¡rirr-:r l:r política exterior occidental con una expedición contracl ( liu'ibc español-, se sirvió de un profundo caudal de hostilidadI¡rrcia un país sobre el que todavía se consideraba que aspiraba a larrrorrarquía nñiversale. "Plles, en verdad

-decía Cromwell en su fa-

rnosr¡ discurso de apertura del Parlamento en septiembre de 1656-vu('stl'o gran enemigo es el EspañoI... Es un enemigo natural, tal por¡ ltt ttl'alezar l{).

Sin embargo, hayotra cara, alrnque menos conocida, de la historiarlc las relaciones anglo-españolas en la edad moderna. Como poderrklrninante de Europa, España era una fuente de fascinación hipno-tizadora para otros estados del continente. Aunque su hegemonía

¡rolítica no se veía acompañada por la cultural, firmemente basada enItalia, su influencia en este plano (expresada en la lengua, la moda,lu literatura, el teatro y los tratados devotos) estaba muy extendida yA veces era profunda. Isabel I, lord Burghley y sir Robert Cecil domi-naban el español; es posible que el segundo, fascinado por el país ysu literatura, poseyera la mayor colección privada de libros españolesen la Inglaterra isabelina: 56 títulosrt. A partir del decenio de 1590 se

s Sobl'e el fi'acasado enlace v sus consecuencias, r'éanse: Thomas Cogswell. T/ze

[Jlc.sscd. Ran¡httion: Iinglish Politics nnd. tlte Coning of Wan l62l-1624, Cambridge, Cam-lrridge Urriversity Press, 1989; Brown y Elliott, Lr¿ r¿ltnoned,a del siglo; Glyn Redworth,'I'\rc Prince and tlu Infantr¿: 'I-ltc ()ultural Politüs of'the Spanish,V¿¿l¿l¿, New Haven (Con-rrecticrrt), Yale University Press, 2003 [El Príttt'ipe y h Infanta. (Inn l¡oda renl fr"ustrada,tlad. Oscar Recio, Madrid, Taurtrs, 20041 ;Alexander Samson (ed.), l'he SpnnishI[a.tuh: Pñnce Charlzs'sJottrrte,¡ to Madrid, 1623, Ndershot, Ashsate, 2006.

!) Vé¿rse a modo de ejemplo Benjamin Worsle¡ 'flrc Aduocate ["El abogaclo"], de1652. citado en Steven C. A. Pincus, Protestantism r¿nd Pa,triotisn¿: Ifuoln$es and tlte Ma-king of English Foreign Policy, 1650-1668, Cambridge, Can.rbridge Univelsity Press,1996, p. 48: "El plan de España es alcanzar la monar-quía universal de la cristian-dacl".

to The Witings antl Speethes of Oliiter Crornzuell, ed. Wilbur Cortez Abbott, 4 r'ols.,1937-1947, Cambridge (Massachusetts), Prentice Hall, 1937-1947; reimpr'. Oxford,Oxford University Press, 1988, M p. 261.

tl Gustav Ungerer', .The Printir-rg of Spanish Books in Elizabethan England", TñeLilnnr¡t, Serie V 20 (1965), pp.177-229. Véase el Apéldice II par-a la lista de los títulosespañoles de la colección cle Burghley.

58 5o

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l)ils()(l(,ilro(l:rlrl)r(.lr(l(.l. lltlr.r¡g1¡¡¡r:r vs(,(.()lr¡(.ulllt1)n:r¡lrrlllirrrr titilr.suuíirs, ('()nl() ¡l l)irl.it¡nt.t'ir itt Spt.rti.rlt. uttrl Iittgl,ish l"tJ rl rlicr.i<¡n¡u.ir¡ <lcespariol e inglés"l deJohn Minsheu e' r b9g, su A sprurish ()r.,r.t,nta,t.

["una gramática espar-rola,] y ros preasant nnd, Detightfut Diarogues["Agradables y deliciosos diálogo5o] en español e ingies,r.

Para aquellos que carecían de la incri'aciór o la cipacidad de leerobras en el idioma original, un aluvión de traduccioires del españolaparecieron en las décadas iniciales del siglo xvrr, encab ezadopor laversión de la primera parre de Don euijoteacargo de Thomas sheltonen 1612, siete años despr,rés de la publicación del libro en Madrid.A pesar de las diferencias religiosas, la literatura d.evota hispana encon-tró lectores ingleses, yJohn Donne y Richard crashaw fig'raron entrequienes buscaron inspiración en ros rnísticos españoles. Donne escri-bió sobre su biblioteca que encontraba allí .más autores d.e esa naciónque de cualqnier otraot. En cuanto a la indumentaria, el negro espa-ñol llegó a ser considerado el colmo de la elegancia. .He oido _.._cribía Francis Bacon en 1616- que en Esparia (una nación solemne,a la que desearía que pudiéramos imitar en esto) se permite a actoresy cortesanos la vanidad de ricos y costosos ropajes, pero que se le vedaa hombres discreros y marronas bajo pena de infámia,lu. Dudo q.r.sus palabras estaba' dirigidas al futuro duque de Buckingham, caye-ron sin duda en saco roto.

Este interés por España no se veía reforzado en general por unconocimiento cle primera mano del país. pocos ingleses, aparte de losexiliados católicos, vi4jaron a la península durante los años d.e guerraabierta bajo Isabel I, pero co' la vuelta alapazen 1604 la situacióncambió. un buen ntimero de cortesanos tuvieron su primer contactodirecto, no siempre bien'enido, con el país en 160b, iuando el condede Nottingham viajó con'n séquito de q'inientos acompañantes avalladolid para ratificar el tratado cle paz, y en los años posteriores la

.^-f'? Grr¡11 tlngerer, Anglo-spani.sh Rerations in T7uror Liternture,Berna,Francke,1956, pp. 168-171.

60

r (':unr(l¡r('i(lll (l(' llls rclrtciort<'s ('()nr('l r'ilrlcs ltizo volvt'r lr los urcr r'rrrlr'-r ('ri in,.il('s('s lr ll l)t'nínsrrla. ( lon l<lrkr, l)s¡r:rri:r, t'<¡lr srrs rlilír'ilt's coltdi-r ior lt's ¡llrrir viajur; sus h<¡rl'iblcs p<lsirdas y, sobre todo, sus riesgos reli-

¡¡iosos uun('¿l llegó a lbrrnar parte del gyandtour,elitinerario europeo(lrr(' s(' <'<¡nsideraba esencial en Inglaterrapara completar la educa-ciriu <k' Ios.j<ivenes de las clases pudientesl6.

Sirr t:rnllerrgo, la llegada inesperada a Madrid de Carlos, el prínciperlt' ( ):rlcs, en la primavera de 1623 añadió toda una nueva dimensiónrr lus rcl:rciones no sólo políticas sino también culturales entre Españat' Inql¿rterra. Sus casi seis meses en Madrid iniciaron al príncipe enluur c()rte, y en una cultura cortesana, muy diferentes al desorden pa-lrrcicso de su padreJacobo I. A su acceso al trono en 1625, los inten-tos de Carlos I de introducir una mayor gravedad y decoro en el ritualv t'tiqueta de la corte inglesa parecen reflejar la fuerte impresión queIt'causó su contacto con los complicados protocolos de la corte deF-clipe fV, meticulosamente concebidos para mantener al rey a dis-tanciarT. Además, su descubrimiento de la extraordinaria colecciónr-cal española de pinturas, con sus magníficos Tizianos y otros gran-cles rnaestros venecianos, agudizó su propia afición por el arte y con-tribuyó a convertirle en uno de los mayores coleccionistas entre lospríncipes del siglo xvIIrs. También pudo ver con sus propios ojos ElEscorial, que visitó con Felipe fV en la primera etapa de su viaje deregreso. El Escorial había ejercido fascinación durante largo tiempo enlas capitales de Europa. Lord Burghley poseía un notable dibujo deledificio en proceso de construcción durante la década de 1570,anotadocon slr propia mano como "La casa del rey de España" (fig. I ) to. Cuan-

16 VéaseJohn Stoye, linglisi, Traaelbrs Abroad, 1604-1667: Their Influence on English,Soriety a.nd Polilirs, Londres,.f onathan Cape, 1952, edn. rev. New Haven (Connecticut)v Lor.rdres, Yale University Press, 1989, caps. l0 y I 1. La visita de la delegación de Not-tingham se desclibe en pp. 233-240.

17 Kevin Sharpe, Tlrc Personal Rule of Chailes 1, Nerv Haven (Connecticut) r'L,ondres, Yale Universit'l' Press, 1992, pp. 21&219. Sobre la ctrltura cortesarla españo-la, véase J. H. Elliott, Spuin u n d ils Workl, 1 5 00- 1 7 00, New Haven (Connecticut) y Lon-clres, 1989 lEspaña y su nnmd.a ( 15()0-1700), trad.Árgel Rivero Rodríguez,v Xavier GilPr$ol, Madrid, Táunrs, 20071, cap.7.

18 Véase Brown y Elliott (eds.), La alnronerlr¿ rLel sight;Jonathan Brorvn, Kings andConnoissntrs: Coll.ecting Art in Seunteenth-Centurl Europa, New Haven (Corrnecticut) yLondres, 7995 [El triunfo dz la pintura. Sobre ¿l coletcionismo corlesa.no en el sigl,o Xttt, trad.María Luisa Balseiro, Madrid, Nerea, 19951 , cap. l.

re George l(trbler, Buikling the Escorial,Princeton (NuevaJelsey), Princeton Uni-versitv Press, 19U2, p.21 [Lu obra. del Escotiu.l, tlacl. Feluando Villaverdc, Maclrid,Alianza, l9¡f31, p. 21. Para una discusión del clibulo v str autoría, véase Pedro Navas-

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Figura l. Anónimo, El. Escorial en constnrcción (Hatfield House, Hertforclshire).

do Carlos I pensó en reconstmir el palacio de Whitehall, parece habertenido en mente El Escorial en gran medida. En sus días de cautiverioen el castillo de Carisbrook se le podía ver absorto en los tres volúme-nes de comentarios deJuan BautistaVillalpando sobre el profeta Eze-quiel, con slls ilustraciones para la reconstrucción del Templo deSalomón enJerusalén, considerado entonces el modelo para el mo-nasterio-palacio de Felipe II (fig. 2)'?o.

La influencia española en el comportamiento y las actitudes deCarlos I es un ejemplo, a un nivel rnuy elevado, de unos vínculos cul-turales entre Inglaterra y España cuya diversidad y riqueza todavíaestán por explorar del todo. Además, la historia de las relaciones,tanto cultnrales como políticas, merece ser situada en el contexto másamplio, tan relevante hoy como lo era en los siglos xu y xvtl, de las

ctrés Palacio, "La obra como espectáculo: el dibqjo Hatfield", en Las Casn.s Renles. ElPalacio, fV Centenario del Monasterio de El Escorial, Madrid, Comturidacl cle Maclrid,1986, pp.55-67.

20 Véase Roy Strong, Britannia Triumphans: InigoJones, Rubens antl Wtitclutll Pnku'c,

Londres, Thames aud Hudsor-r, 1980, pp. 5G63. Aunque la idea de trn palacio segrfu.r

el modelo salomónico podría haberse sugerido durante el reinado cle.facobo I vhaber sido adoptada por InigoJones, parece lógico suponer que la impresi<in qrre l:rvisita a El Escorial causó en Carlos diera un nuevo impulso al pr-ovecto.

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Figura 2. Nzaclo clel Ternplo de Salc)lnon.

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r'('l( ( i(,n('s int'r,illtlrlt'rttt'rtlt'lttttl¡ivlrl<'ttlcs rlc los <'sl:rrlr )s nr('rr(,r ('s:url('el poclcr hcgcrrt<irtico. Entrt: liu rlér:irrlirs clt: I I-r5O y l(i50, l')s¡rirñir, <'orr

slrs enormes recursos militares y financieros, c'jcrcíir la hcgcrn<lnía,aunque a veces precariamente, sobre el mundo occidental. La res-puesta de quienes se sienten bajo la amerraza, o la presión, de un es-

tado que posee un poder aplastante y se supone motivado por unaambición de dominio global va con facilidad de la desconfranzaylasospecha a la abierta hostilidad. Al mismo tiempo, es probable que elantagonismo se vea acompañado por cierta admiración, teñida deenvidia. ¿Qué se puede aprender del enemigo, si es que tiene algo queenseñar?

Inglaterra, al igual que España, era una de las monarquías com-puestas de Europa, y todavía lo sería más con la unión dinástica conEscocia en 16032t. Era lógico que, en el debate sobre la forma que launión debería adoptar después del ascenso al trono deJacobo VI deEscocia y I de Inglaterra, los participantes recurrieran al ejemploespañol. En A Brief D'iscourse Tburhingthe Happy Union of the Kingdomsof England and Scotland ["Breve discurso sobre lafeliz unión de losreinos de Inglaterra y Escoci¿" ] , sir Francis Bacon observaba: "Eldestino de España fue que se unieran diversos reinos peninsulares(con la excepción de Portugal) en una época no muy distante, y ennuestros propios tiempos incorporarse al resto también el de Portu-gal, el último en oponerse,22. Consideraba que las formas de uniónincluían "la unión de nombre", lengua, leyes, costumbres y cargos, ynotaba, bajo "la unión de nombreo que "el nombre comúrn de Espa-ña ha sido sin duda un medio específico parala mejor unión y agluti-nación de los diversos reinos de Castilla, Aragón, Granada, Navarra,Valencia, Cataluña y el resto, que úrltimamente comprende Portugal":r:¡.

Sir Henry Savile, por su parte, señalaba la unión entre Castilla y Por-tugal de 1580 en particular como "la más parecida a la nuestra en miopinión":+.

Llegado el momento, tanto la unión anglo-escocesa como la dePortugal con Castilla estuvieron lejos de ser perfectas, según se con-sideraba en Londres y Madrid. En 1625 el conde-duque de Olivares

2l Véase más arriba, cap. l.22 Spedding (ed.), Works of Franris Bacon,X, pp. 90-99, en p. 92.23 lbid.,p.97.24

"Historical Collections", reimpr. e:n'I-he.lacobean LJnion: Six'frurts ol l(t01, erl.Bruce R. Gallovav v Blian P. Levack, Edimbrrrso, Scottish Hist<¡n' Socictr', l1)l3l'r, 1r.

229. Citado nrás an'ib¿r, cap. 1, n. 38.

l,tnzristt prut ¡rllur l):u:r lnrir vit¡r trl:rr ¡or¡ rn:rscsltcr lr,r <'rrl¡r'lr¡srlivcrsos t t'irtos t' ¡lt ovitt< ilts rlt' llt trtr¡nlrt r¡trt:r lris¡r:rnit l¡ r r )n ulril ll:uturrllr ¿r

l;r I Tttirirr tlt'r\r'r¡lrts, t'on<'t'lri<llt l):u'ir:ls('ulllilr'(lu(' lo<lrrs l:ts l)at'Lcs.rr r¡rlict'irn crt :tyttrlit tle ctrrtl<¡tricl'()tr'¿r <¡rrc Irrcr-a ¿ttacada. Dos añosr lt's¡rrrtis, r:l st'r:r'eurrio Ooke siguió el ejemplo espariol. Tras observarr lcslrn'r¡lkrs sirrlilares en el Sacro lmperio Romano y Francia, notaba(lu(' ,(('()l'l su reciente unión o asociación los españoles hanünculadotor llrs srrs distantes provincias para la defensa mutua y son capaces asírlt' r't'<'lrrtar grandes firerzas para extender su monarquía tanto porrnirr'('()rr)o por tierra. Mi propuesta, por tanto, es aprender sabiamen-Ic tlt: nuestros enemigos". Después de comentar la conveniencia der¡nrr asociación más estrecha entre las potencias protestantes de Eu-r ( )l)ir, proseguía: "Con todo, nuestra unión interna es la que más nosirn¡rorta ¡ así pues, Su Majestad tenga el gusto de considerar si no es

rrt'ccszrrio, por las mismas razones de estado tomadas en cuenta porlos cspañoles, juntar sus tres reinos en una unión y obligación estric-ta clltre sí para su defensa mutua cuando cualquiera de ellos fuerelrtacado, cada uno aportando tal proporción de caballería, infanteríar llota como sejuzgue proporcionalmente adecuada"?5.

En la monarquía hispánica los planes para una Unión de Armas<'ondujeron a la fbrmación de una fuerza expedicionaria conjunta<:¿rstellano-portuguesa para recobrar Brasil de los holandeses, y en()ran Bretaña, a la creación del regimiento escocés del conde de Mor-ton. Támbién llevaron a negociar infructuosamente con los terrate-nientes ingleses católicos de Irlanda concesiones reales a cambio decontribuciones, y a los igualmente fallidos intentos de Olivares pararrsegurarse la cooperación militar de la corona de Aragón. En ambasrrronarqrrías, los esfuerzos de la corona por avanzar hacia una uniónrn :is perfec ta resultarían al final pelierosamente con traprodu centes.Ni Carlos I ni Olivares tomaron bastante en serio lasagazadvertenciatle Bacon de que <un apresuramiento forzado perturba la labor envez de despacharla"2o.

La preocupación por la solidez de los lazos que ataban los disparesreinos y provincias era Lrna característica propia de la vida de lasrnonarquías compuestas en la Europa de la edad rnoderna. Tal in-

25 Sobre la Unión de Armas, véaseJ. H. Elliott, 'fhe Count-Duke of Oliaates: TheStulesnunt in an ,ige o.[ Declinc, New Haven (Connecticut) 1' Londres, Yale UniversityPress, 1986 fEI conde-duque de Olittares. Elttolítirc tn una épotu de derade'nda,, trad. Teófilode Lozoya, Barcelona, Crítica, lg90l, cap. 7.

26 Spedding (ed.), Urorfts of l)nncis Bacon, x, p. 98.

6-l 6ir

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(llti('lll(1, (ltt('s('illt lt irrlt'nsili<lrr rlrrlrrrl<'l:r ¡trirrr<.r;r rrril:rrl rl<.1 si-glo xvlt, ha tlt: scr t't:l¿tt'ionit<la ('()r) ()lr'() <lt'l¡irlt'rruis lrrrrplio <¡rrc lt'rrítrlugar en aquella misma época: el de l¿r sr¿rurlez¿r y rlrrralrilirl¿rcl cle losestados y las fuentes de su poder. Los térmiltos de este deb¿rte, aso-ciado en particular a dos pensadores a caballo entre los siglos xr,r yxr,u,Giovanni Botero yTommaso Campanella, habían sido conformadosy hasta cierto punto fijados por la ascensión de España a su posiciónde dominio y sus supuestas ambiciones de monarquía universal.¿Cómo había alcanzado España tal posición de preeminencia abru-madora? ¿Cómo se podía poner freno a sus ambiciones globales?¿Qué podían aprender otros de los logros, y de los fracasos, españo-les? Se trataba de preguntas que, a medida que Inglaterraavanzabahacia su enfrentamiento con la España de Felipe II en la segundamitad del siglo xvl, iban preocupando cada vez más a la clase dirigen-te inglesa.

La posesión de un imperio de ultramar, rico en metales preciosos,hizo aEspaña distinta de sus rivales europeos. Ya en la década de lbbOel matrimonio de María Tüdor habíar,'uelto a despertar el interés porEspaña y había animado a uno o dos súrbditos de Felipe y María aobservar con más detalle la empresa transatlántica hispánica. En lbb8,aprovechando las estrechas relaciones anglo-españolas en ese mo-mento, el piloto principal de la Compañía de Moscovia, Stephen Bo-rough, obtuvo penniso para visitar la Casa de Contratación en Sevillay quedó muy impresionado por la instrucción sistemática que recibíanlos marinos españoles en las técnicas de navegación. Quiso qlre Lrnaenseñanza sirnilar fuera impartida a los navegantes de su país (unaspecto que sería retomado más tarde por Richard Hakluyt) y en 1561Richard Eden, a instancias de Borough, tradujo para los lectores in-gleses el Breae compendio de la esfera y del arte de nauegar, el manual pu-blicado por Martín Cortés en Sevilla diez años atrás2z.

Por medio de estas y otras traducciones Eden trató de proporcio-nar información para sus compatriotas sobre las actiüdades en ultra-mar de los españoles y animarles a seguir sus pasos28. Aun así, sóloen la década de 1580, cuando España e Inglaterra avanzaban hacia un

27 David Waters, T-he Art of Nauigution in England in Elizabethan ant!. Earh ShtartTimes,Londres, Hollis and Carte¡ 1958, pp. 103-106; véase Apéndice l6 sobre los es-fuerzos de Hakluyt para establecer un puesto de profesor de navegación enLondres.

e8 VéaseJohn Pzrrker, Books to Build an Empire: A Bibliographical History of EnglisttOaersea.s Interests to 1620,Ámsterdam, N. Israel, 1965, cap. 4-

6Éi 67

( ()nf li( lo:tlricll(),('ttll)('zort('n('()nlr:u srt ¡rrrlrlir ocl trrctts:rjcrlc l'.rlcnsolrtt'l;t(()n\'('lli('u(ilt<lt'llt('xl)lllrsi(;n('nullr:un:u.l)rrlrult't's¡rrlri<¡r-rl:r. rttit'ttllas llrs ltclivitlir<lc:s (:()l's¿u'ias ctt cl (l¿rrillt'('r':ln s('fllli(lirs ¡,rot'('r n pr'('sls col<lrtiz¿rr[<¡r'¿ts cll Terranova y ccrc¿t cle l¿r c:ost¿r cle Car-olina,Iiir lrrrr <l I luklrrvt el.joven retomó el asunto donde Eden lo había de-j:rr lo, r, sr: r'rnbarcó cle por vida en una campaña de persuasión parar ¡r rt' lr rulirtt:n'a irnitara el eiemplo español y tomara en sus manos elr lcstirlo irrr¡terial que le correspondía2s.

r\ r'<rnsect-rencia de los esfuerzos de Hakluyty otros, haciaL607,añ.or k' l:r f iulrlacrón enJamestown del primer asentamiento permanentelrr itlinir'o cn el continente norteamericano, una considerable canti-r ll<l rlt' infbrmación estaba disponible para los lectores ingleses inte-rcslr<los en las empresas españolas de conquista y colonización delNr¡<'rrr Mrrndo. Es significativo que, cuando la Breuísimarelación de latl,rtrtt,irión de las Indias de fray Bartolomé de las Casas apareció en in-q-ltis t'n 1583, el título fuera cambiado a The Spanish Colonie ["La colo-rr il cspariola"]. Aquel mismo año, sir George Peckham, un destacado

l,11)r)rotor de los viajes de sir Humphrey Gilbert, podía listarlas Déca-

r/¿r.s rlc Pedro Mártir de Anglería, así como las respectivas historias de( l<inr¿rra v Zárate sobre las conquistas de México y de Perú, como..('xistentes en lengua inglesa". "Por ello deseo de corazón

-prose-s1¡ii¡- que al verlo Dios todopoderoso, con su misericordia infinita,st' r'<lmplazca por fin en despertar a algunos de nuestros eminentescorrrpatriotas de la pesada modorra en la que durante tanto tiempolr:ur estado sumidos, de modo que ahora no tengamos que sufrir elt t'rnblar por falta de mantenimientoo30. La perseverancia y la determi-rración eran necesarias si Inglaterra había de emular a España en laf rrndación de un imperio colonial.

Fue sobre todo en el círculo de sir Walter Raleigh donde se abra-tli cc¡n mayor fervor el sueño de un imperio inglés segúrn el modelolris¡ránico. El mismo Raleigh podría haber fracasado en su búrsque-<la cle El Dorado, pero sus desgracias personales no empañaban su

:1' Pala una visión de codunto reciente de los escritos y la car-rera de Hakluyt,vti¿tsc Peter C. Mancall, Hakluyt's Pronise: An Elizal¡etl¿a.n's Obsession for an English Ame-ri¿ ¿, New Haven (Connecticut) 1'Londres, Yale Urriversity Press, 2007.Jonathan Hart,I ielrcsenting the Nau Woild: tlte English antl l-rmch Use of the Example of Spain, Nueva Yorkl llasingstoke, Palgrave y St. Martin's Press, 2001, es un írtil cornpendio de las referen-< ias inglesas 1'francesas al ejernplo espariol en la colonización de ultramar-.

:lrf Richard Hakluyt, The Principall Nauigations \biages and Discoueri¿s of tlu Engtish,\zliorz (facsímil de la edición de 1589), 2 vols., Carnbridge, Cambridge Univelsityl'ress / Hakhryt Societ¡ 1965, II, p.704.

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('nlusi:rsnro l,(,r'l:r ( llus:r. l',r¡ srr Ili.stotl'of tlt lllttlt/ l'. 1lisrot itr rlr'llt)tttl(l()D |, t'st'r'itit ('uan(l() s('('('r'lrí1ll) sr¡ll'<' r'l llrs tirri<'lrl¡rs, r'slc t'nt'-nrigo declarado rlc L,spaña t:sclibir¡ rul u)('ns¿tic l)lu':r srrs t'orrr¡lirtrio-tas que se puede leer en retrospectiva cclmo srr leg¿rclo Ilnal: "Nopuedo abstenerme de alabar la paciente virtud de los españoles:raramente o nunca se encuentra que ninguDa nación haya sopor-tado tantas desventuras y miserias como ellos en sus descubrimien-tos de las Indias; sin embareo, perseverando en sus empresas conLrna constancia invencible, han anexionado a su reino tantas buenasprovincias como para enterrar los recuerdos de todos los pelierospasados>31.

Raleigh escribió estas palabras hacia I610, cuando el reciente asen-tamiento deJamestown se tambaleaba v estaba a punto de seguir eldesastrado camino de la empresa de la isla Roanoke. La constanciayla perseverancia hispánicas como modelo para los pioneros inglesesiban a ser de hecho Lrn continuo estribillo en la temprana empresade colonización británica. Aunque Hakluyty otros habían introduci-do un füerte componente comercial en sus propuestas de expansiónen ultramar, los primeros colonizadores de Virginia, y del modo másevidente el capitánJohn Smith, se veían a sí mismos en el papel deconquistadores españoles. Se trataba de un papel que exigía coraje yresolución frente a la adversidad. Después de la Gran Masacre cle 1622,en la que unos 400 de los 1.240 pobladores ingleses murieron a manosde los indios, Edwarcl Waterhouse, un oficial de la Compañía de Vir-ginia, publicó un tratado en el que recurría al ejemplo español parareagrupar a colonos e inversores en un momento de desánimo: "Dadoque el Español (segun vemos) ha pasado por muchos más peligr-os ensus colonias, y por rnuchas más dificultades de las quejamás hemostenido nosotros, del mismo modo y con mayor razón no debemos de-sistir, pues, al considerar lo que ha ocurrido, sino más bien prestarnosa proceder con valor y constanciar32.

A ojos de los oficiales de la Compañía en Londres, la masacre deVirginia de 1622 subravaba la necesidacl de seguir el ejemplo español

sr Sir \,\,'alter Raleigh, Histor.t oJ the World.. en 'I-h,e Work.s of Sir Wlter Rnlegh, Kr., erl.Williaur Oldys v Thomas Ilirch, Oxford, Clarendon Press, l8?9, VI, pp. I l3-l 14.

3e Edrvard Waterhouse, A Det:Ia,ra,tion of the State oJ-thc Colony and Alfaires in Virginin.( 1622),ecln. facsímil, timsterdam y NuevaYork, Theátnrm Orbis Teriimm y Da CapoPress, 1970, p. 31. Véase tarnbién sir William Alexander, An Enrourugemcnt to Oolonies,Londres, 1624 [ecln. facsímil. Ámsterdam v NueraYork, Theatnrm Orbis Terrarum vDa Capo Press, 19681 , p. 8, para palabras con un propósito similar.

6Ét

\'( on( ('nluu :r l()s( olr)llos ('n ( ilt(lil(l('s\'\'ill¿ts. l,llr r¡n;r r:r¡ l;r:rlgolrr.r tr:r

rk¡r t'r'l cottst'jorlt'l¡t cokrlilt, lrt ( krttt¡llrrlí:r irrsislt¡r ('n (llr('krs ¡xrlrllrrkrr('s. ('lr lttgltr <lt'<lis¡rct's:trsr'¿t lo liu'rro rk: las orill¿rs <lt'l (ilrt'str¡rr:trkt',

rlclrcl ílrrt ¡lclnrirtrt'r't'r'.jurrtos con el lin clc clcl'cnclt'rsc mejor de los.rtir(f u('s ilrrli<¡s: "'lhl es lir nranera más aclecuadav eficazde procederr r ¡n llrs nll('\'AS c<llonizacioues; aparte de los antiguos, el ejemplo dek rs t's¡xrñolt:s c:n lim Inclias Occidentales es buena ilustración de ello"33.,,\rrrr<¡rrt' la lección er-a evidente para los oficiales de la Compañía, nol, r n'sultab:r.t¿ulto para los colonizadores de Virginia. Según ellos ha-lri;r rnt:jorcs nlaneras, aunque más brutales, de ocuparse de la amena-¿:r inrli:r: .Nuestra primera tarea

-escribía el gobernador sir Francis

\Arvlllt- es expulsar a los salvajes"s4.

Ll cxpulsión (hov conocida como limpieza étnica) era un mecanis-nr( ) (pre ya se había aplicaclo en la Plantación del Ulster. Fue tambiénun r'('crlrso adoptado a escala masiva en la península Ibérica, de donderrnr¡s 300.000 moriscos fueron deportados entre 1609 y 16\4. SirJohnl)rn'ics, al propugnar la expulsión de los "antiguos> terratenientes ir-lirrrrlcses en una cartaasir Robert Cecil en noüembre de 1610, se refe-r'ía t'xpresamente no sólo a las prácticas de antaño en el imperio roma-n() \,en la misma Irlanda, sino también a los acontecimientos recientes() ('n cllrso en España: "Los españoles han expulsado últimamente af <¡r[<¡s los moriscos de Granada a la costa de Berbería, sin proporcio¡rar-k's nuevos asentamientos allí"3s. Sin embargo, al principio parecía ha-lrcr r¡tras maneras, menos drásticas, de ocuparse de las poblacionesinctíeenas, incluidos los nativos irlandeses. Sir Henry Sidney, LordDepu-/y rle lrlanda'' en la década de 1560, había pasado en España tres años('()rno legado de María Tudorv bien pudiera haher tenido en mente elNrrevo Nlundo cuando trazó sus planes para la colonización del Ulster.Si los esparioles podían donrar,v civilizar a los bárbaros aztecas, lno

:¡'r Citaclr¡en.J.H.L,lliott. Iimpircso-ftheAtkmt.icWorld:Britnina,nrtspaininAmetitu,1192-1830, Ncw Flaveu ((krunecticut) 1, L,orrrh-es, Yale LJniversirv Press, 2006, p. 42

I Inlx,rios rlcl rn.undo atlántico: España ¡ G.mn Breto,ña en Amtóñcn ( 1492-18301, trad. Martatlalcells, N4adricl, Taurus,200ti, p. 8ll.

:]{ Citado i,bid.p.85 [p. la3].:\i' Historiu¿lTiarts ln Sir.lohn Dauies, Attmne¡ (hnaal, Dublín, \{illizul Porter, 1787,

pp. 283-284. VéaseJane H. Ohhneyer; ""Cirilizing of those Rude Partes": Colonizati<¡nrt ithin Britain and lreland, 1580s-1640s", en Th,e Oxford, History of'the Britíth Empit", ed.Wnr. Roser Lotis et n1.,5 vols.. Oxford, Oxford Unirersity Press, 1998, I, pp. 135-137.

'' Representante del rey vjefe del poder cjecutivo irlandés, cargo homólogo clelvirrev en la España cte la nisnra época.

6S)

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lxxlt'írttt lutt't't'lr¡rttisrttolosirrglt'scscott lr¡slr:itll:rrosirl:rrrrlcscs/"'ltr'stlltó, sill ertll)irt'u(), (luc l()s illiul<lt'st's s('ll\,('uí:ul nr('n()s (lu(' l()s azl('('itsa que les impusieran las bendiciones (le la c:ivilizirt'i<ilr.

Enfrentados primero a los irlancleses y desptrés :r los indígenasamericanos, los ingleses no podían por menos que expresar su admi-ración, a regañadientes, ante al logro español de "reducir> a sus súbdi-tos indios a la civilidad y el cristianismo3T, incluso si era b{o una formade cristianismo llena de supersticiones papistas. Al mismo tiempo, las

historias de atrocidades que denunciaban Las Casas y otros les hacíanser conscientes de la brutalidad de los métodos empleados. "El espa-ñol

-escribía Richard Eburne en su A Plain Pathtuay to Plantations

["Un camino llano a las plantaciones"]- ha ciülizado razonablemen-te,y quizáhubiera podido hacerlo mejor de no haber tiranizado tanto,a gentes mucho más sal@es y bestiales" que cualquiera de aquéllas enlas colonias briránicas38.

Los defensores tempranos de la colonización británica del NuevoMundo esperaban evitar la brutalidad al estilo español, a la cual atri-buían el desastre demográfico que afectaba a los pueblos indígenasde la América hispánica. RobertJohnston observaba que "el honor deLrn rey consiste en la muchedumbre de sus súbditos" y exhortaba enNoaa Britanniaasts compatriotas para que convirtieran <no comoen las Indias Occidentales a punta de espaday disparo de mosquete,asesinando tantos millones de indios desnudos, como cuentan sus

historias, sino por mediosjustos y caritativos, apropiados a nuestrocarácter inglés"3e. Por desgracia, el carácte_r inglés no estuvo a la alturade la tarea. En una fase temprana, tanto en Virginia como en NuevaInglaterra, las relaciones con la población indígena se deterioraron.

36 Véase Nicholas Cann¡ Tl¿e Elizal¡ethan Conqu,esl rf lreland.: A Pattetn Estul¡lished.,1565-1576, Hassc¡cks (Sussex), Har-vester-Press, 1976, pp. 66, 126 y 133-134 sobr-e la po-sible influencia de la colonización española en Sidnev y otros en sus planes para el so-metimiento y la colonización de Irlanda. También Daüd Beers Quinn, The Elizabelhansand the lrish,Ithaca (Nue'uaYork), Cornell University Press, 1966, pp. lOGl07.

37 Véase Elliott, Empirn, pp. I I y 66 llmperios, pp. 39 y I 16l sobre .reducir al pue-blo salvaje a la cristiandad y la ciülidad". Véase también p.72 lp. l24l sobre la incó-moda pregunta de William Strachey de si "acaso tenemos nosotros menos medios,espíritus más débiles o una caridad más fría, o trna religión más vergonzosa" que lesimpedía emular los logros españoles en la conversión de indios.

38 Richard Eburne, A Ptain Pathzua4 to Plantations (1624), ed. Louis B. Wright,Ithaca (NuevaYork), Cornell Universiw Press, 1962, p. 56.

3e RobertJohnston, Noua Britannia (1609), en Peter Force, Tracts antl Other Pa-pers, Rdating Principally to the Origin, Settlement, and Progvss of th,e Colonies in North Amer-ica,4vols., Washington (DC), Peter Force, 183G1846, I, nirm. 6, p. 14.

70 7t

l,osirrglcscs,¿rl)('slr <lcsr¡ol,l¡nririntoirriri:¡lsolrtcl:trlr¡rtltrl:trlrlcl,rsn;tlt\'oslt()tl('lun('t't('ln()s,('n(()nlllr()nnrirsllrrilcx¡rrrls¡tt ()l¡ttltllittilt',r los inrlios (lu(' in('()r'l)()r'illl()s (r'<lrn<l lr¿rlrí¡tn iult'nlu<kl Ilitt t't' los cs-

¡r:rrrolt's) (l('ntr'o <lcl nl¿u'c:o s()ciitl y reliqi()so cle las sociedades colo-rr i:rlt's ('n l)l'()ccs() (le colrstrucción.

I ,os t:s¡r:rñoles, a dif'erencia de los ingleses, consiguieron convertir a

los in<lios ell una rnano de obra slrmisa. La prueba de su éxito podía\'('r's(' cl.l l¿r continua corriente de plata que afluía a Sevilla desde las

r r r i r l¿rs clc México y Perú, la cual se consideraba de manera convencional( ( )r r r( ) la firente del poder imperial hispánico. Sir Benjamin Rudyard se

rrrriti:r trna larga cola de comentaristas cuando observó en la Cámarar lc lr rs (lomunes en 1624: "Son sus minas en las Indias Occidentales las

r ¡r rc srrministran combustible a su inmenso y ambicioso deseo de mo-rurrr¡rrízr universal"+0. La conciencia de la dependencia hispana de la

¡rlrrt:r iunericana había inspirado en el reinado de Isabel varios Proyec-tos <lc ¿rtaque contra las Indias Occidentales y las flotas de plata, perotrunbién planteaba interrogantes sobre la extensión y profundidad del

¡ ro< lt'r de Madrid si alguna vez se viera privado de tales tesoros. Hakluyt,

rrrrrr siendo un temprano defensor de la colonización comercial, en la< ¡r rt: los ingleses se volcarían por defecto al no lograr encontrar metales

¡rrcciosos en Norteaméricalr, también era partidario de un asalto a las

¡r<rsesiones españolas en el Nuevo Mundo. En su Discourse of Western

l'lantingl"Discurso sobre la colonización occiden¡¿["] de 1584 afirma-lrir que "cualquier hombre razonable que conociera la esterilidad, de-

s<rlación yfaltade hombres en España [...] debe reconocer por necesi-

<lacl que tienen fuerzas muy escasas allí. Las proüncias que posee son

<lc hecho muchas, pero más desnudas que nunca lo estuvo ningúnirnperio desde la creación del mundo [...] Su poder y grandeza uo es

tirl como podría parecer a primeravistao42.En realidad, el poder militar de España seguía siendo formidable,

('()rno podían confirmar los soldados ingleses que prestaban servicio

+0 Leo Francis Stock, Ptot:ectlings and Debates of the British Prnliaments Respecting

NorthAm.erica (1542-1754),5 vols., Washington (DC), Carnegie Institution of Wash-irrgton, 192+1941,I, p. 62 (19 de mayo de 1624).

{l Sobre la comercialización de la colonización inglesa, véase Carole Shammas,

"English Commercial Development aud Arnerican Colonization, 1560-1620", en Tlte

Weshtta.rclEnterptise: English,Actiaities inlrel,and, theAtlantic andAmerica 148G1650,ed.K-R'.,Andrews, N. P. Canny y P. E. Hail Liverpool, Liverpool University Press, 1978, cap. 8.

a2 The OriginalW'ritings antl Conesporzdcnrc of the Two Richatd Hakluyts, ed. E. G. R.

Taylor, 2" serie, 2 vols. (7G77), Londres, Hakluyt Societ¡ 1935, r'ol. 77 , p. 2bl ("TheDiscourse of Western Planting", cap. 8).

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('il l(¡s l';usr's lLrjos. ( ion rcf r':rs(), ('n l:r rrlrirr¡:r rlr:r:rrl;¡ rlr.l siplo \\'r, lostl':rtittlos ¡llililal't's t's¡xtñolcs, t'tt srr k'nurr:r origirrlrl o lr lrrlrr<'irk)s, (.nl-pezaron a causar un vivo interés e n Irrglirlcllir. Sir'( l<'<lrgr. ( h|t'y lt,:qir-ría cuatro de esos manlrales, todos en espaliol, a l¿r llibli<lteca Boclleia-na de Oxford+3. Al mismo tiempo, por otra par-te, el optirnisrnogenerado por la derrota de la Armada Invencible en lb88 y los rel'esessufridos por España en los últimos años del reinado de Felipe II con-tribuyeron areforzar la sensación de su r,rrlnerabilidad y a inspirar laesperanza de que los clías de hegemonía hispánica estaban tocandoa su fin. Sir Henry Wotton, en sw The Estate of Christend,om ["El estadode la cristiandad"], daba razones para pensar que "no hay que temer engran medida su pode¡ ni excede su riqueza en mucho a la haciendade Su Majestacl y otros príncipes'a+. Los que, como sir Walter Raleigh,se oponían a cualquier negociación de paz con España, tendían na-turalmente a resalta4 y de hecho exageral la debilidad clel adversarioen la esperanza de poder librar un golpe decisivo contra una potenciadescrita por Wotton como <nlrestro enemigo declarado y mortal,rs."El imperio español

-escribía Raleigh en los primeros años cler rei-

nado deJacobo I- ha quedado enormemente sacudido y ha empe-zado en los últimos años a declinar [...]. Ypor lo común, una vez quelas grandes monarquías empiezan a declinar en lo más mínimo, pococlespués se sigue su disipación"+t;.

Hablando de "declinación" (una palabra que los mismos comen_taristas españoles estaban comenzando a utilizar en este preciso mo-mento alanalizar los problemas a los que se enfrentaba su patria)a7,Raleigh, estirnulado por las lecciones de la historia, situaba a Españaen el discurso acostumbrado de trayectoria imperial. t,os imperios selerantaban y caían; así pues, ¿qué iba a impedir a la nación inglesa, siactuaba con resolución, tomar el relevo que ahora soltaba la desfalle-ciente mano española y lanzarse con ánimo ala carreraque llevaba aun imperio mundial?

Aunque los términos de tal discurso habían sido definidos conreferencia al desti'o de la Roma imperial, la debilidad de Españatambién llegaría a analizarse con relación a las ideas internacionalesen desarrollo sobre las verdaderas fuentes del poder y la prosperidad

+3 Urrgere r, Anglo-Spanish Ret,atio?ts, pp. ti0-G7.

l] Sir Henry Wotton, Tlre State of Christenclo'm, Lonclres, 1657, p. 110.+5 Ibirt., p.2.+(j

"A Discourse Tcrtrching a War with spain>>, en Raleigh ,IUorks, VIII, B, p. 30g.17 \'éase Elliott, spnin and its world,, p. z4B lEspaña y ,r, ,r,undo,p. 308].

7',2 73

rrtr ion;rlcs. l,os ltollrttrlcst's,;tl tcl:tt r on csilo r'l :r¡rl;rsl;rrrlr'¡rorlct trr

t's¡lltrrol,lluttlririlt l¡lrllt:ut rlt's¡tli:ttlo lrt o¡littiort itrr¡rcr;rr¡lr'. Sirt r('('lu's()s

rurlru'¿rlt's cvirlt'nlt's r¡uis rrllii rk'l:r ini<'i¡rlivir v t'l lnrlxrio rlrrrr¡ <l<'strs

lurbilant<'s, rrrt ¡lt'r¡rr<'rio t'st¿r<lo, st'grirt ¡l:tr'c<'í;t. ¡ro<lía no srilo rlcf'en-<lt:rse contr¿l la rrriryor potencia clel planeta, sino que además habíacncontraclo las llavcs que abrirían nuevas e insospechadas fuentes denqueza.

El éxito de los holandeses contribuyó a un debate cada vez másarnplio sobre los metales preciosos y el equilibrio entre comercio,irnperio de ultramar y tamaño de la población. Giovanni Botero, enstr mtry infl uy ente Delh ragion di stato [ "De la raz6n de estado" ] de I 589,había ayudado a divulgar la noción de que la baja densidacl demográ-fica era una fuente de clebilidad para España. No obstante, tambiénargumentaba, de forma no demasiado convincente, que un imperiodisperso era tan seguro y duradero como uno compacto, y que el es-

pañol, "que podría parecer por lo demás despercligado e inrnaneja-bls", debería ser considerado "rurido y compacto> porque así erarnantenido por su poder marítimo+8. La potencia naval estaba llegan-do a ser consiclerada como la clave de la supervivencia y el éxito.Francis Bacon, al examinar los argumentos a favor de la grrerra, man-tenía, al contrario que Botero, que el carácter disperso del imperioespañol lo hacíavr,rlnerable y que la o¡rinión general era que las flotascombinadas de Inglaterraylas Provincias Unidas podían vencerlo enel mar'. "Si es así

-escribía-, los eslabones de la cadena con la que

sostienen su grandeza se desvanecenr+1).

El hurnillante fracaso británico en la guerra anglo-españolade 1625-1630 clejó claro que Bacon, como otros antes que é1, había

rs Giovanni Botero, 7'h¿ Rcasot¿ of State, tr¿rd. inslesa de P.J. y D. P. Wale1,, Londres,Rorrtleclge&KeganPat¡l, 1956,pp. 143-146yIl-12 [LaobradeGioranniB<tte¡r: I)ellaragion di Slato, Iibñ. d.i¿ci. Con tw libri d.clle cause d¿lla grandena. dell¿ ritlit (Venecia, 1589)fue traducida por Antonio de Herrera al castellano por mandato de Felipe II con eltítttk> Din libns de la razón de estado. Oon t¡vs libros d,e kts causns d,e la grandeza, 1 rnagniJi-t iencia dc k¿s cittdndcs, d¿ Iuan Botero (.Madrid, 1593). Se hir publicado un faLcsínril cle l¿r

leedición de l613 de esta traclucción a cargo del Servicir¡ de Publicaciones del Sena-clo, Maclrid, 2001. Existe además una tradncción moclerna parcial: Giovanni Botero,Lr¿ razón de cstado y otros estitos, ed. N{annel García Pelavo v tr¿rcl. Luciana de Stefano,Czrracas, Institutc¡ de Estudios Políticos ,¿ Universidad Ccntral de Velezuela, 1962].

{e Spedding (erl.), }Izorfts of Í)'nnci.s Bucon, .Cottsiderations Touching a War withSpairr" (1624) , XIV, pp. 498-499. Sobre el contexto político en que Bacon se vr¡lviírpartidalio de la gr.rerra contra Esparia. véase Noel Malcolm , Rtason of State, Propagan-rl.a, and the Tltirt"¡ llea,rs' \Alru: An LTnhnotln 'franslation by T'lnntas Hobl,¡¿¡, Oxford, Claren-don Press, 2007, pp. 82-83.

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stlllt'sliltt:ttlo l:t t'it¡ltt'irlltrlrlc r('( lll)('llrciorr t's¡llrrrollr vsolrlcslir¡urrl<rla ¡rott:rtt'iit It¿tvul inulcsir 1, la ¡xrsillili<lirrl tlt' rur¿r lrt't'i<in ('()l)illlrtil ('()rl

los holandeses. A pesar de las rebelioners clc 1640, que p¿ll-ecían ¿unc-r'azar ala monarquía hispánica con un desrnoronamieltto inminente,en las discusiones en Londres sobre la política que debía seguirce con-tinuaba rondando el f-antasma de las ambiciones de Madrid a la mo-narquía unilersal: es significativo que el tratado De monarchia hispanica

["De la monarquía española"] de Tommaso Campanella, escrito enla creencia de que España era el instrumento elegido por Dios para elimperio universal, apareciera por primeravez en traducción inglesa en165350. En realidad, el decepcionante resultado del WesternDesigndeCromwell de 1655 mostró que Esparla todavía conservaba la capacidadde defender su imperio de las Indias, pero en el transcurso de la déca-da de 1660 se hizo cadavezmás eüdente que los días de su hegemoníaeuropea habían acabado. Los temores ingleses a proyectos de monar-quía universal se transferirían ahora de la España de Felipe IV a laFrancia de Luis XIVy en 1663, al embarcarse en su misión a LisboayMadrid, sir Richard l-anshaw recibió instrucciones de dejar claro a losministros españoles que "la monarquía española ha caído en una grandeclinación, sobre todo en su potencia marítima"5r. ParaAlgernonSidne¡ que escribía aproximadamente por aquel mismo momento,<el vasto poder de España, que en estos úrltimos treinta años ha hechotemblar al mundo, es ahora como el cadáver de una res sin sangre nialiento, de modo que todos esperan su descomposición"5e.

A partir de entonces, la imagen de España como una nación endecadencia irreversible comenzó a fijarse tan firmemente en la ima-ginación inglesa como la anterio¡ ya caduca, de gran potencia encamino a la monarquía universal. Con el cambio de imagen, vinoun cambio de actitud sobre las lecciones por aprender. Durante unsiglo, los logros de España habían sido tan impresionantes y su po-der tan imponente que proporcionaron un modelo como mínimopara la imitación selectiva, sobre todo respecto a la construcción delirnperio de ultramar inglés. Todavía al final del siglo x\Tr, cuando laEspaña de Carlos II se había convertido en sinónimo de desgobier-no, Charles Davenant proponía un órgano equivalente al Consejo

¡'0 Pincus, Prote.stantis m and Patriotism, pp. 1 841 85.t't Original Lettas of his Excetlency Sir Richanl Fanshatu during h,is Ernbassies in Spai.n

nnd.Portugal, Londres, 1701, p.5.52 Algernon Sidne¡ Court Mnxims, ed. Hans W. Blom, Eco Haitsma Mulier y Ron-

alclJansen, Carnbriclge, Carnbridge Unir,ersiq'Press, 1996, p. 78.

rlc lrtrli:rs ¡l:tut l:t :trltr¡irrislt:tr'irilt rlt' l:rs t olotti;ts rlc l:r ,\tl¡r't ir :t lrt ll:tnt('lt,illul(lu('l)('ns()tl('('('s:llt()t'r¡llitttl vtl<'f<'ltrlt'l sttt'lt'tririrltlt'lrrrorlt'lo (lu(. s(' <lt'llí¿r t'o¡riitr': "A<lttí st' ¡ltttlr'í:t ollit'litt'-('s('l'il)ía-r¡rrc los cs¡r:rñ<llt:s u<l <'ottstittrvett tI)tly btteltas Palltas a segttir etr

rringrrrr:r lornra o pl:ttt cle gobierno; a lo cual se podría contestar quer rr:rl<¡rrit'r'ir <¡tte considere las leyes e instituciones políticas de Espa-

I ur, l¿rs cucontrar¿i tan bien ideadas y ordenadas con tanta destreza y

¡rrrrrlcnci:r como probablemente en cualquier país del rnundo, de

¡norlo que los errores que se observa cometer a la gente de vez en

<'rurrldo no proceden de planes malos y equivocados, sino de una eje-

< rr<'irin poco firme, relajada y negligente de las disposiciones de sus

<'r lnsejoso¡:t.

lin general, sin embargo, la imagen inglesa de España a partir de

linirles de siglo xvII fue profundamente negativa. Para Slingsby Bethel,

r¡tre escribía en 1680, "España [...] es una clara muestra de que el mal

sobierno, al tolerar todo tipo de fraudes y descuidar el interés de la

rración, puede abatir los reinos más poderosos y echar por tierra su

llonor,¡'+. En su condición de entonces, España pasó a ser una terribleIrclvertencia y proporcionó un úrtil contraejemplo para quienes teníansus propios planes. El recurso a casos extranjeros constituía, después

rle todo, un procedimiento útil para criticar los tlefectos reales o ima-qinarios de la propia sociedad. Para Algernon Sidney, España propor:cionaba la prueba de las nefastas consecllencias del gobierno monár-

quico sin controles. Inglaterra, según argumentaba, también podíaquedar abatida por "príncipes débiles y tiránicos y sus malvadosrninistros"ss. Para William Petyt, el autor de Britannia Languens, undiscurso sobre el comercio publicado en 1680, el caso español confir-rnaba la importancia de la tolerancia religiosa paraalcanzar la pros-

peridad nacional: oTenemos el ejemplo de España, cuyas crueldadesexecrables e inexorables hacia los disidentes han contribuido princi-palmente a la actual pobreza y debilidad de la nación"5'r.

Como indican las palabras cle Petyt, el caso español proporcionabauna batería de ejemplos particulannente úrtil para quieues participaban

53 .On the Plantation Trade", en 7-he Political nrul Conmerdal Woús oJ Charlcs

D'Auenan,t, ed. sir Charles Whitworth, 5 r'ols., Londres, 1771, II, discurso 3, pp. 30-31.5r Slingsby B ethel, The lnterest of Princes antl. states, Londres, 1 680, p. 75.55 Siclne¡ Court lVIaxims, p. 79.56 William Pe tyt, Britannia I'angu.ms or a Di.scourse of Tind,e, Londres, 1680, en A S¿l¿r:f

Collection of Ear\ Engtish Tracts on Comtnerce, ed. John Ramsay McCulloch, Lonclres,Political Economy Club, 1856.

7lt71

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('lt ('l flr':ur <k'lxtlt'rutciorutlrk'lin:tk'srk'l siqkr \\'ttr'¡rrirrr i¡riosrk'l rvtttst¡bl'c l¿r liulci<ilr rlt'las <'<¡loniiuvt'l t'<¡rnt'r't'io t'rr t'l lorrr<'rrto <l<'l ¡ro<lt'r-r'la prosperidacl¡'7. l,a expansión colonial, v¿r lirt'r'a cn Irlirn<lir o t:n Anlóri-ca, tenía todavía firmes críticos, como el citado Petvt o Roger Coke, euienen 1670 advertía de los peligros de despoblación de la rnetrópoli: "Corn-paremos el estado de Inglaterra con el de Españayveamos si su condi-ción no ha degenerado necesariamente a partir de causas no disímiles.Prirnero, Irlanda y nuestras colonias extraen más hombres a Inglaterrade lo que en proporción lo hacen las Indias Occidentales a España"58.

Táles críticas obligaban a los partidarios de la colonización americana,corno sirJosiah Child oJohn Locke5e, no sólo a impugnar los cargos, sinoademás a iclentificar los defectos en cómo España había tratado a sus

posesiones americanas y a señalar el camino alternativo que había deseguir l,ondres en unos tiempos en que surgían proyectos colonizadorespor todas partes. La constitución cle Locke para la nueva colonia deCarolina del Sur tenía como objetivo una fbrma de asentamiento queeütara los errores cometidos por los españoles, como explotar a los in-dios y depender demasiado de la minería, y en su lugar creara una socie-dad bien gobernada y laboriosa que cultivara y mejorara la tierratn.

Durante mucho tiempo había sido una fuente de asombro para losingleses que España, con toda la riqueza de las Indias a su disposición,siguiera siendo un país estéril y empobrecido. Los metalistas- podíanestar en retirada, pero era fácilparalos ingleses, que habían fracasadorotundamente a la hora de hallar minas de plata, explayarse en la

r" Sobre las discr¡sic¡rres a cab¿rll<¡ entre los siglos xt'tt y'xlrlt, véase en particularJo1'ce Oldharn Applcb,l', lironot¡¿it'I-ltought und ldeolag'in Seitettlcentb0entur¡ England,Princet<rrr (Nrrera.fersev), Princeton Unilersin'Press, 1978, e Istvan Hont,Jeal,ortst oJ''Ii'nd¿: Infetnational Cornpctition nnd, thc Nation-\tat¿ in Hi"storical Per.spediue, Oambridge( Massachrrsetts), Halvard Universitr Press, ?005.

:'8 Roger (loke, A l)isrt¡urse on'Iind¿, f,<¡ndles, 1670, p. 12.5s Véase, Barbar-a N'neil,.ftthn Locke r¿nd A¡ncñcn: The Defcnre of linglish Coloniali.stn,

Oxford, Clar-endon Press, 1996.60 lbid.. p. 122."' Los¡r¡ehlistas-euinglés bullionists,debtillion,"oro)'plata(enlingotes)",cle

ahí que a \¡eces tarnbiéu se les llamc bullionistas o bullonistas- definían la liquezadc una nacitin por Ia cantidad de metales preciosos de la que era pl'opletana; cn con-secuencia, eran partidari<¡s de la regrrlación estlicta pol'parte del estado de las tran-saccioues con el exterior en rnetales precios<.ls para favorecer su acnlnulación. Elrnetalismo nace en el siglo xtt a raíz de obserlar- qrre Inglaterra, a pesal'(le no tencLyacimientos de oro y plata, poseía importantes canticlades cle metales preciosos gra-cias a trna balanza de pagos favorable. Thornas Milles ( 1550-1627) y sobre torlo Ge-rard de Malvnes ( 158C t 641 ) fueron los principales representantes de esta corriente,inrportante para la corrfigtrración rlel rnercantilismo.

76

(l('s:rslr(,s:r ()l)s('s¡ort (l('loscs¡¡:tltr¡lcs ¡tot l:r ¡rl;rl;r. St'ttttt csr lilll:t sit

losi:rlt ( llriltl, ..l,ir l¿rlroli<¡si<llt<l ittt<'llslt t' titrir':t tlt' los t's¡xtltolt's ('ll l:ts

rnirurs <k.<¡l'<¡ v l)lirlir |... I lcs llizo cit'r'l;ur)('lll('tlt's<'ttitlltl'clt Qrilt) lllc-r lir l¡r cl ('ulti\r) rlt' l¿r ticrt'lt y lit ¡tt'oclttcción de lrlercalrcías derivadas de

,'1 .'"r. Lir srr¡rosiciól), ?rceptada clogrnáticalnente en el transcurso delsitrk ¡ \\'llt, rlc que llsparia había postergado, por una parte, el comercior ('sl)('(:t() rlc la conquista ¡ por otra parte, el cultivo del suelo y la pro-r¡rot i<irr rle la inclustria respecto de la extracción de plata dejaba claror ¡r rc I rrulaterra debía evitar a toda costa ia tratnpa en que los españoles

lrrrlríun caído.t,ll cjemplo desastroso de España servía, pues, para recalcar la lec-

ci<in vir irnpartida por los holandeses de que el comercio, la industriav l:r i¡rici¿rtiv¿l eran componentes fundamentales del poder y la pros-

¡rcrirlacl de una nación. Subrayaba la necesidad de una cultura de('nrl)r'csa tanto en la metrópoli como en las colonias y contribuía a

rlivrrls¿rr la noción ds "mejoralniertto> como clave del éxito nacio-nrrl'i:. Fln su A Plan of theEnglish Co¡nmene ["Un plan para el comercioirrg-lés"l de 1728, Daniel Defoe, uno de los más enérgicos partidariosrlt' rrna cultura de empresa, se complació en señalar los contrastescr rtre ingleses y españoles: "Si los españoles hubieran sido ttua naciónin<ltrstriosay con espíritu emprendedot'como los ingleses, las islas de( jtrba y La Española, plantaclas y mejoradas como nLrestra pequeñaisla cle Barbados, habrían producido másaztrcar, algodón, at1il, cacao,

¡rimentón y otras cosas valiosas de las que toda Europa habría podidor'onslrmir,63. La iniciativa v el mejoramiento iban a ser componentest'se rrciales de una ideología de imperio británica en ciernes, distin-gtricla por su insistencia en aquellos elementos que habían brillado

l)()r sll ausencia en la práctica imperial española: la fe eu la producti-virlad en lugar de en los metales preciosos como fuente de la verda-<lcra riqueza, una política de puertas abiertas a los inmigralltes (tanto<:n la metrópoli como en las colonizrs) como corrtribuyentes en poten-

rif Sir.[<rsiah Chilct, ,{ Nntt l)istourse of l.-rrule. f,ondr-es, l{i93, p. 192.(i2 Sobl'e la noción de "metol'amicnto". \'éase en especial f)avid Hancock, Oil.izens

ttl lhe Workl: London Mnchants antl l.ln Integra,tion oJ'th? British Atktntic Communitl, I7)5-178j, Canrbridge, Carnbr-idge Universitv Press, 1995, cap.9.

6s Daniel Defoe, APlnn of thrEnglish Comn.en:c (172¡l), edn. facsírnil, Oxford, Basillllackwell, 1927, p.231. Sobre Delbe v la cultura de empresa, véase Peter lVlathias.Economic Growth and Rc¡binson Ctusoe", European Reuinu,15 (2007), pp. 17-31, v

Laurence Dicker', "Powcr, Cornmerce, ancl Natrtr¿rl Lat'in the Political Writings ofD:rr-riel Defoe ", en A Lhúon forEnQire: Politica,l'fhought and the British Ltniott -oÍ 1707, ed.

.f ohn Robertson, Cambriclge, Carnbridge University Press, 1995, cap. 3.

tl

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r i:¡ :¡ l:t l)r()sl)('r irl:rrl n:r( ion:ll"', t'ict lo gt:trlo rlt' lolcr:ur((¡t:u':t :t('()ntl):ut:tt' lo rurlt't'ior') )'., sol)r't' torlo., la :tus('nt'iltbitr¿u-io. El irn¡rcrio britirnico, a cliferencizr clel csll¿rriol,imperio de hombres libresGi'.

Había enemigos, en acto o en potencia, por todos los lados en eldespiadado ambiente de rivalidades internacionales de la Europa dela edad moderna y para los ingleses había lecciones que aprender,negativas y positivas, no sólo de España sino también de FranciaylaRepirblica Holandesa. El largo periodo de hegemonía hispánica, contodo, había mantenido a España durante más de un siglo en el centrode la atención mundial; además, su papel pionero en la adquisición deun imperio de ultramar indicaba que los británicos podían aprenderde sus esfuerzos colonizadores muchas cosas, tanto de las que conveníaimitar como de las que conveltía evitar. Por otra parte, es razonableplantearse si aprender del enemigo fue un proceso unidireccional:;aprendieron los españoles de los ingleses, así como los inglesesaprendieron de los españoles?

Una barrera era la pura ignorancia. En 1619 el conde de Gondo-mar se quejaba con amargnra de su misión en Londres que "en seis

años que ha estado a mi cargo, no haverse sabido en Spaña dónde esrá

Inglaterra, sino es para embaxadas, presentes y cosas de gusto"60. Des-de el reinado de María Tüdor, habían llegado a la isla pocos españoles,aparte de aquéllos en misión oficial o como prisioneros de guerra, yla corte española dependía sobre todo de ernbajadores y enviados,adernás del testimonio de exiliados ingleses, para información pri-mordial. El conde de Villamediana, que llegó a Inglaterra en 1604para iniciar las negociaciones para el tratado de paz, escribió desdeRichmond una carta privada al futuro conde de Gondomar dondedescribía Londres de esta lnanera: "Grande lugar y mucho trato, nomuy pulido ni limpio, gentil ribera y bien poblada de nabíos, que sonlos castillos y murallas deste Revno sin tener otros [...] y quitado Lon-dres, no ay ciudades ni villas de gran consideragión y lo que la tenía

(t1 Cf. Coke, A Di.scour.se o.f lindl p. 12, yJohn Locke, Lorke on L,lon4, cd. P. H.Kellv, 2 r'ols., Oxford, Clarendon Pr-ess, II, pp. 487-492 ("For a Gencrirl N¿rlr.rr¿rli-zation" ) .

6i' Soble la ideoloeía de imperio dieciochesca, véanse Davicl Arrnitir sc, 'l'hr Id,rc-bgiml Origins oJ the British Enltirc, Oambridge, Cambridge Universin, l)r't-ss, 2(XX), esp.pp. 166-167, y Lincla Collel,, Britons: Forgng tlw Narion 1707-l¿137, Ncw I lirvt'rr (( )on-necticut) y Londres, Yale Universitv Press, 1992.

t\6 Oorrcspondznria dp Gondatnnr,ll,p. 132.

78

('n ('slr l{r't'rro, r¡ttc lrcr:rtt ¡tlr:rrlr:ts t nrr}rt:rsl('r ros, lo nr.li ('sl;r rlcr r ilr.r

rlo v r:n'rlo, rl<'rto llivirlo uirrlril:t<lo""'.,\ ¡lcslrr'<lt't'lkr t's int¡rt'olxtllk't¡rrc lo<lo st' I'r'<lttz<'lt rt Ilt ignol'rutt'i¿t

cn lo r¡rrt'l'('sl)('('l:l ir lirs l-c¿rc'r'ioncs cspatlolas rcs¡rccto a ltrglaterra.,; l,.r r r il rr-' nrcrli<l¿r sc lr¿rlla interesada cualquier superpotencia en apren-r lcr <lt'srrs cncrnirros cuando se encuentra en la cúrspide de su poder?l{r'sr r lta tcrrt¿rdor traer a colación la respuesta de un asesor de la Casa

lll:rrr<'rr <'n 2004 cuando un comentarista le sugirió más bien tímida-nr('nt(' r¡rre las soluciones a los problemas políticos nacen de un .es-Ir rr lio s<'nsato cle la realidad apreciable". "Esa ya no es la manera comoIr rr r<'iolla el mundo", replicó el funcionario. "Ahora somos un impe-r io r,<'rrando actuamos creamos nuestra propia realidacl"'i8. A pesarr k' los rccientes reveses, los gobernantes españoles de alredeclor cle 1600

torllrr,ía estaban convencidos de que creaban su propia realidad; en( ( )r rsccuencia, no estaban por la labor de escuchar.

llabía, con todo, al menos un español captz de hacer un estudio:i('ns¿rto cle la realidad apreciable: el conde de Gonclornar. Su natural

¡rcrspicaciaysus muchos años en Inglaterra (de l6l3 a 1618 ymás tarder k' l(i20 a 1623) lo conürtieron en un experto bien informado de lo queo<'rrrría en la isla. Desde su atalaya de Londres, se dio cuenta de que eln l t r n do a su alrededor estaba cambian do. La guerra, por ej emplo, p no<'r'l kr que había sido: "El guerrear oy de los Hombres, no se reduce a lali rt'rc¿r natural, como los toros, ni aun a latallas, sino a augrnentar amigos

r'<'ornerqios"6e. Thmbién observó el aumento de la riqueza en Londres< lt'scle el tratado de paz de 1604. Con Inglaterra y las Provincias Unidas:urrnentando su poder mercantil y marítimo, era fundamental que su

¡rropia patria hiciera lo misrno: "en el aumento de navíos y marineros<'onsiste la grandeza y conservación de España, porque el mundo estár cducido hoy a que el que es señor de la mar lo sea también de la tierra,v lodos ven lo que España va perdiendo en esto'7o.

Los comentarios de Gondomar coincidían con los de un crecientenúrnero de críticos, dentro de la misma España, respecto a las direc-

(;7 BibliotecaNacional,Maclrid,Ms. 13141 (correspondenciadeGondomar'),fol.l-l!), el conde de Villamecliana a don Diego Sarmiento de Acuña, 4 de febrero deI (i04. Estoy agradecido a Fernando Bouza por llanral mi atencióll sobre esta carta )'I)r-oporcronarme una tr-anscrrpclon.

68 RonSnskind,"With<.¡utaDs¡¡l¡,,NanrlbrhTlittwshfagazrrr, l7deoctubrcde2004.6tt Correspond,encia ¿lc Oondontar, ll, p. 140 (a Felipe III, 28 de marzo de l619) .70 Cinco cattas político-literarius d"e don Diego Sarmiento tJe Acuñ.a, prirner condr d.e C,on-

rlonar, ed. Pascual de Gal,angos, Maclrid, Sociedad de Biblióhlos Españoles, 1869, pp.53 v 59 (carta de I de noviembre de l616).

79

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It ir cs ¡lolrlir lrs rk' l"r'li¡rt' lll t't'l rlrrr¡rrt'rk' l,r'r nr:r'r. l,('rr¡ lrrc solo lr':rsllr srrl¡i<llr lrl tll)n() <lt' liclil¡r' lV t'n l(i? l cruulrk) unl nll('\,il rrrlrrriuislllr-t'i<iu, <l<¡tttinit(l¿r p()r'la fiutu'it tlcl collc[t:-tllrr¡rrr: r[c ()livarcs, crnprcn-dió en serio un progr¿una de refcl'lna econólnica. Aunclue Olivarespensaba, con algo de razón, que Clondomar tendía a exagelar el po-derío inglés72, tenía clara conciencia de la creciente brecha económi-ca y tecnológica entre España y el norte de Europa y propuso planespara fornentar la industria y el comercio que, de haber sido aplicados,hubieran acercado el país al modelo anglo-holandés de crecimientoeconómico. Sin embargo, su prograrna de reforma se fue a pique antela oposición interna y el caos de la guerraTs; en el periodo subsiguien-te, la mentalidad imperial resultó en sran medida insensible al cam-bio.Incluso en fecha tan tardía como 1699, Alexander Stanhope, elembajador inglés en la corte de Madrid, observaba que, por más mi-serable que el estado de España pudiera parecer a los extranjeros,<están muy contentos en su propla vanidad, pues se creen todavía lamayor nación del mundo, y son todavía hoy tan orgullosos y arrogan-tes como en tiempos de Carlos V"?{.

Sólo en el siglo xvtIt, cuando el advenimiento de una nueva dinas-tíaylapérdida de las posesiones españolas en Europa por el Tratadode Utrecht de 1713 produjeron una aguda conciencia de lo que habíadisminuido el país en el panorama internacional, España comenzó a

observar de cerca los métodos y prácticas de sus rivales europeas.Francia, la República Holandesa e Inglaterra captaron la atención deGerónimo de U ztánz, que publicó en 17 24 la primera edición d,e feirica y prácticn de comercto y morzna, un tratado ampliamente leído y ad-mirado en el continente, publicado en inglés en l75l con el títuloThe Theory and Practice of Commerce and Maritime Affair{!'. Corno mer-

7r VéaseElliott, ,Spain andits\\Iorktltispañnlsurnunrktl,cap. ll ("Sclf:¡rclccptior.rand f)ecline in Earlv Seventeenth-Century Spain" ["Introspección colectiva v deca-dencia en España a principios del siglo xru"l ).i2 lvlntorinles | rurt($ tlel r ond,e-duque tle Oliaa¡ps, ed.J. H. Elliotn'.f osi. F'. rlc la Pena,lVlaclricl, Alfágl:rara,2 r'ols., 1978-l9Bl, II, p. I14.

73 Véase Elliott, Count-Duke oJ Oliua,res lEl cond,e-duque de OlitLarz.sl, cs¡r. c:rp. -1, parael proerarna de reforma y Ia oposición que encontró.

7+ Alexander Stanhope, Spain under Charles the Second, (on l)xtractsJtom t.lu'Convsltort-dence of the Hon. ,ll¿xandcr Stnnhope, British fuIinister a.t lVIo.drid, 1690-169q),2" edn.,Londres,J. Murav, 1844, p. 152 (cartaal marqués de Normanb¡ (i de enero cle 1699).

75 Gerónymo de lJztáriz, 'fheórü:a, ,l prú,ctica d,e comenio, ,t d.e vmrina, Madrirt, I 724;I-heTheor"¡ andPracti,ce of Comrne¡ce antl MaritineAffairs, trad.John Kippax, 2 r'ols., Lon-dres, 1751. Sobre el autor, véase Re]'es Fernández Durán, (krónimo d,c Llzkitiz (1670-17J2). Una polítita ¿conómica para Felipe 11 Madrid, Minerva, 1999. \'ézrse además

80 8l

( ¡lnlilist¡l ( (,llx'l li:rrro, lltl',lit rrrirrllr nr,rs ('l¡ stt lrttsr¡ttcrl;r tlt' tt'trtt'rlios t'r r¡rrr¡rrricr¡s lllrr iir los f nult cst's r¡rrc lurr i:r los irr¡.ilt's('s, lx't o lt¡tlltltvisita<k¡ lnullrlcrrir, a(l('lnl¡s tlt' Ilolrur<l¡t v l"nttt<'iit'"', 1'ltirlrílt (ltt('([¿t(l()

irrr¡rrt'si<rrt:r(l() l)()r't'l t'fi'<'t<¡ ¿l lalr¿() ¡rlitzo tlt: lns Nouigtttion Ads, lasIt'r'cs tlc n¿t\'('g¿tci(')ll inqlesas;i.

lJt,Lzit'izcscril-rí¿r ttna déczrcl¿r clespués clel final de la Guerra de Su-

t'csi<in espariola, cuando su patr-ia y Gran Bretaña estaban de nuevo(:n paz, al menos temporallnente. No obstante, estaba preocupado,al igual que los ministros a quienes servía colno oficial real, por larrecesidad de reconstruir el poderío español. Ahora que el país habíasido despojado de sus posesiones en los Países Bajos e Italia, su futuro('staba en una administración más eftcazde su imperio de las Indias.lil poderío británico estaba claramente en auge y IVladrid se daba cada

vez más cuenta de que había mucho que aprender de las directricestomadas por Londres para el desarrollo y explotación de sus territo-rios arnericanos.

La lección sería explicada letra por letra en1743, en tiemPos delenovado conflicto anglo-español, por otro burócrata,José del Carn-

pillo y Cosío, cuyo Nueuo sistetna de. gobierno económico para Amffi,ca,

¿lunque no publicado hasta 1789, circuló ampliamente en ambientesgubernamentales y llegó a tener un profundo impacto en la formula-ción de directrices políticas durante la segunda mitad del siglo78. Su

tratado estaba empapado por la conciencia de que Gran Bretaña,todavía más que Francia, se beneficiaba del comercio con sus colonias¿r¡nericanas como no lo hacía España. "Al principio

-escribía sobre

¿unbos rivales- siguieron el exemplo de España, y establecieron conpoca diferencia las mismas prohibiciones, que nosotros con subidosderechos; pero con el tiempo vino el desengaño". Londres y París

h¿rbían llegado a darse clrenta de que "era preciso darla [a la Colonia]libertad y ensanche, quitando los embarazos y t'estricciones que opri-rnan su industria, ydándola primero los medios de enriquecerse ella,

¿rntes de enriquecer a su madre>7e. Todo ello indicaba que Madrid

Stanlev.f. Stein v Barbara H. Stein: Sifuer; Tinde, tnd Wtr: Spain arul Ama'icrt in lhe Mak-ing of Earl:¡ Mod.rrn Eu.rope, Baltimore (Mawlancl) ,v Londres,Johns Hopkins Universitv['ress, 2000, pp. 164t79.

7ri Fernánclez Durán, Gerónitno rte Uzttir iz, p. 257 .

7i lJztáriz,'fheórica, y práctim, cap. 30.78

José del Carnpillo v Cosío, Nueao sistcma de gobierno económito pora Annri,cu. ecl.

Nlanuel Ballesteros Caibr-ois, Oviedo, Gmpo Eclitorial Asturiarro, 1993. Soble Canpi-llo, véase también Stein, Siftre4 TiutLe and Wh,r,pp.20+215.

71'| Canrpillo, Nunto sistunu, pp. 79-tt0.

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n('( ('sil:rlr:r lr(l()l)trr un¡r nu('\'it lx)ltli(:t ('n l:t ('\l¡lollrr iorr rlc los l('( uts()s ([('slls l)()s('si()t)('s ¿tlrt('l'i('lll1ls, ('lr l¿t crurl *l¡rs r'<'lltlri:rs I'rrlilirllr<lcsdel cornercio' srtstitrriríiur "t:l t:s¡rír'ilrr rk: r'orr<¡rrislus' (lu(' lrirsl¿r t:ll-tonces había prevalecidos".

La distinción entre imperio de conquista e imperio de cornerciotrazada a finales del siglo xvrr en Inglaterra porJohn Locke,JosiahChild y otrossr se introducíaahora en el discurso español. Los minis-tros de Carlos III tratarían de reorientar sus políticas de manera quepotenciaran al máximo los beneficios comerciales que podían deri-varse de la posesión de un imperio de ultramar. Esto significaba se-

guir, en la medida que lo permitían las circunstancias, el modelobritánico de organización de relaciones transatlánticas, aunque iró-nicamente en el preciso momento en que Londres empezaba a tenerproblemas con é1. Los ministros españoles adoptaron la práctica in-glesa, al menos entre ellos, de referirse a las posesiones americanascomo "colonias> en vez de "reinos", colno habían sido llamadas tra-dicionalmentes2. El desarrollo económico y la explotación colonialeran ahora la orden del día y la clase de mercantilismo liberal propug-nado por el conde de Campomanes, uno de los principales responsa-bles de la formulación de las políticas adoptadas bajo Carlos III, teníauna deuda reconocida con el pensamiento económico inelés de fina-les del siglo xvrt.

Manejando la traducción francesa de A Nau D'iscou,tse ol"l:rad,e l"Unnllevo discurso sobre el comercio"], Campomanes escribitl en 1762 loque tituló "Examen de las reflexiones deJosías Chilcl sobler el progresode las Colonias Españolas de las Indias Occidentales'. Profirndamenteimpresionado por los éxitos marí[irnos y comerciales brit:inicos, señalóque en el siglo x\u, mientras España se distraía coll sr.ls suel'r'¿ts, Ingla-terra "echaba los cimientos de esta revolución merc¿ullil, que inclinólabalanzade su lado [...]. De aquíse puede inferir qtrí::rtrasacl¿r r.ir'ía laEspaña en los verdaderos principios del comercio"*:t. Silt cnrltirr¡;o, alexaminar el análisis de Child de los defectos de las políticas cs¡rirriolas,Campomanes tropezó con el problema, comúrn a todos los inritaclores,

80 lbid.,p.72.8r Arneil,rloñ n l.ocke h Anrcrica, p. 106.s2 Gt¡illemrn Céspedes del Castillo, Ensroos sobre los reinos ca,stelktnt¡s dt I nd.itts,ll/'a-

drid, Real Academia de la Historia, 1999, p. 300.83 Pedro Rodrígr.rez Campomanes, Reflexiones sobre el comercio e.spnñol cn Ind.ir¿s

(1762), e d. Vicente Llombart Rosa, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1988, p.242. r'r,éase tanrbiér'r la introclucción del editor.

8',2 83

rlc crt r¡ttc rrrt'rlirl:r los ruotlclr¡s ('\lr;uri('r(,s:i( )rr srrs( ('lrl¡lrlcs rlc Itt¡il:¡riorr¡rl s('r irl)li(:rrlost'nlln:unl)i('nlcrlislitrlo. l,:rrcliuir)n('l:tttttol¡s-t:rr rrlo t'rr ¡xrllicrrlilr, \'(;iulrlx)nriul('s <lcr'i<lio clrt<lit'('n su r'('sllnr('n (lcl:rs ¡rr o¡lrt'stirs <lt'( lllil<l los l)¿ls¿lics s<¡bl'c l:r lilrt:l't¿tcl rlc c<-¡ncieuc:i¿r en las

r olonils lrritiilrir'¿rs (lo que el inglés ll¿unaba <ulra libertad al estilo der\r¡rslcrrliun cn r)uestras plantaciones")8+ por no ser <compatible connu('sllir rr:lit¡ion'$5. Ello cornplicaba inevitablemente la tarea de Cam-

lx )n)rur('s a l¿r hora de tratar el efecto de la emigración en la metrópoli.Srr ¡rr'opuesta era que España debería seguir el ejemplo briránico y re-rlrr<'ir cl impacto de la emigración en el país de origen permiúendo a

k rs cxtr-:urjeros establecerse en las colonias. Por razones religiosas, sint'nrlrarqr¡, éstos deberían ser católicos irlandeses o alemanes. Si se les

lrrrbiera permitido asentarse en el siglo anterior, <nuestras colonias:rvr'írrn logrado la actividad que las Inglesas" (sicf6. Sin duda, la libertad<k'conciencia hubiera sido un paso demasiado lejos.

l.ll interés de Campomanes por la obra de Child, altn a setenta añosrlc clistancia, indica cómo el ejemplo del enemigo (como volvía a

st'r'lo Inglaterra al escribirse el cornentario) podía estimular nuevost'rrfbqnes y a veces nuevas líneas de conducta. Carnpomanes era delrccho uno de los principales promotores de la política de "libre co-nlcrcio" que había de aplicar su gobierno. Con todo, era, y siguiósicndo, un "libre comercio" dentro del marco del pensamiento neo-nrercantilista de finales del siglo xvlt lo que le inspiraba y lo que con-tinuaría dominando la práctica internacional dieciochesca. España,:rl liberalizar parcialmente su política comercial tradicional alavez<¡rre seguía protegiendo la producción y el transporte, estaba senci-llarnente poniéndose al día.

En realidad, ponerse al día era básicamente de lo que se trataba alaprender del enemigo. Era lo que los ingleses intentaron cuando elpoder esparlol estaba en su cúrspide y era lo que los españoles proclrra-lr¿rn hacer a medida que los ingleses avanzabant hacia la posición que¿urtes habían ocupado ellos. Dependía de la voluntad de imitar, al me-nos selectivamente, y tener tal voluntad es más fácil encontrándose ensegundo lugar que en primero. Thmbién exige cierto grado de humil-clatl, aturque quizá no por demasiado tiempo. RobertJohnston, en lasegtrnda parte de stt Noaa Britannia, publicada en 1612, consideraba

Clrild, ,I ltleu D'istourse, p. 1!11.

CanrponrAll.es, Reflexiones, p. 238.tbicl., p. 241.

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l:rlrrrr¡rilrl:rrlrrrr¡rlo¡ll.tzor'otttoll;rst'rlt'otgttllo:tl:ttqo¡rl:tzo. l)r's¡rtrcs

rlt' insl¡rr lr r¡rrt' lrrql:rlt'r'r'lr olrst'r'r,:u'lr r'l t' jt'rrr¡rlo t's¡llrrrol rk' < olonizl-ción cle ultriurnr l)al'lr <(:sp()lt'¿rr-rros". l)11)s('guí1r ('()n (lu(' - los iugk'scsson los mejores imitadores y pronto supe r¿ur :r sus lllacstl'()s)>si.

Una buena disposición para imitar presupone lógicamente la exis-

tencia de algo digno de imitarse. Respecto a este plrnto, había variasposibilidades al alcance de los elrropeos de la edad moderna. Una deellas era volver la mirada al pasado: al cristianismo primitivo para lareforma de la lglesia y a la antieua Grecia y Roma para modelos tantode organización social y política como de esplendor cultural. Así, elrepublicanismo clásico proporcionaría un modelo para los filósofos dela política del siglo xvu, la organización de los ejércitos romanosdaría la pauta para los tratadistas militares y comandantes, v la Romaimperial serviría de ejemplo para los conquistadores y oficiales españo-les que se enrl)arcaron en la construcción de un imperio en América8s.

Otra posibilidad era dirigir la mirada en busca de modelos no al

pasaclo sino al presente. Estambul ofiecía rur punto de referenciaobr.io, pero la transposición de algunos de los rasgos más admiradosdel imperio otomano, como su dlsciplina militar, a Lln entornc¡ cris-tiano planteaba problemas evidentes. Los príncipes errropeos habríanencontrado clifícil llevar al campo de batalla ejércitos cle soldadosabstemios según el nrodelo musulmán. l,a propia Europa contempo-ránea tenía mucho que ofrecer, sc¡bre tod<l por su prodigiosa \¡arie-dad. Bajo la unidad superficial de la cristiandad había un continentediviclido, fragmentado en entidades políticas rivales, desgarrado porconfesiones opuestas y atomizado por la diversidad étnica, nacional

1'social. Tal variedad abría perspectivas para la comparación y', portanto, para la imitación.

Una de las preocupaciones de Hush Trevor-Roper era la cnestiónde cómo y por qué las socieclades se hacen dinárnicas en ciertos mo-mentos de su historia. Es un tema que abordó directamente en unode sus ensayos más brillantes, "Religion, the Reformation and SocialChange" ["Religión, refbrma y cambio social"], publicado por pri-mera vez en 196381'. Este escrito comienza con la afinnación "Si exa-

s7 Rol'relt.folrnston, 7h¿A'¿zt I.ifeof Virgin¿¿ (1til2), en f-oLce, Tinllr, I, p. l1).ss Davicl A. f,trpl'rer, Il.otnan.s in n N,eu Workl: Clnssitn.l AIod.cIs i.n Sixteen.tbCentur¡^

Spnnish.lne¡ica, Ann Arbor (l\Iichigan), Urriversin'of i\{ichigan Prcss, 200ÍJ.8rl Reirnpreso en H. R. Trevor-Ro¡rer', Rdi.gion, th.e Refonnation und Sorial ()huttge,

und Oflter !)ssnts, l,ondres, Nlaorillan, lLJ67 [Religrón, refonna.y t,rnnbio socinl \' otros (n-.rrrt'r,r, ttad. Estrella Olir'án r',foaquín Viclal, Ilarcelon¿r. Argt-rs-\¡elgala, 19851, cap. l.

¡t4

lbid., p. 2.

8ir

nri¡r;rnrr¡slosltcssigl,¡srlcltisloti:rcttlr)1,('.rrltt('t.tttrlc lir(lll.r llilX),

¡rorlr.trr,rs rlt't it't¡ttt' Itt<'t'tt tlt'll<'tltl lttl l)('l iotlrI tl<' ¡rroQtt'so". l',1 ¡rnr-gt(.s(). 1ltgutn('nlirl¡lr, rrrl f ttc srutvc rri rutifirrttt(', l)('t'() ('tt ('s[('('t)slt\'()

srr ¡rr.i rrci¡nl ¡rrcocrr¡rirt'i<ill t:r'a ltrrscirr tura cxpliczrciórl de l¿rs razorles

¡ro: las crurlt's t'l lirlt:razgo ecouómico e intelectual de los países me-

<litt.r.r':irrt'<¡s cll el Renacirniento pasó a las naciones septelltrionalescn la llrrstr'¿rci<in. .Así como eu el primer periodo las nacinnes sePten-

t l'ion:rk:s ltrrscaltau ideas en el Mediterráneo, en el segundo las mecli-

It,r'r-¿ineas volr'ían sus miradas al ttorter, escribíar)0. La historia de las

rt'l¿rt:iones auelo-españolas proporciona un buen ejernplo de este pro-('('s(): ell el siglo xu, Inp¡laterra buscaba ideas en Esparia; hacia finales

<lcl xvttt, Espirria las buscaba ert Inglaterra.Creo que esta voluntad de volver la mirada hacia otras partes Pro-

¡trlrciona Lrna clave del progreso que Trevor-Roper cotlsideraba unacle las características generales de la Europa de la edad moderna' En

cl contexto internacional altamente comPetitivo de esos siglos críti-cos, ningúur estado podía permitirse por mttcho tiempo el ltljo de

iqnorar los logros de stts rivales con mayor éxito. A meclida que se

clesarrollaban criterios lllrevos y más sofisticados para evaluar el poderv la riqueza nacional, se hacía rnás importante examinar la conducta y

los recursos de otros estados y socieclades con el fin de evitar qttedar-

se atrás. Elt consecuencia, sociedades todavía imbuidas congéuita-nrente de uua profunda clesconfianzahacialo nuevo se vierol-l forza-

das a considelar la necesiclad de cambios.

La couciencia de los otros (abrurnadt)ramente <otros" clel ViejoIVIIrndo hasta qtte la expansión de Europahizo entrar enjuego <otros'

cle un mundo más extenso) fue, Por tanto, un elemento esencial en

cl proceso por el cual la civilización europea cambió y evolucionóen lugar de mantenerse estática. Como muestra la historia de la agi-

tada relación er-ltre España e Inglaterra en la edad rnodei-tta, la con-

ciencia del otro podía verse afectacla por altas dosis cle ignorancia vclistorsionada por imágenes uegativas y los más burdos estereotipos.

Aun así, el ejernplo de cómo hacer las cosas y cómo no hacerlas estaba

a la vista de quien tuviera ojos y quisiera usarlos. Otro asunto, natu-

r-almente, es pasar de la observación a la acción. No obstante, la expe-

riencia del pasado hace pensar qtre incluso tlna stlPerpotencia puede

zrprender algo de sus enemigos.

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CrurÍ'I'LJr.,() III

LA CRISIS GENERAL EN RETROSPECTIVA:UN DEBATE INTER]VIINABLE

FIu.. unos cincuenta años, Eric Hobsbawm publicó en Ia revistaI'u,.st a,nd Presmt (7954) un artículo que iba a desencadenar una de las

grandes controversias historiográficas de la segunda mitad del si-

glo xx: el debate sobre "la crisis general del siglo xvII>. Fue una dis-cusión que determinó la perspectiva de toda una generación de his-toriadores sobre la Europa del siglo xvIl y, en realidad, sobre eldesarrollo de Europa durante la edad moderna en general. Fue ob-

.jeto de una revisión crítica en fecha tan lejana como 1975 por partecle Theodore K Rabb en el capítulo inicial de The Struggl,efor Stabilityin Early Modem Europe ["La lucha por la estabilidad en la Europa mo-derna"] y más recientemente por Francesco Benigno en su estudiode conjunto Espejos de la ranolución, de 1999. Ha sido incluido en varias

selecciones de artículos, en particular en Crisis mEuropa (156G1660),

preparada por Trevor Aston ( 1 965), y más tarde en The General Crisis

of the Sanmtemth C,entury ["La crisis general del siglo xvII"], a cargo deGeoffrey Parker y Leslie Smith, publicada por primeravez en 7978yde la que salió una nueva edición, con contribuciones adicionales, enfecha tan reciente como 1997.

El mundo ha cambiado mucho desde aquellos dramáticos días delas décadas de 1950 y 1960 en que historiadores de la talla de Hobs-bawm, Hugh Trevor-Roper, Lawrence Stone y Roland Mousnier ver-tían su tinta, y a veces su sangre, en una serie de encuentros que nodesmerecían, en pasión y duración, de la propia Guerra de los Trein-taAños. Tal vez se le permita a un superviviente de aquellas batallashoy lejanas una observación preliminar sobre su carácter, que puedesorprender algo a las posteriores generaciones de historiadores quelas sometan a un serio análisis retrospectivo: el debate, aunque dura-mente disputado, era muy agradable.

87

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l ,os ot tgt'nt's lt'jlrr ros r lc llt l('( )r r;r r lt' l:t r ¡ isis gcr tct:tl lr;tv r ¡t tc lrt tsr :u los('n ('l ('linut 1't'l <':rnictt't'< lt'l Irt tttt<k ¡ <k' in ntt'< liitlil lx )sgu('r lr, lr:r( i:r lir t:r-les de l¿r <lécacla clc l!)40, rlorrrk: n)r.r('h¿rs <lt'lirs vit'ils ct'r'ti<lrrnrlx's st'

habían venido abajo y había gralrdes esperanz:rs, dt:rn¿uilrrlt) pl'onlodefraudadas, de que estaba alboreando una era nuevay rnejor. Desde elpurlto de vista historiográfico, fue el periodo de ascenso, en especial erlla Europa continental, cle la historia marxista y rnctrxisantv del estableci-miento clelos Annalzscomo la escuela dominante de escritura histórica.La prinrera edición de El Meditnrá,neo y el mundo merliterráneo en La época

deh^eliln IIde Fernand Braudel fue publicada en 1949. Como sienrpre,el continente estaba aislado de Gran Bretaña por la niebla, pero, en miépoca de estudiante en Cambridge, a principios de 1950, la historiabriránica, tradicionalm nte pragmática y muy escéptica con las grandes.teorías, ofiecía áreas de considerable vigor v ütalidad, con la historiaeconómica entre las más robustas. La insularidad, sin embargo, segrría

siendo su gran defecto, por lo que uno de los objetivos del grupo dehistoriadores marxistas que fundaron Post and Presenten 1952 era pro-pinar una buena sacudida a la historiografía briránica con la introduc-ción en sus debates contemporáneos de algo de los combates con las

grandes cuestiones históricas y las aspiraciones de l'histoire totale qtrelrabían hecho de los Annal¿suna revista tan animada e influyente.

Fue dos años después, en 1954, cuando Eric Hobsbawm publicó elfamoso artículo que iba a iniciar la controversia sobre la crisis general,orisinalmente titulado "The General Crisis of the European Economyin the Seventeenth Century"

-cambiado por "The Crisis of the Se-

venteenth Centurvo en la antología de TrevorAston-. Ante todo, elartículo de Hobsbawm era una importante contribución a un debatemarxista interno en crlrso sobre el proceso v el ritmo de la transicióndel feudalismo al capitalismo, reabierto por la aparición en 1946 delos Estudios sobre el. desarrollo del ru,Ntitalis'mo de Maurice Dobb y las pu-blicaciones de Christopher Hill que describían "la Revolución Ingle-sa' de 1640 como una revolución burguesa que despejaba el caminoal desarrollo cle Inglaterra como sociedad capitalistat. Al abordar la

I Para t¡n ritil r-esurnen, véase Francesco Beni¡¡no, Sperchi dellu riuoluzione. ConJlittoe irlentitit polilicil nell'Europa ¡noderna, Rorna, Donzelli, 1999 lUspejos de ln rcuolu,ción:ronfi.tto e irlentidud polÍtim en lr¿ Euro!¡t ntodanra, Barcelona, Crítica, 20001, pp. 6472.Una bibliografía completa del debate, ordenada por fecha de publicacitin, puedeencontrarse en Philip Benedict v Mvron P. Gutmann (eds.), l:arh Modcn¿ l)urol¡e: FromO'rs¿.r l¿r StúiliL,t, Newark (Delarvare), University of Delaware Press, 2005, pp. 25-30,rrrlunlen para el que fue escrito originalmente estc'ensayo.

,q8 8S)

l)r('glurl:l ( ('nlr:rltlt'...'l'¡rt r¡ttt'llt cx¡r:tttsiott rlr'lilt;rlcsrlcl srtil,l \\ \ \\'lrr,r < orrrlrr jo rli¡'t'r lllnr('nl(':r l:r ti¡lo< lt <lc lrr l{t'r'olt¡r iott lrrtlrrslr i;rlrlt'los siglos x'\'ttt y xt\/", llollsl¡lwnl:trrr¡tli<i llt <list'rtsitirl l)lll'll <¡ttt':tlxtt'-

r ;rr tr l,,rrrrr¡lit ('t) ('()nirrnlo:. Srr rcspucst¿r apullt¿tl)it ¿l contr?rcliccirlnes

il I tcrnirs (.t) la (:(:()ll()ltrín ctll'()pea y al "fiaCaso en SllPelar Ciertos obS-

t:r< rrlos u(:rrcr¿rlcs que todavía se encontraban en el carnino al plenor It'siu.r'ollt'¡ rlel capitalismo,,3. En el fbndo de este fracaso estaba la in-r':r¡rir<'iclzrd pau'a revolucionar el <marco social" de una estructlrra to-¡ lrrr'í:r li'trclal y agraria, que consiguió contener las firerzas elnergentesr k'l clpitalisrno+. El siglo xvu llega así a ser un siglo de <crisis general>,

crr t'l qrre las dificultades de la economía aumentau las tensiones y

lrrrstrirciones que suministran el impulso para la re\rLrelta social. "Ester orr jtrnto de revoluciones

-escribe Hobsbawm- ha llevado a algu-

rr< ¡s historiadores a ver algo como una crisis general social y revolu-cion¿rr-ia a mediados de siglo"5. La nota a pie de página en este puntost' xrfiere a Lrna historia seneral de Europa entre 1fi40 y 1789 publi-crr<llr por el historiador ruso Boris Porshnev ell 1951, con el comenta-rio adicional de que <sigue una indicación de Marx en 1850 ['.']. Lacoirrcidetrcia se ha notado a menlrdo, p. ej. Merriman, Six Contempo-

trt n(ous Ranolutiotts (Oxford, 193fi) ',6.

La alusión a las revolttciones contelnporáneas de la década de t640n() era más que una referencia pasajera en Llll artículo que se ocupaba

¡l'incipalmente de aducir información y explicaciones sobre la exis-

tcrrcia de una crisis económica elrropea geueral y qtte se inspirabaIrrndamentalmente en el debate rnarxista interno sobre el desarro-llo del capitalismo. Sin embargo, el artículo de Hobsbawm iba ar('ner una amplia resonancia en el ambiente de los historiadoresllritánicos, que se hallaba en Lln proceso de renovación y transición.l)l enfoque comparativo y euroPeo atraio a losjóvenes historiaclores('orno yo, en plena reacción contra el espíritu cle campanario propiorle la profesión en Gran Bretatla, mientras qtle stt enfoque socioeco-

nrirnico sintonizaba con el cambio de clima en la historiografía bri-t¿inica a principios de la década de 1950, donde el gran debate eutre

: E..f. Hobsbawrn, "The Crisis of the Seventeellth Centrtry", eIr Tt'evt>r Aston(crl.), Crisis in Europe, 156()-1660, Lotrdt-es, Routledge, 1965, p' 14 lCrisis en l)utof'ttt

i 1560-1660¡, tr-ad. Manuel Rodrí¡rtrez Alonso, Maclrid, Alianza, 19831.3lltid.,p.29.I lhi(¿., p.27." Ibid., p. 12.6 lbid.,11. 17.

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'litwttt'y, Slr¡ttt'1"1i't'r'or'-l{<l¡rt't'stlllrt'r'l irsr <'rrso o r':rrrl¿r rlc l;r ¡r('(llr('-Ila uobleza terrateniente se hallaba en pl('lr() rlt'slu r ollo. l,lnr rrrr rrro-mento, también, de crisis inminente en t:l rnrrrlrlo rlt:l lllirlxisrnointernacional, que se iba a escindir con el levantantiento htinq¿rr<rde 1956 y su brutal represión por los tanques soviéticos. Pa,st ondPresentera una revista marxista (una "revista de historia científica",r,egún proclamaba orgullosamente en su subtítulo) y su comité edi-torial estaba muy preocupado por la evolución de los acontecimien-tos internos e internacionales. A un nivel más prosaico, estaba tam-bién ansioso por lo limitado de la circulación y el público de unarevista que, por más animada que fuera, estaba fatalmente compro-metida para muchos por sus afiliaciones con el Partido Comunista.El Instituto de Investigaciones Históricas de Londres, por ejemplo,se negaba a suscribirse, incluso en fecha tan tardía como 1961, simal no recuerdo.

En verano de 1957, en un intento de aprovechar el interés provo-cado por el artículo de Hobsbawm y abrir la discusión a un grupo másamplio de historiadores, el comité editorial organizó un simposio deun día en Londres sobre el tema de las "revoluciones contemporá-neas> del siglo xvrl. El encuentro, cuyas actas resumidas en Past andPresent, 13 ( 1958) todavía se leen con interés, atrajo a unos treintahistoriadores. En ausencia de Hugh Trevor-Roper, que debería haberiniciado la discusión, el debate fue abierto por Eric Hobsbawm conla afirmación de que "la anómala "aglomeración de revoluciones"entre 1640 y 1660 se había de entender como parte de un periodo dedificultades, tanto económicas como políticas, hoy reconocido por lamayoríade los historiadores en el siglo x\tI"7.

El concepto del siglo xvII como un periodo de crisis elaborado yexpuesto por Hobsbawm parece haber sido aceptado por los parti-cipantes como un punto de partida natural paraladiscusión poste-rior. Sólo Peter Laslett, de manera típica, adoptó una línea contra-ria, como puede verse en el siguiente resumen de su intervención:

"T. P. R. Laslett (Cambridge) expresó sus dudas sobre si se estabadiscutiendo un problema real. Tanto la interpretación marxistacomo la liberal, desde diferentes puntos de vista, concedían urr lugarde especial importancia al siglo x\,TI, pero ¿es necesario hacerlo? Encaso de haber alguna unidad en "Europa" durante este periodo, eraintelectual. Las ideas revolucionarias estaban omnipresentes en la

"Seventeenth-Centurv Revolutions" , Past a,nrJ P'resent, 13 ( 1958) , p. 63.

90 9l

lcy rr:tlrtutl, rrrtivt'tslrlntcttlr':tcr'¡llltrl:t t'tt l:t t'¡tot lt, \'('slit cl:t cl :tpt'ltlc r ct'oltrcior¡:u io,'*.

Mis lt'r'r¡r'r'rkrs <lt'lo r¡rrt: p:ts<i ur¡ttcl rlía sotr hoy bast:tttte vitg()s,

Ir('r'(), lx)r'lo r¡rrc rttc ¡ltcdo ¿tcord¿rr, el escepticismo de Laslettno fue:r¡x rvlr<lo rri cornp:rrticlt¡. El concepto de crisis, cuya historia sería exa-

rrrin:r<la por Randolph Starn en un valioso artículo, "Historians and"( llisis"", publicado en Past andPresent,S2 (1977), había arraigado enl:r lristoriografía occidental ya en el siglo xIX, aunque había sido usado<' r r r I i lbrentes contextos y sobre diferentes temas por Karl Marx yJacobllrrn'khardts. Como demuestra Starn, la noción de crisis fue amplia-nlente adoptada por los economistas e historiadores de la economíat'n el periodo que siguió a la Primera Guerra Mundial y se convirtió entcrna habitual de los Annales en la década de 1930. Sin embargo, no('r'ir en modo alguno el monopolio de los historiadores marxistas ottrrrxisantsy proporcionó el principio organizador central para el in-f lrryente estudio de conjunto de Roland Mousnier, Los sig!.os xn y xwl, del1)l-r3, donde todos los aspectos dominantes de la vida del siglo xvttson descritos en términos de crisis y lucha por contenerlal0.

Estábamos, por tanto, bien preparados para un enfoque de lalrjstoria del siglo xvu concebido en términos de crisis, si bien la for-nrrrlación de Hobsbawm le confirió una nueva especificidad. En con-sr'<'uencia, muchos de nosotros nos inclinábamos a dar por sentadosrr ¡rlanteamiento general, aunque observo que en una contribuciónc¡ l)ost and,Presentsólo seis años después del simposio londinense, enl1)(i3, yo mismo señalaría que "quizá ha llegado el momento de

r lt't'l:rrar una moratoria para la palabra Icrisis] antes de que se con-vi<'r-ta en otra moneda devaluada del vocabulario histórico"rr. Engt'ncral, a pesar de todo, la idea del siglo xvII como periodo de crisissc inrpuso de manera aplastante, aunque Maurice Ashley todavía era( irl)az de publicar en 1969 un panorama decididamente optimista,I'hc ()old,en Century ["El siglo dorado"], reseñado por T. K. Rabb en

Irtttrno,I of Modern History en 1973junto al recién aparecido El siglo de

lti,r'ode Henry Kamen. "Sería difícil imaginar dos visiones genera-It's de aproximadamente el mismo siglo de la historia de Europa,

¡rrrblicadas con una diferencia de tres años, que pudieran ser más

s lhid,.,p.65.rf Randolph Starn, "Historians aud "Crisis"", Past andPresm¿ 13 (1958), p. 63.r'f Roland Mousnier, Lcs XWe et XWIr Sücles,París, Presses Universitaires de Fran-

t t', I 954 lLos siglos nt y.xrz¿ trad. y rev. Juan Reglá, Barcelona, Destino, l98l I .

I I lohn Elliott, .Notes and Commen ts", Past and. Presmt, 25 (1963), p. 96.

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<lili'r't'nlt's,', ('()nt('lrzirl¡rt, r'or¡ rullr rrf ir ru:rcion (lu('sc r¡rtcrl:r r ot l:t, l;trecensiónr!.

Recavó sobre mí abrir la sesión de la tal'dc clcl sirrrposio lt¡ntlincrr-se de P¿sf and Present de 1957 exponiendo brevemente las conclttsio-nes generales de mi investigació sobre las causas de la revuelta cle

Cataluña de 1640, que aparecería en tbrma de libro sólo en 1963. Miintervención fue seguida por rura ponencia de Brian Manning sobreel estallido de la Ci.uerra Civil inglesa, que enfatizab¿r "el papel de losmovimientos de rnasas campesrnas y urbanas en la cristalización de lasituación política y la precipitación de acontecimientos críticos" r:r.

Aunque la inclusión de la comunicación de Manning por parte de los

organizadores del sirnposio representaba un claro intento por su par-te de incorporar el pasado británico al marco europeo comparativoque Hobsbawm proponía, es evidente que todos los comentarios re-cogidos sobre ella se limitaron exclusivarnente a clesarrollos internosingleses, con Lln <consenso general clesfavorable a la opinión de Tre-vor-Roper de que [a pequeña nobleza terrateniente] formaba unaclase en decadencia"rr. Inglaterra, seeirn los indicios, era todavíauna isla historiográfica. Hol', ullos cllarenta airos después,JonathanScott insiste en sus l)ngla'nd.'s Trouble.s [ "Los problemas de Inglaterra" ]en recuperar el contexto europeo para los desarrollos políticos ingle-ses clel siglo xvlt5. Clío, por lo que parece, es Llna musa flemática.

Había un historiado¡ pese a todo, que era muy consciente de lanecesidad de situar los trastornos británicos dc rnediados del siglo xvttclentro de un contexto europeo más amplio de asitación revolucio-naria: se lrataba cle Trevor-Rope¡ el gran ausente clel simposio. Fuedos años más tarde cuando Pust a'nd Present (en cuyo comité editorial,Llnavez abandonacla la pretensión de ser Llna "reüsta de historia cien-tífica", habíamos entrado Lawrence Stone, TrevorAston,vyo mismo)publicó el brillante artículo de Trevor-Roper que, al presentar unatesis alternativa, iba a dar un nlrevo impulso al debate. En este ensayo,

r2 Mar,rrict: Ashley; 'I'lu, Gt¡ld,en rcntu.r): liurope l59f|-17./-1, Lc¡ncires, Weiclenfeldarrd Nicols<rrr, 1969; FIenrv Kanrert, -l'h.¿ Inn Ocnturt': Sorial Chnnge itt F,urope 1550-1660,L,onrh'es, Weidenfeld ancl Nicolson, l97l f i!'/.u.qlo de hicn'o. Can.l¡io sorialenliu-ropa 1550-1660, trad. M¿rría Luis¿t Balseiro. N{aclrid, Alianza, 19771;Theoclore K.Rabb, "Earh' Modenr Europe fiortr Above ar-rcl Below",./ournnl of il'Iodern History, 45

(1973), pp.45{r-462.I 3 .Sel'en teenth-Centurv Revoltrtions,, pp. 69-70.t+ Ibid., p.71.r¡

.f orrathan Scott, Ensl¿r?d',s'lioul¡lps: Scztcnteenth,-cettt,urt English Pol.iti.rnl. Instabilittin Iüro|ea,n ()ontext, Oambriclge, Carnbridge Llniversitv Press, 2000.

()') f)ít

.nl:unr('nlo ( on g:ttr.t (1il('llr r r isisg('n('r;tl lttr' ..i¡tr:t r nsts no (l('lut.tr onslilttciriu ni (l(' ttn sisl<'rnlt rl<' ¡lt r¡rlrrcr iorr, sirrr¡ <lcl l',stl¡rlo o, lnlisl¡rcrt, rlc stt t'r'lrt< i<iu ('()lr l:r socicrlit<1,'r". I ln irsl¡r't lo furr<l¿rr¡rt'rrtrrl tlccsl:¡ r'r'isis ('r'a cl ('r'('('inri('nt() clcsnlcsul':r(l() \,'rlilíc'illncrrtc st.¡stenibler lr' l:rs ('()t'l('s ¡rrirrt'iJtt:sc:rs.

I lrr:r rlt'las rlebiliclacles de la tesis de Hobsbawm aplicada a las re-volr¡<'ir¡nt's <le lnecliaclos de siglo era que, incluso si se aceptaba lat'ristt'rrcilr rle una crisis económica generalizada, no había una expli-r :¡r irin solrre el mecanismo qlre la convertía en actividades revolucio-rr:rr ils. ,\l <lesplazar la atención a la estmctura del estado y su relaciónr 'rr l¿r socieclad, Trevor-Roper ofiecía de hecho tirl explicación denr:ur('l'ir qlre conservaba elementos irnportantes de la teoría de una, r isis cconórnica general. "La clepresión de la década de 1620 -ar-r,,rrrrrt'rrlirba-es quizá no menos irnportante, como nlomento crucial,r ¡r rt' la clcpresión de 1929: atulque fue una quiebra econírmica tem-

¡ror irl. rll¿rrcó un cambi<.r político duradero"ri. Enfient¿rdos a los costescrr lrunento clel aparato del estado, los gobiemos respondieron en-trt'giinclose, con rnayor fbrtuna unos que otros, a las reformas. EnIrrsl¿rtcrra, la incompetencia de los Estuardos significó que no hubo'. r r i r lquna revolución prer.ia colno tal, ninguna reforma parcial comorrrl". En coltsecLlencia, el "país", definiclo como todos aquellos que se

, r¡rortíArt a trn <aparato de burocraciar parasitaria altmm:rclor, opresivol t'r¡ransionista", se levantó exasperado contra "la corte más intran-sigr:nte de todas v la derribó violentamente>r8.

[,¿'t cosa se ponía emocionante. TrevopRoper había elaborado un:rIt'sis extremadamente ingeniosa, argumentada col su típico brío y( ()n gr-an riqtteza de detalles ilustrativos. Pero jera su tesis correcta?\lt'rlia docena de histori¿rdores (británicos, europeos y un norteame-r icirrro,Jack Hexter) fueron invitados por Past a,nd Prcsenta emitir unjrricio crítico sobre ella; sus coürentalios, publicactos cn 1960, contri-Irrn,eron en gran medicla a ampliar e intenracion¿rlizar el debatetl'.l{cctrerrdo que Ti'evor-Roper lne conrelltó luego que le habíanlos de-

lri H. R. Trevor-Roper, .'Ihe General Crisis oI'the Selenteenth Cel'rtur\',, etl,\strrrr (eci.), Crisis in I)uropeICrisis en Europnl,p.95.

ti lhid.t8 lbi¿., pp.9405.Itr Rolancl Mousnier',.f. H. Elliott, LarvLente Stt-rue, H. R. Tr-evor--Roper, E. H.

Iiossntantt, E..f. Holtsbarvm r'.f. H. Hexter, "Discussi<¡n of FI. R. Trevor-Ropet', "The(icrrer'¿rl (lrisis ol the Seventecr-lth Centurv"", Post and.Pr¿selt, 1,3 (l9{i0), p¡t.8-12.l)csaf()l trurada )', creo, cquivoca.clamcntc, sólo mis colnentarios v los de Nlotrsnicr lire-rorrincluiclosen ()i.sis inlüt.ropelOri.si.senliutopu),ac¿trgorleAstou.

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.jl<lo cscirprrr sirr rr¡rt'rrlrs crrsligirrlo. Mi o¡ritri<irt, t'tt <:ttttlrir), ('ul (ltr('abrimos un¿r brecha en srr b¿u'co por rlcbajo <lt' lir línt'¿t <lt' f lotltt'irirr.Lo que había hecho en realidad era transponer er la L,uropa contillen-tal una explicación basada en el enfrentamiento entre corte y país quehabía propuesto originalmente para dar cuenta de la Guerra Civilinglesa. E. H. Kossmann, Roland Mousnieryyo mismo pensábamosque, incluso si la explicación fuera correcta para Inglaterra, la analo-gía no funcionaría en nuestras regiones europeas, respectivamentelos Países Bajos, Franciay España. La definición de Trevor-Roper decorte planteaba, por ejemplo, graves dificultades. Si los cargos oficia-les eran parte de la corte, ¿cómo se explicaba su participación en laFronda? Támpoco esrábamos convencidos de que los gastos de la corteascendiesen a nada comparabl e ala cargaimpuesta sobre las socied4des del siglo xnt por los costes de la guerra.

Creo que demostramos estar en lo cierto. También creo, y creíaentonces, que Trevor-Roper, incluso si discrepaba con Hobsbawm,argumentaba de hecho dentro de los mismos términos de referencia.Para ambos dos, a su propia manera, los trastornos de mediados desiglo eran fundamentalmente revueltas osociales", de algún modomás profundas que otros tipos de desorden,yhabía que buscar sus

causas y su explicación en el fondo de la estructura de la sociedad. Mipropia opinión, tal como expuse en el libro Larebelión de los catalanes,

publicado en 1963, y después en una conferencia inaugural leída enel King's College de Londres en 1968, titulada "Revolution and Con-tinuity in Early Modern Europe", era que tales suposiciones no debe-rían darse por sentadas y que podría haber razones para comenzarno con la sociedad, sino con el estadoeo. Esto no excluye, como es

natural, la necesidad de análisis de las sociedades en rebelión, del tipoque intenté realizar en mi estudio sobre las relaciones eutre el prin-cipado de Cataluña y Madrid. Sin embargo, hay qtte pensat-en la

tt' J. H. Elliott, The Reuolt of tlrc Cata,lans: A Stud,¡ i¡t the Decline ol '\nitt lt98-1640,

Cambridge, Cambridge University Press, 1963, reimpr. 1984 ].a nln'lititt le los crt'ta-

lanes. LIn esturlio sobre la d,ecndencia de España (1598-1640), trad. Rafir'l S:irrt'lrez Mante-ro, Madrid, Siglo XXI, 1977; La reuolta uúalana, 1598-1640. Un estudi .vl¡n' lu detadincind'Espanta, trad. catalatraJosep Valh'erdir, Barcelona, Vicens-Vivt's, l -(Xi(i | ; " Rcvolutionand Contintrity in Early Modeln Europe", Past and Presenr, 42 (l!X;f)), ¡r¡t. ili->56, re-impr. enJ. H. Elliott, Spain ttnd its World, 1500-170(), New Havcu (()otrttt'ctictrt) r'Londres, 1989 f"Revolución y continuidacl en la Europa moderna", cn li.sltuña. "¡ su

mundo (150G1700),trad' Angel Rir,rro Rodrígrrez v Xaüer Gil Pt{ol, Madlicl,'launts,20071 , cap. 5, y en Geoffrey Parkel y Lesley M. Smith (ecls.), 7.áe General Ori.sis of the

Seaentuenth ()mtury,2" edn., Londres, Routledge, 1997, cap.2.

94 95

irrr¡rort:¡rrcilrrlccx:r¡rtiturt losolriclir'osvlrrs;ts¡rit:rriot¡r'srlclosgolrictrr()s(('nlr':ll('s,(lu('lrit'tt¡rtt<lit'r':lnl('slrll¿u nt:ls..tt't'olttciotllti()s',(ltt('l;rs lrrt'r z:rs (l('lir x'volrrt'i<in ¡lrrr<lrrt'i<lirs llol llrs ¡lrt'siottt's t'r'<¡llrilnit:itsl so< ilrl<'s oriuillll(lils rlt:sclt: abzrjo.

Llt'grrtl l l¿rl conchnión tras haber estudiado la política del conde-r lr rr ¡r rt' rlt' ()liv¿tres en las décadas de 1620-1630ylareacción explosiva(frr('l)rr)v()cróenCataluña.En Larebelióndeloscatalan¿-sintentémostrarcrirrro liu ¡rresiones y los costes de la guerra obligaron a Olivares y su

solrit'r'rro en Madrid a idear medidas que movilizaran los recursos deunr nr()narquía hispánicayun imperio integrado por territorios muyrlis¡r<'r'sos, cada uno con sus propias leyes, instituciones y arreglosr orrslitrrcionales distintivos, es decir, lo que después comenzaríamos:r rlt'norninar <monarquía compuesta". Cataluña, ylo mismo Portugal,cstrrlrt le-jos de cargar con unacorte desmesuraday, en comparaciónr r ¡r r ( lirstilla, era una sociedad gravada con pocos impuestos y con unalrur'ocracia muy reducida de oficiales reales. A pesar de ello, fue en( htulruia, no en Castilla, donde estalló la revuelta. Al buscar posiblest'r¡rlicaciones, quedé impresionado por el importante papel que encl nloclo de pensar de los catalanes del siglo x\TI desempeñaba la ideatk'l''i. pir,tria como comunidad fundada en elementos compartidos:t's¡racio, recuerdos, experiencias históricas, leyes e institucibnes, y

l)rutas de üday conducta.En retrospectiva, pienso que esta idea de la importancia tanto de

h pifria (la cual explicaría con mayor detalle en mi conferencia de 1968)('()rno del modo en que se convirtió en el punto de encuentro para lart:sistencia contra las demandas del gobierno central, empeñado enintroducir cambios fiscales, administrativos y constitucionales, fue mir'<¡ntribución más útil al debate sobre la crisis general. Apuntaba lanccesidad de observar con más cletenimiento no sólo el estado delsiglo xvll como entidad política transformadora, sino también la re-sistencia a las innovaciones del estado por parte de las comunidadesIratjo presión. Esta oposición, qlre se remontaba a un pasado distantet'n busca de argumentos, tendía a expresarse con fórmulas conserva-rloras, aunque las contrarrevoluciones en nombre de leyes y libertadeshistóricas puedan tener ciertamente consecuencias innovadoras yrevolucionarias, como de hecho ilustra claramente la rebelión de losPaíses Bajos en el siglo xvI.

Pienso que esta formulación contribuyó a concentrar la atenciónen el punto necesario en esta fase de la discusión: en las intencionesdel estado y la resistencia a é1. A su vez, esto indicaba la necesidad de

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(.stu(li(,sntouol-ltilli(()s:,i()lrtcrclrcliott('s('slx'(lli¡¡tstslts()tttl('ll('ri,(l('lti¡roirrlcrrtrr(l()l)()l lrrít'n 1.¡¡ n'lt'liontlt'ltrtttlttlttt rxolx)t l{<¡slttioVillal'i

e n su libl'() sol)l'e l<ls or'ísc:nt:s <lc lir n'r'ttt'llit rt:t¡rolilitttit tlt: I (il7-l641t,

publicado ctratr-o años más t¿rrdt: etl l 9(;7'r r. El ¿rttrbiente clit propicioa tal empresa. La década de 1960, rnarc¿rda ella mislna por la protesta

v la revuelta, fue un periodo en que, sobre todo en el mundo anglo-

sajón, los estudiosos de las ciencias sociales como ChalnrersJohnsonprestaron sran atención a la tipología de las revoluciones, y los histo-

r-iadores no tardaron en adoptar sus interesesz!. En 1967-1968 RobertForster yJ ack P. Green e or ganizaron e n la Unive rsidadJohns Hopkinsun ciclo de conf'erencias titulado Rsuoluriones y rebeliones de la Europa

modentu:S. Las rebeliones escogidas no se limitaban a la década de

1640 (incluían Ia revuelta de los Países Bajos y la sttblevación de Pu-

gachov), pero tres de los cinco couferenciantes (Mousnier, Stone yvomismo) éramos también participantes en el debate sobre la crisis

general. En stt contribución sobre la Revolución Inglesa, Lawrence

Stone intentó introducir a ChalmersJohrtson en su análisis de los

orígenes identificando por su parte condiciones prev-ias a largo plazo,

precipitantes a medio plazo y desencadenantes a corto plazo paralarevuelta2r.

En el volumen resultzrnte los editores lucharon vivamente pata ela-

borar Lrn sisterna de clasificación para nuestras diversas revueltas y re-

voluciones, pero el intento, me temo, estaba condenado al fracaso. Se

hicieron mlrchos esfuerzos para lleear a ull marco general, pero lo que

sobre todo impresionaba ela la v¿rriación más que la similitud de las

dif'e¡entes rebelio¡es. Los modelos tenía¡, V tienen, una forrna aburri-da de derrumbarse ante una ntirada analítica. ¿Es realmente posible,

por ejernpl o, trazar una distinción nítida entre condici<¡nes previas y

precipitantes? Además, los modelos et-an en esencia estáticos. comoobsen'aría después H. G. Koenigsberger ell ulla de las más agudas eva-

luaciones del debate sobre la crisis general, un ensayo de 1986 que ti-

er R<rsari<¡ \'illari, Ln riztolkt a,nlislxrgnola, n Napoti: lc origirri (1r8r-1647)' Bari, I,a-

terza, ll)67 lLn reurclta antiespañola ert Nápoles. Los orígenes (1585-1647), tra<I. Feruan-

do Sír'rchez Dragó, Maclrid, Alianza. 19791?: C)halnrcr-s.Johnson, Rnolution and the Sotinl S¡sl¿r¿, Stanfbr-d (Calif'ornia), Stau-

forcl Liniversin'Press 1964.2:t Robert Forster v]ack P. Greene. P¡zrontlitions qf Rnohúion in Earll Modern Eu-

roy'¿, Baltinrore (Man'l:rnd),.|olrus Hopkins tlrrivelsitv Pless, 1970 lReuoltuiones r rubc-

lioncs dc ia Euntpn ntod¿t na., tfatl. Blalca Pa 'ecles Larrucea, Nlad|id, Alialrza, 1978] .

1{ l,arnrence Stone, .-Ihe English Revohrfiott", ert Forster,v Gleene (ecls.), Ptu,ott.-

d.itions of Retttilulion lPtaolurioncs y rcbeliones.J, p. 65.

txi 97

Ittlt¡,r'r¡lrticrlr¡o¡rlitttisrrrrl,,,'l'l¡r'(llisisof tlrcScvcrrlccrrtlr(l'r¡lurt':,'\ l''¡rn'wt'lli'. " 1 ";At lir is ¿r lir <'l'isis rk'l sigk ¡ x\ tti- l. l .os l nr x k'k rs cst¿itic<¡s

pr ('sulx,n('n sr¡<'i<:rl¿rrk:s (:uy() cst¿ul() n()rrnirl es de equilibrio, el cual de\'('z ('n ('u:ur(l() pue(lc verse fatalmente perturbado bajo la presiónr k' l:rs <'ilcrurstancias. Como nota Koenigsberger, este enfoque no tiene('n ('ll(:nt2t cl carácter inherentemente inestable de las sociedades eu-r olr(:¿rs <le l¿r edad moderna, siempre propensas a alborotos y revueltas.l')stl nl:rla interpretación, como indiqué en mi conferencia de 1968., l{r'v<¡lrrción y continuid¿d", forma parte de un enfoque de los procesosr cvolucionarios que toma la Revolución Francesa, o más bien una in-tt'r ¡lrctación determinada de ella, como paradigma para los movimien-tr ¡s rlc sislos anteriores. Sin embargo, las sociedades de la edad moder-nlr cstaban estructuradas no tanto horizontal como verticalmente.( lorno 1,.o mismo escribí, <<no se puede esperar que una sociedad agru-

¡ rirrla en corporaciones, dividida en órdenes y ünculada verticalmente

¡ror firertes lazos de parentesco y clientelaje se comporte de la mismanrilr)era que una sociedad diüdida en clases'26.

Fln vista de la inherente inestabilidad de las sociedacles de la edad¡llr¡clerna, apenas pueden considerarse motivo de sorpresa las re-vucltas frecuentes. A causa de ello, se debe cuestionar el presunto<'rrr¿icter único de la aglomeración de revoluciones de 1640 % con<il. todo el concepto de crisis general del siglo xvII. Por las fechas en<¡rrc leí mi conferencia inaugural de 1968 había acabado precisa-nlcnte de escribir un libro sobre la historia europea en la segundanritad del siglo xvr, La Europa diuidida (1559-1598,), y me llamó la¡rtención cuando lo escribía el elevado número de revueltas ocurri-<l:rs en la década inicial de ese periodo. Llegué a contar siete en to-tal. Esto me lleró a añadir una irónica nota a pie de página en la querlecía que parecíamos enfrentarnos a <una crisis general de la déca-rla de 1560,,tt y en mi conferencia llevé la broma algo más lejos.Nadie, lamento decir, ha aceptado mi desafío de estudiar las rer¡uel-tus de 1560 como grupo, pero, al insistir en las continuidades sub-

25 H. G. Koenissberser, "The Crisis of the Seventeenth Century: AFarervell?", enstt Politü:ians and Virtuosi: Lssays on liarly Modern Histor"¡, Londres, Hambledon Press,1986, cap. 7.

'o J. H. Elliott, .Revolurion and Continuity in Early Modern Europeo, en Elliott,'Slnin and. its World, p. 99 ["Revolución v continuidad en la Europa moderna", en .Es-

paña y su rnundo, p. I 331 .

27 -¡ohn H. Elliott, EuropeDiuidtd,, 1559-1r98,Londrcs, Collins, 1968 llaEurofta di-

uidida ( 1559-1598), trarl. Rafael Sánchez Mantelo, Barcelona, Crítica, 2OO2l, p. 107.

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\'¿r( ('lrl('s t'rt llr l',rrro¡¡rr rlc l¡r r'<l:ul nrorlcl n;1, ('slx'r o lurlrcr ¡ll:rrrlr':rrlrralgtttras tltttlas sollrt'('l siunifi('¿rrlo, r't¡rrizri irr<'luso lir <'xistcnci¡r, <lt:

un:r crisis general eD el siglo xl,ll.No era el úrnico en pensar así. Precisamente por aquellas f'echas

un potente ataque corltra toda la iniciativa fue lanzado desde Lenin-grado por Alexandra Lublinskaya. En los capítulos iniciales de sulibr o Frm. c h Ab s o lutism : T he C ru.ci al Plt as e, 1 6 2 0- I 6 2 9 [ "

El absolutismofrancés: la fase crucial, 1620-1629"], al cual Cambridge UniversityPress me pidió contribuir con un prólogo, Lublinskaya abrió fuegosobre cada uno de nosotros por turnos. El impacto iba a producirestragos generalizados. "Incluir bajo la denominación genérica de"revolución"

-escribía- fenómenos en esencia tan distintos como

la revolución bnrguesa inglesa, la restauración de la independenciaportuguesa, las revueltas de Nápoles contra el gobierno español y,

finalmente, la compleja red de diferentes movimientos llamada laFronda es testimonio, ante todo y sobre todo, de que el rnismo con-cepto de "revolución" está siendo utilizado sin rigor científico":8.En cnanto a la crisis económica, "las dificultades encontradas erande un tipo especial y no proporcionan base para la discusión de una"crisis del capitalismo" en el siglo XVn":e. Eso iba por Hobsbawm: lainaprensible crisis que tanto btrscaba se había desvanecido en elall'e.

Pero ¡de verdad se había esfumado? Es cierto que el caso de laRepública Holandesa en particular ha sido siempre difícil de encajaren el panorama de una crisis general, ya sea económica o política.Kossrnann había señalado los problemas en su contribución al debatesobre Trevor-Roper (omitida a mi parecer equivocadarnente de la an-tología de TrevorAston) y, en fecha tan temprana como 1964, Ivo Schóf,fer había planteado la pregunta ";Coincidió la edad de oro holandesacoll un periodo de crisis?":](). En un artículo publicado en 1970, que mesigue pareciendo uno de los tratamientos más inteligentes sobre lostestimonios de presunta crisis económica en el siglo xvtt, Niels Steens-gaard argumentó que "la crisis del siglo xrat no fue un retroceso uni-versal, sino que [...] afectó a diversos sectores en diferentes momentos

!8 A. D. Lublir-rskava, bnnch,4l¡solutis¡n:T'he ()ucial Phas4 1620-1629, trad. inglesaBrian Pealce, Cambridge, Carnbriclge Universin'Press, 1997, p. l0l.

2e tbi.d.,p.z29.rl0 Mousnier'¿l ¿/.. "Discrrssion r¡f H. R. Trevor-Roper", pp. 8-ll; Ivo Schóffer,

"Did Holland's (iolden Age Coincide rvith a Period of Crisis?", en Parker y Smith(eds.\, (kneral Crisr, pp. 87-107.

s) ¡t c)q

\'('rt ( lif('r ('ut(' nt('(li(l:r,,'r. ( ir ('(, (lu(' lorl:rt,r:r lrr ¡t, l ir.ir¡l.r ,ur )s nt.ui l:rr rlr.,sct ttt:tttt¡rli:tltt('ttl('r( ('l)lil(l:l 1:tl li¡r nrr¡krr iorr. lrrr lr¡s¡r l:r ltr.¡lriltlir':r I lrrl:t t tt lt'srt lllr':r\'('s(; sus < lif i<'trltit< l<'s t'<'or rriru icrrs, <'or r ro.f or urt ltlrr r lsr'¿rt.l nosIt:r t t't'or'<llt<kl t'rt stt nl()r'runlenlal estuclio s()l)rc cll¿r: "El cornercio derrltnrur¿rr hr¡l:rrrrlí's haltía c¿ríclo ert recesión (1621-1632). t...] En térmi-rr()s e-('n('r'ales, cl perioclo 1621-1647 ftte de crecimiento vacilante; losr ('\'('s('s t'n el coltrercio europeo fueron compensados, por Lrna parte,¡ror- lir dern:lnda en Alemaniay los Países Bajos meridionales de proü-siont's rle todo tipo suministradas por los holandeses y, por otra parte,¡rol lrrs ganancias del conercio colonial"32.

l)t's¡nés de examinar las pruebas, Steensgaard desarrolló una nue-\':r ('lapa de su argrrmento al indicar que, visto el aumento de los costesr lr' ¡rrotección provocado por la Guerra de los Treinta Años, la crisisrlt'l sislo xvtl fue "una crisis de distribución, no de producción"..,( irralquier intento

-escribía- de comprender la crisis económica

< k'l sielo xvll sin tomar en consideración la distribución de ingresos(lu(' tuvo lugar a lo largo del sector pirblico está condenada alf lll('?rso,,3:r. Una cle las grandes virtudes de su argumento, al menos¡xrra los historiadores de las revoluciones de rnediados de siglo, es quesilrrirba al estado en el centro de atención y con ello señaló el meca-rr isrno que relacionaba las crisis económicas con las políticas. Lo que('n('()ntramos durante este periodo es, segirn la formulación de Steens-r.lr:rrd, un <absolutismo dinámico" (una expresión quizá menos aceFt:rllle hov que hace treinta años) , el cual "violaba con slt política fiscallrrs leyes consuetudinarias y amenazaba con perturbar el equilibrios.t'ial o con privar a partes de la población de sus medios cle sustentoo..Srr conclusión era lo que yo había querido exponer desde el principiorlt'l clebate, aunque quizáno lo hubiera expresado tan contundente-nlcllte: "Las seis revoluciones contemporáneas tan sólo pueden con-siclerarse cotno unidad si las rebautizamos "las seis reacciones('( )ll temporáneas"n3+.

Fueran las revlreltas específicas de 1640 reacciones, revolucioneso algo intermedio, a principios de la década de 1970 estaba bastanteclaro que era necesario un estudio más detenido si se había de avan-

:tl NielsSteensgaard,*TheSeventeenth-Centun'Crisis",enParkerySmith(eds.),( )eneral Crisis, p. 44.

:i2 .for-rathan lsrael,'l'he Dttttlt Republic: Its Ri.se, C,reatnes.s and, Ihll, 1477-1806, Ox-

firrd, Clarendol Press, 1995, p. 610.:r3 Steensgaard, .Seventeenth-Centurv Crisis o, pp. 4{45.t+ Ibitl.. p. 47.

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/.:u,\'(llr('lr¡irlr':tl¡i('rr:r(lu('tttvict:tlt¡urtt rl<'rrltorlctttrnr¿lr(o(()nrl):t-rilli\,o. Sc lnrl:r <lt' rrrur r¡lrst'r.r'irci<irr llt'r'lllr ¡ror l,lovrl lllo<¡t<'('n un vir-

lios<l.juicio crític() sr¡ll'c r:l ck'butt', prrblit':r<lo t:n I1)7i1, rk¡rrtlt' l(l('nlrisintentaba relacionarlo con las recientes teorías de l¿r rt:r,oltrci<in y si-tuar los trastornos de la década de 1640 en el contexto míls amplio delos levantarnientos europeos desde la rermelta de los Países Bajos has-ta la Revolución Francesas¡. Perez Zagorinrealizó un intento en estadirección en su Reuueltas y reuoluciones en la Edad Moderna de 1982,doncle trató valientemente de clasificar los diversos trastornos de lossiglos xu y xvtl según categorías generales tales corno revoluciones,rebeliones y guerras civiles revolucionarias, pero la escala era qtrizádemasiaclo general y las explicaciones sobre las revueltas demasiadoesquemáticas para pennitir la comparación detallada que habían pe-dido Lloyd Moote y otros36.

Supongo que es demasiado cierto que todo debate tiende a ago-tarse con voces de queja que piden rnás trabajos, y a este respecto ladiscusión sobre la crisis general no fue ninguna excepción. A princi-pios de la década de 1970 un debate que había comenzado en la de 1950estaba perdiendo impulso, lo que no es de sorprender. No obstante,esjusto señalar que, además de exponer algunas significativas bolsasde ignorancia en nuestl-o conocimiento de la historia económica ypolítica del siglo xul, centró la atención en problemas históricos cle

gran importancia que después se han negado a abandonar la escena.Estos fueron definidos y explorados con elegancia por 1-. K. Rabb enThe Strugglefor St&bilüt en 1975. Después de resumir el clebate sobrela crisis general, comentaba qlre <uno no puede cscapar a la impre-sión de que algo cle gran importancia tuvo lugar rezrlmente hacia elsegundo tercio del siglo xvII,'37, una afirmación con la que me encllen-tro de acuerdo a pesar de cualquier observación que haya realizadosobre las continuidades subyacentes del periodo. El valor específicode la contribución de Rabb está, en mi opiniór-r, erl su empeño de si-

tuar ese "algo de gran importancia" en una perspectiva l-ristórica más

largay amplia.

35 A. Llovcl Moote, "Thc Pleconditions of Revohrtion irr Eur lv Nlorlt'r'n Europe;Did Thev Really Exist?" , CanadianJournal of Historl, tl ( 1973). pp. 2{)7-2:l-1.

:rG Perez Zagorin, RebeLs and Rulcrs, 1500-1660,2tols., Caurbriclgc, OarnbridgeLlniversiw Press, l9tJ2 lRatueltas \ ¡woludones en ln ErLad. hk rk,rnn, tt'ad. Alliedo Ah'arEzquerra, 2 r'ols., Madlid, Cátedra, 19851.

37 Theodore K. Rabb, 'l'h.e Stntggte for Stabititr in Early ll4odzrn Europe. Oxford 1,'

Nueva Y<rlk, Oxford Universit.v Pless, 1975, pp. 27-28.

roo lol

srr ¡rt'rs¡lcclir':r lrislorir:r nr:ri l:rrg:r clr l:r ¡rcrs¡rr.r rir':r rlr.rrrr ttnrt,¡\'rnr rlr'tltttr;.t,< orr <'s¡rt'r'ilrltiul:rsis('n ('sl('rillirrrrl. l,,l qrlrn ttnlt,:ltt' l:r r.rl¿r<l

rlc l;t lt'lirt'tlttt, ('lt l)ar'li< trliu'llrs ln's ¡rrinrt'r'as rki<'¿rrl¿rs rk'l sigl<l xvt,r ¡ r ¡: r f ;rs<' r lt' I r'¿rsl r lrn< ls sísln icos qrre transfbl'mar()ll para sienrp re lafazrlr' l,)rrr.¡rir. l;,1 rle.slrues sc localiza en los años posteriores a 1660, un¡r.r ir<l<r r¡rrr'.f . H. Plurnb había caracterizado recientemente comoscrurl¿rrkr ¡ror lzr consecución gradual de la estabilidad política en In-gl:rtt'r'r'u:i'. I)c una lnanera más bien poco diferenciada, Roland Mous-rri.r'lr:rbía descrito el conjunto del siglo x\,'rr como una edad de crisis,¡ r: r r lr l<'lirrn ente a la cual corría la "lutte contra la crise,, también sinrlt'tcnninar temporalmente, aunque acabada con Llna especie de.r¡rrililrrio alcanzado en 17153e. La cronología de Rabb es más precisa,r ¡ ¡rr Icr)siones que crecen hasta puntos críticos en el segundo tercior l.l siql() xrryl y crisis resueltas con éxito en las siguientes décadas. Estonr(' l)llrece lrn rnarco cronológico más úrtil y satisfactorio que el pro-¡r, rr'<'ionado por Mousnier; además, llama debidamente la atenciónsr ¡ll't: la necesidad de examinar de cerca no sólo las causas sino tam-lririn las consecuencias de los trastornos de la década de 1640. parecelr;rlx:r algo en los historiadores que les hace más propensos al estucliot l. lirs callsas que de las consecuencias, por lo cual resulta saludablecl ll¿unamiento de Rabb.

Rabb no sólo alarga la perspectiva sobre las revoluciones de me-rlirrrlr¡s de siglo, sino que también la amplía, de forma que recuercla( )rr'¿r vez a Mousnier, al insistir en las características y manifestacionescr¡ltrlrales de la crisis v su resolución. Se trata de un avance arriesgadol valicnte, e inevitablemente algunos resultados iban a ser dudosos...1.a búrsqueda de autoridad y certidumbreo, que considera fundamen-tll en la empresa clel siglo xvII, era en sí misma ambigua yvacilante yl.s testimonios proporcionados por las artes pneden apuntar en mll-.hirs direcciones, como era consciente el propio Rabb-to. su interpre-tlción de determinadas pinturas es discutible, pero no se puede dejar<lc ¿rdmirar su resolución de relacionar los argumentos sobre la crisist'conómica y política con las inquietudes estéticas e intelectuales dela Europa barroca. Nunca acabarernc¡s de comprender del todo los

"u J. H. Pl.mb, 'fhc Grotttth of Political Stabilit\ in Enghnd, 1675-l72j, Lonclres,Macmillan, 1967.

:re Roland Mousnier, Les x\T? ?t x\ru Siirl¿s,2 edn. rev., parís, presses Universitai-res de France,1967 [Los.r¿.glo,r.]it7,y xtz, trad. v rer,..fuan Reglá, Barcelona, Destino,l98ll, pp.208v276.

{0 Rabb, The Strugte.for Stability, pp. I07 r' I23.

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lrirslotnos(l('nr('(lr;t(losrlcsiglosinlt:rr('r unr,i('tir¡inlcl¡lorlr'¡x'ttclt:tt('n ('l nl(,(lo rl<' ¡rt'ttsltt lltttlo rlr'(lui('u('¡i rlcli'rrrluur llt:tulorirl;trlt'stlt-blccirla c()nl() rlt' <¡trir:rrt's s<' o¡rorríirrr ir t'llir.

Al rnisrno tienrpo, 'l'lu¿ Stl- ugqh' litr Sktlúl.it^t1)uc(lc: scr vista ('()nt() cl pr-e-

sagio de un alcjarniento respccto (lel lr¿rLuniento relativ:uncntc precisode la crisis de mediados del siglo xvtl que había caracterizado la mayorparte del debate. Esto podría reflejar en parte Lrna sensación de que ladiscusión, tal como había sido formulada hasta entonces, era más bienlenta y no estaba llevando a ninguna parte, pero también correspondíaal clima historiográfico cambiante de la década de 1970: la reaccióncontra Fernand Braudel estaba cobrando fuerza, la correlación de fuer-zas de los Annal¿sse estaba desplazando de la historia social y económicaa la historia delas menta,lités, el determinismo histórico se batía en retira-da a medida que avanzaba la recuperación de lo contingente y lo indivi-dual, la historia política. se reinventaba, el arte narrativo renacía (paraasombro de Lawrence Stone) y los revisionistas empezaron cou la de-construcción sisternática de todo lo que pensábamos que sabíamos ycomprendíanos antes de que aparecieran sus brigadas de demolición.

Tál ambiente era poco propicio para la teoría de la crisis general,o de hecho para cualquier otra teoría. Los vínculos, o presuntos víncu-los, entre economía y política se habían roto y lo que arltes se consi-deraban grandes revoluciones qr"redó reducido con hart¿l facilidad a

la contingencia de acontecimientos cotidianos. Aun así, uo todo se

perdió en este periodo de desolación. En particular-, tuve la felicidadde comprobar que, a fin de clrentas, no había escrito en vano La.rebe-

lión de los catalanes. Conrad Russell, en su estudio sobre la Guerra Civilinglesa, había retomado de mi obra la idea de monarquía cornpuesta,aunque la expresiíln sólo aparecería más tarde (fue inventada, creo,por Koenigsberger, aunque élparezcapensar que la inventé yo)rt. Milibro había tratado de demostrar el impacto sobre la sociedad catala-na del absentisrno real, que había surgido necesariametrte de la sobe-

ranía del rey de España sobre tantos reinos y provincias dif'erentes,todos ellos con sus propias leyes e instituciones. Esta idea dernostróser crucial para el tratamiento de Russell de los orígenes de la Guerra

{l Véase la versión ptrblicada de la conferencia inaugural de cátedra cle l(oeniss-berger err el King's College de Londres, leída en 1975, "Dotniniunt rcgnleor Donti'niut¡tpoliticurn et regala, en Politidans and Virtuosi, p. 12, donde explica que (la rnal'or'ía delos estacl<¡s de la edad moderna fueron estados colrpuestos>; tanrbién.f . H. Elliott, "Ali,ru o¡rt' <rf (krrrr¡rosile M<¡u¡rr-chics", Pr¿st r¿nd Prcsent, 137 (1992), pp. 48-71, incluidot'n t'l ¡lr'<'s<'rrlc trrltuncn <'orrro ca¡). l.

l( )') roíl

( livil irrtlcs:t. Stt ¡rttttlo rlc visl;r crrlor:rlr:r cl ¡rrolllcrrr.r ¡rl:rrrlr':rlo porlos tlit'<'t'sr¡s t('irr()s tlt' lrrul¡rlt'r't¿r, tr lrrrr<llr v l,,sr rlr i:r, lorlos lrls r'rr:rlcsrlcl¡írrrr Ir'¡rlt¡r<l :r ( iiu k¡s l.li.¡ 'l'lu,(htses ol tlu, t',rtgli.slt On,il ll,'rur ["[,¿5( lusils <k: lir q'ur:r-l'ir t'ivil inqlcs¿r" l, Rtrssell escribe: "[,a llipótesis der¡rr<' <'l ¡lrrrlrlt'ura dc los re in<-¡s múrltiples fue una de las callsas princi-¡r: rl<'s <lt' inr:st¿rbilicl¿rd briránica encaja perf'ectamente si se la conside-r:l ('n un c()ntexto europeoo+!.

Arrnqrre 'I'he I'all of the British Monarchies, 1637-1642 ["La caída deLrs rrr.narquías británicas, 1637-1641"] de Russell se halle relaciona-rl, s<ik¡ clébilmente con los acontecimientos contemporáneos en elr ontinente elrropeo, situar la rebelión inglesa en el contexto británi-r o rn¿is arnplio formado por los tres reinos contribuyó, en mi opinión,;r lDilntener una conciencia tal vez precaria en el ámbito de los histo-r i¿rrk¡r-es cle habla inglesa de qr"re el problema de la simultaneidad,¡rlrrrrtcado tanto por Merriman en su six Contemporaneous Rnolutions| ,.Scis revoluciones contemporáneas"] como por el debate sobre laclisis seneral, no podía ser ignorado del todo o rechazado sumaria-nr('nte como la idea sin base real de algunos historiadores que tendÍan;r vcr crisis por todas partes como reflejo de las preocupaciones de su

¡rnrpia época{3. Táles preocupaciones influyeron ciertamente en Me-r rirnan cuando publicó su libro en 1938. Como él mismo explica, al.s<'r'ibirlo tenía en mente no sólo las revoluciones simultáneas cle 1848,sinc¡ también la revolución bolcheüque y su irnpacto contemporáneo.l'.sto ayuda a comprender tanto su elección de tema como su enfoquegcneral. Merriman dedica mucho espacio a lo que llarna .corrientest'r'uzadaso, las conexiones transnacionales entre rebeldes y los inten-l.s de intervención de un estado en los trastornos internos de otro(algo que parece haber sido inspirado en particular por la interven-t'irin de potencias extranjeras en la Guerra Civil española) {r. Por otral):rrte, este libro puso de manifiesto que los mismos coutemporáneosrlc los acontecimientos eran muy conscientes de I'iür en un periodo det'onmociones y trastornos fuera de lo comúrn. En otras palabras, el¡rloblema de las revoluciones contemporáneas lo fue para los coetá-lleos mucho antes de serlo para los historiadores.

+: conracl Russell, T'lp cau.ses of the English ciuil war, oxfbrd, oxforcl universityl'r'ess, 1990, p. 29.

r:r Conrad Russell, The li¿ll oJ'ttrc British h[onrurhies 1637-1612, Oxforcl. OxfordLlniversit]' Press, 1991.

+a Véase la conclusión cle R. B. Merriman, Six Conternporancous Reuolutio¡¿s, Ox-fbrcl, Clarendon Press, 1938, esp. pp. 215-216.

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l,lt cottcicrt< i:t conlcttt¡lot:irrr':t vit Ir:tl)r:l sirlo ol¡sct r':rrl¡r rl<'srlc ll¡s

ct¿tpitstttiistcltt¡rt':ulit-s(l('l <[t'b¿tlr:s<¡lrt't'l¿rclisisu('tI('r¿rl. Iit'r,oI'l{oIl<'r'mencionó las palabras de un predicad()l'inglés cn l(i.|3, .cst()s (líirs

son días de temblorgs,,, yyo mismo cité en el sirnposio lorrdinensede 1957Ia observación de Olivares, transrnitida por el embajador enMadrid, de que "si los reyes no miran por sí mismos, no van a quedarmás que algunos reyes en pocos años"45. Desde la década de 1950hemos aprendido mucho tanto sobre la recopilación de noticias y las

publicaciones periódicas en la Europa moderna como sobre las redespor medio de las cuales se difündía la información+6. La sed de saberqué estaba ocurriendo en otras partes era enorme.Jonathan Scottescribe sobre Inglaterra que tan sólo en la década de 1622 a1632llegaron a circular 600.000 corantol'a7. Debe de haber ya disponiblebastante información sobre corantosy boletines como para hacer po-sible un estudio general y sistemático que trate tanto la difusión portoda Europa de información relativa a las remeltas como la rapidezcon qlre llegaban las últimas noticias, ya fueran comunicadas conimpresos o enviadas con la correspondencia privada, como las cartasde René Augier desde París a Giles Greene, un miernbro del comitéparlamentario inglés de asuntos exteriores, informándole de la evo-lución de los acontecimientos en Nápoles en 1647+8.

La difusión por toda Europa de información sobre la insurreccióncatalana, el ascensoycaída meteóricos de Masaniello en Nápoles en 1647y la ejecución de Carlos I en Inglaterra nos devuelve otra vez a laspregllntas de Merriman sobre la propagación del r.irus revolucionarioy el impacto de las noticias de las revueltas sobre las decisiones de losgobiernos. Los informes de disturbios internos eran una invitaciónpermanente para que los estadistas pescaran en el río revuelto de sus

15 H. R. Trevor-Roper, "General Crisis", p. 59; "seventeenth-Centurl'Revolu-tions", P¿sf ¿¿n d Prescnt, I 3 ( 1958) , p. 65.

+6 Véase por ejemplo Paul Arblaster, "Current-Affairs Publishing in the HabsbulgNetherlands, 1620-1660, in Comparative European Per-spective", tesis doctoral, Uni-versicla<ldeOxfr¡rcl, 1999; BrendanDooleyl'SabrinaBaron (eds.),TltcPoliticsol'Infor-mation in Earl,¡ Motlern Eu.rope, Londres, Routledge, 2001.* Los corantos eran hojas sueltas que recopilaban noticias extraÍclas de periódi-cos extrirnjeros. Fuer-on lc¡s holandeses quienes desarr<¡llaron la práctica gracias a srr

ventajosa posición geográfica y comercial.El Courante uyt Italien, Duytslandt, ür.., picrnero de tales publicaciones, comenzó a aparecel semanalmente en Amsterdam en1618.

17 Scott, Englantl's'froubtzs, p. 700.a8 Rosario Villari, Elogio della disimulazionc. La lotta Politica nel Seicento, Roma y

Bari, Laterzn, 1987.

r04 lOr-r

vcrirlos,(our()iltrslurl:rrcrrrciorrrlcl{irlrclicrr:¡l.rsrcvr¡r'lt:rsrlc llilocrr ( i:rl:rltuut v l)r¡t'lttu¡rl.,St'grirr \,'o ¡rtisnlo irr<lir¡rrc crr rrricr¡rrl<'rt'ttci:r.. ltcvolttcirin 1'<'ottlirttti<l¿t<1" y Kot'triuslrcl'gcr n'¡litiri (:n su .l'iu'(:well>;r ll <:r'isis rk:l siqlo xvtl, l¿ts rr:voltrciones rle rrrediacla l:r centuria no

¡ l rc<lt' r r l ratirrse sim plenren te como f'enómenos independientes, en

¡xrrticrrl:rr por lo que hace a su desarrollo y resultadosae. Al llegar a('st(' prrnto, el análisis social guarda silencio y un conocimiento de la

¡xrlítica interior deja de ser suficiente. Del mismo modo que el estudiork' lirs relaciones internacionales es fundamental para entender elirrr¡xrlso recibido por la nueva fiscalidad real de las décadas de 1620

v l(illO, también lo es para comprender el desenlace de las revolucio-n('s qlle esa política de impuestos desencadenó.

De Io anterior se deduce qlre la discusión sobre la crisis general es,

, r ll menos debería ser, un reproche constante al tratamiento aislacio-r¡ista de las historias nacionales. Es un debate que apunta, aunque sea

irrr¡rerfectamente, el potencial enriquecedor de un enfoque paneu-r ()J)eo que exige llevar a cabo conexiones y comparaciones. Estas se

r lt:berían efectua¡ a mi parece¡ no sólo entre las propias sociedadeslt'nrlucionarias, sino también entre ellas y las sociedades donde nor¡<'rrrrieron revoluciones. En fecha tan lejana como 1957, en el sim-

¡rosio de Past and Presmt,Lanvrence Stone planteó el problema de lainr:xistencia de revoluciones en aquellas sociedades donde parecían<llrrse todas las condiciones preüas necesariassr). Su llamamiento ape-r las ha encontrado eco, que yo sepa, aunque por mi parte haya llevado;r r-abo un intento de analizar las razones parala ausencia de revolu-ci<in en uno de los casos más notables de sociedad no revolucionaria,la (lastilla de la década de 1640, en un ensayo, incluido en el presentelibro como capítulo M que apareció originalmente en un volumenrle homenaje aRené Pillorget, uno de los principales estudiosos de latipología de las revueltas del siglo xvll¡r.

¡Dónde estamos, pues, y adónde hemos de ir? Como he indicado,rlrtrchos de los retos planteados por el debate, como la comparación('lltre las sociedades revolucionarias y las que no lo fueron, esperan

+!' Elliott. Spain and üs World lEspaña ,t su muntlol , cap. I I ; Koenigsberge r, Politi-ri nns and. Virtuo.ri, 167.

50 Lawrence Stone, .Seventeenth-Century Revolutions", P¿¿sl and Prescnt, 13(1958), p.65.

ot J. H. Elliott, .A Non-Revolutionary Societv: Castile in the 1640s", en.fean de

Vigerie (ed.), Etud,es d'histoirc euro|éene. Méktnges offens d Rrné et Suzanne Pillorgct, An-gers, Presses Universit¡rires d'Anger-s, 1990, pp. 25y267.

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Iorlltt'r:t :t r¡uictr los:rt t'¡rlr': lrrlclr¡:rs, llts ltislor i:rs rlc r:rsos r.s¡rr.r rf ir os

Itt('t'('('('lt ('slll(li()s llllis tlt'lctrirkrs. Sirr t'tttllrt'go, lo <¡rrc sc lr:r t'<¡rlvt'r'ti<l<r

ell ttl) r'icjo prublenla ltisl<it'i<'() n() l)u('(l('. () (lcl)('l'íit, llitlill's('(:()n vi(:j()smétodos. Las mentu.liú1.sclc los histoliadoles h?ur c¿trnbi¿rclo desde lasdécadas de 1950,v 1960, para bien y para mal, y las perspectivas y datosnuevos que han surgido desde aquellos estimulantes decenios tienenque incorporarse de a-lgún modo en los términos de la discusión.

Por lo que hace a la crisis económica de Hobsbawm, seguramenteya ha pasado el tiempo en que los historiadores podían referirse a unaeconomía <europea)>. Desde las primeras etapas del debate se hizoeüdente que había enol'nes diferencias en el ritmo y el alcance de larecesión, incluso donde ésta podía demostrarse, y que la depresiónde una región podía implicar el crecimiento de otra. El caso mejordocumentado y más conüncente de crisis económica a escala europeasigne siendo el de los arlos 1619-1622 estudiado por el tristementedesaparecido Ruggiero Romano, pero dos décadas lo separan de lasrevoluciones de I 640 ¡ de cualquier modo, la naturale za delvínculoentre depresión económica y trastornos sociales y políticos sigue es-

tando tan poco clara como siempreóe. Romano, a pesar de mantenerla tesis de un descenso en la actividad productiva en la Europa delsiglo xul (con las excepciones cualitativa y cuantitativa de Inslaterray cuantitativa de los Países Bajos), cambió de opinión sobre el desa-rrollo económico de la América hispánica, cuyos metales preciososestaban tan estrechamente relacionados con las vicisitudes fiscales yeconómicas de los estados europeos. La tesis clel libro de RomanoCo¡unturas opuestas, publicado originalmente en 1992, es que el si-g¡lo xvtt, si bien de crisis económica para Europa, fue un periodo decrecimiento para la América ibérica

-como tienden ahora a sostener

los especialistas en historia colonial-, a pesar de los inclicios de tras-tornos y reveses temporalesi':t.

En una época en que la tónica dominante ha sido hacia la decons-trucción de las crisis económicas y políticas del siglo xvtI, resulta iró-nico que al menos en un áreala tendencia haya sido en el sentido

52 Ruggiero Romano, .Benveen the Sixteenth and Seventeenth Centuries:The Econonric Crisis of 1619-22" (1962), en Parkery Smith (eds.), Genera.lCrisis,pp. 153-205.

5:r Rrrggiero Romano, Conionduns oltposáes. La "oise, du X\rllc siicl¿ en llurope et en

Amerique ibhiqu¿, Ginebra, Droz, 1992 lCot'unturas opu,estns. Ln rrisis del siglo xttt en Eu-ropn e Hi.spunonmériu\ México, Colegio de México y Fondo de Cultura Económica,l!)!)ii l. Sobrr: las excepciones inglesa l holandesa, véase p. 91.

I (X; 107

r )l)r r('slo. Los lt islot ilrr lr ¡t cs r lc llr n r('l('( )r oloqt:r Ir:u I csl.rr lo cx ¡rlir ;r t rr lr r

.r t¡rtictt r¡rrisit'r'rt ('si( u( lriu lt's r¡trt'ltt¡lro tttt <l<'lcr ior() g('lr('rlrlrlcl r lirnrtcrr t'l siul<¡ \\'l¡, ('()u llnir ('irí(lil rk'lrrs l('u)l)('r'lrtur'as (lll(: l'('lil('i()llan ('()n

I Ir ¡r I r ur<'ior r('s (l(' lirs Ittar)cll¿ui s()l¿rres y un (h'all)ático incretnento del,r : rr I ivi< llrr I volt'iinir:a¡r. Así ptres, se ¿lsorna ante nosotros la posibilidadr lc oI r r¡ rlt'lxrte:, csta vez sobre la crisis global del siglo xvII. Esperarnosr or r irn ¡xrciencia los hallazgos de Geoffrey Parker a medida qlre con-I ir r ri¡r r'orr strs infatigables pesquisas sobre los disturbios sociales y po-lr l icos t'n c'l le.jano oriente, aunque tengo la incómoda sensación der ¡r rr'. si t'l clirna y la revolución se sitúlan en próxima conjunciórl, pue-r k' ¡rrrlrltrcirse Lul €fran acaloramiento sin un correspondiente aumen-t( ) ('n ll recogida de resultados.

l)t' jcmos por el momento el destino del mundo a otros 1'volvarnos:r l,,rrrrrp:r, en particular a los años de 1640y los desafíos a los que, me

l):u ('('e, r)os enfrentarnos al relacionar los trastornos de esa décadar or r los intereses y preocupaciones de la historiografía actual. A rnodor lt' <'onclusión, intentaré esbozar brevemente dos o tres áreas dondeIos <lcs¿rrrollos de los úrltimos alios me hacen pensal- que es necesarialrr rt'cxarninación y profundización de los temas en los que tradicio-nlllrneltte se ha celltrado el debate.

l',rr prirner lugar, hemos aprendido rnucho más sobre larealezaysrr ¡rroyección en la Europa de la edad moderna de lo que sabíamosr rurndo se emprendió la discusión en la década de 1950. Los estndio-sos de la historia política se hallan probablemente más inclinados enl:r :rctrralidad que hace media centuria a prestar atención al caráctersrrsrado de la realeza erl el siglo xvtt. Ciertamente, la corte principes-r'¿r, tal colno es descrita por los contribuidores a un volumen recientesobre las cortes europeas, presenta todos los rasgos de una instituciónr Lrarsi-religiosa, donde las liturgias de la capilla real y la etiqueta de la( ()l'te son cornplementarias y se refuerzall mutllamente'-'5. La exalta-

¡l \'éase Geoffrev Parker v Lesley M. Smitll, "Intl'oduction" en Parker 1' Smithl 'cls.\, General Crisis, pp. 1-31; Willi¿rnl S. Atwell, "A Seventeenth-Centur'1' "General( llisis" ir.r East Asia?", en Parker l Srnith (eds.) , (hnerul Ori.si.s, pp. 253-25i1;.f ohn A.l'.dcl¡ "The "Maunder Mirrirnurn": Sunspots ancl Clinrate in the Reign of Louis Xfv"",t'rr Palker y Srnith (eds.), General Cnsrs, pp. 26+298.

''" Paul Kléber- Monod, The Pozuer oJ Kings: LIonarch,¡ and Religion in liwope, 1589-1 7.1j, New Haven (Connecticr.rt) v Lonclres, Yale University Press, 1999 lEl poder de

lo.s raies: nrcnurquin y religión en Europa, 1589-1715, tlad.Jesírs Izquieldo Martín, Ma-rlrid, Alianza, 2001l;John Adamson (ed.), The Print:el"t Co¿t¡-tl of liurope: Ritual, Poli-tit,s untl Culture under tl¿e Ancien Regintc, 1500-17úrl-l (Londr-es, Weidenfeld and Ni-cholson, I999).

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( ion ( (,ns( i('nl('rlc lrt rr'¡tlczlr slrgr:r<l:r <'rr l;rs rlr:r:rrllrs itrir i:¡lcs rlcl si-gl(, \\'ll l)lr('(l('r otlsi<l<'rills(' llnr r'('itlirrulr( i(irr tlc llrs slll)()si('i(,n('sfl'itrlit'i<¡n¿tlcs s<¡lll't: l:t nr:r:t'si<littl llru¡riul:r <lt' lr¡l¡lirr'('()rrr() nl(xl(:l() l()divino. Sin embargo, esa misrna reafirrnaci<in exige explicación. Aun-que refleie en parte la importancia conf'eridaa realzar la autoridad dela corona como reacción a los desórdenes civiles y religiosos del si-glo xr,'I, también parece responder a la necesidad sentida por los eo-biernos del siglo xvII de desplegar toda la panoplia del poder real paramovilizar más eficazmente los reclrrsos de sus sociedades en una épo-ca en que se veían arrastrados a los conflictos internacionales de laGuerra de los TreintaAños.

La panoplia del poder incluía la imaginería de la realeza. Hoytodos somos conscientes de la amplia utilización que hicieron delas ceremonias, las representaciones üsuales y el teatro cortesano losmonarcas de la edad moderna para proyectar la gloria y los triunfbsde sus dinastías. Sin duda, tales recursos podían contribuir a mitigarlas funestas consecuencias de una realeza ausente, hasta tan lejoscomo en los virreinatos de Nueva España y Perúr56. Por otra parte, es

fácil sobreestimar su eficacia, como me parece que le ocurrió aJoséAntonio Maravall en La cultura d,el Banoco,7. En su elegante libritoElogr.o della dissimulazione ["Elogio del disimulo"], de 1987, RosarioVillari llamó la atención sobre la importancia de la disirnulación enla vida y pensaniento del siglo xut y la manera en qlre ayudó a crearun espacio para el movimiento y la innovación en sociedades que se

encontraban constreñidas por el pesado aparato del poder estatalss.

Por su parte, los historiadores de la literatura y del teatro han descu-bierto ambigüedades e intenciones subversivas en obras cle autorescomo Calderón, que inicialmente daban la apariencia de hallarsetotalmente identificados con las directrices de la corte v la conserva-ción del statu qu,ee.

No hay duda de que en estas sociedades monárquicas había unafnerte vena de crítica y disensión, la cual subvertía los puntos de vista

i'6 Véase Víctor Mínguez Cornelles. Los re.tes di.stantes. lmágene.s d,et podn m el Méxicouinrinnl, C¿rstellón cle la Plana, Universitat.faume I, 1995. Véase más abajo, pp.24l-242.

i'7 -¡osé Antonio Maravall, La rulttua del Banoco: análisis d,e unn estructttra. histórica,

Barcelona,Ariel, 1975,r'.f. H. Elliott, "ConcertoBalocco",en Na¿ lbrkRntiauof Rooks,

34:6 (9 de abril de 1987) [reseña cle la versión inglesa].58 Villari, Elogio delfu dissimuknione,p.17.¡'{) Margaret Rich Greer, T'he Play of Potutr: Mythological Court Dramas of Cald,erón dc

l.a Ban n, Pr i uceton ( Ntreva.f ersey), Princeton Universitl' Press. 1 99 1.

108 10t)

,t((.1)lil(losytottllilrttt'rt:ll)l('l):tl:tt cl lt'tl('ll(tlt:ll:rl:ts¡rtr¡lcsl'ts;tllit'lt.rsrlt'l:r<lr:<:r<llr<lt'I(i 10.Sirr('rttl):lluo. lll)('s:lt tlt'l¡tr't<'t'ltti¡trlt'()li-r.:¡ t.s r lr.(ltl(. <si los l't.l,r's n() tt)it'illl lx)l'sí rllisltt( )s, I l() \'iltl il (lll('([ltl'llliis

(llt(. lleutt()s t'cy('s (:n l)()c()s all()s>, l¿r nrcclid¿t ell qLle esta clisconftrt-

r¡rirlrr<l (.s(¿Il):l v()lvie Irclo a la población contra la institución de la mo-

n:nIluía cl) sí lnisma sigue estando poco clara. En los últimos arios, los

lrisrr'¡r.iir<lol'cs de la teoría política han dado un ntlevo impulso al es-

rrr<li0 <lt: la tradición republicana en la Europa de Ia edad modernay

srrs lrirll:rzgos deben incorporarse a la historia de las revoluciones de

rrrcrlirrrkrsdel siglo xvII60. Desde luego, es posible que hayamos subes-

rir¡r.r<lo lzr parte áesempeñada por el pensamiento rePublicano en las

,..r.,,lrrciones, quizá porque sólo en Inglaterrav Nápoles parece haber

tcrri<lo trn irnpacto significativo. Podríamos habernos engañado con

l.r rlisinrulación del siglo xvtt y haber subvalorado el úgor de los idea-

lr.s r.r.publicallos. La supervivencia de repúblicas en una Europa pre-

r lonlillantemellte rnonárquicay la incorporación triunf'zrute a sus filas

r lr. lrrs provincias rebeldes de los Países Bajos septentrionales ProPor--

t iolrirban ciert¿rmente un moclelo de vida y funcionalniento de un

sistt'rrt¿t cle organización política alternativo y aparentemente viable'

( k r' toclo, trasladar ese modelo de estados pequeños a otros mayores

¡rl:rnteaba problemas, en particular en cuanto a la participación po-

¡rrrlur.en el ejercicio ctel poder, pues tendía a desencadenar temores

irrvt:terados de la nación política a la ley del populacho(;l'

La lealtacl al monarca permanecía finnemente arraigada en estas

st rcic:dades y paraarrancarla era necesaria una poderosa combina-

r irin de circunstancias, ya füera en Cataluña, lnglaterra o Nápoles.

Sirr embargo, en Llnos tiempos ell que la opinión púrblica estaba en-

(.()rrtranclo SLI voz V había de ser tomada en consideración cadavez

nuis por los reyes y sus miuistros, el mismo realce de la majestad en

un irltento de maxirnizar el poder contribuyó a aislar a la corte y

,u, J. (;. A. pr¡cock, :'lw lllruJt.iuttellitn Mt¡ntcnt: I'lt¡vntin¿ Political Thortght and the

Ittrtntí ReputtlitQ.¡t Tliltl.iiiut¿, PrincetoD (Nueva.|ersey), Princeton University Press,

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I'r'ess, 1997, cap. l.

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:tlir'¡¡:rl rlt'llr r (,1()ttit clt't¡tt'nlossrrlr¡ilir;rliv,s rlr. l:r r¡:rr ior¡ ¡rolrlir:r.l'.¡l cslt'st'llli<lr¡. ( ()ltl() rrtíniu¡(), l:r <li< olr¡urílr rlr,'l'r.t.r,or-lt()l)(.r.(.llll.(,('()l'l('v ¡laís t<lrlar'í:t Il¿t rlc tctlcl's<: (:r) ('lr()nll, va s('il t'n lnel¿rlcl'r.il () clr.l c<¡ntinente. Las lnáscaras de l¿r corte de (]arlos I y las i'estivicladescle Felipe IV en su palacio del Buen Retiro ...u.on al rne'os entrelos mismos sobera'os ilusio'es de poder y armonía derivad.os de srrpropio gobierno benévolo, imaginaciones q.e res protegían de lasdesagradables realidades del desobediente mundó de fiiera de losmuros de palacio62. Inevitablemente, estas celebraciones de majestadprovocaban quejas ge'eralizadas sobre la extravagancia real en tiem-pos de guerra y penuria. Incluso en el caso de lasielectas audienciasa las que estaban destinadas, las opulentas representaciones de larealeza triunfante, ya fuera en el teatro o en ia imaginería vis.al,tendían demasiado a menudo a provocar más escepti.ir-o que ad-miración reverencial entre quienes estaban al tanto cle lo que pasabaentre bastidores6s.

una creciente desconfia nza enlas décadas cle 1620 y 1630 no pudopor rnenos que socavar la capacidad de la coro'a para reunir apoyoscuando llegó la crisis. con todo, el impacto a laigo prazo sobre ramisma monarquía parecía mitisarse con la existencia á" ot.u institu-ción cuya importancia se ha precisado con mayor claridacr en los úrl-timos años: los validos o primeros ministros fávoritos clel monarca. strestudio colno fenómeno erlropeo fue el tema cle Lrn congreso enoxford en 1999 cryas actas fueron luego publicadas y traduiiclas conel títnlo El mundo dc los uarido.f+. Hubo uuii.lo, de mrichos tipos en laEuropa de la primera mitad del siglo xvrr y su impacto en la política yen la sociedad fue profundo.

Validos inflexibles como Richelieu y olivares no cejaron hasta im_poner prolectos fiscales y militares qr-re hicieron que se acumulara unresentirniento arnplio v profirnclo, echanclo leña al f,eso de la rebe-lión. Su falta cle escrirpulos se derivaba de un se'ticlo exaltarlo de la

_,,6_.K¡r'inSbarpe,T'hepersonalltuk,of'Charlzs{NewHaven(Connecticut)vLondres,Yale Universitv Press, lg92;-Joy$t Brown 1,.foh¡ H. Elliott, A pakrcefrn: a King: I.heBt¿en futim a.nd the Court oJ Phil.¿p It1 New Hayeri-lconnecticut) r,Londre'.s, yale Univer_sitv Press, lg80; edn. rer,.-v.anrpliada20o3 lLh ptulatio pant. el ró: et Blen Rctiro y la cortean n1!\Pe u trad. Vicente Lleó y M:rría L.isa Balseiro, Madrid, Thur.us, 20031.o'

J. H. Elliott, .powe-r a'ri propaga'da ir.r the Spai' ;i¡i,tt;;rü;,;; ."s¡ta.in nnd it.sWorltl. I E.spaña ¡* su ntundof , cap. t\.

. ^ u'

J. H. Elliott y L. w. B. 'Brockliss

(ecls.), '1'ñ¿ worrrt ,f the rinorritc, New Have'(connecticrrt) y Londres, yale universitv pr-ess, rggg ¡Ei rnun,do de ro.s uttrido.r, trad.Jesúrs r\Jborés y Eva Rodríguez Halffte¡ Madr-id, Taurts, lgggl.

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nr;ri('sll(lrlcl:rrr':tlcz:tvsu(l('lx't lt:tri:tsttsnron:r(.rs: l).u('((',r(lr'¡¡r;rsll:rlrcrst'f rurrl:rrlo ('n unlr <l¡¡r'llin:r rrt'r¡r'sloir lr (lu(' irrsistlr crr l;r rlisr i-

¡rlirr:r, r'l ot'<lt:lr v lit rtttlol'i<lit<1, rnrir lilosolí¿r < rrva irrr¡r<lrl:rrtci¿r r:n lalor rrurcirirl rk: l:rs ¿rctittrdcs de lzrs élites etrropcas de pr-incipios del si-

slo \\'l s<' ha hccho en los últimos años cada vez más evidente65.;\l nrisrn<¡ tiernpo, con el fin de alcanzar sus objetivos, los validos

sc vicl'on obligados a recurrir a redes de parentesco y sistemas der licntt'la, ¿rspecto que ha sido tema de estudio detallado en las últimasr lcr':l<las'i';. Esto a sll vez alienaba a los rniembros de la nación política,lu(' s('r,cían excluidos del círculo mágico de los car€ios e influenciasv orir¿in(i tanto comentarios sombríos sobre súbditos demasiado po-r lcrosr)s como la corrupción que acompaña al ejercicio sin trabas del

¡ rr x k'r' personal. Aun cuando despertaran una oposición generalizada,los vlrlirlos prestaban paradójicamente un senicio inestimable al mo-n:u('ll ¿rl actuar como pararrayos que desviaban la ira que de otror¡rorlo ¡roclría haber caído en la persona del rey.

l)r'scle la perspectiva general del siglo xvII, por tanto, las revolucio-rrcs rlc mediada la centuria pueden considerarse, al menos en parte,( r)nr() una reacción a la política, el comportamiento y la misma exis-tcn<'izr de validos, privados v favoritos que parecían usurpar las fun-r iorres del soberano. Su destitución del cargo y la decisión expresa de,rlsrrnos rnonarcas (Felipe M Luis XM el emperador Leopoldo I) degolrt'rnar en el futuro por sí mismos contribuyeron a reducir las ten-sir rnes y crear las condiciones propicias para alcanzar la estabilidadcr r l:r Europa de finales del siglo xul, las cuales constituyen el tema de'I'hr Struggk for Stability in Early Modent, Eu'rope de Theodore Rabb.

Los aspectos resurnidos pueden proporcionar algunas pistas e in-rlicir¡s sobre las posibles direcciones que pueden tomar los nuevoscrrf oques sobre "la crisis general" del siglo xrryl. No tengo ningunarlrrrla de que resultan deseables y necesarios. Cualesquiera que fueranlos defectos del planteamiento original del debate sobre la crisis ge-rrcral, sus participantes identificaron una serie de cuestiones sobre la

';5 \'éase, por ejemplo, (ierhard Oestreich, Neostoicisnt and 7-lp I',arh t\Iod.ern Stu.te,( lrrrrrbridse, Cambridge trnilersih.'Press, 1982,1'Peter N. Miller, Peiresr's Eurup¿: Leant-irrg'and Virtue in the Snenteenth Oentttrl, New Havell (Connecticut) v Londres, YaleI iniversitv Press, 2000.

{i6 Slraron Kettering, Patron\ Broke¡s, antl Clients in Se.uenteenth-Cmtury l'rance: Gift-r!¡lrin.g and. Pabonage in Early lVlod,an Franre, Oxford, Oxford Universitv Press, lg86;,\rrtonioFer'<¡s,Kingshipandl¡auoritistttintheSpainofPhiliplll, 1598-162I,Cambrictge,( larnbridge University Press, 2000 lEl duque de Lerma. fualnay priuu,nza en la España de

l'bli|e III, Madild, Marcial Pons, 20021.

lll

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il¡lct:tr r iott rlt'l:r ¡roltlir:r. lrt ('( (,nonrur, l:r sor ir.rl:rrlr l:r r r¡llul:r (lrr(.s()ll lllll(l¿lltt('ltlrrl('s l)1lril Iu¡('slril ( ()nll)r'('rrsirirr rro sr¡lo rlr.l si¡.1lrl xVtt.sino rle la !)trr'o¡r:t <lt: l¿t c<lutl lnork'r'nir t'rr gt'lrcrlrl. (llr¡r<¡ sit.ur¡r't',todar'ía hay espacio para tura invcstigaci<in rniis dctall¿rcla clt: l¿rs c¡lusasv consecuencias de rer,rreltas y revoltrciones específicas. No obstante,espero por lo menos que los historiadores que se ocupen en ese de-bate logren demosrrar las posibilidades, así como las dificurtacles,de tratar el tema a una escala europea y enfbcar los acontecimientosnacionales dentro de un narco comparativo internacional más am-plio. Con todos sus defectos, los historiadores de aquella generación,a diferencia de algunos de sus sllcesores, no tenían miedo de plan-tearse grandes preguntas y pintar con enérgicos trazos sobre un lien-zo de amplias dimensiones. Es lo que necesitamos hoy rnás que cual-quier otra cosa67.

67 Otra prtreba de que se trata de un clebate interminable la proporciorra la ev¿r-luación más reciente, publicada tres años clespués de la mía: .The Gel'¡eral Crisis ofthe Seventeenth centur,v Rerisitecl", AF1ll Forum. Am¿rican Histori.cal Reuieat, ll1(2008), pp. 1029-1099. El Forum indica q.e los historiadores está. comenzando areconsiderar la teoría de la crisis del siglo xvll desde una perspectiva comparativaglobal además de europea. Acaso se lrlelva al tr-azo fuerte.

I l'2

( l¡tl'l'l'l ll ,( I I V

UNn soctEDAD NO Rr.lv()r,ucIONARIA:Casrrlr-A EN r-a oÉcanA DE 1640

frl{-,1 uran clebate histórico de las décaclas de 1950 y 1960 sobre la lla-nr;r<ll "crisis general del siglo xvII" condujo a importantes e intere-\:url('s intentos de comparar los distintos moümientos revolucionarios, rcru'ridos en Europa a mediados de siglo y a elaborar una tipologíar k' ll revoluciónt. Una faceta sorprendente del debate, sin embargo,('r.i (lue las comparaciones han sido siempre revolucionarias, en elst'rrtickt de que un movimiento de protesta ha sido comparado con( )tr'(), A lo largo del tiempo o del espacio. Lo que hasta ahora se echar lc nrcnos en la discusión es un intento de comparar sociedades querro se rebelaron con aquellas que sí lo hicieronz. Ulta comparacióncrrtl-e sociedades revolucionarias v no revolucionarias, que en la su-

¡rcllicie parecen hallarse sometidas a parecidas presiones (revolucio-r r rr li¿i.so, qluizá nos permita identifi car con mayor precisión algunas del;rs condiciones esenciales para la rebelión. Frente a esto puede ar-r1-iiirse cort razón que establecer cornparaciones r'álidas entre socieda-r lt's r-evolucionarias es ya bastante difícil como para embarcarse enur):l cornparación de las revolucionarias con las que no lo fueron.l't'rr¡ dif'erencias manifiestas pueden a veces sel'más r-eveladoras quesiulilitrrdes superficiales. Y los escépticos acerca del estudio de la nor cvolución no deberían olvidar que Sherlock Holmes no perdió porr ornpleto su tiempo cuando se percató de que el perro no ladró en larroche.

I Véase más arriba, cap. III.: Para rur inteuto dc este tipo, ernpero, vélse .|. G. Casev, T'he Kingd.om of'Valenci.a

in the Seu¿ntet'nth Centurr, Oambr-iclge, Camblidge Llniversitv Press. 1979 fEl reino de

lltl¿nriu en cl siglo xtzr, trad.Juan Faci Lacasta, Madlid. Siglo XXI, l9l33l, que intentacrplicirr la ausencia en I ti40 de uua "l'ebelión de los valenciarx)s> compar¿lble a la desr rs vecin<ls c¿rtalanes.

r 1i]

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I)ttt:ttttcl:trlcr:trllttcvolttciol¡¡¡ti¡rrlr'|(ilOl¡r¡lrorclrcliortvrct'olucirirr t'r¡ l:rs trt's gllur(l('s tttorrirrr¡rrílrs r¡< r irlcrrl:rlt's: llr l¡r il:uri<:r, lrr Inur-ccsa y la cs¡titttoltt. [)ct'o nlicntt'its lt¡s lllr¡r,ir¡lit'nl()s r'('\()lrrcir¡n:rt'ios clllas Islas Británic¿rs y en Flancia s¿rctrclier-on el c()raz(in nlisnlo clc l¿r

monarquía, incluidas las propias capitales, los de la penínstrla lbéricaquedaron confinados en las regiones periféricas

-Cataluña, Portugal

y, en fonna rnuy modificada, Andals6i¿-s, y dejaron su base interior,Castilla, prácticarnente ilesa. ¿A qué debió Castilla verse libre de estaepidemia de alcance europeo? Mirando retrospectivamente a la In-glaterra o a la Francia de inicios de la década de 1640 desde laatalayade fines de la misma, solemos decir con naturalidad, gracias a nuestroconocimiento de lo que sucedió a continuación, que estas sociedadesse encontraban ya en Lrna situación prerrevolucionaria. Diríamos lomismo de Castilla en aquellos momentos si a continuación hubierasucutnbido a su propia versión de la Froncla o de la Guerra Civil in-glesa. De rnodo parecido, con la ventaja de la retrovisión, no resulta-ría difícil completar una lista impresionante de motivos de descon-tento social y político castellano y presentarlos adecuadamente como

"precondiciones de la revolución". El único problema en este caso es

que llo hubo revolución. Contra toda expectativa "racio¡¿1", €l perrono ladró en la noche.

Hay datos de tales expectativas en Lln despacho escrito en cifra alSenado veneciano por el embajador de Venecia en Madrid en abrilde 1642. Describiendo la miseria y pobreza del país, el estado desastro-so de la moneda de vellón y la denuncia pública contra el gobiernoclescle los púlpitos, observó que, <rro sin razón", se temía alguna soll,eaa-

zionC. Sin ernbargo, no se materializó ninguna sublevación. En otraspalabras, si hemos de hacer caso al embajadorveneciano, tenemos loque los contemporáneos veían como precon iciones, pero sin la re-

:r Para Catalurla, r,éase.l. H..Elliott, 'fhe Reuolt of the Oatalans: A Studt in the DeclineoJ Spain 1598-1610, Cambridge, Cambridge University Press, 1963, r-ein-rpr. 1984 llarcbelión d.elosralalanes. (rn e,studio,sobr¿kt d,etr¿tlcnciadeEspaña.(1598-1610), tracl. RafaelSárrclrez l\{antelo, Madrid, Siglo XXI, 1977; La reaolta catalana, 1598-1610. Un e.sturli.sol¡¡v la duaünria d'I)spa.nya, tracl. catalanaJosep Vallvcrdúr, Barcelona, Vicerrs-Vives,1966]; parzr los antecerlentes de l:r revolución portuguesa, véase António lVI. Hespar-rha,\'í.speras d¿l Leaiukitz. Institut:iones I potler político (Portugal sigln xt'rr), trad. Fernando

Jesirs B<rrrza Alvarez, Madrid, Taur-us, 1989, yJean-Frederic Schaub, Le Portu,gal aut¿tn'Ps d'u comt¿-duc d'Oliaare.s (1621-1640), Madrid, Casa de !'elázquez, 2001; para Anda-Incía, A. Dorrrínguez Ortiz, Alteraciones anda,luzas, Madrid, Narcea, 1973.

+ Ar-chivio di Stato, Venecia, Spagna, filza 77 , carta de Niccoló Sagrado, l6 deabril de 1642.

1 1-t 115

lrr.lirrrr srrlrsigrrir.lltr'. l,lrs ¡losilrlcs rrl()rt('s rlc l:t:tttscttr i:t tlc l¡ v,llt't'tt

/r,,¿r,(.slx't 1l(llt ( ()tlslitlt\'('tt ('l lt'ltttt tlt'('sl('('tlsll\'(). 1 ,:tltlt'tllltlrl('ltl('lll(',r.rlrr.urr)slllnl)(x()solrrt'(ilrstillirt'ltlit<ltlt'ittl:r<lt'l(il0,v('tll)itl'li('ttlarr.rr los ¿lit()s l)()sl('t'i<¡l'cs ir la t':títla clel pocler clcl cotrde-duque de Oli-\'.u ('s ('n ('n('r'() <lc l(i43, que tut análisis pormenorizado de la coyun-

tr r r :r ¡lolít icil, s()cial y ecoltólnica qtleda de momento descartado. Porlo lrrrrto, <'trirlqrtier couclusión será probablemente mlry esPeculativa.

I'r'r o t'xtr-ir¡)()lar a partir de sucesos coetáneos en Francia e Inglaterra

¡rr rr'<lt' ¿rvll(lar a identificar ciertos asPectos del orden sociopolíticor :rst<'lllrno que merecen investigarse como posibles explicaciones de

sr r r ¡ rr it:tud política. Y como corolario, la ausencia de revolución en

( l:rstilla puede a su vez ayudar a destacar aspectos particulares de las

('r.i( ('nas fiancesa e inglesa.I ln¿r comparación del estado de Francia y España al inicio de la

r lr'<'l<[a cte 1640 los encuentra en una situación en términos generales

sirrr ilar''. Los dos países estaban involucrados a fondo en Llna guerral:u su v agotadora, una guerra en la que, desde 1639-1640, los franceses

rlr:rrr irnponiéndose poco a poco. Ambos países habían estado some-

tir los, clurante casi dos décadas, a regímenes autoritarios firmementet olrtrolados por un ministro principal, en quien stls mollarcas pare-t í:rrr clepositar una conftanzainquebrantable. Estos regímenes se vie-

r r ¡rr obligados por las exigencias de la guerra a embarcarse en un fis-

t :rlisrno casi obsesivo. A ambos lados de los Pirineos los gastos delcstlclo se habían incrementado espectacularmente desde la década

r lt' I 620, y para hacerles frente la corona se había visto abocada a es-

tll¡lecer nlrevos impuestos y a recurrir a multitud de expedientes fis-

crrlcs que habían infringido o acabado con los derechos y exencionesl rrclicionales de los grupos privilegiados de la sociedad. Para Inglate-r r :r, a diferencia de Francia y España, gran parte de la década de 1630

lrrrlría sido una época de paz. Pero los costes de la guerra durante lar kicada de 1620 v los de la manutención de una flota durante la déca-

<lrr cle 1630 habían lanzado al gobierno a nuevas fórmulas financieras(lu(:, corrlo en Francia y España, eran objeto de agrias protestas, y laconfiontación militar entre el gobierno de Carlos I y los escoceses al

f inirl de la década llevó a la corona al mismo tipo de crisis económica(f rre amenazabacon aplastar a los gobiernos de Luis XIII y Felipe IV'

n J. H.Etliott, Richelieu and Olitares, Can-rbridge, Cambridge University Press,

It)ti4, pp. l4+145 [Ricttelieu t Oliuarcs, trad. Rafael Sánchez Mantero, Barceloua, (lríti-

t a. 1984, pp. 189-1911.

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l',1 l¡rrrrrlirrri('nl() (l('l gollit'r n() l,(.tsoll;rlrlr'( i:rr los I v l:r r.jr.r r¡r iorr<lcl t'tllttlt' <lt' .Stl'lrf Ir¡r'<l -t'l ll<¡rtrlrt c tl<' l¡it't r (, (lu('. ( ()n un nr(,nlr ( llnenos descortfiad<¡, httbicl'u lxxli(l() s('r'su ('iu (l('nlll lticllr.lit'rr o suconde-duqlle de Olivares- tnostl-aron vir'¿ulle ntc lo <¡trt' ¡torlí:r srrcc-derle a un régimen que se había alejaclo tzrntr-¡ de sectorcs arrrplios dela nación política que éstos no quisieron correr en str ayuda cuandclse encontró ante una emergencia. Un problema comparable de ale-jamiento afectaba a los regírnenes de Richelieu v Olivares al inicio dela década. Ambos ministros eran objeto de inrenso odio yvilipendiocolno encarnaciones visibles de lo que era mayoritariamente enten-clido como gobierno tiránico. A lo largo de casi veinte años, con laayuda de un grupo leal de confidentes y secuaces, habían utilizadola autoridad de sus respectivos regios señores paralanzar a sus paísespor el camino de la guelra total. En el proceso habían pisoteado de-rechos y sensibilidades tanto perconales como corporativas, v no es deextrañar que se vieran rodeados de enernigos. El pueblo llano se mos-traba hosco o abiertamente hostil; las élites tradicionales y las filas dela burocracia se habían ido apartando a calrsa de la erosión de susprivilegios y de la intromisión en sus esferas de influencia por partede las cráa,tureso hechurasde los dos ministros; y de la alta aristocraciase consiguió la enemistad, tanto en Francia como en España, por eltrato desdeñoso que les clispensaba un ministro todopoderoso v porla clara voluntad de éste de excluirla de lo que consideraba era sllprerrogativa natural de ofrecer conse-jo al rey.

En semejante situación ambos ministros eran rnuy\ulnerables, y losabían. Uno y otro se encontraron con un incipiente moümiento con-tralrevolucionario desde dentro de la nación política contra los cam-bios revolucionarios en los catnpos de administración, hacienda ypolítica con los que se acabó asociando a sus regímenes. Para sobreü-vir, los dos dependían total y absolutamente del continuado apoyo desu rey, y hav indicios en 1642, durante la conspiración de Cinq-Mars,de que el apoyo de Luis XIII a Richelieu estaba flaqueando.o Pero enotros aspectos la posición subyacente del cardenal en 1642 aparececomo bastante más favorable que la de su rival español. Francia podíaestar hastiada de la guerra, pero por lo menos la marea bélica se habíarr,relto a su favor. El prestigio qne conllevaba la r.ictoria proporcionó aRichelieu una fortalezapara hacer frente a sus enelnigos domésticoscon la que srl rival español ya no poclía coltrar. Talnbién había logrado

Ibirl., pp . I+7-l +fl Ipp.

l l(j fi7

(rlnlr:ui:rtrrctrlr':rl lr:rr:rsorlr'()lir';rrcs :r¡rl:rSl:rr rclrr.lron(.\l)to\ntr t:tlcs ¡rolcttciltltn('nt(' Ix'liljr()slrs llnl('s rlt'r¡rrt' ¡lrrrlicr lllr its('nl:lls('\,crtcnrlt't st'. l'ltt'ir I(i 12. llr <lisirk'llciir t'n Nornlirrrrlílr v I'tlrigt¡l'rl hirltíasrr L ¡ silcrt<'irt<llt, rnit'lllr'as qu(' clr la lx:nínsrrla lbéric¿r l¿rs revcllucionesr lr' ( l:rt:rlrrñ¿r l, Pollrrg:rl habían echado raíces y crecido.

,\rrrr<¡rrt' los cnernigos aristocráticos del cardenal siguieron repre-scntlur(l<¡ urur arnelt¿lza constante, parece que logró contenerlaopo-sir irin <lt: los oficiales mediante su habilidad política y su capacidadr lc corn¡)r'orniso7. Consiguió asimismo estabilizar la moneda, tarea enl:r r¡rrt'()livares también fracasó. Los últimos meses del concle-duquecn t'l ¡r<lrler- transcurrieron en un clima de profunda depresión eco-r ¡, rnri<'a v arnplios temores de inquietudes sociales tras la clrástica de-llrrcirirr ¿r que su gobierno recurrió en septiembre de 1642, en un es-

Ir rclz<¡ ¡ror atajar la inflación de los precios de vellón8. En Francia, en. ;rrrrlrio, la gran operación monetaria de 1640-1641 estabilizó la librat( )r'l l('sil, ,v la fuerza y solvencia de la rnoneda francesa iban a propor-r ion¿rr tur importante elemento de estabilidad durante la a otros efec-tos vol¿itil situación creada por el fallecirniento de Richelieu en di-r it'rnbre cle 1642 y de Luis XIII en la primavera siguiente!'.

Mecliante una combinación de habilidadvsuerte, Richelieu aguan-tri cl clique de contención de las fuerzas de la contrarrevolución. Sur r r r l('rte comportó una reducción inmediata de las presiones antes der¡rrt' puclieran volver a fbrmarse en ult nuevo reinado y contra unn r r('\/o primer ministro. En España, por el contrario, dnrante el invier-r ro rle 1642-1643 englllirían a su rival Olivares, que abandonó palaciolrrr<'ia el exilio doméstico el 23 de enero de 1643, después de quel;r'lipe fV le concediera permiso oficial para retirarse del cargo. Dadosr r b¿rlance de fracaso y derrota a lo larg^o de los úrltimos tres años, bien

¡roclernos preguntarnos cómo no cayó antes y -va qlre el rev clabal:lnt¿rs rnuestras de no querer prescindir de sus servicios- en circuns-I lr ncias más violentas.

En las Islas Británicas, la caída del gobierno personal de Carlos Ist' ¡rrodrljo por una conjunciírn de fuerzas de oposición en el centro

' A. Lloycl Moote, 'l'he Rettolt of tlte.ludges: 'I-he Pnrlemcnt of'Prnis arul th,e |'t'onde, 1643-/ o 52. p.¡r,..a,lr (Nueva-f ersev) , Plinceton Universit'1' Press, l97l , p. 6ii.

8 A¡rtorrio Dornínguez Ortiz, Polítit:a I Hut:i.mda de Felipe lti Madrid, Editorial clel)t'r'echo Financiero, 1960. pp. 262-263.

tlVéanseRicharrlBonney,'theKing'sl)ebts:IinanceontlPoliticsinFtan¿c, 15891661,( )xfbrd, Oxfold University Press, 1981, p. 170-,

_V René Pillorget, Les lllouaetncnts insur-

ru tionnel.s tle Ptoucnce (ntre I 596 et 1715, París, Editions A. Pédone, 1975. pp. 486487 .

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\'('tt l:t l,('t il('t ilt. l''rrc l;r rclrclir)n ('s( (¡r cs:t lr) (lu('lrct nrilio:r los crrr'tltie()s irrult'st's rlt'l rtiginlt'tr lut< t'r'st'r'orr l:r inicirrlir':r ¡rolílir':r \', !lnr( ilszr stt cotrnivenciit (:()ll l()s lítIt:t'r's (l('('sa rt'lrt'li<iu, itrr'an('lrl('lrl lt'y llrs

concesiones que exigíaur('. ¿Hubicrzr potliclo l¿r lebclirin rlt: (lataluñ¿r

ser utilizada por los enemigos del conde-duque ell Maclrid par¿r ef'ec-

tos similares? Hay datos de cierta simpatía en Castilla hacia el levan-tamiento cafz,lár. contra el gobierno de Olivares y hay datos también,en las fases iniciales de la rebelión, de contactos entre ciertos aristó-cratas castellanos disgustados y los rebeldestr. Pero el tipo de coordi-nación habida en las Islas Británicas entre las fuerzas de oposiciónperiféricas y centrales era impracticable en la España de los primerosaños de la década de 1640. En efecto, los portugueses se habíanpuesto ellos mismos al margen al reemplazar a Felipe [V por Lrn mo-narca propio. Aunque esto dio estímulos a ese equivocado nobleandaluz, el duque de Medina-Sidonia, a complacerse en una insen-sata conspiración por su cuenta en 1641, no podía plantearse unaasociación entre la oposición cortesana a Olivares y un "tirano,12 quehabía usurpado el trono de Portugal. Los catalanes, por su parte,pronto se echaron en brazos de los fLanceses, y desde ese momentotoda confabulación entre los disidentes de Madrid y los líderes de larebelión catalana olería a traición. Además de esto, la cuestión reli-giosa, tan decisiva en el desarrollo de los acontecimientos de Ingla-terra, estaba completamente alrsente en España. Al intentar innova-ciones religiosas que afrentaron a significativos sectores de opiniónentre sus súbditos, tanto ingleses como escoceses, Carlos logró quelas fuerzas de oposición se solidificarar' alrededor de una cuestiónque rebasaba las fronteras entre reinos y trascendía agravios localesy sectoriales.

Los enemigos de Olivares se sentían muy frustrados por la renllen-cia del rey a destituirlo, pero el problema que se les planteaba eracómo forzar la mano de Felipe. De entre las opciones posibles, la in-surrección armada era la.menos atractiva y la más impensable. EnFrancia, el uso de la violencia para lograr fines políticos constituía unacontintra faceta de la vida nacional: entre 1602y 1674lban a produ-

r0 Conrad Russell, Th,e Crisis of Parlinm,ents: I)nglish Histo'ry, 1509-1660, Oxforcl,Oxford Universitv Press, 1971, pp. 329-330

rr Elliott, The Rnolt, pp. a53 y 460 llarebelión,pp.40Iy a$1.tt

J. H. Elliott v.José h. de la Peria, Menoriales y iarta.s del Oonrle Du,Ete de Olittares,2 vols., Madrid, Alfaguara, 1978-1981, II, p. 236 ("Cargos contra el (londe Duque").

I l¡r

( nri('ru:ui¡lc vcittlc r otts¡lit:¡r'iot¡r's c ir¡stttr('( ( r(,n('s;u tslo( t:tlir:tsr'.I'or r'l ('()nlllrio,r'n( jrrstill¿r,(lu('s('lilrrrrrlt'l:rsgrrcn:rsrk'rcliti<irrrlt'lsiulo \\'t, lrr colr¡na Illlríir l<lgt'ir<lo <lontcsl it'lrl ir srr ttolrlczit. l)ttt'iultcl;r r k'r':rrllr <lt' l(i1i0, l<¡s t'ncrniqos clc ()livarcs cn las lilits cle la aristocl-a-r i:r cstlrlrirrr nlalllu¡nor'¿rclos, o bien se declicaban a inof-ensivas disctt-\ron('s cl¿ulrkrsl.inas, corno las qtte tenían lugar en la casa madrileñar lcl <lrr<¡rrt: <le Meclinacelirr. Entre estos nobles el sentido de lealtad al

n r( )r urr'('ir cst¿rba profiurdamente arraigado, y su objetivo principal era.rlrr irlr: los ojos a lo que estaba pasando a su alrededor. Esto debíaIrrr'<'r'sr: sin que se enemistara con ellos ¡ por lo tanto, sin correr elr icsso rle hipotecar slls propias perspectivas de funrro.

( ln Posible marco para el derrocamiento del régimen de Olivares

¡rrrt[o haber sido la aplicación de una intensa presión aristocráticasollc e I rey, en combinación con una insurrección popular enl\l:r<lricl. Pero no hubo tal insurrección, ni entonces ni después, en lar lr:<'¿rrl¿r en momentos de serias presiones. En este particrilar, Madridollt'<'e un llamativo contraste con París. El hecho de qtte fuera unar :r¡ritirl relativamente reciente v artificial, habitada por cortesanos y

lrr r rricratas, y de cuya población una parte significativa se ocupaba cle

s:rtisltrcer las necesidades de la corte, explica en buena medida su

rl):u-ente pasividad. Era también unavilla bien vigilada, con su cente-r urr rle alguaciles de corte bajo la superüsión de la Sala de Alcaldes de( ilsa y Corte15. Pero, a falta de un estudio de historia urbana que se

( )( upe de su policía, su abastecimiento y su estructura profesional yso<'i¿rl, no puede haber una explicación satisfactoria de por qué esca-

¡rri rle las turbulencias de un París y un Londres en aquella décadat6.

r:t Roland Mousnier, "La Franciada Richelieu aMazzaúno: le rivolte contadine ",t t I tr Storia.,5 vols., Tr.rrín, UTET, 1987, \', p. 27+.

' ' J. H. Elliott, T-he CountJ)uke of Oliz,arcs: Tlrc,\tutesnt.r¿n in an Age of Declin.e,Nettt l:rvcn (Connecticut) v Londres, Yale Universitv Press, 1986, p.557 lEl conde-duque de( )liuurs. Elpolítico en u,na á.pom dc dttnd¿nria, trad. Teófilo de Lozoya, Barcelona, Críti-r :r. l!)90, p. 5431.

l¡ José Deleito 1'Piñuela, Sól,o Lla.dlid e.s il)rte. (I-a ru.'pital, de d.o.s mundos brtjo l-eli-

y'r'llJ, Madrid, Espasa-Calpe, 1942, pp. 142-\45 Enrique Villalba Pérez, La. adninislra-t itin dc la. iusticia pennl en Cnstilla y en la cort¿ a comienax del siglo.rtz¡, Madrid, Actas,l1)1)ii, 2." parte.

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¡r¡r. I I l-l 14], apor-ta algunas cifras sobre la estnrctur-a ocupacional de Madrid en elsigkr xt'II, pero se interesa más por los siglos siguientes. El estuclio de la oligarqr.ríarrrrrrricipal de Madrid por Mauro Hernández, A la sombra d.e la coronr¿. Pod¿t lncult oli-

l ls)

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Sitt I t'r t¡t t it ;t l¿t violcttr i:t, lnct¿r :u i¡ilor r;rlir lr o ¡ro¡rrrllrr, r'l r¡uir rrtll()(l() <lt: itst'gttt'itt'st'l¿t t'¡títl¡t <lt'( )livlrrt's ('ul lr'¿lrnlu lut tiollx'(l(.(.sllr-do cn palacio. !-st<¡ cs de het:llo lo r¡trc (x'ru'r'i(i t'rr t'l irlvit'r'rro rk' l(i.{2-1643, cuando la combiuación de la protesta col)c(:r't¿lrla por krs ur¿rn-des y la defección de miembros clave de la conexi<in lamiliar deOlivares, preocupados por su propio futuro en una época postoliva-rista, dejaron al rey sin otra elección que prescindir de los serviciosde su ministrori. No podía sorprender que en Espaha, como en Fran-cia, la desaparición del autoritario primer rninistro prodqjera unadisminución inmediata de tensiones. Dado que se habíaconvertidoen ull hábito atribuir a su mal consejo y gobierno tiránico todos lostnales que afligían al cuerpo político, era natural suponer que, unavezfuera,los males también desaparecerían. La España del siglo xvrrera Llna sociedad que, por su literatura política y religiosa, y particu-larmente por su teatro, estaba condicionada a mirar al monarca parala solución de sus problemas. Por consiguiente, cuando Felipe anun-ció, para delicia de sus súbditos, que iba a tomar las riendas del go-bierno en sus propias manos y que iba a ser su propio primer minis-tror8, levantó de modo natural muchas esperanzas de una épocanuevay más feliz.

Un cambio revolucionario, o así lo parecía,habíasido alcanzadosin recurrir a la revolución. Los agravios y aspiraciones que habíancontribuido a provocar ese cambio encontraron expresión en un fo-lleto impreso que contenía una serie de acusaciones contra el minis-tro caído y que corría por la corte a las pocas semanas de la caída delconde-duquere. Este folleto, escrito porAndrés de Mena -¡¡¡ 6¡ 6fi-cial real muy relacionado con uno de los nobles desafectos a Olivares,el duque de Béjar-, era en gran medida un catálogo de los pecadosdel conde-duque por omisión y por comisión, pero el catálogo estabainfbrmado por una filosofía política subyacente que puede ser descri-ta como profirndamente tradicionalista. En su base se encontraba laexigencia de que Felipe IV.debía ser un auténtico rey, según el mode-

garquía urbana (tuIndrid, 1606-1808), Madrid, Siglo XXI, 1995, indica algunas de lasltlatteras ert que la proxinriclad v la dependencia res¡recto a la corte limitaba la capa-cidad de la villa par-a desarrollar su propio espacio social y restringía su margen parala acción indeper-rdiente.

t7 Para la caída de Olivares, véase Ellit-rtt, I'lu Count-Duke. pp. 640-651 l.El contle-dtu¡ue, pp. 61 9-6291, aunque perduran airn muchos misterios.

rs rbid., p. riSt [p.629].re Elliott,v De la Peña, Iúernoriales,¡ carto.s,ll,doc. XXa.

l'¿o 12l

l,r rlcsu:rllrclo, l,i'li¡rc ll. r'nr)s('l{un <'l rk'srr ¡r:rtlrr', l,'r'li¡lc lll.:rlr¡rrr'sc lc rt'r rirrrirurlxr,, llirlrt'r'f iit<lor'l ¡rt'sotl<'su nr()nlll(llu:r:r olros lronr-l rr cs.,. l,,r l olnrs l)alill)r'as, los ur':tn<lt's t'xigíar r l¿r irll<¡lit irin < lt'l u()l)i('r'lx)

¡ror rrrr'<lio rlt' rul litv<¡rito.St'urirr cntcll(lí¿ur, ull regreso ala realeza personal al modo de

l,r'li¡rc ll t'orrr¡rrlrtab¿t un regreso a un estilo de realeza que seguía lasl.r nuls <k'biclas, unas fbnnas que habían sido üoladas por la conduc-t,r :u'lrillaria del conde-duque, en detrimento sobre todo de laviejarrolrlt'zir. [,os nobles habían visto devaluarse su estatus a calrsa de exi-ricr rt'ilrs f iscales arbitrarias, encarcelamientos injustos, venta de títulosr ¡rr ivilcuios, y adquisición de un poder y riqueza intolerables porr r r i r r ist ros y oficiales letrados, los cuales habían acabado pareciéndose:r los sr:urdes del siglo xv, mientras qlre los grandes del momento eranrr :rrrrrlos como oficiales del siglo xv. Esta era una vieja queja aristocrá-I ir rr clr Oastilla y en otras partes, pero el folleto no revela las profunclasrlivisiorres entre noblesse d'épéey noblesse deroá¿existentes en laFranciar lc ll.ichelieu y Mazarino. El auténtico blanco del ataque de los gran-r k's cr-an los nuevos ministros, los confidentes y seguidores del conde-r lrrr¡tre , y la contrarrevolución por la que abogaba el folleto de Mena('r ir rula contrarrevolución contra prácticas administrativas recientesrrr:is cltre contra todo el orden burocrático. De hecho, era este ordencl t¡rre los oponentes del conde-duque querían ver restaurado. Sucxisencia propugnaba Lrn retorno a los viejos e idealizados tiernpos,. r¡llldo los asuntos eran llevados por ministros cualificados que;r( tuaban a través de los canales burocráticos apropiados. Esto signi-licirba la restauración del gobierno conciliar ef-ectivo, en lugar delgobierno porjuntas creadas con carácter especial, la odiada marcarlistintiva del régimen de Olivares. Además, los ministros tampocor lcbían ser forasteros, otra característica de los días de Olivares queI rlbía provocado amargo resentimiento.

En efecto,los nobles estaban librando las batallas de los burócratas

¡ror ellos, por cuanto la.jerarquía profesional de los letrados, con sut ttr.\tts honotum cuidadosamente graduado, se había visto tan atrope-llrrrla como los grandes por la práctica del conde-duque de apartar delos consejos asuntos importantes y llevarlos a las nuevas.juntas. Estasjrrntas estaban copadas porsus propias crianrras, de las cuales algunas,( ()rrro el historiador boloñés Virgilio Malvezzi, no eran siquiera caste-ll:rnas. Lajerarquía profesional de los letrados no hubiera tenido di-f icultad en suscribir la forma de gobierno en la época postolivaristar t'clamada por Menay sus amigos. Nobles v letrados reaccionaban por

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iurt:rllr l:rs ¡rr:ir tir':rs <lc l<¡s ruros rlr'( )lir,:rrcs, <'xiqicrrrlo l:r ¡r'sl:rur:rciortrlc rur¿r nrorrirrt¡rríir t'st'nci¿rlllrr:rrlt: r'r¡uslrltivrr, rlirigirlil lx)r'ulr l'('\'(lu('se ocupara el) slls papeles, cli¡4iera (:()rr)() lnilrisll.(¡s ¿r "ll()nrl)r'('s lricllvistos y amados del pueblo"20 y tomaril sus propias decisioncs a l¿r luzde las consultas que le enüaban sus consejos. Se trataba de un progra-ma constitucionalista, dentro de la tradición constitucionalista caste-llana, que ponía pocos límites institucionales a las prácticas de larealeza, pero que esperaba que fuera sumamente sensible a la leydivina y humana, y a las pretensiones legítimas de súbditos leales deque sus agravios fueran atendidos y ellos tomados en serio cuandoprestaban consejo a sll monarca.

Este programa conjunto, aristocrático y letrado,parala contrarre-volución en 1643 quería hacer retroceder el reloj a una idealizadaépoca anterior a Olivares. Pero ¿hasta qué punto tuvo éxito? El reydaba todas las muestras de querer gobernar por sí mismo, y hubo undesmantelamiento inmediato de esa muy detestable característica delrégimen de Olivares: el gobierno porjuntas2t. Además, una o dos delas figuras más vinculadas al ministro caído fueron destituidas, aun-que, en la superficie por lo menos, es la continuiclad más que elcambio lo que ante todo llama la atención en los años posteriores a

Olivares. Esto fue lo que vino a decir el embajador de Módena cuan-do en septiembre de 1643 observó que "el nuevo gobierno sigue losmismos preceptos que el conde-duque, pero sin su rigor".zz En elcampo de la política exterior la continuidad era más notable. A pesardel inmenso hastío por la guerra sentido en Castilla, se tardarían aúncinco años en concluir lapaz con los holandeses, mientras que laguerra con Francia iba a continuar durante otros dieciséis. Pero huboasimismo una impresionante continuidad de hombres y de medidas.Aunque varios de los nobles que más se habían opuesto a Olivaresregresaron a la corte, y aunque uno o dos de los familiares de éstesufrieron un eclipse por lo menos temporal, resultó claro, cuando elhumo de la batalla se hubo disipado, que las cotas decisivas del poderseguían en manos de miembros de la misma conexión familiar Guz-mán-Haro-Zúñigaque las había tomado en 1621 con el advenimien-to de Olivares. Nada subrayaba mejor esta continuidad que la cre-ciente dependencia del re¡ a pesar de todas sus buenas intenciones,

Ibid,,, p. 244.Elliott, The Co'unt-Duke, p. 653 lEl r:onde4uqtte, pp. 630-6311.Elliott, The Cotmt-Duk¿, pp. 66+666 lEl conde-duque, pp. 6531.

20

2l9c)

t22 123

r ('slr('( lr¡ rlr'l solrt itto ¡lcl r ottrl<'-rlttr¡rtr', tlr¡tt l.ttis rlc l l:tt r,. r¡ttr' ilr;t ltlrcrcrl:rr (¡rt'rrr(lu('s('rrrirllrt'í:r<lt'nolrr<ir)t'l lrlrtlorlt'srrlrorlr'<rln-,lc r lrrr¡rrt' <k' ( )livrrr t's. Si rrn:r li¡r'nlrt Iur¡<lili<'ir<l:t tlt' gollit'r'tt<l ¡rot' l'it-

ro.rito vr¡lviri irl cirlro ¿r Marlricl en cl pcriodo ¡rosterior a Olivares,r.r¡rrlririn lo lli<:ir:rrrl v¿rrios de los más irnpopulares aspectos de sur r'¡-iirrrt'rr. [)r' nroclo gradual y sigiloso, lasjuntas y los extranjeros hi-r r('r ()u srr leirpalición2:r.

( l¿rurbit¡ y, sin embargo, falta de cambio parecían esta¡ pues, a la, 'r

r l<'rr rlt:l clía en la España posterior a Olivares. La sensación de de-scrrg:rño cra profunda, pero el régimen en Madrid, pese a encontrarse( ()rr nunlcrosas crisis

-disturbios en la ciudad de Valencia en 1646-

l{i.17, rura nueva bancarrota real en 1647, rebeliones en Nápoles ySir i I i rr <:n 1647 -1648, la conspiración del duque de H{ar en 1 648 y unascr it' rlc sublevaciones urbanas en Andalucía entre 1647 y 1652-, notr r\'( ) (lue habérselas con un tipo de desafío generalizado a su autori-r lrrr I t¡rre sr-rmió a Francia en el caos entre 1648 y 1652.

l{irzrin principal de ello puede estribar en Lrn área de la psicologíar r ¡l<'r'tiva que los historiadores aún no han empezado a penetrar. To-r l:rr,íir no han ideado formas para medir la lealtad; y la lealtad de una..( llstilla fiel y domesticada, llena de un respeto religioso a la autori-r l:rrl real" contrasta firertemente con la naturaleza díscola de Catalu-rr:r, PortugalyYizczyz2a. Si Castilla era, en efecto, inusualmente leal,torlavía es preciso explicar por qué fue así. La lealtad, después det or lo, puede ser entusiasta o de mala gana, y puede simplemente estarcrrr':tizada por la fierza de la costumbre. Puede también verse fomen-trr<la por las circunstancias, y es muy posible que el simple hecho der clleliones en tantos territorios que debían obediencia a su rey con-t r ilrtryera a reforzar entre los castellanos, por vía de reacción, su pro-

¡ria irnagen de pueblo cuya fidelidad no desfallecía.

:r L A. A. Thompson, "The Government of Spain in the Reign of Philip fV", enst Oroun and Cort¿s: Gouetntnent, Institutions and Reprcsenkttion üz Enrfi-fuIodrrn Castik,,\ltlt'rslrot, Variorrul, 1993), cap. 4. p. 59 ["El reinado de Felipe fV", en La crisis d,e laItlst,ntonía e.spañola..Sr'g1o.nzr, enJosé Andrés Gallego (ed.), Historia general dc E,spaña "t

Inu,¡ira, Madricl, Rialp, 1986, r'ol. VIII, p.4771.!+ Domínguez Ortiz, Alternciones, p. 20. Después de la ptrblicación original de

( st(' ensayo en I990, Ruth Mackal'ha investigado con provecho la cuestión de laIr':rltacl y obediencia popular en Tl¿e l-imils of Royal Authority: Resistance and. Obed.ienrc

in Staenteentlt-Century ()astiLe, Cambridge, Carnbridge University Press, 1999 ILos lími-tr'¡ de la autoricktd rer¿L. Resistencia.¡ obetliencia en la Castill¡t, del sigto.{lz, trad. MatrroI [. Benítez, Valladolid, Consejería de Cultura y Turismo -Junta de Castilla y León,'l(x)71.

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l,:r lr':rll:rrl l:tttrlrir:rr ¡rrrcrlc nllurl('n(.ts(.lr()t nrir.rlr) \ lu(.t/lt. lr('t()ltll() (l('los lts¡rt't'los ttuis sor.¡rt('n(l('lrl('s <lt'ltr ( jlrstilllr rk'l sigl¡r xvlt,lrlcotn¡lar:irs('la ('()lr l"l'¿rllt'ia, t's l:r lltltu rlt' instlrun('ul()s ¡ro<lcrrlsos tlcrepresión. El gobierno en Ma<lri<l no tcní¿l fircrz¿rs ef'cctiv¿rs l)arzr ha-cer frente a emergencias, toda vez que los clos o tres mil hornbres queintegraban las Guardas de Castilla parecen haber sido en gran parteinoperantes25. Requería bastante tiernpo reLrnir un ejército en la Pe-nínsula para sofocar una rebelión, como Olivares hubo de comprobara su pesar con ocasión de la rebelión cle Cataluña. Poclría parecer quela ausencia de firerzas de emergencia dejaba a Madrid en estado muyvnlnerable, / sin embargo los propios hechos iban a demostrar queLrna fuerza tal no era necesaria. Las rebeliones urbanas de Andalucíaa finales de la década acabaron sencillamente sin más, sin necesidadde recurrir a la represión, y bien pudo ser que la misrna ausencia defuerzas represivas ayudara a mantener bajo el nivel de violencia en lasociedad castellana del siglo xvu, toda vez que la violencia ensendraviolencia.

Incluso en la esfera local el grado de desorden era limitado. A lolargo del siglo xrnt hubo en Castilla y Andalucía una notable falta deagitaciones en el campo. Aunque se producía una continua enajena-ción de tierras y derechosjurisdiccionales por parte de Llna coronaen aprietos económicos, a los compladores les fue difícil imponernllevas y pesadas exigencias a unos campesinos que siempre podíansacar provecho de la escasez de población rural trasladándose a otraparte. Aveces, como en el valle deLozoya en 1646, un señor que in-tentó aplicar lnano dura pagó su intransigencia con sll vida, pero se-

mejantes estallidos de violencia fueron raros26. Las sublevacionesurbanas andaluzas, aunque preocupantes, fueron espontáneas perobr-eves ebulliciones de cólera popular contra los agentes del gobiernocentral, recaudadores de impuestos, corregidores y comisarios espe-ciales de uno u otro tipo:7. Carecían cle programa coherente, recibie-ron escaso apoyo de los sectores intermedios de la socieclad urbana y,

por razol)es que aún cleben explorarse, no se extendieron a las ciuda-des castellanas, donde las exigencias fiscales seguían siendo altas, perodonde la presión poblacional sobre abastecimientos parece haber

25 Dornín gue z Ortiz, A ltenrion e.s, pp. 2 l-2?.26 Ángel García Sanz, De.sarrollo ,t rri.si.s del nntigtto t'é$rnen en Castilla kt l'ieia, Ma-

drid, Akal, 1977 , pp. 270-271; Domíngrrez Ortiz, Alttracion.?s, pp. 137-138.27 Dornírrgrre z. Ortiz, Ah,erut:i,one.s, p. 155.

l'2 + l'21)

.,rrl,r lrrcrtos:rgttrl:r v l:rs llu< lt¡:¡r ioncs rlc r oscr lr;rs lrr,'rr,rs lrr usr;ts rlu(', rr,\rrrl:tltt<t;r:r".,\utrr¡ttt'tlt'srlclltr':uilltrlr'()lit':tr('sn()r,i('<'sllrlllcci<'tr¡nnn( \'os iur¡lrrt'slos:r", las <'lrrg'¿rs f iscirlcs ('r'an nnr\' ¡rrolt'sllr<l:rs, ('r) l)¿u'tc,rl .rncrros l)()r'('strr-lirn irtt't¡rritativill)te t)1(: <lisll'illtridas, tanto entre, l.rscs sot'irrl<'s ('()nl() clrl.l'c: ull¿l locnliclacl v otrzr; pero los desafíos im-

l)( )r t:lnt('s irl rrlqilncn cle Haro tendrían que proceder de las filas del.rs r llrscs ¿rltas y, er) ln¿lrcaclo contraste con Francia. un desafío tal no.,r' r r ¡l l<'r'iitlizri.

I'ol r¡rró c-'sto fue así viene en parte sugerido por el carácter de lal,r or rr lit. ( lon un trasfondo general de inquietudes rurales v urbanas,l.rs r llst:s irlt¿ls en Francia aprovecharou la oportunidad creada porr¡n:r crisis cle autoridad en el gobierno central parasatisfaceruna serierll rlcrrralldas indivicluales y corporativas. La crisis de autoridad la¡rr cr i¡ritaron los agudos problemas hacendísticos que acosaban a la co-r,rrur fl'¿rncesa en 1647-1648 y los intentos de los gobernantes porr csolvcrlos. Pero su origen estaba en los problemas constitucionalesr ¡rolít icos propios de una minoría de edad real, en unos años en quel;rs ¡rlcsiortes de la guerra eran implacables y en que el poder erat' jcr cido para la reina regente Ana cle Austria por un favorito extran-l('r () nluy odiado, el cardenal I\{azarino, que aún contaba con la ma-r ¡rrirrirlia administrativa de Richelieu a su disposición.

l,'r-cnte al importante desbaratamiento del sistema político fi-ancés

¡rr or'ocado por el fallecimiento cle Luis XIII debe situarse la conti-rr rri<lad de la realeza en España durante la década de 1640. Al sobre-r ivir', v a cliferencia de su cuñado francés, Felipe IV ofieció en su

l)('r'¡i()na trn elemento \¡ital de continuidacl v estabilidad en tiempos

lx )t('nci¿rhnente trlrbulentos. No hubo mirrorías de edad reales que

l)r ()\/ocal'an intrincadas cuestiones sobre clistribución de poder, v lanlucrte en 1646 del príncipe heredero Baltasar Carlos suplrso una;uucnAZa a largo plazo para la supervivencia de la dinastía, más quer u r¿r crisis inmediata. Clomo resultado. no hubo pretexto constrtlrcro-rr:rl para organizar un asalto al sistema. La clave clel poder radicaba,( ()n)o slempre, en conseguir la atención clel re,i'. Aquí la crecienteinf lrrencia de don L,uis de Haro representaba nn obstácrrlo potencial.l't'r-r¡ Haro no era Olivares. La nueva situación füe bien descrita porcl t'ortesano Matías de Novoa en su diario al escribir que <no se cono-r Íl cnteramente meclianero o valido ni de potestad entre el príncipe

ls |bid., p.:12.2lr 'fhotn¡rson, .(it¡r'c'r'nnlent ()I Slrail-r>. p. {i0 ["El reinado,, p. +83'l.

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v los ¡rrct<'rrrlicrrtcs. Srilo l). l,uis rlc lllu(, 1...1 l)()s('lt llnlt l,t ir':urz:rnrorlt'r'lrrllr, s('\'('r':l )'un l)(xl('r'linlilir<k¡"'"'. l)orr l,uis cl':r:rlalrlr'('lt srrs

lnll()s ('()n l¿l ¿u'ist()cr-?rci¿r ctranrl<¡ ()lir,¿u'es h¿rltía sirIo :tbl'¿rsivo, y elclesconterlto aristocrático volvió a car.alizarse a través cle clisputas en-tre facciones palaciegas.

En el vacío creado por la debilidad de la autoridad real en Francia,los parlements, y en especial el de París, fueron capaces de estableceruna posición para sí mismos, lo cual, en las circunstancias de 1648,creaba el potencial para un cambio revolucionario. Si el potencial nofue al final materializado fue debido en parte a que el ParlementdeParís, a diferencia de la Cámara de los Cornunes inglesa, no logrópresentarse de modo conüncente como un foco alternativo de lealtadque trascendiera intereses sectoriales. Las cortes de Castilla, aunquenominalmente estaban en posición de hablar a nivel nacional de unmodo en que el Parlemenf de París no podía, adolecían de otras limi-taciones que disminuían seriamente su eficacia como órgano de pro-testa. En los años iniciales del siglo xvu habían logrado obtener lasuficiente influencia hacendística sobre la corona por medio de sucontrol sobre el nuevo impuesto de los millones como para poderactuar como foco de oposición constitucionalista3r. Pero incluso en-tonces su capacidad de acción estuvo limitada por su reducido tz;rr:.a-

ño y lo estrecho de su representación, restringidas como habían que-dado a los procuradores de dieciocho ciudades, los cuales solíanactuar ante todo como portavoces de sus respectivas oligarquías mu-nicipales. Sus alas habían sido sujetadas un poco más por Olivares,que logró insistir en que los procuradores füeran enviados a Madridcon plenos poderes de sus ayuntamientos.

Labatalla, empero, no estaba ganada por la corona para siempre,y la apertura de las primeras cortes después de Olivares en 1646 se

retrasó por disputas entre la corona y las ciudades a propósito de la

:r0 Matías de Novoa, "Historia de t'elipe fV,, en Col,erción dr d,t¡tu¡nentos inéditosparn la hi.storia de España, Madrid. 1886, vol. 86, p. 391. Don Luis de Haro y sus méto-dos de gobierno son el tema de una tesis doctoral, toclavía sin publica¡ defendida enOxford por Alistair Malcolm, "Don Luis de Haro and the Political Elite of the Spa-nish Monarchy iu the Mid-Seventeenth Century" ( 1999) .

3l Para l¿rs cortes castellanas clel siglo xtt¡, r'éase CharlesJago, "Habsburg,A.bsolu-tisrn and the Cortes of Castile", Amcrican Historical Rmtiau,86 ( l98l ) , pp. 307-326, e I.A. A. Tlronrpson, .Crown and Cortes in Castile, 1590-1665", Pa,rliament, I)states andIlepn',strtkttiott,2 ( 1982), pp. 29-45, reirnpr. en C¡"ozun r¿nd Cortes, cap. 6 ["La Corona ylrrs ( lt rrlr's rlt' ( lastilla, 1590-1665", RnLista d.e las Cmte.s Gmaal¿s,8 ( 1986), pp. 8-421 .

l'2(; 127

r r)il( r'sir;rr rlr'¡llcrros ¡lorlcrcsr:'. l,lsl;rs rlis¡lrrl:rs rr.llr.j:rlr:rrr l;r ir;r y l;rll ttslt:t( irlll t l<'t'it'tllt's rl<'lits oliu:rrr¡rrr:rs rrrrrrrici¡llrlr.s ¡ror l:rs r.siu<.lr-( r:rs \'('xl)('rlicrrlcs fis<':rlt's <lc l;t <'<¡rrrn¿r, l:rlr.s ('()ln() lit rt'lr:nci<irr rlcl¡':rso rlt' inlt'r'r'scs rk' los.jrrrrrs, <¡rr: :rli:<'tirb¿r rlil'r:r:l,arnente al bienestarr l. l:rs i'litt's rrrll¿rn¿rs. l.:r r:or<ln:r, por tanto, se enfientabaen IG4G|647,r l;r ¡r,sillilirlacl rlt: trrr serio choque con los patriciados urbanos en unilr.'nr('nl() clr que caminaba hacia la bancarrotay con las cortes reuni-r l.rs. l't'rr¡ rlc nlrevo las cortes manifestaron su debilidad fundamental, r r:rrr<lo se les pusieron delante unos ministros decididos y con todoslr rs r r'<'ru'st)s del patronazgo regio a su disposición. El año 1647, consil <'.,l¡rbin¿rción de altos precios de grano, alteraciones urbanas en, \ r rr lrrlr rcía y la suspensión de pagos a los banqueros reales en octubre,Irr. rrr año excepcionalmente difícil para el gobierno de Madrid.I'r'rr ¡, r'on las cortes ya disueltas, pudo maniobrar un acuerdo con lasr i r ¡r lrrrles, al tiempo que contenía inquietudes populares en las ciuda-r lcs:rnclaluzas mediante oportunas concesiones respecto a impuestoss.lrrt' alimentos básicos, y atendía las quejas de los patriciados urba-il()s ('()n el restablecimiento del pago de intereses de losjuros y lar cs<'isión del impopular impuesto de 1642 sobre la propiedad33.

l,¿rs cortes de Castilla, por lo tanto, al no hacer de las preocupacio-n.s v descontentos específicos de las oligarquías urbanas un ampliol)rr )erama reformista que las colocara en posición de enfrentamientorlirr:r:to con el régimen, siguieron un camino muydistinto al que tomócl I'rt'rlemenf de París en 1647-1648. En Francia, el impulso tras tall)rrxrrama procedía de los agravios acumulados de una clase de ofi-r irrlcs que había üsto su influencia y autoridad continuamente mina-r Lrs por las actividades de una clase alternativa de intendentes, y quer lt's¡rués se encontró con su control hereditario sobre los cargos ame-r r:rzado por la resuelta interferencia de Particelli d'Hémery mediantelrr ircción del droit annuel3t. Sobre este particular,lasituación castella-nrr sencillamente no podía compararse. Adiferencia del Parlementd,el'lrr'ís, las cortes no eran un foro de la clase de los que ocupaban( l l l.sos, y aunque los ministros y oficiales castellanos tenían sus propios

''t Jugo, "HabsburgAbsolutism", p. 223.:t:t lbid.:rr El grado en que el programa del Parlement era at¡ténticamente leformista e¡

( ll¿tllto qtle oPuesto a una defensa de los intereses corporativos sigue siendo objetor lt' <lebate. véanse Moote, The Reuolt of theJudges, y Richard Bonne¡ .La Fronde clesr¡lficiers: mou\€ment réfbrrniste ou rébellion corporatiste?", xwle si?ct¿,14b (lgg4),¡r¡r.323-340.

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nrr)li\'()s(l('(lu('iir,(()ln()l.tntttlttt(tttn(tlttsr¡lltcloss:tl:rtios.rtolcs¡¡tttr'-lrirz¿ll):r llr lr¡xrri<'i<irr rlt'rrrr¿r lur('\'11 lrrrrocnr< ilr ¡rrlrrrin¡slt¡rlivrr. lqrurl-lnel)tc, nunc¿r habían lcni<lo <lt'l't'<'lto il llnil lr':rnsrlrisitirt lrt'r't'<lilitt'i:tdel cargo, aunque esto no había irnperli<lo lu lirnrlt'it'rr clc clinastízrs

de letrados con ventdas inter-nas a l¿t hora de cf ccttr¿u-sc nornbramien-tos j udiciales y administrativossr'.

Cualquiera que füese el alcance de las aspiraciones reformistas delParl¿ment de París, sus exigencias desencadenaron lo que de hechoconstituyó una lucha por el poder en un reino donde el accidente deuna minoría real había abierto inesperadas oportunidades para todotipo de intereses sectoriales y corporativos, con objeto de hacer retro-ceder los límites de la autoridad monárquica que tan enérgicamentehabían sido extendidos bajo el gobierno de Richelieu. Había suficien-tes ambigtiedades constitucionales acerca de la disposición del poderdurante una minoríareal en Francia como para proporcionar a esos

intereses sectoriales una legitimación por lo lnenos artificiosa para suasalto al ¡¡obierno de la regencia. A ninguna filosofía legiúmadora deeste tipo hubiera podido recurrir un movimiento de oposición en laCastilla de la década de 1640, en la que la principal reclamación se-

guía siendo, como siempre, que el rey gobernara personalmente.Potencialmente, la mejorjustificación disponible para la oposición

en Castilla se hallaba en la teoría del contrato. Aunque había conoci-do una especie de resurgimiento en la Castilla de principios de sigloy encontrado expresión en la oposición constitucionalista encabeza-da por Lisón y Biedma y sus amigos en las cortes de inicios de la dé-cada de 16203'i, no alcanzó una institucionalización efectiva como sí

sucedió en Cataluña, donde la rebelión de 1640 fuejustificada porlos representantes elegidos del pueblo con el arslrmento de que elrey había roto las condiciones de su relación contractual con sus va-sallos catalanes y que por este motivo el contrato había terlninad<l:t7.En los primeros años de oposición a Olivares, las cortes de Castillamostraron no ser lo suficientemente fuertes y resueltas como paralograr establecer sobre bases sólidas la idea de una relación contrac-tual finne entre rey y reino. Aúur hubo nenos oportunidades de lo-grarlo durante la década de 1640, Llna vez que las cortes habían sido

3ó .fanine Favar-d, Les l\'Iemb¡vs d.u Con,scil de Ca,stille d l'epoquc noderne (1621-1746),

Ginebra y París, Droz, I 979 [Z¿.¡,r m,ie¡nbms del ( )on.sejo tlc (irsti.ll,a ( 1621-174ó ), trad. Rufi-na Rodríguez Sanz, Madlid, Siglo XXI, 19821, 2^ parte.

:t0 Elliott, 'l-he Cour¿t-Duk¿, pp. 109-l l0 f|l conde-duque,pp. t2GlZ8l.:t7 Elliort, l-he Rntolt,1t.549 ll-a nlnlión. pp. aSal .

l2rJ

Thompsolt, "Ct'own and Cortes"

rlr.lrilit:rrlirs¡lot lltstrrt'rlirl¿tsrlt'()lir':r¡('s((,1¡ll;tli:ts:tt'll.rslr¡ttcl;tro-I onlr lr:rlrl:r lrcr lro t'l ritil rlcst'rrlrt it¡ricltlo rlr'r¡ttt'¡to<ltlr sot lt'ttt'ltts ¡rotr orrr¡rlt.lo t.sllrlrlr'< it'rlrl<l rrt'gocirtcirlltt's <lil't't'tlts t'oll t'tt<llt ttllt¡ tlc los

.¡ rrrrt:rr¡i¡lllos'ts. r\ t'csttll¿rs clc estt: descubt'inlietrto, las Cot'tes Colllo

nlslitut'i<in lilt't'ott l'crltrciéttdose ir algo marginal en lavida castellana

\', 1uu)(lrrc srr nlrtel'te no estaba aúrtl asegurada, quedó marcado el ca-

rnirro <¡rrt: las llevaría a desaparecer de escena después cle 1665-

L¿r <¡r:asióu, la-justificación y un foro institucional adecuado paral:r ¡rrrrtesta revolucionaria: todo esto faltaba en la Castilla de después

rlr' ()livares. Esto no significa que algún gran levantamiento, de la

t.scirla cle la Fronda, esttwiera fuera de toda posibilidad. A fin de cuen-

tlui, n() es más concluyente proporcionar, con visión retrosPectiva, una

listl rle razolles más o menos plausibles sobre la imposibilidad de lar <'r,olución que de razones sobre su iltevitabilidad una vez ha ocurri-rlr¡. Revolució.n o no revolución, en toda interpretación explicativasit'rnpre debe quedar espacio para el papel de la personalidad, la

¡rsit'ología colectiva, la gestión política y la pura conjunción de suce-

sos. Pero, dada la supen'ivencia de Felipe [V, la balanza de probabili-rllrrI parece marcadamente inclinada en contra de una revolución en

lrr (litstilla de la década de 1640 tras la caída de olivares, y quizá el

rrrt'jor de todos los argumentos favorables a esta suposición sea que

ur)ir l'evolución del tipo que más probabilidades tenía de ocurrir en

lrr ( lastilla de mediados del siglo xvII )¿ había, de. hec'ho, ocurrido'

F-sta afirmación se entiende mejor si miramos de nuevo a la Fron-

r lir y Ia vemos como Ia confusa reacción de una confüsa sociedad en

rrrr periodo en que el aparato del estado se había arrogado poderes('xtraordinarios y aplicado exigencias sin precedentes sobre la pobla-

r'i<in, en pos de laüctoria en la guerra. En stl parte más profunda, fueult¿r reacción anti-Richelieu, pero que se demoró casi seis años des-

¡rrrés de que el propio Richelieu estuviera muerto y enterrado- El fa-

lkrcimiento del cardenal, las incertidumbres subsiguientes a Lrn cam-

l¡io de monarca y la inminente esperanza er:, úr'a paz victoriosacontribuyeron a pospouer el eventual día de echar cuentas, que pudos(:r-tanto más explosivo cuanto largo había sido el tiempo de espera.

lilagmentada como estaba Por agudas diüsiones sectoriales, dado que

<listintos grupos competían en defensa de sus respectivos intereses

r.orporativos, la oposición estuvo al fin de acuerdo erl reclamar unrcgreso al estado "ordinarioo de cosas, por distintas que fueran las

["La corona y las cortes>], pp. 4I-12.

l'29

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lll:lll('l:ls ( {)ll (lll('('slll l):ll:ll)l:l s('iill('r l)t (.lilt:t (.il (lil(.1(.il1(.s s(.( l()t (.stlc l¿t sot'it'<littl, f t't'lltt'itl ¿tst'ltliulli('nl() .('xlt'rlorrliluu io,, rlt.l ¡rork.r <k'lestado:Jtr.

El mismo regreso a la fbrma de gobierno ordinaria, o acostrrurbra-da, se había pedido en España en lG4z-1643 por los op'.ertes deolivares. Alcanzaron su objetivo inmediato obteniendo su destitu-ción. Pero también alcanzaron, con contratiempos y cambios, su ob-jetivo, mucho más importante a largo plazo,de detener el moümientohacia la concentración de poderes extraordinarios en manos de lacorona con que se identificaba al conde-duque y a su régimen. Elconde-duque siempre se había visto a sí mismo metido en una luchaa vida o muerte con los "poderoso5,, las fuerzas oligárquicas de lasociedad castellana que poco a poco erosionaban la autoridad de la co-rona+'. Los poderosos eran la alta nobleza y los señores locales, losoligarcas municipales y los burócratas letrad.os, miembros d.e una redde intereses familiares y sistemas de clientelismo que constantemen-te se ramificaba y que paulatinamente consolidaba su poder e influen-cia en la esfera local y en la nacional. vistos retrospectivamente, lossucesos de 1642-1643 resultaron ser un momento decisivo en las for-tunas de aquéllos. olivares no sólo había caído, sino que había que-dado desacreditado, y la revolución desde arriba que había procura-do aplicar quedó desacreditada con é1. cierto que varios aspectos delrégimen de olivares sobrevivieron o regresaron, como lasjuntas. perola atmósfera política era profundamente distinta en la época postoli-varista. El impulso reformista habíadesaparecido del gobierno, y elpoder era compartido por grupos aristocráticos rivales y unajerarquíade letrados que gobernaba mediante un conglomerado de consejostradicionales. El carácter global de este sistema de poder compartidoera tal que satisfacía los intereses de los poderosos. En esencia, 1643les había dado lo que querían, y las fuerzas de ra contrarrevoluciónhabían ganado.

No había necesidad, por lo tanto, de que la élite castelrana ranzaramás desafíos contra el gobierno en los años inmediatamente posre-riores a olivares. Había otros modos para, con menor grado de con-frontación, asegurarse lo que quería, y en tiempo de inquietudes so-

39 Para la distinción entre gobierno ordinario y extraol-dinario, r,í'ase Robert Des-cimon y christianJouhaud, "La Fronde .r, -ouu.Á.nt: le clévclo¡r¡;<'rnt:nt de la crisepolitiqrre entre 1648 er 1652", XWIesiicl¿,14b (1984), pp. 30432i, ts¡r. ¡r. i30tt.

40 Elliott, The Count-Duke, pp. 4l0, bl+bl6 lEl conde-duquc pp. 4r)il, i0+SOSl.

130 131

r i.rlcs ¡rolcrrr irrlt¡rcnlr'¡rcliurr¡s:rs lcur¡r nr:rs lxl li.ur.u (lu('lror ¡rcrrlct¡rrcsl:rtrrlosu:rl)()\'o:rl tceitrtcttrlcrlorrl,rrisrlcllrut¡. 1',rrl,'urrrri:r,r'n, ;rrr¡lrio, ltir'lrt'licrr lr:tlríl nru('r'l(), l)('r () n() ll:rllírt ('ltí(l(), y ('l In¿u)(l¿rto

rlc sr¡ su< r'sor t'lt't.Iirl<1, M:rzarirlo, ('r'l urr r1'('()r'(l¿rt()r'i<l coustante decslc ltt'r'll<¡.

l'ln l (i.lht l¿rs firclzas rlc op<-rsicion en la élite política francesa pre-

Iriu lu ()n srr t'<¡rrivirlente ¿rl ataqlre español de 1643 al sistema de go-lriclrro "t.xl,r'¿r<lrclinario>. El resultado del ataque, sin embargo, fuerrrrn'<listinto. El sistema de Richelieu, aunque impopular, no estabar lcsrrcr'<'rlit¿rdo, en particular gracias a su continuada capacidad deolrtt'rrt'r'é'xitos militares en la guerra con España. Esto, a su vez, au-n r c r r t <i la capacidad de la corona para resistir. Y al encontrar resisten-r irr, r'l utaque de la oposición tomó un giro violento, sólo para acabar,rt ra¡xrclo en las contracorrientes de antagonismos sociales e interesesst'< tr¡r-iirles rivales que inevitablemente entraron en acción cuando las

Ir rcrz¿rs cle la oposición no consiguieron establecer sobre base consen-srur<lir una legitimidad decisivaparasus acciones. Con el final oficialr l<' la rninoría real desapareció toda preterlsión de legitimidad, y el;rt:r(¡re se hundió en la derrota. Correspondió después a la monarquíar lt' l,tris XfV construir un nuevo equilibrio de fuerzas sobre la base der ¡ r r sistema de orden que superara y aboliera la distinción entre siste-rrurs de gobierno ordinarios y extraordinariosar.

Pudo haber sido, pues, lo muy completo del fracaso de Olivares lor¡rrc irnpidió un levantamiento violento en la Castilla de la décadarlt' 1640. Había tan extendida unanimidad acerca de cuán poco de-scuble era repetir las experiencias de los años de Olivares que norr¡r:rrecieron divisiones en el seno de la nación política para provocarrrn conflicto violento. En lugar de ello, se reunió alrededor de la co-rrrrra el calor del statu quorestaurado. A este respecto, España se dife-r cnciaba de Inglaterra, donde las innovaciones introducidas en reli-ri'i(')n y política por el gobierno de Carlos I estaban asociadas tan de('(:rca con el propio rey que se cuestionó el papel de la corona. Fueronlr ¡s clesacuerdos resultantes acerca de los debidos alcance y límites del

¡rocler real lo que finalmente llevó a la nación política al enfrenta-nriento y aryudó a precipitar una guerra ciüI.

Sin embargo, e irónicamente, Castilla pudo a la larga haber salido

¡rcrdiendo, más que ganando, de la pasividad con que respondió a losretos de la década de 1640. En Francia, a resultas del colapso de la

+l Descimon yJotthaud, ..La Fronde ell motlvement,,, p. 320.

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l'torrrl;t. l:r irtir i:rtir':r ¡tolrlir':r ¡l:rso:r lit ( (,tollir v l,uis \lVsr.r.ltr onll()('ll lx)si('i()lt <lt't'orrr¡llclrtt'lo (llr('(lu('r'rir <lt'ltr r<'r'olrrr iorr ¡rolrliclr t'adtnitristrativlt illit:iar[¿t p<lr l{i<'lrt'li('ll. [,]r) Inql¡rlcl'l'lr. ('()nr() ('()lts('('ll('n-cia de la ejecución de Clark¡s I, la iniciativ:r pas(i a lu n¿rcirin 1;olírica,que desde 1660 estaba en gr¿ur lneclida rerrnirlzr nueviltrrcnte ¿rlrede-dor de una monal-quía restaurada pero lirnitada. Las mismas limita-ciones de esta monarquía restaurada ayudaron a crear un clima enqlle el poder ejecutivo pudo ser expandido y utilizado durante la se-

g;unda mitad del siglo xul para algo que era ampliamente percibidocomo el interés nacional. En España, por el contrario, el poder mo-nárquico siguió sin restricciones institucionales, pero la iniciativapolítica pasó a las fuerzas de dentro de la sociedad que habían derro-tado a Olivares. Corona y poderosos, por consiguiente, coexistieronsobre la base de una dependencia mutua que excluía cambios inno-vadores. Como fuerzapotencialmante capaz de provocar cambios, lacorona quedó inmovilizada por el peso muerto de los poderosos.Ellos, a su vez, dependían hasta tal punto de la coronaparacargos,favores y concesiones que les protegieran cle los tiempos económica-mente difíciles, que no tuvieron ni el deseo ni la capacidad de em-prender nuevos caminosa2. El resultado fire medio siglo de estanca-miento e inercia, que contrastaba fuertetnente con el dinamismo dela Francia y la Inglaterra contemporáneas. El precio de la revoluciónbien pudo ser alto, pero quizá el precio de la no revolución lo ftreincluso más.

l! Par':r la tntrttta dependencia eutl-e colol¿l l noblezzr, según iba desarl-<'¡lltincloseva en lir primera mitad clel sislo xtrt, r'éanse (lharles.faeo, "Tlrc Influencé of Debt onthe Relations betvveen (lr<xvn and Aristocracv in Seventeenth-Centurv Castile", Ztr¡nomit Hi.story Rntian,26 (1973), pp. 218-236; I. I. A. Thc-rmpsott, W:r¿r ond. ()otternnrcnt inHabslturgSpa,in, 1560-1620, Londles, Athlone Press, 1976 lGuenny ilerurlentiu,. Oobier-ttoy udninislrntión n h lispañt dc los Austria.s, 1560-1620, tracl.-loldi Beltr-rin, B¿rrcclo-rra, Crítica. l9B I ] , cap. 5; Ignacio Atienza Hernánd ez, ,¿bistorrad¡t, pod,er,¡ riqueza an lnlispañu nod¿rna. Ln rasa de OstLna., sig/os.xtr.v.v, Madrid, Siglo XXI, 1987, pp. 53-54. Lacoutitrua deper-rclcrrcia de la nobleza lespecto de la colona srrgicle la clebilidacl deltérmino "r'cfeuclalización" según es comtinmeute aplicaclo a lzr Espari:r clel siglo xul.Véase A. Domínguez Ortiz, "Algunas consideraciones sobre la refeuclalización clelsiglo xrll", er Nlaría del Carrnen lslesias, Carlos Moya v Luis Rodrígtrez Zriñiga (eds.),Homenaie tJosá Antonio lIarultnll,S vols., Madrirl, Centro de Irrvestigaciones Sociológi-cas. 1985, I, pp.499-507.

r32 1ti3

(lnl'l'l'tfl,(l V

tluR()PA DI,sPUES Du l¡ P¡z t)H WF]S'T.I.ALIA

L .,,, l',,, cle Westfalia ha quedado grabada en la memoria colectiva cle

I',r r rr r¡ra corno la que puso fin a un conflicto europeo más devastadort

¡ r rc cr ralqtrier otro antes clel siglo xx. Voltaire, en El siglo de Luis Xlll,

t k'scribe "la célebre paz de Westfalia" como un tratado "que sir-r.ió delxrs<' ir todos los tratados del porvenir". En otras palabras, esta pazscrlirlt'r el inicio de un rluevo orden internacional en el cual el sistema('urr)peo de estados iba a ser regulado en lo sucesivo según una serier l<' :rt:uerdos políticos forjaclos a mediados del siglo xt,tt y aceptados

¡ror las principales potencias europeas. Entre estos acllerdos figura-lr:rn la aceptación internacional de la soberanía de la Repúrblica Ho-l:rnrlesay de la Confederación Suiza¡ algo de la máxima importancia,cl <'stablecimiento de una constitución para el Sacro hnpericl Roma-r rr r. Iin efecto, el acuerdo de paz apaltó el espectro de una monarquíarrniversal Habsburgo que había atemorizado a Europa durante largoticrnpo, v confirmó el carácter del hnperio como una confederaciónl:rx:r de unidades inclependientes, que prncurarían resolver sus dife-r <'rrcias mediante una serie de elaborados procedimientos constitu-r ionales sin recurrir a la guerrar.

i \trltaire, L¿ sticle d.e Loui,s XII', ecl René Gros, 2 vols., París, (iarnier, 1947 [El sigl.o

rh' Lrtis,YI\/, tracl. Nélida Orfila Reynal, México, Fondr¡ cle Culttrr¿r Econórnica, 19541 ,

l. ¡r. (i6, en c;rp. 6 ("Cette célébre paix de Vestphalie [...] devent¡ pottr I'aveuir la baser lt' tous les traités"). En los tiltimos años se ha debatido mtrcho, especialmente entrelos cstrtdios<¡s del clerecho y krs historiadores cle las relacit¡les internaci<-¡nales, acel-c¿r

rlc lu Paz de Westfalia en tant() que hito que malca la apariciírn cle un nuevo ol-denir¡tt'r nacional, en cl cual los estados erirn ace ptack)s como s<ll¡eranc¡s v las relacir¡nes. rrtlt'ellos llegaban a ser rcgrrladas por el nacientc derecbo internacional. En reali-r l:r<1. lVestfalia puede ser vista como rur pas() más elr la codificación de un pl-oceso, er-r

los czrrnpos tanto rle la soberanía estatal como clcl desarrollo de nr¡rmas para la regtr-llrciolr de las relaciones estatales, qrre venía evolucionando desde hacía largos siglos v

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l'lsllr visirir r < l<' los clt'r los r lc Wcsl l:rli:r. g('r r('r ¡rlr r rcr r lc f :rvor lrl¡lr', lr rr'cucsti()tl¿l(lit ¡rot' ¡rt'ittt('r'll \'('z ¡rot' lit it'rlt'i< lr l{iills t'n l,u l5, ¡lcro soloiba a ser puesta seriarnentc t:rr r:nlr'<:rli<:lr<¡ rlrrr':rrrlc r.l ¡lt'r'i<l<k) ('()ln-

prendido entre finales del siglo xrx y 19411, ilñ()s cn los rlrrc nirci()t)¿r-

listas alemanes arguyeron que el tratado de paz había irnpeclido esta-

blecer una unidad alemana y hat:ía condenado a Alemania a dossiglos de impotencia, en beneficio de Francia2. Pero la creación de laRepública Federal Alemana tras la Segunda Guerra Mundial repre-sentó una reversión a los principios de 1648,y esto, a su vez, contribu-yó a revitalizarla reputación delaPaz de Westfalia. Hoy en día sueleser vista en gran medida como lo era en época de Voltaire y de Rous-seau, es decir, como un hito que marcó los inicios de una ordenaciónnueva y más racional del sistema europeo de estados.

En el corazón de esta reordenación se hallaba, por supuesto, elreconocimiento de ciertas realidades tanto religiosas como políticas.Con variantes grados de reticencia, la diversidad confesional de Ale-mania y de la cristiandad fue aceptada en Westfalia como un hechode la vida. Inocencio X, a quien Yelázqluez iba a pintar en toda su in-quieta obstinación al año siguiente del congreso de paz, se vio redu-cido a protestas impotentes contra un acuerdo que el emperador ylas principales potencias elrropeas habían negociado sin recurrir a lamediación papal y que iba a disminuir la influencia vaticana en lastierras de Centroeuropa. Los acuerdos de paz contra los cuales Ino-cencio tronó en vano reafirmaron la libertad religiosa concedida alos luteranos en 1555, al tiempo que extendieron el beneficio de esos

mismos derechos a los calvinistas y a las minorías religiosas que los

todavía estaba lejos de haberse completado en 1648. Para una refutación concisa delsupuesto "cambio de paradigma" de 1648, véase Stéphane Beaulac, "The Westpha-lian Legal Orthodoxy - Myth or Reality?", Journal of the History of Intnnational Lau,2(2000), pp.ta8-777.

2 Martin Heckel, Deatschland,'im. konfessionelkn -¿eitatter; Gotinga, Vandenhoeck &Rrrprecht, 1983, pp. 208-209; Geoffrey Parker (ed.), The Thirt^t Years'War,2 edn.,Londres y NnevaYork, Routledge, 1997, pp. 192-193 lLa guura d.e los treinta años, trad.Daniel Romero Alvarez, Madrid, Visoa 20041. Para Rühs y los planes trazados duran-te el Tercer Reich para cambiar tres siglos de historia europea en la proyectada con-memoración del tercer centenario de la paz en 1948, véase el catálogo de la exposi-ción, no 1253 a 1256,y el ensayo de Heinz Duchhardt, "The Peace of Westfalia as li¿zd¿Mémoire\nGermanyandFrance",enKlausBussmannyHeinzSchilling,eds., 1648:War and Peace in Europe, S vols., Miinster,/Osnabrück, Westfálisches Landesmuseumfür Kunst und Krrlturgeschichte Mfinster, 1998, I: Politits, Religion, Law nnd Sociefi, pp.47-47 ["La Paz de Westfalia como liat de mémoire en Alemania y Europa", trad. O. Ca-ballero y P. Molas, Pedralhes. R¿.uista d'História Moderna, 19 (1999), pp. la7-1551.

l:i-t 135

lr:rlrt:urrlislrrrl:rrlo¡ror lonr('noslr:rsl:rcl Irlcr'ncrorlc llill.lcrll¡tr¡rrc lrrt'f irurlrnt'nlt'('on\'('ni(ll llirs ('n( onlrrl:¡s n('l.i(,( i:rr ir¡rtt's.

No t's rlr'('xlr'añlr'(llr(', l)()('() ir lxx'o, los ¡ltrrlcsl:url('s in('luy(:r'itl) cl,uri\'('r'siu'i() <lt'l:r ¡raz ('n su lislir rlc cr¡llnlt:nr()r'ir('i()ncs anLlales3. Ensr'¡rt it'rrrbrt: <lc I 74tl la ciuclad cle Halnburgo, jLrntamente con otroscstlr<lr¡s y t:itrcl:rdes, decidió conmemorar el primer centenario deWt'stlirlia. Se celebraron servicios religiosos especiales en todas las

iglt'siirs, se interpretó un oratorio de Georg Philipp Telemann enl:r iult:si¿l de San Pedro y se compuso una oración adecuadamente co-¡rrctli<l¿r, la cual pedía a Dios que se apiadara no sólo de los protestantessin<r también de todos los cristianos y celebrabalaPaz de Westfalia( ( )rn() el fin del conflicto religioso y el inicio delapazyla prosperidadr lt' Ilarnburgoa.

Así pues, en los mundos de la política y de la religión los acuerdosrk' Westfalia eran vistos, al cabo de un siglo de ser firmados, como un

l)unto de inflexión para Alemania y Europa. A ojos del siglo xvIII, el

¡rrrrblema del Imperio se había solucionado. El imperio de la ley, así('()nlo un sistema cuidadosamente negociado de contrapesos y equi-lilrrios, había reemplazado la anarquíayviolencia de una época bár-lxrra, al tiempo que las garantías de libertad para minorías religiosasv rrrr grado de tolerancia habían puesto punto ftnal a los agrios con-f lictos sectarios del pasado. La Europa de las Luces volvía su miradalrircia estos logros con satisfacción, como signos claros del progreso<lc la civilización europea a lo largo de un siglo. Generaciones futuras,

l)ol- su parte, han venido a ratificar el veredicto.Pero ¿hasta qué punto, podemos preguntar, respondía este vere-

rlicto a las realidades históricas? El propio Imperio fue disuelto enl1106 y el siglo xx iba a ver guerras mucho más devastadoras que lasr¡ue asolaron el continente entre las décadas de 1620 y 1640. Además,('stas guerras, al igual que la de los TieintaAños, se originaron en esas

rrrismas partes de Europa cuyos problemas quisieron resolver los ne-gociadores en Münstery Osnabrück. Es cierto, naturalmente, que derringún acuerdo de paz, por muy inteligentemente que haya sido<'oncebido, puede esperarse que vaya a durar para siempre. Pero,incluso si tomamos una visión más limitada y no salimos de las cele-

:i Etienne Franpis, "De I'uniformité á la tolerance: confession et société urbainet'rr Allemagne, 1650-1800", Annales,3T (1982), pp. 783-800, esp. p. 789.

+ Joachim Whaley, Rzligious Tbbtation and, Social Change in Hamburg, 1529-1819,

( iambridge, Cambridge University Press, 1985, p. 194.

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lrl'lt<'iol¡t's<lt'srr¡rtirtl<'tr't'rtlt'tutt'io,r'stlilí<il rrr¡r'rrt'sliorlrr':rlqrrrursrlr.l¿rs ¿rsttllciollt:s llt¿is liit:ilcs:t('('r'('¿l <k' los lrt'nitrllos cli't'los <k.l a<'rrt.rrlode Westfalia.

En primer lugar, el acuerdo no af'ectó a la guerra entre [,spaña yFrancia, que continuaría hasta 1659 (una segunda guerra de tr.eintaaños), y tampoco puso fin a las hostilidades entre las potencias bálti-cas. Aunque el espectro de la monarquía universal Habsburgo pudohaber sido conjurado, pronto iba a ser sustituido por el de una Euro-pa dominada por la Francia del ambicioso Luis XIV. Entre 1600 y 1650sólo hubo un año del calendario sin ninguna glrerra entre estadoseuropeos: 1610. En la segunda mitad del siglo, hubo seis ( 1669-1671y 1680-1682), pero la civilización europea ftre y siguió siendo una ci-ülización militar, cuyo estado natural eralaguerrai'. El tamaño de losejércitos era apreciablemente mayor en la segunda mitad del sigloque en la primera, prolif'eraron las guerras en una escalada hasta laguerra global europea de Sucesión española entre 7707 y I 71 3 y es

qrñzásintomático del carácter belicoso cle la ciülización europea queun buen número de príncipes de finales del siglo xvrr gustara de ves-tir uniforme military se hiciera retratar de esa guisa6. La guerra siguiósiendo expuesta de las dos maneras (alegórica y documental) en quelo había sido durante la primera parte del siglo.

Si Westfalia no logró traer una paz duradera a Europa, tambiéntuvo menos éxito de lo que a veces se dice en cllrar las pasiones reli-giosas de la época. La revocación del Edicto de Nantes por Luis XIVen 1685 es prueba de que laépocade la persecución religiosa estabaaún lejos de su final, si bien la inclusión de Alsacia en los acuerdos deWestfalia significó que por lo menos los protestantes alsacianos se

vieron a salvo del destino de sus hermanos francesesT. Pero se haar-gumentado persuasivamente que incluso en el Imperio el resultado

5 George N. Clark, The Se,aenteenth Cmtury,2" edu., Oxford, 1950, p. 98. S<¡breEuropa como una "civilización militar", véase su War and Society in the Seuenteenth Cen-f¿r), Carnbridge, Cambridge University Press, 1958, p. 10.

6 Michael Roberts, Essaw in Stuedish History, Londres, Weidenfeld & Nicolson,1967, cap. l0 (..The militarv revolution"); Geoffrey Parker, T-he Military R¿uohttion:.Llililar"¡ Innouation and, tl¿e Rüe of theWest, 1500-1800, Cambridge, Cambridge Univer-sity Press, 1988 [t¿ reuohttión, militar. Innoaarión militar y apogeo de Occid¿nte (1500-1800), Madrid., Alianza,2002l , pp. 43-44. Sobre los monarcas en uniforme, véase Ro-berts, -l*sa1s in Stuedish Histor\, p.206.

7 Warren Candler Scoville, Tlu Pe¡seru,tion of Huguenots and French Economic Danel-opment, 1680-1720, BerkelevyLosAn¡¡eles (California), Universigvof CaliforniaPress1960, p.5, n. ll.

136 t37

rlc l:r ¡l:rz ltrc crrrlrrrt'( ('r ('n rrrr¡r lros:ril)('( los l:ts rltt'tst,rttcs tcltgios;ts,nr;rs (llr('su:lvizllll:rsr'. l',1 lcsrrll;r<lo rlr'\\i'stl¡rli:r lttt's:tltt iot¡;tt l:t lt't't i-

tor i:rliz¿rcirirl rk't'n'<los, si llit'u los:rt'rrt'rrk¡s lrs('ulll'iur)rt lit str¡rt'n'ivc:tr-

r i:r r lt' rrrrir Sajonia pr'()tcst¿lnl(' ('rrirn(l() srr cils¿l qobernante se con\¡irtió;rl < ltr¡licisnr() a lin¿rles clel siglo xVII. Experitnentos ecuménicos, comol, ¡s rk'l lllct't<ll P¿rlatino Carlos Luis, se saldarían con Lln fracaso estre-

¡ ritoso, l)r:l'o eil unos pocos estados y ciudades, esPecialmente en la,\l<'ruirni¿r lnericlional, se alcanzó la coexistencia religiosa sobre la base

r k' rura auténtica paridad, en función de la cual protestantes y católi-( ()s ('()lnpartían en pie de igualdad los cargos. Pero una toleranciar t'liuir¡sa real apenas apareció en tierras alemanas antes de firtales delsisl<r xVIIt. vla exclusión religiosa siguió caracterizando lavida confe-sion¿rl cle la mayoría de las ciudades del Imperio. Parecidamente, los

irrrlíos siguieron siendo objeto de duras discriminaciones, como siem-

¡rr'<'lo habían sido.Oon todo, aunque el panoram:r religioso e internacional seguía

si<'ndo sombrío después de 1648, esto no significa que no se proclu-jclirn importantes cambios en la estela de los acuerdos de Westfalia.I Ino de los más notables fue la aparición de un nuevo sentido colec-I ivo de la propia Europa. El despliegue de periódicos y gacetas duran-It' el transcurso de la guerra había ayudado a desarrollar una visión

l)rrrrenropea de los acontecimientos coetáneos. La Nieuue Tijdinghenrlt'Abraham Verhoeven, las diversas gacetas holandesas e italianas ylit ()azettefrancesa de Théophraste Renaudot dependían, todas ellas,<[t: una red de contactos e informadores esparcida a lo ancho del<'ontinente, y sus esfuerzos combinados pusieron los cimientos de un

¡rúrblico europeo informado y de una opinión pública también euro-

¡rea e informada. Esta era la opinión pública a la que Richelieu ape-l¿rba en su poco logrado drama alegórico, titulado significativamenteIiuro|e, en el cual Francion llega al rescate de una Europa a punto deser raptada por Ibéree. Esta nueva Europa de estados soberanos noircabó de un plumazo con la vieja cristiandad, la cual iba aúrn a cono-('er momentos de recuperación, especialmente en tiempos de ame-n¿rza exteriol como sucedió durante el sitio turco de Viena en 1683.

l)e hecho, la ausencia de una tzlanttenazadurante las décadas de 1620

v 1630, cuando los turcos estaban ocupados en su frontera con Persia,

E \¡éase Franqois, "De I'uniformité á la tolérance".\t Europe. Cotnéd,ie hfuoique, París, 1643. Véase también t,éopold Lacour, Richclieu

drnmaturge et ses colk¿borateurs, París, Librairie Ollendorff, 1925, palte 3, cap. 4.

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irtgotrtt¡r:t¡lcl irrr¡lrlrllurl('r'nronlornuucl rlrt:rrl('r\'{ursorlcllrtlttt'-rrir civil ('u11)l)('ir <lru'lrr¡lc cs¿rs rrrisnl¡rs rlti< lr<llrs \,, (l('('sl('rr¡otlo, r'nfbrtalecer la visirill sc('ular rk' rulir l')rrrrr¡n rlt' r'strr<krs sr¡lrt:r'irn<¡s. I'cl'osi la idea de Europa coexistía con la cle la cristi¿rncl¿rrl, c()rn() sucedíaen la mente de Richelieu, era Europa la que estaba irnponiéndose afinales del siglo xvIIro.

Hay razones poderosas para argüir que la Europa que nació de las

décadas centrales del siglo xvII era una Europa transformada, perodebemos tener una visión más amplia que la de los puros tratados depaz si queremos entender lo que estaba sucediendo. Es de suponerque la transfolmación no se derivó tanto de los acuerdos de paz comodel carácter e intensidad del conflicto que los hizo necesarios.

Durante dos o más décadas, grandes partes de la Europa continen-tal habían sido sometidas a tensiones muy intensas impuestas por unguerrear más o menos continuo. Incluso las poblaciones que no esta-

ban directamente afectadas por los tránsitos militares ni por la des-

trucción física provocada por el conflicto habían sentido el impactode la guerra en sus casas, cuando los recaudadores de impuestos lla-maban a sus puertas y los sargentos reclutadores se llevaban a padrese hljos. Al mismo tiempo, estas mismas exigencias de la guerra habíanpuesto a prueba hasta el límite las capacidades administrativas y polí-ticas del estado de inicios del siglo xvII. Los gobiernos luchaban entodas partes por movilizar los recursos requeridos para la financiaciónde ejércitos y flotas. De cara a una gestión más eftcaz de la guerra, estoexigió frecuentemente la concentración de poderes en manos deunos pocos personajes elegidos, en particular ministros-privadoscomo Richelieu y Olivares, quienes, a su vez, confiaban en la lealtadde un pequeño grupo de funcionarios para asegurar que las exigen-cias de la corona fuesen obedecidas. Los esfuerzos de estos gobernan-tes comportaron la infracción, a gran escala, de derechos y privilegioscorporativos, al exigir ayuda económica y militar a instituciones, gru-pos sociales, regiones y provincias que hasta entonces habían disfru-tado de un número relativo de exenciones ante las exigencias delestado.

Las tensiones sociales y políticas creadas por estas incrementadasexigencias del estado se mezclaron con la irrupción de un grupo de

r0 Para la aparición de la idea de Europa, véaseof a,n id,ea, Edimburso, Edinbtrrgh University Press,gran cosa sobre el siglo xvII.

Denys Huy, Europe: The e'mergence

1957, que, no obstante, no dice

138 139

¡¡(.\,()s r ir osr¡rrr.lr¿rllllrrr g:trr:rrlo stts rlittctos ctt l:t gtl('l l;l: l¡tt;tttt tt'los,

r.rnl)r (.s¿u ir¡s lrrililrrrr.s, r orrr¡rrrrl:trrlcs rlt'l t'it'r'r ilo v trrirtisll os v olit'iltlt's( ( )¡ :r('( (.s( ) ¡rr ivilcuiirr lo irl ¡llrl r'(,l l1tzu() t't'rtl. M ttt'llos tlt: t'stos lx:t's()ll¿r-

l(.s, :l su vt'2, rrlilizirr'()n l):lt'l(' <lt' stt llttcva t-i<¡ttezzr para Promover Lln

r.stik I r k' r,i<l:t r¡rtc ttlv() ('()l ls(:t'ttt'tlt'i¿ts significativas para las artes. Fi-

r¡;rrrr.it'r.os (.orll() Bzrrthélcnty Hcrwarth, por ejemplo, contribuyeronr k. rruutr:rar itnportante al desarrollo trrbanístico del París de mediados

rlr. sigl1¡rr. Comandantes rnilitares como el marqués de Leganés en

l,.s¡xrñ:r y cl mariscal de Créquy en Francia reunieron impresionantes

r , rlt'r'r'i<ltes de pinturast2.'l'trlcs manifestaciones de riqueza no hicieron sino agravar las ten-

siorrr:s sociales ya existentes. Las poblaciones urbanas, exprimidas

¡ror. los recaudadores de impuestos, encontraron blancos adecua-

r l(ls ¡rirra su odio en aquellos que sacaban provecho de Ia guerra y en

l()s oficiales reales enriquecidos. Miembros de la vieja nobleza y de

l:r <'lase dirigente tradicional se resentían de verse orillados por mi-

Ir ist r'os de clase social baja aupados hacía poco. Todos estos resen-

tinlit:ntos políticos y sociales culminaron en los levantamientos re-

vr ¡lrrcionarios que sacudieron la Europa continental a lo largo de la

rlricitda de 1640.

[,zrs causas de estos levantamientos han sido objeto de un prolon-

s:rrkr debate histórico, pero no pueden ser comprendidas sin tomar

cn consideración las tensiones impuestas sobre la sociedad y sobre la

('str-uctura del estado por un periodo de guerra intensa y prolon-

s¡rl¿rr:t. Las revueltas y disturbios continentales de la década de 1640

f rrt,ron en gran parte una respuesta a las presiones generadas por el

r <'<.l.ecido intervencionismo del estado moderno, en Sus esfuerzos

¡ror hacer frente a los desafíos Presentados por las exigencias de la

grr(:rra. En este sentido, pueden servistos como movimientos contra-

I ¡t:volucionarios frente a las actividades innovadoras del estado, si

lrit:n la contrarrevolución quería restaurar una armonía política y

I I G. Depping, *Barthélemy Herwarth. un banquier protestan-t-en France au dix-

st'¡rtiéme s1¿cie",-Rnue Historique,l0 (1879), pp. 285-338, y l1 (1880)' pp' 63-80; Pie-

,,.' Frun.u.t.l, oVs¡t.¡11.t et i'architectttre urbaine a' XVIIe siécle", Annal¿s' I0( l1)!-r5), pp.465a79.

tt l¡i.y Crawford Volk, "New Light on a Seventeenth-Century Collector: the

l\{arquis olleganéso, The Art Bulletin,62 (1980), pp. 256-268;Jean-Claude Boyer e

lsirlrelle Volf, ,.Rome á Paris: les tableaux du maréchal de Créquy (1638)"' Rnue d'e

t',rrt, 79 ( 1988), pp. 22-41.l:| Sobre el d-.^bate histórico en torno a los trastornos de mediados de siglo, véase

rrriis arriba, cap. 3.

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s()( ¡lrl itrr:rtirlrrl:r. trt:is r¡rrt'l:r r¡rrc rr':rlrrrctrlc lr:rlrr;r cxislirlr), \'it (llt('rliltrilntt'ttlcsr'¡rrr<'rk'<lt'r'irr¡rrt'l¡rssot'icrllr<lt'srlt'llrl'irrrrr¡r:rrrrr¡rlt'¡'nrrvit'ict'iul llnlr silllil('i(irr <k'r'<¡rrililrrio irnl<'s cIc la (hrclra <lc los'Ii'cintaAil<lsrr. Peto t:stas alteraciortes, si bicn obligaron al estado interven-cionista a ponerse temporalmente a la defensiva, también liberaronfuerzas políticas v sociales qlre asustaron a las clases propietarias ¡ alcabo de cierto tiernpo, fuese en Cataluña, Nápoles o en la Francia dela Fronda, las empujaron de nuevo a su lealtad tradicional para conla corona, la cual parecía ofrecer la mejor garantía de estabilidad yorden.

Como por reacción, pues, a las condiciones de anarquía o semi-anarquía que porun momento amenazaron con anegargrandes áreasde la Europa de mediados del siglo xrrr, el clima psicológico del pe-riodo posterior a Westfalia se caracterizó por un ansia de nueva esta-bilidaclts. Aunque un creciente hastío ante tanta guerra pudojugarsu papel en animar a los artistas -un Rubens o un Callot- a subray'arlos horrores de la guerra y, en contraste, las bendiciones de la pazt6,no parece que tuviera mucha repercusión en la conducta real de losestados de finales de siglo, los cuales mostraron estar tan dispuestoscomo sus predecesores a inicios del mismo a tornar las armas en lapersecución de ambiciones territoriales y dinásticas. Pero sí pudohaber a¡rdado a la aparición de uno de los hechos políticos firnda-mentales de la Europa de finales del siglo xtu: la tendencia crecientedel estado a hacerse con el rnonopolio de la fuerza.

Le roi. seul a droit de glaiae ( "Sólo el rey tiene derecho de espada" ) .

Éste iba a convertirse en un tema central de la segunda mitad del siglo,conforme los monarcas intentaban domeñar aquellos elementos ensus estados que poseían el potencial de desencadenar las fuerzas de laanarquía, y al mismo tiempo obtener un control personal más estrechosobre sus ejércitos, esas grandes maquinarias militares que, comomlrestra la carrera de Albrecht von \A/allenstein, se habían hecho de-masiado formidables para.ser dejadas en manos de condotieros. Ensus intentos por afirmar su monopolio de lafierza,los príncipes de

l{ Véase Helmut G. Koenigsberger, "The Crisis of the Seventeenth Centurv:A Farewell?", en stt Politiciu.ns nnd. \'irtuosj.'Essa1.s in Earh hlod,ern Hi.stor,¡, Londres,Hambledcn Press, 1986, p. 165.

15 Sobre el tema de la estabilidad en Europa a finales del siglo xr,rl, véase Theod<>re K. Rabb, I'hc Struggl.e for Stabilit\ in L)nrly Mod.ern Eu,rope, Oxford v Nuer-a York,Oxford Universitv Press, 1975.

16 Véase ibid.,pp.723-125.!tase más abajo, fig. 17.

l.to l-ll

Irrlrlt.s rlr.siglo sc ltcrrr'lici:rrolr rlcl rlcsco tlc l:ts r lltst's,t( r)rrx¡rlltrl¡ts

rlcr¡rrcs('r'('slalu':lt':l('l ()r'(l('nt'r'l lrttt'rtgolriclrto. l't'totltrttllititlltt-r ir.r orr r¡rrt. lrit< r'r'('()n('('si()n('s 1r ('sirs Inislnlls t'l:tst's l)irrrl :ll('illtz:ll' tlll,rr r ¡r u o< lo (l u(' r('sultas(: rll tttu¿tt)lcll tt: sitl isf itct()t'i().

I lrr:r <lt'l:rs nl:is significativas (le esils ctoncesiones fue el abandono

¡ror rrrrr<'lros gobernantes de la práctica del ministro-privado, tan ca-

r:rclt'r'ísti<'ir cle inicios del siglo xul. Un rasgo llamativo de la Europar lc lrr ( lrrcrra de los Treinta Años había sido el dominio de ministrosr ¡r rr' ¡lllccían todopoderosos, cllyo poder se basaba en ganary retenercl lrrror rlcl príncipe, un dominio vívidamente sugerido por la impo-n('n[(' I)r'esencia del condeduque de Olivaresjusto detrás de Felipe IVc r r t'l grirn ctradro deJuan Bautista Maíno, La recuperación de Bahía d¿

lixltx lo.s Santos,para el Salón de Reinos en el nuevo palacio del Buenl{t'tirrr en Madrid (fig. 3)tt.Los movimientos revolucionarios de la dé-

r :r<llr rle 1640 habían sido, por lo menos en parte, una reacción contracstc rlominio. Cuando Olivares caÉ del poder en 1643, Felipe fV anun-r iri <¡ue en el futuro iba a gobernar por sí mismors. Aunque nunca con-sisr riri hacerlo, don Luis de Haro, que negoció la Paz de los Pirineos concl cirrclenal Mazarino, no llegó aalcanzar tanto poder como su tío, el. ,rrrrle-duque. En 1661, a la mtterte de Mazarino, eljoven Luis XIVsor-

¡rr t'rrclió al mundo alrechazar poner en su lugar-, como se esperaba, a

N i<'r ¡las Fouquet y anunciar que también él procuraría en el futuro gcr"'

lrt'r'niu- por sí mismore. Cuatro años después, a la muerte del príncipel'<'r'clinand Portia, el ernperador Leopoldo I hizo un alruncio parecido.I ;r tlpoca del ministro-prilado estaba oficialmente clausurada2o.

r7 P:rra los valiclos del siglo xvll, r'éanseJ. H. Elliott v [,. \4¡. B. Brockliss (eds.). 7]¿llln ll ol th,e Faao¿ril¿., New Haven (Connecticut) y Londres, Yale University Press, I 99!)

I l,.l tttund.o dc los u¿¿lidos, trard.Jesús Alborés y Eva Rodr-ísuez Halffter, Madr-icl, Tattt'tts,l1)1)f )1, vJ. H. Ellir¡tt, Rirheli¿u r¿nd. Oliuues, Cambridge, Cambridge Uuiversitv Prcss,

l\.1,\I IRit:heliett y Oliaares, trad. Rafael Sánchez Mantero, Barcelotra, Cr'ítica, 1984].Vtl¡nsc también más arriba pp. 109-lI I v I l5-l 17.

'* J. H. Elliott, T-he Count-Duke oJ'Oliuares: I'he Statesman in an Age ol Decline, NewI l:rvcrn (Connecticut) y Londres, Yale Univcrsitv Prcss, 1986, p.651 [El rutnde4uque dt( )lit'lres. El polítito en una ipoca d.e d.ectd.en.cir¿, trad. Teófilo de Lozoya, Barcelona, Críti-t :r 1990, p. 6291 .

Itr Para el caso.Fouquet. véase lVlarc Fumaroli, Le Poit¿ et le Roi. Jenn d.e k¿ lbntaine,'tr .sott.siicle, París, Editions de Fallois, 1997, cap. 4.

e0 Para el desarrollo de los acontecimientos en el irnperi<.r. véase.feau Bérenger,. I'he Demise of the Minister-Favoru-ite, or a Political Model at Dtrsk: the Austrian( lase,, en Elliott y Brockliss (eds.) , T-he Woild of the Fuuourite [ "La supresión del rninis-trr¡firvorito, o el crepúrsculo de un modelo político: el caso austriase", en El w¿undo de

los ualidosl, cap. 16.

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Figura 3.Juan Bautista Maíno, La recuperación de Bahía de Todos los Sa.ntos.

Esto tuvo consecuencias importantes, no sólo para el mundo de lapolítica, sino también para el del arte. Richelieu, Mazarino, el mismoFouquet, habían utilizado sus influencias y riquezaspara ejercer unmecenazgo cultural de gran prodigalidad. Su desaparición reforzó elpapel del monarca como patrón supremo de las artes y consolidó laposición de la corte monárquica como centro ejemplar y árbitro delgusto. La parte final del siglo xvu iba a ser preeminentemente la épocade la sociedad cortesana, una sociedad cortesana que Norbert Elias nosha enseñado a ver como una poderosa fuerza del proceso civilizador2l.Elias tomó como su modelo la corte de Luis XIVy presentó la cortemonárquica como un instrumento para la domesticación de la noble-zaque contribuyó a la gradual reducción de laviolencia en la Europaposterior a Westfalia. La cultura y el ceremonial cortesanosjugaron,sin duda, su papel en refrenar las pasiones. Politessese convirtió en el

2r Norbert Elias,

I La socied,ad, cortesana,

le82l.

Die hófische Gesellschoft, Darmstadt/ Neuwied, Suhrkamp, 1969trad. Guillermo Hiratv, México, Fondo de Cultura Económica,

142 143

irlr';rl ¡lrccr¡lirrcrrlr'\'r rrlrrioror¡ rrrr lr:ru¡izrlcr it'ilirl;rrll:rslrrr lt.ts¡lot r'l

¡rorlcr t't'l irrt'uo rlt'inlt'r('s('s (lu('( lulr( l('r izrrllttt lrt t'itllr tlcttlto t'lrllis:rllr rlt' lir t'<¡r'tr'. llstt't'r-ir t'l rnun<k¡ r'rr t'l <¡rrc cl (húr'ttht<k' llalt¿rsar Cira-

r ilin, ¡lrrlrli<'irrkr ¡xrt' ¡rritrtt'r'it \/('z cn I (il-r11, sc cotrvirtió ell un manualr rr'<'t'sitrio, rrn lxltiquín dc superr,,ivencia para el cortesano en las artes

cscn<'i¿rllncllte cortesanas de la disimulación y el engaño22.

l)t:rrr l¿rs cortes, pese a que proporcionaban eüdentes oportunida-rk's l los lnonarcas para imponerse sobre sus noblezas, deben servisl:rs más bien como espacios donde los intereses de la corona y las

rrrisl<¡cracias se entrecrtzaban en beneficio mutuozn. Incluso los lla-nl¿rclos estados "absolutistas" de finales del siglo x\¡II, empezando porll rnisma Francia de Luis XIV, dependían de una relación estrechaortre el reyy las élites dirigentes tradicionales, una relación que fuert'<rrdenaday revitalizada tras las conmociones políticas de los años( ('ntrales del siglo. Coronay noblezas siguieron siendo mutuamen-It' clependientes, pero el equilibrio entre ellas variaba inevitable-nrcnte de un estado a otro, reflejando tradiciones nacionales y eli'xito de cada uno de los monarcas en combinar sus funciones comorrrlnrinistradores, dirigentes ceremoniales y dispensadores de patro-nazgo. Entre los dirigentes de finales del siglo xvtl, Luis XfVmostróst'r particularmente hábil en combinar estas tres funciones, del mismornodo que había mostrado serlo también en utilizar a los artistas y a

los hombres de letras para proyectar su imagen realza.

La proyección del esplendor y gloria del Roi Soleil, o "rey sol", portocla Europa era un reflejo del cambio en el equilibrio de poderes

22 Para la influencia de Gracián en la Europa de finales del siglo xvtI, véase( )tto Brunner, Ad,eliges Lantlleben und, europáischer (ki.st, Salzburgo, Otto Müller, 1949,

¡r¡r. 130-133.!3 Ronald G. Asch, "Introduction: Court and Household from the Fifteenth to

tlrt. Seventeenth Centuries", en Ronald G. Asch y Adolf M. Birke (eds.), Princes, Pa-

t¡ ot¿age and the Nobility: The Court at the Beginning of the Modern Age, c. 1450-1650, Ox-lrrrcl, Oxford University Press, 1991;Jeroen Duindam, Myths of Pozun: NorbntElias andtht h)ar\ Modern Court, vad. inglesa Lorri S. Granger y Gerard T. Moran, Amsterdam,,\nrsterdam University Press, 1995, cap. 4.

2l Para Luis XIV y su relación con las clases dirigentes tradicionales, véase espe-r ialrnente William Beik, Absohtti.sm and, Society in Snmtemth-Centur\ France: State Powertnrl, ProuincialAristocraq in Langued,oc, Cambridge, Cambridge University Press, 1985.I'ar-a las evoluciones en otros estados europeos, véase la panorámica enJohn Miller(<'<1.), Absolutisrn in Sermteenth-(,entur,¡ Europe, Londres, Macmillan, 1990. Para la pro-rtcción de Ia imagen de Luis XIV, véase Peter Burke, The Fabrication of Louis XIV,NewI laven y Londres, Yale University Press 1992 fLafabricación d¿ Luis X]V, trad. ManuelS¿icnz de Heredia, Madrid, Nerea, 1995].

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('ur rl)('( )s (lu(' Wt'sl f irlirr lur jo cor rsig( ), l)('r'( ) l:r lrcgcrrron r:r ( ult ur:rl n( )

iba:tc<lttt¡ltñittl¿t rlt'r¡t<¡<kr irulolllrilit'o ¡ror ll Irt'gt'rrrorrílr ¡lolíti< lr y,

militar, y en este caso iba rezagada. [,ar irrr:rgcn rlcl sol llabía si<lo ¡-u'c-viamente aplicada al tío de Luis, el "Rey Planeta", Felipe IV de Es-

pañazs, y en el encuentro entre tío y sobrino en la isla de los F¿risanes

en 1660 para ratificarlaPazde los Pirineos, la riqueza ceremonial dela corte española eclipsó a la de Luis26. Los franceses, además, nocontaron con un Yelázquez que dispusiera la decoración de su pa-bellón en la isla. Tras 1665 la frágil figura de Carlos II no era rival, nien lo simbólico ni en lo político, para el vigorosojoven Luis XlV, peroel estilo de realeza de Luis debía mucho más al ceremonial españolde lo que él pudo estar dispuesto a admitir2T.

Los lazos tradicionalmente estrechos entre Madrid yViena hicie-ron que las influencias españolas fueran asimismo intensas en la cor-te de otro de los beneficiarios de los acuerdos de paz,los Habsburgoaustriacos, que compartían la inclinación de sus primos españoles porun estilo de gobierno cuyas características principales eran la graaitasyla pietas. Dado que \Alestfalia les privó de toda nueva posibilidad deimponer suvoluntad sobre el Imperio, Fernando III y Leopoldo I se

dedicaron a consolidar su autoriclad en sus dominios patrimonialesy en el reino conquistado de Bohemia. Era una autoridad que descan-saba en gran rnedida en la sanción divina, y su proyección se erlcon-traba íntirnamente vinculada a la difusión de las doctrinas y valoresde la contrarrefbrma.

En manos de Fernando y particularmente en las de Leopoldo, lacorte imperial se convirtió en Lln instrumento vital para la creaciónde una cultura política y religiosa que trascendía frontelas nacionalesy que contribuyó grandemente a inculcar un sentido de lealtad a ladinastía entre poblaciones multiétnicas. A falta de un "estado> aus-

25 Jorratharr Brorvn vJohn H. Elliott, A Palat:e for a King: 'fhe Buen Rctiro and the

Court of Phili.p lli New Haven (Connecticut) y Lonclres, Yale Universitl'Press, 1980;edn. rer'. y anrpliada 2003, p. 1O [LIn palacio parn el rey. El Buen Retiru y kt ¿:orte de FeliPe

ltl trad. \'icente Lleó r'María Luisa B¿rlseiro, Madrid, Taulus, 2003, p. a2l.26 Jonathan Brown, Iblázquez: Painter and C,ourtin, Nerv l{aven (Connecticut) v

Londres,Yale University Press, 1986, p.249 lVel.tizqun, pintorr¡ cortesano, trad. Fernan-clo \¡illaverde Landa, Ivladrid, Alianza, 2000, pp. 249-2501.

27 Btrrke, Ihbriration of Louis XIV [Lafabricación d.e Luis )I\1, pp. 183-184. Para lasambivalentes relaciones fiancoespañolas durante el periodo, véaseJean-Frédér'icScharrb, La France espagnolt. Les racincs hispaniques d¿ l'al¡solt¿tistne Jransais, París, Seuil,2003 lI.a I'tnnrin española. Lus raíces hispanns d,cl absolutismo Jrancés, trad. Alicia Marto-rell, Marlrirl, IVlar-r'ial Pons, 20041.

l++ 145

lr:r(()((,nrl):lr:rlllcrrlcsllrrlolr:rnr('s,('sl;lrullrrrit(('rl('s:ur:t(onnurri('Irizo lrtttt nl¿is <'t tr< ilrl ('()nro ltr<'lot rutiliclrrlot rlt'lo r¡rrr'('l¡l ('u l¡r l,'r'¡rrr-, ilr rlt' l,rris XlV. ( lont<¡ ('('nll(, tk'tul¿t Ilolllt'zit inlt'l'n:r<'i<¡tt¿tl, lit cot'tcr lr' \'icrrir, rn:is lrrir) r¡rrt' la clt: Versallcs, ligaba al príncipe y a la :rristo-, ¡;¡r'i:t ('rr ul)ll lt:l¿tcirin nllrtua que se basaba en la aceptación de unascr ir'<k' irlt:ales políticos, r-eligiosos y culturales. La nobleza, a suvez,tr ilnrin)itía esos ideales a slrs tierras de origen. A través del arte y la.r rr ¡rritr:r:tura, de la literatura y la rnúsica-especialmente la ópera-,lrr < ortc cle Viena fbmentó la difusión por tierras de Europa central y¡ ¡r icntitl cle una civilización barroca compartida, haciendo de sí mismarr r r ¡rolo alternativo a la corte de Versalles2s.

l)t'sc a todos sus rasgos católicos, esta cultura barroca se derramó

l)()r'('ntl'e las sociedades protestantes. Se ha sugerido, por ejemplo,r¡rrc los luteranos de Augsburgo, que eran mayoría a finales del si-gl<l xvil, se apropiaron de algunos de los motivos y métodos de sus ri-r':rlt's católicos, precisamente para afirmar de modo más intenso suirlt'ntidad protestante. Sus iglesias adquirieron algo del exuberantecs¡rlendor de las iglesias católicas coetáneas, al tiempo que sus f'estivi-r Ilrrles conmemorativas revestían una vistosidad más asociada común-nr('lrte con los días de fiesta católicos2e. Pero, en general, todavía dis-

l)()nemos de poca información precisa sobre el grado en que las:rf iliaciones religiosas influyeron en las sensibilidades estéticas, port'jt'rnplo en el terreno de la compra o encargo de obras de arte. En unrrrtículo sobre la posesión de cuadros en Metz durante el siglo xvll,f 'lrilip Benedict utilizólainformación contenida en inventarios redac-rrr<los en 1645-1647 y 7667-1672 para mostrar que había contrastessiunificativos, así como similitudes. entre el gusto católico y el protes-tlr)te. El número de cuadros propiedad de protestantes y católicos derrna misma clase social era aproximadamente el mismo, pero, comot'r'¿r de esperar, los cuadros de tema religioso eran menos abundantest'rr los hogares protestantes, donde constituían el27 por ciento de sutr¡tal de obras de arte, en contraste con el 6l por ciento en los hogares

2s Robert.f . W. Evans, Th.e Llaking of the Hab.sburg L'Ionarclry, 1550-1700, Oxlbr-d,( )xf<rrcl University Press/Clar-endon Press, 1979, esp. pp. 152-154 fla rnonatquía de los

I labsburgo, I 550-1700, Barcelona, Labor, 1989, esp. pp. I 3l-1321, y Victor L. Tapié,llunx1u,e et Classici.sm¿, París, Plon, 1957 lBanoco,¡. Clasicismo, trad. Susana.fakfalvi, Ma-rllid, Cátedra, 19781, libro 3, cap. l, para el barroco en la Europa central y oriental.\'í'ase también Duindarn, )VI"¡ths oJ Pozoer, pp. 126-133, para una comparación entreViena v Versalles.

2e Fr:angois, .De I'uniformité á la toléran6s", p. 789.

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r:rlrilir os. l'or ( ()ull:r, los lrrtur)nor('s ¡losr'ílrrr ¡r¡¿is r rr:r<lr.s rlr.g<:rrr.rrrV (l('t('ttltt I¡isl<it'it'o v ntitr¡lrigir'() (lu('sus vccillos <.lrlrili<.os. Nr¡ t.s <lt'extrañal- que los ht¡t¡¿rres c¿tt<ilicos t:sluvicr'¿rn llt.n<¡s <lt. inl¿iucllcsdevocionales, entre las cuales lavirgen, los santcls, la (lnrcifixi<in y San-to Entierro y la Magdalena eran las que gozabande rnayor popularidad.Los cuadros religiosos en casas de hugonotes, en cambio, describíanepisodios bíblicos, con un 37 por ciento sobre temas del Antiguo Testa-mento, frente a tan sólo el 6 por ciento en los hogares católicosso.

La información de inventarios en una ciudad religiosamente mix-ta no proporciona una base suficientemente sólida para generaliza-ciones amplias sobre el carácter de la civilización europea a finalesdel siglo xvII. Pero en su sentido más general, parece razonable ver laPaz de westfalia como un factor que endureció y perpetuó la divisiónentre una Europa protestante y una Europa católica que había surgi-do a lo largo del siglo xr,r. En uno de sus ensayos, Hugh Trevor-Roperhabla de "la unión fatal de la iglesia de la contrarreforma con el esta-do monárquicoo3r. En la Europa posterior aWestfalia parece habersedado una acentuación apreciable de las diferencias entre las socieda-des que se plegaron a esta "unión f2¡¿1" y las que tantearon embarcar-se por el rumbo alternativo que habían inaugurado los holandeses.La creciente prosperidad de la República Holandesa, así como la dela Inglaterra posterior a su Guerra CiüI, ofrecía una llamativa pruebade que un cierto grado de libertad política y religiosa no era necesa-riamente contrario al éxito, incluso al éxito según lo entendían unosestados monárquicos obsesionados con la necesidad de maximizar supoder. En la Europa anterior a la Guerra de los TreintaAños se acep-taba por lo general que la desunión religiosa significaba la quiebradel estado. Pero la supervivencia de los holandeses en su prolongadaconfrontación con la mayor potencia de Europa había hecho ver nosólo que esto no era axiomático ni mucho menos, sino además queuna sociedad relativamente abierta, que estaba dispuesta a aceptaruna diversidad de credos y que alcanzaba sus decisiones políticas me-diante la discusión en el seno de asambleas representativas, podía dehecho tener una mayor capacidad de resistenciay adaptación que una

so Philip Benedict, .Towards the Comparative St'dy of the popular Market forArt: The ownership of Paintings in seventeenth-century Metz, , prct and presmt, l0g(1985), pp.100-117.

3r Hr.rgh R. Tievor-Rop er, Retigion, the Rtformation and, Social Change, and Othn Es-sa1s, Londres, Macmillan, 1967 fReligión, reforma "y carnbi.o social y otros ensa)os, trad. Es-trella Oliván yJoaqr.rín Vidal, Barcelona, Argos-Vergara, l98bl, p. 40.

t46 t47

\(xi('(l:t(l(('lr:r(l:r,(:lr:r(l('lizltrl:r¡rr¡t l:rt¡trilorlr¡irl.rrlcrrrcligir)nvporcl tttotto¡rolio rk'l ¡lo<lt'r'r'rr t'l ¡rr írrr i¡rt'.

l,lslrr rr¡r ('l'il unll lt't'<'irirr (lu('rnu('lr()s l('\'('s <lt'llr [,)rrxr¡¡ir rlt: finalcsr k'l siglo xvu t'stuvit'r'an l)r'(:p¿u'a(l()s p¿u'a apre rlder, si bien el éxito delos lroliur<lt'scs rlcbio, sin dud¿r, de h¿rcerles conscientes de la correla-r irir r r:nt11: pnrspericlacl y poder. Pero situar en las agendas del gobierno,\' ('r I I r'(' srrs prirneros plrntos, medidas a largo plazo para el fomento del:r ¡rnrsperidad exigía un reajuste, aveces doloroso, de las prioridadestr rr<licionales, relegando los objetivos del fiscalismo y el confesiona-lisrno ¿r un segundo lugar. Por este motivo los abogados de la reformar'<'orrr'rmica encontraron a menudo difícil que se aceptarasu mensaje.l,,n Alemania, por ejemplo,los cameralistas, que defendían medidas

¡ro¡xrlacionistas y de otro tipo destinadas a fomentar la recuperaciónv t'l crecimiento económicos, se vieron envueltos en un arduo con-f li<'to con los fiscalistassz. En otras sociedades las consideracionescollf'esionales y los prejuicios inveterados fueron también un obs-t¡i<'ulo evidente para el avance económico. Su continuada fuerzir se

¡rrrso de manifiesto en la legislación antijudía que cubrió la Europa<'t'rrtral después de 1648 y que alcanzó un clímax en 1669-70, ctr¿rnclo

l.r:opoldo I expulsó a losjudíos de Viena y la Baja Austria.Pero el emperador, presionado a un mismo tiempo por el imperio

()lolnano y por la Francia de Luis XIV, hubo pronto de aceptar querro podía prescindir así como así de los servicios de losjudíos y se vioobligado a hacer concesiones que paulatinamente llevaron a surc¿rdmisión. Otros gobernantes fueron mis rápidos que Leopoldo enIccr las señales económicas. En su determinación por reparar los es-

ll'asos de la guerra en sus tierras, el Elector Palatino Carlos Luis y el( iran Elector Federico Guillermo de Brandeburgo-Prusia hicieronlrente al antisemitismo de sus súbditos y promovieron activamente larcadmisión de las comunidadesjudías33. Federico Guillermo siguiónredidas similares cuando la revocación del Edicto de Nantes arrojórura oleada de refugiados hugonotes por Europasa. Por lo menos enirlgunos estados, las ventajas económicas fueron vistas al cabo comornils importantes que la uniformidad de credos.

32 Ingomar Bog, .Mercantilism in Gennany,, en Donald C. Coleman (ed.), Rni.-tion.s in Mercantilistn,Londres, Methnen, 1969, p. 176.

33 Jonathan lsrael, Europea.nJetury in the Age of Mercantilism, 1550-1750, Oxford,

(llarendon Press, 1985, pp. 14G152 lLa juderíaeuropeamlae¡ad,eln¿e¡'cantil;ism,o, 1550-I 750, trad.Pepa Linares, Madrid, Cátedra, 1992, pp. 17G1821.

31 Scoülle, Penecutionof Hugumots,p. 125.

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,'\ttttr¡ttt'los ittt¡x'tirli\'()ri ('( on(¡¡rrir os ¡rrtrlir.rort lr;¡llr.t r.rrr¡lr.zlrrlo,t'n cit'r'll n¡r'<lirllr, il llr('nll)('r'ar l.s vi.rrlos <k. ll ¡llrsir'rrr x,liuir¡srr <'n l:rFiuropa posteri()l'a W't'stlhlia, tallrbirin t'<¡ntrillrycl <¡rr l aerr<liz1r. l¿rs

rivalidades internacionales, pues lc¡s t:staclos cornpetían p()r vcntajascomerciales sobre slrs vecinos, en lul rnundo en el qtre toclavía seconcebía la riqueza como algo severamente limitado. siendo las con-sideraciones comerciales cada vez más importantes en las guerraseuropeas de finales del siglo xvn, el objetivo último de los estados eraIa maximalización de su poder. Para alcanzarlo pensaron en una or-ganización más racional de sus recursos, proceso que obligó a desa-rrollar la burocracia y a aportar una nueva precisión a las tareas su-bernativas, a través, por ejemplo, de la estadística o lo que sir williamPetty llamó "aritmética política".

Este nuevo enrusiasmo por la aplicación de las matemáticas y larazón a la organización del estado3r'reflejaba el cambio más profunclode todos los que ocurrieron en Europa durante las décadas centralesy finales del siglo x\¡rr: la gran transfbrmación intelectual que pode-mos describir como el triunfb de los constructores de sistemas. unaEuropa que había experimentado el trauma del colapso nacional einternacional era una Europa que ansiaba nuevas certidumbres. Laola de escepticismo que creció a finales del siglo xrq e inicios del xr,tclio pie a rura rariedad de respuestas por parte de aquellos que queríanatajar sus efectos destructivos3., y Marin Mersenne en particular quisodemostrar la existencia de un tipo de conocimiento que no podía sercuestionado. Pero la variante de Mersenne de escepticismo construc-tivo fite insuficiente para satisfacer las necesidades de su época37.Ésta e.u, después cle todo, una época que se había acostumbrado almovimiento preciso y ordenado de los relojes. Tales máquinas deltiempo, con ese sentido que transmitían de un movimiento regula-do por una ley exacta y cognoscible, compendiaban la precisión,equilibrio y control que el siglo xvlr reclamaba. A dif'erencia delescepticismo de Mersenne, el mecanicismo cartesiano, qlle empe-zaba por la duda pero acababa en la certidumbre, respondía a la

:15 Para una exposición cle esta cuestión en la Francia cle Luis XI\', no siempreconvirrcente, véaseJ. E. King, science a.nd Rationa,lis¡n in the Gouernment of Lottis xI\,,I 66 1-I 683,Baltimore (Maryland),.fohns Hopkins Press, 1949.

:J6 Véase especialmetrte Richaicl H. Popí<in, Tltc History of Scepticisnz ftonr lirasmusto I)esru'rtes, Assen. Vatr Gorcunr & Comp., 1960 [l,¿ l¿istoria drl esrepticisrno tl¿sde Erctstnohastn_spinozu., trad..fuan-fosé utrilla, México, Fondo de cultura Económica, lgg3l .

:17 Robert Lenoble, Llerscn.ne ou la na.is'anrc tl., ¡nécanisnu,parís, Vl-in, 1943.

r 4É3 1-1t)

l,('rl('(ririt¡:rl:rs:rs¡rit¡rrir¡rtcsrlclr¡sr¡ttclrttsr.tlr.rt¡r'rlr.r('r (,rrlcrrrlr'l, .ros. l;r nor'irirr rlt'tur luri\r'rio r {,n¡ilr t¡irlo t n¡:url('nirlo ctt t¡tovirrticu-t()l)()l un(;lilnl{t'lrlit'rrrt'lxrsrr<lrl('rrl('\'('sr¡urlcrruilir'lrnl('nt('(()un()s-r illlcs

-n(x'i(;ll (llr('('rr su lilllnulir<'iritt nuis ¡ll<'rtit ¡ro<lí:t ('ll('()ltlr¿lrse

crr lr¡s l'ri tttiltirt rl<' ls:r:rt' Nt'u'l<¡n ( l(iu(;-l(;¡17)- oli-ecíit ul)¿r Iruevar orrlilrrrzir ('n (lr.rc c¿rda pl-oblernzr ¡r<ldría en útltilna instancia ser solu-r ir rr urrl<¡ p()r un csfircrzo de la voluntad )'por la aplicación de la razón.¡ lr¡s:rsrrntos hrunanos. Los resultados de este punto de vista iban a\'('r's(' r)() sólo en los nuevos desctrbrirnientos astronórnicos de los añosrlt' lirvle y Huygens, sino también en los grandes sistemas filosóficosr lt' S¡linoza, Hobbes y Leibniz:r8.

( lon la llegada de los constructores de sistemas, Europa ingresabacrr la í'poca de la pre-Ilustración, una época en la que los discursostr':rrlicionales -el de la brujería, por ejemplo- coexistían incómo-rllrrrrente, tanto en la esfera individual como en la colectiva, con elr r r r('vo discurso de la razón:ie. Pero hay durante estas décadas posterio-rt's ir Westfalia suficientes indicadores de cambio como para sugerir( llt(' ull¿l nlleva Europa estaba en fase de construcción. Era una uru'<¡

¡xr t:aracterizada por un mayor grado de orden y estabilidacl. En cl:ilnbito interior, los estados lograron afirmar su monopolio de podersolrre aquellos sectores de la sociedad cuyo descontento había provo-r':rcl<¡ las rewreltas v disturbios de la década de 1640. Como r:esultado,l:r violencia ftre amansada ¡ en consecuencia, nna cierta cahna des-<'t'nclió sobre la vida política de fronteras adentro. En el árnbito inter-rrircional, el sistema de estados europeo er-a tan competitivo'r belico-s() como siempre, pero durante la época de Luis XfVse empezaron a

rr¡rlicar ciertas contenciones en la conducción cle la guerra que ten-<lí¿rn a moderar su violencia+0, en tanto que los principicls mecani-( istas que, según se pensaba, gobernaban el funcionamiento clel uni-vt'rso fueron aplicados a la escena diplomática pzrra prodtrcir losl'('iuustes necesallos que aseguraran y mantuvieran un equilibrio de

:tH Vé:rse Rr-rdolf W Meyet Leibniz uttd. tli.e eutopáisrhe Ordnu.ngskrise, I{amburgo,I Iarr-.ischer Gildeuvellag, 1948 lleibnitz and. tl¿e Seu¿nte¿nt.h-Cpnln'¡ Rcuolutir¡n, trad.irrelesa.f . P. Stern, Cambridge , Bowes & Bowes, 1952], para un intento de relacionarlu construcción de sistemas filosóficos de finales del siglo xvtt con los otros ploblemasrlc la época.

:ltl Para ull palloralna úrtil cle trirbaj<¡s recientes sobl e la historia de la brr-{ería,vtlase.fonathan Barrr,, Marianne Hesterv Clareth Robelts (ecls.), Iliifzlrr n{t in Early,\ lodern, Europe, Cambridge, Carubridge Universitl' Press, 1 996.

+0 John U. Nef', \|hr nnrl Humon Pmgress, Cambriclge (Massachtrsetts), Flan'arclt Iniversin. Press, 1950, pp. I l-r5-157.

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l,()(l('r'('s ('rtlI('('sll(los l i\':ll('s. Solltc f orlo. rur¡r rr'¡lrilllir lr crttrr¡lr':t tl<'

lirs lt'lr'¡ts, (llr('sill\':ll)¡t l:rs flrrrlt't'rrs r'orrlt'sion¡tlt's v st't't'ílt fltvr¡tr'r'i<l:tpor l¿rs ¿rcadelr)i¿rs y ¡rol la <lilirsi<in rlt' ¡x:l'i<i<li<'()s, s(' lurllrrll¿r ('n l'ilsc

de formación, y con ella la creaci(in de una nucv¿r cr¡urrrnid¿rd delespíritu y de las artes.

En qué medida laPaz de Westfalia fue responsable de los cambiospsicológicos, políticos y sociales de finales del siglo xvII es tema abier-to a la discusión. Pero el vasto esfuerzo diplomático que finalmentealumbró los acuerdos de paz de 1648 puede considerarse de modoapropiado como una respuesta a un colapso general europeo, queprovocó terribles sufrimientos y un agudo hastío de.guerra entre losgrupos populares y dejó a las élites políticas a la búsqueda de unafórmula que impidiera una vuelta a los horrores de la Guerra de losTieinta Años. Su búsqueda fue vacilante e insegura y sufrió numerososreveses. Pero por lo menos había dado los primeros pasos, aún pocoresueltos, por el largo y tortuoso camino que podía llevar, un día, auna Europa unida por el comercio y los modales.

150

SncuNDA PARTE,

UN MUNDO DE ULTRAIVIAR

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(lnPl'l'ttl,() Vl

LA ApRoprA(;ttir\ DL,'|'ERR[I'ORIOS DF], ULTRAMAI{POR I-AS POTENCIAS EUROPEAS

( :()N I )I( ;IONL,S PREVIAS

* Et establecimiento de colonias europeas en América y las An-tillls no nació de la necesidad", escribió con famosas palabras,,\rlu¡n Smitht. IJna extensa bibliografía se ha acumulado en torno;rl tr'¿rsfondo europeo de los viajes oceánicos de descubrimiento:sr ¡llr-e las motivaciones, la tecnología y los métodos que hicieron¡rosible a los europeos traspasar los confines de su espacio tradicio-rrrly', con el tiempo, abarcar el globo. Muchas de las publicaciones,sirr embargo, han tendido a ignorar la distincióntrazada por Smith('nll'e sl "proyecto de comercioo que, segúrn é1, llevó a los europeosrr las Indias Orientales, y el <proyecto de conquista" que produjo<'l cstablecimiento de los españoles y más tarde de otros europeost'rr las Américas2. En su lugar, ha habido una tendencia a subsumir enrrrr solo proceso, concebido como "expansión de ultramaro o .im-

¡rt:rialismoo, toda una serie de actir,idades europeas durante la edadrrroderna, las cuales, por un lado, iban del comercio a la conquis-t:r sin solución de continuidad ¡ por otro, no siempre o por nece-siclad se apoyaban, e incluso podían llegar a resultar incompatiblescntre sí.

Hay razones sólidas para esta tendencia a agrupar actividades queAclam Smith halló conveniente separar. Basta con considerar la ex-

¡redición de Hernán Cortés a la costa de México en 1519, que co-

I Adam Smith, Tñ¿ Wealth of Nations, ed. Edwin Cannan, 2 vols., reimpr. Londres,r\,Iethuen, 1961, II, p. 68 llnacstigación sobre la naturaleza y cau.sa d,e la riquna d,c lns na-t iones, ed' Edwin Cannan, trad. Gabriel l'ranco, México, Fondo de Cultura Económi-ca, reimpr. 19901 (libro ry cap. 7, parte I ) .

2lbid.,p.7b.

l5:l

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Tilr('il,/r):iltlr)tiz:rrl;rr()nt()('\lrr.rli<ir¡ltrlr.,.t(.s(:rl(..(r;tntl)t()r)lttt<.r¡ttr.)Ill(ill)(ltrlrlrslir¡tltltrl:tl)()t riurr¡rrr:ulrl;rnlr.t.rrt.x¡rr.rlirir¡lrrl<.(()n(luis-t¿l, l)¿ll'¿l ¿ll)l'c('iitl'lit rlt'lr¿-itck'z <k' llr línt'¿r (lu('s('l)llll lulrlns f i¡r.nllrs rlt'actividad. Los intentos cle clasili<'¿lci(il) ticnclcll, puos, a l)¿lr'('(.('1.¿u.ti-ficiales y habrían resttltado en gran palte incclnrprensibles a rlrrrchosde los europeos del siglo xvr que se lanzaron al océano en busca deganancia. A pesar de ello, dista cie ser evidente por qué tanta actividacteru-opea en el r-esto del mrurdo hubo de adoptar la for-ma particularde la captura y colonización de los territorios cle otros pireblos. Elmismo Aclarn Smith parece haber quedado argo perplejo: <no nacióde la necesidad". A rnedida que dcsarrollaban la clestreza, la expe-riencia y la audacia para lealizar viajes oceánicos cle larga distancia,los europeos cle los siglos xv y xvr se enfrentaron a una serie de posi-bilidades en su acercarniento a las otras civilizaciones con que entra-ban en contacto. Estas opciones podrían resurnirse básicamente ellcomercio, rapiña y conquista con asentamiento, o en una combinaciónde las tres. De estas posibilidades, la menos seguida en la edad mediahabía siclo la de conqnista y asentamiento rnás allá cle los confines deEuropa. Los estados cruzados de oriente medio,junto coll Islancliay Groenlandia, rnarcaron el alcance de la expansión europea rnedievalen ultramar arltes del asentamiento portugués en Macleira y lasAzoresy la conquista espariola de las canarias en el siglo xr'. A este respecto,la apropiación europea a gran escala de territorios cle trltranlar cons-tituyó una fáse nlreva y distintiva de la relación del viejo conrinenrecon el resto del mundo:t.

Por tanto, los antecedentes medievales de la conquista \¡ asenta-rniento en ultrarnar son limitados, aunque htrbo alqtrr-los preceden-tes intenros importantes dentro del misrno continc'nte: el lnovimien-to colonizador en la Europa central y oriental, las ac.tiviclacles cle laGran compariía catalana en la Grecia del siglo xr\'\,; s()l)r.(' r.clo, el pro-longado proceso de la Reconquista frente al Isliurr t'rr lir ¡rt'nínsulaIbérica, ell pal-te conquista y en parte colonizirr.i<in. N. ()l)stallte,aunque existan precedentes, apenas parecel) srrfit.icDtcs ¡ror-sí mis-mos para fundamentar la cornbinación de conqtrista \,(.rnl)r-es¿r eco-uómica que iba a convertirse en Lln rasgo t¿rn rlonrinllnt('(lc l¿rs rela-ciones de los elrropeos coll otros pueblos. Tirrn¡ror.o t'srli r.lar.o, c()lno

^ ^' S9!.. este Pturto, véase.f . R. S. Phillips, 'I-lu Medinutl li.t:lut tttiott rtf l,.rt roln,,( )xf ord,

!xfotrl Llrriversitt'Pr-ess, lg88 ll,a expan.sión ntedicttal dt liint,lttr.l\lririr,,, l.irrrr¡r clcCultula Económica, tr-acl. Rafael L,assaletra. l9g.ll, p¡r. 2l-r-l-25ii.

rttrlir:t l:r rlisr usir¡n sol¡tc los.,¡slcsrlr'lr()l('( r rott rlcl ( onr( rr I,r rlc tlllr:nn:ul, r¡rtc t:rl r orttlrilt:tr ir¡rt lttcr:r cl ¡uclorlo rlc r)l)('r:r( iott ttt:ts lrr'-

rrclir ioso cr'onriruit ltntt'nlt' ¡r:tlt lt<¡trt'll()s (lu(' l;t:ttlo¡rlltt'<¡n. r\ tltu'its

l )('n:ri s<' ¡rrrt'<lt' r'<¡llsitk'r'¿u'r'l irtt¡lt't'io ¡rot'lttetti's rlc lit lltrli¿t c()lrto Lllllrr illlurlt' r'jt'rrr¡llo rlt' las vctttitjas clel tuo cle la fitelza sobre la compe-I c r rr'ilr <'onlt'l-cial pacífica'r.

,\sí ¡rrrcs, ;a qué irnpulsos obedecían los europeos de la edad mo-r lcr nl crrirndo deciclieron arriesga¡ en palabras de ese fino observa-r lor. f i'ancés del siglo xvl que fue Lancelot de La Popeliniére, <sus

r it l:rs, strs posesiones, sll honor y su couciencia para molestar la bue-rr:r vi<la cle quienes, como hermanos que habitaban con nosotros enl:r snrrr casa del mundo, tan sólo pedían üür el resto de sus días enpazr r r¡ntento>?6. Segúrn Adarn Smith, al comparar las primeras colonias('r r r1 )peas con las establecidas por Grecia y Roma, aquéllas, a diferen-r irr <lc éstas, no se derivaban de una "necesidad irresistible, o utilidaclr lrrra y evidente"T. Para é1, la "necesidad irresistible" parece haberser lt'f inido por el exceso de población; a este respecto, aunque ptreclarrlrrrberse dado situaciones locales (como en las tierras de la orclcn rlt'S:rrrtiago en la Extremadura del siglo xv)3, donde la lirnitación de opor-trrniclades en el país de origen alentara sueños de conquista y colo-rr ización en los nuevos territorios de ultramar, Llna Europa que se

t'st¿rba reclrperando lentamente de la catástrofe dernográfica delsirrlo xtv no tenía ninguna gran obligación de exportar a sus habi-tantes. La situación cambió lentamente, a medida que se compen-srron las pérdidas demográficas y la población de Europa volvió otravr:z a eje rcer fuerte presión sobre los recursos disponibles. La Ingla-tt'rra de a caballo entre los siglos xvl y xvII parece haber sido la

¡rrirnera sociedad donde se vinculó la promoción de la colonización<lc ultramar con afirmaciones de superpoblación en el país de ori-

I Véanse los ensavos de Frederick C. Lane reunidos en la tercera parte de su l?n-il attd, Histotl, Baltimole (Mar,vlancl),Johr-rs Hopkins Univelsitv Pless, 1966, y los co-nrc'rrtarios cle Niels Steensgaard, I-l¿c ,lsir¿n l't'ad,e Reuoluíion o.f tlte S¿ttenteettth. Centur\':'l'ht East Inrlia Companies and th¿ Derline o.f'the Carauan I)nd,e, Chicag,o (Illinois) vl.orrdres, Chicago Universitv Press, 1973, pp. lti-21.

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Santiaeo en el rnomento de la emigración u ¡¡1¿i¿s",./aárbuchfiir Gesthitltte zton Strutl,ll'irtschaft und. G.¿scllyhaft La.teinanterikas, 2 (1965), pp. 1-29.

l5+ l.-15

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r-l('n'r. l)('ros()lo('il1:rsrlr.r:rrl:rsl)r,sl(.riorr.s:r l7(i0,rr¡rrr<l¡st, lr:r¡s-li rt'tt t¡tt t lr ¡t llts llts l)t ( )lx )r r iot ¡r's r lc lrr rr¡ iur'¡rr'ior r r.r rro¡lr.:r ll r\rnrir.ir.irrr,('()llli('l)za Iit o<'tt¡llt<'i<itl <lt' lit'r'r'rts rlt' rrltrirn)ilr it l)1lr'(.(.t'r.r,t'rrla<lt'r.¿r-mente tllla <Ilecesiclacl irresistiblc" rlt:r'ivacla cle un gl':ln aurnellt<l clela población en Enropa.

Parece, por tanto, q'e deberíamos buscar causas más allá de lapresión demográfic'-paraexplicar por qué los estados europeos dela edad moderna decidieron apoderarse cle territorios cle ultramar.Tárnpoco deberíamos esperar necesariamente encontrar esa .utilidadclara y eüdente" que Adam smith buscaba en vano como motivo parael establecimiento inicial de las colonias europeas, aunque bien pu-diera haber más de eso de lo que estaba dispuesto a admitir. La ocu-pación por los portugueses de las islas del Atlántico en el siglo xv es-tuvo cansada en gran meclicla por rul deseo de aumentar el área quetenían disponible para el cultivo cle cereales y cañade azircarr. contodo, la apropiación de territorios tuvo una complicada variedad demotivos, derivados en parte de las aspiraciones y predisposiciones quese habían desarrollaclo durante la edad media en Europa, en partitu-lar la mecliterránea, ,v en parte de circunstancias locales de los mismosterritorios de ultramar.

una ojeada al mapa del mundo en 1800 hace pensar que la mavorporción de los territ.orios de trltramar en manos europeas recayó enlo que se podría llamar las tres .socieclades de conquista" de la Euro-pa tardomedieval y del siglo xu: porrusal, España e Inglaterra. por-tugal y España habían fb{ado muchas de sus caracterísricas y aspira-ciones sociales durante su larga guerra contra el Islam. Esta guerra leshabía dado un enemigo tradicional y herecritario, el munJo musul-mán, contra el cual se medían; en respuestaaél,habían desarrolladorrna tradición crtrzaday bélica que se mantenía üva por la proximidadde los moros e' el norte cle África, aun cuando habia desápareciclo elpeligro musulmán dentro de la misrna península Ibérica. por tanto,

156 157

l,r r ottlittt¡lu ion rlt'l¡r l{t'r'ottr¡ttisllr ir lr:rvcsrlcl csl¡r'r lro rlr'( lrlrr.rllrrr,'rr cl sitlo rV v ¡rrirr< i¡¡ios rlr'l xVt ('r:l l:r r onlitru:rr ion lr:rlrnlrl<lc rtrt

l,r( x ('so vlt llit'n ('xlx'l'iln('lll¡trlo, uuit ¡rr rllottulrcirirt t¡rtt' l)lll'('('í¿l srlbl'ctorlo nt'<'r'siu-i:r cn vist¿r rlcl rcsurgitrticnto rlcl nlrrnclo nlrrsulrnán a

rrrcrlirllr r¡rrt'los turc()s otolll¿ulos proseguían coll su avarlce inexora-lrlt'. L:r irrrr¡rli:rcirin del margen de maniobra de los europeos gl'acias. r sr r r l<'surr'ollo cle las artes de la navegación creaba por primeravez, alirrlk's <lcl siglo xv, la posibilidad de hacer Lrna guerra sasrada a esca-

l,r glolxrl, flanqueando al Islam por el océano Indico yAsia.l,ir Rcconquista también había inculcado a los castellanos y portu-

qu('s('s ciertos supuestos acerca del caráctery del tratamiento adecua-rlo <lc l:r riqueza, la tierray los pueblos extranjeros. Corno se podía('r,il)('r':rr de sociedades dedicadas durante siglos a Llna guerra a lo lar-qo <k' rlna frontera móvil, la riqueza se concebía fundamentalmentelrrr jo la fbrma transportable de oro v botín. La tierra era consideradar'¡ r tér'nrinos de señorío y los pueblos extranjeros como vasallos, escla-\'(,s v conversosr2. Estas actitudes, que no estaban lirnitadas a nobles e

lri<lirleos, coexistían con otras más calculadoras hacia el comercio, laglu)iurcia y el mejoramiento, las cuales se podí:rn ellcontrar en los('('ntros comerciales y marítimos de Portugal, Andalucíayla Españar¡rcditerránea y del norte, reforzadas a finales de la edad media porla afluencia de mercaderes v capital italiano, y más específicamentegt'r)o\'és, a la península lbéricar3. Aveces, la tensión entre ambos con-jrrrrtos de actitudes alcanzaba el punto de rt-ptura; así, un factor orgente comisionado veneciano protestaba sobre el viaje de Pedro,\lvares Cabral en 1500 con destino a la India: "Si quieres comerciar,uo debes robar los barcos de los competidores'r+ . No obstante, lasls¡riraciones comerciales de Europa a finales del siglo xv (la necesidadrrpremiante de metales preciosos, el hambre de especias, el deseo derrrlquirir nuevos territorios para el desarrollo de plantaciones de carlarle azúrcar) crearon como míninro una unión de intereses provisionalt¡tre permitió al mercader y al soldado cooperar en sus empresas yhablar el mismo lenguaje enérgico.

Sin embargo las condiciones, primero en el norte de África y des-

¡rtrés en las tierras a orillas del océano Indico, resultaron poco propi-

r2 Véase Pedl'o Corominas, El sentimiento de ñqueza en Castilla Madrid, Publicacic¡-nes de la Residencia de Estudiantes, 1917.

r:r Chailes Verlinden, T'hc Beginnings of Modern Oolonizatio¡t, tracl. inglesa Yvonnel-reccero, Ithaca (NtrevaYork) y Londres, Cornell Universitv Press, 1970.

I I Clitado por Steensgaard, The Asian Tiutle futtolution, p. ti-t.

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( r:rs l)iu ir ul r¡r ( on( lu rsl:r lt'n ilor i:rl lr gt:rt r csr ¡tl¡t. l ,os ¡lor luuu('s('s v l( )s('sl)itll()l('s illul :t <lt'scttl¡l it l)()r'llu'n()s <¡rtt' l:rs so< icrllr<lt's lrrrrstrlnllrr¡rsclel M:rgl'eb cran (lclnirsiarlo I'ir:¿ts, solislic:¿trlas y ¡ro¡rrrlosirs l)¿u':r l)r'cs-tarse a una conquista fácil; todo lo que pudieron obtetlcr lire un¿t seriede puntos de apoyo, que comenzó en l4l5 con Ceuta en Marruecosy se extendió gradualmente durante las siguientes décadas por lacosta de Africa. Se trataba de fuertes, factorías y presidios o puestosfronterizos, que podían servir de base parala rapiña, el comercio oestablecer conexión con el tráfico de oro y esclavos del interior de[¡¡6¿rs. Este esquema se iba a repetir cuando los portugueses pasarona Asia. Desüados hacia el este por las nuevas y brillantes posibilidadesdel comercio indio y asiático, pudieron utilizar su superior tecnologíanáutica y artillería para tomar ventaja inicial y ensartar un imperio debases dispersas desde la costa occidental de Africa a las Molucas. Noobstante, fracasaron en lugares cruciales, como Adén, y la India iba aresultar tan poco favorable como el norte de Africa a la penetracióninterior y la conquista en gran escala. La Popeliniére, al intentar ana-lizar en 1582 su fracaso, lo atribuyó no a una falta de voluntad (uolontQ,

sino de potencia (puissance). Los portugueses se vieron enfrentados a

estados poderosos y bien consolidados y a sociedades altamente civi-lizadas que pronto aprenderían a imitar sus métodos militares; asípues, llegaron a la conclusión de que en palabras de La Popeliniére,la partida no valía la vela ("lejeu ne valait pas la chandelle")16. Pocohan añadido los análisis posteriores a este diagnóstico del siglo xvr.

Támbién los españoles fueron desüados del norte de Africa, peropor el mundo muy diferente de América. Aquí, según decía CristóbalColón al informar sobre su primervi4je de IL92,habíaperspectiva de<oro sin cuento>, ruibarbo y canela, especiería y algodón, además deesclavos "de los idólatras"r7. Se trata de una lista de lo más deseable,

15 Andrew C. Hess, The Forgotten Frontin: A History of the Sixteenth Century lberoAfri-can Frontier, Chicago (Illinois) , University of Chicago Press, I978, esp. cap. 3; FernandBraudel, "Les Espagnols et I'Afrique du Nord de 1492 d7577", en Reuue africaine,69(1928), pp.184-233 y 351-428 ltambién en Fernand Braudel, En torno al fuIeditenáneo,trad. Agustín Lópezy María Tabuyo, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 4l-f 001; E. W.Bov1ll, The Gold¿n Trad,e of the Moors: West African Kingd,oms in. the Fourteenth Century,Oxford, Oxford University Press, 1958.

ro La Popeliniére, las Trois Mond,es, pp. 51-53. Para un panorama valioso y actuali-zado de las actividades portuguesas en ultramar, véase Francisco Bethencourt y DiogoRamada Curto (eds.), Portuguese Oeanic Expansion, 140G180Q Cambridge, Cambrid-ge University Press, 2007.

r7 Cristóbal Colón, Tbxtos"l d,ocummtos compl¿ns,ed,. ConsueloVarela, 2'ed. aumen-tada, Madrid, Alianza,7992, "Carta a Luis Santángel" ( 15 de febrero de 7493),p.225.

158 159

.¡ll(.lo(l(t l)('lts¿l(l:l l¡lllll illl:¡('l lx)l iUll:ll:t l,rs t'lt'¡ttt'llt(tri tllilit:ll('s Y

nt(.1(.lnlil(.s rlr. llt l,,s¡xrrur rlt'l:r lccitltt lt't tttittltrl:t l{r'r ottr¡ttist¡r. ( l¡lrilr

, rl I r.r'ílt <liyt't's:ts ¡rt't's¡tt't'lir':ts <lt' r'i<¡trt'zlt, llllIl() ¡lrlr t'l llolírl t'oltto Pot'

r.l r ¡t¡lr.l'<'io y t'l rlt'sitt't'ollo; y Ioclo t:sto, atlelll¿is, ('()lll() Pr()llto se hizO

r.r,ir k.rrtr', (.ll lul rtrrrnclo que lto parecía haber oído hablarjamás de la fe

r r ist irrnl, a clil'ere nci¿r clel tnusulmán, y era por tanto propicio a la evan-

r¡r.lizir<.i<in. Esto ¡o sólo era un importante incentivo para la interven-

r ir in <k, lir lglesia y la corona castellana, sino que además hacía posible

: r¡i(.s u r.itrsc la autorización papal requerida Para la conquista (b{o cier-

t:rs <'orrrliciones específicas) de sociedades infieles que la tradición me-

r li<.rtrl rle clerecho canónico había llegado a reconocer como entidades

Virrl¡lt's con sus proPios derechos legítimos a la propiedad y la sobera-

r r írrr*. lln la cristiandad de finales del siglo xv no había condición previa

rrllis obligatoria que ésta para apoderarse de territorios de ultramar.( tuanáo Cortés desembarcó en la costa oriental de México en 1519,

nrrrcltos de los rasgos característicos de la sociedad castellana de la Re-

r rtnquista ya se habían reproducido al otro lado del Atlántico: la ra-

¡riña, el pillaje, la esclavización y la explotación bajo el signo de la

(.t.uz, en Lln nuevo mundo caribeño con una frontera móvil. No obs-

t:ulle, también había otro elemento de la Reconquista mucho menos

nurnifiesto en las Antillas: el asentamiento y la colonización. A pesar

rlt' los esfuerzos de la corona española, por medio de su gobernador

Nicolás de Ovando ,paraestabilizar la sociedad de La Española con

ll lirndación de ciudades y el repartimiento de los habitantes indíge-

nlrs a los colonos a cambio de su instrucción y conversiónle, el descen-

s( ) catastrófico de la población nativa y las noticias de oro y botín dis-

¡ronibles más al oeste dejaron a la sociedad antillana en un estado de

r.ontinuo cambio, a medida que los aventureros se desPlazaban de una

isla a otra y después al continente en busca de riquezas fáciles. Se

rr:rtaba menos de una apropiación de territorio que de su devastación

¡ror bandas de merodeadores'.,Quien no poblare, no hará buena conquista, y no conquistando la

I iorra, no se convertirá la gente: así que la máxima del conquistador ha

tlc ser poblar,2o. Esta máxima expresaba el modo de pensar de Cortés;

rB James Mr,rldoon, Popes, Lauyers, and. Infittek: The Church antl the Non-Christian

ll,(,rtdi250J550, Filadelfia (Pensilvania), University of Pennsylvania Press, 1979.

re Ursula Lamb, Frev Nicolás d,e Ouando, gobernador tle las Indi'as (1501-1509),Ma-

rh-icl, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1956'ti, F.urrlir.o López de Gómaá, Historia general de las Ind,i.as, Madrid, Imprenta de

l:r Real Academia de la Historia, f 852, p. 181.

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:l (;llls:l tlt'st¡ r olttlt iltti<'¡tlo rlitcr lo rlc l:r rlr.sll rrr r iol¡ rlr.l:rs,,\rrlilllts.('slitl)ll rl<'r itlirlr¡ lt ('\'il¡tr'(lu('s(' r r'¡riti<'r'lr llr l¡islor irr < rurrrrkr r.l irrr¡rt.r i<rIt)(:xi('¿l tlt' Mot'lt'zttltllt t'¿tvri ('lr slls rniln()s. l,rr rlis¡lt'r sirin <lt, l<ls r.r¡n-qttistadores por e l c()l) tit)e ntc ¡-lt'osiurriti, s<¡l¡rr: torlo a lnt.rlirla (lrrc c()-merlzaban a filtrarse noticias de las fábtrlos:rs r.iqrrezas dc perti, que yaeran Lln rnito por la década de 1520, antes de qre se hicieran realicladdefinitivamente con la conquista por Fr-ancisco pizarro en la décadade 15302t. con todo, dos características del mundo hispánico en ex-pansión en el continente americano contribuyeron a asegurar que losespañoles someterían partes sustanciales de él a una "buena conquis_ta", segirn interpretaba cortés esas palabras. La primera de ellas era laprese'cia de grandes poblaciones sede'tarias, sobre todo en la mese-ta central de México y en la altiplanicie de los Andes. La segunda fuela aparición de cantidades importanres de artefactos de oio y plata,seguida por el descubrimiento en ambas regiones de yacimientos deplata excepcionalmente ricos en las décadas de lb40 y lbbO.

Para los castellanos y andaluces que habitaban mentalmente elmundo de la Reconquista, poblaciones infieles susceptibles d.e sersubyugadas significaban también almas que salvar y....rpo, para s'-ministrar trabajo y tributos. por su parre, el oro y la plata iirdicaban lapresencia de minas que podían producir u'flujo continno de metalespreciosos para la corona española y riquezasin precedentes para per-sonas indi'iduales. En consecuencia, se llegó a considerar qrrl h upro-piación del continente americano (o adquisición cle un "irrp..iá d.las Indias") justificaba la inversión de hombres, dinero y recursosnacionales a una escala que hubiera sido impensable si. la perspec-tiva no sólo de'na prosperidad instantánea,sino también de rendi-mientos continuos a largo plazo. Esta inversión, como la Reconquistadel sur cle España contra los musulmanes, resultó atractiva pordife-rentes razones a los diversos sectores de la sociedad castellana (coro-na, Iglesia, hidalgos, mercaderes, labradores y artesanos). Así pues,la apropiación de la Ameri.ca cenrral y meridional pudo adopiar laforma de empresa colectiva, llevada a cabo, comora Reconquistalo había sido, bajo Ia supe^'isión reguladora de Lrn rey a quien perte-necía el serlorío úrltimo de las tierras recié' co'quistadas.

La coro'a española operaba cle'tro der marco de u'sistema ellro-peo de estados altamente competitivo, donde cualquier acumnlaciónde poder y riquezapor parte de uno tenía reper..r.iorr., i'mediatas

?r Arrtotlello Gerbi, Il lllito del Perit, Milán, Franco Anseli, lt)88, pp. 2+26.

160 161

solltc stts I ir':tlcs. l'ot csl;l r¡tl.()n, ('lr l¡tolxtlllc r¡rtc l:r r ir¡rrcz.r rr'( t('nll:rlllrrl:rt'nllrslrrrlilrs<k'scrr<:rrlt'nrullnl('\()sr'¡riso<lios<l<'rlis¡rrrtrr,lr<k'r¡¡;is rlt' inlcnlos rlt'r'nrrrlirciolr. AI l)11)nr()v(:r'los viitjt's rlt: t'x¡llorat'ion,lr ¡s r¡lisrn<¡s lt'l'n¿ur<lo c lsabcl estaban clando en parte Lrna respuesta.r k ¡s tlxitos cn rrltrarn¿rr del rey cle Portugal, Manuel I, autoproclamado..s<'ñ<rr rle l¿rs conquistas, navegación y comercio de Etiopía, Arabia,l'<'r'si¿r e India,,2?. Mientras los españoles cerraban su puño sobre lasl r rt li¿rs, los portueueses responclían por la década de 1 530 con rápidos

¡rlr'¡>arativos para la toma de posesión de Brasil, clonde la poblaciónirrrlíeena resultó estar menos dispuesta a ser subyrgada y explotadar ¡rrt' la de México y los Andes. Con la medida de dividir el territorio en( at()rce capitanías (en quince franjas de tierras) a cargo de doce dona-

Iti¡ios, que habían de asentarse y desarrollar el país a su propia costaIxritr el sistema de cultivo obligatorio o sesmariayaaplicado en las islasrrlliinticas23, la corona portuguesa esperaba salr,ar los recursos de Bra-sil, en potencia o en acto, de caer en manos de sus rivales europeos.

Las rivalidades dinásticas y nacionales del viejo continente, port:ruto, ya operaban por las décadas de mediados del siglo xvt estimu-lirndo Ia ocupación de nuevos pedazos de territorio en ultramar, bienlirera para proporcionar protección adicional a aquellas regiones yat<rrrradas, bien para servir como garantíacontra la pérdida de futuras

¡rosesiones potenciales. Por lo que hace al último ejemplo menciona-<lo, el palo Brasil podía atraer inmediatamente a otros predadores(:uropeos, en especial Francia?4, pero siempre había la esperanza de(lue se descubriera oro y, aunque este sueño en particular habría<lc tardar casi doscientos años en hacerse realidad, el desarrollo desr'¿rndes plantaciones de azúcar, altamente rentable, en el fértil litoralatlántico de Brasil iba a constituir hacia principios del siglo xvII unarecompensa especialmente valiosa. Desde las primeras etapas de sut'xpansión en ultramar, los portugueses y españoles habían tomadoposesión formal de suelo extranjero en nombre de sus respectivosnlonarcas2s. Ahora, a medida que las rivalidades del Viejo Mundo se

e2 Steensgaard, T-he A.¡ian T'rade Rntolt¿tion, p.84.!3 Verlinden, Bcgin n in gs of lVlodern Colonis ation, p. 220.2r Charles-AndréJulien, Lcs Débuts de I'expansion et tle ln colonisation frangtises (X\b-

X\Ie sücles), París, Presses Universitaires de France, 1947, caps.2y 4.!5 Cf. Cortés en Veracruz, quien .tomó posesión de toda aquella tierra con la

clemás por descubrir, en nombre del emperador don Carlos, rey de Castilla", en Fran-cisco López de Gómara, La conquista dc IVIéxico, ed.José l,uis de Rojas, Madrid, Dastin,2000, p.99.

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ll:tsl:ttl:tl¡rtrr¡tl NucvolVl urtrlovolrossollt't:ln()s('urrrlx'oli,(orn(.uz¿ur-tlo p<lt lit'itttt isr'r¡ I, s<' rrt'gltlxln ¡r r ('( ()nr¡r't'l l¡r r,¡rli<lt'z rlt.l lrllritr lri<.

paPal sobre las tit:t't'¿ts I't:c'ií'n <lt:st'rrlricltirs l)()r'lr¡s llt<¡rr¿u'r'irs <k'ltrpenínsula Ibérica, se llegó poco ¿r poc() al entcn(lilr)i(:nt() (lc c¡rrc elderecho a la posesión exclusiva se había de basar en el establecirnien-to fijo y permanente26. De esta forma, la apropiación y ocupación delterritorio se conürtió en una condición sine quanonparala actividadde nltramar de las sociedades europeas, bien fundamentada en suconciencia territorial altamente desarrollada.

A pesar de toda su actividad en Brasil y más tarde en las Antillas yCanadá,los franceses iban a ser participantes tardíos y no especial-mente exitosos (antes del siglo xtx) en el proceso de reparto y ocupa-ción de grandes áreas del mundo no europeo. Las divisiones religiosasy los trastornos civiles de la Francia del siglo xvl fueron sin duda unobstáculo para una empresa de ultramar sostenida y eftcazen las de-cisivas etapas iniciales de la partida. Los ingleses, pese a comenzar mástarde, iban a resultar más hábiles. Una razón importante para ellopudo ser que los ingleses, a diferencia de los franceses pero al igualque los españoles y portugueses, eran también una "sociedad de con-

euista" cuando se embarcaron en la empresa de ultramar. La tierraelegida parala conquista, en contraste con la mitad sur de la penín-sula Ibérica,7ba a ser una isla vecina, no parte del continente, y elpueblo a ser subyugado no estaba formado por musulmanes, sino porcatólicos gaélicos. Con todo, hay indicios de que la conquista de Ir-landa en el siglo xvl fue un útil preludio, y qtizáincluso una condi-ción previa necesaria, para el subsiguiente éxito en la ocupación deterritorios de ultramar2T.

La corona inglesa pensaba que había establecido su derecho sobrela mayor parte de Irlanda como resultado de la ofensiva normandade los siglos xII y xIII. Por más que después los nativos irlandeses hu-bieran recuperado la posesión de gran parte del país, se daba porsupuesto en el siglo xvl, al proponerse planes para el establecimiento

e6 lrrlien, LesDébuts,p. 114.

27 El tema de la conquistay c<¡lonización de Irlanda como preludio a la coloniza-ción de América, expuesto por David Beers Quinn, The Elizabethans and the lrish,ltba-ca (NuevaYork), Cornell University Press, 1966, esp. cap. 9, ha sido desarrollado porNicholas Cann¡ sobre todo en The Ekzabethan Conquest of lreland: A Pattem Established,1565-1576, Hassocks (Sussex), Harvester Press, 1976, y Kinglom and Coloru9: Ireland, inthe Atlantic Workl 1560-1800, Baltimore (Maryland) v Londres,Johns Hopkins Univer-sity Press, 1988.

162 163

rlr. ..¡rl:rrrllrr iorrr.s,,\' ..t olrttti¡ls,,rlc itrtttigt¡llllr'\ lllIl('\('ri \'('s( (,( ('s|s.

(llt(.s(.o( ltl,ltl)tt tttt l,llis(ltl('\'ll ('l¡t l)lo¡lit'rl:trl lcgrlirrr:r tlt'l.r r ()l()llll'

l,lr jrrstifi<'il< iriil <k.l :rsclrllilrri('lrt() t'tt litt':ts l)l'('\'llllll('lll('ll() ( (tll(lllls-

tlrrlls sr. l¡rst'ri t'rr t'l irrgrrrn('nt() ([('lit trtilitl¡r<l tlt'las tit'l'l'¡ts, l)ttes pzl-

r r.r í:r r.r'r'<ill('() (lu(' t'l btttrtr stlel() irlandi's (ltlcclara sill t:ttltivirr28. Si a

(.st() s(' irñark: (llrc: se srr¡totría que los irlan<lcses eran a todos los efec-

tos ¡lni<'li<'rlnlcllte P2tganos y sejuzgaba necesario, en palabras de la

r t'irrir Is:rbcl, .hercer cntr¿rr en la ciülidad a esa nación bárbaray gro-

s(.1.1t'2!), result¿r claro que una batería de argumentos ya estaba en po-

si<'i<irr pzrra la posteriorjustificación de la apropiación y colonización

r lt' I it'n'as en Norteamérica. Támpoco es una coincidencia que varios de

k rs ¡rioneros que promovieron los primeros proyectos de asentamien-

ro lrr.itánico en América (sir Humphrey Gilbert, sirWalter Raleigh,

l{rrl¡rh Lane) estuvieran estrechamente relacionados con los planes

r lr. ¡rlantaciones en Irlanda. Esta isla sirvió de útil laboratorio para los

ir relcses, como Andalucía para los españoles, para el experimento de

r k'sarrollar las ideas y técnicas que harían posible el subsiguiente es-

t:rlrlccimiento de un imperio de ultramar.Aunque el primer sentamiento permanente británico en el con-

rin(:nte imericano, el deJamestown en 1607, fue realizado bajo los

inlsl)icios de una comPañía de accionistas, sería un error interPretar..stii circunstancia co o una orientación exclusivamente mercantilr.rr l¿r nueva empresa. Al igual que los intentos dirigidos por la casa

lr¿rncaria alemana de los Welser Para conquistar y explotar Venezuela

t.n las décadas de 1530 y I640to,los esfuerzos de la compañía de vir-qinia se caracterizaban por una mezcla de motivos e intereses: la sed

rlt: rnetales preciosos, el deseo de comerciar con los indígenas, las

¡rosibilidades de rapiñay los vagos planes de colonización3r. En ambos

r :rsos había deseo de ganancias rápidas y en ambos casos las com-

¡rañías fracasaron. Como en Irlanda, había un fuerte componente

..,n-rquistador en el asentamiento deJamestown. Al igual que en la

'\nrérica española, muchos de los primeros colonizadores eran aven-

:8 Cann¡ The Eli.zabethan Conquest, pp. 118-l19.

I'r'css, 2007.

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Itll('l(ts (lll('sotttll)¿ltt r (,n l¡:tll:rr r¡ro t'¡ll:rl:r. rlr.lr.sl¡rlr:rr¡ r.l lr;rlr:rjo r rr-littltl io \'('sl)('tlrl¡:trr vivil rlt' los lr;rlxrjr¡s y lrilrrrtos rlt. l¡r ¡rolrlrrr irirrst:r'vil irltlígt'lt¿t. Sill t'ntlriu'go, los in<li¡rs (lu('(.lt('(,nlt'¡ltr)rr,lr <lif i.n.nr.iirde los del Mi'xict) cclttr'¿tl v l<ls All<k's, lrr¡ r'csrrltirr'()n un¿l u¡aut¡ <leobra útil. El asentamiento de Vir¡rinia se salvó por el rlesarnrlk¡ de lrncultivo, el tabaco, en el que no iban a Llsarse indios. sino prirner-otrabajadores ingleses bajo contrato de sen'idumbre y después esclavosafricanos.

El cambio de perspectivas de la colonia también rransformó ineü-tablemente la actitud de los colonos respecto a las tierras y sus hab!tantes indígenas. Ahora que el suelo se había hecho deseable, su ad-quisición a lo largo de las riberas del ríoJames se convirtió en objetivoprincipal de los colonos. como en Irlanda, esto significaba el desarro-llo de una (empalizada",la cual hacia 1G33 incluía unas 120.000hectáreas de tierra libres de derechos por parte de los indígenas32.De hecho, se había establecido una frontera con los nativos que, apesar de intentos esporádicos de mantenerla y de gararrtizarlos d.ere-chos de los indios sobre las tierras más allá de ella, retrocedería cons-tantemente ante la presión del crecimiento demográfico de la comu-nidad colonizadorzylainsaciable sed de tierras paralaplantación yel cultivo del tabaco.

La experiencia de virginia indica, y la de los asenramientos britá-nicos en Nueva Inglaterra confirma, que había irnportantes diferen-cias entre los modos británico y español de apropiarse cle territorioen las Américas. Los españoles, al llega¡ encontraban algún pretextopara (conquistar" vastas regiones de territorio y hacían profundasincursiones en el interior, para después ocupar lentamente las zonasconquistadas mediante la fundación de ciudades y asentamientos. Losbritánicos, por su parte, tendían a establecer una base, asentarse enuna franja costera o ribereña relativamente estrecha y después, pocoa poco, hacer retroceder las fronteras y, con ellas, a los indios. Esteproceso podía ser muchas veces muy lento, como ocurrió en NuevaInglaterray las colonias centlales*. Durante generaciones, los colonosestuüeron pegados al litoral atlántico, en parte retenidos por la geo-grafíay el miedo a los indios y en parte (como mínimo en las colonias

3e WesleyFrankCraven,.IndianPolicvinEarlyVirginia,,l4/¡¿¿¡n*onrtMaryemr-tnly,3 serie, I (1944), pp.65-82.* En inglés, Middle coloni¿s, denominación utilizada para agrupar las coloniascorrespondientes a los actuales estados de NuevaYork, Nueva.fersey, pensilyania vDelarvare.

164I Éiir

¡rrttil;ttt:rsrlt'Nttcr':r lrrtl:tlcrt:t) ltct¡:trlos l)()r un;r csl¡ir l;t rlisr i¡rlitrrrs, rr ilrl r¡ttr'<ltrt'rtrtlc tttt lit'nt¡lo sot ¡ltttttlcttlcrncnlc l:tt go logt o colrlr'-rrcr l:ts ¡rt'r'sirlrtt's ecnct':t<llts laul() lx)r'l:t irtnti¡3t'lt< irin contr¡ l)()r utlr r ccirrrit'lrlrl rk'llrogl'iifi<'o nalrrrirl v t'xct'¡r<'ionalrnent(: vitlor<ls<l:r:t. Sólo:r lirr:rlcs tlt'l siglo xvttt, y c<xr la lle:garla rlc lil inclependetrcia, se abriríalirr:rlnrcnle una brecha en las fionteras y una marea migratoria avan-¿o lrlrt'i:r el ot:ste a través cle los rnontes Apalaches para tomar y colo-r r izlrr Ius t.ierras del interior.

l,rr rlif'erencia entre los modos español y británico de apoderarser lcl tt'r'r'itorio indio puede derivarse en cierta meclida de diferencias,( ( )nr() rnínimo de énfasis, en sus respectivas actitudes hacia la tierra.,\ ¡r<'sar de sus pretensiones altisonantes, ambos países dieron mues-tr:rs <lt' incertidumbre inicial acerca de sus derechos sobre la tierra enl:rs,\lnéricas. Cortés ideó una transferencia "voluntaria" del títuloi r r r ¡rclial de Moctezuma al emperador Carlos V; a obvia imitación del

¡rrr'<'cdente español, el capitán Christopher Newport, siguiendo lasir rsl nrcciones de la Compañía de Virginia, .coronó" a un reacio (em-

¡rcrlrrloro Powhatan como vasallo deJacobo I en 16083a. A pesar decllo, Ios españoles, dejando de lado las delicadezas legales y la autori-z:rcirin papal, llegaron pronto a considerar las Indias como una <<con-

r ¡rristao de la corona de Castilla, lo que daba derecho a ésta, al menoscrr lcoría, a disponer libremente de la tierra. Por su parte, la coronairrslt'sa, ignorando con despreocupación cualquier derecho indio¡rrcvio, concedió a la Compañía de la Bahía de Massachusetts el dere-cIro ir "tener y retener, conservar, poseer y disfrutar todas v cada unar lt' las cosas antedichas: continente, tierras, territorios, islas, hereda-tlcs Y predios, mares, aguas, pesquerías"ss.

:f:f \''éase, por ejemplo, Philip Greven , Four Gene¡ntions: Population, Land, andFam-tlt in Colonial Andouer, llúas.sr¿chusetts, Ithaca, Nueva York, Cornell Universiq'Press,I 1)70. Para comparaciones adicionales entre las colonizaciones espariola e inglesa de

, \nr<1rica. véase rnás abajo, cap. 8, yJ. H.Elliott, Empire,s of the Athntic Worl.tl: Britain and\lmin in Amerira, 1492-1830, New Haven (Connecticut) y Londres, Yale Universityl'r t'ss, 2006 llmperios dcl ¡t¿un.do atlántico: E.spafiay Gran Bretuña cn Anérira ( 1492-1830),tr:rt[. Marta Balcells, Madrid, Thurus, 2006] , parte I.

:tr Sobre Cortés, véaseJ. H. Elliott. "Cortés, Velázquez and CharlesV", en Herní¿nt in'tás: Lettersfrom Mexico, ed. 1'trad. inglesa Anthony Pagden (1971), reimpr. rev., NewI l:n'en (Connecticut) v Londres, Yale University Press, 1986, pp. xxvii-xxviii; sobreNcrv¡rort, véase Philip L. Barbour (ed.) , Thc Complete Work.s of Captain John Smith, 3rols., Chapel Hill (Carolinadel Norte), Universiwof North Carolina Press, 1986, I, p.'-r37.

:t5 Citado por lvVilliam Cronon, Changes in the Land: Ind,ians, Colonists, and, the Ecol-t411 of Nru England, NueraYork, Hill and Wang, 2003, p. 71.

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( irrt torltl, ¡rltt'tt lttttlxts ¡lolt'tt< irrs < olr¡niz:r<lor;rs r¡rrr.rl:rlllr urr;r ( rr(.s-li<irr ¿tt'trt'iarltt', l¡it'lt lonnttlirrlir ¡ror l{olrt'r't ( il'r¡r,r'rr stt .l ( )txxl ,\lurtl lttVirginia ("Viento el) pop¿r hat'ia Vir'¡¡iniir"): "1,¿r l¡r'in¡r.r'ir olrjct'i<irr t:scon qué derecho ojustificación poclernos entr¿lr err l:rs tit:n.as rle esgssalvajes, despojarles de su legítima herencia y asentarnos ell strs luga-res, sin habernos provocado o hecho ningún ffizl,3o. La corona espa-ñola, aunque ansiosa por impedir el desarrollo de una aristocraciafeudal en las Indias, no tenía ningún reparo en ejercer sus derechosde conquista al recompensar los servicios de quienes la habían llevadoa cabo con concesiones de tierras. Al mismo tiempo, reconocía tam-bién derechos indígenas anteriores. Influida por conceptos del dere-cho romano sobre la propiedad del suelo ,trazóuna distinción entrelas tierras usadas de hecho por las comunidades indias para ra pro-ducción y aquellas que estaban desocupadas, las cuales repartió entrelos españoles37. sin embargo, una vez distribuido el suelo ribre (ygrandes extensiones llegaron a estar disponibles al disminuir la po-blación indígena y ser reagrupadas las comunidades indias bajo lasórdenes de sus gobernantes europeos), se tendió a olvidar la distin-ción entre propiedad y uso, a pesar de los esfuerzos virreinales paraasegurarse de que la tierra asignada a los colonos fuera confiscad.a encaso de no ser explotada sin dilación38.

En laAmérica británicase trazó una distinción similar entre pro-piedad y uso de la tierra, con consecuencias que, dado el modo deüda de los nativos en grandes regiones de Norteamérica,fueron to-davía más perjudiciales para los derechos indios que en México yPerúr. Los colonos ingleses no lograron comprender la concepciónindígena de la propiedad basada no en la tierra, sino en lo que seencontraba sobre ella en las diferentes estaciones del año. por consi-guiente, ocuparon suelo que a sus ojos, pero no a los de los ind.ios, sehabía dejado vergonzosamente sin aprovechary, cuand.o en vez detomar tierras indias las pagaban, los malentendidos mutuos sobre loque realmente se estaba comprando yvendiendo lleraron a innume-

36 .6b.

37Berke, 7ii,:J"il3Tlíi'Éinry"l[i;Gmera xico, Fondo de CulturaEconómica, 19851, pp. 3&39.

38 Flangois Chevalier, Terre et sociétéaux XWe-XWIq siicles,Pafis los tatifundiosen México: haciendas y soci,etl entadá, trad.Antonio Alatorre, México,

r66

r,rlrlcs ir¡r irlcltlcsi". l,:t lct¡rlcttr i:r gcttct:rl, lo olrsl;u¡lr'. f rtc r¡rrc llr r rrr,n.r ( ottr crlicur sirtt¡llctttcnl('Br¡rttrlcs cxlcrrsir¡trcs rlr' lit'¡ ur ¡r lr¡sr ,,lolros, sol¡tt'lrt lxtsc llutlrl rlc sus l)r'('slullos rlt'tt'r'llos rlc sr¡llr:l'iulí¿tr r ln r( ) r lt' llr str¡rosicirirr rlt' (lu(' llna liclrl tlt' j:rtlir sin vall:u'y sirt cttltivarrro ¡rorlirt t'slar sit'ntlo usirrl¿r ('()ur() t'l'lr <lt'llirkr. La apropiación delsrrclo irr<líg('na, l)u('s, sc llcg(i a.irrstif i<'art:rt lérminos de unadoctrina,lr' .. r rrc jonrnlit'rrlo", rrn:r p:tlzrbra <¡rrc ibir :r ser ampliamente utilizadacu los ¿ls('nlarr)ie ntos británicos en lzr Anrérica continental y en las.\ r r tillls <lr¡rante los siglos xvII y xvtll r0. Así se estableció el contraste, r,rr <'f "vcr-rn()> Quilderness) que los colonos habían encontrado a suIIcr:rrllr: "Ilcgaron a un yermo

-escribía William Penn-, pero no se

¡ror lr:r lr<'t'¡rtar que lo dejaran así>{r.

,'\l rr'<'rrrrir al discurso del mejoramiento, los colonos briránicos (yaIr rcr lrn uranjeros en Nueva Inglaterra, cultivadores de tabaco en Vir-rlrrr i:r < r ¡rl:rntadores de caña de azicar en el Caribe) de hecho estabanr r t i I i zlr l<l<¡ parajustificar su ocupación de territorio indio americanor r r r tri lln illo que iba ganando terreno continuamente en la Inglaterra

¡rr cirr<lrrstrial y expresaba una perspectiva sobre los recursos marcada

¡ror lir ac:trmulación y el desarrollo. Es difícil determinar en qué medi-rl:r los csparloles de América compartían tal punto de vista. Comonrr rstr'<i Hernán Cortés con su plantación de caña de az(tczr en Cuer-n:r\':r('¿r y sus planes para el comercio en el Pacífico, había un fuerte( olnlx)nente empresarial entre al menos algunos de los conquistado-r cs r, ¡rrimeros colonizadoresa2. Lópezde Gómara escribía con aproba-r irirr cn 1552 sobre la medida en que los colonos españoles habían. r r rc jor:rdo" La Española y Nueva España, mientras que Gonzalo Fer-r¡:irr<lcz de Oviedo refería con orgullo que "ningún ingenio destoslrrrllarnos en estas Indias, y que por nuestras manos e industria se han

:t1) Oronon, Changes in the Land, pp. 65-69.ttt lb¡d., pp.77-78, yJack P. Greene, Pursuit.s oJ Hrtppiness: The Social Dnel,oNnnent of

I rrt ly- illodmn Bñtish Colonies and the lbnnation of Mod,ent. Culture, Chapel Hill (Car-olinar lt'l Norte) y Londres, University of North Carolina Press, 1988, pp. 197-1 98.

rr Citado por Michael Zuckerman, "Identity in British Amer-ica: Unease inf '.rlcn", en Nicholas Canny y Anthony Pagden (eds.), Colonial ldentity in the Atktnticllittll., 1500-1800, Princeton (NuevaJer56y), Princeton University Press, 1987,

¡r. I i33.l: Véase France V. Scholes, "The Spanish Conqueror as a Business Man: A Chap-

tt'r' irr the History of Fernando Cortes", Nea¡ Mexico Quarterly,2S (1958), pp. l-29, y\\'rrlrl Barrett , The Sugar Harimda of the Marqueses d,el Valle, Minneapolis (Minnesota) ,

I rniversity of Minnesota Press, 1970 lLa hacimda e.zucarero, de los marqueses d,el Valle,l5]i-1910, trad. Stelia Mastranselo, México, Siglo XXI, 19771.

167

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lcr lro ('n liu r l)r ('\'(' li('ilr lro.. rr. ( i rt t lor lr r, nr, ('sl:l ll¡rr o si los cs¡r:r r rolt's

( ()rnl)¡rt li;tn l¡t ( ()n( ('lx iott ittglt'slr rk'l Nrrt'r'o Mrrrrrk) ( onr().,\'('r'nr()' it

la t's¡lt'rlr tk'scr rk's¿rrn¡llirrl() )', ('n <'irst¡ <lt' no ll:rct'r'k¡, si l:r rlivclgcrrciirse derivaba cle at:titrrclcs rlistint¿rs ll¿rcia l¿t riclrreza (:ll ¿unl)ils s(x:i('(l¿rdcs

de origen o del hecho cle que h¿rltían llegaclo a Arnóriczrs clilerentes.La América española, con sus lninas de plata y sus poblaciones indias

numerosas y sedentarias, erartrraAmérica diferente y esto contribuyesin duda a explicar enfbques opuestos sobre la ocupación de las [ierrasindias. N{ientras que los ingleses, si habían dejustificar la retención desus colonias americanas como inversiones a largo plazo (dado lo decepcionante de las recompensas a corto plazo), no tenían otra opción queclesarrollar los recursos de un continente por lo visto ürgen con su prG.pio tr-abajo o el de los esclavos africanos importados, la principal pre-ocupación de los españoles era explotar sus ricos yacimientos de mine-rales, adernás de la mano de obraylos tributos de sus pueblos indígenas.Esto hacía que la ocupación material de la tierra, una vez formalmenteconquistada, no fuera tura prioridad absoluta ni para la corona ni parasus colonizadores. Para ambos por igual, lo fundamentalmente nece-sario era la clominación no tanto del suelo como de sus habitantes. Estaexigencia implicaba métodos y ritmos para todo el proceso de conquis-ta diferentes de aquellos que caracteÍizaríanla posterior expansióninglesa en Norteamérica. Al mismo tiempo, ambas sociedacles se en-fientarían a muchos de los mismos problemas,y pata solucionarlosadoptarían rnuchas de las mismas técnicas, las cuales también seríanaplicadas por los europeos, con mayor o menor éxito, cuando intenta-ron adueñarse de territorios en otras partes del mundo de ultramar.

E¡ecucróNFlacia 1800, los europeos se habían asegurado el control sobre el 35por ciento del total de la superficie terrestre del globotl. El desarrolloen la Europa renacentista del barco de vela con artillería desempeñó

*t .J.H.Elli<¡tt, T'heOldl\brkland.theNatt, 1492-1650,Cambriclse, Oa¡r¡bridee Lini-versiwPress, 1970,p.78 llilViejoMundoyelNueuo, 1492-1650, trad. RafáelSánchezMantero, Madr-id, Alianza, 7972, p. 1071.

a{ (ieoffrey Parker, T'he Military Rruolution. Military Innout¿tü¡n and the Rise o.f the

\4'est, 1500-18110, Cambridge, Carnbridge University Press, l9Utl f ln tnnlut irin militarLas innoztaciones militares ^¡ eI apogeo de Occi.tlentc, 1500-1800, trad. Albcrtr¡ Piris, Barce-lona, Crítica, 19901, p. 117, que cita a Daniel R. Headrick, The'lbols ol l)npire: 'lbchnol-

og andEuropeanImpnialismintheNine.temthCentury, Oxforcl, Oxfk¡rd f lrriversitvPress,l98I Ilos instrurnentos d,el imperio. 'fecnología e intperialismo europeo cn el sigkt.xr.x,.favierGarcía Sanz. Madrid, Alianza, 19891.

168 169

r l:¡ ¡nt(.nl(. lut l)lll,(.1 ('t ll( i:ll ('r¡ ('l ('sl:tl)l('{ ittti('lllo rlc l¡r tlolltitt:lt lott

(.nt()l)(.:t, solr¡r'lr¡rlo t.ll lt¡s t'sllt<li<ls itrit'iltlt's <lt'l ¡ltrrc.sr) ( ll:tll(l(¡ s('

,lislr r'rl:rlrit ltxl¿tvílt tlt'llt vctrt:tia clc las()rprcsllr5' !)l ¡ro<lt'r'lllal'ítilIX) ll()

r, rlr ¡ lh<'ilitti t'l ¡rrirner establecimiento de bases portuguesas en Asia'

sirro <¡rrr: lalnbién permitió a los españoles tanto asegurarse un com-

I,l(.1(, (.()'trol sobie la capital aztecade Tenochtitlán, al dominar el

l;rgo'l'cxcoco con sus bergantines, como destruir el imperio de Ata-

t,,,,,1¡ra en la altiplanicie andina al hacer Pasar a sus hombres y Provi-sir ¡nt's a través de un océano que los incas consideraban una barrera

n r lr.irrrqueable+6. De modo parecido, sería el control del mar lo que

¡,,.,.,,ritiría a los europeos en los siglos xul yxvlil mantenery extender

*,,*.,aberas de puente en Asiay dominar el comercio local por medio

r lcl rt:curso al terror y la fuerza.'l arnbién en tierra una tecnología militar superior daba a los euro-

¡rr.()s importantes ventajas iniciales, sobre todo cuando se combinaba

,',,n la utilización del caballo+7. El uso de la caballería ofrecía todas las

y¡rrtajas de la sorpresa en las Américas, donde se trataba de un animal

, k,scJnocido, y también permitió a los portugueses realizar conquistas

r.rr lndia y volver a capturar Goa al beneficiarse de la escasez local de

il)()llturas en regiones que dependían para su aprovisionamiento

<lc Persia yArabiat*. con todo, la superioridad europea en tecnología

rnilitar, y equina. pronto comenzó a tener una importancia menor en

l:rs Indias orientales e incluso las occidentales. En Asia, que ya fbrmaba

¡ritrte de la cultura de la pólvora, la mera proporción numérica tendió

tf, Véase Carlo M. Cipolla, Guns nrul Sails in the Earh Pl¿ase of Euroltean Expansion,

Ii()0-I70T,Londres, Coliins, 1965 lCañones'9 aelas en ta primemfase dt lrt txpnnsión ert-

ntfea 1400-1700, trad. Gonzalo Pontón, Barcelona, atenta pon-

rlóración por los euroPeos del coste y los factores dirse por el

lrierro forjado, el bronie o el hierro colado' véase Guihnartin

f r.. "The iu.mon of the Bataaiaand the Sacramento:. Earlv Modern Cannon Founding

i{econsidered ,,, Internati.ona,lJou,rnal of Nautical Archneolog and (Jndnzuatt Exploration'

I I (1982), pp. 133-144.'+6

C. Harvey Gardiner, Nattal Pozun in the Conquest of Mexito,l"tlt". (Texas)' Uni-

rersity 'f Texu, ir.rr, 1956, y George Kubler, *The Quechua in the Colonial World"'

"r., ¡r,iian Steward (ed,.) , Hándbooi of South Amnican Indians, Washington (DC) , US

(]oiernment Printing Office, 1946, Il, pp. 380-381'a7 Véase Parker, the Military Rtuolution lLa ranlución militarl, cap. 4, para un ex-

celente panorama sobre el poder militar euroPeo y el mundo n_o euro_peo; sobre las

nr*us "r.op.as

e iu<lígenas en América, véase Alberto Mar-io salas, Las armas de la

ronquista d,c Arn&ca, Buenos Aires, Emecé, 1950'it G. V. Scammell, olndigenous Assistance in the Establishment of Portuguese

Power in the Indian 1¡6¿¿¡", ÉnJohn Co reia-Afonso, S'J' @d'), Ind'o-Portuguese His-

ton: Sources anrl probkms,Bombai, Oxford Uni'ersi* Press, 1981, pp. 16G167.

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.r nnlx)n('rs('rlcs¡rttcsrlc l:rs,rr l,r('s:r rrrir i:rlrlc l:r llr'1i:rrl;rrlc lr)slx,rlugu('scs. l,:r ¡xrlrl:rr ir¡n rk'l'or lrrg:rl:rlx'nlrs:rlr:urz;rllr lnr rnillorr rlc l¡:rl¡itrrrrlt's:rt lin¡tl<'s r lt'l sigk r \\'1, r'l ir r r¡rt'r io tt togol < k' l:r l¡ lr lilr l('n lr ('u sr rs cj<irtitos(:sc l)rill)cr'()<lc lt<¡nlllt's(()nr() rrríninr(), rnu( lr()stk't'llos()(luil)ll(l()s('()lln)osquetesrl'. l,os indit¡s a(l()pt¿u'()n r':i¡ri<lanrcntc t'l arrn¿urrcr)t() ()cciden-

tal 1'tan sólo hacia mediados de I siglo x\/ut, cu¿urdo tur¿r seguncl¿r, revolu-ción militar dio a los europeos una artiller-ía cle campaña ligera y relati-vamente poco costosa, fueroD éstos capaces de tomar de nuevo lainiciativa y avar,zar con eficaciahacia el inlerior del subcontinente5o.Más al este, los chinos, cor-l sus propias armas de fuego, y losjaponeses,que habían irnportado y copiado cañones europeos en el siglo xvt,poseían culturas militares y máquinas de guerra que los convertían enformidables adversarios en potenciaparalos europeos, muchos de loscnales estaban en cualquier caso más interesados en el comercio queen la conquista en regiones tan lejanas de sus países de origenir.

Aunque la distancia tecnológica que separaba a los europeos deotros pueblos era mucho mayor en América que en Asia, un totalde menos de setecientos españoles, con una fuerza combinada de l8cañones y 83 caballos, a duras penas hubiera podido derrocar losimperios aztecas e inca, con sus muchos rnillones de habitantes, si nohubieran podido echar mano de otras muchas ventajas aparte de lamera superioridad de sus instrumentos. El efecto sorpresa de los ca-ballos y los cañones, arurqlre poderoso al principio, tendía a desgas-tarse, y para aztecas e incas era probablemente mellos clifícil adaptar-se a tales innovaciones que al estilo de guerra de los recién llegados,con objetivos muy distintos a aquéllos de las hostilidacles a las queestaban acostumbraclos. Mientras que los europeos luchabal) paraconqtristar y mzta\ los aztecas luchaban para tomar catrtivos, y losescrupulosos rituales que gobernaban sus fbrmas cle combate y las cle

los incas colocaron a ambos en seria desrrentaja en sus plirneros ycríticos encllentros con los conquistador-es52.

+!f Parker, 7-1rc Mi.litar"¡ ReuoLution I La ranludón militai, p. 129.50 Plrilip D. Curtin, Cross-Culturtil'l'rad,¿ in \Aorkl. Histr¡rt, Canrbriclse, Oanrbr-iclge

Universitv Press. 1984, pp. 230-231.¡'l Sobre el origen europeo v llo europeo de la artillería asiática, r'éase (ll-ralles R.

Boxer, "Asian Potentates and European Artillerl'in the l6th-18th (lcntul'ies', en suPortugttese Oonquest and ()onunen'e i¡t Southern Asia, 1500-1700, Lonrlrcs, \hriorurn.1985, cap. 7.

52 Sobre la concepción azteca de lzr guer-r'a, véase h-rga Clendinncn, .The (krst r¡fCotrrage in Aztec Societr''. Past nnd. Pvsnr¿, 107 (1985). -t4-891 sobre l<¡s inrits, r,é¿rse

ñrbler', "The Quechua",en Htnd,br¡okof South Aneritnn Ind.iatts, ecl. Sterv¿u'rl, Il. p. 3U0.

l,()srlr)sqililt(lr.sirrr¡¡r.li('s(,1\'(l()ll(r)ll ,lt'llt,lsl,t,l.rr;r¡rirlcztlttt

Irrvir.lorr lir.tu¡ro rlt'lrtl:r¡ltlrlst'ltlrl¡sr ollot itlo cslilo tIt'gttt'ttlt r':t llt

rr r r('\':r lt't't tologílt, ¡lt't r I los il r< lios r lt' los tl t;it g-t't lt's r lt' l:rs l)()scsl()lles

r.s¡r:rirollts v ltls <lt' Not'tt'ittlttlt'i<'it f irt'trrtr ()ll1) ( lll)lAl-' Di'cacl¿rs de difíCil

r or.xislt'lrcir r,<lc ('()tltintl¿r cx¡losiciórt ¿l l:ts inlltteucias eurOpeas hi-

r it'r'on ¡losiltle rltre al lnellos algunas tribus llegaran a conocer de

, ,',.,',, l,r, lrrét<tclrls bélicos de los intrusos y adquirieran arrnas suyas

l)( )r. ill(,(li() clel conercio, tal como habían hecho los pueblos de Asia'

i',r ( lllile, por ejemplo, los arattca'os se convirtieron e' formidables

( )lx)n(inte; de ios españoles al incorporar el caballo a stls ejércitos

.1..*rlc finales de la década cle 1560, aclaptar la silla de rnor-Itar a srts

¡rrr r¡rias necesidad'es y alargar sus picas Para respol-lder a las cargas de

r illr¿rllería5:r. Por otra parte, los chichimecas de la fiontera septelltrlo-

ilrrl espariola en Méxic rnostraroll una caPacidad parecida de adap-

t.r.iriri,los i'clios cle las grancles llanttras se equiparon al estilo elrro-

Ix'() v se transfbrmaror, .n Lrna clrltura ecuestre' y las tribus del norte

. .,,tro los pequot v los iroqueses adoptaroll las al-l-nas de fuego y se

<lt,clicaron a formas de gt érra de guerrillas qtle a slr vez fbrzarou la

lcrrlturación militar de los invasores:'l'

Eu las Américas tanto del norte como clel sur' pues' el proceso de

IrPr.opiación de tierras se hizo más lento, o incluso se detuvo, por la

,..,rirü'cia cle pueblos ctispersos, que 'tilizaron

el intervalo temporal

illltes de que los europeos se elltrometieran seriamellte elf sus terrl-

torios paia farniliarizarse con los nlrevos métodos de grterra e idear

respue;hs aclecuaclas. No se había dado ttn tiempo comParable a los

grarlcles imperios seclentarios cle los a:ztccasy los incas' que además se

i:] Alvaro.far-a , Gturrt ct sotiáté u.tt ()hiti.. tissni. d¿ sotiologte t'olottinle, tr-arl'-l:tcr¡trcs l'a-

f arc, p¿rrís, Institut cles Ha¡tcs Étucles <le I'Amériqrre l,atine, l9{il Iver-'si<in <¡l'igitritl

¡rrrlrlic:rcla poster.iormente con el títttlo Guet rtt \' .sotiedttd ¿n Chik': h trunsfonnat iótt dr la

'gr,rrrn ,l,o Arnrtto \ ln esrl.rn,iÍ ud d.e los irldios, Santiaso cle chile, Editorial universitalia,

l97l l, cap. 3.¡i pnitip Wa1,ne Powell, Sokl.ier.s, Indinns rtnd Siltter: 7-h¿ Northittard Athtrtnce of Nmo

:;pain, l55ti160f¿ Belkelev ic;aliforlia¡,-LTnivcrsiwof (lalifo'..iaPress, l-c)52; Edrvarcl

É. Spi."r, Crcles of Oonqtrcit:1-he Intpatt of Sp(tin, LIexito, antl th'e Lrnitud States on tlu In¿i-

,,,,,r'o¡tln Siruthzríst, I5'3)-1960, fircson iliirotlu¡, Ll'i'ersit' of Ariz'o'a Pr-ess' l!)ti2;

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t7o l7r

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lt('tonlx.tilt(li(:t(lo:il)r)t(.l luisntr¡ltr.rllorlr.srritllol,¡:rrlorlr.orqlrrri/il('l()ll' ( lrlltt¡ irtt¡rt't l()s ('('trlltliz¡rrlos, r'(.fiull:rl)iur l):u li( ¡li¡ ¡r(.¡l(,clébiles ¿t l¿l estrilt(:{fiir ir¡tlicirrla sl¡(.(.s¡\,llll)(.trt(, lx)t.( lr¡l.li.s r, lrizlrr.r.. <lt.capturaral etnperaclory¿tsíclejitrsin c¿rbr:z:r l¿r <'strrrr.trrra il¡¡rer.iirl.También eran vulnerables p'r el reserti'riento ¿lcrrlr.r:rcro p'r r.spueblos que había' subl'ugaclo dura'te el proceso de exte'cler strsdomi'ios. Por consiguiente, ra conquista de México'perú fire testi-monio del talento político cre los españoles al menos tanto como des'destreza nrilitar- Al explotar las diüsiones internas cre ambos impe-rios, ccrrtés y Pizarro con'irtieron invasiones e'ropeas de poca en\e r-gadura en levantar'ientos nativos en gmn escala orquestados en supropio beneficio, v conqrustaron vastas áreas cre terriürio c.' lo queeran e'realidad operaciones combinacras españolas e indígenas. EnAsia los portlrg'eses hicieron .n

'so comparable de la colaboración

aborigen, pero con resultados menos espectacula,.es¡,5. Este tipo cletnaquinación política alca,zabas'srado máximo cle eficacia en lu_gares como México y Perúr, en ros c'ales los e.ropeos se leían e'fre.-tados a estruct'ras estatales gra'des e i.flexibles. Res'ltó mucho másdifícil de ernplear, y co' resultaclos cre mucho menor alcance, cuancrolos adversarios era' ahanzas de pequeños estacros o aerupacionestribales, colno e'ytrcatán, sin un .",-rt.o formal ¿" aor'ina.ión qtreimpusiera una lealtad a regañadientes¡r;.

La biología, sin embargo, tuvo un papel mavor que cualquier.es_fuerzo corsciente de los i'trusos e invasores erlropeos e. soca'ar laresistencia de los pueblos i'dígenas cle América,r, áespe¡ar las tierraspara s. ocupación. El impacto de las e'ferr'eclades tráíclas por losrecién llegados f.e derastador para unos p'eblos que habían'ivicloaislaclos de las plagas l'errfermeclacles qne se había. hecho encrémicasen el conjurlto continentrl euroasiático. La r.irrrela minó la resistencia clelos gue'reros aztecas q.e defe'dían Te'<¡chtitlán co'tra las fuerzasde Cortés y la conquista española cle la América central y del strr fireacompañada, y seguida, cle tLna catástrofe clemográfico. Lo. inslesesllegaron a u'a Nol'teamérica do'cle las enfernre¿"aaes europeas ya reshabían precedido, por ro que muchas de las áreas en ta, qr. se esta-

,.. "" Scamtnell, "h1¿¡*.t-to,tsAssistance", en Clorreia-Afonso (ecl.). In¿.-portrtgtte,seHistory, cap. I l.

56 Ralph L. Rovs, 'l'h.e IntliunCarnegie i,rrtit,,ti.r,-r'of Washingt !r:i::r:r:;Y;::::;;,??il,l?"?,NInw and Spaninrd in Yutatan, i5 . Cambridge U'i'ersir' I,r-ess,1987.

lrlcrrcrortl¡,tll:ur(lu('(l:trl,rcs,:rs;rr('rrlr'¡rolrl.t,l.ts,.ulcnr.rs. l.rsr'¡rrrlr.r¡r;rs ( (¡ttlitrt¡;ttr¡rt tctlt¡r icrttlo cl ttttrrct,r rlr'¡rlrl¡os lr()r l(';un('r ir:riloslr.rst:r lricrt crtlrrrlo r'l si¡¡lo \\ lll. Si sr'¡lrrcrlc r onsirlcr:lr, il l)lu tir <lt'ruur( \tr:rl)olrrr irirr rl<'l:rs r if r':rs ¡r:rnr r'l Nlrixir r¡ r'r'nlrirl, r¡rrc'l:r polllaci<inrrrrlrg-r'tt:t rlt' llts,\nttit it'rts ctr t'ott jttttlo sttlt'iri tul:t c¿tícla clel orclen del1l(l¡ror < icrrlo t'rr cl siul() qrrc siutri<i a srr ¡tlirrrt'r-contacto con los euro-

l)('()s, ri(' lur<'<: nrrr<:ho nr¿is corrrprensible la rt--lativafacilidad con quet'stos lu('r'()r) c¿rl)uccs de irpoder:tlse de talr vastas áreas de territoliosT.

Lrrs r'<'rrtajas bi<ll<iuicas de que disfi'utaban los europeos ell Améri-( :r, l)()r'r'l contlario, se vieron cambiadas por claras pérdidas en sLls

r cl:rciorrt's r'on Asi¿r. Al cornpartir las misnras enfennedacles pandémi-r :rs. Ios lrsiiiticos no esttrvierotl explrestos a eftectos leta]es rnasivos porcl r r¡rrtirclo col) europeos; en cambio, era más que probable que éstossu< runlrier¿rn a los ef'ectos nocivos de un clirna y ullas condicionescxtr':rrias a ellos. Un aho índice cle nlortaliclad era endétnico a las('nrl)r'cs¿rs ellropeas en Africa yAsia, y la sanería de recursos humanr¡s,crr t:s¡rec:izrl para un país con una población tan peqtrer-ra corno l¿r dt'P()r'tuq¿rl, tiene que haber llegado con el tiernpo a funcic¡ltat'coltt() lllllrrctor illhibitorio a la hora cle apoderzrrse de toclavía más ter-ritol-i<ls.l,rr a¡l'opiación y mantenimiento de éstos irnplicaba costes qlle po-rlíirn ser estirnados al menos aproximaclamente, incluso cuando nosr' plest:rban a cálculos precisos; además, resultaba probable, comoirrclican las disctrsiones llenas de ansiedad de los arbitristas españoles<lcl sielo xvu sobre el irnpacto de la ernigración a l¿rs Indias,-rs, euellt'qara Lrrl rromento al hacerbalance del imperio en que no pudieranscr-cornpletanrente ignorados los costes dernográficos de la elnpresark: trltramar para el centro metropoliÍuro.

Tirl balance, pol rnuv irnproüsado y aproximado que fuera, comen-z<i a hacerse desde los lnisrnos principios cle lil ernpresa europea de

"' El tr:rbajo pionelo en el análisis estadístico de la Anrérica espairola de Sherbur.¡rt' F. (look ¡ \lboclrorv Bolail ha sido l'eunid<¡ c()lrvenieutelllcute elr los tres r,'oltilne-r tt's (le stts ltir¿¿],.r ¿'¡¡ Population Hi,sLory, Berkeler' ,/ l-os Artgeles (Oalif()r r-ria) 1' I-oDdr es,[ :nivet'sitv of (]alif brnia Press, M7l -197!l lf]nsqo.s sob¡v h istot ia d.e ln loblurión, trad.(,lcrncntiua Zirnror;r, 3 r'ols., Nléxico. Siglo XXI, l!177-19801. S<.¡ble la polémica plo-rocacla p()r sus r¡étortos v conclrrsiones, r'éase rnás abajo, calt. tl, n. tjl. No existe urtrabajo cle conrplejiclad courpalable, sobre N()l'tear)rérica, pala la cual se dispone de('scAsos inclicios r-elativos al taln¿uio de su población en la época de la int¡-usión eulo-¡;c:r. \7éase.Jerrrrinss, I-ln Intwsion ol Aneñru, cap.2.

58 Véase , pol ejenrplo, Peclro Femández Navar-r-ete, (hnscrttuitín de non.urquítts( 1626), discttrso VIIL Sobre l¿rs rellexic¡nes en Espllña cle las ct¡usecuencias ¡tala elladt'lzr zrclquisicit'rn cle su itnpelio ¿rnlericano, r'éase más abzrjo. cap. 7.

I

II

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ullr:ur:u. I.:ts cr¡rcrlir i,rrtcs rlc tlcsr ttlr rnrcttlr) \ ( ()n(lur\l.r ('\rgt:rttilil1)()r lllill('s lil\('lrir()rrcs illir'i;rlcs, \'ir llr('r:ilr ¡r()r r'lcsl;rrlr), l)()r I)('ili()-rtirs ilr<livi<lual('s () l)()r'anrlx)s. l,a <'x¡rt't'lrrtir':r, r'l:r irrlt'rr< irirr, t'ur (lu('la cotrqttista )'el iurperi<l sc autolinlnciuscn l)r1)nt(): lrrc t'n f rul<'itincle tales esperanzas que lzls din¿rstías reinantt-'s er) I)()r'tugal v lispañaestuvierar-I dispuestas ¿1 reunir préstarnos y desernpcnar rrn papel di-recto en la financiación de las primeras etapas de la empresa de ultra-nral, antes de tener cualquier idea clara cle los rendimientos que se

podían esperar de su inversión. Tan pronto colno se hizo evidenteque se podían prever suculentas ganancias en Asia y Arnérica, losbanqueros v mercaderes peninsulares y extranjeros (genoveses, flo-rentirlos y alernanes) i tervinieror] y asrunieron la mayor parte de laresponsabilidad financiera. A partir de entonces y a medida que lospnmeros asentarnlentos de ultrarnar se arraigaban, se hizo posiblemovilizar localnrente ulla proporción de lecursos ell alunellto paraulteriores expecliciones de conqlrista, como ocurrió en la Américaespariola. En este caso, los inversoles en las expediciones fbrmaronsus propias compañías privadas, colno Ia montada entre Pizarro vAlmasro para emprencler la conquista de Perirs!'.

La inversión privacla, por tanto, exigía dividendos relativamenterápiclos y este requisito tlrvo ull impacto decisivo en el car'ácter de laelnpresa de nltramar europea, con largo alcance al detenninar tant()el carácter de la colonización colno los límites de la expansión terri-torial'r). En el sislo xr,'l resultó pr-ácticarnente irnposible, por ejemplo,obtener los fbndos necesarlos para Lura guerra contra los chichimecas

¡1) Sobr-e l<rs ¡rorttrerreses, ré¿rse (1. \'. Scanlntell,'lhe \|'ortd. Iinrutnpa.sscrl: -l-h¿ Iir.stEuropean IlaritinteEmltire.s, r.800-165f1 Berkelevvl,osArrseles (Califomia), Unir,ersi-t,v of'Oalif<rrnia Press, p. 2()4; sobre los esparioles en las Inclias, r'éanse Mario G<irgo-r'¿r,.!1¿¿¿fi¿r intln(k¡lonial Iti.strtrytlSpaniú,lme¡itn. tlacl.inglesaRichalcl St¡utheln,(ianrbr-iclgc, Oambr-irlg-e Llnirersitr Pless, 1975 fli.sturiio.ssobre lu histotia rolonial d¿

Hisltanoanhic¿, tracl. ()<¡nzllo Rojas Sánchcz v lVlalcia l)arves (lal'rzrsco. Santi:rgo clcChile, llditorial f Iniversitaria, I99ttl, pp. 5-l 6, \' Her-mann Kellenbeuz, " Dic Fiuzrn-ziertrrrg cler spanischen L,ntrleckungen', en Vin leljnltrschrit'l. d.er Soziul-tutd \\'it Lsrhtfis-gesclti.chtc,69 (19U2), pp. 153-lBl. Lzr compariía cle Pizarro vAlnragxr, jrrnto con elcoDtr()\¡efticlo papel rle Hel'nando de Luque, rur sacel'dc¡te con rrrcntulirlarl e m¡rresa-rial, es objeto cle estudio en.fanres l,ockhar-t, 'l-hc NIcn of ()ajauturu. A .\ot inl und Ri.o-

gralhiral Sturl¡ of'the lirsl Oottqueror.s of Perú, Austin (Texirs) r'l,oncL-es, trnivelsitv t¡f'Texas Pr-ess, 1972 [Los de ('ajantna. L!¡t estudio soririlt biog'((iro ile los ltrinrros tottt¡ui.s-

tadorc.s d¿ Pcrú, tr-ad. Marjana Morrlcl cle Pease, 2 r<rls., Lim¿r , Milla llatr cs,lgu(i-19áJ7l,pp.70-73.

(i0 (Yj D. W. NIcinig, 'l'he Sh.aping ol Ameriru: A Geogralúital Per,slttt littc otr i()0 \7at.s

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.r l,I l;' t,. rlr.l:t lt'ltlct:l s('l)l('lllt tolt,tl ¡lcl t rllcitt,tl, rl| Nrtcr't l's¡r'ttt't'

rrrrltrg:rrtlr¡lttlt'ttlt:ttlllcli,rtt'x¡r:tttsi()lll('llilori.rlollt'tl;tl)()(lls('ril)('-l.lll/;ls rlt'g:tttlttl<.ilt.'l:rlt's Z()lllts ltrltllt.t izlts. r¡ttt't.xigíltrt t.l t.stlrlllt't.i-

llll(.lll()(l(.gtllll.ll¡(.i<ltlt's\,|)tl('sl()srlt,fi'Ilsirrts,itrrlltlrrítrtrpesadasc:u-ri.rs lirr:rrrt.it.r.:ls (1.('*.' Il,ilrí,,,', clc clcrtltrcir de Ios itrgresos asegtlrados

¡ ,, ,, 1,,, l.(.si( )ll(,s lniis ltrcrativas clel virreinatodr. Esto iba a reslrltar una

¡,,,,rt,, .'.,,tt.i,, (,'n las elnpresas cle ttltratnar de la Europa de la eclad

,,'.,, l,'t'nit (:?rcla \¡ez que implicaban la adquisición de territorio' Por

( )tr ir l)ru'tc, l:r aclquisición por la ftterza tenía beneficios que no eran

il('( ('s:lt'i:llrlellte a corto Plazo' como puede verse ell el Asia meridional

| )( )r.( l luuesa. Los cálculás apro*i'naclos preparaclos pol' el Estado cla

lrrr lia ctr la década de 163O indican que la corona obtenía corno rní-

rrirrrr¡ rttl 31 por ciento de sus itlgresos de sus Posesiones ell tierra'

lr r.lrlt: n .r,, 47 por ciento cle stts actividades comerciales marítimas'

,\r It'ttths, en comParación con los fluctuantes derechos de aduaua' las

I('IIttrs cleriYadas del suelo ofrecían tlna bienvenida estabiliclad"'r' (loll

t o< ft r, aquí, corno elt otras partes, los costes de la def'e¡sa n() s(il() ('l'illl

( )'(.r.os;s, sino que asimismo tendía' a crecer a medida qlre sc l-('afrl'tl-

¡rrrlxru las firerzas locales y aparecían en escella rivales euroPe()s'

lror más que los aventureros y clérigos de la península Ibérica corl-

I i I I I rirran propol-rielldo a finales clel siglo xvl ambiciosas expedicione s

,t.. conquista en el sureste asiático{i3, una conciel}cia cada vez rnás

s( )mbría cle los costes del irnperio para la corona contribtlyó a ahogar

(.n 121 cuna tales proyectos. Quizá la coacción llo era, a fin de cllelftas,

t'l ltrodo más rentable de realizar comercio con el exterior-' En pala-

l¡r-irs dc Gcorgc cokayne después de uua visita a las Molucas, "el co-

illcrcio hecho a la fuelza no ofrece benef]cios"(ia. Actuar segúrn est.a

nlzixima, sin embargo' era más fácil para las corporaciorles puramel-l-

t(' rnercantiles que para los gobiernos sujetos a las ¡rúrltiples y etrcotl-

I l-irdas presionei cle eclesiásticos y 'rilitares,

burócratas y mercaderes'

r<¡clos Los c.rales procuraban obtener tanto protección del estado y

¡lrivilegios esPeciales como decisiones favorables para stls proplos

irrou.Ja, particulares. Al i'troducirse en las relacioues colnerciales

r ir existentes y tolnar colno criterio la relrtabilid¿ld eu Yez de la "victo-

tir Pon,ell, Sokliers, In¿lians rtt¿d Sihpr, esp' cirp' 7',i2 Véase AnthoD),Disne1', "The Portuguesc EDrpire in India, c' 155(11650'' eu

(l<rlt-eia-Aftrrrso (ecl.), Indo-Portttgtrese Histo\, cap' l0' pp' 150-l11l'{;:t Boxer-, "Por.tuguese auct Spa'ish Prti¡ectt fi¡r the O.uq.te st .f Sotttheast Asia'

lirti0-I600", err str Porlagu ese Conquest and Cotnnrcrce' cap' 3'(i+ (litatlo por Steeusgaa rcI, T'he Asirut 'l'rc¿de Rcuoltttion' p' 123'

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17+ l TIr

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I l:l (' ( ()llllllltilil"r"' l:tlcs ( ()t l)()r'¡l( rrlt(.s, ( ()n slts lirrtilltrl¡s ¡lrj<.fi''s('('()l l( )ll ll('()s' t'sl¡tlr¿tl l l tlt'i< lI t r ¡lo<'¿rrlrts l)ll l'il r'( )n r lx.r cl t i¡x r t ¡. lrl:rr lr ¡.¿rsque impedían la libel't¿ld de lltaniobr'¿r rlt: k¡s r.*tirrl.rr-rr¿rt.i<irr <'orr ¡rr.cr>cupaciones territoriales.

Esto parece cierto ar menos en teoría, y las actividades de las com-pañías de las Indias orientales horandesa e inglesa hacen pensar que,como mínimo asta cierto punto, también fue verdad en la práctica.No obstante, del mismo modo que ras cuestio'es de rentabilidad te-nían su manera de introducirse en ras perspectivas estatales sobre laempresa de ultramar, ras compariías creadai con escrituras de consti-tución reales o gubernamentares también se vieron incapaces de li-brarse de las preocupaciones territoriares normalmente asociadas alos estados. Esto se hizo especiarmente evidente e'el caso cre los ho-landeses,llegados con retraso ar e perimento imperial. su compañíade las Indias occidentales fue co'iebida clesde ei principi. como uninstrumento para romper el monopolio ibérico'e' la, Américas ypronto se üo involucrada en una larga campaña, en último términofrustrada, para conquistar v coronizár gru*l¡,t,t. En Asia, er principalescenario de los intereses holandeses en ultramar, la compañía Ho-landesa de las Indias orientales (voc), descubrió rápidamenre que,como los portugueses, necesitaba centros de alma."rru¡., factoríis ybases para proteger sus vías marítimas, ro cuar impricaüa a su vez ob-tener concesiones, de grado o por fuerza,de los.tb..u.ro, nativos v,en algunos casos, como sucedió en las Molucas, la conquista abierta,ya fuera a los portugueses o a débiles potentacros localei. como argu-mentaba en l6l4Jan pieterszoo' coen, el futuro firndador de Bata-via, "sl cornercio no puede ser mantenido sin guerra, 'i la s'erra sincomercioodi. Los directores podían intentar fren¿rrle desdeia metró-poli, pero ni entonces ni más avanzad.oel siglo loeró la voc resistira las tentaciones de conquista y colonizaciór e.r to-qr,. h:rbían caídootros pueblos europeos dedicados a la empresa de r.ilt.u_o..

Se podría argumental naturalmente, que la VO(_l se'i' cle algírnmodo contaminada desde sus primero, uño, por s, estr-echa asocia-

ti' Ibi(t'' p. 137. Para la discusión de r,arias perspectivas s<¡br.t' t'l t'<¡nrt,r.<.i. e*ropeocle larga distancia v las conrpariías mercantiles én h edad m<¡dt,rna, r,tiurrst, l<¡s d.s r.r¡lúmenes colectivos editados porJames D. Tracv, Tht Rise of Metrhnn! ntt¡ti,.s. i.ong DistanceTind¿ in theEarlry Mod¿rn wTrd

.i j50-^175!),cambridge, cámbriclgc urrii,.,"iw pr.ss, 1990,y Th.e Poktift¿l lronoy! of fuIenhant Enr.pires: state poíue.r and, workr,.rfutth,, I j j(L r 750, cam_bridge, cambridge univenitv press, i9gl, q.,. contienen rnuchos nurt:riares ritiles.

:: c.R Boxer, TheDutchin Brazil, rc22-rcs+,oxford, clare.clr¡, pr.css, lgb7.rj7 Citado en par-ker, Thc Military Rna"r¡* fi,.'r*"1;;r;;;;i;;;;;1.;'.\"ü.

t76177

r iorr r'r)n l()sg(¡llcuuutlcsrlc llr l{t'¡lrilrlir;r Ilr¡llurrlcs:r t r¡rrr'l,r ( lrrrr¡r:r

rr¡:r <k'l:ts lu<li:ts ( )r it'rtl:tk's ingl<'s:t. ( on su irrrlt'¡rt'tt<k'rrcirr rk'l:rs ittsli-Irrr ir¡nt's ¡xllílicits ('xisl('nl('sr;8, l)r'()l)()r'(:i()nir nl(:l()r'¡rir'<h:r <k' to<¡rrt'. Sincrrrlxu'uo, ¿uln(lu(' nlrr('hos de los clirec'tolr:s de esta Conrpiuiía lucha-ron f llnrcrne:nte para evit¿u'que incun'ier¿l en el tipo de costes de pro-tt'<'r'i<'¡n rnilitar que Lrnto abrumaban a portugueses y holandeses, tam-lririn se rieron al final luchando por Lrna calrsa perdida. Las ücisitudesr lt' t'st¿r Compañía, de hecho, proporcionan Lln paradigma de los dile-rnlls que implicaba intentar aislar el comercio de la conquistaoe.

l,os directores de la Compariía inglesa en el siglo xvtl esperabansirl rluda asegurarse una existencia relativamente sin problemas alcorrcentrarse en actividades comerciales en regiones como Carnaticv llcngala, donde los rivales europeos no ofiecían una fuerte compe-Icncia v los estados indios nativos eran débiles70. A pesar de ello, comoIcs había ocurrido antes a los portugueses y los holandeses, llegaron:r depender para su comercio de la presencia de asentamientos forti-f icaclos def'endibles desde el mar. Estos, al igual que en ambos prece-r lt:ntes, resultaron ser al mismo tiempo ventajas y desventajas: ventajas

lx)l'que, en caso de desórdenes locales y ataques, ofrecían protecciónrr l<ls ciudadanos ingleses y los mercaderes con quienes comerciaban;<lcsventajas, porque los costes de clef'ensa locales podían absorber y<lesviar una parte a veces sustancial de los beneficios derivados de las

operaciones comerciales. Esto, a su vez, intensificó la búsqueda def irentes alternativas de ingresos, con la consecuencia de que el cobrorle imptrestos locales se hizo una parte cadavezmás importante de las

actividades de la Compañía cle las Indias Orientales inglesa.Por más que se esfbrzaran los directores de la Compañía en Lon-

<lres para que sus agentes en la India evitaran involucrarse en asuntoslocales, tal política había dejado por completo de ser realista hacianrediados del siglo xvIlI dados los cambios en el mismo subcontir-lente7r.Fll establecimiento de asentamientos franceses en la zona de activida-cles de la Compañía significó que no podía escapar a ver-se enrmelta

6s Steensgaard, T-he,lsinn I:rade Rruohdi.on, p. 120.6!) Véarrse en par ticular K. N. Chaudhu ri, Thl'fradi ng World of Asin a nd. the English

Iinst India Cornpanl. 166()-1760, Cambriclge, Cambridge Llniversity Press, 1978, cap. 6,r L Bmce \Atatson, "Fortifications ancl the "Idea" of Force in Eally English East IndiaOornparrv Relations with hrdia", Pr¿st nnd Prcsen¿, il8 ( 1980), pp. 70-.97.

70 Parker, 7'h¿ Milita.rt Rntolution, p. 133.7r Véase P.J. Marshall, Bengril:'fhe British Bridgehead, Eastern India 174()-1828, en

The N¿zu Cantbridge Histor\ ol India,, II, 2, Camblidee, Cambridge Ur.riversity Press,1987, p. 3.

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('n llt ( onlltr lo.rrrglr¡ ll.urr r.s r;rrl.t \,(../ nl:ts tlolr,rl. l,or olt.t l),ttl(.. (.1

'l\'lll( (' ll:tr i:t r'l Ilol lt'tlt' los nr:rurllulri ¡iir( r¡rlio tr¡rl:r l:r r r.gi¡rr y r¡r lrsirrrrri sr'¡ ios <llrirr¡s lr l:rs rir (.iui l.r(.trs ),1)r.(xlu(.livirs <l<. li<,ug,,1" ,,., irlt.ullrl.Atlcllt¿is' cl cttt¡lt'ot'itt)ti('rtl() rlc las c:()n(lici()ncs ¡lolítir:rs ),(.('()lr(i¡li(.llsobligó cada'ez'rás a l.s age'tes a i'ter.verir l'calr'r.'r.e, yu rrrerapara proteser o intimidar a los clientes cle la zona o pzlra salvaguarclarlos i'tereses de la cornpañía. con'l] sran ejérciio que había q'epagar' la cornpañía de las I'dias orie'tales irqlesa neiesitaba reclr--sos todavía nlayores, q'e sóro podían obtenerse asegurá'dose la ce-sió' de

'rás terrirorio. El tratado de l76b co' el erriperador rnogol

de la I'clia, qtre clio a la compañía el co'tror efectivo sobre la ricaregió'de Ber-rgala,'o fue más que la consecuencia lógica cle u'proceso por el que la corporació' se había vrsto progreiivarne'tearrastrada a rur cen¿rgal indio del c*al sns directores no deben de habervrsto manera alguna de escapar. por la clécacla cre l7B0 se d.ecía que lacornpariía poseía u' -deseo voraz>> de suelo y territorios, y hacia fina-les de la década de 1790 el gobernador general, Richarri wellesle¡afirrnaba con la conqllista los derechos briránicos sobre la IndiaT:.

Fste proceso parece característico cle toda la empresa de ultramarcle los ellropeos e'la edad mocrerna: cada paso aiela'te creaba u'ruevo trastorno q'e restaba solidez al suelo bajo sus pies y hacía másclifícil echarse atrás. La irnage', si' embargo, no deja cle ser parciar.F'stos europeos

-q,e estaba' dispuestos a arriesgai", e' palabras deLa Popeli'iér'e, .s¡¡s vidas, s.s posesiones, sll ho'or y s' co'cienciaopara pertrlrbar la paz del ln*'do- llo eran r,íctimas p.si'as cre 'nf-errómeno'atural. Tarnpoco f.eron sus fallos clebiclos a la rnera eje-cttcióu. A¡rtes bieu, éstos estaban irnplícitos en las nrismas co¡dicionesprevias e ideas p.econcebidas que los lanzaro. a'ltranr¿rr. co'sumi-dos por la codicia de_gana'cias, impulsados por.n ac'cia'te irnpe-rativo territorial que les rracía aplicar'aturalme'te r's co'ceptos dei'rperio y sobera.ía a las relaciones no sólo entre ellos si.o tarnbié'con naciones de otros colltlnentes, arrogantes y cacla vez rnás seglrrosde sí mismos en slrs actitudes hacia los pueblos no cristi¿rn.s clel mun-do, fireror i'capaces de

'bservar., .on."ruur u'a disti'ció' e'tre la

dedicació'a las actividacres comerciales y el ejercicio clel poder-. Asípttes, si se vieron arrastrados a '' cenagal, f'eron a él co. los ojosmedio abiertos y ellos ntismos lo habían creado.

72 C. A- BaYh', Ittdirt,n Societl,rntcl, tlte hlctkirtg oJ llte Briti,sh Entpire,l¡t irlse Flistor'¡' of Indirt, II, 1, Clanrbriclge, (lanrbri,lg. LI¡iyersit' press,

el) 'l-he i\etu Crtnt-I !)88, p. 7!) )' B I .

I

( l¡tl'l'l'[ ll ,( ) V I I

EruGANO y DtrstrNGANO: EspnNA y r-as INnns

Er', s., Histmia tle luinuención d,e la,s Inclias, escrita er-r la década de 1520,

t'l lrtrrnanista espariol Hernán Pérez de Oliva nos cuenta que Colón

"¡rartió de Esparia a mezclar el mundo y adar a aquellas tierras estra-ñ¿rs fol'ma de la nuestraor. En estas pocas pero vívidas palabras pode-r.nos ver cómo se despliega ante nosotros la historia de cinco siglos decxpansión europea en ultrarnar y de imperialismo, que clertamentelograron .mezclar el mundo", aunque al "dar forma de la nlrestra> losresultados fueron más bien menos satisfáctorios. Pérez de Oliva nosllarra una historia de imperialismo europeo, durante largo tiempouno de los temas históricos preferidos, pero en general el impacto delirnperio sobre los pueblos sometidos y las consecuencias de los inten-tos por parte del poder imperial de molclearlos a su imagen han inte-resado más a los historiadores que la repercusión de la experienciaimperial sobre I s rnismos centros metropolitanos. La repercusiónde un imperio, el de las Indias, sobre la España peninsular es el tema deeste ensayo.

No se trata, ciertamente, de un asunto nuevo. En particula¡ esta-mos bien informados de muchas de las collsecuencias materiales yeconómicas del imperio para España, como nos recuerdan enseguidalos nombres de EarlJ. Hamilton y Pierre Chaunu2. No es fácil, por elcontrario, hacer e una impresión de las conseclrencias psicológicase ideológicas del imperio:qué significó la posesión de un imperio deultramar para los españoles de los siglos xvl y xvtt y cómo conformó

I Hern¿in Pérez cle Olit'a, Hi.storia de lu inuenrión dc las India.s, ecl.JoséJuan Ar-r-om,Boeotá, Instituto Caro y Cuerr,o, 1965.

: EarlJ. Hamilton, An¿eri¿an'h¿t¿sure and the Pric¿ Reaolution in Spttin., 1501-1650,Oarnbridge, Massachtrsetts, Han'ar-d Universitv Press, 1934; Pierre y' HuguetteClrarrnrr, Seuill.e et I'Atktntique, 1504-165(),8t'<¡Ls., París, Armancl, 1955-1959.

l7¡r179

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sllli l('sl)ll('sl:ts ltl tt¡tltttlo r¡ttc lcs rorlr,ltll:r. l,ll lr.¡rr;r, l,or riu ¡rro¡ri;rl)ilttll'1tl('z:1, t's rlilí<'il rlt'lt¡rt'r'lr<'rrrl<'r'r', sirr <lrr¡l:r. lr¡s frrlr¡ros l¡islor.irr-dores de Gran Bl-eürrja drrr-antt: los sitrl()s xtx y x\' s(,(.u(.()nlr.iu.:ln (.()lllas mismas dificultades a lirs que ¿rh()ra sc. onli'cnlan los cstrrrligs<¡sde la España de los Austrias. El pri.cipal problerna cc¡'siste e n clis-cernir hasta qué pllnto las actitudes mentales q,e podernos percibirentre los castellanos y andaluces de lo que se podría clefini¡ en tér-minos generales, como la edad del barroco son de hecho atribuiblesa la experiencia del imperio v hasta qué punto son totalmente inde-pendientes de ella. A veces podemos barruntar que la relación esestrecha, pero es poco probable por lo general q.e nuestras intui-ciones se presten a la verificación. sin embargo, si nos negamos aplantear cualquier conexión causal directa sobre la base de la ausen-cia de pruebas documentales firmes, podríamos perfectamente serculpables de falta de imaginación, que a su vez ller,a a una distorsiónhistórica no menos grave que dar por sentado que la posesión delimperio ftre el elemento decisivo en ra tbrmación de la mentalicladbarroca.

La imagen popular de los virreinatos de México y perú era detierras de riquezas inagotables y oportunidades ilimitadas. Se tratade una imagen que aportaron la llegada anual de las flotas cle plataa sevilla con regularidad, las remesas en metálico enüaclas desde elNuevo Mundo para constrtrir capilras familiares con slls retablos deplata labrada y el estilo de vida slrntuoso de los llamados .indianos,o "peruleros", los emigrantes que habían hecho fortuna en las Indiasyvolvían para ostentar su riqueza en las ciudades del sur de España.Tal imagen también fire difundida por las cartas que los colonizado-res enviaban a los parientes que se habían quedado en casa. En1559, por ejemplo, un emigrairte llamado Antonio pérezescribíadesde Puebla, en México, a su hermano en Albuquerque, en España:

"Acá no nos hace falta el dinero, y por s' carta veo la gran necesidadque tiene"3. "Después que r¿enimos a esta tierra

-escribía Diego de

Pastrana a su hijo en 1571- nos han ido yva muy bien, loaclo Nues-tro señor, porque en ella después que venimos habemos ganadomuy largo de comer'a. "Animados -escribe Sebastiá¡ pliego a suhermano- porque a buena tierra venís, la mejor que hay en el

3 Enriqtre Otte, Cartas prittadrn de entigrantes a Ind,ia.s,Set'illa, Consejer-ía cle Cglt¡-ra, l98tJ, cnrta 1 53.

4 il,id., carta I 60.

lf-t0 r8r

nnnr(lo"'. l'lstlr visiorr rlt' rrttlr sot it'<l¡r<l :tll('t lt:tlir':r, l<'i:rrrlr l)('to n()rlcl lorlo irtt¡losilrlr'<lr':rlr'¿urz¡rr', rlt'lrt'<l<'lllrlrcrst'irrcrrlt'lr<lr¡ t'rt lirnr('nl(' <k' lr¡<lo t:s¡>irñol clt:l sir¡l(), r¡li-e<:ienclo la perspectiva, porr ('ur()lir r¡rrt' lirr:rir, clc una vida rnejor en Lln mundo más allá de losnllu'('¡i.

l'¡t lixit, l/oirc and Loyalty,Albert Hirschman esbozó tres opciones

¡xrrir r:l ciucladano-consumidor contemporáneo que resultan igual-nr('r)tc aplicables a los súbditos de los monarcas europeos de la edadruorlcmari. Los castellanos tenían la posibilidad de salir, o emigrar, yl:r t:jercieron en número cadavezmayor: probablemente se embarca-rr )r) por año hacia las Indias 2.500 en el siglo xvt y 4.000 en la primeranrit¿rd del xrnli. La mera existencia de esta opción debe de haber ayu-< lirclo a reducir los riesgos de la voz, la protesta social y política, y, portanto, haber contribuido al alto grado de quietud y conformidad po-lítica que parece Lrna característica tan marcada de la Castilla de lacrl¿td moderna después del derrumbamiento de la revuelta comune-rir en 152 I . La salida se podía hacer con facilidad, ,.66¡ tanta facilidad('omo se va el labrador de su aldea a la villa", escribía el gran historia-rlor.jesuitaJosé de Acosta en 15908. Se podía comprar un pasaje a las

lndias sin licencia, nos dice un contemporáneo, "de la misma mane-la que se compra y bende el pan y carne assí en San Lúcat CádizySevilla [.. .J y a veinte y cinco ducados y a veinte se conciertan con ellos

ilos capitanes, maestres, y pilotos] v pasan quantos quieren"s. Comoténnino de comparación, trn buen peón de albariil ganaba en el

5 lbi.rl., calta 173.6 All)eft O. Hirschman, Exit, Voice, rtnd Lqa,lt"¡: fu.sponses to Derlinc in Í-inns. Orgruti-

zations, and States, Princeton (Nueva.]ersey), Princeton Universitv Press, 1970 lSalid,n,utn 1 leultrtrl. RtspLtestas ol detaiorc d.e ernpresas, orga,nizttciones ¡ e,statlos, tracl. Edtrard<-¡ L.Srrár'ez, Ivléxico, Fonckr cle Cultura Econ<imica, 1977 (la traducción clel tínrlo es nlu),literal y al discutir el libro de Hirschman se ha preferido a veces traducir exitc<'¡mo

"renuncia> y aoiecottto "denuncia" I "protesta")].' Para estadísticas sobre la emigración, véanse Wo<¡dron'Borah, "The rnixing of

Populations", v Magnus Mórner, "Spalrish migration to the New Wrrrld prior to 1800",en Frerli Chiapelli (ed.) , First Irnages oJ'Arwrirrt: Th,e Impact of the New World on the Okl,2 vols., Berkeley 1' Los Aneeles, Universin¡ of California Press, 1976, ll, pp.707-722v737-782, respectivamente; también Nicolás Sánchez-Albornoz, "The Population ofSpanish Colonial America", en 'flte Cuntbridge Hi,story of Latin A'merica, Cambridge,Carnbridge Universitv Press, 1984, II, cap. I.

8 José rle Aco sta, Il ist ori a n atural,¡ moral de k¿s l n tl,ias, ed. de Edmlrndo O' Gorman,

Nléxico, Fondo de Ciultura Económica, 1962, p. 49.e Rodrigo de Vivero, Du.lapon et d.u bon gouan'nemazt tle l'Espagne et dzs Ind¿s, ed.y

trad.Juliette Monbeig, París, SE\,?EN, 1972, p.93.

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M¡rrll i<lrl<'l siUlo \\'tt :rlgo ¡t(.¡(,s rlr.r¡rr rlrrr:rrlr¡:rl rlr:rr,,. ,,\rrrr < r¡¡'rrltrl('llq¿llll()s llllil ¡(l('il t'¿tzoturlrlt'<k' la irrurg(.lr l)()l)lrllu <lc llrs lrr<li¿rs vpodatnos ver ctimo t:l Nttt:vt¡ Mtuttlo rt'¡lx'st'rrlirlxr al lnr.rrr¡s llnil ()lx)r.-

, tunidad para los habitantes cle castilra yArrcralucí:r, l:r rr:¡rcrcrrsió¡ dela posesión de las Indias sobre la opinió' ctrlta y la fbnna en que af-ec-tabaa las políticas y acciones del gobierno necesitan un análisis másdetallado del que hasta ahora han recibido. En este punto será nece-sario establecer cómo las actitudes y las imágenes cámbiaron con eltiempo, y también cómo variaron según el punto de vista del especta-dor. En el estado actual de nuestros conocimientos no se puede másque proponer una o dos hipótesis generales.

La opinión culta española del siglo xvr se vio enfrentada al dobledesafío de situar el imperio español tanto en el espacio como en eltiempo, es decir, comprenderlo geográftca ehistéricamente. Estose hizo de una forma que contribuiría a determinar las respuestas yreacciones a medida que las relaciones con las Indias oscilaban bajola presión de los acontecimientos. por lo que hacía a las cuestiones deespacio, el círculo de humanistas en torno a carlos V parece haberdesarrollado una imagen enorrnemente pod.erosa con efemblema delemperador en el que las columnas de Hércules enmarcaban un globoterráqueo, una imagen que se grabó de manera indeleble en las men-tes de generaciones de españoles. Tomemos para comenzar el globo,coronado por un águila romana de una cabezao el águila de los Habs-burgo con dos cabezas,un emblema que se repite .., iu, dependenciasdel emperador en la Alhambra y después en su nuevo palácio de Gra-nadalr. El mundo üsto como un globo, con sus continentes, incluid.ala recién descubierta América, estrechamente unidos clentro del al-cance de un estrecho compás, debe de haber contribuido mucho areducir a vr'aescala humana distancias previamente inconcebibles.En 1566 carlos de Borja, el hijo de san Francisco cle Borja, escribíapara agradecer a su padre el regalo de una esfera: <Antes de verla nome había dado cuenta de lo pequeño que es el m'nclo,, le decíarp.

^ r0

Jonathan Brown yJohn H. Elliott, A palace for a King: 'l'he lJuen Retiro and, thecourt of Philip ltl edn. rev- y ampliada, New Haven (connácticrrr) r, Lt.¡ndres, yaleUniversity Press, 2003, p.9_7 [Un palacio para el rq: el Buen Rttiro y Ia rorte tle Felipe IV,trad',Vicente Lleó y María Luisa Balseiro, Madrid, Tatrrus, 2003, ¡r¡r. {xi-97'l.rr EarlE. Rosenthal, ThePalateof charresvinGranada,prilr,..lt,,,, (NrrevaJersey),Princeto-n University Press,1985 [Et palacio dt Carlos V en Granodrt, r r.u<1. Irilar VázqriezAlvarez, Maclrid, Alianza, 19881, pp. 2b2y257-25g.l2 Franqois de Dainville, La-c*ographie tres humanistc,s, pal.ís, l)<.arrcht:sne, 1940,p.92, n.3.

182 r83

l.:r ittt;tgctt rl<'l tlr¡lxr f r¡r'tilt:r l('il1;r{ r()il ( ('llsl:url('.:illn(llr('('ntiln(,si¡r,;r lr('ns:lrr¡tt<'<'l ntttttrl<¡ ('r:r lx'(llr('n() ('lt v('z <lt't,ltsl<¡, ltsír'<lrtto uni(l()('n \'('r rl<'rlivi<li<k¡. ( irlrro cs<'r'il¡ílr <'l Inr:a (iarcil¿rso <lc la Vc¡;a, <no hayrrr:is r¡rrt' lln nlun(l(), v ¿llul(lll(' ll:unlrmos MundoViejoy Mundo Nuevo,('s l)()r' lrirbt:rsc clescubicrlo :rqtrí'l nuevamente para nosotros, y no

lx )l'(lll(: s(:¿Ln dos, sino tod<l un()'r:t.Si t'l nrundo era pequeñ(), y un() en potencia, se lo podía evidente-

nr('nt('someter a conquista y control, tal como dabaa entender Ber-rurr'<l<r de Vargas Machuca cuando ilustró su Miliciay d,escripción de las

lndiu,:; de 1599 con un grabado en el que se le veía sosteniendo unconrpás sobre un globo terráqueo y el siguiente lema debajo: "A lacs¡rirrla y el compás / Másy más y más y más" (fig. 4). El hombre, y másor ¡rzrrticular el castellano, estaba en posición de dominar el globo.

'\¡rt'nas podía sorprender que Gonzalo Fernández de Oüedo, cuandos(' l)rrso a escribir su Historia genrraly natural d¿ las Indias en las décadas<lt' 1520 y 1530 en Santo Domingo en La Española, describiera conor-qullo a Carlos V como "Emperador del universo"la. El águila de losI lirbsburgo, con sus alas extendidas sobre la esfera terrestre, simboli-z',rba gráfrcamente España y el poder imperial concebido en términosulobales y creaba expectativas de dominación sin límites. La mismairnagen se transmitía también con las columnas de Hércules, al trans-f ormar su antiguo mensaje de limitación y confinamiento en otronuevo de posibilidades sin restricciones mediante el orgulloso lemaI'lus Ultra. Tal mensaje expresaba Llna visión del mundo nueva, máscxpansiva y mucho más optimistats.

La novedad de estavisión se extendía además del espacio al tiem-

¡ro. Al penetrar mucho más allá de las columnas de Hércules y esta-blecer su dominio sobre pueblos desconocidos de tierras hasta enton-ces ignotas, los castellanos y andaluces sobrepasaron en gran meclicl¿r

los logros de todos cuantos les habían precedido, como Hernán Pérez<le Oliva explicaba con orgullo: "Hércules queriendo andar el mundo,en Gibraltar puso fin, que fue fin a todos nuestros antepassados, por

13 Garcilaso de Ia Vega, Prinna parte tlc los comentarios reales tl.e las incas, en Obrastompl.etas dellnta Garcilaso de lnVega, ed. Carmelo Sáenz de Santa María, Biblioteca deAutoresEsparioles, 132-l35,Madrid,Atlas, 1960-1965,vol. 133,p.7 (libroI,cap. l).

r+ Gonzalo Fernández de Oüedo, Historia general r natural d,c ku lrulias, ed. JoséPérez de Tudela Bueso, Biblioteca de Autores Españoles, 117-121, Madrid, Atlas,1959, vol. ll7, p. 135 (libroV cap. 8).

15 Earl E. Rosenthal, "Plus Ultra, Non Plus Ultra, and the Columnar Device ofEtnperor Charles Y", Jou,rnal of the Warburg anrl Courtaukl Institutes, 3a (1971 ) , pp.20+228.

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t¡licrlo r¡rtc lt¡r'ictorr ;rl or r':rtto |...l. ,\g,u:r \:r lr;ris() sus ( olttnrtt;ts t'lunttt ¡xrrl<'t'<lt'uttt'sltos l'r tttr'i¡rt's, t'r¡t:rtrilcstri lit'ulrs v ll('lrl('s sirr lin.tlut: clc n()s()trl)s tr¡rn¿u'rin l{<'ligirirr, lt'tt's v k'rr¡4rrir. l',sl;rs st'r'iin sicrrr¡llt'obedieutes a Esparia, qrrc p()r'rrtatlr-c tt'l-n¿in rlt' toclt¡ t:l lricrr. r¡rrc rlcagora adelante uvielen. Assí que el peso clel nlunclo, y la c:onscrv¿rciónde las gentes a esta tierra acuesta>rti. Este desplazarniento del centro degravedad del mundo (yPérezde Oliva no deja en slrs lectores ningunaduda de que considera slr ciudad natal de Córdoba el nuevo centrode un mllndo que se había agrandado por su dirnensión transatlánticaen expansión) era un fenómeno que se había de situar en el marco deun proceso histórico general. Para ello, había un concepto convenien-te y disponible en forma dela translatio impaii.

L,a trunslatio impn'i.i era una idea que apareció por primera vez enla historiografía de la Roma imperial, como explicación del procesopor el cual la suprernacía pasaba de un pueblo a otro, y se había in-corporado a la historiografíamedieval occidental por medio del co-mentario de sanJerónimo al Libro de Daniel. En el siglo xrl, Otto cle

Freising Ia había vinculado a otra idea popular del periodo, el movi-miento de la historia de oriente a occidenterT. Fue bajo esta forma enque Pérez de Oliva se la apropió para intentar interpretar los dramá-ticos acontecimientos que habían ocurrido durante su vida. "Al prin-cipio del rnundo fue el Señorío en oriente, después más abaxo en laAsia. Después lo r,rvieron Persas y Caldeos: de ayvino a Egypto, de ay

a Grecia, y después a ltalia, postrero a Francia. Agora de grado engraclo viniendo al occidente pareció en España, y ha avido crecimien-to en pocos días tan grande, que esperamos ver su cumplimiento. Sinpartir ya de aquí, do lo ataja el rnar, y será tan bien guardado, que nopueda huyr'ts. ¡Cuán equivocado estaba! Otros estaban esperandopara retomar el tema, por no decir el relevo, corno nos recuerda elobispo Berkeley: "Hacia Occidente toma su camino el curso del Im-perio" (hasta que, rraturalmente, se detuvo por fin en California).

España, por tanto, asurnió su lugar en un proceso histórico y divi-no, el nrovimiento hacia poniente clel imperio, que ahora alcanzabastr señalado final con l¿r conquista y colonización castellana de las

nuevas tierras más allá de los nlares. Desde el motnento en qtre Colón

ili Hemán Pérez de Oliva, Las oár¿s, Córdoba, 1586, ff. 133r.134.r7

Jrrhrr M. Heacllel,, I-u.l,hn's Vieat oJ Church Hi.stor,¡, Nerv Haven ((lonnectictrt) v[-<-rrrdres, \'ale Universitv Press, 1963, pp.240-242.

I8 Pérez de Olira, Las obra.s, f .734.

184 185

llns(,(,l l)i(. 1')t l)¡l¡('t¿l\'(./,(.1¡llrs,'\r¡lilllrsyl()lllo¡xrscsirttl('llllotl¡lrtt'il,. l,,r rt,r,t.s l,'r.l r''r(1. (. lsirllt'1, lit t'rtt¡rt't'stt <¡' lll<liits lr¿rlrt¿t si<¡r illlt'r'-

¡rr r.ttr<llr ('()l¡() l)ttl l(' (l(' los tlcsiglli()s l)l'()vi(l()trci¿tles tle l Scrlor' A la

Figura 4. Fro'tispicio cle Bernarclo de \hrgas Mlchtrca, Milicin t descripción'

(te l,as Intlir¿.s (lV adricl, 1599) '

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( r('('n( r:r rlc r¡rtr'l',s¡r;rtr:r Ir,ius ilr()il:u(:rs cr:trr l:ttorcr irl,s rlc nr:ilr('rittittitlt¡xr l)iosrortltil¡ur:tttlltrttntosfi'r:rlrir¡rrl:rlisl;r rlcl:rrorlcrlclosRe:t'cs (l:tttili<'os rll ¿rl)l'()xinlitt'st't'l t'it'lol'ioso lirr <lt'll l{r'r'orr<¡rristl1'quedar rerstauracl¿r l¿t trnirlarl rk: la lls¡lirria visig<iticl, las cs¡rt'r'anz:rsmesiánicas centradas en l¿r fisur¿r dc Fcr-nando el (lat<ilico y cl rnile-llarismo franciscano qlle anticipaba con ilusión la coltversión delmundo como un preludio a slr fi¡¿ltrt.

La adquisición de un imperio en las Indias que parecía milagrosay el rnismo carácter de las tierras recién conquistadas confirmaban lainterpretación providencialista de la historia española y liegaron a serelementos importantes en el desarrollo de la conciencia nacionalcastellana er-r el siglo xvt. Estos rluevos territorios ofrecían, o así loparecía, riquezas incalculables en forma de oro y plata y además mi-llones de ahnas que atraer a la fe. En un famoso pasaje del relato deslr clrarto y úrltimo viaje en 1502-1504, Colón escribía: "El oro es exce-lentísimo, del oro se hace tesoro, y con é1, quien lo tier-re hace cuantoquiere en el mundo,2O. oNo da aquella tierra pan

-escribiría a su vez

Pérez de Oliva-, no da vino, mas oro da mucho, en que el Señoríoconsiste'21.

El proceso providencial tarnbién se manifestaba en la supuestzrcoincidencia entre las fechas de nacirniento de Martín Lutero y Her-nán Cortés. En el preciso momento en que millones de almas se per-dían en el este a manos de luteranos y trlrcos, un número rnuchomayor de seres humanos, hasta entonces sumidos en las tinieblas yprivados de la luz del Evangelio, pasaban a dominio español en occi-dente22. Se había encomendado a Castilla, er-r este momento culmi-nante de la historia universal, una rnisión sagrada: la conversión vcivilización de los ptreblos de las Indias. Era el plan providencial delSeñor que las Indias fueran conquistadas por España, escribíaJuan

19 Sobre estas tradicior-les cliversas y su fusión en la mente de Coltin. r'é¿lse Alair-rNIill-rou, Colórt y su ment.nli.d.rul ne.siánita en eI atnltiente liandstanistn español, Valladolirl,Casa-Mrrseo cle Colón, 1983.

20 Crist<ib¿rl Colón, 'Ibxtos y dorut¡¿ento.s ronrpletos, ed. (lonsuelc¡ Val'ela, 2" ccl. au-rnentadir, Mach'icl, Alianza, 1992, p. 497. Para una interpletación de este pasaje v srr

errigmática continrración de que el oro llela las almas al paraíso, véase Milhou, Colón,

c:rp. 4.2r Pérez cle Olir.a, Las ohrls, f. l35v:2 \'éasc.f ohn Ledcly Phelart,'l'h¿ t\Iillcnnin.l Kingd.otn ol'th.e linncisurn,; in tltc N¿zu

W'r¡rttt,2" ecln. rer'., Berkelev v Los Ánseles (Oalifrrrnia) , Llniver-sitv <¡f (lalifi¡rnia Pre ss,

1970 [¿l ¡¿ino mil¿nario de los frrmci.stano.s ¿n el Nuet¡o t\'[und.o, tlad..]osefina \/ázqtrez deIúrauth, México, LIniver-siclacl Nacion¿rl Autónoma de México, 19721, p. 32, con citirde Clerónimo de Meuclieta.

,lc l\l;rlit'ttzo ctl stl I )ttlttt't tttt tlt'l l\'ttl t'lt l l-r{i'i ' l)'ll:l tlll(' ll(t t¡ttcrl:tst'

( \t:t tl(.nl('llit lr;ttlt l)('l'l)('ltlllltlt'rtlt'tllvi<llt<llt, ltttlt's lr¡t'st't'ltscttlttllt t'll

l.r ¡r,rlir l:r lrruruullt v lt's lttt'stl ¡llcrli<'arlo SLl Silllt() l'lt'ittlgClitt"'"r"'

li rr Ir I itrr¡lt.r.i0 ll(.(.('sita ul]a ideología v trna razórt de st:r, y el de

( ,.rstilllr t to lttt' llit)r¡Lll)¿l excepción' La visión mesiániczr o providencia-

lrst:r r lt. l:r lllisi<in irrrperizrl cle España fire uua fuente de orgtlllo y solaz'

.r,lr.illlis <l<. trnu legitirnación del clorninio castellano. Para frayJuan de

S.rl;rz:rr., rrn lteneclictino cuya mu1'proviclencialista Política españolase

1,r rlrli< ti <:n 1619, .es el ptteblo esparlol semejante al hebreo en lo que

.'s s.''' ¡lrreblo de Dios", y carecía de duclas, siguiendo la tradición de

l't'r cz rlc Oliva casi tln siglo atltes' respecto a que "la Monarquía espa-

n,,l:r tlttrará por muchos siglos y que será la úrltitna":a'

l',rt retrospectiva, con ntlestr-a agucla conciencia cle los problemas

( lr l(

. s(. le acumulaban a España a caballo eutre los siglos xr,l v xl'u, resttl-

r:r l;ir il r-echazar esta clz-,sé cle pensamielrto providencialista como de

('s( ilsa lmportancia. Sin embargo, sería un error rgnor¿rrlo' Se había

i,,,.rrlr.aclá profi'rclamente en la clase dirigente castellana durante

\ : I l.l ils generaclones, proporcronal)do Llna serlsación de supcrioridad

n rr t r u-irl qtle parece haber sido uu rasgo duradero de los goberuantes

,1,.1 inrperio. cr"ó una disposición cle áuirno que podría haber influi-

,1.¡ sutihnellte en las relaciones cle los oficiales castellanos con los

( )t l.( )s p¡eblos cle España 1, los súrbditos italianos cle los Austrias2¡" ori-

*ri,rn,rbo quejas de que los castellanos se comportaban petlsando qtte

.srin ells solsvinstrts del cel i que la resta dels hornes és lo que és eixit

r lt. la terra, ("sólo ellos han venido clel cielo v el resto de los hombres

cs lo que ha saliclo de la tierra'):'i'Fln contraposición a esta tradición heredacla de couflarlzit t:n la

nrisi.. irnperial de Castilla por clesie'ación di'i'a' hzrv qtte sitttitt'ttlt:t

rr lrclició' alte'rati'a cle deie'gar1o con el imperio qtte c6t¡t:ttz<i t'lt

::r .fuan cle Matienzo, ()ohi.et'no dcl P¿rti (1567), ed. ci'uillerlno Lohm¿urn \t'illela'

l'lr'ír; rjLiIr-r¿r, Iusritrrt Fr-irtrgzris cl'Éttrcles Anclines, 19(i7' ¡r' l3':t Fral..f tran cle Salazal-, Polítira r.sl.ttrñoltt (1619),cd. Misucl IIelt'cro G¿rrcíir' M¿r-

,lri<1. hrstiiiio clc Estrrdios Políticos' l9{5, p¡r' 88r'199'!:, Sobr.e lit ec*rir.ale'cia tr¿rzarl¿r 1r.,r ,i. oflcial e'trc italian<¡s c- i'cli<¡s' r'éase H'

( l. Ii<rerrissbc:rg.r, "Ei al'te de f¡()l)ie lrr() clc Felipe ll' , Rm'isttt tl¿ Ou irknt¿' 107 ( l !172 ) '

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tttrli0 sobty lrt d.¿utd.cnrirt dc E$atlrt. ( I5c)8-i610),tlacl. Rafael Sánchez Marlte|o' MadIicI'

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llll:l ('l:ll)¡t tt'l¿ttir':ttttcttl('f('nrl,r;r¡llr rlc l:r r.x¡lr.rir.rrci;r:un(.ti(:ur:t. p(.r()r¡ttc srilo <'olltri íttt¡rt'ltt <lt'r't'r<lrrrl:r ¡rlirrt'i¡lios <lt.l siulr) \\'u. /r'l ttillt¡t¡dtl l)uttttltil¡,¡rttblit':ttlocn ll-r21)¡lort:l li'ant'isr':rnoAntonior¡,6¡t:v¿r-rA, n()s recuerda que descle los ¡rrinreros años cle lzr coDqtrista clelNuevo Mundo hubo Lrna corriente persistente cle críticas hacia laconducta y los motivos de los conquistadores. En este relato, que pasóa la corriente principal de la literatura europea y resurgió en su formamás famosa en las Fábulasde La Fontaine, Guevara usa claramente eldiscurso del campesino del Danubio ante el senado romano paraenviar un mens{e a sus propios compatriotas. Aunque en la versiónimpresa el üllano tiene una barba larga y espesa, mientras que en lamanuscrita era lampiño como un indio, los lectores a duras penashabrán podido dejar de advertir los paralelos entre los romanos y ellosmismos: <yo no sé qué locura que le tomó a Roma de enviar a conquis-tar Germania. Porque, si lo hizo con cobdicia de sus tesoros, sin com-paración fue más el dinero que se gastó en conquistarla y agora segasta en sustentarla, que no lo que renta ni rentará por muchos añosGermania"2?. si bien la repentina lluvia d.e oro y plata de las Indiasacalló por algúrn tiempo a aquéllos inclinados a poner en rela dejuiciolasventajas prácticas del imperio, tan sólo añadió motivo de inquietudpara aquellos que estaban preocupados por sus collsecuencias mora-les adversas. En la codicia que caracrcnzabala conquistayexplotacióndel Nuevo Mundo, condenada rotundamente hasta po.

"t mismo

colón28,la intensa tradición moralisra de la castilla del siglo xvr en-contró un objetivo primordial de ataque. La rapacidad, profetizóGuevara, sería la destrucción de Espana.

Las razones de los moralistas contra la codicia, estimuladas por ladominación española de las Indias, eran tanto más significativas alsituarlas, al igual que la üsión providenciarista del imperio, dentro deun marco de referencia histórico. Había en el pensamiento europeouna inveterada correspondencia entre riquezas y decadencia moral,y una tradición en la historiografía occidental, que se remontaba alos propios historiadores romanos (sobre todo salustio, a menudocitado por los escritores españoles), relacionaba en particular la de-

27 Antonio de Gtter,ara, " El \tittnn o del Dan ubio, y otros fragm cn lr¡.s, ecl. Arnérico

castro, Princeton (Nueva.fersev), unive rsity c¡f princeton pi"rrl tg+s, p. g; AugustinRedondo, Antoniod,eGuamm(1480?-1545)ctl'Espagnedesontemps.Dehianibeo.ff.rielleaux.oeutrye.s Politico-mmalcs, Ginebra, Droz, 1976, pp. 661_6g0.

28 Véase. por ejemplo, el Libro rcpindor tre üsnbd corón,, ecr.Anronio Rumeu deArmas, 2 vols., Madrid, Testirnonio, lg8g, II, pp. 479,v b35.

r88 l8f)

r .r(l('lr( i:t v r :ttrl¡r rlt'l irrr¡lcr io t r¡ttt¡tno r oll llr lrrolir ir' \' ( or I rt¡lr iorr, .rt¡s:rrl:ts ¡lol llt ('x( ('sivlt ()l)lrl('n('ill. I):rrlos los ¡lrurl<'los r otr ltottut <¡ttt'

lr.rl¡r:rrr ¡r('()nll)¿liul(lo cl srrrginri('nl() <lt'l irrr¡lcri() ('sl)ari()l cn el si-

llo \\'r, r'<'srrllitbir incvit¿rblr: (il1('slr travr:ctoria presenle y firtura se

r ¡r'r:r sr¡l¡l('lirla a ilrtr:lrtos paret'idos de comparación. En el prefacio¡ stt lllrntot"ia,l dt'. l5l-rll, I-tris Ortiz, un contador de la real hacienda,,lcsr rilri<i t'<irno, llegaclo el momento, "el pueblo romano y otros im-

¡rcr ios. sr: irbandonaron a "los deleites y ociosidad, codicia y otrosr rr ir ¡s, r¡rre fireron calrsa de su destrucción, como de ello largamentel.rs l¡ist<¡r-i¿rs antiguas nos enseñan, de donde nacieron las calamidadesr ¡r rt' lurrt p¿rdecido y estas mismas padecerán todas las proüncias don-r lc cstr¡s males están>21r. El tratado que seguía era una amonestación.r los t'sp:rñoles para que evitaran la tentación de sucumbir al funestor ir lo <lc riqueza-ociosidad-vicio-decadencia que había destruido ali r r r

¡ l<'r'it-r romanollo.l,irs advertencias a los castellanos implícitas en esta tradición mo-

r:rlist¿r y ejemplificadas por el destino de Roma se vieron reforzadasc r r la segunda mitacl del siglo x\t por las reflexiones de quienes, comolirnr¿is de Mercado, habían observado y estudiado el funcionamien-to <lcl mercado americano y el impacto de la plata indiana en los ni-vt'lt's de los precios en Castilla v Andalucía. Los que operaban el sis-

tcr rr:r, escribió, "destmyen ambas repúblicas, a España y a las Indias"st.l,:r sofisticación de las teorías monetarias de la escuela cle Salamanca,( ()r'l sll descubrimiento de la correlación entre la abundancia de me-t:rk:s preciosos y la inflación, confirió a las prédicas p¡eneralizadas delt'lcrnento moralista de la sociedad castellana un grado de precisióncicntífica que hacía su pronóstico sobre el futuro de España toclavíaruiis alarmante. Hacia finales del siglo xu se abría paso la dolorosar onciencia de que, por razones tanto morales como prácticas, la po-s<'sión de riquezas era el camino más rápido a la miseria.Justo Lipsio,r¡rre observaba la situación desde los Países Bajos, explicó en Lrna

curta de 1603 a un amigo español la ironía que ahora comenzaba a

a¡rreciarse como implícita en la hercncia imperial hispánica: "Venci-r k r por vosotros, os ha vencido a su vez, el Nuevo Mundo v ha agotado

2'r Alcmot'inl tlel contador Luis Ortiz n I'elipe II (\hlladolid, I marzo dc 1558), ed.JoséL:rn-az, Madricl, Instituto cle Esparia, 1970, p. 25.

ir{) Pien'e Yilar, Crcdt¡ti¿nto y tlesanollo. Ercnomía e historia. fuflexiones sobrc el taso es-

I n ñ ol, trad. Gonzalo Anes et a li i, Bar celona, Ariel, I 964, p. I 98.:ir Tomás de Mercado, Sutn.a rk lratos \ rcntrato.s, ed. Nicolás Sánchez-Albornoz,2

rr¡Is., Madrid, Instituto cle Esttrdios Fiscales, 1977, I, p.20tl.

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o rlclrililtrrlr¡ \'llt'slt():lnliurlo viHor. Nrrrx lt lt:ln llr.r':rrlo olro lr rrlo lltst'i<¡ttt'zits":t:.

Le correspondi(i zr la ucnel'itcitin rlc ¡rrinci¡rios rlt:l siukr xvl ex¿r-

minar hasta el fondo tal ironía. Se trataba de hombres que habíanüvido las derrotas y decepciones de los últimos años de Felipe II, quehabían sido testigos de la bancarrota de l5g7 y que habían experi-mentado la hambrunayla plaga con que se había inaugurado elnuevo reinado de Felipe III en 1598. Era la generación de los llama-dos "arbitristas", los moralistas y planificadores de la economía quetrataban de diagnosticar y prescribir remedios para los muchos ma-les del cuerpo político español. Todas las paradojas de este terriblemomento quedaron plasmadas en el fámoso tratado paralarestau-ración de España que escribió en 1600 Martín Gonzálezde Cellori-go, qtizá el más inteligente de todos los economistas de la Españadel siglo xvu. En la sección titulada "De cómo la república de Espa-ña de su gran riqueza, ha sacado suma pobreza>, pronunciaba elsiguientejuicio sobre las consecuencias para España de su imperioamericano: "Ha puesto tanto los ojos nlrestra España en la contrata-ción de las Indias, donde les viene el oro, ylaplata, que ha dexadola comunicación de los Reynos sus vezinos: y si todo el oro y plataque sus naturales en el Nuevo Mundo han hallado, yvan descubrien-do, le entrase no la harían tan rica, tan poderosa, como sin ello ellasería"3s,

Este tema paradójico de la pobreza a pesar de las riquezas, y ladebilidad a pesar del poder, encontró resonancia en uno tras otro delos teóricos preocupados por el futuro de la España imperial, ansiosospor impedir que sucumbiera al mismo proceso de decadencia quehabía destruido antes el imperio romano. La sociedad. castellana,según era descrita por el famoso historiadorJuan de Mariana y otroscontemporáneos, había llegado a desarrollar una adicción a conti-nuas inyecciones de plata de las Indias y, mientras tanto, había perdi-do la voluntad de trabajo; así pues, "la ociosidad es causa del ücio dela luxuria, y destruydora de Imperios', como recordaba en 1614 a suslectores eljesuita Pedro de Guzmán3l.

32 Episnknio ttcJusto Lipsio,'t los españolzs (1577-1606), ed. Alejandro Ramírez, Ma-drid, Castalia, 1966, p. 374.

33 Martín González de Cellorigo, Memorial d,e la política necesaria y útil restauracióna la república d.e España,Yalladolid, 1600, f. l5v.

3a Pedro de Guzmán, Bienes d¿ el honesto trabajo y d,años de la ociosidad, Madrid,1614, f.69.

190 191

t l¡rlr:r ¡r:rurrloirrs ¡ror lrxllrs ¡r;rrlcs. l,¡t ltllttttrl¡tttt irt rlc llrs ltrrli:rs. r¡rrt'

,k'lrr.r r:r lurlrt'r'lrr'<'llo l)tr)sl)('r':u'it lit tttt'lni¡roli, tto llltlrlrt ('ttt'i(llt('( i(l()

n r, ts ( ll t(. :l sr ls (.ll('t n ig< ls. llspait:t, c()rlt() sc solí¿t tlcc:il; sc h¿tbí¿t coltvel'-

rr(lr,('n,. lirslrrtli¿wttcE,ttropa":ri'.EnvezdequedarseenlaPenínsula,'rr l¡r'rrcf i<'io <lc la ccollomía, la plata simplemente se había escurrido, L' r'll:r rr t ravós rle los conductos establecidos Por los genoveses y otrosrrrcr r rrrlt'r'r:s extranjeros. Para detener la hemorragia, LuisValle de la( l'r r lrr l)l'()puso su famoso plan para la creación de un sistema banca-

r ro r rircir¡n¿ll. "Indias sin Erarios, y con usuras, no es otro sino ruynorlc rrrrt'stra grandezay de la antigua Magestad de España, Pues norrr vt' tlt' ()tra cosa aquel desentrañar la tierra, y convertir las aguas de('\:r nrirr clel Sur, en baxeles cargados de oro y plata, que de dar mate-

r i:r v lircrcas a nuestros enemigos", escribía en 160036.

No t:ra sólo la pérdida de plata en beneficio de sus enemigos lo que

rlclrilitaba a España. Los escritos de Giovanni Botero habían dado,rrrrplia clifusión a la idea de que una población numerosa era la clave

r lt'l ¡rocler nacional y a partir de finales del siglo xvl hubo una crecien-

tc scnsación de que España, en comparación con otros estados euro-

¡rt'os, estaba subpoblada. En el mismo momento, Pues, en que los

l)r'()rnotores ingleses, siguiendo los pasos de Richard Hakluyt3T, pre-scnt¿rban la empresa colonial en América como la respuesta al pro-lrlcrna cle la superpoblación,los españoles habían llegado a consi-rk'rar las Indias como responsables de privar a Castilla de su más

¡rrcciada posesión: sus gentes38.

En un fascinante pasaje de su Historia gennal de España,Juan deM¿rriana resume los sentimientos ambivalentes de su generación, la< lt: la España de Felipe III a principios del siglo xvtl, sobre la experien-< ia de las Indias: "De la conquista toda de las Indias han resttltadtr

¡rrovechos y daños. Por lo menos las fuerzas flaquean por la muchaq'(:nte que sale y por estar tan derramadas; el sustento que la tierra nos

rl:rba, y no mal con sus frutos, ya todos los años le esperamos en gran

:ti' Pierre Vila\ Crecimiento y desanolh, p. 192.3'j Luis Valle de la Cerda, Desempeño ilelpatrirnonio de Su Magestad' Madrid' 1600,

t.157v.37 Richard Hakluyt, "The Discourse of Western Planting" ( 1584) , e¡ T'he Origin.al

ll'ritings and Correspond,e.nce of the Two Rich'ard Hakluyts, ed. E' G. R' Taylo¡ 2" serie,2 vots. (7&77), Londres, Hakluyt Societ¡ 1935, vol. 77 , p.234.

38 Pedro Fernández de Navarrete, Conseruación d,e monarquías, Madrid' 1626, dis-

t.rrrso vIII ("La segunda causa de la despoblación de castilla ha sido la muchedum-lrre de colonias que de allá salen para poblar el nuevo mundo hallado y conquistado

¡ror los españoles").

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l,:tl t('(l(' los vicltlos v tlc l¡ts ol;rs rlcl trt:rt;r'l ¡llrrrr'r¡r('nt;lri lrcr t'sirl¿rrlcs(lll(':lltla's, l)()t':t('ll(lil liil'zos¡uttcill('ir llilrltts l)llt'l('s; llr gt'rrlt' lrrrrcllc

¡ror cl Inuclr() r'('f¿trl() t'n t'onri<l¿rs V lt'irjt.s',:ttr.

Una cliversidad cle respucstas t'r'a ¡losiblc anl(' l()s <lilt'nrirs cxpresa-dos en este dictamen de Marian¿1. La nt¿is sinrple, y nceativa, era laxenofobia. Resultaba fácil, o facilísimo, culpar a otros, en particulara los genoveses y los holandeses, de las desgracias de España. Huboen el país a lo largo de todo el siglo xvrr un fuerte elelnento de hostilidad hacia los extranjeros. A mediados de la centuria, el memorialis-ta Francisco Martínez de Mata no hacía más que resumir una opiniónmuy arraigaday extendida cuando escribía que "el comercio queasentó España con las Indias fue el más felicísimo que jamás se haüsto" y proseguía con el argumento de que <aquesta felicidad destm-yó y usurpó para sí Génovau cuando obtuvo de Carlos V el derecho acomerciar libremente con Castilla y,acto seguido, procedió a mostrarsu gratitud explotando su posición priülegiadaparasus propios inte-reses egoístasao.

Este tipo de xenofobia daría pujanzaal moümiento proreccionistacastellano de la década de l6?0 y encontraría una saiida destructiva enla campaña, que alcanzó su punto crítico a finales de la década de 1630,para excluir a los mercaderes portugueses de las posiciones de promi-nencia que se habían ganado en la vida económica de la Américaespañola y la península Ibéricaar. Sin embargo, aunque la paradojaimperial tendió a reforzar los prejuicios de los castellanos colltra elmundo exterior, también tuvo el efecto más saludable de persuadiral menos a unos pocos de ellos para que pusieran en tela de.juicio lossupuestos previos tradicionales sobre la relación de los metales pre-ciosos con la prosperidad nacional.

Los sentimientos antimetalistas ya visibles en el Memorialde LuisOrtiz de 155842 se hicieron insoslayables a principios del siglo xvrr, amedida que González de Cellorigo y sus contemporáneos batallabancon el problema de la naturalezade laverdadera riqueza. La esenciadel tratado de Cellorigo quedó captada en su encabezamiento para

Ite Jtran de Mariana, Historia generat de E.spana, ecl. Francisco Pi y Margall, Bibliote-

ca de Autores Españoles, 3G31, Madrid, Ribadenewa, 18641872, r'ol. 31, p. 245 (libroXXVI, cap.3).

+o Menoñal¿s y discu,rsos de liuncisco Mnrtín.ez dc Mnta, ed. Gonzalo Anes, Madrid,Monedav(lrédito, 1971, p. 147.

4r Cf. José Pellicer, El comercio im.pedirto, Madrid, I 640.r2 Vilar, Crcdnientu ¡ desanollo, p. 195.

l9'2 193

un ( itl)tlrrlo: .,(.Jrrt't'l rrrrlclro rlittt'rrr lr() sltsl('ttllt lr¡s csllttlos l¡i csl¡t t'ltt.ll:rrir¡rtt'zlt<lt'<'llr¡s"r:i./'[)(;lt(l(',l)tl('s,s('¡rotlíitIt¡tll:rt lltvt'lrl¿ttlt'l'ltr ir¡rrr.zlrl l,'tut<l¿unt'lltal¡ucttLt', ctr el tl'al)iljtl <lttt'o Y la prodtrctivicladr l<' k rs Irirlritantcs (lc un país, que habrían de dedicarse a las rnanufác-r r r r':rs, r'l ('( )nlerci() y la agricultttra. Este tema iba a resonar una y otravcz rlrrrirntc las tres décadas siguientes, a medida que los arbitristas yr¡rclrrr¡r'iirlistars se explayaban en la necesidad de desarrollar los recur-sos rrirtru':rles de la Península en vez de sucumbir al brillo del oro y la

¡rLrla rle las lndias, descritos por uno de ellos, Miguel Caxa de Leruela,( ( )rn() ¡rarecidos a Lln <tesoro de duendes, y que el mismo viento queIt ¡ I r'¿rc lo llela"#. Para algunos, como el mismo Caxa de Leruela, se de-

I x'r'íit dar prioridad al ganado lanar. Las minas de oro y plata de las Indias

s<'lsotirban rápidamente, pero elvellocino de oro de las ovejas españo-

lrrs no se extinguía+5. Otros pedían a¡rda urgente para los labradores.Sirr embargo, por más que fueran portavoces de diferentes intereses

v gnrpos de presión, estaban unidos en su preocupación por Io quellirnraban la.,restatrración de España" mediante la toma de medidas(

| uc ¿rlrmentaran su productividad.

Esto significaba, de hecho, cambiar las costumbres de sus compa-

rt'iotas, pues a fin de cuentas el defecto no estaba en las Indias, sino

t'n los mismos españoles. A pesar de titular uno de sus capítulos "La¡robreza de España ha resultado del descubrimiento de las Indias( )ccidentales,, Sancho de Moncada continuaba el texto matizandotiur rotunda afirmación con una explicación sobre el estado de su

¡r:rtria: "El daño de ella no puede atribuirse al dicho descubrimiento,

l)orque las Indias antes han sido muyútiles, pues sólo han dado su oro

v plata, mercaderías muy provechosas, han gastado las de España, y

Ios fiutos que sobraban. Pero es llano que el daño ha resultado de

cllas, por no haber usado bien de la prospericlad en España,r0- Etr

a3 González de Cellorigo, Mem.orial, f . 22. Para una discusión adicional de este

<lcbate sobre la naturaleza de la riqueza, véase Michel Cavillac, Gueux et Marthandstlun.s le Guzná,n de Alfarache ( 1599-16041. Roman picaresque et nentrtlité bourgeoise dans

l'li.spagne du si?cl¿ tl'or, Burdccrs, université de Bordeaux, 1983 ÍPítaros t tnercaderts en

rl Guzmán d.e Alfaraúe. Reformismo burguás y mentnlidad. aristocmtira m la Espnña del Siglo

tle Oro, ed:n. rev. y condensada, trad.Juan M. Azpitarte Almagro, Granada, Llniversi-rlad de Granada, l99al, pp. 263-268.

a+ Migrrel Caxa de Leruela, Rz.stauración d¿ ln abundancia de España, ed.Jean Paull,e Flern, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1975,p.32.

+ó DiegodeColmenares,HistmiadeLn,insigneciudaddeSegouinyt'ornpmdind¿lashisto-¡i¿u de Castilla, Segoüa, Academia de Historia v A¡'te de San Quirce, 1969-1974' I, p. 316.

ao Sancho de Moncada, La restauración polífica de España, ed.Jean Vilar, Madrid,Institutr¡ de Estudios Fiscales, p. 142.

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()ll:lsl¡:llrlr:rs. lor¡ttclt:tlrltr¡ttcr:urrlriru ('r;llrrl:rlsr¡sislctrur(l('\':rl()-rt's. l',1 tli'sco rlt'lt'lutsli)l nr:u l:t ¡rsir'okrgnt rt:rr iort:rl rk'( hstill¿r cont,it'ti<i a los rt'lix'rnisl:rs tlt'lir t'<'ou<¡r¡rilr t'n nror'¿rlislirs, r¡rr<'rk'rrrrrrcilrbanel pecado de la ociosirlacl y ¡lrt'<licaban t:l virlor rlt:l lrirbir jo rlrrr<l y lasobriedad.

No era, sin embargo, una lección fácil de aprender. La repugnan-cia contra los falsos valores presuntamente inculcados por la pose-sión de las Indias se convertía sin apenas notarlo en asco a las mismasIndias. No todos habrían estado de acuerdo con el parecer del doctoren Elpassagerode Cristóbal Suárez de Figueroa, cuando opinaba que

"las Indias, para mí, no sé qué se tienen de malo, que hasta su nom-bre aborrezco>>|i, pero no es fácil escapar a la impresión de que lasIndias, como principal proveedor de lo que Luis de Góngora llamó

"metales homicidas" en slls SoledadeÍg, se habían convertido en unafuente de profundo desencanto para muchos castellanos cultos. Taldesengaño encontró una de sus expresiones más attorizadas y sor-prendentes en una observación realizada por el conde-duque deOlivares al tratar asuntos alemanes en el consejo de estado en sep-tiembre de 1631: "las grandes conquistas [...] han puesto esta Mo-narquía en tan miserable estado que se puede decir con gran funda-mento que fuera más poderosa si hubiera menos aquel NuevoMundorr+e.

Es difícil pensar que el conde-duque llegara a expresar tal parecersi no hubiera reflejado una opinión de moda y muy extendida. Unorganismo bien calificado, el Almirantazgo de los países septentrio-nales, una corporación mercantil creada para el comercio con el nor-te de Europa,había hecho comentarios igual de punzantes en unacarta de 1627 al rey donde se contrastabalamiseria entonces impe-rante en España con la felicidad y prosperidad anterior al descubri-miento de las Indias5o. Aunque los mercaderes de Flandes tenían in-tereses propios específicos que promover, está claro que el discursode la desilusión encontraba resonanciaen la corte de Felipe IV.

{7 Cristóbal Suárez de Figueroa, Elpassagno,ed. Francisco Rodríguez Marín, Ma-drid, Renacimiento, 1913, p. 147.

a8 "Soledad primera", v. 419, en The Solitud¿s of Don Luis tle Góngora, ed. y trad.

inglesa Edward M. Wilson, Cambridge, Cambridge University Press, 1965.ae Archivo General de Simancas, Estado, legajo2332, consulta, 7 de septiembre

de 1631.50 Antonio Domínguez Ortiz, "El Almirantazgo de los países septentrionales y Ia

política económica de Felipe [V", Hispania, 7 (1947), pp. 272-290.

r94 195

,\trrrr¡rrr. llt sr.rrs:rr iolr rlc rlcscttr ttttlo r¡ttc sttltit:l rlclr oltll;lsl('('llll('.r¡r:rr ir.rrt'ilr v rt'lrlirl¿r<lt'r'lr irrlrct('nl('ll l:t ctrllttt:t rlt'l lxtt tot'o, lt'stlllit,lrlrril('\,illl lltitrt¡rt't'si<ilt(l('(ltl('l):ll'ltl()s('sl)lllt(,1('stlt'l sigloXVllsevr, r I r.li¡r'z¿ltltt t'll Ul'alt Ill(:(li(la por l:r cxpct'it'llt'ilt tlc las lndias. Autes

s¡¡rrl¡olo rlt' r'ir¡rrt:z:rs sill línrite, irhora ofiecí¿ttr ttna imagen muy Pode-r , rs:r (r k' lrt:cho, tal vez la rnás poderosa entre todas Ias disponibles,r lr.s¡rrrris rlt: lir misma muerte) delauanitasde las esperanzas humanas

r lrr I r r r il irl¿rd tiltima de la búsqueda de oro y Plata. Francisco de Que-r r.r l< r, ¡rol ejernplo, extrdo una conclusión adecuadaalescribir en su

I ttlu tlt, Ma'rco Bruto (1631) que "es mejor y más cerca ser Indias que

I rr rst'a Llzlsri l.

( ion todo, sería una simplificación excesiva' y grave, pensar que

rros t'nfi-entamos en un momento dado, situado en algún punto de

l:rs <lticadas iniciales del siglo XVII, con una transición de una evalua-

t irirr positivaaotranegativa sobre las consecuencias del imperio por

¡rlrtc cle los españoles cultos. Por el contrario, la fascinación de la

l,,s¡raria barroca radica en la misma coexistencia de dos puntos de

vrslir opuestos, uno resueltamente esperanzadoy otro pesimista. San-

c I r < ¡ cle Moncada indicó tal coexistencia en La restauración políticrt' de

l').slmñu,,en 1619, al escribir qlre (a muchos Parece eterna la Monar-rlrrí:r cle España por su grandeza. Pero mucho se habla de su peligrocrr todas partes>52. Mientras Quevedo lamentaba los efectos del des-

< rrbrimiento de las Indias, Lope de Vega seguía representando Amé-

r.ir.¿r en los viejos términos simplistas de la tierra del oro y la plata y

r.t'tratando una España victoriosa y excepcion lmente bendecida porl)ios53. Y mientras González de Cellorigo y Sancho de Moncada inten-

tirban concienciar a sus contemPoráneos respecto al falso sistema de

virlores que los tesoros de las Indias habían introducido en EsPaña,

f i-:ryJuan de Salazar felicitaba a sus compatriotas Por tener un imperio

"clonde hay tanta abundancia de minas de platay oro [...] que como

l)erennes fuentes, bañando de continuo a España, la entretienen y(.onservan con todos sus estados adherentes y dependientes de ella

cn un verdor y frescura continua>>5'1. Esta imagen de la eterna fuentelire tan persistente como seductora en SuS funestas conseclrencias'

f'r Francisco de Quevedo, obras contpletas. Prosa, ed. Felicidad Buendía, Madrid,,\suilar, 1966, p. 825.

5e Moncada, Restauración Política, p. 96.¡,3 Marcos A. Morínigo, Améri,ca en el teatro de Lope de vega,Brr nos Aires, Revista de

Filología Hispánica / Instituto de Filología, 1946.i'+ Salazar, Políticaespañola, p. 183.

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l',rr lliltlit'l crrrlxtj:trkrt ittqlcst'rr lVlltrltirl,lrl t'r'trlr¡:rr l:rs¡r(.tsl)(.(tivlrsrlr.gu('r'l':t, t:x¡lrcstrlllr cl ¡lltn'<'r'r'<lt' t¡rrt' l<ls golx.r'ruull('s ('sl):urr¡lr.s r'r't'írulqtle <stt lllallatltial tlt'<llrr, (lu('. ('()nr() cl ut¡rrtr lx,tt'rtrti,trk' N4an'ilrl, vic-ne cle las Indias, los mantetrclr¿i li'cscos ilquí ('uitn(lo l'r'irnt'ia st' h¿rva

secado por completo"55.Así pues, parece que encontramos en la Espzrira clel siglo xvrr dos

actitucles opuestas ante el poderío español y el irnperio de las Indias,que representan los límites dentro de los que se movían las opinionesbien fundamentadas: en uno de los extremos se halla la creenciacontinuada en la misión providencial de la monarquía hispánicay elimperio español, que esperaba su triunfb pese a la aclversidad tempo-ral; en el otro, havun pesimismo cadavezmayorsobre las perspectivasde España a largo plazo, agudizado por los paralelos con la decaden-cia v caída de Roma y, en consecuencia, propenso en cualquier mo-mento a sumirse en el fatalismo. Si es razonable pensar que había unatensión continua entre triunfalismo y fatalismo, tal hipótesis nos po-dría ayudar a comprender mejor tanto la mentalidad colectiva de loshombres que gobernaron España bajo Felipe III y Felipe fV como laclase de procesos mentales que determinaron sus prioridades y dieronlu¡¡ar a las decisiones que tomaron.

No se trata, naturalmente, de insinuar que los miembros del con-sejo de estado podían dividirse nítidamente en otrilrnfalistas" y "fa-talistas", aunque ciertos consejeros individuales podrían merecertales etiquetas. En los primeros años del reinado de Felipe IV porejemplo, don Pedro de Toledo, que poseía unavisión exaltada de lacapacidad militar de España, era una especie de triunfalist.a, mientrasque don Baltasar deZuñiga, un diplomático que admiraba a Mon-taigne yJusto Lipsio, era proclive al fatalismo. Su sobrino, el conde-duque de Olivares, podría acaso ser descrito como un fatalista conmomentos triunfalistas. A partir de este choque de actitudes contra-dictorias se formó una especie de consenso, que tomaba como puntode partida la idea de consen¡ación, pero con reputaci.ón. Si la herenciaimperial de Castilla había sido decretada celestialmente, le incumbíaacada generación mantener ese legado y transntitirlo a la próxima,previa aceptación de que la disposición final de los acontecimientos

'" J. H. Elliott, The Count-I)uhe of Oliuarcs: Thc Statestnnn in an Age oJ'Decline,NettHaven (Connecticut) v Londles, Yale University Pless, 1986, pp. 520-521 [El, cortde-d.uEte rl.e Ol,iztnre.s. El políti.co cn unn íltocn dc decadencia, trad. Teófilo de Lozora, Barcelo-na, Gr-ijalbo Morrdadori, 1998, p. 5721.

196 r97

('\l:tlr:r ('u nl:uros rlt' I)ir)s v rto rlc los ltotul¡tcs. l,.slo sigtrilir:rlrir r¡rrc rrrr

¡r, rr lr:r Iurlx'r' r't't ir':r< lir r lt'l irtt ¡r<'r'io, ni rur lrlr:u rrk r ¡r ¡ f i rrnr:rl <k' srrs llrt's-tos rlt'u'lrnzlr<lir nuis vrrlnct'itl)lcs. A coltst:crrcn(:i¿r (le este modo de

l)('ilsril; lo t¡rrt' hoy conocemos como teoría del dominó se convirtió('n un lrtícrrkr de f'e. El condeduque de Olivares lo explicó claramen-rc crr l(iii5,.jrrsto antes de estallar la guerra contra Francia: "Los peli-rir os ¡lrirncr<>s y más f'undados amenazan a Milán, a Flandes y a Ale-rr ¡:rr r i:r. ( )tr:rlqrriera destos golpes es mortal para esta monarquía, y talr¡rrc si llega a suceder golpe grande en cualquiera destas partes, lor ('strntc de la monarquía seguirá, pues a lo de Alemania seguiráltaliar' l.lurrcles, a Flandes las Indias, a Milán el reino de Nápoles y el deSir iliit"i(;.

[.]l clebate, por tanto, se llegó a centrar en los medios más que enlos f iues. Había halcones, que eran partidarios de ataques preventivos( ( )ntr'¿l los enemigos de España incluso a riesgo de extender conflictosinlcrlacionales, y palomas, que estaban ansiosas por no debilitar Es-

¡rrrñ:r comprometiendo demasiado slrs recursos y preferían esperar a

vt'r't:l crlrso de los acontecimientos. Sin embargo, a pesar del des-:rt'rrerdo en cuanto a los métodos, el ohjetivo universalmente acepta-<lo era la consentaciónde la monarquía hispánica. Esto colocaba una

¡rt's:rda carga sobre los hombros de la clase dirigente española, fornen-t:urdo una mentalidad conservadora y defensiva que parece habersirlo una característica de la élite gobernante en los centros del irnpe-rio. Al fin y al cabo, la posesión del imperio tendía a ser vista comorrna misión sagraday, por tanto, colno una responsabilidad imponen-t('v extraordinaria. Esta actitud es propensa a proclucir rigidez mentalv rniedo a la innovación, y la clase dirigente de la España del siglo xr,rtno fue Lrna excepción a este respecto. Era poco probable que la.jerar-<¡uía de consejeros y ministros que gobernaba el imperio, legalista vrlada a lajurispruclencia, tonrara iniciativas que lo pusieran en riesgo.,\rrn cuando España parece poco comírn por su desconfianzahacialir novedad, incluso según los parálnetros del siglo xvIl, esta actitud¡lodría estar relacionada con la posesión de un imperio de ultramar,con todo el peso que acarrea de bagaje ideológico.

A pesar de todo, la pura lógica de los acontecimientos de las pri-nreras décadas del siglo xvIl corlspiraba para obligar a una reaciaclase dirigente a cierto grado de cambio e innovación, aunque sólo

n" .1. l{. Elliott, Iil rcnd.e-duque dc Olit ruv.s I la hennúa tle Í-etiltc ll,Yalladolicl, Univcr-

siclad cle Vallackrlid, 1977, p. 91.

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Ittclt¡lrrtr¡ttt'tlt'locoltlt:ttiol:tl:ttr':trlc t.,n\t't.t¿t(ir¡ll:u¡rcrr:rz:rllrrort<'r¡rlr,'r'r'lilst' t'rr innl:rncjlrlllr'. l,ist:rlxr r'¡rrllr \'('z nl:rs r l:rr o r¡rrc los <'<lslt's

de la def'cnsa iltt¡rcriirl, tanl() t'rr t'l Vit'jo Mrurrk¡ ( ()ln() t'n t'l Nut'vo,estaban colocando cargas insoportablcs s<lblt: lr¡s lronlbrr)s clc un:lreal hacienda empobrecida; ¿rdemhs, esto succclí¿r pre-cisalnente cuall-do los beneficios más palpables del imperio, en fbrrna. de las remesasprovenientes de América, estaban comenzando a disminuir dramáti-camente. Un descenso en los ingresos de las Indias de dos millonesde ducados anuales al principio del reinado de Felipe III a menos deun millón en sus úrltimos años proporciona una confirrnación elo-cuente clel argumento de que había que hacer algo, el cual se oía aho-ra por todas partes (las cortes, los arbitristas y sectores de la misma ad-ministración real). Fue esta convicción , cadavez más difundida entrelos entendidos de la sociedad castellana, lo que contribuyó a llevar a unrégimen reformista al poder en 1621.

Los dos puntales maestros del programa de este régimen reformis-ta de Zúñigay Olivares fueron la restauración de la deshecha econo-mía castellana y una organización más racional del plan de defensaimperial, pensada para repartir su carga más equitativamente entrelos diversos reinos y provincias de la monarquía. En este aspecto,como en otros muchos del programa, el nuevo régimen se inspirabaprofundamente en los escritos de los arbitristas del reinado de Fe-lipe III. No obstante, detrás del programa de reforma fiscal y econó-mica, concebido para conservar la monarquía y el imperio, había unfondo moralista, también compartido por muchos arbitristas, que casipodría ser descrito como antiimperialista por estar suscitado, al me-nos en parte, por la sensación predominante de desilusión con lasconsecuencias del imperio.

El régimen de Olivares pedía una profunda regeneración moral deCastilla como compañera indispensable de la renovación económicaa la que se había entregado. El programa de regeneración moral fueprovocado por un clima de repugnancia contra el relajamiento gene-ralizado del gobierno y la sociedad durante el reinado que acababa determinar. Por medio de una especie de limpieza general, que llevaríaal régimen de Olivares a imponer nueva legislación suntlraria, cerrarburdeles y hacer más estricta la censura de libros y comedias, se espe-raba coaccionara Dios para que volüera a mirar otravez favorablemen-te a su pueblo elegido de Castilla. Pues, ¿qué otra explicación podíantener las presentes calamidades, si no eran debidas a los pecados deuna nación que, como los hijos de Israel, se había descarriado?

r98 r99

l,,l rcl:rj:rrrri(.ltl(, l r¡rrr'( llrslill¡t lutll¡:r stlr tttttlrirlo ¡rorlt:t;rll ilrrritscrlrrr.r l:unr.rrlclr lost'f t'r'tos(()r'rlll)l()r'('srl<'l irrr¡lt'lio. (llrttillls()(l('lit\i'grr lrrrlrílr ('s( t'il() t'n stt 1/i.slr¡ ri.u. gvtttrril, ful I'rrú,: "l,os clttc lllir¿ul coll

'los ojos (¡r('l()s cotl)tllles las riquezas que el Perú ha enviado al

i\lrrrrrlr¡ Vit'jo y rlel'r¿rnrhudolas por todo é1, dicen que antes le hanr l:ur¡rrlt¡ (lrrt: ¿rpl'ovechado, porque dicen que las riquezas comúnmen-l('. :lnl('s s()ll callsa de vicios que de virtudes; porque a sus poseedores

lr rs irr<'lin¿rn a la soberbia,ala ambición, a la gula y lujuria, y que los

lronlllrcs criándose con tantos regalos, como hoy tienen, salen afemi-

rurtlos, irrírtiles para el gobierno delapaz,y mucho más para el de la

trrt'r'r'¿r,5'7. A ojos de sus nuevos gobernantes, la Castilla que habíanlrcrr:<lado de Felipe III eravivo testimonio de lo acertado de este

r lirrur)óstico. No había duda de que había caído víctima del mal que

lrrrlrí:r matado al imperio romano.l)¿rra invertir el proceso y detener la enfermedad, era fundamental

rr ¡lvcr a la moralidad y las ürtudes de la era preimperial. Algunos años

¡urtcs, Quevedo había proporcionado un texto a los hombres del nue-

vr r r'ésimen al escribir en La España fufendida: "Pues si b{amos los ojos

r¡ l¡rs costumbres de los buenos hombres de Castilla, de quinientos yrlt'cuatrocientos años a esta parte, ¡qué sanidad, qué virtud y qué

vcrdad veremos, que no imitamos ni heredamos, contenrándonos con

kr urenos, que es el nombre! [...J pobres, conquistamos riquezas aje-

rrus; ricos, las mismas riquezas nos conquistan>"8. Esto era lo que Cas-

lilla necesitabaparavolver a ser grande otra vez: austeridad, trabajorluro, las virtudes militares de la lealtad, la integridad y la valentía.( lirsi se podría decir que fue una especie de fundamentalismo caste-

llano lo que proporcionó el impulso para el Programa reformista del

ri:gimen de Olivares, una nostalgia de una Castilla medieval idealiza-

rl¿r antes de que la üctoria trajera consigo riquezas, y éstas a su ve z l¿t

t'orrupción.Así pues, las ideas reformistas desarrolladas por los escritores en

cl reinado de Felipe III y adoptadas como medidas gubernamentales<¡ficiales bajo Felipe M destinadas a aumentar la productividad y res-

t¿lurar la moralidad, pueden ser consideradas, según la perspectiva

propuesta aquí, como un intento de hallar un camino intermedio

57 Garcilaso de la Vega, Segund,a parte d'e los cornentarios reales d,e los incas, en Obras

rompl.etas d,el Inca Garcilaso d,e la vega, ed. carmelo Sáenz de santa María, Biblioteca de

Autores Españoles, 132-135, Madrid, Atlas, 1960-1965, vol. 134' p.26 (libro II,cap.7).

58 Quevedo, Obras compl.etns. Prosa, pp.523-524.

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('llll('l()s('\ll('ltt()riirltflt'xivosrlcl lritrrrf¡rlis¡r¡oyl¡rrlr.silr¡sir¡rr.:rrul¡r¡s<lt'los ('tt¿ll('s, tl<'<lili'rr'lrt(' rrtlur('r'll, lulrr'¡rirz¡rl¡irrr ir l,)s¡r:rrr:r r.r¡rr t'l <lt-sastre. -fatlttl cl tritrtllirlislll() (:()rn() lir <lt'siltrsi<in l):lr'(.(.(,n lr¡rl¡t:r.sirl9estimulados por la experiercia i'rperiar es¡rari<lla. Ést:r lirt, ta. clra-máttca,y tan ab^rmadora por sus consec'ellcias, que 'o res'lta sor-prendente que la atmósfera de la sociedad castellana cle la era delbarroco oscilase bruscamente entre momentos de exaltació'y deses-peración profu'da. Thmpoco asombra que la propia clase de movi-miento reformista que se desarrolló como respuesta a estos vaivenesde ánimo estuüera también fuertemente influida por la experienciaimperial, ya que trataba de volver a una era anterior con el fin de re-sucitar las ürtudes que en un principio habían daclo a castilla su im-perio y la habían señalado como elegicla por el señor. con tod.o, lanostalgia por un pasado preimperial era en sí un tipo de il'sión. Enlas circunstancias del siglo xur ya no se poclía volvei atrás. sin duda,como decía Quevedo, .ss mejorymás cerca ser Indias que buscarlas,.Pero tal vez ser Indias mientras se poseían las Indiai era pedir loimposible.

200 20t

Cnrrí'r't,r,() VIII

INcunrERnA v EspnNA EN Aurmc,a:COLONIZADORES Y COLONIZADOS

TT(J uo de los placeres de la invesúgación histórica consiste en el hallaz-r{() de relaciones inverosímiles. A primera üsta, parece que no podríalraber nadie más distante de la América española que Beda el Venera-l¡le, el gran cronista de la Inglaterra anglos{ona. Ocurre, sin embargo,r¡rre Beda cruzó el Atlántico en el siglo xvt, aunque lo hizo en una nave

t'spañola en lugar de una inglesa. Al menos en espíritu, era compañe-ro de viaje de fray Bartolomé de las Casas, el "Apóstol de los indios",<¡rrien ctrenta a los lectores de su Apol,ogética historiaque, según Beda, el

l)¿rpa san Gregorio Magno no despreciaba a los ingleses y escoceses a

l)esar de sus costumbres brutales y depravadas, sino que envió a sanAgustín para que los convirtiese. Las Casas explicaba que Beda enpersona "tradujo las artes liberales en la lengua inglesa" con el fin decliminar de sus compatriotas el estigma de la barbariet. El mensajecle Las Casas estaba claro: una vez se hubiera acabado su larga nochecn las tinieblas, los habitantes indígenas de América serían no menoscapaces que los antiguos britanos de ocupar el lugar que les corres-pondía por derecho propio entre los pueblos civilizados del mundo.

Las alusiones a Beda en los escritos de Las Casas -o en los cleJosécle Acosta, otro español preocupado por la evangelización de Améri-ca-2 indican en parte la intrincada interacción que se desarrolló entreInglaterra y España cuando se embarcaron en la conquistay coloniza-ción del Nuevo Mundo. Aunque sus imperios americanos evoluciona-lon bajo condiciones muy diferentes y tuvieron rasgos distintilos, se

I Frav Bartolomé de las Casas, Apologética historia su.rnaria, ed. EdmundoO'Gorman, 2 r'ols., México, Porrúa, 1967, II, pp. 633 v 638.

2 Véase José de Acosta, Historia nahral y moral de las Indias, ed. EdmundoO'Gorman, 2" edn., México y Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 1962,p.228.

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('lrll('nl:u()n :r ( i('r los ¡lrolllctn:r¡i ( rrnlul('s r',:rl lr:rl:u rlc tcsolt't't lr¡s,

lrttlx¡ nl<lnlcnl()s ('n (llr(' llr t'x¡lct it'ncirr ¡r:rsltrlrt (, l)n's('nl('rlt' tullt sot'it-cl¿rcl se c:orlvil'l"i<i cn un l)unt() <[r'r't'li'r't'rr<'iir si¡4rrilit':rlir,'o ¡xrll lir otra:t.

Hub<l prurtos tanto de senrej¿urza c()l)l() dc (:()ntrastc ('n l()s nl(xlosen que españoles e ingleses respondieron ¿r algruros de k¡s clesafíos alos que se enfrentaron, en particular al que representó el enclrentrocon los pobladores indígenas de las tierras en las que habían hechoincursión. Poco después de que las colonias británicas hubieran al-canzado la independencia, Henry Knox, el ministro de guerra esta-

dounidense, notó el contraste entre el tratamiento de los indios porparte de ingleses y españoles: "Es triste pensar

-escribía al presiden-

te Washington en 1794- que nuestros modos de población han sidomás destructivos para los nativos indios que la conducta de los con-quistadores de México y Perú. La prueba es la completa erradicaciónde casi todos los indios de las partes más populosas de la Unión. Algúnfuturo historiador podrá indicar las causas de esta destrucción de larazahu:mana con negros coloresra.

Knox realizaba esta observación sobre las consecuencias de la co-lonización hispánicaybritánica de lasArnéricas en una época en quela población indígena de la América española, devastada en el si-

glo xvt por las enfermedades europeas y el trauma de la conquistaycolonización, comenzaba a mostrar señales inequívocas de recupera-ción demográftca. En 1789, cinco años antes del comentario de Knoxsobre "la completa erradicación" de los indios de laAmérica británi-ca, las colonias americanas de España contaban con ocho millones deindios y uno de mestizos dentro de una población total calculada encatorce millones de habitantess. La población total de la Norteamé-rica briránicaen 1770 era 2.283.000 habitantes, de los cuales 1.816.000

eran blancos y 467.000 negros. Es significativo que las estadísticascontemporáneas no incluyeran cifras aparte para los nativos ameri-

:l Para un estudio comparativo más extenso sobre los imperios español v británicoen Arnériczr, para el cual este ensa)'o fue una investigación prelimina¡ véaseJ. H.Elliott,EmpiresoftlreAtkrnticWorl.tl:BritainandSpaininAmerica, 1492-1830,NewHaven(Connectictrt) y Londres, Yale University Press, 2006 llmpffios d¿l mundo atlántico: Espa-ña | (han Breta¡ia en Atnfuca (1492-1830), trad. Marta Balcells, Madrid, Taurus, 20061.

+ Citado en Richard \{/hite, The fuIid.dlc Orountl: Indions, Empirs, nnd fupublics inthe C,rcat Lakes fugion, 1650-1815, Cambridge . Cambridge University Press, l99l .

' Véase la Thbla I en Richard Morse, "The Urban Development of Colonial Span-ish America", en'fhe Camltrid,ge Hisnry of Latin Am,nicq ed. L. Bethell, Cambridge, Cam-bridge Universiw Press, 1984, II ["f'l clesarrollo urbano de la Hispanoamérica colonial",e¡ Historin d¿ Anth'ica Latina, trad. Angels Solá, Balcelona, Crítiia, 1990, IIII , p. 89.

202 203

(:lno¡i, l)('l() s('l)i('llsll rltl('('l llllltl('lr¡ rlc cllrts;ll ('ril('rlcl l\lisisi¡rr totl

r l:tlx¡ k rs I 50.(XX)".

l,ll r..I r lr.:rslr' (.1II t'(. Illl I-)(i lx)l'('icr)t() ), tltI (i lx)l'('i(:llt() t[c ptllll:rcióu

nt(lil sul)l'aya la pl'()liulcl¿r clif'erencia cle carácter eutre las sociedades

r r ¡lr¡niirlt's i1rr. liabía' surgiclo en las Américas británica y esPañola

(.r r \,íslx)r.as cie la i'depende'cia. En su composición racial, así como en

llrrrt.h<¡s ()tros aspectos, eran mundos muy diferentes. No obstante,

r rirn<¡ llegaron a ser tan diferentes merece análisis. En su ensayo of,\,1 t t I it ¡ n.lóharacters [ " Sobre los caracteres nacionals5 " ], David Hume

r.s<.r.ibió: ouna nación seguirá el mismo conjunto de costumbres y se

r¡tlherirá a ellas por todo el globo, así como alas mismas leyesylengua.

I ¿rs colonias españolas, inglesas, francesas y holandesas son todas dis-

rirrstribles incluso entre los trópicos"7. Henry Knox, al distinguir entre

..t iiestino de los indios norteamericanos y los de la América hispáni-

<:r, hallaba la explicación en el contraste entre lo que llamaba los

,,r'odos de poblációno de españoles e ingleses. Este ensayo intenta

t'rplorar la áiferencia entre esos <modos de población" Y considerar

lu rnedida en que la herencia cultural de los colonizadores pudo ser

lt'sponsable de ella.Cuandolosespañoles,ydespuéslosingleses,cruzaronelAtlántico

l)irra asentarse en América, sus nuevas sociedades coloniales no se

cstablecían en el vacío. Al contrario, se fundaban en un suelo que

rrsaban u ocupaban (y a veces con gran densidad) pueblos que en

lrzrstantes casás habían estado allí desde hacía muchos siglos. Esto

s¡scitó inmediatamente una incómoda cuestión, planteada concisa-

rnente por Robert Gray cuando escribió en su A Good, speed to virginia

["Vienio en popa haciaVirginia", 1609]: "La primera objeción es Por

qué derechá ojustificación podemos entrar en las tierras de esos

ülua¡es, despojarles de su legítima herencia y asentarnos en sus luga-

."., rin habernos provocado o hecho ningún mal'8'

6 ;ohn-¡. McCusker y Russell R. Menard, The Econorny of British America,-1607-1789'

CnapÉl Hiíl (Carolina áel Nortc), University of North Caroli.a Press, 1985, p' 54;

.l^á, U....iI, ""Th" Customes of our Countrey": Indians u11.99l"Itis in Early

imerica", en Bernard Bailyn y Philip Morgan (eds'), Strangers Within the R¿alm: Cul-

turalMarginsoftheFirstBritin'n pú,ChapálHill(CarolinaclelNorte),UniversityofNorth Carolina Press, 1991.

? David Hnme, "Of National Characters", en sus .Lissa1s.' Moral, Political arul Lite'

rary, Oxford, Clarendon Press, 1963 ['De los caracteres nacionales"' en Escnfos impíos

y aiitirreligios;os, trad.José Luis Tasset, Madrid, Akal, 2005' pp' 97-1081'-' 8 Md arriba, p.

-166. Citado en Wesley Frank Craven, "Indian Policy in Early Vir-

ginia", Willirtm antl Mat"v Quarterlv,3'" serie, I (1944) ' en p' 65'

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littctott los cs¡lltttolcs los ¡rt itttctos (lu(' lttt'ict¡rn (lu(' lirli:rr r r¡rt cl('sl)in()s() ¡rrolrlt'rrlr tlt'lrr lcriitirnirl;rrlrk'srr rr¡rro¡rilr<'irirr <k'lrts tict'lits¿uncl'icallirs. Al ¡llirrci¡li<1, la fitrt<l:un('nliu1)n ('(,ln() <lorurcitin ¡lir¡lirl 1',

arrnque el examen crític() del tt'<'rl<xr() F rarrcisco rlt' Vitoria v sus cole-gas escolásticos plantearía cor] el transcurso clel tiernpo gr:rves clles-tiones sobre el derecho del papado par-a disponer de lugares no cris-tianos, la responsabiliclad conferida por el papa a los gobernantes deEspaña de llevar las bendiciones del cristianismo a los pueblos de América, sumidos en las tinieblas, tendría siempre una importancia básicaen la empresa española de las Indias. La conquista era una condiciónprevia parala conversión, o al menos así se suponía, y la conquistaeftcaz clependía del asentamiento en el territoriol'.

H,s evidente que la awtonzación papal no era una opción al alcancede los ingleses cuando se tuvieron que enfrentar a idénticos proble-mas de conciencia, aullqlre la tónica general del argumento basadoen la donación papal se podía adaptar fácilmente a las circunstanciasbritánicas, tal como hizo Richard Hakluyt: "Actualmente los reyes yreinas de Inglaterra tienen el título de Defensores de la Fe, y por taltítulo pienso que esfán encargados no sólo de mantener y proteger lafe cle Cristo, sino de propagary extender la misma"r('. Así pues, Ingla-terra, lo mismo que España, cobraba una misión proüdencial en Amé-rica, una misión concebida, por ejemplo por Christopher Carleillen 1583, en términos de "reducir el pueblo salvaje al cristianismo y lacivilidad"tt.

Los prornotores de las empresas de ultramar en la Inglaterra isa-belina se habían leído a Peclro Mártir de Anglería, a Francisco Lópezde Gómara y a Agustín de Ziratet2, y tenían ante sus ojos el modelo decolonización español cuando se embarcaron en su propio intentode establecer un imperio en las lndias. La emigración y el asentamien-to sistemático, como pronto comprenderían, eran esenciales para el

e Cl. las palabras de Francisco López de Gómara: ..Quien no poblare, no harábuena conquista, r' no conquistando la tierra, rlo se convcrtirá la gente: así que lanráxima rlel conquistador ha de ser poblzrr", Historia gcneml d¿ las Indias, Madrid, hn-prenta de la Real Acaclenria de la Historia, 1852, citado más arriba, p. 159.

t0 RichardHakluyt,"TheDiscourseof \4'esternPlanting" (1584), en'fheOriginalWritings nntl. Cor respondcnce of the 'fiuo Ri¿:hard Ha&ftr1ls, ed. E. G. R. Tavlor, 2" serie, 2vols. (7G77) , Londres, Hakluyt Socie6', 1935, vol. 77 , p. 2lú.

tr Thc Voynges arul Oolnnizing Enterprises of Sir Humphre"¡ Gill¡e¡t, ed. D. B. Qrrinn,Hakltryt Sociery 7940,2." serie, vols. 83-84, l,ondres, 1940, II, p. 361.

12 Véase la relación de sir George Peckham de sus propias ftrentes er-r Quinn, Vo-

^tages oJ Sir Humphre¡ Gilbert,ll,p.444449.

'2O1 '201)

,.rif,¡rlclltscx¡lcrlicit¡ttt's:ll:ts,'\t¡tt'tir'lts."l,ost's¡r:tltolt'st¡tlttr:tl'l()s-l)(.lir(,rr rri ¡,rr:r'lrlt.t.it'r'<¡rr sillt¡ rl.rr<¡'s('¡rs('rrlrlr'()1t", (lis( ltl r rlt t'l ¡lrt-1,,, i,,,r l1 l¡¡rlrrt'r'i<irr <lr. l¿ts l'cl¿rcit¡ttt:s t[t:.fltt't¡ttt:s (]¿tl'tiel'solrrt: stts

r i:rics irl ( lirrr¿rrl¿i ¡rrrblicarl:r en l5ll0 porJohn Florio, uu miembro del

r ¡r crtlr¡ rlt' Ilaklttvtr".;\rrrrc¡ttc los colc¡uizadores ingleses, ell sus encuentros con los in-

,li,,s. nrurc¿r llegarou a tanto como a producir un equivalente anglica-

¡rizrrtlo del reqirerinriento (el tristemente f-amoso documento leído a

l, ¡s intlios instándoles a la surnisión sobre el cual Las Casas no sabía si

r <'ír'o llorar), RobertJohnson, en su sermón de 1609 ante la Compa-

r r írr <le Virginia, titulado Noua Britannia, parece haber pensado en un

.1,,r'tunento similar, aunque más benévolo, para uso de los coloniza-

rkrr.es deJamestown. ..Y por lo qtre hace a desplazar a los salvajes

-rlijo ante su congregación-, no tenemos tal intención: nuestra

i r I t romisión en sus posesiones redundará en su mayor beneficio, y de

illiu)era alguna en su daño, a menos qlre como animales sin freuo se

1,, provoqiren ellos mismos. Tenemos el plan de proclamar y hacer

*,,ber a todos por medio de algúrn acto público que nuestra llegada

:rllí es para asentarllos en su país, pero no para desplazarlos y err:rdi-

..,,rlor, sino para llevarlos de su vil condición a otra mucho mejor:

¡rlirnero, respecto de Dios, el Creador, yJesucristo, su Redentor si

i¡,,i.ren creer en Él; y segunclo, respecto de las bendiciones terrella-

lcs, de las que ahora no hacen buen uso, sino de bruta manera como

ru'imales, ion la promesa de defenderles contra todos los enemigos

¡ xiblicos y privados" r{.'

A.rnqué los ingleses, al considerar el asentamiento en esas tierras

v la conversión dé la población nativa al cristianismo ]'- la civilidad'

rcnían ante sí el modelo, tanto positivo como negativo, de los espatio-

lcs, no eran de ningún modo inexpertos en las artes de la coloniz¿r-

ción. La Inglaterra de los T¡dor', clespués de todo, estaba fundand<r

irsentamientos y manteniendo subyugada una población extraña eu

su reino y colonia cle lrlanda, del rnislno modo que castilla, antes de

embarcarse en la conquista de las Indias, había estado asentándose

en tierras recién conquistadas y estableciendo su dominio sobre u¡a

población extraña en el antiguo reino musulmán de Granada. Tanto

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l',s¡l:rrrlt((,ttt{tlllul:rlcrllt,¡lot rlccillorlcoltonlorlo.¡lrrr.rlcrrcorrsirlt.-l':ll's('('()ll tlloliVo ¡lolt'ttt'ilts ¡rrrllo<'olotri¡rlcs ilr< lrrsr) lnl(.s rlr.t¡rrt.t'rr-viaran r'olonizarl<¡l-(:s ¿l l¿rs In<liirs. Err iullb<¡s ('us()s ('s rk.r's¡rt'r-ur-<¡rresu anterior experiencia eur()pea lnarc:lr:l sus respucst¿rs fi-ente a lospueblos de las Américas, pero hasta el momento carecemos de unanálisis exhaustivo y sistemático de las formas en que las institucionesy actitudes que habían daclo forma a la conquista y colonización deAndalucía e Irlanda, respectivamente, influyeran en el proceso de co-lonización de Américat5.

Basta, sin embargo, con echar un vistazo alas cartas d¿ reracióndeHernán cortés para darse cuenta de cómo los conquistadores tendíaninstintivamente a equiparar a los mexicas con los moros: se d.escribencomo mezquitas los templos aztecasr;, se trazan comparaciones entreTlaxcala y Granada (favorables a la primera) 17 y se pinta a los mexicascuando luchan como perros rabiosos, como se acostumbraba a hacercon los musulmanesrs. De manera parecida, los ingleses tenían ten-dencia a equiparar indios e irlandeses. .Los nativos de Nueva Ingra-terra

-escribía Thom¿5 l,{6¡¡en- están acostumbrados a construir

sus casas de manera muy parecida a los irlandeses salvajes,re. Segúnnotaba Hugh Peter en 1646, "los irlandeses salvajes y los indios no sediferencian mucho'20.

¿Cómo influyeron estos paralelos en la práctica colonial? Una po-blación extraña, ya fuera irlandesa, morisca o india, era vista básica-mente como inferio¡ pues carecía de ciertos aspectos esenciales dela civilidad, tal como ponían de manifiesto indicios tan reveladorescomo su estado de vestimenta o desnudezylalongitud de su cabello,

15 De todos modos, véanse Antonio Garrido Aranda, Moriscos e ind,ios. Preced,enteshispánicos de la e.urm.gelización en México, México, Universidad Nacio¡ral Autónoma deMéxico, 1980, y Mer Moriscos e indiorado de métodos de ación", Chrcn.ica175. Sobre Irlanda, , oThe Indian as

ctions, Tll (19 , Alden T. Vaughan,Paradigms for the American Antiqua-2 (1992), pp. el papel de Irlanda

como modelo formativo en la colonización británica de América.16 Herná' Cortés, Crtrtas y tlotumentos, ed. Mario Hernández Sánchez-Barba,

IVIéxico, Porrúa, 1963, p. 25.17 lbid.,p.45.ta lbid.,p.),b9.re Thomas Morton, Nau English Canaan (1632), en Force, 'fraús,ll,nírm. 5, p. 19.20 Citado en H. C. Porter, The Inrcnstant Saua,ge: England and, the North American

In dian 1 5 0 0- 1 6 60, Londr es, Duckworth, 197 9, p. 202.

206 207

unl('rnlrsicrrt¡rtr'rlt'lir:trlo.,'\t¡tcrlirt¡krsrlr'l siglortt,rnoliri;tlcs¡rrtrolcrr l'r'r'ri,.f rriur (l('M¡rlit'nzo, s('nr()slt':rl¡:r rrtlrs lolct:rttlr'(lu('rnu('lr()sr lc srrs < ortr¡rirlliolits s()l)r'(' la t'ostttntbl'(' iur(lir)ir <lt' llcv¿tr los cabellosl.rr gos: "llst<l alqunos lo tienen por malo; lnas yo no hallo inconve-rricrrlt' r¡rrc los traigan, si no es por la limpieza"2r. La argumentaciónr or r lr'l t'l pelo largo en el mundo angloamericano sería expresada connr:r\'()r'<'<¡ntturdencia porJohn Bulwer a mediados del siglo x\aII, cuan-r k r o'itic<i tal práctica tanto entre los irlandeses como entre los indios,:r r¡rricnes condenaba por <nunca cortarse ni arreglarse el cabello,( ( )nr() si asintieran a entrar en una alianza más estrecha con los ani-rrurlcs cle lo quejamás quiso la naturalezao2e.

La ciülidad era lo primero que se necesitaba si se había de condu-r il ir estas gentes al cristianismo, pues los católicos gaélicos eran con-sirk'r'ados tan paganos como los indios americanos23. Así pues, la ex-tir'¡ración de la barbarie se convirtió en una justificación para lar lonrinación e indujo a los ingleses y españoles a verse a sí mismos('( )nlo sucesores y herederos de los romanos del Imperio y como por-trr<lores de parecidos beneficios a los pueblos sometidos2a. El obispol)ir:qo de Landa, ensu Relación d¿ las cosas deYucatán, escribe cómo losinclios disponen ahora de moneda española y herramientas y se lesIr¿ur enseñado artes mecánicas, gracias a lo cual "viven sin compara-cirin con ellas más como hombres"25. Al explicar los beneficios quekrs indios podían esperar de la llegada de los ingleses, RobertJohnsontr'¿rza en su Noua Britanniattna analogía, parecida a la hecha por Las

2r Juan cle Matienzo, Gobiemo il¿l Perú (1567), ed. Guillerrno Lohrn¿urn Villena,

I'arís y Lima, Institut Francais d'Études Andines, 1967, p. 80.22 VéaseJames Axtell, The Inua.sion Within: The Cont¿st of Culfwes in Col,on itl Nortlt

.lmerica, NuevaYork y Oxford, Oxford University Press, p. 175.23 Nicholas Canny, Thc Eti.zabethan Conquest of lrclantt: A Pattern Estal¡Iish.ed, 1565-

liT6,Hassocks (Sussex) y NuevaYork, Harvester, 7976,p. 125.2+ Sobre ingleses y romanos, véanse Muldoon, "The Indian as Irishman" y Karen

litrpperman, Settüngwith th,e Irulians: 'fhe Meeting of Engli.sh and,IntLirm Cultures in Amer-it u, 1580-1640, Totowa (NueraJersey), Rowman and Littlefielcl, 1980, p. 113. Sobre la.\mérica española y cl modelo romano, véase el admirable estudio de David A. Lu-pher, Romans in a Nau World,: Classical Mod,ek i,n Si,xteenth-Century Spanish America, AnnArbor (Michigan), University of Michigan Press, 2003. El tema imperial romano en laA.rnérica española en su expresión arquitectónica es analizado porValerie Fraser, TheArchitectureof Conquest: Buildingi.ntheVircm.¡altyof Peru, 1535-1635, Carnbridge, Cam-Irridge University Press, 1990.

25 The Maya: Diego d,e Land.a's Account of tlw Affai.rs of Yucatrín, ed. y trad. A. R. Pag-den, Chicago,J. Philip O'Hara, 1975, p. 163 [existen varias ediciones del texto espa-riol, p. ej. Diego de Landa, Rtlación d,e las cosas d.e Yucatán, ed. Miguel Rivera Dorado,Las Rozas (Madrid), Dastin, 20021.

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( i:rs:rscrr srr lcr trurr rlc lk'rl:r, ('rrlr'('l¿r r orrrlir iorr rlc los lrrilrrrrosrrnlt'sv<k's¡lrrtisrlt'lir llcglrrl:r rlt'l<¡s rl,nlln()s,.( ()nrl)lu:ur<lr¡ r¡rrcsl u¡ l)rl's('n-te I'elicicla<l r'<¡lt nrrt'slr'¿rs unlcrir)l'('s iluligulrs nris('r'iils, l)(,r' lirs (lu('habríamos seguido siendo hautir hoy britanos polrlt:s, rlcsnrr<krs y sirl-

vajes, siJulio César con sus legiones romanas, o algírn ()tl'(), lx) hrrbitrra preparado el terreno para domesticarnos y civilizArlfos>'r6. Contodo, hubo dif'erencias importantes entre los modos español y britá-nico de abordar la cuestión de estos pueblos indígenas y no está clarohasta qué punto deberían atribuirse a los antecedentes coloniales enEuropa.

En particular, existe una diferencia crítica entre las actitudes espa-riolas e inglesas hacia el matrimonio mixto y la cohabitación. Isabel yFernando,los Reyes Católicos, mandaron en sus instmcciones de 1503

a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española, que pro-curase (que alsunos cristianos se casen con algunas mujeres indias, ylas mujeres cristianas con algunos indios, porque los unos e los otrosse comuniquen y enseñen, para ser doctrinados en las cosas de nues-tra Santa Fe Católica, y asímismo, corno labren sus heredades y en-tiendan en sus haciendas, y se hagan los dichos indios e indias hom-bres y mujeres de razón"27. En 1526 los franciscanos de Méxicoescribieron al emperador Carlos V en un sentido semejante, instandoen pro de la conversión a "que el un pureblo y el otro sejuntase, cris-tiano e infiel, y contrajesen unos con otros matrimonio, como ya se

comienza a hacer"?8.

Aunque en las Indias españolas el matrimonio interracial se auto-rizó oficialmente v en ciertos momentos, como indican estas citas, se

estimuló decididamente, sigue sin estar claro hasta qué punto se

practicó. Al principio cierto núrmero de conquistadores y encomen-deros se casaron con hljas de la alta nobleza mexica e inca, y en1534veinte cle los ochenta colonizadores varones de Puebla tenían esposas

26 Force. Trads,l, núrrn. 6, p. 14.27 Richard Konetzke, Cokcción de documentos pa.ra kt historia de laJbrmación social d¿

Hi,sltanoam.h'iru, 1493-1810, 5 vols., Madrid, Consejo Superior de InvestigacionesCientificas, Madrid, 1953-1958, I, doc. 9, pp. l2-13; véase también Magnus Mórner,Rnce Mixture in the Histot"v oJ Latin America, Boston (Massachusetts), Little, Brown andCompan¡ 1967 [La mezrla de raz&t tn la hi;toria de Atnhca Latina, trad. ]orge Piatigor-sk1; BuenosAires, Paidós. 19691, p. 26.

28 "Carta colectiva de los franciscanos de México al Emperador", 1 de septiern-

bre de 1526, en fray Toribio de Benavente o Motolinía, L'Iernorial¿s o libro d¿ las cosas de

h Nueaa España "¡ de los natural,es d.e ¿lkt, ed.. Edmundo O'Gorman, México, Universi-dad Nacional Autónoma de México, 1971,p.429.

208 '209

nrlr;rs"'. Sitr cr¡tll¡tt¡¡o. llt lr('o( ull:r iorr rlc lr¡s r r¡lorros ¡lot r'l ltorror,ll rrr lirnrjr', srr¡rrrcslilnr('ul<', l¡izr) (lu(' pr'()nlo solr¡ los t olotlos Itl¿is

¡r,rlrrcscorrllirjt'r'lru tnllrinrottios('()n itttlígclrits:t').Portltr¿tparte,ullnr('r(:r(lt'r <k'l¡rt'irr<l¿r<l<k'Mtixi<'<¡ir¡fi¡t'tnabaenLrnacartadeLSTTarrr¡ solrr irro srryo cn l.)s¡rirñlr (lu('('slal)a f'elizmente casado coll unannrl('r irrrliirf irrladía: "Yirtrnr¡rrcirll:i r¡sparecerácosareciaenhaber-rrrr' , :rs:rr k r r'orr india, acri llo sc pit'l'<lc honra ninguna, porque es unarr,rr rorr ll <k' los indios tr:nicl:t en rnucho>:ll. Esto podría no ser más,

¡ r rc t'l i n t cr rtr ¡ cle un inclividuo de presentar su propia conducta desde

, l r r rcior rine'rrk¡ posible, pero, ¿runqlre no todos los colonos españolesnrn\lr rriln lanto entuslilsrno en contraer matrimonio con mujeresrrrli,rs. rro tt'ní¿rn ningúrn escrúrpulo en tomarlas como amantes. Es

nr,r\, ( orno nrínimo en las prirneras fáses de la colonización, antes de,¡rrr'¡rlolifi'r':rse su número, muchos de los niños mestizos nacidosr lc t¡rlt's rrnit¡nes fueron reconocidos por sus padres españoles.

,\ ¡rt's:rr.tlel ejemplo de Pocahontas, hija deljefe indio Powhatan y, ,rs.rr l:r < <¡n el colonizador inglésJohn Rolfe, los matrimonios mixtos, rr l:r ,,\rntil'ica británica eran prácticamente inexistentes: no hay cons-r,rrrr i;r <lt' rringún matrimonio legal entre ingleses e indígenas en Mas-s,rr l¡ r rst't[s entre 1630 y 167Ü2. Robert Beverley deplora esta situaciónc n s r r / /i.s1¿r ry an d Present State of Virginia [ "Historia y estado presenterf r'\'irginia,,,I705l, con palabras que recuerdan las de losfrancisca-r r, rs r lt' México en 1526: "El matrimonio mixto había sido ciertamen-t ¡' r'l r r rritodo recomendado muy a menudo al principio por los indios,, ¡rrc lo ¡lroponían con frecuencia como una prueba segura de que los

'"' f't'gg¡.K.Liss,Mexict¡und,erSpa,in., l52I-1556: SoriefiandtheOtiginsofNationalit¡,( lrir;rst¡(Illinois)yLondres,UniversigvofChicagoPress, 1975[Orígent.sd,ekt,tzaciona-Ittlt ttl ntxil u,na ( 1521-1556). La Jormación d,e una nueta soúe¿Lad., tratl. r\grrstín Bárcena,\lr rit r¡, Fondo de CulturaEconómica, 1986], p. 136.

'f " Mónr er, Race Mixture f La mezcla dc razas], pp. 37 y 26.tr llrrrique Otte, Cartas priuatlrls dr emigrantes a Indias, Sevilla, Consejería de Clrl-

trrr:r, l1)tltl, p. 61.tr ,\xtell, 'fhe Inuasio'nWithin, p. 304; Muldoon, "The Indian as Irishman", p. 284;

\ \('iurs('er-r particular los dos panoramas sobre las actitudes hacia el matrimonitr¡nisto, cn Vilginia y Nueva Inglaterra respectivamente, publicados por David D.\¡nits, ."Abominable Mixture": Toward the Reptrdiation of Anglo-Indian Intermar-ri:rut' irr Seventeenth-CenturyVirginia", Vi.rginia Magazine of History and,Biograph1,95r l1)lt7), pp. 157-i92, I ""We A¡e Not to Grow Wilcl": Seventeenth-Century New Eng-l:rrrrl's Repndiation of Anglo-Indian Intennarriage,', An.etic(nt Ind,ian Culture and Re-

vnn lt.lournal, l1 (1987), pp. l-32. Estoy agradecido al Dr. Kenneth Mills por llamar¡rri atención sobre estos artículos. También lo estoy al Dr. Clifford Potter por su ana-lrili<lacl al recopilanne información sobre la legislación y Ia práctica en la Norteamé-r ir lr lrritánica.

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Uittglcst'stt(,('l:rrlstts:ttttiqossi lr¡rcrlr;rzlrlr:ur.\'rro¡rrrr.rlor.r'il:rr lr(.u:i;u<¡trt'ltttllit'r':t lt'ttitlr¡ lt'li<'r's ( ()ns('('u('n( itrs ¡lrlr t's<'¡lrrclllr¡ si sr. l¡rrlli<.-ra aceptado tal pt'opttcstit, l)uos l¿r irnilll:rrlvcl si(;lt <lt' los in<lios, <lrrctengo por causa de la mayclr partc cle los sac¡treos v irst'sirr¿rtos r¡rrt: lrarrcometido, se hubiera prevenido totalmente por tzrl nrcclio y eri c()r)-secuencia se hubiera evitado el derramamiento de sangre que abun-dó por los clos bandos; 1...] la colonia, er'vez de esas pérdidas hu-manas por ambos lados, habría crecido en niños para su beneficio;t...] y, con toda probabilidad, muchos, si no la mayoría, de los indiosse habrían convertido a la cristiandad por este suave método,33.

Lacolonización de Irlanda ofrecía un precedente para el rechazodel matrimonio con la población nativa. Los Estatutos de Kilkenny(1366) habían prohibido el matrimonio o la cohabitación con losirlandeses, bajo la creencia de que los matrimonios mixtos tentaríanal cónyuge inglés a caer en las degeneradas costumbres irland.esas3a.En la España medieval la religión, más que la cultura y el origen étni-co, era la línea divisoria entre los mundos hispánico y musulmán, ytécnicamente las barreras contra el matrimonio mixto podían supe-rarse con la conversión al cristiani5l¡63r;.

Por más que los castellanos del siglo xv libraran guerras contra losmusulmanes, sus propias vidas estaban impregnadas de influenciasandalusíes. Sus casas, sus muebles, sus vestiduras y sus gustos culinariosestaban todos marcados por la huella de una vida transcurrida en laestrecha proximidad de una población musulmana que poseía unapericia técnica y artística deslumbrante36. Aunque los españoles delsiglo xvt llegaron a despreciar a la población morisca que permanecióen la Península después de terminar la Reconquista, la larga experien-cia medieval de coexistencia con una sociedad que sólo a duras penaspodía ser considerada como inferior culturalmente a la propia pudohacer más fácil a los españoles llegados a las Indias contemplar la po-sibilidad de matrimonios interraciales, al menos cuando el estatussocial del cónyuge indígena era lo basrante elevado. Ello pudo tam-

33 Robert Beverle¡ T'lze History nnd Present Stnte of Virgini¿, ed. Louis B. Wright,Cha^pel Hill (Carolina del Norte) , University of North Carolina press, 1g47, p. 38.

3a Muldoon, "The Indian as lrishman,, p.284; Smits, ..,We Are Not ro GrowWild"", pp.G7.

3i' Thomas F. Glick, Ish.mic an.tl Chtistir¿n Spain in the Early Mirtd,le Ages, princeron(NtrevaJersey), Princeton Unive rsity Press, 1979 lcristianos y musulmoncs cn la España.medi¿ual(711-1250), trad. PilarAguirre, María LuzLópezyvíctor Navarro, Madrid,Alianza,19911, p. 166.

3ti Véase García Arenal, "Moriscos e indios,, pp. l5b-1b6.

lrrcn¡rrcrlis¡r,rrtctlcsrrl li¡rorlcnrcsltz:tjcrrtllrrr:rlr¡rrcllcrr,,rrr,r.rs('r unr:rsuo lllrr ll:un:rlivorlc l:r sor icrllrrIcoloIritrl<lc Nr¡r'r':r l,,s¡r:rnlr \, l't'rri".

,'\ ¡rcsltt rl<'los l',slllrrf os rl<'l(ilkt'rlrrv, t'rr rr'¿rli<lirtl llrtlto nlttch<lsnr:rtr irrrouios lrrqlrrirlitrr(lcscs:i", lo cltre hace clifícil sabersi las actitu-r lcs lurciir <'l nntrintoni() r)rixl() irclqtriridas en Irlanda tuüeron conse-r rrt'nciirs ¡rrii<'ti<:as en la c()ndrrcta social de los ingleses. En ctralquier(:rs(), ('ulln(lo sc llesa a Ia cohabitación, hay indicios de pautas der on<lrrcl¿r cnlrc los colonizadores ingleses que resultan difíciles de ex-

¡rlit'lrr si n<¡ sc t()man en clrenta actitudes culturales previas.Arrrrr¡uc es probable que hubiera un srado consiclerable de coha-

lritaci<in clandestina en laAmérica británica, no fue ni mucho menoslo l¡lrslante cotrlo para proclucir ei tipo de sociedad mestiza que estabasrrlsicndo en laAmérica hispánica hacia el sielo xut. En laAméricalrr itrinica parece que hubo, casi desde el principio, una corriente deo¡rirri<in contra el amancebamiento con las nativas. SirWalter Raleighir r li l-rna con orgullo sobre una de sus expediciones que, a diferenciar lt' los conqtristaclores españoles, nineuno de sus hombres en ningu-rr:r or'¿rsión ha puesto las manos sobre rrna muier i¡6112:rtt. En caso des('r'vel'dad, su conducta les separaba un abismo de los españoles que11'r)l()ntaron el río Paraglray en la década de 1530, quienes, al ofiecer-It's los indios sus hijas, decidieron terminar su viaje y asentarse allí¡xrra fundar lo que llegaría a ser la ciuclacl de Asunciónr(). Dada la es-

t rrsez de mr{eres inglesas en Virginia (los hombres excedían a lasrrrrrjeres en Lrna proporción de seis a uno entre los ernigrantes del,ondres a Chesapeake a mecliados cle la clécada de 1630)rt v el des-cr¡rrilibrio generalizado entre ambos sexos por todas las colonias, esta

:t7 Véase (larrnen Bernand y Serge Grtrzinski, Histoi.re du Nou.tu¿¿tu. A4onde,2 vols.,l'irrís, Favar-d, l99l-1993, ll, Les n.átissr¿ses, 155()-1640[HistoriadelNua'ofuIundo,2vols.,tr:r<1. Mar'ía Antonia Neira Bigolra, Méxic<¡, Fonclo cle Ctrltru'a Económica, 1999, II,I t n ne.st izaje.s ( I 5 50- I 640)1.

:tB Art (lossrove, "Marriage in Meclieval h'el¿urd", er )\I¿rriagc in lrehnd, ed. Art( irsqrove, Dublín, College Press, l98r'r, ¡r. 35. Estoy agradecid<¡ al Dr. T<-¡bv Barnard porll:rnrat lni atención sobre este artículo. También lo estoy al Pxrf . Nicholas Oanny' por'srrs consejos sobre la cuestión del matrinronio rnixto en Irlancla clur¿urte siglo xltl.

:rr) Véase Nich<¡las Canny v Anthonv Pasden, Colonial ld.entit.,¡ in tlw Atlrmtic Workt,Ii00-1800, Princet<¡n (Nueva.fersev), Pdnceton UniversityPress, lgU7, pp. 145-l4ii.

1{) Véase rrn informe cle un.jesuita anónimo de 1620 cit¿rckr en 'l'he Ctnnbridge Hi.s-tor¡ of La.tin America,ll lHistoña de An¿é¡ira l-r¿tina.III] , p. 89.

lf Tlrad W. T:rte v David 1,. Amrnerrnan, l-h.e Ohesapea.ke in th,e Sapnteenth Century,Nueva York, W. W. Norton, 1979. No obstante, casi la rnitad de los inmigrantes deNrreva Inglaterra e n la décadir de 1630 eran rnrrjeres. Cf. Virginia DeJohn Anclerson,.\ieu llngland's Genn'ation, Carnbridge , (lambriclse University Press, 1991, p. 21.

'2lo '21I

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r ('nu('n( irr rt lor¡r¡tr lun¡url('s irlrlilts :rl)lntl,r :¡ rur rlisl:ur( t:uut('lrl() (l('rn:r\'()r'('n\('l'glt(llllrrr('slx'('l()<l<'loslurlrilirrrlt'sirtrltgt'turs(lu('(lil('l('n-cia ¿r los itrglcscs no stik¡ rlt'l<¡s t:s¡rirñol<'s, sino <l<'lo<los los <lt'tn¿is

colonizadores europcos del Nrrevo N{rrnrkr.L,as razones para esa resistencia no estzin en ¿tl>sohrtr¡ clar'¿rs. En un

mundo donde el color de la piel solía creerse detenninaclo por el gra-do de exposición al sol, el color de los indi<¡s (descrito porJuan Lópezde Velasco en 1574 como "membrillo cocho" y por William Stracheya principios clel siglo x\.II como parecido a <un membrillo remojado")ttno parece habersejuzgado un grave impedimento. Támpoco se con-sideraba a las mujeres indias como poco atractivas fisicamente, aunqueel estatus sr¡cial influía en la determinación de las reacciones sobre elaspecto femeninoa3. La gran línea diüsoria no era racial, sino cultural.Los ingleses, a diferencia de los españoles, parecen haber consideradola cohabitación con los indígenas como proclive a sumirles otra vez enun nmndo de degeneración cultural del que habían logrado escaparpror.idencialmente y no sería de extrañar que esta idea fuera, al menosen parte, un legaclo de sus experiencias en Irlanda.

El miedo a la degeneración parece haber estado profundamentearraigado entre los colonizadores inglesesa+. En algunos aspectos pue-de considerarse colno parte de una tradición europea comúrn sobreel irnpacto en el temperamento del clima y el entorno{5. Cuando Co-lón le dijo a la reina Isabel que, a causa cle la pltwiosidad de las Indias,los árboles de La Española echaban raíces poco profundas, la respues-ta de ella fue: "En esa tierra, clonde los árboles no se arraigan, pocaverdad y menos constancia habrá en los hombreso{6. En tales circuns-

+! Jr,ran L<lpez de Velasco, Geografín y desrrilx,ión 'uniuersal d¿ la,s Indias, ed. Justo

Zaragpza, Madrid, F()rtanet, ltl94, p. 27; Wesley Frank Craven, Wite, Red, and Bkrck:'fht ,\ru¿nleentlt-Century \lirginian, Charlottesville (Virginia), Unirelsity Press of Vir-ginia. 1971, p. 59.

+:t Smits, ""We Are Not to Grorv Wild"". pp. 5-6; Kupperm an, Settling utith the Indinns, p. 37 .

a+ Sobre el tema de la clegeneración en la Nucva Inglaterra colonial, véaseJohnCarrtrp, Out rl the Wild.crncss: 7-he Emergence of nn Arna'icnn lden.tit,l in Colanial Nau Eng-/r¿'¡id, Miclclletown ( Connecticut), Wesleyan Univer-sity Press, 1 990.

r5 Véase Marian.|. Toole¡ "Bodin ancl the Medieval Theory <.¡f Climate", SP¿.cz-

Iam,2tJ ( 1953). pp. 64.tt3; Cantrp, Out oJ tlu WikLcrness, pp. l0-l l; Iktren Ordahl Kup-perrnan, .The Puzzle of the American Climate in the Early Colonial Period",,Am¿.nl-mn Histo'riu¿l R¿uinu (lt-J82¡ , pp. 1262-1 2119.

+ti Fernández de Oüedo, citado en Antonello ()erbi, Lu disputa tl,el Nuan Mundo.Hi.stoúndeunapolénticrt, 1750-l900,trad.AntonioAlatorre,México.FondodeCulturaEc<;nómica, 1982, p. 37.

'2L'2 '213

l.ur( i:rs,:ll)('uls llr('(l('sr)r'l )r ('n(l('r (llr(' los ('sl)lrr¡olcs rlc llt t¡tr'lt o¡lolillr.g:rr:rrr :r ( ()nsi(l('r'ill (llr('sus l)r'inl()s ct'iollos sc Irlrllíltll t't llit<lo tt lx:t'-t k't't'lt cl liirlgrri<l<l ('lll()t'l)() ¿l¡lr(:t'ical)() \'qtl(: l()s llrcstiz()s deberíau ser

vistos conro lrt'rcclcr<¡s de l¿rs peores características de cada una cle las

r :¡z¡rs <k' r¡rrr: rlcscetrdían.l,:rs noti<'iirs cle los ef'ectos de la mezcla de razas en las colonias es-

¡r:rr\olus al otro lado del Atlántico les llegaron a los ingleses antes de

r f

r r(' ('( )rncl'r r.aral aemigrar a AméricaaT y sólo pueden haber reforzadosus l(:nr()res de que aquellos que se transplantaran al Nuevo Mundocon'cr'í¿rn los mismos riesgos de la degeneración cultural que ya habíasor'¡rrcnclido a demasiados de sus comPatriotas tras asentarse entrelos s:rlvajes irlandeses. Así pues, no es de extrañar que el senticlo de

rnisi<'¡n providencial en la promoción de las temPranas empresas co-

loniales se viera acompariado de una machacona insistencia ell qtre

rr los que siguieran el ejemplo de Abraham en salir por su propio pie< lcl país "hacia la tierra que os mostraré> se les instara firmementerr nlantenerse aparte. "Así pues, los descendientes de Abraham debenr r rilntenerse entre los strvos

-observaba William Symonds en su sermón

rk' 1609 a los aventureros v colonizadores de Virginia-. No puedenni c¿rsarse ni darse en matrimonio a los paganos, que no están circun-cirl¿rdos t...]. El quebrantamiento de esta regla puede romperle la cris-

rrr¿r a todo buen fin de este üaie"+s.

En Nueva Inglaterra, el sentido que tenían los puritanos de sí mis-

rrros como pueblo elegido reforzó naturalmeute los instintos segre-

g:rcionistas de los colonizadores y los convirtió en críticos acérrimos<le los desviacionistas como Thomas Morton, cuyo asentamiento de

Ma-re Mount era desde el punto de vista cle ellos escandalosamentehospitalario con los indiosle. Ahora bien, los colonizadores de Virgi-nia, incluso sin la filos<lfía coherente de ttn "lsrael en Nlreva Inglate-rra" quejustificara su separación de las tribus indias *cananeasor', Y2

habían comenzado tras la masacre de 1622 a dar expresión materialir sus instintos segregacionistas. Hacia 1633 habían establecido una

"empalizad¿" (otra herencia de Irlanda) de unos diez kilómetros de

longitud, detrás de la cual viví¿ur en 120.000 hectáreas libres de dere-

a7 Smils, ""Aborninable Mixture"", p. 162.a8 Véase Alexander Brown, 7'1rc Genesis oJ'the Llnited St¿l¿r, 2 vols', Londres, Hein-

e mann, 1890, I, doc. LXXXM, pp. 287 v 290.a9 Sobre las reacciones ante la actiüdad de Morton, véase Canup, Ottt of th'e WiL

d¿rness,pp. l05ss.50 Con refer-encia a esta analogía, véase Canup, Out of thc Wildetness' pp. 79-80.

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Ir ltos ttttltr¡s'r. |)r'lrt'r lrr¡. los lirgitri;rrros lr:rlr:rrr lr;rz;rrl. ¡rr.r l¡rr':r lrotrIt'l izlt':'r'llr cxislcr¡r i:r <lt' lrtl lrr¡r¡tct:r irrrlir;t l:t nlils irrr¡ror l:rrrlc r¡rriz:irlt: totl¿ts llts <lift'l't:llt ilts ('lrll('llrs:rt'lilrr<lcs rlc los < ololriz:rrlr¡rt's l¡r'il:i-nicos y esp¿ul()les ante l:ts s()cic(lu(l('s irlrlígt.rr:rs <k' ;\lrrí.r'i<'1.

También había ft-outer¿ts elt l¿t Autí'r'ica cs¡lrrlrl:r (ir lo laret¡ rlt:l r'íoBiobío en Chile, por ejemplo, y en el lx)r'te cle México). Sin cnrltars(),se trataba de fionteras trazadas a regañaclielltes y, seqúur se esper¿rba,provisionalnlente en aquellas regiones doncle había resultado impo-sible subyugar a indios que se habían ntostrado diestros para la resis-tencia (como los alaucanos en Chile y los chichimecas en México).Corno colonizadores, los esparioles se dispersaron por el espacio, cu-briendo vastas áreas y fundando aquí y allá ulta ciudad para establecersu presencizt en Lln mundo indio que los rodeaba y casi los sumergía.Su rnundo era Llllo cuyas fionteras se pueden describir más adecua-d¿rrnente colno "fronteras de inclusiól]>, en el sentido de que en cier-to modo se extendía la expectativa o la invitación de participar en lavida de la sociedad que se hallaba en proceso cle creación a los pue-blos inclíser)as que habitaban dentro de sts confines¡S.

Después de que hubieran fi-acasado los prirneros y frágiles intentosde coexistencia, la fi'ontela en Ia Arnérica británica se convirtió, porel contrario, ell Lrna fl-ontera cle exclusión, a medida que los coloni-zadores ingleses despejaban territorios para sí mismos a expensas delos inclios, a quienes ernpnjaban hacia los rnárgenes. "Nuestra prime-ra tarea

-escribía sir Francis Wyatt, gobernador de Virginia, poco

después de la masacre de 1622- es expulsar a los salvajes para ganarpastos y dejar el campo libre con el fin cle alurrentar reses, cerdos,etcétera, lo cual nos va a cornpensar col) creces, pues es infinitamen-te mejor-no telter entre nosotros a pasanos (quienes en el mejor delos czrsos er¿ll] conlo una espina clavada) qLle estar en paz y en alianzacon ellos"il. Esto distaba mucho del elevado ideal proclamado paraVirginia porWilliarn Crashaw en 1609: "siendo el principal y alto finla implantación de una iglesia y comturidad inglesa 1', por consiguien-te, la conversión de los paeanos":5.

'rl Véase (lraven. "Inclian Policv in Earh'Virginia,, r'rn¿is ar-riba, ¡r. 1(i4.

52 Bailrrr v MoLsan, ,\lrn.nger.s zttit,hin thp Reahri, p. I I ll.5:t S<¡brc la "firruter-a de inchrsión", r'éase M¿rgnus M<ir-ncr, .Tht- (lrlonization of

Nolllancl bv Se ttlers cltrrilg the Nineteenth (lentulr in Brrr¿r<lcl Pt.r's¡rective", Srandi-rt¡n,ian lout nr¿l ol H i.stor¡,7 ( l9u2), pp. 315-337.

:'4 .Letter of Sit'Francis Wvatt, Governor-of Virsinia, l(i2 l-l 626",l4/illi.ilnt a,td[Ia,r¡ ()uurl.erl¡-,2." serie, (; (1926), pp. I14.121, en p. I ltl

5i' Br-owr-r, Genc.sis of the Ltnitcd Skttes, r, cloc. OXX, p. 3(i(i.

l,o r¡rrc csl:rlr:r n:rr ictrrlo <'r;t tul:t lronlct;r s{'1,¡¡tt cl rrrr¡rlclo rlc l:¡crrr¡r:rliz:rrl;r ir l:rnrlcs:r. ;unr(lu(', ( ()nr() r:sllr, r csr¡llri crr llr ¡rni< li('a Iull-r llo r¡uis l)()r.()sit <lt'lo t¡rrc sc srtclt'sul)()n('l'r"i. lFuc cstafionterade,'xr lr rsirir r lo <¡rrt' los ir lelt:scs tlcseab¿ur y esperaban establecer o lo quesc rlcslrrrrrllri sirrr¡rlcrrrcnte colrlo consecllencia del carácter de la po-lrlrrr itirr inrlíucn¿r y l:rs concliciones locales? l,os indicios parecen se-

r r;r l:r l t'n lrrnl)as clirecciones.l,,rr la Arnérica británica no existía ala llegada de los europeos

rrirrl¡rrrru socieclad comparable en concentración de autoridad a losi r r r

¡ rcrios de los rnexica y los incas (excepto quizá,y en medida limita-

r l:r. r'l "irnperio" de Powhatan)¡'7. Se ha señalado a menudo lo muchor ¡r rt' t:stu concentración de autoridad por sí misma contribuyó afaci-litru'lir conquista por parte de los españoles. Las capturas de Mocte-/un):r y Atahualpa dejaron a slrs respectivos imperios en posición su-

nrilrr)cnte vulnerable. En aquellas regiones como elYucatán, dondel:r ¿rrrtoridad estaba dispersa, el proceso de conquista fue enormemen-rc rrr¿is clifícil y prolongado. Al tomar de los mexica y los incas extensas:ir t'as cle territorio que contenían poblaciones sedentarias y subyuga-r llrs,.jtrnto con Lln aparato administrativo para la recaudación de tri-lrrrtos y la organización de las obras públicas que todavía funcionaballrzonablemente, los españoles estaban bien situados para recrear enlrrs Indias el tipo de sociedadjerárquica basada en el señorío y el va-sirllirje al que estaban acostumbrados en su país de origen.

En comparación, las poblaciones indígenas de las áreas coloniza-< lirs al principio por los ir-rgleses resultaron avenirse mucho menos ar ul control disciplinado. Los primeros proyectos en Virginia para larccaudación de tributos de losjefes tribales y para la prestación descrvicios laborales regulares segúur el modelo del Caribe español,México y Perúr"s no tardaron en irse a pique por la resistencia de losirrdios de Powhatan y por slr rnanifiesta falta de idoneiclacl para el tipo<le trabajos que hubieran permitido a los ingleses llevar la vida descñores a la que creían tener derecho. Los designios de la Providen-cia, por lo que parecía, eran inescrutables: a los españoles les había

¡ti Cf. Francis.f er-rnings, I'he Ambigu,ous ltoquois EntPi¡y: T'he Ooaenant Chai.n Confed,e-

ralion of Indirnt l)ibes uith English Col.onies, NuevaYork y Londles, Norton, 1984, quien,2rlurque señala las dif'erencias entre las diversas fronteras en Norteamérica, llega a

hablar en este contexto de una "frontera de inclusión".f'7 Wilcomb E. Washbtu'n, 'I'he Indian in Arnerita, NuevaYork, Harper & Row, 1975,

P. 46.58 Craven, "Indian Policy in Early Virginia", p. 70.

'211 '215

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<lcslin¡rrlo utitt:ts rlr' ¡ll:rl:t c irt<lios ¿l l()s (lu('sr' ¡rorllr rlot¡rcsll( ¡u, ( ()-

lrt'itr ittt¡rircstos v rrliliziu'('lr lx'n('f i< io ¡lilrli< r)i l l()s irruk'scs, ('lr ('¡un-

bio, no les habí¿r:si¡¡ttat[o ni t¡na t'osrr rri lu r¡trir.Unavez superada la clecepci<in inicial, la lr:¿r<'r'itin rk: los insk:st:s

fue hacer de la necesidad virtud. Sus indios, a clif'erencia cle los cle losespañoles, podían resultar inadecuados corno potencial mano deobra, pero también eran mucho menos nlrmerosos. La catástrofedemográfica que seguía de cerca a los españoles había alcanzadoNorteamérica antes de que llegaran los colonizadores ingleses encantidades significativas5e, con la consecuencia de que éstos se encon-traron con tierras mucho menos pobladas que un siglo antes. Se hacalculado en alrededor de un millón el número de indios que se de-bían de hallar al este del río Misisipí en vísperas de los asentamientospermanentes británicos60. A esta cifra hay que contraponer cálculosaproximados de cinco a quince o hasta veinticinco millones en elMéxico central y nueve millones en Perú antes de comenzar la con-quista española6r.

Mientras que en algunas regiones (como las marismas deVirginia,la NuevaYork central y occidental o el área fronteriza entre Carolinadel Sur y Georgia) los indios todavía tenían una presencia lo suficien-temente densa como para representar un obstáculo para el asenta-miento erlropeo, en otras no se hallaban sino escasos y dispersos. EnNuera Inglaterra, por ejemplo, los colonizadores excedieron prácti-camente desde el principio a los nativos americanos, miles de los cua-les habían sido abatidos por gna epidemia de ümela en vísperas de la

!'9 FlancisJennings, 7-hc Inuasion of Amnicn: Indians, Colonic¿lisn, and the Cant oJ

Conque.st, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1975.6()

.fames Merrell, ""The (lustomes of our Oountrev"o en Bailyn y Morgan (eds.),

Stranger lUithit¿ tlu R¿alm,p. 122.6l Las elevadas cifras par-a las poblaciones precolombinas de las Arnéricas pro-

puestas por Sherburne F. Cook y Woodrow Borah en sus diversas publicaciones yposteriorrnente recogidas en sus./ltsa,ys in Popu,lntion HistorJ,3 vols., Berkeley y LosAngeles (California) y Londres, University of California Press, l97l-1979 lEnsayos.sobre histori.a de la población, trad. Clementina Zamora, 3 vols., México, Siglo XXI, 1977-1980] han sido impugr-radas con firmes argumentos y continrian siendo tema de con-siderable debate. VéanseJ.-N. Biraben, "La population de I'Amérique pré-colom-bienne", en Qonferencia Internationale [sic]. El PobLamicnto de las Américas, V¿¿racruz,

1 8-23 mayo t 992, París, Institut National d'Études Démographiques, 1992; HughThomas, 7'he Conqtrest oJ Mexico, Londres, Hutchinson, 1993 [La conquista d,e Méxit:o,trad. VÍctor Alba y C. Boune, Barcelona, Planeta, 19941 , apéndice l; y Linda A. New-son, "The Demographic Collapse of Native Peoples of the Americas, 1492-1650", enWarwickBray (ed.),TheL[eetingof'futoWorlds:Europeand.th,eAttprit'as, 1492-1650,Pr<>ceedir.r¡¡s of the British Academ¡ 81, Oxford, Oxford University Press, lgg3.

'216 2t7

l,,r:ur tttiuut( i()tt l)lll il:tll:l (l('l:t <lt;t lt<llt rlt' l(ill0":'. l,;t r ¡¡ttsitltlicttlc ittt-

¡rrr.siorrrl<.rrrrl)¿lís\,:r('í()scvir¡tcforzit(l1ll)()r'lt¡sltt<¡<losirr<li<ls<lt'ttstlr lc llr I it.l'l'lr, llttt :t jr't t<ts 1t l()s ('()l)('('[)t()s (:Ltl'()pc()s (le pr()pieda(l y culti-\'(, (lu(' kls ¡rt'irttt'tr)s (:()l()l'riz¿r(lores encontraron nattlral que gmndes

r.xtclrsior)cs rk: lo quc les parecían eriales y bosques vírgenes fuesen

sr l\'1ts l)itril apr()piárselas(i:r. Los ingleses, por tanto, tuvieron la sensa-

r ir ir r <lc lr¿rbcr llegado a un <yermo" (zuilda'n.r.s.l), un concePto que no

f ):u ('('(' ('sl¿u- presente eu la literaftrra de la colonización española.

l'll vcllno teuía sus horrores, Pero estaba allí para ser clominado6{'

l'x'st'nl¿rba tanto una dura pmeba como una excelente oportunidad,r. lt r I i t c rzrttrra promocional concebida para atraer colonos a la Amé-

r ictr inglesa dio gran importancia a la abundancia de tierras. Para los

¡rrrlit:rnos, que llegaban a dar al yermo un significado redentof"', el

Irr.<'lro cle que este país hubiera sido evacuado de sus ocupalrtes origi-ruu'ios por la propagación de enfermedades era prueba evidente de

krs <lesignios providenciales de Dios. El, aseguróJohn Winthrop, "ha-l¡rit <'onfirmado con este acto nuestro derecho a este lugar"';';.

I.ll capitánJohn Slnith, en sus Aduertisements.for the Une.xperienced

l'lu,ntet'.s of Neu England or Any Whe.re [ "Consejos para los colonos sin('xperiencia cle Nueva Inglaterra o de cualquier lugar", 1631], trazabz

rul nítido contraste entre la proporción de colonizadores y coloniza-<k¡s en las Américas británica e hispánica. I)espués de observar que

t'n las,A.ntillas un puñado de esparioles había "sqiuzgado millones de

Ir:rbitantes, <le modo que han despoblado tanto los países que hanr'<lnquistado que se alegran de poder comprar negros en Africa",

¡rroseguía explicando que, a pesar de ellos, "hay Por cada cuatro ocinco españoles naturales doscientos o trescientos inclios v ncgros,

rnientras qlre en Virginia y Nueva Inglaterra hay más ingleses que

s:rlvajes que puedan reunirse Paraatacarles o perjudicarles"- Desde

62 T. H. Breen, .Creative Adaptations: Peoples aud Cultr'tres", enJack P- Greeue

r J. R. Pole (eds.), Colonial Btitish A'meriut, BaltiDrore (Marylar-rd) y Londres,.fohnsHopkins Liniversitv Press, 1984; T. H. Breen, Pztrita,¡ts and Adaenturet:s, oxfbrd, 1980,

¡rp. 75-76.6:r Williarn Cronon. Ch,anges in th¿ Land: Itttlinns, Colonists, and the l)rolng of Neu'

lingktnd, NuevaYork, Hill and Wang, 19836{ Cf. la afirnración de Williarn Penn de que "habían llegado a un yermo, (toider

nr"s.s), pero que <no era apropiado que lo cleiaran seguir así", citacla por MichaelZnckerman en Cannvy Padgen (eds.), Colonial ldnúitl, p. 133.

65 Avihu zakai, Exilr ntr,d, Kingd.om: Histor'g and Apocal,¡pse in the Puritan lvligration kt

America, Cambridge, Cambridge Universitv Press, 1992, p. 145.66 Cronon, Changesin, the l-and"p.90.

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triil l)ilnl() (l('\'isl:r. ('sl:r s¡lu:r( ¡(,n l)r('s(.nl;rl,:r \,(.nl:rl:rs (.\'i(l(.nl('s l):u:rlr¡s il¡r.llt'st's: ,. 1',s lttt¡r lto tttciot :rvr¡rl:rr rr ¡rolrl:rr lrl l):uri r¡rrr.rl<.s¡rollllrr-lo y rlcsptrtis t't'¡tolrlitt'lt¡,. A pcslrl rlc lo<lr¡, ('()nlinllll)1r, .lrllí lrlrl¡í1indios ell tan qraltdcs tttttltitrrrlcs r¡rrt: los cs¡rirñolt's no Irrvic:r-r¡ll ()tr-()remedio, mientras que a los nuestlos, tar) poc()s y t¿ur rlisper.sos, nocuesta nada obligarlos en breve tiempo al trabajo y la obediencia,(i7.

Una de las ironías cle este pasaje escrito por Smith es qlre, en me-nos de cinclrenta años, los virginianos recurrirían con entusiasmo alprocedimiento espariol de importar esclavos africanos con el objetivode solventar su déficit de mano de obra. Támbién se eqnivocaba ensu opinión de que los ingleses tenían ventaja en cuanto a la domesti-cación de los inclios. Fueron los españoles, no los británicos, quienes"en breve tiempo" redqjeron a sus indios "al trabajo y obedienciao,al menos en extensas regiones de laAmérica central, Nueva Granaday los Andes. El mundo indio de España (con la excepción de algunosde sus rnár-senes como la Guayana, donde los caribes clel orinocopodían llamar en su ayuda a los holandeses)ris era tanto literal comotnetafóricanlente un mundo desarmado. En Norteamérica, en cam-bio, cualquier esfuerzo hecho por las autoridades o colonos briránicosde negar armas a los indios estaba en gran medicla condenado alfra-caso de anternano, pues había comerciantes fi'anceses y holandesesdispuestos a suministrárselas.

Aunque los indios cle la América hispánica tenían sus propias es-trategias de resistencia, la rebelión abierta fue infiecuente Llna vezacabadala era de la conquista y su alcance fue limitado antes del granlevantamiento andino acaudillado porTúrpacAm¿rru II en I780-17gl.En la América britár-rica, por el contrario, hubo grandes masacres decolonos virginianos en 1622 y de nuevo en l644,mientras que la re-lativapaz que descendió sobre Nueva Inelaterra tras la Guerra pequotcle 1636-1637 tuvo un final sangriento en la década de l620 con laGuerra del Rey Felipe. Estos y otros enfrentalnielltos menores crearonentre los colonizadores ingleses una imagen del indio *traicionero,que les hizo albergar una profunda desconfianza y sospecha de susvecinos indios y todavía agrar,ó más una relación que había sido ines-table desde el principio.

_ _...1;j T'he compkte woth.s of caltt.in.John sm.ith, ecl. philip L. Barbo'r, 3 vols., chapel

Hill.(Calolina clel Norte), Universiw of Nor-th Carolina press, lgg6, III, pp. 2g}_2g4.rj8 Véase Manttel Ltrcena Giraldo, Lr¿bo¡uto¡io tropicat. Ln expediciói d,e límites alorinoto, 1750-1767, caracas, Monte Ávila v consejo superior de Investigaciones cien-tíficas, 1991, p.45.

Si sc lrr¡lricr:r l)r()(lrtr irlo crt l:t,\ttrcr ir:r lr il:urir :r, ( ()rr() ()r url r() ('nclst¡t, tttt:r ur¡rirllr r orrr¡rrisllr inir ilrl <lt'llr ¡rolrllr< irin in<lrgt'lt¿r, t's <lt'\ul)()n('r r¡rr<'llrs l't'lr¡r'iont's ('lltr'('lits rl<ls c<¡llrtrnicladcs se h¿rbrían,lcslu lolllrrk¡ rk' f irrnl¿rs rrriis ¡l'rixiuras a las encontradas en laAméricalris¡rirri< :r. 'lirl r'<¡nro lirc, e I enfoque inslés de la colonización (con elcst;rlrlt'r'irnit'llto clc cornrrnidades de colonos autárquicas(;e y la eva-r r r;rr irirl rk: in<li<>s clel territorio y su expulsión al otro lado de períme-tr os <lt'f i:n<liclos por fuertes y fortines) tendió a multiplicar los pro-lrl<'rn¿rs clc seguridad a que se enfrentaban los asentamientos. En

¡ rr r lt icrrlar', este estilo de colonización daba a las tribtrs indias füera del

¡rcr'írrrctro el tiempo para hacer grandes reajnstes políticos y econó-n r i< os ¿rnte la presencia de los ellropeos ¡ sobre todo, para aculturar-sc rr los estilos de guerra europeos en sus hábitats del bosque, tanr r r istcliosos y arnenazadores para los colonos.

lln los márgenes del imperio americano de España tuvo lugar nnl)rr)ccso similar de aculturación rnilitar entre las tribus indias no sub-vugadas colno los apaches. Hubo tiempos y lugares ell que ello plan-Icrl ¿tsuclos problemas a las autoridades españolas, y durante genera-r iones la guerra araucana en Chile representó Lllta grave sangría der('('rlrsos humanos y materiales para España. Sin embarso, los espa-rroles lograron desarrollar respuestas a este problema en las áreaslr'onterizas, las cnales, aunque no turifbrmemente szrtisfactot'ias, hi-t'iclon cle la presencia de pueblos indios insnmisos más allá de los lí-rnites del imperio una preoclrpación menos acuciante para los virrei-n¿rtos anrericanos durante gran parte del periodo colonial que paralirs colonias británicas. Tan sólo en el siglo xvtll, con la respuesta czrdzr

vez más organizad¿r y enérgica de los indios fronterizos ¿r la <'r¡nlinrrirt'xpansión de Nueva Esparia en el norte, llegó a constituir l¿r rlcf i'rrslr<le las resiones limítrofés desde el golfb de Méxic<t a'lbxirs rrrr ¡rrrrlrlt'rrta rnilitar a gran escala para las atrtoridades espaircllasio.

Hacia finales del siglo xvII, por el contrario, los ingleses )/a sc ha-bían creado Lrn nlrevo problema inclio al alentar de hecho a los pne-

(itf George M. Fledricks<-rtt, White Suprcntru',¡: A Cornpurotittc Studlt in ,|tncri¡:nn and.\orrtlt Afrizn Hi.slor"¡, Oxfor-cl, Oxforcl Univelsity Press, 1981, pp. l7 y 58.

70 Véanse Davicl.f. Weber, 1'he Spa.ni:;h, F-rontier in No¡th Amcriut, 151)-I821,NewHaver v Londres, \ále Universitv Pr-ess, 1992 lla fiontaru españokt. en Anit'ü'a d.cl No¡f¿,tlatl..for-ee Felreiro, IVIéxico, Fondo de (.I¡ltura Ecolrimica, 2000], cap. 8, y su -BrÍr-lturos: SpaniarrLs antl'I-l¿eir Saltages in th.e Aec of Enlightennent, New Haven (Connecticut)v Londr-es, Yale University Pless, 2005 f llrirbatos. Los españolls y su.s.v¿lz,rj¿s en la ern d.e llllustrati.ón, tracl. Ale.iandra Chapan'o v l-tris A. Noriesa, Barcelona, Crítita, 2(X)7 I

sobre el abanico de leacciones es¡rarinliu ante los ¡tueblos no subyugirdos.

'218 '21{)

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llloslr:rtivosr.nlr¡srrr:it1¡r.nr.srlr.srtsrololri:rsitt(.{onslilt¡itsusr.rrlirl¡t<lt's ¡rrtlít i<'its('lt sll <'slt¡<'t'z<¡ l)lllr rnllnl('n('r'ir t':t\,:r il los ir¡llrrsos. l,lsltrsetrtid¿tclcs ¡r<llílicas, il st.t \'('2, st't'oltvirlicr'()n ('lt rnl:t f rrt.r'zl it l(,n('l'('ncuenta, en especial ctranclo Nol-tt:¿rrní'r-ica llr:t¡(i ¿t scl- lln cs(.(irlari()de conflicto entre potencias erlropeas riv¿rles. [,a c<loperación incliaresultaba esencial tanto para fines de defensa com() para abrir el ca-mino hacia el interior del continenteTr, y esta dependencia de los in-gleses respecto a unos indios de los que tenían alavez necesidad ydesconfianza dio a los iroqueses y otros pueblos del este de Nortea-mérica una formidable influencia sobre los colonos.

A pesar de todos sus tratos con los indios a lo largo de las fronterasde sus colonias, los ingleses tuvieron dificultades para desarrollar ycultivar lo que Richard White ha denominado "el terreno interme-dio", ese mundo donde las lionteras étnicas entre europeos e indíge-nas se firndían y arnalgamaban y donde los franceses llegaron a insta-larse con comodidad en Canadá72. Había, como es natural, numerososejemplos de colonizadores británicos que habían vivido entre los in-dios, a menudo como prisioneros, y habían llegado así a conocer suscostumbres; de hecho, no parece haber un auténtico equivalente es-pañol de la narrativa de cautiverio inglesaT3. Sin embareo, a pesar delconocimiento muchas veces íntimo que proporcionaba la cautividady de los frecuentes contactos entre los colonos v mercaderes británi-cos y los indios locales, el mundo de población inglés que surgió aloeste de los montes Apalaches en la década cle 1760 permanecióobstinadamente separado y desdeñoso de sus vecinos algonquinosTa.

7r .Jerrnings, Atnbiguous lroquois, p. 367; Richarcl R..f ohnson, "The Search for a

Usable Indian: An ,{spect of the Defense of Colonial New England ",Journal, of Arneri-rnn Historv64 (1977), pp. ti23-ti5l.

ie White, 7'he \liddte Ground. Véase la httr.t¡clucciótr, p. x, respecto al trso cle estaexpresióu p()r parte de \4thite.

73 Sobre los cautivos británicos en Nortearnérica, véase Lincla Collel', Cnptiues:Britain, Ern,pire and. the World,, 1600-1850, Londres, Cape, 2002. parte 2. S<.¡bre los catr-tivos españoles, véase Susan M. Socolow, "Spanish Captives in Indian Societies: Cultu-ral Contacts along the Argentine Frontie¡ 1600-1835", Hispanir-Am.eriran HistoricalRatint\72(1992),pp.73-gg,yFernandoOperé, Hi.storiasdelafrontna. I)lcautitterioenla América hispánira, Brtenos Aires, Fondo de Clulttu'a Económica. 2001 . Para rrn ejem-plo aislado de narrativa española de cautiverio, véase Francisco Nírñez de pineda vBascurián, cautiueriofeliz. Santiago de chile, Imprenta del Ferr<¡carril, 1863, sobre sucautividad entre los indios araucanos de Chile en 1629 [entre las ecliciones más re-cientes, se puede mencionar la de Mario Ferreccio Podestá v Raissa Kordi Riquelme,2 r'ols., Santiaso de Chile, RIL, 2001I .

7+ W.rite, Thc Mid,rtte Grou.nd, pp. 315-317.

220 '221

l.:rsvicj:ts¡r(lilu(lcsscgtr'¡i:rr'iottisll¡s((,nlrnr:u(,nl:lnlrrcrlcs(oln()\r('ilrl)l'('.

l ,os t'slxrrrolcs rlt' lirs f r:rrrias lir¡ntc:r'izlrs <lcl iurperio se las arregla-rr )n ('u cl lritnscrrrs<¡ tlt: los sislos xvII y xvnt para desarrollar el tipo decslnrlcsilts l)anl cre¿ll'y extender un terreno intermedio que seguíacsr¡rrivirrr<lo u lr¡s inslcses. Estas franjas fionterizas, como en todas

l):u l('s, r'l'arl regiones cluras v üolentas, donde se ignoraban o suspen-r lr:rrr lirs rcglis h¿rbituales. La esclavitud india, por ejemplo, prohibidacrr lrrs l,cycs Nuevas de 1542, se permitía en los territorios limítrofes( ( )nr() Ohile y Nuevo México, donde los españolesjuzgabarl que esta-

lrrur Iilx'anclo Llna guerrajustai5. Sin embargo, los soldados españoles(

f r r(' suarrlecían los presidios o fortalezas fronterizas y encontrabanr it'r'tir c()rrlpensación en prender esclavos para el servicio doméstico('r r ('st()s plrestos de avanzada del imperio, por lo demás ingratos, tam-lritin tornaban esposas y amantes indias. Al hacerlo, propagaban una

¡rolllación biológicamente rnixta, los ocupantes naturales del terrenoirrtcllnedio. Los habitantes nominalmente españoles del reino de Nue-vo México, fundado en 1598, fueron descritos en la década de 1630('()nlo .mestizos, mulatos y zambohijos" (término este para la proler k' ¿rli-icanos e indios) ¡ dado que se trata de una región que recibió

l)ocos inmigrantes de la península Ibérica, la descripción es sin dudar'< ¡rl'ecta7{i.

En busca de soluciorles para sus problemas fronterizos, los espa-rioles recurrieron a instrumentos tanto civiles como religiososTi. El('¿lnrparnento minero y el presidio llevaron indios hispanizados a lasr()llas fronterizasi8 y contribuyeron a difundir influencias culturalest'spañolas entre los pueblos inclios aún no sometidos bajo contr<llcspañol. Al rnismo tiempo,las misiones establecidas por l¿rs diversis

75 Ramón A. Gutiérrez, Wen.lesus Oame, the Corn XÍothex Went AtLtn\: NIaniage,.\nu.alitry a'nd Pozoer in Nat lVlexico, 150U1846, Stanford (California), Stanford Univer-sitl Press, l99l [CuandoJesús llcgó, las nadr¿s dtl maíz seJúeton. il'Iah'hnonio, sexualidady

lxrler en Nuato llléxirc, 1500-1846, trird.Julio Colón C)ómez, México, Fontlo de Culturaliconómica, 19931, p. 159. Las mismas reglas fueron aplicadas a los prisinneros desuerra indios por los colonos británicos de Car<¡lina del Sur en el siglo xutl; r'éasellaill'rr y Morgan, eds., Strangers uithin the Realm.

76 Véase Cirtiérrez, WnnJcsus ()anre lCuandoJwús llzgó), p. 103.77 Edwar-d H. Spicer, C'¡rle.s of Conquest: T'he hnpact oJ'Spain, Mexü:o, and, the Llnitcd.

,\tates ott Indian.s oJ the Sou,thwest, 1533-1960, Tircson, University ofArizona Press, 1962,

¡rarte 2.78 Grrillermo Céspedes clel C¿rstillo, ,|rnáim Hispánira (1492-1898), Barcelona,

l,abor, 1983. p. 125.

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T()l(l('n('li rclitir):i;ts, ('n cs¡rcr t:rl ¡r,rr los jr.strtl:rs,".:r( lllnr¡r¡ r t¡llrr¡ it¡t

l)()tllttlt('ift¡tostlt'¡trrrllln:l(i()n,iunr(lu('sutlllt(lorlccs,ilorlr'¡rcrrrlí:ttlt: torllt ttttit vllt'i('(l1t(l (l('<'it< ttttsllrtr< ilrs. r'<'llr< ir¡llrrl;rs lllrlo corr t'lcarácteIy calic[itcl rlc l<¡s rllisrn()s Il)isi()ll('rr)s ('()lu() ('()t) l()s lilsr-f()s (lolas comuniclacles indias y grulx)s trib:rlcs crr ¡tirrtic:rrlat'a los quc inten-taban convertir.

Aunque inevitablemente había roces entre las atrtoridaclcs civilesy las órdenes religiosas, el compromiso de la corona española con laempresa misionera durante el transcurso de tres siglos subraya unode los más marcados puntos de discordancia entre las actitudes bri-tánica e hispánica respecto a la colonización. Los intentos inglesesde convertir a los indios, aunque no tan insignificantes como a nle-nudo se da a entender8o, fueron descle el principio mucho menosintensivos y mucho peor organizados que los de los españoles. LaCompañía de Virsinia no envió rnisioneros a Américast y las misionesprotestantes de Nueva Inglaterra comenzaron tarde y siempre andu-vieron escasas de ministross?. Las catorce llamadas "ciudades de ora-ción" (praying touns) del este de Massachusetts8:r (que guardabancierta afir-ridad con las reducciones en que los españoles reasentabana los indios para colocarlos bajo más estrecha vieilancia civil y ecle-siástica) tuvieron algo de éxitos+, pero tanto en la Nueva Inglaterrapuritana como en la Virginia anglicana los experirnentos educativosentre los indios resultaron decepcionantes. Los ministros ingleses noparecen haber alcanzado el nivel de sus homólogos españoles en eldominio de las lenguas aborígenes americanas, alrnque hasta ciertopunto ello sc compensó en Nueva htglaterra con la voluntad de ins-truir y utilizar ministros inclios nativossr' (un nítido punto de contras-te con la Iglesia española en América, la cual, clespués cle algunosbochornos iniciales, se opuso resueltamente a la ordenación de in-dios como sacerdotes).

En general, la Arnérica británica careció del fuerte impulso paraconvertir a la población indígena que daba forma a sran parte de la

7s Spicer, Cycl.e.s of Conquast, p. 298; Lucena Cl,iralclo, Lr¿l¡orntorio tropiurl,pp. 4G58.80 WeslevFrankClravetr,'l-heColoniesi.n'fran,sition, 1660-t7l3,NucvaYork/Evan-

ston (Illinois) y Londres, Harper ancl Row, 1968, pp. I l7-l 18.3r

Jennings, Inua.sion of Arnaica,p.55.82

Janres Axtell, Afta' Cohunbu.s: fr)ssay.s in tl¿e lithnoh.istoly of Cotonial North Amerirn,NuevaYork y Oxford, Oxford Unive rsitl Press, 1988.

s:r Bailyn y Morgan (ec\s.), Strangets tuithi.n thc Realm, p. 750.8r Axtell, Aftn' Coht,mbus, pp. 49-50.85,{rtell, The Inur¿.sion Within, p. 225.

('lnl)l('ri:r (':il);urol:r ct¡ l:rs lrrrlirrs- l,:rs r:rzr)n('s l):u:r cllr¡ l):u('( ('n s('l

t.rrlo otgltttizltlivas r'onto tl<¡r'tt'itutlcs. l)t'srlc t'l ¡rr irrr'i¡rio, llrs <livisi<¡n('s ('rr cl st'no <k'l ¡rlott'slirrrlisrrt<¡ ineli's iru¡rirlicrort lógicatneute ttn,'slrrt'r'zo rulilir'¿rt[o y las rlcbilidacles institucionales de la Iglesia delrrglrrt<'r'r':r, (lrrc rl() loÉ¿r(i establecer ni un solo obispado anglicano en,\rrrriliclr rlru'ante toclo el periodo colonial, hizo difícil montar y sos-

t('u('r' ur)u política misionera eftcaz.Además, los ministros protestan-tcs.:r rlift:rencia de los misioneros católicos tanto del Canadá comor lc lrr Anrérica hispánica, al parecer no pudieron o quisieron adaptarsr ¡s rloctrinas y prácticas a las necesidades de la población indígena.

l,.r'a ¡rrobable que cualquier intento de adaptación fuera obstacu-liz:r<l<¡ por la estrecha dependencia del protestantisrno respecto a la

¡xrlrrbr-zr impresa y por la ausencia de la clase de ritual y ceremonial( lr r(' se poclía encontrar en el catolicismo español, una forma de cris-

tirrnisrnr¡ que quizá podían apropiar más fácilmente los indios a suscnticlo de lo sagrado. Además, en laAmérica puritana, por más quelrrrbiera algunos intentos de asimilar a los nativoss{i, la doctrina de losclcqidos por Dios estimulaba un exclusivismo que tendía a dejar fue-r l rr los indios. Los puritanos, por usar una de sus palabras favoritas,cs<'ogieron encerrarse tras un <cercado>87. Una vezmás, en la Améri-<'l británica las fronteras y barreras (en esta ocasión religiosas) obs-tluyeron el camino hacia el mutrro acuerdo entre colonizadores y< olonizados.

En los primeros años de Nueva Inglaterra, los colonizadores pare-ccn haber esperado que los beneficios del cristianismo resultaran cle

rrna claridad tan meridiana para los indios que se dirigirían por pro-

¡ria voluntad hacia la luz88. No hubo paralelo con los batttismos cle

nrasas llevados a cabo por los frailes de México en l¿r clécarl:r clt' I I-r20.

lls cierto que más adelante muchos de los mismos fiailes lleqar'í¿tn rr

ctrestionar la sinceridad de los convertidos y su grado de comprensiórrrle una religión que al parecer habían adoptado con un f'ervor tanverdadero en el momento de la derrota. No obstante, a pesar de todasl¿rs dudas en torno a la eficacia del prograrna de evangelización en

86 Véase la ir-rtroducción (pp. x-xi) a la eclición revisada cle Alder.r T. Vaughan,,ntrczu Engla.nrlFrontin: Puritons a,nd, Indiarz.s, 1620-1676, NuevaYork, Norton, 1979 (1.^

t'cln. Bostor-r, Little Brown & Cornpilny', 1965).87 Véase Peter N. Carroll, Purik¿nism and the W'ikl¿rness: 1-he Intellertu¿l Signifiranrc

rl the Neut England l-rontie.r, 1629-1700, Nueva York, Columbia University Press, 1969,

pp. l7y87-90.88 Cf. Axtell, The InaasiotzWithin,p.2l9.

'22',2 223

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INt¡r'r,t l',s¡r,rrr,rt I'r't u. n() Ilr('(lc r,rl¡r'r nrrllurr;r s,¡lrrc clcrrlr¡si.rsnro v

l;t t'trlt('rlir (lrr('1,, irrr¡¡ttlsr¡ lt:tr i,r;rrlcllurlr',:rl ¡rrcrrrls ('n l:rs l:rscs irrit ilr-It's <lt'llr cttt¡ltt's:r t r¡louirrl.

[,a rlctlit'¿t<'itirl <lt' llr ¡rt'irrrt'ur g('n('rlr('i(in rlt'lnrilt's ('n lirs Inrlilrsinspir<i ttlt rx)t.irl)le itttcltto tk'r'our¡;r't'nrk'r't'l ( ar'1i( l('r'r' llrs t'oslrullltrt.sde los pueblos iudísertas ¿l los que ¡rrrrctrrirllarr ('()nvcrtir. L¿r r\nlór'ic'¿rcolonial británica no ofrece nacla c:ornpar¿rl)lc a lirs rrr-¿rnclcs investig:t-ciones etnográficas de un Toribio Motc-¡linía, un Bartolc¡tné de lasC¿rsas o un Bernzlrclino de Sahagún. Aunque, como los observacloresinsleses cle la socieclacl indígena, estos observadores esparioles atl'i-buían rápiclarnente las prácticas que no zrprobab¿rr) a las maquinacio-ncs del diablo (que zrcechaba el Nuevo IVIundo ya fuera español oblitírnico)Bt', parecen rnucho más inclinados que ellos a aceptar elcar¿icter cle la civilización inclia 1'hacer un esfuerzo por- comprendel-la en sus prclpios térnlinos.

Básicarnente este esf'nerzo fue motivaclo por sn deseo cle ller,¿u'alos inclios al redil cristiano, pelo también podría reflejar la insistenciaclel penszrmiento escolástico español del sielo xu en la viabiliclad delas socieclades no cristianas y el derecho cle strs gentes, a pesar de susgraves cleficiencias, a vivir strs propias vicl¿rs. El resultado cle este plan-tealniento fire la aceptación, al menos en principio, de la existenciacontinLlada bajo la soberanía espariola de unu "repúrblica de los in-clios". Las instmcciones de 1530 a los gobelnad<¡r'es provinciales esti-prrlaban que los buenos usos y costtrmbl-es de los indios deberíanconser'\¡arse en la medida en que llo fuesen contrarios a la r-eligióncristianal)0. En realicl¿rd, habría qtre incorporar, pero no integrar, a losindios en la nueva socieclad colonial en desarrollo.

Mantener-este objetivo resultó imposible. El ideal de cristianiza-ción ¿rb¿rrcaba tantas costlunbres v prácticas sociales, como las relacio-nadas con el matr-irnonio o las c<trrcepciones de l¿r clecenci¿r, qlre ltose ptrdo separar la conversión de los indios al cristianismo del idealcle reducirlos a la "policía", es decir', la civiliclad definida segiur crite-

sl) S<rbt e el cliablo cn la Anlérrica española, r'ciasc Felnandt¡ (le rvilntes, 'l'h¿ Dmtil i nlltt Netu ll/o¡li:'l'ltc Inpatl of DiaboListn in NciLt Spairr, Nerv Havt'rr (Oonnccticut) r,Ltrtrtlt'es, Yale Univer-sit]'Press, 1994 IEI d,iabla del liuar¡ fuluttfut. Ii!. inlnúo d¿l dir¿l¡oLis-mo t ttl,zt¿.s d¿ lo colonization dr Hisparutrrnutrica, tracl. Nicole d'Allrortville, Barcelona,Ht:r-cle r-, 19961 .

lx) Clitarlc¡ cn \A¡r¡odrorv Boralrr,.lu:;t.üe lty In.ntrr¿nrc:7-ht (i'ncrttl Ittdinn (iturt qf Qtlo-nial Alexit'o und llu Legtl Airtes of the HaLf-Rea.1, Berkelt-v v l.os Ánsclcs ((lalifbr.nia),Lrrrive lsitv t¡f (lalifolrlia Pr-css, 1()83, p. Í14 ll'.lJuzgruk¡ ( i'n¿rnI de I ntlios rn la Nuan lislxrria,tlacl..frrarr.J()séLitrilla.México,Foncl<.¡cle (}rltru'aEcor-rrirni<.ir, l1)tl5i.

rr()s ('slr:urr¡lcs. lncvil:rlrlt'rn('nl('. ¡lrtcs, l:t r t islr:uri.t:rr tr)n llnlrlir o l;r

lrrs¡r:r r r iz:rt ir in o :rsirr r illr< irir r cr rll ru':tl <k' los cor t<¡r rislltr los lt llt sot'it'tl¿ttI,l, los r orr<¡rrisl:r<lolcs.

L:rs t'xiscnt'i¿rs t'contirnicas v lzts pt'esiones clemográficas incidieront.rnrlririrr n('fraliviu)lcr)te en la conservaciírn de ttna repriblica cle losrrrr lios r'<'lltivanrr:rrtc ilrcol)tan'rinada. Descle los ¡rrirnerc¡s arlos de la( r )lr(luistlr v l¿r cr¡lonización, existía clemancla de inclios como poten-, i: rl nr¿u ro rle <lbra. A rnedida que se descubrían ),acimientos de platar sc rlt'sul'r'oll¿'rba la economía minera, firerort reclutados lnuchos mzis

¡r:rr':r tnrbajal- en las minas de Nueva España v Perúr. Otros fireron.rtr:rí<k¡s ¿r un mundo urbano en rápido crecimiento como trabajaclo-r t's rlourésticos o ¿rrtesanos al sen'icio de la élite criolla. Encirna deto<[o, l¿r c]atlistrofe demográlica transformó radicalmente el carácterr lc lrr socied¿rcl india. A meclida que la población sLlcrunbía a las ole¿r-

< l:rs <le c'pidernias europe¿rs, se disolr'ían las viejas estrLrctlrras socizrles

r lrr <'orona v los colonos se encontrar()n compitiendo por una lnanor lt' r¡br¿r en disminución. Con ello miles cle inclígenas se vieron arras-tr rr<los inexor¿rblemente al munclo clc los europeos v se clebilitó tocla-r írr uriís la repriblica de los inclios.

lin con-rparaciór-r, las colonizrs británicas encolrtlaron clifícil o irn-

¡rosible transfc¡rmar a la población indíeena ell lnano de obra parasus ec()nomías en clesarrollo. Se realizaron algunos intentos de escla-vizar a los inclios, y er1 rur momerlto dilclo de principios clel siglo xvultislos llegaron a constittrir alrecledor de un telcio cle todos los esclavosrlt' (larolina clel Surl'r. Sin embargo, clesde 1659 \¡irginia rechazó elrrso dc los inclios com() esclar'ost': v para s()lventar su necesidacl rlen)ilno cle obra los colonos tuvieron o bien que recurrir a trirbirjadolesbujo contrato de sen'iclumbre entre los inmigrantes o bien <]rrt's<'r¿'rrir'

t'l c¿rrnino adoptado pol los colonizadores españoles v brit¿inicos ck'la-. Antillas v adquirir esclavos afiicanos irnprlrtados. Conro ha indica-rlo Ceorge Frederickson, este abandono del intentcl de coll'ertir a losinclios en firerza laboral posiblemente refleja en parte el hecho de quelus regiones relati\/arnente poco poblaclas donde se establecieron losingleses no poclínn suministr'¿lr mano de obra en cantidacl suficiente

¡rzrla las necesicl¿rdes de los colonizadores, pel'o ulrnbién refleja cier-t'.unente el rnodelo de colonización británico en gener¿rl c()rl su ten-

1)r F reclerickson , \l'ltite Supren¿ft(.\', ¡r. 5(); Bailvn v NlorgarrRen lm, 1t. t 37.

!r? (lrzrr,en, ..llrc[ian Policv in L,al'lr'\'irgini¿", 11. 79.

'2',¿ 1 '22:-¡

(ccls. ) . .tlrir/¿par.r ui I lt i tt lhe

Page 114: 119185036 Espana Europa y El Mundo de Ultramar 1508 1800

rlr'¡tr i:t:l ('lttlrttjltt :t lr¡s irtrlios:r lr¡s nr:ull(.n(.ri rlr.los:rsr.rrl:rrr¡ir.¡¡losc{llottiltlcs. l'.rlr rlr:is llt< il tt¡:utlcrrcr r'l ( ()nlr(¡l sol¡r(.unr ¡rolrl;rr i<irrali'it'ittllr ittt¡rortlt<llt (llr('s('lr¡rlllrll:r:l nrilllu(.ri rlr.kilrirrrr.trr¡s <ft.slrslugares dc ori¡¡cn clttt: solrt'c lit ¡rolllir<'ion iullt.r'icirn¿r nirlivir t¡rrt, ¡rost,ílrun profündo conocitnietrt<l clel llrun(l() libl'r'rk'Ios ltos<¡trt:s, torl¿rví¿rtan peligrosamente cercanol):t.

Mientras que, a pesar de la existencia de los llamaclos <asentamien-tos indios"ea, la verdadera "república de los indios" en la Américabritánica se hallaba fuera de las áreas de colonización europea, en laAmérica hispánica se encontraba situada rearmente dentro de losconfines de la sociedad colonial. como tal, se veía expuesta a incon-tables presiones sociales, culturales y económicas, que representabanuna continua amenaza a su integridad y supervivencia continuada.A medida que descendían las cifras de la población indígena,la co-munidad colonizadora de los criollos se veía reforzad.a por la llegadade nuevos inmigrantes de España. Al mismo tiempo, una poblaciónmestiza en rápido crecimiento trataba de hacerse un lugar para ellamisma dentro del mundo en desarrollo de la sociedad colonial.

Los indios, aunq'e maltratados y explotados, no se hallaban enmodo alguno completamente indefensos ante la opresión. En muchaspartes de la América española aprendieron las artes cle lo que se hallamado "adaptación resistenteoes, a menudo con resultados notables.No obstante, también se ha de reconocer que fueron beneficiariosde una cultura política hispánica en la que ahora se veían incorpora-dos de mala gana. Desde los principios de la colonización hasta lallegada de la independencia para las posesiones america'as de Espa-ña tres siglos más tarde, la corona española sostuvo coherentementeque tenía una especial obligación de velar por los intereses de susvasallos indios. Para cumplir con esta obligación se desarrolló con losañog un amplio cuerpo de legislación con el fin de proteger a ros in-dios*i. Hubo ineütablemente grandes divergencias entre la intenciónyla realidad, pero laverdad sigue siendo que los indios de laAmérica

e3 Frederickson, Whi.t bGb8.er Bailyn y Morgan (e ithin the Rcnlm, p. I19.1)5 Steve.¡. stern (ed.) llion, and conscious,,es.s in thc Awlean peasant

world, l Stlt to 20th ccnturi¿s, Madison (wisconsin ) , university of wisconsin press, l9g7f Rnsi.stencia, ¡¿belión 't rcntiencia rarnpesina en los And.es, .sighs xtLtt 1l xx, trad. Carlos IvánDeeregori v sandra Patow cle Derteano, Lima, Instituto de Estuclios peruanos, l9g0],p.9.

. _e6 Sobre esta legislación en México, véase el estudio exhaustivo deBorah,Justice

lty Insurance flilJuzgad,o General dt Indiosl.

'2'2(; 227

lris¡r:rrrir:t(()nlitttt:ttortrottsirlcr:ln(lo:rl:trr¡t,rr:l(()rn(,riltl)r()l('(l()l:rcs¡rcr ilrl lrrsl:r r'l lirt:rl, <¡rtt'llr griln nlirr('ro rlc r orrnrrri<l¡r<lt's lourirtrll,rlcr r:rlsc rr srrs lit'r'r'irs il lx'slu'rlt' lrls ilttt'ltlos ct'i<lllr¡s rlc alrebatárselasr r¡rrc t'l f rrn<'ion¿unit:lrto clel sisterna les dio un margen de maniobrar¡rrt' lt's ¡x'r'rrrititi rn¿ll)tenel'su identidad colectiva a lo largo de todosl, rs siglos coloniales.

l,.r'ir naturalmellte un sistema donde su estatus de subordinaciónsc rLrlxr p()l'supuesto. Considerados originalmente como bárbaros,

l):rsir r'( )n a ser vistos -pese

a los esfuerzos de Las Casas y sus colegas-( (,nr() rleficientes en algunos aspectos relativos a la capacidad racionall lx)r-tiulto con necesidad de estrecha supervisión.Jurídicamente se

lcs <'lirsificó como miserabil.esy por consiguiente requerían protecciónlcuirl especialeT. Se tratabade una actitud paternalistay en la prácticacl r'onsenso desarrollado por las autoridades tanto civiles como reli-siosas en el transcurso del siglo xvI fue que su <natural por ser muylr:rio y muy inperfecto"justificaba que se les tratara como niños y quesc les castigara cuando errabanes.

'Iambién los americanos ingleses llegaron a adoptar esta actitud

l)r'()tectora y hablaban de los indios, al igual que lo hacían los españo-It:s, como <nlrestros hermanos menores>ee. Sin embargo, en la Amé-rica británica el paternalismo no se veía acompañado del mismogrado de protección hacia estos niños díscolos. Incluso en Nueva In-gLrterra, donde las relaciones entre los colonosylos nativos americanosf ireron relativamente armoniosas durante las cuatro décadas que si-

rruieron al fin de la Guerra Pequotr0o, los derechos legales de que éstos

rlisfrutaban inicialmente se estaban rnenoscabando ya antes de que la()uerra del ReyFelipe de 1675-1676llevara al desmantelamiento de strs

juzgados y a un brusco incremento de la legislación antiindiar{}r.La corona británica tuvo una presencia mucho menos eficaz que

la española en el Nuevo Mundo. Por tanto, cuanta protección se les

¡rroporcionó a los nativos americanos tuvo que venir de los mismosgobiernos coloniales y, aunque se realizaron esfuerzos (como en Vir-ginia en 1662) t02 paraasegurar una distribución equitativa de las tie-

s7 lbid.,p.Bo.e8

José Arrtonio Llaguno, La personalidad jurídicn del indio y el III Concilio ProaincialtuIexicnno (1585), México, Porrúra, 1983, p. 195.

ee I(trpperrnan, Settlinguith the Indians, p. 170.r00 Breen, Puritans u.ndAducnturers, p. 76.r0r Bailyn y Morgan ( eds. ), Strangers uithin tlrc Rzalnt, pp. 7 441 46.102 Craven, .Indian Policy in Early Virginia", p. 80.

Page 115: 119185036 Espana Europa y El Mundo de Ultramar 1508 1800

ursvs¡ll\'¡t,llr:u(l¡u losrk'r('( lros itrrlir¡s. l:t tcllcliotr rlc N¡rtlr:rrrit'l llrt-('()lr ('lr l(i75-ltiTti irrrlit r.l lr¡ linlitlrrlo (llr('('rl su nulr',1('n <k'rrurrriolrr'¡r('u:ut(l() los t'ol<¡ll<ls lt'llí¿ut ltnsiits <k' liclrirs. Nr¡ lrrt'liicil ¡rt'r'srtittlir itlos lniembl'os de las ¿ts¿tntblt'¿rs t'ok¡ni¿rl('s l)unr (lr¡('¿r('lrr¿rs('n ('()ntr'¿t

los deseos de sus congétreres y, cualrd() la coxn¿r proclirrnri cn 1763

su determinación de proteger a l<¡s inclios en srrs posesiones territo-rialesr03, eraya demasiado tarde y su comprorniso estaba lejos de sertotalroa.

Visto en retrospectiva el panorama de dos o más siglos de coloni-zación hispánica y británica en las Américas, resulta difícil discrepardel "triste pensar> de Henry Knox según el cual los modos de pobla-ción briránicos fueron "más destructivos para los natil'os indios que laconducta de los conquistadores de México y Perúr". Hubo una tenden-cia persistente en las colonias inglesas a considerar a los indígenas nocomo propios sino como extraños y a tratarlos en consecuencia. Wi-lliam Penn parece haber sido una excepción con su deseo de integrara los indios en la üda de su nuel'a colonia, y es significativo que fuerauno de los escasos colonizadores ingleses que realizó un serio esfuer-zopara comprender los usos y costumbres de los nativosro5.

Los españoles. por otro lado, aunque no menos convencidos quelos ingleses sobre su propia superioridad cultural, encontraron en lanueva sociedad que estaban creando un lugar para los indios, porhumilde que fuera. En cierto sentido, el estilo expansivo de su proce-so colonizadory el gran número de indios que puso bajojurisdicciónespañola no les dejó otra alternativa. También contribuyó a la inte-gración de la población indígena en el mundo hispánico la rapidezcon que se acomodaron a la ctrltura de los conquistadores muchosindios, especialmente en las regiones densamente pobladas del Méxi-co central y Perú. Al mismo tiempo, el carácter estratificado y fuerte-mente corporativo de la sociedad hispánica tal como se reprodtljo enultramar fue en sí mismo un importante factor de apoyo, pues permi-tió mantener a las comunidades indias cierta apariencia de una iden-tidad colectiva mientras les concedía algunos derechos dentro de laestructura de la sociedad colonial en su conjunto.

En palabras de David Hume, "el mismo conjunto de costumbres"siguió a ingleses y castellanos a través del Atlántico. Si en su actitud

t{):} Jennings, Inuasion of Arnerica, p. 36.

r0+ White, 'fhe fuIiddle Grottnd, p. 308.r05

Jerrninss, Ambi,guons lroquois,, pp. 238 y 2a2.

228 '22{)

lr.rr i:r los irrrlios llr,\lrrr:r ir':r r r¡lorrilrl t's¡llritr¡llt lttt' ilrr lrrsivisl:¡ t'l:r lrr i

t,rrrir':r r.xclrrsivistlr, l(.n('nr()s r¡rrc liiirt'nos t'n llts <'olttlir iottt's tttt'ltrr¡lrrlrt;rrr:rs lsí <'onr<¡ r.ll llrs kr<'¿rlt's ¿rrncric'¿rtt¿ts pitrit cx¡rli<'ltllo. Al x'f lexirr¡ l:rr, lr llr lrrz. <k' lu t'ottt¡.titt'itt'i<ill etttre antbos, sobre las clireccit)lles tal)

r lilclt.lltcs lr¡lnarl¿ts p()r estos clcls mundos coloniales, resulta difícil n<l

r¡rrt'rl:rr irn¡rresiouaclo por el miedo casi obsesivo al peligro de dege-

rrr.r'l<'iril'r crrlttrral entre los colonizadores ingleses del siglo XvtI. De

;rlurin rnodo, a pesal- de todas sus valientes palabras, Parecen haber, ¡rr'<'t'irlo de la confianza que demostraron los españoles en la supe-

r iori<lirrl cle su propia religión y cultura. Si este diagnóstico es correc-

to, lus razor-Ies de su inseguridad deben ser investigadas. En cualquier, lso, hav ya bastantes indicios que hacen pensar qlre en algúrn puntor k'l irrgumento, y no por primera vez, la cuestión de Irlanda merece

l('n('r'sll lugar.

Page 116: 119185036 Espana Europa y El Mundo de Ultramar 1508 1800

Cnltl'l'L,1,() IX

Rnv Y PATRTA EN EL MUNDo HIspÁNICo

El ,rrl,rrdo hispánico de los siglos xvl, x\rl y xuII era un mundo derrrriltiples lealtades. Lazos de parentesco y de obligación ligaban alintlividuo y su familia inmediata a la familia extensa, más numerosa,v sr.rs representantes más destacados. Estas redes familiares se entre-luzaban y solapaban con redes de patronazgo y clientela en las que se

t'speraba que la lealtad fuera recompensada con favores y mercedes.( ltrando el duque y la duquesa de Cardona, protectores del letrad<l yrliarista catalánJeroni Pujades, rindieron su primeraüsita a su pobla-ción de Castelló d'Empúries enjulio de 1628, éste compuso un poemar:ncomiástico de bienvenida: oDe ver mis señores / cumplióse el de-seo; / alegro les veo / y espero favores" r. Eran los sentimientos de unasociedad que vivía en un permanente estado de expectativa: la expec-tativa, demasiado a menudo defraudada, de que la lealtad recibiría larecompensa merecida.

La lealtad al patrón, real o supuesto, coexistía con la lealtad a las

asociaciones corporativas a las que el indiüduo pudiera estar afiliado(gremios y cofradías, instituciones civiles y eclesiásticas) en una socie-

dad estructurada como un conglomerado de corporaciones, todascon sus propios estatutos y privilegios. Más allá de estas lealtades cor-porativas se encontraba, además, la lealtad a la comunidad, en primerlugar a la comunidad local, pero también a comunidades más ampliasen las que se compartía en mayor o menor grado un espacio común,experiencia histórica o puntos de referencia.

Abarcando, al menos en teoría, todas estas numerosas lealtadesestaba la lealtad suprema: la lealtad debida por los súbditos a su mo-

I Dietari d,eJeroni Pujad,rs, ed.Josep M. Casas Homs, 4 vols., Barcelona, FundacióSalvador Vives Casaj uana, I 976, fV, pp.l 43-l 44.

23t

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n:lr(:r. l',tt st¡ r ottrlir iott rlc ttt¡rs;tll() l('ll('ri('nl:ull('rlc l)ios solrtt'l:rIit'r t:t, r'l rttr¡rt:¡t(:r ('r ¡r cl qtt:ttrli:irr v f-ilu¿lrrl('rlcl or rlt'tt ('n rlrr:r sr¡r it'<l¡t<l

.jr:r'ailtlrricir (lu(', ('r) lir rnt'rli<l:t <lt'kr lluururiln)('nl('¡rosilrk', s('('slx'r'rr-ba qtre lircra ficl ilnilat'i<in tk:l tlivirto. l'irr cl ¡rtil¡rilo 1, 1'¡, lirs lirlrl:rs, r'ntratados de tcoría política v ell l:$ ¿lllcs \risu¿rlt:s, t'l rcv cr-a l)r'('s('ntir(l()constantemente como <una senrej¿urzir dt: Dios, qrrc adrninistra 1,gr>vierna todas las cosas>, según escribiíl Gregorio L,(tpez Maclera citan-do a Plutarco!. La concepción de la monarquía en estas diversas fbr-mas de representación era paternalista en esencia, con el soberanocomo padre severo, pero que vela por sus pueblos, Ios gobierna yadministra imparcialmentejusticia, a imitación del Padre dirino querige el cielo y la tierra. Era, pues, clel todo apropiirdo que Felipe IV,en un emotivo llamamiento a los catalanes en las cortes de 1626, se

dirigiera a ellos como .hljos":t.Los hljos, sin embargo, son propensos a la desobediencia, y una de

las artes que todo rnonarca debía aprender era cómo mantener lalealtad a str real persona. En El príncipe en kt guema y en la paz, publica-do en el año de las lealtades vacilantes, 1640, Vicente Mut advertíaque "la lealtacl es un mantenimiento delicado; y el mantenimiento nose ha de quitar de las manoso+. En toda sociedad monárquica de laEuropa moderna existía siempre un clelicado equilibrio que mante-nel entre la necesidad de afirmar la autoridad regia y los peligros deadoptar medidas que pudieran alienar el afecto de los sírbditos haciasus gobernantes. Toclo dirigente, por tanto, era como un funámbuloque andaba sobre una cuerda floja en un ejercicio de equilibrio entre

"rigor" y "blandura>>, lln núrmero más difícil todavía en una época enque los problemas logísticos y las limitaciones prácticas en la aplica-ción del poder real restringían la capacidad de la corona de sojuzgarla resistencia por lafuerzade las armas.

! Gregorio López Madera, Exrclcncias de la nonarquía y rryno tle Espuña, Nfadrid,1625, fol. {v:

:r Citarlo enJ. H. Elliott, T'he Rntolt of thc Catalans; A Str¿dl in th.e Decline ol Spain,1598-1640, Cambriclge, Cambridge l-Iniversitv Press, 1963, reimpr. 1984, p. 230 llarcl¡elión dc los rntalnnes. LTn estud,io sobre la decad¿ncia d,e Espnña ( 1598-1640), trad. RafaelSárrclrez Mantet¡, Madrid, Siglo XXI, 1977,p.206; I-a reaolta rutr¿lnna,, 1598-1640. LIn

t'studi .sobrc la ¡l,t:rad.?nria d'E.span1a, trad. Josep Valh'erdír, Barcelona, Vicens-Vives,1966, reir.npr'. Crítica, 1989, p. 2191.

4 (;itado en-|uan E. Gelabert, ,,Spnza ru.nore. El tránsito de Castilla por el tiernpode las se is revoluciones conternporáneas", en El poder en Europa"¡ Arnhira: nito:s, tópiros,t reulidad.es, ed. Ernesto Gal'cía Fernández, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2001,p. l19.

'2:)',2 '2',33

Si r.sfr. r'r:r r.l (.1(.t no rlilcrrt¡r rlt' l:t ntottitt (lllllt lllotlt't tt¡t' t t'sttll:tll¡t

r.s¡rr.r itrlrrr¡nl(.:lgu(l() (.n ll (.sl)ilrl<lllr, llt l)t'ittl('l1l -lll()ll1ll'(ltllit ttlllv(lt'-

\,,1,, .1.. l,rrr'o¡la: <lt' tl<ls it Il'('s s('lllltnas p¿rra que los nrensajes de Bru-

sr.l:rs llt,gast.ri ir Marh-irl, cle trr:s a ocho meses para que una cédula real

li, ,rir<¡i'¡;.r' F'clipe lI llcg:rse a stt virrev en Nueva España, quizá hasta

,1,,s rrñ()s pirra que el intercarnbio de lnensajes hiciera el viaje de ida

V Vrrt.ltir entl-e Nladrid v Lima. ¿No era la distancia, como Geoffrey

l':rr.kt,r se preg¡nta sobre Felipe II, su oenemigo núrrnero Lrno>?5 Du-

r:urtt: tres sigios los dirigentes de la monarquía española se vieron

r rlrlir¿-¿rclos a encontrar un camino Para rodear oafztiat tales problemas

l,,sírticos, que inevitablemente obstaculizaban la ejecución eficaz de

lrr ¡rolítica iegia. A pesar de todo, la monarquía sobrevivió, aunque

. ,,rr ltajas a lo largo del camino: Ias proüncias del norte de los Países

Itrrj.s a finales deisiglo x\,1, Port*gal en 1640 (después de sesenta años

,lt: trnión), y Flandes y los territorios italianos como resultado de tra-

trrrlos internacionales derivados del cambio de dinastía en 1700.

Se pueden propoller varias explicaciones a esta capacidad de la

nrOnarquía española para evitar la fragmentación y superar tantos

r lcsafíos internos y externos a los que tuvo que hacer frente6. A pesar

<le sus limitaciones, la fuerza coercitiva desempeñó su papel, aunque

t'l poderío militar español, Por muy impresionante que pareciera a

l,ri ojos contemporáneos, siguió siendo peq'eño con relación a la

vastedad de la monarquía y se hallaba concentrado en gran parte en

t.l Milanesado y los Países Bajos. con todo, la conciencia de que, tarcle

o temprano, el rey poclía ejercer un poder arrollador servía como

<>bvia disuasión contra el estalliclo de remeltas. Tampoco escapaba a

los o.jos de los súbditos clel rey que el poder de su señor también tenía

r,"ntu.¡u, en un mundo hostil. El hecho de que durante gran parte de

los siglos xvr y xvrr el rey de España dispusiera de mayores recul's()s

fiscalés y militares que cualquier otro soberano ofrecía un alicieutc ¿r

l¿rs unidades menores de la monarquía para permanecer detrás de su

amplio escudo protector. Era poco probable que Nápoles y sicilia

fireran acaeren la tentación de romper susvínculos de lealtad mien-

tras los turcos estuvieratr a la ofensiva en el lVfediterráneo. Miembros

5 Geoffrey Parker,'fhe Grand strateg of Philif II, New Haven (connecticut) y Lon-

clres, 1998 lLa gran esh'ategia d( l-?tipe II, trad.José Luis Gil Aristu, Madrid, Aliauza,

19981, cap. 2.,; -iease.l.

H. Elliott, .A Fornula firr- Sun'ival: the Spanish Molarchl-and Ernpi-

rc,, 17' Congreso htternacionalde cient:ias Histó¡'ic¿.s,2 vols., Madrid, c<¡mité hltematio-

rral des Scieirces Historiq.es, 1992, Sección cro'oló¡¡ica, ll, pp' 722-726'

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itrllrltIrtlcstlc l:r r'lilr'lt()rlugu('s;r<'r¡ ll¡li( l( r(.r.ur r.r¡rrir,,rr.rrl:¡¡rr.rrlr.,scL',t¡l¡ s<'tlt'l¡t.sltt¡- r¡ttt'l:ts l)()ri('sr,t¡r's trllriuniu it¡:ts r.sll¡ r:¡r ¡rilss('Qlll'ils lllll(' :llll(lll('s <'tlt'tttiqos si ¡lorlr:trt ltcr¡rlir lr los ¡ (,( l¡.s()s <lt, ttttt'cy <lc (l¿rstilla t¡rrc ttrrrrlritill t.l.a lr.r,rlr, lror.luutrl.

Con todo, la anlt'rr:rz:t, r,t,lr lrlgr',,t()s (.as()s lir cs¡rt.r.irrrzir, rlt, la intcl.vención de l¿rs fiterz¿ts at'tlr¿r(las cra s<il<¡ rrn() ck) Ios rntrchos element()sque contribuían a lnantener turicla esta clispersa rnollarquía en contr¿rde los desafíos del tiernpo y er espacio. si h.biera q.," propo'er Llnaúrnica explicación general para la supervivencia de la monarquía es-pañola, se hallaría probablemente en el paulatino desarrolro de unacomu'idad de intereses (culturales y económicos, icreológicos y sec-toriales) q'e mante'ían

'nido el núrcleo de la mo'arq.,ía y r.,s partescomponentes. La formación de tal com'nidad de intereses se proclu-jo a pesar de, y a causa de, una est.rct'ra constitutirra que, al menoss'perficialrrlente, parece la fórm'la perfecta para la fiagmentaciónpolítica.

El) tanto qlre <monarq.ía cornplresta> -por.tilizar- la expresión

hoy corrie'te entre los historiacrores de la iruropa moclern¿-;, slmeJor res'men clel principio que inspiraba el gobie.ro cle la monar-q'ía española es la conocida fórmula enunciada porJuan de solór-zano y Pereira en su Política indiano (1647): *los Reinos se han clereglr' y governar, como si el Rey que los tiene.i.'tos, lo f*era solamer-te de cada uno de elros,s. Esta fórmula te'ia s' orige' en el hechohistórico de que la mayor parte cre los reinos v proüncias constituyen-tes de la mo'arquía se habían integracro

"n "llu por medio de una

unió. dinástica bajo la cual te'ía' el derecho de co'servar slls lcyes,fireros y privilegios tradicio'ares. Aunque es'erdad que algunas par-tes de la monarquía

-e' particular Navarra, las Inclias y 1r"g.,n .ror-te'drían algunos) Nápoles- eran territorios conqui.,oáo, y por tan-to jurídicamente anexionados en

'ez de ''idós en igualclacr decondicio'es, cada uno de ellos llegó e'la práctica a disfr"trtar de .naforma de tratamiento diferenciada, determinada en rnayor o menor-grado por las circrurstancias locales. si las Indias, como co'quista clecastilla, e.an gobernadas fnndamentarmente de acuerdo cán ra leycastella'a, la'ecesidad a fi'ales clel siglo xvn de llevar a cabo una

' Véase-|. H. Elliott, "A Etrrope of cor.p.site M.nar.chies", I,rt.st antr pru.tent, rs7(1992)' pp. lft-71 ("una Etu'opa il. rn.',,rnrqi,*s c()lrpuest¿Is,, r-eirnpreso couro czrpí_tulo I del presente volurnen).8

Jtran de Solór'zano v perevra, porítit'a. indiantt,rib. rV, cap. rrx, 3!r, Biblioteca deA.to.es Españoles, r'.1. ccLI\', Madrid, Atlas, 1g72, p. s0l, citaclo'rás:rr.riba, p. 34.

lirtttltiltttion tlt'lrtt lt'¡'r't tlt'lntlitts sr'¡r;tt:rrl:r ('s un:r ¡rtrrclr:r r l:rt:r rlc l:r

nr;ur('r:r('n(lu('un(()r'l)lrslt'uirlst'lurl¡írrrlt's¡ulolllrrlo(()nl()r1'sl)u('slil.r l:rs cin r¡rrstrul<'ias t's¡lcr'ífit':rs <lc Anrór'ic¿r1'. En lealidacl, ni siquieracstr¡ inicirrtir,¡r firc srrficicnte p:rra satisfacer las demandas locales.f,,rr I(iltl-r. t'inco arios después de salir a la luz la Recopiktrión, el virrei-rurto <lt' Pc:rti rcspol-rdió con la publicación de su propia Recopihción

Itttttrittt'ial,, quc contenía ordenanzas virreinales desde los días del vi-r r t'r' <lon F rancisco de Toledo en adelanter0. A todos los ef'ectos prác-tir os, la rnonarquía había llegado a ser gobernada a ambos lados del,\tliintico "como si el Reyque los tienejuntos, lo fuera solamente de cadar¡n<l d(: ellos".

Ln aceptación de la diversiclad inherente cle la monarquía porr ¡rrit:nes la gobernaron durante la mayor parte cle su existencia

-unarlivcrsidad reflejada en la enorme variedad de sus leyes e institucio-n('\- refbrzó la importancia de los pocos elementos internos queltrr'orecían su unidad. En el centro, naturalmente, se hallaba el mo-rf lrca, el reyque eraalavez reyde cadaunoyreyde todos: Lln monar-cu sagrado elevado y fortalecido por una religión que era también

¡xrtrimonio comúrn de todos slls numerosos súrbditos. A su disposicióncstaba un complejo aparato burocrático dotado de ministros y fun-cionarios, muchos de ellos, aunque no todos, letrados con formaciónrrniversitaria. Estos hombres encaraban su trabajo con una visión muylcgalista de las tareas de gobierno y tenían una clara conciencia de lanecesidad de sostenery exaltar la autoridad realrr.

Nos hace mucha falta una biografía colectiva de estos servidorescle la rnonarquía, un tratamiento prosopográfico en la línca del es-

tuclio deJanine Fayard sobre los consejeros de Castilla, pero delna)¡or alcance y envergadrlra que esa valiosa obr¿rrr. En cs¡rcciirl,sería de gr-an interés seguir las carreras de qnienes se dcs¡rlaz:lr-()n

(f Véase.fosé Manuel Pérez Prendes, La ntonarquia indiana I el estnd,o de derutho,

\hlencia, Asociación Francisco Lírpez de C}ómar-a, 1989, pp. 174-181.r0 Rtrggielo Romano, Oonjonttures oltposées. Lu. .crise. du X\TIe siid.e en Euroln et en

.lrneriqne ibériEre, Gir-rebra, Droz, 1992 f()o¡unturas opu?stus. Lr¿ rrisis d,el siglo tt'tt en I)u-ropa e Hispanoa.ntérica., México, Colegio de México 1' Fondo de Cultura Econírmica,19931, p. 187.

1l Véase Richalcl L. Kagan, Studettts and Sotiet"¡ in liarh X'lodern.Spain, Baltimore(Marylarrcl) v Londres,Johns Hopkins University Press, 1974 f Lhiuenid.nd y .sot ü,d,ad. en

I.a. Españn, ntoderna, trad. Luis Tohar-ia, Madrid, Tecnos, I 981 ] .I2

.falrine Fayard, Les Aletnbre.s du Conseil de (itstilte d l'tpoqtu modern¿ ( 1621-1746),Ginebra v Par-ís, Droz, 7979 [Los mientbros d,el Consejo tle Cnst ilkt ( 1621-1746 ), trad. Rufi-na Rodrísuez Sanz, Madlid. Siglo XXI, l9t321.

I

'231'2:) i-)

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(l('un;r l).u l(':t ('ltlr (l('l.r ilrorr:urlur:r, \:t lrtcr:r r ()nro rirrct('s (l ( ont()oirlor t's rlr' llrs lur(li('n( ilrs. l',st:r, ¡lor r'¡r'trr¡llo. rlon l't'rltr¡ rlc llt ( l:tsr':t,

t'ottst'jclo <k'l:r ln(llrisi( i(lrr v visillt<lot rlt'l tt'irto <lt'\':tlt'nci:r lurl('scle scr envia(l() ¡ror'Oarlos V irl I't'l'rr l)al'ir :r('lrl)ar'< on l:r lclx'li<irr ¡ri-zarrista, o don.f uatt cle Merlrloza \' [,una, l('r('(:r'rnlu'qrrés clc Motrles-claros, asistente de Sevilla el1 1600, 1'irrev clc Nrreva Espana cle 1603

a l606 y del Perúr cle 1606 a 1615, rnás tarcle consejero de Estado,HacienclayAragón en Madridi:t. ¿Qué imagen tenían tales hornbresde la monarquía? ¿Y hasta qué punto la veían corno una uuidadcoherente a consecllencia de sus experiencias a ambos lados delAtlántico?

Consejeros y ministros corno ellos contribuían a mantener unidaulla rnonarquía fragmentada. Lo mismo hacían muchos otros sribdi-tos del rev en diferentes esferas de la socieclad: los soldados cle lostercios castellanos que estaban estacionados en el Milanesaclo y erande pronto enviados A <p()lrer trnar pica en Flandes",los rniembros delas órdenes religiosas que se habían afanado sin mucho éxito porconvertir a los moriscos de Cl.ranada y se marchaban a evangelizar a

Nueva España o el Perú, los rnercaderes dedicados al comercio entreArnberes v Sevilla y entre Sevill¿r y \¡eracruz, v aquellos rniles cle emi-grantes que cnrzaron el Atlántico para lograr una vida rnejor,v quetrataban de pernranecer en contacto lo rne.jor qrre podían con sus

parientes que se habían quedado en Castilla o Extremadura. Estasgentes, por toln¿rr prestado el eráfico título de tura reciente colecciónde cartas transatlánticas, constituían "el hilo que uneor+. La monar-quía estaba entrecosicla por redes de gln"pos de pare ntesco v contactospersonales, todos los ctrales contribuían a articularla y manteuerlaunida. De estas redes surgieron grrpos con intereses específicos,

l:1 \'í'arrsc Tcoclor-o H:ampe Martínez, Don Ptdn de lu Gr¿sra. Su obra lnlilita ut Espa-

ña ,¡ Amárira, l,irna. Pontif icia Llniversiclad Católica clel Perri, 1989. r'Antonio HerrerztCasado, EI gobierno nnprirano del ntrqués dp I'Ionlcsclaros, Guadalajarn (Espana), Ir-tsti-tución Prorilrci¿rl de Cultura "Nlalqrrés de Santillana", 1990.

rr Rocío Sáncllez Rubio e Is¿rbel f'estón Ntiriez, lil hilo qtte u.ne. I-us rcla.ciones el¡isto-

larcs c¡t el úQo \ el. nuan nundo (siglos.rtz--rtlz), I\féricla, Unive lsidzrcl de Extrema(lura,1999. \-éanse tanrbién Ida Altrran, 'I:rnnsntlanti.r'llies in lhr Spanish. Empire. Brihucga,Spain uttrl Pttblu, frIexito, 1560-1620, Stanforcl (Calilil'nia), St¿urf<¡rcl Universitr,Press,?000, t'clos estudios dcclicaclos a la emigraci<in de la localiclad extremcña clc Tr-trjillo:IdaAltman, Emig'untsandsoti¿t|:I)¡¿ltvmadura.andAtneriminthcSixtecntlt.Orrilur1,Ber-kelet'r'Losfu.rgeles (California), Universin of (lalifbmiaPr-ess, 1989 flinig'antesyso-tiulr¿d. Extnmad,ura \ ¡lnérica en el siglo -\17, trad. Nellie Mar-rso de Zírriiga, Maclrid,Ali¿urza, 19921, )' Ciregor-io Salirrelo, [he l.'ille cnhv deux nond.es. 'Ii'u.iillo d'i',,spa.gnc et les

[ndcs nu Xl'lc siicl¿, Mach-id, (]asa de Velázquez, 2006.

l()tl()s r ()rr r.l ¡rt()lr()stl() rlc itlllrril ctr l:ts r[r'r isi()ttcs rlc l(|s t t'llst'¡ils tlt'

\l:rrlr irl tlrt'tli:ttrtt' tllllt llll('llsit ¡lt t'siotl t'lt llt t ot lt''

l ,lt tttrlttlttr¡llíil' l)()l.l<l llrttt<l' ¡ltttl<lt: st't.r,istlt t:t¡Illtl tlll \,:lst() c<ltnple.

jo rlt' ¡3-t'tr¡los tlt: ¡-lt't:si<irl c illtereses' toclos en rivalidad entre sí por la

lrtt,tlt.irit¡r,cllitv<lrcleltrrotlzlrczr.Estosinteresestendíatraacumlrlarser r ¡rr t'l tictttptl, trallalrclo eruPos 1'regiones dispares en lo que era en

l;r x'irli<ltrcl tul sistema gtoüut' topoz de ofiecer beneficios slrstanciales

,r r¡rtit'ttt-'s se encontra,É" "" posición cle sacar partido' Por esta r^zóln'

('s illlPortante llo exageru' la tlicotomía entre el centro y la periferia

( ( )*() firlla cle clesgarümiento en la estructura cle la monarquía espa-

rrolirr¡. Un noble napolitatro o el propiet.ario de una hacienda en

Ntttlt'alispar1aq..".,t..'{"ranbien.r.elacionarlospodíanapror'eclrarslls ('()lttilctos, y las necesidades acuciantes de la corolta' para negociar

\'('ntiti2rs econórnicas v sociales Para sí' si sabían'iugar sus cartas coll

lrrrcnzl rnalto v t.níut-r .,t-t poco de stterte' Esto significaba que' si bien

lurlría mucho que separ;ba el centro v la periferia' tarnbién había

rrrrrcho que los ur-ría' Y aunque los lazos er¿ln a meuudo invisibles e

irrtangibies, no deiaban de constituir tura firerte ataclttra'

Sin enlbargo, estaba implicado más que el mero interés persotlal

o sectorial, a pesar de toda su importancra para rnantener unida

r r na monarquía fragmentada Y clispar' F n toclos los dominios clel rev

<lc Fispaña rá notto¡o hondamente arraisado el concepto olgánico cle

r-c¿tleza:elconceptodequeelreyysttpLleblocot-tstitttía.t-lcolliun-talnente un clrerPo político' doncle cadzr parte era esencial para stt

( orrecto funcionamiento, Pero cuva cabeza era el monarca' La leal-

tacl era componente esencial de tal concepto: la lcaltacl a.un sobera-

ll()qtreaSuVeZctriclabacorrbenevolenciaclela¡lrcls¡ler.icladdt'sttssribditos.

Restrltaimposibleconrpretrderlasrrpervl\'cllci¿lclclztttr<ltt:tt.<¡tttltsin tener en cuenta esta lealt¿rcl profirr]cla e iustiutiva h¿lcia lir Pcl's()lllt

rleltnorrarca,guardad:rcasitrl)i\'et.saltnerltepol"talltotreurpocorlx)cr-aposible'al]esardetodaslasirrclicacionesdeqtrehtrbierzrfi.acasa.rloenstrdeberhaciasttssúrbclitos.Lasrtbler,aciónclelosPaísesBajos('()lTIenZóerr1566,per.osóloerrlsslGtrillerrnoelTacittrr.rro,vlosrebeldeslrolarlclesesabjtrrarorrfbrmalnretrteclestrfideliclirdaFe-lipe IL La muchecl.rr.,]lri" de las calles de Barcelona en 1640 gritaba

-.-' 1r.r,r',,,tr^'etetrtletrciaahacet',p.r'ejcrrrpl.'ettnúl.ntlt.t'rittt.'\l1t.it,t'1169-1716'

L<rnclres. l" ecl. Eclwará Ar¡6lcl, lg6d; reinrpr'. P.,ts,ti,,, 20{)6 -[-/-a

]i1ttñu inlx'riaL'

l1()g-171(;,tr.arl..¡oail Marfanr'. Barcel<,na, \'icels-Vii',er, I" ecl. l9{j5' reinr¡I-' 20051'

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..\'isr:rcl lici innrr('nlr.urlr¡rs! (..¡\'ir':rcl rr'tvnnr('r.urloslr:rirlorcs!.)r".l',1 rlrrr¡rrt'rlr',\rtos,r'irrcrrlcN;i¡rolcs,infirrrrr:rlr;rcrr I(il7<lt'r¡rrclrrll)rtltitu(l .\'('r(ll(l('r'lur)('lrl(' llir nl<¡slr';rrl() unll f il'nrt'lt'lrll:rrl v lrrn<¡r':rlservicio de V. Magcl. saclur(l() stts l'ctrat()s ck' l:ts nlisnras cirsirs r¡rrt' lrirrrquemado, abatiénclole sus vanderas y clicierrdo siempre viva e I Rey yr.iva Esparia"rT. Esta lealtad instintiva se podía encontrar en todos losestratos de la sociedad. En 1730 los rebeldes rnestizos de Cochabam-ba en el Perúr lanzaban el grito que se oía tradicionalmente durantelos disturbios en cualquier rincón de la monarquía: "Viva el Rey, mue-ra el mal gobierno ! "

t'. Qr. éste fuera el grito universal de los suble-vados es prueba de la persistencia en los dorninios clel rey de Españade la conveniente ilusión de que los responsables cle los actos de in-justicia eran los malos consejeros y los malos ministros, y de que si elrey fuera informado adecuadamente de lo que sus subordinados es-

taban haciendo en su nombre, intervendría de inrnediato para reme-diar los agravios.

La vieja fórmula vasca y castellana, "Obedezco pero no cumplo",que cruzó incólume el Atlántico para iniciar una nlreva vida en lasIndias, servía para el misrno objetivo de preservar alavez la aparien-cia de lealtad del súrbdito v la imagen del reyrt'. El supuesto previo deestas fórmulas e ilusiolles era que la relación entre el rey y el pueblono estaba guiada sólo por los términos de la relación natural entre elpadre y sus hijos, sino también, en muchos casos, por los de un pactomutllamente acordado. En algunas partes de la rnonarquía, en espe-cial en Castilla, este convenio era en esencia tácito, aunque la tradi-ción pactista y constitucionalista castellana perduró durante los si-glos xvt y xvII. Lo hizo a pesar de la tendencia de Madrid hacia elautoritarismo regio y las deficiencias de las Cortes castellanas, y en-contró su expresión manifiesta en los escritos deJuan de Mariana v

r(j Elliott, Rettolt oJ'tln raktlans, p. 429 [La rarita rr¿tr¿lr¿nrz, p. 4l l ] .r7 RosarioVillari,Perilrcoperhpatria.Lafedeltñnclseitenlo,Ron.ravBali,Later-za

1994, pp. 150-l5l (el chrque de Ar-cos al rey Felipe IV, l5 de julio de I 617).r3 Scarlett O'Phelan Godoy, Rtbellions nntl Rcuolts i.n l)iglrteenth Oenlury. Peru, and.

(lpper Peru, Colonia I'Viena, Bóhlau, 1985 [ Un siglo de rebelioncs anticolonir¿l¿.s. Perú |BoLhtia, 1700-1783, Cuzco, Centro de Estudios Rurales Anclinr¡s "B¿rrtr¡krmé cle lasCasas", l9U8l, p.76.

llJ Sobl-e esta fór'l-nul¿r de acataruiento sin aplicacióu, vé¿urse Bar-tolonlé (llavero,De¡pcho rLe los tyint¡s, Sevilla, Uuiversiclad cle Sevilla, 19i30, pp. 125-130; Bcrrjitrnín Gon-zález Alonso, "La fórmula "Obedézcase , pero no se cumpla" en el clerecho castellanc¡de la Baja Edad Media", Anuario d,e Histo¡ia d.el Dercclto Españo1,50 ( l9fl0 ) , p¡r. 4ti9-487;Pérez Plerrdes, La nzonarqu.ír¿ inrliana, pp. 167-I68.

()lt(}S lr.()tir r¡Srlr. l:r ¡r()ltlir:t r ()lll('llllXtl;lll('('s'tt' lr',tt Irll(tS l('lll()S'( ()lll()

.'rr lrtr()l()ttittlt'r\t:ttfott't'slltllltfirtltlttllttlovltl('s()llttlot'lt tlll(()tllllll-

trI rk. lr.\,t's.,*¡r.'.',,,1.',r; r'¡lt'tlt<'Uitlo ¡l<lt'ittstittlci()ll(:s tltlcs c:ollro la l)i-

lrr rtrr<'iri <lt' ( liirirltrña ,, .:1.¡,rrti.'i'l Mav()l'cle Aragó'' I-'a uaturalezadel

1,,,. t,, t'<rtrslitrtcio,tul ."ri,lt^'rte queclaba expresada en un Memorialy

r/j,s.r¡:r, r.¿rt:rliill rle 1622: "8,¡tre v.M. y sus vasallos hay una obligación

r r'< í¡rt-ot'rt, ¡tor lo ctral como ellos deben servir y obedecer a V'M'

,,,,r,., it stt Rey v Señor, clebe también V'M' guardarles stls leyes y

¡lr ivilt'uios":r..1.¿rl i<irmt,la legitimaba la resistencia y, como úrltimo recurso, la

r clrt'li<iu, y también cruzó el Atlántico, a pesar de la uesativa de Fer-

Ir:rn(lo e Isabel a perrnitir que se e tablecierarl cortes en slrs reinos de

l.rs l.clias. La idea de ttn .ár-ru.rrro era inherente a las capitulaciones

lrcchas primero con Colón y clespués con otros.iefes de las expedicio-

rrt's cle cot q.rista, incluso si eran oficialmente presentadas cotno

,.nrt'rcecles, otorgadas por el monarca:2' La coincidencia entre la re-

Vrrc'lta de los .orrt.r.,".os en Castilla y la conquista de México por

l lt'rrrírtl Cortés dio trn impulso acliciorral, y talvezdecisivo, al traslado

<lt' icleas contractualistas del Viejo al Nuevo Mundo:s' Cortés y otros

t.orrqtristaclores emineutes estaban familiarizados con las Siete Partidus

r los principios políticos qtre las ir-rspiraban2r' los cuales' procedentes

rlc Aristóteles a través cl. s.,-rto Tomás cle Aquino, iban a ser reformu-

lirclos en el plano teórico para los españoles clel siglo xvl Por los pen-

sirdores neotomistas de La Escuela de Salamanca' De aclrerdo con

('staspremtsaselpríncipeylossúrbditosformabarrjtrtrtosttnt'orpu's

:10 Véase por elemplo Cl'rarles.faeo, "Taration ancl politit'irl t'ttllttre in (lastilc'

1.i90-1640", err Richarcl t-' Iiagan y ót'offi-e1'Parker (eds') ' '!ralrr' liurrtln 1nd

tht rlllurt-

tit.WorkL:át,sn1,.s rirz Horuu, o¡ioh.,iH. t¡ttiott,Canrbriclgc, Oa'rbr-idge U.i'et.sit1 l'tcss'

I ()gb [.Tribtrr,r, ,, c, ,lt.,ro p,1úti.n .'r., Castilla, 1ir90-1 640 ", ett lisprr.¡ rt, I:t,rlt^ t el nt u tt do

tttlrint.ito. Hontenttie a.lohuh. p:U¡or,tra¿. L'cía lllirsco Ma'or v María Condor, Ma¿r'id'

Marcial Por-rs, 2001l, caP. ?.:r CitarloenElli<¡tt, RanltoftlteCttlIilatts,p.4Sll.arcbelitjndelosralal¿¿nes,p'45;l'n

tt'tutltt¿ u¿krLn.na, P. 101':: Sobre las car¿rcter-ísticas colltl-acttrales cle las cirpitttlzrciotle's, véanse Milagros

clel Vas Mirrgo, Lns tapituktcion¿.s tle Indirts en el sigb.xtz. Maclrid, culttrra Hispltnica'

t -óso, .op. +, y arron*o c;arcía-Gallo, Los rtrígenes t.spañol¿s de las ittst¡tttrioncs rttneri(tnn's'

Maclricl,'Acaáemia de.Jurispr-trclencia v Legislación, 1987, pp. 7l+711 ("El pactisnto

cn el reino cle Castilla y su proye cción en A¡lét'ica" ) '

93 véase Manuel Giménez Fernánclez, Htrnti,n corté.s ¡ su rntolución rctttttnera ¿n la

Nualrtlisprttirt''sevilla,EscttelacleEsttrdiosHispatroarrrer.icalros,l948'2+ Víctor Fr.a'kl, .Hernán Cortés y la traáición de las Siete Partidas", Reaista de

Historia d¿ Anúrica' 53-54 (1962), pp' 9-74'

!

238'2',39

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T,,t\'\lt( ttttt. ( ()lt( ('lrirlo ¡r;tt:r l'( l nrlir ;t srrs lnir.ll¡lrlos llr.r;u lutit lrrrcrt:rtirl:t tlcrllto tlc l;r ( ()tltltrrirl:rrl cr¡ t.r¡l'rnurl:rrl r orr srrs rr.s¡rt.t f ir.:rs

llosit iottt's s(x illl('s, lxtio llr <lirr'r cirirr llcrrcvolt'rll<'rlt, t¡rr rr¡()ll:rr (':r (lu(,,siguielld() los rlictirclos (l('sll ( ()n(.i('n(.i¿1, golrt,r nlrlllr rlt.ar.ut,r.rlo r.r¡lrla lev natural v clir,ina. Se cs¡xrlalrir (lu(. t'l ¡rr írr<-i¡rt' n() ('ll\,(,r-11 t'rr l¿r ti-rallía, lnielltras que pol'sll pal'tc lc¡s sriltrlit<¡s rlcltíirn scryit'[:, <llrs<ft:-cerle v aconsejarle lo mejor que porlían.

A medicla que los couqtristaclores se fr:ursfitlntab¿ur eu poblaclores.no se mostl'abirn rn¿ís inclinados a ¿rb¿rndon¿rr estos ¡lrinci¡rios, y larelación contr¿lctlral que les sen'ía de expresión, de lo quc- estaban aabarrdonar su rel¿rción natural con el ahor¿r clistante paclre regio. Aun-que solicimban eu vano el establecinriento de col'tes o algrula fbrntztde as¿rulblca representati\¿r, su fi-ac¿rso no excltrí¿r el uso cle otros fbl-os.colrlo el cabildo, para dar voz a agr¿rvios colectir,os:i. .\urrqrre la ausen-cia de ¿rsambleas representativas iba a pl'ovectal- un¿r sclmbLa alargaclasobre la historia cle l¿r Arnéricir espariola, se dcsarrolló poco a p()c() ullcorrjunto de reglas no esclitas que eran bien enterrcliclas por anbaspartes clel contrato. La ex¡rcliencia de las Leves Ntrevas v la rebeliónpizarrista sin'ió de saluclable aclveltenci:r tallto a la corc¡na c6rno a lospobladores. sobre la base de la desgraciacla experiencia collstl.rrveroll.juntos por meclio de trn comprorniso lnutuo, aunque no r-econociclo,un sistema estatal patrimonizrl para el imperio espariol cle las hrcliasqtre ctunplízr su proprisito de pleser\'¿lr un gr':rclo r-azon¿rble cle estabi-lidad social 'política a rra\.és de enonnes rlistancias y' a lo lareo devastos territorios a rniles cle kilórnetros cle M¿rdricP,i.

I.lu tttr sistema cle gobiet'no patrinroni¿rl el abscntisrno reirl ¡rresen-ta rrn problema perpetuo. N'lientras que Callos v l-rizo cuanto pudopar¿r contl'¿lrrestar sus reper'clrsioncs políticzrs po| medio cle Yiajescollstalrtes, y a menuclo fi-enéticos, cle un reino a otro cle str irnperi<rctlropeo, el est¿rblecitniento pt: lrnanente del rcv v la corte e tr N{¿rclridbajo Felipe II ptrso fin a l¿r era cle la rnonarquía irilrelante y dcstacótod¿rr'ía tn:is la ilnpot tzrncia. de nrecanisrnos c()nlpellsártorios. Élsto, r,n

2¡ (irrillenrr<r Lohtl¿rttt.l \/illena, "[,as (]olles r:lr Ilcli¿rs". ,-lttrutrio ¿L¿ llislo¡itt rt¿l I)¿-vtho I',spañol, I tl ( l{)+7). ¡ry. {iir5-662; !\i-rr¡clrol, Bor.irh, . Rcpr.escnrarive Insrir¡rig¡s irrth e spar.r islr Ern pi'e in rhc sixtet'.th ( tc'tun'., 7'he .lrttirns, I 2 ( l gir{j

) , p¡r. 2-1G2I17.

. 2{i Sol.¡l'c' el estaclo ¡tzrtrin'ronial crr las lnrllas, r'éilse es¡.rcc ialnrente Nl¿rr.io (irilrgor¿r,

Studies in the Oolttninl Hi.stort of ,\lxtttish Atneritu, (lanlbliclse, Oa¡lbririee It¡itersiryPrtss. 1!)75 llisludios sobre ln hislo¡itt rolttnial d.e Hislrtnoutniritn. tt'acl,. Gonzalo R6ja.sShrrchez I M¿rrcia f)arvt's (l¿ulasco, Sartiar¡o tle (lhile. Flctitol'ial Llniler-sitaria. l!)!)ltl,cap. 3.

rrislt:ttt ctt cl t¡t:ttr o irtsl ilttr iott;tl. l',1 sistcrlr:r rlc r ottscios t'r'l csl:tlrlr', irrrir.lrlo rlc t il I cirr:rlos, Llollcr ntrciortt's t'¿ttt<licltt iits <lt' ttlt:t l)lll'l('¿l.Ir;r rlr. l:r nlorurr r¡rrítr corrtlilrrrían rt Illiu'ltclle r l¿r ilrrsi<in de t¡tre el rev('n lx'r's()r)a t'slltlxt ¡rt't's<'trlt'('rt ('a(l2r lul() de slrs reinosyen Persona se

,,. rr¡lrlxr <k' srrs ¡.rt'olllt'ttrts y tlecesiclades.

l,.n t'stt's('nli(l(), r'l sobiertto cle las Indias llo el'a diferente de los

,lc Nri¡rolt's v Sit'ilia, los ctrales, tras el establecimiento de la corte err

\llrtlritl, lro ib¿rtt it \'(:l'21 slrs lnollarcas ltlrnca más. Casi lo mismo se

I rr rt'r k' <le cir de la ¡tr'opia peníusttla Ibérica, donde las visitas regias a( l:r trr lr rlr ir y Valencia serríatr pocas ,v espaciadas. Fuera de la corona de( lrstilla, el gobiertro real era tur eobierno abseutista e-jerciclo a distan-

r irr. Nr¡ obstante, en lo qtte se refiere a las Indias la rnera escala de las

r lislirncias ocasiotraba desafícls cle una magllitud sin paralelo en Eu-

ro¡n. Siempre existíil la posibilidad cle que Felipe II o uuo de stts stt-

( (.s()l'es firera en pelsona a visital'stts posesiones en Italia o Ios Países

lirios, y de hecho Felipe Ñ'expresó su intención de hacerlo en 162{)27'

Sirr crnbargo, el ejercicio de la realeza personal en l¿rs Inclias estaba

< lt'scartado descle el principio. No cabía ni la más l'emota posibilidaclr lt. que ull motlar-ca crllzara el Atlántico para ver a stls súbditos de las

lnclias v atender en persona a su gobierno.Fln lo que se refiere a la administración, el absentismo real en las

lnclias estaba contrarrestado por la compleia esl-ructura institucional<¡tre la corona logró imponer elt los virreinatos americanos y el rnavol'

rr)?rlgen de manic¡bl'a de que disfrutaba colno conseclreltcia cle la

f ¿rlta de aquellas instituciones representativas qtle tendíarl a estorbar

la afirmación de str poder en los territorios euroPeos. Esto hacía po-sible, al menos en teoría, que el soberano desplegase en stt gobiernorle Anlérica aqttel "podet'ío real absoluto" que los.jtrlistas de la coro-

n¿i habían defendido en Castilla desde el siglo xv:8. T¿rtnbién podía:rcuclir, por medio del Patronato Real, al apoyo y a los recttrsos de ltr(llte era en la práctica Lrlla Iglesia estatal, sin riesgos de interf'erencia

l)or parte de los ltturcios papales.El valioso l'efuerzo del poder real que strministraba una Iglesia

sr,rborclinada se \¡eía acotnpañado pol' un dcspliegue irnpresiollantecte sírnbolos de rnajestad. Víctor Mínguez, en ¿os reles di,stunt¿s, nos

,t J. H. Elliott y'José Ir. de la Petia, Menotiale.s y utrlas del rcnde-duque d¿ Oliuar¿.s,2

vols., Machid, Alfáetrara. l!)78-1981, II, doc. rrie8 l,uis SánchezAgesta, "El "poderío r-eal ahsoltrto" r'n el tcstamento de 1554", en

(hrlo.s V. Hornerutje de ln Lrnit,ersid,ad, rJe (lrr¿narh, (l'r'anacla, Universidad de (lrauada,

t!)513, pp. 439-460.

'210 '211

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rlr'sr r rlrr':rlgrrrrr¡s vrvirlos cjcrrr¡¡lr¡s rlc l.ts lot nr;ri ('rt r¡ttc l;rs lln:rg('n('r.i

rlt'llt r ('lll('./.lr sc oslt'rrlltlllur ('rr Nu('\'rr l',s¡xrrr:rr:": ('sl)l('rr(l()r(,ri:rs ( ()r l('s

vit'r't:irt¿rlcs<¡rrt'irttilrrlril¡l ¿r(listalr( iir lir r'<¡l'lt'r'('lrl (l('[Vllr<lli<[, l:t oslt'tt-tación de l¿rs entr¿rclas cle lcls vir r-cycs cn las villas 1, t'irr<lir<k's cn lir rrrlllde Veracruz a México, la pompa y el boato cle las cerer])ollias piu'llcelebral las noticias de nacimientos, bodas y firnerales reales. I'oclasestas representaciones púrblicas y cerernoniosas de rnajestad indic¿urcónro larealeza invisible se había elevado al rango de arte sublime enla rnonarquía española. Lo que no reslrlta del todo claro, y merece serinvestigaclo, es si existía Lura con'elación entre el esplendor clel cere-rnonial y la distancia con Madrid. La corte presidida por el virrey deEsparia en Nápoles era ciertamente más esplendorosa qrre las cortesde los virreyes de Cataluña yValencia't", pero ¿era su esplendor eclip-sado por las aúur más distantes cortes virreinales de México y Lirna?

Con todo, ni siquiera el cerernonial más sofisticado podía ocultarpor cornpleto las tensiones latentes en la monarquía compuesta de laCasa de Austria. Esta no era un sistema estático, sino sornetido a pre-siones constantes para carnbiar y adaptarse a Lul mundo en transfor-rnación. El principal motor cle cambio a lo largo de toda la rnonarquíaftre la fiscalidad real. Los onerosos gastos ell que incurría la corona,con sus esfirerzos por defender sus dorninios en varios continentes yseguir una serie de directrices cuyos costos guardaban escasa relacióncon los recLu'sos que poclía movilizar, provocaron una cadena inter-rninable cle rnedidas fiscales concebidas para aliviar sus agudos pro-blemas financieros. La introdncción de nuevos impuestos e inventivosexpedientes fiscales, la enajenación de propiedades cle la corona, yla venta cle cargos y honores fueron todas medidas que tuvieron pro-fiurdas irnplicaciones constitucionales, económicas y sociales en larnonarquía en general. En térrninos econórnicos, contribuyeron du-lante el clrrso de los siglos xvt )/ xvII al cambio del equilibrio de fuer-

21r Víctor Nlínguez Corne lles, lLts ta¡es di.stnnte.s. Ittrigenes del pod.er en el mundo uirn,i-r¿¿l Castellri clc la Plarra, Llniversitat.launre I, 199r.r.

:fr) St¡bre Nápoles, véase Carlos.fosé Hernández Sírnchez, (hstilln t Nír.pole.s en elsrg1o xt r. lil uine¡ Pedro de Tbkdo, Salarnamca, Junta de Castilla I' León, 1994, cap. 6, ;'s<rble Méxic<¡, Alejandlo Carleque, 'l'h,e King's Litting Inagc: T'he Oulturc and. Politirs ofÍ'iteregal Pouer i.n Colonial hl¿xiro, Ntreva\brk 1'Londres, Rotrtleclge, 2004. Par-a algrr-nas r'¿rlios¿rs r-cflexiones sobr-e las cortes virreinales'r' str cliversidad, r'éase Xavier GilPujol, "Una cultura cortesaua pr'ovincial. Patria, comunicación y lengtraje en la Mo-rralqtría Hispárrica de los Atrstrias", en Alona.rquíu, inlnri.o y pucblos en kt. España noder-rra, ecl. Pablo Femández Albaladejo, ,lctus dc I,n IV Reunión Científira de h Asorio,t:ión de

Hisloria Alodcrnu,Alicante, L:nive rsidacl cle Alicante, 1997, pp. 22rt-257.

z,rsrlr.trlt,¡rlt. l;tnton:tl(lttt:t,(lclrilitlrrrrlolcttllr)llr)\(()lllr)N;t¡rolcsvs,,l¡rt.lorlo ( ltrstilllr, (lll('( lllt'< tlttl tlt'solitIlrs <lt'ft'ltslts i¡rslitrrr iottltlt's

( ( )rr tr ir llr f is< lli< Lrtl r tirl. lln ltinllinos sot'iitlt's, f i¡r'titlccicrott a :rclrtellos

rlr illx)s <lt' l¿t sot'it:<lzt<l r¡ttt: poclían sacar partido de las necesidades de

i.,,,,,',,,t,,, it itt¡ttcllos <ellelnigos de la patria, los poderosos de los

Irrslr.r.s, y los ¡terversos ministros de v. Majd. inferiores,,, tan dura-

ilt(.ilt(. <lc,nunciaclos por el conde-duqtte de olivares en 1637:11. El

r r.srrlturlo fire el afiauzamiento cle las fuerzas de la oligarquía a ambos

lrrrkrs <lcl Atlántico duratlte el siglo xVIl. Aunque la cousolidación de

lrrs oliuitrquías representaría a largo plazo Lrn grave debilitarniento

r lt' lir cot'otta y slr alrtoriclad, a corto plazo tuvo el paradójico efecto

t lt. f or-ralecer los lazos que ligaban las élites provinciales a Madrid. La

rrolrlcza cle Nápoles, por ejemplo, se mostró casi uniformemente hos-

ril :r lir t evtrelta napolitana d,e 1647-76483:' ¿Por qué volverse contra

unlr corolla qug había hecho tanto por arranzaf su ascendencia local

V |c:gional?Los constantes esflrerzos de la corona por movilizar con mayor

cf icacia los recursos fiuaucieros y humauos de sus clominios introdu-

jcr.on inevitablemente tensiones en su relación, sobre todo cuauclo,

('()rno sucedió durante el gobierno de Olivares' se sospechó' y con

r.rrzrin, que la corona quería reescribir los términos del acuerdo para

r.c.fbrzai su propia autoridad. Si el mouarca faltaba a sus obligaciones

( ()ntractllales y se cOmportaba rlo Como rey, SinO COmo tiratlo, aqtle-

llos reinos y provincias cuyos convenios constitucionales estaban ba-

saclos.r-r ,lo.ion.s de contrato podían declararlo cancelado en casos

('xtremos, como en Cataluña en 1640' Sin embargo, esto presuponía

la existencia de un foco de lealtad alternativo. Este fbco alternativo

cr:r la patria: oNon s'ha da osservare la fede a tiranni, tna ¿tlla Patria"

i"No se ha de observar la fe a los tiranos, sino a la patria"), cleclat':tb¿t

(:l antor de ttu Distorso escrito en Nápoles etr 1647:t:r'

En propiedad, naturahnente, la patria era Lrna entidad cor.rstituida

por eliey y el pueblo u'idos, cou el rey como caput rcrnmunitatis'\t'y

r3r Elli()tt l,De la Pefia, I\Ienorialtsy rurtus,II, doc' xiv, p' I7l'.Rivoluii<-¡r.ri periferiche Monarchia cli

Sp it'a dc 1640, (juntlerttos de ra' ll (1991)'

l)p riféricas 1'cleclive de I¿l m ola"' ert l(>10:

La is, Barcelora, Crítica, l()!):r3 Villari, Pcr il rc o lter la patria' p. 34.r|+ Arrtoui Sintor-r i Tarré.s, Ets o)ígens ideotógit.s de la ¡vttohtriti uúaktila de 1640, Bat

celona, Ptrblic¿rcions cle I'Abadia de Mt¡ntserrat, 1999, p' 279'

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'¿1',2 '2+ll

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t('n ('\los l('r rninr)\ ( ()rr\('ur rr)n.tl( \ l)( n\.tlr.r ( )lr\.u('\ ( u.urlr) (l('nunrittlxur los,r'ttctttir¡osrlt l:r l).rtrr.t crr l(rl i) l"rr('sl()sl('nrrinosl:tntlrir:tttt'lttlírtlt l)('tts:u lotl:tvr.r l;r nr;rrr¡r r,r rlr'l ¡rrrclrlo. it¡r lttsr)( u;ur(locslltllrtsie'nrl<lal'r'ilstr-a(l()l)()t l:rln:u(':rrcvr¡lr¡ri,rr:rri:r(()ln()r'rr(l:tlrtlr¡ilt<ltt-ralttelaplirnitvcr:t\/\'('uur()rlt'l(ilO. Nosr'<r¡rrsirlcnrlltr¡ttt'lltlcrtltitrlal l'evestuviera en corrlur<lir'< i<irr t orr llr lt'lltlr<llr l:r ¡rrlrilr:i:'. r'st'.jrrzeirba ¿r los malos mil'ristl ( )s v lnilflisl nr(l( )s .l llirk ¡r.r's" a iulrl)()s. Silr ern-bargo, muybr-evemenlc el) Bar<'clorra clrrnrnlc cl <¡toño t'irlviemo deaquel ¿rño y de nuevo e n Nápoles durante I(i+7- I (i-1f1, cornenz¿) a con-cebirse la antes impensable iclea de rrna p:rtliir silr rer', :r rneclid:l quelos clirieentes cle la rel-¡elión se r,olr'ían, corno posible solución cle sus

ploblenras, hacia un sisterna republicano cle gnbierno, como el clis-

frut¿rdr¡ por Suiza, Venecia o la Repírblic¿l Holanclestr, otra sociecladque h¿lbía clesafl¿lclo al rey de Espzrña, r'lo había hecho con éxito.

Si bien krs sentimientos reptrblicanos eran, y seguirían sienclo,poco colllulles ell las socieclades profirr-rclallrente rnonhr-quicas cle latnclnarquía espariola, las presiones ejercidas por N{aclrid contribtn'e-ron a lefolzar v ilhondar la nociírn cle patria con-lo corntrnidacl terri-toli¿rl e hist<iric¿r. clr,vos intereses firndament¿lles no er¿lll necesari¿r-Inerlte corlpatibles colr ¿rquellos del aparato estatal que pretendíaest¿rr llevando zr cabo los deseos del monarc¿r. Desde que hace lnuchosarios llarnara la atención sobre la importanci¿r del concepto de pittrin,para la urentalid¿rd de los catalanes clel siglo xvu:](;, las nociones depiltria v p:rtriotisrno han recibido una creciente zrtención pol- partecle los historiadr¡res de la mon:rr-quía española y de la Etu'opa rnoder-n¿l en general, estilnrrlada, al lnenos en parte, por las lecientes cliscu-sioues sobre los r¡rígenes del nacionzrlismo rnoderno v por la clescrip-ción de las naciones con-ro "comunidades imasinad¿rs' por parte cle

Beneclict Anderson:J7. En los últimos años, por ejenrplo,.jarnes Czrsey

:r¡ Lrris R. (lor-teeucr-'¡. I'in lh¿'Ountnton ()ttxl: Polulat I\iitits in Brtnrlonu. l5tl}-I610,lthzu.a (Nrrcvr Vrrk) r' Londrcs. 20(12 |h nl l¡á t ontú. In lnlítit tr lxtpulur t lJant'lo-nu, 15U(I1610, tra(I. c¿rtllanu.f t'sris \/illarrrr<rva l,ti¡rez, \'ic. Eunro, 2{)0irl, p. 153.

:i{i Ellic¡tt. Ilet,olt ol tlt.r (lttttlu¡t¡, ¡r¡>. 12- [!l I La n'lnlión rlt los ttttnltncs, PP. .12-41t1 I.a

¡t't¡r¡l.l t t t t t ! a I a n u, ¡rp. i313-{{)l .

:t7 Bc-rrerlict Andctson, lntug'inrrl (ittn¡nunitit't: [il'llertittn.s rtn Ih.e Origin nnilSPread olNnl.ionalisn, Lonrlr-es l Nrrcvu \trk. \i'r'sr¡. l1)ttll [ (irlrroiidttd.rs inta{inntl.as. I?eflet;iortes

v¡bp el orig¿,n 1' ln dilitsiritr tlil nttt it¡nttlitnra. 1r:trl. Flcltrar-do [,. Suár'cz, NIéxico, Fonclr> cle(lrtltrrla Ec<lrólnica, l!)l)il; (iu¿r¿riltrlr intng'irtaú's Refkxions sobre I'origen i la lroltugtriódel nncionali,;tx¿, trad. r'lrlt'rrr i:rn:r l\'lr¡r i:r ,\ngcls (lirnénez, \'alencia, Urriversitat de \¡zu

lArrcia, !0()11 l. Véasc trrrrlririrr l,.rir llolrsbtrrun. ,\'¿llnrrr nnd lt'ationali.sn sinu lTll(),Oarnbliclge, (lanrlrrirlsr' Unirt'rsitr'l'n'ss, l!l!)0 ll\taciones ¡ nndonulitnut devlr l7liU,tracl..for-cli Bt'ltriín, liu'r t'lorn. I lr ítir rr. l1)1)2 1.

Ir.rt.x;unirr:rrlo l:r ¡r;rlttt;tlcz;t tlcl ¡r:rlt iollslllr¡ r'tt l,t \'.rlt'l¡t i;t tltt¡tlctlt:t'

nlicnltits(ltt('1.,\. \. l'ltortt¡rsott Ilit t'x¡rlr¡tlttlo losolrslltt ttlostolllt:t

l.r r.r'olrrr irirr rlt'l totttt'¡tto tlt'¡xttlilt ('()tll() ('()ltlttlli(l¿l(t llati<lrral cll( ,:rsl illlt:;".

l,tr ¡rirtl.iir c'r-u uil?r colllLrniclacl tan imagiDacla cotno idealizacla.

( ,,,1n0 <.t¡tnulri(t¿xl, el-lr pzrra eutpezar local: el lugar donde Llllo había

rurr i<lo <¡ r'iviclo siernpre.Jer'oni Ptljades, por ejernplo' hablaba de 'larr r i:r ¡lirt r-iu i cara cigtat cle Barcelo¡a, ( <mi patria y querida citrdad de

lirrr tlt.lt¡na,,),,,,. Pero parzr él era talnbién la comturidad rnás alnPlia

r lc il<¡rrellos naciclos y e ducaclos en el principado cle cataluña, qtte

, ,,rrr¡tar.tían Lllla misrna cledicación a las leyes y libeltades ganadas

rlru.irnte sielos Cle lucha C()rltlil ()pl'esores autóctonos Y enelnrgos eX-

tt :lllir:ros. Los concept<ts cle n¿rcionaliclad, basados ell lengua y etlli-

, irlacl colltlllles, no estaltan claran)ellte definidos y carecían de la

r(.s()ll:lllcizr que iban a alcallzar con la llegada del movimiellto rolnlill-

I i( ( ) elttre los siglos XVIII y XIX, pero esto llo sigr-rifica qtle ll() existiera

ur) firerte sentimielrto cle identiclacl colecti\¡a. Por eiertrplo, los halli-

trultos clel principaclo cle Cataluña, coillo los de otros r('inos y pl'()-

yirrci:rs cle la monarqtría, gustabau de pensar ell Sí llrisllros c()lll()

ill()l-ad()fes <le rrn país bencleciclo de bienes y bello colno nirlqllno, y

( ()'rpal-tían llo sóio leyes c iustitnciones, sillo feclrerdos colectivos'

[.as 'irtucles

que veíal] e.jeurplificaclas en srr c()nrullidird ptldíau ser

(.x¿rgeraclas, y srn tr?rcliciri.es a ruell'clo iuventadzts, Pero los siglos de

(.()lN,ivencia habían alentaclo rul courprensible orgtlllo ell stls logt'os

(.rc¿rtiYos. su percepción cle sí rnislnos llo se \/eía afectada por stl dis-

riutcia cle Mach'icl. Se ha obset'r'ado qtrc la posición cle los territorios

italianos cle Esparia, ¿lParelltell'lellte periférica Iespecto a la tnetropoli,

n() provocó sentimientos cle inf'el'ioriclad, Ptles, pol" lo que:'t ellos st'

l.Cf'ería, era¡ el Cel)tlO, V COll IOS rOrnatros COInO a¡cestros ll() ('l'llll

i nf'er-iorcs zr ltadie r".

Los habit:tntes cle las posesiones italianas clc la corona o clc los

l.eiltos ibéricos habían teniclo lnuchos siglos pala desarrclllar su sen-

tilriento cle iclenticlacl colectiva y articttlar su propia risión de la patria'

:,8 \¡i'.rsc Kasan r Pat'ker, Slrtin, Iiunpe ttnd Lhe.ltl¿tttlit \|Itrkl ll"spañtt' Iiuropuv el

t¡utnd,o alkinlito], caps. 5 r'7.:i1) Citadc¡ cn Ellir¡tt, lln,olt rl tl¿e (,ttt.rtlrnts¡t.12 ll,u rchctiótt de lr¡s tatuiluttes,p' 43: I'a

nttoltu rnLul.r¿nn, p. 381.10 Nlir.('ille Pcl tar.in, .Esp¿rrioles e itali¿ruos en Sicilia' Nápoles v Nlilán clttraute los

siglos xtr I xrt t,, ell L¿ ,,, orr¡/rrrlrí,, cslrr tioltr. (h'upos polílitttt lot nl¿s t,t nte kt t ort¿ dc \Iarh id '

Rclaciones, 73, Méxic<¡, El Oolegio cle Michoac¿in' 1998' pp' tttl-9{)'

'241 '21i-)

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Isirr rlttrl:t.r;r ttr;r ( r)r( ('lrr ir¡tr r.lirrsr:r ('t t¡rr¡r lr.s:rsl)(.( r.s, \ srr rr:rqili<llrrl t ollto It¡t'l'zlt ttrrificrr<lor lr <¡rrcrl<i:rl rlr.sr rrlrir.r lr,, ,,,, l:r* r r.r,r¡r.ll:rsclel siglo x\'¡r en (lat¿rlrrñir v Nii¡lolr.s lrl rlir.igir. los <.lrrr¡r¡sirr.s

' lrsartesanos su ira colrtra sus propizrs élit<'s. Sill t,nlb¿rr.q-r¡, r.sr6 ,r,, *iu'i_fica q'e no les moviera la lealtacr a l:r patria. Las cr:rsr:s.rtas rk. rir s<>ciedad catalana podían manipular las constituciones cle 6at¿rl¡ñ:r e¡su propio interés, pero ello no impeclía a los artesa'os cle Barcelo'¿rverse a sí mismos como miembros de una comunicracl de hombreslibres y, por tanto, calificados para disfrutar de derechos históricos+t.Laamarga clivisión social no annlaba por sí misma toclo el sentido cle.na comlrnidad ideal, 'i siquiera entre los menos privilegiados y losclesposeídos.

En las sociedades del viejo Munclo la idea de la patria, alimentaclapor los ideales de la antigriedad clásica transmitiáos por los huma-'istas,

había tenido largo tiempo para arraigarr:, perá ¿q.,é oc'rríacon las sociedades der Nuevo M'ndo que estabi' .o i.o."so creformació'? En las lejanas orillas del Atlántico la noción cle patriatenía que empezar desde cero, pero a pesar de ello se desarrolló conrapidez{rt. Desde el momento en q'e Hernán cortés clesembarcó enlas costas de México y tra'sformó su fuerza expeclicionaria en unacomunidad'rba'a formalmente constitrida, ia Villa Rica cle Veracruz, u'a n.eva patria comenzó a ser tanto inve.tacla corrlo imagi-nada. Esta comu'iclad imaginacla iba a ser construicla sobre I's asra_vios cle los conquistadores y sus descencrientes, que creían que nohabía' recibido las mercecles a las q'e s.s propios ser'icios y los desus antepasados les hacían acreedores v miraban hacia el monarcaesperando reparación!.

La patria en el Nuevo Mundo iba así a adquirir, ar menos en lasmentes de los poblaclores, una firme base constitucional, en este caso

-....+r. v_éase corteg.era, Rn'th.p conuron oootr.fper ar bá contúl.Sobre Nápoles, r,éaseVillali, Per il re o lxr h lntriu.

P.Véase. po|ejerirplo. Xavier'()il Prjol, ..oitrclaclirrría, patr.ia r. lrunra¡isr¡t¡ círit.r¡err el.Alagirrr ftr.al:Jrran Cosra,, LIanusrl.if.s,lg (2001), pp.,St_tff i.+:' sobre el clesalrollr¡ c el patriotisrno criollo, r,éise especiallnente Da'icl Bra_dittg' l-he I'irst Atnericrt' T-he Spani.sh fuIon.a.rcl4,, Crcolc Patriots and rhe Liberal St(¿t(, 1492-1867, c'anbúrlge, carnbrid.qe universitv press, lg!)l forrn Indiano. De kt ntonarqttíncatól:ira a la repúbtica. triolkt, 1492-1g67, trad..fuar-rJosé utr.illa, México, Fo'clo cle crrl_trtra Econónrica, 1991j' Véase también BerirarclLavallé, La.s ltrorne.sas a.tnbiguns. {:rir>llismo rolonial en la' And'', Lima, pottiflcia Ll'i'ersidacl católica ctel perir, l'993.,

4+ véanse, por ejemplo, las qtrejas de Baltasar Dorantes de Car-ranza, Srn,..rir¿ re-hrión rlc las cosa's de la Nuar¿ E.sl¡añr¿, México, porrtia, lgg7, pp. 2O:J_204.

l:tslcvcsltlctcrltostlcr¡rrcrlisltttl:tlr:tnlossttlrrlrlosr:rslcll,rt¡osrlt'l tcv\lrn'¡rr()nl() ('sl;r cntirl:rrl ¡rolrlir lt, f tut<ltrrl:r

-() lst s1'1¡'f i1¡-('n lur

( ( )n lr :rl( ), ilrlr lr :r< l<lr rilir'. r'r ¡r no srrs t'< ¡r rivtrlclrlt's rlt'l Vicjo Munckl, unzt

rlinrcnsi<in llist<ilir':r v gr'ognilica. En lti04 Bernardo de Balbuenar :rntrrlr¿r t'n srr (irz¿r¿rlezrt ntexicu,nr¿ las bellezas de la ciudacl cle Méxicor ¡rr<' lc ll¿rbía visto crecer y de los campos que la rocleaban. En 1630lr':rv lhrt'rr¿u'entru'a de Salinas exaltaba las glorias del Perúr, sus riquezasv srr <'lirn¿r, en términos que se hacían eco de los publicistas patrióticos( ()r)t('r)rpor¿ineos de los reinos ibéricos. "En fin

-escribía-, todos se

Ir:rllan en esta Lima [...] con satisfación y gusto, teniéndola en lngarr lt' ¡rirtria"r5. El oreullo clel lusar -un lugar bendecido por Dios comorrinsrin otro- iba a ser la piedra angular clel edificio cada vez másr orn¡rlejo del patriotismo criollo.

'Rrdar,ía quedaba el problerna de la localización exacta cle la patriacrr el espacio. ¡(luáles eran su extensión v límites territoriales? Lassociedades del Vie-lo Mundo ya poseían por entonces fronteras bienrlcfiniclas; las clel Nuevo Mundo, en cambio, estaban aírn en pr()cesorlc definición. Los dos virreinatos de Nueva España y del Peni cranscncillamente demasi¿rdo vastos y diversos para constituir un fb<'o delc¿rltad instintivo: las patrias cle un Balbuena o un Salinas eran esen-ciahnente la ciudad de México v Lima, cuyas ár eas de influencia se

cxtendían hacia le-janos horizontes. No es extrario, por tanto, que

¡r:rtriotismos locales y regionales comenzaran a desalrollarse en lasIndias. Las municipaliclacles, y poco a poco también las áreas.jurisdic-cionales más arnplias de audiencias v gobernaciones, llegaron a pro-porcionarles un marcc¡ territorial. En el Quito clel siglo xvtt un firn-cionario criollo de Lima estaba ya tan explresto a ser consirlt'rado r¡rrfbrastero como un funcionario llegado de Madl'id r';.

Más problernático iba a resultar clotar a las patlizrs rlcl Nrrt'r'<¡ Mrur-do con una dirnensión histór'ica qtre con una climensión gcoer-:Ílic:r,¿rlrnqlre sólo fuera porque las sociedades criollas fueran de creacióntan reciente. Con todo, también esto iba a lograrse a su debiclo rno-mento, en primer lugar insertándolas en una historia divina y provi-clencialista. La leyenda de que santo Tornás había dirigido nna misiónen el Nuevo Mundo apuntaba a un proceso de evangelización ante-

ri' Frav Btrenaventura cle Salinas v Córdova, lllem.orial d.e la.s Histotia.s rLel NuettoNIundo Pirú, Lima, Universiclad Mavor cle San Malcos, 1957, p. 2'16.

+{j Pilar Ponce Leiva, Certezn.s unte ln inrcrlitLunb¡v. Iilitc l, cnl¡il.d.o de Quito en el.siglo xrtr, Qtrito, Ab1'a-Yala, I 998, p. I 9ti.

216 '217

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It io¡ ;r l:r llcg:trl:r ¡lr. ltrs orrlclrr.s. l,.l lug;rr ¡rrol,irlr.r¡r r,rlrlt. Nlr.rrr o t.rr l;rllist()t.i¿il'illttl¿t(lit illt lt s<'t ('onf ¡r rnl¡rlo s:rlisf :¡r lori:u¡rcnlr. lr sr¡ rlt'l¡irlrrtienrp<-r col) la:tprrrici<irr tlt: l¿r \/irs(.n (l(,Grurrllrlrr¡rt., (lu(.t.rr t.l si-glo xVIl iba ¿r asumir su posición dc piltr'()r):r y sírnlrolo <lt' lir Ntrr.r,rrEspaña criollar?. En cuanto al virrcinatr¡ clcl Pcr'úr, un posible cluni¡()fue indicado por el Inca Garcilaso de la Vega, al clescribir a sus ante-pasados rnaternos adoradores del sol colno los precursores clel perricristiano al que los españoles habían aportado el inestimable conoci-miento del único Dios vercladero. No obstante, en l67l perú consi-guió su propia patrona (el primer santo nacido en las Indias) con lacanonización de Isabel Flores cle oliva como santa Rosa de Lima,proclamada por el papa clemerte X como <patrolla trniversal y prin-cipal cle toda la Anrérica y dominios de Esparla,i*.

Existían obvios problemas, no obstante, para las élites criollas res-pecto a la incorporación cle las sociedacles inclígenas en su percepciónde patria. En la concepción corporativa cle la monar-quía, la "repúbli-ca de los indios" poclía reivindicar su propio espacio distintir¡o, tanlegítirno corno el cle la "repúrblica de los españoles,. Sin embareo,para los criollos qLre se enorgullecían cle ser españoles, los orígene.s yla inf'erioridad natrrral de los indios constituía una barrera insupera-ble para su inclusión dentro de la patria. por consiguiente, en su de-ternlinación cle guardar las distancias con sus poblaciones indígenas,los criollos se vielon oblig:rdos a desarrollar str propia forrna distinti-va de patriotisrno, másjerárquica y más exclusivista que sLr equivalen-te en la España metropolitana.

Las c.ndiciones locales de las I'dias, sin embargo, estaban cam-biando, y así también las ideas de los criollos sobre sí misnros. comc¡españoles que ya no eran del todo españoles pero que estaban r-esuel-

17 Fr-atrcisco cle la Mazzr, lil guadu.Lupaniqnto nuxi.runo, México, Fo¡clg de C¡lt¡ril

l,un('nl('rlcr irlirlos;t rro st'r irrrlios, stt lursios:t lrttst¡rtcrl:r rlc urt,t irlt'rttirl:rrlr olt't livlr illr lt lrr lu r('iu l<'s rlivcrsirs ('()nl()lsiottt's irrlt'lt'< ltutlcs

¡r;rr;r rrror[t'llrr trnl irrurgcrr ('()lr\'('lrit'ntt: dc sí nlislnosrlr. r\Lllt así, lann:ul('r) no ¡ritraba tlt' r'llt¡c¿rr'('()lltr'¿l realiclades desagradables. A nle-r lir llr <¡rrc st-- clesarrollaban las nuevas sociedades coloniales y aulnell-t:rlxr t'l clcrnento mestizo cle la población, se hacía illenos fácil esta-lrlr'<'r'r'<1trién era español v quién no lo era. La creciente obsesión conl:r <lt'nourinación y la diferenciación de castas era en sí misrna uu in-t o r t o f iitil y clesesperado por preservar distinciones que ya se estab¿ur

lurcit:ndo borrosas. Al mismo tiempo, mientras nlrevas generacionesr It'<'r'iollos continuaban insistienclo, coll l]rayor estridencia si cabe, ensrr irlcntidad española5'), sus estilos de vida estaban cesando de pare-( ('r'sc en rnuchos aspectos a los de sus primos rnetropolitarlosir. No es

rlt'l toclo sorplendente que los peninsulales lecién llegados tuvierantt'rlrlencia a mirar por encima del hombro a los criollos colno si hu-llicr-¿rn degenerado en el rnedio arnericano y se hubieran contamina-rlo de las características incleseables de la población indígena entrellr que transcurrían strs viclas.

El resultado del constante desprecio por parte de los espariolesrnetropolitanos iba a reforzar no sólo la insistencia de los criollos ensrr abolengo ibérico, sino también su deseo cle identificación con elrrrundo americano que habían hecho propio. Si todar,ía no erall <ame-

ricanos", al rnenos se estaban üansfbrnanclo en "españoles arnericallos>,rrn térnino que utilizarían para sí rnismos a f-inales clel siglo xvIII'r2.(lon este paulatino proceso de translirrnrat'i<in se prodtljo una aper-ttra hacia el mundo anterior a la conquista, (lrr('1'a se estaba ale.janrl<l

con rapidezhaciael pasaclo renroto. Si bien los inrlios vivos pemrzrrrt-cían en los rnárgenes cle la patria, el camino csl¿rba abierto al rnerros

+1) \¡éaseJorge C¿rñizalcs-Esgrrerla, "Nerr'\4lrrld, Neu'Stals: Patriotic Astr<¡logvand the Inr,entiorr of Incli¿rn and (,rcole Bt¡rlies in Colonial Spanish Amelica, l6(X)-1650", ,|lnzritan Historicul RettitzLt, 104 (1999), pp. 3?9-i]'19, reirnpres<,r eu stt N¿¿fi¡rr',

linliru a.nd Nr¿lion: Lxploratiorts ol lhe Hi.story oJ Stituce i.n the Ibcrinn W'o¡l¿l, Stanfot'cl(Califorrria), Stanforcl Universitv Press, 2006; David Bracling,'I'lv Origitt.s o.l Alexirun,\,Iationalisn¿, Can-rbridge, Carnbr idge Llnivelsitr Ple ss, 1985 f Los orígene.s tlel ntt:ionr¿listnonexiutno, tlad. Soledarl Loaeza Grave, México, Era, 1980], y 'l'he lirst Anrerira fOrlteIndirntol; y vézrse más abajo, cap. 10.

50 Lavallé, I.ns pronresus antbigua.s, p.215r Véase Solange Alberr<t, Les llspngnols d.uns le i\'Iexique colnn.ial.. Hi..stoire d'unc atrul-

turatio'n, París, Armand Clolin, 1992 [Del ga.rhupín al ¿riollo. O de cómo Lrt.s espariole.s rk't\Iéxico dejrtron dt.serlo, México, El Colegio de México, 19921 .

5? Grrillermo Céspedes del Castillo, Anú'ica h.isltri,nirn, 1192-1¿198, Barcelona,Labor, l9lt3, p.401.

'218 '21!)

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tl):ll:l l:l itlr ot ¡rot;tt ir)tt t('ltos¡rcr lir';rcrt r.lllr rlc lr¡s r¡rrr.r.sl;rl):ut lnu('t l()sv tlostt¡loití¿ul rrirtUrin l¡r.ligrr¡. I':u:r irrrliUrlrr iolr rlr.l virrr.r, l,¡rllrfirr,etl el sigl() xvll lit t'itr<llt<l tl<' Mí'ricr¡, r'olvit'rr<kr srrs r.s¡xrlrl:rs lrl cs<'rrrklde armas collcedido p<ll'( iarlos V <'<lrn<'nzri il ¿l(l()r'r)1u's¡s q(lili(.i()s (.()rluno que exhibía el ásuila y la serpientc clc los nrcxicai,:r. !}l l6110 si-güenza y Góngora proyectó su famoso arco trirurf'al para la entracLr clclnuevo virre¡ con slrs estatuas de los doce emperaclores rnexica clesclela ftrndación de Tenochtitlán en l327tr. En el perir de finales del si-glo xvu y del siglo xvrrl, las fiestas en que los incas eran representadoscon todo su traje ceremonial ayr"rdaban a alimentar las üsiones de unautopía andina entre criollos, mestizos e indios por igual¡,r,.

Hacia el siglo xlrrr, por lo tanto, las patrias criollas de Nueva Españav el Pen'r habían adquirido pasados idealizados o legendarios que lesotorgaban una respetabilidad comparable, al menos a sus propiosojos, a la de las patrias de los dominios elrropeos del rey de España.Las divisiones étnicas podían hacer estas patrias todavía más frágilesque las de los territorios europeos, donde las agudas divisiones socia-les subvertían a menudo el ideal de comunidad, pero las sociedadesque se estaban formando en la América española habían alcanzacloun sentimiento de identidacl colectiva suficiente para proporcionar unfoco potencial de lealtad alternativa en momentos en que se hacíatirante la relación entre el rey y los sírbditos. Tal tensión iba a agucli-zarse en la segunda mitad del siglo x\¡rrr con la imposición por partede Madrid de un sistemático programa de reformas.

El drama representado en las I'dias a finales del siglo xvrrr,'n d.ra-ma cuyo clímax fue la crisis de los primeros años cte 1780 con la insu-rrección de los comuneros de Nueva Granada y la rebelión de TúrpacAmaru en el Pert'r5ti, puede ser contemplado como una versión ame-ricana diferida del que ya se había escenificado en la España lnetro-

":f Enriqrte Florescano, I.r¿ hantl¿rct mexirana. Breae hi.stoña d,e su fornrltrión y sintbolis-rzo, México, Fondo de Cultura Económica, 19g8, p. 48.5r Carlos de Sisiienza v Górtsora, Th,cat¡o rte irirttrrtes potr'tlra.s (México, 1680) , enstts obras histó¡rirn.s, ed.José Rojas Garcidueñas, México, porrria, 19g3, pp. 22b-261.!'i' Karine Perissat, .Los incas representados (Lirna - siglo xrur¡, ;..,p..uivencia orenacinriento?", Reaista d.e lrulias,60 (2000), pp. 623-649. Sobre la trtopia anclina, Al-berto Flores Galindo, Btt,v antlo un inra. Identidad y tttopía en los Antl,es, iima, Horizon-re,1988. cap. l.

i'6 soble la crisis cle la década cle 1780, véase -f. H. Elliott, Ewtpi.res oJ the Atlantirworld: Britain and spain in Atnerira, 1492-IBJ1, Nerv Haven (connecticut) v Lor.rdres,Yale UrriversiW Press, 2006, pp. 353-368 [Inenio,s dcl mundo atlántico: España'y Gtrnt Bre-taña en Américr¿ (1492-183()), trad. Marta Balcells, M¿rdrid, Thtrms, zooo, pp. rto-sso].

¡rolillrn:r. l',1 ;rrlvcnirrricrrto tlc lr¡s llor lrorrcs v l:r irrr¡rosir ion <l<'los tlt'-( r ('l()s rlc Nrtcr':r l'lltrrllr crr l:r < or r¡rr;r <lt' r\r'¡tg(ln luiu'('ilr'()ll c:()ll

r r¡rrlrurrlcrrr'ilr, ll¡nlo t'rr la lr'or'ílr ('()nr() t'rr l:r ¡rt'iictica, el fin en la pe-rrínsrrll llltlrit'ir <lt' lir rnoll¿rrc¡rrízr c()nll)r.r(:sta que la nLreva dinastíalurlrílr Irt'r'r'rlirrlo clc la (l¿na cleAtstria. Aunque Navarraylas proünciasvrs('1ls ('()nscrvilr'¿ur todavía sus fueros e instituciones tradicionales, lavit't<¡r-ia rlc Fe lipe V sobre la Corona de Aragón señaló "el trittnfo delrr l)s¡ririra vertical sobre la España horizontal de los Austrias"r'7. Lanu('vir Hsparia metropolitana, Llna "España vertical", iba a se¡ o alr n('n()s tal era el propósito, un estado uniforme y centralizado, donden<¡ hubiera barreras institucionales, leuales o eclesiásticas para el ejer-cicio de la voluntad soberana del rey y donde la lealtad a las patriasirrclivicluales iba a estar encajada dentro de la lealtad inclusiva a Espa-

ñu como estado-nación.Tarde o temprano esta nueva concepción de la monarquía tenía

(lrre crllzar el Atlántico. Existían demasiadas fuerzas, a ambos laclos delocéano, orientadas hacia el cambio. Impresionados por los beneficiosque los imperios ultramarinos cle Gran Bretaña y la Repúrblica Holan-clesa habían proporcionado a sus respectivas metrópolis, los ministrosv firncionarios de Madrid no abrigaban dudas sobre la validez cle losargumentos cleJosé del Campillo en favor de lo que llamaba Lln <nlle-

vo métodoo de gobierno de las Indias <para que tan rica posesión nos

clé ventajas,¡'8. Es señal de su cambio de actitud que los ministros co-rnenzaran a usar bajo Carlos III, al menos entre ellos mismos, la palabra

"coloniaso para lo que hasta entonces había sido conocido como los

"reinoso de Indias'-'l'. La misma terminolosía indica en qué meclida laburocracia de Madrid había vuelto sus espaldas a las filnnas de petrsarasociadas con la monarquía compuesta de los Arstrias.

No era sólo cuestión de hacer las Indias más provechos¿rs ¿r l¿t Es-

parla metropolitana. Con la rápida escalada en los gastos de clefensa

para los territorios ultramarinos, los argumentos en favor de una re-forma fiscal radical en los virreinatos americanos se estaban haciendo

i'7 Segtin la terminología acruiada por Ricardo García Cárcel , lblipe Vy los españo-

l¿s. Lhta ui.sión perilérira, delproblema de Esfxtñn, Barcelona, Plaza &J:rnés, 2002, p. 114.58

.fosé del Campillo y Cossío, Nuan sistem.n de gobierno económico para la Amérira,ed. Manuel Ballester-os Gaibrois, Oviedo, Grupo Editorial Asturi¿rno, 1993, p. 63.

5!r Grrillermo Céspedes del Castillo, I)nsa"¡os sobre lo.s reinos castellanos d¿ Ind,ias,Ma-drid, Academia de la Historia, 1999, p. 300; Antonio Annino, "Some Reflections onSpanish American (lor-rstitutional and Political History", Itinerario, l9 ( 1995), pp. 2G43, en p. 37.

2t5O '2í)l

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T;tlrt r¡nr:trlot cs. Sirr (.rrl):u !_l(,, (.r;r rlilrr il \(.r ( onr( ) un:r r r.lr ¡nn.r ¡rt oltttt-<llr¡rrlrlrílis<'l itrlto<ltIri<lrtt'lir:rznrt'rrl('('rrsorit.rl:rrlr.s(llr(.('rrl:r¡rrrir-ticit hallíall cilí([() ('r) Irlllr)()s <lt'lrrs tilitt's <'r'ioll¿rs. l,,sllrs <:lilr.s lurlrílursacado parti(lo cle la clcbilirlacl rk: l¿r con¡rr¿r c.n cl sigl<¡ \\,tr ),:l ¡rr-irrr.i-pios del xvlll pal'a comprar puestosjtrcliciales y irclnrinistlatives. ga-bían logrado además establecer una compliciclacl con los ase¡tes clelgobienro que actrnba en beneficio rnutuo. El restrltado de su acuerclotácito era que los oficiales reales, en lugar de ser agentes v ejecutoreseficaces del gobierno central, tendían a adoptar el papel de interme-diarios entre las élites y Madridt;0.

corno correspo'día a l's úrltimos grancles supervivientes de la mo-narquía compuesta de lc¡s Austrias, los reinos de las Indias r-esponclíana la decisión de los Borborres de poner en orden su casa americanaechando mano de las armas def'ensivas traclicionalmente empleadasen los reinos y provincias de la monarquía colnpllesta cuanclo se veíanatacados. De forrna instintiva las élites criollas buscaron Lln contra-peso a Maclrid en la patria, una entidad que era ahora mucho más ricaemocional y conceptuahnente que cien años antes. su respuesta es-talra caracterizada además por uD creciente resentinriento hacia larnadre patria que empujabacadavezmás a las élites a afirmar el com-ponente americano de su iclentidad dual6r. Con todo, su lealtad haciael monarca permanecía intacta. La devoción a la patria era toclar,íacompatible, corno en tantas rer.ueltas de la monarquía cornpuesta clelos Austrias, con la ficlelidad al ideal de la monarquía univeisal finne-rnente firndarnentada en larealezanatulal y colltractual. En este caso,y por úrltima vez, sll fe estaba.jtrstificada. A los movirnicntos de protes-ta y rebelión de las clécaclas de 1770 y l7B0 se les pnso fin con el tipode concesiolles mlrtllas que tan a menudo habían salvaclo en el bordedel abisrno a la rno.arquía española en lr¡s días en que estaba gober-nada por la Casa cle Austria,j?.

Fueron, naturalmente, los acontecilnientos d.e lBOtt y la crisis cons-titucional que provocaron le que rompió fatalmente el delicado equi_

'i0 Véase Holst Pietschlnal)u, (Actores locales 1 el pocle l centlal. La her-eucia co-lonial y el caso de Méxicr¡", Rekuiones,Tg (1998), pp. l1-SS.til Anthony McFarlane, "Idenritv', Enlighter-rinent ancl political Dissenr in Latecolonial Spanish America,, 'Ii'nnsr¿rtions of the Royal Hisktricul. socittl, b.,serie, VIII(19-t)^8), pp. 309-3Í15. Véase cspecialnrente p. 320.

02 ¡ohn Leddy Phelan , 'Ihe Peoltle and.'th,e King: T'he Ot¡nnu¿ero Rarclytiol in Colonrbia, 1781, Madis<¡n (wisconsin), universitv oflvisconsiu press, 1971J. pp. 239-240 tE/pueltlo l el tcy. I'rt rarcluri.ón contun?ra en Colombia ( 175I ), tlad. He¡ta¡clo\iale¡cia Goel-kel, Bogotá, Car-los Valencia, lgUll.

lrlrir¡ ('nlr('r('\ \ l);rlri:r. l',rt :tttscrrr i:t rlc un r('\', r'l ¡rorlcr volrro:tl¡rrrclrloll;rsirrrrl:rslr¡nnli<l:rst'rrt'l NrrcvoMtll<los<'r'it'r()nilsrltlist¡r¿ts( ()nr() igrrlrlt'slr llr ..nlrt'irir). ('sl)11ñ()llrcn srr lrrcll:rc()ntf¿lklsli'¿urceses(;:t.Los <li¡rrrtrr<los anrt'r'icun()s cn las (lortes de (ládiz no llegarotr a lal't'rr irrsrrl¿r t'orr aslriurciones de inclepenclencia, siuo con esperanzascn llr rt'sturnrcitill rlt' rrna monerrqrría complresta el) que los reiuns dellrs lrr<li¿rs firc:r'un lrricrnbros plenos e iguales. Sus esperanzas se ibatr a

\'('r'lrnlllq¿lnrente rlefiaudadas. Los liberales resultaron ser los here-rlcrrs no <le la "Esp¿rrla horizontal" cle la Casa cle Austria, sino cle la., l.s¡laña vertic¿ll" de los burócratas dieciochescos, y los criollos des-crrlrit'r-on para su desilusión quc estaban clestinados a sel los sribclitos

< olt¡ni¿rles cle un estado-nación español(i'.lin t¿rles circunstancias, r-lo es extralio que las élites cle las Indias se

rolvieran h¿rcia el republicanisrno, Lll) republicanismo que )txtaponía('n unzl combinación incómocla el patriotismo criollo que se habíarlcs¿rrrollado en el clrrso de los tres siglos precedentes )'el republic¿r-nisrno virtuoso v clirsicista de la Francia v las colonias brit¿init'as rlt'Norteamérica de finales del siglo xvttI, con srt rechazo de los rlert'<'lt<lsllistór'icos en nornbre de la libertad ), los derechos u¿rttrrales del honl-ble';i'. Entre l810 v lll30 el republicanisrno iba a triunfar sobre lamonarqtrí:r, v las patrias criollas se iban a elnbarcar en ttn procesolcnto ,v vacilante de transformación en estados-nación. La mouarqttíaespañola, en clranto monarquía universal, había expiraclo finaltnen-te, r,íctilna de los ataques conrbinados del racionalisrno, el liberalisrnoy el nacionalisrno de nuevo cuño; en cuanto monarqnía compuesta,también había tocado a su fin. Habrían de transcurrir c¿rsi clos siglosantes de qtre la Constitución de l97B para l:r nue\'zl Es¡rañir rlertrt¡crii-tica lograra su restarlracióll.

6:i McF¿lrliure. "Idt:ntitl', Enlightcnment ¿rncl Political Dissent", l-¡. li?1). \'tlast' nuisabajo. pp. 288-290.

{i+ Tirnothv Anna, Spain und the Los.s of Atneritu, Lincr-¡ln (Nebraska), Universitv olNebraska Press, l9ll3 ll')spuñn y la ind4nndcntin d.¿ Anáriru, tracl. Merccdes e Ism¿rel

Pizarro, México, Fc¡ndo de Crtltru'a Ec<.¡n<iuric¿r, l98til , p. {)a.

'ii David Blailing, "El patliotisnr<¡ cl-iollo 1 'lir nacitin rlrcxicnna,, cn David A. Bra-

cling a/ al., Cinrc tnirrul.ns britúnirus n ln hi.slorfu d.c LIíxito, trad. Lar¡ra Ernilia Pacheco y

.fordi Doce, México, Corsejo Nircional pala la Culttu'a v las Altes, 2000, p. !)9; An-tlrorrv P¿rsdt:n, Spunislt InlteritListn unrLthe Polititallnurgittati.ott: Studics itt liurof,teun utd.SltanislrAnvtit't¿n Sociul and Polil.ical'fheorl, 15Ii-l8Jl/, Nerv H¿rven (Conuecticut) r'Londles, Y:rle Universin'Press, 1990 [,1t1 inlnrialisnut español ¡ la inutginaritirt polítirn.Esf udi.os sr¡l¡r¿ t¿orín sorirt.llt polítiru ettropen e hispanoameritann (1 513-1U30), trad. SoledadSilió, Barcelona, Planeta, l99lL cap. 6 ("The End of Enrpire: Simón Bolír'ar and theLibcral Republic") ["El final del inrperio: Simrin B<¡lívar'1' la repriblica liberal"].

25',2 '2.--¡!l

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CnpÍ'¡'r.Jt.,O X

MuNDos rARECIDoS, MUNDOS DISTINToS

LJnu tensión continua ha caracteri zadolarelación entre Europa yAmérica: la tensión entre la presunción de la semejanzay el recono-t'imiento de la diferencia. Por una parte, los europeos han concebidot:n el curso de los siglos el que bautizaron como ..Nuevo Mundo"(:omo una prolongación del suyo propio. En consecuencia, los pro-<:esos por los que imaginaron, colonizarony organizaron este mundo¿tmericano se desarrollaron a partir del supuesto de que debía, y po-rlía, obedecer a los modelos y expectativas europeos. Si en un princi-pio, como argumentabaJohn Locke, "todo el mundo eraAmffi,carr,rro existía ninguna razón por la que la propiaAmérica no hubiera delransformarse aimagen de Europamediante las técnicasylos recursossuperiores y el trabajo duro de los que procedían de ésta. Por otraparte, ya desde los primeros días habíauna incómoda conciencia deque América no era exactamente otra Europa, ni siquiera una Europaen potencia, de que era en cierto modo, y por algunarazón, diferen-te. En otras palabras: que América era,y seguramente iba a seguirsiendo,América.

¿Cómo reaccionaron los españoles ante la incipiente yfrecuente-mente molesta toma de conciencia de que América era diferente, entanto que pioneros de su conquistaycolonización? ¿Cómo explicabanla diferencia y qué trataron de hacer al respecto? ¿Ycuáles fueron lasimplicaciones de su respuesta.para el desarrollo tanto de las relacio-nes de España con las Indias como de la sociedad colonial americana?Estas son cuestiones muyampliasyhan sido abordadas con frecuencia,de una forma u otra, desde diversos ángulos. A pesar de ello, en nuestraactual fase de conocimiento se pueden dar argumentos a favor deintentar proseguir con el asunto de la semejanza supuesta y de la dife-rencia percibida (o no) durante los tres siglos de la dominación espa-

255

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Ill()l.l s('ll.ll.l (lt. tltt lCl¡t;t(1il('t(':tlr:il('( r'( ott\l.iltl( ilt(.il1(., sl lrir.lt ln:tIrilcsl:irrtlr)s(' (()rr rlif crcnlcs \';ui:r( i()n('s, rlur:rrrtr. lr¡tl:r l,r (.1)()(:lc<ll<l¡ti¿rl: sc inicitr t'oll t'l rt'< onr¡r'itni(.nlrl v llr srrllvrrr.¡lrr irirr <lc llrs lrr¡t.-vas tlerrasVSus gcntcs, rlt's¡rtrtls vr¡t.lvr.ir (.nr('lg(.r ir nr(.(li(l:r r¡rrc st.r,lrestablecienclo l¿r socied¿rtl t'olon ial, r' l i nll nrcn lt' aclrl xl < orr rr'<.r'i nr i-n¿tciírtl Y llralentenclidos mlrtttos qtrc tcnclr'í:u) ('()r)s('('r.r(,nci¿rs r-clrrlu-cionarias taltf.o para Esparla conto p:tr-a Arr-rér.rca.

En nri libro El uieio y el nu,euo n?und,oi.ntetrté tr:rzal' er ¡rr.oceso por- elqtre los etrropeos proctll'al'on comprender'1'zrsimil:rr elt su concie¡cialos paisajes y las sentes de lo que era, segúur sll pel'spectir':r, tura regiónclesconocida cle Ia Tierlar. Mi argumentr.¡ consistía básicanrellte erlque los erlropeos, c()nlo todos los qne se enfientan a lo clesacosturn-brado, lo hicieron forzosarnente mecliante los principios cle orsani-zación qtre habían claclo fbnna a stn propios mtrnrlos mentales. Estosignifica pasar lugzrres y pueblos extrahos a través de una especie clemolde concepttral, de modo que puedan ser encajaclos en categoríaspreexistentes sin af'ectal ni a la fonna ni a la estmctura del mismomolde. l,a estnrctura del rnolde conceptual de los europeos de finalesclel siglo xv v del xvr había sidc¡ determinada por la vrxtaposición einteracción cle la tradición.jtrcleocristiana v la herencia de la antigrie-dad grecolatina. Al poner los ojos por primera vez en el Nuevo Mnn-do cle Alnérica, colón y sus sucesores inrnediatc¡s lo vieron sobre labase de las expectativas derivadas cle irnágenes bíblicas y clásicas, arn-plificacla por un caudal de infbrmación (y desinfbrmación) geográ-fica v etnolóeica procedente de los relatos de viajes y el conocirnientode prirnera rnallo -a

'eces próxirno, a veces clistante- cle aquellospueblos de firera de Europa y lzr cristiandacl que hasta entonces sehabían situado en su órbita.

El lesultaclo inevit¿rble de este proceso de situar lo clesconocidodentro de lzr gama de lo conociclo fire bor-rar clif'erencias y encontrar-semejanzas donde no existían apenas o en absoluto. un ejemplo clá-sico cle este proceso se puede hallar al final de la segtrncla carta-rela-ción cle Hernán Cortés descle México, en la que escribe: .por lo queyo he yisto y comprendido cerca cle la similitud que tocla esta tierratiene a España, así en la fértiliclacl como en la grandeza y fríos que enella hace, v en otras muchas cosas que la equiparan a ella, me pareció

I .|ohn H. Elliort, T'lte

Pre.ss, I !)70, r'einlpr. l9t)2N{an tc'l-o, Maclricl, Al ian z¿r,

Olrl World and, tll? lúettt, Cambriclge., Cambridee [Jniversitvllil ttie jo 1t ¿l nu(Lto 'tltu n(l(), 1192- 165 0, trad. R¿rfael Sáll chezl{172, r'eirnpr'. 20001 .

,¡ttr'r'l nr.rs( ()n\'('lr('lrl('rtontlr('l)lul csl:t rlir lr;r lrcr l.t ('r;t ll:rnr:nsc l:r

).l rtcr':r l'.s¡llrrrlr <lcl rrt:rt ( )t cluro":r. ltt'srtltlr llurrllicrr llluturlivo (lu(', r(L, r¡r r i<'rr<lo rlc nr¡t'r'o lr llr t'r¡lt'r'it'n<'i¿r rlc srr ticrra llatirl, <lesclib¿r l<ls

tcrrr¡rlos rlt' N4i'rit'r¡ ('()nr() "nr('zqtritas". t¿rl como los.jerónirnos quelolrt'r'nll¡lrrr [;r ['.s¡lirñola ltabí¿rn descrito en l5l7 a los indios colno.('sl()s ill0l'<)s"i.

Sirr t'lnlr¿u't¿<¡, los incli<¡s n() el'an <nloros>>. Ni elan, conlo Colónlrlrllíl st'ñ:rl¿rrkr en str primer viaje, <negros como en Guinea"r. Delnrisrrro rn<¡rl<1, no h¿rbía hallado "hombres rnosimclos" v, al no poderlr;r< r'r'lo. había abierto el camino para que fuelan asulnidos por los('r ¡ r'( )l)('()s corno parte de la hurnanidad. Aunque la aceptación no fireir r r rrcrli¿rta, r, sólo recibiría el sello de l¿r autoridad con la declaraciónr lt' l):rlrlo III en Sublimis De¿¿s en 1537 de que "los inclios eran verda-r It'r'anrente hornbres". l¿r czrusa a firvor de su racionaliclacl se vio refbr-zl<[a cn gran nredida pol el descubl'imiento de las civilizaciones deNltlxico v Pelir. No obst¿rnte, Gonzalo Fernández de Oviedo, cuvacr¡reriencia se hallaba lirnitada al área caribeña, no dudaba en clasi-f ical'incluso a los indios de La Española (a quienes había obserr'¿r<l<r

rlt' cerca) conlo seres hurnanos racionales 1'los describía de nucr,<r

tolllanclo las nornras elrropeas corno ref'erencia: "la gente de esta isl¿r

t's de estatul'a rnenor qtre la de Esparia conlúurmente, v de color loroscl¿rros f ...1. Tienen l¿rs frentes anchas y los cabellos rlegl'os v muy lla-r)os, y ningunzr b¿rrba ni pelos en ninguua parte cle l:r persona"s. Enlo que se ref'er'ía a sus capacidades mentalcs, existíirn

-descle el pun-

to de vist¿r de Or.'iedo- diversos grados clt' r'at'ion¿rliclacl, pero encualquier caso estos pucblos de las Incli¿rs el-¿rlr rrrit'rnbr'<ls rlc la r¿lzir

llunrana.Segrin Oviedo, el medio americano era ltuc\'() \'('\lllul(). ¡rt'r'o los

pueblos que lo habitaban pclclían identificarse c()n)() llrruurnos \',

en consecuencia, también resultaban cornparables ¿r los rk:l x'sto rlt'llnulrdo. La misma insistencia en la novedacl clel medio natural clc las

Inclias % en contr-aste, la hurnanidad fund¿rmental de sus habitantcs

! I{ernárr(loltés, (h¡ta.s\d.otunt¡ttt¡t,ed.NlalioHelu;intiezSárchez-Bal'b¿r.!Ii'xi-< o, Polr'ír¿r, l9tiit, ¡r. I 11.

:r Er-wirr \{hlter-Pal¡1, l¿¡,r montt¡tenkts aryuitertonitos tk'l,u Espuñok¿, 2 r'ols., (liuclacl

Tlulillo, Seix v Ban'¿rl, 1955, rol. I, p. lil.I (ilist<'lbal (lol<in, l'¿xto,; ¡'doturttntos totnltlttos. ed. (lonsuclo Var-ela, N4ach-irl,

Alianza, I992 (2'c<I.), p. 224 (car-ta a Lrris de Santrilgel, li¡ cle fébrero cle 1493).

'' Gorrzal<¡ Fclnándt:z Ovieclo. Sunr¿rio dc Lu nuturr¿l hisk¡ia de lus Inditc, ed..fosé\tlir-lrncla, N,léxico, Fc¡rldo cle ( jrrltrrr¿r Ec onórnica, 1950, p. 91.

2l-¡o '2 r--t7

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tittrlrgcrlrs sc rr'¡rirc crr l,r:rnr isr o Lo¡rr.z rlr.( ronr:rr:r. (lui(.n :r rlilr.l'('ll('i¿l(l('()\'i('(l()-tt()l('ltt:l('\l)('ticr¡r'ilrrlr'¡rrirrrr.rit nt:urosollr<.r.1Nttevo Mttllrlo, IX:l'() Iull)ía lt¡rrcrrrlirkl rrrut llo lr( (.r'(':l <1t. i'l ¿r l nrvris <k.su estrecha relación cotr Hct-lr¿in (iorli's. lln lir <lt.rlic¿rtori¿r ir ( lirrlr¡s Vde la primera parte de la Historiú g?nuel d,e Ln' In d irt.r ( l bl-r2) , (]<inriu.irafirma que sejustifica por sí mismo que el Nuevo Munclo sea c:rlific¿r-do como tal "por ser todas slrs cosas diferentísimas cle las clel nuestr<¡.Los animales en general, aunque son pocos en especie, son cle otramaner-a; los peces del agua, las aves del aire, los árboles, fnrtas, yerbasy grano de la tierra, que no es pequeña consideración del creador,siendo los elementos Lrna misma cosa allá y acá,. oEmpero

-prosi-gue- los hombres son como nosotros, fuera del color; que de otramanera bestias y monstruos serían, y no vendrían como vienen, deAdáno'i.

El principio cristiano fundamenral de la si'g,laridad de la crea-ción y el linaje comúrn delarazahumana quedaba así preservado. sinembargo, habría siclo más difícil de mantener si la civilización ellro-pea no hnbiera absorbido ya el concepto de una d,iuersidndesencialdentro de un rnarco seneral de unidad. Enfrentado a la novedad delas extrañas fauna y flora americanas, Gómara podía recurrir en últi-mo término a la admiración ante la variedad y fertilidad infinitas dela creación divina. oviedo reaccionaba de modo semejante: oeuan-to son más varias y cliferentes

-escribía- tanto es más hermosa lanatlrra"T. Las diferencias físicas y culturales más eüdentes e inmedia-tas entre los pueblos de América y los del resto del mundo conocidosuscitaban una respuesta comparable. Los orígenes de la diversidadhurnana podían remontarse al arca de Noé y la torre de Babel. Todoesto hacía más fácil a los observadores europeos cle América asumirla existencia de diferencias significativas entre los pueblos de la Tierrarespecto a apariencia y costumbres, y también ayudaba a amortiguarel irnpacto de la novedad de este extraño Nuevo Mundo.

Así ptres, tanto la naturalezacomo el hombre americanos se intro-drrcían en Lrn molde mental europeo preexisten te q.uizácon una fa-ciliclad excesira corrro para provocar un esfuerzo intelectual profundo

tir,,dir¿s T.{iitri,!:KÍ{!ii!. tt¿s

' ,tr¿ d,ellp IntJie Nouc. o a()orza les, Ricciarcli, l97b In_dia.s nu,eaas. De Cristól¡nl, Colón a Gonzalo I'nnlínd.ez d¿ Ouictlo, trad. Antonio Alatorre.México, Fondo de Cultr-rra Económica, 1g781,p.270.

('n un:r f :tsc lcttr¡)r;ur,r (lcl rlcsr rrlr irnictrlo y l:r r r¡lr¡rriz:rr iorr r¡rrr'¡rt'rrrrili<'rrrllt'r.lltr ir(()nrl)rcnrlct cl cltt'¿it'lcl'nu('\'()t'<lislilttr¡<lt';\nltit'ic¿t.l rr< lr rso lo lr rlril r liclu n('n t(' n u('\'( ) ¡rorlía vet'sc clcsproüsto cle rnucha desrr ¡rrrrrzirrrlc rlr¡r't'clirrl t:orr cl hallazgo de algúur pllnto de referenciar k'rrtrrr <lt: l:r lrclcncia cristiana y clásica de Europas, así corno la rnisrna cli-vcrsirl¿rrl ¡roclí:r ser preser]tada como rasgo integrante del gran planr livin<¡. Un buen ejernplo de la incapacidad para ponerce a la altura delrtl o ¡rluntezrclo por el carácter clistintivo de A¡nérica se halla en la obrat'sclit¿r lr¿rcia 1570 por Tomás López Medel De los trcs eletnentos.'fru.todo

stltrc lo naturaLeza.l el hotnbrc d¿l nt¿euo mundót.Hrulanista en cierta medida, López Medel se había educado en la

I Iniversidad de Sevilla antes de pasar aAlcalá de Henares para estudiar<lt'recho canónico. Estuvo en las Inclias de 1550 a 1562, sirwiendo comooiclor primero en la Audiencia de los Confines de Guatemala y despuéscn la del Nuevo Reino de Granada en Santa Fe cle Bosotá. Su tratadoI)e los tres eknmntos, que no apareció irnpreso hasta una f'echa tan tardíacorno 1990, es una descripción del Nuevo Mundo americano, al quese aproxlma coll clerto candor, corno puede esperarse del título, porrnedio del aile, el asua y la tierra (esta úrltirna incluye sus habitantes).López Meclel se ellcllentra claramente fascinado por la difurenciadefunérica, sobre la que hace frecuentes cornentarios, pel'o se dernuestradel toclo incapaz cle hallar explicaciones para ella. Al hablar, por ejern-plo, cle la atuencia de tligo en A¡nérica antes de la llesada de los espa-

rioles, escribe (que en todo puso Natur¿rlez¿t tanto cliscrirnen entre elrnundo de acá v aquél que no sin admir'¿rci<in k¡ consicler¿r ull entell-climiento discurriendo por ello". De mancra part'<'irla, <'rranclo trat¿r

de la inexistencia en las Indias de tantos ¿11i¡1¿lg¡; -r'aballos,

t'k'f lrlllt's,carnellos- que se encontraban en los dernás contincntcs, no ¡trr<'<lt'hallar ninguna explicación, aparte de que quizá la Nattrralcz¿r s('('st1l-

ba conteniendo para que prrdieran ser introducidos allí torlos ¿r lir vt'za continuación de la llegada cle los europeosr0.

En lo que respecta al rnedio ambiente, sólo quizá conJosé cle Acos-ta, ya muv a finales del siglo xvt, se encllentra un intento profundo ysistemático de aprehender la extrañeza del rnundo americano. Oüedo,

I Véase Michacl 1-. R'r'an, "Assimil¿rting Nerv \rlt¡rlds in the Sixteenth and Seven-teentlr (lentrr ries" , Cont Pr¿rr¿liue Stud,ie.s i.n. Sot ieh¡ utul. H islor ¡-,23 ( l98l ) , pp. 5 l9-ir38, enp. 524.

!) Ttrnrás López lvledel, I)e las trcs elenentos. 'fruttnd.o sobtp la nalurale'.n. \ rl ltom,bre dclnuar¡ nundo, ecl. Be r-t¿r Ar-es Qtreíja, Maclricl, Alianza, 199().

t(t lbi(l., pp. 155 v 138.

2ó8 23!)

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:urn(lu('( llullnr('ul('( ()ns( icrtlc rlc l;r .,tt,rvcrl:trl.' rlcl Nrrcro l\lt¡ntlorr,llitl¡íit si<kr t'st'ltt'iltlrtr<'nl('lnr r¡lrscrr':r<lor v urr < rr¡rrisl:r:r llr nuur('ril (l('Plitrio el Viejo. ¿r llr('rlr.r(l() <'onf rtn<li<k) lx)r.su ittt llllt'i<ll<l rk'< orn¡rx'rr-cler, pero que equiparab2r lo c()n()ciclo ('()r) l() clt'scr¡rrot'irlo sit'rrr¡rn'<¡rrr'era posible. Acosta, por el contral'io, se esfor-z¿rba t¿lllt() l)()r-('()lnl)l'('n-der como por explical'. A veces tenía una corlciencia ¿rguda rle la rlif <-

rcncia c:ntre América v Europa: "Tiene tarnbién cuasi cu¿urt¿l tierl'¿l \,( )

he visto en Indias, vecindad de sierras alt¿rs por rul cabo o pol'otr(), v

algunas veces por todas partes. Tanto es esto, que much¿rs veces dii('allá qrre deseaba verme en parte donde todo el horizonte se termin¿rs('con el cielo v tierra tendida, como en Esp:rñzr e n mil campos se ve. per()jilrnás me acuerdo haber visto en Indias tal üsta ni en islas ni en tierrafirne, aunque anduve bien más de setecientas leguas en largo"r2. Nose encllentran aquí los parecidos strperficiales entre España v Nuev:tEspaña que Cortés descubre con tanta facilidacl, y si Acosta halla algtr-no busc¿r trna razón para él: "La tierra que rnás se parece a Esparia y zr

las demás regiones de Europa en todas las Indias Occiclentales es elreino de Chile, el cual sale de la regla de esas otras tierras, por ser fire-ra de la Tórricla v Trópico de Capricornio su asiento'1 i.

La descripción y clasificación del meciio natural americallo era ullreto intelectual para quienes, corno Acosta, se preocupaban por lasdisparidades existentes entre lo que veían con slrs propios ojos v lo queles había enseñado la cosmografía tradicional. Con todo, carecía de laurgenci:r v la inmediatez del desafío que constituía la naturaleza de loshabitantes de estas rluevas tierras. Estas sentes representaban un pro-blema práctico inmediato. Después de haber siclo sublueados, teníanque ser convertidos v gobernados segúrn fbrrnas que los debían adaptala las normas v expectatir.as europeas t'cristianas. Prollto, en cuanto elprimer momento de entusiasmo hubo pasado, se hizo evidente queello no era tal) fácil como en un principio se había previsto.

Ya en los primeros días de Ia colonizaciót cle La Española, fi'avRamón Pané había observado que algunos cle los h¿rbitantes indíge-r.rzrs acept:rban la conversión al cristianisrno con clociliclad, rnientlasque otl'os no. (lon éstos, escribía, "hay necesid¿rd de firerza y de inge-

f r ¡\rrthorrv Pagclen, litropeun llnrounter.s tuith f h.e Nnu Wotl¡1.: fi'om Renrti.ssann' t.o

Ronunticisnt, NervHaverr (Connecticut) r'l,onclres,Yale fJnivel'sitr,'Press, lt)93, Jr.58.r1

.]osé de Acosta, Historia nttunrl .y' noral d.e las Indias, ed. llclurur-rclo O'(ionnau,2" edn., tr{éxico v Buerros Aires, Fondo de Cultura Económir¿r, l(){}2, p. 126 (lib. il,ca¡r. l -t)) .

ri lhid.. pp. 13{)-l3l (lib. 3. cap. 22).

nr,.lx)r(lu('rro lr¡rlr)ss()nrosrlc t¡n:t ntisttt:t rt.tltt¡.tlcz:t ". 1',:;lcsitlrrif i'

r.rlt\r) I('( ()n('r itnicttl() tlc r¡ttt'..n() l()rl()s sr¡iltr¡srlc t¡tllt illisllltt nltttt-r.rlr'.t.r ilr:r:r st'r un 1trnrlr <l<'<l<¡lll<'lilo. l'or tut l¿ttlo, ¡toclíaclarpierr ¡ lc lrcr lro lo lrizo) u rula invcstigacirin concienzuda por parte de losI r , n lcs sol¡r t' ¡ror' <¡rri' algunos pueblos cle las Anléricas parecían rnejor, lrrl ¡r rcstr )s ( lr r(' ()l l'()s a accptar- las verdades clel evangelio cristiano v.rr l.r¡rt;rr s<' rr llrs ll()nnas cl-istianas de condttcta, estitnttlándolos así a.unr.rr cl ..irrgcnit)> a la "firel'za" en sus campañas evangelizadoras.I', r o t r : r ¡ xr rt t'. abrí¿r la posibilidad de trazar una tajante línea diviso-r r. r. ( ( )r r los cspañoles y su descendencia a un lado, v al otro los pueblosrrrrlrlicnlls <¡rrc podían agruparse indiscriminadamente bajo el norn-l,r c qcrrtirir'<¡ de "indios" y considerarse en ciertos aspectos como,l.lrt icnlcs l)()r' <naturaleza'. I-as doctrinas aristotélicas de la esclavi-trrrIrlrIrrlirl ¡l<ldíanadoptarseentollcesparajustificarsrrtratarnientor , )n r( ) ¡lrrt'blos inferiores.

I ,:r lsorrrll'osa diversidad de los pueblos del Nuevo Mundo se habíalrlr Iro t'r'iclcrrte desde el rnomento en qlle Cortés v sus seguidoreslr.rl¡urn l)r.lcsto pie en la,{mérica continental. Resultó obvio para ellos, ¡rrc los ptreblos del Yucatán y clel valle de México ofiecían utr srado,lr' . ¡rolicía" srrperior a cualesquiera otros qtre hubieran encontradol,,s cs¡rirñoles en el culso de sus descubt'ilnieutos. Enfrentados a unar.rr it'<lircl cle lenguas extraordinaria, la primera geueracióu de frailessc cn¡'qultrci cAra a cara con la cliversiclad esencial cle los pueblos asig-rr:rrlos a su cuiclado. Sns investigaciones histór'icas s()l)r'e l¿rs autigrrasr ost rurrlfres v tradiciones cle sus rebaños sólo sit'r'it'r'on ¡nlit t e f irlzar-l,r ¡rt'r'cepción cle la cliversidad indígena. Esta pert't'¡r<'irirr, :t stt x'2, lt's,urirrraría a cla,sificar los prreblos de las Améric¿rs s('etir) stt rtivt'l tlr'lr:u'l rirrie o civilizaciól-1. Las (lasas. sin clejar cle irrgurttcttl¿tt'obscsiva-nr('nte a fávor de la hurnaniclaci \/ la racionalidacl cle toclos los ¡lrclrlosr lt' lrrs Arnéricas, trazal¡a con cr¡idado clistinciorles entrc ellos al intt'rr-t:rr rlefinir el sienificado del ténnino "bárbalo"15. En los úrltimos ¿ños,lt'l siglo tales clistinciones animarían a Acr¡sta a proponer str escal¿r

cvoI rrtir,a de la civilizaciórt | [.

Si bien la inherente clivelsiclacl cle los pueblos de América sugería:¡ los obserryaclores n-rás sensibles rura diversiclacl eu los lnodos cle apr-oxi-

| | Frav l{zul<in I'a¡é, Iltlotititt o(n'ilí ile ltts a.ntigüetl.ud¿s de los indios, ed..lost'Jrran\r r orn, México, Siglo XXI, lt)7 {, p. 5ir.

ri Fra\¡ B.lrtolonré de las C:rsas, Apolog'ítittt. h.isloria sutturitt, ecl. Edrnrrncl<l( ,'( ;()nilan, 2 r't¡1s., Méxit'o, Porrri¿r, 1967, II, pp. 637-6,18.

tt; Hi.stotia nalutn[1t moral, ¡'tp.323-:]24 (lib. 7, cap. i3).

'2(;O 2 (;1

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ln:r( i()lr:t cllr¡s:r l;r lr¡z rlc srts r(':il)('( lir';rs silu;rr iorrr.s l,rr .¡lr.s, l:rs ¡rrr.si,rll('s (lll('('lll;lll;ll)llll lltltlo <lc llt rttistn:t l',s¡r:rrr:r ( ()nt() rlc l:rs sor ir'<llrrlr.s<'<¡l<¡rtiirlt's('tt (l('sill'l()llo ¡rrrr<lrrr'í:ur un:r lut'r lc lcrrrlcnr i:r lr;rr i:r l:r It'-ducci<in cle esta helr:rrrgrlnt'ir ¡lollllrci<in in<lígcnlr lr rullr r¡lrif irrnli<llrrlal mettos nolnin¿rl. L¿r tnislrra crlll)r'esa rk't'r'islilnizilll()s c irlrlrr<'irlos lr

adoptar las norrnas de conducta europ('lrs tcn<lílr lr t'rn¡ttrjalk)s ltecc-saliamente en Llna dirección ruriforme. Al nrisrn<¡ ticrn¡t<1, los ciunltiossociales y demográficos, la política laboral v fiscal cle l¿r colona, y lasreacciones de los mismos pueblos indígenas ¿r la dramática transfbnmación de sus üdas a medida que emisraban a las ciudades y entrabanen la órbita de la comunidad colonial, tenían el efecto de borrar algu-nas de las viejas distinciones y reforzar la imagen típica del indio.A principios del siglo xru el dominico frav Gregorio García podía es-cribir: "Quien hubiera tratado los Indios del Pirúr, y Nueva España,hallará que reducidos a su natural v costumbres, todo es un Indio,r7.

Confbrme avanzab^ el siglo x\/r, esta imagen se fne haciendo cadavez más negativa en su evaluación del carácter indio y de sus perspec-tivas de mejoramiento. La evangelización no parecía haber ido másallá cle la superficie demasiado a menudo. Tál como eljesuita Barto-lorné Hernández escribió aJuan de Ovanclo en 1572: "De los incliospuede creer VS [...J que por la mayor parte se están corno los morosde Granada, y que los más a tod<ls sólo tienen el nombre cle christianoy las ceremonias exteriores, y que interiormente llo tienen conceptode las cosas de nuestra fe, y lo peor es que no tienen pía afección a

ellas, sino que todo lo que hazen lo hazen cumplidos o por miedo queno les castiguen"rs. Corno resultaclo surgió Ltn consenso crecientetanto entre los religiosos y los oficiales esparioles cotno entle los crio-llos (quienes tenían sus propias y buenas razones para minimizar lacapacidad cle la población indígena) en que, segúrn palabras de Alon-so de la Vera Cruz, "incluso los más sobresalientes entre ellos si soncomparados con nuestros españoles se les encuentra deficientes enmuchos aspectos>tt). Esto sugería que la respuesta apropiada consistía

r7 ()r'egor-io (]arcía, Origen d,e los inclios d,el Nueutt XIundo e Ind.ius Occid.cntales,Yalcn-cia, 1(j07, ¡r. 109 (hat eclicióIr Ittc¡tleLr.t¿r, ed. (1. Bacier-o ¿lr¿1., IVIadricl, Oolsejo Supe-rior- rle Investigaciones Científicas, 2005).

l8 Antouio de Egaria, .I-a visión hulnanística clel inclio arnericaro en los prinrerosJestrit:rs penr¿uros (1568-1576)", ,lnalerta Ovgoñnno,70 (1954), pp. 291-306, en p. 302.

It) Citado enJ. H. Elliott, Sprin and it.s Workt. 1i00-17()0, Nerv Haven (Connecti-crrt) v Lonch-es, 1989, pp. 52-5ii fb).sltnrit 1t su nundo ( 1500-1700), tacl. Ár.rgel RiveroRoch-ísuez v Xavier- Gil Pr{ol, I\4adrid, TauLus, 2007, p. 8l l.

( n un:r lulcl:r r:tsi ittrlclinirl:t ¡l:tlt g('nl('s (lu(', ('n cl trrcjor rlc lr)s(:ui(ts,('r:ilr l)()( () llllls (lll(' 1ilil()s.

l,,x:rclrurrt'rrtc t'rr r'l rnistrt<¡ nr()nr('nl(), l)()l'lltltt(), ert el qtte la Inez-r l:r ¡rr ogrcsivir rlt' srurgr-r: in<líge na 1' cspairola estaba creando unanrr('\'il lrrzrr rlt'nlr:stizos, las clistinciolles entre los descendientes decs¡xr rrolcs v los clasific¿rclc¡s corno indios se iban haciendo más este-

r cot i¡xrclas v tr¿rzanclo cle una manera más tajante. El propósito declt'r'iu'¡r ('stos a los niveles españoles de civilización era, según se llegóil ('r'('cl', ul1¿r elnpresa condenada al fracaso. ¿Por qué, sin embargo,lr:rlrí:r rle ser así? ¿Qué era lo que impedía a los indios transformarsecrr cs¡rirñoles?

I Ina explicación posible era lo sobrenatural. El diablo estaba al:r< t'cho en América y retenía a los indios en su servidumbre. Sin em-lr:rr'r¿o, había eüdentes diferencias tanto físicas como psicológicas en-t rt' lzr población indígena y los españoles y sus descendientes nacidost'rr América, que pedían -y recibían- una explicación "natural>. Larlit'erencia más obviamente inmediata era sin duda el color de la piel,tul como había señalado Gómara. Aunque la negritud poseía una serie(le connotaciones negativas en el pensamiento elrropeo clel siglo xvt,v en particlrlar se había llegado a asociar- estrechamente a la maldiciónlríblica de Cam, el color de los indios, descrito tanto por López Medelcomo porJuan López de Velasco como .de membrillo cocho"20, nolos condenaba de por sí a Llna condición de inferioridad natural.

En realiclad, para López Medel, "los qtte están apartados de lostrópicos poco difieren de nosotros en el color.Ygentes y naciones havmuchas harto blancas, y lo serían más, sino que aquellas gentes, toclt'¡s

ellos y ellas desde su niñez hasta que mueren, se críall por:tqut'lloscainpos>?r. En la medida en que su color era consider:rclo t'<¡rno t'lresultado de la exposición a los rayos de un sol ardiente, ?rpenlls r'('-

presentaba un motivo para la discriminación. No todos, sin eurbarso,estaban satisfechos con la explicación tradicional de las difereuciasde color. Para Gómara, al tratar del color de los indios, <este color es

por naturaleza,rro por desnudez como pensaban muchos". Dado quelos pueblos que habitaban en las mismas latitudes eran de diferentescolores, "es opinión qlre va en los hombres, y no en la tierra". "Quebien puede ser, aunqlre todos seamos nacidos de Adán / Eva", prose-

!0 López Medel, De los tres elernentos, p. 204;Juan López de Velasco, Geogufía y

desrripción uniaersal de las Ind,ias, ed..ftrsto Zaragoza, Madrid, Fortanet, 1891, p. 27 .2t Lóper- Medel, De los ttys elcrnentos, p.201.

'26'2 '263

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Itlll:1, rii lrit'll vcl¡t <'lt cllr) ttt('tt():i rnrit (:ulsit rlr'¡rtcr'( ul).t( t(ln (lu(. lntlll()li\'(t ¡r:tr:t;trltrrir:ttsc tlc l:r rlivirrlr ..orrrni¡rr¡lcnt i:r vs:rlrirlrn r;t ('n llutdiversa varic(lil(lrlt: <'r¡lor.t.s <¡rr<.ti<'rrt'n lr¡s ltor¡rlrrr's,,r':'. Itr¡lr vt,z nuisia aceptación de la clivel'sirla<l llirllíu ¿l('u(li(l() al t.cs(.ilt(..

En el siglo x\l, al menos, era cl cristi¿ulislr)() r'l¿r civilirlir<1, :lllt(.s (lrrcel color, lo que dif-erenciaba principalmente al español rk:l inrlio ir loso.jos clel primero. Al tratar de explicar por qué ostensibrernc:ntc lamavoría de los indios no lograba adaptarse a las normas espariolas enningtrno de ambos aspectos, se recurría cadavezmás, a rnedicla queavanzabael siglo xvr, a Lrna teoría de carácter esencialmente determi-nista. Era la teoría clirnática, segúur la esbozó Bc¡clin en particular enstt Methodu,s ad facilern historiarunz cognitionem ( 156b) \¡ qlre conoció unaanrplia diftrsión a partir de finales del siglo xvr sracias alas Relazioni'un.iuersali de Cl'iovanni Botero, elt extremo influyentes.

La teoría del clima como explicación de la diversidad de la natu-raleza hurnana no er-a ciertamellte nada nlrevoe:t. Existía una vigorosatradición clásica y medieval que explicaba la diversiclad humana ba-sándose en las ideas de Hipócrates y Galeno sobre la interacción cleconstelaciones, clima y temperamento. De esta tradición echabamano Isabel la católica cuanclo pronunció str famosa réplica a colónal ser infbrmada de que las raíces cle los árboles en la isla de La Espa-riola no eran profundas: "En esa tierra, donde los árboles no se arrai-ean, Iloca verdad y menos constancia habrá en los hornbLes,2r. TárnbiénLas casas recurría a la teoría arnbiental, si bien colno era preüsible lainterpretaba exactamente al revés que la reina, cuando argumentabaque la zona climática en la que estaba situada La Española la hacía unlugar ideal para el desarrollo de la mente humana y por tanto para laracionalidad de sus habitantes indígenas2r.

El determinismo inherente a la teoría climática corno explicaciónde la conducta hurnana se veía moderaclo en cierta medida por la

:2 L<ipez clc (icinral-a, I-Iistoriu gener.nl de k¿s lndir¿.s,pp. 28g-2gf).::i Véa*e Mat'iar-r.f.'I'r¡r¡ler'. .Boclin an<l the l\leclie.ral Theor-r,r¡f (llilrrate ", ,\l¿r¿r-lun.28 (1953). pp. {iJ-tt3.

!r ()onzaloFernándezcleovieclo, Histo¡irtgenernlynn.tut'nl.d.ela.slndiu.g,irr.ols.,Biblioteca de Autt¡res Fisparioles, 117-121, i\{adrid, Atlas. lgl-r9, l, p. gl. Citado másarriba, p. 212.

ira l¿isl.ot'ia .nrna,ria,I, p. I lil v ss.;Anthonv Pagclerr, 'thl Íult rlfn Ind.inn and tl¿e Origin:; of (innpamlitre Ltltnologl, (iambridge,ess, l9lJ6 f [,a cnidn d.el h.otn,hn n.nhtrnl. EI indio ttrnerirano ¡ los

orígencs dc kt etnología nnltrtrntitta, trad. Belén Llrrutia Domínsuez, Maclúd, Alianza,19881, pp. 137-139.

rrr.rr.sirl:rrlrlcirrllr¡rlrrtrr r.rr¡:rlrlcs¡t¡llttl;tl<'stolrcl lilrtlccr¡rlrr:tl llts

olrvi:rs rlilt'lcrr< i:rs cntrc l:rs r oslrunl¡tcs <lt'los <lislilrlos ¡rrrt'lllos tlttt'r ivr:rrr t'rr siruillu cs < onrlir ir¡rrt's t'linttitit'as.'['irntbiérr ct'¿t lrritiqerclo de

\'(.r (.r) r'rurn<lo por lit t'l't't'tl< ia tlc qtte el ttlistno clima poclía ser alte-

lrrkr ¡lor inlt'r'r,etrci<in tlivirut. Oviedo, por ejernplo, argumentabzr que

,'l tit'nr¡ro l'ritbía tne'joratlo v los huracanes habían cesado desde quer.l Sirn I ísilno Sacr¿rmeuto había sido instalaclo en las iglesizrs y mon¿rs-

to'i<¡s rlc Santo Domingo en la isla de La Españolalo. A pesar de todo,ll tr'or'ía, por más qtte ruclimelttaria, no deiaba de ser uu arma a la('sl)('ra de ser emputiada, .v desde mediados del siglo xvt iba a tenert'l<la vcz ntayor inflrtencia al moldear los.ir-ricios de los espatioles nos<ilo solrre los indios. sino también sobre el nútmero creciente de co-

lr¡nos de origen español nacidos eu las Inclias.(lomo eiernplo de las collsectlencras etl poteucia delastztcloras de

lir teoría clirnátic¿r de cara a una evaluación negativa de los indios y su

ca¡racidad para el cristianismo y la civilidad, o "policía", se pttecleuIrrlucir las palabras escritas en 1569 a san Francisco de Bor-ia POr tllljcstrita, el padre Luis López. Éste erzr pesimista en cttant() :t lirs ¡le rs-

¡tectivas de couversióu auténtica, etl parte debido a la couclucta tte los

mismos españoles, quienes considerabau a los indios no hombres siuo

bestias, pero también debiclo a la inconstaucia irldia: <gente facilísirna

cle creer v más fácil para volver atrás, inconstantísimos, vicio qtre atodos los que nacerl en esta tierra es natulal t...]. El cielo, de sttyo, está

en esta tierra iufltrveudo cuatro vicios principalmente en todo género

de gentes, que es sensttalidad, avaricia. soberbia, v irrestabilidaci erl

los que nacen eu ella":7.En lo que se refería a la fisiología de los indios, dut'¿rnte las sis¿tticl't-

teS décadas tal doctrina se petrificó en clogma. La hrtntetlacl lt¿tltll-itl

de las Indias, una par-te del mundo qtle se percibía cada vcz lttlis t:oltl<r

dominada por constelaciones negatiras?s, había debilitaclo a los itrclios

1'los había convertido en flemáticos pol- temperalneuto. Esto a srt vez

podía ser utilizaclo para.iustificar sisternas cle trabajo coercitivos.Juande Solórzano, por eiemplo, argLrrnentab¿r eu su influl'er¡e Polítito.

26 Fernández de Ovie<lo, IIisloña guernl \ nnlurr¿L,I, p' 147.17 Citado en Egaña, "f,a visiól htunatrística", pp. 301-302'2* Po. ejemplo, pal-a Ac()sta, segÍrrr cita.folgc Cariizares-Lsguert'zr, "Nerv

rvlbrlcl,

New Stars: Patriotic Astrolop,and the Invention ol Inclian aud Creole Boclies in (]o-

Iorrial SparrishA¡ncrica, I600-t(i50", 'lncritnn Historirnl Ratinu,ll)1(1999), pp.33-ti8,errp.4S,reirrr¡tr-es<-rensu.\'¿¿lr¿rz, h)npiruand.Nation:I)xplorationsrtl theHi.storyof ,Srienre

i.n lh.¿ Ibcriun Ift,lr1, Stanfold ((laliliruri¿r), Stanlc¡r'd [.'t-rivclsitv Press, 200(i. cap. -1.

'261 '267¡

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nttlttt,ttt (ltt(. ,.('l l,r.gisl;rrl,rr, r¡rtr.(.s.tl(.nlr), \ ll u(lr.nlr., rlr.lrr.r,;r¡ i:rr srtsttIutrl:tl.,s s('gilil l:rs l{r'gion('s, lr ( u\o ¡,,r\ r(.rno los r.rrr :rninir,,. l,,sr<,t't'lt t'l lllolir'() l)()l t'l <¡tt<' los golrt'r n:url('s rlr. lr¡s:rrl(.( ils t,<l¡ l¡¡s i¡lr.¿ts.allte itltlir.'itlrros r¡ rrt'(.I'an .ll()i()s (.¡ g.t:l¡ ¡t:¡l(,t.:t,,l6s lrrrlyiliz¡r.<lllpara grandes ()bras prilllicirs, \, lx)1.(.sil nusnl:l (.lus1l r.r.srrll¿rbir t.¿tz()t)¿t_ble que los españoles exiqier¿rr tr'¿rr)ill()s ri¡l'z¿rrkrs <lc clr.s:r,.

Este determinismo ambiental er¿r ur)ir rn¿rl¿r notici¿r par¿r los indios,pero también lo erapara ros crioilos, co'o pro'to se iba a poder-obser-var. Gracias a la obra de Bernard Lavallé y otros sabemos que lapalabra riollo,usada primero para los negros naciclos e'las Indias, secomenzó a aplicar por la década de lb60'o sóro a negros, mestizos yrnulatos, si'o también a los hiios y nietos naciclos

"r, A-éri.u de pro-

ge'itores españoles. Los oficiales peninsurares q*e llegaba'a las In-dias a mediados del siglo xvl comenzaba' a trazar dif'erencias entreellos rnismos y los españores nacidos en América en detrime'to deestos últimos. Segúrn el goberr-rador provisional de perú, Lope Garcíade castro, estos criollos de pura ascende'cia española a.ur, u.,rrq.,aespatioles, españoles .decaídos,: .la gente de esta tierra es otra quela de antes"rr0. ¿Qué otra causa podía tener esta decadenciadecadencia tanto física corno pe¡¿l- sino el medio arnerica.o, au-nado a la vida fáctly regalada de ros descendie'tes de los co'quista-dores que se habían criado y hecho acr'ltos e'el Nuevo Mund.o?

Ya en una fecha tan temprana como rSz|JuanLópezde velasco,en str Geograjía y descripción uniuersc¿r d,e ras Ind,ias,había argumentadoque los criollos que habían nacido yüüdo e'América habían llegadoa ser <corno indios" a ca.sa de la i'flue'cia del clima3r. por estoslnismos años, fray Bernardino de Sahagúrn escribió ras siguientes pa-labras en el libro X de su Historia gennar d,e ru,s cosr¿s de Nleua España:"Y no me maravillo ta'to cle las tachas y dislates de los

'aturales de

esta tierra, porque los españoles qLle en eila habitan, y mucho más losq'e en ella nacen, cobra' cst¿rs'ralas incri'aciones; ros que en eilanacen, muy al propio dc r<¡s i'dios, e' el aspecto parecen españolesy en las condicio'es ll<¡ l. s.'; r's q'e soll naturales españoles, si no

?t'.fuanclest-¡l<irz¿r¡l<¡rl't.¡r.ir:r, Irilíritttind.innn,5r,ols.,BibliotecadeAutoresL,s_pañ<rles, vols. ?,1-r2-21-r(i, Nlirr I r ir 1., \r lrrs, l,! )7.¡, I, pp. lZ Ll7 7 .:t0 Bct'tr¿tt'cl Liü¿tllt., I 'trs lttttntt'srtt ,,,,,1,¡r!t,t.s. Oriollisnto ct¡lon.inl en los A¡¿.es, Linta,Pr¡rrtif icia u.i'c'sirl:rrl ( trrrririr.:r rlt.l l,t'r.ri, l{)9it, pp. l7-lg (Lope c-.i" J. castro alpr-csitlt'rrtc dt'l (irrrs<.jo <1. Iri,li:rs. I <lt.:rlrr it rte tiróZ¡.:tr

.f .:rrr-l'irrr ltrrlrii's. ..Nt'rv \Ai ¡r rrrs :rr<l l{t..aissa'ce Eth.ology", Histor,,¡ anrl An-tluolnlogt, (; ( l{)1):t), ¡r¡r lb7 l1)7. t.r¡ ¡r. ltil). n. 10.

lr('n('rr rrtut lto:tt'iso. ir I)()( ()s;ur()ri:tttrl;trlos rlt'stt llctl¡rrl:r :r ('sl:r lr('r r:r

sc lr¡rr cn oll ()s; r'<'slo ¡rictts() (lu('lo lurt't't'l t lirrlrr, r¡ r'ortslt'lltcir¡rtt's tlt'cst:r ticrr:r',':r. [,as¡nllrllrirs<¡rtt'c:sct'illí¿rcn l(il2elclotnitricoJuanclelaI'rrcr r tt' r'onf i lnrirbilr) rrr)ir ¿rctitucl v¿r típica entre los españoles penin-sr r l:r r cs: .. lr r ll r rvr' <:l cie lo cle la Arnérica incoustattcia, lascivia y menti-r:r: r'it ios <k' los indios v la constelación los hará propios de los espa-rrolt's <¡rrc all¿i sc cliaron y rtacierono:t3.

,\sí ¡rrrt's, los cliollos se veían ahora abocados a un agudo dilema.l'or rrrrir l)alte , se encolltrabau contentos al ver la ínfima opinión queIcrrílrr rk'los indios confirmada por la creciente boga de explicacio-rrcs nrt'<lio¿rrnbientales. Sin ernbargo, al mismo tiempo se hallabanr lt'st's¡;clad¿lmente ansiosos por evitar ser metidos en el mismo sacor lrrt' t'llos pol'parte cle los españoles peninsulares, quienes va estabaun lrt:lncl() de menospreciarlos y privarles de los cargos y honores queIt's colrespondían por derecho como descendientes de los conquis-trrrlorcs v primeros pobladores de las Indias.

Fis de suponer que el dilema de los criollos se debió de agudizar:rrin rnás por la circunstancia de que fire precisamente por esta época,t'n el cambio de los siglos xu y xvll, cuando comenzaron a desarrollarsrr plopio concepto de una patr ia distintiva -el "paraíso rnexicano'<lc Bernardo de Balbuena, por ejemplo-. ¿Cómo poclían reconciliarsrrs propias afirmaciones hiperbólicas acerca de las slorias de su pa-r'¿ríso terrenal con el estigma patente de los efectos corruptores de ese

rnismo edén en aquellos que tenían la fortnna de habitarlo?La respuesta, en la medida en que se pudo encontrar rura, radicaba

en la combinación de la explicación climática y el concepto aristoté-lico de naturaleza. En su fámoso Examen de ingenio.s cle l117i-r,.f tranHtiarte de SanJuan, quien tenía mucho que decir sobre la lel¿tci<irt

entre clima y carácte¡ trata de mostrar a través de Aristóteles c¡trc lir

"naturaleza llo es otra cosa más que el tenrperamento de las clr¿ltr'()

cualidades primeras Icalor, frialdad, humedad y sequedad], y que éste

_ 32 Frav Bernardino clc Szrhzrgrln, Historia. gerternl d.e las rosns tle Nunm lislnñn, ed-Arigel María Galibar', -1 r'ols., 2" echr., México, Porrira, 1969, III, lib. 10, cztp.27,p. 160.

It:] Frar'.f rran cle la Ptrente , Ibru prineto d.e I.a ronueniencia d¿ l.a,s d,os nonnrquía.s taliálrr¿s, Madr-icl, 1612, lib. 2, cap. 35, p. 363, nota al nralsen. También citaclo por D. A.Bradir-rg, The I'ir.st Anprirt.'I-he Slxt.nish. X'Ionarcht, Crcole Pa.triols anrl tltc Libcrul Stnle,

1492-1,967, Cambridge, Canrblidge LTniversiry" Pr-ess, l99l fOrbe Indiuno. I)e Ia monar-

quíu rutólictt a kt. ryptiltlin triolk¿, 1492- 1867,trad.JlanJosé Utrilla, México, Fortdo cle(lultura Econónica, 19911, p. 298, ;- Cañizares-Essttella, "Nerv World, Nerv Stat's",p.46.

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2 (;(; '267

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T('s('l ilt:r('slr()(lu('('n\('n:r;rlitslilrnr,r:i(ortolt,iltrlr',rl¡r.u ''.Nocsl:tr llurr si llts irlr':ts rlc l Iulrr lt'rlc S:rr¡ lrr:rrr t'jt'rr icrr¡n irrllr¡r'rrr i;r solrrc llrsdcl ntétlico t's¡xtttol.ltuur (l(' ( l:ilrlt'rurs, (llri('n ¡lrrlllir r t srs l'trtltlt'tttrtt 1'

se(¡?tos nlnrouilLosos d( l(t.t ln.diu.t cn l,l-r1)l t'n l¿r t irr<lir<l (l(' M(i\i('():i. lr'lcaso es que en esta obra, irtgertiOsa ilull(lu('lr nl('nu(l() r't'l)trscarlir,Cárdenas argumentaba entre otra.s cosas quc l()s ilrdios lx)scíirn por'natru'aleza una constitución flemática. Los es¡rarloles, en c1.unbio, erande ternperamel)to sangrríneo erl esencia v si se establecían en las hrdiascualquier rasgo de aquel humor desarrollaclo por ellos v sus descen-dientes era purarnente accide ntal. En consecuencia, 1,a pesar clel im-pacto del meclio, la naturaleza original seguía siendo predominante.

De r,uelta en España, el clominico Gregorio García, que había pa-sado nueve años en Perúr, también trató de cornprender los el'ectos clelclima sobre l¿rs características físicas y psicológicas en el Libro II cle suOrigen de lns in,dios del nueao nLundo. En est¿-r obra exarnina la hipótesisde que los inclios fireran originariamente cartagineses que habíanatravesado el Atlántico elf una de sus expeclicior-res comerciales. Noobstante, trna de las objeciones contra esta tcoria, con la que arma unlío tremendo, era por qué los indios collternporáneos eran barbilam-piños v carecían en seneral cle vello. Una posibiliclad, que consideralarso y tenciido, era que los descendientes de estos primeros coloni-z¿ldores cartasineses poco a poco dejaran de ser peludos, *por la vir:tucl, inlltrencia y constelación cle aquel ayre )'cielo, y telnperamentocle aquella tierra". Explica qtre la lnavor parte cle las Indias se halladebajo dc la zona tórrida v es por tanto cálicla. "Este calor qtre allí re-vrla, y el avre cle aquella región inmutado del Sol qne rodea y cerca loscuerpos de los Inclios, conslrnlen cle tal rnanera el hnmor', o vzrp()rexcremer-lticio [...] de qtre se hazen los pelos cie la barba, que a penasdexa material de clue se hagan, v assí salen pocos, o nillgunos".

Sin embargo, corno el rnismo García seri¿rlaba, existe una posibleobjeción a esta teoúa: "si fuera veldadera, y cierta la causa que avernosclado, porque los L-rdios n(r tienen barbas, hiziera el nlismo ef'eto enlos hijos de los Esparloles que nacen en aquella regi<in, a qtrien llamancliollos: los qtrales gozarr del mismo cielo. de tut rnisrno a\/re , y cons-

:r{ .}rrarr Huirr-te de San.Jrran, Lxrnnen de ingenios lntn ln.s ritncius, ed. Rodrigo Sanz,

2vols., N'lachicl, Inrplenta La Rafa, 193{), I, p. I 13.:t" Está docrunentacl<) qu('un ejemplar c\el l'.xnmen rle irtgeni.os llegó a las lrrclias

corr la flota cle lirUil. \'éast' ( )¿rrlos Alberto G<¡tlzálet Siurchez. Los nundo.t del. I.ihn. XIe-

d)os rle d.i.firsión de lu rulttt¡u otti¡lrttlal en [r¿,s Ind.ias de los siglos xrt ¡'.ttzi. Selilla, Llniversi-clacl dc Scvilla. I 91)!), ¡r. 2 I r).

tcl;tr ir¡tt,t tlt'l llll\lll()l('llll)r'l:llll('lll(t(lll('11(¡z:ttt ltls lrrrlirls Scqttttt'l

\:ul (.()nscl.\,¿urckl con buenas comidas v manjares, como son carller.o'

t.:ll'()lt .u-, .on¡.,rrto cle teorías cotr el firl cle clef'ender a l<ls criollos cle

lrrs cirlurnnias ttredioambientales que pIetelldían clistingttirlos de los

t'spirñoles pettiusulares, rechazando

tlrcirin que los eqtriparaball c()ll los

lla trazado el desarrollo de estas teo

yir estaban sienclo clesacl-editaclas er-l la Egropa del sigl. \\'ll. l '1r llllttl-

f.^lezahabía hecl-ro los cuerpos y la fisionomía de los iltrlios ir |t't t,t'lt-

bleinente distintos de aquellos cle pura asceudencilt <'s¡lltitollt. ¡ltit rt-

tt.zrs qLre cualquier clif'erenci¿r físic¿r o telnperame¡tal <l<' los t's¡r:rttolcs

lt:lciclos err Alnér'ic:r con los peninsttlat-es era purallr('lll('itt ci<lt'ltl:tl.

c' inclttso de elltal I lllrl'

Atttt rleu lltearn es criollos

teuíau ciert atar ca Por ejem-

1tlo, el problerna cle los criollos am¿lrlralltzlclos pol uodrizas indias.

,A.uroi., leche no transtnitía ¿r las criatttras aquellos "delectc-¡s,-v cos-

tumbres pel-\'er-sos> que el'atl congéllitos en los iudios?:ts Pero si hacia

Clar-cí¿r, Otigen de lo.s i¡tdir¡.s rlcl ),[tteTto '\Itutrlo,lill.2, c?tlf. il, pp. 1+!)-154'

Cariizal'cs-Esgltel-r¿t, ( Nc'\\¡ \\rclrlcl. Nert, St¿trs".

Vé¿rse L:u'allé, Pront(.\(t,\ (tntl)igtt¿l's, ll' '[tl'

'2(;8 2 (is)

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tclsi{lo \\ lll los r r l,,llos lr,rll.ut lo1,¡,¡,lo t.sl,rlrlcr r.r .r \lt l)t()ll,r s;rllsl:rrr ir irl llr r lis¡r:r r ir l,rr l irtrt:t l:t c n lr t' r'llos l lr ¡s ir rr lios, lr.r ll:r rr lr :rr :rs:rr lo cr r

stl ()ll'¿l ('llll)l('sll: llt tlc r olr\'('n( ('r ;r l()s ('sl):utolcs ¡rr.nirrsrrl:rrr.s rlt'<¡rrr.llo el':lll l1l('il()s ltut('ntt('allr('il1('('sil)iilr()lcs r¡rrt' l()s tr:r<'irlr¡s \'( t.ill(l()sen la tnetró¡toli.

Es de notar que los c()l()n()s illelt'st's <lc Norlr.lnri'r'i('¿l lrrchzrb:rnsimultáneamellte colttra la rrrislrr¿r inr¿rgt'n r)('r.r.-¿l(iva v sr'\,eí¿ur consrl-midos por las mismas ansiedades. (lorn. los es¡riuioles, lles¿rron aArnérica con las habituales suposiciones sobl-e el irnpacto climáticosobre el temperamento y la constancia clel clitna en ctralquier latitudcleterminada:*r. El clescubrimiento de que el invierno norteamericanoera lnucho rnás frío que el europeo planteó algunas cuestiones clifí-ciles, pero no parece haber hecho mella en las icleas estableciclas. Enun sermón preclicado en Boston en 1689, cotton Mather hablaba entono ominoso de "la falta de educación dernasiado generalizacta entrela seneración que ahora crece, que si no se previene nos va a exponerde forma gradual pero rápida a ese observado tipo cle cleseneracióncriolla que cleprava a los vástagos de los europeos más nobles v respe-tables cuando se trasplantan a A¡nérica, +r). El medio arnericano y acle-más la proximidad a los inclios se consideraban casi universahnentecolno una amellaza pa[a las norrnas y valores europeos.

Para los espzrrioles de la rnetrópoli, y para los peni'sular.es q.ecruzaban el Atlántico para ocllpar los puestos que los criollos consi-deraban suvos por derecho pr-opio v eran motejados por éstos como

"sachtrpines", I:ls Indias etu,ndiferentes, y cada vez más. El mero he-cho de la distancia entre España v Arnórica -la duración y los peligrosdel viaje entre ambas- desempeñaba sin cluda su parte al ¿rcentuarel sentido de diferencia entre los dos mundos, si bien ovied.o se cli-vierte btrrlándose de aquellos "indoctos oyentes> que nrurca habían

:lf) I(aren Ol-clahl Kttppet-nrau, "The Prrzzle of the Anler-ic¿ur ()lirnate in thc Ear¡'(irlorrial Per-ir¡d", Anleriran Hi,storitaI Il¿'ttiarr (I982), pp. I2{i2-I28!1.

r0 C<¡tton Mather, "Election St'ru¡on (1689) ", en |'lt¿ lúh]l and tl¿¿ Grtr!.en: Sel¿rtuli\lrtssathu.sctt.s L'lrution Srrnt¡n.s l67O-t77i, ecl. A. W. Plulnstea(I, Nlinnca¡rolis (NIirrrre-sota), LTtliver-sitr'of Mit-nt's<¡tir I)n'ss, l9{)8, p. ll}7. Algrura I<¡rnl¿r u otr.a cle la ltalabr-acriollohabía entrarl<¡ en la lcrrr¡tut inglt sa hacia pr-incipios clel sielo xvrr, l)err) P¿u-eceqtre sólo en la clécacla cle I (ili0 l< ¡s oIiciales ilgleses, o los innrisr-antes r.cciérr llegaclos,enlPezal-oll a aplital el ltlnrtirto ¿rr'¡r1¿,¿l strs compatriotas naciclos e¡ el Oaribe 1,elc()ntinellte alnerit'ittto, o t'st:rlrlt'r irLrs ullí <lesrle llaría uruclro tientp<1. Oonro en lospritrtc'r-os arlos de llt Atlltít it rt t's¡r:tñoll. tarnbién poclía desienal ir krs negros nacidoscn Ar-uérica. Véast'(lult,l, Slt:urururs. -llllelish-B()m ancl (ll-eole Elites in Tirln<rf-the-Centrrr'\'Virsilria., ('rr'l'lr:rrl \4'. l:rt<'rurrl Davicl S. Amrnermarr (eds.), 7'lie Ohesnpenke irtth,c Sapntrcntlt. (lert,tt'. Nrrr.r:r \irr li r Lrrldres, W. W N.rto., lgZg, p¡r. 27+2g6.

csl;trlr¡:tllrt .( r('('n r¡ttc l:ts lrrrli;rss('r;ur ( r)nr() un t('tnorlt'l'r¡rlr¡tl:rlorl<'N:rr';rnrr"rr.(l¡nlo<lt¡, lonr:is¡rrrrlltrlrlt'('nt(lu(':rl llcr.l:rr ¡ror ¡lrirrrt'r;r \'('/ :r llrs lrr<litrs los <'s¡xrrr<ll('s (lu('lrrs collocíirn s<ilt¡ <lc <líclas se lle-\;rr iur llllll s()l'l)l'('sil, y ('a(la vez nt?lvor a rneclida que la llueva sociedadr ,lonill t'onlcnzab¿t a surgil'de las ruinas del mundo anterior a lar orr<¡rrislir..f rran de Palafox escribió unas reveladoras palabras erl Llna( ;u ta ¿r l.'eli¡re IV en 1642: "Yo creí que sabía algo de las Indias conlr:rlrcr st'l-r'iclo a Vuestra Maiestad en ese Conse.jo lcle las Indias.l trece:u r ( )s, l)('r() aseguro a Vuestra Majestad que es dif'erentísirno verlo quel('('l'l()" l2'

No eran úrnicamente los paisajes y las estrellas, o incluso los mis-rnos indios,lo que diferenciaba el Nuevo Mundo del Viejo: era tam-lririn l¿r rnezcla de razas v el carácter v comportamiento de los que enlrr clnersente sociedad de castas se hallaban establecidos con firmezat'n la cima de la.jerarquía social. Algunos de ellos, que pretendíanl)lls¿rr por españoles, no lo eran de rnodo manifiesto, a causa de la

¡rlcsencia de sangre inclia en slrs venas. En Paraguay, pol" ejemplo,st'qúur nos hace saber una cédula cle Felipe IV citada por l,avallé, "esr'osturnbre de inmemorial tiernpo a esta parte en aquellas provinciast'l ser los hijos de españoles, aunqlre habidos en indias, tratados comocspañoles"+:r. Y no se trataba sólo de una cuestión de rnestizaje, asu-mido u ocrrltado. Estas gentes, comprendidas las de ascendencia im-

¡roluta, habían adoptado colno propias costumbres indias, se alimen-taban de comida india, saciaban su sed con bebidas inclias e incluso,como en México, tomaban baños de vapor ¿rl lnoclo inclir¡, en abiertocontraste seguramente con el masivo rech¿rzo cn la Es¡xrñ¿l rn('1r'()l)()-

litana, fuera de alsunas partes de Andalucí¿r, rle los luilritos <lc liru-pieza moros#. Aquí se hallaba, sin ducla, la prtrcb:r ¡r:rl¡lllrlt' <lt' lrrclegeneración que se apocleró de los españoles al ascrrlalst' r'rr l:rsIndias.

1r Ferrrández de Oviedo, Hi.storia genernl t nttural,IV pp. 299-300.r: Citacl<¡ en Oavet¿ura Álr'rr.er cle Toleclo, Politir.s antl. Il.elitrtn in Sltain nnd. Nezu

.\pa.i.n: I-ln Lilt a,nd 'l'hotqht o.f.luan tle Pa.lafox, 1600-1659, Oxfbr-cl, (llarenclon Press,2O(14 lPolírica t r(orma en Esfnña ¡ Nuera lispruia. \'idt y pensttniento de.luan dc Palnlox(1600-1659), trad. Marta Balcells v.f uan Carlos Bay'o, Maclrid, (lentr<¡ cle Estrrclios Eu-lopa Hispánica v Mar-cial Porrs, de próxima publicaciónl, p. 154 (carta de Palafox alr-er abril cle 164?).

1:1 Lavallé, Protn¿'sr¿s ambiguas, p. 47.a{ Solarrge Alben'c¡, Les E.spagnol.s drtns le Llexiquc colonial. Histoite d.'une nrculturrr

Iion, París, Annand Colin, 1992 fDel, gru hupín al riollo. O d,e úno los españolts de fuIét;it o

deiruon rLe serlo, Nléxicr¡. El (loleei() cle México, 19921, pp. 39-51.

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Tl,;ts rr';rr t iorrt's rlc l,,s ¡rr.rrrrrrrrl.rr(.\ ( u.urrl,¡ rt.r.ur l.rs lnrli;rs ¡ror sr

tlllslll()ri¡i()ll l)('l f t't l:tlltt'lllr'( ()nrl)r('il\rl)l( s.:ililtsi ;t il¡('nil(l(} lcltrll;tilit('xllg'('l'ltl'llrstlifi'r('tl(iilst'tlltccllr)snusnr(,svl()sr'rlr¡llost'lllrrnci<iltcle stts propios ¡tnrprisilos. l,it srlr icrllrrl r'<¡lorrilrl, jrrrrto ( ()lr l()s cl'ioll<¡sqlte la dominabarl, cst¿rbrt rlivt'r'uicrrrl() ('n ntu( lros:rs¡rt't t<)s ([(' la s(Fcieclacl metropolitalt¿t duriurte el cul's() tk'l sir¡'l() xvu \'lx)t'rloqrrier sehall¿rban señales cle este proceso. Iuclrrs<¡ l¿r lcnuuir habl¿rcl¿r por loscriollc¡s llegó a parecer aclornada y lecargacl:r ell exceso al ser- compa-l'ada con las nornras de la metrópohr¡.

La reacción de los criollos al persistente ner]ospl'ecio de su carác-ter y estilo de vida por parte de los españoles )'gachupines fue, comoes s¿lbido, insistir c¿tda vez con rnayor estridencia no sólo en sus dere-chos corno descendientes de quienes habían conqtristado las tierras,sino tanlbién en su hispanidad esencial e inalienable. Rechazando ellrolnbre cle criollos, exisiel'on que les correspondiera ser conocidossirnplemente conlo españoles ¡,i. .,Somos españoles", escribía BaltasarDorantes de Carranza en slr Sumuria rclación, d,e la,s co.sas d,e la NueuuE.spañade 1604, conmovedora expresión cle la sensación que teníanlos criollos de haber siclo traicionados. .sornos esparioles, _v cle aquellacosecha v gobierno de España, y cle tan gran l'ey v soberano serior, quel-rabíamos de ser-sobemados por sus leves, segírr-r firero de (lastilla,pues las leves han de ser iguales"+7.

Así pues, los criollos insistían elr la serne-janza rnientras que loscsparioles de la metrópoli enfatizal¡an cada vez lnás la dif-erencia.No sería descabellado sospechar que la estridencia de la respnestacrioll¿r estaba acentlrada por lzr inseeurid¿rd clerivacla de la percepciónal nrenos strbconsciente de que el] realidacl ya no eran exactanlentecolro sus parientes esparioles. Uno de los inr-nigrantes a las hrdias enaquella fase temprana plasmó en palabras estzr idea al escribir en l5B4ir sr.r plimo en E,spariir que al volver a c¿ls¿r "no ser-ii lo qtre antes era,p()rquer il-é talr otro que los que rne conocieron dis¿rn qrre llo soy

+i Il¡i¿.., p. ll9: Nichr'¡las CanDr'r',\nthoDvPasden (ecls.), (irlr.rnial ldenti.ty itt llte.\thnlitlú?trlrL, l5O0-t8l,1/,1, Prirtcctorr iN,'.'r'a.¡ci,.",,) . Pr-inceton UnivelsitvP¡ess, l{)f17,pp. llfl-ti9.

+(i l-avallé, Ptt¡Dtcsasnnthig'ttrrs,¡r.'2 l.l)cfirrrl¿rsinrilar', Ir¿u-ecequelosvireiniauostt<¡ sc lefer'ían ¿r sí lnisl.tros ('<¡nlr¡ ¿ rrzl¿r, t on ll cxce¡lcirin tlc rrn rrsr-¡ irrjuico por piu'tede \\'illiaur Bvlcl III, sitto t¡ttt't'nt¡rlt'ulltrr nuliznc¡ l'irginitn (Calole Shanlrnas, "En-glish-Born and (lreole l'llitcs-, ¡r¡r. 2li l-2|{ir. rr. 21).

-t7 BrtltasarD<rt:lrllt's<it'(llrruurz:r. \tttntttirtnhrióntl.ekt.stosasrlchtNtut,aEsfañn,Mérico, Pon'ria, l1)tt7, ¡r. 201i.

r,,,"'. l,,tit un l('slinr,rniogr:rlirorlcl ¡rorlct lr:tttslor ttllttlor rlc l:ts llt,lr;rs t¡rtr'( ()n l:url:rs rrrolcsli;ts ittlt't¡l:tl'ttltt tt('ettt l,rs t l iollos <lt'los si-,,l')s \\'ll\'\\'lll.

( l rr r I or lo, l:r vcllt'r ncr l tc insistcncirr cll sr-r hispzrr ridad ilta cogicla cle

l,r rnruro ( ()n lulr ('r'('ciclrte exalt¿rci(in criolla de let patrizr: tllla patrianrcxi< lullr () l)('r'uan¿r icle¿rliz¿rcla, dotacla cle sr-r propia historia distinti-r:r r ltrt'r'tr'¡ll('llt(' c:¿tre¿tcla cle lesort¿tltci¿ts lnesiátricas v pr-ovidencialis-tlrsr". [.os cliollos estaban tomando posesión mentzrlnlellte del espacio

iun('l icun() r'uplopiátrdosc parzr sí mismos de srt pasado, preserlte vI r r I r r r'o. ,,\l ll¿rc'el'kr, se vieron fbrzaclos coltfbrlne avanz¿rba el siglo xvtrt, r r It'lt'rrclel'sc ¿l sí lnisnros c()n creciente vigor cotltra uu cloble ¿rtaque:

l)()r'rul laclo, l¿r agresión de los intelectuales europeos al tnuttdo et't

r ¡rrt' r'ir'í:rn )', por otro, el asalto político de l¿r corotra española baio lan u('\'1.r clinastía borbónica a Ia posición que habían afiauzado pat'n sí

ruisnros en el estratificaclo rnundo corporativo cle la lnolliu-quía es-

¡xtñolzr.Clonro Autonello flerbi rnostró hace casi tnedio siglo, el vic'io tctlllt

tlt' la cliferencia de Arnérica recibió Lrrla lltre\'zt invecci<ill tlc vi<lit rt

( iu'go del conde cle Buffon etr stt FI¿sloi ty n¿turcl,le, gánérule el pu'tit'uliitr<lc 174lll77t3, que dio uua credibilidad insicliosa a la tesis de la inlt--r iolicl¿rd del nredio ¿unericano. Montesquietr ya había dado una uue-\'a ?lul-il de respetabilidad a la teorí¿l clel cletermitrismo climátict-r, y unt'lernento de lzr argutnentaciól) de Buffon acerca de la excepcion¿rli-

rlacl americana era la humeclad clel nredio ¿rnbieute¡r). La diftrsión clc:

las ideas de Buflbn a través de la Eulop¿r de la Ilustración tlrvo conse-cuenci¿ls fulrninantes. Su ataque contra el Nuevo Mtrtlclo y l:rs rniserzr-

lrles es¡recies qLre producía oblic-ó a los esct'itot'es ct'ic¡llos \'.iesttil:tst'xpatriados (como también a Thomas.fefl'erson)1r a exaltar l:ts vil'ltt-<les americanas aíul m¿is, en Llll lnolnettto en el qtre etl gt'ttt'so rlt: llto¡titriótr ilttstt-¿rcla estaba tan itlclillaclo a desprecial-lasi'l. "Si rlitllros

tB (iulrts ptit,urlus th enigtntttes a Ind.ins, ecl. Errriqtre Ottc, Sevilla, Oonsc'ler'ía cie( .trltru'¿l /.frrnta dc Alrclaltrcí¿, l!l8lt, p. irOiJ ( calta I't7 I ).

r1' Lavallé, Pn¡mtvt,t rtntltistttts, p. 122; Blaclins. 'l'lt¿ I'ir.sl .\nrriru lOrlx' Iniliatrrtl,(':il). c2rps. l-1 r 17; ] r'éase rtríts all-iba, pp. 2-t(i-2-lft.

¡l) Antr.¡nello Clelbi, l¿ rl.isltuta d,el Ntt¡n'o t\'Ion¡1o,2" erl., Vlilár l Napoles, Ricciarcli,

It)tt3 [ta d.ispult riel Nunn llunrb. Hilktitt dt uno polánrite, 17i0-19()(), tt'acl. Antoni<r.\lertor le, Nléxico, Fonclo <le (ltrltuta EcotróIrtica, 1982] , p. -17.

¡r Tlrouras.feffér-son, Nol¿.s on the Statc oJ Yi.rginilt, ed. \'\'illialr Pedeu, ()hapel Hill(Ozlrolina tlel Norte) v L,otrth'es, Liniver-sitv t¡f North (letr'olirtir Pless, esp. ¡rp. 59-{i5.

r: \,'éase Oerbi, lr¿ disltulu, r Rracling, 'l'h¿ I'ir.st 'lnetiut IOrfu Indiano], caps. l9r 20.

'2T',2 '27',,1

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( r('(lito:r llullorr ('s( ril,r:rcl r.xili:rrloir.srrit:r(il:rvijr.r()(.nsuvigoros:r<[t'lt'rrsrt, I Ii,stotiu (tttl¡r'uu tlt' t\lt',tittt (l'i'itl¡ - , l:r ,\r¡¡rir ir rr t.s rrrr ¡llríseltter¿llnet)tc llttt't¡o, lll)('nlts s;rlirlo rlt'll:rjo llrs ¡ruulrs r¡rrt. lo lrirlrílulanegado [...] tierra infl'liz, ll:rjo rrrr "<'iclo a\,¿lr'()", t.rr lir <'rrirl rr¡tlos losanimales del Antiguo continente han rlcgt:nt:I.¿t(l(), y, los ¡llrl¡ti<)s de suclima son pequeños, deformes, débiles y privaclos de ann¿rs para su de-fensa". Enfrentado a las generalizaciones de Buflbn, no encontrabadificultades para demostrar que existían muchos climas diferentes enel Nuevo Mundo, del mismo modo que contenía muchos pueblosdiferentes, con sus propias características distintivass3.

simultáneamente las sociedades criollas se vieron a sí mismas b{oel ataque cadavez más intenso de la corona española que sentía quelas Indias se le estaban escapando de las manos. Los criollos no sólose habían aprovechado de las debilidades de la metrópoli para infil-trarse en un número cadavez mayor en puestos administrativos dealto nivel en las Indias, sino que a los ojos de Madrid también se esta-ban distanciando emocionalmente de la madre patria al exaltar lassuperiores cualidades distintivas de sus propias patrias chicas.

El nuevo concepto de estado implícito en el intento borbónico derecuperar el control sobre el imperio de las Indias fue visto por lascomunidades criollas como una traición a los principios contractualesfundamentales sobre los que las sociedades de virreinato se habíanestablecido y segúrn los cuales habían sido gobernadas durante los dossiglos de la casa de Austria. En su lucha contra Madrid, por consi-guiente se vieron a sí mismos como los guardianes auténticos de lacomunidad hispánica, defendiendo los ideales y prácticas constitu-cionales tradicionales y los valores patrimoniales españoles contraaquellos que desde la metrópoli tan injustificadamente deseaban de-rrocarlos. En otras palabras: eran más españoles aún que los mismosespañoles. Los colonos británicos norteamericanos, al tener que en-frentarse tras la Guerra de los Siete Años con presiones comparablesde la metrópoli, reaccionaron de lnanera parecida, y se vieron a símismos como los verdaderos rk:f'ensores de las libertades inglesastradicionalesr'+.

53 FranciscoJavier olavijcr' >, I Ii'¡tr¡itt anligtn. de México (1779), ed. p. MarianoCuevas, 2^ edn., México, I)r¡r'r'ri:r, l{}5tl- lf )59, vol. IV, pp. 79, gg-94, 189.j+ véase¡. H. Elli<¡tt, lirnlirrs ol tltt ,rtluntir woríd,: Britain and, spain in America,1492-1830, New Haven (( i r r r rccr ir r r r ) r' Lonclres, yale university press, 2006 llmperiosd¿l mundo atlántico: lislxt tttt .y

( )nt n ll¡t'tutit rn A¡nhica ( 1492-15J0), trad. Marta Balcells,Madricl, Thrrnrs,2(X)lil, r:r¡rs. l0 r' I l.

'¿71 27 i-)

Sir¡ r'rrrlr:rrgo, r'slc rlisr rrtso rlc rrntlot tttirl:trlsc vio rt'lxtjlr<lo ¡rt'tsis-t('nl('nt('nl(' ¡rol t'l rliscru sr¡ rlt' rlilt'r t'rrr i¡r sirrrrrlllinr'o, it tttc<litlrt tlttt:cl scrrtirkr rlistintivo <k' irlt'ntirla<l (o i<k'rrti<litcles) se hacía más fuertelxr jo <'l irrr ¡rircto rlc l:rs le lirr-nrirs lrorbón icits. ¡Eran España y las Indiasrrrur rirricu 1'nrislrrir (:nticlacl () el'iul más clif'erentes que semejantes? He:rr¡rrí lir crrt'stitin que había preocupado a las mentes de ambos ladosr l<'l ,,\tl¿intico clesde el rnisrno momento en que los españoles se habíancstllllcciclo en las Indias. Fue una pregunta qtle provocó respuestasr listint:rs y contraclictorias en momentos diferentes. Attn así, se resistiórr rlt'sap:rrecer.

!ln 1770 Francisco Antonio Lorenzana, arzobispo de México, diolir siquiente respuesta desde el punto de vista de un español: "DosMtrndos ha puesto Dios en las Manos de Nuestro Católico Monarca,v t'l Nuevo no se parece a el Viejo, ni en el clima, ni en las costurn-br-es, ni en los naturales; tiene otro cuerpo de leyes, otro consejo

¡lar-a eobernar; mas siempre cou el fin cle asemejarlos: En la España

Vieja sólo se reconoce una casta de hotnbres, en la Nueva urttcll:ts, vrliferentes"ss.

Por lo que se refiere a los mismos criollos, la respuesta clefinitivall pertinaz problema de la diferencia o semejanza llegaría en 1U15.

lln su "Carta deJamaica", Simón Bolívar dejaría bien claro que loslrabitantes clel Nuevo Mundo no eran espnñoles. Ni siquiera, comoalstrnos de ellos habían intentado llamarse a sí mismos, eran españoles

americanos. Antes bien, eran nntericu.nos, ni rnás ui menosl'(i.

f'á De la introducción, s.p., de Francisco Antonio Lorenzana, Histoti.a de k¿ NuanIi.spaña estrikt por su esdaredd,o rcn.quistador Hertzltn Cortí.s, México, 1770, citzrdo por'Il<rna li;rtzerv, Nat World Ortlet's. Cr¿str¿ Pninting¡ antl Ooloninl Lr¿ti.n Anerica., Nueva York,.{mericas Societv Ar-t Gallery,, l99ti, p. 108.

sti Sinrón Bolívar, "Carta cle.lamaicao, en Esrritos dcl libertndor,22 vols., Caracas,Sociedad Bolivariana de Veuezuela, 1972, r'ol. VIII, pp. 222-248 (r'éase p. e.i. p. 232:

"siendo nosotros americanos p<lr nacirnieu¡s"). Alexancler von Htrtnboldt ya habíaobservado que "los criollos prefiereu quc se les llanne anericruzos; y desde la paz deVersalles, y especialmente después de 1789, se les oye decir rnuchas veces col orgrrllo:"Yo no soy esftnñol;soy tnnericano"; palabras que clescubren los síutomas de utt antigttoresentimiento" (Alejandro de Humboldt, Ensm¡o polífi.co sobrc cl reino de la Ntt.eaa Espa-

ñr¿, ed. Vitr¡ Alessio Roble s, 4 r'ols., México, Petlr<¡ Robreclo, 1941. en vol. II, p. I l8) .

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(lnPl'r'ur.() XI

¿EMeEZANDo DE NUEvo? Er ocAso DE Los rMpERrosEN LAS AnnÉrucAS nmral.qlcA y ESpA¡{or-a"'

Durante las úrltirnas décaclas del siglo xrrn y las iniciales clel xIx, viejosirnperios conocieron su ocaso, otros nllevos surgieron, y los estados-nación soberanos salieron a plena luz del día. Tanto Gran Bretañacomo España perdieron sus respectivos imperios americanos casipor completo: Gran Bretaña, entre 1776 y1783, con la excepción delCanadá y las Antillas; España, entre 1810 y 1825, con la excepción deCuba, Puerto Rico y el remoto enclave en el Pacífico de las Filipinas.Los cincuenta años que transcurrieron entre la rebelión de las colo-nias británicas v la culminación de los movimientos de emancipaciónhispanoamericanos presenciaron cambios trascenclentales no sólo enel Nuevo Mundo, donde también Portugal perdió su imperio trasla declaración de independencia cle Brasil en 1822, sino también enel üejo continente. La Revolución Francesa v las ambiciosas tentatirasde Napoleón para crear un nuevo imperio europeo en el mismo mo-mento del ocaso imperial en las Arnéricas desataron poderosas fircrz¿s(políticas. sociales, económicas e ideológicas) que estrernecieron r'lmundo occidental durante dos generaciones.

La interacción entre los acontecimientos de Europay las funéric¿rs

1'el continuo intercambio de inforrnación e ideas entre ambos ladosdel Atlántico han ocupado durante largo tiempo a los historiadoresr,

* Este ensayo fue preparado or-iginalDrente como poneDcia para ttn coloquiosobre "Modelos imperiales en el mundo de la edad moderna" celebrado en la ClarkLibrarv de Los Angeles en abril de 2007. Deseo expresar mi agradecimiento a srn or--

ganizadores, Anthony Pagden y Sanjay Snblahmanvaru, por permitirnre publicarloen este volumen y a Eric Foner por strs comentarios a un borrador posterior.

I Véase en especial, soble el periodo anterior a 1800, R. R. Palmer, The Age of the

I)enocratic Ra,tolution,2 vols., Princeton (NuevaJersey) , Princeton Unir,'ersity Press,1959-1964.

'277

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T\'( l nr( irrricnlo rl<'un,r lrr( \':r . lrislot i:t ,rll.rnlrt;r'. lr.r rl,rtlo un nu('\()ittt¡lrtlso l ('sl()s lt'nurs:'. Sirr t'nrlxrrg(),:unr sirr sosl:rr:r¡ r'l t orrl('\l():rllírntico de los ac()ntccilllicllt()s sr.r('()(li(l()s crr lls r\r¡rt'r ir'lrs. r'l ¡rr o¡ltisi-to de este ensayo es central'l¿r rnirada lrriis ('sl)('('ílicarnt'rrtt'r'll t'l o<'l-so de los irnperios español't'br-itánic<l en t'l nrrc'\'o cr¡ntirrt'r¡l('\'srrscollsecuencias. Hubo irnpor-tantes dif-ererrci¿rs, r't¿unllitln sillrilitrrrlc:s,en los lespectivos procesos de ocaso irnpelial, así c()n)() las h¿rbía h¿r-

biclo en el mislno car¿ictel'de ambos inrperios:3. Esas cliltlencias con-tribuveron en gran p¿rrte a dictar las clistint¿rs respuestas de las clos

potencias irnperiales rurte l¿r pérdicla de sus posesiones de ultr¿unar,clel rnismo nroclo que tarnbién ttrvieron su papel ¿r la hora de rnoldearel caráctel de lcls nrle\¡os estados cclnstruidos en Arnérica sobre lasminas clel irnperio.

Tanto en la Arnérica britár-rica colno en la española la crisis delirnperio se vio plecipitacla por los progl'amas cle refbrrna iniciaclospor los gobiernos de Londres y Madricl, respectivamente, tras el finalde la Guerra de los Siete Años en 1763. Los gravosos costes de la guerla1'def'ensa irnperial ftrrzaron a ambas administraciones a reconsiderar-la relación entre la rnetrópoli y sus posesiones de ultr-amar'. Las medi-d¿rs fiscales que naciercln de este proceso de revalorización concltlje-rolr elt los dos casos a la rebelión. Cuatro arios clesptrés de que lascolonias nolteamericanas proclanraran su independencia cle GranBret¿rria, la ren-relta contra las reformas introducidas por el gobiernocle (-lzrrlos III de España se extendió corno Lrn reguero de pólvola porlos Ancles y Nueva Granzrd¿r, la acttral Cololnbia. En palarbras deAlexancler von Hurnboldt: "La gran rebelión cle l TBl estuvo a puntode arreb¿rtar al rev cle España toda Ia r egión montañosa del Perúr enel misnro l'no[lellto en que Gran Bretaria estaba perdienclo casi toclassus colonias en el continente americano"r. Al final, las colonias blitá-nicas se inclepencliz¿u()11, pero la rebelión fire sofbcada en la Anréricaespariola, donde habría de tlanscurrir- otra generación antes de quellesara la emancipación.

2 P¿u'¿r ull l)¿lllorarlla de la biblir¡sl'afía soble la historia atl¿ílrtica, r'éasc Beln¿u'rlBailrrr, ,lllanlir Histor\: (ktnultl.s nnd (b¡tlour:;, ()anrbliclge (Massachrrsetts) r'Londles,Har-r'ar-cl f lnivt'r'sitv Pless. 200ir.

:t Para rur¿l cxtelrs¿r conr¡rarilci<in eDtle ¿unb<.rs ir-nperios v su caíd¿r, r'éztse rili librolittrpirrs ú lh?,lthnli( Wo¡ld. Rrilain und Spain in An¿rit't, 1492-1¿l30, Nerv Haven ((in-necticrrt) r'1,<¡nclrcs, \'alt' Lf nivelsitr Pless, 2006 |mlnrio.s d.el muttd.o a.tltittLito. Iil;parit ¡'

Oran IJrclttiu en Anh it a ( 1492- 1¿lJ0), tlad. Martzr Balcells, Maclricl. Taunrs, 20061 .

I (litarlo ittid.,1>. itl-r5 [¡r. 5l f3].

..\rtttr¡ttccltlttt¡l)()s(;lsoslos;lt()lll('(lllll('lllosrlt'l:trlcr:trl;ttlt'l'l'l'(lr. iilir i()s <lt' l:r rlr. I 7liO ¡rrrcrlcn s('l ('1lr:rctt't lzlttlos.ittsllttttt'tttt'('()lll()r r isis rlt.l irrr¡r<'r'io, llttrrlritill ¡lo<lt'ían scl'(lcscrit()s colllo crisis de la

Iil()nilllluíir c()llll)rresta. El imperio mundial levantado por los Habs-

I rr r r.g< I t,s¡taholes e¡ el siglo XVI era, en términos constiftrcionales, una

Iilorrar.qtrí:r complresta, que consistía en la aglomeración de distintos

|t'irr<¡s y t..ritorios, algunos de los cuales fireron adquiridos por he-

r.(,ncr¿r y orros por conquista. En tal entidad política, el rey de todos

(.r.a hr;bién .i..y de cada uno, y las disti'tas partes qtte comp.tlían

l1 nronarquía dif'erían ampliamente en slr relación con el mollarca'

scgúut las concliciones y circunstancias bajo las cuales habían pasado

,, ür-or^ parte de sus dominios. Dlrrante casi dos siglos la tnouarqttía

cle ámbitcl mundial española fue una estructura relativamente Poco

r.ígicla, pero colt el adr.'enimiento de la dinastía borbónica en 1700 Ia

sitlación dio un yuelco. Se introdtljo Lur sistema de gobie¡]o mucho

nrás ce¡tralizado y autoritario, lo cual ttlvo conseclrencias no sólo pal'a

la propia España sino también para sus posesrolfes en Arnérica, dorl-

clslas élites criollas habían aprovechado los aprietos fiscales de la

corona, c davezlnayores, para hacerse con poder e influeucia a niYel

local. Cuando la corona trató de recobrar su atttoridad en el transclrr-

so clel siglo xvrrt, se üeron relegaclas a la condición de mel-as "colonias",..no, .-o.rniclades que habían llegado a concebirse ¿t sí uristnas con

orgullo como reinos clif-erenci¿rclos dentro de una monarquía coür-

p.iltru (los reinos de Nueva Esp^ria, Per'úr y Quito, por ejemplo) y'

.orno tales, co¡ derecho a clisfilt:rr-clt' igrrill est¿rtus qrte los reiuos de

la España peninsular. Las rer,tteltlts <lc pt'int'i¡rios <lc la déc¿rcla clc l7tt0

fuerOn, al menos en parte, una reacCi()tl a lt¡ qtt(l s(' ¡rct'<'ibílt ('()lll()

una disminución de estatus y, aunqtle fin:rltncllte f ilt'l'ltrr soli¡< lt<llts'

las élites criollas sigttieron af'errándose a la ide¿t dt' ttlllt l)l()llill (llllit

compuesta en la cual participaban en pie de igualclatl r' (t'rríittr stts

propios derechos distintrvos.- óescle el siglo xvr tarnbién Inglaterra había constituido LlnA nro-

narquía compuesta, allnque la británica habría de evolucionar de

rnanera distinta a la espariola. Mientras que Espana se movió desde

principios del siglo xvrrr en una direccióu autoritaria, la Revolución

C;to.lora de 1688 había estableciclo la soberanía clel rey en el parla-

mento y la unión d,e 1707 dio a los escoceses rePresentación parla-

mentaria en Westminster como compensaci n a la desaparición de

su propio parlamento en Edimburgo. El resultado fue un nuevo f-e-

nóineno eir la historia cle las monarquías compuestas: Llna mouarquía

'279 '27{)

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t( ()iltl)il('¡il:t l)lulltn('nl:rri:t rlolrrlr. l:r sr¡lr<.t:uu:t t(.(;u.t (.n <.1 lr.t r.rlr.ll)¿tlllllll('lll().Sitlt'ltllrttl'1¡o, lrl;tttrl:rt'llrsrolonitrsn()ll(.iun(.rirlrrr:rsr¡rrr.clatr¡tr al trl¿tl'gt'tt tle t:sl¿t ulli(;r) ¡lrrllrnrt'rrllu i:t Y nllntr¡\'ir.¡rrrr ¡iu¡i l)r(Fpizrs asanrbleas electasi'. L:r consiguierlle asin)ctr-í21 cr-¿r ('n ¡rolr.ncia rrrurcallsa dc conflicto collstitucional, que se hizo realir[:r(l ('n ll r ltit'a<ltrcle 1760 cuando un parlamellto de \Alestminster cloncle los tr:r.r-iror-iosnortealrlericanos lro estaban representados comenzó a lcqislal ltue\/asmediclas fiscales sin su consentimiento. En las esf'eras donrle l:r s<llre-ranía se coucebía colno inclivisible, colllo en la rtrentalid¿rcl de la clasedirigente políticzr de clran Bretaña, existía poco o ninsrin m¿rrsel'rpara el comprorniso, conro revela el hecho de que incluso un arnigode las colonias corn() william Pitt observara en l Too que .cuando clospaíses están lisadr)s, conlo Inglaterra y sus colonias. sin formar un solocuerpo, ha cle gobenrar uno necesariamerlte ; el mayor ha cle dirisiral nrenor"'r. En el mornento áleiclo cle la crisis clela,\tnmp,{rro Ley clelTirnbre (que gravaba con un inpuesto los documentos legales, ribros,periódicos v otros productos de papel), Benjamin Franklin dio lr-reltasa la iclea de trna unión qtre incorporara las colonias e Inglaterra segúrnel lnoclelo escocés, pero acabó ciecidiendo que va era clernasiado tar-cle. Para entollces, la suerte cstaba echada y la comuniclacl atlánticabrit¿inica se mor,ía inexorablemente en clirección a ur-la guerra cir,,ilr¡rrt' habíu cle terrniltar con la victoria de un bando Lr otro.

l,.s c'k¡'os vieron al principio esa gllerra como u.a lucha por laCr¡rrsc|r'acicin de sus libertades ingles:rs, que consideraban amerTaza-das por un pallamento tiránico que había deseneraclo en ulla cornlp-ción sir-l remedio. clomo participantes en Lll)A monarquía colnpuestabritánica qne cnrzaba el Atlántico, reivinclicaban igualdacl cle estatusy tratanlrerlto l'especto a sus primos ingleses, del rnismo rnodo qtre lohacían las élites criollas de Nneva España y Perúr respecto a sus primosesparioles. Pocos colonos nor teamericanos pensaban en la inclepen-clencia antes del est¿rlliclo de las hostiliclades en l77b y la mal,oría sehabr'ía contentaclo sin duda con volver ¿r la situación anterior a 1762,rrn periodo en que se habían alesrado de pertenecer al imperio bri-Linico cle los hombres libres. Pero hacier principios de la clécacl a cle 1770el concepto de imperio británico cornenzaba a ponerse rancio. suúrltirna esperanza estaba en el rev. En 1775John Aclams, aun recha-zanclo el concepto de imperio británicc-r, poclía hablar toclar,ía, como

\'é¿rsc ibirl., pp. 317-'?r18 [p. +6(i-4b7].Clit¿rclo il¡id.. p. :]l8 [p. 4()7].

sils ('(lurt':tlcnlt's t¡tt'rit:rrr():i () l)('t tl:ttt(¡s, rlc l:ts t,rlolti:ts ll()l l(':llll('l I

(:ur:ri(()nr().r('rnos,'st'¡lrr-:rrlr¡s<lt'ttllrr<lt'lr¡s<lorrtirlios<lt'l rtltltllttt:t;.Sirr t'rrrl¡lr so. r'u:rrrrkr st' ltizt¡ t'r'i<lt'lllt'<¡trt'.f or'¡4c lIl en persott¿r estaba

r lcci<[i<k¡ lr vt'r'llr n'lrt'li<in it¡lliutacla por-lzr firerza de las afmas, se hizoirrr¡losilllc rt¿rr nlurch¿t atriis. Pirr'¿r muchos norteamerlcan()s, atrnquerlt' rringrrn¿r nuln('r¿t toclos, se habíau roto los írltirnos r.'íucttlos cle

It'lrltirt[. L,n 1776, ¿rl declarar sinrultátreamente stt itrdepencleucia ycrr(t:sr¡r'í:r de estaclo, la nueva reptiblica ltorteanlericatra dio rtu saltcr

<'rr cl r'¿rcío, de cottsecuencias incalculables tanto para el resto dellrt'rnisl'elio corno para el rnundo en .qeneral'.

!lr¿r natural que el gobierno brithnicn rercurriera iuicialtlente ¿t la

f rrcrz¿r t:on la idea de restalrrar la lealtad de las colonias a la coroua,aunque siempre cou la esperanza de que los colonos acabarau acep-

trurclo restablecer el vínculo por propia volttntad. Lo que resulta sor-

l)rendente, en calnbio, es la t'elativa rapidez con qlre el gobierno irn-

perial tomó la resolución cle clejar la lucha v abandotr:rr l¿ts coloni:rst turtinentales a su propicl clestino. L,a tenacicl¿rd de la t-csistcnt'ilt ltot'-

tearnericana, aunada a la interveución de Fratrci:t v Es¡titittt t'tl t'l t'otl-Hicto, tuvo lógicarnente ult peso sustancial en la clecisi<in rlc solllu'alnarras y echar velas. No obstaute, t¿rmbiéu operabau otras cotlsirle-r-¿rciones. E,n algtttros ambieutes se habían albergacio dur¿rutc tnuchotiernpo serias cludas acerca clel valor par:r Gran Bretaña de su itnperiotr.mericano, v rur cicrto clistauciarniento psicológico cle las colouiascontinentales respecto zrl país de clrigett poclrízr haberse llegado a

producir incluso antes del estallido cle la revueltar'. Acletnás, GranBre taña estuvo clividicla en cualrto a las opinioltes sobre lar respuesta

adecuada atrte la rebelión y ltunca mostró Lrn comProtniso tot¿rl cotr

la guerra. Por stt parte el gobiertro, uada más verse etrfi-etrtado it t¡llafbrmidable coalición extranjera, decidió que la prioridacl firtrcliutrt'rr-tal era la conservación cle las Antillas británicas y cruzó los dedos es-

perando que también firera posible salvar del naufragio Quebec )'Ntrel,a Escocia. Más allá de tales cousideraciones inmediatas, habíatarnbién nacientes perspectivas de un irnperio alteruativo, y toclavíamás provechoso. en Orlente, coru() coltrpeltsaciótr ante Ia previsible

' P..f . Mirrslrall, 7'fu Llrrhing nnd Unmrúitts ol linrltiws: Btitaitt, India, tnd .lncrirrt,r. 1750-178J, Oxfold, Oxforcl Univclsitv Ptess, 2005. p. l7(i.

3 Sobre el significarkrclel¿rasr¡ci¿rciónex¡rresaclaen 177(jetttleitrcle¡:etrcleucialr:ategoría de estado, r'éase Davicl Almitage, l'he Det lnration of Independr'ntr, Oanbr-iclge,Massachusetts, Har-r'ar-d Uuiversitv Press. 2007.

!' Véase Marshall. Iluhingttnd (Tnnril<ing, pp. 35!)-3{i0.

'2BO '281

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Vlx'r(li(l,rrlcl rrn¡rctioclr()rrlrlr.r¡1r.... l,,slot('nlust:tsnt:trloronl:rIlrrli:r

ilrt:¡ t'tl lTlil fol¡rr l{olriltsolt, rrrinislto rlc cr()n()nu;t (l('l()l(lNot'l ll-, llt < ttrtl ('()trsi(l('r() ( ()nr() llt sltlvlr<'irin t'llr r i<¡rrcz:r, glln(l(.zll v

¡4loliit rlc nrrcstr'o l)aís" ro.

España, a clif'elertci:r de (ir:ut Bt'ctitil¿r, lr() 1cnía ningrin irrr¡tcli<ralternativo evidente en perspectiva. Su llrisltla supel'\'ivcncia cornopotencia erlropea de primera rnagnitud depenclízr cle la ¡tlata y de losimpuestos que afluían desde sus posesiones americanas. Por eso, cllan-do se encontró arnenazada con la pérdida parcial o total de esas pose-siones, primero con las revueltas de principios de la década de l7B0 ymás tarde en la segunda década del siglo xrx, su reacción natural fueno sólo luchar, sino además hacerlo hasta el último momento e inclusornás allá. Su resignación a la pérdida de la mayor parte de su imperiode ultramar sería Lrn proceso largo y doloroso, si bien la conservación deFilipinas y el dramático desarrollo de Cuba y Puerto Rico colno coloniasazlrcareras le permitirían reinventarse posteriormente como potenciaimperial y af-errarse a tal estaflrs hasta el fin del siglo xrxrr.

La adaptación de Gran Bretaña a la pérdida de las trece coloniasse hizo más suave por la naturaleza de la relación económica con lallueva repúrblica norteamericana. La emancipación no implicó unareducción inmediata de su dependencia respecto a las mantfacturasbritánicas, lnierltras que el rnercado hispanoamericano, inmensamen-te plovechoso de cara a los productos erlropeos, había caíclo desdehacía mucho tiempo en maltos de Francia y Gran Bretaña, los rivalesde España, a pesar de las medidas proteccionistas impuestas por Ma-drid. Desde un punto de vista financiero, por tanto, Gran Bretaña, adif'erencia de España, podía afrontar la pérdida de sus colonias concierto grado de ecuanimidad, pues su control del mercaclo norteame-ricano seguía estando en gran parte fuera cle discusión. Económica-mente, Gran Bretaña seguía teniendo la sartén por el mango, y eraconsciente de ello. Las órdenes del consejo en la década de 1780, alirnponer trabas prohibitivas al comercio estadounidense con los te-rritorios británicos, hicieron más difícil a los exportadores norteame-ricanos ve nder sus mercancías en Gran Bretaña y las Antillast2 )', sólo

ro Citaclc¡ iáid., p. 36t1.ll Solrt'e el iurpelio decilloní¡nico cs¡rari<>I, r'éase.fose¡r M. Fr-aclerir, Collntirt.s ltrtrrt

d esp u á.s d,e u n i.n Llnr i o, B¿rrcelona, Bel l at t'r'r-a, 2(X)5.r: Cathv D. Matsc¡tr r Pctt'r'S. ()rrrrl, ,l Ilnion of Interc,sts: Potitü'nl artd liconomit'-l'h,o

ug'h.t in Reuolution t ry .l nrrit u, L:nvlt'l l<'t' ( I.iansas ) , Universitv Press of Kansas, I gg0,pp. ,{4-45.

s(.n(.qor io lilutltrrcnl('lnt tutl:rrlr) ( ()nr('tr iltlt'ttltc ltlltl):ls llll( l()ll('s ('ll

I ?11 l, < rrlrrrrlr¡ lltt'olt't iri lr ( lt'ltrr llrt'tlttl:t, r't'tt ltil'ltlittos <¡ttt'lt'('()llvC-

rrílrn nrrrr lto ttuis t¡trt'lt los.i<i\'('l)('s l'lstarlt¡s Ullitlosr'J'( lllrcilrs ir rtnlt ltt'gt'llroníit ltav¿rl, sólo esporádicamente interrum-

¡ri<llr, r, l srr lli¡ri<lo ('l'ccil)riellto como potencia industrial, Gran Bre-

t:rña <'onsigrri<i s<lblevivil'l-?rzonablemente bien a la pérdida de stts tre-

<'t. t'oloni¿rs, pese :t las concesiones hechas a los patriotas irlancleses en

un rn()nlento de rnáxima debilidad a plincipios de la década de l780rr.

Sin crrrbargo, eu las décadas que sigtrieron hizo tnttcho más qtle so-

ll'cvivir a la pérdida. A medida que luchaba hacia la victoria en las

()uerras Napoleónicas, GI-aII Bretaña conseguía refunclir su imperioc()lt Lllt rnolde que pl'ometía servir rnejor a los intereses de la metró-

¡roli qtre el viejo. Segúrn escribía Adam Smith en 1776, el imperiobritánico había existido h¿lsta ese ntornento .sólo en la imaginación";Gran Bretaña no poseía un irnperio, sino sólo "el proyect.o de ttn

irnperio,ri. Había llegado el momento de convertir ese proyecto en

realidad.Los colonos nortealnericanos y los patriotas irlandeses habíatl at'a-

riciado la idea de tttta monarquía comptlesta basada en la igualclzrd

cle estattts entre las partes compollentes. La separación de las colouias

nortearnericauas había significado el final de tal suetlo. Su desapari-

ción se vio certificada por la Union Ar:t, o Ley de la Unión, de 1801'

segúrn el rnodelo escocés, que despojaba a Irlanda de stt propio par-

lamento independiente. El firturo no era Lrna monarquía compuesta,

ni una comunidad atlántica de miembros iguales, sillo un irnper-io

global administraclo centralmente, aLIn cuando se ¡lt:t'tlritit'l'a qll('tuvieran su debido lugar eu él asambleas rePl'esentali\'1ls, t'orlto t'tt t'l

caso de Canadár(;. Aunque, ell stl caliclad de irnpeli<) (l(' tlll t'sllt<lo-

nación eufáticamente inglést7, esttlviera comPrometido t'ttll los ¡rt'itr-cipios tracliciouales ingleses, tales como la libertad, el itnpclio <lt' llley y la primzrcía del comercio, estaría sqjeto a partir de etltouces ¿l Llll

gobierno irnperial más interesado que en tiempos anteriores en el

intento de dictar los términos en que sus súrbditos habían de clesarro-

r:r Starrler,Elkins v Elic McKitrick, 'l-he Age of]-ederrr.li.sn: T'he liarly Ancrirnn Repub-

tü, 17UU-t 800, NtteYa Yot'k v Oxf<¡rd, Oxfbltl Universitv Press' M9i3, ¡rp. 39ü-1.l{'rr Mar-shall. A'Inhing and LInm.nking, pp.370-372.r" Cirado en Elliott, linpites, p. 4(17 [Impeñr.rs, p. 591].I (; Matshall, fu luh in g a n d LI n nt t ¿h i tt g, p¡r. 373-:]79'r7 C)lrr-istcrpher-A. Bavlr', Inlterinl Xlcridian: 7'1p Rriti.sh Empirc and the Workl, 1780-

18Jll Londles y Ntreva Yolk, Lougrnan, 1989.

'28',2 2 Élll

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tll.rt srts;tr lir ¡rl:rrlcs l',1 lrcr lr,r tlc r¡ttr'. ( ()nro sttr crlr,t crr l.r llrrli:¡. t¡rt

nuur('r() ( r('( icnlc rlc csos sttl¡rlitos rro f u('r:r (lt'orrqt'rr lrr il;tnir (), \' llt( ()trii(l('rrr< irirr <lt'(lu('n('( ('sitll):ur lrr rrivt'l rlr'< iviliz:rr iotr r¡ut'srilo losbl'iuirticos ¡rorlíarr tlarrsrlrilir; l'('f i)r'zru'()n irr<'r'illrlllt'nrt'rr(t'lir lcn<lt'llciirhacia el control p()r'l)1lr-t(: rlt' la rrrctr'<i¡toli.

Los británicos se vierorr r¡blir¿-¿rclos p()l' la pér-cli<la clc sus coloniasllorteamel-ic¿rn:rs a reconstt*ir su provecto im¡reri:ll c()n rnaterialestanto vie.jos colno nllevos. Pero ¡qrré sucedió coll sus antigtras col<>nias, de repente enfi'entadas al desafío de trazal su propio canlino enun mrurdo de estaclos-naci(in e imperios? Los recién creados EstadosLlniclos enlprendieron su cul'so inclepencliente bajo la bandera de lainnovación. "Está en lruestro pocler

-esclibió Torn Paine con pala-

bras memorablcs- comenzar de nuevo el mundo"r8. La nueva lepri-blica estaba a far,or del rechazo clel pasado, rrn pasado identificaclocol-l un2l Enropa demasiaclo propensa a sucumbir al pocler arbitrariov construida sobre privileeios corporativos v la desieualclacl de estatus.Había llegaclo el rnornento dc crear, en el ambiente más plopicio delNuevo Munclo, otra forma de comunidad qtre ellcarnara los elevadosicle¿rles cle la llustración proclamaclos con las palabras resonantes dela Declaración de Independencia.

En realidird. colrlo es bien sabiclo, los fiurdadores de la nación nor-te ¿rruericana se inspiralon profiurdal-nente en lo viejo para crear lonuevo. Estaban irnbuiclos de las ideas insles¿rs cle libertad e imperio cle

la lcv, v su ideal siguió siendo el rnixto v equililtrado sistema constitu-cional inglés, pero con lzr extirp:rción cle aquellos clefectos qtre lo ha-bían hecho propenso a su strbvelsión por parte de tur pocler incontro-Iad<1, ejercido o bien por el mollarca en person:r o bien por el rey enel parlarnento. El reto al que se enfi-eutaban los firndadores cle la na-ción norteamericana era desafiar la opinión predominante, fbrmula-cla por Montcsquieu. cle que sólo en los estaclos pequerlos poclíar-r

conser-\¡arse los valores v las libertades de una reptiblicarr). ;Cómo ibaa ser posible fbrjar una repúrblica coherente y duradera, )'coll perspec-tivas cle expansión a escala continental, a partir de trece estados coninclinaciones inclepenclentistas, cada uno con sus propias lealtades vfolnr:ls cle gobierno, adenrás cle su plopia ers¿rrnblea lepresentativa?

ls Th<rm:rs Pline, (¿l¡r¡¿on Sense, ecl. lsa¿rt Kranruick, Har-nronrlsn'<¡r-th, Pcnguin,I9tt6 [ti1 .v,rr1ld.o tot¡ttin ) olros ¿s¡rilo.s, ecl. r'tr-¿rcl. Ranr<in Sor-i¿rn<¡ r'Eulique Bocardo.Machid, Tecnos, 19901 . p. l2f).

r1' Elliott, Lnpin's, 1t.'3J6 Unlx't irir. pP. 5(Xi-ir07l . r' lzrs firentes allí citirclas.

l,:tt¡tiottcst:tl¡lt'rirl:r cttliTT ¡rot los,\rllrtllostlt'l:t(irtrlt'rlt't:ttioltst. lrr :rl ¡ri r t.r.t'l:u rr lr ) ( ( )nro lrltlrr¡rt'lllt' ¡rt t'< ltt'iit. ( l<¡tllt¡'litl f¿tll cr¡llit'ttlrlr

crr l77i'i, -11¡ gtlttt tlt'sigttitl<litrlt¡ttc htx'erxiste, v es probzrble qtte art-

lllcltlr', t.llll't' l<ls r[ifi:r'entes estados eS ulla circunstatlcia mtty adversa"

¡r:rlrr llt t'stltbilicl¿rcl tle la ttniórr:('. Para ctt¿rtrdo se convocó la (lonveu-

r itirr (,r¡lrstitucional en 1787, las presioues v tensiones a qtle estaba

sornt'ti<la l¿r utter,¿r repúrblica eran tales qlle se hablaba de uuos Est¿rclos

I lnirkrs clivicliclos el] tres o nlás coufederaciotles separadzts:r. L,os de-

sl('ur.l-dos sobre la ctrestión de las tierras del oeste, el problema de la

csr.lavittrrl, la regulación cle la ecronomía y el papel de la repúrblica en

cl ol'tletr intet-ttaciotlal est¿rban desgau-audo la fr-ágil utrióu' Al esbozar

lltla constitucitin,.fames Maclison,v sus coleg:rs tuvieroll qtte recotlci-

lial'cle algirn modo las aspiraciones de uu fbrtaleciclo gobierrlo ll:ICio-

Irnl con las teltclencias p:,rrticularistas cle los estados. El brillar-rte ejer'-

< icio cle equilibrismo qtle lire el resttltado de sus esfuel'zos se losr ó

s<ilo gracias a Lrna serie cle cornprornisos, incluido ttrl ¿tl'Leqlo solll'e la

¡r9lérnica cuestión cle la esclavitud qtre fire lo b¿rstzrntt: s<ilitlo ¡litt'rtposponer, aunque llo para evitar', lil ruptura cle la unitilr'

A pesar cle toclo, los cotnprollrisos qrte cliet ou a Estados Lltr itlos sr r

clonstitución 1, los convirtieroll en Lut estado soberallo tarnbiélr lcs

clejalon tttr respiro de ttnos setenta atlos vital ptrrzl transforlllar el es-

taclo ell ttna nación. Esta nacióll enbliollaria era ttu f'etr<itnelfo veF

clacler:lmente lflle\/o, aullqtte inspiraclo er] telnas y aspiracioncs tradi-

cionales. Los hornbles que escribieron el borrador cle la (lonstitución

lograron hacer realidacl el viejo sueiro de los colonos cle participarr'

plénamente y ell pie cle igualclacl el] tura monarquía compuesta ill

.r.r,r,,rro repírblica comPuesta, una auténtic f'ecleraciórl de estad()s

en la cual todos poclían participar eqttif.ativamente a la vez qtte cleptr

sitaban algtttros de sus pocleres en ttl] gobierno nacic¡tl¿rl ctr pt'o clt'l

bien cotnútn. Ett los albores de la era de la sobelanía poprrlar proclit-

nr¿rcla por la Revolución Frarlcesa, los Estados Uniclos se Inostl'alIol.l

{ieles tanto a sus propios principios futrdacionales corno a la época al

:(r Citado eu M¿rtsorr r'()nrrf, A I.lnion ol Intercsts, p. 55 (de Richar-d Ptice, "Obst'r--yat.ir¡rrs <rrr tlre lrrr¡rpltance t¡f the¡\tnericntt Rerr¡lttti<¡tr", 17u5, en Ilichard P¡it¿ ttttd lh¿

lltltiutl l-ountlnliot)s of'tlte ,Invrirnrt Ret,olutit¡n, ed. Belnllltl Peach. Drtlhirtn' (l:rrolilra

Liniversitr, Press rrf Kntrs¿rs, 2003.

2tt+ 2 ltlr

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tg:u:urliz:rr r¡rrc lrr s:rrlr iorr lirr:rl rlr.l r.jr.rr ir rr¡ rlr.l ¡rorlr.r rr.sirlr;r r.rr r,l¡lttt'lllrl, lltlll(ltl('ltr<lt'lirli<'irittrl<'r¡rrticltr..r'l ¡rrrclrlo,,ronlirrr¡:rlrsir.n-clo problelnática. A ¡tcs:tr rlt'l<¡s l('ln()r'('s ¡rrrrlrrrrtlos \,( ()lrlinrlr<lossobre la sttpervivencia de l:r tttri<in, esta liirrnrrlir sruninistrri ¡l ¡r'¡lr.¡-to que malttu\¡o unido en pie el eclificio f'ecleral.

Aun si se tiene en cuenta el inmenso talento de los r-eclact()r-es cl(,Ia constitución, hay que reconocer que la forja de una sola naciírn ¿r

partir de estados distintos se vio favorecida enormemente por la bue-na fortuna. La nueva repúrblica tuvo la suerte d.e encontrar, en lapersona de George Washington, un héroe nacional cuya integriclaclvvirtudes cívicas lo convertían en un candid:rto universahnente acep-table como primer presidente. Támbién tuvo buenaventura la repú-blica en el momento de su nacimiento. Las guerras revolucionariasy napoleónicas desviaron la atención de los gobiernos europeos, democlo qtle se impidió una interf'erencia en los asulttos inter¡os cle losEstados unidos y se hizo posible la compra cre Luisiana, tan impor-tante para el futuro crecimiento de éstos. Su estatus de país neutralles proporcionó la oportunidad, que no dejaron escapar, cle expanclirsu comercio de ultramar y emprender con seeuridad en sí rnismos elcarnino que llevaba a la prosperidad nacional. comoJefferson habíaprevisto, la colonización clel interior podía transformarse en un pro-vecto de auténtica constmcción nacional, incluso si a veces les pare-cía a los carsos políticos que podía llesar a hacer pedazos la nuevan¿rción22.

La nación que.feff'erson y Madison se habían propuesto eclificarpretendía ser una enticlad que no se pareciera en nacla al estado fiscal-militar erlropeo dieciochesco, el cual les repuenaba?:r. con todo, alvolver sus espaldas al modelo europeo, parece a prirnera vista irónicoqtreJefferson, al trazar sn visión de la futura nación en términos im-periales, recurriera al Viejo Mnnclo en su intento cle crear Llna nllevaArnérica. Los Estados unidos, tal como los concebía, no iban a ser unamera nación, sino un irnper:io: un .irnperio cle la libertad", expresiónque se remontaba al "imperio de los hornbres libres" británico. En las

- :2 \'éase.fanles U. l,ervis.lr.,!'he Antetienn LInion and tlt¿ Ptohlent ofNeighbourhootl,

178J-1.929, ()hapt'l Hill (Carolin:r clcl Norte ) r,Lonch'es, l.'niversitv of Noriir (larolinaPress, 199U.

:J Sobre la opinión cle Maclison acerc¿r clel estacl<> fiscal-rnilitar, compara¿a co¡ lacle Hamilton, r'éase Gordon s. wood, .Is Ther-e a "fzu-nes Maclison pr-oblern"?,, enDavicl \4brrrer-sler' (ed.), I'ihcrty and Anterican L)xferiznte in Ilte liighteenth Oentttty,btcli-aur'rpolis (Incliana), Libertv Fturcl, 2(XXj, pp. ,125--t-17.

n¡('nl('s rl<' Jr'llctson I sus r olcg;rs rirtini:uros, ('s(' unl¡r'rro, .rl r rr:rlnun(:rlltlrt:tttrlcj:rrlorlcscrtlitscr¡tgrrllososrlr'¡rt'tl('n('(('l,lllrl¡ltsirlo\r('nrl)r(' lnl l:urlr¡ irlr'¡rlizlrrlo. l,o ll¡rlríiul t'otrccbiclo ctt li'l'nrirlos rlcunir ;rsor irrcir.r¡r rlr' ¡rrrclrlos lil¡r't's, rrnirlos en la def'ensa de icleales eurt('r ('ri('ri ('()lrinr('s, lursta <¡rr<' la política adoptada porJorge III pro-r lrr jo Lr rk'silrrsirin. St: trat-:rlxr rlc lavisión imperial que Edmund Burke

¡r;rr cr'i<i srrst'r'illil'<'rranclo pr'<>nunció su célebre discurso en pro de lar or rcililrt'itin con lus colonias tlorteamericanas en marzo de 1775. Des-

¡rrrr:s <k'r'logiul'cl crolltemporizador sistema español como el más,r¡rr'o¡ria<lo ¡ralir cl gobierno de un "imperio extenso y separado",

| ¡r < ¡siq'l r i(i t :rr-ircte r-izando el irnperio, en oposición al reino o estadosinsrrlar', c()n)() "la agregación de muchos estados bajo unajefaturar orurin, ya sea estajefatura a cargo de un monarca o de una repúrblicarcs¡rrlnsable,:r. En otras palablas, se trataba de una estrlrctura com-

l)r r('st2r y e n esencia federal, cuya supervivencia dependía del enten-r linlie:nto y respeto mutuo entre sus partes constrtutrvas.

[.ir consagración de este ideal federal en la Constitución cler I7t{7,t r¡ncebido primordialmente en términos de igualdad y estinrir rrrrr-trrirs, hizo posible queJefferson concibiera la nue\/a repirblica c()r'n()

rrrr irnperio, aunqlle desprovisto de sus connotaciones eur()peas yIrt'uemónicas. Difería del irnperio deJorge III en que era republicano,rro rnonárquico, y también en que estaría auténticamente fundadot'rr el "pr-incipio federativoo. Se trataba de un imperio sin la "jefatura<'r¡nrúrno de la que Burke había hablaclo. El principio federativo per-rnitiría que la nación creciera por acumulación a partir de una base<[t'igualdad entre todos los estados que se habían sumado en unión2i'.,\sí pues, cuando la nueva repúrblica compuesta de los Est¿rdos Unidossc lanzó a la ardua empresa de su expansión continental,Jefl'elsorr

¡rudo otorgarle la legitimidad de una misión imperial.La guerra anglo-estadounidense de 1812, al conjurar el cspectlo

<le una reconquista imperial por parte de Gran Bretaña, r-eforz<i el

2+ Tlrc lllrit.ings n,ntl Speech.e.s oJ'I)dmund Rurkc, ecl. Paul Lansf()rcl, 9 rols., Oxforcl,(llarendon Press, 1966, III, pp. l2lí v 132. Véase Henclrickson, Peace Pact, p. 101, vtrrnrbién pp. 22-23 sobre las icleas dieciochescas en torno al f'ecleralisrno.

:5 "¡Qrrién puecle linritar la neclida en quc el ¡rlincipio feclerativo puede operar

t'fi'ctivamente?', citado clel segturclo disctrr-s<¡ clc toma cle posesión cle.feffcrson por'l)ctcr S. Onú, Jefferson's limpirc: l-he Langu.age of Anrerican Na.tionlnod., (lharlottesville(\'ir-ginia) r'Londles, Llr.rivelsin'Pr-ess of Vir-ginia, 2000, p. l La r<rcaci<in inrperial deIos ntrevos Estados Unirk¡s se cleclar-¿rb¿r en fecha tan tempran¿r conro l77iJ. Véase(ll-ralles S. Maier', Among,Enpitvs: Anteritan A,stendant) rt,nd. its Prcd,et:es,rors, Oarnbriclge(Massachusetts) , Harvard Universitv Press, 2006, p. l.

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ts('ltlitrti('ttl() (l('()ttlttll(' rt.tr iort,rlrlc l:r nrrct';t rr'¡rrrlrlrt;t ('n ('\l¡.rrrsiolt.,\l lttisl¡tt¡ltctrr¡xr,ttttt\ l('i(¡slt:tri:rcl srrr,l:tstonrrurrrl;rrlcsrqrrclornr:r-ball cl irtt¡tt'r it¡ rttllt't i< lttro <lc l')s¡lrrrlr t'sllrl¡;rn lr l)unl( ¡ rlr.t'r¡rl )lu ( lu s('

ell stt Pl'opitl viitjc:t lil ('ilt('g()r'í¿t tl<'t'slrrrlr). l)('r'() <'n cirtur¡sl:trrcilrs r¡rrn,

clif'erentes a l:rs qtte se h¿rbí¿tn enll'(rlrtlr(lo las colonills ( ()nlirrt'ulirlcsbritánicas en las décad¿rs de 1780 \, 1790. Atrn<¡ue l¿r l)t't'lur'¿rci<in rk:Irtdependencia estadounidense y la Revoltrcirin F-rances:r ins¡rinrr'orra un puñado de raclicales, especialmente en Verezucla, l¿r icle:r cleernancipación respecto al sobierno de Maclricl, España ¡ter-dería suimperio americano collto resultado l1o cle las presiones de l¿r perif'eria,sino del colapso del centro.

La invasión por Napoleón de la perrínsula Ibérica en lB0B y la ab-clicación forzosa cle los Borbones esparloles orisinaron a antbos ladosdel Atl¿intico hispírnico trn vacío de pocler que se esforzaron por llenarur-ros sribditos que se r,eían súrbitamente despojados de sLr rnoltarcalegítinro. Segúrn la tradición constitrrcional castellana, cuando la rea-leza caía en crisis, la soberanía revertía en el pueblo. Tánto en Españacomo en Arnéric¿r, sejuzgó que este principio constitucional sancio-naba la creación de-juntzrs gue eran de carácter rnás o meltos populis-ta v pretenclían ejercer la autoridad en nombre del depuesto Fernan-clo \rIL En este pllnto, la teoría constitucionalista tradicion¿rl confluíacon el concepto revolucionario de soberanía popular para quedarsunrersida en é1. A nledida que las tropas francesas ocupaban prácti-canlente t<lda España, el mundo hispeinico se üo atr:rpado en un grandebate, sirnilar al clesataclo elt Francia por el estallido de la revolución,acerca cle la úrltima firente de autoriclad, los elernentos constitutivosclel car'ácter de nación 1'el derecho de representaciónlrj.

Con los liberales en auge, IaJunta Central corlvocó Cortes en Cá-cliz en 1Bl0 para concebir Lllta lllreva constitución. El primer acto dela nueva asamblea legislativa fue proclantar-el principio revoluciona-rio de la soberanía de la nación. La Clonstitución cuyo esbozo em-prendielon las Clortes de Cácliz pretendía consasrar en Esparia y susposesiones de ultr¿rrnar los ideales liberales encarnados en las revo-luciones estadorrnidense v francesa, evitando los extlernos clel repu-blicanismo al estilo fi'ancés para transfbrmzrr España en ulta, mollar-quía constitucional segúrn el modelo británico. Tras un siglo degobierno borbóllico autoritario, el mundo hispánico se embarcaba

rrr Antor-ri() Annino v Frangois-Xzrvier Citrer-r'a (ecls.), In7)?t?te,nrl,r¡ kt n(r( ión.ftntt;titrt. ,s¿g/o,\¡Y, NIclxic<-r, Fotrclo cle Chltul'a Econíruric¿r, 2003, p. 1:]4.

;rsr ('r¡ un ('\l)('rrn('nlo r on\lrlu( rr¡n,rl rlr' ¡rr irrrctit nrilgniltr<lctt r ir( ur¡sl;ur( i;rs r¡rr,' ;r rlrr.rs l)('n;rs ¡rorlr r:rn lr¡rl¡r'r si<lo lrrcn<ls ¡llopicilts.l,:r rrr;rYor l):u l('rlc l:r ¡rr o¡li:r l,.s¡lirrr:r <'sltrlxr l)1ll':t cllttonces en lnanosrlcl irrvlrsolInrrrct's,rni<:n(r'rrsc¡trelaAnrér-ic¿respaiiolasehallabaenr ¡ll <'sllrrl<l <lt' iruita('i(in.

[)csrle cl principio, los tel'ritorios americanos se implicaron pro-Irrn<liuncntc e n el experimento constitucional. Sus representantesIrrcl'on ll¿unaclos a palticipar en las Cortes, aunqlre descle el iniciollirbín clescontento en los terr-itorios americanos sobre el núrmero derlt'leq¿rdos que se les habían asignaclo con relación al tamaño cle sus

¡roblaciones. Aun así, sus representantes llesaron a Clácliz animados

¡ror la esperanza de hacer realidad el vicjo sueño criollo de participarcn una allténtica monarquía compuesta que abarcara el Atlántico yles diera iguales clerechos que a los reinos peninsulares. El artículoplimero de la Constitución de 1812 parecía plasmar su esperanza: .LaNación española es la reunión de todos los esparioles cle anrboshernisf'erios"27. LIn imperio, en efecto, se disolvía para sel strstitrrirl<rpor Lura úrnica nación que abarczrba dos continelltes \¡ que l-r¿rbría clc

estar basada en la igualdad de representación en la asarlble¿r nacioll¿rlv en la igualclad de derechos.

Pero una gran discrepancia entre teoría v práctica iba a producir'-se. A pesar de sus buenas razones a f-avor cle los principios liberales.los diputados españoles a las Cortes, doncle eran aplzrstante nrayoría,eran en rnuchos aspectos herecleros de las ideas borbónicas cle unanación urritaria más que de una rnonarquía pltrralista y, pese a srr alti-rionante retódca sobre la igualclad, continuaban pensando en térmi-nos de subordinación provincial2E. f)escle el principio exhibieron un¿r

arrogancia hacia América que había de alienar a qnienes querí:lnatraer. Esparia tenía una población cle rrnos diez millones cle habitar-r-tes, frente a los quince o dieciséis rniliones de la América espariola:!',v el comprensible temor de los diputados peninsulares de verse des-borclados por los americanos les llevó a manipulaciones electoralescliseñadas para reducir el peso cle la representación arnericana. Pormás que la nación esparlola fuera definicla en la Constitución coluo

"la reunión cle todos los españoles de ambos hemisf-er ie5¡ -¡¡¿ 619-

2i It¿u¡n.slituririn ileOúdi¿(18t2), ecl. Antorrit¡F-clnrinriezGalcía, Maclritl, (lasta-

lia, 20{)2, p. 89.9s Véase F. X. Guen'¿r, .,El ocaso cle la rnonarquía hispár-rica: revotución v desinte-

gración", en Arrnin<r v Cluerl'a (eds.l , Inuentr¿nd.o ln rurción,1>. 129-2!' Elliott, Enpi res. p.'379 [ I mperio.r, p. 551 ].

2 litt

Iberut-

2¡lf)

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Tlinir i,)rr rlu('('n l)r lrtr t¡rio:rl¡:rtr ;rl):r rrr) solo.r r r ioll,rs, snr, l;tnrlricrr ;t

irr<lir¡s,rn(':ilizos,(:rsl:rs¡r:ttrl:ts\ n('ltroslilrcs .lr¡stlcrctlrosrlr'¡llcrlrcirttlrt<lltltírt<lt'a<¡rrcllos(()n:ls(('n(l('n(i:rlrlrir;ur:rs('lrrcronrcrlrrcit'u-do a rneclicla quc s('<lt's:u'l'ollirlrlr ('l (l()( lun('nl()ri). St'r'onllrlxr ('()r) (lu('el efecto de este proccs() s('r-íir l)rrxl(rcil'una ¡xrr i<ll<l rt'lrrtivir ('nlr'('l:lsrePresentaciones penillsular y ¿ul)ericanir cn l()s lirlrrrr¡s cll('r.lcntr'()sde las Cortes, aunqtre nadie tenía trn¿r icl<'a cl¿u'a rk:l tarn¿ul<¡ cle l¿rs

poblaciones implicadas.Etr seneral, los cliputados peninslllares n'lostl'¿lron poco conoci-

rniento de la América española y escasa comprensión hacia sus legíti-rnas dernandas 1,, como había sucedido con la Arnér'ica britárica co-lonial, la discrirninación econórnica en particular siguió siendomotivo de queja por el lado americano. Los rnercaderes de Cádiz, queejercían una poclerosa influencia sobre las Cortes, estaban decididosa Inantener su posición dorninante en la organización del comerciotransatlántico, Llna deter-minación que signifi caba una subordinacióncontinu¿rda de los territorios arnericanos al control econórnico de larnetrópoli.

A pesar de todos sus def'ectos, la nueva Constitución de lB12 fueampliarnente aclamada en much¿rs partes de la América española,que experilnentaba ahora la novedad de elecciones a escala nasivapara las nuevas instituciones creaclas por ella y para los a1'untarnien-tos que habían siclo previarnente corporaciones más o menos cerra-das:i1. Sin ernbargo, por el tiempo en que este extraorclinario experi-lnento liberal se des¿rrrollaba, el desencanto hacia las deliberacionesde las Cortes ya había incrernentaclo el núrmero de hispanoamerica-nos que se inclinaban por seguir el ejemplo norteamericano de inde-pendencia en vez del discurso de la unidacl e isualdad dentro de unasola nación española. La monarquía restaurada de Fernando VII corn-pletó la labor que las Cortes cle Cládiz habían comenzado sin proponér-selo. El regreso del Deseaclo fue seguido por su disolución de las Cortesen primavera cle l8l4y la restauración del absolutismo borbónico. Enuna tentativa de recobrar sll irnperio arnericano y volver ¿r llenar lasvacías arcas del tesoro, Fernando se lanzó a sofocar los movimientos deernancipación que habían brotado por todo el continente.

:ttt lbir!., p. 385 [p. 5l'rs].:1r

.fairrre E. Rodrí¡¡rrt'z (\.,'t'ltr ltrtl(mtrlcnre ol Spnnish ,-lmetit'a, Carnbridge, Canr-briclee Llnivelsin'Press. l'l)1)8 l1.a irtrlln,ndencia de h Amórira española, tracl. MiguelAbelardr¡ (larn¿rcho, Nlrlxir r¡, l.irrr<lo <lt'(ltrltura Econórnica,2005], pp. 9+103.

l',1 rcsrrlt;rrl,, ('r:r l)rcrlcr ilrlr'. l.;r tt'sislcttr i:t sc clttlt¡tcr io, t'l < oltli-rrcnlr':i('suur('rqiocrrlur;rgrrt'rr:rr'ivil t'ttttt'tt'ltt'l<l<'svlt'¿tlistasvllisir¡rricr':r cl rt'lor rro lrls^()l)i('r'lr() r'ollslilttt'iotutl c<ltr la r-evolución libe-r:rl r1<' lli?0 loglri s:rlr':rl l¿r sitrr¿rci<'lt. En l[]21 las Cortes españolas,vrrt'ltirs a ('()r)\'()c¿u, tl'atal'()n dc resucitar una proplresta presentadar ¡r'isi n:rlrrrrf rlte cll l 7ti3 por el conde de Arancla a favor de la divisióntlt'l irn¡rerio irtlántico español elt tles reinos separados, cacla ttno decllr¡s e'obel'nado pol'un príncipe de la casa real. Igual que tuta pro-

¡rrrt'st:r b¿rst¿rnte parecida que hizo lord Shelburlte para la Américalrit¿inica en 1782, llegaba demasiado tarde:t2. Un territorio americanoI ras otl'o había proclatnado ya su ir-rdepencleucia o estaba a punto delracerlo. Los reinos más autiguos y sóliclamente establecidos, Nueval)sparia y Perúr, estuvieron entre los írltimos en marchar: México se

rleclarír independiente en l82l y Perúr en 1824. Para Hispanoamérica,la edad del imperio se había acabado y la edacl de la construcción delestado y la nación estaba a pturto de comenzar. Mieutras que las colo-nias rebeldes de la Arnérica británica habían consegttido, pese a las

clificultades, levantar un estado nacional sobre las rttinas irnperiales,el imperio de la América española se fragmentó en diecisiete estados

diferentes. En todos ellos la creación de las institttciones propias de

trn estado v el desarrollo de un seutimieuto de iclentidad uacional se

revelaron incluso más problemáticas de lo qtre habían siclo en las

antiguas colonias británicas. ;Pot- qué hubo cle ser así?

Si comparamos las travectorias divergentes que siguieron a la in-dependencia en las Américas británica y española, ttna primera yobvia inclicación sobre stts experiencias contradictorias es la enormediferencia en la envelgadura entre ambos imperios en el momentode su disolución. La superficie clel irnperio español de las Indias era

cle unos trece rnillones cle kilómetros cttadrados, en contraste conlos 824.000 cle las colonias continentales británicas:]n. LIlta \¡ez supri-rniclo el control de la metrópoli, no había ningttua posibilidad demantener íntegra esta inrnensa área corno una sola unidacl. Ello, na-

turalmente, no eliminó las aspiraciones de ttuidad, por no decir depleno imperio, sobre al rnenos vzrstas regiones. Simón Bolívar, con su

proyecto de una Gr-an Colornbia que se exteucliera de Veuezuela a Chi-

:t2 Sobre l:r pr-opuestir <lt. las (k¡rtes cle 1821, r'éase Antonio Annino, .Soberaníaserr lrrclra", err Annir.r<¡ r' ( )ue lla (erls.), Inuentando Ia. natión, p. 218; sobr-e las propues-tas de A-r-ar-rda v Shell¡turr<'. Llliott. linltire.s, p. 367 flntpcrios, pp. 535-5361 .

:r:i Elliott, l)mfires, ¡r. :t:3 I I lnlx'rio.s. p.4851.

2f )o '2{)l

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tlr', irrlcnlr'('n \':ur() nr:url('rrcr liti:rrl;rst'rr r¡tr;r urrir¡rrlcrlcr:rll)('rln:u¡('nl('('\l('nslrs rurirl:trlcs tcrl ilot i:rlcs (llr('\;r sc t'sl:tlr:ttt rlisr¡lt'it'rrrlo t'tt(:sta(l()s irr<lt:¡rt'rr<licnl('s. l',lr cl virrcirr:rto rlc Nr¡r'r':r l,,s¡xrrr:r sr' ¡rr ocllr-rnóen 1tJ21tur itnpct'io llitjo rrtt ('x ('()nlur(l:url('l'('llisllt, r\grrslín <lt'

Iturbide, pero dos anos dcsptrí's sc rlt's¡rl<¡nr<i; ltrt: sustilui(l() l)()r'ullarepirblica federal mexicana, cle la cual sc (lcsgaj(') r\rrre ric¿t (lt:ntrirlpara crear las Provincias Unidas clel Clerrtrcl clc Anltir-ica, lrnzr ur)i(inque más tarde se divicliría en cinco naciones indc¡rerrdientcs:tt. Demanera parecida, Buenos Aires, la capital del antig^tro virreinato deLa Plata v de la nueva repirblica de Argentina, no consiguió retenerParaguay', Unrgnav ni Bolivia'r5. En la América española, pues, los in-tentos de trnión federal a gran escala, según el moclelo de EstadosUnidos, se re\.elaron en gran parte del continente insuficientes paraimpedir ul)a fiagmentación en unidades políticas menores3';.

Aunque parte de la explicación de la tendencia congénita a la es-

cisión del antiguo imperio americano de España reside en slr nleranragnitud, otra parte también se halla en la organización y el carácterdel difunto irnperio. Después de tres siglos cle gobierno irnperial, lasclivisiones territol'iales introducidas por los esparloles se habían con-solidado e intensas lealtacles locales se habían desarrollaclo. Estas leal-tades tenclían a centl-arse en primer lugar en villas y ciudades individtnles, pero irradiaban más allá, atrnque con intensidad decreciente,hacia los límites exteriores de las regiones administrativas. judicialesy fiscales a las que pertenecí;rn:ri. El consiguiente sentimiento de patriaen lo que había llegado a ser Lrna multiplicidad de patrias parece ha-ber estado más hondamente arraigado en laAmérica española de loque había estado en las colonias blitánicas en el mornento de la inde-

:|+ R<¡ilrísuez, InrLependcnre ol .\puttislt ,inmiru, p. 210;Joldana f)nr, Ín¡nt Sotmtignl'ilkrgvs to )t'ational .\tates: ()ity', .\lult ttntl litl¿tntion in (i'ntntt ,|n¿erirn, 1759-18J2 Albrr-qucrquc (Nuevo l\4éxico), f Inir'<'r'silv r¡l Nt'rv Mexico Press, 2006.

:r5 .felenl'Adelman, .\otu,tt'igttll' tuttl llnnlution i.n thr llnrian ¡lt/nntir, Plinceton(NrrevaJelser,), Princetorr I I r r ivt'r'si tv l'r t ss, 2(i(Xj, p¡r. 2tJl-263.

:i(iArrthonl'Pagclen, lttnlsol .lll lht'lli¡tld:ldeologiesoJl:nfriltitt.\pnin, lJtitai¡tr¿ndI'¡anc¿, r.1500+.1!100, Ncl lllrrcrr ((:')nu('( ti('llt) r' Lonclres, Yalc Llnivelsitv Press,l9!)5 [,tziiorzr d,e todlt el tnttntlt'. Irln,ltryíttt rlt'l ittrltctio en I)sltaña, Inglrr.terra y F¡tntia en los

srglrrs tti. \t7i,) .yl7//, trirrl. \4. l)olors ( i:rll:rll l¡4lesias. B¿rrcclorr¿r. Península, i9()7],p. 196.

:17 S<¡lrr-t'cl rlt'sarrr¡llo rlt'l st'rrtirl. tlt' ltrtltiu t'n la Alnérica esparlola. r'éase es¡rc-cialrrrt'nlc l)irvirl 13ratlirrg, I'ltt' l'ir¡l lntt'nut. 'l ln,\partish,llonarch,\, ()role patriot,s, nudtlw Li.berul ,;lttl¿. l1()2- L\67, t ,;r ¡ r rlrr ir lil-r'. ( l:u r rlrr-iclsc Unir ersiw Press, l99l I Orbe Inrliano.I)e la nonun¡rtítt rttltilit tt tt ltt tt'ltttl¡lit tt t t itlltt. 1192-l uóZ tracl..fuarrJosé Utrilla, Mé.xico,Fotrdo de ( lrlt rrr :r l,l( onr rrr i( ;r. l ¡ lll l l. r rru-rs :rlt'iba, cap. 9.

¡rctrrlcrrt r;r. l,,slr' l);rlr r()lrsrrro lor;rl v rcgiotr:tl :rrlr¡rrir ir lt nttctos v t¡tisrir os r¡r:rtir cs crr llrs rlcr lrrllrs irri< illcs rlt'l siulo xtx, a ltl('(li(lll <¡trt: fite-rr¡rr :rlrllrzlr<llrs t on ('nlllsiasnro t'n Anttil'ica las icle¿ts ellropeas de ua-r ionali<lirtl, rrt¿rvi:rrllrs ('()r) l()s atuenclos de mocla del romanticismo.

t,:rs lcrrsi<lnes cntl'e las clif'erentes patrias fuelon exacerbadas porl:rs inccl'lirlunrbres sobre los límites exactos de las antiguas unidadestt'r'r'itoriales esparlolas, Lln prolllen)a agravado por la reciente reorde-rrlr<'i<in adrninistrativa de los riltimos Borbones que hal)ía creado nue-r':rs ¿ireas de ctisputa. Además, en una civilización en esencia urbana('()nro la cle la América española, las ciudades de provincia instiutiva-nrcnte se lnolestaban por el predominio de las capitales como I\{éxicov Btrenos Aires y se oponían a sus pretensiones de ser portavoces del¿r nación en su conjunto. El colapso de la autoridad sobre gran parterlel imperio dio a esas villas y ciudades un grado de atttonomía siuplecedente, al crral estuvieron poco dispuestas a renttnciar cuandocornenzó el proceso de construcción clel estado.

Por añadiclura, la mera duración y ferocidad de las hostilidadesentre patriotas y realistas en comparación con la Cuerra de ltrdepen-clencia estadorrnidense fhvoreció la aparición de caudillos c()n slrs

fuertes bases regionales propias v extensas redes cle clientela:r8. LInavez clerrotados los españoles, los frágiles estaclos nacidos cle las rlrinasclel imperio restrltaban clemasiado propensos a caer a merced de catr-

dillos locales o regionales con veleidades de dirigentes nacionales. Laconseclrencia inevitable fire la militarización de la política,v la consi-guiente debilitación de las nacierltes instituciones de los estados re-cién independizados. En tales circunstancias, un cauclillo victoriosopoclía presentarse a sí mismo como la úrnica persona cap^z de restatt-rar el orden e inducir a sociedades atomizadas a aslutinarse en torn()a un cierto sentido de nacionalidad. Los caudillos habían demostradosu valor como héroes en el enfientamiento contra España. Ahora, ameclicla que los nlrevos estados entraban en conflicto con sus vecinosa callsa de las fronteras y la clistribución del legado fiscal español:rlr,

dirigieron los sentimientos nacionalistas getrerados durante las luchaspor la emancipación cle España contra enemigos más cercan()s.

:38 \'éase.fohn L1'nch, Caudill.r¡s in Slnnislt Amerim i,800-1¿150, Oxford, Clareuck;uPress, l99e fCaudillo.s en Hispnnoanrérirr. 18()0-185[/, tracl. Martír'r Rasskin Gtttmatt.Madricl, Mapfre, 19931.

:te Véase Regina Grafe v María Alejandra Irigoin, .The Spanish Empire ancl itsl,egacr': Fiscal Redistr-ibution ¿urcl Political (lonflict in Colonial and Post-Color-rialSpan islr 4nt"¡l ¡¿", /or t rn a,l ol ( )lobal. FI ist or,¡. I ( 2006), pp. 241 -267 .

'2:l'2 2{t:i

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Tl.os nltr icr¡lcs l',sl:rrlos I ltrirlos l:r¡r¡lricrr lr:rl¡¡:rn srrlrirlo scrr;rs rlis

l)ttllts s()l)l'('lits lttllietuts lror¡l<'t'rts r olonilrlt's, l)('r () su ('r.ilt u( lrrur lcrlt'ral, col) sll tclrclertcia irrr¡rlít'itir ir lirvolt't't'l'r'l t'orrr¡rronlis() ('n l:r n's<¡Iución de conflictos, contribu),ó ¿r s()lvcnt:lt-talcis c()l)t('l)('i()sos sin t.lreclrrso a la guerra fratricida. Al ntismo tiernpo, los te nrol'c's a lostrastor-nos sociales y a la caída en la anarqnía, desenczrclerrarlos ¡-rr-rr'

acontecimientos como la rebelión de Shay en 1786, convencieru¡n alas élites de los estados de la necesidad de dejar a un lado sts clil'eren-cias y apoyar la idea de un gobierno central lo suficientelnerlte firertepara mantener la paz. Como se ha mencionado, las probabilidadesde estabilidad se vieron incrernentadas además por la circunstanciade que la relativa brevedad de la Guerra de Independencia estado-unidense originó menores posibilidades qlre en las colonias espario-las, donde imperaba tradicionalmente el patronazgo y la clientela,parala apariciór-r de caudillos con partidarios locales firertementeorganizados. Todavía más importante quizás, la militarización de lasociedad civil no se veía fávorecida pol la traclición de republicanismoclásico qlre se había incnlcado en las élites coloniales nortearnerica-nas. Corno demostró a las claras su rotunclo rechazo de la conspira-ción de Newburgh, en la qne oficiales desafectos del Ejército Conti-lrental sc clirieieron a él pala tratar de asegurarse slr apoyo de cara arrrr ¡rosiblc uolpc de estado, George Washington era la personificaciónrkr lrr viltrrrl lepublicana. Incluso si hubiera tenido tal inclinación,lalrn'aiuacla clesconfianza a los ejércitos pennanentes en el mundo an-sloamericano le habría hecho clifícil, por no clecir intposible, tomarel carnino que más tarde seguirían un Bolívar o un Iturbide.

Pero el patriotismo con tendencia congénita a la escisión y la mi-litarización de la sociedad no eran los úuricos problernas que compli-caban el nacimiento de los llLlevos estados hispanoartrericanos. LaConstitución de 1 BI 2 llevó instituciones representatir¡as a la Américaespañola, pero éstas llegaron demasiado tarde. Al contrario que en laAmérica colonial británica, las posibilidades de participación en elproceso político, incluso para la élite criolla, eran muy limitadas y'afin de cuentas se reducían en gran parte a negociar y regatear con lasautoridades reales, una práctica a la que ésta se aficionó. Mientras quecada colonia británica había teniclo su propia asamblea represenrati-va, la corona española se había opuesto descle el principio a la trans-fereucia de Cortes o asambleas representativas aAnrérica. Su ausenciano sólo privaba a la élite y amplios sectores de la población de opor-tuniclades de ganar experiencia en las artes del autogobierno, sino

r¡rtc l:rrnlrr<'rr sititt¡ltr.rl¡.r, .rl llrcn,rs ll:rsl:t r¡rrc los tlllrtt,rs Iiotlroltcs( l(':uolr llrsrrrrcr':rsurrirl:rrlcs:rrltnirtislltlivlts<lt'lltsit¡lcrtrlr'tt<'iits.t¡ttt'n(, ('\rsIr1l nnreun ( u('rl)o rttlt'l'nlt'<lio t'll c'l eqtrivalcrttt'<lt'l rrivel pro-virrcilrl ¡llrlrr crrlrrir cl cs¡lrci<l clltr-e los ?rvrurtamientos v lits institucio-r rcs r l<'l gr¡lrit't'rlo l't'¿ll I".

No t's sor'¡rr-r'rttlt'nt(', l)()l'tiulto, que las ciudacles v los gobiernosrrrrrrri<'i¡xrl<'s tl-irlirr¿ln <k' sarlvar el vacío con reivindicaciones de atrto-

ri<l:rrl soblc cxtcnsas ¿il'eas de territorio. Al obrar así, entraron en

irrt'r'ilublc conflicto con otr-as ciuclades iguahnente determinadas a

t'stirlllccer-srrs propizrs pretensiot-tes. La existencia cle asambleas re-

¡rrt'sent:rtivas a lrivel ploviucial cllrrante el perioclo colonial podríalr¿rlrt'r contribtticlo a tnediar en tales disputas internas v tarnbién ha-

lr'íir estimulado la práctica de bttscar el consenso. Estr¡ a stl vez habríaf ircilitaclo más tarde el logro de actterdos a nivel nacional e iuclusorcqional. Dadas las circturstancias, cada ciudad actttaba Por ctleltta

¡rropia, resistiendo tanto a las demand¿rs cle las poblaciones t-ir'¿rlcs

colno a los intentos de los débiles gobiernos cerltrales para csl:tl)l('('('r'

lir soberanía nacional sobre el territorio elt stl coniunltl. [,it lttt'ltltentre ciuclades y villas eu disputa por lel preemineucia rlegetrt't-itlxtclemasiado a meuudo en una €perra ciül que atneuazaba a los fliigilesestados con la disolución, aultque en algunas regiones la inclepen-clencia municipal poclía fhcilitar', clel mismo modo que obstaculizar,la tarea cle fbrmación del estado. En Arnérica Central, por ejemplo,el vacío creado por el colapso de las institttcioncs de gobiemo virrei-nal dejó a las municipalidacles mellores etr bttsc¿r cle tur árbitro quemediara en slrs disptrtas intcrnas v externas, cle moclo que se dirigie-ron por instiuto a los nuevos gobiernos estatales pal'¿r qtle astttnierat-t

el papel que arltes habían desernpeñado los agentes dc'llt cc¡rorrarr.

Con harta frecuencia, sin embargo, el resultado del conllicto etttt'e la

hondamente arraigada soberauía mtrnicipal y una soberanía naci<lu:rl

que los gobiernos centrales se revelabatt iucapaces de imponer er¿l

una especie de fedelalismo por defecto.Finalmente, el proceso de construcción clel estaclo fue obst¿rculi-

zado en el antiguo imperio español por la estructul'a social I étnicacle las sociedades que acabzrbau de alcauzar la indepenclencia. Las

posesiones de ttltratnar españolas, como lzr propia Esparia, erau socie:-

+o Gtrerra, ,.El ocaso (le

nftción,p. 19'+.ll \/éase Dvnl , ,\otrcreign

la rrror-rarQrtía',, elr Anuitro v Citrel'r'zr (ecls.). Inu(nt(t,nrl,rt lrt

l'illag,s lo l¡lutionftl Slat¿.r, c:¿rp. u.

'2!)1 '29i-)

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tl.rrl|sl('l:il(¡tri(.rfi\'(()rl)or,rrir,:rsr:'. 1)ulrr¡rcr.l ¡rr.rir¡rl,rr.l,r¡i:rl,l:rsoltg;tt t¡ttl:ts r ¡ it¡ll¡ts l¡lrl¡utn irl)r ()v('( lr:rrlo l;rs rlcl¡ilirl;¡rlr.s <lr. l¡r ( (lr ()rlrY sll ('lol¡ir'it f:rlt:r tlt'fir¡t<lr¡s l)ru'¿l ('()lls()li<lrtrsrr <krnrilri<¡ sr¡<.ilrl \,(,(.(FIr<ilnit'o, ltl t'tral llo csttlviclott clis¡lrcst¿r$ a r'(:r)unt.i¿tr-<.rr¿r¡<11¡ llcgti l¿relll¿lllcil)ll( i<irl. A pesal'clc qttt: httbo rlt: hc<:h¡r rula nrovilitl¿rrl socialconside.able durante el peri.clo c'lo'ial, 1'<ler qtre clescle l's prj'rer.ostienrpos cle la colonizaciónse había iniciaclo ,,r, p.o..r., cle'restizajeentre gentes de ascelrdencia europea, indígena y afiicana, las clivisio_

'es sociales h.bíarr tendido a e.clurecerse con el tiempo siguie'do

pautas raciales.Dura.te los ¿rñ.s de clomi.io españ.I, la Iglesia y ra corona había'

procurarl, integrar, co'cierto éxito, toclos los diver-sos elementos dela sociecla<l b{o strs amplios mantos, pero er corapso clel gobier'o realhizo aflorar viejas tensiones sociales-y étnicas v frivó a las comunicla_des i'díscras d.e s' protecto. rrur.,.ul contra la depredació' cle sustie''as. Al rnislno tiernpo,

'i'sún g^lpo .acial dejó ie se'tir l.s r"ien_tos de carnbio que soplaban por t.cio el rrernisf-eiio, ros cuales rraíanconsle'o nLle\¡as ideas cle nacionalidad t'cler.echos de representación.Los experimentos colrstitrrcionales cle ra década postericrr a rg0B, cltrellegaba'in'lediatarnente crespués de las reformas borbó'icas, pro-drliero. profu'clas transfbrmaci'nes en todos los'i'eles cle la socie_dad. El a'riguo sistema bi'ario con separación entre "reptiblica delos espair.lcs" y "república de ros indios, se había desplomado cle he-ch.. Las .'evas leves electorales ampriaron lzrrgame'te el c.erpopolítico v cri<¡llos, rnestizr,rs, i'dios y pardos comp'etía'ahora por Ll'I.gar e' los sobiernos de las mu'iiipaliclades q,r" ,. acababan cretr'ificar, los ayu'tamientos constitucionales. Los recién emancipaclos,con derecho al'oto, no tardaron en aprender el n.e\¡o discurso delos derechos inclividuales y la soberaníi popular. En IVIéxico los indí_geras' que co.stituía'el treinta por ciento de toda la población, re_currieron a las '.e'as doctrinas constitucionales para crefender sustrerras y strs derechos, q,e describían como inherá'tes a Llna nació'lnexlcalla q'e se remontaba a tiempos anteriores a la conquistalrr.

En tales circunstancias, runca iba a ser fácil moldear estaclos ynacio'es co' cohesión a pa.tir de entidades con tanta di'ersidacl ét-

... l? .Jo_!reel cor¡rorati'isrno e.N.e'a España, r,éase An'ick Lernpér.i<-:re, ,ü.n frel)ieu et lt.'IIti, la Rtpuh.rique. IVlexico, xvr*NXe siicte.s, parís, Les Belles-Letires, 2004." ¡\ntonl(r Ann¡no, ..ptreblos, liber-¿rlisrnr¡ l.nacií¡n en México,, en An'i'o

'(ltrelra. I nuen tn n d t¡ la ¡t u r ión. pp. 4 I 4.42 t.

Itit;t, rttttr lto nl.t\',)r (l¡r(' l:r ¡lt' lr)\ r('( r('nl('\ l',sl:trlos I lnirlr)s, ( ()n stt

It¡ttrl:rttrcrrl,rl lrrrr':r rlivisr¡r i:r ('ntrt'lrllntr ()s v n('{l.tr¡s. Illrlrílr Ittlis o¡-lrlr'-

trrrrirll<k's <[t'tlxilo t'rr llrs <'rrli<l:rtlt's ¡rolítit'as ¡ll:is irntiguas del]tro delirrr¡lt'r'io t's¡xrirol, ('()nl() Nlt-:ricr¡. Pct'ti v (lhile, que ('n l¿rs nuevas tttti-r lrr<lcs irtlrr¡iuistrirlir,¿rs crt'¿rcl¿rs elr cl siglo xvtlt, como ios vin-e inatos de\rrt:r'¿r (il-iurarlav Rí<l rlc la I'iat¿-t, qrre habían clispuesto dc menosticrnpo para <lesalr-oll¿rr cierto senticlo de iclenticlacl colectiva. C]on

torl<¡, la <livc'rsiriacl étnica, la firerza prolonuada de las corporacionest r-atlicionilles v clc' lt-¡s r'ínct¡los entre los pocle rosos y su clientela, lasrrpremacía cle las citrd¿rdes y la debiliclacl de las ir-rstituciones políticastras la eliurillación clel ¡¡^obierno real ftreron fhctores qrre en srr con-

ir-rnto hicir:r'on la consillrccií¡n del estado y la n¿rción una tarea aúnnriís arrlrra rle lo qtre había resultaclo en Est¿rdos Liniclos. l,a inestabi-iirtacl era cr-ónica cn krs prirneros arios de las nuevas repúbliczrs inrle-

¡rt:nclietrtes. Clonro c¡bserrró.lcllur Qtrinc,v Adams: ..Sus g,-ol;ierllos s()n

c'ollro sr¡mbras chinesc-as; aparecen en el escenario Y se desvarreccn c()ln()lrrs irrrágerres cle lt;s clesceuclierrrtes clel Banquo en Mud¡cth"tl.

Las nuevas repLilllicns, aúur inest¿rbles políticarnente v ernpollrr'<'i-rlas por guerras intestinas, se vieron ¿rdctnás obligacl¿rs a f rrncionur cntur clirnar econíunico nttrcllr¡ nrenos bcnigno del qtre habían tenirkrlos Estados Unidos r:tr¿rnclo avanzaron en el carnino par?r llegar a seruna nación. Es cierto (lue se vieron aligeradas cle las cargas fiscalesclue inrplic¿rba costeztr la metrópclli, ¿rsí corno de las restricciones co-rnerciales inrpuestas por el monopolio irnperial. A estos beneficios,no obstante, hat'qrre contraponer la clisoltrción cle l¿r extensa trniónrnonetaria v aduaner¿r que en otr() tienlpo había sido el impcrio ame-ricano de Esparia 1'las dificult:rcles para encolltlar strs propios huecosen el rnelcado de una econ()rníir global crrvas mejores posiciones es-

t¿rlr¿rn ocupadas p<ll los bl it:inicos, con Llnos mercaderes nortearneri-canos cacla vez más segrrros cle sí n.rismt-¡s pisándoles los talonesr¡.

No existe trna ley histórica de evoluci<in del irnpcrio ¿rl est¿rdo-na-ción que ofrczc¿r la inevitabiliclad que se dabzr por supuesfa en l¿rs

explicaciones corrientes en los siglos xIX v xx, en que se consicleraba

rr (iitarl<r err Lt'wis. I'!tc.|n¿eritttn Iinion a¡¿d !he I'¡t¡l¡knt ol Neighbouthtnd, p. 162.l¡ Par-a unil lc(ientc risirin <lc t'orrjrrrrto solrlr'l;rs c[ifi'r'<'ntt's cr¿rlu¿rcir¡nes clc lirs

consecrrt'ncias t'< orrrinlit lrs tL' ltt t rntrrr i¡ra<'iiin ¡raia l:rs naciones <lc l{is¡rlLnoirrnéric:r,r'éaseel ca¡r. lii.ac¿lrg()<lel.canch'oPlarkrsrlel:rllsc<¡srrra,clc'l-he(,rr.rnbirLgeI)onotnirHi.story ol'Lrúin ,\tn¿rira,v<tl. l, crl. \'i<'tor' lJrrhnt'r.:fh<¡nurs, f ohr r H. ( k)atsrv()rth v Rol;ertr¡(l¡r'ttis Oouclc, Oanrlrliclgc, ()arnblidgc Lluivelsitr I'r'ess, Z(X)(i. \'éase tarnbién Aclel-rrtzrr r,,loi,rrzlE t t I \ u. n d Rnu ¡ I u I i on, ¡rp. li-t9- Í]55.

t

'29(; '297

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Tcl csl;trlo rt:rr ir)n ( onlo l:r r ttlntin;t, i,rtt l,)l,i(;r (lc t¡til:urosrlt'llisloti:t('ur ol)('lr". l ,o r¡rrc sc olrst'r \':r ('n ('l nnur(lo or r irlt'nl:rl :r f irr:rlt's rlc sigl<l

\\'ttt \,¡lrirrt'i¡rios <lt'l xtx t's nrtis lrit'rr rul l)r'()('('so rk'r.t't'orrf igrrlat'i<irr

¡-rolíticir ir cs('ala nrirsi\'r,:r ur('(li(l:l (lu('\'i('i()s irrr¡rt'r'ios sc atlu¡rlabitrr ir

desafíos desconocirlos clr t'l ¡xrs:r<kr, nut'ían nu(:\'()s inrlrcrios y sc col'ls-truían o reconstrlrían con ckrlol cst¿r(l()s ir partir clc nrinas irnperiales.;Estaba la respuesta erl la cr-ezl('i(irl de estaclos-n¿r(:ión, de unidadescompuestas más extensas o, corno en el caso de los Estados Unidos,en una combinación de ambas moclalidades? En la rnedida en que lacreación de estados-nación par-ecía pl-esentar el úurico camino haciaadelante tras haber fracasado los planes de Bolívar para Lrna confede-ración a gran escala, la transiciirn del irnperio a un estado-naciónviable se reveló rnás tensa y prolongada en los territorios de la Améri-ca espariola que en los continentales de laAmérica briránica, aunqlleincluso en éstos se necesitarían muchas décadas, y aun quizá unaguerra civil, para que quedara establecido un sentido permanente denación.

Parte de la explicación, como he apuntado, reside en elementosdel legado imperial español. El momento y el contexto también fue-ron cruciales, no obstante, y plantean la cuestión de si la transformacióndel irnperio arnericano de Esparia en diecisiete estados-nación inde-pendientes fue en sí nn proceso histórico predeterminado. En 1808,

cuando las tropas de Napoleón invadieron España, tan sólo una di-minuta minoría de americanos españoles pensaban en la emancipa-ción. En la América española, como en la británica, el sentido denación sigLrió, más que precedió, a la obtención de la independcncia.Por tradición la lealtad a la corona estaba muy arraigada entre lossúrbditos americanos del reyy de hecho se vio reforzada por el derro-camiento de la monarquía borbónica.

Al intentar transformar España y su imperio americano en una solanación gobelnada por una rnonarquía constitucional, las Cortes deCádiz se embarcaron en un experimento constitucional con un po-tencial inmenso, pero no re¿rlizado. Se trataba de un experimentoque al rnenos abría la posibiliclzrd de un camino para ir de un imperiodirigido centralmerlte ¿l lu)a n¿rción de pueblos atlánticos represen-tada por una sola asamble:r ¡rirr1:rmentaria. De est-e modo combinabados de las más poclerosas t'ou'icntes ideológicas de la época, el libera-

+6 Véase, lnás re(-i('nl('nl('nl('..f t'r't'nu' Ac[elrnan, ..An Ag. of Irnperialtions",.lntericr¿n Hi.sto¡'it'ul lil't,it'tt'. I I:'i (200t1),pp. 31-c)-340.

Irsnt,r t r.l lr.rr l,,lr.rlisln,, l'ol rlcst,,t:tr t,t.lttc llll( \lrt titltt'tllt' ttt;tlr¡qllt-

rlo¡ror l:rrrri,,¡rt:t.t'l cgr)lslll()\ l:r¡rolrtirltl(':l((ir¡ttlttilt<lt'l:ttttottitt<¡tttltt('s[lrunrrltr. l)tttt,t'l lit'rrt¡lostrfit it'lltt',sitt t'ltllxtl'g(). ¡)itl'Aasegttl'aIqlrecl lillt'r:rlisrtto lttt'it'tit tltl ltt{¿'ltt'.itrltto itl trat'ionirlist¡11¡ cl} l:r Hisp:rno-

lrr uril'iclt i rt<lt'¡rt'trtlit'l I lt' tlt'l sigltl xlX'

l,lstil ;\lní.r icir ('l':r, r'si¡¡uiti sietrclo, tttr¿r Aurél'ica Vttltret'able' Er¿l

r.rrllrt,r'lrlrlt' ¡ror-el h..h., clc rltre el liber¿rlisrno, ¿rl :llitre¿rrse c<lrr el Fe-

tlt.r.:rlisrno, r:c,rltrjO las Opor-ttuliclacles para la cre:tcitit-l dc arttoriclades

t t'n(l'alt's cotl fitt',t'z¿'t t;,,ficietrte ¡litt-ir irtlpotle fsc 2-t lils tttret'¿rs tttticl¿rdes

tt.r.r.itor-i¿tles que poseí¿ur p()c() 0 niugútn senticlo cie la iclenticlad na-

t.iolt¿rl V ertaltan clivicliclu^s por cOrrflictos st'¡ciales l'étuicosr;' Y eIn

vrrlnet'able a las frterzas rlel orclen econóulico itrtertr:rciou¿rl v tarnbién

Ir las presi<tnes que ernnnabalt cle lir ntrer'¿r 1' lloclerosa uacióu:rngló-

f ona que sur-3^íil en la n'ritad septelltfiolral clel hemisf'erio.

Iin ltr gtrerl-a enrfe Est¿rclos uniclos YMéxico cle l84Gl84B' éste

¡lc,r.clió la rnitacl clc str territori<¡:r lnltllos de:lqtré1. citrcttetrta anOs

.l.rp,,é, Estaclos L.fniclr¡s, exhillicllclt) utl intel'\'ellcionislrlo cltcllt vt'z

rnás enérgiccl err l<ls astult()s hispatloirutericirtros, rompiti las llostili-

clacles .,rr-ti.o Espariir Y la cles¡roió cle strs írltiluos tert-itorios ¿unt'ri<'atlos

con la <rc.,pación cle (lulta Y la totn¿t clc' ¡losesiótr cle Prte l'to Rico t'

Filipinas. I-a guerrir cle 1u!)tl lesrtltti tl ¿rturliitic:¿t p:rla España, que t¿rr-

.lo.ír. sro,l paite clel ltlre\'o sig-l<l etl astttnir lzr ¡lé--r-clida clefirlitiva de su

ir-,r1r.iio. Desp<ljacl<-, cle la 'r¿r'ol''artc

cle strs p.sesi.t-tcs iurperiales

ell LulA época eu qtre stts rivales euroPeos est¿rb¿ltr cousolicl:ruclo o

aclqtririericlo stts pr-opios iutperios, el país pasó por-gri'rncles clificttlta-

.1., pnro l'einvcut¿u-s" a,rr',r,, estacl()-tl¿lciírn. Eutre tanto, los victol'iosos

EstaclosLlniclosselzruzallansirlvergiiclfza'\'sitrsabel'lotoclar'íadeltoclo, :rl c¿tntino que les lleviu'ía cle est¿rclo-tr¿rciótr a itnpel'io glollal'

l7 pru.a t'r¿r eslintrlanlc <liscusitin soblc los ¡tloblettras tle la tt¡llstt'tttcitin tlel t's-

tacl<¡ err las l-rrrc'ils It.¡,.iblit'as il¡t'l'oittrlctit'allas' r'í'¿tsc Nligrrcl 'ingc'l Ocntcrt<>' IJlood'

ttntl Ddil: \\itt .,tl th¿,\,tttion-.\lutt,in Ltttin .lntr¡ittt, Lrniv'r-sity PaIk (Pellsih'¿ttliir). PerlD-

srlvani¿r Stzrlc LInivt'r'sitr l'n'ss'')(X)2'

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Et- MUNDO DE,L ARTE

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CnpÍTULo XII

Er MnorrnnruñEo DE Er Gnnco:EL ENCUENTRO DE CIVILITACIONES

Et *rrrr¿o mediterráneo del siglo xvl (el mundo de El Greco) eraun mundo donde tres civilizaciones convivían, se relacionabanycho-caban: el occidente latino, el oriente ortodoxo griego y el Islam. Porsu condición de cretense, y por tanto súbdito de la república de Ve-necia, Doménikos Theotokópoulos, conocido como El Greco (1541-7614),pertenecía tanto a la cristiandad latina como a la oriental grie-ga. Elysu generación pasaron lamayorparte de susvidas alasombradel enfrentamiento entre la cristiandadyel Islam.

A más de un mes de navegación desde Veneciar, Creta (coloniasuya desde 1211) era en el siglo xvl una avanzada expuesta en unMediterráneo oriental dominado por el imperio otomano desde sucapital en Estambul. Los habitantes ortodoxos griegos, pertenecientesal imperio bizantino hasta que la isla pasó a manos de los venecianos,habían seguido mirando a Constantinopla como patria espiritual has-

ta que cayó en poder de los turcos enl4SS.Aferrados tenazmente a

su cultura griega frente al represivo régimen veneciano, los cretensesorganizaron insurrecciones periódicas contra él y resistieron sus in-tentos de imponerles las medidas que en 1439 había acordado el Con-cilio de Florencia paraacabar con el cisma entre las Iglesias de RomayConstantinopla. Haciafinales del siglo xv, sin embargo,Iaamenazacreciente de los turcos comenzaría a obligar aVenecia a replantear lasdirectrices de su política, incluida la religiosa, hacia una resentidapoblación colonial.

I El tiempo onormal' de navegación desde la capitat de la isla, Candía, era 33 díasen el siglo xn. Véase Fernand Braudel, Tlu Meditrranean and, the Med,itenaruan WorA inthe Age of Philip ll,2vob, trad. inglesa Sian Reynolds, Londres, Collins, 1972-1973 lElMed,itenáruo y el mundo m¿ditaninn m Ia época de Felipe II, 2 vols. , trad. Mario MonteforteToledo yWenceslao Roces, México, Fondo de Cultura Económica, 19761, I, p. 362.

303

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?Si lrit'lll,tsr.tttt¡)('\ttrr)\,t¡ttcttltlrivl;utrllrrrllrt,rr urrsrrclo¡rcrlrr.ll()s(),:i('glllilll ()l¡(¡ltictttlrlsc it¡r¡rllrr lrlrlcilrcill('ll sils s( il(¡rr.s f t.ilrl;tlr.s\'('ll('( iillt()s, lrl lttt'l¡os ('tl lirs <'ittrl:ttlcs llr sr'¡l:tr':rciritr r¡lror:r l:ri:rrrlt.elltl'e col()tliz¿tclol'es \'(:()l()lliz:l(l()s cst:rl)ir ('( )ln('r rzlln( k l ¡xrr rlaiin:u n(.u-te a clifuntiltztl'se. Lt¡s lnalril¡l()ni()s llli\l()s ('n l()(l()s los nivt'lt's <lt'lusociedad habían acercado a ¿rnlbas ('ot.nru)i(ladcs v l¿r clasc rlir.igcrrtt'venecialra. que habíir ¿rcept¿.ido ¿r la ¿urti{¡u¿r noltlcza ct-etc'l}se elltt'('srrs {ilas, c()rtlenz¿lb¿l a ;rsinrilar la lene.tra, i¡rrirulrelrl¿rlil v t:ostuntlt¡'csglrefl¿rs.

L¿r vicla urlt¿rtra lie¡ró a reflc'jar la nueva pros¡rericl:rcl clc. nna islzr c¡trese bcneficiaba cada vez m¿is de str participacirln err el inrpelio comer--ci¿ri v rrrarífinro en expansión clc \''elrecia, rl-¿tci¿rs a la erpoltación cleaceite cle oliva, sirl v pasas y a su conclición cie escala parir los barcosvenecianos. Las fanrili:rs cretenses errviaban a strs hijos a estudial zr laUniversicl¿rcl cle Padua, en la Venecia continental, r'la vicla culttrral dela isla colnenzaba a responder a las hnsas r-(:na(:entistas que soplabanclesde la metrópoli, las cuales, :l su \¡c.2, clebían nnrcho a los refugiadosgrieuos que habían escapaclo hacia occiclerrte cles¡,ltrós de la caícla cle(lonstantinopia. Los eclif-rcic¡s v plazas al estik-¡ r'eneciano colnenzabana cambiar la fisollomía de las viejas ciudacles bizantinas v sobre todola de l:r capital cle la isla, Candía (la actual Iráklion). que hacia lin:rlescle la edacl n'redi¿r había dadc¡ su nourbre a l¿r isl¿r en su totalidacl. Poco¿r p()co, a caballo elttre los siglos xv v xvt. cl rlriente srieco v el occi-dente latino se est¿rban alnalgam¿rnclo para crcal llrla cultura distin-tiva rréneto-cl'ef ense2.

Fue en la cirrclacl cle (lanclía (así llarnacla por El Khanclak, la zanjadefensiva excavad¿r por lcls ár-abcs durante su ocupaciirn de ()retadurante los sislos x v xI) donde eu l54l n¿rciír L)onrónikos'Iheotokó-poulos, vástaco de trn¿l cle esas fallilias locitles que habían plosperaclozl conseclrencia de sus sen'icios al estaclo veneciano. Su ¡taclre, Geor-gios Theotokópoulos, el'a urt recaudador de inr¡ttrestos colt interesesnar'¿lles v comerciales, t' su helrnluro rnirvor \4anorrssos sequirízr alprincipio los pasos cle srr progenitor,t. Se piensa que l:r fálr-rili¿r fire

? Sol>t'. la socicclad v crtltrtr¿t clet(')lscs rlc t'rtt'¡rt'riorlo, r'riasc cn csl-rccial DaririFlt¡lt<rrr (etl.). Lilt¡uttttv ttttl ,\ot it'l¡ itt linuissunn' ()-t l¿. (lunrbl'irlge, (l¿unbridge Uni-versitvPless, llJQl.

:i A pesirl cle trabajos exltartstir,cls elr los r-rltinros años, se lr¿r crrcontr irrl() lnuv p()cainfolnratión sr>br-e l¿t f¿rnlilia cle El (irc<o o sus ¡;r'inrcros arlos. \'é'asc t:l artículo de

.f osé,\halez Lo¡ret'ir. "The (lorrstnr<'ti<¡lr of a Pairircr: A []enttu t ol Searching f'or anclItrtet'pr-etiueF,l (lleco",¡r:tt'ar'l tat¿ílogr¡¡rt'¡ralacftrba-josrrcoorditración l:.1 ()vro:

orlorlor:r gr icg:r. ¡rcr o lt,tr i.t rttt'rli:t<lr¡s rlcl sigl<¡ l'Vl llr ¡rolrlir ;t r t'liuir)-s.r ur:is r t'kr jlrrlrr rlt'\t'rrt'r irr lurlrílr <lisi¡l:rtlo nrttclr¿ts <lt' l:ts vit'jas tcnsio-n('s ('nlr'('los t'trlt<ls gl'it'go )'r'()uriur(). litt cl trttcvo cliura tnás toleranterlt' <'ocxistt:nc:ia l't:lit:i()s¿r, krs c:reyentes de cada conf'esión visitaban a

rrrcnrr(lo l¿N iqlesi¿rs cle la t-¡tt'¿t, nrientras que ambas comunidades par-tit'i¡rirbirn en las incontables procesiones que animabau la vida en las

t'lllt's rle (j:urclía y otras poblaciones de la isla, al celebrar su devocióncorrr¡rartida a la Virgen María y a san Francisco+.

Otro puente cntre ambas religiones lo proporcionaba el icono

¡roltritil. [,os talleres cretenses cle finales del siglo xv y principios<krl xvt prosperaban con el floreciente comercio de estas imágenes:iilgrad¿rs, destinadas tanto al rnercado interno como a la exportaciónir Venec:ia y al Mediterráneo oriental. Por entonces había surgido tlnat'sctrela cretense, bien diferenciada, de pintura de iconos, que prodll-c:í¿r obras de un carácter híbrido, eu las qtte las tradiciones bizantinas(fig. 5) se modificaban por influencias occidentales traídas a la isl¿r

¡ror pinturas y grabados \¡enecianos y artistas que regresaban a ella(fig. 6)0.Un evidente talento artístico permitió a Doménikos Theotokópoulos entrar como aprencliz en el taller de utr pintor de iconoslocal y hacia 1563 ya erz. conocido públicarnente como un maestro ellel arte de pintar: iconos y tablas al teniple. En esta etapa de su carrera,v para alguien con slrs ambiciones, uu traslado de la sociedad provin-ciana de Creta a la metrópoli cultural de Venecia ofrecía atracti\,osirresistibles. Muchos cle sus compatriotas habían dado el mismo paso

antes que é1, fascinados por las mayores oportunidades econótnicasv sociales que ofrecía la ciudad que se enorgullecía de ser la "reinactel Adriátiso,, la capital de un gran imperio marítirno.

Cuando El Greco se trasladó aVenecia en 1567, probablernente ar rar'és de sus contactos familiares en la ciuclad, se encontró no sólo.lll rc ilr¡A hcrencia rle abmmadora lrclleza visual v arquitectónica, sino

Itlrnl.il.¡'tuiil'!)tn:;fitn,trrlirlr Ir'ct'si<jtr csp:rñola, !.1 (hatt. Idtntid,nrl \ transfhnnatiónl,\Iir-rl¡ icl. \[trscr.r T'hlsscn-Bor-nt'lr¡isz¿t, l99f), pp. {5--lli. Soblc las It¡t-ttrtr¿rs r :rdvt:t'sicl¿rtlcsr[c srr lrcnllan<¡. r't1¿lsr,'Nikt,lar¡s N{. Paniuorakis. "N{an<¡uss<ls tl'rc Pirate. lir7l-1572",en Nicos Harljirricolaou (ecl.). I)l O¡vro in llnh tnd Iltlian Art. Pnxeedittgs of the Itrterno.-

tionul Symposi.un. Ile|h)nnon, Orcte, 22-2'l Sept.cntber 1995, Rethvmr-ton: I-Iniversitt'ot()'cte. 1t)!)!). pp. t 7-21 .

I ( :ln'\ssrin \I¿rl!('1()u,ftnd ,\or iet\'. pp. -ir3 )'{+

'' \'é.ilse M:rli¿l Clr¡ustuntoucl¿rli.i-Kitlonlilicles, "(llctnn Paintirrg chtring the xl'¿r¡rd \\'I Cerrturies', en l'.1 (]nto: Identitt't¡td -finnslb¡natiott llil ()¡vro. Identid.nd ) tratt,s-

linnat iónl, pp. t{il-!}il.

. en i{oltolt. [.ilentlure

Iro+ íio5

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Figura 5. Angelos Akotantos, La Virgen Kardiolissa(Museo Bizantino v Cristiano, Atenas).

también con la presencia de artistas vivos cuyo estilo estaba muy ale-jado de los pintores de iconos cretenses, con sus figuras cuidadosa-mente modeladas sobre brillantes trasfondos dorados. Durante sus

tres años en Venecia, donde parece haber trabajado y estudiado porcuenta propia, asimiló gradualmente las lecciones que se podíanaprender de los artistas del Renacimiento veneciano sobre color, pers-pectiva y la técnica de pintura al óleo. En particular, dos de los mayo-

Figura 6. Atribuiclo a Nikolaos Tsafouris, Lavirgm "Matlre d¿ll,a, consolaztone"

T san Ft'oncisco da Asú (Museo Bizantino y Cristiano, Atenas) '

res maestros en vida, Tiziano y Tintoretto, iban a tener una influencia

transformadora sobre su obra6. Esos tres años de estancia en Venecia,

tan fructíferos para el desarrollo personal de El Greco, fueron en

6 Fernarrdo Marías, Greco. Biogra.ph.ie d'un peintre extr&aagant, trad. francesa Marie-

Héléne Collinot, París, Adam Biro, 1997 [versión or-iginal, El (heco, biografía de un

pinto'r extraaa.gtunr¿ Madrid, Nerea, I997l, pp- 62-73.

306 307

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(;lllll)i() lrillil l:t t('l)ttl)li(:t l slr inrlx'r ir¡;r¡ros rlr.r ¡ lsis irrrrrirtr.lrlr., r.rr l;r('rrirl s('lr('ill)¡u ílr llr¡n<lit'rrrlr¡ l:rl¡rlnrt'r¡lr.sr¡ l¡rrrrili:r t'n ( irt.tlr.

(lon rrnir ¡lolrl:r<'i<in rk. rrnos I?0.(xx) rr:rlritlrrrtcs;, l¡r iir¡<llrrl <lr.\t.-uecia habí¿r adqtriliclo su I)r1)slx'r'irl¿r<lv lcvanll<l<¡ srr irrrpcr.io nrirr.íli-mo gracias a Lllla hábil explotaci<ill clt: srr ¡tosir.i<in gt:r¡ql.:if ir.a t.orn<¡punto de encnentro y centl'o de intcrcambio errtl.c cl Or-iente gr.ieu<ry el occidente latinos. Ilabía sobrevivido tanto a la apertura por llsportugueses de una nueva rrta para el comercio de especias con Asi¿lcomo a la sustitución del irnperio bizantino por el otomano. servíaa los intereses tlrrcos tanto como a los venecianos asegurar la circu-lación de mercancías, pero los otornanos se habían transformado ennna formidable potencia naval que planteaba una atttenazade granenvergadura a las tierras cristianas y a las rutas marítimas clel Medi-terráneo oriental y central. La tendencia general de la diplomaciaveneciana era proteser los intereses territoriales y comerciales de larepública manteniéndose en buenos térnrinos con el sultán otoma-no, scllimán I el Magnífico y, a slr mlrerte en 1b66, con sll sllcesorSelim II.

Hacia mediados del siglo xvr ve'ecia, a pesar de mantener.naflota considerable, se había convertido en una enana en un mundomediterráneo dominado por dos gigantes enfrentados: tenía al esteun irnperio otomano en expansión y al oeste la monarquía españolacon slr imperio, cuyo gobierno pasó en 15b6 de carlos v a Felipe II.Ambos imperios, tanto el español como el otomano, habían sufridoamargas experiencias que todar'ía estaban lejos de haberse bcrradode sus mernorias. La presencia de los moriscos en el suelo ibórico eraun constante recordatorio de los siglos de hostilidad entre la cristian-dad y el Islam. La herenci:r cle odio religioso era exacerbada por elconflicto de intereses a lo largo de la costa de Berbería y por las con-tinuas esc¿lralnuzas elr el mar v por tocla la ribera clel Mecliterr¿íneo,pues los tur-cos 1'sus alia"clos norteali'icanos at¿rcaban los b¿rrcos y asal-tab:rn las poblaciones de lo-s cristianos, a lo que los corsarios espariolese italianos les pauaban con l¿r ntisrna lnonecla.

A medicla que los clos imperios a'anzaban hacia un enfrentarnien-to decisivo, se hizo necesaria toda la habiliclacl cle la cliplomacia vene-

' BrirtrrPrrllarr. I?ithan¡lPoot ittR¿naissuntrll,nitc: 7'ln.\txitt! I¡t.slilution,sof n(kttho-lit Stntc, tr¡ 162(). Oxfbrd, Blackrvell, ig7l, p.2Bg.s \tilli¿urr H. NIcNeil, l?'nirc:'l'h¿ Hingr'ol'l\rxlte, 1()lJ1-t797,Clrica!¡¡r (lllinois) r.l.orrdlcs. Linirclsitv r¡f (lhicirso Pr.css, I{)7

ri:rtt:t¡r:rt;rscrittir unrunrlrocnlrclr¡srlos.Srrrcrrrlr;t¡t-l(),('n lir(il'rl:rllol:t lttt(:r l)us()silir¡l l\'llrltlr. l',l l<'r'lrnllrnticlrlolirr:rl <k'l:rsr'<lio.ir('()n-tnnr;l( irin <lt'l:r llcult(ll <lt'llr r¡l¿rrirur t's¡ririrol:r, rlt:i<i clru'o qtre sólo larrrorurrr¡rrílr lris¡xirrit'ir tt'lrí:r lir c;r¡tzrciclirrl y los recursos para proteeercl I\lt'<litt:r'r'iinco ccntr:tl contr¿r los ataques otomanos. Tras haber fra-t ;rslrrkr t:n Nlalta, los trrrcos, bajo su nue\/o sultán Selim II, habían delrr rscar- larcle o telDprano vengaltza en otro lugar, r'las col<¡nias vene-r irr r urs cle ( ihipre v Creta eran los objetivos más obvios para una escua-r lrir ¿rs¿rlt¿urte. Después cle treinta años de paz, los venecianos aún se

:rli'r'r'ab¿rn a la esperanza de que sus propios territorios eran inmunesir lltaquesrr, pero en.julio de 1570las firerzas tlrrcas invadieron Chiprer' ¡lrsieron siticl a Falnagrrsta. En Esparia, en esos mornentos, don.fuan<lt'Austria se encontraba en las etapas finales del aplastarniento de lar cvuelta de los rnoriscos granadinos, después de casi dos airos de des-

¡riildacla guerra cle guer-rillas en las Alpujan'as.El papa Pío V el más allstero cle los sunlos pontífices de la Contr¿t-

r lefirrrna, consideró que había llegado la hora de hacer realidarl srr

suelio, largamente acariciado, de organizar nna alianza de potenciirscr-istianas contra las firerzas del Islarn. En su esfuerzo por salvar F-¿rnra-

gusta, la república veneciana dejó cle lado sus objeciones a un enfien-tamiento militar contra el imperio otomano y a una alianza con Espa-ria. Después de prolongadas negociaciones, el 20 de mayo cle l57l se

¿rcordó fc¡l'mar rura Lig-a Santa. Segrin los términos de las capitulacio-tres, España, Venecia y el papado turirían sus firerzas en Llna caunpañacontra los ttrlcos. a l¿r ctr¿rl España contribuiría con la rnitad de losfbndos, tropas y barcos, los venecianos coll un tercio v el pzrpa con unsexto.

Por aquel entonces El Greco había estado en Roma ya drrrzrnte:varios meses. Había llegaclo allí en otorlo de 1570, trayenclo consiqoobras qtre había pintaclo en \¡enccia. Irnpresionado por str talento, elcélebre rniniaturista croata Giulio Clovio lo reconrendó al cardenalAlejandro F¿rrnesio ( 1520-1589), el rico y culto nieto ciel papa Pablo III

1r Bratrclel, I'he lll¿rlite¡rutnu.n [El Ilcd.iterrrínco],II, parte 3, proporcion:r trn relatoextenso cle los orígenes 1, la fornraciórr <le la Liga Santa rlel 20 cle m¿rvr¡ de l57l I elavance del conllicto hacia su clesenlace en f,epalto en <¡cttrbre cle lir7l. com() taln-l¡ién hace Ketrueth M. Setton, 'I'he Pnpaq a nd tlv L¿ztant, 1 201-157 I,.1 vols., l'iladelfia(Pensilvania), l9lJ4, Alrcric¿rn Phil<-rsophical Sr¡ciett, 197G1984, ñ', caps. l9-24. Paraun resullrcn del enf r-entanrit'nto entl'c l<ls impelios espariol v otomano. sitnadcl en unc()ntexto enr()peo gencr':rl. véase.f. Il. Elliott, Ettropc Diuided, 1559-1598, 2" edn.,Oxford, Biackrvell, 20(10 [.ln liuroludit,id.idu (lriq-1i98), ttad. Rafael S¿inchez Nlante-ro, Barcclona, (lrítit:r,2(X)21, t's¡r. ra¡r. (i.

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T\'('l ilr:r\'()r ilr('( ('n;rs (l(.lr lisl:rs t lrr¡¡r¡lrrr.s rlr.lr.rr:rs rlt.l;r r,¡ror:rr,,. l,,ll'ltlil<'io l''ltl ltt'sio, r lotlr lt' l',1 ( lr cr o r cr ilrio :rl ¡rr ir r< i¡rir, :rl,,jrrrr rir.r r to.había sirltl cotttplctitrlo ¡xtr Miurrr'l ¡\nut'1, <¡rri<.n tlurrl¡it.¡r r <.lrlizri :r¡l-plias refbrmas. Arttlqtte el q'l'atr ar<¡rritcclo, ('s('ultory ¡lirrtor.f l9r.r'¡(i¡<rhabía muerto seis años atrás, era irnposible ¡rara El ()r-t,r.. i{lr<¡r.ar.srrpoderosa presencia cuando caminaba por Ias calles r¡ r,isitaba sallPedro o cnalquier otra de las iglesias de la ciudad.. EI car.clenal Farne-sio, protector y benefactor de losjesuitas, para quienes constmyó laiglesia del Gesr), transmitió los valores e intereses del humanismorenacentista a la era más dogrnática de la contrarreforma y favorecióen sus gustos artísticos una armoniosa combinación cle lo viejo y lonuevo. Al entrar en contacto con el círculo intelectual clel cardenal,encabezado por su bibliotecario, el humanista Fulüo orsini, El Grecose volvió a encontrar otra vez en un ambiente ecléctico clonde se en-contraban y rnezclaban varios mundos, en este caso los clel humanis-rno renacentista, la antigtiedad pagana y la espiritualiclad contrarre-formista católica, segúrn quedó definida por los decretos promulgadospor el Concilio de Trento a su término en 1b63.

El círculo Farnesio era m'y fi'ecuentado por los españoles, c'yapresencia en Roma, muy nutridav cad,avezmayor, era uno de susrasgos más llamativos a finales del siglo xvr. En lbg2 se calculaba quehabía 30.000 esparloles: clérigos, abogados y mercacleres, además d.eartesanos y escribanos para cubrir sns diversas necesiclad.es. si la cifiaes correcta, significaría que representaban más de un cuarto de supoblación aproximada de 115.000 habitantesr. La influencia española,de hecho, lo impregnaba todo en la Roma del papaclo contrar-refor-mista. Había Lrn constante ir y ve'ir entre Maclrid y la corte papal.Felipe II, al igual que Carlos V antes que é1,

'ecesitaba ,r, pupádo

dócil que apoyase sus intereses globales v aprobase sus incesantes

l0 Sobt'e El flreco erl Roma, r'éase Lionello Pu¡r¡ri, "El Greco in ltaly a¡¿ ItalianArro, err Álvot., I-opera (ecl.),,ttl Oruro: Idnttity and."I\runsjbrrttnÍiort f lil (heu¡. Id¿nt¡¿atl) Ixln'srfurntarióri], pp. 95-1{)3. Sobl'c el calclt'n¿rl Fanresic¡ 1'su círcrrlo, r'éa¡se FeclericoZeri, Pitturrt e Conttori.fornta. L",trte .scnza t?n¿fo. tti Stipiine d.a Oaetn, Turí¡, Ei¡a¡di,1957, v clare Robertsott, -Il ()rnn cn.rrtjnatc": Ate.rsrrrrrin Fn,nosr, pr¿tron o/ fic A1lr, NervHaven (connectictrt) v Londles, yale univer-sin, press, lgg2. véase tarnbién clareRobertson, "El Greco, Frrh'io Ol'sini and Giulio tllovicr", en Nicos Hacljinicolaou .LY

lyco of !rct1. Proreed,ings of the International ,\ntposiunt (lraklion, ()¿tc, t 99ii¡,Heraklion,

Demos Elakleiorr, 1995. pp. 2lb-22i.rr ThorrrasJames Danclelet, Spnnish Ront.e, 1500-t 7//0, New Haven (Co¡¡ectic¡t)v Lorrdres, \hle flniversitv Press, 2001 lla Ronn E.spariol,n, l j00-1700, tracl. r,ara ViláTomás, Barcelona, Crítica, 20021 . p. 120.

¡rclir iorrcs r lc it r r ¡rr rcslos r' :rvr r< l:rs lit t¡t nr icr lts :r l:r r ir :r lglcsilr cs¡l:r ttol:t.l,,l t'rrrlrlrjlr<lor t's¡l:rirol t'n llr Sanll Sr'<lt', l)u('s, ('r'¿r rrn¿r lig.rrr'¡r <l<lnti-n:urt('t'rr llr vi<ll <k'lir cirr<l¿rrl, ct¡n str distribución cle pensioues a losr':rlrk'rrirlt's, cl)tr-c cll<¡s F-anresio, para aseglrrarse a la muerte de cada

¡llr¡xr lir clcccirin de un l)uevo slrmo pontífice favorable a los interesesrk' Maclrid. Aunque Felipe II seguía líneas políticas que segirn surnorlo dc ver redr"rndaban invariablemente en beneficio de la Iglesia,srr sister-na de clientela pmdentemente dirigido estaba concebido paranlill)teller al papado en el lugar que le correspondía.

A principios del verano de 1571 España, el papado y los habitual-rnente recalcitrantes venecianos se habían unido por fin en contrarle un enemigo cornírn. Ya estaban en marcha preparativos masivos

1'el 7 de octubre las escuadras aliadas combinadas, bajo el rnandosupremo de donJuan de Austria, encontraron y derrotaron a la flotaotomana en las aguas griegas cle Lepanto (actualmente Nafpaktos),en el golfo de Corinto. Fue un triunfo extraordinario para las fuerzascristianas. De la armada otomana, compllesta por unos 300 barcos,ftreron capturados 127 por las fuerzas de la Liga Santa y los turcosperdieron 30.000 hombres, mientras que las pérdidas cristianas fue-ron de entre 15 y 20 buques y quizá 8.000 bajasr2. En Venecia, adondelas noticias de la victoria llegaron el l9 de octubre, el dogo y la seño-ría se dirigieron inmediatamente a San Marcos, donde se cantó lamisa con el'fe Deum la,udamus. En Roma, donde se recibió la nuevael22 de octubre, un Pío V eufórico y sus cardenales dieron graciasen San Pedro y se levantaron en las calles arcos triunfales con losnombres de Felipe II, el papa yVeneciar:i. A medida que la noticia se

difundió por Europa, se repitió eljúrbilo por todas partes, y en Tole-do, donde se celebró otravezttn 'fe Deum en la gran catedr-al, Felipe IIdotó una procesión anual para conrnemorar la victoria a perpettriclacl(fie. 7)'1.

Aunque el impacto psicológico del triur-rfo fire enorrne y prodr!ouna lllmensa sensación de alivio er-I Lula cristiandad que se había sen-

l: Labatalla),suscorlsecuellci¿rssoubienclescl'itaspor'.fohrrF.(luilmartin,Jr.,()unlnzurlo artd. (kr,llt1-s: Ohnnging'fi'tlt.nologt and Aledi.lertntteun IAat.fhrc ut Sea in the 16lhCentury, Camblidee, (lamblirlee Universitl Press, 197.1, pp. 221-252.

r:r \'é¿rse Settor.r, 7'1rc Pupar¡ rmtl tltc Lntant, I\', pp. I060-10(j:.i, st¡br-e el inr¡racto delas rroticiirs en Venecia v l¿r cor-te papal; r'éase l)anclelet, ,Spani.sh Rome f La Rona esln-ñoktl, p. 70, sobre las celebl'aciones en Ronla.

rr Cllegorio cle Andr'és: Hek'ni.sta.s del Rennriniento t n Tbkfu¡. lil. ofista (nten:t?,Anto-

nio Calnsinu.s, Tc¡ledo, hrstituto Provincial de Investisaciones l,Estucli<-¡s Toleclanos.1999, p. 67.

3lo íll I

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lirlorlrll:tttlt'lttttr'llo licttt¡lr,¡rscrli¡trl.t ¡lot r'l lsl¿rrrr,los:rr otrlcr ilrrictr-los sttl¡siuttit'ltlt's lttt'tr¡¡t llnit lt islt'rlt'r't'ltt irirr crr lrrrr< lros trsl)('( l()s.I'ío V ¡'<lon.f ttittt <lc Attstl'i¿t liulllrst'irlriul un¡r ( t'uz¿l(l:l <¡rrc lrrrlrit.r':rcontelrlpla(l<l volar las bandclas t'r'istianas sr¡llrt: las t<¡r'r't:s rlt' llst¿unbrrly.ferusalén. Los copistas griegos, engolf'aclos cn sus c<,rclict:s en L,spaira,

soñaban con la liberación de su patria de rnanos cle los turcosr5. Sinembargo, los venecianos sólo estaban interesados por el destino deChipre, que entregaron finalmerlte a los turcos en 1573 a carnbio depaz,y la atención de España se \¡io desviada del Mediterráneo por lalucha contra los holandeses. Para Felipe II, el reto del Islam estabaernpezando a tomar un lugar secundalio frente al desafío protestan-te proveniente de los Países Bajos, Inglaterra y Francia. Por su parte,el inrperio otomano se vio cada vez rnás absorbido por la evoluciónde los acorrtecirnientos en el frcnte persa. En consecuencia, los dosirnperios colnenzaron a retirarse de la lucha y la gran guerra delMediterráneo se fue reduciendo a un enlpate caracterizado por ata-ques corsarios y refriegas navales a pequeña escala.

Los sueños de hombres de menor rango que el papay don.|uan deAustria también se vieron transfbnnados en clesilusión. Entre ellos se

hallaba el herrnano mayor de El Greco, lVIanoussos, que en octtrbrede 1571, tras la victoria de Lepanto, llegó aVenecia para pedir cuatrog:rleras armadas y lanzar ataques contra las rutas marítimas turcas. Sueulpresa, sin embargo, se fue a pique cuando cometió el error deasaltar un buque mercante que resultó estar navegando bajo banderade Ragusa y transportando provisiones para la flota veneciana. Arres-tado por las autoridades venecianas e incapaz de pagar sus deudasdurante un periodo de depresión en la isla de Creta, se vio obligadoa vender todas sus propiedades. Años más tarde, se reuniría colt suhermano menor en Toledo, donde moriría en 1604t6.

En Roma las cosas apenas le iban mejor a El Cireco. f)efraudadocon el nrecenazgo de Farnesiotl, enlST2logró la adrnisión en el gre-rnio de pintores, laAcademia de San Lucas, que le permitía establecersu propio estudio. pero no consiguió obtener encargos mavores y sutemperamento irritable y opiniones extravagantes no ay,rdaron a alla-

t3 lbitl.,p.66.l6 La historia es contada pol Panavotakis, .Man<-¡nssos thc Pirate", en Hacljinico-

la<ru (ed.), El Greco in ltul,t, pp. 19-21.r7 Prrppi, .EI Gleco en ltalia', en Álvarez Lopera (ert.),,e-l Greco: Identity antl

Tizt r t.sfo rm a t ion [El Graco. I d.t'n t id nd t tm n.s f i n'm u i ónJ, p. 1 03.

:lt'2

It{ Marías , ()reco llil G'et'o] , p. ll7.

Figura 7. Tiziano, Felipa II, tlespuás de fut ufutori.a de Lelta,ntg' olterc al cielo

al príncipe tlon l-ernnndo (Musco del Prado, Madrid) '

nar su carninors. lJna t'ez rnás, deciclió probar su Suerte en otra parte,

esta vez con e,l lneceltas real de Tiziano, Felipe II de España. Enjunicr

de 1577 se le podía encontlar-ya en Madrid.Es probable que esperar¿r rrnirse a los artistzrs itelianos que estaban

sier-rtlo contrataclos para trabajar para Felipe II en la decoración del

morlasterio-paiacio de El Escorial, cuya pritnera piedra se había pues-

illiJ

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IIo clrlor( ('iur()s:url('s, <'rr l1-¡(iilr".,'\ltor:r lrtrlr:r corrrt'rrz¡trlo cl lurlurjrl

l)ilr':l l¡l gt'lttt lltsíli< it ctr t'l ccnllo <lcl r ott jrrrtlr) nr()nlun('ttl:tl 1'totlituna s(:r'i('rlt' r'r'tirblos ill:rn ir s('r'n('('('s¡u'i<ls ¡xrlir lirs ca¡;ill:rs y irlt¿ues:0.

La prirnera actividacl d<¡r:rurtt:nt¿r<la rlt' lil (i'r'r:r'o, sin ernbargo, fue enToledo, y allí iba a permal-lecer. A pesar cle tod<ls sus esflrerzos, nllncaalcanzaríael favor del rey. Enla Adora,ción d¿I Sa,ntísimo Nombre deJesús,

al parecer pintada en conmemoración de Lepanto, retrató a Felipe IIen oración, junto a sus aliados de la Liga Santa, el papa y el dogo(fig. 8)tt.Aunque finalmente consiguió obtener un encargo para ElEscorial, stt Martirio de san Mauricio (ftg. 9) no logró ajustarse a lasideas tridentinas de decoro religioso y fuejuzgado inapropiado parala basílica. No volvería a recibir ningún otro encargo real22.

Fracasada la búsqueda de empleo en El Escorial o en la corte deMadrid, El Greco tenía que conformarse por el momento con Toledo,la ciudad que en 1561 había salido perdiendo frente a Madrid cuandoFelipe II decidió que los inconvenientes de una corte itinerante erandemasiado grandes y que había llegado la hora de encontrar unaubicación permanente para la sede del gobierno. Entre otras desven-tajas, Toledo, colgada en lo alto sobre el río Tajo, era una ciudad decalles estrechas y empinadas y ofrecía pocas posibilidades de expan-sión (fig. 10)23.

Todo indica que El Greco fue a Toledo a consecuencia de la amis-tad que había trabado en Roma con Luis de Castilla, que había estadopróximo al círculo de Farnesio a su llegada a la ciudad en 157024. Luis,

re José Manuel Pita Andrade, "El Greco in Spain", en Álvarez Lopera (ed.), E/

Grero: Id¿ntity andTransforrnationlElGreco. Id¿ntid,ady transformaciónl,pp. l3l-163, enp. 131. Véase más arriba, p. 62, fig. l.

20 Rosemarie Mulcah-v, Tlp Decorntion of the Ron¡al Basilira of El Esconal Cambridge,Cambridge Llniversiq'Press, 1994 Í "A la tttayor gln¡ia d¿ Dios y el Rey.. La dccora.ción de ktRer¿l Blsílica del LIona.steño ¿Le El Estoñal, tl'ad. Consuelo Luca de Tena, PatrimouioNacional,19921.

2l Sobre el trasfondo iconográfico de esta pintura, y su interpletación, véase DavidDavis (ed.), El (heco, Londres, National Gallery 2003, entrada de catálogo nírm. 22.

22 Mtrlcahy,, T'he Decoration l"A la ma^tor glo¿a-], p.65. Existe una conside r-able bi-bliografia sobre la reacción desfavorable del rev ante esta obra.

23 Vari¿rs posibles razones para la selección de Madrid por Felipe II se discuten enAlfredo Alr,ar Ezqterra, Felipe II, la Cortcy Madrid m 1561, Madrid, Consejo Superior deInvestigaciones Científi cas, 1985.

2a Soble el tr-aslado de El Greco a Toledo, véanse PitaAndrade, "El Greco in Spain",en Árarez Lop era (ed..), ElGrero: Itl¿¡tti! arulTiansfommtionlElGrcrc. klmtirLady transforma-ciónl,p.l34,l,JonathanBrown,"ElGrecoandToledo",enJonathanBrown (ed.),ElGreroof Tbkdn,Toledo (Ohio), Toledo Musettm offut. 1986 ["El Greco yToledo",en ElGrcro dB

Tbkd,o, trad. Angel Millán y Car-lota Schmidt, Madricl, Alianza, 19821 , cap. 2, pp. 9495.

Figura 8. El Greco, Art,oración o, tri::;:;lr.kirí.t

(Monasterio cle El Escorial,

hijo ilegítimo de clon Diego cle Castilla, deán del cabildo de la catedral

¿á T.ot.do, estaba bien situado para obtetler encargos en su ciudad

natal para El Greco. Con el tiernpo, don Diego le pidió no sólo que

pinrase EI Expoko d,e cristopara la sacristía de la catedral (fig. 11) -enLl cual El Gieco ya estaba trabajando a principios de 1577-, sino

también ocho lietrzos para el retablo mayor y los dos altares laterales

.'¡l¿

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3r4 3l ir

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t(l('lnr:rnu('\'lrit.llcsi.r(lu('s('lr:tlrt:trlcrr¡rtsltttit ¡r;tt:rcl ¡r)n\'('nl()(l('Slrrrlo l)o¡rrirtuo cl ,'\rrtigrro. l',sloss('r ílur los ¡rr irrrcr()ri ('n( iuqos rlc rrrtlr('ru'r'('l'a ('sl):rñ()lir r¡rrt'ilrit a \'('r'itl ilrlisll llrrlxrjlrrr<lo cn'lillt'rkr rlunul-te el resto ckr strs clí¿rs:¡.

Por más que hubiera conociclo zr espalioles elr Ronr¿I, nacla podíapreparar del todo a El Greco para la España de Felipe II, un paísdonde los artistas aúrn eran mirados por encirna del hombro comomeros artesanos. Su fbrmación había sido cretense e italiana, y resul-ta significativo que se le llamara en España con el gentilicio en suforma italiana, *Greco, (un nombre por el que llegó a ser conocidoen Italia), en lugar de la española, que hubiera sido "El Griego",col]ro podría haberse esperado Llna vez establecido en Castilla. Elregistro parroquial de Santo Tomé en Toledo recoge su muerte en1614 con el nombre "Dominico Greco,e'j, pero él mismo, incluso ensus írltimos ar1os, firmaba todavía sus pinturas con letra griega cursi-va o bieu con sus iniciales o bien por entero como "Dornénikos Theo-tokópoulos". Aunque hacia 1582 había aprendido el suficiente es-

pañol colno para actuar como intérprete en Lln caso ante laInquisición en el que estaba implicado un compatriota griego acll-sado de prácticas islámicas:7, en cierto modo seguiría siendo, en Es-

paña como en otras partes, un forastero, Lrn natural de Candía hastael final.

l,zr España de la década de 1570 se regodeaba todavía con los pos-tles de Lepanto y Felipe Il era el monarca rnás poderoso de la cristian-dad. En 1580, con la extinción de la línea leal autóctona, el reino dePortugal se añadiría a sus dominios, y los dos imperios ibéricos se

extendieron rodeando el globo. Inmensas cantidades de plata afluíana Sevilla cada ario desde los virreinatos de Nueva Esparia y Perú y, a

los nerviosos ojos de sus enemigos y precarios aliados, la España deFelipe II se encontraba en camino hacia la monarquía universal28. Sinembargo, los problemas se le estaban acumulando al rey prudente,

2i Solrr-e el encar-go tie Sal-¡to Domingo el Arrtigrro, r'eáse Richard Ci. Mann, El()rero ntul lti,s Putn¡ns: 7'hrvc Llrrjor ProTrrl.s, Oambridgc:, Oarnbliclgc Linivelsitl Press,l9li6 f¡11 ()rero y .sus ltalronos. 7)e.s grandes pro¡erlos, tr-ad. Isabel Belsinde, Mach'id,Akal, 19941, cap. l.

:ti Anrlrarle, .I.-l Grec<¡ in Spain", p. 162.27 Auch'í:s, Htleniskts, p. l0l.!8 Un panor-ama general de Esparia cltrrantc- cste per-iodo se puede e nc()ntr¿lr en

.f. H. Elliott, Inlm'id Sprún, 1469-1716, l.onclres, Echvard Alnr.rld, l{)ti3; reimpr. Pen-gtrirr, 2002 [La lispuña inperial, 1469-1716, trad..f . Marfanl; Barcelona, Vicerrs-\'ives,2005 I .

s.lrrr. l,rl. r.lr r.l rrr¡r lr.rlr'l,,rrto¡l:r, tlotrrlt'l,rs tcl¡r'lrlcs ¡rlolcsl:tttlt'sIrol:ttttlt'st's t'sl¡tl¡ltlt < r¡tlstllitllttt<lo stts ¡rosit ir¡ltl's t'llt lt¡Ulltlt:l'l'lt isltlx-

linl t.sl¿tlt¡t <lt'lltt¡sll'¿tlltlo sct' tllla p()tctl(:ia f ot'lrti<litlllc y cada vez más

lrgrt'sir,¿t cll :rlta llr¿rr.

( lastilla, el corazón de la moDarquía hispírnica y su imPerio, se veía

Ir sí nrisrna como la nación elegida por Dios y la campeona de su cau-

su. Parra conservar el favor divino, no obstante, la ortodoxia religiosa

lrabía cle ser impecable. Felipe II no tardó en anlrncial que aceptaba

los clecretos tridentinos y se hicieron enérgicos esflrerzos para elevar

t'l nivel educativo de los clérigos, mejorar la moral y la concieucia

cspiritual de los legos y normalizar las prácticas devotas Para que se

irjustaran a los nuevos criterios. Las órdenes religiosas iban a ser ills-

trumetrtos activos en esta reforma católica, mientras una entrometida

lnquisición censuraba los libros en busca de cualquier expresiórl cle

práposiciones heréticas y mantenía Lrna red de delatores ala caza

de la más mínima pista cle desviación religiosa2e'

La confianza espiritual, pues, se vio acomPañada por una menta-

lidad profunclamente defensiva que descubría enemigos a cada Paso'

Al principio del reinado de Felipe II se habían identificado v erradi-

caáo células oluteranas, en Valladolid y Sevilla. Nadie estaba a salvo,

ni siquiera el primado de España. En 1558 el arzobispo de Toledo, el

religioso dominico Bartolomé de Carranza, fue arrestado por la In-

qtrisición bajo acusación de clivulgar herejías con un libro de comen-

iariossobreel catecismo. La ortodoxia de Carranza fue def-endida ante

el tribunal clel Santo Oficio por un distinguido gruPo cle partidarios,

entre ellos don Diego de Castilla. Éste lo calificó como 'excelenteprelado, ¡ durante Ia larga prisiór-r del arzobispo, quedó a su c¿rrgo

Ln efecto la cateclral, como deán suyo qge era. En 1576, Lrn ailo 2u)tcs

cle qtre El Greco llegara a Toleclo, carrantza tnuriír en Roma; había

abjtirado de dieciséis proposiciones sospechosas, pero 'o pttdo volver

a sll sede:J0. En ausencia de arzobisPo se demoró la causa de la reforma

eclesiástica en la archicliócesis y le cupo al sucesor de Carranza, el

inquisidor gener-al Gaspar de Quiroga, seguir adelante con la tarea

de aplicar la Contrarreforma clurante un arzobispado que se prolon-

te para ul¡a visión strcint¿r v actualizada cle la lglesia y la política religiosa en Espa-

ña cltrrarrte este period(), vé'¿rse Flele[ RarvliDgs, Chu¡'th, Retigion nnd Soci¿t''i in lirtrLy

trIoder n.5pnin, Basinestoke, Palgtave. 2002'i(,

.Jo;é Isr'ci(, lellc( l,r'u liiíg,,r':rs. lll ttrzoltispu ()rtrratnt \ stt ticttrpo,2 rols., lVIach'id,

(;,,urlrii.r¿rnra, I {XilJ, l, ¡r. t30, r Vlann, fi1 ( herc n ntl h i,s Pah ottj I LL Orcco t stt.s ltatnn osl,

¡rp. {i-tt.

ilt(; :]17

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Figura 9. El ()r'ec< >. lllrtt lit io rlr rrtn i\ltut¡'it io (lVlopasterio cle El Escgr-i¿rl,\'l:rrlrirl).

Figura 10. El Greco, Visla y plano d"e Toled,o (Museo Casa del Greco, Toledo).

gó hasta 1594, aunque fue en gran medida un absentista también y

pasó la mayor parte de su tiempo en la corte3r.

Lapureza religiosa de España se iba aver amenazadano sólo porlos protestantes, cuyas herejías se infiltraban en la Península por me-dio de literatura subversiva, sino también por las actividades de losmoriscos y presuntos judaizantes. La subyugación de los moriscosrebeldes de Granada en 1570 había sido seguida por su dispersiónpor toda Castilla, una medida que sólo sirvió para exacerbar elproblema al extender al norte el supuesto contagio de creencias yprácticas islámicas y creaÍ en ciudades castellanas como Toledonuevas bolsas de un grupo étnico en gran parte sin asimilar. Unoscuarenta años después, en 1609-1611, el gobierno de Felipe IIIadoptó una solución radical frente a la enconada ctrestión morisc¿ly ordenó la expulsión de España de toda la minoría, aproximada-mente unas 300.000 personass2.

LJna vez erradicada la arnenaza interna del protestantismo, la man-cha de ,ludaizar" habíapasado aencabezar la lista de prioridades dela Inquisición. Losjudíos practicantes habían sido echados de Espa-

31 Richard L. Kagan, "The Toledo of El Greco", in El Greco of Tbled,o lEl Greco tle

Tbledol, cap. 1, pp. 5456.3e Bernard Vincent y Antonio Domíngr.rez Ortiz, Historia rk las tnorist'os. Vida. I

traged,ia d,e una ninoría, Madrid, Revista de Occidente, 1978.

:l1.3 319

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Fi.gtrra ll. F.l (rl'r'C(t. I'lr',r'priirt rl¿, (,'rislo ([ll)f()n f{otrse. \\'allyicks¡irc).

tutct¡ Il1ll2,¡lcrorrruclrossclr:tlri:ttt('()n\'('rlirlo¡tl ctisliltttist¡t()l;lnl()¡url('s ('()rno crr r'l nr()nr('nl() <k'lrt cx¡lllsititr. A <[ifi:r't'llci¡t tlc los tno-riscos, (luc n()r'nlillnl<:rrlt: tt:ní¿ur <¡ficios hutnilcles, mtrchos de los des-

<'r'rrrlicntes de esos judíos, los llamados <conversos" o "cristianosnrr('v()s>, ocupaban importantes cargos tanto en la Iglesia como ent'l cst¿rdo. En el Toledo del siglo xvl se podían encontrar conversost:n l¿r floreciente comunidad mercantil, en el capítulo catedralicio yt:rr el ayuntamiento de la ciudad33. Pero en lú47, contra la fuerteoposición del deán Diego de Castilla, el cardenal y arzobispo Silíceoimpuso en el cabildo de la catedral un estatuto de "limpieza de san-gre", el cual excluía de cargos y beneficios eclesiásticos a cualquieracon rastro de ascendenciajudía en las últimas cuatro generaciones.En 1566Ia corona ordenó un estatuto parecido para el ayuntamien-to de Toledo3a.

Aunque muchos descendientes de los.judeoconversos lograronocultar sus orígenes fámiliares mediante la utilización de genealogízrsfalsificadas, cambios de apellidos y sobornos abundantes, la extensiónde los estatutos de limpieza en la Castilla de Felipe II hizo crecer las

tensiones en una sociedad donde las autoridades estaban preocllpa-das obsesivamente por la purezay la conservación de la fe católica.Con un clima religioso caracterizado por la represión, el dogmatis-mo creciente y la insistencia en la conformidad, la erudición huma-nista se encontró bajo presión, las opiniones heterodoxas pasarona la clandestinidad y la energía espiritual altamente emotiva, comola de santa Teresa (ella misma de ascendencia judía), no sólo fuecanalizada hacia la devoción privada y pública, los actos de caridady la reforma religiosa, sino que también encontró una salida en larenovación de la literatura mística que iba a ser una de las glorias dela época.

No hay pruebas de que El Greco en persona tuviera algún contac-to con estas corrientes místicas o se viera afectado por su influencia,pero la ciudad en que se había instalado ocupaba el centro de la

33 Linda Martz, nConu¿rso Families in Fifteenth- and Sixteenth-Centun'Toledo:The Significance of Lineage", Sefaratl,43 (1988), pp. ll7-196. Véase también su ANetwork oJ Conuerso Fhmilies in Earl"¡ lllodem Tbledo: Assimilating a. Minority, Ann Arbor(Michigan), University of Michigan Press, 2003.

34 Albert A. Sicroff, Les Controunse.s dcs statuts de "purutá de sang. en Espagne du W¿au XWIr siicl¿, París, Didier, 1960 [los estatuto.t de limpieza d,e sangta Contuoansias entre

l,os siglos.Io') xt?¿ trad. Mauro Armiño, Madrid, Táunrs, 19851, caps. 3 y 4; véase tam-bién Linda Martz, nPure Blood Statutes in Sixteenth-Century Toledo: Implementa-tion as Opposed to Adoption" , Sefarad, S4 ( 1994) , pp. 83-107.

ll'2o 321

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T(lrnlt:¡rrclorilr:r('rilr:rtrrl;t. l',t¡r¡rrnronrcrrrr)('n(lu(.1:¡rotrr.sr. l¡:tlr:tl¡¡tsl:trllt<lr¡ rt Mrrrlr irl, 'lolcrlr), ( ()n rrrr;r ¡lollllrr'iorr rlc rrrros (i0.(X)0

llaltil¿tlltt's, csl¿tlrit litt't'tt'lrtt'nlt'<l<¡r¡linlrrlir ¡ror llr.j<'r'irlr¡rrílr t't'lt'siris-tica, auuqtre conscl'vab:l ull:r srilicla birsc: al-tcs¿tn:rl, <'orrr¡trrr:sta sr¡ltrr.todo por trabajadores de la seda y otros prodtrctos tcxtiles. El censode l59l registraba 739 clérigos seculares y I.942 rniembros de órcle-nes religiosas, de los cuales 1.399 eran mujeres:t¡,. Sólo la catedral,con cllarenta canónigos, tenía un personal de casi seiscientos em-pleados36. La Iglesia estaba omnipresente en Toledo y los miembrosde la élite laica de la ciudad, que estaban orgullosos de su herenciaromana e imperial y tenían gran voluntad de modernizar y embelle-cer slls edificios púrblicos, no mostraban rnenor interés en fundar ydecorar sus iglesias, capillas y conventos, que habían de contribuira ganarles un lugar en el cielo y a perpetuar su memoria sobre latrerra.

Como artista extranjero itinerante en busca de empleo, El Greco,pues, había escogido bien su ciudad, a pesar de haberlo hecho máspor casualidad que por haberlo planeado. Por encima de todo, To-ledo prometía patronazgo, tarrto clerical como de la élite culta dela ciudad. Los patronos, en acto o en potencia, querían naturalmen-te retablos para sus iglesias y capillas, cuadros religiosos para la de-voción privada ¡ además, Llllos cllantos de ellos deseaban que se

pintasen sus retratos. Sin embargo, aunque la religión lo impregna-ba todo en el Toledo de finales del siglo xvl y decidió el carácter y ladirección de la proclucción artística de El Greco, la naturalezay elalcance de su propia dedicación religiosa son difíciles de determi-nar. La demanda de retablos y obras de devoción significaba quehabía muchas posibilidades para un artista talentoso y acomodaticio,si bien El Greco, como yahabía indicado su carrera italiana e iba aconfinnar la española, era el menos complaciente de los hombres.Con unos pllntos de vista sobre las artes plásticas poco convencio-nales e impetuosamente expresados y una opinión exaltada sobrela vocación artística y su propio valor personal, apenas tardaba enentablar litigios y enemistarse con sus patronos. A pesar de ello,recibió los suficientes encargos de retablos para mantener funcio-

3s Martz, Linda, Poueüy ntzd Welfare in Habsburg Spain: Tlte Exantpte of Tbletl.o, Cam-bridge, Carnbridge, University Press, 1983, pp. 98-99.

36 Richald L. Kagan, nEl Greco v su entorlto humano en Toleclo,, en El ()reco.

Ol¡ras macslrnl Madrid, Amigos del Museo del Pr-ado, 2003, pp. 99-l 15.

r¡:rrrrlo su ('slt¡rlio t'l)o( o lr ¡loco tlt'sltt toll<i tttt t'ít<'ttlr¡ tlr':ttl¡ttit:trlrrrcs r'< licnl('s ( on < r'ilt't'ir¡ (lu('sitl)íltll it¡rl'cciat'stt g('rrio rrt tísli<'o 1'

cstllxrrr <lis¡rrrt'slos 1r l)ugilr por pinturas que desafiallan los grtstosr'o I t trt' ll (' ion¿rlcs:t7.

'l-irlcs clientes y admiradores incluían a algunos de los miembrosuuis ctrltos e inteligentes de la élite toledana, no sólo clérigos sinotrrrnbién mercaderes, abogados y profesores de la universidad y cole-

sio cle Santa Catalina. Toledo podía alardear de varios eruditos emi-rrcntes, dedicados a los estudios históricos, filológicos y clásicos, ylr¿rbía especial entusiasmo en aquel momento por recopilary editartcxtos griegos, en particular los relacionados con los concilios de lal¡¡lesia primitiva, un tema de vivo interés en una ciudad cuya iglesiarlisfrutaba de la primacía religiosa en España y que iba a ser la sede de

trn sínodo provincial reformador en 1582. En tiempos de El Grecovivían en Toledo un cierto número de griegos, algunos de los cualesencontraron empleo a tiempo parcial en la transcripción de estos

textos. Entre ellos figuraba un compatriota cretense, Antonio Calosi-nás, a quien habían traído a este propósito desde el Concilio de Tren-to dos de los ciudadanos más distinguidos de Toledo,los hermanosAntonio y Diego de Covarrubias, ambos consejeros reales38. Antoniode Covarrubias, que más tarde sería nombrado canónigo de la cate-

dral y maestrescuela (rector universitario), llegaría a ser el amigo más

allegado conocido de El Greco3'g (fig. 12).Fue entre tales gentes (eruditos, coleccionistas y entendidos) don-

de este orgulloso extranjero parece haberse encontrado más a gusto.El punto de vista intelectual de El Greco sobre el arte le hacía sentirafinidad hacia tal compañía, que por su parte admiraba el virtuosis-mo del pintor. A medida que cantaban sus alzbanzas,la fama de ElGreco comenzó a extenderse. Esto a su vez le trajo nuevos encargos,pero el dinero nlrnca fue suficiente para costear el estilo de vidaopulento al que creía tener derecho y que incluía múrsicos pagados

para entretenerle durante las comidas{o. El consumo ostentoso, contodo, no era en modo alguno insólito en la España de Felipe II y Fe-

lipe III. No sólo individuos sino todo el país vivía por encima de sus

medios. Apesar de ello, al tnenos durante laüda de El Greco, Toledo

37 Ka¡¡an, "El Gr-cco )' su er)t()t'no'; véase también Marías, Greco lEl Gretof , cap.5.38 Andrés, Heleni.skts,¡r¡r. 32 v 36.3s Marías, (hvroUil Omof ,1t1t. 166-168; véase tarnbién Kagan, "The Toledo of El

Greco" ["El Tolerlo rlc lll (ln'< o"], p. 64.ro Marías, Grercllil (Jrrrol, ¡r. l7tl.

:t2'2 '.123

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Figura 12. El Greco, Ant,onio de Couatrultias (Museo del Lotrvl-e, París).

siguió siendo una ciudad próspera. Tan sólo dos o tres décadas des-pués de slr muerte en 1614 comenzó a disminuir su población y aclecaer su industria{r.

Toledo puede no haber sido el destino final que El Greco tenía enmente cuando dejó Candía para su travesía a poniente en 1567, pero,como premio de consolación al no lograr situarse en las cortes de

-ll Kasan, ,.The Toleclo of El Cl.reco,' [..E] Toleclo de El C]reco"],p.40.

l):tl):tsvI('\'(.s, l:rrirrrl,rrlrlcl llriolt'ltí:tstts(()ttll)('lts:ttiotlt's.Srrsri:ricslr.ltrlr¡rrr¡ llcr':rrlo lrl r¡risr¡ro <'ot'ltzrilt <lt'ltr lis¡llrñit ('()llll'ttt't'('lirt'lrlistit,

Ir rrrr ¡r:rís \, 1l un:l cit¡rllt<l <'otr la cttergía espiritual y los recttrsos mate-

lialr.s rrt.<'t'sitt ios ¡titr':t ¡rtrrp<lrciouarle ttn ambiente donde encolltraracicltr¡ gnrrlo rk' at'r'¡rlltción y el suficiente trabajo para poder ganarse

l¿r virlir. Por encintir clc todo, le ofiecía las oporttttlidades y los estímu-

los ¡nr-a res<tlt'er c()lt suprerna originalidad los problernas artísticos

sur-f¿iclos del euctteutro personal de un pintor formado detltro de la

rr-aclici<in uriega con el arte y los artistas del occidente latino: en'lirledo, conlo en Roma, los mundos de la erudición clásica y la espi-

r-ittralid¿rd de la Contrarreforma se encontraban y relacionaban; en'Itrledo, como en Venecia y su Candía natal, la cristiandad se tenía que

t'nfrentar a la presencia en potencia vivificante de tradiciones y vesti-

sios rivales, tantojudíos como musulmanes. Aquí, en la ciudad impe-

rial de Toledo, al concluir su largo viaje a través de los mttndos calei-

doscópicos del Mediterráneo del siglo xvl, el mundo personal v írnico

de El Greco encontró un lugar donde por fin encajaba.

321 :l'25

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( lnr,r'r'[Jr.o XI II

I-A so(:MDAD (:()R'r'r.lsANA EN IA EunopA DEL srcl,o x\[I:MnuRrD, BnusEras, LoNDRES

aal--¿u, cortes me dan horror', escribía Pedro Pablo Rubens en marzode 1636 a su amigo el flancés Peirescr. Era un tema del que podía hablarcon bastante autoridad. Había conocido la corte del duque de Mantuaen los primeros años del siglo; la corte española, primero en Vallado-lid en 1603 y después en Madrid en 1628-1629;la de Luis XIII cle

Francia en1622, cuando trabajó paralareina madre María de Mécli-cis; la de Carlos I de Inglaterra en 1629-1630, y, sobre todo, la cortebruselense de susvenerados soberanos los archiduquesAlberto e IsabelClara Eugenia, que le nombraron pintor de cámaraen 1609. Le gustase

o no, lavida cortesana afectó profundamente a su carrera. Otro tantopuede decirse de sus dos contemporáneos másjóvenes, ambos nacidosen 1599, Anton van Dyck, que a lo largo de un decenio probó una seriede cortes antes de afincarse en Londres, como PrincipalPainterin Ordi-nary de Carlos l, en 76322 , y Diego Yelázqwez, que de los sesenta y unaños que duró su vida pasó treinta y siete en la corte de España, sin otrasinterrupciones que los vi{es a Italia que en 1629-1630 y 1648-1651 lellevaron a la corte pontificia y a las de varios príncipes italianos.

El "horror" de Rubens a las cortes era sin duda profundo y sincero,o al menos lo fue en determinados momentos de su dilatada carrera.Pero era también típico de un discurso convencional en Europa, delcual es buen ejemplo el Menosprecio de cortey alabanza de aldea (1539)de Antonio de Guevara. Ese discurso trazaba un contraste acusadoentre la ambición, las intrigas y la corrupción que caracterizabanla

I Rubens a Nicolas-Claude Fabri de Peiresc, 16 de marzo de 1636, en Ruth Saun-dersMagurn (ed.),TluLettnsofPeterPaulRubens,Cambridge(Massachusetts),Har-vard University Press, 1955, p. 402.

2 Michael Levey, Painting at Court, Londres, Weidenfeld and Nicolson , 1971,p. 126.

327

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\r(l:r(orr('s.ilr:rr l:rsrr¡,u(.sr;lsr,rrrillct r.irro¡r.¡rri.rrlr.r¡n:rvirl.rrr:rrrr¡rril:t t'tl l:t ¡rt ovittr ilr. l',r ¡ l<'r ¡r ílr, t'slr r lir orolu rir (.ul¡ r' l:r r ,r lr. t, l:r ¡rr.r,ir rt.i:tt'st'irlrlí¿r l¿r sot'it'<lu<l ('urr)lx':l t.¡l rir t.<l:r<r rrrotrr.r.rur; r.rr r;r ¡rr ¡i<.ri<.ir, r¿rlínea divistlri¿r el'a borr<ls:t. Los corlcs¿rnos

1, la ¿rlta nolrk'z:r :rll<.r.ll¿51¡sus días entre la pror.'incia y la crlrte, v rr¡s nr()l)¿u.(.¿ls sc r-t.lir-:rrran clctanto en tanto a sus reside'cias campestres p¿rra e'tregal.se ala cztzay otras ocupacio es n-'rsticas como desahogo clel sofocarite ceremo'ialcortesano. Entre tanto, el pueblo llano segtría co'avidez lo que acon_tecía e' la capital mediante los a' sos, gacetas y relaciones de sucesosque proliferaron en el siglo xvII europeo, a sabiendas de que estarlejos de la corte no significaba librarse de las consec,encias de losgrancles cambios q.e se prodtliera' en las'idas de los prí'cipes y susser'idores. Por e'cima de todo, los razos de secra del patrona zgoy elclientelismo ligaba. la corte con el país en una malra de leartad, amis-tacl y obligaciones recíprocas.

Por más que sus costumbres y s' moral pudieran ser criticadas ycensuradas desde fuera, la corte era ineütablemente el centro de laüda política, social v culturar en las sociedades monárquicas de ra Eu-ropa del siglo xr"rr. Era, en primer rugar, el hogar del sáberano, cllyosservidores domésticos fomnaban el núrcleo cle la sociedad á'lica. En 1623el número total de los cargos y servidumbre de palacro que recogíanlos libros de la corte españora era de aproximádu-.rrt. 1.7003. Erpersonal cloméstico de ra corte de carloi I de Inglaterra sumaba máscle I '800 ernpleados+. y la corte, además de seJe del monar ca, eratambién centro de su gobierno. Eso quería decir que la sociedadcortesana se extendía más ailá de ra casa real para abaicar a ros miem-bros de los consejos, los secretarios l'eares y un sinfín de funcionariosque casi siempre realizabansu actividad dentro de ros muros de pala-cio: el Alcázar en Madrid, \,trhitehall e'Londres y el coudenberg enBruselas (figs. 13, Ay 15). En sus aledaños hay que contar a los innu-merables solicita'tes que acudían a la corte en busca de cargos, ho-nores o pensiones, y andaban dando vueltas por ros pasillos de palaciocon la esperanza cle conseguir audiencia y recorocimiento

-por rogeneral tardío- de sus servicios reales o imaginarios. por último, la

:J \'éase "Thc Cotrrt of the Spanish Habsburgs: A Peculiar Institution?,, e¡ Sltaitt nntlitsworld, 150(11700, NervHaven (corurectictrr) iLoncrres. r989, pp. l-1+r4l¡"Lacortede los Hab luna i rlia n,rt,, ( 150G|7oo).rr¿<t .igu", ;i; p. tn2l.+ G. E. Snt,r¿n ti,ce . Lonclres,Routleclge & Kegan paul, 196t, p. 22.

( (,t l('('t;l un ( ('nl¡o crlrtr:rlivo t'<'rrllru:rl, (lrr('lltnul ( ()nt() t¡ll ilruittllnl() 1r los.i<ivcrrt's <k' liu¡tiliir rtol¡lt'<lt:scosos <lc pulil strs rrrodales yl l¡u n¿rr la ¿rtcnt'i<i¡l <lcl sober¿rno como a poetas, dramaturgos y artistaslr lit t'az¿r de encargos y patronazgo.

!ln todas esas vertientes la corte era asimismo un centro especta-<'rrlar de consllmo ostentoso, que daba ernpleo a una población urba-na de artesanos, comerciantes y criados formada a su alrededor parasatisfacer las necesidades de la élite y sus dependientes. De las tresciudades cortesanas que eran Madrid, Bruselas y Londres, las dosprimeras eran en gran medida producto de la propia corte. CuandoFelipe II escogió Madrid para sede permanente de su gobierno en 1561,

era una modesta villa de tan sólo 10.000 habitantes situada en el cen-tro de la meseta castellana. Al acabar el siglo x\al su población ascendíaya a 90.000 almas. Ese número se redtljo a unas 70.000 con el trasladode la corte aValladolid en 1601, pero tras su regreso en 1606 no tardóen recuperarse y ya en 1630 rond¿rba las 130.000, valor en el qtrc sr:

mantuvo hasta bien entrado el siglo xuII5. Antes que Madricl h¿rbía

surgido Bruselas, que pasó a ser la capital de hecho cuanclo en l I'r3lMaría de Hungría, gobernadora de los Países Bajos para Carlos V,

trasladó allí su residencia desde Malinaso. Cuando los archiduques,en su calidad de soberanos de los Países Bajos del Sur, establecieronsu corte en Bruselas en 1599, la ciudad permanecía todavía a la som-bra de Amberes, la patria de Rubens. Pero tan pronto como se apaci-guaron los trastornos del fin de siglo y se reanimaron la economía yla vida cívica, Bruselas atrajo un volumen de gentes cada veztr-;.ayor,hasta una población estimada de 50.000 habitantes en 1615 (casi tan-tos como los de Amberes) y 78.000 en 17097.

f' Sobre el clecirniento de Maclricl, r'éarrse.josé lgr-racio Foltea PLlr-ez, Itttigt'ttts lrk¿ rliuersida¿|. I)l nundo urbano en la t ot'r¡nu dc (k¿.stilh (siglos xtt-xttrt), Sanundcr, LIuivt'r.sidad de Cantabria, 1997, pp. 155-156; Alfi'edo Alvar Ezquerra, El nacini¿,nto de ttnacapital atropea. l\[rulrid entre l56l y ]606, Madrid, Anrntanriento de Madrid v Tirrner,1989; David R. Ringrose, Lladrkl. and thc Spanislt Econonw, 1560-18r0, Berkeley,/LosAngeles (Califbrnia) v Londres, Ur.rir.ersin'of Califbnria Pless , 1983 fl\Iadrid, I la. econo-

mía españ.ola, 1560-1850. Oiudad, corte¡ lnís en el Antigno Ré$men,trad. Alfonso CrespoArana y Angel Bahamonde, Madrid, Alianza, I g85l .

{; Ghislaine de Boont, trlarie de Hongrie, Bnrselas, La Renaissance du Livre, 1956,p.55.

7 Cifras tomadas cle Her-man \ran der- Wee (ed.), 7'ñe Rzs e and Declin¿ o.[ trt'ban In-d,u.stties in ltah tnd llrc Lozu Coutttti.e.s, L<¡r'aina, l-euven Universin'Press, 19fi8, p. 217.Amberes tenía casi 54.000 habitantes ell l6l2; r'éase.f. A. Van Houtte, .Econ()tnie ersociété aux Pirys-Bas á l'époqtre de Rubens", en "Colloque Rubens", Bull¿tin de I'InstihttHistoriqtte Belgc de Rorne,48-49 ( 1978-1979), p. 197.

I

'3293',z!)

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ts E. A. Wrigley, ..A Simple Model of London'sSociery and Economy, 1 650 -1750" , Pa.st a,nd Present,

-mB7,l-

É

Importance in Changing English37 (1967),pp. 4+70.

Figura 13. Wenceslaus Hollar, Vistct, del polac'io de lMtitehall desde la, otrr¿ orillctd,el Támesais (Museo Británico, Lonclres).

Figura 14. Atribuido a Félix Castelo, Vista d¿l Akázar d,e llladrid(Museo Municipal, Madrid).

Por población, sin embargo, Londres constituía una clase aparte,con unos 200.000 habitantes en 1600 y la asombrosa cifra de 400.000en 16508. Por ser ciudad portuaria tenía una pujante vida comercialy urbana propia, y dependía menos que Bruselas y Madrid de la pre-sencia de la corte y del gobierno. Pero éstos acrecentaban grande-mente su atractivo como centro de diversiones y consumo. Ya bajo el

FiguralS.Arróninro,EtpataciotleCoutlenberg(MtrseoclelPr¿rdo,Madrid).

reinado de Carlos I era costumbre de muchos miembros de la peqtte-

ña nobleza rural pasar el invierno en la capital. Allí se edificaron

hermosas mansiones, al tiempo que la periferia crecía a grall veloci-

dad para clar acomodo al creciente aflujo de inmigrantes estacionales

o p.r-urr.ntes, y la nobleza grande y pequeña se aficionaba a los

p^rqrr". yjardines de placer, de modo que Hyde Park' que bajoJaco-

bo I todavía se usaba puru rutur,fue transformado en lugar de paseo

para coches durante el reinaclo cle su hijoe' La misma época vio cómo

ivladrid se embellecía como capital, mientras los grandes aristócratas

se hacían construir espaciosas quintas ajardinadas en las salidas hacia

el este y los mundanás acudían en masa al Prado de SanJerónimo

para tomar el aire Por las tardes.

Lasciudadescortesanaspodríarrdiferirentamañoycarácter,pero las cortes en sí mostrabau marcadas semej ar,zas' Conocer una

.au.., ciertos asPectos conocerlas todas, pues necesariamente las

cortes de la Europa moderna compartían un conjunto de caracteres

esenciales. Todas ellas giraban alrededor de las personas del monar-

caydelarealfamilia,ydependíanparastrbuenfuncionamientodeun conjunto de usos convenidos que con el tiempo cristalizaron en

e F.-¡. Fisher, London rtnd the English Econottt/), 1500-1700' Loudres' Harnbledon

Press, 1990, cap. 6.

330 il3r

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ilil ( (,(li,.l'ilr¡rs () ilr('n()s r rBi(l() (l(.nor ln:rs rlr.r.rir¡rrr.f r \, l,r.rr¡r..lr¡.I.':r |t'grrl:rIi<llr<l v rlr rr'¡rt'ticirirr cr:r¡¡ rlr t'st.ur i¡r rrt.r:r virll ¡'rr:rr.it.gir.firn<l:rnrcrrt0 <lt'r¡lr <lt'<'r¡rr¡ (lu('s(,<.<¡nsi<k.r.irlxr ilrr¡rr.r,s<.ir,,lilrl.,¡r,,,.r,s.atyqirarlar la rnaiestarl. L,n ull¿l (:¿rrt¿r ¿r M¿rlt'' virrtltrcz.,sccret¿rri'de Felipe II, el duque de Arba come'taba c,r'ap..rboció' el rna'cra-to del monarca de que se consignara por escrito *lo q'e toca ar orcre'de su casa y ceremonias della t...] y asimismo ras cerernonias tocantesa la perso'a realo. 'por cierto, señor

-escribía el duque- me pare-

ce todo ello cosa muynecesaria que se tenga entendiáo y en escrito,Porq'e parece muy bien en ras casas de príncipes observar siempreLrnas costumbres, que la antigüedad de elras hice g.an sombra en lacasa, y no se puede conseryar esto sino teniéndoro por escrito,r0. IJnavez codificadas, las reglas de la etiqueta cortesana no eran fáciles decambiar.

La semejanzaera-aúnmayorporque los usos domésticos y el cere_monial de muchas de las cortes de Europa en la edad mocler'a pro-cedían de un mismo orige', la corte ducal de Borgoña en el sigro xv.En Inglaterra, Enrique MI ile'o adera'te las innovaciones introduci-das en el ceremonial-palaciego por su predecesor del siglo xl, Eduar_do rv "a la manera de Borgoñá'rt. rn ts+s .l e-perador carros vimpuso el ceremonial borgoñón en ra casa del prrn.ipe Feripe, here-dero del trono de castilra, y desde ese momento la corte españora,aunque conservó argunas fuertes tradiciones castellanas, se ajustó enIo esencial al modelo borgoñónr2. A'álogamerrte, crrarráoL' f fgg

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Library Additio'al 'rs.

2g,361, fols. t r-12, dtrq'e cre Alb a aMateoyáz_quez, l5 de novienrbre de lb7g.rr A. G. f)ickens, 7-!c lourt-s.o!,liutope:

politic.s, prúronage nntl Rotaltt, 1400_IgOO,Londres, Thames and Hudson fOiZ, p. i+A.r! \,éanse Elliott, *The Clorrrt of the Spanish Habsbtrrgs,, en Spnin anrt its l\brkl,urgos cs nñn y su JCoult o n., á¡ R M.nage nnd. urt at the ?r_n, Oxford 1991, pp su

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l'i'li¡lc ll cotrlir io l,r solrct;lttt¡r rlc los l':rrscs l!;rjos cs¡¡trrr,¡lcs lr srr lrijlrlslrl¡t'l ( ll:rr:r l',rrgctrilr vrrl:rrr lrirlrrr¡rrc r\llrcr l(), su ('sl)()so, sc r¡r'tr¿rnizri

l:r cr¡r'lc rlt'irnllx¡s crr llnrscl:rs rlt'ir<'rr<'rrkl <'<ln l¿r traclición borgoñona.1,,¡:r, rroolrsllrrrlr', rln¿r lr'¿rtlicitill clc B<¡r'gol-ratnodificadavcoloreada

¡ror rrrr'<lio sigl() (l(' rrsos cs¡rarioles, yn que los dos habían vivido los:rrlos rl<'srr firruat'i<in cn M¿rdrid y marcharon a Bruselas acomparia-r k rs ¡r<>r' la rnzryoría cle sus servidores y firncionarios españolesr:r.

'lilclo h¿rce suponer, pues, que al pasar de una corte a otra Rubenss(' ('ncolltraría enseguida como en casa. En todas había nnos funcio-nirrios de palacio muy semejantes, con los mismos o muy parecidost ít trlos v obligaciones, un ceremonial con muchas prácticas idénticasv h¿rsta una distribución del palacio muv similar, por haberse ido re-rnodelando sus espacios para proporcionar marco adecuado a lascxigencias protocolarias del sistema cortesano de los Borgoña-Habs-btrrgo. Los rasgos fundamentales de ese sistema se pueden deducirt¿rnto de los registros del personal de casa como de las ordenanzas v

"etiquetas" que se emitían periódicamente para esclarecer los proce-dimientos en vigor o modificarlosH. El objetivo primordial de esas

ordenanzas, como de los procedirnientos y dispositivos que estable-cíant, eraproteger la dignidad y la seguridad de un soberano a quiense consideraba lugarteniente de Dios en la tierra. En consecuencia se

orientaban a aislar al monarca, y ese afán se llevó hasta el extremo enEsparla, donde Felipe II asentó una tradición de realezasemiocultaque perpetuarían slls sucesores en el siglo xvu. Para llegar al sancta-sanctórum del monarca, al "aposento", había que atravesar antes Lrna

cacia la biblioglafía reciente sobre la cultura cortesana de la edad rnoderu¿r, irrs¡rir':r-da en gran parte por la obra fttuclamental, arurque con defectos, cle Norbcrt tl,lias /)¿¡,

hiif isthe Gesell.srhaft ll-a .socierkrcl (ort?senú, trad. Guillelmo Hirata, México, Fonck¡ rlt'(lultur-a Econórnica, l9tl2l .

l:] Sobre la colte de los "archiduques>, r'éase Diederick Lanove, .Stnrcture and(ionrposition <-¡f the Hotrsehold of the A¡chdukes,, en WemerThomas v Luc Dtrerloo(eds.), Ahertandlsabella, 1598-1621, Bruselas, Brepols, 1998, pp. 107-1 19.

ll Sobre el ceretnonial de Ia corte española, r'éanse, adenrás cle los:rltículos cita-clos etr la nota I 2, Antonio Rodrígtrez Villa, Etirlut,tts de ln casrt dc Austria, Madlid, Es-tablccimientn tipográfico deJaime Ratés, 1913, y Cristina Hofmann, Da,s SpanischeHofzeretnonicll rcn 1500-17fll/, Fráncfort del Meno, Peter Lang, 1985; también YvesBottineau, "Aspects de la cortr cl'Espagne au XVIIe siécle: l'étiquette de la chambredtr loi", Billetin Hispanique,T4 (1572), pp. 138-157. Sobre la colte inglesa reformadaprrr Carlos I, r'éanse Kevin Sharpe , I'ltc P¿r.sonal Ruk' of Ch.arlcs I New Haven (Con-rrecticrrt) vLondres,Yale Universin'Press, 1992, 1tp.210-222, vAlbert.f. Loornie (ed.),Oeretnonies ol Clutrles I: Tlrc Note Books of Joltn I'inet, Master of'Cerentonies, 1628-1641,Nueva York, Fordham Universit't, Press, I987.

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7su( ('sioil (l('('sr:ur( i:rs: r'l gr:¡rr s:rlr¡rr o s:rl:r, l:r s:rlr.r:t, l:t:rrrr.r;rr¡r:r¡:r ' l:r

lllll('( llllllll illlrr:'. l'.1 it( ( ('s() :r < lrrl:r rur:r <lc t'lllrs r.sl:rlxr rr.ur¡l¡rrlo l¡r¡r.Ir()r'nl:rs r:stt'i(las t'n f irnt'i<in <lt'l r':urg() r,<lt,l <.ar.go, \,t,1 ¡rlo¡llrrr.ir vivíirresguat'dado del trlttn<lo por rttr:t parrtall¿r rler fiulcionlr.ir¡s rlc c1¡r-tc,cada uno de los cttales tetría en palacio trna misión cuirlir<¡rs¿u¡elltcdefinida.

Los tres funcionarios de mayor rango en las cortes cle Madrid,Bruselas y Lo'dres eran er mayord.omo mayor o rorrJ High stezuard,responsable de la alimentación y el alojamiento del sobeiano; el ca_marero mayor, o Grand chambe¡rain, cargo que en España desapareciócuando sus obligaciones de atender al servicio persánal del monarcapasaron al sumiller de corps, hasta que el condá-duque de olivares lorestrcitó en s. persona en 16z6;y el cabaileri ro

^uyor, o Mastm of the

Hm,se, q'e se ocupaba de las cabarerizas del soberarro y..,, traslados.A ellos se sumaba el capeilán mayor,responsabre globar de los cultosque se celebraban en la capilla real y de los músicos adscritos a lamisma' Laorganización de la casa del reyse repetía en la cle la reina,y en la del heredero der trono cuando ar cumplir la edad reglamen-taria pasaba a disponer de casa propia.

cada uno de los tres grandes oficiales de ra casa real tenía a susórdenes Lrna extensa pra'tilra de subordinados. Los pnestos más co-diciados eran los que situaban a slls ocupantes en contacto más estre-cho con el soberano. Por co.siguie'te, entre la nobleza había unacompetencia especialme'te reñida por los puestos de mayordomo(doce en la corte españora en 1623), ge'tilhombre de la casa (die-ciocho en servicio acti'o y otros'einticinco que habían oc'pado elplresto y consen'aban derechos de entrada) y gentilhombre de la boca(cuarenta y siete), que servían a ra mesa real.tr sírnboro supremo deacceso ala real persona era la ilave de oro, y er primer ..iru,o q,-r.pintóvelázquez del conde-d'q.e de olirares (fig. l6), enr6z4,mlres-tra llamatir,arnerlte la llave que le había sido confiada en su condiciónde sumiller de corps. pero. había otro firncionario que, si bien derango inferior, disfrutaba de'n control singular sobre las llaves, y erae.l aposentador de palacio, el puesto puru.l que Velázquez sería de_signado en 1652. corno aposentador, debía a*nd.er aririmpiezayladecoración interior del palacio

-tarea ésta que, según la ejlrció ve-lázquez,llevaba aparejado un amplio abanico de obligacionles y opor-

l5 Ltrclrvig Pfancll,üroniells in Spanien",

"Philipp II trnd clie Einftihrtrng cles burgtrnclischen Hof2ere-Histo'risches Jaltrbuch, bB ( 1938) , pp. l-33.

lrnrirl:trlcs-r",\'nosr¡lor'utt'l <¡rtt'r'ttlttgltlxtlrrll:rvt'rlcl:rclitrr:u:r<l<'lr r'\'lr los gcrrlillrorrrllr t's rlt' Il r'¿ts¿r y aytrtlirs rlt' r'iilrr:rr':r, sino qrrc cou-s<'r'r':rbir t:n t'l lxrlsill() un:l llave doble que abría todos los aposentos de

¡xrlrrci<rri. Nr¡ htrb<l ninguna puerta cerrada paraYelázquez en el,\I<'iizar cle Madrid.

l'cro había muchísimas puertas que franquear. El Alcázar, el( l¡rrdenbergy el palacio de Whitehall eran auténticas conejeras, am-

¡rliacl:rs y modificadas a lo largo del tiempo según variaban las necesi-rl:rcles. Felipe II, unavez que decidió hacer de Madrid la capital de sunronarquía, introdujo importantes alteraciones estructurales en elAlcázar para dotarlo de los aposentos privados y las grandes estanciascle aparato que requería el nuevo ceremonial borgoñón18. De todosrnodos, siguió siendo un edificio incómodo. La combinación de resi-dencia real y oficinas del gobierno ocasionaba continuos trastornos,y una de las razones que movieron al duque de Lerma a trasladar lacorte aValladolid en 1601 fue el deseo de separar lo uno de lo otropara que el rey viviera más retiradore. Cuando el experimento dc'

Valladolid fracasó y la corte volvió a Madrid, los arquitectos realesFrancisco de Mora yJuan Gómez de Mora acometieron nllevas refbr-mas, y se reconstruyó la fachada meridional para darle un aspecto másimponente y alavez disponer de un nuevo conjunto de estancias deaparato. Pero no había remodelación capaz de transformar el viejoalcázar en un palacio consonante con los gustos y las necesidades másmodernos, y únicamente con la decisión, en la década de 1630, deedificar el nuevo palacio yjardines de recreo del Buen Retiro, en lalinde oriental de Madrid, se dio en cierta medida cumplimiento a esas

exigencias20.

ro VéaseJonathan Brown, Velázquez: Painter and Courtier, New Haven (Connecti-ctrt) y Londres, Yale Universiry Press, 1986 lVelázqua., pintor 1 cortesano, trad. Fernand<¡Villaverde Landa, Madrid, Alianza, 20001, p. 190.

17 Rodríguez Yllla, Etiquetas d¿ la casa de Austri,a, p. 36.18 Rodríguez Salgado, "The Court of Philip II,,, pp. 212-213;Véronique Gerard,

De castillo a palacio. El Alcázar d,e Madrid, en el s'iglo xt'r, trad. Juan del Agua, Bilbao,Xarait, 1984.

re Véase Antonio Feros, Kingship and Faaouritism in the Spain of Philip ilL 1598-1621, Cambridge, Cambridge University Press, 2000 lEl du,que de Lerma. ReakzaI priuanza en la España de Felipe III, trad. del autor, Madrid, Marcial Pons, 20021,pp. 87-90.

20 Jonathan Brown yJohn H. Elliott, A Palace for a King: The Buen futiro and the

Court of Philip.Ili New Haven (Connecticut) y Londres, Yale University Press, 1980;edn. rev. y anrpliada 2003 lUn palacio para el re¡. El Buen futiro y la corte d,e Íblipe N, trad.Vicente Lleó y María Luisa Balseiro, Madrid, Taurus, 20031.

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l,lrr lh usr.l¡rs, r.l lrr clrirlrrr¡rrc Allx'r'lo t'rtt¡rt'r'tttli<i ttllit I't'tl¡o<lt'litt'iriltcxl('lls¿r rk' llr lt'sirlcrrr'i¡t <k'l g<llrt:t'ttittl<¡t't:tt cl (lotrclenberg, arltesinclrrs<l <k't¡rrt'í'l y srr ('sp()sa hicicr¿tn su entrada oficial en la ciudadcn 1599!r.'lirr¡rllión (:r) este caso se trataba de adaptar un edificio an-

tiguo a lis exigencias del ceremonial cortesano español de la época.

No sin serias clificultades se abrió en la primera planta un conjuntode salas cle aparato con acceso cuidadosamente controlado segúncriterios dejerarquía, mientras la infanta Isabel, como convenía a su

rzrngo de soberana consorte, se instalaba en idéntico número de es-

tancias pero un piso más arriba. En las dos primeras décadas del sigloel architect generaelde los archiduques, Wenzel Coerberghe¡ estuvo

constantemente atareado en obras de embellecimiento y moderni-zación de la residencia. Las mejoras formaban parte de un vasto

programa de reconstrucción y renovación de las viejas residenciasimperiales, pabellones de caza yjardines que los archiduques aco-

metieron para afirmar su carácter de soberanos independientes deun estado, los Países Bajos del Sur, dotado de identidad y coherenciapropias.

El palacio de Whitehall, una confusa amalgama de construccionesde la época Tudor, no se prestaba mejor que el Alcázar y el Couden-berg a ser modernizado con éxito. Pero, en 1619, un incendio des-

truyó la antigua sala de banquetes.Jacobo I, con los ojos puestos enun posible enlace español de su hljo y heredero Carlos, príncipe de

Gales, y en la necesidad de contar con un salón de ceremonias don-de celebrar esa y otras solemnidades de estado, ordenó a su arqui-tecto mayor, el Suruqor of the King's Works InigoJones, sustituir lavieja fábrica por otra de nueva planta. En menos de tres años se levan-

tó la hermosa Banqueting House, primer gran edificio que se com-pletaba en Inglaterra con arreglo a los cánones italianos de Palla-dio22. Estilísticamente se alzaba en un espléndido aislamiento,contrastando a más no poder con los vecinos edificios Tudor; peroes muy posible queJones lo concibiera como la primera fase de unmagno proyecto, el de un nuevo Whitehall que fuera digno deJaco-bo I y su excelsa visión de la divina majestad de la realeza. Construir

21 Sobre la reconstrucción del Coudenberg, véase Krista DeJonge et al., "Btild-ing Policy and Urbanisation during the Reign of the Archdukes: The Court and itsArchitects", en Thomas y Duerloo (eds.), Albert and.Isabella, pp. l9l-219.

22 Para un estudio de la construcción de la Banqueting House y su programadecorativo, véase Per Palme , Tiiurnph of Peace: A Stud"¡ of the Whitehaü Banqueting House,

Estocolmo, Almqüst & Wiksell, 1956.

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Figura 16. Velázquez, El conde-duque de Oliuares(Museu de Arte de Sáo Paulo).

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t('s('ilu('\'(¡ \4'lritclr:rllsr.¡ ¡:t r.l su(.lr() l:rr¡.1:rrrrcrrf r,;rr:u ir i:rrlo ¡lor srr lrijo( i:u los l, r¡rrr. l<.srrcr.rlio r.r¡ r.l ltr¡nr¡ r.n l(i?5. Nrrr¡r:r lrrrl¡o rlirrt,r.osrrlit'icnlt' l)¿ll'ir lx)n('r'l<¡ t'rr rrr¡rrr.lr:r, ¡rt.r.o l<¡<l:rr,írr <.rr I (i.17, <.sllr¡<19 virel rey cautivo clel l'arl¿uncllt(), s(. lt'¡lo<líir vcr.t.¿rvili¡r<l<¡ s.,llr-t: l9splanos de su grandioso palacio firtrrro, r¡rrc habí:r rlt: rlrr¡rlicar- las di-mensiones de El Escorial2:t.

Todos esos proyectos de actualizar y hennosear viejos palacios yerieir otros nlrevos eran una expresión visible de las grandés noveda-des, políticas, sociales y culturales, con las que Europa se adentró enel siglo xur. Los úrltimos años de la centuria anterior y los primerosde ésta se caracterizaror, en Europa por una paulatina restauración delapazal cabo de varios decenios de guerras: paz entre Francia y Espa-ña en I 598, entre España e Inglaterra en I 604, y una tregua de doceaños entre España y la naciente república de las proünciai unidas en1609. uno de los resnltados importantes de la pacificación fue el au-mento de los viajes y del comercio entre los estados. Durante el largoperiodo de enfrenramiento anglo-español que llenó la segund.a mitaddel siglo x\r, los contactos directos entre España e Inglaierra fueronescasos' y cada país dependía del espionaje y las noticias de segundarnano para su conocimiento del otro. con la llegada delapazen 1604,sin embargo, se reanudaron los intercambios comerciales y las rela-ciones diplomáticas. En l60b llegó a España una ingente embajadai'glesa, presidida por el conde de Nottingham y formáda por quinien-tas personas entre nobles, caballeros y séquito, para asistir a la ratifi-cación del reciente tratado de pazpor Felipe III. se les dio un magní-fico recibimiento en valladolid, con una sucesión de festejos en losque no se escatimó ningún esfuerzo para impresionarles con la rique-zay el esplendor de la corte española. Aunque España no tendríanunca el atractivo de Italia para los viajeros británicos del xvlr, la em-bajada de Nottingham abrió una nueva fase en las relaciones anglo-españolas, dando paso a contactos más estrechos entre los dos pui..,y sus cortes respectivas; esos contactos habrían de culminar en el via-je de Carlos, el príncipe de Gales, de incógnito a Madrid , en 1622,para solicitar la mano de la infantaMaría2+.

_ :n Sharpe, 1'he Personal Rure of charres I, pp. zr2-2r3;Roy strong, Britannia'Ilium-

phnns: InigoJones, Ru,bens, an(twhitehaltpalace,Londres,Thames aird Hr"rdson, lgg0;v r'éase más arriba, pp. 6l-62.

^ t*

_t:ofl. laembajada cle Nottingham v ros riajeros i'greses e'España, véaseJohnstove, llnglrslr l'maellersAbroad., 1604-166z,ecln. rev., NewÉaven (connecticut) ylo.r_dres, Yale Lrnivel-sirv Pl-ess, 1989, cap. 10.

l',1 r ctot rto rlr l;r ¡r,rz l.rrr¡lricrr lrizo ¡losilrlc r¡rrc los csllr<los <lc l,,r¡-rol):r or r irlct¡l:rl rcrlrr¡r'r.ur surit-l:rsl()s ruilittrrcs, lilrt'r'irrr<l<lasífilrrl<ls

l)iulr()tuls()(ul):l(iorlcsrrrcrros¡rqlt'sivas. l.:rsrlosprimerasdécadasrlt'l siekr, r'rr l,,s¡lrrilr ( ()ln() r'rr Inulaten-a, fireron tiempos de derroche('()r'l('silrr(). St't'rrr¡rlt'itr-()n eltt()nces sumas enormes en banquetes,rrr¿rsr':rrir(l¿rs y ()tr:rs liestas mientras los cortesanos competían en ellrr jo <kr srr indurnentaria yjoyas y en la ostentación de sus mesas. El

¡rorLtruués Tomé Pinheiro daVeiga, que üsitaba la corte española enV:rllaclolid, describe con asombro los suntuosos festines que daba lairlta n<lbleza; "En su lugar tienen muchas cocinas de algunos señoresstrrna grandeza,y es que en todo tiempo se halla en ellas todo cuan-t<r se desea,y allávan también a vender de fuera las cosas extraordi-narias, como los pollos, salmón, vaca, uvas y frutas fuera de tiempo[...1 y de estas cocinas hay más de 150 en Valladolid. Y todo es nece-sario para gastar las inmensas rentas que tienen y para creer quegastan 200.000 cruzados, y aun se empeñan, como todos hacen,pues están debiendo muchos millones, como el de Medina Sidoniacon 300.000 cruzados de renta y el de Osuna con 150.000 y todos losdemás que tienen poco menos, que parece que es necesario paragastarlos la invención de los reyes de Egipto en fabricar Pirámidesen arenar25.

Hasta cierto punto esa oleada de derroche a comienzos del xvupudo surgir no sólo de la disponibilidad de capital y crédito, sinotambién de un clima psicológico de euforia producido por la coinci-dencia delapazy el cambio de soberano. En 1597, preüendo lamuer-te del achacoso Felipe II, el duque de Feria escribía proféticamente:

"Faltando é1, estamos en otro proscenio, como dicen, y todas las per-sonas de la comedia han de ser diferentes"26. Cuando al año siguien-te murió, los maquinistas cambiaron el decorado y hombres nuevosocuparon el centro del escenario. Llegaba un reyjoven, Felipe III, ytodo hacía esperar una corte más animada que la de los últimos añosdel monarca difunto. Támbién en Inglaterra la muerte de Isabel en 1603

y su sustitución por un varón,Jacobo M de Escocia, con esposa e hijospequeños, significó un cambio radical en la atmósfera de la corte.Nuevos reyes quería decir nuevos ministros y privados, y nuevas espe-

25 Tomé Pinheiro da Veiga, I'nstiginia. Vida cotidiana en la Corte d.e Vattad.olid, trad.Narciso Alonso Cortés, Valladolid, Ambito, 1989, pp. 20+205.

26 Archive of the Archbishopric of Westminste¡ Ms. E2, fol. 15, duqr,re de Feria aThornas Fitzherbert, 28 de febrero de 1597

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tl;ur/ir:i\'('\lr('( l,tlir':¡s. l)r'r¡torlo ¡r:rrcr irlo, r'rr l,¡s l':uscs li:rjoscs¡r:rnoIcs l:t llcql¡rllr rlc lr¡s:ttr ltirlttr¡ttcs,\llrcr to c lsltlrt'l lrlrt ir¡ nt¡r't'<¡s ltot i-z()lll('s,('lrlr'('()lr':lsrirz()n('slx)11lu('r't'rtlrrrl<'rirrn('lrl('lt'rrílur(1il('lllzlu'un p¿rís nuev() s()l)l'c las rtrirras <lt'l lntt'r'rr¡r'.

I-as noblezzls de l-spañ¿r, ()r¿ur Brclañ¿r v l<¡s l)iríst's llirjos, torlas,quisieron sacar provecho del carnbio cle réginren. l)c un laclo al otrrrdel continente había fámilias de rancio linaje carsadas de detrdas quemirabau la corona para el pago de slrs descubiertos y la lestaurzrciónde sus fbrtunas, y emprendedores nobles de provincias no menosansiosos de obtener su parte en el botín. De ahí que la corte se con-r,'irtiera en escenario de una nueva ronda cle luchas encarnizadas entrelas fácciones nobiliarias por ganarse la voluntacl del monarca, conimportantes consecllencias para el carácter de la vida cortesana. Paraestar cerca de la sede del pode¡ cada día eran más numerosos losnobles que juzgaban llecesario conseguir acomodo ternporal o per-marlente en l¿rs proximidades de la corte. Un resultado muy patentefire el trasvase cle aristócratas a las capitales, donde alquilaban o edi-ficaban mansiones y ñjaban sn residencia durante casi todo el año oparte de é1. La convergencia de la alta nobleza v la nobleza menorsobre la corte fue un proceso acelerado. y en Esparia el reereso de lac()r'te a MacL'id en 1606 marcó el comienzo cle lo que se ha descritocolno (rula irreversible rcrtesanizatión de la alta nobleza", convirtién-dose el afltljo en avalancha en la década cle 1630 al tiempo que losproblernas económicos del estamento noble se multiplicaban. En elúrltirno tercio clel siglo eran ya más de dos centenares los nobles detítulo residentes en Madrid?i.

Los gobiernos de Felipe III vJacobo I vieron con consternacií-¡n elcrecimiento vertiginoso de sus capitales, \'tlataron ell vano de ponercoto a Lrn proceso que amenazaba con graves desajustes sociales yplanteaba serios problemas tanto de abastecimiento colno de ordenptiblico. El Priq Councilo Consejo Real inglés se ref'ería en 1613 a los

"inconvenientes que no se pueden evitar de la crecida multitud degentes 1...1 que acuclen aquí atraídas de toclas las partes del reino", ydictó proclamas contra la construcción cle edificios lluevos o la par-tición de los antiguos:8. El Consejo de Castilla hizo esfuerzos reitera-

:7 .f osé Miguel López G,arcía (ecl.) , t:)l imfuttfo dc la cortc ctt Qstilkt. Xladrid'¡ .su ln ri-

lotio ¿tt ln (nca nuxllrnn, Madrid, Siglo XXI, l99il, pp. ?04205.28 Perez Zagorin. !'he ()ourt tnd the (i¡untry: I-he Bcginning ol tlu Eneli.sh Rnnlulion,

Lc¡nclres, Rotrtleclse & Keu¿rn Paul, I969, p. l3{i.

rlos¡ror lilrcr,tt l:trr¡tlt'tlcl:rlr¡¡trl:trlt'¡rltrlisilosl'tl<'lt'ltt't'l:trlt's¡rr>Irl:rr i¡¡rr rlr.l <:rrrr¡¡r¡ or rlr'¡r:rrrrlo lr los Itt¡lrlt's)'()Ll'as l)et's()n¿ls tlt't'aliclatl

t.l rr.1¡r.t.s' 1l slts tir.l¡trs. l,,rr ¡lalabt'ns de laJurlta de Refbrrnación

r lt' l(i l1), "lr¡s (lu(' (l('lx'll sirlil-sou los gratrdes y señores y los cavaileros

y u('llt(: rlcsta t'alirla(1, v ul) ntirnero grande qtle hay de viudas nuyricus v lttrtl,poclet'Osas,,V otras que nO lo SOn tanto y Se han venido a la

( lorlc sin c¿'tttsa lexítirna o la buscan afectada' y rnuchas Personast't'lcsiástic¿rs, que teniendo obligación de residir en slls beneficios se

vienen a ella>2r¡.

Aunque la clecisión de los ttobles de establecerse en la vecindad

cle la corte fuera motivo de grave preocllpación en los gobiernos,

vista desde los rntrtticipios capitalinos significaba un aumellto slls-

t-¿u o con consectlencias que podían ser be-

lle e la sociedad urbana' En el primer tercio

cle las rentas agresadas de los trobles resi-

clentes en Maclrid ascendían a 3,5 millones de ducados, con tlll pro-

rnedio de 33.000 clucados por cabeza, aunqlle en la práctica el repar'-

to era muy desigual, desde los 10.000 clucados o menos ell qtl('

consistía la renta cle algunos hasta los 340.000 del duque de ['errna'

Con mucho dinero tarnbién en manos de los banqueros de la coro-

na, de los altos funcionarios reales v de la Iglesia y las órdenes reli-

giosas, había fondos consiclerables que aplicar a la constmcción de

iuru, u palacios, a la funclación y dotación de islesias y cotN'entos y al

embellecimiento cle las ciuclades. La nueva Plaza Mavor deJuan Gó-

mez cle Mora, levantacla entre 1617 y 1619, daba testimonio de aque-

lla nueva afluencia en una villa que había pasarlo a ser la capital de

una monarquía rnundial, cor] acceso privilegiado a l¿r plata de las

Jndias:t0.

como señalaba Pinheiro daveiga, sin embargo, cuanto más gasta-

ba la nobleza en conslrmo ostentoso máS se entralnpaba. Su endetl-

darniento creciente la espoleaba a buscar malleras de saqttear las arcas

reales, pero al mismo tiempo podía hacerla depender clel favor clel

monarca. Los archiduqtles Albel'to e Isabel en particular demostraron

2!l Angel González Palencia, Ln..[unta dc llefonn.ariótt (1618-1625), Valladolicl, Ar-

chi'rr; Histórico tlsparlol. 1932' pp' 22-23.:](, qobr.e l<rs in-qresos aristocrirtic<¡s, véase López Cl'arcía (ed.), lil impacto de la corle'

p. 206. Sobre los p,.,y".to, trrb¿urísricos el el Maclrid cle Felipe III, véase.Jestis Esc<¡-

Lar,\'h,c I'lnza lVlaior antl. th.e Shn.ping of BaroEre l\'Ind,tid, Oanrbridge, Cambr-idge Lhriver-

sitv press, 2003 f I.a Plaza h'Iat¡otlt los orígene,s rl.el Mr¿drid banoco, trad. Mel-cecles l\llleclo,

Srur Sebastián, Nerea, 2007 1

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'n apuesto cor-tesano destinado a ocupar altos cargos del estado y escalar la cima dela aristocracia como duque de Buckingham. Buckingham a su vez pasóa ser cauce del favor real, con poderes de patronazgo cada vez mayores.En España, con el rrono asediado por los granaesln nobreza titurada,Felipe III concedió su privan za,y conella poderes extraordinarios degobierno, aFrancisco Gómezde sandovaiyRojas, marqués de Denia,y duque de Lerma desde 1b99.

La elevación de Lerma a una posición de preeminencia extraordi-naria en la corte y en el gobierno, seguida pá.o, años después por lade Buckingham en Inglaterra, marcó el comienzo de una tendenciade enorme significación para ravida cortesana del siglo xvlr, el augedel valido32. Lerma, ejerciendo con el consentimiento de Felipe I1Iunos poderes que tradicionalmente habían formado parte de la pre-rrogativa real, entre ellos los de patronazgo, dominó irna corte en laque el monarca parecía haber quedado relegado a las sombras. Depaso restauró la fortuna de su familia, la casa de Sandoval, tendió unaextensa red de clientes y dependientes para afianzar s'posición tan-to en la corte como en el país, y adquirió ingentes ,.rr,u, que le per_mitieron hacer prodigiosos dispendios. Mientras gastabá a manosllenas en hospitalidad y entretenimientos cortesanos, se construyó oremodeló palacios en Valladorid, en Madrid y en su sede ducal deLerma. También reunió una colección impresionante de pinturas,

3r VéaseJonathan br?:l: g!:Iirlr of Empires: Spctin, the I.ozL¡ Countrics anrt the Stntg_

{eforwgrla srpremacv, 1585-rzrJ, Londrei, Hambredon press, l99i,.uf. t 1"rr,"Court ofAlbert and Isabella, lb98-1621").

__ 32 VéaseJ. H. Elliott y L: W. B. Broikliss (ed,s.), Thc World, of the Fauourite, NewHuyrS (9ollecticut) y Londres, yale university press, 1999 t¿l mundo d¿ ros uarid.os,

trad. Jesús Alborés y Eva Rodríg.ez Halffter, Madrid, Taurus, lgggl ; véase tambiénmás arriba, p. I10.

l)lr('s,{oln()('ti(rilriol{r¡l¡r'trsrlcsrlr'\':rll:rrlolirlcn l(;0:i,..rrolcl¿tlllt( ()n(x inlit'lllo <lc l;rs cos;rs lr<'ll:ts" ".

l,.l ¡ro<k'r'<k' l,r'r'rnlr 1'srr lir¡rrt'za lc situab¿ul ell ulla clase aparte( ()nr() ('()nslr'tr('l()r'y r:oleccionista, pero no estaba solo ni mucho me-r¡r¡s. lln las cortt:s de Madrid, Londres y Bruselas, la vida cultural ad-r¡rriri<i a cornienzos del xvu un fuerte sesgo competitivo, al rivalizarnobles y dignatarios como mecenas y consumidores de cultura. Alvolver en 1615 de celebrar las bodas reales franco-españolas en laf r'ontera de España con Francia, el duque de Sessa entró en Madridllanqueado por un séquito espléndido y con Lope de Vega a su lado,rnientras que eljoven y ambicioso conde de Olivares, dispuesto a noser menos, lo hacía acompañado no de uno, sino de dos poetas:t{.Támbién el patronazgo llevaba a menudo aparejado un alto grado deexigencia, fundado en una mejor información de los entendidos. Loque decimos vale especialmente para la Inglaterrajacobea, donde elconocimiento de las últimas novedades del arte y la arquitectura ib¿r

retrasado con respecto a la Europa continental. En ese país fire trnnoble acaudalado, el conde deArundel, quien tomó labatuta. En l(il3hizo una larga gira por el continente en unión de InigoJones. Sus

viajes le llevaron aAmberes y Bmselas, donde trabó una amistad du-radera con Rubens, y de allí a Alemania y el norte de Italia, de dondevolvió con un amor perdurable por la escuela veneciana de pintura.La gira continentalreforzó su posición de árbitro del gusto en la cor-te inglesa y le capacitó para erigirse en consejero de Lrna nueva gene-ración de coleccionistas, entre ellos el príncipe de Gales y el duquede Buckingham3s.

33 Magnm (ed.) , Letters of.Peter Paul Ruhens, p.33 (24 de mavo de 1603) . SobreLerlrra corno mecenas, r'éanseJonathan Br-owl, King's and. Connoi.sseurs: Col,l,r'rting.'lrlin SettenteenLl¿-Centurlt Europe, Nerv Haven (Cor-rr-recticut) 1'Lor-rdles, Yale UniversitvPress, 1995 lEl triunfo d.e la pintura. Sobrc el col¿ccionismo (ort?sano en el .siglo xlz¿ trad.María Luisa Balseiro, Madrid, Nerea, 19951, pp. I I l-l 14, v Sarah Schroth, "A NewSgvle of Grandeur: Politics and Patronage at the Court of Phili¡r III', e l Sarah Schroth

1'Ronni Baer (eds.), El (].reto to \lekrzqu,a: ^|rt During the Reign ol Philip III, Bostou (Mas-sachusetts), Museum of Fine Arts, 2008, pp.77-120. Sobre la carr-era política deLerrna, véase Patr-ick Willialns, I-lze Great Faaourite: 'fhe Duke of Lennn and th¿ Court andGoue¡nnrcnt of Phihp III oJ Spnin, l59B-1621, Manchester, Manchester University Press,2006,y, sobre su manipulación de los sistemas de patronazgo y clientela, véase Feros,Kingsltip and Faaoritistn fEl tluque de Lntnal.

3{ Ltris Astrana Marín (ed.), Epistuknio conplzto de d,on lir¿ncisco de Quntedo Vitlegas,Madrid, Institlrto Editorial Reus, 1946, carta l0 (21 de noüembre de l615).

35 David Howar-th, Lonl Anmdel and. his Cúrla, New Haven (Cor.rnecticut) y Lon-dres, Yale University Press, l!)85, pp. 33-36.

342 343

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V'l,lrs:rr tiVirl:rrl.s rlr. ,,\r r¡¡rrlr.l ,r¡lrrrrr:rrr rr r¡rr r.lr.r¡rr.rrr, r¡rrr.l¡(.( (,-tltt'tlt lt llls < r¡t lcs rlr'.flt< olr<¡ I \'l"r'li¡lc lll. l,lrr lrn¡lxrs t.l li<lt.r.:rzg' r rrl-tttl'itl Ito lltrrl, tlt'lit <'otr¡lul, sillo rlt' rrn ¡rrrrur<lo <lt.¡rt.r.sorurj<.s irr.irrr-clalaclos: en M¿r<lricl, sol-l-e t<¡clt¡ Lcr.nla, ),(:ll [,onrlr-cs, l{ollcr.r (].r.1.(uno de los pritneros coleccionistas brit¿iiricos cle pintrlra italiu..):rr;,Arundel y Buckingham. No'os consra q'e 'i reirpe III .iJacobo rtuvieran ni quisieran tener una política real cle fbmento de las artes,y si algo de semejante iniciativa real se puede encontrar en la corteinglesa es en el pr^íncipe Enrique, el hijo primogénito deJacobo,malogrado en l6l2:J7.

Durante esas dos primeras décadas der siglo xv', sólo en Bruselasse encuentra la figura del soberano en el centro de la vida cultural.En parte ello refleja el interés apasio'ado del archiduque Alberto porlas artes visuales, perotambién su empeño y el de ,, .rporu en pro_yectar el esplenclor de la corte archiducal como un símbolo de la re_generación de los Países Bajos del sur. por medio d.el ceremonial destrsJo\euses Entrées en las diferentes ciudades del país, de su patronaz_go de artistas locales como Rubens,Jan BrueeLel el Vie.iá y pietersnayers, de la renovación de sus palacios y de ia construcción de laiglesia de scherpenheuvel colno centro de devoción mariana, senta_ron conscienternellte los cimientos de una sociedad cortesana con_trarrefbrrnista que se alzaríaer fuerte contraste con la advenedizar-e¡liblica holandesa creada por los rebeldes calvinistas en las provin-ci¿rs del Norte:Js. su recompensa sería un espréndido florecimientocultural, sostenido no sólo por el patronazgo de la corte sino tambiénpor el de los mu'icipios y las élites cívicas, la Iglesia y las órdenes re-ligiosas, losjesuitas en particular.

El archicluque Alberro falleció en l62l, pocos meses después deque expirase la Treg.a de los Doce Años y se rea'udaran las hostili-dades entre España y las provincias [J'ridas. con er retorno d.e laglrerra y laviudez de Isabel, que adoptó corno indumentaria el hábi-to de las clarisas, el papel de la corte en la visorosa üda cultural de los

:|ti Véase A. R. Braunmrrller, "ftsbs¡¡ Carr, Earl of Somercet, as Collectgr ancl pa_trorl,, en Linda Le'v Peck (ed.), 'l'he fulental Worl. o.l theJncobea.n Cou.rt,Carnbridge,()ambridge University pr.ess, lgg l . cap. 13.

.-. '' vé-aqRo1'stron¡5' Henry, pri.nre of wares and Engrand! Lost Rpnaírrazre, Londres,'Iharnes & Hudson, 1g86.:18 Sobr-e diferentes manifestaciones de la actividad cultur-al de los archiduques,

véarrse los_ ensayos recogidos-en Thornas y Duerloo, Arbert et Isabeiln Sobre scherpen-heuvel, véase la obra magníficalnente ii'strada de Luc D'erroo y Marc wi'ge's,s t l¿¿ rPen heu a e l. H et .f e r u za re nt. r a n tr e Lr¿ge I -. nd¿n, Lov ai¡a, o^ i¿.r""á., i0oz.

l':t¡scs llttjos cs¡r:utolcs sr';un(,tlir¡rro. Itr.ro l:r rl<.r'lrrl¡r rlt, l(i?0 ilxr lr

¡rt t's<'tt< iltt < ¡ttttlrros nnl)()r'l1lnl('s cn llrs ('()l't('s rlc M¿rrll'i<l v l,orrtllcs,r¡rrc lirs irt'r'r'r'ar'íirn irl ti¡ro clc política ctrlttrral que había seguido la dellnrsclas b:rjo cl gobienro cle los archiduques. La muerte de Felipe III¡rrcc'crli<i cn ruros meses a la del archiduque Alberto yJacobo I murió('rratro airos después, en 1625. Los herederos de ambos monarcas iban¿r rnanifestar un vivo interés y gusto por las artes, interés estimulado¡r<rr-la competenciayla emulación. Eljoven Felipe fVya antes habíarlemostrado discernimiento para la música y el teatro, y no tardó enrlesarrollar un ojo crítico parala pintura. En el conde de Olivareste nía, además, un favorito y primer ministro resuelto a hacer a sujo-ven señor el monarca supremo de Europa en las artes de lapazcomoen las de la guerra. A diferencia de su padre, Felipe IV iba a ser un reyrefinado y elegante en el centro de una corte deslumbrante, un "ReyPlaneta" que arrojaría sus rayos sobre Europa y cuyo brillo reflejaríany diseminarían un sinfín de luminarias menoresilg.

Las ambiciones culturales de Felipe se agudizaron con la visit¿r :r

Madrid en 1623 de Carlos, el príncipe de Gales, que le llevaba cincoarlos y cuya elegancia, refinarniento y apreciación docta de las ¿rrtt-.s

debieron inducirie a darse cuerlta de que aúrn tenía mucho que apren-dera0. Pero si el afán de Felipe por hacerse entendido en pintura cre-ció con la presencia del príncipe cle Gales, también a Carlos le impre-sionó profundamente la rica pinacoteca de los Austrias f a su regresoa Londres, con regalos de Felipe que incluían dos grandes tizianos yun importante veronés, puso en archa en todo el continente unabúsqueda de obras maestras que añaclir a su colección. También lecausó honda huella el fbrmalismo de la vida cortesana española. Lacorte de su padre en Londres andaba por desgracia escasa de la die-nidadyel decoro que habíavisto en Madrid, yal subiral trono en 1625tomó medidas para snbsanarlo. Poco clespués, el embajadorveneci¿r-no comunicaba que "el rey observa una regla de gran decoro. Los no-bles no entran en slrs aposentos en confusión como hasta ahora, sino

3t' Sobre las políticas cultur-alcs de Olivar-es v la cleación del "Re1'Planeta>, véaseBrown v Elliott, A Palnce Jor a King lLh palnrio para el reyl , en palticular el cap. 2; r'éasetarnbién rnás abajo, pp. 33&337.

r0 Sobre el impacto ctrltural de la visita del príncipe cle Gales a M¿rdrid en 1623,véase Jonathan Brown yJohn Elliott (eds.) , I'he Snle of' llte Oentur,¡: Artistit Relationsbctueen Spnin nnd Grent Britain, 16()4-1655, New Har.en (Connecticut) y Londres,Yale Univcrsity Press, 2002 [La alnoneda d.el .siglo. Relr¿cione.s artística,s entre Españu"¡Gran Bretaña, 1604-1655, trad. Mar'ía Luisa Balseirt'¡, Madrid, Museo Nacional delPrado,2002l.

í] -l.l i]-t5

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(llr('(:r(l:r ( ¡rl('Ílolr:r lir.rrt'rlr.lt.r'nrirurrlo srr lrrg;rr ,,r¡. r\l rr.rl:rr.l¡rr ¡¡(.\,¿rsll()l'ltlllstlt'¡rtrrct'tlitlli('ltl() pittit llt r'¡rstr n.trl, ( i¡rrkrs ¡xrrlíir lrlt.¡4lrr.(.()l¡()pr'(:('(:(lcnr(: r:l <¡rrk:n y t'l <lt.t'orrl r¡rr<' lrirllí:rrr r.¿u.ir<.rgr.izir<l<¡ l1 r.<¡l.tt: rlt:Isabel, pero en el fbrnlalisrn<l y la rigidcz <lt: sr¡ ct:rcnlo¡i¿rl, s¡ cortetendría también afiniclades evidentes co. la cre l-eripe IV.

Las afinidades, sin embargo, iban más allá de las normas de etique-ta. Aunque carlos I se mantuvo resuertamente anglicano en su creen-cia personal, su esposa Enriqueta Maríaera francls ay católica, y cul-turalmente su corte compartía muchos gustos con las de la Europacontrarreformista. Había en la cultura europea de la época un cos-mopolitismo que trascendía las fronteras nacionales, e incluso hastacierto punto las divisiones religiosas. Al tiempo que la Europa de ladécada de 1620 se hundía nuevamente en la g,r.r.u, las líneas d.e co-municación entre las diferentes cortes permanecían abiertas. Losdiplomáticos, muy conscientes de las aficiones estéticas d.e sus realesseñores, les mantenían al tanto no sólo de los sucesos políticos, sinotambién de la actualidad cultural de las cortes de sus rivales. .El mar-qués de Leganés

-escribíaArthur Hopton, el agente inglés en Ma-drid, en un despacho característico de 1631- errá.rrf..mo con unacalentura peligrosa, lo cual para el servicio de su Majestad sólo im-porta en cuanto que posee buenos cuadros y estatuas, que en caso dedesgracia podrían ser procurados, si su Majestad así ló ordenare,a2.Los embajadores de carlos I y Felipe rv hubieron d.e actuar comoagentes oficiosos parala compra de importantes obras de arte quesalían al mercado, compitiendo con diplomáticos rivales por pinturasy esculturas que realzasen las colecciones reales y aristocráticas d.e susrespectivos países. Ya fuera como objetos de regalo o de adquisiciónreñida, en las décadas de 1620 y l630las obras de arte fueroninonedanormal de cambio y concurrencia entre las cortes de Europaas.

La competencia dio nuevo relieve al papel de entendidts e inter-mediarios

-como Balthazar Gerbier, de origen hugonote, que fueasesor artístico del duque de Buckingham- que iban yvenían entre

i: 9iad9 en Sharpe, The pnsonal Rule of Chartes I,p. 210."' British Librar¡ Egerton Ms. 1820, fol. 62. Hopton a lord Dorchester, ll de

septiembre de 1631.a3 sobre el coleccionismo rear y aristocrático en esta época, véase en particular

J. Brown, Kings and Conry.i1se1trc lEltriunfo dz la pintural. Sotre h diplomaiia y la en_

trega de regalos, véanse Elizabeth cropper 1ed..j , rne olplomacy of Art: Artistic creationand,Politits in Seicm lloquiavol. 7, Milán, NuovaAlfa, 2000, yJosé Luis Colomer la monarquía hispónica m el sigln xwt,Ma_drid, Fernando Vill rdios Europa Hispánica, 200g.

Figura 17. Rubens, Alegoría d¿ la Paz (National Gallery Londres).

Inglaterray el continente, practicando simultáneamente la compra-venta de arte y la diplomacia informal en cortes a las que sus conoci-mientos de expertos les franqueaban la entradaa+. Pero en aquel mun-do cosmopolita donde el arte y la diplomacia se daban la mano hayuna figura que descuella sobre todas las demás, la de Pedro PabloRubens. Entre 1628 y 1630 Rubens vinculó a través de su persona las

cortes de Bruselas, Madrid y Londres, mientras se esforzaba en sentarlas bases diplomáticas de un tratado que pusiera fin a cinco años dehostilidades entre Inglaterra y España. La coincidencia de gustos ar-tísticos entre Felipe fVy Carlos I convertía al fiel servidor de Isabel,que era alavez el más famoso artistavivo de Europa, en un mediadorideal para poner errpaz a las naciones enfrentadas.

Estandojustamente en Londres, pintó Rubens para Carlos I sugran alegoría de lapazy la guerra (fig. l7). También aprovechó laocasión para terminar su magnífico programa decorativo destinadoa celebrar los triunfos y la apoteosis deJacobo I en el techo de la Ban-queting House de Whitehall. Las telas recibieron los últimos toques

44 Brown, Kings and Connoisseurs IEI triunfo d,e la pintural, pp. 2{29 Roger Locky-er, Buckingham: The Life and Politiral Career of George Villiers, First Duke of Buckingham,1592-1628, Londres, Longman, 1981, pp. 27+215.

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('il ('l \'('r:ilr(, (l(' l(iii l. ¡ror l¡rs rrrisrr¡:rs fr.r lr:rs (.n (llr(,\t.l:rzr¡rrr.z t,rrrrt't¡tri¡lo tlt'rll¡rls ltt'lisltts st'ltlitn:tllrrr t'rr llr rr.lrlizlrr irir¡ rlr. rr¡ (.¡i(l¡(.ll¡rdecor¿rtivo cotnpat':tblo I):ll'it Marlri<l: rrna st,¡'it.<k: r.rur<llr¡s rtc llal:rll¿rsy retratos ecLrestres de la fzrmilia lcal para cl c<¡rrivalcrrtc: ln¿rclrilcñr¡de la Banq'eting House, el gra' espaci. cerer'.niar clel Salór,r cleReinos en el palacio del Buen Retiro. Las pinturas de R'be's, sinembargo, no se enüaron a Londres hasta octubre de r63b, y él rehu-só acompañarlas para superüsar su instalacióna5.

Por más que le halagase recibir encargos de un rnonarca ta' exi-gente como carlos I, las restricciones q'e normalmente se imponíana los pintores de cárnara nu'ca se apricaron a Rubens, y entoncesmenos que nunca. su contrato original con los archiduques Albertoe Isabel le dejaba en libertad para vivir y trabajar en Amteres en lu-gar de atarle a la corte de Bruselasa6, y gran parte de su actividad noiba destinada a la corre sino a ra Iglesia y miámbros de la élite cívica.sus experiencias como dipromático en Madrid y Londres no hicieronsino refcrrzar su creciente aversión a las cortes, y durante su estanciaen el primero' si' duda, tu'o parte en disponer las cosas para qrrevelázquezpudiera escapar por areúrr tiempo cle la reclusión cortesa-na y ampliar srs horizontes visitando los grancles cerltros artísticos deItalia. Artistas como orazio Gentileschi, que llegó a Lorclres en 1626+i,v str propio discíp.lo Anton van Dvck, qre en 1632 pasó a ser pintorcle cámara de carlos I, podía' qvizá admitir v hasti clesear aquellafb.ma de ser'idulnbre, pero a esas alturas de su carrera R.bens esta-ba'rás deseoso q.e

^rnca de emanciparse. E. cliciembre de 1633 la

m'erte cle la infanta Isabel r<lmpió su lazo emocional más fuerte co'la corte brtnelense. Al ario sisuiente escribió a peiresc q'e, habiendoestado "lejos de rni casa por espacio de nueve rneses, y obligado a estarpresente continuamente en la corte,, había tomado la decisión de"obligarme a cortar este n'do clorado de la ambició' para recobrarmi libertacl,{s. La libertad resultaría ser me'or de lo q.e hubieradeseado, ya qre tuvo qLre organizar a toda prisa para Ios inagistrados

.r5 Christopher White, Pcter Paul Rubens: illa n nnrl. .Lrti.rt, Nerv I{¿r,e¡ (C.''cct.i-crrt) r'l,ondres, Yale Llrriversiw press. lgg7, p. 2bb. Los pasos por I.a rendidón ¡l.e Brcduv los otl-os crtadros de batallas se escalonan entle el verano de I634 r,el verano cle l63rl(r'ézrse Brown y Elliott, A Pnlace.lor. tt 1r.rn.g ¡r. 27!l IUn pal.ruio para elrer, p. pg l ] , n. 7).

.16 Ohristopher- Brown, "Rrrbcns ii-r.t tlr" Archcl¡kes", e¡ Thom¿rs y l)rrerl6r_r(eds.\, Albert and Isabelkr, p. l2l.

+7 Gabriele Finaldi (ed"), ornzio centir¿.schi a.t the cotn, ,f charresr Londres, Na-tional Gallerv, 199g.

r8 Magrrrn (ed.),'t'he Lcttc,s of peterpatil Ruben.s,p. 3g2 (lg cle ¿iciernbre de 1634).

rlr';\r¡¡lrcrcs llrs glttttlcs rlcr ot:rr ir¡ttcs rlc llt crtlr:rrl:r r ctcrrrot¡ilrlcn l;r

r irrrlit<l<lt'l srrr'<'sorrl<'ls:rlx'l,t'l clrrrk'r¡irl-irrflnl<',r'l l7<lt'alx'il tlc l(ijjl-r,r':r t <¡nlirtrr:rciritr lit'lillc lV k't'ncarg<i rtu:r serie de pinturas para su

¡lirllcll<irr <lt' <:irz.a, la Tk¡r'r't' cle la Parada, que le tendrían atareadollirsta t'l li n rle: srrs clíasr1). Pelo quiso evitar la corte y vivió aferrado a str

rt:t'ién h:rll¿rcla libcrtad hasta su muerte en mayo de 1640.El desengaño final de Rubens se produjo en un momento en que

lir vida cortesana, tanto en Londres como en Madrid, caía víctima destr propia artificialidad. La mascarada cortesana era escapista por na-turzrleza, y muchas de las piezas representadas ante Carlos I y su cortecarecían de la ligazón con el mundo real que había dado tanta vitali-clad al teatrojacobeo5o. En la mascarada, actores y público por igual se

veían transportados a un reino mitológico en el que el orden sustituíaal caos y bastaba una varita mágica para restaurar la calmasr. Carlosveía en aquellas transfbrmaciones una alegoría de su propio y benéfi-co gobierno, que había convertido un país atribulado en unaArcadiaregia. Anton van Dyck, a sll vez el perfecto cortesano por su deleite enel buen vestir, la buena múrsica y la buena vidas2, era el artista iclezrl parirun reino arcádico. A lo largo cle la clécada de 1630, un torrente deretratos deslumbrantes mostró a sus pobladores -el rey y su familia,sus cortesanos y sus nobles- como la quintaesencia de la elegancia enun mundo intemporal de refinamiento cortesano (fig. 1B). Pero cllan-do Van Dyck murió, en diciembre de 1641, la Arcadia desaparecíayaa ojos vistas. En Escocia, en Irlanda y en Inglaterra la rebelión habíadisipado brutalmente el áureo resplandor del mito.

Thmbién en Madrid el nuevo palacio del Buen Retiro, con slrs pa-tios, susjardines placenteros ¡ al final de la década, su Coliseo, diomarco a festejos cortesanos y comedias alegóricas que nada tenían encomúrn con las dolorosas realidades del munclo exterior (véase fig. 23)53.

{e John Rtrpert Martin , T-he D¿rora.tions for the Pompa. Inttoit¿ts Fenhinnridi, Londres ,v

Nrreva York, Phaiclon Press, 1972, v Svetlana Alpers, Th¿ Decoration of the'forre de IaPa¡nda, Lonclres,v NuevaYork, Phaiclon Press, 1971.

50 Graham Parry, The Gold.en Age Restor'tl:T'he Culture of the Stut¿rt Court 1603-1642,Manchester, Manchester Universitl' Press, l98l, p. 203.

5r Sharpe, ThePerson¿lRukof CharksI,p. 183; véasetanbiénKevinSharpe, Crl'h'-

cism and Contpliment: Tltc Politirs of Literature in tlu lhglantl of Charle.s { Cambridge,Cambridge University Press, 1987, cap. 5 ("The Caroline Court Masque').

li2 A. K. Wheelock, S. Barnes vJ. S. Helcl (eds.), Anthony uan D\ck, Washington(D.C. ) , National (lallerr' <¡f ¡\r't, 1990, p¡r. I 2-l 3; r' sobre los ¿rños clel pintol t:n la c<-¡rte

inglesa, r'éase el ensa)'o de Oliver Millar, .\hu I)r'ck irr Lr¡ndr¡n'. en ese catáloso.t:f VéaseBro*,nr Elli<¡tt,.-l PaLarcJitraKinglL'npulnriolnrlel tql,c'ap.7.

3-1Ét l]-lf)

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v

Figura 18. van Dyck, I.ordJohn stuart y lord Be¡nard, stuart(National Gallery Londres).

l'il cs¡x'r'l:ir ttkrr or l('s:ur(,rk'( l:rklt'rrin <k'llt lllrn'a /',7 nt(rlo, t'nutnlo, utnrtr,

csccrrilir'¡rrkr crr l(ii15 r'rr rrnir isl¿r cn nlitad clel estartque gr-ande conacorrr

¡ rir ñ unl it:r r to rlc l-¡rillantes tramoyas del escenógrafo fl orentino

(losimo [,otti, narraba la historia de Ulises cautivo de los hechizos de(lirce. No era difícil leer entre líneas la historia de un monarca cautivode su valido cuando debería haber estado acaudillando a sus ejércitossa.

Mientras Felipe IV hizo lo que Olivares esperaba de é1, y creó en tornoa sí una corte esplendorosa capaz de atraer a una deslumbrante nómi-na de talentos

-Lope de Vega, Quevedo, Calderón, Velázquez-, esa

corte, como la de Carlos I, vivió en su particular mundo encantado. Las

sublevaciones de Cataluña y Portugal en 1640 fueron un brusco des-

pertar. Tres años después, el conde-duque de Olivares, el que fueradiseñador y director escénico de la corte del "Rey Planeta,,, se üo rele-vado de sus obligaciones al cabo de veintidós años de poder.

Es propio de las cortes exaltar la majestad de la realeza,y las deEspaña e Inglaterra cayeron víctimas de su propia retórica abultada.Para muchos de sus súbditos, la corte de Carlos, con sus gustos conti-nentales, clasicistas y papistas, erala manifestación visible de realezaabsoluta que amenazaba destruir el protestantismo y subvertir las li-bertades inglesas tradicionales. El rey, sumergido en una marea cre-ciente de descontento, no supo comprender los agraüos de su pueblo.En 1649, todavía sin entender, salió al cadalso por la ventana de aque-lla misma Banqueting House que había sido pensadaparaproclamarel advenimiento de una monarquía más excelsa y majestuosa.

A diferencia de Carlos I, Felipe [V consiguió con Ia defenestraciónde Olivares detener el avance de la desafección y recuperar la iniciativapolítica. En España, lo mismo que en Inglaterra, el estilo de üda y eldespilfarro de la corte habían llegado a ser motivo importante de irri-tación popular, y tanto antes como después de su caída el condeduquetuvo que refutar los cargos que desde todas las direcciones se le lanza-ban por el dispendio de grandes sumas en la construcción y ornamen-tación del Retiro55. En un gesto simbólico tras lacaída de su ministro,el reymandó fundir los doce magníficos leones de plata que adornaban

5a VéanseJ. H. Elliott, "Staying in Power: The Count-Duke of Olivares", en Elliotty Brockliss (eds.), The World, of the Fauourite l"Conservar el poder: el condeduque deOlivares", en EI mund,o d¿ los ualid,osl , cap. 8, y Margaret R. Greer, The Plq of Pouer:X[ythological Court Dramas of Pedlo Cald,erón d¿ la Barca, Princeton (NuevaJersey), Prin-ceton University Press, 1991, pp. 87-94.

55 Véase Brown y Elliott, A Palncefor a King, pp.242-248 lUn palacio para el rE,pp.243-2481

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cl S:rlorr rlc l{r'irros'r'. l'r't(,;rulr(lu(' l,'r'li¡rr'lr('l('n(lio r ¡urrlri:rr rlr.r.slilr¡<l<'grlllit't tt(t l)lllit ltl)lll(:rr cl rlcsr ()nl('nlo ¡rolrlir o,:r¡rcrr:rs llizr¡ rr¿rrltr

¡rot't'ittrrlrill'<lt: t'slilo <k.r,i<l:r. t,:r llrur.r'lr.<lr.srr <'s¡roslr r.rr l (i.l.l v l:r rk'su hijo y het'erlctrr llitll¿ts¿u'(l¿tllos t'n l(i l(i lrieiciu¡lr:ntr'<lt'jaxrn crrsuspenso las fiest¿rs cortes¿lnas, p(:r-() c()ll l¿t llt:qir(l¿r <k: lir ntrr:v¿r rcin¿rMariana de Austria en 1649 la corte volüó ¿r vivir. Los A¡r¿\ros dej eróni-mo de Barrionuevo en la década de 1650 y a principios cle la de 1660retratan Lrna corte en la que penuria y francachela iban de la mano.

Las críticas del derroche cortesano de Felipe no amainaron, ni losgastos tampoco. En Londres el lord tesorero de Carlos I, sir RichardWeston, había querido reducir los dispendios, pero se vio atado depies y manos por el principesco desprecio con que Carlos miraba laeconomía¡',.Huy en la Europa moderna una tensión constante entrela magnificencia que se espera del príncipe y la moderación que tam-bién se le exige, tensión que captó bien Alonso Núñez de Castro alescribi¡ en stt Libro histórico político. Sólo Mad.rid es corte "Yimos conde-nado el exceso en los aparatos regios; vimos también cuán preciso es

para el respecto algúrn exterior culto que distinga los reyes de los de-más hombres"58.

Felipe IV, siempre consciente, al igual que Carlos I, de la impor-tancia de la majestad y el decoro, se sacudió las críticas y creó para síLrn entorno cortesano que reflejase sus personales sensibilidades es-téticas y su idea del esplendor y la dignidad que convenían a un reyde España.Para lograr el entorno soñado, en slls últimos años seapoyó cadavez más en el hombre al que había nombrado pintor decárnara en 1623, y que con el paso del tiempo había venido a ser unapresencia flja en su mundo. Fue Velázquez quien renovó el amuebla-miento del Alcázar y El Escorial en la década de 1650, quien conti-nuamente refinó y recolocó la colección real de pinturas en consul-ta con el re1', y quien tuvo el deber, en su condición de aposentadormayor de palacio, de disponer todo lo necesario para el viaje oficialde los reyes a la frontera franco-española en 1660, cuando le queda-ban pocos meses de vida. Fue también él quien supervisó la decora-ción de los aposentos españoles en el pabellón de la isla de los Faisa-nes en el que Felipe presentó a su hlja ante slr prometido, Luis XIV

i,6 Ibirt., p.246.57 Michael van Cleave Alexancler, Chr¿rles I's Lo'rd, Trea.surer: ,Sir Ri,chrrd Weston,

of Portlrtnd, I577-16)5, Lonch'ers, N{¿rcnrill¿rn, 1!)75. p. 1518.5ri Aloltsc> Ntiriez cle (lzrstrct, Libto hislórico polítito. Sólo l\,Iadt'irl,es cot'te,3.u ecln.,

clricl, 1675, p. 191.

Earl

M¿r-

rlc l't:rrrr i,r"' Nin,.,ur l)nrlr¡r lr;rsirlonrirs((,tl('s;tttor¡rtt'\i'l:r,rr¡rtcz,r'ttr'lscnti<lorlt'rrrr;rrirllr;rl:rrl:r.rr¡rrrl¡,rnt;isrltr<'lirstlt'l{trl¡r'rlsr'\'ltttl)r't'k,:r l scr vir'io r k' rul soll<'r'¿rnt¡ r' it krs I'il ltalcs cle p:rlacio. Rttbetrs, itrclttstrr r uu lrk r llr t r ¡l'tc ar-c lliclucal ptrso sobt'e él ntal'ot es tletuandas, consert'ót it'r'to gur<kr clc liberrLrcl personal porvirirl'trabajarenA,rnbet'es, clondesll ('usil, ('()lr su ur¿rraviilosa colección cle pintttras I'arntigüredades, le

¡rt'r-nritía cs<rapilr a Lur rnundo privado'il'. La pdmeta obligación que teníaVun Dvck cn Lorrdres era sen'ir a (larlos I, que le imponía firertes cargas;

¡ rcro atin nrírs que de trabajos legios vivió satur¿rclo de eucat gos prirados,

('()n Llll continuo desfile de rniembrt¡s de la alta y la baja nobleza queriescle Ll corte v I:r plorirrcia acuclían ¿r su estttdio de Bl¿rckfi'iars eu soli-citud de retr'¿rtos que tl'ansfbrm¿rseD su irnagert cle sí nrismos.

Hasta cielto pru)to, lils clif'erentes experiencias vit¿rles de Rttbens vVan Dvck, por un laclo,,vVelázquez, pol'otro, reflejan clif'erencizrs eutrelas cortes c¡ue les clieron trabajo. La cle los archiduques, a pc-s¿rr de seruna corte a l:r espirriola, la clescribí¿r el cardelral Bentivoglir) ('()ln()ornás arnable v libr"e' que su honróloga cle España, v Rttbeus a¡rt ovt't'lt<iesa libeltacl para aceptal-otros encar-gos acletnás de los clit-r't't:ullcltlt'vinculados ¿r lrr colte cle Bruselas'ir. La coLte inglesa, a pesar clt' llulrt't'adqtrirido el forrnalisnro espariol bajo Carlos I, siguió teniendo lnen()scle corte centr¿rlizada que de agmpación cle cas¿rs nobiliarias en tornoa lzr cas¿r del r-er, l'los grancles nobles marrtenían utra existencia mrrvindependiente, organiz¿rndo f-estejos 1' repartietrdo patrotrazgo a su

libre albeclLío';:. En el aspecto financiero al lnenos, Van Dl'ck se bene-fició sin pr-oblernas de la rnezcla de patlollazgo real, alistocrático y

provincizrno, arurque fisica 1'psicolóeicamellte el agobio acabase coné1. De las tres cortes, la cle Felipe IV fue la rnás parecidzr a uuajattla deoro, tanto p:rrzr los que sen'ían al rev conlo para él rnismo. No habríasido ltrgar para Rubens, corl sn ,,horl'ol'¿r l:rs c()l'tes" v su scd cle incle-

¡:enclencia. Pero Ia carrera de Vel:izquez, que estlrvo tocla str t,ida lne-tido en l:r.jaula de ol'r¡, clemuestr¿r que también la coustricciótr, lto sólola libertad, puede crear concliciones en las qrte florezca el genio.

:'rr \'éasc Br-orvn. I'tlii:t¡uez: Pttirtt¿t und O¡nttlipt lli'/ú:qttc:.. pintrn ¡' rorlasarrol , cirps. til t). Vliis abajo, ¡r. 375 v fig-. iiO.

(i(l \'ézrse.feffi'evM.NItrllcr, Rub¿n.s: T'hc,lrti,st ns(i¡llalor,Pl'incetr¡t.l (Nuela.felser'),Princeton f-r r rir ersi [r' Pless, I 9lJ-9.

6r (litarlo ¡rol Dieclelik l,iurove eu'fhoul¿ls l Ducrl<¡o (eds.),,llbc¡t ¿t Lsabella,

p. l{)7.(;2 Malcolnr ^Smtrts. "-I'he Political Failule c¡f Stual-t (lultulal Patrorrage", en Grtt'

Fitclr L.r'tle 'r Ste¡lhen ()r'gel, /)alrzli ttgc itt thr R¿nuissttnte, Princeton (Nueva.f elsev),l9t3l, p. 17{i.

',Ja1'2 .t=rt.).).)

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(lnr)l'r't-lr.tt XIV

ApanruNcrA y REALTDAD EN I-A Espaxa DE YrrÁzeurz

" Realidod y apariencia. Las cosas no pasan por lo que son, sino

por lo que parecen; son raros los que miran por dentro, / rnu-

chos los que se pagan de lo aparente [...] ".(Baltasar Gra cián, Oráculo manuol y arte de prudencia, L647)t

Lu nrpuna donde en 1599 nació Diego Rodríguez de SilvaVel ázqttezera un país en que las apariencias mostraban señales cada vez másominosas de discordancia con la realidad. El viejo reyFelipe II habíamuerto el año anterior, después de un reinado de cuarenta y clos ar1<ls.

Como monarca más poderoso de Europa, había dejado al.jovcnFelipe III un exhausto reino de Castilla, una enorme carga de cleurlasy la precaria misión de conservar su herencia dinástica intacta y librara la cristiandad del avance de la herejía. Con todo, no se escatimarongastos a la hora de celebrar las exequias del difunto rey de una mane-ra digna del soberano cle un imperio global, conocido oficialmentecomo "monarquía española". Sevilla, la ciudad natal de Yelázquez,llegó a superar su propia reputación de ostentación suntuosa al levan-tar en su catedral un descomunal catafalco donde se representabancon emblemas las virtudes del fallecido monarca, se describían sus

logros y se proclamaba la extensión de sus dominios mundiales. Lamultitud contemplaba sobrecogida el impresionante monumento.

"Voto a Dios que me espanta esta grandeza", escribió Miguel de Cer-vantes en un famoso soneto. No obstante, no escapó a sus contempo-ráneos la ironía que se escondía detrás de su exagerada reacción anteesta soberbia afirmación de la gloria perpetua del reyz.

I Baltasar Gracián, El Héme. Oráculo manualy arte d,e prudmcia, ed. Antonio BernatVistarini y Abraham Madroñal Durán, Madrid, Castalia, 2003, p. 216 (Oráculo, afori*mo 99).

2 Francisco Gerónim<¡ Collado, Descripción d¿l túmulo y relación d,e las exequias quehizo la ciud,ad, d,e Sruilkt. en la munte del re¡ don lblipe Segundo, ed. Francisco de B. Palo-mo, Seülla, Sociedacl cle Bibliófrlos Andaluces, 1869; Melveena McKendrick, Ce:.ntan-

lrs, Boston (Massaclrusetts) v Londres, Little, Brown and Company, 1980 lCeruantes,pról. Alonso Zanrr¡rir Viccrrte, trad. Elena de Grau, Barcelona, Sahat, 19861, p. 185.

35Ír

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tScvill:r, sitt lrrq:rr :r rlr¡rllrs, ¡rorllr ¡lcr rrritirsc r'l t1:rslo rlcl r:rl:rf:rlr r¡.

( lortl<¡ I)trrll() <[t' r't't'<'¡r<'iritl rlt' lits t ('nr('sls lunull('s rlr' ¡ll:rtlr ¡lr or crlcrr-tes de l¿rs nrinas cle Nltcva lJsparia v Pcrúr, erl r.uur rlt' llrs t irrrLr<l<'s rrr:isricas del hemisf'erio occidental. Aun ¿rsí, (ler-r'¿urtcs n() ('r'1r t'l rinit'o t'rradvertir la disparidacl eutre la grandilocuenci¿r rlc l:r ¡rxrr'lanla (lu('realizaba este efímero monllrnento y las realidades derl urultclo qlrc lra-bía fuera de las puertas de la catedral. Un memorialista que escribí¿rdurante el cambio de siglo hacía comentarios significatir,'os sobrc lascontradicciones internas de la España de su época: .Nunca tantosvasallos uvo ricos como ahora ay, y nunca tanta pobreza entre ellos,nijamás Rev tan poderoso ni de tantas relltas y Revnos: ni le ha avidohasta aquí que aya entrado a reynar que hallase tan disrninul'dos yempeñados los estados". Atribuía tal situación al hecho de que lalluvia cle plata americana impedía ver a sus compatriotas la verdadfundamental de que la fuente de la auténtica riqueza era el traba-jo duro y las inversiones productivas. ,.Yansí-proseguía- el no averdinero, oro ni plata, en España es por averlo, y el no ser rica es porserlo". Engañada con tales ilusiones, España se había convertidoen <Llna repírblica de hombres encantados que viven fuera de ordennatural"3.

Frre en esta España, y en Sevilla, la más rica (.y pobre) de sus ciuda-des. clonde eljoven Diego VelázqLrez, nieto de inmigrantes portuglre-ses cle Oporto e hljo del notario nta_vor deljuzgado de testamentosdel c¿rbildo eclesiástico+, emprenclió sn carrera artística y alcanzólamadurez. Era una España donde los nuevos ministros de un lluevomonarca se esfbrzaban por conservar un oneroso legado. A pesar deque la plata de las Indias todavía llegaba a Sevilla en grandes cantida-des, las finanzas de la corona no estaban en condiciones de mantenerlos cotnpromisos exteriores y militares exorbitantemente costososcontraídos por Felipe II. A regañadientes, el nuevo régimen, encabe-zado por el duque de Lerma, el valido de Felipe III, comenzó unaretirada escalonada. Se puso.fin a dieciséis arios de guerra abierta conla Inglaterra de Isabel I por medio de un tratado, firrnado en 1604,con sll sucesorJacobo I y VL Cinco años después, el gobiemo deMadrid acordó una tresua de doce años con los súbditos rebeldes

3 lVIartírr Gonzálezde Cellorigo, I\'Icnoriald.c Iapolítitn ncccsarir¿\ titil restuurnción nln rtpúblita. dc España,Yalladolid, 1600, fI. 29 1'25r'. Véase también rnás alliba, pp. 190v 192-3.

+ Luis Méndez Rodr-íguez, "La lárnilia de Velázquez. Una falsa hidalguía", en Va-

lázqun,¡ Sa¡illn. Estutlios, Sevilla, Aldeasa, 1999. pp. 33-49.

rlr' licliPc lll cr¡ los l':ríscs li:rios, rlot¡rk'r'l lor rrrirlltlrlt'r'jtltr ilo t's¡llt-riol <lt' l,'l¿ul<lt's sc vio ('rnl):urlar):r<lo clt llr)l e'uclr':t crl()rrltclttcrttc('()sl()s1r, v ¡r<ll lo vistr¡ inllrosiblr: rle gAnzlr', para tennitrar con la rer,uel-t:r. lll q()l)ierno cle Madricl trató de distraer la atención de las humilla-cir¡ncs cle rrna tregua firmada con herejes y rebeldes ordenando elnrisrno clía la expulsión de España de su población de unos 300.000rrr<¡riscos. Velázquez, un niño en 1610, debió de ver la línea desorde-n¿rrla de unos 18.000 moriscos que hacían camino para embarcarset'rr Sevilla hacia los puertos del norte de Africas. En 1627, diecisiete¿rños más tarde, Felipe ry htjo y sucesor de Felipe III, eligió este actosuprelno de piedad regia como tema para Lln concurso entre los pin-tores de la corte. El certamen fue ganado por Yelázquez con Lrna

pintura hoy perdida,la Expulsión de los'morisrcs, que mostraba a Fe-

lipe III con armadura señalando con su bastón un grupo de hombres,rntljeres y niños llorando, con la figura de España mayestáticay ma-tronal sentada a la derecha del monarcao.

Un acto que podía interpretarse como un e.jemplo de la dedica-ción de España a la causa de la religión pura o como una soluciónnecesaria ante Lrn problema étnico inextricable, constituía tambiénuna afirmación en la política de gestos. Las cuestiones cle honor yreputación dominaban la vida de España, así como de todas las socie-

dacles europeas, durante este periodo. "De los modos de conservar lareptrtación > era el tema de una sección d.e La razón d,e estudo ( 1587)de Giovanni Boteroi, y los ministros de Felipe III, como representan-tes del mayor monarca del mundo, tenían una aguda conciencia acer-

ca de la importancia de mantener la reputación de su rey. La necesi-dad de ello era todavía mayor en una época en que el poderío militarde España parecía flaqueary los aprietos financieros dictaban comomínimo un cese temporal de las hostilidades. Lerma y sus colegastrtilizaron toda su habilidad para garantizar que lapaz resultante pa-reciera responder a sus propios términos, Llna pax hispanir¿. Los di-plomáticos españoles, ayudados por el dinero español, trabajabancon destreza y devoción para aseglrrar que la reputación de su rey y

:' Bernard Vincent v A¡rtonio Dorníngtez- Ortiz, Historia, de lo.s moriscos. Vi.d.a y tra-gerlia de una minoría, Madrid, Revista de Occider-rte, 1978, p. 190.

{i Steven N. Orso, Philip IV and tlrc Detoration of rlrc Alcrizar of lvIndrid, Princetotr(NuevaJersey), Princeton Universiw Press, 1986, pp. 52-55.

7 GiovanniBotero, T'heReasonof state,trad.inglesa deLaRagiondiStatoacargode P.J. ,v D. P. Walev, Londres, Routleclge & Kegan Paul, 1956, liblc¡ II, p. 1I [véasemás arriba, cap. 2, p. 7it, n. 18 para tradtrcciotres al castellano].

356 3l-r 7

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vs('il(lt s(' llt:ütlil\'¡('t:t {'n l;tri ( r,l l(.s rlc los ¡rr ntr i¡¡(.s (.utol,(.()s t,r¡ttr. l:tl)l'('('lllill('llt ilt ittlt't Itltr iot¡:tl rlr' l',s¡r:rrrlr s(' I (.( oIro< ir.t lt l:rrr rrr:rr¡ttitt:rl-lllclltc ('n li('ntlx) tlt. ¡l:tz ('()l¡() (l¡ g¡r.t.l'ltr,.

H¿rcia l6lfl voh't'l'íittl it itt'rtnnrlrrs(' nul)('s <lt, lonllt'nlit v l,lur.()l)itquedaría al borcle de rtlla rlueva c()nf lir{¿r'¿l('i<in in(cl'nirci<¡n¿rl: l¿r (irrr-rra de los Treinta Años. Aunque el interluclio cle paz cli<l un ciertorespiro y permitió a la corte y la aristocracia entreg¿rrse ¿rl consllmoostentoso con prodigalidad, Madrid dependía fuertemente de artifi-cios y trucos diplomáticos para mantener la imagen de un poderíoespañol abrumador. como advertían los observad.ores contemporá-neos más perspicaces, esta imagen no concord.aba con las realidadessociales y económicas de fondo, las cuales no se mostraba clispuestoa afrontar el gobierno despilfarradory corrupto de Lerma. La imagi-nería y la retórica no podían sustituir a la refbrmae.

sin embargo, la imagin eríay la retórica eran esenciales para la so-ciedad española del barroco, así como lo eran para la Europa de princi-pios del siglo xvrr en su totalidad. Se tratabade una época de teatro eilusión, y en ninguna parte lo era más que en la sevilla de velázquez.En los años iniciales del nuevo sislo la ciudad eralacapital teatral deEsparia. Hacia 1600 presumía de contar coll cuatro teatros púrblicos,y el coliseo, ul] nllevo teatro municipal, abrió sus puertas al públicoen l607t0. En sevilla, además, el teatro no estaba red.ucido a loscorrales de comedias. La ciudad proporcionaba un espectacular te-lón de fondo para el teatro de la calle que constitnía un acompaña-miento continno de lavida municipal. Los autos sacramentales, des-cendientes cle los alrtos y misterios medievales, se representaban enlugares púrblicos ante grandes multitudes, y el clero, los dignatariosmunicipales, los miembros de las cofradías rerigiosas y nutridas mu-

: H R Trevor-Roper, .,Spain and Europe 1598-1621", ett 7-1.¿c N¿¿u (itntbrülge L,Iort-ern-Historv, ecl.J. P. cooper, cambridse, cambridge u'iversin,press, lgz0, lv t"¡s-paria v Enropa, 1598-1621 " , en Histoña del nund.o rnotl.erno, l{, i,r¿ tl.ecntl¿ntin español.n Ikr guet ra, rle los treinta r¿ños, 161(11648/49, trad.. vícor p<¡zanco Villalba, Barcelona,Ranrón Sopena, 19741, cap. !).

^ n J H. Elliott, Spain rnttl it.s Wortrt, l50GI Z04 Nerv Haven (Cor.rnecticut) v Loncü.es,

1989, cap. l1 ("gslf-ps¡6eption and Decline in Early sevenreenth-ce,rtriry,spain"lEspaña v ,nt nnmdo ( 1500-1700), trad. Á.rgel Ri'ero Rocrríg.ez y Xa'ier-Gil pirjoi, Ma-d¡id, Tarurn, 2007, cap. I I ("Intr<.¡cpección corectiva v deiarteircia e' España a prin-cipios del siglo xlrr" ) I .

r0 víctorPérezEscolano,frandeouittr.yrkraBar¿deta(1565-1625). l)scrlto¡arqtil-tecto e ingenietir, Sevilla, Excma. Diputación provincial. 1927, pp. 46_47; Franciscá-J.corrrejo, Pinturay tca.tro m h sezñlh dcl sigto dc oro. La *san-a MiiarEtín.,seyilla, Fuir-dación El Monte, 2005, pp. 23-25.

r ltcrltuttl¡rcs rlr'¡rttclrl,r ll:urr¡ lurrlrrlr:ul t'tr ¡rror'<'siritr :r lrlrvtis rl<'llrscltllt's ¡lrllr lrr)nr:u :r rur s:url() lot'irl ot't'lclrr'¿rlalgtirr signilicaclo¿lcon-tt't'ilnit:nto <lt'l <'rrlcrrrlrrri<¡ litúl'eic(), como la fiesta del Corpus Chris-ti. l'lll est¿rs r¿r'irntlt's ¡rlocesiones, imágenes preciosamente talladasy pintadas dc Olisto, la Virgen y los santos, realizadas en los nume-rosos talleres cle Sevilla, era'ít llevadas en alto o transportadas en losp¿rsos. Los sevillanos eran fervientes devotos del culto mariano ¡cuando la doctrina de la Inmaculada Concepción fue puesta en telaclejuicio por un predicador dominico en 1613, la ciudad se levantóen furia ante esta mancha al honor de laVirgen. Se cantaron infini-tas misas y se predicaron innumerables sermones en apoyo de lacontrovertida doctrina. La pintura de la Inmaculada de Velázquez(fig. 19) fue una de las muchas imágenes creadas durante una cam-paña que hizo andar a la greña a las órdenes religiosas y ariadió to-davía más dificultades a las siempre complicadas relaciones de Es-

paña con el papadott.No sería sorprendente que Yelázquez, como aprendiz en el tallcr

de uno de los principales artistas de la ciudad, Francisco Pacheco, se

viera profundamente influido por el teatro que veía a todo su alrecle-dor. La descripción de su perdida Expukión de los moriscosla hace pa-recer la estampa de una escena de una piezateatral. Hay también unactralidad teatral en su Cri.sto dcspués de laflagelación conternplado por elalma cristiana (frg.20) y en algunos de sus retratos, como el de Pablod¿ Valladolid (fig.21), solo y de pie como en Lrn escenario vacíor2.

Había mucho más en Sevilla además del teatro que daba forma ycolor a gran parte de lavida pública. Como gran centro portuario, erael punto de encuentro de varios mundos diferentes: las Indias -quesegún el dicho popular habían empedrado de oro las calles de la ciu-dad-, el asediado reducto septentrional español de Flandes

-cuyosmercaderes formaban una importante comunidad extranjera en laurbe- e Italia, la capital espiritual y artística de la Europa contrarre-

I I Véanse Sala T. Nalle, "Spanish Religion in the Age of Velázquez", en SuzalneL. Stratton-Pmitt (ed. ) , The (knnbridge Companion to \blázquez, Cambridge. CambridgeUrriversitl' Press, 2002, pp. I l.t'l l6 ir más en general, Suz¿rnne L. Stratton, T-lte Imrnr¿-

culate Conrcption in Sprmish,-lrt, Cambriclge, Cambridge Univer-sitv Pless, 1994 [1-a 1n-t¡taculada Concepción en el r¿rt.c espnñol, tracl.José L. Checa Cr-ernadcs, Madricl, Ftrnd¿r-ción Llniversitalia Española, l 9U9l .

12 Para el desarrolkr cle cste afgumento, véasc Miguel Morán Tirrina, "\/elázquez,la pinttrra v el teatro clel Siglo rle Oro", Bolztín del |l[usco del Ptr¿do, xrx, nÍrm. 37 (2001),pp.47-7t.

35tt ilSs)

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Figura 19. \t'liizr¡uez, La [ntnutultttltt (itrttelxirin (Nutional G¿rllc¡r, l,onclr.cs).

fonnista -\' con la cual Sevill¿r mante,í¿r estrechos l¿rzos-r,,. Así pues,un¡r élite cle la citrclacl lelativanlerlte cult¿r y acauclalacla, cornpuestapor mierrrbros cle la noblezir local, canónis¡os cle la cateclr¿rl v otros

Figura 20. \¡elítzquet., ()rislr¡ rlrslntrís dt la fluwlrtt irín rontemltlado lnr el tlnu crisliunrt( N¿rtiorr¿tl ()zrller-\', Lorrch'e s ) .

rniembros clel clero v las clases profesionales, estaba expuesta a las

nulnerosas influencias que llegaban desde el extranjero a Sevilla. LaCasa cle Pilatos, la residencia fanriliar de los duqnes de Alcalír, alber-gaba una farnosa colección de antigtieclades romanas, y el tercer du-que, don Fernando EnríquezAfán de Ribera, mantllvo las tradicioneshurnanistas de sus predecesores, cle rnanera que reunió una m¿rsnífi-ca biblioteca y llegó a sel'rur distinguiclc-r rnecenasrl.

El maestro de \¡elázquez, Pacheco, a qr,rien el cluque eucargri la de-

coración de srtr estuclio en la Casa de Pilatos, encabezaba Llna cle las

varias acirden\ o {rnrpos infornrales que florecían en la ciudad a

principios del siglo xvrI. Poetas, eruditos, artistas y literatos se reuníanen la casa de Pachcco o clc otras figuras eminentes de la cirrdad para

l-1 Solr'(' l()s ([u(lu('s rlt' ,\lt':rl:illlentt' \/i('('nlc l,l('(i ( l:ttl:tl, ,\'///'?,//

llrtno, St't'illlr, l)i¡lrt l:tt irirt l'r or int..'flle l)ukt' of ,'\lt:rl:i: I lis (,oilt'r

l)p. 2:l l-2ir5.

v la tl-aclici<in cl¿isic¿t en Scvillzr, r¡éanse especial-l lt¡ n t rt .,\ l i l ol og4'í u ¡' h u nt e n i.s tn.o (n d )'( n e,c i nt.i en t o seu i.-

ilrl. 1979, r .|onuth¿ur Brorvtr v Richarcl L. Kagan,tirrn anc[ its F-r'olrrtit)n,,, ,Itl Bttllrlil/, (i9 (l9ug).

:i(;l:t(io

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Figura 21. Velázquez, Et bu,fón Pablo d,e \lal,lr¿dolid (Mtrseo del praclo, Madrid).

rlcl¡lrlil r'rrcslir¡nt's rlc l¡r l('()l r:r rlcl :u'lc v lrr lilcr'¡tltu'lt r¡ I't'l¡tlit,:rs ir I:ts:rnli¡girt'rlir<lcs v <lcrliciu's(' ir Ios <'orrt:r'¡rl()s (luc t¿urt() cleleitaban a

los ¿rnrllit'ntcs <'ultos rk: lu época. Aquí, además de aprender las técni-cas ¿rrtísticas necesarias para obtener el permiso para ejercer comopirrtor, Yelázquez fire introducido a un mundo de ideas que determi-narían su obra como artista para el resto de su vida. Era un mundoque, aunqlre imbuido de erudición clásica, también era sensible a losúltimos avances en la ciencia y en las matemáticas y mostraba un par-ticular interés por la óptica y las leyes de la perspectiva. Es significati-vo que en la biblioteca personal de Velázquez hubiera un abundantenúmero de textos científicost5.

La vitalidad artística y literaria de Seülla durante la mocedad deYelázquez creaba un ambiente prometedor para el desarrollo de unjoven artista dotado de talento e inteligencia. Sin embargo, a medidaque Velázquez se establecía como pintor a título propio, al casarsecon la hija de su maestro,Juana Pacheco, y establecer una crecientereputación para sí mismo en Sevilla, topó con los límites que impo-nían tanto la naturaleza de su profesión como un entorno que enúltimo término no podía darle todo lo que necesitaba si tenía quedesarrollar su genio al máximo. A pesar de todos sus rasgos cosmo-politas, Sevilla seguía siendo en el fondo una ciudad proünciana.Eraen la corte de Madrid donde se desarrollabalaverdadera acción.Además, en la España de Velázquez los artistas eran consideradostodavía como meros artesanos y su estatus social, como profesionalesde lo que eravisto como Lrn arte puramente mecánico, no era alto. Elsuegro de Velázquez se f1jó como misión dignificar y ennoblecer suocupación: ¿acaso no había alcanzado Apeles la aprobación exaltadade Alejandro Magno, o no había nombrado caballero a Tiziano elemperador Carlos V?t6 Sólo en la corte del rey podía un gran artistaganar lafarnay las recompensas que merecía y asegurar para su pro-fesión la elevación de estatus de la que durante tanto tiempo habíasido acreedora.

\l5 Sobre la academia de Pacheco y los intereses culturales cle la élite de la ciudad,

véanse:Jonathan Brown, Intages and.Idzas in Sarcnteenth-Century SpanishPainting,Prin-ceton (NuevaJersey), Princeton University Press, 1 978 llmágenes e ideas m. la pinturaespañola d.el siglo nu, trad. Vicente Lleó Cañal, Madrid, Alianza, 1981l, parte I; Vicen-te Lleó Cañal, "The Cultivated Elite of Velázquez's SeülIe", en Velazquez in Snillz, pp.2T27; Pedro Ruiz Pérez, De la pintura y las l¿tras. La biblioteca d¿ Velaaqua, Sevilla, Con-sejería de Cultura de laJtrnta de Andalucía, 1999.

16 Francisco Pacheco, lil arte d,e la pintura ( 1649) , ed. Bonaventura Bassegoda iHugas, Madrid, (látedra, 1990, pp. l4Gl47 .

362 363

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. -tlrr\i'l;izrllr('./.(¡r(':rs¡rir:rlrrrirnr¡r\,(,r(,s()lr(¡rrrr¡li<r:rrlr.sr¡rrr.r:rs.rrr.-t'itllrs ¡lrlr st'r'ill:r rrrvo l:r slr(.l r('<lc r¡rrt,sus (.sl)(.r:rrrz¡rs <lt. ,,,,,,,.,,,.,.,.,.,,,,,,la cortc coitlt:iclicl'¿tt) (:()rt un (:sl)(:('l¿r('rrlar rlirnllrir¡ <lt. ¡igi¡rr:¡ (,ll Ma-drid. El d.q.e de Lerma cay<i crel porlcr e' r (i r g

' srrs .trcc:sores sedebatían en \ano ante Lula creciente oleada de petiáioncs cle refbrmacuando Felipe III inesperadamenre murió el3l cre mar'ode t62l a raedad de 42 años. S. hlio y slrcesot er ahora rey Felipe M que conrabadieciséis años, adoptó medidas inmediatamente para apartar del podera los ministros de su padre. como principar ministio escogió a unconsejero y diplomático experirnentado, don Baltasar de Zúñiga, perotodo el mundo sabía que entre basticlores el poder era manejádá porel sobrino de éste, el ambicioso conde de olivares, q'e había ganado elfavor de Felipe en 1615, cuand.o airn era heredero al trono. ioco -ásde un año después de la subida al trono de Felipe rv, Baltasar de Zúñi_ga había muerto y olivares ma'iobró para hacerse cargo de ras palan-cas del poder, que controlaría d.urantá dos décadas colsecutivas.

Aunque nacido en Rorna, donde su padre había sido embajadorespañol, el conde de olirares (o "condeduq.e>, como ilegó a ser co-nocido después de serascendido ar ducado.r, tozs¡ ,..rro.!..[.cía deser un "hlio de seülla" y había viüdo en esta ciudad entre 1607 y l6l b,año en el que consiguió'n puesto en la casa del heredero ar tronot?. E'esos años se'illanos Olivares fue un renombrado, y extravagante, pro_tector de poetas y eruditos y se sabe que hizo pi'tar su retraü a Francis-coPachecors. Asípues, yerázquezbien pudo en sus días de aprendiz{ehaber llegado a tener trato con el hombre que domin aríiraescenapolítica española durante la primera mitad del reinado de Felipe tV.

Era natural que, cuando olivares tomó el poder en la corte en 1621,st.' amigosyconocidos hispalenses,junto con una multitud de aspiran-tes, acudieran en tropel a la capital co'ra esperanza de recibir cargosy favores de un hombre al que considerabur, ,rrro de los suyos. yeláz_quez era sólo uno entre los muchos seüllanos ambiciosos qrr. .-p..rr-clió el camino hacia Madrid d.rante los años iniciales del nuevo reina-do y, aunque su primera visita en l622no tuvo éxito, gracias al apoyo

es, véaseJ. H. Elliott, The Count_Duke ofHaven (Connecticut) y Londres, yalé

lianres: el .pol.ítico ¿n una ápotn tl,e d,ecatl¿nria,19901.

os lcídos nnte la Rzal Acadernia d,e Bellas Arte.srl¿ san Íbrnando.en ln receltdón ptirtrica rlcr Excmo. st: Duque rk Benoitk 1 rte Atba,Macrri¿,Sucesores de Riradeneyra, 1g24, pp. 23-24.

rlcst¡sltrrrigoscrr l:r(orl(',t'<'srlt'sul)()n('r'(lll('('()n lltt'ttt:t'urr;r:rl)r(tlxr<'irin <k'( )livirlcs, lr¡t'<lt'sigllit<lo ¡titrtor ctel rey ¿rl año sigttit'rrtt'. l"rrt'

cl ¡lrirr<'i¡rio cle una c¿ll'rera cortesar'la en la que, además de sc:t'cl ar'-

tistir ¡rredilecto del monarca, también iría ascendiendo peld:rtios eu

cl cscalafón de oficios palatinos, comenzando en7627 con el de tljierrle l¿r cámara realre.

Thles nombrarnientos palaciegos (ay.rda de guarclarropa en 1636,

ayuda de cámara en 1643) uo sólo proporcionaban aVelázquez unosúrtiles ingresos suplementarios al estipendio que recibía como pintordel re¡ sino que le daban un lugar seguro en la casa real, con todo loque ello significaba de cara al acceso a Ia persona del monarcay todoslos beneficios adicionales que podía implicar tal proxirnidad. Sin em-bargo, aunque ello le hacía miembro de un grupo selecto cle unos 350

serüdores reales principales en Lrna corte que contaba cou alrededorde 1.700 oficiales y miembros de personal de la casa reztl!0, tambiénacarreaba deberes que ocupaban mucho tiempo y resultaban cadavez más onerosos, y además le ataba a la rutina de la vida de palacio.Con la excepción de sus dos visitas a Italia, en 1629-1631 y 1649-1650,

y aquellos periodos en que el rey ssc¿paba al campo con los miernbrosde str séquito para entregarse ala caza o hacía un viaje a otro lugar,Yelázquez pasaría la mavor parte del resto de su existencia dentro, oen los alrededores, del Alcázar de Madrid.

Con la toma del poder por Olivares y sus parientes y otras personasa su carso, se podía decir que la rnisma Sevilla había llegado a Madrid.La tradición hispalense cle fatsto y mecenazgo aportó una nueva vita-lidad a una corte en cu)'o centro figuraba ahora unjorren rey toclavía

sin formar-, pero que va poseía un gusto por el teatro y la múrsica vpronto demostraría que había heredado el exiseute ojo de los H¿rbs-

burgo para las artes plásticas2r. Olir,ares, que en 1621 contaba 34 años,

le Feliciano Barrios, "Diego Velázquez: sus oficios palatinos., cn (lartnen Iglesias(ed.), l\lázqu.ez en kt rorte<lc-ldife lll Maclrid, Frurclación Santandcr Central Hispano,2003, pp.6l-80.

:tt 1. H. Elliott. Spnin nnd. its Wbrkl, pp. \4+145 (cap. 7, "The Court of tl.re Spanish

Habsbrrr¡¡s: A Peculiar Institution") |ispañay.su mundo, cap. 7, "La corte de los Habs-burgo españoles, iuna institrtci<¡tr singular?") ], v r'éase nrírs ar-riba, pp. 333-3it5, sobrela estructura de la corte esparinla en un contexto comparado.

2l Sobre la conexión sevillana v el desarrollo de la vida col'tesana bajo Felipe Mvéase Jorrathan Brown r'.f ohn H. Elliott, A Pnlare for a King': T'he Bucn Retin¡ und the

Court oJ Philip IV, Nerv Haven (Connecticrrt) v Londres. Yale Universitv Press, 1980;

edn. rev. y ampliada 2003 [th¿ palario para el r4: el Buen ]futirc I h cotte de l-eliPe 1l', tmd.Vicente I.leó r'María Luisa Balseiro, l\ladrid, Thtuus, 20031.

36-l 365

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YIr:rlr;t rlr'¡r.sir:rrl, gr:rrrrlr.s lrnrlrir rr)nr.s (.n un s(,n.¡ r r.;rl r¡rrr. rr.rrr:r l:rlr¡il;rrlrl<'srr¡rr,¡rilrr.rllr<l.r,,rrr.t,rlr.l,,s¡r;rrr:rr.r:¡r.lr¡r:rv,l,r()r:lr.(.llsr¡lrr.t,lit lit'l'l-:t v Ft'li¡lt'<lt'lríir st'l'instrrrirl,, ¡r,,,r, r'rrrrr¡llir <..n t,l cxllllrlo 1r:r¡rt:lal que había sido ll¿uttitclo ¡tol l)i<¡s- [)ulantc l¿r rlti<.¿rlir clc l(i20 Oliva-res inició a turjoven al principio inclolente y heclonista e¡ l¿rs tareas clegobier'o y le preparó u' exte.so programa d.e lt,t:turas para que am-pliase su conocimiento de ra historra y el mtmdo .,' q.,. .,riuíu. A pri'-cipios de la década de 1630, Felipe había reunid' .rr- biblioreca pri-vada impresio'ante qor su amplitud y diversidacl e' sus aposenrospalaciegos, donde cada día pasaba dos horas leye'do a"rp.ré, de ce-nar' y se puso a trad_'cir él misrno al español los libros VIII y IX de laHistoria de Italia de Francesco Guicciaráini:r.

un reyverdaderamente culto era fu'damentar para las aspiracionesde olivares para España y su soberano. Él y sus partidarios habían lre-gado al poder con

'n programa concebido pu.ui.rt urar la fortareza yla reputación de España después de lo que co'sideraban como los fra-casos y humillaciones de los años de Lerrna. .pienso verdaderamente

-escribía olivares en 162b, recordando el ascenso al trono clel rey e'162l- que puedo decir a V. Majd. con verdad. q'e ra reputación de

España y el gobierno de ella corría al paso q'e ros émulos de s' gra'de-za pudieran escoger, sin haber'i'gúrn hombre cuerdo'i experimen-tado que estuviese en otra opinióno:s. La rivalidad entre los irincipesdela Europa del siglo xvrr r1o se rimitaba al campo de batalra. La irr.spe-radal.isita a Madrid e' 1623 de carlos, prí'cipe de Gales, en Lrna tenta-tiva de alcanzar la mano de la hermani a.t rey, la infanta María,hizoque Felipe se encontrara cara a caracon Lrn príncipe ci'co años ma-yor que é1, c'ya cultura y refinamie'to habíip.r..á .r, evidencia suspropias insuficie'cias2r. un rey de España'o podía permitirse quedar

!! Br-orvrr v Elliott, A ptlace fitr a Krrg p¡t. 11_42 lL,n ltaturio ltara el rey, pp. +l_421.Los fonclos de la biblioteca prir;acla a.t iá1;.,r,r idertificados 1,aisc¡tid<ri'ior Fernan_do Borrza Ávarez, Er ribto't ir cetro. La hibríotecrt de Íbripe IV en. k¿

-forre Arta trer Akázar d¿Madnd, Salarna'ca, I'stituto de Historia del Libr-o 1,cre la Lect.ra, 2005.2:' A'[enorir¿le.s \ mlnt der conde-duque de orit,arci,ecl..forr' u. riti,rar r:.¡.rsé F. de laPer-ra Madlicl, Alfagtrar-:r, 2 vols., lgTti_lggl, I, cloc. MI, p. l4g.

: ''

'* sobre la l'isita crer príncipe-cre-Gales's.s consec.encias, r,éa'seJo'athanBrowr y.Jolrn Elliott (eds.), 'I-he snl¿ of the ceÁnn1: Arti.stic Relr¿tions betzueen sNtain antt.Grcat Bñtain, 160+i6i5, New Ha'e. ico''ecticrrt) y I-o'dres, y;tre U'iversity press,

?90? ll:o_ajntoneda del siglo. fulat.iones ¿¿rtístira,s enhe España"¡ G.rrnt Bretoña, I604_t 655,Madrid, Mtrseo Nacion^1d"ip.^g:,.30021, y Gly' Reárvoril.t,.-he prirce áttt. the Infan_t:: 7'he::.:l!u:!:r Poritics of thc spani'h LIa,rh, ñ.* iJuu.r, (connecricut), yare u'iversityPress, 20.03 [i' l híncipe v kr' tlfanly, Lrna boda rcnr .frush'a,tra,r*¿-é.... n.c"io, rvra¿ricl,Thurus, 20041. También más arriba, pp. 6t v g45:346

cn s('r.lun(lo lrrg:rr crr cl rnurrrlo rlc llrs lrt lcs. 'li'ttí:r (lll('s('l' lrt t'str-t'llit< t'rrlr:rl rlt'llr cor l('ru:rs l¡r illrrrrl<'r'r'ttllivit<l¿ttlt'litttrrpit, el "ReyPlaneta",('()n)()lt'llt'¡3<ilrlllrrurr su('()r'l('clcpoctasydramatttrgos.Enlacosmolo-eía <:onl-t:nrpor':inca, cl ctnrto planeta en lajerarquía celeste era el sol.

Olivares y el rey resultaron afortunados en que la primera mitadrlel siglo xvu fuese un periodo de brillante creatividad para las artesen España, pero usaron su mecenazgo para asegurarse de que la acti-vidad artística se concentraraer' la corte, aunque Luis de Góngora, a

qtrien Yelázqrez pintaría mientras aúrn buscaba promoción en Ma-drid, acabaría por regresar a Córdoba como un hombre desengaña-do (fig. 22). Otros, sin embargo, tuüeron más éxito: los dos mayoresdramaturgos de la época, Lope de Vega y Calderón de la Barca, escri-bieron una obra tras otra para las representaciones cortesanas; el in-genio mordaz de Francisco de Quevedo se puso al servicio, aunquecon dificultad, del régimen de Olivares; el escritor andaluz LuisVélezde Gnevara, nombrado tljier de cámara del rey en 1625, deleitó a lacorte con piezas que crearon una rnoda de obras que dependían parasu efecto de la utilización de cornplicadas tramoyas; por úrltimo, des-

collante entre todos los demás artistas de la corte, Yelázqttez creó unaserie de imágenes inolvidables del rey y la familia real.

Yelázquez,como integrante de un gmpo muyunido de cortesanos,oficiales palaciegos ysubordinados del conde-duque de Olivares, pa-rece haberse encontrado muy a sus anchas en este ambiente de la cor-te. Su selección como artista predilecto del rey le abrió puertas que deotro modo le hubieran estado cerradas y le dio algo del prestigio quetanto ansiaba. Thmbién le proporcionó la oportunidad de estudiar contranquilidad las obras de Tiziano y otros maestros venecianos bien re-presentados en la colección real y examinarlos en la experta compañíade Pedro Pablo Rubens cuando el gran pintorflamencovisitó la corteen 1628-162925. Con una rnente agudizada por los debates en la acade-mia de Pacheco, Velázqrrez podía disfnrtar y sacar provecho de las

alusiones cultas e imágenes conceptistas de Calderón o Quevedo, odel emdito bibliotecario de Olivares Francisco de Rioja, que había sidotrno de los testigos en la boda del.artista en Seülla en 161826. Yelázquez

25 Vé¿rse Alexander Vergara, Ruben.s and. his .\pani.slt, P¿trr.¡¡ts, Cambridge, Carn-bridge Universitl' Press, 1999.

2(i Lía Schw¿u-tz, "Yelázqtrczancl Trvo Poets <¡f the Baloque: Luis de Góngora andFrancisco cle Qtrevedo", e¡ l'he (irnilrid.ge Con.panion to \bl.rizquez, cap. 8. Para Riojacomo testigo de la boda, véase Méndez Rodríeuez, "La familia de Velázqtrez", enVelñzquezy Satilh. E.studio,r, p. 42.

í166 3(;7

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Figura 22. Yeráz,q..ez, L,is -de Górtgotrt (Nl'seu'r of Fine Ar.ts, Bosto' ) .

incluso llegó a hacer u'a aparició' como co'desa cle santiesteban,cor-l Llrla línea cle cliiílogo, e' *na pieza b.rlesca i'terpretada por loscortesanos el martes de c)arna'al de 1638, e'la que se r-epresentabael m.ndo al revés y oli'ares e' persorla hacía er papel dá portero:;.

..^]1.Ho",I{rE.Bergman,-A()o.rtErre'raitme'tofrti3g", HispatticReuiau,42(1974), pp. rr7-ái1.

Figura 23. Atribuido aJusepe Leonardo, \'ista d¿l Palati.o tlel Buen Retiro en 163G1637(Palacio Real del Pardo, Madrid).

En 1638 muchas de las actividades y entretenimientos de la cortese trasladaron del Alcázar al Buen Retiro (fig. 23). Este palacio, inau-gurado oficialmente a finales de 1633, dominaba magníficosjardi-nes, lagos y fuentes y estaba concebido para manifestar la brillantezde la vida en la corte del Rey Planeta2s. Con estancias decoradas conmuebles preciosos y paredes cubiertas de pinturas apresuradamen-te reunidas o encargadas por todo el continente por agentes yvirre-ves españoles, el Bnen Retiro también adquiriría al final de la déca-da un teatro propio, llamado el Coliseo, como el de la Sevilla delconde-duque.

Cuando el nuevo palacio todavía se estaba levantando, fue critica-clo por el dispendio qlre suponía; quizáen parte como reacción a talesacusaciones, slr gran sala central, el Salón de Reinos, se destinó a

actos oficiales solemnes además de a diversiones cortesanas y la pues-ta en escena de piezas teatrales. Sus funciones ceremoniales se refor-zaron con un proyecto iconográfico concebido para su decoración vcornpletado en 1635 $5.2q. Este consistía en tres coduntos depinturas que celebraban las r.ictorias ganadas por los generales de Fe-lipe IV y proclamaban las glorias de la dinastía y su continuidad his-tírrica. Al mismo tiempo, aunque más indirrectamente, pregonabanl<rs éxitos del régimen de Olivares.Yelázqyú., sin duda, debió de estar

28 Sc¡bl'e la construcción dcl Buen Retilo v las actividades que tuvieron lugar enél, r'éasc Brrrwn v Elli<¡tt, .4 lftltt e fit tr Kitt g lL'n puktrio pnro. el re¡).

It(if)36f-t

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Figura 24. Reconstrucción vir-tual del interior del Salón de Reinos.

estrechamente implicado en el desarrollo del programaylaselecciónde artistas y él mismo fue responsable de seis de los cuadros que ador-naban las paredes: la representación de una de las victorias más famo-sas del reinado,la rendición de Breda en l62b aAmbrosio Spínola,comandante del ejército de Flandes, y los retratos eclrestres de Feli-pe III y Felipe rvy sus respectivas reinas,junto con el deljoven prín-cipe Baltasar carlos, heredero al trono y esperanza de la dinastía(fig.25)ru.

El duque de Módena quedó muy impresionado por las maravillasdel Buen Retiro cuando se alojó allí en su visita a España en r63830,pero ya para entonces la vacuidad de muchas de las victorias repre-sentadas en el salón de Reinos había quedado cruelmente al descu-bierto y, con ella, los defectos y fracasos de un régimen cuyo adveni-rniento había sido recibido a lo largo y ancho de España con tan altas

!r) Aclernás de Brown y Elliott, A pakrcc J'or a King lun paracio parn. el rq), véase el

catálogo cle la expcrsición celebrada en el Museo del prado_ en 200b, paiitings for t hePltnet King: Pltilip N and. the Bu.en Retin¡ pr¿lr¿ce, ed. Andrés úb.d. de los cobás, Lon-clres, Patrl Holberton, 2005 lEl pakrcio del R4 planeta: Íblipe IV y el Buen,l?etiro, Maclricl,Museo N¿rcional del Prado, 20051 .

:r0 salvador Salor-t Pons, \blázquez en ltali.,Madrid, Fundació'de Apoyo a la His-toria del Alte Hispánico, 2002, cap. 4.

370 ll7 r

('sl)('lul/lts ('n l(i'll. l)r'srlt't'l ¡rtirrr i¡lio, ll l('nlrtlivl tlt'( )livlrr<'s rlr'r('slrurrrr llr ¡losit'iriu <[t'srr ¡latria cn cl rt)tu)([t¡ itrv<-¡lttcr<i a la lnon¿rr-(lullr ('n una srr('csion de gtterras que pusreron en peligro las posibili-rlirrkrs <k: tlxito tle las reformas internas: la tregua con los holandeses

t'xpiro en l62l y no fue renovada; Madrid se sintió moralmente obli-saclo a actrdir en ayuda de los Habsburgo austriacos en su combatecontra la herejía y la subversión en las etapas iniciales de la Guerra de

los 'Ireinta Años; Inglaterra y España se volvieron a encontrar eu gue-

rra en 1625 tras el fracaso humillante de Carlos, príncipe de Gales, y

Figura 25. Velázqrrt'2, Iil ltrínt iltc Raltasar Carlos a cabalh (Mtseo del Prado, Madrid).

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sil r('t-I('s()il l,(til(lr('ssiil sil l)l('l('il(li(llr il('viir ('sl):ilrr)l:r: l¡(,r ullinro,lrrs lcrrsiorrcs ('n ¿runr('lll() ('nlr<'llr l,ls¡xrr-ur <lt'( )livrrrts v l:r lit:ln('i:r (l('lr::rrrlt:n¿tl Rit'ltcllit:tr crrhltill:rxr¡l cn I(illl-¡ ('()n ull¿l ull('r'r'¿r ill)i('l'lir ('llll'('los dos países.

Aunque el gobierno español aúrn podía echar rnano de arnpliosrecursos y España obtuvo algunas victorias impresionantes, la guerracontinuada sometió a grandes y cadavez mayores tensiones a la eco-nomía castellana y alafrágil estructura constitucional de la monar-quía hispánica. El mismo Buen Retiro se convirtió er-r un símbolo delos fracasos de Olivares y su gobierno: el dinero que se había hechopagar brutalmente al contribuyente castellano estaba siendo derro-chado en frivolidades y extravagantes espectáculos cortesanos; el reyestaba en el retiro, cuando, como Luis XIII de Francia, debería estaral frente de sus ejércitos en el campo de batalla. Por encima de todo,había un abismo cadavez más amplio entre retórica y realidad: poruna parte, estaba la retórica del régimen, expresada visualmente enel Salón de Reinos y verbalmente en las apologías escritas de encargopor los propagandistas de la corte; por otra parte, estaban las cruelesrealidades de la vida en un país donde los especuladores de la guerray los oficiales reales se enriquecían pingüemente con sus gananciasilícitas, mientras que la masa de la población, tambaleante bajo lacargade un sistema impositivo injusto, se veía reducida a la miseriayel hambreSl.

La crisis estalló en 1640 al levantarse en rebelión contra el gobier-no de Madrid primero Cataluñay después Portugal. Cuando el ejér-cito real, que al principio se concentró en Cataluña, se mostró incapazde sojuzgar a los rebeldes, Olivares tuvo sus días contados en el poder.En enero de 1643 Felipe M que durante tanto tiempo había sidodominado por la imperiosa personalidad del conde-duque, le diopermiso para retirarse y anunció que en el futuro gobernaría por sí

mismo. Dejando atrás simbólicamente las delicias del Buen Retiro, elrey se unió a su ejército en el frente catalán y fue en la ciudad arago-nesa de Fraga donde le retrató Yelázqvez en 1644 (fig. 26), vestidocon el traje con que pasó revista a sus tropas en Berbegal32.

3r Sobre la retórica de la irnagen, véase Elliott, Spain and its Worl.d, fEspaña y lnt,

mund.of , cap. 8, "Power and Propaganda in the Spain of Philip [V" ["Poder y propa-ganda en la España de Felipe tV"l.

32 Jonathan Brown, Velázquez: Painter and Cou.rtier, Nerv Haven (Connecticut) y

L<rndres. Yale Universitl' Press, 1986 fl'elázquu, linÍor'¡ corlpseno, tlacl. Fernando \¡illa-verde Landa, Madrid, Alianza,2000l, p. 173.

l,lts ¡¡ltttrlt's ('slx't:ttt/:l¡i ( (,ll (lll('st'tt'r'illir¡ t'l lttttttt< io <lt'l rt'V solrlr'

srr r t'solttcirilt tlt' lr:r< ('t's('('ltl'fl() ('ll lxrl's()l):t clc l:u utl'c¿ts de gobienttl se

vit.r'orr rlt'li'atrt[¿t<l:ts t[t'ltritsi¿rclo pl-ol]to. Aunque pasaba largas horas

t'rr srr rlespacho y procuraba evitar la impresión de dar preeminencia a

t'rnlquier ministro, gran Parte de los asuntos se deslizarou paulatina e

inrper-ceptiblemente hacia las manos del sobrino del conde-duque,

rlon Luis de Haro, cuya discreción sumada a un carácter suave y afable

I

Figura 26. Velázqtez,( F'ric k

-/IbtiNte I\i rq de Effin (retrato de Fraga)Collectiott, Ntteva York) .

'37',z 373

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til¡i('tllll()lill sllltl'lVl\'('ll( l;l ( ()lill' lr(l(l('t (.il lit ¡,ir)ntl)t;t lt;tsl:¡ sr¡ nilt(.tl(.t'rr l(i(il rt. Llr ¡rr ior irl:rrl :rlrsr¡lrrllr ¡lr. I l:rlo \,¡itrs (.olt.glrs rnirrislt.r.ilrlt.sliK: rrD ¿rcrrcr'(l() g('n(.r'al rk'¡xrz, ¡lt'rrl r.r,srrllri ¡rt.rroslrnr<.ntr.<lili<.il <lt,alcanzat.Atulqttc Ma<h'i<l t'onsigrri<i ¡rt'g<¡r'iar un tl'¿rtil([() c()rr lil ltcpti-blica Holandesa en 164u, la guerl'a con Fr-anci¿r iba a contirrrr:rr, co¡slrerte cambiante, durante once años más.

Por algúrn tiempo, ciertamente, pareció que la mo'arq.ía hispá-nica estaba al borde de la desintegración. La década de 1640 fue de-sastrosa en particular. No sólo se alzaron en rer,uelta cataluña y por-tugal, sino que también estallaron reberiones en sicilia y Nápoles. Elre¡ además, sufrió grandes desgracias personales. La reina, Isabel deBorbón, murió en 1644 y dos años más tarde el príncipe Baltasarcarlos falleció enzaragoza, adonde había acompañado a su padreparala campaña de verano contra los catalanes. Aunque sobrevivíauna hija del matrimonio del rey, María Teresa, la muerte de su únicohfjo legítimo abríael paso a una crisis dinástica de incalculables pro-porciones. Después del fallecimiento de ra reina, Felipe dejó ciaroque no tenía ningún deseo de volver a casarse, pero la necesidad deun nuevo heredero varón le obligó a aceptar lo ineütable. Eligió comosegunda mtljer a sujoven sobrina, Mariana de Austria, la noüa en unprincipio destinada a Baltasar carlos. La nueva reina, que apenascontaba quince años, llegó a España desde Viena en 164g.

Después de años de luto, la llegada de una nueva yjoven reinaprodujo unar,rrelta a laüda en una corte lúgubre. se volüeron a mon-tar otra vez fiestas y representaciones en el Buen Retiro -lo queprovocó una nueva ronda de críticas en la opinión pública-, apare-cieron nuevos retoños reales y, aunque demasiado a menudo la muer-te no tardaba en llevárselos, Yelázqueztuvo tiempo de pintar sus re-tratos. uno de los supervivientes, la infanta Margarita, proporcionóun tema encantador para el arrista (fig. 27),pero el tan anhelado hljo,el príncipe Felipe Próspero (fig. 28), resultó ser un niño de saluddelicada, como insinúavelázqtez,ymurió antes de cumplirlos cuatroaños. cinco días después, el6 de noviembre de 1661, nació otro hijo

. 33 La segunda mitad del reinado de Felipe rv, mucho menos estudiada que la

qrjley, es tratada por Robert Stradling, philip N and the Goaemment of spain, I62r-1665, cambúdge, cambridge uni'ersity press, lggg lFetipe IVy er gobi;nó d,e España,1621-1665, rrad. carlos Laguna, Madrid, cátedra, l9g9l,-partá uII La tesis doitoralde Alistair Malcolm, "Don Luis de Haro and the political Elite of the spanish Monar-chy' in the Mid-Seventeenth centurv" (oxford, 1999), todavía inédita, es una impor-tante investigación sobre la carrera política de Haro v su estilo cle gobierno.

cnli'r rrrizo, ( l:u lr¡s. Scr lr cl rillirrrr¡ r'iistlrerl <lcl scgtrn<l() n¡lrlr i¡rronirrrlt' l,'t'li¡rc lV r', t'orr srr ¡rrrr¡riu virla ¡rencliente cle utr hilo, suceclerí¿r ¿r

srr ¡raclrc en el trono español.Mientras tanto, el propio Felipe fV, agotado por la larga sucesión

rlc desastres públicos y privados, que atribuía a sus propios pecados va los de su pueblo, envejecía a ojos üstas. En 1653 escribía a Lrna damacn quien confiaba que no le enüaba slr retrato <porque ha nueve años

que no se ha hecho ninguno, y no me inclino a pasar por la flema deYelázquez, así por ella como por no verme envejeciendoo3+. A pesar deello, el artista parece haber pintado por estas fechas el retrato en bus-

to del avejentado monarca, que llegaría a simbolizar gráficamente alrey en sus últimos años (frg. 29) . Los contemporáneos debieron de veren este retrato la m{estad de su soberano, mientras que las generacio-nes posteriores han visto en su lugar los sufrimientos y flaquezas delhombre. Yelázquezüo ambos. El re¡ de hecho, mantuvo una sereni-dad imbuida de decoro y estoicismo frente a la adversidadyladerrot¿r.Cuando el mariscal de Gramont llegó a Madrid en 1658 para prep¿rrzrr

el acuerdo de paz entre Francia y España que llevaría un año desptrós

al Tratado de los Pirineos, informó que Felipe "tenía [...] un aire dcgrandezay majestad que no he visto en ninguna otra parte"35.

Había que guardar las apariencias a toda costa, y así se hizo en laceremonia de la Isla de los Faisanes en el río Bidasoa que separabaFrancia y España cuando, el 6 dejunio de 1660, quedó sellada laPazde los Pirineos al entregar Felipe fV la mano de su hija, la infantaMaría Teresa, a Luis XIV (fig. 30). La puesta en escena de la ceremo-nia recayó enVelázquez en su calidad de aposentador mayor de pala-cio, un cargo para el que había sido nombrado en 1652y que conlle-vaba no sólo los deberes rutinarios que entrañaba asegural que se

mantuvieran limpios los aposentos del reyy hubiera alojamiento clis-

ponible para él y su séquito en sus üajes, sino también los preparativospara los acontecimientos solemnes. Este importante nombramientoera un reconocimiento tanto del aprecio del rey hacia su artista comode la estrecha relación que se había desarrollado entre ambos hom-bres. Velázquez, que ahora contaba casi sesenta años, había colmadorealmente las esperanzas de su suegro de llegar a ser para su rey lo

3a Joaquín Pérez Villanu eva, Felipe IV y Luisa Enríqua Manrique tle Lara, condesa de

Paredes de Naua. Un epistolario inétlito,Salamanca, Caja de Ahorros y Monte de Piedad,1986, carta XL[V, B dejulio cle 1653.

35 Mhnoires tlu l\Iaút:lml tI¿ ()ranont, en A. Petitot y'L.-J.-N. Monmer-qué, Oollertiond¿s Mén¿oires relatifs it. I'h.istoi.re de Franre,57, París, Fortcault, 1827 , p. 57.

371 375

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t(|r('lr:rl)r:r sr(l(,.\1,('l('s l):rr:r,\lr.j;rrrrlro l\t:rqrro. ( lrr¡ rorlr¡, l.r¡¡ solt¡t.rrl(i5li llt.pr¡l¡r¡rfinlr<.sl¿u:runl):lriorl<.l r.slrrtrrssr¡ril¡l:rlr¡rrt.<lrilrr¡r_t(' 1¿llll() tit'rrt¡lo ltltllí:t :ts¡lillt<lo, <'rr:ul<lo frrt' ¡lro¡lu('sl() l)()1.1.1 ¡-t'\'l)ilt'ael hábito dc caballerrr clc I¿r t¡l-rlt:ll rkr Siurtiireo.

Inclttstl elltonces clistaba nrucho rlt: resrrltal cicl-Lo quc su arll l)ici(inse haría realidacl. Había uua fuerte oposición en el C()ltsej<l cler (ir-rlenesal nombralniento de un simple artista para tal clignidacl. !'eliízqtrez ar-gumetrtó, de modo poco conr.incente, que.jamás había recibido dinelopor sus pinturas y que era de noble ascendencia, de una línea cle Silr,as

Figura 27. \lelázqtez, I-a infitnta Llargarita an rzzul (Kunsthistorisches Mrne¡nl. Viena).

(lu('s('tct¡rorrl:rl¡.r;r l'.r¡r':rs Silvio. Sc cttt¡ltcttrlictotr l:rs ltr'oslrrnllr:rrllrsir r< llrgl< ion('s ri( ¡lr c sr r lir rrr jt' r' r ro ¡rrr lthr jcx ¡l l los l'('sulll( [( )s tlt'st'it<krs.( irn rrn gol¡x' llrrnlilllrrrtt' prrra su rcputacióu, su caudidatttra fite recha-zirrla por la razrill clc que su nobleza había quedado sin demostrar.

Existerr.claros indicios de que Yelázquez pudo haber falsificadola iclentidad de su abuela materna al solicitar la admisión en la ordenv cle que los testigos que dieron fe de la nobleza de sus antepasaclosportugueses rnintieron. Su abuelo materllo resultó ser un sastreespecializado en la confección cle calzones y mercader en paños y

Figura 28. Velázquez, l)t príttcipe \blilte Próslnn (I(rnsthi\r'isches Museurr, Viena).

3 7(; 377

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Figura 29. velázqvez, Felipe n'(National Gallery,, Londres).

sedas, que utilizó slrs ganancias para entrar en el lucrativo mercadoinmobiliario seüllano. Támbién es probable que por el lado paternosu familia se dedicara originalmente al comercio y parece como mí-nimo posible que, como en el caso de tantos inmigrantes portuglresesque se establecieron en Sevilla, corriera sangrejudía por sus venas36.

:t(i Kevin Insl'am, "Diego Velázqtrez's seclet Histor\,-, Bol¿tín fu,r Lluseo d.pr pra¿o,Xr,u, núrm. 35 ( 1999), pp. 69-85, basado en nuera infornación cle arcrrivo v que ap¡nta

Figura 30. (llr¿rrles f,e Brtrn I'Acliu-r) Fl'uns vtut cler Merttletr,Lntrytti.strt de Felipe I1')' Lui,s XII'(n lft Lsla rle los F-nisot?('t,

el 7 de junio de 1660 (coleccit-n-r ¡lr-irrada, Lotrclt'es).

Tál ascendencia significaba uu obstáculo tenniuante para la admisión

en una orden de la nobleza.Yelázquez, corno tantos otros en la Espa-

ña de su época, no era lo que parecía o pretendía ser. Sin embargo,

or-ígenesjrrclíos. Rafael Cór¡re z, "f,a pareutela cle Velázquez" , I'alxn'atorio d,e Arte. Rnñs-

ta tl,el Deltartamcnto de Historia del Artc (Universidad cle Sevilla), nirm. 15 (2002|+p.383-38t3, argumellta en calnbio a favor cle una posible extracción morisca. Véase tam-

bién Mérclez Roclrísttez, "La famili¿r de Velázqtre2".

378 3 7t)

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7( ()ttt() l;ln;r nr('nrlrlo sol¡:t,\lt( ('(l('t,,\('lllr:url;urltt l:ts:rl):ns:tlvo l:t l('l)lllltciolr. ( lr':tr ilts:l utr:r rlis¡lt'n,\:t l):rl);rl t's¡lt.t ilrlIt lx'tit'itirr ¡)('t'ri()nlrl <lt'l nr()niu'('¿r, V('l;i't,<lu('t, l\t(.tr([lnitir[<lctl l¿t tlrclclt ol 21) tlc rtovicrnbrr: rlc I()l-r1), nl('n()s c[t: tul ah<rmLterteltT.

Se trató de una historia típica de su sociedad y de su época. Noobstante, en esta ocasión se dio la circunstancia de que el aspirante ala respetabilidad y el ascenso social era además un artista supremo. Elartista aspiraba al reconocimiento, para sí mismo, para su familia ypara la profesión que representaba, y trató de ascender en la estima-ción pública. El único camino hacia ese reconocimiento pasaba porpalacio y, al aceptar las obligaciones que entrañaban los honores,Yelázqtrez pagó el precio necesario. Sin embargo, aunque el palaciole irnpuso límites, también le abrió posibilidades como creador de lasquejamás hubiera disfrutado si hubiera permanecido en Sevilla. Gra-cias al apoyo constante de un monarca capaz de reconocer a primeravista a Lrn gran artista, se le presentaron todas las oportunidades parasobresalir.

Por el tiempo en que Velázquezse trasladaba a Madrid, un paisanode Seülla, Rodrigo Fernández de la Ribera, escribió una obra satíricatitrrlada Los anteojos dnmejoraist¿, que permitían a quien los llevabaverla realidad por debajo de las apariencias:r8. En la España de Velázqueztntrchas cosas, como Gracián observa en el Oró,culo, eranconsideradasno <por lo que son, sino por lo que parecen". Tanto en el plano per-sonal como en el nacional, se hacían esfuerzos enormes y a veces alta-mente exitosos para salvar las apariencias ante la importuna intrusiónde la realidad. No en vano se trataba de la época de las complicadascomedias de tramoya, como las que deslumbraban a la corte del ReyPlaneta con sus sofisticados artilugios y sus brillantes efectos. Y, comoGracián ariadía, eran muchos los que quedaban satisfechos con lasapariencias, pero <r'aros los que rniran por dentro". Diego de Veláz-quez fue uno de esos raros.

:17 Jaime de SalazarvAcha, .Velázquez, Caballero cle Santiago", en Iglesias (ed.),

\'\kízq uez cn lr¿ cortc d¿ l-clipe Il', pp.95-I26.:r8 Rodr-igo Feurández de Ribera, Los anteojo.s tle nvjorttista. El mesón tlpl mundo, ed..

Víctor Infar-rtes de Miguel, Maclrid, Legasa, 1979; LIeó Carial, "The Cultivated Elite",en l'ekizqttez in Saille, p. 27 .

absentismo real ,102, 10tl:

y colonias, 240,,247

en monarqttías cotnptlestas, 37,

38,51Acosta,José de, 1Bl, 201, 259-261

Adams,John, 280

Aclarns, John Qtrin cy, 297

Aclén, 158

(rcqrte lrri,cipuliter (fonna de ttniónentre estados) , 34, 35, 42-45, 47 ,,

52,54africanos. Véa se esclavos, afiicallos

agricultura, elt las colotrias

británicas , 225,226Ñutrr.)s cle Barrientos, Baltasar,, 44

Alba, Feruanclo Ñvarezcle Toledo,

tercer dtrque cle, 58 ,332Alberto e Isaltel, archidtrqttes, 327 ,

333, 337, 340, 341, 344, 315.

I;éase tutnl¡iér¿ Isabel Clara

Ettgeuia., infánta(archicltrqtresa )

Alcalá, don Fernando Enríqtrez

,\fán de Ribera, tercer cltrque de,

361

Ncázar. VeaseMaclricl

alemarles elr Htrngría, 53

Nemania:

lxurcn ANnrÍuco

banqtreros , 17 4

cameralismo ,I17trnific¿rción , I34, 135

:rleonqttinos. \'áase inclios

algouquinosAlrnagro, Diego de , 17 4

.AJnriralt tazg.o, 194

Nsacia, 136

Arnbel'es, 236, 329, 34'?r, 348 ., 319,

353

América:

áreas cle la española )'labritánica, 29l ,292

asel)tatnieuto en ,,2(), 21 ,67, 68,

158, 159

conquistas españolas, l Stl-l (;2

conlo clifere nte a Etrropa, 2irl-r-

275

enfermeclades etll-opeas ell,, 77 2,

L73,2\6,217historia ltaturAl, 257 -260, 27 3,

274opiniones sobl'e stts habitantes,

256-258, 260 ,261 , 265 ,266

380 Í]81

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