11 zanetti

9
Realidades y urgencias de la historiografa social en Cuba 119 no. 1: 119-128, enero-marzo de 1995. Historiador. Instituto de Historia de Cuba. Realidades y ur ealidades y ur ealidades y ur ealidades y ur ealidades y urgencias gencias gencias gencias gencias de la historiografa social de la historiografa social de la historiografa social de la historiografa social de la historiografa social en Cuba en Cuba en Cuba en Cuba en Cuba L as dos primeras dØcadas de existencia de ADHILAC han sido testigos de una paradjica evolucin en la historiografa mundial. Iniciadas bajo la impronta cientificista del anÆlisis estructural y la cuantificacin, estÆn concluyendo en medio de la atmsfera -sin duda pasajera- de un retorno a la historia narrativa enmarcada en los cÆnones de la posmodernidad. En LatinoamØrica, donde las modas suelen llegar con cierta demora y sufrir pintorescas adaptaciones, la historiografa ha seguido un curso que, si bien no ha sido diferente, exhibe indiscutibles peculiaridades. Pasado el debate en torno a la «dependencia» y los «modos de produccin» -en el cual la participacin de los historiadores fue relativamente pobre-, el movimiento historiogrÆfico latinoamericano, en algunas de sus manifestaciones mÆs vitales y avanzadas, enrumb hacia ese territorio de inciertos lmites que se ha dado en llamar «historia social». La complejidad social de la historia latinoamericana presenta una problemÆtica de riqueza extraordinaria. Animados por intereses tan variados y difusos como el propio concepto de «historia social», los investigadores han irrumpido en este campo acumulando resultados de una calidad muy diversa, pero de cuya relevancia testimonian obras como las de Alberto Flores Galindo y Mara Luisa Marcilio en AmØrica Latina, o Walter Rodney y Richard Price en el Æmbito caribeæo. Cuba no resulta una excepcin en este contexto, si bien el desarrollo de la historia social en la Isla plantea interesantes problemas de insercin dentro de su tradicin historiogrÆfica. Las largas dØcadas de combate por la independencia y la igualmente prolongada lucha posterior contra el dominio norteamericano, hicieron del problema nacional el verdadero eje de la historiografa cubana, de un modo probablemente mÆs acentuado que en otros pases de LatinoamØrica. Desde JosØ Martn FØlix de Arrate hasta Emilio Roig de Leuchsenring, los historiadores cubanos exaltaron los valores de la patria mediante el anÆlisis de los procesos y acontecimientos, casi siempre polticos, que jalonaron Oscar Zanetti Lecuona Oscar Zanetti Lecuona Oscar Zanetti Lecuona Oscar Zanetti Lecuona Oscar Zanetti Lecuona * Ponencia presentada al VI Encuentro de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), Amealco, QuerØtaro, MØxico, 30 de mayo al 3 de junio de 1994.

Upload: olondono

Post on 26-Sep-2015

214 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

Literatura, poesia, cuba, temas.

TRANSCRIPT

  • Realidades y urgencias de la historiografa social en Cuba

    119

    no. 1: 119-128, enero-marzo de 1995.

    Historiador. Instituto de Historia de Cuba.

    RRRRRealidades y urealidades y urealidades y urealidades y urealidades y urgenciasgenciasgenciasgenciasgenciasde la historiografa socialde la historiografa socialde la historiografa socialde la historiografa socialde la historiografa social

    en Cubaen Cubaen Cubaen Cubaen Cuba

    L as dos primeras dcadas de existencia deADHILAC han sido testigos de una paradjicaevolucin en la historiografa mundial. Iniciadas bajola impronta cientificista del anlisis estructural y lacuantificacin, estn concluyendo en medio de laatmsfera -sin duda pasajera- de un retorno a la historianarrativa enmarcada en los cnones de laposmodernidad.

    En Latinoamrica, donde las modas suelen llegarcon cierta demora y sufrir pintorescas adaptaciones, lahistoriografa ha seguido un curso que, si bien no hasido diferente, exhibe indiscutibles peculiaridades.Pasado el debate en torno a la dependencia y losmodos de produccin -en el cual la participacin delos historiadores fue relativamente pobre-, elmovimiento historiogrfico latinoamericano, en algunasde sus manifestaciones ms vitales y avanzadas,enrumb hacia ese territorio de inciertos lmites que seha dado en llamar historia social.

    La complejidad social de la historia latinoamericanapresenta una problemtica de riqueza extraordinaria.Animados por intereses tan variados y difusos comoel propio concepto de historia social, losinvestigadores han irrumpido en este campoacumulando resultados de una calidad muy diversa, perode cuya relevancia testimonian obras como las deAlberto Flores Galindo y Mara Luisa Marcilio enAmrica Latina, o Walter Rodney y Richard Price en elmbito caribeo.

    Cuba no resulta una excepcin en este contexto, sibien el desarrollo de la historia social en la Isla planteainteresantes problemas de insercin dentro de sutradicin historiogrfica. Las largas dcadas de combatepor la independencia y la igualmente prolongada luchaposterior contra el dominio norteamericano, hicierondel problema nacional el verdadero eje de lahistoriografa cubana, de un modo probablemente msacentuado que en otros pases de Latinoamrica. DesdeJos Martn Flix de Arrate hasta Emilio Roig deLeuchsenring, los historiadores cubanos exaltaron losvalores de la patria mediante el anlisis de los procesosy acontecimientos, casi siempre polticos, que jalonaron

    Oscar Zanetti LecuonaOscar Zanetti LecuonaOscar Zanetti LecuonaOscar Zanetti LecuonaOscar Zanetti Lecuona

    * Ponencia presentada al VI Encuentro de HistoriadoresLatinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), Amealco, Quertaro,Mxico, 30 de mayo al 3 de junio de 1994.

  • Oscar Zanetti Lecuona

    120

    la contienda secular contra los opresores extranjeros.Aunque no faltaron los interesados por el contenidosocial de dichos procesos, como lo indican lossignificativos estudios que Don Fernando Ortiz dedica la formacin de la identidad social y cultural delpueblo cubano, lo cierto es que hasta aos relativamenterecientes la imagen de la historia de Cuba ha estadoesencialmente modelada por la historiografa poltica.

    El triunfo de la Revolucin en 1959 tuvo para lacreacin historiogrfica -como en tantos otros rdenes-muy notables implicaciones. Expresin exitosa de lavoluntad de afirmacin nacional, la Revolucindevelaba tambin un vasto contenido social ycomportaba una ideologa entre cuyos fundamentosse hallaba toda una teora cientfica del desarrollo de lasociedad -el marxismo. Afianzada en su tradicinnacionalista, la historiografa se vio, al mismo tiempo,impelida a una reconsideracin del pasado cubano entrminos mucho ms amplios y sobre nuevas basesmetodolgicas.

    En una primera fase -los aos sesenta- el quehacerhistoriogrfico se materializ sobre todo en sntesisgenerales o parciales que, aprovechando el materialfactual heredado, se proponan una reinterpretacin dela historia nacional. La introduccin de categorasanalticas marxistas apuntaba hacia una remodelacinde la imagen del pasado, pero las insuficiencias de subase emprica y una asimilacin en ocasiones dogmticadel aparato conceptual, dio lugar a algunas obras deacentuado esquematismo. No sera sino hasta finalesde esa dcada que comenzaran a percibirse las primerasevidencias relativamente maduras de un profundomovimiento renovador.

    El estudio de los procesos econmicos ocupentonces, como es fcil comprender, un lugarpreferente. La existencia de algunos notablesantecedentes en este campo, junto a la frecuencia ycalidad de las obras publicadas, posibilitaron la rpidaconsolidacin de la historia econmica como unadisciplina especializada. Pero la historiografa econmicacubana no ha revestido la especificidad analtica yconceptual que caracteriza a las tendenciascontemporneas en esta esfera. Sus trabajos mssobresalientes dedican, por lo general, amplio espacioa la consideracin de los procesos sociales imbricadosen los fenmenos econmicos, de modo tal que hanrealizado aportes muy significativos al conocimientode la historia de la sociedad.

    Los primeros frutos de lo que en un sentido msestricto podra considerarse como una historiografasocial comienzan a producirse tambin a finales de los60 y se propagan en las dcadas subsiguientes en unamplio espectro temtico. Lo variado de estaproduccin, as como la propia indeterminacin del

    objeto de la historia social, hacen aconsejable examinarlaagrupndola en grandes reas, siguiendo la lnea queperfil Eric Hobsbawn en su artculo ya clsico de1971, que tan sealado aporte realiz a la sistematizacinde esta esfera de los estudios histricos.1

    Historia de la poblacin

    Pas de inmigracin y, an ms, de esclavitud, losproblemas de poblacin han despertado siempre elinters de los estudiosos de la historia de Cuba. Sinembargo, rara vez los fenmenos histrico-demogrficos haban sido objeto de anlisis especfico,sino que se les consideraba en el contexto deindagaciones ms amplias y generalizadoras. La historiademogrfica cubana es as resultado del quehacer delas dcadas recientes, y su aparicin se asociantimamente a la obra de Juan Prez de la Riva.

    Las migraciones y, particularmente, los movimientosinmigratorios han tenido la primaca en este terreno,tanto por su importancia como factor del crecimientode la poblacin, como desde el punto de vista de lacomposicin sobre todo tnica- de sta y de laformacin de su identidad cultural.

    La trata esclavista, forma fundamental de lainmigracin forzada ha recibido la atencin que ameritasu trascendencia histrica. La cuestin del monto delos esclavos introducidos fue replanteada de modocrtico por Prez de la Riva, quien aport sus propiosestimados basados en las tcnicas del anlisisdemogrfico, los que han sido corregidosposteriormente por otros historiadores a la luz denuevas fuentes y publicaciones internacionales sobre estetema.2 Desde otro ngulo, Jos Luciano Francodesarroll un estudio histrico general sobre el siniestrotrfico negrero, fijando su atencin en los factoresinvolucrados en dicho comercio, sus procedimientos ynexos con la poltica colonial, as como sucondicionamiento internacional.3 Una investigacinrecientemente concluida sobre el mercado de esclavoscubano, basada en el anlisis estadstico de miles detransacciones, aporta nueva luz sobre la composicin yotras importantes caractersticas demogrficas de lapoblacin esclava.4 Los cules chinos, corrientemigratoria igualmente forzada de gran importancia amediados del siglo XIX, ha sido tambin objeto dediversos estudios, entre los que se cuenta una voluminosamonografa de Prez de la Riva, de la cual slo hanvisto la luz algunos captulos y secciones.5

    Numerosos investigadores han dedicado su atencina otra corriente migratoria de importancia capital: laespaola. En el plano estrictamente histrico-demogrfico aparecen dos trabajos, tambin pioneros,de Prez de la Riva, que analizan el fenmeno en la

  • Realidades y urgencias de la historiografa social en Cuba

    121

    encrucijada de los siglos XIX y XX, labor que ha tenidodistintos continuadores, algunos de ellos alentados porel impulso que dieran a este tema las actividadesconmemorativas del V Centenario. Se han realizado asesfuerzos por esclarecer el volumen -difcil de precisar-de la inmigracin espaola en los primeros sigloscoloniales, pero la atencin se ha concentrado sobretodo en el perodo de la inmigracin masiva (1880-1930), cuyos efectivos parecen haber quedado bienestablecidos mediante el anlisis crtico de las fuentesespaolas y cubanas. Algunos investigadores se haninteresado por la composicin de la corrientemigratoria hispana, intentando determinar lacontribucin a sta de distintas regiones de la Pennsula,mientras que otros han examinado los factorescondicionantes y las modalidades de la inmigracin,como es el caso del reciente estudio de MorenoFraginals sobre el papel de los contingentes militarescomo vehculo migratorio durante las guerras deindependencia.6

    La inmigracin de braceros antillanos, decisiva parael crecimiento azucarero de las primeras dcadas delpresente siglo, ha sido igualmente objeto de diferentespesquisas, entre las cuales debe destacarse, nuevamente,una de Prez de la Riva, Cuba y la inmigracinantillana, verdadero clsico en su gnero, no slo porel virtuosismo con que elabora los aspectosdemogrficos de esta corriente migratoria, sino por laprofunda y esclarecedora consideracin de susdeterminantes y de sus implicaciones socio culturales.Problemas tales como los efectos de esta inmigracinsobre los salarios, los intereses que se movieron en tornoa su desarrollo, as como sus consecuencias culturales,han sido igualmente atendidos, incluyendo indagacionessobre la poltica y las regulaciones migratorias.7

    Corrientes menores como la de los franceses durantela revolucin haitiana, yucatecos, japoneses, indostanosy los propios colonos norteamericanos han captado laatencin de historiadores y otros cientficos sociales,tanto desde el punto de vista histrico-demogrficocomo antropolgico.8 Por todo ello puede afirmarseque prcticamente ninguna corriente migratoriasignificativa ha permanecido ignorada en las dcadasrecientes. El tema, sin embargo, dista de estar agotado,y espera tanto por monografas ms exhaustivas comopor un esfuerzo de sntesis que establezca en toda sudimensin histrica el papel de los componentesinmigratorios en la formacin del pueblo cubano.

    El tema central de la demografa histrica -elrgimen de poblacin y la evolucin de los patronesdemogrficos- ha sido, sin embargo, menos atendido.Aunque las estadsticas vitales del periodo republicanoresultan muy poco confiables y algunos registrosparroquiales han desaparecido, la investigacin ha

    permanecido por debajo de las posibilidades quebrindan las fuentes. Se registran muy escasos trabajosdedicados a definir el antiguo rgimen demogrfico apartir de la informacin de los registros parroquiales, yel nico -que conozcamos- que aplic el procedimientode reconstruccin de familias ha permanecido indito.En los ltimos aos, los investigadores han acudido alos registros para establecer el peso del factorinmigratorio en los siglos coloniales tempranas, ascomo algunas pautas del comportamiento familiar, peroimportantes rasgos del rgimen demogrfico de eseperodo -dimensin de la familia, edades medias delmatrimonio, patrones de mortalidad, etc.- permanecenvirtualmente ignorados.9

    Los cambios en el rgimen demogrfico handespertado mayor atencin entre los demgrafos, contrabajos que generalmente se enmarcan entre la segundamitad del siglo pasado y la primera del presente, loscuales se basan, por lo general, en la crtica de lasestadsticas vitales disponibles y la construccin deestimados mediante tcnicas del anlisis demogrfico.El creciente inters de los demgrafos -una comunidadcientfica ya consolidada en el pas- por los problemashistricos de la poblacin y su acercamiento al trabajode los historiadores prometen mayores frutos en esteterreno.10 Similares expectativas despierta el actualdesarrollo de la historiografa regional y local, algunosde cuyos cultivadores han comenzado a aproximarse alos archivos parroquiales para lograr una ms completacomprensin de sus objetos de estudio, aunque an nomuestren el dominio de la metodologa apropiada parasu mejor explotacin.

    Los problemas del poblamiento y el habitat han sidoobjeto de un tratamiento muy desigual. La historia dela distribucin fsica de la poblacin vinculada con laexplotacin del medio geogrfico est todava enpaales. Un ambicioso proyecto de Prez de la Riva eneste sentido qued trunco en una fase temprana derealizacin.

    Aunque la idea ha despertado inters, no se percibenesfuerzos que acusen la comprensin de estaproblemtica de un modo totalizador.11 Claro est queel desarrollo de la historiografa regional ha idoacumulando un importante material en este terreno, perose requiere de propuestas capaces de articularlos yproyectarlos en una ms vasta perspectiva.

    Los estudios sobre el habitat, aunque todavaincipientes, permiten percibir la promisoria gestacinde una historiografa urbana. Resultado de laconfluencia de arquitectos, historiadores y algn queotro gegrafo, estos trabajos han tenido a la ciudad deLa Habana como tema preferente, pero no handescuidado enteramente las ciudades y poblados delinterior. Aunque en algunos de ellos se aprecia un

  • Oscar Zanetti Lecuona

    122

    comprensible acento en los tipos arquitectnicos y otrascuestiones estticas, el anlisis histricosocial ocupasiempre un amplio espacio.12 Existen algunos estudios-en su mayora tesis universitarias inditas- sobre elhabitat rural, entre los cuales predominan los anlisisde sus peculiaridades en asociacin con la produccinazucarera -los bateyes de ingenio-, si bien el tema norecibe todava la atencin que merece.13

    Estructuras, clases y grupos sociales

    Verdadero corazn de la historia social, el estudiode las estructuras sociales registra un desarrollo msconsistente, no slo por el volumen, sino tambin porla calidad de las contribuciones. Los problemas de lasestructuras sociales son aludidos con mayor o menorpenetracin en muchas obras, aunque los esfuerzossistematizado res resultan todava escasos. Los mayoresavances se han registrado en el estudio de la estructurade la sociedad capitalista, tomando como baseestadsticas censales y otras fuentes de datos masivos;pero el trabajo de mayor aliento entre los realizadoshasta el presente -debido a Jorge Ibarra- permanecetodava indito.14 En la poca en que predominan lasrelaciones esclavistas, donde las diferencias econmicasse entrelazan con las raciales y legales para conformarun abigarrado cuadro estructural, hay realmente muchopor hacer y se requiere de un notable esfuerzo tanto enel plano emprico como en el terico.

    Bastante ms numerosos son los estudios sobre clasessociales. La clase dominante en la colonia esclavista -terratenientes, burguesa esclavista o sacarocracia, entreotras denominaciones al uso- permanece an pendientede esclarecimiento conceptual, pero se ha progresadosensiblemente en la definicin de sus rasgos econmicos,identidad social y proyecciones polticas e ideolgicas.15

    Los estudios sobre la condicin social del esclavo y lasformas de esclavitud se presentan, en cambio, muchoms fragmentados, no obstante el impulso querecibieran en ocasin de conmemorarse el centenariode la abolicin de la esclavitud.16 La situacin delcampesinado y las capas medias de las ciudades en estapoca apenas ha sido explorada, si se excepta lanotable contribucin de Pedro Deschamps alconocimiento de la pequea burguesa urbana negraque, entrelazada con breves estudios de Prez de laRiva sobre los cules y otros grupos preteridos de lasociedad esclavista, ofrecen un vvido -y, en ocasiones,pattico- testimonio de la trayectoria histrico-socialde esta gente sin historia.17

    Un buen nmero de autores -Jorge Ibarra,Alejandro Garca, Oscar Zanetti y Francisco LpezSegrera, entre otros- han desarrollado indagacionessobre las clases sociales en la repblica neocolonial.18

    Las caractersticas de diversos sectores de la burguesa,las proyecciones de esta clase ante problemaseconmicos y polticos e incluso sus peculiaridadesregionales, se han dado a conocer como resultado dealgunos de sus trabajos.19 Pese a todo, queda anbastante por hacer para establecer la identidad socialde esta burguesa y esclarecer los fundamentos de suconducta.

    El proletariado ha sido el conglomerado social mstratado en las ltimas dcadas. Los estudios sobre temasobreros contaban con una cierta tradicin, sobre todoen la obra de Jos Rivero Muiz, y recibieron un lgicoimpulso en el marco de una revolucin socialista. Pero,conviene advertirlo, lo que realmente se ha trabajadoes el movimiento obrero, sus avances organizativos,sus luchas, sus proyecciones polticas y tendenciasideolgicas, por lo que hasta el momento han resultadocomparativamente pobres los estudios del proletariadocomo clase social. Muy poco se sabe de la estructurade la clase obrera, su distribucin sectorial, la evolucinde sus condiciones de vida, sus peculiaridades culturalesy psicolgicas, etc.20 Las autobiografas obreras y otraspublicaciones de carcter testimonial, que recibieron unnotable impulso como resultado de su promocin porlos sindicatos y otras instituciones, no han logradocompensar ese desbalance, pues an entre ellas ha sidomuy acentuada la tendencia a enfatizar las luchassindicales.21 El predominio de un claro reduccionismopoltico en el anlisis histrico del proletariado alcanzarlasu clmax en la dcada de 1970, cuando las cienciassociales cubanas enfrentaron una corrientedogmatizadora que, obsedida por la demostracin delas regularidades del socialismo, exager el papel dela clase obrera en la historia nacional, intentandoconceder a esta un protagonismo que en ocasiones nodesempe. En aos ms recientes se ha ido perfilandouna tendencia hacia el ensanchamiento de la perspectivaque ya empieza a arrojar sus frutos.22

    Los trabajos sobre otras clases sociales resultan msescasos. El campesinado se halla prcticamente hurfanode estudios; apenas unos pocos ttulos sobre las luchascampesinas y algunas aproximaciones a laspeculiaridades socioeconmicas de esta clase -generalmente dispersas en artculos de revistas- es todolo que puede encontrar quien se interese por tanimportante asunto.23 Un cuadro similar presentan laspesquisas sobre las capas medias urbanas, prcticamenteabandonadas con excepcin del sector estudiantil. Sobreeste ltimo tema s se han publicado algunos ttulosrelevantes, pero aqu -como en el caso del proletariado-el nfasis se ha puesto tambin en los aspectosorganizativos y polticos.24

    La estratificacin tnica y, en particular, el problemade la condicin social del negro en las diversas etapas

  • Realidades y urgencias de la historiografa social en Cuba

    123

    de la historia cubana -materia de larga tradicinhistoriogrfica- han tenido sus cultivadores en aosrecientes, si bien la mayora de stos han privilegiadolos aspectos antropolgicos del problema. Se dejasentir, sin embargo, la escasez de estudios sobre laproyeccin social del negro, sobre sus motivaciones yexpectativas al integrarse en los grandes movimientosnacionales y otras peculiaridades de su desarrollo social.En este sentido, la pujanza de una ideologa igualitaria yantirracista ha contribuido, paradjicamente, a obviarel estudio de asuntos de gran importancia para lacomprensin de las modalidades de participacin delnegro en el proceso de formacin naciona1.25

    La historia de la mujer, de tan notable auge en lasltimas dcadas en Cuba, ha carecido de un desarrolloequivalente. No es que falten estudios, pero stos sehan encaminado a destacar el protagonismo femeninoen los grandes procesos de nuestra historia,predominando incluso el gnero biogrfico. Aliado deesta literatura relativamente nutrida, son muy escasoslos trabajos dedicados al papel de la mujer en la vidasocial y la familia, a la cuestin de la condicin femeninao, an ms, a los movimientos feministas, temas en loscuales las realizaciones ms sobresalientes se deben ainvestigadoras extranjeras.26 En los aos ms recientesse aprecia una tendencia renovadora, tanto por larealizacin de algunas conferencias y reuniones sobreaspectos poco investigados de este asunto, como porla formulacin de proyectos animados por una msamplia concepcin de los problemas, pero en todocaso, los frutos de estos esfuerzos an estn por venir.

    Salta a la vista que las publicaciones sobre estructurasy agrupamientos sociales no han sido escasas, pero sehan producido de manera dispersa y con muy desigualdistribucin temtica. Cualquier progreso ulterior eneste terreno requiere de una mayor coherencia ysistematicidad, sin dejar de lado la necesidad deincorporar nuevos conceptos y tcnicas de trabajo.

    Las mentalidades colectivas

    Sin duda, el sector menos desarrollado dentro de lahistoriografa social cubana es el de las mentalidades.No le faltan antecedentes ni en el prolongado debatecientfico sobre el carcter cubano, ni en obras tanrelevantes y singulares como la maravillosa Historia deuna pelea cubana contra los demonios de Don Fernando Ortiz.

    Sin embargo, solo un trabajo, debido a Jorge Ibarra,se ha propuesto abarcar con cierta amplitud esteproblema en las primeras dcadas republicanassiguiendo los patrones de la histoire des mentalits.27

    Los restantes esfuerzos se enmarcan en reas especificas,como las creencias populares y los fenmenos asociadosa stas, una cuestin que, sobre todo en los cultos de

    matriz africana, resulta un tema ya consagrado dentrode las ciencias sociales cubanas.28 Por contraste, en elestudio de las religiones fuertemente estructuradas,como el catolicismo y las diversas denominacionesprotestantes, el enfoque institucional ha predominadosobre el anlisis ideolgico y el estudio de lasespecificidades de su religiosidad.29

    La cultura popular, natural objeto de estudiosmultidisciplinarios, registra algunos acercamientos deperfil histrico, particularmente en los anlisis de fiestaspopulares tradicionales cuyas races han sido rastreadasbien atrs en el tiempo.30 Desde otro ngulo, no esposible pasar por alto la original indagacin deReynaldo Gonzlez sobre las radionovelas y su impactoen la cultura popular de las dcadas de los 40 y los 50.31

    Las pesquisas en este campo se desplazan hacia elamplsimo espectro de la historia cultural, examinandotanto las caractersticas generales de la cultura cubanaen etapas especificas de su desarrollo, como sucomponentes formativos o los movimientossocioculturales, para terminar por adentrarse en elmbito, francamente diferenciado, de la historiaintelectual.32

    Aunque no puede afirmarse que la historia de lasmentalidades colectivas constituya terrenocompletamente virgen, quedan amplios sectores porexplorar -y explotar para una mejor comprensin delas ideas populares sobre el mundo natural ysobrenatural, de los fundamentos subjetivos de prcticay actitudes, as como de otros muchos problemas cuyadilucidacin tiene importancia vital si se pretendediscernir y explicar de un modo ms profundo losfactores de la identidad nacional.

    Movimientos y conflictos sociales

    He aqu un rea cuyos imprecisos lmites suelenentremezclarse con la historia poltica. Su importancia,qu duda cabe, es inmensa, pues en ella se expresa,muchas veces con intenso dramatismo, la dinmica dela estructura social, el comportamiento de sus clases ygrupos. Desde las formas ms imperceptibles deresistencia hasta las revueltas y las llamadas patologassociales, los fenmenos que se registran en esta esferasuelen sacar a la superficie -y plasmar en las fuentes-sentimientos, convicciones y actitudes de la gente comnque en otros mbitos escapan al historiador.

    La historiografa social cubana presenta en este sectortanto temas muy bien establecidos, como otrosprcticamente ignorados. Entre los primeros figura enposicin prominente la problemtica de la resistencia yrebelda de los esclavos. Este es un asunto cuya entidadhistoriogrfica cubana -sin desconocer antecedentes-se debe, sobre todo, a la labor pionera de Jos Luciano

  • Oscar Zanetti Lecuona

    124

    Franco.33 Estudios posteriores han explorado la variadagama de manifestaciones de la resistencia esclava, aunquesus formas pasivas rotura de instrumentos, abandonodel trabajo, suicidios, etc.- han sido menos trabajadasque las activas, las cuales incluyen tanto los distintostipos de cimarronaje, como el apalencamiento y lasrebeliones.34

    El bandolerismo, asociado o no a fenmenos deresistencia social, es un asunto de larga data en la historiacubana. Considerado por algunos autores como unfenmeno endmico del siglo XIX, el bandolerismorural, sobre todo en sus manifestaciones ms agudasdurante la dcada de 1880, ocup la atencin de autorescontemporneos y anim algn que otro trabajoposterior. Sentados tales precedentes, sorprende un tantoque la relevancia alcanzada por el tema del bandidismosocial en la historiografa internacional haya tenidoescasa repercusin entre los historiadores cubanos. Unospocos artculos dispersos en las revistas especializadasy algunos trabajos presentados en reuniones de historiaregional -los cuales se mantienen casi todos inditos- esla magra cosecha del rastreo bibliogrfico de un temainteresante, sobre el cual las contribuciones ms ampliasy significativas se deben a autores extranjeros.35 Otrasimportantes manifestaciones de este fenmeno comoel gansterismo, esa suerte de bandolerismo urbanoque en la dcada de 1940 devino una plaga y mantuvosignificativas conexiones polticas, se mantienen vrgenesen cuanto a publicaciones, aunque no en lainvestigacin.36 El problema del bandidismo comoexpresin asociada a una resistenciacontrarrevolucionaria entre los aos 1960 y 1965, encambio, s ha producido un cierto nmero de trabajos,tanto monografas histricas como literatura de cortetestimonial.

    Buena parte de la bibliografa histrica generada porel estudio de los movimientos sociales ya ha sido referidaen pginas anteriores, al examinarse los trabajosrealizados sobre el proletariado, los campesinos e,incluso, el propio movimiento estudiantil. Pero, engeneral, estos fenmenos han sido investigados una vezque alcanzan cierto grado de organicidad y permanecenvirtualmente ignoradas sus muy diversas e interesantesmanifestaciones embrionarias.

    Balance y reflexin

    La revisin temtica muy rpidamente realizada enestas pginas podra extenderse ms e incluir asuntosque, como el modo de vida, por ejemplo, apenas hansido aludidos, pese a contar con una incipiente literatura.Una bsqueda apresurada en territorio de contornostan imprecisos, seguramente nos ha llevado tambin aignorar cierto nmero de aportes, particularmente en

    el caso de colegas cuyos esfuerzos no han conseguidoplasmarse en letra impresa, algo lamentablemente muycomn en los ltimos aos. Olvidos o desconocimientoimplican sin duda un margen de error para estasapreciaciones, pero no al extremo de invalidarconclusiones de por s evidentes.

    La historiografa social cubana ha logrado unostensible progreso en las ltimas dcadas, sobre todosi se tiene en cuenta su menguado punto de partida. Setrata, sin embargo, de un avance irregular que, si bienha conseguido penetrar con profundidad en ciertosproblemas, apenas bordea otros de enormeimportancia. La dispersin del quehacer investigativoes, as mismo, notoria, y evidencia una falta desistematizacin, que constituye quizs la nota dominanteen nuestros estudios de historia social.

    Existen sin duda problemas en la incorporacin demtodos apropiados a los objetos de investigacin. Lastcnicas de historia oral, notablemente difundidas enestos aos, se han aplicado sobre todo al anlisis de losprocesos objetivos, como un recurso informativo msaunque, en ocasiones, nico- para el establecimiento delos hechos. Su utilizacin con el propsito de precisarel perfil psicosocial de los protagonistas comunes delacontecer histrico, para conocer el mundo de susrepresentaciones y las motivaciones de sus conductas,ha sido realmente escasa, principalmente entre loshistoriadores.37 Resultan igualmente exiguos los estudiosde la cultura material -salvo los empeos, yamencionados, de algunos arquitectos interesados en lahistoria de la vivienda y el urbanismo- que tanto puedendecir sobre los cambios en la vida de los hombresmediante el anlisis de sus artefactos, de la manufactura,forma y funciones de stos, relacionndolos con lasclases y grupos sociales que los crearon y emplearon.

    Muchas de estas limitaciones metodolgicas podrnsuperarse, en la medida en que se haga ms frecuente elintercambio -y el trabajo en comn- de los historiadorescon antroplogos, lingistas, demgrafos y socilogos;sin que quepa esperar de esas disciplinas afines loselementos claves para una indagacin que deberesponder a la ptica totalizadora y la naturalezadinmica de la historia. La asimilacin de nuevosmtodos habr de contribuir tambin a la ampliacinde la perspectiva acerca de las posibilidades de lasfuentes, animando a la explotacin de recursosinformativos hasta ahora virtualmente ignorados.

    El desarrollo coherente y multilateral de lahistoriografa social en Cuba es hoy una urgentenecesidad, porque su variada y rica problemtica puedeintroducir un aire renovador y vivifican te en lasrelaciones entre los historiadores y el pblico lector,logrando una mejor sintona con los intereses ypreocupaciones de las nuevas generaciones; algo que

  • Realidades y urgencias de la historiografa social en Cuba

    125

    difcilmente podra conseguirse slo con elmejoramiento -tambin necesario- de los recursosexpositivos. Esta nos parece una alternativa eficaz antelas propuestas de una historiografa narrativa,pretendidamente des ideologizada, que al renunciar ala formulacin de las bases tericas de su anlisistermina, con harta frecuencia, por construir imgenessimplistas que en la prctica constituyen un retorno alpositivismo.

    Pero, cabalmente entendida como una historia dela sociedad, la historia social es mucho ms que elplanteo de nuevos objetos de investigacin, comopueden serlo la recuperacin de la cotidianidad o de ladimensin subjetiva de los procesos. Resulta, sobretodo, una bsqueda de nuevas y mejores solucionespara la explicacin de la realidad histrica, un esfuerzotransformador del discurso, tanto ms necesario tras elhundimiento trgico, pero inevitable, de las formascatequsticas, doctrinarias, de un marxismodesnaturalizado. Y es que slo reconociendo esa realidaden la plenitud de sus complejidades, puede abrirse pasouna reconstruccin terica que ya resulta impostergable.

    La cuestin del entronque de la historia social en lastradiciones historiogrficas cubanas debe considerarseprecisamente bajo este prisma. La historia social aporta,en primer trmino, una beneficiosa diversificacintemtica a la historiografa de Cuba, aunque algunosde los asuntos que introduce pudieran estimarse, poruna apreciacin superficial o pragmtica, como unaderivacin hacia lo intrascendente. Pero una vez ms elquid reside en la naturaleza de los problemas, en elsentido de su indagacin. Los cambios en los hbitosalimentarios o las actitudes ante la muerte, podranparecer trivialidades ante la historia de los grandeshechos. Pero no lo son en modo alguno si el procesoa dilucidar es la gestacin de un pueblo, donde laformacin de su carcter, sus hbitos de vida y losfactores de su idiosincrasia se inscriben junto a losmagnos eventos de su epopeya.

    La historia social no entraa, por tanto, unadiscontinuidad con la tradicin nacionalista de lahistoriografa cubana, cuyo precioso legado debeconservarse. Corresponde a los historiadores, sin duda,contribuir al desarrollo de la conciencia nacional, perono con discursos, tanto menos efectivos cuanto msideologizados, sino con el anlisis profundo de losmovimientos sociales que han sustentado la existenciamisma de la nacin.

    Hoy, cuando en las postrimeras de este sigloconvulso ciertas tendencias globalizadoras parecenencubrir formas ms sofisticadas de dominacin, lahistoriografa social resulta en Cuba, ms queprovechosa, imprescindible, para la preservacin de laidentidad nacional.

    Notas

    1. A modo de ejemplo pueden verse: M. Moreno Fraginals, Elingenio, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1978; J. Rivero Muiz,Tabaco; su historia en Cuba, La Habana, 1965; O. Zanetti y A. Garca,United Fruit Co.; un caso del dominio imperialista en Cuba, Ed. deCiencias Sociales, La Habana, 1976; J. Le Riverend, Problemas de laformacin agraria de Cuba, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana,1992; O. Zanetti y A. Garca, Caminos para el azcar, Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1987.

    2. E. Hobsbawn, From Social History to the History of Society,Daedalus, 100, 1971, pp. 20-45. Hay diversas versiones en espaol.

    3. J. Prez de la Riva, Cuntos africanos fueron trados a Cuba?, Ed. deCiencias Sociales, La Habana, 1977, y El monto de la inmigracinforzada en el siglo XIX, Revista de la Biblioteca Nacional JosMart (La Habana), ao 65, no. 1, enero-abril, 1974. Indagacionesrecientes de Gloria Garca y Mercedes Garca han ofrecido elementosde correccin de los estimados para el siglo XVIII, as como paraetapas posteriores. Entre los autores extranjeros cuyas obras hantenido mayor impacto en estas reevaluaciones deben mencionarsePhilip Curtin y David Eltis.

    4. J. L. Franco, Comercio clandestino de esclavos, Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1980.

    5. L. Bergard, M. del C. Barcia y F. Iglesias, El mercado de esclavos enCuba, (en proceso editorial).

    6. Demografa de los cules chinos en Cuba. Aspectos econmicosdel trfico de cules chinos a Cuba, 1853-1874, y La situacinlegal del cul en Cuba, compilados todos en El barracn y otrosensayos, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. Vase tambinJ. Jimnez Pastrana, Los chinos en la historia de Cuba. Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1975.

    7. J. Prez de la Riva, La poblacin de Cuba, la guerra deIndependencia y la inmigracin del siglo XX Revista de la BibliotecaNacional Jos Mart. ao 62, no. 2, mayo-agosto, 1971, y Los recursoshumanos de Cuba al comenzar el siglo: inmigracin, economa ynacionalidad, en Anuario de Estudios Cubanos 1, La Habana, 1975.Entre los trabajos sobre inmigracin en la colonia temprana destacaI. Romero y A. de la Fuente La inmigracin en La Habana (1585-1645), La Rbida (Huelva), no. 8, 1990. Fe Iglesias ha estudiado lainmigracin masiva en Caractersticas de la emigracin espaola aCuba. 1904-193, Economa y Desarrollo (La Habana), no 2, 1988, yen El movimiento de pasajeros entre Espaa y Cuba 1882-1903(indito), asunto al cual tambin han dedicado esfuerzos D.Gonzlez, La inmigracin espaola en Cuba, Economa y Desarrollo,(La Habana) no 1, 1998, y S. Catass en La emigracin a Cuba entre1900 y 1950, La Habana, 1971. Entre los estudios sobre los aportesmigratorios regionales pueden citarse C. Alonso, Estudio de lainmigracin asturiana a Cuba a travs de un pilotaje, Boletn delArchivo Nacional (La Habana), no. 6, 1991; J. Guanche, El aportecanario a la formacin tnica de Cuba, La Habana, 1991, y N. Peraza,Esclavos gallegos en Cuba. Revista de la Biblioteca Nacional JosMart, ao 71, no. 2,1980. Guerra, inmigracin y muerte. El ejrcitoespaol en Cuba como va migratoria, de M. Moreno Fraginals y J. J.Moreno Mas fue publicada por el Archivo de Indianos (Ed. Jcar)en 1993.

    8. J. Prez de la Riva, Cuba y la inmigracin antillana, Anuario deEstudios Cubanos 2, La Habana, 1979; R. lvarez, Azcar e inmigracin1900-1940, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1988; J. Ibarra, Lainmigracin antillana desproletarizacin del proletariadocubano...?, IV Encuentro de historiadores latinoamericanos y del Caribe,Bayamo, 1983; O. Zanetti, Actitudes e intereses en torno a la

  • Oscar Zanetti Lecuona

    126

    inmigracin antillana, Conference on Migration and Cultural Contactsin the Caribbean, Barbados, 1984. Entre los diversos estudiosetnodemogrficos sobre comunidades haitianas, el ms recientees de J. Guanche, Caidije, Ed. de Ciencias Sociales, 1990.

    9. J. Berenguer Cala, La inmigracin francesa en la jurisdiccin deCuba, Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1980; J. Prez de la Riva,La implantacin francesa en la cuenca superior del Cauto, en Elbarracn..., ed. cit.; R. Lpez Valds, La inmigracin indostana aCuba, Santiago (Santiago de Cuba), no. 25, 1977; J. Sarusky,Los fantasmas de Omaja, Unin, La Habana, 1986.

    10. El primer estudio poblacional sobre la base de los registrosparroquiales se debi a un historiador francs, Guy Bourd, quientrabaj los registros de Santa Mara del Rosario por el mtodoagregativo y public sus resultados en Fuentes y mtodos de lahistoria demogrfica en Cuba, Revista de la Biblioteca Nacional JosMart, ao 65, no. 1, enero-abril, 1974. Investigadores de laUniversidad de La Habana trabajaron los libros de la parroquiade El Cano por el mtodo nominativo, pero no publicaron susresultados. Recientemente Jess Guanche investig en archivosparroquiales para profundizar en el conocimiento de lainmigracin, Contribucin al estudio etnogrfico de la inmigracin hispana.Libros bautismales de blancos en el archivo parroquial de San Isidoro deHolgun, CIDMUC, La Habana, 1989, y Presencia canaria en tresarchivos parroquiales de la Ciudad de La Habana, CIDMUC, LaHabana, 1989 y A. de la Fuente emple estos recursos informativosen Los matrimonios de esclavos en La Habana 1585-1645(ponencia presentada a las Jornadas de la Ciudad de La Habana,1990) y con un propsito ms abarcador en Decadencia ocrecimiento? Poblacin y economa en Cuba, 1530-1700, Arbor(Madrid), no. 547-548, julio-agosto, 1991.

    11. R. Hernndez Castelln, La revolucin demogrfica en Cuba, Ed.de Ciencias Sociales, La Habana, 1988; O. Ramos, Cuatro etapas dela transicin demogrfica en Cuba, Instituto de InvestigacionesEstadsticas, La Habana, 1993; J. C. Alfonso, Bases institucionalesdel cambio de la fecundidad; el caso de Cuba, Instituto deInvestigaciones Estadsticas, La Habana, 1992. Un proyecto deinvestigacin en curso, La poblacin de Cuba. 1862-1930, agrupaun equipo de historiadores y demgrafos con prometedorasperspectivas.

    12. El proyecto se denominaba La conquista del espacio cubano;algunas de sus ideas bsicas pueden encontrarse en el conversatorioque con ese ttulo fue publicado por Universidad de La Habana, no.207, 1978, y en dos trabajos publicados en A. del Valle Hernndez,Sucinta noticia de la situacin presente de esta colonia. 1800, Ed. deCiencias Sociales, La Habana, 1977. Entre los trabajos orientadosde un modo u otro en esta lnea, cabe mencionar, de RobertoSegre, Las estructuras territoriales y urbanas de Cuba, ISPJAE, LaHabana, 1978.

    13. C. Venegas, Dos etapas en la colonizacin y la expansin urbana,Ed. Poltica, La Habana, 1979, y La urbanizacin de las murallas,Letras Cubanas, La Habana, 1990. Tambin en el plano urbansticopueden verse C. Gavira, La configuracin del espacio colonialurbano, Revista de la Biblioteca Nacional Jos Mart, ao 73, nos. 1-2, 1974, y F. Chateloin, La Habana de Tacn, Letras Cubanas, LaHabana, 1989; Ll. Llanes, La transformacin de La Habana en suarquitectura 1880-1921, Letras Cubanas, La Habana, 1993, y elexcelente nmero -340- de la revista Arquitectura/Cuba dedicadoa La Habana. Un buen ejemplo de esfuerzos sobre ciudades delinterior lo constituye Matanzas: desarrollo econmico y demogrfico,Ed. Estadstica, La Habana, 1993. Entre los estudios sobre lavivienda y el habitat cabe destacar los de R. Segre, La vivienda.Repblica y Revolucin, La Habana, 1985, y E. lvarez Tabo, Vida,

    mansin y muerte de la burguesa cubana, Ed. de Ciencias Sociales, LaHabana, 1988.

    14. J. Prez de la Riva, El barracn de ingenio en la poca esclavista,en El barracn..., ed. cit., y A. Diembiez Poblamiento post-azucareroen Cuba, Economa y Desarrollo (La Habana), no. 34, 1976.

    15. J. Ibarra, Estructura social de Cuba republicana (indito), Academiade Ciencias, 1986. Anlisis ms breves presentan F. Iglesias enPoblacin y clases sociales en la segunda mitad del siglo XIX, Revistade la Biblioteca Nacional Jos Mart, ao 74, no 2, 1983, y O. Zanetti,Las clases de la sociedad cubana en vsperas de la Revolucin,Arbor (Madrid) no. 567, 1993.

    16. A los aportes de Moreno Fraginals en su ya citado El Ingenio y enotros trabajos posteriores como El Conde Alarcos y la crisis de laoligarqua criolla, Revolucin y Cultura no. 2, 1988, deben sumarse losrealizados por M. del Carmen Barcia en Burguesa esclavista y abolicin,Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1987; La ley de Represin delTrfico de Negros, los intereses de la burguesa esclavista de Cuba y lapoltica del gobierno espaol, Revista de la Biblioteca Nacional JosMart, no. 2, 1988, y otros artculos, as como E. Torres-Cuevas y E.Reyes, Esclavitud y sociedad, Ed. de Ciencias Sociales, 1986.

    17. La mayor parte de estos trabajos aparecieron en un nmeroespecial de la Revista de la Biblioteca Nacional Jos Mart, ao 71, no. 3,1980, Y en dos compilaciones publicadas por la Academia de Cienciasde Cuba bajo los ttulos La esclavitud en Cuba, La Habana, 1986, yTemas acerca de la esclavitud, La Habana, 1988, los cuales recogentambin otras contribuciones sobre la cuestin esclavista.

    18. P. Deschamps Chapeaux, El negro en la economa habanera delsiglo XIX, Unin, La Habana, 1971 y P. Deschamps y J. Prez de laRiva, Contribucin a la historia de la gente sin historia, Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1974.

    19. J. Ibarra, Cuba 1898-1921; partidos polticos y clases sociales, Ed. deCiencias Sociales, La Habana, 1992, aporta una caracterizacin delas clases en las primeras dcadas republicanas, as como de los efectosque sobre la fisonoma y conducta de stas tuvo la penetracinimperialista.

    20. A. Garca, La gran burguesa comercial en Cuba (1899-1920), Ed. deCiencias Sociales, La Habana, 1990; F. Lpez Segrera, Raceshistricas de la Revolucin Cubana, Unin, La Habana, 1980; O.Zanetti, Los cautivos de la reciprocidad. La burguesa cubana y la dependenciacomercial, ENSPES, La Habana, 1989; R. Duharte y R. de los Reyes,La burguesa santiaguera (1940-1950), Ed. Oriente, Santiago de Cuba,1983; M. A. Mrquez, Intereses y contradicciones de clase en tornoal problema arancelario cubano (1920-1927), Santiago, no. 72, 1989,as como la tesis an indita de la misma autora sobre la burguesaindustrial no azucarera en las dcadas de 1940 y 1950.

    21. Mientras en los ltimos ocho aos se han defendido ms de unadocena de tesis doctorales sobre diversos aspectos del movimientoobrero, slo una, M. C. Pacheco, Anlisis de los cambios en la estructurade la clase obrera cubana 1959-1961, aborda la cuestin en un planoestrictamente socioclasista.

    22. Vanse, entre otras: Los obreros hacen y escriben su historia, Ed. deCiencias Sociales, La Habana, 1975; A. Nez Machn, Memoriaamarga del azcar, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1981; U.Rojas, Luchas obreras en el central Tacaj, Ed. Poltica, La Habana,1978; Memorias de un viejo mundo azucarero, Ed. de Ciencias Sociales,La Habana, 1990.

    23. La secuencia ininterrumpida de los trabajos sobre movimientoobrero con un perfil esencialmente poltico, tuvo su culminacin enla publicacin en 1985 de la Historia del movimiento obrero cubano del

  • Realidades y urgencias de la historiografa social en Cuba

    127

    Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la RevolucinSocialista, obra cuya pretensin totalizadora pona al desnudo laestrechez de su enfoque. Los estudios sociales sobre el proletariadotuvieron un buen punto de partida con Algunos aspectos econmicos,sociales y polticos del movimiento obrero cubano, La Habana, Arte y Literatura1974, de Carlos del Toro, y encontraron continuidad en trabajoscomo los de E. Trimio, La clase obrera en vsperas de la Revolucin,Islas (Santa Clara), no. 54, 1976; S. Chantez, Condiciones de vida dela clase obrera en el periodo prerrevolucionario, Islas, no. 69, 1981;J. Cernicharo, El movimiento obrero santiaguero: base demogrficay proyecciones polticas, Santiago, no. 68, 1988, y en distintas seccionesde los libros de J. Dumoulin, Azcar y lucha de clases, Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1980, y O. Cabrera, Los que viven por sus manos,Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1985.

    24. A. Regalado, Las luchas campesinas en Cuba, Ed. Poltica, LaHabana, 1979; G. Chailloux, El movimiento campesino 1950-1975;P. Rodrguez Fragoso, .Anlisis de dos tipos sociopolticos deorganizacin agraria en Cuba prerrevolucionaria, y L. Oquendo,Estudio de las transformaciones operadas en el campesinado entre1898 y 1918, todos en la serie Clases y lucha de clases en la sociedadneocolonial cubana, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1981; V.Akulai y P. Rodrguez Fragoso, La situacin socioeconmica delcampesinado en vsperas del triunfo de la Revolucin, Islas, no. 54,1976; M. E. Beltrn Ravelo, Los campesinos en 1a poltica del PartidoSocialista Popular y el Movimiento 26 de Julio (tesis doctoral indita), y N.Prez Rojas, Historia del poblamiento de una comunidad rural cubana, Ed.de Ciencias Sociales, La Habana, 1982.

    25. L. Gonzlez Carvajal, El ala izquierda estudiantil y su poca, Ed. deCiencias Sociales, La Habana, 1976; N. Prez Rojas, El movimientoestudiantil universitario de 1934 a 1940, Ed. de Ciencias Sociales, LaHabana, 1975, y J. Lupiez, El movimiento estudiantil en Santiago deCuba 1952-1953, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1985.

    26. Adems de los trabajos ya apuntados de Deschamps, para laproblemtica social del negro en el periodo colonial pueden verse: R.Duharte, El negro en la sociedad colonial, Ed. Oriente, Santiago deCuba, 1988, y R. Sarracino, Los que volvieron a frica, Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1988. En la repblica: T. Fernndez Robaina,El negro en Cuba 1902-1958, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana,1990, as como P. Serviat, El problema negro y su solucin definitiva, Ed.Poltica, La Habana, 1986, han abordado tanto aspectos de lacondicin social del negro como de su lucha contra la discriminacin.Entre los diversos estudios de corte etnohistrico deben citarse R.Lpez Valds, Componentes africanos del etnos cubano, Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1985, as como El carabal, Letras Cubanas, LaHabana, 1984, de E. Sosa, y Los arars en Cuba, Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1993, de G. Abreu.

    27. Un excelente ejemplo del tipo de estudios predominante lo es N.Sarabia, AnaBetancourt, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1970.Sobre la condicin femenina y el feminismo las contribuciones demayor alcance se deben a V. Stolcke, Racismo y sexualidad en Cubacolonial, Alianza, Madrid, 1992, y L. Stoner, From the house to the streets,Duke University Press, Durham, 1991. Figuran entre los trabajos decubanos: R. Gonzlez, Contradanzas y latigazos, La Habana, 1982; R.lvarez, La reeducacin de la mujer cubana en 1a colonia, Ed. de CienciasSociales, 1976, y E. Pavn El empleo femenino en Cuba, Santiago,no. 20,1975.

    28. J. Ibarra, Un anlisis psicosocial del cubano, Ed. de Ciencias Sociales,La Habana, 1986.

    29. E. Chvez, El crimen de la nia Cecilia: la brujera en Cuba comofenmeno social 1902-1925, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1991;L. Aruca, La milagrosa del Cementerio de Coln, Letras Cubanas, LaHabana, 1993; E. Sosa, Los igos, Casa de las Amricas, La Habana,

    1982, y J. Fuentes y G. Gmez, Cultos afrocubanos, Ed. de CienciasSociales, La Habana, 1994.

    30. Por su amplia perspectiva, resulta interesante el acercamiento deEduardo Torres-Cuevas al fenmeno del impacto social de la ideologacatlica en su Obispo Espada. Ilustracin, reforma y antiesclavismo, Ed. deCiencias Sociales, La Habana, 1990.

    31. N. Prez Rodrguez, El carnaval santiaguero, Ed. Oriente, Santiagode Cuba, 1988; E. Chvez, La quema del mueco de San Juan,Revista de la Biblioteca Nacional Jos Mart, no. 3, 1984, y V. Feli,Algunas fiestas populares tradicionales: carnavales, parrandas y charangas,(tesis doctoral indita), La Habana, 1987.

    32. R. Gonzlez, Llorar es un placer, Letras Cubanas, La Habana,1988.

    33. A. Garca lvarez, Algunos aspectos de la vida sociocultural cubana enlas tres primeras dcadas del siglo XX, Ed. de Ciencias Sociales, LaHabana, 1991; J. Guanche, Antecedentes hispnicos de la cultura cubana,Ministerio de Cultura, La Habana, 1985, y El componente hispnico enla formacin de la nacin cubana, (tesis doctoral indita), as como A.Cairo, El grupo minorista y su tiempo, Ed. de Ciencias Sociales, LaHabana, 1978.

    34. J. L. Franco, Los palenques de negros cimarrones, Departamento deOrientacin Revolucionaria, La Habana, 1973; Las minas de Santiagodel Prado y la rebelin de los cabreros, Ed. de Ciencias Sociales, LaHabana, 1975; Rebeliones cimarronas. y esclavos en territoriosespaoles, en R. Price (comp.), Sociedades cimarronas, Siglo XXI,Mxico, 1981; ms un utilsimo catlogo de las fuentes sobre el temaexistentes en el Archivo Nacional.

    35. Existen numerosos estudios de estos fenmenos en localidades oregiones especficas, entre los que cabe mencionar los de R. Vzquez,Triunvirato, historia de un rincn azucarero, La Habana, 1972; S. Vento,Las rebeldas esclavas en Matanzas, Matanzas, 1976; J. Snchez Guerray N. Guilarte, Los palenques de Guantnamo en el siglo XIX,Managu (Guantnamo), no. 2, 1986; Z. Danger, Los cimarrones de ElFrijol, Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1977; R. Duharte., La rebeldaesclava en la regin oriental de Cuba, Santiago de Cuba, 1986. Los trabajosms recientes y completos sobre este tema se deben a Gabino la Rosa,particularmente, Los cimarrones de Cuba, Ed. de Ciencias Sociales, LaHabana, 1988, y Los palenques del oriente de Cuba; resistencia y acoso, Ed.Academia, La Habana, 1991.

    36. Julio Carreras, El bandolerismo en Las Villas (1831-1853),Islas, no. 52/53, 1976, y Los bandoleros de la Tregua en SantaClara, Islas, no. 60, 1978. Por ser ms abarcadores, deben mencionarselos aportes de historiadores extranjeros: M. Poumier, Contribucin alestudio del bandolerismo social en Cuba, la historia y el mito de ManuelGarca Rey de los campos de Cuba. 1851-1895, Pars, 1986; LouisPrez Jr., Lords of the Mountains, social banditry and peasant protest inCuba, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1989; y R. Schwartz,Lawless liberators: Political Banditry and Cuban Independence, DukeUniversity Press, Durham, 1989.

    37. Un tema conexo, la actividad de la mafia en Cuba durante losaos 40 y los 50 ha originado la publicacin de El imperio de LaHabana, de E. Cirules, Casa de las Amricas, La Habana, 1993.

    38. Hay, en cambio, excelentes muestras de su empleo, porprofesionales de esferas afines, como son los casos de Miguel Barnet-Cimarrn, Gallego, La vida real, entre otros ttulos que han sido objetode mltiples ediciones- y Enrique Cirules, Conversacin con el ltimonorteamericano, Arte y Literatura, La Habana, 1973.

    , 1995