1 metodo diaporematico
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Aristóteles. Método diaporemático
Para hacer esta aproximación biográfica a Aristóteles, vamos a marcar algunos
puntos que me parecen interesantes. Hannah Arendt, en un texto que se llama Correspondencia que reúne el epistolario íntimo con Heidegger, cuenta que Heidegger al comienzo de un curso sobre Aristóteles, en lugar de la típica introducción biográfica, decía: “Aristóteles nació, trabajó y murió” y se ponía directamente a trabajar el texto. Pero nosotros algo tenemos que decir. También Heidegger, cuyo pensamiento tiene una orientación muy importante en la lectura de Aristóteles, decía: “Dejad a un lado la lectura de Nietzsche y estudiad primeramente a Aristóteles durante 10 o 14 años.” O sea que no van a poder esquivar a Aristóteles.
Veamos algunos datos biográficos que me interesa que tengan en cuenta. Aristóteles (384 – 322 a.C.) nació en Estagira, que es una ciudad que está en el reino de Macedonia. Y esto ya marca un contacto con este reino, contacto que va a ser importante en lo que es el desarrollo de la vida de Aristóteles. Su padre se llamaba Nicómaco -‐como también se llama el hijo de Aristóteles-‐ y era médico personal de rey de Macedonia quien, a su vez, fue padre de Filipo de Macedonia, el padre de Alejandro Magno. O sea que por el lado del padre también hay contactos con la corte macedónica. La madre de Aristóteles se llamaba Festis y era del Calcis. Y esta ciudad también es importante porque va a ser el lugar donde muere Aristóteles, exiliado de Atenas. Es importante tener en cuenta estos contactos y esta proximidad con el reino y la corte macedónica.
Otro dato importante es que Aristóteles, cuando tiene 16 años (en el 366 o 365 a.C.), se traslada a Atenas y entra en la Academia de Platón, que ya se había fundado hacía veinte años. Y Aristóteles estudia en la Academia de Platón durante veinte años, desde los 17 hasta los 37 años, hasta que muere Platón en el año 348 o 347 a.C. Y, cuando muere Platón, al parecer él tendría que haber sido el jefe sucesor de la Academia. Pero Platón pone como segundo jefe o heredero a su sobrino, llamado Espeusipo; y después queda como jefe de la Academia Jenócrates. Tengan en cuenta que la Academia sigue funcionando luego de la muerte de Platón y continúa hasta el siglo VI d.C. cuando Justiniano la cierra. En este punto hay muchas conjeturas: si Aristóteles se desilusionó, etc. Esto no nos interesa. Pero sí es interesante tener en cuenta, cuando uno está leyendo a Aristóteles, que no sólo critica a Platón sino que la mayoría de las veces critica a los platónicos.
Después de su salida de la Academia, empieza un período de viajes que dura cinco años. Aristóteles recorre distintos lugares: Aso, Tróade, Mitilene, etc. Son típicos viajes formativos, muy al estilo griego, para entrar en contacto con otros saberes y culturas.
Otro punto importante es que a los 40 años, en el año 342 o 343 a.C., Aristóteles es convocado por Filipo a la corte de Macedonia para sea el preceptor de Alejandro Magno, que en ese momento tiene 13 o 14 años de edad. Aristóteles fue preceptor de Alejandro durante siete u ocho años y no se sabe mucho acerca de la relación que tuvieron. Lo cierto es que después Alejandro se aboca a la vida política y militar, a la conquista de todo el mundo conocido hasta la época. Alejandro funda el Imperio macedónico, imperio que subsume las póleis griegas y que implica, por lo tanto, la caída de esa forma de organización política tan griega y admirada por Aristóteles como es la pólis. Esto nos da la pauta de que,
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en términos políticos, hay un principio de ruptura una vez que Aristóteles se separa de Alejandro y éste se dedica a la formación de su Imperio, porque en la Política de Aristóteles lo que uno advierte es una glorificación de esa forma de organización política que es la pólis en un momento en el que ya está prácticamente desapareciendo porque ya se avecina el Imperio y comienza a darse ese proceso de subsunción de las póleis en el Imperio. Esto se consolida más tarde, a partir del siglo III a.C. O sea que, cuando Alejandro accede al trono, Aristóteles se va de Macedonia.
Otro dato importante es que, en el año 335 a.C., Aristóteles a los 49 años vuelve a Atenas y abre su centro de estudios: el Liceo. Recuerden que Aristóteles en Atenas tiene condición de meteco, de extranjero, de ciudadano residente. Entonces, él abre este centro de estudios en un gimnasio que está próximo al tempo de Apolo Licio. Por eso se llama Liceo. Pero, como este gimnasio disponía de un lugar de paseo, también se lo llama Perípato. El perípatos es un lugar de paseo, de conversación, de entretenimiento. Los peripatéticos son como paseantes. Esto tiene que ver con esta forma de transmitir el conocimiento, esto es, andando. El verbo peripatéo quiere decir ‘pasear’, ‘andar’. Y el Liceo es una escuela rival de la Academia, que sigue funcionando luego de la muerte de Platón. Y no sólo se podía estudiar en la Academia o en el Liceo sino que también se podía estudiar en la escuela de Isócrates, que formaba oradores-‐políticos y que creía que la filosofía era una especie de cultura general.
El Liceo es algo así como un centro activo de estudios y de investigaciones científicas. Hay gente trabajando, buscando novedades, haciendo la historia de las disciplinas desarrolladas hasta la época, investigaciones que abarcaban muchos campos del saber. Es importante destacar este carácter enciclopédico propio de la orientación de los estudios en el Liceo: se hacían estudios en biología, historia, geografía, etc. Y allí Aristóteles enseñó durante doce años y ahí elaboró gran parte de sus escritos, lo que vamos a llamar los escritos esotéricos. En este punto, es importante la figura de Teofrasto como sucesor de Aristóteles pero también como uno de sus principales discípulos. Teofrasto es el que organizó las opiniones de los físicos, nuestra fuente principal de información para todo lo que tiene que ver con las fuentes presocráticas.
Al parecer, Aristóteles recibía subsidios macedónicos para mantener el Liceo. Pero en el año 323 a.C. muere Alejandro Magno y empiezan todos los problemas en torno a la sucesión del Imperio macedónico. Entonces, resurge en Atenas un partido anti-‐macedónico que tiene como representante a Demóstenes, del partido nacional ateniense. Y, por supuesto, para un partido anti-‐macedónico, Aristóteles –ese meteco en Atenas-‐ por sus ligazones familiares, contactos con Alejandro, entre otras cosas, era sospechoso de tener vinculaciones con la corte macedónica. Por eso, en este clima, en el año 322 a.C. Aristóteles abandona a Atenas, no habiendo llegado nunca a ser ciudadano ateniense, y se exilia en Calcis, que era la ciudad natal de su madre. Y allí muere a los 62 años de edad. Parece que, antes de partir de Atenas, dijo que no quería que los atenienses cometieran un segundo crimen contra la filosofía. El primero había sido contra Sócrates. O sea que podemos marcar tres momentos en la vida de Aristóteles: un primer momento académico o de juventud, un período de viajes y un período de madurez en el que funda el Liceo. Hay una frase de Plutarco, en sus Vidas paralelas, cuando está hablando de Dion donde dice:
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“Atenas produce los hombres más virtuosos y los malvados más terribles, así como su región produce la mejor miel y la cicuta más mortífera”. Esto explica un poco la condena de Sócrates y este exilio de Aristóteles. Nos vamos a enfrentar a un filósofo que es quizás el crítico más duro de Platón, pero
es a la vez el lector más profundo de Platón Precisamente puede ser el crítico más severo y el lector más profundo porque estudió veinte años con él. En la Ética Nicomaquea Aristóteles dice una frase que es terrible: “Siento un gran afecto por Platón, pero mayor afecto aún siento por la verdad.” O sea que hay que matar al padre. Platón lo tuvo que hacer con Parménides en el Sofista. Y esto es así porque la historia de la filosofía avanza por parricidios.
Hay una frase de Zaratustra que me encanta, que está en un capítulo del Zaratustra que se llama “De la virtud que hace regalos”. Allí dice: “se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo”. Esto es así. En la relación maestro-‐discípulo que caracteriza a la historia de la filosofía, de alguna manera, Platón recompensa bien a Sócrates porque no sigue como discípulo sino que termina utilizando a Sócrates como máscara para enunciar su propia plataforma filosófica. Aristóteles hace lo mismo y Nietzsche hace lo mismo con Platón: a pesar de que es su otro-‐yo o enemigo conceptual, lo necesita para forjar su propia identidad filosófica. También Platón, para forjar su propia identidad filosófica, tuvo que matar al padre Parménides. O sea que esto que es objeto de odio, en un punto también tiene una entidad muy grande. Cuando odiamos mucho a una persona, de alguna manera también le estamos dando una entidad muy importante. Hay un dicho de los budistas tibetanos que me parece interesante para aplicar a la historia de la filosofía porque dice que, si el estudiante no es mejor que el maestro, el maestro es un fracaso. Y gracias a que esto es así, esta historia sigue avanzando porque todo el tiempo se da, en esta relación maestro-‐discípulo, la ruptura.
Esto también lo pueden encontrar en Heidegger y Gadamer, que fue su discípulo. Gadamer tiene muchos pasajes autobiográficos y en uno de ellos cuenta lo que fue enseñar con la sombra de Heidegger al lado. En un libro que se llama La herencia de Europa dice:
“Después llegaron los años en que Heidegger, de regreso en Friburgo, nos dejó en paz o, mejor dicho, libres a los jóvenes docentes de filosofía. Porque significa una gran diferencia poder enseñar a su propio modo lo que uno ha aprendido sin sentir continuamente la proximidad del maestro. Nos convertimos de repente en herederos de una gran empresa.” Y es ahí donde arranca la historia: en ese principio de ruptura. Quiero decir algo acerca de la naturaleza de los escritos de Aristóteles. ¿Qué es lo que
nosotros leemos de Aristóteles? ¿Qué es lo que tenemos a mano? ¿Qué es lo que vamos a leer en estas antologías? Los escritos de Aristóteles pueden dividirse en dos tipos de obras: las obras exotéricas y las obras esotéricas.
Las obras exotéricas son las obras de circulación externa al Liceo, son las obras que Aristóteles destinó a la publicación y que, al parecer, eran obras de carácter o de naturaleza
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literaria, a la manera de los diálogos de Platón. O sea que en esas obras supuestamente se podría ver el talento literario que tenía Aristóteles, cosa que no van a encontrar en las obras que sobrevivieron. Esos escritos destinados a la publicación están actualmente perdidos y datan sobre todo de la época académica. De esos escritos se conservan sólo fragmentos. Hay un tomo de Gredos que se llama Fragmentos; se editó el año pasado y reúne fragmentos de estas obras perdidas de Aristóteles. Una de las obras más conocidas de este grupo es el Protréptico, que es una exhortación a la filosofía.
Con lo que contamos es con las obras esotéricas, que fueron compuestas o destinadas al auditorio de alumnos que integraban el Liceo. Son notas, apuntes o ayuda-‐memorias para ser utilizados como material de enseñanza. Son los apuntes de clase que tenía Aristóteles delante para dar sus clases, cursos o conferencias públicas. Y estos textos fueron reunidos después, mucho más tarde, bajo un título común: la Física, la Metafísica, la Ética, etc. El que le puso esos títulos, el que agrupó los textos y los organizo artificialmente –digo artificialmente porque no fue el propio Aristóteles-‐ para dar lugar a lo que se llama el corpus aristotelicum fue Andrónico de Rodas. Este personaje también fue quien acuñó el término ‘metafísica’, término que nunca van a encontrar en Aristóteles. Andrónico de Rodas es del siglo I a.C. y es el décimo sucesor de Aristóteles al frente del Liceo. O sea que el Liceo también siguió funcionando después de la muerte de Aristóteles y tuvo diferentes jefes o sucesores, de los cuales Andrónico fue el décimo.
Por lo tanto, estas obras, que no están destinadas a la divulgación, son las que se conservaron y las que estamos leyendo. Con toda probabilidad, lo que llegó hasta nosotros son las lecciones destinadas a discípulos avanzados. Y la ordenación y preparación de este material (títulos, organización de capítulos y de Libros, etc.) se debe a una mano posterior, la de Andrónico de Rodas. Y esto es lo que explica las repeticiones, las rupturas estilísticas, las elipsis, la concisión, la aridez, la rigidez del estilo que tienen los textos que vamos a leer de Aristóteles. No hay elegancia literaria, como en los diálogos de Platón. El de Aristóteles es un caso muy singular porque nos llega algo que no fue concebido para ser publicado o para ser leído de esta manera en que lo vamos a leer. Todo esto deben tenerlo en cuenta.
Hoy vamos a ver el método o procedimiento diaporemático en Aristóteles. Pero, antes de pasar a este tema, vamos a completar algo que nos había quedado pendiente de la clase del jueves pasado y que tiene que ver con la naturaleza de los escritos aristotélicos. En el teórico-‐práctico pasado habíamos visto que los escritos de Aristóteles se dividen en obras esotéricas y obras exotéricas. Me quedó una cuestión pendiente que es simplemente metodológica, como para que se orienten, y que tiene que ver con el contenido del corpus aristotélico, corpus que fue organizado por Andrónico de Rodas en el siglo I a.C.
Vamos a ver, entonces, cómo está compuesto ese corpus organizado artificialmente, podríamos decir, por Andrónico de Rodas. Por un lado están los tratados de lógica. Acá está el famoso Organon (término que quiere decir ‘instrumento’), compuesto por tratados que son herramientas o instrumentos; no son ciencia sino que son instrumentos para la ciencia. Sin embargo, esto no quiere decir que no sean importantes sino simplemente que son un instrumental. En este grupo tenemos diferentes tratados: Categorías, Tópicos, Analíticos primeros y segundos, etc. Después tenemos lo que se denominan los tratados científicos o de filosofía natural. Acá encontramos todo lo que tiene que ver con los tratados físicos, biológicos, astronómicos. Por ejemplo, a este grupo pertenecen la Física, Sobre la generación
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y la corrupción, Acerca del alma, Sobre el cielo, Sobre la generación de los animales, etc. Después tenemos el tratado metafísico, es decir, los catorce libros que componen la Metafísica. Luego están los tratados de filosofía práctica, donde encontramos la Ética y la Política. Y, por último, están los tratados de Retórica y Poética.
Categorías
Lógica (Organon) Tópicos Corpus Analíticos 1° y 2°, etc. aristotélico Física
Filosofía natural /científicos Sobre la generación y la corrupción Acerca del alma, etc. Metafísico 14 libros Metafísica Filosofía práctica Ética y Política Retórica y Poética
Vamos a empezar a ver ahora lo que se denomina método o procedimiento
aporemático o diaporemático, que es básicamente un principio metodológico que debe tener en cuenta todo aquel que quiera empezar a investigar algo. Esto lo vamos a encontrar sobre todo en Metafísica, Libro III, Capítulo 1. Es un texto bastante corto pero denso. En realidad, toda la Metafísica se compone de textos bastante cortos pero que implican una densidad conceptual muy grande. Además, no está el formato dialógico, que permitía, en el caso de Platón, cierto “descanso”, cierta mixtura entre literatura y filosofía que hacía llevadera la cuestión, sobre todo por el hecho de que cada diálogo implicaba seguir una conversación. En este caso, tenemos muchas veces un texto muy duro enfrente. Es el texto 13 de la antología de teóricos.
Bien, empecemos con el texto. Dice: “Con vistas a la ciencia que andamos buscando es necesario que vayamos, primeramente, a aquellas cuestiones en cuyo carácter aporético conviene situarse en primer lugar.” ¿Qué es esta ciencia que andamos buscando? La metafísica. Sabemos que el término
‘metafísica’ no fue acuñado por Aristóteles. No van a encontrarlo en ninguno de los catorce libros. Es el título que le puso, al parecer, Andrónico de Rodas en el siglo I a.C. Cuando Aristóteles se quiere referir a eso que se dio en llamar Metafísica, habla de filosofía primera, sabiduría o ciencia buscada. Estamos tratando de definir qué es. Aristóteles va a definirla de cuatro maneras, que nosotros vamos a ver a partir del próximo jueves.
Esto que tiene que ver con el método diaporemático es un principio metodológico que nos va a servir para esta ciencia que andamos buscando, pero que también va a servir para todas las ciencias en general. Es un principio metodológico que se puede hacer extensivo a todas las ciencias: a las ciencias prácticas, teóricas, productivas. Sigo leyendo:
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“Se trata de aquellas <cuestiones> acerca de las cuales algunos han pensado de manera distinta y, aparte de éstas, si alguna otra resulta que fue pasada por alto. Ahora bien, detenerse minuciosamente en una aporía es útil para el que quiere encontrarle una salida adecuada.” ¿Cuál sería el primer paso de este principio o procedimiento metodológico que sirve
para introducirnos en un determinado problema? Toda indagación tiene que comenzar por hacerse cargo ¿de qué? De la aporía o de las aporías. Lo primero que debe hacer es hacerse cargo de las aporías o dificultades con las que tiene que enfrentarse todo investigador en cualquier área, no sólo en el área de la metafísica. Podríamos referirnos a la ética y allí también el investigador encontrará dificultades iniciales a la hora de empezar.
Entonces, el primer paso de este método es la aporía (aporía). ¿Qué es una aporía? ‘Póros’ tiene que ver con el hecho de tener recursos. Una aporía implica una carencia o falta de recursos. Si uno lo hace más amplio, es la falta o carencia de un camino. Por eso, se traduce muchas veces como ‘sin salida’. Pero también se traduce como ‘perplejidad’, ‘indecisión’, ‘duda’, ‘dificultad’, ‘problema’, ‘cuestión’. Fíjense todas las acepciones del término. Es difícil traducirlo. Es también, de alguna manera, el punto de partida de la filosofía. Para Descartes, el origen de la filosofía va a ser la duda. Y de ahí, la cuestión de la duda como camino, de la duda metódica.
El verbo aporeîn que también aparece en este texto, ¿qué significa? Estar paralizado. Estar en duda. Cuando uno está en una aporía, está en un nudo, paralizado, entorpecido. De hecho, es lo que decía Menón respecto del cuestionamiento socrático. Lo interesante era que Sócrates le respondía que lo entorpecía porque él mismo estaba entorpecido. Los dos estaban en problemas. La cuestión es que Sócrates era consciente de eso. No es fácil llegar a ver el problema.
Aporeîn, entonces, es ‘estar en duda, en incertidumbre, en falta de respuesta, en confusión’, ‘estar perplejo’. De alguna manera, lo que tiene que hacer un investigador en cualquier área es tratar de identificar cuáles son las aporías, las dificultades, los problemas. Y debe detenerse minuciosamente en ellos. Esas cuestiones o aporías implican también posiciones distintas a las nuestras, que deben ser analizadas, porque de otro modo es poco seria la investigación. Hay gente que pensó ciertas cuestiones y planteó problemas y opiniones antes que uno. Entonces, uno, al encarar la investigación, debe identificar y exponer las aporías iniciales, que van a ser, generalmente, opiniones encontradas o contrarias sobre una determinada cuestión. Aristóteles, antes de empezar una investigación, hace un relevo de esas opiniones discordantes. Esto es muy interesante en términos filosóficos.
Si quieren actualizar esto, es lo que ustedes van a hacer en el futuro, cuando tengan que presentar una ponencia o escribir un paper. Lo terrible de la filosofía es que con cualquier autor que tomen, hay como capas geológicas de lecturas. Imagínense el caso de Platón. Eso no quiere decir que para escribir algo uno tenga que hacer un relevo de todas las lecturas, pero sí lo que se puede encontrar, en términos de lo que se llama el ‘estado de la cuestión’, son las diferentes opiniones que hay sobre el tema, las diferentes líneas, sobre todo para mostrar que el investigador tuvo en cuenta otras líneas de lectura que pueden coincidir o no con la propia. Seriamente, el investigador debe ver qué se dijo sobre el tema y
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después plantear su posición al respecto. Esto ya es otro nivel, pero vean que seguimos operando de este modo. Otra posibilidad es hacer caso omiso a todo lo que se dijo y plantear ‘esto es lo que digo yo’. El problema es que puede haber otro que ya haya dicho eso. Por eso, es bueno tener esas lecturas de las fuentes en las que tanto insisto. Sigo leyendo:
“En efecto, la salida adecuada ulterior no es sino la solución de lo previamente aporético.” La salida adecuada va a tener que ver con el tercer momento de este método, que es
la euporía. El traductor de este texto lo expresó como ‘salida adecuada’. Salir de la aporía, de la dificultad, implica encontrar una salida a ese ‘sin salida’; a esa falta de camino, le respondemos con un camino que viene a saldar lo previamente aporético. La euporía, literalmente, sería un ‘buen recurso’, la abundancia de recursos. El verbo euporeîn significa, precisamente, ‘salir bien’.
1. Aporía aporeîn Método 2. Diaporía diaporeîn Diaporemático 3. Euporía euporeîn (buen camino o salida) (salir bien)
Sigo leyendo: “Por lo demás, quien no conoce el nudo no es posible que lo desate, pero la situación aporética de la mente pone de manifiesto lo problemático de la cosa.” ¿A qué apunta la aporía? Primero vamos a presentar el método estándar. Vamos a
ver los tres momentos y después vamos a ver que tiene muchas posibilidades interpretativas. Hay que ver si el término ‘aporía’ está apuntando a una situación de la mente o a una dificultad que me causa a mí esa situación. Es tan breve el texto, tan conciso, que deja muchas lagunas. ¿Puede ser conocer el nudo? Claro. O la aporía es justamente ese “nudo mental”. No queda tan claro. Lo que sí queda claro es que, si uno no se embarra, si no se adentra en la aporía, es difícil que encuentre una salida. Si uno no releva las opiniones discordantes respecto de la propia en el tema que quiere investigar, es difícil que pueda presentar algo novedoso.
Por eso dice: “quien no conoce el nudo no es posible que lo desate”. Esto es muy socrático. Aristóteles es muy socrático, en general. Recuerden ese pasaje de la Metafísica en el que hace una especie de explicación del origen de la teoría de las Ideas y dice que Sócrates es justamente el que descubrió el universal en los temas éticos, pero que no se preocupó por separar ese universal y colocarlo en otro ámbito, sino que buscaba un universal que podía definirse en el plano discursivo. Justamente eso es lo que vemos en los primeros diálogos: interlocutores que ante la pregunta socrática no pueden definir ese universal que él les pide, es decir, lo común a los casos particulares. Por eso, a mí me gusta
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relacionar este pasaje con el momento del Menón en el que aparece la comparación con el pez torpedo. Después vamos a precisar esta relación. Sigo leyendo:
“Y es que, en la medida en que se halla en una situación aporética, le ocurre lo mismo que a los que están atados: en ambos casos es imposible continuar adelante. Por eso conviene considerar primero todas las dificultades, por las razones aducidas, y también porque los que buscan sin haberse detenido antes en las aporías se parecen a los que ignoran adonde tienen que ir, y además (ignoran), incluso, si han encontrado o no lo que buscaban.” ¿Qué aparece acá? Una dirección. Una guía para saber cómo proceder de acuerdo con
la naturaleza del problema. Del algún modo, haciendo consciente el problema, tengo la mitad del recorrido hecho. Parece una pavada pero no lo es. Hace un tiempo salió en el suplemento Radar de Página 12 un poema de Laurie Anderson, que es una cantante –la esposa de Lou Reed-‐. El poema se llama ‘Sólo un experto’. Hay un pasaje del texto que es sumamente socrático-‐aristotélico que dice: “porque ver o darte cuenta del problema, es la mitad del problema”. Cualquiera que haya hecho terapia, sabe esto. Este es un punto central. Después vemos qué movimiento subjetivo hacemos para salir, pero cuesta mucho trabajo llegar a hacer conciente y poder enunciar el problema. Puede llevar mucho tiempo. Ahí, dice Anderson, está la mitad del recorrido. Hay algo de eso acá también. Poder identificar, catalogar, exponer cuál es el problema ya me permite ver las líneas que se abren para una posible solución. Hay que ver en filosofía, sobre todo, si se puede hablar en sentido fuerte de ‘encontrar la salida’. Porque lo que vamos a ver acá, en la Metafísica, es la pregunta por el ser. En algún momento, Aristóteles dirá que esta pregunta es de ayer, hoy y siempre; y siempre va a resultar aporética. De Parménides a Heidegger, la pregunta por el ser siempre resulta aporética. Pero lo interesante es poder plantear las dificultades en torno a la cuestión del ser y arriesgar un camino tentativo, posible, parcial.
Si uno lee este texto así, parece muy sencillo. Van a ver que ahora se va a complejizar un poco. Vamos a ver a qué apunta la aporía, qué es una diaporía y qué es esto del ‘buen camino’ o ‘solución adecuada’ y en qué medida se puede hablar de soluciones definitivas, sobre todo en terrenos como el de la ética o el de la filosofía primera.
Por eso, vamos a abrir cuatro sentidos de euporía. Uno de los sentidos es encontrar realmente una solución firme al problema. Pero todavía nos falta el segundo momento: “Por eso conviene considerar primero todas las dificultades”. Tenemos todas las aporías desplegadas sobre la mesa. ¿Qué es lo que hay que hacer en este caso?
Aquí tenemos el segundo momento: la diaporía. El prefijo diá significa ‘a través de’. Literalmente, diaporía es ‘a través de’, ‘por entre’ la aporía. El verbo diaporeîn alude a un ‘pasar a través de la aporía’, recorrerla, abrirse paso a través de ella. Acá hay algo que resuena de ese método que ustedes están empezando a ver en algunos prácticos, más puntualmente en los Tópicos. Justamente esto se relaciona con el método dialéctico o con las éndoxa. Las éndoxa son las opiniones comúnmente establecidas, admitidas, consagradas por el consenso, plausibles. No apodícticas, como en el caso de los principios de la ciencia. Son plausibles porque son las opiniones de la mayoría, de los sabios, de los más respetados.
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Entonces, una vez que están identificadas y expuestas las dificultades o aporías iniciales, Aristóteles nos está diciendo que tenemos que detenernos en ellas, examinarlas minuciosamente. Esta sería la metáfora del abrirse paso, recorrer las aporías, ponerlas a prueba; es lo que hace la dialéctica, justamente. Se ponen a prueba o en discusión las diferentes vías, versiones, tesis, etc. anteriores y contrarias a las nuestras, que acabamos de desplegar y que de alguna manera le están poniendo trabas a la investigación, porque son discordantes respecto de mi posición. Esta es una lectura literal, sin profundizar. Vuelvo a leer:
“Por eso conviene considerar primero todas las dificultades, por las razones aducidas, y también porque los que buscan sin haberse detenido antes en las aporías se parecen a los que ignoran adonde tienen que ir, y además (ignoran), incluso, si han encontrado o no lo que buscaban.” Si uno no identifica las aporías previas acerca del tema que estamos investigando,
¿qué pasa? No sabemos si llegamos. Ahí lo dice: “Para éste no está claro el final, pero sí que lo está para el que previamente se ha detenido en la aporía.” El momento de detenerse en la aporía es el segundo: la diaporía. Sigo leyendo:
“Además, quien ha oído todas las razones contrapuestas, como en un litigio, estará en mejores condiciones para juzgar.” ¿Qué es lo que está en juego en la diaporía? Las razones, tesis, opiniones
contrapuestas. Y quizás, uno podría decir que no llegó a la solución definitiva del problema pero está en mejores condiciones que antes, porque por lo menos se hizo un relevo y una compaginación de las aporías y fueron analizadas minuciosamente. Quizás, nos podemos sorprender y encontrar que razones contrapuestas tienen razón en cierto sentido y en cierto sentido, no. Es decir, puede ser que lo que se haya dicho antes tenga cierto peso de verdad o no. De todo eso me voy a enterar si me adentro en la cuestión.
Y luego Aristóteles enumera catorce aporías. Veamos la primera: “(I) La primera aporía versa sobre aquello cuyo carácter aporético ya hemos señalado en nuestra explicación introductoria: si corresponde a una o a muchas ciencias el estudio de las causas.” ¿Qué hace? Lo que hace a partir de la presentación del método, neutralmente
hablando, es enumerar las catorce aporías en torno a las cuales va a girar el mismo tratado, la Metafísica. En torno a la resolución de estas aporías, va a girar toda la Metafísica. La primera aporía es si corresponde a una o a muchas ciencias el estudio de las causas. Vamos a ver que sólo a la sabiduría –es decir, a la filosofía primera entendida como sabiduría-‐ le compete el estudio de las causas primeras. Veamos la aporía número cuatro:
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“(IV) Entre lo que ha de investigarse necesariamente está también esto: si ha de afirmarse que existen solamente las entidades sensibles o también otras además de éstas, y si hay un género de entidades o más de uno como afirman los que, además de las Formas, ponen, entre éstas y las sensibles, las Realidades Matemáticas.” Este es un problema que va a desarrollar en el Libro VII de la Metafísica. Lo que él
hace justamente es mostrar catorce problemas o aporías. Una de las aporías para todo aquel que quiera adentrarse en la cuestión metafísica es si lo que ha de investigarse implica solamente ousíai sensibles o también suprasensibles. Vamos a ver que después del estudio de las realidades sensibles, para Aristóteles hay que emprender el estudio de las suprasensibles –básicamente, del primer motor inmóvil: dios-‐. Entonces, este es un problema. Acá lo plantea y luego va a ver todas las opiniones que se dijeron acerca de esa cuestión. Eso lo van a encontrar en el Libro VII, capítulos 1 a 3: qué opiniones hay acerca de esta cuestión relativa a las realidades suprasensibles. Y ahí se tiene que ocupar en un momento de los platónicos.
El método que estamos viendo empieza así a llenarse de contenido. Veamos la quinta aporía:
“(V) si nuestro estudio se ocupa solamente de la entidad o también de los accidentes que, por sí mismos, pertenecen a las entidades (...)” Nuestro estudio, ¿se ocupa de la ousía (entidad) o también de los accidentes que por
sí mismos le corresponden? Y Aristóteles va a decir en el Libro IV 1 que también se ocupa de tales accidentes. Justamente en el Libro III empieza a presentar los problemas.
Lo que vamos a hacer ahora es ver más en detalle estos tres momentos del
procedimiento diaporemático, de este esquema ternario, que tiene muchas oscuridades y posibilidades interpretativas. Yo creo que generalmente la enunciación del problema implica también tener en cuenta cómo apareció ese problema planteado por otros. O sea, en el caso de esta pregunta de si hay, además de sustancias sensibles, sustancias suprasensibles, ustedes saben que Aristóteles estudió veinte años con Platón. Él pone el problema y después se va a jugar y va a decir que la tarea del filósofo es, una vez estudiadas las realidades sensibles, estudiar las suprasensibles. Lo que quiero decir es que en la misma enunciación del problema estás mentando también esas opiniones discordantes. Todo Ser y Tiempo de Heidegger es la construcción de la pregunta acerca del ser. Heidegger insiste en lo imperioso que es construir bien la pregunta.
Ya vamos a ver cuáles son los sentidos o significados de ser. Lo único que quiero decir es que el término ousía se traduce como ‘entidad’ o ‘sustancia’ y puede estar apuntando tanto a realidades sensibles –por ejemplo: una mesa, un hombre, una pared, es decir, todo compuesto de materia y forma, un particular concreto-‐ como a realidades suprasensibles.
Volvamos a la aporía. Hay dos sentidos de aporía. El tema es que en el texto esto no queda muy claro. La aporía puede ser entendida a veces como un medio o un procedimiento
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metodológico; es decir, a través de la aporía yo empiezo este camino metodológico, en tanto es un procedimiento de preparación para la búsqueda. Es un método para la búsqueda de cimientos firmes, como la duda en Descartes. Descartes dice que va a poner en duda todas las opiniones anteriores que recibió y para eso parte de considerar como falso todo aquello que se le presento como dudoso. Desde allí, tendrá que buscar un cimiento firme. Pero lo que le va a servir como método de conocimiento es precisamente la duda. De hecho, gracias a la duda puede llegar al cogito. Así que, de alguna manera, acá la aporía es el primer término, el procedimiento metodológico de preparación para la búsqueda. En este sentido, la materia de la aporía serían las dificultades planteadas por el problema mismo.
Sin embargo, también puede pensarse que la aporía es un estado de la mente, una situación existencial en la que está el filósofo o el investigador. Es justamente lo que motoriza la búsqueda. Eso implicaría un estado del alma. O sea que, de alguna manera, hay argumentaciones u opiniones que causan en mí una situación aporética. Entonces, esa situación es un efecto. Si en el primer caso, la aporía era un medio, en este caso, es un efecto.
a) medio o procedimiento de preparación para la búsqueda Aporía b) situación existencial / estado del alma
(efecto) Hay sobre un determinado problema, diferentes razonamientos contrarios. Esto
genera una perturbación, una situación aporética. Por eso, la situación aporética vendría a ser un efecto, una situación existencial, un hombre paralizado, como decíamos hace un rato. Se trata de alguien que está imposibilitado de avanzar porque está en esa situación aporética, amarrado en la caverna. Este es un sentido muy socrático. Esto puede relacionarse con el pasaje de Menón del pez torpedo. Si van a ese pasaje en griego, van a ver que está todo construido en torno al sustantivo aporía y al verbo aporeîn.
¿Qué es lo que genera la reacción de Menón? Menón se cansa, se le refutaron las tres definiciones que dio acerca de la virtud. Entonces, lo que está causando la situación aporética de la mente de Menón son esas refutaciones. De hecho, en el texto griego dice en un momento: ‘soy una madeja de aporías’. Por eso digo que no es tan fácil el texto, porque puede estar apuntando a que la aporía es un medio de búsqueda o puede estar haciendo referencia a una situación existencial, a un nudo mental. Por eso la metáfora del nudo. No es que se dé un sentido u otro. Lo que quiero decir es que muchas veces Aristóteles, en diferentes textos, se refiere a la aporía en un sentido o en otro. Yo creo que en este pasaje está la cuestión de situación existencial, el sentido socrático. Sócrates es un alma entorpecida que entorpece a Menón porque él está entorpecido y es consciente de su no saber. En verdad, lo que quiere hacer Sócrates es hacer consciente al otro de su no saber. El tema es que ese otro cree que su no saber es un saber. Y eso se llama ‘creer saber’. Ese pasaje del Menón, en este sentido, es clave para ver la situación aporética de la mente.
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Este sentido de aporía podemos encontrarlo en Metafísica, Libro I, Capítulo 1, 982 b 17 y también en Metafísica, Libro IV, Capítulo 5, 1009 a 18-‐21. En Metafísica Libro I, Capítulo 1 dice:
“El que está en aporía y asombrado reconoce que no sabe.” Es reconocer que uno está en una especie de nudo mental. En el capítulo 5 del Libro
IV se está refiriendo a los que buscan negar el principio de no contradicción –que es un tema que ustedes no van a ver este cuatrimestre-‐ y dice que entre éstos hay algunos que proceden de buena fe y otros que lo hacen por afán de discutir:
“mientras que los unos han de ser persuadidos, los otros tienen que ser forzados [en el sentido de refutados]. En efecto, cuantos vinieron a pensar de este modo como consecuencia de hallarse en una aporía, su ignorancia es fácil de curar (ya que su tratamiento no se refiere a las palabras, sino al pensamiento).” ¿Qué sería este “como consecuencia de hallarse en una aporía”? Hay como un vaivén
entre la concepción de la aporía como un medio de búsqueda y como una situación existencial en la que estoy anudado, entorpecido. De algún modo, esa es la excusa, el punto de partida sin el que esta historia no arrancaría nunca. Y en la Metafísica arranca con el problema del ser y a ese problema volvemos siempre; es el problema de Parménides en su poema. Recuerden ese punto circular del poema en el que la diosa dice que siempre se regresa al mismo sitio, como si siempre se regresara a la misma pregunta: “es común para mí donde comience, pues allí mismo volveré nuevamente” (frag 5).
Si estás en ignorancia, lo estás respecto de un tema. Entonces, estar en aporía es reconocer que no tenés respuesta, camino, salida para ese problema puntual. No piensen ‘ignorancia’ desde el punto de vista platónico. Recuerden que siempre se parte de un tema a investigar. En la Ética I 4, por ejemplo, Aristóteles hace lo mismo. El tema es la felicidad. Para ello, debe revisar qué se dijo sobre esa cuestión. Hay gente que cree que la felicidad pasa por lo material (riquezas); se trata de una concepción materialista de la felicidad. Otros creen que la felicidad pasa por la búsqueda del placer (los hedonistas). Otros creen que tiene que ver con la búsqueda de honores; otros con la del bien en sí. Entonces, Aristóteles hace un relevo de lo que se dijo y después se juega por su posición.
Voy a leer un pasaje de Tópicos VI 6, 145 b 16-‐20, donde Aristóteles señala que la aporía no es un atributo de los razonamientos contrarios, sino un estado del alma que resulta justamente de una igualdad de los razonamientos contrarios:
“De manera semejante, también, la igualdad de razonamientos contrarios parece ser productora de la incertidumbre (aporía): pues cuando, razonando en ambos sentidos [es decir, a favor y en contra], nos parece que todo resulta de manera semejante en uno y otro caso, dudamos sobre qué haremos.” Entonces, esta igualdad de razonamientos contrarios acerca del mismo asunto
produce la situación aporética de la mente. Abro un paréntesis para trazar una relación con
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un filósofo moderno. En la Crítica de la razón pura, Kant presenta, en la dialéctica trascendental, cuatro antinomias de la razón pura. Cada una de estas antinomias kantianas consiste en un conflicto entre dos juicios, ninguno de los cuales puede aceptarse con más razón que el otro. O sea que lo que tenemos es un conflicto entre una tesis y una antítesis. Les pongo como ejemplo la cuarta antinomia o antitética, donde la tesis dice que existe en el mundo, como su parte o como su causa, un ser necesario, mientras que la antítesis dice que no existe en el mundo, ni como parte ni como causa, ningún ser necesario. Salvando distancias y diferencias, en estas antinomias kantianas de la razón pura creo que podemos ver algo de esa igualdad de razonamientos contrarios de la que nos habla Aristóteles, y que es causa de la situación aporética de la mente. Es el estado que se adueña de nosotros cuando argumentos en los dos sentidos se nos manifiestan como iguales de una y otra parte y no sabemos qué hacer. Fíjense que además esto también tiene consecuencias en el plano práctico, porque a partir de esa aporía dudamos sobre qué haremos. Entonces, la igualdad de razonamientos contrarios sería la causa de ese efecto que es la situación aporética de mi alma.
Veamos ahora qué pasa con la diaporía. La diaporía implica siempre un doble carácter: un carácter que podríamos llamar dialéctico y otro que podríamos denominar preliminar. Acá va a ser importante e interesante que ustedes anuden esto que estamos viendo con Tópicos I, 1-‐2 y 14; VII, 1, 14 y Refutaciones sofísticas, 11 y 34, textos que verán en los prácticos. ¿Qué es esto del doble carácter, dialéctico y preliminar? Preliminar porque, de alguna manera, lo primero que tenemos que hacer es un examen preliminar de las opiniones generalmente admitidas, contrarias a las que sostenemos. Y acá están las éndoxa de los Tópicos: esas opiniones comúnmente admitidas o consagradas por el consenso, que son plausiblemente verdaderas, sostenidas por filósofos o por la mayoría de la gente. Todo el tiempo estamos atravesados por esas opiniones comúnmente admitidas. Tenemos que someterlas a examen para ver las contradicciones que hay, antes de emprender la indagación propiamente dicha, antes de presentar nuestra propia posición.
En el pasaje que leímos del Libro III, capítulo 1, 995a33-‐b1 decía: “Por eso conviene considerar primero (próteron) todas las dificultades [ahí está el carácter preliminar de la diaporía]…y también porque los que buscan sin haberse detenido antes (prôton) en recorrer las aporías (diaporêsai) se parecen a los que ignoran adónde tienen que ir”. Cuando ya emprendés el análisis y ponés en claro las contradicciones, en sentido
fuerte, es como que ya estás un paso adelante. En el caso de la aporía como medio de búsqueda, lo que hiciste fue ponerla sobre la mesa. Pensalo del siguiente modo: empezás a analizar un tema, ves opiniones contrarias y eso te genera una extrañeza, una situación de asombro, de duda, de problema. Entonces, primero determinás cuáles son esas opiniones. Después, en un segundo momento, te detenés a analizar cada una de esas posiciones. El primer momento es el efecto que me causa ver esas posiciones antagónicas acerca de un mismo tema. Después, empiezo a recorrerlas.
En la Ética Nicomaquea, Libro VII, Capítulo 1, 1145 b 2-‐6 dice:
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“Como en los demás casos, deberemos establecer los hechos observados (phainómena) y resolver primeramente las dificultades (prôton diaporésantas) que ofrezcan, para probar después, si es posible, todas las opiniones generalmente admitidas (éndoxa) sobre estas afecciones [del alma], y si no, la mayoría de ellas y las principales, pues si se resuelven las dificultadas y quedan en pie la opiniones generalmente admitidas (éndoxa), la demostración será suficiente.” Como ven, el método se aplica a cualquier tema a investigar. Pero, ¿qué pasa cuando no hay nadie antes que nosotros que haya formulado
opiniones acerca del tema que estamos investigando? ¿Qué pasa cuando no hay predecesores ni opiniones comúnmente admitidas? En ese caso, aporía y diaporía se confunden, porque no hay posiciones previas. Uno plantea el problema y uno lo está recorriendo. En nuestro caso, es un poco difícil pensar que no va a haber opiniones previas de algo que estemos investigando, pero no es necesariamente el caso de Aristóteles. En lógica, por ejemplo, no había nada anterior que citar, es decir, no hubo nadie que hubiera sistematizado los razonamientos como él lo hizo. En Analíticos segundos, Libro II, Capítulo 3, 90a 35-‐38 dice Aristóteles, refiriéndose a la diferencia entre definición y demostración:
“Así, pues, está claro que todas las cuestiones que se indagan consisten en la búsqueda del termino medio; digamos ahora (…) qué es la definición y de qué cosas, planteando primero ciertas dificultades (diaporésantes prôton) en torno a dichas cuestiones”. En este sentido, son las objeciones que él mismo se plantea las que le permiten
avanzar en ese juego entre la aporía y la diaporía. La diaporía, entonces, puede consistir en recorrer, detenerse, discutir las opiniones
comúnmente admitidas sobre un tema que estamos tratando para desembarazarse de ellas y plantar la propia bandera. Sabemos que en física, en ética, etc. hay juicios contradictorios acerca del mismo tema. Pero, teniendo en cuenta el caso de que no haya opiniones previas admitidas, la diaporía puede consistir en dificultades que uno mismo –Aristóteles en este caso-‐ formula. Entonces, es difícil ser taxativo y decir que la diaporía versa necesariamente sobre opiniones anteriores y contrarias a la nuestra. Generalmente ocurre eso, pero puede darse el caso de que no.
A veces, la diaporía no tiene tampoco el carácter preliminar, en tanto no se distingue de la misma indagación. O sea que, a veces, ese poner a prueba las opiniones ajenas es probar la cosa misma. Esto puede verse cuando Aristóteles lleva a cabo, en Metafísica IV 4, una demostración indirecta o prueba refutativa del principio de no contradicción –que, en rigor, no puede demostrarse-‐. El principio de no contradicción es de orden ontológico y lógico-‐lingüístico: atributos contrarios no pueden darse en la misma cosa al mismo tiempo y en el mismo sentido. Ontológicamente hablando, no puedo ser rubio y no rubio a la vez y en el mismo sentido. Ahora bien, resulta que hay alguien que quiere objetar el principio. Creo haber dicho en otra clase que este principio es un axioma y, por lo tanto, no se puede demostrar. Si hay alguien que quiere objetarlo, lo único que hay que pedirle es que diga algo con significado. Por el sólo hecho de decir algo con significado está justificando, aun sin
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quererlo, el principio de no contradicción, porque eso que está diciendo no puede ser y no ser en el mismo sentido a la vez, ya que, si así fuera, se autorrefutaría. Entonces, las objeciones que alguien pudiera sostener contra el principio de no contradicción son las que prueban justamente la existencia del principio. O sea que refutar las aporías implica en ese caso demostrar aquello que quiero demostrar.
Esta sería la demostración indirecta del principio de no contradicción que es, repito, de por sí indemostrable. En este caso, la dialéctica es la indagación propiamente dicha. La indagación es dialéctica en este punto. No siempre es preliminar porque la diaporía a veces no se distingue de la misma indagación.
Cuando vean Tópicos I, 2, van a ver que Aristóteles dice que el método dialéctico tiene una triple utilidad: sirve como una gimnasia mental, sirve para las discusiones y sirve para la filosofía. El texto (que es el número 10 de la antología de teórico-‐prácticos) dice:
“Siguiendo adelante luego de lo dicho, se podría decir en relación con cuántas y cuáles cosas es útil el estudio. Y lo es, hablando con precisión, en relación con tres cosas: con la ejercitación, con las controversias casuales y con los conocimientos filosóficos (hai katà philosophían epistêmai). Ciertamente, que es útil respecto de la ejercitación es algo harto evidente por sí mismo, pues, teniendo un método, seremos capaces de argumentar más fácilmente acerca de lo propuesto. Y en relación con las controversias casuales, <es útil> porque, teniendo enumeradas en detalle las opiniones de los muchos [aquí es donde veo la relación con el segundo momento de nuestro método diaporemático], conversaremos con ellos no a partir de convicciones (dógmata) ajenas sino de las <suyas> propios, modificando lo que nos pareciese que no dicen correctamente. Por último, <es útil> respecto de los conocimientos filosóficos porque, al ser capaces de relevar una dificultad (diaporéo) en ambos sentidos, observaremos más fácilmente, en cada uno <de dichos sentidos>, lo verdadero y lo falso.” Esto último también puede relacionarse con el tercer paso del método
diaporemático. Sirve en filosofía porque nos sirve para desarrollar una dificultad en distintos sentidos y ver dónde está lo verdadero y dónde lo falso. Ése es el tercer uso filosófico de la dialéctica y vean que no tiene un afán demostrativo sino que lo que hace es discurrir a través de las opiniones concernientes a los principios de cada conocimiento. En este sentido, lo que hace la dialéctica es examinar, discutir. Lo propio de la dialéctica pasa por abrir camino –hodós-‐ a los principios de todos los métodos. Por eso, es un método de aplicación general que permite allanar el terreno para el conocimiento científico.
Hay aquí una relación entre dialéctica y ciencia. La dialéctica, como dice Aubenque, no se opone a la ciencia sino que es como la matriz de donde la ciencia se ha desgajado por un proceso de especialización. O sea que la dialéctica, según Aristóteles, va a ser básicamente exetastiké (examinadora) y peirastiké (crítica). Esta es la función de la dialéctica. La función de la ciencia es demostrar; la de la dialéctica, no. Justamente, la definición de la dialéctica aparece en los Tópicos, o sea, en el Organon, que es un instrumento. La dialéctica busca poner a prueba y también es refutadora; mientras que la epistéme es la que conoce realmente. En este sentido, la dialéctica tiene un carácter crítico,
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versa acerca de todas las cosas. Esto es muy importante. Van a verlo en detalle en los prácticos, pero lo traigo a colación para trazar algunas relaciones con los pasos del método diaporemático.
Veamos la euporía. Dijimos que la euporía es el fruto, el resultado de la diaporía. Es la posibilidad de poner fin a la dificultad misma, de poner un punto final a la aporía. Es lo que veíamos en Metafísica III, 1. La euporía es la solución de la aporía; el desatar el nudo que nos impedía avanzar. Este era el sentido ordinario de la euporía, pero sabemos que Aristóteles está hablando de cuestiones o de la aplicación de este método en terrenos como la filosofía, la ética, la política.
¿Cuáles son los diferentes tipos de soluciones que podemos encontrar en distintos textos de la obra aristotélica?
Vamos a tener cuatro tipos de solución diferentes, de euporías. Una posición (1) es pensar que la aporía de la que partimos resulta resuelta. La euporía vendría a ser equivalente a un descubrimiento. Muchas veces dice Aristóteles que la solución de la aporía es descubierta. En ese sentido, descubrimos, sacamos a la luz algo que antes implicaba un nudo. Fíjense este pasaje de la Ética Nicomaquea VII 2, 1146 b 6-‐8:
“Tales son, pues, las dificultades (aporíai) que se presentan; de ellas tenemos que refutar unas y dejar en pie otras, porque la solución (lúsis) de una aporía es el hallazgo de la verdad”. Se encuentra/descubre una solución después de la búsqueda. De alguna manera, en
este atravesar las opiniones puede encontrarse algo que ya estaba en parte en esas opiniones.
El segundo tipo de solución (2) es pensar que la aporía se resuelve a través de hipótesis probables. Hay un texto que se llama Acerca del cielo (De caelo) en el que Aristóteles dice que, como a veces no tenemos la posibilidad de apoyarnos en fenómenos o hechos observados –traducción del término phainómena-‐, siempre hay que manejarse con hipótesis probables, o con razonamientos por analogía –como hace Platón con la Idea de Bien y el sol-‐. En este caso, hay cierta precariedad en la euporía, que no tiene nada de malo. En ese tratado Acerca del cielo, dice:
“Calificamos de sabia reserva más bien que de temeridad el celo de quien, por fervoroso amor a la filosofía, sabe contentarse con soluciones débiles en las materias en que nosotros encontramos las más grandes dificultades”. Una solución puede ser una hipótesis probable, una solución modesta, sobre todo en
terrenos en los que a veces no podemos apoyarnos en fenómenos o hechos observables. El tercer tipo de euporía (3) es pensar que la solución de las aporías no consiste en
hacer tábula rasa de las opiniones discordantes previas y contrarias a las que yo sostengo, sino en reconocer que esas tesis opuestas de alguna manera tienen cierta razón de ser, es decir, que pueden justificarse a pesar de su aparente contradicción. Les leo un pasaje clave de la Ética Eudemia, Libro VII, Capítulo 2, 1235 b 13-‐18:
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“Asumamos pues la teoría que mejor pueda reproducir nuestras opiniones en la materia y resolver las aporías y contradicciones. Lo cual podrá ser si las opiniones contrarias (enantía dokoûnta) parecen tener un fundamento razonable, ya que tal teoría estará en absoluto de acuerdo con los hechos (phainoménois). Y al mismo tiempo sucederá que subsisten las posiciones contrarias si una de ellas es verdadera en un aspecto y no en el otro.” Uno podría decir que a veces arribamos a una contradicción razonable (como dice en
la Ética Eudemia, Libro VII, Capítulo 12, 1246 a 13). Ahí la solución es darse cuenta de que esas opiniones contrarias tienen razón de ser. Se trataría de una contradicción entre dos tesis que sería erróneo zanjar. Entonces, la solución a la aporía me está revelando una pluralidad de aspectos en la cosa misma y me está diciendo que, para captar el problema en su totalidad, tengo que evitar resolver el conflicto entre esas tesis en juego porque cada una, de alguna manera, comporta cierta verdad, o es verdadera en un aspecto y en otro no. La euporía, entonces, sería el reconocimiento de lo que hay de justificado en esas tesis contrarias, lo que hay de justificado en la aporía.
Vos podés estar investigando algo, recorrés las opiniones contrarias y descubrís que cada una, desde su lógica, tiene su razón de ser. Es lo que hace Hegel cuando lee Antígona y dice que allí hay dos lógicas en juego. Una es la lógica estatal que está encarnando Creonte al negarse a enterrar a Polinices por ser un traidor a la patria. La otra es la familiar o religiosa, encarnada en Antígona, que cree que siempre debe darse sepultura a todo ser humano. Cada una de estas lógicas tiene su razón de ser. En este caso, la euporía es reconocer lo justificado que hay en la aporía.
La cuarta euporía (4) sería que, en ciertos casos extremos, como en la cuestión del ser, la aporía parece muchas veces quedar sin solución definitiva y requiere una indagación incesantemente renovada. A veces, como en la cuestión acerca del ser, todo pasa por reformular, de una manera cada vez más precisa, la pregunta. Cuando Aristóteles se refiere en el Libro VII, Capítulo 1 de la Metafísica a la indagación acerca del ser, dice:
“Conque la cuestión que se está indagando desde antiguo y ahora y siempre, y que siempre resulta aporética, qué es ‘lo que es’.” Esta pregunta es de ayer, hoy y siempre. Es una pregunta que siempre resulta
aporética, con lo cual, a pesar de los progresos parciales, es una cuestión a la volvemos indefinidamente, como un eterno retorno. Por eso, muchas veces, la euporía es una manera de volver a la aporía, de volver a plantear la pregunta mejor formulada. Hay un carácter cíclico en este cuarto punto en relación al método diaporemático, que vamos a terminar de ver el jueves que viene.
Si vos creés que por el hecho de que el problema no quede del todo zanjado eso no implica un avance, entonces deberías descartar este sentido. En ese caso, la historia de la filosofía sería una historia infructuosa, porque de Parménides a Badiou el problema es el problema del ser. Si lo entendemos así y seguimos hablando en el siglo XXI, en El ser y el acontecimiento de Badiou de la cuestión del ser, algo que planteó o tematizó Parménides en su poema en el siglo VI a.C., entonces esta historia no tiene ningún sentido. Pero no; lo
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interesante es que acá se juega el sentido fundamental. Aristóteles nos está diciendo que el problema o la pregunta por el ser es de antes, de ahora y de siempre. Ese arco que va desde la filosofía antigua hasta la filosofía contemporánea gira entorno al problema del ser.
Entonces, en relación a ese problema, uno podría decir que, a pesar de los progresos parciales que podamos tener –porque Aristóteles va a tener una posición acerca del ser; no es que no dice nada-‐, siempre hay aspectos que se nos escapan y por eso siempre se necesita que aparezca otro pensador y “mate” al anterior y construya algo propio. La historia de la filosofía siempre es una historia de parricidios. Así como Platón “mató” al “padre” Parménides en el Sofista, Aristóteles tuvo que “matar” a Platón. Entonces, a pesar de esos progresos parciales, siempre va a ser una cuestión infinitamente tratada. Pasa lo mismo con la cuestión de la felicidad, con el problema del sentido de la vida, etc. En términos kantianos, Dios, alma y mundo son las ideas trascendentales de la razón, los objetos metafísicos por excelencia en torno a los cuales gira la razón, pero que en términos estrictos nunca vamos a poder conocer, en el sentido de que son ideas que implican trascender el campo de la experiencia. Pero aunque no podamos conocerlas, podemos –nos dice Kant-‐ al menos pensarlas.
Esas grandes ideas metafísicas son problemas que implican una suerte de eterno retorno, de carácter cíclico de la cuestión, en donde nunca podemos terminar de descansar completamente sobre una euporía. Por el contrario, quizás lo más interesante es pensar que este cuarto sentido de euporía implica una profundización de las soluciones parciales. Es como si Aristóteles recogiera lo que se dijo antes y lo profundizara. Lo que siempre hace Aristóteles, en esa posición privilegiada que tiene, es clasificar los sentidos que quizás otros abrieron y hacer una profundización, que puede ofrecer algo nuevo, pero que tampoco cierra el tema. Por ejemplo, Aristóteles dice que las categorías son diez, pero después va a venir Kant y va a decir que son doce, por supuesto en otro marco y salvando las distancias.
Lo que quiero marcar es que la de la filosofía es una historia en red en la que estamos todo el tiempo complementándonos. En un punto, la euporía me está llevando a una reformulación del problema. En este sentido, la euporía implicaría una dificultad reformulada, una nueva perspectiva en torno a la misma cuestión.
Euporía Aporía Esto es lo que me parece genial de la historia de la filosofía. Y, en este sentido, se
puede ver –como dice Pierre Aubenque-‐ cierto carácter cíclico o circular del método diaporemático. Y este es el sentido que yo le encuentro a esa frase del poema de Parménides, del fragmento 5, cuando la diosa le dice: “es común para mí donde comience, pues allí mismo volveré nuevamente.” En este movimiento se juega la historia de la filosofía.
Y esto es lo que se puede iluminar en ese arco que va de Parménides a Heidegger. Justamente Heidegger empieza Ser y Tiempo con un epígrafe del Sofista de Platón y marcando la necesidad de reformular la pregunta por el ser. Todo ese tratado es la construcción y reformulación adecuada de esa pregunta. O sea que, en relación al problema del ser, uno podría decir que cerrar la aporía definitivamente –si es que se pudiera-‐ sería acabar con la filosofía misma.
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Entonces, como conclusión de este tema que vimos la clase pasada, yo destacaría este operar, que a veces recae en un círculo, propio del método diaporemático; este carácter circular y no directamente progresivo; o sí, si entendemos por ‘progreso’ avanzar reformulando una misma cuestión.
Uno puede ver, en los distintos pasajes que trabajamos, que las respuestas de Aristóteles son muchas veces, y yo diría que con frecuencia, respuestas cuestionadoras; o sea, son respuestas que plantean nuevas aporías respecto de la cuestión que está tratando. Pero son nuevas aporías, que son diferentes a las del punto de partida, porque implican una forma más elaborada y más clara de plantear la cuestión.
Les quiero leer un pasaje para que vean cómo muchas veces, cuando uno lee a Aristóteles, donde creía resuelta la aporía, la euporía da lugar a una nueva aporía. En Ética Nicomaquea, Libro I, capítulo 5, 1097 a 24 dice: “A fuerza de progresar, nuestro razonamiento vuelve al mismo punto.” Y eso no es algo desfavorable, porque ese volver al mismo punto implica una reformulación que da una perspectiva nueva acerca del problema. El texto de Metafísica III, 1, después de formular los pasos del método y las catorce aporías, termina diciendo:
“Desde luego, en relación con todas estas cuestiones no sólo es difícil hallar las salidas verdaderas, sino que tampoco es fácil desplegar las aporías razonando adecuadamente.” Entonces, de estas catorce aporías que planteó y que va a tratar de desarrollar a lo
largo de este tratado, no sólo es difícil hallar las euporías sino que quizás nos tengamos que contentar con poder desplegar las aporías razonando adecuadamente. Con eso, ya algo ganamos. Por eso digo que no siempre la euporía, y sobre todo en cuestiones metafísicas, es darle la solución definitiva al asunto.
En el Protréptico, que es un texto exotérico, es decir, destinado a la publicación, y del que sólo se conservan fragmentos, en el fragmento 2 d, dice:
“Efectivamente, si existe la filosofía, estamos obligados a filosofar sin ninguna duda, puesto que existe. Y si no existe, también en esa circunstancia estamos obligados a investigar por qué no existe la filosofía; pero, al investigar, filosofamos, puesto que la investigación es causa de la filosofía.” Acá lo que encontramos es que el filosofar, al fin y al cabo, es sinónimo o equivalente
a la investigación misma, a la indagación misma. Filosofar es básicamente esta pura indagación, este buscar, esta problematicidad o esta aporeticidad, que vive o existe gracias a que constantemente se cuestiona. Esto es lo que estamos haciendo. Por eso me parece que, si aplicamos esto al campo filosófico, muchas veces uno puede saber dónde comienza la aporía o la dificultad, pero no siempre sabemos dónde terminamos (como cuando empezamos esta carrera). Y a veces lo interesante también es ver cómo una presunta solución, una euporía, es puesta en tela de juicio por una aporía nueva.
Podemos pensar que lo que nos está diciendo Aristóteles en este cuarto sentido de euporía que estamos tematizando es que la filosofía es un esfuerzo. A mí me hacer acordar
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al pasaje del Menón en el que Sócrates dice que la reminiscencia es un esfuerzo, es un buscar e indagar constante. Esto da la pauta, sobre todo para iluminar aquel pasaje de los leños del Fedón, de que la reminiscencia no es algo abierto para todos, sino que implica una indagación constante en busca, en términos del Menón, del aitías logismós. Entonces, la filosofía es este esfuerzo laborioso, constante, colectivo en busca de ese télos, que es la verdad, que está ahí y que es lo que justifica toda la búsqueda; es el ideal regulativo que justifica toda la búsqueda.
En Metafísica III, 1, 1076 a 10-‐16 dice: “(…) hemos de comenzar considerando las cosas que han sido dichas por otros a fin de que, si exponen algo erróneamente, no seamos nosotros reos de los mismos errores, y si compartimos con ellos alguna doctrina, a título particular no nos disgustemos por ello. Suficiente es, en efecto, si uno alcanza a explicar unas cosas mejor y otras no peor”. Este esfuerzo colectivo que es la filosofía implica un esfuerzo donde uno debe
mostrarse satisfecho de razonar sobre ciertas cuestiones mejor que sus predecesores y sobre otras no razonar peor. Los diálogos platónicos, sobre todo los diálogos aporéticos, también pueden bajo esta luz.