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1. EL CONTEXTO SOCIAL DEL BIBLIOTECARIO PROFESIONAL 1.1 ANTECEDENTES Para muchos estudiosos de nuestra especialidad, el quehacer biblioteconómico 1 tiene antecedentes de milenarios, pues ha mantenido siempre como eje central el tratamiento de los documentos, aplicando técnicas para el almacenamiento, procesamiento y diseminación de la información, 2 y esto, en efecto, es verdad, pues sí consultamos cualquier documento que se refiera a este tema nos podemos percatar que nuestra profesión se remonta hasta antes de la era cristiana, más específicamente entre el año 4500 A. de C., cuando el pueblo de Mesopotamía creó las tablillas de arcilla con claros indicios del empleo de estrategias de clasificación y catalogación. De acuerdo con esto, Rodríguez Gallardo subraya: “El encargado de custodiar las tablillas fungía como bibliotecario y [...] generalmente era un sacerdote de alta jerarquía, que debía conocer los contenidos, la ubicación y la clasificación de los documentos resguardados[...], los bibliotecarios de esos tiempos debieron dominar varios sistemas de escritura, entre ellos el jeroglífico y el cuneiforme'' 3 De tal modo, se puede señalar que el origen del oficio de bibliotecario pudo haber estado validado en circunstancias empíricas que se fueron conformando para la creación de oficio; es decir, el oficio mismo de bibliotecario se fue desarrollando como una práctica experta como resultado de un proceso de asimilación de rutinas, sin disponer aún de una teoría que sustentara el proceso. Así, los aspectos prácticos de la actividad bibliotecarias, tuvieron mayor importancia 1 Para fines de esta investigación deseo precisar que los términos bibliotecónomo y bibliotecólogo, bibliotecario profesional, profesional de la biblioteconomía, así como el todos aquellos profesionales que se encuentran inmersos dentro de esta área se utilizara indistintamente a lo largo de esta investigación con la reserva de que, apelando a Enrique Molina Campos en su libro Teoría de la Biblioteconomía, tiende más a hablar de biblioteconomía y por lo mismo de bibliotecónomo; pero a su vez, Emilia Curras, en su libro ''La información en sus nuevos aspectos'', utiliza más el término bibliotecología, y con ello bibliotecólogo. Aunque ambas posturas tienden a posicionar una visión con su argumentación respectiva, cabe señalar que si bien ambas definiciones se utilizan en diversos documentos especializados, se hace merecedora una investigación en relación a estos términos, no obstante que, en esencia, ambos desarrollan las mismas actividades profesionales; por lo que también, en el desarrollo del presente documento, no será extraño encontrar el término de bibliotecario profesional, para así también designar al bibliotecólogo y bibliotecónomo. 2 AGUILAR POBLACIÓN, Dinah. “Ciencias de la información”. Nuevas perspectivas para la milenaria profesión del Bibliotecario. Ciencias de la información. Vol. 25, No.3, septiembre, 1994, p. 118 3 RODRIGUEZ GALLARDO, Adolfo. Formación humanística del bibliotecólogo: hacia su recuperación. México: UNAM, CUIB, 2001. P.6 1

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1. EL CONTEXTO SOCIAL DEL BIBLIOTECARIO PROFESIONAL

1.1 ANTECEDENTES

Para muchos estudiosos de nuestra especialidad, el quehacer biblioteconómico1 tiene

antecedentes de milenarios, pues ha mantenido siempre como eje central el tratamiento de los

documentos, aplicando técnicas para el almacenamiento, procesamiento y diseminación de la

información,2 y esto, en efecto, es verdad, pues sí consultamos cualquier documento que se

refiera a este tema nos podemos percatar que nuestra profesión se remonta hasta antes de la era

cristiana, más específicamente entre el año 4500 A. de C., cuando el pueblo de Mesopotamía creó

las tablillas de arcilla con claros indicios del empleo de estrategias de clasificación y

catalogación. De acuerdo con esto, Rodríguez Gallardo subraya:

“El encargado de custodiar las tablillas fungía como bibliotecario y [...]

generalmente era un sacerdote de alta jerarquía, que debía conocer los

contenidos, la ubicación y la clasificación de los documentos

resguardados[...], los bibliotecarios de esos tiempos debieron dominar

varios sistemas de escritura, entre ellos el jeroglífico y el cuneiforme''3

De tal modo, se puede señalar que el origen del oficio de bibliotecario pudo haber estado

validado en circunstancias empíricas que se fueron conformando para la creación de oficio; es

decir, el oficio mismo de bibliotecario se fue desarrollando como una práctica experta como

resultado de un proceso de asimilación de rutinas, sin disponer aún de una teoría que sustentara

el proceso. Así, los aspectos prácticos de la actividad bibliotecarias, tuvieron mayor importancia 1Para fines de esta investigación deseo precisar que los términos bibliotecónomo y bibliotecólogo, bibliotecario profesional, profesional de la biblioteconomía, así como el todos aquellos profesionales que se encuentran inmersos dentro de esta área se utilizara indistintamente a lo largo de esta investigación con la reserva de que, apelando a Enrique Molina Campos en su libro Teoría de la Biblioteconomía, tiende más a hablar de biblioteconomía y por lo mismo de bibliotecónomo; pero a su vez, Emilia Curras, en su libro ''La información en sus nuevos aspectos'', utiliza más el término bibliotecología, y con ello bibliotecólogo. Aunque ambas posturas tienden a posicionar una visión con su argumentación respectiva, cabe señalar que si bien ambas definiciones se utilizan en diversos documentos especializados, se hace merecedora una investigación en relación a estos términos, no obstante que, en esencia, ambos desarrollan las mismas actividades profesionales; por lo que también, en el desarrollo del presente documento, no será extraño encontrar el término de bibliotecario profesional, para así también designar al bibliotecólogo y bibliotecónomo. 2 AGUILAR POBLACIÓN, Dinah. “Ciencias de la información”. Nuevas perspectivas para la milenaria profesión del Bibliotecario. Ciencias de la información. Vol. 25, No.3, septiembre, 1994, p. 118 3 RODRIGUEZ GALLARDO, Adolfo. Formación humanística del bibliotecólogo: hacia su recuperación. México: UNAM, CUIB, 2001. P.6

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y atención, invalidando con ello la creación de la interpretación y la explicación científica4,

aunque también la ausencia de una formación para la ejecución de un oficio bibliotecario.

Posterior a la época de Mesopotamía, el antiguo Egipto también mostró gran interés en el

desarrollo de bibliotecas y archivos, tan es así que la formación bibliotecaria tuvo gran relevancia

en esa civilización; esta incipiente actividad era ejecutada por los escribas, a quienes se instruían

para hacerse cargo de lo que se podría considerar como biblioteca.5 Además, esos personajes

tenían participación en otras áreas del conocimiento, de ahí que se pueda deducir que el rasgo de

erudición comienza a hacerse presente en aquellos que aspiraban a ocupar el cargo de

bibliotecario.

En estos dos ejemplos que hemos mostrado, sobre la característica milenaria de nuestra profesión,

se subraya la fuerte inclinación de estas civilizaciones por la conservación de conocimientos, el

atesoramiento de su cultura, y, por qué no, la divulgación de la misma. Resultaría erróneo pasar

por alto que el lenguaje y la escritura impresa en distintos soportes ha recorrido desde las cuerdas

trenzadas empleadas por los chinos, antes del invento de la escritura. En un principio la escritura

propiamente dicha es figurativa, pictográfica o jeroglífica, ésta es una representación figurada de

los objetos y las ideas. La necesidad de preservar el conocimiento generó la necesidad de

establecer un espacio exclusivo para dicho fin: el archivo y la biblioteca. Por eso resulta

interesante apreciar cómo, desde el antiguo Egipto, se empiezan a atender los aspectos formativos

que exigía el oficio del bibliotecario y, consecuentemente, se comienza a delinear la importancia

que adquiría ese cargo.

La civilización Griega es otra gran muestra donde el conocimiento se distingue como un recurso

impostergable y digno de conservarse y transmitirse; por lo que la creación de bibliotecas en esa

civilización se convierte en un sello distintivo que enaltece todavía más a esa cultura. Micénas,

Pilos, Alejandría, Serapeum, entre otras, nos sirven de referencia para señalar que en esos lugares

la presencia del bibliotecario encontró acomodo, y dónde se destaca la exigencia de personal

instruido. 4 TORRE GAMBOA, Miguel de la y Benigno Benavides Martínez.[et. al.]. Sociología y profesión. México: UANL, 2000, p. 79 5RODRIGUEZ GALLARDO. Op cit. Nota no. 3 p.7

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Calímaco de Sirene, es un vivo ejemplo de la ejecución de un oficio con tintes apegados al orden.

La compilación de un catálogo de la biblioteca de Alejandría, el precedente de una clasificación,

así como el manejo administrativo de la misma, lo convierte en parte importante de la historia de

la bibliotecología. Por estos ejemplos es evidente que la participación destacada de aquellos que

eran asignados como bibliotecarios no pasa desapercibido y su papel fue determinante en la

preservación de la cultura griega.

Para muchos de nosotros no es ajeno considerar que la cultura Romana retomó mucho de los

legados culturales griegos, y entre ellos los correspondientes a los espacios en donde se

preservaba y difundía el conocimiento. Un ejemplo concreto de lo anterior, es el siguiente caso,

donde el mayor compilador de libros (constituido por rollos) de la época, fue Aristóteles, cuya

biblioteca aumentada por sus continuadores en Elíseo, sería más tarde llevada a Roma.6

En la misma Roma republicana existieron numerosas bibliotecas particulares, y más adelante

públicas; la Octaviana, la Palestina, la Ulpia, son algunas de las más de veinte bibliotecas

comunitarias, además de que en los territorios dominados por Roma se tenía al menos una de

ellas.7 De nueva cuenta podemos sospechar que los responsables de las bibliotecas en la

civilización romana, no eran un personal improvisado, aunque ciertamente con lo retomado de la

civilización griega podemos ser categóricos al señalar que una de sus principales cualidades para

ejercer el oficio de bibliotecario era el orden y la erudición. O dicho en forma más sencilla, los

bibliotecarios dependían de niveles de conocimiento preciso para ser los responsables de la

memoria cultural, y también, como en Grecia, no es raro suponer que eran objetos de una

preparación y una disciplina que cada vez era más puntual en los requisitos de estos sujetos.

Durante la Edad Media, el confinamiento de la cultura en los conventos volvió nada accesible

esta información a la gente común, por lo que en función de esta característica se le ha llamado a

la época: oscurantista. En ella, la generalidad de las bibliotecas se encontraban asignadas a los

conventos y los miembros de órdenes religiosas, eruditos, seglares y clérigos, que fueron los

6 Enciclopedia Hispánica. Vol.3. México. Barsa, 2001 pp.14 7 Ibid p.15

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responsables de la mencionada custodia, además de iniciar la formación de catálogos y la

compilación de bibliografías.8

En una época donde las monarquías y la iglesia representaron la imagen y el ejercicio del poder,

nos obliga a señalar que las bibliotecas se crearon por emperadores como Juliano y Justino, que

son prueba de esto, así como Carlos V y el rey de Francia (San Luis 1226-1278).A su vez, en los

países Islámicos, se destacaron las bibliotecas de Bagdad, el Cairo y Basora. En ocasiones, las

órdenes monásticas formaron desde el momento de su creación sus respectivas bibliotecas, pues

resultaban indispensables para la vida espiritual de los monjes. El trabajo de copista, la

elaboración de catálogos, la conservación material de los documentos y, por supuesto, la férrea

custodia de los mismos, figuraron como actividad más sustantiva que los bibliotecarios clericales

ejecutaban con mayor frecuencia.

Relacionado con sus actividades, se impone a los monjes de los conventos -que deseaban ser

bibliotecarios-, una serie de aptitudes que se solicitaban de ellos, como lo serian la erudición, la

meticulosidad, un gran amor ferviente a los documentos y el ser célibe. Su celosa custodia de los

libros tenía que ir de la mano con su habilidad como copista9 y con cierto bagaje cultural como

resultado de numerosas lecturas; aunque, claro, existían las excepciones, como lo refiere

Rodríguez Gallardo:

“Notable grupo de iluminadores y copistas, los cuales no

necesariamente debían saber leer y escribir pues su trabajo era

reproducir y dar color a los escritos [pero en esencia] la mayoría de los

bibliotecarios de esa época provenían de familias nobles o eran

estudiantes destacados de la universidad.”10

Podemos decir con certeza que el oficio de bibliotecario adquiere unas características que a

futuro volverán a resurgir como rasgos esenciales en nuestra profesión: su bagaje cultural y su

8 LICEA DE ARENAS, Judith. “El perfil del bibliotecólogo”. Revista Patria. Vol. 1 No. 3 febrero, 1987, pp. 9-10 9 Aunque los copistas no siempre eran eruditos, su habilidad en la transcripción no era garantía que fueran ciertamente sabios, sino tan sólo diestros. Para mayor información al respecto se recomienda consultar a MANUEL SERRANO, Mariana. Introducción al libro manuscrito, Madrid: Arco libros, 2001 p. 14 10 RODRIGUEZ GALLARDO Op. cit. Nota no. 3 p. 14-15

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inclinación a los libros. En ocasiones, al escribir sobre estos bibliotecarios de conventos, se suele

pasar por alto las condiciones a veces infrahumanas que tenían las bibliotecas donde laboraban,

pues vale destacar que la falta de energía eléctrica complicaba la iluminación, así como la falta de

ventilación que impedía expulsar el humo de las velas consumidas. Aunado a esto, la

acumulación de polvo y humedad en sus documentos sientan el precedente de las enfermedades

laborales provocadas por las condiciones físicas e higiénicas del lugar, y para aquel entonces, los

bibliotecarios de dichos recintos no estuvieron al margen de ellas. Pese a todo, es admirable el

protagonismo de esos personajes en una época dónde las bibliotecas se vuelven elitistas y poco

visibles para las mayorías.

El rescate de las ideas y los textos grecolatinos, cifra la enorme característica que distinguió el

Renacimiento. Corresponde a Italia el inició de éste movimiento cultural; en este país, los

intelectuales italianos formaron enormes colecciones de libros tomando como ejemplo a Petrarca,

pero además, los propios Estados renacentistas asumieron la creación de grandes bibliotecas. Las

bibliotecas universitarias, así como las colecciones privadas de bibliófilos italianos, alcanzaron su

máxima expresión.

Entre las bibliotecas que más destacaron en el Renacimiento, figuran la Marciana, Laurenciana

(Italia), la Vaticana, la Biblioteca Real de Francia y la Biblioteca de El Escorial de España. En la

mayoría de estas bibliotecas ya destacaban la organización, catalogación y clasificación de sus

fondos documentales, además de que en ese mismo periodo la invención de los tipos móviles los

cuales facilitaron el acceso a los libros a través del enriquecimiento de las colecciones.

En lo referente al protagonismo del bibliotecario, resaltan aspectos donde, a diferencia de otra

profesión, la figura del bibliotecario cobró otros matices durante los años de 1400 D. C., pues a

semejanza del escriba egipcio que llegaba a altos niveles de la política y de la intelectualidad,

ahora los príncipes italianos otorgaban aquel cargo de bibliotecario a personas preparadas, cultas

y capaces de sugerir las obras que convendrían adquirir para sus bibliotecas personales.11

11 RODRIGUEZ GALLARDO Op. Cit. Nota no. 3 p. 16-17

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Además, el papel que desempeñaba el bibliotecario no sólo se reducía a las tareas bibliográficas

de selección, copiado, edición y otras funciones de la biblioteca, sino también ser el encargado de

las bibliotecas privadas, en donde se vinculaban a la vida cotidiana de la familia Real a la que

servía. Por esto mismo, empieza a advertirse la exigencia que va a ser constante a la posteridad,

en donde se vuelve a destacar que:

“El bibliotecario debe ser docto, de buen aspecto, de buen natural,

educado y de palabra buena y fácil; el cual debe tener el inventario de

todos los libros y mantener éstos ordenados y en su sitio, tanto los

latinos como los griegos, como los hebreos o cualquier otro que hubiera,

de suerte que se puede encontrar pronto el que quiera buscar. Ventilar

los libros junto con la estancia y mantenerla libre de polilla, insectos o

gusanos y de cualquier otra cosa nociva”12

A grandes rasgos se puede afirmar que en esta época el éxito no solo corresponde a las

bibliotecas sino también al oficio que empieza a desarrollarse maduramente, es por ello que el

bibliotecario tiene que apelar a una formación incipiente sobre el oficio y las actividades que

ejecuta en la biblioteca, pues la necesidad de conservar las ideas, testimonios y experiencias en el

tiempo y el espacio -además de preservar los testimonios que regulan la vida de la comunidad-, lo

conducen a descubrir que las funciones de la biblioteca despiertan actividades que originan un

oficio. A pesar de esto, el origen social del modo en que ejercieron su profesión, la concepción

que tuvieron de ésta y la imagen ante el público, pueden ser resumidos de la siguiente manera:

“Los bibliotecarios generalmente provenían de un grupo acomodado y

de un medio de estudios (académicos diríamos ahora), debían su

conocimiento a los jesuitas y dominaban el latín que les permitía un

activo equilibrio de ideas y de información y ver más allá de sus

fronteras[...], profesionalmente sus gustos eran sobre todo literarios[...],

en general ese bibliotecario hombre de letras era al mismo tiempo, a

12 ESCOLAR SOBRINO, Hipólito. Historia de las bibliotecas, biblioteca del libro. Madrid: FGSR : Pirámide, 1985. p. 213

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menudo, hombre de la iglesia y frecuentemente se contentaba con recibir

las órdenes que le permitirán permanecer en el sigilo.”13

Almacenar y conservar documentos, efectuar su organización y proporcionar el préstamo, o

custodiarlos, trazan las líneas de formación que los obligan no sólo a mantener las actividades

que realiza en la biblioteca, sino a mejorar continuamente las actividades y servicios, aunque

estos últimos fueron para una élite.

El inició de la formación bibliotecaria como tal, tuvo previamente una educación de naturaleza

pragmática y generalmente copiada de un maestro en el oficio hacia un aprendiz. La generación

de información impresa volvía necesario el adiestramiento para disponer de personal calificado

de acuerdo con las expectativas que se esperaban de él. El oficio de copista perduraba, pero ya no

con la trascendencia que mantenían en los conventos y monasterios, ahora se visualizaba como

un trabajo de corte artesanal y frecuentemente dirigido hacia el ornamento.

Sin duda la Revolución Industrial abandonó gradualmente muchos oficios para incorporar la

mano de obra a la incipiente industria que se estaba constituyendo. Aunque ciertamente el oficio

de bibliotecario permanencia, con la salvedad de que ahora necesitaba como requisito ineludible

para el ejercicio de sus actividades una formación certificada por alguna institución académica.

Con base en esta consideración se puede subrayar que el bibliotecario:

“Data del siglo XIX, época en que, los avances en el ámbito mundial se

despierta una intensa labor científica que transforma completamente las

condiciones del trabajo intelectual; la reforma en la enseñanza, y la

creación de institutos, la redacción de índices, la multiplicación de

publicaciones y, en consecuencia, la expansión de la producción

editorial [...] la proliferación del conocimiento planteo nuevos

problemas a la organización del conocimiento así como a la

13 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Rosa María. “El antes y el ahora de los directores de bibliotecas.” Libros de México. no.47 (abr.-jun. 1997). México: Cepromex, Caniem, 1997, pp. 35

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organización de los acervos y llegó a los primeros intentos de

organización bibliográfica”14

Así, la educación bibliotecaria inicia en Nápoles en 1816.15 Otro antecedente es que en Alemania

F. A., Erbert en 1820, escribió el manual titulado “La educación del bibliotecario” 16; en Francia,

la escuela de Chartes, en 1866, imparte un curso sobre el trabajo bibliotecario, matizado de

aspectos históricos y archivísticos, aunque escasamente en los conocimientos técnicos de la labor

bibliotecaria. La Biblioteca Nacional de Roma, en 1876, impartió un curso de adiestramiento. En

Estados Unidos, Melvil Dewey propone un programa sistemático de aprendizaje para los

bibliotecarios en 1879, y, para 1883, propone la creación de una escuela de biblioteconomía;

estableciéndose ésta en 1887 en Columbia College, una vez que Dewey fuera bibliotecario de

esta.17

Para 1906, se crea la Asociación de Bibliotecarios Franceses y un año después de su fundación se

comienza a publicar una revista. De acuerdo con estas consideraciones expresadas, no queda la

menor duda que la visión hacia las actividades que desarrolla el bibliotecario abandona

gradualmente el estatus de oficio, entendido éste como una serie de prácticas rutinarias y

operativas que no merecían formación alguna y que podían desempeñarse por un experto en los

aspectos prácticos o inmediatos de la actividad, y no en su interpretación y explicación

científicas.18 Lo que ahora se exigía, se vinculaba directamente con la naturaleza científica de las

actividades desarrolladas en las bibliotecas, planteando para ello una formación escolarizada y su

certificación formal. Charles Sustrac, refiere:

“El bibliotecario no es sabio: como bibliotecario no tiene trabajos

originales que realizar, ni siquiera debe contribuir a hacer progresar los

estudios sobre la historia del libro, de las bibliotecas o del papel

impreso, por más que esta ocupación sea muy recomendable para sus 14 TECUATL QUECHOL, María Graciela Martha. Los bibliotecarios del Distrito Federal: Un análisis social. México: El autor, 2000, pp. 2 Tesis (Mtro. en Bibliotecología) Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras 15 RODRIGUEZ GALLARDO, Op. cit. Nota no. 3 p.17 16 WINGER, Howard. “Aspects of librarianship: a trace work of history”. Seven questions about the profession of librarianship. Chicago: University of Chicago Press, 1962. p. 29 17 Ibid. p.33 18 TORRE GAMBOA, Op. cit. Nota no. 4 p. 79

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horas de trabajo personal. El bibliotecario sólo debe poner su saber a

disposición del lector para evitar a éste los más posibles tanteos y

pérdida de tiempo [...] tampoco es pues un hombre de letras ni un

educador, ni un historiador, ni un filósofo, ni un sociólogo [...]; es

sencillamente el auxiliar de la ciencia, de la historia, del arte, en una

palabra, de toda forma de actividad humana en la medida en que esta

tenga necesidad del libro a su servicio.”19

Con todo y la severidad que caracteriza este argumento, se destaca la ruptura del bibliotecario

clásico y el bibliotecario moderno de principios del siglo XX. De lo cual Delgado López-Cozar

asevera:

“La figura profesional del bibliotecario nace simultáneamente a la del

archivero; su quehacer profesional se oficializa, por lo que el Estado no

tendrá más remedio que institucionalizar la nueva profesión, pues la

necesidad social a la que sirve se hace ineludible a la que sirve se hace

ineludible.”20

A partir de este momento y hasta la actualidad, el crecimiento de la información, la proliferación

de instituciones de educación superior en donde se establece la especialidad, así como la

multiplicación de bibliotecas, centros de documentación y otros espacios que hacen alusión a la

presencia del bibliotecario profesional, nos dejan ver claramente que el reconocimiento de

nuestra profesión data de muchos años atrás, pero que no es sino hasta el siglo XX cuando

adquiere el rango de profesión, y con esto, un compromiso con la sociedad que lo aceptó dentro

del abanico de profesiones por medio de las cuales asistirse. En consideración de estas visiones,

se advertía:

“El bibliotecario ya no es ni un artesano habilidoso, ni un erudito

pedagogo: es un técnico de la comunicación entre [...] documentos y

lectores y también técnico de los sistemas bibliotecarios y redes

19 CHARTIER, Ann-Marie y Jean Hebrard. Diseño sobre la lectura (1800 – 1980). Barcelona: Gedisa, 1994, p. 153 20 DELGADO LÓPEZ-COZAR, Emilio. La investigación en biblioteconomía e investigación. Gijón: Trea, 2002, p. 29

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bibliográficas, es un especialista de procedimientos de mediación

catalográfica y bibliográfica.”21

La evolución que ha tenido el bibliotecario hasta entonces no es resultado de las circunstancias

fortuitas sino de una serie de modificaciones que han dado pauta para que sus actividades sean

reconocidas como necesarias en una sociedad moderna. De tal manera que la aseveración hecha

por Enrique Molina, descansa en la fundamentación de un trabajo que precisa de un cuerpo de

conocimientos y habilidades para reiterar la superación de la figura romántica del bibliotecario

hasta alcanzar la visión de un profesional que asume prácticas que rebasan el oficio. De este

modo, y frente al panorama que se abría:

“Las ideas democráticas de compartir la riqueza de las bibliotecas y

ponerlas a disposición de todos y no de solo una pequeña minoría,

surge, al lado del bibliotecónomo erudito, el bibliotecario educador,

que considera a la biblioteca como un medio para apoyar a la

educación de pueblo y él mismo se convierte en un guía del público

lector. Está nueva visión, es decir, las necesidades de información del

usuario [...], como fin esencial y razón de ser de las bibliotecas, se

consolida en el siglo XX”22

En una época de convulsiones sociales, como lo es el siglo XX, da oportunidad para a que las

necesidades y expectativas de la biblioteconomía como profesión, encuentre blanco de atención

en la sociedad a la cual darle cobertura; la educación, la industria y los servicios, son algunos de

los ámbitos donde la profesión desarrolló sus actividades con pleno conocimiento de satisfacer

las necesidades para las que fue establecida. Podemos decir entonces que el desarrollo de la

profesión en el siglo XX corre paralelo al crecimiento de las unidades de información, donde

estas últimas asumen un protagonismo cuya visión se inserta en un espectro social al cual hay que

atender.

21 MOLINA, Enrique. Teoría de la biblioteconomía. Granada: Universidad de Granada, 1995. p. 26 22 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Op. Cit. Nota no. 13 p. 411-412

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Bajo esta perspectiva no quedaba otra opción que oficializar profesiones como la nuestra, ya que

la necesidad social a la que sirve se vuelve ineludible. Pero, también, como se señala en alguna

línea de este apartado, obliga a que el cuerpo de conocimientos en el cual se encuentra soportada

la práctica bibliotecaria sea sometida a una revisión con la intención de fortalecer a la disciplina

encargada de la organización, administración y gestión de información; organizando sus

fundamentos en torno a los conceptos de adquisición, tratamiento, almacenamiento y acceso al

documento.23

A la postre, no solo se consolida la figura del profesional sino también nacen otras instancias

como son las instituciones y las Asociaciones Profesionales, que son signo evidente de la

existencia social de un colectivo profesional. Dentro de todo esto, no podemos dejar de lado la

manera en que el Estado asumen nuevas funciones políticas, sociales y culturales, y su entramado

administrativo se extiende y se hace más complejo; es aquí, en este escenario, cuando la

actuación y la toma de decisiones del Estado comienza a depender de la buena gestión y

organización de la producción documental, es decir, la información se convierte en una fuente

ineludible y por lo tanto debe ser organizada.

De acuerdo con esto, se presenta la necesidad de la realización de un control bibliográfico y el

consecuente acceso al documento; ahora no se siente tanto la necesidad de producir documentos,

lo cual ya estaba asegurado, sino buscar usuarios, permitir que estos accedan a la información que

necesitan. Lo cierto es que en el siglo XX, el libro ya no es el único medio de registrar

información y gradualmente aparecen otros soportes documentales que fijan imágenes y sonidos.

Ante esto, el crecimiento en la producción de documentos se multiplica, se diversifica pero

también se especializa rebasando así la capacidad de adquisición de las unidades de información.

Por las connotaciones que toma el fenómeno de la información, la figura del profesional de la

biblioteconomía se hace más necesaria; las funciones y prácticas propias de su profesión,

igualmente se someten a una revisión que rebasa las visiones tradicionales que la caracterizan,

sin que con esto se intente afirmar que se abandonen completamente y sean desechadas; más

bien, lo que se pretende con dicha revisión, es adecuarla a los procesos cambiantes que se

23 DELGADO LÓPEZ-COZAR, Emilio. Op. Cit. Nota no. 20 p. 29 - 30

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plantean, tanto en la información como en la sociedad misma. En este sentido, la profesión

igualmente se diversifica y especializa, pues ahora no se trata exclusivamente de entender las

necesidades de información de los usuarios a partir de los libros sino de los distintos soportes

documentales que no solo son impresos sino electrónicos. En ésta misma dinámica aparecen otros

centros de información que se añaden a las bibliotecas y provocan que se adapte nuestra

profesión a los ritmos de una especialización. Adicionalmente, las tecnologías de la información -

especialmente la informática-, vienen a revolucionar el concepto de información al aumentar la

capacidad de almacenamiento y de transmisión. De lo cual, Delgado López menciona:

“La información puede ser conservada, tratada, almacenada,

recuperada y difundida automáticamente con las redes informáticas y

especialmente con la red de redes (INTERNET) la información fluye

libremente y llega a los más recónditos lugares del planeta. La

información se produce y se consume instantaneamente”.24

La aplicación de estas tecnologías, como necesidad, transforma radicalmente el entorno material

y técnico en el que se desenvolvía la profesión bibliotecaria, lo que estimula la diversificación de

actividades, pero también se produce una crisis de identidad en la misma. Contrariamente a lo

que se pudiera suponer con respecto a esta crisis, la profesión del bibliotecario asimila la noción

de automatización, servicio, información técnica y científica, configurando así una nueva imagen

de su profesión que en similar medida impacta en su formación profesional, la cual en

determinado momento se basó en prácticas rutinarias y poco vislumbró el futuro inmediato que se

presenta ya. En suma, los antecedentes de la profesión bibliotecaria nos dan cuenta de un

continuo proceso de transformación y adaptación que difícilmente han podido dejar al margen las

actividades profesionales del bibliotecario, que si bien empiezan a ser reconocidas socialmente a

finales del siglo XIX, no es sino hasta el siglo siguiente cuando la oficialización de sus

actividades aceptan que su estatus precisa consolidarse como profesión, más allá del mero oficio;

cabe reconocer que su evolución hasta el sitio privilegiado de profesión, fue lenta; pero esto no

obsta para advertir que los pasos dados se caracterizan por ser sólidos y seguros.

24 Ibid. p. 31

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En nuestro país, el origen, desarrollo y evolución del profesional de la biblioteconomía no se

mantienen al mismo nivel de evolución como operó en otros países, pues fue hasta la década de

los cuarenta en que comenzó a advertirse la necesidad social de esta profesión, al crear escuelas

que formaran especialistas que atendieran las necesidades de información de la sociedad en su

conjunto, a través de las bibliotecas. Las condiciones económicas, políticas y sociales de alguna

manera han sido determinantes en el desarrollo de la profesión y, sin embargo, la presencia de la

profesión puede constatarse en las décadas que van del setenta al noventa, cuando la necesidad

del uso de la información en diversos espacios sociales y productivos, e incluso en el mismo

Estado, hicieron posible que la profesión obtuviera connotaciones relevantes.

Esto puede demostrarse de igual manera con la fundación de escuelas que impartían la

especialidad, la creación de asociaciones profesionales y la multiplicación de unidades de

información que reconocen la labor profesional de nuestros especialistas. No podemos olvidar, a

su vez, que la crisis de identidad que apareció en otros países con el concepto de tecnologías de la

información, se presentó también en el nuestro, pero se le afrontó con las medidas más adecuadas

para fortalecer a la misma profesión.

Cuando escuchamos el término profesión, inmediatamente entendemos que se refiere a la

preparación que recibe un sujeto que lo hace diestro en alguna actividad por medio de un cuerpo

de conocimientos teóricos que validan su ejercicio, y que además garantiza esa formación y

practica profesional a través de un documento oficial que así lo certifica. Si bien esa es una

primera percepción que nos orienta sobre el significado de profesión, cabe subrayar que éste

término -como objeto de análisis- encuentra líneas de explicación en áreas de conocimiento que

son puntuales para ello: la antropología, la economía, la administración, el derecho, la sociología

y la educación, son algunas de las dimensiones del conocimiento especializado en los cuales se le

analiza, según los propósitos que se desean esclarecer sobre el mismo.

Por esto, no resulta fácil comprender que en ocasiones se afirme y explique el concepto de

profesión de manera general, sin dar detalle del área de conocimiento desde la cual se está

tratando; lo peor del caso, es que se llega a términos absolutos en donde no se permiten mayores

explicaciones a este respecto, o también, se generaliza la profesión a partir de una definición

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enciclopédica, sin profundizar en el contenido mismo que se encierra conceptualmente. Para fines

de la presente investigación, el concepto de profesión se visualiza desde el enfoque sociológico.

Ya en líneas anteriores se dio cuenta que la ruptura entre oficio y profesión, en nuestra

especialidad, tuvo lugar en el siglo XIX, en donde las apreciaciones tradicionales de las

actividades que desarrollaban en bibliotecas ya no correspondían con la visión moderna que traía

consigo la revolución industrial. En un inicio el oficio bibliotecario era una práctica experta que

fue resultado de un proceso, y quien desempeñaba este oficio era un experto en los procesos

prácticos o inmediatos de la actividad, pero no así en su interpretación y explicación científica,

sin ningún crédito académico que avalara su formación.25

En la antigüedad, pero sobre todo en la Edad Media, podemos observar que en las bibliotecas

aparecían oficiales y aprendices, y no eran otra cosa sino individuos adiestrados y en cierta

manera certificados por las corporaciones y gremios de oficiales, los cuales mantenían un

monopolio exclusivo sobre la actividad en que estas personas se especializaban. Este

adiestramiento se ajustaba a un modelo de instrucción y reivindicaban el monopolio exclusivo

sobre la actividad que en ese momento era específica de una corporación, la cual no era otra sino

enseñar. Pero a diferencia de los oficios, entendidos como actividad experta en un campo

económico determinado y de la que no siempre es posible establecer el proceso en que se han

adquirido las habilidades correspondientes, las profesiones modernas:

“Además de ser el resultado de un proceso de formación escolarizado y de

tener una certificación formal, se distinguen por apoyarse por completo en

la explicación teórica; esto es, en la visión científico-técnica de los

fenómenos y procesos en que se involucra el profesional”26

En la cita anterior destacan tres rasgos esenciales que tipifican a cualquier profesión; uno de ellos

es la formación, la otra es la certificación, y por último, la visión científica de los fenómenos y

proceso. Estos tres rasgos denotan una ruptura concreta con relación al oficio, y posicionan a la

25 TORRE GAMBOA, Op. cit. Nota no. 4 p. 79 26 Ibid.

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profesión no solamente en un lugar de privilegio sino como una categoría cuyo status exige

avanzar a niveles superiores que no son contemplados en el oficio.

La profesión entonces va a distinguir a sus productos -profesionales- de otros actores y otras

prácticas sociales presentándolos como un modo distinto de intervención en los procesos de la

sociedad. Esta se distingue de los otros actores sociales puesto que puede reconocerse por el

papel de gran prestigio técnico y político que juega en un país. De alguna manera se considera

también que las profesiones son el mayor nivel del logro educativo al que puede aspirar un

individuo en la sociedad, y por ello, la obtención de un certificado profesional es la meta que

debe estar en al mente de cualquier ser humano; lográndola, se obtendrá también el prestigio

social, el acceso a los servicios, los ingresos económicos, el poder de decisión etc. No obstante

esto se deduce que la profesión es:

“Un universo de fenómenos y procesos que forman parte de un saber y

un hacer especializados en un campo de fenómenos sociales o naturales

concretos; un saber especializado de carácter teórico-formal y técnico-

ocupacional, objetivado en una serie de prácticas de determinados

sujetos[...], se puede identificar como institución social[...], como una

forma establecida de una practica social.”27

27 Ibid. p. 86

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1.2 LA DISCIPLINA

Uno de los aspectos más interesantes que sostienen a una profesión o especialidad, es el conjunto

de conocimientos teóricos que disciplinarmente la van a hacer objetiva y distinta de otro cuerpo

de conocimientos. El hablar de disciplina, nos refiere específicamente a un cuerpo científico

donde, más allá de conocimientos y prácticas acumuladas, se pretende dar explicación a

fenómenos de un segmento de la realidad que se cree conveniente abordar.

Para el caso de la biblioteconomía, desde la perspectiva disciplinar, se han venido realizando una

serie de estudios con los cuales fundamentar que nuestra especialidad cumple con los rasgos que

denotan su cientificidad. La serie de debates que se han dado en torno a la naturaleza científica de

nuestra especialidad, demuestran ese interés hacia este aspecto que rebasa los limites de la

discusión sorda y contestataria, para situarse en líneas de análisis y propuestas que tiendan más a

su conceptualización como ciencia que a meras rutinas mecanizadas, como en algún momento se

considero, sin el correspondiente análisis que merece el fenómeno.

Conforme a lo abordado en el apartado anterior, el siglo XIX significó, al menos para la

biblioteconomía, el punto de ruptura sobre una práctica u oficio, para dar paso al reconocimiento

de una profesión que necesitaba disponer de una formación académica soportada por un conjunto

de conocimientos teóricos que validaran la práctica, pero, también, el mejoramiento de la misma.

Para el análisis de la naturaleza disciplinar de la biblioteconomía, esta ha venido realizándose

desde diferentes perspectivas, muchas de las cuales han sido severas y rigurosas, hasta el grado

de llegar a determinar que no se adapta a las exigencias que se plantea una ciencia.

Lamentablemente, este tipo de posturas tan marcadamente positivistas han dejado de lado en

nuestra especialidad lo que corresponde al terreno de una ciencia humana y difícilmente puede

ceñirse a las expectativas y requerimientos formulados para una ciencia natural. Pero conviene

resaltar que:

“La ciencia es una actividad humana creativa, pues vale entender que:

un objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo producto es el

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conocimiento, obtenido por medio de un método científico organizado de

forma deductiva y que aspira a alcanzar el mayor consenso.”28

De este modo, la biblioteconomía está amparada por una naturaleza científica, y a la cual habría

que analizar para poner de manifiesto su disciplinariedad. Si hacemos una revisión del desarrollo

y alcances que adquiere la biblioteconomía, nos percataremos que en un momento de su

desarrollo histórico:

“Ese proceso acumulativo no es suficiente para satisfacer al anterior

avance de la ciencia, y nace de esta manera una forma de ordenar,

jerarquizar e interrelacionar todo el conocimiento obtenido hasta ese

momento para que dicha disciplina se constituyera en un sistema capaz

de explicar en su totalidad, y no fragmentariamente, los fenómenos para

los que fue creada, para que se pongan de manifiesto todas las

relaciones e interrelaciones entre conceptos, principios y leyes que

subyacen implícitas en esas técnicas creadas para satisfacer

necesidades prácticas.”29

De está misma apreciación se desprenden matices por los cuales el interés por posicionar a

nuestra especialidad en el estatus de ciencia, al menos durante los dos últimos siglos, es

contundente. Sin ser vista desde una visión romántica sino más bien de la necesidad por explicar

íntegramente los fenómenos que competen a la biblioteconomía. Las leyes de Ranganathan, las

propuestas de Paul Otlet, y las investigaciones de Shera respecto a nuestra disciplina, dan cuenta

de la intención por demás decidida de hacer de nuestra especialidad científica.

En la fundamentación respectiva sobre el carácter científico de la misma, aparecen aspectos

como son el ámbito que persigue comprender de la realidad, los distintos procedimientos y

métodos, el lenguaje y teorías que utiliza, la universalidad con que pretende dar cobertura, la

organización sistemática de su conocimiento y la creatividad impulsada en las investigaciones

correspondientes, los cuales permiten asegurar que la naturaleza disciplinar de la biblioteconomía

28 PEREZ TAMAYO, Ruy. Ciencia, ética y sociedad. México: El Colegio Nacional, 1991. p.29 29 RENDÓN ROJAS, Miguel Ángel. Bases teóricas y filosóficas de la bibliotecología. México : UNAM, CUIB, 1997 p. 123

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se sitúa más a su afirmación que a las meras tentativas de ciencia; lo cual nos permite reiterar

que la biblioteconomía es una disciplina autónoma que se distingue de otras ciencias afines

(ciencia de la comunicación, periodismo, archivología, ciencia de la información), y de otras

disciplinas documentales, y de las ciencias de la información.30

Si bien no podemos negar los aportes de la biblioteconomía tradicional, como tampoco

desconocer que estos mismos han sido una base que ha hecho posible el desarrollo actual y a

futuro de nuestra disciplina, es válido reiterar que la constante dinámica de cambio plantea como

meta próxima la construcción de un conocimiento desprendido de la realidad donde la

información, el documento, el usuario, las necesidades de información, las bibliotecas y las

tecnologías de la información figuren como objetos de estudio de la ciencia bibliotecaria; además

del abordaje para el análisis y explicación que se desprende de estos objetos utilizando los

métodos de investigación y el método científico, para el enriquecimiento de un lenguaje propio,

así como de un cuerpo teórico de conocimientos con el cual explicar el análisis de los fenómenos

y también generalizar, a partir de éste, un conocimiento que sea explicado y aplicado de manera

universal. Así, es muy riesgoso afirmar que la biblioteconomía no tiene las características

necesarias para ser definida como ciencia o también que:

“Cuando menos en parte más que un arte o una habilidad, un cuerpo de

práctica en el que todo lo que conocemos o hacemos es debido a

convenios pactados, generalizados de la experiencia, hipótesis

filosóficas o juicios administrativos.”31

Esto, desde luego, queda totalmente desmentido, ya que si no se tuviera el interés de enriquecer el

trabajo científico de la biblioteconomía, las rutinas y operaciones desarrolladas hasta la década de

los cuarenta continuarían hasta ahora; pero, contrariamente ha estas visiones pesimistas, la

atención para fundamentar a la biblioteconomía como ciencia, encuentra en la creación de centros

de investigación y en el quehacer de sus investigadores, el testimonio más puntual para subrayar

30 Ibid. p. 125 31 GOLDHOR, Herbert, citado por BUSHA, Charles H. Métodos de investigación en bibliotecología: Técnicas e interpretación. México : UNAM, CUIB, 1990 p.5

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que, efectivamente, nuestra especialidad se circunscribe a los patrones científicos exigidos en el

ámbito mundial y dónde la investigación científica en nuestra área de conocimientos es:

“Un proceso cuidadoso mediante el cual los bibliotecarios pueden

adquirir más conocimientos... la investigación bibliotecológica es un

esfuerzo cognoscitivo relacionado en gran medida con el estudio de los

métodos bibliotecarios para la adquisición, catalogación,

almacenamiento y diseminación de libros y otros medios de

comunicación.”32

En suma, no es suficiente desconocer a la biblioteconomía como ciencia, si antes no nos

percatamos de su desarrollo disciplinar, en dónde destacan etapas cuya evolución gradual aunque

no - automática y rápidamente - han estado presentes para establecer los fundamentos científicos;

es decir, la biblioteconomía alcanza el nivel de ciencia en la medida en que no solo ofrece una

visión utilitarista de sus resultados, sino en la medida que construye el cuerpo de conocimientos

teóricos que no sólo explican esa práctica, sino a su vez pretenden tomar las medidas más

adecuadas para su mejoramiento continuo, sin eludir a la creación de conceptos, el

establecimiento de métodos, y técnicas que la comprenden. A estas alturas del milenio, resulta

por demás contundente que la presencia de la ciencia bibliotecaria sustenta una práctica cotidiana

que igualmente no dejó de ser fuente de inspiración para su requerimiento científico. De acuerdo

con todo esto, en lo que respecta al enfoque disciplinar, cabe subrayar:

“Como ciencia es una empresa humana con ideales disciplinarios y que

cuenta con formas de indagación intelectual. A partir de la evaluación

de sus teorías es posible identificar en ella progreso cognoscitivo, sin

que sean los rasgos metodológicos aquello en lo que se apoya para

constituirse como disciplina.”33

Las exigencias planteadas para la designación disciplinar y científica de la biblioteconomía, de la

forma en que quiera apreciarse, integran los elementos necesarios para aceptarla en su calidad de 32 Ibid. p. 6 33 RIOS ORTEGA, Jaime. “La bibliotecología como disciplina científica”. En: Memorias de las XXII Jornadas mexicanas de Bibliotecología, Xalapa, Veracruz 2-4 de mayo 2001. México: AMBAC, 2002, pp. 56

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ciencia; sobre esto habría que hacer una revisión histórica de la disciplina en donde

comprobaremos la atención científica que ha perseguido, aunque no es sino posterior a la década

en los sesenta cuando su afirmación científica es fortalecida con la serie de investigaciones que

sobre la misma han proporcionado los elementos aceptados para validarla como ciencia. Por esto

mismo, Morales Campos es certera al afirmar que nuestra disciplina:

“Responde a un cuerpo teórico, leyes, normas, constantes y universales

que se obtuvieron tras seguir con rigor un método científico aplicable a

las ciencias sociales y las humanidades, con resultados comprobables

que soportan los procesos de evaluación de la sociedad. Nuestra

disciplina como tal se enriquece a través de los años con el crecimiento,

desarrollo y transformación de la sociedad, así como con los logros

obtenidos en el aspecto tecnológico que han redundado en beneficio del

hombre y de su poder de conocimiento y decisión. Si consideramos, a la

bibliotecología como la ciencia que estudia el registro, flujo y uso de la

información, así como la circulación social de los medios que la

contienen para ser posible su organización, su disponibilidad, su lectura

y utilización, también tendríamos que aceptar que, cuando ingresamos a

la universidad para estudiar una disciplina con un espectro de estudio

tan amplio como esté, resulta un privilegio descubrir la disciplina,

estudiarla y practicarla.”34

Es decir, la austera disciplina integra lineamientos que se han obtenido por medio de los métodos

científicos en relación con las ciencias sociales y las humanidades, mostrando resultados que

soportan los procesos de evaluación; por tal motivo nuestra disciplina va en crecimiento mientras

más pasen los años, y mientras más se transforme la sociedad en cuanto a los avances

tecnológicos, que benefician al ser humano al tomar decisiones acertadas, y para ellos nuestra

especialidad que es la encargada de mantener en constante movimiento ese flujo de información.

Por ello, como lo cita Estela Morales Campos que debe ser un privilegió para todos aquellos que

estudiamos esta carrera, el poder descubrir ese abanico de dimensiones con que cuenta nuestra

disciplina 34 MORALES CAMPOS, Estela. “El orgullo de ser bibliotecario. En: Memorias de las XXII Jornadas mexicanas de Bibliotecología, Xalapa, Veracruz 2-4 de mayo 2001. México: AMBAC, 2002, pp. 253

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1.3 LA PROFESIÓN

Con suma frecuencia solemos escuchar que el profesional es uno de los sujetos sociales

fundamentales en la estructura de las sociedades, y que en él descansa la responsabilidad de

conseguir un ambiente cada vez más favorable y una existencia humana más equilibrada, así

como el control de los aspectos desfavorables de los sectores productivos. Así, sus profesiones, a

decir de Ortega y Gasset, son tipos de quehacer humano que por lo visto la sociedad necesita; y

uno de éstos es desde hace un par de siglos el del bibliotecario.35

Cualquier profesión como unidad estructural de la actual sociedad, integra procesos y elementos

de la realidad social, política e ideológica en la que se circunscribe; por lo general, vista desde la

perspectiva funcionalista, las profesiones son consideradas como estructuras sociales autónomas

en el sentido de que se encuentran formalmente establecidas y legitimadas no solo por el conjunto

de formas y sistemas de organización social -históricamente constituidas-, sino por el sector

social que las constituye como tales. Es decir, una profesión no se genera por sí, ni para sí misma

sino que ésta es un producto de los requerimientos que una sociedad, a través de sus distintos

grupos, considera necesarios; lo que hace que una profesión se convierta:

“En un universo de fenómenos y procesos que forman parte de un saber

y hacer especializados en un campo de fenómenos sociales o naturales

concretos: un saber especializado de carácter teórico formal y técnico

ocupacional, objetivado en una serie de prácticas de determinados

sujetos[...], se pueden identificar como una institución social [...], como

una forma establecida de una práctica social.”36

Cuando se hace referencia a una institución social, ratificamos que las profesiones y sus

productos se originan a partir de planteamientos y necesidades que la sociedad establece a

medida que la maduración de otras instituciones y sus procesos correspondientes, nos indican que

es necesaria la presencia de especialistas que den cobertura a las carencias que la sociedad

35 ORTEGA, Y GASSET, José. Misión del Bibliotecario. México: CONACULTA, Fundación José Ortega y Gasset, 2005 p. 38 36 TORRE GAMBOA, Op. cit. Nota no. 4 p.86

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identifica en cualquiera de los sectores productivos o de la vida cultural y educativa. Por esto

Wilensky, citado por Pacheco Méndez, reitera:

“- La consolidación de un grupo ocupacional separa el entorno a un

grupo particular de problemas.

- La constitución de un conjunto de conocimientos propios no referidos

totalmente a la práctica manual y que supone cierto grado de autonomía

y de colaboración con otros campos profesionales ya existentes.

- Establecimiento de procesos de instrucción y selección en la

perspectiva de definir la función ocupacional.

- La formación de una asociación profesional para el establecimiento de

modelos y normas dentro de la ocupación y de los respectivos sistemas

de relaciones con otros grupos profesionales.

- El logro del reconocimiento público de la profesión, así como el

mecanismo legal que regule el acceso a ella y las formas de ejercerla.”37

De la visión de este autor se desprenden una serie de características que deben distinguir a una

profesión38, y de la cual la profesión del bibliotecónomo no se queda al margen. Si analizamos

comparativamente los rasgos aquí establecidos en función de nuestra profesión, nos daremos

cuenta que efectivamente cumple con todas ellas; no obstante, es preciso subrayar que nuestra

profesión es ciertamente milenaria,39 pero con el desarrollo de la Revolución Industrial la visión

pragmática de la misma hacia la información se orienta a:

37 PACHECO MÉNDEZ, Teresa. La organización de la actividad científica en la UNAM. México: UNAM, CESU: Miguel Ángel Porrúa, 1994. p. 65 38 Esta preocupación ha sido una constante dentro del medio profesional, por ejemplo, Gastón Litton señalaba en la década de los sesenta los siguientes elementos que son comunes en la profesión. 1.- Una teoría sistemática organizada o codificada, que defina y establezca las aptitudes que debe poseer el profesional. 2.- Una jerarquía formada por muchas personas que ha alcanzado una formación profunda y una experiencia variada. 3.- Un reconocimiento por la comunidad de la existencia de esta autoridad y de la necesidad de ésta jurisdicción para desempeñar varios servicios como la acreditación, la formulación de normas de trabajo, el establecimiento de reglas para la administración de aspirantes a desempeñar la profesión, etc. 4.- Un código de ética que regule las relaciones del personal profesional con al comunidad. 5.- Una cultura profesional general humanística, que reciba el respaldo moral de una asociación formalmente constituida. 6.- Un servicio de orientación para aspirantes a ingresar a las filas del grupo. 39 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Op. Cit: Nota no. 13 p. 411

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“Pensar en quienes tuvieron como profesión el organizar

sistemáticamente las bibliotecas, que habían crecido a la par del

conocimiento, y cuya administración era inadecuada y con catálogos

complicados; y en quienes hicieran ese trabajo, una profesión: los

bibliotecarios.”40

A partir de entonces el concepto que se tiene de biblioteca -y por que no, de la información-

encuentra una evolución que repercute en la necesidad de disponer de un profesional que dé

cuenta de estas actividades. Ya no resulta suficiente el hecho de ser un erudito en cuanto a libros,

sino a repensar en un especialista que desarrolle un conjunto de actividades sistemáticamente

fundamentadas en una teoría y práctica bibliotecaria; luego, entonces, el abandono de las meras

rutinas hasta el posicionamiento de un conocimiento especializado, nos hace pensar en un

especialista que sirva a la sociedad en las actividades para el manejo de la biblioteca y la

información.

La figura del profesional de la biblioteconomía comienza a tomar matices que lo van definiendo

como tal; el interés por desarrollar integralmente una profesión que necesita una sociedad para su

funcionamiento integral, conduce a la creación de las escuelas de biblioteconomía, al impulso de

una teoría bibliotecaria, y el reconocimiento de una serie de prácticas que ya no van a ser

desarrolladas de manera empírica, y más bien se exige la presencia de un especialista que no se

dedique fundamentalmente a una práctica sino que también construya las teorías correspondientes

que surgen a partir de esta última. Por lo tanto, el bibliotecario profesional puede ser

comprendido como:

“El intermediario entre la información documental y el usuario, es quién

sabe dónde localizar la información, y la proporciona a quién la

requiere; es quién selecciona, adquiere, salvaguarda, preserva,

mantiene, administra, organiza, registra, realiza bases de datos,

promueve, recupera y transmite la información, todo ello apoyado en los

avances tecnológicos; por ello el bibliotecario colabora directa e

indirectamente con el desarrollo social de un país, y en los lugares

40 TECUATL QUECHOL, Maria Graciela. Op cit, Nota no. 14 p. 29

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donde sea reconocido este hecho que la sociedad ha dado personalidad

jurídica, tanto a la biblioteca como al bibliotecario.”41

En lo anterior podemos rescatar el lugar que ocupa el bibliotecario entre la información y el

usuario, y es en este espacio donde desarrolla y ejecuta las funciones propias de la biblioteca,

sustentadas en un cuerpo de conocimientos especializados, los cuales contribuyen a generar los

servicios y productos correspondientes que de ahí se derivan. Alcanzar esta percepción acerca de

nuestro profesional en biblioteconomía ha sido una tarea ardua y por lo mismo difícil, la cual ha

estado plagada de más aciertos que desaciertos; en la actualidad, la revisión frecuente de las

actividades cotidianas que realiza, así como del desarrollo constante de su disciplina en el ámbito

mundial, nos mueven a considerar sobre un cambio paradigmático, en donde:

“El nuevo profesional debe enfocarse en la organización de registros

informativos usando la tecnología informativa […], ofrecer servicio de

inteligencia organizacional […], dominio en el diseño e implementación

de sistemas de información[…] creación y uso de herramientas

electrónicas […], desarrollar aplicaciones de paquetes de software y

recursos ofrecidos a través de redes […], comprender el papel de la

información en la toma de decisiones, la planeación estratégica y los

principios administrativos de ambientes corporativos.”42

Todas estas recomendaciones acerca del nuevo profesional en biblioteconomía, conforme a la Era

globalizada en que aparecen, de ninguna manera nos hacen pensar que las actividades

profesionales que anteriormente se han venido desarrollando históricamente, rompan

necesariamente con la serie de aportaciones que hoy día se revelan ante nosotros; más bien, y

debido precisamente a la naturaleza profesional que distingue a nuestra especialidad, la

adecuación al cambio es por demás elocuente. Toda vez que la profesión encuentra adaptación,

emergen entonces una serie de actividades y conocimientos que fortalecen la profesión, sin que

entre en riesgo de extinción o rezago; y precisamente bajo este desafío, la profesión del

bibliotecario y su contribución se enfocan, a decir de Morales Campos, a: 41 TECUALT QUECHOL, María Graciela, Ibid. p.3 42 LAU NORIEGA, Jesús. Administración de recursos informativos. Una profesión para la sociedad actual. En: El futuro de la formación profesional de bibliotecario. México: SEP, DGES, 1996. p. 85-86

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“La accesibilidad y estímulo para que los materiales sean utilizados de

manera óptima por los usuarios de la información. De ahí que los

discursos de la última década se dirijan a proponer que el bibliotecario

sea proactivo y se adelante a cubrir las necesidades de información de

los usuarios.” 43

La figura del profesional de la biblioteconomía, encierra una serie de rasgos en los cuales soporta

su profesionalidad; un cuerpo disciplinar de conocimientos, una serie de actividades

profesionales, una formación especializada, un sentido gregario profesional a través de sus

asociaciones profesionales y una aceptación social sobre su presencia profesional justificada

formalmente en documentos legales. Por lo mismo, la imagen profesional del bibliotecario tiene

para sí y para la sociedad, los elementos determinantes y convincentes para que la ejecución de

sus actividades contribuyan y fortalezcan a la sociedad en su conjunto.

1.4. LA FORMACIÓN ACADÉMICA

De acuerdo con la Enciclopedia Internacional de la Educación, la formación profesional puede

entenderse como una educación para la realización de una profesión determinada o para el

ingreso en una profesión o grupo de profesionales.44 De igual manera, la formación profesional

puede comprenderse como la educación universitaria que proporciona a los estudiantes los

conocimientos para asumir la gestión y responsabilidad de un profesionalismo sin fallas, además

de adquirir las aptitudes necesarias para entrar al mercado de las competencias profesionales.45

En ambas percepciones persiste la característica de disponer de un cuerpo de conocimientos

teórico-prácticos, así como del desarrollo de habilidades, actitudes y aptitudes correspondientes,

que también son llamadas en determinado momento competencias profesionales; todo esto corre

el sentido de asegurar a los futuros profesionales las cualidades necesarias para desarrollarse

adecuadamente en los espacios profesionales que ellos elijan. Por lo tanto, la formación

profesional es a toda costa un rasgo esencial de la misma profesión, y de lo cual De la Torre 43 MORALES CAMPOS, Estela. La función social de bibliotecólogo y la biblioteca. México: UNAM, CUIB, 1997. p. 4 44 Enciclopedia Internacional de la Educación. Vol.4. Barcelona. MEC, VICENS-VIVVES, 1989. pp. 1900 45 RODRIGUEZ GALLARDO, Op Cit Nota no. 3 p. 84

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Gamboa hace énfasis al decir sobre la necesidad del establecimiento de procesos de instrucción y

selección en la perspectiva de definir la función ocupacional.46 Para fines de está investigación,

haremos alusión a la formación profesional que se dirige propiamente a la licenciatura, por ser

objeto de estudio de la presente investigación.

De alguna manera ya habíamos manifestado que la necesidad de una formación profesional nace

a la par de la Revolución Industrial, abandonando el estilo original de enseñanza-aprendizaje

entre maestro y pupilo para la ejecución de un oficio. Dada las condiciones de cambio y las

expectativas y requerimientos de sujetos calificados formalmente por una institución educativa,

es posible la aparición de centros educativos que exclusivamente se refieren a la formación de

profesionales en una determinada área del conocimiento que satisfaga las necesidades que la

sociedad acusa.

La biblioteconomía también encuentra en la formación académica uno de sus fundamentos más

próximos para sustentarla como profesión. Esto denota que la aspiración a la ejecución de

actividades profesionales, requiere de la enseñanza de los conocimientos disciplinares

correspondientes para quién aspire a dicha profesión. Acerca de esto, Rodríguez Gallardo,

asevera:

“Se dice que los conocimientos adquiridos en las universidades

constituyen la base de la competencia profesional porque permiten al

graduado enfrentar el reto de administrar los sistemas de información,

la comprensión de su estructura, la organización del trabajo, la misión

que tiene la biblioteca ante la sociedad y por ende la valorización de

esta última. La educación profesional a nivel universitario pretende

habilitar o acreditar con un grado o título al graduado para la práctica

de actividades.” 47

Bajo está consideración, reconocemos que la formación profesional del bibliotecónomo en el

ámbito universitario tiene tras de sí la enorme responsabilidad de integrar el conjunto de

46 TORRE GAMBOA, De la Op. Cit., Nota no. 4 p. 88 47 RODRIGUEZ GALLARDO, Adolfo. Op cit. Nota no. 3 p. 84

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conocimientos teórico-prácticos a través de los cuales certificar a aquellos profesionales cuyo

destino final es ser útiles a la sociedad, para eficientar las actividades profesionales que éstos

realizan; aunque igualmente, la formación profesional debe proporcionarles a los bibliotecarios

los elementos necesarios para enfrentar la dinámica de cambio y la adecuación necesaria para los

mismos.

Las habilidades, la práctica, la destreza, la motivación, la capacidad de análisis y síntesis, el

trabajo en equipo y la actualización permanente, por mencionar algunas de las cualidades del

bibliotecario profesional, deben de ser enseñadas, pues, como se ha venido advirtiendo, el

conocimiento empírico de las actividades que se desarrollan en una biblioteca no son casuales

como tampoco innatas, y de ninguna manera garantizan la calidad y eficiencia de las mismas. Es

así que la formación académica se manifiesta como una necesidad ineludible en la que sobresale

el tratamiento de una enseñanza que asegura en los futuros profesionales la captación de

conocimientos teórico-prácticos para el desarrollo oportuno de las cualidades que caracterizan a

nuestra profesión. De ahí que, cuando hablamos de una formación profesional, estamos haciendo

alusión a un conjunto de esfuerzos y testimonios que validan la estabilidad y continuidad de una

profesión, sin titubeos, y sin el ensayo y el error como medios más inmediatos para identificar

una profesión.

A manera de antecedente, cabe destacar que la formación profesional bibliotecaria en occidente

se inicia como tal en Europa (Francia) como en Estados Unidos cuando surge la necesidad de

disponer de personal preparado que garantice un servicio a una sociedad que apreciaba a las

bibliotecas como un espacio para el desarrollo cultural y de auto educación. Uno de los objetivos

inmediatos era el de contar con un grado académico para cumplir acertadamente una

responsabilidad asignada socialmente por su trabajo. La formación de sus planes de estudio se

orientaba propiamente a una formación rigurosa y sistematizada de materias que respondían a las

expectativas desarrolladas en las bibliotecas. En ningún momento se pensó en la reproducción de

actividades rutinarias sino en atender y resolver favorablemente las problemáticas que surgían en

torno a las bibliotecas.

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La habilidad, la motivación, la práctica y la destreza necesarias para la ejecución de las

actividades profesionales del bibliotecónomo, hacen necesario recurrir a la educación superior

para que estas actividades se encuentren soportadas y certificadas por una institución educativa

cuyo reconocimiento valida el eficiente desenvolvimiento de los cuadros calificados, o

certificados para dichas funciones. Por tal motivo, la creación de instituciones educativas

dedicadas a la formación de los futuros profesionales en biblioteconomía establecen los planes de

estudio correspondientes que faciliten y den solidez a los conocimientos teórico-prácticos que

académicamente se imparten en ellos. Por lo tanto, en las instituciones educativas se tiene el

objetivo de garantizar el eficiente conocimiento de la disciplina y el ejercicio competitivo de la

profesión, para así conformar el recurso humano calificado que dé cobertura a las necesidades de

información de la sociedad en su conjunto.

El desarrollo histórico de estas entidades educativas enfocadas a la formación de cuadros

profesionales, generalmente revisan y analizan las necesidades más inmediatas que la sociedad

plantea, y para lo cual, diseñan y aplican los planes de estudio correspondientes en nuestra área;

claro está, con los protocolos debidos para sustentar su propuesta educativa. No obstante, los

esfuerzos y aportaciones efectuados por estas instituciones educativas se han visto afectados o

beneficiados, según sea el caso, por el grado de desarrollo de sus condiciones materiales, y por la

importancia que adquieren la biblioteca, la información y los usuarios de información. En estas

instituciones, generalmente se proponen crear una serie de aspectos que fortifiquen al recurso

humano calificado, como lo son: desarrollar la capacidad de análisis y de síntesis, dominar los

conocimientos teórico-prácticos de la profesión, ir a la vanguardia tecnológica y fomentar el

trabajo en equipo.48

Por lo hasta ahora asentado, la formación del conocimiento de un bibliotecario requiere de la

atención de varias teorías, tanto de tipo histórico y literario, como temas en tecnología y

humanística para tener una preparación homogénea que haga de éste, no sólo un prestador de

servicios, ni mucho menos un erudito. En otras palabras, la intención es hacer de él un

profesional que convierta su formación profesional en una herramienta invaluable en su labor

cotidiana, al momento de enfrentarse a la escena laboral.

48 AMAT NOGUERA, Nuria. La documentación y sus tecnologías. Madrid: Pirámide, 1995. p.88-89

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A manera de remembranza, la profesión bibliotecaria en el ámbito nacional ha tenido avances

importantes desde los primeros días en que se visualizaba la organización y la sistematización de

las bibliotecas. Para lograr la vanguardia en el sistema bibliotecario que apenas apuntaba en

gestación, Don Agustín Loera y Chávez realizó diversos viajes a Estados Unidos para ver los

adelantos que ahí se estaban dando en materia bibliotecaria; es así que advierte:

“En México se requiere de personal capacitado para dar un

mejoramiento a las bibliotecas, normalizando los aspectos técnicos que

tienen estas unidades y dar paso a la creación de la Academia de

Bibliografía, mostrando como resultado la introducción a nuestro país

de una concepción novedosa: la de la función social y popular que debe

de tener la biblioteca pública.” 49

Pero no es sino hasta el 24 de junio de 1916 en que surge en México la Escuela Nacional de

Bibliotecarios y Archiveros, la cual se cerró en 1918. En 1925 se funda la Escuela de

Bibliotecarios que depende del Departamento de Bibliotecas de la SEP, teniendo un

funcionamiento de dos años. Para la década de los cuarenta se lleva a cabo el Tercer Congreso

Nacional de Bibliotecarios y el primero de Archiveros, proponiendo en éste la apertura de una

Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas, siendo fundada ésta el 20 de julio de 1945, la

ahora Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía (ENBA), en la que se iniciaron los

estudios formales para bibliotecarios con una maestría equivalente a la normal, posterior a ello

dio paso al nivel licenciatura.

En los primeros días de la mitad de la década siguiente, el 11 de enero de 1955 concretamente, la

Universidad Nacional Autónoma de México se encarga de ir avanzando conforme los cambios

que se vienen dando, y crea dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, El Colegio de

Biblioteconomía y Archivonomía, ahora Colegio de Bibliotecología. Para la década de los setenta

se establece la Escuela de Bibliotecología en la Universidad Autónoma de Guadalajara, y a

finales de esta década se crea la Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información,

albergada en la Universidad Autónoma de Guanajuato.

49 FERNANDEZ DE ZAMORA, Rosa María. Cronología Bibliotecaria Mexicana 1900-1988. Investigación Bibliotecología: Archivonomía, Bibliotecología e Información. Vol. 1, no. 3 julio – diciembre, 1987, pp. 32

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En 1981 se inicia la licenciatura en Biblioteconomía en la Universidad Autónoma de San Luis

Potosí, y de igual manera, se “funda la Escuela de Bibliotecología a nivel licenciatura en la

Universidad Autónoma de Guadalajara;”50 posteriormente llamada Ciencias de la Información.

Ya entrada la década de los noventa, y siendo de algún modo más preciso, en 1992, la

Universidad Autónoma de Chiapas se adentró en el ámbito del profesional en bibliotecología, al

anexar dentro de su oferta académica la currícula de la Licenciatura en Biblioteconomía. De igual

forma en este año “se crea una nueva licenciatura con duración de cinco años, la Carrera de

Ciencias de la Información Documental en la Universidad Autónoma del Estado de México” 51

Las actuales curriculas de la licenciatura en bibliotecología, ciencia de la información y/o

documentación, se encuentran presentadas en el anexo número uno. Por lo que se dará una visión

panorámica de las instituciones que imparten la especialidad.

En la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, el plan de estudios de la

Licenciatura en Biblioteconomía se cursa en nueve semestres con dos ciclos de formación

profesional; el primero de ellos del 1o al 5o semestre y corresponde a los estudios de Profesional

Asociado en Biblioteconomía; El segundo abarca del 6o al 9o semestre, con los que se completa

la formación concreta para obtener el grado de Licenciado en Biblioteconomía.52

Es en la Universidad Nacional Autónoma de México y específicamente en la Facultad de

Filosofía y Letras donde se encuentra albergado El Colegio de Bibliotecología; aquí se forma el

Licenciado en Bibliotecología y Estudios de la Información; que es el profesional que conoce

diferentes tipos de recursos de información, impresos y en otros formatos, aprende a organizar y

sistematiza, planea, organiza y administra servicios bibliotecarios y de información para

satisfacer las necesidades informativas de distintos sectores de la población, apoyándose en las

nuevas tecnologías, y lleva a cabo investigación para encontrar solución a los problemas

50 Ibid. p. 52 51 ÁVILA URIZA, Manuel. La profesión del bibliotecario: El caso de México. México: El autor, 1995, pp. 64 52 Plan de estudios Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía. [en línea] Disponibilidad:<http://www.enba.sep.gob.mx/lic%20y20profesionales/lic/lpa_Biblioteconomia.htm.> Fecha de consulta: 22, diciembre, 2004

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derivados de su práctica profesional y de las características del entorno económico, social y

cultural en que desarrolla sus actividades profesionales.53

La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, da cabida a la

Licenciatura en Bibliotecología y Ciencias de la Información, la carrera pretende formar

profesionales con alto sentido de responsabilidad capaces de administrar, desarrollar, comparar,

implementar y evaluar las actividades de las unidades de información dentro del contexto

humanista e histórico. Los egresados estarán capacitados para administrar unidades de

información así como identificar y satisfacer las necesidades de información de los usuarios,

seleccionando y capacitando los recursos humanos necesarios para el desarrollo de los servicios,

generando una conciencia crítica y reflexiva que le permita realizar análisis y propuestas para

usar racionalmente los recursos y los servicios de información, aplicando principios de

mercadotecnia a los servicios y productos informativos dando así un valor agregado a la

organización.54

En la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, se encuentra la carrera de Licenciado en

Bibliotecología e Información, en la cual se trata de identificar el contexto (histórico, filosófico,

económico, político, social, cultural y educativo) para integrar su práctica profesional a los

requerimientos del ámbito de la información en los distintos sectores sociales. El egresado podrá

administrar unidades de información realizando tareas de planeación, organización, integración,

dirección, supervisión y control de los recursos humanos, financieros y materiales. Seleccionando

los documentos de acuerdo al tipo de institución y adquirirlos por cualquier medio, ya sea por

compra, canje o donación; organizando en forma manual o computarizada la información

contenida en los acervos, ya sean manuscritos, periódicos, libros, revistas, cassettes, folletos,

censos, carteles, normas, patentes, mapas, discos compactos, transparencias, filminas, acetatos,

manuales, posters, películas, videocasetes y páginas de Internet. El profesional podrá difundir la

información en forma manual o computarizada mediante cualquier soporte e incluso accediendo a

53 Plan de estudios Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras [en línea] Disponibilidad: <http://www.dgae.unam.mx/planes/f_filosofia/Biblio.pdf.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004 54 Plan de estudios Universidad Autónoma de Nuevo León [en línea] Disponibilidad: <http://www.uanl.mx/oferta/licenciatura/facs/ffyl/Lic_Bibliotecologia/plan_de_estudios.html.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004

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la Internet, de igual forma este profesional tiene la capacidad de elaborar herramientas como

índices de publicaciones periódicas y bibliográficas que apoyen el trabajo a los diferentes

sectores sociales (industria, la educación y la investigación), diseñando, promocionando y

vendiendo los servicios de información que proporciona una institución.55

Es en el occidente de la República Mexicana, específicamente en la Universidad Autónoma de

Guadalajara donde se imparte la Licenciatura en Ciencias de la Información. Es una carrera que

responde a los retos actuales de organización de la información en México. Nuestro país requiere

incentivar la investigación, la empresa, el desarrollo de nuevos productos, la tecnología y sobre

todo la educación de la nación, en todos estos aspectos la información juega un papel primordial,

por lo que se requiere de un profesional que tenga como objeto principal su desempeño

profesional a la información.56

En la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Chiapas, se ofrece la

Licenciatura en Bibliotecología, y es donde el egresado de esta carrera será capaz de planificar,

diseñar y administrar sistemas de información organizados en forma manual o electrónica, como

lo son las bibliotecas, centros de documentación, archivos y otros, además de generar estrategias

que fomenten el uso de los sistemas de información, a fin de enfrentar con éxito el creciente

desarrollo de la información y su demanda. Los futuros egresados tendrán capacidad para

responder a las necesidades de información local, regional y nacional, así como adecuar y

racionalizar el uso de los avances tecnológicos y las nuevas metodologías de la especialidad, que

se desarrollan en este ámbito.57

En la Universidad Autónoma del Estado de México se imparte la Licenciatura de Ciencias de la

Información Documental. Los alumnos de esta carrera tienen la función de estudiar, selección y

ampliación de las tecnologías informativas para la conducción de toma de decisiones en una

actividad profesional. Además de formular, instrumentar y evaluar los servicios informativos y 55 Plan de estudios Universidad Autónoma de San Luís Potosí [en línea] Disponibilidad: <http://www.uaslp.mx/Plantilla./plan_de_estudios.html.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004 56 Plan de estudios Universidad Autónoma de Guadalajara [en línea] Disponibilidad: <http://www.uag.mx/eci/plan.html.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004 57 Plan de estudios Universidad Autónoma de Chiapas [en línea] Disponibilidad: <http://www.unach.mx/index.php?option=content&task=view&id=76&Itemid=111.> Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004

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documentales para la mejora del estado cognoscitivo de la investigación, el análisis, la crítica

reflexiva y la objetividad nacional e internacional del desarrollo profesional. Este profesional crea

y propone nuevos métodos para estimular el aprovechamiento de los servicios documentales en

los usuarios. Preservando los valores e identidad nacional a través de la difusión bibliográfica-

documental, fomentando el derecho a la información en los sectores sociales de nuestro país. El

estudioso documentalista domina conceptos, teorías, leyes, fundamentos, métodos, herramientas,

estudios e investigación para aportar un conjunto de conocimientos a la archivística, la

bibliotecología y la documentación.58

En algunos de los casos se ha tenido necesidad de modificar los planes de estudio, como es el

caso de la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía y el Colegio de Bibliotecología

de la UNAM, o incluso, el realizar la transformación del nombre de la carrera, haciéndola más

atractiva para ir con los cambios tecnológicos e ideológicos que un mundo tan cambiante y

vertiginoso exige. De igual manera se cumple con la necesidad de dar un nuevo enfoque a nuestra

profesión sin dejar de lado la esencia de la misma, es decir, llámese como se llame a ésta, no

perderá el punto central en cuanto a la profesión. Y por lo tanto, viene consigo el reconocimiento

social que debiera de tener el actor principal -el bibliotecónomo-, en cuanto al control, el manejo,

la administración y la distribución de la información en sus diversos formatos; y al mismo tiempo

cubrir las necesidades de información que se generan día con día y que deben ser atendidas con

prontitud a la sociedad que lo exige; puesto que nuestra profesión se encuentra vinculada con

otras profesiones, es imperante que dicho reconocimiento sea pleno en todos sectores que

integran la sociedad mexicana.

Vemos entonces que en vez de convertirse la profesión bibliotecaria en una carrera humanística

de bajo impacto en las universidades mexicanas, ésta evoluciona con una apariencia diferente que

le ha dado un aire más vanguardista, cumpliendo así con los retos y avances que una sociedad,

como la mexicana, le exige. El deber del profesional bibliotecario, es estar preparado para

enfrentar una vorágine de información, ya que si él mismo no cuenta con las herramientas

necesarias proporcionadas en su formación académica, no logrará abrirse paso en la escena

58 Plan de estudios Universidad Autónoma del Estado de México [en línea] Disponibilidad: http://desarrollo.uaemex.mx/sis/portal/pestud/nsup.asp?cvepln=1359. Fecha de consulta: 22 diciembre, 2004

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laboral. Esto es causado por las necesidades de información y organización de ésta, y que

reclaman los usuarios de la misma; por ello, muchas de las instituciones que ofrecen la

licenciatura común a nuestra profesión, se ven en la necesidad de realizar cambios en los planes

de estudio e incluso en el nombre de la misma.

Cabe hacer mención que la formación del bibliotecario en sus diferentes concepciones

institucionales, tiene el mismo enfoque, pero hay que distinguir que la evolución se debe realizar

cada vez que la misma sociedad lo necesite, sin dejar de lado el lugar que de manera histórica nos

pertenece y debemos de lograr dentro del esquema social, puesto que la profesión nos permite esa

vinculación con los diversos grupos sociales establecidos, sin tener que llegar a la discriminación

en el momento de brindar el servicio, independientemente del lugar donde se labore y del usuario

que lo requiera.

1.5. MERCADO LABORAL

La atención hacia el mercado laboral de las profesiones ha tenido una prioridad constante a partir

del proceso de industrialización que se ha desplegado desde años atrás en el ámbito mundial. La

vinculación entre mercado laboral y la formación de cuadros profesionales parece advertir que

existe una correspondencia, y que uno y otro son puntuales con respecto a las necesidades y

exigencias que se plantean en los sectores productivos, y, por otro lado, la educación atiende las

expectativas en forma concreta.

Pero en lo que se refiere al campo laboral, no siempre se tiene la certeza de conocer los

requerimientos que debiera tener el personal que va a integrarse al mercado de trabajo,

provocando que en determinado momento el sector educativo quien es el que forma dichos

cuadros profesionales; se vincula a la certidumbre y termine formando cuadros que, a decir de los

responsables del mercado laboral, no responden a las necesidades que se requieren. Como es el

caso de nuestro profesional de la biblioteconomía, que de alguna manera ha visto tanto la

expansión como la contracción del campo laboral, lo que ha afectado su desarrollo profesional y

repercute en percepciones económicas bajas que reciben por prestar sus servicios. A lo cual,

Quijano puntualiza.

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“En la situación actual, aunque hablamos del mercado no creo que

nadie conozca cual es el mercado, pues no se hacen estudios de mercado

ni sondeos para saber donde puede ubicarse el bibliotecario.”59

La ausencia de estudios que refiere el autor, bien nos hacen creer que el campo laboral del

bibliotecario profesional continua siendo inexplorado, y esto mismo ha motivado una serie de

creencias que afirman sobre un área que se restringe exclusivamente a bibliotecas. Bajo esta

creencia, todo indica y ratifica la idea de Quijano; así, se ha mencionado que tanto las bibliotecas

especializadas, universitarias, públicas, escolares y los centros de documentación o información,

etc., son los espacios más amparados, en donde puede colocarse profesionalmente el

bibliotecario. En este entendido, podríamos suponer que persiste la idea de que el bibliotecario

trabajará únicamente en la biblioteca, y por lo tanto, los libros son su medio de trabajo inmediato.

Sin embargo, esta percepción ha sido fuertemente rebasada durante las dos últimas décadas, ya

que ni el bibliotecario trabaja exclusivamente con libros como tampoco va a trabajar únicamente

en una biblioteca; en todo caso, la globalización ha traído una percepción totalmente distinta, y

así como debilita el mercado laboral también proporciona oportunidades en las cuales el

bibliotecario asume una postura de empresario, y consecuentemente su trabajo ya no es

únicamente dentro de la biblioteca sino fuera de ella, atendiendo problemas relacionados con la

información, en cualquiera de los soportes en que se presente. Esto nos da una orientación para

entender que en la medida en que el mercado laboral plantea nuevas exigencias, lo cual es

producto de los cambios de la estructura económica, social, política y cultural.60 Luego entonces,

así como nuestra profesión se ve afectada por los cambios socioeconómicos, pero también las

demás profesiones sufren los mismos estragos que la nuestra.

Distantes de una visión pesimista del mercado laboral, debemos poner más énfasis en que éste ha

sufrido una serie de alteraciones que le han brindado características propias, pero también muy

distintas a la visión de los años anteriores a la década de los ochenta, de esta forma encontramos

59 QUIJANO SOLÍS, Álvaro. “Quién es quién.: la visión bibliotecaria”. Formatio. Revista mexicana sobre información Vol. 4 julio – agosto, 1998, pp. 40 60 ANGULO MARCIAL, Noé. Plan de estudios de la licenciatura en biblioteconomía ENBA. En: Mesa redonda sobre formación de recursos humanos, Monterrey, Nuevo León del 14 al 19 de mayo de 1990. México: CNB, UNAM, 1992, pp. 16

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que el mercado laboral –entendido este como el espacio que ofrece una retribución económica a

cambio del desempeño de actividades profesionales-, proyecta un reacomodo que plantea la

certificación y la evaluación de los profesionales de manera constante, y, consecuentemente, abre

otras posibilidades y oportunidades para los más competitivos.

Nuestros profesionales no se encuentran al margen de tal fenómeno, y si bien es cierto que los

espacios clásicos laborales continúan, también es verdad que su presencia como empresario y/o

consultores da cabida a aquellos que muestran una solvencia y madurez profesional

marcadamente distinta a la formulada en la década del México del “milagro económico”. Ahora,

el bibliotecario profesional sí bien ha redefinido y revalorado una atención más firme hacia la

información, también se ha dado cuenta que de este mismo aspecto se derivan oportunidades que

lo conducen a afirmar una participación más abierta, o sea, a proporcionarle el sentido liberal de

su profesión para no depender exclusivamente de los sectores gubernamentales a los que estuvo

atado durante mucho tiempo, y de los cuales dependía casi exclusivamente en tiempos anteriores.

Evidentemente que las modificaciones en el entorno laboral han venido a ser un desafío

vitalmente necesario, en donde en la última década ha quedado demostrado que el ámbito que le

corresponde al bibliotecario, dentro de la serie de ocupaciones que atienden a la información,

puede resultar tan amplio como jamás se imagino; por lo mismo, su participación en los distintos

sectores productivos, además de ampliar su espectro de acción, le ha permitido profundizar en los

mismos y establecer las vías por medio de las cuales incidir en problemáticas que ahí se

suscitaban; luego entonces, apreciamos que el pesimismo que en primera instancia se denotó con

la serie de repercusiones que obedecían a una línea económica, han sido superadas de manera

gradual, y han conducido a corroborar que el mercado laboral, pese a la ausencia de estudios de

mercado sobre el mismo, manifiesta la necesidad de la presencia de nuestro profesional.

Pero a pesar de los testimonios que evidencian una transformación en el mercado laboral del

bibliotecario, aun están latentes problemas que aquejan los espacios laborales de nuestros

profesionistas; me refiero concretamente a los espacios clásicos donde su presencia debe estar

debidamente cubierta por el bibliotecario profesional, como lo son las coordinaciones de

bibliotecas públicas, de bibliotecas universitarias y de los centros de documentación, en donde

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aun permanece la figura de otros profesionales que en múltiples ocasiones no aciertan en las

actividades profesionales que ejerce un bibliotecario con formación profesional. Esta

problemática debe ser atendida por las asociaciones de bibliotecarios, ya que una de sus

obligaciones es precisamente romper con estas inercias que afectan la contratación de nuestros

profesionistas, y por esto mismo se debe incluso proponer una legislación que garantice el

posicionamiento de nuestro profesionista en aquellos espacios que le son propios y que por ética

profesional debe defender y ocupar. Es decir, si bien es cierto que se abren otros espacios

laborales dentro del espectro de información, también resulta verdad que debe recuperar los

lugares que le son propios dentro de las unidades de información y, ante, todo, asumir que:

“El gran reto de nuestra profesión no es solo responder con servicios

oportunos y relevantes a las demandas planteadas, sino adelantarnos a

las necesidades e intereses que pueden surgir a un futuro inmediato o de

mayor plazo. La capacidad para innovar y responder con rapidez a las

condiciones cambiantes del entorno y del cliente, son ahora condiciones

ineludibles del servicio y lo serán más en los tiempos por venir61

El mercado laboral del bibliotecario, tan incierto 62y poco analizado a profundidad, no deja de ser

el más apropiado; aunque para abordarlo de manera más decisiva, es necesario impulsar esa

nueva visión que se tiene del bibliotecario mismo, entendiendo por esto que su participación ya

no es exclusiva a un mismo espacio, sino que este puede ser tan vasto a pesar de las contracciones

económicas que suelen presentarse en él. En este ánimo, el problema ya no es tanto el mercado de

trabajo sino la percepción que tiene el bibliotecario acerca de sí mismo y la manera de enfrentar

los desafíos que laboralmente se le plantean, o de lo contrario, no solamente perderá

calificaciones dentro de su evaluación sino también verá acotados aquellos espacios que

clásicamente le corresponden, y de igual forma será limitada su participación en la amplia gama

que ahora brinda el espectro de la información.

61 CARRIÓN RODRÍGUEZ, Guadalupe. Servicio: El gran reto para los bibliotecarios. El significado del bibliotecario: Una antología para el futuro profesional. Colegio Nacional de Bibliotecarios A. C., México: El Colegio, 1998, pp. 11 62 Las conclusiones a las que se llegó en 1999, en la mesa redonda sobre mercado de trabajo del bibliotecario profesional, establece el fundamento respecto a dicha incertidumbre.

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1.6 LAS ASOCIACIONES PROFESIONALES

La integración de estructuras gremiales dentro de una sociedad obedece en buena medida a su

afirmación y su participación, en donde no solamente se pretende reiterar la presencia de una

profesión sino en las contribuciones y responsabilidades que se adecuen a las respuestas que la

sociedad plantea y espera de dichos gremios para mejor funcionamiento de la sociedad en su

conjunto. Pero, siendo esta una estructura, hay que comprender el termino, ya que se tiene

entendido que una asociación es un grupo de personas que se unen para un mismo fin.63 La

asociación de acuerdo a la Enciclopedia Ilustrada Cumbre menciona la descripción que tiene que

ver fundamentalmente con la sociedad organizada, y ubicarla como:

“Agrupación humana autónoma constituida en forma voluntaria y situada

entre la sociedad doméstica y la sociedad política [...] Una entidad

estudiantil es una asociación civil [...]. Todas las entidades profesionales,

científicas, industriales o culturales que no forman parte del poder político y

que tienden a obtener un fin espiritual o material de interés común, son

asociaciones. [...].El derecho de asociación, reconocido por las

constituciones de casi todos los países, consiste en la facultad de formar

cualquier entidad privada sin más limitaciones que las derivadas de la

moralidad del orden público”64

Fundamentado en lo anterior, la creación de asociaciones en nuestra especialidad ha sido

orientada hacia la defensa de la profesión, a su participación dentro de la sociedad, y, en general,

a contribuir en el desarrollo de la bibliotecología del país, promover el status de los asociados y el

reconocimiento del quehacer bibliotecológico, a una amplia gama de objetivos específicos de

acuerdo con el caso que se trate.65

63 Enciclopedia Ilustrada Cumbre. Vol. 1. México. Cumbre, 1964. pp.528 64Ibid. 65 VERDUGO SÁNCHEZ, José Alfredo. “La función social de las asociaciones de bibliotecarios en México: Un particular punto de vista”. La Bibliotecología en el México actual y sus tendencias. México: UNAM, DGB, 1992, pp. 209-297

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En el orden mundial existen asociaciones66 con muchos años de actividad, otras de reciente

creación; aunque se considera más importante en el ámbito mundial, a la American Library

Association, mejor conocida como la ALA; la cual se encuentra dividida en 11 secciones, de las

cuales solo haré mención de las más representativas como son la American Association of

School Libraries, American Library Trustee Association, Association for College and Research

Libraries, Resources and Technical Servicies Division y la Reference and Adult Services

Division.

Las actividades que realiza la ALA se encuentran comprendidas entre las 11 secciones que la

integran, de tal manera que los campos de acción varían de acuerdo a cada una de éstas; pero la

cuestión medular que hace que estas secciones se integren es que en conjunto se realizan una

educación continua, estableciendo políticas de servicios, así como la realización de guías, y la

continua participación en la legislación bibliotecaria de los gobiernos, de igual manera se dedican

a la promoción de las bibliotecas. Las acciones que más se demandan a la ALA son el estudio de

la profesión, el desarrollo de la institución y sus servicios así como la representación de los

intereses de sus miembros.67

Paralelamente, en este mismo rubro se encuentra la International Federation of Library

Associations and Institutions (IFLA), Fundada en 1927 en Edimburgo, Escocia, con sede en La

Biblioteca Nacional de Holanda. Aquí se estimula, auspicia y promueve la investigación y el

desarrollo en todos los aspectos de la actividad de las bibliotecas y servicios de información y de

igual manera comparten sus logros.68

Dentro del universo gremial se encuentra la Art Libraries Society of North America ARLIS-NA,

fundada en 1972 por un grupo de bibliotecarios de arte con el fin de constituir un foro

internacional donde dialogar acerca de la problemática de las bibliotecas y archivos de arte y

66 Para un mayor conocimiento de este fenómeno consulte las siguientes páginas web: <http://www.ala.org/> y <http://www.avei.org/1/asociaciones_biblio.htm# > 67 AMERICAN LIBRARY ASSOCIATION. [en línea]. Disponibilidad: <http://www.ala.org/> Fecha de consulta: 10, enero 2005 68 INTERNATIONAL FEDERATION OF LIBRARY ASSOCIATIONS AND INSTITUTIONS (IFLA): [On line] Disponibilidad: <http://www.ifla.org/> Fecha de consulta: 10, marzo 2005

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arquitectura69. Un ejemplo de asociación nacional lo tenemos en la New Zeland Library

Association (NZLA), donde los fines son el reunir todas las personas dedicadas o interesadas por

el trabajo bibliotecológico, de igual forma contribuyen al mejoramiento administrativo de las

bibliotecas, bibliotecario, así mismo reglamentar los derechos y obligaciones de los miembros,

formular y publicar normas de administración en asuntos que tienen que ver con la profesión. El

vigilar toda la legislación que afecte a las bibliotecas, promoviendo y fomentando estudios y las

investigaciones bibliográficas; reuniendo, seleccionando y publicando información sobre los

servicios u otros asuntos de interés para los miembros, formando, reuniendo y manteniendo una

biblioteca; de gran importancia para ellos es ofrecer cursos en bibliotecología, otorgando las

recompensas y premios que se consideren apropiados, y por ultimo emprender todas las acciones

licitas que puedan contribuir a la construcción de los fines antes mencionados.70

Es en América Latina donde también se cuenta con Asociaciones que representan a la profesión,

tal es el caso de la Asociación Interamericana de Bibliotecarios y Documentalistas Agrícolas

(AIBDA), establecida en Costa Rica, donde se promueve la bibliotecología y la documentación

en cuanto a agricultura se refiere; aquí mismo se establece la cooperación entre los bibliotecarios

y documentalistas, dando atención a la promoción de la educación profesional.71 Ya más al sur se

encuentra la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Bibliotecología y Ciencias de la

Información (ALEBCI), la cual se encuentra localizada en Argentina, y en donde se promueve la

educación bibliotecológica en ésta parte del continente.72 Otro ejemplo es la Federación

Internacional de Documentación. Comisión Latinoamericana (FID / CLA), que se encuentra

establecida en Río de Janeiro, Brasil; en este lugar se disemina de manera regional como

nacional, lo que le corresponde a la FID, de manera conjunta se realiza la promoción,

cooperación y coordinación de la documentación en cada país de América Latina;73 Otra de ellas

es el Seminar on the Aquisition of Latin American Library Materials (SALALM), la cual quedó

establecida en 1956 en Chinsegut Hill, Florida, donde se llevan a cabo el control y la

diseminación de información bibliográfica de todo tipo de publicaciones latinoamericanas, 69 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Rosa María. “Arlis-Na : Art Libraries Society of Noth America En: Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía, San Luis Potosí, San Luis Potosí 1981. México: AMBAC, 1982, pp 226 70 MAC LEAN, H. de S. C. “La asociaciones de bibliotecarios y sus obligaciones profesionales.” Boletín de la UNESCO para bibliotecarios. Vol.25, no.2 marzo – abril. 1971, pp. 78 71 INTERNATIONAL GUIDE TO LIBRARY, ARCHIVAL ANUAL INFORMATION SCIENCE 72 Ibid. 73 Ibid.

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ofreciendo desarrollo de colecciones de la bibliotecas de América Latina, donde se genera la

promoción de la cooperación, en los esfuerzos por mejorar los servicios bibliotecarios para

individuos e instituciones. 74

Una de las condicionantes que debemos anteponer al buen funcionamiento de estas asociaciones

son aquellas que tendrían relevancia para la vida bibliotecaria en el ámbito mundial, donde el

enfoque central es la educación y el mejoramiento de los servicios, dejando de lado lo que resulta

imperativo para la mejora de lo antes mencionado, puesto que no están contemplando la defensa

del trabajo, el ejercicio profesional o el reconocimiento de éste dentro de la sociedad, y como lo

apunta Rosenda Ruiz, al mencionar que no hacen ninguna separación entre el bibliotecario

profesional y el no profesional;75 es en éste último, donde puede recaer parte de la culpa para que

no se dé la atención a los argumentos antes citados.

Por otra parte, la creación de las Asociaciones Bibliotecarias demanda un interés creciente por

reafirmar objetivos y ajustarse al entorno cambiante característico de la última década. En la

creación de Asociaciones de Bibliotecarios, se debe entender que, de acuerdo con Quijano76, esta

basado principalmente en la madurez de unos cuantos, lo que demuestra que no siempre se ha

tenido una plena conciencia de la importancia de la agrupación gremial. Pese a ese detalle, la

continuidad de las mismas se han vistos favorecida. Dentro de las acciones más representativas

que han tenido lugar estas asociaciones, destaca el hecho que nos da Mantecón, al afirmar que las

escuelas de Bibliotecarios han sido concebidas en los Congresos de Bibliotecarios y no como

producto de una planeación por parte de Estado o de instituciones de enseñanza superior.77

Este testimonio nos conduce a enfatizar que una de las primeras responsabilidades de las

asociaciones nacionales fue la creación de este tipo de acciones realizadas en función de la

educación, y sin la cual, la aparición de escuelas de Biblioteconomía no se hubiera dado con

posterioridad. La actitud visionaria de los primeros asociados hizo que apareciera en el momento 74 Ibid 75 RUÍZ FIGUEROA, Op. Cit. Ver página II p. 164 76 OROZCO TENORIO, José. “Acción de las asociaciones profesionales en el desarrollo de la biblioteconomía mexicana”. Bibliotecas y Archivos. no. 16 enero.-diciembre, 1985, p.108 77 MANTECÓN, José Ignacio. “Comentarios sobre los Recursos Humanos y el servicio bibliotecario”. En: Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía, Xalapa, Veracruz 9-15 de abril de 1965. México: AMBAC, 1967, pp. 74

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más oportuno, pero además de este testimonio cabe señalar que la asociación de intereses

gremiales:

“Surge de una necesidad de sobrevivencia profesional cuya expresión

más acabada en la legislación mexicana es el Colegio Profesional. Sus

orígenes son parecidos a las de los grupos laborales, pero la defensa se

establece en función no de un patrón que puede amenazar la

permanencia del empleo y las condiciones del trabajo, sino en función

de una sociedad civil de la que se espera al respecto con el mercado de

trabajo que se supone propiedad del gremio en cuestión [...] Nuestras

asociaciones representan la posibilidad del reconocimiento social a una

actividad tan digna como la que más”78

Por eso, como organizaciones independientes de instancias gubernamentales, regularmente son

auspiciadas por las aportaciones financieras de sus propios socios; estas asociaciones representan

un foro donde sus afiliados intercambian información y conocimientos, ofrecen educación

continua y capacitación, establecen cooperación e intercambio con otras asociaciones nacionales

e internacionales, y promueven como ya lo he subrayado, el estatus de los asociados y el

funcionamiento de la vida profesional de sus afiliados.

La aparición de las primeras asociaciones en el entorno mexicano, tiene como antecedente a la

Asociación de Bibliotecarios Mexicanos en 1924, que posteriormente en 195479 cambiara el

nombre por el de Asociación Mexicana de Bibliotecarios A. C. (AMBAC), a raíz de esto y con el

beneficio de dar crecimiento e importancia a la vida y labor bibliotecaria, es que surgen

Asociaciones de Bibliotecarios con el fin de contribuir por el bien de la vida y del quehacer

bibliotecario nacional. Debido a ello y, conforme al crecimiento gremial que se viene exigiendo,

es que surge dentro de esta gama, y aun más allá de la AMBAC por ejemplo, la Asociación de

Bibliotecarios de Instituciones de Enseñanza Superior y de Investigación fundada en 1957.

Para 1977 aparece la Asociación de Bibliotecarios de Biomedicina (BIBAC); en este mismo año

surge la Asociación de Bibliotecarios de Medicina (ABIMAC), que un año después, en 1978, 78 OROZCO TENORIO, José. Op. cit. Nota no.76 p. 108 79 FERNÁNDEZ DE ZAMORA, Rosa María. La Asociación Mexicana de Bibliotecarios A. C.: Notas para su historia. México: AMBAC. 1995. p. 13

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quedará sustentada dentro de la Asociación de Bibliotecarios de Instituciones Gubernamentales

de México A. C. (ABIGMAC). El Colegio Nacional de Bibliotecarios A. C., el cual fue

acreditado en 1979; al año siguiente en 1980, aparece la Asociación de Documentalistas de

Educación Superior e Investigación Educativa, así mismo se crea cuatro años después en 1984 la

Asociación Nacional de Bibliotecarios Agropecuarios A. C.80

El trabajo de las asociaciones es tan tenaz que tienen por objetivo promover y difundir su

profesión en el ámbito nacional, y más aún cuando existe una gran diversidad gremial, como se

señaló anteriormente. Así mismo, los objetivos que persiguen estas asociaciones varían de

acuerdo a cada una de ellas, puesto que hay valores distintos a cubrir; entre estas, las necesidades

son diversas en la amplia gama gremial bibliotecaria mexicana. Para estos rubros, y a sugerencia

de Álvaro Quijano, tenemos cuatro puntos enlistados que hay que distinguir:

“- La presencia de las asociaciones en las decisiones ligadas en la

política nacional de desarrollo bibliotecario debe ser permanente.

- La capacitación y educación continúa que nuestros asociados

demandan para desempeñar mejor su trabajo.

- La obligación con la sociedad de garantizarle que los servicios

bibliotecarios de todos los niveles estarán atendidos por gente que

conozca su trabajo. - Investigación bibliotecaria. El papel de las las

asociaciones debe ser de orientadores de los campos a investigar”81

Los puntos anteriormente citados, nos dan pie a pensar acerca del desempeño que han tenido las

asociaciones; tan es así, que en el gremio bibliotecario nacional la asociación que cuenta con uno

de los lugares más representativos de nuestra profesión, es sin lugar a dudas la Asociación

Mexicana de Bibliotecario A. C., puesto que desde la segunda mitad de la década de los

cincuenta hasta estas fechas, se han encargado de desarrollar uno de los eventos anuales más

importantes a nivel nacional en cuanto a biblioteconomía se trata. Tal es el caso de las Jornadas

Mexicanas de Biblioteconomía, donde se han presentado trabajos que han servido de referencia

para el mejoramiento de nuestra profesión, y ha sido en donde de alguna manera, la exposición de

80 VERDUGO SÁNCHEZ, José Alfredo Op. cit. Nota no.65 P. 291 81 OROZCO TENORIO, José. Op. cit. Nota no.76 p. 109

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las diversas experiencias fortifican y realzan la importancia de nuestra profesión; aunado a esto,

tenemos que los productos resultantes quedan plasmados en uno de los principales medios

impresos en nuestro idioma, que no son otros documentos sino las memorias; las cuales dan paso

a tener la información, quizá no muy fresca en cuanto al tiempo en que se presentan, pero la

preservación de la información contenida en sus páginas no dejan de ser una fuente de consulta.

De igual forma y con la intención de atender las necesidades de la formación de cuadros

profesionales, se dio a la tarea por organizar la primera Mesa Redonda sobre Formación de

Recursos Humanos; así mismo, crece el interés por conocer las inquietudes de la gente que se

está formando en nuestra área. Es por ello que se abrió el foro de estudiantes, el cual va enfocado

a los socios en plena formación profesional.

En ese mismo rumbo, la Asociación de Bibliotecarios de Instituciones de Enseñanza Superior y

de Investigaciones, contó en su momento de reputación y un renombre en el círculo

bibliotecario, ya que en sus integrantes son preferentemente profesionales de área, que sin lugar

a dudas han contribuido en el desarrollo de nuestra especialidad, teniendo como resultados “Las

Normas para el Servicio Bibliotecario en Instituciones de Enseñanza Superior e Investigación”,

en donde sugieren brindar atención a los servicios y recursos con que cuentan los bibliotecarios

de nivel académico. Sin embargo, estas no se han actualizado, pero no dejan de representar un

avance importante para las bibliotecas, así como del reconocimiento a la importancia con que

cuentan los centros de formación profesional. Otra de sus acciones reconocidas y que fueron

realizadas por esta asociación fue organizar el primer Seminario de Educación Bibliotecológica

en México.

Las asociaciones en general deben estar pendientes de todos los avances tecnológicos y las

actividades en las unidades de información, pero también de todo aquello que se relaciona con lo

social y los cambios que ahí se den, incrementando de manera unilateral acciones junto con el

gobierno federal y local, para dar cabida a todos aquellos egresados a través de:

“Mecanismos que permitan la actualización profesional constante, la

dificultad en la colocación de un empleo, ocupación en una profesión

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diferente a su preparación, bajas retribuciones económicas, falta de

financiamiento para que profesionistas independientes ejerzan, lo cual

ha entorpecido la liberación de los profesionales en un mundo global

caracterizado por la competencia.”82

Esta es una situación que se ha detectado y afectado pero que ha venido a perjudicar el estatus del

profesional; aunque de igual forma, al no estar pendiente de estas acciones, la repercusión será

que los profesionistas sean desplazados de su actividad. Es de vital importancia tomar en cuenta,

por parte de las asociaciones, que ellas mismas deben impulsar la prevención y el mejoramiento

que debe tener la profesión bibliotecaria para tener frente a la sociedad un reconocimiento y

reputación que cuidar, así como del lugar de trabajo y esfuerzo que han llegado a escalar, todo

por la participación predominante que han tenido en el desarrollo de la profesión; puesto que éste

ha sido relevante al apoyar la creación de escuelas.

Cuando el gobierno ha tenido pocos aciertos, la sociedad organizada, los colegios y asociaciones

han intervenido en el proceso para la realización de proyectos y la aplicación de éstos, que velan

por los sectores que conforman a la nación. En lo que se refiere al conocimiento sobre el origen

de estos gremios, hay que subrayar que el contexto histórico en que estos aparecen, se encuentra

invadido por la presencia de un Estado benefactor o paternalista que necesita de asociaciones

corporativas para el óptimo funcionamiento del mismo.

Con todo y este rasgo, resulta destacado señalar la labor de las asociaciones bibliotecarias con el

Estado, de lo cual Fernández de Zamora destaca la importancia en la relación de las asociaciones

para con las autoridades, -la cual de acuerdo a esta autora-, ha sido fructífera, y su presencia ha

sido requerida en la planeación de actividades bibliotecarias.83 Efectivamente, dicha relación ha

logrado tener resultados que a la postre han beneficiado no sólo a las Asociaciones Profesionales

de Bibliotecarios, sino al Estado y a la sociedad en su conjunto; ejemplos reales de dichos

resultados, las encontramos en el Programa de Desarrollo Nacional de Sistema Bibliotecario

82 DELGADO SÁNCHEZ, Arturo. El desarrollo del modelo económico neoliberal y la inserción de México al esquema global: efectos en el profesional de la biblioteconomía Nacional. México: El autor, 2002, pp. 88. Tesis Licenciatura (Licenciado en Biblioteconomía) – SEP, Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía 83 FERNANDEZ DE ZAMORA, ROSA MARÍA. Op. cit. Nota no.79 p. 93

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(PRODENASBI), que sirvió de marco para la creación de la Red Nacional de Bibliotecas

Públicas, donde las contribuciones académicas rindieron frutos.

De igual forma, la participación se ve acrecentada en la creación del documento

“Recomendaciones sobre Capacitación del Personal Bibliotecario No Profesional” y la “Lista de

Actividades Profesionales y No Profesionales”, por parte del Colegio Nacional de Bibliotecarios,

donde queda establecido el tipo de actividades a realizar por parte de los bibliotecarios

profesionales, y que tienen un valor extra en relación con ser fuente de referencia para todas

aquellas instituciones que necesitan un perfil profesional en sus filas en el puesto de bibliotecario

profesional. Es por ello que la participación y existencia de estas organizaciones son

preponderantes para la vida bibliotecaria del país.

1.7 ACTIVIDADES Y FUNCIONES

El hacer y quehacer de una profesión se distinguen así mismas por los niveles de especialización

que estas actividades desarrollan en un determinado ámbito del conocimiento humano. Por tal

motivo, haciendo alusión a una actividad profesional dentro de una especialidad,

irreversiblemente nos orientamos al conjunto de prácticas y operaciones que se aplican para la

solución de un problema típico que aparece en la realidad, pero con la salvedad de que, para

dicha solución de un problema específico del conocimiento humano, se requiere un conjunto de

conocimientos, habilidades y destrezas para esa problemática. Pacheco Méndez establece de lo

anterior, que una de las características esenciales de una profesión:

“Es la constitución de un conjunto de conocimientos propios no

referidos totalmente a la práctica manual y que suponen un cierto grado

de autonomía y colaboración con otros campos profesionales ya

existentes”84

84 PACHECO MÉNDEZ, Teresa. Op. cit. Nota no. 37 p. 65

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A partir de esto, se rescata que las actividades profesionales en nuestra especialidad plantean

como requisito ineludible un cuerpo de conocimientos teórico-prácticos que son producto de toda

una formación que, para el caso nuestro, se vincula con un nivel licenciatura. En este orden, si

bien es cierto que el bibliotecario es un mediador entre el hombre y la información, habría que

resaltar que su responsabilidad es la de reunir, organizar y facilitar el empleo de registros

gráficos, por lo que sus actividades genuinamente profesionales deben encontrarse en esas tres

áreas;85 además, debemos entender que para el desarrollo integral de estos tres aspectos, se

despliegan actividades específicas que se aprecian en las unidades de información, como son: la

selección, la adquisición, la organización, la conservación, la promoción, la interpretación, el

préstamo, la reproducción, el control e incluso el descarte de documentos.86

Por esto mismo se debe considerar que su trabajo va más allá de la mera custodia y conservación

de información y que en la medida en que se identifique su amplio espectro de acción profesional

obtendremos por resultados el superar la visión típica y conservadora de un sujeto que atiende la

biblioteca a través de dos actividades: custodia y colocación de documentos. En atención a esto,

diversas asociaciones, tanto internacionales como nacionales, se han preocupado por enfatizar en

esa gran distancia que existe entre un bibliotecario profesional de aquel no profesional. Dicha

preocupación ha conducido a formular y aplicar una lista de actividades profesionales en las

cuales sustentar el nivel de formación profesional que deben cumplir los profesionistas que se

suman como tales.

Entre las asociaciones que originalmente elaboraron una lista de actividades profesionales

destacan la American Library Association, que han sido fuente de inspiración para que otras

asociaciones formulen y establezcan los listados correspondientes en forma local, pero que

igualmente aportan el amplio conocimiento y reconocimiento de actividades que se distinguen

por su grado de profesionalidad. Muy a pesar de que, como destaca Shera, de todas las

profesiones, la del bibliotecario es probablemente la más derivativa y sintética, dependiente

85 SHERA, Jesé H. Los fundamentos de la educación bibliotecológica. México : UNAM, CUIB, 1990 p. 203 86 GARZA MERCADO, Ario. Función y forma de la biblioteca universitaria. 2ª ed. México : COLMEX, 1984. p. 17

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sobremanera de las disciplinas más formales para la derivación de su propia estructura teórica y

cuerpo de práctica.87

Para el caso específico de nuestro país, el Colegio Nacional de Bibliotecarios en el año de 1982

dio a conocer el listado de las actividades profesionales que obligan a todos aquellos sujetos que,

posterior a una formación de nivel licenciatura, deben observar y ejercer sus actividades de

manera óptima dentro de las unidades de información dónde estos se encuentren; la lista contiene

lo siguiente:

“- Administración.

- Dirección de Personal.

- Capacitación de Personal.

- Relaciones Públicas

- Selección de Material Bibliográfico.

- Adquisición de Material.

- Catalogación y Clasificación.

- Preparación y Conservación física del material.

- Servicio de Préstamo.

- Servicio de Consulta

- Control de Estantes y Ficheros.” 88

La presentación y propuesta de esta lista de actividades profesionales mueve a la consideración

de afirmar la ineludible responsabilidad de la formación profesional entre el personal

especializado que desee laborar en cualquier tipo de biblioteca, y con esto, teórica y

prácticamente, garantizar que el establecimiento de esas actividades impactarán de una manera

efectiva y convincente a aquellos responsables que en el mercado laboral contratan a nuestros

profesionales. Paralelamente, en un mundo globalizado en donde los profesionales necesitan de

un sustento amplio sobre las mismas, las actividades profesionales son la representación más

fidedigna para dar respuesta a tal planteamiento.

87 Ibid. p.207 88 COLEGIO NACIONAL DE BIBLIOTECARIOS. Recomendaciones sobre capacitación del personal bibliotecario no profesional y lista de actividades profesionales y no profesionales. México: CNB, 1982, pp.1 - 16

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1.8 ÉTICA PROFESIONAL

Históricamente, el comportamiento de una profesión parece atender más a sus aspectos de

naturaleza práctica y los resultados que se desprenden de éstos, pero, aunque se ha reflexionado

en los aspectos éticos que encierran las profesiones, no ha sido sino hasta los tiempos modernos

cuando los valores y comportamientos éticos de una profesión han adquirido un lugar de interés

en el cual se cifran una explicación que acompaña a una practica, pero también la evolución de la

misma para con la sociedad.

En medio de esta argumentación, lo que se pretende resaltar es la naturaleza sustantiva, sello

característico que se contempla en la ética profesional, de la cual se tienen más ventajas que

limitaciones, tanto para nuestro profesional, como para la sociedad misma; sin olvidar que la

profesión bibliotecaria siempre ha mantenido una naturaleza de servicio social, se vuelve aun más

inminente la explicación de una ética profesional que valide, haga transparente y cumpla con un

código de valores que no solamente deben de ser entendidos por el profesional, sino ejecutarlos

cotidianamente en el desempeño de sus actividades.

Vinculado a este respecto, comprende identificar que se entiende por ética. Así, entendemos que

la ética es un conjunto sistemático de conocimientos racionales y objetivos acerca del

comportamiento humano moral; por lo tanto, el objeto de estudio de la ética lo constituyen un

tipo de acto humano, que pueden ser actos concientes y voluntarios ó de los individuos de un

grupo de ellos que afectan a otros, como otros grupos sociales o a la sociedad en su conjunto.89

De esta forma, y relacionándolo con nuestra profesión, entendemos que la biblioteconomía o el

grupo de bibliotecarios que forman este gremio, se distingue no solamente, por una mera practica

y ejercicio profesional, sino que también de esto último nos damos cuenta de que sus resultados o

limitaciones que puedan tener, afectan de alguna manera a la sociedad, y por lo tanto, precisan de

un código de ética profesional que avale el deber ser del bibliotecario en la sociedad.

De lo anterior también se ubica la presencia de valores que la profesión encierra en sí misma, de

ahí que, por ejemplo, en las asociaciones profesionales de bibliotecarios se pretenda desarrollar

89 SÁNCHEZ VAZQUEZ, Adolfo. Ética. 49ª ed. México : Grijalbo, 1991. p. 23

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una imagen positiva de este profesional frente al usuario.90 Tarea, esta última, que se ha

mantenido presente desde tiempo atrás, pero que en las últimas décadas su presencia ha

alcanzado connotaciones extremas, hasta el grado de exigir un código de ética para cada

profesión, entendiendo ésta exigencia como una parte determinante para la correcta ejecución de

la democracia en los diferentes países.

En el ámbito internacional, la aparición en la literatura especializada de códigos de ética

encuentra en el siglo XX, época de grandes avances; para muestra cabe indicar que Jonathan

Lindsey y Prentice detectaron, entre 1955 y 1983, que habían aparecido en lengua inglesa 71

trabajos que versaban sobre la ética profesional,91 no obstante, la American Library Association

aprueba para 1981 su código de ética, y para el cual incluso rescató algunos artículos de los

investigados por Linsdey. Posterior a esto, la aparición de códigos de ética bibliotecaria se

multiplica en distintos países, Canadá y Australia son ejemplo de ello. Para nuestro país, el

interés por un código de ética se muestra desde la década de los setenta, y hasta su consecución

en 1982, cuando el Colegio Nacional de Bibliotecarios crea y aprueba el código de ética

profesional bibliotecaria que impera en nuestra profesión, el cual declara entre otros aspectos lo

siguiente:

“1.- Acceso a la información 6. Fortalecimiento de la profesión

2.- Imparcialidad y objetividad 7. Respeto a la integridad de los

3.-Respeto a la confidencialidad. colegas.

4. Respeto y orgullo por la profesión. 8. Relaciones con los usuarios.

5. Profesionalización de la disciplina.. 9. Relaciones con la institución.”92

Algo que es conveniente resaltar en este código de ética es el noble esfuerzo por promover los

valores humanos vinculados a una profesión, pero resulta vital subrayar que si bien es cierto el

interés manifiesto de este código para su interacción con la sociedad, es ineludible subrayar que

90 CABALLERO, César. Participación de American Library Association”. En: Jornadas Mexicanas de biblioteconomía, Cocoyoc, Morelos 28-21 de mayo de 1997. México: AMBAC, 1997, pp. 378 91 GORDILLO, Roberto A. Sobre la pertinencia de adoptar un código de ética profesional para bibliotecario mexicanos. En: Memorias del primer seminario nacional de bibliotecarios titulados de México, 9 y 10 de octubre de 1989. Ciudad Universitaria, D. F. México: CNB: CONACYT, 1990, pp. 56 92 COLEGIO NACIONAL DE BIBLIOTECARIOS. Código de ética < http://www.cnb.org.mx/codigoetica.htm>. [On line] Disponible Consultado el día 3 de febrero de 2005

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valores como la dignidad, la lealtad, el respeto, la tolerancia y la fraternidad no solamente se

orientan hacia la sociedad sino que estos valores deben de ser ejercitados entre el mismo gremio

bibliotecario profesional, pues el eficiente ejercicio de dichos valores empieza entre los mismos

integrantes de nuestra especialidad. Esto se destaca porque pareciera que en ocasiones los

intereses personales se anteponen a los gremiales, y por lo tanto, ante este tipo de actitudes, la

sociedad percibe que en el interior del gremio mismo, los asuntos no marchan de manera

adecuada y puede, en determinado momento, formularse juicios acerca de una competencia

desleal que debilita la promoción del estatus en nuestro gremio y del reconocimiento del

quehacer bibliotecario.

Para 1992, Verdugo Sánchez advertía sobre la necesidad de tener un código de ética profesional

que regulará el comportamiento del bibliotecario, ante los servicios de información, normar

también el reconocimiento social de la profesión a través de la concertación entre empleadores y

prestadores del servicio, mediante honorarios y retribuciones justas que contribuyan a la

elevación del nivel de vida.93

En la actualidad, una vez superada esta carencia y establecido el código de ética profesional para

nuestro gremio, se vuelve necesario detenerse un momento para reflexionar la forma en que se ha

avanzado en el ejercicio del mismo, y si también, este mismo código de observancia voluntaria,

ha permitido la erradicación de competencias desleales internas que se presentan en el gremio.

Desde luego que esta investigación precisa no solamente de esfuerzos sino de un verdadero

sentido de responsabilidad para hacer conciencia que este código sólo es un documento que le dé

brillantez a la profesión, sino estar atentos a su cumplimiento, su mejora si fuera necesario para

que favorezca ciertamente al gremio, pero también a la sociedad en la expresión de actitudes que

interna y externamente deben proyectarse y regularse.

En esencia, la ejecución cotidiana de este código de ética contribuirá a fortalecer a los integrantes

de gremio en un entorno tan complejo y cambiante, en donde la puntualidad de lo establecido por

el código facilite la creación de una actitud positiva para hacer frente a este fenómeno, pero que a

su vez nos ayude a reconocer ese sentido de pertenencia que en determinado momento pudo

93 VERDUGO SÁNCHEZ, Op. Cit. Nota no. 65. p. 293

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haberse perdido y que es un compromiso social que permea a todas nuestras actividades

profesionales. Así mismo, perpetuar los principios de apoyo, defensa y promoción de otros

derechos -como el derecho a la información y libertad de pensamiento-, esenciales para la

libertad, la igualdad, la paz y el entendimiento mundial; y con este ánimo, ponderar:

“- Que las bibliotecas sean puertas de acceso al conocimiento, el

pensamiento y la cultura.

- Apoyar la formación continua, la toma de decisiones y el desarrollo

cultural.

- Contribuir al desarrollo y mantenimiento de la libertad de acceso a la

información

- Garantizar y facilitar el acceso a las expresiones del conocimiento.

- Que la selección y disponibilidad de los materiales y servicios se

efectué por consideraciones profesionales.

- Oponerse a la censura.

- Evitar la discriminación.

- Abogar por el derecho de los usuarios a la intimidad y al anonimato.

- Defender los principios de libertad intelectual.”94

Con relación a esto último, podemos comprender que la defensa de estas prerrogativas humanas

debe soportarse no en meras posturas arbitrarias o de apasionamiento, y en todo caso, la

asistencia y ejecución de un código de ética profesional bibliotecario, figura como el bastión más

acertado para que nuestros profesionistas asuman su papel al interior del gremio y en la sociedad

94 A sabiendas que el término libertad intelectual es un principio acotado en los Estados Unidos de Norteamérica y que en muchos casos este término quizá no aún no se encuentra familiarizado en la concepción de la sociedad mexicana. Manifiesto de la IFLA sobre Internet [en línea] Disponibilidad: <http://www.ues.edu.suv/> Fecha de consulta: 27, marzo, 2005

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