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Buscadas, conocidas y condenadas Prostitución y prostitutas en los libros históricos y sapienciales “Si estás más solo que la luna, déjate convencer, brindando a mi salud, con una que yo me sé”. Una canción para la Magdalena (Joaquín Sabina, 19 días y 500 noches) La sabiduría popular llama a la prostitución –a la práctica de relaciones sexuales a cambio de una contraprestación- “el oficio más antiguo del mundo”. Efectivamente la práctica de la prostitución está atestiguada en toda la Antigüedad, también en el mundo bíblico. Las fuentes literarias y jurídicas de las culturas mesopotámicas, de los pueblos cananeos y, cómo no, los textos bíblicos, hablan de la existencia de esta práctica, de las mujeres prostitutas y de la valoración social de dicho fenómeno. La sabiduría popular también relaciona la prostitución, como en la canción de Joaquín Sabina que hemos citado, con la noche, lo oculto, anónimo, el refugio de los que no encuentran compañía en las relaciones sociales establecidas… En el presente artículo vamos a estudiar cómo aparece reflejado el fenómeno de la prostitución en algunas de las tradiciones bíblicas y, en concreto, en los textos de las tradiciones históricas y en el conjunto de la literatura sapiencial. Son, desde luego, tradiciones bíblicas muy distintas no sólo en el interés teológico sino también en el tiempo y el espacio en que surgen. Así que comenzaremos estudiándolas por separado para después hacer una síntesis que pueda ayudarnos a comprender lo que viene a cohesionar este número de Reseña Bíblica: el trasfondo socio-cultural y de pensamiento que estaba detrás de la sociedad en la que vivió Jesús. 1. Las tradiciones históricas Las tradiciones históricas de Israel, que recogen la experiencia de Dios que el pueblo vive en la historia, aparecen contenidas en dos grandes relatos generales –llamados así porque presentan la experiencia que de Dios tiene Israel en la relectura de largos períodos de la historia del pueblo-, la deuteronomista (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes) y la cronista (1 y 2 Crónicas, Esdras y Nehemías); y una historia monográfica, centrada en la revolución macabea ( 1 y 2 Macabeos).

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1 Prostitutas en la Biblia reseña bíblica. Buscadas, Conocidas y Condenadas

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Buscadas, conocidas y condenadasProstitución y prostitutas en los libros históricos y sapienciales

“Si estás más solo que la luna, déjate convencer, brindando a mi salud, con una que yo me sé”. Una canción para la Magdalena (Joaquín Sabina, 19 días y 500 noches)

La sabiduría popular llama a la prostitución –a la práctica de relaciones sexuales a cambio de una contraprestación- “el oficio más antiguo del mundo”. Efectivamente la práctica de la prostitución está atestiguada en toda la Antigüedad, también en el mundo bíblico. Las fuentes literarias y jurídicas de las culturas mesopotámicas, de los pueblos cananeos y, cómo no, los textos bíblicos, hablan de la existencia de esta práctica, de las mujeres prostitutas y de la valoración social de dicho fenómeno. La sabiduría popular también relaciona la prostitución, como en la canción de Joaquín Sabina que hemos citado, con la noche, lo oculto, anónimo, el refugio de los que no encuentran compañía en las relaciones sociales establecidas… En el presente artículo vamos a estudiar cómo aparece reflejado el fenómeno de la prostitución en algunas de las tradiciones bíblicas y, en concreto, en los textos de las tradiciones históricas y en el conjunto de la literatura sapiencial. Son, desde luego, tradiciones bíblicas muy distintas no sólo en el interés teológico sino también en el tiempo y el espacio en que surgen. Así que comenzaremos estudiándolas por separado para después hacer una síntesis que pueda ayudarnos a comprender lo que viene a cohesionar este número de Reseña Bíblica: el trasfondo socio-cultural y de pensamiento que estaba detrás de la sociedad en la que vivió Jesús.

1. Las tradiciones históricas

Las tradiciones históricas de Israel, que recogen la experiencia de Dios que el pueblo vive en la historia, aparecen contenidas en dos grandes relatos generales –llamados así porque presentan la experiencia que de Dios tiene Israel en la relectura de largos períodos de la historia del pueblo-, la deuteronomista (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes) y la cronista (1 y 2 Crónicas, Esdras y Nehemías); y una historia monográfica, centrada en la revolución macabea ( 1 y 2 Macabeos).

En el conjunto de las tradiciones históricas la figura de la prostituta o la prostitución aparece delineada con dos trazos bien distintos: por un lado, sobre todo en la historia deuteronomista, la prostituta es un personaje individual con un papel en la historia que se está narrando; por otro, la prostituta y la prostitución son la metáfora más utilizada para hablar de la idolatría y el pecado de Israel que se prostituye porque no se mantiene fiel a la alianza que Yahvé concertó con él sino que da culto a otros dioses.

Cuando hablamos de la historia deuteronomista nos estamos refiriendo a los libros que, utilizando la ficción literaria de releer la historia de Israel desde la conquista de la tierra hasta la desaparición del Reino Sur (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes) hacen teología desde las líneas-fuerza del mensaje del Deuteronomio, a saber, la lucha contra la idolatría; el respeto de la alianza y el cumplimiento de la misma; y la elección de la dinastía davídica y de la ciudad de Jerusalén.

Lo primero que llama la atención cuando se leen estos libros intentando descubrir la presencia, el perfil y las valoraciones sobre la prostitución, es que las prostitutas aparecen como un elemento más del entramado de personajes que conformaban el panorama social

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israelita y no sólo eso: Rahab (Jos 2,2) tiene un papel destacado en la historia religiosa que se está contando por cuanto es ella, la prostituta extranjera, la que confiesa la fe deuteronomista y exige de los israelitas el cumplimiento de la ley (Jos 2,9-13). Es decir, que la prostitución aparece como un hecho normal en Israel. No existe en estos libros un tratado sobre la prostitución: hay prostitutas. Al hilo de la narración aparecen con relativa frecuencia en la vida social: son mujeres (Rahab –Jos 2,2-; la madre de Jefté –Jue 11,1-; la prostituta a la que acude Sansón –Jue 16,1-; las que reclaman justicia a Salomón -1Re 3,16-; las que se bañan en la sangre de Ajab -1Re 22,38-); los hombres las buscan (Jos 2,2; Jue 16,1), a veces se casan (Jue 11,1) e incluso, en algún caso, recurren a pedir justicia (1 Re 3,16). En textos discutidos por los exegetas parece que se afirma, además, la existencia de una prostitución sagrada que se condena sin atenuantes (1 Sam 2,22; 15,16; 1 Re 14,24; 15,22; 22,46; 2 Re 23,7).

Los textos ponen de manifiesto que se sabe donde viven las prostitutas y cómo se llaman pero no se explicita nada particular sobre su extracción social o su manera de vestir o la organización de la actividad y tampoco suele explicitarse el intercambio que se acuerda por el servicio; se da por supuesto que existe.

Aunque no encontramos en la historia deuteronomista una condena explícita de la práctica de la prostitución –a no ser de la prostitución sagrada que sí está explícitamente prohibida- el hecho de que la metáfora perfecta para describir la idolatría de Israel fuera precisamente la prostitución indica que tal práctica, aunque tolerada, no estaba bien vista. Además, el dato concreto de que sean prostitutas las que se bañen en la sangre de Ajab refuerza, de hecho, la indignidad de la escena.

Frente a la imagen de la mujer tradicional que se refleja en la historia deuteronomista, mujeres dependientes del varón económica, sexual y legalmente, las prostitutas se alzan como prototipos de mujeres que se escapan de esta consideración por cuanto no dependen de los varones para ser socialmente reconocidas: no están casadas, no se habla de sus padres o protectores, no desempeñan una función social merecedora de protección. Rahab y la prostituta de Gaza a la que acude Sansón viven en su propia casa; Rahab se convierte en favorecedora de la actuación de los espías; las prostitutas que acuden a Salomón son madres pero, como no tienen esposo, tienen que reclamar personalmente justicia. Las prostitutas, por cuanto que son económica, social y sexualmente independientes, denuncian la imagen femenina socialmente alabada. Con todo, se da también en ellas, en alguna manera, un rasgo típico de la visión tradicional de la mujer y es la consideración de la maternidad como un valor (Jue 11,1; 1 Re 3,16).

En los textos que se refieren a la prostitución sagrada (1 Sam 2,22; 1 Re 14,24; 22,46; 2 Re 23,7) conocemos que dicha prostitución era tanto masculina como femenina, que tenía lugar en el marco del templo, que se produjo a lo largo de la época monárquica y que se denunció reiteradamente como una práctica pagana e infame que se había introducido en Israel a imitación de las prácticas de las naciones extranjeras.Cuando analizamos la prostitución como metáfora notamos que es, probablemente, la imagen preferida de los autores deuteronomistas para denunciar el pecado de Israel. Las referencias son numerosas y expresivas.

En el libro de los Jueces el autor subraya constantemente que el pecado de Israel reside en su debilidad y fragilidad frente a los cultos paganos. Israel se prostituye porque sigue a otros

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dioses, se postra ante ellos y, al final, se aparta del camino de obediencia a los mandamientos del Señor (Jue 2,17). Una expresión llamativa de ese pecado y sus consecuencias es lo que se narra a propósito de Gedeón, uno de los llamados jueces mayores, que “hizo de ello (de los anillos tomados del botín) un efod, y lo colocó en Ofra, su ciudad, con el cual todo Israel se prostituyó allí, y esto vino a ser ruina para Gedeón y su casa […] Y sucedió que al morir Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse con los baales e hicieron a Baal-berit su dios. (Jue 8,27.33).

En los libros de los reyes los autores, además de subrayar el progreso y la gravedad cada vez mayor de la infidelidad de Israel, hacen notar que los principales responsables de la misma son los reyes y muy especialmente las reinas extranjeras –tanto del reino norte como del reino sur-, que no sólo construyeron altares e imágenes en los altozanos sino que proveyeron los santuarios de sacerdotes que atendían ese culto idolátrico y los recibieron en sus cortes (1 Re 16,29-33; 18,17-19; 2 Re 9,22). Pero el exponente máximo de la idolatría lo constituye probablemente la noticia de un posible culto a la Aserá, diosa cananea, en el templo de Jerusalén auspiciado por una reina-madre; y así leemos cómo Asá, el rey de Judá, “quitó la categoría de reina madre a Maacá, su abuela, porque había mandado hacer una imagen de Asera; destruyó aquella imagen y la quemó en el arroyo Cedrón” (1 Re 15,13).En la historia cronista, obra típica del Judaísmo postexílico que relee la historia de Israel desde Adán hasta la época de la restauración, la preocupación teológica del autor subraya que la vida y el futuro de la nación dependen de su fidelidad a Dios expresada en la obediencia a la ley y la celebración del culto en el templo de Jerusalén. Por esa razón se procede a una revisión de los materiales existentes (Génesis, Números e Historia deuteronomista) eliminando o modificando todo lo que pueda ir en desdoro de la imagen y la historia de Israel. Y, así, se omite cualquier referencia a las prostitutas individualmente consideradas, a su presencia en la sociedad israelita y a su protagonismo en la historia religiosa. Las referencias a la prostitución que encontramos tienen que ver con su carácter de metáfora que expresa gráficamente la idolatría de Israel:

“Pero se rebelaron contra el Dios de sus padres, y se prostituyeron siguiendo a los dioses de los pueblos de la tierra, a los cuales Jehová había quitado de delante de ellos” (1 Cr 5,25)

“Además de esto, construyó lugares altos en los montes de Judá, e incitó a los habitantes de Jerusalén a la prostitución, y empujó a ella a Judá […] sino que has andado en el camino de los reyes de Israel, y has hecho que Judá y los habitantes de Jerusalén forniquen, como fornicó la casa de Acab; y además has dado muerte a tus hermanos, a la familia de tu padre, los cuales eran mejores que tú” (2 Cr 21,11.13)

En los libros de los Macabeos sólo encontramos una referencia a la prostitución y es, precisamente, en el marco de la descripción de la corrupción generalizada introducida en Jerusalén y el Templo después del saqueo de Antíoco IV Epífanes. Y, así, se dice:

 “El templo era escenario de actos desenfrenados y fiestas profanas, organizadas por paganos que se divertían con mujeres de mala vida y tenían relaciones con

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prostitutas en los atrios sagrados. Además llevaban al templo objetos que estaba prohibido introducir en él, y el altar se veía lleno de animales que la ley prohibía ofrecer” (2 Mac 6,4-5).

2 La prostitución en la literatura sapiencial

Cuando rastreamos la imagen de la prostituta en la literatura sapiencial nos movemos por esos libros del canon en los que se da una respuesta popular-sapiencial a los problemas vitales, tanto los cotidianos como los que se refieren más especialmente a la existencia humana en su conjunto (el dolor, el amor, el sentido de la vida, la muerte, etc.). En concreto hablamos de los libros de los Salmos, los Proverbios, Job, el Eclesiástico (o “Jesús ben Sira”), Sabiduría, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés (o “Qohélet”), Rut, Lamentaciones y Ester. Estos libros no muestran una inquietud notable por la historia y el futuro del pueblo, sino que disciernen más bien el destino del individuo cuya verdadera sabiduría reside en el temor del Señor, que se identifica con la piedad. Por esa razón casi nunca tratan temas, tan importantes en otros libros, como la alianza, la ley y la elección de Israel.

Lo primero que llama la atención es que no aparecen en estos libros prostitutas identificadas como tales sino más bien reflexiones, valoraciones morales y exhortaciones a no relacionarse con ellas y eso, fundamentalmente, en dos libros que son los que vamos a analizar: Proverbios y Eclesiástico.

En el libro de los Proverbios se utilizan dos términos para referirse a las prostitutas: prostituta y mujer extraña o extranjera. No podemos explicar claramente por qué extraña o extranjera: quizá porque eran frecuentemente mujeres sirias o fenicias o quizá porque se quiere hacer notar la diferencia entre la compañera legítima y la que no lo era.

Las referencias a las prostitutas aparecen, fundamentalmente, en dos capítulos, el quinto y el séptimo. El quinto tiene como tema central la mujer y describe con exactitud las inconveniencias del trato con las prostitutas frente a las excelencias de la esposa a quien se dedica el largo apéndice del capítulo 31 (Prov 31,10-31); el capítulo séptimo continúa la reflexión del quinto subrayando el tema de la seducción y el engaño. Diseminadas por el texto encontramos, además, otras advertencias puntuales (Prov 2,16; 5,20; 6,26; 23,27; 29,3). Los textos, por tanto, se hallan recogidos en la que se conoce como colección I del libro de los Proverbios que comprende los capítulos 1 a 9, que tiene conexiones con la literatura sapiencial del entorno, egipcia y ugarítica sobre todo, y está fechada a finales del siglo V. Es un conjunto de largas exhortaciones y descripciones sin un orden de sucesión claro, con los que se desea animar a seguir a la Sabiduría, que es tanto como seguir a la vida y a Dios, y a no caer en las seducciones que aparten de ella. Algunos autores notan una cierta relación con los profetas y el Deuteronomio (Dt 1-11: 28-30).

La prostituta en el libro de los Proverbios es una mujer con casa propia (7,8) que prepara para recibir a sus clientes (7,16-17): la habitación perfumada con mirra, áloe y cinamomo, las sábanas de Egipto, la colcha sobre la cama. Su tiempo es la noche (7,9) y su espacio es la calle, las plazas, las esquinas (7,12) donde se atreve a besar y abrazar en público (7,13) porque es bullanguera y descarada (7,11). La prostituta es una mujer bella (6,24) y se mencionan sus labios, el paladar y los pies, aunque sólo de los labios se dice que destilan miel (5,3); se dice que su forma de vestir la identifican como prostituta (7,10). En el capítulo

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quinto, la prostituta y la esposa se describen una frente a la otra, lo ajeno frente a lo propio: el manantial propio (5,16) frente al seno de la extraña (5,20). De la esposa –a quien se llama aljibe propio, cierva querida, gacela hermosa- se recomienda beber a chorros, sin derramar por la calle (5,15) ni repartir con extraños (5,17), pidiendo “que siempre te embriaguen sus caricias y continuamente te deleite su amor” (5,19). La prostituta, sin embargo, resulta más amarga que el ajenjo y más cortante que puñal de doble filo (5,4), sus pies extravían y acaban conduciendo a la muerte y al abismo (5,5), porque la prostituta es culpa, lazo, muerte e insensatez (5,21,22,23), seduce con sus palabras y guiños (6,24,25; 7,5), está al acecho (23,28) y, al final, incluso, provoca traiciones entre los hombres (23,28). Por eso se la describe como fosa profunda y pozo angosto (23,27). Frente a quien ama la sabiduría y alegra a su padre, aparece el que se junta con prostitutas y “disipa su fortuna” (29,3), pues, seducido por ellas se deja arrastrar como “buey al matadero, como ciervo en el lazo, como pájaro que vuela a la trampa sin saber que le va la vida en ello” (7,22.23). Aunque no se menciona explícitamente la contraprestación económica, la sombra del dinero ondea por todas las reflexiones sobre la prostituta: busca un bocado de pan (6,26) pero los hombres, con ellas, disipan sus fortunas (29,3).

El libro del Eclesiástico, posterior al año 200 a.C., recoge largas exhortaciones al temor del Señor, a la paciencia, al respeto a los padres, a la modestia, a la compasión, a la bondad…, así como advertencias acerca de los peligros morales y del comportamiento social. En ese marco hay que valorar las referencias a las prostitutas que aparecen, fundamentalmente, en unos capítulos dedicados a la reflexión sobre las mujeres de quienes se dice “que han perdido a muchos y que su amor abrasa como fuego” (9,8); “¡No hay peor herida que la del corazón ni peor maldad que la de la mujer!” (25,13); ¡No hay veneno como el de la serpiente ni enojo como el de la mujer!” (25,15); o, incluso “¡Prefiero vivir con un león o un dragón, que vivir con una mujer malvada” (25,16).

En ese contexto la prostituta, que no aparece descrita físicamente ni se conoce dónde vive o cómo actúa, es el prototipo por excelencia del peligro y la amenaza: se considera que enreda, seduce y caza (9,3), y que los hombres pagan dinero por ella, por lo que es causa de ruina para los que se acercan a ella (9,6; 19,2.3). Por eso se exhorta a los hombres a avergonzarse de fijarse en ella (41,17.20.22).

En otros libros sapienciales encontramos referencias muy puntuales a términos que lingüísticamente se relacionan con el vocabulario usado para nombrar la prostitución, concretamente el Sal 73,27; Sab 14,12; Tob 4,12 y 8,7. El Salmo y el libro de la Sabiduría identifican prostitución e idolatría, achacando precisamente a la construcción de los ídolos el origen de la idolatría: “Por eso, Dios destruirá también a los ídolos de los paganos, porque, aunque eran cosas creadas por Dios, fueron convertidas en cosas detestables, un peligro para la vida de los hombres y una trampa para los pies de los incautos. De la invención de los ídolos derivó la fornicación, fue algo que destruyó la vida. El principio de la fornicación es la idea de los ídolos y su invención, corrupción de vida” (Sab 14,11-12). Las dos referencias del libro de Tobías utilizan términos relacionados con la prostitución cuando hablan del matrimonio del protagonista, precisamente para contraponerlo a otro tipo de prácticas que se condenan.

3 El poso que dejan las tradiciones

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El repaso que hemos hecho por las tradiciones históricas y la literatura sapiencial nos deja un abanico de ideas sobre la prostitución que resumimos en siete, son las siguientes:

que la prostitución, la práctica de relaciones sexuales a cambio de una contraprestación, constituyó siempre un hecho en Israel como en los pueblos de su entorno: las referencias a la prostitutas individualmente consideradas que encontramos en la historia deuteronomista, la prostitución como metáfora de la idolatría de Israel en las tradiciones históricas y en algunos libros sapienciales, las reflexiones en torno a la mujer de la literatura sapiencial, la esposa y la prostituta de los Proverbios y el Eclesiástico y las referencias a la prostitución sagrada, denotan que la figura de la prostituta tuvo nítidos perfiles a lo largo de la historia social de Israel.

que en Israel, la prostitución fue siempre una actividad femenina considerada liminar, aunque el espacio de la prostituta fuera la calle, la plaza, la esquina; una actividad que se relaciona con la noche y la belleza, que engatusa y enreda. En la literatura sapiencial la reflexión sobre las prostitutas refuerza la visión negativa que de la mujer, sobre todo de la que no es esposa o madre, se da en muchos textos.

que no encontramos tratados sobre la prostitución sino prostitutas o reflexiones morales sobre la prostitución. De los textos estudiados no se puede desprender una teoría sobre el origen, la función social, las condiciones de vida, la organización de la actividad o la legislación sobre la prostitución.

que sólo se prohibió taxativamente la prostitución sagrada. La prostitución como tal se toleró como algo marginal, probablemente siempre, aunque en los textos de la literatura sapiencial se enjuicie muy negativamente. Es posible que la causa de esta acentuación de lo negativo en este tipo de literatura tenga que ver con la época tardía en la que se escriben la mayoría de sus textos. Las tradiciones históricas deuteronomistas, por el contrario, reflejarían un tiempo anterior, en el que la monogamia no se había impuesto totalmente en Israel, cosa que sí ocurriría a partir del postexilio. Eso explicaría la tendencia de las tradiciones sapienciales a oponer la esposa a la prostituta como se opone lo propio a lo ajeno, y a utilizar la expresión mujer extraña para referirse a las prostitutas.

que, en cuanto actividad a la que recurren los varones al margen del matrimonio, con diferentes mujeres, refugiándose en la noche o en lo marginal y pagando por ella, funciona como metáfora muy adecuada para ilustrar la idolatría de Israel. Así Israel –el pueblo-es el varón que, dando culto a otros dioses, traiciona la alianza que le vincula con Yahvé, como al esposo con la esposa.

que existe alguna relación entre la prostitución y la condición extranjera de quien induce a ella. En la historia deuteronomista las reinas a las que se acusa de introducir y favorecer la idolatría suelen ser extranjeras. En la literatura sapiencial, se habla indistintamente de la prostituta y de la mujer extranjera, probablemente porque muchas de las prostitutas de la época eran fenicias o sirias. Es sin duda significativo que la expresión más grave de la idolatría de Israel se identifique, precisamente, con el culto a una divinidad femenina y extranjera.

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que la prostitución sagrada ha estado condenada en Israel siempre porque ha sido considerada en todo tiempo una de las prácticas paganas por excelencia, a pesar de haber resurgido en distintas épocas de su historia.

Al lector le toca ahora profundizar cómo estas ideas podían estar fluyendo en el ambiente socio-religioso en el que se desenvolvió Jesús y qué sentido quiso dar el evangelista Mateo, cuyos oyentes provenían fundamentalmente del judaísmo, a estas palabras de Jesús, por lo demás, tan conocidas: “Porque Juan el Bautista vino a mostraros el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Vosotros, aun después de ver todo eso, no cambiasteis de actitud ni le creísteis” (Mt 21,32).

Sumario

Las tradiciones históricas y sapienciales ponen de manifiesto que la prostitución fue un hecho bien conocido en la sociedad israelita de todos los tiempos y, aunque no presentan un tratado sobre la misma, sí hablan de la prostitución como una actividad femenina buscada por los varones, conocida por la sociedad y condenada por la literatura religiosa, ya sea por constituir una metáfora muy adecuada para hablar de la idolatría de Israel, ya sea para condenar su carácter alternativo, marginal y, por ello, peligroso para el statu quo tanto de las relaciones familiares como de la imagen de la mujer.

Miren Junkal Guevara LlagunoFacultad de Teología Apartado 200218080 GRANADAN.I.F 30592679-B

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