09 un legislador y juez
TRANSCRIPT
“Uno solo es el Dador de la Ley, que puede salvar y perder;
pero tú, ¿quién eres para que juzgues a
otro?” Santiago 4:12
1. Comprender que sólo Dios puede juzgar, en última instancia, a las personas.
2. Manifestar tolerancia y bondad, incluso ante la necesidad de identificar errores y problemas en otras personas.
3. Evitar una postura crítica y enjuiciadora ante otras personas.
Nuestra comprensión y postura hacia las leyes, ya sea la divina o las humanas, influyen
fuertemente en nuestras relaciones con las personas y con Dios.
LA L
EY
El legislador (4:12)
El transgresor
Murmurar y juzgar (4:11)
Planificar sin Dios (4:13)
Una neblina (4:14)
Jactancia y responsabilidad
(4:15-17)
Hablar mal de alguien es una actitud que fácil-mente incluye el acto de juzgar sus intenciones y motivaciones, cosas que sólo Dios puede juzgar.
La Ley de Dios se sintetiza en el amor (Romanos 13:10), y quien habla mal de alguien está indirectamente “afirmando” que la Ley es inadecuada, y en eso está “juzgando” la Ley.
Es importante discernir los errores de otras personas para evitar ser influenciados por ellos, pero eso no es una excusa para una postura de crítica maliciosa.
¿En qué sentido quien habla mal de un hermano habla contra la Ley y está juzgando? ¿Acaso debemos dejar de considerar los errores de las personas a fin de no juzgarlas?
¿CRÍTICAS O DISCERNIMIENTO¿
«Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?» (Santiago 4:12)
El más indicado para juzgar es Aquel que ha dado la ley. El Legislador puede decidir con pleno conocimiento quién debe ser absuelto y quien condenado; quién se salva y quién se pierde (Juan 5:22)
¿Quién es el único dador de la Ley y único Juez capacitado para juzgar a toda la humanidad?
«Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador,
Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará» (Isaías 33:22)
Jesús puede legislar por poseer la identidad de “Dios” (Juan 1:1-3). Fue Él quien implantó la Ley de Dios en cada aspecto que rige el universo.
Siendo el legítimo Legislador de todas las leyes divinas, Jesús puede juzgar las actitudes de las personas ante tales leyes.
Al encarnarse y volverse humano (Juan 1:14), Jesús vivió la Ley de Dios en su humanidad, y por ello puede juzgar a todos los seres humanos con total justicia.
¿Qué es lo que califica a Jesucristo para ser el Legislador y Juez de todas las cosas?
EL LEGISLADOR ES JUEZ
«El Hijo de Dios habló a Moisés desde la cumbre de
la montaña… El divino Legislador descendió sobre
la rocosa montaña para pronunciar su ley a oídos de
todo el pueblo, a fin de que sus hijos pudieran ser
impresionados por la grandiosa y pavorosa
exhibición de su poder y gloria, y temiesen
transgredir su mandamiento. Dios pronunció su ley
en medio de truenos y relámpagos y la espesa nube
que estaba en la cumbre de la montaña, y su voz era
como voz de trompeta de gran intensidad. La ley de
Jehová no podía ser cambiada, y las tablas en las
cuales Él escribió la ley eran sólidas rocas, lo cual
simbolizaba la inmutabilidad de sus preceptos»
E.G.W. (Reflejemos a Jesús, 22 de marzo)
«Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez» (Santiago 4:11)
Al hablar contra algún hermano (murmurar), emitimos un juicio contra él con la intención de hacerle daño.
Al murmurar, decimos que la ley condena al hermano, pero no me condena a mí. Nos ponemos por encima de la ley, sustituyendo la Ley por nuestra opinión (juzgamos la ley en lugar de cumplirla).
«Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez» (Santiago 4:11)
¿En qué situaciones sí sería correcto juzgar?
«¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos?» «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre» (1ª de Corintios 6:5; Gálatas 6:1)
La iglesia necesita personas con discernimiento espiritual que sean capaces de juzgar y restaurar al
hermano que yerra. Pero esto nunca debe hacerse a título personal, sino como cuerpo eclesiástico.
«¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos» (Santiago 4:13)
Es evidente que, con esta frase, Santiago desaprueba la conducta de los que planifican para su futuro. Pero, ¿qué hay de malo en planificar nuestras actividades a corto, medio o largo plazo?
Al igual que el hombre de la parábola que planeaba la construcción de más graneros, estos miembros de iglesia hacían planes para el futuro como si Dios no existiera (Lucas 12:16-21).
Además, hacían esos preparativos como si su futuro dependiera de sus propias manos, cuando es Dios el único que puede decidir si mañana viviremos o no.
La vida en este mundo exige cuidados y responsabilidades y debemos dedicarnos a eso como si Jesús volviera mucho más adelante en el futuro.
Debemos entregarnos a la misión de predicación del Evangelio y la experiencia práctica de él como si Jesús volviera hoy mismo.
El equilibrio se da cuando hacemos de los principios del Evangelio nuestra guía para todas nuestras relaciones y esfuerzos cotidianos.
¿Cómo podemos equilibrar la planificación del futuro con la expectativa del pronto regreso de Jesús?
PLANES ANTICIPADOS
«cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece» (Santiago 4:14)
Nuestra vida es como un vapor que se desvanece. ¿Cómo, pues, osamos hacer planes para nuestro futuro sin contar con Aquel que es el único que puede hacer que la neblina que es nuestra vida se desvanezca o permanezca?
Al igual que los murmuradores, aquellos que no cuentan con Dios a la hora de planificar su vida, se colocan por encima de la ley. Se hacen jueces de su propia vida, creyendo que tienen alguna potestad sobre ella.
La palabra usada aquí («neblina») es la misma que usó Salomón cuando dijo que «todo es vanidad» (Eclesiastés 1:2).
La vida es representada como fugaz y
pasajera, ante la posibilidad de que la
muerte llegue en cualquier momento.
La conciencia de la brevedad de la
vida debiera motivarnos a no
postergar jamás nuestro compromiso
con Cristo, por la fe.
¿Qué imágenes surgen al comparar nuestra vida con una neblina?
UNA NEBLINA
«En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado» (Santiago 4:15-17)
La autosuficiencia es definida aquí como soberbia y jactancia. Esta jactancia se nos dice que es mala. Y, como cristianos, debemos rechazar todo lo malo.
Además, Santiago redefine el pecado. El pecado no es solamente transgredir la ley (1ª de Juan 3:4). Existe un pecado «pasivo»: saber hacer lo bueno y no hacerlo.
«La ley de Dios condena no solamente lo que
hemos hecho sino lo que hemos dejado de hacer.
En el día final nos encontraremos con un
registro de pecados de omisión así como de
comisión, y de toda cosa secreta»
E.G.W. (Manuscript Releases, t. 6, p. 141)
Pecado no sólo es hacer algo mal, sino la “transgresión de la Ley” de Dios (1 Juan 3:4). Pero el concepto de pecado va más allá de eso.
Santiago afirmó que debemos hacer el bien que sabemos que tenemos que hacer. Proceder de manera contraria es pecado.
No existen seres humanos impecables (Eclesiastés 7:20). Eso no significa que todos vivimos en transgresión a la Ley, sino que todos tenemos imperfecciones pecaminosas.
¿Qué revela Santiago 4:17 acerca del concepto de pecado?
SABER Y HACER LO BUENO
«Cada mañana consagraos a Dios con vuestros
hijos. No contéis con los meses ni los años; no os
pertenecen. Sólo el día presente es vuestro.
Durante sus horas, trabajad por el Maestro, como si
fuese vuestro último día en la tierra. Presentad
todos vuestros planes a Dios, a fin de que él os
ayude a ejecutarlos o abandonarlos según lo
indique su Providencia. Aceptad los planes de Dios
en lugar de los vuestros, aun cuando esta
aceptación exija que renunciéis a proyectos por
largo tiempo acariciados. Así, vuestra vida será
siempre más y más amoldada conforme al ejemplo
divino, y “la paz de Dios, que sobrepuja todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Filipenses
4:7»
E.G.W. (Testimonios para la iglesia, tomo 7, pg. 46)
1. No debemos jamás justificar o mantener una actitud de
crítica maliciosa hacia las demás personas.
2. Necesitamos confiar en el juicio de Cristo respecto a
todo y a todos.
3. Planifiquemos el futuro con la vista puesta en la
eternidad que comenzará a partir del regreso de Jesús.
4. Debemos comprender la brevedad de la vida,
apartándonos de la transgresión de la Ley divina y
profundizando nuestros actos en los aspectos positivos
de esa Ley de amor.
CONCLUSIONES